Castoriadis Cornelius La Institución Imaginaria de La Sociedad

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Coleccin dirigida por Carlos Semprn-Maura

Cornelius Castoriadis
LA INSTITUCION
IMAGINARIA DE
LA SOCIEDAD 2
TUSOUETS
>^raTORES
Ttulo original: L institution immaginaire de la socit
2: Vimmaginaire social el l institution
1.aedicin: enero 1989
Editions du Seuil 1975
de la traduccin: Marco-Aurelio Galmarini
Diseo de la coleccin: Clotet-Tusquets
Diseo de la cubierta: MBM
Reservados todos los derechos de esta edicin para
Tusquets Editores, S.A., Iradier, 24, 08017 Barcelona
ISBN 84-7223-733-8 Obra completa
ISBN 84-7223-734-6 (Tomo II)
Depsito Legal: B. 175-1989 (Tomo II)
Libergraf, S.A. - Constitucin, 19 - 08014 Barcelona
Impreso en Espaa
S egunda parte. El imaginario social
y la institucin
9
IV.
Lo histrico-social ,
95
V.
La institucin histrico-social:
legein y teukhein
177
VI. La institucin histrico-social:
el individuo y la cosa
283 VII. Las significaciones imaginarias / '
sociales
151406
Segunda parte
El imaginario social
y la institucin
jV. Lo histrico-social
Lia que aqunos propone mos es e lucidar dos cues- .
tione s ^la re lativa a la s ocie dad y la re lativa a la his
toria, que, de he cho, s lo pue de n entende rs e como
una nica y mis ma cue s tin: la de lo his trico-s ocial^
La contribucin que el pe ns amie nto he re dado pue de
aportar a esta e lucidacin es tan s lo fragme ntaria.
Quizsea principalme nte ne gativa, re s ultado de las
limitacione s de un modo de pe ns ar y de la e xhibicin
de sus impos ibilidade s .
Puede que es ta afirmacin res ulte s orpre nde nte ,
dada la cantidad y la calidad de lo que la re fle xin
ha producido en este campo a partir de Platn, y s o
bre todo en los ltimos s iglos . Pero lo e s e ncial de esta
reflexin con e xce pcin de algunos incide nte s ger
minale s , algunos des tellos s in continuacin y mome n
tos de irre ductible pre s e ncia de la apora no se ha
de dicado a abrir y a e ns anchar la cue s tin, s ino a
ocultarla ape nas de s cubie rta, a re ducirla ape nas s ur
gida. En este e nmas caramie nto y en es ta re duccin
han ope rado el mis mo me canis mo y las mis mas moti
vaciones que en el e nmas caramie nto y la re duccin
de la cue s tin de la imaginac in y lo imaginario. Y
por las mis mas razone s de fondo.
Por una parte , la re fle xin he re dada jams logr
des pejar el obje to propio del proble ma y cons ide rarlo
en s mis mo. Cas i s ie mpre .este obje to se e ncue ntra en
ello dis locado entre, por un lado.jffina s acie dad_que se
refiere ja o t r a cos a que a s -mis ma, y en -ge neraLa.una
nacmaj-fin^x/e/os con fundame nto fuera-de-ella; y, por
PerturhaQi)' re lativa .a esa norma, o como de s arrollo,
9
orgniccuo dialctico, hacia_es a no una,-i n~o-te los jv
tal s uerte, el obje to en cue s tin, el obje to propio de L
his trico-s ocial, se ha vis to s ie mpre tras ladado a un.
, ins tancia e xtraa, que lo ha abs orbido.,Las vis in^
ms profundas de lo his trico-s ocial, y las ms vercly,
deras , las que ms nos han e ns e ado y s in las cuale
ape nas podramos hoy balbuc ir en la incohe re ncia
e s tn s ie mpre gobe rnadas por una ins tancia exterior
Y esto tambin pe rtenece a la es encia y a la his toria
t del pens amie nto./-Pre cis ame nte a es ta ins tancia exte.
-rior es a lo que esas vis ione s tie nde n a conducir u
dis curs o ace rca de lo his trico-s ocial. ,Lo que domina
a tergo la re fle xin he re dada s obre la s ocie dad y la
his toria, aque llo a pe s ar de lo cual dicha reflexin
lle ga a de s cubrir alllo que de s cubre , es, por e je mplo,
el lugar de la s ocie dad y de la his toria en la e conoma
divina de la cre acin, o en la vida infinita de la razn;
o bie n la pos ibilidad que les cabe de favore ce r u obs
taculizar la re alizacin del hombre en tanto sujeto
tico; o bie n s u carcte r de avatar ltimo de la exis
te ncia natural; o bie n la re lacin de la mate ria s ocial
y s u corrupcin o ine s tabilidad his trica (s u carcter
de inde finido-inde te rminado, ape iron, de te rminado
por s u privacin de de te rminacin, de lo s ie mpre en
de ve nir, ae i gignome non), con la forma y la norma de
la ciudad poltica de te rminada y es table, que impli
can la s ubordinacin de l e xame n de aqulla a las exi- '
ge ncias de s ta, es de cir, por tanto, a la bue na forma
de la c iudad bue na, aun cuando s lo fue ra para negar
s u pos ibilidad.1
/Es as tambin como jams se ha conte mplado la
re pre s e ntacin, la imaginac in ni lo imaginario por
s mis ma, s ino s ie mpre en refe re ncia a otra cosa/
s e ns acin, inte le ccin, pe rce pcin, re alidad , so-
. , la normatividad incorporada a la ontologa
me tida a ,ucida el punto de vis ta de lo ver-
herectacia, ^ jns trume ntalizada en una fun-
dal elrnmo me dio que se juzga s e gn s u contribucin
C1 le a la re alizacin de ese fin que es la ve rdad
P , al ente ve rdade ro, al ente re alme nte exis-
q el acces
t e n E S a s Analme nte , como/o ha habido cas i preocu-
- n por s abe r ququie re de cir hacer, cul es el ser
P ^' hac e r y ques lo que el hace r hace ser, de bido a
l ' o b s e s i n e xclus iva por las cues tione s re lativas
ue s hace r bie n y quhace r mal vNo se ha pe ns ado
1 hacer, porque no se lo ha que rido pe ns ar ms que
e n esos dos mome ntos particulare s , el tico y el tcni
co Y ni s iquie ra se ha pe ns ado ve rdade rame nte en
elos, pue s to que no se ha pe ns ado en aque llo de lo
cual e ran mome ntos y pue s to que se aniquilde ante
mano su s us tancia al ignorar el hace r como hace r ser
Vs ubordinarlo a esas de te rminacione s parciale s , pro
ductos del hace r, pero pre s e ntadas como abs olutos
que dominan desde una ins tancia exterior, el bie n y
el mal (de lo que la e ficacia y la ine ficacia s on de riva
dos).
/Por otra parte , la re fle xin en torno a la his toria y
la s ociedad se ha colocado s ie mpre en el plano de la
lgica-ontologa he re dada y de ntro de sus fronteras;..
Acaso poda s er de otra mane ra? Ni la his toria ni la
s ociedad, si no s on, pue de n ser obje tos de re fle xin.
Pero, quson, cmo s on y en qus e ntido s on? La re
gla cls ica reza as : no hay que multiplic ar los entes
inne ce s ariame nte . Pero, en una capa ms profunda se
aloja otra re gla que dice: no hay que multiplic ar el
s entido de: ser; es me ne s ter que s erte nga un s e n
tido nico.2 Es te s e ntido, de te rminado de princ ipio a
1. ,As, por ejemplo, lo que Marx tiene de verdadero, de pro
fundo, de importante y de novedoso que decir sobre la sociedad
y la his toria, lo dice a a pesar de esa ins tancia extraa que con
dena a todo su pens amiento, esto es, que la his toria debe desem
bocar en la s ociedad s in clases. Es to hace que lo esencial de lo
que descubre no encuentre s itio adecuado en s u propio sistema./
Vase La ques tion de l' his toire du mouvcme nt ouvrier, en LEx-
perience du mouvement ouvrier, I, pp. 11 a 120 (trad. cast.: La ex
periencia del movimiento obrero, Tusquets Editores).
2. La dificultad o la impos ibilidad de satisfacer esta exigencia
se reconoce, como se sabe, desde por lo menos el Sofis ta, de Pla
tn. Lo esencial del esfuerzo de Aristteles en la Metafsica apun
tara s uperar la multiplicidad de: ser, lo que l de nomina pullu-
chos legomenon. La tematizacin de este s entido como nico
dominartambin toda la filos ofa posterior, lo que, casi s iem
pre, llevara traducir las diferencias de s entido de: ser mediante
gradaciones de la cualidad de ser o de la intens idad ontolgica
leconocida a los tipos de entes correspondientes.
10 11
alte racin? Hay e me rge ncia de lo nue vo en es ta hi$.
^t or i a , y qus ignifica?
Se pue de aclarar ms el s e ntido y la unidad de es.
tos proble mas me diante las s iguie nte s preguntas-
Por quhay dis tintas s ociedade s y no una s ola y eri
quse dife re ncian? Por quhay dife re ncias entre
s ociedade s y en qucons is te n esas dife re ncias ? Si se
dije ra que la dife re ncia entre las s ociedade s y s u his
toria s lo s on apare nte s , que dara en pie , como
s iempre, la s iguiente pregunta: Por quexiste esta apa
riencia, por qulo idntico se mues tra como diferente?*
Las incontable s res pues tas que des de los orgenes
de la re fle xin se han dado a estas dos pre guntas
pue de n re ducirs e a dos tipos es enciales y sus dive r
sas combinacione s .
El prime r tipo es el s icalis ta, que, dire cta o indi
re ctame nte , de mane ra inme diata o en ltimo anli
sis, re duce la s ocie dad y la his toria a naturale za. Es ta
naturale za, en prime r lugar, es la naturale za biol
gica de l hombre . Poco importa que s ta, a s u vez, se
cons ide re re ductible a s imple me canis mo fs ico, como
s upe racin de ste, tal cual ocurre con el s er ge nrico
(Gattungs we s e n) en el jove n Marx, conce pto hegelia-
no1 que re pre s e nta una e tapa pos te rior de elabora-
' Oc in logicoontolgica de la phys is de l s er vivo
aris totlico, en la que el as pecto/es pecie (e idos ) se
/^re produc e pe rmane nte me nte y es tfijo para s ie mpre .
3 El re pre s e ntante ms puro y ms tpico de este punto
" de vis ta es el funcionalis mo, que s upone nece s idades -
humanas fijas y e xplica ^ organizacin s ocial como
I <S e) conjunto de funcione s que tie nde n a s atis facerlas ^] '
j ^ E s t a e xplicacin como ya se ha vis to no e xplica
, nada. En toda s ocie dad hay una multitud de activi
dade s que no cumple n ninguna funcin de te rmina
da en el s e ntido del funcionalis mo; pe ro s on s obre
todo las banalidade s las que e liminan o e ncubre n lo
4. Si se bus ca una jus tificacin de estas formulaciones , es po-
sible remitirs e a lo que ya se ha dicho con relacin a la emergen-
ca his trica de la sociedad capitalis ta y su unidad, o a la ins tau
racin de una divis in as imtrica de la sociedad en clases (cf. vo
lume n I, pp. 77 ss. y 261 ss.).
5. Hegel, Wissenschaft der Logik, vol. II; pp. 426-429.
14
impor t a : la cue s tin de la dife re ncia e ntre las
,e nas
-Hedades .,
s cl ^ pre te ndida e xplicacin que da en s us pens o, a
de un punto es table al cual pode r re fe rir las fun-
es a las clue *a organizacin s ocial s e rvira. Pero
c 1 m 11 l a pos tulacin de una ide ntidad de nece s idade s
u tanas a travs de las s ociedade s y los pe rodos his-
' -"cos podra proporcionar ese punto es table; pe ro la
t<?1e rvacin ms s upe rficial de la his toria contradice
ide ntidad. Por tanto,hay que re currir a la ficcin
de lun ncle o inalte rable de ne ces idade s abs trac ta^
e aquv allre cibiran es pe cificacione s diferente s
^me dios de s atis faccin variable s , y a banalidade s o
tautologas para dar cue nta de es ta dife re ncia y de
esta variabilidadj,Pe ro de es ta s uerte se e ncubre el he
cho es encial, a s aber, el de que las nece s idade s huma
nas en tanto s ociales y no me rame nte biolgicas , s on
ins eparables de s us obje tos , y que tanto las unas como
los oti' os s on ins tituidos cada vez por la s ocie dad en
cues tin. No es dis tinta la s ituacin en el cas o de las
impos turas que se propagan corrie nte me nte desde
que el des eose ha pue s to de moda. En re alidad, se
reduce la s ocie dad al deseo y a s u re pre s in, s in de te
nerse a e xplicar la dife re ncia entre obje tos y formas
del deseo, ni as ombrars e ante esta extraa divis in del
deseo en deseo y deseo de re pre s in de l deseo que,
s egn ellas , debe caracte rizar la mayor parte de las |
s ociedades , la pos ibilidad de es ta divis in y las ra
zones de s u e me rge ncia.
El s e gundo tipo es el tipo logicis ta, que revis te for
mas diferentes s e gn la ace pcin que en este trmino
se da la raz log. Cuando la lgica de que trata
cuale s quie ra s ean las complicacione s s upe rficia
les te rmina por abarcar una cantidad finita de
piedrecillas blancas y negras en una cantidad predeter
minada de cas illas de acue rdo con cie rtas re glas s im
ples (por e je mplo, no ms de n pie dre cillas de l mis mo
color en la mis ma lne a o columna), e s tamos ante la
forma ms pobre del logicis mo: el e s tructuralis mo.
As, pues, la mis ma ope racin lgica, re pe tida un
cierto nme ro de veces, dara cue nta de la totalidad
de la his toria humana y de las dife re ntes formas de
s ociedad, que s lo s e ran las diferente s combinacione s
15
pos ible s de una c antidad finita de los mis mos e le me n
tos discretos . Es ta combinatoria e le me ntal 'que
pone en prctica las mis mas facultade s inte le ctuale s
que se utilizan en la cons truccin de cubos mgicos
o en la re s olucin de palabras cruzadas de be s upo
ne r cada vez como indis cutible s , tanto el conjunto de
e le me ntos s obre el cual re cae n s us ope racione s , como
las opos icione s , o dife re ncias que pos tula e ntre ellos .
Pero inclus o en fonologa en la que el estructura-
lis mo s lo es una e xtrapolacin abus iva, es impos i
ble apoyars e en el dato natural de un conjunto finito
de e le me ntos dis cretos , dado que los fone mas o ras gos
dis tintivos pue de n s er e mitidos y pe rcibidos por el
hombre . Como ya lo s aba Platn6, el s onido e mitido
y el s onido pe rcibido s on un inde te rminado, ape iron, y
el peras , la de te rminacin, la pos icin s imultne a de
fone mas y s us dife re ncias pe rtine nte s , es una ins titu
cin que re aliza la le ngua y cada lengua.. Es ta ins
titucin y sus dife re ncias por e je mplo, la dife re ncia
entre la fonologa del francs y la de l ingls es aco
gida por la fonologa como un he cho, y, por tanto, no
se s iente obligada a plante arle inte rrogante s . Sabe r
pos itivo y limitado, pue de de jar dormir la cue s tin re-
4-lativa al orige n de s u obje to. Cmo se podra hace r
lo mis mo cuando la cue s tin de la s ocie dad y de la
his toria es, en lo e s encial, la cue s tin de la naturale za
y el orige n de las dife re ncias ? La inge nuidad de l es-
tructuralis mo a este res pecto es conmove dora. No
tie ne nada que de cir ace rca de los conjuntos de ele
me ntos que manipula, ace rca de las razone s de s u ser
as , ni acerca de s us modificacione s en el tie mpo. Para
el e s tructuralis mo, mas culino y fe me nino, norte y s ur,
alto y bajo, seco y hme do, s on e vide ncias , los hom
bres las e ncue ntran all, pie dras de s ignificacin que
yacen en la Tierra desde los orge nes en un ser-asple
name nte natural y a la ve z totalme nte s ignificativo,
de las cuale s cada s ocie dad recoge algunas (s e gn el
re s ultado de un jue go de azar)/ y se s abe que s lo
pue de re cogerlas por pare jas de opues tos y que la
6. Filebo, 17b-18d.
7. Claucle Lvi-Strauss, Race et Histoire, col. Mcdiations ,
Gonthier. 1967.
n de de te rminadas pare jas implic a o excluye
ae? otras . Como s i la organizacin s ocial pudie ra re-
rse a una s e cue ncia finita de s /no y como si, pre
c e nt e cuando un s /no se halla en accin, los
c!sa nos s obre los que recae e s tuvie ran dados des-
A s ie mpre y des de fuera, mie ntras que, en tanto '
' minos y en tanto pre cis ame nte esos trminos , s on
g n r e a l i d a d cre acin de la s ocie dad particular en
cues tin. ^
0 bie n, en el e xtre mo opue s to y en s u forma mas
- ca la lgica que se ha pue s to en funcionamie nto as-
n a tras tocar todas las figuras de l unive rs o mate-
nal y e s piritual. Pues to que no ace pta ning n l mi
te quiere y debe pone rlas en jue go a todas , es tablece r
relaciones entre e llas , hace rlas s us ce ptible s de una
de te rminidad comple ta y una de te rminacin re c
proca e xhaus tiva. Tambin de be e nge ndrar unas a
partir de las otras , y todas a partir de l mis mo ele
mento prime ro o ltimo, como sus figuras o mome n
tos necesarios y ne ce s ariame nte e mple ados en ese
orden nece s ario, del que e lla mis ma debe participar
ne ces ariamente como re flejo, re fle xin, re pe ticin
o coronamie nto. Carece por comple to de importan
cia que a ese e le me nto se le llame razn como en
el he ge le nianis mo, mate ria o naturale za, como en la
versin cannica de l marxis mo (mate rial o naturale
za reductible s , en de recho, a un conjunto de de te rmi
naciones racionale s ). Ya e n el prime r volume n de es ta
obra he mos s e alado algunas de las innume rable s e
inde te rminable s aporas a las que nos conduce es ta
concepcin.
Es as como toda la cue s tin re lativa a la unidad ^
y la ide ntidad de la s ocie dad y de tal o cual s ocie
dad que da re ducida a la afirmacin de la unidad de
ide ntidad dada de un conjunto de organis mos vivos ,
o de un hipe rorganis mo que lle va cons igo s us propias
necesidades funcionale s , o de un grupo natural-lgico
de elementos , o de un s is te ma de de te rminacione s ra
cionales. En todo esto, no que da abs olutame nte nada
de la s ocie dad como tal se e ntie nde que de l s er pro
pio de lo s ocial que manifie s te un modo de s er dife-
ente del que ya conocamos por otras vas . Tampoco
queda gran cos a de la his toria, de la alte racin tempo-
17
ral producida en y por la s ocie dad. Ante la cue s tin
de la his toria, el fis icis mo se vue lve naturalme nte cau-
s alis mo, esto es, se s uprime el proble ma. Pues la cues
tin de la his toria es una cue s tin re lativa a la e me r
ge ncia de la alte ridad radical o de un nue vo abs oluto
(del que dara te s timonio inclus o la afirmacin de 10
contrario, pues ni las ame bas ni las galaxias hablan
para de cir que todo sea e te rname nte lo mis mo); y ]a
caus alidad es s ie mpre ne gacin de la alte ridad, afir
macin de una doble ide ntidad: ide ntidad en la repe
ticin de las mis mas caus as que produce n los mis mos
efectos e ide ntidad ltima de la caus a y el efecto,
pue s to que una y otro se pe rte ne ce n ne ce s aria y rec
procame nte , o bie n ambos pe rte ne ce n a lo mis mo.*
Por tanto, no es una cas ualidad que se ignore el
e le me nto mis mo en y por el cual se des pliega e mine nte
me nte lo his trico-s ocial, a s abe r, las s ignificaciones ,
o que se lo trans forme en s imple e pife nme no, en
acompaamie nto re dundante de lo que aconte cera
re alme nte . En efecto, cmo podra una s ignificacin
ser caus a de otra s ignificacin, y cmo las s ignificacio
nes podran s er cons ecue ncias de no s ignificaciones ?
Todo esto e quivale a e liminar, de la cue s tin de la
his toria, la forma que ante e lla adopta el logicis mo,
que se convie rte en finalis mo racionalis ta. En efecto,
s i bie n el logicis mo ve en las s ignificacione s el ele
me nto de la his toria, es incapaz de cons ide rar esas
s ignificacione s de otra mane ra que como racionale s
(lo que, se s obre ntie nde , no implic a que de ba plan
te arlas como cons cie ntes para los agentes de la his to
ria). Pero las s ignificacione s racionale s de be n y pue
de n de ducirs e o producirs e unas a partir de otras . Su
de s arrollo, e n cons e cue ncia, es puro de s plie gue , lo
nue vo es cada vez cons truido por ope racione s identita-
rias 9 aun cuando se les llame dialcticas a travs
8. Lo mis mo e idnticamente dis pues to da existencia siem
pre, por su propia naturaleza, a lo mis mo: Aristteles, De la ge
neracin v ae la corrupcin, II, 336a, 27-28. Lo mis mo, en las mis
mas condiciones , engendra lo mis mo: el conjunto formado por la
causa, las condiciones y el efecto contiene a stos como sus par
tes. Cf. Metafs ica, E, 1: Es necesario que todas las causas sean
eternas.
9. El s entido de este trmino se explicitarampliame nte en
el captulo V.
Ue e xis ta y a c on a nt e r i or i da d. La t ot a l i da d de l
de 01 no es ot r a cos a que la e xpos ic in de las vir-
P r|CHade s ne c e s ar iame nt e r e a li z adas de un pr i nc i pi o
tU- ' nar io, pre s e nte s de s de s ie mpr e y pa r a s ie mpr e ,
o n *his t r ic o s e v ue lv e as s i mpl e me di o abs -
to de la coe xis te ncia s uce s iva o s imple recep-
tr,aC i de e ncade namie ntos dialcticos . El tie mpo
t adade r o, el tie mpo de la alte ridad radical, de la al-
Ve-' dad impos ible de de ducir ni de producir, debe
tCI abolido, y no hay ninguna razn no contingente capaz
*fr e xplicar por qula totalidad de la his toria pas ada
f ut ur a no s era de ducible de derecho. El fin de la
U' s toria irrita a los come ntaris tas de Hegel porque les
are ce de s cabe llado colocarlo en 1830: compre ns in
^s uf i c i e nt e de las ne ces idade s de l pe ns amie nto de l fi
ls ofo, para el que este fin ya haba te nido lugar antes
de l c omie nz o de la his toria. Pues la hi s t or i a no pue de
s er_Razn s i no tie ne una razn de s er que s fla.s n fina-
lidad- (telos)f que le haya s ido fijada tan necesaria-
mente por ende, desde s ie mpre como las vas de
s u de s ar r ollo. No se trata aqus ino de otra mane ra
de de c ir que el tie mpo, lo mis mo que e n cualquie r au
tntic a te ologa, ha s ido e liminado. Efe ctivame nte ,
para toda te ologa acabada y ne ce s aria, todo es t
g obe r nado a partir de l fin, l mis mo pos tulado y de
te r minado desde el orige n de l proces o, me diante la
pos tulac in y la de te rminacin de los me dios que lo
harn apare ce r como re alizado. Por tanto, el tie mpo
s lo es un s e udnimo del orde n de pos tulacin y e n
ge ndramie nto re cproco de los trminos de l proces o,
o, c omo tie mpo efectivo, s imple condicin e xte rior
que no tie ne nada que ver con el proce s o como tal. Ya
he indi c ado en otro s itio10que el marxis mo dogmtico
cons tituy e un inte nto de compaginacin de l punto de
vis ta c aus alis t a y de l finalis ta.
Obs ervemos que, ms allde la incapacidad con
tinge nte de los repre s e ntante s de l es tructuralis -
mo par a e nfre ntar el proble ma de la his toria a no
ser par a ne gar, ms o me nos ve ladame nte , la e xis te n
cia de tal proble ma, nada impe dira pos tular la ficcin
*0; Vase, adems del prime r volumen de este libro, La
" estlon de l' his toire du mouveme nt ouvrier, loe. cit.
18
19
de una e s tructura de la his toria en s u de s arrollo tem.
poral; o, me jor dicho, el pos tulado de tal es tructura
s era un re quis ito para una conce pcin e s tructuralis ta
que se pre te ndie ra cons ecuente. A de cir ve rdad, no Se
pue de tomar en s erio el e s tructuralis mo como concep
cin ge ne ral mie ntras dicho e s tructuralis mo no Se
anime a afirmar que las dife re nte s e s tructuras s ocia
les que pre te nde de s cribir s lo s on e le me ntos de una
hipe r o me tae s tructura que s era la his toria total, y
como eso e quivaldra a e nce rrar la his toria en la idea
hablar de e s tructura no s ignifica nada s i no pode
mos de te rminar de una vez para s ie mpre los e le me n
tos y s us re lacione s y a colocars e uno mis mo en el
lugar de l s abe r abs oluto," tampoco en este cas o po
dramos tomarlo en s erio.
Lo que aquinte re s a re alme nte no s on esas con
cepcione s en tanto tales , ni s u crtica, y me nos an
la crtica de los autores . En los autores importante s , las
conce pcione s nunca s on puras , s ino que s u ope rar
en contacto con el mate rial que tratan de pe ns ar des
ve la otra cos a que lo que pie ns an e xplcitame nte ; los
re s ultados s on infinitame nte ms ricos que las tesis
programticas . Por de finicin, un gran autor pie ns a
alle nde s us me dios . S u grande za es proporcional a la
me dida en que pie ns e otra cos a que lo que ya ha s ido
pe ns ado, en que s us me dios s ean el re s ultado de lo
ya pe ns ado y que jams ha de jado de invadir lo que l
pie ns a, aun cuando s lo sea porque no pue de anular
todo lo re cibido y colocars e ante una pizarra en blan
co, por mucho que se haga la ilus in de e llo. Precis a
me nte de esto es de lo que dan te s timonio las contra
diccione s s ie mpre pres entes en un gran autor; me
refiero a las contradiccione s ve rdade ras , brutale s ,
irre ductible s , res pecto de las cuale s es tan tonto
pe ns ar que por s mis mas anulan la aportacin del
autor, como tratar de dis olve rlas o de re cupe rarlas
en niveles s uces ivos y cada vez ms profundos de in
te rpre tacin.
11. Es lo que Claude Lvi-Strauss hace ahora explcitamen
te: ... la interpretacin estructural... s lo puede dar cuenta a la
vez de s mis ma y de los otros, L'Homme mi, 1971, p. 561.
20
La forma ms coe rcitiva, la ms rica, que estas
nadic c i one s aportan, es la que de riva de la impo-
C-hilidad de pe ns ar s e ncillame nte juntos y con los
Sl ' s mos me dios , por un lado, lo que el autor de s cubre
1,11 e, en los cas os importante s , es otra re gin de lo
"ea\ otro modo y otro s e ntido de: s e r y, por otro
1 do aque llo que ya se conoca con ante rioridad. Nada
s egura de ante mano la cohe re ncia o, ms e xacta
mente, la ide ntidad (inme diata o me diatizada) del
m0do de s er de ls obje tos de una nue va re gin, ni
or ende, de la lgica y de la ontologa que tal re gin
exige, as como tampoco de la lgica y la ontologa
va e laboradas desde otro punto de vis ta, y mucho me
nos todava que esa cohe re ncia sea de l mis mo orde n
V del mis mo tipo que la que existe en el inte rior de
las regiones ya conocidas .(En particular, las re giones
acerca de las cuale s e s tamos tratando aqulo imag i
nario s ocial radical y lo his trico-s ocial implic an un
cue s tionamie nto profundo de las s ignificacione s he re
dadas de l s er como de te rminado y de la lgica como
de te rminacin. En la me dida en que el autor pe rcibe
el conflicto que de e llo de riva, este ltimo tie nde a re
solverse gracias a la s ubordinacin de l nue vo obje to
a las s ignificacione s de lo que ha s ido de s cubie rto, a
la ocultacin de lo que se ha des velado, a s u margina-
cin, a la impos ibilidad de te matizarlo, a s u de s natu
ralizacin por re abs orcin en un s is te ma al que s igue
s iendo e xtrao, a s u pe rmane ncia en forma de apora
intratable ^
Es as como Aris tteles re aliza el de s cubrimie nto
filos fico de \fe 2magmatfGrr^-pfwmas ia 4-, pe ro lo
que de e lla dice te mticame nte , cuando la .trata ex
professo cuando coloca la imaginac in en el s itio
que s upue s tame nte le corre s ponde entre la s e ns acin,
de la que s era una re produccin, y la inte le ccin, con
lo que desde hace ve inticinco s iglos gobie rna el pe ns a
mie nto de todo el mundo s obre es ta cue s tin, carece
en re alidad de importancia e n comparacin con lo
que ve rdade rame nte tie ne que de cir, con lo &ue dice
fuera de lugar, que re s ulta impos ible de conciliar con
lo que el mis mo Aris tte les pie ns a de la phys is , el
alma, el pe ns amie nto y el ser. Es as tambin como
Kant, con el mis mo movimie nto e n tres oportunida
21
des (en las dos e dicione s de la Crtica de la razn pura
y en la Crtica del juicio), de s vela y vue lve a ocultar
el pape l de lo que l llama imaginac in tras ce nde ntal.
Lo mis mo ocurre con He ge l, e incomparable me nte
con Marx, quie ne s no pue de n de cir lo que tie ne n que
de cir de fundame ntal s obre la s ocie dad y la his toria
s in trans gre dir lo que crce n sabe- ace rca del signiti-
rarln re sery -pe n.s arr has ta te rminar por re ducir
aque llo para haeerk> e ntrar en un s is te ma que no
pue de conte ne rlo. Y es tambin as como Fre ud, que
s aca a la luz el incons cie nte , afirma el modo de set-
de ste como incompatible con la lgica-ontologa
diurna, y s in e mbargo s lo cons igue pe ns ar en l,
has ta el final, a condicin de invocar toda la maqui
naria de aparatos ps quicos , de ins tancias , de sitios,
de fue rzas , de caus as y de fines , para te rminar por
ocultar su inde te rminacin en tanto imaginac in ra
dical.
La re produccin de es tas s ituacione s con rasgos
e s e ncialme nte s imilare s y con e s pritus tan profundos
y audace s como actores de mue s tra que es ta cue s tin
lle va implcitos factores fundame ntale s . La lgica-on
tologa he re dada es ts lidame ne arraigada en la ins
titucin mis ma de la vida his trico-s ocial; hunde sus
races en las ne ces idade s ine xorable s de es ta ins titu
cin, de las que, en cie rto s e ntido, es s u e laboracin
y s u arbore s ce ncia. S u ncle o es la lgica ide ntitaria
o de conjunto, y es pre cis ame nte es ta lgica la que
campe a s obe rana e ine luctable s obre dos ins titucione s
s in las cuale s toda vida s ocial re s ulta impos ible : nos
re fe rimos a la ins titucin de l legein, compone nte ine-
liminable de l lenguaje -y de la re pre s e ntacin s ocial,
y. l a ins titucin de l te ukhe in, compone nte ne limina-
ble-de_Laaccin s ocial.12El he cho mis mo de que haya
12. El captulo V estconsagrado a la cxplicitacin de estos
dos trminos . El legein es la dime ns in identitaria del represen
tar/decir social: legein (de donde logas, lgica) s ignifica distinguir-
elegir-poner-reunir-contar-decir. En el lenguaje, el legein est
representado por el componente cdigo; el componente s ignifica
tivo del lenguaje se llamaraqulengua. El teukhein es la dime n
s in ide ntitaria (o funcional, o ins trume ntal) del quehacer social:
teukhein (de donde lechne, tcnica), s ignifica reunir-adaptar-fa-
bricar-construir.
di do e xis tir una vida s ocial mue s tra que es ta lgica
P f n t i t a r i a o de conjuntos domina lo re al, y no tan
A]o el mundo natural en el que la s ocie dad surge,
. t a mbi n la s ocie dad, que no pue de re pre s e ntar y
p r e s e n t a r s e , de cir y decirs e, hace r y hacers e, s in po-
r e n funcionamie nto tambin es ta lgica ide ntitaria
11 de c onjuntos , que no pue de ins tituir ni ins tituirs e si
ins t ituy e al mis mo tie mpo el legein y el te ukhe in.
nEs ta lgica y la ontologa que le es homologa,
le ios de agotar lo que es y s u modo de ser, s lo afecta
un prime r es trato: pe ro al mis mo tie mpo lle va como
iggncia inte rna propia la de c ubrir o agotar todo es
trato pos ible . La proble mtica e s bozada ante rior
me nte s lo es la concre cin de esta antinomia en los
dominios de lo imaginario y de lo his trico-s ocial. Fi-
s ic is mo y logicis mo, caus alis mo y finalis mo, s on s lo
mane ras de e xte nder a la s ocie dad y a la his toria las
e xige ncias y los e s que mas fundame ntale s de la lgica
ide nt itar ia. Pues la lgica ide ntitaria es. lgica de la
de t e r minac in, que se es pecifica, s e gn los cas os,
c omo r e l ac in de caus a a efecto, de me dio a fin o de
i mpl i c ac i n lgica.
Es ta l g ic a s lo pue de ope rar si pos tula esas re la
cione s c omo re lacione s entre e le me ntos de un con
junt o (en e l s e ntido que estos trminos tie ne n en las
mat e mtic as conte mporne as , pe ro que ope ra a partir
de la i ns t i t uc i n de l legein y de l teukhein)-, lo es e ncial
es e s to, y no que cualifique el modo de ser de estos
e le me ntos como el de e ntidade s fs icas o de trminos
lgicos . Pues , sea como fuere, tanto para e lla como
par a l a ontologa que de e lla de riva, set s ignifica ser '
de t e r minado, y nicame nte a partir de es ta pos tula
c in s e de s arrollan las opos icione s re lativas a la cues
tin de s aber ques ve rdade rame nte , lo que quie re
de cir ques ve rdade ra, s lida y ple name nte de te rmi
nado. De s de este punto de vis ta, no s lo es s e cundaria y
la opos ic in entre mate rialis mo y e s piritualis mo, s ino >
que t a mbi n lo es la opos icin entre He ge l y Gorgias ,
P r e je mplo, e ntre el s abe r abs oluto y el no-saber.
Ambos comparte n la mis ma conce pcin de: ser. En
e c to, e l prime ro, porque lo pos tula como autode te r
minac in infinita; el s e gundo, por s u parte , porque el
ne rvio de s u argume ntacin lo mis mo que el de to-
dos los argume ntos es cpticos o nihilis tas que se han
e nunciado en la his toria, cuando quie re de mos trar
que nada es y que si algo fuera, no s era cognos cible
se re mite a la afirmacin de que nada es ve rdade ra!
me nte de te rminable , de que la e xige ncia de la deter!
minacin debe que dar para s iempre vaca e insatisfecha
pues toda de te rminacin es contradictoria (por ende
es inde te rminacin), todo lo cual s lo tie ne s e ntido so
bre la bas e del s iguie nte crite rio tcito: si algo fuera
s era de te rminado.
La dis cus in de estas conce pcione s he re dadas de
la s ocie dad y de la his toria es, por tanto, ins e parable
de la iluminac in de s us fundame ntos lgicos y onto.
lgicos ; de l mis mo modo en que s u crtica no puede
ser ms que crtica de esos fundame ntos y e lucidacin
de lo his trico-s ocial como irre ductible a la lgica y
a la ontologa he re dadas . La tipologa de las respues-
tas a la cue s tin de la s ocie dad y de la his toria que
he mos pre s e ntado ante s lle va, pues , implc ita la con
dicin de que esos tipos de res pues ta s on los nicos
pos ible s a partir de es ta lgica-ontologa. Dichas res
pue s tas concre tan las mane ras s e gn las cuale s son
conce bible s , para el pe ns amie nto he re dado, una coe
xis te ncia y una s uce s in, el ser, el ser-asy la razn
de ser (el porqu) de una coe xis te ncia y de una suce
s in.
- La s ocie dad y los es quemas de la coexis tencia
^ r
^ Lts ocie dad se da de mane ra inme diata como coe-
xis te ncia de una multitud de trminos o de entidades
de diferente s rdeneS-jEn cons e cue ncia, de qudis-
v/"> pone el pe ns amie nto he re dado para pe ns ar una coe
xis te ncia y el modo de s er-conjunto de una divers idad .
de trminos ?
O bie n es ta coexis tencia, este s er-conjunto de una
dive rs idad, se cons ide ra como un s is te ma real, cual
quie ra sea s u comple jidad. Ha de e xis tir entonce s la
pos ibilidad de de s compos icin efectiva (real o ideal-
abs tracta) de l s is te ma en s ubs is te mas bie n definibles ,
en parte s y finalme nte en ele me ntos provis ional o
24
f nit i v ame nt e ltimos . Es tos e le me ntos , perfecta-
de , dis tintos y bie n de finidos , han de ser suscepti-
n] tI de una de finicin unvoca, de be n re lacionars e
,re s por me dio de re lacione s de de te minacin cau-
1 line al o cclica (re cproca), cate grica o probabi-
?a ' relacione s , que han de ser tambin ellas suscep-
hles de una de finicin unvoca y el mis mo tipo de
u j i j o ne s ha de dars e entre las partes , los subsiste-
rC s etc., de l s is te ma global. La cons e cue ncia de e llo
111 ae tambin debe dars e la pos ibilidad de recompo-
eScin (real o ide al-abs tracta) s in exceso ni defecto del
S' s tema a partir de sus e le me ntos y de estas re lacio
nes cons ide radas como las nicas que pos een re ali
dad ltima.
0 bie n el s er-conjunto de la dive rs idad es el de un
s is te ma lgico (en s e ntido amplio, que incluye las ma
te mtic as ). Inclus o en este cas o, han de pos tulars e ele
mentos ltimos , pe rfe ctame nte dis tintos y bie n de fini
dos , de finidos unvocame nte , y re lacione s unvocas
entre esos e le me ntos .
Tanto en un cas o como en el otro, lo que es ten
funciones es la lgica conjuntis ta-ide ntitaria. Tanto
en un cas o como en el otro, Da,s ocie dad es pe ns ada
como c on unta de e le me ntos dis tintos y de finidos , que
se' relaeien&n entre s me diante re lactne s bie n dcter-
m j a a d a s J E n la me dida en que la s ocie dad es algo
comple tame nte dis tinto de un conjunto o de una je
rarqua de conjuntos s obre lo cual volve re mos lar
gamente ms ade lante , que da e xcluido que, por este
camino, se pue da pe ns ar algo es e ncial acerca de e lla.
Pero tambin se pre s enta de inme diato la s iguie nte
pregunta: qus on y cule s s on estos e le me ntos y es
tas relaciones , cuyo Sis te ma (real o ideal-abstracto^,
sera la s ocie dad en tanto coe xis te ncia-compos icin?
Ahora bie n, la dificultad o la re puls a a reconocer
el modo de ser propio de lo his trico-s ocial s ignifica
neces ariamente que, s ean cuale s fueren las reservas,
las cualificacione s , las res triccione s o las modaliza-
ciones concomitante s , estos e le me ntos y estas re lacio
nes, en ltimo anlis is , s e rn aque llas en que el s er y
modo de ser ya han s ido re conocidos en una ns tan
os exterior, y-, por tanto, que tanto unos como otros
sern en ltima ins tancia de te rminados por una ins-
25
tancia exte rna y desde afue ra. Se trata, evidenternen
te, de las re lacione s de caus alidad, de finalidad 0 t |' I
implicacin lgica. Pero tambin se trata de esos e l^
me ntos a los que, por razone s profundas , el pens a!
mie nto he re dado se ha vis to muy pronto obligado a
confe rir una s us tancialidad y una cons is te ncia lt.
mas r jas individuos , las cos as, las ide as o conce pto^ I
De es ta s uerte, por e je mplo, toda s ocie dad
pres enta de modo inme diato como una coleccin de n. I
dividuos . Los pens adores serios re futan al ins tante esta
japarie ncia de inme diate z. Pero, la re futan realmen-
te? Des de hace s iglos se vie ne afirmando que el horn-
1 bre no existe como hombre fue ra de la ciudad, desde I
1hace s iglos se vie ne n conde nando las robins onadas y I
t, i los contratos s ociales , desde hace s iglos se vie ne pro. I
j clamando la irre ductibilidad de lo s ocial a lo indivi. I
dual. Pero, cuando se miran las cos as ms de cerca, I
vr se comprue ba que no s lo no se dice nada acerca de I
__ eso que pe rmane ce ra irre ductible , s ino que, en reaii.
dad, ese irre ductible te rmina por s er re ducido: |
- >. s ocie dad re apare ce re gularme nte como de te rminada
a partir de l individuo como-e aus a e ficie nte o como
caus a final, lo social como cons truible o pas ible de
compos icin a partir dlo individual. Es to se advier- '
te ya en Aris tte les , para quie n, en re lacin al hombre
individual, la ciudad es ante rior por naturale za, |
pe ro tambin el s er de la c iudad estde te rminado
por s u fin, y este fin es la vida fe liz de l hombre in- I
dividual.13 Pero tambin Marx se e ncue ntra en esta 1
' s ituac in. Ve amos . j a bas e -re alde la s ocie dadjy I
condicinde todo el resto, es el conjunto de las
jr*;re lacione s de produccin, que , a s u vez, e s tn de-
te rminadas y s on ne ce s arias e inde pe ndie nte s de la
^ voluntadde los hombre s . Pero, qus on esas relacio-
nes de produccin? S on { re lacione s entre personas
me diatizadas por cosas>rJY ques lo que las determi
na? El e s tado de las fue rzas productivas , es decir,
otro as pe cto de la re lacin de las pe rs onas con las co- |
13. Vase La question de I'his toire du mouvemen.t ouvrier, pp-
32-37. Trad. cast.: La cues tin de la his toria del movimiento
obreroen C. Castoriadis , La experiencia del movimiento obrero. L
Tusquets Editores , 1979.
r e l a c i n que , a su vez, es tme diatizada al
s2s o tie mpo que de te rminada por conceptos , por
mlS conceptos que se e ncarnan en el s aber-hacer tc-
ss cada poca.14Y, a pe s ar de cie rtas formulacio-
nCexplOSivas e inas imilable s , lo mis mo vale tambin
fleS preud, en la me dida en que cons ide ra lo s ocial,
PaI eS ]a ps iquis , con s u raigambre corporal, s u con
t e n t a c i n con una ananknatural, sus conflictos in-
y s u his toria filoge ntica, la que debe e xplicar
f e t o t a l i d a d del mundo humano.15
Y s in e mbargo, cmo es pos ible pe ns ar la socie-
, j como coe xis te ncia o compos icin de e le me ntos
s e ran preexis tentes a e lla o que e s taran de te rmi
nados ya real, ya lgica, ya te le olgicame nte por
una ins t anc ia exterior, cuando nicame nte en el s eno
de la s oc ie dad y gracias a e lla esos pre te ndidos ele- __-
mentos s on en gene ral y e s pe cficame nte lo que s on? C
gera-impos ible compone r, una s ocie dad= en cas o de
tue_4a-e xpr e s in tuviese" algn s e ntido a partir ~J
de | dividuos ~que no fueraix \a s ociales , que-no lleva- 7 ^
r a n va lo s oc ial en smis mos .JTampoco es pos ible uti
lizar a quel e s que ma que, mal que bie n, parece apli-j?
cable e n otr os campos , a s aber, la ide a de que lo s oc ial^ f
e me rge en el nive l de una totalidad de propiedades^- |
que no e xis te n o no tie ne n s e ntido en el nive l de los
c ompone nte s , que es lo que los fs icos de nominan fe- /
nme nos coope rativos o cole ctivos 16 y que corres- '
ponde al conocido te ma de la trans formacin de la
c antidad e n cualidad. No tie ne ningn s e ntido s upo
ne r qul e ng uaje , produccin, re glas s ociales , s e ran
propie dade s adicionale s que e me rge ran en cas o de
y uxtapone r una cantidad s uficie nte de individuos ; es
tos indi v iduos no s lo s e ran diferentes , s ino ine xis
tentes e inconce bible s al marge n de estas propie dade s
cole ctivas o con ante rioridad a e llas , s in que por e llo
se los pue da re ducir a dichas propie dade s .
4. Mquinas , locomotoras , ferrocarriles, etc., son instru-
nicntos del cerebro, creados por la mano del hombre, rganos
V'a!? lalcs del saber, escriba Marx en los Grundrisse, cap. 3, ed.
*0/t8, p. 344
a Sobre esto volveremos extensamente. Vase cap. VI.
M,. C*- D. Park, Contemvorarx Phvsics, Harcourt Brace,
Neva York, 1964, pp. 131-149
27
La s ocie dad no es cos a, ni s ujeto, ni ide a, ni tan, I
poco cole ccin o s is te ma de s ujetos , cos as o idea I
Es ta comprobacin parece banal a quie ne s fcilme m f
olvidan pi-eguntars e cmo y por quse pue de entorf
ces hablar de una s ocie dad y de es ta s ocie dad. PUp
en el le nguaje e s table cido y en la lgica que les
inhe re nte , uny estos lo se aplican a lo que s abeS
mos nombrar, y s lo s abe mos nombrar cos as, sujetos
conce ptos y sus coleccione s o re unione s , atributos , es
tados , etc. Pero la unidad de una s ocie dad, lo mis nJ
que s u e cce idad el he cho de que sea es ta s ociedad v
no cualquie r otra no pue de analizars e e n re lacione's
e ntre s ujetos me diatizados por cos as, pue s toda re.
lacin e ntre s ujetos es re lacin s ocial entre s ujetos so. !
cales , toda re lacin con las cos as es re lacin social 1
con obje tos s ociales , y tanto s uje tos como cos as y re-
lacione s s lo s on aqulo que s on y tal como son por I
que as los ha ins tituido la s ocie dad en cue s tin (o una !
s ocie dad en general). Que haya hombre s capaces de
matar o de matars e por el oro, mie ntras que otros no
lo s on, no tie ne nada que ver con el e le me nto qumico
Au, ni con las propie dade s del ADN de unos y otros. !
Y qude cir de los que matan o se matan por Cristo
o por Al?
Cuando se invoca una concie ncia cole ctiva o un
incons cie nte cole ctivo no se hace ms que superar
ve rbalme nte es tas dificultade s , pues se trata de me
tforas ile gtimas , de trminos cuyo nico significa- i
do pos ible es pre cis ame nte idntico al proble ma que
aque s tamos analizando. E igualme nte se permanece j
en la me ra s olucin ve rbal de las dificultade s cuando
se afirma s imple me nte la e xis te ncia de una totalidad .
s ocial, de la s ocie dad como un todo, dife re nte de sus
partes , a las que s upe ra y de te rmina. Pues , si se dice
esto y nada ms , es ine vitable recaer en el nico es-
que ma de que dis pone el pe ns amie nto he re dado para I
pe ns ar un todo que no sea un s is te ma partes extra par-1
tes, a saber: el esquema del organis mo. Pero este esquej [
ma, a pe s ar de todas las pre caucione s re tricas que
se adopte n, reaparece todava hoy en da una y otra ,
vez, con ms fre cue ncia que lo que se s uele creer, efl
las dis cus ione s s obre la s ocie dad. Pero hablar de oi ga-j
nis mo, tanto en s e ntido propio como en s e ntido figu' I
do o de hipe rorganis mo, e quivale a hablar de un
r? terna de funcione s inte rde pe ndie nte s de te rminadas
S*nartir de un fin; y este fin es la cons e rvacin y la
3 nroduccin de lo mis mo, la afirmacin de la perma-
ricia, a travs de l tie mpo y los accidentes , de la
ne ci, el eidos (as pecto/es pecie).17 Entonce s , qu
6 ra aquese mis mo que se cons e rvara y se re pro
ducira? Y cules s e ran las funcione s estables y deter
minadas al s ervicio de esa cons ervacin-reproduccin?
Las pos ibilidad de ide ntificar o de hace r corres-
n o n d e r con estas funcione s los dife re ntes sectores o
dominios en los que se de s plie gan $as actividade s so-
nales e conoma, de recho, poltica, re ligin, e ic es
tan s lo apare nte y de la mxima s upe rficialidad. Ms
allde cualquie r crtica al funcionalis mo, al organi-
cis mo o a otras conce pcione s s imilare s , es intil ana
lizar ms de cerca la cue s tin que plante a la re lacin
entre estos sectores o dominios v la organizacin o la
vida de conjunto de la s ocie dad, pues , tambin aqu,
se trata de un tipo de e xis te ncia de estas parte s , impo
sibles de captar en el marco del pe ns amie nto he re da
do. Es e vide nte que no se tratara de cons tituir la
sociedad a partir de una e conoma, de un de recho o de
una re ligin que s e ran sus compone nte s con exis te n
cia inde pe ndie nte y cuya conflue ncia dara lugar a
una s ocie dad (con o s in cie rtas propie dade s nove do
sas). La e conoma, por e je mplo, s lo es conce bible y
slo existe en tanto e conoma s ocial, en tanto econo
ma de una s ocie dad y de esa s ocie dad. Pero el pro
ble ma tras cie nde con mucho es tas e vide ncias , cuyas
implicacione s , que s upe ran con creces la cue s tin de
la s ociedad, dis tan mucho de ser e xtradas . No dis po-t
nemos de ningn e s que ma que nos pe rmita apre he n
der ve rdade rame nte las re lacione s entre, por una par
te, e conoma, derecho, poltica o re ligin, y por otra
parte, la s ocie dad; ni tampoco las re lacione s de esos
sectores entre s. En efecto y esto ante ce de toda dis-
17. El que esta pe rmanencia ya no se vea en la fijeza de la
Pnysts aris totlica, s ino como limitada y relativizada por una evo-
ucion, no cambia para nada el fondo de la cues tin. El ser vivo
es nada si no es eidos estable, y esta es tabilidad estesencial-
cnte determinada como capacidad de conservarse y de reprodu-
se' en la repeticin de lo mis mo.
28 29
cus in s obre el conte nido, toda crtica de, por ejern
po, la de te rminacin caus al de la pre te ndida s uper[
e s tructura por la pre te ndida infrae s tructura, tod0
e s que ma conocido de re lacin pre s upone la pos ibilj
dad de aplicacin del e s que ma de la s eparacin al cam
po en cue s tin y pe rmite cons tituirlas entidade s (reale
4 o abs tractas jjque e ntran en re lacin. Pero no es ste
el cas o, pues los dominios de la actividad s ocial no
s on en ve rdad s e parable s quie ro de cir, ni s iquiera
ide alme nte , pues s lo lo s on nominalme nte y en el
vaco. Y esto re mite a una capa ms profunda del pro.
ble ma; en efecto, no hay nada en el pe ns amie nto hete-
dado que nos pe rmita de cir qus on y de qumane ra
s on en tanto e ntidade s particulare s . Por cie rto que no
se trata de as pectos abs tractos , corre lativos al sitio
e le gido para obs e rvar el obje to ni a las cate goras que
se pone n e n jue go para la compre he ns in; y es preci-
s me nte por es ta razn por lo que estos s itios y estas
cate goras s lo exis ten a partir y en funcin de una
ins titucin his trico-s ocial particular, y en abs oluto
privile giada, caus a de s u s er en y por una re alidad so
cial particular. S i el te rico dis tingue un as pe cto reli
gios o y un as pe cto jurdic o de las actividade s en tal
s ocie dad tradicional o arcaica que no los dis tingua,
e llo no se debe al progres o de l s abe r ni a la de pura
cin y al re finamie nto de la razn, s ino al he cho de
que la s ocie dad en la cual vive ha ins tituido en s u rea
lidad, desde hace ya mucho tie mpo, las cate goras ju
rdicas y las cate goras re ligios as como re lativame nte
dis tintas . Es tas cate goras y s u dis tincin es precis a
me nte lo que el te rico e xtrapola al pas ado, s in pre
guntars e en ge ne ral ace rca de la le gitimidad de
tal e xtrapolacin, al mis mo tie mpo que pos tula t
citame nte que las dis tincione s ins tituidas en s u pro
pia s ocie dad corre s ponde n a la es encia de toda so
cie dad y expre s an s u ve rdade ra articulacin.
Pero tampoco pode mos cons ide rar estos sectores
de la vida s ocial como s is te mas parciale s coordinados
a la mane ra de los s is te mas circulatorio, re s pirato
rio, dige s tivo o ne rvios o de un organis mo, puesto
que pode mos e ncontrar, y con fre cue ncia, el pre domi
nio o la autonoma re lativa de tal o cual de esos sec
tores en una organizacin s ocial dada.
30
por tanto, qus on esos s ectores ? De e ntrada ve-
s que , para come nzar a re fle xionar s e riame nte so-
f e e s ta cue s tin, se debe tomar ple name nte en consi-
f r a c i n un he cho dens o, irre ductible y en re alidad
admis ible para el pe ns amie nto tradicional: el de
in no hay articulacin de lo s ocial que se dde una
%z para s ie mpre , ni en la s upe rficie , ni en profundi
dad ni re alme nte , ni en abs tracto; el de que es ta arti-
la' cin, tanto en lo que concie rne a las parte s que
one como a las re lacione s que es tablece e ntre esas
artes y entre e llas y el todo, es e n cada mome nto una
c r e ac in de la s ocie dad en cue s tin. Y es ta cre acin
es gnes is ontolgica, pos icin de un eidos , ya que lo
ue de tal mane ra se pone , es tablece e ins tituye cada
ygZi y que por cie rto es ve hiculado por la mate riali
dad concre ta de los actos y las cos as, s upe ra esa ma
t e r i al idad concre ta y todo esto particular, es tipo que
pe r mite una re produccin inde finida de sus ins tan
cias, las cuale s nicame nte s on en general y s on lo
que son en tanto ins tancias de este tipo. Un ins tru
me nto (te ukhos ) de te rminado cuchillo, azue la, mar
tillo, i-ueda, barc a es ese tipo o eidos creado;
tambin lo es una palabra (lexis); y tambin lo son el ma
t r imonio, la comprave nta, la e mpre s a, el te mplo, la
escuela, el libro, la he re ncia, la e le ccin, el cuadro.
Pero de la mis ma mane ra lo s on, aunque en un nive l
dis tinto y s in e mbargo no inde pe ndie nte , la articula
cin inte rna propia de cada s ocie dad y los sectores o
dominios en los cuale s y por los cuale s existe. La s o
ciedad se ins tituye como modo y tipo de coexis tencia:
como modo y tipo de coe xis te ncia en general, s in ana
loga ni pre ce de nte en ninguna otra re gin del ser, y
como este modo y tipo de coe xis te ncia particular,
creacin e s pecfica de la s ocie dad en cue s tin. (De la
mis ma mane ra que, como se ve rms ade lante , se
ins tituye e n tanto modo y tipo de s uce s in, es de cir
como te mporalidad his trico-s ocial.) Es as como
la articulacin de lo s ociaf en tcnico, e conmico,
jurdico, poltico, re ligios o, arts tico, etc., que tan
evidente nos parece, no es otra cos a que un modo de
ins t it uc i n de lo s ocial particular a una s erie de s o
ciedades , e ntre las cuale s se e ncue ntran la nue s tra.
Pr e je mplo, s abe mos pe rfe ctame nte que e conoma y
de re cho s lo tardame nte apare ce n como momento- T
e xplcitos de la organizacin s ocial y pos tulados cornS
tales ; que lo re ligios o y lo arts tico en tanto camp0
s e parados s lo s on, a e s cala de la his toria, creacioieS
muy recientes , que el tipo y no s olame nte el conte
nido de la re lacin entre trabajo productivo y ]aj
otras actividade s s ociales pre s e nta e norme s modifiCa
cione s a lo largo de la his toria y a travs de las dife'
rentes s ociedade s . La organizacin de la s ociedad
vue lve a des plegars e a s mis ma en cada mome nto de I
mane ra diferente , no tan s lo e n la me dida en que su-
pone mome ntos , sectores o dominios dife re ntes en y
por los cuale s existe, s ino tambin en tanto da lugar '
a un tipo de re lacin e ntre esos mome ntos y el todo
que pue de s er nove dos o, y que inclus o lo es s iempre
en un s e ntido nada trivial.1* Ni los mome ntos ni el 1
todo pue de n infe rirs e por induccin de las formas de
vida s ocial obs e rvadas has ta aquni de ducirs e a priori
por la re fle xin te rica, ni pens ars e en un mai' co l
gico dado de una vez para s ie mpre .
La re fle xin de lo s ocial re mite as a dos lmite s
del pe ns amie nto he re dado, que en ve rdad no s on ms
que el lmite nico de la lgica-ontologa he redada.
No hay, en el inte rior de este lmite , ningn medio,
para pe ns ar el autode s plie gue de una e ntidad como
pos icin de nue vos trminos de una articulacin y de
nue vas re lacione s e ntre esos trminos , y, por tanto,
como pos icin de una nue va organizacin, de una
nue va forma, de un nue vo eidos ; pue s no hay ningn
me dio en una lgica-ontologa de lo mis mo, de la re
pe ticin, de l s ie mpre inte mporal (ae i) para pensar
una cre acin, una gnes is que no sea me rame nte de- |
ve nir, ge ne racin y corrupcin, e nge ndramie nto de
lo mis mo por lo mis mo, como e je mplar dife re nte del
mis mo tipo, s urgimie nto de la alte ridad, gnes is onto-
lgica, que da orige n al s er del s er como e idos , y como
o Lisia de e idos , otro tipo de s er y de ser-ente. Y es po-
18. Es as como la burgues a ins taura un nuev<aiodo de ser '
de la produccin y un nuevo liy o de relacin- entre produccin y
el resto de la vida social, que es su creacin, y que Marx proyecta
retrospectivamente sobre la totalidad de la his toria. Vase La
question de lhis toire... pp. 45-66. Trad. cast., cit.
1 ue esta e vide ncia sea re alme nte ence gue cedora;
d-que , ade ms , s ea re conocible , pe ro no pe ns able .
p ser impos ible res olver esta cue s tin mie ntras
Pe lj ia haya re conocido, pe rcibido, e xpe rime ntado y
djado de ne gar o de e ncubi' ir con el ve lo de la tauto-
*g T a m p o c o hay en el s eno de este mis mo lmite me-
j- alguno para pe ns ar la s ocie dad como coexis te ncia
orno unidad de una dive rs idad. Pues la re fle xin
,Lla s ocie dad nos coloca ante la s iguie nte exige ncia,
la que jams podi-emos s atis face r por me dio de la
f- jca he re dada: la de cons ide rar trminos que no
e|n e ntidade s dis cretas , s e paradas , indiv idualiz ar e s
L que s lo trans itoriame nte se las pue da pos tular as ,
e n tanto trminos de refe rencia), o, dicho en otras pa
labras , de trminos que no s e an e le me ntos de un con
junto! ni re ductible s a tales ele me ntos ; de re lacione s
e n t r e esos trminos que no s ean, tambin e llas , s e pa
rables y unvocame nte de finible s ; y por ltimo, de la
p a r e j a trminos /re lacin, tal como se pre s e nta cada
vez en un nive l dado, como impos ible de apre he nde r
en ese nive l con inde pe nde ncia de los de ms . De lo
que aquse trata no es de una mayor comple jidad l
gica que pudie ra s upe rars e con la multiplic ac in de
fas ope racione s lgicas tradicionale s , s ino de una s i
tuacin lgico-ontolgica indita.
Es ta s ituacin es indita des de el punto de vis ta
ontolgico, pue s lo que lo s ocial es, as como la ma
nera en que es, care cen de anlogo en ningn otro s i
tio. Por tanto, esto nos obliga a cons ide rar nue va
mente el s e ntido de: ser, o bie n ilumina otra cara no
pe rcibida has ta ahora de ese s e ntido. Por e llo mis
mo, vemos una vez ms que lo que ha dado en lla
marse la dife re ncia ontolgica, la dis tincin de la
cues tin de l s er y de la cue s tin de-ts entes ; es impo-
sible de s os tener, o, lo que vie ne a s er o mis mo, s lo
pone de manifie s to el lmite del pe ns amie nto he re da
do. Para de cirlo bre ve me nte , la ontologa tradicional <?>
ha s ido pura y s imple me nte la pos icin s ubre pticia,
en tanto s e ntido de: ser, de l modo de s er de esas cate- rb
goras particulare s de entes e n las que tie ne fija la vis
ta. Pre cis ame nte de e llas , al mis mo tie mpo que de las
neces idades de l le nguaje e n tanto legein (en tanto ins-
trunie nto conjuntis ta-ide n titn;-) lo que vie ne a ser
lo mis mo, es de donde la ontologa tradicional ha
e xtrado el s e ntido de: s er como s er de te rminado. Es
cie rto que esto no le ha impe dido s ie mpre enfcar
otros tipos de ser, pe ro s ie mpre la ha conducido a
cualificarlos , implc ita o e xplcitame nte , como me
nos-ser (he tton on, en opos icin 1ms-ser, mallon on),
con lo que en ningn mome nto ha que rido de cir otra
cos a que sta: me nos de te rminado o me nos determi-
nable .
Pero es ta s ituacin tambin es indita desde el
punto de vis ta lgico. En efecto, se trata de un as pecto
indis ociable de l ante rior, pue s to que, a pe s ar de la
alianza apare nte me nte e xtraa, pe ro en ve rdad natu
ral, de He ide gge r y los pos itivis tas , no hay pe ns a
mie nto de l s er que no sea tambin logos de l s er y logos
re gulado y autorre guladr, i>or tanto, lgico, as como
tampoco hay lgica i no se pone el ser (aunque slo
sea como s er en y por el dis curs o). En tanto coexis te n
cia, lo s ocial no pue de ser pe ns ado con la lgica here
dada, lo que quie re de cir que no pode mos pe ns arlo
como unidad de una pluralidad en el s e ntido habitual
de estos trminos , que no pode mos pe ns arlo como
conjunto de te rminable de e le me ntos pe rfe ctame nte
dis tintos y bie n de finidos . He mos de pe ns arlo como
un magma, e inclus o como un magma de magmas ,
con lo que no quie ro de cir el caos , s ino el modo de
organizacin de una dive rs idad no s us ce ptible de ser
re unida en un conjunto, e je mplificada por lo s ocial,
lo imaginario o lo incons cie nte .' 9 Para hablar de ello, lo
cual s lo pode mos hace r en el le nguaje s ocial exis
te nte, ape lamos ine vitable me nte a los trminos del
legein conjuntis ta, como uno y muchos , parte y to
do, compos icin e inclus in. Pero estos trminos s
lo funcionan como trminos de refere ncia, no como
autnticas cate goras . Y e llo es as porque no hay
cate goras trans re gionale s : la re gla de unin de que
la cate gora es portadora re s ulta vaca s i no se toma
en cons ide racin aque llo que ha de unirs e . Lo cual,
una vez ms , s lo es otra mane ra de de cir que f t ser
19. Vase ms adelante, cap. VII, pp. 283 y ss.
34
La his toria y los es quemas de la s uce s in
La his toria se da de inme diato como s uce s in. De
qudis pone el pe ns amie nto he re dado para pe ns ar la
s uce s in? Dis pone de los e s que mas de caus alidad, fi
nalidad o cons e cue ncia lgica. Es tos e s que mas pre s u
pone n que lo que de be ser apre he ndido o pe ns ado por
s u inte rme dio es, en lo e s e ncial, re ductible a un con
junto. Es me ne s te r pode r s e parar e le me ntos o e nti
dade s dis cretas , pe rfe ctame nte dis tintas y bie n de
finidas , para pode r de cir que a es la caus a de b, que
x es un me dio de y, o que q es una cons e cue ncia lgi
ca de p.
El pe ns amie nto he re dado, por tanto, s lo s era ca- L
paz de apre he nde r una s uce s in en lo s ocial a condi
cin de habe r re unido este ltimo en un conjunto o
es tar en vas de e llo. Pero acabamos de ver, y volve re
mos a hace rlo e xte ns ame nte , que eso es impos ible .
Vie ne a ser lo mis mo que de cir que no pue de pe ns ar
la s uce s in si no es desde el punto de vis ta de la ide n
tidad. Caus alidad, finalidad, implicacin: otras tantas
formas ampliadas y de s ple gadas de una ide ntidad e n
rique cida. En tanto tales , s lo apuntan a pone r las di
fe re ncias como apare nte s y a volve r a e ncontrar, en
otro nive l, ese mis mo al que pe rte ne cen. Que este
mis mo se e ntie nda como e ntidad o como ley carece
de importancia en este conte xto. Bie n vis to, la cues
tin de s abe r cmo y por quese mis mo se da como
dife re ncia o e n e lla apare ce , contina s ie ndo la
apora fundame ntal de! pe ns amie nto he re dado bajo
toda sus formas , ya se trate de la ontologa ms anti
gua, ya de la cie ncia pos itiva ms mode rna. Apora
que de riva de lo que se ha de cidido que el s er es, o,
me jor an, de lo que , en ltima ins tancia, se ha
de cidido que s lo el ser es. Es fcil adve rtir que es ta
propos icin se da la mano con la que s os tiene que lo
que es es tple name nte de te rminado des de s ie mpre y
para s ie mpre , un s ie mpre que s lo pue de pe ns ars e r i
35
guros ame nte como un ae i te mporal, adopte o no |
forma de un s ie mpre omnite mporal.
Que la implic ac in lgica sea una ide ntidad de
s arrollada, que la conclus in s lo s ea una de s impHCg
cin de lo que se e ncue ntra ya en las pre mis as (analV
ticidad): no hay en e llo nada que no sea e vide nte v
conocido. Pero lo mis mo ocurre con los es que mas de
la caus alidad v la finalidad. Caus a y efecto pertene^
cen a lo mis mo; s i es pos ible s e parar y de te rminar un
conjunto de caus as , e llo arras tra al conjunto de sus
efectos, pue s ninguno de los dos conjuntos pue de ser
s in el otro, ya que ambos forman parte de un mis mo
conjunto.20 Pero esto tambin vale para los me dios v
los fines . Y lo mis mo ocurre si, en lugar de las e ntida
des, se e nfocan las leyes, caus ale s o finale s ; la ley s lo
es en y por lo mis mo, ide ntidad es e ncial e inte rna a
la que re mite la dife re ncia e xte rna de los fe nmenos
y s in la cual esta ltima s era impos ible . O bie n: esta
e xte rioridad dife re nte de los fe nme nos como tales
de be s er ide alme nte re ducida a la inte rioridad idn
tica de una ley.
Las caus as se dan conjuntame nte con los efectos;
los me dios , con el fin. s te darse conjuntame nte se
e ncue ntra alle xplcitame nte , al menos desde la de fini
cin aris totlica de l s ilogis mo: dis curs o en el que,
afirmadas cie rtas cos as, otras cos as ... se dan necesa
riame nte con e llas (ex ananks s umbaine i) por el mero
he cho de que las prime ras s on. S umbaine in, darse
conjuntame nte , ir con, comitari (cum-eo); s umbbkos ,
20. La teora de conjuntos , lo mis mo que todas las mate m
ticas. pres upone formalme nte una lgica, la lgica llamada for-
mal o s imblica, y se apoya en ella; pero la lgica formal o sim-
bolica pres upone que aque llo de lo que habla en el comienzo
mis mo, las_ propos iciones que trata como indivis ibles , inanaliza
bles e indiferentes en cuanto a su contenido, son un conjunto so
bre el cual se define una relacin determinada, la implicacin.
La s ituacin no cambia en lo esencial cuando, en una pretendida
s egunda etapa, se introducen los cuantificadores . Por tanto, hay
circulo lgico-matemtico, que tambin se manifies ta en el hecho
de que no se pueda hacer lgica formal sin enumerar, y cuando
se afirma que los nmeros que as se ponen en juego son otros
de ios nmeros de la aritmtica, s lo se lo quiebra verbalmcnte,
Lgica y matemticas son indis ociablcs , son pos tuladas conjunta
mente, son dos aspectos de lo mis mo, lo identitario-conjuntista.
36
ue los latinos traduje ron como accide ns , quie re de cir
q re alidad lo que va con, que se pue de y se de be tra
ducir por comite nte . S umbaine in, s umbbkos , desig-
an cas i s ie mpre para Aris tte le s lo que ha ido con,
F que se ha dado conjuntame nte , lo que ha coincidido
xte riorme nte , el accide nte . Pero estos mis mos trmi
nos tambin de s ignan, en s e ntido contrario, lo que de
mane ra es e ncial y ne ce s aria se da conjuntame nte con
otra cos a.21 En la de finicin del s ilogis mo, Aris tteles ,
como es e vide nte , no pue de de jar s itio para ninguna
ambige dad: conclus in y pre mis as ex ananks s um
baine i van ne ce s ariame nte juntas , se dan c onjunta
mente de mane ra ine luctable .
Pero, acas o lo que se da s ie mpre y ne ce s aria
mente con otra cos a no es parte de es ta otra cos a, o
bie n parte , lo mis mo que e lla, de una mis ma tercera
cosa? Cmo y por qulas patas y el cue rpo de un
animal se da n s ie mpre juntos , si no es porque pe rte ne
cen al mis mo animal?
S i lo que s ucede se da conjuntame nte con aque llo
a lo que eso s ucede, la s uce s in, en el me jor de los
casos, s lo es una dis pos icin s ubje tiva de ins pe ccin
de la cos a total, cuya contrapartida e fe ctiva en la cos a
es un orde n de coe xis te ncia y s lo eso. En ve rdad, la
conclus in se da conjuntame nte con las pre mis as ;
la Filos ofa del e s pritu, con la Cie ncia de la lgica-, y la
e xpans in de l unive rs o, con el es tado inicial hiper-
denso y las leyes que rige n el exis te nte fs ico. Si la s u
ces in es tde te rminada, o es ne ce s aria, se da junto
con s u ley y s u prime r trmino, no es otra cos a que
un orde n de l s er-conjunto. Entonce s el tie mpo no es
otra cos a que una re lacin de orde n, que nada pe r
mite dis tinguir intrns e came nte de otras re lacione s de
orden, por e je mplo, de una dis pos icin es pacial o de la
relacin ms grande que ; y, en la me dida en que
los trminos se apre he ndan ne ce s ariame nte en ese or
den, no s on otra cos a que parte s del Uno-Todo y
coexisten en tanto parte s de Uno-Mis mo. Lo m
ximo que pue de habe r en el s ie mpre inte mporal es
21. Lo que ha torturado a los intrpretes, obligados a hablar
de accid ites esenciales; en realidad, para Aristteles hay co
mitentes esenciales y comitentes accidentales.
37
orde n de las coexis te ncias , pe ro no orde n de las suee
s iones ; y, en el s ie mpre omnite mporal de la deterrni
nacin, el orde n de las s uces iones s lo es Un
variante de l orde n de las coexis te ncias , la s ucesin
pue de y debe re ducirs e a un tipo particular de coexis
te ncia.^y
Pero, as como la s ocie dad no pue de pens ars e bajo
ninguno de los e s que mas tradicionale s de la coexis!
te ncia, tampoco pue de pe ns ars e la his toria bajo nin!
guno de los e s que mas tradicionale s de s uce s in. Pus
lo que se da e n y por la his toria no es s e cuencia deter
minada de lo de te rminado, s ino e me rge ncia de la al
te ridad radical, cre acin inmane nte , nove dad no tri
vial. Es jus tame nte esto lo que pone n de manifie s to
tanto la e xis te ncia de una his toria in toto, como la
aparicin de nue vas s ociedade s (nuevos tipos de socie
dad) como la ince s ante autotrans formacin de cada
s ocie dad. Y s lo a partir de es ta alte ridad radical o
cre acin pode mos pe ns ar ve rdade rame nte la te mpo
ralidad y el tie mpo, cuya e fe ctividad excelente y e mi
ne nte e ncontramos en la his toria. Pues , o bie n el
tie mpo no es nada, e xtraa ilus in ps icolgica que en
mas cara la inte mporalidad es e ncial de una re lacin
i_de orde n; o bie n| tie mpo es pre cis ame nte eso, la ma
nife s tacin de que algo dis tinto de lo que es se da al
ser, y se lo da como nue vo o como otro, y no s imple
me nte como cons e cue ncia o e je mplar dife re nte de lo
mis mo.!
22. No cabe duda de que slo por azar una particularizacin
verdadera del tie mpo en relacin con el espacio comienza a hacer
su aparicin fsica alldonde debe abandonars e el es quema de la
de terminacin completa, a saber, en la termodinmica, en donde
la flecha del tie mpo se identifica con la probabilidad en aumento
y donde se introduce e interpreta una irreve rs ibilidad del tiempo
como improbabilidad extrema (aun cuando los fenmenos mec
nicos en tanto tales son reversibles). Ms adelante trataremos
nuevamente sobre la cues tin de la irrevers ibilidad del tiempo
desde el punto de vista histrico-social. Simpleme nte hay que ob
servar aquque la de finicin probabilis ta del tie mpo fsico es,
tambin ella, y en ltimo anlis is , una de finicin coniuntista-
identitaria (tal es el fundamento lgico-ontolgico de toda teora
de las probabilidades ); y que el tie mpote rmodinmico es un
tie mpode igualacin y de des-diferenciacin (crecimiento de
la entropa).
38
Vale la pe na deteners e un mome nto en una confu
s in que parece propagars e desde hace ya un tie mpo.
La e me rge ncia de lo nue vo apare ce con particular in
te ns idad con ocas in de las conmocione s o de los
aconte cimie ntos catas trficos o grandios os que s e a
lan y e s cande n la e xis te ncia de las s ociedade s que a
me nudo se de nominan his tricas , en un s e ntido res
trictivo de l trmino; y a veces uno se expres a como si
la his toricidad no pe rte ne cie ra ms que a es ta cate go
ra de s ociedades , a las que , des de este punto de vis ta,
se podra opone r tambin las s ociedades fras
aquellas en las que el cambio sera marginal o s imple
me nte ine xis te nte, pues lo es e ncial de s u vida se
despliega en la es tabilidad y la repe ticin y las socieda
des s in his toria, s obre todo las s ociedades llamadas
arcaicas , en las que no s lo s on evide nte s la re pe ticin
y la aus e ncia de cambios , s ino en las que tambin
parece es tar vigente un modo tal de re lacin con s u pro
pio pas ado y s u propio futuro, que las dis tingue radi
calme nte de las s ociedade s llamadas his tricas . Es
tas dis tincione s no s on fals as , y, ade ms , re mite n a
algo re alme nte importante , a s aber: a modos dife re n
tes de his toricidad, no a una pre s e ncia de his toria
aquque se opone a la aus e ncia de his toria all. Mo
dos diferente s de ins titucin efectiva de l tie mpo his
trico-s ocial por s ociedades diferentes , -o, en otras
palabras , modalidade s diferentes , s e gn las cuale s di
ferentes s ociedade s re pre s e ntan y e je cutan s u ince s an
te autoalte racin que , en el lmite , nie gan o tratan
de negar. Es cie rto que esto cons tituye una dife re n
cia no s lo en lo que re s pecta a la marcha y al ritmo
de esta autoalte racin, s ino tambin en lo que atae a
su conte nido. Ello, s in e mbargo, no le impide ser.
As, la e xtraordinaria e s tabilidad de las condicio
nes de vida, de las reglas y de las repre s e ntacione s
que caracte riza la e xis te ncia de l campe s inado e uro
peo durante s iglos (y, en cie rto s e ntido, la de todos los
campe s inados , de l Ne oltico al s iglo xx) no pue de de
jar de s orpre nde r cuando se la opone al e s ce nario de
la his toriade l que se acos tumbra a hablar, cons tan
te mente s acudido por el ruido y el furor de las gue
rras, los de s cubrimie ntos , el movimie nto de las re pre
s entaciones y de las ideas , los cambios de gobie rnos
39
y de regme ne s . S in e mbargo, en unas pocas dcadas
importante s fraccione s de este campe s inado pas an d
un unive rs o de ' papis mo y bruje ra al unive rs o de ]a
Re forma. El proble ma que plante a este pas aje corno
todo pas aje no se e limina, e vide nte me nte , ni se re
duce un s olo milme tro con la ilus in de la pre te ndida
e irre alizable divis in al infinito de la dis tancia
que s e para el ante s y el de s pus (divis in que se limi
ta a multiplic ar el proble ma al infinito). De s taque mos
tan s lo un as pe cto: la Re forma implic a una conmo
cin de la organizacin ps quica de los individuos in
volucrados , que de be n pas ar de un e s tado en el qUe
todo es tfijado a la re pre s e ntacin del Abs oluto,
la Ley, el Se or, en y por la organizacin vis ible de la
Igle s ia y sus funcionarios de carne y hues o, a un es
tado en el cual el individuo no pue de conce bir, entre
l y la trascendencia, ningn inte rmediario que no sea el
Texto, que el individuo mis mo inte rpre ta al coste de
sus propios ries gos y pe ligros . Es ta s ubve rs in, sin
e mbargo, ha de incluirs e en la autorre produccin
apare nte me nte e s table y re pe titiva de la fas e prece
dente : en una s ocie dad fra, padre s y madre s catlicos
han producido hijos e hijas dis pue s tos a hacers e pro
tes tantes . Que esto haya ocurrido en el trmino de una
ge ne racin o de mil ge ne racione s no cambia en nada
la cue s tin, e s trictame nte en nada. Evide nte me nte ,
es la ilus in de l his toriador nue s tra ilus in, la de to
dos , la que mide la e te rnidad con s u e s pe ranza de
vida y para la cual lo que no cambia en tres s iglos es
e s table . Pero cmbie s e la es cala del tie mpo, y las
es trellas del cie lo danzarn has ta provocar vrtigo.
Lo mis mo ocurre con las s ociedades arcaicas , aun
cuando e n este cas o sea infinitame nte ms difcil, por
razone s evidentes , ilus trar con sus cons ecue ncias apa
rentes la implacable e ince s ante autoalte racin que se
de s plie ga en s us profundidade s .23 El carcte r e s tti
co, re s pe ctivo, ahis tricoo ate mporalde esta
23. El desarrollo ms reciente de los trabajos de etnohistoria
tiende a mos trar cun falaz e ideolgicamente de te rminada-
era la negacin de la his toricidad de las sociedades llamadas ar
caicas. Cf. tambin Col. Lefort, Socits sans his toire et histori-
cit, C. Int. Soc., vol. 12, 1952.
40
clase de s ocie dade s no es otra cos a que la mane ra par
ticular en que han ins tituido s u propia te mporalidad
Pero es impos ible ahorrars e la dis cus in acerca
e l proble ma de l tie mpo en ge ne ral. En efecto, por
una parte , es de aqude donde parte n y aqua donde
v ue lv e n todos los hilos que forman la trama de la ne
gacin de la his toria y de la cre acin por el pe ns a
mie nto he re dado, ne gacin del tie mpo ve rdade ro
c omo aque llo en y por lo cual existe la alte ridad, en
nombr e del s er inte rpre tado como de te rminado y de
te rminado en el s ie mpre : ae i. Por otra parte, ace rca
de la cue s tin de l tie mpo es pos ible inte ntar una pri
me ra e lucidacin de las re lacione s infinitame nte com
plejas que mantie ne n: la re ce pcin, por la s ocie dad,
de un dato naturaly de lo que aqu, re tomando un
trmino de Fre ud, se de nominarapoyo de la ins ti
tucin his trico-s ocial en el e s trato natural; es ta
ins titucin mis ma como ins titucin s imultne a e indi-
s ociable de re lacione s ide ntitarias y de s ignificacione s
no ide ntitarias ; por ltimo, la proble mtica filos fica
que, a partir de un de te rminado mome nto, s urge en
la s ocie dad, as como s u ne gacin/afirmacin del
mundo his trico-s ocial de las s ignificacione s .
La ins titucin filos fica del tiempo
Toda s ocie dad existe gracias a la ins titucin del
mundo como s u mundo, o de s u mundo como el mun
do, y gracias a la ins titucin de s mis ma como parte
de ese" mundo. De es ta ins titucin de l mundo y de la
s ociedad por la s ocie dad mis ma, la ins titucin del
tie mpo es s ie mpre un compone nte e s e ncial. Pero, s a
bemos por quel tie mpo se ins tituye con inde pe nde n
cia tanto de l e s pacio como, y s obre todo, de lo que all
se produce ?
El hombre de s e ntido comn se encoge de hom
bros ante tales argucias filos ficas : el tie mpo existe,
los hombre s se ven crecer, cambiar, morir, obs e rvan
el s ol y las es trellas que s ale n y se pone n, etc. Lo s abe
mos tan bie n como l. Pero, por queso que existe
41
tan indubitable me nte ha s ido pos tulado por hombre
indubitable s , quie ne s se lo han re pre s e ntado de rnaS
e ra tan indubitable me nte dis tinta en el curs o de 1
his toria? Por qulo han pe ns ado como abie rto o ce3
rrado, s us pe ndido entre los dos trminos fijos de ]
cre acin y la parus a, o infinito, como tie mpo de plQa
gres o o tie mpo de fracas o, como abs olutame nte ho
mogne o o cualitativame nte dife re nciado? Todo
pertenece al frrago de flo re prrs pntativj responde
el hombre de s e ntido c omn y el progres o de la
cie ncia nos libe ra gradualme nte de l, de modo qUe
cada vez s abe mos me jor ques el tie mpo. Como es
habitual, el hombre de s e ntido comn se refiere a la
cie ncia tanto ms fcilme nte cuanto que la ignora
Habra que pone rlo en contacto lo que en general
no ace pta con el fs ico conte mporne o, quie n le di
ra que, al me nos l, no s abe ques el tie mpo, si es
ve rdade rame nte dis tinto del e s pacio y de qumane ra
lo es, s i es infinito o finito, abie rto o cclico, si corres
ponde a alguna cos a inde pe ndie nte res pecto del ob
s e rvador o tan s lo a un modo obligado de ins pe ccio
nar una multiplic idad por parte de este ltimo.
En efecto, es tclaro que, a partir del mome nto en
que uno comie nza a inte rrogai' s e , la pos ibilidad de
dis tinguir abs olutame nte tie mpo, e s pacioy lo
que allse e ncue ntra, se vue lve proble mtica. Por
lo de ms , re s ulta s upe rfluo re cordar que la dis cus in
s obre este te ma recorre de un e xtre mo al otro la His
toria de la Filos ofa, e inclus o del pe ns amie nto cie nt
fico, cuyos ltimos cincue nta aos han pulve rizado
las certezas tanto a ste como a muchos otros respec
tos . Exis te lo mltiple o, como de ca Kant, lo diverso;
tanto existe la dife re ncia o la alte ridad como dato (di
fe re ncia y alte ridad s on trminos que utilizamos aqu
provis ionalme nte como e quivale nte s , pe ro que ms
ade lante nos ve re mos obligados a dis tinguir y a opo
ne r de mane ra radical). Por tanto, por quel sujeto
y la s ocie dad han pos tulado s ie mpre esta dife re ncia o
alte ridad como dada en un me dio primordial, el es
pacio, y tambin en un s e gundo me dio, el tie mpo,
y tambin como s e parable de aque llo en lo cual es?
Para me dir la profundidad y las implicacione s de
es ta pre gunta habra que re mitirs e e xte ns ame nte al
42
rime r gran texto de la filos ofa en el que e s pacio
tie mpoy lo que es han s ido e xplcitame nte tema-
tizados y dis cutidos en sus relacione s , y en el que se
mue s tran ya todas las nece s idade s cas i ins upe rable s
e , has ta ahora, han dominado el pe ns amie nto filo
sfico: me refiero al Timeo de Platn. Pero no pode
mos hace r tal cos a aqu.24 Bas te con indicar algunos
de los as pectos en que se mue s tra la impos ibilidad que
el pe ns amie nto he re dado tie ne de pe ns ar ve rdade ra
me nte el tie mpo, un tie mpo e s e ncialme nte dis tinto
del es pacio. En el comie nzo, en lo que Platn se da
en lo que da al De miurgo para cons truir el mun
do, no hay tie mpo ni es pacio. Lo que hay es el ser
s ie mpre (aei on) y el de ve nir s ie mpre (aei gignome-
non). Pero aqu, como Platn lo dice e xplcitame nte ,
s ie mpre es un abus o de le nguaje : no se trata de om-
nite mporalidad, s ino de ate mporalidad, clarame nte
pos tulada como impos ibilidad, como inconce bibili-
dad del movimie nto y la alte racin (akinton). Cul
es el privile gio o s imple me nte el propio, la es encia del
ser s ie mpre , la es encia de la es encia? El ser s ie mpre
se halla s ie mpre bajo las mis mas de te rminacione s (ae i
kata lauta)', lo cual s ignifica que ate mporalme nte , y
en todos los respectos , se halla de te rminado idntica
mente, esto es, de te rminado s e gn lo mis mo. El deve
nir s ie mpre no de vie ne con o en un tie mpo; no hay
un plus de tie mpo en el que pudie ra de ve nir, alte
rarse. Es te apare nte abs urdo es de una ne ce s idad e vi
dente: el de ve nir s ie mpre , la genesis , como tal o lo que
hay que atrevers e a llamar el e idos de la genesis , el
acto puro y abs oluto de de ve nir, es aque llo que no
es jams s e gn las mis mas de te rminacione s , que es
s ie mpre s e gn de te rminacione s dis tintas . Y, co
mo s ie mpre y jams no tie ne n ni pueden te ne r
aqus e ntido te mporal, esto s ignifica: lo que e n todo
mome nto (lgico) y desde todo punto de vis taes sos
tn de de te rminacione s contradictorias , lo que vie ne
a que rer de cir que no tiene, desde ningn punto de
vis ta, ninguna de te rminacin. El de ve nir s ie mpre s ig
nifica, en es ta e tapa, lo totalme nte no de te rminado.
24. En lo que sigue res umo un es tudio del Timeo que espero
poder publicar prximamente.
No es ste el cas o de la gnes is efectiva, de l deve
nir en el mundo, mixto de de ve nir ae i de inde te rmi'
nado, ape iron dirPlatn en el Filebo y de ser a '
-de de te rminado, pe ras , y, por tanto, s ome tido
s ie mpre a formas , a re lacione s racionale s mie ntras
sea pos ible (32b), a de te rminacione s parciale s . Y t>!
en s tas en donde hay que contar el tie mpo de l mun.
do. Si, por un lado, este ltimo se as e me ja a la gnesis
por s u movilidad (que, una vez ms , quie re de cir ver
dade rame nte inde te rminacin), tambin, por otro
lado, de bido a s u inalte rabilidad global, a s u repeti
cin cclica (pues es es encialmente cclico), es decir
pues , de bido a s u cuas i-ide ntidad cons igo mis mo, fj
gura-repres enta la e ntidad/ate mporalidad, cuya marca
imprime as al mundo y al de ve nir efectivo, tambin
aqude ntro de los lmite s de lo pos ible (37 d): ima
gen mvil de la e te rnidad... de la e te rnidad inmvil
que pe rmane ce en el uno, image n e te rna que se da se
gn el nme ro. El tie mpo es image n-figura del no-
tie mpo: en cie rto s e ntido, des de el mome nto en que
abandona el as ombro, la apora, y quie re de cir algo
de ello, la filos ofa (y la cie ncia), en el fondo, jams
hablan de otra mane ra.
Es el tie mpo el que pe rmite o re aliza el re torno de
lo mis mo; y es comple tame nte indife re nte que se
pie ns e este re torno como inalte rable ciclicidad del de
ve nir (como en las cos mologas antiguas , pe ro tam
bin como en cie rtas s olucione s de las ecuacione s de
la re latividad ge ne ral) o que se pie ns e s imple me nte
como re pe ticin en y por la de te rminacin caus al. Por
tanto, en qus on otros los ciclos que se re pite n? No
se les pue de llamar otros porque e s tn en otro tie m
po, pue s to que el tie mpo s lo es y no es en cada uno
de estos ciclos , s lo es propie dad local, de la mis ma
mane ra que s u irre ve rs ibilidad(mi mue rte en este
ciclo precede a mi nacimie nto en el ciclo s iguiente).
Y ade ms , en qupue de es tablecers e la dife re ncia
es encial e ntre el tie mpo y el e s pacio? No s lo se
trata de que el tie mpo este tie mpo pre s uponga
el espacioen tanto crculo, en tanto image n como tal
(una image n s lo pue de hallars e en la s e paracin, el
e s paciamie nto y la unidad de lo que es tes paciado)
y en tanto image n de por tanto, en una re lacin con
aque llo de lo que es image n; pe ro es es pacio, a pe s ar
de que nada pe rmita aqudis tinguir el modo de co-
ne rte ne ncia de s us parte s o mome ntos del modo de
cope rte ne ncia de las parte s o puntos de l es pacio.
Entonce s , ques el es pacio? Pare ca que Platn
haba dicho ya todo lo que haba que de cir cuando,
de pronto, tras un largo de s arrollo y tras la fabrica
cin del mundo (Timeo, 27d-48e), se detie ne , vuelve
s obre s us pas os y comprue ba que hay que come nzar
de nue vo, re tomar la divis in des de ms arriba, pos
tular que, ade ms de l ser s ie mpre y de l de ve nir s ie m
pre, hay un Tercero: la chora, el e s pacio, lo que
recibe lo que es-deviene, aque llo e n lo que es todo
lo que es, tanto en la tie rra como en el cie lo y que
no es inte ligible , como el ser s iempre, ni sens ible, como
el deve nir, te rce r gne ro incorruptible al que apunta
mos como en s ue os , s uerte de e idos invis ible e in
forme . Eidos , o sea, forma/as pe cto, por ende, forma
informe , as pe cto invis ible ; tangible , fue ra de toda
s ens acin, en una re fle xin bas tarda. Es to es, s e ns i
ble ins e ns ible , pe ns able impe ns able . Aporotaton, s u
pe rlativame nte intratable ; no s e ntimos el es pacio,
dice Platn, y s in e mbargo lo tocamos (hapton), pe ro
no con las manos , s ino con la re fle xin bas tarda; es ta
re fle xin bas tarda se dirige a algo que participa de lo
inte ligible , que es incorruptible , que es una ne ce s idad
abs oluta, fundada e n una vis in como en s ue os .
Aporotaton, en efecto, y tanto ms cuanto que a la vez
es menester s e pararlo de lo que allse e ncue ntra y
alls ucede, y que es ta s e paracin no puede re ali
zarse en ve rdad {Timeo, 48a-52e).
Abramos a es ta altura un triple parnte s is . En pri
me r lugar, es ta s e parabilidad-ins e parabilidad de l Re
ce ptculo (de chome non, 50b) y de lo que alles, se
convie rte e n la fs ica conte mporne a en re latividad
ge neral: la mate ria-e ne rga escurvatura local del
e s pacio-tiempo, y, por otra parte , las propie dade s glo
bales de l es pacio-tie mpo de pe nde nde la cantidad
de mate ria-e ne rga que contie ne . En s e gundo lugar,
es impos ible e vitar la comparacin e ntre la chora pla
tnica, vis ible como e n s ue os , participante de lo s en
s ible y de lo inte ligible s in s er lo uno ni lo otro, forma
45
informe , y lo que ms tarde dirKant de las formas
puras de la intuicin: el es pacio y el tie mpo. Pero Kant
cree rpode r s e parar estas formas no s lo de todo con
te nido particular, s ino de cualquie r conte nido; Kant
cree rpode r dars e un e s pacio y un tie mpo que no
contie ne n nada (ni s iquie ra figuras puras ), es de cir, un
e s pacio y un tie mpo como pura pos ibilidad de la dife
re ncia de lo idntico, o pura produccin de la dife re n
cia a partir de nada lo que, como se ve re n s e guida
implic a de he cho la impos ibilidad de una ve rdade ra
dis tincin entre el e s pacio y el tie mpo. Es as como
Kant, tras la hue lla de Aris tte les , pos tula que nos re
pre s e ntamos el tie mpo a travs de l puro no-tiempo,
es de cir, la lne a; Hegel continuarpor este camino.2*
Es ta s e paracin s e paracin de la te mporalidad y de
lo que es al dar e xis te ncia a la te mporalidad, esto
es, la alteridad , producto de una abs traccin analtica,
re fle xiva y s e cundaria, es en ve rdad impos ible . En ter
cer lugar, s e .pe rcibirme jor la utilidad de las cons i
de racione s que vie ne n a continuacin si se e nuncia
des de ahora mis mo la ide a que les s irve de gua. Uni
came nte hay tie mpo e s e ncial, tie mpo irre ductible a
una e s pacialidad cualquie ra, tie mpo que no sea
s imple trmino re fe re ncial de localizacin, si hav, y
s lo en la me dida en que la haya, e me rge ncia de la
alte ridad radical, y por e llo mis mo, cre acin abs olu
ta; es de cir, jus tame nte en la me dida en que lo que
e merge no sea en lo que es, ni lgicame nte ni como
virtualidadya cons tituida, e n que no sea actualiza
cin de pos ible s pre de te rminados (la dis tincin de la
pote ncia y el acto s lo es la mane ra ms s util y ms
profunda de e liminar el tie mpo); por tanto, en la me
dida en que el tie mpo no sea s imple y nicame nte in
de te rminacin, s ino s urgimie nto de de te rminacione s
o, me jor an, de forraas-figuras-imgenes-ez' e otras .
El tie mpo es autoalte racin de lo que es, que s lo es
en la me dida en que es tpor ser. En es ta me dida, toda
25. Aristteles, Fs ica, IV, 10 a 14, en particular 219b, 16-25,
220a, 9-21 222a, 13; tambin, De anima, II, 6, 430b, 6-14. Kant,
Critica de la razn pura, 6b. Vase tambin el riguros o texto de
Jacques Derrida, Ous ia et gramm, en Marees de la philoso-
phie , 1972, pp. 31-78.
pnar ac i n del tie mpo y de lo que es se revela como
s Jje xiva, analtica, s e cundaria, esto es, ide ntitaria. Y
1 ,-,,-ecis amente como este tie mpo, tie mpo de la alte-
r ac in-alte r idad, como de be mos pe ns ar l a his toria.
platn pone una chora, un e s pacio, como separa-
ble-ins e parable de lo que all se de s plie ga. Es ta
chora, e lla mis ma e idos , que es s ie mpre e incorrupti
ble, otra que la gnes is que re cibe , no tie ne aqu
nara Platn ms re fe re ncia que al de ve nir s e ns ible , a
la gnesis efe ctiva, a lo que es e nel mundo. Pero,
cmo no ge ne ralizar ni radicalizar es ta ide a? El pro-
ojo Platn" se expres a con ambige dad al res pecto:
de cimos que es ne ce s ario que todo el ser (to on
apan) sea en alguna parte (pon), sea en algn lugar
(en tini top) y que ocupe un de te rminado s itio { cho
ran tina) y que lo que no es en la tie rra o en alguna
parte del cielo, no es nada(Timeo, 52b). Cie rtame nte ,
aquel cie lo es el mundo; pe ro todo el ser debe .ser en
alguna parte . Excluira todo el ser, pues , lo que es
ve rdade rame nte , el s er s ie mpre ? En otros dilogos ,
Platn habla del lugar s uprace le s te (hype rouranios
topos) en donde e s tn las ide as . Me tforas poticas ,
como dirms tarde Aris ttele s ? Pero, como lo ha
mos trado el Sofis ta, no hay inte ligible , eidos que no
esten re lacin con... Se r un eidos^implic a ne ce s aria
mente ser con, ante , e n opos icin aotro eidos',
y el topos , el lugar, ya sea celeste, s upraceles te o
ide al, es des de este punto de vis ta y s lo des de l,
ser-en-una-relacin-con..., ser s yn: El e s pacioy
el lugar, la chora y el topos , s on el c o en el orde n
de las coe xis tencias , para hablar como Le ibniz, y este
orde n mis mo. Hay inte ligible que no lo sea en y por
un orde n de coe xis te ncia? Para que los eidpue dan
estar juntos a la vez, anta y as han de pode r es tai
pues to que no pue de n ser unos s in los otros , pue s to
que s lo s on en y por es ta re lac in es me ne s te r un
e s pacio, una dime ns ionalidad. Ape nas hay ms
que uno sea cual fuere la naturale za, s us tancia y
cons is tencia (s e ns ible, inte ligible o cualquie r otra) de
ese plus , se ve ne ce s ariame nte implicado el topos .
Ei topos o la chora es la pos ibilidad primordial de lo
Plural. (Es muy e vide nte que el pe ns amie nto puro de
47
lo Uno excluye el topos : Parmnide s .) En este s entido
es lo que pe rmite la ide ntidad de lo dife re nte (y com
se ve ren s e guida, la dife re ncia de lo idntico), pue s t
que funda la co-pertenencia ltima de todos los dift^
rentes , cuale s quie ra s ean sus dife re ncias . En efecto
dife rir (dia-phero), es des plazar, trans -portar, dife rir e
tambin re lacionars e con, es tar-s ituado, ser-puesto 0
s e r-apre he ndido (s egn las es cuelas ) en conjunto, p0r
tanto, en la unidad de un e s paciamie nto o de una se
paracin.
Pero, cmo podra s er lo dife re nte si no hubie ra
lugar, topos ? Podra ser en y por el orde n de s ucesio
ne s ? Pero, pue s to que los trminos de una s uces in
por propia de finicin, no s on com-pos ibles , no habra
lo diferente. Ms pre cis ame nte : no habra diferencia
ms que en la me dida en que lo Plural que s lo hu
bie ra s ido s ituado-pue s to-apre he ndido en la s uces in,
hubie ra podido s er com-pues to, com-pre ndido, zusam-
mengesetzt e n alguna parte en la ins pe ccin de un
e s pe ctador re te ntivoo en el en-sde la cons ervacin
ide alde lo caducado. Nunca se ha pe ns ado la pura
s uce s in y jams podra pe ns rs e la de otra ma
ne ra que como modalidad de la co-existencia de los
trminos de una s erie. Por tanto, ahora y s ie mpre se
re quie re un topos , pue s el topos es el he cho mis mo de
que haya ide ntidad de lo dife re nte, co-pertenencia
de lo Plural, mante ne rs e -conjunto de las dis tancias ,
todo lo cual es s ie mpre (dicho) cuando s on (dichos ) lo
dife re nte , lo Plural, la dis tancia. E inve rs ame nte , por
cie rto, para pe rmitir la dife re ncia de lo idntico con
s igo mis mo y, en este contexto, s lo para es o pa
rece re que rirs e el tie mpocomo orde n de las su
ce s iones : por el he cho de s er en otro tie mpo, la ~
mis macos a, aun cuando no haya s ufrido ninguna
alte racin, no es ya comple tame nte la mis ma. Pe
ro, entonces , en ques otro este otro tie mpo? En
s e ntido es tricto, an' nos hallamos aquen el s ueo
de que nos habla Platn. No se pue de pe ns ar el tiempo
s in liberars e has ta cierto punto de una determinada
mane ra la mane ra he re dada de pe ns ar el ser, es
de cir, de pone r al ser como de te rminado. No es abso
lutame nte cie rto que el tie mpo sea ne ces ario para
impe dir que todo ocurra a la ve z, pue s to que, si
48
todo es tya dado (aun cuando s ea de un modo ide al),
stodo es en cie rto s e ntido adquiridoen alguna
narte, todo puede ocurrir a la ve z, y quiztodo ocu
rra en este mis mo mome ntoa la vez, pe ro s imple
me nte en otro s itio, y s obre todo: todo ha ocurrido ya
a la vez, y des de s ie mpre , fue ra de l tie mpo., En el con
texto refere ncial he re dado es fatal que no naya ve rda
dero lugar para el tie mpo' o que el tie mpo no pue da
tener ve rdade rame nte lugar (=s e r), pre cis ame nte por
que se ha de bus car allun lugar para el tie mpo, un
lugar ontolgico de te rminado en la de te rminidad de
l o que es; por tanto, que el tie mpo s lo sea un modo
del lugar. Es to no podrc ambiarlo ninguna lite ratura
s o b r e " la te mporalidado s obre la e pocalidad del
Sermie ntras se pie ns e el s er en el mis mo horizonte
de la de te rminidad y de l siempre ate mporal, como un
s -mis mo indubitable , selbst, es de cir, ahora y s ie m
pre, como lo pe ns aba Platn: auto, ae i cata tauta.
Si el tie mpo no es autoe nge ndramie nto de la alte-#
ridad abs oluta, si no es cre acin ontolgica, aque llo
por lo cual exis te lo otro y no s imple me nte lo idntico
bajo la forma ne ce s ariame nte e xte rior de la dife re n
cia; si el tie mpo no es eso, e ntonces el tie mpo es super
fino, re pe ticin en la ciclidad o me ra ilus in de un
e s pritu finito, modalizacin s in privile gio, en todo
caso, de una chora originaria cuyo e s pacio s lo
sera otra modalizacin. Ms que s upe rfluo es nefas to,
si cabe de cirlo (y como se ha dicho has ta el cans an
cio). Pues es ta ide a s e gn la cual A, a pe s ar de s ubs is
tir abs olutame nte idntico a s mis mo, no es ya com
ple tame nte idntico a s mis mo pura y s imple me nte
porque es e n otro tie mpo, o bie n es un abs urdo (y
desde s ie mpre , fue nte inagotable de paradojas inme
diatas , as como ins oluble s , en el pe ns amie nto identi-
tario), o bie n s lo adquie re s u aparie ncia de s e ntido
gracias a la ins tauracin de la re lacin por el e n
del en otro tie mpo de A con algo que coexis te con
l en una re lacin dis tinta (cualquie ra sea s u tipo) de
la del en de l tie mpo prime ro(por e je mplo, un re loj
cuyas mane cillas se e ncue ntre n en otra pos icin).
Pero, ade ms , todos esos en que la comparacin (con-
aparicin, con-grue ncia) as implic a e ntre la s ituacin
como bie n lo dice la le ngua del de s pus y la s i
49
tuacin de l ante s ya han colocado todas estas cons i
de racione s en la chora ide al que las hace pos ible s y
les pe rmitira, quiz, s er ve rdade ras aprove chando
s u coe xis te ncia lgica y ate mporal, como coexis te ncia
nece s aria, es de cir como de te rminidad abs oluta de
s us de te rminacione s re cprocas ,
De nada s irve criticar la e s pacializacin del
tie mpo, s u re duccin a e xte ns in, si al mis mo tie m
po se mantie ne n las de te rminacione s tradicionale s
de l ser, vale de cir, si se mantie ne el s er como de
te rminidad. En efecto, des de el mome nto en que se ha
pe ns ado el s er como de te rminado, se lo ha pe ns ado
tambin como ate mporal. Cualquie r te mporalidad,
por tanto, s lo pue de s er modalidad s e cundaria y de
rivada. La nica cue s tin que que da en pie y tortura
a la filos ofa durante toda s u his toria es la pos ibili
dad de de te rminacione s que no aniquile n la ide nti
dad, por tanto, de l Plural; y para que ste sea (pensa-
ble), es me ne s te r que haya chora o Es paciamie nto ori
ginario, en la cual y por la cual podra de te rminars e
lo que es como de te rminado (que lo que es sea e idos ,
ous ia o mate ria, etc., re s ulta comple tame nte indife
rente). En s u forma ms e le me ntal, la ms abs trac
ta, la ms de s pojada, es ta pos ibilidad es aprove chada
por el e s paciopuro, que no es otra cos a que este
milagro; los puntos x e y s on diferente s s in que nada
los dife re ncie e ntre s, s alvo s u lugar. Pero es ta po
s ibilidad de la coe xis te ncia de lo dife re nte , y el orde n
que en e llo va implcito, s on nece s arios por doquie r.
Si, en el s e ntido que sea, los re cuerdos se adquie re n
e ntonces la me moria es un lugar, un topos en donde
es ta pluralidad de re cuerdos pue de co-exis tir s in
que uno expuls e o de s truya al otro (como, por lo
de ms , no cabe duda de que tambin ocurre ). Y el
he cho de que ese topos no se pue da me dir con un
ce ntme tro cons tituye tanto impe dime nto para que
sea all, como la impos ibilidad de me dir la dis tan
cia y la proximidad de las propos icione s mate m
ticas lo es para que s tas se e ncue ntre n juntas en esta
chora, en ese topos de las mate mticas al que ellas
dan e xis te ncia cuando s on ve rdade ras es decir,
cuando mantie ne n e ntre e llas un orde n de coe xis ten
cia de te rminado y ne ce s ario, que nos otros leemos
50
s ubje tivame nte como un orde n de s uce s in de de
mos tracione s .26
S lo pue de habe r tie mpo si hay e me rge ncia de lo
otro, de lo que no es e n abs oluto dado con lo que es,
de lo que no se da conjuntame nte con esto. El tie mpo
es e me rge ncia de figuras dis tintas , otras\Los puntos
de una lne a no s on otros ; s on diferentes gracias a lo
que no s on: s u lugar. Propone rs e la lne a como re pre
s e ntacin de l tie mpo es confundir la dife re ncia (e s pa
cial) y la alte ridad (te mporal). Los puntos de una l
ne a s on e rrne ame nte pue s tos como otros y no s lo
como difere nte s , porque me doy el tie mpo como aque
llo en lo cual se de s plie ga la ins pe ccin o el trazado
de la lne a. Ello lle va implc ito el que me haya dado
con ple nitud lo que es capaz de dis tinguir una lne a
te mporalde una lne a e s pacial. Pero esa pos ibili
dad es purame nte ilus oria, a me nos que el tie mpo, en
tanto tal, no me haya s ido donado ya de ante mano, y
me sea dado por alte ridad, por el he cho de que apare ce
como el otro. Por tanto, no hay tie mpo puxo, s e para
ble de lo que adquie re e xis te ncia gracias al tie mpo
pre cis ame nte cuando da e xis te ncia al tie mpo. Ms
e xactame nte : el e s que ma puro de l tie mpo es el
e s que ma de la alte racin es e ncial de una figura, el es
que ma que hace pre s ente la eclos in y la s upre s in
de una figura me rce d a la e me rge ncia de otra. Como
tal, el tie mpo es inde pe ndie nte de toda figura particu
lar, pe ro no de cualquie r figura. El tie mpo como di
me ns inde lo imaginario radical (por ende, tanto
como dime ns in de la imaginac in radical de l s uje to
en tanto s uje to, como de lo imaginario histrico-s o
cial) es e me rge ncia de figuras otras , de figuras dis tin
tas (y, s obre todo, de imge ne s para el s ujeto, de
eidhis trico-s ociales , ins titucione s y s ignificacione s
imaginarias s ociales , para la s ocie dad). Es alte ridad,
alte racin de figuras y, originaria y bs icame nte , no
26. Refirindos e a los razonamientos matemticos , dijo Gali-
leo: Ahora bien, estos pasajes que nues tro intelecto recorre con
el tie mpo y paso a paso, el intelecto divino, a s emejanza de la
luz, los salva en un instante, lo cual equivale a decir que estpre
sente s iempre en todos . Dilogo sobre los dos mayores sistemas
del mundo, Opere, vol. VII, p. 183; citado por Alexandre, Eludes
galilenes, 1966. p. 286.
es nada ms que eso. Es tas figuras no s on otras por
lo que no s on (su lugaren el tie mpo), s ino porque
lo que s on; s on otras en tanto quie bran la de te rmini
dad, en tanto no pue de n s er de te rminadas , en la me
dida en que ya lo es tn, a partir de de te rminacione s
que les s on e xteriores o les vie ne n de fue ra.
Pues bie n, esta de te rminacin como exterior, o
como originaria en una ins tancia exte rna, es pre ci
s ame nte la dife re ncia. En este s e ntido, un es pacio
puroes, desde el punto de vis ta reflexivo y analti
co, una ne ce s idad de l pe ns amie nto y de sus ope racio
nes ms e le me ntale s . Para pe ns ar, es me ne s te r pode r
apre he nde r lo mis mo como dife re nte , y a la invers a;
pode r, por e je mplo, ite rar o repetir, re te ne r como plu
ral y dife re nte lo uno abs olutame nte idntico a s mis
mo que se re pite . Es ta es la pos ibilidad que el e s pa
cio puroproporciona, pos ibilidad, para el mis mo
punto, de s er dife re nte s i es tcolocado e n otro s itio,
fue ra; y en este s e ntido, re fle xivame nte , el e s pacio
preexis te a la figura, es s u a priori. Nada de eso ocurre
con el tie mpo, que no s era nada s i tan s lo fue ra me ra
pos ibilidad de ite racin de lo idntico. Un e s pacio
vacoes un proble ma lgico y fs ico; un tie mpo va
coes un abs urdo, o bie n se limita a s er el nombre
particular que se as igna, vaya a s abe r por qu, a una
dime ns in e s pacial. Qus era el tie mpo s i s lo hu
bie ra lo mis mo? Si prolongoun cuadrado o un cr
culo, has ta s acarlo del plano y conve rtirlo en un para
le le ppe do o un c ilindro infinitos , si, por tanto, los re i
tero inte rminable me nte en una dime ns in adicional,
lo que hago es s ie mpre ge ome tra y nada ms que geo
me tra. De la mis ma mane ra, si e s tirara la es fera del
mundos e gn una cuarta dime ns in, s lo hara geo
me tra de una hipe re s fe ra en R\ Tampoco la fs ica
pue de conformars e con eso.
El e s pacio puroes la pos ibilidad de la dife re ncia
en tanto condicin de la re pe ticin ate mporal, en el
siempre, ae i, de la e s pacial idad o de la co-existencia o
de la com-pos icin. En s u forma ms e le me ntal, el es
pacio es lo que otorga la pos ibilidad de afirmar (o de
,ve r) que los puntos .t e y s on a la vez los mis mos
(en tanto no hay nada que ios dis tinga intrns e came n-
/ te) y dife re ntes (en y por s u s ituacin en el es pacio).
52
En tanto tal es un s upue s to lgico(no ps icolgi
co) de la lgica y las mate mticas , porque ya es pre
s upue s to por el legein ms e le me ntal. Para que haya
s igno es me ne s te r que lo dife re nte sea idntico y que
lo idntico sea dife re nte o pue da dife re nciars e , multi
plicars e , pluralizars e s in de jar de s er lcLmis mo. A y A
s on lo mis mo con inde pe nde ncia de l lugar de la p
gina en que se e ncue ntre n. Y A no es s igno le tra o
fone ma si no pue de pluralizars e , s er ite rada, si no
pue de de ve nir dife re nte (tomar valore s dife re n
tes) pe ro s e guir s ie ndo lo mis mo aunque me rame nte
en otra pos ic in: ambos 1de la cifra 11adquie
ren s u dife re ncia en s u mis midad de bido a s u e mpla
zamie nto.
El e s pacio es la pos ibilidad de la dife re ncia de lo
mis mo en lo mis mo, s in lo cual nada existe. Si lo que
j es (pe ns ado) de be ser (pe ns ado) bajo la forma de la
dife re ncia de lo mis mo en lo mis mo, es ne ce s ario y
s uficie nte que haya e s pacio o e s paciamie nto origina
rio. Todo s is te ma riguros ame nte lgico, es de cir,
ide ntitario, es de cir, tautolgico, es, en tanto tal y si
pudie ra s er tan s lo eso, e s e ncialme nte e s pacial. Si
las mate mticas pudie ran ser nte grame nte formali
zadas y ce rradas en smis mas cos a que esencial-
I me nte no pue de n s e r, s e ran jus tame nte eso. Pues si
dis pongo de l e s pacio, de un punto, y del ope rador
ite raccin (con el haz de ope radore s ide ntitarios que
i el mis mo implic a o conde na), pue do pone r un punto
I (.) y dos puntos (..), lo que quie re de cir que dis
pongo de un alfabe to binario en el que pue do e s cribir
todo (los Elme nts de mathmatique s , de N. Bourba-
qui, al igual que la Ore s tada, la Fe nome nologa del
i e s pritu o La inte rpre tacin de los s ue os ). Y, si las ma-
\te mticas s lo fue ran manipulac in re gulada de sig-
. nos , capaz de cerrars e s obre s mis mas , e nunciados y
de mos tracione s , no s e ran otra cos a que dis pos icione s
de ite racione s de dife re ntes rde ne s de l s igno nico
' .; y las reglas que de cide n cul es un e nunciado
bie n formadoy una de mos tracins lo s e ran en
re alidad las formas admitidas o e le gidas de dis
pos icione s e s paciale s de puntos , o, s i se prefiere, po
s eeran una re pre s e ntacin riguros a en estas formas .
Es esto, y nada ms que esto, lo que de cimos cuando
53
afirmamos que la ve rificacinde un texto nte gra
me nte formalizado cons is te en una ins pe ccin de
dicho texto, tal que as egure que los s ignos que lo cons
tituye n s ean de la forma ade cuada y ocupe n los luga
res ade cuados , lo que a s u vez se re duce a comprobar
la congrue ncia de las figuras en el es pacio, me diante
un trabajo, en cie rto s e ntido me cnico.2^ >
Efe ctivame nte , es este e s pacioprimordial lo que
es ten jue go cuando se pie ns a el e xis tente fs ico como
racionalizable . A l se refiere implcitame nte Dem-
crito cuando pie ns a pode r cons truir el mundo con to
mos y el vaco: las dife re ncias pe rcibidas re mite n con
lo que, ya sea inme diatame nte , ya de mane ra me dia
ta, se pone conA. Es to e quivale a de cir que , una
vez haya e xtrado todos los pre s upue s tos , las implic a
ciones y las cons e cue ncias que A exige o lle va cons igo
(en el s e ntido en que cas i todas las mate mticas son
dire cta o indire ctame nte implicadas por 1, 2, 3...),
una vez e xplicitadas todas las leyes a las que se refiere
y que de te rminan A en s u e xis te ncia concre ta y en su
ser, una vez re alizado todo esto, no se podra, a partir
de todo ello, cons truir, de ducir ni producir B. Es to
vie ne a s er lo mis mo que de cir que , a pe s ar de que B
es de te rminado y en la me dida en que lo es, es impo
s ible de te rminar sus de te rminacione s mis mas a partir
de las de A, y, por tanto, que se trata de de te rminacio
nes otras', o que el ser de B no de riva del ser de A nada
ms que en tanto s er (el he cho de s er como un ser-as
otro, pues ambos s on indis ociable s ), no vie ne de nada
ni de ninguna parte , no provie ne , s ino que advie ne , es
' cre acin.
Mucho ante s de la formulacin de los principios
fie cons e rvacin en la fs ica occide ntal (o de la re futa
cin de la ide a de la ge ne racin e s pontne aen bio
loga), la filos ofa haba pos tulado que la cre acin es
impos ible , que no se pue de pe ns ar un ente si no es co-
27. N. Bourbaki, Elments de mathmatique, Thorie des en-
sembles (1970). Introduction, E.I.8. Se sabe que se trataba de una
quime ra que durante cierto tie mpo pers iguieron grandes mate
mticos , pero que abandonaron nace va unos cuarenta aos, v
que ha hecho s u reaparicin debido a las sucesivas oleadas de la
moda paris ina (etnolgica, lings tica, ps icoanaltica, s emitica).
54
mo proveniente de un ente, prove nie ncia que , por cie r
to, es mate rial, pe ro tambin y sobre todo formal,
e idtica, es encial (lgico-ontolgica). Pe ns ar lo que es ) _
se convie rte e ntonces ne ce s ariame nte en re montars e
hacia el orige n o el princ ipio de lo que es.28 Re cproca
me nte , s i pe ns ar es este re montars e , y si no debe que
dar s us pe ndido en el aire , es me ne s te r deteners e en
alguna parte , anankstenai-, este punto donde es pre
cis o deteners e es, pues , ine vitable me nte el eidos (o s is
te ma, o je rarqua de eid) como a priori a la vez lgico
y ontolgico, que, como a dis pos icione s dife re ntes de
tomos que no se dife re ncian e ntre sen nada, s alvo
en la pos icin re s pe ctiva de cada uno. Y tambin a l
se refiere Platn cuando pos tula que la dife re ncia de
los e le me ntos es la dife re ncia de los polie dros re gu
lares ; o la fs ica occide ntal, desde la me cnica cls ica
has ta la bus ca conte mporne a de los quarks .
Tiempo y cre acin
Es cie rto que el tie mpo en el s e ntido que aqu
damos al trmino de tie mpo como alteridad-altera-
c in implic a el es pacio, pue s to que es emergencia-
de figuras dis tintas , otras , y que la figura, el Plural or
de nado o mnimame nte formado, pre s upone el espa-
ciamie nto. Pero de cir que las figuras s on otras (y no
me rame nte dife re ntes ) s lo tie ne s e ntido si fue ra to
talme nte impos ible que la figura B pudie ra de rivar de
una dis pos icin dife re nte de la figura A, como ocurre
con el crculo, la e lips e, la hiprbola, la parbola, que
provie ne n una de otra, y, por tanto, s on los mis mos
puntos en dis pos icione s diferentes ; dicho de otra ma
nera, dos figuras s on otras , y no me rame nte dife re n
tes, si Tnguna' le v o grupo de leyes ide ntitarias bas ta
para producir B a partir de A. O, s i se prefiere: llamo
otras o dis tintas a las figuras en el cas o que se acaba
de e nunciar y s lo en ese cas o; de lo contrario, las
28. Es origen (arche) aque llo a partir de lo cual algo es o
deviene o se deja conocer. (Aristteles, Metafs ica, A, )).
55
llamo diferente s . Y digo que el crculo es diferente
de la elips e; pe ro que la Divina Come dia es dis tinta u
otra que la Odis e a, y la s ocie dad capitalis ta, dis tin.
ta u otra que la s ocie dad fe udal.
As, pues, de cir que la figura B es otra que la figura
A s ignifica, en prime r lugar, que no se la pue de de du
cir, producir, cons truir, con lo que se halla e nA
tanto implc ita como e xplcitame nte , ni tal e ntraa
ne ce s ariame nte el pe ns amie nto del ae i, del s ie mpre a-
te mporal o de la a-te mporalidad; por tanto, tambin
de la de te rminidad comple ta desde todos los puntos de
vis ta pos ible s (lo que, para Kant, se conve rtiren
la de finicin e xplcita del s er). Lejos de pode r pe r
mitir una cre acin o una alte racin es e ncial cualquie
ra, una gnes is ontolgica (que, en estas condicione s
es ms y pe or que inconce bible : es una contradiccin
en los trminos ), la te mporalidad s lo pue de entonces
ser de gradacin, o bie n imitac in impe rfe cta de la
e te rnidad (Platn) o, en el me jor de los cas os, inde te r
minac in re lativa de entes corporale s en tanto afe cta
dos de mate ria (es de cir, de ape iron, inde te rminable ),
o de pote ncia (dynamis en tanto inacabamie nto, pos i
bilidad de s er de mane ra dife re nte , por tanto, dficit
de s er o, lo que es lo mis mo, de eidos ), o de movimie n
to, tres trminos aque s trictame nte e quivale nte s ,
pue s to que cada uno implica los otros dos .29
En el marco de l pe ns amie nto he re dado, la cre a
cin es impos ible . La cre acin de la te ologa, e vide n
te me nte , es tan s lo una s e udocre acin: es fabricacin
o produccin. Se pue de dis cutir inte rminable me nte
para s abe r si las ve rdade s ete rnas se impone n a
Dios o no. Lo cie rto es que un Dios al que no se impu
s iera ninguna ve rdad e te rnajams ni a ningn res
pe cto (por e je mplo, que es en tanto es, que en tanto
es, es ne ce s ariame nte tal como es, es de cir, Dios ; que,
inclus o para l, es impos ible no s er o no ser Dios o
29. Como se sabe, Aristteles dene el tie mpo como nmero
del movimie nto segn el antes y el despus(F s IV, 219b, 1-2;
cf. 220a, 3-4) y el movimie nto, como entelcquia de lo que es en
potencia en tanto mvil. Es to quiere dccir que el mvil (o lo que
cambia, etc.) adquiere, por accin de un ser en acto, el eidos al
que estaba pre-des tinado. Cf. Fis., III, 202a, 7-12: El hombre e n
entelequia hace, a partir del hombre en potencia, un hombre.
56
ser otra cos a que Dios o pos eer un atributo que su
es encia excluye ra, etc.), un Dios as , de cimos , es im
pe ns able , s imple y llana re pre s e ntacin ms tica e ine
fable . El mundo cre adoes ne ce s ariame nte cre ado,
aun cuando s lo fue ra como efecto ne ces ario de la
es e ncia ne ce s aria de Dios y, en tanto que acto y pro
ducto de Dios , es ne ce s ariame nte tal como es en su
ser-as.30Xa propia cre acin es tpre de te rminada y to
talme nte de te rminada des de afue ra y desde el s ie m
pre ate mporal de Dios ; ha te nido lugar de una vez por
todas y para s ie mpre (es por es ta razn que la pre de s
tinacin, el pe cado, la s alvacin, la gracia, cualquie ra
que sea s u inte rpre tacin, ya sea que se las acepte
como que se las rechace, han de mante ne rs e como
mis te rios de la fe ms allde los lmite s de la te ologa
llamada racional). En este conte xto, la cre acin conti
nuada no quie re ni pue de s ignificar otra cos a que el
indis pe ns able s os tn que el nico ser-ente ve rdade ro,
Dios , otorga cons tante me nte a los entes cre ados para
mante ne rlos en este modo de s er s e cundario que es el
s uyo y que de be n a Dios ; el mundo cre ado no pue de
s os teners e a s mis mo en el ser, no es ontolgicame nte
autrquico, se recues ta por s u revers o en el nico ser
que no ne ces ita nada para e xis tir.
30. Ahora bien, ocurre que estas dos Reglas (-las reglas
segn las cuales hay que pens ar que Dios hace actuar a la Natu
raleza) derivan manifies ta y nicamente de que Dios es inmuta
ble y de que, al actuar s iempre de la mis ma manera, produce
siempre el mis mo efecto(Descartes, Le Monde ou Traitde la La
miere, A.T., v. XI, p. 43). Tambin: De que Dios no estsujeto a
cambio, y de que acte s iempre de la mis ma manera, podemos
llegar al conocimiento de ciertas reglas, que de nomino las leves
de la naturaleza...(Principios de la filos ofa, A.T., v. IX, 2, p. 84).
Es fcil advertir que la fsica aris totlica (impos ibilidad de
cambio de lugar s in causa) y la fs ica galileana-cartesiana-newto-
niana (impos ibilidad de cambio de la velocidad s in una causa:
inercia), son nada ms que dos concreciones de la identidad y de
la de terminidad, de acuerdo con dos interpretaciones diferentes
de lo que corres ponde a las determinaciones propias de la cosa
material: su lugar naturalo su es tado de movimie nto. La se
gunda interpretacin slo res ulta pos ible a partir de la pos icin
plenamente identitaria del espacio como perfectamente homog
neo, privado de todo lugarprivilegiado y natural^ pura dife
rencia de lo idntico consigo mis mo. De ello deriva inme diata
menteel principio de relatividad.
57
La grave dad y la amplitud de es ta cue s tin s on de
tal naturale za que de be mos , y pode mos , s in abando
nar el eje de nue s tras pre ocupacione s , profundizar en
e lla. Qude cir de los pas ajes en los que Platn afir
ma, contrariame nte a lo que dice en otros s itios y a
la pos icin que atribuimos a toda la ontologa tradi
cional, que hay cre acin (poie s is ) y que s ta es caus a
del pas o de l no-ser al s er, lo que conduce un no-ente
ante rior, a una e xis te ncia (ous ia) ulte rior?31 Que no
se los pue de compre nde r ni inte rpre tar corre ctame nte
si no es cons ide rando qus ignifica aqueste pas o, este
conducir, a partir de quy hacia quconduce . El
conte xto no de ja ninguna duda al res pecto. Platn ob
s erva que se limita inde bidame nte los trminos de
cre adory de cre acin(poiets, poie s is ) cuando los
e nte nde mos s lo como una parte de la poitica(la
que atae a la ms ica y la mtrica), mie ntras que
todo trabajo s ome tido a un arte (techn) es, en s e ntido
es tricto, poitico, y los arte s anos que los lle van a cabo
son todos cre adore s , poitai. Pero, en qucons is te
ese trabajo, y ques una te chn? En qucons is te el
ser arte s ano de l arte s ano, y, en tanto tal, s u ser cre a
dor? Re s pue s ta: en tanto que da s u forma, s u eidos
a un fragme nto informe de mate ria (y aqupode mos
utilizar indife re nte me nte el le nguaje de Platn o el de
Aris tteles , pues Aris tteles , desde este punto de vis ta,
se limita a pre cis ar y lle var a sus ltimas cons ecue n
cias el pe ns amie nto de Platn). Es este eidos , esta
forma lo que hace que la made ra sea mes a; el bronce ,
es tatua; la tie rra, vas o. Ahora bie n, el bronce , cual
quie ra sea s u forma, es bronce . Mie ntras que la es ta
tua, en tanto e s tatua, s lo lo es por s u forma; s u ser
e s tatua, s u es encia, es s u eidos . Por tanto, de cir que
la e s tatua es cre ada (ontolgicame nte ), carece de s en
tido, a me nos que se diga (lo que, por lo me nos para
el e s cultor que no copia a otro, es la ve rdad) que lo
que se crea es el eidos de esa e s tatua, que lo que se
crea es eidos . La nic a mane ra de dar exis tencia a la
e s tatua como e s tatua y como esa e s tatua particular es
inve ntar, imaginar, pone r s u eidos a partir de nada;
31. Banquete, 205b-c; Sofis ta, 219b; 265b-266d.
58
si a un trozo de bronce le imprimimos un eidos ya
dado de ante mano, lo nico que hace mos es re pe tir
lo que, en es e ncia, en tanto que es e ncia eidos , es
taba ya all, no cre amos nada, s lo imitamos , produci
mos . A la inve rs a, s i se fabricaun eidos otro (un
eidos dis tinto) se hace algo ms que producir, se crea :
la rue da que gira alre de dor de un eje es una cre acin
ontolgica abs oluta; lo es en mayor me dida tie ne un
mayor pes o ontolgico que una nue va galaxia que,
maana por la noche , s urgie ra de la nada entre la Va
Lcte a y Andrme da. Pues hay ya mile s de millone s
de galaxias ; pe ro quie n inve ntla rue da, o un s igno
es crito, no imitni re pitinada.
Ahora bie n, en el pe ns amie nto he re dado, de Platn
y Aris tteles , y, tras s u hue lla, de toda la filos ofa oc
cide ntal, es ta cre acin de l eidos en y por el que hace r
his trico-s ocial, que pre s upone la e xis te ncia de l arte
s ano por e je mplo, el he cho de que el arte s ano s lo
pue de s er arte s ano por cre acin de un eidos o por imi
tacin de un eidos que haya s ido creado por otro arte
s ano (o, en otro te rre no, que la ins titucin de la polis
no imite ni re pita nada, s ino que sea cre acin de e i
dos ), ha s ido obje to de un ocultamie nto total, ha s ido
e xcluido de toda te matizacin.32 Es que es ta cre acin
rompe ra la de te rminidad del ser y la ide a del ser
como de te rminidad, que ne ce s ariame nte debe conve r
tirs e en inmutabilidad, inalte rabilidad de los e id
como totalidad, s is te ma y je rarqua ce rrados y da
dos , con e xclus in de l he cho de que pudie ran itrodu-
cirse otros eidque de jaran intactos los que ya se en
cue ntran all? Y cule s ? Y a partir de dnde ? Para
adve rtir clarame nte la s ituacin, no hace falta en abs o
luto dis cutir ace rca del orige n de l eidos que el arte
s ano terres tre conte mpla, imita y re produce . Bas ta
con cons ide rar lo que cons tituye el paradigma de todo
arte s ano, aque l del que todo arte s ano s lo es una p-
32. Con excepcin de Kant en la Crtica del Juicio , donde, sin
embargo, lo que te rmina por reconocer como creatividad de la
imaginacin (en la obra de arte) no tiene peso ontolgico. No es
para nada cas ual que en Kant y el problema de la metafs ica, obia
cons agrada en gran parte al papel de la imaginacin en Kant,
Heidegger no tome en cuenta para nada la tercera Crtica.
59
lida imitacin, el De miurgo mis mo, cuando cre a, es
de cir, en re alidad, fabrica o produce el mundo. En el
Timeo, se lo de nomina tanto de miurgo (fabricante ,
productor, arte s ano) como poe ta (cre ador). Pero poe
ta, e n ve rdad, no lo es, de ninguna mane ra, pues l
miras u mode lo (paradigma) y s e gn ese mode lo
mode la el mundo, que es ne ce s ariame nte image n de
algo(anankronde ton kos mon e ikona tinos e inai,
29b); e xplicar el mundo exige dis tinguir la image n y
s u paradigma (ibid.). Es te paradigma es lo Vivo eter
no, inte ligible , acabado (pante le i, 31b). La cre acin del
mundo por el De miurgo no es cre acin, no es pas aje
del no s er al ser, s ino que es tre gulada s e gn el para
digma pree xis tente , pre de te rminado por el eidos que
imita, re pite , re produce . Y en total cohe re ncia con
esta opinin direl Sofis ta que las cos as que se dice n
por naturale za (phvs e i) han s ido cre adas por un arte
divino(the ia techn, 263e); la cre acindel mundo
pe rtenece a una techn, pre cis ame nte en el s e ntido en
que imita un mode lo. Al lle var a s u e xtre ma cons e
cue ncia el pe ns amie nto de Platn al res pecto, Aris t
teles se e ncontraraquen la fronte ra de l pe ns a
mie nto gre colatino o ms allde e lla, y algunas de
sus formulacione s s obre la te chnpue de n inte rpre
tars e como si cue s tionaran el conjunto del e dificio;
pe ro, en lo e s e ncial, no dirnada dis tinto. El arte
cre ador por excele ncia, el que , como lo de s cartara
Platn, haba te rminado por monopolizar el trmino
poie s is , la poe s a y la trage dia, s erde finido por el Es-
tagirita como imitac in.
Se ra inte rminable e xplicitar y e nume rar las con
s e cuencias de es ta pos icin fundame ntal; en un s e nti
do, en cas i todo lo que Occide nte pie ns a hoy en
da, inclus o en sus dis curs os aparante me nte s ubvers i
vos , se cue la aque lla pos icin, a la que stos se vin
c ulan ntimame nte y a la que han de referirs e forzos a
me nte para te ne r s e ntido. El e je mplo que ms nos in
33. A decir verdad, son cons iderables la comple jidad y la
ambigedad de las formulaciones de Aristteles sobre este tema;
he tratado de s uminis trar algunas indicaciones al respecto en
otro s itio (Techniquc, Encyclopaedia Universalis, vol. 15, 1973,
pp. 803 y ss.) Cf. tambin Metafs ica, X, III, 1069b- 1070a.
60
teresa es el que nos proporciona la ocultacin de lo
imaginario y de lo his trico-s ocial, s ie mpre gobe r
nado por la ne gacin de la cre acin, por la ne ce s idad
de re ducir a toda cos ta la his toria a la re pe ticin y de
pre s e ntar es ta re pe ticin como de te rminada por una
ins tancia e xte rior a e lla, fs ica, lgica y ontolgica^.
As, es curios o pe ro s lo e n aparie ncia cmo Hei-
de gge r y los marxis tas coincide n en el te ma de la
produccin, cuyo s e ntido, s in e mbargo (pro-ducere,
he rvorbringen), pone r de lante , hace r apare ce r allde
lante , es tclaro que no pue de s er otro que pre cis a
me nte aque l que la ontologa he ide gge riana e ntraa
y exige: el de s ve lamie nto, el poner-delante lo que
e s taba oculto, pe ro que, bie n vis to, e s taba ya all. Pero
entonces , dnde e s taba oculto el piano durante el
Ne oltico? Re s pue s ta: lo e s taba en los pos ible s del
Ser; esto quie re de cir que s u es e ncia e s taba ya all.
Es as tambin como Kant llamaba productivaa la
imaginacin; productiva, que no cre ativa. Es to co
rre s ponda pe rfe ctame nte al pape l que de ba as ig
narle forzos ame nte : el de producir s ie mpre las mis
mas formas , que , ade ms , s lo tie ne n valor en tanto
cumple n las funcione s de te rminadas en y para el cono
cimie nto de lo dado. Por ltimo, es as como, por las
ne ces idade s de este conte xto y en una inte rminable
Come dia de e quivocacione s , el mate rialis mose con
vierte por lo ge ne ral en ide alis mo, y el ide alis mo
en mate rialis mo. De la prime ra propos icin ya he
dado abundante ilus tracin; he aquuna de la s e gun
da. Por qu, s e gn Kant y s egn He ide gge r34 y en
re alidad s e gn toda la filos ofa el hombre es un ser
finito? (Pre s cindimos de lo e xtrao de esta expre
s in, a todas luces privada de s e ntido el hombre no
es un nme ro, y no squs ignifica finitofue ra de
las mate mticas o de lo mate matizable y que s lo
adquie re un s e ntido por refere ncia y e n opos icin al
fantas ma te olgico y s u traduccin en tesis filos fica
acerca de la infinitud de Dios .) El hombre es un s er
finitono en funcin de estas banalidade s que s on
34. Vase Kant v el problema de la Metafsica, passim. La tesis
se ve muy matizada, pero no abandonada, en Vom Wesen des
Grundes, ir. ir. en Questions 1, 1968, pp. 146-158.
61
la mortalidad, s us races e s pacio-te mporale s , etc
filos ficame nte hablando y en pocas palabras , el horn!
bre es un ser finitoporque no puede crear nada. Pero
ques lo que no pue de cre ar? Un miligramo de
materia, que de eso se trata en verdad. Cuando el hombre
crea ins titucione s , poe mas , ms ica, ins trume ntos , le n
guas o bie n mons truos idade s , campos de conce ntra
cin, e tc. no crea Nada (e inclus o, como se ve rms
ade lante , me nos que Nada). Es cie rto que todas estas
cos as s on eid; y que, por tanto, cre a e idos . Pero esta
ide a es impens able en el conte xto he re dado. El eidos
es akine ton, las ve rdade ras formas s on inmutable s , in
corruptible s , ine nge ndrable s . Pero entonces , cmo
podra nadie cre arlas ? En el me jor de los cas os, las
formas que el hombre crea s on produccione s , fabrica
das a partir de... y s e gn tal o cual forma-norma. Por
tanto, el hombre no crea eid; y, pue s to que, como
dice Kant, no tie ne e nte ndimie nto intuitivo, no
pue de dars e en la intuicin s e ns ible lo que pie ns a o se
re pre s e nta (se imagina), no da e xis te ncia como ser
s ens ible (es de cir, como mate ria efectiva) a lo que
pie ns a o imagina s imple me nte pe ns ndolo o imagi
nndolo. La finitud de l hombre s ignifica pura y
s imple me nte que no pue de hace r e xis tir un e le ctrn
a partir de nada. No cue nta aquninguna otra cos a a
la que de xis te ncia a partir de nada; para estos fil
sofos no mate rialis tas , la norma de l ser es un grano
de mate ria.
Volvamos a la cue s tin de la alte ridad y a otro de
s us as pectos , todava ms importante . De cir que la fi
gura B es otra que la figura A, en el s e ntido que aqu
se da a este trmino, e quivale a de cir que de A a B,
hay inde te rminacin es e ncial. Es to, e vide nte me nte , no
s ignifica que la inde te rminacin sea total, que todo lo
que sea de te rminable en B de ba ser otro (dis tinto) que
lo que es de te rminable en A. Puede habe r pe rs is te ncia
o s ubs is te ncia de cie rtas de te rminacione s , y en re ali
dad s ie mpre la hay. La re ificacinde estas de te rmi
nacione s y la afirmacin conjunta de que las dete r
minacione s principale s , es e nciales , es la tesis
me tafs ica de la s us tancia-es encia, de la ous ia, traduc
cin y purificacin filos fica, en el conte xto ide ntitati-
62
vo, de la ins titucin his trico-s ocial de la cos aen
s e ntido amplio. _
El re conocimie nto de tal inde te rminacin es encial
cre a dificultade s ins upe rable s para la lgica-ontolo
ga ide ntitaria, de bido a que no s lo implic a el cues-
tionamie nto del e s que ma de la s uce s in ne ce s aria de
los aconte cimie ntos e nel tie mpo (caus alidad), s ino
del grupo de de te rminacione s lgico-ontolgie as ce n
trale s (cate goras ) como ce rrado, s eguro, s uficie nte ,
para no hablar de la impos ibilidad de una de duc
cincualquie ra de las categoras . En todo cas o, as
es si se pos tula las cate goras como si de bie ran as e gu
rar una apre he ns in efectiva de lo que es, y no me ra
me nte como catlogo de las e xige ncias mnimas del
dis curs o en tanto ins trume nto de referencia; en otras
palabras , s i se cons ide ra las cate goras como fox-mas
neces arias y unive rs ale s del pe ns amie nto (o de su
cons titucin), y no como formas gramaticale s .- En
efecto, si el tie mpo es ve rdade rame nte alteridad-alte-
racin, que da e xcluido el que, en un ins tante c ual
quie ra, se pue da claus urar un grupo de de te rmina
cione s es enciales de lo que es; y me nos an, de cir
ve rdade rame nte por quesas de te rminacione s s on
lo que s on; por el contrario, se hace impe rios o tene r
en cue nta el otro as pecto, tambin de cis ivo, de la
cue s tin, y tambin ne ce s ariame nte ignorado y ocul
tado en la lgica-ontologa he re dada: la his toricidad
de l pe ns amie nto y del que hace r congnos citivo. El
tie mpo, s urgimie nto de figuras otras , y, por tanto,
tambin de de te rminacione s otras , es gnes is lgica-
ontolgica; pe ns ar como te mporal lo que es, exige
pe ns arlo como si die ra exis te ncia a modos de s er (y
35. Al respecto, las categoras que tanto criticara Aristteles
en el tratado De las Categoras, y efectivamente orientadas sobre
todo de acuerdo con las necesidades del legen en general y del
legen riego en particular, corresponden a algo menos incierto
que por ejemplo, las categoras kantianas , deducidas de puias
necesidades de la unidad tras cendental de la percepcin, pero en
verdad no ..deducidas en abs oluto y que se limitan a expresar
una concrecin gramatical-lgico-metafsica particular, y, se en-
tiende que tambin datada. Dicho sea de paso, lo que en Alistte-
les cumple verdaderamente la funcin de categoras no es ex
puesto en el tratado De las categoras, s ino en el libro de la Meta
fs ica.
de pe ns amie nto) otros . De todo esto nos proporciona
una de s lumbrante ilus tracin la his toria, en tanto tal,
as como el de s plie gue de la his toria. En trminos ri
guros os , el s urgimie nto de la his toria re duce a nada
todo aque llo que jams se ha dicho s obre el ser y las
neces idade s de pe ns arlo; pue s lo que es la his toria no
es si uno se atie ne a lo que se ha podido pe ns ar has ta
aqucomo s e ntido de: ser. Ade ms , para el pe ns a
mie nto he re dado, la ne ce s idad de e liminar, de una u
otra mane ra, la his toria como tal, as como tambin
la s ocie dad, l a imaginac in y lo jmagir^ario, es una
ne ce s idad de vida o mue rte . Lo que los ms grande s
pe ns aclore s ' han podido de cir de ve rdade ro y de fe
cundo s obre este te ma lo han dicho s ie mpre a pes ar
de lo que pe ns aban de l s er y de lo pe ns able , y no en
virtud de e llo o de acue rdo con e llo. Y, por cie rto, es
pre cis ame nte en este a pes ar de en donde se expres a,
una vez ms , s u grande za.
La ins titucin filos fica de l tie mpo que he mos re
cibido es, pues , ins titucin de l tie mpo en tanto identi-
tario; es ins titucin de l tie mpo como dime ns in e s pa
cial s upe rnume raria, y ms all, jung la de aporas
re s iduale s . Es e lla la que funda la ins titucin cie n
tfica habitual del tie mpo, has ta el mome nto, como el
actual, en que el que hace r cie ntfico mis mo lo quie bra
profundame nte . Es ta ins titucin filos fica de l tie mpo
es, tambin e lla, producto y c ulminac in de la de pu
racin lgico-ontolgica de la ins titucin his trico-s o
cial del tie mpo en una de s us dime ns ione s , la dime n
s in del legein y de la localizacin, una ve z que esta
dime ns in ha s ido nte grame nte s ome tida a las exi
ge ncias de l legein lle vadas a s us ltimas cons ecue n
cias , es de cir, a las e xige ncias de la lgica de conjun-
tos -lgica ide ntitaria.
Es te tie mpo ide ntitario es me dio homogne o y
ne utro de coe xis te ncia s uce s iva, que es coexis tencia
a secas para la Mirada (Theoria) que los ins pe cciona,
de s ple gada ante l. Aqucoincide n por comple to onto
loga tradicional, lgica, mate mtica y me cnica (e
inclus o fs ica) cls ica. En este tie mpo ide ntitario
existe el pres ente ide ntitario, y, re cprocame nte , el
tie mpo ide ntitario s lo es re pe ticin innume rable (y
64
nume rada) de pres entes ide ntitarios , s ie mpre idnti
cos como tales y dife re ntes nicame nte por s u lugar.
Como lo dije ra admirable me nte Aris tte les : Y el pre
sente (nun) es e n un s e ntido como lo mis mo, y e n otro
s e ntido como lo no-mis mo; pue s en tanto es en otro y
en otro, [o e n s uces in] (en alikai ali), es dife re nte
(heteron)... pe ro en tanto el pres ente es lo que es (o
pote on) es lo mis mo (to auto); en tanto es lmite (de
te rminacin, peras ) el pres ente no es tie mpo, s ino por
pura coincide ncia (alia s ymbebeken).36 Es te tie mpo
ide ntitario es indis pe ns able para que haya de te rmina
cin ide ntitaria, El pre s ente ide ntitario es el que s u
minis tra s u ins trume nto a toda de te rminidad; es l el
que pe rmite el ama, el a la ve z, la copre s e ncia y la
co-pertenencia, tanto la obje tivacomo la s ubje ti
va. Para afirmar el principio de ide ntidad, te ngo ne
ce s idad de l nun, de l pres ente abs oluto: A no pue de ser
dife re nte de A en el mis mo mome nto y s e gn la mis ma
re lacin, se dir inte rminable me nte . En este mome nto,
A es A y ple name nte A, y nada ms que A. Y para po
de r de cir esto te ngo que es tar pres ente y cerca de A
en el mis mo mome nto en que lo digo y en que A es
tal como lo digo.37
Pero el tie mpo no se re duce a las ne ce s idade s de
la localizacin y de l legein, el tie mpo ve rdade ro, el
36. Fs., rv, 219b, 12-15; 220a, 21-22. El peras, el lmite , el
trmino, la de terminacin implicada por el presente excluye esen
cialmente el tiempo; ocurre s impleme nte que se halla en el tiem-
po.
37. En este s entido, la interpretacin que da Heidegeer del
ser como pres enciaen la ontologa tradicional tiene fundame n
to, pero es derivada. La presencia, ya sea como congruencia o
coincidencia, ya sea como eternidad, ate mporalidad, es requis ito
de la de te rminidad. Y esto es as porque ser quiere decir ser de
terminado aun cuando lo que sea, sea en otra parte, lejos, anta
o, en el porvenir, por ende, no pres ente, por eso el hecho de
ser, es decir, la de te rminidad, debe convertirse en diferentes for
mas de pres encia, inclus o virtual. En otro s itio (Llmenl ima-
ginaire) mos trarque esta exigencia domina lo que (por eje mplo
en el De anima de Aristteles) cons tituye el pres upuesto implcito
de la vis in verdadera; la vis in es verdaderaen la me dida
en que es prxima, hay una dis tancia cannica-ptima-abso-
luta para ver verdaderamente, y esta dis tancia, en el lmite ,
slo puede ser la dis tancia cero; la verdad de la vis in es con
gruencia, coincidencia es pacial.
65
tie mpo de la alte ridad-alte racin, el tie mpo de l es ta
llido, de la e me rge ncia, de la cre acin. El presente, el
nun, es aque xplos in, e s cis in, ruptura, la ruptura
de lo que es como tal. Es te pres ente es como acto ori
ginario, como tras ce nde ncia inmane nte , como fuente,
como s urgimie nto de la gnes is ontolgica. Lo que
tie ne lugar en este pres ente no tie ne lugar all, pues
ste lo hace e s tallar como lugarde te rminado en el
que podra ocurrir s imple me nte algo de te rminado,
como copres e nte de de te rminacione s compatible s . La
forma ms impre s ionante de ese tie mpo, la ms
s orpre nde nte , nos la de ja ver el tie mpo his trico-s o
cial, el tie mpo que es lo his trico-s ocial. Y de ese pre
sente, el pres ente his trico-s ocial nos proporciona una
ilus tracin ence gue ce dora y paroxs tica cada vez que
se produce irrupcin de la s ocie dad ins tituye nte en la
s ocie dad ins tituida, autode s truccin de la s ocie dad en
tanto ins tituida por la s ocie dad e n tanto ins tituye nte ,
es de cir, autocre acin de otra s ocie dad ins tituida.
Pero no porque utilice mos este e je mplo para es cla
recer me jor lo que de cimos , se ha de pe ns ar que
nicame nte estas irrupcione s catacls micas de n exis
te ncia al tie mpo e n tanto his trico, que s lo haya pre
s ente his trico en el mome nto de una cats trofe o de
una re volucin. Tambin cuando, apare nte me nte , no
hace ms que cons e rvars e , una s ocie dad s lo es gra
cias a s u ince s ante alte racin.
La ins titucin s ocial del tie mpo
Todas estas cues tione s vue lve n a plante ars e
cuando se cons ide ra la ins titucin s ocial de l tie mpo.
Nos parece e vide nte que la ins titucin de l mundo pol
la s ocie dad debe compre nde r ne ce s ariame nte , como
uno de sus compone nte s o dime ns ione s , una ins
titucin de l tie mpo. Pero tambin es e vide nte que esta
e vide ncia mis ma es ins e parable de nue s tra e xpe rie n
cia de una vida en el inte rior de una te mporalidad
ins tituida. Cmo podramos e s capar a es ta e xpe rie n
cia? Pode mos tratar de e xpe rime ntar s us lmite s , y
e fe ctivame nte lo hace mos s in cesar, tanto en la dire c
66
cin e mprica(del tie mpo como dato natural),
como en la ps icolgica(del tie mpo como e vide ncia
vivida) y en la tras ce nde ntalu ontolgica(del
tie mpo como condicin de la e xpe rie ncia para un s u
je to, o como dime ns in, e le me nto, horizonte , o como
se quie ra llamarle , de l ser). Pero es ta e xpe rie ncia es
s ie mpre proble mtica, y e llo por razone s e le me ntale s
conocidas desde hace mucho tie mpo. Por e je mplo, j a
ms te ne pios acceso a datos primordialme nte natu
rale s , sirio s ie mpre a datos ya e laborados . Por cierto,
ninguna e laboracin de X s era pos ible si X no fue ra
e laborable , s i no lle vara ya en suna cie rta organiza
cin; pe ro de es ta organizacin, lo nico que podra
mos afirmar en cada mome nto es que se pre s taa
tal tipo de e laboracin (a s aber, a tal mane ra de ins
tituir el mundo, sea el inge nuo, sea el cie ntfico), has ta
un cierto punto, y es pre cis ame nte en este has ta
cie rto punto(o s e gn ciertos res pectos , o en cuanto
a..., quate nus ), donde res ide toda la cue s tin.
Por e je mplo, cons ide re mos este dato e s e ncial, a la
vez inge nuo y cie ntfico, ncle o de nue s tra vive ncia
de l tie mpo e ingre die nte de toda ins titucin s ocial,
que tie ne s u corre lato y s u s os tn e n el he cho na
tural de la irre ve rs ibilidad de la s uce s in de los
aconte cimie ntos o fenmenos . He aquun dato induda
ble , que cada uno de nos otros ve rifica s e gundo tras
s e gundo y res pecto de todo aque llo de lo que pode mos
te ne r e xpe rie ncia. Se ra indudable me nte abs urdo de
cir que la irre ve rs ibilidad de l tie mpo es ins tituida, en
el s e ntido de que una s ocie dad pudie ra no te ne rla
en cue nta; no es ins tituida a secas, as tampoco los
hombre s , los animale s o las es tre llas s on ins tituidos
a secas. Es te dato pe rtenece al prime r e s trato natural
que toda ins titucin de la s ocie dad debe te ne r ine luc
table me nte en cue nta (so pe na de mue rte ). Pero, lo
mis mo que para todo el que pe rtenece a este es trato,
obs e rvamos de inme diato que la e laboracin his t
rico-s ocial se ve obligada a te ne rlo en cue nta de una
cie rta mane ra, no en trminos abs olutos ; y esto
vie ne a que re r de cir que, para tal s ocie dad, en s u ser-
as , la irre ve rs ibilidad de l tie mpo es, tambin e lla,
ins tituida. En efecto, ya se trate de una s ocie dad
arcaida, ya de la ciencia occide ntal en s us ms avanza
67
dos re finamie ntos , la e laboracin s lo es tobligada a
tene r en cue nta en trminos abs olutos una irrevers ibi-
lidad local. Ms all, pue de , como en una gran canti
dad de culturas conocidas y de cos mologas filos fi
cas o cie ntficas , hundir esta irre ve rs ibilidad local en
un tie mpo que, cons ide rado en trminos totales , es
cclico (y, por tanto, en l la mue rte igualme nte ante
cede y s igue al nacimie nto); o pos tularla como ilus o
ria; cons ide rarla como una s imple probabilidad,
aun cuando muy e le vada; o de cir que no se trata ms
que de una mane ra obligada de dars e lo mltiple , li
gada a las caracte rs ticas de l obs e rvadorantes que
de l obs e rvado(lo que, por cierto, re mite a un ser-as
que el obs e rvador s upone indudable y que nos
vue lve a colocar ante el mis mo inte rrogante , aunque
con otra formulacin).
Ahora bie n, as como el ser s ocial de lo s ocial no
se manifie s ta en las propie dade s de los seres humanos
en tanto seres vivos s exuados , s ino e n el ser-asde
hombre s y muje re s y de la dife re ncia de los sexos
como ins tituida; as tambin, lo que caracte riza una
s ocie dad no es s u re conocimie nto obligado de la irre
ve rs ibilidad local de l tie mpo, trivial e igual por do
quie r, s ino la mane ra en que esa irre ve rs ibilidad local
es ins tituida y te nida en cue nta en el re pre s e ntar y el
hace r de la s ocie dad. Y esto es indis ociable de l mundo
de las s ignificacione s imaginarias de es ta s ocie dad en
ge ne ral y, ms en particular, del tie mpo imaginario
total en el que este tie mpo localme nte irre ve rs ible se
halla inme rs o. Pre cis ame nte en es ta re cupe racin del
dato naturalde la irre ve rs ibilidad en la ins titucin
s ocial del tie mpo es donde de s cans arla metemps ico-
sis, el re tomo de l ante pas ado en el re cin nacido, la
e xis te ncia y el pode r de la magia y sus lmite s ,
la e ve ntualidad de l milagro, o la vis in s egn la
cual el Occide nte civilizadoha vivido durante dos
mile nios de que este tie mpo irre ve rs ible s lo es un
mins culo parnte s is en una e te rnidad cuya irrupcin
en este tie mpo, inmane nte en todo ins tante , de be abo-
lirio. Cmo de ducir o inducir todo esto de l dato na
turalde la irre ve rs ibilidad del tie mpo?
Qupode mos de cir ahora, si que re mos e xpe ri
me ntar los lmite s de la arbitrarie dad de la ins titu
68
cin his trico-s ocial de l tie mpo des de un punto de
vis ta filos fico, tras ce nde ntalu ontolgico? Para
hablar con rigor, cas i nada, pue s en una filos ofa
trans ce nde ntal, no hay nada que s uminis tre el me dio
para pe ns ar una pluralidad de s ujetos , a no s er como
continge ncia e mprica (que, por lo de ms , en tanto
tal, es inas imilable s ie mpre que estos otros hombre s
e mpricos hayan de ser tambin cons cientes , como lo
mue s tra la impos ibilidad irre ductible del alte r ego en
la filos ofa de Hus s e rl, al me nos s in que brar la cohe
re ncia cons igo mis ma). S upongamos que esta contin
ge ncia se vue lve efectiva. Entonce s , hay pluralidad de
s ujetos , de concie ncias . Cada una de ellas organiza s u
e xpe rie ncia, s u Erfahrung, ne ce s ariame nte s e gn las
formas puras de l e s pacio y del tie mpo y las cate goras
(o s u vis in de las es encias , Wes ens achau); y, por me
dio de un juic io tan s lo probable , jams ne ces ario,
pue s to que contie ne e le me ntos e mpricos , pos tula que
los fe nme nos parlante s con que se e ncue ntra s on s o
portes e mpricos de otras concie ncias . Re conoce as
una ide ntidad es encial (probable ) e ntre e lla y s tas en
tanto concie ncias , a s aber, pote ncias organizadoras de
una e xpe rie ncia; pe ro no una ide ntidad de experien
cias , pue s to que la e xpe rie ncia contie ne tambin lo
que provie ne de la re ce ptividad de las impre s ione s ,
y todo juic io s obre la s imilitud es encial (el trmino
ide ntidadcare ce ra aqude s e ntido) de las impre *
s iones re cibidas por unas y otras s era e mprica en
s e gundo grado (de be ra pas ar por el e s tudio e mprico
de la ps icofis iologa de los s ujetos , etc.). Entonce s ,
ques lo que as e gura la cohe re ncia, aun cuando s lo
fue ra aproximada, de estas dive rs as expe rie ncias , no
ya en s u forma en tanto e s tn todas s ome tidas al
tie mpo en ge ne ral, al e s pacio en ge ne ral y a las mis
mas cate goras s ino en su ser-asple no y concre to?
Por cie rto que la re s pues ta no pue de hallars e e n la
ide ntidad o la s imilitud de l dato, pue s to que, en se
me jante pe rs pe ctiva, el dato como tal=X, y esto es
todo lo que pode mos de cir de l. Hay armona mona-
dolgica pre e s table cida?38 O es que , ante s de todo
38. En realidad, los filsofos idealis tas s iempre pos tulan t
citamente s emejante armona; para los filsofos materialis tas di
69
contrato s ocial, las concie ncias e s tipulan entre ellas
un contrato ontolgico (que el prime ro pre s upone e vi
de nte ) por el que se comprome te n a reconocer, cada
una en la otra, s uje tos de e xpe rie ncias no s lo formal
mente, s ino tambin mate rialme nte compatible s entre
s ? Y cmo hace n para s abe r s i el contrato es res pe
tado por todas e llas ? Sea cual fuere la res pues ta, la
nica conclus in que podramos e xtrae r de e llo en
cuanto a la ins titucin his trico-s ocial es, en el me jor
de los cas os, que s ta de be compre nde r, de alguna
mane ra, algo en lo que se e ncarne o se pre s e ntifique
la c ompatibilidad formal de las e xpe rie ncias de los s u
jetos , en tanto s ome tidas a la forma de l tie mpo. Pero
se s obre e ntie nde que no nos de te ndre mos en es ta tri
vialidad: es me ne s te r que haya ins titucin s ocial de
una refe re ncia comn o cole ctiva del tie mpo.
Re tome mos ms arriba, o ms abajo, se s abe que
es lo mis mo.
En el ser, en el por-ser, e me rge lo his trico-s ocial,
que es l mis mo ruptura de l ser e ins tanciade la
aparicin de la alte ridad. Lo his trico-s ocial es imag i
nario radical, esto es, originacin ince s ante de la alte
ridad que figura y se autofigura, es en tanto figura y
en tanto se autofigura, en "tanto se da como figura
y se autofigura en s e gundo grado (re fle xivame nte ).
Lo his trico-s ocial es pos icin de figuras v re lacin
de esas figuras y con e llas . Entraa s u propia te m
poralidad como cre acin; como cre acin tambin
es te mporalidad, y como esta cre acin, tambin es
esta te mporalidad, te mporalidad his trico-s ocial
como tal, y te mporalidad e s pecfica que es a cada mo
me nto tal s ocie dad en s u modo de s er te mporal a la
que e lla, al ser, da exis te ncia. Es ta te mporalidad se
es cande a s u vez por la pos icin de la ins titucin,
y en e lla se fija, se coagula, se invie rte en ne gacin y
de ne gacin de la te mporalidad. Lo his trico-s ocial es
flujo pe rpe tuo de autoalte racin, y s lo pue de s er en
tanto se dcomo figuras e s table s me diante las cua-
cha armona se explica, explicacin que se encuentra dis poni
ble a pedido en el Es pectador cientfico abs oluto que. des gracia
damente, cambia permanentemente de domicilio.
70
les se hace vis ible , y vis ible tambin a s mis mo y por
s mis mo, en s u re fle xividad impe rs onal que es tam
bin dime ns in de s u modo de ser; la figura e s table
primordial es aqula ins titucin.
Lo his trico-s ocial emerge en lo que no es lo his t
rico-s ocial: lo pre s ocial o lo natural. La e me rge ncia
de la alte ridad es tya ins crita en la te mporalidad
pre s ocial, o natural. Es te trmino apunta a un ser-as
en s, a la vez no rode able e inde s criptible , del prime r
es trato fs icoy biolgico que toda s ocie dad
no s lo pre s upone , s ino de la que no pue de jams se-
parars e -dis tinguirs e-abs traers e de mane ra abs oluta,
de un ser-asen s por el cual, en cie rto s e ntido, la
s ocie dad se ve pe ne trada de un e xtre mo al otro, que
e lla re cibe obligatoriame nte , pe ro que e lla re to
made otra mane ra, y arbitrariame nte , en y por s u
ins titucin. La indis ociabilidad de es ta re ce pcin
obligatoria y de es ta re cupe racin arbitraria se de
s igna aqucomo apoyo de la ins titucin s obre el pri
me r e s trato natural.
Ahora bie n, es tclaro que la ins titucin his tri
co-social de la te mporalidad no es, ni pue de ser, una
re pe ticin o una prolongacin de la te mporalidad na
tural, as como la ins titucin his trico-s ocial de la
ide ntidad, por e je mplo, no pue de s er re pe ticin o
prolongacin de una ide ntidad natural. Ques la
ide ntidad natural? Hay algo como una ide ntidad na
tural, hay un s e ntido e nigmtico e ine liminable , a la
vez impos ible de e xplicitar y s in el cual no se podra
dar un s olo pas o, s e gn el cual los hombre s de l Ne o
ltico vivan sobre la mis ma Tierra que nosotros , que en
tanto hombre s e ran los mis mos que nos otros , y as s u
ce s ivame nte . Pero no hay ide ntidad ple na y pura si no
es ide ntidad ins tituida, en y por la ins titucin his tri
co-social de la ide ntidad y de l le nguaje . El carcte r
e nigmtico de la ide ntidad natural de los hombre s ,
por e je mplo, no es, ni es carcte r e nigmtico, s ino
gracias a la ide ntidad indudable de la palabra hom
bre , sea quie n sea quie n la e nuncie y sea cual fuere
el mome nto en que la e nuncia. La ide ntidad es ins ti
tuida como e s que ma nucle ar de l legien s ocial. Si se
dije ra que aqutampoco es nunca e fe ctiva ni
re al, eso mis mo confirmara lo que acabo de de cir:
71
la ide ntidad es ins tituida como regla y norma de ide n
tidad, como prime ra norma y forma, s in la cual no
habra nada que pudie ra s er de la s ocie dad, en la s o
cie dad ni para la s ocie dad. La ins titucin es s ie mpre ,
tambin, ins titucin de la norma. La Tie rra era la
mis ma Tie rra hace dos cie ntos millone s de aos : he
aquuna e xpre s in indudable e inde fe ndible . Pero,
para re tomar el e je mplo es colar, el te ore ma de Pitgo-
ras es el mis mo, en S amos hace ve inticinco s iglos y
ahora mis mo en Pars . Poco importa cmo lo cons ide
ran aque llos que pie ns an en l, o inclus o s i es efec
tivame nte el mis mo; lo que importa es que debe
s erlo, que no pue do hablar-pe ns ar s i no es bajo esta
condicin, que debo pos tular forzos amente en el mis mo
mome nto en que quis ie ra mos trar s u abs urdo y pa
ra pode r mos trarlo. No se trata de que la ins titucin
his trico-s ocial sea la nica capaz de e nunciar,
formular, e xplicitarla idea, el es quema, la efectivi
dad de la ide ntidad, s ino de que la ins titucin histo-
rico-s ocial es la nica que da exis tencia a la ide ntidad
como tal y e llo por prime ra vez en la his toria del
mundo al dar e xis te ncia a la ide ntidad como riguro
s ame nte idntica. En este s e ntido, la ide ntidad ple
naes, y s lo es, en tanto ins tituida. La ide ntidad que
da e xis te ncia a la s ocie dad es otra que la ide ntidad
que pode mos (de be mos ) pos tular en la naturale za: la
s ocie dad da e xis te ncia a la ide ntidad s e gn un modo
de s er impos ible e inconce bible en ningn otro c am
po. No s lo se trata de que la ide ntidad sea pue s ta
por la ins titucin como un de creto que dic tamina que
lo idntico debe exis tir. Es to es s e cundario. Lo princ i
pal es que la ins titucin mis ma s lo pue de ser en
tanto norma de ide ntidad, de ide ntidad de la ins titu
cin mis ma s lo pue de ser s i e lla mis ma es eso que
e lla mis ma decre ta como obligatorio: ide ntidad de la
norma cons igo mis ma, pue s ta por la norma, para que
pue da habe r norma de ide ntidad cons igo mis mo. Del
mis mo modo, hay leyes es una ley que todo con
junto de leyes pre s upone , y que s lo pue de s er ley si
hay leyes. Ms an: la ley de be ser obe de cidaes la
prime ra ley, s in la cual no hay ley; y s in e mbargo no
es ley, pues , s i no hay ley, es vaca.
De mane ra anloga, pe ro mucho ms comple ja, se
72
plante a la cue s tin de la re lacin de la ins titucin his
trico-s ocial del tie mpo y de la te mporalidad natural.
En efecto, ante s cL s er ins titucin e xplcita del
tie mpo pos icin de refere ncias y de me didas , cons
titucin de un tie mpo ide ntitario inme rs o en un
magma de s ignificacione s imaginarias e ins tituido,
tambin l, como tie mpo imag inar io, la s ocie dad es
ins titucin de una te mporalidad implc itaa la que
da exis tencia con su exis tencia y a la que, al existir, da
e xis te ncia: y es ta ins titucin es impos ible , tanto des de
el punto de vis ta formal como desde el mate rial, s in
una ins titucin e xplcita del tie mpo. La s ocie dad, y
cada s ocie dad, es ante todoins titucin de una te m
poralidad implcita; es ante todoautoalte racin y
como modo es pecfico de esta autoalte racin. No es
que cada s ocie dad te nga s u mane ra propia de vivir el
tie mpo, s ino que cada s ocie dad es tambin una ma
ne ra de hace r el tie mpo y de darle exis te ncia, lo que
e quivale a decir, una mane ra de dars e exis te ncia
como s ocie dad. Y este dar e xis te ncia del tie mpo his t
rico-s ocial, que es tambin el dars e e xis te ncia de la
s ocie dad como te mporalidad, no es re ducible a la ins
titucin e xplcita del tie mpo his trico-s ocial, a pes ar
de s er impos ible s in este ltimo. Lo his trico-s ocial es
es ta te mporalidad, cada vez es pe cfica, ins tituida
como ins titucin global de la s ocie dad y no e xplci
ta como tal. El tie mpo a que cada s ocie dad da exis
te ncia y que a e lla mis ma da exis te ncia, es s u modo
propio de te mporalidad his trica que la s ocie dad
de s plie ga al e xis tir y por el cual se de s plie ga como s o
cie dad his trica, s in que por e llo sea ne ce s ario que lo
re pres ente como tal. No bas tara con de cir que la des
cripcin o el anlis is de una s ocie dad es ins e parable
de la de s cripcin de s u te mporalidad; la de s cripcin
y el anlis is de una s ocie dad es, e vide nte me nte , des
cripcin y anlis is de s us ins titucione s ; y de s tas , la
prime ra es la que la ins tituye como ser, como ente-so
cie dad y como esta s ocie dad particular, a s abe r, su
ins titucin como te mporalidad propia.
Es pos ible ilus trar lo que se acaba de de cir con
la ape lacin breve a dos e je mplos ms o me nos fami
liares .
73
Ques el capitalis mo? Una innume rable multi
tud de cos as, de hechos , de aconte cimie ntos , de actos ,
de ideas , de repre s e ntacione s , de mquinas , de s igni
ficacione s , de re s ultados , que, mal que bie n, pode mos
re ducir a algunas ins titucione s y cie rtas s ignificacio
nes nucle are s o ge rminale s . Pero es tas ins titucione s y
estas s ignificacione s s on, habran s ido, e fe ctivame nte
impos ible s al marge n de la te mporalidad efe ctiva ins
taurada por el capitalis mo, al marge n de este modo
particular de autoalte racin de la s ocie dad que hace
irrupcin con, en y por el capitalis mo, y que, final
mente, en un s entido, es el capitalis mo. Se pue de decir
que el capitalis mo es el que da exis te ncia a es ta te m
poralidad his trica efectiva, pe ro tambin se pue de
de cir que el capitalis mo s lo pue de s er en y por, como,
tal te mporalidad efe ctiva. Es ta te mporalidad no es ex
plcitame nte ins tituida como tal, y mucho me nos an
pe ns ada o re pre s e ntada (s alvo, quiz, de mane ra no
cons ciente). Pues la ins titucin e xplcita de l tie mpo en
el capitalis mo, en tanto que tie mpo ide ntitario o
tie mpo de refere ncia, es la de un flujo me ns urable
homogne o, uniforme , totalme nte aritmtico; y, en
tanto tie mpo imaginario o tie mpo de s ignificacin, el
tie mpo capitalis ta tpico es un tie mpo infinitore
pre s e ntado como tie mpo de progres o inde finido, de
cre cimie nto ilimitado, de acumulacin, de racionali
zacin, de conquis ta de la naturale za, de aproxima
cin cada vez mayor a un s aber e xacto total, de re ali
zacin de un fantas ma de omnipote ncia. De que no se
trata de me ras palabras , de que las s ignificacione s
imaginarias s on ms re ales que todo lo re al, es tes
timonio el e s tado actual del plane ta. La s ocie dad ca
pitalis ta existe e n y por es ta ins titucin e xplcita de
s u tie mpo ide ntitario y de s u tie mpo imaginario, por
lo de ms , vis ible me nte dis ociados . Pero s ta no es la
te mporalidad efectiva de l capitalis mo, aque llo a lo
que el capitalis mo da exis tencia como te mporalidad y
me diante lo cual es eso que. es. Y esta te mporalidad
efectiva no es s imple ni homogne a. Es un es trato
de su e fe ctividad, el tie mpo capialis ta es el tie mpo
de la ruptura inces ante, de las cats trofe s re curre n
tes, de las revoluciones , de un de s garramie nto pe rpe tuo
de lo que es ya dado de ante mano, que tan admirable
74
me nte ha pe rcibido y de s crito Marx como tal y en su
opos icin al tie mpo de las s ociedade s tradicionale s .
En otro es trato de s u e fe ctividad, el tie mpo capita
lis ta es tie mpo de la acumulacin, de la line alizacin
unive rs al, de la dige s tin-as imilacin, de la estatifica-
cin de lo dinmico, de la s upre s in efectiva de la al
te ridad, de la inmovilidad en el cambiope rpe tuo,
de la tradicin de lo nue vo, de la inve rs in de l ms
anen el s igue s ie ndo lo mis mo, de la de s truc
c in de la s ignificacin, de la impote ncia e n el cora
zn del pode r, de un pode r que se vaca a me dida que
se extiende . Y estos dos es tratos s on tambin indis o-
ciable s , s on una e n la otra y por la otra, y es pre ci
s ame nte e n y por s u intrincamie nto y s u conflicto
como el capitalis mo es c apitalis mo.39 Obs e rve mos la
alte ridad que s e para esta te mporalidad efe ctiva de l
capitalis mo de la alte ridad de la mayor parte de las
s ociedade s arcaicas . En prime r lugar, en la ins ti
tucin e xplcita del tie mpo que estas s ociedade s ha
cen, la re lacin entre el tie mpo ide ntitario (tie mpo de
refe rencia, tie mpo cale ndario) y el tie mpo de la s igni
ficacin (tie mpo imaginario) no es la mis ma, s u vin
culacin es mucho ms ntima (las refere ncias tie ne n
una s ignificacin y s on refere ncias tambin e n fun
cin de una s ignificacin; las es tacione s no s on me ra
me nte es tacione s funcionale s , etc.). Ade ms , la re la
cin entre el tie mpo e xplcitame nte ins tituido y la
te mporalidad efectiva de la s ocie dad es otra, o por lo
me nos nos parece otra; no comprobamos entre ellos
el mis mo desfas e, el mis mo grado y el mis mo tipo de
desfase. En re alidad, o al me nos no e s e ncialme nte , la
ins titucin e xplcita de l tie mpo en una s ocie dad ar
caica no es la de un flujo homogne o en el cual algo
crece s in ces ar (como en el capitalis mo), s ino, mucho
ms , la de un ciclo de re pe ticione s , e s candido por la
re curre ncia de aconte cimie ntos naturale s lle nos de
s ignificacione s imaginarias o de rituale s importante s .
39. Evidentemente, el tie mpo efectivo del capitalis mo tam
poco es puro; durante mucho tie mpo se superpone a la tempo
ralidad efectiva de las formaciones y de las capas sociales ante
riores que sobreviven bajo el capitalis mo o junto a 61, y coexiste
con ella s in llegar a quebrarla.
75
En tanto tal, estmucho ms cerca de la te mporalidad
efectiva de es ta s ocie dad, tal como pode mos compre n
derla, y que, por s u parte, es comparable a puls aciones
re gulares en tanto que no hay accide nte s externos
que ve ngan a inte rrumpir o modificar s u curs o detrs
ele las cuales contina s ile ncios ame nte s u autoalte ra
cin, as como cada noche el ve rdade ro polo celeste
se de s plaza impe rce ptible me nte .
He aqu, como s e gundo e je mplo, cmo des cribe
Tucdide s , por boca de sus e nviados corintios a Es par
ta, ciertos as pectos de la te mporalidad efectiva de Es
parta y Ate nas en s u opos icin:
Pues stos [los ateniens es ] s on innovadore s y tan
rpidos en la inve ncin para conve rtir en actos lo que
han de cidido; mie ntras que vos otros [los lacedemonios ]
os conte ntis con mante ne r lo que tenis , no inve ntis
nada y ni s iquie ra re alizis lo indis pe ns able . Ade ms ,
ellos se atre ve n ms allde s u pode r, y bus can el
pe ligro contra lo razonable y afrontan le nos de es
pe ranza las de s gracias . Vos otros , e n cambio, actuis
por de bajo de vue s tro pode r, ni s iquie ra confiis en
lo que es s e guro y creis que jams os veris libe ra
dos de vue s tros male s . Ellos s on infatigable s , mie n
tras que vos otros e s catimis vue s tro es fuerzo; ellos se
e xpatrian fcilme nte , mie ntras que vos otros no podis
de jar vue s tro pas ; pues , al partir, pie ns an ellos cons e
guir algo, mie ntras que vos otros s lo pe ns is en el
dao que e llo pudie ra infligir a lo que ya tenis . Vic
torios os s obre s us e ne migos , extrae n e llos el me jor
partido pos ible de la victoria; vencidos , no se de jan
abatir... Y, s i logran re alizar lo que han inve ntado,
creen habe r s ido privados de lo que les pe rte ne ca an
te riorme nte ; e s timan en poco lo que cons igue n en la
e mpre s a al compararlo con lo que tie ne n an por con
s e guir me diante la accin, y, s i alguna vez fracas an
e fe ctivame nte en alguna e mpre s a, muy pronto re e m
plazan con nue vos proye ctos aque llo en lo que han fa
llado. Pues nicame nte as es pos ible te ne r algo y
ale ntar la e s pe ranza de cons e guir lo que se ha imag i
nado, pues en s e guida pone n en prctica lo que han
de cidido. Y en todo e llo trabajan pe rmane nte me nte
s in mirar pe ligros ni fatigas , y gozan muy me nguada-
me nte de lo que tie ne n porque s ie mpre adquie re n otra
76
cos a, mie ntras que el nico re pos o es para ellos el ha
cer lo nece s ario, ya que, para ellos , la tranquilidad
ocios a no es me nor infortunio que una ocupacin la
borios a. De tal mane ra que, s i, para re s umir, se dije ra
que s u naturale za es la de no estars e nunca tranqui
los , ni de jar tranquilos a los de ms , diramos la ver
dad.40
Se podra come ntar e xte ns ame nte este pas aje . Li
mitmonos a obs e rvar que en l se mue s tra con toda
claridad la te mporalidad efe ctiva de una s ocie dad co
mo s u modo de hace r, que ste se e nfoca en s u re la
cin profunda con la s ignificacin de l pas ado y de l fu
turo indis ociable a s u vez de la s ignificacin de la
re alidad(lo que ya es, o ha s ido adquirido, no es
nada en re lacin a lo que e s tpor s er o por s er adqui
rido) o, lo que vie ne a s er lo mis mo, a los fundame ntos
ltimos de lo que vale y de lo que no vale; y que , para
que esto sea as , no es en abs oluto ne ce s ario que los
atenie ns e s modifique n ni un pice de s u ins titucin
e xplcita de l tie mpo ide ntitario ni de l imaginario, ins
titucin que, de talle ms o me nos , les es comn con
los otros griegos . Para que esto sea as , es ne ce s ario y
s uficie nte que hagan lo que hace n, que se ins tituyan
como Ate nas de l s iglo v, dando e xis te ncia a ese modo
de hacer, modo de s er de una ciudad, que, por otra
parte , tie nde n a impone r a todos , s in de jar tranquilo
a nadie , c onminando a los otros a obrar como ellos
contra ellos , o de s apare cer. Y es tambin esto lo que
es te n jue go en la gue rra de l Pelopone s o, de la
que Ate nas s aldrve ncida, pe ro la te mporalidad ate
nie ns e re s ultarvictorios a por muchos s iglos , quizs
has ta hoy mis mo.
Tiempo ide ntitario y tie mpo imaginario
S i ahora cons ide ramos el tie mpo e xplcitame nte
ins tituido por cada s ocie dad, se impone de inme diato
la dis tincin entre dos dime ns ione s diferentes y obli
gatorias de es ta ins titucin: la dime ns in ide ntitaria
40. Tucdides, I, 70.
y l a r l imr ns i n pr o pi a me nte u n a g wa r i a . E l t ie mpo
. A i ns t i t ui do c omo i de nt i t a r i o es e l t i e mpo c omo t i e m-
' i- ^fonnrin p tiempo-refe rencia y tie mpo de las
refere ncias . El tie mpo ins tituido como imaginario (s o
cialme nte imaginario, se e ntie nde ) es el tie mpo de la
Vi)_guimQS).
El tie mpo ins tituido como ide ntitario, o tie mpo de
refere ncia, es el tie mpo re lativo a la me dida del
tie mpo o a la impos icin de una me dida al tie mpo, y
e n tanto tal lle va cons igo s u s e gme ntacin en parte s
idnticas o congrue nte s de modo ide al, pe ro im
pos ible . Es el tie mpo cale ndario, con sus divis ione s
numricas en s u mayor parte apoyadas en los fe n
me nos pe ridicos de l e s trato natural (da, mes lunar,
es taciones, aos ), lue go re finadas en funcin de una
e laboracin lgico-cientfica, pero s ie mpre en referencia
a fe nme nos e s paciales . Pero tampoco este apoyars e
e n el e s trato natural es de te rminante en trminos
abs olutos , y esto por bie n conocidas razone s , tambin
e llas naturale s , como la de que las grande s pe riodi
cidade s naturale s no tie ne n e ntre s re lacione s num
ricas s imple s (no hay un nme ro e nte ro de das o de
meses lunare s e n el ao s olar o s ide ral, estos dos aos
no coincide n e s trictame nte , etc.). Pero tambin por
razone s que s lo tie ne n que ver con la s ocie dad en
cue s tin. Por e je mplo, la e xtraordinaria s abidura
as tronmica de los mayas (que, al parecer, les pe rmi
ta preve r las s alidas de Ve nus con un e rror de un da
cada seis mil aos ) no les impe da utilizar parale la
me nte aos rituale s de dos cie ntos s es enta das . Del
mis mo modo, el cale ndario mus ulmn, con sus meses
lunare s y sus aos cortos en re lacin a los aos s o
lares , no ha aprove chado lo que era s abe r adquirido
en el re a cultural y en la poca de s u ins tauracin.
El tie mpo ins tituido como tie mpo de la s ignifi
cacin, tie mpo s ignificacin, tie mpo s ignificativo o
tie mpo imaginario (s ocial) mantie ne con el tie mpo
ide ntitario la re lacin de inhe re ncia re cproca o de
implicacin circular que existe s ie mpre entre las dos
dime ns ione s de toda ins titucin s ocial: la dime ns in
conjuntis ta-ide ntitaria y la dime ns in de la s ignifica
cin. EL tie mpo ide ntitario s lo es tie mpoporque
se refiere al tie mpo imaginario que je confiere su.sig- 0
nificacin de tie mpo; y el tie mpo imag inar io s era
inde finible , ilocalizable , inapre he ns ible , no s era na-
dfl, al marge n del tie mpo ide ntitario. As, por ejem- 5.
po, las articulacione s de l tie mpo imaginario duplican
o e ngras an las re ferencias numricas del tie mpo ca- \
le ndario. Lo que en l ocurre no es me ro aconte ci
mie nto re pe tido, s ino manife s tacin es encial del or
de n de l mundo, tal como es ins tituido por la s ocie dad
en cue s tin, de las fuerzas que lo animan, de los mo
me ntos privile giados de la actividad s ocial ya sea en
re lacin con el trabajo, los ritos , las fies tas o la polti
ca. Es te es el cas o, e vide nte me nte en lo conce rnie nte
a los mome ntos cardinale s de l ciclo diario (amane ce r,
cre ps culo, me dioda, me dianoche ), a las es taciones y
a me nudo inclus o a los aos , colocados bajo el s igno
de tal s ignificacin particular. Es s upe rfluo re cordar
que para ninguna s ocie dad, ante s de la poca contem- X
porne a, el comie nzo de la primave ra o el comie nzo
del ve rano han s ido nunca me ros hitos en el de s arro
llo de l ao, ni s iquie ra s eales funcionale s para el co
mie nzo de tal o cual actividad productiva, s ino que
ha e s tado s ie mpre e ntre te jido con un comple jo de s ig
nificacione s mticas o re ligios as ; e inclus o es s upe r
fluo re cordar que la propia s ocie dad conte mporne a
no ha lle gado an a vivir el tie mpo como puro tie mpo
cale ndario.
Tambin el tie mpo imaginario es el tie mpo donde
se colocan, por una parte , los lmite s de l tie mpo y, por
otra, los pe rodos del tie mpo. Los lmite s del tie mpo
se ilus tran en la ne ce s idad lgica de la ins titucin del
tie mpo como imaginario. Tanto la ide a de un origen
y de un fin de l tie mpo, como la ide a de la aus e ncia
de tal orige n y de tal fin no tie ne n ningn conte nido
ni ningn s e ntido natural, lgico, cie ntfico ni tam
poco filos fico. Uno y otro de be n s er ne ce s ariame n
te pos tulados en la ins titucin s ocial de l mundo; este
tie mpo, e nel cual la s ocie dad vive, o bie n debe es tar
s us pe ndido entre un comie nzo y un fin, o bie n de be
ser infinito. Tanto en un cas o como en el otro, la
pos icin es ne ce s aria y purame nte imaginaria,/de s -
provis ta de todo apoyo natural o lgico. Es as como j e
-'''LO - xicc
FI LOSOFA9
________________________________V I i ' f. * ^
hay fe chade la cre acin de l mundo o s imple me nte
mome ntode una cre acin de l mundo, o ciclos que
se re pite n, findel mundo a e s pe rar y que exige pre
paracin, o porve nir inde finido, etc. En cuanto a la
pe riodizacin del tie mpo, es e vide nte que no se trata
de otra cos a que de parte de l magma de s ignificacio
nes imaginarias de la s ocie dad en cue s tin: eras cris
tianas y mus ulmana, e dade s (de oro, de plata, de
bronce , etc.), eones, grande s ciclos mayas , etc. Para la
s ocie dad en cue s tin, es ta pe riodizacin pue de de s e m
pe ar un pape l es e ncial en la ins titucin imaginaria
del mundo. Asi, para los cris tianos hay dife re ncia cua
litativa abs oluta e ntre el tie mpo de l Antiguo Tes ta
me nto y el del Nue vo, la Encarnacin plante a una bi
particin es e ncial de la his toria de l mundo entre los
lmite s de la Cre acin y de la Parus a, el de s tino
e te rno de un hombre s erradicalme nte dis tinto s e gn
haya vivido antes o de s pus de la Encarnacin, s in e n
contrars e involucrado para nada en ella.
Por ltimo, para cada s ocie dad hay lo que pue de
llamars e la cualidad de l tie mpo como tal, lo que el
tie mpo incubao pre para, aque llo de lo que es t
pre ado: tie mpo de Exilio para los judos de la Dis-
pora, tie mpo de la prue ba y la e s pe ranza para los cris
tianos , tie mpo de l progre s opara los occide ntale s .
Cualidad corre lativa al magma de s ignificacione s
imaginarias ins tituidas que pue de apare ce r como de
rivadade ste, pe ro de l que, aunque con un abus o
de le nguaje , s era ms exacto de cir que es el afe cto
es encial de la s ocie dad en cue s tin. Es ta cualidad de l
tie mpo como tal mue s tra que el tie mpo ins tituido
nunca pue de s er re ducido a s u as pe cto purame nte
ide ntitario, cale ndario y me ns urable . Inclus o e n las
s ociedade s occide ntale s de capitalis mo mode rno, en
las que ms lejos se ha lle vado el inte nto de esta
re duccin, no s lo s ubs is te y mas ivame nte una
cualidad de l flujo te mporal como tal (tie mpo del
progre s o, de la acumulac in, etc.); s ino que es ta
re duccin del tie mpo a tie mpo pura y nicame nte
me ns urable no es otra cosa que una manife s tacin e n
tre otras de lo imaginario de es ta s ocie dad e ins tru
me nto de s u mate rializacin. Es neces ario que el
tie mpo s lo sea eso, puro me dio homogne o ne utro, o
80
el parme tro t de una familia de funcione s e xpone n
ciale s , para que, como dice n los e conomis tas , haya
una tas a de actualizacin del futuro, para que todo
pare zca me dible y calculable , para que la s ignifica
cin imaginaria ce ntral de es ta s ocie dad la seudo-
rac ionalizac in pue da apare ntar la pos e s in de
un mnimo de cohe re ncia de acue rdo con s us propias
normas . Es te e je mplo no es ms que una ilus tracin,
en el cas o de l tie mpo, de la propos icin gene ral
s iguie nte : un tie mpo ins tituido como purame nte ide n
titario es impos ible , porque es impos ible un mundo
ins tituido como purame nte ide ntitario, porque es
impos ible la s e paracin entre la organizacin en con
juntos y de l mundo s ocial de las s ignificacione s ima
ginarias s ociales .
Todo lo que ante cede se refiere, en prime r lugar y
e xplcitame nte , al tie mpo del representar s ocial, del
que el tie mpo re pre s e ntado como tal s lo es un as
pe cto o un mome nto. Es el tie mpo que debe ins tituirs e
(a la vez como ide ntitario y como imaginario) a fin
de que el re pre s e ntar s ocial sea pos ible , el tie mpo en
y por el cual este re pre s e ntar existe y al que este re
pre s e ntar da e xis te ncia. Es te tie mpo se apoya en las
refere ncias de cale ndario de l tie mpo ide ntitario, pexo
tambin se pue de de cir que esas refe rencias s on pri
mordial y e s e ncialme nte pos tuladas en tanto pe rmi
ten la ins trume ntacin de l hace r, el te ukhe in.
Una vez ms , hay aqu, por cie rto, s os tn natural,
evide nte para los trabajos naturale s o para la gue rra.
Es te s os tn, de s pus de habe r pos tulado c uidado
s ame nte todas las refe rencias de cale ndario que se
impone n, es pue s to e n e vide ncia por el his toriador:
Catorce aos duraron los tratados por tre inta aos
que se haban acordado tras la toma de Eube a; pe
ro al ao de cimoquinto, cuando Cris is ya lle vaba
cuare nta y ocho aos como s ace rdotis a en Argos , y
Aine s ias e ra foro en Es parta, y Pithodoros arjonte
de los atenie ns e s todava por cuatro meses ms , en
el s exto me s pos te rior a la batalla de Potide a, y a
comie nzos de la primave ra, hombre s te banos , en n
me ro algo s upe rior a tres cientos ... e ntraron armados
81
a la hor a de l p r i me r s ue o e n P late a de B e oc ia, a l i a da
de los ate nie ns e s .41
El s os tn natural apare ce como una e xhortacin
pote ncial, como la re unin de las condicione s favora
ble s o de s favorable s de l hace r; pe ro no es ni se con
vierte en e llo s ino corre lativame nte al hace r y a tal o
cual hace r. Otra vez e ncontramos aqula irre ductibi-
lidad del tie mpo a un tie mpo s imple me nte cale ndario,
pue s to que, aun cuando naturalme nte s os tenido, el
tie mpo del hace r se pre s e nta y es tcomo inte rior
me nte dife re nciado, organizado, inhomogne o, ins e
parable de lo que en l se hace. Hay un tie mpo para
procre ar y un tie mpo para morir, hay un tie mpo pa
ra matar y un tie mpo para curar...42 Pero este s os tn
natural no s lo no agota el tie mpo de l hace r (el
tie mpo de la s ie mbra y el de la cos echa s on e vide n
tes , pe ro no los das y los aos fas tos y nefas tos ); el
tie mpo del hace r no s era tie mpo del hacer, ni s i
quie ra tie mpo a secas, si no contuvie ra el ins tante cr
tico, la s ingularidad que no es tal obje tivame nte y
que s lo lo s erpor y para el hace r ade cuado, del que
(ya se trate de la caza primitiva, ya de l mome nto de
la inte rpre tacin en un ps icoanlis is ) no s on ciertos
ni pre vis ible s la ocurre ncia como tal ni el mome nto
cale ndario de re alizacin de aparicin. En pocas pala
bras , lo que los es critos hipocrticos llaman el kairos ,
y a partir de l cual de fine n el tie mpo: chronos es tin en
kairos , kairos de n chronos ou polus , el tie mpo es
aque llo de lo cual hay kairos (ins tante propicio y
laps o de cris is , ocas in de de cis in), y el kairos es
aque llo en lo cual no hay mucho tie mpo. No cabe
duda de que se trata de una de finicin mucho ms
es encial que la que nicame nte ve en el tie mpo una
adicin inte rminable de pres entes puntuale s , todos
idnticos : no hay tie mpo, dice n los es critos hipoc rti
cos, si no es como aque llo en lo cual hay ocas in y
oportunidad de actuar.
El tie mpo de hacer, por tanto, debe s er ins titui
do tambin como contine nte de s ingularidade s no de-
te rminable s de ante mano, como pos ibilidad de la
41. Tucdides, II, 2.
42. Eclesistico, 3, 1-8.
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aparicin de lo irre gular, de l accide nte , del aconte
cimie nto, de la ruptura de la re curre ncia. En s u ins
titucin, debe pre s e rvar o cuidar de la e me rge ncia de
la alte ridad como pos ible , y e llo intrns e came nte (no
como pos ibilidad de milagro o de acto mgico). Por
e llo mis mo, el tie mpo de l hace r es tobligatoriame nte
mucho ms ce rca de la te mporalidad ve rdade ra que
el tie mpo de l re pre s e ntar s ocial.
En efecto, la ins titucin s ocial de l tie mpo imag ina
rio como tie mpo del re pre s e ntar s ocial tie nde s ie mpre
a hace r e ncubrimie nto y ocultacin, ne gacin de la
te mporalidad como alte ridad-alte racin. Des de este
punto de vis ta, es comple tame nte indife re nte que se
re pres ente el tie mpo como cclico, como line al e infi
nito o como e nigmtica ilus in s us pe ndida en la tras
ce nde ncia. Al inte rrogante angus tiado que se plante a,
a la ce rteza de s u ince rtidumbre Miro el trabajo
que Dios da a los hombre s . Todo lo que hace convie ne
a s u hora, pe ro pone a cons ide racin de s tos el con
ce pto de los tie mpos , s in que sea pos ible apre he nde r
lo que Dios hace del princ ipio al fin. el Ecle s is tico
re s ponde con la afirmacin de la nihilidad de l tie m
po: Yo sque la conducta de Dios es cons tante . No
hay nada que agre gar a e lla, no hay nada que quitar
de e lla... Lo que es, ya fue; lo que s er, ya es ....43
De esta s uerte, todo ocurre como s i el tie mpo de
hace r s ocial, e s e ncialme nte irre gular, accide ntado, al
te rante , de bie ra s er s ie mpre imaginariame nte re ab
s orbido por una de ne gacin del tie mpo a travs de l
ete rno re torno de lo mis mo, s u re pre s e ntacin como
puro desgas te y corrupcin, s u allanamie nto en la in
dife re ncia de la dife re ncia s imple me nte cuantitativa,
s u anulacin ante la e te rnidad. Todo ocurre como si
el te rre no en donde la cre atividad de la s ocie dad se
manifie s ta de la mane ra ms tangible , el te rre no en
el que hace, da exis te ncia y se da e xis te ncia al dar
exis te ncia, de bie ra es tar re cubie rto por una cre acin
imaginaria dis pue s ta para que la s ocie dad pue da
ocultars e a smis ma lo que e lla es. Todo ocurre como
si la s ocie dad de bie ra negars e como s ocie dad, ocul
tar s u s er de s ocie dad ne gando la te mporalidad que
43. Ecles is tico, 3, 10: 3, 14.
83
es prime ro y ante todo s u propia te mporalidad, el
tie mpo de la alte racin-alte ridad a la que da exis te n
cia y que le da e xis te ncia como s ocie dad. Dicho en
otros trminos : todo ocurre como s i la s ocie dad no pu
die ra reconocers e como hacindos e a s mis ma, como
ins titucin de s mis ma, como autoins titucin.
Es ta ne gacin, es ta ocultacin, pue de compre n
derse e inte rpre tars e en dis tintos nive le s y de dife re n
tes mane ras que, lejos de contrade cirs e o de excluirs e
mutuame nte , s on conve rgente s . Corre s ponde a las ne
ce s idades de la e conoma ps quica de los s ujetos en
tanto individuos s ociales . Al arrancarlos por la fue rza
de s u locura mondica, de s u representacin-deseo-
afecto originarios de a-te mporalidad, de in-alte ridad,
lue go de omni-pote ncia, e impone rle s , al ins tituirlos
como individuos s ociales , el re conocimie nto del otro,
la dife re ncia, la limitac in, la mue rte ; la s ocie dad dis
pone para ellos , bajo una u otra forma, una compe n
s acin por esa ne gacin ltima de l tie mpo y de la
alte ridad. Al obligarle s a hundirs e , de bue n o mal grado
(o bajo pe na de ps icos is ) en el flujo de l tie mpo como
ins tituido, la s ocie dad ofrece al mis mo tie mpo a los
s uje tos los me dios que les pe rmite n defenders e ne u
tralizndolo, re pre s e ntndolo como s i fluye ra s ie mpre
por el mis mo cauce, arras trando s ie mpre las mis mas
formas , volvie ndo a trae r lo que ya ha s ido y pre figu
rando lo que habrde ser. Expre s a, con la mis ma pro
fundidad, la lgica mis ma de la lgica, una ne ce s idad
es encial de la lgica ide ntitaria lgica de conjuntos ,
arraigada en la propia e xis te ncia de l le nguaje , de l le
ge in, de pos tulado de a-te mporalidad al que da exis
te ncia y e ncarna. El pas o de estas nece s idade s a las
ne ces idade s de la filos ofa, de la ontologa es cas i in
me diato. Para el cazador pale oltico, aye r haba un
os o en el bos que de be s e guir s ie ndo ve rdade ro hoy y
maana como e nunciado que se refiere a ayer. Para
el fils ofo, p es ve rdade rono quie re de cir nada si
lo que dice no es p es s ie mpre ve rdade ro, p es ver
dade ro con inde pe nde ncia del tie mpo, la ve rdad de
p no de pe nde del tie mpo. Y, hay algo ms impor
tante que la ve rdad? Hay algo que sea otro res pecto
de la ve rdad? Se r ha s ignificado s ie mpre ser ve rdade
rame nte , y s er ve rdade ro ha s ignificado s ie mpre ser.
84
Por tanto, cmo lo que es ve rdade i' ame nte podra de
pe nde r ve rdade rame nte del tie mpo, cmo podra ser
e nel tie mpo, cmo, por ltimo, podra el tie mpo
s er ve rdade rame nte , pue s to que lo que es ve rdade ra
me nte es otro re s pecto del tie mpo y que, si no fue ra
otro re s pecto de l tie mpo y s in re lacin con el tie mpo,
no sera en abs oluto? Pues, o bie n sus de te rminacione s
cambiaran con el tie mpo de mane ra inde te rminada,
y e ntonces no s era ve rdade rame nte , o bie n s lo s era
s e gn un modo de ser me nor; o bie n cambiaran de
mane ra de te rminada y el tie mpo no s era en abs oluto.
Por ltimo, por la mis ma razn se advie rte que esta
ne gacin de l tie mpo pone de manifie s to una ne ces i
dad de la ins titucin como tal. La ins titucin, nacida
en, por y como ruptura del tie mpo, manife s tacin de
la autoalte racin de la s ocie dad como s ocie dad ins ti
tuye me , la ins titucin, de cimos , en el s e ntido pro
fundo del trmino, s lo pue de dars e si se pos tula
como fue ra de l tie mpo, si re chaza s u alte racin, si
pos tula la norma de s u ide ntidad inmutable y se pos
tula como norma de ide ntidad inmutable , s in lo cual
e lla mis ma no tie ne exis te ncia. De cir que la ins titu
cin pue de prever, re gular, re gir s u propio cambio,
e quivale a de cir que lo ins tituye como s u no-cambio en
s mis ma, que pre te nde re gular el tie mpo, que se
nie ga a ser alte rada como ins titucin.
De es ta s uerte, es pos ible compre nde r e inte rpre tar
el e ncubrimie nto de la alte ridad, la ne gacin de l tie m
po, el de s conocimie nto que la s ocie dad tie ne de su
propio s er his trico-s ocial como de otras tantas cos as
arraigadas en la ins titucin mis ma de la s ocie dad tal
como la conoce mos , es de cir: tal como est, has ta aho
ra, ins tituida. Y esto vie ne a s er lo mis mo que de cir
que inte rpre tamos todas aque llas cos as como expre
s in de la alie nacin de la s ocie dad, como manife s ta
cione s de s u he te ronoma (heteros, el otro, que aqu
es Pers ona, outis ), de s u mane ra de ins tituirs e como
implic ac in de la ne gativa a ve r que ella se ins tituye .
Ne gativa: algunos diran impos ibilidad de es encia
o e s tructura ontolgica. Nos otros no lo de cimos . El
dis curs o que , en este dominio, pre te nde de te rminar
impos ibilidade s de e s e ncia no triviale s , es el mis mo
dis curs o que re chazamos y que, a lo largo de las pgi-
85
as que ante ce de n, he mos tratado de re futar. En efec
to, coloca todava la es encia o el s er de la s ocie dad en
un ae i, en un s ie mpre inte mporal en el cual se s ita
tambin y al mis mo tie mpo aque llo que as habla de
aque lla es e ncia. Lo que s abe mos es que la ne gacin
de l tie mpo y de la alte ridad (que, en los hechos se
trans muta inte rminable me nte en ince s ante autodes-
truccin de la cre atividad de la s ocie dad y de los hom
bres) es e lla mis ma ins titucin dime ns in y modo de
la ins titucin de la s ocie dad tal como ha e xis tido
has ta ahora. Por tanto, es arbitraria como toda ins ti
tucin, y e llo a un punto tal que ning n dis curs o te
rico pue de fijar de ante mano. Pues en este campo, y
de jando de lado las trivialidade s , las palabras im
pos ible e ine luctable carecen por comple to de
s e ntido. En qume dida y a travs de qucos as los
individuos pue de n ace ptars e como mortale s s in com
pe ns acin imaginaria ins tituida? En qu me dida
pue de el pe ns amie nto mante ne r juntas las exige ncias
de la lgica ide ntitaria arraigadas en el legein y las
exige ncias de lo que es, y que s e gurame nte no es ide n
titario, s in anulars e e n la me ra incohe re ncia? Y, por
ltimo, y s obre todo,en qume dida la s ocie dad pue de
re conoce r ve rdade rame nte su autocre acin en s u ins
titucin, reconocers e como ins tituye nte , autoins ti-
tuirs e e xplcitame nte y s upe rar la autope rpe tuacin
de lo ins tituido y mos trars e capaz de re tomarlo y de
trans formarlo de acue rdo con sus e xige ncias propias
y no de acue rdo con la ine rcia de aqul, de re cono
cerse como fue nte de s u propia alte ridadj He aqulas
cue s tione s , la cue s tin de la re volucin que no s lo s u
pe ra las fronte ras de lo te orizable , s ino que se colocan
de e ntrada en otro terre no. Si lo que de cimos tie ne al
gn s e ntido, este te rre no es el te rre no propio de la-
cre atividad de la his toria. Y s ta ha dado e xis tencia
ya a rupturas comparable s . Por e je mplo, aque lla que,
gracias a la ins titucin s imultne a y cons us tancial de
la de mocracia y la filos ofa, ha inaugurado hace ve in
ticinco s iglos el cue s tionario e xplcito de la s ocie dad
acerca de s u propio imaginario ins tituido.
86
Indis tinc in de lo s ocial y de lo his trico.
Abs tracciones de la s incrona y de la diacrona
En cons e cue ncia, es impos ible mante ne r una dis
tincin intrns e ca entre lo s ocial y lo his trico, aun
cuando se trate de afirmar que la his toricidad es
atributo e s e ncial de la s ocie dad, o la s ocialidad
pre s upue s to e s e ncialde la his toria. A de cir ve rdad,
estos e nunciados s on al mis mo tie mpo ins uficie nte s y
re dundante s . No es que toda s ocie dad sea ne ce s aria
me nte e nun tie mpo, o que, ne ce s ariame nte toda s o
cie dad estafe ctadapor una his toria. Lo s ocial es
eso mis mo, autoalte racin, y no es otra cos a fue ra
de eso. Lo s ocial se da como his toria, y s lo como his to
ria pue de dars e; lo s ocial se da como te mporalidad; y
se da cada vez como modo es pecfico de te mporali
dad efectiva, se ins tituye implcitame nte como cua
lidad s ingular de te mporalidad. Del mis mo modo, no
es que la his toria pre s upongala s ocie dad o que
aque llo en lo que hay his toria sea s ie mpre y ne ces a
riame nte s ocie dad, en el s e ntido de s criptivo. Lo his t
rico es eso mis mo, autoalte racin de ese modo es pe c
fico de coe xis te nciaque es lo s ocial, y no es nada
fue ra de eso. Lo his trico se da como s ocial y s lo
como s ocial pue de dars e; lo his trico es, por e je mplo
y por e xcelencia, la e me rge ncia de la ins titucin y la
e me rge ncia de otra ins titucin. Es cie rto que re s ulta
muy difcil doble gar la fue rza del le nguaje y de la tra
dicin, obligados como e s tamos a utilizar estos trmi
nos como s e parados para afirmar que no lo e s tn.
Pero esto no es grave para quie n s abe re fle xionar y
re cordar; ms an, bajo es ta condicin, la dis tincin
es til en tanto nos pe rmite e vocar s uce s ivame nte lo
que no pode mos pre s cindir de e nfre ntar trans itoria
me nte como as pe ctos de uno y el mis mo obje to.
S in e mbargo, cuando las e xnime s abs traccione s
de la s incronay de la diacronase e rige n e n ab
s olutos , lo que acabamos de ver re s ulta ne fas to. Es ta
modalidad de las ltimas dcadas es tambin un me
dio de ocultacin de lo his trico-s ocial. En efecto,
aqula s incrona es intrns e came nte diacronizada y
diacronizante as como la diacrona es intrns e ca
me nte s incronizante y s incronizada. Coyunturalme n-
87
to, Saus s ure e s taba jus tificado cuando, en re accin
contra un s e udohis toricis mo en el dominio lings ti
co, ins is ta en la impos ibilidad de compre nde r nada
del le nguaje me diante la s imple de s cripcin de la evo
lucin fonolgica o s e mntica, de la e timologa de las
palabras o de los cambios de las formas gramaticale s ,
cuando ins is ta en la ne ce s idad de conce birlo como un
s is te ma que en cada mome nto de be funcionar y fun
ciona e fe ctivame nte con inde pe nde ncia de s u pas ado.
Pero lue go se ha e rigido la dis tincin de los puntos de
vis ta s incrnicos y diacrnicos como abs olutame nte
opue s tos y se ha pre te ndido trabajar como si el punto
de vis ta s incrnico fue ra el nico le gtimo mie ntras
que las cons ide racione s diacrnicas se cons ide raron
con conde s ce nde ncia, re le gadas a lo de s criptivo, ex
cluidas de la cie ntificidad. En re alidad, una vez
ms , se trataba de s uprimir el tie mpo. Se s abe que
los e s tructuralis tas se han dis tinguido en es ta re t
rica, que les pe rmita e nmas carar el vaco que en ellos
hace las veces de re fle xin s obre la his toria. As, pues ,
es ta ltima se vue lve me ra yuxtapos icin de e s truc
turas (o, en otros campos , de epis teme) diferentes
de s ple gadas longitudinalme nte y cada una e s e ncial
mente ate mporal. Pero entonces, por quhay diversas
e s tructuras o episteme que se s uce de n? Res pue s ta:
porque e s tn s ome tidas , como ha podido decirs e,
a e ros iones . Al parecer, las e s tructuras se gas tan a
fue rza de s er utilizadas . Curios a propie dad de l tie mpo
s ta que le pe rmite , s in s er nada, s in pos tular nada,
s in dar e xis te ncia a nada, e ros ionar lo que es. El pe n
s amie nto s alvaje es ts ie mpre entre nos otros .
S in e mbargo, es e vide nte el abs urdo que e ntraa
la ide a de que el mis mo obje to se pue da cons ide rar,
por una parte , s e gn captacione s ins tantne as y, por
otra parte , s e gn s u de ve nir, s in que en ning n mo
me nto estas vis ione s se comunique n e ntre s. La cues
tin de las re lacione s entre el s is te may el de ve nir
ya ha s ido plante ada de mane ra ine ludible en campos
ms s imple s o ms formalizados que el his trico-
s ocial: se ha plante ado s obre la cue s tin de la pos ibi
lidad mis ma de tal dis tincin, una ve z abandonadas
las de s cripcione s s upe rficiale s . Es ta es la s ituacin ya
exis te nte en fs ica conte mporne a, y s obre todo en
88
cos mologa, en donde la dis tincin entre la e s tructu
ray el de ve nirparece cada vez ms os cura, pue s to
que la e s tructura de l unive rs o e ntraa una his toria
en la pe rs pe ctiva de la re latividad ge ne ral o es su
his toria en la de la te ora de l e s tado e s tacionario.
Tambin es s ta la s ituacin de la biologa, donde el
s is te ma, en cada mome nto, s lo es s is te ma vivo por
s u capacidad de e volucionar, tanto en el nive l onto
ge ntico como en el nive l filoge ntico y como bisis-
te ma global; si el s is te ma s lo fue ra capacidad para
pre s e rvar un e s tadoy s us flujos , home os tas is u
home ore s is , jams habra habido un ser vivo y si, por
milagro, hubie ra habido uno, s lo habra habido se.
El ser vivo tie ne la propie dad intrns e ca no s lo de
de s arrollars e , s ino tambin de e volucionar y, por tan
to, de organizars e de otra mane ra; es ta organizacin
mis ma es la capacidad para trans formar el accide nte
o la pe rturbacin en nue va organizacin.
Pero en el campo de lo his trico-s ocial, la impos i
bilidad de dis tincin entre s incrona y diacrona, no
ya como dis tincin me nor, s e cundaria, s ie mpre provi
s ional, se pre s e nta de una mane ra dis tinta y e n un ni
vel dife re nte . El e je mplo ms claro de e llo es jus ta
me nte el que nos proporciona el le nguaje cons ide rado
en s u as pe cto e s e ncial, a s abe r en s u re lacin con la
s ignificacin. En efecto, el le nguaje en tanto s is tema
tie ne como propie dad es encial la de no agotars e e n s u
es tado s incrnico, la de no s er jams re ductible a una
totalidad ce rrada de s ignificacione s fijas , de te rmina
das , dis ponible s , s ino de conte ne r s ie mpre un plus
e mine nte y cons tante me nte inmine nte , el e s tar s ie m
pre s incrnicame nte abie rto a una trans formacin de
las s ignificacione s . Una palabra es una palabra, tie
ne una s ignificacin o se refiere a una s ignificacin
nicame nte s i pue de adquirir otras ,44 si pue de refe-
44. Tan extraa es la condicin del lenguaje, que no existe
una sola palabra que no lleve cons igo la razn de su ruina y una
suerte de mquina que invierte su s ignificado.Jean Paulhan, Le
don des langues, Oeuvres compltes (Cercle du livre prcieux),
t. III, p. 390. Citado por Serge Vide rman, La cons truction de Ves-
pace analitique , 1970, p. 94, quien esclarece de un modo excelente
la irre ductibilidad de las s ignificaciones del campo analtico a es
quemas lgicos cuales quiera.
89
rirs e a otras s ignificacione s , pues en cas o contrario no
s e ra una palabra, s ino, en el me jor de los cas os, s m
bolo de un conce pto mate mtico. (Por lo de ms , pare
ce ra que ni s iquie ra s e ra esto, pue s tampoco es s ta
la s ituacin en mate mticas ; en un comie nzo, tt e ra
re lacin e ntre la circunfe re ncia y el dime tro del cr
culo, mie ntras que hoy es tambin muchas otras co
s as .) En tanto s is te ma, un le nguaje es impe ns able
como pura s incrona; nicame nte es le nguaje en tanto
s u propia trans formacin ince s ante e ncue ntra en s
mis mo s us recurs os , tal como es e n un mome nto
dado. Unicame nte as , por e je mplo, el le nguaje hace
pos ible , con los me dios adquiridos , un dis curs o dis
tinto, pe rmite un us o inhabitual de lo habitual, s aca
a la luz la originalidad en lo que, apare nte y re alme n
te, arras tra por doquie r, que en s u pros titucin uni
versal pue de s ie mpre e ncontrar una virginidad intacta.
El le nguaje de be conte ne r de ante mano la pos ibili
dad de e nge ndrar nue vos trminos mate riale s -abs
tractos bajo la forma de palabras ; de be pos eer una
productividad lxica. Pero poco nos inte res a aqu
este as pecto, pues el mis mo concie rne al le nguaje en
tanto cdigo. Un s is te ma de s ignos cuyos trminos y
re lacione s s on fijas y e s tn dadas de una vez para
s ie mpre y en corre s ponde ncia biunvoca con otro s is
te ma, es un cdigo. Sigue s ie ndo un cdigo (libre )
cuando se le as ocian ope racione s de te rminadas de
produccin de nue vos trminos a partir de una bas e
(familia de e le me ntos ) dada y fija.45 La parte mate rial-
abs tracta del le nguaje (el s is te ma de los s ignifican
tes) es un cdigo o, me jor an, una je rarqua de
cdigos ; como tal, es ts ome tido a la lgica identi-
taria-conjuntis ta, s u productividad lxicaes (cas i)
de te rminada y de te rminable , pue s s lo lo es de la pro
duccin. Pero el le nguaje tambin e s le tigua e n la me-
s ignificacione s no s on alge bratizable s ; no hay lge bra
de las s ignificacione s , pues no hay e le me ntos o to
mos de s ignificacin, ni ope racione s de te rminadas
que re gule n una produccinde las s ignificacione s
45.. Ms adelante (cap. V), se analizarn extensamente los
trminos codigo y lengua.
90
a partir de tales e le me ntos o tomos (s alvo parc ial
me nte , en los dominios conjuntizable s y con tal de
que es ta conjuntizac in s lo los afecte e n un nico es
trato: el de la clas ificacin o toxonoma biolgica, por
e je mplo). Pero la pos ibilidad de e me rge ncia de otras
s ignificacione s es inmane nte a la le ngua y es ts ie m
pre pres ente durante todo el tie mpo en que la le ngua
e s tviva. Aqus alta con toda e vide ncia a la vis ta el
abs urdo que lle va implc ito la pe rs pe ctiva e s tricta
me nte s incrnicay e s tructural. S i los s ignificados de
la le ngua forman s is te may si, como pre te nde el es-
tructuralis mo, cada uno de ellos en trminos rigu
ros os no es otra cos a que el conjunto de sus re lacio
nes (dife re ncias ) con el conjunto de los otros , de e llo
se de s prende que, as como el unive rs o ente ro se hun
dira si se de s truye ra un s olo grano de mate ria (Leib-
niz), as tambin la le ngua france s a ya no s era la
mis ma (el mis mo s is te ma s incrnico) de habe r c am
biado un s olo s ignificado. Por tanto, el e s tado s incr
nicode la le ngua frances a, esto es, la le ngua mis ma,
cambia, por e je mplo, entre 1905 y 1922 cada vez que
Prous t te rmina una fras e. Pero como al mis mo tie mpo
e s cribe n tambin Saint-John Perse, Apollinaire , Gide ,
Bergs on, Valry y tantos otros cada uno de los cua
les s lo es e s critor porque imprime a una bue na parte
de los s ignificados que cons tituye n s u te xto una
alte racin que le es propia, pe ro que en ade lante pe r
te ne ce ra la s ignificacin de las palabras de la le n
gua, cul es, pues , el es tado s incrnicodel francs
como le ngua, con refe re ncia a las s ignificacione s du
rante este pe rodo? Ni s iquie ra es una abs traccin le
gtima; es una ficcin incohe re nte , cons truida a partir
de la total incompre ns in de lo que es una le ngua.
Con que s olame nte hubie ra habido una vez en toda
la his toria de la humanidad una s ola ide a nue va, un
s olo dis curs o original, eso bas tara para probar lo que
se acaba de de cir: la le ngua mis ma, cons ide rada
des de el punto de vis ta s incrnico, e s taba e s e ncial
me nte abie rta a la diacrona, conte na la pos ibili
dad de s u propia trans formacin y proporcionaba
activame nte los me dios parciale s para e llo. Es ta
trans formacin es irre ductible a ope racione s s obre
los e le me ntos de s ignificacin ya dis ponible s . La m-
91
e ra en que la mis ma se lle va a cabo en la prctica
en y por me dio de la adquis icin lings tica y se
apoya e n lo que es para dar e xis tencia a lo otro, para
hace r e me rge r lo nue vo, es e lla mis ma la que debe ex
plorar y re fle jar a partir de smis ma, pue s es original
y carece de mode lo o anlogo exterior.
A la inve rs a, es e vide nte que la le ngua, en tanto
his toria, tie ne tambin la propie dad de e nge ndrar
como modificacione s de s u e s tadolo que es s ie mpre
inte grable e n un e s tado, de pode r alte rars e s in de jar
de funcionar con e ficacia, de trans formar cons tante
me nte lo inhabitual en habitual, lo original en adqui
rido, de s er adquis icin o e liminac in inces ante , y de
pe rpe tuar por e llo mis mo s u capacidad de s er "ella
mis ma. La le ngua, en s u re lacin con las s ignificacio
nes, nos mue s tra cmo la s ocie dad ins tituve nte es t
cons tante me nte en accin, y tambin, en este cas o
particular, cmo es ta accin que s lo exis te en tanto
ins tituida, no bloque a el hace r ins tituye nte conti
nuado de la s ocie dad. Es es encial que la le ngua s iga
s ie ndo la mis ma s in pe rmane ce r igual a s mis ma, y
re cprocame nte . No habra le ngua, ni s ocie dad, ni his
toria, ni nada, s i un francs cualquie ra de nues tros
das no pudie ra compre nde r tanto El rojo y el negro
\ de S te ndhal o las Me morias de Saint-Simon, como un
x texto innovador de un e s critor original. Olvidar esto
e quivaldra a olvidar es ta otra funcin fundame ntal
' S i de la le ngua, que es la de ^s e gurar a toda s ocie dad un
acces o a s u propio pas ado.^
Lo que la le ngua nos mue s tra, tanto en cuanto
a la impos ibilidad de dis tinguir e n trminos abs olu
tos una dime ns in s incrnica de una diacrnica,
como de dis tinguir una dime ns in s ocial de una his t
rica, se manifie s ta tambin con toda fue rza e n el nive l
de la cons ide racin global. El e s pacios ocial y todo
lo que ste contie ne s lo s on lo que s on y t a i como
s on por s u ape rtura cons titutiva a una te mporalidad.
En ninguna s ocie dad por arcaica o fra que s e a
hay que, al ser, no s er tambin pre s e ncia inconce bible
de lo que ya no es y, al mis mo tie mpo, inmine ncia
igualme nte inconce bible de lo que todava no es. Por
re pe titivos y rgidos que s ean los ciclos de sus activi
dade s y de s us ritos , has ta la vida de pre s e ncia ms
92
re s tringida en una s ocie dad se de s plie ga s ie mpre en
la re fe re ncia e xplcita e implc ita al pas ado, como
en la es pera y la pre paracin de lo que es s ocial
me nte cie rto, pe ro tambin en la ce rtidumbre de lo
incie rto y ante la virtualidad de la alte iidad impie -
vis ta e impre vis ible . La exis te ncia efectiva de lo s ocial
es ts ie mpre inte riorme nte dis locada o, si se prefiere,
cons tituida en spor una ins tancia e xte rior a smis
ma. Es e ficacia pres ente de l pas adoen la tradicin
y lo adquirido (mucho ms allde lo que, en cada mo
me nto, se conozca, se e xplicite o se tome en cue nta,
ya de la tradicin, ya de lo adquirido), as como es
e ficacia pres ente del porve niren la anticipacin, la
ince rtidumbre , la e mpre s a (mucho ms all, tambin
aqu, de lo que de e lla pue da tomars e en cue nta, pre
verse o circuns cribirs e en una banda de probabilida
des). Y aque llo en y por lo cual lo s ocial se figura y
se da e xis te ncia la ins tituc in, es lo que es en
tanto que, fundado hacia atrs , lo ha s ido para hace r
pos ible la acogida de lo que se halla hacia ade lante ,
pues la ins titucin no es nada ni no es forma, re gla y
condicin de lo que todava no es, inte nto s ie mpre lo
grado y s ie mpre impos ible de pone r el pre s ente de
la s ocie dad como tras ce ndindos e por ambos lados
y de hace r coe xis tir en l tanto el pas ado como el fu
turo^
Es ta s ituacin es incomparable , no se la pue de
pe ns ar des de otra pe rs pe ctiva ni a partir de otra cos a
que no sea e lla mis ma. No pode mos aqus e parar, a
no s er con la mxima s upe rficialidad y forzados pol
la line alidad de l dis curs o, un e s pacio, un tie mpo
y loque en ellos se de s plie ga. La dime ns ionali-
dadde lo his trico-s ocial se de s plie ga y se de s abo
lla, es en s mis ma un modo del autode s plie gue de xio
his trico-s ocial. Pues lo his trico-s ocial es eso (o como\
tal se da exis tencia): figura, y por e nde e s paciamie nto, \
y alte ridad-alte racin de la figura, te mporalidad. El
e s pacio-tie mpo(el R4) en el cual s ituamos toda
re alidad, as como tambin la re alidadhis trico-
s ocial mis ma cuando la pos tulamos como s imple
e xte rioridad, es producto de la ins titucin his trico-
s ocial y, ms allde e llo, e nigma inte rminable . El
pres entehis trico es orige n de las coorde nadas
93
s lo de una mane ra s uperficial, pues s lo lo es gracias a
la pos tulacin ne ce s aria de la lgica inde ntitaria. No
pue de s er orige n de las coorde nadas , pue s no es, s alvo
que se ape le a la ms viole nta de las abs traccione s ,
puntual. Como se ha dicho ya en el prime r volume n
de este libro, el pres ente compre nde e n s mis mo to
dos los que han s ido y todos los que e s tn por nace r,
es tinte rname nte trabajado por el pas adoy por el
futuroque lo dis locan al mis mo tie mpo que lo fi
jan. El corte ins tantne ode la vida his trico-s ocial
(la hipe rs upe rficie t = cons tante ) es s imple me dio
en cie rto s e ntido, cmodo; en otros , mucho ms im
portante s , falaz de localizar y clas ificar aque llo de
lo que se habla. Ninguno de los puntos que lo com
pone n pue de s er ni por un ins tante cons ide rado con
inde pe nde ncia de la fle cha, la orie ntacin y la polari
zacin te mporale s que lo co-cons tituyen y s in las
cuale s no es nada. Y ninguna de sus fibras e s pacia
les es enciales pue de cons ide rars e con inde pe nde ncia
de las otras . Inclus o hoy da, se pue de e s cribir una p
tica o una te rmodinmica mode rnas , des pus de habe r
e s table cido de una vez para s ie mpre algunas propos i
cione s tomadas en prs tamo de la fs ica fundame ntal,
aun cuando s e pamos pe rfe ctame nte que luz y calor
s lo s on as pe ctos de la e xis te ncia fs ica. Pero es
impos ible e s cribir una e conoma conde ns ando e l res
tode la vida s ocial en algunas hipte s is ne vare-
tur que s uminis tran el marco ins titucionaly los
datos exge nos ; todo lo que se ha e s crito de esta
mane ra se re duce prcticame nte a e je rcicios de lge
bra e le me ntal vacos de conte nido efectivo. S ie mpre
pue do proye ctar un volume n s obre un plano, una fu
gura s obre un eje; la ope racin me de ja algo entre ma
nos . Pero no pue do proye ctar la vida his trico-s ocial
s obre uno de s us e jes , pue s la ope racin no me de
jara nada.
94
V. La institucin histrico-social:
legein y teukhein
En re alidad, caus alidad, finalidad, motivacin, re
flejo, funcin y e s tructura s lo s on otras tantas mane
ras de nombrar la razn ne ce s aria y s uficie nte . Es ta
ltima, re too de la razn a secas, se ha conve rtido
en s u re pre s e ntante e xclus ivo al trmino de una evo
lucin y a travs de una inte rpre tacin cuyas races
se hunde n profundas en la ins titucin de lo histrico-
s ocial como tal. Es ta inte rpre tacin, coe xtens iva a la
lgica he re dada (en el s e ntido ms amplio de l tr
mino lgica), es al mis mo tie mpo cons us tancial con
la ontologa que le corre s ponde , as como la tesis cen-
ti' al de es ta ontologa, la que concibe y pos tula el ser
como s er-de te rminado, la e xis te ncia como de te rmini
dad, cons iste en una e laboracin y una extens in totali
zadora de las exigencias de esta lgica. Hace ve inticinco
siglos , el pe ns amie nto gre colatino se cons tituy, se e la
bor, se amplificy se afinsobre la base de esta tesis:
ser es ser algo de te rminado (e inai ti); decir es decir algo
de te rminado (ti legein); y, bie n vis to, de cir la ve rdad es
de te rminar el de cir y lo que se dice con las de te rmina
ciones de l ser o bie n de te rminar el ser con las de te rmi
naciones del decir y, por ltimo, comprobar que unas
y otras s on lo mis mo. Es ta evolucin, impue s ta por las
exigencias de una dime ns in del ser y equivale nte a la
dominacin o a la autonomizacin de esta dime ns in,
no ha s ido ni accide ntal ni inexorable; por el contrario,
ha s ido la ins titucin que Occidente ha re alizado del
pe ns amie nto como razn.
95
La lgica ide ntitaria y los conjuntos
Por razone s que se e nunciarn en s e guida, llamo
lgica ide ntitaria a la lgica de que aquse trata y
tambin, cons cie nte del anacronis mo y de la viole ncia
te rminolgica, lgica de conjuntos . El privile gio de
es ta lgica res ide e n que la mis ma cons tituye una di
me ns in es e ncial e ine liminable no s lo del le nguaje ,
s ino tambin de toda vida y de toda actividad s ocial;
y tambin en que es ta lgica ope rara inclus o en el
dis curs o que apuntara a circuns cribirla, a re lativizar-
la, a cue s tionarla. Es as como, de s pus de tantos
otros , utilizare mos tambin nos otros sus recurs os
como, bie n e nte ndido, lo he mos he cho cons tante
me nte has ta ahora para pode r de cir que stos no
e quivale n a lo que se ha de pe ns ar ni a lo que se ha
de hacer.
El re s ultado ms e xtre mo y ms rico de la lgica
ide ntitaria es la e laboracin de las mate mticas . Es
all, s in duda, donde hay que bus car la razn princ i
pal de la fas cinacin que las mate mticas han ejer
cido s obre la filos ofa desde Pitgoras y Platn has ta
Hus s e rl. Es to vie ne a s er lo mis mo que de cir que las
mate mticas han pare cido ofrecer s ie mpre el nico
mode lo dis ponible y e fe ctivame nte re alizado de una
ve rdade ra de mos tracin, a s abe r, una de te rminacin
s uficie nte de lo que se dice en s u ne ce s idad. Es te re
s ultado vue lve hoy a s u punto de orige n, lo envue lve
o, me jor an, se confunde con l, pue s to que la lgica
se hace formalizable y debe ser formalizada, es de cir,
mate matizada: la lgica llamada formal se convie rte
en lge bra de las propos icione s , clculo de los pre di
cados , etc. Hay allun crculo que s e ra s upe rficial ca
lificar de vicios o, pue s no s lo se trata de un crculo
ine vitable , s ino que la circularidad, en un s e ntido pro
fundo, es la es encia ltima de es ta lgica. S lo s on
vicios os los crculos locales ; pe ro la totalidad de l
s is te ma forma ne ce s ariame nte un crculo (cuyo di
me tro, por cie rto, pue de dilatars e apare nte me nte
s in lmite s ). En efecto, todo orde n lgico line al o
abie rto (como, por e je mplo, un orde n hipottico-de-
ductivo) de ja abie rta la cue s tin de la jus tificacin, o
de la ne ce s idad, de s u punto de partida; implica, por
96
r
i
tanto, que ste es e xterno al dis curs o en cue s tin y es
table cido fue ra de l mis mo. Pero es ta pos icin no
pue de s er exte rior a todo dis curs o s ino que de be ser
re tomada y jus tificada en y por el dis curs o; y, en el
lmite , la jus tificacin de la prime ra tesis se e ncue ntra
en la totalidad de s us cons ecue ncias , que te rminan as
por' fundar aque llo que es s u fundame nto. Re conocida
ya por Platn y Aris tteles , la s ituacin que aqudes
cribimos se e xplcita y se unlve rs aliza en la c ulmina
cin de la lgico-ontologa occide ntal, el s is te ma he-
ge liano, que es ne ce s ariame nte cclico.1
Las mate mticas s on e vide nte me nte inte rmina
bles , no tan s lo en lo que res pe cta a la prolife racin
de s us re s ultados , s ino tambin en lo que atae a la
s us tancia de s us ide as . Tampoco en este cas o podra
pens ars e que el ltimo me dio s iglo ha concluido s u
e dificacin; ms bie n la ha he cho e s tallar. Pero ha
s ido tes tigo de una cons ide rable unificacin de las
mate mticas , al mis mo tie mpo que de una impor
tante e dificacin de cue s tione s re lativas a s us funda
me ntos . Los dos re s ultados e s tn e s e ncialme nte lig a
dos a la cons titucin y al de s arrollo de la te ora de
conjuntos , que hoy proporciona s u le nguaje y sus ins
trume ntos e le me ntale s a todas las ramas de las mate
mticas , en razn de lo cual cons tituye la prime ra
parte de s ta.2
Inte re s an aqulos rudime ntos lgicos de la te ora
de conjuntos porque , s uce da con ellos lo que s ucedies e
desde el punto de vis ta de las mate mticas , conde n
s an, e xplicitan y e je mplifican con toda pure za lo que,
en todas las pocas , pe rmane ca s ubyace nte a la l-
1. Las filosofas que han querido establecer un punto de
partida abs oluto o un origen incondicionado, un fundamento au-
tofundante, han contenido siempre, desde este punto de vista, fa
lacias lgicas por ejemplo, Descartes o bien jams han conse
guido s alir verdaderamente de ese origeny de lo que, de una
manera tautolgica, ste implica como, aproximadamente, s u
cede en el caso de Husserl.
2. En lo que sigue me referira la teora de los conjuntos '
conocida como inge nua, por razones que s urgirn de la lectura
del texto y que, desde otro punto de vista, fie explicitado en
Science mode me et interrogation phs ilos ophique, Encyclopae-
dia Universalis, vol. 17, Organum, 1973, en particular pp. 45-48
(Les Carrefours du labyrnthe, pp. 153-158).
97
-
gica ide ntitaria y que , mucho antes de que es ta ltima
hie ra obje to del me nor es bozo de formulacin, cons ti
tua ya una dime ns in e s e ncial e ine liminable de toda
actividad y de toda vida s ocial. En efecto, estos rudi
me ntos plante an y cons tituye n e xplcitame nte al
mis mo tie mpo el tipo de obje to en s u mxima gene
r alidad re que rido por la lgica ide ntitaria, y las re
lacione s neces arias y prcticame nte s uficie nte s para
que esta lgica pue da funcionar s in inconve nie nte s y
s in lmite s ; tipo de obje to y re lacione s pue s tas y cons
tituidas uno por la otra, uno me diante la otra, ins e pa
rable me nte . Y este tipo de obje to y es tas re lacione s
tambin se ve n implicadas en toda ins titucin de la
s ocie dad y, de un modo e mine nte , en la ins titucin del
le nguaje .
La de finicin inge nua de conjunto que daba
Cantor3 era la s iguie nte : un conjunto es la re unin,
en un todo, de obje tos de finidos y dis tintos de nue s tra
intuicin o de nue s tro pe ns amie nto. A estos obje tos
se les llama e le me ntos de l conjunto. Es ta de finicin
re s ulta fundame ntal no a pe s ar de s us trminos no
de finidos e inde finible s , de sus circularidade s y de
s us inge nuidade s (que rpidame nte han lle vado a los
mate mticos a e liminarla y a s us tituirla por algn
otro grupo de axiomas ), s ino pre cis ame nte a caus a
de todo ello. Ella e xhibe jus tame nte el carcte r in
de finible , aunque no de modo circular, de los trmi
nos primitivos de la te ora de conjuntos y de toda
lgica o toda mate mtic a, mue s tra que s ta es pos
tulada de e ntrada o bie n que pre s upone s u propia
pos tulacin, que no pue de cons titurs e la si no se la s u
pone ya cons tituida. Es ta caracte rs tica e s e ncial, que
yo llamo re fle xividad obje tiva de la te ora de conjun
tos y de la lgica ide ntitaria (y que caracte riza toda
ins titucin originaria) es e nmas carada o e ncubie rta
por los tratamie ntos ulte riore s . Pero la de finicin de
Cantor tambin conde ns a admirable me nte las ope ra
cione s fundame ntale s y es enciales de l legein; pone , ex
plcita o implcitame nte , los obje tos y las re laciones
3. Beitrge zur Begrtindung der trans finiten Mengenlehre, I,
Math. Annalen, 46 (1895), p. 481.
98
que de be n cons tituirs e me diante las ope racione s del
legein y para que esas ope racione s s ean efectivas .
Legein:. el istinguir-elegir-poner-reu n i r-cont.ar-rier.ir:
condicin y a la vez cre acin He la nHpHaH. conHirin
cre ada j j o r eso mis mo de lo que es condicin. Para
que pue da e xis tir la s ocie dad, para pode r ins taurar un
le nguaje y que ste funcione , para pode r de s ple gar
una prctica me ditativa, para que los hombre s pue
dan re lacionars e e ntre s de otra mane ra que la pura
me nte fantas mtica, es me ne s te r que, de una u otra
mane ra, en un nive l o en otro, en un de te rminado es
trato o en una cie rta capa de l hace r y de l re pre s e ntar
s ocial, todo pue da hacers e cohe re nte con lo que la de
finicin de Cantor implica. Para comprobarlo bas ta con
cons ide rar lo que en es ta de finicin se e ncue ntra en
jue go, s u cons us tancialidad con la lgica ide ntitaria,
as como tambin con lo que es s ie mpre pue s to por y
en el le nguaje .
Para pode r hablar de un conjunto, o pe ns ar un
conjunto, hay que pode r distinguir-elegir-poner-reu-
mr-contar-decir obje tos . Poco importa la naturale za
de estos obje tos . Aqu, la unive rs alidad lo mis mo
que la unive rs alidad pote ncia y efe ctiva del le n
guaje es abs oluta: estos obje tos pue de n de pe nde r de
la pe rce pcin o de la s e ns acin e xte rna o inte rna, del
pe ns amie nto en s e ntido es tricto o de la re pre s e ntacin
en el ms amplio s e ntido de l trmino. Es me ne s te r po
de r pone r estos obje tos como de finidos , en el s e ntido
de una de finicin de cis oria-prctica, y como dis tintos .
Por tanto, es me nes te r pode r pone r dis tinguie ndo o
pode r hace r como si se pudie ra dis tinguir o como si
se pudie ra pone r de finie ndo, es me ne s ter pode r ha
blar como si se pudie ra de finir, esto es, de tal modo
que aque llo a lo que se dirige la inte ncin res ulte tam
bin s uficie nte y ade cuadame nte de s ignado me
diante el de cir para la inte ncin de los de ms .
En cons e cue ncia, es me ne s te r dis pone r de un es
que ma de la s e paracin y de s u producto es e ncial,
s ie mpre pre s upue s to ya en la ope racin de l e s que ma
de la s e paracin: el trmino o el e le me nto. A par
tir de quse podra s e parar dos obje tos , a no ser a
partir de ras gos o trminos en el lmite , a partir de
un s olo trmino, el punto que s e para un s e gme nto en
99
dos ya pue s tos como s e parados ? El e s que ma de la
s e paracin, o de la dis cre cin, no s lo es irre ductible ;
s ino que, ade ms , s u aplicacin pres upone que ya ha s i
do aplicado. Pero pone r un trmino o e le me nto como
dis tinto y de finido implic a mnimame nte que se lo
ponga en s u pura ide ntidad cons igo mis mo, y en s u
pura dife re ncia res pecto de todo lo que no es l mis
mo. Ide ntidad y dife re ncia pre te ndidame nte cons ti
tuidas en e tapas mucho ms tardas de las mate m
ticas formalizadas , como cas os particulare s de la re la
cin de e quivale ncia y de s u ne gacin s on e n re ali
dad pue s tas de e ntrada, pre cis ame nte en el mome nto
e n que las mate mticas , o el legein, tie ne n s u inic ia
cin.
Pode r hablar de un conjunto, o pe ns ar en un con
junto, re unir en un todoobje tos dis tintos y de fini
dos , s ignifica cie rtame nte tambin, dis pone r de l es
que ma de la re unin.4 Es me ne s te r pode r pone r los
obje tos dis tintos como re unidos en un todo, l mis
mo obje to dis tinto y en un todo es ta dive rs idad de ob
je tos . Ahora bie n, la aplicacin de este e s que ma pre
s upone , tambin l, que antes de pode r aplicars e ya
ha s ido aplicado; esto s, que cada uno de los trmi
nos as re unidos en un todo ya ha s ido implcitame nte
pue s to como re unido en el todo que l mis mo es, que
la dive rs idad de las caracte rs ticas que lo de fine n y lo
dis tingue n (poco importa que se trate de una dive rs i
dad re ducida a la unidad) ha s ido re unida para poner-
formar-s er ese obje to. Como cole ccin en un todo, el
conjunto es unidad idntica cons igo mis ma de las
dife re ncias ; lo que dis tingue el conjunto del e le me nto
es que la pos icin del conjunto como unidad idntica
cons igo mis ma no e limina la dife re ncia de los e le me n
tos que le pe rtenece n, s ino que coexis te con e lla o se
s upe rpone a e lla, a pe s ar de que las dife re ncias inte r
nas del e le me nto que dan provis ionalme nte e limina
das en la pos icin de este ltimo, o bie n se las cons i
de ra como no pe rtine nte s o indife re nte s .
4. Es intil precis ar que aqure uninno tiene el s entido
que se le da en la elaboracin de la teora de conjuntos ; as como
tampoco los trminos s eparaciny dis crecin, que se utili
zan aquy ms adelante, tienen el que se les da en topologa.
100
De e llo se de s prende de mane ra inme diata que los
e s que mas de la s e paracin y de la re unin hace n po
s ible el e s que ma de la de s compos icin, pue s pe rmite n
e ncontrar en un todo dado los todos de tipo infe rior
o los e le me ntos dis tintos y de finidos a partir de los
cuale s ha s ido compue s to. Ms e n ge ne ral, es e vide nte
que los e s que mas de la s e paracin y de la re unin se
implic an y se pre s upone n mutuame nte . Pero tambin,
de cir qutal conjunto es un conjunto de e le me ntos , o
bie n que es l mis mo un e le me nto; que un obje to es
pue s to como obje to, o bie n como cole ccin de objetos ,
implic a que se dis pone de l e s que ma fundame ntal de
en cuanto a... (pros ti, quate nus ) o de en tanto que ...
(<?). Por ltimo, y s obre todo, hay que de s tacar que se
paracin y re unin pone n en jue go la ope racin fun
dame ntal del legein (la implic an y s on implicadas por
ella): la de s ignacin, que pre s upone la pos ibilidad de
la individualizac in y de la re unin de puros esto
(tode ti) como tales .
Pero de la de finicin de Cantor se de s prende tam
bin otra serie de cons ecuencias . S i se pue de re unir
un todo, tambin se pue de re unir otro, y esto s ie mpre
(por e je mplo, por aplicacin de los e s que mas de s e pa
racin y de re unin en el prime r todo o, en otras pa
labras , e xtraye ndo una parte de un conjunto dado).
Entonce s , los e le me ntos a partir de los cuale s se ha
formado el prime r todo ya no difie re n de los e le me n
tos del s e gundo nicame nte en tanto e le me ntos , s ino
ade ms en tanto han s ido incluidos e n el s e gundo todo
y no e n el prime ro. A partir de entonces , a s u pura
de s ignacin en tanto lo que s on en s mis mos , se
agrega s u inclus in en tal o cual todo (conjunto), a s a
ber, una propie dad, atributo, pre dicado, que le es co
mn. A la inve rs a, s i tal o cual pre dicado es dado de
alguna mane ra (pos, inge ndwie ), pe rmite re unir los
e le me ntos a los que afecta. S in e ntrar en las dis cus io
nes que es ta cue s tin ha vue lto a plante ar hace unas
dcadas , pues no s on pe rtine nte s a lo que aqunos in
teres a, digamos que la lgica de conjuntos implic a
que se dis pone en re alidad de la e quivale ncia ope ra
tiva conjunto o pre dicado clas e: un conjunto de fine
una propie dad de s us e le me ntos (la pe rte ne ncia a este
conjunto), un pre dicado de fine un conjunto (formado
101
por los e le me ntos para los cuale s es vlido). Es to
vie ne a ser lo mis mo que de cir que la de finicin can-
toriana implica la cons truccin de la pare ja sujeto-
predicado, no s lo en general, s ino es pecficamente. En
electo, de cir que X es un conjunto e quivale a de cir, en
la ve rs in inge nua, que existe un * tal que x pertenece
a X, o, en las vers iones mode rnas , que hay un Y al que
X pertenece; y esto, por tanto, e quivale a de cir que
algo es pre dicable en cuanto a s u pe rte ne ncia a...
Por ltimo, como e je mplo final, pue s to que todo
esto es s imple me nte una serie de ilus tracione s , s i la
s e paracin y la re unin se re pite n, se da la pos ibili
dad de formar nue vos conjuntos a partir de conjuntos
pre viame nte e s tablecidos ; y a la inve rs a, esta pos ibili
dad exige a s u vez la pos ibilidad de re pe tir las ope ra
ciones de s e paracin y de re unin. Exige, pues , el es
que ma fundame ntal e n el acto de afirmar un conjunto
(esto y esto y es to... s on e le me ntos de l conjunto), y
que, como se ver, es un e s que ma es e ncial de l legein.
Pero la ite racin de la s e paracin o de la re unin s o
bre conjuntos dados produce una je rarqua, s obre la
e ual se hace aquconcre to el e s que ma de l orde n, es
que ma que , como se ve ra props ito de l legein, se e n
cue ntra ya en funcionamie nto en la pos ibilidad de
iodas las ope racione s de las que se acaba de hablar.
Ahora bie n, por la razn ya expues ta, una je rarqua
de conjuntos es ips o facto una je rarqua de pre dica
dos ; lo que e quivale a de cir que es ta pos ibilidad con
tiene ya toda la s ilogs tica cls ica. A partir de e llo, es
inme diata la cons truccin de la pare ja es encia-acci
dente . De cir que para el e le me nto x, en tanto pe rte ne
cie nte al conjunto X, tal pre dicado es e s encial, e qui
vale a de cir que ese pre dicado de fine el conjunto X, o
bie n se de s pre nde ne ce s ariame nte de los que lo de fi
ne n (por e je mplo, porque se ha afirmado X como in
cluido e n un conjunto Y, caracte rizado por este pre di
cado). De cir que, para ese mis mo e le me nto*, e n tanto
pe rte ne cie nte al conjunto X, tal otro pre dicado es ac
cide ntal, e quivale a de cir que ese pre dicado no de fine
ms que parte s de X. Humanidad y mortalidad pe rte
nece n a la es encia de Scrate s ; color de la pie l y talla,
a s us accidentes . De l mis mo modo, de cir que una
propie dad p tiene un s e ntido con re lacin al conjunto X,
102
e quivale a de cir que existe una parte no vaca de A'
tal que que da de finida por esa propie dad, o bie n que
hay por lo me nos un e le me nto de x pe rte ne cie nte a X
tal que p (i) sea ve rdade ro. Pero de cir que x es tdeter
minado en cuanto a p s ignifica pode r de cidir si p (.v)
es ve rdade ro o fals o; y de cir que x en tanto e le me nto
de l conjunto X, es tcomple tame nte de te rminado,
quie re de cir que es tde te rminado en cuanto a todas
las propie dade s , o todos los pre dicados , que tie ne n un
s e ntido con re lacin a X, o sea, que es pos ible de finir
todas las parte s de X a las que x pertenece o no pe rte
nece. S on inme ns as las implicacione s filos ficas de
es ta inoce nte tautologa. En efecto, parece e vide nte
que s i se da un e le me nto x pe rte ne cie nte al conjunto
X, que dan de te rminadas , al mis mo tie mpo y s in ambi
ge dad, todas las partes de X a las que x pertenece o
no pertenece. O, lo que es lo mis mo, s on de inme diato
afirmados o ne gados todos los pre dicados pos ible s de
x. O, dicho de otra mane ra: de cir que una cos a e qui
vale a de cir que es tde te rminada en cuanto a todos
s us pre dicados pos ible s (Kant).
El que la te ora de conjuntos pre s upone la lgica
ide ntitaria s alta a la vis ta: ide ntidad y dife re ncia es
tn pres entes y ope rante s en la de finicin cantoriana,
as como lo es ttambin el princ ipio de l tercero ex
cluido, s in el cual la pe rte ne ncia de un e le me nto a un
conjunto que dara inde te rminada. Pero tambin es
e vide nte que la lgica ide ntitaria no pue de s er ope ra
tiva, y que ni s iquie ra se la pue de formular, s ino a
condicin, y s lo a condicin, de que haya, de que
e xis tan, conjuntos en s e ntido cantoriano. Por e je mplo,
la lgica de las propos icione s pos tula un conjunto de
e le me ntos p, q... dis tintos y de finidos (e indivis os ,
pues no se toman en cons ide racin ni el conte nido
ni los s ube le me ntos de la propos icin), ace rca de l cual
se de fine n dos pre dicados (ve rdade ro y fals o) y una
cie rta cantidad de ope racione s (o relaciones ). Es to es
totalme nte inde pe ndie nte de l he cho de que la lgica
conte mporne a sea formalizada, pues la formacin
de conjuntos opera en re alidad ya en el Organon aris to
tlico, y no s lo all, s ino tambin mucho antes, desde
que exis te s ocie dad y le nguaje . Anlogame nte , des
de el punto de vis ta que aqunos inte re s a, es indife
103
rente que se criticara la de finicin cantoriana como
inge nua y se la re e mplazara por otras de finicione s
ms re finadas en una formalizacin ms a fondo; to
das estas formalizacione s pre s upone n la valide z de la
de finicin cantoriana en la me dida en que pre s upo
ne n s ie mpre s ignos que s on pos tulados como e le me n
tos dis tintos y de finidos y re unidos e n un todo, el con
junto de los s ignos de la te ora cons ide rada. Toda
te ora de conjuntos pre s upone la lgica ide ntitaria; y
toda lgica formalizable pre s upone la pos ibilidad de
re unir en conjuntos los s ignos s obre los que se ope ra.
Es to e quivale a de cir que todas es tas formalizacione s
e s tn pre s ididas y s on de s e ncade nadas por el legein,
que es conjuntis ta e ide ntitario. La inhe re ncia re c
proca de la lgica ide ntitaria y de la te ora de conjun
tos (o de las mate mticas formale s y formalizable s ) no
es otra cos a que la e xpre s in de un mis mo he cho:
el de que ambas s on e laboracione s y e xplicacione s de
lo que ya se e ncue ntra en funcionamie nto en y por el
legein.
He dicho que la nica mane ra de formular la l
gica ide ntitaria es a condicin de que haya, de que
e xis tan coniuntos en s e ntido cantoriano. Pues , bie n,
con mucho mayor razn, s lo bajo esta condicin
pue de e ntrar en funcionamie nto. Se podra pe ns ar
que hayy e xis te ns on me ras refe rencias es trictas
a la pos ibilidad de una pura de s ignacin. Pero si as
fue ra, tal de s ignacin s era pre cis ame nte pura de s ig
nacin, es de cir, de s ignacin de nada, de s ignacin va
ca, no de s ignacin. De cir que la lgica ide ntitaria
pue de formulars e y pone rs e e n funcionamie nto quie re
de cir, pues , que e fe ctivame nte hay conjuntos , que los
conjuntos exis ten e fectivamente. Pero tambin v al
mis mo tie mpo, s lo exis ten conjuntos en y gracias a
la igica ide ntitaria, en y por el legein. En este s e nti
do, la lgica ide ntitaria, como el legein, tie ne el valor
de una de cis in ontolgica ace rca de lo que es y de la
mane ra en que es: lo que es, es de tal s uerte que exis
ten conjuntos (cos as y re lacione s ide ntitarias ). Pero
es ta de cis in es al mis mo tie mpo e xpre s in de una
cre acin, de una gnes is ontolgica: a partir de e lla,
se pone n-ins tituye n conjuntos , estos conjuntos y el e i
dos de conjunto, los que, en tanto tales , e s tn en una
104
nue va re gin de l ser. No pode mos pe ns ar es ta cre a
cin s in una re lacin s ui generis de apoyo parcial s o
bre lo que la precede; la formacin de conjuntos ins
tituida por el legein se apoya en parte en el he cho de
que aque llo con lo que se e ncue ntra es en parte s us
ce ptible de s er re unido en conjuntos . Es ta re lacin s ui
generis de apoyo parcial es el apoyo (en el s e ntido
fre udiano que he mos expues to en el captulo ante rior)
de la s ocie dad s obre el prime r es trato, o e s trato natu
ral, de lo dado.
La ins titucin s ocial de los conjuntos
Inme diatame nte se de s pre nde que la e xis te ncia
mis ma de la s ocie dad, como hacer/re pre s e ntar cole c
tivo annimo, es impos ible (o, en todo cas o, para no
sotros , inconce bible ) en aus e ncia de la ins titucin del
legein (de l dis tinguir-elegir-poner-reunir-contar-decir)
y de la ope racin e fe ctiva de la lgica de conjuntos -l-
gica ide ntitaria que le es inhe re nte .
El hace r/re pre s e ntar s ocial pre s upone s ie mpre y se
refiere a obje tos dis tintos y de finidos , que se pue de n
re unir para formar todos , que se pue de n compone r y
de s compone r, de finir de acue rdo con propie dade s de
te rminadas y que s irven de s oporte a la de finicin de
estas ltimas . Es to es ve rdad con inde pe nde ncia del
tipo y el conte nido de la organizacin global y de ta
llada de l mundo y de smis mos que la s ocie dad ins ti
tuye; sea cual fuere la modalidad de pe ns amie nto ex
plcito que lo acompae ; y por inacce s ible s que s ean
las s ignificacione s imaginarias que s irve n de bas e
a esta organizacin. Puede que tal obje to vis ible posea
propie dade s invis ible s , que tal pie dra o tal animal sea
un dios , que el nio sea una re e ncarnacin de l ance s
tro o el ance s tro mis mo en pe rs ona, pue de que esas
atribucione s , propie dade s , re lacione s y mane ras de
ser s ean vividas , habladas , pe ns adas y actuadas en la
s ince ridad, la doble z o a nue s tro crite rio la ms
total confus in. S in e mbargo, nada de e llo impide que
s ie mpre sea ne ces ario, y con carcte r abs oluto, el
que cada vaca y todas las vacas forme n parte de las
105
vacas , que no pue da s er toro (ni ninguna otra cos a),
que procree con una ce rteza prcticame nte abs oluta
novillos y vaquillonas ; s ie mpre s erne ce s ario que el
conjunto de cabaas forme la alde a que es esta alde a
y nues tra alde a, aque lla a la cual pertenecemos y a la
cual no pe rte ne ce n los habitante s de la otra alde a ni
los de ninguna otra alde a. Se rs ie mpre de modo ne
ce s ario y abs oluto que los cuchillos corten, que el
agua fluya y que el fuego que me . La s ocie dad no es
un conjunto, ni un s is te ma o je rarqua de conjuntos
(o de e s tructuras ). La s ocie dad es magna y magma de
magmas . Pero hay una dime ns in ine liminable de ha
ce r/re pres e ntar s ocial, de toda vida y de toda organi
zacin s ocial, de la ins titucin de la s ocie dad, que es
y no pue de de jar de s e r cohe re nte con la lgica
ide ntitaria o lgica de conjuntos , pue s esa dime ns in
es pre cis ame nte pue s ta en y por esta lgica, y s imple
me nte es gracias a e lla.
No cabe duda de que pre te nde r que es ta lgica
agote la vida, o inclus o la lgica, de una s ociedad,
cons tituira un e rror garrafal, un as e s inato del obje to,
el as e s inato e s tmcturalis ta. Y s era ade ms re nunciar
a pe ns ar en res olver la cue s tin re lativa al cmo y el
porqudel he cho de que una s ocie dad dada dis tinga,
e lija, ponga, re na, cue nte y diga tales trminos y no
tales otros , de tal mane ra y no de ninguna otra; y, por
cons iguie nte , s era actuar como si los conjuntos de
e le me ntos pues tos por las diferente s s ociedade s fue
ran dados de una vez para s ie mpre , como si fue ran
e vidente s , o corre s pondie ran a una organizacin en s
de lo dado que fue ra a la vez indubitable y ple na
me nte pos e da por quie n habla (mie ntras que has ta
los trminos mas culino/fe me nino, en tanto trminos
s ociales y no biolgicos , s on s ocialme nte ins tituidos ,
y de dis tinta mane ra en dis tintos s itios ). En todos los
cas os, uno que da nte gra e inge nuame nte pres o no
s lo de la lgica de conjuntos , s ino tambin de l conte
nido mate rial es pecfico de s ta, s ocialme nte ins titui
do, el de la s ocie dad y la poca de inve s tigador.
S in e mbargo, estas inge nuidade s no pue de n impe
dirnos comprobar que la ins titucin de la s ocie dad es
s ie mpre , y con la mis ma ne ce s idad, ins titucin de le
ge in, en y por el cual se de s plie ga la lgica de conjun
106
tos -lgica ide ntitaria. Por qus on as las cos as ? He
aquun inte rrogante que nos lle varmuy lejos , y que
jams podre mos apre he nde r ve rdade rame nte . En ve r
dad, no pode mos pe ns ar ni hablar si pre s cindimos por
comple to de la lgica ide ntitaria, y para cue s tionar
es ta lgica te ne mos forzos ame nte que vale mos de
e lla, as como para dudar de e lla nos ve mos obliga
dos a confirmarla en parte . Es te, en efecto, es un in
te rrogante s obre el legein y, por tanto, tambin un
inte rrogante s obre el le nguaje pues aunque el le n
guaje no se re duce al legein, es impos ible s in ste, s in
que, tampoco aqu, podamos de cir por qu, al que
s lo pode mos re s ponde r en y por el le nguaje . Es to ex
cluye que podamos e laborar una te ora s obre l, pe ro
no excluye que podamos de lucidarlo, en el s e ntido
que aquhe mos dado al trmino.
Todo esto vie ne a que re r de cir que la de cis in on
tolgica ace rca de la cual he mos tratado ms arriba
es, en parte , bie n fundada; o que la cre acin ontol
gica que re pre s e nta la ins titucin de la s ocie dad se
apoya en un e s trato de lo que allse e ncue ntra, lo cual
s ignifica que en e llo e ncue ntra un apoyo y una incita
cin parciale s . De cir que toda s ocie dad que conozca
mos ha podido e xis tir me diante la ins titucin de una
lgica ide ntitaria e quivale a de cir que hay una capa
o un e s trato de lo que es, que se da o se pre s e nta efec
tivame nte como s us ce ptible de ser manipulado en
una organizacin re gida por conjuntos . En este e s tra
to, el prime r e s trato natural, lo que es se pre s ta inte r
minable me nte a un trato que cons tituye e n l e le me n
tos dis tintos y de finidos s us ce ptible s s ie mpre de ser
re unidos en coleccione s re conocible s , que pos een
s ie mpre propie dade s s uficie nte s como para de finir
clases , que se ade can s ie mpre al principio de ide nti
dad y al de l tercero e xcluido, clas ificable s en je rar
quas y yuxtapos icione s o cre cimie ntos no ambiguos
de je rarquas . Es te es trato pos ee un re pre s e ntante for
midable en la pe rs ona del ser vivo, ya animal, ya
vegetal a la que la s ocie dad, desde s u orige n, se re
fiere de mane ra inme diata e ine xorable y que com
pone s u propia mate ria tambin de modo inme diato.
Anthropos anthropon ge nna, re pite incans able me nte
Aris tteles : es un hombre quie n e nge ndra al hombre .
107
es un hombre lo que el hombre e nge ndra, lo dife re nte
que perte ne ce a lo mis mo. No s lo las propie dade s es
table s , las caracte rs ticas de cis ivas s uficientes , no s lo
e llas s on intrns e came nte ne ces arias para la exis te n
cia de l s er vivo o de l hombre que vive y que vive y
las vive; s ino que el s er vivo tambin se pre s e nta
como si re alizara ya en s y por s una orde nacin
en conjuntos /je rarquizacin aris totlica, e lla mis ma
agrupada en gneros y especies ple name nte de finible s
por re unin, inte rs e ccin o dis yuncin de propie dade s
o de atributos .
El apoyo de la s ocie dad en la naturale za
Cmo compre nde r este apoyo en la dime ns in de
lo s us ce ptible de ser re unido en conjuntos , propio del
prime r e s trato natural? Hombre s y muje re s vive n en
una s ocie dad; se los pue de clas ificar s in ambige dad
como (biolgicame nte ) machos y he mbras . Procrean
nios y nias que , s ie mpre y en todo s itio, s on incapa
ces de s obre vivir a me nos que, durante un tie mpo
bie n prolongado, haya adultos que se hagan cargo de
ellos . Todo esto no de riva de la le gis lacin de la con
cie ncia tras ce nde ntal, ni de la ins titucin de la s ocie
dad. Los conjuntos de machos y de he mbras , o de ni
os que no han alcanzado an un de te rminado nive l
de maduracin biolgica s on, cons ide rados e n tanto
tales , datos purame nte naturale s ; as como tambin
lo s on ciertos atributos que los afe ctan con total s e gu
ridad o con e xtre mada probabilidad. De es ta divis in
de la cole ctividad (cons ide rada como conjunto de ca
bezas ) en un s ubconjunto mas culino y un s ubconjunto
fe me nino, la ins titucin de la s ocie dad no puede pres
c indir, nunca ni en ningn s itio. Pero esta no pres cin-
de ncia obligatoria, o este tomar e n cue nta obligatorio
de la nombrada divis in, tie ne lugar en y me diante
una trans formacin de l he cho natural de s er macho o
he mbra, en s ignificacin imaginaria s ocial de ser
hombre o muje r, lo que re mite al magma de todas las
s ignificacione s imaginarias de la s ocie dad cons ide ra
da. Ni es ta trans formacin como tal, ni el te nor es pe
108
cfico de la s ignificacin en cada oportunidad pue de n
de ducirs e , producirs e , de rivars e a partir de l he cho na
tural, s ie mpre y por doquie r el mis mo. El he cho natu
ral da e xis te ncia a topes o limitacione s a la ins titucin
de la s ocie dad; pe ro la cons ide racin de esas limita
ciones no proporciona ms que trivialidade s . Cuando,
como es el cas o en re alidad, una s ocie dad arcaica
obliga al hombre , durante las s e manas pos te riore s al
nacimie nto de un hijo, a imitar a la muje r parturie nta
y a tomar s u lugar, se pue de s e alar triunfalme nte
que dicha s ocie dad jams podra obligarle a parir
e fe ctivame nte . Pero para s abe rlo no te ne mos ninguna
ne ce s idad de tomar en cue nta la s ocie dad, pues nos
bas tara con obs e rvar las cabras . Lo que nos inte re s a
es e vide nte : cmo v por quuna s ocie dad obliga a
los hombre s a imitar la s ituacin de l otro s exo?, qu
s ignifica tal cos a? De la mis ma mane ra, se pue de de
cir: es impos ible que una s ocie dad ins tituya a hom
bres y muje re s de tal s ue rte que re s ulte n abs oluta
me nte no des eables entre s . Pero la afirmacin de que
la ins titucin de la s ocie dad de be n tole rar un mnimo
de deseo he te ros e xual, so pe na de pronta e xtincin de
la propia cole ctividad, no dice nada ace rca de la inte r
minable alquimia del deseo que obs e rvamos en la his
toria. Y es pre cis ame nte es ta ltima la que nos inte re
s a.3 De la mis ma mane ra, el he cho natural pue de
s uminis trar un punto de apoyo, o una incitacin, a tal
o cual ins titucin de la s ignificacin; pe ro e ntre el
punto de apoyo, o la incitacin, y la condicin neces a
ria y s uficie nte , hay todo un abis mo. Los apoyos y las
incitacione s se toman en cue nta aqu, se de s de an
all, acullse anulan o se utilizan a contrape lo, y en
todos los cas os s on re cupe rados , trans formados , tran-
s us tanciados , por s u ins e rcin en la re d de s ignifica
cione s imaginarias s ociales . Para adve rtir tal cos a no
hay ms que obs e rvar lo que ocurre , e n dive rs as socie-
5. Tampoco la condicin mnima mencionada es evidente,
s alvo en un s entido neodarwiniano: una sociedad que inhibie ra
abs olutamente el deseo heterosexual se convertira muy pronto
en una sociedad inobservablc. Sobre la pos ibilidad que una socie
dad tiene de llegar al lmite de su autoextincin, cf. Colin Tumbull,
Un peuple de fauves.
109
dades, con los hechos naturales de la fuerza fsica su
perior del macho humano, o con la menstruacin fe
menina...
Pero quiz se ilustre mejor qu significa el apoyo
en el estrato natural si se considera la diferencia i
os-adultos. En este caso, no slo se trata de que la
significacin de ser-nio se instituya cada vez de
manera distinta y con un contenido diferente, no slo
se trata de que raramente sea una sola, sino de que
esta institucin puede hacer prcticamente cualquier
cosa con los apoyos y las incitaciones con que se en
cuentra en los hechos naturales de la maduracin. La
nica invariante natural en este caso es esta lamenta
ble banalidad: es menester que alguien se ocupe del
nio (lo alimente y lo eduque) durante un tiempo. Es
falso, lgica y realmente falso, que quien deba hacerse
cargo de ello sea necesariamente la madre o la familia
biolgica. Del nio pueden hacerse cargo adultos o, a
partir de un cierto momento, otros nios mayores; es
tas personas pueden o no tener vnculos de sangre o
de parentesco con l; los sucesivos cambios de condi
cin de los nios pueden estar ligados a etapas distin
tas de su maduracin biolgica, o a criterios y expe
riencias arbitrariamente instituidas; sus actividades
sexuales pueden ser reprimidas, toleradas, ignoradas,
alentadas, solemnemente instituidas; pueden parti
cipar en el trabajo de la colectividad muy pronto o no
participar en l durante un tiempo muy prolongado,
hasta estar fsicamente en condiciones de hacerlo;
contraer matrimonio mucho despus de la madurez
sexual, antes de ella o en el momento de alcanzarla,
y as sucesivamente.
En estos casos, el apoyo que la institucin encuen
tra en el estrato natural, por as decir, interno de la
sociedad, aparece como vago y lejano. En lo que con
cierne al contenido de las significaciones imaginarias
instituidas, en tanto significaciones, es prcticamente
nulo. Pero tambin es ineliminable, no slo en tanto
condicin fsica y biolgica (trivial) de la existencia
de la sociedad, sino tambin como soporte lgico,
punto crucial de la efectiva formacin de conjuntos
que la institucin de la sociedad lleva implcita, fija
cin de trminos de referencia sin los cuales las signi
ficaciones imaginarias no se quedaran sin puntos de
referencia. Por ejemplo, sea cual fuere el contenido
de la significacin imaginaria social de ser-nio,
sean cuales fueren sus articulaciones y sus ramifica
ciones, es necesario saber en cada momento quin es
nio, a qu clase pertenece, etc. Que el paso de una
clase a otra est fijado por la edad, tal como surge de
los registros del estado civil, por el ingreso en el ba
chillerato, por la participacin en tal o cual ceremo
nia de iniciacin o por las primeras menstruaciones,
en cualquier caso es siempre necesario que el legein
social haya podido fijar, de manera inequvoca, los
trminos de referencia y de localizacin, que permita
distinguir y reunir, en los actos y en los discursos, los
elementos de las clases instituidas, o, dicho de otra
manera, de designarlos sin ambigedad. Ahora bien,
esta posibilidad existe nicamente porque el primer es
trato natural es susceptible de ser reunido en con
juntos porque se lo puede descomponer y fijar los
acontecimientos singulares en el flujo del devenir,
porque la periodicidad natural de ciertos fenmenos
suministra un sostn a la referencia de ndole conjun-
tista y mensurable del tiempo instituido, etctera.
Esencialmente anloga es la situacin en lo reie-
rente al apoyo de la institucin histrico-social en la
naturaleza, por as decir, exterior a la sociedad. (Las
expresiones interna a la sociedad y exterior a la
sociedad son, por cierto, groseros abusos de lengua
je.) Podra decirse que la sociedad encuentra en el co
mienzo mismo un primer estrato natural precisa
mente el estrato del que emerge la humanidad que
no slo es susceptible de ser ordenado en conjuntos,
sino que ya lo est por s mismo. Efectivamente, las
especies vivas, las variedades de tierras y de minera
les, el Sol, la Luna y las estrellas, no han esperado a
recibir un nombre o a ser instituidos para ser distin
tos y definidos, para poseer propiedades estables y
formar clases. Pero cabe preguntarse: ser distintos
y definidos, desde qu punto de vista? Poseer propie
dades estables, respecto a qu? Formar clases, a jui
cio de quin? La evidencia ilusoria de una organiza
cin dada y asignable de la naturaleza que la sociedad
slo tiene que recoger ya bajo la forma de una con
111
quista progresiva de la lgica de esa organizacin, ya
bajo la forma de la arbitraria eleccin, en esa organi
zacin, de elementos que forman sistema o estructura,
ya bajo forma de una determinacin por la naturaleza
misma, comprendida la naturaleza del hombre, de lo
que se ha de recoger, evidencia ilusoria compartida
por muchsimos autores, de Marx a Lvi-Strauss, ni
camente puede descansar, cuando se consideran las
cosas de cerca, en una idea realmente extraa: la de
que el hombre inicial sera al mismo tiempo puro ani-
mal y un cientfico del siglo xix que padeciera una
amnesia parcial y transitoria.
Por qu un cientfico del siglo xix? Porque la
representacin de la naturaleza subyacente a las dis
cusiones sobre las relaciones entre naturaleza y socie
dad, o naturaleza y cultura, la idea de una organiza
cin dada, asignable (y esencialmente simple) de la
naturaleza, que la sociedad podra recoger por partes
o de manera progresiva, no es en realidad otra cosa
que el fantasma incoherente de una cierta etapa de la
ciencia occidental. Cmo hacan, pues, los neandert
hal para conciliar la relatividad general con la teora
de los cuanta? Pero cuando hablamos de naturaleza
nos referimos a los aspectos de la naturaleza que re
sultan pertinentes a la existencia humana. Para la
existencia de qu hombre? Y, pertinentes en funcin
de qu? Son pertinentes al hombre la existencia de
yacimientos de petrleo o la fusin del hidrgeno?
Es pertinente al hombre la denominacin de las flo
res, o de las estrellas? Son pertinentes al hombre las
propiedades de las columnas vibratorias de aire?
Slo hay un criterio segn el cual se podra inten
tar efectivamente aprehender los aspectos de la natu
raleza que, ne varietur, son pertinentes al hombre, y
de aprehenderlos en el marco de una lgica identita-
ria. Me refiero al criterio que considera al hombre
como puro animal o como mero ser vivo.
En efecto, se puede describir al ser vivo como un
autmata identitario,6 aun cuando- esta descripcin,
6. Recordemos que autmata significa algo muy distinto que
r obot o simple mquina: autmata quiere dfecir que se
mueve a s mismo.
112
sin duda alguna, sea insuficiente. As, pues, se dir
que el ser vivo dispone de un primer filtro-transfor
mador, gracias al cual una parte de los acontecimien
tos objetivos se transforman en acontecimientos
para el ser vivo, o sea, como informacin para l: un
segundo filtro-transformador, que diferencia, en el
conjunto de esta informacin, un subconjunto de in
formaciones pertinentes y un subconjunto de informa
ciones no pertinentes, o ruido; y, ms all de esto, una
serie de dispositivos que elaboran los elementos de in
formacin pertinente, a los que atribuye peso, valores
e interpretaciones unvocas, a partir de lo cual pue
den entrar en accin dispositivos (programas) de
respuesta. (Los acontecimientos catastrficos para tal
o cual tipo de ser vivo constituyen el lmite de los
acontecimientos pertinentes, ante los cuales no dis
pone de programas de respuesta.) Es as como las on
das de radio no son, o no son nada, para los seres
vivos terrestres como tales (no son elementos del con
junto de informaciones definido para y por estos aut
matas), mientras que los rayos salores son algo para
la gran mayora de estos seres, si bien son una cosa
para las plantas, por ejemplo, y otra muy distin
ta para las tortugas de mar. Y tambin es probable
que una buena parte de la informacin sensorial que
reciben por los animales superiores no sea pertinen
te.7 Es probable que la configuracin del cielo estre
llado (Sol, Luna y fenmenos excepcionales al mar
gen) no sea pertinente para los mamferos capaces de
percibirla.
Y tambin se puede decir que el ser vivo da exis
tencia para l a una parte del mundo objetivo, que
establece en esa parte una divisin entre un subcon-
7. Otra cuestin es la de por qu las cosas sean de esta ma
nera. El dispositivo informacional, lo mismo que todos los dispo-
sitivos del ser vivo, no parece poder existir si no es con una consi
derable capacidad excedentaria, o redundancia. Se conoce en
parte la importancia que esta redundancia, en diversas formas,
tiene para la sobrevivencia del individuo y de la especie, es decir,
para la evolucin. Es claro que no es sta una explicacin. En
todo caso, es probable que la divisin de las informaciones reci
bidas por el ser vivo en pertinentcs/ no pertinentes no sea ti j a,
no definitiva, lo que ya est indicando uno de los lmites de la
descripcin del ser vivo como autmata identitario.
113
junto pertinente y un subconjunto no pertinente, que
en el primero de ellos establece nuevas subdivisio
nes en clases de acontecimientos definidos por sus
propiedades, que reconoce tal acontecimiento como
instancia individual de una clase dada, y, por ltimo,
que, habida cuenta del conjunto de las otras informa
ciones pertinentes de que dispone y su elaboracin,
responde de acuerdo con programas dados y fijos
que, se entiende, pueden ser de una inmensa riqueza.8
Siempre que se adopte esta descripcin y este len
guaje que, hay que recordar, no slo no tienen nin
gn privilegio absoluto, sino que slo son la expresin
de nuestra lgica identitaria en una cierta etapa de
su explicitacin y aplicacin, se puede decir que el ser
vivo existe gracias a la ordenacin en conjuntos de
partes del mundo (mundo en el que distingue entre
elementos que poseen propiedades estables y vlidas
para l en tanto ejemplos de clase, etc.). Incluso en
este caso hemos de decir (tautolgicamente) que ello
es posible gracias a que lo que es, hasta cierto punto, es
susceptible de ser ordenado en conjuntos. Pero en nin
gn momento podemos afirmar que lo que es sea efec
tivamente, y no meramente en tanto jerarqua nica
y bien ordenada de conjuntos. Nada sabemos de ello
(y ms bien nos vemos obligados a pensar que no es
as). Lo nico que podemos decir es que, tal como hoy
lo captamos, el ser vivo emerge postulando conjuntos
y postulndose a s mismo en y por los conjuntos. Un
conejo y un perro son, el uno para el otro, ejemplos
de una clase definida por propiedades estables, co
sas suficientemente determinadas. Pero, qu es una
cosa en general? Aqu, tanto socilogos como bilo
gos olvidan casi siempre no tan slo su filosofa, sino
tambin su fsica. Pues, para el ltimo, hay (hoy)
una danza de electrones u otras partculas elemen
tales, o un campo de fuerzas, o torsiones locales del
8. Ei trmino reconocer es aqu un violento abuso de len
guaje; cubre tanto la mecnica estereoqumica por la cual, es una
clula, tal o cual molcula es reconocida como perteneciente a
una clase dada de molculas, como el reconocimiento de su
amo por un perro o un caballo. Esto no tiene ninguna importan
cia para la presente discusin.
114
espacio-tiempo, etc. En ese campo, los seres vivos
instauran cosas y se instauran como cosas; dan
existencia para ellos a traducciones de una cantidad
nfima de caractersticas de lo que es, traducciones
que son lo que son y tal como son tambin porque los
filtros-transformadores que les dan existencia son lo
que son y tal como son. Lo que para el ser vivo in
cluido el hombre en trfhto simple ser vivo es cosa y
propiedad estable, slo lo es debido a la enorme tosque
dad (o refinamiento) de su filtro transformador, y a su
reglaje temporal. Con otro reglaje temporal, la con
figuracin de las montaas y de los continentes terres
tres podra ser tan cambiante para un ser vivo como
la forma de las nubes en un da ventoso; como, tal
vez, lo que nos parece expansin del universo slo
sea la distole del corazn de un animal que nosotros
parasitamos. Qu cosas veramos si el poder sepa
rador de nuestra retina fuera el de un microscopio
electrnico? Es verdad que todo esto vuelve a remitir
nos a las propiedades de lo que es, al hecho de que,
a travs de sus estratos sucesivos, se presente, como
organizable y, en el lmite, sea cualquier cosa y de
cualquier manera. Pero tambin, lo que en cada mo
mento se muestra como organizado es inseparable de
lo que lo organiza; al parecer podemos dilatar este
crculo ilimitadamente, pero no podemos salir de l.
Por tanto, referirse a la naturaleza como a una or
ganizacin dada, como a un sistema de conjuntos,
como sometida a tal particularizacin de la lgica
identitaria (por ejemplo, la que ve en el existente
fsico cosas materiales en lugar de ver torsiones
locales del espacio-tiempo) equivale a referirse al
hombre como puro animal o simple ser vivo, para el
cual hay un universo de discurso establecido y fijo,
homlogo a la organizacin del conjunto de los dispo
sitivos que lo convierten en un ser vivo y en ese ser
vivo que es. A la inversa, nicamente en la medida en
que uno se refiera al hombre como puro animal o sim
ple ser vivo, puede decirse que debe existir para l
una organizacin fija y estable de la naturaleza, una
categorizacin o clasificacin en conjuntos de aquello
que le es dado o de aquello a lo que l da existencia
y una existencia determinada en tanto ser vivo. Y
115
tampoco habra que decir que esta organizacin fija
y estable podra ignorarla o trasgredirla sin poner for
zosamente en peligro su existencia misma en tanto ser
vivo; por definicin, jams podra ocurrir que la igno
rara o la trasgrediera, as como ningn otro ser vivo
puede ignorar o trasgredir lo que es, para l, la orga
nizacin de la naturaleza que corresponde a su propia
organizacin.
Esta organizacin fija y estable de una parte del
mundo homlogo a la organizacin del hombre en
tanto simpie ser vivo (que, se entiende, son dos partes
complementarias del mismo sistema para un metaob-
servador, por ejemplo, para el hombre en tanto trata
de teorizar sobre ello) es lo que yo llamo primer es
trato natural sobre el que se apoya la institucin de
la sociedad, y que sta no puede ignorar lisa y llana
mente, m tampoco violentar de cualquier manera.
Decir que la institucin de la sociedad se apoya en
la organizacin del primer estrato natural quiere de
cir que no lo reproduce, no lo refleja, no est determi
nada por l de ningn modo; sino que en ese estrato
encuentra una serie de condiciones, de puntos de
apoyo y de incitacin, de limitaciones y de obstculos.
En el lenguaje de las pginas anteriores, la sociedad,
como todo autmata, define su propio universo de dis
curso; y, en tanto que la sociedad no es simplemente
la especie humana como lisa y llanamente especie
viva o animal, este universo de discurso es necesaria
mente otro que el del animal hombre. E incluso mu
cho ms: cada sociedad particular es un autmata de
distinto tipo, puesto que (y en la medida en que) esta
blece un universo de discurso diferente, o, lo que
viene a ser lo mismo, puesto que la institucin de la
sociedad establece en cada momento aquello que,
para la sociedad en cuestin, es y no es, lo que es
pertinente y lo que no lo es, el peso, el valor, la tra
duccin de lo que es pertinente, as como la corres
pondiente respuesta.
Pero si se examina ms de cerca los trminos que
se acaban de utilizar, se comprueba que la metfora
del autmata es aqu prcticamente vaca, o, ms
exactamente, que la sociedad no es un autmata iden
titario o formado de conjuntos, sea cual fuere el grado
116
de complejidad de dicho autmata que se est dis
puesto a aceptar. Esto debera quedar claro ya a par
tir del hecho de que peso, valor, traduccin de las
informaciones pertinentes y respuesta a ellas no
son fijadas, para una sociedad dada, de manera un
voca (o multvoca finita). Pero vale la pena mostrar
tal cosa a partir de una consideracin ms elemental.
Un autmata identitario implica la divisin del
mundo objetivo (del mundo para un metaobservador,
es decir, alguien que pueda tratar al autmata y a su
mundo como objetos para s mismo) en una parte que
es para el autmata y una parte que no lo es; y la
primera, a su vez, en un subconjunto de informacio
nes pertinentes y otro subconjunto de informaciones no
pertinentes o ruido. Ahora bien, estas divisiones
no tienen en absoluto el mismo sentido para la socie
dad en tanto sociedad (no en tanto coleccin de ani
males bpedos).
En primer lugar, son para la sociedad entidades
que no corresponden a ninguna organizacin (identi-
taria o no) del estrato natural: para citar ejemplos in
mediatos e indiscutibles, son para la sociedad los es
pritus, los dioses, los mitos, etc. Y lo que no es para
la sociedad, no es siempre y necesariamente puro y
simple no ser, no ser absoluto, aquello que jams po
dra entrar en el universo de discurso ni siquiera para
ser negado; por el contrario, para la sociedad, siem
pre hay tambin ser del no ser, o no ser como tal, lo
cual integra en su universo de discurso entidades
cuyo ser es o debe ser negado, afirmaciones que deben
eliminarse mediante negaciones explcitas o que slo
son postuladas para ser negadas. En la institucin de
la sociedad est siempre explcitamente planteada la
posibilidad del esto no es o del no es as.
En segundo lugar, para la sociedad como tal, no
hay informaciones no pertinentes, pues lo no perti
nente es slo una modalidad lmite de lo pertinente.
En otras palabras: para la sociedad no hay ruido
en tanto tal ruido; el ruido es siempre algo, y en el
lmite es explcitamente puesto como ruido, o como
informacin no pertinente. Ello, por esta va aparen
temente secundaria, conduce al corazn mismo de la
cuestin de lo social, a saber, que todo lo que, de una
117
u otra manera, es aprehendido o percibido por la so
ciedad, debe significar algo, debe estar investido de
una significacin, y ms an, que siempre es aprehen
dido de antemano en y por la posibilidad de la signi
ficacin, y que nicamente en y por esta posibilidad
puede llegar finalmente a ser cualificado como pri
vado de significacin, insignificante, absurdo. Es evi
dente que lo absurdo slo puede aparecer como tal
incluso, y sobre todo, cuando es irreductible a
partir de la exigencia absoluta de la significacin.
Pai'a un autmata identitario (o, lo que viene a ser
lo mismo, para un clculo completamente formaliza
do), que un trmino es quiere decir que un trmino
tiene una forma reconocible determinada y predeter
minada (es ejemplo, de un eidos dado). Un trmino
tiene un sentido (abuso de lenguaje) quiere decir:
esta forma determina el ingreso de este trmino en
una sintaxis de operaciones determinada y predeter
minada. (Bien visto, lo que no es o no tiene sentido
para el autmata, puede sin embargo actuar sobre l
y, por ejemplo, destruirlo parcial o totalmente.)
Para una sociedad, que un trmino es quiere decir
que un trmino significa (es una significacin, es
puesto como una significacin, est ligado a una sig
nificacin). Por el mismo hecho de ser, tiene siempre
un sentido, en la acepcin estricta de trmino que se
ha indicado antes, es decir, que siempre puede en
trar en una sintaxis, o dar existencia a una sintaxis
para entrar en ella. La institucin de la sociedad es
institucin de un mundo de significaciones que es
evidentemente creacin como tal, y creacin espec
fica en cada momento.
En este mundo debe encontrar siempre lugar y
un lugar importante el primer estrato natural, cuyo
ser y cuyo ser-as (para el hombre en tanto ser vivo)
es condicin de existencia de la sociedad. Pero tam
bin es cierto que este estrato nunca se recoge simple
mente tal como es, y que tal cosa sera imposible. Lo
que a l pertenece se recoge en y por el magma de
significaciones que la sociedad instituye; es, a travs
de dicho magma, transustanciado u ontolgicamente
alterado. Es alterado en su modo de ser, en tanto ni
camente es y no es gracias a que est investido de sig
118
nificacin. Tambin su modo de organizacin ha su
frido alteracin, y no poda ser de otra manera, puesto
que no slo el modo de organizacin del mundo de
las significaciones no es el modo de organizacin en
conjuntos, propio del primer estrato natural, sino que,
adems, a partir del momento en que todo debe signi
ficar, esta organizacin en conjuntos no responde,
como tal, a la cuestin de la significacin, y hasta deja
de ser una organizacin, incluso una organizacin en
conjuntos.
Que la organizacin en conjuntos no responde a la
cuestin de la significacin queda suficientemente in
dicado en el hecho de que los formalistas contempor
neos, sean matemticos, lingistas o etnlogos, se ven
obligados a negar que haya cuestin de la significa
cin. No es difcil darse cuenta de que, en el momento
en que se presenta la exigencia de la significacin, la
organizacin en conjuntos deja de ser una organiza
cin, incluso una organizacin en conjuntos, pues esta
organizacin, tal como se da inmediatamente, no es
tal (ni es coherente) sino respecto de ciertos aspectos
y desde un cierto punto de vista: el punto de vista del
hombre-animal, en tanto que precisamente desde ese
punto de vista no se plantea la cuestin de la signifi
cacin. Por ejemplo, supongamos que la regularidad
de lo dado desdibuja o excluye la cuestin de la signi
ficacin. (Por lo dems, eso no es en absoluto cierto,
y slo sera una moderna proyeccin cientificista e in
genua, pues la comprobacin o el establecimiento de
una regularidad plantea la cuestin de la significa
cin de esa regularidad, y todas las sociedades expli
can las regularidades que comprueban o las interpre
tan, y, adems, habra que saber qu se entiende por
regularidad, qu objetos debe cubrir y hasta dnde
debe llegar.) Ahora bien, en el estrato natural origina
rio, esta regularidad es ofrecida y negada al mismo
tiempo. La caza se hace rara, la lluvia tarda en llegar,
el nio nace muerto, hay un eclipse de luna, qu sig
nifican todos estos acontecimientos? Sera falso decir
que la organizacin en conjuntos, propia del estrato
natural originario, tal como se da naturalmente, es
incompleta, deficiente que tiene lagunas. Si adopta
mos el punto de vista del hombre-animal, no es com
119
pleta ni incompleta, sino que es lo que es y, tal como
es, necesaria y suficiente (ex post facto) para la exis
tencia del hombre-animal, homloga y consustancial
a esa existencia. Pero si adoptamos, como la sociedad
lo hace desde su primer da, el punto de vista de la
significacin, la organizacin natural en conjuntos
como tal no tiene casi valor; y si damos al trmino
significacin el sentido (abusivo) de coherencia o de
regularidad, la organizacin natural ni siquiera es
fragmentaria, sino mucho menos que eso an; la parte
que aparece como irregular o incoherente no es ni me
nos extensa, ni menos importante que la que apareca
como regular y coherente. Y, por cierto, esta ltima
no slo condiciona la existencia biolgica de la socie
dad, sino que suministra adems el apoyo de la ins
titucin, y muy en particular de la dimensin con-
juntista-identitaria de esta institucin. Pero hay una
inmensa distancia entre esta comprobacin y la idea
de que la creacin de un mundo de significaciones por
la sociedad slo tiene por funcin la de llenar cier
tas lagunas en una organizacin racional (esto es, en
conjuntos e identitaria) ya dada por s misma con la
naturaleza, o como sustituto, gradualmente reducido,
del descubrimiento de esta pretendida organizacin
racional.
Ahora podemos descomponer esta ltima idea,
siempre tan difundida (las significaciones imagina
rias como sustituto o compensacin), en los ingredien
tes que la componen: el cientfico occidental, posedo
por los dos fantasmas de la existencia de una organi
zacin racional del mundo (de la que no sabe nada)
y de que su ciencia est a punto de desvelarla ntegra
o casi ntegramente (en realidad produce ms enig
mas que los que resuelve), los transporta diez mil
aos hacia atrs o a diez mil kilmetros de distancia
e interpreta las representaciones de los salvajes como
intento de tapar los agujeros que stos habran debido
descubrir en la organizacin de su mundo, si hubie
ran estado posedos por los mismos fantasmas que el
cientfico occidental. Se trata de una tautologa, sin
duda; pero es til enunciarla: las lagunas de la orga
nizacin del estrato natural nicamente aparecen
como lagunas de una organizacin racional a partir
120
del momento en que se ha decidido que el nico punto
<evista importante es el de la explicacin racional, o
que la nica autntica organizacin es la organiza
cin identitaria y en conjuntos. Pero esta decisin es
una institucin histrico-social particular y reciente.
Tambin por esta razn es ingenuamente etnocntrica
la otra idea, tan corriente, segn la cual el pensa
miento mtico sera esencialmente pensamiento clasi-
ficatorio, y, por tanto, reducible a los rudimentos de
la lgica de conjuntos (las significaciones imagina
rias, como sabores, fuegos fatuos o ilusiones compar
tidas por los buenos salvajes y los malos etnlogos).
Para parafrasear al padre de esta idea; decir que los
salvajes clasifican es un perogrullada, pues, si no lo
hicieran, no hablaran; pero decir que en lo esencial
se limitan a clasificar, es un absurdo. Lo que a ojos
del cientfico occidental de hoy da puede parecer
fragmentariedad de la organizacin del estrato na
tural que hubiera debido poner en funcionamiento la
investigacin racional con vistas a completar esa
fragmentariedad, aparece como tal suerte de frag
mentariedad nicamente a partir y en funcin de la
institucin de la interrogacin ilimitada en el hori
zonte de la lgica identitaria. El dato no es incompleto
lgica ni racionalmente sino a partir del momento en
que se ha postulado la completitud como completitud
lgica o racional. Pero la idea de que todo debe respon
der a la exigencia de la completitud lgica o racional
(el logon didonai, dar cuenta y razn; el todo lo que es
real es racional de Hegel) slo es un avatar particular
de la idea segn la cual todo debe responder a la exigen
cia de la significacin, si es que se puede llamar idea
a lo que es condicin de toda idea. La institucin de
la sociedad es a la vez institucin de esta exigencia y
de la respuesta que en cada momento se le da. Y por
cierto que entre la exigencia y la respuesta siempre
puede aparecer una tensin; eso forma parte de la
cuestin misma de la historia en el sentido de la au-
toalteracin de la sociedad. Ello no impide que, para
la gran mayora de los tipos de sociedad conocidos,
las sociedades mticas, lo dado aparezca como incom
pleto desde el punto de vista lgico, no porque hayan
clasificado todo lo clasificable ni porque sus clasifica
ciones sean lgicamente cerradas y completas, sino
porque se no es su criterio; pero tampoco aparece
como incompleto de cualquier manera, pues la res
puesta mtica a la pregunta por la significacin es una
respuesta esencialmente saturante, cosa que jams
puede ser la respuesta lgica o racional (debido a lo
cual se ve irresistiblemente arrastrada al mito de la
completitud racional, de la racionalidad integral de
lo que es, del ser como determinidad).
E l legein y el lenguaje como cdigo
La institucin histrico-social es aquello en y por
lo cual se manifiesta y es lo imaginario social. Esta
institucin es institucin de un {magma de significa
ciones, las significaciones imaginarias sociales^ El
sostn representativo participable de esas significa
ciones al cual, bien mirado, no se reducen, y que
puede ser directo o indirecto consiste en imgenes
o figuras, en el sentido ms amplio del trmino: fone
mas, palabras, billetes de banco, geniecillos, estatuas,
iglesias, utensilios, uniformes, pinturas corporales,
cifras, puestos fronterizos, centauros, sotanas, lictores,
partituras musicales. Pero tambin en la totalidad de
lo percibido natural, nombrado o nombrable por la
sociedad considerada. Las composiciones de imge
nes o figuras pueden a su vez, ser, y a menudo son.
imgenes o figuras, y, por tanto, tambin soportes de
significacin. \ Lo imaginario social es, primordial
mente, creacionUe significaciones y creacin de im
genes o figuras que son su soporte. La relacin entre
la significacin y sus soportes (imgenes o figuras) es
el nico sentido preciso que se puede atribuir al tr
mino simblico, y precisamente con ese sentido se
utiliza aqu el trmino.9-
9. El trmino si mbl i co, tal como lo emplean en Francia
ciertas corrientes psicoanalticas, corresponde en realidad a una
componente de ciertas significaciones imaginarias sociales, su
normativa instituida; aun cuando estas significciones sean, en
cada momento, instituidas con un contenido particular, el tr
mino deja (y no deja) entender que, detrs de ella, se esconde una
122
Las significaciones de una sociedad tambin son
instituidas, directa o indirectamente, en y por su len
guaje, al menos en lo que respecta a una parte consi
derable de ellas, las que son explcitas o explicitables.
Pero tambin, y al mismo tiempo, la ordenacin del
mundo en conjuntos, o la organizacin identitaria
del mismo, que la sociedad instituye, tiene lugar en y
por el / ^ge (distingur-elegir-poner-reunir-contar-de-
cir). ;' legein es la dimensin conjuhtista-constitu-
yente ae conjuntos del representar/ decir social, as
como. e\ '"tkheiti (reunir-adaptar-fabricar-construir)
es la dimensin conjuntista-constitutiva de conjuntos
del hacer social Ambas se apoyan en el aspecto iden-
titario del primer estrato natural, pero ambas son, ya
como tales, creaciones sociales, instituciones primor
diales e instrumentales de toda institucin (lo que no
implica ninguna anterioridad temporal o lgica).
El lenguaje es en y en virtud de dos dimensiones
o componentes indisociables.\ E lenguajes lengua en
tanto significa, es decir, en tanto se refiere a un mag
ma de significaciones. El lenguaje es cdigo en tanto
organiza y se organiza identitariamente, es decir, en
tanto es sistema de conjuntos J o de relaciones suscep
tibles de ser ordenadas en conjuntos); ms an, en
tanto legein.
La ordenacin del mundo en conjuntos, que la so
ciedad instituye, no es simplemente operada por el
lenguaje en tanto cdigo, es decir, en tanto legein, en
tanto instrumento que acta sobre lo que le es exte
rior. Tambin y sobre todo se encarna y realiza
en el lenguaje mismo, se presentifica en el legein como
producto de su propia operacin; nicamente en y por
esta ordenacin en conjuntos, el lenguaje puede ser
tambin cdigo.10
normatividad a la vez materialmente definida y irans- o metacul-
tural. Es as, como se habla, por ejemplo, de padre simblico,
lo que no quiere decir en absoluto ms que padre instituido.
10. El trmino cdi go no se utiliza aqu en el sentido
que, despus de Saussure, se convirti en el predominante en lin
gstica (y que en realidad se limita a duplicar la nocin de siste
ma). Este trmino se utiliza aqu en el sentido que tiene en las ex
presiones cdigo de la cifra, cdigo criptogrfico; o, el que tie
ne en la conocida frmula de Shannon, el sentido es lo que queda
123
El lenguaje es tambin siempre y necesariamente
cdigo: el lenguaje establece siempre trminos (ele
mentos de conjuntos) y relaciones prcticamente un
vocas (de conjuntos o reducibles a conjuntos) entre
trminos; comprende y es siempre instituida una di
mensin de univocidad, o identitaria. No puede ser si
no instituye una dimensin y en esa dimensin se insti
tuye. El lenguaje, en tanto cdigo, se instituye tambin
como sistema de conjuntos y de relaciones susceptibles
de ser reducidas a conjuntos, o sea de aplicaciones, en
sentido matemtico, que van de un conjunto a otro. Ese
es prcticamente el nico aspecto del lenguaje del que
se ocupa la lingstica contempornea.
Tal es, ante todo, la situacin en lo que se refiere
al lenguaje en su ser-ah material-abstracto, como so
porte representativo, jerarqua de conjuntos de im
genes-figuras o sistema de significantes en diferentes
niveles. Para existir un lenguaje, es menester que el
continuo sonoro se divida en bandas, cada una de las
cuales corresponde a un fonema y slo a uno. El ser
del fonema, tal como han sabido descubrirlo Trubetz-
koi y J akobson, es un ser material-abstracto. Un fo
nema es una entidad imagen o figura abstracta,
independiente, en los lmites que la definen, de su rea
lizacin material concreta y de las variaciones inevi
tables e indefinidas de estas ltimas, pero no de toda
realizacin material. Un fonema es una forma, un ei-
dos, que da existencia, en calidad de idnticos (indis
cernibles) a fenmenos sonoros que no son idnticos
ni, por definicin, pueden serlo. (La discusin sobre
la analizabilidad o no de los fonemas en caractersti
cas distintivas no es pertinente en el presente contex
to.) Lo mismo ocurre si, en lugar de fonemas, se con
sideran soportes grficos de cualquier tipo. El sistema
invariante cuando se pasa de un cdigo a otro, formula que, evi
dentemente, es una definicin del cdigo y en absoluto de sentido.
Un cdigo no es un buen cdigo, y ni siquiera es un cdigo, sino a
condicin de que sus trminos estn en correspondencia biunvoca
con los de otro cdigo. En el caso del lenguaje como cdigo, la co
rrespondencia biunvoca es tal entre los significantes (palabras o
frases) y los elementos designados por stos (los significados en
tanto forman sistema conjuntista-identitario).
124
fonolgico de un lenguaje (y ms en general, todo sis
tema semitico) es, por tanto, institucin de trminos
discretos, ya sea de elementos bien distintos o bien
definidos; es, simultneamente, ordenacin del conti
nuo sonoro en conjuntos, definicin de un conjunto fi
nito de fonemas y aplicacin (en sentido matemtico)
del primero en el segunda A partir de all, y a travs de
operaciones de ordenacin en conjuntos, se edifi
can nuevos conjuntos y jerarquas determinadas de
conjuntos (morfemas, clases gramaticales, tipos sin
tcticos y lxico) entre los cuales se establecen rela
ciones de tipo conjuntista o reducible a conjuntos. As,
en todo instante hay un conjunto finito y definido de
palabras posibles de un lenguaje, que es un subcon
junto de potencia cartesiana finita del conjunto de los
fonemas, o, en trminos ms simples, el resultado de
una combinatoria finita de los elementos del conjunto
de fonemas, excluidas ciertas combinaciones. Las cla
ses gramaticales representan una divisin del con
junto de las palabras; los tipos sintcticos, una combi
natoria de los elementos de las partes definidas por
esa divisin, etc. Estas definiciones, operaciones, rela
ciones, son en cada momento especficas y caracters
ticas del lenguaje en cuestin. El lenguaje no puede
operar la ordenacin del mundo en conjuntos a no ser
porque l mismo es un sistema de conjuntos y de re
laciones de conjuntos, y porque como tal sistema se
instituye. En su ser-ah material-abstracto, en tanto
cdigo o sistema de cdigos de significantes, el len
guaje es el primero y el ltimo verdadero conjunto
que jams haya existido, el nico.conjunto real y
no simplemente formal; todo otro conjunto, no slo
lo presupone lgicamente, sino que no puede ser
constituido si no es por medio del mismo tipo de ope
raciones. Toda lgica (y finalmente toda ontologa)
identitaria es, y slo es, la realizacin prctica de ope
raciones identitarias instituidas en y por el legein, en
y por el lenguaje en tanto cdigo.
%
Estas son las operaciones que todas las matemti
cas formalizadas presuponen, necesarias y suficientes
por su constitucin en tanto matemticas formaliza
das (que ni por un segundo hay que confundir con las
125
matemticas a secas). En la medida por principio,
incompleta, como se sabe en que las matemticas
formalizadas llegan a realizar su programa, son un
conjunto de elementos formales, es decir, materiales-
abstractos (signos: figuras o imgenes) instituidos
como tales (y generalmente suministrados por exhibi
cin o mostracin efectiva o virtual). En cada una de
las etapas, esta construccin slo es posible gracias a las
operaciones de la lgica de conjuntos o identitaria
que la misma presupone, no ingenuamente, como
suele decirse, sino de modo inabarcable y no inspec-
cionable. As, es de temer que el venerable autor de
tan- bella Introduccin a los Elements de mathmati-
queu peque de cierta falta de rigor cuando dice: Es
evidente que la descripcin del lenguaje formalizado
se hace en lengua corriente, como la de las reglas de
un juego de ajedrez. No entraremos aqu en la discu
sin de los problemas psicolgicos o metafsicos que
plantea la validez del empleo del lenguaje corriente
en tales circunstancias (por ejemplo, la posibilidad
de reconocer que una letra del alfabeto es la misma en
dos sitios diferentes de la misma pgina, etc.). Los
problemas que aqu nos interesan no son psicolgicos,
ni metafsicos; y tampoco podramos llamarlos lgi
cos, puesto que son consustanciales con la posibilidad
(y la efectividad) de la lgica y de toda lgica. No se
trata de la validez del empleo del lenguaje comente
en tales circunstancias en tanto que empleo material
de los resultados o productos del lenguaje, sino de la
necesidad insoslayable de utilizar, de instituir, las
mismas operaciones, los mismos tipos de operacin
que los que instituye y utiliza constantemente el len
guaje en tanto cdigo. Tenga o no que explicar a
cada uno lo que hace, el matemtico no puede hacer
matemticas y el libro de matemticas no puede
existir como tal libro de matemticas, si no es a
partir de la decisin de que las incontables ocurren
cias de una cosa cualquiera, de un trmino o quid con
una u otra referencia (pero siempre como imagen o
figura, siempre con un soporte representativo) perte
nece a lo mismo; que, a pesaFct1las"cfierencias del
11. N. Bourbaki, loe. cit., E.I.9-E.I.10.
126
lugar o del momento en que aparecen, el emplaza
miento en la pgina, el cuerpo tipogrfico o la grafa
personal, e incluso el contexto (y eso no siempre, pero
siempre libres de toda ambigedad insuperable), slo
son los representantes de una clase que posee un re
presentante cannico material-abstracto, que es el
signo x o el signo = o el signo 1. Signo que, se
entiende, debe ser distinto y bien definido, incesante
mente multiplicable sin dejar de ser uno, idntico a
s mismo y diferente de todos los otros, cuyas ocurren
cias remiten a lo mismo mientras que son sin ninguna
duda diferentes, y que es esencialmente tal como
puede ser aprehendido en las composiciones con otros
signos.
La segregacin, en lo que se da como naturalmente
inspeccionable, de un conjunto de signos opuestos a
todo lo que no es signo, la imposicin al conjunto de k
signos de una familia de relaciones de equivalencia
que dan existencia como signo a un x, un y, etc. ]
(es decir, que pone todos los x que se puede encon
trar como equivalentes de acuerdo con una de esas i
relaciones), la posibilidad de formar signos de orden
superior por combinacin de signos elementales, to- j
das estas operaciones ya son operaciones con conjun
tos y constitutivas de conjuntos, operaciones sin las
cuales la teora de conjuntos (ingenua o no) ni siquiera
puede comenzar. Y es intil que se trate de enmasca
rar esta situacin con la postulacin, vaca por im
practicable, de una jerarqua de metalenguajes, ne
cesariamente infinita, cuya construccin slo repro
ducira en cada etapa esta situacin hacindola ms
compleja.
Se sabe que, incluso en el caso de las matemticas
formalizadas, e independientemente de las cuestiones
que se acaban de discutir, la ordenacin en conjun
tos no puede desembocar en el cierre lgico de los siste
mas constituidos, salvo que se trate de sistemas trivia
les, es decir, finitos (como lo son los que manipulan
los estructuralistas en diversas disciplinas sociales e
histricas). Un sistema formalizado suficientemente
rico como para contener la aritmtica de los enteros
naturales la forma ms pobre del infinito lleva
necesariamente consigo proposiciones indecidibles, es
127
decir, de lo indeterminado e indeterminable. Se
puede observar que la aritmtica de los enteros natu
rales es aqu una aguafiestas, en la medida en que
presentifica el infinito numerable, es decir, la simple
iteracin indefinida de lo mismo, expresin perfecta
mente comprehensible y significativa para todos, al
mismo tiempo que indefinible en sentido riguroso, e
indefinible en distinto grado que los trminos y las re
laciones elementales de una teora formalizada. Pues
aqu va implcita la referencia a la virtualidad asegu
rada de una operacin impracticable;12 por tanto,
algo que abra una brecha en la determinacin abso
luta requerida por la lgica identitaria. Que en cada
momento esta brecha se haya podido llenar con medi
das ad hoc que tomaron los matemticos, es prueba,
sobre todo, de la imaginacin creadora de estos lti
mos y muesti'a que, incluso en este caso extremo de
las matemticas formalizadas, el automatismo de la
manipulacin regulada de signos, abandonada a s
misma, slo puede producir trivialidades (si se perma
nece en lo finito") o incoherencias (si se pasa al in
finito). Esto se advierte con ms claridad an cuando
se considera la sustancia de las matemticas. El he
cho de que todas las proposiciones de una rama dada
de las matemticas puedan reducirse a un pequeo
nmero de axiomas y de que a partir de ellos, por me
dio de un pequeo nmero de esquemas, puedan de
ducirse criterios de sustitucin y criterios deducti
vos,11oculta el hecho, tan importante como ello o ms
an, de que no todos los axiomas que se pueden ele
gir libremente tienen la misma fecundidad ni son
igualmente interesantes, ni mucho menos, y de que es
la imaginacin creadora de los matemticos la que
postula las ideas matemticas ricas y fecundas, sin es-
12. Slo aparentemente escapamos a ello cuando postula
mos el axioma E xiste un conjunto infinito (p. ej., N. Bourbaki,
loe. cit., E. I I I , 45), cuando definimos como i nfi ni to un conjunto
que no es finito (por ejemplo, uno cuyo cardinal sea a + a + 1)
o que cuando definimos como infinito un conjunto de potencia
equivalente a una de sus partes propias. En ambos casos, se con
fiere la posibilidad (irrealizable) de una iteracin indefinida de
la misma operacin.
13. Vase, por ej., N. Bourbaki, loe. cit., E. I., pp. 16-38.
128
tar necesariamente en condiciones de fundarlas o jus
tificarlas como tales,14 que la historia de cada rama
j e las matemticas est marcada por el descubri
miento de procedimientos demostrativos especficos,
pero poderosos, tpicos e irreductibles a los esquemas
deductivos formales y generales (desde el mtodo ex
haustivo de Arqumedes o el descenso infinito de Fer-
mat hasta el mtodo en diagonal de Cantor o la facto-
rizacin gdeliana de las proposiciones), y que son
esos procedimientos los que constituyen los autnti
cos instrumentos de las matemticas vivas. Las mate
mticas formalizadas slo son el caput mortum de las
matemticas ya hechas, no las matemticas vivas en
proceso de autoproduccin. Si no fuera as, las mate
mticas slo habran sido una simple semeiotechnie,
es decir, casi el equivalente de lo que hoy se denomina
pomposamente semitica, y de una pobreza tan preo- *
cupante como la de esta ltima.
Ello no impide que, en el interior de los lmites as if
trazados, las matemticas (y, ms en general, todo lo
que podemos concebir como sistema formal) estn so- .
metidas ntegramente a la lgica de conjuntos o iden
titaria. Es evidente que lo mismo vale para la topolo
ga, que ltimamente se ha puesto de moda en sitios
inesperados, tal vez en funcin de la atencin excesiva
que se otorga al significante en detrimento del signifi
cado. La topologa puede suministrar unas cuantas
metforas asombrosas o, en ciertos casos, permitir la
construccin de modelos menos rgidos que otras ra
mas matemticas. Pero hacer topologa no es en esen
cia nada distinto de hacer aritmtica; desde un punto
de vista fundamental, tanto las operaciones lgicas
como el modo de ser del objeto son en ambos casos
los mismos.
14. Si, por desgracia, Newton o Lcibniz hubieran conocido
los criterios de la matemtica formalizada, jams se habran
atrevida a publicar sus descubrimientos en materia de clculo di
ferencial. El anlisis ha sido un lupanar lgico durante un siglo
y medio, hasta que Cauchy v Weierstrass despejaron hasta cierto
punto la situacin. Cf. Abrafam Robinson, Nonstandard Analysis,
1966, pp. 260 a 282. Se sabe, tambin, que varias de las demostra
ciones que Galois ofreci de sus proposiciones fundamentales y
verdaderas, eran falsas.
129
El ser-cdigo del lenguaje no se limita a su aspecto
material-abstracto; por el contrario, se extiende tam
bin a su aspecto significativo. El lenguaje lleva
consigo tambin necesariamente la dimensin conjuri-
tista-identitaria en lo que respecta a sus significados
o, dicho de otra manera, las significaciones estn as
constituidas, en parte, como cdigo (lo que ha contri
buido a despistar a los semnticos estructuralistas).
Esto es evidente de inmediato cuando se consideran
las significaciones implicadas en las operaciones
de designacin (o nominacin): la inmensa mayora de
las palabras de un lenguaje representa una codifica
cin, la institucin de un conjunto de elementos o tr
minos distintos y definidos en lo perceptible, ya sea
la instauracin en este ltimo de entidades o de pro
piedades separadas, fijas y estables como tales y,
simultneamente, la institucin de un conjunto de
trminos del lenguaje (palabras o frases), y la ins
tauracin de una correspondencia biunvoca entre
los dos conjuntos. Se trata, en verdad, de tres aspectos
de la misma operacin. Desde este punto de vista (pero
no desde otros) es indifei'ente que los elementos defi
nidos en lo perceptible correspondan a cosas (rbo
les), a procesos (correr) o a estados (hace buen
tiempo); a individuos (Pedro, el Olimpo) o a clases (pe
rro); tambin es indiferente que la correspondencia
no sea perfectamente biunvoca, es decir, que las am
bigedades subsistentes desde el punto de vista lo
cal (debido a la sinonimia, la homonimia o dificulta
des para separar netamente las clases de objetos: por
ejemplo, montaa/ colina), siempre que la univocidad
sea suficiente en cuanto al uso (pros ten chreian ika-
ns), como deca en otro contexto Aristteles, o, mejor
an, que se la pueda elevar a una cantidad finita de
operaciones suplementarias.13 De ah surge inmedia
tamente que la ordenacin del mundo en conjuntos
(implcita tanto en el recuento de las cabras de un
hato como en el envo de un hombre a la Luna) es con
sustancial a esta institucin del lenguaje como cdigo
de significaciones, en y por la cual puede nicamente
15. Cf., por ejemplo, Metafsica, I, 4.
130
cobrar realidad. Y tambin se desprende inmediata
mente que la inmensa mayora de las significaciones
a las que se puede llamar racionales (los concep
tos), son construidos mediante el refinamiento y la
elaboracin de los elementos de este cdigo de signi
ficaciones, que pone exclusivamente en prctica ope
raciones de la lgica de conjuntos-lgica identitaria
(por ejemplo, toda la taxonoma del ser vivo).
Pero hay mucho ms: la dimensin conjuntista-
identitaria est presente en todas las significaciones,
comprendidas las que no tienen ninguna relacin con
lo real o con lo racional. A quien no est atrapado por
la ideologa contempornea, a quien no haya reflexio
nado nunca acerca del ser de la significacin, esta
afirmacin puede parecerle paradjica, cuando no
absurda. Pues una significacin, toda significacin, com
prendidas las referidas a lo real o lo racional perro,
crculo es esencialmente indefinida e indetermina
da; cuando tomamos en consideracin el ser pleno de
la significacin, la lgica identitaria-lgica de conjun
tos carece de autntica influencia. Decir que una sig
nificacin pertenece a... o se descompone en..., siem
pre que tales trminos no se interpreten como la
ms toipe de las metforas no tiene prcticamente ms
sentido que el decir que es azul o amarilla, o que est
cargada de electricidad positiva o negativa.16Conside
radas en su plenitud, las significaciones no son ele
mentos ni se componen de conjuntos; el mundo de las
significaciones es un magma. Y sin embargo, la signi
ficacin slo puede ser significacin, slo puede en
trar en el discurso mismo que quisiera decir lo que
aqu se trata de decir, en la medida en que, por uno
de sus aspectos, en uno de sus estratos, se deje
aprehender como si fuera algo distinto y definido, sin
lo cual no sabramos de qu se habla. No puedo utili
zar las palabras vago, confuso, aproximada
mente, si no me valgo del presupuesto implcito de
16. En un chispazo de genio, un eminente lingista ha es
crito un da: yegua=cabal lo+hembra. Si, como es habitual, el
signo + de esta expresin indica la operacin de un grupo adi
tivo, de ello resulta que, para L. Hjemslev, una hembra es una
yegua a la que se ha despojado de su equinidad.
que estos trminos definen modalidades o propieda
des bien determHsatfSSr que la proximidad que e]
aproximadamente describe o la clase de los estos
vagos o confusos, se postulan sin ninguna ambige
dad, que implican fronteras cuyo trazado es suficien
teniente ntido.
Qu es una significacin? Slo podemos descri-
birla como un haz indefinido de remisiones intermina-
bles a otra cosa que (lo que parecera que fuera dicho
inmediatamente). Estas otras cosas son siempre al
mismo tiempo significaciones y no-significaciones
(aquello a lo que las significaciones se refieren o aque
llo con lo que se relacionan). El lxico de las significa
ciones de una lengua no vuelve sobre s mismo, no se
cierra sobre s mismo, como se ha dicho con gran sim
pleza; lo que, de una manera ficticia, se cierra sobre
si mismo, es el cdigo, el lxico de los significados
dentitarios-conjuntistas, susceptibles de una o varias
definiciones suficientes cada uno de ellos. Pero el l
xico de las significaciones est abierto por doquier
pues la significacin plena de una palabra es todo lo
que, a partir o a propsito de esa palabra, se puede
decir, pensar, representar o hacer socialmente.1'E sto
equivale a decir que apenas se puede asignarle lmites
determinados, un peras. Ciertamente, ese haz de remi
siones, cada una de las cuales desemboca en algo que
a su vez es origen de nuevas remisiones, dista mucho
de ser caos mdiferenciado. En efecto, en el todo de ese
magma se aprehenden corrientes ms densas, puntos
nodales, zonas ms claras o ms oscuras, puntas de
roca. Pero el magma no deja de moverse, de hincharse
y de desinflarse, de licuar lo que era slido y de soli
dificar lo que no era prcticamente nada. Y justa
mente porque el magma es as, puede el hombre mo
verse y crear en y por el discurso, no quedarse para
siempre inmovilizado por los significados unvocos y
lijos de las palabras que emplea; dicho de otra mane
ra por eso el lenguaje es lenguaje. Y sin embargo, no
solo sena imposible esta descripcin, sino tambin la
soclafme.n,e : n0 digo <lue la significacin sea la to-
ittttas&ssr - " * * -
132
cosa misma a no ser por la presencia de la dimensin
identitario-conjuntista. Pues esta significacin debe
ser este haz y no otro, y estas remisiones deben ser re
misiones de... a..., relaciones transitoriamente postu-
Ladas como estables entre trminos transitoriamente
postulados como fijos. Una significacin no es nada
en s, sino tan slo un gigantesco prstamo, y, no
obstante, debe ser este prstamo; es, se podra decir,
ntegramente fuera de s, pero tambin es eso que es
fuera de s.
La significacin escapa esencialmente a las de
terminaciones de la lgica identitaria-lgica de con
juntos. Y, sin embargo, incluso en este caso, compro
bamos la asuncin parcial de esta lgica, de sus
necesidades. Ms adelante -cap tulo V I I - volvere
mos sobre este tema.
Aspectos del legein
La operacin nuclear del legein es la designacin.
El propio esto se llama... pone plenamente enjuego
todo el haz de operadores que acostumbramos a pen
sar como separados y separables.
En efecto, aqu va implcito, ante todo y con tocia
su potencia operativa, el signo (y la pluralidad de sig
nos) v todo aquello a lo que el signo da existencia.
(Signo tiene aqu su sentido corriente, no el que le
diera Saussure.) El signo es aqu en calidad de instan
cia concreta, de concrecin material separada de todo
el resto, postulada como distinta y definida; esto se
llama x presupone que x (palabra hablada o escrita,
ideograma, etc.) ha sido constituido como objeto
aparte del flujo heracliteano; y al mismo tiempo es
en calidad de eidos formal: x es signo solo si es ti
po o forma y si slo en virtud de este tipo o forma todo
x concreto que pudiera encontrarse es signo en tanto
signo; y, por ltimo, es en calidad de relacin su i ge-
neris de la instancia concreta y del eidos^forma! que
constituye el signo. Las grafas o fonas diferentes de
x no son al eidos de x lo que el perro concreto es a la
especie perro o al concepto de perro. Si x esta sun-
cientemente formado, agota x como eidos; no di
fiere en s de ningn otro x, no puede diferenciarse
de este ltimo nada ms que por posicin, es idntico
a todos los x sin ser ninguno de ellos, y no en tanto
ejemplos diferentes del mismo concepto, puesto que
x no es un concepto. Es idntico a ellos en tanto f i
gura, y esta identidad es anloga a la universalidad
o, mejor an, a la genericidad de la figura (el tringulo
en todo tringulo), sin que, no obstante, pueda en ab
soluto asimilarse a l. Todas las propiedades acci
dentales que el signo puede poseer son no perti
nentes; basta con que los ejemplos concretos sean
suficientemente similares en cuanto al uso (pros
tn chreian ikans) para que este uso sea el uso del
signo como signo, a pesar de que es posible extra
viarse en una construccin geomtrica relativa
al tringulo debido a que necesariamente se dibuja un
tringulo particular issceles, escaleno y a que es
menester dedicar a ello una atencin particular x o
bien es o bien no es x, o bien es o bien no es reconoci
ble como x; si lo es, es representante cannico de una
clase indefinida, equivale absolutamente en tanto
signo a todos los x posibles. Al poner el signo, lo
imaginario social, por primera vez en el desarrollo del
universo, da existencia a la identidad, y lo hace de una
manera tal que no existe y que no puede existir en
ningn otro sitio, instituye la identidad, y la instituye
en y por la figura.
Luego es implicado aqu el objeto (a la vez bajo
la forma del signo y bajo la forma de aquello de lo
que el signo es signo) como cosa, propiedad, etc.
A partir de ese momento, el objeto aparece y es puesto
como unidad definida de una indefinidad (no necesa
riamente de una multiplicidad), como separable-sepa-
rado, libremente destacable del resto y reintegrable a
ese resto, como perteneciente a una clase o un conjun
to; y como representante de esa clase no se confunde
ni con los otros representantes de ella ni con la clase
como tal; por ltimo, como ndex sui, ndice de s mis
mo, que se representa y subsiste a travs de todas sus
partes, manifestaciones, cualidades no inme
diatamente aparentes o que pueden aparecer a conti
nuacin. As es como se instituye la identidad-como
plena o sustancial, no como identidad entre esto y
aqu el l o, sino como identidad consigo misma, como
niismidad o autidad, autots, Selbsheit.
Y, por ltimo, he aqu implicada la relacin signi-
tiva, la relacin signo-objeto como absolutamente es
pecfica, inanalizable e inconstructible, que desde el
primer momento pone y adopta estos dos trminos
como coparticipantes, sin que por eso haya entre ellos
ninguna relacin real ni lgica (tautologa, puesto que
las relaciones reales y lgicas no pueden existir si no
es a partir y por medio de la relacin signitiva). Esta
relacin da existencia a sus dos trminos inmedia
tamente como universales, o, mejor, como genricos;
es universalizante o generizante porque, al mismo
tiempo que pone estos dos trminos, pone tambin
dos clases y no puede poner ms que clases. El
signo o el objeto atmicos son imposibles. Lo mis
mo que el acontecimiento puntual, el objeto at
mico es una elaboracin abstracta que pertenece a
una etapa ulterior de la elaboracin del legein como
lgico-cientfico. La relacin signitiva es, en cada mo
mento, singular en s misma (... se llama... es una
relacin nica entre dos clases, y slo es si es nica),
y ncleo universalizable (disponer de una relacin de
designacin es disponer de la posibilidad de la desig
nacin dondequiera que sea).
As, pues, a partir de este instante tenemos la posi
cin de dos entidades concretas como separables-inse-
parables, de dos eidos, y de entidades concretas como
representantes de los eidos correspondientes, en una
relacin de eidos a eidos y de mltiples relaciones
de repi'esentacin cruzadas. Este perro representa los
perros, pero tal vez tambin se lo utilice para hacer
comprender la palabra perro a alguien que no la
conozca, y el ejemplo pronunciado o escrito de esta
palabra puede designar este perro, todo perro y los
perros en general.
Lo que la relacin signitiva pone en juego es el
quid pro quo, el una cosa en lugar de otra o una cosa
por otra, la re-presentacin (Vertretung) que, como
luego se ver, implica o entraa las categoras l
gicas, pero que es imposible de construir a partir de
ellas, pues toda puesta en prctica de las categoras
135
las presupone. Esta re-presentacin es, con toda evi
dencia, institucin. As lo haba visto ya clara y pro
fundamente Demcrito, quien mostraba con argu
mentos a los que no se ha agregado prcticamente
nada, que el lenguaje es instituido y no natural, no
slo en tanto que el signo es convencional o arbitrario
-qu e de un lado del Rin se llama boeuf a lo que,
del otro lado, se denomina O ch s , sino en tanto
este mismo es instituido. Lo caliente y lo fro slo
son en tanto institucin (nom) dice Demcrito_
no las palabras caliente y fro, ni su relacin con un
caliente y un fro dados e indubitables, sino el ca
lor y el fr o.'' La arbiti'ariedad no slo est en tal o
cual signo particular, ni slo de una manera determi
nada (al contrario: en el caso de cada signo conside
rado en particular, lo arbitrario es limitado, y, final
mente, problemtico), sino tambin en la relacin de
signo como tal, en el legein como tal y considerado en
su totalidad.
Pero adems, lo que la relacin signitiva pone en
juego es una figura concreta, material-sensible (habi
tualmente audible o visible), pero que nicamente es
signo en la medida en que existe como sensible sin ma
teria para los hombres de la sociedad considerada, y
ello ms all de la existencia concreta de un individuo
particular cualquiera. Lo sensible sin materia: es ah,
exactamente, lo que Aristteles da como definicin
del phantasma, la fantasa, la imagen.19Lo que se
muestra como multiplicidad indefinida de ejemplos
concretos (palabras que efectivamente se pronuncian
o se escriben, etc.) slo se mantiene reunido gracias a
que la multiplicidad indefinida de las figuras sen
sibles sin materia, de los phantasmata, de las re
presentaciones (imgenes acsticas, por ejemplo)
sensibles genricas de los individuos (multiplicidad
doblemente indefinida de individuos) se mantiene <xsu
vez reunida gracias a la figura sensible sin materia que
el signo y este signo para todos y en un rea social dada,
poi aquello que obligatoriamente se ha de llamar
18. Diels, F r 9, 26, 125.
19. De anima, I I I , 9, 432a 9-10.
136
hantasma histrico-social, la representacin social
{representacin para nadie y para todos, todos indefi-
idos) de la palabra y de tal palabra en su existencia
material-abstracta y completamente independiente
igsu relacin con la significacin. Este phantasma so
cial slo es reducible a los esquemas mediante los
cuales siempre se ha querido pensar la imaginacin
v lo imaginario, esto es, no pensndolos; es evidente
aue no se trata de repeticin debilitada, de reproduc
cin, de retencin parcial de un dato, imitacin ni
nada que se le parezca. Es creacin, posicin (institu
cin) que lo imaginario social hace de una figura
(arupo de figuras) no real, que da existencia a figuras
concretas (las materializaciones, los ejemplos particu
lares de la imagen de la palabra) como lo que son:
figuras de palabras, signos (y no meros ruidos o tra
zos). Imaginario: creacin inmotivada, que slo es en
v aradas al acto de poner imgenes. Social: inconce
bible como obra o producto de un individuo o de una
mu l ti tu d de individuos (el individuo es institucin so
cial), inderivable a partir de la psiquis como tal y en
s misma.
El phantasma social que es el signo (que son los
signos) crea al mismo tiempo la posibilidad de su re
presentacin (Vorstellung) y reproduccin por cual
quiera que se encuentre en el rea social considerada;
adems, infiere en ello la cuasi-certeza mediante la
formacin del individuo como social, formacin en
la que desempea un papel central. Pero nicamente
puede ser signo si, adems de ser segura la posibili
dad de su representacin para los individuos, es tam
bin categricamente cierta su incesante conquista y
reproduccin por los individuos. Esto implica no slo
que el individuo habla en y a travs de la represen
tacin, sino tambin que slo puede hablar en la
medida en que la representacin sea excentracin y alte-
ridad respecto de s mismo: hablar, ser en los signos,
equivale literalmente a ver en lo que es aquello que
no es absolutamente. Y no tan slo emprica o psi
colgicamente, sino en todos los niveles, ni tampoco
de una manera simple, sino diez mil por diez mil ve
ces, el pensamiento, filosfico o no, la matemtica, la
simple manipulacin de un algoritmo cualquiera, pre
137
supone la representacin, presupone la imaginacin,
presupone, por ltimo, lo imaginario y la institucin
del legein.
Vale la pena insistir en la irreductibilidad de la re
lacin signitiva. El signo slo puede ser signo de
esto si esto ha podido delimitarse e identificar
se suficientemente; y esto nunca est suficiente
mente delimitado e identificado mientras no le est
asociado un signo o un grupo de signos. El esto no
puede comenzar a ser delimitado e identificado
sino convirtindose en ndice de s mismo, esto es, a
condicin de estar ya contaminado por la operacin
signitiva. El esto de la designacin, el objeto de
signado, deja de ser un inmediato absoluto (o, lo que
es lo mismo, nunca lo ha sido al margen de la abstrac
cin reflexiva que pretende colocarse fuera del len
guaje y antes del legein); se vaca interiormente, o se
abre, con lo que adquiere profundidad y hace posibles
todas las asignaciones o las determinaciones ulterio
res que lo tendrn como referente; pero, adems, se
desdobla o se multiplica indefinidamente, convirtin
dose en representante de s mismo en la serie abier
ta de sus ocurrencias. As, el objeto, lo que es designa
do, es a la vez menos y ms que l mismo y, al
mismo tiempo, en tanto postulada en y por el legein,
es lo que es, elemento distinto e indefinido que puede
ser indefinidamente recogido en las operaciones de la
lgica de conjuntos-lgica identitaria. Del mismo
modo, para que algo pueda ser signo, debe estar deli
mitado y ser identificado como signo y como este
signo. La institucin del signo es inmediatamente ins
titucin de la clase de los signos, y todo signo es, como
tal, ndice de la existencia de signos (y, bien mirado,
de todo lo que esa existencia implica)En cierto sen
tido, es menester que el signo se indique l mismo
como signo, que se indique evidentemente a la inten
cin de alguien para que pueda haber signo, que indi
que los otros signos y sea indicado por ellos como
signo. Este no puede ser el caso de un signo aislado;
siempre y necesariamente hay una clase de signos que
forman un sistema (cdigo). Por esta razn es abu
sivo hablar de la concomitancia (sumbainein) de dos
138
ocurrencias naturales de signo natural (humo y
fuego, etc.). La coincidencia regular, la concomitan
cia (sumbainein) de dos ocurrencias naturales ha
podido, tanto aqu como all, servir como apoyo a
ciertas relaciones signitivas; pero entre ella y la insti
tucin de un sistema de signos hay todo un abismo.
Tampoco la teora de la informacin sirve de nada en
este dominio; todo lo que la misma puede proporcio
nar es esta condicin trivial, la de que figuras u ocu
rrencias naturalmente demasiado frecuentes no
podran desempear el papel de signos, pues cons
tantemente podran ser confundidas con lo que las
rodea, es decir, tomadas por objetos. Pero, de todas
maneras, la relacin signitiva entraa ya esto, pues el
signo 110 puede ser objeto (si no es como objeto-sig
no); los objetos-signos deben postularse como una
clase de seudo-objetos independiente de los objetos
que designan; por tanto, deben ser creados como obje
tos-signos (formas, tipos, eidos de signos que forman
sistema). El objeto o acontecimiento improbable o ex
cepcional es ornen, signo natural, es decir, no es sig
no. Es menester que el sistema de signos se indique
como sistema de signos, lo cual, desde el primer mo
mento, cortocircuita todo intento de construir un
metalenguaje cualquiera para explicar esta opera
cin.
Pero, sobre todo, es la relacin signitiva, como re
lacin, la que es irreductible e inconstructible. Por
cierto, se puede decir que x designa y pone en juego
todas las categoras mediante las cualesxeyse cons
tituyen como objetos, como estos objetos, como ob
jetos en una relacin. Pero esto es prcticamente
vaco. En x (signo) designa y (objeto), a: no es pre
cisamente constituido como objeto, sino que es pues
to como no-objeto-signo, pues las categoras cons
titutivas del objeto no le son pertinentes. Entran aqu
en juego otros operadores nucleares, que discutire
mos en seguida; y lo mismo ocurre en la posicin del
objeto y como objeto de designacin. Designar
no es una relacin que tenga un sitio en la lgica-
ontologa heredada; no es ni categora correspon
diente a una forma de juicio o a un nivel del ser, ni
lgicamente construible, pues toda construccin l
139
gica la presupone lgicamente. La designacin (la re
presentacin, Vertretung), el quid pro quo, es institu
cin originaria.
Lo que al pensamiento reflexivo-abstracto pue
de parecer, en el legein, una mera puesta en prcti
ca de las categoras constitutivas (uno, muchos, sus
tancia, etc.) o de conceptos reflexivos (identidad,
diferencia, forma, materia, etc.) presupone en verdad
(tanto real como lgicamente) algo muy distinto
de las categoras o los conceptos; lo que presu
pone es un haz de esquemas-operadores que no son
funciones lgicas, que existen como figuras-figuracio
nes operativas, y de las cuales ninguna puede fun
cionar si no se encuentran presentes ya los resultados
de su propio funcionamiento y del funcionamiento de
todas las otras (lo cual excluye toda posibilidad
de construir). Lo mismo vale para los esquemas-
operadores del teukhein, y tambin para las relacio
nes entre el legein y el teukhein. Slo hay legein si el
teukhein y sus resultados estn ya disponibles; slo
hay teukhein si el legein y sus resultados estn ya dis
ponibles. El legein es una teuxis (fabricacin) y un
teukhos o un tukton (til, instrumento bien fabricado);
el teukhein es una lexis (un decir bien articulado) y
un lekton (un resultado de ese decir y ese decir
como posible). Lo que aqu se pone as de manifiesto
es un aspecto decisivo del instituir y de la institucin
originarios, lo que se podra tratar de expresar aun
que mal diciendo que la institucin se presupo
ne, que slo puede ser como si ya hubiera sido plena
mente (y estuviera indefinidamente por ser). Lo
imaginario social existe como hacer/ representar lo his-
trico-social; en tanto tal, instituye y debe instituir
las condiciones instrumentales de su existencia his-
trico-social, que son el hacer/ representar como iden-
titarios o consustanciales a la lgica de conjuntos, a
saber, el teukhein y el legein; pero esta institucin mis
ma, la institucin de las condiciones instrumenta
les del hacer y del representar, es tambin un hacer
y un representar un dar existencia como presenta
cin, una figuracin-figura , la institucin de las
condiciones instrumentales del hacer y del repre
sentar, e incluso un hacer y un representar, un dar
140
existencia como representacin, una figuracin-figu
ra; la institucin del legein y del teukhein como tal es
ella misma un legein-teukhein.
Se puede ilustrar esta situacin con el ejemplo de
ciertos esquemas operadores principales del legein
(que tambin son esquemas-operadores esenciales del
teukhein).
La relacin signitiva implica circularmente, o,
ms estrictamente, est en una relacin de inherencia
recproca con el esquema operador de la discrecin-
separacin.^, Es completamente claro que signo y ob
jeto deben ser separados de todo lo dems, y uno del
otro. Esta ltima separacin basta para distinguir de
inmediato y radicalmente el legein del pretendido
lenguaje gentico, o del lenguaje de los ordenado
res. Pues en este caso, signo y objeto son real y
lgicamente lo mismo, a saber: lo que, no sin abuso,
se ha presentado como signo es objeto y acta como
objeto, no se puede hablar aqu de signo sino por
mediacin de un antropomorfismo ingenuo, que se ol
vida de que el pretendido signo slo funciona como
objeto, que acta por causacin real. Son las propie
dades estereoqumicas de la molcula las que causan,
de la manera ms banal (a este respecto) tal o cual
asociacin con tal o cual otra molcula o la fabrica
cin de tal producto. La situacin, real y lgicamen
te, es la misma en un ordenador, con la nica diferen
cia de que los soportes de la causacin son otros.
La relacin signitiva implica tambin el esquema
operador de la reunin: reunin de aquello que perte
nece al signo, reunin de lo que pertenece al objeto,
merced a lo cual uno y otros existen como este signo
20. Hablar de implicacin recproca sera, por supuesto, ms
que un abuso de lenguaje, en relacin con los hbitos establecidos
en lgica y en matemticas. Decir que dos proposiciones se impli
can recprocamente es lo mismo que decir que son idnticas o lo
mismo. Pero separacin y reunin no son posibles una sin la otra,
y sin los otros esquemas operadores de los que luego hablaremos,
se exigen una a la otra, surgen cada una del hccho mismo de que
la otra aparece; sin embargo, no tendra sentido decir que son
l o mismo. A falta de trminos ms apropiados, hablaremos de
inherencia recproca, o de implicacin circular.
y este objeto. Pero tambin se trata de una reunin de
otro tipo, que da existencia a la pareja signo-objeto,
en la que este signo es signo de este objeto y el objeto
se asigna a este signo. La implicacin circular o inhe
rencia recproca de la separacin y de la reunin
es evidente de inmediato: es imposible reunir-si no se
separa (lo que se rene de todo el resto), es imposi
ble separar si no se rene (lo que se ha separado del
resto2').
El esquema operador de la reunin es en verdad
doble y hace aparecer en ella de manera inmediata
otro, por cuyo intermedio es doble. La reunin puede
denominarse, pues, coparticipacin: el objeto perro
implica la coparticipacin de tales y tales aspectos,
propiedades, partes, etc,; el signo perro (oral o es
crito) implica la coparticipacin de fonemas, letras,
etc. Pero esta coparticipacin no es absoluta, ni
tampoco una coparticipacin cualquiera: es copartici
pacin (o reunin) en cuanto a... (pros ti, quatenus); y, de
la misma manera, toda separacin es separacien en
cuanto a... Este en cuanto a... es l mismo esquema
operador irreductible e imposible de construir. Ahora
bien, la relacin signitiva como tal implica circular
mente el esquema operador en cuanto a..., y ello de
mltiples maneras: pero tambin es ella misma en
tanto esquema operador que no se reduce a la reu-
nin-separacin-en cuanto a..., sino que, por el contra
rio, es exigida por esta ltima. Pues la relacin sig
nitiva como tal (x designa y) postula evidentemente
una coparticipacin de x y de y, pero en tanto copar
ticipacin especfica, signitiva: objeto y signo (tal ob
jeto y su signo) participan conjuntamente en tanto
que (en cuanto a...) signo de este objeto u objeto de
este signo; participan conjuntamente debido a la rela
cin signitiva y respecto de esta coparticipacin de
signo y objeto (que la relacin signitiva postula), hay
coparticipacin de las partes del objeto y de las
partes del signo. J ams ser excesiva la reflexin
21. La separacin/ reunin tambin puede denominarse ex
clusin/ inclusin, as como discrecin/ continuidad: de esta ma
nera se plantean implcitamente el interior y el exterior, as como
tambin la frontera y la vecindad.
142
acerca de esta evidencia banal: la palabra perro y el
peiTo participan conjuntamente y de una manera
completamente distinta de aquella en que lo hacen las
patas y la cabeza del perro. Sin la primera copartici
pacin, la segunda no es: no es en y por el legein, el
lenguaje, el pensamiento, no es para nosotros. Lejos
de poder ser construida o compuesta a partir de
la separacin-reunin-en cuanto a..., la relacin signi
tiva es presupuesta por ella, o, mejor dicho, es circu
larmente implicada por ella. Esto se puede separar-
reunir porque es designado por esto. Y, una vez que
disponemos de estos esquemas operadores encama
dos en productos operantes, su operacin puede ser
interminablemente utilizada para fabricar otros eso
y eso.
Es evidente que esta participacin, que se puede
llamar coparticipacin signitiva para distinguirla de la
coparticipacin objetiva o real, no puede tener
existencia sin (implicar circularmente) el esquema
operativo de la regla: x debe ser utilizada para desig
nar y y no z; y debe ser designada por x y no por t.
Este deber (Solen) es puramente fctico: su violacin,
como tal, no entraa ni contradiccin lgica, ni trans
gresin tica, ni fealdad esttica. (Puede que para el
individuo que lo viola, accidental o sistemticamente,
haya sanciones reales, pero eso es otra cuestin.) Y
no puede fundarse sobre nada que no sea l mis
mo; no slo no puede fundarse ninguna relacin
particular (en el mejor de los casos, explicarse o
justificarse en un nivel secundario), sino que la rela
cin signitiva en tanto tal y la regla que esta relacin
implica circularmente slo pueden fundarse sobre las
necesidades del legein: para que haya legein, es menes
ter que haya regla de la designacin prcticamente
unvoca, y para que haya dicha regla es menester que
haya legein.
Insistamos sobre este hecho: nada, en toda la l
gica y la ontologa heredadas, permite pensar qu y
cmo es esta coparticipacin significativa (como nada
permite pensar qu y cmo es su institucin). Es evi
dente que no se trata de relacin lgica, ni rela
cin real; no puede ser ni una ni otra cosa. Si,
abusivamente, convirtiramos al objeto en un concep
143
to, la coparticipacin signitiva lo pondra en relacin
con algo que no es un concepto: el signo. Por tanto,
no es una relacin lgica. Pero tampoco podramos
presentarla como relacin real, a menos que se re
era a las representaciones individuales efectivas.
All, imagen de palabra e imagen de cosa se ad
hieren mutuamente (y para explicar cmo y por qu
ha sucedido tal cosa es menester remitirse a la histo
ria del individuo). Sin embargo, esta presentacin es
inaceptable por muchas razones. La coparticipacin
signitiva es, por cierto, instrumentada en y por las re
presentaciones individuales, pero de ninguna manera
se puede decir que en ello se la encuentre tal como es;
lo que en ello se encuentra en cada momento es, para
cada individuo, la serie interminable de las realiza
ciones particulares del objeto, del signo y de su re
lacin (asociacin). No hay nada que diga si, en qu
y por qu esta relacin (asociacin) difiere de una
asociacin cualquiera entre imgenes cualesquiera.
La puesta en relacin (remisin) de las representacio
nes en y por el flujo representativo individual es, sin
duda, soporte necesario de todo lenguaje, pero no ex
plica el lenguaje. Hablar no es asociar en general, ni
siquiera concatenar imgenes de palabras; hablar
es unir y reproducir signos, en tanto signos de..., se
gn las reglas, y sobre todo segn la regla implcita
en la coparticipacin signitiva. Y no puedo pensar es
tas reglas como una abstraccin descriptiva al mar
gen del uso efectivo de la palabra en una colectividad
dada, puesto que esta palabra slo existe como pala
bra a travs de esas reglas. Las realizaciones particu
lares para cada individuo de la relacin obje
to-signo, slo deben su existencia a la existencia de
coparticipacin signitiva y reglas como coparticipa
cin y reglas sociales, instituidas, es decir, como no
reales, como sin lugar y fuera de lugar (real o l
gico). Por esta misma razn no podemos representar
nos directamente esta coparticipacin en tanto es co
participacin signitiva. Puedo escribir tantas veces
como me plazca las palabras rbol y arbor debajo
del dibujo de un rbol, o imaginrmelas, o bien repe
tirlas interminablemente al mirar un rbol real, pero
nunca conseguir representarme la coparticipacin
144
de la palabra y de la cosa como tal, ni convertirla en
objeto intencional por s misma, no puedo tampoco
pensar/ a, a menos que lo haga oblicuamente,. Ahora
bien, esto no ocurre jams cuando se trata de simple
asociacin de representaciones: por enigmtico, por
improbable, por heterogneo, por incomprensible que
pueda ser el acoplamiento de dos sucesos o de dos re
cuerdos efectivos en mi representacin, este acopla
miento o esta asociacin me es dada en persona
como coincidencia, similitud, inclusin de una parte
en un todo, etc., al mismo tiempo que sus tr
minos cuando se presenta; el vnculo se da como
parte efectiva de lo vinculado, y eso no guarda nin
guna relacin con el hecho de que me sea posible in
terrogar sin fin por su porqu y por su cmo. El vn
culo de las representaciones es parte efectiva del
flujo representativo, la coparticipacin signitiva no
puede serlo. O bien, para hablar el lenguaje de Kant:
todo vnculo o toda relacin (de pensamientos o de re
presentaciones cualesquiera) es vnculo o relacin de
imgenes o de esquemas que, a su vez, se apoya,
presentifica y representa en y por un esquema de or
den superior. Ahora bien, ningn esquema concebible
o construible puede explicar la relacin signitiva (o
figurarla como tal), aunque ms no sea por la ele
mental razn de que no hav en la Crtica de la razn
pura, ms que en toda la filosofa desde los orgenes
a nuestros das, nada que autorice ni d derecho a es
tablecer ninguna diferencia entre una elipse y la leti'a
O, o entre un segmento de recta y la letra I. La le
tra O (ni ninguna letra, lo cual se traslada de inme
diato y evidentemente a los fonemas) no es, no puede
ser, ni para Kant ni para ningn filsofo; y no es tam
poco Nada. Es evidente que no es cosa ni concep
to. Pero tampoco pertenece a la Nada: no es ser de
razn, ni nada privativa, ni nada negativa; ni es tam
poco ser imaginario, ens imaginarium, pues en tanto
ens imaginarium, O es una elipse, no una letra. La fi
losofa, incluso la ms rigurosa, la ms exigente que
se haya escrito hasta hoy, piensa en y por un lenguaje
que ella hace infinitamente ms impensable que la
nada negativa, que no puede ni siquiera postularse
como lo que se anula a s mismo en tanto concepto
145
contradictorio: el lenguaje, en esta perspectiva, no
tiene existencia suficiente ni siquiera como para po
der decir que no existe, como podra decirse, en cam
bio, acerca del crculo cuadrado.
No se trata de otra cosa que de una consecuencia
de la posicin egolgica en el pensamiento heredado,
y de la ocultacin de lo imaginario social, de lo hist-
rico-social que se da conjuntamente con ello. O e I
son menos que Nada, pues O e I son instituciones
(elementos instituidos), figuras-formas-ei d histri
camente creadas. Ocultacin de lo imaginario social:
el signo en tanto signo slo puede tener existencia en
calidad de figura instituida, forma-noi'ma, creacin
de lo imaginario social. Pero tambin, y ms an, la
coparticipacin signitiva slo puede tener existencia
en tanto institucin, en tanto esquema operador, figu
racin de figuras sobre un modo que, como tal, es
irrepresentable en el campo egolgico y, en trminos
estrictos, impensable en tanto tal. Por ltimo, en la
medida en que, como ya se ha dicho y como es eviden
te, esta coparticipacin es y debe ser siempre tambin
instrumentada en y gracias a la representacin de los
individuos, implica como contrapartida, en la psique
de los individuos, esta propiedad esencial de la imagi
nacin radical (que no aflora en la filosofa tradicio
nal ms que en la medida en que conduce a lo verda
dero o a lo falso): no imaginar lo que no es, sino
imaginar/ figurar una cosa mediante otra cosa, poder
ver lo que no es en lo que es, o bien presentar o pre-
sentificar una cosa mediante otra cosa.
La relacin signitiva implica circularmente el es
quema operador del valor o del valer, en sus dos ma
neras de funcionar, el valer como... (valer lo mismo
que, tener el mismo valor que..., wie) y el valer para...
(valer con vistas a..., valer para tal fin, um... zu...), que
pueden estar eventualmente disociados y especifica
dos a continuacin, como valor de cambio y valor
de uso en diferentes dominios. La relacin signitiva
implica, evidentemente, por una parte, el esquema del
valer como... en tanto que esquema de equivalencia en
diferentes formas. La genericidad de la figura o ima
gen (del signo o del objeto) se torna aqu universali
146
dad primera y creacin de clases (de conjuntos). Las
ocurrencias del mismo signo son equivalentes cua
lesquiera sean sus diferencias concretas (de grafa,
de pronunciacin o de posicin); los diversos ejem
plos del mismo objeto son equivalentes en tanto
corresponden al mismo signo. Recordemos que la
clase es creada al mismo tiempo que el objeto, que el
objeto es clase, aun cuando se trata de un objeto sin
gular, aun cuando no haya nombre propio para l:
este perro es la clase de sus ocurrencias indefinidas, y
estas ocurrencias del mismo perro se plantean
como equivalentes en cuanto a... (o, lo que viene a ser
lo mismo, este perro no es l mismo perro sino mer
ced al esquema de equivalencia que opera en sus dife
rentes ocurrencias). La equivalencia es creacin his
trica, que se apoya en los datos del primer estrato
natural (la especie biolgica perro, este perro como
organismo individual^
Analicemos ms detenidamente la equivalencia en
lo que respecta a los signos. En el legein, todas las ocu
rrencias de un signo son equivalentes en un nivel
dado (y en cuanto a...), si y solamente si son discerni-
bles en tanto ocurrencias de este signo. Entonces son
intercambiables, fungibles y sustituibles unos por
otros. Esta posibilidad de sustitucin funciona en
todos los niveles del legein, pues funda la relacin
asociativa (Saussure) o paradigmtica (Hjelms-
lev), que es preferible llamar relacin sustitutiva. La
equivalencia se muestra as como equivalencia abso
luta o sustituibilidad perfecta de todas las materiali
zaciones de un signo, siempre que dichas materializa
ciones sean mnimamente discernibles; y como equi
valencia relativa o sustituibilidad, restringida en la
relacin paradigmtica en sentido estricto.
Por otra parte, la relacin signitiva implica el es
quema del valer para... No hay legein de un solo signo:
hay sistema de signos de diferentes niveles (no tene
mos por qu analizar aqu la cuestin relativa al
carcter necesario o no de la doble articulacin). En
cada nivel, los signos funcionan a travs de su combi
nacin (lo que Saussure llamaba relacin sintagmti
ca). La combinacin, pues, no sera combinacin de
signos, sino simple manifestacin de la separacin/
147
reunin en niveles reiterados, a no ser por la interven
cin del esquema operador del valer para... Cada signo
se caracteriza por su utilizacin posible, o, dicho de
otra manera, por las combinaciones permitidas en las
que puede entrar. En tanto tal, el valor de uso de
un signo es su valor combinatorio (as como su valor
de cambio es su sustancialidad). As, en francs, el
fonema n tiene un valor de uso nulo entre dos
consonantes. Cada signo, por tanto, es afectado por n
dices virtuales del valer para... o de valores de uso.
En la medida en que se considere el legein (dicho en
otros trminos, el lenguaje como cdigo, como sis
tema identitario-organizador de conjuntos), estos
ndices, por principio, son definidos y finitos en
cantidad. Las utilizaciones posibles de un fonema,
los sintagmas en que una palabra puede entrar, son
determinados, definidos y finitos en nmero^- Por
el contrario, en la medida en que se considere el len
guaje como lengua, a saber, ms all de su dimensin
identitaria-organizadora de conjuntos, y en la medida
en que uno refiera las palabras y las frases a significa
ciones, los usos posibles de una palabra o de una frase
no estn rigurosamente circunscritos, no estn abso
lutamente determinados, no son ni finitos, ni infini
tos, sino que son indefinidos, pues, por ejemplo, tal o
cual uso de una palabra puede ser soporte de una sig
nificacin distinta, que no se haba dado de entrada
con el lenguaje y el cdigo. Un nivel de la lengua, de
la relacin del lenguaje con la significacin, como...
22. No podra ser de otra manera a no ser que se permitiera
una cantidad arbitraria de sintagmas, lo que es absurdo. Para un
lenguaje que contiene un milln de palabras, y que permite una
longitud mxima de sintagmas de 100 palabras, la cantidad de
sintagmas posibles es, como mximo, de 1.000.0001<IO= I 0600. Pese
a ser considerable al parecer, la cantidad de partculas del
Universo slo es de 10 , este nmero no dejara de ser consi
derado como del orden cero en cualquier cuestin matemtica en
que hubiera que compararlo con el infinito ms pobre de los, la
potencia de no numerable (el nmero de enteros naturales 1,
2, 3...). Y todos estos sintagmas son dados desde el comien
zo con el cdigo, sus signos elementales y sus reglas sintagmti
cas. Por tanto, no tiene prcticamente sentido hablar de la
creatividad de los sujetos parlantesy situarla en una combina
toria de un conjunto finito.
148
valer para..., equivalencia y utilizacin posible, susti-
tuibilidad y combinabilidad, nada de esto es ya deter-
minable desde un punto de vista identitario.
La indisociabilidad de las dos formas del esquema
operador del valor, la inherencia recproca del valer
como... y del valer para..., se manifiesta ya si se con
sidera la relacin signitiva. Pues sta plantea, en
cuanto al legein, a la vez una cierta equivalencia del
signo y del objeto, y una cierta utilizacin del signo
y del objeto en esta combinacin particular que es la
relacin signitiva. Ms en general, a partir de la insti
tucin del legein hay institucin del esquema opera
dor del valer, pues hay separacin de los soportes ma-
teriales-abstractos del legein y de todo el resto, la cual
postula que tal conjunto de ocurrencias no son acon
tecimientos naturales, sino que valen en tanto signos:
todos valen como..., son equivalentes en tanto son sig
nos y no acontecimientos, y todos valen para..., pueden
ser utilizados para designar. Esta doble operacin
cruzada se repite en los niveles sucesivos del legein.
Todo signo o combinacin de signos vale (o no vale)
para... su insercin en una combinacin de signos, por
su posibilidad de dar existencia... a parte de... de ma
nera apropiada a... y con vistas a...; vemos aqu de in
mediato que el legein es un teukhein. Todo signo vale
en tanto puede ser utilizado segn un conjunto de
condiciones, y utilizado bien o mal. Pero, qu es
bien o mal? Es el valer en otra forma, la forma de
la equivalencia. Lo que en el nivel del signo singular,
para hablar de manera abstracta, era su ndice de va
lor como signo lo que lo instituye como signo y lo
distingue de una ocurrencia natural es remitido
ahora a un nivel superior, en donde una combinacin
de signos vale como signo, y en donde nicamente
ciertas combinaciones, y no otras, valen como signos.
Qu quiere decir que un fonema vale para tal o cual
combinacin con tales otros fonemas? Que esta com
binacin es una palabra y, en tanto palabra, vale como
cualquier otra palabra. J e i l armoire (Yo el arma
rio), dira un lingista, no es una frase del francs,
no tiene valor de frase, no vale como frase: je, i l,
armoire no valen para esta combinacin=esta
combinacin no vale como combinacin (frase)=esta
149
frase no vale para entrar en un discurso^3 En el
otro extremo del funcionamiento del legein, la indi-
sociabilidad de las dos formas del valer aparece en
el enigma interminable de su relacin con los referen
tes del legein, con lo que se dice. Cmo puede el dis
curso valer para decir lo que es, si, en cierto sentido,
no vale como lo que es (poco importa que a este valer
como..., a esta equivalencia en el sentido general que
aqu se le ha dado al trmino, se le llame identidad
estricta, adecuacin, correspondencia o reflejo)? Decir
algo es decir la verdad, es decir lo que es tal como es.
Qu significa aqu tal, a no ser equivalencia? Cmo
es posible una equivalencia entre una serie de pala
bras y un grupo de hechos, de cosas, etc., a no ser
como institucin?24
Los esquemas operadores del valer son igualmente
decisivos para lo que corresponde a las relaciones de
la institucin del legein con los individuos. Para co
menzar, el legein implica, y hace que, en lo que res
pecta al legein, todo individuo valga lo mismo que
cualquier otro individuo de la colectividad considera:
da, que valga para la utilizacin colectiva del legeinr*
Y la institucin del legein, inseparable del individuo
como individuo social, implica que esta institucin
sea imposicin de la equivalencia de los signos y de
23. Observemos, aunque sin poder insistir en ello, que in
cluso aqu la lgica identitaria-lgica de conjuntos dista mucho
de explicar todos los aspectos del funcionamiento del lenguaje
como legein. Este no-valer posible se sita todava en un dominio
de valer general, y no es nunca pura nada, simple no-valer, sino
tambin y siempre, hecho social. Una palabra mal pronunciada,
una frase mal construida o incoherente, siguen siendo signos,
no meros acontecimientos naturales. La transgresin de la regla
puede tener como consecuencia un defecto que disminuya el va
lor de uso sin anular por ello pronunciacin defectuosa, frase
incorrecta pero comprensi ble o bien una perversin o abo
licin del valor de uso cannico', sin sentido, absurdo, material
mente falso...
24. Se sabe que esta cuestin ha torturado, de cabo a rabo,
la filosofa griega. No ha perdido hasta ahora nada de sentido ni
de agudeza.
25. Y as ocurre tambin en el caso en que lenguajes dife
rentes (segn las castas, o los sexos/ generaciones) se instituyan
en el seno de una sociedad: hay equivalencia de individuos en el
150
las combinaciones de signos para todos (sentido inde
finido) los individuos de un rea dada del legein. Equi
valencia significa equivalencia, y no identidad de lo
que, en cada individuo, corresponde al sign<i.a
asercin de tal identidad, por cierto, no tendra senti
do, puesto que aquello a lo que un signo corresponde
para un individuo es inseparable del flujo representa
tivo/ afectivo/ intencional que ese individuo es; las re
presentaciones correspondientes a los mismos signos
para individuos diferentes son incomparables. Esta
incomparabilidad no es nada ms, por supuesto, que
otra manera de decir que cada individuo es tambin
ese flujo representativo singular que es. Ahora bien,
la existencia del individuo como individuo social y su
funcionamiento en y por el legein implican y exigen
positivamente que sea semejante flujo representa
tivo singular; en caso contrario, slo sera una m
quina parlante, es decir, absolutamente nada. La
mayor parte de las veces, la filosofa, obligada como
est, en su perspectiva egolgica e identitaria, a afir
mar que el lenguaje implica y exige la identidad rigu
rosa de lo que, en cada uno, corresponde al mismo
decir, la filosofa, decimos, ha convertido en escoria
psicolgica esta condicin positiva y esencial para la
vida histrico-social. Pero como el legein slo puede
ser como dimensin no separable del lenguaje, y
como no podra haber lenguaje si los individuos no
funcionaran en l tal como son con todo lo que son,
esta afirmacin de una identidad rigurosa, a travs de
los individuos, de lo que es esencial en el decir, no
slo resulta vaca, sino que equivale a una destruccin
del lenguaje. Esta destruccin evidentemente con
tradictoria y que anula la filosofa misma que, sin
saberlo, tiende a ella como a su fin es, por lo dems,
gratuita e intil. Para que haya comunicacin social
(y, adems, pensamiento) es necesario y suficiente que
haya equivalencia en cuanto al legein (y tambin, en
cuanto al teukhein) de lo que, en cada uno, corres-
interior de los subgrupos lingsticos as formados, e incluso
equivalencia general, puesto que estos grupos deben estar todos
en posesin de sus respectivos lenguajes.
151
ponde al signo social y que esta equivalencia media
tice el acceso a las significaciones.
El esquema operador de la equivalencia, del valer
como... impTca circularmente el de la iteracin: lo
hace posible, pues iterar es repetir lo mismo como di
ferente o postular lo diferente como lo mismo en
cuanto a...; y esto a su vez lo hace posible, ya que ja
ms podra funcionar sin esta repeticin de lo mismo
como diferente v de lo diferente como lo mismo.
As tambin hay implicacin circular entre el es
quema del valer para..., que no puede concretarse
fuera del ordenamiento combinatorio, y el esquema
operatorio de orden en general. La combinacin
combinacin de signos implica que el valor de un
trmino depende de su ubicacin en el seno de
un agrupamiento, en el cual el orden es pertinente,27
por tanto, no es posible sino a travs del esquema del
orden, y ms exactamente, del buen orden (el sucesor
de un trmino, si existe, est siempre bien determina
do). A la inversa, el esquema del buen orden nunca
puede ser efectuado (operar en y por su figuracin) sin
un ordenamiento combinatorio. Ms en general, el es
quema del buen orden implica circularmente el legein
y el teukhein, pues implica que se den trminos dis
cretos, y estos trminos slo existen por primera
vez en y por el legein y el teukhein. No puede haber
buen orden en el flujo representativo individual, ni
en un dato natural cualquiera, antes de y sin la ope
racin de los esquemas de separacin/ reunin.28A la
26. Me gustara recordar el postulado de Aristteles: L o que
se encuentra en la voz es smbolo de las afecciones del alma, as
como lo que est escrito es smbolo de lo que se halla en la voz.
Y, lo mismo que las letras que todos escriben no son las mismas,
as tampoco lo son las voces; pero aquello de lo que las voces son
cardinalmente (protos) signos, son las mismas afecciones (path-
niata) del alma para todos... (De interpr., 1) Volvere en otro sitio
a tratar acerca del vnculo entre imaginacin v lenguaje, que, de
manera implcita pero indudable, ha sido planteado por Aristte
les y retomado por Plotino.
27. Es evidente que se trata de l o que en matemticas se
llama ordenaciones.
28. As, pues, no puede haber matemticas sin una relacin
de buen orden, presupuesta en el alineamiento de los signos y de
las proposiciones, y ello vale tambin para cualquier matemtica
inversa, no puede haber legein ni teukhein sin una re
lacin de buena orden. Slo se puede hacer alusin
aqu a la relacin profunda que existe entre por una
parte, las exigencias que plantea el esquema del buen
orden en otras palabras, la sucesin discreta del
legein y la institucin de una conciencia puntual
en el individuo, y, por otra parte, la linealidad
del tiempo identitario explcitamente instituido. Por
ltimo, se desprende inmediatamente de ello que los
esquemas de la iteracin y del buen orden se implican
circularmente, lo cual remite a la implicacin circu
lar de las dos formas del esquema del valer.
A travs de estos esquemas o de tales esquemas,
pues el anlisis anterior no es exhaustivo, sino tan
slo ilustrativo, a travs de su postergacin, itera
cin, composicin, funcionamiento en inherencia rec
proca, se instituye, en y por el legein, una jerarqua,
o, mejor, una red que tiende a ser jerarquizada, de
signos y de combinaciones de signos de diversos r
denes, en correspondencia con un seudomundo iden
titario, codificado por estos signos y formado por
objetos distintos y definidos, as como por las re
laciones distintas y definidas entre estos objetos.
En esta red jerarquizada, y las pequeas partes co
rrespondientes del seudomundo identitario, se ins
tauran por cierto dominios particulares, en cada
uno de los cuales los esquemas de separacin/ reunin,
en cuanto a... valer como... y valer para..., orden e ite
racin, etc., funcionan recibiendo y dando existencia
a especificaciones particulares. (As, las reglas de per
tinencia slo pueden cobrar realidad si en cada mo
mento tienen un contenido especfico, relativo al
dominio en cuestin.) Esta instauracin, instauracin
de la dimensin identitaria del hacer y del represen
tar social, es inseparable de la red de instituciones,
en el sentido amplio del trmino, en y por las cuales
o un cualquier metalenguaje. L o que en la edificacin de la ma
temtica formalizada se presenta como un caso particular de la
relacin de orden en general, la relacin de buen orden, es, desde
otro punto de vista, el presupuesto de toda relacin de orden, e
incluso, simplemente, efe toda relacin, que no puede ser engen
drada si no es gracias a la utilizacin del buen orden.
152 -7
153
se desarrollan ese hacer y ese representar. As, la ins
titucin del derecho es institucin de objetos y de
relaciones jurdicas, y no puede cobrar realidad si
no es institucin especfica de un legein jurdico; pero
lo mismo ocurre con la magia, la religin o el arte.
Legein, determinidad, entendimiento
Quiz sea ms fcil, tras este anlisis, comprender
en qu y por qu la lgica-ontologa heredada arraiga
tan profundamente en el legein y sus exigencias, as
como, en cierto sentido y centralmente, slo es una in
terminable elaboracin del legein y el intento de su ex
tensin ilimitada, de suerte que pueda absorber in
cluso lo que lo niega. En, por y para el legein, la
determinidad reina soberana: slo puede ser/ valer lo
que es distinto y definido (y, sin duda, en un sentido
indefinible de estos trminos), lo que est necesaria y
suficientemente separado/ reunido en cuanto a..., lo
que es siempre en y por un buen orden, lo que es in
diferente en cuanto al tiempo y en cuanto a la materia,
o aquello cuya materia se presta interminablemente
a la determinacin (esto es, a ser dicha), aquello cuyos
modos de valer equivalencias posibles y utiliza
ciones posibles son todos fijados, dados, sin am
bigedad. Cul es el lmite de estas exigencias, su
realizacin sin resto? ...todo aquello que existe est
completamente determinado... no slo por cada
pareja de predicados contradictorios dados, sino tam
bin por todos los predicados posibles, de los que
siempre hay alguno que le conviene.29 En el legein,
ser es ser determinado. En esta expresin, basta con
omitir la clusula en el legeiny modalizar el trmino
determinado (en completamente determinado, me
nos determinado, etc.) para tener toda la ontologa he
redada. Y, en el legein, como en la ontologa, ser y va
ler no pueden distinguirse, significan lo mismo: ser
un signo es valer como signo, pero tambin ser un ob
29. Kant, Critique de la raison pur, T.P., p. 415 (el subrayado
es original).
154
jeto es valer como objeto. Una agrupacin de objetos
es o no es un objeto si vale como objeto, es decir, si
el legein lo ha postulado como objeto. Mi sueo de
anoche, la batalla de Cannes, el ncleo de la nebulosa
, de Andrmeda y el rin de Cromwell son; son, bien
que mal, objetos. Pero su agrupamiento no es; pues
no es, en ningn sentido posible, en el legein, un ob
jeto, no vale como objeto. El legein existe y da exis
tencia dando valor.
Por una inversin que slo aparentemente es para
djica, la filosofa, elaboracin y prolongacin del
legein, de sus normas y sus exigencias, es llevada a ocul
tar, velar, encubrir el legein mismo y su propia rela
cin con ste. Como no tiene en cuenta, como no
puede tener en cuenta, por razones profundas, como
no puede dar cuenta y razn, logon didonai, del es
quema nuclear y fundamental del legein, de la rela
cin signitiva, no puede, en el caso cannico, hacer
otra cosa que aparentar que tiene acceso directo a
aquello de lo cual habla, ya se trate de cosas, ideas o
el sujeto; es decir, aparentar que podra eliminar por
completo el legein, ya sea tratndolo como medio p
tico totalmente transparente o como instrumento per
fectamente neutro, ya sea rectificndolo sin resto o
reabsorbindolo plenamente en una lgica, expur
gada que no le debiera nada. Y tambin es as cuando
critica el lenguaje, pues esta crtica se realiza siem
pre en referencia a otro modo de acceso a lo que es,
perfectamente adecuado y postulado como efectuable
(tanto Platn, en la V I I Carta, como Husserl en las I n
vestigaciones Lgicas y en otros sitios) o inefectuable
(los escpticos en general). Y as ha ocurrido tambin,
y con mayor razn, evidentemente, cuando el len
guaje se toma in toto como racional y ser-ah del
Espritu; el proceso a lo largo del cual aparecen
(phainontai: Fenomenologa), en y por el lenguaje, la
Razn y el Saber absoluto slo es la vertiente para no
sotros del proceso atemporal, dialctico-tautolgi-
co, en y por el cual la Razn debe, necesariamente y
de manera determinada, ponerse como lenguaje, esto
es, depositarse en el lenguaje y decirse a travs del
lenguaje. Este no tener en cuenta porque no se
puede dar cuenta es notorio en toda filosofa que se
155
site en la perspectiva de la fundacin o de la de
duccin, puesto que tal perspectiva no es otra cosa
que la bsqueda de un origen que exhiba su propia
necesidad como inteligible y a la vez decible, en rea
cin con la cual, por tanto, la institucin del decir
sera exterior e indiferente. Recprocamente, una filoso
fa que se mueve en esta perspectiva tiene como nece
sidad insuperable la de ocultar el punto de detencin
que para su trabajo constituye la institucin del le
gein, puesto que ella slo conoce lo contingente v lo
necesario y que el legein ni contingente ni nece
sarj o- es aquello a partir de lo cual, y slo a partir
de lo cual, pueden tener algn sentido la necesidad v
la contingencia Pero igualmente es imposible dar
cuenta y razn de y por tanto, tener en cuenta la
relacin signitiva como tal como irreductible in-
constructible, no deducible para una filosofa para
la cual hay orden lgico cclico, como la dialctica he-
g ana, puesto que en tal orden, una equivalencia o
transformabilidad generalizada mantiene reunidos
todos los momentos del recorrido, en el cual sera im
posible encontrar algo que fuera irreductible.
Todo esto, bien mirado, no es nada ms qu otra
manera de decir que el legein es institucin primor
dial, y que, en este nivel, la lgica identitaria no puede
aprehender la institucin, pues la institucin no es ne
cesaria ni contingente y su emergencia no es determi
nada, pero que slo a partir de ella, en ella y mediante
i ^ lste 1determinado. Reconocer como esencial la
relacin signitiva, el quid pro quo, representarlo (vertre-
ten) equivale a reconocer el carcter arbitrario (insti
tuido) de ese re-presentar; es, pues, lo mismo que abolir
la determinidad en tanto norma suprema.
Ya se ha hecho alusin, en pginas anteriores, al
hecho de que el legein pone en juego una parte esen
cial de las categoras y de los conceptos reflexivos,
pero que no puede construirse a partir de stos. El
legein implica el entendimiento: no se los puede sepa
rar, pues el entendimiento presupone el legein al
mismo tiempo que ste presupone al primero, pero lo
presupone como una de sus partes y como indisociable
ael resto. En el legein hay ms que en el entend-
miento, este ltimo slo es una parte de la institucin
156
, ai [eeein, arbitrariamente v falazmente separa-
, este ltimo y considerada histrico-social espe-.
-r- _ ej conocer lgico-cientfico-filosfico. Disponer
HpI le'aein es disponer del entendimiento, pero dispo-
pr del entendimiento no es todava disponer del le-
nhl v disponer del entendimiento s i n disponer del
beeiti no es disponer de nada. La institucin del legein
-i' ante todo institucin (implcita) del entendimiento
V de otra cosa (de la relacin signitiva, que es en ver-
dad inanalizable v sin la cual nada es posible). El le-
eein implica la relacin signitiva que el entendi
miento no puede construir ni producir.
En efecto, hemos visto que el esquema operadoi
esencial de la relacin signitiva, el quid pro quo, la re-
nresentacin ( Vertretimg) y presentacin de A a travs
de no-A o de lo otro que A, no es ni puede ser una
categora ontolgica, ni tampoco producto de tales ca
tegoras. Pero tambin hemos visto que el funciona
miento concreto de las categoras es imposible al mar
gen de la relacin signitiva y en particular del es
quema del quid pro quo. Y esto es as por no hay su-
ieto pensante sin lenguaje o pensamiento sin lengua
je- v tambin (desde el punto de vista trascendental
intrnseco), porque, para que el objeto sea, o sea pen-
sable o sea constituido, es menester que se mantenga
como ndice de s mismo, que se represente a s
mismo, a travs de los momentos (logicos) de su
ser de su ser-pensado o de su ser-constituido. La cons
titucin del objeto exige ya una primera genericiza-
cin/ simbolizacin del objeto (de lo que todava no
es objeto) en relacin consigo mismo. De la misma
manera, ningn objeto es (constituido) si no se lo
toma en las relaciones de causalidad y de accin reci
proca, que implican otros objetos y, poco a poco, la
totalidad de los fenmenos; o bien esta ultima est
presente en persona cada vez que yo pienso un ob
jeto, lo que es absurdo, o bien est all sin estar, y en
particular est all representada, algo que no es ella
est puesto all para ella y como ella, en su lugar.
30 Kant lo ha advertido en parte: el mantenimiento del
objeto a travs de las fases de su constitucin es una funcin que
este filsofo atribuvc -correctamente, en su contexto egol g.co-
El entendimiento es instituido, pues slo es par
te del legein. Aclaremos otro aspecto de esta implica
cin. El entendimiento es el poder de vinculacin
segn reglas (Kant) y no hay reglas fuera de la ins
titucin. La regla implica la institucin. La posibi
lidad de la regla es creada por y puesta con la institu
cin. La categora es regla de vinculacin de lo que
se da; la unidad significa exhortacin a pensar lo que
s? V. punto de vista de lo uno, la sustancia
significa la exhortacin a pensar lo que se da bajo el
punto de vista de lo uno, la sustancia significa la
exhortacin a pensar en ello lo permanente, lo du
radero, lo persistente, o aquello que no se puede
predicar de otra cosa, y as sucesivamente. Bien mi
rado, estas exhortaciones no son nunca tales si no es
en la medida en que valen, y, en su funcionamiento
concreto, slo valen en cuanto a... Unicamente en
cuanto a... una cosa cualquiera es, por ejemplo, una
1 amblen se entiende que las categoras son esquemas
operadores del legein y al mismo tiempo del teukhein,
y que lo mismo que todos los esquemas operadores
tambin ellas son resultados de un teukhein. Pensar
segn las categoras es dar existencia... a partir de
de manera adecuada a... y con vista a. Vincular segn
una regla es, evidentemente, tanto un legein como un
teukhein.
Aspectos del teukhein
Teukhein significa: reunir-adaptar-fabricar-cons-
truir. Por tanto, es dar existencia como... a partir de...
de manera adecuada a... con vistas a... Lo que se ha
dado en llamar techn, palabra derivada de teukhein
y que ha dado el trmino tcnica, es tan slo una ma
nifestacin particular del teukhein, del que slo
a la imaginacin. Pero incluso en ese contexto, la insercin de
i'n!nrTckf in expenencia - s i n lo cual no es n ada- resulta
imposible sin la representacin (Vertretung) de los otros obietos
En ,t T li nOS' productos del leSein- Volver acerca de esta cues-
tion en E l elemento imaginario.
158 .
abarca aspectos secundarios y derivados,. Por ejem
plo, antes de que pueda haber cualquier tcnica,
es menester que lo imaginario social se rena-adap-
te-fabrique-construya como sociedad y como esta
sociedad, que se d existencia como sociedad y como
esta sociedad, a partir de s mismo y de lo que esta
all, de manera apropiada a y con vistas a ser socie
dad y a ser esta sociedad. El teukhein est implcito
en el instituir, de la misma manera en que tambin
lo est el legein.
Los esquemas operadores esenciales del legein son,
salvo alguna excepcin, directa e inmediatamente los
mismos que los del teukhein. Para reunir-adaptar-fa-
bricar-construir hav que disponer de la separacin y
de la reunin, del en cuanto a..., del valer en tanto que
valer como... y valer para, lo que quiere decir que hav
que disponer de la equivalencia y de la utilizacin
posible, de la iteracin y del orden. Sera intil, y
carecera de sentido, discutir si el legein toma sus
esquemas del teukhein o a la inversa (si la pala-
bra precede al til o lo contrario). Pues es fcil
advertir que legein y teukhein remiten el uno al otro
y se implican de manera circular. No se trata de
un condicionamiento exterior, como, por ejemplo,
el de la tcnica que, en tanto social, exige la coopei acin
de los hombres v, por ello mismo, que stos se haib en;
sino que se trata de una intrincacin esencial del le
gein v del teukhein. El teukhein implica intrnseca
mente el legein, es en cierto sentido un legein; pues
opera y slo puede existir en tanto distingue-elige-
rene-pone-cuenta. El teukhein separa elementos,
los fija como tales, los ordena, los combina, los rene
en totalidades y en jerarquas organizadas de totali
dades en el campo del hacer. Y en ese campo, opera
bajo la gida de la determinidad y como determina
cin efectiva y condicin de toda determinacin. E
inversamente, el legein implica intrnsecamente el
teukhein, es en cierto sentido un teukhein. Pues rene-
adapta-fabrica-construve los elementos materiales-
abstractos del lenguaje, al mismo tiempo que el
31. Vase tambin el artculo Technique, citado en la nota
33 del captulo IV.
FI L OSOFI A
\ / i r t n A c
159
conjunto de objetos y de relaciones que les co
rresponde. La fabricacin del lenguaje como cdigo es
una obra del teukhein; es un dar existencia... a partir
de... de manera apropiada a... v con vistas a... El
legein no es legein si no es totalidad organizada de
operaciones eficaces con soporte material. El teuk
hein no es teukhein si no es posicin de elementos
distintos y definidos considerados en sus relaciones
funcionales (tanto en el sentido comn como en el
sentido matemtico de la palabra funcin).
Ilustremos esta identidad de los esquemas opera
dores esenciales del legein y del teukhein con el ejem
plo del esquema operador del valer. Es evidente que
toda tcnica se apoya en el esquema del valer para...
(y, bien mirado, en cuanto a...). Tal objeto, tal til, tal
acto, tal gesto, entra en ello en tanto es apropiado a...
con vista a..., es decir, en tanto tiene un valor de uso
en, por y para tal o cual combinacin. Pero tambin,
y antes de toda estandarizacin de los productos y
de los instrumentos, slo hay tcnica, en tanto tcnica
social (y no mera utilizacin accidental y nica de un
objeto natural) por medio del valer como... la equi
valencia, la posibilidad de repeticin. Tal til o pro
ducto tiene el mismo uso que tal otro, puede ser re
producido, tiene o puede tener equivalentes, y, ante
todo, es til en tanto es equivalente a s mismo en las
ocasiones diversas de su utilizacin. La creacin de
un til es creacin de un eidos, de una forma, cuyos
ejemplares concretos son equivalentes como ejemplos
de este eidos, que permite su reproduccin indefinida.
Y estos tiles valen como tales en tanto valen para ha
cer lo que ellos permiten hacer.
Pero no se trata tan slo de los tiles materiales.
La fabricacin de individuos por la sociedad, la im
posicin a los sujetos somatopsquicos en el curso
de su socializacin tanto del legein como de todas
las actitudes, gestos, prcticas, comportamientos v sa
ber-hacer codificables, son con toda evidencia un
teukhein, gracias al cual la sociedad da existencia a
tales sujetos como individuos sociales, a partir de los
datos somatopsquicos, de manera adecuada a la
vida, a su vida en esta sociedad y con vistas al sitio
que en ella les tocar ocupar. Por esta va se hacen
los individuos sociales, en tanto vlidos como indivi
duos y vlidos para tal o cual rol, funcin sitio
sociales. Ms en general, el instituir es siempre, en
tanto tal, tambin un teukhein e implica el esquema
del valer tal como este ltimo opera en el teukhein.
Pues toda institucin es tambin reunin con vistas
a...; y en esta ltima, los trminos instituidos funcio
nan siempre unos en relacin con los otros y todos en
relacin con la institucin, por lo cual valen como
trminos de esta institucin y valen para la institucin,
valen por su insercin en las combinaciones institui
das. Individuos, objetos, procedimientos, si son postu
lados como trminos o elementos en y por una
institucin determinada, tienen cada uno de ellos un
valor de uso, en cuanto a..., en relacin con la red
as instituida. As en tanto sexuado, capaz de copular
y fecundo, todo ser humano vale para copular y
vale como cualquier otro ser del mismo sexo. Pero
en tanto esposo o esposa posibles, hombres y mujeres
son afectados por ndices de valor de uso i l ati va
mente a la institucin del matrimonio, valor de uso
creado por esta institucin, que sobrepasa infinita
mente su punto de apoyo biolgico (basta pensar en
lo que el matrimonio presupone, enti'aa, significa
por doquier y siempre), del que tampoco depende en
absoluto (en rigor, ni la impotencia ni la esterilidad
impiden ni disuelven necesariamente el matrimonio
por doquier y siempre). Pero adems, la institucin es
de manera inmediata posicin de los mismos valo
res, de relaciones de equivalencia, puesto que la insti
tucin slo puede existir en tanto cree masivamente
clases de sustituibilidad definidas sobre los indivi
duos, los actos, los objetos: clases de matrimonio y
de parentesco, sustituibilidad de los individuos en
cuanto a las funciones o los roles que desempe
an, reemplazabilidad de los objetos, etc.
En el teukhein como tal no aparece un esquema
operador central del legein: la relacin signitiva en
sentido estricto. En el legein como tal no aparece un
esquema operador central del teukhein: la relacin de
finalidad o de instrumentalidad, que refiera lo que es
a lo que no es y podra ser. El quid pro quo ya no se
encuentra en e hecho de que algo se encuentre en el
161
lugar de otra cosa (medio y fin, instrumento y
producto o resultado). sta relacin excede con
mucho el simple valer para...: el til, por cierto, vale
para... pero para dar existencia a lo que no existe. Su
valor de uso es mucho ms que valor de uso, pues
es valor de produccin o de transformacin. De esta
suerte, el teukhein constituye y se constituye en y
por - una universalidad de'otra ndole que la del le
gein. El til es creado como forma, como eidos, no
slo en tanto es efectivamente reproducible o repet-
ble bajo la forma de otros ejemplares del mismo
til; ni tampoco nicamente en tanto se repite en sus
eventuales utilizaciones sucesivas; aun cuando sea un
ejemplai nico que slo debe utilizarse una vez, es ei
dos en tanto no es simple cosa, sino idealmente
puesto ya como elemento de la relacin de finalidad,
como el medio que puede o debe hacer que... Ahora
bien, aquello a que el medio pueda dar existencia
no,c'-s' rl ]es todava cuando el medio es puesto, co
gido o fabricado como medio. El til es lo que es a
paitir de lo que l no es y de lo que no es, a partir de
aquello a lo que l puede dar existencia.
Se ve de esta manera que la relaciSh de finalidad
implica circularmente el esquema de lo posible del
poder dar existencia, del poder existir. No habra fi
nalidad; no habra, pues, un teukhein ni una sociedad,
si para lo que no es fuera imposible ser, o si para
lo que es fuera imposible ser de otra manera El
esquema de lo posible instaura ipso facto la divisin
en posible e imposible (es evidente que lo necesario
no es mas que otro nombre de lo imposible: es necesa
rio aquello cuya no-existencia es imposible, y es im
posible aquello cuya no-existencia es necesaria). Slo
poi intrincacin de lo posible y de lo imposible la so
ciedad y cada sociedad constituye lo real v su
real. La realidad no es nicamente, como se viene
repitiendo a partir de Dilthey, lo que resiste; es
tambin, e indisociablemente, lo que puede ser trans
formado, lo que permite que el hacer (y el teukhein)
sea el dar existencia a lo que no es o el dar una exis
tencia distinta a lo que es. La realidad es aquello en
J o cual se dan lo factible y lo no factible, lo que se
puede hacer y lo que es imposible hacer. Es as como
162
el hacer y el teukhein instauran, mediante la institu
cin de la realidad, una nueva divisin, fuera de las
de ser/ no-ser, valer/ no-valer, que haba instaurado el
legein: nos referimos a la divisin de posible/ imposi
ble, factible/ no-factible. De ello se desprende inmedia
tamente que la realidad es instituida socialmente,
no slo en tanto realidad en general, sino tambin en
tanto tal realidad, realidad de esta sociedad particu
lar. As, la fecundacin de una mujer por un espritu
es factible por tanto, real para ciertas sociedades,
y no-factible, por tanto, irreal, en la nuestra.
Insistamos sobre este punto: la distincin posible/
imposible es segunda y derivada en el legein como tal,
a saber, como cdigo. Cuando el legein dice lo posible
y lo imposible, dice lo que el teukhein ha puesto y
aquello a lo que el teukhein ha dado existencia. En
tanto cdigo, el legein tiende a la biparticin: obligato
rio/ imposible.^2 Por las razones que ya hemos enun
ciado, no se trata de una verdadera divisn en dos (lo
imposible es aquello que obligatoriamente no debe
existir ni ser dicho), sino de una exclusin, expulsin
del universo del legein de lo que no se adeca a sus
leyes. Pero la divisin instaurada por el teukhein en
posible/ imposible es una verdadera biparticin, a par
tir de la cual es lo real en tanto dividido. Es asi
como sociedad e individuos viven y funcionan cada
vez en la representacin obligatoria de la existencia
absoluta de posibles y de imposibles preconsti-
tuidos, o, en otros trminos, en la posicin imaginaria
de una realidad en cuyo seno la frontera entre posi
ble e imposible quede rigurosamente trazado de
una vez para siempre, y desde siempre. Lo posible es
puesto as como determinado (en cada momento se de
fine v distingue lo que es posible y lo que no lo es); y
tambin son puestos como determinados los medios,
instrumentos, procedimientos y maneras de hacei que
32 Tampoco el legein realiza plenamente esta biparticin;
slo tiende a ella. La lgica dl legein como c d i go se orienta a
esta biparticin, que es irrealizable efectivamente. Esto mis
mo corroe ya los postulados estructuralistas, que exigen que todo
lo que no s obligatorio est prohibido. En castellano, veca solo
existe como prohibida. Para nada cambia la cuestin denomi
narla Palabra fonolgica.
lo transforman en actual o efectivo (ya se trate de ti
les, de encantamientos, de ceremonias, de actos mgi
cos, etc.). De esta manera el teukhein se extiende sobre
todo lo representable y redobla la detemiinidad ha
cindola ms densa, al postular que incluso lo que no
es es determinado en cuanto a su poder-ser o no-po-
der-ser. Y tambin se postula como determinante de
las maneras determinadas segn las cuales lo que
puede ser, pero no es, es susceptible de recibir existen
cia. Ello implica circularmente la relacin determi
nada en la sucesin como causalidad eficiente y causa
lidad final (innecesario es recordar las interminables
prolongaciones filosficas de esta indisociabilidad).
El fin, resultado, producto, con vistas al
cual se pone o existe el medio, el til, el instrumento,
el acto, no es efectivamente en el momento en que
se efecta su postulacin. Es ms bien apuntado
como intencionado, y esta intencin, desde el punto
de vista social, slo puede ser en tanto eidos, forma o
tipo, figura instituida que representa lo que, posible
mente, ser. El producto debe existir en y por el
imaginario social efectivo antes de y para poder ser
real. La contrapartida individual de ello es la ima
ginacin como representacin de aquello que, posible
mente, ser, o, dicho de otra manera, el poder plan
tear lo que no es como si pudiera ser. El resultado
en que desemboca el trabajo preexiste idealmente en
la imaginacin del trabajador, dice Marx, retoman
do, una vez ms, lo que Aristteles deca de una ma
nera mucho ms general acerca de la imaginacin
prctica o deliberativa (phantasia boul eti k ).. Pero es
evidente que, en la medida en que se hable estricta
mente de trabajo o incluso del teukhein como tal,
esta imaginacin da simplemente existencia, para
el individuo como representacin, a una representa
cin del eidos socialmente instituido (como el pro
ducto a fabricar, segn tal o cual mtodo, etc.). El pa
pel creador de la imaginacin radical de los sujetos
est en otro sitio: consiste en su aportacin a la posi
cin de formas-tipos-e'fe distintos que los que ya exis
ten y valen para la sociedad, aportacin esencial, ine-
33. De anima, I I I , 9 a 12, en particular 434a, 5-15.
164
liminable, pero que presupone siempre el campo so
cial instituido y los medios que proporciona, y que
slo se convierte en aportacin (algo distinto del en
sueo, la veleidad o el delirio) en tanto es socialmente
retomado bajo la forma de modificacin de la institu
cin o de posicin de otra institucin. Las condiciones
de esta reconsideracin, no slo formales, sino tam
bin materiales, superan infinitamente todo lo que
la imaginacin individual puede suministrar.
As como el legein encama y da existencia a la di
mensin identitario-conjuntista del lenguaje, y ms
en general, del repi'esentar social, el teukhein encarna
y da existencia a la dimensin identitario-conjuntista
del hacer social. Y, lo mismo que en el caso del len
guaje, la dimensin identitario-conjuntista, en y por
la cual el lenguaje es cdigo, es imposible sin e indi-
sociable de su dimensin significativa, en y por la
cual el lenguaje existe en tanto lengua; de la misma
manera el teukhein en tanto identitario-conjuntista es
inseparable de la dimensin imaginaria de hacer y del
magma de significaciones imaginarias sociales a que
el hacer social da existencia. El paralelismo es pro
fundo y de gran alcance. El legein, como puramente
identitario-conjuntista, se convierte en la ficcin in
coherente e insostenible de la tcnica por y para la
tcnica. Pero, como es evidente, todo teukhein y to
da tcnica son siempre para otra cosa que para s mis
mos, quedan pendientes de fines que se desprenden de
sus propias determinaciones intrnsecas. Mientras
que, por ejemplo, la tcnica pueda parecer como un
fin en s, tal como tiende a aparecer en la sociedad
capitalista moderna, esta posicin de la tcnica como
fin en s mismo no es nada que la tcnica, como tal,
pueda poner, sino que es una posicin imaginaria: la
tcnica vale hoy en da como ese puro delirio social
que presentifica el fantasma de omnipotencia, deli
rio que es, en gran parte, la realidad y la raciona
lidad entre comillas pero sobre todo sin comillas
del capitalismo moderno. Ms en general en el
tiempo, y ms en particular en cuanto a los aspectos
de las actividades sociales, toda tcnica productiva
slo es tal tcnica productiva en referencia a los fi
nes particulares que la determinan y que ella deter
mina (en implicacin circular), que son las necesida
des sociales, necesidades que son por doquier y siem
pre imaginariamente definidas y que no podran serlo
de otra manera (lo nico que no es imaginariamen
te definido en las necesidades humanas desde hace
tres millones de aos es una cantidad aproximada de
caloras por da, con una determinada composicin
cualitativa aproximada), sin volver a lo que ya se ha
dicho en el volumen anterior de este libro acerca de
la tcnica y las necesidades, es necesario subrayar
simplemente esta implicacin circular que se da entre
una y otras y que, una vez ms, hacen inseparables el
teukhein y las significaciones no tan slo en los extre
mos, sino tambin in medias res: es imposible plan
tear una necesidad como necesidad social (y no como
sueo o Tierra Prometida) si no es en la medida en
que lo que podra satisfacerla aparece en y por el teuk
hein social como efectuable, siquiera sea virtualmen
te; de la misma manera en que la posicin de las
necesidades sociales orienta y determina constante
e interiormente, a travs de inmurables vas, las
modalidades y las instrumentaciones concretas del
teukhein. Tambin, en el otro extremo, todo teukhein
y toda tcnica presupone o tiene como punto de
partida la posicin, creacin absoluta, en y por lo
imaginario social, de las figuras y los esquemas de
cosas, de objetos separados-reunidos como me
dios de vistas a... etc. que instituyen el mundo como
mundo en el que es posible un teukhein, y que es, tam
bin ella, un producto del teukhein como medio ine-
liminable de toda institucin.
Ilustremos la situacin una vez ms con un ltimo
ejemplo. Hemos hablado ya acerca del esquema ope
rador del valer, tal como aparece tambin en el teuk
hein en sus dos formas, vale para... y valer como...;
hemos recordado sobre todo que la institucin existe
siempre en la creacin masiva de clases de equivalen
cia entre individuos sociales (grupos de matrimonio
o de parentesc.o, clanes, castas, estados, clases en el
sentido estricto del trmino, etc.). La dimensin iden
titaria est aqu marcadamente en accin, tanto en
calidad de legein como en calidad de teukhein. Pero
166
no slo lo que, en cada momento, define las clases
de equivalencia entre individuos las refiere a signifi
caciones imaginarias (del sentido ms superficial al
sentido ltimo del trmino imaginario); sino que,
tambin, la red de esas clases as instituida slo puede
existir si no se refiere finalmente a trminos explcita
mente puestos como singulares, nicos, irremplaza-
bles, fundamento o fuente de las equivalencias insti
tuidas hroe fundador, territorio, ciudad santa, jefe
carismtico as como, correlativamente, esa miste
riosa e inaprehensible entidad que es la sociedad
considerada en s misma, el nous indefinido, anni
mo, colectivo, abierto, no slo en tanto cantidad inde
terminada de individuos, sino tambin como coexis
tencia y sucesin instituidas e instituidas as, de esta
manera nica, irremplazable, privilegiada. Estas dos
singularidades pueden ser distintas. As, los cristianos
se definen como definidos por Cristo, en referencia a
Cristo: y no se trata de la definicin que de s mismos
y de Cristo den cristianos concretos libremente,
sino de la posicin en la que, desde el punto de vista
histrico-social, se encuentran ellos en tanto cristia
nos; y Cristo, como polo imaginario de esta colectivi-
dacPinstituida, es en tanto Cristo (y no en tanto pura
ficcin, individuo emprico cualquiera o jefe de una
oscura secta en Galilea). Tambin pueden confundir
se: Francia, desde este punto de vista (como nacin
francesa o como sujeto de la historia de Francia),
no es otra cosa que una cierta imagen de Francia,
como se ha dicho sin pensar lo que se deca, lo cual
significa todo lo contrario de una imagen cierta de
Francia. La red instituida slo puede tener existencia
si se refiere a, y si pone, entidades singulares tales que
figuren-presentifiquen significaciones imaginarias so
ciales.
Lo mismo que el legein, el teukhein exhibe esta
inconstructibilidad, no-deducibilidad, no-producibili-
dad y autopresuposicin que he dado en llamar rejle-
xividad objetiva. La operacin de los esquemas esen
ciales del legein presupone que estos esquemas ya se
han operado antes de operar y para poder operar:
cmo separar, si no se dispone previamente de una
167
caracterstica separadora, ella misma separable y se
parada? Del mismo modo, el teukhein se apoya siem
pre en un teukhs o un teukton, un til que ya est
all; la fabricacin presupone lo fabricado, el medio
de produccin es siempre, l mismo, producido. Todo
teukhein implica que ya algo ha sido ordenado en con
juntos-adaptado como... de manera adecuada a... y en
vistas a... (en el lmite, el cuerpo propio de quien teuk-
hei, de quien ordena en conjuntos-adapta con vistas
a... cuerpo que, desde ese momento, ya no es simple
mente cuerpo natural). Lo tcnico se instituye, o,
mejor an, es proto-institucin, su operacin presu
pone que ya ha operado, las condiciones de su opera
cin contienen ya desde un comienzo los resultados
de esa operacin. Toda tentativa de deducir o de
producir tales resultados a partir de tales o cuales
condiciones fracasa, pues esas condiciones slo pue
den ser lo que son si contienen tales resultados, si son
en parte producidas. Es este aspecto el que, en una
forma ideolgica y mistificada, vuelve a presentarse
en los argumentos de la economa poltica burguesa
sobre el carcter del capital como factor origina
rio, primero, irreductible, de la produccin. Por esta
misma razn no hay nunca trabajo simple, en el
sentido del simple movimiento del hombre-animal o
del simple gasto de energa nerviosa y muscular de
su organismo/ Ya el trabajo del buey o del caballo
dista de ser simple, pues implica ese enorme gasto
y transformacin mediante los cuales las sociedades
neolticas han fabricado el buey y el caballo (y tantas
otras especies vivas) en tanto tiles en el sentido ms
general del trmino. La distincin entre trabajo sim
ple y trabajo cualificado es relativo y segundo; el
trabajo simple presupone esta inmensa cualifica-
cin (y la inversin correspondiente) mediante la
cual la sociedad, y cada sociedad, a su manera espec
fica y con distintos resultados, transforma el soma-
psique en individuo social, es decir, siempre tambin
en til fabricado de manera apropiada a... con vistas
a... El individuo social es siempre tambin til fabri
cado, cuya fabricacin presupone la existencia y ope
racin real de otros tiles del mismo tipo.
As, pues, para poder inventar la tcnica, el teuk-
168
hein, debera disponerse ya de ello, as como para po
der instaurar el lenguaje es necesario disponer previa
mente de l. No hay nada asombroso en que tanto ste
como aqulla se presenten tan a menudo en los mi
tos como originarios en una instancia extrahumana
o sobrehumana, y es tambin lo que dice Esquilo
cuando afirma que los mortales reciben todas las tech-
nai de Prometeo, despus de haber estado stas en po
sesin exclusiva de los dioses:34se puede decir que tal
hombre ha inventado tal techn, pero parece absurdo
decir que un hombre o los hombres han inventado la
techn', y, en efecto, es absurdo, pues explicar esta in
vencin exigira remontarse ms all de ella sin
dejar de presuponerla. Por cierto que, en estos casos,
mucho ms que en la cuestin del nacimiento del len
guaje, la lenta y larga evolucin de los tiles ms
primitivos produce la impresin de una transicin in
sensible, en la cual se podra disolver la institucin
del teukhein como alteracin que hace pasar el hom
bre animal (o la sociedad de los protohomnidos) a
la sociedad; se han conservado los eolitos, pero no se
han conservado las protopalabras, en caso de ha
berlas habido. Pero el problema, y el criterio, son los
mismos en ambos casos, la cuestin no consiste en sa
ber si la sociedad comienza con los Cromagnon, los
Neanderthal, los Sinntropos, o incluso antes, puesto
que esta cuestin carece de sentido si no se sabe pre
viamente qu es la sociedad, o, si se prefiere, si no se
ha definido ya qu se entiende por sociedad. Ahora
bien, para nosotros, slo hay sociedad all donde hay
institucin, y la tcnica, o ms en general el teukhein,
es la dimensin identitaria-conjuntista del hacer
como socialmente instituido. Los homnidos pudieron
utilizar accidentalmente, o instintivamente, ramas
secas o piedras, y esta utilizacin puede servir de
apoyo al pasaje a la tcnica; pero slo aparece la tc
nica cuando la rama seca o el guijarro dejan de mos
trarse en un contexto aleatorio o simplemente natu
ral, sino que se los distingue-separa-busca-rene
para dar existencia... de manera adecuada a... y con
vistas a...; en otros trminos, si se los postula como
34. Prometeo, v. 506.
169
medios eficaces, duraderos y tpicos, en ei esquema de
la finalidad. Por extrao que pueda parecer esa ma
nera de expresarse, con ello se quiere decir que el gui
jarro es instituido como til, que vale como herra
mienta porque vale para tal o cual uso (la realizacin
de tal fin), porque es inmediatamente tipo o eidos,
etc.; y, ms concretamente, que ya hay produccin del
guijarro como medio de produccin. La busca y la
conservacin de guijarros meramente ms pesados o
ms filosos que otros ya es produccin de herramien
tas, o un teukhein', el guijarro que se conserva con vis
tas a..., sin utilizacin inmediata y sin proceso biol
gico que regule su almacenamiento (como se regula
el almacenamiento de glucosa en el organismo), es
producido en la medida en que es simplemente con
servado. La conservacin del guijarro ya es fabrica
cin, que presupone esta otra fabricacin que es la
busca o la eleccin del guijarro en cuestin; y esto re
mite a la transformacin por tanto, la produccin
del cuerpo propio del hombre de manera adecuada a
y con vistas a..., es decir, en cuerpo capaz de utilizar
el guijarro como herramienta rudimentaria. Pero esta
transformacin es imposible sin el guijarro mismo y
jams se la podra haber realizado ni elegido, ni
buscado ni conservado si al mismo tiempo no
se hubieran elegido, buscado y conservado los guija
rros adecuados. Es imposible convertirse en pianista
sin piano, as como un piano no sirve para nada si no
se es pianista. Si, como dice Leroi-Gourhan, el til
slo es el testimonio de exteriorizacin de un gesto
eficaz,35este gesto slo es eficaz, o slo ha llegado a
serlo, en la medida en que da existencia al til. El
gesto slo llega a ser eficaz porque el guijarro llega a
ser un til, y recprocamente. Ambas cosas han de
darse juntas, ninguna de ellas sera medio si la otra
no estuviera previamente disponible, y ya en tanto
producto de una transformacin adecuada a... con vis
tas a..., por mnima y gradual que se la considere.
Y los dos el til y el gesto eficaz slo pueden ser
y ser lo que son si se los aprehende en los esquemas
35. A. Lcroi-Gourhan, L Homme et la Matire, 1971, p. 318.
170
inanalizables de la finalidad, de la instrumentacin...
y de lo posible.
No cabe duda, desde el punto de vista de nuestro
saber positivo, que la conversacin de los eolitos en
tiles en el curso de un perodo extraordinariamente
prolongado, ha tenido que ser un proceso gradual, lo
mismo que la posicin erecta, el desarrollo del cere
bro y de la mano, a las que probablemente haya sido
paralela; y que durante una fase muy larga, los gr
menes de lo que habra de convertirse en la tcnica,
hayan aparecido, desaparecido, y reaparecido alea
toriamente hasta terminar por imponerse. Se podra
hablar de ese proceso como de un proceso neodarwi-
niano, mediante el cual estos cambios aleatorios se
imponen por la ventaja competitiva que confieren a
sus poseedores, a no ser precisamente por el hecho de
que en un proceso neodarwiniano tales cambios se
conservan genticamente. En el caso analizado, slo
pueden conservarse en y mediante su institucin, por
la creacin de la institucin en general, tanto en cali
dad de fijacin de lo aleatorio y de lo facultativo en
sistemtico y obligatorio, como en calidad de cons-
servacin y transmisin de lo que de tal suerte se ha
fijado, y, "finalmente, en calidad de posibilidad de
variacin y de alteracin (a su vez, fijable y trans
misible), que no depende en absoluto del sustrato
biolgico ni lo afecta para nada.
Historicidad del legein y del teukhein
Lo mismo que el legein, no podemos pensar el teuk
hein de otra manera que como una institucin y con
todo lo que la institucin presupone y entraa: la fija
cin y la difusin del producto y del modo de ope
rar en la colectividad; las propiedades, nicas
y, por lo dems, inanalizables, que hacen que produc
to y modo de operar sean participables para los indi
viduos en general y los hagan capaces de participar
en ello; la capacidad de la colectividad para recono
cerlos como tales, fijarlos, conservarlos, transmitir
los, hacerlos variar y alterarlos. Todo eso implica in
171
mediatamente un modo de ser de esa colectividad,
que no puede ya concebirse como natural, que debe
ser instituido; que, por tanto, implica ya el legein y el
teukhein como indispensables para la institucin de la
sociedad misma, pues tal institucin slo puede darse
si previamente se ha separado, reunido, diseado, or
denado en conjuntos, fabricado de manera adecuada
y con vistas al ser de la sociedad, tanto cosas como
individuos, objetos, signos y tiles. Para po
der fabricar y decir es menester que la sociedad se fa
brique y se diga. Fabricarse y decirse son obra de lo
imaginario-radical como sociedad instituyeme. Pero
ni una cosa ni la otra pueden hacerse sin referencia a
la significacin, sin dar existencia a un magma de sig
nificaciones imaginarias sociales. Pues la sociedad no
puede instituirse sin instituirse como algo; y ese
algo es necesariamente ya significacin imaginaria
(y apex del magma de significaciones imaginarias),
pues no puede ser ninguna otra cosa. Pero, de todas
maneras, en eso mismo el legein y el teukhein se
encuentran inmersos ya en el magma de las significa
ciones.
El legein y el teukhein como tales son creaciones
absolutas de lo histrico-social. Ciertamente, en un
sentido, nos los encontramos en la vida. El ser vivo
slo es ser vivo en tanto distingue-elige-rene-adapta-
transforma de manera adecuada a... v con vistas a...36
Pero ese legein-teukhein del ser vivo difiere toto celo
del legein-teukhein histrico-social. No hay en ello ni
relacin signitiva, ni relacin de finalidad en el verda
dero sentido del trmino (posicin anticipada en el ei
dos de lo que no es.) El legein-teukhein del ser vivo es
el ser vivo mismo, que como tal no es nada fuera de
eso; nada realmente y nada idealmente. Ambos,
en el caso del ser vivo, son fijos, estn fijados en un
sustrato inalterable que los fija, determinados como
esos medios al servicio de esos fines. Por ltimo y so
bre todo, para el ser vivo como tal, lo que no se toma
36. Recientemente se ha redescubierto la teleologa en biolo
ga, a la que se ha dado el nombre de teleonoma. Oue sera de
la metafsica de los cientficos positivos sin los recursos lingsti
cos del griego?
172
en cuenta en la organizacin de su legein-teukhein no
existe en absoluto, o bien slo existe como ruido o
como catstrofe.
Pero la institucin histrico-social del legein y del
teukhein es virtualmente un medio de apertura indefi
nida a lo que, en el punto de partida, no se haba to
mado en cuenta en su organizacin. Considerados
cada vez en el mundo cerrado que organiza e insti
tuye cada sociedad, e instrumentos de esta clausura,
suministran al mismo tiempo y siempre los recursos
que hacen posible romperla, alterar la sociedad y su
mundo. Y eso porque la extensibilidad y la transfor-
mabilidad de los dominios cubiertos por el legein y el
teukhein se incorpora en la organizacin misma del
legein y del teukhein. Disponer del esquema de la rela
cin signitiva es disponer del mismo por doquier y
ante todo lo que pudiera presentarse como real,
racional o imaginario; es poder nombrar todo lo
que se puede mostrar o significar; y disponer de
otros esquemas operadores que organicen el legein,
equivalen a poder agrupar siempre de otra manera,
definir nuevas clases, propiedades, refinar o modificar
la cuadrcula lxico-semntica de lo dado. Dispo
ner del teukhein, equivale a disponer de los esquemas
de lo posible y de lo factible, del fin como eidos de lo
que no es y condiciona lo que es (se hace) ahora, del
medio (ti l) como producto, sto es, como resultado
que probablemente ya ha existido como eidos inexis
tente y como mero posible que hubiera podido no
existir o existir de otra manera, mediante otra activi
dad. Es cierto que no se trata de dos casos simtricos,
en la medida en que puede parecer que la totalidad
de las posibilidades de un lenguaje como legein es
dado inmediatamente a partir del momento en que
hay lenguaje; al mismo tiempo, que el modo de orga
nizacin de la base material-abstracta del lenguaje
parece haber logrado de entrada (o muy pronto, o
hasta donde podemos ver) un estado de equilibrio y
de adecuacin tal que no se le concede progreso en
lo que concierne al legein. No ocurre lo mismo res
pecto del teukhein, o en todo caso para las tcnicas de
produccin material, de cuyas condiciones de posibi
lidad slo las ms abstractas son puestas desde el
173
primer momento y que, como se sabe desde hace por
lo menos millones de aos, presenta un progreso
fantstico. En seguida volveremos a hablar acerca ele
esta diferencia, que no afecta a lo esencial de lo que es
tamos diciendo, a saber, que el legein y el teukhein son
intrnsecamente extensibles y transformables.
Por esta razn son tambin compatibles con una
historia y estn abiertos, a la vez, a la posibilidad de
una historia. Son compatibles con una historia, pues
pueden instrumentalizar las creaciones sucesivas de
lo imaginario radical y de la imaginacin radical, ya
sea que se manifiesten como rupturas brutales o como
alteraciones insensibles. Suministran el soporte de
su institucin a las significaciones distintas y nuevas
Esto implica que estn tambin ellos abiertos a la po
sibilidad de una historia, que se alteran. Lo que, bien
entendido, no se altera es la cualidad y consistencia
cada vez especfica del legein y del teukhein: las espe
cificaciones de su modo de operacin, sus campos pri
vilegiados, sus productos (en realidad, indisocia-
bles). Esta cualidad y consistencia especfica es, a su
vez, inseparable del magma de significaciones imagi
narias cuya institucin histrico-social ella instru-
mentaliza. As, la historia del hacer histrico-social es
tambin y al mismo tiempo historia del teukhein, que
es su soporte y dimensin ineliminable, y del que la
tcnica productiva, los tiles o herramientas mate
riales en sentido estricto, slo son una parte sin privi
legio especfico alguno. No cabe duda de que, en esta
historia, la manifestacin ms importante del teuk
hein es la de ordenar en conjuntos-adaptar-construir,
que se manifiesta en la institucin misma: la aldea o
la ciudad, la monarqua asitica, la ciudad, el Es
tado moderno, son otros tantos productos del teuk
hein, tiles herramientas o instrumentos gigantescos;
la mega-maquina de Lewis Mumford,37 los ejrcitos
organizados de trabajadores o de esclavos que las mo
narquas asiticas han montado y puesto en accin
son, como tales, resultados y medios del teukhein so
cial, medios de produccin producidos. Lo mismo
ocurre con todas las techn en sentido lato del trmi
37. Lewis Mumford, The Myth of the Machine, 1966, cap. 9.
174
no- tcnicas productivas o sexuales, mgicas o polti
cas, de organizacin de los hombres o de discurso, del
cuerpo o de la inteligencia, de la expresin artstica
o de la guerra. Tal es tambin la techn que da exis
tencia a la herramienta ms eficaz jams fabricada
por la sociedad: el individuo social. Pero adems, la
historia del representar y del decir social, de todo aque
llo que de la creacin de significaciones, de las repre
sentaciones participables, de las ideas, puede mani
festarse en el lenguaje, es tambin, al mismo tiempo,
historia del legein. Es cierto que en este caso, como se
ha dicho ya, comprobamos la existencia de una inva
riante histrica que no sabemos explicar: la histo
ria del lenguaje y de los lenguajes afecta y altera los
lenguajes concretos, comprendida su base material-
abstracta, especfica en cada momento, pero no e!
tipo general de su organizacin. Hay evolucin fono
lgica, gramatical, sintctica, semntica; pero el len
guaje, como legein, opera por doquier y siempre a tra
vs de la postulacin de los fonemas, su combinacin
en morfemas y lexemas, la agrupacin de estos l
timos en clases gramaticales, la organizacin de los
elementos de estas clases segn las reglas sintc
ticas. Pero ms all de esta invariancia de su modo
abstracto de operacin, el legein es implicado por la
alteracin histrica y al mismo tiempo constituye un
instrumento activo de esta ltima. Y esto, no tanto en
la medida en que traduce cambios en la cuadrilla le-
xico-semntica del dato real o natural o racio
nal identitario (la nominacin de los diferentes
polginos es, por as decir, evidente; de la misma ma
nera, a pesar del inmenso y admirable esfuerzo que
ha representado, la taxonoma biolgica arcaica es, a
este respecto, una operacin trivial: siempre se
puede separar por la observacin y nombrar dos espe
cies diferentes de pjaros con tal de que se disponga
de un lenguaje rudimentario); sino, sobre todo, en
tanto permite a las organizaciones globales del mun
do cada vez distintas,~a las significaciones imagina
rias nuevas, existir socialmente encarnndose di
recta o indirectamente en trminos del lenguaje, en
su simbolizacin. La prueba de la existencia de Dios,
para una sociedad dada, es la existencia, en su len
175
guaje, de la palabra Dios. Si se hace abstraccin de
la invariancia del tipo general de la organizacin del
legein como legein en el sentido ms amplio, el cual
considerado desde lo alto y en nuestra perspectiva
contempornea, aparece como una evolucin progre-
siva tan importante como la de la tcnica productiva
en sentido estricto (lo que en cierto sentido es eviden
te, pues todo teukhein es tambin un legein, y la tc
nica es una especie de lgica). La historia que hace el
saber de uno, dos, tres, muchos a la teora de las
distribuciones, de la clasificacin de las especies vivas
del biotipo inmediato a la biologa molecular, del re
conocimiento de los movimientos del cielo a la cos
mologa contempornea, no es otra cosa que un in
menso despliegue del distinguir-elegir-reunir-poner-
contar-decir bajo las exigencias de la lgica identitaria
y de la determinidad, esto es, una extensin intermi
nable de los campos del legein, una proliferacin sin
lmite de los productos de su operacin, un extraordi
nario refinamiento de sus mtodos especficos. Pero
no es ste el lugar adecuado para hablar de ello. Ob
servemos tan slo que, cuando se examina ms de
cerca la cuestin, se comprueba que la operacin del
legein y de la lgica identitaria a este respecto ha mos
trado en cada momento una acusada dependencia res
pecto de la organizacin imaginaria del mundo insti
tuida por la sociedad, que le fijaba sus objetos, su
orientacin, sus intereses, sus fines. Las sucesivas con
mociones que lo jalonan en el saber racional de las
sociedades que lo han conocido han estado siempre
condicionadas por conmociones de la representacin
imaginaria global del mundo (y de la naturaleza de
los fines del saber mismo) la ltima de los cuales,
acaecida en Occidente hace unos siglos, ha creado
esta representacin imaginaria particular, segn la
cual todo lo que es racional (y en particular mate-
matizable), lo que hay que conocer es agotable en teo
ra y el fin del saber es el dominio y la posesin de la
naturaleza.
176
VI. La institucin histrico-social:
el individuo y la cosa
Nos vemos obligados a afirmar que lo que es, en
cu al qu i er dominio, se presta a una organizacin iden-
titario-conjuntista y no es congruente con sta en su
totalidad y en ltima instancia. Se presta a ello inter
minable, pero no en el vaco le ofrece una captacin
parcialmente eficaz y de tal suerte que queda excluida
la posibilidad de pensar esta organizacin como pura
v simple construccin, como algo nicamente imputa
ble a la potencia terrible del entendimiento, para
retomar la expresin de Hegel. Slo porque es suscep
tible o ser ordenado en conjuntos, podemos ordenar
en conjuntos lo que es; slo porque es catagorizable,
podemos eategorizarlo. Pero toda ordenacin en con
juntos, toda categorizacin, toda organizacin que en
ello instauremos-descubramos, tarde o temprano se
demuestra parcial, lacunar, fragmentaria, insuficien
te, e incluso, que es lo ms importante, intrnseca
mente deficiente, problemtica y, finalmente, incohe
rente.
Esta situacin que no tiene nada que ver con la
idea falaz de la progresin asinttica del saber,
como tampoco con las tonteras de los cortes episte
molgicos es abundantemente ilustrada, como he
tratado de mosti'ar en otro sitio, por la historia de la
ciencia exacta por excelencia: la fsica.1
Las cuestiones y las aporas con las cuales se de
bate la fsica contempornea remiten a un modo de
ser subyacente del ente fsico que se mantiene ina-
1 Vase Sciencie modeme et interrogation philosophique,
loe. cit.
prehensible mediante los medios de la lgica identita
ria. Aun cuando se llegara a resolverlas como cabe
esperar al precio de nuevas conmociones tericas,
quedara en pie la certeza de que, no solamente las
nuevas soluciones engendran, ms tarde o ms tem
prano, nuevos enigmas, sino, sobre todo, que su rela
cin con las antiguas permanece intratable a travs
de los medios de la lgica y de la ontologa identita
ria, como ocurre con la fsica nevvtoniana y la de la
relatividad.
Notablemente ms difcil se pone la situacin a
partir del momento en que uno abandona el universo
fsico. Ya se ha tratado de mostrar que las categoras
y las determinaciones centrales de la lgica identita
ria se hunden al contacto con lo histrico-social, lo
cual permite comprender por qu la tradicin no ha
podido en verdad pensar este ltimo como tal. Tam
bin se ha visto, y volveremos a tratar de ello ms de
tenidamente, que las categoras, implicadas por el
mundo de las significaciones y nuestra relacin con
l, dejan su propio ser fuera de alcance. La misma si
tuacin volvemos a encontrar en el dominio que nos
disponemos a abordar ahora: el de la institucin his
trico-social del individuo (y, correlativamente, de la
percepcin y de la cosa), ya sea de la transformacin
de la mnada psquica en individuo social para el
cual existen otros individuos, objetos, un mundo, una
sociedad, instituciones, nada de lo cual, originaria
mente, tiene sentido ni existencia para la psique.
Todo esto nos llevar a analizarla cuestin de la psi
que, que, en verdad, no es separable de la cuestin de
lo histrico-social. En verdad, se trata de dos expre
siones de lo imaginario radical: all, como imagina
rio radical; aqu, como imaginario social.,.Partiremos
de,la concepcin freudiana^que no procuraremos me
jorar ni reconstruir, sino iluminar de otro modo, a
partir de los dos temas que, por casualidad, han sido
sus puntos ciegos: el de la institucin histrico-social
y el de/ psique como imaginacin radical, es decir, en
lo esencial. Como emergencia de representaciones o
flujo representativo no sometido a la determinidad.,2
2. El trmino representacin que Freud utiliza tantas
178
El modo de ser del inconsciente
El inconsciente deca Freud ignora el tiempo
e ignora la contradiccin. Con este vertiginoso pensa
miento, que toda la obra de Freud ampla y vuelve
an ms insistente, no se ha sabido casi qu hacer,
cuando no se le ha hecho decir lo contrario de lo que
dice, convirtiendo el psiquismo en una mquina o re
ducindolo a una estructura lgica. El inconsciente
constituye un lugar en donde el tiempo (identitatio)
como determinado por y determinante de una suce
sin ordenada no existe, en- donde las contradicto
rias no se excluyen ms exactamente, donde no se
plantea la cuestin de las contradictorias, y que ver
daderamente no es un lugar, ya que el lugar implica
orden y distincin. Del-material esencial del incons-'
cente, la representacin^, siempre que nos mantenga
mos en nuestra lgica habitual, nada podemos decir.
Ya el hablar de la representacin a propsito del
inconsciente (e incluso de la conciencia), como de algo
separado del afecto y de la intencin inconscientes, es
una violencia a la naturaleza de las cosas, pues eso
es imposible tanto en teora como de hecho.3E l in
consciente slo existe como flujo indisocialmente re
presentativo/ afectivo/ intencional. Pero supongamos
que la separacin sea efectuable y que realmente se
la efecta, y permanezcamos a la representacin
como tal. Cmo no advertir que la separacin escapa
veces como pginas tienen sus obras se presta a ms de una
sutileza, en la medida en que entender que l o que se plantea
por v en la representacin representa otra cosa (la Vertretung, en
alemn). La palabra alemana Vorstcllung (de vorstellen, po-
ner-plantear-colocar delante) debera prestarse menos al malen
tendido: sin embargo, eso no ha impedido que Heideggei la
denunciara como manifestacin moderna del ol vi do del Ser, en
diferentes textos que, se los lea o no, hacen todava estragos entre
las damas cultivadas de Pars que han cogido horror a la repre
sentacin. Me he sentido tentado por los trminos posicin/ pre
sentacin, o ms an, fantasa. Pero ms vale limitar al mnimo
los cambios de vocabulario; el lector que sepa leer comprendei
rpidamente en qu sentido se utiliza aqu el ti mino.
3 He tratado de mostrar la imposibilidad de esta separacin
en pilgomnes une thorie de 1ame que l on a pu prsenter
comme Science, L Incoscient, n. 8, octubre 1968, pp. 47 a 87.
a los esquemas lgicos ms elementales, que se escan-
por todos los costados, que no se podra someterla a
ninguna de las exigencias de la determinidad?
Veamos, por ejemplo, el sueo de Freud: e amigo
R. es mi to, lleva una larga barba amarilla
Forma este sueo una representacin o varias, y en
este ltimo caso, cuntas? Qu es algo de lo que no
se sabe decir, ni siquiera en cuanto a..., si es una sola
cosa o varias? Veamos el anlisis del J uanito: Qu
es, para J uanito, la representacin de su padre, la del
caballo, la de su fobia, y la relacin de todas ellas
En este ltimo caso, nos extraviaremos cuando, lleva
dos por el hbito de la interpretacin, la necesidad de
traducir los datos del inconsciente en trminos de
lenguaje y en relaciones fraguadas en y por ste, supon
gamos la representacin del padre, y su re-presenta
cin o simbolizacin por el animal de la fobia
como una relacin clara y distinta, como un simple
quid pro quo, la simple sustitucin de una cosa por
otra. Pero la situacin efectiva no es verdaderamente
congruente con lo que de ella decimos, como se sabe
si se ha soado aunque slo sea una vez. Por lo dems,
no hace falta soar para advertirlo. El pequeo Ri
cardo de Melanie Klein dice: Mam es el pez y el pez
grande de arriba...;4no dice que x est (en lugar de)
y, sino que dice que y es a la vez .r y z.
Desde hace un tiempo se pretende reemplazar el
desplazamiento y la condensacin freudianos por la
metonimia y la metfora. Esta terminologa, que asi
mila las operaciones del inconsciente a los modos de
funcionamiento segundos del lenguaje propio de la vi
gilia,5trivializa el genial descubrimiento de Freud y
oculta los tesoros del captulo sexto de La interpreta
cin de los sueos. A lo sumo, se hubiera podido hacer
la afirmacin inversa, esto es, la de que la metfora, la
metonimia y los otros tropos del lenguaje de la vi
gilia toman prestado algo de las operaciones del in
consciente, sin la capacidad para reproducir la
exuberancia y la riqueza de este ltimo. Pero haba
que someter a cualquier precio el inconsciente a la es
4. Melanie K lein, Narrative of a Child Analysis, 1961, p. 70.
5. Vase ms adelante, captulo 7, pp. 293 y ss.
180
tructura que la lingstica se supone ha establecido
previamente. As como cuando se habla de sexualidad
infantil se adopta de manera casi inexorable el punto
de vista del adulto, debido a lo cual se atribuye gra
tuitamente al nio una vivencia que no es la suya y
se describe de tal suerte su ser sexual, que ste resulta
totalmente deformado, as tambin, mediante la in
vencin de significantes discretos sometidos a sustitu
ciones reguladas por leyes que hasta se ha osado lla
mar algebraicas, se traduce en un lenguaje logicista
el modo de ser y la organizacin del inconsciente.
Pero J o que el inconsciente nos da o nos obliga a pen-
sar v que ningn lenguaje, ningn lgebra, nos dara
jams a pensar, es algo radicalmente distinto.. No es
que, gracias a la red de relaciones ms complejas que
se quiera, pero definidas y determinadas, un a defi
nido y distinto venga a ocupar el lugar de un b igual
mente definido y distinto; eso no es nada ms que la
imputacin al inconsciente del punto de vista de la vi
gilia, inevitable en parte si se quiere hablar de l, peor
totalmente absurdo si se lo toma en serio ms all de
las necesidades del legein. El sueo dice: El amigo R.
es mi to. No dice: existe un * tal que x=e\ amigo
R existe un v, tal que y=mi to, y, vistas las leyes del
inconsciente, y = x ey * x. El sueo da la representa
cin inconsciente tal cual es, de donde, al hablar de
ella, nos vemos obligados a nombrar su fusin, su in
distincin, que sin embargo, no por ello son un caos.
Y esto no es resultado de operaciones que se hayan
producido ulteriormente, que hubieran desdibujado
figuras separadas, claras y distintas; sino que es resul
tado de la ndole misma de la psique, que es gnesis
de representaciones, en la cual, tal vez, aqu, el
amigo R. se ha formado a partir de y en relacin con
mi to, pero que, en todo caso, y en general, las re
presentaciones separadas que necesariamente dis
tinguen la lgica de la vigilia estn formadas, con
toda seguridad, a partir de y en relacin con una canti
dad nfima de representaciones arcaicas que eran,
para la psique, el mundo, cuyo largo trabajo de for
macin del individuo las ha separado a los fines de la
existencia despierta, y que nos remiten a su vez al
enigma de un representar-representacin originario.
181
Lo que plantea problemas no es esta fusin e indistin
cin, y mucho menos an las contradicciones que la
misma implica para la lgica de la vigilia, o, mejor
dicho, para la lgica identitaria, pues no todo lo qUe
es vigilia es de naturaleza identitaria, ni mucho me
nos. Lo que plantea problema es esa separacin y su
posibilidad, el origen del esquema de la discrecin v
su dominio parcial sobre lo que es. Una vez que uno
se ha sumergido en ello, lo que se vuelve fuente inago
table de asombro no es ya el magma representativo-
imaginario del inconsciente, sino el esquema de la
discrecin, la idea de la identidad, la eficacia relativa
de la separacin.
La representacin sea inconsciente, sea cons
ciente es en realidad inanalizable (lo que no quiere
decii-, en absoluto, que sea simple). Toda descomposi
cin en elementos es aqu artefacto provisional, toda
imposicin de esquemas separadores-unificadores es
un torpe intento de abarcar un ente en la indemnidad
de dimensiones con unos pocos jirones que se le han
-^arrancado. / La representacin no tiene fronteras, y
ninguna separacin que en ella se introduzca asegu
rar nunca su pertinencia, o, mejor dicho, siempre
ser segux-a su no-pertinencia en algn respecto esen-
- cial. Lo que hay en ella remite a lo que en ella no est,,
o lo llama; pero no lo llama bajo la gida de una regla
determinada y formidable, como un teorema llama a
sus consecuencias, aun cuando fuesen infinitas, o
como un nmero llama a sus sucesores o una causa a
sus efectos, aun cuando fuesen innumerables. El
abismo que separa la indefinidad de la representacin
del infinito matemtico del orden ms elevado es ms
profundo todava que el que separa el infinito mate
mtico de un nmero banal; es un abismo de ser, no
una diferencia de cardinalidad. ,Lo que no se encuen
tra en una representacin puede sin embargo encon
trarse all, y eso sin ninguna limitacin^ sin ningn
peras.
Tambin es sta la razn por la cual (o, si se pre-
fiere, no es sta sino otra manera de decir que)4a re
lacin efectiva esencial entre representaciones, lo
que se denomina asociacin, no es, en trminos rigu
rosos, una relacin-, ni es tampoco un establecimiento
182
de relaciones entre trminos mutuamente exteriores,
ni tampoco desimplicacin lgica de lo que carecera
de sentido si no fuera compuesto^ La asociacin lla
mada libre, tal como se trata de inducirla en psi
coanlisis y que, evidentemente, no es libre ni deja
de serlo , es desvelamiento parcial de aspectos de
una co-participacin, de la que nunca podremos afir
mar que exista con anterioridad a su formulacin o
si es creada pi'ecisamente por esta ltima (lo que, por
otra parte, es una cuestin sin ninguna pertinencia).
La asociacin es un hilo tendido entre las cumbres de
una cadena sumergida y que a menudo se hunde en
las grietas de los fondos ocenicos, Pero ni las cum
bres ni las grietas estn ordenadas, nada hay aqu que
fije un orden necesario antes-despus, y nunca se sabe
si una cumbre no se revelar como grieta o viceversa,
ni si en realidad hay que hablar de revelacin o de
transformacin.,-Si se quisiera utilizar la terminologa
matemtica, habra que decir no slo que es imposi
ble representar las cadenas asociativas ni ninguna
otra relacin entre representaciones como posicin
de i-elaciones biunvocas entre trminos distintos y de
finidos, sino, tambin, que es imposible llamar a
esto correspondencia en el sentido que a este tr
mino se da en la teora de conjuntos de una relacin
muchos/ muchos ./ Pues no slo esta correspondencia
sera virtualmente correspondencia entre cualquier
familia de elementos y cualquier otra, sino que, y
sobre todo, lo que entra en esta correspondencia es
permanentemente redefinido, remodelado, refigura
do, su manera de entrar en ellas se altera, y esta alte
racin misma no nicamente su producto se con
vierte en trmino de lo que est en consideracin.
/ Lo que ja representacin nos da es la multiplici---l-
dacTlnconsistente, para utilizar una expresin de
Cantor: un tipo de ser que no slo es al mismo tiempo
uno y muchos, sino un ser para el cual estas determi
naciones no son ni decisivas, ni indiferentesyEs cierto
que los aspectos segn los cuales se aprehende todo
lo que es a la vez en tanto uno y mltiple nunca son
otra cosa que transitorios o incluso ni siquiera eso
puntos de apoyo para la marcha del discurso: lo mis
mo, por lo dems, que todos los trminos y los puntos
183
fijos del legein. Pero en los otros casos por ejemplo
el j:nte fsico estos aspectos pueden estar determi
nados suficientemente en cuanto al uso, las relacio
nes construidas sobre esos puntos de apoyo presentan
una estabilidad notable; en ellos, lo obligatorio v ]r>
imposible, aun cuando no los determinen de modo
exhaustivo, se encuentran por doquier. Nada de es
J ocurre/ en la representacin: aqu, lo obligatorio es
-trivial y vaco, y lo imposible casi no existe.,La re'
lacin, constantemente alterada en el desarroll
efectivo de aquello de que se trata, puede aproximar
trminos cualesquiera, o bien mantenerlos indefini
damente separados. De suerte que las vecindades no
estn all determinadas, o constantemente redetermi-
nadas, y, para utilizar una metfora topol<Vica, cas
todo punto est a la vez arbitrariamente cerca y arbi
trariamente lejos de casi cualquier otro punto.
Es verdad que hablamos de la representacin
cmo podramos no hablar? y que lo que de ella
decimos no es totalmente intil. Para hacerlo nos va
lemos de fragmentos de la representacin que noso
tros fijamos, que desempean el papel de trminos de
referencia, a los cuales adherimos trminos del len
guaje, de tal manera que podemos saber aproximada
mente de qu hablamos; pero estaramos perdidos
si olvidramos que estos trminos no pueden soportar
todo el peso de las operaciones de ordenacin en con
juntos y de todas las operaciones identitaras, y mu
cho menos an, el de las construcciones cientficas
exactas. Utilizamos estos trminos de la misma ma
nera en que un caballo utiliza los desniveles del suelo
en su galope; lo que importa no son esos desniveles,
sino su galope. Que haya suelo y huellas es la condi
cin y la consecuencia de la carrera; pero lo que que
remos aprehender es la carrera. A partir de las huellas
de los cascos se puede llegar a reconstituir la direc
cin del caballo, quizs hacerse una idea de su veloci
dad y del peso del jinete; pero nunca saber quin era
ste, en qu pensaba, ni si corra en busca de su amor
o hacia la muerte.
J Pero, / acaso la interpretacin no restituye una l
gica y un orden en las representaciones inconscientes
184
no apunta a determinar su sentido?,-Acaso la teora
eu di an a, sobre todo la metapsicologa, no se refiere
t do el tiempo a un aparato psquico constituido de
man er a y no de otra, a lugares, fuerzas y entes to
mados de lalgica identitaria de lo real y de sus cons
trucciones en otros dominios?
Ante todo, se pregunta uno cmo y por qu la exis
tencia del sueo, o, ms en general, de la representa
cin inconsciente, podra ser suprimida por el hecho
de ser interpretada (o interpretable). Acaso se elimi
nara la locura, en tanto locura, si se la pudiera inter
pretar, incluso de manera integral? (Es evidente que
por eliminacin no entiendo el hecho de suprimirla
efectivamente gracias a la curacin, sino a su elimina
cin ontolgica.) Acaso el modo de ser, el nivel de
existencia y el ser-as del delirio o de la alucinacin
quedan anulados por el postulado de que el contenido
del delirio o de la alucinacin seran impenetrables?
Acaso el ser-color del color queda anulado por las
ecuaciones de la fsica? En la misma medida en que
el color es una ecuacin, el sueo es el sentido del sue
o. Se produce aqu un deslizamiento casi impercep-
tible tan grande es la fuerza de la lgica-ontologa
heredada, que se insina por doquier, pero decisivo,
y tan grave como el que, desde el nacimiento del pensa
miento cientfico y casi hasta Freud, se neg a conside
rar el sentido de sueo. Porque el sueo no se daba
como un sentido articulado segn los cnones de la l- \ ^-
_gica identitaria, por eso, el sueo estaba relegado entre
las escorias del funcionamiento psquico. Desde el mo
mento en que la interpretacin le encuentra una equiva
lencia de sentido, se convierte en una escoria ontolgi
ca, en una Nada absoluta, en un nichtiges Nichts. Que
dara totalmente disuelto por su reduccin en su sen
tido y por la explicacin de las razones por las cuales
este sentido se presenta como esta representacin.
Pero, por qu el sentido en general se presenta,
en la psique, y no puede dejar de presentarse, nica
mente como representacin? De qu manera una in
terpretacin cualquiera o cualquier reduccin de lo
imaginario a real-racional podra eliminar el hecho de
ser (el Das-sein) de lo imaginario y su modo de ser (su
Was-sein) especfico?
Pero esta pretendida reduccin es una ficcin i
coherente. La verdadera interpretacin del sueo
una empresa especfica, en un contexto prctico-nn?
tico singular, el del anlisis; las correspondencias ai*~'
ste establece entre representacin y sentido slo t i f
nen valor en el contexto del anlisis, pero no son gen!*'
ralizables, ni transportables, ni tampoco verificablp-
en la acepcin aceptada de este trmino.6No quiei-S
esto decir que sean arbitrarias, que puedan ser cual
quier cosa; pero su significacin puede ser constante
mente retomada, y en un anlisis digno de tal nom
bre, siempre lo es en teora; slo existe para el sujeto
analizado, sujeto enigmtico por excelencia, descono
cido, que no es el paciente tal como es, ni el paciente
tal como debiera ser segn una norma fijada de ante
mano, sino el paciente tal como se hace y se har en
>y por el proceso analtico. Son interminables, como
lo es la interpretacin, como lo sera el anlisis si slo
fuera una cuestin de interpretacin. Pues si en el
anlisis se tratara esencialmente de establecer equiva
lencias de sentido, todo anlisis sera rigurosamente
interminable, y nicamente la muerte vendra a in
terrumpirlo, que no a terminarlo.
Deca Freud: Todo sueo tiene por lo menos un
lugar en el que es insondable, como un ombligo por
el cual est unido al inconsciente. Y tambin: A la
pregunta de si es posible interpretar cualquier sueo
{zur Deutung gebrachl werden kann), ha de respon
derse negativamente. Por qu? En las dos docenas
de lneas siguientes, en una disposicin lgica sor
prendente, Freud responde en realidad a dos pregun
tas diferentes y de manera heterognea. Explcita
mente, slo formula una: Es interpretable cualquier
sueno? No, hay sueos que no son interpretables; ello
depende, en suma, de la relacin de fuerzas entre
las resistencias interiores y lo que la conciencia
pueda movilizar a los fines de la interpretacin. Lue
go, responde a una pregunta que no formula explcita
mente: Hay sueos cabalmente interpretables? Freud
comienza por decir que, incluso en los sueos mejor
interpretados, a menudo se debe dejar un fragmento
6. Cf. E pilgomnes..., toe. cit.
186
l a oscu r i dad, y concluye afirmando que el inacaba-
en. to de la interpretacin es una necesidad univer-
1 v esencial. En los sueos mejor interpretados
sa. mos vernos obligados a dejar en las tinieblas un
rlpterminado punto, pues durante la interpretacin
d ver ti m os que constituye u n foco de convergencia de
f s ideas latentes, un nudo imposible de desatar, pero
ue al mismo tiempo no h a aportado otros elementos
qi contenido manifiesto. Esto es entonces lo que pode
mos considerar como el ombligo del sueo, o sea el
nto por el que se halla ligado a la desconocido. Las
'deas latentes descubiertas en el anlisis deben in
cluso obligatoriamente y de manera completamente
universal (o: deben obligatoriamente en efecto..., ms-
m ja ganz allgemein..) quedar sin terminar, y tene
mos que dejarlas perderse por todos lados en el tejido
r eti cu l ar de nuestro mundo intelectual. De una par
te ms densa de ese tejido se eleva luego el deseo_del
sueo as como el hongo se eleva de su micelio. .El
deseo del sueo, lo que, en la concepcin de Freud, le
da sentido, se eleva de una parte ms densa de ese
tejido; el ombligo del sueo es un foco de conver
gencia de las ideas latentes, un nudo imposible de de
satar. El sitio ms denso, el ms rico, el ms impor-^k
tante del sueo, es insondable; la exploracin de su
punto central no puede acabar no porque no seamos
lo suficientemente inteligentes ni porque no dedique
mos a ello el tiempo necesario, o porque nos encon
tremos con resistencias muy grandes sino por la na
turaleza misma de las cosas, porque las ideas latentes
del sueo miissen ganz allgemein quedan sin terminar.
Mssen ganz allgemein: imposible expresarse con ms
fuerza en alemn. Mssen expresa la necesidad abso
lutamente insoslayable, ganz (totalmente) duplica el
allgemein (universalmente). Tenemos que dejarlas
perderse por todos lados en el tejido reticular de nues
tro mundo intelectual: son magmas en un magma.
El sentido del sueo, si se quiere seguir fielmente a
7. ie Traumdeulung, Gesammelte Werke II, p. 116, nota 1 y
PP- 529-30. Las traducciones del segundo pasaje, tanto en la Stan
dard Edition (V, 525) como en la traduccin francesa (ed. de 1967,
P- 446), contienen un flagrante contrasentido.
187
Freud, no puede establecerse, determinarse plena
mente, porque, por su esencia misma, intrnsecamen
te, no tiene acabamiento (es ohne Abschluss): es
interminable, indeterminado, apeiron, indefinido (no
infinito, pues el infinito es definido y determinado).
a El sentido del sueo como deseo del sueo es conden-
" sacin de lo inaprehensible, articulacin de lo que no
se deja articular. El sentido del sueo, tal como lo
ofrece la interpretacin, es lo que completa, deter
mina y lleva a su acabamiento las ideas iatentes
que por s mismas no pueden llegar a ese trmino.
Estas ideas latentes son formuladas por la interpreta-
cin, la cual las traduce en el lenguaje de los juicios
y las intenciones; pero, indisociablemente, son repre
sentaciones/ intenciones/ afectos. Esta indisociabilidad
es, ella misma, sui generis.
Pero, en qu consiste en sentido establecido por
la interpretacin? En los casos importantes, en la
formulacin de muchos segmentos de sentido contra
dictorio para la lgica de la vigilia, deseos incompati
bles, la ambivalencia de los afectos, las mismas im
genes tomadas en encadenamientos que deberan
excluirse o anularse unos a otros. Lo que la interpre-
>tacin restituye como sentido no es en realidad un
sentido, o es imposible segn las reglas de la lgica
identitaria. Por tanto, es menester poner orden en esta
situacin intolerable. Entonces es cuando entra en
funcionamiento el esquema de la separacin. El in
consciente se transforma de hecho y esta transfor
macin comienza y es llevada a trmino ya por el pro
pio Freud en una multiplicidad de conciencias que
se oponen entre s; la contradiccin se convierte en
conflicto de instancias, a cada una de las cuales se
atribuye, de acuerdo con la modalidad de cogitos cla
ros y distintos, intenciones propias y bien definidas,
una capacidad de placer/ displacer por s misma, una
instrumentacin racional independiente, coherente y
eficaz. As, pues, la confusin-conflacin-indistincin-
indeterminacin en y por la cual el inconsciente exis
te, 110 sera otra cosa que la interferencia provocada
por la coexistencia, la composicin, diversos discur
sos, que habra que distinguir para darse cuenta de
que cada uno es plenamente coherente para s, al ser-
T
vicio de una persona psquica distinta, que sabe qu
es lo que quiere y cmo conseguirlo, y que lo obten
dra siempre a no ser por la oposicin de las otras ins
tancias psquicas. Es cierto que esta descripcin no es
pura y simple ficcin, ni siquiera construccin; que
corresponde no slo a las necesidades del lenguaje y
de la inteligibilidad o por lo menos de lo que sole
mos denominar de esta manera sino tambin a as
pectos de la cosa misma. Sin embargo, dista mucho
de agotarlo, e incluso de entrar en contacto con lo
esencial del mismo; adems, no regula en absoluto la
cuestin que estamos analizando aqu. Esta descrip
cin, en todo caso, tampoco la regulaba para el propio
Freud, puesto que lo que impeda descubrir, por ejem
plo, lo que Freud ha dado en llamar la escisin del yo
(J chspaltung), esto es, el hecho de que la misma ins
tancia, el yo inconsciente, pueda operar bajo compul
siones incompatibles (no hablemos del yo consciente,
que no podra sobrevivir ni un instante si su mano
derecha dejara de ignorar lo que hacen sus inconta
bles manos izquierdas); ni le impeda, al escribir El
problema econmico del masoquismo, socavar los
propios conceptos de placer/ displacer como trminos
distintitamente opuestos. Lo mismo se puede decir si
nos remitimos a la obra de Melanie Klein: ambivalen
cia de los afectos, propiedades incompatibles de las
representaciones, conflictos de deseos, todo esto se
plantea all como caractersticas originarias y esen
ciales de la psiquis, en su indivisin, a pesar de los
esfuerzos que tienden a reducirlas mediante su des
composicin para atribuirlas a sistemas parciales in
dependientes.
,La algica del inconsciente es, pues, algo comple- sa
tamente distinto que la yuxtaposicin de diversos
ejemplares diferentes de la misma lgica. El incons
ciente no depende de la lgica identitaria ni de la de-
terminidad. Producto y manifestacin continua de
la imaginacin radical, su modo de ser es el de un
magma
188 189
La cuestin del origen de la representacin
Tal vez J o esencial de la obra de Freud resida en
el descubrimiento del elemento imaginario de la psi
que en el desvelamiento de las dimensiones ms
profundas de lo que yo llamo aqu imaginacin radi
cal. Pero, no obstante ello, se puede decir que una gran
parte de su obra apunta o conduce inexorablemente
a reducir, recubrir y ocultar nuevamente este papel.
En el ambiente positivista que lo rodeaba, y que lo
marc profundamente y para siempre tras el cual,
evidentemente, se hallaban la metafsica tradicional,
el ser determinado, las causas que se convierten en
fuerzas, los fines que se convierten en principio ,
Freud ha comenzado por buscar los factores reales
que daran cuenta de la historia de la psique, de su
organizacin y, finalmente, incluso de su propio ser.
Se sabe de su creencia inicial en la realidad positiva
del acontecimiento correspondiente al recuerdo trau
mtico en los neurticos; del cambio radical al que lo
llev la imposibilidad de creer en la realidad de la
inmensa cantidad de escenas de seduccin infantil
por un adulto que los pacientes narraban; de la busca
finalmente abandonada, pero con disgusto y resis
tencia evidentes de la escena primitiva como real a
lo largo de E l hombre de los lobos; y, por ltimo,
cuando la ontognesis se niega a entregar un material
real, si no como causa, al menos como soporte necesa
rio y suficiente de la fantasa, de la remisin (por pa
radjica e intrnsecamente contradictoria que sea) de
la esperanza terica de una verificacin positiva
de sus tesis sobre la psique, al terreno de la filog
nesis.
f p El papel esencial de la imaginacin, aun cuando
sta no se reconozca ni se nombre, hace su aparicin
en Freud a travs de la importancia capital de la fan
tasa en la psique y la relativa independencia y auto
noma de la produccin de fantasas. La produccin
de fantasas es descubierta como componente inelimi-
nable de la vida psquica profunda^J Pero, cmo expli
car su relacin con otros componentes de esa misma
vida, el origen de su contenido, la fuente de su poten
cia?
190
La pulsin (Trieb) no puede manifestarse en la psi
que si no es merced a la intermediacin de una repre
sentacin; la psique somete la pulsin a la obligacin
de la delegacin por representacin (Vorstellungsre-
prsentanz des Triebes); adems, sin duda, de la dele
gacin por afecto. Pero ste es otro problema. Sin
embargo, cul es el origen de esta representacin,
y cul puede ser su contenido? Y sobre todo, por qu
precisamente este contenido?
Apenas abordamos estas tres preguntas surge una
multitud de paradojas.
La representacin slo puede formarse en y por la
psique; esta afirmacin, por lo dems, es ms que re
dundante, pues la psique es ella misma emergencia de
representaciones acompaadas de un afecto e inser
tas en un proceso intencional. Esta representacin,
afirma implcitamente Freud, slo puede formarse
segn las instrucciones de la pulsin, que, sin embargo,
en el momento inicial, carece de representante (de de
legado) en la psique y por tanto, est irremisible
mente condenada al mutismo. Es necesario postular
un primer puente entre el alma y el cuerpo; un
primer nudo representativo debe encontrarse consti
tuido, en conformidad o, mejor an en relacin
con las exigencias de la pulsin, como mediacin en
tre el alma y el cuerpo antes de la instauracin de
cualquier procedimiento cannico de mediacin. Es
cierto que se puede decir que la primera delegacin
de la pulsin en la psique es el afecto, sobre todo
el de displacer. Pero de un afecto sea de displacer,
sea de placer no podemos extraer nada que pueda
explicar la forma o el contenido de una representa
cin; a lo sumo, el afecto podra inducir la finalidad
o la orientacin del proceso representativo. Por tan
to, debe postularse necesariamente (aun cuando slo
sea de modo implcito) quejla psique es capacidad-
para hacer surgir una primera representacin, una
puesta en imagen (Bildung y E inbildung).,Esto puede
parecer evidente. Pero esta puesta en imagen debe al
mismo tiempo ser relativa a la pulsin, en un mo
mento en que nada asegura esta relacin. Tal vez sea
ste el punto de condensacin y de acumulacin de
todos los misterios de la unin del alma y el cuerpo.
191
Dnde toma la psique los elementos los mate
riales y la organizacin de esta representacin? Las
paradojas que aqu se encuentran, en absoluto exclu
sivas del freudismo, tienen una venerable ancianidad
filosfica. Si la psique hace surgir todo de s misma,
si es produccin pura y total de sus representaciones
tanto en lo tocante a la forma (organizacin) como a
los contenidos, uno se pregunta cmo y por qu ha
bra de encontrar otra cosa que no fuera ella misma
y sus propios productos. Y, si se dice que toma los ele
mentos de lo real de la representacin, se realiza
una afirmacin carente de sentido (cmo tomar de
nada aquello que no tiene?; lo real no puede ser a la
vez real y representacin real de lo real en lo real), y,
por otra parte, se anula lo que ser un vector cons
tante en el pensamiento freudiano: la idea de que
aquello por lo cual lo real se anuncia en la psique,
la impresin (E indruck, para utilizar el termino
kantiano) nicamente se convierte en elemento de una
representacin en funcin de una elaboracin ps
quica que puede producir, segn los sujetos y los mo
mentos, resultados de lo ms diferentes e inesperados.
La tentativa de resolver la antinomia de modo gra
dual slo es aqu, lo mismo que en todos los casos
restantes, una finta engaosa: las impresiones seran
elaboradas, en cada etapa, de manera ms o menos
rica y ms poderosa, en funcin de la totalidad
de la experiencia anterior. Pero ya la primera eta
pa de constitucin de esta experiencia presupone la
capacidad de la psique para organizar en experiencia,
por rudimentaria que sea, lo que, al margen de ella,
sera un caos de impresiones internas y exteriores. No
cabe ninguna duda de que esta capacidad de orga
nizacin sufre un desarrollo inmenso en y por la
historia del sujeto, pero, cmo podra sufrirlo si no
estuviera, al menos mnimamente, pero de manera
esencial, presente desde el comienzo? El propio postu
lado de la tesis gradualista, segn el cual esta capaci
dad se afina en funcin de y gracias a la accin de
rebote de sus productos, presupone un primer pro
ductor de un primer producto.
Es completamente imposible comprender la pro
blemtica de la representacin si se busca el origen
192
de la representacin fuera de la representacin mis
ma. La psique, sin duda, es x-eceptividad de las im- ->
presiones, capacidad de ser afectado por...; pero
tambin es (y sobre todo, pues sin ello esta receptivi
dad de las impresiones no dara nada) emergencia de
la representacin en tanto modo de ser irreductible y
nico y organizacin de algo en y por su figuracin,
su puesta en imagen. La psique es un elemento for-
mativo que slo existe en y por lo que forma y cmo
lo forma; es Bildung y Einbildung formacin e ima
ginacin, es imaginacin radical que hace surgir ya
una primera representacin a partir de una nada
de representacin, es decir, a partir de nada
Es imposible que haya vida psquica si la psique
no est capacitada para hacer surgir representacio
nes, y, en el punto de parti da,na primera repre- *
sentacin que, de alguna manera, tiene que contener
en s la posibilidad de organizacin de toda represen- u
tacin debe ser un constituido-constituyente, una
figura que luego ser germen de los esquemas de figu
racin,,por tanto, bajo una forma, todo lo embrio
naria que se quiera, de los elementos organizadores ?!
del mundo psquico que se desarrollar a continua
cin, por cierto que con decisivos agregados de origen
externo, pero necesariamente recibidos y elaborados )
segn las exigencias planteadas por la representacin
originaria.
Esta necesidad, inherente a la problemtica freu-
diana, no est explicitada. Al contrario, est enmasca
rada, en funcin de motivaciones profundas que impi
den a Freud tematizar la cuestin de la imaginacin
como tal. En efecto, contenida en las virtualidades de
su pensamiento, se halla oculta, ya en el propio Freud,
pero mucho ms an en sus sucesores, tras una pro
blemtica segunda, la de la fantasa y las formaciones
imaginarias derivadas.
Es evidente que,<en la fantasa y en las formaciones
similares es donde la imaginacin se ofrece en accin,^
tanto a la observacin como a la clnica. Y, si uno s
concentra en el anlisis y la interpretacin de las fan
tasas que suministra el material clnico, desembo
car siempre, por definicin, en productos derivados.
193
cuya constitucin pone en juego toda la gama de las
funciones de la psique. As, pues, podr ocurrir que
en el acto de fantasear (y de imaginar) no se vea otra
cosa que modos de funcionamiento ulteriores, que no
podran comprenderse en su razn de ser, en su orga
nizacin y en su contenido, a no ser mediante el re
curso a otras funciones y actores. Es as como Freud
afirmar que el fantasear (phantasieren) se reduce a
lo que ocurre despus de la instauracin del princi
pio de realidad, y que antes de ello slo hay simple
posicin alucinatoria del pensamiento (deseado), es
decir, de lo representado: Con la instauracin del
principio de realidad, se ha separado una especie de
actividad de pensamiento, la cual se ha conservado li
bre en relacin con la prueba de la realidad, y some
tido nicamente al principio del placer. Se trata del
fantasear, que comienza ya con los juegos de nios, y,
ms tarde, prolongado bajo la forma de ensoacin
diurna, renuncia a apoyarse en los objetos reales. An
tes de esa frase, cuando el estado de tranquilidad ps
quica se encontraba perturbado por las exigencias de
las necesidades internas, el pensamiento (deseado)
simplemente se planteaba de manera alucinatoria,
como ocurre todava ahora cada noche con los pensa
mientos (latentes) del sueo. Aqu, pensamiento
significa, como tan a menudo es el caso en Freud,
representado.8El deslizamiento slo es posible si s
prescinde de interrogar ms a fondo acerca de la sig
nificacin de esta manera alucinatoria y de su equi
valencia en el sueo. Pero es explicable, cuando no
justificable, debido a la aparente y paradjica referen
cia a lo real que implica el trmino alucinacin.
En efecto, tanto en general, como en los casos que
aqu seala Freud, la alucinacin toma prestados
sus elementos de lo real, y la alucinacin prima
ria por excelencia es, para Freud, la que mitiga los
efectos de la ausencia del seno materno, cuya imagen
pone como real. Por tanto, se trata del siguiente
modelo: con el advenimiento del producto de la ima
8. L os dos principios del suceder psquico, G.W., VI I I ,
p. 234. La derivacin del pensamiento a partir de la represen
tacin est claramente formulada, ib., p. 233.
ginacin, bajo la presin de la pulsin (o incluso de
la necesidad, como la llama Freud en el texto que aca
bamos de citar), se procura compensar un dficit,
con la reproduccin de la representacin (que se pos
tula como equivalente a la percepcin) de una escena
de satisfaccin que tiene un antecedente en una per
cepcin real. Y sobre la base de este modelo se ha
tendido siempre a pensar la cuestin de la fanta
sa por originaria que se la haya considerado y la
imaginacin. Sin embargo, se hubiera podido pregun
tarse qu es y cmo est formado el estado de tran
quilidad psquica al que se refiere Freud, y cul es
la representacin que la acompaa. Pues, si se trata
de un estado psquico, hay tambin forzosamente re
presentacin4, su ruptura por la necesidad interna es
el cuestionamiento de esta representacin y, en su res
tauracin con ayuda de una actividad de representa
cin (alucinacin o no) la intencin de la psique debe
traicionar el statu quo ante l que quiere volver.
La exploracin de este nivel originario, segura
mente ms que difcil, no ha sido siquiera emprendi
da; ms bien se la ha evitado mediante diferentes ti
pos de referencia a lo real. As, la propia Melanie
Klein, a pesar de haber asignado una importancia de
cisiva a las formaciones fantsticas, cuando cualifica
los objetos buenos y los objetos malos de ... ima-
gos que son una imagen fantstica deformada de obje
tos reales en los cuales se basa (y que) de esa manera
se instalan no slo en el mundo exterior, sino tam
bin, por el proceso de incorporacin, en el interior
del yo,9termina como observan J . Laplanche y J .B.
Pontalis,10por convertir las fantasas en percepcio
nes falsas lo que deja completamente abierta no
slo la cuestin del origen del error, sino tambin,
y sobre todo, del origen de su carcter sistemtico y,
una vez ms, de su funcin organizadora. De esta ma
nera, el realismo buscado desemboca en una an-
9. A contribution to the psychogenesis of maniac-depressive
states, en Contributions to Psycho-analysis, 1950, p. 282.
10. J ean Laplanche y J .-B. Pontalis, Fantasme originaire,
fantasmes des origines, origine du fantasme, Les Temps Moaer-
nes, n. 215, abril de 1964, p. 1834.
195
. tinomia: la psique es puesta como capacidad para de
formar fantstica y sistemticamente lo que le ofrece
la percepcin de lo real y, por tanto, como capacidad
para producir a partir de nada algo que posea senti
do para ella (y a este respecto es indiferente que en
cuentre una incitacin en la presencia o en la ausen
cia de algo)./ De la misma manera, lo que al res
pecto dice Susan Isaacs parece desconocer,11 por la
postulacin de una organizacin de la pulsin ante
rior a la fantasa, lo que Freud haba formulado cla
ramente a propsito de la llamada delegacin por re
presentacin.
De muy distinta naturaleza son las dificultades
que encuentran J . Laplanche y J .B. Pontalis12en su in
tento de remontarse a una fantasa originaria. Estos
autores obtienen una serie de resultados importantes:
reconocimiento del carcter organizador (estructu
rante, en su terminologa) de la fantasa, distincin
neta de la fantasa originaria y de las otras, nexo de
la fantasa con el tiempo del autoerotismo; pero no
llegan a distinguir rigurosamente entre lo que se
puede llamar conjunto de las fantasas constituidas
y la fantasa-acto de fantasear constituyente. Por
ello, habra sido necesario radicalizar la separacin
entre las formulaciones (las ms numerosas, con mu
cho) de Freud, con referencia a la actividad fantsti
ca segunda (inconsciente o aun consciente: como lo ob
servan Laplanche y Pontalis con toda justicia, el en
sueo diurno tiene un parentesco profundo con la fan
tasa propiamente dicha), y las que se relacionan con
los presupuestos ltimos de la actividad de la psique
y su modo originario de ser. Por ejemplo, es claro que,
cuando Freud hablaba13 de fantasas que se produ
cen por una combinacin inconsciente de cosas vi
vidas y de cosas odas, apuntaba a formaciones tar
das. Aunque menos evidente, esto mismo es cierto
cuando se trata de lo que Freud llama fantasas ori-
11. Susan Isaacs, Nature et fonction du phantasme, La
Psychanalyse, n." 5, 1959, pp. 125 y ss.
12. En el artculo citado anteriormente.
13. Draft Ai. Formulaciones anlogas se encuentran en el
Draft L.
196
ginarias (Ur-phantasien) Sean cuales fueren las
huellas de arcasmo que se puedan reconocer en estas
fantasas o en la fantasa de un nio al que se ha
pegado es evidente el carcter secundario y even
tual de los escenarios, que toman prestados sus
elementos representativos de una experiencia muy avan
zada y diferenciada. Cmo cualificar esta escenifica
cin de estructura de acogida de todo lo que ocurrir
luego en el psiquismo del sujeto, cuando presupone
una inmensa serie de acontecimientos psquicos ela
borados? Cmo ver en ello la fuente de la significa
cin, cuando entre sus condiciones de posibilidad
incluye una vasta articulacin de elementos reales
como significantes? La huella de arcasmo en la fanta
sa se ha pegado a un nio es ese rasgo decisivo que
Laplanche y Pontalis tienen el mrito de haber desen
traado, pero que no han tematizado ni explotado lo
suficiente: la imposibilidad de fijar el sujeto a una de 4
las localizaciones de la fantasa. Y esto no porque, se
gn los momentos y las circunstancias, la locali
zacin del sujeto pueda identificarse en tal o cual u
trmino (comprendido el no-sustantivo) del escenario,
o, en el lmite, encontrarse en la sintaxis misma de la
secuencia en cuestin,15sino porque la intencin in
consciente es la situacin global escenificada por la
fantasa segn la modalidad fundamental de la indistin- ;
cin del sujeto y el no-sujeto. Equivale a decir que toda
fantasa que incluye una mutiplicidad de elementos re
presentativos dis tintos es, por definicin, secundaria :
la presencia de tales elementos segn el modo de la
distincin es la marca innegable de una elabora
cin, pero lleva la huella del estado originario de la
psique en la medida en que sta tiende a coincidir con
14. A estas formaciones fantsticas que se relacionan con la
observacin de las relaciones sociales de los padres, la seduccin
la castracin y otras, les llamo fantasas originarias; por otra par
te, en otro sitio examinar en detalle tanto su origen como su re
lacin con la vivencia individual. Sobre un caso de paranoi;
que contradice la teora psicoanaltica, 1915, G.W., X, p. 242.
15. Loe. cit., pp. 1861-1868. Evidentemente, aqu la sinta
xis es un efecto de la seduccin cstructural-lingstica. No si
trata de sintaxis aislable, sino de la disposicin global de I.
escena en la que la organizacin y lo que se organiza son insepa
rabies.
197
la escena total, pues su estado originario, la represen
tacin primaria, es escena total. De la misma
manera, no se pueden ver fantasas verdaderamente
originarias en las Ur-phantasien de Freud16 castra
cin, seduccin, escena primitiva , que presuponen
una articulacin y una organizacin muy eleboradas
del contenido, de los personajes, de sus actos
aun cuando aqu la huella arcaica quede invisible
en la permutabilidad que traduce la intencin, la ten
dencia, de la psique.
El papel de esta huella arcaica es fundamental,
pues es precisamente esta permutabilidad lo que ase
gura a la vez el ser-as de la organizacin de la fanta
sa, y, sobre todo, su significacin para el sujeto./ .a
fantasa puede tomar de la experiencia todo lo que
se quiera salvo, una vez ms, lo que la experiencia no
puede dar porque no lo posee, a saber: esa organiza
cin plena de significado o de sentido primario para
el sujeto, sin la cual no se encuentran en la naturale
za elementos organizados, sino en el modo de la
organizacin en tanto que sta, gracias a la permutabi
lidad, presentifica y figura, en y por la distincin,
una distincin o una i'e-unificacin esencial. A este
respecto, Laplanche y Pontalis hablan de vinculan
te estructural. Qu es lo que mejora de nuestra com
prensin de un vnculo por el hecho de remitirlo a un
principio vinculante? Y sobre todo: por qu ese prin
cipio vinculante se manifestara y actuara de distinta
manera en el proceso primario y fuera de l?
Si, como lo recuerdan Laplanche y Pontalis, lejos
de tratar de fundar la fantasa en las pulsiones, Freud
haca depender el juego pulsional de las estructuras
fantsticas antecedentes,17debe admitirse que la for
macin originaria de fantasas, lo que yo llamo imagi
nacin radical, preexiste y preside toda organizacin
de la pulsin, incluso la ms primitiva, que es la con
dicin de acceso de esta ltima a la existencia psqui
ca, que es en un fondo de representacin originaria
16. En la frase citada en la nota 14, Freud habla de: observa
cin de la escena primi ti va.
17. Es ya el caso en los textos tan antiguos como el Draft N ;
cf. tambin G.W., X, p. 294 o G.W., XI I , 156.
198
(Un-Verstellung) donde la pulsin toma, en el punto
. de partida mismo, su delegacin por represen
tacin, su Vorstellungsreprasentanz. Pero, si esto es
as, entonces no basta decir que se puede volver a
encontrar la emergencia de la fantasa... (mediante su
vinculacin) con la aparicin del autoerotismo.ls
Efectivamente, lo que en general entendemos por au-
toerotismo, o, en todo caso, aquello a lo que se refiere
Freud en los Tres ensayos,9es, una vez ms, una for
macin secundaria, que presupone la capacidad del
nio para ver en su conjunto la persona a la cual per
tenece el rgano que le produce satisfaccin, y la
prdida del objeto, y ligada a una actividad corpo
ral manifiesta. Sin embargo, hay tambin algo ms,
a nfima e infinita distancia de lo anterior, que, en el
contexto de la teora del narcisismo, tambin ha des
tacado Freud, y que jams ha abandonado despus.
Me refiero a lo que podramos llamar autoerotismo
originario o narcisismo primario, al hecho de que el
primer objeto de la libido sea el ello-vo indiferencia-
do, que el pecho que en el punto de partida no se
distingue con certeza del cuerpo propio, cuando de
ba ser separado del cuerpo y desplazado al exterior
tome... en tanto objeto, una parte de la carga libidinal
narcisista originaria.20No se trata, pues, de que ha
bra que suponer una forma refleja (verse a s mismo)
de la pulsin que, segn Freud, sera primordial.21
De lo que se trata es de que la forma refleja tr
mino impropio, como se ver de la libido es, se sigue
a Freud, su lorma primordial. Esta carga narcisista
originaria es necesariamente tambin representacin
(en caso contrario no pertenecera a lo psquico) y, por
tanto, no puede ser otra cosa que una representa
cin (para nosotros, inimaginable e irrepresentable)
de S mismo. Si, como observan con razn Laplanche
y Pontalis, habra que buscar el grado primordial
all donde el sujeto ya no se coloca en los diferentes
trminos de la fantasa, ello se debe a la simple ra-
18. Laplanche y Pontalis, loe. cit., p. 1865.
19. G.W., V, p. 123.
20. G.W., XVI I , p. 115. El subrayado es del original.
21. Laplanche y Pontalis, loe. c., p. 1867.
zn de que el sujeto psquico originario es esa fanta
sa primordial, a la vez representacin y carga de un
S mismo que lo es Todo. Es precisamente esto lo que
hace que el sujeto no sea esto o aquello en la fantasa,
y que no lo sea tampoco en las fantasas inconscientes
que se presentarn luego, en la medida en que estas
ltimas obedecen ntegramente las reglas del proceso
primario.
/ Esta misma dificultad para distinguir, entre las di
versas formaciones que se ofrecen mezcladas en el ni
vel de los fenmenos, los diferentes estratos de su
\ constitucin y aqul al que cada uno de ellos remite
3 como modo de ser y modo de organizacin, vuelve a
encontrarse cuando se consideran las significaciones
imaginarias sociales. Es as como Freud hablar de
fantasas compensadoras del deseo a propsito de for
maciones culturales tales como la religin, el arte,
etc.:v! Ms en general, la concepcin psicoanaltica de
los fenmenos sociales tender a asimilarlas a las
compensaciones, los encubrimientos, las defensas,
etc.; lo cual es correcto hasta un cierto punto, en un
determinado nivel, o mientras se trate de un cierto or-
* den de esas formaciones. Peroras compensaciones, los
encubrimientos o las defensas carecen de sentido y de
posibilidad de ser si no es a partir de la institucin
de la sociedad, como condicin ya significante de toda
significacin elaborada, que no podra coger su modo
de ser ni su contenido de ninguna fuente exterior a s
misma, que es respuesta a la exigencia de significa
cin planteada por lo histrico-social, respuesta que
tambin debe tener en cuenta la posibilidad y la efec
tividad del sentido para los individuos sociales que
ella instituye y que ella fabrica ,y
El olvido de esta diferencia deja impresa la seal
de la confusin en las concepciones que lo mismo
22. Vase, por ejemplo, Das Interess an der Psychoanalyse,
G.W., VI I I , p. 416: ... las neurosis se han revelado como intentos
de resolver individualmente los problemas de la compensacin
del deseo, que deben ser socialmente resueltos por las institucio
nes. La expresin Wunschkompensatorische Phantasien, fanta
sas compensadoras del deseo o del anhelo, aparece muy a me
nudo en la pluma de Freud.
200
que las interpretaciones populares desde siempre23
pretenden convertir las formaciones imaginarias en
una resjpuesta a una situacin (sea del sujeto, sea
de la sociedad) ya perfectamente definida fuera de
todo componente imaginario, a partir de datos rea
les (o estructurales). Cuando estas concepciones no
se proponen interpretar el contenido de formaciones
segundas y derivadas, slo pueden tener existencia
gracias al encubrimiento de las cuestiones esenciales.
En primer lugar, aun cuando slo sean formaciones
secundarias, cabe preguntarse/ cmo se hace para que
el modo predominante de respuesta del suieto (o de
la sociedad) se site en lo imaginario, y cmo una{-~-
formacin imaginaria puede responder a una necesi
dad real o a una necesidad estructural, esto es, lgi
ca. Y a continuacin, cmo la situacin desencade
nante, sea cual fuere el modo de definicin, viene a
significar algo para el sujeto (o la sociedad), de tal
modo que provoque o induzca una respuesta. Estas
concepciones son las nicas que se encuentran repre
sentadas en la literatura psicoanaltica contempor- ,,,
nea, as como sus homologas estn representadas casi
con exclusividad en la literatura sociolgica. Las dife-
rentes versiones de las mismas comparten un postu
lado comn: oda la elaboracin psquica, sean cuales .
fueren los elementos que tome prestados a derecha i
o a izquierda y sean cuales fueren las leyes que rigen,
tiene como punto de partida la necesidad que experi
menta el sujeto de llenar, cubrir, saturar un vaco,
una falta, una separacin que le sera consustancial..
Poco importa la manera en que se defina esa separa
cin: como negativa insuperable del inconsciente a
renunciar al deseo edpico (lo que obviamente se refiere
a formaciones relativamente tardas y plantea la sepa
racin como condicionada desde una instancia exter
na, una divisin coordinada a la escisin entre lo
consciente y lo inconsciente; como diferencia entre sa
tisfaccin buscada y satisfaccin obtenida; como
busca de un primer objeto perdido, incapaz por defi
nicin de lograr su propsito; como escisin implcita
23. Hombre hambriento suea con pan, dice un proverbio
griego.
201
en la estructura misma del sujeto). En cualquiera de
. estos casos,/ la funcin que se atribuye a lo imaginario
consiste en llenar, colmar, cubrir lo que es necesaria
mente abertura [bance], escisin, falta de ser del su
jeto
Por tanto, cmo la falta toma existencia en tanto
falta para un sujeto? El sujeto, se dice, es eso mismo,
deseo; y el deseo slo se sostiene sobre la falta de su
objeto.
Pero esta tautologa aparentemente inocente la
que slo se podra desear en la medida en que no se
tiene,24 se convierte en esta oportunidad en instru-
ment de un paralogismo/ EI deseo slo se sostiene so
bre la falta de un objeto deseado. C mo es posible ha
blar de un objeto ausente si la psiquis no ha postulado
an ese objeto como deseable? Cmo un objeto puede
ser deseable si no ha sido objeto de carga libidinal?
Y cmo pudo haber sido objeto de carga libidinal si
nunca ni de ningn modo ha estado presente? No
cabe duda de que -l deseo es deseo de un objeto au
sente (o que puede faltar), pero el objeto ausente se
constituye como tal en funcin del deseo./
La falta como tal, real o de cualquier otro tipo,
no constituye nada en absoluto, y todo sujeto est
impregnado de una infinidad no numerable de faltas.
Por tanto, habra que postular por lo menos esta arti
culacin: ^1 sujeto emerge postulndose como sujeto
de deseo de tal o cual objeto, lo que quiere decir pos
tulando al mismo tiempo tal o cual objeto como de
seable por s mismo. El sujeto se constituira como su
jeto de deseo al constituir al mismo tiempo el objeto
como objeto de deseo.,Pero, puede uno quedarse con
esto, considerar ese momento como primero, como
el momento inaugural del sujeto? Slo si se renun
cia a formular la siguiente pregunta: en qu condi
ciones puede la psique constituir un objeto como ob
jeto de deseo (fuera de la condicin trivial de que ha
de faltar, estar ausente)? Dicho en otros trmi
nos, en qu condiciones una falta, una prdida, una
24. En E l Banquete (200 c-e), Platn planteaba ms correcta
mente que se puede desear aquello de lo que no se carece, en el
sentido de que se querra seguir tenindolo.
202
diferencia, pueden ser para la psique, y ser precisa-^
mente eso: falta, prdida, diferencia? Ms an: en
qu condiciones esta falta, esta prdida o diferencia
pueden ser, cada vez, otras, estar constituidas de
otra manera por tal o tal otro sujeto?
Es intil querer reducir estas condiciones a las ca
ractersticas del objeto como tal, y a las caracters
ticas, correlativas y coordinadas a stas, del sujeto en
tanto ser vivo. El objeto ausente que, de modo t
pico general, es el pecho es el mismo, siempre y en
todas partes. Tambin es el mismo, por ejemplo, para to
dos los mamferos; pero, si bien es cierto que algunas
mquinas de desear son terneros, no todos los ter
neros son mquinas de desear. La correlacin, coor
dinacin, preadecuacin, del objeto y del sujeto en
tanto ser vivo remiten, sin duda, a lo que el suje
to, en tanto ser vivo, no podra ignorar o descuidar,
confieren a ciertos objetos una importancia privile
giada, mediante la cual traducen la insercin del
sujeto en una organizacin ya existente situada ante l
e independiente de l. Pero esta organizacin es la or
ganizacin del primer estrato natural, todo eso con
cierne al sujeto meramente en calidad de simple ser
vivo, es decir, de hombre-animal. Esta insercin del
sujeto como ser vivo y de ciertos objetos en un enca
denamiento que traduce la realidad corporal-biol-
gica del sujeto, que es esta realidad misma, todava
no dice nada, en tanto tal, acerca del mundo psquico.
Es completamente evidente que aquello a lo que la
psique da existencia no es dictado por esa realidacL
corporal-biolgica, pues en tal caso sera siempre y en'
todas partes lo mismo; tampoco se constituye en una
libertad absoluta en relacin con esa realidad que
no puede ser ignorada, ni manipulada con total arbi
trariedad (por otra parte, esta propia afirmacin est
sujeta a una restriccin: un nio de pecho anorxico
se deja morir, su psique es ms fuerte que su regula
cin biolgica).
Precisamente a esta relacin original e irreducti
ble de la psique con la realidad corporal-biolgica del
sujeto es a lo que apunta la idea freudiana de apoyo
(Anlehnung) que contiene mucho ms que la mera po
sicin de esos dos lmites extremos y abstractos, a sa
203
ber, que la elaboracin psquica no viene dictada por
la organizacin biolgica ni est tampoco en libertad
absoluta respecto de ello. Lo que la idea de apoyo dice
es lo siguiente: en primer lugar, que no podra haber
pulsin oral sin boca-pecho, ni pulsin anal sin ano
(y la existencia de la relacin boca-pecho o del ano,
no dice nada tampoco sobre la pulsin oral en gene
ral, sobre la pulsin anal en general, ni sobre las
transformaciones que experimentarn en tal o cual
cultura, ni mucho menos en tal o cual individuo). Pero
sobre todo, en segundo lugar: la existencia de la boca-
pecho, del ano, no es una mera condicin externa,
sin la cual no podra haber pulsin oral, pulsin ana
ni, ms en general, funcionamiento psquico tal como
lo conocemos (de la misma manera en que es evidente
que, sin oxgeno atmosfrico o sin circulacin sangu
nea no podra haber psique, ni fantasas, ni sublima
cin). El oxgeno no aporta nada a las fantasas, pero
les permite existir. La boca-pecho o el ano no slo
deben ser tomados en cuenta por la psique, si
no que, adems, soportan e inducen. Soportan e in
ducen qu, y cmo? Una vez ms podemos comprobar
la xadical impotencia del pensamiento tradicional,
de la lgica-ontologa heredada, una vez que nos sali
mos de los dominios en funcin de los cuales ha sido
elaborada. Boca y pecho, lo mismo que ano y heces o
que pene o vagina no son causas ni medios, ni, sin
duda, significantes en relacin unvoca con un sig
nificado siempre y en todas partes el mismo, ni tam
poco el mismo para el mismo sujeto. Es necesario
aprender a pensar de otra manera, es menester com
prender que la idea de apoyo es tan irreductible y origi
naria como la idea de causa o la idea de simbolizacin.
Los datos somticos privilegiados siempre sern recu
perados por la psique, la elaboracin psquica deber
tenerlos en cuenta, estos dejarn en aquella su mar
ca, pero qu marca y de qu manera, son cosas acerca
de las cuales no se puede reflexionar en el marco refe-
rencial identitario de la determinidad. En efecto, en
este punto entra en juego la creatividad de la psique
como imaginacin radical, la emergencia de la repre
sentacin, que convierten en irrisorias tanto la idea
de que el seno o el ano son causa de una fantasa,
204
como la de que a una determinacin-determinidad
universal y plena sera posible asignarle, de una vez
y para siempre, la pulsin oral o la pulsin anal.
De la misma manera, la falta del objeto que,
evidentemente, slo es otro aspecto del ser mismo del
objeto es apoyo de la creacin psquica. Para que ^
haya ausencia para la psique, es forzoso que la psi- "
que sea la que da existencia a algo la representacin
y que la psique pueda dar existencia a algo en calidad
de ausente, lo cual implica a la vez que la psique
sea capaz de postular como existente lo que no es, y
por tanto de presentificar-figurar, y figurarlo dentro
de o en relacin con otra figura, en la que es cogido:
figura o representacin de s mismo (abuso de len
guaje) como aquello a lo cual no falta nada. Cuando
Freud nos habla del seno alucinado por el lactante
es cuando estamos relativamente cerca de lo imagina
rio psquico, de lo imaginario radical, y no cuando se jU
habla de lo especular que no es otra cosa que un de
rivado de la ontologa vulgar del reflejo. Si se puede
decir que a partir de un momento, el objeto adquiere |,,
su significacin (de objeto) en funcin de su desapari
cin o de su prdida en otros trminos, porque se
lo descubre como no evidente (weil sie so hufig vom
Kind vermisst wird, porque tantas veces el nio echa
en falta el pecho, dice Freud), entonces hay que ,|t]
preguntarse por lo que este descubrimiento presu
pone e implica. Pues no es evidente que no sea evi-(~
dente que hay cosas que no son evidentes. No se trata
aqu y en na formacin indiscutiblemente secun
daria, ya plena de distinciones y de articulaciones
del descubrimiento del pecho como ausente, si no
es/ en funcin y a partir de la exigencia de que nada *
debe estar ausente, de que nada debe faltar; slo as
puede postularse una cosa como una cosa que falta,
como ausente del lugar en donde debiera estar., E sto^
remite necesariamente a un modo de ser originario de
la psique, como representar-representacin a la que
no falta nada, a un objetivo-intencin-tendencia
siempre realizado de figurar-presentificar(se) en y por
esta representacin; a lo cual debemos asociar sin
duda un afecto originario, pues estas distinciones
(de la representacin, de la intencin, del afecto) slo
205
son maneras de describir, en nuestro lenguaje se
gundo y propio de la vigilia, algo que precede a su
posibilidad. En el nivel originario, no slo no puede
haber distincin de la representacin, la intencin y
el afecto, sino que tampoco puede haber objeto au
sente y deseo, pues el deseo es siempre satisfecho-
realizado antes de haber podido articularse como
deseo. El deseo, con el que desde hace algunos
aos se nos viene machacando los odos, afecta al ciu-
. dadano que se pasea por la callean el nivel del incons
ciente originario, decir que se est en presencia de
una intencin, un objetivo o un deseo, equivale a
decir ipso fa d o que se est en presencia de una repre
sentacin que es esa intencin en tanto realizada, en
la nica realidad existente y que importa desde el
punto de vista psquico, esto es, la realidad en la que
no hay ni puede haber imgenes ni figuras. De
all deriva que tanto la satisfaccin alucinatoria
como la organizacin de la fantasa manifiesten, en
una etapa segunda, sus marcas indelebles.
La realidad psquica
Es menester interrogar las formulaciones de Freud
hasta el final: en el inconsciente no hay ningn n
dice de realidad, es imposible distinguir la verdad
de una ficcin cargada de afecto.2' Lo que tales for
mulaciones dicen no es que existan en el inconsciente
una verdad y una ficcin a las que les hubiramos
quitado las etiquetas; ni tampoco que es difcil conse
guir una tea que permita distinguirlas en la oscuridad
reinante. El elemento de existencia del inconsciente
no tiene ninguna relacin con la verdad o la no-ver
dad, radicalmente heterognea en sus determinacio
nes, sino que pertenece a otra regin del ser. En tanto
inconsciente, la imaginacin radical se da existencia
a s misma, da existencia a lo que no es en ninguna
25. Cf. la carta dirigida a Fliess del 21 de septiembre de 1897
y L os dos principios del suceder psquico, G.W., VI I I , pp. 230
y ss.
206
otra parte, a lo que no es y que para nosotros es con
dicin de existencia de cualquier cosa. Es a ese no-ser,
de acuerdo con los cnones diurnos, a lo que Freud
llama realidad psquica.
Esta realidad psquica est esencialmente consti
tuida de representaciones. Para la psique nada pue
de existir si no es en el modo de la representacin:
he aqu lo que queda indicado ya en la expresin
delegacin de la pulsin por representacin
(Vorstellungsreprasentanz des Triebes), y de otras in
numerables formulaciones de Freud. El proceso
de pensamiento... se ha formado a partir del re
presentar.26 Slo parcial y tardamente, los proce
sos de pensamiento se unen a representaciones
de palabras, son transmitidos y mediatizados en
ellas, palabras que forman parte de las huellas mnsi-
cas del preconsciente y que, para Freud, no pertene
cen nunca al inconsciente propiamente dicho, donde
slo hay imgenes de cosas. Y nicamente cuando
un proceso de pensamiento es objeto de sobrecarga, y
por ello objeto de percepcin (en el sentido ms am
plio del trmino) pensamos que pensamos la ver
dad.
Si, aun tratndose del inconsciente, Freud habla
tan a menudo de procesos de pensamiento y no de
procesos de representacin o de representar a se
cas, ello se debe a que apunta tambin, y sobre todo,
a la puesta en relacin o vinculacin (si se quiere recor
dar a Kant) de representaciones, y su mayor inters
recae precisamente en esa puesta en relacin o vincu
lacin en tanto sometida a ciertas leyes, o reglas
o principios. Estas leyes o reglas, que orientan la
emergencia y puesta en relacin de las representacio
nes, se reducen a dos postulados: En la psique, nada,
es gratuito; la puesta en relacin se efecta como -
cumplimiento de una intencin inconsciente. En la
psique, nada es indiferente (la indiferencia no sera si
quiera evocada aqu), la puesta en relacin va necesa
riamente acompaada por una carga de afecto. Una
vez ms, esta separacin y esta presentacin sucesivas
26. Los dos principios..., loe. cit., p. 233.
207
de diversos momentos slo son una necesidad im
puesta por el lenguaje. Los procesos de pensamien
to inconscientes nicamente existen en la indis
tincin de esos momentos. Es esto lo que Freud ex
presa cuando habla del reino ilimitado del princi
pio del placer en los procesos primarios. La psique
-'"linconsciente, por tanto, es lo siguiente: proceso re
presentativo en donde la emergencia y la puesta en
relacin de las representaciones est regulada/
guiada por el principio del placer. La cuestin de la
realidad psquica en su ser originario es, en conse
cuencia, una cuestin del origen de la representacin,
del origen de la relacin, del origen del principio del
placer como intencin que tiene un afecto como
objetivo.
A fin de aclarar esta cuestin podemos valernos de
las consideraciones relativas a etapas muy tardas
de la evolucin de la psique, y sobre todo de las for
maciones secundarias y conscientes de un individuo
adulto y normal. Podemos, y lo hacemos corriente
mente, distinguir, en lo tocante al origen de las repre
sentaciones. entre un origen real (presencia actual
o recordada de un precepto externo o interno), un
origen ideal o racional (mixto de complejos de re
presentaciones de palabras y de depsitos de elabora
ciones racionales anteriores), y, por ltimo, un ori
gen imaginario en el sentido corriente y segundo del
trmino (emergencia de representaciones no dictadas
por lo real ni lo racional, a menudo, aunque no
siempre, analgicas o reproductorias de elementos
reales o ideales). Paralelamente, podemos distinguir,
en lo concerniente a las reglas o leyes de la
puesta en relacin de las representaciones: en el pri
mer caso, el predominio de la prueba de la realidad;
en el segundo caso, el predominio de una prueba de
racionalidad (intencin de conformidad con..., trans
formacin o control de acuerdo con reglas de implica
cin, inferencia, coherencia, etc.); en el tercer caso, el
predominio (parcial, en los procesos segundos y deri
vados a lo que aqu nos referimos) del principio del
placer (que se manifiesta aqu bajo la forma de com
pensacin del deseo).
Poco importa que, incluso en esta poca, tales dis-
208
T
' tinciones slo tengan validez parcial o relativa. Lo
que importa es que no tienen ningn sentido en rela
cin con el inconsciente, y que, cuando se considera
este ltimo, los momentos que as se distinguen son
reabsorbidos en la realidad psquica y su modo de
ser, es decir en la imaginacin radical. No hay en el ___
inconsciente ndice de realidad ni ndice de la verdad)
lo cual quiere decir que no hay ni puede haber
prueba de la realidad ni prueba de la racionali
dad; no hay, para transmitir una racionalidad cual
quiera, representacin de palabras en tanto palabras,
ni hay tampoco, ni puede haber, simbolismo ni algo
simblico. Lo que en el inconsciente puede haber
como percepcin, dada la ausencia de ndice y de
prueba de la realidad, no puede ser jams otra cosa
que percepcin es decir representacin de s
mismo, no como representacin de un interior dis
tinto de y en oposicin a un exterior, sino, antes in
cluso de esta distincin, como representacin de todo
(como) s mismo, de s mismo (como) todo, expresiones
en la que las palabras entre parntesis indican la im
potencia de nuestro pensamiento de la vigilia para
nombrar ese estado.
Esta reabsorcin, en la realidad psquica, de ele
mentos que habitualmente distinguimos, esta indis
tincin originaria de tales elementos, conduce,
pues, en el lmite, a una representacin de todo
(como) s mismo, lo nico rea l para la psique. Esta
representacin se encuentra automtica e ntegra
mente bajo el reino del principio del placer. Es la an
tesala del deseo, puesto que el objeto que no exis-<^~
tiera en absoluto no poda faltar, y puesto que lo que
existe es lo que tiene que existir,27es ella la que aporta
al deseo su objetivo imposible: el de un estado en el
que la presencia del objeto y la satisfaccin estn
asegurados por construccin, en la medida en que
sujeto y objeto del deseo se cubren mutuamente
sin exceso ni defecto, coinciden automticamente. En
esta etapa, la energa psquica del sujeto no puede
abordar ninguna otra cosa que no sea este s
27. Cf. Freud, G.W., I I -I I I , pp. 571-574. No hay ouien tenga
deseo sin imaginacin, deca Aristteles (De an 433b 29).
209
mismo-todo que es el sujeto, no puede ser sino libido
narcisista primaria absoluta, o, mejor, libido autsti-
ca, esto es, que excluye el elemento reflexivo impl
cito en el narcisismo, aunque sea primario- no to
marse como objeto, no partir de s mismo para
volver luego all, sino permanecer inmediatamente
junto a si y en s. Por ltimo, en su ndole in-sensata
es la matriz y el prototipo de lo que, para el sujeto
ser siempre el sentido, a saber, el tenerse indestructi
ble unido, consigo mismo v como fin y fundamento
de si mismo, fuente ilimitada de placer a la que nada
le falta y que no deja nada por desear.
El ncleo nondico del sujeto originario
En su primer estado y su primera organiza
cin en las antpodas de todo lo que se entiende
por estado y por organizacin-, el sujeto, si hay
sujeto, slo puede referirse a s mismo, pues es impo
sible el planteamiento de una distincin entre l y el
esto. En la medida en que en este contexto se pueda
hablar de un mundo del sujeto, este mundo es
idntico a s mismo, pues en l protosujeto y proto-
mundo se superponen plenamente. No hay aqu nin
gn medio de separar representacin y percepcin
o sensacin. El pecho materno, o lo que hace de
tal, forma parte, sin ser una parte distinta, de lo que ms
adelante se convertir en el cuerpo propio, pero que
todava no es evidentemente un cuerpo. La libido
que circula entre el infans y el pecho es libido de au-
tocarga. Es preferible no hablar de narcisismo a
este respecto, ni siquiera de un narcisismo prima
rio, puesto que el narcisismo remite a una libido fi
jada en s misma con exclusin de todo el resto, no
obstante tratarse aqu de la inclusin totalitaria De
bera utilizarse aqu el trmino de Bleuler, expresa
mente aprobado por Freud en este mismo contexto v
a propsito del mismo problema: autismo.2* Este au-
*8: Los dos principios..., loe. cit., p. 232, nota. Habra que
citar m extenso esta nota, en la que Freud afirma (contra la ob-
210
tismo es indiviso: no autismo de la representacin,
el afecto y la intencin en tanto separados, sino un
solo afecto que es de modo inmediato representacin
(de s mismo) e intencin de permanencia atemporal
de ese estado. En esta identidad inmediata de lo
que a continuacin se convertir en momentos, en
donde la totalidad es unidad simple, en donde la dife
rencia no ha surgido todava, ser equivale a ser en ese
crculo y el ser es inmediatamente sentido, esto es,
intencin realizada antes de toda formulacin y antes
de toda separacin entre un estado y una tenden
cia a, as como es de modo inmediato existencia
del sujeto para el sujeto. No slo son lo mismo sujeto
y objeto, sino tambin la cpula que los une: no
slo A es B, sino yo = soy = eso y soy = yo
=soy y eso =soy =eso, y todas las otras combina
ciones posibles.
Esta descripcin absurda no contiene ms absur
dos que los de la descripcin freudiana del incons
ciente, cuando se la toma verdaderamente en serio y
se la despoja de las capas positivistas o estructuralis-
tas bajo las cuales se la ha recubierto apresurada
mente para hacerla aceptable. Tratemos, una vez
ms, de mostrar su necesidad.
Veamos el siguiente pasaje: Pero la fantasa no es
el objeto del deseo; es escena. En efecto, en la fanta
sa el sujeto no apunta al objeto ni a su signo. Se en
cuentra l mismo atrapado en la secuencia de imge-
iecin de la realidad) que el lactante, con el agregado de los cui
dados maternales, constituye un sistema psquico enteramente
bajo la dominacin del principio del placer; que un acabado
ejemplo de un sistema psquico totalmente aislado de los est
mulos del mundo exterior y que satisface incluso sus necesida
des de alimento de modo autstico (segn a expresin de Bleu-
ler) es el que nos proporciona el polluclo en el interior del
cascarn, y que los dispositivos mediante los cuales el sistema
vivo segn el principio ael placer puede sustraerse a los estmulos
de la realidaa slo son el correlato de la "represin que trata
los estmulos displacenteros internos como si fueran externos, re
chazndolos, por tanto, al mundo exterior. Contrariamente a lo
que haya podido decirse al respecto, el tema de una carga libi-
ainal narcisista originaria de s mismo se encuentra all, en
Freud, hasta el fin -como se puede comprobar en el Resumen,
que ha dejado inacabado (por ej., G.W., XVII, p. 115).
nes. No se representa el objeto deseado, sino que
representa l mismo como partcipe en la escena
la que, en las formas ms cercanas a la fantasa oriej'
naria, puede asignrsele un lugar.29 En esta descrin
cin, prcticamente exacta, es acaso difcil advert
las caractersticas del estado del cual procede la fan
tasa y la que intenta reproducir? El que no se pued
asignar un lugar al sujeto parece susceptible de una
doble interpretacin. Se podra decir que el suietn
est apresado, en el sentido fuerte del trmino
a secuencia de imgenes, es decir, que las imgenes
lo atrapan, el sujeto se representa originariamente
como atrapado, sometido, alienado, en una escena en
la cual slo sera un elemento a disposicin de la re
gte. Pero esta interpretacin, a menos que se trate de
formaciones secundarias (y aun en este caso, la inevi
table circulacin de papeles excluye este enfoque), se
ra imposible explicar por qu no se puede asignar al
sujeto un lugar en la fantasa; la representacin alie
nante exigira precisamente esta jeza, este someti
miento del sujeto. Ahora bien, no solamente se trata
de que, cuando se observan las cosas ms de cerca,
ya no se puede decir quin pega y quin recibe los gol
pes; no basta con decir que el deseo del azotado es el
que gua la mano del azotador. El sujeto no est tan
pronto aqu, tan pronto all; el sujeto es ms que la
totalidad de los personajes y la organizacin de la es
cena, es la escena. Ahora bien, el sujeto no es esce
na en la realidad diurna, ni tampoco en las forma
ciones inconscientes secundarias. El sujeto es la
escena de la fantasa (a la vez elementos, organizacin,
rgie y escena en sentido estricto) porque el sujeto
ha sido ese estado mondico indiferenciado. No es
tan slo en tanto tienda a la reproduccin de ese
estado, sino tambin, v sobre todo, porque la fantasa,
en la permutabilidad (= identificacin esencial, parti
cipacin recproca y exhaustiva) de sus elementos,
no puede dejar de adoptar su modo de ser y de orga
nizacin, por lo que el sujeto lleva consigo las huellas
indelebles de ese estado. La fantasa remite inexo
rablemente, como su origen, a un estado en el que
29. Laplanchc y Pontalis, loe. cit., p. 1868.
212
1 u i e t o e s t en todas partes, en el que todo, compren-
e,. j 'ei modo de coexistencia, no es otra cosa que suje-
En este sentido se puede decir con igual derecho
* e la fantasa es objeto del deseo o que es realiza*
del deseo, y, en efecto, en este caso es imposible
decir una cosa sin la otra. No tiene aqu sentido dis-
t neuir el objeto del deseo, su realizacin y la escena.
Fn psi coanl i si s, apenas se abandona las formaciones
cundari as, la idea de objeto del deseo se muestra
con toda claridad como un residuo realista. Aquello a
lo que el deseo apunta no es un objeto, sino ese es
tado, esa escena, que, cuando se la puede apre
hender (y, por definicin ello slo es posible en las
f o r m a s derivadas y segundas), no slo implica un su
jeto y objetos, sino una cierta relacin entre ellos
(se entiende que una relacin siempre especificada de
una u otra manera y en las formas que nos son acce
sibles y que llevan en s las huellas profundas de toda
la historia ulterior del sujeto). Precisamente en es
ta relacin es donde se encuentra el sentido de la fan
tasa para el sujeto (los objetos son siempre contin
gentes, fungibles).
Las expresiones objeto de deseo y deseo de un de
seo son fragmentos desprendidos, y como tales sin
mucho sentido, de la frmula deseo de un estado, estado
que la escena fantstica trata, bien que mal, de repro
ducir con los medios disponibles, y en la que el objeto
del deseo, lo mismo que el deseo del otro, quedan so
metidos al sujeto al punto de unirse a ste. A la ruptura
de su mundo, de s mismo, que en una etapa ha repre
sentado la fractura que operaran el objeto separado y
el otro, el sujeto responde mediante la reconstitucin
interminable de este mundo primero en la fantasa, si
bien no en su unidad intacta y a partir de entonces
inaccesible, s por lo menos en sus caractersticas de
cierre, de dominio, de simultaneidad y congruencia
absoluta entre la intencin, la representacin y el
afecto. La alienacin del sujeto al deseo del otro es un
momento segundo, el momento primero reside en la
realizacin (psquica) de la alienacin del otro al suje
to, mediante su esclavizacin y su apropiacin total
en la fantasa. Y este primer momento nos remite a
un momento cero, en que el otro y el objeto no estn
213
alienados al sujeto, sino que, en la medida en qy
slo son como el sujeto, expropiados de su existenci
antes de haberla adquirido.
El deseo es indestructible, ha escrito Freud tras 1
huella de Sfocles y de Platn. Podemos preguntarn0a
por qu. La nica respuesta posible es la de que, baiS
su forma esencial, es irrealizable. Pero, qu es irrea
lizable en el deseo? Y para quin es irrealizable? p
de temer que, demasiado a menudo, detrs de estas
afirmaciones se apunte, una vez ms, al ciudadano
que se pasea por la calle, quien tambin l est He
no de placeres irrealizables y hasta de necesidades in
satisfechas, tan respetables, importantes y decisivos
los unos como las otras. Pero no es esto lo que se cues
tiona desde la perspectiva psicoanaltica. En la reali
dad psquica, los deseos son todos no tan slo realiza
bles, sino tambin realizados. Cmo se puede decir
que el deseo edpico sera irrealizable, cuando se rea
liza constantemente en todos los sueos edpicos?
El nico deseo irrealizable y por eso mismo in
destructible para la psique no es el que tiene por
objeto lo que nunca podra presentarse en lo real, sino
el que tiene por objeto lo que nunca podra darse,
como tal, en la representacin, es decir, en la realidad
psquica. Lo que falta, y faltar por siempre, es lo irre-
presentable de un estado primero, la antesala de la
separacin y de la diferenciacin, una protorrepresen-
tacin que la psique ya no es capaz de producir, que
ha imantado para siempre el campo psquico como
presentificacin de una unidad indisociable de la figu
ra, del sentido y del placer. Este deseo primero es ra
dicalmente irreductible porque aquello a lo que
apunta tampoco puede encontrar en la realidad un
objeto que lo encarne, ni en el lenguaje las palabras
que lo expresen, sino slo imagen en la que presen
tarse en la psique misma. Una vez que la psique ha
sufrido la ruptura de su estado mondico, que le
imponen el objeto, el otro y el cuerpo propio, queda
definitivamente descentrada respecto de s misma.
Orientada por lo que ella no es, por lo que ya no es y
que ya no puede ser. La psique es su propio objeto per
dido. La reduccin a un mundo nico, sujeto y al
mismo tiempo a completa disposicin del sujeto, de
214
do aquello que, partir de ese momento, aparece
t o irremediablemente separado y diferenciado,
C sulta imposible incluso como pura representacin
fantstica. Sin embargo, su intencionalidad ser siem-
e la que reinar del modo ms total, brutal, salva-
P e intratable sobre los procesos inconscientes y ha
r de ellos, en un grado distinto que el de cualquier
reflexin, lo que jams podr acceder verdaderamen
te a la palabra, porque su sentido reside en una ins
tancia exterior perdida para siempre. Esta prdida de
s esta escisin con respecto a s mismo, es el primer
trabajo que impone a la psique su inclusin en el
mundo, y ocurre que la psique se niega a realizarla
cabalmente.
En esta primera posicin del sujeto, radicalmente
imaginaria, se encuentra la primera identificacin,
o ms exactamente, la preidentificacin que toda
identificacin presupone. Las identificaciones de las
que habitualmente se trata, y que en realidad son el
poso de las cargas libidinaes de objetos abandona
dos, implican con toda evidencia que los dos trmi
nos que ponen en relacin, son ya postulados, de al
guna manera por cierto que no lgica , como
idnticos a s mismos. El Ich bin die Brust (yo soy
el pecho) de Freud30 puede tener, y de hecho tiene, dos
significaciones que es menester articular en su rela
cin y en el tiempo. Yo soy el pecho puede signifi
car, y tambin significar, a continuacin, que el ob
jeto perdido o abandonado es introyectado a modo de
identificacin. Pero en un momento anterior, y en un
nivel ms profundo, el enunciado significa la identi
dad simple, no mediatizada, del sujeto y del pecho,
tal como indican las formulaciones de Freud, segn
las cuales el objeto (lo que se convertir en objeto)
no es visto desde el comienzo como separado o di
ferente del s-mismo. Antes de ser transitivamente el
pecho, el sujeto lo es intransitivamente y este ser es
tambin el del pecho como indistinto del sujeto. To
da identificacin transitiva o atributiva, cual-
30. Nota del 12 do julio de 1938, (Londres), G.W., XVII,
P- 151.
215
quiera sea ella (A es B, yo soy ese objeto), es trans
formacin y elaboracin de una identidad primera
que se podra llamar identificacin autstica o ide
mizacin. Gracias a sta, los trminos que en el
lenguaje llamamos boca, pecho, leche, sensacin oral
sensacin propioceptiva, placer, ser, todo, son ab
solutamente lo mismo sin reducirse unos a otros
son idnticos de manera no atributiva y no predi
cativa.
La evolucin ulterior, comprobable, a partir de un
punto de ruptura, es la historia de una serie de crea
ciones de representaciones como diferenciadas y dife
rentes, de un flujo representativo/afectivo/intencional
que slo se detendr con la muerte, flujo que se de
sarroll a fuerza de convulsiones sucesivas y de pro
fundos reordenamientos de la organizacin psquica
cuyo sujeto maduro encama tambin los depsitos
estratificados e intercomunicantes, y que es esencial
mente la historia de la socializacin de la psique, o,
dicho de otra manera, de la creacin, por el teukhein
y el hacer de los otros, de un individuo social. Pero
esta historia, en todas sus etapas, lleva las huellas de
su punto de origen, de un estado primero en el cual
sujeto, mundo, afecto, intencin, vnculo, sentido, son
todo lo mismo. El individuo social, tal como lo fabrica
la sociedad, es inconcebible sin inconsciente; la ins
titucin de la sociedad, que es tambin, e indiscutible
mente, institucin del individuo social, es imposicin
a la psique de una organizacin que le es esencial
mente heterognea, pero que, a su vez, tambin se
apoya en el ser de la psique (y aqu tambin el tr
mino de apoyo adquiere un contenido distinto) y
debe, inexorablemente, tomarla en cuenta.
Este ser de la psique, en uno de sus polos, est re
gido desde el inconsciente originario, que es el ncleo
mondico de la psique, que jams ha sido reprimido,
sino que se lo ha hecho imposible irrepresentable
desde que un mundo de la diversidad y del displacer
se ha instaurado, y que, irrepresentable por s mismo,
en persona, es sin embargo presentificado y figura
do en y mediante las modalidades mismas de los ms
profundos procesos psquicos. Ante todo, es menester
216
una cierta realidad se establezca como lo otro res
peto del sujeto, para que el principio del placer sufra
P distorsin-transformacin de la que surgir el
rincipio de la realidad, que la prueba de la realidad
resulte posible, que aquello que no se acomoda a la
representacin se anuncie y se imponga a la psique,
nara que la represin, que como tal no es otra cosa
nue una consecuencia del evitamiento del displacer
_-por tanto, manifestacin del principio de la reali
dad en sentido amplio31, pueda tener comienzo. La
represin es el segundo trabajo que le es impuesto a
la psique por su inclusin en el mundo. El incons
ciente dinmico en el sentido habitual del trmino, o
el conjunto de lo que Freud denomina los procesos
primarios, se poblar poco a poco de todas las crea
ciones de la psique que hayan sido reprimidas, y su
organizacin sufrir mltiples reordenaciones. Pero
siempre quedar dominada por lo que ha sido el n
cleo primero de la psique, la mnada psquica que,
ausente como tal del inconsciente, marcar con su se
llo todo lo que por all pase. Lo que, en el campo del
inconsciente, dispone todas las representaciones que
all emergen segn el sentido de sus propias lneas, es
el deseo, seor de todos los deseos, de unificacin to
tal, de abolicin de la diferencia y de la distancia, que
se manifiesta ante todo como ignorancia de la diferen
cia y de la distancia. Si el inconsciente ignora el
tiempo y la contradiccin, ello se debe a que, agaza
pado en lo ms oscuro de esa caverna, el monstruo de
la locura unificante reina all como dueo y seor. Si
hay que decir, no que el deseo no pueda ser jams rea
lizado, sino todo lo contrario, que en el inconsciente
el deseo se ve realizado ipso facto en el momento
mismo en que surge, realizado en el nico nivel que
interesa, el de la representacin inconsciente; si el su
jeto es la escena fantstica; si no hay nada que limite
la omnipotencia mgica del pensamiento, todo ello
se explica porque se trata de los efectos y los restos
de un primer estado en que el objeto slo era un
segmento del s-mismo, inmediatamente conectado
con el sujeto o parte integrante de un circuito subje-
31. Vase la cita de Freud de la nota 28.
217
tivo unitario, modificable a voluntad por una alucin-
cin indefinida e infinitamente plstica. Esta perrria'
nencia constitutiva es precisamente lo que hace pos-
ble esta presentacin por los contrarios, esta identi
dad por contigidad, por condensacin o desplaza
miento, y, finalmente, toda la lgica y toda la retric
de la fantasa, del sueo y de la locura, que se pern^
ta en y por el funcionamiento del lenguaje diurno v
que sigue siendo todo l motivo de reflexin, pues des
pus de la explosin creadora de la Interpretacin de
los sueos, nada se ha dicho de esencial.
Tambin es segn este modo de ser originario de
la psique como se encuentra la primera matriz del
sentido, el esquema operante-operado de la puesta en
relacin o del vnculo, la presentificacin de algo que
en tanto tal, satisface la exigencia que l mismo plan
tea por el mero hecho de ser. Es aqu donde el sujeto
ha sido l en personael prototipo del vnculo
que buscar por siempre contra viento y marea. Tam
bin aqu encuentra una de sus fuentes inagotables la
exigencia del vnculo cognitivo universal o, ms en
general, despus de su transposicin en el nivel social,
de la significacin universal, de la adecuacin de
mundo y del deseo, del deseo y del saber, de las con
clusiones del saber y de los objetivos del deseo. No es
difcil reconocer en esta locura de la inclusin-expan
sin, de la pluralidad como unidad, de la simplici
dad ltima de lo dado, uno de los orgenes de la ra
zn. All donde es evidente que no puede an existir
un sentido, el proto-sentido realiza por s solo, el sen
tido total, la puesta en relacin universal e infalible
que tender a englobar incluso aquello que la niega
(y transformar, por ejemplo, la muerte en vida eter
na). El que la locura de esta etapa se transforme en
la razn del hombre adulto se debe a la imposicin
de la institucin social al individuo, pero tambin a
que, al haber tenido que renunciar a su satisfaccin
inmediata, mantiene el objetivo de la puesta en rela
cin, de la vinculacin total y universal. El hombre
no es un animal racional, como afirma el antiguo t
pico. Tampoco es un animal enfermo. El hombre es
un animal loco (que comienza por ser loco) y que pre
cisamente por ello llega a ser o puede llegar a ser
ional. Tambin en la locura integral del autismo
r rimero se encierra el germen de la razn. De ello de
rivan no hace falta decirlouna dimensin esen
cial de la religin, pero tambin una dimensin
esencial de la filosofa y de la ciencia. No se sita la
razn como corresponde, y, lo que es ms grave an,
no se adopta una actitud racional respecto de la ra
zn, no se es, al fin y al cabo, fiel a ella sino que ms
bien se la traiciona, si no es a condicin de ver en ella,
adems de otras cosas indudablemente ciertas, tam
bin un avatar de la locura unificadora. Ya se trate
del filsofo, ya del cientfico, predomina el objetivo
ltimo, a saber: encontrar, a travs de la diferencia y
la alteridad, las manifestaciones de lo mismo (cual
quiera sea su nombre y aun cuando fuera el ser a se
cas) que habitara plenamente y plenamente igual a
s mismo la diversidad fenomenal, apoyarse sobre el
mismo esquema a la vez presentificador, operatorio y
valorizante de una unidad ltima, es decir, primera.
El uso racional de la forma de lo Uno, que permite el
acceso a un mundo que slo es en tanto uno y lo otro
respecto de lo uno, tiende casi siempre a transfor
marse en uso racional-imaginario de la Idea de lo
Uno, que absorbe la relacin al plantearla como seu
dnimo de la pertenencia, que, en ltima instancia,
no sera otra cosa que una forma de la I dentidad. Es
as como la relacin se vuelve relacin del ser consigo
mismo, y los signos de la verdad y de la ilusin, en
cierto modo, se encuentran en ella permutados. En
efecto, la existencia de relaciones en sentido estricto,
que implican alteridades irreductibles, se coloca del
lado de la ilusin, a pesar de que el ser slo soporta
r la relacin como pensada, no como efectivamente
real, por cierto que es fundamental que la filosofa
haya reconocido muy pronto la imposibilidad de este
objetivo y que haya asumido verdaderamente la cas
tracin renunciando a aqul;32 y el que peridica y
regularmente se haya ocultado, olvidado y anulado
32. Platn, Filebo, 16c ...que todo aquello de lo que se puede
decir que es est hecho de uno v muchos, y posee, acompandole
desde el primer momento (symphyton), l determinidad (peras) y
la ndeterminidad (apeirian).
este reconocimiento muestra el poder de las motiv-
ciones que se hallan aqu en juego, al mismo tiernn1
que la tendencia natural incoercible de la leir
identitaria. &
La ruptura de la mnada y la fase tridica
El proceso de la institucin social del individuo
es decir, de la socializacin de la psique, es indisocia-
blemente el de una psicognesis o idiognesis, y al
mismo tiempo el de una sociognesis o koinognesis
Es una historia de la psique a lo largo de la cual sta
se altera y se abre al mundo histrico-social tambin
a travs de su propio trabajo y su propia creatividad-
y una historia de imposicin de un modo de ser qu
la sociedad realiza sobre la psique y que esta ltima
jams podra hacer surgir a partir de s misma y que
fabrica-crea el individuo social. El final comn de es
tas dos historias es la emergencia del individuo social
como coexistencia, siempre imposible y siempre reali
zada, de un mundo privado (kosmos idios) y de un
mundo comn o pblico (kosmos koinos). La cuestin
que a continuacin me propongo desarrollar es preci
samente la cuestin, sin duda inagotable e insoluble,
de cmo las cosas, los individuos, las palabras, un
mundo, una sociedad, llegan a existir para una psique
que no les est en absoluto predestinada por natu
raleza (y que, en sus estratos ltimos, los rechaza,
ms an, los ignora hasta el fin).
La mnada psquica es un constituyente-constitui
do, es formacin y figuracin de s misma, figurante
que se figura a s mismo, a partir de nada. Es, sin
duda, un aspecto del cuerpo vivo o, si se quiere, es
ese cuerpo en tanto constituyente-autoconstituyente,
figurante, auto-figurante para s. A este respecto,
quiz nunca pueda decirse ms de lo que ya ha dicho
Aristteles que dicha mnada slo es en tanto for
ma o entelequia del cuerposiempre que libere
mos estos trminos de la metafsica en cuyo marco
sta misma ha postulado, y siempre que comprenda
mos que la psique es forma en la medida en que es
220
ductora de formas, que la entelequia de la que
P1 trata es algo muy distinto que la predestinacin
S<redeterminada a un fin, a un telos definido, que esta
entelequia es imaginacin radical, fantasa no so
metida a ningn fin, sino creacin de fines, que el
-uerpo humano vivo es cuerpo humano vivo en la me
dida en que representa y se representa, en que pone
se pone en imgenes mucho ms all de lo que
exigira e implicara su naturaleza de ser vivo. Para
el cuerpo humano vivo esto es, originariamente,
ara la mnada psquicatoda solicitacin exterior,
toda estimulacin sensorial externa o interna, toda
impresin, se vuelve representacin, es decir puesta
en imgenes, emergencia de figuras. Pero esta emer
gencia de figuras no est determinada por la sensoria-
lidad ni en el hecho general de ser ni en su ser-as (en
el lmite es imposible asignar un sentido a la idea de
tal determinacin). El flujo representativo de la psi
que contina, haya o no haya estimulacin exterior,
se hace a s mismo sin pausa, y los procesos prima
rios no dejan de acontecer ya sea que comamos, que
durmamos, que trabajemos o que hagamos el amor.
Esta emergencia de figuras tiene lugar ante todo (y,
en cierto sentido, siempre) bajo el dominio de la
figura figurante de todo = s-mismo, en la indistin
cin de la actividad y de la pasividad, as como
en la indistincin entre el interior y el exterior.
El their esse is percipi (el ser de las cosas es su ser per
cibido) de Berkeley, o el mon corps s'tend jusqu'aux
toiles (mi cuerpo se extiende hasta las estrellas) de
Bergson, son siempre y absolutamente verdaderos
para la psique, y nunca dejan por completo de ser
lo para el individuo despierto. En cierto sentido, la
psique se limita a dilatar el dimetro de la esfera que
ella misma es, que ella se figura como ella misma tan
slo figurndose como si ocupara su centro.
Aqu como en todas partes, y como lo ser siem
pre, el gran enigma consiste en la emergencia de la
separacin, separacin que desembocar en la instau
racin distinta y solidaria para el individuo de un
mundo privado y de un mundo pblico o comn. Lo
que sabemos y podemos decir es que la separacin
existe en la medida en que es creada e instituida por
221
la sociedad; la separacin es, como se ha visto, el es.
quema operador escencial, el productor-producto c['
la institucin del legein y del teukhein. La imposicin
de la socializacin a la psique es esencialmente la irn
posicin de la separacin. Para la mnada psquica
equivale a una ruptura violenta, forzada por su re]a
cin con los dems, ms exactamente por la invasin
de los otros como otros, mediante la cual se constituye
para el sujeto una realidad a la vez como indepen
diente, maleable y participable, y la dehiscencia
(nunca cabalmente realizada) entre lo psquico y 10
somtico. Mientras que la mnada psquica tiende
irresistiblemente a encerrarse siempre en s misma
esta ruptura es constitutiva de lo que ser el indivi
duo.33 Si el recin nacido se convierte en individuo
social, ello ocurre en la medida en que sufre esta
ruptura y a la vez logra sobrevivir a ella, lo cual
misteriosamente, ocurre casi siempre. En efecto!
cuando se analiza de cerca este proceso, asombra mu
cho ms la escasez de sus fracasos que la existencia
de los mismos.
La imposicin de la relacin al otro y a los otros
(relacin que es siempre y a la vez tanto una fuente
de placer y satisfactoria como una fuente de dis
placer y perturbadora) es una sucesin de ruptu
ras infligidas a la mnada psquica a travs de la cual
se construye el individuo social, como dividido entre
el polo mondico, que tiende siempre a encerrarlo
todo y a cortocircuitarlo todo para reducirlo al impo
sible estado mondico y, en su defecto, a sus susti
tutos, la satisfaccin alucinatoria y la formacin de
fantasas, y la serie de construcciones sucesivas me
diante las cuales la psique consigue en cada momen
to, con mayor o menor xito, integrar (esto es, que ha
representado, cargado afectivamente y unido por un
tender hacia o intencin) lo que le ha sido impuesto.
Las formaciones sucesivas del sujeto, todas las cua
les, en un grado cada vez mayor, deben tener en
33. En La Violence de l'interpretation - Du pictogramme a
l'nonc, de Piera Castoriadis-Aulagnier (Pars, P.U.F., 1975), se
encontrar una concepcin anloga, en la perspectiva p r o p i a de
la autora, en absoluto divergente de la que se ha adoptado aqu.
222
t-i la separacin y la diversidad impuesta a la psi-
cue io Son a modo de intentos de mantener unida
diversidad, ella misma cada vez ms diversinca-
j ,-presentan estos diversos niveles de integracin
-^lizada siempre bajo la gida del principio unitario
p traduce la imantacin de todo el campo psquico
q ei polo mondico. Como ya se ha dicho, este po-
P h-representable en tanto tal; pero adems, son
more sus efectos los que leemos cuando comproba
dos en todas las etapas de la vida psquica, la
tendencia <la unificacin, el reino -inmediato o
medi ato del principio del placer, la omnipotencia
1-neica del pensamiento, la exigencia del sentido.
Y tambin todo esto ha de tener en cuenta la insti
tucin social del individuo, cuando asegura a este
ni timo una identidad singular, cuando lo pone como
alguien reconocido por los dems. Lo provee aun
cuando, o sobre todo, en el nivel imaginario- de sa
tisfacciones, le presenta un mundo en el que todo
nuede referirse a una significacin.
No cabe duda de que la ruptura de la monada psi-
auica tiene el apoyo de la necesidad somtica; pe o
nicamente el apoyo. La necesidad somtica no ex
plica nada. El hambre se anuncia a la psique, la cual
no puede ignorarla lisa y llanamente, pero el ham
bre no es condicin necesaria ni suficiente. Atiborrar
a un beb, o vigilarlo las veinticuatro horas del da
para darle el pecho o el bibern apenas se despierta,
puede que haga de l un nio psictico, pero nunca
un ternero de aspecto humano. La respuesta can
nica a la necesidad es la alucinacin y la satisfaccin
fantstica; se produce en y por la imaginacin, y de
manera indeterminada. Es verdad que la imaginacin
no provee de caloras y que si no ocurriera algo mas,
el beb se morira, as como, en caso de anorexia se
muere efectivamente a causa de su imaginacin y con
independencia de los alimentos que se le ofrezcan, i
cada vez que aparece la satisfaccin real, se la re
presenta como manifestacin, confirmacin, restaura
cin, de la unidad primera del sujeto. Normalmente,
el hambre se apacigua con la presentacin y la puesta
a disposicin del pecho o de lo que lo sustituye. Para
empezar, ste no hace ms que restablecer el estado
223
mondico; en esta poca, slo puede ser vivido
funcin de las representaciones y de los esquemas
los que el sujeto dispone, y no dispone de otra eos
Unicamente se puede aprehender el pecho com
s-mismo: yo soy el pecho, Ich bin die Bntst en
sentido primero. Lo que en el nivel somtico se des
prende de esto como apaciguamiento de la necesidad
la psique, en el caso norma], lo comprende en su prn
pi lenguaje como restauracin de la unidad y dei
protoafecto que le era indisociable. Es esto lo que en
adelante formar el ncleo del placer. El equivalente
psquico, la delegacin por representacin del pro^
ceso somtico de la necesidad y de su satisfaccin ser
la rejStauracin de la unidad; precisamente all ser
donde la psique buscar en un comienzo el placer (v
en el inconsciente, en cierto modo, eternamente).
esta etapa de omnipotencia efectiva de la psique, sta
ser capaz de reproducir por s misma el placer me
diante la produccin de la representacin correspon
diente, la alucinacin o la fantasa del pecho.
Correlativamente, el displacer es ruptura de la
mnada autstica. El hambre, por cierto, es o puede
sersu punto de apoyo; pero el pecho ausente no tie
ne, ni puede tener el sentido de causa del hambre, sin
lo cual simplemente nada existe ni puede existir en
este estadio. El pecho ausente es negacin del pecho
o pecho negativo en tanto que es ruptura de la clu
sula mondica, en tanto que es agujero en la esfera
subjetiva, ablacin de una parte esencial del sujeto (de
donde, sin duda, la indominable intensidad de la an
gustia oral, cuestionamiento de la identidad primaria
del sujeto). Bajo su primera forma, alteridad, reali
dad, negacin del sentido o sentido negativo, no son
otra cosa que el displacer presentieado por esta abla
cin del pecho que sufre la mnada psquica. La au
sencia del pecho es displacer en tanto desgarramiento
del mundo autstico. Precisamente porque el esquema
primero se mantiene como condicin y presentifica-
cin de toda significacin, precisamente porque la
psique lo vive todo en funcin de la indistincin yo-
mundo-sentido-placer, precisamente por eso, la au
sencia del pecho puede llegar a ser figura, o ms exac
tamente componente constitutivo del objeto, en su
224
I ter nan c i a con la presencia de este ltimo. En la
f-ontera de la representacin comienza a dibujarse un
l'nde de no ser virtual; la polaridad del s/no, de la
V dad y de la negacin, de lo posible y de lo efecti
vo encuentran aqu sus primeros grmenes subjetivos
v e[ esquema fondo/figura comienza a plantearse
corno articulacin general de una conciencia y de
una percepcin embrionarias.
Pero desde el punto de vista de la psique, el placer
excluye al displacer, la identidad excluye a la alteri
dad. n consecuencia, el pecho, puesto que tan a me
nudo falta al nio, debe ser desplazado hacia el
afuera.34 Sera mejor decir que el afuera es
creado para que la psique pueda arrojar all aquello
que no quiere, aquello para lo cual no tiene lugar en
su interior, el absurdo o sentido negativo, el pecho
malo. Es evidente que esta constitucin de un objeto
embrionario slo es posible en y por la constitucin
simultnea de un espacio exterior. La psique in
venta-figura un exterior, para colocar en l el pecho
del displacer. Lo que luego se convertir en mundo
y objeto es literalmente proyeccin, que en su ori
gen es expulsin del displacer (y conservar este
carcter en todos los mecanismos prximos al estado
arcaico, sobre todo en la psicosis). Al mismo tiempo, la
otra cara del pecho, el pecho presente o gratificante,
contina estando sometido al esquema de la inclu
sin. Pero ste ya no puede ignorar sin ms la relativa
alteridad del objeto, ya no puede ser identidad pura
y simple; apoyado en el primer esbozo de articulacin
de s-mismo y no-s-mismo, se convierte en introyec-
cin e incorporacin. Yo soy el pecho adquiere as
su segundo sentido, en el que la predicacin es pose
siva o atributiva en s misma.
Como ya he dicho, las creaciones imaginarias de
34. Freud, Resumen, G.W., XVII, p. 115: Por cierto que, en
un comienzo, el pecho no se distingue del cuerpo propio, v
cuando se lo separa del cuerpo y se lo debe desplazar hacia el
afuera, porque tan a menudo falta al nio, se lleva consigo
como "objeto" una parte de la carga narcisista originaria. (Su
brayado en el original). Se trata, como se sabe, del ltimo texto
de Freud, cuva redaccin qued interrumpida por la muerte del
autor.
225
la proyeccin y de la introveccin equivalen al prime
trazado de la frontera interior/exterior; y tambin so*
paralelas a la polaridad del valor (bueno/malo). Tam
bin comienza a establecerse aqu una articulacin
relativa de tres momentos de los procesos psqu,
eos: representacin, efecto e intencin, pues sta es la
nica manera cmo una intencin puede dirigirse a
un afecto positivo y ser retirada de un efecto negativo
esto es, en coordinacin con representaciones corres
pondientes que comienzan a ser distinguidas corno
opuestas. Por ltimo, es aqu donde se esboza una
primera divisin de la libido autstica, que carga po-
sitivamente siempre al sujeto y al pecho bueno, y ne
gativamente al exterior y af pecho malo que all se
encuentra.
Sin embargo, an no estamos en presencia de la
constitucin de un objeto real, o sea, de un objeto que
escape al dominio del sujeto. Este objeto real slo
puede aparecer cuando el pecho bueno y el pecho
malo comienzan a coincidir para el sujeto, cuando las
dos entidades imaginarias aparecen unidas a una ter
cera entidad que es el fundamento de ambas sin iden
tificar con ninguna de ellas. Ahora bien, es ms que
probable, como dice Freud, que esta constitucin del
objeto como real no pueda tener lugar hasta el mo
mento en que se aprehenda verdaderamente la perte
nencia del objeto a una persona. En otros trmi
nos, el objeto slo puede constituirse como objeto
parcial-, por tanto, no es constituido como real sino en
el momento en que verdaderamente se lo pierde,
pues se lo sita definitivamente en el poder de un
otro. Indudablemente, tambin, el otro slo es puesto
como tal a partir del momento en que puede ser
puesto como el que dispone del objeto.
Los dos cuasi-objetos distintos y opuestos de la
fase anterior, el pecho bueno y el malo, se convierten
en uno y el mismo en la medida en que se afirme la
misma persona de la que dependen. Esto quiere decir
de modo inmediato que el otro, que dispone efectiva
mente de este objeto en adelante unificado pero que
rene las dos cualidades opuestas, es aprehendido
bajo un doble signo. En tanto portador del objeto
malo, es odiado; en tanto portador del objeto bueno,
es amado. El otro se constituye necesariamente en la
ambivalencia o, dicho en otros trminos, la ambiva
lencia para siempre ineliminable que afecta al otro (y,
hereditariamente, a todo lo que al otro suceder como
objeto de carga libidinal para la psique) es el copro-
ducto de los momentos imaginarios que han presidido
sU constitucin.
M s decisiva todava es su constitucin proyectiva
a partir del esquema de la omnipotencia. A mi pare
cer, no se han extrado todas las consecuencias que
hav que extraer de la omnipotencia que los nios pe
q u e o s atribuyen al otro, todo lo que esta omnipoten
cia implica en cuanto a los esquemas de que la psique
dispone en el momento en que constituye el primer
otro. El sujeto slo puede aprehender al otro a travs
del nico esquema que tiene a su disposicin y que
tiene siempre a su disposicin, porque lo extrae de s
mismo: el esquema de la omnipotencia. La imagen
del otro as constituido es, pues, proyeccin de la
imagen propia del sujeto para s mismo. Se dir
que en esta etapa el otro es omnipotente tan slo en
lo relativo a lo nico que interesa, el pecho, y que
para el beb es indiferente que el otro no pueda sus
traerse al segundo principio de la termodinmica o
infringirlo. Esto es evidente, y completamente tangen
cial al a cuestin. En efecto, "de dnde ha podido ex
traer el beb una significacin de omnipotencia y la
capacidad de dotarla de ese plus, ese exceso enorme
respecto a todo lo que es real? Que se apoya en la re
lacin efectiva que se anuda alrededor del pecho no
contradice, sino que refuerza, lo que he dicho a prop
sito de ella. La omnipotencia imaginaria en relacin
con el pecho, que el beb se atribuira al comienzo,
hubiera querido continuar atribuyndosela despus,
se v e forzado a dejarla de lado, a colocarla afuera, en
un otro; esto quiere decir que slo puede constituir un
otro si proyecta sobre l su propio esquema imaginario
de omnipotencia.
A partir de este momento queda instaurado el pat-
tem fundamental de la fantasa como esquema esen
cialmente tridico que implica siempre al sujeto, el
objeto y el otro. Es evidente que se encuentra bajo
el dominio de las exigencias y de los esquemas ante
227
de>1lS^a P?sar cle. 01116 i ncl uya la ci rcul aci n posi ble
mni potenci a entre los trmi nos que entran
termi n' La fantaSa establece su dominio sobre?"
que. P,nf en escena sometindolos a la oh
mera exigencia del sentido total, de la inherencia
proca de o que, a partir de entonces se ha di -
guido de la circulacin sin obstculo del nf t
cement que mantiene nnts los emetS S ' E1
quema tnadico de la fantasa es la vlvmSa j 1es
b J - S " ' caracterstica fundamenta,^
f ,T d otro como omnipotencia, y f que
. H.?e constantemente en el contenido a i
significaciones imaginarias sociales en las aue L
cuentra, son equivalentes. Esto es lo sufcientemern'
claro por si mismo como para insistir ahora en eUn
Sin embargo, vale la pena destacar, a riesgo de 1
rnr, el carcter soberano de la imaginacin -L i
durante todas estas etapas. El sujeto n S e comf '
zar a esbozar los elementos de lo real, el objeto v el
otio humano, si no es a partir de y baio el rlnm;
exclusivo de los esquemas imaginarios que son los su
yos. Apenas se apodera de un extremo de realidad'
h-real,Tfm Searlo,para hacerl concordar con la
dad, que para l es lo nico que tiene sentido
^ T / f de eso' l a prtancia de la etapa tridfca
para la foimacion del sujeto es decisiva. El paso por
el esquema tndico -sujeto, otro, objeto- es prm
eamente obligado, so pena de muerte. Esta es la razn
poi la cual una psicosis absoluta - es decir inteeral
S)rnla cuaf odV l prcticamente inobsrvable, y
prendida l Z t r CXI?eriencia Psicoanaltica, com
prendida la relativa a la psicosis, se alimenta de lo
que proviene de esta etapa tridica o viene despus
todo r 3 VeCS SCterZa C0m0 si ^era la mea v en
si no es por , 2 PUede remontarse ms all
tmecin como f 10 construccin o de la recons
truccin, como la que aqu intentamos.35
anMtiqu!; l o ^ t SergC Viderman ^ construction de Vespace
El paso por la fase tridica representa un esbozo
de la socializacin de la psique, en la medida en que
sta se priva de la omnipotencia; esta socializacin,
sin embargo, es puramente relativa, ya que la omni
potenci a se limita a ser referida al otro, e incluso
as, la psique conserva bajo su dominio ese otro ima
ginario al que, en las fantasas, hace hacer lo que de
sea. (Demasiado evidentes son las prolongaciones de
esta situacin como para insistir en ellas.) La reali
dad misma, en tanto imposicin inevitable de la
presencia/ausencia del otro y de su disposicin del ob
jeto, se constituye como manifestacin de la omnipo
tencia imaginaria del otro. Como tal, es evidente que
no es realidad.
Pero ocurre que ese otro ya es, l mismo, individuo
social, que habla, habla al nio y se habla, que tanto
en la palabra como en el comportamiento, en la ma
nera corporal de ser y de actuar, de tocar, de coger
y de tratar al nio, encarna, presentifica, figura
el mundo instituido por la sociedad y remite a ese
mundo de una multitud de maneras. El otro habla: se
designa y se significa, designa y significa al nio, de
signa y significa al nio los objetos y las relacio
nes entre objetos. Esto dista mucho por ahora de
bastar para constituirlo como real, y para constituir
una realidad; pero provoca ya una nueva serie de
reordenamientos decisivos en el mundo del ser de la
psique y en el mundo del ser de lo que es para
la psique. Si bien es cierto que el otro sigue siendo esen
cialmente imaginario, que todas sus manifestaciones
slo pueden ser captadas e interpretadas por el sujeto
en el marco del esquema fantstico propio de este l
timo, tambin es cierto que el otro es instancia exte
rior, que se pliega o no a la exigencia del sujeto, que
ama o permanece indiferente, promete, prohbe, da,
quita, regaa, besa, castiga de una manera que el
sujeto construye como ligada a sus propias actitudes,
es decir, esencialmente a sus propias representacio
nes, afectos e intenciones. As, por ejemplo, los deseos
de destruccin, no expresados e incluso inexpresables,
se acompaan inevitablemente de la ambivalencia
que afecta al otro para el sujeto, suscitan imaginaria
mente el miedo a una represalia del otro omnipotente
229
(y evidentemente omnisciente) que ser el ncleo de
la culpabilidad inconsciente. El sujeto crea as, pQr
proyeccin, un esquema de accin y de relacin, cuv0
carcter reflexivo es evidente (el efecto vuelve sobr
la causa, el deseo de destruccin del otro puede aca^
rrear la destruccin del sujeto por el otro) y convierte
al otro en la primera y necesaria encarnacin de una
causa separada del sujeto, as como en el soporte del
si ... entonces....
La fase que as se instala, a travs del desfile de
objetos parciales y los sucesivos reordenamientos
de las representaciones centrales y de las cargas -
bidinales del sujeto que la caracterizan, deja, como lo
ha mostrado Freud, improntas profundas e indelebles
tanto en lo que a continuacin ser el individuo
real como en su inconsciente, en donde se mantie
nen los objetos parciales sucesivamente abandonados
y las figuraciones fantsticas que les corresponden. El
sujeto queda bajo la dependencia del otro, sobre el
cual proyecta la indivisin del poder y del saber
de la representacin del sentido, del deseo y del cum
plimiento del deseo que pierde a medida que se
vuelve consciente. El entrecruzamiento de las pro
yecciones y de las introyecciones contina complicn
dose a medida que se ampla. La identificacin toma
su sentido segundo; deja de ser identificacin auts-
tica para convertirse en identificacin transitiva,
identificacin con algo o alguien (en general, ambas
cosas al mismo tiempo); en ella alternan simultnea
mente o coexisten como distintas pero indisociables,
la posicin del sujeto como el otro (que, una vez
ms, no es otra cosa que la proyeccin del sujeto en su
omnipotencia) ya la posicin cel sujeto como el obje
to puesto (por el sujeto) como objeto del deseo del otro.
El autoerotismo ya no es circuito cerrado inmediata
mente de la libido sobre s misma, sino que adquiere
un carcter segundo y articulado, en y por las forma
ciones fantsticas en las que el otro resulta figurado
como tal en tanto sujeto de deseo.36 La diferenciacin
36. La perspectiva y las preocupaciones especficas que do-
minan la discusin de la historia de la psique que aqu trazo im-
niden examinar con la requerida amplitud muchas cuestiones ca-
230
Hel principio originario nico del placer alcanza una
nueva etapa. El principio del placer se escinde en dos:
incipio de placer en sentido fuerte, que cae del lado
del inconsciente y contina satisfacindose en la acti
vidad imaginaria sobre la cual reina; y principio de
evitamiento del displacer, ligado cada vez ms a las
acciones y reacciones del otro y de sus efectos en el
sujeto. Acciones, reacciones, efectos siempre construi
dos en y por la imaginacin del sujeto, no slo en
tanto que el otro es siempre imaginario, sino en tanto
implica la atribucin imaginaria, a ese otro, de los
placeres y de los displaceres causados por
los estados imaginarios del sujeto y a los que reaccio
nara de esta o de otra manera.
Acabamos de hablar de consciente y de incons
ciente. Efectivamente, la instauracin del otro en su
posicin de omnipotencia es, al mismo tiempo, ins
tauracin de una instancia interiorizada de represin
y orisen de sta. El otro, como dueo del placer y del
displacer, es origen y fuente imaginaria de un hay
que y no hay que, de un germen de la norma. Su
ptales, y en primer lugar, la de la sexualidad. El carcter prolun-
damente imaginario de la sexualidad humana (ms all de toda
formacin de fantasas en el sentido corriente del trmino), es
decir, la sexualidad humana en tanto creacin imaginaria (a la
vez psquica e histrico-social), exigira todo un libro para ella
sola. Tengo que limitarme aqu forzosamente a observar que
la erogeneidad absoluta y efectiva de la totalidad de la superficie
corporal durante la fase mondica, as como la erogeneidad vir
tual de esta totalidad durante tota la vida del individuo, sobrepa
san incluso los recursos de la nocin de apoyo y traducen la carga
libidinal autstica de la mnada somatopsquica. El primer
placer de la mnada, placer somatopsquico indiferenciado, pone
de manifiesto que la erotizacin de la totalidad del cuerpo pro
pio ya est all antes de que haya todava cuerpo propio en tanto
separado. El segundo placer, el de la fase tridica, corres
ponde a la erotizacin especfica de zonas corporales particula
res, unida a los objetos parciales correspondientes y para la
cual es esencial la mediacin del otro imaginario (por regla gene
ral, la madre). Por ltimo, despus de la instauracin de la rea
lidad, la estabilizacin y la especificacin (en el caso normal)
de las diversas especias de placer corporal son paralelos a la
aparicin del enigma del placer no material (inieilektuelle Lust,
tiene Freud el coraje de decir: Los dos principios..., loe. cit.,
P- 236), ostensiblemente vinculado a las actividades sublimadas,
donde se vuelve a encontrar la pura representacin como fuente
de placer.
introyeccin retorno a su fuente de la representa
cin imaginaria del sujeto proyectada en el exterior
y cargada tanto con la separacin como con el apoyo
de una persona independiente, introyeccin de
una figura que intima o prohbe, es el establecimiento
del supery arcaico, ciertamente preedpico y cuva
explicacin no requiere en absoluto el recurso a la fil
lognesis. Es as como se instaura un inconsciente en el
sentido dinmico del trmino, y una autntica repre
sin, esto es, no represin de lo que no puede ser ex
presado porque no puede ser representado, sino repre
sin de lo que no debe ser expresado porque ha sido
representado y sigue sindolo.
La constitucin de la realidad
Todo esto dista mucho an de la constitucin de
una realidad y del sujeto como individuo separado,
correlativo a una realidad separada de l mismo e in
dependiente del poder de un otro imaginario. Una vez
ms, ocurre que ese otro habla. Pero tampoco esto
basta. No cabe duda de que ese lenguaje odo, en
tendido, muy pronto reproducido por el nioes una
condicin indispensable para que comience a instau
rarse una percepcin, para que los objetos pue
dan ser separados de la representacin y al mismo
tiempo unos de otros, para que adquieran o se vean
duplicados por ellala irrealidad que da existencia
a su realidad en tanto son asignados a un signo
y a una significacin que los renen cada uno en s
mismo, los perpetan, los convierten en soportes de
relaciones, etc. Pero todo ello no produce todava ms
que seudoobjetos en un seudomundo durante todo el
tiempo en que el otro mantenga su omnipotencia; pre
cisamente de l es de quien continan dependiendo
tales seudoobjetos y tal seudomundo, no tan slo en
tanto son, sino tambin, lo que es ms decisivo an,
en tanto eso que son. El acceso al signo y luego a las
significaciones que, como en seguida se ver por
qu, no son an verdaderas significacionesno es to
dava nada en lo que respecta a la constitucin de la
232
realidad y del individuo. En tanto tal, comienza por
hundir au,n ms, si cabe, el sujeto en la irrealidad, en
la medida en que esta significacin permanece en el po
der del o'cro, como ocurre siempre en el punto de par
tida y sigue ocurriendo durante mucho tiempo, en
la med ida en que es el otro quien dispone de ella y la
fija, eta que ser y no ser, relacin y no relacin, sentido
v absurdo, bueno y malo, son precisamente lo que l
dice ,que son. Durante todo el tiempo en que, entre
e'j nio y el otro, slo hay lenguaje y aun cuando
ese lenguaje nicamente pueda existir en el otro por
medio de su institucin social y como acompaante
virtual de todo el ser de lo social , el otro no puede
ser destituido de su posicin imaginaria, ni el seudo-
mundo que sostiene puede ser transformado en mun
do verdadero, en mundo comn o pblico. Ahora bien,
el lenguaje entre el nio y quien lo tiene a su cuidado
comienza por ser un lenguaje privado, un uso pri
vado del lenguaje; incluso se instaura necesariamente
como lenguaje privado desde el primer momento,
as como dos nios psicticos pueden instaurar entre
ellos un lenguaje privado de extremada perfeccin. Y
tambin son privados las significaciones que lleva
consigo y el seudomundo al que se refiere.
Unicamente es posible destituir al otro de su omni
potencia imaginaria si se lo destituye de su poder so
bre las significaciones. Esta destitucin no pueden
operarla el lenguaje como tal, ni la realidad como
tal valindose de su propia potencia (como lo mues
tran con tanta claridad los millares de discursos l
gica y realmente estancos e irrefutables que los para
noicos mantienen cotidianamente, como desde otro
punto de vistala gran mayora de los sistemas so
ciales y religiosos). El otro slo puede llegar a ser
real y de tal suerte hacer tambin reales los
objetos y el mundosi es destituido de su omnipo
tencia, es decir, si es limitado; y nicamente puede
ser limitado en y por la realidad, puesto que la
realidad no tiene nunca otra significacin que
la que le es atribuida y, a los ojos del nio, precisa
mente por el otro.37El otro no puede ser destituido si
37. As, por ejemplo, en una sola noche, para millones de co
233
no se destituye a s mismo, si no se significa gomo alg0
distinto de la fuente y el dominio de la significacin
(y del valor, y de la norma, etc.). Para eso no es nece
sario ni suficiente que sea capaz de indicar, de desig
nar una tercera persona real (el padre>, si se trata
de la madre), siempre que esta tercera persona sea
pura y simplemente el otro del otro, a su vez fuente
y dominio de las significaciones, si con ello lo nico
que se consigue es desplazar la omnipotencia hacia
otro soporte. Es necesario y suficiente que otro sea cs .
paz de significar al nio que nadie, de todos los que
podra encontrar, es fuente y seor absoluto de la sis
nificacin. En otros trminos, es necesario y suficiente
que el nio sea remitido a la institucin de la signifi
cacin y a la significacin como instituida y no depen
diente de ninguna persona particular. En este sentido,
una madre que se ha salvado de un naufragio y qu
se encuentra con su beb en una isla desierta puede,
llegado el caso, socializarlo y dar existencia para l a
un mundo verdadero; del mismo modo, una familia
real de Pars puede ser perfectamente psicotizante
para sus hijos. Ahora bien, se entiende que el padre
no es padre si no se remite a la sociedad y a su insti
tucin; si no tiene para el hijo el significado de ser un
padre entre otros padres, de serlo en la medida en que
desea hallarse en un sitio cuya creacin est fuera de
su alcance; si, de tal suerte, no figura y presentifica
para el nio lo que explcitamente lo supera infinita
mente: una colectividad annima e indefinida de indi
viduos que coexisten en y por la institucin y que se
contina aguas arriba y aguas abajo en el tiempo.
Unicamente la institucin de la sociedad, que procede
del imaginario social, puede limitar la imaginacin
radical de la psique y dar existencia para sta a una
realidad al dar existencia a una sociedad. Unicamente
la institucin de la sociedad puede sacar a la psique
de su locura mondica originaria, y de lo que muy
bien podra ser y a veces lo es efectivamentesu
munistas, en Francia y el mundo entero, Tito, de gloriosa cabeza
de una democracia popular que haba sido, se convirti en ban
dido espa al servicio del imperialismo, pues as lo haba decidido
el Seor de las significaciones, el difunto J os Stalin.
tinuacin espontnea, una locura a dos, a tres,
a muchos. Y esto implica la fabricacin heredita-
ia de individuos como individuos sociales, lo cual
auiere decir tambin de individuos que pueden y de
sean continuar la fabricacin de individuos sociales.
Es aqu donde, ms all de toda relatividad socio-
cultural, radica la significacin profunda del com
plejo de Edipo.38Pues en la situacin edpica, el nio
debe afrontar una situacin que ya no es imaginaria
mente manipulable a voluntad: el otro (la madre) se
destituye de su omnipotencia refirindose a un tercero
v a la vez significa al nio que su deseo de ella tiene
otro objeto fuera de l, as como tambin que ella
misma es objeto del deseo de un otro, el padre. La si
tuacin es inaprehensible por el nio como manipula-
ble (a pesar de sus interminables esfuerzos con tal
fin), ni como contingente (a pesar de los innumerables
anhelos de que desaparezca, por ejemplo, por la
muerte del padre), ni como puro y simple hecho pri
vado de sentido: por el contrario, est llena de una
significacin que se manifiesta a s misma, y en y
gracias a esta significacin se postula un mundo nu-
38. Para quien sabe leer, salta a la vista cabe decirque
el problema que Freud planteaba y se planteaba en la temtica
def complejo de Edipo y del asesinato del padre era el pro
blema de la socializacin'de la psique. Que las soluciones que>a
ese problema aport quedaran en el plano mitolgico debido
a su creencia en que poda deducir la institucin a partir del fun
cionamiento psquico, lo he dicho ya en 1964 (vase volumen 1,
p. 250) y sin duda no he sido el primero en hacerlo. Pero esto no
obsta e nada al hecho de que esa socializacin lleve consigo una
dimensin psicogentica o idiogentica ineliminable en adelante,
y que sta slo pueda pensarse a partir de Freud y a travs de
sus descubrimientos fundamentales. Descubrimientos. que no
se ven anulados ni por el horizonte sociocullural de Freud, ni, lo
que viene a ser lo mismo, por su cientificismo y su positivismo
(cf. Epilgomnes... loe. cit.). Como prueba de ello, su intermi
nable pillaje y parasitacin por los impostores que hoy se ren
sarcsticamente de pap-mam (no cabe duda de que los nios
del futuro slo'tendrn libre acceso al deseo si aprenden a decir
ded-guagua). Precisamente la de poner de relieve esta signifi
cacin del complejo de Edipo ms all del propio Freud, ha
sido una de las aportaciones decisivas de J acques Lacan. Para
quien sabe ver, tampoco esto puede enmascararse tras los perni
ciosos espejismos con los que, desde hace muchos aos, se extra
va y extrava a los dems.
235
clear que es mundo de sujetos, en donde el sujeto ha
encontrado su origen y del que es, en cierto sentido
excluido. Y nadie tiene el dominio de esta significa
cin, pues el padre y la madre son tales gracias a la
institucin de la pareja parental, de la cual ellos no
disponen. El encuentro edpico, como tal, arroja ante
el nio, de una manera inexorable, el hecho de la ins
titucin como fundamento de la significacin y rec
procamente, a la vez que lo obliga a reconocer al otro
y a los otros humanos como sujetos de deseos autno
mos, que pueden encajar los unos en los otros con in
dependencia del encuentro, hasta llegar a excluirlo de
su circuito. Esta situacin absolutamente no domina-
ble es, por ello mismo, siempre equivalente a una
castracin. Tambin por ello remite definitivamen
te al sujeto a los encadenamientos reales-racionales,
completa la constitucin del yo real (Real Ich) y es
tablece la barrera de la represin en su forma ms o
menos definitiva. Abre al sujeto, ms all del proto-
sentido cuya exigencia dominar para siempre su in
consciente, el acceso al sentido como sentido abierto
y a la significacin propiamente dicha, como puesta
en relacin virtualmente interminable mediatizada
por el otro absoluto de la psique, de la representacin,
de la intencin y del afecto, el hecho real o racional,
y escoltada por la institucin. Establece lo que para
el sujeto sern sus modelos y referencias identificato-
rias en el sentido corriente del trmino, y todo eso
mientras termina de hacer posibles los procesos de
sublimacin sobre los cuales volver ms adelante.
En una cantidad de culturas entre.las cuales se
encuentra la nuestra estas funciones u operaciones
socializantes ineliminables se han cumplido por me
dio de una institucin particular, aun cuando sus
variaciones histricas sean enormes: la familia patriar
cal. Que esta familia, en crisis profunda hoy en da,
pueda o deba modificarse o abolirse, no es tma para
discutir aqu.39 Es evidente y desde hace tiempo reco
nocido, que el anlisis de Freud, as como su prolon
gacin por Lacan, parece y est realmente ligada a di
cha forma de institucin familiar (de la institucin
39. Vase volumen 1, pp. 165-166.
asegura la reproduccin de los individuos como
^dividuos sociales) y sobre todo a la familia patriar-
' al que se presenta abusivamente como una necesi
dad metacultural y transhistrica.40 Pero lo impor
tante es otra cosa. A menos que se crea lo que se
muestra de un modo cada vez ms a travs del pseudo
subversivo confusionismo contemporneoque el
recin nacido humano est predestinado por su na
turaleza, por la Buena Naturaleza, nuestra Madre
amante universal; o por Dios, nuestro Buen Padre; o
por el Espi'itu Santo que habla por la boca del ltimo
profeta de moda, a una existencia social que madura
en l con los aos, as como le crecen los miembros y
aumenta de peso; a menos que se suee que, gentica
mente o no se sabe cmo, est preorganizado para
constituir (o reflejar) un real coherente con el de
todo el mundo y referido a las mismas significaciones,
que se reconozca espontneamente al otro y su auto
noma, que se reconozca uno a s mismo como indivi
duo, que no se tengan jams deseos que aquellos que
una armona preestablecida haga siempre compati
bles con los de los dems, que se pueda existir en una
colectividad ntegramente no instituida o que se pue
da, desde el nacimiento (o ms exactamente desde la
concepcin), negociar libremente la entrada en una
sociedad instituida; en resumen, a menos que se igno
ren ntegramente qu es la psique y qu es la socie
dad, es imposible desconocer que el individuo social
no crece como una planta, sino que es creado-fabri-
cado por la sociedad, y que eso siempre ocurre por me
dio de u'na ruptura violenta de lo que constituye el es
tado primero de la psique y sus exigencias. Y de ello
se encargar siempre una institucin social, bajo una
u otra forma. La forma y la orientacin de esta insti
tucin pueden y deben cambiar; y tambin lo que esta
institucin crea-fabrica, a saber, el individuo social en
su modo de ser, sus referencias, sus comportamientos,
pues sin ello la revolucin de la sociedad es imposible
o est condenada a recaer en breve plazo en el anti-
40. Se sabe que la polmica sobre este tema comienza pol
lo menos con Malinovski a comienzos de la dcada de 1920, y
que ya se encuentra plenamente desarrollada en Reich.
guo frrago. Pero siempre, sin pedirle una opinin
que no puede dar, ser necesario arrancar al recin
nacido de su mundo, imponerle bajo pena de psico
sisel renunciamiento a su omnipotencia imagina
ria, el reconocimiento del deseo del otro como tan le
gtimo como el propio, ensearle que no puede ha
cer que las palabras de la lengua signifiquen lo que l
querra que significaran,41 hacerle acceder al mundo
sin ms, al mundo social y al mundo de las significa
ciones como mundo de todos y de nadie. No se ad
vierte cmo quienes tengan a su cargo el recin na
cido puedan dejar de convertirse en los soportes de
un seudnimo imaginario en el cual encarnaran ellos
las figuras de la omnipotencia, ni cmo podran ayu
darle a salirse de ello sin presentificar-figurar para l,
de una u otra manera, la existencia de un deseo al qu
no debe tener acceso, sin lo cual el otro nunca podr
ser para el nio el sujeto de un deseo autnomo, ni el
nio podr ser l mismo tal sujeto. Esta es la verda
dera significacin de la situacin edpica, de la cual,
a este respecto, su encarnacin en la familia patriarcal
es a la vez ejemplar y accidental. En lo relativo a las
transformaciones de las instituciones de la sociedad
tenemos el derecho de imaginarlo todo, menos la fic
cin incoherente de que el ingreso de la psique en la
sociedad podr hacerse alguna vez gratuitamente. El
individuo no es un fruto de la naturaleza, ni siquiera
tropical, sino creacin e institucin social.
La sublimacin y la socializacin de la psique
La sublimacin no es otra cosa que el aspecto
psicogentico o idiogentico de la socializacin, o la
socializacin de la psique considerada como proceso
psquico. Este proceso tan slo puede tener lugar en
virtud d ciertas condiciones esenciales que le son ri
gurosamente exteriores. Es la recuperacin, por parte
41. Words mean what I want them to mean (Las palabras
significan lo que yo quiero que signifiquen), dice, como se sabe,
Hampty-Dumpty.
de la psique, de formas, de eid, socialmente instituidas,
j e las significaciones que esas formas comportan; o
la apropiacin de lo social por parte de la psique, a tra
vs de la constitucin de una superficie de contacto en
tre el mundo privado y el pblico o comn.
En sus ltimos aos, Freud escriba lo siguiente:
Si se deja uno llevar por la primera impresin, se
siente la tentacin de decir que la sublimacin es un
destino de la pulsin forzado por la cultura. Pero sera
mejor dedicar una reflexin ms detenida sobre este
punto-42 Decir que la sublimacin ha sido impuesta
a las pulsiones por la cultura, cuando es evidente que
la cultura es decir, cualquier forma de sociedad
instituida, y tambin el lenguajeslo puede existir
si y slo si hay sublimacin, pone de manifiesto la
irreductibilidad de lo histrico-social a lo psquico,
al mismo tiempo que la irreductibilidad inversa. Del
mismo modo ya pesar de otras formulaciones mu
cho ms superficiales ,43 el carcter irreductible de
lo social es reconocido implcitamente en este prrafo
de Ttem y Tab: Genticamente, la naturaleza aso-
cial de la neurosis deriva de su tendencia ms origina
ria a huir ante una realidad insatisfactoria hacia un
mundo fantstico en el cual el placer es mayor. En
este mundo real que el neurtico evita, impera la so
ciedad de los hombres y las instituciones que ellos
han producido colectivamente; apartarse de la reali
dad es al mismo tiempo salirse de la comunidad hu
mana.44Esto equivale a decir que para el hombre no
hay realidad fuera de aquella en la que imperan la
sociedad y sus instituciones, que jams hay otra reali
dad que la socialmente instituida y que esto debera
42. G.W., XIV, p. 457 (El malestar en la cultura). Sobre la
sublimacin, Freud na dicho las cosas ms asombrosas y las ms
contradictorias. As, por ejemplo, en El yo y el ello (G.W., XIII, p.
258): la interiorizacin del objeto abandonado sera una suerte
de sublimacin. Pero no nos detendremos ahora en la diferencia
entre sublimacin e idealizacin (Introduccin al narcisismo,
G.W., X, pp. 161 y ss.).
43. Como la mayor parte de las de Psicologa de las masas y
anlisis del yo. En ellas, por ejemplo, Freud identifica lisa y llana
mente lo social con la influencia de una gran cantidad de perso
nas.
44. G.W., IX, p. 92; Cf. tambin G.W., XIV, pp. 439-440.
tenerse en cuenta en los intentos de definir el conte
nido del principio de realidad esto es, el referente
del trmino realidad, indeterminado en la teora
freudiana y que demasiado a menudo ha sido identi
ficado con una realidad natural pretendidamente
simple e indudable.
Desde el punto de vista que aqu nos interesa, la
sublimacin es el proceso a travs del cual la psiqUe
es forzada a reemplazar sus objetos privados o pro-
pios, de carga libidinal (comprendida su propia
imagen) por objetos que son y valen en y por su
institucin social, y convertirlos en causas, medios
o soportes de placer para s mismo. Evidentemente
ello implica, por una parte, la psique como imagina
cin, a saber, como posibilidad de poner esto por
aquello, en el lugar de aquello (quid pro qu)\ y
por otra parte, lo histrico-social como imaginario so-
cial, a saber, como posicin, en y por la institucin,
de formas y de significados que la psique como tal es
totalmente incapaz de producir. El acceso al lenguaje
en el sentido pleno del trmino (como lenguaje pbli
co) y el acceso al hacer como social, con sus instancias
cardinales.
Tal como aqu lo entendemos, lo que se cuestiona
en la sublimacin no es slo ni necesariamente la de-
sexualizacin de la pulsin, sino la instauracin de
una interseccin no vaca del mundo privado y del
mundo pblico, conforme, suficiente en cuanto al
uso, a las exigencias que plantea la institucin de la
sociedad tal como se especifica en cada momento. Ge
neralmente, esto implica una conversin o un cambio
de finalidad de la pulsin, pero siempre y esencial
mente un cambio de objeto en el sentido ms amplio
del trmino. La psique debe recuperar lo que era el
objeto de las fases precedentes de acuerdo con otro
modo de ser y en otras relaciones. Por tanto, a partir
de este momento se trata de otro objeto, puesto que
tiene otra significacin, aun cuando sea fsicamente
el mismo y aun cuando, para la psique, esta sepa
racin no llegue a completarse jams y las capas
superpuestas de lava45 correspondientes a las for-
45. Triebe und Triebschicksle, G.W., X, p. 223.
240
niaciones sucesivas del objeto no slo se encuentren
acribilladas de conductos volcnicos por doquier, sino
tambi n casi nunca definitivamente solidificadas (lo
cual remite a lo que se ha dicho antes sobre la natura
leza magmtica de la representacin). Este aspecto
_ l a alteracin del objetoqueda enmascarado en las
presentaciones habituales de la sublimacin, cuando,
por ejemplo, se dice que slo implica un cambio de
fi nal i dad de la pulsin, la sustitucin de la satisfac
cin sexual por una satisfaccin no sexual.46 Es im
posible concebir el objeto de la pulsin con inde
pendencia de la finalidad de sta, as como es
imposible separarlo de la red de relaciones en y
por las cuales es puesto como objeto y (. orno tal o
cual objeto. La sublimacin de la homosexuali
dad en las relaciones sociales entre individuos no
significa que renunciemos a la satisfaccin sexual que
los otros pudieran ofrecer, sino que esos otros ya no
son simplemente objetos sexuales, sino individuos
sociales.4'
La transformacin de la madre-objeto-sexual en
madre-ternura no es solamente conversin de la fina
lidad de la pulsin, sino tambin modificacin del ob
jeto: la madre-ternura no es ni puede ser la madre-
objeto-sexual, pues slo puede ser madre-ternura
(para el sujeto) en tanto madre socialmente instituida,
referida a una multitud de relaciones y de significa
ciones que la sobrepasan infinitamente y que slo
existen como significaciones sociales instituidas. Es
la misma madre para el mdico o el zologo, no es la
misma madre para lo que aqu nos interesa. Y, preci
samente en la medida en que estas madres sucesivas
y otras la madre omnipotente de la fase tridica, la
madre edpica, la madre-ternura coexisten para
la psique y remiten unas a otras, es posible ver en este
ejemplo en qu consiste para un sujeto la representa-
46. Introduccin al narcisismo, G.W., X, p. 161. Por el con
trario, en la 32.de las Nuevas conferencias..., Freud distingue
sublimacin e inhibicin en cuanto a la finalidad y afirma que
ni una ni otra tienen la represin como causa.
47. Como prueba, la enorme cantidad de sociedades en las
que la homosexualidad ha sido una institucin explcita.
241
cin de la madre en tanto magma. Pensar lo contrario
equivaldra a pensar la representacin (o el objeto)
para la psique como un perchero del que se cuelgan
sucesivamente afectos, intenciones, relaciones y sign.
ficaciones diferentes, cada una de las cuales lleva una
existencia independiente y que, todos juntos, dejan in
tacto su soporte comn.
Este cambio de objeto es precisamente lo que hace
que para el sujeto ya no existan objetos, sino cosas
e individuos; ya no signos y palabras pi'ivadas, sino
un lenguaje pblico. Tambin por esta razn no se
puede decir que sublimacin y repi'esin sean desti
nos mutuamente excluyentes de la pulsin. En efecto,
las represiones sucesivas que tienen lugar a partir de
momento en que se instaura la escisin consciente/in
consciente corresponden a otros tantos momentos del
proceso de sublimacin. Estas representaciones son,
en efecto, imposibles sin ciertos cambios concomitan
tes, siquiera sea embrionarios, de la finalidad y del
objeto de la pulsin. El infans debe cargar libidinal-
mente la vista o la prensin de objetos distintos del
pecho, as como debe cargar libidinalmente la pala
bra, sin lo cual no hablara. Es cierto que, en un co
mienzo, estas cargas son plenamente o mejor, direc
tamenteerticas; sin embargo, esto no cambia en
nada el hecho de que la finalidad que el infans persi
gue en el balbuceo no es ya la finalidad que persigue
en la succin. Y se sabe que la erotizacin de los ob
jetos libidinalmente cargados jams desaparece del
todo. El sujeto no abandona nunca ntegramente las
posiciones que ha ocupado una vez (libidinalmente
cargadas, besetzt); all reside tambin su historia.
Pero, normalmente, estas posiciones slo subsisten
como principalmente inconscientes. Represin y subli
macin no son destinos excluyentes entre s de la
pulsin, sino distribuciones de la energa de libidi-
nizacin entre las representaciones antiguas y las
representaciones/significaciones alteradas y nuevas.
La sublimacin que convierte a la madre edpica
en una madre-ternura no solamente no impide,
sino que siempre acompaa al mantenimiento de
la madre como objeto ertico reprimido. Del mismo
modo, los componentes de la pulsin anal estn siern-
242
ore a la vez sublimados y reprimidos, y la zona anal,
preci samente en funcin de su erogeneidad manteni
da har muchas veces de objeto de una contralibi-
diizacin excesiva en el individuo llamado nor
mal de muchsimas culturas. Para una sociedad
dada, la normalidad del individuo depende tam
bin y sobre todo de la relacin entre represin y su
blimacin y de sus modalidades.
No entraremos aqu en el examen de los reordena
mientos tpicos y econmicos que implica la fase
final de la socializacin de la psique. Solamente ob
servaremos que a partir del momento en que apare-
cen para seguir la terminologa de Freudun yo
real (Real Ich) y sus funciones de sntesis; es decir,
a partir del momento en que el individuo social, tal
como nosotros lo entendemos, se construye definitiva
mente, la intencin, el tender hacia, el deseo de la
psique, sufren, tambin ellos, una alteracin esencial
en su modo de ser. La intencin se vuelve intencin
de modificacin en el real y de lo real, que en adelante
sostendr el hacer del individuo en sus diferentes for
mas. Esta modificacin de la intencin es indisociable
de una conversin de la finalidad de la pulsin
(ms en general, de la actividad psquica), que desem
boca en el surgimiento de una nueva forma de placer
o de una nueva forma de satisfaccin. El placer ha co
menzado por ser protoplacer de la mnada psquica,
presencia inmediata de la satisfaccin indistinta de la
representacin, para convertirse tambin en ertico,
en el sentido esti'icto del trmino, a partir del mo
mento en que una representacin diferenciada (aun
cuando rudimentaria) del cuerpo haga su aparicin
y convierta a este ltimo, por la mediacin del oti'o,
en terreno privilegiado de la satisfaccin. Para el indi
viduo social aparece entonces un tercer placer (no
siempre necesariamente consciente); el individuo
puede y debe poder encontrar placer en una modifica
cin del estado de cosas exterior a l, o en la per
cepcin de tal estado de cosas. Poco importa la na
turaleza de estas cosas, siempre, claro est, que se
trate de cosas sociales. Sean cuales fueren los compo
nentes de las fases anteriores siempre presentes, el in
dividuo social es alguien que puede experimentar pa-
cer en fabricar un objeto, en hablar con otros, en -
un relato o un cantar, en mirar una pintura, en
mostrar un teorema o en adquirir un saber; tambi ~
en conocer que los otros tienen una buena opinin
de l e incluso en pensar que ha actuado bien. Esta
transformacin tanto de la fuente como del carde*
ter del placer, que es en s misma una de las cosa-
ms asombrosas de todas aqullas a las que la psique
nos enfrenta, pone en juego una multitud de procesos
y de puntos de apoyo.'"' Se puede acaso dejar de com
probar que su posibilidad descansa en un cierto es
tado de la representacin, a saber, que, en todos los ca
sos mencionados, lo que procura la satisfaccin es la
representacin como tal?
Por ello se podra decir, paradjicamente, que, al
trmino de su proceso de socializacin, el sujeto
vuelve a encontrarse cerca de su situacin de origen
en que la representacin, como tal, era placer. La di
ferencia consiste en que entonces dispona de esta
representacin, mientras que ahora la representacin
est mediatizada por un estado de cosas del que no
dispone. El individuo social no puede constituirse,
objetivamente, si no es por medio de la referencia
a cosas y a otros individuos sociales, que l es ontol-
gicamente incapaz de crear por s mismo, puesto que
slo pueden existir en y por la institucin; y, subjeti
vamente, es constituido en la medida en que ha lle
gado a hacer que cosas e individuos sean para l, esto
es, a cargar libidinalmente los resultados de la insti
tucin de la sociedad.
Es evidente que esta recuperacin que el indivi
duo realiza de la red constituida por otros individuos
y por las cosas, implica tambin que l mismo en
cuentra un lugar en esa red y que accede a ese lugar.
Desde el punto de vista psicogentico, lo que se aca
ba de decir no es otra cosa que la constitucin del
modelo identificatorio final del individuo. Este, en
uno de sus polos, es una significacin imaginaria so-
48. ... ciertamente, un da podremos caracterizar este pla
cer (ligado a la creacin artstica o al saber) desde un punto de
vista metapsicolgico, escriba Freud en 1930 (El malestar en
la cultura, G.W., XIV, p. 438).
244
ial que hace concreta y articula la institucin del in
dividuo por la sociedad en cuestin (el cazador, el
errero, el artesano, la mater familias, la incipiente
estrel l a cinematogrfica, el militante, el inventor,
etc.)- Mediatizado por la propia historia del indivi
duo, posee un segundo polo en la singularidad de la
Imaginacin creadora de ste. As, a veces puede exce
der en poco o en mucho el modelo socialmente pro
puesto (y generalmente impuesto lo suficiente en
cuanto al uso) y convertirse, si se encuentra a su vez
soci al mente recuperado y valorado, en fuente y origen
de una alteracin de la institucin del individuo so
cial en su contenido especfico. Pero lo que, a travs
del modelo identificatorio, es objeto de carga libidi
nal, es tambin siempre una imagen del individuo
para s mismo, mediatizada por la imagen que l
se representa que suministra a los otros.59Esto im
pli ca aun que los otros individuos sociales reciben
una carga libidinal del sujeto, y conservan una parte
del papel de dueos de la significacin. Pero adems,
la conformidad del individuo con su propia imagen
de s mismo forma parte de esa imagen y del ser
mismo del individuo, imposible sin la imagen, y
puede revelarse se revela hasta de un modo caracte
rstico y predominantecomo ms importante que la
integridad corporal o la vida, regularmente sacrifica
das al mantenimiento de la integridad de la imagen,
sin lo cual el hombre no sera hombre. La libidiniza-
cin absoluta de la autorrepresentacin cerrada de la
mnada psquica originaria se encuentra conservada
y a la vez radicalmente alterada como importancia in
soslayable, para el individuo, de la integridad de su
imagen, de su autorrepresentacin, soporte ltimo,
para l, de todo sentido y de toda significacin.
49. Hasta Scrates dice a Critn (Cntn, 53e) que, si se eva
diera para ir de banquete a Tesalia, podra or cosas indignas
acerca de l. Es verdad que slo le dice eso. Pero, en todo el dis
curso que Scrates se dirige a s mismo por intermedio de las
leyes atenienses, no se puede separar de un modo absoluto el es
menester no contradecirse y ef no puedo dar de m la imagen
de alguien que se contradice.
245
El contenido histrico-social de la sublimacin
La perspectiva psicogentica, en consecuencia, es
incapaz de explicar por s sola la formacin del i
viduo social, del proceso de socializacin de la psiqUe
He aqu una perogrullada que, sin embargo, la aplas^
tante mayora de los psicoanalistas empezando p0r
el propio Freudse obstina en ignorar. Lo que do
mina esta obstinacin, y la ocultacin de lo histrico-
social que a ella acompaa forzosamente, es la persis
tente ilusin acerca de la posibilidad de reducir 10
psquico a lo biolgico (o, ms recientemente, a la es
tructura y a la lgica), ilusin dominada a su vez por
la voluntad de eliminar lo imaginario, tanto en cali
dad de imaginario social como en calidad de imagina
cin radical de la psique, esto es, en calidad de origen
indominable, y perpetuamente en accin, de la histo
ria en general y de la historia de la psique singular;
indominable en su efectividad, indominable por e
pensamiento. Es as como la propia constitucin cor
poral, la propia sexualidad, el propio Eros y el propio
Tanatos, los propios impulsos oral, anal y genital, en
accin siempre, y por doquier, produciran, en fun
cin de no s qu accidentes menores y exteriores,
tan pronto la poligamia y tan pronto la monoga
mia, tan pronto boomerangs y tan pronto bombas
atmicas, tan pronto un Dios-Rey y tan pronto una
asamblea del pueblo, tan pronto chamanes y tan
pronto psicoanalistas, tan pronto la glorificacin y la
consagracin oficial de la homosexualidad masculina
y tan pronto la desti'uccin de Sodoma por el fuego
del Cielo. En nombre del espritu cientfico y riguroso,
se desemboca una vez ms en la consecuencia cient
ficamente monstruosa de que factores constantes pro
ducen efectos variables. Adems, se podra agregar
ahora a este animal algo particular nada cuesta ha
cerloun instinto ms, una pulsin de saber, y do
tar esta pulsin de una curiosa y nica propiedad
que la distinguira de las otras lo que tampoco
cuesta nada , la propiedad de progresar por s
misma, tanto en sus resultados intrnsecos como en
las modificaciones que es capaz de introducir en la
realidad. Pero, tambin aqu, las hiptesis que no
246
cuestan nada as como las hiptesis filogenticas a
las que Freud ha recurrido tantas vecesno aportan
tampoco nada. Resultan en verdad tan intiles como
gratuitas.
As, oralidad y genitalidad parecen evidentes
en tanto consecuencias de la constitucin biolgica
del ser humano, as como en tanto condiciones de la
conservacin del individuo y de la especie. Pero eso,
ha de entenderse, a una distancia infinita de lo que
son la oralidad y la genitalidad humanas en general,
y ms an de lo que son, de modo distinto, en las dife
rentes sociedades, y, para finalizar, tambin de modo
distinto entre individuos diferentes de la misma socie
dad. Pero incluso esta apariencia de necesidad bio
lgica desaparece cuando se considera la pulsin
anal . Pues es evidente que resulta imposible otorgar,
ni remotamente, a las funciones biolgicas de elimi
nacin el peso suficiente como para constituir una
pulsin anal. La pulsin anal, como tal y en tanto
que pulsin, es una pura ci'eacin histrico-social. No
tiene nada que ver con la funcin de eliminacin (por
qu no una pulsin respiratoria?) ni tampoco con una
sensibilidad particular (o erogeneidad) de la zona
anal, tal como, en cierto sentido, se puede obervar en
determinados mamferos. Nada impona, nada ni si
quiera sugera en este caso, desde el punto de vista
corporal o biolgico, su transformacin en campo pri
vilegiado de la vivencia subjetiva y de una libidiniza-
cin decisiva para la vida psquica o social del indivi
duo. La existencia de una pulsin anal no se debe a
que la zona anal sea ergena por s misma, sino ni
camente a que esta erogeneidad se fje y se mantenga
porque las heces se erigen en objeto significativo en
las relaciones entre el nio y la madre. Y slo adquie
ren este significado porque ya son para la madre algo
muy distinto de un mero producto del funcionamiento
biolgico del nio, puesto que alrededor de las heces
y de la propiedad se anudan (ms exactamente,
pueden anudarse segn la instruccin de la sociedad
eminentemente variable a este respecto) una serie de
significaciones totalmente arbitrarias desde el punto
de vista biolgico. Es contradictorio pensar a una so
ciedad en que la gente no hubiera libidinizado mni-
247
mmente la genitalidad heterosexual. Pero no lo es en
absoluto pensar en una sociedad en que la gente defe.
cara y orinara all donde se encontrara y cuando sin
tiera necesidad de hacerlo. Las heces son un objeto
que existe slo mediante su creacin histrico-social
como objeto. El hombre animal no produce heces
sino que elimina excrementos. Y, ms all y ms aqU
de este aspecto, la erogeneidad de la zona anal (en
tanto privilegiada en la erogeneidad general de toda
la superficie corporal) resulta completamente incom
prensible al margen de la alquimia de la imaginacin
psquica, capaz de hacer de este orificio y de lo qUe
de l sale, los soportes de las representaciones ms
asombrosas y ms variables.
Por tanto, se puede simular que se acepta una
pulsin oral o una genitalidad como ms o me
nos evidentes; pero eso resulta imposible cuando se
trata de la pulsin anal. Pero tampoco es posible pos
tular una pulsin anal en general e intentar reducir a
la sublimacin de esta pulsin productos e institu
ciones histrico-sociales tan diferentes como el tra
bajo y el orden, el dinero y la pintura. Pues no slo
esa sublimacin es imposible si, por otro lado, sus ob
jetos no le son ofrecidos y presentados, sino que esto
no puede ocurrir en la medida en que tales objetos
son socialmente creados e instituidos. Pero esta subli
macin es cada vez tal como es, especficamente sin
lo cual no habra psique, ni pulsin, ni psicoanlisis
por intermedio de la institucin de la sociedad que
hace que, para los incontables individuos de la socie
dad, tales objetos de sublimacin resulten obligados,
con exclusin de tales otros, y que estos objetos se
consideren en relaciones recprocas que no slo les
confieren su significacin, sino que tambin hacen po
sible la vida de la sociedad como vida relativamente
coherente y organizada. Pero esto resulta ser precisa
mente todo lo contrario de la variabilidad o de la
vicariedad de los objetos de la pulsin tal como
la planteaba Freud,50 que slo tiene sentido en el
campo individual estrictamente considerado. No pue-
50. Triebe und Triebschicksale, G,W., X, en particular
pp. 215-219. 1
248
j e h ab er sociedad ms que en la medida en que los
objetos de sublimacin sean a la vez tpicos, catego-
rizados y mutuamente complementarios; del mismo
modo, los polos identificatorios que socialmente se
ofrecen a los individuos deben ser al mismo tiempo
tpicos y complementarios. Por ejemplo, el polo iden
tificatorio seor, tal como se propona al hijo de un
seor de la poca feudal, carecera de toda entidad en
su funcionamiento psquico efectivo (o slo producira
un extrao tipo de psicticos) si paralelamente la so
ciedad no propusiera e impusiera a una incontable
cantidad de otros nios los polos identificatorios y las
significaciones que los convirtieran en siervos de por
vida.
I lustremos la situacin con un ejemplo. Una inter
pretacin psicoanaltica debera poder explicar qu es
lo que hace a un individuo capaz de asumir, en mayor
o menor grado, su situacin efectiva, que, como se
sabe, es siempre una situacin social. No podra ha
ber sociedad capitalista si all donde, hace apenas un
siglo, el funcionamiento social slo produca semise-
ores y campesinos, ese mismo funcionamiento no re
produjera cotidianamente capitalistas y proletarios
por millones de ejemplares. Los procesos psicogen-
ticos que capacitan a los individuos para asumir las
situaciones de capitalista y de proletario tienen una
importancia decisiva, son una de las condiciones de
existencia del sistema capitalista (algo que los mar-
xistas, al querer reducirlos a un epifenmeno, conco
mitante automtico del modo de produccin, en ge
neral olvidan). Estos procesos son irreductibles a
procesos puramente sociales. No obstante, tanto lgica
como realmente, presuponen estos ltimos, puesto
que se trata de formar el individuo como capitalista
o como proletario, y no como seor, patricio o sacer
dote de Amn-Ra. No hay en la psique, en tanto tal,
nada que pueda producir estas significaciones, el
mundo de significaciones sin el cual stas no son
nada, ni el modo de ser de estas significaciones en
tanto instituidas. Ningn componente constitucio
nal aberracin de formacin, vicariedad del objeto
de la funcin o perversidad de los padrespoda pre-
formar en Atenas o en Roma un nio destinado a con
vertirse en presidente de la General Motors; ningn
componente puede preformarlo hoy, en Pars o en
Nueva York, para que llegue a ser faran o chamn
salvo que lo convirtiera en un psictico y que el con
tenido del delirio psictico pueda utilizar significa
ciones histricamente disponibles. Evidencias pri
meras. Pero, por qu? Por qu sobre todo el dis
curso psicoanahtico est regularmente obligado a
aparentar que tales evidencias no existen?
Consideremos ms de cerca al capitalista como in
dividuo. No basta recordar que, para que este tipo de
individuo exista, es necesario que el sujeto se rela
cione con otro, los otros y la realidad. Qu reali
dad? La obstinada negacin de lo imaginario tiene
su contrapartida simtrica y consustancial en la nega
cin igualmente obstinada que el psicoanlisis opone
en general al carcter histrico de la realidad, que
nunca es otra cosa que realidad social, y el vaco de los
discursos psicoanalticos cuando se trata de decir
de qu realidad se trata y qu es lo que hace de ellos
una realidad. Para todo aquel que vive en la sociedad
capitalista, la realidad es lo que la institucin del ca
pitalismo pone como realidad; y es esta realidad, no
la gravitacin universal o la estructrura del ncleo
atmico, la que cuenta y la pertinente desde el punto
de vista psicoanaltico. Esta realidad es en este ca
so la de una multitud de instituciones segundas, de in
dividuos socialmente categorizados (como capitalistas y
como proletarios), de mquinas, etc., creaciones hist-
rico-sociales que se mantienen unidas gracias a la re
ferencia comn a un magma de significaciones socia
les imaginarias que son las del capitalismo y gracias
a las cuales aquellas creaciones sociales son en gene-
ral y para cada individuo. Esta realidad como crea
cin histrico-social comprende en s misma y es
imposible sin ella la fabricacin social de indivi
duos que sean capitalistas. Fabricacin que, a su vez,
exige mucho ms que, por ejemplo, la pulsin anal y
su sublimacin en sentido estricto. Decir que, desde
el punto de vista psicogentico, el dinero correspon
de a una sublimacin de las heces, presupone la exis
tencia del dinero como institucin social (y esto no es
evidente, ni es puro accidente externo) y como condi
250
cin de la sublimacin, prcticamente obligatoria en
tal y cual tipo de sociedad (sin lo cual, ni estas socie
dades podran existir, ni los individuos que nacen en
su seno podran sobrevivir en ellas). Pero hay mucho
ms, pues el capitalismo implica algo mucho ms es
pecfico que una libidinizacin aguda del dinero o in
clusive de la posesin en general, y ello tanto desde
el punto de vista histrico-social, como desde el punto
de vista psicoanaltico. En tanto formacin psquica,
un capitalista, en el sentido propio del trmino, no
es un avaro, ni un usurero, ni un acumulador de tierras:
ni un Grandet ni un J rme Nicols Schard. Perte
nece a otro univei'so, tanto sociolgica como psicoa-
nalticamente. Ser capitalista, tal como lo han sido
los individuos que encarnai'on el nacimiento, la pro
pagacin y el triunfo del capitalismo industrial du
rante los ltimos siglos en Europa Occidental, no es
depositar la carga libidinal en el dinero o en la pose
sin en general, sino en la mquina y la empresa, e
incluso esto de una manera especfica. No se trata de
una relacin con la mquina en tanto tal. Los que in
ventan mquinas o son apasionados de las mquinas
no son capitalistas, o slo lo son por accidente. Tam
poco se trata de la relacin de direccin en una colec
tividad, ni de la relacin con el poder en tanto tal: un
capitalista no es un general, ni ministro, ni obispo.
Tampoco se trata de la relacin con una racionali
dad o una racionalizacin cualquiera e-ntanto ta
les. Un capitalista no es un matemtico, un cientfico
o un filsofo. Ser capitalista es cargar de libido este
objeto especfico que nicamente puede existir como
institucin social: la empresa, en tanto ordenamiento
complejo de hombres y de mquinas que implica una
infinidad de otras instituciones y procesos al margen
de la empresa. Y, adems, cargarla como soporte e
instrumentacin de una formacin fantstica subje
tiva especfica, de una entidad en expansin y en pro
liferacin incesantes que tiende a un autocrecimiento
continuo y sumergido en una solucin nutricia, un
mercado, donde una oferta y una demanda sociales,
annimas, estn listas para surgir y entrar en funcio
namiento, lo cual slo sera una fantasa o un ele
mento de delirio si no se encontrara que, al mismo
251
tiempo, era algo socialmente realizable y ya realiza
do. Y tambin se encuentra que este capitalista no
existira, que su sublimacin slo sera psicosis si
por ejemplo, en el mismo momento, la sublimacin
de otros individuos no los llevara a inventar mqui
nas, constituir ciencias exactas, reformar la religin
o trabajar en la institucin de los estados nacionales
en tanto elementos fantsticos, sino en tanto compo
nentes de la institucin de la sociedad.
El individuo y la representacin en general
La institucin social del individuo debe dar exis
tencia, para la psique, a un mundo pblico y comn.
No puede absorber la psique en la sociedad'. Sociedad
v psique son inseparables e irreductibles una a otra.
Las innumerables correspondencias y correlaciones
que se pueden comprobar ya hemos indicado algu
nas de ellas ms arribaenti'e, por ejemplo, ciertos
rasgos importantes de las significaciones imaginarias
sociales y las tendencias o exigencias propias de la so
cializacin de la psique, no puede, en ningn momen
to, dar a pensar que unas puedan deducirse o produ
cirse a partir de las otras, aunque cuando slo fuera
porque su modo de ser es radicalmente distinto.
Si se consideran las cosas desde el punto de vista
de la institucin de la sociedad, se puede decir que
sta debe procurar para el individuo o no puede de
jar de procurarlela posibilidad de hallar y de dar
existencia para l a un sentido en la significacin so
cial instituida. Pero tambin debe procurarle y no
puede dejar de procurarle, haga lo que haga- un
mundo privado, no slo en el sentido de ese crculo
mnimo de actividad autnoma (se sabe que, en el
estrechamiento de ese crculo, se puede llegar muy le
jos), sino tambin en tanto mundo de la representa
cin (y del afecto, y de la intencin), del cual el indi
viduo es y siempre lo serel centro.
Lo mismo viene a significar la afirmacin de que
la institucin de la sociedad nunca puede absorber la
psique en tanto imaginacin radical, y de que, por lo
252
dems, he ah una condicin positiva de la existencia
v del funcionamiento de la sociedad. La constitucin
del individuo social no elimina y no puede eliminar
la creatividad de la psique, su autoalteracin perpe
tua, el flujo i-epresentativo como emergencia continua
de representaciones distintas. Y eso nos lleva a con
siderar nuevamente la cuestin de la representacin
en genetal. .
Desde el punto de vista que aqu nos interesa, no
hav nada que distinga la representacin inconsciente
de la representacin banal, consciente, en la que esta
mos constantemente inmersos, o, mejor, que en cierto
sentido somos, y no hay nada que las distinga en
cuanto al hecho de ser y al modo de ser. Si se consi
dera la ltima por s misma y sin prejuicios; si la des
pojamos de la capa de organizacin conjuntista-iden-
titaria que la cubre; si uno se deja arrastrar, por poco
que sea, a una desestructuracin de la visin social
cannica que se impone constantemente; si la epoch
el esfuerzo previo de suspensin del juicio en lo to
cante a lo que se da y tal como se daapunta a una
tesis no slo sobre su ser o no ser, sino tambin sobre
su modo de ser, su organizacin lgica, sus lineamien-
tos, que le dan existencia,tal como es, cada uno de no
sotros puede advertir que tiene acceso directo e inme
diato a lo que escapa a la lgica identitaria.
Las representaciones de un individuo en todo ins
tante y a lo largo de toda la vida o, mejor, el flujo
representativo (afectivo-intencional) que un individuo
es son ante todo un magma. No son un conjunto de
elementos definidos y distintos, y sin embargo no son
lisa y llanamente caos. En ellos se puede separar o
descubrir tal o cual representacin, pero esta opera
cin es, en relacin con la cosa misma, ostensible
mente transitoria (e incluso esencialmente prag
mtica y utilitaria), y su resultado, como tal, no es
verdadero ni falso, ni correcto, ni incorrecto. Da exis
tencia por medio del legein a un fragmento, aspec
to, momento, del flujo representativo como provisio
nalmente separado del resto, en cuanto a... y para tal
finalidad; y para hacer eso lo fija en general sobre tal o
cual trmino del lenguaje.
No es necesario repetir ni trasponer aqu lo que
253
ya se ha dicho a propsito de la representacin in,
consciente. Preguntbamos: cuntas representacio
nes hay en el sueo? Podernos preguntar tambin-
cuntas representaciones hay en una representacin?
Qu es, por ejemplo, la representacin de perro, de
casa, del mar, de mi amigo C? Cuntos trminos dis
tintos y definidos conlleva, qu es lo esencial en ello
y qu es secundario, cul es el sujeto y cules son los
atributos? Si se me habla de perro, por ejemplo
pienso o me represento imagino, figuro y me fi
guroel perro que no es ningn perro particular ni
un basset, ni un pastor, ni un terrier, ni un bastardo-
pero que muy bien puede serlo sin que ello me impida
hablar de perros; puedo representarme un hocico, una
cabeza y orejas y unas patas y un cuerpo peludo, o
nada de esto, o tal perro definido, con una nitidez par
ticular. Nada de esto me impide reconocer repre
sentarme, imaginar, figurarun perro en una bestia
de raza desconocida para m, o de aspecto extrao,
y decirme: qu perro tan extrao. Unicamente si fun
ciono como zologo terico o prctico, y en el caso en
que surja una duda o una dificultad efectiva o virtual,
confecciono una lista de rasgos pertinentes y decisivos
del ser-perro para decidir si tal animal es un perro o
no. Unicamente cuando una discusin matemtica
pone en tela de juicio el rigor de una demostracin,
me pregunto si el tringulo que me figuraba, o que he
dibujado en la pizarr a, era issceles o escaleno, y si
lo que deca de l dependa de esas particularidades.
En caso contrario, no tengo ninguna dificultad para
representarme-figurar-imaginar el tringulo, que en
mi representacin-figura-imagen es siempre un
tringulo particular con rasgos especficos, sin serlo
necesariamente, y sin que esos rasgos sean indiferen
tes, pero tampoco claramente planteados como perti
nentes o accidentales.
Todos estos ejemplos se han tomado de una regin
particular de la representacin, la representacin per
ceptiva (o la representacin regulada del tringulo),
en la cual el peso de la imposicin de la lgica de
conjuntos-lgica identitaria es particularmente grande.
Esto puede crear y ha creado interminablemente en
el pensamiento heredadola ilusin de que lo inde
254
terminado de la representacin es un dficit con rela
cin a la determinacin que se supone (o se postula
como) perfecta de la cosa, debido a una atencin in
suficiente, a un ejercicio incompleto, pero siempre
acabable y rectificable de nuestras facultades lgicas,
etc Sera demasiado fcil perseguir esta ilusin y
la concepcin que invocaen su propio terreno y en
su lmite, dedicarle el mximo de atencin, las facul
tades lgicas ms penetrantes, el universo entero de
la matemtica y los instrumentos ms poderosos, y
preguntarle: muy bien, pero dinos ahora si lo que
ves all es una onda o una partcula, las dos cosas
a la vez, ya una, ya la otra sin dejar de ser lo mismo,
y cmo es posible todo eso. Para tener una percepcin
de la cosa como determinada, es menester prestarle
atencin, pero no demasiado; es menester tomarla en
serio, pero no demasiado. Es menester prestarle aten
cin y tomarla en serio precisamente dentro de los l
mites que para nosotros ha fijado nuestra institucin
histrico-social en tanto individuos conscientes y ac
tuantes en y por el legein y el teukhein. La institucin
histrico-social de la cosa y de su percepcin es ho
mologa a la institucin histrico-social del individuo
no slo en tanto nicamente hay cosa y tal cosa
para los individuos, sino tambin en tanto el indivi
duo, como tal, es una cosa cardinal, necesariamente
instituida tambin como tal por toda sociedad.'1Si se
superan estos lmites de atencin y de seriedad, lo que
en la cosa pareca pleno y determinado se vuel
ve de pronto un agujero del ser, enigma indeterminado
que se nos escapa por todas partes, fascinacin, absor
cin, significacin filosfica, poema, o punto de par
tida de una cadena interminable de exploraciones
cientficas no necesariamente concordantes.
Consideremos la representacin como tal, el flujo
representativo que se nos da constantemente o que en
cierto sentido somos nosotros mismos, tratemos de
desembarazarlo de la percepcin de las cosas y
51. Esta institucin histrico-social de las cosas y de un
mundo es en realidad la Lebenswelt de Husserl; y es esta Lebens-
welt la que, apenas disfrazada, se oculta tras lo que .Heidcgger
tiene que decir acerca de los entes, el Dasein y el Ser.
255
de todo lo que se ha podido decir sobre el reflejo, la
imitacin, la receptividad de las impresiones y la es
pontaneidad de los conceptos, el desvelamiento de los
entes en el claro del ser, etc. Cerremos los ojos, tap
monos los odos, dejmonos hundir en los recuerdos
en un ensueo, en la nada. En la nada: imposible.5*
Hay - y prescindimos de saber si eso que hay es o
no es, si es real o no realsurgimiento inin
terrumpido de un flujo representativo, de imgenes y
figuras de toda clase (visuales, acsticas, verbales,
etc.) ya sea que se asienten o se atropellen, permanez
can o huyan, entren unas en otras o salgan unas de
otras sin salir, se fusionen o se descompongan, tengan
dependencias recprocas mientras desaparecen conti
nuamente. Siempre hay, fuera del dormir sin sueos,
imagen en el sentido ms general, ms,indefinido de
trmino, siempre hay representacin.
Lo que aqu en realidad nos interesa no es el ser
de la representacin (que plantea, sin duda, cuestio
nes interminables, las que, no obstante, no conciernen
al hecho de que haya representacin, sino al sentido
de ser), sino su modo de ser; no su modo de ser para
alguien, sino su modo de ser en s mismo. No hay ne
cesidad de insistir en este modo de ser; pues es perfec
tamente claro, as como, en cambio, es totalmente
misterioso e inaprehensible para todos los medios de
la lgica heredada, de la lgica identitaria-de conjun
tos. Se podra retomar aqu todo lo que se ha dicho
antes a propsito de la representacin inconsciente.
La representacin no es una ni mltiple, y sus deter
minaciones no le son esenciales ni indiferentes. La
representacin lleva consigo o presenta o deja ver re
laciones de pertenencia, inclusin, etc., pero estas
relaciones son indeterminadas o constantemente re-
determinadas; 4as posiciones y funciones respectivas
de los trminos que en ella se podran discernir, son
cambiantes y estn en constante redefinicin. Todo lo
que se puede elegir en general acerca de su organiza
cin se reduce a la siguiente condicin, prcticamente
52. To die, 10 sleep; To sleep! perchance to dream: ay,
there s the rub; For in that sleep o f death whai drearns mav come...
(Hamlet, III, 1).
256
vac a: siempre hay figura y fondo (pero la figura
puede convertirse en fondo y el fondo en figura, como
se sabe). Sera mejor decir: siempre hay diferencia
cin o heterogeneidad o alteridad mnima. Pero esta
al ter i d ad como alteridad concreta se altera tambin
ella, y nada podemos decir en general de sus soportes,
de los cuales es ella inseparable en cada momento. En
ellos ros apoyamos cuando aplicamos a la representa
cin el esquema de la separacin o de la discrecin;
pero esta aplicacin, en una infinidad de aspectos, es
si empre ficticia. La representacin de la cabeza de
un hombre nunca est verdaderamente separada del
hombre y, si me represento una cabeza literalmente
cortada y separada del cuerpo, puede llevar consigo
el cuerpo vago de un hombre indefinido. Suponiendo
efectuada esta separacin, entre las representaciones
as segmentadas existen diferentes clases de relacio
nes; pero la nica presente siempre y por doquier es
la relacin de remisin: toda representacin remite a
otras representaciones (lo que en psicologa se ha lla
mado asociacin slo es un caso particular de ello).
Remite: las engendra o puede hacerlas surgir. En
cuanto a cmo, a partir de qu, sobre qu apoyo y ha
cia qu, nada de universal puede decirse. En particu
lar, es imposible determinar la clase de los b a los que
a remite, fijar la totalidad de los trminos que sostie
nen con otro la relacin de remisin.'
53. Puede considerarse la relacin de remisin como una
seudoequivalencia facultativa. Si a puede remitir a b, y b ptiede
remitir a c, entonces a puede remitir a c. La relacin, por tanto,
es facultativamente transitiva. Del mismo modo, si a puede re
mitir a b, b puede remitir a a. La relacin es facultativamente
simtrica. Si el mstil me hace pensar en el navio, el navio
puede hacerme pensar en el mstil. Y si el navio me hace pensar
en Chancellor, el mstil puede hacerme pensar en Chancellor. Si
se agrega la hiptesis aparentemente inofensiva de que la rela-
cin deremisin es reflexiva (qiie a remite a a), se tendr una
relacin de remisin de seudoequivalencia facultativa; y se podr
decir que las representaciones as vino-dadas son facultativa
mente seudoequ iva lentes modulo esta relacin. No hay que con
fundir esto con la verdadera equivalencia matemtica, que se
enuncia as: para cualesquiera y, que pertenezcan a un con
junto, xR y implica necesariamente y R * (simetra); xR ye y R
z implican necesariamente * R z (transitividad); y siempre es ver
dad que a- R x (reflexividad).
Es cierto que el flujo representativo aparece tam
bin como sometido a la relacin de sucesin tempo
ral; en consecuencia, a una relacin de orden, e in
cluso de orden total. Pero a partir del momento en
que superamos el contexto de la institucin histrico-
social del tiempo c.omo tiempo identitario-conjuntis-
ta, tiempo de referencia de acontecimientos definidos
y distintos, no podemos evitar la siguiente pregunta
res que el flujo representativo est sometido a una
relacin de sucesin temporal, o bien es que el autoen-
gendramiento del flujo representativo como emergen
cia de la alteridad es, tambin aqu, creacin continua
del tiempo o tiempo de la creacin continua? Lo que
Kant llamaba tiempo como forma pura de la intui
ci nes decir, como pura representacin de una su
cesin, en donde pura quiere decir independiente
de todo trmino, emprico o no, cuya sucesin a
otro trmino se vigilara, sucesin de nada a nada o
de lo mismo a lo mismo, engendramiento de lo mismo
como diferente, es en verdad posible, o bien presu
pone, se realiza indisociablemente en y por la emer
gencia de la alteridad figurada, como emergencia de
otra figura? Esta cuestin ya se ha analizado antes en
un contexto ms general, y no vale la pena volver so
bre ella. Slo es necesario recordar que esta emergen
cia de la alteridad, como flujo representativo, es siem
pre a la vez temporalizacin y espacializacin, puesto
que lo que es no es nunca indiviso, sino que la imagen
o la figura implican que desde el primer momento
sean dados ciertos espaciamientos, distanciamientos,
extensiones, diferenciaciones. Esto es completamente
evidente, y, como se sabe ya desde hace mucho tiem
po, la linealidad del tiempo slo es el resultado de la
captacin consciente de las representaciones, de su
proyeccin (en el sentido geomtrico del trmino) so
bre el eje unidimensional de la palabra, que es exi
gido por el algo-distinto-y-defnido-a-la-vez impl
cito en el legein identitario.
En la medida en que estas determinaciones y rela
ciones de la lgica de conjuntos hacen aqu su apari
cin, no desempean, ni siquiera mnimamente, el
mismo papel y la misma funcin que en los dominios
en los que esta lgica se ha apoderado efectivamente
258
de su objeto. Esencialmente privadas de pertinencia,
no constituyen nada en el objeto o no desvelan nada
de l, no hacen inteligible nada de este ltimo. Para
lo nico que sirven esas determinaciones es para per
mitirnos hablar del objeto y, a condicin de compren
der esto, de pensarlo. Se sobreentiende que no pode
mos exagerar en este sentido, y que en este sentido las
determinaciones no pueden apoderarse de lo que deci
mos del objeto. La paradoja, o mejor dicho, la antino
mia que de ello resulta y que seguramente hace ya
tiempo que se le viene apareciendo al lector, para su
profunda irritacin, pues constantemente escribimos:
dos representaciones no son dos representaciones, una
representacin que contiene otra no la contiene,
puesto que tambin debemos proceder constante
mente por razonamientono puede eliminarse en y
mediante la lgica identitaria. Pero adems, no hay
antinomia - en el sentido fuerte del trminosi no
es desde el punto de vista de esta lgica. Debemos
aprender, reaprender siempre, a vivir a pensaren
dos circuitos, que constantemente llevan del uno al
otro, que se entrecruzan por doquier e indefinidamen
te, pero que no son ni idnticos, ni reducibles el uno
al otro, ni deducibles el uno a partir del otro: el de la
lgica identitaria, y el del pensamiento. Cuando se
trata de la representacin, los medios de la lgica
identitaria-lgica de conjuntos apenas si pueden per
mitimos hablar de ello. Funcionan aqu esencial
mente como trminos y medios de referencia. Permi
ten plantear, transitoria y exteriormente, aquello de
lo cual se habla o aquello a lo cual uno se refiere,
as como el aspecto bajo el cual se hace la referencia.
Es as como se crea la impresin de que aquello a lo
que uno se refiere se aprehende en la red de relacio
nes identitario-conjuntistas habituales; pero esta im
presin es ilusoria. Contrariamente a lo que sucede en
los dominios en los que la lgica identitaria es, en di
versos grados, pertinente, no hay aqu ninguna verda
dera aprehensin del objeto, salvo la posibilidad de
referirse a l y de nombrarlo.
Se dir que la propia expresin aquello a lo que
uno se refiere implica no slo toda una lgica, sino
toda una ontologa. Es eso exactamente lo que digo,
259
con el agregado de que esta ontologa no es tocia la
ontologa, o que es aqu donde tiene lugar el desliza
miento casi irresistible. Hasta qu punto estamos
obligados a aceptar y asumir la ontologa nsita en el
lenguaje, o, mejor, en su dimensin ineliminable del
legein, no se puede decidir tan slo teniendo en cuenta
el hecho de que ni por un segundo podamos soar con
un pensamiento sin lenguaje o al margen del lengua
je; por el contrario, debe decidirse tambin, y sobre
todo, por la reflexin de lo que pensamos y de su
modo de ser. Y que podamos hacerlo es tambin re
sultado del hecho de que el lenguaje no es simple
mente legein, sino que tambin se relaciona con el
magma de las significaciones.
En la expresin aquello a lo cual uno se refiere,
el referirse no es unvoco. Si aquello a lo que uno
se refiere es un perro, por ejemplo, un perro real, se
da una significacin particular del referirse: con
independencia del carcter interminablemente enig
mtico del hecho de ser perro, de la infinitud de inser
ciones diferentes en las que un perro o el perro pue
den cogerse, de los puntos de vista bajo los cuales se
lo puede considerar, la expresin plantea y fija inme
diatamente su correlato objetivo como estable, ins-
peccionable por cualquiera, aprehendido con certeza
en una multitud de relaciones y de atribuciones deter
minadas, no slo especficas, sino categoriales y, final
mente, ontolgicas. Un perro, en tanto perro, es efecti
vamente uno, y el en cuanto a... para el cual es uno a
pesar de sus miles de millones de clulas, etc., es esen
cial; sus intercambios interminables con el universo
no le impiden ser l mismo esta frontera bien trazada
en cuanto a otra consideracin esencial de acuerdo
con la cual es un ser vivo. Queda excluido el que se
disuelva, el que deje su lugar a un teorema, a una me
loda, a nada que no sea una continuacin de s mis
mo, que contenga otros perros (salvo los embriones de
perro si se ti'ata de una hembra preada) o que forme
parte de otros perros. Ser y uno tienen el mismo sen
tido, deca Aristteles. Referirse a un perro es situarlo
en seguida bajo una multitud de determinaciones, po
nerlo como o reconocer en lun espesor ontol-
gico esencialmente definido, relacionarse con una
260
concrecin ya efectuada (aunque siempre incomple
ta), con algo ya hecho y dicho como ya hecho. Se ad
vierte claramente por qu la cosa en general deba
devenir casi fatalmente pi'ototipo lgico y ontolgico.
Pero si uno se refiere a una simple representacin
un recuerdo, un sueo, o incluso mi representa
cin del perro en este momento , la expresin re
ferirse tiene una significacin completamente distin
ta. Debido a su propia naturaleza, no entraa casi
nada, a no ser un primer punto de referencia, un
punto de apeno inicial a partir del cual se puede co
menzar a decir y a pensar. Decir esta representa
cin... no compromete a nada ni entraa nada (fuera
de trivialidades vacas) en cuanto a aquello de lo que
se trata. La expresin es infinitamente pobre, no hay
aqu ningn en cuanto a... esencial, ninguna organiza
cin categorial con que la expresin contribuyera ipso
facto; sta no impone casi nada y no excluye casi
nada, no tiene ningn contenido ni otra funcin que
la de identificar provisionalmente algo fluyente y hui
dizo, de donde parten trayectorias indeterminadas en
cantidad y direccin,, de las que slo es cierto que se
disolver o estallar para dejar lugar a cualquier otra
cosa que no sea l mismo. Aquello a lo cual uno se
refiere aqu es una concrecin por efectuar, algo que
no est ya hecho, sino que se hace mientras se ha
ce como otra cosa. Y vemos aqu por qu esta regin y
su modo propio de ser nunca ha sido tomado en
cuenta por la filosofa heredada, por qu ha sido, y
sigue siendo el objeto de una obstinada negacin, por
qu la lgica y la ontologa del ser como determinado
se sfenten, y se han sentido siempre, con razn, mor
talmente amenazadas por la representacin, la imagi
nacin, lo imaginario.
Pero veamos, se acaba de escribir identificar;
se dice que la representacin, el flujo representati
vo, se hace: se, quin? Tambin aqu vuelve a
aparecer la problemtica que quiero poner de relieve.
Pues, si esta representacin no es esta representacin,
si, por tanto, es idntica a s misma y diferente de
s mismatodo se esfuma, a la vez que nos vemos
condenados al silencio, incluso al silencio interior.
Por eso estamos irremediablemente perdidos si consi
261
deramos estos trminos como determinaciones plenas
que recaen sobre la cosa misma, si olvidamos que el
ser de la representacin no es otra cosa que esta fuga
perpetua y omnidireccional, temporal y espacial,
fuera de s mismo, en que el trmino s mismo reitera
una y otra vez la misma problemtica, y as sucesiva
mente, indefinidamente, que la representacin no se
presta a la comprensin identitario-conjuntista del le-
gein, a no Ser del modo ms exterior y ms vacuo, y
que, por ltimo, el legein mismo no podra ser ni fun
cionar, si no echara tambin sus races en la represen
tacin.
Decir que todo se presta a la lgica identitaria-l-
gica de conjuntos y a sus determinaciones, lgica y
determinaciones del legein (a partir del momento en
que puede ser dicho es una tautologa, la tautologa
de la cual la mayor parte de la historia de la filoso
fa no es ms que interminable, riqusima y fecundsi
ma elaboracin). Esta tautologa se convierte en una fala
cia precisamente en cuanto se oculta la difei'encia de
los dominios en donde la lgica identitaria opera ms
o menos en plenitud, y aquellos en los que slo opera
como medio de referencia ineliminable pero externo,
formal y casi vaco. Pero nicamente utilizando los
trminos y las relaciones forjadas en y por el legein
podemos decir lo que acabamos de decir. Pero si po
demos decirlo es porque podemos pensar, ms all
del legein, y pensar los lmites de ste, lmites' que no
pueden aparecer en el legein de otra manera que como
indeterminaciones y contradicciones brutales, susci
tadas por el legein mismo, y que segn sus propias
reglas debieran anularlo y no dejar nada de l. Si toma
mos completamente en serio las exigencias del legein,
el legein s destruye a s mismo, pues todo debe ser
definido, pero, evidente y necesariamente, hay trmi
nos primitivos indefinibles y, en consecuencia, tam
bin lo es todo lo que le sigue, y, por tanto, no es nada;
del mismo modo todo debe ser determinado pero todo
no lo es, existe lo indecidible y, si se tomara comple
tamente en serio el formalismo y la exigencia iden
titaria, nos veramos obligados a decir que la totalidad
de las matemticas es nula y sin valor (salvo las ope
262
raciones con conjuntos finitos). Mucho antes de Go-
del el propio fundador de la lgica ya saba perfecta
mente todo esto: acerca de los trminos primitivos y
e los ltimos, no hay logos, sino nous. El uso lgi
co de la lgica exige algo ms que la lgica: el nous, la
aprehensin pensante. Fuera de esto, el legein resulta
al mismo tiempo vaco y suspendido en el aire; pues
el legein no puede cerrarse sobre s mismo, seguir
siendo lo que es y conformarse con sus propias reglas.
Este carcter vaco de la lgica identitaria sepa
rada del pensamiento est oculto hace siglos por el
fuego fatuo del concepto, que crea la ilusin de la po
sibilidad de un discurso a la vez identitario y pleno.
Pero esta roca de la lgica-ontologa tradicional cae
hecha polvo apenas se la toca; este representante puro
de una lgica plena slo es un conglomerado de tr
minos de referencia y de significaciones. Ya sea que
se d al trmino la acepcin restrictiva de definicin
decisoria, que se hable del conjunto sistemtico de
juicios verdaderos que se refieren al mismo objeto, o
que se lo califique como una extensin y una com
prensin determinadas, encontramos siempre las mis
mas aporas, nos hundimos en los mismos enigmas.
Una definicin decisoria no es ms que un trmino de
referencia ampliado y explcito (formado por un
grupo de tales trminos) que al mismo tiempo remite
a la totalidad del lenguaje (si se exige la explicitacin
de los trminos que la componen), puede ser decisoria
y al mismo tiempo totalmente exterior a aquello de
lo que se trate, y nicamente es decisoria en el marco
de un contexto dado y para algunos sujetos. Decir que
un conjunto sistemtico de juicios se refiere al mismo
objeto plantea de inmediato la cuestin relativa a qu
es un objeto y en qu condiciones es el mismo objeto;
pregunta que slo recibe una cierta respuesta, tam
bin ella indefinidamente enigmtica, en el marco de
una cierta metafsica, la metafsica de la sustancia-
esencia, ousia. Ya Aristteles lo saba perfectamente:
la definicin dicees discurso que significa to ti n
einai, lo que estaba por ser, toa ti esti kai ts ousias,
que recae en lo que es y la esencia.54El juicio (apophai-
54. Top.. I, 4, 101b; Anal. post.. II, 3, 90b.
263
nesihai), en tanto que enuncia algo de algo (ti kata
tinos), presupone no slo la posicin lgica, sino
tambin ontolgica de la ousia, esencia-sustancia de
aquello de lo que se habla, segura y determinada. Esta
seguridad y esta determinacin, ante todo lgica,
cuentan adems ante el pensamiento, ante el nous,
con la garanta de su propia esencia: Pues el nous es
verdadero, no siempre, sino cuando piensa lo que es
segn lo que estaba por ser, y no cuando piensa algo
de algo (ti kata tinos).*5 El nous puede equivocarse
en la atribucin, en el juicio; de todos modos tiene
siempre asegurado el acceso a la esencia. As como la
vista contina Aristteles no se equivoca nunca
acerca de su sensible propio (idion) esto es blanco,
aunque pueda haber error acerca de la atribucin
ese objeto blanco es un hombre, as tambin el
nous puede equivocarse acerca de las atribuciones,
pero no acerca de lo que se podra llamar su pensable
propio: la esencia. Si no hay seguridad respecto a es
te punto, si no existe este anclaje, todas las atribuciones
flotan en el ocano del discurso. Esta metafsica, me
tafsica a la vez de esencias y del pensamiento, se ve
necesariamente implicada cuando se habla de con
cepto con seriedad,36 as como se ven implicadas sus
incontables aporas y los medios adicionales que se da
para enfrentarlas. Por ejemplo, que hacer con la dis
tincin entre la extensin y la comprensin de un con
cepto, aparentemente tan clara? En nombr.e de qu
puede excluirse de la comprensin del concepto un
juicio verdadero que verse sobre uno o varios miem
bros de la clase correspondiente a la extensin del
concepto? Para excluirlo, es menester introducir la
distincin entre esencia y concomitantes (acciden
tes), potencia y acto, posibles esenciales y,posibles
accidentales, etc. El hecho de que Scrates haya exis
55. De anima, 430b 27-31.
56. Y lleva necesariamente al Dios-pensamiento de Aristte
les, al Espritu de Hegel o a un ser-ente de la misma naturaleza.
De esto jams se dieron cuenta Althusser y los otros normalistas
que, so capa de marxismo, trabajaban el concepto y produ
can conceptos. Se advierte que el profundo deterioro de Ja cali
dad de la enseanza superior en Francia ya haba comenzado
mucho antes de Mayo de 1968.
264
tido no concierne a la comprensin del concepto hom
bre. Es esto seguro? Concierne o no a esta com
prensin el que haya habido filsofos? Y a partir de
cundo? Pertenece el poder filosofar a la esencia del
hombre, o es un sumbbkos, un concomitante acci
dental? El hombre desea el saber en y por su propia
naturaleza (physei). El poder-filosofar y la actualiza
cin de ese poder, por tanto, forma parte de la ousia
del hombre. Desde cundo? Desde siempre, en el
siempre y para siempre. Pues la ousia es el ti en einai,
lo que estaba por ser, lo que estaba desde siempre y
para siempre destinado a ser. Si se quiere el concepto
en sentido pleno, es forzoso que se quiera tambin
esta metafsica, esta ontologa, sin la cual no hay
nada. Es forzoso que se quieran tambin sus conse
cuencias; por ejemplo: esencialmente por lo que afecta
a su esencia, todo est determinado desde siempre; lo
que no lo est, slo es, por definicin, accidente. No
otra cosa ha dicho Hegel.57
No hay concepto lgico y pleno, el concepto pleno
no es ms que la contrapartida, en la lgica identita
ria, de la sustancia-esencia, posicin central de la on
tologa identitaria. Si abandonamos esta posicin,
como nos vemos obligados a hacerlo, el concepto de
concepto se vuelve vaco e intil. Hay trminos de re
ferencia que al ampliarse y enriquecerse en el discur
so, se convierten en definiciones decisorias; tanto
unos como otros, siempre transitorios y eminente
mente relativos. Y hay significaciones que se prestan
tambin no siempre, ni siempre de manera esen
ciala una elaboracin lgica esencialmente inaca
bable.
La representacin es imaginacin radical. El flujo
representativo es, se hace, como autoalteracin, emer
gencia incesante del otro en y por la posicin (Vorste-
llung) de imgenes o figuras, puesta en imgenes que
desarrolla, da existencia o actualiza constantemente
lo que al anlisis reflexivo aparece retrospectiva
mente como sus condiciones de posibilidad preexis
tentes: temporalizacin, espacializacin, diferencia-
57. El concepto es identidad, o unidad, del ser y de la esen
cia: Wissenschaft der Logik (Lasson), II; pp. 213, 235.
265
cin, alteracin. (El inconsciente ignora el tiempo
lgico y real, no el tiempo a secas, pues un sueo
se desarrolla en un tiempo del sueo o desarrolla un
tiempo del soar.) No hay pensamiento sin represen
tacin; pensar es siempre tambin y necesariamente
poner en movimiento, en ciertas direcciones y segn
ciertas reglas (no necesariamente dominadas, ni unas
ni otras) de las representaciones: figuras, esquemas,
imgenes de palabras. Y esto no es accidental, ni con
dicin exterior, ni apoyo, sino el elemento mismo del
pensamiento. Negarlo equivaldra a afirmar las ficcio
nes incoherentes de un pensamiento sin lenguaje, de
un lenguaje trascendental o del lenguaje como condi
cin exterior del pensamiento. Toda conciencia es
conciencia de... Pero la representacin no es necesa
riamente representacin de... (algo que sera exterior
a la i-epresentacin). Es evidente que hay representa
ciones que lo son: por ejemplo, las representaciones
perceptivas, llamadas percepciones, puestas en im
genes de... (algo sobre lo cual nada puede ser dicho si
no es en y por otra representacin). Aqu, ser imposi
ble para siempre separar absolutamente lo que viene
de lo que es puesto en imagen y lo que viene de lo que
pone en imagen, la imaginacin radical, el flujo 'repre
sentativo. Del mismo modo, la representacin (Vorste-
llung) no es re-presentacin (Vertretung), no est all
para otra cosa o en el lugar de otra cosa, para re-pre
sentarla por segunda vez. Qu re-presentaba, pues,
el acuerdo caracterstico y fundamental de Tristn,
cuando creci en el pensamiento del Wagner?
El prejuicio de la percepcin y el privilegio de la cosa
Por qu la representacin se ha pensado siempre
si es que alguna vez se ha pensado verdaderamente
en ellaen relacin con lo que no es, y para reducirla
de inmediato a pensamiento confuso, o percepcin de
bilitada, frrago imitativo y defectuoso de lo que un
esfuerzo suficiente y adecuado de atencin bastara
para restaurar como pensamiento, intuicin pura o
percepcin; o como pantalla de proyeccin, que se
266
para malhadadamente el sujeto y la cosa; o in
cluso, por los decretos de una moda ontolgica re
ciente, decididamente suprimida, denunciada como
un producto de estos miserables tiempos modernos,
que apuntan a enmascarar fraudulentamente por su
intermedio el olvido del ser? Por qu se ha tomado
siempre por lo que no es? Porque el pensamiento he
redado no poda considerarla de otra manera, porque
la lgica y la ontologa tradicionales no tienen domi
nio sobre ella. El problema de la representacin no es
otro que el problema de la imaginacin radical en su
manifestacin ms elemental; la ocultacin de ambas
procede de los mismos factores profundos.
Es que la representacin pone sobre el tapete, y,
para decirlo en trminos rigurosos, lleva a la mina,
por un lado, la tesis sobre el ser que sirve de funda
mento, de cabo a rabo, a la filosofa greco-occidental
la del ser como determinidad (y sus consecuencias
esenciales), como uno y como el mismo, y el mismo
para todos; por tanto, del ser como comn (koinon)
y por otro lado, el tipo de organizacin lgica consus
tancial, homlogo a esta tesis. Lo que se da en y por
la representacin considerada en s misma es reacio
a los esquemas lgicos ms elementales. Esta es la ra
zn por la cual el pensamiento heredado se ha apar
tado siempre de ellos con desagrado y horror; pues,
as como slo poda ver en el sueo las escorias del
funcionamiento psquico, as tampoco poda encon
trar en la representacin otra cosa que la ausencia o
la interferencia de los esquemas sin los cuales no
puede existir. As se explica la paradoja aparente que
constituye la recusacin violenta y la vehemente de
nuncia de la palabra y del hecho de la representacin
en el momento mismo en que la teora psicoanaltica
la volva a colocar en el centro de la vida del sujeto
y arrojaba esclarecedora luz sobre sus caracteres
algicos, tanto por filsofos como Heidegger, que
se han esforzado en ignorar el psicoanlisis (y la
sexualidad, as como tambin la sociedad, el po
der, la poltica), como, ms cmicamente, por otros
que lo reivindicaban o a l se referan. Paradoja tan
slo aparente, pues, mucho ms que el orden moral
de la sociedad, lo que el psicoanlisis cuestionaba
267
profundamente, sin saberlo, es su orden lgico y onto-
lgico.
As tambin era menester recusar o reducir la re
presentacin, para salvar el ser, pues ser quiere decir
ser determinado, ser uno, ser el mismo, ser el mismo
para todos, ser comn, y la representacin en tanto
tal ignora estas normas o las transgrede. Aceptar la
representacin ante todo como irreductible, equival
dra a pulverizar el ser y el mundo: he aqu lo que
idealistas, realistas y escpticos dicen todos a una,
para concluir, unos, que la representacin no existe o
se la puede reducir a otra cosa; otros, que no hay
mundo comn o que no se puede decir nada de l.
Como si, a fin de salvar el ser de la Misa en si menor,
o de hacerlo inteligible, hubiera que afirmar a todo
precio que lo que cada uno de nosotros oye, ve, piensa
y experimenta cuando escucha la Misa en si menor,
no tuviera existencia. Pero el ser de la Misa consiste
tambin en eso, en la capacidad para dar existencia
al otro irreductible en todos los que la oyen, y as in
terminablemente, durante todo el tiempo que haya
hombres y exista esa msica. En cuanto al hacer inte
ligibles el ser de la Misa o el del mundo, en el sentido
convencional del trmino, felizmente la empresa ha
probado que es imposible.
De tal suerte, nunca se ha considerado la represen
tacin por s misma, sino siempre sometida a la pers
pectiva de la siguiente cuestin: qu aporta a lo que
hace la verdad, cul es su contribucin a la constitu
cin del saber, en qu medida permite un acceso
al ser (siempre implcitamente puesto, en consecuen
cia, como instancia otra, slo instancia otra y slo
una, nica, y comn)? De esta manera, siempre se ve
la representacin como reflejo o copia (generalmen
te imperfecta), imagen de... no perfectamente clara y
distinta, pantalla entre la conciencia y la cosa o el
mundo, doxa, y finalmente fuente de error y seal
acstica de no ser. Su poquedad de ser le viene de lo
que no es; su organizacin, en la medida en que es
menester construirle una a cualquier precio, es conce
bida siempre a partir de estos dos constructa: el
sujeto y la cosa. Entonces se convierte en espec
tculo fijo y estable, cuadro colgado en el interior
268
del sujeto, calco defectuoso de la cosa, percepcin
debilitada y conservada.
Pero la representacin no es un cuadro colgado en
el interior del sujeto y dotado de diversos trompe-lceil,
ni un inmemso trompe-l'oeil; no es una mala fotografa
del espectculo del mundo, que el sujeto lleva en el
corazn y del que no puede desprenderse. La repre
sentacin es la presentacin perceptual, el flujo in
cesante y por el cual se da lo que sea. No pertenece al
sujeto; es, y desde el comienzo, el sujeto. Es aquello
por lo cual nos encontramos en la luz aun cuando
cerremos los ojos, aquello por lo cual el sueo mismo
es luz. Es aquello por lo cual siempre, aun cuando
no pensamos en nada, existe esa comente densa y con
tinua que somos, aquello por lo cual slo estamos pre
sentes a nosotros mismos si estamos presentes a otra
cosa que nosotros incluso cuando ninguna cosa est
presente, aquello por lo cual nuestra presencia an
te nosotros mismos no puede nunca ser otra cosa que
presencia de lo que no es simplemente nosotros. La
representacin es precisamente aquello por lo cual
ese nosotros jams puede estar encerrado en s mis
mo, aquello por lo cual se escapa por todos los costa
dos, se hace constantemente como otro que lo que
es, se postula en y por la posicin de figuras y so
brepasa toda figura dada. Estpidamente asimilado a
una pretendida inmanencia de la conciencia psicol
gica, el flujo representativo hace ver precisamente la
imaginacin radical como trascendencia inmanente,
pasaje al otro. En resumen, el carcter artificial y fa
bricado de la oposicin de lo inmanente y lo trascen
dente concebido como seguro y absoluto. En tanto
imaginacin radical, somos lo que se inmanentiza
en y por la posicin de una figura, y se trasciende
al destruir esta figura cuando da existencia a otra fi
gura. La representacin no es calco del espectculo
del mundo, sino aquello en y por lo cual, a partir de
un momento, se eleva un mundo. No es lo que sumi
nistra imgenes empobrecidas de las cosas, sino
aquello en cuyo seno algunos segmentos se cargan de
un ndice de realidad y bien que mal y sin que se
trate de una estabilizacin asegurada de manera defi
nitiva se estabilizan en percepciones de cosas.
269
Decir lo contrario equivale a decir que se conserva
ante s como fija e indudable la separacin de lo
real y lo imaginario, as como la norma de su apli
cacin en toda circunstancia, afirmacin que no me
rece un solo segundo de discusin. El corte que pro
duce imgenes pretendidamente bien separadas en
el flujo representativo que es en lo que el filsofo
suele pensar cuando habla de representacin de...
se apoya, sin ninguna duda, en las formas, las fi
guras, las singularidades, las diferencias, los
niveles, las pregnancias que emergen en el flujo
representativo, a las que ste da existencia con su pro
pia existencia; pero ese corte constituye, de todas ma
neras, una operacin inesperada, segunda. El flujo re
presentativo contiene, o mejor, crea sus soportes y sus
grmenes, sin lo cual no seran posibles ni legein ni
pensamiento, pero no es la composicin confusa de
los mismos.
Es evidente que han desempeado un papel esen
cial en la ocultacin de la representacin y de la
imaginacin, la preocupacin exclusiva, siempre domi
nante, por la cosa y, por tanto, por la percepcin,
es decir, el fetichismo de la realidad. La representacin
y la imaginacin aun cuando, a partir del momento
en que se plante la cuestin de la do xa como opuesta
a la aletheia, dejaran de pronunciarse los trminos
slo fueron concebidas en oposicin a la postulacin
de una entidad separada, distinta y determinada, del
ente como sustancia-esencial definida e independien
te, por s misma-, postulacin que, sin ninguna duda,
es en primer lugar la de la cosa, y que es coorigina-
ria de la institucin del legein y del teukhein, v, por
tanto, cooriginaria de la institucin de la sociedad. La
cosa y el individuo, el individuo como cosa y
como aqul para quien indudablemente existen co
sas, son, ante todo, eso, dimensiones de la institucin
de la sociedad.
El privilegio ontolgico exorbitante que se otorga
a la res (extensa y cogitans, que ninguna de las dos
puede prescindir de la otra), traduce la subordinacin
continua de la filosofa a las exigencias de la institu
cin histrico-social del legein y del teukhein. Lo que
de ello ha derivado es una centracin en la cosa v la
270
percepcin, totalmente independiente de las palabras
que se utilizan; hablo del esquema, imaginai'io, subya
cente, que erige aqulla como tipo genrico del ente
y sta como modelo de toda relacin con el ser.=sNo
hay cambio esencial a este respecto si se reemplaza
el esquema de la percepcin por el de la constitucin.
En el primero, la cosa est all, ya dada, me relaciono
con ella pasivamente, aun cuando se requiera mi
cooperacin; esta cooperacin es ontolgicamente
pasiva, est gobernada y regulada desde la cosa que
es lo que es y, desde ms lejos an, por el ser mismo,
que habla en nosotros y por nosotros, ve en nosotros
y por nosotros y, sin duda, tambin percibe en noso
tros y por nosotros. As como en la teodicea tradicio
nal no hace falta cuestionarse por qu Dios ha tenido
necesidad de crear el mundo y los hombres, as tam
poco hace falta, en la ontodicea heideggeriana, pre
guntarse por qu el ser no puede hablar, ver y percibir
si no es por nuestro intermedio. En el segundo esque
ma, el de la constitucin, yo (como conciencia consti
tuyente) constituyo o construyo la cosa por medio de
estas funciones, de estos tipos universales de opera
cin y de actividad del espritu que son las categoras,
modelando libremente la arcilla amorfa que la recep
tividad de las impresiones me proporciona; la cosa es
mi sntesis (que es lo que quiere decir composicin).
En los dos casos, los esquemas o, ms bien el es
quema de actividad/pasividadson soberanos. Ahora
bien, el carcter segundo y reflexivo de este esquema,
as como su pertenencia a las construcciones cons
tructivas, a las condiciones de produccin producidas
58. El alma platnica theorei, mira, las eid, aspcctos/figuras.
Cuando Heidegger traduce el noein (que habitualmente significa
pensar) de Parmnides por vernehmen, percibir (que da en ale
mn Vernunft, razn), que es efectivamente uno de sus sentidos
ms antiguos, mete el dedo lo sepa o 110, y con independencia
del hecho de saber si es posible quedarse en ello en lo que con
cierne a Parmnidesen el origen histrico-social instituido de
la interpretacin del pensamiento. (Was heisst Denken?, 1954,
p. 124; cf. Essais et Confrences, Gallimard, 1958, p. 166). Por lo
dems, es fcil advertir que, implcitamente, Heidegger siempre
piensa la relacin con el ser segn el esquema de la percepcin.
Lo mismo, pero de modo explcito, vale para Merleau-Ponty en
Le visible et Vinvisible, en particular en las Notes de travail.
en y por el legein y el teukhein, son evidentes. Activi
dad/pasividad son modos bajo los cuales los indivi
duos y las cosas histrico-socialmente instituidas se
relacionan entre s. El esquema de actividad/pasivi
dad que ha dominado la historia de la filosofa no
tiene ningn carcter originario, ningn privilegio ni
pertinencia universal en absoluto. Por ejemplo, no
tiene efecto alguno sobre el flujo representativo; hay
emergencia de la representacin, y decir que la hago
o que la sufro no tiene sentido en el caso general.
Esta centracin slo ha sido posible por o ha en
traadola ocultacin de otro recorrido, ocultacin
en cierto sentido inevitable, en relacin con la cual
tanto la percepcin como la cosa son segundarias y
accidentales (lo que, por cierto, no quiere decir que
sean deducibles o constructibles). En este recorrido,
comprobamos que la percepcin y la cosa no se dan des
de un comienzo, sino que desde el punto de vista psico-
gentico emergen en la historia del sujeto, que hay flujo
representativo independiente de la percepcin e indu
dablemente previo a ella. Este hecho trivial ha sido
arrumado en su significacin por la voluntad de no
ver en la historia del sujeto otra cosa que las condicio
nes que le permitirn acceder al estado cannico de
un sujeto consciente y capaz de percibir correcta y
normalmente cosas distintas y definidas, como si, en
el lactante y en el nio, no pudiera verse ni pensarse
otra cosa que un adulto imperfecto. Sin embargo, el
que el nio se haga adulto; el que en el nio recin
nacido est siempre presente la posibilidad de aper
tura a un mundo, de esa ruptura enigmtica que pro
duce una doble excentracin del flujo representativo,
por lo dems, por siempre inacabado, el referirlo a un
yo y a un exterior, no cambia en nada el carcter
segundo y accidental de la percepcin y de la cosa, a
la discontinuidad que introduce en este flujo ni en la
imposibilidad de que alguna vez se destaquen en di
cho flujo. Se sabe, como lo muestran diferentes for
mas de psicosis infantil precoz, que esta ruptura
puede fracasar en distinto grado; pero tambin se
sabe que, para la ontologa heredada, el ser patolgico
es siempre menos que el ser normal, que slo es
fraccin de ser (ya que en l slo hallamos desechos
272
o fragmentos de la esencia, de la physis, de lo que
hace que el ente sea en tanto es lo que es). Bien se sabe
que ser ha significado siempre valor y norma de ser.
Es imposible pensar esta emergencia de la percep
cin y de la cosa en la historia del sujeto nicamente
en la perspectiva psicogentica o, ms en general,
idiogentica, como produccin, creacin, maduracin,
descubrimiento de o por un sujeto propio y singular
(idion). Sin embargo, casi siempre se la considera
desde esta perspectiva, ya sea en la psicologa, e in
cluso en el psicoanlisis, ya sea en la filosofa, con su
egologa insuperable. Y eso no cambia porque se la
considere como gnesis, como dato inicial, como re
cepcin o como constitucin. La emergencia de la
percepcin y de la cosa slo puede pensarse en una
perspectiva sociogentica o koinogentica (koinos: co
mn, compartido). Pues no solamente en y por la ins
titucin de la sociedad hay individuos, cosas y mundo
(a los bilogos corresponde decir, a condicin de que
lo digan sin utilizar el- lenguaje, si tambin los hay
para las bacterias). Pero cada sociedad es esta institu
cin y precisamente sta, que da existencia a este
magma particular de significaciones imaginarias so
ciales y no a otro, de esta manera y no de otra, y me
diante tal socializacin de la psique y no tal otra. Le
da existencia ya en la materialidad misma de los ac
tos y las disposiciones sensoriales de los sujetos, en
su visin, odo, tacto, ya en la formacin que impone
a su imaginacin corporal (gestual, propioceptiva);
arrojar el boomerang, bailar como los africanos o can
tar el flamenco no son acciones instintivas ni trans-
culturales. (Las tcnicas corporales son un caso
particular de la imaginacin corporal, ms exacta
mente, su parte codificable.) Tambin, y sobre todo,
lo hace en y por su lenguaje. No es posible pensar en
una percepcin, en el sentido pleno del trmino, al
margen del lenguaje; esa mera posibilidad implicara
que, en sentido estricto, en la formacin de la cosa no
interviene ninguna funcin lgica, ninguna signifi
cacin y ninguna reflexividad (o, lo que viene a ser lo
mismo, que ya estn en la cosa). Tambin es impo
sible pensar en una percepcin al margen de un hacer
del sujeto, aunque sea mnimo. As como, en el caso
273
del lenguaje, el legein, la dimensin cdigo del lengua
je, no es separable del lenguaje, de su dimensin sig
nificativa, as tampoco aqu, en el caso del hacer, el
teukhein, la dimensin estrictamente funcional es se
parable del actuar social, de las significaciones en que
se aprehenden las actividades recprocas de los indivi
duos. Las condiciones y la organizacin del represen
tar y del hacer en tanto participable, son, y no pueden
dejar de serlo, socialmente instituidas.
La existencia de un polo transcultural de la insti
tucin de la cosa apoyado, por cierto, en el estrato
natural, tanto externo como interno, tal como estara
articulado ya en parte para el hombre-animaltoda
va no dice nada acerca de lo que es una cosa ni de
cules son las cosas para una sociedad determinada;
as como la existencia de un polo transcultural del in
dividuo tampoco dice qu es un individuo ni cmo es
individuo para una sociedad dada. Hay que reconocer
un gran coraje al filsofo, socilogo o bilogo coraje
que nos ha sido negadoque afirma la identidad de
la percepcin de la cosa, en tanto percepcin de la
cosa, tanto para un hombre para el que no existe nada
que no est habitado, que no sea animado, intenciona
do, como para otro para quien las cosas son, casi
siempre y sobre todo, instrumentos inertes, objetos de
su posesin o medios de existir a ojos de los dems;
o que cree disponer del medio para separar rigurosa
mente un ncleo de relaciones del hombre con la cosa
y con el mundo, siempre igual a s mismo, y las arbo
rescencias imaginarias (lo que aqu slo puede sig
nificar completamente ficticias) que lo rodearan en
tal o cual cultui'a. Pero, puesto que esa separacin es
imposible, no podemos pensar una percepcin indivi
dual esencialmente independiente de la institucin
social del individuo, de la cosa, del mundo. E, inver
samente, no podemos pensar esta institucin, en su
hecho de ser, su modo de ser y lo que es en cada mo
mento, si no es como creacin del imaginario social,
imposible de deducir o de consti-uir a partir de la su
puesta percepcin cannica de un mundo y de cosas
eternas para un hombre eterno. La nica apertura al
mundo que conocemos es la que se da a un individuo
histrico-social que se abre a tal institucin del
274
mundo y se relaciona con tales cosas. La psique con
tiene, indudablemente, la potencialidad de su aper
tura al mundo no podemos pensarla de otra mane
ra, pero no se trata ms que de una tautologa; pero
esta apertura slo se actualiza mediante la ruptura
que le impone su constitucin en individuo histrico-
social. Esta actualizacin es mucho ms que actua
lizacin de posibles preconstituidos en una physis de
la psique, pues si as fuera, sera siempre y por do
quier la misma.
Estas consideraciones no tienden a yuxtaponer y
oponer una gnesis de hecho a un orden de derecho,
una psicologa y una sociologa del individuo, la cosa
y el mundo, a su lgica y su ontologa, lo emprico
a lo trascendental. Consideradas como absolutas o
como ltimas, estas distinciones prcticamente care
cen de sentido; nunca vale de otra manera que rela
tivamente y en cuanto a... Todas las pretendidas fun
ciones trascendentales se ven finalmente obligadas a
invocar un hecho, y un hecho bruto: ya se trate para
K ant de experiencia, ya se trate para Husserl
de Lebenswelt. Recprocamente, la idea de una cien
cia de los hechos que no implicara una ontologa,
nunca ha dejado de ser una fantasa incoherente de
los cientficos; fantasa incoherente que, como tal y en
su contenido, expresa ya una metafsica particular y
particularmente incoherente.
El lenguaje, por ejemplo, no es un presupuesto de
hecho, sino lgico o, si se quiere, trascendental, de la
percepcin plena. Pero de lo que aqu se trata no
es nunca de un lenguaje en general, o de la facultad
de ser parlante en general, sino del acceso a un len
guaje determinado; y la inexistencia de lenguaje tras
cendental o puro no es de hecho, sino de derecho. Pues
ya la idea del lenguaje es contradictoria, y no una,
sino varias veces. Por tanto, decir que un sujeto tiene
acceso a un mundo (o que el ser-ah encuentra a los
entes en el horizonte del ser) equivale a decir, trascen
dental o lgicamente, que es en y por tal lenguaje. (De
ah, por supuesto, para el filsofo que aspira a ser ple
namente consecuente, la tentacin casi irresistible a
decir que todo hecho, comprendido el hecho de tal
lenguaje particular el alemn, por ejemplotiene
275
una existencia de derecho: Hegel.) Lo mismo vale en
lo que concierne a la relacin de las cosas y del
mundo con el flujo representativo. Ya hemos desta
cado enfticamente que las cosas y el mundo, en tanto
son cosas y mundo y tales como lo son en cada mo
mento, son instituciones histrico-sociales, a saber,
desde este punto de vista, creaciones de lo imaginario
social. Pero tambin ocurre que no hay cosas ni
mundo sino en la medida en que hay psique, lo que
quiere decir tambin: en la medida en que el sujeto
no es reducible a su institucin histrico-social, en
que es siempre otra cosa y ms que su definicin so
cial de individuo, sin lo cual slo sera mero robot o
zombi. De tal suerte que la psicologa (y, por cierto,
no entiendo por psicologa la observacin de ratas en
un laberinto) es condicin lgico-trascendental de
toda ontologa, de toda reflexin sobre las cosas y el
mundo, sobre los entes y el ser. Un mundo y cosas (y
una lgica) nicamente son posibles en tanto hay psi
que y locura de la psique. No hav percepcin si no
hay flujo representativo independiente, en cierto sen
tido, de la percepcin. Un sujeto que solamente
tuviera percepcin, no tendra ninguna percepcin:
estara totalmente atrapado por las cosas, ntegra
mente adherido a ellas, aplastado contra el mundo,
incapaz de apartar la vista de l e incapaz tambin,
por tanto, de fijarla en l. Y esto no es, como burda
mente se ha dicho al hablar de la imaginacin y de
lo imaginario, simple capacidad para negar o anona
dar lo que se da. Sin hablar, tampoco aqu, de lo
esencial: la imaginacin como radicalmente formadora,
constituyente, no Einbildungskraft, sino Bildungskraft,
como lo que pone en imgenes y da forma, lo cual im
plica y exige, positivamente, que lo que se da sea
siempre al mismo tiempo aprehendido en lo que no
se da, en una multitud indefinible de sombras que,
lejos de consistir en un simple eso poda no ser tie
nen un contenido distinto del que se ve. No hay co
sas, a saber, profundidad y densidad afuera si no
es porque tambin hay profundidad y densidad den
tro; no hay fijeza ni resistencia afuera, si no es
porque tambin hay labilidad y fluencia dentro; as
como tampoco hay movilidad afuera si no es por
276
que tambin hay persistencia dentro. Y no habra
percepcin si no hubiera tambin flujo representati
vo. Desde este punto de vista, lo imaginario como
imaginario social y como imaginacin de la psique
es condicin lgica y ontolgica de lo real.
Representacin y pensamiento
Lo imaginario, por supuesto, tambin es condicin
de todo pensamiento, desde el ms chato, el apenas
pensamiento que se reduce a la manipulacin mec
nica de signos, si eso fuera posible, al ms rico y el.
ms profundo de los pensamientos. Volver en otro si
tio sobre esta cuestin, cuya ocultacin, como ya he
dicho, ha dominado toda la historia de la filosofa. No
hay (lgicamente) pensamiento sin figuras, esque
mas, imgenes, imgenes de palabras. Ya lo hemos
dicho extensamente en este libro: los esquemas opera
dores de la discrecin, del orden, de la coexistencia,
de la sucesin, son inconstruibles lgicamente, pero
toda construccin lgica los presupone. Estos esque
mas, que el legein social produce y a la vez presupone,
emergen tambin de otra manera como modalidades
de la representacin y, para poder funcionar, deben
apoyarse siempre en ella; y no pueden ser ni operar
en el legein social ni en la representacin psquica si
no son transportados por figuras/imgenes, que lo
imaginario y la imaginacin ponen arbitrariamente,
de manera inmotivada. Es all, dicho sea de paso,
donde radica la verdad profunda, aunque incompleta
(por egolgica y por ignorante de la doctrina y del len
guaje) de la Esttica trascendental y de la doctrina del
esquematismo en Kant, que contrariamente a lo
que desde hace un siglo se viene sosteniendo con lige
rezani las geometras no euclidianas ni la generali
zacin de la nocin de nmero han cuestionado en ab
soluto. En efecto, lo que Kant entenda realmente por
intuicin pura y por esquemas de la imaginacin ti'as-
cendental (cuya relacin recproca en una etapa parti
cular del conocimiento se ha probado accidental) era
la raz no deducible e inconstructible que toda
277
construccin o deduccin presupone, as como tam
bin no inducible y no inferible que toda induccin
y toda inferencia emprica presuponede la mathesis
imaginaria, esto es, lo que no se puede escribir ms
que como indisociablemente esttico-lgico, pero que
de hecho precede a toda esttica y a toda lgica, a
toda aisthesis y a todo logos. Esta raz es la posibili
dad, implcita en y por la representacin, de hacer
emerger los esquemas ms elementales y de figurar
los, a saber, de presentificarlos, con lo que hacen al
mismo tiempo posibles las primeras operaciones l
gicas y la separacin en el flujo representativo de un
conjunto de objetos determinables en cuanto a su lu
gar respectivo, en un espacio y en un tiempo. Y
de acuerdo con lo que se ha dicho ya a propsito de
la institucin filosfica del tiempo, debera resultar
claro que este espacio y este tiempo no son aqu,
en realidad, ms que especificaciones de un recept
culo en general; y que Kant los piensa como indepen
dientes, no ya tan slo de todo contenido particular
del flujo representativo, sino tambin de un contenido
cualquiera de ese flujo que l llama aprori, mien
tras que no pueden ser, ni ser lo que son, si no es gra
cias a la alteridad all emergente, la creacin conti
nuada de figuras distintas, despliegue de obras de la
imaginacin radical; por tanto, debera resultar tan
claro que espacio y tiempo slo pueden aparecer
como puros para una separacin reflexiva segunda.
No queda por agregar sino que nada de esto servira
para nada, que la imaginacin radical jams podra
convertirse en pensamiento, si los esquemas y las fi
guras a las que da existencia permanecieran simple
mente aprehendidas en la indefinidad del flujo repre
sentativo, si no se fijaran y no se estabilizaran en
soportes materiales-abstractos (materiales en tanto
que esto determinado), a saber, para decirlo breve
mente, en signos. El lenguaje no slo es fundamento
de la comunicacin de la conciencia consigo misma
o, lo que viene a ser lo mismo, de la conciencia, a se
cas. Incluso un pensamiento solipsista, para evocar
esta ficcin incoherente, podra existir sin lenguaje.
Pero el lenguaje implica los signos por tanto, im
plica cosasno-cosas fijas y estables (cosas que se
278
aprehenden como no-cosas, es decir, como signos), y
los dos aspectos de esta operacin implican el legein
como institucin histrico-social, lo que muestra, una
vez ms, la imposibilidad de pensar el pensamiento
en una perspectiva egolgica y, finalmente, pues, de
pensar el ser ignorando lo social.
La perspectiva psicogentica o indiogentica y la
sociogentica o koinogentica, son mutuamente irre
ductibles, pei'o a la vez inseparables, pues reconducen
constantemente la una a la otra; son ineliminables, no
podemos pensar el sujeto, las cosas, el mundo, descar
tndolas u olvidndolas. Pero, al mismo tiempo, pen
samos, o tratamos de pensar, el sujeto, la sociedad, la
cosa, el mundo, y, de una manera o de otra, decimos
constantemente, y tambin plenamente, que podemos
hacerlo, que todas aquellas cosas son, as como tam
bin es la institucin, la regla jurdica, la mercanca,
el Arte de la fuga, el sueo, la alucinacin como aluci
nacin. Del mismo modo, slo pensamos verdadera
mente en la medida en que, arraigados en nuestra
institucin histrico-social y en la institucin histrico-
social del pensamiento, inundados por ellas de cabo
a rabo, apuntamos, ms all de esta institucin, a una
verdad que, aun debindole casi todo, no le debe
ra casi nada, y que se regulara de acuerdo con otra co
sa que las meras necesidades del discurso coherente, las
figuras del mundo y las cosas que nuestra sociedad
pone y de las que nuestra representacin es portado
ra, las significaciones imaginarias sociales que las ha
cen ser as y ser conjuntamente. No podemos pensar
si no postulamos al mismo tiempo estos enunciados
indudables e indemostrables: hay mundo, hay psique,
hay sociedad, hay significacin. Y este recorrido es el
recorrido de la filosofa de la verdadera y nica cien
cia, la ciencia pensante.
Ahora bien, decir que la filosofa como es com
pletamente evidentees institucin histrico-social,
no la anula como filosofa. Decir que slo en y por la
institucin de la sociedad hay apertura al mundo, no
obtura esta apertura; en cierto sentido, no hace ms
que extenderla. Unicamente la obtura para la ontolo
ga tradicional, cuya diplopia evocaba Merleau-Ponty,
279
pero acerca de la cual es menester decir que se ha
llaba afectada tambin y sobre todode una he-
mianopsia congnita. No se poda ver el mundo sino
a condicin de dejar de ver la representacin, y a la
inversa. Cmo podra haber un mundo, si hubiera
pluralidad innumerable de flujos representativos in
comparables? Cmo podra el mundo ser un mundo
comn (kosmos koinos) si cada uno de nosotros tu
viera su mundo privado (kosmos idios)? Por tanto, no
hay representacin. He aqu la posicin dominante en
el imperio filosfico. O bien no hay mundo, como pen
saban los brbaros escpticos allende las marcas del
I mperio. Como si pudiera resolverse un problema me
diante la supresin de la mitad de los trminos que
lo constituyen como problema. No habra ningn pro
blema acerca del mundo como mundo comn, y nin
gn problema a secas, de no existir una infinidad de
mundos privados. As como tampoco habra ningn
problema relativo a la verdad, altheia, de no existir
una infinidad de opiniones, doxai. Precisamente, pues,
porque hay mundo comn y mundos privados es pol
lo que hay mundo y problema relativo al mundo. No
tengo por qu eliminar la representacin para poder
comprender el mundo, ni tampoco la inversa. Si la fi
losofa se viera verdaderamente obligada a afirmar
que para salvar el ser del mundo es imprescindible
eliminar el ser de la representacin, habra que obser
var la perfecta simetra por tanto, identidad de pre-
suestosque existe entre esta posicin y la que sos
tiene que nicamente se puede salvar el ser de la
representacin mediante la eliminacin del ser del
mundo, que es una de las posibles definiciones de la
psicosis. Ni tampoco tengo por qu eliminar la dife
rencia entre las sociedades que, por encima de todo,
se manifiesta en el hecho de que cada una instituye y
organiza su mundo, como su kosmos idios, y no
acepta el de las otras, cuando lo conoce, si no es a tra
vs de su inclusin en el propio, su reabsorcin o su
direccin de una u otra manera para reconocer que
en y por sus mundos particulares diferentes, y sola
mente as, un mundo est hecho como mundo, o como
tal se hace.
Los dos recorridos son, por tanto, esenciales, ineli-
280
minables, irreductibles, indisociables. Por un lado, el
que, a partir de la idiognesis y de la koinognesis,
muestra el arraigamiento de las cosas, de la percep
cin, del mundo, de la lgica, del pensamiento, a la
vez en el magma representativo de la psique y en
la institucin histrico-social; por tanto, que cosa,
mundo, individuo, pensamiento, significacin, son
instituciones y sedimentaciones de instituciones, que,
para poder ser y operar, deben ser transportadas por
el flujo representativo de los sujetos; que, desde el
momento en que se piensa-habla, no hay antes que
se pueda pensar-decir, que slo podemos pensar-ha-
blar en medio de estas instituciones sucesivas y a par
tir de ellas, de tal suerte que jams es posible la tabula
rasa, la duda generalizada o la fundacin primera, y
que la busca de condiciones de la palabra y del pensa
miento nunca puede ser radical, pues no puede abs
traerse de ellas, ni cuestionarlas sin al mismo tiempo
confirmarlas. Y, por otro lado, el recorrido que incan
sablemente vuelve sobre estos puntos para cuestio
narlos de una u otra manera, que cuestiona el hay de
hay representacin y el hay de hay cosa, que, en
y por las diferencias y las ateridades de los mundos
privados y los mundos histrico-sociales trata de lo
grar una significacin y un mundo, procura poner a
prueba su institucin y toda institucin dada y, en los
casos ms favorables, slo llega al punto en que se
cristaliza una nueva institucin, pero a veces,
tambin a un punto de partida de otro recorrido inter
minable que cuestionar la institucin de otra manera.
Cada uno de estos recorridos conduce ntegra
mente al otro; cada uno est por doquier concentrado
en el otro. Y su relacin no puede denominarse anti
nomia, ni complementariedad, ni circularidad; es lo
que es, modelo de s misma, pensable a partir de s
misma. Es el modo de ser del pensamiento como pen
samiento histrico, y como hacer pensante.
281
VII. Las significaciones imaginarias
sociales
El reconocer que la lgica identitaria o de conjun
tos no ha dominado ms que en un estrato de lo que
es y que, en cambio, el hacer cognoscente est irreme
diablemente condenado a superar ese estrato, lleva a
la siguiente pregunta: se puede superar la simple
comprobacin de los lmites de la lgica identitaria y
de la ontologa que le es consustancial, superar la
simple ontologa negativa, abrir un camino (o varios)
para pensar lo que es sin conformarse con decir cmo
no hay que pensarlo?
Esta inmensa pregunta trasciende con mucho los
lmites y el propsito de este libro. Sin embargo, lo
que ya se ha dicho en el mismo acerca de lo histrico-
social y lo imaginario, las significaciones, la represen
tacin, permite y obliga a aclararlo con algunas con
sideraciones preliminares.
Los magmas
La situacin filosfica y cientfica presente, conse
cuencia directa de la actividad cognoscitiva de los l
timos setenta y cinco aos, requiere imperiosamente
una reflexin acerca del modo de ser y la lgica de
la organizacin de los nuevos objetos que son las
partculas elementales y el campo csmico, la auto-
organizacin del ser vivo, el inconsciente o lo hist
rico-social, todos los cuales cada uno de manera dife-
283
rente, pero no menos cierta, cuestionan radicalmente
la lgica y la ontologa heredadas.
El conocimiento de estos objetos no ha sido posi
ble sino en funcin de la creacin de nuevas significa
ciones o matrices de significacin que sin duda, no
obstante su fecundidad, son especficas en cada uno
de los casos considerados; o, si se prefiere, ha puesto
de relieve otros modos de ser y otros modos de orga
nizacin distintos de los ya conocidos. Lo que intento
decir incluye la afirmacin de que es intil disputar
por cul de estas dos formulaciones es la ms verda
dera; es decir que, en ltima instancia, la cuestin
no es slo indecidible, sino verdaderamente carente
de sentido.
i >L?. cuestin que se plantea es la de saber si estas
significaciones, o estas organizaciones, presentan ca
ractersticas comunes o mantienen entre ellas relacio
nes explorables, y cules; y adems, la de aclarar ms
precisamente la relacin que, en cada momento, man
tienen con la lgica tradicional. Est claro que todo
intento de reflexionar sobre esta cuestin deber ser
consciente de que se relaciona con esta etapa del ha
cer cognoscente por la que estamos atravesando, y,
por tanto, tambin con los estratos del ser que le son
correlativos; del mismo modo, debe ser consciente de
que debera tener siempre presente la regionalidad
esencial de las significaciones (y las categoras)1y te
ner siempre presente las tentaciones de la universali
zacin o de la unificacin ingenuas. No es porque los
fenmenos cunticos, por una parte, y el inconsciente,
por otra, trasciendan el marco de la lgica identita
ria, por lo que pueden ser necesariamente reflejados
en el marco de una misma lgica nueva. Tambin est
claro que si llegara a constituirse una lgica nueva (o
varias), su relacin con la lgica identitaria no podra
pensarse en el marco heredado, pues no se la po
dra considerar ni simplemente agregada a la lgica
indentitaria, ni tampoco como una generalizacin o
una superacin de sta. La nica relacin que podra
mantener con la lgica identitaria o lgica de conjun
1 Vase Science modernc et interrogation philosophique,
loe. cit., pp. 70-72.
284
tos es una relacin paradjica sui generis, puesto que
debera, por ejemplo, utilizar, tambin ella, trminos
distintos y definidos como lo hacemos aqu perma
nentementepara decir que lo que es, se deja pensar
o se deja decir, no est en tal o cual regin o tal o
cual estratoorganizado segn los modos de lo dis
tinto y lo definido. Se vera obligada a. servirse de lo
identitai'io para hacer aparecer y aclarar lo no-identi-
tario, y, en la medida de lo posible y dentro de los
lmites decisivos ms arriba evocados, servirse de lo
no-identitario para elucidar, en parte, la eclosin de
lo identitario. (La razn por la cual la dialctica
de Hegel no es otra cosa que una variante de la lgica
identitaria no reside en que este filsofo utilice trmi
nos identitai'ios en caso contrario, cmo hubiera
podido hablar? sino en que opera esencialmente
con el esquema o hipercategora de la determinidad)
Lo que sabemos de las regiones antes menciona
das, y lo que de hecho sabamos desde siempre,2nos
lleva a decir lo siguiente: lo que es, sea en la regin
que fuere, no puede pensarse como caos desordenado
al que la conciencia terica o la cultura en general,
0 cada cultura a su manera particularimpusiera, y
se lo impusiera de manera exclusiva, un orden que
slo tradujera su propia legislacin o su propia arbi
trariedad; ni como conjunto de cosas ntidamente se
paradas y bien localizadas en un mundo perfecta
mente organizado por s mismo, ni como sistema de
esencias, sea cual fuere su complejidad.
Lo que es no puede ser caos absolutamente desor
denado, trmino al que, por lo dems, no puede asig
narse ninguna significacin: un conjunto aleatorio
representa an, en tanto aleatorio, una organizacin
formidable, cuya descripcin llena volmenes enteros
en los que se expone la teora de las probabilidades.
Si lo fuera, no se prestara a ninguna organizacin, o
bien se prestara a todas; en los dos casos, no sera
posible ningn discurso coherente ni ninguna accin.
Si se adopta de manera absoluta y radical la tesis em-
2. Adems de la cita del Filebo que se ha realizado en la nota
32 del captulo VI, puede verse esto tambin en Filolao (Diels, Fr.
1y 2), que dice casi literalmente lo mismo.
285
pirista-escptica, lo pulveriza todo, incluso la espe
ranza que quien la enuncia tiene de que el otio (o el
mismo) comprenda lo que dice, oiga los sonidos que
profiere, o incluso que exista; si se la considera en
sentido relativo, forzosamente ha de dejar espacio a
las probabilidades en los fenmenos o, como Hume,
a hbitos en el sujeto, y, por tanto, ha de negar la idea
de un caos absoluto. Cuando la filosofa crtica (Kant)
rechaza en una primera etapala idea de una or
ganizacin cualquiera de lo dado al margen de la que
el pensamiento le impone, hace tal cosa porque pos
tula que esa organizacin jams poseera necesidad
(esto es, verdadero determinado), pues la nica nece
sidad es por definicin (tautolgicamente identitaria-
mente) la que deriva de las necesidades mismas del
acto de pensar. As, las formas necesarias de organiza
cin de lo dado no pueden ser ninguna otra cosa que
las formas necesarias por las cuales aqul a quien se
da algo=X piensa esto que se le da (categoras).
Pero en sus etapas posteriores debe encontrar la com
probacin de que no hay en el pensamiento nada que
asegure que lo dado sea tal que las categoras tengan
dominio efectivo sobre l, o, dicho en otros trminos,
que el pretendido caos de las sensaciones es, con todo,
organizafc/e; y ms an, que el mundo no est simple
mente lleno de soportes posibles de la categora de
sustancia; por ejemplo, no es simplemente organiza
re, sino que de cierta manera ya est organizado;
(que hay estrellas, rboles, perros, etc.), sin lo cual la
legislacin de la conciencia no tendra objeto. Qu
se podra hacer con la categora de la causalidad si
fuera seguro que toda secuencia de fenmenos obser
vada una sola vez no volvera a producirse jams? La
idea de una materia absolutamente informe es impen
sable, pues equivale a una indiferencia absoluta de la
materia en cuanto a la forma que se le impone, lo
que entraa que las imposiciones de distintas for
mas que se hacen a la materia sean igualmente indi
ferentes entre s (que el arte de la carpintera pudiera
reducirse al de las flautas, dira Aristteles)5y ya no
3. De anima. I, 3, 407b 24-25. Traduccin cast. de Alfredo
Llanos, J urez Ed Buenos Aires, 1969.
286
habra ms verdad ni falsedad en relacin con la ex
peri enci a. La filosofa crtica, pues, debe reconocer
una correspondencia entre la conciencia y el ser-as,
correspondenci a que di cha filosofa califica de feliz 1
azar (glcklicher Zufall)4 recordemos que se parta de
la idea necesaria de la necesidad), pero a la que bus
car y encontrar una garanta trascendente, de la
que pronto se advierte que en verdad lo sobredetermi-
naba todo desde el comienzo mismo. En efecto, Dios
no es pura y simplemente un postulado de la razn
prctica que conlleva consecuencias cosmolgicas (si
Dios hubiera querido un mundo catico, cmo po
dramos actuar ticamente alguna vez?), Dios, aunque
entre lneas y a pesar de las refutaciones a las pruebas
de su existencia, es sobre todo un postulado de la
razn terica, pues, en tanto ideal trascendental, no
slo regula el uso de la razn (que a su vez regula el
uso del entendimiento), sino que, en tanto nico ple
namente determinado, es el nico que determina
* plenamente el sentido de ser.
Lo que se da no es ya conjunto o jerarqua de con
juntos, esencia o sistema de esencias. Lo que antes se
ha dicho acerca de lo histrico-social, lo imaginario,
las significaciones, el lenguaje, la representacin (que
hacen cognoscitivo el hacer) muestra suficientemente
que as son las cosas. Otro tanto ocurre con la fsica v
contempornea/ Lo que se da no es coherente con la
lgica de conjuntos, con la organizacin de la que el
legein es portador. Uno de sus estratos, el primer estrato
natural, se presta en parte a esta organizacin; pero
a partir del momento en que se plantea el interro
gante lgico y ste se amplifica, dicha organizacin se
descubre ms que fragmentaria, lacunar, incomple
ta. As, lo que encontramos ms all del primer es
trato natural aparece entonces como organizable,
pero tambin como ya organizado de una manera que
nos obliga a modificar nuestras categoras, sin que
por ello podamos decir que las extraemos de l ni que
4. Kant, Critique de la facult de juger, tr. Philoncnko, 1968,
p. 31.
5. Vase Science moderne et interrogation philosophique,
* loe. cit.
287
a l se las imponemos. Y no solamente es que, antes
o despus, cada nueva capa o estrato aparezca a su
vez como lacunar, si>que las relaciones que mantie
nen entre s estas capas o estratos de lo dado trmi
nos que, por cierto, no hay que sustancializar o reifi-
carno son caticas (hay un cierto paso de la micro-
fsica cuntica a la fsica llamada clsica) ni estn
tampoco sometidas la lgica identitaria, desde cuyo
punto de vista estn plagadas de paradojas y aporas.
Tambin hemos visto, de otra manera, que, en el seno
mismo de lenguaje, las relaciones entre el cdigo y la
lengua no son caticas ni identitarias; y, de otra ma
nera an, que esto tambin es verdad respecto de las
relaciones entre mundos privados y mundo co
mn en una sociedad.
Dirigimos la atencin al modo de ser de lo que se
da, antes de toda imposicin de la lgica identitaria
o de conjuntos; y llamamos magma a lo que se da en
este modo de ser. Evidentemente, no se trata de dar-
de ello una definicin en regla dentro del lenguaje he
redado, ni en otro lenguaje cualquiera. Quiz no re-
P sujg. intil el siguiente enunciado:
Y \J Un magma es aquello de lo cual se puede extraer
* (o, en el cual se puede construir) organizaciones con-
juntistas en cantidad indefinida, pero que jams
puede ser reconstituido (idealmente) por composicin
conjuntista (finita ni infinita) de esas organizaciones.
Decir que todo lo que se da permite extraer de s
(o construir- en ello) organizaciones conjuntistas,
viene a ser lo mismo que decir que siempre se puede
fijar, en lo que se da, trminos de referencia (simples
o complejos). El saber si se quiere tratar estos trmi
nos como elementos de conjuntos, en el cabal sentido
del trmino, y si pueden soportar operaciones fecun
das con conjuntos, es una cuestin que no slo tiene
que ver con el objeto que se est considerando, sino
tambin con lo que se quiera hacer con l (terica o
prcticamente). Todo es siempre susceptible de for
mar conjuntos (es decir, tautolgicamente, todo lo
que puede ser dicho cae en el dominio de las reglas
del decir en tanto es dicho); pero, ms all de cier
tos lmites o al margen de ciertos dominios, slo lo es
288
trivialmente (siempre se pueden contar los signos
tipogrficos de un libro o pesar las estatuas del
Louvre, lo cual sera muy importante si hubiera que
trasladarlas o que transformar unos en otros los mitos
amerindios despus de haber postulado que cada uno
de ellos est formado por una pequea cantidad de
elementos discretos), o de manera incompleta (las
matemticas consideradas in toto), o antinmica (f
sica contempornea). La intrincacin de lo que es per
tinentemente susceptible de formar conjuntos y lo que
no lo es o slo .lo. es en el vaco, puede llegar a grados
de complejidad prcticamente inimaginables (como,
por ejemplo, desde el punto de vista de las matemti
cas y de la economa).
Por ltimo, tratemos, mediante una acumulacin
de metforas contradictorias, de dar una descrip
cin intuitiva de lo que entendemos por magma (el
mejor soporte intuitivo que el lector puede proporcio
narse es el de pensar en todas las significaciones de
' la lengua francesa o en todas las representaciones
de su vida). Hemos de pensar en una multiplicidad
que no es una en el sentido del trmino que hemos
heredado, sino a la que nosotros nos referimos como
a una, y que no es tampoco multiplicidad en el sen
tido en que pudiramos numerar, efectiva o virtual
mente, lo que contiene, sino una multiplicidad en
la que podemos descubrir en cada momento trminos
no absolutamente confundidos; o aun una indefinida
cantidad de trminos eventualmente cambiantes reu
nidos por una prerrelacin facultativamente tran
sitiva (la remisin); o el mantenerse-juntos de los
ingredientes distintos-indistintos de una diversidad; o,
incluso, un haz indefinidamente embrollado de tejidos
conjuntivos, hechos de materiales diferentes y, no
obstante, homogneos, por doquier tachonado de sin
gularidades virtuales o evanescentes. Y hemos de pen
sar en las operaciones de la lgica identitaria como
mltiples disecciones simultneas, que transforman o
actualizan estas singularidades virtuales, estos ingre
dientes, estos trminos, en elementos distintos y defi
nidos, solidifican la pre-relacin de remisin en la re
lacin, organizan el mantenerse-juntos, el ser-en, el
ser-sobre, el ser-cerca-de, en sistema de relaciones de-
289
terminadas y determinantes (identidad, diferencia,
pertenencia, inclusin), diferencian lo que ellas distin
guen as en entidades y pi'opiedades, utilizan esta
diferenciacin para constituir conjuntos y clases.
Nosotros postulamos que todo o que puede darse
efectivamente representacin, naturaleza, significa
cines segn el modo de ser de magma; que la ins
titucin histrico-social del mundo, las cosas y los
individuos, en tanto institucin del legein y del teukhein,
es siempre tambin institucin de la lgica identitaria
y, por tanto, imposicin de una organizacin en con
juntos a un primer estrato de lo dado que a ello se
presta interminablemente. Pero tambin sostenemos
que jams es ni puede ser nicamente eso, sino que
siempre es tambin y necesariamente institucin de
un magma de significaciones imaginarias sociales;
por ltimo, que la relacin entre el legein y el teukhein
y el magma de las significaciones imaginarias socia
les no es pensable en el marco referencial identitario
de conjuntos, as como no lo son las relaciones entre
legein y representacin, legein y naturaleza y entre re
presentacin y significacin, o representacin y mun
do, o consciente e insconsciente.
Las significaciones en el lenguaje
I c Consideremos la cuestin de las significaciones
imaginarias sociales en el dominio ms extenso y ms
familiar: el de las significaciones en el lenguaje. La
significacin es aqu la coparticipacin de un trmino
y de aqul al que ese trmino remite, poco a poco, di
recta o indirectamente.^La significacin es un haz de
remisiones a partir y alrededor de un trmiio'.'jEs as
9como una palabra remite a sus significados lingsti
cos cannicos, ya sean propios o figurados, y cada
uno de ellos segn el modo de la designacin identi
taria. Estos significados son los que registran un dic
cionario completo o un Tesoro lexicogrfico para un
estado del lenguaje considerado como dado; tal
diccionario no puede existir si no es un coryus finito
y definido de expresiones lingsticas, por tanto, para
290
una lengua muerta. Como ya se ha indicado ms arri
ba, la posibilidad permanente de emergencia de signi
ficados lingsticos distintos de los ya registrados
para un estado sincrnico dado de la lengua es
constitutivo de una lengua viva. El haz de estas remi
siones est pues, abierto.
Pero la palabra remite tambin a su referente, oa u
sus referentes. Ahora bien, ese referente no es nunca
una singularidad absoluta y separada, no es simple ni
autrquica, en cuyo caso sera l mismo ousia. No hay
nombres propios. Ms estrictamente, el clebre sin-
gularia nominantur sed universalia significantur, ca
rece de sentido. Un universal es nombrado en la
designacin identitaria (as, pues, la unidad se nom
bra unidad, Einheit, hen, etc.) y un singular se sig
nifica por su nombre, puesto que el nombre no sera
un nombre si no cubriera automticamente la infini
tud de momentos y de aspectos de lo que desig
na. El nombre de un ser vivo persona, cosa, lugar
o lo que fuereremite al ocano interminable de lo
que este individuo es; no es su nombre sino en la me
dida en que refiere virtualmente a la totalidad de las
manifestaciones reales y posibles (Pedro nunca ha
ra esto)de este individuo a lo largo de su existen
cia y segn todos los aspectos que pudiera presentar
en tanto lleva en s ese tubo multidimensional de
fronteras indefinidas y se inmiscuye con todas sus fi
bras en todo lo que es. La nica singularidad absoluta
abstractamente construible, el aqu-ahora concreto
(no la forma del aqu-ahora que, como deca Hegel, es
evidentemente un universal abstracto) slo es cons
truible como singularidad en tanto simple o no in-
tersectable, no en tanto separado y autrquico.
No puede construirse (y decirse) si no es mediante una
formidable acumulacin de abstracciones, cada una
de las cuales moviliza una cantidad indefinida de remi
siones a otra cosa que l (pinsese en qu se requiere
para dar sentido a la siguiente expresin: la obser
vacin se ha producido a las 12 h 21 7 del da 23 de
noviembre de 1974, para x grados de latitud Norte e
y grados de longitud Este con referencia a tal meridia
no), As como, ms all de la postulacin identitaria
de la designacin del uso identitario del sentido
291
el referente es l mismo y en s mismo esencialmente
indefinido, indeterminable y abierto, el haz de remi
siones es igualmente ;abierto por esta misma razn.
No digo que la significacin lingstica sea slo el re
ferente; sino que la significacin no es nunca separa
ble del referente, que tambin incluye la remisin al
referente. Se ver, a propsito de las significaciones
imaginarias primeras y centrales, que es perfecta
mente posible que una significacin no tenga, en esen
cia, referente verdaderamente diferenciable, en nin
gn sentido, de la significacin misma. Por ltimo,
cuando consideramos el lenguaje, no podemos hacer
abstraccin del hecho de que, aunque sin duda de otra
manera, la significacin remite a las representaciones
de los individuos, efectivos o virtuales, que provoca,
induce, permite, modela. Sin esta relacin no hay len
guaje; la permeabilidad indeterminada e indefinida
entre los mundos de representaciones de los indivi
duos y los significados lingsticos es condicin de
existencia, de funcionamiento y de alteracin tanto
para unos como para otros.
Con todo esto no se quiere decir que hayamos re
ducido todo lo que es a ser pura y simple significa
cin, ni que hayamos disuelto la significacin en todo
lo que es y cada significacin en todas las otras. No de
cimos que la significacin de uno y de cada trmino
sea todo el lenguaje, como realmente se ha llegado a
decir, y como en verdad estaramos obligados a decir
en una perspectiva logicista (estructuralista).6 Ms en
general, la alternad v. segn la cual cada trmino del
lenguaje significa un objeto determinado que es po-
sibe exhibir en una mostracin sin ambigedad (o
pensar y sin presuponer ni entraar nada por otro
lado, o bien que un trmin del lenguaje slo significa
su (?) diferencia respecto de los otros, lo que los
otros no significan, esta alternativa, decimos, cuyos
dos trminos son insostenibles, no ponen de ma
nifiesto otra cosa que el callejn sin salida que
6. Desde este punto de vista, puesto que el lenguaje no es
nada ms que un sistema de diferencias, de relaciones sin trmi
nos, ningn trmino es dado nunca si no es dado al mismo
tiempo tambin la totalidad de los otros.
292
constituye el enfoque lgico del lenguaje). O bien la
significacin no es identitariamente determinable y
determinada, y en ese caso no es nada; o bien es algo,
y entonces es determinable y determinada y, por tan
to, es esta relacin unvoca entre esta palabra y esta
cosa o esta idea, cada una de ellas, determinable
sin ambigedad; o bien es pura relacin de relaciones,
cada una de las cuales est determinada como nega
cin de todas las otras (intil agregar, que, en este ca
so esta determinacin es absolutamente vaca).
Pero esta alternativa es puramente ficticia. En
tanto magma, las significaciones de la lengua no son
elementos de un conjunto sometido a la determinidad
como modo y criterio de ser. Una significacin es inde
finidamente determinare (y, evidentemente, ese in
definidamente es esencial), sin lo cual lo que se
quiere decir es que es determinaba. Siempre se la
puede identificar, se la puede remitir provisionalmen
te, como elemento identitario, a una relacin identita
ria con otro elemento identitario (tal como sucede en
la designacin), y como tal ser algo en tanto pun
to de partida de una serie abierta de determinaciones
sucesivas. Pero, por principio, estas determinacio
nes jams la agotan. Ms an, hasta pueden obligar
y, de hecho, obligan siempre, a volver al algo del
punto de partida y plantearlo como otro algo, con
lo que invierte o invierte para tal cosalas relacio-
nesmediante las cuales se haba realizado la primera
determinacin. Es verdad que tales operaciones se
ran imposibles para un ordenador, y es probable que
un lingista, en tanto lingista, se perdiera en ellas;
sin embargo, no hay duda de que un pescador analfa
beto jams se pierde. Precisamente en tanto magma,
las significaciones estn muy lejos de ser un caso. Es
evidente que lo que nosotros describimos como haz de
remisiones de cada significacin no es un haz cual
quiera, as como tampoco lo es aquello a lo que una
remisin conduce en cada momento, ni la manera
como conduce. Arco no conduce de la misma mane
ra a crculo que a triunfo. Esta otra manera es, en la
elaboracin y depuracin identitaria, la manera en
que se convierte en en cuanto a..., que apunta a
aprehender y a fijar el ser en movimiento e indetermi
293
nado de la significacin transformndolo en reunin
finita, definida y determinada de relaciones determi
nadas y unvocas entre cada trmino y algunos otros.
Este ser de la significacin, que desde hace mucho
tiempo perciben los filsofos / los gramticos, es ob
jeto, desde hace mucho tiempo, de una descripcin
inadecuada, y en realidad mistificadora, por las dis
tinciones entre sentido propio y sentido figurado, sig
nificacin central y pura semntica, denotacin y
connotacin. A lo que verdaderamente apuntan estas
distinciones sin capacidad para formularlo, es a la di
ferencia entre el aspecto iclentitario-conjuntista del
significado y la significacin plena. Y, bajo el dominio
de la lgica identitaria y de la ontologa que le es ho
mologar postulan explcitamente el elemento conjun-
tista-identitario como propio, central, denotacin de
algo seguro en s mismo. Pero no hay sentido propio,
es imposible aprehender y encerrar un sentido en su
propiedad; lo nico que encontramos es un uso iden
titario del sentido. No hay denotacin en oposicin a
una connotacin; la idea de denotacin implica nece
sariamente una ontologa de la sustancia-esencia, de
la ousia, de un ente en s definido y distinto al margen
del lenguaje, acabado y cerrado en s mismo, al que
se le agregar la palabra; para decirlo ms claramen
te, una ontologa de la cosa, real o ideal, y a la que
se podra oponer los concomitantes (sumbebekota)
que le han acaecido objetivamente o los accidentes que
le han acaecido a la palabra en su utilizacin lings
tica. Poco importa que esta ontologa tenga una co
loracin idealista (como en Frege) o realista.
Decir que el vencedor de Austerlitz y el prisionero
de Santa Helena son la misma denotacin (Bedeu-
tung) Napolen, y connotaciones (o Sinn) diferentes,
es pasar por alto el hecho de que la primera expresin
y la segunda tienen denotaciones completamente dife
rentes"para mantener la terminologa, puesto que
la primera designa a Napolen en tanto que (esto) o
designa tal propiedad de Napolen o Napolen en
tanto que ha sido sujeto de tal acto, mientras que la
segunda lo designa en tanto que (eso) o designa otra
propiedad o atributo de Napolen o Napolen en
tanto que ha padecido tal cosa. A esto no podramos
294
oponer Napolen en un sentido puramente deno
tativo sin postular que, absolutamente aparte, ms
all, por debajo o por encima de toda atribucin, pro
piedad, concomitante esencial o accidental, existe algo,
una cosa, una ousia, que es Napolen, o, en otros
trminos, sin postular que existe la posibilidad de
hablar al margen de todo en tanto que..., de hablar ab
solutamente. Ahora bien, esto no es una descripcin o
un anlisis del lenguaje, sino una metafsica bien par
ticular; metafsica a la que, por cierto, conduce irre
sistiblemente el uso identitario del lenguaje y su pro
longacin sustancialista-esencialista, pero que, no
obstante, no debe ser ciegamente convalidada. Aquel
que ha llevado esta metafsica a su lmite, Aristteles,
se ha pasado la vida formulando, tallando, discutien
do, las aporas que provoca la posicin de la ousia; a
menudo los lgicos y lingistas contemporneos pare
ced no sospecharlas siquiera.
-*c^Qu es una figura del discurso, un tropo, y qu
es' el sentido propio? Lo que desde la antigedad se
han denominado tropos, o bien son tropos "particula
res, o bien tropos en segundo grado. Toda expresin es
esencialmente trpica. Una pafabra, aun cuando se la
utilice en su pretendido sentido propio, o con su
significacin cardinal, es utilizada en un sentido
trpico. No existe el sentido propio; lo nico que
existe pero siempre, e ineliminablemente, ya sea en
las metforas como en las alegoras ms sutiles o ms
disparatadases referencia identitaria, punto de una
red de referencias identitarias, aprehendido l mismo
en el magma de la significaciones y referido al
magma de lo que es. Hay una atribucin que no sea
metonmica? Decir que la hay equivaldra a decir que
existen atribuciones o predicaciones absolutas. Pero,
qu puede ser una atribucin absoluta? En el lmite,
no puede ser otra cosa que la atribucin de la ousia
a la ousia, a saber, la tautologa absoluta, la forma
vaca de la identidad consigo mismo, Acaso x es x
quiere decir otra cosa que x es y que ser es un pre
dicado? Aparentemente, cuando digo este jarrn es
azul, no hay ninguna figura del discurso. Sin embar
go, es evidente que el trmino jarrn se utiliza aqu
como su propia metonimia, pars pro toto, puesto que
295
esta oracin no habla del jarrn, sino de su superficie.
El perro duerme: esta sencillsima frase adquiere, sin
embargo, profundidades abismales apenas nos dete
nemos un momento a reflexionar en ella. Esta noche,
yo he tenido un sueo: he aqu una lisa y llana acu
mulacin de abusos de lenguaje. Veamos: yo, si
no se lo considera como mero trmino de referencia,
no es otra cosa que una bruma que oculta el abismo;
un sueo- no se tiene como se tiene un nio, una pro
piedad fsica, una idea, fro o calor. Y qu quiere de
cir un sueo, qu sentido y cundo un sueo es uno?
Por tanto, la oracin no es una acumulacin de abusos
de lenguaje, pues rodo lenguaje es abuso de lenguaje,
pues no hav uso lenguaje propio.
Es evidente que siempre puede realizarse el an
lisis de estas expresiones, pero este anlisis es, por
principio, siempre incompleto e interminable. Decir
que podra ser completo equivale a decir volvere
mos sobre estola existencia de un saber absoluto.
Lo que ahora nos interesa destacar es que no es por
medio de esos anlisis ni gracias a ellos como fun
ciona el lenguaje. Todo el mundo sabe qu quiere
decir el peno duerme, ese jarrn es azul o yo he te
nido un sueo, y lo sabe sin necesidad de ese preten
dido anlisis, y quiz sin ni siquiera estar en con
diciones de comenzarlo. Y estas expresiones funcio
nan, en el lenguaje, como unvocas suficientemente
en cuanto al lenguaje. Lo que sucede es que la di
mensin identitario-conjuntista del lenguaje est
siempre presente. Cmo lo est? En el enunciado
declarativo ms elemental el perro duerme, este
vaso es azul, los trminos transportan una inten
cin de significaciones como provisionalmente sim
ples e indescomponibles, de un lado, y como compo
nibles, por otro, segn una relacin determinada (o
una cantidad finita de relaciones). Al mismo tiempo,
el enunciado plantea el en cuanto a... que le es espe
cfico, sin explicarlo ni poder explicitarlo (la explici-
tacin sera inacabable),^en un cierre provisional.
Pero este cierre est lleno de poros, ya que la dimen
sin identitaria-conjuntista nunca es verdaderamente
aislable ni est efectivamente aislada; idealmente,
slo se halla en el interior de un sistema completa
296
mente formalizado, y, por tanto, en aquello que ya
no es un lenguaje.
Abramos aqu un parntesis. No hay, en trminos
rigurosos, ninguna ruptura de continuidad entre por
un lado, los sofismas ms groseros, los ms cercanos
al retrucano ms estpido del dilogo platnico que
contiene los peores de ellos el Eutidemo y, por
otro lado, las aporas ltimas del Parmnides o del So
fista, de la Metafsica o del sistema hegeliano. Estos
sofismas slo son tales por la utilizacin implacable
de la lgica identitaria, por la exigencia de que un tr
mino slo tenga en cada momento un sentido y slo
uno, de que el en cuanto a... implcito en todo enun
ciado se explicite perfecta y completamente. Cmo
se puede decir que Scrates sentado y Scrates de pie
son el mismo Scrates, puesto que es de flagrante evi
dencia que no es el mismo Scrates? Es que el estar
sentado y el estar de pie forman parte del sentido o
del ser de Scrates? Si la respuesta es negativa, qu
es Scrates sentado y Scrates de pie? Si es afirmati
va, hay, correspondientemente, dos sentidos de S
crates, y dos Scrates. Y es evidente que hay una
infinidad de Scrates, ms exactamente, una indefi-
nidad. Si el bello Clinias no es sabio, volverlo sabio
es convertirlo en otro que lo que es; es, por tanto, su
primirlo tal como es ahora, destruir su ser en tanto
ser-as y hacerlo ser como otro ser-as; por tanto, que
ris su muerte, dice enfticamente Dionvsodo-
ro.'Confusin de la calidad con el objeto mismo y la
existencia del objeto, observan los comentaristas. En
consecuencia, hay algn objeto sin ninguna cuali
dad? Es el estar vivo una cualidad del objeto o es el ob
jeto mismo (ser vivo)? Es evidente que no puede ser
objeto por s mismo, puesto que tambin hay otros ob
jetos que son seres vivos. Entonces, es una cualidad de
sentido ms general? Entonces, es la vida una cuali
dad de Scrates? Sin embargo, todos, junto con Aris
tteles, diramos que el cadver ya no es Scrates,
salvo por abuso de lenguaje. Es separable el ser del
7. Eutidemo, 283c-d.
297
ser-as? Hasta qu punto? Decir que una cosa es,
equivale a decir que es completamente determinada
respecto de todos los predicados posibles, afirmaba
Kant. Puesto que Clinias es hombre, y sabio/no-sabio
son predicados posibles del hombre, Clinias slo es
verdaderamente si est determinado en cuanto a la
sabidura y la no sabidura. Evidentemente, Clinias sa
bio est determinado de otra manera que Clinias no-
sabio. Es por eso otro? Es otro en cuanto a...; y no
es oti'o, es el mismo, el mismo en cuanto a qu? En
cuanto al eidos, en cuanto a la ousia. Pero, qu es el
eidos, qu es la ousia? La Metafsica es un gigantesco
esfuerzo para responder a esta pregunta, que no llega
a cumplir su finalidad. Platn y Aristteles se pasan
buena parte de la vida reconsiderando, explicitando,
elaborando, rectificando el en cuanto a... (pros ti), es
decir, luchando para salvar el discurso en relacin
con su propia exigencia de la determinadad, que es
insuperable pero que, considerada en trminos abso
lutos, lo arruina. Al cabo de esta lucha que habr
exigido que se postulara y se opusieran el ser perma
nente y el permanente devenir, la potencia y el acto,
la esencia y el concomitantePlatn se ver condu
cido a acordar que incluso el ser indudablemente
diez mil por diez mil no es, que al otro es como no
ser, y que en cada momento hay que considerar en
cuanto a qu (ekein kai katekeino) lo mismo es otro
y el otro es lo mismo.8Del mismo modo, Aristteles,
al reconocer la polisemia inabarcable ( pollachos lego-
menon) de los vocablos ltimos de la lengua ser,
unoy al convenir en que las operaciones explcitas
de la lgica identitaria estn condicionadas, en ambos
extremos, por lo que no se deja explicitar en y por esta
lgica los trminos primeros y los ltimos, hay no
sotros y no logos9, afirmar que no se puede resistir
a los que, en el discurso, slo buscan la violencia.10
Por cierto que no se trata de violencia fsica, sino de
violencia del discurso, de la utilizacin exclusiv y
despiadada de la lgica identitaria, que es una exigen
8. Sofista, 259 a-d.
9. Et. Nic., VI, 12, 1143 a 35 ss.
10. Metaf., 6.
298
cia esencial del discurso una vez planteada la cues
tin de la determinidad y de la cohei'encia es decir,
en realidad, desde el primer da del lenguajey que
arruina inevitablemente el discurso mismo, pues en
ste aquella exigencia no puede satisfacerse. En cierto
sentido, el verdadero fondo de la gran sofstica es el
mismo que el verdadero fondo de la filosofa hereda
da: la exigencia de la tautologa; recordemos que, en
lgica moderna, verdad se dice tautologa.11La sofs
tica plantea esta exigencia con brutalidad y arrogancia
y para mostrar que no puede ser satisfecha; la filo
sofa la plantea con escrpulo y tratando de satisfa
cerla. Esto es lo que hace decir a Aristteles que el
sofista y el filsofo slo difieren en la opcin tica
(proairesis): no se puede hacer filosofa si no es a tra
vs de la busca de la comunicacin en la verdad, en
uno y el mismo discurso coherente.12Ninguna de las
refutaciones de la sofstica y del escepticismo que
se han dado en la historia han hecho jams otra cosa
que mostrar que la sofstica se destruye a s misma
como discurso coherente, que ella puede destruir la
idea del discurso coherente, pero destruyndose a s
misma en tanto discurso coherente; por tanto, nica
mente tiene valor para quien la idea del discurso
coherente tiene valor, y nada pueden contra aqu
llos para quienes el discurso slo es juego o guerra, ya
vivan en la Atenas del siglo v, ya en el Pars de hoy
en da.
La dimensin identitario-conjuntista se ha dicho
antesno es nunca verdaderamente aislable ni est
efectivamente aislada. Tratar de aislar perfectamente
equivale a tratar de destruir el lenguaje (como tam
bin sera querer destruir el lenguaje el pretender ig
norar o eliminar esta dimensin). Ser en el lenguaje,
es aceptar ser en la significacin. Es aceptar que no
11. Por ej., W.V.O. Quine. Mathematical Logic, cd. revisada,
Harper y Row, 1962, pp. 50 y ss.
12. Metaf., 2, 1004b 22-25. Exigir una demostracin de todo,
incluidos los principios (archai) es, dice ms adelante, lo propio
de la apaideusia, de la falta de paideia (1006a 4-11), es decir, de
aquello que hace que el hombre sea hombre y hombre en la ciu
dad.
299
hay respuesta determinada para la siguiente pregun
ta: Qu es Scrates, y quin es Scrates? Es aceptar
que, Scrates flujo heraclteo somato-psquico,
danza de electrones y de representaciones, considera
do, sea cual fuese la manera en que lo enfoquemos, en
una. indefinidad de otros flujos y de otras danzas
en tanto nombre (engaosamente denominado pro
pio) cubre a la vez un trmino de referencia sufi
ciente en cuanto al uso y una significacin que re
mite a una indefinidad de otras significaciones, como
as tambin a una indefinidad de aspectos de lo que
es. Hablar es ser a la vez y simultneamente en es
tas dos dimensiones. Incluso en los casos en que el
lenguaje aparece como operante exclusivamente so
bre la dimensin identitaria como puro instru
mento de la cooperacin prctica, por ejemploen
donde el funcionamiento de los significados parece
perfectamente regulado segn el cdigo, el pasaje a la
otra dimensin de la lengua es siempre posible y
constantemente inminente; de lo contrario este fun
cionamiento sera imposible. Pero esta rectificacin,
tanto en funcin de lo que es como en relacin a la
palabra, debe ser siempre posible, y esta rectificacin
jams puede ser simplemente pasaje de un subsis
tema identitario a otro; por el contrario, vuelve a po
ner en juego las significaciones.
Estamos, pues, infinitamente lejos de la cosa
misma cuando se cree que la idea de la dependencia
contextual responde a la cuestin del ser de la signi
ficacin. La idea sin dejar de ser evidente slo
dice algo en la medida en que se mantenga vaga: lo
que en cada momento orienta la exploracin de la sig
nificacin de un trmino o de una frase, lo que aclara
en ella de modo privilegiado un aspecto, tiene que
ver con el contexto, siempre que se sobreentienda que
este contexto puede ver modificada (lo que de hecho
ocurre a menudo y de derecho, siempre) su contribucin
virtual al esclarecimiento del trmino considerado
precisamente debido a la aparicin de este ltimo.
Pero, en primer lugar, este contexto (aun si nos limi
tamos al contexto estrictamente lingstico), no puede
definirse rigurosamente ni de manera unvoca; en el
mejor de los casos, se podra compararlo con una fa
300
milia de afinidades que cubre una inmensa pane del
lenguaje considerado. En trminos estrictos, el con
texto lingstico de una frase es la totalidad del len
guaje en el cual es pronunciada, as como su contexto
no lingstico, el universo entero. La pregunta que as
se plantea no se resuelve, ni podra resolverse, ex
cepto en casos triviales, por medio de una funcin
contextual inscripta en el lenguaje como cdigo; en
cada oportunidad, su existencia se debe al hacer de
los hombres en el lenguaje: el hablar. En segundo lu
gar, no se puede ignorar el hecho de que la frase o el
trmino crean su contexto particular. Sea, por ejem
plo, la matx'iz de frase: x se equivocaba. Pedro se
equivocaba crea un contexto relativo, por ejemplo, a
una discusin que tuvo lugar ayer, en un caf. Par-
mnides se equivocaba crea como contexto toda la
historia de la filosofa. Por ltimo, no se podra dar
sentido riguroso a la expresin dependencia contex
tual, y pretender responder con ella a la pregunta
por la significacin, a menos que el lenguaje sea un
cdigo, en el sentido aqu definido, de un sistema de
relaciones identitarias determinadas. Entonces, decir
que la significacin de un trmino depende no slo de
este trmino en s mismo, sino tambin de su contex
to, viene a reemplazar f (x)=a por f (x,C)=b (en donde
C es un grupo de letras, eventualmente ordenadas,
que representan el contexto). Esto es ya una banali
dad que nicamente podra deslumbrar a quienes
creen que entre una funcin de una variable y una
funcin de varias variables hay un mundo de distan
cia. Pero esta banalidad es al mismo tiempo un absur
do. Tanto el decir que hay una aplicacin del conjunto
de palabras sobre el conjunto de significaciones, como
el decir que hay una aplicacin de la ensima poten
cia cartesiana del conjunto de palabras sobre el con
junto de significaciones presuponen que existe un
conjunto de significaciones (que las significaciones
forman un conjunto) y que se trata precisamente de
aplicaciones (que el valor que adopta tal grupo de tr
minos es un valor determinado, nico y siempre el
mismo). Ahora bien, estas dos presuposiciones son
metafsicas y arbitrarias. Adems, corresponden a
postulados operatorios parciales (que valen para
301
ciertos usos limitados del l enguaj e) y constantemente
evanescentes. Slo valen para el uso identitario del sen
tido es decir, en la medida en que uno, al hablar, repite
estrictamente lo que ya se ha dicho y es reproducible
ne varietur (a saber, lo que est depositado en el len
guaje como cdigo de designaciones unvocas). Pero
afirmar que esta dos presuposiciones cubren la totali
dad de los aspectos y del funcionamiento del lenguaje,
viene a ser lo mismo que afirmar que todo lo que ha
sido dicho una vez no vuelve a ser otra cosa que mera
repeticin de eso que se haba dicho; por tanto, que
todo lo que se puede decir en un lenguaje estaba ya
previamente definido y determinado en y por el len
guaje desde el primer instante de su institucin; y
esto, para siempre. Tambin se sigue de esto que,
como hay muchos lenguajes y, en cada uno de ellos,
se puede hablar de otros y describirlos de manera sa
tisfactoria, cada lenguaje contiene en s mismo, desde
su origen, la posibilidad efectiva de todos los otros
lenguajes que hayan existido alguna vez o que alguna
vez existan, en todo caso en lo que toca a las significa
ciones que stos son portadores. En efecto, en este
caso, o bien ni logos, ni ornen, ni wirklich podran en
contrar jams equivalentes prximos o lejanos en fran
cs, ni ser comprendidos de ninguna manera en esta
lengua, o bien no representan ms que combinacio
nes particulares de los mismos elementos de signi
ficacin que el francs combina de otra manera.
Como la primera hiptesis es manifiestamente falsa,
resulta que todas las lenguas seran perfectamente
traducibles unas a otras, pues todas se referiran a los
mismos elementos ltimos o tomos de significacin,
combinados de distinta manera por una y por otra.
Por tanto, no habra ya equivalencia o isomorfismo,
sino identidad absoluta del conjunto de significacio
nes al que todas las lenguas se refieren. Esto equivale
a decir que todo lo que alguna vez se pueda decir ya
era previamente decible desde el momento en que ha
existido una primera lengua, y que, idealmente, ya es
taba puesto desde siempre y para siempre. Se ve, una
vez ms, la consustancialidad de la lgica identitaria
y la ontologa de la determinidad atemporal y de aei;
y, por supuesto, la subordinacin ntegra y ciega de
302
la lingstica positiva a una metafsica particular.
La idea de la posibilidad de un anlisis completo de
las expresiones del lenguaje equivale a plantear que
existe un saber absoluto.
Pero no tan slo la existencia de diferentes lengua
jes y su irreductibilidad recproca (que no quiere de
cir incomunicabilidad), o la existencia de una historia
de cada lenguaje y de las significaciones a las que se
refiere, sino tambin la manera de ser de las significa
ciones en y por el lenguaje, muestran que esta opinin
es insostenible. Una lengua no es lengua sino en la
medida en que de ella puedan emerger nuevas signifi
caciones o nuevos aspectos de una significacin y
emerjan constantemente; como se ha dicho ya en p
ginas anteriores, esto no es un aspecto diacrnico,
sino una propiedad esencial de la lengua en tanto to
talidad sincrnica. Una lengua slo es lengua en la
medida en que ofrece a los parlantes la posibilidad de
orientarse en y por lo que dicen para moverse, apo
yarse en lo mismo para crear lo otro, utilizar el cdigo
de las designaciones para hacer aparecer otras sig
nificaciones u otros aspectos de las significaciones
aparentemente ya dadas. Las seudo-aplicaciones
del conjunto de palabras y de frases el seudo-con-
junto de las significaciones nunca son otra cosa que
medios de describir la dimensin identitaria del len
guaje. Y slo en relacin con este ltimo puede tener
sentido la idea de dependencia contextual, si se la
considera rigurosamente.
Por tanto, hay inseparabilidad lgica y real de es
tos dos aspectos de la significacin, el peras y el apei-
ron, la definidad-determinidad-distincin-limitacin,
y la indefinidad-indeterminidad-indistincin-ilimita-
cin. Es esencial que el lenguaje suministre siempre
la posibilidad de tratar las significaciones de las que
es portador, como un conjunto formado por trminos
determinados, rigurosamente discernibles, cada uno
de ellos idntico a s mismo y distinto de todos los de
ms, separables y separados. Y tambin es esencial
que suministre siempre la posibilidad de que emerjan
nuevos trminos, que la redefinicin de las relaciones
entre los trminos existentes, as como la redefinicin
de los trminos existentes, inseparables de sus rela
ciones. Esta posibilidad, a su vez, se apoya en el hecho
de que las relaciones entre trminos ya dados son,
como estos trminos mismos, inagotables e indeter
minadas, pues, por ejemplo, no se podra representar
en cada momento la posicin de una nueva significa
cin como una adicin exterior y dejar intacto lo
que ya exista previamente. Ms all de todo conjun
to que se pudiera extraer de ellos o construir en ellos,
las significaciones no son un conjunto; su modo de ser
es otro, es el de un magma.
i. as signif icaciones imaginarias sociales y la realidad
Ya se ha analizado aiopliamente en pginas ante
riores !a relacin de la sociedad con lo que he dado
en llamar primer estrato natural, relacin que se ha
designado con el trmino freudiano apoyo. El hacer
y el representar/decir de la sociedad no son dictados
por un ser-as en s e indudable del estrato natural,
ni en una libertad absoluta relativamente a dicho
estrato. Esto es evidente. Sin embargo, se ha trata
do de mostrar que ya en psicoanlisis, la idea de
apoyo contiene mucho ms, y otra cosa, que la posi
cin de esLos dos lmites lejanos y abstractos.
La situacin c.s todava ms compleja y rica, e in
cluso cualitativamente distinta, cuando se considei'a
el apoyo de la institucin en el primer estrato natural.
El mundo de las significaciones instituido en cada
oportunidad por la sociedad no es, evidentemente,
ni un doble o calco (reflejo) de un mundo real, ni
tampoco algo sin ninguna relacin con un cierto ser-
as natural. Que este ltimo deba ser tenido en cuen
ta por la sociedad en la institucin del mundo y que
a la vez la soporte y la induzca, puede parecer una
perogrullada; sin embargo, esta obviedad encubre lo
que se ha mostrado a la vez la verdad y la falacia ne
cesaria de la lgica identitaria-lgica de conjuntos.
Una vez ms se puede preguntar aqu: la naturaleza
soporta e induce la organizacin del mundo por la so
ciedad, pero qu soporta e induce, y cmo? No in
304
duce como causa (en tal caso se estara ante una causa
constante que produce efectos variables), ni como
simple medio (medio de qu?) ni como smbolo
(smbolo de qu y para qu?). Y aquello en lo cual
induce, la institucin de la sociedad y el mundo de
significaciones correlativo, emerge como el otro de la
naturaleza, como creacin de lo imaginario social.
As como en el pasaje de lo somtico a lo ps
quico hay emergencia de otro nivel y otro modo de
ser, y nada es en tanto psquico si no es representa
cin; as tampoco en el pasaje de lo natural a lo so
cial hay emergencia de otro nivel y de otro modo de
ser, y nada es en tanto histrico-social si no es
significacin, aprehendido por y referido a un mundo
de significaciones instituido. La organizacin de este
mundo se apoya en ciertos aspectos del primer estrato
natural, all encuentra puntos de apoyo, incitaciones,
inducciones. Pero rio es slo constante repeticin
o reproduccin; tambin puede describrsela como
una toma parcial y selectiva. Lo que se toma slo
se toma en funcin y a partir de la organizacin del
mundo que la sociedad ha planteado; slo lo es en
tanto formado y transformado en y por la institucin
social; y, por ltimo, y sobre todo, esta formacin-
transformacin es efectiva, figurada o presentificada
en y por modificaciones del mundo sensible: de tal
suerte que, finalmente, aquello sobre lo cual se da el
apoyo resulta alterado por la sociedad por el hecho
mismo del apoyo, lo cual no tiene ningn equivalente
en el mundo psquico. Pues la institucin del mundo
de las significaciones como mundo histrico-social es
ipso jacto inscripcin y encamacin en el mundo
sensible a partir del cual ste es histricamente
transformado en su ser-as.
Es cierto que todo esto tiene an una condicin de
posibilidad ltima en un aspecto decisivo del ser-as
del mundo natural, al que ya se ha hecho alusin. La
realidad natural no es nicamente lo que resiste y
no se deja hacer; tambin es todo aquello que se
preste a transformacin, que se deje alterar condicio
nalmente mediante sus instersticios libres y a la
vez su regularidad. Y estos dos momentos son esen
ciales. La realidad natural es indeterminada en un
305
grado esencial para el hacer social; en ella es posible
mover y moverse, transportar y desplazarse, separar,
reunir. Incluso, en la escala macroscpica, existe la
indeterminacin misma (hay movimiento, poder-ser
de otra manera, materia o potencia en el sentido
aristotlico del trmino). Y esta indeterminacin corre
pareja con una determinacin, con propiedades relati
vamente jas y estables, y relaciones necesarias o pro
bables: si....entonces..., condicin para dar existencia
de otra manera a lo que es. Esta resistencia y esta ma
leabilidad indisociables del dato natural permiten
la instrumentacin efectiva del teukhein y del hacer
social en general. Pero la lnea sobre la cual se mani
fiestan, en cada oportunidad, la resistencia y la ma
leabilidad del dato natural, as como la manera
como una y otra se manifiestan, dependen del hacer
y del teukhein social. De tal suerte que, en cierto sen
tido, esta condicin de posibilidad ltima se vuelve
abstracta: la sociedad siempre tiene que ver con el
dato natural en tanto siempre resistente v a la vez
maleable; pei'o lo que es resistente y maleable y la ma
nera en que lo es, slo se da en correlacin con el
mundo social que en cada momento se considere. Que
la fusin del hidrgeno sea posible y muy difcil de
realizar, tiene sentido para la sociedad contempor
nea y para ninguna otra; que tal madera sea excelente
para fabricar arcos, carece prcticamente de senti
do para esta misma sociedad, despus de haber reves
tido una importancia capital pai'a la vida de los hom
bres durante milenios.
Ya no se puede hablar de apoyo cuando se con
sidera la relacin de las significaciones imaginarias
sociales y la institucin de la sociedad con la reali
dad ya no natural, sino social, con lo que podra de
nominarse la maternidad abstracta de la socie
dad misma, con las cosas, objetos o individuos, a
que la sociedad da existencia al fabricarlos teuk
hein como entidades concreta^y a la vez como ejem
plares de un eidos creado (imaginado, inventado, insti
tuido) por la sociedad. Se ha credo necesario afirmar
que los hechos sociales no son cosas. Lo que hay que
decir, evidentemente, es que las cosas sociales no son
cosas; que no son cosas sociales y precisamente esas
cosas sino en la medida en que encarnan o mejor,
figuran y presentifican significaciones sociales. Las
cosas sociales son lo que son gracias a las significacio
nes que figuran, inmediata o mediatamente, directa o
indirectamente. Esto ya lo saba Marx, y lo mostr ad
mirablemente cuando habl de la ndole de fetiche
de la mercanca: con la diferencia de que, para l,
esta fantasmagora, este carcter jeroglfico slo
gravitaba sobre la cosa en el modo de produccin ca
pitalista (o, ms en general, mercantil) y como con
secuencia de una lgica de este modo de produc
cin. En seguida volveremos sobre ello.
Recprocamente, las significaciones imaginarias
sociales estn en y por las cosas objetos e indivi
duos que los presentifiquen y los figuren, directa
o indirectamente, inmediata o mediatamente. Slo
pueden tener existencia mediante su encamacin,
su inscripcin, su presentacin y figuracin en y
por una red de individuos y objetos que ellas infor
man que son a la vez entidades concretas e instan
cias o ejemplares tipos, eid, individuos y objetos
que en general slo son y slo son lo que son a travs
de estas significaciones. Esta relacin sui generis con
individuos y objetos sociales forma en ellas las signi
ficaciones imaginarias sociales e impide confundirlas
con significaciones en general, y mucho menos an
tratarlas como puras y simples ficciones. Decir que
las significaciones imaginarias sociales son institui
das o decir que la institucin de la sociedad es institu
cin de un mundo de significaciones imaginai'ias so
ciales, quiere decir tambin que estas significaciones
son presentificadas y figuradas en y por la efectividad
de los individuos, de actos y de objetos que ellas in
forman. La institucin de la sociedad es lo que es y
tal como es en la medida en que materializa un
magma de significaciones imaginarias sociales, en re
ferencia al cual y slo en referencia al cual, tanto los
individuos como los objetos pueden ser aprehendidos
e incluso pueden simplemente existir; y este magma
tampoco puede ser dicho separadamente de los indi
viduos y de los objetos a los que da existencia. No te
nemos aqu significaciones libremente destacables
307
de todo soporte material, puros polos de idealidad;
por el contrario, slo en y por el ser y el ser-as de
este soporte, las significaciones son y son tales
como son.
Deca Marx: una mquina no es, en s misma,
ms capital que el oro es en s mismo moneda. Tam
bin aqu, del mismo modo que cuando hablaba del
carcter de fetiche de la mercanca, aquello en lo que
pensaba sin nombrarlo era lo que nosotros llamamos
la significacin imaginaria social. Decir que el oro no
es en s mismo moneda puede parecer a primera vista
una banalidad, pero conduce inmediatamente a la
cuestin de la institucin de la sociedad y de esta ins
titucin como esencialmente histrica. Para que el oro
se convierta en moneda, no basta con que posea las
cualidades naturales enumeradas por los manuales
de economa poltica, cualidades que lo predestina
ran a ese papel, sino que es menester ese desarrollo
histrico-social que, a partir de la aparicin de formas
embrionarias de intercambio, conduce a la institucin
de un equivalente general (tal es al menos la con
cepcin de Marx, que nosotros no analizamos aqu en
s misma). Para que una mquina se convierta en ca
pital, es menester insertarla en la red de relaciones
socioeconmicas que instituye el capitalismo. En y
por esta insercin es como a mquina adquiere su
significacin de capital, que no depende de la m
quina como tal (ni de la existencia de una cantidad
suficiente de mquinas, ni de la transformacin de la
cantidad en cualidad, etc.), sino del sistema socioe
conmico, del modo de produccin en que esta
mquina es considerada; el mismo conjunto de m
quinas no sera ya capital un da despus de una
revolucin socialista, as como las mismas faculta
des productivas de los hombres no seran ya fuerza
de trabajo al da siguiente de una revolucin de esa
naturaleza.
Observemos de pasada que, una vez ms,-se mues
tra aqu el carcter antinmico del pensamiento de
Marx. Si el estado de las fuerzas productivas, la
evolucin tcnica, determina sin ambigedad la orga
nizacin de las relaciones de produccin y, por su in
termedio, del sistema social en su conjunto si al
308
molino de brazos corresponde la sociedad feudal,
al molino de vapor corresponde la sociedad capitalis
ta, entonces es que la mquina en sentido estricto,
y este tipo de mquinas, determina la aparicin de una
sociedad capitalista, y en esta Sociedad la mqui
na 110 puede ser otra cosa que capital. No lo es de
modo inmediato; pero este inmediato, como todo
inmediato, no es ms que abstraccin, pues el ser de
la mquina slo es plenamente lo que es cuando se
han reali cado todas las mediaciones y sus resultados,
al volver sobre lo inmediato, lo han determinado por
completo en toda su profundidad. En este sentido, la
mquina as perfectamente capital, contrariamente al
oro, cuyo ser-moneda, desde este punto de vista, es
mucho ms exterior y accidental. Una cosa es decir
que la mquina, aunque sea en ltimo anlisis, da
existencia al capitalismo, y otra muy distinta decir
que el capitalismo es el que da existencia a las mqui
nas, en s neutras y puros medios, como capital.
Ahora bien, Marx dice ambas cosas a la vez ya
una, ya la otra, en lo cual se traduce su someti
miento a la ontologa heredada. En tanto materialis
ta, pretende determinar el capitalismo por la mqui
na; en tanto hegeliano, sabe que la mquina no es
lo que es, no adquiere su sentido (su ser) sino por su
inmersin en la Totalidad, que, en este caso, es el sis
tema social que le confiere una significacin. Y evi
dentemente, las dos posiciones son insostenibles. No
se puede pensar la mquina, ni siquiera reducida a
su ser-tcnica, como algo neutro, si no es slo acciden
talmente. Las mquinas de las que se trata durante el
perodo capitalista son perfectamente mquinas in
trnsecamente capitalistas. Las mquinas que conoce
mos no son objetos neutros que el capitalismo uti
liza con fines capitalistas, apartndolas (como
tan a menudo lo piensan, con total ingenuidad, los
tcnicos sj los cientficos) de su pura tecnicidad, y que
podran ser, tambin, utilizadas con fines sociales
distintos. Desde mil puntos de vista, las mquinas, en
su mayor'i. consideradas en s mismas, pero en cual
quier caso porque son lgicas y realmente imposibles
fuera del sistema tecnolgico que ellas mismas consti
tuyen, son encarnacin, inscripcin, presentifica-
309
cin y figuracin de las significaciones esenciales del
capitalismo. Del mismo modo, cuando, como en
Marx, se habla de las relaciones de produccin como
relaciones entre personas mediatizadas por cosas,
se corre el riesgo de hacer aparecer estas relaciones
como algo exterior o agregado a las personas y a
las cosas que, por lo dems, seran idealmente defi
nibles con independencia de esta insercin en esas
relaciones, las que podran ser modificadas de
jando inafectadas las personas y las cosas.
Pero no se trata de un simple peligro conjeturado,
sino de un riesgo cierto e inevitable, como lo prueba
el hecho de que nunca, ni Marx, ni el movimiento
marxista, han pensado otra cosa que poner la tcnica
(capitalista) al servicio del socialismo, modificar las
relaciones de produccin (rpidamente identifica
das, por lo dems, y no por casualidad, con las formas
jurdicas de la propiedad), sin tener jams en cuenta
que la abolicin del capitalismo era inconcebible sin
una subversin de la tecnologa existente. Salvo pun
tos lmites en el infinito, no existen personas ni co
sas que, adems de sus atributos, propiedades, ca
ractersticas intrnsecas, tengan agregadas cualidades
adicionales por el hecho de hallarse inmersas en un
sistema social capitalista o cualquier otro. Las rela
ciones entre personas mediatizadas por las cosas no
pueden ser relaciones capitalistas, por ejemplo, sino
a condicin y slo a condicin de estar mediatizadas
por las cosas especficas, que hay que atreverse a
llamar cosas capitalistas (o cosas feudales, o cosas az
tecas). Pero, por oti'a parte, estas cosas no bastan
para que tales relaciones emerjan, pues no las deter
minan. Las mquinas capitalistas, como tales y en s
mismas, consideradas separadamente (como es me
nester considerarlas si se quiere hablar de las relacio
nes de causacin o de determinacin), tampoco bas
tan para inducir relaciones capitalistas, si no se dan
al mismo tiempo individuos que (contradictoria y
conflictivamente) sean individuos capitalistas, co
mo lo prueba, por ejemplo, la enorme dificultad de
penetracin del capitalismo en la mayora de las so
ciedades precapitalistas. Esta dificultad no es una
dificultad de importancia de mquinas, ni de capi
310
tal, ni una dificultad de aprendizaje tcnico que
dependa de escuelas profesionales. Es una dificultad
e incluso una imposibilidad, para hacer nacer de la
noche a la maana, o en el espacio de unos pocos
aos, hombres capitalistas (como capitalistas pro
piamente dichos y como proletarios), es decir, para fa
bricar socialmente individuos para los cuales, en ade
lante, lo que importa y lo que no importa, lo que tiene
significado y lo que no lo tiene, lo que es la significa
cin de tal cosa o de tal acto son definidas, postula
das, instituidas, de manera distinta de como lo haban
sido en su sociedad tradicional; individuos para los
cuales el espacio y el tiempo estn organizados, inte
riormente articulados y representados imaginaria
mente de manera distinta; individuos cuyo cuerpo
propio no slo est sometido a otras disciplinas exte
riores, sino que se lo aprehende en otra relacin con el
mundo, que es capaz de tocar, coger, manipular de otra
manera los objetos y otros objetos; individuos para
los que las relaciones entre individuos estn subverti
das, las colectividades y lealtades correspondientes,
destruidas; individuos para los que, por ltimo, e
excedente econmico eventual, en caso de haberlo' no
se destina al prestigio, ni se distribuye a los miembros
de la familia extensa ni al clan, ni se consagra a una
peregrinacin, ni se atesora, sino que se acumula.
Pero esta fabricacin, esta teukhein de los individuos
no es nada ms que su fabricacin en referencia a las
significaciones imaginarias sociales del capitalismo y
mediante estas significaciones; no puede ser nada
ms que la imposicin de la institucin capitalista del
mundo a estas sociedades, imposicin sin la cual las
mquinas, importadas en abundancia, son tan inti
les y ridiculas como la gran mquina quitanieve que
los rusos proporcionaron a Guinea y estuvo expuesta
durante mucho tiempo en Conakry.
Del mismo modo, all donde ha emergido por pri
mera vez, en Europa Occidental, la institucin del ca
pitalismo ha sido, indisociablemente, alteracin de
los individuos, de las cosas, de las relaciones sociales
y de las instituciones, en el sentido segundo de este
trmino (creacin de un hombre capitalista, de una tc
nica capitalista, de relaciones de produccin capita-
listas, inconcebibles e imposibles unas sin las otras,
todas las cuales presentifican y figuran la institucin
capitalista del mundo y las significaciones imagina
rias sociales que lleva consigo). Esto quiere decir que
la organizacin especfica del mundo natural y so
cial efectuada por Occidente capitalista, su legein y su
te.ukhe.in originales en su modo de operacin, en sus
medios y en sus resultados, la realidad social a la
que dan existencia como indivisin de lo real y lo po
sible, son a la vez instrumento y expresin, figu
racin y presentacin de un ncleo de significaciones
imaginarias sociales por referencia a las cuales, para
esta sociedad, las cosas, los individuos, las representa
ciones, las ideas, son o no son, valen o no valen.
Las significaciones imaginarias sociales y la institucin
del mundo
La institucin de la sociedad es en cada momento
institucin de un magma de significaciones imagina
rias sociales,-que podemos y debemos llamar mundo
de significaciones. Pues es lo mismo decir que la so
ciedad instituye en cada momento un mundo como su
mundo o su mundo como el mundo, y decir que insti
tuye un mundo de significaciones, que se instituye al
instituir el mundo de significaciones que es el suyo y
que slo en correlacin con l existe y puede existir1
para ella un mundo. La ruptura radical, la alteracin
que representa la emergencia de lo histrico-social en
la naturaleza presocial es la posicin de la significa
cin y de un mundo de significaciones. La sociedad
da existencia a un mundo de significaciones y ella
misma es tan slo en referencia a ese mundo. Correla
tivamente, no puede haber nada que sea para la socie
dad si no se refiere al mundo de las significaciones,
pues todo lo que aparece es aprehendido de inmediato
en ese mundo, y ya no puede aparecer si no se lo con
sidera en ese mundo. La sociedad es en tanto plantea
la exigencia de la significacin como universal y total,
y en tanto postula su mundo de significaciones como
aquello que permite satisfacer esta exigencia. Y slo
312
correlativamente a este mundo de significaciones ins
tituido en cada momento, es como podemos reflexio
nar sobre la cuestin planteada anteriormente: qu
es la unidad y la identidad, es decir, la ecceidad
de una sociedad, y qu es lo que mantiene unida a una
sociedad? Lo que mantiene unida a una sociedad es
el mantenimiento conjunto de su mundo de signifi
caciones. Lo que permite pensarla en su ecceidad,
como esta sociedad y no otra, es la particularidad o
la especificidad de su mundo de significaciones en
tanto institucin de este magma de significaciones
imaginarias sociales, organizado precsamete as y no
de otra manera.
En seguida se hace evidente que una sociedad
dada no es ni puede ser un objeto distinto y definido,
ni un sistema cualquiera de tales objetos, pues no es
se el modo de ser de las significaciones. I gualmente,
jams podemos pensar en el marco referencial identi-
tario de cuestiones tales como: a partir de cundo
una sociedad, en su autoalteracin, deja de ser esa so
ciedad?, o, en qu condiciones se puede decir que las
colectividades contemporneas y parientes son seg
mentos de la misma sociedad, o diversas sociedades
diferentes? Atenas, Corinto y Esparta no son simples
segmentos de la sociedad griega antigua, ni ejem
plos del concepto de la ciudad griega, ni sociedades
distintas de la sociedad griega antigua. El propio modo
de no-participacin de las ciudades griegas en la so
ciedad griega antigua forma parte de la institucin
propia y original de esta sociedad, as como el modo
de co-participacin de los Estados nacionales en una
especie de sociedad mundial bajo el capitalismo mo
derno forma parte de la institucin del capitalismo
moderno. En ambos casos, este modo incluye la posi
bilidad y la realidad efectiva de instituciones particu
lares y de significaciones particulares a tal o cual co
lectividad. Es as tambin como queda excluido el que
podamos pensar la relacin entre la Roma republi
cana y la Roma imperial como si se tratara de un sim
ple cambio de ciertos atributos o cualidades que de
jara inalterable un sustrato, una sustancia-Roma, o
como censura absoluta, o como influencia de la pri
mera sobre la segunda a travs del tiempo, por medio
de la transmisin de una herencia. Por el contrario
en este pasaje y a travs de l, es la propia sociedad
romana la que se altera; no obstante, es imposible ig
norar el mantenimiento o la conservacin de una in
numerable multitud de instituciones a travs de este
pasaje, a las que da existencia la alteracin esencial
de las significaciones de las que tales instituciones son
portadoras y mediante las cuales ellas mismas son.
Por qu la sociedad se instituye por medio de la
institucin de un mundo de significaciones; por qu
la emergencia de lo histrico-social es emergencia de la
significacin y de la significacin en tanto institui
da; por qu, al fin y al cabo, hay significacin? Estas
preguntas apenas tienen ms sentido que la pregunta
siguiente: por qu hay algo y no ms bien nada? No
respondemos a estas pi'eguntas (no alcanzamos a
comprender cmo podra haber nunca respuesta
que no fuera ipso facto una iteracin de la pregunta)
sino que simplemente tratamos de elucidar la" situa
cin en la cual nos encontramos y que es globalmente
ininspeccionable, cuando comprobamos que la socie
dad slo es en tanto se instituye y es instituida, y que
la institucin es inconcebible sin la significacin. Ya
hemos descrito largamente esta implicacin circular
a propsito del lenguaje, del legein y del teukhein. La
institucin de la sociedad es institucin del hacer so
cial y del representar/decir social. En estos dos aspec
tos, comporta de modo ineliminable una dimensin
identitario-conjuntista, que se manifiesta en el legein
y en el teukhein. El teukhein es la dimensin identita-
ria (ya sea que la denominemos funcional o instru
mental) del hacer social; el legein es la dimensin
identitaria del representar/decir social, que se pre
senta sobre todo en el lenguaje en tanto este ltimo
es tambin siempre y necesariamente cdigo. Pero
tambin hemos visto detenidamente que el lenguaje
no puede ser nicamente cdigo, que lleva consigo de
modo insoslayable una dimensin significativa refe
rida al magma de las significaciones, que siempre es
tambin lengua. Y esto es as porque un sistema for
mal no puede cerrarse sobre s mismo, o, si se prefie
re, porque nadie en y desde el interior de un sistema
314
identitario permite producir tal sistema en general, ni
de referirlo a otra cosa que no sea l mismo, ni decidir
acerca de su valor y su organizacin concretos, parti
culares. Ms an; el lenguaje debe decir el mundo, y
en el cdigo no hay nada que permita postular un
inundo ni decidir cul ser ese mundo ni qu ser. As
tampoco puede el hacer social ser nicamente teuk
hein o tcnica; los actos y los objetos que all son
puestos en y por el esquema de la finalidad, en la di
mensin instrumental y funcional del hacer, no se
pueden definir ni aprender a partir de la pura instru-
mentalidad o de la mera funcionalidad. Son lo que
son y tales como son gracias a la orientacin global
del hacer social, orientacin que no es otra cosa que
un aspecto del mundo de significaciones imaginarias
de la sociedad considerada. Y tambin en este caso,
la dimensin instrumental o funcional del hacer (el
teukhein y la tcnica) y su dimensin significativa, son
indisociables. No se trata simplemente de que sera
absurdo considerar teukhein y tcnica como puros
instrumentos neutros que pudieran servir indistinta
mente a cualquier fin, sino que es imposible pensarlos
como una consecuencia de los fines y de las signifi
caciones que la sociedad plantea, es imposible ver en
ellas la conclusin de un silogismo cuyas premisas se
ran suministradas por la orientacin del hacer. La
sociedad no plantea, en un primer momento, los
fines y las significaciones a partir de los cuales deli
berar acerca de las tcnicas ms apropiadas para
servirlos y encarnarlos. Tanto los fines como las sig
nificaciones son postulados desde el primer momen
to en y por la tcnica y el teukhein, as como las sig
nificaciones son postuladas en y por el legein. En cierto
sentido, los tiles y los instrumentos de una sociedad
son significaciones, son la materializacin de las sig
nificaciones imaginarias de la sociedad en cuestin en
la dimensin identitaria y funcional. Una cadena de
fabricacin o de montaje es (y no puede dejar de ser
como) materializacin de una multitud de signifi
caciones imaginarias centrales del capitalismo.
Hasta aqu hemos considerado sobre todo las sig
nificaciones en su relacin, por decir as, inmediata o
315
intrnseca con el legein y el leukhein; en estos dos ca
sos era importante mostrar e ilustrar la implicacin
circular de la dimensin identitaria y de la dimen
sin significativa. Una palabra es palabra en tanto, e
un modo indisociable, se relaciona con un designado
identitario y es portadora de una significacin de la
lengua. Un til o instrumento es siempre al mismo
tiempo definido identitariamente en las relaciones
funcionales de una finalidad parcial o local y, al
mismo tiempo, aprehendido en el magma del hacer so
cial. De tal suerte, la significacin puede aparecer
como agregada a... algo que existiera aparte, inde
pendientemente, con anterioridad a la significacin,
aun cuando se est dispuesto a reconocer que ese al
go ser natural, objeto material fabricado, entidad
lgica o racionalslo puede ser para la sociedad si
est cargado de una significacin. Espero que lo
que se ha dicho hasta ahora persuada al lector de que
este punto de vista sera ms que insuficiente, y esen
cialmente falaz. Pero hay mucho ms. Slo presenta
una apariencia de plausibidad para lo que se puede
llamar las significaciones segundas o derivadas. Ca
rece estrictamente de sentido cuando se trata de signi
ficaciones imaginarias centrales o primeras de una so
ciedad; pues stas son creadoras de objetos ex nihilo,
y organizadoras del mundo (como mundo exterior
a la sociedad, mundo social e inherencia recproca de
ambas). As, para dar un ejemplo, que, no por fcil,
es menos decisivo, Dios no es una significacin agre
gada a algo; a qu algo? La palabra Dios no tiene
ningn otro referente que significacin Dios, tal como
es postulada en cada momento por la sociedad consi
derada. El referente que sera las representaciones
individuales de Dios (o de los dioses), es creada por
medio de la creacin y la institucin de esta significa
cin imaginaria central que es Dios. La significacin
Dios es a la vez creadora de un objeto de represen
taciones individuales y elemento central de la organi
zacin del mundo de una sociedad monotesta, va que
Dios es puesto a la vez como fuente del ser y ente por
excelencia, norma y origen de la Ley, fundamento l
timo de todo valor y polo de orientacin del hacer so
cial, puesto que es por referencia a l como una regin
316
sagrada y una regin profana se encuentran sepa
radas, como son instituidas una multidud de acti
vidades sociales y creados los objetos que no tienen
ninguna otra razn de ser. Slo en un segundo sen
tido, derivado y finalmente sin gran inters, se puede
decir que a partir de la institucin de Dios y de la re
ligin, las significaciones religiosas se encuentran
agregadas a objetos o actos que haban tenido o hu
bieran podido tener una existencia social indepen
diente de ellas. La situacin es esencialmente idn
tica en el caso de las otras formas de creencia (po
litesta, animista, fetichista); pero mostrarlo
exigira un anlisis detallado que aqu no se puede
realizar.
Del mismo modo, por ejemplo, la economa y lo
econmico son significaciones imaginarias sociales
centrales, que no se refieren a algo, sino a partir de
las cuales una multitud de cosas son socialmente re
presentadas, reflejadas, gobernadas y hechas como
' econmicas. Esto no tiene nada que ver con la abs
traccin del terico que separara un aspecto eco
nmico de los procesos sociales para estudiarlos me
jor. En este dominio, el terico no podra separar
nada si, a partir de un cierto momento y en determi
nadas sociedades, la significacin econmica no hu
biera ya emergido y no hubiera sido implcitamente
instituida como importante al comienzo, y como cen
tral- y decisiva, luego. No se trata de una condicin
emprica sino de la condicin lgica y ontolgica de
la abstraccin del terico. Esta significacin econ
mica es monetizada o convertida, por una parte, e
una multitud de significaciones referidas a objetos
concretos (los bienes producidos, los instrumentos
de produccin, etc.), y, por otra parte, en una mul
tiplicidad de multiplicaciones abstractas, pero so
cialmente efectivas y activas (as, en la economa
capitalista, capital, stock, trabajo, salarios, renta,
beneficio, inters, son significaciones abstractas,
tematizadas y explicitadas como tales por y para los
participantes y cuya explicitacin es condicin fctica
de la operacin de esta economa). Pero, qu es lo
que mantiene unidas todas estas significaciones y, de
hecho ,las significaciones econmicas! Todos los inten-
317
tos de dar respuestas transhistricas a esta pregunta
desembocan en falacias. As, ocurre, pues, cuando,
como hacen los economistas acadmicos, se dice qu
hay economa cuando se trata de alcanzar fines ilimi
tados con medios limitados (lo que tambin atae a
la tcnica y, por ejemplo, tanto a la agronoma como
a la navegacin espacial) y se descuida el hecho de
que la idea de fines ilimitados slo podra germinar
en la mente de un economista de la poca capitalista;
o cuando se habla de intercambios entre miembros
de la sociedad, lo que ha permitido el florecimien
to de confusiones que an se producen en el intercam
bio de cosas, mujeres y palabras; o, por ltimo, cuando
se habla de produccin y reproduccin de la vida ma
terial de la sociedad, como si se supiera qu es una
vida material de la sociedad susceptible de ser se
parada del resto, como si esta idea misma de vida
material' separada no fuera uno de los productos ms
tpicos y ms histricamente datados de la poca ca
pitalista. Ya hemos insistido en el hecho de que la se
paracin entre la esfera econmica y el resto de las
actividades sociales, su constitucin como dominio
autnomo y, finalmente, predominante, es, tambin
ella, un producto histrico que tan slo aparece en algu
nas sociedades y en funcin de un desarrollo comple
jo. Pero comprobar la historicidad de este fenmeno
no exime en absoluto, sino todo lo contrario, de pre
guntarse en qu consiste. Qu entendemos cuando
decimos que en ciertas sociedades la economa se
separa del resto? Por supuesto que no entendemos
una separacin real ni una construccin lgica
del terico que aspire a hacer ms inteligibles los
fenmenos. De lo que se trata es de la emergencia de
una significacin central que reorganiza, redetermi-
na, reforma una multitud de significaciones sociales
ya disponibles, a las que al mismo tiempo altera, con
diciona la constitucin de otras significaciones y aca
rrea, lateralmente, efectos anlogos prcticamente
sobre la totalidad de las significaciones sociales del
sistema considerado. Y, bien entendido, nada de
esto afecta en absoluto a significaciones desencarna
das; por el contrario, se da conjuntamente con, y no
puede darse sin, transformaciones de las actividades y
318
de los valores de la sociedad en cuestin, como tampoco
sin transformaciones efectivas en los individuos y los
objetos sociales. Sin embargo, hay que destacar que en
esto no se trata jams de una propiedad lgica ni real
de unos de esos aspectos sobre los dems. Lo econ
mico no puede constituirse e instituirse como signifi
cacin social central si no es encarnada, figurada, pre-
sentificada, instrumentada en y por las actividades
sociales efectivas, ni pueden tampoco estas activida
des convertirse en actividades econmicas ni adquirir
un aspecto econmico predominante sin la emergen
cia de la significacin econmica y la alteracin de
todo el magma de significaciones sociales que sta im
plica y arrastra. Una y otra son, a su vez, inseparables
de la transformacin del sistema social de valores,
tanto en bloque como en detalle. Ahora bien, esta
emergencia de la significacin econmica con estas
caractersticas decisivas en la historia efectiva es en
gran medida independiente de su explicacin para los
participantes, y ms an de su tematizacin terica.
El Econmico de J enofonte, o el que se atribuye a
Aristteles, preceden en veinte siglos a la aparicin
del capitalismo, y Antoine de Montchrestien escribe a
comienzos del siglo xvu la obra epnima de la nueva
realidad y de la nueva ciencia. Pero esta tematiza
cin terica, como lo muestran los ejemplos que se
acaban de dar, no es el resultado ni condicin de la
institucin de la significacin econmica como cen
tral para el capitalismo. Esta ltima se opera en lo
implcito, nadie piensa en ella en tanto tal, se realiza
a travs de la busca de una cantidad indeterminada
de fines particulares, los nicos presentes y represen-
tables como tales en el espacio social, coordenados
para los participantes en significaciones parciales,
concretas y abstractas, que en seguida se revelan
como sobredeterminadas por esta significacin cen
tral, a punto de instituirse. Es as como esta significa
cin central se deja aprehender, retrospectivamente,
como condicin no real, pero eminentemente efectiva
(wirklich), puesto que efectuante (wirkend).
Se podra retomar este anlisis a propsito de to
das las significaciones sociales centrales, ya se trate
de la familia, la ley o el Estado. En efecto, antes de
319
apresurarse a cualificar estos trminos como referen
cia a instituciones en el sentido segundo y corriente
del trmino, habra que preguntarse cmo, mediante
qu y a partir de qu, una sociedad puede darse tal
grupo de hechos, por ejemplo, como jurdicos.
Las significaciones centrales no son significaciones
de algo, ni tampoco, a no ser en un sentido secunda
rio, significaciones agregadas a algo o referidas
a algo. Son ellas las que dan existencia, para una so
ciedad determinada, a la coparticipacin de objetos
actos, individuos en apariencia heterclitos al mxi
mo. Estas significaciones no tienen referente; sino
que instituyen un modo de ser de las cosas y los indi
viduos como referido a ellas. En tanto tales, no son
necesariamente explcitas para la sociedad que las
instituye. Son presentificadas-figuradas por medio de
la totalidad de las instituciones explcitas de la socie
dad, y la organizacin del mundo a secas y del mundo
social que ellas instrumentan. Condicionan y orientan
el hacer y el representar sociales, en y por los cuales
continan ellas alterndose.
El modo de ser de las significaciones imaginarias sociales
Las significaciones imaginarias sociales nos ponen
en presencia de un modo de ser primero, originario,
irreductible, sobre el que, tambin aqu, hemos de
reflexionar a partir de s mismo sin someterlo por
adelantado a los esquemas lgico-ontolgicos ya dis
ponibles.
Lo que se ha dicho ya aqu muestra con harta su
ficiencia que no se puede pensar las significaciones
imaginarias sociales a partir de una relacin que ten
dran con un sujeto que fuera su portador o que
las tuviera como objeto intencional. No son los noe-
mas de una noesis, salvo de modo secundario e ine-
sencial. Si, de todos modos, se quisiera utilizar a
cualquier precio estos trminos, no habra que consi
derarlos slo como noemas sin noesis, sino tambin
como lo que, para los individuos de una sociedad,
hace que pueda haber noemas y noesis; y ello, no
320
como el objeto hace posible su intencionalidad,
sino como la lengua hace posible la palabi'a. Pues son
ellas aquello gracias a lo cual los sujetos existen co
mo sujetos y como estos sujetos. Que una reflexin
pueda siempre intentar tematizarlos explcitamente
como tales, ponerlos como noemas de una noesis, es
algo segundo y secundario, e incluso la posibilidad de
tal reflexin (problemtica al lmite, y en todo caso
histricamente tarda) encuentra tambin en las sig
nificaciones imaginarias sociales su condicin.
Adems, sera imposible pensar las significaciones
imaginarias sociales a partir de su relacin con
objetos como sus referentes. Pues es en y por ellas
como resultan posibles los objetos y, por tanto,
tambin la relacin de referencia. El objeto, co
mo referente, es siempre co-constituido por la signi
ficacin imaginaria social correspondiente, tanto el
objeto particular como la objetividad en tanto tal.
Ante todo, las significaciones centrales o primeras no
tienen ningn referente, o, si se prefiere, son su propio
referente. No hay referente de Dios, las divinidades,
figuras o entidades religiosas o mitolgicas en gene
ral, al margen de estas figuras mismas como significa
ciones. Tampoco hay referente de las significaciones
ciudadano, justicia, mercanca, dinero, capital, etc.,
que no sean las significaciones mismas. Decir que un
objeto o una clase de objetos son mercancas, no es
decir algo acerca de estos objetos como tales, sino
acerca de la manera en que una sociedad trata (puede
tratar) ese objeto o esa clase de objetos, acerca de la
manera de ser de esos objetos y de esa sociedad; es
decir que esta sociedad ha instituido la significacin
mercanca como tal y en y por una red de significa
ciones derivadas, comportamientos de individuos y
dispositivos materiales que dan existencia a los obje
tos, a tales objetos, como mercancas.
Del mismo modo, la cosa es una significacin
imaginaria instituida (es evidente que con un conte
nido muy variable) por todas las sociedades conoci
das. Esta institucin pone en funcionamiento, como
ya se ha dicho antes, los esquemas operadores esen
ciales del legein (separacin/reunin, identidad, con
tinuidad, etc.), a saber, las figuras operantes de lo
321
imaginario social, pero tambin siempre otros compo
nentes imaginarios. Para cualquier sociedad de que se
trate, las cosas son, por ejemplo, o bien animadas
in toto, o bien en parte no animadas. O, aunque esta
afirmacin parezca escandalosa, las dos posiciones
son imaginarias. La posicin de las cosas como n0
animadas no es nunca mera negacin de su ani
macin, sino que es siempre tambin posicin de
otra cosa: creadas por Dios para nosotros, puro mate
rial inerte para el ejercicio de nuestro dominio y pose
sin de la naturaleza, etc. La significacin instituida
cosa, en una sociedad dada, es lo que hace posibles
para los individuos las cosas percibidas o represen
taciones perceptivas (en tanto que representaciones
afectadas de un ndice de independencia) y que de
fine cada vez cules son las cosas y qu son. No hay
que confundirlas con el concepto (o la categora) fi
losfica del mismo nombre, que, por lo dems, no
tiene ningn sentido asignable, a no ser el enigma de
la sustancia.
Es evidente que no se puede relacionar las signifi
caciones sociales con un sujeto construido expresa
mente para ser su portador, ya sea que se lo llame
conciencia del grupo, inconsciente colectivo o
como se quiera. Todas estas expresiones se han for
jado y construido las seudoentidades correspon
dientes, por exportacin o calcos ilegtimos y en
funcin de la incapacidad de enfrentar" lo que es el
modo de ser especfico de las significaciones. En este
sentido igualmente, los ti'minos de representacin
colectiva o de representacin social con los cuales
ciertos socilogos han tratado, correcta pero insufi
cientemente, de apuntar a un aspecto sobre el cual
tratamos as de reflexionar, son impropios y corren el
riesgo de ci'ear confusin.
En trminos ms generales, no se puede reducir el
mundo de las significaciones instituidas a las repre
sentaciones individuales efectivas, o a su parte co
mn, media o tpica. Las significaciones no son
evidentemente lo que los individuos se representan,
consciente o inconscientemente, ni lo que piensan.
Son aquello por medio de lo cual y a partir de lo cual
322
los individuos son formados como individuos sociales,
con capacidad para participar en el hacer y en el re
presentar/decir social, que pueden representar, actuar
y pensar de manera compatible, coherente, conver
gente incluso cuando sea conflictual (el conflicto ms
violento que pueda desgarrar una sociedad presupone
aun una cantidad indefinida de cosas comunes o
participables). Esto lleva consigo, y por cierto que
tambin requiere, que una parte de las significaciones
imaginarias sociales encuentren un equivalente
efectivo en los individuos (en su representacin, cons
ciente o no, en su comportamiento, etc.), y que las
otras se traduzcan de una cierta manera directa o
indirecta, prxima o lejana. Pero esto es algo comple
tamente distinto de su presencia efectiva o en per
sona en la representacin de los individuos. Ningn
individuo tiene necesidad, para ser individuo social,
de representarse la totalidad de la institucin de la
sociedad y las significaciones de que sta es portado
ra, ni podra hacerlo. Y esto precisamente plantea un
inmenso problema, que no podemos examinar aqu,
a saber, el de la complementariedad necesaria de los
tipos de individuos instituidos en y por la articulacin
de la sociedad y, por tanto, tambin de la complemen
tariedad de los equivalentes o de las traducciones
de las significaciones imaginarias sociales efectiva
mente presentes en las representaciones de los indivi
duos. Aun no se dice nada cuando slo se dice que los
individuos aprenden o asumen papeles sociales,
que son inducidos, conducidos, condicionados a de
sempear tales papeles. Habra papeles si no hubiera
una pieza teatral? Y cmo habra papeles si el con
junto de ellos no formara una obra? Qu obra y
quin la ha escrito? Es posible que, a veces, la gente
se vista con tnicas romanas para representar la revo
lucin burguesa, o que un general quiera representar
a J uana de Arco con ropas del siglo xx; pero, cmo
se consigue que, en la historia real, no sea nunca Zer-
lina quien responda a Agamemnn, y que jams tenga
Bruto al seor Perrichon como amigo y confidente?
No hay siervo sin seor, y a la inversa; no hay siervo
que no tenga una cierta representacin del seor en
general, de su seor y de la relacin de servidumbre;
323
no hay seor que no tenga una cierta representacin
de los siervos en general, de sus siervos y de la relacin
de servidumbre. Estas representaciones son y deben
ser necesariamente diferentes y complementarias
En caso contrario, no hay sociedad feudal. Esta corn-
plementariedad slo puede tener existencia gracias a
la significacin instituida (aqu, la relacin de serv-
dumbre) no es la suma de representaciones comple
mentarias; y precisamente porque esta significacin
es instituida es por lo que existen tales representacio
nes (del siervo, del seor y de la relacin de servidum
bre, para el siervo y para el seor) y que stas son
complementarias.
Esta compatibilidad y, sobre todo, complementa-
riedad esencial de las representaciones de los indivi
duos, sin lo cual ni unas ni otros tendran existencia,
ilustra lo que he dicho acerca de las significaciones
sociales como condiciones de lo representable y de lo
factible, y muestra los callejones sin salida de toda
explicacin de lo social a partir de lo individual, de
toda reduccin de la sociedad a la psicologa, ya se
trate de una orientacin positivista, conductista o
psicoanaltica.
Por ltimo, no deben confundirse las significacio
nes imaginarias sociales con los diversos tipos de sig
nificacin o de sentido (Sinn) a partir de los cuales
Max Weber trataba de pensar la sociedad.13Por cierto
que no son el sentido subjetivamente intencionado
(subjektiv gemeinte Sinn), la faceta o el aspecto de la
significacin que el individuo social menta como tal
y que, por tanto, est en cierto sentido presente
para l; ni tampoco un sentido medio o parte co
mn del sentido subjetivamente mentados. Las sig
nificaciones imaginarias sociales son aquello por lo
cual tales intencionalidades subjetivas, concretas o
medias, resultan posibles. Aunque slo fuera por
esta razn, es imposible confundirlas con las signifi
caciones ideal-tpicas o los tipos ideales, cons
trucciones del terico que apuntan a hacerle posible la
13. Vase, por ejemplo, Wirtschaft und Gesellschaft, 1956,
pp. 1a 11.
324
comprensin de los fenmenos sociales. Pues los ti
pos ideales son el producto de una reflexin sobre la
sociedad que presupone que la sociedad es, que en
ella son posibles y reales finalidades subjetivas con
cordantes y complementarias; mientras que las signi
ficaciones imaginarias sociales son inmanentes a la
sociedad que en cada oportunidad se tome en conside
racin. En realidad, el sentido ideal-tpico del que
habla Max Weber slo es el medio que este autor se
da para tematizar y reconstruir las significaciones so
ciales efectivas, que su metodologa y epistemologa,
fuertemente influidas por el neokantismo, le impe
dan reconocer como tales: qu sera, qu podra ser
un sentido efectivo, si no fuera un sentido para un su
jeto, o bien sentido en y por una construccin terica?
Nos hemos visto obligados a comprobar que no puede
haber sentido para un sujeto si no es a condicin de
que haya efectivamente sentido para alguien, signifi
cacin social e institucin de esta significacin. Poco
importa que se diga que, tambin por esta razn, este
sentido nunea nos es directamente accesible cuan
do reflexionamos sobre una sociedad, y que lo ni
co que podemos hacer es tratar de reproducirlo
o de construirlo. El constructivismo no es ms que
una palabra, a menos que afirme que todas las cons
trucciones vienen a ser lo mismo, lo cual Max Weber,
sin duda, nunca hubiera hecho. Que una construccin
sea preferible a otra implica que es soporte de una
cierta relacin con aquello de lo que se trata. Y preci
samente eso es lo que se traduce, por ejemplo, en el
hecho de que es imposible construir verdaderamente
significaciones ideal-tpicas como correlativas a un, o
algunos, fenmenos o aspectos de la sociedad. Es
tos ltimos slo son en cada momento lo que son y
tales como son debido a su inmersin en la sociedad
global; en consecuencia, remiten unos a otros, y todos
al magma de significaciones que sirve de sostn y
orienta la institucin de la sociedad en cuestin. Esto
se manifiesta, una vez ms, en la complementariedad,
no ya tan slo de las representaciones de los indivi
duos, sino de tipos de individuos, de objetos, de actos
a los que una sociedad determinada da existencia. El
tipo ideal del ciudadano romano remite desde den
325
tro al tipo ideal de la mujer romana, de la religin
y la ley tal como eran en Roma, etc. Y no es la cons
truccin terica lo que puede asegurar a ninguna de
estas significaciones su intrnseco mantenerse-juntas,
su inmanente fuera-de-s. Esto se expresa tambin en
la historicidad esencial de las significaciones: institu
ciones aparentemente similares pueden ser radical
mente distintas, pues, inmersas en distintas sociedades
son aprehendidas en significaciones diferentes. Pa
ra citar un ejemplo genei'al y claro, digamos que la
referencia a un tipo ideal de la burocracia en gene
ral no puede ocultar las diferencias decisivas entre la
burocracia imperial china, por ejemplo, y la burocra
cia del capitalismo moderno. Lo que puedan tener en
comn estos dos tipos de burocracia y otros de
pende de una conceptualizacin sobre las burocracias
en general, que, por cierto, depende a su vez de aspec
tos importantes de la institucin histrico-social v
plantea el enorme problema de lo universal y lo
transcultural de esta institucin, que aqu no pode
mos abordar. Pero el concepto de tipo ideal y de
sentido ideal-tpico se limita a sealar este proble
ma, jams elaborarlo.
Hemos de pensar el mundo de las significaciones
sociales no como un doble irreal de un mundo real;
tampoco como otro nombre para un sistema jerr
quico de conceptos; no como formado por lo ex-
presabie de las representaciones individuales, o
como lo que debe ser postulado como correlato obje
tivo (entgegen-stehend ) de las noesis subjetivas; ni
tampoco, por ltimo, como sistema de relaciones que
se agregaran a sujetos objetos plenamente dados, por
otra parte, y en tal o cual contexto histrico modifica
ran sus propiedades, efectos y comportamientos. He
mos de pensarlo como posicin primera, inaugurable,
irreductible, de lo histrico-social y de lo imaginario
social tal como se manifiesta en cada oportunidad en
una sociedad dada; posicin que se presentifica y se
tiguia en y por la institucin, como institucin del
mundo y de la sociedad misma. Es esta institucin de
las significaciones siempre instrumentada a travs
de las instituciones del legein y del te u k h e i n - la que,
326
para cada sociedad, plantea lo que es y lo que no es,
lo que vale y lo que no vale, y cmo es o no es, vale
o no vale lo que puede ser y valer. Es ella la que ins
taura las condiciones y las orientaciones comunes de
lo factible y de lo representable, gracias a lo cual se
mantiene unida, por anticipado y por as decirlo
por construccin, la multitud indefinida y esencial
mente abierta de individuos, actos, objetos, funciones,
instituciones en el sentido segundo y corriente del tr
mino que es, en cada momento y concretamente, una
sociedad.
Tambin hemos de pensar en un modo de ser
ajeno a este mundo a estos mundos de significa
ciones en su especificidad y su originalidad, sin sus-
tancializarlos, ni siquiera metafricamente, ni trans
formarlos en sujetos de otro orden (diciendo, por
ejemplo, que los mitos se piensan entre s). Del
mismo modo que cuando hablamos de lo histrico-so
cial y de lo imaginario, la dificultad no reside en
inventar nuevos vocablos para lo que estamos aqu
discutiendo, sino en comprender que lo que estos
vocablos mentan no es categorizable por meclio de
las categoras gramaticales (y, detrs de ellas, lgicas
y ontolsicas) segn las cuales estamos habituados a
pensar. La dificultad reside en comprender que
cuando hablamos de histrico-social, por ejemplo, no
pensamos ni en un sustantivo, ni en un adjetivo, ni en
un adjetivo sustantivado; q.ue lo imaginario social no
es sustancia, ni cualidad, ni accin, ni pasin; que las
significaciones imaginarias sociales no son represen
taciones, ni figuras o formas, ni conceptos.
Imaginario radical, sociedad instituyente, sociedad
instituida
En el ser por hacerse emerge lo imaginario radi
cal, como alteridad y como origen perpetuo de alteri-
dad, que figura y se figura, es al figurar y al figurarse,
creacin de imgenes que son lo que son y tal como
son en tanto figuraciones o presentificaciones de sig
nificaciones o de sentido.
327
Lo imaginario radical es como histrico-social y
como psique-soma. Como histrico-social, es un ro
abierto del colectivo annimo; como psique/soma, es el
flujo representativo/afectivo/intencional. A lo que es
posicin, creacin, dar existencia en lo histrico-social
lo llamamos imaginario social en el sentido primero
del trmino, o sociedad instituyeme. A lo que es posi
cin, creacin, dar existencia en la psique/soma para
la psique/soma, le llamamos imaginacin radical.
Lo imaginario social o la sociedad instituyente es
en y por la posicin-creacin de significaciones imagi
narias sociales y de la institucin;, de la institucin
como presenticacin de significaciones ,>y de estas
significaciones como instituidas. La imaginacin ra
dical es en y por la posicin-creacin de figuras como
pi esentificacin de sentido y de sentido como siempre
tigiu ado-iepresentado. La institucin de la sociedad
por la sociedad instituyente se apoya en el primer es-
tiato natural de lo dado y se encuentra siempre (hasta
un insondable punto originario) en una relacin de re
cepcin/alteracin con lo que ya haba sido instituido.
La posicin de figuras con sentido o con sentido figu
rado por la imaginacin radical se apoya en el ser-as
del sujeto como vivo, y se encuentra siempre (hasta
un insondable punto de origen) en una relacin de re
cepcin/alteracin con lo que ya haba sido represen
tado por y para la psique.
La institucin de la sociedad es en cada momento
institucin de un magma de significaciones que slo es
posible en y gracias a la imposicin de la organizacin
identitario-conjuntista a lo que es para la sociedad
(esto es, a su instrumentacin identitario-conjuntista).
La institucin instrumental del legein es institucin
de las condiciones identitario-conjuntista del repre
sentar/decir social. La institucin instrumental del
teukhein es institucional de las'condiciones identita-
rio-conjuntistas del hacer social. Ambas se implican
recprocamente, son intrnsecamente inherentes la
una a la otra, imposibles una sin la otra. Ambas son
objetivamente reflexivas, se presuponen y no pue
den operar ms que si previamente estn disponibles
los pi oductos de su operacin. Ambas son densas por
doquier, tanto en el hacer como en el representar/de
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cir social: con toda la proximidad que se quiera de
cualquier significacin, representacin o acto socia
les, se encontrar siempre una infinidad de elementos
conjuntista-identitarios. Ambas son creaciones abso
lutas de lo imaginario social; se las puede pensar
como recogidas del magma de significaciones insti
tuidas, a condicin de no olvidar que tal magma slo
puede existir, y existir para la sociedad en cuestin,
mediante el legein y el teukhein.
En y por el legein y el teukhein se instrumenta la
institucin global de la sociedad, figuracin-presenti-
ficacin del magma de significaciones a que aqulla
da existencia en cada momento. Esta institucin es en
cada momento institucin del mundo, como mundo
de esta sociedad y para esta sociedad, y como organi
zacin-articulacin de la sociedad misma. Suministra
el contenido, la organizacin y la orientacin del ha
cer y del representar/decir sociales. Lleva inexorable
mente consigo, como creacin de la sociedad, la insti
tucin del individuo social, por medio de ese teukhein
y del hacer particular representados por la socializa
cin de la psique/soma. Por ello, la sociedad da exis
tencia a los individuos para los que haya percepcin,
palabra y reflexin, que son indefinidamente autone-
producibles como individuos sociales, para cada uno
de los cuales hay siempre y al mismo tiempo mundo
privado y mundo pblico, y cuya vida en la sociedad
es, en cierto sentido, la vida y el funcionamiento de
la sociedad como sociedad instituida.
La creacin de la sociedad instituyente, como so
ciedad instituida, es en cada momento mundo comn,
kosmos koinos: posicin de los individuos, de sus
tipos, de sus relaciones y de sus actividades; pero
tambin es posicin de cosas, de sus tipos, de sus re
laciones, de su significacin, unas y otras aprehendi
das en cada momento en los receptculos y los marcos
referenciales instituidos como comunes, que les dan
existencia conjuntamente. Esta institucin es institu
cin de un mundo en el sentido en que puede cubrirlo
todo, en que, en y por ella, en principio todo debe ser
decible y representable, y que todo debe ser absoluta
mente aprehendido en la red de las significaciones,
todo debe tener sentido. La manera en que, en cada
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momento, todo tiene sentido, y en que el sentido que
tiene depende del ncleo de significaciones imagina
rias de la sociedad considerada. Pero ese recubri
miento nunca est asegurado y lo que se le escapa, a
veces prcticamente indiferente, puede a veces ser v
es de una gravedad decisiva. Porque lo que se le escal
pa es precisamente el enigma del mundo - a secas-,
que se oculta detrs del mundo comn social, como
mundo que todava no es, es decir, como inagotable
provision de alteridad, y como desafo irreductible a
toda significacin establecida. Y tambin se le escapa
el ser mismo de la sociedad en tanto sociedad institu-
yente: es decir, por ltimo, en tanto fuente y origen
de alteridad o autoalteracin perpetua.
La institucin del mundo comn es necesaria
mente en cada momento institucin de lo que es y no
es, de lo que. vale y no vale, as como de lo que es fac-
tible o lo que no lo es, tanto fuera de la sociedad
(relativamente a la naturaleza) como dentro de
ella. En tanto tal, debe necesariamente ser para la so
ciedad tambin presencia del no ser, de lo falso, de
lo ficticio, de lo simplemente posible, pero no efectivo.
Mediante la sinergia de todos estos esquemas de signi
ficacin es como se constituye la realidad para una
sociedad dada.
Realidad, lenguaje, valores, necesidades, trabajo
de cada sociedad especifican en cada momento, en su
modo de ser particular, la organizacin del mundo y
del mundo social referida a las significaciones imagi-
nai i as sociales instituidas por la sociedad en cuestin.
Son tambin estas significaciones las que se presenti-
fican-figuran en la articulacin interna de la sociedad
en tanto que la colectividad puede ser instituida
como distribuida entre categoras de individuos, divi
dida de manera simplemente simtrica o escindida
asimtricamente en y por un conflicto interno, en
la organizacin de las relaciones entre los sexos y la
reproduccin de los individuos sociales, en la institu
cin de formas y de sectores especficos del hacer y
de las actividades sociales. Participan tambin aqu
el modo segn el cual la sociedad se refiere a s mis
ma, a su propio pasado, a su presente y a su porvenir,
y el modo de ser, para ella, de las otras sociedades.
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Esta especificacin se realiza por medio de una
multitud de instituciones y de significaciones imagi
narias segundas; segundas no en el sentido de que
sean menores o simplemente derivadas, sino en el de
que todas ellas se mantienen unidas por la institucin
de las significaciones centrales de la sociedad conside
rada. Estas no pueden ser sin aqullas; no hay entre
ellas relacin de prioridad, y en general estas relacio
nes no tienen sentido en e nivel que aqu estamos
considerando. La empresa es una institucin segunda
del capitalismo, sin la cual no hay capitalismo.
La sociedad, ya sea como instituyeme, ya sea como
instituida, es intrnsecamente historia, es decir, au
toalteracin. La sociedad instituida no se opone a la
sociedad instituyeme como un producto muerto a una
actividad que le ha dado existencia; sino que repre
senta la fijeza/estabilidad relativa y transitoria de las
formas/figuras instituidas en y por las cuales y slo
en y por ellas lo imaginario radical puede ser y
darse existencia como histrico-social. La autoaltera
cin perpetua de la sociedad es su ser mismo, que se
manifiesta por la posicin de formas-figuras relativa
mente fijas y estables y por el estallido de estas formas-
figuras que jams pueden ser otra cosa que posicin-
creacin de otras formas-figuras. Cada sociedad da
as existencia a su propio modo de autoalteracin,
a la que se puede llamar tambin su temporalidad
es decir, que se da existencia tambin como modo
de ser. La historia es gnesis ontolgica no como
produccin de diferentes instancias de ia esencia so
ciedad, sino como creacin, en y por cada sociedad,
de un ser tipo (forma-figura/aspecto-sentido: eidos) del
ser-sociedad, que es al mismo tiempo creacin de ti
pos nuevos de entidades histrico-sociales (objetos, in
dividuos, ideas, instituciones, etc.) en todos los niveles
y en niveles ellos mismos puestos-creados por la socie
dad y por tal sociedad.
I ncluso en tanto instituida, la sociedad slo pue
de existir como perpetua autoalteracin. Pues no puede
ser instituida sino como institucin de un mundo
de significaciones, que excluye la identidad consigo
misnifo y nicamente son por su posibilidad esencial
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de ser-otras; y por medio de la constitucin de indivi
duos sociales, que nicamente son tales y nicamente
pueden funcionar como tales en la medida en que su
socializacin informe las manifestaciones de su imagi
nacin radical, pero no destruya esta ltima. Es ver
dad que, en tanto tal, la institucin que se da en cada
momento, slo puede darse como norma de identidad
consigo misma, inercia y mecanismo de autoperpe-
tuacin; pero tambin es cierto que aquello acerca de
lo cual debiera haber identidad consigo mismo, la sig
nificacin instituida, slo puede darse alterndose, y
que se altera por el hacer y el representar/decir social.
As, la norma misma se altera por la alteracin de
aquello respecto de lo cual debiera ser norma de iden
tidad, a l espera de ser quebrada por la posicin ex
plcita de otra norma.
La sociedad, por tanto, es siempre autoinstitucin
de lo histrico-social. Pero esta autoinstitucin en ge
neral no se sabe como tal (lo que ha hecho creer que
no puede saberse como tal). La alienacin o heterono-
-ma de la sociedad es autoalienacin; ocultacin del
ser de la sociedad como autoinstitucin a sus propios
ojos, recubrimiento de su temporalidad esencial. Esta
autoalienacin sostenida a la vez por la respuesta
que histricamente se han dado hasta ahora a las exi
gencias del funcionamiento psquico, por la tendencia
propia de la institucin y por la dominacin casi in
coercible de la lgica-ontologa identitaria se mani
fiesta en la representacin social (ella misma, cada
vez, instituida) de un origen extrasocial de la insti
tucin de la sociedad (origen atribuido a seres sobre
naturales, a Dios, a la naturaleza, a la razn, a la
necesidad, a las leyes de la historia o al ser-as del Ser)
Desde este punto de vista, una parte esencial del pen
samiento heredado no es otra cosa que racionaliza
cin de esta heteronoma de la sociedad y, en tanto
tal, una de sus manifestaciones. Sus respuestas a la
pregunta por el mundo y la historia, e incluso su
interrogacin cuando se la mantiene abierta, se sitan
siempre en un terreno del que, por construccin que
dan excluidos lo imaginario radical como histrico-so
cial y como imaginacin radical, la indeterminacin,
la creacin y la temporalidad como autoalteracin
esencial. Llevado casi siempre por la fantasa del do
minio como determinacin exhaustiva del ser en y
por la teora, el pensamiento heredado no lo aban
dona si no es tan slo para caer en la melancola de
la impotencia o para ponerse como determinada ella
i misma desde una instancia exterior y consolarse di
cindose que el ser se dice en ella y por ella. Fundada
desde el comienzo sobre la ocultacin del hacer y del
dar existencia, sufre su nemesis en tanto condenada a
ignorar su propia naturaleza de hacer pensante, ella
misma manifestacin y modo de ser de lo histrico-
I social.
Como es completamente evidente, la autoaliena-
| cin o heteronoma de la sociedad no es simple re-
i presentacin ni incapacidad de la sociedad para
representarse de otra manera que como instituida desde
y por una instancia exterior a ella. Est encarnada,
acusada y pesadamente materializada en la institucin
concreta de la sociedad, incorporada en su divisin
conflictual, llevada y mediatizada por toda su orga
nizacin, interminablemente reproducida en y por
el funcionamiento social, el ser-as de los objetos, de
las actividades, de los individuos sociales. As tam
bin, s superacin a la que tendemos porque la que
remos y porque sabemos que otros hombres tambin
' la quieren, y no porque tales sean las leyes de la his
toria, los intereses del proletariado o el destino del
ser, la instauracin de una historia en que la socie
dad no slo se sepa, sino se haga explcitamente como
autoinstituvente, implica la destruccin radical, hasta
sus recovecos ms recnditos, de la institucin cono
cida de la sociedad, lo cual nicamente puede ocurrir
mediante la posicin/creacin no slo de nuevas ins-
\ tituciones, sino tambin de un nuevo modo de insti
tuirse y una nueva relacin de la sociedad y de los
hombres con la institucin. Nada, al menos en tanto
se alcanza a ver, permite afirmar que tal autotransfor-
macin de la historia sea imposible, pues quien enun
ciara esta afirmacin no tendra dnde apoyarse,
salvo en el no-lugar ficticio y finalmente incoherente
de la lgica-ontologa identitaria. La autotransforma-
cin de la sociedad concierne al hacer social y, por
tanto, tambin poltico, en el sentido ms profundo
del trmino de los hombres en la sociedad, y nada
ms. El hacer pensante, y el pensar poltico el pen
sar sociedad como hacindose a s misma es un
conx, nente esencial de tal autotransformacin.

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