#35 - La Verdad Sobre La Mentira PDF

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35/2009
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LA VERDAD SOBRE
LA MENTIRA
La lectura del cerebro podra llevarnos
a una revolucin en el campo de la justicia
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EVOLUCION
DE LA INTELIGENCIA
DOPAMINA Y ADICCION
ENFERMEDADES
POR PRIONES
EL NIO Y LA MUERTE
SYLLABUS
DICCIONARIO DEL PLACER
RETROSPECTIVA
CIENTIFICOS SOADORES
DEL SIGLO XIX
SUMARIO
12 EVOLUCION DE LA INTELIGENCIA
Ursula Dicke y Gerhard Roth
Al ser humano se le considera la criatura
ms inteligente entre todos los orga-
nismos. No debera ser entonces su
cerebro tambin especial?
20 DEBEN EXISTIR LAS GUARDERIAS?
Verena Ahne
La decisin de llevar el hijo a la guarde-
ra provoca ms de un quebradero de
cabeza. La investigacin revela que, en
principio, el cuidado de los nios por
parte de personas extraas no les perju-
dica. Los resultados dependen de unas
condiciones favorables.
30 FORMACION
DE LAS PREFERENCIAS OLFATORIAS
Benoist Schaal y Maryse Delaunay-El Allam
El recin nacido reconoce el olor de su
madre y el de los alimentos que ella ha
consumido durante el embarazo.
El feto y el beb maniestan preferen-
cias olfatorias. Estn programadas
genticamente? Dependen de los olores
del entorno, de la madre o de la leche?
Los olores asociados a la infancia quedan
grabados en la memoria.
36 EN BUSCA
DE LA CONSCIENCIA PERDIDA
Reinhard Werth
A travs de la investigacin sobre
videntes ciegos, nios sin cerebro y
otros casos de minusvala neurolgica
podemos adentrarnos en el misterio de
la percepcin consciente.
50 DETECCION DE MENTIRAS
Matthias Gamer
Hasta ahora se reputaban indicios cor-
porales de una mentira la sudoracin,
el descenso del pulso y la respiracin
entrecortada. Se han incorporado otros
signos. Cules?
58 NEUROCRIMINALISTICA
Stephan Schleim
Aora en el foro una revolucin im-
pulsada por el sistema nervioso? Se
retiran de la circulacin los cerebros
peligrosos, en vez de hacer responsa-
bles a las personas? Ayudan las tomo-
grafas cerebrales a declarar culpable al
sospechoso de un crimen o a explicar su
culpabilidad?
Marzo / Abril de 2009 N 35
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74 EL NIO Y LA MUERTE
Roswitha Sommer-Himmel y Melanie Maksim
Qu piensan los nios de la muerte?
Poco a poco van comprendiendo que
todos nos hemos de morir y que nadie
vuelve a la vida.
64 11-S
Simone Einzmann
Seguro que recuerda con nitidez dnde
y cmo se enter de la terrible noticia
de los atentados terroristas del 11 de
septiembre de 2001. Pero, son ables
realmente tales fotos instantneas de
nuestra memoria?
SECCIONES
5 Encefaloscopio
Condencias teraputicas
Diestro o siniestro: lucha o fuga
Autoconvencimiento
Por decisin propia
Cae otro dogma
8 Retrospectiva
Cientcos soadores del siglo XIX
42 Entrevista
Georg Northoff:
Kant en el laboratorio
46 Mente, cerebro y sociedad
Nuevas armas contra la adiccin
a la cocana
La verdad sobre la hipocresa
86 Ilusiones
Una evidencia transparente
90 Syllabus
Diccionario del placer
94 Libros
Teora del lenguaje. Eutanasia
68 ENFERMEDADES POR PRIONES
Inga Zerr y Andreas Jahn
La muerte acecha en la carne de ternera,
en la dotacin hereditaria y en el mismo
entorno. Hablamos de los priones,
causantes de la enfermedad incurable de
Creutzfeldt-Jakob y otras.
78 EL SISTEMA DOPAMINERGICO
EN LAS ADICCIONES
Margarita Corominas Roso, Carlos Roncero Alonso
y Miquel Casas Brugue
La dopamina es esencial en el aprendi-
zaje mediado por recompensa y de-
sempea un papel fundamental en la
adiccin. El consumo crnico de drogas
produce alteraciones en los mecanismos
bsicos del aprendizaje relacionados
con el crtex prefrontal, la amgdala
y el estriado.
52 DETECCION DE MENTIRAS
58 NEUROCRIMINALISTICA
LUIS BOU: Encefaloscopio, Ilusiones; BRUNO MORENO: Encefaloscopio; PILAR GARCA-
VILLALBA: Retrospectiva; ANGEL GONZLEZ DE PABLO: Evolucin de la inteligencia,
En busca de la consciencia perdida, Syllabus; F. ASENSI: Deben existir las
guarderas?, Enfermedades por priones, El nio y la muerte; I. NADAL: Formacin
de las preferencias olfatorias, Deteccin de mentiras, Neurocriminalstica; SIXTO
J. CASTRO: Entrevista; MARIN BELTRN: Nuevas armas contra la adiccion a la
cocaina, La verdad sobre la hipocresia; ALEX SANTATALA: 11-S
Portada: iStockphoto / Amanda Rohde (hombre);
Fotolia / Carsten Reisinger (cerebros)
DIRECTOR GENERAL
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DIRECTORA FINANCIERA
Pilar Bronchal Garfella
EDICIONES
Juan Pedro Campos Gmez
Laia Torres Casas
PRODUCCIN
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Albert Marn Garau
SECRETARA
Puricacin Mayoral Martnez
ADMINISTRACIN
Victoria Andrs Laiglesia
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Olga Blanco Romero
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MENTE
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CEREBRO
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 5
CONFIDENCIAS TERAPUTICAS
Por qu nos sentimos mejor al hablar de nuestros problemas con otras personas?

Q
uien busca alivio en la confidencia tal vez quiera
descargarse de algn secreto, o trate de hallar res-
paldo para sus convicciones. A veces, lo nico que desea
esa persona es ser tranquilizada, que le aseguren que no
le pasa nada grave o extraordinario. Tradicionalmente, la
psicoterapia, que se propone la curacin por la palabra,
ha constituido parte del tratamiento de los desrdenes
mentales. El proceso mismo de verbalizar las angustias o
sentimientos desempea un papel esencial para aliviar ese
tipo de problemas.
Es de agradecer que se pregunte por qu la condencia pue-
de resultar reconfortante y no por qu puede resultar curativa.
La evaluacin de los elementos que poseen capacidad curativa
en psicoterapia puede resultar difcil; es ms sencillo aislar los
componentes que explican los motivos por los que un paciente
se siente aliviado. La pregunta no concierne especcamente
al dilogo en psicoterapia como algo distinto de las manifes-
taciones que puedan efectuarse entre amigos o en grupos de
apoyo, pero todos estos supuestos comparten muchos aspectos
que sirven de ayuda.
El elemento primordial de que la confesin o la condencia
alivien la angustia es la relacin entre la persona angustiada y
quien la escucha. Reviste importancia crtica que el condente
se sienta escuchado, que cuente con la oportunidad de hablar
de su caso en un ambiente receptivo y acrtico. A menudo,
se busca que el receptor de la condencia haya pasado por
la misma situacin y pueda ofrecer verdadera empata. Es
preciso aadir que no todo el mundo se siente aliviado por la
condencia o la conversacin.
Jerome Frank, en Persuasion and Healing (Johns Hopkins
University Press, 1961), sostena que las cualidades de mxima
importancia que un psicoterapeuta ha de poseer son la empa-
ta, la afectividad y la sinceridad. Sin duda, estas caractersticas
son objeto de opinin y percepcin, por lo que no todo pacien-
te se siente ayudado por cualquier terapeuta. De igual forma,
en la vida ordinaria, se puede encontrar que un determinado
amigo es la persona adecuada para escuchar ciertos problemas,
y que otros son ms idneos en cosas diferentes.
Dinah Miller, Baltimore
S
i se quiere pronosticar lo que va a
hacer de inmediato una urraca, hay
que mirarla a los ojos. Se ha observado
que, cuando estas aves ven a un posible
depredador, utilizan el ojo derecho o el
izquierdo, segn se dispongan a huir o
acercarse a l. Estos hallazgos aportan
claves sobre el modo en que el cerebro
reparte informacin entre sus dos he-
misferios.
Lesley Rogers y su equipo de la Univer-
sidad de New England en Australia estu-
diaron la conducta de urracas australia-
nas (Gymnorhina tibicen) en presencia de
un lagarto disecado, que serva de seue-
lo. Rogers apreci que antes de huir, las
aves se jaban en el depredador con el
ojo izquierdo, que enva casi las seales a
la mitad derecha del cerebro. En cambio,
si se disponan a aproximarse al lagarto
para examinarlo mejor, lo inspecciona-
ban con su ojo derecho, utilizando as el
hemisferio izquierdo.
Estudios recientes en humanos indu-
cen a pensar que el hemisferio derecho
procesa informacin novedosa, que tal
vez corresponda a un peligro, mientras
que el hemisferio izquierdo efecta
anlisis ms metdicos. Segn Rogers,
la asignacin de funciones diferentes
a distintos hemisferios permite un
funcionamiento ms efi-
ciente del cerebro.
Se haba credo que
esta [especializacin]
explicaba las capacida-
des cognitivas ms no-
bles de los humanos.
Pero hemos demos-
trado que incluso en
animales dotados de un
cerebro relativamente sim-
ple, afecta a su conducta coti-
diana en su medio natural.
Lizzie Buchen
DIESTRO O SINIESTRO: LUCHA O FUGA
Las urracas dan preferencia a uno de los hemisferios cerebrales,
segn se dispongan a actuar ante una posible amenaza


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JUPITERIMAGES
ENCEFALOSCOPIO
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e sabe que las drogas adictivas pue-
den entorpecer el funcionamiento
de la circuitera cerebral y secuestrar
sus sistemas de recompensa. De un re-
ciente estudio con ratas se deduce que
los aspectos psicolgicos pueden tener
mayor responsabilidad en esas altera-
ciones que los efectos qumicos de la
droga. El abuso de cocana reactiva en
el cerebro recuerdos celulares de larga
duracin, pero slo si el sujeto consume
la droga por su voluntad.
Un equipo compuesto por Billy Chen
y Antonello Bonci, ambos de la Univer-
sidad de California en San Francisco, en-
tren a tres grupos de ratas para que ac-
cionasen palancas que les suministraban
cocana, un alimento o azcar. Ms tarde,
al examinar los tejidos cerebrales de los
animales, se observ un incremento del
vigor sinptico en el centro de recom-
pensa de las ratas que se autoadminis-
traban azcar, alimento o cocana. Estos
recuerdos celulares eran efmeros en
los grupos de azcar y de alimento, pero
en las ratas que se autoadministraban
cocana llegaron a perdurar hasta tres
meses despus de suprimido el consu-
mo. Y lo que revesta mximo inters:
los cerebros de ratas que haban consu-
mido cocana de forma involuntaria no
mostraban tales improntas.
Estas observaciones ponen de mani-
esto que los efectos farmacolgicos de
la cocana no bastan, por s solos, para
crear recuerdos remuneradores, arma
AUTOCONVENCIMIENTO
Cmo afecta la conanza en los propios conocimientos al modo de aplicar dichos conocimientos?
L
a ciencia ignora todava
cmo interaccionan la
conanza, el conocimiento
y otras variables para inci-
dir en nuestro comporta-
miento. Todos usamos dos
tipos de conocimientos:
conocimientos explcitos
(del tipo saber qu) y
conocimientos implcitos
(del tipo saber cmo).
Somos conscientes de los
conocimientos explcitos
y los podemos transmi-
tir a los dems con plena
solvencia: s que uno ms
uno es igual a dos. Sin embargo, los conocimientos im-
plcitos son difciles de transferir a los dems: s montar
en bicicleta, pero no puedo describir las acciones necesa-
rias porque aplico muchas de ellas subconscientemente.
Puesto que el conocimiento implcito se halla escondido
a nuestra consciencia, nuestra conanza en l puede ser
bastante baja.
Desde un punto de vista experimental, determinar qu
parte de nuestro comportamiento viene de conocimientos
explcitos o implcitos supone un desafo. Las investiga-
ciones recientes apoyadas en imgenes cerebrales sitan
el aprendizaje explcito e implcito en reas distintas del
cerebro. La actividad en el cuerpo estriado, un rea cercana
al tronco enceflico y crti-
ca para el control motor y
el sistema de recompensa,
corresponde al compo-
nente implcito del com-
portamiento. El aprendi-
zaje explcito ocurre en la
corteza cingulada anterior,
una regin asociada con el
proceso de informacin, la
cognicin y las emociones,
y en la corteza prefrontal
medial, una regin que
puede estar relacionada
con el riesgo y el sistema
de recompensa.
Cuando se tienen en cuenta en el anlisis los diversos
grados de conanza, el resultado es ms complejo. Un estu-
dio reciente comparaba los recuerdos reales (gran precisin
y seguridad) con recuerdos falsos (escasa precisin y gran
seguridad). Los investigadores descubrieron que las reas
del cerebro activas en las dos situaciones de gran seguridad
eran reas muy distintas.
Queda todava mucho por descubrir sobre la conanza, el
aprendizaje y el conocimiento, sobre cmo cada una de estas
variables afecta al comportamiento. Es de esperar que habr
mucha investigacin en el futuro sobre estos temas.
Susana Martinez-Conde,
Instituto Neurolgico Barrow, Phoenix
POR DECISIN PROPIA
La cocana slo modica el cerebro si se toma voluntariamente


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CAE OTRO DOGMA
Puede una neurona liberar ms de un neurotransmisor?
A
l hablar de neurotrans-
misores, casi siempre se
piensa en los neurotransmiso-
res clsicos, tales como la dopa-
mina o la serotonina, los men-
sajeros qumicos primarios
que las neuronas utilizan para
comunicarse entre s y con c-
lulas de otros tipos. Sir Henry
Dale conjetur, a principios del
siglo XX, que cada neurona libe-
ra un mismo neurotransmisor
clsico desde todos sus axones,
las nas ramicaciones que se
extienden como vstagos des-
de el soma, o cuerpo celular.
Otro distinguido neurofisi-
logo de la poca, Sir John Ec-
cles, reformul el principio
de Dale, postulando que cada
neurona liberaba un solo tipo
de neurotransmisor. A partir
de entonces, el aforismo una
neurona, un neurotransmisor
se acept sin disputa.
Ahora sabemos, sin embar-
go, que no es excepcional que
las neuronas liberen uno de
los neurotransmisores clsicos
en compaa de algn mensa-
jero de otro tipo, como puede
ser un gas (xido ntrico) o
un neuropptido (una prote-
na diminuta capaz de actuar
como neurotransmisor). Nue-
vas tcnicas de manipulacin
y formacin de imgenes de
neuronas han posibilitado
descubrir que cierto nmero
de ellas se intercomunican
merced a ms de uno de los
neurotransmisores clsicos.
De hecho, algunas de nuestras
neuronas auditivas liberan
simultneamente hasta tres
neurotransmisores clsicos de
distintos tipos durante un bre-
ve estadio de su desarrollo.
Vemos, pues, que el aforis-
mo una neurona, un neuro-
transmisor resulta un tanto
simplista. Ahora bien, segui-
r siendo vlido el principio
original, enunciado por Dale,
que arma que todas las ra-
micaciones axonales de una
neurona liberan el mismo
transmisor? Se admite hoy
que parecen existir ciertas
excepciones a este principio.
Se saba desde antiguo que las
neuronas motoras, que son
esenciales en los movimien-
tos musculares voluntarios,
liberaban acetilcolina, tanto
sobre las clulas musculares,
o miocitos, del cuerpo, como
sobre las neuronas de la m-
dula espinal. Sin embargo,
segn estudios recientes, las
neuronas motoras liberan
tambin glutamato, un se-
gundo transmisor. Lo ms
notable es que, al parecer,
slo liberan glutamato sobre
neuronas de la mdula espi-
nal y no sobre miocitos; es de-
cir, ciertas ramicaciones de
una misma neurona liberan
glutamato, y otras, no.
Un prximo paso en la
investigacin de neurotrans-
misores consistir en com-
prender de qu modo afecta
la liberacin de ms de un
neurotransmisor a las funcio-
nes del circuito nervioso, y al
organismo como un todo. La
cuestin fundamental plan-
teada en el encabezamiento
ha llevado a casi un siglo de
indagaciones fascinantes y
a va a continuar siendo un
campo de activa y apasionan-
te investigacin.
Rebecca Seal,
Universidad de California,
San Francisco
Algunas de nuestras neuronas auditivas liberan simultneamente
hasta tres neurotransmisores clsicos de distintos tipos durante un
breve estadio de su desarrollo.
Bonci. Al parecer, la motivacin para
tomar la droga constituye, en s misma,
una componente clave en el proceso.
El equipo est trabajando para elimi-
nar la memoria celular de larga duracin
implantada por el uso voluntario de co-
cana, lo cual aade Chen podra
coadyuvar en los tratamientos contra
la adiccin en humanos, al suprimirles
el deseo de la bsqueda activa del es-
tupefaciente.
Nicole Branan


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RETROSPECTIVA
D
esde la antigedad, el sueo ha sido
tema de investigacin y motivo de
cuestiones diversas en la tradicin occi-
dental de la medicina y la losofa. Cmo
describir y denir las imgenes que apa-
recen durante el sueo? Qu es lo que
distingue el sueo de la realidad? El sue-
o ha despertado tambin interrogantes
morales, en la medida en que est ligado
al mundo de la noche, asociado en el ima-
ginario colectivo a los sueos erticos y
a la trasgresin de lo prohibido. Adems,
ha interesado a los mdicos porque se su-
pona que un sueo poda desencadenar
y anunciar una enfermedad.
Esa gavilla de cuestiones se retomaron
y se sometieron a prueba mediante la ob-
servacin y la experimentacin por perso-
nalidades ilustradas del siglo XIX, lsofos
y mdicos, historiadores, magistrados,
bilogos, matemticos, etc. Esos acio-
nados a los sueos reivindicaban que no
eran ni supersticiosos que creyeran en
el carcter sobrenatural o premonitorio
de los sueos, ni romnticos que sobrees-
timaran una vida superior a la vida diur-
na. Deseaban estudiar cientficamente
las visiones y voces nocturnas, esto es, a
partir de hechos que se consideraban
ables. Y para ello, haba algo ms simple
y ms seguro que tomarse a uno mismo
como objeto de estudio a domicilio, que
ejercitarse para anotar e inventariar sus
propios sueos para devenir lo que llama-
remos un cientco soador?
Evoquemos alguno de esos primeros
ilustrados soadores. En 1820, en la entrada
sueos de un diccionario mdico que era
por aquel entonces una autoridad en la ma-
teria, Jacques-Joseph Moreau de la Sarthe
(1771-1826) arma reforzar sus opiniones
por los extractos de un diario o memo-
rial, donde apunta sus propios sueos,
los de sus pacientes y los de sus colegas
mdicos. Antoine Charma (1801-1869), pro-
fesor de losofa en la Universidad de Caen,
arquelogo competente, sigue el ejemplo
y cuenta en Du sommeil, en 1851, lo que l
propone designar con la palabra noctur-
nario, un diario nocturno de sus sueos,
que ha escrito entre 1836 y 1849.
Autobiografa y transgresin
El ms representativo, Alfred Maury
(1817-1892), erudito e historiador, profe-
sor del Colegio de Francia, escribe cua-
dernos onricos durante ms de treinta
aos. Aunque no era mdico, entabla
relaciones con los psiquiatras, los alie-
nistas, como se los calicaba entonces.
Colaborador de primera hora de la revis-
ta profesional del gremio, publica, entre
1848 y 1857, tres artculos que se basan
principalmente en los casos de sus pro-
pias producciones nocturnas.
CIENTIFICOS SOADORES
DEL SIGLO XIX
Desde principios del siglo XIX, los cientcos haban analizado sus sueos
para descubrir su signicado. El psicoanlisis y la ciencia actual de los sueos
son los herederos de aquellas investigaciones pioneras
JACQUELINE CARROY
1. LA PESADILLA de Johann Heinrich Fssli, llamado Henry Fuseli (1741-1825),
ilustra el mundo fantasmagrico que se anima durante el sueo.
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Estos textos son el punto de partida
de un libro aparecido en 1861 que se
reeditar tres veces hasta 1878 y que lo
hizo clebre, Le sommeil et les rves. Etu-
des psychologiques sur ces phnomnes
et les divers tats qui sy rattachent. La
obra, olvidada en la actualidad, en su
poca constituy una referencia clsi-
ca e inevitable. Junto a Maury, tambin
hay que nombrar a su colega del Colegio
de Francia, el sinlogo Marie Jean Lon
dHervey de Saint-Denys (1822-1892), otro
que conservaba, desde su adolescencia l-
bumes, donde anota y dibuja sus sueos.
En 1867 public Les rves et les moyens
de les diriger. Observations pratiques.
En consecuencia, Moreau de la Sarthe,
Charma, Maury, Hervey de Saint-Denys
proponen a sus sucesores un corpus de
observaciones que se suponen ables y
letales para los relatos legendarios de
sueos premonitorios legados por la
tradicin desde la Antigedad.
Para estos investigadores, los sue-
os no son tan slo objetos ntimos o
privados, sino que suscitan tambin
intercambios y discusiones familiares,
amistosas y profesionales. Maury mues-
tra sus narraciones onricas a sus amis-
tades mdicas como observaciones an-
logas a los casos psiquitricos. Hervey de
Saint-Denys, que frecuenta medios ms
mundanos, comenta sus sueos con sus
amigos artistas. Divulgar y sobre todo
publicar ejemplos personales presenta
riesgos frente a su entorno y sobre todo
frente a uno mismo.
Ocialmente, se anuncia el deseo de
elaborar una ciencia de los sueos, pero
a la hora de la verdad entran en juego
elementos autobiogrcos que pueden
resultar embarazosos. A menudo, los li-
bros sobre los sueos incluyen avisos al
lector que excusan o reivindican la tras-
gresin de las reglas del mtodo cient-
co. Para ciertos investigadores soadores,
la anotacin y el anlisis de los sueos
personales pudieron desempear un pa-
pel de desnudamiento de uno mismo y
de autoconfesin, dando lugar incluso
a una suerte de automedicacin psico-
lgica.
Cmo explicaba la ciencia de los sue-
os del siglo XIX el sueo siolgico y las
ensoaciones o los sueos? El mdico y
lsofo Pierre Cabanis (1757-1808) resal-
taba en 1802 que los sueos reejaban
relaciones entre lo fsico y lo moral del
hombre (hoy hablaramos de lo orgnico
y lo psquico) y que eran esencialmente
una expresin del cuerpo y del cerebro.
Desconectado de las sensaciones exter-
nas y del mundo exterior, el cerebro
durmiente amplica las sensaciones in-
ternas, en particular las que vienen de
los rganos genitales. Lejos de ser tab,
la evocacin de los sueos erticos se
convierte en tema clsico de la litera-
tura mdico-psicolgica de la poca. El
cerebro, por otro lado, ha dejado de ser
un simple rgano pasivo de registro de
las sensaciones, para erigirse en el hom-
bre interior que funciona de manera
espontnea, en ausencia de sensaciones
externas e internas, durante el sueo y
los delirios. Cabanis armaba, pues, la
existencia de un nexo poderoso entre el
sueo y la locura.
En esa misma lnea, Maury subraya
que sus sueos son provocados por todo
tipo de fenmenos somticos, como el
dolor de estmago o las erecciones: no
duda en evocar, en algunas ocasiones, sus
sueos erticos. Sin embargo, el hombre
dormido no est desconectado por com-
pleto del mundo exterior; gran parte de
los sueos nacen de sensaciones exterio-
res transformadas. As, Maury relata que
tiene un sueo en el que es juzgado bajo
el Terror y condenado a la guillotina; se
despierta sobresaltado y descubre enton-
ces que el travesao que se encuentra
encima de su cama haba cado sobre su
cuello. Basndose en este modelo, provo-
ca experimentos. Por ejemplo, mientras
duerme en su silln, una persona de su
entorno hace sonar una campanilla en
sus odos y, en el sueo que sigue, se re-
monta en el tiempo y escucha el toque
a rebato en el Pars de 1848.
El sueo remite a un funcionamiento
automtico, no voluntario, del espritu-
cerebro del que se puede encontrar al
despertarse ciertos mecanismos de for-
macin. Tras soar sucesivamente de un
kilmetro y de un kilogramo, de la isla
Gilolo (tambin llamada Halmahera), de
la or de la lobelia y del general Lpez,
Maury anota que esas escenas diferen-
tes llevan a asociaciones de ideas por
asonancia con la slaba lo. Insiste en el
hecho de que ese automatismo nocturno
libera nuestros instintos y pasiones
poco recomendables que son reprimi-
das, trmino que l emplea, durante la
2. LA OBRA DE HERVEY DE SAINT-DENYS, Les rves et les moyens de les diriger, se ilustra
con este grabado donde entra una mujer desnuda que deja atnitos a los congregados.
Un guio, quizs a Djeuner sur l herbe, de Manet que provoc el escndalo en 1863.
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fase de vigilia. Ese estado
mecnico tambin con-
sigue que reaparezca un
pasado reciente o a veces
muy lejano.
Maury nos cuenta que
se encuentra en sueos
trasportado a los das de
su infancia y jugando en
Trilport, en la orilla del
Marne, y que distingue a un
hombre que le llama por su
nombre. Se despierta sobre-
saltado con ese nombre des-
conocido en la cabeza e inte-
rroga a una vieja sirvienta.
Le pregunta si recuerda a
este individuo y ella le res-
ponde de inmediato que
era un guardia del puerto
de Trilport. Ciertamente,
concluye Maury, yo lo saba
como ella, pero el recuerdo
se ha borrado. El sueo, al
evocarlo, me ha revelado lo
que yo ignoraba.
En este ejemplo, el so-
ador vuelve a la infancia.
Maury utiliza a menudo
analogas ms inquietantes.
Lejos de valorar los sueos,
los presenta como alucina-
ciones o delirios. Compara
al soador con un desequi-
librado o un anciano que
regresa a la infancia. En sus Souvenirs,
manuscritos, se describe como un hom-
bre perseguido por un legado familiar
lacrado por la locura. Su padre muere de
un tumor cerebral, su hermano melan-
clico se suicida y su madre sufre, de re-
sultas de ello, trastornos nerviosos. Estas
confesiones aclaran el origen de su fasci-
nacin inquieta por la medicina mental
y la causa de ciertas visiones nocturnas
donde aparecen los fantasmas del pro-
genitor y del hermano suicida.
El pasado recobrado
Hervey de Saint-Denys, en cambio, opt
por oponerse al punto de vista de Maury,
quien comparaba el sueo con la muerte
y sostena que un sueo era la vida mis-
ma. Mientras Maury insista en los nexos
entre lo fsico y lo moral, Hervey adopt
una postura espiritualista que distingua
entre espritu y cuerpo. Desde este en-
foque, se abstiene de hacer referencias a
explicaciones siolgicas, hipotticas en
su opinin, y se declara satisfecho con
una perspectiva puramente psicolgica.
Igual que Maury, destaca la importancia
de la vuelta al pasado en los sueos y de
las asociaciones de ideas en la formacin
de aqullos. Pero rehsa reducir los sue-
os a meros automatismos y ensalza un
tipo de visin nocturna acompaada de
la conciencia de soar. No tardar en ca-
licarse a estos fenmenos como sueos
lcidos.
Hervey arma que a fuerza de anotar
sus sueos ha podido dirigirlos en parte.
Se presenta, por tanto, como un mago pro-
fano capaz de generar a voluntad visiones
dignas de las escenas suntuosas pintadas
por Ingres o Delacroix. Sue-
o que me encuentro en
una habitacin espaciosa y
ricamente decorada al esti-
lo oriental. Frente al divn
en el que me he sentado, se
encuentra una puerta regia,
velada por cortinas de seda
brocada. Pienso que esas
cortinas deben guardarme
alguna sorpresa, y que sera
muy agradable que se levan-
tasen para dejar ver bellas
odaliscas. De inmediato las
cortinas se abren, y la visin
que he deseado est delante
de m. Hervey piensa que
ha encontrado un arte de
bien soar.
El libro de Hervey apenas
se difundi en su tiempo,
en buena medida debido a
la quiebra del editor. Pero
tuvo un xito pstumo
importante. Cuando ciertos
investigadores y terapeu-
tas estudiaron y sopesaron
el sueo lcido y el sueo
despierto (o ensueo diri-
gido), vieron en Hervey un
precursor. En aquel tiempo,
son ms bien las opiniones
de Maury las que se impo-
nen. Los libros acadmicos
se suceden entonces, al igual
que los artculos en revistas inuyentes
como La Revue philosophique. Joseph Del-
boeuf (1831-1896) lsofo, matemtico y
llogo belga, retoma el ttulo de Maury,
Le sommeil et les rves, en una serie de
artculos que, en 1885, se recopilaran en
una obra del mismo nombre; se conver-
tir en texto de referencia.
Delboeuf privilegia, al igual que Her-
vey de Saint-Denys, una perspectiva psi-
colgica. Subraya la importancia de la
memoria y de la vuelta inconsciente del
pasado a partir de un sueo de 1862, el
primero que anot y del que arma que
es el origen de su libro. En el sueo se ve
en su patio invadido por la nieve y all
descubre a dos lagartos, ateridos de fro:
los caliento con mis manos y, limpiando
su escondrijo, vuelvo a colocarlos en la
entrada, teniendo cuidado previamen-
3. PRECURSORES SURREALISTAS, J. J. Grandville (1803-1847) ha ilustrado
a menudo, como en este grabado titulado Une promenade dans le ciel,
las asociaciones de ideas que dan lugar a los sueos.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 11
te de esparcir en su interior trocitos de
Asplenium ruta muralis, que creca en la
muralla. Delboeuf descubre, no obstante,
que el helecho denominado Asplenium
ruta muralis existe en la realidad. Pues-
to que no es botnico, se pregunta sor-
prendido de dnde viene en el estado de
vigilia ese nombre que l ignora; no lo
sabr hasta que lo encuentre, diez aos
ms tarde, en el herbario de unos amigos
que databa de 1860 sobre el que l mismo
haba caligraado ese nombre latino.
Maury suele limitarse a recopilar sus
sueos. Delboeuf, en cambio, detalla
con minuciosidad la formacin de los
mismos. Hace hincapi en que el hom-
bre ms honesto puede a veces tener
vergenza al despertarse, en particular
si se muestra incestuoso en sus sueos.
Mas, en vez de inquietarse, Delboeuf
se asombra del carcter benecioso y
consolador de los sueos, que no redu-
ce, ni de lejos, a fenmenos patolgicos.
A pesar de los diferentes puntos de vista,
Maury, Hervey y Delboeuf dan testimo-
nio a nales del siglo XIX de una forma
de comprender los sueos como reminis-
cencias del pasado y como el resultado de
mecanismos ocultos.
El inconsciente freudiano
No es sorprendente que Sigmund Freud
(1856-1939) cite a menudo a estos auto-
res en La interpretacin de los sueos en
1900. Este libro se basa en buena par-
te sobre las notas, la publicacin y el
anlisis de Freud de sus propios relatos
onricos; constituye uno de los logros
de la ciencia de los sueos y de la tra-
dicin de los expertos soadores. Freud
pone de relieve lo que sus predecesores
sugirieron con frecuencia y destaca que
su libro tiene resonancias personales en
la medida que constituye una parte de
su autoanlisis.
En muchos aspectos, la descripcin
que Freud da del trabajo del sueo que
transforma las ideas latentes en un conte-
nido maniesto que corresponde al sueo
tal y como se rememora es una sntesis
del trabajo de sus predecesores. Lo mismo
que ellos, Freud relaciona los sueos con
el pasado y la infancia ms que con el fu-
turo, habla de fenmenos inconscientes y
recalca su connotacin sexual.
Sin embargo, el inconsciente freu-
diano es muy diferente del incons-
ciente automtico de Maury. Adems,
el psicoanalista austriaco considera
que la sexualidad no se reduce a los
sueos erticos, sino que constituye,
de manera general, el resorte escon-
dido de los sueos. Afirma que todo
sueo despus de interpretarlo, remite
a la realizacin de un deseo reprimido
o rechazado. Es este punto en el que
tropiezan algunos de sus primeros lec-
tores, en su mayora admiradores, de
La interpretacin de los sueos. Aunque
aceptan que hay sueos que tienen una
interpretacin sexual y que correspon-
den a un deseo, rechazan que todos los
sueos se refieran a un sentido oculto
y a la realizacin de un deseo.
En denitiva, no prestan atencin al
hecho de que Freud se reere no slo a
sus propios sueos, sino tambin a los
de sus pacientes en tratamiento. Por esa
razn, Freud inaugura una manera in-
dita de contar sus sueos, que se debe
ms a una ambicin de analizarse con
nes teraputicos que a una curiosidad
cientca. En otras palabras, Freud es al
mismo tiempo un heredero de los cient-
cos soadores del siglo XIX y el iniciador
de una nueva prctica que arrojar, tras
la Segunda Guerra Mundial, una sospe-
cha sobre la auto-observacin onrica. En
adelante, tan slo se har partcipe de las
ensoaciones nocturnas a los terapeutas
y a los ntimos.
Alrededor de 1900 se desarrollaron
asimismo nuevas investigaciones sobre
el sueo siolgico y los sueos. Tales
trabajos se apoyaban en cuestionarios,
observaciones y ensayos llevados a cabo
en el laboratorio sobre voluntarios dor-
midos o sobre animales. Las investigacio-
nes acometidas relativizaron el alcance
de la introspeccin de los expertos so-
adores, insistiendo sobre la necesidad
de observaciones objetivas. Tesis que
defendi Nicolas Vaschide en su obra
de sntesis Le sommeil et les rves (1911).
A partir de ese momento, si silogos
o psiclogos apuntan sus producciones
nocturnas, no las publican, salvo raras
excepciones.
Pese a todo, la costumbre de recopilar
y de dar a leer los propios sueos no ha
desaparecido. Aunque se ha refugiado en
el campo de la literatura. Lectores impe-
nitentes de Freud, de Maury y de Hervey
de Saint-Denys, los surrealistas han re-
tomado y transformado la tradicin del
relato escrito de alguna manera bajo el
dictado del sueo, segn expresin de
Charma. Como consecuencia y, a menu-
do, bajo la inuencia del psicoanlisis,
muchos escritores, como Michel Leiris y
Hlne Cixous en estos ltimos aos, han
publicado los relatos de sus sueos.
Jacqueline Carroy, directora de estudios a la
Escuela de Estudios Superiores de Ciencias
Sociales, trabaja en historia de la psicologa.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
LE SOMMEI L ET LES RVES. ETUDES PSY-
CHOLOGI QUES SUR CES PHNOMNES ET
LES DI VERS TATS QUI SY RATTACHENT.
A. Maury. Didier, 1861, 3
a
edicin.
Bibliothque numrique Gallica; 1865.
CONTER LES RVES. LA NARRATI ON DE
LEXPERIENCE ONIRIQUE DANS LES OUVRA-
GES DE LA MODERNIT. J. D. Gollut. Ed.
Jos Corti, 1991.
LE SOMMEIL ET LES RVES ET AUTRES TEX-
TES. J. Delboeuf. Pars, Fayard, 1993.
LES RVES ET LES MOYENS DE LES DI RI -
GER. OBSERVATIONS PRATIQUES. M. J. L.
dHervey de Saint-Denys. Pars, Amyot
1867, reeditado por Oniros, 1995.
ALFRED MAURY, RUDI T ET RVEUR. LES
SCIENCES DE LHOMME AU MILIEU DU XIX
E

SICLE. Dirigido por J. Carroy y N. Ri-
chard. Presses Universitaires de Rennes,
2007.
La descripcin freudiana del trabajo del sueo
es una sntesis del trabajo de sus predecesores.
12 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
N
ingn perro compone msica, ningn
delfn habla en verso, ni ningn papaga-
yo soluciona ecuaciones con dos incgnitas. El
talento de estos animales no les llega para tales
funciones. Sin embargo, el intelecto humano
no es algo que haya cado del cielo. Tiene que
haber surgido en el transcurso de la evolucin,
pues, segn la tesis neurocientca, la cons-
ciencia, el pensamiento, toda planicacin y
toda actuacin guardan relacin directa con
el cerebro.
Desde un punto de vista anatmico, el cere-
bro humano actual se asemeja estrechamente
al de otros antropoides. Lo que, por otra parte,
no ha de sorprendernos, pues hace unos siete
millones de aos poblaban la Tierra antepasa-
dos comunes al hombre y al chimpanc. Pero,
no tiene que haber algo especial en el cerebro
del hombre moderno, capaz de unas capaci-
dades intelectuales tan excepcionales? O acaso
Homo sapiens no es mucho ms inteligente que
los animales?
El hecho cierto es que medir la inteligencia
de los animales y establecer comparaciones
adecuadas no constituye una tarea sencilla.
Los animales ni leen ni hablan. No podemos
aplicar a las ratas, ni a los monos ningn test
de cociente intelectual al uso.
Para obviar el problema del lenguaje, los
investigadores de la conducta han ideado
diversos procedimientos aproximativos. La
psicologa comparada, por ejemplo, investiga
especies capacitadas, de forma mayoritaria
aves y mamferos, primates sobre todo, taxn
al que, lo mismo que el hombre, pertenecen
los simios. En el repertorio de pruebas encon-
tramos las relativas al aprendizaje, la memo-
ria o la comprensin numrica, as como las
relacionadas con las conductas dirigidas a la
solucin de problemas, en las cuales se logra
concluir determinadas tareas mediante el uso
de la inteligencia.
Han pasado a la fama los experimentos rea-
lizados por Wolfgang Khler (1887-1967) con
antropoides, por la poca de la Primera Guerra
Mundial: los chimpancs llegaban por s mis-
mos a la idea de apilar varias cajas o de construir
largos palos para alcanzar la fruta que colgaba
en lo alto de una esquina. Semejante capacidad
asociativa supuso una enorme sorpresa.
Se busca exibilidad mental
Los eclogos de la conducta y los neuroec-
logos (eclogos cognitivos se les denomina
tambin) ponen, en cambio, su conanza en
las observaciones de campo, con los animales
en estado libre. La mayora de ellos valoran
especialmente la exibilidad de la conducta:
Cundo muestran los elefantes empata en las
reuniones sociales? Cmo cooperan los peces
en las incursiones de bsqueda de alimento?
Dominan los monos el arte de engaar a sus
congneres en caso de necesidad?
La capacidad de innovacin de una especie se
considera signo de inteligencia. As, los investi-
gadores registran cundo diferentes individuos,
de manera independiente entre s, descubren
nuevas maneras de conseguir comida de una
forma mejor o ms rpidamente. Las grullas
verdes, por ejemplo, lanzan ocasionalmente ob-
jetos al agua para atraer a los peces curiosos;
un truco encontrado de forma espordica repe-
tidas veces por los ornitlogos en estos pjaros
en distintos lugares muy alejados entre s.
En lo referente a la forma de valorar la in-
teligencia animal, los estudios llegan a la
conclusin de que hasta ahora hemos venido
infravalorando su extensin, sobre todo en los
Evolucin
de la inteligencia
Al ser humano se le considera la criatura ms inteligente entre todos los organismos.
No debera ser entonces su cerebro tambin especial?
URSULA DICKE Y GERHARD ROTH
RESUMEN
Somos especiales?
1
El hombre es el ms
inteligente de todos los
organismos. Pero hay haza-
as intelectuales alcanzadas
por grandes simios, aves,
ballenas y delnes.
2
En casi todos los as-
pectos, la diferencia
entre el cerebro humano y
el de otros mamferos es
slo cuestin de grado. Sin
embargo, el cerebro hu-
mano posee la mayora de
las neuronas en la corteza
cerebral.
3
Unicamente el rea de
Broca, una estructura
interconectada que acta
como centro del lenguaje
sintctico-gramatical, repre-
senta una clara excepcin.
De ah que el lenguaje
encierre la clave de la inte-
ligencia humana.
1. EL ARQUITECTO DE LA
TEORIA DE LA EVOLUCION.
La doctrina de Charles Darwin
(1809-1882) sobre la ascenden-
cia del hombre ha promovido
el replanteamiento de diversas
reas cientcas, incluida la
investigacin cerebral.
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Pequeos
y grandes
cerebros
Cachalote 9000
Elefante africano 4200
Gran delfn 1350
Hombre 1350
Caballo 510
Gorila 500
Buey 490
Chimpanc 380
Len 260
Mono rhesus 88
Perro 64
Gato 25
Rata 2
Ratn 0,3
(Datos tomados de Haug, 1987)
animales situados fuera del grupo de los pri-
mates. As, el eclogo de la conducta Redouan
Bshary (ahora en la Universidad de Neuchtel)
y sus colaboradores descubrieron hace algunos
aos la inteligencia social de los peces seos:
los peces limpiadores asean de forma parti-
cularmente ejemplar a otro pez (vase la gu-
ra 2) cuando otros potenciales clientes rondan
por las cercanas y stos por su parte parecen
observar meticulosamente al dispensador del
servicio y valorar su trabajo.
Igual de sorprendente resulta en los peces su
inteligencia prctica. Los primates no son los
nicos que conocen el uso de instrumentos;
tambin las percas coloreadas los utilizan y se
valen de hojas como si fueran cochecitos de
nio para acarrear su puesta.
Se han descubierto en muchos otros ani-
males rendimientos inteligentes tpicamente
primates, desde los delnes, que se ocupan de
sus semejantes heridos, a las palomas, que en el
laboratorio aprenden a clasicar mediante pi-
cotazos en la categora de rboles las tarjetas
adecuadas. Llegara a probarse que todos los
animales son igual de inteligentes si se pudiera
investigar con ellos el tiempo suciente, tal y
como Euan Macphail, de la Universidad brit-
nica de York, sostuvo hace unos pocos aos?
Aunque este bilogo de la conducta excluy
precavidamente al ser humano de la compa-
racin, la comunidad cientca no comparte
en general la tesis de Macphail.
La mayora de los expertos consideran que,
por trmino medio, los mamferos y los pjaros
son ms inteligentes que los peces, los anbios
y los reptiles. Entre las aves, destacan los papa-
gayos, las lechuzas y los cuervos en inteligencia;
y en los mamferos se sitan a la cabeza los
primates conjuntamente con el grupo formado
por las ballenas y los delnes. En el caso de los
mamferos marinos, las ballenas dentadas rapa-
ces (grupo al que pertenecen todos los delnes
y tambin los cachalotes) parecen ser ms listos
que las ballenas barbadas, que no son cazado-
ras, como es el caso de la ballena azul. En los
primates hay signicativas diferencias entre los
prosimios y los simios autnticos; y, en relacin
con estos ltimos, entre los monos pequeos
(los macacos) y los grandes o monos antropoi-
des. Dentro de los antropoides, los chimpan-
cs, los bonobos o chimpancs pigmeos y los
hombres superan en inteligencia a los gibones,
orangutanes y gorilas. Y, como siempre, por
ms vueltas que se den a las clasificaciones,
el ms inteligente siempre es Homo sapiens.
Sin embargo, son estas diferencias entre el
hombre y los animales realmente de naturale-
za cualitativa o, en otras palabras, posee el ser
humano capacidades intelectuales completa-
mente especcas? Un entendimiento causal
en la produccin de instrumentos y en su uso,
lenguajes con reglas gramaticales simples,
el autorreconocimiento frente a un espejo, el
engao, la imitacin y la imputacin de un
mundo mental al otro (theory of mind), todas
stas son facultades que poseen los grandes
monos de forma irrefutable. Tan slo se discute
si dichas facultades se encuentran presentes al
mismo nivel que en los seres humanos adultos
o son ms bien niveles previos, como los que
existen en los nios de tres o cuatro aos. Tam-
bin las ballenas, los delnes e incluso algunas
aves poseen algunas de estas capacidades inte-
lectuales superiores. En el caso de los peque-
os monos se encuentran indicios del uso de
instrumentos y del empleo de engaos, pero el
resto de las capacidades o bien no estn ntida-
mente probadas o bien son discutibles.
En qu caractersticas cerebrales puede
basarse una inteligencia elevada? Lo prime-
ro que salta a la vista es el tamao absoluto
del cerebro. Pero, son realmente los animales
con los cerebros ms voluminosos los ms lis-
tos? Abundan las excepciones que se apartan
de semejante relacin directa: animales rela-
tivamente inteligentes como el papagayo, el
cuervo, la rata y los monos pequeos, de talla
reducida, poseen tambin un cerebro corres-
pondientemente pequeo, mientras que al-
gunos animales poderosos como el caballo
y la vaca que poseen grandes cerebros no se
caracterizan precisamente por su chispeante
inteligencia.
El hombre, en cambio, a pesar de ser el animal
ms inteligente sobre la Tierra, no ocupa una po-
sicin cimera ni en lo relativo al tamao corporal
ni tampoco en lo referente a su masa cerebral
(de 1,3 a 1,4 kilogramos). En este ltimo aspec-
to el elefante (con hasta 5 kilogramos de masa
cerebral) y el cachalote y la orca (con entre 8 y
10 kilogramos) le superan ampliamente. El peso
absoluto del cerebro no puede ser, por tanto, el
nico fundamento de la inteligencia elevada.
La medida media relativa
En el pasado se especul mucho sobre la signi-
cacin del peso cerebral relativo es decir, la
relacin entre masa cerebral y masa corporal,
pues aqu pareca que el ser humano ocupaba
una posicin seera. De hecho, nuestro cerebro
2. LA CONFIANZA LO ES TODO.
Los peces valoran la credibili-
dad. Por eso el pez limpiador
comn asea a su cliente (aqu
un barbo del mar Rojo) sin
mordisquear su piel... al menos
mientras los otros miran.
Ballena
dentada
Hombre
Perro
Liebre
Chimpanc
Musaraa
1cm
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representa un dos por ciento aproximadamen-
te de nuestro peso corporal; en el caso de la ba-
llena azul no llega a una centsima parte (vase
la gura 3, arriba). Sin embargo, tampoco en
esta relacin nos hallamos en la cumbre, ni
tan siquiera en el grupo de cabeza, pues esta
vez son los ms diminutos del reino animal
los que nos sobrepasan: algunos de los monos
ms pequeos, murcilagos y ratones poseen,
en relacin con su peso corporal, mucho ms
cerebro que nosotros; en el caso de las musa-
raas, el cerebro alcanza el diez por ciento de
la masa corporal.
Por una parte, como es lgico, los animales
pequeos tienen cerebros pequeos y los ani-
males grandes, cerebros grandes. Pero, por otro,
en relacin con el peso cerebral relativo, la si-
tuacin es completamente opuesta: en relacin
con su peso corporal, los animales pequeos tie-
nen cerebros grandes y los animales grandes
tienen cerebros pequeos. La explicacin de tal
divergencia descansa en la masa cerebral, que
crece, de forma absoluta paralelamente al peso
corporal con el transcurso de la evolucin, pero,
al no hacerlo tanto como el peso total, el cere-
bro disminuye relativamente. Los cerebros de
algunos mamferos, incluido el del hombre, se
encuentran por encima de la media de los cere-
bros de todos los mamferos ( gura 3, abajo).
Estos hechos pueden describirse desde el
enfoque de los grados de cerebracin (en-
cefalizacin). Se trata de un valor que puede
expresarse como cociente de encefalizacin
(CE). Dicho parmetro seala la medida en la
que el peso cerebral relativo de una especie
animal diverge de la media correspondiente
a su clase animal (vase el recuadro Grado de
cerebracin). Es precisamente en relacin con
ese guarismo cuando el cerebro del ser humano
se coloca en una posicin puntera, pues es casi
ocho veces ms pesado que lo que sera de espe-
rar en un mamfero medio de su peso. Tras de
nosotros vienen algunos delnes pisndonos los
talones: su cerebro es de cinco a seis veces ms
grande que su valor medio correspondiente.
Una observacin detallada pone de relieve algu-
nos detalles sorprendentes que, salvo que el CE
tenga tambin otros signicados desconocidos
hasta ahora, indican la existencia de grados de
inteligencia insospechados. As, los gibones y al-
gunos monos pequeos, como los capuchinos o
los monos de cola prensil, presentan un CE ms
alto (2,3 hasta 4,8) que los chimpancs ms listos
e incluso algunos prosimios tienen tambin un
CE ms elevado que los dotados gorilas.
El CE puntero del cerebro humano se debe a
un proceso evolutivo muy singular. Los prime-
ros homnidos los australopitecos, a los que
perteneca la famosa Lucy vivieron hace tres
o cuatro millones de aos. Posean un cerebro
que, con aproximadamente 450 centmetros c-
bicos, apenas era mayor que el de los chimpan-
cs actuales. Durante un perodo temporal de
aproximadamente un milln y medio de aos
no se cambi mucho a este respecto.
Hace unos dos millones de aos, el cerebro
inici un progreso acelerado de agrandamiento.
Con la aparicin de Homo habilis, que utilizaba
ya instrumentos de piedra, se distingui por po-
seer un volumen cerebral de aproximadamente
700 centmetros cbicos. El advenimiento de
Homo erectus, hace 1,8 millones de aos, supuso
un incremento cerebral hasta alcanzar entre
800 y 1000 centmetros cbicos. Finalmente,
el moderno Homo sapiens, quien empez a po-
blar la Tierra hace unos 100.000 aos, aument
considerablemente esa capacidad hasta abarcar
de 1100 a 1800 centmetros cbicos.
Una pequea gota de amargura nos queda
sin embargo. Dentro de los homnidos no es
3. LA COMPETICION
DE LOS MAMIFEROS.
Al aumentar el peso corporal,
el peso cerebral relativo dismi-
nuye de forma drstica. Pero
el hombre, por el contrario,
tiene un cerebro comparativa-
mente muy grande, igual que
otros primates y los delnes
(arriba). Algunos tipos de mu-
saraas, los ratones, el perro,
el caballo y el elefante africano
desarrollan un cerebro grande
de promedio, pues sus cifras
se encuentran justo encima
del gradiente de regresin.
Chimpanc, hombre y delfn
poseen un cerebro grande, por
encima de la media (abajo).
Rata
Ardilla
Gato
Mono rhesus
Chimpanc
Delfn negro
Hombre
Perro
Cerdo
Caballo
Ballena azul
Hipoptamo
Cachalote
Elefante africano
Ratn B
Ratn A
Musaraa A
Musaraa B
Murcilago
0,0001 0,01 1 100 10.000
10.000
1000
100
10
1
0,1
1.000.000
Rata
Ardilla
Gato
Mono
rhesus
Chimpanc
Delfn negro
Hombre
Perro
Cerdo
Caballo
Ballena azul
Hipoptamo Cachalote
Elefante
africano
Ratn A
Ratn B
Musaraa A
Musaraa B
Murcilago
0,0001 0,01 1 100 10.000
10
1
0,1
0,01
0,001
1.000.000
Peso corporal en kilogramos
(representacin logartmica)
Peso corporal en kilogramos
(representacin logartmica)
Erizo
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Rata
Ardilla
Gato
Mono rhesus
Chimpanc
Delfn negro
Hombre
Perro
Cerdo
Caballo
Ballena azul
Hipoptamo
Cachalote
Elefante africano
Ratn B
Ratn A
Musaraa A
Musaraa B
Murcilago
0,0001 0,01 1 100 10.000
10.000
1000
100
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1.000.000
Rata
Ardilla
Gato
Mono
rhesus
Chimpanc
Delfn negro
Hombre
Perro
Cerdo
Caballo
Ballena azul
Hipoptamo Cachalote
Elefante
africano
Ratn A
Ratn B
Musaraa A
Musaraa B
Murcilago
0,0001 0,01 1 100 10.000
10
1
0,1
0,01
0,001
1.000.000
Peso corporal en kilogramos
(representacin logartmica)
Peso corporal en kilogramos
(representacin logartmica)
Erizo
Erizo
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9
9
8
16 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Grado
de cerebracin
Cociente de encefaliza-
cin* (CE) de algunos
mamferos seleccionados:
Hombre 7,4-7,8
Delfn 5,3
Mono capuchino hasta 4,8
Gibn 1,9-2,7
Chimpanc 2,2-2,5
Mono
del viejo mundo 1,7-2,7
Ballena 1,8
Mono
de penacho blanco 1,7
Gorila 1,5-1,8
Zorro 1,6
Elefante africano 1,3
Morsa 1,2
Camello 1,2
Perro 1,2
Ardilla 1,1
Gato 1,0
Caballo 0,9
Oveja 0,8
Ratn 0,5
Rata 0,5
Conejo 0,4
(segn Jerison, 1973)
*El CE seala la desviacin del
tamao del cerebro de una
especie del tamao cerebral
esperado correspondiente a
una especie estndar (aqu
el gato) de la misma unidad
sistemtica.
el hombre moderno el que ha gozado de un
cerebro mayor, sino el neandertal (Homo nean-
derthalensis) con una capacidad de entre 1400
y 1900 centmetros cbicos. Los neandertales
realizaron sepulturas para los muertos y fabri-
caron instrumentos renados, pero nadie sabe
exactamente cun inteligentes eran, ni por qu
se extinguieron. Sea como fuere, lo cierto es
que, en contra de la corriente habitual seguida
por la evolucin, el cerebro de los homnidos
creci en peso y en volumen ms rpidamente
que el resto del cuerpo.
Un crecimiento lleno de misterios
A ese proceso singular se le denomina alome-
tra cerebral positiva. Hasta el momento pre-
sente no hemos sido todava capaces de expli-
carlo de forma acabada. En todo caso, muchos
de los rasgos considerados como tpicamente
humanos, como son la marcha erguida o el uso
de instrumentos, no dependen directamente de
la alometra cerebral positiva: estas capacidades
haban aparecido ya mucho antes de que el cere-
bro humano se engrosara de forma signicativa
por encima del nivel del resto de homnidos.
Segn se presume, un aumento general de
la tasa de crecimiento cerebral tuvo lugar de
forma simultnea con el alargamiento de la in-
fancia, perodo en el cual en la especie humana
el cerebro contina creciendo. Como el creci-
miento del cerebro consume mucha energa,
hubo que conseguir una alimentacin rica en
caloras, lo que resulta tanto ms fcil cuanto
ms inteligente se es. De esta manera se puso
probablemente en marcha un proceso evoluti-
vo que se reforzaba a s mismo.
Es posible, por otra parte, que la inteligencia
no dependa del peso absoluto o relativo del ce-
rebro, sino sobre todo del grosor de la corteza
cerebral? Como han atestiguado incontables
observaciones mdicas y procedentes de las
neurociencias, el neocrtex debe considerarse
la sede de la mente y de la consciencia, as
como la de todas las otras facultades cognitivas
que nos caracterizan como seres humanos.
Sin embargo, tambin aqu nos espera una
sorpresa decepcionante. Las ballenas, los del-
nes y los elefantes tienen un neocrtex mayor
que el nuestro. Y cuando se investiga dicho es-
tado de cosas, se pone de maniesto adems
que el neocrtex como muchos creen no
viene determinado por algn factor especial
de seleccin. Depende simplemente del tama-
o cerebral. Se reconoce aqu otro ejemplo de
alometra positiva: cuando se produce un creci-
miento general del volumen del cerebro, la su-
percie ms externa de la corteza cerebral crece
algo ms deprisa que el resto del cerebro.
As ha acontecido en el caso del hombre,
que posee exactamente la corteza cerebral que
corresponde al tamao de su cerebro. Y, como
el cerebro de las ballenas, delnes y elefantes es
todava mayor que el del hombre, estos animales
tienen una corteza mucho ms grande y tortuo-
sa; lo que se predica lo mismo de la masa absolu-
ta que de la relativa del tamao cerebral.
Ahora bien, como saben la mayora de los bi-
logos de la conducta y neurobilogos, los ani-
males mencionados son esencialmente menos
inteligentes que los chimpancs o los bonobos
con sus cerebros mucho ms pequeos.
En relacin con la corteza prefrontal, consi-
derada la sede de la inteligencia, de la perso-
nalidad, de la razn y de la planicacin y la
actuacin, la ciencia no ha avanzado mucho
ms. En la propia bibliografa especializada,
hallamos a menudo la armacin de que el
cerebro humano, en comparacin con el de los
otros primates, posee un prosencfalo especial-
mente grande. Pero lo cierto es que las nuevas
mediciones realizadas no conrman tal aserto.
La comparacin con los no primates es, por una
parte, difcil, porque desconocemos qu parte
de la corteza cerebral se corresponde en ellos
con la corteza prefrontal. Por otro lado, es pro-
bable que la corteza prefrontal crezca simple-
mente de forma proporcional con el cerebro:
un cerebro grande implica una corteza cerebral
grande y tambin un prosencfalo grande.
El ser humano no posee, pues, el cerebro
ms grande de todos los seres vivos, ni desde
el punto de vista absoluto ni desde el relativo,
aun cuando es mucho mayor de lo que cabra
esperar de su cotejo con el de otros animales
de un tamao asimilable. En realidad, no se ha
avanzado ningn argumento slido que nos
permita armar que el peso cerebral relativo
desempee algn papel, por mucho que se con-
ara en que nos caracterizaba. Y tampoco en
lo referente al tamao de la corteza cerebral
constituye una singularidad. Qu es, entonces,
lo que se ofrece desde la neurobiologa como
el mejor correlato de la inteligencia?
Por anatoma conocemos que el cerebro se
compone de neuronas y de clulas de la gla,
con misin stas de aprovisionamiento de
aqullas. Cuantas ms neuronas haya, ms ex-
tensas y efectivas sern las redes neuronales.
De las redes dependen directamente nuestras
percepciones, recuerdos, planes y pensamien-
Glosario
NEOCORTEX
Tambin denominado isocrtex.
Es la sede de las facultades
mentales superiores. A diferen-
cia del hipocampo, la corteza
olfatoria y la corteza lmbica
(lo que en conjunto forma el
alocrtex), presenta una estruc-
tura en seis estratos y slo se
encuentra en los mamferos.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 17
tos. Pero un cerebro grande no implica autom-
ticamente un mayor nmero de neuronas. Las
cosas encierran mayor complejidad. As, cuanto
ms disminuye el nmero de clulas nerviosas
corticales por unidad de volumen es decir,
la densidad neuronal tanto ms gruesa es
la corteza. La razn de esta proporcin inver-
sa es que los grandes cerebros requieren una
manutencin muy costosa, lo que explica la
nutrida proporcin de clulas de la gla y de
vasos sanguneos en la corteza.
Por otro lado, en muchos mamferos, al
aumentar el tamao del cerebro, aumenta
tambin el espesor de la corteza. Por eso, el
neocrtex de los ratones mide de media slo
0,8 milmetros; en el ser humano llega a tener
3 milmetros. Esta circunstancia hace que casi
se compense en el hombre la disminucin de
la densidad neuronal.
Una excepcin llamativa nos la ofrece la cor-
teza cerebral de ballenas, delnes y elefantes,
cuya densidad neuronal es esencialmente me-
nor. Al propio tiempo, la corteza es ms delga-
da; adems, no est claro que se divida en seis
capas. Aunque nadie acierta a dar una explica-
cin del fenmeno, da la impresin de que ese
tipo de corteza guarda relacin con el enorme
engrosamiento experimentado por la masa to-
tal del cerebro (a la manera en que la supercie
de un globo hinchado se estira y adelgaza).
Quien, a partir del volumen cortical y de la
densidad neuronal, cuente en los mamferos el
nmero total de neuronas corticales, compro-
bar que el ser humano posee 11,5 millardos de
neuronas en la corteza, ms que cualquier otro
animal. Combina una corteza cerebral bastan-
te gruesa con una densidad neuronal bastante
elevada. Sin embargo, la diferencia del hombre
con las ballenas y los elefantes apenas llega a
ser de medio millardo, discrepancia mnima
que no explica adecuadamente la disparidad
de inteligencia existente entre estos animales
y el ser humano.
Factores que determinan
el rendimiento de la red
Qu otros factores determinan la capacidad
de las redes neuronales? Bajo sospecha se en-
cuentran la densidad de los nodos conectivos,
la distancia entre las clulas nerviosas y la ve-
locidad de conduccin de sus prolongaciones
(dendritas y axones). Hasta donde sabemos, la
corteza cerebral no diere de un mamfero a
otro en lo referente a la densidad de sus co-
nexiones. Es cierto que desconocemos el nme-
ro de sinapsis por neurona cortical en el caso
de las ballenas y los elefantes, pero es suma-
mente posible que no se queden muy lejos de
las de los seres humanos, que son alrededor
de 30.000. En cambio, las capas mielnicas,
fabricadas por las clulas de la gla, de las pro-
longaciones nerviosas son en las ballenas y en
los elefantes mucho ms nas que en el hom-
bre, lo que puede observarse sin ambigedad
alguna. A consecuencia de este aislamiento
de los cables ms delgado, las bras conducen
los impulsos elctricos de forma considerable-
mente ms lenta. Agrguese que, por mor de
la enorme masa cerebral de estos animales, las
distancias entre las diferentes clulas nerviosas
resultan mucho mayores, lo que conlleva que
la conduccin se alargue.
La corteza cerebral del ser humano alberga
slo unas cuantas clulas nerviosas ms que
las de la ballena, el delfn y el elefante. Sin
embargo, a pesar de tener una densidad de
sinapsis equiparable, en el cerebro humano la
distancia interneuronal es ms corta y la trans-
misin axonal, ms rpida. La suma de ambos
factores produce un aumento de la velocidad
de trabajo de la red nerviosa, lo que, parcial-
mente al menos, permite explicar la diferencia
de inteligencia entre el hombre y los animales
dotados de un cerebro grande.
Sin embargo, todas las diferencias considera-
das hasta ahora poseen un carcter puramente
cuantitativo. Los investigadores no han logrado
4. BRUSCO DESARROLLO.
Al contrario que los restantes
primates y los australopiteci-
nos, durante la evolucin del
gnero Homo el volumen cere-
bral aument en comparacin
con el peso corporal. Por lo
dems, entre todos los homni-
dos no es el hombre moderno,
sino el neandertal, con hasta
1900 centmetros cbicos (no
recogido en la grca), el
ganador en relacin con el del
rasgo tamao cerebral.
Homo habilis
Australopithecus boisei
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Australopithecus robustus
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Homo erectus
Homo sapiens
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Peso corporal en kilogramos
(representacin logartmica)
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18 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
establecer alguna peculiaridad anatmica o -
siolgica en el cerebro humano que no se halle
presente tambin en los animales. Slo hay una
excepcin a esta regla: el rea del lenguaje de
Broca, situada en el cerebro izquierdo. Muchos
mamferos y aves disponen de complicados
medios de comunicacin especcos. Pueden
incluso dar informacin sobre objetos, indivi-
duos y sucesos que no se encuentren presentes,
pero frases con una gramtica complicada slo
podemos construirlas los humanos.
La mayora de los investigadores est de
acuerdo en que los chimpancs, los gorilas, los
delnes y los papagayos se hallan capacitados
para entender y utilizar frases del lenguaje
humano de hasta tres palabras de extensin
transmitidas por va oral, gestual o simblica.
Pero, al propio tiempo, se mantienen unnimes
en que un entrenamiento de aos no faculta a
esos animales para superar el nivel lingstico
de un nio de entre dos y medio y tres aos.
En el caso de los seres humanos la gramtica
y el vocabulario explotan a partir de esa edad,
que es justo cuando el rea de Broca alcanza un
nivel conectivo sucientemente desarrollado.
Se cree que nuestro lenguaje sintctico-gra-
matical data de hace entre 80.000 y 100.000
aos. Se trata de un logro evolutivo bastante
reciente. La causa de su surgimiento sigue per-
maneciendo en la oscuridad [vase Desarrollo
de la mente moderna, por C. McPherson Smith;
MENTE Y CEREBRO, n.
o
25]. Lo nico claro es que
el desarrollo de un lenguaje complejo aument
enormemente las facultades intelectuales que
ya tena el hombre y que comparte en distinta
medida con otros animales.
Resulta innegable que el pensamiento y la ca-
pacidad de resolver problemas se hallan vincu-
lados, en ltimo trmino, al lenguaje. Hablado
y escrito constituyeron una catapulta para el
incremento de la capacidad intelectual. El len-
guaje, un pequeo paso en la evolucin, supuso,
en cambio, un gran salto para la humanidad.
Un nuevo grupo de animales ha empezado
recientemente a estar dentro del foco de la inves-
tigacin: las aves. Los papagayos y los cuervos
muestran capacidades intelectuales que, en
opinin de muchos expertos, pueden compa-
rarse con las de los primates no humanos. Se
mencionan a este respecto las habilidades lin-
gsticas y otras capacidades cognitivas que el
papagayo gris Alex, bajo las instrucciones de
la investigadora Irene Pepperberg, llev a cabo
hace unos pocos aos [vase Aves habladoras,
por Ch. Scholtyssek; MENTE Y CEREBRO n.
o
17].
Cuervos listos
De entonces hasta ahora se han realizado nu-
merosos experimentos con cuervos (crvidos).
Dichas investigaciones nos han mostrado que
algunos tipos, as el cuervo de Nueva Caledonia
(Corvus moneduloides), dispone de una extraor-
dinaria capacidad de elaboracin y uso de ins-
trumentos, amn de una fantstica memoria
espacial, puesta de maniesto en el escondite
de comida. Cuando preparan y visitan el escon-
drijo, tienen en cuenta no slo la fecha de ca-
ducidad del alimento, sino tambin si alguien
les observa mientras estn realizando el camu-
aje; y, en ese caso, escenican maniobras de
engao. Algunos crvidos muestran, segn la
opinin de los investigadores, un pensamiento
causal y una importante exibilidad cogniti-
va, reejada en su capacidad para comprender
rpidamente nuevos contextos y saberlos ex-
plotar en su provecho. A ello hay que aadir la
presencia de un pensamiento previsor y de una
elevada capacidad imaginativa. Todas ellas son
facultades hasta ahora reservadas a los prima-
tes, si no a los antropoides.
Unos resultados espectaculares. Venase
aceptando entre neurobilogos, psiclogos y
lsofos que slo una corteza cerebral de seis
estratos propia de primates, ballenas, del-
nes y elefantes posibilitaba una inteligencia
elevada. A partir de estas investigaciones se
puede incluso especular sobre qu tipo de neu-
ronas corticales son necesarias y sucientes
para dar lugar a la empata, la creatividad y
la consciencia. Se ha observado, sin embargo,
que la conducta de las aves, peces, anbios y
reptiles se encuentra en buena medida unida
al instinto y que apenas se ve determinada
por el aprendizaje. Tales observaciones pare-

La cantidad
lo es todo?
Nmero de neuronas
corticales en millones:
Hombre 11.500
Elefante africano 11.000
Chimpanc 6200
Gran delfn 5800
Gorila 4300
Mono rhesus 480
Mono calavera 480
Comadreja 27
Erizo 24
Rata 15
(calculado a partir de datos
tomados de Haug, 1987)
5. LOS INSTRUMENTOS
ANIMALES.
Este cuervo de Nueva Caledo-
nia (Corvus moneduloides) uti-
liza un palo como instrumento
para hacerse con una golosina
escondida.
D
P
A
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 19
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
BRAIN EVOLUTION AND COG-
NI TI ON. G. Roth y M. F.
Wullimann. Wiley; Nueva
York, 2001.
cen estar en concordancia con el hecho de que
todos estos animales no posean un crtex de
seis capas.
Los bilogos suponen que el telencfalo de
las aves, bastante notable, se compone de es-
tructuras que en su origen se corresponden con
una parte de los ganglios basales (estriado y
plido) de los mamferos, a los que se consi-
dera la sede de los instintos. Ms adelante se
comprob que la capa externa del telencfalo
de las aves ahora denominada pallium no
tena nada que ver ni anatmica ni siolgica-
mente con el estriado/plido de los mamferos.
A primera vista, el pallium de las aves no posee
ninguna semejanza anatmica con el neocr-
tex: se trata de una masa neuronal sin estrati-
cacin alguna. Los escasos estudios realizados
sobre su estructura celular muestran que no
hay neuronas de enlace equiparables con las
clulas piramidales. Para cumplir este n el
pallium dispone, sin embargo, de clulas estre-
lladas que, al igual que las clulas piramidales,
estn provistas de numerossimas sinapsis en
espina y se hallan entremezcladas con inter-
neuronas estimuladoras e inhibidoras.
A pesar de las evidentes diferencias anatmi-
cas, existen a buen seguro anidades entre el
neocrtex de los mamferos y el pallium de las
aves. En el momento presente los neurobilogos
debaten si ambas estructuras son variedades de
un predecesor comn directo o bien provienen
de precursores distintos. Con independencia de
la solucin a que se arribe, lo que es seguro es
que no se necesita un neocrtex para tener una
inteligencia por encima de la media.
La inteligencia ha surgido durante la evolu-
cin a partir de varios caminos. Esta observa-
cin, que reviste un inters mximo, nos ha
permitido determinar los atributos formales
de la red que constituyen los fundamentos de
la inteligencia superior: por un lado, una
gran red asociativa, densamente entrelazada
y capaz de elaborar y relacionar la informa-
cin sensorial primaria, amn de capaz tam-
bin de almacenar contenidos memorsticos
extensos. Y, por otro, la presencia de lugares
de conexin con una plasticidad elevada, que
permiten construir rpidamente nuevas redes
funcionales.
Pero hay que tener en cuenta que la inte-
gracin de la informacin emocional-afectiva
podra constituir el denominador comn de la
inteligencia superior. Para producir sistemas
con tales propiedades, la evolucin ha nece-
sitado millones de aos. Es de esperar que los
investigadores con este conocimiento en su ba-
gaje consigan desarrollar en algn momento
una autntica inteligencia articial.
Ursula Dicke y Gerhard Roth son catedrticos de
neurobiologa en la Universidad de Bremen, en cuyo
Instituto de Investigacin Cerebral trabajan.
Glosario
CELULAS
PIRAMIDALES
Clase importante de neuronas
con forma piramidal situadas
en el neocrtex. Sus largas
prolongaciones permiten unir
las clulas nerviosas con otras
neuronas situadas en reas
cerebrales remotas.
No hace todava muchos aos que la anatoma comparada consideraba que el telencfalo
de las aves se compona de estructuras que se correspondan con las del estriado/plido
(parte de los ganglios basales) de los mamferos. Los nuevos conocimientos han puesto
de maniesto que en las aves la sede de las funciones cognitivas reside en el techo del
telencfalo. Esta estructura no procede del estriado/plido, sino, lo mismo que el neocrtex
de los mamferos, de partes del pallium (el manto cerebral) de sus precursores. Por esta
razn ahora se divide en tres partes: nido, meso e hiperpallium (imagen inferior).
Sigue siendo materia de discusin si el crtex de los mamferos y el pallium de las aves
tienen un antecesor comn. Algunos investigadores creen que s y relacionan el meso/
nidopallium con el crtex asociativo de los mamferos (comprese la hiptesis B con la
imagen superior). Otros suponen que en las aves slo el pallium ventral origin el meso y
el nidopallium, mientras que en los mamferos este pallium ventral dio lugar a la amgdala
(comprese la hiptesis A con la imagen superior). La amgdala, que tan importante es para
la elaboracin de las emociones, posee de hecho una semejanza anatmica clara con el
meso y el nidopallium y mantiene relaciones similares con las otras partes del cerebro.
Si esta explicacin es vlida, las aves habran hecho del pallium ventral de sus
predecesores anbios el fundamento de su elevada inteligencia, mientras que los ma-
mferos habran fundamentado el desarrollo de la suya sobre material ms antiguo. De
esta manera, las estructuras que hacen posible el desarrollo de la inteligencia habran
surgido durante la evolucin a partir de dos caminos distintos.
El cerebro de las aves y su enigmtica procedencia
MAMIFERO
AVE
Hiptesis A
Hiptesis B
Neocrtex
sensorial
Hipocampo
Neocrtex
asociativo
Estri-
ado
Plido
Diencfalo
Amgdala
Crtex
olfatorio
Hiperpallium
Mesopallium
Nidopallium
Estriado
Plido
Crtex
olfatorio
Hipocampo
Mesopallium
Nidopallium
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20 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
V
icente contempla sorprendido el enjambre
de nios, de edades entre dos y tres aos,
que le rodean. Beb! beb! gritan los retacos
que quieren abrazar y tomar en brazos al recin
llegado de nueve meses de edad. Un nio le
ofrece un dado de madera pintado de colores.
Lo coge y empieza a observar con atencin el
juguete por todos lados, luego alguien se lo qui-
ta bruscamente de sus manos. Vicente mira
atnito al ladrn. Una de las dos cuidadoras
del local le recrimina: No tan bruscamente!,
intentando poner paz en el incidente. Flix,
quieres darle a Vicente el dado? S amable;
enseguida volvers a tenerlo.
Para mis investigaciones, el concejo munici-
pal de Viena me facilit las visitas a las guarde-
ras, un permiso excepcional, que contraviene
la tesis de que los visitantes extraos crean
inquietud en el grupo. Llev a mi hijo porque
me interesaba observar su reaccin ante un
nuevo ambiente lleno de color. La investigacin
coincida, en efecto, con una necesidad perso-
nal: llevar o no mi hijo a la guardera. Para el
ejercicio de mi profesin liberal precisara muy
pronto que alguien cuidara del pequeo, si que-
ra concentrarme en el trabajo. Mi duda era si
benecia al nio el contacto precoz posible con
otros de su misma edad.
La lectura del primer artculo especializado
me dej perpleja. Karin Grossmann indicaba
que los nios menores de tres aos sacan, a
lo sumo, un provecho mnimo de tal medida.
A los dos aos se observa, en alguna ocasin,
cierta convivencia armnica. Por regla general
lo que impera es el dominio de los puos: Si
algo no sucede de acuerdo con los propios de-
seos... aparecen disputas y agresiones en las que
la mayora de las veces gana el ms fuerte.
Tambin Liselotte Ahnert, psicloga del de-
sarrollo en la Universidad de Colonia, me con-
rm que mi hijo, a sus nueve meses, saca poco
provecho del contacto con otros nios de su
edad. Es cierto que los bebs tienen intereses
mutuos, explica. Pero estas experiencias no
son todava experiencias de relaciones huma-
nas. Slo a partir de los 18 meses los nios de-
muestran esperar algo concreto de algn nio
concreto, inicindose as la amistad.
Importancia de los compaeros
de juegos
A partir de ese momento los compaeros de
juego van adquiriendo inters creciente. En el
contacto con nios de su misma edad se es-
conde un importante potencial evolutivo; en
el contacto con los de su mismo rango, pre-
cisa Ahnert, es decir, con los miembros de un
grupo entre los que no se dan casos de com-
petencia.
Punto central es el encuentro del nio con
una persona adulta. Aqu el nio slo tiene dos
alternativas: adoptar una actitud defensiva de
rechazo o aceptar la solucin adecuada que se
le ofrece. La situacin cambia cuando los nios
juegan entre s, pues deben de llegar forzosa-
mente a un acuerdo.
En principio llevar a Vicente a la guarde-
ra para que adquiera hbitos sociales resulta
sensato. Mas, puede quedarse tranquila mi
conciencia si durante mucho tiempo relego

DEBEN EXISTIR
LAS GUARDERIAS?
La decisin de llevar el hijo a la guardera provoca ms de un quebradero de cabeza.
La investigacin revela que, en principio, el cuidado de los nios por parte de personas extraas
no les perjudica. Los resultados dependen de unas condiciones favorables
VERENA AHNE
Ni siquiera un nio
de cada diez menores
de tres aos de la antigua
Repblica Federal Alema-
na encuentra hoy sitio en
guarderas pblicas. En
Austria, lo tiene uno de
cada dos o tres.
En septiembre de 2007 el
gobierno federal acord tri-
plicar la oferta hasta llegar
a las 750.000 plazas.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 21
el cuidado del nio a personas extraas? No
faltan noticias inquietantes. La misma agencia
de noticias Associated Press acaba de informar
del renovado debate en torno al cuidado de los
nios por personas extraas durante todo el
da. El propio New York Times revela en un ti-
tular que el comportamiento rebelde de los
nios guarda relacin con su cuidado durante
todo el da por personas extraas. En Welt on
Line, dentro de mi mbito alemn, se lee que
de los nios de guarderas proceden quienes
alteran el orden.
El debate en torno a las guarderas pren-
di a raz de una serie de publicaciones que
recogan los resultados del Estudio NICHD.
Desde el ao 1991, un grupo de investiga-
dores han venido siguiendo la evolucin de
ms de mil nios, a partir de su nacimiento.
Se trata de averiguar si, como consecuencia
del creciente nmero de bebs que pasan el
da en guarderas o con madres-canguro,
no se est conformando una generacin de
jvenes con trastornos sociales, o si, por el
contrario, el cuidado de los nios fuera del
hogar reporta ventajas para ellos mismos y
para la sociedad. En el grupo investigador ha-
ba cientficos partidarios de las guarderas y
otros opuestos a ellas.
En los primeros aos del trabajo, los resul-
tados parecan favorables al cuidado extra-
maternal del nio. Sin embargo, a partir de
2001 los investigadores empezaron a observar
que el cuidado prolongado precoz de los nios
fuera del hogar ejerca efectos indeseables.
En particular, segn valoracin de los padres,
cuidadores y maestros, cuanto ms tiempo a
la semana est el nio en la guardera durante
su primer ao tanto ms precozmente falla
luego en el parvulario y en la escuela prima-
ria. Independientemente del tipo y calidad
de la guardera, se torna difcil, exigente y
agresivo.
Semejante conclusin constituy un acicate
para las asociaciones en pro del cuidado ma-
ternal del nio. Pareca demostrado que el cui-
dado por parte de personas extraas produca
agresividad. Algunas organizaciones se opusie-
ron al proyecto de la ministra Van der Leyen de
crear medio milln de nuevas guarderas.
Pero, examinados con mayor detenimiento
los resultados del estudio NICHD, se aprecia
que las relaciones de causa a efecto no son
tan claras. Del grupo de nios que desde el
nacimiento estuvieron por trmino medio
30 o ms horas a la semana en una guardera,
slo alrededor de un 17 % fracasaron en la en-
1. EN BUENAS MANOS.
Entre las 5:30 y las 19:00 horas
la guardera Matroschka de
Frankfurt acoge hasta los nios
ms pequeos. Esto permite
una gran exibilidad para las
madres trabajadoras.
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22 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
seanza primaria. Y entre los nios cuidados
en casa la cifra oscilaba en torno al seis por
ciento.
Otro punto importante: qu entienden los
adultos participantes en el estudio por ser
agresivo? Por regla general, en los formula-
rios de las encuestas suelen responder: estn
constantemente riendo con los adultos, no
guardan las normas de comportamiento, etc-
tera. Segn Margaret Burchinal, de la Univer-
sidad de Carolina del Norte, responsable de la
valoracin estadstica de los datos del estudio,
sa es la conducta normal entre los nios de
cuatro a seis aos. O es que algunos maestros
quisieran tener ratoncitos asustados en vez de
nios y nias que han aprendido a desenvol-
verse en la guardera?
La valoracin de los resultados del estu-
dio NICHD es difcil y polmica. De entrada,
no hay grupo de control. Ni es el puro azar
quien decide qu nio va y qu nio no va a
la guardera. Es posible que sean los nios ms
difciles aquellos a quienes unos padres sobre-
cargados de trabajo dejen durante ms tiempo
en la guardera. A ello hay que aadir que la
relacin entre la rebelda y el cuidado fuera del
hogar no se mantiene estable a lo largo de los
aos del estudio. Tras un mximo, alrededor
de los cuatro aos y medio, la inuencia ne-
gativa va disminuyendo de forma progresiva.
Segn las publicaciones del ao 2007, deja de
poder demostrarse cuando se llega a los once
o doce aos.
En un segundo anlisis se incluye una dete-
nida valoracin del tipo de custodia del nio
realizado por personas extraas; muestra que
en la sexta clase apenas se aprecia un mnimo
efecto y ello exclusivamente en nios cuida-
dos en guarderas y no en quienes estuvieron
a cargo de familiares o madres-canguro.
Resulta sorprendente el escaso nmero de ni-
os afectados negativamente que asistieron
a guarderas, sobre todo teniendo en cuenta
que, segn el protocolo del estudio, con ao
y medio casi la mitad de ellos y con tres aos
ms del 60% estuvieron mal cuidados en la
guardera recibiendo casi ninguna o poca
dedicacin positiva.
Satisfaccin en Suecia
A principios de los aos ochenta del pasado si-
glo, Bengt-Erik Andersson realiz el denomina-
do Estudio de Gteborg, cuyos resultados en
guarderas infantiles de mejor calidad son muy
diferentes. Andersson emprendi un trabajo a
largo plazo sobre ms de cien nios, desde el
ao de edad hasta la adolescencia. De acuerdo
con los resultados obtenidos, la custodia precoz
en guarderas ejerca un efecto favorable. Los
alumnos de guardera mostraron, llegado el
momento, un mejor rendimiento en sus aos
escolares y fueron calicados por los profeso-
res como los ms competentes desde el punto
de vista social y emocional. Conviene tener pre-
sente que, en Suecia, quienes custodian a los
ms pequeos son pedagogos con formacin
universitaria.
Es sorprendente la atencin que en los me-
dios de comunicacin recibe la supuesta agre-
sividad por culpa de las guarderas, mientras
se silencian otros resultados del estudio NICHD.
El papanatismo y la propaganda podran tener
mucho que ver. Uno de los coautores, Jay Bel-
sky, de la Universidad Birkbeck de Londres, no
se cans de conceder entrevistas a unos pe-
riodistas que, sin fundamento, le calicaban
de prestigioso autor; arm mucho revuelo
en los aos ochenta con sus proclamas contra
las guarderas en Estados Unidos. En el estudio
NICHD, subray su oposicin a las guarderas.
Jennifer Foote Sweeney, coeditora de la revis-
ta por Internet salon.com, acusa a Belsky de
seleccionar los datos: emplea los que hablan
a favor de sus ideas pero silencia los que con-
tradicen su tesis.
Otros resultados que el equipo de investiga-
dores del NICHD viene publicando desde hace
aos pasan, sin razn, inadvertidos. Se ha com-
probado, por ejemplo, que, con independencia
del tipo de cuidados que le presten, los padres
son quienes mayor inuencia ejercen en el de-
sarrollo del nio. Es decir, lo bien o mal que
los pequeos aprendan a hablar, leer o hacer
clculos, el hecho de que su conducta sea vo-
luntariosa, responsable y cooperativa, depende
esencialmente de que los padres ofrezcan en el
hogar un buen ejemplo de riqueza emocional y
estmulos positivos o del grado de formacin
que hayan adquirido.
Uno de los resultados principales desmiente
los presagios negativos que propala Belsky. Los
datos corroboran que, si existe una rme vin-
culacin con la madre, ese lazo no se resiente
por asistencia a la guardera. Un temor esgri-
mido antao, y hoy todava, contra el cuidado
no familiar de los nios.
Qu hemos de entender por vinculacin?
Para John Bowlby, psiclogo del desarrollo,
durante los primeros seis meses de vida el
nio desarrolla una fuerte relacin emocio-
Hasta las
personas mejor
intencionadas, si
no son sus seres
de referencia, se
revelan incapaces
de consolar
a un nio.
EL ESTUDIO NICHD
Lo esencial de la
investigacin sobre
guarderas infantiles
En el marco de un estudio a
largo plazo realizado por el
Instituto Nacional norteame-
ricano de la Salud Infantil
y Desarrollo Humano de
Bethesda, desde 1991 se
vienen recogiendo datos de
ms de mil nios de diez
estados de la Unin. Se
recaba informacin sobre el
entorno de los padres, su
formacin y personalidad,
los ingresos familiares, la
actitud de la madre con el
nio y su grado de vincula-
cin. Con una frecuencia al
menos trimestral se registra
la duracin y el tipo de
custodia que recibe el nio
en ese momento. Adems,
se pregunta sobre el com-
portamiento del nio en la
guardera y en la escuela,
as como sus progresos
cognitivos.
NICHD: National Institute
on Child Health and Human
Development
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 23
nal un vnculo con su principal persona
de referencia (generalmente la madre), que se
va reforzando en los meses subsiguientes. Sa-
bemos ya que un lactante puede vincularse a
dos o ms personas. No obstante, una oferta en
continuo cambio supone para l una excesiva
sobrecarga.
Para demostrar si el vnculo es estable o
inestable, se observa cmo se comporta el nio
cuando la madre lo deja solo con una persona
extraa. Un nio de un ao con un vnculo
estable expresa el dolor de la separacin. Si
la madre aparece al cabo de pocos minutos se
alegra y se le acerca. Por el contrario, los ni-
os con un vnculo inestable reaccionan a
la separacin y reaparicin de la persona de
referencia con indiferencia o con una protesta
estruendosa.
Tambin es muy clara la diferencia por lo
que respecta a la conducta exploradora del
nio. En cuanto puede desplazarse por s mis-
mo, se presentan dos tendencias que entran
en conicto: la necesidad de estar cerca de la
persona de referencia y el deseo de descubrir
mundo, es decir, de alejarse para explorarlo.
En los nios con un vnculo estable el despla-
zamiento explorador resulta muy reconfortan-
te. Por el contrario, los nios con un vnculo
inseguro realizan este desplazamiento llenos
de temor porque les falta la conanza en vol-
ver a disponer de la persona de referencia si
la necesitan.
Conanza primaria
La sensacin de seguridad no es algo que el
nio pueda recibir transmitido por otro indivi-
duo. Si el pequeo no encuentra a su persona de
referencia, le invade un temor de separacin
con las reacciones de estrs que ello conlleva.
Este temor slo lo puede superar la persona de
referencia y nadie ms, por muy amables que
nos comportemos, arma Karin Grossmann,
quien junto a su marido Klaus Grossmann, han
trabajado durante treinta aos sobre el tema
de la vinculacin.
En el debate en torno a las guarderas existe
un foco central: slo puede consolar la persona
con quien el pequeo se siente vinculado. El
nio se ve preso de pnico en cuanto tiene la
sensacin de haber sido abandonado. Si estas
situaciones se repiten con frecuencia, los peque-
os reducen sus desplazamientos exploratorios
por temor a que el padre, la madre o la abuela
puedan desaparecer mientras tanto. Conforme
pasa el tiempo, las repercusiones pueden acen-
tuarse, para aparecer problemas de sueo, pr-
dida de apetito y una mayor tendencia a enfer-
mar. Esto es lo que observ Liselotte Ahnert en
los aos ochenta en la Repblica Democrtica
Alemana donde, sin perodo de aclimatacin,
eran llevados los nios a la guardera para per-
manecer durante todo el da. Es probable que
los nios agravaran la sensacin de impoten-
cia de los padres y a la larga esto repercutiera
negativamente en la conanza original y en la
calidad del vnculo con ellos.
Todava en 1976 Bowlby afirmaba que la
tolerancia ms segura de la separacin de
la madre era la tolerancia cero. Una idea que
pervive en ciertos medios que proponen que
hasta los dos o tres aos la persona ideal para
cuidar al nio es su madre. Pese a tratarse de
una concepcin desautorizada, persiste en
crculos europeos, segn qued recogido en
el informe de la OCDE de 2004 con su amplio
2. AL ORINAL!
En los aos noventa del pasado
siglo no era la falta de higiene
sino las condiciones psicolgi-
cas las responsables de la gran
frecuencia de infecciones en
muchas guarderas infantiles
de la Repblica Democrtica
Alemana.
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24 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Pas Presupuesto para
la atencin a
preescolares (en
% del producto
interior bruto)
% de nios atendidos
en instituciones p-
blicas (guarderas y
madres-canguro)
% de mujeres trabaja-
doras (incluso a tiempo
parcial) / con nios
menores de 6 aos / con
nios menores de 3 aos
Formacin del personal cuidador Proporcin de cuida-
dores para nios de
0 a 3 aos
Tamao
del grupo
Modelo de familia Particularidades
Recomendaciones del
Grupo de Trabajo de la
OCDE para los nios en
edad preescolar (1996)
Al menos el 1 % Debe haber al menos la
posibilidad de custodia
diurna para el 15 % de
nios menores de 3 aos
Al menos tres aos de formacin terica y
prctica despus de los 18 de edad. La remune-
racin debe corresponder a la de maestro
Hasta 1 ao: 1:4
De 1 a 2 aos: 1:6
De 2 a 3 aos: 1:8
(todos lmites mxi-
mos)
No se especica
el tamao mxi-
mo; por cada
12-15 nios debe
haber una perso-
na auxiliar junto
al pedagogo
Plan unitario de educacin para nios de 0 a 6 aos y documentacin regular
del avance de los nios. Al menos el 20 % de los cuidadores deberan ser
varones
Alemania 0,53 % Antigua Repblica
Federal: 2,8 % (OCDE),
6,8 % segn la Ocina
Federal de Estadstica,
2007
En toda Alemania: Trabaja-
doras: 66,1 %
Con nio < 6: 42,3 %
Con nio < 3: 31 %
Repblica Federal: Cuidadores infantiles:
2 aos de formacin profesional y uno de prc-
ticas. El resto como en los nuevos estados
Vara mucho de unos
estados a otros. Se
calcula que a menudo
se duplica el nmero
aconsejado de nios
Vara mucho de
unos estados a
otros. Se calcula
que a menudo se
duplica el tamao
recomendado por
la OCDE
Repblica Federal: Lo mejor
es que el nio sea cuidado por
la madre
Repblica Federal: Debido al bajo nivel de formacin se presentan los
mismos problemas que en Austria (vase ms abajo). Hay pretensiones aisla-
das de cambio (p.e. en Berln o Brandemburgo). Una gran parte de las guar-
deras (en 1998 el 55 %) es nanciada por contribuyentes voluntarios,
sobre todo por las iglesias (caso nico en Europa)
Nuevos estados: 37 % Alemania: Educadoras: 3 aos en la Escuela
de Pedagoga Social con formacin especializa-
da, la mayora con funciones directoras (aqu
el porcentaje de varones es algo superior)
Alemania Democrtica:
Lema todava de los tiempos de
la DDR: Las mujeres trabajan in-
cluso si tienen un nio pequeo
Alemania Democrtica: En 1998 2/3 de las plazas fueron de oferta pblica.
Desde entonces cada vez ms lo son por organizaciones privadas
Austria 0,55 % para todos
los centros hasta los
seis aos
8,9 % con grandes dife-
rencias segn los estados
(p.e. en Viena hay una
gran oferta, en Vorarlberg
es casi nula)
63,5 % / 30 % / sin infor-
macin
5 aos en escuela profesional, nal a los
19 aos como pedagoga de jardn de infancia
o educadora/pedagoga social.
Hay oferta de promocin, pero no en todos los
estados
De 1:8,7 a 1:10 Por trmino me-
dio 12 (en Viena
15)
Distribucin tradicional de los
sexos (el hombre como nico
soporte econmico, la mujer en
las tareas domsticas). La escasa
oferta de instituciones para la
custodia de nios refuerza esta
situacin
Formacin: A pesar de que en teora la formacin es de alto nivel la forma-
cin dada en las escuelas profesionales es, junto a Alemania, la ms baja
de Europa. En consecuencia la remuneracin es baja, las posibilidades de
ascenso escasas, la uctuacin alta y apenas hay hombres en la profesin.
Poca investigacin y doctrina en el tema de la custodia de nios pequeos
Francia 0,7 % ms una
aportacin directa
a la familia para la
atencin al nio; en
suma, ms del 1 %
8 % para guarderas
(crche) ms 35 % para
preescolares (cole ma-
ternelle)
63,7 % / 65 % / 49,5 % Guarderas: Matronas o enfermeras con
18 meses de especializacin.
cole maternelle: antiguos especialistas, la
mayora educadoras (escuela especializada ms
2 aos de prcticas); jvenes maestras con
tres aos de escuela superior ms 18 meses de
prcticas (capacita para la docencia en coles
maternelles y enseanza bsica
Guarderas: De 0 a 2
aos, es decir, nios
que todava no andan:
1:5;
De 2 a 3 aos o nios
que ya andan: 1:8;
cole maternelle:
no hay ninguna dispo-
sicin
No hay ninguna
disposicin
La poltica familiar es compe-
tencia del estado y se propone
garantizar la compatibilidad de
trabajo y familia. La igualdad de
oportunidades se escribe en ma-
ysculas. Dentro de la UE, Fran-
cia es el pas que ms variedad
de ofertas tiene para cuidar a los
nios. La cole maternelle es
una norma social y acoge prcti-
camente al 100 % de los nios a
partir de los 3 aos
Las coles maternelles son un concepto nico en Europa, con un plan
docente unitario que se inscribe en la escuela bsica. Libre acceso para todos
los nios a partir de los 3 aos, en algunos sitios de los 2. Grupos organiza-
dos segn edades (grupos mixtos slo en zonas rurales). Adems, el estado
subvenciona ayudas domsticas (guarderas familiares) y madres-
canguro, de modo que otro 18 % de los nios ms pequeos no son cuida-
dos por los padres durante el da. No hay un control unitario de calidad. Se
advierte una diferencia palmaria de posibilidades de acceso entre las grandes
ciudades y el medio rural
Suecia > 1,9 % 45 % de los nios de
1 a 2 aos (pocos nios
de menos de 18 meses
son cuidados fuera de
casa): 86 % de nios
entre 2 y 3 aos
76,6 % / sin informacin /
44 % a tiempo completo
El 50 % son maestros de preescolares con 3
a 4 aos de formacin universitaria. El 50 %
son asistentes con 3 aos de escuela superior
especializada
No hay disposiciones
concretas.
Por trmino medio de
1:5 a 1:6 para todos
los nios menores de
6 aos
Por trmino me-
dio 17
La poltica familiar forma parte
del estado de bienestar con
promocin del pleno empleo.
Con ese n, el estado da a las
familias la correspondiente sub-
vencin. Se considera superado
el papel de la mujer como ama
de casa. La aceptacin del traba-
jo competitivo de las madres es,
con mucha diferencia, la mayor
de la UE
Todos los nios de 1 a 12 aos tienen un derecho a ser custodiados
cuando los dos padres trabajan o estudian.
Las pre-escuelas ofrecen custodia durante todo el da a los nios
de 1 a 6 aos. Adems hay custodia familiar diurna. Todas las formas
de custodia se han de registrar, son valoradas anualmente y siguen
un plan docente unitario.
Hay mucha investigacin y evaluacin
Finlandia 1,1 % ms una
ayuda estatal para
el cuidado del nio
en casa > 1,7 %
27,5 % de nios
de 1 a 2 aos
43,9 % de nios
de 2 a 3 aos
Casi todos los nios pa-
san el da entero en la
guardera
72 % / 49,6 % / 42,7 % El 30 % de los maestros de guardera tienen
3-4 aos de formacin como parvulistas o tra-
bajadores sociales. Muchos hacen adems un
mster; hay enfermeras con formacin profesio-
nal y tres aos de prcticas
1:4 para nios menores
de 3 aos
No hay ninguna
ordenacin para
las instituciones
de custodia de los
bebs. Tamao de
los grupos muy
reducido
El estado se considera responsa-
ble de un correcto desarrollo de
los nios. La custodia diurna es
un derecho. El aprovechamiento
de la oferta pblica de formacin
se considera parte de la vida
familiar
Todos los nios tienen derecho a una custodia diurna. Los padres pue-
den optar por una custodia pblica o por una privada domiciliaria (a cargo
de persona no familiar). Las comunidades han de procurar que se satisfaga
esta necesidad, aun cuando se necesite la custodia durante 24 horas. Las
nuevas disposiciones sobre custodia de los nios ms pequeos consideran el
cuidado, la educacin y la formacin como un todo integrado.
Abundante investigacin y doctrina
Estados Unidos 0,4 % A partir de los 9 meses un
50 % de los nios reciben
una custodia regular
(familia incluida)
69,8 % / 58 % / 56,6 % No hay estndares nacionales; en el sector
pblico (infrarrepresentado) la mayora son
maestros con cuatro aos de formacin.
No hay regulacin para la oferta privada, que
representa el 90 % para nios de 0 a 3 aos.
Aqu la calidad suele ser muy baja.
Los directores Head-Start cursan un progra-
ma propio que corresponde a un curso de dos
aos en una escuela superior
Hay diferentes es-
tndares segn los
estados. Donde est
controlado, por tr-
mino medio, de 1:4 a
1:6 (en general mejor
que en muchos pases
europeos)
Grandes diferen-
cias, de 8 a 24
nios
Como en todos los campos, en
los Estados Unidos la custodia de
los nios es tambin responsabi-
lidad individual. El estado no se
considera competente en asuntos
familiares. Una excepcin son los
nios de riego, que son acogi-
dos en el llamado Head-Start-
Programme (casi el 22 % de los
nios en Estados Unidos viven en
la pobreza)
Mosaico de ofertas, regulaciones y niveles de proteccin. El acceso depende
de los ingresos familiares y de la formacin de la madre. No es raro que los
padres asuman todos los costes.
La licencia de la oferta de custodia condiciona parcialmente una mejora de
la calidad. Sin embargo, un tercio de los estados tienen un nivel tan bajo,
que supone un peligro para la seguridad psquica y la salud de los nios.
La remuneracin del personal especializado es baja (ocupa el lugar 750 entre
764 profesiones).
La investigacin es excelente: en los ltimos aos se intenta mejorar la
calidad
Otros pases, otras guarderas. Estndares y conceptos comparados
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 25
Pas Presupuesto para
la atencin a
preescolares (en
% del producto
interior bruto)
% de nios atendidos
en instituciones p-
blicas (guarderas y
madres-canguro)
% de mujeres trabaja-
doras (incluso a tiempo
parcial) / con nios
menores de 6 aos / con
nios menores de 3 aos
Formacin del personal cuidador Proporcin de cuida-
dores para nios de
0 a 3 aos
Tamao
del grupo
Modelo de familia Particularidades
Recomendaciones del
Grupo de Trabajo de la
OCDE para los nios en
edad preescolar (1996)
Al menos el 1 % Debe haber al menos la
posibilidad de custodia
diurna para el 15 % de
nios menores de 3 aos
Al menos tres aos de formacin terica y
prctica despus de los 18 de edad. La remune-
racin debe corresponder a la de maestro
Hasta 1 ao: 1:4
De 1 a 2 aos: 1:6
De 2 a 3 aos: 1:8
(todos lmites mxi-
mos)
No se especica
el tamao mxi-
mo; por cada
12-15 nios debe
haber una perso-
na auxiliar junto
al pedagogo
Plan unitario de educacin para nios de 0 a 6 aos y documentacin regular
del avance de los nios. Al menos el 20 % de los cuidadores deberan ser
varones
Alemania 0,53 % Antigua Repblica
Federal: 2,8 % (OCDE),
6,8 % segn la Ocina
Federal de Estadstica,
2007
En toda Alemania: Trabaja-
doras: 66,1 %
Con nio < 6: 42,3 %
Con nio < 3: 31 %
Repblica Federal: Cuidadores infantiles:
2 aos de formacin profesional y uno de prc-
ticas. El resto como en los nuevos estados
Vara mucho de unos
estados a otros. Se
calcula que a menudo
se duplica el nmero
aconsejado de nios
Vara mucho de
unos estados a
otros. Se calcula
que a menudo se
duplica el tamao
recomendado por
la OCDE
Repblica Federal: Lo mejor
es que el nio sea cuidado por
la madre
Repblica Federal: Debido al bajo nivel de formacin se presentan los
mismos problemas que en Austria (vase ms abajo). Hay pretensiones aisla-
das de cambio (p.e. en Berln o Brandemburgo). Una gran parte de las guar-
deras (en 1998 el 55 %) es nanciada por contribuyentes voluntarios,
sobre todo por las iglesias (caso nico en Europa)
Nuevos estados: 37 % Alemania: Educadoras: 3 aos en la Escuela
de Pedagoga Social con formacin especializa-
da, la mayora con funciones directoras (aqu
el porcentaje de varones es algo superior)
Alemania Democrtica:
Lema todava de los tiempos de
la DDR: Las mujeres trabajan in-
cluso si tienen un nio pequeo
Alemania Democrtica: En 1998 2/3 de las plazas fueron de oferta pblica.
Desde entonces cada vez ms lo son por organizaciones privadas
Austria 0,55 % para todos
los centros hasta los
seis aos
8,9 % con grandes dife-
rencias segn los estados
(p.e. en Viena hay una
gran oferta, en Vorarlberg
es casi nula)
63,5 % / 30 % / sin infor-
macin
5 aos en escuela profesional, nal a los
19 aos como pedagoga de jardn de infancia
o educadora/pedagoga social.
Hay oferta de promocin, pero no en todos los
estados
De 1:8,7 a 1:10 Por trmino me-
dio 12 (en Viena
15)
Distribucin tradicional de los
sexos (el hombre como nico
soporte econmico, la mujer en
las tareas domsticas). La escasa
oferta de instituciones para la
custodia de nios refuerza esta
situacin
Formacin: A pesar de que en teora la formacin es de alto nivel la forma-
cin dada en las escuelas profesionales es, junto a Alemania, la ms baja
de Europa. En consecuencia la remuneracin es baja, las posibilidades de
ascenso escasas, la uctuacin alta y apenas hay hombres en la profesin.
Poca investigacin y doctrina en el tema de la custodia de nios pequeos
Francia 0,7 % ms una
aportacin directa
a la familia para la
atencin al nio; en
suma, ms del 1 %
8 % para guarderas
(crche) ms 35 % para
preescolares (cole ma-
ternelle)
63,7 % / 65 % / 49,5 % Guarderas: Matronas o enfermeras con
18 meses de especializacin.
cole maternelle: antiguos especialistas, la
mayora educadoras (escuela especializada ms
2 aos de prcticas); jvenes maestras con
tres aos de escuela superior ms 18 meses de
prcticas (capacita para la docencia en coles
maternelles y enseanza bsica
Guarderas: De 0 a 2
aos, es decir, nios
que todava no andan:
1:5;
De 2 a 3 aos o nios
que ya andan: 1:8;
cole maternelle:
no hay ninguna dispo-
sicin
No hay ninguna
disposicin
La poltica familiar es compe-
tencia del estado y se propone
garantizar la compatibilidad de
trabajo y familia. La igualdad de
oportunidades se escribe en ma-
ysculas. Dentro de la UE, Fran-
cia es el pas que ms variedad
de ofertas tiene para cuidar a los
nios. La cole maternelle es
una norma social y acoge prcti-
camente al 100 % de los nios a
partir de los 3 aos
Las coles maternelles son un concepto nico en Europa, con un plan
docente unitario que se inscribe en la escuela bsica. Libre acceso para todos
los nios a partir de los 3 aos, en algunos sitios de los 2. Grupos organiza-
dos segn edades (grupos mixtos slo en zonas rurales). Adems, el estado
subvenciona ayudas domsticas (guarderas familiares) y madres-
canguro, de modo que otro 18 % de los nios ms pequeos no son cuida-
dos por los padres durante el da. No hay un control unitario de calidad. Se
advierte una diferencia palmaria de posibilidades de acceso entre las grandes
ciudades y el medio rural
Suecia > 1,9 % 45 % de los nios de
1 a 2 aos (pocos nios
de menos de 18 meses
son cuidados fuera de
casa): 86 % de nios
entre 2 y 3 aos
76,6 % / sin informacin /
44 % a tiempo completo
El 50 % son maestros de preescolares con 3
a 4 aos de formacin universitaria. El 50 %
son asistentes con 3 aos de escuela superior
especializada
No hay disposiciones
concretas.
Por trmino medio de
1:5 a 1:6 para todos
los nios menores de
6 aos
Por trmino me-
dio 17
La poltica familiar forma parte
del estado de bienestar con
promocin del pleno empleo.
Con ese n, el estado da a las
familias la correspondiente sub-
vencin. Se considera superado
el papel de la mujer como ama
de casa. La aceptacin del traba-
jo competitivo de las madres es,
con mucha diferencia, la mayor
de la UE
Todos los nios de 1 a 12 aos tienen un derecho a ser custodiados
cuando los dos padres trabajan o estudian.
Las pre-escuelas ofrecen custodia durante todo el da a los nios
de 1 a 6 aos. Adems hay custodia familiar diurna. Todas las formas
de custodia se han de registrar, son valoradas anualmente y siguen
un plan docente unitario.
Hay mucha investigacin y evaluacin
Finlandia 1,1 % ms una
ayuda estatal para
el cuidado del nio
en casa > 1,7 %
27,5 % de nios
de 1 a 2 aos
43,9 % de nios
de 2 a 3 aos
Casi todos los nios pa-
san el da entero en la
guardera
72 % / 49,6 % / 42,7 % El 30 % de los maestros de guardera tienen
3-4 aos de formacin como parvulistas o tra-
bajadores sociales. Muchos hacen adems un
mster; hay enfermeras con formacin profesio-
nal y tres aos de prcticas
1:4 para nios menores
de 3 aos
No hay ninguna
ordenacin para
las instituciones
de custodia de los
bebs. Tamao de
los grupos muy
reducido
El estado se considera responsa-
ble de un correcto desarrollo de
los nios. La custodia diurna es
un derecho. El aprovechamiento
de la oferta pblica de formacin
se considera parte de la vida
familiar
Todos los nios tienen derecho a una custodia diurna. Los padres pue-
den optar por una custodia pblica o por una privada domiciliaria (a cargo
de persona no familiar). Las comunidades han de procurar que se satisfaga
esta necesidad, aun cuando se necesite la custodia durante 24 horas. Las
nuevas disposiciones sobre custodia de los nios ms pequeos consideran el
cuidado, la educacin y la formacin como un todo integrado.
Abundante investigacin y doctrina
Estados Unidos 0,4 % A partir de los 9 meses un
50 % de los nios reciben
una custodia regular
(familia incluida)
69,8 % / 58 % / 56,6 % No hay estndares nacionales; en el sector
pblico (infrarrepresentado) la mayora son
maestros con cuatro aos de formacin.
No hay regulacin para la oferta privada, que
representa el 90 % para nios de 0 a 3 aos.
Aqu la calidad suele ser muy baja.
Los directores Head-Start cursan un progra-
ma propio que corresponde a un curso de dos
aos en una escuela superior
Hay diferentes es-
tndares segn los
estados. Donde est
controlado, por tr-
mino medio, de 1:4 a
1:6 (en general mejor
que en muchos pases
europeos)
Grandes diferen-
cias, de 8 a 24
nios
Como en todos los campos, en
los Estados Unidos la custodia de
los nios es tambin responsabi-
lidad individual. El estado no se
considera competente en asuntos
familiares. Una excepcin son los
nios de riego, que son acogi-
dos en el llamado Head-Start-
Programme (casi el 22 % de los
nios en Estados Unidos viven en
la pobreza)
Mosaico de ofertas, regulaciones y niveles de proteccin. El acceso depende
de los ingresos familiares y de la formacin de la madre. No es raro que los
padres asuman todos los costes.
La licencia de la oferta de custodia condiciona parcialmente una mejora de
la calidad. Sin embargo, un tercio de los estados tienen un nivel tan bajo,
que supone un peligro para la seguridad psquica y la salud de los nios.
La remuneracin del personal especializado es baja (ocupa el lugar 750 entre
764 profesiones).
La investigacin es excelente: en los ltimos aos se intenta mejorar la
calidad
Los datos proceden, en buena medida, de las evaluaciones nacionales incluidas en los estudios de la OCDE Starting Strong I + II (2001, 2004)
26 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
estudio Starting Strong II (una suerte de es-
tudio PISA de las guarderas).
Ahnert denuncia que en el debate se con-
traponga el cuidado en la guardera con una
imagen idealizada de la familia y de la madre.
Se da por descontado que la mam siempre
est cariosa con el nio, que en todo momen-
to est pendiente de atender sus deseos, que
est siempre dispuesta a jugar animosamente
con l, que en todas circunstancias le estimula
a adquirir experiencias, que le anima a que
haga distanciamientos exploradores y que
comparte sus alegras. Y por la noche, cuando
llega pap, todos comparten alegras y juegos...
Pura utopa.
Existe una profunda sima entre lo ideal y
lo real. La madre, ni siquiera la que no trabaja,
pierde a menudo la paciencia. El tratamiento
del nio en casa no alcanza en todo momento
la perfeccin deseada. Algunos investigadores
creen incluso que la mam guardera pudie-
ra resultar demasiado parcial. Segn Wassilios
Fthenakis, de la Universidad Libre de Berln,
para un desarrollo sano el nio necesita ex-
perimentar diversas formas de relacin social.
La relacin madre-hijo es una de ellas. Tan im-
portante como sta son la calidad de la relacin
padre-hijo, la relacin entre los padres y las
relaciones sociales con otras personas.
El director del Instituto Estatal de Pedagoga
de la Primera Infancia de Mnich, uno de los
ms prestigiosos expertos de Alemania en el
tema de la calidad de las guarderas infantiles,
aboga por un nuevo planteamiento de la aten-
cin a los nios en edad preescolar: debemos
desterrar la idea de que el nio va formndose
por s mismo y denir, en cambio, la forma-
cin de la primera infancia como un proceso
social que slo tiene lugar en contacto con las
personas, trtese de familiares o comunidades
de vecinos o bien una buena guardera.
Valoracin de la calidad
de la guardera
Ahnert est convencida de que hay muchas
formas de educar saludablemente a un nio,
una de ellas el modelo de cuidado materno. Lo
que en verdad importa es el tipo de relacin,
que afecta al pequeo en toda su integridad.
Debe concederse prioridad absoluta, prosigue,
al desenvolvimiento del nio en el marco de
unas relaciones de plena conanza. Tambin
en la guardera.
Para cumplirlo, se requieren unas instala-
ciones de primera calidad. Segn Fthenakis,
que ha desarrollado el Plan de Formacin para
la Edad Preescolar de Baviera, han de entrar en
consideracin diversos aspectos, unos estruc-
turales (tamao del grupo o dotacin de per-
sonal) y otros relacionales (interacciones de
los educadores con el nio, con los padres y
de los nios entre s). Adems, los educadores
poseern una capacitacin acadmica superior
y recibirn la remuneracin congruente con el
trabajo desempeado.
Bowlby y su escuela (Mary Ainsworth, por
ejemplo) promovieron la lucha contra las expe-
riencias traumticas en las guarderas. En ese
mbito postulaban el establecimiento de un
vnculo rme con la cuidadora, que requiere
una progresiva habituacin. Pertenece ya al
pasado el brusco abandono del nio. A tra-
vs de una fase de transicin que puede durar
varias semanas la madre o el padre acompaan
al nio a la guardera o a la madre-canguro.
Mientras el nio, atrado por los muchos nove-
dosos estmulos, va tomando contacto con el
nuevo ambiente y con las educadoras, los pa-
dres se quedan al margen permaneciendo all
solo para estar disponibles en caso de que se
les necesite. Al cabo de algunos das, los padres
abandonan el recinto durante unos minutos,
durante un par de horas. Durante ese intervalo
los nios aprenden a depositar su conanza
en las cuidadoras, que consuelan al pequeo
y, lo que reviste importancia primordial, ste
acepta su consuelo.
El momento crtico llega cuando el nio se
percata de que la madre o el padre se han ido y
no regresan inmediatamente. Segn ha inves-
tigado Ahnert, los primeros das de separacin
signican un notable estrs para los pequeos.
Pese a las condiciones favorables con espacios
atractivos, grupos reducidos y perodo de adap-
tacin programado para cada uno, el primer
da de separacin provoca desazn e intran-
quilidad. Pueden presentarse incluso sntomas
de estrs (aceleracin del ritmo cardaco). Tras
unas tres semanas de guardera, vuelven a nor-
malizarse los valores en los nios.
El trauma psquico que supone el acudir
a la guardera se evidencia en los niveles de
cortisol. La concentracin de esta hormona,
conocida como indicador del estrs, aumenta
a la llegada a la guardera y permanece largo
tiempo elevada hasta que el nio regresa a
casa, entonces va descendiendo hasta valores
normales. Wilfred Datler, del Instituto de Pe-
dagoga de la Universidad de Viena que des-
de 2007 estudia la habituacin de los nios
3. CUSTODIA UNIPERSONAL?
Ha de estar el nio el mayor
tiempo posible con la madre?
Algunos investigadores lo
ponen en duda.
Se da por
supuesto que
la mam siempre
es cariosa con
el nio.


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Para educar
correctamente
a un nio se
necesita toda
una aldea.
Proverbio africano
ES PREFERIBLE UNA
MADRE-CANGURO?
Tambin aqu todo depen-
de de la calidad. Los padres
han de comprender que a
medida que va aumentan-
do la edad del nio crece
la complejidad de sus ne-
cesidades educativas. Una
madre-canguro difcilmente
podr satisfacerlas si, por
ejemplo, ha de atender a
sus propias tareas doms-
ticas.
Fabienne Becker-Stoll,
Directora de Instituto Estatal
para la Pedagoga de la Pri-
mera Infancia (Ifp), Mnich
Informaciones sobre poltica
familiar de la Asociacin
Evanglica para la Familia (eaf),
n.
o
3, pgs. 6-7, junio 2007.
a las guarderas, advierte, empero, que esa
hormona no constituye ningn parmetro
inequvoco para medir el estrs negativo.
Hay estmulos placenteros que aumentan la
excitacin y con ello estimulan la secrecin
de cortisol.
Debe haber un nio por educadora, como
propugnan algunos expertos? Datler lo niega.
Conviene que las vivencias se den en grupo,
una cuestin abierta dentro de la investigacin
general sobre las relaciones mutuas entre los
nios.
Perodo de habituacin
Tambin para los progenitores es mejor com-
partir los temores. Se trabaja en estrecha cola-
boracin con ellos y se busca planicar la habi-
tuacin de la manera ms positiva para todos.
Si los padres estn convencidos de lo que hacen
su actitud repercute en la conducta del nio.
Si al cabo de varias semanas los nios siguen
sin querer quedarse en la guardera, habr que
buscar la causa en unos padres que no admi-
ten la separacin. Para Ahnert, slo a travs
del dilogo entre los padres y las pedagogas
puede saberse qu es lo mejor para el nio. Lo
que resulta fcilmente inteligible si hablamos
de pequeos que no pueden contar en casa ni
en la guardera sus grandes experiencias, sus
alegras, sus temores o sus esfuerzos. La cola-
boracin, a ser posible diaria, entre padres y
pedagogos resulta necesaria para conseguir un
buen desarrollo.
En este contexto, un personal slidamente
formado puede descubrir las mltiples ofertas
que la escolarizacin de los padres pone a su
disposicin. La experiencia demuestra que los
padres con mayor necesidad de apoyo no lo
recibirn de conferencias o cursos. Las guar-
deras infantiles pueden, en cambio, ofrecerles
una buena oportunidad.
Hay que insistir en que la experiencia ense-
a lo que compete a los pedagogos de la pri-
mera infancia para obtener buenos resultados:
crear un ambiente agradable, estimulante, que
despierte en el nio la curiosidad y el ansia
por descubrir cosas; vigilar constantemente
lo que pasa en el grupo y suavizar las tensio-
nes que surjan. Si una horda de nios crean un
alboroto general, los educadores deben vigilar
que un nio, si quiere, juegue tranquilamen-
te a solas. Han de estar muy cerca de ellos: el
cambio de paales es uno de los momentos
ms importantes. A cada nio en concreto le
han de dar la sensacin de que es particular-
mente querido. Han de prestar atencin a las
diferentes etapas del desarrollo y a los proble-
mas que pueda presentar cada pequeo, do-
cumentndolo y tenindolo en cuenta para el
futuro. Muy importante: hblese frecuente y
abiertamente con los padres.
Hemos recitado un rosario de exigencias que
no puede cumplir ni la ms extraordinaria de
las madres. Cada uno de estos puntos exige no
slo tiempo y atencin, sino tambin madurez
personal. Algo que supera las capacidades de
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una educadora de apenas veinte aos en Ale-
mania o de una de 18 aos en Austria recin
salidas de una escuela de formacin pedaggi-
ca para jardn de infancia.
Una cosa est clara: el nivel de formacin
que en Alemania y en Austria capacita para
afrontar la etapa ms importante y sensible
de la vida del nio es deciente, caso nico
en Europa. No basta que las jvenes se sientan
motivadas y amen su profesin. La formacin
en pedagoga de la primera infancia debe ser,
si seguimos a Ahnert, de la mejor calidad. En
Francia, Dinamarca o Suecia la formacin es
mucho ms exigente. Fthenakis propone, por
su parte, que cuanto menor sea el nio, tan-
to mejor formacin, terica y prctica, ha de
tener quien se ocupe de l. Por una titulacin
universitaria aboga tambin Datler, para quien
las competencias profesionales que ahora se
desarrollan de manera intuitiva deben culti-
varse de forma sistemtica.
Esa poltica educativa arrastrara otros efec-
tos positivos. As, se elevaran la remuneracin
y el reconocimiento de los pedagogos de la pri-
mera infancia, con la reduccin consiguiente
del sndrome de burn-out y la inestabilidad
laboral. Adems, atraera ms hombres a esta
profesin; en Austria, la proporcin actual es
de ocho pedagogos a mil pedagogas. La cifra
queda muy lejos del 20% que propuso la Aso-
ciacin de Trabajo en Guarderas Infantiles
de la OCDE hace una dcada en su programa
Propuestas para un plan a diez aos vista.
Si la madre es la nica educadora el papel del
padre suele relegarse hasta despus de la es-
cuela primaria.
Una buena formacin pedaggica no resuel-
ve todos los problemas. Cierto. Si, como ocurre
en el jardn de infancia viens, una educadora
es responsable de ocho nios entre cero y tres
aos, cabe suponer que mi hijo Vicente, que
me absorbe las 24 horas del da, no podr reci-
bir suciente dedicacin personal. En opinin
de los expertos, con un nmero tan elevado de
nios no es posible la comunicacin directa,
crucial para los pequeos.
La Academia Norteamericana de Pediatra
recomienda una pedagoga para cada tres ni-
os por debajo del ao, cuatro para nios de
dos aos y medio y un mximo de siete para
nios de tres aos. La OCDE aconsej en 1996
que una pedagoga atendiera como mximo a
seis nios hasta los dos aos o a ocho hasta
los tres. Ni en Alemania ni en Austria se han
cumplido tales exigencias.
Trato individualizado
Los programas que se proponen para la aten-
cin a los nios en las guarderas reejan las
necesidades infantiles; en breve, los nios que
todava no pueden hablar ni andar requieren
un tipo de dedicacin diferente de los nios de
dos aos que han aprendido a hablar y a andar
en la guardera. No debiera haber grupos con
nios de cero a tres aos, prctica habitual en
las guarderas.
4. CON TRES NIOS
esta cuidadora ya tiene su-
ciente trabajo. La OCDE re-
comienda un mximo de seis
nios menores de dos aos por
cada cuidador especializado.
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BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
DIE ERSTEN TAGE. EIN MO-
DELL ZUR EI NGEWHNUNG
IN KRIPPE UND TAGESPFLEGE.
H. J. Laewen, B. Anders
y E. Hedervari. Corneisen
Verlag Scriptor; Berln,
2003.
Tan importante como los programas de
atencin a los nios es el tamao de los gru-
pos. Segn Karin Grossmann, los grupos de-
masiado numerosos trastornan el juego tran-
quilo del nio que en ese momento se divierta
en solitario. Hay que tener en cuenta que hasta
los tres aos la ocupacin tpica del nio es l
mismo. En las guarderas se observa a menu-
do nios que juegan solos, uno junto a otro,
con tanta mayor frecuencia cuanto menor es
su edad.
Los nios han de ir apropindose del mun-
do. Y cada uno lo hace a su ritmo. Lo observo
en mi hijo, que queda paralizado entre aquella
algaraba infantil. Slo cuando nos dejan solos
con la pedagoga en el amplio recinto, Vicente
se gira y gatea por la habitacin dando gritos
de entusiasmo. Animado por el dilogo directo,
se entrega en brazos de la cuidadora y presta
atencin cuando le ensea los juguetes.
El pedagogo Martin Textor, al resumir en su
Manual on-line de Pedagoga para la Primera
Infancia el estado actual de la investigacin,
declara que los grupos de seis a doce nios son
el mximo aconsejable para nios de uno a
dos aos. Los grupos de los ms pequeos de-
bieran ser menores: a lo sumo de seis a ocho
lactantes.
La guardera que visito, con sus espacios lu-
minosos y acogedores, con sus instalaciones
adecuadas a los nios (minilavabos), con dos
cuidadores varones y con su propio jardn en
el centro de Viena es seguramente una de las
ms bellas de la ciudad. De todas formas to-
dava no estoy decidida a llevar all a Vicente:
hay demasiado poco personal, los grupos son
demasiado numerosos...
En todo caso no quiero dejar a mi hijo mu-
chas horas. La custodia durante media jornada,
adems de la comida en comn, es algo que
toleran bien la mayora de los nios. Segn
Ahnert, para compensarlo los nios necesitan
encontrar en el hogar un ambiente ntimo en
el que se sientan ocupar el lugar central. Si no
hay ms remedio, al menos durante los prime-
ros meses, los ms pequeos debieran estar en
la guardera slo media jornada, hasta que se
habiten al nuevo ambiente.
Despus de la guardera
tiempo de calidad
El tiempo que no est el nio en la guardera
debe ser tiempo de calidad. A lo largo del mis-
mo, el nio demanda una paciente dedicacin.
Si el nio lloriquea est expresando su deseo
de que se le preste atencin. Es importante no
reaccionar con irritacin.
Qu pasa si los padres andan escasos de di-
nero y de conocimientos? Los nios de familias
de bajo nivel social o emocional que asisten a
la guardera son los que ms se aprovechan
de unas instalaciones de buena calidad, un
resultado del estudio NICHD que merecera
subrayarse. Para ello es necesario que la so-
ciedad invierta en mejores guarderas, una
partida econmica rentable a medio y largo
plazo. As qued demostrado en el Perry Pres-
chool Project de los Estados Unidos en los aos
sesenta.
Se trataba de un programa preescolar de
alta calidad durante dos aos en el que par-
ticiparon nios socialmente desfavorecidos
a partir de los tres aos de edad. Cumplidos
los 27 aos, quienes haban participado en su
niez recibieron menos sanciones que los de
familias con elevados ingresos y necesitaron
menos asistencia social que los que en su in-
fancia fueron cuidados en sus hogares. Por cada
dlar invertido en las guarderas del programa
se haba obtenido un benecio de siete dlares.
Hoy, con una edad alrededor de los 40 aos, los
benecios pueden calcularse en 13 dlares.
En 2001 la inversin en guarderas infanti-
les de la ciudad de Zrich supuso un benecio
entre el triple y el cudruple. Por su parte, el
Instituto Alemn de Investigaciones Econ-
micas en su Valoracin coste-benecio de la
Atencin a los Nios establece que la inversin
en este campo resulta beneciosa para la eco-
noma global. Los nios con menos atencio-
nes en sus propios domicilios, por ejemplo los
de familias de inmigrantes, ms tarde tienen
menos problemas de lenguaje, gracias a su
mejor formacin sufren menos paro laboral y
con ello pagan ms impuestos. Los nios dif-
ciles o marginados adquieren en la guardera
competencia social, encuentran all proteccin
emocional y experimentan la slida base que
se adquiere con un vnculo de seguridad. Todo
ello puede protegerles contra la labilidad ps-
quica, la vulnerabilidad social, la cada en am-
bientes indeseables o la drogadiccin.
Desde el punto de vista social, parece mani-
esta la rentabilidad de elevar el nivel de cali-
dad de las guarderas que tienen una calidad
mediana convirtindolas en instituciones del
mayor nivel. Y todava sera ms til mejorar
las guarderas precarias.
Verena Ahne, estudiosa de la cultura y periodista.
CHEQUE-
GUARDERIA
Lo que los padres
deben tener
en cuenta:
Se ha de considerar la
posibilidad de que el
perodo de habituacin
sea largo
Lo ideal es que no haya
ms de tres o cuatro
nios (menores de tres
aos) por cuidador
Personal bien formado
con cambios muy espor-
dicos (evitar auxiliares)
Los cuidadores han de
mantener un dilogo
constante con los padres
(lema: colaboracin edu-
cativa)
Haga caso a sus senti-
mientos!
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Formacin de las
preferencias olfatorias
El recin nacido reconoce el olor de su madre y el de los alimentos que ella ha consumido durante el
embarazo. El feto y el beb maniestan preferencias olfatorias. Estn programadas genticamente?
Dependen de los olores del entorno, de la madre o de la leche? Los olores asociados a la infancia
quedan grabados en la memoria
BENOIST SCHAAL Y MARYSE DELAUNAY-EL ALLAM
1. HUSMEADOR: Los aromas de la primera infancia quedan anclados en el cerebro.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 31
A
s contempla Jean-Jacques Rousseau, en su
obra Emilio o sobre la educacin (1762) las
disposiciones del olfato de los infantes. Aban-
donando en este caso su propensin a la con-
troversia, se apunta a la opinin de su tiempo
que desconaba y despreciaba el sentido del
olfato como algo salvaje, inculto y animal. Esta
concepcin, vigente hasta los aos sesenta y se-
tenta del siglo pasado, ha sido revisada a la luz,
por un lado, de las investigaciones en psicologa
sobre las competencias sensoriales y cognitivas
de los bebs, y, por otro, de los conocimientos de
la etologa sobre la funcin de los olores en la
conducta de los animales y del hombre.
Hoy se sabe que el olfato es muy activo en
los nios. Las sensaciones quimiosensoriales
(es decir, cuando una sustancia qumica desen-
cadena sensaciones olfativas o gustativas) van
acompaadas, desde los primeros instantes que
siguen al nacimiento, de reacciones afectivas
contrastadas; determinados olores (o sabores)
atraen a los recin nacidos, mientras otros les
provocan rechazo y repulsin. La primera men-
cin de estas reacciones olfativas precoces se
remonta, sin duda, a Galeno (130-200), que las
describi al observar las predilecciones de un
cordero que acababa de nacer.
En 1974, Jacob Steiner, de la Universidad de
Jerusaln, inici la investigacin sistemtica
del fenmeno en los humanos. Someti a unos
recin nacidos en las ltimas 12 horas, antes de
cualquier otra ingestin posnatal, a una pa-
leta variada de estmulos olfativos (pltano,
mantequilla, vainilla, gambas y huevo podri-
do). Mientras los olores placenteros, a juicio de
los adultos, desencadenaban reacciones facia-
les y bucales que reejaban la satisfaccin de
los bebs, aquellos que los adultos tenan por
desagradables lo eran tambin para los recin
nacidos.
Steiner postula que determinados olores
son ms aceptables que otros para el cerebro
neonatal y propone la existencia de un bucle
reejo de reaccin a las estimulaciones qui-
miosensoriales. En otras palabras, desde los
primeros instantes de vida, operaran los siste-
mas de tratamiento afectivo de la informacin
olfatoria y los sistemas de reaccin asociados;
a los recin nacidos les gusta, o no, tal o cual
olor (o sabor).
Por qu mecanismos el cerebro de un recin
nacido, en principio cndido respecto al valor
placentero de las estimulaciones sensoriales,
puede expresar tan precozmente sus preferen-
cias? A estas realizaciones se las suele calicar de
predispuestas o determinadas genticamente,
es decir, que se desarrollaran sin necesidad de
una experiencia anterior. Pero el aprendizaje
desempeara tambin una funcin importan-
te en la organizacin precoz de las preferencias.
Segn veremos, los mecanismos que permiten
las primeras expresiones de placer ligadas a los
olores son mltiples y contribuyen a que las
decisiones del ser inmaduro sean de las mejor
adaptadas a las necesidades.
El olor del seno, del cuello
y de las axilas maternas
A partir del nacimiento se ponen a funcionar
diversos mecanismos de adquisicin de olores.
Algunos se apoyan en la familiaridad pasiva
respecto de un clima olfatorio: basta que un
olor se presente para que resulte familiar, y,
por tanto, ms atractivo que cualquier olor
El olfato no debe ser muy activo en la primera edad, cuando
la imaginacin, que pocas pasiones ha excitado todava, no
es muy susceptible de emociones, y cuando an no se tiene
bastante experiencia para prever con un sentido lo que otro nos
promete. [...] Cierto que este sentido es todava obtuso y est
casi embotado en la mayora de los nios. No que la sensacin
no sea en ellos tan na, y quiz ms, que en los adultos,
sino porque, no teniendo ninguna otra idea, ellos no se ven
afectados fcilmente por un sentimiento de placer o pena,
y porque no son ni halagados ni lastimados como nosotros.
32 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
nuevo. Otros implican procesos de aprendiza-
je complejos y especializados. As, la mama-
da, debido a las numerosas estimulaciones y
graticaciones que combina, constituye una
situacin ptima para el rpido establecimien-
to de las preferencias neonatales, las olfativas
en particular.
En 2006 hemos probado que, si se aplicaba
sobre el seno materno una pomada que oliera a
manzanilla, el recin nacido empezaba a prefe-
rir este olor sobreaadido a cualquier otro. Esta
atraccin por el olor articial asociado al seno
se torna, despus de unos cuantos amaman-
tamientos, equivalente a la que desencadena
el olor de la leche materna; en otras palabras,
un olor adquirido en el contexto neonatal
tendra un poder de atraccin notable. Y esta
atraccin puede ser duradera, pues seis meses
despus de suspender la exposicin a la man-
zanilla, el beb seguir preriendo el olor a la
manzanilla a otros.
Este olor intruso de manzanilla permite
poner de maniesto lo que pasa en el momen-
to de los intercambios espontneos entre el
neonato y su madre. El recin nacido detecta
y memoriza los olores naturales de su madre.
Se ha comprobado, en mltiples ocasiones, que
el olor del seno se vuelve muy pronto atractivo
desde los primeros amamantamientos. Dga-
se lo mismo de los olores del cuello y de las
axilas.
Pero, segn se les alimente con la leche ma-
terna o con el bibern, los bebs no se enfrentan
a las mismas situaciones de aprendizaje olfato-
rio. Mientras que los bebs que toman el pecho
durante dos semanas preeren el olor axilar de
sus madres (en relacin al mismo olor de otra
madre), los alimentados con bibern no hacen
esta distincin. La diferencia entre esto nios
estara ligada al grado de exposicin directa a
la piel materna. Efectivamente, los bebs ali-
mentados con la leche materna no distinguen el
olor axilar de su padre (al que nunca han estado
directamente expuestos) del de otro hombre.
En la mayora de estas experiencias se uti-
liza un test de doble eleccin: se coloca al re-
cin nacido en una silla adaptada y se le lma
cuando se le presentan, a derecha e izquierda,
dos gasas, una de las cuales est empapada del
olor estudiado. El experimentador, que no sabe
nada de la naturaleza de los estmulos ni de
qu lado se presentan, mide la duracin de la
orientacin de los bebs hacia uno u otro olor,
as como los movimientos de su boca cuando
gira la cabeza hacia las fuentes olorosas.
Este tipo de asociacin entre olor y lactancia
se da tambin en el caso del bibern y en otros
contextos no alimentarios. Si, desde el da de
su nacimiento, se le da a un beb un suave ma-
saje en presencia de un olor concreto, el infan-
te ser atrado despus por ese olor. Adems,
a los tres o cuatro meses, los nios de pecho
pueden asociar un olor con una forma visual
y, ms tarde, miran durante ms tiempo esa
forma entre otras muchas, cuando se les vuelve
a presentar el olor en cuestin. As pues, los
olores, asociados pronto a las estimulaciones
de los otros sentidos, pasan a ser elementos
importantes del mundo multisensorial del
nio. Las estimulaciones olfativas que pasan
a controlar el comportamiento del beb son
variadas y mltiples los contextos y los meca-
nismos implicados (familiarizacin, asociacin,
condicionamiento).
De todas formas, esta plasticidad parece
que tiene sus excepciones. En algunos casos
los aprendizajes olfativos se forman mejor si
tienen lugar en momentos determinados del
desarrollo. La existencia de perodos calicados
de sensibles se ha revelado en distintos mam-
feros jvenes. Ahora se los estudia en nuestra
especie.
El perodo justo despus del nacimiento
parece particularmente favorable a la adqui-
sicin de los olores. Pongamos el ejemplo del
consumo de alimentos poco gustosos, como
las leches hipoalergnicas, de olor desagrada-
ble sabor cido y amargo. Los bebs alimenta-
dos con esas leches durante los dos primeros
meses se acomodan sin dicultad. Pero si se les
empieza a dar a los siete u ocho meses, el nio
las rechaza con muestras de desagrado. Igno-
ramos si semejante cambio de preferencias
ligadas a una exposicin precoz se debe a alte-
raciones de los mecanismos de percepcin (en
funcin de la maduracin sensorial) o a uc-
tuaciones de las reacciones ante la novedad.
La plasticidad de las primeras reacciones pos-
natales a los olores estara tambin inuencia-
da por el orden de aparicin y por similitud. En
algunos casos, la exposicin repetida a un olor
no implica necesariamente una preferencia. Por
ejemplo, si se ofrece a los recin nacidos, aman-
tados por la madre, elegir entre el olor predo-
minante de su entorno prenatal (el del lquido
amnitico) y el olor del primer alimento pos-
natal (la leche materna), se inclinan por el olor
de la leche a partir del cuarto da. Si se repite el
experimento con bebs alimentados con leche
articial, stos no maniestan las mismas pre-
2. PRIMERAS PRUEBAS
CON AROMAS.
Pocas horas despus del
parto, los recin nacidos
husmean gasas impregnadas
con olor a ans. Si los nios
estaban acostumbrados, ya en
el tero, al aroma por la ali-
mentacin de la madre reac-
cionaban positivamente (a,
c). En caso contrario, el olor
provocaba rechazo (b, d).
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ferencias; a los cuatro das tienden a optar por el
olor amnitico antes que por el olor de la leche
articial, que, sin embargo, les ha satisfecho cin-
co o seis veces al da desde su nacimiento.
Sentir en el tero
En este caso particular el olor adquirido in ute-
ro sigue siendo ms atractivo que el olor adqui-
rido despus del nacimiento. Por consiguiente,
el aprendizaje precoz de un olor puede depen-
der de experiencias anteriores al nacimiento. El
olor y sabor del lquido amnitico se parecen
ms a los de la leche materna que a los de la
leche articial; la leche materna se benecia
de la ventaja de lo ya percibido y, por eso, es
aceptada con ms facilidad. No se excluye que
la leche de nuestra especie contenga sustancias
que podran facilitar los aprendizajes. Exami-
nemos estas dos posibilidades.
De entrada, parece sorprendente que las
competencias olfatorias del recin nacido
puedan funcionar ya en el feto. Por un lado, el
sistema nervioso fetal es inmaduro y, por otro,
se vena creyendo que el lquido que baa las
vas nasales era un obstculo mecnico que
limitaba el acceso de sustancias aromticas al
rgano olfativo. Pues no importa. El feto puede
detectar las sustancias aromticas y gustativas
transportadas por el lquido amnitico que cir-
cula por las vas respiratorias. Por otra parte, el
sistema nervioso implicado en el tratamiento
de la informacin olfatoria es sucientemen-
te maduro y desarrollado como para producir
sensaciones y memorizarlas. Actualmente esto
se halla bien establecido en fetos animales de
diversas especies. Por lo que concierne al hom-
bre, se sabe que los prematuros nacidos dos
meses antes del plazo reaccionan a los olores.
Esta aptitud sensorial fetal se ejerce en un
medio cambiante, cuya composicin depende
de los aromas consumidos por la madre. En
efecto, analizando el lquido amnitico, se ha
mostrado que los compuestos olorosos de la
alimentacin materna se transeren al lquido
amnitico y al feto. Aromas complejos como
los del comino, el curry, ans, ajo, chocolate o
incluso de la zanahoria pasan fcilmente al
compartimiento fetal.
Preferencias preestablecidas?
Hacia el nal de la gestacin, el cerebro del feto
puede retener informaciones sensoriales y uti-
lizarlas despus del nacimiento para dirigir las
elecciones de los bebs para reaccionar a algu-
nos tests propuestos por un experimentador.
No se pueden realizar experimentos en el feto
humano por razones ticas obvias, pero se pue-
de interrogar a posteriori a un recin nacido
sobre la naturaleza de las estimulaciones que
ha tenido y memorizado in utero. Para ejecu-
tarlo, se ofrece a los bebs sustratos olorosos
a los que han estado expuestos en el lquido
amnitico, y se cuantican sus reacciones. De
ese modo, se ha probado que los recin nacidos
reconocen el olor del lquido amnitico y que,
a los tres das de nacer, preeren su propio olor
amnitico al de otro feto. El cerebro fetal ex-
trae y retiene la informacin olfatoria presente
en el lquido amnitico y el cerebro neonatal
puede rememorarla.
Mltiples experiencias han conrmado es-
tos resultados. Algunas madres han aceptado
aadir a su alimentacin un aroma determi-
nado (por ejemplo, de ans) durante los ltimos
das de su embarazo. Despus del nacimiento,
al presentar un olor puro de ans a los bebs
que han estado expuestos a este olor in utero,
stos dirigen su nariz hacia el aroma con una
frecuencia mayor; mientras que los nios de
madres que no lo han tomado nunca, se orien-
tan al azar. Por tanto, las preferencias olfatorias
dependen de la experiencia prenatal, por el jue-
go de mecanismos cognitivos (familiarizacin y
asociacin) probablemente semejantes a los que
intervienen en los aprendizajes posnatales.
De todas formas, la notable maleabilidad de
los aprendizajes olfatorios del feto y del recin
nacido no debe enmascarar un cierto nmero
de puntos importantes. Primero, todos mani-
estan reacciones de atraccin al olor de la leche
materna o del seno de una mujer que amaman-
ta; cuando en un test de eleccin simultnea se
le proponen a los bebs dos olores (el olor de le-
che materna o el de leche articial), incluso los
bebs alimentados con leche articial preeren
3. EXPERIENCIA QUE MARCA.
Durante el amamantamiento
el lactante aprende el olor del
pecho materno y de las axilas
y muy pronto los preere a los
olores de otras mujeres.


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4. CIEGO,
PERO HABIL HUSMEADOR.
Los gazapillos buscan las teti-
llas de la coneja. Se orientan
por una molcula aromtica de
la leche materna una fero-
mona que, aunque en una
concentracin mnima, ejerce
una poderosa fuerza de atrac-
cin en las cras.
34 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
el de la leche materna, que, sin embargo, ellos
no han probado nunca. Esta atraccin hacia el
olor de la leche humana se ha observado en
nios nacidos dos meses antes de plazo.
La leche materna y el seno en perodo de
lactancia emiten compuestos voltiles que de-
sencadenan reacciones sistemticas de atrac-
cin y apetencia en los recin nacidos. Estas
reacciones neonatales, de entrada positivas, se
basan en elementos aromticos comunes a la
leche materna y al lquido amnitico? Depen-
den de mecanismos siolgicos especcos, ve-
hiculando la leche sustancias bioqumicas que
facilitan la memorizacin? Se han propuesto
varias hiptesis.
Las reacciones de atraccin hacia la leche
especca de una especie aludida se presenta
entre los recin nacidos de otros mamferos.
El caso ms remarcable es el del gazapo, que
reacciona con vigor al olor de la leche de la
coneja con sus movimientos de bsqueda y
de aprensin oral. En 2003 demostramos, en
colaboracin con Grard Coureaud y Domini-
que Langlois, en el Centro Europeo de Ciencias
del Gusto y del Olfato en Dijon, que la leche de
la coneja provocaba una fuerte reaccin en los
gazapillos, aun cuando se les hubiera privado
de ella (fueron alimentados articialmente) o
nacieron prematuramente.
El poder de atraccin de la leche de la coneja
se debe a una molcula olorosa (la feromona
2-metil-butodienal) emitida en concentraciones
innitsimales. Dado que este compuesto no es
detectable en el lquido amnitico, su efecto no
provendra de la exposicin fetal. Se considera
que estimula las vas perceptivas y motrices
predispuestas, cuyo desarrollo es independien-
te de toda experiencia anterior. Adems de
desencadenar comportamientos de bsqueda
y aprensin bucal, la molcula de la leche de
la coneja favorece el aprendizaje de los olores
que le estn asociados. Durante los primeros
das despus del nacimiento determina las ad-
quisiciones olfatorias precoces e incrementa
rpidamente la paleta de olores signicativos
para el gazapillo. Hasta la fecha est pendiente
de conrmacin la generalidad de tales automa-
tismos perceptivos y cognitivos en relacin con
el olfato, en el caso de los humanos.
El entorno olfatorio de la primera infancia
tiene consecuencias a largo plazo? Participa
en la organizacin de nuestros conocimientos
sobre el mundo que nos rodea, en la puesta
a punto de nuestro sistema de valores hedo-
nistas, en nuestras preferencias alimentarias
y sociales?
A corto plazo, la experiencia olfativa precoz
interviene en el desarrollo armnico del recin
nacido; mientras el cerebro del beb se apropia
las caractersticas del entorno, la madre produ-
ce pasivamente puentes sensoriales, que le pre-
paran para la etapa siguiente de su desarrollo.
Lo hemos mencionado: los olores adquiridos
por el feto son indisociables del perl de los
estmulos recibidos en el medio amnitico.
Pero los aromas de la alimentacin materna
transmitidos in utero pasan tambin al calostro
(el primer lquido segregado por las glndulas
mamarias despus del parto) y a la leche, con-
gurando as un primer puente olfativo por
encima de la ruptura que representa el naci-
miento. La madre posibilita que el recin naci-
do se aclimate al medio posnatal, suavizndole
la transicin hacia lo nuevo y posibilitndole
as al beb internarse en las exploraciones que
ponen en movimiento a todos los sentidos.
La adaptacin sensorial del recin nacido
prosigue luego a travs del amamantamiento
y los contactos con la madre; contactos favora-
bles al crecimiento y a la actualizacin de los
conocimientos del infante sobre su entorno.
Los olores asociados a la toma de leche pue-
den implicar preferencias muy estables: un
aroma de manzanilla, aplicado sobre el seno
de la madre durante las primeras semanas de
lactancia ser preferido ms tarde a otros, en
algunos casos durante ms de un ao. El beb
memoriza tambin las caractersticas olorosas
de la leche y tiende a buscarlas despus. As,
la experiencia olfatoria reiterada de la leche
materna modulara las preferencias del beb
en el momento del destete, cuando ha de pro-
bar, por primera vez, alimentos distintos de
la leche. De igual modo los bebs alimentados
durante los cinco primeros meses de su vida
con leche articial que contena compuestos
de mal olor (amargos y cidos) preeren, a los
cuatro o cinco aos (en relacin con los bebs
amamantados), las bebidas cidas o los alimen-
tos amargos, como el brcol.
Los aprendizajes tempranos pueden estar
determinados por un aroma dominante, pero
5. FACIL DECISION.
Este beb de tres das es capaz de elegir entre
distintos olores, que uyen de diversos puntos del
mecanismo alrededor de su cabeza. Si el nio se
gira hacia el olor de la leche materna, hace movi-
mientos apetitivos con la boca y la lengua, como
si quisiera mamar.
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estn tambin marcados por la variedad de
aromas encontrados durante el desarrollo.
Por la diversidad de su propia alimentacin,
la madre expone al infante a una variabilidad
mayor o menor de la sensibilidad qumica. La
forma en que ha estado alimentado el beb
(con leche materna o leche articial) diferen-
cia dos grupos de infantes; los alimentados con
leche materna estn expuestos, en el curso de
la misma mamada y de una mamada a otra, a
sensaciones olfativas y gustativas uctuantes,
mientras que los alimentados con un producto
lcteo reciben impresiones quimiosensoriales
bastante menos variadas. Aunque descono-
cemos las consecuencias funcionales de la
alimentacin temprana, se sabe que inuyen
sobre las reacciones del infante a la novedad
alimentaria: los recin nacidos alimentados al
pecho son ms propensos a admitir alimentos
nuevos...
El recuerdo de los olores
de la infancia
Los aprendizajes tempranos seran, pues, en
cierta medida, seales sensoriales que dispensa
la madre. Se han adquirido durante los pero-
dos privilegiados de apertura neurocogniti-
va y perduraran en la infancia e incluso ms
all. En otros mamferos se ha probado que la
memoria de los olores con que se encuentra el
jovencsimo organismo regula las futuras elec-
ciones alimentarias y sus anidades sociales y
sexuales. Pero este tipo de datos es raro que se
den en el caso del hombre. Sin embargo, cuan-
do se pregunta a adultos de entre 20 y 35 aos
sobre los olores que ms les han impresionado
a lo largo de su vida, el 38 por ciento de ellos
evocan los agradables recuerdos de la infancia,
ligados muchas veces a la madre. Igualmente
los recuerdos olfativos negativos son bastante
estables, pues pueden seguir vivos durante ms
de 50 aos. Los contextos olfativos infantiles
son especialmente resistentes al olvido, lo cual
explica su capacidad de evocar recuerdos an-
tiguos. En 2002, Simon Chu y sus colegas, de
la Universidad de Bristol, conrmaron que la
evocacin de recuerdos en las personas de ms
de 65 aos es ms fcil, cuando se las presenta
olores que cuando se les proponen palabras.
Ms an, estos indicios olfativos suelen hacer
resurgir recuerdos de sucesos vividos antes de
los seis aos, ms de 60 aos despus.
De todas maneras, los enfoques experimen-
tales sobre la persistencia de los recuerdos
asociados a contextos olfatorios de la primera
infancia son escasos y parciales, y hay que va-
lorarlos con precaucin. Gracias a un estudio
realizado en Alemania sabemos que la expe-
riencia olfativa prematura puede producir
preferencias a largo plazo; aadir vainilla a las
recetas lcteas destinadas a los recin nacidos
estuvo autorizado hasta 1992; despus se ha
prohibido.
En 1999, el equipo encabezado por Egon
Kster, de la Universidad de Utrecht, estudi
de qu modo las personas alimentadas con
leche articial antes de 1992 (expuestas, por
tanto, a la vainilla durante los primeros meses)
apreciaban este aroma, en comparacin con las
personas que haban estado alimentadas al pe-
cho (es decir, poco expuestas a la vainilla). Les
pidieron a los dos grupos de adultos, de 28 aos
de edad media, que eligieran cul de los dos
ketchup preferan (uno perfumado con vainilla
y el otro no). Las personas sobreexpuestas a
la vainilla va leche infantil escogieron el ket-
chup avainillado, las alimentadas al pecho el
ketchup normal.
Veamos otro ejemplo: la exposicin regular
al humo del tabaco. La experiencia sensorial
del tabaco se inicia cuando la madre fuma; la
nicotina y los componentes aromticos de los
cigarrillos pasan con facilidad a los uidos bio-
lgicos (lquido amnitico y leche). Despus,
la exposicin regular al humo del ambiente
refuerza una asociacin positiva en el nio.
Por ltimo, la imitacin de los semejantes y
la identicacin con el modelo adulto pueden
acabar en la jacin de un consumo estable. Los
estudios epidemiolgicos indican que, en esa
secuencia que va del infante al adolescente con-
sumidor regular de tabaco, la fase de exposicin
uterina desempeara una funcin importante.
Pero el caso del tabaco es complejo, porque los
efectos quimiosensoriales son difciles de se-
parar de los efectos farmacolgicos; la nicotina
es, a la vez, un estmulo quimiosensorial y un
factor de dependencia.
El cerebro en formacin es receptivo a las
inuencias de su entorno quimiosensorial y
especialmente al olfativo, que es resultado de
las preferencias maternas y familiares. Segn
las experiencias adquiridas al comienzo de su
desarrollo, el infante apreciar y buscar de-
terminados estmulos con preferencia a otros
en su vida futura.
Benoist Schaal es director del Centro Europeo del
Gusto y del Olfato en Dijon; Maryse Delaunay-El
Allam elabor all su tesis doctoral.
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
CHEMICAL AND BEHAVIOURAL
CHARACTERI ZATI ON OF THE
RABBI T MAMMARY PHE-
ROMONE. B. Schaal et al.
en Nature, vol. 424, pgs.
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36 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
A
quella tarde de ftbol, el seor Uncitia se
mont en su coche y recogi en el camino
a un amigo para acudir juntos al partido. Nun-
ca llegaron al estadio. Con el tiempo lograra
recordar el accidente. Un coche que se abalan-
z sobre ellos, arremetiendo por la derecha en
un stop. Sufri en el choque mltiples lesiones
cerebrales.
Uncitia se recuper sorprendentemente
bien, aunque ciertas facultades quedaron re-
sentidas para siempre. Debido a las lesiones del
rea visual del cerebro, se le interes una parte
del campo visual, el espacio que abarca la vista
sin mover los ojos. Ya no poda ver en esa rea,
a pesar de que sus ojos se encontraban perfec-
tamente sanos. A este fenmeno le denominan
los neurlogos ceguera cortical.
A menudo, las personas que padecen esa
lesin determinan de forma correcta la situa-
cin de objetos situados en el rea del campo
visual ciego, por ms que no puedan percibir-
los de manera consciente. Esta visin ciega
fue descrita por Ernst Pppel, Richard Held y
Douglas Frost, del Instituto de Tecnologa de
Massachusetts, a mediados de los setenta del
siglo XX. La visin ciega cobr inters para
m cuando empec a ocuparme de la cuestin
sobre la investigacin cientca del pensamien-
to consciente.
Uncitia constituy uno de mis primeros pa-
cientes en que pude estudiar la visin incons-
ciente. Cuando le mostraba puntos luminosos
en su campo visual ciego, manifestaba, segn
caba esperar, que no vea nada. En realidad
tena un rea con funciones visuales rudi-
mentarias, como se demostr por medio de
un experimento. Hice sonar hasta 290 veces
una seal acstica. Simultneo con el soni-
do, centelleaba un punto luminoso, aunque
slo Uncitia oa el tono, tena que adivinar si
el destello luminoso acompaaba o no al so-
nido. Adems deba declarar, cada vez y por
medio de una escala, cun seguro estaba de
la respuesta dada.
En un comienzo, al paciente le pareca una
tarea absurda. No veo absolutamente nada. No
puedo hacer otra cosa que intentar adivinar,
protestaba. Pero al nal accedi a colaborar. En
cada tanda de ensayos, repeta siempre lo mis-
mo: estaba adivinando si el punto luminoso
se encontraba o no all. Mas, para su sorpresa,
haba apretado el botn correcto en el 99 por
ciento de las veces. Es posible que mediante
los puntos luminosos se originaran sensacio-
nes que incluso un cerebro normal no pudiese
interpretar y para las que a Uncitia le faltaran
las palabras exactas para describirlas? No po-
da armar si se trataba de una sensacin o de
A travs de la investigacin sobre videntes ciegos, nios sin cerebro y otros casos de minusvala
neurolgica podemos adentrarnos en el misterio de la percepcin consciente
REINHARD WERTH
1. CEREBRO ILUMINADO.
Durante siglos, los lsofos
han venido especulando sobre
la esencia de la consciencia.
A menudo declararon que se
escapaba de las posibilidades
de la investigacin cientca.
No lo entiende as la neurolo-
ga moderna.
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una corazonada; en cualquier caso, no poda
tratarse de una visin consciente.
Cules son las bases neurolgicas de seme-
jante visin ciega? La mayora de los investi-
gadores creen que, tras producirse las lesiones
de la corteza cerebral, otras estructuras lo-
genticamente ms antiguas pertenecientes
al tronco cerebral el colculo superior y el
pretecto, situados en la parte superior del me-
sencfalo pasan a desempear las funciones
visuales inconscientes. Estas estructuras, que
en los vertebrados inferiores cumplen un papel
importante en la percepcin visual, en los seres
humanos son zonas cerebrales secundarias en
relacin con la visin.
Cuando los pacientes adivinan
los estmulos luminosos
Cabe la posibilidad de que la corteza cerebral
daada de la zona enceflica que, en condicio-
nes normales, hace surgir las impresiones vi-
suales, no haya perdido totalmente su funcio-
nalidad. Su capacidad restante podra bastar,
si esto es as, para registrar y localizar puntos
lumnicos, a pesar de que ya no sea capaz de
transmitir impresiones visuales conscientes.
Abundan los resultados de investigacin a fa-
vor de esta segunda explicacin, al menos en
aquellos afectados en los que las estructuras
lesionadas del sistema visual no se encuentran
completamente destruidas.
As aconteci con Basaniega, a quien un ac-
cidente cerebrovascular le dej cegado la mitad
de su campo visual. Junto a esa zona ciega en
la que, igual que en Uncitia, poda localizar
puntos luminosos por adivinacin haba otra
rea sobre la que el paciente informaba tener
la sensacin difusa de que ah haba algo, sin
que pudiera ver realmente ese algo.
Esa vaga sensacin se produca en cuanto
apareca un punto luminoso en el rea en cues-
tin. No haba ni seal sonora ni cualquier otro
suceso que le diera a Basaniega alguna pista
sobre el punto luminoso. Asimismo, la sen-
sacin de que all haba algo desapareca tan
pronto como el punto luminoso que no era
perceptible conscientemente para el sujeto
se apagaba.
Entre esa rea y el resto del campo visual que
conservaba una visin normal se encontraba
otro mbito, donde el paciente perciba un te-
nue resplandor cuando apareca all un punto
luminoso. Tras varios cientos de mediciones, y
eso merece researse, los lmites de tales reas
empezaron a cambiar de sitio. En una parte del
campo que antes era ciego y en el que poda
adivinar los estmulos correctamente, Basanie-
ga tena ahora la sensacin de la presencia de
un estmulo. All donde antes slo haba vagas
sensaciones, nuestro paciente empez a ver res-
plandores luminosos y donde con anterioridad
slo notaba resplandores empez a percibir los
puntos luminosos de forma completamente
normal. Resultaba evidente que las mediciones
del campo visual haban producido un efecto
de entrenamiento; mediante el mismo, los gru-
pos de neuronas daadas haban vuelto a recu-
perar algunas de sus capacidades perdidas.
Durante la Primera Guerra Mundial, Walter
Poppelreuter haba observado que los solda-
dos heridos en el frente no siempre mostraban
muertas del todo las neuronas de la zona ce-
rebral interesada. Ms. Tras un entrenamiento
sistemtico, podan recuperar, al menos par-
cialmente, las capacidades visuales. La posibi-
lidad de una reconstruccin de las reas cega-
das mediante un entrenamiento sistemtico
se corroborara en fechas recientes, por Josef
Zihl, del Instituto Max Planck de Psiquiatra
de Mnich.
Pero los casos de daos cerebrales con re-
sultado de ceguera no se encuentran slo en
adultos. Con el transcurso de los aos he in-
vestigado una considerable cantidad de nios
con lesiones cerebrales de distintos tipos, por
anoxias, malformaciones, accidentes cerebro-
vasculares, inflamaciones cerebrales o acci-
dentes de bao o de trco, que comportaban
una ceguera total o parcial. Si con los adultos
se consegua una recuperacin de las funcio-
nes visuales en cierta proporcin, tanto ms
debera, supuse, lograrse con los nios, pues
su cerebro es mucho ms moldeable que el de
los adultos.
Resulta harto
difcil creer
que la chica
sin cerebro
fuera capaz
de seguir
con los ojos
un rostro
o un dibujo
de rayas en
movimiento.
2. VACIO FATAL.
Resonancia magntica de la
cabeza de un nio de dos aos
nacido sin cerebro. Ocupan su
lugar un lquido y estructuras
similares al tejido conectivo.
Sin
cerebro
Tronco
enceflico
Cerebelo
P
O
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C
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MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 39
Las manchas ciegas
desaparecen con entrenamiento
Pero cuando me dispuse a raticar la hipte-
sis encontr dicultades inesperadas. Con los
procedimientos metodolgicos empleados
hasta entonces no se haba conseguido medir
de forma able el campo visual de los nios
en edad preescolar, por no hablar de los bebs;
no podan entender a qu deban prestar aten-
cin durante el ensayo ni saban qu reaccio-
nes eran las que se esperaban de ellos. No me
qued otro remedio que disear un aparato
especco que permitiera detectar los campos
cegados y las facultades visuales reducidas,
incluso en lactantes. As consegu comprobar
que los nios reaccionaban de forma reeja a
los puntos luminosos en distintos lugares del
campo visual.
De igual modo, con ese proceder poda ave-
riguarse si un rea ciega se empequeeca cada
vez ms tras el entrenamiento del campo vi-
sual. El entrenamiento que puse en prctica
era elemental: mostraba puntos luminosos
brillantes en el rea ciega y a los pocos segun-
dos los mova desde la periferia hacia el centro
del campo visual. Introduca una pausa breve.
E iteraba de nuevo el procedimiento entero. Se
consideraba xito teraputico cuando el nio
empezaba a reaccionar ante el punto luminoso
mirando en esa direccin.
Basilio se llamaba uno de los nios al que
apliqu el tratamiento. En el parto sufri una
carencia de oxgeno que le dej daado gra-
vemente el sistema visual del cerebro, con
resultado de ceguera. Vino a m cuando ha-
ba cumplido un ao de edad. Realizamos el
entrenamiento del campo visual diariamen-
te durante una media hora, pero slo en la
mitad izquierda de dicho campo visual. Al
principio no consegu ninguna reaccin, pero
al cabo de tres semanas el pequeo comenz
a mirar los puntos luminosos en cuanto apa-
recan en su seno. Al final, logr descubrir la
seal de forma cierta: la mitad izquierda del
campo visual haba desarrollado funciones
visuales.
A continuacin estimul de la misma ma-
nera durante tres semanas el campo visual
derecho, que tambin estaba ciego. Se instau-
r una lenta mejora. Pero, mientras tanto, el
campo visual izquierdo, que haba abandonado
el entrenamiento, se torn a cegar. Hubo que
volver a estimularlo durante dos semanas para
que adquiriese capacidad visual, persistente
esta vez.
Son muchos los nios ciegos por lesiones ce-
rebrales que terminan por recuperar la visin
gracias a un entrenamiento de esa ndole, aun-
que en una medida que diere mucho de unos
a otros. El espectro de facultades recuperadas
va desde la percepcin de puntos luminosos
aislados hasta el resarcimiento de la capaci-
dad normal de visin. A qu se deben tales
diferencias?
Intentamos dar respuesta con la ayuda de
la resonancia magntica funcional, que per-
mite identicar las reas cerebrales activas.
En condiciones normales, las neuronas de un
hemisferio empiezan a activarse intensamente
en cuanto aparecen los estmulos visuales en
el campo visual contrario. Dicha activacin se
encuentra ausente en los pacientes cortical-
mente ciegos.
Pero ocurre lo siguiente. Cuando, tras el
entrenamiento descrito, se vuelven a notar
capacidades visuales en un campo visual que
estaba previamente ciego, en el hemisferio ce-
rebral contrario se produce una activacin tan
pronto como se muestra el punto luminoso.
La intensidad del estmulo que aparece en las
regiones encargadas de la visin es ms dbil
que la que opera en los voluntarios norma-
les. Con otras palabras: a pesar del entrena-
miento visual efectuado, en estos pacientes
no se encuentran activas la misma cantidad
de clulas nerviosas que las que se ponen en
funcionamiento en un sujeto sano bajo las
mismas circunstancias. Adems, no en todos
los nios el entrenamiento consigue alcanzar
un nivel suciente que posibilite la capacidad
de visin.
En el caso de la visin ciega, los grupos
celulares supervivientes apenas si alcanzan
siquiera a elaborar los estmulos visuales de
suerte que el paciente pueda adivinarlos de
manera correcta. Estos grupos celulares daa-
dos son incapaces de producir una impresin
visual consciente, ya que su actividad aislada
no basta. La excitacin de estos grupos neu-
ronales daados se coordina, pienso, en el l-
bulo occipital para producir las impresiones
mencionadas.
El fenmeno de la recuperacin de funciones
visuales perdidas volvemos a hallarlo en pa-
cientes epilpticos sometidos a la extirpacin
quirrgica de un hemisferio cerebral. Interven-
cin tan drstica se efecta cuando un hemis-
ferio cerebral lesionado produce convulsiones
epilpticas que se extienden por el cerebro
entero y no sirve la medicacin.
Tras la prdida
del cerebro,
el tronco
cerebral asume
al menos
en parte la
elaboracin de
los estmulos
visuales
simples y la
transmisin
de la reaccin
ante dichos
estmulos.
40 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Prueba de madurez
con medio cerebro
Una vez realizada la operacin, los pacientes
no suelen quedar con una consciencia limita-
da, ni pierden la mitad de vida psquica. Un
ejemplo de lo que, no obstante la espectacula-
ridad de la ciruga, puede alcanzarse median-
te un entrenamiento comprometido nos los
presenta el paciente P.D. Debido a los ataques
epilpticos intratables que padeca, hubo que
extirparle el cerebro derecho hasta el tronco.
Contaba a la sazn 13 aos de edad. Las conse-
cuencias abarcaron desde parlisis en la mitad
corporal opuesta hasta la total ceguera del lado
izquierdo de su campo visual, pues le fueron
extirpadas tambin las estructuras cerebrales
en las que se elaboraban las informaciones vi-
suales del lado izquierdo.
Hoy lo encontramos en la universidad. Antes
tuvo que recorrer un duro camino de esforzado
entrenamiento. Yo segu la evolucin de sus
capacidades visuales a lo largo de ocho aos
mediante procedimientos de entrenamiento
guiados para aumentar su campo visual.
Al ao de la intervencin, P.D. me manifest,
en el curso de una exploracin, que vea luz en
la mitad del campo visual que haba quedado
ciega. Si nos atenamos a los conocimientos de
la anatoma, resultaba impensable una percep-
cin tal. Como no estaba muy convencido de lo
que me contaba el chico, investigu esa mitad
del campo visual. Y llegu a la conclusin de
que l poda registrar efectivamente puntos
luminosos y rpidos movimientos de estmu-
los lumnicos. Un procedimiento radiolgico
especial puso de maniesto que las seales de
este tipo eran elaboradas no slo en el campo
visual derecho, sino tambin en el izquierdo
por el hemisferio cerebral izquierdo restante.
Ms sorprendente resulta la historia de una
chica cuyo hemisferio cerebral izquierdo se ex-
tirp por completo a sus cuatro meses de edad.
Cuando llam a mi consulta haba cumplido
seis aos. Ante mi desconcierto, la nia poda
ver, con idntico rendimiento, en la mitad de-
recha y en la izquierda de su campo visual. Un
examen posterior, realizado seis aos ms tar-
de, lleg al mismo resultado: la conformacin
del campo visual era totalmente normal.
Pero, cmo se puede ver en un rea cuando
no existe ya el hemisferio cerebral encargado
de esa visin? Acontece que un hemisferio ce-
rebral elabora las informaciones visuales pro-
cedentes de ambos campos visuales? Se encar-
ga acaso de las capacidades de visin el tronco
cerebral integrado en el sistema visual?.
Cmo surge la consciencia humana y qu pasa con ella tras la
muerte? Tradicionalmente las respuestas procedan del campo reli-
gioso y simblico. Se agregaron lsofos y psiclogos, que especula-
ron sobre su naturaleza sin abordar sus manifestaciones y excluyendo
su dominio del mbito de la ciencia emprica. Los propios partidarios
de una losofa de la ciencia de orientacin cientco-natural y los
psiclogos conductistas dejaban a la consciencia, en cuanto signo
del mundo de lo subjetivo, a extramuros de la ciencia.
Acontece, sin embargo, que los neurocientcos, los psiclogos
y los psiquiatras hablan continuamente de la consciencia, del ver,
del or, de las emociones..., todo lo cual cae dentro del rea de sus
investigaciones. Y en dichas investigaciones utilizan conceptos que
remiten al dominio de lo subjetivo, aunque ineludible en la prctica
mdica. El psiquiatra no podra comunicarse con sus pacientes si se
excluyera de su relacin el mbito de lo subjetivo.
El problema radica en que el lenguaje ordinario carece de con-
ceptos adecuados para una descripcin exacta de los sucesos cons-
cientes. Ante esa deciencia, hace ya 25 aos, desarroll, en mi
trabajo de habilitacin universitaria y con la ayuda de la lgica
formal, un procedimiento que permita diferenciar entre consciente
e inconsciente.
Los resultados descritos en ese trabajo permiten llegar a conocer
en qu manera la visin y la audicin conscientes estn unidas a
las funciones de determinadas reas de nuestro cerebro. Sabido es
que el cerebro es un rgano muy plstico. Si falta una parte, las
facultades gestionadas por ella sean stas la visin, la audicin,
el lenguaje, el aprendizaje o el actuar no tienen por qu perderse
para siempre. Algunas veces hay grupos celulares de otras regio-
nes cerebrales que asumen las facultades de las partes cerebrales
afectadas.
Cuando tambin estas partes cerebrales de substitucin se
pierden, la funcin afectada desparece sin remisin. Lo que vale
para la visin o la audicin puede aplicarse a otras facultades. Ha
de haber siempre grupos nerviosos que gestionen esas capacidades.
Sin tales grupos celulares, se produce tambin la extincin de las
facultades de percibir, de sentir, de pensar o de recordar.
Si se considera la consciencia como la totalidad de aquello que
nos es perceptible, entonces se extingue con la muerte cerebral. Si
se extinguen todas las funciones cerebrales, la posibilidad de recoger
experiencias cualesquiera que stas sean queda perdida de
una vez para siempre.
Principio y n de la consciencia humana
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 41
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
RESTI TUTI ON OF VI SUAL
FUNCTI ONS I N CEREBRALLY
BLIND CHILDREN. R. Werth
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psychologia, vol. 43, pgs.
2011-2023; 2005.
VISUAL FUNCTIONS WITHOUT
THE OCCIPITAL LOBE OR AFTER
CEREBRAL HEMISPHERECTOMY
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2932-2944; 2006.
RESI DUAL VI SUAL FUNC-
TIONS AFTER LOSS OF BOTH
CEREBRAL HEMI SPHERES I N
INFANCY. R. Werth en In-
vestigative Ophthalmology
and Visual Science, vol. 48,
pgs. 3098-3106; 2007.
La respuesta adecuada slo puede investi-
garse en pacientes privados de ambos hemisfe-
rios cerebrales, aunque con un tronco cerebral
operativo. He estudiado varios de estos nios
que nacieron sin cerebro o les quedaba escasos
restos cerebrales, totalmente ajenos al sistema
visual.
Recordar una nia de tres aos privada de
cerebro, salvo unos pocos restos en la parte
inferior del prosencfalo. El vaco lo ocupa-
ba lquido cerebroespinal. Lo habitual es que
estos nios hasta ese extremo discapacitados
mueran pronto despus del parto. Sin embar-
go, en determinadas circunstancias sobreviven
varios aos, en particular si el tronco cerebral
se encuentra intacto, como era el caso mencio-
nado. Los afectados con tales malformaciones
no pueden entender el lenguaje, ni aprender
nada, ni andar, ni permanecer sentados por s
mismos. Slo pueden masticar, tragar, bostezar
y chillar.
Pese a la opinin extendida entre los exper-
tos que negaba capacidad visual a los nios
sin cerebro, algunas veces daba la impresin
de que mi paciente estuviera observando a
las personas de su alrededor. Una exploracin
minuciosa de sus capacidades visuales mostr
lo que apenas poda llegar a creerse: la nia
segua efectivamente con los ojos un rostro o
un dibujo de rayas en movimiento. No regis-
traba en absoluto los puntos luminosos o los
objetos de cualquier clase que, aparte de una
pequea rea central, aparecan en su campo
visual.
Volvi a repetirse el fenmeno en otros ni-
os sin cerebro. Presumiblemente era el tronco
cerebral el que, tras la prdida del cerebro, asu-
ma, al menos en parte, la elaboracin de los
estmulos visuales simples y la transmisin de
la reaccin ante dichos estmulos. Pero tal capa-
cidad exista slo en un rea pequea situada
en el centro del campo visual. Aparte de esto,
la visin sin cerebro no era posible.
Las funciones visuales inconscientes de
adultos con cerebros lesionados no pueden
atribuirse a la asuncin del tronco cerebral de
las funciones visuales, pues se extienden ms
all del centro del campo visual. De forma si-
milar, tampoco se puede explicar el campo vi-
sual sorprendentemente normal de la chica a la
que le faltaba el hemisferio cerebral izquierdo
mediante las capacidades del tronco cerebral.
En estos casos, la razn parece estribar en la
funcin asumida por el hemisferio restante,
que se encargara de todo el trabajo.
Los resultados de los nios sin cerebro vie-
nen a reejar la evolucin de las percepciones
visuales durante el primer ao de vida: el ser
humano no nace ciego, como sucede con al-
gunos animales; pero al principio su visin se
limita a un rea del centro de su campo visual.
De forma paulatina va ensanchando la ventana.
Cuando ha cumplido el ao de vida. La ventana
no abarca todava la amplitud propia del esta-
do adulto. El cerebro va madurando de forma
pareja a este desarrollo del campo visual. Pero
si, por la razn que fuere, no lo hace, junto a
toda una batera de graves defectos aadidos
el campo visual permanece limitado.
El tronco cerebral proporciona a los pacien-
tes sin cerebro otras capacidades: un nio de
siete aos, privado de cerebro, reaccionaba a
los sonidos. El espacio en el que en condicio-
nes normales hubiera alojado al cerebro se
hallaba ocupado por lquido cefalorraqudeo;
el tronco cerebral se encontraba bien desarro-
llado. Siempre que yo haca algn ruido, a su
derecha o izquierda, el nio giraba la cabeza
hacia la fuente del sonido. El tronco cerebral
registraba, por tanto, los estmulos auditivos,
los localizaba y emita reacciones de respuesta.
Ocasionalmente el nio reaccionaba tambin
al contacto fsico, que en todo caso perciba
siempre, con una sonrisa.
As, pues, una estructura tan primitiva como
el tronco cerebral puede acometer muchas ta-
reas. La explicacin de estas actividades reside
en la logenia: hace ms de 300 millones de
aos, cuando el cerebro de nuestros precurso-
res no haba alcanzado su completo desarrollo,
el tronco cerebral desempeaba las funciones
que aseguraban la supervivencia y la reproduc-
cin. Con el transcurso del tiempo, el tronco
cerebral se transform y con dicha transfor-
macin algunas funciones se mantuvieron y
otras muchas se perdieron. Algunas de estas
ltimas podran recuperarse.
La pregunta de si las capacidades visuales
y auditivas procuradas por el tronco cerebral
en las personas sin cerebro son conscientes o
inconscientes es imposible de ser respondida
denitivamente. Los pacientes tienen una afec-
tacin tan severa que no se puede encontrar en
ellos algn signo que denote consciencia y, por
otro lado, tampoco se encuentran en situacin
de poder comunicarse con nadie.
Reinhard Perth es neuropsiclogo y docente de psi-
cologa mdica en la Universidad Ludwig Maximilian
de Mnich.
42 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Profesor Northoff, usted se propone
establecer la neurolosofa como una
especialidad independiente, allende
la losofa y la investigacin cerebral.
Para qu?
Los lsofos analizan conceptos, los neu-
rocientcos experimentan e interpretan
los resultados. La neurolosofa combina
conceptos loscos conciencia o li-
bertad, por ejemplo con datos empricos
de la investigacin cerebral. Es una meto-
dologa completamente nueva y, por ello,
una disciplina cientca independiente.
Hay una teora cientfica reconocida
en fsica que describe cmo se llega al
conocimiento de la realidad mediante
hiptesis. Pero no hay una fisicofilo-
sofa. Cmo debera ser una neurofi-
losofa razonable?
El cerebro es el objeto central de la inves-
tigacin de los neurocientcos y, al mis-
mo tiempo, sede de nuestra percepcin
y nuestro conocimiento. Si bien las neu-
rociencias investigan tambin nuestras
funciones psquicas superiores libre al-
bedro, personalidad, yo, identidad, con-
ciencia, se mantienen en la perspectiva
de las ciencias naturales. La neuroinves-
tigacin cognitiva trata de relacionar los
qualia, es decir, nuestra vivencia subjeti-
va, con estructuras neuronales objetivas.
La neurolosofa, en cambio, conecta la
perspectiva objetiva y la subjetiva en lo
tocante al cerebro y lo considera no slo
desde un punto de vista emprico, sino
tambin epistemolgico y ontolgico. Ya
Arthur Schopenhauer indic la peculia-
ridad exclusiva del cerebro como objeto
y sujeto de la ciencia.
Pero el concepto de neurolosofa
no aparece explcitamente hasta 1986,
avanzado por Patricia Churchland.
Esa filsofa canadiense no se limit a
acuar el trmino. Dio un matiz espe-
cial al concepto, a n de apoyar un ma-
terialismo radical; en coherencia, las
neurociencias reemplazan a la losofa,
que ya no tiene derecho a una existencia
independiente. En este enfoque, la neu-
rolosofa representa slo un fenmeno
transitorio, antes de terminar por disol-
verse en las neurociencias.
Qu conceptos alternativos hay para
el proyecto de la neurolosofa?
El planteamiento neurofenomenolgico
se propone relacionar nuestra vivencia
subjetiva con mecanismos neuronales
determinados. Idea que arranca de la
losofa de Edmund Husserl; a diferen-
cia de Churchland, la fenomenologa no
excluye la vivencia subjetiva ni la pers-
pectiva de primera persona.
Milita usted en esa tradicin?
S. En el bien entendido que relacionar la
vivencia subjetiva y los datos empricos
de la investigacin cerebral constituye
slo el principio. Partiendo de eso, hemos
de examinar hiptesis epistemolgicas y
ontolgicas plausibles sobre la relacin
entre cerebro y mente, para someterlas
a contrastacin experimental.
Qu planteamientos hay ahora en la
neurolosofa?
Max Bennet, bilogo, y Peter Hacker, -
lsofo, proceden de modo analtico. Han
puesto de relieve que los neurocientcos
acostumbran trabajar con conceptos im-
puros. Por ejemplo, lo que el investigador
cerebral quiere decir con libre albedro o
conciencia no es siempre ni mucho me-
nos lo que los lsofos entienden por
ello. Expresado en su crudeza: algunos
neuroinvestigadores confunden datos y
hechos empricos con conceptos los-
cos. Pero las ideas no se dejan reducir:
existe una diferencia tajante entre con-
cepto y hecho. Eso lo han expuesto con
exquisita nitidez Bennet y Hacker.
Cmo estn distribuidas las simpa-
tas en las universidades alemanas res-
pecto a los tres planteamientos?
La simpata acompaa al entorno pro-
fesional. Los neurlogos respiran una
atmsfera de hechos y ponen su prio-
ridad en los datos. Los que se dedican
a las ciencias del espritu, por su parte,
estn acostumbrados a los conceptos y
les conceden primersima importancia.
Las fronteras entre disciplinas son aqu,
con frecuencia, muy rgidas. Sucede que
los respectivos representantes apenas se
Kant en el laboratorio
Para descubrir los secretos de la conciencia, el libre albedro y el yo,
Georg Northoff propone una nueva disciplina, la neurolosofa.
En su praxis psiquitrica diaria comprueba si sus teoras superan los tests aplicados
CARSTEN KNNEKER
ENTREVISTA
GLOSARIO
Epistemologa: Teora del conocimien-
to. Disciplina central de la losofa que
investiga los criterios del conocimiento
seguro.
Ontologa: Teora del ser y de las es-
tructuras fundamentales de la realidad.
Formula respuestas a la pregunta sobre
la constitucin del mundo.
Qualia: Contenido subjetivo de la viven-
cia de un estado mental, inaccesible a la
medicin neurocientca.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 43
dan cuenta de con qu mtodos trabajan
en realidad y dnde estn sus lmites.
Usted rene en su persona, caso sin-
gular, ambas perspectivas, con su ha-
bilitacin tanto en medicina como en
losofa. Sera una solucin al dilema
una revisin de las carreras: lecciones
obligatorias de teora del conocimiento
para los bilogos y seminarios obligato-
rios de laboratorio para los lsofos?
Me sumara a esa propuesta. Contamos
ya con unos primeros planteamientos t-
midos en esta direccin; nuevos planes de
estudio que combinan ambas y cuya en-
seanza es organizada por dos facultades;
recordemos la Escuela de Mente y Cerebro
de la Universidad Humboldt de Berln.
Usted distingue entre neurolosofa
terica, emprica y prctica. Cules son
las diferencias?
La neurolosofa prctica trata, por una
parte, de los juicios morales: qu me-
canismos neuronales les subyacen? Por
otra parte, se pregunta por los problemas
ticos que surgen de los progresos de las
neurociencias: queremos permitir, por
ejemplo, que los medicamentos sean
accesibles a todos para la mejora de la
atencin o tenemos miedo a los abusos?
La neurolosofa emprica, por su lado,
relaciona conceptos loscos (libre al-
bedro, conciencia, identidad personal,
etctera) con hallazgos experimentales
de la neurobiologa. Aqu hemos de men-
cionar la polmica en torno a la imagen
reduccionista del hombre. La neurolo-
sofa terica, por ltimo, somete a criba
qu teoras y mtodos puede utilizar la
neurolosofa emprica. Es algo as como
la losofa de la ciencia de la investiga-
cin neurolgica y pregunta, cuando
alguien formula tal o cual hiptesis
epistemolgica u ontolgica bsica, qu
signica tal conjetura para la neurolo-
sofa emprica. Le indican a alguien de-
terminados datos experimentales sobre
el libre albedro que se pueden reducir
los qualia a correlatos neuronales, slo
porque l lo asume desde el principio?
La neurolosofa terica puede ser tam-
bin llamada losofa de la ciencia de la
neurolosofa.
Quiere usted decir que cuando un
neuroinvestigador denuncia el libre al-
bedro como ilusin, habla desde una
toma de partido previa?
Exacto, acaso su hiptesis hizo que la
vivencia subjetiva se redujese, por prin-
cipio, a causas materiales neuronales.
Ahora bien, cuando un conocimiento
depende de premisas ontolgicas elabo-
radas de antemano para tal situacin, es
conocimiento en realidad?
Se reere a Churchland
En la neurofilosofa angloamericana
predomina un realismo epistemolgi-
co, que se presupone en la forma de un
realismo ingenuo. Se trata de una pecu-
liaridad de la tradicin del empirismo,
doctrina segn la cual todo conocimien-
to se origina de la experiencia sensible.
Pero, podemos conocer las cosas de
nuestro entorno tal cual son? Podemos
dar semejante armacin por sentada?
La losofa alemana se mantiene en la
tradicin de Immanuel Kant, quien parte
de que no podemos conocer la cosa en s,
la cosa tal como es en realidad, es decir,
independiente de nuestros rganos de
conocimiento. Tenemos, en cierto modo,
una limitacin en nuestra percepcin y
nuestro conocimiento.
Cmo reciben los lsofos tradicio-
nales, sin una inclinacin especial por
la investigacin cerebral, su proyecto de
una neurolosofa? Le llueven muchas
crticas?
En parte. Muchos colegas sospechan que
hay un fallo en la metodologa o en la
temtica. La neurolosofa aplica el m-
todo losco a una regin equivocada:
no se pueden combinar los conceptos con
los hechos, pues son categoras distin-
tas. Como neurolsofo debo demostrar,
por tanto, que tal integracin es perfec-
tamente posible. Y aqu es donde incidir
en el futuro el avance metodolgico.
Y cmo le tratan los investigadores
del cerebro y los bilogos?
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Georg Northoff,
nacido en 1963, ha estudiado medicina y losofa.
Se doctora en la primera, en 1990, por la Univer-
sidad de Mnich. Dos aos ms tarde, obtiene
el doctorado en losofa por la Universidad de
Bochum. En 1998, adquiere la habilitacin en
psiquiatra en la Universidad de Magdeburgo y, al
ao siguiente, la habilitacin en losofa en la de
Dsseldorf. De 2000 a 2003, ensea psiquiatra en
Harvard. Desde 2004, es profesor de neuropsiquia-
tra y director del laboratorio de tcnicas de for-
macin de imgenes cerebrales y neurolosofa en
la Universidad Otto von Guericke de Magdeburgo.
Trabaja en resonancia magntica funcional aplicada
a la investigacin de las emociones, neurobiologa
de las enfermedades psiquitricas, losofa analti-
ca de la mente, neurolosofa y neurotica.
44 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Los cientcos, al contrario, se muestran
abiertos al proyecto de la neurolosofa.
Pero la resistencia surge despus, cuando
se relativizan sus resultados o se ponen
en un contexto ms amplio.
En qu medida sirve su trabajo dia-
rio como psiquiatra para el proyecto de
neurolosofa?
Ahora llevamos a cabo ms estudios con
pacientes. En el marco de la neuroloso-
fa prctica investigamos sobre la capaci-
dad de consentimiento. Es un tema muy
importante en psiquiatra: se encuentra
un paciente preparado para aceptar un
nuevo tratamiento? Debe tomar esa de-
cisin, en su lugar, un pariente? Durante
mucho tiempo, los cientcos pensaron
que la capacidad de decisin representaba
un problema puramente racional. En ese
mismo supuesto se basan tambin nues-
tras actuales escalas que suelen emplear-
se para evaluar la capacidad de consen-
timiento, pues ponemos a los pacientes
tareas exclusivamente cognitivas. Ahora
sabemos, a partir de la investigacin neu-
ropsicolgica de los ltimos aos, que las
personas apenas toman una decisin pu-
ramente racional, sino que las emociones
desempean una funcin importante.
Desde esta perspectiva, investigamos la
merma de la capacidad de consentimien-
to, relacionada quiz con las funciones
emocionales alteradas.
Cmo procede usted a este respecto?
Hacemos constar la capacidad de consen-
timiento de los pacientes esquizofrnicos
y no esquizofrnicos con el mtodo-cues-
tionario habitual. Registramos sus capaci-
dades emocionales: les mostramos im-
genes de personas y les preguntamos si
se trata de fotos alegres, neutras o tristes.
Despus, analizamos si hay conexiones
entre las dos capacidades, examinadas
por separado. La serie de experimentos
contina. Pero si se diesen correlaciones
claras lo que revelan nuestros resulta-
dos provisionales, entonces ello tendra
consecuencias para nuestro concepto de la
capacidad de consentimiento. A lo mejor,
deberamos cambiar nuestros mtodos
cannicos de investigacin para la evalua-
cin de la capacidad de consentimiento.
Qu investigaciones desarrolla en el
mbito de la neurolosofa emprica?
Investigamos con particular intensidad el
yo. Los lsofos acostumbran interpretar
el yo de un modo puramente especulati-
vo. La actual losofa de la mente suele
tambin ceirse a la autoconciencia. Pero
cuando hemos de habrnoslas con un
paciente psiquitrico, entonces el yo se
muestra a un nivel mucho ms bsico. El
yo de un depresivo, por ejemplo, es frgil
en el plano emocional y afectivo. Los pa-
cientes experimentan su yo con tintes ne-
gativos; en los casos extremos, ni siquiera
como un yo. Nos planteamos: afectan
las emociones a cmo experimentamos
nuestro yo? Emprendemos una investiga-
cin apoyada en imgenes: si alguno tiene
emociones negativas, cambia entonces su
vivencia subjetiva del propio yo? Y qu
transformaciones se muestran mientras
tanto en la activacin de determinadas
redes neuronales en el cerebro?
Qu ha descubierto?
Aparentemente, tienen una funcin deci-
siva en el origen de nuestra vivencia pre-
La tesis de Georg Northoff sobre la neurolosofa, entendida como una disciplina aut-
noma, que trasciende la losofa y las neurociencias, se basa en tres pilares:
La neurolosofa prctica trata, desde una doble perspectiva, sobre la relacin entre
tica y neurociencias. Por una parte, la neurobiologa de la moral investiga experimen-
talmente los mecanismos neuronales de los conceptos ticos: Qu ocurre en el cerebro
cuando una persona emite un juicio moral? Por otra parte, la neurotica maneja problemas
ticos, que se dan por el progreso de las neurociencias; por ejemplo, la identidad personal
en el caso de intervenciones en el cerebro, el incremento de funciones cognitivas en los
sanos o la aplicacin de un ensayo aleatorio en los probandos.
La neurolosofa emprica combina conceptos loscos sujeto, libre albedro
o conciencia con datos empricos procedentes de la neurobiologa. El modo de inte-
gracin depende de hiptesis de mtodo, ontolgicas y epistemolgicas.
Justamente estas hiptesis son lo que estudia la neurolosofa terica: cmo pueden
combinarse los conceptos loscos, as el de libre albedro, con los datos neurobiol-
gicos? Qu hiptesis estn en la base de determinados hallazgos e interpretaciones?
Qu posicin ontolgica atribuimos al cerebro en un experimento determinado? Cabe,
en principio, reducir los procesos mentales a funciones neuronales?
TRASFONDO HISTORICO.
La moderna neurolosofa se funda en
lneas de pensamiento precedentes.
El modelo de tres pasos de la neurolosofa
Los depresivos
experimentan su yo
con tintes negativos;
en los casos extremos,
ni siquiera como un yo.
Nos planteamos:
afectan las emociones
a como experimen -
tamos nuestro yo?
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 45
consciente del yo las estructuras de la l-
nea central subcorticales y corticales, que
muestran en los sujetos experimentales
sanos en letargo una actividad extrema-
damente elevada; los estmulos externos
alteran la actividad. En nuestra opinin,
la intensa actividad en el estado de le-
targo representa la base del sentimiento
del yo, nuestra vivencia continua del yo,
que persiste en ausencia de estmulos ex-
ternos. Que yo sea tambin consciente de
mi yo como yo es, por otra parte, un re-
sultado que trasciende lo expuesto, en el
que desempea una decisiva funcin
el crtex lateral prefrontal.
Cmo interpreta usted estos resul-
tados?
Probablemente el yo, y por tanto, el suje-
to sean mucho ms bsicos y basales de
lo que aceptan muchos lsofos. El su-
jeto no sera la instancia ms alta, sino
la instancia basal. Un yo tal, que debe
denirse sobre la relacin entre cerebro
y ambiente, posibilita, en primer lugar,
la organizacin de nuestras funciones
cerebrales y, nalmente, de nuestra ex-
periencia, incluso de la conciencia.
Qu proyectos de investigacin estn
en marcha en el mbito de la neurolo-
sofa terica?
Siguiendo a Kant, me interesa una cues-
tin: dada la composicin de nuestro
cerebro, qu escapa a mis posibilidades
de conocimiento? Puedo conocer direc-
tamente mi entorno, pero no la actividad
de mis propias neuronas; para llegar a
sta, slo dispondra, como mucho, de
un mtodo indirecto, va la tcnica. Ni
siquiera el cerebro tiene sensorium para
los estados neuronales; experimentamos
slo estados mentales. Por eso debe haber
fundamentos, quizs en la codicacin
de los estmulos ambientales por medio
del cerebro. Un campo de investigacin
apasionante.
En el mbito de la neurolosofa prc-
tica y la neurotica, cul es el problema
ms urgente?
La perspectiva de manipular los rendi-
mientos cognitivos como la atencin o
la memoria por medio de estimulantes.
Para tratar con estas nuevas posibilida-
des de modo correcto, debemos ser ante
todo claros sobre qu somos y quines
somos. En este sentido, el desarrollo de
una neuroantropologa del hombre es,
para m, parte de una futura neurotica,
sobre cuya base debemos preguntarnos
si estamos preparados para renunciar a
los progresos potenciacin de nuestra
memoria, por ejemplo para preservar
la identidad de la persona.
Los individuos cometern siempre
abusos, como lo muestra la manipulacin
de nuestro rendimiento corporal, donde
tenemos desde hace mucho tiempo un
problema social incluso en el deporte
amateur. Es fcil tener la idea de que
los padres comprometidos, por ejemplo,
quieran mejorar los resultados del apren-
dizaje de sus hijos para incrementar sus
oportunidades.
En una meritocracia eso es probable-
mente inevitable. Por eso me interesa una
futura neuroantropologa: queremos
una sociedad que persiga el predominio
del rendimiento y pierda, por ello, cali-
dad de vida? En Alemania oriental es un
problema muy extendido desde la cada
del muro. Muchos de nuestros pacientes
psiquitricos de aqu son personas que
han fracasado en la sociedad capitalista,
y slo necesitan nuestra ayuda.
1819 Arthur Schopenhauer: El mundo como voluntad y representacin
Schopenhauer interpret la Crtica de la razn pura de Immanuel Kant como
Crtica de la funcin cerebral.
1936 Edmund Husserl:
La crisis de las ciencias europeas y la fenomenologa trascendental
Husserl mostr que losofa y ciencia dependen del contexto, de nuestro entorno vital.
1945 Maurice Merleau-Ponty: Fenomenologa de la percepcin
El lsofo francs aborda la neurolosofa en relacin al cuerpo y al cerebro,
aunque sin utilizar el concepto neurolosofa.
1969 Willard Quine: Epistemologa naturalizada
Los argumentos de este ensayo inspiraron a los neurolsofos norteamericanos.
1978 Karl Popper, John Eccles: El yo y su cerebro
Excitante dilogo neurolosco entre un lsofo y un investigador del cerebro.
1986 Patricia Churchland: Neurolosofa
Primera introduccin de la neurolosofa como programa de investigacin.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
DAS GEHI RN. EI NE NEUROPHI LOSO-
PHI SCHE BESTANDSAUFNAHME. G. Nor-
thoff. Paderborn; Mentis, 2000.
PHI LOSOPHI CAL FOUNDATI ONS OF NEURO-
SCIENCE. M. Bennet y P. Hacker. Black-
well; Oxford, 2003.
GEI ST. EI NE EI NFHRUNG. J. Searl e.
Suhrkamp; Frankfurt/Main, 2004.
Clsicos de la neurolosofa: lista de lectura
Algunos investigadores
del cerebro confunden
los datos empricos
con conceptos loscos.
46 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
MENTE, CEREBRO Y SOCIEDAD
M
ucha gente sigue atribuyendo el compor-
tamiento destructivo de los toxicmanos
a la falta de voluntad o debilidad de carc-
ter. Para los neurocientcos, sin embargo,
la adiccin a las drogas es una enfermedad
psiquitrica que se desarrolla cuando el uso
reiterado de los narcticos afecta a las pro-
piedades qumicas del cerebro. Esta alteracin
qumica reclama una solucin qumica; esto es,
un tratamiento con medicamentos.
Los mdicos cuentan con pocos remedios far-
macuticos para la drogadiccin, refractaria a la
terapia hablada en numerosos casos. Los ndices
de recada en el consumo de ciertas sustancias
alcanzan entre el 40 y el 60 por ciento. Los
adictos a la herona cuentan con la metadona,
un opiceo sinttico que contrarresta las ansias
sustituyendo algunos de los efectos de la hero-
na; la naltrexona, un bloqueante de los recepto-
res opiceos ayuda a los alcohlicos a dejar el
hbito reduciendo el deseo de alcohol.
Mas, para la mayora de las vctimas de drogo-
dependencia, no existe un antdoto contra los es-
tragos neurolgicos que provoca este hbito en el
cerebro. Como arma Nora D. Vol kow, directora
del Instituto Nacional de Drogodependencia nor-
teamericano (NIDA), existe escasa medicacin
para tratar la adiccin y es urgente desarrollar
ms medicamentos de este tipo.
Una de las necesidades ms apremiantes es
un arma farmacolgica que combata el consu-
mo de cocana, un poderoso estimulante adic-
tivo que se sintetiza en su forma pura a partir
de la hoja del arbusto Eritroxilon coca. Segn
el Ministerio de Salud y Servicios Humanos
de EE.UU., alrededor de 1,7 millones de nor-
teamericanos consuman cocana en 2006. Esta
manera compulsiva de drogarse no slo arruina
la vida de los adictos destruyendo familias o
causando enfermedades vasculares graves,
sino que entraa adems un oneroso coste
para la sociedad, pues genera delincuencia y
propaga el VIH, entre otras enfermedades. Se-
gn una investigacin del ao 2000 publicada
en Pharmacoeconomics, si hubiera una medica-
cin que redujera el consumo de cocana aun-
que fuera un 10 por ciento, se ahorraran los
745 millones de dlares de gastos que genera
la cocana, entre ellos los relacionados con la
encarcelacin de vendedores y consumidores,
amn del tratamiento mdico de los nios que
nacen de madres adictas.
Los funcionarios del NIDA buscan la forma
de ahorrarse semejante gasto. El instituto faci-
lit alrededor de 15 millones de dlares en me-
dicamentos contra la adiccin a la cocana en
el ao scal 2007. Estos fondos supusieron un
tercio del total del dinero que el instituto con-
cedi para ensayos farmacolgicos ese mismo
ao. Hasta ahora, varios medicamentos candi-
datos han surgido a su sombra, incluida me-
dicacin que en la actualidad se comercializa
para tratar ataques epilpticos y narcolepsia,
un trastorno del sueo. Esta medicacin acta
en el cerebro ayudando a calmar o reducir las
ansias de cocana de un adicto. Mientras tanto,
los cientcos comienzan a recurrir al sistema
inmunitario para impedir desde el principio que
la cocana entre en el cerebro.
Lo bueno en exceso hace dao
La cocana ejerce sus insidiosos efectos apro-
pindose de las partes del cerebro dedicadas
a la percepcin del placer. Cuando comemos o
tenemos relaciones sexuales, por ejemplo, las
neuronas de los centros de recompensa libe-
ran dopamina, un neurotransmisor. Cuando la
dopamina transmite su mensaje a las neuronas
receptoras, las respuestas producen sensacio-
nes de placer, satisfaccin o excitacin sexual.
Sin embargo, los efectos de la dopamina se
desvanecen enseguida cuando, por medio de
las molculas portadoras, la dopamina es reab-
sorbida por las clulas que la liberaron.
La cocana bloquea los mensajeros e impide
que la dopamina sea reabsorbida, provocan-
do su acumulacin en el cerebro. Cuando la
concentracin de dopamina alcanza valores
que duplican, decuplican incluso las concen-
traciones que se dan en el cerebro a causa
de placeres cotidianos, este neurotransmisor
estimula continuamente las neuronas recep-
toras, produciendo euforia o un colocn.
Un consumidor puede sentirse articialmente
lleno de energa y alerta, caractersticas de
los estimulantes, entre ellos la metanfetamina
(speed) o la cocana.
No todo el mundo que prueba la cocana
se vuelve adicto, pero muchos s tienen pro-
blemas para controlar su necesidad y consu-
mo. La cocana puede perturbar los centros
de recompensa del cerebro, de tal forma que
el comportamiento de bsqueda de drogas se
convierta en una respuesta condicionada, casi
reeja. Al haber perdido la motivacin para
realizar otras actividades placenteras, con fre-
cuencia la cocana es la nica fuente de placer
para el adicto. Mientras tanto, cualquier cosa
NUEVAS ARMAS CONTRA LA ADICCION A LA COCAINA
Las terapias antidroga aportan una luz de esperanza en la batalla contra las sustancias adictivas
PETER SERGO


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que le recuerde el consumo de droga, como
ver a un conocido que consume o el utillaje
asociado a la droga, desencadena un leve y
repentino aumento de dopamina que conlleva
una intensa necesidad del estupefaciente.
Hasta ahora, los investigadores han intentado
acabar con ese crculo diablico utilizando me-
dicamentos que actan directamente sobre la
dopamina o su receptor. Pero las propias terapias
han demostrado crear adiccin y provocar otros
efectos secundarios no deseados. De ah que la
mirada se dirija ahora hacia los compuestos que
regulan la actividad de otros neurotransmiso-
res glutamato y cido gamma-aminobutrico
(GABA) para satisfacer las ansias de un adicto
o apagar las respuestas de recompensa en el ce-
rebro, reduciendo los incentivos para consumir.
Al menos hay una medicacin en fase experi-
mental que puede tambin suavizar los sntomas
del sndrome de abstinencia, incluyendo las nu-
seas y la depresin que sufren los consumidores
cuando la abstinencia les provoca una repentina
bajada de dopamina.
Un tratamiento aprobado contra la narco-
lepsia denominado modafinil, por ejemplo,
acta como un estimulante suave que, entre
otros efectos, aumenta los niveles del neuro-
transmisor excitante glutamato en el cerebro.
Modanil puede as funcionar como sustituto de
la cocana, saciando sin peligro las ansias de un
adicto a la vez que amortigua el sndrome de
abstinencia. En 2005, el grupo dirigido por Char-
les A. Dackis, de la Universidad de Pennsylvania,
inform que 30 sujetos cocano-dependientes a
los que se les administr modanil se mantu-
vieron sin consumir cocana una media de 3,4
semanas de las ocho que dur el tratamiento, en
comparacin con las 1,9 semanas de abstinencia
de 32 consumidores que tomaron un placebo.
Pero en un ensayo indito, realizado en 2007
con 210 adictos a la cocana, Ahmed Elkashef y
Frank Vocci, ambos del NIDA, y sus colaborado-
res, encontraron que slo el 17 por ciento ms
de los adictos que tomaron modanil compa-
rados con los que se les administr un placebo
dejaron de consumir cocana durante al menos
dos de las ocho semanas del tratamiento.
Aguantar el colocn
Otros posibles remedios para controlar la co-
cana actan de manera opuesta: en vez de
excitar las neuronas, aumentan las actividades
del neurotransmisor inhibidor GABA. Uno de
estos compuestos es el topiramato, medica-
mento anticonvulsivo que bloquea la liberacin
del glutamato. En 2004, Kyle M. Kampman y
su equipo, de la Universidad de Pennsylvania,
declararon que, combinando el topiramato con
la psicoterapia, el 59 por ciento de los adictos a
los que se les haba administrado durante trece
semanas aguantaron un perodo de abstinencia
de tres semanas, mientras que slo el 26 por
ciento de los consumidores del grupo placebo
dejaron de consumir cocana a lo largo de ese
intervalo. Las investigaciones sugieren que los
adictos abstinentes durante tres o cuatro se-
manas se mantendrn as por lo menos entre
seis meses y un ao.
Otro potenciador del GABA es la vigabatrina
(gamma-vinil-GABA, o GVG), un frmaco utiliza-
do en algunos pases para tratar la epilepsia. La
GVG opera bloqueando el GABA transaminasa,
que descompone qumicamente el GABA, con lo
que el neurotransmisor se acumula en el interior
de las neuronas. En condiciones normales, esas
neuronas liberan sus reservas de GABA en res-
puesta a una subida de la dopamina, como la
que se produce tras una fuerte dosis de cocana.
Al potenciar las reservas de GABA, el GVG incre-
menta el arsenal de estas neuronas, sofocando
el colocn de cocana y proporcionando a los
adictos menos razones para consumirla. As, el
GVG calma un hiperactivo sistema de recom-
pensa, sin desconectarlo, lo que puede reducir
sus potenciales efectos secundarios.
Hasta ahora el GVG se ha mostrado ecaz
en ensayos a pequea escala. Segn Jonathan
Brodie, de la Escuela de Medicina de la Uni-
versidad de Nueva York, en un ensayo todava
indito que l y sus colegas llevaron a cabo en
Mxico, 14 de los 50 adictos (el 28 por ciento)
a quienes se les administr GVG se mantuvie-
ron limpios durante las ltimas tres semanas
de las nueve que dur el tratamiento, en com-
paracin con cuatro de los 53 adictos (el 7,5
por ciento) que recibieron un placebo. Catalyst
Pharmaceutical Partners en Coral Gables est
actualmente probando el compuesto en 180
adictos a la cocana en EE.UU.
Un potencial remedio de mucho mayor al-
cance aprovecha el sistema inmunitario del
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Liberacin neuronal
de dopamina en AVT
Portador
de dopamina
bloqueado
por la cocana
Dopamina
empaquetada
en vesculas
Funcionamiento normal
del portador de dopamina
Receptores
de dopamina
Neurona receptora
de dopamina
en el nucleus accumbens
Cocana
Dopamina
Cocana en el cerebro
La cocana engancha a los consumidores corrompiendo qumicamente las regiones del
cerebro que gobiernan nuestros sentimientos de placer y recompensa. Cuando una
persona come algo delicioso, mantiene relaciones sexuales o disfruta de experiencias
divertidas, las neuronas del rea ventral tegmental (AVT) liberan el neurotransmisor
dopamina en las uniones con neuronas en el nucleus accumbens. Las respuestas de
estas neuronas receptoras crean sensacin de placer.
La cocana se apropia de ese sistema de recompensa adhirindose a los portadores
de dopamina en las terminaciones de las neuronas AVT, bloqueando la reabsorcin
de dopamina despus de haber transmitido su mensaje. As, la dopamina se acumula
fuera de las neuronas receptoras y contina estimulndolas, produciendo una euforia
intensa o colocn.
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cuerpo para atacar la cocana circulante en
sangre. Como las molculas de cocana son
demasiado pequeas para provocar una res-
puesta inmunitaria enrgica, los investigado-
res ligan la droga a molculas mayores, como
toxinas bacterianas, que vigorizan las clulas
inmunitarias. Algunas de estas clulas produ-
cen muchos anticuerpos contra las molculas
de cocana adheridas que, despus de las seis
o diez semanas que tarda en establecerse la
inmunidad, se hallan preparadas para evitar
que la cocana consumida entre en el cerebro,
debilitando el potencial colocn. En estudios
con ratas drogadas con cocana y en ensayos
clnicos a pequea escala, la vacuna alent la
produccin de anticuerpos anticocana e hizo
que se redujera su consumo. Sin embargo, al
contrario que los remedios basados en los
neurotransmisores, no es probable que una
vacuna disipe las ansias de droga o ayude a
abandonar el hbito.
Nadie sabe si una vacuna as, o cualquiera
de los otros posibles antdotos para la depen-
dencia a la cocana, demostrarn ser seguros
y efectivos en ensayos con un gran nmero de
adictos. Por desgracia, la industria farmacu-
tica probablemente se resista a invertir fon-
dos en tales ensayos. Volkow, directora del
NIDA, advierte que las empresas ven pocos
benecios en tratar drogadictos sin recursos,
especialmente porque muchas compaas
de seguros no cubren los tratamientos de
adiccin. Aun as, los neurocientcos siguen
buscando nuevos caminos para combatir la
adiccin, a la vez que luchan contra la falsa
percepcin de que el consumo compulsivo de
drogas es sntoma de trastornos de la perso-
nalidad. Podemos estar a merced de drogas
que daan el tejido cerebral responsable de
las facultades de control, dice Volkow; pero
admite que es una idea que tardar en calar
en la conciencia pblica.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
COCAINE MEDICATIONS, COCAINE CONSUMP-
TION AND SOCIETAL COSTS. William S. Cart-
wright en Pharmacoeconomics, vol. 18,
n.
o
4, pgs. 405-413; octubre, 2000.
NEW TREATMENTS FOR COCAINE DEPENDEN-
CE: A FOCUSED REVIEW. Laurent Karila et
al. en International Journal of Neuro-
psychopharmacology, publicada online
el 10 de octubre de 2007 (en prensa).
LA VERDAD SOBRE LA HIPOCRESIA
Las acusaciones de hipocresa pueden ser sorprendentemente irrelevantes; sin embargo,
nos distraen a menudo del ncleo del asunto
SCOTT F. AIKIN Y ROBERT B. TALISSE
A
l Gore, que fuera vicepresidente con Bill
Clinton, contina en su campaa en pro
de la reduccin de las emisiones de gases de
invernadero, aunque l vuela en jet privado. Del
abanderado de la lucha contra la droga y su
defensa de la moderacin, William Bennet, se
asevera que es un ludpata. El pastor Ted Hag-
gard predicaba las virtudes de la vida honesta
hasta que fue acusado de consumir metanfe-
tamina y de frecuentar prostbulos masculinos.
Eliot Spitzer persegua redes de prostitucin
cuando era Fiscal General del Estado de Nueva
York, hasta que se descubri que era cliente
habitual de una de esas redes.
Todas estas acusaciones notorias contra
guras pblicas guardan relacin con la hi-
pocresa, propia de quien no vive segn los
preceptos que pretende imponer a los dems.
Las acusaciones de hipocresa son comunes en
los debates por ser su ecacia rotunda: nos
sentimos en la obligacin de rechazar las opi-
niones de los hipcritas. Pero aunque veamos
la hipocresa como un defecto y un sntoma de
incompetencia o falta de sinceridad, debera-
mos andar con cautela y no dejar que nuestras
emociones inuyan en lo que opinamos sobre
cuestiones fundamentales.
Las acusaciones de hipocresa son traicio-
neras porque pueden funcionar como desvia-
ciones argumentativas; pueden conseguir que,
en vez de analizar la solidez de una postura,
nos concentremos en la personalidad de quien
la deende. Estas acusaciones desencadenan
reacciones emocionales automticas que do-
minan sobre los patrones de pensamiento ms
racionales. Precisamente en los temas difciles
e importantes, como el cambio climtico, es
cuando solemos reaccionar de forma ms ina-
decuada.
As, el pblico debera atenuar estas reac-
ciones viscerales hacia el mensajero y ceirse
a la valoracin del mensaje. Conviene tambin
analizar de cerca lo que signican realmente
tales comportamientos hipcritas, ya que vistos
desde cierta perspectiva podran, en realidad,
reforzar la postura del hipcrita, suavizando
enormemente la acusacin de hipocresa en
estos casos.
Desautorizar a los expertos
Una verdad sorprendente sobre la hipocresa es
su irrelevancia: el hecho de que alguien sea un
hipcrita no signica que sea falsa su postura
sobre algn tema. Los ecologistas que tiran
basura no por ello refutan las proclamas del
ecologismo. Los polticos que se oponen en
pblico a la inmigracin ilegal, pero emplean
inmigrantes ilegales, no demuestran por ello
que protestar contra la inmigracin ilegal sea
1. AL GORE VIAJA EN UN JET PRIVADO,
pero ese hecho no contradice sus adver-
tencias sobre la conservacin del medio.


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equivocado. Incluso si saliera a la luz que todos
los activistas por los derechos de los animales
comieran carne a escondidas, comer carne, sin
embargo, podra ser reprobable.
En un sentido ms amplio, slo porque una
persona no tenga la fortaleza de vivir a la al-
tura de sus propios parmetros, no les resta
valor. Parece, por tanto, que las acusaciones de
hipocresa no demuestran nada sobre un tema.
Entonces, por qu son tan potentes?
La respuesta es que estas acusaciones
suscitan reacciones emocionales, a menudo
inconscientes, que debilitan el razonamiento.
Las crticas sirven para minar la autoridad de
quien sostiene la tesis en cuestin. Una vez
se ha debilitado a la persona, el escenario
est listo para el rechazo de la postura que
deende. Consideremos dos de los siguientes
ejemplos:
Padre: No deberas fumar, hijo. Es malo
para la salud y provoca adiccin.
Hijo: Pero, pap, si t te fumas un pa-
quete diario!
Amy: Has visto Una verdad incmoda, de
Al Gore? Tenemos que reducir las emisio-
nes de carbono inmediatamente.
Jim: Al Gore? El s que las arroja a chorros
volando siempre en su jet privado!
En el primer ejemplo, el hijo siente que su
padre no es una fuente de informacin apro-
piada sobre el tabaco porque es un hipcrita.
La acusacin de hipocresa, ms que refutar
la postura del padre, la anula, casi como si el
padre no hubiera dicho nada. Lo mismo ocurre
en el caso del avin de Al Gore, aunque en este
caso no se acuse de hipcrita a quien habla,
Amy, sino a Al Gore, la autoridad a la cual ella
apela. En ambos casos, la hipocresa se presen-
ta como prueba de la doblez o incompetencia
de la fuente y aporta argumentos para que se
ignore su consejo o instruccin.
Estos argumentos son particularmente po-
tentes por la fuerza que ejercen tales retra-
tos personales. Una vez se caracteriza a una
persona con una luz negativa, se tienden a
ignorar pruebas de lo contrario. En un ensa-
yo realizado den 2007, David N. Rapp, de la
Universidad Noroccidental, y Panayiota Ken-
deou, de la Universidad McGill, pidieron a es-
tudiantes voluntarios que leyeran 24 historias
diferentes relacionadas con un personaje cuyo
comportamiento sugera que era descuidado o
perezoso. Avanzada la historia, sin embargo, el
individuo acta de forma que contradice este
juicio. Pese a ello, no lleg a la mitad la cifra
de encuestados que modicaron su opinin
sobre el personaje.
De los resultados se inere que la primera
impresin de alguien como vago o hipcrita
impide la consideracin de otra informacin
que puede ser importante para comprender
a esa persona o la cuestin tratada. En los
ejemplos sobre el tabaco y el avin, el hijo
y Jim se jan en la hipocresa del padre y de
Gore, en vez de atender a los peligros de fumar
o a la contribucin humana al calentamiento
global.
Comprender la duplicidad
De hecho, tanto el hijo como Jim podran haber
interpretado el comportamiento del padre y de
Gore de forma radicalmente diferente si hubieran
centrado su atencin en el asunto que se diluci-
daba. Consideremos lo que sugiere que el padre
fume: el padre cree que fumar es malo para l
mismo; aun as, contina fumando porque se
ha vuelto adicto. El comportamiento del padre
su hipocresa refuerza, en realidad, la te-
sis de la adiccin. El comportamiento de Gore
rearma tambin uno de sus argumentos para
que cambien las polticas energticas nacionales:
que ciertos aspectos arraigados en el estilo de
vida norteamericano, como nuestra acin por
conducir SUV (vehculos deportivos utilitarios, en
sus siglas en ingls) y el desdn por el transporte
pblico, conduce a la irresponsabilidad ambien-
tal; ni siquiera Gore puede escapar a ello. (Dicho
sea en su defensa, Gore compensa sus viajes en
avin comprando bonos de carbono con los que
nancia proyectos para la reduccin de emisio-
nes de gases de efecto invernadero.)
Por supuesto, la hipocresa no siempre apoya
la opinin del hipcrita. Que Spitzer frecuente
los prostbulos no hace nada para reforzar su
oposicin ocial a la prostitucin. Y en algunos
casos, la hipocresa tiene precisamente el sig-
nicado que le otorgan el hijo y Jim: es razn
suciente para desestimar una fuente porque
la persona ha perdido credibilidad. Cuando se
descubre que un predicador, que se presenta
a s mismo como autoridad moral, tiene una
relacin adltera, es justo que sus seguidores
pongan en cuestin sus enseanzas.
As, la hipocresa es a veces suciente para
debilitar la autoridad de una persona. Puede
justicar la idea de: Por qu prestar aten-
cin a lo que l dice?. Pero la hipocresa no
siempre tiene este efecto, como muestran los
casos del padre y de Gore.
Si la hipocresa es o no importante para la
credibilidad de una persona depender del con-
tenido de los argumentos del hipcrita. Aun as,
las acusaciones de hipocresa, de la manera en
que se utilizan popularmente, tienden a evitar
parte del examen riguroso de ese contenido. Para
eludir este peligro habra que evitar las reaccio-
nes emocionales automticas a las acusaciones
de duplicidad; podramos entonces prestar aten-
cin a la verdadera cuestin. Concentrarse en el
argumento es esencial para juzgar a nuestros di-
rigentes, colegas y amigos, as como para tomar
decisiones sobre cuestiones sociales importantes
que afectan a nuestra vida.
Scott F. Aikin es doctor en flosofa por la
Universidad de Vanderbilt, donde Robert
B. Talisse ensea flosofa y ciencias polticas.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
REVISING WHAT READERS KNOW: UPDATING
TEXT REPRESENTATIONS DURING NARRATIVE
COMPREHENSION. David N. Rapp y Panayiota
Kendeou en Memory & Cognition, vol. 35,
n.
o
8, pgs. 2019-2032; diciembre, 2007.
TU QUOQUE ARGUMENTS AND THE SI G-
NIFICANCE OF HYPOCRESY. Scott F. Aikin
en Informal Logic, vol. 28, n.
o
2, pgs.
155-169; 2008.
POLITICAL HYPOCRISY: THE MASK OF POW-
ER, FROM HOBBES TO ORWELL AND BEYOND.
David Runciman. Princeton University
Press, 2008.
2. El FUMADOR que le dice a su hijo que no
fume porque el hbito no es saludable ser
un hipcrita, pero no le falta razn.


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1. MANIOBRA DE EMBUSTE.
Los dedos cruzados quiz tran-
quilizan la conciencia, pero
un detector de mentiras no se
deja engaar por ese gesto.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 51
U
n joven camina con disimulo por el pasi-
llo de una universidad. Abre, raudo y pre-
cavido, una puerta e inspecciona la habitacin.
Descubre en una cmoda un reloj de pulsera, se
lo guarda y abandona rpido el cuarto.
La escena se repite 60 veces, en cada ocasin
con distinto protagonista. No tienen nada que
temer: reclutados para la representacin de un
crimen simulado, participan en un ensayo so-
bre la deteccin de mentiras. Andrew Kozel y
sus colaboradores, de la Universidad de Texas
en Dallas, haban prometido 50 dlares a quien
lograra ocultarles su intervencin delictiva.
Por detector de mentiras los investigadores
utilizan un tomgrafo de resonancia nuclear,
que por medio de un campo magntico potente
mide la intensidad de irrigacin de distintas
regiones cerebrales del probando. Contempo-
rneamente, aparecen ante los voluntarios, en
una pantalla de ordenador, preguntas sobre la
posible accin: por ejemplo, ha robado usted
un reloj? ha robado un anillo? Puesto que la
mitad de los probandos se haba apropiado de
un reloj y la otra mitad de un anillo, unos pue-
den negar con verdad una de las dos preguntas,
pero los otros han de mentir para ocultar el
hecho. Kozel y su grupo identicaron de este
modo, en cada caso, un modelo tpico de
actividad cerebral para las declaraciones ver-
daderas y para las falsas. As lograron evaluar
correctamente, en nueve de cada diez casos, si
la persona en cuestin se haba embolsado un
reloj o un anillo.
Ahora bien, segn el estado actual de la
ciencia no existe ninguna zona del cerebro
especializada en mentiras. Y los aparatos, los
detectores de mentiras en el argot popular,
tampoco identifican ninguna mentira. Por
lo general, captan reacciones corporales; la
mayora de las veces, la respiracin, el pulso
y la actividad de las glndulas sudorparas. Y
se graban en forma de grcas. Por ese moti-
vo se las denomina polgrafas (multigrcas;
que escribe por diferentes modos secretos, de
suerte que lo escrito slo sea inteligible para
el experto). A diferencia de Pinocho (a quien le
creca la nariz, cuando menta), en los huma-
nos los rasgos delatores son, en buena medida,
inespeccos; incluso un perl siolgico de
mltiples dimensiones lo mismo puede indi-
car una mentira que sentimientos de miedo
o excitacin.
Mas, combinados con una estrategia adecua-
da de preguntas, los rasgos caractersticos se
dejan evaluar como indicios de culpabilidad
o inocencia. No basta, cierto, con preguntar a
un sospechoso si l ha perpetrado la accin
por la que se le interroga. A esta pregunta
reac cionara enrgicamente no slo el autor del
delito, sino tambin un inocente, si recela que
se le considera sospechoso sin fundamento.
Por contra, se comparan las reacciones corpo-
rales a preguntas pertinentes (relacionadas
con el delito en cuestin) con las de contraste,
que no tienen nada que ver con el hecho. Se
trata, pues, de hacer las preguntas de manera
que slo el delincuente pueda distinguirlas y
diferenciarlas.
El psiclogo David T. Lykken (1928-2006)
desarroll este procedimiento a mediados del
siglo veinte en la Universidad de Minnesota. Su
test-de-conciencia-del-delito no pregunta por
la culpa (Ha robado usted el reloj?), sino que
tematiza contenidos, que slo puede conocer
Deteccin de mentiras
Hasta ahora se reputaban indicios corporales de una mentira
la sudoracin, el descenso del pulso y la respiracin entrecortada.
Se han incorporado otros signos. Cules?
MATTHIAS GAMER
RESUMEN
Deteccin
de mentiras
1
Segn el estado actual
del conocimiento no
hay ningn rasgo able,
por s solo, de que alguien
miente.
2
Los investigadores
buscan reacciones cor-
porales caractersticas en la
confrontacin con detalles,
que slo puede reconocer
quien de hecho estaba en
el lugar del delito. Por lo
general echan mano de la
conductividad cutnea, la
frecuencia respiratoria y el
pulso.
3
Estudios recientes
muestran que la ac-
tivacin de determinadas
regiones del lbulo frontal
puede tambin apuntar al
disimulo del conocimiento
del delito.
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quien estuvo presente en el lugar de los hechos.
En su conguracin, las preguntas se asemejan
a las de un test de eleccin mltiple. Para el
delito antes mencionado podran ser del tenor
siguiente: Dnde encontr el reloj? sobre la
mesa? en el joyero? en la cmoda? en la cesta
de la compra?. Durante el interrogatorio, el
polgrafo mide diversas variables siolgicos.
El investigador compara las reacciones al
contenido verdadero (en la cmoda) con las
reacciones ante las alternativas inventadas.
Reacciona el interrogado de forma distinta
por sistema? En ese caso, resulta obvio que
tiene conocimiento del delito. En cambio, un
inocente sin conocimiento del delito no podra
distinguir entre las posibilidades de respuesta
referidas a la accin y a las alternativas, y mos-
trara un modelo de reaccin errtico o poco
sistemtico.
Lo habitual es combinar varias preguntas de
este tipo, para excluir resultados aleatorios e
incrementar la precisin del proceso. Se podra
preguntar, por ejemplo, por la clase de habita-
cin (cuarto de bao, dormitorio, despacho o
saln?), por la huida (por la puerta, saltando
del balcn, por la ventana o por el stano?), y
as sucesivamente.
El test-de-conciencia-del-delito se someti a
prueba en numerosos ensayos y en casos crimi-
nales reales; su acierto alcanza entre el 80 y el
90 por ciento. Como se saca provecho del mo-
mento, difcil de reprimir, del reconocimiento,
su xito resulta, en buena medida, indepen-
diente de la culpabilidad o del miedo.
Aunque el procedimiento est reconocido
cientcamente, por ahora no se emplea en
Alemania. En Japn, en cambio, se realizan
miles de investigaciones al ao. En los Estados
Unidos se emplea preferentemente el test de
preguntas de control: los scales y agentes de
la polica preguntan directamente si el acusa-
do ha cometido el delito. Formulan, adems
preguntas de control incriminatorias, que se
supone que puede negar con seguridad, por
ejemplo, sobre faltas menores, como infrac-
ciones de trco o mentirijillas a los padres.
Antes se le ha dejado bien claro al sospechoso
que las respuestas a las preguntas de control
proporcionan un indicio rme de culpabilidad
o inocencia. El reconocimiento de infracciones
menores y una falta de sinceridad reforzara,
segn esto, la sospecha.
Negar con la conciencia tranquila
Con todo, la teora sostiene que el verdadero
delincuente reacciona con ms vehemencia
al reproche del delito que a las preguntas
de control. Con los inocentes no sucedera
lo mismo, pues podran contestar negativa-
mente a la pregunta por el delito con una
conciencia tranquila, pero no a las pregun-
tas de control.
Este mtodo presenta muchas debilidades
metdicas. Los crticos objetan que las pregun-
En general captan los polgrafos (coloquialmente
detectores de mentiras) diversas reacciones corpora-
les: el movimiento respiratorio del trax y del vientre,
la velocidad del pulso y la conductividad cutnea, que
reeja la actividad de las glndulas sudorparas. Para
interpretar los registros, se compara la reaccin ante
un contenido referido a un delito (sealado con S) con
alternativas neutrales (A
1
a A
4
)
El perl de reaccin reproducido sugiere que la per-
sona interrogada tiene conocimiento del delito: ante el
detalle relativo al hecho reacciona con una reduccin
de la respiracin (fecha azul ) y un incremento de la
conductividad cutnea (fecha verde), as como con un
descenso de la frecuencia cardaca (fecha roja), tpica
de alguien que puede distinguir entre alternativas de
respuesta reales e inventadas.
Qu mide un detector de mentiras?
Mtodos
medievales
En la Europa medieval los sos-
pechosos de un delito tenan
que sujetar un hierro candente
o meter su brazo en agua hir-
viendo. Se declaraba culpable
a quien se le quemaban los
dedos.
Detectores
modernos
Los primeros polgrafos surgie-
ron a comienzos del siglo XX.
Registraban el pulso y la pre-
sin sangunea, la transpiracin
y la frecuencia respiratoria.
Tiempo (en segundos)
10 50 90 30 70 110 20 60 100 40 80 120
Respiracin torcica
Respiracin abdominal
Conductividad cutnea
Frecuencia cardaca
Respiracin torcica
Respiracin abdominal
Conductividad cutnea
Frecuencia cardaca
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tas de control se realizan en una entrevista in-
dividual. Por tanto, no podran generalizarse,
ni evaluarse su resultado. Por eso los inocentes
(que no se dejan impresionar por las preguntas
de control, aunque sienten miedo de incidir
en sospecha) podran presentar un modelo de
reaccin semejante al del culpable. Algunos in-
vestigadores hablan de hasta un 30 por ciento
de falsos positivos, es decir, de personas de-
claradas culpables sin fundamento.
En el test-de-conciencia-del-delito los ino-
centes son identificados correctamente con
frecuencia mucho mayor. Por ello mismo
los agentes de polica deben garantizar en la
prctica que los sospechosos no dispongan de
antemano de ninguna informacin sobre los
detalles del delito.
Con independencia de la tcnica interroga-
toria, los polgrafos implicados actualmente
en la investigacin y prctica registran las
medidas fisiolgicas controladas por el sis-
tema nervioso autnomo. Pero antes de que
ste pueda reaccionar, el cerebro debe haber
procesado con anterioridad los estmulos del
entorno, por ejemplo, las preguntas de un test-
de-conciencia-del-delito.
Por eso, Daniel D. Langleben, de la Univer-
sidad de Pennsylvania en Philadelphia, su-
giri desenmascarar las declaraciones falsas
mediante barridos cerebrales. En 2002 en una
investigacin apoyada en tomografa de espn
nuclear, mostr que determinadas partes del
crtex prefrontal eran mucho ms activas, si
un probando menta al responder a una pre-
gunta. Langleben atribuy esa activacin a un
conicto de reaccin: una mentira requiere
una atencin y capacidad de elaboracin adi-
cionales, porque se debe reprimir la espont-
nea respuesta verdadera.
En el mismo sentido interpret Kozel los
resultados de su barrido cerebral del ensayo
antes descrito. Hay partes del crtex prefrontal
y del cngulo anterior (estructura del sistema
lmbico que procesa las emociones) que con-
trolan conjuntamente, segn l, las mentiras
conscientes.
2. MANCHAS DELATORAS.
En un estudio de Matthias Gamer aument la actividad en deter-
minadas zonas del lbulo frontal lateral (echa blanca), cuando el
probando ocultaba un detalle reconocido (imagen izquierda). Pero
no slo eso. Aun cuando, ante este u otros estmulos se incremen-
tara mucho la conductividad cutnea, daba seales de actividad la
zona en cuestin (derecha). Podra, pues, hallarse implicada en la
regulacin de la actividad de las glndulas sudorparas.
Conducta
sospechosa
La sabidura popular cono-
ce algunos rasgos de una
mentira: titubeos, tartamudeos
y movimientos embarazosos,
como rascarse la nariz o rehuir
la mirada del interlocutor. Pero
no hay pruebas convincentes
de su validez.
Bajos porcentajes
de acierto
Slo con observar y or, los
humanos apenas si distinguen
la mentira de la verdad. Suelen
alcanzar un porcentaje de
aciertos entre el 45 y el 60
por ciento y, por tanto, su tasa
de aciertos no se aleja de la
alcanzada por un generador
aleatorio.
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En 1954 el Tribunal Supremo Federal (BGH) rechaz el empleo
de los polgrafos en los procedimientos penales y pesquisas previas,
apoyndose en los derechos humanos amparados por la Constitu-
cin. Adems, el tribunal consider las pruebas con detector de
mentiras como mtodos de interrogacin prohibidos, anlogos a
torturas o administracin de drogas de la verdad.
Con posterioridad, en los aos noventa, tuvo lugar un cambio
de tendencia; en varios casos de derecho familiar y de custodia
adujeron en su descargo los padres (acusados de abusos sexuales
a sus hijos) los resultados de pruebas voluntarias con polgra-
fos. Algunos tribunales civiles los admitieron como prueba y
finalmente incluso un tribunal penal los reconoci como prueba
de descargo.
El BGH volvi a abordar la cuestin. Y estableci, en 1998, sobre
la base de mltiples informes de expertos, que una investigacin
poligrca no contravena los principios de la Constitucin, siempre y
cuando los afectados consintieran en ello. Ya no est prohibido como
mtodo de interrogacin. El test de preguntas de control, habitual
en EE.UU. como prueba, contina, en cambio, sin ser permitido en
Alemania. Lo mismo vale para un test-de-conciencia-del-delito en el
momento del juicio oral, pues el inculpado conocera, en la mayora
de los casos, demasiados detalles del delito.
El BGH permite indirectamente aplicar el test-de-conciencia-del-
delito en un momento anterior, por ejemplo, para obtener indicios
en el marco de la investigacin policial. Por ahora no se emplea el
procedimiento en Alemania.
3. DETECCION DE MENTIRAS,
AO 1954. Fred Inbau (1909-
1998), de la Universidad del
Noroeste en Illinois, hace una
demostracin de cmo funcio-
na un detector de mentiras con
una joven. Inbau enriqueci la
tcnica de los interrogatorios
con muchos trucos y maniobras
de engao, y abog por el
empleo de polgrafos en las
pesquisas policiales.
La situacin jurdica en Alemania
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En un trabajo publicado en 2007, mis cole-
gas y yo hallamos tambin indicios que apo-
yaban las hiptesis de Langleben. En nuestra
investigacin en la Universidad de Mainz
pedimos a los 14 voluntarios del ensayo que
cogieran un sobre de entre un mazo de tres,
guardaran el contenido (un billete de banco y
un naipe) y lo ocultaran al director de la prue-
ba. A continuacin, realizaron un test-de-con-
ciencia-del-delito, mientras un tomgrafo de
espn nuclear registraba su actividad cerebral.
Les presentbamos el contenido del sobre y
tambin otras alternativas plausibles. Adems,
anotbamos la conductividad cutnea, para
examinar qu zonas del cerebro intervenan
en su regulacin. En concreto, queramos des-
cubrir si cuadraban las reas cerebrales que
Langleben y Kozel relacionaron con las men-
tiras, y con cunta actividad reaccionaban las
glndulas sudorparas a las preguntas sobre
los detalles del delito.
Ocultar fatiga
Como era de esperar, la conductividad cutnea
de los probandos aumenta ante informaciones
ocultadas. Lo mismo cabe declarar de la activi-
dad en determinadas reas del lbulo frontal,
que cumplen una funcin importante en los
procesos de la atencin y la memoria. En otras
palabras: observamos una relacin estrecha en-
tre los patrones de reaccin de las glndulas
sudorparas y el lbulo frontal. Al parecer, los
sujetos del experimento reconocan la infor-
macin ocultada y movilizaban recursos com-
plementarios para esconder el recuerdo.
Hasta ahora muy pocos investigadores han
estudiado la actividad cerebral durante un
test-de-conciencia-del-delito. La mayora de
las veces los probandos era universitarios;
apenas se conoce nada sobre el desarrollo del
procedimiento en grupos problemticos, que
suelen cometer delitos por encima de la media.
En estudios sobre personas con alteraciones
antisociales de la personalidad, los investiga-
dores han encontrado indicios de lesiones en
el lbulo frontal.
Hoy por hoy no nos est permitido armar
que el registro costoso de la actividad cerebral
desemboque en diagnsticos algo ms precisos
que el levantamiento de las clsicas variables
poligrcas como la conductividad cutnea,
ni si son ms o menos intercambiables. Sin
embargo, es seguro que los fundamentos de
la poligrafa clsica son vlidos tambin para
los recientes procedimientos de formacin de
imgenes; en un futuro prximo ambos mto-
dos podran hallarse capacitados para descu-
brir las reacciones especcas de las mentiras
o para identicar, con una seguridad del 100
por cien, a un culpable.
En muchos casos importa recabar indicios
adicionales incriminatorios o exoneratorios,
tanto ms cuanto algunos medios de prueba
autorizados, como los relatos de testigos ocu-
lares, son muy poco ables, segn sostienen
algunos estudios cientcos. Experiencias posi-
tivas en otros pases permiten concluir que los
test-de-conciencia-del delito (con o sin barrido
cerebral) en investigaciones policiales han pro-
bado su ecacia. Deberamos reexionar sobre
la conveniencia de su aplicacin.
Matthias Gamer, psiclogo de formacin,
trabaja, desde 2008, en el Instituto
de Neurociencias Sistmicas de la Clnica
Universitaria de Hamburg-Eppendorf.
Para probar la credibilidad de una declara-
cin, los expertos alemanes emplean los pro-
cedimientos orientados al contenido. As se
conoce la tcnica que se basa en la suposicin
de que los relatos acerca de los estados de co-
sas realmente vividos difieren de los relatos de
los sucesos imaginados. Los relatos que reflejan
vivencias genuinas resultan ms consistentes y
no slo incluyen ms pormenores, sino tambin
detalles algo ms inusuales y secundarios. Una
mejora y reconocimiento espontneos de fallos
de la memoria deben tambin llevar a concluir
una historia verdadera.
Los tribunales alemanes admiten el anlisis de
las declaraciones como prueba. En Alemania, el pro-
cedimiento suele aplicarse en casos de supuestos
abusos sexuales con nios, para cribar la credibili-
dad del desarrollo del hecho descrito por la vctima.
Pero los estudios internacionales apuntan a que la
validez de los dictmenes de los expertos logrados
de esa forma tiende a ser ms baja que los porcen-
tajes de acierto de las indagaciones polgrafas.
Lengua de la verdad
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
LI E DETECTI ON AND THE
POLYGRAPH: A HI STORI -
CAL REVIEW. D. Grubin, L.
Madsen en The Journal
of Forensic Psychiatry and
Psychology, vol. 16, n.
o
2,
pgs. 357-369, 2005.
PSYCHOPHYSIOLOGICAL AND
VOCAL MEASURES IN THE DE-
TECTION OF GUILTY KNOWL-
EDGE. M. Gamer et al. en
International Journal of
Psychophysiology, vol. 60,
pgs. 76-87, 2006.
COVARIATIONS AMONG fMRI,
SKI N CONDUCTANCE AND
BEHAVI ORAL DATA DURI NG
PROCESSING OF CANCEALED
INFORMATION. M. Gamer et
al. en Human Brain Map-
ping, vol. 28, pgs. 1287-
1301; 2007.
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esde principios del siglo XX, el desarrollo
de la deteccin de mentiras poligrca
ha tratado de abrirse camino en el foro. Tan
fascinante pareca la perspectiva de descu-
brir la verdad con un mero procedimiento
tcnico. Entre los juristas aliment las es-
peranzas de poder objetivar el registro de
pruebas con ayuda de la ciencia. Pero la
tcnica del detector de mentiras no ha
podido por ahora cumplir las esperanzas
puestas en ella.
Con parejo escepticismo se manifest
tambin la jurisprudencia alemana sobre el
tema. La primera decisin sobre el detec-
tor de mentiras del tribunal federal supre-
mo (BGH) del ao 1954 prohibi el uso de
polgrafos en razn, aduca, de una posible
vulneracin de los derechos humanos (Art. 1
de la Constitucin).
Cierto que el tribunal constitucional fe-
deral (BVerfG) rechaz esta apreciacin en
1981, pero reconoci en los tests de mentiras
poligrcos una ingerencia ilcita en el de-
recho de las personas; en el proceso penal,
el acusado no deba depender de un mero
aparato, y precisamente eso se dara en la
medicin de reacciones inconscientes.
Finalmente, el BGH decidi en 1998 (hasta
ahora por ltima vez) sobre las cuestiones de
la deteccin de mentiras. Despus de que los
jueces hubieran escuchado a varios expertos
sobre el estado de la investigacin, declara-
ron imposible percibir relaciones unvocas
entre determinados estados cognitivos o
emocionales as como modelos de reaccin
con el sistema nervioso vegetativo. La pes-
quisa (ilcita) del inconsciente de testigos o
acusados no sera, pues, viable.
De estas sentencias resulta una situacin
paradjica. Un mtodo slo sera constitucio-
nalmente admisible, si excluyera la descodi-
cacin del inconsciente; pero, entonces sera
inadecuado como medio probatorio. Por el
contrario, si fuera practicable y able como
prueba, se correra el peligro de que violara
los derechos humanos, el derecho personal
del acusado o ambos.
As pues, mientras los jueces rechazaron
en 1954 la posibilidad de la deteccin de
mentiras, porque (al menos en teora) la te-
nan por demasiado potente para ser cons-
titucional, sus colegas decidieron, ms de
cuatro decenios despus, que era deciente
desde un punto de vista prctico.
La formacin de imgenes funcional sigue
estando (de acuerdo con el estado actual de
la tcnica) lejos de leer el pensamiento.
Pero, si con su ayuda se lograra un da de-
terminar reas cerebrales especcas, cuya
actividad permitiera deducir unvocamente
una mentira, estos conocimientos podran
resultar de inters entre las pruebas judi-
ciales.
Sera constitucionalmente irreprochable
en caso de que la medicin jara la mera
cualidad de un pensamiento (verdadero o
falso?), pero no el texto literal, palabra por
palabra. Ahora bien, en un test de mentiras
por medio de tomografa de resonancia mag-
ntica funcional (fMRT), que, por ejemplo,
tenga que vericar la familiaridad del es-
tmulo presentado como el arma del crimen,
es muy difcil separar ambos aspectos.
Ah reside el autntico dilema: Un sem-
foro de mentiras neuronal sera equiparable
en principio al registro de otras reacciones
siolgicas, como sonrojarse o sudar; pero
la inspeccin cerebral del acusado delata
quizs algo ms. Los juristas han de volver
a discutir en qu medida se lesiona con ello
el derecho de la persona o hasta la dignidad
del individuo.
Karla Schneider
Dilema jurdico
Las tcnicas de formacin de imgenes cerebrales se hallan lejos de poder leer el pensa-
miento. Con todo, aunque los neurlogos lograran espiar las seales inconscientes de la
mentira, la utilizacin de estos datos en los juicios seguira siendo cuestionable
KARLA SCHNEIDER
se ha doctorado en la
ctedra de derecho penal
y procesal de la Universidad
de Colonia con una tesis
sobre el empleo, en los
juicios, de procedimientos
de formacin de imgenes.


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os progresos de la neurologa sitan a los
penalistas, psiclogos y psiquiatras foren-
ses ante nuevos desafos. La ciencia examina
cada vez mejor aquellos procesos cerebrales
que estn detrs de una conducta violenta o
delincuente. Razn por la cual se impone revi-
sar los conceptos tradicionales de culpabilidad
y responsabilidad, sobre los que se apoya todo
sistema jurdico.
Con el famoso experimento de Benjamin
Libet surgieron dudas de peso sobre el libre
albedro. Hay muchos coetneos convenci-
dos que la mecnica interna del cerebro,
y no las decisiones conscientes del indivi-
duo, determina nuestra conducta. Andando
el tiempo, siguen razonando, los primeros
abogados sagaces aducirn, a favor de sus
defendidos, circunstancias atenuantes, se-
gn el lema l no tena la culpa; ha sido
su cerebro.
Una idea absurda? No necesariamente. En
los Estados Unidos, exmenes de los cerebros
de criminales peligrosos, realizados con pro-
cedimientos de formacin de imgenes, son
aprovechados hoy en da por los abogados de
la defensa. Si su cliente muestra alteraciones
nerviosas, las esgrimen como circunstancias
atenuantes.
Por un lado, la siologa cerebral, por otro
la culpa y responsabilidad individual. Entre
ambos polos se mueven la mayora de los es-
cenarios de una neurocriminalstica del futuro.
De acusado declarado a su absolucin por falta
de libre albedro; Qu hemos de pensar? Qu
cambios profundos nos esperan? Cules seran
(al menos tericamente) pensables? Cul es el
status quo? Los cuatro casos siguientes estn
en el centro del debate.
Caso 1:
El cerebro del criminal
Desde los aos noventa del siglo pasado, los
investigadores buscan con ahnco las races
cerebrales de la conducta criminal. Sobre
todo los cientficos estadounidenses trata-
ron de descifrar qu peculiaridades de los
cerebros de algunas personas se ocupaban de
que a sus portadores les faltara, al parecer,
empata y conciencia de la injusticia, de que
poseyeran un talento especial para mentir
y manipular o tendieran a ser impulsivos y
violentos.
Los expertos, bajo el concepto amplio de
trastornos antisociales de la personalidad,
parten hoy de un vasto espectro de causas
posibles, entre las que se aaden los influjos
sociales y ambientales a los factores gen-
ticos, neurobiolgicos y psicolgicos [vase
El cerebro agresivo, por Daniel Strber, Mo-
nika Lck y Gerhard Roth; MENTE Y CEREBRO,
n.
o
22]. Pero la bsqueda de las caractersticas
del cerebro del criminal an perdura; y los
neurlogos siguen recolectando diagnsticos
muy diversos.
Adrian Raine, del departamento de crimino-
loga de la Universidad de Pennsylvania, uno
de los precursores en este campo, en 1994 llev
a cabo una primera investigacin con acusados
Neurocriminalstica
Aora en el foro una revolucin impulsada por el sistema nervioso?
Se retiran de la circulacin los cerebros peligrosos, en vez de hacer responsables a las personas?
Ayudan las tomografas cerebrales a declarar culpable al sospechoso
de un crimen o a explicar su culpabilidad?
STEPHAN SCHLEIM
TODO LO QUE ES JUSTO.
Una de las cuestiones nuclea-
res de la neurotica concierne
a la posibilidad de poner en el
platillo de la balanza jurdica
el estado de la investigacin
del cerebro.
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de asesinato. En un sencillo ejercicio de aten-
cin, los peligrosos criminales exhibieron un
metabolismo bajo en el crtex prefrontal late-
ral y medio. Desde ese trabajo se han realiza-
do una treintena larga de estudios apoyados
en la tcnica de formacin de imgenes con
probandos criminales y violentos. Adems de
una menor actividad o diferencias de volumen
en diversas regiones del cerebro, los investi-
gadores descubrieron tambin anomalas en
el lbulo temporal, en las amgdalas y en el
hipocampo.
En Alemania, el grupo dirigido por Martin
Walter, de la Universidad de Magdeburg, ha
estudiado la actividad cerebral de 13 pedlos
procesados del hospital forense de Uchtsprin-
ge. En el experimento se les mostr a ellos, y
a otros 14 sujetos de control sin antecedentes
penales, imgenes erticas, mientras se les
someta a tomografa cerebral de resonancia
magntica.
Se hall una estrecha correlacin estadsti-
ca. Cuanto ms pronunciada era la inclinacin
pedla, tanto ms dbil resultaba la seal re-
gistrada en el crtex prefrontal dorsolateral.
Segn los investigadores, el fenmeno podra
indicar, en principio, un control bajo de la exci-
tacin sexual. Las zonas cerebrales que median
en la excitacin sexual, se mostraban tambin
menos activas. Por lo dems, los pedlos va-
loraban las imgenes tan erotizantes como las
personas del grupo de control. Por motivos ti-
cos, los investigadores slo presentaron adul-
tos. Por lo que los estmulos elicitados podran
no reejar las genuinas bases neuronales de
la pedolia.


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El experimento
de Libet
Benjamin Libet mostr, ya
en los aos ochenta del
siglo pasado, que casi un
tercio de segundo antes de
que la decisin voluntaria
consciente de una persona
de levantar el dedo, se
origina en el cerebro un
potencial de alerta. Esta
observacin ocasion de-
bates vehementes sobre la
existencia del libre albedro.
John-Dylan Haynes, en
fecha reciente, llev a cabo
un experimento que se
basaba en la experiencia de
Libet: se poda determinar,
por la actividad cerebral,
hasta diez segundos antes
si un probando tecleara
con la mano derecha o con
la izquierda; pero slo con
60 por ciento de acierto.
Unconscious Determinants of
Free Decisions in the Human
Brain, por C. S. Soon et al. en
Nature Neuroscience online, 13
de abril 2008.
60 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
El equipo liderado por Timo Vloet, de la
Clnica Universitaria de Aquisgrn, ha com-
parado los cerebros de jvenes socialmente
excntricos con los de sus coetneos norma-
les. Tambin en este caso los investigadores
encontraron en los primeros unas peculiari-
dades en las amgdalas y en el crtex orbito-
frontal. En ambas regiones estaba reducida
la sustancia gris, que contiene los somas de
las neuronas.
Sin embargo, Vloet advierte explcitamen-
te que no deben sobrevalorarse los resulta-
dos. Como ha sido comprobado, el respectivo
entorno social y los fracasos en la educacin
desempean una papel determinante en la
agresividad juvenil. Por tanto, no se pue-
de hablar de que algunos muchachos sean
delincuentes natos por causas fisiolgico-
cerebrales. Ni siquiera el hecho escueto de
que un determinado grupo de personas
muestre alteraciones neuronales indica, por
ello mismo, que tales trastornos guarden una
relacin de causa a efecto con una conducta
problemtica.
Cabra, pues, esperar una actividad reducida
(en comparacin con la media humana) de la
instancia de control del cerebro frontal en
los deportistas de alto riesgo que afrontan,
imperturbables, los peligros, sin por ello tener
ninguna intencin criminal.
Para descubrir con cunta precisin pode-
mos predecir la conducta de una persona a
partir de factores neurobiolgicos, se reque-
riran costosos estudios a largo plazo con
comprobaciones al azar representativas. Se
corre a menudo el riesgo de aplicar al con-
junto de la poblacin la caracterstica de un
grupo de personas seleccionado. Hasta aho-
ra no se ha tenido en cuenta en los estudios
de conjunto cuntas personas poseen rasgos
neuronales completamente parecidos sin por
ello convertirse en delincuentes, ni tampoco
la cuestin de cmo se las arregla uno con
las preferencias acuadas por los genes o por
el ambiente.
Caso 2:
Culpa y libre albedro
Que un humano ceda a su impulso criminal
u oponga resistencia, depende en cada caso de
su propia decisin libre. As rezaba, al menos
hasta ahora, el consenso general entre juristas.
Pero algunos cientcos, como el neurobilogo
de Bremen Gerhard Roth o Wolf Singer, direc-
tor del Instituto Max Planck de neurologa de
Frankfurt, lo ven de otra manera. Su argumen-
tacin suele seguir la misma pauta. Puesto que,
razonan, en el determinismo neuronal no
hay lugar para una voluntad libre, los humanos
no pueden ser responsables de sus actos. Con
ello, la idea de culpa pierde su sentido. En vez
de castigar vale, en el mejor de los casos, evi-
tar los crmenes. As surgi la idea del derecho
penal preventivo.
Klaus Gnther, catedrtico de teora del
derecho y de derecho penal en Frankfurt, lo
relativiza atendiendo a la historia. Los juristas
se haban ocupado con antelacin del problema
del determinismo estricto. Lo que no minus-
valoraba las razones para seguir aferrados al
concepto de culpa, independientemente de la
cuestin del libre albedro. Por ejemplo, la so-
ciedad puede esperar de cada individuo una
conducta legal precisamente porque la mayora
se rige por el derecho. La mayora erige sus
capacidades corrientes en norma general, por
la que mide a cada delincuente individual,
explica Gnther.
La filosofa le apoya. Dieter Birnbacher,
catedrtico de tica en la Universidad Hein-
rich Heine de Dsseldorf, seala que la res-
ponsabilidad es un concepto adscriptivo, no
descriptivo. Es decir, nosotros lo atribuimos
a los hombres y no podemos determinarlo
en un experimento cientco. Si se ha acor-
dado un concepto de responsabilidad, puede
que la ciencia contribuya a esclarecer las di-
mensiones de la responsabilidad en el caso
concreto.
Entre los juristas alemanes ha tenido escasa
aceptacin, hasta ahora, la presunta refuta-
Determinismo
neuronal
Por tal se entiende la hiptesis
losca que sostiene que
los estados cerebrales y, en
ltima instancia, la conducta
humana son resultado de
una serie, causalmente esta-
blecida, de estados cerebrales
previos. Segn algunos pen-
sadores, el postulado de esta
regularidad es compatible
con la posibilidad de acciones
libres. Otros declaran que la
teora del determinismo no
es, en la prctica, refutable,
pues siempre puede admitir
otras causas (desconocidas) de
un fenmeno. Esto violara el
principio de falsabilidad de la
teora de la ciencia.
Necesitamos una institucin que regule el uso
de los procedimientos con formacin de imgenes
en la deteccin de mentiras.
Henry Greely,
neurotico en la Universidad de Stanford
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 61
cin del concepto de culpabilidad. El jurista
de Mannheim Bjrn Burckhart habla incluso
de una exigencia exagerada de parte de los
neurlogos [vase Libre albedro y derecho
penal, por Carsten Knneker; MENTE Y CEREBRO,
n.
o
19]. El principal contraargumento: nadie
puede mostrar que, de resultas de un deter-
minado modelo neuronal de excitacin, se
produce necesariamente esta o aquella accin.
El propio Libet dej abierta la posibilidad de
un veto consciente que podra interrumpir
una accin preparada por el cerebro. En este
sentido, no podra armarse, por razn de
experimentos neurosiolgicos, que alguien
habra podido actuar slo as y no de otra ma-
nera. El adis al libre albedro parece, pues,
precipitado.
Caso 3:
Detectores de mentiras
Mientras los fundamentos neuronales del com-
portamiento delincuente siguen siendo objeto
de debate, en EE.UU. se crean empresas para
comercializar nuevos procedimientos tcnicos
que tienen su origen en la investigacin del ce-
rebro. En particular, la deteccin de mentiras
por medio de la tomografa de resonancia mag-
ntica funcional (TRMf) en los juicios, en los
interrogatorios de la polica, en la seleccin de
personal o en usos privados deja ventear ms
de un negocio lucrativo.
Las compaas Cephos y No Lie MRI se han
propuesto como objetivo descifrar el cdigo
de las mentiras del cerebro. Andrew Kozel,
nanciado por Cephos y adscrito a la facultad
de medicina de Carolina del Sur, y otros inves-
tigadores ven numerosos campos de aplicacin
para la deteccin de mentiras en situaciones
jurdicas, polticas, militares e industriales.
No Lie MRI lisonjea en su pgina web a direc-
tivos de empresa que quieren someter a sus
empleados a un test de conanza; inters que
extiende a personas particulares, que desean
ms seguridad en su matrimonio. Quienes
buscan un empleo o los futuros cnyuges,
debern pronto acudir a someterse a exigen-
tes pruebas de conciencia en un escner del
cerebro?
Los Estados Unidos de Amrica se avanza-
ron ya en los aos ochenta del siglo pasado
en la deteccin de mentiras. En esa poca
cada vez eran ms las empresas que emplea-
ban los mtodos poligrficos para compro-
bar el rigor y veracidad de los solicitantes y
empleados. El polgrafo es un instrumento
tcnico, que mide la frecuencia cardaca y
respiratoria as como la conductividad elc-
trica de la piel en situaciones bien determi-
nadas para deducir de ah pronunciamientos
sobre el saber ocultado o sobre la honradez
de una persona.
En 1988 se promulg una ley en EE.UU. que
prohibi su utilizacin, la Employee Polygra-
phy Protection Act (ley de proteccin de los
trabajadores ante la poligrafa). Quedaban,
empero, exceptuados de la norma los emplea-
dos del gobierno y empresas de seguridad. Hoy,
aunque la polica federal del FBI y los servicios
secretos siguen aplicando el polgrafo, entre
los juristas el mtodo, incluso en EE.UU., tiene
escaso prestigio.
Slo en el estado federal de Nuevo Mxico
est autorizado como medio probatorio ante
un tribunal, siempre que un especialista realice
el test a una persona que se haya declarado
dispuesta a ello voluntariamente. En los otros
estados de la Unin prevalecen las dudas sobre
el carcter cientco de la poligrafa: o bien el
mtodo no estara lo sucientemente fundado
o bien vulnerara los derechos de la persona,
en la medida en que desvela sus reacciones
inconscientes a determinados estmulos. Esta
manera de ver la conrmaron varias decisiones
del tribunal federal de justicia.
Estudios realizados con procedimientos con for-
macin de imgenes han mostrado peculiaridades
neuronales en personas que llamaban la atencin
por una conducta asocial o violenta en un triple
aspecto. Los dcits emocionales, en el mbito
de la compasin, parecen ir acompaados de una
actividad reducida en la amgdala y en el hipocam-
po as como en la nsula. Una conducta antisocial
arraigara con ms fuerza en el crtex prefrontal
dorsolateral (CPFDL), as como en el giro tempo-
ral superior (GTS). En ambos casos se mostraran
inhibidos el crtex orbitofrontal (COF) y el crtex
cingular anterior (CCA). La disposicin a mentir
se reejara en una animada actividad del crtex
prefrontal ventrolateral (CPFVL). Con todo, estos
resultados no permiten avanzar ninguna arma-
cin sobre el comportamiento de un individuo.
Segn Yang, Y., Raine, A.: Functional Neuroanatomy of Psychopathy,
en Psychiatry, vol. 7, n.
o
3, pgs. 133-136; 2008.
En el cerebro del delincuente
CCA
COF
Conducta antisocial
Dcits emocionales
Mentiras patolgicas
CPFVL
GTS
CPFDL
Insula
Conjunto
amgdala-
hipocampo


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62 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Las decisiones de la corte suprema de jus-
ticia dejan abierta una cuestin: sera pensa-
ble, en teora, un procedimiento que ofrezca
solvencia cientca y, al propio tiempo, no se
inmiscuya en el inconsciente de las perso-
nas? La jurista Susanne Beck, de la Escuela de
Economa de Londres, sostiene que se da esta
posibilidad y remite a la tcnica de formacin
cerebral de imgenes. No se trata de la pesqui-
sa del contenido de un pensamiento, sino de
su cualidad, es decir, de la relacin estadstica
entre falsedad y una determinada actividad
cerebral, declara Beck.
Contamos con una larga decena de estudios
sobre la investigacin con formacin de im-
genes que parecen apoyar esa opinin. Kozel y
sus colegas lograron, tras costosa elaboracin
de datos, determinar certeramente en nueve de
cada diez sujetos sometidos a prueba si, en un
delito pospuesto, haban robado un reloj o un
anillo. Este porcentaje de aciertos se sita en
una gama en la que este mtodo se hace inte-
resante, incluso para los jueces; por una razn
poderosa: porque tampoco en las declaraciones
de los testigos ni en otros procedimientos ad-
mitidos, como el test de alcoholemia, se alcan-
za el 100 por cien.
Bien es verdad que se puede mantener que
se trata de un intento de engao, si alguien
(como en el experimento de Kozel) recibe la
instruccin de dar una respuesta falsa. Visto
con objetividad, no se toma la decisin de no
responder conforme a la verdad en el escner
cerebral, sino cuando el probando dio su con-
formidad a participar en el experimento.
Las mentiras en un contexto social estn
tambin muchas veces ligadas a un interlocu-
tor. Queremos que alguien se trague nuestra
historia, y no tecleamos en un ordenador
impersonal. Por experimentos sobre la con-
ducta se sabe que los humanos en situaciones
decisivas se comportan de forma distinta se-
gn tengan que ver con una persona o con una
mquina.
Si uno examina con ms detalle las regiones
cerebrales que los neurlogos hasta ahora re-
lacionaron con intentos de engao, se advierte
que no podemos hablar de un centro general
de las mentiras. Las activaciones halladas en el
giro cingular y en el crtex prefrontal medial
o dorsolateral son conocidas tambin por una
serie de otros experimentos. Se trate de repri-
mir una reaccin precipitada, de controlar sus
sentimientos, de percatarse del estado mental
de otro o de emitir juicios morales, en todas
esas actividades mentales se registran excita-
ciones similares.
Adems, los resultados de estudios dife-
rentes no siempre son compatibles entre s.
Daniel Langleben, de la Universidad de Penn-
sylvania, despus de una investigacin del ao
2002, crea que verdad y mentira se hallaban
rigurosamente separadas, desde la perspec-
tiva neuronal. Parta del supuesto de que las
respuestas verdaderas correspondan a una
especie de modo estndar del cerebro, del
que diferan notablemente las mentiras.
Mas en un nuevo estudio de 2005 la hipte-
sis empez a tambalearse. De repente aparecie-
ron solapamientos entre ambos modos. Kozel y
sus colegas describieron reas del cerebro que
se activaban ms intensamente lo mismo con
respuestas verdaderas que con respuestas fal-
sas. Los respectivos modelos diferan en grado,
no en razn de principio.
Pero no por eso estaba an resuelto el asun-
to para profesores de tica y juristas, opina
Henry Greely, de la Universidad de Stanford.
Necesitamos con urgencia una institucin
para controlar los recientes procedimientos
de deteccin de mentiras y establecer reglas
de su utilizacin. Las nuevas tcnicas implican
riesgos, sobre todo cuando no sabemos exacta-
mente si funcionan o cmo funcionan.
Greely vivi en su propia carne el boom de
la poligrafa en EE.UU. Para un trabajo auxi-
liar en una pizzera, en sus aos de alumno
universitario, tuvo que someterse a un test de
mentiras. Ahora desarrolla propuestas para un
cdigo de utilizacin civil y gubernamental de
las tcnicas de escaneo cerebral.
John-Dylan Haynes, del centro Bernstein de
neurociencia computacional de Berln, aboga
por abordar la cuestin considerando el avance
producido. No se puede satanizar sin ms la
deteccin de mentiras. Si funciona bien puede
proteger tambin a inocentes de una condena
falsa, arma. A todo acusado le asiste el dere-
cho de usar en su defensa los procedimientos
apropiados. An falta mucho hasta que la in-
vestigacin cerebral desempee en este asunto
una funcin decisiva.
Caso 4:
Pronsticos y dictmenes forenses
El artculo 20 del cdigo penal prev la po-
sibilidad de exencin de culpabilidad por
trastornos mentales. Adems, en la praxis
judicial se suele abogar por una culpabilidad
atenuada como consecuencia del consumo de
La errnea
teora del delin-
cuente nato
Cesare Lombroso (1835-
1909) acu la doctrina del
delincuente nato. Sostena
que poda reconocer a un
delincuente por la forma de la
cabeza o por el desarrollo del
pelo. Lombroso lleg incluso
a hablar de una raza humana
degenerada y criminal. Sus
tesis (controvertidas ya en vida)
fueron retomadas ms tarde
por ideologas racistas. Los
nacionalsocialistas recurrieron a
ellas en sus programa eugne-
sico: esterilizaron o eliminaron
en masa a delincuentes y
decientes mentales. Actual-
mente, la teora de Lombroso
est apolillada en el cajn de la
historia de la ciencia.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 63
drogas o de un estado de excepcin psquico.
En la mayora de los casos es tarea de los dic-
tmenes valorar el tipo y la dimensin de las
circunstancias atenuantes y del estado mental
del acusado. Ni siquiera en el caso de exencin
de culpabilidad una persona potencialmente
peligrosa no queda automticamente libre,
cierto. Se ciernen sobre ella medidas legales
de alojamiento (el cumplimiento de la dis-
posicin) que, a diferencia de las condenas
a prisin, pueden ser incluso temporalmente
ilimitadas.
Hans Markowitsch, de la Universidad de
Bielefeld, recomienda incluir los resultados
neurolgicos en los dictmenes forenses: Los
procedimientos combinados de tests psicol-
gicos y neurolgicos pueden prestar una apor-
tacin esencial al dictamen en el juicio. Para
ello, deberan adquirirse unos conocimientos
algo ms precisos sobre el control cerebral de
la accin. De momento, sobre la base de los
actuales modelos neuronales de reaccin de
una persona, no nos est permitido concluir
la comisin del delito o el miedo de futuras
repeticiones.
En los Estados Unidos hace decenios que los
barridos cerebrales han entrado en la diagnosis
mdica. En los ltimos tiempos cada vez ms
los defensores de crmenes violentos tratan de
alegar ante la sala anormalidades cerebrales
de sus defendidos. Puede que muchos jurados,
al incorporar las imgenes del cerebro, puedan
mostrarse indulgentes al jar la pena.
No obstante, la referencia a indicios neuro-
lgicos se convierte en la prctica en un arma
de doble lo. Carter Snead, de la Universidad de
Notre Dame (Indiana), opina que el diagns-
tico trastorno antisocial de la personalidad
podra resultar desastroso para el acusado. Por
ejemplo, si el scal lo valora como indicio de
la peligrosidad persistente del acusado, y pide
una pena ms alta. Podra incluso ser ms ve-
rosmil pedir la pena de muerte.
Stephen Morse, de la Universidad de Penn-
sylvania, critica, en cambio, la praxis extendida
de la sobreexigencia cerebral (brain overclaim):
el sano sentido comn humano y los datos de
la accin suelen ser sucientes para examinar
los criterios jurdicos de la responsabilidad de
las propias acciones. Morse lo ilustra con el jui-
cio del tribunal supremo de EE.UU. en la aboli-
cin de la pena de muerte de los adolescentes.
Todos saben que las capacidades racionales
de los adolescentes an no estn plenamente
desarrolladas; que actan poco sensatamente
y, por tanto, son menos responsables de sus
actos. El descubrimiento de los neurlogos de
que los cerebros de los adolescentes de 16 y 17
aos no han alcanzado la madurez biolgica,
no aade nada nuevo a este argumento, ex-
plica Morse. Por eso, la Corte Suprema en su
decisin ha podido dejar fuera la investigacin
neuronal.
No tienen, pues, los resultados del labora-
torio ningunas consecuencias inmediatas para
los tribunales? Es exagerada la exigencia de
un derecho fundado en el sistema nervioso?
No necesariamente, piensa Tade Spranger,
del Instituto de Ciencia y Etica de Bonn. Es
lcito que una persona paraltica, incapaz de
expresarse verbalmente, haga testamento con
ayuda de una interfaz cerebro-ordenador? A
qu estndares debera estar sujeto tal aparato?
Tendra que tomar acta un notario?
A n de cuentas no se puede hablar de la
necesidad de una nueva normativa bsica
del derecho penal. Supondra que las teoras
anteriores sobre la conducta humana seran
falsas y deberan ser sustituidas por otras. Por
el contrario, la investigacin del cerebro con-
rma reiteradas veces el saber sobre los huma-
nos que hace tiempo que poseemos. El clamor
precipitado por una revolucin de la justicia
fundada en los avances neuronales es un caso
claro de sobreexigencia cerebral. Stephen Mor-
se tiene a punto el tratamiento adecuado: la
juristerapia cognitiva.
Stephen Schleim investiga, en la Clnica Universitaria
de Bonn, las bases neuronales de los juicios morales.
Los conocimientos de la neurologa no suelen aadir,
jurdicamente, nada nuevo a lo que nos dicen
el sentido comn y los datos conductuales.
Stephen Morse,
jurista en la Universidad de Pennsylvania
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
NEUROBIOLOGISCHER DETER-
MI NI SMUS: FRAGWRDI GE
SCHLUSSFOLGERUNGEN BER
MENSCHL I CHE ENTSCHEI -
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Schleim. Heise; Hannover,
2008.
64 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
D
P
A
11- S
Seguro que recuerda con nitidez dnde y cmo se enter de la terrible noticia
de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Pero, son ables realmente tales fotos instantneas de nuestra memoria?
SIMONE EINZMANN
Larga tradicin
El primer estudio psicol-
gico acerca de los recuer-
dos relmpago se centr
en torno al asesinato de
Abraham Lincoln en 1865.
(Individual Memories.
F. W. Colegrove
en American Journal
of Psychology, vol. 10,
pgs. 228-255; 1899.)
L
a noticia cay como un rayo: los terroris-
tas haban estrellado dos aviones contra
el World Trade Center. Rpidamente corri
la noticia de los hechos, difundida por todos
los medios de comunicacin, hasta el ltimo
rincn del planeta. Millones de personas con-
templaron el desplome de las torres gemelas
y fueron testigos de un hecho que cambi el
mundo.
Los ataques del 11 de septiembre marcaron
un hito en la historia. La mayora saben con
exactitud dnde se encontraban aquella ma-
ana de un martes hace siete aos, quin les
comunic la noticia y qu estaban haciendo en
ese momento. La psicologa denomina a esos
procesos recuerdos relmpago, para designar
una memoria intensa y minuciosa de las cir-
cunstancias en las que asistimos a un suceso
inesperado de magnitud mundial. La expresin
recuerdos relmpago fue acuada por Roger
Brown y James Kulik en 1977 en el curso de una
investigacin sobre la forma en que se retena el
asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviem-
bre de 1963. La ciencia se ocupa ahora del origen
y caractersticas de tales recordaciones.
Desde hace tiempo se sabe que el recuerdo
de un hecho responde a un proceso separado
del recuerdo de las condiciones de entorno en
las que el individuo se enter de la noticia del
suceso en s. Lo primero se graba como cono-
cimiento de datos en el almacn de sucesos,
mientras que lo segundo corresponde al co-
nocimiento autobiogrco. No existe, sin em-
bargo, unanimidad en torno a la estabilidad y
consistencia de los recuerdos relmpago. Algu-
nos los consideran permanentes y consistentes
en el tiempo. En un ensayo sobre el particular,
se excluyeron sujetos que mostraban lagunas
de memoria, pero en numerosas personas que
recordaban los sucesos de forma fotogrca
aparecieron con el tiempo distorsiones llama-
tivas o contradicciones. S persista inalterado
el convencimiento de que se trataba de un re-
cuerdo dedigno.
Annette Bohn y Dorthe Berntsen, de la Uni-
versidad de Aarhus, han descubierto un patrn
tpico tras estas observaciones. Las psiclogas
averiguaron que la abilidad en los detalles y
la intensidad asociadas a un recuerdo depen-
dan de si el suceso en cuestin provocaba sen-
timientos positivos o negativos.
En el experimento compararon los recuer-
dos relmpago de 103 alemanes procedentes
de Alemania del Este y del Oeste, relacionados
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 65
con la cada del muro de Berln en 1989. La mi-
tad de los voluntarios describi haber vivido
el momento con alegra y entusiasmo. La otra
mitad expresaron haberse sentido escpticos o
inseguros. Si bien la mayora de los alemanes,
orientales y occidentales, perciban la cada
del muro como un hito positivo en la historia
nacional, exista una minora, procedente de
la Repblica Democrtica, que vean el acon-
tecimiento con ojos ms crticos. Teman el
ocaso del socialismo y la prdida de su puesto
de trabajo o de su posicin en la sociedad.
En el estudio de Bohn y Berntsen, realizado
casi 20 aos ms tarde, ambos grupos descri-
bieron los hechos del 9 de noviembre de 1989
de forma distinta. Los voluntarios explicaban
qu imgenes recordaban y cmo se haban
sentido entonces. Adems, las investigadoras
preguntaban sobre hechos objetivos, como, por
ejemplo, quin era entonces el presidente de la
Repblica Democrtica y en qu fecha cay el
muro. Haba puntos extra para quien recordase
el da de la semana; fue un jueves.
Los participantes en el experimento que te-
nan una opinin negativa del suceso recorda-
ban perfectamente datos y hechos y referan
numerosas consecuencias de la cada del muro.
Pero en su narracin no haba ni un pice de
emocin. Por el contrario, entre los partidarios
de la cada del muro se volva a percibir el mis-
mo entusiasmo de entonces; recordaban im-
genes, sentimientos y sensaciones. Al poder re-
crear mentalmente las imgenes de los hechos
como si las estuvieran viviendo de nuevo, se
mostraban convencidos de tener una memoria
el de los detalles. Se trataba de una percepcin
falsa. Pese a que los defensores de la cada res-
pondan a ms preguntas que los detractores,
algunos de los contenidos de las mismas eran
pura invencin.
Por lo tanto, segn concluyeron Bohn y Bernt -
sen, los recuerdos relmpago son el resultado de
complejos procesos que se ven inuidos por el
estado anmico propio y por la opinin sobre
el suceso. Mas, por qu los testigos con un en-
foque positivo de lo acontecido recuerdan peor
los detalles? Por qu se van desdibujando con el
paso del tiempo los perles y la vivacidad?
Bohn y Berntsen suponen que, en el caso
de acontecimientos alegres, no hay proble-
mas relacionados que debamos resolver; en
consecuencia, el cerebro no debe cargarse de
informacin intil. Adems, preferimos hablar
de acontecimientos positivos y no nos gusta
recordar los negativos, segn evidenciaron
las respuestas que los participantes dieron a las
investigadoras. Cada vez que vuelve a expli-
carse algo, se reelaboran diferentes aspectos,
con lo que los datos tienden a falsearse. Por el
contrario, los sucesos negativos requieren que
prestemos atencin a los detalles secundarios,
clasiquemos sistemticamente la informacin
y la analicemos.
A lo largo de la historia de la humanidad
pudo resultar de enorme importancia recor-
dar las situaciones negativas. Cuando nues-
tros ancestros se encontraban en el interior
de la caverna un animal peligroso, retenan
los detalles para evitar esa misma situacin
en el futuro. Convena no slo jar los hechos,
sino tambin las intensas emociones que stos
provocaban.
RESUMEN
Como si hubiera
pasado ayer
1
Un recuerdo ash es
un recuerdo vivo y rico
en detalles de un suceso
histrico signicativo. In-
cluye, adems, los detalles
relacionados con las cir-
cunstancias personales del
individuo en el momento en
que se produjo.
2
Los alemanes que se
mostraron favorables a
la cada del muro en 1989
recuerdan ese suceso ms
intensamente y con mayor
emotividad, aunque con
menor exactitud objetiva,
que los no partidarios.
3
Los recuerdos relm-
pago pueden tergiver-
sarse con informaciones
procedentes de los medios
de comunicacin o por
conversaciones relaciona-
das con el hecho en s. Ni
siquiera es preciso que se
formen en el momento del
suceso; pueden forjarse con
posterioridad.
66 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Las emociones, una ayuda
en la toma de decisiones
Las personas que recuerdan con intensidad las
vivencias traumticas incluso aos despus, sue-
len padecer depresin o trastorno de estrs pos-
traumtico, que se caracterizan por recuerdos
vivos de sucesos dolorosos que no pueden ser
dominados. Dicha inestabilidad conlleva que los
afectados no lleven una vida laboral normal. En
cambio, las emociones positivas contribuyen a
una actitud positiva y refuerzan la autoconan-
za, segn la tesis de Bohn y Berntsen. El cerebro
acierta, pues al seleccionar los aspectos, hechos
o sentimientos, registra para el futuro.
No es necesario que se trate de un hito his-
trico. En principio, cualquier suceso puede
conllevar un recuerdo relmpago, siempre que
se supere cierto umbral de emotividad. Se re-
quiere, empero, una condicin: la excitacin
de la amgdala. Esta estructura con forma de
hueso de almendra se aloja en el lbulo tem-
poral; analiza la situacin en busca de peligros
potenciales y en dicho proceso tie de emocin
los hechos.
Intervienen diversas regiones, segn se re-
cuerde el suceso o la situacin en la que se
encontraba al enterarse. Lo establecieron en
2005 S. R. Davidson y tres colegas suyos, de la
Universidad de Arizona en Tucson, conjunta-
mente con Mieke Verfaellie, directora del cen-
tro de trastornos de la memoria de la Escuela
Universitaria de Medicina de Boston.
En el experimento llevado a cabo, 45 volun-
tarios deban intentar recordar, trascurrido
aproximadamente medio ao de los atentados
terroristas del 11 de septiembre, qu hechos y
qu circunstancias concurrieron en la trage-
dia cuando el probando se enter. Catorce de
los encuestados sufran desajustes patolgicos
en el diencfalo o en la parte interior del l-
bulo temporal, donde reside la amgdala. Los
motivos eran segn los mdicos, entre otros,
lesin de tejido avanzada o un acusado dcit
de oxgeno subsiguiente a un paro cardaco. En
otras 13 personas el lbulo frontal se hallaba
daado como consecuencia de un tumor, de
un accidente cerebrovascular o de derrames
cerebrales. Un tercio de los voluntarios se en-
contraba en buen estado de salud.
Los pacientes con lesiones en el lbulo fron-
tal recordaban el suceso con pareja delidad
que los sujetos sanos. Pero no les resulta nada
fcil recordar cmo, cundo y dnde se ente-
raron del atentado. En su caso lo que fallaba
era la retencin o la evocacin del recuerdo
relacionado con las circunstancias personales
en un momento determinado. Lo mismo caba
aplicar a pacientes cuyo diencfalo o lbulo
temporal estaban daados. Pero en stos no
slo se resenta la memoria autobiogrca; los
recuerdos en torno a los hechos relacionados
con los atentados del 11 de septiembre eran
tambin peores. Incluso palabras de referencia
como World Trade Center, Nueva York, avin o
terrorismo servan de poco. Un paciente llega-
ba a la conclusin de que dichas palabras apun-
taban a un suceso en el que unos terroristas
podran haber estrellado un avin en el World
Trade Center. Aunque l crea que eso no haba
ocurrido nunca. Mientras que una lesin en el
lbulo temporal causaba daos generalizados
en la memoria, los pacientes con daos en el
lbulo frontal olvidaban slo sus propias vi-
vencias asociadas al 11-S.
Se puso a prueba, adems, la memoria de
los voluntarios. Cuanto mejores resultados
obtenan, tanto mejor recordaban los hechos.
Sin embargo, los recuerdos asociados a las
circunstancias particulares respectivas eran
independientes de la capacidad general de re-
cordar. Cuando esos recuerdos sufren trastor-
nos, no se requiere la existencia necesaria de
dao cerebral. Brown y Kulik introdujeron el
trmino recuerdos ash o fotogrcos dando
por descontado que se quedan grabados en la
memoria y permanecan inalterados durante
aos, decenios incluso.
Debemos a Daniel Greenberg, de la Universi-
dad de Duke en Durham, la descripcin de un
En el lbulo temporal me-
dial se integran el hipocampo
y estructuras de la corteza
cerebral que son responsables
de la memoria a largo plazo.
Se procesa all el conocimiento
objetivo de nuestro entorno y
contiene tambin la memoria
autobiogrca. En los recuerdos personales
participa el lbulo frontal, que regula el proceso
de pensamiento deductivo. El hipocampo es decisivo en la consolidacin de recuerdos;
los episodios de memoria a corto plazo se transeren a la memoria a largo plazo.
En la memoria participan adems otras estructuras: las amgdalas tien los re-
cuerdos de emotividad. Valoran especialmente los peligros potenciales y rigen nuestro
comportamiento. Si su funcionamiento es deciente, la evaluacin emocional de las
situaciones se ve perjudicada. En el diencfalo encontramos el tlamo, que selecciona
informaciones del sistema sensorial y acta de puerta a la corteza cerebral.
Neuroanatoma del recuerdo
Amgdalas
Lbulo
frontal
Lbulo temporal
Hipocampo Diencfalo
(derecha)
(izquierda)
La equivocacin
del Presidente
El 5 de junio de 2002 el
Presidente de los Estados
Unidos, George W. Bush, se
manifestaba con estas palabras
rerindose al momento en el
que se enter del atentado del
World Trade Center:
(...) well, rst of all, when
we walked into the classroom,
I had seen this plane y into
the rst building. There was
a TV set on. And you know, I
thought it was pilot error and
I was amazed that anybody
could make such a terrible
mistake. And something was
wrong with the plane, or
anyway, Im sitting there,
listening to the brieng, and
Andy Card came and said,
America is under attack.
Realmente en ese momento
era imposible que hubiese visto
en TV el primer impacto. Las
imgenes fueron emitidas con
posterioridad.
(President Bushs False Flashbulb
Memory of 9/11/01,
por D. L. Greenberg en Applied
Cognitive Psychology, vol. 18,
pgs. 363-370, 2004)
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caso especialmente prominente de recuerdos
errneos. Analiz entrevistas que haba con-
cedido George W. Bush poco despus de los
ataques terroristas del 11-S y descubri contra-
dicciones en aspectos clave. Mientras que el pre-
sidente explic en una ocasin que su asesor
le comunic personalmente la noticia de los
atentados, en otras dos entrevistas armaba
haber conocido los hechos a travs de la televi-
sin e incluso haber visto cmo el primer avin
se incrustaba en el edicio. Pero no pudo haber
visto la colisin del primer avin por televisin
en ese instante, ya que el impacto del primer
avin no fue emitido en directo. Las cadenas s
emitieron el impacto de la segunda aeronave.
Cmo pudo cometer semejante fallo? En
Internet comenzaron a circular muy pronto
los rumores. Acaso saba Bush que iba a pro-
ducirse el atentado y estaba en posesin de
grabaciones secretas? Eramos testigos de un
lapsus freudiano y Bush participaba de una
conspiracin?
Daniel Greenberg ofreca otra explicacin,
ms plausible: la tergiversacin de los recuer-
dos relmpago por los medios de comunica-
cin. La proyeccin en televisin de sucesos de
importancia histrica una y otra vez inunda
nuestros recuerdos originales. Y cuando no slo
recurrimos a lo odo, sino tambin a lo visto,
estamos ms seguros de nuestros recuerdos,
ya que el cerebro puede procesar y recuperar
imgenes. Pero lo que estamos recordando en
ese momento no es ms que una invencin.
Conversaciones con otros lo conrman, cierto,
puesto que han visto las mismas imgenes de
televisin y han ledo las mismas revistas que
nosotros.
Greenberg parte de la base de que George
W. Bush vio las imgenes de los ataques en los
das y semanas siguientes un sinfn de ocasio-
nes, incluidas las grabaciones del impacto del
primer avin, que aparecieron y se difundie-
ron con posterioridad. Las intensas imgenes
resultaban para l mucho ms fciles de re-
cordar que las informaciones habituales de su
asesor.
Somos parte de la historia
de la humanidad
Ulric Neisser, de la Universidad de Cornell en
Ithaca, lo considera tambin plausible. El fun-
dador de la psicologa cognitiva opina que los
recuerdos ash pueden ser adulterados igual
que los de cualquier otro tipo. En su opinin,
las causas corresponden a la accin de los me-
dios, que tienden a difundir, una y otra vez,
las imgenes asociadas a hechos de impacto
mundial. Otra causa importante seran los sen-
timientos asociados al recuerdo, que traen a
la memoria el suceso de una forma reiterada.
Y cada vez que eso ocurre, modicamos de ma-
nera inconsciente la grabacin que tenemos del
hecho histrico.
Neisser llega a declarar que el recuerdo no se
genera necesariamente en el instante en que
se produce el suceso histrico, sino cuando su
signicado para la sociedad y para el individuo
se torna evidente. Ah justica la alta propor-
cin de errores en las encuestas. La memoria
va construyendo a posteriori una historia per-
sonal: Recordamos los detalles porque actan
de nexo de unin entre nuestra propia historia
con la historia de la humanidad, seala. Los
recuerdos relmpago nos convierten en parte
de un todo superior, en parte de la historia del
mundo.
Simone Einzmann trabaja como periodista cientfca.
Se enter del ataque al World Trade Center por una
compaera de trabajo.
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
PRESI DENT BUSHS FALSE
FLASHBULB MEMORY OF
9/11/01. D. L. Greenberg
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chology, vol. 18, pgs.
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Cuando la Repblica Democr-
tica Alemana abri sus fronte-
ras con la Repblica Federal el
9 de noviembre de 1989, miles
de alemanes orientales y occi-
dentales lo celebraron juntos
en la Puerta de Brandemburgo.
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a saliva uye del hocico de la vaca, que
mira temerosa a su alrededor. Cualquier
ruido la sobresalta. Le tiemblan las patas. Ca-
mina insegura, tropieza con todo y termina
por caer al suelo. El 11 de febrero de 1985 muri
la vaca 133 de la granja Pitsham en Sussex, al
sur de Inglaterra. Se trataba del primer caso
registrado de una misteriosa enfermedad: la
encefalopata espongiforme bovina (EEB).
En un principio, nadie poda creer que la
locura de las vacas, como fue denominada
la EEB, pasara al hombre. En Gran Bretaa la
enfermedad adquiri proporciones de epide-
mia, afectando a ms de 180.000 reses. Pero el
gobierno britnico opt por quitarle importan-
cia. Todava en 1990 John Gummer, ministro
de Agricultura, apareci ante las cmaras de
televisin dando de comer a su hija Cordelia,
de cuatro aos, un bocadillo de ternera para
demostrar su conviccin de que las terneras
britnicas ofrecan seguridad.
El 21 de mayo de 1995 Stephen Churchill, jo-
ven britnico de 19 aos de edad, sufri una
enfermedad nerviosa que hasta entonces slo
se haba reseado entre personas ancianas. En
1921, Alfons Maria Jacob (1884-1931), neuropat-
logo de Hamburgo, public un informe sobre
una especial enfermedad del sistema ner-
vioso central con singulares hallazgos anato-
mopatolgicos. Un ao antes, Hans-Gerhard
Creutzfeldt (1885-1964), neurlogo de Breslau,
haba descrito una enfermedad similar. Desde
1922 esta enfermedad incurable y de curso fatal
se conoce con el nombre de los dos investigado-
res: enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ).
Para los mdicos constituy una sorpresa
la sbita aparicin de la enfermedad, terrible
aunque rara, en los jvenes. Poco a poco fue
demostrndose la sospecha: la nueva variedad
de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (en abre-
viatura vECJ) se transmita a la especie humana
a travs de carne de terneras con EEB.
Agujereado como una esponja
La EEB y la ECJ muestran coincidencias en su
cuadro clnico. La mortandad de neuronas
transforma la estructura de la sustancia gris
del cerebro, acribillada de agujeros; adquiere el
aspecto de una esponja. Se ha demostrado que
lo mismo en el hombre que en los animales hay
un extenso grupo de enfermedades cerebrales
espongiformes (encefalopatas espongiformes).
En l se incluye la enfermedad del trote de las
ovejas (o scrapie), conocida desde 1732. Los ani-
males afectados tienen una marcha descoordi-
nada, a trotes. Molestos por un intenso picor, no
dejan de frotarse constantemente la piel.
Como se demostr durante la crisis de la
EEB, las encefalopatas espongiformes pueden
transmitirse a otros individuos, incluso de es-
pecies distintas. A menudo su origen perma-
nece desconocido; se habla entonces de casos
espordicos, expresin de la que se valen los
mdicos para evidenciar su ignorancia. Otras
enfermedades similares son hereditarias. En
los ltimos aos se han ido aclarando muchos
detalles de esas enfermedades mortales que
tienen en comn el agente desencadenante.
Durante mucho tiempo se debati en torno
a la naturaleza de dicho agente causal. En 1967
llam la atencin a la radiobiloga londinense
Tikvah Alper que los extractos de cerebro de
ovejas enfermas de scrapie retenan su poder
infeccioso tras someterlos a radiaciones ioni-
zantes de onda corta. En condiciones normales,
no queda ningn cido nucleico la molcula
portadora de la herencia que sobreviva a esa
radiacin. Su colega John Grifth sospech que


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Enfermedades
POR PRIONES
La muerte acecha en la carne de ternera, en la dotacin hereditaria y en el mismo entorno.
Hablamos de los priones, causantes de la enfermedad incurable de Creutzfeldt-Jakob y otras
INGA ZERR Y ANDREAS JAHN
1. COMIDA DESPRECIADA.
Desde que el 26 de noviembre
de 2000 se public la conrma-
cin ocial del primer caso de
EEB en Alemania, se perdi la
apetencia por la hamburguesa
de carne jugosa de ternera.
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2. EL NUCLEO DEL MAL.
En el centro de la protena prinica se encuen-
tran cadenas de aminocidos enrolladas en
forma de sacacorchos (en verde). Si se despliegan
aparece la variante prinica patgena.
70 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
la enfermedad no se transmita por bacteria o
virus, sino por protenas.
Pusieron as en tela de juicio el dogma cen-
tral de la biologa molecular segn el cual slo
los cidos nucleicos pueden autocopiarse y con
ello reproducirse. Puesto que la multiplicacin
masiva resulta esencial para cualquier agente
infeccioso, cmo pueden unas simples pro-
tenas desencadenar una enfermedad? La pro-
puesta de ambos investigadores, recibida con
menosprecio, cay en el olvido.
Hasta que Stanley Prusiner la retom. En
1982, este neurlogo de la Universidad de Ca-
lifornia en San Francisco denomin prion a
la misteriosa protena. (Prion es anagrama de
proteinaceous infectious particle, es decir,
partcula protenica infecciosa.) Cuando en
1997 Prusiner recibi el premio Nobel de Me-
dicina, la comunidad cientca internacional
no estaba ni mucho menos convencida; hoy
apenas si queda un bilogo molecular que dude
de la hiptesis de los priones.
Haba un fenmeno desconcertante: esas
protenas singulares no originan dao alguno.
Se encuentran en todos los organismos donde
se ha investigado, incluida la especie humana.
Slo se tornan peligrosas cuando su forma nor-
mal, PrP
C
, se convierte en la forma patgena
PrP
Sc
. (C procede de la palabra inglesa cellu-
lar; Sc se abrevi en un comienzo scrapie,
pero ahora remite a todas las enfermedades
por priones.) Para establecer una clara diferen-
ciacin, los bioqumicos reservan el trmino
prion a la forma infecciosa y preeren denomi-
nar protena prinica a la forma normal.
El bien y el mal molecular
Las dos versiones de la molcula presentan
propiedades antagnicas. La protena normal
PrP
C
es hidrosoluble, se degrada con facilidad
y se muestra inocua. Por el contrario, el prion
infeccioso PrP
Sc
es insoluble, difcilmente de-
gradable y resiste el calor, las radiaciones, la
luz ultravioleta y los productos desinfectantes.
Desde el punto de vista qumico, en cambio,
ambas versiones de la molcula son idnticas.
Se trata de ismeros de conformacin, que slo
dieren por su plegado espacial: el PrP
Sc
tiene
una elevada proporcin de estructuras b exten-
didas que se unen y crean estructuras brosas.
Por el contrario, el PrP
C
consta de hlices a en
forma de escalera de caracol (vase la gura 3).
El sistema inmunitario no reconoce como ex-
traas ni una ni otra versin de la molcula;
en puridad, el organismo no puede defenderse
contra los priones.
Cmo se multiplica ese misterioso agente?
Prusiner cree que la molcula PrP
Sc
acta des-
plegando la forma normal y transformndola
en infecciosa. As se crean nuevos PrP
Sc
patge-
nos que, a su vez, transformarn ms protenas
PrP
C
y desencadenarn una letal reaccin en
cadena.
No cabe, pues sorprenderse de que los prio-
nes errneamente plegados inicien su accin
destructora en cuanto se instalan en el orga-
nismo. Las protenas normales PrP
C
se encuen-
tran sobre todo en las clulas nerviosas y, por
tanto, tambin all merodearn las molculas
patgenas PrP
Sc
. Al principio, los pacientes
con ECJ notan prdida de apetito, trastornos
del sueo y apata general. Cada vez se mues-
tran ms retrados, abandonan sus aciones y
evitan el contacto con los amigos. Poco a poco
va alterndose su personalidad: reaccionan
con desconanza y agresividad, o de forma
ablica y pasiva. A ello se aaden desorienta-
cin, trastornos de la visin y de la memoria,
RESUMEN
Priones mortales
1
Las enfermedades
prinicas vienen de-
sencadenadas por variantes
de determinadas protenas
que presentan un error de
plegado los priones,
se multiplican y afectan al
sistema nervioso. Hasta el
presente, todos los tras-
tornos que provocan son
incurables y mortales.
2
La principal enfer-
medad prinica del
hombre es la enfermedad
de Creutz feldt-Jakob (ECJ).
La carne de ternera conta-
minada por la enfermedad
espongiforme bovina puede
provocar la nueva va-
riante de enfermedad de
Creutzfeldt-Jakob (vECJ).
La forma clsica aparece
espontnea o resulta de
mutaciones en la dotacin
gentica.
3
Variaciones en el gen
que codica las pro-
tenas prinicas inuyen
en el riesgo de padecer la
enfermedad y dan lugar a
diferentes cuadros clnicos.
3. DIFERENCIA MINIMA
AUNQUE CRUCIAL.
La protena prinica inocua
PrP
C
(izquierda) forma una hlice.
Si se despliega pasa a conver-
tirse en un prion infeccioso
PrP
Sc
(derecha) con una estruc-
tura de plegamiento b. Esta
forma va transformando cada
vez ms protenas en priones y
desencadenan una reaccin en
cadena.
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ideas demenciales, alucinaciones y calambres
musculares, que dan lugar a una marcha os-
cilante y a movimientos bruscos de brazos y
piernas. Por ltimo, la enfermedad evoluciona
hasta una suerte de coma vgil que termina
en la muerte.
No hay contagio directo
Junto al kuru, enfermedad por priones conoci-
da en Papa-Nueva Guinea, la nueva variedad
de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob parece
tambin contagiosa. Los mdicos descartan
una transmisin directa de humano a huma-
no. La vECJ es muy rara. Que sepamos, en Gran
Bretaa hubo 166 enfermos y en Francia otros
21, junto a casos aislados en Irlanda, Italia, Ca-
nad, los Estados Unidos y Japn. Hasta ahora
Alemania se ha visto libre de la enfermedad.
La incidencia mundial de la enfermedad de
Creutzfeldt-Jakob clsica, mucho ms frecuen-
te, se cifra en un caso por milln de habitan-
tes, la mayora entre 60 y 70 aos de edad. En
Alemania enferman cada ao unas 100 o 120
personas. En el 85 % de casos, se desconoce
el origen. Se presume que las protenas PrP
C

del organismo se transforman por azar en la
maligna variante PrP
Sc
. Entre el 10 y el 15 %
de casos de ECJ portan un condicionamiento
gentico.
Los investigadores han acotado en el cromo-
soma 20 el gen responsable. All radica el gen
PRNP que codica la protena PrP. Se conocen
ms de 20 alteraciones de este gen capaces de
originar enfermedades por priones. Las muta-
ciones ejercen un efecto dominante; basta con
que uno de los padres de quienes se herede el
gen lo tenga alterado, para que se transmita
la enfermedad.
Los mdicos centran su atencin en una alte-
racin de la posicin 129 de la cadena proteica
PrP que puede estar ocupada por el amino-
cido metionina o el aminocido valina. Casi
la mitad de la poblacin tiene una herencia
mixta y recibe de un progenitor una versin
de la protena con metionina y del otro, otra
con valina. En un 42 % la posicin 129 est ocu-
pada en ambos casos por metionina y en el 13 %
en ambos casos por valina.
Parece ser que es en los casos de homocigosis
cuando aparecen las enfermedades por priones.
Segn datos de 2007 del Centro de Referencia
Nacional para Enfermedades por Priones de
Gttingen, ms de dos tercios de los pacientes
con ECJ y la totalidad de pacientes con vECJ son
homocigotos en metionina.
En el caso del kuru enferman mucho ms
los homocigotos que los heterocigotos. De
cualquier modo, ello no signica que los hete-
rocigotos estn a salvo de los priones, aunque
se tarde ms en manifestarse. John Collinge y
sus colegas, del Colegio Universitario de Lon-
dres, demostraron que, en 2006, seguan en
Papa-Nueva Guinea apareciendo heterocigo-
tos afectados de kuru, es decir, ms de medio
siglo despus de haberse suprimido las prcti-
cas canbales, va probable de transmisin de
la enfermedad.
Segn ha quedado palmario en Gran Bretaa
con la vECJ, pueden pasar decenios hasta que,
una vez daados los tejidos afectados por la
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Casos de vECJ en Gran Bretaa
Casos de vECJ en Francia
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Ms de 150 personas fallecieron
por la nueva variante
de enfermedad de Creutzfeldt-Jakob
30.000
20.000
10.000
1988
3
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1 1 1 3 1
13
15
17
18
4
28
20
10
1990 1902 1994 1996 1998 2000 2002 2004
Incidencia
mundial
de EEB
Incidencia
britnica
de EEB
4. ESTADISTICA DE MORTA-
LIDAD. Hasta septiembre de
2007 en Gran Bretaa se regis-
traron 183.225 casos de EEB en
terneras. El primer caso conr-
mado lo fue en 1985. El punto
culminante de la epidemia se
alcanz en 1992 con 37.056
casos en slo un ao.
(Departamento
de Medio Ambiente,
Alimentacin y Asuntos Rurales)
En la Repblica Federal de Ale-
mania se present por primera
vez la EEB en el ao 2000. Un
ao ms tarde se contabiliza-
ron 125 reses enfermas. Hasta
nales de agosto de 2007 la
epidemia abarcaba 409 anima-
les. Hasta el presente Alemania
se ha visto libre de la vECJ.
(Ministerio Federal
de Alimentacin, Agricultura
y Proteccin del Consumidor)
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EEB, aparezcan los primeros sntomas
de la enfermedad. Nadie sabe en reali-
dad cunto puede durar tan prolongada
incubacin. Si realmente en los hetero-
cigotos la incubacin es considerable-
mente ms larga que lo ha sido en los
homocigotos ya enfermos, es posible que nos
hallemos inmersos en un silencioso peligro
potencial de muertes por vECJ.
El asunto reviste, empero, mayor comple-
jidad. En las martas hay dos molculas PrP
Sc

con diferente plegado. Denominadas de tipo 1 y
tipo 2, respectivamente, se presentan con inde-
pendencia de los cambios de aminocidos en la
posicin 129 demostrados en los humanos. As
pues, en total pueden comprobarse seis subti-
pos moleculares de ECJ que causan enfermeda-
des con diferente edad de aparicin, diferentes
manifestaciones y diferente duracin. Entre los
pacientes ms jvenes estn los homocigotos
para valina con PrP
Sc
de tipo 1 (en abreviatura
VV
1
); el curso ms prolongado lo presentan
los heterocigotos de tipo 2 (MV
2
).
Los homocigotos para la metionina de tipo 1
(MM
1
) sufren en un comienzo trastornos de
memoria y se interesa sobre todo la corteza
cerebral. En cambio, los homocigotos para la
valina con priones tipo 2 (VV
2
) se resienten en
el cerebelo y el tronco del encfalo; por eso,
al principio presentan problemas de coordi-
nacin motora. Sigue siendo un misterio por
qu los seis subtipos de priones desencadenan
unos cuadros clnicos tan dispares.
La propia existencia de las protenas pri-
nicas constituye otro misterio. No slo estn
presentes en las vacas, las ovejas y la especie
humana; ni siquiera las humildes clulas de las
levaduras se libran de ellas. Cabe, pues, inferir
que alguna funcin til deben cumplir tales
protenas. De lo contrario, la evolucin las hu-
biera eliminado hace tiempo.
Criminales tiles
Mediante tcnicas de ingeniera gentica se han
conseguido ratones sin PrP. Sorprendentemen-
te, esos mridos transgnicos llevan una vida
normal, sin diferenciarse de sus compaeros
sin manipular, salvo en que estn protegidos
contra las enfermedades por priones.
Apoyndose en esos avances, el grupo di-
rigido por Eric Kandel, de la Universidad de
Columbia, descubri en 2003 que el caracol
marino Aplysia portaba una protena similar
a los priones que podra intervenir en la me-
moria. Tambin el equipo de Andrew Steele,
del Instituto Whitehead, contribuy a la reha-
bilitacin de esa protena. Segn sus hallaz-
gos, las protenas prinicas participaban en la
maduracin de las neuronas precursoras. Los
ratones exentos de PrP pueden formar nuevas
La enfermedad de las vacas locas y la de Creutzfeldt-Jakob
son las dos enfermedades prinicas ms conocidas, pero no las
nicas. Las molculas responsables presentan errores en su plega-
miento. Entre las patologas asociadas destaca el kuru o muerte
risuea, que azota a la etnia fore del altiplano de Papa-Nueva
Guinea. Vincent Zigas y Daniel Carleton sospecharon en 1957 que
esa enfermedad letal se transmita por el canibalismo ritual. Los
fores coman el cerebro de sus familiares muertos como muestra de
veneracin al fallecido. Esta costumbre ha quedado proscrita y, con
ello, se apag la difusin de la enfermedad. Hoy se cree que la trans-
misin tiene lugar no tanto por la ingestin del cerebro como por el
frotamiento de la masa cerebral por la cara que permitira penetrar
el agente por las mucosas de los ojos y de la nariz. Por sus descu-
brimientos Gajdusek recibi el premio Nobel de Medicina en 1976, a
pesar de que la naturaleza
del agente todava le era
desconocida.
En 1928, Josef Gerst-
mann (1887-1969), junto
con sus colaboradores Ernst Strussler (1872-1959) e Ilya Mark
Scheinker (1902-1954), descubri en una familia austriaca una en-
fermedad hereditaria muy rara, que se apartaba de la de Creutzfeldt-
Jakob. El trastorno sola manifestarse entre los 35 y los 55 aos,
con trastornos motores. Luego, al cabo de dos a diez aos apareca
la demencia caracterstica de la ECJ. Hoy se toma por seguro que
el Sndrome de Gerstmann-Strussler-Scheinker est causado
por priones.
Un grupo de cientcos dirigidos por Elio Lugaresi, de la Univer-
sidad de Bolonia, describi en 1986 el insomnio familiar mortal,
que se incluye en el grupo de enfermedades prinicas. Se hace
patente entre los 50 y 60 aos y afecta al ritmo sueo-vigilia y al
equilibrio hormonal. Incide en el sistema nervioso vegetativo, con
los consiguientes trastornos de la temperatura corporal, la respi-
racin, el ritmo cardaco y la digestin. Los pacientes sufren una
disminucin progresiva del sueo y tienden a padecer sensaciones
bruscas de calor, crisis sudorales, palpitaciones cardiacas y abun-
dante secrecin de saliva. Por trmino medio, sobreviene la muerte
al cabo de 13 a 15 meses.
Terribles por varias razones: nuevas enfermedades prinicas
MADRE FORE CON SU HIJO.
En los aos cincuenta del pa-
sado siglo el kuru, enfermedad
prinica, causaba estragos en
Papa-Nueva Guinea.
En 1995 falleci la primera
vctima de la vECJ en Gran
Bretaa. Hasta principios
de octubre de 2007, la
cifra era de 166 britnicos,
de los cuales 161 haban
muerto.
(Departamento de Salud)
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neuronas, si bien a un ritmo ms lento que el
de sus compaeros normales.
Priones contra el alzheimer?
Eso no es todo. Las protenas prinicas nor-
males podra incluso proteger contra la de-
mencia de Alzheimer. El grupo dirigido por
Nigel Hooper, de la Universidad de Leeds,
demostr en 2007 que la PrP
C
regulaba la
enzima b-secretasa. Se trata de un polipp-
tido que separa de la protena precursora de
la sustancia amiloide pequeos fragmentos,
que luego se unen para formar las temibles
placas de Alzheimer [vase Bases molecu-
lares de la enfermedad de Alzheimer, por
Vernon M. Ingram; MENTE Y CEREBRO, n.
o
15].
En ratones transgnicos que sintetizan una
cantidad abundante de protenas prinicas,
esa enzima est inhibida y, en consecuen-
cia, se frena la formacin de las placas. En
cambio, se hallaron cuantiosos cmulos de
amiloide en roedores sin PrP
C
.
Pese a todo, importa impedir la infeccin
por priones. (No consumir nunca carne de ter-
nera contaminada.) Para realizar los debidos
anlisis los laboratorios existen tests rpidos
que se apoyan en la tenaz persistencia de la
protena con plegado errneo. La enzima pro-
teinasa K disocia la forma inocua PrP
C
, pero no
acta sobre la forma infectante PrP
Sc
.
Hay que disponer de un diagnstico se-
guro. Dada la semejanza entre los sntomas,
se confunde a menudo una enfermedad por
priones con la demencia de Alzheimer, mucho
ms frecuente y de curso mucho ms lento.
El electroencefalograma y la tomografa de
espn nuclear proporcionan la necesaria in-
formacin. Con tcnicas especiales se pueden
diferenciar incluso los diversos tipos de la
enfermedad.
El lquido cefalorraqudeo, fluido que baa
el encfalo y la mdula espinal, aporta indi-
cios de inters. El grupo de investigacin en
priones de Gttingen encontr, en el 95 % de
casos espordicos de ECJ, la protena 14-3-3.
En 1998, la Organizacin Mundial de la Sa-
lud admiti la demostracin de esta protena
como criterio adicional para el diagnstico
de la ECJ. Sin embargo, la prueba definiti-
va de una infeccin slo puede conseguirse
mediante el estudio histolgico del cerebro
postmortem.
Qu puede hacerse contra las enfermeda-
des por priones? Apenas nada. Carecemos de
tratamiento ecaz. Slo cabe intentar paliar
los sntomas. Contamos con el analgsico u-
pirtn, que enlentece el empeoramiento de las
facultades cognitivas; la quinacrina, acreditado
como antimalrico, ofrece prometedores re-
sultados en la experimentacin animal, pero
hasta ahora no ha demostrado su ecacia en
la especie humana.
Aun cuando en la experimentacin animal
se demuestra que algunos medicamentos re-
trasan la destruccin del tejido nervioso, no
signica que puedan aplicarse al hombre. En
unos casos, las molculas son demasiado gran-
des para atravesar la barrera hematoencefli-
ca y no pueden llegar al lugar prejado [vase
Barrera hematoenceflica, por Grit Vollmer;
MENTE Y CEREBRO, n.
o
21]; en otros, las dosis ne-
cesarias resultaran txicas.
Pero hay alguna luz para la esperanza. En
investigaciones emprendidas en Italia y en
el centro de referencia nacional alemn de
Gttigen se ha encontrado un antibitico
que impide la unin de la PrP
C
normal a la
PrP
Sc
con errores de plegado. Se ha demostra-
do que tiene un efecto sobre el curso de la
enfermedad, siempre y cuando su aplicacin
sea precoz. En 2007, Giovanna Mallucci y sus
colegas, del Consejo de Investigaciones M-
dicas de Londres, trabajando sobre ratones,
hicieron retroceder una enfermedad prinica
desactivando el gen que codica el prion. Un
ao antes, el grupo de Hans Kretschmar, de la
Universidad Ludwig Maximilian de Mnich,
bloquearon la protena prinica mediante un
siARN. Y ese mismo, ao investigadores muni-
queses dirigidos por Stefan Weiss comunica-
ron una aplicacin con xito de anticuerpos
contra los priones.
Ninguna de las mencionadas investigaciones
super la fase experimental, pero se abrieron
caminos que permiten entrever posibilidades
teraputicas. Ms hipottica se nos antoja la
creacin de un frmaco ecaz contra el error
de plegado. Ignoramos todava la funcin que
cumple la interaccin entre los factores am-
bientales y la carga gentica en las enferme-
dades prinicas. Cuando hayamos entendido la
funcin natural de las protenas prinicas en
la clula estaremos en condiciones de conocer
los mecanismos de la enfermedad y, sobre esa
base, desarrollar las estrategias teraputicas
correspondientes.
Inga Zerr, profesora de neurologa, dirige el Centro
de Referencia Nacional para Enfermedades Prinicas
en Gttingen. Andreas Jahn es bilogo.
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
PRI ONES. Stanley B. Pru-
siner en Investigacin y
Ciencia, pgs. 22-32; di-
ciembre, 1984.
EL PRION EN LA PATOLOGA.
Stanley B. Prusiner en In-
vestigacin y Ciencia, pgs.
14-21; marzo, 1995.
74 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
H
a construido con sus propias ma-
nos la pequea cruz de madera, ha
escrito el nombre en la losa y sobre ella
ha depositado las ores. Anteayer muri
Struppi. Mam y pap dicen que ahora
est en el cielo de los perros y cada da
recibe un enorme hueso. La pequea
Lena no tiene idea de lo que signica la
muerte.
Gracias a los avances de la medicina y
la mejora de las condiciones de vida, la
muerte se ha convertido hoy en un fe-
nmeno propio de la vejez. La mayora
de las veces son los abuelos o el animal
domstico preferido quienes ponen al
nio ante su primera experiencia con
la muerte. Buscamos alejar la muerte de
nuestro entorno familiar inmediato: re-
sidencias de ancianos, hospitales o casas
de acogida atienden a los moribundos.
Las empresas funerarias se ocupan del
entierro. La mayora de los nios adquie-
re las primeras ideas sobre la muerte de
manera casual, al or una conversacin
entre adultos, al acudir a un cementerio
o a una iglesia y, sobre todo, a travs de
la prensa y la televisin.
En 2004 Margit Franz calcul que en
Alemania cada joven, antes de la mayora
de edad, presencia al ao unos 18.000
casos de muerte reales o cticios en
los distintos medios de comunicacin.
Karl-Heinz Menzen, de la Universidad Ca-
tlica de Freiburg, calcul en 1996 que
los jvenes de 14 aos han visto ya en
televisin unos 15.000 asesinatos. Los ni-
os suelen tomar por verdadero todo lo
que ven en las imgenes de los medios de
comunicacin. Segn un estudio sueco,
el 40% de nios con edades entre seis y
diez aos estn convencidos de que las
personas mueren asesinadas, de lo con-
trario viviran siempre.
Pueden estar tristes
los muertos?
Las ideas que tienen los nios de la muer-
te varan segn su experiencia personal,
edad y grado de desarrollo. Entre los tres
y los diez aos, los nios desarrollan
sus capacidades cognitivas, sobre todo,
el habla y el pensamiento. Los impulsos
de la curiosidad y el afn por descubrir
cosas nuevas les van abriendo su mun-
do adquiriendo unas ideas cada vez ms
cercanas a la realidad.
En los aos setenta del siglo pasado, un
grupo de investigadores realiz una en-
cuesta para descubrir el cambio, relacio-
nado con la edad, de las ideas infantiles
sobre la muerte. Han de morir todas las
personas? Sienten hambre y tristeza los
muertos? Pueden volver a la vida?
En 1984, Mark W. Speece y Sandor B.
Brent, de la Universidad del estado de
Wayne en Detroit, hicieron un metaa-
nlisis con 35 estudios de este tipo que
recoga un total de 4800 nios. Determi-
naron que un concepto de muerte poda
considerarse propio del adulto si inclua
tres puntos fundamentales:
Con la muerte cesan todas las funcio-
nes corporales necesarias para la vida
(prdida de funcionalidad).
La muerte es irreversible (irreversibi-
lidad).
Todos los seres vivos han de morir
(universalidad).
En 1990, Joachim Wittkowsi, de la Uni-
versidad de Wrzburg, ampli esa deni-
cin con un cuarto punto: el conocimien-
to de que las causas de muerte son de
tipo fsico o biolgico (causalidad).
Speece y Brent llegaron a la conclu-
sin de que tales conceptos se tienen ya
a los siete aos de edad. Para Jean Piaget,
investigador del desarrollo psicolgico
del nio, a esa edad comienza el esta-
dio operacional concreto. Sin embargo,
la mayora de los investigadores hablan
hoy de una horquilla temporal entre los
ocho y los diez aos, en cuyo intervalo el
concepto de muerte adquiere todos sus
perles. Muchas investigaciones ofrecen
slo un corte transversal de los datos y
no permiten que, a partir de sus resulta-
dos, podamos inferir el desarrollo genui-
no de un nio en concreto.
Tambin las autoras realizaron un
estudio cualitativo similar en el ao
2006, en la Escuela Superior Evanglica
de Nrnberg y con ocho nios de edades
Qu piensan los nios de la muerte?
Poco a poco van comprendiendo que todos nos hemos de morir y que nadie vuelve a la vida
ROSWITHA SOMMER-HIMMEL Y MELANIE MAKSIM
Se puede hacer una
cruz de madera atando o
pegando dos palos, luego
se pueden llevar ores y
de vez en cuando regarlas.
(Nia de seis aos hablando
de las tumbas)
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 75
comprendidas entre los cuatro y los diez
aos. Se les pregunt sobre las experien-
cias que haban tenido con la muerte y
cmo se la imaginaban. Las etapas del
desarrollo que pudimos deducir de los
informes de los cuatro nios y cuatro
nias concordaban con las de estudios
anteriores.
En principio, durante la edad preesco-
lar, los nios se enfrentan con la muerte
de forma objetiva; a menudo, la vivencia
de un animal muerto es lo que despierta
su afn investigador. Los nios quieren
acariciarlo, consolarlo o, al menos, saber
por qu tuvo que morirse. Abordan el ca-
dver con un inters casi cientco. A los
adultos suele incluso extraarles que sus
hijos hablen de la muerte de forma tan
objetiva y sin excesiva carga emocional.
Pero se trata de un fenmeno del todo
normal, en el marco de su afn por en-
tender el mundo, vinculado, hasta los
siete aos, a su percepcin de las cosas.
Dicho con otras palabras: el pensamiento
se orienta todava a la captacin concre-
ta, al objeto o situacin ante los que en
ese momento se encuentran.
Por ello, para los prvulos el fenmeno
de la muerte se resume en la incapacidad
del muerto para moverse. Cuando los ni-
os de seis aos presencian una competi-
cin deportiva y ven que alguien se cae y
queda tendido en el suelo, suelen pensar
que ha muerto. Antes de entender correc-
tamente el principio de la no funciona-
lidad, es decir, antes de reconocer que
estar muerto signica la desaparicin
de todas las funciones vitales importan-
tes, los nios se imaginan que la muerte
viene a ser una suerte de vida reducida.
En estas circunstancias los nios si-
guen atribuyendo al muerto sentimien-
tos y otras funciones vitales. Cierta nia
de cinco aos armaba: Mi mam ha
dicho que cuando alguien muere est
muy triste y cuando se compran ores
y se le llevan se alegra. Slo a partir de
aproximadamente los ocho aos, los
nios empiezan a darse cuenta de que
la muerte no equivale slo a ausencia
de movimiento, sino que presenta ade-
ms otras caractersticas; por ejemplo el
muerto ni respira, ni siente hambre ni
sed, ni tiene otras sensaciones.
Temporalmente ausente
Antes de entender que la muerte es irre-
versible y denitiva, los nios la supo-
nen un fenmeno temporal: un estado
del cual cualquiera puede despertarse o
volver, como quien retorna de un sueo
o viaje. A veces tambin se puede morir,
crea una nia de cinco aos. Un nio de
ocho aos dijo en nuestras conversacio-
nes que crea que su animalito preferido,
muerto, volvera a la vida. Tiramos los
peces muertos al desage, para que vuel-
van al mar.
La expresin quisiera que hubieses
muerto!, que dicen algunos padres en-
fadados o en un momento de irritacin,
lo nico que indica es el deseo de una
momentnea ausencia. En esta fase, la
All se ha de
estar siempre de pie y
rezar. Llega el atad y al
nal se baja a la tierra.
(Nio de nueve aos hablando
de los entierros)
1. PERDIDA DE UN AMIGO. Aun sin entender del todo qu sea la muerte, la nia se encuentra triste por la prdida de su animal de compaa.
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76 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
muerte se presenta a los nios no como
una extincin denitiva sino como una
separacin temporal.
En todo caso, el nio se entristece
cuando muere una persona allegada.
Igual que ocurre en cualquier separa-
cin, se siente abandonado. Y eso es lo
que teme, la separacin, no la muerte
propiamente dicha. A medida que va per-
catndose de la condicin denitiva de la
muerte, va creciendo su aversin hacia
la misma. Empieza a temer a la muerte
y la siente como algo triste, repugnante
o terrible. Los cementerios y los atades
le provocan temor, aunque a menudo
combina terror y fascinacin.
En la edad escolar los nios tienden a
representarse la muerte como una gura:
un esqueleto, el hombre de la guadaa, el
demonio o un espritu. Otros se la repre-
sentan como un lugar en el que se puede
caer: un agujero, un abismo o una sima.
Estas guraciones reejan sus temores.
Los prvulos suelen creer que la muerte
es siempre la consecuencia de algo que
viene del exterior: un accidente o un acto
violento. La muerte se presenta cuando
el cazador ha disparado un tiro, o cuan-
do se ha sido vctima de un pjaro o de
cualquier animal malo, explica un nio
de seis aos. Muchos prvulos estn con-
vencidos de que la muerte es evitable, si 2. DESPEDIDA. Algunos nios creen que los muertos pueden alegrarse con las visitas.
Hasta los 2 aos: estadio sensomotor
Los nios aprenden a coordinar los sentidos y los movimientos.
De 2 a 7 aos: estadio preoperacional
El nio lo relaciona todo consigo mismo. La nica perspectiva que conoce
es la suya propia. El pensamiento es realista (los conceptos abstractos
tambin existen), animista (todas las cosas tienen vida) y articial (todo
est hecho por el hombre). Si dos cosas suceden simultneamente en el
mismo lugar, establece una relacin de causa-efecto entre ambas.
De 7 a 12 aos: estadio concreto-operacional
El pensamiento se va centrando en experiencias concretas, perceptibles,
con las que el nio puede operar mentalmente. La intuicin y la percepcin
desempean un papel creciente, por encima del razonamiento lgico.
A partir de los 12 aos: estadio formal-operacional
El nio llega a adquirir la capacidad de pensamiento lgico y abstracto.
De 3 a 6 aos
Los nios creen que la caracterstica principal de la muerte es la inmovi-
lidad. Creen que se puede establecer contacto con el muerto mediante
determinadas conductas y que no todos tienen por qu morir. La muerte
es vivida como una separacin temporal.
De 6 a 8 aos
Paulatinamente, los nios van estableciendo una relacin entre la ve-
jez, la enfermedad y la muerte y van entendiendo que la muerte es
irreversible e inevitable. Se la imaginan como el hombre de la guadaa
o como un abismo en el que se puede caer.
A partir de los 9 aos
Los nios han adquirido ya un concepto realista del carcter universal
y denitivo de la muerte, comprenden sus causas y lo que signica:
nal de las funciones vitales. A los diez aos, los nios tienen el mismo
concepto de muerte que los adultos.
Estadios del desarrollo cognitivo,
segn Jean Piaget (1896-1980)
Desarrollo del concepto de muerte
en la infancia
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MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 77
se comportan bien y precavidamente, si
se esconden de ella o huyen del mal.
Algunos nios asocian la muerte con
un suceso inevitable en otras personas,
pero que no amenaza a sus allegados,
a sus animales queridos ni a ellos mis-
mos. No entienden todava que tambin
las enfermedades pueden conducir a la
muerte. Slo a medida que van hacin-
dose mayores empiezan a reconocer una
relacin entre la vejez, la enfermedad y la
muerte. Es entonces cuando comprenden
por qu se ha muerto la abuelita: porque
es ya muy vieja (dice un nio de seis
aos). Cuando empiezan a ir a la escuela
se dan cuenta de que algunos caen en-
fermos y se mueren. Si tiene cncer se
les cae el pelo porque estn muy malos
y mueren en seguida (dice un nio de
nueve aos).
Alrededor de los ocho aos, la mayora
de los nios saben ya que todas las per-
sonas y todos los animales son morta-
les. Algunos se interesan por lo que pasa
despus de la muerte. Hasta los diez u
once aos no tienen una idea global de la
persona humana, por lo que no pueden
entender una separacin entre el cuerpo
y el alma tal como se representa en las
religiones. Lo que creen es que la persona
en cuerpo y alma y va al cielo.
En este sentido, algunos nios se cons-
truyen ideas muy perladas, como pone
de maniesto la siguiente declaracin de
uno de nueve aos: cuando una perso-
na o animal muere llega a una calle, una
especie de pista de saltos. Toma carreri-
lla y salta desde all al cielo. El cielo est
muy blanco, con niebla. Por lo dems,
tiene el mismo aspecto que la tierra.
Hay casas, casitas para perros y puede
haber tormentas. Pero no hay esquinas;
todo es redondo y blando. Todas las per-
sonas y animales tienen alas y pueden
revolotear. Adems, las personas llevan
una corona luminosa sobre la cabeza que
forma parte de ellos y as pueden verse
mejor. Las casas son de muchos colores,
pero los muertos son nebulosos. All son
todos muy felices y no hay enemistades,
tampoco entre los animales.
A partir de los nueve o diez aos, la
mayora de los nios ven la muerte igual
que los adultos. Conocen que es inevita-
ble, universal e irreversible. Estn infor-
mados sobre los aspectos biolgicos fun-
damentales e interpretan la destruccin
del cuerpo, en lnea con la descripcin
aportada por un nio de nueve aos: Se
cae toda la piel y luego en algn momen-
to los huesos de los animales van siendo
comidos bajo la tierra.
Conciencia del carcter denitivo
Por regla general, a esa edad aparece el
inters por la muerte y todo lo que le
rodea. Irvin D. Yalom, de la Universidad
de California en Stanford, sostiene que
el conocimiento de la muerte y de su
condicin definitiva desencadena en el
nio temores que le llevan a soslayarla
y a negarla. Por ello, entre los nueve y
los doce aos se ocupan de su rutina
diaria sin darle vueltas a estas lucubra-
ciones.
Al llegar la pubertad vuelven a dirigir
su mirada al interior y a plantearse las
cuestiones existenciales. En ese momen-
to pueden soportar sus temores y aceptar
que la muerte es inevitable.
Roswitha Sommer-Himmel es pedagoga diplo-
mada y profesora de la Escuela Superior Evangli-
ca de Nrnberg. La pedagoga social y educadora
Melanie Maksim trabaja en la atencin a droga-
dictos del Centro de Critas de Nrnberg.
Son muchas las cuestiones existenciales a las que los padres no pueden dar una
respuesta que sea vlida en todos los casos. No importa. Lo decisivo es la forma en
que reaccionan, que ofrezcan a los nios la posibilidad de buscar conjuntamente una
respuesta adecuada a su edad.
Debido a su propio temor e inseguridad, los padres quieren mantener a sus hijos
alejados de los pensamientos sobre la muerte. De ah que, ante preguntas de los nios,
tengan una salida desafortunada o den circunloquios banales. En caso de duda, las men-
tiras piadosas del estilo el abuelito se ha dormido pueden hacer ms dao que servir
de ayuda. Algunos nios se lo creen al pie de la letra; les entra miedo entonces de irse
a la cama o creen que en algn momento el abuelo se despertar.
Lo primero que han de tener en cuenta los padres es qu necesidades se esconden
detrs de la pregunta. Lo que entraa prestarle atencin, sin calicarlo, e intentar entender
sus sentimientos y comprender sus palabras. El adulto debe escoger las respuestas que
no opriman al nio ni lo atemoricen. Parecen buen recurso, a este respecto, las metforas
tomadas de la naturaleza como la oruga que ha de morir para transformarse en mari-
posa. Muchos padres consuelan a sus hijos dicindoles que los muertos les acompaarn
para siempre como el ngel de la guarda.
Los nios tienen una na sensibilidad para captar la sinceridad de quien les habla.
Por ello es importante encontrar una respuesta de acuerdo con las propias convicciones
y adecuada a las necesidades y nivel de conocimiento del nio. Los padres deben reco-
nocer tranquilamente que no lo saben todo. En denitiva, lo decisivo no es que el nio
desarrolle lo antes posible un concepto realista de la muerte, sino que perciba que su
pregunta recibe una contestacin razonada y coherente, condiciones imprescindibles para
que se sienta libre y conado en seguir preguntando.
Animarse en vez de disimular:
hablar con los nios sobre la muerte
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
GRENZSI TUATI ONEN. MI T KI NDERN BER
STERBEN UND TOD SPRECHEN. RELIGIONS-
PDAGOGISCHE PERSPECTI VEN. V. Arens.
Tomo 19. Di e bl aue Eul e; Essen,
1994.
KIND UND TOD. ZUM UMGANG MIT KIND-
LI CHEN SCHRECKENVORSTELLUNGEN UND
HOFFNUNGSBI LDERN. M. Plieth. Neukir-
chener; Neukirchen-Vluyn, 2001.
WIE IST ES TOT ZU SEIN? TOD UND TRAUER IN
DER PDAGOGISCHEN ARBEIT MIT KINDERN.
W. Everderi ng. Herder; Frei burg,
2005.
78 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
La dopamina es esencial en el aprendizaje mediado por recompensa y desempea un papel
fundamental en la adiccin. El consumo crnico de drogas produce alteraciones en los mecanismos
bsicos del aprendizaje relacionados con el crtex prefrontal, la amgdala y el estriado
MARGARITA COROMINAS ROSO, CARLOS RONCERO ALONSO Y MIQUEL CASAS BRUGUE
1. LOS ESTIMULOS AMBIENTALES
estrechamente relacionados en tiempo y espacio
con los efectos de la droga, (luz, sonido, olor
determinado, una situacin o entorno), pueden
convertirse en estmulos condicionados, que pos-
teriormente por s solos pueden desencadenar el
deseo de consumo. Estos estmulos, que quedan
grabados en la memoria de los pacientes, pueden
poner en marcha la maquinaria neurobiolgica
que frecuentemente conduce a una recada, inclu-
so despus de un largo tiempo de abstinencia.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 79
H
asta fechas recientes, la adiccin se consi-
deraba un vicio. Se crea que el abandono
del tabaquismo o del alcoholismo era una simple
cuestin de fuerza de voluntad. Se culpabilizaba
a la persona que beba en exceso o que consuma
otras drogas, comportamiento que deba inte-
rrumpir por sus propios medios. Afortunada-
mente, esta concepcin ya ha sido superada.
Merced a los espectaculares avances regis-
trados en la investigacin sobre los mecanis-
mos neurobiolgicos de la adiccin, se entiende
ahora que nos hallamos ante una enfermedad
y como tal debe tratarse. La terapia farmaco-
lgica y psicolgica permite que, en muchos
casos, la persona afectada vuelva a llevar una
vida normal.
La adiccin se dene como un conjunto de
trastornos psquicos caracterizados por una
necesidad compulsiva de consumo de sustan-
cias psicotropas con alto potencial de abuso y
dependencia (las drogas). En la denicin se
incluye tambin la realizacin de una conducta
adictiva (como el juego patolgico), que invade
progresivamente todas las esferas de la vida
del individuo (familia, amigos, relaciones so-
ciales o trabajo). Al mismo tiempo, se produce
un desinters hacia actividades, experiencias y
placeres alternativos que haban formado parte
de la vida del individuo afectado.
En la vida diaria, cuando se habla de adic-
cin, se piensa de inmediato en el consumo de
alcohol, cocana u otra droga. No suele reparar-
se en un segundo grupo de conductas adicti-
vas: juego patolgico, compras compulsivas y
adiccin a la comida. A ello hemos de aadir un
tercer grupo de conductas adictivas que estn
emergiendo, a saber, las asociadas al abuso de
ordenadores, telfonos celulares e internet.
La adiccin no se desarrolla tras un primer
consumo, sino que es un proceso largo, que
empieza necesariamente por el uso social de
la droga y pasa luego a una segunda etapa en
la que se van perdiendo progresivamente el
control sobre la droga o la conducta adictiva.
Pero el uso social de la droga no desemboca,
por s solo, en una adiccin. Para que sta se
implante deben conuir en el sujeto factores
de vulnerabilidad previa, propia del individuo,
y factores ambientales; al operar juntos, facili-
tarn el desarrollo del trastorno.
El sistema dopaminrgico constituye la prin-
cipal estructura neurobiolgica implicada en el
fenmeno de la adiccin. Prestaremos aqu es-
pecial atencin a este sistema de neurotransmi-
sin, as como a los aspectos emocionales y con-
ductuales que caracterizan el proceso adictivo
desde su insinuacin hasta su consolidacin.
La dopamina
en el consumo agudo de drogas
Se saba que todas las drogas de abuso conver-
gan en un mecanismo neurobiolgico comn
con intervencin de los circuitos lmbicos del
cerebro. Forman esos circuitos las vas que des-
de el rea tegmental ventral (ATV) se proyectan
al nucleus accumbens (NAc). En fecha reciente
se han incorporado otras estructuras: amg-
dala, hipocampo, algunas regiones del crtex
prefrontal (CPF), estriado dorsal y sustancia ne-
gra ( gura 2). Algunas de estas regiones partici-
pan en los circuitos de memoria, lo que parece
avalar la hiptesis que implica a la memoria
emocional en el trastorno de la adiccin.
Todas las drogas de abuso, consumidas de
forma intensa, provocan un aumento de la li-
beracin del neurotransmisor dopamina ( gu-
ra 3), esencialmente en el nucleus accumbens
(NAc), a pesar de su distinta estructura qumica
y mecanismo de accin.
La cocana o la anfetamina, pertenecientes
al grupo de los psicoestimulantes, ejercen el
efecto dopaminrgico al actuar de manera di-
recta sobre las sinapsis del NAc, mientras que el
alcohol, los opiceos o el cannabis producen un
efecto dopaminrgico a travs de mecanismos
de accin indirectos. La anfetamina y la coca-
na, psicoestimulantes, inhiben la eliminacin
de dopamina de las sinapsis y promueven la
liberacin de dopamina sinptica.
La nicotina o los opiceos actan de manera
indirecta: modican el mecanismo de realimen-
tacin de las clulas dopaminrgicas y terminan
por inducir un aumento de la actividad de dichas
clulas. La nicotina promueve la transmisin ex-
citadora del glutamato en el ATV, mientras que
los opiceos reducen la accin inhibidora del
GABA sobre las neuronas dopaminrgicas.
Desde la perspectiva dopaminrgica, las sus-
tancias adictivas se comportan igual que las re-
compensas naturales comida, bebida o sexo,
que aumentan tambin la liberacin de dopami-
na en las regiones lmbicas. Por eso mismo a una
parte del sistema dopaminrgico se le conoce
como sistema de la recompensa. Pero, cul es la
funcin de la dopamina liberada por las recom-
pensas naturales y las drogas de abuso?
Se da por supuesto que el neurotransmisor
en cuestin interviene en el procesamiento de
informacin relacionada con la recompensa. En
particular, la dopamina cumple dos funciones

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80 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
principales, a saber, facilitar el aprendizaje rela-
cionado con la recompensa y facilitar el recuer-
do del estmulo asociado a la recompensa.
En relacin con la primera funcin, el neu-
rotransmisor se libera en presencia de las re-
compensas primarias (comida o sexo), cuando
el individuo est aprendiendo las circunstan-
cias ambientales que rodean a la recompensa
y la conducta necesaria para conseguirla. Una
vez que el individuo ha aprendido la respuesta
ms eciente para obtener una recompensa, la
dopamina deja de ser necesaria y, por tanto, no
se segrega. Ah reside la explicacin de que las
situaciones nuevas nos emocionen y motiven,
pero pierdan inters cuando se han converti-
do en escenas familiares. Adems, una recom-
pensa primaria puede asociarse a un estmulo
neutro que se presenta de manera simultnea.
De ese modo, a travs de un proceso de con-
dicionamiento de tipo pavloviano, el estmulo
neutro se convierte en un estmulo condiciona-
do, que puede actuar como un sustituto parcial
de la recompensa. A travs de este proceso, los
estmulos condicionados adquieren valor in-
centivo y pueden motivar la conducta.
La segunda funcin de la dopamina en re-
lacin con la recompensa se desarrolla en una
etapa subsiguiente al aprendizaje. El neuro-
transmisor promueve el recuerdo del estmulo
asociado a la recompensa y de la informacin
necesaria para ejecutar la respuesta adaptativa
para conseguir dicho premio.
Durante las primeras fases de consumo de
la droga, cuando el uso es de tipo social, la do-
pamina secretada facilita aprendizajes relacio-
nados con el consumo. Pero existen diferencias
fundamentales entre las drogas de abuso y las
recompensas naturales, que explican el desarro-
llo del trastorno adictivo, es decir, que la conduc-
ta del paciente evolucione desde un consumo
impulsivo inicial hasta el consumo compulsivo.
Con las drogas, la liberacin de dopamina en las
sinapsis del sistema dopaminrgico es de mayor
magnitud y duracin que la que se produce en
respuesta a una recompensa natural.
Otra diferencia importante entre las drogas
adictivas y los estmulos naturales estriba en
lo siguiente: con la reiteracin de los estmulos
naturales, disminuye, hasta extinguirse, la libe-
racin de dopamina. En cambio, el neurotrans-
misor se libera cada vez que se consume la droga
adictiva. Aunque en los consumidores crnicos
hace falta un aumento progresivo de la dosis,
debido al fenmeno de la tolerancia, siempre que
se consuma una dosis suciente la dopamina
continuar liberndose en las sinapsis.
Las drogas cambian paulatinamente
la estructura cerebral
Durante el consumo crnico de drogas de
abuso, sus efectos dopaminrgicos instan neu-
roadaptaciones, cambios en los circuitos del
sistema de la recompensa. Poco a poco van mo-
dicando la estructura y la funcin del cerebro
adicto repercutiendo en la memoria emocional,
relacionada con el consumo.
Los primeros cambios neuroadaptativos se
detectan en los receptores de la dopamina. Es-
CPF
A
ATV SN
NAc ED
2. VIAS DOPAMINERGICAS.
Se proyectan desde la parte alta del tronco del encfalo,
del rea tegmental ventral (ATV) y la sustancia negra (SN),
al nucleus accumbens (NAc), estriado dorsal (ED), crtex prefrontal (CPF) y amgdala (A).
RESUMEN
Los caminos ocultos
de la droga
1
Todas las drogas de
abuso producen un
aumento de la actividad
del sistema dopaminrgico
mesocorticolmbico. Durante
el consumo crnico se pro-
ducen cambios neuroadap-
tativos y neuroplsticos,
que modican la estructura
de ese sistema.
2
Compete a la dopamina
facilitar el aprendizaje
relacionado con la recom-
pensa. Durante el consumo
crnico, los estmulos
ambientales, relacionados
en tiempo y espacio con la
droga, pueden convertirse
en estmulos condicionados
que, ms tarde y por s
solos, pueden desencadenar
el deseo de consumo.
3
En el crtex prefrontal,
los cambios neuroa-
daptativos y neuroplsticos
inducidos por el consumo
crnico producen hipofron-
talidad, que compromete las
capacidades emocionales y
cognitivas de orden superior
y, por tanto, la capacidad
del crtex prefrontal para
dirigir la conducta.
4
Inicialmente, el con-
sumo de drogas es
una conducta dirigida a un
objetivo y motivada por la
experiencia de los efectos
placenteros. Con el consumo
crnico, buscar y tomar la
droga se convierte en una
conducta habitual, hasta
convertirse en un automa-
tismo con predominio de
los efectos negativos del
consumo.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 81
tas protenas pertenecen a la familia D1 y la
familia D2 ( gura 4). Los receptores de la fami-
lia D1 se alojan en la membrana de la neurona
postsinptica, mientras que los receptores de la
familia D2 se encuentran en la neurona segre-
gadora de dopamina (la neurona presinptica)
o en la neurona postsinptica.
Los receptores D1 y D2 desempean funcio-
nes distintas. D1 es activador: excita la neurona
postsinptica y permite que la informacin pase
de la neurona presinptica a la postsinptica. Los
receptores D2, inhibidores, limitan la liberacin
de dopamina y la activacin de la va neuronal
correspondiente. El equilibrio entre las respecti-
vas funciones de D1 y D2 posibilita el funciona-
miento correcto de la neurona. De producirse un
desequilibrio en la cantidad relativa de los recep-
tores o se altera su capacidad funcional, aparecen
trastornos neurolgicos y psiquitricos.
Uno de los parmetros del sistema dopaminr-
gico ms estudiados en la adiccin es la expre-
sin de receptores D2. Nora Volkow, ha aplicado la
tcnica de tomografa por emisin de positrones
para detectar la densidad de receptores D2 que se
expresan en el NAc y estriado dorsal.
Con todas las sustancias adictivas estudiadas
(cocana, alcohol y opiceos), consumidas de
forma crnica, se observa una disminucin de la
expresin de receptores D2 en las estructuras
cerebrales mencionadas. Tal disminucin es
muy estable en el tiempo y se ha observado
en pacientes adictos, incluso despus de casi
un ao de dejar el consumo. Adems, la cada
de receptores D2 explica, en parte, la dismi-
nucin de los efectos placenteros de la droga
y el sndrome de falta de energa y anhedonia,
asociado a la abstinencia.
La activacin de los receptores de la familia
D1 es crucial en la generacin de modifica-
ciones en la siologa neuronal. La hiperesti-
mulacin de esos receptores, inducida por el
consumo crnico de la droga, resulta tambin
fundamental en el aprendizaje de las conductas
maladaptativas, propias de la adiccin.
La activacin de los receptores D1, alojados en
la membrana de la neurona, se transmite has-
ta el ncleo celular a travs de una cadena de
segundos mensajeros intracelulares en una cas-
cada de sealizacin intracelular ( gura 5). En el
ncleo, se activa el factor de transcripcin CREB.
Esta protena promueve la transcripcin de ge-
nes de expresin inmediata que determinan la
sntesis de nuevas protena y otros procesos.
La expresin de algunos de estos genes se ha
relacionado con una disminucin de los efectos
reforzantes de la droga. Se trata del fenmeno de
tolerancia: a medida que repetimos los consu-
mos de la droga debe incrementarse la dosis para
conseguir los mismos efectos. La concentracin
de algunas protenas codicadas por los genes
se mantiene elevada durante la abstinencia. Son
las responsables de la sensacin de malestar y
disforia, que contribuye a la recada.
Sin embargo, la expresin de otros genes
controlados principalmente por el factor de
transcripcin deltaFosB se ha relacionado con
la expresin de los receptores de glutamato
GluR2 o con la inhibicin de la expresin de di-
norna. Por ese mecanismo aumentan los efec-
tos reforzantes y adictivos de las drogas. Ahora
bien, el incremento de deltaFosB se normaliza
progresivamente durante la abstinencia; por
eso, este factor no puede ser responsable de los
efectos a largo plazo de las drogas.
Neurotransmisin glutamatrgica
y plasticidad sinptica a largo plazo
Si la dopamina es fundamental para el proceso
de adquisicin de la conducta de consumo de
drogas, el glutamato lo es para el control de la
conducta de bsqueda. Este neurotransmisor
interacciona con la dopamina en el sistema
nervioso central; ambos, glutamato y dopami-
na, operan de forma complementaria.
El glutamato interviene en la activacin de
mecanismos de plasticidad sinptica, poten-
ciacin a largo plazo (PLP) y depresin a largo
plazo (DLP), en las estructuras del sistema de
la recompensa, ATV, NAc, amgdala y CPF. La
neuroplasticidad se desarrolla sobre un fondo
3. MOLECULA de la dopamina.
4. LOS RECEPTORES
DOPAMINERGICOS.
Expectantes, pendientes de la
llegada de la dopamina para
activarse. Se agrupan en dos
grandes familias, D1 y D2, que
tienen funciones distintas y
complementarias.
82 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
de estimulacin dopaminrgica, mediada por
el aumento en la actividad de los receptores D1
provocada por el consumo de la droga.
La activacin de los mecanismos de PLP y
DLP, durante el consumo crnico de drogas de
abuso, se acompaa de cambios estructurales
en las sinapsis, aumento o disminucin de las
espinas y arborizaciones dendrticas, a tenor de
la intensidad de la estimulacin y del tipo de re-
ceptores de glutamato estimulados ( gura 6).
El tipo de droga consumida (estimulantes,
alcohol u opiceos) determina tambin los
cambios neuroplsticos que se producen so-
bre las sinapsis de los circuitos de los sistemas
dopaminrgicos. Estos cambios estructurales
pueden ser muy estables en el tiempo y ejercer
efectos duraderos sobre el control de la con-
ducta de consumo.
Dopamina y estmulos condicionados
Cuando un paciente acude a la consulta, suele
explicar que, al aproximarse a ciertos ambien-
tes que le recuerdan el consumo, siente un im-
pulso intenso de consumo, que le cuesta mu-
cho vencer. Los ex fumadores saben por propia
experiencia que el estar al lado de una perso-
na que fuma, constituye el detonante para su
recada. Amigos, lugares, sonidos y estmulos
similares despiertan el deseo de droga.
Qu ocurre en el cerebro de un paciente
adicto, cuando se encuentra con tales estmu-
los? Durante el consumo crnico se produce un
fenmeno que acaba determinando la evolu-
cin de la adiccin. A medida que el consumo
se prolonga, los estmulos ambientales estre-
chamente relacionados en tiempo y espacio con
los efectos de la droga, como una luz, un sonido
u olor concretos pueden convertirse en es-
tmulos condicionados, que luego bastarn por
s solos para despertar el deseo. Grabados en la
memoria de los pacientes, los estmulos ponen
en marcha la maquinaria neurobiolgica, en la
que dopamina y glutamato desempean fun-
ciones cruciales que frecuentemente acaban
en una recada.
El condicionamiento
Los cambios neuroplsticos que modican la
estructura de los circuitos de la recompensa
almacenan informacin relacionada con el con-
sumo. Los estmulos, las situaciones, los lugares
y las emociones vinculados a la droga quedan
grabados ( gura 1). Ms adelante, cuando un
adicto vuelve a encontrarse con uno de esos es-
tmulos condicionados, el proceso de recupera-
cin de la informacin almacenada en nuestra
memoria pone en marcha emociones relaciona-
das con el consumo (craving), que promueven
comportamientos de bsqueda y consumo. En
ese proceso interviene la dopamina.
En el ao 2000, Retsuko Ito y sus colabo-
radores en la Universidad de Cambridge, em-
prendieron un estudio experimental sobre el
entrenamiento en la autoadministracin de
cocana. Trabajaron sobre ratas y aplicaron un
programa de refuerzo. El programa incorpo-
raba estmulos, que despus controlaran la
conducta de autoadministracin ( gura 7).
Se enseaba a las ratas a presionar una pa-
lanca repetidas veces, antes de obtener el re-
fuerzo, la droga, que se administraba asociada
a una luz. La iluminacin termin por conver-
tirse en estmulo condicionado y por s sola
promova la conducta de bsqueda de la droga.
Al mismo tiempo, se investigaba qu suceda
en el cerebro de las ratas.
Implantaron cnulas en el nucleus accum-
bens de los mridos para extraer muestras
de la composicin del lquido extracelular. Se
comprob que la presentacin inesperada de
los estmulos asociados a la cocana provoca-
ban un aumento del 120% de los niveles de
dopamina en el NAc. Este aumento de neu-
rotransmisor desencadenaba la activacin de
los receptores D1, induccin de genes y otros
procesos mencionados, aunque siempre en re-
lacin con la informacin asociada a la droga.
Este proceso de aprendizaje por condiciona-
miento, la asociacin entre un estmulo neutro
y el consumo, se da porque el NAc se halla co-
nectado con la amgdala, concretamente con el
ncleo basolateral (BLA), a travs de proyeccio-
nes neuronales que aportan informacin de la
cAMP
Receptor D1
Membrana
neuronal
PKA
CREB Cambios
estructurales
TGACGTCA
Neuroadap-
taciones
Transcripcin
Activacin
de genes
Gs
5. LA ACTIVACION
DEL RECEPTOR D1
pone en marcha una cadena
de segundos mensajeros intra-
celulares que transmiten la
informacin hasta el ncleo
celular y activan genes que
cambian la estructura y la fun-
cin del sistema nervioso.
6. IMAGEN DE UNA NEURONA
vista al microscopio electrnico.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 83
amgdala al NAc. El nucleus accumbens recibe
tambin informacin del hipocampo.
Las vas neuronales que desde la amgdala
y el hipocampo se proyectan sobre el NAc y
portan informacin emocional y del contexto,
utilizan glutamato como neurotransmisor. En
el nucleus accumbens conuyen con las vas
que liberan dopamina. Durante el proceso de
condicionamiento, la activacin simultnea
de los receptores de glutamato en las neuro-
nas del NAc sobre un fondo de estimulacin
dopaminrgica provocado por la droga induce
mecanismos de plasticidad sinptica, PLP y DLP,
que acaban por modicar la estructura de las
espinas y arborizaciones dendrticas del NAc.
Estos cambios neuroplsticos, persistentes, con-
tienen informacin emocional y contextual re-
lacionada con el consumo ( gura 8). Por ello, la
adiccin es una enfermedad crnica, en la que
el riesgo de recada permanece toda la vida.
En los pacientes adictos, un estmulo puede
desencadenar el impulso de consumo sin que
el paciente sea consciente del agente causal. La
falta de consciencia va siempre ligada a una
disminucin del control sobre la situacin y
ello facilita la recada en el consumo.
La corteza prefrontal (CPF)
y las decisiones conscientes
Las vas dopaminrgicas se proyectan tam-
bin sobre la corteza prefrontal. Durante el
consumo crnico pueden producirse cambios
en la actividad de dicha estructura, cruciales
para el arraigo del trastorno adictivo. En las
regiones prefrontales residen las capacidades
ejecutivas, esenciales en nuestra vida. De ellas
depende que seamos capaces de ser conscientes
de nosotros mismos, de valorar los riesgos y
posibilidades que hay a nuestro alrededor, de
reexionar antes de actuar, decidir la actua-
cin ms conveniente en un momento dado y
llevarla adelante.
El crtex prefrontal interviene en la modi-
cacin de una conducta aprendida para cam-
biarla por otra mejor adaptada a un nuevo en-
torno. Participa en nuestras motivaciones. Estas
son las capacidades propiamente humanas, que
nos distinguen del resto de los animales. Pero
el consumo continuado de drogas de abuso al-
tera la funcin de las regiones prefrontales. En
concreto, puede provocar cambios neuroadap-
tativos que inducen un desequilibrio entre los
receptores D1 y D2, favoreciendo la actividad
del D1 por encima del D2. Se observa tambin
la induccin de genes, como deltaFosB. Estos
cambios neurobiolgicos producen consecuen-
cias claras sobre la capacidad funcional del CPF,
sobre todo en las regiones orbitales y mediales
( gura 9).
Por su parte, los cambios en la liberacin de
glutamato durante los episodios de consumo
producen modificaciones persistentes en la
estructura neuronal del crtex prefrontal y
contribuyen a sus alteraciones funcionales.
Las tcnicas de neuroimagen funcional han
aportado datos muy valiosos acerca de los cam-
bios que se producen en el crtex prefrontal.
Durante la abstinencia, despus de consumos
prolongados, se ha observado en humanos una
disminucin del metabolismo de las regiones
prefrontales, que implica una disminucin de la
capacidad funcional de las mismas. Esta dismi-
nucin funcional afecta sobre todo al cingulado
anterior o el crtex orbitofrontal. La hipofuncio-
nalidad del CPF durante la abstinencia diculta
la capacidad del adicto para tomar decisiones
que le mantengan apartado de la droga y expli-
ca, en parte, el sndrome de abstinencia con las
sensaciones de anhedonia y depresin.
Nora Volkow y su grupo estudiaron la respues-
ta del crtex prefrontal en adictos a la cocana
durante la abstinencia cuando se les administra-
Sonido
Luz
Palanca
Dispensador
Cocana
8. IMAGEN DE UNA NEURONA
en el cerebro de los roedores. Arriba, la neurona de
un mrido control; abajo, una neurona equivalente
despus de que el roedor ha sido tratado repetida-
mente con anfetamina. Represe en el cambio opera-
do en las arborizaciones de las dendritas y del axn:
mientras unas se desarrollan, otras desaparecen.
Control
Anfetamina
7. CAJA DE CONDICIONA-
MIENTO OPERANTE.
All la rata puede recibir coca-
na en respuesta a la presin
de la palanca, de acuerdo con
un programa de refuerzo pre-
determinado. Adems, pueden
asociarse a la administracin
de la droga estmulos auditivos
y visuales.
84 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
ba metilfenidato, una sustancia de caractersti-
cas muy parecidas a la cocana. Investigaron, a
la par, la respuesta emocional de los pacientes
en esta situacin. El metilfenidato tiene propie-
dades estimulantes; activa la funcin de las vas
de la dopamina, pero no es adictivo.
Para abordar la respuesta del cerebro en estos
pacientes se realiz una tomografa por emisin
de positrones (PET), comparando los resultados
con los obtenidos con un grupo control ( gu-
ra 10). Se observ que el metilfenidato induca
mayor activacin de las regiones orbitales y del
crtex prefrontal en los pacientes que en los
controles, a la vez que los primeros experimen-
taban un intenso deseo de consumo. As pues,
las mismas regiones que estaban hipoactivas
durante la abstinencia, provocando malestar
emocional, son las que ms se activan cuando
el paciente se sita frente a la droga y la toma.
Esta hiperactivacin de las regiones prefron-
tales provoca, en parte, la prdida de control
sobre la droga y la recada en el consumo.
Dopamina y la formacin de hbitos
Las acciones voluntarias estn gobernadas por
el crtex prefrontal, que es quien da las rde-
nes conscientes. Sin embargo, con el tiempo
y el entrenamiento, las acciones voluntarias
se transforman en habituales, ejecutadas por
mecanismos de estmulo-respuesta, converti-
dos en hbito de conducta. De esta manera, la
conducta evoluciona desde un proceso decla-
rativo y consciente, que implica las capacida-
des ejecutivas de la corteza prefrontal, a una
conducta automtica (hbito), que se ejecuta
repetidamente.
En el momento en que la conducta autom-
tica deja de ser adaptativa, el crtex prefrontal
irrumpe de nuevo y toma el control de la con-
ducta, para desmontar la respuesta automtica y
permitir el aprendizaje de nuevas conductas.
La adiccin, en sus fases iniciales, es una ac-
cin instrumental, motivada y dirigida hacia un
objetivo claro: la obtencin de placer, bienestar
o euforia producido por la droga. Con el tiem-
po, el consumo de drogas pasa a ser un hbito
automtico controlado por mecanismos de es-
tmulo-respuesta. La disfuncin del crtex pre-
frontal, o hipofrontalidad, permite que el hbito
se consolide con mayor fuerza, sin la posibilidad
de intervencin de procesos conscientes.
La estructura neuronal clave en el desarrollo
de un hbito de conducta es el estriado dor-
sal, con la dopamina procedente de las vas
neuronales de la sustancia negra como neuro-
transmisor clave. Existe una densa trama de co-
nexiones directas e indirectas entre el nucleus
accumbens, responsable de los efectos refor-
zantes de la droga, y el estriado dorsal, conexio-
nes en las que corresponde a la dopamina un
papel importante. Los efectos dopaminrgicos
de las sustancias adictivas afectan, por ello, al
NAc y al estriado dorsal. Tambin los estmulos
condicionados provocan un aumento de la libe-
racin de dopamina en el estriado dorsal, lo que
reeja la participacin del neurotransmisor y
de esta estructura neuronal en la adiccin.
La tomografa por emisin de positrones ha
permitido observar que, cuando pacientes adic-
tos desintoxicados estn observando imgenes
que les recuerdan el consumo, se produce un
aumento de la liberacin de dopamina en las
regiones dorsales del estriado. Los pacientes
experimentan deseos de consumo (craving),
cuya intensidad corre pareja a la cuanta de
dopamina en el estriado. Por tanto, la asocia-
9. EL CEREBRO:
destacamos las regiones or-
bitales y mediales del crtex
prefrontal.
Corteza
prefrontal
orbital
Corteza
prefrontal
medial
Control sano
Paciente adicto a la cocana durante la abstinencia
10. IMAGENES DEL CEREBRO
de un sujeto sano y de un
paciente adicto a la cocana
durante la desintoxicacin.
Los colores claros (amarillo)
indican actividad, mientras
que los verdes y azules reejan
falta de actividad. Advirtase
la menor actividad del cerebro
del paciente adicto a la coca-
na, sobre todo en las regiones
anteriores del cerebro, donde
se encuentra el crtex pre-
frontal.
S
I
G
A
N
I
M
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 85
cin entre la actividad dopaminrgica en el
estriado dorsal y la presentacin de estmulos
relacionados con el consumo reeja el carcter
automtico del craving en la adiccin.
El aumento en la liberacin de dopamina en
el estriado produce cambios neuroadaptativos,
que afectan al transportador de la dopamina
(DAT), a genes de expresin inmediata como
c-fos y al glutamato. En el estriado dorsal se
han descrito procesos de potenciacin a lar-
go plazo y depresin a largo plazo, en los que
interviene tanto la activacin de las neuronas
dopaminrgicas nigroestriadas como los afe-
rentes prefrontales glutamatrgicos.
En el estriado dorsal, se requiere la activa-
cin de los receptores D1 para la induccin de
PLP. Por su parte, la DLP reclama la activacin
simultnea de los receptores D1 y D2. A medida
que avanza el consumo de drogas, parece que el
papel de las proyecciones glutamatrgicas que
se emiten desde el crtex y la amgdala sobre el
NAc van perdiendo peso en favor de las proyec-
ciones glutamatrgicas que arrancan de las re-
giones sensoriales y motoras de la corteza hacia
el estriado dorsal. Estos cambios neuroplsticos
contribuyen a la consolidacin de la adiccin.
El consumo de drogas produce alteraciones
en los mecanismos de plasticidad sinptica que
reorganizan los patrones de conectividad en
el estriado dorsal. Los cambios operados di-
cultan la formacin de nuevas conexiones y,
por tanto, el aprendizaje de nuevas conductas
adaptativas y el olvido de las conductas rela-
cionadas con el consumo.
El proceso de formacin de hbitos de conduc-
ta, con la puesta en marcha de los mecanismos
que constituyen el sustrato neurobiolgico de
aprendizaje, es fundamental en todos los tipos
de adiccin. En el juego patolgico, las compras
compulsivas y otras adicciones no qumicas, en
las cuales no existen los efectos dopaminrgicos
adicionales que la sustancia genera, se reserva un
papel determinante, en el control de la conduc-
ta del adicto, a la activacin de los mecanismos
neurobiolgicos propios del aprendizaje motiva-
cional y del aprendizaje de hbitos. Adems, los
efectos de este tipo de aprendizajes, que forman
parte de los mecanismos de memoria procedi-
mental, contribuiran a explicar la resistencia a
la extincin de las conductas adictivas.
Predisposicin al consumo
De los individuos que entran en contacto con
la droga o han apostado en alguna ocasin,
slo unos pocos desarrollarn la adiccin. De-
pender de la vulnerabilidad individual a la
que contribuyen factores biolgicos y factores
ambientales.
Un grupo de investigadores britnicos, di-
rigidos por Trevor Robbins, en un artculo pu-
blicado en Science en el ao 2007, ha descrito
la importancia de los receptores D2 en la pre-
disposicin al consumo de cocana en las ratas.
Abordaron el comportamiento de ratas Lister
Hooded mediante una prueba conductual de
retraso de la recompensa. Las ratas ms impul-
sivas elegan una recompensa, aunque peque-
a, inmediata; las que no eran impulsivas, o lo
eran menos, aguardaban para conseguir una
recompensa mayor.
Cuando se estudi el cerebro de las ratas me-
diante tcnicas de formacin de imgenes, se
observ que las impulsivas presentaban menos
receptores D2 en el nucleus accumbens que las
ratas no impulsivas. Adems, cuando se some-
tieron a una prueba de autoadministracin de
cocana, las ratas impulsivas consumieron ms
cocana que las no impulsivas.
De los resultados se desprende que una dife-
rencia biolgica, genticamente determinada, la
presencia de ms o menos receptores D2 en el
nucleus accumbens, puede predecir tanto el com-
portamiento de las ratas (impulsividad) como el
efecto reforzador de la cocana (consumo).
Adems, los datos de este estudio coinciden
con observaciones clnicas que se haban reali-
zado antes. En este sentido, algunos autores ha-
blan del sndrome de dcit de recompensa para
referirse a un estado de nimo depresivo, an-
hednico y de falta de confort, frecuentemente
verbalizado por los pacientes adictos. Tal estado
de nimo amplicara el efecto reforzante de la
droga, pues sta dara una sensacin de bienes-
tar que los pacientes slo sienten con la droga.
El sndrome de dcit de recompensa se hallara
relacionado con un dcit de receptores D2.
Margarita Corominas es doctora en farmacia y psic-
loga por la Universidad de Barcelona, donde ha sido
profesora de psicobiologa. Desde el ao 2002 trabaja
como psicobiloga en el departamento de psiquiatra
del Hospital Universitario Valle de Hebrn de Barcelo-
na. Carlos Roncero, psiquiatra y psiclogo, coordina
el ambulatorio de drogodependencias del Hospital
Universitario Valle de Hebrn y es profesor asociado
de psiquiatra en la Universidad Autnoma de Bar-
celona. Miquel Casas es catedrtico de psiquiatra
de la Universidad Autnoma de Barcelona y Jefe del
Servicio de Psiquiatra del Hospital Universitario Valle
de Hebrn de Barcelona.
BIBLIOGRAFIA
COMPLEMENTARIA
IS THERE A COMMON MO-
L ECUL AR PATHWAY FOR
ADDI CTI ON? E. J. Nestler
en Nature Neuroscience,
vol. 8, pgs. 1445-1449;
2005.
PREFRONTAL CORTEX BY ME-
THYLPHENIDATE IN COCAINE-
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ADDICTION. N. D. Volkow,
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86 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
ILUSIONES
N
uestra capacidad para percibir sin
esfuerzo escenas visuales depende
del inteligente despliegue de los conoci-
mientos que tenemos implantados sobre
el mundo exterior. La palabra clave es, en
este caso, inteligente, y ello plantea las
preguntas: Cun inteligente es el sistema
visual? Cul es su cociente intelectual?
En particular, conoce el sistema visual
las leyes de la fsica? Aplica solamente
lgica inductiva (como muchos sospe-
chan) o es capaz de efectuar tambin
procesos deductivos? Cmo gestiona las
paradojas, los conictos o la informacin
incompleta? Hasta dnde llega su capa-
cidad de adaptacin?
Se puede lograr alguna comprensin
de la inteligencia perceptiva mediante
el estudio de la transparencia, un fen-
meno explorado por Fabio Metelli, que
ha estudiado los efectos Gestalt. Metelli
llam la atencin sobre la posibilidad
de lograr vigorosas ilusiones de trans-
parencia por medio de figuras bastante
sencillas.
El trmino transparencia se est utili-
zando en sentido lato. A veces se reere
a la visin de un objeto, como la lente
de unas gafas de sol, y los objetos que
son visibles del otro lado de tal objeto;
otras, signica ver algo como si estuviera
tras un cristal deslustrado o empaado,
lo que se conoce por translucencia. En
esta seccin nos limitaremos a la pri-
mera acepcin, pues las leyes fsicas y
perceptivas correspondientes son ms
sencillas.
UNA EVIDENCIA TRANSPARENTE
De cmo resuelve el cerebro los problemas de percepcin que plantean los cristales de color,
las sombras y todo cuanto sea transparente
VILAYANUR R. RAMACHANDRAN Y DIANE ROGERS-RAMACHANDRAN
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Conoce el sistema visual las leyes
de la fsica? Cmo afronta las paradojas
o la informacin incompleta?
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Fsica de la transparencia
Examinemos en primer lugar la fsica
de la transparencia. Si se coloca un ltro
rectangular de densidad natural neutra
unas gafas oscuras, por ejemplo so-
bre una hoja de papel blanco, el ltro
slo permite el paso a su travs de cierta
proporcin de luz: el 50 por ciento, sea
por caso. O sea, si el papel tiene un brillo
(luminancia) de 100 candelas por metro
cuadrado, la porcin cubierta por el ltro
tendr una luminancia de 50 cd. Si en-
tonces se aade un segundo ltro, que se
superponga parcialmente al primero, la
regin de superposicin recibir el 50 por
ciento del 50 por ciento original, es decir,
el 25 por ciento. La relacin es siempre
multiplicativa.
Hasta aqu la fsica. Pero, qu ocurre
con la percepcin? Si, como en a, tene-
mos un cuadrado oscuro en el centro
de un cuadrado claro (con brillos res-
pectivos de 50 cd y 100 cd por m
2
), el
cuadrado interior podra corresponder
a un filtro que redujese la luz al 50 por
ciento; o bien, un cuadrado oscuro,
que ref lejase solamente un 50 por
ciento de luz en relacin al ambiente
que le rodea. Sin informacin com-
plementaria, no hay forma de que el
sistema visual pueda saber cul de las
dos situaciones es la real. Pero como la
segunda es mucho ms frecuente en
la naturaleza, eso es lo que veremos
siempre.
Consideremos ahora dos rectngulos
que formen una cruz, con una regin
de superposicin en su parte central.
En tal caso no resulta inconcebible y
de hecho, es lo ms probable que esta
conguracin consista en dos piezas de
filtro superpuestas, en lugar de cinco
cuadrados dispuestos para formar una
cruz. Pero de darse el primer caso, las ra-
tios de luminancia han de ser tales, que
el cuadrado central (la regin de super-
posicin) sea ms oscuro que todos los
dems; y desde luego, ms oscuro que
el fondo.
En particular, la luminancia del cua-
drado central debera depender multi-
plicativamente de los dos porcentajes de
ltrado. Si las regiones no superpuestas
de los dos rectngulos son, por ejemplo,
el 66 y el 50 del fondo, respectivamente,
entonces el rectngulo interior debera
ser el 50 por ciento del 66 por ciento,
aproximadamente (es decir, 33 cd supo-
niendo que al papel blanco le correspon-
dan 100 cd.)
f g
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88 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Esta es ahora la cuestin: Posee el
sistema visual un conocimiento t-
cito de todos estos factores? Podemos
tratar de averiguarlo mediante una se-
rie de imgenes (b, c, d), en las cuales
el fondo y los rectngulos tienen lumi-
nancia constante (que supondremos de
100 y 50 cd, respectivamente) y las que
cambia slo la luminancia del cuadrado
interior. En trminos de la luminancia
que existira con la transparencia fsica,
el cuadrado interior resulta ser dema-
siado oscuro (b), adecuadamente oscuro
(c) o demasiado claro (d). Si se observan
estas guras sin saber nada de fsica, los
rectngulos se ven transparentes en c,
pero no en b ni en d. Viene a suceder
como si nuestro sistema visual supiera
lo que uno ignora (o ignoraba antes de
leer este artculo).
Este experimento nos hace pensar que,
para que se aprecie transparencia han de
cumplirse dos condiciones. En primer lu-
gar, la gura debe poseer una compleji-
dad y segmentacin que justiquen tal
interpretacin (y, por consiguiente, no
vemos transparencia en a). Y en segundo,
las ratios de luminancia tienen que ser
correctas (no hay transparencia visible
en b ni en d).
Sombras inuencias
En la naturaleza, la transparencia no es
frecuente. S lo son las sombras. Es posi-
ble que las leyes de percepcin que he-
mos explorado hasta ahora se hayan ido
plasmando en el curso de la evolucin
para distinguir las sombras de los ob-
jetos reales, que tambin produciran
diferencias de luminancia en la escena
visual a consecuencia de sus diferencias
en reectancia (por ejemplo, las franjas
de una cebra o un gato blanco sobre un
felpudo negro).
Las sombras que proyectan los obje-
tos los rboles, por ejemplo podran,
en teora, ser tan negras como la pez si
hubiera una nica y lejana fuente de
luz, sin dispersin ni reejos. De ordi-
nario, tambin llega a la sombra la luz
ambiente de sus alrededores, por lo que
las sombras son oscuras, no negras. Si la
sombra del rbol cae sobre una acera y
sobre hierba ms oscura (e), la forma en
que varan la magnitud y el signo de la
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j k
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h i
j k
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El sistema visual pudo haber evolucionado
para descubrir y reaccionar adecuadamente
a las sombras y no a los ltros de transparencia.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 89
cuando la parte medial de la cruz es de
un matiz de gris ms claro (h). En lugar
de ver la cruz gris ms clara como lo
que es una cruz el cerebro preere
verla como una pieza circular de cristal
esmerilado superpuesta en la cruz gris
grande. Para lograr esta percepcin, el
cerebro tiene que alucinar una difu-
sin como la de vidrio esmerilado, inclu-
so en el rea que rodea a la regin central
de la cruz. El efecto resulta especialmen-
te vigoroso en un enrejado de varias de
estas cruces (i).
Las luminancias del ambiente (blan-
co), de la cruz (gris oscuro) y de la re-
gin central (gris claro) han de guardar
relaciones precisas entre s; de no ser
correctas, el efecto desaparece (j). Dicho
de otro modo, las ratios de luminancia
tienen que ser compatibles con lo que
ocurrira en el caso de superficies trans-
lcidas reales (niebla o vidrio esmerila-
do). El efecto es ms llamativo todava
si en la figura existe un elemento cro-
mtico (k).
As pues, a pesar de que el sistema
visual nada sabe sobre sustraccin cro-
mtica, si las ratios de luminancia son
las correctas, los colores son arrastra-
dos juntamente con la difusin de lu-
minancia.
Vemos en l otro efecto desconcertan-
te, inventado por Gaetano Kanizsa: el
efecto queso de Gruyre. Si se le echa
un vistazo rpido, se ve un gran rectn-
gulo opaco dotado de orificios circula-
res, superpuesto sobre un rectngulo
gris ms pequeo, que descansa sobre
un fondo negro. Basta un ligero esfuer-
zo mental para imaginar que el rectn-
gulo gris claro que est por detrs de
los orificios constituye, en realidad, un
rectngulo blanco translcido situado
por delante de los agujeros, y entonces
se empieza a percibir un rectngulo
transparente a travs del cual se ven
gruesos lunares negros en el fondo. Esta
ilusin demuestra el profundo efecto
que ejercen las influencias de lo alto
hacia abajo sobre la percepcin de su-
perficies; la transparencia que uno ve
no est enteramente inducida desde
abajo a travs de un procesamiento
jerrquico secuencial de las seales f-
sicas que recibe la retina.
Tomadas en su conjunto, estas demos-
traciones nos permiten concluir que en
el procesamiento visual se halla im-
plantada una notable sabidura acerca
de las estadsticas y las leyes fsicas de
la transparencia, fruto de la seleccin
natural y el aprendizaje. Existen, em-
pero, lmites para este saber. El sistema
visual se muestra tolerante con colores
incompatibles. Es incapaz de aplicar la
fsica de la sustraccin cromtica, debi-
do en parte a que la sustraccin de color
evolucion mucho ms tardamente en
los primates y no qued implantada, y
en parte porque, en el dominio de la
luminancia, la superposicin de colo-
res es mucho menos frecuente en el
mundo natural que la transparencia o
la translucencia.
Podemos concluir que, si bien el sis-
tema visual puede hacer uso muy a-
nado de propiedades abstractas, como
la fsica de las razones de luminancia
o las estadsticas de segmentacin que
requiere la transparencia, es bobo con
respecto a otras caractersticas, como el
cromatismo, debido a la forma un tanto
azarosa en que su hardware evolucio-
n por la seleccin natural: he aqu una
prueba vigorosa en contra del diseo
inteligente.
Vilayanur S. Ramachandran y Diane Rogers-
Ramachandran pertenecen al Centro del
Cerebro y la Cognicin de la Universidad de
California en San Diego.
luminancia a lo largo del contorno de la
sombra sera idntica a ambos lados del
contorno, el sombro y el iluminado. Esta
covariacin de la luminancia le sirve al
cerebro de clave para reconocer que se
trata de una sombra, no de un objeto o
textura.
Resulta que, en la transparencia, los
cambios de luminancia remedan los que
se observan en las sombras. El sistema vi-
sual pudo seguramente evolucionar para
descubrir y reaccionar adecuadamente a
las sombras, en lugar de hacerlo a los l-
tros transparentes. De no haber sido as,
nosotros estaramos ahora tratando de
asir sombras o saltando gilmente sobre
ellas para no tropezar, sin percatarnos de
que la sombra no constituye en absoluto
un objeto.
Curiosamente, aunque nuestros me-
canismos perceptivos parecen tener
conciencia de la fsica de la transpa-
rencia en cuanto a la luminancia, esos
mismos mecanismos se muestran cie-
gos a las leyes correspondientes a la
transparencia de color. Tenemos en
f y en g dos barras que se cruzan una
sobre otra, ambas con una luminancia
del 50 por ciento del fondo, por dar un
valor. Las hemos preparado de forma
que la regin de superposicin tenga
una luminancia del 25 por ciento de
la de fondo, como habra de ocurrir si
solamente estuviramos ocupndonos
de la luminancia. Pero si los colores de
los filtros son diferentes y aqu lo
son la zona de superposicin debe-
ra ser completamente negra, no gris.
La razn es que el filtro rojo transmite
slo longitudes de onda largas (rojo) al
ser iluminado con luz blanca, mientras
que el filtro azul transmite longitudes
de onda cortas (azul).
Por consiguiente, al superponer los
filtros, no pasara a travs de ambos
ninguna luz; la zona de superposicin
debera ser negra. De hecho, se aprecia
una transparencia, no cuando la zona
media es negra, sino cuando lo es en un
25 por ciento (g). Al parecer, el sistema
visual contina obedeciendo a la regla
de luminancia e ignora las incompati-
bilidades de color.
Se produce un curioso efecto si se
coloca una cruz gris sobre fondo blanco
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
THE PERCEPTI ON OF TRANSPARENCY. Fa-
bio Metelli en Scientific American,
vol. 230, n.
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4, pgs. 90-98; abril de
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PERCEPTION OF TRANSPARENCY. J. Beck y
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PERCEPTION OF TRANSPARENCY IN STATION-
ARY AND MOVING IMAGES. D. J. Plummer
y V. S. Ramachandran en Spatial Vi-
sion, vol. 7, pgs. 113-123; 1993.
90 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
SYLLABUS
T
odos sabemos lo que es estar ena-
morado, desear a una persona a
quien se considera atractiva y seducir o
dejarse seducir por ella. Y tambin cun
profundamente satisfactorio puede lle-
gar a ser el amor corporal. La necesidad
de proximidad, intimidad y sexo ha sido
incluso considerada por algunos contem-
porneos el verdadero motor de la vida. Y
ello sin mencionar que es precisamente a
esa necesidad a la que debemos nuestra
existencia en este mundo.
Ni que decir tiene que la sexualidad
humana est troquelada por muchos
factores externos e internos: disposi-
cin personal y experiencias, vivencias
e inuencias hormonales en las distintas
fases del desarrollo, formacin y normas
sociales. Por ello, carece de sentido consi-
derar el placer sexual desde el exclusivo
punto de vista de la neurobiologa. Lo que
no empece que exista algo indiscutible:
los motivos y sentimientos que van uni-
dos al placer sexual tienen fundamentos
biolgicos. Y eso no slo porque el placer
del sexo nos conmueva hasta la mdu-
la, nos golpee el corazn o nos deje las
piernas ojas, sino porque el placer y la
satisfaccin arraigan en el cerebro. Es el
intercambio de hormonas y de factores
excitadores neuronales lo que genera y
forma el deseo. El cerebro es, por esa ra-
zn, nuestro verdadero rgano sexual.
El presente diccionario no tiene nin-
guna pretensin de totalidad. Abarca al-
gunos de los aspectos ms signicativos
de nuestro conocimiento actual sobre el
placer sexual, especialmente en lo refe-
rente a los transmisores y a los campos
cerebrales que participan en las funcio-
nes sexuales y el efecto que ejerce su acti-
vidad sobre las sensaciones subjetivas.
El empleo de los nuevos mtodos de
investigacin, tales como los procedi-
mientos de neuroimagen, ha proporcio-
nado mucho conocimiento novedoso
sobre la biologa del placer. Por medio de
la resonancia magntica funcional (RMf)
o de la tomografa por emisin de posi-
trones (PET) puede llegar a hacerse visi-
ble la actividad cerebral de las personas
enamoradas e incluso literalmente la
de quienes se estn enamorando.
Algunos nuevos resultados han de-
mostrado la existencia de efectos secun-
darios inesperados de los medicamentos.
Muchos psicofrmacos inhiben el placer
sexual, algo que los mdicos durante
mucho tiempo apenas han tenido en
cuenta. O simplemente no se tomaban la
molestia de preguntar a los pacientes al
respecto o consideraban la disminucin
del deseo sexual como una consecuencia
psicosocial de la enfermedad.
Hoy sabemos que los neurolpticos
(medicamentos que se emplean en el
tratamiento de la esquizofrenia) y los
antidepresivos pueden afectar sensible-
mente las funciones sexuales, ya que es-
timulan la liberacin de prolactina una
hormona que se produce en la hipsis
o aumentan la cantidad circulante de se-
rotonina, otra hormona cerebral.
Unida a la investigacin de los aspectos
siolgicos del placer sexual se encuentra
la esperanza de lograr que stos sean f-
cilmente manipulables. Y aunque la pl-
dora del orgasmo se halle todava en una
perspectiva bastante lejana, dicha investi-
gacin tiene cada vez ms importancia en
la complejidad del amor corporal.
Amgdala
Los investigadores piensan hoy en da
que nosotros percibimos las seales
sexuales de forma rpida e inconscien-
te, muy semejante a lo que ocurre con
los estmulos del miedo al fuego o a
las serpientes. El responsable de ello es
un atajo en el cerebro que est abierto
a determinados datos sensoriales. Ese
camino de seales parte de los distintos
rganos sensoriales y, pasando por el
tlamo la puerta de la percepcin,
llega hasta la amgdala, estructura cere-
bral que pertenece al sistema lmbico, el
cual desencadena las reacciones emocio-
nales automticas. El camino reseado
nos pone con el nimo adecuado y des-
pierta una capacidad de actuacin que
regulamos conscientemente slo a duras
penas. De todas formas, el control cons-
DICCIONARIO DEL PLACER
De la A de amgdala a la V de viagra, el cerebro es nuestro rgano sexual ms importante
WOLFGANG BERNER, PEER BRIKEN Y ANDREAS HILL
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ciente de los estmulos sexuales parece
que es ms acentuado en las mujeres que
en los hombres. As, en ellas la sensacin
de placer guarda una vinculacin menos
estrecha con patrones siolgicos (como
la circulacin vaginal).
BRAIN ACTIVATION AND SEXUAL AROUSAL IN
HEALTHY, HETEROSEXUAL MALES. B. A. Arnow et al.
en Brain, vol. 125, pgs. 1014-1023; 2002.
A FUNCTIONAL ENDOPHENOTYPE FOR SEXUAL
ORIENTATION IN HUMANS. J. Ponseti et al. en
NeuroImage, vol. 33, n.
o
3, pgs. 825-833; 2006.
Anhedona
La incapacidad para experimentar placer
sexual constituye hoy sobre todo en
mujeres, aunque se est incrementando
progresivamente entre los varones el
motivo ms frecuente de la terapia de pa-
reja. Helen Kaplan (1929-1995), inuyente
terapeuta sexual, parti en el decenio de
los setenta de una secuencia muy rgida
compuesta de deseo, excitacin, orgasmo
y relajacin. Un punto de vista que hoy se
considera superado. En el caso de las mu-
jeres, las sensaciones de placer no las de-
terminan primariamente causas sexua-
les. Antes bien, proceden de necesidades
psicolgicas de estar prxima a la pareja
o sentirse ella misma atractiva. A partir
de ah, con la actividad sexual se produ-
ce el placer, suponiendo que el contexto
de la relacin lo posibilite. De esta forma,
la relacin con su pareja por ejemplo,
expectativas demasiado elevadas puestas
en ella o el desencanto en relacin con la
falta de inters del otro para con ella
desempea para las mujeres en general
un papel importante y a menudo deter-
mina la sensacin de anhedona. En los
varones, por el contrario, junto a factores
de ndole psicolgica (fracasos profesio-
nales) cumplen una funcin principal en
la anhedona las inuencias somticas,
como el dcit de testosterona o una so-
breproduccin de prolactina.
FEMALE HYPOACTIVE DESIRE DISORDER. R. Basson
en Handbook of Sexual Dysfunctions, dirigido
por R. Balon y R. T. Segraves, pgs. 43-67. LLC;
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MALE HYPOACTIVE SEXUAL DESIRE DISORDER.
W. L. Maurice en Handbook of Sexual
Dysfunctions, dirigido por R. Balon y R. T. Segra-
ves, pgs. 67-110. LLC; Boca Raton, 2005.
Ciclo
La reaccin de las mujeres ante la repre-
sentacin explcita del cuerpo masculi-
no vara de acuerdo con el momento del
ciclo menstrual en el que se encuentren.
Durante la fase de ovulacin, las imge-
nes de hombres desnudos despiertan
una mayor sensacin placentera que en
el resto de estadios. Tambin los gestos
y la mmica de las mujeres son ms se-
ductores durante la ovulacin.
ZYKLUSABHNGIGKEIT WEIBLICHER MIMISCHER REAK-
TIONEN AUF VISUELLE EROTISCHE STIMULI. R. Mass
et al. en Zeitschrift fr Sexualforschung, vol. 21,
n.
o
1, pgs. 76-87; 2008.
Dopamina
Hormona muy extendida en el cerebro
que fomenta sobre todo la motivacin
para actuar. A travs del sistema meso-
lmbico, la dopamina hace que las reas
correspondientes de la corteza cerebral
inicien una actuacin y la valoren. El
sistema dopamnico no slo estimula la
bsqueda de comida y de pareja sexual,
sino que desempea tambin un papel
importante en las adicciones a las dro-
gas y al juego. La dopamina es el anta-
gonista de la prolactina. Las complejas
correlaciones entre ambas sustancias en
distintos centros cerebrales estn todava
muy lejos de haberse investigado com-
pletamente.
Enamoramiento
Estado de embriaguez gobernado princi-
palmente por el sistema de recompensa,
en el cual la dopamina tiene una funcin
estimuladora. Dos grupos de trabajo,
uno de Norteamrica y otro britnico,
trabajando independientemente entre
s, encontraron que la fotografa de las
respectivas parejas de los sujetos volun-
tarios activaba campos cerebrales seme-
jantes: especialmente el ncleo caudado,
el cngulo anterior y la regin insular. La
corteza insular, situada debajo del lbu-
lo temporal, es la responsable de la per-
cepcin de los contactos tiernos y de los
estmulos de calor, as como de reaccio-
nes corporales (palpitaciones cardacas
y mariposas en el estmago). Simult-
neamente, la excitacin sexual inhibe
los centros que trasmiten el miedo o la
amenaza. Las regiones cerebrales que se
muestran activas cuando uno se enamo-
ra y cuando se ofrece cario maternal
son ricas en receptores para la oxitocina
y la vasopresina, neuropptidos que nos
hacen desear ternura y unin.
THE NEURAL CORRELATES OF MATERNAL AND ROMAN-
TIC LOVE. A. Bartels y S. Zeki en NeuroImage,
vol. 21, pgs. 1155-1166; 2004.
REWARD, MOTIVATION, AND EMOTION SYSTEMS
ASSOCIATED WITH EARLY STAGE INTENSE ROMANTIC
LOVE. A. Aron et al. en Journal of Neurophy-
siology, vol. 94, pgs. 327-337, 2005.
92 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
Endorfina
Hormona analgsica que produce tanto
la relajacin general como la de ndole
sexual. Debido a ello, la endorna inter-
viene ms en el sentimiento de placer
derivado de las relaciones estrechamente
ntimas que como empuje de un affaire
corto e impetuoso.
Estrgenos
Hormonas sexuales femeninas producidas
principalmente por los ovarios. Regulan el
desarrollo de los rasgos sexuales femeni-
nos (crecimiento de los senos) e intensi-
can a travs de receptores cerebrales el
placer sexual. As, el tipo de deseo femeni-
no depende de forma decisiva de la rela-
cin entre los estrgenos y la testosterona.
Los estrgenos incrementan en general la
sensibilidad ante el dolor en las mujeres.
Norepinefrina
O noradrenalina. Neuropptido que es-
timula la atencin, eleva el nimo y evita
el cansancio y la sensacin de hambre. La
norepinefrina tiene mucho que ver con
la euforia embriagadora de los enamora-
dos. Segn Helen Fisher, la norepinefrina
es tambin responsable de que seamos ca-
paces de acordarnos de los detalles ms in-
signicantes de las aventuras amorosas.
DEFINING THE BRAIN SYSTEMS OF LUST, ROMANTIC
ATTRACTION, AND ATTACHMENT. H. E. Fisher et al.
en Archives of Sexual Behaviour, vol. 31,
pgs. 413-419; 2002.
Orgasmo
Un estudio de Jari Thonen, de la Univer-
sidad nesa de Kuopio, mostr en 1994
que, durante el orgasmo, amplias partes
de la corteza cerebral desarrollan una
actividad muy restringida (a excepcin
de una parte del lbulo prefrontal). En
el punto lgido de la actividad sexual, el
cerebro hace una suerte de pausa, aunque
breve. Gert Holstege, de la Universidad de
Groningen, comprob que lo mismo suce-
da tambin en los orgasmos femeninos.
Por otra parte, en los varones que estn
eyaculando se encuentra ms activo el
sistema de recompensa, el cual va unido
a la descarga de dopamina. Este sistema
se pone en marcha simplemente cuando
a los varones o a las mujeres heterosexua-
les se les muestran imgenes con los r-
ganos sexuales del sexo contrario y en los
homosexuales del mismo sexo.
INCREASE IN CEREBRAL BLOOD FLOW OF RIGHT
PREFRONTAL CORTEX IN MAN DURING ORGASM.
J. Tiihonen et al. en Neuroscience Letters,
vol. 170, pgs. 241-243; 1994.
BRAIN ACTIVATION DURING HUMAN MALE
EJACULATION. G. et al. Holstege en Journal of
Neuroscience, vol. 23, pgs. 9185-9193; 2003.
Oxitocina
Hormona que no slo se segrega en el
cerebro con las caricias y los masajes
agradables, sino tambin durante el or-
gasmo. Desde el punto de vista qumico
guarda relacin con la vasopresina, que
en los campaoles masculinos se ocupa
de la monogamia. Ambas sustancias fo-
mentan aparentemente la unin con la
pareja sexual y con ella la tendencia a
permanecer ligado a ella, a protegerla y
a vigilarla celosamente.
WHY WE LOVE. THE NATURE AND CHEMISTRY OF
ROMANTIC LOVE. H. E. Fisher. Owls Books; Nueva
York, 2004.
Pornografa
La excitacin provocada mediante imge-
nes o vdeos con contenido sexual expl-
cito activa amplios campos cerebrales, so-
bre todo el claustro, el ncleo caudado, el
cngulo y el hipotlamo. Las mujeres son
tambin sensibles a los estmulos porno-
grcos; sin embargo, su percepcin de
la excitacin parece depender, de forma
ms intensa que en los hombres, de un
entorno agradable y de un sentimiento
de proteccin relajado.
A SEX DIFFERENCE IN THE SPECIFICITY OF SEXUAL
AROUSAL. M. L. Chivers et al. en Psychological
Science, vol. 15, n.
o
11, pgs. 736-744; 2004.
Prolactina
Este neurotransmisor fue considerado en
un principio la hormona que regulaba la
produccin y la secrecin de leche en el
pecho materno. Hoy en da sabemos que
la prolactina ejerce ms de 300 funcio-
nes siolgicas diferentes. Interere en
muchos lugares inhibiendo la sexualidad
masculina y femenina; por ejemplo, en la
fase de relajacin que sigue al orgasmo.
Un grupo de investigacin encabezado por
Tilman Krger, de la facultad de medicina
de Hannover, ha comprobado que los nive-
les sanguneos de prolactina se elevan tras
alcanzarse el punto culminante sexual. El
cerebro posee receptores de prolactina en
los que este neurotransmisor se acopla y, a
travs de diversos circuitos de regulacin,
inuye, entre otras cosas, en la segrega-
cin de las hormonas sexuales, tanto de la
testosterona como de los estrgenos.
NEUROENDOCRINE PROCESSES DURING SEXUAL
AROUSAL AND ORGASM. T. H. C. Krger et al.
en The Psychophysiology of Sex, dirigido por
E. Janssen, pgs. 83-102. Indiana University
Press; Bloomington, 2007.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 93
Serotonina
Otro importante neurotransmisor que
inhibe la excitacin sexual. La seroto-
nina permite explicar por qu muchos
antidepresivos actan como inhibidores
del placer sexual, en especial los inhibi-
dores de la recuperacin de serotonina,
que aumentan la concentracin de ese
neurotransmisor en las sinapsis. Sucede
a menudo que la ingesta de tales medica-
mentos retarda la eyaculacin, fenmeno
percibido por muchos pacientes como
algo positivo, especialmente si venan
sufriendo eyaculacin precoz. Por otro
lado, quien est enfermo de amor, es
decir, todo aquel que no pueda pensar en
otra cosa que no sea en la persona ama-
da, sepa que su estado se lo debe a una
carencia de serotonina. Diversas inves-
tigaciones de Donatella Marazziti, de la
Universidad de Pisa, han demostrado que
los enamorados agudos, en comparacin
con los voluntarios de control, tienen una
tasa de serotonina disminuida, circuns-
tancia que comparten con muchos suje-
tos que padecen trastornos obsesivos.
ALTERATIONS OF THE PLATELET SEROTONIN TRANSPORTER
IN ROMANTIC LOVE. D. Marazziti et al. en Psycho-
logical Medicine, vol. 29, pgs. 741-745; 1999.
Testosterona
Hormona sexual producida principal-
mente en los testculos. Entre otras fun-
ciones, se encarga de regular la formacin
zando una enzima catalizadora: la 5-fosfo-
diesterasa (5-FDE). El principio activo del
viagra es el sildenal, pero hay tambin
otros productos de la competencia menos
conocidos, como Cialis (principio activo,
el tadalal) o Levitra (principio activo, el
vardenal).
Los inhibidores de la 5-FDE, que tienen
un indiscutible efecto en los hombres,
no incrementan el placer sexual en las
mujeres, pese a que la 5-fosfodiesterasa
controla la circulacin de la vagina y del
cltoris. Cuando, tras la ingesta de inhi-
bidores de la 5-FDE, las mujeres contem-
plan pelculas erticas, se muestra, en
comparacin con el grupo placebo, un
claro aumento de la circulacin vaginal.
Sin embargo, subjetivamente, las muje-
res apenas distinguen entre el placebo
y el principio activo en relacin con sus
efectos.
La sensacin de excitacin femenina
tiene poco que ver con la pura siologa.
Para la mujer, la relacin entre la sensa-
cin placentera subjetiva y la excitacin
corporal es menos estrecha. Las mujeres
que se quejan de una relacin sexual in-
satisfactoria a menudo perciben su exci-
tacin corporal especialmente mal.
THE EFFECTS OF FALSE POSITIVE AND FALSE NEGATIVE
PHYSIOLOGICAL FEEDBACK ON SEXUAL AROUSAL A
COMPARISON OF WOMEN WITH OR WITHOUT SEXUAL
AROUSAL DISORDER. K. M. McCall, C. M. Meston
en Archives of Sexual Behavior, vol. 36,
pgs. 518-530; 2007.
Wolgang Berner es catedrtico en el Instituto
de Sexologa y Psiquiatra Forense del Hospital
Clnico Universitario de Hamburgo-Ependorf.
Peer Briken y Andreas Hill son colaboradores
cientfcos en dicho centro.
de los rasgos sexuales secundarios, como
la musculatura y el crecimiento capilar,
as como la produccin de esperma. Para
experimentar la sensacin de placer, es
una condicin esencial que la testoste-
rona se una a los receptores cerebrales.
En el caso de las mujeres, la testostero-
na (sintetizada en ellas en las glndulas
suprarrenales) incrementa tambin la
sensacin de placer. Esta hormona ac-
ta a este respecto de forma en parte
antagonista con la oxitocina, pues la
testosterona fomenta ms la pasin sin
relacin y la agresividad que el deseo
de proximidad.
Unin
Placer sexual y sentimiento de unin
se intensican mutuamente, pero tam-
bin pueden estorbarse, por ejemplo en
aquellas personas que buscan nicamen-
te una aventura sexual. La necesidad de
unin tiene sus races en el vnculo del
nio con la madre en la temprana infan-
cia. La presencia constante en esta etapa
vital del sentimiento de sentirse prote-
gido fomenta expectativas positivas en
la edad adulta y, con ello, la capacidad
de embarcarse en sentimientos romn-
ticos y de conseguir buenas experiencias
sexuales. El abandono precoz conduce,
por el contrario, a evitar los contactos
sexuales o a llevarlos a cabo slo de
forma supercial o de manera agresiva.
Las personas unidas de manera no se-
gura tienen adems con frecuencia un
gran miedo a ser abandonados. Poseen
tambin tendencia a instrumentalizar
la sexualidad o se dejan hacer muchas
cosas para no perder a su pareja.
THE NEUROBIOLOGY OF ATTACHMENT. T. R. Insel y
L. J. Young en Nature Reviews Neuroscience,
vol. 2, pgs. 129-136; 2001.
A BEHAVIOURAL SYSTEMS PERSPECTIVE ON THE PSY-
CHODYNAMICS OF ATTACHMENT AND SEXUALITY.
M. Miculincer y P. R. Shaver en Attachment and
Sexuality, dirigido por D. Diamond et al., pgs.
51-79. Analytic Press; Nueva York, Londres, 2007.
Viagra
A tenor de su actuacin bioqumica, el
viagra constituye una sustancia inhibi-
dora que aumenta de forma duradera el
calibre de los vasos sanguneos neutrali-
94 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
LIBROS
L
a relacin entre pensamiento y len-
guaje constituye una cuestin los-
ca de inquisicin permanente. Sin caer
en reduccionismos lingsticos, parece
maniesto que el pensamiento remite
al lenguaje. Un intervalo paradigmtico
de esa conexin abarca desde el siglo in-
mediatamente anterior a la era cristiana
hasta inicios del tercero posterior al ini-
cio de sta (Word and Meaning in Ancient
Alexandria). Ha servido de pauta a mu-
chos otros movimientos registrados a lo
largo de la historia. Se buscaba entonces
explicar de qu modo la inteligibilidad
del lenguaje guardaba relacin con la in-
teligibilidad de toda realidad, material e
inmaterial. Lo hicieron desde una ptica
platnica remozada.
Filn de Alejandra (40-30 a.C./40-50
d.C.), llamado el Platn hebreo, abre ese
arco temporal. Aunque escribi en grie-
go, las obras que se conservan nos han
llegado en traducciones latinas y arme-
nias. Abord temas controvertidos en su
tiempo la eternidad del mundo (De ae-
ternitate mundi) y la inteligencia en los
animales (Alexander, sive de eo quod ra-
tionem habeant bruta animalia), amn
de cuestiones ticas. Su exposicin,
prolija y pesada, cae a menudo en con-
tradicciones e incongruencias. En una
suerte de sistema sincretista yuxtapone,
sobre un fondo judo, elementos platni-
cos, estoicos, pitagricos y aristotlicos.
Partidario del mtodo alegrico para in-
terpretar la Biblia, distingue un sentido
literal, accesible a todos, y otro simbli-
co, inteligible slo por los rabinos. En su
descripcin del mundo, introduce una
serie de entidades intermedias (logos,
potencias, ngeles, demonios), respon-
sables, por delegacin, de la organizacin
y persistencia de las leyes que rigen el
universo. Todo lo que existe, el mundo
corpreo e incorpreo, fue creado por el
principio racional, el logos divino. De-
ende el dualismo cuerpo-mente en su
descripcin del hombre.
TEORIA DEL LENGUAJE
Trminos y conceptos en sus races neoplatnicas
WORD AND MEANING IN ANCIENT ALEXANDRIA.
THEORIES OF LANGUAGE FROM PHILO TO PLOTINUS,
por David Robertson. Ashgate;
Aldershot, 2008.
DEXIPPUS. IN DEFENSIONEM PRAEDICAMENTO-
RUM ARISTOTELIS ADVERSUS PLOTINUM. BER-
SETZ VON JOHANNES BERNARDUS FELICIANUS.
Introduccin de Anja Heilmann y Charles
Lohr. Frommann-Holzboog; Stuttgart-Bad
Cannstatt, 2008.
THE FATHERS AND BEYOND. CHURCH FATHERS
BETWEEN ANCIENT AND MEDIEVAL THOUGHT,
por Marcia L. Colish. Ashgate;
Aldershot, 2008.
MENTE Y CEREBRO 35 / 2009 95
Filn identica signicados con pensa-
mientos, objetos inmateriales de nuestra
mente que llegan a otras mentes a travs
de su expresin en el lenguaje oral. El ha-
bla humana es como un curso de agua,
que arrastra pensamientos en su ujo.
Clemente de Alejandra admite tambin
la identidad entre signicados y pensa-
mientos. Este autor, que se supone que
ense en Alejandra durante veinte
aos al menos (175-202 d.C.) representa
uno de los primeros intentos de reconci-
liar el Cristianismo con la losofa griega.
Centra su investigacin en los concep-
tos fundamentales de verdad, sabidura
y conocimiento. La dialctica, afirma,
constituye el ingrediente principal de
la verdadera losofa; no se trata de una
mera herramienta de bsqueda o protec-
cin de la verdad, sino que forma parte
del conocimiento. Pero el ejercicio de la
misma exige el lenguaje hablado, cuya
conexin se explicita en su obra ms
ambiciosa, Stromata. La obra creadora
de Dios es una actividad elocutiva. Parte
de la idea de que todos los lenguajes son
inteligibles. Clemente llama prgmata a
las cosas o realidades y onmasta a los
nombres.
El influjo de Filn llega a Orgenes
(185 d.C.-254), gura destacada de la cul-
tura alejandrina. Ense gramtica antes
de dedicarse a la losofa y la teologa.
Admite que el lenguaje implica un com-
ponente inmaterial e inteligible, que no
puede disgregarse del componente mate-
rial de la voz. Distingue entre voz (phon)
y lenguaje (logos). La dialctica, la discu-
sin racional, requiere voz (phon) y sig-
nicado (ti semainmenon). Rechaza en
sus Primeros Principios la existencia de
un mundo distinto del nuestro y cons-
tituido por las Ideas, o Formas intelec-
tuales. La mente puede ordenarse hacia
los objetos inteligibles, pero no hacia las
formas platnicas como objeto propio de
conocimiento.
En rigor, el neoplatonismo es decidi-
damente monista. Con una jerarquiza-
cin caracterstica de los seres. Su fun-
dador fue Plotino (203/4-270). Natural
de Lycpolis, comenz a interesarse por
la filosofa a los veintiocho aos, no
habiendo hallado lo que buscaba hasta
que un amigo le llev a la escuela ale-
jandrina de Ammonio Saccas, en 232,
permaneciendo en ella diez aos, hasta
que se agreg a la expedicin de Gor-
diano III contra los persas, con el pro-
psito de conocer la sabidura oriental.
Tras breve estancia en Antioquia, lleg
a Roma (244) donde abri escuela. Entre
sus oyentes se contaron Porrio, Eus-
toquio, Amelio. En 255, enfermo de la
vista dict su doctrina en lecciones que
despus fueron ordenadas por Porrio
en seis secciones, compuestas cada una
de nueve tratados, de donde proviene el
nombre de Ennadas.
Plotino instituye tres hipstasis bsi-
cas en su sistema: Uno, Intelecto (o Ser)
y Alma. Ms all del Ser, no hay mente,
ni denicin de realidad. Ms ac del Ser,
emerge el lenguaje como un sntoma de
la inferioridad de desarrollo hacia una
creciente implicacin con la materia.
Vindica la presencia de lo inteligible
cuando se emite un sonido signicati-
vo. La existencia de los seres mltiples
y contingentes del mundo sensible es
una exigencia de la Bondad difusiva
del Uno.
El sistema plotiniano tiene dos com-
ponentes. El primero, descendente, en
el cual se describe el origen de todos los
seres, que brotan del Uno mediante un
proceso emanativo. El segundo, ascen-
dente, que consiste en el retorno de la
multiplicidad a la unidad mediante un
proceso de vuelta al primer principio.
El primer grado de descenso del Uno a
la multiplicidad es la Inteligencia, que
procede del Uno por emanacin eterna
y necesaria. La Inteligencia participa
de la Unidad, de la Belleza y de la Ver-
dad del Uno, pero en un plano inferior,
porque ya no posee la unidad perfecta,
sino que en ella entra mezcla de unidad
y multiplicidad, de idntico y diverso. Ya
no es unidad, sino dada. Las Ideas son
distintas entre s, pero todas se hallan
unidas y escalonadas en un triple orden:
Primero, las Ideas de los gneros, el Ser,
la Identidad, la Diversidad, la Quietud,
el Movimiento. A stas hay que aadir el
nmero, la cantidad y la cualidad, que
proceden de las anteriores, al convertirse
en pluralidad.
Plotino considera que el lenguaje
enteramente incorpreo en esencia
constituye un ejemplo de la inteligibi-
lidad general de Todo, gobernada por
el Alma; la capacidad de ser entendido
del lenguaje depende de la presencia del
Uno. El lenguaje, aunque cae lejos de
la perfeccin, se halla inspirado por la
fuente inefable de todo; aborda la in-
teligibilidad del lenguaje en el marco
de la categora aristotlica de cantidad.
Tiempo, lenguaje y movimiento seran
magnitudes. El lenguaje expresa la ver-
dad, aunque menos perfectamente que
los iconos.
Buena parte del mrito del xito his-
trico del neoplatonismo debe conce-
drsele a Porfirio, sucesor de Plotino en
su academia. Neg algunas de las cate-
goras que Plotino afirmaba, sustituyn-
dolas por otras de Aristteles y, con ello,
cre otro tipo de neoplatonismo. Contra
Plotino y en defensa de Aristteles escri-
bi Dexippus (Dexippus. In defensionem
praedicamentorum Aristotelis adversus
Plotinum). Lo poco que sabemos sobre
la vida de Dexippus procede de la nica
obra suya que nos ha llegado, el dilogo
Aporas y soluciones sobre las Categoras
de Aristteles; debi de redactarlo en el
primer decenio del siglo IV. All men-
ciona a Porfirio (ca. 234-301/305 d.C.) y
su discpulo Ymblico (ca. 250-320/330
d.C.) como comentaristas de ese tratado
aristotlico. Se sabe que Ymblico fue
maestro de Dexippus.
Aristteles haba elaborado una doc-
trina sistemtica de las categoras, que
comprendan la substancia (ousa), can-
tidad, cualidad, relacin, tiempo, lugar,
sitio, posesin, accin y pasin. Distin-
gue entre substancia primera (un obje-
to indivisible, por ejemplo, una persona
determinada) y substancia segunda (la
especie en relacin con el individuo, o
el gnero en relacin con la especie).
La doctrina aristotlica hall partida-
rios y crticos de diversa profundidad,
a los cuales el propio Plotino se reere,
sin nombrarlos, en su manual Sobre los
gneros del ser. mueve en un nivel in-
troductorio y se ocupa del estatuto on-
tolgico de las categoras. El problema
capital es el de la naturaleza ontolgica
de las categoras.
Plotino se percat de que la particin
aristotlica de las categoras no era pro-
96 MENTE Y CEREBRO 35 / 2009
pia del ser inteligible, sino slo percepti-
ble y, por tanto, no era una clasicacin
del ser inteligible en grandes gneros.
Plotino propuso una divisin del ser in-
teligible en cinco grandes gneros: ser,
movimiento, reposo, identidad y dife-
rencia. A partir de esa divisin, Plotino
critic las categoras aristotlicas como
expresiones del mundo perceptible y es-
tableci un sistema de cinco categoras:
snteton (correspondiente a la sustancia
aristotlica), relacin, cantidad, cualidad
y movimiento. Interpreta las categoras
desde una ptica semntica, relacionada
con las ideas platnicas y una visin in-
manentista del mundo.
Del tratado de Dexippus nos han lle-
gado los dos primeros libros enteros y
el comienzo del tercero. Si el libro pri-
mero contiene una conversacin sobre
40 cuestiones y respuestas as como
sobre los problemas subyacentes al es-
crito de las Categoras, el libro segundo
presta particular atencin a la categora
de substancia y, sobre la cantidad, el li-
bro tercero, que tambin se detiene en
el lenguaje.
Sobre las a las Categoras y Periher-
meneias de Aristteles escribi comen-
tarios Victorino, introductor del neo-
platonismo de Plotino y Porrio en la
corriente latina. El neoplatonismo cal
hondamente en los Padres de la Iglesia
(The Fathers and Beyond. Church Fathers
between Ancient and Medieval Thought).
Cuenta san Agustn que fue el estudio
del neoplatonismo, facilitado por la
traduccin latina de Victorino, el que
le alej del maniquesmo y prepar su
conversin al cristianismo. Victorino era
profesor de retrica, Al nal de su edad,
en el 350 se convirti, lo que conlleva-
ba la prdida de la docencia, pues los
cristianos tenan prohibido el acceso a
cargos pblicos. Redact un trabajo so-
bre el silogismo hipottico y un tratado
De denitionibus, amn de numerosas
traducciones, entre ellas la Isagog de
Porrio.
La consideracin losca del lenguaje
culmina en Occidente con los textos de
Anselmo de Canterbury en el siglo XI,
que dedic extensas reflexiones a los
conceptos de verdad y mentira.
LUIS ALONSO
EUTANASIA
EASEFUL DEATH.
IS THERE A CASE FOR ASSISTED DYING?
por Mary Warnock y Elisabeth
MacDonald. Oxford University Press;
Oxford, 2008.
L
a introduccin arma que se trata
de un estudio tico de la eutana-
sia y la ayuda al suicidio. Es algo mo-
ralmente justicable? Y, si lo es, debe
permitirse legalmente? (p. VIII). Sin
embargo, el contenido deja de lado la
correccin o incorreccin de la accin
(que es la materia de la tica).
Comienza sentando como base la
autonoma del paciente, en su sen-
tido ms elemental: yo decido sobre
mi vida. Con esta premisa, una des-
cripcin dramtica de una vida no
autnoma concluye la prdida de la
dignidad de una vida dependiente.
En esos casos, lo compasivo hacia el
paciente sera facilitarle el suicidio o
la eutanasia, e introducir dicha com-
pasin en las leyes.
Se examinan despus algunos ca-
sos concretos: pacientes que no pue-
den suicidarse sin ayuda (cap. 2), psi-
quitricos (cap. 3), neonatos (cap.4) y
adultos incapaces (cap. 5). En todos
se postula que, con salvaguardas
legales para la autonoma, debera
admitirse al menos la ayuda al sui-
cidio.
Luego se revisan los argumentos
contrarios: la sacralidad de la vida
humana (cap. 6), la pendiente desli-
zante (cap. 7) y las razones de la tica
mdica (cap. 8). Todos son desecha-
dos: la sacralidad de la vida humana
porque cada persona tiene su propio
concepto de lo sacro; la pendiente des-
lizante porque no hay que exagerar
(aunque reconoce que es el argumen-
to ms fuerte), y los argumentos de
tica mdica armando sencillamen-
te que las ideas cambian, y los actua-
les argumentos ticos de la medicina
son los heredados, y no tienen por qu
perpetuarse.
Termina analizando la reaccin
mdica a los distintos procedimien-
tos que se pueden ejecutar (cap. 9), y
planteando una halagea perspec-
tiva en que no estamos condenados
a vivir (cap. 10). Es ms, arma que
la ayuda al suicidio, con los debidos
controles legales, parece una buena
solucin para no llegar a la eutanasia
(aunque, tras el alegato anterior, no se
ve qu puede tener de malo).
La obra argumenta retricamen-
te: plantea casos extremos indu-
ciendo a pensar que provocar la
muerte es lo mejor. Cae algunas
veces en la descalificacin sumaria
del oponente. Y parece desconocer
las estadsticas serias de la eutana-
sia en Holanda: cita cifras entre diez
y quince veces menores (tomadas de
los benvolos informes oficiales ho-
landeses) para quitar importancia a
la cuestin.
ANTONIO PARDO
Departamento de Humanidades
Biomdicas, Universidad de Navarra

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