Antología MACHADO 2014 PDF
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RETRATO Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte aos en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Maara, ni un Bradomn he sido ya conocis mi torpe alio indumentario, ms recib la flecha que me asign Cupido, y am cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Adoro la hermosura, y en la moderna esttica cort las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmtica, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. Desdeo las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. Soy clsico o romntico? No s. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitn su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada. Converso con el hombre que siempre va conmigo quien habla solo espera hablar a Dios un da; mi soliloquio es pltica con ese buen amigo que me ense el secreto de la filantropa. A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansin que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. Y cuando llegue el da del ltimo vaje, y est al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraris a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.
Y al cabo, nada os debo; debisme cuanto he escrito. y, ms que un hombre al uso que sabe su doctrina,
XCIX POR TIERRAS DE ESPAA El hombre de estos campos que incendia los pinares y su despojo aguarda como botn de guerra, antao hubo rado los negros encinares, talado los robustos robledos de la sierra. Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares; la tempestad llevarse los limos de la tierra por los sagrados ros hacia los anchos mares; y en pramos malditos trabaja, sufre y yerra. Es hijo de una estirpe de rudos caminantes, pastores que conducen sus hordas de merinos a Extremadura frtil, rebaos trashumantes que mancha el polvo y dora el sol de los caminos. Pequeo, gil, sufrido, los ojos de hombre astuto, hundidos, recelosos, movibles; y trazadas cual arco de ballesta, en el semblante enjuto de pmulos salientes, las cejas muy pobladas. Abunda el hombre malo del campo y de la aldea, capaz de insanos vicios y crmenes bestiales, que bajo el pardo sayo esconde un alma fea, esclava de los siete pecados capitales. Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza, guarda su presa y llora la que el vecino alcanza; ni para su infortunio ni goza su riqueza; le hieren y acongojan fortuna y malandanza. El numen de estos campos es sanguinario y fiero: al declinar la tarde, sobre el remoto alcor, veris agigantarse la forma de un arquero, la forma de un inmenso centauro flechador. Veris llanuras blicas y pramos de asceta no fue por estos campos el bblico jardn: son tierras para el guila, un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Can.
A UN OLMO SECO Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No ser, cual los lamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseores. Ejrcito de hormigas en hilera va trepando por l, y en sus entraas urden sus telas grises las araas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, maana, ardas en alguna msera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el ro hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazn espera tambin, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
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CXV
De la ciudad moruna tras las murallas viejas, yo contemplo la tarde silenciosa, a solas con mi sombra y con mi pena. El ro va corriendo, entre sombras huertas y grises olivares, por los alegres campos de Baeza Tienen las vides pmpanos dorados sobre las rojas cepas. Guadalquivir, como un alfanje roto y disperso, reluce y espejea. Lejos, los montes duermen envueltos en la niebla, niebla de otoo, maternal; descansan las rudas moles de su ser de piedra en esta tibia tarde de noviembre, tarde piadosa, crdena y violeta. El viento ha sacudido los mustios olmos de la carretera, levantando en rosados torbellinos el polvo de la tierra. La luna est subiendo amoratada, jadeante y llena. Los caminitos blancos se cruzan y se alejan, buscando los dispersos caseros del valle y de la sierra. Caminos de los campos... Ay, ya, no puedo caminar con ella!
Dice la esperanza: un da la vers, si bien esperas. Dice la desesperanza: slo tu amargura es ella. Late, corazn... No todo se lo ha tragado la tierra CXXI All, en las tierras altas, por donde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, entre plomizos cerros y manchas de rados encinares, mi corazn est vagando, en sueos... No ves, Leonor, los lamos del ro con sus ramajes yertos? Mira el Moncayo azul y blanco; dame tu mano y paseemos. Por estos campos de la tierra ma, bordados de olivares polvorientos, voy caminando solo, triste, cansado, pensativo y viejo.
CXXIII Una noche de verano estaba abierto el balcn y la puerta de mi casa la muerte en mi casa entr. Se fue acercando a su lecho ni siquiera me mir, con unos dedos muy finos, algo muy tenue rompi. Silenciosa y sin mirarme, la muerte otra vez pas delante de m. Qu has hecho? La muerte no respondi. Mi nia qued tranquila, dolido mi corazn, Ay, lo que la muerte ha roto era un hilo entre los dos!.
CXIX 1 Seor, ya me arrancaste lo que yo ms quera. Oye otra vez, Dios mo, mi corazn clamar. Tu voluntad se hizo, Seor, contra la ma. Seor, ya estamos solos mi corazn y el mar.
Los poemas dedicados a la muerte de Leonor fueron escritos entre 1914 y 1917 y aadidos a Campos de Castilla en ediciones posteriores.
CXXV En estos campos de la tierra ma, y extranjero en los campos de mi tierra yo tuve patria donde corre el Duero por entre grises peas, y fantasmas de viejos encinares, all en Castilla, mstica y guerrera, Castilla la gentil, humilde y brava, Castilla del desdn y de la fuerza, en estos campos de mi Andaluca, oh tierra en que nac!, cantar quisiera. Tengo recuerdos de mi infancia, tengo imgenes de luz y de palmeras, y en una gloria de oro, de luees campanarios con cigeas, de ciudades con calles sin mujeres bajo un cielo de ail, plazas desiertas donde crecen naranjos encendidos con sus frutas redondas y bermejas; y en un huerto sombro, el limonero de ramas polvorientas y plidos limones amarillos, que el agua clara de la fuente espeja, un aroma de nardos y claveles y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena, imgenes de grises olivares bajo un trrido sol que aturde y ciega, y azules y dispersas serranas con arreboles de una tarde inmensa; mas falta el hilo que el recuerdo anuda al corazn, el ancla en su ribera, o estas memorias no son alma. Tienen, en sus abigarradas vestimentas, seal de ser despojos del recuerdo, la carga bruta que el recuerdo lleva. Un da tornarn, con luz del fondo ungidos, los cuerpos virginales a la orilla vieja.
CXXVI A JOS MARA PALACIO Palacio, buen amigo, est la primavera vistiendo ya las ramas de los chopos del ro y los caminos? En la estepa del alto Duero, Primavera tarda, pero es tan bella y dulce cuando llega!... Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas? An las acacias estarn desnudas y nevados los montes de las sierras. Oh mole del Moncayo blanca y rosa, all, en el cielo de Aragn, tan bella! Hay zarzas florecidas entr las grises peas, y blancas margaritas entre la fina hierba? Por esos campanarios ya habrn ido llegando las cigeas. Habr trigales verdes, y mulas pardas en las sementeras, y labriegos que siembran los tardos con las lluvias de abril. Ya las abejas libarn del tomillo y el romero. Hay ciruelos en flor? Quedan violetas? Furtivos cazadores, los reclamos de la perdiz bajo las capas luengas, no faltarn. Palacio, buen amigo, tienen ya ruiseores las riberas? Con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas, en una tarde azul, sube al Espino, al alto Espino donde est su tierra...
Si era toda en su verso la armona del mundo, dnde fuiste, Daro, la armona a buscar? Jardinero de Hesperia, ruiseor de los mares, corazn asombrado de la msica astral, te ha llevado Dionysos de su mano al infierno y con las nuevas rosas triunfantes volvers? Te han herido buscando la soada Florida, la fuente de la eterna juventud, capitn? Que en esta lengua madre la clara historia quede; corazones de todas las Espaas, llorad. Rubn Daro ha muerto en sus tierras de Oro, esta nueva nos vino atravesando el mar. Pongamos, espaoles, en un severo mrmol, su nombre, flauta y lira, y una inscripcin no ms: Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo, nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.
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Huye del triste amor, amor pacato, sin peligro, sin venda ni aventura, que espera del amor prenda segura, porque en amor locura es lo sensato. Ese que el pecho esquiva al nio ciego y blasfem del fuego de la vida, de una brasa pensada, y no encendida, quiere ceniza que le guarde el fuego. Y ceniza hallar, no de su llama, cuando descubra el torpe desvaro que peda, sin flor, fruto en la rama. Con negra llave el aposento fro de su tiempo abrir. Despierta cama, y turbio espejo y corazn vaco!
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