EL ORIGEN DE LA ÉTICA Mary Midgley

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EL ORIGEN DE LA TICA

Peter Singer (ed.), Compendio de tica Alianza Editorial, Madrid, 1995 Por Mary Midgley Re-editado y recreado con imgenes por Luis Carlos Garz n !sorio, "ro#esor $ni%ersidad de Antio&uia-'acultad de (u)mica 'armac*utica+

1. La bsqueda de justificacin De dnde proviene la tica? En esta interrogacin se unen dos cuestiones muy diferentes, una sobre un hecho histrico y la otra sobre la autoridad. La inquietud que han suscitado ambas cuestiones ha influido en la configuracin de muchos mitos tradicionales acerca del origen del universo. Estos mitos describen no slo cmo comen la vida humana, sino tambin por qu es tan dura, tan penosa, tan confusa y cargada de conflictos. Los enfrentamientos y cat!strofes primitivas que stos narran tienen por ob"eto #qui !s por ob"eto principal# e$plicar por qu los seres humanos han de someterse a normas que pueden frustrar sus deseos. %mbas cuestiones siguen siendo apremiantes, y en los &ltimos siglos numerosos tericos se han esfor ado por responderlas de forma m!s literal y sistem!tica. Esta b&squeda no es slo fruto de la curiosidad, ni slo de la esperan a de demostrar que las normas son innecesarias, aunque estos dos motivos son a menudo muy fuertes. 1ui !s esta b&squeda deriva, ante todo, de conflictos en el seno de la propia tica o moralidad (para los fines tan generales de este art*culo no voy a distinguir entre ambos trminos). En cualquier cultura, los deberes aceptados entran a veces en conflicto, y son precisos principios m!s profundos y generales para arbitrar entre ellos. 2e busca as* 3a ra n de las diferentes normas implicadas, y se intenta sopesar rec*procamente estas ra ones. % menudo esta b&squeda obliga a buscar, con car!cter a&n m!s amplio, un !rbitro supremo la ra n de la moralidad sin m!s.

Esta es la ra n por la que resulta tan comple"a nuestra pregunta inicial. 'reguntar de dnde proviene la tica no es como preguntar lo mismo acerca de los meteoritos. Es preguntar por qu actualmente hemos de obedecer sus normas (de hecho, las normas no agotan la moralidad, pero por el momento vamos a centrarnos en ellas, porque son a menudo el elemento donde surgen los conflictos). 'ara responder a esta cuestin es preciso imaginarse cmo habr*a sido la vida sin normas, e inevitablemente esto suscita interrogantes acerca del origen. La gente tiende a mirar hacia atr!s, pregunt!ndose si e$isti en alguna ocasin un estado +inocente, y libre de conflictos en el que se impusieron las normas, un estado en el que no se necesitaban normas, qui !s porque nadie quiso nunca hacer nada malo. - entonces se preguntan +cmo llegamos a perder esta condicin pre.tica?/ podemos volver a ella?,. En nuestra propia cultura, dos respuestas radicales a estas cuestiones han encontrado una amplia aceptacin. La primera .que procede principalmente de los griegos y de 0obbes. e$plica la tica simplemente como un mecanismo de la prudencia ego*sta/ su mito de origen es el contrato social. 'ara esta concepcin, el estado pre.tico es un estado de soledad y la cat!strofe primitiva tuvo lugar cuando las personas

comen aron a reunirse. 4an pronto se reunieron, el conflicto fue inevitable y el estado de naturale a fue entonces, seg&n e$presa 0obbes, +una guerra de todos contra todos, (0obbes, 3563, 'rimera 'arte, cap. 37, p!g. 58) aun si, como insisti 9ousseau, de hecho no hab*an sido hostiles unos con otros antes de chocar entre s* (9ousseau, 3:5;, p!gs. 3<<, 3=8/ 3:68, 'rimera 'arte). La propia supervivencia, y m!s a&n el orden social, slo resultaron posibles mediante la formacin de normas estipuladas mediante un trato a rega>adientes (por supuesto este relato sol*a considerarse algo simblico, y no una historia real). La otra e$plicacin, la cristiana, e$plica la moralidad como nuestro intento necesario por sintoni ar nuestra naturale a imperfecta con la voluntad de Dios. 2u mito de origen es la ?a*da del hombre, que ha generado esa imperfeccin de nuestra naturale a, del modo descrito .una ve m!s simblicamente. en el libro del @nesis. En un mundo confuso, siempre se acepta de buen grado la simplicidad, por lo cual no resulta sorprendente la popularidad de estos dos relatos. 'ero en realidad los relatos sencillos no pueden e$plicar hechos comple"os, y ya ha quedado claro que ninguna de estas dos ambiciosas frmulas puede responder a nuestros interrogantes. El relato cristiano, en ve de resolver el problema lo despla a, pues a&n tenemos que saber por qu hemos de obedecer a Dios. 'or supuesto la doctrina cristiana ha dicho mucho sobre esto, pero lo que ha dicho es comple"o y no puede mantener su atractiva simplicidad tan pronto como se plantea la cuestin relativa a la autoridad. Ao puedo e$aminar aqu* con m!s detalle las muy importantes relaciones entre tica y religin (vase el art*culo 85, +?mo puede depender la tica de la religin?,). Lo importante es que esta respuesta cristiana no deduce simplemente de forma ingenua nuestra obligacin de obedecer a Dios de su posicin como ser omnipotente que nos ha creado .una deduccin que no le conferir*a autoridad moral. 2i nos hubiese creado un ser malo para malos fines, no pensar*amos que tenemos el deber de obedecer a ese ser, dictase lo que dictase la prudencia. La idea de Dios no es simplemente la idea de un ser seme"ante, sino que cristali a toda una masa de ideales y normas muy compleBas subyacentes a las normas morales y que le dan su significado. 'ero precisamente nos interrogamos por la autoridad de estos ideales y normas, con lo que la cuestin sigue abierta.

2. La seduccin del egosmo y el contrato social La idea de que la tica es en realidad simplemente un contrato basado en la prudencia ego*sta es efectivamente mucho m!s sencilla, pero por esa misma ra n resulta e$cesivamente poco realista para e$plicar la verdadera comple"idad de la tica. 'uede ser que una sociedad de ego*stas prudentes perfectamente congruentes, si e$isti alguna ve , inventase las instituciones de aseguramiento rec*proco muy parecidas a muchas de las que encontramos en las sociedades humanas reales. - sin duda es verdad que estos ego*stas cuidadosos evitar*an muchas de las atrocidades que cometen los seres humanos reales, porque la imprudencia e insensate humanas aumentan constantemente y de forma considerable los malos efectos de nuestros vicios. 'ero esto no puede significar que la moralidad, tal y cual e$iste realmente por doquier, slo deriva de este auto inters calculador. 2on varias las ra ones por las cuales esto no es posible, pero slo voy a citar dos (para la consideracin m!s detallada de la cuestin vase el art*culo 35, +El ego*smo,). 3) La primera se basa en un defecto obvio del ser humano. Las personas simplemente no son tan prudentes ni congruentes como implicar*a esta narracin. Encluso la misma moderada dosis de conducta deliberadamente decente que encontramos realmente en la vida humana no ser*a posible si se basase e$clusivamente en estos rasgos.

2) La segunda es una gama igualmente conocida de buenas cualidades humanas. Es obvio que las personas que se esfuer an por comportarse decentemente a menudo est!n animadas por una serie de motivos bastante diferentes, directamente derivados de la consideracin de las e$igencias de los dem!s. %ct&an a partir del sentido de la "usticia, por amistad, lealtad, compasin, gratitud, generosidad, simpat*a, afecto familiar, etc. unas cualidades que se reconocen y honran en la mayor*a de las sociedades humanas. En ocasiones, los tericos del ego*smo como 0obbes e$plican esto diciendo que estos supuestos motivos no son reales, sino slo nombres vac*os. 'ero es dif*cil comprender cmo pudieron haberse inventado estos nombres, y ganar curso, por motivos ine$istentes. - a&n resulta m!s intrigante cmo pudo haber pretendido alguien conseguir sentirse animado por ellos. 0e citado de entrada esta e$plicacin ego*sta porque, a pesar de sus manifiestos defectos, en la actualidad tiene una gran influencia. Codernamente, es muy probable que cuando la gente se interroga por el origen de la tica utilice irrefle$ivamente este lengua"e. 'or lo general plantean la interrogacin al estilo de 0obbes, a saberD +?mo lleg una sociedad original de ego*stas a cargarse de normas que e$igen la consideracin de los dem!s?, % medida que avancemos resultar!n m!s claras las parali antes dificultades de que est! plagada esta concepcin.

3. Argumentos morales y fcticos 2e nos podr*a pedir que acept!semos el individualismo e$tremo por ra ones estrictamente cient*ficas, como un halla go f!ctico, con lo que ser*a un fragmento de informacin sobre cmo est!n realmente constituidos los seres humanos. En la actualidad, la forma m!s habitual de esta argumentacin se basa en la idea de evolucin, de todas las especies, mediante la +supervivencia de los m!s aptos, en una competencia fero entre individuos. 2e afirma que ese proceso ha configurado a los individuos como !tomos sociales aislados y totalmente ego*stas. % menudo esta imagen se considera basada directamente en la evidencia, siendo .al contrario que todos los primitivos relatos acerca del origen. no un mito sino una e$plicacin totalmente cient*fica. Deber*amos mostrarnos escpticos hacia esta pretensin. En la forma tosca que acabamos de citar, el mito pseudo.darFiniano contiene al menos tanto simbolismo emotivo de ideolog*as actuales y tanta propaganda en favor de ideales sociales limitados y contempor!neos como su antecesora, la narracin del contrato social. 4ambin incorpora algunas pruebas y principios verdaderamente cient*ficos, pero ignora y distorsiona mucho m!s de lo que utili a. En particular, se ale"a de la ciencia actual en dos cuestionesD primero, su nocin de competencia fantasiosa e hiperdramati ada, y segundo, el e$tra>o lugar predominante que otorga a nuestra propia especie en el proceso evolutivo. 3) Es esencial distinguir el simple hecho de tener que +competir, de los comple"os motivos humanos que la ideolog*a actual considera idneos para los competidores. 'uede decirse que dos organismos cualesquiera est!n +en competencia, si ambos necesitan o desean algo que no pueden obtener simult!neamente. 'ero no act&an competitivamente a menos que ambos lo sepan y respondan intentando deliberadamente derrotar al otro. ?omo la abrumadora mayor*a de los organismos son vegetales, bacterias, etc.. que no son siquiera conscientes, la posibilidad misma de una competencia deliberada y hostil es e$tremadamente rara en la naturale a. %dem!s, tanto a nivel consciente como inconsciente, todos los procesos vitales dependen de una base inmensa de cooperacin armoniosa, necesaria para elaborar el sistema comple"o en el que resulta posible el fenmeno mucho m!s raro de la competencia. La competencia e$iste realmente, pero es necesariamente limitada. 'or e"emplo, los vegetales de un ecosistema particular e$isten normalmente en interdependencia tanto entre s* como con los animales que se los comen, y estos animales son igualmente interdependientes entre s* y

con respecto a sus predadores. 2i en realidad hubiese habido una +guerra de todos contra todos, natural, nunca hubiese llegado a formarse la biosfera. 'or ello no es sorprendente que la vida consciente, que ha surgido en un conte$to seme"ante, opere de hecho de forma mucho m!s cooperante que competitiva. cuando dentro de poco consideremos la motivacin de los seres sociales, veremos claramente que las motivaciones de cooperacin proporcionan la estructura principal de su conducta. ;) Cuchas versiones populares del mito pseudo.darFiniano (aunque no todas) presentan el proceso evolutivo corno una pir!mide o escalera que e$iste con la finalidad de crear en su vrtice al 2E9 0GC%AH, y en ocasiones programada para seguir desarroll!ndolo hasta un le"ano +punto omega, que glorificar! m!s los ideales humanos contempor!neos de Hccidente. Esta idea carece de base en la verdadera teor*a biolgica actual (Cidgley, 3=<6). La biolog*a actual describe de manera bastante diferente las formas de vida, unas formas que se difunden, seg&n el modelo esbo ado por DarFin en el Origen de las especies, a modo de arbustos, a partir de un origen com&n hasta llenar los nichos e$istentes, sin una especial direccin +ascendente,. La imagen de la pir!mide fue propuesta por I.J. LamarcK y desarrollada por 4eilhard de ?hardin y no pertenece a la ciencia moderna sino a la metaf*sica tradicional. Lo cual por supuesto no la refuta. 'ero como las Edeas de la naturale a humana asociadas a ella se han considerado por lo general cient*ficas,, esta cuestin tiene importancia para nuestra valoracin de estas concepciones, y su relacin con nuestros interrogantes acerca del origen de la tica.

4. Las fantasas dualistas Estas cuestiones han empe ado a parecer m!s dif*ciles desde que se acepto. de forma general que nuestra especie surgi de otras a las que clasificamos de meros +animales,. En nuestra cultura com&nmente se ha considerado la barrera de la especie tambin como el l*mite del !mbito moral, y se han construido doctrinas metaf*sicas para proteger este l*mite. %l contrario que los budistas, los cristianos han cre*do que slo los seres humanos tienen alma, la sede de todas las facultades que honramos. 2e consider as* degradante para nosotros cualquier insistencia en la relacin entre nuestra especie y otras, lo que parec*a sugerir que nuestra espiritualidad +realmente, slo era un con"unto de reacciones animales. Esta idea de animalidad como principio for!neo a"eno al esp*ritu es muy antigua, y a menudo se ha utili ado para dramati ar los conflictos psicolgicos como la lucha entre las virtudes y +la bestia interior,. El alma humana se concibe entonces como un intruso aislado en el cosmos f*sico, un e$tra>o le"os de su hogar. Este dualismo ta"ante y sencillo fue 2in embargo, parece seguir utili !ndose el dualismo como marco de base para importante para 'latn y tambin para el determinadas cuestiones, en especial nuestras ideas acerca de los dem!s pensamiento cristiano primitivo. animales. Lrente a 'latn, %ristteles propuso una metaf*sica mucho menos 'robablemente hoy tiene mucha menos divisoria y m!s reconciliadora para reunir los diversos aspectos tanto de la influencia. 2u actitud despectiva hacia los individualidad humana como del mundo e$terior. 2anto 4om!s sigui este camino, motivos naturales no ha superado la y el pensamiento reciente ha seguido en general por l. 'ero este enfoque m!s prueba del tiempo, y adem!s su monista ha encontrado grandes dificultades para concebir cmo pudieron formulacin terica se enfrenta a enormes desarrollarse realmente los seres humanos a partir de animales no humanos. El dificultades para e$plicar la relacin entre el problema era que estos animales se conceb*an como s*mbolos de fuer as alma y el cuerpo. antihumanas, y en realidad a menudo como vicios encarnados (lobo, cerdo, cuervo). 0asta que se puso en cuestin esta idea, slo parec*an abiertas dos alternativasD o bien una concepcin depresiva y devaluadora de los seres humanos como unos seres +no me"ores que los dem!s animales, o bien una concepcin puramente ultramundana de los hombres como esp*ritus insertados durante el proceso evolutivo en unos cuerpos apenas relacionados con ellos (vase Cidgley, 8=:=, cap. ;). %qu* surgen las dos sencillas ideas acerca del origen de la tica antes citadas. 2eg&n el modelo del contrato social todos los seres animados eran por igual ego*stas, y los seres humanos slo se distingu*an en su inteligencia de c!lculoD fueron meramente los primeros ego*stas ilustrados. En cambio, seg&n la concepcin religiosa, la insercin del alma introdu"o, de golpe, no slo la inteligencia sino tambin una amplia gama de nuevas motivaciones, muchas de ellas altruistas. 'ara desa n de DarFin, su colaborador %. 9. Mallace adopt esta segunda concepcin, afirmando que Dios debi de haber a>adido el alma a cuerpos de primates incipientes por intervencin milagrosa durante el curso de la evolucin. - en la actualidad, incluso pensadores no religiosos ensal an las facultades humanas trat!ndolas como algo de especie totalmente diferente a las de los dem!s animales, de una forma que parece reclamar un origen diferente y no terrestre. Encluso en ocasiones se invocan con aparente seriedad relatos de ciencia ficcin acerca de una derivacin de alg&n le"ano planeta, al ob"eto de cubrir esta supuesta necesidad.

. Las !entajas de la etologa 2in embargo, hoy d*a podemos evitar ambas alternativas malas simplemente adoptando una concepcin mas realista y menos m*tica de los animales no humanos. Linalmente en nuestra poca se ha estudiado sistem!ticamente su conducta, con lo que se ha divulgado considerablemente la comple"a naturale a de la vida social de muchos p!"aros y mam*feros. En realidad mucha gente la conoc*a desde antiguo, aunque no utili aron ese conocimiento al considerar a los animales como encarnaciones del mal. %s*, hace dos siglos Nant escribi lo siguienteD +cuanto m!s nos relacionamos con los animales m!s los queremos, al constatar lo mucho que cuidan de sus cr*as. Entonces nos resulta dif*cil ser crueles imaginariamente incluso con un lobo,. 9asgos sociales como el cuidado parental, el aprovisionamiento de alimentos en cooperacin y las atenciones rec*procas muestran claramente que, de hecho, estos seres no son ego*stas brutos y e$cluyentes sino seres que han desarrollado las fuertes sus sociedades mediante y unespeciales c!lculo voluntario a partir de un para +estado de y motivaciones necesarias formar naturale a, hobbesiano, de una guerra original de todos contra todos. 2on mantener una sociedad sencilla. La limpie a rec*proca, capaces de vivir "untos, y enla ocasiones de mutua cooperar se>aladas tareas de ca a, eliminacin de en par!sitos y la proteccin mutua construccin, proteccin colectiva o similares, sencillamente porque tienen una son conductas comunes entre los mam*feros sociales y disposicin natural a amarse los y confiar los unos en los p!"aros. Pstos no otros. han creado estos h!bitos utili ando aquellos poderes de c!lculo ego*sta Este afecto resulta evidente en la inequ*voca de desgracia de cualquierel prudencial que elsensacin relato del contrato social considera animal social, desde un caballo o unnecesario perro a para un chimpanc, mantenido en mecanismo seme"ante ha a>a, pues no aislamiento. %un cuando los a menudo stos se ignoran mutuamente y en poseen. Los lobos, castores y gra"illas as* como determinadas circunstanciasotros compiten entresociales, si y se atacan, lo nuestros hacen sobre una animales incluidos familiares base m!s amplia de aceptacin amistosa. El cuidado sol*cito de las cr*as, que a primates, no construyen veces llega a suponer la verdadera renuncia al alimento, est! generali ado y a menudo lo comparten otros congneres au$iliadores adem!s de los padres (qui !s puede considerarse el n&cleo original de la moralidadO. %lgunos animales, en especial los elefantes, adoptan hurfanos. Es com&n la defensa de los dbiles por los fuertes, y hay numerosos e"emplos confirmados de casos en los que los defensores han entregado su vida. En ocasiones se alimenta a los p!"aros vie"os y desvalidos y a menudo se observa una ayuda rec*proca entre amigos. %ctualmente todo esto no es una cuestin folclrica, sino de registros detallados, sistem!ticos y bien investigados. 2in duda sobran ra ones para aceptar que en esta cuestin los seres humanos se parecen mucho a sus familiares m!s pr$imos (vase Nonner, 3=<;, para la evidencia antropolgica al respecto).

". #os objeciones %ntes de e$aminar el v*nculo entre estas disposiciones naturales y la moralidad humana hemos de considerar dos posibles ob"eciones ideolgicas contrarias a este enfoque. En primer lugar est! la tesis conductista de que los seres humanos carecen de disposiciones natura/es, y no son sino papel en blanco al nacer, y la rplica sociobiolgica de que existen realmente disposiciones sociales> pero todas ellas son en cierto sentido egostas (los lectores no interesados por estas ideolog*as pueden saltarse esta e$posicin). 3) ?reo que la tesis conductista siempre fue una e$ageracin obvia. La idea de un infante puramente pasivo y carente de motivaciones nunca tuvo sentido. Esta e$ageracin ten*a un impulso moral serioD a saber, recha ar ciertas ideas peligrosas sobre la naturale a de estas tendencias innatas, ideas que se utili aron para "ustificar instituciones como la guerra, el racismo y la esclavitud. 'ero stas eran representaciones errneas e ideolgicas de la herencia humana. 0a resultado mucho me"or atacar*as en su propio terreno, sin las incapacitantes dificultades que supone adoptar un relato tan poco convincente como el de la teor*a del papel en blanco. ;) 'or lo que respecta a la sociobiolog*a, el problema es en realidad de terminolog*a. Los sociobilogos utili an la palabra +ego*sta, de forma bastante e$traordinaria en el sentido, apro$imadamente, de +promotor de los genes,/ +con probabilidades de aumentar la supervivencia y difusin futura de los genes de un organismo,. Lo que dicen es que los rasgos realmente transmitidos en la evolucin deben ser los que desempe>en esta labor, lo cual es verdad. 2in embargo, al utili ar el lengua"e del +ego*smo, inevitablemente vinculan esta inocua idea con el mito pseudo.darFiniano ego*sta y aun poderoso, pues el trmino ego*sta constituye totalmente una descripcin de motivos .y no slo de consecuencias. con el significado central negativo de alguien que no se preocupa de los dem!s. En ocasiones los sociobilogos se>alan que ste es un uso tcnico del trmino, pero casi todos ellos se ven influidos por su significado normal y empie an a predicar el ego*smo de forma tan fervorosa como 0obbes (vase Milson, 3=:6, Cidgley, 3=:=.vase Milson en el *ndice. y Cidgley, 3=<6, cap. 38).

$. %ociabilidad& conflicto y los orgenes de la moralidad Gna ve dicho algo en respuesta a las ob"eciones a la idea de que los seres humanos tienen disposiciones sociales naturales, nos preguntamos a continuacin qu relacin tienen estas disposiciones con la moralidad? Estas disposiciones no la constituyen, pero ciertamente aportan algo esencial para hacerla posible. 'roporcionan qui !s, por as* decirlo, la materia prima de la vida moral .las motivaciones generales que conducen hacia ella y la orientan mas o menos. precisando adem!s la labor de la inteligencia y en especial del lengua"e para organi arla, para darle forma? DarFin esbo una sugerencia seme"ante, en un pasa"e notable que utili a ideas b!sicas de %ristteles, 0ume y Nant (DarFin, 3<6=, vol. 3, 'rimera parte, cap. 7). 0asta la fecha se ha prestado poca atencin a este pasa"e al aceptarse de forma generali ada las versiones del ruidoso mito pseudo.darFiniano como el &nico enfoque evolutivo de la tica). 2eg&n esta e$plicacin, la relacin de los motivos sociales naturales con la moralidad ser*a seme"ante a la de la curiosidad natural con la ciencia, o entre el asombro natural y la admiracin del arte. Los afectos naturales no crean por s* solos normas/ puede pensarse que, en realidad, en un estado inocente no ser*an necesarias las normas. 'ero en nuestro imperfecto estado real, estos afectos a menudo chocan entre si, o bien con otros motivos fuertes e importantes. En los animales no humanos, estos conflictos pueden an"arse sencillamente mediante disposiciones naturales de segundo orden. 'ero unos seres que refle$ionamos tanto sobre nuestra vida y sobre la de los dem!s, como hacemos los humanos, tenemos que arbitrar de alg&n modo estos conflictos para obtener un sentido de la vida ra onablemente coherente y continuo. 'ara ello establecemos prioridades entre diferentes metas, y esto significa aceptar principios o normas duraderas (por supuesto no est! nada claro que los dem!s animales sociales sean totalmente irrefle$ivos, pues gran parte de nuestra propia refle$in es no verbal, pero no podemos e$aminar aqu* su situacin). (2obre la muy comple"a situacin de los primates, vase Desmond, 3=:=.) DarFin ilustr la diferencia entre la condicin refle$iva y no refle$iva en el caso de la golondrina, que puede abandonar a las cr*as que ha estado alimentando aplicadamente sin la menor duda aparente cuando emigra su bandada (DarFin, 3<6=, p!gs. <8, =Q). 2eg&n se>ala DarFin, un ser bendecido o maldito con una memoria mucho mayor y una imaginacin m!s activa no podr*a hacerlo sin un conflicto agoni ante. - e$iste una diferencia muy interesante entre los dos motivos implicados. Gn impulso que es violento pero temporal .en este caso emigrar. se opone a un sentimiento habitual, mucho m!s dbil en cualquier momento pero m!s fuerte por cuanto es mucho m!s persistente y est! m!s profundamente arraigado en el car!cter. DarFin pens que las normas elegidas tender*an a arbitrar en favor de los motivos m!s leves pero m!s persistentes, porque su

violacin producir*a m!s tarde un remordimiento mucho m!s duradero e inquietante. %s* pues, al indagar la especial fuer a que posee +la imperiosa palabra debe (p!g. =;) apunt al choque entre estos afectos sociales y los motivos fuertes pero temporales que a menudo se oponen a ellos. Lleg as* a la conclusin de que los seres inteligentes intentar*an naturalmente crear normas que protegiesen la prioridad del primer grupo. 'or ello consider e$traordinariamente probable que +un animal cualquiera, dotado de acusados instintos sociales, inevitablemente se formar*a un sentido o conciencia moral tan pronto como sus facultades intelectuales se hubiesen desarrollado tan bien, o casi, como en el hombre, (p!g. :;). %s* pues, +los instintos sociales .el primer principio de la constitucin moral del hombre. condu"eron naturalmente, con la ayuda de facultades intelectuales activas y de los efectos del h!bito, a la 9egla de Hro, Rno hagas a los dem!s lo que no quieres que te hagan a tiR, que constituye el fundamento de la moralidad, (p!g. 3Q5).

'. (l )roblema de la )arcialidad En qu medida es esto convincente? 'or supuesto no podemos comprobar emp*ricamente la generali acin de DarFin/ no nos hemos comunicado lo suficientemente bien con ninguna especie no humana que recono camos suficientemente inteligente (por e"emplo, podr*a ser inmensamente &til que pudisemos o*r algo de las ballenas...). 2implemente hemos de comparar los casos. En qu medida parecen aptos estos rasgos de otros animales sociales para aportar material que pudiese llegar a formar algo como la moralidad humana? %lgunos cr*ticos los descartan por completo porque se dan episdicamente, y su incidencia est! muy sesgada en favor de la parentela m!s cercana. 'ero este mismo car!cter episdico y este mismo sesgo hacia la parentela subsisten en cierta medida (a menudo de forma muy poderosa) en toda la moralidad humana. 2on muy fuertes en las peque>as sociedades de ca adores. recolectores que parecen m!s pr$imas a la condicin humana original. Las personas que han crecido en circunstancias seme"antes por lo general est!n rodeadas .igual que lo est!n los lobos o chimpancs "venes. de otras que realmente son su parentela, con lo que la actitud normal que adoptan hacia quienes les rodean es, en diversos grados, una actitud que hace posible una preocupacin y simpat*a m!s amplias. 'ero es importante se>alar que este sesgo no se e$tingue, que ni siquiera se vuelve acusadamente m!s dbil, con el desarrollo de la civili acin. En nuestra propia cultura est! totalmente activo. 2i unos padres modernos no prestasen m!s cuidado y afecto a sus propios hi"os que a todos los dem!s, serian considerados monstruos. De forma bastante natural invertimos libremente nuestros recursos en satisfacer incluso las necesidades menores de nuestros familiares cercanos y amigos antes de considerar incluso las necesidades graves de los de fuera. Aos resulta normal que los padres gasten m!s dinero en "uguetes para sus hi"os de lo que dedican anualmente en ayudar a los necesitados. ?ierto es que la sociedad humana dedica algunos recursos a los que est!n fuera, pero al hacerlo parte del mismo fuerte sesgo hacia la parentela que impera en las sociedades animales. Esta misma consideracin vale para otra ob"ecin paralela que a menudo se opone a concebir a la sociabilidad animal como posible origen de la moralidad, a saber el sesgo hacia la reciprocidad. ?ierto es que si estuviramos tratando de ego*stas calculadores, la mera devolucin de beneficios a aquellos que anteriormente los hab*an otorgado podr*a no ser otra cosa que un trato prudente.

'ero una ve m!s en todas las moralidades humanas e$istentes esta transaccin se manifiesta de forma bastante diferente, no tanto como un seguro de futuro sino como un agradecimiento "usto por la amabilidad mostrada en el pasado, y como algo que se sigue naturalmente del afecto asociado. Ao hay ra ones por las que esto no pueda ser igualmente cierto respecto a otros animales sociales. Es verdad que estos sesgos restrictivos tienen que corregirse sistem!ticamente .y gradualmente son corregidos. mediante el reconocimiento de obligaciones mas amplias a medida que se desarrolla la moralidad humana (vase 2inger, 3=<3). 2in embargo, esta ampliacin es sin duda la aportacin de la inteligencia humana, que gradualmente crea hori ontes sociales m!s amplios al crear las instituciones. Ao es ni puede ser un sustituto de los propios afectos naturales originales. Es de esperar una cierta restriccin de estos afectos, pues en la evolucin han desempe>ado la funcin esencial de hacer posible el aprovisionamiento esfor ado y solicito de los m!s peque>os. Esto no se podr*a haber hecho efectivamente si todos los padres hubiesen cuidado tanto de cualquier beb como cuidaron de los propios. En este rgimen fortuito e imparcial probablemente hubiesen sobrevivido pocos bebs afectuosos. %s*, seg&n se>alan correctamente los sociobilogos, las disposiciones altruistas hereditarias no se transmiten f!cilmente a menos que hagan posible un aumento de la supervivencia de los propios descendientes del altruista, que comparten el gen que los origin. 'ero cuando esto sucede, es posible que estos rasgos se desarrollen y difundan mediante la +seleccin del parentesco,, de una forma que no parec*a imaginable seg&n el modelo m!s antiguo y tosco que slo contemplaba la competencia por la supervivencia entre individuos.

*. +(s re!ersible la moralidad, %s* pues, si el car!cter restrictivo de estas disposiciones no las descalifica como materia esencial para el desarrollo de la moralidad, resulta convincente la imagen de DarFin? 2in duda tiene gran fuer a su idea de que lo que hace necesaria la moralidad es el conflicto .pues un estado armnico +inocente, no la necesitar*a. 2i esto es correcto, la idea de +amoralismo,, es decir la propuesta de liberarse de la moralidad (Aiet sche, 3<<5, 3, sec. 7;) supondr*a convertir de alg&n modo a todos en seres libres de conflicto. 'ero si no se consigue esto necesitamos reglas de prioridad, no slo porque sino tambin m!sla profundamente para evitar la para reca*da individual en estados de hacen m!s f!cil sociedad, ni siquiera slo desamparo y confusin plagada de conflicto. En cierto sentido ste es +el origen hacerla posible, de la tica, y nuestra b&squeda no tiene que llevarnos m!s le"os. 2in embargo puede parecer menos claro cu!l es el tipo de prioridades que estas normas tienen que e$presar. 4iene DarFin ra n al esperar que stas favore can en con"unto los afectos sociales, y confirmen la 9egla de Hro? H bien ste es slo un pre"uicio cultural? 'odr*a encontrarse una moralidad que fuese la imagen invertida de la nuestra, y que tuviese nuestras virtudes como vicio y nuestros vicios como virtudes y que e$igiese en general que hagamos a los dem!s lo que menos nos gustar*a que nos hiciesen a nosotros (una idea a la que tambin Aiet sche en ocasiones quiso dar cabida)? 'or supuesto es verdad que las culturas var*an enormemente, y desde la poca de DarFin hemos cobrado mayor conciencia de esa variacin. 'ero los antroplogos, que prestaron un gran servicio al mundo al demostrar esa variabilidad, hoy d*a se>alan que no debe e$agerarse (Nonner, 3=<;/ Cead, 3=65). Diferentes sociedades humanas tienen muchos elementos estructurales profundos en com&n. De no ser as*, no ser*a posible la comprensin mutua, y apenas hubiese resultado posible la antropolog*a. Entre estos elementos, el tipo de consideracin y simpat*a hacia los dem!s que se generali a en la 9egla de Hro desempe>a un papel b!sico, y si nos preguntamos si puede e$istir una cultura sin esta actitud tendr*amos verdaderas dificultades para imaginar como podr*a considerarse una cultura seme"ante. ?iertamente el mero terror mutuo de solitarios ego*stas en coe$istencia que invoc 0obbes para su contrato social nunca podr*a crear una cultura. Las normas, ideales, gustos y prioridades comunes que hacen posible una moralidad com&n se basan en goces y penas compartidos y todos requieren una simpat*a activa. La moralidad no slo necesita conflictos sino la disposicin y la capacidad a buscar soluciones compartidas a stos. %l igual que el lengua"e, parece ser algo que slo pudo darse entre seres naturalmente sociales (para un e$amen m!s detallado de los elementos comunes de la cultura humana, vase el art*culo ;, +La tica de las sociedades peque>as,).

1-. .onclusin

Esta presentacin del origen de la tica pretende evitar, por una parte, las abstracciones no realistas y reduccionistas de las teor*as ego*stas, y por otra parte la "actancia irreal y morali ante que tiende a hacer que pare ca incomprensible el origen de los seres humanos como especie terrenal de primates, y que desvincula la moralidad humana de todo lo caracter*stico de Otros animales sociales. 2iempre es fala (la +falacia gentica,) identificar cualquier producto con su origen, por e"emplo decir +que en realidad la flor no es m!s que lodo organi ado,. La moralidad, que surge de este n&cleo, es lo que es.

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