Carta de Atenas-Le Corbusier PDF

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"Carta de Atenas"

por Le Corbusier.




manifiesto urbanstico redactado en el IV Congreso Internacional de
Arquitectura Moderna (CIAM) celebrado a bordo del Patris II en 1933 en
la ruta Marsella-Atenas-Marsella (el congreso no haba podido celebrarse
en Mosc por problemas con los organizadores soviticos) siendo
publicado en 1942 por Le Corbusier
LA CIUDAD Y SU REGIN
1
La ciudad no es ms que una parte del conjunto econmico, social y
poltico que constituye la regin.
La unidad administrativa raramente coincide con la unidad geogrfica,
esto es, con la regin. La delimitacin territorial administrativa de las
ciudades fue arbitraria desde el principio o ha pasado a serlo
posteriormente, cuando la aglomeracin principal, a consecuencia de su
crecimiento ha llegado a alcanzar a otros municipios, englobndolos a
continuacin, dentro de s misma. Esta delimitacin artificial se opone a
una buena administracin del nuevo conjunto. Pues, efectivamente,
algunos municipios suburbanos han adquirido inesperadamente un
valor, positivo o negativo, imprevisible, ya sea por convertirse en
barrios residenciales de lujo, ya por instalarse en ellos centros
industriales intensos, ya por reunir a poblaciones obreras miserables.
Los lmites administrativos que compartimentan el complejo urbano se
convierten entonces en algo paralizador. Una aglomeracin constituye el
ncleo vital de una extensin geogrfica cuyo lmite est constituido
nicamente por la zona de influencia de otra aglomeracin. Sus
condiciones vitales estn determinadas por las vas de comunicacin que
permiten realizar los necesarios intercambios y que la vinculan
ntimamente a su zona particular. No se puede considerar un problema
urbanstico ms que remitindose constantemente a los elementos
constitutivos de la regin y principalmente a su geografa, que est
llamada a desempear en esta cuestin un papel determinante: las
divisorias de aguas y los montes vecinos dibujan un contorno natural
que confirman las vas de circulacin inscritas naturalmente en el suelo.
No es posible emprender accin alguna si no se ajusta al destino
armonioso de la regin. El plan de la ciudad no es ms que uno de los
elementos de este todo que constituye el plan regional.




2
Yuxtapuestos a lo econmico, a lo social y a lo poltico, los valores de
orden psicolgico y fisiolgico ligados a la persona humana introducen
en el debate preocupaciones de orden individual y de orden colectivo. La
vida solamente se despliega en la medida en que concuerdan los dos
principios contradictorios que rigen la personalidad humana: el
individual y el colectivo.
Aislado, el hombre se siente desarmado; por eso se vincula
espontneamente a un grupo. Abandonado a sus propias fuerzas, slo
construira su choza y llevara, en la inseguridad, una vida de peligros y
fatigas agravados por todas las angustias de la soledad. Incorporado al
grupo, siente pesar sobre l la coercin de una disciplina inevitable,
pero en cambio se encuentra seguro, en cierta medida frente a la
violencia, la enfermedad y el, hambre; puede pensar en mejorar su casa
y tambin satisfacer su profunda necesidad de vida social. El hombre,
convertido en elemento constituyente de una sociedad que le sostiene,
colabora directa o indirectamente en las mil empresas que aseguran su
vida fsica y desarrollan su vida espiritual. Sus iniciativas se tornan ms
fecundas, y su libertad, mejor defendida, slo se detiene donde podra
amenazar a la de otro. Si las empresas del grupo son acertadas, la vida
del individuo se ensancha y se ennoblece por ello. Pero si predominan la
pereza, la necedad y el egosmo, el grupo, presa de anemia y de
desorden, slo proporciona rivalidades, odio y desencanto a cada uno de
sus miembros. Un plan es acertado cuando permite una colaboracin
fecunda procurando el mximo de libertad individual. Resplandor de la
persona en el marco del civismo.
3
Estas constantes psicolgicas y biolgicas experimentarn la influencia
del medio: situacin geogrfica y topogrfica, situacin econmica, y
situacin poltica. En primer lugar, la situacin geogrfica y topogrfica,
la ndole de los elementos, agua y tierra, la naturaleza, el suelo, el
clima...
La geografa y la topografa desempean un papel de considerable
importancia en el destino de los hombres. No hay que olvidar jams que
el sol domina, imponiendo su ley, todo empeo que tenga por objeto la
salvaguarda del ser humano. Llanuras, colinas y montaas contribuyen
tambin a modelar una sensibilidad y a determinar una mentalidad. Si el
montas desciende gustoso hacia la llanura, el hombre del llano rara
vez remonta los valles y difcilmente cruza los collados. Son las crestas
de los montes las que han delimitado las zonas de agrupamiento,
donde, poco a poco, reunidos por costumbres y usos comunes, unos
hombres se han constituido en poblaciones. La proporcin de los
elementos tierra y agua, ya sea que acte en superficie, contraponiendo
las regiones lacustres o fluviales a las extensiones de estepas, ya sea
que se exprese en espesura, dando aqu pastos grasos y all landas o
desiertos, modela, a su vez, unas actitudes mentales que quedarn
inscritas en las empresas y hallarn expresin en la casa, en el pueblo o
en la ciudad. Segn la incidencia del sol sobre la curva meridiana, las
estaciones se empujan brutalmente o se suceden en una transicin
imperceptible, y aunque la Tierra , en su continua redondez, de parcela
en parcela, ignora las rupturas, surgen innumerables combinaciones,
cada una de las cuales tiene sus particulares caracteres. Por ltimo, las
razas, con sus variadas religiones o filosofas, multiplican la diversidad
de las empresas humanas, proponiendo cada una de ellas su personal
manera de ver y su personal razn de vivir.
4
En segundo lugar, la situacin econmica. Los recursos de la regin,
contactos naturales o artificiales con el exterior...
La situacin econmica, riqueza o pobreza, es uno de los grandes
resortes de la vida, y determina el movimiento hacia el progreso o hacia
la regresin. Desempea el papel de un motor que, segn la fuerza de
sus pulsaciones, introduce la prodigalidad, aconseja la prudencia o
impone la sobriedad; la situacin econmica condiciona las variaciones
que dibujan la historia del pueblo, de la ciudad o del pas. La ciudad
circundada por una regin cubierta de cultivos tiene l avituallamiento
asegurado. La que dispone de un subsuelo precioso se enriquece con
materias que podrn servirle de moneda de cambio, sobre todo si est
dotada de una red de circulacin suficientemente abundante que le
permita entrar en contacto til con sus vecinos, prximos o lejanos.
Aunque la tensin del resorte econmico depende en parte de
circunstancias invariables, puede ser modificada a cada instante por la
aparicin de fuerzas imprevistas, a las cuales el azar o la iniciativa
humana pueden convertir en productivas o dejar que sean inoperantes.
Ni las riquezas latentes, que es necesario querer explotar, ni la energa
individual, tienen un carcter absoluto. Todo es movimiento, y lo
econmico, en fin de cuentas, no es ms que un valor momentneo.
5
En tercer lugar, la situacin poltica; sistema administrativo.
Es ste un fenmeno ms variable que cualquier otro; es signo de la
vitalidad del pas, expresin de una sabidura que alcanza su apogeo o
que llega a la decadencia... Si la poltica es por naturaleza
esencialmente mvil, su fruto, el sistema administrativo, posee, en
cambio, una estabilidad natural que le permite una permanencia en el
tiempo ms dilatada y que no se presta a modificaciones excesivamente
frecuentes. Siendo expresin de la poltica mvil, su perduracin queda,
en cambio, asegurada por su propia naturaleza y por la fuerza misma de
las cosas. Se trata de un sistema que, dentro de lmites bastante poco
flexibles, rige uniformemente el territorio y la sociedad, les impone sus
reglamentaciones y, al actuar regularmente sobre todas las palancas de
mando, determina modalidades de accin uniformes en el conjunto del
pas. Este marco, econmico y poltico, aun en el caso de que su valor
haya sido confirmado por el uso durante algn tiempo, puede ser
alterado en cualquier momento, ya sea en una de sus partes o en su
conjunto. A veces, basta un descubrimiento cientfico para suscitar la
ruptura del equilibrio, para hacer que se manifieste el desacuerdo entre
el sistema administrativo de ayer y las imperiosas realidades de hoy. A
veces ocurre que algunas comunidades, que han sabido renovar su
marco particular, resultan ahogadas por el marco general del pas. Este
ltimo, por su parte, puede experimentar directamente el asalto de las
grandes corrientes mundiales. Ningn marco administrativo puede
aspirar a la inmutabilidad.
6
Ciertas circunstancias particulares han determinado los caracteres de la
ciudad a lo largo de la historia: la defensa militar, los descubrimientos
cientficos, las sucesivas administraciones, el desarrollo progresivo de
las comunicaciones y de los medios de transporte (rutas terrestres,
fluviales o martimas, ferrocarriles y rutas areas).
La historia se halla inscrita en los trazados y en las arquitecturas de las
ciudades. Lo que subsiste de los primeros constituye el hilo conductor
que, junto con los textos y documentos grficos, permite representar las
sucesivas imgenes del pasado. Los mviles que dieron nacimiento a las
ciudades fueron de diversa naturaleza. A veces era el valor defensivo. Y
la cumbre de un peasco o el meandro de un ro contemplaban el
nacimiento de un burgo fortificado. A veces era el cruce de dos caminos
lo que determinaba el emplazamiento de la primera fundacin. La forma
de la ciudad era incierta, casi siempre de permetro circular o
semicrculo. Cuando se trataba de una villa de colonizacin, se
organizaba como un campamento, segn unos ejes que se cortaban
formando ngulo recto, y estaba rodeada de empalizadas rectilneas. En
ella todo se ordenaba segn la proporcin, la jerarqua y la
conveniencia. Los caminos se alejaban de las puertas del recinto y
seguan oblicuamente hacia objetivos lejanos. En el dibujo de las
ciudades se advierte todava el primer ncleo apretado del burgo, los
sucesivos cinturones y el trazado de caminos divergentes. All se
apretujaban los hombres, que encontraban, segn su grado de
civilizacin, una dosis variable de bienestar. En un lugar, unas reglas
profundamente humanas dictaban la eleccin de los dispositivos; en
otro, coerciones arbitrarias daban a luz flagrantes injusticias. Lleg la
hora del maquinismo. A una medida milenaria que hubiera podido
creerse inmutable, la velocidad del paso humano, vino a aadirse otra
medida, en plena evolucin: la velocidad de los vehculos mecnicos.
7
Las razones que presiden el desarrollo de las ciudades estn, pues,
sometidas a cambios continuos.
Crecimiento o decrecimiento de una poblacin, prosperidad o
decadencia de la ciudad, rotura de recintos que resultaban ya
sofocantes, nuevos medios de comunicacin que ampliaban la zona de
intercambios, beneficios o desgracias de la poltica adoptada o de
aquella cuyas consecuencias se padecen, aparicin del maquinismo,
todo ello no es ms que movimiento. A medida que pasa el tiempo, en
el patrimonio del grupo, sea ste una ciudad, un pas o la humanidad
entera, se van inscribiendo nuevos valores; con todo la vejez alcanza un
da a todo conjunto de construcciones o de caminos. La muerte no slo
les llega a los seres vivos, sino tambin a sus obras. Quin decidir lo
que debe subsistir y lo que ha de desaparecer? El espritu de la ciudad
se ha formado en el curso de los aos; simples edificaciones han
cobrado un valor eterno en la medida en que simbolizan el alma
colectiva; son la osamenta de una tradicin que, sin pretender limitar la
amplitud de los progresos futuros, condiciona la formacin del individuo
tanto como el clima, la co marca, la raza o la costumbre. La ciudad, por
ser una patria chica, lleva en s un valor moral que pesa y que se
halla indisolublemente unido a ella.
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El advenimiento de la era del maquinismo ha provocado inmensas
perturbaciones en el comportamiento de los hombres, en su distribucin
sobre la tierra y en sus actividades mismas; movimiento irrefrenado de
concentracin en las ciudades al amparo de las velocidades mecnicas;
evolucin brutal y universal sin precedentes en la historia. El caos ha
hecho su entrada en las ciudades.
El empleo de la mquina ha transformado por completo las condiciones
del trabajo. Ha roto un equilibrio milenario asestando un golpe mortal al
artesonado vaciando los campos, engrosando las ciudades y, al echar a
perder armonas seculares, perturbando las relaciones naturales que
existan entre el hogar y los lugares de trabajo. Un ritmo furioso, unido
a una desalentadora precariedad, desorganiza las condiciones de la vida
al oponerse a la conformidad de las necesidades fundamentales. Las
viviendas abrigan mal a las familias, corrompen su vida ntima; y el
desconocimiento de las necesidades vitales, tanto fsicas como morales,
da fruto envenenado: enfermedad, decadencia, rebelin. El mal es
universal; se expresa, en las ciudades, por un hacinamiento que las
hace presa del desorden, y, en el campo, por el abandono de numerosas
tierras.
SEGUNDA PARTE
ESTADO ACTUAL DE LAS CIUDADES. CRTICAS Y REMEDIOS
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En el interior del ncleo histrico de las ciudades, as como en
determinadas zonas de expansin industrial del siglo XIX, la poblacin
es demasiado densa (se llega a sumar hasta mil e incluso mil quinientos
habitantes por hectrea).
La densidad, relacin entre las cifras de la poblacin y la superficie que
sta ocupa, puede mortificarse totalmente por la altura de las
edificaciones. Hasta el presente, sin embargo, la tcnica de la
construccin haba limitado la altura de las casas aproximadamente a
los seis pisos. La densidad admisible para las construcciones de esta
naturaleza es de 250 a 300 habitantes por hectrea. Cuando esta
densidad alcanza, como ocurre en numerosos barrios, 600, 800 e
incluso 1.000 habitantes, entonces se trata de tugurios, caracterizados
por los siguientes signos: 1. Insuficiencia de la superficie habitable por
persona; 2. Mediocridad de las aperturas al exterior; 3. Falta de sol
(orientacin al norte o consecuencias de la sombra que cae en la calle o
en el patio); 4. Vetustez y presencia permanente de grmenes mrbidos
(tuberculosis); 5. Ausencia o insuficiencia de instalaciones sanitarias; 6.
Promiscuidad debida a la disposicin interior de la vivienda, a la mala
ordenacin del inmueble o a la presencia de vecindades molestas. El
ncleo de las ciudades antiguas, bajo la coercin de los cinturones
militares, generalmente estaba lleno de construcciones apretadas y
privado de espacio. En compensacin, con todo, pasada la puerta del
recinto, eran inmediatamente accesibles los espacios verdes que daban
lugar, cerca, a un aire de calidad. En el curso de los siglos, se aadieron
anillos urbanos, sustituyendo la vegetacin por la piedra y destruyendo
las superficies verdes, los pulmones de la ciudad. En estas condiciones,
las grandes densidades de poblacin significan el malestar y la
enfermedad permanentes.
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En los sectores urbanos congestionados, las condiciones de habitabilidad
son nefastas por falta de espacio suficiente para el alojamiento, por falta
de superficies verdes disponibles y, finalmente, por falta de cuidados de
mantenimiento para las edificaciones (explotacin basada en la
especulacin). Estado de cosas agravado todava ms por la presencia
de una poblacin con nivel de vida muy bajo, incapaz de adoptar por s
misma medidas defensivas (la mortalidad llega a alcanzar el veinte por
ciento).
Lo que constituye el tugurio es el estado interior de la vivienda, pero la
miseria de sta se prolonga en el exterior por la estrechez de las calles
sombras y la carencia total de espacios verdes, creadores de oxgeno,
que tan propicios seran para el recreo de los nios. Los gastos
empleados en una construccin erigida hace siglos han sido amortizados
desde hace mucho tiempo; sin embargo, sigue tolerndose que quien la
explota pueda considerarla an, en forma de vivienda, como una
mercanca negociable. Aunque su valor de habitabilidad sea nulo, sigue
proporcionando, impunemente y a expensas de la especie, una renta
importante. Un carnicero que vendiera carne corrompida sera
condenado, pero el cdigo permite imponer alojamientos corrompidos a
las poblaciones pobres. En aras al enriquecimiento de unos cuantos
egostas, se tolera que una mortalidad pavorosa y toda clase de
enfermedades hagan pesar sobre la colectividad una carga aplastante.

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El crecimiento de la ciudad devora progresivamente las superficies
verdes, limtrofes de sus sucesivas periferias. Este alejamiento cada vez
mayor de los elementos naturales aumenta en igual medida el desorden
de la higiene.
Cuanto ms crece la ciudad, menos se respetan las condiciones
naturales. Por condiciones naturales se entiende la presencia, en
proporcin suficiente, de ciertos elementos indispensables para los seres
vivos: sol, espacio, vegetacin. Un ensanchamiento incontrolado ha
privado a las ciudades de estos alimentos fundamentales de orden tanto
psicolgico como fisiolgico. El individuo que pierde contacto con la
naturaleza sufre un menoscabo y paga muy caro, con la enfermedad y
la decrepitud, una ruptura que debilita su cuerpo y arruina su
sensibilidad, corrompida por las alegras ilusorias de la urbe. En tal
orden de ideas, en el curso de los ltimos cien aos se ha colmado la
medida, y no es ste el menor de los males que afligen al mundo en la
actualidad.
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Las construcciones destinadas a vivientes se hallan repartidas por la
superficie de la ciudad, en contradiccin con las necesidades de la
higiene.
El primer deber del urbanismo es el de adecuarse a las necesidades
fundamentales de los hombres. La salud de cada uno depende, en gran
parte, de su sumisin a las condiciones naturales. El sol, que preside
todo proceso de crecimiento, debera penetrar en el interior de cada
vivienda para esparcir en ella sus rayos, sin los cuales la vida se
marchita. El aire, cuya calidad asegura la presencia de vegetacin,
debera ser puro, liberado de los gases nocivos y del polvo suspendidos
en l. Habra, por ltimo, que distribuir con largueza el espacio. No hay
que olvidar que la sensacin de espacio es de orden psicofisiolgico, y
que la estrechez de las calles o la estrangulacin de las avenidas crean
una atmsfera que es tan malsana para el cuerpo como deprimente
para el espritu. El IV Congreso CIAM, celebrado en Atenas, ha hecho
suyo el postulado siguiente: el sol, la vegetacin y el espacio son las
tres materias primas del urbanismo. La adhesin a este postulado
permite juzgar las cosas existentes y apreciar las proposiciones nuevas
desde un punto de vista verdaderamente humano.
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Los barrios ms densos se hallan en las zonas menos favorecidas
(vertientes mal orientadas, sectores invadidos por neblinas o gases
industriales, accesibles a las inundaciones, etc.).
Todava no se ha promulgado legislacin alguna para fijar las
condiciones de la habitacin moderna, condiciones que no solamente
deben garantizar la proteccin de la persona humana sino incluso darle
los medios para un perfeccionamiento creciente. As, el suelo de las
ciudades, los barrios de viviendas, los alojamientos se distribuyen,
segn la ocasin, al azar de los intereses ms inesperados y, a veces,
ms bajos. Un gemetra municipal no vacilar en trazar una calle que
privar de sol a millares de viviendas. Ciertos ediles, por desgracia,
considerarn natural asignar para la edificacin de un barrio obrero una
zona descuidada hasta entonces por invadirla las nieblas, porque la
humedad es excesiva all o porque pululan los mosquitos... Se estimar
que una vertiente norte, que jams ha atrado a nadie a causa de su
orientacin, o que un terreno envenenado por el holln, la carbonilla o
los gases nocivos de una industria, ruidosa a veces, siempre ser bueno
para instalar en l a esas poblaciones desarraigadas y sin vnculos
slidos a las que se da el nombre de peonaje.
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Las construcciones aireadas (viviendas acomodadas) ocupan las zonas
favorecidas, al abrigo de vientos hostiles, con vistas seguras y graciosos
desahogos sobre perspectivas paisajistas: lago, mar, montes, etc., y
con abundante exposicin al sol.
Las zonas favorecidas estn ocupadas generalmente por las residencias
de lujo; as se demuestra que las aspiraciones instintivas del hombre le
inducen a buscar, siempre que se lo permiten sus medios, unas
condiciones de vida y una calidad de bienestar cuyas races se hallan en
la naturaleza misma.
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Esta distribucin parcial de la vivienda est sancionada por el uso y por
unas disposiciones municipales que se consideran justificadas:
zonificacin.
La zonificacin es la operacin que se realiza sobre un plano urbano con
el fin de asignar a cada funcin y a cada individuo su lugar adecuado.
Tiene como base la necesaria discriminacin de las diversas actividades
humanas, que exigen cada una su espacio particular: locales de
vivienda, centros industriales o comerciales, salas o terrenos destinados
al esparcimiento. Pero si la fuerza de las cosas diferencia la vivienda rica
de la vivienda modesta, ningn derecho hay para violar unas reglas que
deberan ser sagradas reservando solamente a los favorecidos por la
fortuna el beneficio de las condiciones necesarias para una vida sana y
ordenada. Es urgente y necesario modificar determinados usos. Hay que
hacer accesible a cada uno, fuera de toda cuestin de dinero, un cierto
grado de bienestar mediante una legislacin implacable. Hay que
prohibir para siempre, por medio de una estricta reglamentacin
urbana, que familias enteras se vean privadas de luz, de aire y de
espacio.

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Las construcciones levantadas a lo largo de las vas de comunicacin y
en las proximidades de los cruces son perjudiciales para la
habitabilidad: ruidos, polvo y gases nocivos.
Si se pretende tener en cuenta esta prohibicin, en lo sucesivo debern
asignarse zonas independientes a la habitacin y a la circulacin.
Entonces la casa dejar de estar soldada a la calle a travs de la acera.
La vivienda se alzar en su propio medio, donde disfrutar de sol, de
aire puro y de silencio. La circulacin se desdoblar por medio de vas
de recorrido lento para uso de los peatones y vas de recorrido rpido
para uso de los vehculos. Cada una de estas vas desempear su
funcin respectiva, aproximndose a las viviendas slo ocasionalmente.
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El tradicional alineamiento de las viviendas al borde de las calles slo
garantiza la exposicin al sol a una parte mnima de los alojamientos.
El alineamiento tradicional de los inmuebles a lo largo de las calles
implica una disposicin obligada del volumen edificado. Las calles
paralelas u oblicuas dibujan, al entrecruzarse, superficies cuadradas o
rectangulares, trapezoidales o triangulares, de diversa capacidad, las
cuales, una vez edificadas, constituyen los bloques. La necesidad de
iluminar el centro de estos bloques da nacimiento a patios interiores de
variadas dimensiones. Las reglamentaciones municipales,
desgraciadamente, dejan a quienes buscan la ganancia la libertad de
limitar estos patios a dimensiones verdaderamente escandalosas. Se
llega as al triste resultado siguiente: una fachada de cada cuatro, con
vistas a la calle o a un patio, est orientada hacia el norte y no conoce
el sol, mientras que las otras tres, a consecuencia de la angostura de las
calles, de los patios, y de la sombra que de ellos resulta, estn
igualmente privadas a medias de l. El anlisis revela que, en las
ciudades, la proporcin de las fachadas no soleadas vara entre la mitad
y las tres cuartas partes del total. En ciertos casos esta proporcin es
ms desastrosa todava.
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La distribucin de las construcciones de uso colectivo dependientes de la
vivienda es arbitraria.
La vivienda proporciona abrigo a la familia, funcin que constituye por s
sola todo un programa y que plantea un problema cuya solucin, que en
otros tiempos fue a veces feliz, hoy casi siempre se deja al azar. Pero,
fuera de la vivienda, y en sus proximidades, la familia reclama, adems,
la existencia de instituciones colectivas que sean verdaderas
prolongaciones suyas. Se trata de centros de avituallamiento, servicios
mdicos, guarderas, jardines de infancia y escuelas, a los que hay que
aadir las organizaciones intelectuales y deportivas destinadas a
proporcionar a los adolescentes ocasin de trabajos o de juegos
apropiados para satisfacer las aspiraciones particulares de esta edad, y,
para completar los equipamientos de salud, los terrenos apropiados
para la cultura fsica y el deporte cotidiano de cada uno. El carcter
beneficioso de estas instituciones colectivas es obvio, pero las masas
todava no advierten claramente su necesidad. Su realizacin apenas ha
sido esbozada, de la manera ms fragmentaria y sin vinculacin con las
necesidades generales de la vivienda.
19
Las escuelas, en particular, se hallan frecuentemente situadas en vas
de circulacin Y demasiado alejadas de las viviendas.
Las escuelas, limitando aqu el juicio a su programa y a su disposicin
arquitectnica, se hallan, en general, mal situadas en el interior del
complejo urbano. Al estar demasiado lejos de la vivienda, ponen al nio
en contacto con los peligros de la calle. Por otra parte, casi siempre slo
se dispensa en ellas la instruccin propiamente dicha, y el nio, antes
de los seis aos, y el adolescente, cumplidos los trece, se ven privados
regularmente de las organizaciones pre-escolares o post-escolares que
responderan a las ms imperiosas necesidades de su edad. El estado
actual y la distribucin del terreno edificado se prestan mal a las
innovaciones mediante las cuales la infancia y la juventud no solamente
quedaran al amparo de numerosos peligros, sino que incluso se las
colocara en las nicas condiciones que permiten una formacin seria,
capaz de garantizar, junto a la instruccin, un pleno desarrollo tanto
fsico como moral.
20
Los suburbios se ordenan sin plan alguno y sin vinculacin normal con la
ciudad.
Los suburbios son los descendientes degenerados de los arrabales. El
burgo era en otro tiempo una unidad organizada en el interior de un
recinto militar. El arrabal, adosado al exterior, construido a lo largo de
una va de acceso, falto de protecciones, era el aliviadero de las
poblaciones demasiado numerosas, las cuales deban, de buen grado o
por fuerza, adaptarse a su inseguridad. Cuando la creacin de un nuevo
recinto militar llegaba a encerrar un arrabal en el seno de la ciudad, se
dislocaba por vez primera la regla normal de los trazados. La era del
maquinismo se caracteriza por el suburbio, terreno sin trazado definido
donde se vierten todos los residuos, donde se hacen todas las
tentativas, donde a menudo se instala el artesonado ms modesto con
sus industrias, consideradas provisionales a priori, pero algunas de las
cuales experimentarn un crecimiento gigantesco. El suburbio es
smbolo a la vez del fracaso y del intento. Es una especie de espuma
que bate los muros de la ciudad. En el transcurso de los siglos XIX y XX,
la espuma se ha convertido primero en marea y despus en inundacin.
Ha comprometido seriamente el destino de la ciudad y sus posibilidades
de crecer segn una regla. El suburbio, sede de una poblacin indecisa,
destinada a sufrir numerosas miserias, caldo de cultivo de la revuelta,
con frecuencia es diez o cien veces ms extenso que la ciudad. En ese
suburbio enfermo, en el que la funcin distancia-tiempo plantea una
difcil cuestin que est por resolver, hay quien trata de hacer ciudades-
jardn. Parasos ilusorios, solucin irracional. El suburbio es un error
urbanstico, extendido por todo el universo y que en Amrica se ha
llevado hasta sus ltimas consecuencias. Constituye uno de los peores
males de la poca.
21
Se ha tratado de incorporar los suburbios en el mbito administrativo.
iDemasiado tarde! El suburbio ha sido incorporado tardamente en el
mbito administrativo. Pues, en toda su amplitud, el cdigo, imprevisor,
ha dejado que se establecieran los derechos, por l declarados
imprescriptibles, de la propiedad. El detentador de un solar en el que ha
surgido una barraca, un cobertizo o un taller slo puede ser expropiado
tras mltiples dificultades. La densidad de la poblacin es muy escasa
all, y el suelo apenas se halla explotado; a pesar de todo, la ciudad est
obligada a proporcionar a la extensin de los suburbios los servicios
necesarios: carreteras, canalizaciones, medios de comunicacin rpidos,
alumbrado y limpieza, servicios hospitalarios o escolares, etc. Resulta
sorprendente la desproporcin entre los gastos ruinosos que tantas
obligaciones causan y la escasa contribucin que puede aportar a ellos
una poblacin dispersa. Cuando interviene la Administracin para
enderezar lo hecho, tropieza con obstculos insoportables y se arruina
en vano. La Administracin debe apoderarse de la gestin del suelo que
rodea a la ciudad antes del nacimiento de los suburbios, al objeto de
garantizarle los medios necesarios para un desarrollo armonioso.
22
A menudo los suburbios no son ms que una aglomeracin de barracas
donde la indispensable viabilidad resulta difcilmente rentable.
Casitas mal construidas, barracas de planchas, cobertizos en los que se
mezclan mejor o peor los ms imprevistos materiales, dominio de
pobres diablos que agitan los remolinos de una vida sin disciplina: eso
es el suburbio. Su fealdad y tristeza es la vergenza de la ciudad a la
que rodea. Su miseria, que obliga a malgastar los caudales pblicos sin
el contrapeso de unos recursos fiscales suficientes, es una carga
aplastante para la colectividad. Los suburbios son la srdida antecmara
de las ciudades; aferrados a las grandes vas de acceso por sus
callejuelas, hacen que la circulacin en ellas sea peligrosa; vistos desde
el aire, exhiben a la mirada menos avisada el desorden y la incoherencia
de su distribucin; atravesados por el ferrocarril, son una desilusin
penosa para el viajero atrado por la reputacin de la ciudad.
23
En lo sucesivo, los barrios de viviendas deben ocupar Ios mejores
emplazamientos en el espacio urbano, aprovechando la topografa,
teniendo en cuenta el clima y disponiendo de la insolacin ms favorable
y de los espacios verdes oportunos.
Las ciudades, tal como existen hoy, se construyen en condiciones
contrarias al bien pblico y privado. La historia muestra que su creacin
y su desarrollo tuvieron razones profundas escalonadas a lo largo del
tiempo, y que, en el transcurso de los siglos, no solamente han crecido
sino que se han renovado; lo han hecho, adems, siempre sobre el
mismo suelo. La era de la mquina, al modificar brutalmente ciertas
condiciones centenarias, las ha conducido al caos. Nuestra tarea actual
consiste en arrancarlas del desorden mediante planes en los que se
escalonarn en el tiempo los distintos proyectos. El problema del
alojamiento, de la vivienda, tiene la primaca sobre todos los dems. A
ello hay que reservar los mejores emplazamientos de la ciudad, y si
stos se han echado a perder por la indiferencia o el nimo de lucro,
hay que poner en accin todo lo que sea necesario para recuperarlos.
Varios factores deben concurrir a mejorar la vivienda. Hay que buscar
simultneamente las mejores vistas, el aire ms salubre teniendo en
cuenta los vientos y las brumas, las vertientes mejor orientadas; por
ltimo, hay que utilizar las superficies verdes existentes, crearlas si
faltan o reconstruirlas si han sido destruidas.
24
La determinacin de las zonas de habitacin debe estar dictada por
razones de higiene.
Las leyes de la higiene, universalmente reconocidas, elevan una grave
requisitoria contra el estado sanitario de las ciudades. Pero no basta con
formular un diagnstico, ni siquiera con descubrir una solucin: tambin
es preciso que las autoridades responsables la impongan. En nombre de
la salud pblica deberan ser condenados barrios enteros. Los unos,
fruto de una especulacin precoz, slo merecen la piqueta; otros, a
causa de los recuerdos histricos o de los elementos de valor artstico
que encierran, deben ser parcialmente respetados; existen medios para
salvar lo que merece ser salvado pese a destruir sin piedad cuanto
constituye un peligro. No basta con sanear las viviendas: hay que crear
y ordenar, adems, sus prolongaciones exteriores, los locales de
educacin fsica y diversos terrenos deportivos, sealando de antemano
en el plan general los emplazamientos que sern reservados para ello.
25
Deben imponerse densidades razonables segn las formas de habitacin
que ofrece la propia naturaleza del terreno.
Las densidades de poblacin de una ciudad deben ser dictadas por las
autoridades. Pueden variar segn la afectacin del suelo urbano y dar,
segn su nmero, una ciudad ampliamente extendida o contrada sobre
s misma. Fijar las densidades urbanas es acometer una empresa
cargada de consecuencias. Cuando apareci la era de la mquina las
ciudades se desarrollaron sin freno ni control. El abandono es la nica
explicacin vlida de este crecimiento desmesurado y absolutamente
irracional que es una de las causas de su desgracia. Las ciudades, tanto
para nacer como para crecer, tienen razones particulares que deben ser
estudiadas, llegando a unas previsiones que abarquen cierto espacio de
tiempo: cincuenta aos, por ejemplo. Podr operarse as con una
determinada cifra de poblacin a la que ser preciso darle alojamiento,
sabiendo en qu espacio til; habr que prever qu relacin tiempo-
distancia le corresponder cada da; habr que determinar la superficie
y la capacidad necesarias para la realizacin de este programa de
cincuenta aos. Cuando se han fijado la cifra de la poblacin y las
dimensiones del terreno, queda determinada la densidad.
26
Debe sealarse un nmero mnimo de horas de exposicin al sol para
toda vivienda.
La ciencia, al estudiar las radiaciones solares, ha descubierto que son
indispensables para la salud humana y tambin que, en ciertos casos,
podran ser perjudiciales para ella. El sol es el seor de la vida. La
medicina ha demostrado que donde no entra el sol, se instala la
tuberculosis; exige situar de nuevo al individuo, en la medida de lo
posible, en condiciones naturales. En toda vivienda debe penetrar el
sol unas horas al da, incluso durante la estacin menos favorecida. La
sociedad no tolerar que familias enteras se vean privadas de sol y
condenadas por ello a languidecer. Todo plano de edificio en el que una
sola vivienda se halle orientada exclusivamente hacia el norte, o privada
de sol por las sombras proyectadas sobre ella, ser rigurosamente
condenado. Hay que exigir de los constructores, un plano que
demuestre que durante el solsticio de invierno el sol penetra en todas
las viviendas dos horas diarias como mnimo. Sin esto, se negar la
licencia de construccin. Introducir el sol es el nuevo y ms imperioso
deber del arquitecto.
27
Debe prohibirse la alineacin de las viviendas a lo largo de las vas de
comunicacin.
Las vas de comunicacin, es decir, las calles de nuestras ciudades,
tienen distintos fines. Soportan las ms distintas cargas deben servir
tanto a la marcha de los peatones como al trnsito, entrecortado por
detenciones intermitentes, de vehculos rpidos de transporte colectivo,
autobuses tranvas, o al trfico ms rpido an de los camiones o de los
automviles particulares. Las aceras, creadas en la poca de los caballos
y slo tras la introduccin de las carrozas, para evitar los atropellos, son
un remedio irrisorio a partir del momento en que las velocidades
mecnicas han introducido en las calles una autntica amenaza de
muerte. La ciudad actual abre las innumerables puertas de sus casas
sobre esta amenaza y sus innumerables ventanas a los ruidos, al polvo
y a los gases nocivos que son el producto de una circulacin mecnica
intensa. Semejante estado de cosas exige una modificacin radical: hay
que separar la velocidad del peatn, de 4 km por hora, y las velocidades
mecnicas, de 50 a 100 km por hora. Las viviendas sern alejadas de
las velocidades mecnicas, canalizndose stas por un cauce particular
mientras que el peatn dispondr de caminos directos o de paseos
reservados para l.
28
Deben tenerse en cuenta los recursos de las tcnicas modernas para
alzar construcciones elevadas.
Cada poca ha empleado para sus construcciones la tcnica que le
dictaban sus recursos particulares. Hasta el siglo XIX, el arte de
construir casas slo conoca las paredes maestras de piedras, ladrillos o
tabiques de madera, y los techos constituidos por vigas de madera. En
el siglo XIX, un periodo intermedio utiliz los perfiles metlicos,
finalmente llegaron, en el siglo XX, unas construcciones homogneas,
de acero o de cemento armado. Con anterioridad a esta innovacin,
totalmente revolucionaria en la historia de la edificacin de las casas, los
constructores no podan levantar un inmueble por encima de los seis
pisos. En la actualidad ya no se hallan tan limitados. Las construcciones
alcanzan los sesenta y cinco pisos o ms. Falta determinar, mediante un
examen serio de los problemas urbanos, la altura ms conveniente para
cada caso particular. En lo que respecta a la vivienda, las razones que
postulan en favor de determinada decisin son: la eleccin de la vista
ms agradable, la bsqueda del aire ms puro y de la ms completa
exposicin al sol, y, por ltimo, la posibilidad de crear en las
proximidades inmediatas de la vivienda, las instalaciones colectivas, los
locales escolares, los centros asistenciales y los terrenos de juego que
sern las prolongaciones de aqulla. Solamente unas construcciones de
una cierta altura pueden dar feliz satisfaccin a estas legtimas
exigencias.
29
Las construcciones altas, situadas a gran distancia unas de otras, deben
liberar el suelo en favor de grandes superficies verdes.
Pero es necesario, adems, que esas edificaciones estn situadas a
grandes distancias las unas de las otras, pues de otro modo su altura,
lejos de constituir una mejora, no hara ms que agravar el malestar
existente; se es el gran error cometido en las ciudades de las dos
Amricas. La construccin de una ciudad no puede abandonarse sin
programa a la iniciativa privada. La densidad de su poblacin debe ser lo
suficientemente alta para dar validez a la disposicin de instalaciones
colectivas que sean una prolongacin de las viviendas. Fijada esta
densidad, se admitir una cifra de la poblacin presunta que permita
calcular la superficie reservada a la ciudad. Decidir acerca del modo en
que se efectuar la ocupacin del suelo, establecer la relacin entre la
superficie edificada y los espacios libres o con plantas, repartir el
terreno necesario tanto para los alojamientos particulares como para
sus diversas prolongaciones, asignar a la ciudad una superficie que no
podr ser superada durante un perodo determinado, todo ello
constituye esa grave operacin que queda en manos de la autoridad: la
promulgacin del estatuto del suelo. De este modo, en adelante la
ciudad se construir con toda la seguridad, dejndose, dentro de los
lmites de las reglas fijadas por ese estatuto, libertad completa a la
iniciativa particular y a la imaginacin del artista.
30
Las superficies libres son, en general, insuficientes.
En el interior de algunas ciudades existen todava superficies libres. Son
lo que ha sobrevivido, milagrosamente en nuestra poca, de las
reservas constituidas en el curso del pasado: parques que rodean
moradas seoriales, jardines contiguos a mansiones burguesas, paseos
sombreados que ocupan el emplazamiento de un cinturn militar
desmantelado. Los dos ltimos siglos han devorado con ferocidad estas
reservas, autnticos pulmones de la ciudad, cubrindolos de inmuebles
y sustituyendo el csped y los rboles por obras de albailera. En Otro
tiempo, los espacios libres no tenan ms razn de ser que el solaz de
unos cuantos privilegiados. No haba aparecido todava el punto de vista
social que hoy da nuevo sentido a su destino. Los espacios libres pueden
ser la prolongacin directa o indirecta de las viviendas; directa, si
rodean a la residencia misma; indirecta si estn concentrados en
grandes superficies menos inmediatamente prximas. En ambos casos,
su destino ser el mismo: ser la sede de las actividades colectivas de la
juventud y proporcionar un terreno favorable para las distracciones, los
paseos o los juegos de las horas de descanso.
31
Cuando las superficies libres tienen suficiente extensin, a menudo
estn mal distribuidas y resultan, por ello, poco tiles para la masa de
los habitantes.
Cuando las ciudades modernas cuentan con superficies libres de
suficiente extensin, stas se hallan emplazadas en la periferia o en el
centro de una zona residencial particularmente lujosa. En el primer
caso, alejadas de los lugares de residencia popular, los ciudadanos slo
podrn servirse de ellas los domingos y no tendrn influencia alguna
sobre la vida cotidiana, la cual continuar desarrollndose en
condiciones lastimosas. En el segundo, quedarn prohibidas de hecho
para la multitud, al reducirse su funcin a la de embellecimiento y sin
desempear su papel de prolongaciones tiles de la vivienda. Sea como
fuere, en este caso, el grave problema de la higiene popular queda sin
mejora alguna.
32
La ubicacin perifrica de las superficies libres no se presta al
mejoramiento de las condiciones de habitabilidad en las zonas urbanas
congestionadas.
El urbanismo est llamado a concebir las reglas necesarias que
garanticen a los ciudadanos ms condiciones de vida que salvaguarden
no solamente su salud fsica sino incluso su salud moral, y que
preserven la alegra de vivir que se deriva de ello. Las horas de trabajo,
tan a menudo agotadoras en trminos musculares o nerviosos, deben ir
seguidas, diariamente, de un nmero suficiente de horas libres. Estas
horas libres, que el maquinismo aumentar infaliblemente, se dedicarn
a un reconfortante descanso en medio de elementos naturales. El
mantenimiento o la creacin de espacios libres son, pues, una
necesidad, y constituyen un problema de salud pblica para la especie.
Es ste un tema que forma parte integrante de los datos del urbanismo,
y al que los ediles deberan estar obligados a prestar toda su atencin.
La justa proporcin entre los volmenes edificados y los espacios libres
es la frmula que, por s sola, resuelve el problema de la residencia.
33
Las raras instalaciones deportivas, en general, a fin de emplazarlas en
las proximidades de los usuarios, estaban instaladas provisionalmente
en terrenos destinados a futuros barrios de viviendas o industriales.
Precariedad y trastornos incesantes.
Algunas asociaciones deportivas, deseosas de utilizar sus perodos
semanales de descanso, han encontrado un abrigo provisional en la
periferia de las ciudades; su existencia, sin embargo, no reconocida
oficialmente, es en general de lo ms precario. Cabe clasificar las horas
libres o perodos de esparcimiento en tres categoras: diarias,
semanales o anuales. Es preciso que las horas libres cotidianas
transcurran en las proximidades de la vivienda. Las horas semanales
libres permiten las salidas de la ciudad y los desplazamientos
regionales. Las horas libres anuales, es decir, las vacaciones, permiten
autnticos viajes, fuera de la ciudad y de la regin. El problema, as
expuesto, implica la creacin de reservas verdes: 1) en torno a la
vivienda; 2) en la regin; 3) en el pas.
34
Los terrenos que podran ser destinados a las horas libres semanales se
hallan a menudo mal comunicados con la ciudad.
Una vez escogidos los emplazamientos situados en los alrededores
inmediatos de la ciudad apropiados para convertirse en centros tiles
del tiempo libre semanal, se plantea el problema de los transportes en
masa. Es preciso considerar este problema a partir del momento en que
se esboza el plan regional; implica el estudio de los diversos medios
posibles de comunicacin: carreteras, ferrocarriles o vas fluviales.

35
En lo sucesivo, todo barrio residencial debe contar con la superficie
verde necesaria para la ordenacin racional de los juegos y deportes de
los nios, de los adolescentes y de los adultos.
Esta decisin slo surtir efecto si la sostiene una autntica legislacin:
el estatuto del suelo. Este estatuto deber poseer la diversidad
correspondiente a las necesidades que hay que satisfacer. As, la
densidad de la poblacin, o la relacin entre la superficie libre y la
superficie edificada, podrn variar segn las funciones, el lugar y el
clima. Los volmenes edificados estarn ntimamente amalgamados a
las superficies verdes que habrn de rodearlos. Las zonas edificadas y
las zonas plantadas se distribuirn teniendo en cuenta que medie un
perodo de tiempo razonable para ir de unas a otras. De cualquier modo,
el trazado urbano deber cambiar de textura: las aglomeraciones
tendern a convertirse en ciudades verdes. Contrariamente a lo que
ocurre en las ciudades-jardn, las superficies verdes no estarn
compartimentadas en pequeos elementos de uso privado, sino que se
consagrarn al desarrollo de las diversas actividades comunes que
forman la prolongacin de la vivienda. Los cultivos hortcolas, cuya
utilidad constituye de hecho el principal argumento en favor de las
ciudades-jardn, muy bien podrn tomarse en consideracin; a ellos
estar destinado cierto porcentaje del suelo disponible, dividido en
mltiples parcelas individuales; algunas instalaciones colectivas, sin
embargo, como la labranza eventual y el riego, podrn aliviar las fatigas
y acrecentar el rendimiento.
36
Los islotes insalubres deben ser demolidos y sustituidos por superficies
verdes: con ello, los barrios limtrofes resultarn saneados.
Un conocimiento elemental de las principales nociones de la higiene
basta para discernir los tugurios y discriminar los islotes claramente
insalubres. Estos islotes debern ser demolidos. Habr que aprovechar
esta circunstancia para sustituirlos por parques, que sern, al menos
para los barrios colindantes, el primer paso hacia el camino del
saneamiento. Con todo, pudiera ocurrir que alguno de estos islotes
ocupara un emplazamiento adecuado para la construccin de
determinadas edificaciones indispensables para la vida de la ciudad. En
este caso, un urbanismo inteligente sabr darles el destino que el plan
general de la regin y el de la ciudad hayan considerado de antemano
como el ms til.
37
Las nuevas superficies verdes deben asignarse a fines claramente
definidos: deben contener parques infantiles, escuelas, centros juveniles
o construcciones de uso comunitario, vinculado ntimamente a la
vivienda.
Las superficies verdes, que habrn sido ntimamente amalgamadas a los
volmenes edificados y que estarn insertadas en los sectores
residenciales, no tendrn como nica funcin el embellecimiento de la
ciudad. Debern desempear ante todo un papel til, y lo que ocupar
el csped sern instalaciones de uso colectivo: guarderas,
organizaciones pre-escolares o post-escolares, crculos juveniles,
centros de solaz intelectual o de cultura fsica, salas de lectura o de
juegos, pistas de carreras o piscinas al aire libre. Sern la prolongacin
de la vivienda y, como tales, debern quedar sometidas al estatuto del
suelo.
38
Las horas libres semanales deben pasarse en lugares favorablemente
preparados: parques, bosques, terrenos deportivos, estadios, playas,
etc.
Todava no se ha previsto nada o casi nada para el tiempo libre
semanal. En la regin que rodea a la ciudad se reservarn amplios
espacios, que sern arreglados y cuyo acceso se facilitar con medios de
transporte suficientemente abundante y cmodo. Aqu no se trata ya de
simples cspedes, ms o menos arbolados, en torno a la casa, sino de
autnticas praderas, de bosques, de playas naturales o artificiales que
constituyan una reserva inmensa, cuidadosamente protegida, que
ofrecer al habitante de la ciudad mil ocasiones de actividad sana o de
til esparcimiento. Cada ciudad posee en su periferia lugares capaces de
responder a este programa, los cuales, mediante una organizacin bien
estudiada de los medios de comunicacin, pasarn a ser fcilmente
accesibles.
39
Parques, terrenos deportivos, estadios, playas, etc.
Debe fijarse un programa de distracciones en el que quepa toda clase
de actividades: el paseo, solitario o en comn, disfrutando de la belleza
de los parajes; los deportes de todas clases: tenis, baloncesto, ftbol,
natacin, atletismo; los espectculos de diversin, los conciertos, el
teatro al aire libre, los juegos atlticos y las diversas competiciones.
Finalmente, se prever la existencia de determinadas instalaciones:
medios de circulacin, que exigen una organizacin racional; centros de
alojamiento, hoteles, albergues o campamentos; por ltimo, y esto no
es lo de menor importancia, un suministro de agua potable y el
abastecimiento de vveres, que deber quedar cuidadosamente
asegurado en todas partes.
40
Deben estimarse los elementos existentes: ros, bosques, colinas,
montaas, valles, lago, mar, etc.

La cuestin de la distancia, gracias al perfeccionamiento de los medios
mecnicos de transporte, ya no desempea aqu un papel fundamental.
Vale ms escoger bien, aunque haya que ir a buscar lo que se desea un
poco ms lejos. Se trata no solamente de preservar las bellezas
naturales todava intactas, sino tambin de reparar los ultrajes que
algunas de ellas hayan podido sufrir; por ltimo, la industria humana ha
de crear en parte lugares y paisajes segn un programa. He aqu otro
problema social muy importante cuya responsabilidad queda en manos
de los ediles: hallar una contrapartida al trabajo agotador de la semana,
convertir el da de descanso en algo realmente vivificador para la salud
fsica y moral; no abandonar a la poblacin a las desgracias mltiples de
la calle. Un empleo fecundo de las horas libres forjar una salud y un
espritu verdaderos a los habitantes de las ciudades.
41
Los lugares de trabajo ya no se hallan dispuestos racionalmente en el
interior del complejo urbano: industria, artesana, negocios,
administracin y comercio.
En otro tiempo, la vivienda y el taller, unidos por vnculos estrechos y
permanentes, se hallaban prximos el uno del otro. La inesperada
expansin del maquinismo ha destruido estas condiciones de armona;
en menos de un siglo, ha transformado la fisonoma de las ciudades, ha
roto las tradiciones seculares del artesonado y ha hecho nacer una
mano de obra nueva y cambiante. El auge industrial depende
esencialmente de los medios de abastecimiento de materias primas y de
las facilidades de salida de los productos manufacturados. Las industrias
se han volcado literalmente a lo largo de las vas frreas -la innovacin
del siglo XIX- y a la orilla de las vas fluviales cuyo trfico multiplicaba la
navegacin a vapor. Sin embargo, aprovechando las disponibilidades
inmediatas en materia de vivienda y abastecimiento de las ciudades
existentes, los fundadores de empresas instalaron sus industrias en la
ciudad o en sus alrededores, despreciando las calamidades que de ello
pudieran derivarse. Situadas en el corazn de barrios residenciales, las
fbricas extienden sobre ellos sus polvos y sus ruidos. Instaladas en la
periferia, lejos de esos barrios, condenan a los trabajadores a recorrer
diariamente largas distancias en condiciones fatigosas de
apresuramiento y de aglomeracin, hacindoles perder intilmente parte
de sus horas de descanso. La ruptura con la antigua organizacin del
trabajo ha creado un desorden indecible planteando un problema para el
cual hasta el presente slo se han aportado soluciones para salir del
paso. De ello se ha derivado el gran mal de la poca actual: el
nomadismo de las poblaciones obreras.
42
La vinculacin entre la habitacin y los lugares de trabajo ha dejado de
ser normal; impone unos trayectos desmesurados.
Las relaciones normales entre estas dos funciones esenciales de la vida
que son habitar y trabajar han quedado rotas. Los arrabales se han
llenado de talleres y manufacturas, y la gran industria, que sigue
adelante en su desarrollo sin lmites, ha sido rechazada afuera, a los
suburbios. Al quedar saturada la ciudad, sin que pueda recibir a nuevos
habitantes, se ha hecho surgir a toda prisa ciudades suburbanas, vastos
y compactos bloques de cajones para alquilar o parcelaciones
interminables. La mano de obra intercambiable, en absoluto ligada a la
industria por un vnculo estable, ha de soportar por la maana, al
medioda y por la noche, tanto en invierno como en verano, el perpetuo
danzar y el deprimente tumulto de los transportes en comn. En estos
desordenados desplazamientos se consumen horas enteras.
43
Las horas-punta de los transportes acusan un estado crtico.
Los transportes colectivos, trenes suburbanos, autobuses y metros, slo
funcionan realmente en cuatro momentos del da. En las horas-punta, la
agitacin es all frentica, y los usuarios pagan caro, de su bolsillo, una
organizacin que les reporta diariamente horas de empujones aadidas
a las fatigas del trabajo. La explotacin de estos transportes es costosa
y minuciosa a la vez; al no bastar para cubrir los gastos las tarifas
satisfechas por los usuarios, los transportes se han convertido en una
pesada carga pblica. Para poner remedio a semejante estado de cosas
se han defendido tesis contradictorias: hacer vivir a los transportes o
hacer vivir bien a los usuarios de los transportes? Hay que elegir. Lo uno
supone la reduccin del dimetro de las ciudades y lo otro aumentarlo.
44
Debido a la falta de todo programa -crecimiento incontrolado de las
ciudades, ausencia de previsiones, especulacin del suelo, etctera-, la
industria se instala al azar, sin obedecer a regla alguna.
El suelo de las ciudades y el de las regiones circundantes pertenece casi
por entero a particulares. La industria misma se halla en manos de
sociedades privadas, sujetas a toda clase de crisis y cuya situacin es a
veces inestable. No se ha hecho nada para someter a reglas lgicas la
expansin industrial; por el contrario, todo se ha abandonado a la
improvisacin, la cual, aunque a veces favorece al individuo, abruma
siempre a la colectividad.
45
En las ciudades, las oficinas se han concentrado en centros de negocios.
Estos, instalados en los lugares privilegiados de la ciudad, dotados de
los medios de circulacin ms completos, pronto son presa de la
especulacin. Como se trata de negocios privados, falta la organizacin
til para su desarrollo natural.

La expansin industrial tiene como consecuencia el aumento de los
negocios, de la administracin y del comercio privado. En este campo,
nada se ha medido ni previsto seriamente. Hay que comprar y vender,
crear contactos entre la fbrica y el taller, entre el proveedor y el
cliente. Estas transacciones necesitan oficinas. Y estas oficinas son
locales que exigen una instalacin precisa, delicada, indispensable para
el despacho de los negocios. Esos equipos, cuando estn aislados,
resultan costosos. Todo hace aconsejable un agrupamiento que hara
posible las mejores condiciones de funcionamiento para cada uno de
ellos: una circulacin cmoda, comunicaciones fciles con el exterior,
claridad, silencio, atmsfera de buena calidad, instalaciones de
calefaccin y refrigeracin, centros postales y telefnicos, radio, etc.
46
Las distancias entre los lugares de trabajo y las viviendas deben ser
reducidas al mnimo.
Esto supone una nueva distribucin, segn un plan cuidadosamente
elaborado, de todos los lugares consagrados al trabajo. La
concentracin de las industrias en anillos en torno a las grandes
ciudades pudo ser, para algunos, una fuente de prosperidad, pero hay
que denunciar las lamentables condiciones de vida que se han derivado
de ello para las masas. Esta disposicin arbitraria ha creado una
promiscuidad insoportable. La duracin de las idas y venidas no guarda
relacin alguna con el diario recorrido del sol. Las industrias deben ser
trasplantadas a lugares de paso de las materias primas, a lo largo de las
vas fluviales y terrestres o de las lneas frreas. Un lugar de paso es un
elemento lineal. Las ciudades industriales, en vez de ser concntricas,
pasarn a ser lineales.
47
Los sectores industriales deben ser independientes de los sectores de
habitacin; unos y otros deben estar separados por una zona verde.
La ciudad industrial se extender a lo largo del canal, de la carretera o
de la va frrea, o, mejor an, a lo largo de estas tres vas conjugadas.
Al ser lineal y no ya anular, podr alinear, a medida que se desarrolle,
su propio sector de viviendas que ser paralelo a ella. Una zona verde
separar este ltimo sector de las edificaciones industriales. La vivienda,
localizada en lo sucesivo en pleno campo, quedar totalmente protegida
de los ruidos y el polvo, pese a hallarse en unas condiciones de
proximidad que suprimirn los largos recorridos diarios; volver a ser un
organismo familiar normal. Al recuperarse de este modo las
condiciones naturales, se contribuir a que cese el nomadismo de las
poblaciones obreras. Se dispondr de tres tipos de vivienda, a eleccin
de los habitantes: la casa individual de ciudad-jardn, la casa individual
acompaada de una pequea explotacin rural, y, por ltimo, el
inmueble colectivo, provisto de todos los servicios necesarios para el
bienestar de sus ocupantes.
48
Las zonas industriales deben hallarse junto al ferrocarril, el canal y la
carretera.
La velocidad, totalmente indita, de los transportes mecnicos, que
utilizan ya sea la, carretera, el ferrocarril, el ro o el canal, necesita de la
creacin de nuevas vas o de la transformacin de las ya existentes. Se
trata de un programa de coordinacin que, debe tener en cuenta la
nueva distribucin de los establecimientos industriales y de las viviendas
obreras que acompaan a stos.
49
La artesana, ntimamente vinculada a la vida urbana, de la que procede
directamente, debe poder ocupar lugares claramente determinados en
el interior de la ciudad.
La artesana, por su naturaleza, difiere de la industria y exige
disposiciones apropiadas. Emana directamente del potencial acumulado
en los centros urbanos. La artesana del libro, de la joyera, del vestido
o de la moda halla en la concentracin intelectual de la ciudad la
excitacin creadora que necesita. Se trata aqu de actividades
esencialmente urbanas, cuyos lugares de trabajo podrn estar situados
en los puntos ms intensos de la ciudad.
50
El centro de negocios, dedicado a la administracin privada o pblica,
debe contar con buenas comunicaciones con los barrios de viviendas, al
igual que con las industrias o la artesana que ha quedado en la ciudad o
en sus proximidades.
Los negocios han cobrado una importancia tan grande que la eleccin
del emplazamiento urbano reservado para ellos exige un estudio muy
particular. El centro de negocios debe hallarse en la confluencia de las
vas de circulacin que enlazan con los sectores de vivienda, los sectores
industriales y artesanos, la administracin pblica, algunos hoteles y las
diversas estaciones (ferroviarias, de carreteras, martima y area).
51
La actual red de vas urbanas es un conjunto de ramificaciones
desarrolladas en torno a las grandes vas de comunicacin. Estas
ltimas se remontan en el tiempo, en Europa, mucho ms all de la
Edad Media, y a veces, incluso, de la antigedad.
Algunas ciudades militares o coloniales se han beneficiado desde su
nacimiento de un plan ordenado. Primero se traz un recinto, de forma
regular; en l desembocaban las grandes vas de comunicacin. La
disposicin interior era de una til regularidad. Otras ciudades, ms
numerosas, han nacido en la interseccin o en el punto de unin de
varios caminos radiales a partir de un centro comn. Estas vas de
comunicacin se hallan ntimamente ligadas a la topografa de la regin,
que, a menudo, les impone un trazado sinuoso. Las primeras casas se
instalaron al borde del camino, y as nacieron calles principales a partir
de las cuales se ramificaron en el curso del crecimiento de la ciudad
mediante arterias secundarias cada vez ms numerosas. Las calles
principales siempre han sido hijas de la geografa; muchas de ellas han
sido reordenadas y rectificadas, pero a pesar de todo conservarn
siempre su determinismo fundamental.
52
Las grandes vas de comunicacin fueron concebidas para el trnsito de
peatones o de, carruajes; hoy no responden ya a los medios mecnicos
de transporte.
Las ciudades antiguas se hallaban rodeadas de murallas por razones de
seguridad. Por tanto, no podan extenderse a medida, que aumentaba
su poblacin. Haba que, obrar con economa para que el terreno
proporcionara la mxima superficie habitable. Esto explica esa
disposicin de calles y callejas estrechas, que permitan el mayor
nmero posible de puertas de acceso a las viviendas. Esta organizacin
de las ciudades tuvo como consecuencia, adems, ese sistema de
bloques cortados a pico sobre las calles, de donde tomaban luz, y
agujereados, con el mismo fin, por patios interiores. Ms tarde, cuando
se ampliaron los recintos fortificados, las calles y callejas se prolongaron
en avenidas y paseos ms all del ncleo inicial que conservaba su
estructura primitiva. Este sistema de construccin, que no responde ya
desde hace tiempo a necesidad alguna, tiene todava fuerza de ley. Se
trata siempre del bloque edificado, subproducto directo de la red viaria.
Sus fachadas dan a calles o a patios interiores ms o menos estrechos.
La red circulatoria que lo encierra posee dimensiones e intersecciones
mltiples. Esta red, prevista para tiempos diferentes, no ha podido
adaptarse a las velocidades nuevas de los vehculos mecnicos.
53
Las dimensiones de las calles, inadecuadas para el futuro, se oponen a
la utilizacin den las nuevas velocidades mecnicas y a la expansin
regular de la ciudad.
El problema queda planteado por la imposibilidad de conciliar las
velocidades naturales, la del peatn o la del caballo, con las velocidades
mecnicas de los automviles, tranvas, camiones o autobuses. La
mezcla de ambas velocidades es fuente de mil conflictos. El peatn
circula en perpetua inseguridad, mientras que los vehculos mecnicos,
obligados a frenar constantemente, quedan paralizados, lo cual no les
impide ser ocasin de un peligro de muerte permanente.
54
Las distancias entre los cruces de las calles son demasiado pequeas.
Antes de alcanzar su rgimen normal, los vehculos mecnicos
experimentan la necesidad de la puesta en marcha y de la aceleracin
gradual. No puede producirse brutalmente el frenazo sin ocasionar un
rpido desgaste de los principales rganos del vehculo. Habra que
prever, por tanto, una unidad de longitud razonable entre el punto de
arranque y aquel en el cual ser necesario hacer uso del freno. Los
cruces actuales, situados a 100, 50, 200 o incluso 10 metros de
distancia los unos de los otros, no resultan convenientes para la buena
marcha de los vehculos mecnicos. Deberan estar separados por
espacios de 200 a 400 metros.
55
La anchura de las calles es insuficiente. El intento de ensancharlas
resulta a menudo una operacin costosa y, adems, ineficaz.
No hay una anchura-tipo uniforme para las calles. Todo depende de su
trfico, medido segn el nmero y la naturaleza de los vehculos. Las
antiguas calles principales, impuestas por la topografa y la geografa
desde el comienzo de la ciudad y que constituyen el tronco de la
innumerable ramificacin de las calles, han conservado casi siempre un
trfico intenso. Generalmente, son demasiado estrechas, pero su
ensanchamiento no representa siempre una solucin fcil ni siquiera
eficaz. Es preciso plantearse el problema mucho ms radicalmente.
56
Ante las velocidades mecnicas, la red da calles muestra ser irracional,
carente de exactitud, de flexibilidad, de diversidad, de adecuacin.
La circulacin moderna es una operacin muy compleja. Las calles,
destinadas a usos mltiples, deben permitir a la vez ir de extremo a
extremo a los automviles, ir de extremo a extremo a los peatones,
recorrer los itinerarios prescritos a los tranvas y autobuses, ir de los
centros de aprovisionamiento a lugares de distribucin infinitamente
variados a los camiones o atravesar la ciudad simplemente de paso a
ciertos vehculos. Cada una de estas actividades exigira una pista
particular, acondicionada para satisfacer unas necesidades claramente
caracterizadas. Por tanto, es necesario dedicarse a un estudio profundo
de la cuestin, considerar su estado actual y buscar soluciones que
respondan verdaderamente a unas necesidades estrictamente definidas.
57
Los trazados suntuarios, con finalidad representativa, han podido o
pueden constituir graves dificultades para la circulacin.
Lo que resultaba admisible, o incluso admirable, en la poca de los
peatones y de las carrozas puede haberse convertido, en la actualidad,
en una fuente constante de dificultades. Ciertas avenidas, concebidas al
objeto de proporcionar una perspectiva grandiosa, coronada por un
monumento o por un edificio, son, hoy en da, una causa de
embotellamientos, de retrasos y acaso de peligro. Estas composiciones
de orden arquitectnico deberan ser preservadas de la invasin de los
vehculos mecnicos, para los cuales no estn hechas, y de la velocidad,
a la que jams podrn adaptarse. La circulacin se ha convertido hoy en
una funcin primordial de la vida urbana. Exige un programa
cuidadosamente estudiado que sepa prever todo lo necesario para
regularizar la afluencia, crear los aliviaderos indispensables y llegar as a
suprimir los embotellamientos y el malestar constante de que son
causa.
58
En numerosos casos, la red ferroviaria se ha convertido, con la
extensin de la ciudad, en un obstculo grave para la urbanizacin. Esta
red encierra barrios de viviendas, privndolos de contactos tiles con los
elementos vitales de la ciudad.
Tambin aqu el tiempo ha transcurrido demasiado deprisa. Los
ferrocarriles fueron construidos con anterioridad a la prodigiosa
expansin industrial que ellos mismo provocaron. Al penetrar en las
ciudades, seccionan arbitrariamente zonas enteras. No se atraviesa la
va frrea; sta asla a sectores que, habindose cubierto poco a de
viviendas, han llegado a verse privados de unos contactos que les son
indispensables. En algunas ciudades la situacin es grave para la
economa general, y el urbanismo est llamado a considerar la
reordenacin y el desplazamiento de algunas redes de modo que se
adapten a la armona de un plan general.
59
A partir de estadsticas rigurosas, deben realizarse anlisis tiles del
conjunto de la circulacin en la ciudad y en su regin, trabajo que
revelar cules son los cauces de circulacin as como el carcter del
trfico.
La circulacin es una funcin vital; su estado actual debe expresarse por
medio de grficos. Entonces aparecern claramente las causas
determinantes y las consecuencias de sus diferentes intensidades, y
ser ms fcil discernir cules son los puntos crticos. Solamente una
visin clara de situacin permitir lograr dos progresos indispensables:
asignar un destino preciso a cada una de las vas de circulacin,
consistente en dar paso a peatones, a automviles, a los camiones de
gran tonelaje o a los vehculos de paso; a continuacin, dotar a estas
vas, segn el papel que les haya sido asignado, de dimensiones y
caracteres especiales: naturaleza del piso, anchura de la calzada, o
emplazamiento y naturaleza de los cruces o enlaces.
60
Las vas de circulacin deben clasificarse segn su naturaleza y
construirse en funcin de los vehculos y de sus velocidades.
El tipo nico de calle que nos han legado los siglos, en otro tiempo
acoga por igual a peatones y jinetes; a finales del siglo XVIII, el empleo
generalizado de las carrozas provoc la creacin de las aceras. En el
siglo XX ha cado sobre ella, como un cataclismo, la masa de los
vehculos mecnicos -bicicletas, motos, coches, camiones, tranvas-, con
sus inesperadas velocidades. El crecimiento fulminante de algunas
ciudades, como Nueva York, por ejemplo, provocaba una afluencia
inimaginable de vehculos en determinados puntos. Es hora ya de
remediar una situacin abocada a la catstrofe. La primera medida til
consistira en separar radicalmente, en las arterias congestionadas, el
camino de los peatones y el de los vehculos mecnicos. La segunda, en
dar a los transportes pesados un cauce circulatorio particular. La
tercera, en proyectar, para la gran circulacin, vas de trnsito
independientes de las corrientes, destinadas solamente al trfico menor.
61
Los cruces de trfico intenso se ordenaran en forma de circulacin
continua mediante cambios de nivel.
Los vehculos en trnsito no deberan estar sometidos al rgimen de las
detenciones obligatorias en cada cruce, reduciendo intilmente la
velocidad. Los cambios de nivel en las vas transversales son el mejor
medio de permitirles una marcha continua. En las grandes vas de
circulacin, y a distancias calculadas para obtener el mejor rendimiento,
se establecern enlaces, unindolas a las vas destinadas a la
circulacin, menos intensa.
62
El peatn debe poder seguir caminos distintos a los del automvil.
Ello constituira una reforma fundamental de la circulacin en las
ciudades. Y sera tanto ms juicioso emprenderla cuanto que iniciara
una era de urbanismo ms fecunda y nueva. Esta exigencia de la
circulacin puede considerarse tan rigurosa como la que, en la esfera de
la habitacin, condena la orientacin de la vivienda al norte.
63
Las calles deben diferenciarse segn su destino: calles de vivienda,
calles de paseo, calles de trnsito y arterias principales.
Las calles, en vez de abandonarse a todo y a todos, debern tener
regmenes diferentes segn su categora. Las calles de viviendas y los
terrenos destinados al uso colectivo exigen un ambiente particular. Para
que las viviendas y sus prolongaciones disfruten de la paz y la
tranquilidad que necesitan, los vehculos mecnicos sern canalizados
por circuitos especiales. Las avenidas de trnsito carecern de todo
contacto con las calles de circulacin menor salvo en los puntos de
enlace. Las grandes arterias principales, que se hallan en relacin con
todo el conjunto de la regin, afirmarn, naturalmente, su primaca.
Pero tambin se pensar en disponer calles para el paseo en las que, al
imponerse estrictamente una velocidad reducida para toda clase de
vehculos, la mezcla de estos ltimos con los peatones no plantear
inconvenientes.
64
Las zonas verdes deben aislar, en principio, los cauces de gran
circulacin.
Las vas de trnsito o de gran circulacin, bien diferenciadas de las vas
de circulacin menor, no tendrn razn alguna para acercarse a las
construcciones pblicas o privadas. Convendr que estn bordeadas de
espesas cortinas de vegetacin.

PATRIMONIO HISTRICO DE LAS CIUDADES
65
Los valores arquitectnicos deben ser salvaguardados (edificios aislados
o conjuntos urbanos).
La vida de una ciudad es un acaecer continuo que se manifiesta a lo
largo de los siglos a travs de obras materiales, sean trazados o
construcciones, que la dotan de una personalidad propia y de los cuales
emana poco a poco su alma. Esos testimonios preciosos del pasado
sern respetados, en primer lugar, por su valor histrico o sentimental;
tambin porque algunos de ellos contienen en s una virtud plstica en
la que se ha incorporado el genio del hombre en el ms alto grado de
intensidad. Forman parte del patrimonio humano, y quienes los
detentan o estn encargados de su proteccin tienen la responsabilidad
y la obligacin de hacer cuanto sea lcito para transmitir intacta esa
noble herencia a los siglos venideros.
66
Los testimonios del pasado sern salvaguardados si son expresin de
una cultura anterior y si responden a un inters general...
La muerte, que no perdona a ser vivo alguno, alcanza tambin a las
obras de los hombres. Entre los testimonios del pasado hay que saber
reconocer y discriminar los que siguen an con plena vida. No todo el
pasado tiene derecho a ser perenne por definicin; hay que escoger
sabiamente lo que se debe respetar. Si los intereses de la ciudad
resultan lesionados por la persistencia de alguna presencia insigne,
majestuosa, de una era que ya ha tocado a su fin, se buscar la
solucin capaz de conciliar dos puntos de vista opuestos: cuando se
trate de construcciones repetidas en numerosos ejemplares, se
conservarn algunos a ttulo documental, derribndose los dems; en
otros, casos, podr aislarse solamente la parte que constituya un
recuerdo o un valor real, modificndose el resto de manera til. Por
ltimo, en ciertos casos excepcionales, podr considerarse el traslado
total de elementos que causan dificultades por su emplazamiento pero
que merecen ser conservados por su elevada significacin esttica o
histrica.
67
Si su conservacin no implica el sacrificio de poblaciones mantenidas en
condiciones malsanas...
No puede permitirse que por un culto mezquino del pasado, se ignoren
las reglas de la justicia social. Algunas personas, a las que preocupan
ms el esteticismo que la solidaridad, militan en favor de la
conservacin de algunos viejos barrios pintorescos, sin preocuparse de
la miseria, de la promiscuidad y de las enfermedades que stos
albergan. Eso es cargar con una grave responsabilidad. El problema
debe ser estudiado, y a veces resuelto mediante una solucin ingeniosa,
pero el culto por lo pintoresco y por la historia no debe tener en ningn
caso la primaca sobre la salubridad de las viviendas, de la que tan
estrechamente dependen el bienestar y la salud moral del individuo.
68
Si es posible remediar el perjuicio, de su presencia con medidas
radicales: por ejemplo, la desviacin de elementos de circulacin vitales,
o incluso el desplazamiento de centros considerados hasta ahora como
inmutables.
El excepcional crecimiento de una ciudad puede crear una situacin
peligrosa, que conduzca a un callejn sin salida del que slo es posible
escapar mediante algunos sacrificios. El obstculo slo podr ser
eliminado mediante la demolicin. Pero cuando esta medida entrae la
destruccin de autnticos valores arquitectnicos, histricos o
espirituales, sin duda ser preferible buscar una solucin distinta. En vez
de suprimir el obstculo opuesto a la circulacin, se desviar la
circulacin misma, o, si las condiciones lo permiten, se le impondr el
paso por un tnel. Por ltimo, tambin cabe cambiar de lugar un centro
de actividad intensa, y, al trasplantarlo a otro punto, modificar por
completo el rgimen circulatorio de la zona congestionada. Es preciso
combinar la imaginacin, la inventiva y los recursos tcnicos para
conseguir deshacer los nudos ms complicados.

69
La destruccin de tugurios en los alrededores de los monumentos
histricos dar ocasin a la creacin de superficies verdes.
Es posible que, en algunos casos, la demolicin de casas y tugurios
insalubres en los alrededores de un monumento de valor histrico
destruya un ambiente secular. Eso es lamentable, pero inevitable. Podr
aprovecharse la ocasin para introducir espacios verdes. Los vestigios
del pasado se baarn con ello en un ambiente nuevo, acaso inesperado
pero ciertamente tolerable, y del que, en todo caso, se beneficiarn
ampliamente los barrios vecinos.
70
La utilizacin de los estilos del pasado, con pretextos estticos en las
nuevas construcciones alzadas en las zonas histricas tiene
consecuencias nefastas. El mantenimiento de semejantes usos o la
introduccin de tales iniciativas no ser tolerado en forma alguna.
Estos mtodos son contrarios a la gran leccin de la historia. Nunca se
ha advertido una vuelta atrs; el hombre jams ha vuelto sobre sus
pasos. Las obras maestras del pasado nos muestran que cada
generacin tuvo su propia manera de pensar, sus concepciones y su
esttica; que recurri, para que sirviera de trampoln para su
imaginacin, a la totalidad de los recursos tcnicos de su propia poca.
Copiar servilmente el pasado es condenarse a s mismo a la mentira; es
convertir la falsedad en principio, pues recomponer las antiguas
condiciones de trabajo es imposible y la aplicacin de la tcnica
moderna a un ideal que ha llegado a su ocaso slo puede dar de s un
simulacro completamente desprovisto de vida. Al mezclar lo falso con
lo verdadero, lejos de llegar a dar una impresin de conjunto y de
suscitar la impresin de pureza de estilo, se llega slo a una
recomposicin ficticia, apenas capaz de desacreditar los testimonios
autnticos que tan vivamente se deseaba preservar.

TERCERA PARTE
CONCLUSIONES
PUNTOS DOCTRINALES
71
La mayora de las ciudades estudiadas presentan hoy una imagen
catica. Estas ciudades no responden en modo alguno a su destino, que
debiera consistir en satisfacer las necesidades primordiales, biolgicas y
psicolgicas, de su poblacin.
Las ciudades analizadas con ocasin del congreso de Atenas por los
grupos nacionales de los Congresos Internacionales de Arquitectura
Moderna han sido treinta y tres: msterdam, Atenas, Bruselas,
Baltimore, Bandung, Budapest, Berln, Barcelona, Charleroi, Colonia,
Como, Dalat, Detroit, Dessau, Estocolmo, Frankfurt, Ginebra, Gnova,
La Haya , Los ngeles, Littoria, Londres, Madrid, Oslo, Pars, Praga,
Roma, Rotterdam, Utrecht, Verona, Varsovia, Zagreb y Zrich. Estas
ciudades ilustran la historia de la raza blanca en los ms diversos climas
y latitudes. Y todas dan prueba del mismo fenmeno: el desorden que
ha introducido el maquinismo en un estado que hasta entonces
implicaba una relativa armona, y tambin la falta de todo esfuerzo serio
de adaptacin. En todas estas ciudades se molesta al hombre. Cuanto le
rodea le ahoga y le aplasta. No se ha salvaguardado ni construido nada
de lo necesario para su salud fsica y moral. En las grandes ciudades
reina una crisis de humanidad, que repercute en toda la extensin de
los territorios. La ciudad ya no responde a su funcin, que consiste en
dar albergue a los hombres, y en albergarles bien.
72
Esta situacin revela, desde el, comienzo de la era de las mquinas, la
superposicin incesante de los intereses privados.
El predominio de la iniciativa privada, inspirada por el inters personal y
el hambre de la ganancia, se halla en la base de este lamentable estado
de cosas. Hasta el momento no ha intervenido autoridad alguna
consciente de la naturaleza y de la importancia del movimiento del
maquinismo, para evitar unos estragos de los que no es posible hacer
efectivamente responsable a nadie. Las actividades quedaron, durante
cien aos, abandonadas al azar. La construccin de viviendas o de
fbricas, la ordenacin de las rutas terrestres, fluviales o martimas y de
los ferrocarriles, todo se ha multiplicado en medio de un apresuramiento
y de una violencia individual que excluan todo plan preconcebido y toda
meditacin previa. Hoy, el mal ya est hecho. Las ciudades son
inhumanas, y de la ferocidad de unos cuantos intereses privados ha
nacido la desdicha de innumerables personas.
73
La violencia de los intereses privados provoca una desastrosa ruptura de
equilibrio entre el empuje de las fuerzas econmicas, por una parte, y la
debilidad del control administrativo y la impotencia de la solidaridad
social, por otra.
El sentimiento de la responsabilidad administrativa y el de la solidaridad
social sufren diariamente una derrota a manos de la fuerza viva e
incesantemente renovada del inters privado. Estas diversas fuentes de
energa se hallan en perpetua contradiccin, y cuando una de ellas
ataca, la otra se defiende. En esta lucha, desgraciadamente desigual, lo
corriente es que triunfe el inters privado, que garantiza el xito de los
ms fuertes en detrimento de los dbiles. Pero del mismo exceso del
mal surge a veces el bien, y el inmenso desorden material y moral de la
ciudad moderna acaso tenga como consecuencia la de hacer surgir por
fin el estatuto de la ciudad, el cual, apoyado en una fuerte
responsabilidad administrativa, instaurar las reglas indispensables para
la proteccin de la salud y de la dignidad humanas.
74
Aunque las ciudades se hallen en estado de permanente transformacin,
su desarrollo se dirige sin precisin ni control, y sin que se tengan en
cuenta los principios del urbanismo contemporneo, elaborados en los
medios tcnicos cualificados.
Los principios del urbanismo moderno han sido determinados por la
labor de innumerables tcnicos: tcnicos del arte de construir, tcnicos
de la salud, tcnicos de la organizacin social. Esos principios han sido
objeto de artculos, de libros, de congresos, de debates pblicos o
privados. Pero hay que conseguir que sean admitidos por los rganos
administrativos encargados de velar por la suerte de las ciudades, los
cuales, con frecuencia, son hostiles a las grandes transformaciones
propuestas por estos datos nuevos. En primer lugar es necesario que la
autoridad aprenda, y a continuacin que acte. Clarividencia y energa
pueden llegar a restaurar una situacin comprometida.
75
La ciudad debe garantizar, en los planos espiritual y material, la libertad
individual y el beneficio de la accin colectiva.
Libertad individual y accin colectiva son los dos polos entre los cuales
se desarrolla el juego de la vida. Toda empresa cuyo objetivo sea el
mejoramiento del destino del hombre debe tener en cuenta estos dos
factores. Si no llega a satisfacer sus a menudo contradictorias
exigencias, se condena a s misma a una derrota inevitable. En cualquier
caso, es imposible coordinarlos de manera armoniosa si no se elabora
de antemano un programa cuidadosamente estudiado y que no deje
nada al azar.
76
La operacin de dar dimensiones a todas las cosas en el dispositivo
urbano nicamente puede regirse por la escala del hombre.
La medida natural del hombre debe servir de base a todas las escalas,
que se hallarn en relacin con la vida del ser y con sus diversas
funciones. Escala de las medidas aplicables a las superficies o a las
distancias; escala de las distancias consideradas en su relacin con la
marcha natural del hombre; escala de los horarios, que deben
determinarse teniendo en cuenta la diaria carrera del sol.

77
Las claves del urbanismo se contienen en las cuatro funciones
siguientes: habitar, trabajar, recrearse (en las horas libres), circular.
El urbanismo expresa la manera de ser de una poca. Hasta ahora se ha
dedicado solamente a un nico problema, el de la circulacin. Se ha
contentado con abrir avenidas o trazar calles, que originan as islotes
edificados cuyo destino se abandona al azar de la iniciativa privada. He
aqu una visin estrecha e insuficiente de la misin que le ha sido
confiada. El urbanismo tiene cuatro funciones principales, que son: en
primer lugar, garantizar alojamientos sanos a los hombres, es decir,
lugares en los cuales el espacio, el aire puro y el sol, esas tres
condiciones esenciales de la naturaleza, estn garantizados con
largueza; en segundo lugar, organizar los lugares de trabajo, de modo
que ste, en vez de ser una penosa servidumbre, recupere su carcter
de actividad humana natural; en tercer lugar, prever las instalaciones
necesarias para la buena utilizacin de las horas libres, hacindolas
benficas y fecundas; en cuarto lugar, establecer la vinculacin entre
estas diversas organizaciones mediante una red circulatoria que
garantice los intercambios respetando las prerrogativas de cada una.
Estas cuatro funciones, que son las cuatro claves del Urbanismo, cubren
un campo inmenso, pues el Urbanismo es la consecuencia de una
manera de pensar, llevada a la vida pblica por una tcnica de la accin.
78
Los planes determinarn la estructura de cada uno de los sectores
asignados a las cuatro funciones claves y sealarn su emplazamiento
respectivo en el conjunto.
A partir del Congreso de los CIAM en Atenas, las cuatro funciones claves
del Urbanismo exigen, para manifestarse en toda plenitud e introducir
orden y clasificacin en las condiciones habituales de vida, de trabajo y
de cultura, disposiciones particulares que ofrezcan a cada una de ellas
las condiciones ms favorables para el completo desarrollo de su propia
actividad. El urbanismo, teniendo en cuenta esta necesidad,
transformar la imagen de las ciudades, romper la aplastante coercin
de unos usos que han perdido su razn de ser y abrir a los creadores
un campo de accin inagotable. Cada una de las funciones claves tendr
su propia autonoma, apoyada en los datos que proporcionan el clima, la
topografa y las costumbres: se las considerar como entidades a las
que sern asignados terrenos y locales para cuyo equipo e instalacin se
pondrn en movimiento, en su totalidad, los recursos prodigiosos de las
tcnicas modernas. En esta distribucin se tendrn en cuenta las
necesidades vitales del individuo y no el inters o la ganancia de un
grupo particular. El urbanismo debe garantizar la libertad individual al
tiempo que se beneficia de las aportaciones de la accin colectiva y se
somete a ellas.

79
El ciclo de las funciones cotidianas, habitar, trabajar y recrearse
(recuperacin), ser regulado por el urbanismo dentro de la ms
estricta economa de tiempo. La vivienda ser considerada como el
centro mismo de las preocupaciones urbansticas y como el punto de
unin de todas las medidas.
El deseo de reintroducir las condiciones naturales en la vida cotidiana
parece aconsejar, a primera vista, una mayor extensin horizontal de
las ciudades; pero la necesidad de regular las diversas actividades de
acuerdo con la duracin de la carrera del sol se opone a esta
concepcin, cuyo inconveniente reside en imponer unas distancias que
no guardan relacin alguna con el tiempo disponible. La vivienda es el
centro de las preocupaciones del urbanista, y el juego de las distancias
ser regulado segn su posicin en el plano urbano, de acuerdo con la
jornada solar de veinticuatro horas, que seala el ritmo de la actividad
de los hombres y que da la medida justa de todas sus empresas.
80
Las nuevas velocidades mecnicas han transformado el medio urbano al
introducir en l un peligro permanente, al provocar el embotellamiento y
la parlisis de las comunicaciones y al comprometer la higiene.
Los vehculos mecnicos deberan ser agentes liberadores y aportar, con
su velocidad, una ganancia de tiempo estimable. Pero su acumulacin y
su concentracin en determinados puntos se han convertido en una
dificultad para la circulacin y, a la vez, en ocasin de peligros
permanentes. Adems, han introducido en la vida ciudadana numerosos
factores perjudiciales para la salud. Sus gases de combustin difundidos
por el aire son nocivos para los pulmones, y su ruido determina en el
hombre un estado de nerviosismo permanente. Esas velocidades
utilizables despiertan la tentacin de la evasin cotidiana, lejos, a la
naturaleza; difunden el gusto por una movilidad sin freno ni medida y
favorecen unos modos de vida que, al producir la dislocacin de la
familia, trastornan profundamente la estabilidad de la sociedad.
Condenan a los hombres a pasar horas fatigosas en toda clase de
vehculos y a perder poco a poco la prctica de la ms sana v natural de
las funciones: la de caminar.
81
Hay que revisar el principio de la circulacin urbana y suburbana. Hay
que efectuar una clasificacin de las velocidades disponibles. La reforma
de la zonificacin que armonice las funciones claves de la ciudad crear
entre stas vnculos naturales para cuyo afianzamiento se prever una
red racional de grandes arterias.
La zonificacin, teniendo en cuenta las funciones claves -habitar,
trabajar y recrearse- introducir orden en el espacio urbano. La
circulacin, esa cuarta funcin, debe tener un nico objetivo: poner a
las otras tres en comunicacin til. Habr que hacer inevitablemente
grandes transformaciones. La ciudad y su regin deben ser dotadas de
una red exactamente proporcionada a los usos y a los fines, red que
constituir la tcnica moderna de la circulacin. Habr que clasificar y
diferenciar los medios de circulacin y establecer para cada uno de ellos
un cauce adecuado a la naturaleza misma de los vehculos utilizados. La
circulacin, as regulada, se convierte en una funcin normal que no
impone dificultad alguna a la estructura de la vivienda o a la de los
lugares de trabajo.
82
El urbanismo es una ciencia de tres dimensiones y no solamente de dos.
Con la intervencin del elemento altura se dar solucin a la circulacin
moderna y al esparcimiento mediante la explotacin de los espacios
libres as creados.
Las funciones claves -habitar, trabajar y recrearse- se desarrollan en el
interior de volmenes sometidos a tres imperiosas necesidades: espacio
suficiente, sol y ventilacin. Estos volmenes no dependen solamente
del suelo y de sus dos dimensiones, sino sobre todo de una tercera
dimensin: la altura. Teniendo en cuenta la altura, el urbanismo
recuperar los terrenos libres necesarios para las comunicaciones y los
espacios tiles para el esparcimiento. Hay que distinguir las funciones
sedentarias, que se desarrollan en el interior de volmenes donde la
tercera dimensin desempea el papel ms importante, de las funciones
de circulacin, las cuales, por su parte, al utilizar solamente dos
dimensiones, estn vinculadas al suelo y en las que la altura slo
interviene excepcionalmente y a pequea escala; por ejemplo, en el
caso de los cambios de nivel destinados a regularizar determinadas
afluencias intensas de vehculos.
83
La ciudad debe ser estudiada dentro del conjunto de su regin de
influencia. El simple plan municipal ser reemplazado por un plan
regional. El lmite de la aglomeracin ser funcin del radio de su accin
econmica.
Los datos de un problema urbanstico los proporciona el conjunto de las
actividades que se despliegan no solamente en la ciudad, sino en toda la
regin cuyo centro constituye la primera. La razn de ser de la ciudad
debe buscarse y expresarse en cifras que permitan prever para el
porvenir las etapas de un desarrollo plausible. El mismo trabajo,
aplicado a las aglomeraciones secundarias, proporcionar una lectura de
la situacin general. Podrn decidirse asignaciones, restricciones y
compensaciones que atribuirn a cada ciudad, rodeada de su regin, un
carcter y un destino propios. As, cada una ocupar un lugar y un
rango en la economa general del pas. De ello resultar una
delimitacin clara de los lmites de la regin. He aqu el urbanismo total,
capaz de aportar equilibrio a la provincia y al pas.
84
La ciudad, definida en lo sucesivo como una unidad funcional, deber
crecer armoniosamente en cada una de sus partes, disponiendo de los
espacios y de las vinculaciones en los que podrn inscribirse,
equilibradamente, las etapas de su desarrollo.
La ciudad cobrar el carcter de una empresa estudiada de antemano y
sometida al rigor de un plan general. Sabias previsiones habrn
esbozado su futuro, descrito su carcter, previsto la amplitud de su
desarrollo y limitado de antemano sus excesos. La ciudad, subordinada
a las necesidades de la regin, destinada a encuadrar las cuatro
funciones claves, dejar de ser el resultado de iniciativas accidentales.
Su desarrollo, en vez de producir una catstrofe, ser la coronacin de
un proceso. Y el acrecentamiento de su cifra de poblacin ya no tendr
por resultado esa mezcla inhumana que es una de las plagas de las
grandes ciudades.
85
Es de la ms imperiosa necesidad que cada ciudad establezca su
programa, promulgando leyes que permitan su realizacin.
El azar ceder ante la previsin; a la improvisacin suceder el
programa. Cada caso ser inscrito en el plan regional; los terrenos
sern considerados y asignados a actividades diversas: clara ordenacin
en la empresa, iniciada desde maana mismo y proseguida poco a poco
por etapas sucesivas. La ley fijar el estatuto del suelo dotando a
cada una de las funciones claves de los medios que le permitan
expresarse mejor, instalarse en los terrenos ms favorables y a las
distancias ms tiles. Tambin debe prever la proteccin y el cuidado de
las superficies que sern ocupadas algn da. Ese estatuto tendr
derecho a autorizar -o prohibir-; favorecer todas las iniciativas
justamente mesuradas; pero velar para que se integren en el plan
general y se hallen siempre subordinadas a los intereses colectivos que
componen el bien pblico.
86
El programa debe elaborarse a partir de anlisis rigurosos hechos por
especialistas. Debe prever las etapas en el espacio y en el tiempo. Debe
unir en una fecunda concordancia los recursos naturales del lugar, la
topografa del conjunto, los datos econmicos, las necesidades
sociolgicas y los valores espirituales.
La obra ya no quedar limitada al precario plan del gemetra, que
proyecta, al azar de los suburbios, los mazacotes de inmuebles y el
polvo de las parcelaciones. Ser una autntica creacin biolgica con
rganos claramente definidos, capaces de desempear a la perfeccin
sus funciones esenciales. Se analizar los recursos del suelo y
reconocer las necesidades a las que es preciso someterse; se estudiar
el ambiente general y sern jerarquizados los valores naturales. Los
grandes cauces circulatorios sern confirmados y colocados en su justo
lugar, y se determinar la naturaleza de su equipamiento segn el uso a
que estarn destinados. Una curva de crecimiento expresar el futuro
econmico previsto para la ciudad. Reglas inviolables garantizarn a los
habitantes el bienestar del alojamiento, la facilidad del trabajo, el
empleo feliz de las horas libres. El alma de la ciudad quedar vivificada
por la claridad del plan.
87
Para el arquitecto, ocupado aqu en tareas de urbanismo, el instrumento
de medida ser la escala humana.
La arquitectura, tras el desastre de estos ltimos cien aos, debe ser
puesta de nuevo al servicio del hombre. Debe abandonar las pompas
estriles, volcarse sobre el individuo y crear para el bienestar de ste las
instalaciones que rodearn todos los actos de su vida, hacindolos ms
fciles. Quin podr adoptar las medidas necesarias para llevar a buen
fin esta tarea, si no es el arquitecto que posee un perfecto conocimiento
del hombre, que ha abandonado los grafismos ilusorios y que, con la
justa adaptacin de los medios a los fines propuestos, crear un orden
que llevar en s su propia poesa?
88
El ncleo inicial del urbanismo es una clula de habitacin (una
vivienda) y su insercin en un grupo que forme una unidad de
habitacin de tamao eficaz.
Si la clula es el elemento biolgico primordial, el hogar, es decir, el
abrigo de una familia, constituye la clula social. La construccin de este
hogar, sometida desde hace un siglo al juego brutal de la especulacin,
debe convertirse en una empresa humana. El hogar es el ncleo inicial
del urbanismo. Protege el crecimiento del hombre, alberga las alegras y
los dolores de su vida cotidiana. Si en su interior debe conocer el sol y el
aire puro, en el exterior debe prolongarse adems mediante diversas
instalaciones comunitarias. Para que sea ms fcil dotar a las viviendas
de los servicios comunes destinados a realizar con facilidad el
avituallamiento, la educacin, la asistencia mdica o la utilizacin del
tiempo libre, ser necesario agruparlas en unidades de habitacin de
tamao eficaz.
89
A partir de esta unidad-vivienda se establecern en el espacio urbano
las relaciones entre la habitacin, los lugares de trabajo y las
instalaciones consagradas a las horas libres.
La primera de las funciones que debe atraer la atencin del urbanista es
habitar, y habitar bien. Tambin es preciso trabajar y hacerlo en unas
condiciones que exigen una revisin seria de los usos actualmente en
vigor. Las oficinas, los talleres y las fbricas deben ser dotados de
instalaciones capaces de garantizar el bienestar necesario para la
realizacin de esta segunda funcin. Finalmente, no hay que descuidar
la tercera, que es recrearse, cultivar el cuerpo y el espritu. Y el
urbanista deber prever los emplazamientos y los locales tiles para
ello.
90
Para resolver esta gran tarea es indispensable utilizar los recursos de la
tcnica moderna. sta, con el concurso de sus especialidades,
respaldar el arte de construir con todas las seguridades de la ciencia y
lo enriquecer con las invenciones y los recursos de la poca.
La era de las mquinas ha introducido tcnicas nuevas que son una de
las causas del desorden y el trastorno de las ciudades. No obstante, es
de ellas de quien hay que exigir la solucin del problema. Las modernas
tcnicas de construccin han introducido mtodos nuevos, aportado
facilidades nuevas y permitidas nuevas dimensiones. Verdaderamente
abren un ciclo nuevo en la historia de la arquitectura. Las nuevas
construcciones sern de una amplitud e incluso de una complejidad
desconocidas hasta el presente. Para realizar la tarea mltiple que se le
impone, el arquitecto deber asociarse a todos los niveles de la
empresa, a numerosos especialistas.
91
La marcha de los acontecimientos se ver influida fundamentalmente
por los factores polticos, sociales y econmicos...
No basta que se admita la necesidad del estatuto del suelo y de
ciertos principios de construccin. Para pasar de la teora a los actos es
necesario, adems, el concurso de los factores siguientes: un poder
econmico tal como se desea, clarividente, convencido, resuelto a
implantar las mejores condiciones de vida elaboradas e inscritas en el
papel de los planes; una poblacin ilustrada para comprender, desear y
reclamar lo que los especialistas han ideado para ella; y una situacin
econmica que permita emprender y proseguir los trabajos, algunos de
los cuales sern considerables. Puede ocurrir, sin embargo, que incluso
en una poca en que todo ha cado al nivel ms bajo, en que las
condiciones polticas, morales y econmicas son muy desfavorables, la
necesidad de construir abrigos decentes aparezca de repente como una
obligacin imperiosa, y que ello d a lo poltico, a lo social y a lo
econmico el objetivo y el programa coherentes que precisamente les
faltaban.
92
Y no es aqu donde intervendr en ltima instancia la arquitectura.
La arquitectura preside los destinos de la ciudad. Ordena la estructura
de la vivienda, esa clula esencial del trazado urbano, cuya salubridad,
alegra y armona estn sometidas a sus decisiones. Agrupa las
viviendas en unidades de habitacin, cuyo xito depender de la justeza
de sus clculos. Reserva de antemano los espacios libres en medio de
los cuales se alzarn volmenes edificados de armoniosas proporciones.
Instala las prolongaciones de la vivienda, los lugares de trabajo, los
terrenos consagrados a las distracciones. Establece la red circulatoria
que ha de poner en contacto las diversas zonas. La arquitectura es
responsable del bienestar y de la belleza de la ciudad. Toma a su cargo
su creacin y su mejora, y le incumben la seleccin y la distribucin de
los diferentes elementos cuya afortunada proporcin constituir una
obra armoniosa y duradera. La arquitectura es fundamental para todo.
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La escala de los trabajos a emprender urgentemente para la ordenacin
de las ciudades y, por otra parte, el estado infinitamente fragmentado
de la propiedad del suelo, son dos realidades antagnicas.
Hay que emprender sin tardanza trabajos de importancia capital, puesto
que todas las ciudades del mundo, antiguas o modernas, revelan las
mismas taras, procedentes de idnticas causas. Pero no debe
emprenderse obra fragmentaria alguna si no se inserta en el marco de
la ciudad y en el de la regin tal como habrn sido previstos por un
estudio extenso y un amplio plan de conjunto. Este plan contendr
forzosamente unas partes cuya realizacin podr ser inmediata y otras
cuya ejecucin habr de aplazarse para unas fechas indeterminadas.
Numerosas parcelas de terreno debern ser expropiadas y sern objeto
de transacciones. Habr que temer entonces el srdido juego de la
especulacin, que tan a menudo aplasta, apenas nacidas, las grandes
empresas animadas por la preocupacin del bien pblico. El problema
de la propiedad del suelo y de su posible requisicin se plantea en las
ciudades, en su periferia, y se extiende hasta la zona ms o menos
amplia que constituye su regin.
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La peligrosa contradiccin observada aqu plantea una de las cuestiones
ms peligrosas de nuestra poca: la urgencia de regular, a travs de un
medio legal, la disposicin de todo suelo til para equilibrar las
necesidades vitales del individuo en plena armona con las necesidades
colectivas.
Hace aos que las empresas de equipamiento, en todos los lugares del
mundo, se estrellan contra el petrificado estatuto de la propiedad
privada. El suelo -el territorio del pas- debe estar disponible en
cualquier momento, y estarlo a su equitativo valor, estimado con
anterioridad al estudio de los proyectos. Cuando est en juego el inters
general, el suelo debe ser movilizable. Sobre los pueblos que no han
sabido medir con exactitud la amplitud de las transformaciones tcnicas
y sus formidables repercusiones sobre la vida pblica y privada, se han
abatido innumerables inconvenientes. La ausencia de urbanismo es la
causa de la anarqua que reina en la organizacin de las ciudades, en el
equipamiento de las industrias. Por haber ignorado ciertas reglas el
campo se ha vaciado y se han llenado las ciudades por encima de
cualquier lmite razonable; las concentraciones urbanas se constituyen
al azar; las viviendas obreras se han convertido en tugurios. Para la
salvaguardia del hombre no se ha previsto nada. El resultado es
catastrfico, y casi uniforme en todos los pases. Es el amargo fruto de
cien aos de maquinismo sin direccin alguna.
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El inters privado se subordinar al inters colectivo.
Abandonado a s mismo, el hombre pronto queda aplastado por las
dificultades de todas clases que ha de superar. Por el contrario, si se
somete a demasiadas coerciones colectivas, resulta ahogada su
personalidad. El derecho individual y el derecho colectivo deben, pues,
sostenerse y reforzarse mutuamente y poner en comn todo lo que
llevan en s de infinitamente constructivo. El derecho individual no
guarda relacin alguna con el vulgar inters privado. ste, que sacia a
una minora mientras condena al resto de la masa social a una vida
mediocre, merece severas restricciones. Debe estar subordinado
siempre al inters colectivo, de modo que cada individuo tenga acceso a
esos goces fundamentales que son el bienestar del hogar y la belleza de
la ciudad.

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