Este documento presenta las dificultades para determinar la "realidad" de un objeto como una mesa a partir de nuestras percepciones. Describe cómo los colores, formas y texturas de una mesa parecen cambiar según el punto de vista, la luz y el instrumento de observación. Esto plantea la pregunta de si existe una mesa "real" independiente de nuestras experiencias, y si es posible conocerla directamente. El autor introduce los términos "datos de los sentidos" para referirse a lo que percibimos, y "sensación" para la experiencia sub
Este documento presenta las dificultades para determinar la "realidad" de un objeto como una mesa a partir de nuestras percepciones. Describe cómo los colores, formas y texturas de una mesa parecen cambiar según el punto de vista, la luz y el instrumento de observación. Esto plantea la pregunta de si existe una mesa "real" independiente de nuestras experiencias, y si es posible conocerla directamente. El autor introduce los términos "datos de los sentidos" para referirse a lo que percibimos, y "sensación" para la experiencia sub
Este documento presenta las dificultades para determinar la "realidad" de un objeto como una mesa a partir de nuestras percepciones. Describe cómo los colores, formas y texturas de una mesa parecen cambiar según el punto de vista, la luz y el instrumento de observación. Esto plantea la pregunta de si existe una mesa "real" independiente de nuestras experiencias, y si es posible conocerla directamente. El autor introduce los términos "datos de los sentidos" para referirse a lo que percibimos, y "sensación" para la experiencia sub
Este documento presenta las dificultades para determinar la "realidad" de un objeto como una mesa a partir de nuestras percepciones. Describe cómo los colores, formas y texturas de una mesa parecen cambiar según el punto de vista, la luz y el instrumento de observación. Esto plantea la pregunta de si existe una mesa "real" independiente de nuestras experiencias, y si es posible conocerla directamente. El autor introduce los términos "datos de los sentidos" para referirse a lo que percibimos, y "sensación" para la experiencia sub
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BERTRAND RUSSELL. Los problemas de la filosofa. Cap. 1: Apariencia y realidad.
Hay en el mundo algn conocimiento tan cierto que ningn hombre razonable pueda dudar de l? Este problema, que a primera vista podra no parecer difcil, es, en realidad, uno de los ms difciles que cabe plantear. Cuando hayamos examinado los obstculos que entorpecen el camino de una respuesta directa y segura, nos veremos lanzados de lleno al estudio de la filosofa puesto que la filosofa es simplemente el intento de responder a tales problemas finales, no de un modo negligente y dogmtico, como lo hacemos en la vida ordinaria y aun en el dominio de las ciencias, sino de una manera crtica, despus de haber examinado lo que hay de embrollado en ellos, y suprimido la vaguedad y la confusin que hay en el fondo de nuestras ideas habituales. En la vida diaria aceptamos como ciertas muchas cosas que, despus de un anlisis ms riguroso, nos aparecen tan llenas de evidentes contradicciones, que slo un gran esfuerzo de pensamiento nos permite saber lo que realmente nos es lcito creer. En la indagacin de la certeza, es natural empezar por nuestras experiencias presentes, y, en cierto modo, no cabe duda que el conocimiento debe ser derivado de ellas. Sin embargo, cualquier afirmacin sobre lo que nuestras experiencias inmediatas nos dan a conocer tiene grandes probabilidades de error. En este momento me parece que estoy sentado en una silla, frente a una mesa de forma determinada, sobre la cual veo hojas de papel manuscritas o impresas. Si vuelvo la cabeza, observo, por la ventana, edificios, nubes y el Sol. Creo que el Sol est a unos ciento cincuenta millones de kilmetros de la Tierra; que, a consecuencia de la rotacin de nuestro planeta, sale cada maana y continuar haciendo lo mismo en el futuro, durante un tiempo indefinido. Creo que si cualquiera otra persona normal entra en mi habitacin ver las mismas sillas, mesas, libros y papeles que yo veo, y que la mesa que mis ojos ven es la misma cuya presin siento contra mi brazo. Todo esto parece tan evidente que apenas necesita ser enunciado, salvo para responder a alguien que dudara de que puedo conocer en general algo. Sin embargo, todo esto puede ser puesto en duda de un modo razonable, y requiere en su totalidad un cuidadoso anlisis antes de que podamos estar seguros de haberlo expresado en una forma totalmente cierta. Para allanar las dificultades, concentremos la atencin en la mesa. Para la vista es oblonga, oscura y brillante; para el tacto es pulimentada, fra y dura; si la percuto, produce un sonido de madera. Cualquiera que vea, toque la mesa u oiga dicho sonido, convendr en esta descripcin, de tal modo que no parece pueda surgir dificultad alguna; pero desde el momento en que tratamos de ser ms precisos empieza la confusin. Aunque yo creo que la mesa es realmente del mismo color en toda su extensin, las partes que reflejan la luz parecen mucho ms brillantes que las dems, y algunas aparecen blancas a causa de la luz refleja. S que si yo me muevo, sern otras las partes que reflejen la luz, de modo que cambiar la distribucin aparente de los colores en su superficie. De ah se sigue que si varias personas, en el mismo momento, contemplan la mesa no habr dos que vean exactamente la misma distribucin de colores, puesto que no puede haber dos que la observen desde el mismo punto de vista, y todo cambio de punto de vista lleva consigo un cambio en el modo de reflejarse la luz. Para la mayora de los designios prcticos esas diferencias carecen de importancia, pero para el pintor adquieren una importancia fundamental: el pintor debe olvidar el hbito de pensar que las cosas aparecen con el color que el sentido comn afirma que realmente tienen, y habituarse, en cambio, a ver las cosas tal como se le ofrecen. Aqu tiene ya su origen una de las distinciones que causan mayor perturbacin en filosofa, la distincin entre apariencia y realidad, entre lo que las cosas parecen ser y lo que en realidad son. El pintor necesita conocer lo que las cosas parecen ser; el hombre prctico y el filsofo necesitan conocer lo que son; pero el filsofo desea este conocimiento con mucha ms intensidad que el hombre prctico, y le inquieta mucho ms el conocimiento de las dificultades que se hallan para responder a esta cuestin. Volvamos a la mesa. De lo establecido resulta evidentemente que ningn color parece ser de un modo preeminente el color de la mesa, o aun de una parte cualquiera de la mesa; sta parece ser de diferentes colores desde puntos de vista diversos, y no hay razn alguna para considerar el color de alguno de ellos como ms real que el de los dems. Sabemos igualmente que aun desde un punto de vista dado, el color parecer diferente, con luz artificial, o para un ciego para el color, o para quien lleve lentes azules, mientras que en la oscuridad no habr en absoluto color, aunque para el tacto y para el odo no haya cambiado la mesa. As, el color no es algo inherente a la mesa, sino algo que depende de la mesa y del espectador y del modo como cae la luz sobre la mesa. Cuando en la vida ordinaria hablamos del color de la mesa, nos referimos tan slo a la especie de color que parecer tener para un espectador normal, desde el punto de vista habitual y en las condiciones usuales de luz. Sin embargo, los colores que aparecen en otras condiciones tienen exactamente el mismo derecho a ser considerados como reales; por tanto, para evitar todo favoritismo nos vemos obligados a negar que, en s misma, tenga la mesa ningn color particular. Lo mismo puede decirse de la estructura del material. A simple vista se pueden ver sus fibras, pero al mismo tiempo la mesa aparece pulida y lisa. Si la mirramos a travs del microscopio veramos asperezas, prominencias y depresiones, y toda clase de diferencias, imperceptibles a simple vista. Cul es la mesa real? Nos inclinamos, naturalmente, a decir que la que vemos a travs del microscopio es ms real. Pero esta impresin cambiara, a su vez, utilizando un microscopio ms poderoso. 2
Por tanto, si no podemos tener confianza en lo que vemos a simple vista, cmo es posible que la tengamos en lo que vemos por medio del microscopio? As, una vez ms nos abandona la confianza en nuestros sentidos, por la cual hemos empezado. La figura de la mesa no nos da mejor resultado. Tenemos todos la costumbre de juzgar de las formas reales de las cosas, y lo hacemos de un modo tan irreflexivo que llegamos a imaginar que vemos en efecto formas reales. Sin embargo, de hecho como tenemos necesidad de aprender si intentamos dibujar, una cosa ofrece aspectos diferentes segn el punto de vista desde el cual se la mire. Aunque nuestra mesa es realmente rectangular, parecer tener, desde casi todos los puntos de vista, dos ngulos agudos y dos obtusos; aunque los lados opuestos son paralelos, parecer que convergen en un punto alejado del espectador; aunque son de longitud, el ms inmediato parecer el ms largo, no se observan comnmente estas cosas al mirar la mesa, porque la experiencia nos ha enseado a construir la forma real con la forma aparente, y la forma real es lo que nos interesa como hombres prcticos. Pero la forma real no es lo que vemos; es algo que inferimos de lo que vemos. Y lo que vemos cambia constantemente de formas cuando nos movemos alrededor de la habitacin; por tanto, aun aqu, los sentidos no parecen darnos la verdad acerca de la mesa, sino tan slo sobre la apariencia de la mesa. Anlogas dificultades surgen si consideramos el sentido del tacto. Verdad es que la mesa nos da siempre una sensacin de dureza y que sentimos que resiste a la presin. Pero la sensacin que obtenemos depende de la fuerza con que apretamos la mesa y tambin de la parte del cuerpo con que la apretamos; as, no es posible suponer que las diversas sensaciones debidas a la variacin de las presiones o a las diversas partes del cuerpo revelan directamente una propiedad de la mesa, sino, a lo sumo, que son signos de alguna propiedad, que tal vez causa todas las sensaciones, pero que no aparece, realmente, en ninguna de ellas. Y lo mismo puede aplicarse, todava con mayor evidencia, a los sonidos que obtenemos golpeando sobre la mesa. As, resulta evidente que la mesa real, si es que realmente existe, no es la misma que experimentamos directamente por medio de la vista, el odo o el tacto. La mesa real, si es que realmente existe, no es, en absoluto, inmediatamente conocida, sino que debe ser inferida de lo que nos es inmediatamente conocido. De ah surgen, a la vez, dos problemas realmente difciles; a saber: 1 Existe en efecto una mesa real?; 2 En caso afirmativo qu clase de objeto puede ser? Para examinar estos problemas nos ser de gran utilidad poseer algunos trminos simples cuyo significado sea preciso y claro. Daremos el nombre de datos de los sentidos a lo que nos es inmediatamente conocido en la sensacin: as, los colores, sonidos, olores, durezas, asperezas, etc. Daremos el nombre de sensacin a la experiencia de ser inmediatamente conscientes de esos datos. As, siempre que vemos un color, tenemos la sensacin del color, pero el color mismo es un dato de los sentidos, no una sensacin. El color es aquello de que somos inmediatamente conscientes, y esta conciencia misma es la sensacin. Es evidente que si conocernos algo acerca de la mesa, es preciso que sea por medio de los datos de los sentidos color oscuro, forma oblonga, pulimento, etc. que asociamos con la mesa; pero por las razones antedichas, no podemos decir que la mesa sea los datos de los sentidos, ni aun que los datos de los sentidos sean directamente propiedades de la mesa. As, suponiendo que haya una mesa, surge el problema de la relacin de los datos de los sentidos con la mesa real. A la mesa real, si es que existe, la denominaremos un objeto fsico. Por tanto, hemos de considerar la relacin de los datos de los sentidos con los objetos fsicos. El conjunto de todos los objetos fsicos se denomina materia. As, nuestros dos problemas pueden ser planteados de nuevo del siguiente modo: 1Hay, en efecto, algo que se pueda considerar como materia? 2 En caso afirmativo cul es su naturaleza? El primer filsofo que puso de relieve las razones para considerar los objetos inmediatos de nuestros sentidos como no existiendo independientemente de nosotros fue el obispo Berkeley (1685-1753). Sus Tres dilogos de Hilas y Filonous, contra los escpticos y ateos, se proponen probar que no hay en absoluto nada que pueda dominarse materia, y que el mundo no consiste en otra cosa que en espritus y sus ideas. Hilas ha credo hasta ahora en la materia, pero no puede competir con Filonous, que le lleva implacablemente a contradicciones y paradojas y da, al fin, a su negacin de la materia casi la apariencia de algo de sentido comn. Los argumentos que emplea son de valor muy desigual: algunos, importantes y vigorosos; otros, confusos y sofsticos. Pero a Berkeley corresponde el mrito de haber mostrado que la existencia de la materia puede ser negada sin incurrir en el absurdo, y que si algo existe independientemente de nosotros no puede ser objeto inmediato de nuestras sensaciones. Dos problemas van envueltos en la pregunta de si existe la materia, y, es importante ponerlos en claro. Entendemos comnmente por materia algo que se opone al espritu, algo que concebimos como ocupando un espacio y radicalmente incapaz de cualquier pensamiento o conciencia. Principalmente en este sentido, niega Berkeley la materia; es decir, no niega que los datos de los sentidos, que recibimos comnmente como signos de la existencia de la mesa, sean realmente signos de la existencia de algo independiente de nosotros, pero s que este algo sea no mental, esto es, que no sea ni un espritu ni ideas concebidas por algn espritu. Admite que algo debe continuar existiendo cuando salimos de la habitacin o cerramos los ojos, y que lo que denominamos ver la mesa nos da realmente una razn para creer que algo persiste aun cuando nosotros no lo veamos. Pero piensa que este algo no 3
puede ser, en su naturaleza, radicalmente diferente de lo que vemos, ni puede ser absolutamente independiente de toda visin, aunque lo deba ser de nuestra vista. As es llevado a considerar la mesa real como una idea en el espritu de Dios. Tal idea tiene la requerida permanencia e independencia de nosotros, sin ser como sera de otro modo la materia algo completamente incognoscible, en el sentido de que podra ser slo inferida, nunca conocida de un modo directo e inmediato. Otros filsofos, a partir de Berkeley, han sostenido que, aunque la mesa no dependa, en su existencia, del hecho de ser vista por m, depende del hecho de ser vista (o aprehendida de alguna otra manera por la sensacin) por algn espritu no necesariamente el espritu de Dios, sino ms a menudo el espritu total colectivo del universo. Sostienen esto, como lo hace Berkeley, principalmente porque creen que nada puede ser real o en todo caso, nada puede ser conocido como real salvo los espritus, sus pensamientos y sentimientos. Podemos presentar como sigue el argumento en que fundan su opinin: Todo lo que puede ser pensado, es una idea en el espritu de la persona que lo piensa; por lo tanto, nada puede ser pensado excepto las ideas en los espritus: cualquiera otra cosa es inconcebible, y lo que es inconcebible no puede existir. En mi opinin tal argumento es falso: e indudablemente los que lo sostienen no lo exponen de un modo tan breve y tan crudo. Pero, vlido o no, el argumento ha sido ampliamente desarrollado en una forma o en otra, y muchos filsofos, tal vez la mayora de ellos, han sostenido que no hay nada real, salvo los espritus y sus ideas. Tales filsofos se denominan idealistas. Cuando tratan de explicar la materia, dicen, o como Berkeley, que la materia no es otra cosa que una coleccin de ideas, o como Leibniz (1646-1716), que lo que aparece como materia es, en realidad, una coleccin de espritus ms o menos rudimentarios. Pero aunque estos filsofos nieguen la materia como opuesta al espritu, sin embargo, en otro sentido, admiten la materia. Recordemos los dos problemas que hemos planteado, a saber: 1 Existe, en efecto, una mesa real? 2 En caso afirmativo qu clase de objeto puede ser? Ahora bien: Berkeley y Leibniz admiten que hay una mesa real, pero Berkeley dice que consiste en ciertas ideas en el espritu de Dios, y Leibniz afirma que es una colonia de almas. As, ambos responden afirmativamente al primero de nuestros problemas y slo divergen sus opiniones de las del comn de los mortales en la contestacin al segundo problema. De hecho, casi todos los filsofos parecen convenir en que existe una mesa real; casi todos convienen en que, aunque los datos de los sentidos color, forma, pulimento, etc. dependan en algn modo de nosotros, sin embargo, su presencia es un signo de algo que existe independientemente de nosotros, algo que difiere, tal vez, completamente de nuestros datos de los sentidos y que, no obstante, debe ser considerado como la causa de los datos de los sentidos siempre que nos hallemos en una relacin adecuada con la mesa real. Ahora bien; es evidente que este punto, en el cual los filsofos estn de acuerdo la opinin de que existe una mesa real , sea cual fuere su naturaleza, es de importancia vital y vale la pena de considerar las razones de esta aceptacin, antes de pasar al problema ulterior, sobre la naturaleza de la mesa real. Por consiguiente, nuestro captulo inmediato ser consagrado a las razones para suponer que existe, en efecto, una mesa real. Antes de proseguir adelante, bueno ser, por el momento, considerar lo que hemos descubierto hasta aqu. Nos hemos percatado de que si tomamos un objeto cualquiera, de la clase que suponemos conocer por los sentidos, lo que los sentidos nos dicen inmediatamente no es la verdad acerca del objeto tal como es aparte de nosotros, sino solamente la verdad sobre ciertos datos de los sentidos, que, por lo que podemos juzgar, dependen de las relaciones entre nosotros y el objeto. As, lo que vemos y tocamos directamente es simplemente una apariencia, que creemos ser el signo de una realidad que est tras ella. Pero si la realidad no es lo que aparenta tenemos algn medio de conocer si en efecto existe una realidad? Y en caso afirmativo tenemos algn medio para descubrir en qu consiste? Tales preguntas son desconcertantes, y es difcil saber si no son ciertas aun las ms raras hiptesis. As, nuestra mesa familiar, que generalmente slo haba despertado en nosotros ideas insignificantes, aparece ahora como un problema lleno de posibilidades sorprendentes. Lo nico que sabemos de ella es que no es lo que aparenta. Ms all de este modesto resultado, tenemos la ms completa libertad conjetural. Leibniz afirma que es una comunidad de almas; Berkeley dice que es una idea en el espritu de Dios; la grave ciencia, no menos maravillosa, nos dice que es una coleccin de cargas elctricas en violenta agitacin. Entre estas sorprendentes posibilidades, la duda sugiere que acaso no existe en absoluto mesa alguna. La filosofa, si no puede responder a todas las preguntas que deseamos, es apta por lo menos para proponer problemas que acrecen el inters del mundo y ponen de manifiesto lo raro y admirable que justamente bajo la superficie se oculta, aun en las cosas ms corrientes de la vida cotidiana.
El Pensamiento Lateral Actúa Liberando La Mente Del Efecto Polarizador de Las Viejas Ideas y Estimulando Las Nuevas y Lo Hace A Través de La Perspicacia