Teresa Wilms Montt en La Poesía Chilena

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TERESA WILMS MONTT EN LA POESA CHILENA.


Seminario de Poesa Chilena.
Profesor: Sergio Ojeda.
Estudiante: Guido Quintanilla



INTROYECCIN.
Qu es un poema?, qu es la poesa?, qu es una potica? Cmo contestar estas
pregunta sin otra pregunta? Me gusta la idea de que un poema sea la expresin de lo no
explorado, de lo negado y lo silenciado, que adems a veces se convierta en un lenguaje
misterioso para nosotros mismos. Para llegar a todo esa mescolanza como una respuesta posible,
la expresin de lo potico en el ser humano ha tenido que ir modificndose a medida que ha
pasado el tiempo. Rapsodas con liras eran los que recitaban oralmente en los tribunales griegos de
ese antes de Cristo; luego en las plazas de las ciudades que empezaron a expandirse; en los cantos
a la guerra, a la muerte. El poema tiene una estructura: aquellos equis-slabos, que en el papel es
ponerse a desentraar su forma como un depredador a su presa. Pero, ms complicado es
entender el poema en su ritmo, las alturas de volumen y tono, la humanidad nica que tiene su
manifestacin, su efecto formal y esencial.
Luego el poema sufre un cambio, goza un cambio. Charles Baudelaire sera quien da el
paso inicial con Las Flores del Mal, del ao 1857, ya que su potica es la primera expresin
moderna de la creciente alienacin y cosificacin de la experiencia dispersa, fragmentaria de la
vida. Es una manera de quebrantar la tradicin potica de siglos y siglos.
Qu funcin cumple la poesa?, qu utilidad tiene la poesa? En un pretrito, los poetas
eran protegidos por mecenas para la creacin de obras que alabasen su descendencia, sus objetos
y sus espritus nobles. En el surgimiento de la ciudad, el artista queda afuera de la orgnica
intelectual. Su trabajo es mal visto y sus vidas comienzan a deambular en uno y otro rincn,
buscando respuestas que muy pocos quieren or. La ciencia se ha impuesto y la fantasa es un
elemento secundario en la comprensin del sujeto. Bajo esa indigencia, el poeta tiene la necesidad
de autocuestionarse en su rol social, en su insercin laboral y en su estabilidad econmica y
emocional. Cuando el sistema comienza a destruirse internamente, l ya est con la capacidad
emancipadora de dar ciertas seas que expliquen y que impliquen el porqu de esta fractura. Ha
trabajado en silencio y desprecio por algunos aos, ahora es la hora de su insurreccin. De esta
manera, autnomamente comienza a ser un nuevo elemento incmodo y a la vez liberador de la
conciencia colectiva.
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La palabra, en toda su complejidad, pareciera ser inabarcable en su totalidad. Las palabras
dicen ms de lo que se cree. Todo el subterfugio que contiene apela tanto a lo social como a lo
individual. Todo el primer perodo del siglo XX fue una lucha por relacionar poltica y arte como un
solo componente. Cunto poeta pas a ser silenciado por no cumplir con esa mxima tica: o ests
con nosotros, o no lo ests. Pero, de qu manera puede un poeta social no estar hablando desde
lo individual, y viceversa? La relacin es tan absurda como el dilema del huevo o la gallina. En estas
dicotomas el ser humano se ha ahogado, y creyendo que estructurndolo todo lo abarcara todo.
La poesa nos da una cachetada para decirnos: no, aqu estoy yo, flexibilizando las palabras,
emergiendo los conceptos, reubicando lo desecho, contradiciendo lo fijo e inalterable.
El siguiente trabajo consta de un primer momento donde se revisar brevemente el
contexto de Latinoamrica y sus influencias literarias, poticas, para luego delimitarnos en una
panormica de la poesa chilena desde sus inicios hasta la primera mitad del siglo XX. En un
segundo momento, se realizar una problematizacin sobre ciertas temticas en la obra Anuar de
Teresa Wilms Montt, intentando descubrir sus intereses, su modo de enfrentarse con la palabra y
con la vida, y el campo conceptual que maneja este texto, lo que refleja un estado de un sujeto en
conflicto consigo misma y con su contexto.
Por el momento, lo que hago es encanallarme todo lo posible. Por qu? Quiero ser poeta
y me estoy esforzando en hacerme Vidente: ni va usted a comprender nada, ni apenas si yo sabr
expresrselo. Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos. Los
padecimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, que haber nacido poeta, y yo me he dado
cuenta de que soy poeta. No es en modo alguno culpa ma. Nos equivocamos al decir: yo pienso:
deberamos decir me piensan. Perdn por el juego de palabras.
YO es otro.. (RIMBAUD. 1871:1)

LATINOAMERICA, CHILE, SU POESA.
Este vasto e hibrido territorio fue descubierto, conquistado, renombrado, saqueado,
violentado, violado por Europa en el siglo XV XVI, en pleno auge de su renacimiento poltico,
econmico y cultural. Este expansionismo impuso sus ideas, trajo sus ciudades, sus tecnologas, su
lgica, y con ello una nueva manera de comprender al hombre. Trajo milicia para apoderarse del
suelo. Trajo curas para escribir una nueva historia. As, con cartas, crnicas, diarios y poemas
picos se edificaron las polis de las letras americanas.
Se trajo el orden feudal para la organizacin social, sin embargo, Europa ya estaba
viviendo en otro: el capitalismo. Ese traspaso de Europa a Amrica trajo consigo un desequilibro
econmico, con la trasposicin de un sistema colonial a uno capitalista, adems de las guerras
civiles, dictaduras, producto de la dominacin poltica y cultural de Espaa, Francia, Portugal,
Pases Bajos, Inglaterra.
As es como culturalmente existe una permeabilidad por parte de Amrica Latina al
romanticismo europeo, la cual enfatiza la importancia del individuo, la exaltacin del pasado y las
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valoraciones de la identidad nacional y latinoamericana. Nmez nos explica que la diferencia entre
el romanticismo europeo del latinoamericano es que el primero es una rebelin al tiempo y al
espacio, mientras que el segundo responde al arte visto como una continuidad de la vida
individual y social. Aun as, la dependencia ideolgica seguir siendo el teln de fondo de las
expresiones de nuestro continente.
Luego, con las crisis ocurridas, surge el modernismo como la modificacin al canon
esttico, ya que es una crtica a la dependencia y el subdesarrollo cultural de la poca. En esta
problemtica de encontrarle identidad(es) a este nuevo territorio, ocurre lo que Nmez llama un
relativismo histrico, en donde el escritor moderno tiene una inseguridad moral que lo hace
especular sobre la historia (NMEZ. 1996:9). Se provoca una tensin entre lo real y lo ideal. El
modernismo as se compondra de una esttica multifactica y contradictoria. Hay una bsqueda
por encontrar la libertad y la universalidad a travs de la palabra.
El autor que marca un antes y un despus en este proceso es Rubn Daro, nicaragense
que public sus primeras obras en Chile entre los aos 1887 y 1888. Sin embargo, eso no fue un
elemento clave para que los poetas chilenos apreciaran e imitaran este nuevo modo de
comprender la poesa: el modernismo chileno fue tardo y se mezcl con la tradicin romntica y
neoclsica anterior (NOMEZ. 1996:14). El inters en las letras estaba dirigido a la literatura y a la
historiografa por sobre la poesa, favoreciendo la exaltacin de lo autctono, el ambiente
nacionalista (producto de la Guerra Civil de 1891) y el ascenso social de las capas medias.
El crtico Mario Rodrguez Fernndez sita al modernismo entre el periodo comprendido
entre 1905 a 1919, siendo autores relevantes Pedro Antonio Gonzlez, Antonio Brquez Solar,
Ernesto Guzmn, Miguel Luis Rocuant. Es un movimiento polifactico y contradictorio, ya que es
una poesa rechazada por el mundo, hay una divinizacin del poeta, una tristeza inmortal de ser
divino y por consiguiente una agona romntica. El romanticismo en Chile es entonces una
continuidad o una profundidad hacia el romanticismo, o es su negacin?
Por su parte, Bernardo Subercaseaux divide el modernismo chileno en 3 etapas, siendo la
primera comprendida entre 1880 y 1887, el perodo gestativo, el lugar donde poco a poco los
poetas empiezan a incursionar en una potica diferente a la anterior. Luego viene su canonizacin
entre 1888 y 1894. Finalmente ocurre su vigencia y difusin, entre 1895 y 1920.
A estos y otros autores recurre Nan Nmez para sintetizar su cuadro tambin en 3
momentos: emergencia, plenitud y sustitucin. En el primer perodo surgen autores como Ricardo
Fernndez Montalva, Emilio Rodrguez Mendoza, Leonardo, Eliz, Luis Barros Mndez, Abelardo
Varela, Marcial Cabrera Guerra. En el segundo momento nos dice que hay una apertura cultural
hacia el extranjero, debido al perodo de decantacin poltica, urbanizacin creciente, la creacin
de partidos populares, el ascenso de las capas medias y el conflicto social. La mirada se torna hacia
lo propio, por lo tanto hay una vuelta a la realidad natural del mundo rural y una crtica a la
realidad social de las ciudades y del trabajo en las zonas mineras. Un autor que revela estas
experiencias es Carlos Pezoa Vliz, ya que su trabajo aborda las causas humanitarias, sociales y la
denuncia. Fernando Alegra nos dice de este autor que su inters se centra en delatar, ya que lo
retrico es puro artificio, con el fin de mostrar bajo una vena criollista y verncula, la falsedad de
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un mundo chileno recubierto de cinismo y de apariencias (NMEZ. 1996:21). Nmez hace una
revisin por poetas como Diego Dubl Urrutia, Antonio Brquez Solar, Francisco Contreras,
Samuel Lillo, todo esto para explicar que este nuevo sujeto potico contradictorio se encuentra
conformado por las influencias modernistas, la bsqueda de lo nacional, la actitud nativista e
intimista, adems de aquellos residuos romnticos an presentes. El tercer momento se
caracteriza por ser una poesa que cada vez se acenta ms en lo social y lo popular, el paisaje
americano y la gente. La bsqueda se hace en las races de las costumbres, el nativismo campesino
y las descripciones de cuadros urbanos. Los autores que resaltan son Vctor Domingo Silva, Ernesto
Guzmn, Manuel Magallanes Moure, Pedro Prado, Jorge Gonzlez Bastas, Pablo de Rokha, Wintt
de Rokha, Teresa Wilms Montt. En fin, este fue un vasto movimiento que tuvo mltiples voces
(NMEZ. 1996:40).
Con las Guerras Mundiales queda el descontento masificado en todos los mbitos. El
proyecto modernidad se rompe, se diluye. La tensin ocurre en cmo mirar este nuevo escenario,
si con optimismo o pesimismo. En las artes surgen una serie de Manifiestos para modificar los
cnones establecidos, algunos para volver a creer o seguir creyendo en el diseo de una mejor
vida a partir del capitalismo, otros para enfrentarlo de cara, cuestionarlo, dictaminar sus mentiras,
sus vacos. Sin duda ambos planes no siguen siendo sino el intento por desvelarnos en esta
interminable bsqueda del significado de la existencia. En este arrojo, accin, proceso, iniciativa,
la empresa vanguardista est tambin imbricada con la empresa de desublimacin del poeta y su
trascendencia (NOMEZ. 2000:8). El arte da lugar a lo que Umberto Eco llama obra abierta. En
este contexto ms agrietado hay un deseo de ampliacin del tiempo y del espacio, una
penetracin en el inconsciente, en los sueos, un compromiso con la realidad social, la inclusin
de la arbitrariedad del lenguaje y la hibridez de los materiales de creacin, hay una readaptacin
de las tcnicas. As surgen autores como Csar Vallejo en Per, Nicols Guilln en Cuba, Jorge Luis
Borges en Argentina, y en Chile hay un auge potico a manos de Vicente Huidobro, Pablo de
Rokha, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Juan Emar, Humberto Daz Casanueva, Rosamel del Valle,
Eduardo Anguita, Gustavo Ossorio, Braulio Arenas, Olga Acevedo, entre tantos otros. La
vanguardia lo que busca es utilizar todos los recursos y recoger todos los materiales literarios que
le parecen adecuados: rescate de peridicos, frases de textos cientficos, crnicas, conversaciones,
basuras lingsticas como insultos, ruidos, imgenes creadas, desechos, chistes, neologismos,
secuencias sonoras, sinestesias, paradojas y anttesis, espacios en blanco (NMEZ. 2000:11). As
como la obra queda abierta, el lector-receptor es llamado a asumir un papel activo dentro del
proceso de apreciacin artstica.
Volviendo un poco atrs, Nan Nmez concluye con dos ideas que marcan el perodo
modernista. Se trata del peso significativo de las transformaciones polticas, sociales e histricas y
su promocin de la cultura y las transformaciones literarias. Se trata tambin de una crtica al
vaco en la publicacin de obras literarias de mujeres hasta comienzos del siglo XX. Quisiera
ahondar en este segundo corolario, ya que es el que me estimula a la realizacin de la segunda
parte de este trabajo.
Me sorprendo al mirar los datos histricos que Nmez utiliza para situar a la mujer en la
sociedad. En 1949 la mujer tiene derecho a votar sin discriminacin, en 1934 tiene derecho a
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sufragar en las elecciones municipales, 1919 se crea el Primer Congreso Nacional de Mujeres, en
1877 el Decreto Amuntegui autoriza a las mujeres a cursar estudios superiores. De qu
modernidad me han estado hablando y le han estado hablando a los seres humanos?, qu orgullo
debemos sentir por los procesos de tecnologizacin, de velocidad en las comunicaciones, si recin
hace un siglo que la mujer segua siendo la duea de casa, la madresposa sin posibilidades de
escapar de esa crcel?, cmo puede ser posible que nos creamos seres completos si nos falta
ahondar en tantas cosas, entre ellas la mirada que tiene la mujer frente a la vida, persona tan
sensible y capaz de tanto?

TERESA WILMS MONTT.
El comienzo de todo fue querer acceder en la vida de algn poeta del que no tuviera idea
alguna, as que mi primera eleccin fue: que sea mujer. Posteriormente quise buscar alguna
poetisa del bajo pueblo, comn y corriente, cercana a las experiencias vivenciales que me rodean,
sin embargo, di con este nombre: Teresa Wilms Montt. Los conceptos que la rodeaban eran dolor,
agona, soledad, angustia, desesperacin. A travs de su biografa supe que su amante se suicid
frente a ella con tan slo diecinueve aos de edad. Ese impacto me conmovi profundamente, y
as fue como me infiltr en su mundo.
Cunto dolor puede soportar una persona? Esto suena casi a una investigacin de un
funcionario de la SS o de algn agente de la CIA. Quisiera revisar esta pregunta desde otra
perspectiva, la de contencin y opresin psicolgica a partir de una infancia reprimida muy
escabrosamente. Quiz la letra soporte mucho, y los lectores se encuentren tan alienados y
repletos de datos de muertes y catstrofes por la prensa amarillista. Tomar la simpleza de querer
abarcarla a travs de su biografa, de sus diarios de vida, de su potica nos ser siempre nebuloso,
inasequible. Desde este pequeo tiempo-espacio quisiera destrenzar esos sufrimientos, tan
cercanos en nuestro habitual, tan lejanos en su proyeccin ontolgica.
Qu causas generan en una persona querer acabar con su vida?, qu sucede en el
interior de un sujeto para convertir su muerte en salvacin?, cunto tarda un individuo en idear
ese ideal y realizarlo?
Creo que los primeros vestigios de este trauma provienen de la infancia. Freud nos sirve
para accionar la mecnica inconsciente y ese ello que sufre por no ser libre, por tener cadenas. Por
otra parte, tenemos a ese supery repleto de ideas conservadoras, producto de la herencia
cultural de las familias Wilms Brieba / Montt y Montt. Aristcratas viamarinos, lucharon por
resguardar su linaje, su alcurnia. Teresa era esa oveja negra, esa alma errante que, a partir de sus
lecturas y escrituras, comienza a dejar de ser ella en su sentido estricto, y comienza a ser ella en su
esencialidad. Mujer rebelde a la poca, quiso quebrantar todas esas farsas ideolgicas y religiosas.
No saba que dentro de su ms ntimo interior siempre estara su madre, y ella queriendo
abrazarla y besarla y que, esperando ser correspondida, termin en la soledad, en la espera de un
otro que cuando lleg se fue por culpa de su deseo de libertad. O ella saba todo eso? Cmo es
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que ella, de tanto escribir, termina creyendo en lo que escribe, y entonces en lo que piensa, en yo
versus su ello versus su supery?

LIBROS DE TERESA WILMS MONTT.
Me ha costado recopilar en un orden sencillo las obras de la poetisa. Marcela Weintraub
hace un trabajo con los diarios de vida de esta, de los cuales el Diario I: Iniciacin se encuentra sin
fecha; el Diario II: Bajo las campanas data entre 1912 y 1916; el Diario III: Otros cielos, otras
prisiones que corresponde al periodo 1917 1918; y Diario IV: Peregrinaje y finitud de 1918 a
1921. El texto ms cercano a nosotros se encuentra en internet en la pgina
www.memoriachilena.cl y se llama Lo que no se ha dicho (1922), un texto recopilatorio donde
aparecen Pginas de mi diario, Con las manos juntas, Los tres cantos (1917), El diario de Sylvia
(apuntes para una novela) y Anuar (1918). A este material compilatorio, hay que aadir sus otras
obras: Inquietudes sentimentales, su primer libro, publicado en Buenos Aires en 1917; En la
quietud del mrmol, 1918, Madrid; Cuentos para hombres que todava son nios, 1919. El no
poder hacerme un mapa mental de sus obras a cabalidad, este capricho no realizado, ya da ciertas
luces sobre el silenciamiento que las mujeres, y ms especficamente, las mujeres poetas han
debido padecer por tantos siglos de patriarcado. El nico libro publicado de ella y ya
pstumamente en Chile ha sido el compilatorio Lo que no se ha dicho
Quisiera ahondarme en la lectura de Anuar, obra dividida en 35 fragmentos y que Teresa
Wilms Montt regala a Horacio Mejas, doctor y poeta, al que ella bautiz y dedic esta elega:
Para Anuar: que duerme en este fretro el sueo eterno S, Anuar, este libro es
para ti. (WILMS MONTT. 1922:17)

Tambin en un primer momento me fue complicado encontrar artculos, ensayos, algn
producto crtico sobre la obra de Teresa Wilms Montt. La sugerencia fue www.scielo.cl, adems
del buscador acadmico de Google. As fue como llegu a ciertos escritos, de los cuales rescat
Melancola y subjetividad femenina en el Diario ntimo de Teresa Wilms Montt, tesis realizada por
Marcela Weintraub para optar al grado de Magster en Estudios Latinoamericanos. Ah vislumbr
hermosas relaciones del psicoanlisis y la teora de gnero para ahondar en la poeta chilena
cosmopolita. Otros dos textos son Teresa Wilms Montt: mujer en ecos, ensayo de Flavio Dalmazzo,
y Teresa Wilms Montt: diario de un dolor inefable, de Tania Pleitez. Quiz no deba excluir que mi
primer acercamiento fue la revisin de la pelcula chilena Teresa, dirigida por Tatiana Gaviola y que
trata de la biografa de Teresa Wilms Montt.
Un breve repaso por su vida sera que comienza un 8 de septiembre de 1893 en Via del
Mar y termina un invernal 24 de diciembre de 1921 en Pars. Se cas a temprana edad con tal de
escapar del lecho familiar, y a partir de esa inocente causa es que la vida toma vertiginosidad.
Tiene dos hijas antes de los veinte aos. Su esposo trabaja y bebe, mientras que ella lee, escribe,
sale por las noches, duerme por el da. Fue descubierta de que engaaba a su marido y las familias
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deciden encerrarla en un convento. Huye a Buenos Aires de la mano de un pequeo dios, dejando
en Chile a Elisa y Sylvia Luz. Es 1918 y ella vive una guerra interior. Su nica opcin es escapar,
siempre escapar. Por extraas razones, quiz casualidades, no lograr ingresar a Nueva York, y su
opcin entonces es Madrid, Liverpool, Barcelona. En Pars escribe sus ltimas palabras de
despedida, antes de tomar una dosis de letal de Veronal. Recuerda a sus hijas en los ltimos
momentos, pero mayor es la melancola y su certeza de no saber soportar el dolor y la
desesperacin que siente: Dejo a mis hijas Elisa y Sylvia todas mis buenas intenciones: lo nico
que poseo y mi nico tesoro. Me siento mal fsicamente. Nunca he tributado a mi cuerpo el honor
de tomar su vida en serio, por consiguiente no he de lamentar el que ella me abandone. .
(WEINTRAUB. 2007:51)

YO.
Qu potencia lrica la de esta mujer! La leo, la releo, la sigo leyendo y la vuelvo a leer. No
puedo dejar de pensar en su biografa. Cuntos estudiosos de las letras me han dicho que la obra
debiese ser entendida en s misma? Por supuesto que eso es una declaracin de principios, un
punto desde el cual tomarlo o dejarlo para as comenzar a escarbar en los ms ntimos secretos de
la palabra. Sensible de expresin, Teresa Wilms Montt tiene la gracia de evocarse como diosa del
sufrimiento, cual Eco, la imagen ms viva de la desintegracin (DALMAZZO 158). Su discurso se
encuentra influenciado de este romanticismo tardo y permanente que ocurre en Latinoamrica. El
tpico del hroe inmortal a partir de su temprana muerte y su juventud eterna se ve reflejado en
su conflicto entre el yo y su entorno. Qu resolucin ms acertada la triada consecutiva de amor
dolor muerte! Anuar, el dolo, es la respuesta absoluta:
Tus ojos son dos imanes ante un abismo. Yo siento la atraccin feroz (WILMS
MONTT. 1922:86)
La entrega es total. El yo est completamente inundado en otro, cual animal deseoso de
caricias, cual alma angustiada de cario:
Anuar, estoy toda en ti; como t todo en m S, todo mo te llamo, te quiero, te
quiero Te has ido avecilla ma. (WILMS MONTT. 1922:109-110)
La prdida se acepta como irrevocable. Entonces la poetisa acude al socorro de la palabra
como nica va de escape en este mundo hostil, repulsivo.

DIARIO DE VIDA.
Quiero en estos momentos dejar por entendido un axioma: el campo potico, el narrativo,
el ensaystico, etctera, todos ellos sufrieron la ruptura de su encierro en el perodo denominado
vanguardia. La labor del escritor pasa a ser multifactico, hbrido, complejo. Esa apertura permiti
comprender que esos tan mal llamados gneros bajos eran una mera estratagema para enaltecer
al objeto por sobre el sujeto en toda su amalgama de contradicciones, privaciones, en fin, mundos
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posibles. Excelente noticia es saber que el individuo no est completamente prefigurado, y que
toda esa ilusin positivista en beneficio del progreso comienza a derrumbarse desde pequeos
detalles, pequeas obras, aquellos diarios que tantos secretos contienen, aquellas cartas que tan
necesarias son para las relaciones humanas en el tiempo de las correspondencias materiales.
En tanto, lo escrito en un diario se arraiga en lo cotidiano, siendo la sinceridad su
principal exigencia. Este gnero se caracteriza por la ausencia de lmites, la fragmentacin, el da-
a-da, y un carcter inacabado que lo diferencia de una obra (WEINTRAUB. 2007:27). La
autora de esta tesis plantea la dicotoma existente en la lucha de gnero, teniendo el yo que tomar
una temprana postura ante su condicin sexual. El hombre en su masculinidad tiene el potencial
de salir a la esfera pblica en toda su magnitud. La mujer, por su parte, habita el espacio privado,
la quietud y serenidad de la vida ntima y secreta. Es interesante ver cmo el diario de vida se
convierte as en un arma de descarga personal hacia la sociedad patriarcal. Tendiente a rebelar esa
rutina silenciada, Teresa Wilms Montt en su sensibilidad logra construirse como sujeto
independiente en base a sus escritos. Sin embargo, la necesidad de ser aceptada por otro, en este
caso su madre, sus hijas y sus parejas, la llevan a cimentar palabra por palabra lo que ser su
propia tumba: la desolacin.
Cuntas veces le y escuch a personas diciendo que no podan apartar la vida de la obra,
en este caso, de Teresa Wilms Montt. Quieren que piense lo contrario? Me niego a aceptarlo. Las
palabras iniciales de su diario son el Manifiesto de su esencia:
Este es mi diario.
En sus pginas se esponja la ancha flor de la muerte diluyndose en savia
ultraterrena y abre el loto del amor, con la magia de una extraa pupila clara frente a los
horizontes.
Es mi diario. Soy yo desconcertantemente desnuda, rebelde contra lo establecido,
grande entre lo pequeo, pequea ante el infinito
Soy yo (WILMS MONTT. 1922:17)
A lo lejos se oye el zumbido de Vicente Huidobro. Vuelvo a su biografa, esta vez a rescatar
esa relacin de la que poco se sabe y mucho se lucra. Teresa Wilms Montt podra ser una mujer
partidaria del movimiento creacionista?, de qu manera su verso se encuentra apropiadamente
erigido para abrir mil puertas?, o estoy divagando?

RETRATO.
En el fondo de la pantalla del computador, para incentivar mi capacidad sensitiva, se
encuentra una fotografa de Teresa Wilms Montt. Qu hermosa fue! Cuntos hombres hubieran
muerto por poseerla. As debi haber ocurrido. As ocurri una vez.
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Yo miro un retrato de ella, ella miraba el retrato de su amado. Para ella, los ojos de Anuar
son el Infinito. Una obsesin irracional la abraza tibiamente:
Con paso sonmbulo llego todas las noches a mi escritorio. All tambin est tu
retrato, esparciendo sobre todas las cosas un tenue reflejo de amor (WILMS MONTT:
1922:102)
Aqu sobre mi cama, donde escribo estn acompandome seis de tus retratos; a
cada uno de ellos les hablo, como si pudieran orme. (WILMS MONTT. 1922:99)
Enfermedad lujuriosa el vicio del amor, ella convirti a Anuar en mrtir y as, en esa
representacin onrica, en esa imagen lejana, como las palabras, ella se aproximaba
atrevidamente a algo cada vez ms cercano: la muerte. Su escritura funciona como autorretrato
de una imagen trizada y entenebrecida (DALMAZZO.2010:162). Anuar, retrato del fin de la vida
muerta y comienzo de la muerte viva, es el abismo trgico, donde la muerte emerge como ltima
plenitud y afirmacin (DALMAZZIO. 2010:164)
Tus ojos son dos imanes ante un abismo. Yo siento la atraccin feroz (WILMS
MONTT. 1922:86)
Potica desnuda potica del dao, del desarraigo, profundamente desolada. Una
potica del llanto, una potica de la piel rota (DALMAZZIO. 2010:165). Muchas calificaciones y
clasificaciones para un alma que tiene en su discurso inmiscuido conceptos religiosos como orar,
resurreccin, palomas, campanas.

CAMPANAS.
Estas campanas son el quiebre al silencio eterno que ocurre en el convento cuando ella fue
encerrada por adulterio insurrecta, pecaminosa, pero, sobre todo, loca. (PLEITEZ.
2010:1), son una llamada que trae de vuelta a Teresa Wilms Montt a la realidad, con la carga
simblica de ser un golpe melanclico de frustracin frente a la terrenalidad intrascendente:
Despert sobresaltada. El reloj di las dos, y esas dos campanadas severas,
cayeron en mi cerebro como el anuncio del juicio final. (WILMS MONTT. 1922:100)
La campana siempre encuentra y desconcierta a la autora en los lugares sagrados, para
volver a la triste repeticin de sus ennegrecidos das:
Cuando oscureci y sent la campana que anuncia el cierre de las puertas del
cementerio, me despedi de ti (WILMS MONTT. 1922:107)
Las ajorcas, esas pulseras femeninas tan sutiles, ligeras, terminan siendo comparadas con
el badajo, aquella bola de acero que hace sucumbir el estado de silencio y dolor, de pureza y de
sueo eterno:
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Las ajorcas que adornan mis brazos suenan como el badajo de una campana
muerta, y se derrumba estrepitosamente la torre de marfil de mis ensueos por donde yo
vea al cielo: por donde yo te vea. (WILMS MONTT. 1922:109)
El encierro en el convento la obliga a transformar las palabras a su favor. Por ejemplo, su
oracin a Anuar es el deseo de resurreccin. Por supuesto, una proyeccin imperfecta. El Cristo, la
divinidad, el dios religioso se traslada de su posicin teocntrica. Teresa Wilms Montt quiere
recuperar a un ser humano, quiere traerlo de vuelta a la vida: una plegaria a la nada, porque nada
sabemos de lo venidero a la quietud del cuerpo. Sus escondites son la escritura, los retratos, y
como olvidarlo, los sueos.

SUEOS Y PIEDRAS.
Teresa Wilms Montt metaforiza la idea de sueo como el terreno del ms all, el lugar
donde se encuentra el alma en reposo, en espera.
Si hubiera sido posible morir de languidez feliz, yo habra muerto anoche, cuando en sueo
viniste a poner tus mejillas junto a las mas. (WILMS MONTT. 1922:111)
Es la regin de Anuar, el dolo, el astro en interna catstrofe. Ella desea traspasar la vida
de los mortales y anhela el encuentro con el otro lado. Sueo es sinnimo de muerte:
So que estaba muerta (WILMS MONTT. 1922:101)
Vivo soando en ti (WILMS MONTT. 1922:102)
El objeto material que se encuentra entre la nocin de realidad y la del sueo es la piedra:
Antes de irme estampar un beso en tu frente rgida. Ser como un sello de piedra
sobre otra piedra. (WILMS MONTT. 1922:116)
El roce con este material rgido e inorgnico lleva a la poetisa y su amante a una relacin
mtica de excepcionalidad y durabilidad eterna. Las piedras pueden ser sus huesos, inalterables
con el paso del tiempo, extremadamente hermosa la conjuncin de ambos en una huesera.
La piedra tambin se mueve en un momento, ese del derrumbe, cuando la tierra se
sacude, convulsiona y se vuelve a estabilizar. Teresa Wilms Montt describe el momento de la
cada:
Mi cabeza es un abismo de dolor donde mis pensamientos ruedan, sin detenerse,
como giles piedras. (WILMS MONTT. 1922:117)

LA MUERTE, LA NADA.
Todo este derrame de palabras que se reiteran una tras otra vez: dolor, muerte,
melancola, soledad, tristeza, prdida, se convierten en evocaciones para su dolo Anuar. Su pesar
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es tan profundo que, Teresa Wilms Montt hallando cierto alivio en la montona repeticin de mis
[sus] pesares El tiempo pasa, y su blsamo de nieve no cicatriza mis [sus] llagas de fuego
(WILMS MONTT. 1922:94). La nica solucin posible es traer a la memoria incontablemente la
palabra Anuar. Es una obsesin, un martirio y una forma de vida:
Slo existe una verdad tan grande como el sol: la muerte. (WILMS MONTT.
1922:117)
La conclusin a la que llega Teresa Wilms Montt para redimirse de su agona moral es
resultado de las represiones sociales que la hacen siempre volver a su interior como morada
esperanzadora, donde la fantasa se expande y la permite permanecer unos pocos aos ms en
vida, despus de la muerte de su amado. Sin embargo, y provista de obsesiones sgnicas y
simblicas, la poetisa se deja elucubrar y se permite ahondar en una reflexin tenebrosa e
ininteligible para las almas corrientes. Cmo la muerte se convierte en algo bueno?, cmo la / el
artista comprende la nada y su vacuidad? Teresa Wilms Montt trata de
Meditar y mis cogitaciones se ahogan y ruedan como cuentas oscuras en el
despeadero de la nada. (WILMS MONTT. 1922:117)
Sera engaoso decir que entiendo el accionar de Teresa Wilms Montt. Su muerte la
considero tan especial, tan sobrenatural, tan extraa, aun conociendo su biografa y parte de sus
diarios y poemas. Es un tema que me deja dando miles de vueltas: cmo una persona cree que la
muerte es la salvacin? Es una pregunta tan racional, que desde mi cerebro tan estructurado no
puedo responder. Slo me quedo con la belleza de su escritura, tan precisa para causar un efecto
demoledor en el otro, en m, en ustedes.
Marcharemos juntos hacia el sol inmortales hijos de la luz. (WILMS MONTT. 1922:92)

ANTOLOGA.
Fragmentos de Anuar: I VI XIX XXVI XXXIV XXXV:

I.
Para Anuar: que duerme en este fretro el sueo eterno.
Para l Anuar mo, que nadie puede disputrmelo; porque mi amor, mi amor y mi dolor,
me dan derecho a poseerlo entero. Cuerpo dormido y alma radiante.
S, Anuar, este libro es para ti. No me lo pediste t una tarde, tus manos en las mas, en
tus ojos mis ojos, tu boca en mi boca, en ntima comunin? Y yo, toda alma, te dije: S, besndote
hondo en medio del corazn.
Te acuerdas, Anuar?
~ 12 ~


VI.
Traigo del fondo del silencio tu mirada; evoco tus ojos y me estremezco. Aun apagados
por la muerte, me producen el efecto del rayo. No ha perecido en ellos el poder fascinador.
Son dos faros azules, que me muestran las irradiaciones magnficas del Infinito; son dos
estrellas de primera magnitud, que miran hondo sobre mis penas, perforndolas y agrandado la
huella, hasta abrir una brecha infinita como un mundo.
Tus ojos adorados, que fueron reflejo de esa bellsima alma tuya, viven ahora en mi mente
nutridos de mi propia vida, adquiriendo brillo en la fuente inagotable de mis lgrimas.
Anuar. As como tus ojos me encadenaron a tu vida, ahora me arrastran a tu fosa,
invitndome con tentaciones de delirio. Tus ojos son dos imanes ante un abismo. Yo siento la
atraccin feroz

XIX.
Despert sobresaltada. El reloj dio las dos, y esas dos campanadas severas, cayeron en mi
cerebro como el anuncio del juicio final.
Me levant del lecho como se levanta un muerto de la tumba, empujada por una fuerza
superior. Turbada de misterio, sin saber qu era de m y dnde estaba, quise huir, y en mi
ansiedad loca tropec en la oscuridad con un cuerpo que al caer dio un golpe seco.
Con las manos tendidas como los tentculos de una larva, buscaba, en medio de las
sombras, algo que me indicara un rumbo; y mis ojos, desmesuradamente abiertos, queran
agujerear la noche.
Mis pies no se movan, fijos estaban en el suelo, como dos pilares de bronce; una lluvia
helada empapaba mi frente, goteando sobre mis senos lquido mortal.
Despavorida, temblorosa, no encontrando salida al laberinto de mi alma, quise sucumbir.
En ese momento hiri mi recuerdo una belleza de mi infancia, y como entonces ca de rodillas.
Floreci en mis labios una plegaria, una honda plegaria; a mi Dios Anuar.
Con los prpados cerrados, los brazos en alto, en mstica uncin, mi alma implor al cielo
para que le diera el ansiado reposo.
Pasaron muchas horas, tantas que os vivos tontos e la aurora envolvan de rosa a mi
balcn. Esa luz de la vida me hizo considerar la realidad de los acontecimientos, y entonces slo
me di cuenta que haba pasado la noche toda en delirante xtasis ante tu retrato.
Con una sonrisa, de esas que por lo plcidas parecen inspiradas en las estrellas, me volv a
mi lecho, llevando entre mis brazos la adorada reliquia.
~ 13 ~

Dorm, y me sent dichosa. So que estaba muerta y que era como t, una sombra ideal y
buena.
Anuar. Eres feliz porque regalas a una alma las dos sensaciones de ms intensa belleza: el
dolor y la muerte.
Anuar, Anuar. Si poseyera yo una guadaa como aquella que tiene la muerte, me servira
de ella para decapitar todas las flores del mundo, y depositarlas como un humilde homenaje sobre
la losa que te esconde.

XXVI.
El hielo que se filtra despticamente por las rasgaduras de mis ventanas, me hacen tiritar.
Cun hondamente pienso en ti, en tus besos suaves; y anso la tibieza de tu cuerpo
estrechamente ceido al mo, como una cinta de piel!
T eras mi cario; el rayito tenue y dorado que vena para alegrar la caverna sombra
donde habita, como una bestia salvaje, mi escepticismo.
Cmo me senta tuya!
Si t hubieras sabido a travs de qu densos velos atravesaba mi alma, para envolverte
en una caricia luminosa, para contemplarte, ungida de pureza? Anuar. La cama, la almohada, y
hasta el espejo parece que guardaran tu silueta.
Donde quiera que yo mire ests t, y respiro, y es tu olor el que me penetra; hablo, y el
eco de mis palabras parece como remedo de tu voz.
Tus besos, al sembrarlos en mis labios, hicieron de mi boca un campo de trigo, y ahora, en
tu ausencia eterna, esos granos, se han vuelto flores de adoracin; y tus caricias dejaron en mi
cuerpo cinceladas geniales de sombras y palideces de ncar que no pueden animar la vida.
Anuar, estoy toda en ti; como t todo en m.

XXXIV.
Me alejo
Mi ltimo desconsuelo es no poder llevar con mis propias manos flores a la tumba avara
que te guarda.
Antes de irme estampar un beso en tu frente rgida. Ser como un sello de piedra sobre
otra piedra.
Me voy huyendo de m, de mi cobarda y de mis inquietudes.
~ 14 ~

No puedo morir de dolor y es ms fuerte que la misma muerte la tortura moral que
revoluciona mi cerebro.
Me voy como aerolito que desprendido de una estrella se precipita en los espacios trgicos
de la sangre.
Me voy para aprender en otras penas a sufrir las mas con ms entereza. Me voy, Anuar, y
te juro que hasta este momento he aguardado la resurreccin. He espiado tu sueo creyndolo
leve, y huyo ahora que lo s de mrmol, Anuar. No me importa el mundo ni la mediocre balanza
que pesa mis actos; pocas son las almas que han amado, gozado y sufrido como yo.

XXXV.
Anuar. Hasta pronto. Desde aqu mis pensamientos irn a ofrecerse a tu cruzando los
mares; desde aqu vigilare tus restos con el ms inmenso y fervoroso recuerdo.
Pronto nos encontraremos, amor mo.
Mi cabeza es un abismo de dolor donde mis pensamientos ruedan, sin detenerse, como
giles piedras.
Trato de meditar y mis cogitaciones se ahogan y ruedan como cuentas oscuras en el
despeadero de la nada.
Slo existe una verdad tan grande como el sol: la muerte.

BIBLIOGRAFA.
DALMAZZO, Flavio. Teresa Wilms Montt: mujer en ecos. Cuadernos del Pensamiento
Latinoamericano CEPLA N 17, Valparaso, 2010.
NMEZ, Nan. Antologa crtica de la poesa chilena vol: I. Editorial LOM, Santiago, 1996.
Antologa crtica de la poesa chilena vol: II. Editorial LOM, Santiago, 2000.
OJEDA, Sergio. Seminario de poesa: apuntes de clases. Universidad Academia de Humanismo
Cristiano, Santiago, 2014.
PLEITEZ VELA, Tania. Teresa Wilms Montt: diario de un dolor inefable. Revista mni-bus N 30,
Granada, 2010.
RIMBAUD, Arthur. Cartas del vidente I. 1871. En internet en:
http://www.poeticas.com.ar/Biblioteca/Cartas_de_vidente/frame.html

WEINTRAUB, Marcela. Melancola y subjetividad femenina en el diario ntimo de Teresa Wilms
Montt. Universidad de Chile, 2007.
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WILMS MONTT, Teresa. Lo que no se ha dicho Editorial Nascimiento, Chile, 1922.









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