Bleichmar - La Derrota Del Pensamiento

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SILVIA BLEICHMAR
191
LA DERROTA DEL PENSAMIENTO
n
Trasvase
SILVIA BLEICHMAR
PSICOANALISTA-BUENOS AIRES, ARGENTINA
uestra generacin de intelectuales, si
no recupera sus races, corre el
riesgo no slo de perder su legado
histrico sino de dejar a la sociedad
argentina en su conjunto
errticamente librada a los
oportunistas del momento.
Subordinada la poltica a la
economa, subordinados gran parte
de los intelectuales a los organismos oficiales, no es un
rasgo de audacia sino de realismo afirmar que esta
disolucin constituye el factor ms importante de la
imposibilidad de construir una perspectiva de futuro que
permita la recomposicin de las significaciones sociales.
Porque si hay hoy una carencia fundamental sobre
la cual se produce gran parte del sufrimiento moral que
acompaa las prdidas materiales de casi la totalidad de
la poblacin del pas, sta est constituida por la derrota
del pensamiento; derrota del pensamiento que se pone
en evidencia cuando la improvisacin y la
farandulizacin, que ya haba capturado la vida cotidiana,
se convierten en el eje alrededor del cual se determinan
posiciones y juegan estrategias respecto de cmo gobernar
los destinos del pas.
Dando cuenta, sin embargo, los ltimos resultados
electorales de que en el imaginario colectivo ya no hay
espacio para ejercer el poder simplemente como una
representacin y transformar la poltica en un deporte
ni siquiera cuando los profesionales del deporte y el
espectculo intentan reemplazar a los amateurs que los
ejercen, lo cual es puesto al descubierto con los votos
anulados y en blanco que constituyen simultneamente
la explicacin del deseo de conservar el derecho a elegir
y el hasto ante la reiteracin de esa combinatoria de mala
fe e inoperancia que se manifiesta, desde hace aos, a
travs del alternado retorno de las corrientes dominantes
de la poltica.
Si ello nos obliga a un esfuerzo mayor para aceptar
el riesgo de asomarnos al pensamiento sin temor a caer
fuera de lo instituido, es requerimiento del proyecto de
recuperacin que nos compete saber dnde nos quedamos
en el ltimo recodo del camino.
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Hemos sido golpeados por las catstrofes del siglo
XX, lo cual lleva a que algunos piensen que se puede
justificar todo porque l fue acabando con nuestras
historia, no slo quedamos definitivamente hurfanos,
sino que privamos de futuro intelectual a las generaciones
que ya comienzan a insertarse con el esfuerzo que todos
conocemos en el campo productivo.
Avergonzados por la derrota de la utopa, que
constituye nuestro principal fracaso, hemos sido lanzados
a un duelo patolgico, en el cual nos rehusamos a
reconocernos en nuestros orgenes y en las virtudes de
nuestros padres tericos.
Somos hijos, sin embargo, y con el tiempo, de las
propias representaciones que nuestra mente guarda de
aquellos que nos engendraron, y la intelectualidad
argentina tiene su destino inevitablemente ligado a las
ideas ms avanzadas del siglo XX. Su intencin de
desprenderse de ellas sin darles una nueva direccin la
reduce a la inmediatez, y es engaosa, porque agazapados
en el fondo de nosotros mismos no podemos renegar su
existencia ya que constituyen nuestro nico capital.
Quienes se jactan de no sufrir el dolor de la prdida
de esperanza por un mundo distinto porque nunca
creyeron dan cuenta de un
razonamiento tan lamentable como
el de quien fuera al velatorio de
la mujer de su amigo
diciendo qu suerte que
nunca me enamor,
para no tener que
sufrir lo
perdido.
A diferencia de ello, quien ha amado puede volver a amar,
sufre por el encantamiento previo, pero esta circulacin
constituye una manera de estar vivo, ya que podemos
defendernos de todas las ilusiones, pero estaremos
muertos antes de dar batalla si renunciamos a la esperanza.
Nuestra produccin est atravesada de sntomas,
efecto de nuestra imposibilidad de recomponernos an
de nuestras derrotas, que yo sera muy cuidadosa en
calificar en su conjunto como errores. Hemos devenido
razonables: pagamos demasiado caro el salto de la
esperanza a la ilusin; se fractur en muchos momentos
la pata que nos sostena en el principio de realidad.
Nosotros, los de entonces
Los que sobrevivimos tenemos una deuda con la
vida: como los judos post-campo, debemos ser
respetables para que nuestra voz se oiga, para que
nuestra memoria se conserve, para que no todo
desaparezca. Sin embargo, la persistencia de nuestra
presencia no siempre garantiza la persistencia de nuestro
ser.
Conocemos nuestro lado flaco: fuimos en la mayor
parte de los casos dogmticos, trasladamos la religin a
la ciencia, a la poltica, a la filosofa, lo cual nos obliga a
ser cautelosos; cules son los lmites, sin embargo, de
esta cautela? Ellos estn dados, en mi opinin, por la
necesidad de no confundir respeto, en el marco de la
democracia poltica, con relativismo intelectual ante el
sufrimiento entorno. Las consecuencias de esta confusin
se ponen en evidencia en la carencia, ms all de uno u
otro intento aislado, de una reflexin profunda acerca de
la condicin humana en las circunstancias histricas en
que nos toca vivir.
No siendo la Universidad hoy un espacio devastado
por el accionar represivo, corre sin embargo el riesgo de
devenir una institucin inoperante desde el punto de vista
de formar inteligencia, intelectuales crticos, si cede sus
objetivos ms importantes a la eficacia de un saber
tecnocrtico. Sabemos de los lmites de la produccin de
conocimientos en el marco de la subordinacin material
y moral que se pretende de nuestro pas a partir de las
deudas contradas como efecto ms del robo y la
expoliacin que de la mala administracin.
Si en los pases ricos las grandes corporaciones se
permiten la donacin de fondos a las instituciones de
investigacin para que puedan ejercer todos los devaneos
necesarios para el progreso del espritu, la propuesta para
nosotros, las factoras de la periferia, es la de reducirnos
a investigacin de segunda y a la ausencia de saber no
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aplicable en lo inmediato. Pero no nos confundamos: es
precisamente de la tensin existente entre investigacin
destinada a la aplicacin inmediata y pensamiento
cientfico o filosfico deambulatorio y sin objeto
inmediato que surgen los verdaderos conocimientos
futuros, que se producen las ideas que constituyen los
grandes saltos del pensamiento humano.
He definido como malestar sobrante, desde la
perspectiva que me compete, a esa cuota de malestar extra
que nos vemos obligados a pagar en ciertos casos ms
all de las necesidades e imprescindibles renuncias que
toda vida social impone. Y el malestar sobrante no se
reduce, en nuestra sociedad actual, slo a la dificultad de
algunos de acceder a bienes de consumo, ni tampoco es
efecto nicamente del dolor que podemos sentir otros,
ms afortunados materialmente pero en tanto sujetos
ticamente comprometidos y atravesados por ciertos
valores que nos vinculan a la categora general de
semejantes, por disfrutar beneficios que se convierten
en privilegios frente a la carencia entorno.
El malestar sobrante est dado, bsicamente, por el
hecho de que la profunda mutacin histrica sufrida en
los ltimos aos deja a cada sujeto despojado de un
proyecto trascendente que posibilite, de algn modo,
avizorar modos de disminucin del malestar reinante.
Porque lo que lleva a los hombres a soportar la prima de
malestar que cada poca impone es la guerra futura de
que algn da cesar ese malestar, y en razn de ello la
felicidad ser alcanzada.
Es la esperanza de remediar los males presentes, la
ilusin de una vida plena cuyo borde movible se corre
constantemente, lo que posibilita que el camino a recorrer
encuentre un modo de justificar su recorrido.
Por eso en la propuesta que cada sociedad tiene para
los nios, se ve claramente el carcter real de sus
expectativas futuras.
Desde esta perspectiva, tal vez la tarea de los
intelectuales consista en la recomposicin de las vas para
evitar que el malestar sobrante que acompaa el
sufrimiento que hemos denominado dolor pas devore
su pensamiento, en la posibilidad de instrumentar nuevas
preguntas con respecto por la historia pero sin que la
nostalgia por el pasado o la reificacin del presente inunde
las posibilidades creativas. Si esto se logra, si el contrato
implcito de los intelectuales con nuestro tiempo lo
posibilita, la denuncia puede no redundar en queja y la
dificultad no cerrarse en autocomplacencia frente a las
dificultades. E
Quin se acuerda de Mnica Lewinsky? (continuacin)
Con el auge siempre creciente de los medios masivos de informacin el sujeto trmino medio no produce nada, cada vez menos,
respecto a su realidad. Consume pasivamente modelos fabricados sobre los que no tiene ningn poder de incidencia.
Las democracias posmodernas por decirlo de alguna manera tolerable son lo ms alejado posible de un modelo democrtico.
Verdaderamente la poblacin, el habitante tpico de la aldea global, pas a ser o consumidor o potencial votante, siendo esas las nicas
facetas que interesan a los centros de poder, quienes deciden las lneas maestras del mundo. Por tanto, como dijera Zbigniew Brzezinsky,
asesor presidencial de Ronald Reagan: En la sociedad tecnotrnica el rumbo lo marcar la suma de apoyo individual de millones de
ciudadanos incoordinados, que caern fcilmente en el radio de accin de personalidades magnticas y atractivas, quienes explotarn
de modo efectivo las tcnicas ms eficientes para manipular las emociones y controlar la razn.
En este contexto la venta de noticias es elemento clave, determinante, para el xito de ese proyecto de sociedad. Que la gente
no piense, que repita embobada las noticias y los espejos de colores eficientemente manipulados, con la tecnologa cada vez ms
sofisticada que las potencias producen, creando esa masa homognea de consumidores que, cada tantos aos, es llevada a la ilusin de
elegir a sus gobernantes.
En esta dinmica, entonces, cualquier noticia valga como ejemplo paradigmtico la de Mnica Lewinsky no es sino un
momento, un eslabn en la ininterrumpida sucesin de distractores. La realidad se presenta como beautiful show por medio de
informaciones parciales, fragmentadas, discontinuas, que consecuentemente crean una realidad parcial, fragmentada, discontinua.
Felizmente existen medios de informacin alternativos donde se busca tener otra visin de la realidad: imparcial, compleja,
guiada por la historia. Medios donde Mnica Lewinsky no es noticia, y s, por el contrario, las grandes empresas tabacaleras que se
vieron golpeadas por los juicios antitabaco generados por los demcratas con Clinton a la cabeza, de quien a nadie le debe importar su
vida privada ni sus preferencias sexuales. Medios que no buscan manipular las emociones y controlar la razn, sino entrever la verdad.
El desafo es grande, sin duda; pero a esta tendencia empresarial de vendible mercadera noticiosa se debe oponer un proyecto
de informacin ticamente responsable. Siendo ampulosos se podra decir que de ello depende la realidad.
Marcelo Colussi / La Insignia. Guatemala, julio del 2002.
Viene de la pg. 180

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