Simulacion y Disimulacion
Simulacion y Disimulacion
Simulacion y Disimulacion
NDICE
Presentacin
Gaetano Calabr
Simulacin y Disimulacin. Un tema maquiaveliano ms all de Maquiavelo 9
Pablo Badillo OFarrell
Simulacin y disimulacin en la Razn de Estado
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Delia Gambelli
Simulacin y disimulacin en Les Liaisons dangereouses de Laclos
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33
Giovanni Ruocco
...amice verba mea saeculum desiderant: las metamorfosis de la disimulacin
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en la fuite du monde libertina
Francesco Spandri
De la seal al smbolo: la simulacin del actor
55
Jos Villalobos
La raz de la simulacin
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69
Bruna Consarelli
Di/Simulacin utpica: el laboratorio de Cyrano de Bergerac
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Mariella Di Maio
El teatro de la poltica: los ejemplos de Montaigne y Stendhal
93
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Jos M. Sevilla
El filsofo es un di-simulador?
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PRESENTACIN
Estas Actas recogen los textos de las Jornadas Interuniversitarias
Universidad de Sevilla & Universit di Roma Tre celebradas en Roma (8
mayo 2003) y Sevilla (22 mayo 2003) como actividad realizada dentro del
marco general del Acuerdo Cultural y Cientfico existente entre ambas
Universidades, promovido a nivel interdepartamental en 2001 por los profesores J.M. Sevilla y J. Villalobos (Departamento de Metafsica y Corrientes
Actuales de la Filosofa, tica y Filosofa Poltica) y B. Consarelli y M. Di
Maio (Dipartimento di Istituzioni Politiche e Scienze Sociali).
Las Jornadas propiciaron un intercambio entre profesores espaoles
conferenciantes en las sesiones de Roma, e italianos conferenciantes en las
sesiones de Sevilla. Para ello se cont, principalmente, con la ayuda econmica prestada por el Vicerrectorado de Relaciones Internacionales y
Extensin Cultural de la Universidad de Sevilla y por la Facolt di Scienze
Politiche de la Universit di Roma Tre.
En las sesiones romanas, celebradas en la Facultad de Ciencias
Polticas y presididas por el prof. emrito Gaetano Calabr, participaron los
conferenciantes de la universidad hispalense profundizando ambos en cuestiones de filosofa poltica Pablo Badillo, que vers sobre la simulacin y la
disimulacin en la Razn de Estado, y Miguel Pastor, que propuso centrarse
en las consideraciones del tacitista espaol Saavedra Fajardo; los profesores
de la Universidad de Roma La Sapienza, Delia Gambelli y Giovanni
Ruocco, abordaron, respectivamente, desde un mbito de hermenutica literaria, el despliegue de los dos conceptos, simulacin y disimulacin, en la
literatura libertina, especialmente en Laclos y en La Mothe le Vayer; y el profesor Francesco Spandri de la Universidad de Roma Tre se centr en la
cuestin esttica del actor como simulador.
Las sesiones hispalenses estuvieron presididas por el prof. Jos
Villalobos en la Facultad de Filosofa, y acogi las ponencias de las profesoras de la Universidad de Roma Tre, Bruna Consarelli, que analiz aspectos
socio-polticos en el desarrollo de las ideas de simulacin y disimulacin en
Simulacin y Disimulacin
el siglo XVIII, y Mariella Di Maio, que abord el tema desde la perspectiva de la disimulacin del autor literario frente a la poltica; as como las
ponencias en Mesa Redonda de los profesores Jos Luis Lpez Lpez
(Decano de la Facultad), Manuel Barrios Casares, Jos M. Sevilla y
Francisco Navarro, los cuales propusieron y debatieron aspectos ontolgicos
y consideraciones filosficas del tema a debate desde perspectivas diversas,
como la filosofa, la msica, la retrica, etc.
Estas Actas dan buena cuenta de los textos originales de las participaciones, aunque deban obviar por razones de espacio y de registro la
riqueza de los debates que suscitaron. No poda ser menos en un tema tan
interesante y de tantas dimensiones (hermenuticas, pero tambin polmicas)
tocantes a tan diferentes mbitos disciplinares y culturales, desde la metafsica hasta la tica, de la filosofa poltica a la historia, desde el teatro a la retrica, etc.
Se ha pretendido abrir una lnea de indagacin y contrastar diferentes aspectos temticos y acercamientos que sirvan para centrar estas dos categoras determinantes para el pensamiento europeo (moderno), cuales son las
de simulacin y disimulacin, ms all de su condicin de mera accin de
parecer tanto en la vida prxica como en la teortica, aunque su marco determinante sea el de la poltica (y, por tanto, tambin del pensamiento poltico),
pero que invade, prcticamente, todos los rdenes del pensamiento y de la
vida.
Puestos a simular, considrense estas Actas como simulacro de un
libro ms complejo y amplio que los editores tienen en mente.
Es deseo de los editores y participantes dedicar estas Actas a la
memoria de Franco Ratto, infatigable miembro de la Universidad de Roma
La Sapienza, empeado durante aos en organizar Jornadas, Congresos,
volmenes colectivos, Homenajes..., pero sobre todo en entablar amistades
sin lmites de fronteras. Muchos de nosotros hemos tenido la suerte de participar de su amistad tanto como de sus proyectos, y queremos que, aunque en
recuerdo, est presente tambin en ste.
Los Editores
Actas
SIMULACIN Y DISIMULACIN:
UN TEMA MAQUIAVELIANO MS ALL DE MAQUIAVELO
GAETANO CALABR
(UNIVERSIDAD DE ROMA LA SAPIENZA)
Simulacin y Disimulacin
Actas
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Sobre este asunto son dignas de destacar las investigaciones de Rodolfo De Mattei, en las que fija indicaciones sobre la existencia de la idea en la Antigedad clsica, as como los grandes momentos en los
que se van fijando los grandes aspectos conceptuales de la Razn de Estado, especialmente Il problema
della Ragion di Stato, publicado durante aos y por entregas en la Rivista Internazionale di Filosofia del
Diritto.
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Simulacin y Disimulacin
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Actas
los acusados. Se aprecia en esta afirmacin cmo se pueden llevar hasta sus
ltimas consecuencias unas determinadas exigencias. Ello ser as en nombre
de la necesidad, que aqu lgicamente se equipara con la integridad del prncipe o la Corona.
Esta ratio necessitatis va a conectar de forma estrecha y directa con
la posible razn de Estado de Maquiavelo.
Es bien conocido cmo en los planteamientos de la filosofa de
Maquiavelo se ha otorgado lugar primero a dos conceptos primordiales cuales son la virt y la fortuna. Se ha llegado a considerar que la primera resulta el gran renacer de los rasgos clsicos inspiradores en buena forma de su
ciencia poltica, pero teniendo en cuenta la existencia de la segunda que
representaba aquellos mbitos, hasta ese momento ignorados o marginados,
en los que el lado oscuro e irracional se demuestra que juega un importante papel en la marcha de la poltica. Para Maquiavelo la v i rt se ha de
emplear de tal manera que pueda encauzar y domear a la, a veces, esquiva
o voluble fortuna.
Pero hay un tercer elemento, de extraordinaria importancia, la neces sit, que en algunas ocasiones ha permanecido oscurecido por los dos anteriormente referidos, pero que juega un papel tanto o ms importante que
ellos, y que para lo que aqu nos ocupa representa el lugar de preferencia. La
posible idea de una razn de Estado se sustenta fundamentalmente en la idea
de necessit, lo que viene a poner de manifiesto incluso una posible lnea de
continuidad con lo analizado en el bajo medievo, en concreto en la obra de
Salisbury.
Pero amn de este acontecimiento, resulta tambin indudable que la
figura del secretario florentino es, en buena manera, central a algunas de las
lneas que vamos a desarrollar aqu.
Hay dos conceptos que van a ser centrales tanto a la filosofa poltica renacentista como a la barroca, y que van a resultar fundamentales para
entender determinados cambios dentro de estas grandes esferas conceptuales,
y por otra parte es el centro de atencin de las conferencias de las que la presente forma parte. Me refiero a las ideas de simulacin y disimulacin.
La cuestin primordial radica de entrada en ver de qu manera debe
apreciarse la diferencia, si es que existe, entre ambos conceptos. En un primer momento se puede hablar de que el Prncipe en determinadas circunstancias puede aparentar la posesin de unas virtudes que no posee, mientras
que en otros momentos es posible que engae, que falte a la palabra dada.
Desde la ptica de los tericos polticos de la poca, la primera podr califi-
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Simulacin y Disimulacin
Actas
carse como disimulacin, mientras que la segunda hay que entenderla como
simulacin2.
Si arrancamos en nuestro anlisis de Maquiavelo, parece innegable
que sus planteamientos tericos desarrollados en Il Principe defienden la
posibilidad de la simulacin, que por otra parte fue muy tenida en cuenta por
buena parte de los polticos que se convirtieron en sus seguidores. Esta forma
de comportamiento es indudable que pona muy en duda la posible conexin
entre la esencia de la poltica y la moral. Contra los polticos es contra los que
se van a dirigir buena parte de las crticas del antimaquiavelismo, al hacer a
stos los autnticos representantes del maquiavelismo.
En un momento en el que la religin catlica ocupaba lugar de privilegio en toda la vida poltica y civil, tal afirmacin poda resultar extremadamente contradictoria con los preceptos de esta religin. Pero Maquiavelo,
observador emprico y directo de la poltica cotidiana, se cuestiona si los que
representan a dicha Iglesia cumplen a rajatabla las normas que predican, o se
van a convertir en heraldos o modelos de la simulacin.
Hay tambin que dejar bien sentado que durante los siglos siguientes
la vida y obra del florentino fueron atacadas y denostadas, en buena forma
partiendo de esta idea primordial. Su obra haba sido la encarnacin del mal,
en cuanto haba cercenado y acabado con los principios de la moral y de la
religin cristianas. En este mbito se pueden situar en la crtica contempornea dos autores que caracterizan emblemticamente a los detractores y a los
defensores de Maquiavelo.
En primer lugar se puede hablar de Leo Strauss, que considera a
Maquiavelo como la encarnacin del mal por varios motivos. Entre ellos, y
de forma primera, la imposibilidad de hablar de una filosofa poltica que
tuviera aspiraciones de trascendentalidad, ya que no sostena la existencia
posible de un sistema basado en un Principio o Idea, sino que caba una
notable multiplicidad valorativa, consecuencia de una poltica fruto de la
observacin directa de la realidad. Pero adems, segn Strauss, Maquiavelo
haba roto todas las posibles relaciones de la Poltica para con la Moral y la
Religin.
Las crticas straussianas continuaban en una lnea que viene de muy
antiguo, especialmente de la Contrarreforma, pero a ello hay que aadir una
perspectiva que en buena forma pone en duda, o en cierta forma invierte, sus
planteamientos y crticas a Maquiavelo. Leo Strauss, en su Persecution and
2
14
DE
COVARRUBIAS,
the Art of Writing, por otra parte una de sus obras ms bellas, defiende que la
filosofa ha sido siempre mala compaera para la poltica, ya que se ha convertido habitualmente en molesto testigo contra ella, por lo que el poltico ha
intentado marginar o criticar al filsofo. Debido a estas circunstancias los
filsofos han debido ocultarse, escribir entre lneas, en una palabra: disimu lar. Slo estos rasgos en la obra del filsofo harn factible que pueda llevar
adelante su obra.
Todos estos elementos en el pensamiento straussiano parecen poner
de manifiesto la diferencia entre la disimulacin, que incluso puede resultar
necesaria al filsofo para realizar una determinada labor, y la simulacin, que
aparece como la forma peculiar de faltar a los valores propios de la moral.
Obsrvese cmo el planteamiento que Strauss defiende como estrategia en el
filsofo lo va a condenar de manera radical en el planteamiento maquiaveliano respecto al poltico.
Por otra parte, resulta bien conocido cmo en los ltimos veinte
aos, y especialmente de la mano de Isaiah Berlin, se ha producido una cierta rehabilitacin del pensamiento de Maquiavelo, ya que parti de la idea de
que en su pensamiento es posible diferenciar dos claros niveles de moralidad:
la pblica y la privada. Por otra parte intent destacar que no es posible afirmar que en Maquiavelo no exista la moral, o que sta est subordinada o
esclavizada a la poltica.
Respecto al segundo punto, la idea de carencia de moralidad, Berlin
insiste en que lo que no hay en Maquiavelo es una moral de caractersticas
propias de la moral cristiana, ello es fija, inalterable y subordinada a un
Principio superior y nico. La moral en Maquiavelo es cambiante, histrica
y depende de las circunstancias. Es por ello una moralidad a la que puede
calificarse como de situacin. Pero de esta afirmacin a pensar que en el pensamiento maquiaveliano no hay moral hay un largo trecho, ya que la ausencia de moral se ha subrayado en muchas ocasiones de manera interesada para
ennegrecer la imagen del florentino.
Por lo que se refiere a la separacin entre una moral pblica y otra
privada, resulta obvio que para Maquiavelo resultaba posible la convivencia,
de forma clara, de dos diferentes morales, sin que tengan forzosamente o que
mezclarse o que ser una. Era obvio que alguien poda tener su moral para el
mbito ntimo, en el que la religin ocupaba lugar de privilegio, y a su vez
poda tener otra diferente en el mbito de vida pblica. Con ello lo que se
buscaba era obviar la necesaria dependencia de la poltica, con su correspondiente moral, respecto de la moral, a la que Maquiavelo haba llevado al
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Simulacin y Disimulacin
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Actas
che del estado hace religin, otra che de la religin hace estado; una enseada de los polticos y fundada en vana prudencia y en humanos y ruines
medios, otra enseada de Dios, che estriba en el mismo Dios y en los medios
que l, con su paternal providencia, descubre a los prncipes y les da fuerzas
para usar bien de ellos, como Seor de todos los Estados 3.
Nos encontramos, por tanto, no con la renuncia a la razn de Estado,
sino con una defensa de sta en la que el prncipe debe perseguir el sumo bien
conforme a los mandatos de la razn natural, obviando todos los posibles
obstculos que puedan ser puestos por los vicios o por las pasiones. Estamos
ante la idea de que el prncipe debe seguir los preceptos de las normas contenidas en la ley eterna y la ley natural.
La obra del borgon Claudio Clemente, cuando el Franco Condado
de Borgoa perteneca a la Corona espaola, que lleva por ttulo El maquia velismo degollado, ya en el ttulo est poniendo de manifiesto lo que acabamos de referir, y no slo sobre la obra del florentino, sino sobre todo respecto al desarrollo terico posterior de esta corriente de pensamiento, y su
correspondiente puesta en prctica por los polticos, debe considerarse muy
representativa de la perversidad implcita en el maquiavelismo de stos.
En primer lugar, hay que subrayar que la pretensin de Maquiavelo
de que se produzca una separacin de moral y poltica, o mejor que la poltica no est subordinada a la moral, es lo que quiebra en la teora de estos autores. La aspiracin de establecer una ciencia poltica por parte de
Maquiavelo, lo que supona en palabras de Strauss el primer gran ataque a la
filosofa poltica clsica, encontr una gran resistencia en el pensamiento
poltico del Barroco espaol.
Como punto de arranque, hay que destacar que nos hallamos ante
una perspectiva de tono moralista, pero que a su vez se encuentra con una
situacin de hecho en la que la razn de Estado ha de jugar papel preeminente. Esta ltima circunstancia produce que se haga imprescindible una fundamentacin terica en la que los conceptos de simulacin y disimulacin
van a tener papeles protagonistas.
Es lugar en cierta forma aceptado que el primer autor que utiliza en
la modernidad y con profundo pleno sentido el concepto de razn de Estado
es Monseor Giovanni della Casa en sus discursos ante el emperador Carlos
V. Fue Monseor della Casa el primero en utilizar este concepto con pleno
sentido en los discursos a Carlos V, donde se pueden apreciar algunos rasgos
de los que venimos hablando desde el comienzo. Es un miembro de la Iglesia
3
PEDRO DE RIVADENEIRA, Prncipe Cristiano, I, V, Biblioteca de Autores Espaoles, Madrid, 1868, p. 456.
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Simulacin y Disimulacin
Actas
J.A. MARAVALL, Teora del Estado en Espaa en el siglo XVII, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1997, p. 376.
5
Ibid., pp. 376-378.
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J.A. FERNNDEZ-SANTAMARA, Simulacin y disimulacin. El problema de la duplicidad en el pensamiento poltico espaol del barroco, en Boletn de la Real Academia de la Historia, Madrid, Tomo
CLXXVII, Cuaderno 1, 1980. pp. 741-767. Cita a la p. 743.
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Actas
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Simulacin y Disimulacin
no slo ha de conocer las leyes, sino asimismo toda una serie de saberes que
favorezcan la buena marcha y el bienestar de los ciudadanos. Como subraya
Michel Senellart, se est produciendo un notable giro respecto de la perspectiva maquiavlica, ya que, donde en el planteamiento de ste la cuestin es:
qu debe hacer el prncipe?, en el pensamiento de Botero es: qu debe
saber el prncipe?8.
Asimismo hay que destacar que para Botero la meta principal de la
razn de Estado es lograr que se mantenga la paz en la convivencia poltica,
ya que en buena manera la idea Estado es la anttesis del movimiento, y para
ello ste debe luchar contra todas las causas internas y externas que pueden
intentar y lograr la alteracin de la pacfica convivencia.
Pero, aparte de ello, y esto hay que enfatizarlo, en la posicin de
Botero se produce otro cambio notable, ya que donde antes se haba buscado
el vivir bien dentro de la comunidad poltica correspondiente, ahora a lo que
se aspira es al bienestar. Este cambio es consecuencia de una visin que
podemos denominar mercantilista de la razn de Estado.
Para Botero es claro que las circunstancias econmicas y de bienestar ciudadano ocupan un lugar de privilegio dentro de su teora, por lo que
aparte de conseguir el mantenimiento de la paz en base a estos planteamientos, ello supone una clara inversin de la perspectiva maquiaveliana, ya que.
donde l sita la necesidad como eje, adems va a introducir la idea de inters, con lo que est abriendo el camino a toda la corriente mercantilista en la
interpretacin del Estado, que desde l va a desarrollarse hasta nuestros das
con fuerza creciente. Se puede decir que donde Maquiavelo haba visto en la
necessit el eje de una poltica que puede considerarse heroico-decisionista,
uniendo dos interpretaciones cannicas de su pensamiento, en la perspectiva
de Botero el papel preponderante del inters hace que el resultado derivado
de l sea una poltica basada en el clculo y en la eleccin de las posibles consecuencias. Puede decirse, y con mucha razn, que, mientras en la visin de
la razn de Estado maquiaveliana prima de manera prioritaria la virtud, en
Botero nos hallamos ante una perspectiva de la razn de Estado en la que preponderante es el inters y el comercio.
Por todo ello, se puede afirmar que los grandes conceptos de simu lacin y disimulacin tienen papel importante que jugar en el mbito de las
posibles diferencias entre la visin maquiaveliana y contrarreformista de la
poltica, mientras que en la visin boteriana de la razn de Estado el lugar a
cumplir por ambos sera diferente al haber entrado en escena el concepto de
inters.
8
Actas
Ello no quiere decir que su papel desaparezca, sino que muta, al ser
radicalmente diferente el escenario teatral, ya que, donde antes podamos
apreciar a hroes o santos como grandes protagonistas del drama, ahora
vamos a concederle el papel a administradores, pero que asimismo han de
ocuparse de representar su papel de la mejor forma posible, ya sea simulan do o disimulando, o ambas cosas a la vez, o primando una sobre la otra, todo
ello dependiendo de la moral dominante en cada momento, y sin olvidar que
se estaba preparando el camino para el surgimiento del gran dios mortal, del
Estado-Leviathan, en el que la simulacin va a ser el gran artificio terico, o
cientfico si se prefiere, en el que ste se va a sustentar.
MICHEL SENELLART, Machiavlisme et raison dEtat, Presses Univesitaires de France, Paris, 1989 p. 57.
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Actas
SIMULACIN Y DISIMULACIN
EN LES LIAISONS DANGEREUSES DE LACLOS
DELIA GAMBELLI
(UNIVERSIDAD DE ROMA LA SAPIENZA)
Simulacin y Disimulacin
nicin de Giovanni Macchia: Quedan dos tipos de moralistas []: el moralista prctico, cuya ciencia tiene como objetivo defenderse o conquistar el
mundo en el que vive [] y el moralista puro []. El medio expresivo del
primero es el precepto; pero el medio expresivo del segundo es la reflexin1.
De hecho, el comportamiento de los libertinos de Laclos est impregnado de
la intencin de preceptuar, hacer proslitos y dictar leyes y reglas.
Me parece, sin duda, innegable que tanto la Marquise de Merteuil
modelo, sorprendentemente femenino, de libertinaje como Valmont, libertino arrepentido sin saberlo, muestren, si bien alteradas, las cualidades tpicas
de los moralistas que en Espaa, en Italia y en Francia orientaron y sostuvieron la cultura entre los siglos XVI y XVII. Claro que, desde este punto de
vista, los dos personajes son epgonos caracterizados por la restriccin de los
objetivos, sea en lo social (su agudeza est destinada a un uso exclusivo de
tipo personal, adems de perverso), sea en lo poltico (ya no estn en juego
conquistas de poder ni control de prncipes y cortesanos, sino slo triunfos
mundanos). Pero tampoco su capacidad de anlisis, as como su habilidad para
sacar reglas, programas y sistemas provechosos de la observacin del teatro
del mundo, tienen nada que envidiar a los moralistas clsicos. La denominacin de moralistas procede tambin de otro legado recogido por ellos: me
refiero al Dom Juan de Molire. Al igual que este personaje, entregado aparentemente a la conquista de la libertad en el amor y al gusto discreto de la
inconstancia, los dos libertinos de Laclos, al poner en marcha sus planes,
denuncian y desenmascaran la fragilidad, o mejor dicho la inconsistencia, de
la moral ajena. Por otra parte, el modelo molieriano, implcitamente evocado
por ejemplo en la escena de la limosna, objeto de dos rcits contrapuestos, es
evocado de forma secreta e indirecta en el ncipit mismo de la novela, donde
la referencia a Molire asume la forma de un muy evidente repunte, aunque
hasta entonces inobservado, del tema conductor de la primera obra que lo hizo
famoso y que, sobre todo, lo concienci de sus propias capacidades: LEcole
des femmes (1662). De este modelo los libertinos de Les liaisons dangereuses
copian precisamente la tendencia a sacar a la luz la debilidad de la moral del
tiempo (el sistema tico de referencia de las vctimas de turno). Y si el Dom
Juan se cierra efectivamente con un ataque despiadado (una verdadera batalla
campal) contra la hipocresa lacra social por excelencia, las tramas de Les
liaisons dangereuses desde sus primeras pginas ponen en guardia contra los
peligros del conformismo, y durante todo el desarrollo de la novela condenan
tcitamente la debilidad moral de los personajes tradicionales.
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Actas
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Simulacin y Disimulacin
Para esta propuesta interpretativa y sobre todo para la bibliografa reciente sobre la novela remito, como
ltima referencia bibliogrfica, a D. GAMBELLI, Progetti segreti e trame annunciate nelle Liaisons dange reuses di Laclos, in Aspetti del romanzo francese. Studi in onore di Massimo Colesanti, a cargo de F.
Giacone y A. M. Scaiola, Bulzoni, Roma, 1996, pp. 117-136. Y recomiendo especialmente P.-A.
CHODERLOS DE LACLOS, Les Liaisons dangereuses, par Michel Delon, PUF, Paris, 19923; as como aconsejo el recientsimo (2002) y esclarecedor Prface de MICHEL DELON a su edicin de la novela en Le Livre
de Poche.
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Actas
Desde una posicin de desconocimiento de s misma y de sus movimientos interiores, hasta tal punto de que confunde su naciente pasin hacia
Valmont con el loable deseo de convertirlo, Madame de Tourvel pasa en algunas semanas de la disimulacin involuntaria e inconsciente de sus sentimientos a una disimulacin perfectamente lcida e incluso abochornada. Hasta
que, entre la tercera y la cuarta parte de la novela, frente a la fingida conversin de Valmont, descompuesta por el dolor de la separacin y la afliccin de
que su pretendiente realmente haya renunciado a ella, se entrega a las pasiones. Pero al da siguiente, contra toda previsin, tanto Valmont como Merteuil,
en lugar de arrepentirse, de sentirse culpables de sufrir los vaivenes del deseo
y de la pasin, aceptan totalmente su nueva condicin y la adltera se da completamente a sus pasiones, asumiendo sin recelos la responsabilidad de su
decisin, y optando por la transparencia y el final de toda disimulacin, al
menos consigo misma y con su amante, adems de con su confidente.
Confidente que ha sido bien elegida, ya que Madame de Rosemonde ta de
Valmont y destinataria final y poseedora de la coleccin epistolar se muestra
como la lectora ms discreta y perspicaz de toda la novela (tambin en esto
Madame de Tourvel marca una superioridad sobre Merteuil que, como se
observa en la historia, elige a sus confidentes cada vez menos juiciosamente).
En suma, como ya he sealado en una ocasin precedente, Madame
de Tourvel consigue, con el pasar del tiempo, paralelamente a un conocimiento de s misma y a la capacidad de interpretar los signos, un cierto control de las tramas atestiguado y prefigurado por su habilidad innata en la
correspondencia epistolar (habilidad, por otra parte, sealada enseguida por
la marquesa, que distingue inmediatamente una frustracin del seductor en el
paso impuesto por las reacciones de la virtuosa casada al cortejo escrito,
tambin y sobre todo porque, como magnfica experta de todos los gneros
escritos, constata que en el estilo epistolar la ingenua novia es mejor que
Valmont): [] elle vous bat dans sa lettre (XXXIII, 67)3.
Mientras el fracaso de Valmont est marcado por su impotencia en el
campo donde hasta entonces era y se crea imbatible (acostumbrado a dictar
cartas a otros remitentes, acabar por escribir bajo la dictadura de la carta que
para l tiene ms valor; inimitable estratega de la entrega a domicilio, no
lograr entregar su ltima y decisiva misiva), y mientras Merteuil acaba perdiendo la fluidez natural de su escritura (ntese el billete totalmente privado tanto de disimulos como de estrategias diplomticas enviado a Valmont),
3
LACLOS, uvres compltes, d. L. Versini, Gallimard (Bibliothque de la Pliade), Paris, 1979. sta es
la edicin a la que remiten las citas sucesivas. Los nmeros romanos indicados entre parntesis se refieren ala numeracin de la carta; los rabes a la pgina de la edicin.
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Actas
INTRODUCCIN
La perspectiva que adoptamos como punto de partida es que el pensamiento de Maquiavelo y el de Saavedra Fajardo forman parte de las fuentes para la comprensin de la realidad poltica que es (o fue) la Europa
Moderna. Las relaciones entre el florentino y Saavedra son complementarias
a partir de una experiencia poltica y diplomtica comunes, aunque dadas en
distintas pocas y distintos contextos. Ambos desempean importantes actividades diplomticas para sus respectivos gobiernos, y desde esta posicin
participan de una comprensin de la poltica que dara lugar a su vez a reflexiones tericas constitutivas de una forma de hacer y ejercer la poltica en
Europa y para Europa. Forma sobre la cual se levantar la modernidad de
Europa.
Sin embargo, a partir de los ltimos acontecimientos ocurridos en el
mundo el propio concepto o idea de Europa, tal como se ha entendido tradicionalmente, ha dejado de tener sentido.
En este nuevo contexto qu significa Europa?, puede sta seguir
siendo fiel a sus orgenes, a su idea vital fundacional?
La Europa que se funda en Maquiavelo y Saavedra habra muerto.
1. APROXIMACIN
JORNADAS,
Queremos resaltar, a fuerza de reiterarnos en ello, el carcter moderno de la Europa emergente a partir
de Westfalia, modernidad que se manifiesta no tanto en el plano constitutivo geogrfico, al que todava
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Simulacin y Disimulacin
dividida a partir de un contexto histrico que, para desarrollarse, pide disimular las intenciones porque ignora hacia dnde se dirige y simular las acciones porque sabe lo que quiere. Los trminos remiten, por tanto, a los planos
de la accin y del conocimiento dentro del mbito de lo poltico.
Vamos a destacar, tan slo, algunas significaciones, casi siempre
convergentes en las dos lenguas y en las que se manifiesta lo afirmado. As
tenemos:
- Arte con que se oculta lo que se siente o se sabe, se sospecha o se
hace.
- Capacit di nascondere il propio pensiero, le propie intenzione e
sim. SIN. Finzione, mascheramento.
En espaol se recoge una significacin de la palabra especialmente
apropiada para caracterizar las circunstancias histricas en las que escribir
Saavedra: Ocultar, encubrir algo que se siente y padece (la pobreza, el ham bre, la miseria...). Repsese la produccin literaria de la poca desde El
Buscn de Quevedo al Guzmn de Alfarache de Mateo Alemn, por no citar
las grandes simulaciones que son El Quijote o La vida es sueo.
En definitiva, se trata de disfrazar u ocultar una realidad para que
parezca distinta de lo que es, o como se acepta en italiano: Finzione che fa
apparire ci che in realt non .
En ambas lenguas por tanto, y de forma ms elaborada los conceptos remiten a una definicin que subraya el carcter de reproduccin instrumental de un proceso natural o de una situacin compleja, en la que la realidad se disuelve como sombra, como espectro, como ficcin, y en la que los
actores obran, se suele decir, de forma mentirosa, impostora, fingida.
Mencionar por ltimo dos significados, tambin comunes, que proceden o estn relacionados con el mbito de la actividad militar.
1. Accin de guerra, fingida.
2. Dispositivo, o complesso di dispositivi, che riproducono partico lari condizioni di funzionamento e di ambiente per laddestramento di...
2. EL PROBLEMA
El problema es el del (des)encuentro de dos realidades en unas condiciones histricas exclusivas que van a originar la Europa Moderna: La
le quedaba pasar por diversos y difciles avatares, sino ms bien en aquellos en los que se plasmar lo ideolgico-poltico, econmico, cultural y religioso. Al respecto no hay que olvidar, dentro del peculiar sentido que tiene la obra y que se esclarece a la luz de los elementos generales del pensamiento de Saavedra
que se vern a continuacin, que el autor que nos ocupa escribir Locuras de Europa, obrita de marcada
finalidad poltica, en donde reflexiona sobre la situacin de este continente durante su tiempo.
Reflexiones que, ledas hoy, ms parecen tener un fuerte carcter prospectivo que analtico.
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Actas
cuestin de la razn de Estado como intento de solucin al conflicto, desgarrador y punzante en sus orgenes, entre el mbito de lo moral y lo poltico. Ello supone enfrentar dos realidades histricas: la conciencia moral cristiana ortodoxamente establecida, por una parte, y, de otra, la ruptura poltica
de Europa y los cambios internos de las unidades polticas producidos por la
nueva estructura social y econmica que representa la constitucin del
Estado moderno.
Con esto se relaciona el problema, que tanto va a preocupar, de la
simulacin, el fraude y la mentira en el comportamiento poltico del prncipe, pues ste constituye durante los siglos XVI y XVII la primera realidad
con que hay que contar en el campo de lo poltico: es el alma del gobierno y
el corazn del reino. La encarnacin del Estado.
Hasta ahora al prncipe se le exiga actuar ejemplarmente. Pero desde
el Renacimiento el tema haba ido adquiriendo una perspectiva distinta: ante
la constitucin de una nueva realidad poltica, como es lo Stato, el arte del
gobierno ya no pasa por el desarrollo de unas conductas que deben servir de
ejemplo moral y humano sino por la planificacin estratgica de unos medios
que realicen el fin propio del Estado. Planificacin basada en el clculo y la
tcnica que exige un nuevo modo de gobernar y que viene encarnado por el
Prncipe de Maquiavelo y su razn de Estado.
En su despliegue, el problema de la razn de Estado tiene dos
aspectos: uno, es el de las relaciones recprocas entre la religin y la poltica;
otro, el de si existe un campo de actuacin de virtudes especficamente polticas: lo que Maquiavelo llamara la virt y con el que se crea un mbito propio del obrar poltico que lo separa de la normatividad tica tradicional2.
El clima de la poltica europea desde el Renacimiento presenta en alto
grado un carcter turbio y proceloso, de intrigas y falsedades, como efecto de
la emulacin en un mundo que se ha acostumbrado a no tener, tal vez por
no necesitar, demasiados escrpulos. Un mundo que exige cambios desde la
experiencia histrica de una nueva clase emergente, caracterizada por fuerzas
individualistas conscientes de su poder y aspiraciones. Cautela para no ser
engaado es la actitud fundamental que tiene que adoptar el poltico europeo
desde el Renacimiento. Debe ser precavido, cauto, previsor y recatado. stas
son las nuevas circunstancia histricas que Saavedra expone as: La poltica
de estos tiempos presupone la malicia y el engao en todo y se arma contra
l de otros mayores, sin respeto a la religin, a la justicia, a la fe pblica3.
2
Separacin de la normatividad tica de difcil aceptacin por parte de Saavedra y que, no obstante, le
lleva a distinguir un doble plano de virtudes morales y virtudes civiles.
3
Empresa LXVII.
35
Simulacin y Disimulacin
36
Actas
te la mentira, sino a la equivocacin espontnea en el nimo del otro. La verdadera razn de Estado ser aquella que armonice el afn de los prncipes
con la teologa, frente a la falsa y aparente, engaosa y diablica. La razn
de Estado y su sombra. En definitiva: para la tradicin espaola, dos concepciones de la razn de Estado.
3. SAAVEDRA FAJARDO (1584-1648)
Al igual que de Maquiavelo, hay muchas posibles lecturas de
Saavedra, uno de los grandes ingenios espaoles en un siglo fecundo en
ellos. Pensador en tiempos difciles, su obra est cruzada de ideas que guardan difcil equilibrio, unas por su vetusto carcter perenne afianzado en
siglos de tradicin, otras por la fuerza primaria arraigada en las inquietudes
que responden al da a da de la poca, al momento, y que l tan bien llega
a conocer4.
Su vida est marcada por la actividad de lo que hoy llamaramos un
alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores. Fue, sin duda, el ms
importante diplomtico espaol, pues saba italiano, francs, alemn, y algo,
poco, de sueco, adems de espaol5, en la Europa que precedi inmediatamente a Westfalia. Verdadero peregrino, en varias de sus acepciones, por las
Cortes de Europa, donde debe negociar finalidades polticas prcticas seculares desde el convencimiento de una fe que se resiste a perder su carcter
universal y verdadero en exclusividad. Asiste en Ratisbona a la eleccin de
Fernando III como rey de los Romanos; est presente en la Dieta General del
4
Las causas de esas incoherencias y contradicciones algunos autores las ven en la diversidad de fuentes y
lecturas del Diplomtico, al que le faltara un criterio propio arraigado para organizar y sistematizar sus
reflexiones, quedndose sus especulaciones en el mero nivel de opiniones frente al pretendido carcter de
doctrina, pese a su complejidad ideolgica. Es el caso de C. Silio, que le acusa de apresurar la cura de
los vicios; aconseja el fingimiento para ganar los nimos y el aplauso del pueblo, con la simulacin de
amar o aborrecer lo que l ame o aborrezca; encarga al Prncipe que se desvele en sembrar la discordia
entre las clases y categoras sociales y entre los ministros de su gobierno, e insiste en las ventajas que
reporta la disimulacin, aunque no se atreve a recomendar abiertamente la mentira (C. SILIO, Maquiavelo
y su tiempo, Espasa-Calpe, Madrid, 1946, pp. 127-128).
Por su parte, J.L. Abelln resuelve ese mismo carcter complejo y al mismo tiempo amalgamado de la obra de Saavedra en el tacitismo de la poca en cuanto supone el reconocimiento de la poltica como una esfera autnoma con sus propios medios y tcnicas pero intentando compatibilizarlos con la
moral cristiana, desde la que se alumbra la afirmacin del prncipe poltico-cristiano. Apelando a la autoridad de A. Joucle, comenta Abelln que la obra de Tcito ejerce una influencia permanente pudindose hablar de transubstanciacin que convierte un hipotetizado plagio en una profunda identificacin
personal e ideolgica, siendo esto lo que le da su carcter original fundado en una fraternidad.
Concluyendo: el carcter enormemente rico, coherente y con una doctrina slidamente fundada del pensamiento de Saavedra (J.L. ABELLN, Historia crtica del pensamiento espaol. Del Barroco a la
Ilustracin (Siglos XVII y XVIII), Espasa-Calpe, Madrid, 1981, T. 3, pp. 84-85.
5
E. TIERNO GALVN, Antologa de escritores polticos del siglo de Oro, Ed. Taurus, Madrid, 1966, p. 18.
37
Simulacin y Disimulacin
Ibidem.
38
Actas
Donde manifiesta desde el ttulo, en el que puede sustituirse representada por simulada, tres primeras simulaciones, pues, en realidad, la obra consta de 101 Empresas que van dirigidas, no al prncipe cristiano, sino al poltico-cristiano.
8
Para V. Garca de Diego no es una obra propiamente sistemtica de poltica, sino principalmente de
moral histrica (Prlogo, p. XXXIX). Sin embargo, J.L. Abelln, refirindose a las Empresas, lo reconoce como un tratado poltico que obedece a una estructura interna muy coherente y de acuerdo a un plan
temtico (Historia crtica del pensamiento espaol. Del Barroco a la Ilustracin, cit., p. 80).
39
Simulacin y Disimulacin
Actas
saber: saber y praxis, conjuntamente; un saber para la vida, como un ars viven d i. La filosofa de Saavedra se expresa en forma arbitraria, verdadero sello
diplomtico, a partir de las fuentes en que bebe, que son la Poltica, el Derecho,
la Literatura y la Historia, de donde lo que ms inters le produce siempre es
esencialmente la sustancia humana que alienta su quehacer y estudio.
Conviene sealar, ante todo, las fuentes sobre las que Saavedra
levanta su posicin, de las que emana su pensamiento. Primero, las explcitamente reconocidas: Las Sagradas Escrituras, ante todo; Platn y
Aristteles, Sneca y Tcito, usados con fruicin; y Tito Livio, adems de la
tradicin medieval espaola, desde Alfonso X a Mariana. En segundo trmino, su propia y muy amplia experiencia poltica y diplomtica, que le llevaba a veces a pensar, o quizs ms bien a simular, que sus obras se deban tan
slo a sus propias vivencias poltico-diplomticas. Y, por ltimo, las fuentes
no citadas por Saavedra. Excepto Maquiavelo, que aparece en el texto pero
no en las notas, no menciona jams la extensa y prolija, a veces, literatura
moral y poltica de su tiempo en donde acusa que obra ms el entendimiento especulativo que el prctico (Empresa XXX).
En resumen, el bblico, clsico antiguo, tanto griego como principalmente latino, el medieval e histrico encuentran confirmacin armnica en
un nuevo y peculiar concepto que, a pesar de su aparente carcter localista,
tiene voluntad de proyeccin imperial, es decir universal: el concepto de his panidad. Concepto que remite a un sentimiento patritico capaz de afirmar
apasionadamente las virtudes nacionales y criticar amargamente los defectos
que envolvan a la monarqua de su tiempo.
Abundan los textos de Saavedra en que se afirma su operante hispanidad con decisin, salvando el proceso colonizador de las supuestas atrocidades
cometidas en Amrica frente a los reales y crueles crmenes, las depredaciones
y la destruccin de las guerras religiosas de Europa, llegando por este camino
a otra dimensin profunda del pensamiento filosfico-poltico de nuestro autor,
es decir, su dimensin catlica, ntima e indisolublemente ligada a aqul.
Una actitud catlica, como afirmacin de lo humano en funcin de
lo divino. Ninguna de las empresas nacionales tiene explicacin sin la consideracin del elemento religioso: ni la unificacin visigtica, ni la reconquista cristianizante, ni la colonizacin americana, ni la estabilizacin del
Imperio en el centro de Europa.
La sntesis de elementos vitales que presidieron todas esas manifestaciones histricas es el ser de Espaa; y como principio esencial del ser de
la nacin espaola est la religin catlica.
Saavedra estaba convencido de que la religin catlica se identificaba con el genio de Espaa, es decir, con la misin histrica transcendente
encomendada por la Providencia, por eso rechazaba como perjudicial toda
discusin o diferencia de cultos, as como las libertades de perdicin que la
menosprecien o desacrediten. Tan slo en la catolicidad poda encontrar la
poltica espaola la plenitud de su grandeza.
La actitud senequista: Hijo de su tiempo, aunque rebelde, la tradicin incide sobre su obra y la conforma. As, iberismo, romanidad, estoicismo, cristianismo, son los cuatro elementos con que opera la personal creacin de Sneca.
Esta misma presencia y huella en la conformacin religiosa y moral
se transluce en la produccin de Saavedra, marcado tambin por el ambiente
general de la poca, de carcter estoicista, asumido por l desde la tradicin
espaola senequista, que antepone consideraciones morales a la accin poltica, y en la que la filosofa ensea a hacer, no a decir y que no puede tener
como fin ltimo sino ese bien querer cristiano.
La actitud eclctica: Viaj mucho, peregrin insistentemente por los
lugares de Europa y represent las ms importantes misiones, lo que le
impulsar a defender la libertad de ideas y el derecho constituido, obligatorio para todos los estamentos sociales, aunque sus ideas sobre este ltimo
extremo son bastante inseguras. Todos estos elementos conforman su marcado relativismo espiritual, al que ms bien hay que considerar tolerancia y
amplitud de criterio, no por ello ausente de energa y resolucin. Por eso, si
hay algo de personal en su obra dice Azorn9, espritu del autor, es la actitud crtica ante ciertos problemas, su deseo de conciliacin cuando se trata de
soluciones encontradas.
Su pacifismo, considerando el ambiente en el que estaba inserto, es
decidido (Empresa LXXXIII). En toda la obra de Saavedra aparecen frecuentemente los trminos de paz y concordia. Est convencido de que la guerra es una violencia opuesta a la razn, a la naturaleza y al fin del hombre. Si
bien algunas veces, en algunas circunstancias, los pueblos se ven en la necesidad de luchar por su propia esencia. Con ella la guerra se descompone
el orden y armona de la repblica, la religin se muda, la justicia se perturba, las leyes no se obedecen, la amistad y parentesco se confunden, las artes
se olvidan, la cultura se pierde, el comercio se retira, las ciudades se destruyen y los dominios se alteran (Empresa LXXIV).
40
41
Simulacin y Disimulacin
42
Actas
Cfr. Empresas, XV-XXI, XL-XLI, XLVII, IL, LXV, y LXXVIII. Tambin XCVI y, especialmente, IXC.
43
Simulacin y Disimulacin
Ya Ribadeneyra advierte, en su Tratado del Prncipe Cristiano, que la prudencia debe ser verdadera
prudencia y no aparente; cristiana y no poltica, virtud slida y no astucia engaosa (en Obras escogidas,
B.A.E., Madrid, 1910, t. 60, p. 552).
13
Cfr. F. AYALA, El pensamiento vivo de Saavedra Fajardo, Losada, Buenos Aires, 1945.
BIBLIOGRAFA.ABELLN, J.L.: Historia crtica del pensamiento espaol. Del Barroco a la Ilustracin (Siglos XVII y
XVIII), Espasa-Calpe, Madrid, 1981, T. 3.
ALONSO-FUEYO, S.: Saavedra Fajardo. El hombre y su Filosofa, Ed. Guerri, Valencia, 1949.
AYALA, F.: El pensamiento vivo de Saavedra Fajardo, Losada, Buenos Aires, 1945.
FRAGA IRIBARNE, M.: Don Diego de Saavedra y Fajardo y la diplomacia de su poca, C.E.C., Madrid, 1998.
FURIO CERIO, F.: El Concejo y Consejeros del Prncipe, Ed. Nacional, Madrid, 1978. Edicin preparada
por H. Mechoulan.
MARAVALL, J.A.: Saavedra Fajardo: moral acomodaticia y carcter conflictivo de la libertad, en Estudios
de historia del pensamiento espaol. Siglo XVII, Edic. de Cultura Hispnica, Madrid, 1975.
MURILLO FERROL, S.: Saavedra Fajardo y la poltica del Barroco, Ed. C.E.C., Madrid, 1957.
SAAVEDRA FAJARDO, D.: Idea de un Prncipe poltico-cristiano representada en cien empresas, Ed. EspasaCalpe, Madrid, 1958, IV volmenes.
SAAVEDRA FAJARDO, D.: Repblica Literaria, Ed. Libertarias-Prodhufi, Madrid, 1999.
44
Actas
Todo el que se aproxime a la lectura de una obra de pensamiento filosfico, para intentar interpretarla, estudiando en profundidad el momento histrico en que ha sido concebida, las razones que han movido al autor, debe tener
presente el aviso de Leo Strauss en 1941, cuando, empujado por la persecucin
totalitaria de aquellos aos contra la libertad, invitaba sobre todo a leer entre
lneas y entre pginas a todos aquellos autores que eran portadores sospechosos de una prudencia nicodemita: autores mal vistos por las autoridades
polticas y religiosas, temidos subversores del orden o escpticos o ateos, que
vivieron en pocas ms o menos oscuras e inciertas, ms o menos inaccesibles
al ejercicio del vicio del pensamiento o de aqul de las costumbres1.
Distinguiendo entre una dimensin exotrica y una esotrica de los
textos filosficos, Strauss invitaba a buscar con atencin en las pginas del
autor considerado su pensamiento autntico, rodeando los mecanismos de
disimulacin diseminados en el texto a modo de trampas para una censura
torpe o satisfecha con la mera apariencia, pero descifrables por inteligencias
agudas y afines; con otras palabras, invitaba a buscar una especie de texto
paralelo en los rincones menos evidentes del escrito, en aquellas cuatro o
cinco pginas que parece que el autor ha dejado ah casi con distraccin.
Adems, en algunos casos, una prueba evidente nos demuestra que el autor
ha expresado sus ideas sobre las cuestiones ms importantes solamente entre
las lneas de sus textos. Sin embargo, estos pasajes no aparecen, generalmente, en el prefacio ni en otras partes de la obra que se hallan bien visibles2.
1
LEO STRAUSS, Persecution and the Art of Writing, The Free Press, New York, 1952 (trad. it. Scrittura e
persecuzione, Marsilio, Venezia, 1990; en particular, el estudio homnimo Scrittura e persecuzione, pp.
20-34).
2
Ibid., p. 30.
45
Simulacin y Disimulacin
REN PINTARD, Le libertinage rudit dans la premire moiti du XVIIe sicle, Paris, 1943 (nueva edicin
Slatkine, Genve-Paris, 1983), obra sin duda superada, pero que conserva el mrito de haber definido y
circunscrito histricamente el tema y de ofrecer an al estudioso el examen de una amplia documentacin.
La bibliografa sobre el tema ha sido, desde entonces, muy vasta y articulada en el tiempo. Para una
reconstruccin de los aspectos ms eminentemente polticos y con particular referencia al rea de los estudios italianos, me permito reenviar a mi estudio Individualismo, assolutismo, libertinage rudit: uninterpretazione della modernit e della sua crisi, en Storica, 16, 2000, pp. 31-87.
4
Un interesante intento de reconstruir el archipilago de los temas intelectuales libertinos ha sido propuesto por FRANOISE CHARLES-DAUBERT, Le libertinage rudit: problmes de dfinition, en Libertinage
et philosophie au XVIIe sicle, 1, Publications de lUniversit de Saint-Etienne, Saint-Etienne, 1996, pp.
11-25.
46
Actas
poltica, con su pluma cortante y maliciosa, con la actitud corsaria que alterna veloces escapadas al corazn de las convicciones consolidadas ya sean
verdades filosficas u opiniones de sentido comn e improvistas y prudentes retiradas hacia argumentaciones ms tradicionales, con el sabor propio de
una erudicin clsica, ms que de la filosofa de los novatores. Con una actitud moral vuelta hacia el estoicismo y el epicuresmo, dirigido a representar
el control de s mismo por parte del sage junto a una moderacin consciente
de las pasiones ms que a una retranchement absolu, con una actitud intelectual que recurre al escepticismo clsico ms como instrumento de afirmacin de la propia libertad social y de pensamiento que como crtica de la llamada filosofa dogmtica, La Mothe le Vayer pone, en realidad, en el centro
de su reflexin, ms que la debilidad de la razn humana o la falta de fundamento de los conocimientos escolsticos, el tema que principalmente le toca
lo ms profundo: l mismo, l mismo y su papel en el mundo.
La ambivalencia, que atraviesa toda su vida, entre la venenosa aspereza de su crtica poltica al hombre que vive en sociedad y a las sociedades
humanas, a la vanidad y el vaco que enervan la vida, y la constante bsqueda personal de ocasiones para satisfacer su desmesurada ambicin personal
primero literato de confianza de Richelieu, despus preceptor del duque
dAnjou, hermano del futuro Rey Sol, y, en fin, responsable de la educacin
del propio Luis XIV, esta ambivalencia, deca, no debe leerse, en mi opinin, como una contradiccin, como un captulo, uno entre tantos, del eterno
debate sobre la coherencia entre pensamiento y vida del filsofo, sobre la
necesidad de que la actuacin moral confirme y convalide sus planteamientos tericos. De hecho, aqu nos encontramos en presencia de un comportamiento diverso, de frente a un esprit dniais, que reivindica su extraamiento social y su ciudadana mundial, y su pertenencia a la Rpublique des
lettres. Una ciudadana, sin embargo, que no se expresa tanto en un cosmopolitismo de matriz cnica, cuanto en una participacin social que se pretende al mismo tiempo privada de responsabilidad moral y poltica.
Veremos a continuacin que esta posicin intelectual y social es
mucho ms y algo diverso que un comportamiento personal caprichoso.
Volvamos al punto inicial, a la bsqueda a la Strauss de los rincones de una
obra en los que encontrar el pensamiento autntico de un filsofo sujeto al
control de las propias ideas, a la persecucin de las propias palabras. Porque
de esto se trata, sin duda, en la Francia y en la Europa del ndice y de la
Inquisicin, del proceso al poeta Thophile de Viau, del proceso y la muerte
en Tolosa del italiano Vanini. Los nueve Dialogues faits limitation des
47
Simulacin y Disimulacin
Quatre dialogues faits limitation des anciens par Orasius Tubero, Francfort, por Jean Sarius, 1605;
Cinq dialogues du mesme autheur, faits comme les prcedents limitation des anciens, Francfort, por
Jean Sarius, 1606. Segn la reconstruccin propuesta por Pintard, los nueve dilogos habran aparecido por
primera vez en dos volmenes diversos, los Quatre en 1630, y los Cinq en 1631 (R. PINTARD, La Mothe le
Vayer, Gassendi, Guy Patin. Etudes de bibliographie et de critique, Boivin, Paris, 1943, pp. 5-31).
6
Ibid., en particular pp. 20-28.
Actas
En la Lettre que precede la segunda parte de la obra, los Cinq dialo gues faits comme les prcdents limitation des anciens, la Mothe retorna
a este tema, con el mismo espritu de irnica disimulacin: Vous recevrez
avec ces Dialogues (tres-cher Aristenus) de puissantes marques de mon amiti, puis que lenvoy des premiers ayant eu plus de suitte que je mtois promis par la trop libre communication que vous en avez faitte, je ne laisse pas
de vous confier ceux-cy. Ce nest pas que je ne mapperoive assez que je
vay commettre une seconde faute que maura caus la premiere (comme un
abysme en attire un autre) et qui paroistra dautant plus irremissible. Mais
dune part je ne puis beaucoup apprehender les precipices o je suis port de
si bonne main, et dautre cost je prends toute asseurance de vous, qui me
promettez dapporter plus de precaution au governement de ces derniers9.
El escritor libertino subraya aqu un doble distanciamiento entre l y
el mundo: temporal (amice verba mea saeculum desiderant) y espacial (all
donde define sus dilogos como ms aptos para permanecer en la oscuridad
de un estudio amigo, all donde invita a su interlocutor a observar le silence, ou du moins le secret de nos particulieres conferences10. Sobre esto volver un poco ms tarde.
Pero hay algo del perfil intelectual de este escritor heterodoxo, La
Mothe Le Vayer, de una cultura, la libertina, de una poca, la primera mitad,
con mayor precisin los aos que transcurren entre los Veinte y los Cuarenta
del siglo XVII, dominados por la fortuna de Richelieu y por su poltica absolutista, hay algo, deca, que no podemos comprender por completo sin realizar un rpido salto en el tiempo y una confrontacin brevsima. Con aquel
autor, Michel de Montaigne, que es sin duda uno de los padres reconocidos
y ms evidentes de esta cultura, pero que al mismo tiempo es, sin embargo,
tan lejano de esta cultura y de este siglo. Leamos su dedicatoria Au lecteur,
esencial y ravissante, que introduce los Essais: Cest icy un livre de bonne
foy, lecteur. Il tadvertit ds lentre, que je ne me suis propos aucune fin,
que domestique et prive. Je ny ay eu nulle consideration de ton service, ny
de ma gloire. Mes forces ne sont pas capables dun tel dessein. Je lay vou
la commodit particuliere de mes parens et amis: ce que mayant perdu
(ce quils ont faire bien tost) ils y puissent retrouver aucuns traits de mes
conditions et humeurs, et que par ce moyen ils nourrissent plus entiere et plus
vifve la connoissance quils ont eu de moy. Si ceust est pour rechercher la
faveur du monde, je me fusse mieux par et me presenterois en une marche
Cito, para simplificar, la edicin de los nueve Dialogues faits limitation des anciens, Fayard, Paris,
1988, p. 12.
8
Ibid., p. 11.
48
Ibid., p. 199.
10
Ibid., p. 12.
49
Simulacin y Disimulacin
12
50
Actas
artificialmente a tal fin en este papel. Lo que querra subrayar aqu, ms bien,
es que, si bien son iguales o afines en las dos obras los temas tratados y si bien
es La Mothe en primera persona, como Montaigne en los E s s a i s, el que habla
en los nueve dialogues, an disimulado bajo pseudnimos, su modo de aproximarse al lector es, en realidad, distinto al de Montaigne, y diferente es la
construccin subjetiva del discurso. Porque La Mothe no es la materia de sus
dialogues, como sin embargo afirma Montaigne de s mismo en sus E s s a i s.
En la lectura introspectiva que caracteriza el punto de vista antropolgico de la filosofa de ambos, en la relacin yo-mundo que les mueve y, en
este sentido, en el comn punto de vista subjetivo crtico que somete cada
cosa a juicio, el pasaje temporal de Montaigne a La Mothe le Vayer ha producido, sin embargo, un distanciamiento: as, en el segundo caso, el autor se
interpone, de hecho, entre el yo y el mundo y, como un espejo giratorio, les
impide reflejarse directamente a uno en el otro. Como un espejo giratorio el
autor media en esta relacin, confunde los puntos de observacin y las imgenes que se reflejan. De este modo, el juego del disimulo esconde a la vez
que muestra, revela a la vez que finge.
El punto principal en el que esta diferencia entre los dos escritores,
sutil pero evidente, es perceptible en toda su amplitud, es el tema de la soli tude, de la fuite du monde, de la retraite del hombre, del sabio, en la propia
arrire-boutique, por usar una expresin cara a Montaigne, eje que sostiene
la reflexin de ambos. Como subraya Montaigne en el captulo especfico
sobre este tema, no se trata de la clsica distincin entre vida contemplativa
y vida activa, entre el otium y el negotium latinos. El hombre capaz de sustraerse a las lisonjas y a los condicionamientos de la convivencia humana,
escribe Montaigne, debe buscarse a s mismo en este espacio privado, en este
lugar de la consciencia individual y de conversacin con uno mismo. Tema
de la cultura estoica, ste que Montaigne repropone en el corazn de las guerras de religin, como espacio de salvacin individual, como camino interior
personal que el hombre puede afrontar incluso permaneciendo en medio de
los dems, de la masa, pero mucho mejor an cerrndose en una retraite tambin fsica, en un retiro separado del mundo, lejos de las preocupaciones que
provienen del exterior.
Entre estas preocupaciones incluye tambin las que derivan de las
obligaciones de un cargo pblico. Que, sin embargo, Montaigne no excluye
de la propia vida, sino que tan slo hace menguar la importancia que han de
revestir en la experiencia humana de la vida, muestra las pasiones que la inspiran, pretende impedirles que obstaculicen la propia bsqueda personal de
51
Simulacin y Disimulacin
Actas
ANNA MARIA BATTISTA, Nuove riflessioni su Montaigne politico, en Silvia Rota Ghibaudi y Franco
Barcia (a cargo de), Studi in onore di Luigi Firpo, Franco Angeli, Milano, 1990, vol. I.
17
ROMAN SCHNUR, Individualismus und Absolutismus: zur politischen Theorie vor Thomas Hobbes (16001640), Duncker & Humblot, Berlin, 1963 (trad. it., Giuffr, Milano, 1979).
Cfr. PETER BURKE, The fabrication of Louis XIV, Yale University Press, New Haven, 1992 (trad. it. Il
Saggiatore, Milano, 1993).
19
GIOVANNI MACCHIA, Le vie del potere, introd. al Breviario dei politici secondo il Cardinale Mazzarino,
Rizzoli, Milano, 1981, en particular pp. XIV-XVII.
20
Cfr. SALVATORE SILVANO NIGRO, Usi della pazienza, introd. a TORQUATO ACCETTO, Della dissimulazio ne onesta, Einaudi, Torino, 1997, en particular pp. XIX-XXII.
52
53
15
16
Simulacin y Disimulacin
21
Petit trait sceptique sur cette commune faon de parler. Navoir pas le sens commun, en Oeuvres de
Franois de La Mothe le Vayer, M. Groell, Dresde, 1756-1759, t. V, II par., p. 195.
54
Actas
Cfr. PIERRE SCHOENTJES, Potique de lironie, ditions du Seuil, Paris, 2001, pp. 31-39.
55
Simulacin y Disimulacin
a raz de la imposibilidad de establecer la verdad, o ms bien a raz de la ausencia de verdad, sea cual sea. Schlegel, y junto con l toda la cultura moderna, va
ms all del plano tico (oposicin bien/mal) y epistmico (oposicin verdadero/falso) y reflexiona sobre la posibilidad esttica de la oblicuidad.
Para profundizar esa oblicuidad, conviene pasar de la esfera del comportamiento individual a la del poder. Es conocido el fragmento del Leviatn
(cap. 13) en el que Hobbes, elaborando el estado de naturaleza como un estado
de guerra, le confiere al fraude el rango de virtud cardinal. Un siglo antes,
Maquiavelo haba afirmado (cap. XVIII de El Prncipe) la necesidad del prncipe de recurrir al engao. Basta con estos dos ejemplos para entender que, en
Europa, se est elaborando una verdadera mitologa de la simulacin y la disimulacin, unida a cierta obsesin del control poltico3. Segn esta mitologa,
dirase que el prncipe es como un mago o un prestidigitador, puesto que produce una ilusin perfecta actuando en condiciones satisfactorias de credibilidad
y coordinando los gestos4. Al fin y al cabo, los tericos clsicos de la poltica
fomentaron la asimilacin entre prncipe y actor.
Durante la poca barroca, se reflexion sobre la relacin entre verdad
y fingimiento y sobre la posibilidad de un actor supre m o, es decir de una simulacin-disimulacin absoluta. La figura del actor, condenada a nivel moral
durante mucho tiempo, invade la escena poltica (Hobbes, Maquiavelo). Y tambin la esfera esttica, tal y como vamos a verlo.
Para introducir la cuestin esttica del actor como simulador, voy a
recurrir a una comedia. En el Anfitrin (1668), Molire propone un ejemplo
consecuente de comedia de simulacin de la identidad utilizando una temtica
presente en toda la tradicin teatral europea: de Plauto a Luis de Camoens, de
Rotrou a Dryden, de Kleist a Giraudoux.
A partir del mito de Plauto, Molire desarrolla una reflexin sobre la
dimensin de la teatralidad y del actor, tan patente en la sensibilidad barroca
europea. Profundizando la reflexin sobre la personalidad y sus fundamentos,
nos muestra la influencia de Descartes y le atribuye a la comedia un alcance casi
filosfico.
La trama es sencilla: Sosas va anunciarle a Alcmena la victoria de
Anfitrin sobre los habitantes de Telebe; se encuentra con Mercurio que, primero con la fuerza y luego con la razn, lo convence de dejar de ser s mismo;
entre tanto, Zeus abandona a Alcmena, y esta partida marca el final del primer
3
GIANNI CELATI, Finzioni occidentali: fabulazione, comicit e scrittura (1975), Einaudi, Torino, 2001, p.
74.
Vase Y VES DELAHAYE, Simulation et dissimulation, in La Ruse (Cause commune, 1977/1), UGE,
Paris, 10-18, pp. 55-74.
56
Actas
acto; el segundo acto es el que contiene la verdadera peripecia: Anfitrin vuelve a casa de improviso; intrigado por las palabras insensatas de Sosas, interroga a Alcmena; rien los dos esposos: Anfitrin, angustiado, sale a buscar un testigo que corrobore sus palabras; mientras tanto, vuelve Zeus; se encuentra con
una Alcmena enfurecida y amenaza con quitarse la vida (como si un dios
pudiera morir!) para obtener el perdn; aqu se termina el segundo acto; el tercer acto da lugar a una espectacular teofana que disipa los malentendidos.
El sistema de los personajes es lo que ms me interesa: Zeus, especie
de Don Juan divinizado, se transforma de repente en el dios de la metamorfosis; ste lleva la lgica de la simulacin hasta sus consecuencias extremas; la
Noche no entiende el porqu de sus disfraces, pero igual est invitada a participar en la empresa teatral que escogi; Mercurio, en cambio, lo admira por ser
actor (Prlogo, vv. 76-79); por su lado, Anfitrin y Alcmena no adoptan la
mistificacin y permanecen en la sinceridad: Anfitrin evita el ridculo porque
su sufrimiento de hombre y esposo engaado no puede no conmover al lector;
Alcmena no entiende la disociacin marido/amante que le propone Zeus y no
se da cuenta de que se est bromeando sobre su fidelidad de esposa.
Sosas, personaje en el que se concentra la originalidad y la comicidad
de Molire, simula desde el comienzo; dice ser testigo de la batalla, repasa su
papel antes de convertirse en embajador ante Alcmena (I, I, vv. 200-201), y
hasta goza con su recitacin (I, I, vv. 206-226: Bon !Beau dbut! [...] Bien
rpondu ![...] Fort bien! Belle conception ![...] Peste! O prend mon esprit toutes ces gentillesses?); su monlogo de apertura es extremadamente cmico; al
dar con el agresivo Mercurio, intenta l tambin parecer amenazador (I, II, vv.
305: Si je ne suis hardi, tchons de le paratre).
Con sus bastonazos, Mercurio quiere convencer a Sosas de que deje
de ser s mismo, pero al principio Sosas resiste, no quiere renunciar a ser s
mismo: Ciel !Me faut-il ainsi renoncer moi-mme, / Et par un imposteur me
voir voler le nom? (I, II, vv. 400-401); sin embargo, las dudas sobre su identidad van ganando terreno, y Sosas se ve forzado a reconocer que aquel que l
considera un impostor, el usurpador de su propia identidad, habla como si fuera
el verdadero Sosas: Il ne ment pas dun mot chaque repartie, / Et de moi je
commence douter tout de bon. / Prs de moi, par la force, il est dj Sosie; /
Il pourrait bien encor ltre par la raison (I, II, vv. 484-487); as es como Sosas
se rinde a la evidencia y acepta el guin dictado por Mercurio: recin volver a
ser s mismo cuando Mercurio lleve a cabo su misin (I, II, vv. 513-516). A s
pues, se trata de una simulacin temporal.
Cabe observar que el personaje de Sosas es particularmente cmico
porque se presenta como el portavoz de la honestidad, de la buena fe, y de la
57
Simulacin y Disimulacin
58
Actas
DIDEROT, uvres, dition tablie et annote par Andr Billy, Gallimard, Paris, Bibliothque de la
Pliade, p. 1010.
6
FABIO CECCARELLI, Sorriso e riso: saggio di antropologia bisociale, Einaudi, Torino, 1988, p. 21.
59
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Actas
vin et du hachisch (1851), unos diez aos anterior a Paradis artificiels (1860),
Baudelaire, describiendo las primeras alucinaciones debidas al consumo de
drogas, asocia la personalidad que se hace ms evanescente a la donacin de la
objectivit: Lobjectivit qui fait certains potes panthistiques et les grands
comdiens devient telle que vous vous confondez avec les tres extrieurs15.
La donacin que cada artista envidia al actor es en realidad una facultad de salir
fuera de s, alienarse y afectar todas las formas. Pero la objetividad no garantiza la salvacin: al contrario, es una amenaza de dispersin. Baudelaire habla de
vaporizacin del yo.
De la construccin de las seales a la alienacin del s, el itinerario nos
lleva hasta Sartre. Segn Sartre, que concuerda con Diderot, el actor no est
presente sobre el escenario en carne y huesos, sino que evoca una entidad
ausente, o ms bien una presencia sui generis, el personaje, que designa con la
palabra irreal: videmment si vous regardez Hamlet, vous ne voyez pas
Hamlet et si vous voyez Hamlet, Hamlet nest pas l, cest--dire quil nest pas
sur la scne, il est au Danemark, il est par consquent trs loin de la ComdieFranaise et, par consquent, vous ne pouvez parler ici de sa prsence de chair
et dos16.
As consigue que el espectador no pueda nunca identificarse completamente con Hamlet: Hamlet es radicalmente otro que yo, es el que yo espectador no soy y nunca podr ser. La insistencia por parte de Sartre sobre la idea de
distancia es funcin de su concepcin de un teatro de situacin, es decir un teatro de actos y no de carcteres. Un teatro de los mitos (el bien, el mal) liberado
de la psicologa, como por ejemplo en Le Diable et le bon Dieu (1951), donde
el protagonista toma conciencia de no haber actuado. Al fin y al cabo, la obra
teatral debe considerarse de la esfera familiar: P a rticiper au spectacle, cest
par exemple sincarner plus ou moins dans limage du hros qui se fait tuer ou
dans limage de lamoureux... [...]. La participation, cest une manire de vivre
un rapport presque charnel avec limage, donc de ne pas la connatre17.
El autor rechaza esa familiaridad casi sensual de la escena y sita la
misma reflexin sobre el teatro y el autor dentro de la teora de la imagen.
Simulacin e imaginario estn estrechamente vinculados: Une image, cest un
irrel qui vous appartient encore, qui mappartient encore, mais qui est distance de moi, comme un portrait18. En el ensayo sobre Limaginaire (1940),
15
Ibid., p. 393.
Un thtre de situations (1973), textes runis, prsents et annots par Michel Contat et Michel Rybalka,
Gallimard, Paris, 1992, p. 23 (Le style dramatique, 10 de junio de 1944).
17
Ibid., p. 109 (Lauteur, luvre et le public, LExpress, 17 de septiembre de 1959).
18
Ibid., p. 126 (Thtre pique et thtre dramatique, 29 de marzo de 1960).
16
61
Simulacin y Disimulacin
19
Trmino utilizado por Sartre en el Idiot de la famille: Gustave Flaubert de 1821 1857, Gallimard,
Paris, 1971, t. I, p. 791.
62
Actas
LA RAZ DE LA SIMULACIN
JOS VILLALOBOS
(UNIVERSIDAD DE SEVILLA)
63
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66
Actas
de cien aos intentar investigarla a travs de los vdeos de programas culturales de la televisin y de los suplementos culturales de la prensa escrita. En
ella, es preciso fazer arrumaoes, esto es, poner orden, limpiar y discriminar el grano de la paja. Cunta filosofa publicada en ediciones acadmicas
no aparece jams reseada en dicho soportes! Lo que no quiere decir que no
exista ni que no tenga influencia, sino que su existencia y su influencia es
ocultada en un ejercicio supremo de simulacin y fingimiento.
En efecto, los filsofos promocionados por la hegemona cultural se
embarcan en ese fingimiento en el que la bsqueda de la fama social, la adulacin de lo vulgar, la vanidad o vacuidad de las publicaciones es la ensea
que muestran al viento. Frente a la presencia impuesta de los pantlogos (el
erudito redicho, el cursi cargante, el vulgarizador vaco) adalides del ocultamiento, el fingimiento y la simulacin creemos preciso intentar, de modo
prudente y constante, una filosofa creadora la vecchia signora que sigue
buscando la verdad, an sabindola tarea infinita.
Terminamos precisando la simulacin en referencia a sus contrarios;
teniendo presente que la diferencia significativa en su uso estriba en la referencia a cosas o a personas. En las cosas, simulacin es lo contrario de rea lidad, de una realidad efectiva; la virtualidad es posibilidad, que no se opone
a realidad en cuanto tal sino a realidad efectiva que resta ocultada. La simulacin, en el mbito antropolgico, indica su conciencia de ocultacin para
alcanzar una finalidad no explicitada; en este mbito la simulacin es lo contrario a bien, belleza y verdad.
67
Actas
69
Simulacin y Disimulacin
Actas
nal, cuanto la de la lucha por el poder que genera acuerdos y equilibrios inestables. El factum del poder es aqu indesterrable y, por otra parte, ni
Maquiavelo ni Nietzsche estiman ventajoso el partir de una representacin
del orden poltico tal como debera ser En otro sentido, adems, se observa un paralelismo con el punto de partida del saber poltico desplegado por
Maquiavelo: en la remisin a unas condiciones histricas que determinan un
cambio notable de mentalidad, una transformacin de las relaciones sociales,
econmicas, y la consiguiente crisis de los viejos modos de legitimar el
poder. En el contexto renacentista vivido por Maquiavelo, las nuevas seales
de la economa mercantilista, el ascenso de capas sociales gracias a un incremento de su poder monetario o el desarrollo del nuevo saber tecno-cientfico
agudizan la crisis de los antiguos poderes monrquico-eclesisticos. En el
contexto vivido por Nietzsche, la disolucin de viejas formas de poder econmico, social y poltico tambin es detectada como un signo de democratizacin nihilista de los valores al que es preciso responder activando lo mejor
de las nuevas potencialidades que se dibujan en el horizonte mundial. Con
este diagnstico entronca directamente la siguiente observacin: Lo que se
dibuja como necesidad de una unidad nueva va acompaado de un gran
hecho econmico que la explica: los pequeos Estados de Europa, quiero
decir todos nuestros Estados e Imperios actuales, se van a hacer insostenibles
econmicamente habida cuenta de las exigencias de las grandes relaciones
internacionales y del gran comercio que reclaman la extensin mxima,
intercambios universales y un mercado mundial. Slo el dinero obligar,
pues, a Europa, pronto o tarde, a fundirse en una sola masa.
La globalizacin anunciada ah por Nietzsche es vista por l como un
impulso decisivo para la construccin de una Europa postnacionalista. De
hecho, as se ha construido inicialmente la Unin Europea: como una comunidad econmica. Claro que slo este impulso, como estamos viendo, se
muestra insuficiente para articular una autntica comunidad europea. En qu
podra basarse esta unin ms slida y eficaz? Aqu es donde ms me interesa la visin de Nietzsche, por su decidida crtica a toda apelacin a un vnculo de tipo sustancialista que pudiera fundar dicha cohesin. Al contrario:
fundiendo esos dos elementos de comn planteamiento con el pensamiento
poltico de Maquiavelo que he sealado antes, la meditacin nietzscheana se
aplica a una representacin de los vnculos que ligan al individuo a la polis
donde se subraya la dimensin artificiosa, de constructo, que stos poseen. De
ah el recurso a la imaginacin, tan presente asimismo en Maquiavelo, como
un factor determinante de recreacin del constructo poltico.
70
71
Simulacin y Disimulacin
Actas
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Actas
DI/SIMULACIN UTPICA:
EL LABORATORIODE CYRANO DE BERGERAC
BRUNA CONSARELLI
(UNIVERSIDAD DE ROMA TRE)
Cfr. FRDERIC LACHVRE, Les oeuvres libertines de Cyrano de Bergerac, parisien (1619-1655)
Prcedes dune notice biographique, en Le Libertinage au XVII siecle, Slatkine, Genve, 1968 [ed.
reimp., Paris 1909-1928], IX, pp. XVII-XCVI.
2
Cfr. OLIVIER BLOCH, Cyrano, Molire et lcriture libertine, en La lettre clandestine, Presse de
lUniversit de Paris-Sorbonne, n. 5, 1996, pp. 241-250.
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Simulacin y Disimulacin
Actas
picos: El otro mundo o los Estados e Imperios de la Luna y la Historia cmi ca de los Estados e Imperios del Sol, publicados pstumos, el primero en
1657 y el segundo en 16625.
Compuestos, uno entre 1642 y 1648, y el otro en el perodo comprendido entre este ltimo ao y 1655, estn a caballo entre las dos Fronde
de 1648 y 1650: es decir, en el momento de mayor tensin entre el poder
monrquico y la oposicin de los parlamentarios y nobles, que contestaban
al moderno soberano absoluto su tendencia a la centralizacin y a la progresiva desautorizacin de las clases privilegiadas en la coparticipacin de la
gestin de los asuntos pblicos. Una poltica destinada a afirmarse de lleno
slo despus de mitad de siglo, con el fin del rgimen ministerial y la asuncin del gobierno a nivel personal por parte de Luis XIV.
En este contexto, caracterizado en el plano poltico-doctrinal, por un
lado, por la pubblicistica di corte inspirada por Richelieu, por Mazzarino
y por el mismo soberano, que celebraba de modo encomistico el mito de
la monarqua, y, por el otro, por la problemtica relacin con las instituciones polticas de la as llamada cultura heterodoxa, la cual, aunque adhirindose formalmente a la lgica del absolutismo, preparaba en realidad la crisis,
desacralizando los presupuestos tericos, la utopa de Cyrano, aparentemente a-poltica, adquira su efectivo significado crtico y una pregnancia todava hoy, quizs, no suficientemente subrayada.
Hombre de armas, autor de jactanciosas empresas y vivaz frecuentador de salas, por largo tiempo ha sido considerado tambin uno de tantos
beaux esprits, fatuos y brillantes, que animaban la vida mundana y la sociedad culta del tiempo. Slo tras la revisin de los estudios crticos sobre el
libre pensamiento, operada a partir de 1933, Cyrano fue objeto de un renovado inters, primero en el seno del abigarrado panorama cultural de las
diversas estaciones del libertinage, y sucesivamente por una serie de aspectos especficos de su compleja personalidad. No obstante algunas monografas, centradas sobre temas particulares, falta, as, un estudio principal que
reconstruya las articulaciones internas de su pensamiento, sobre todo en el
plano de la reflexin poltica, y sealadamente en el mbito de la relacin que
se instaura entre el nacimiento del individualismo moderno y el absolutismo,
finamente analizada, desde 1966, por Anna Maria Battista6.
5
Cfr. GIOVANNI MACCHIA, La Letteratura francese. Dal rinascimento al classicismo, Milano, 1988
[1970], pp. 254.255.
4
Cfr. CYRANO DE BERGERAC, La mort dAgrippine..., in F. LACHVRE, Les oeuvres..., cit. X, pp. 95-153.
76
Cfr. ANNA MARIA BATTISTA, Alle origini del Pensiero politico libertino: Montaigne y Charron, Milano
1966; ID., Politica e morale nella Francia dellet moderna, a cargo de A.M. LAZZARINO DEL GROSSO,
Genova, 1998.
77
Simulacin y Disimulacin
En este contexto se definen, a lo largo del arco de la elaboracin utpica del siglo XVII, a partir sobre todo de la segunda mitad del siglo, las lneas de una oposicin a la disposicin absolutista, a la cual Cyrano aporta su
contribucin y de las cuales brota como he tratado de demostrar en algunos
de mis estudios precedentes7 otra perspectiva poltica, implcitamente subversiva, respecto a la pasiva y manierista aceptacin del orden constituido,
cuya diversa luz se habra proyectado en el siglo XVIII, siglo de oro, por
excelencia, de la utopa.
De hecho, tras la fachada vacua del gentilhombre, custico y licencioso, animado de una ardiente fantasa, se esconden los trazos de un agudo
observador de los fenmenos culturales de la propia poca, presto a recoger
el significado y el valor de los descubrimientos cientficos y a poner en discusin normas sociales, hbitos mentales, certezas intelectuales codificadas
por la tradicin y conformistamente adquiridas. No por casualidad, con su
espritu eclctico y sincrtico, Cyrano emblematiza, con un indudable toque
de originalidad, el espritu de los nuevos tiempos, encarnando, de manera
singular, aquel prototipo de intelectual de diversas caras, el libertino tan
bien descrito por Gerhard Schneider que de la libre investigacin haba
hecho un credo de vida, dispuesto a aventurarse a lo largo de senderos tericos todava inexplorados para seguir itinerarios del pensamiento hasta ahora
ignorados y prohibidos respecto a la ortodoxia8.
Bien lejos de ser un movimiento homogneo, fundado sobre una
doctrina sistemtica, el libertinage es, por lo apuntado, un fenmeno de contornos huidizos, no reducible a una etiqueta unvoca, puesto que en l confluirn, como ha sido adems demostrado por los estudiosos ms recientes
gracias tambin a la progresiva reconstruccin del corpus de los textos y de
los manuscritos libertinos, que circularon de modo clandestino, en gran parte
annimos o bajo pseudnimos, las diferentes respuestas filosficas y las
variadas instancias culturales de una poca de transicin9: la de la crisis de
la conciencia europea, segn la afortunada definicin de Paul Hazard, que
7
Cfr. BRUNA CONSARRELLI, Attraverso lutopia francese del Grand Sicle, en Micromgas, XV, n. 43,
1988, pp. 15-38; ID., Libero pensiero e utopia nel Grand Sicle, Pesaro, 1990; ID., Le forme dellutopia: un incontro fecondo dinterrogativi e risposte; Lutopia e la dinamica delle passioni: dal libertinage alle lumires, en Il mondo delle passioni nellimmaginario utopico, a cargo de B. CONSARELLI e N.
DI PENTA, Milano, 1997; ID., Absolutisme, individualisme et utopie au Grand Sicle: une lecture politique des libertins, en Libertins et esprits forts du XVIIe sicle: quels modes de lecture?, en Libertinage
et philosophie, Publication de lUniversit de Saint-tienne, n. 6, 2002, pp. 139-150.
8
Cfr. G. SCHNEIDER, Il libertino, trad. it., Bologna, 1974 [Stuttgard 1970].
9
78
Actas
recorre el siglo XVII, y que acaba proyectndose hasta los umbrales de las
Lumires, a travs de muchas generaciones de pensadores, diferentes entre
ellos, en relacin tanto a los mbitos geogrficos como a las variadas situaciones histricas y a su evolucin, si bien comunados por una anloga actitud dniais, fruto del mismo disgusto frente al saber acadmico y solemne
de la cultura oficial10.
ste es el elemento que liga los mltiples hilos de un urdidor intelectual que, de la ejemplar leccin de Montaigne, difundida por Charron, haba
sacado la fuerza para forjar las armas de una razn crtica, desvinculada de la
hipoteca del monismo de una verdad de matriz aristotlico-tomista, cuyo ejercicio desvelaba, poco a poco, la pluralidad de la verdad, en nombre de una
autonoma intelectual, de la cual el yo privado y subjetivo, elevado a la dignidad del anlisis filosfico, constitua el lugar de observacin solitario y privilegiado para indagar las relaciones entre el individuo y el mundo.
Desde esta perspectiva los esprits forts, carts o revolts como los
exponentes del libre pensamiento gustaban definirse, subrayando con semejantes adjetivos la modalidad de su rechazo a adherirse a las normas tradicionales y a las croyances vulgaires de la sotte multitude elaboraban su propio extraamiento respecto a una sociedad penetrada de presuntos valores
absolutos, acreditados por la coustume, a cuyo efecto condicional el sabio
puede y debe sustraerse si quiere recuperar su capacidad de juicio.
Entre bastidores de la ulica representacin de los imperios arcanos,
puesta en juego por quienes regan las filas de las instituciones polticas y
religiosas, a travs de antiguos rituales que intentaban reproducir un aura de
sacralidad, irremediablemente puesta en discusin por las guerras de religin
y sacudida, bajo el perfil tico, por el impacto del Nuevo Mundo, en el secreto de las trastiendas de los filsofos, disimulada por la doble moral, se modelaba, de hecho, la efigie del hombre moderno, con los materiales componentes que provenan de la cultura helenstica, transmitida por la erudicin
humanstica y filtrada por una nueva sensibilidad, de la cual habra nacido
una diversa Weltanschauung, de estampa individualista y laica, destinada a
enriquecerse, en el curso del siglo XVII, con los resultados alcanzados por
las as llamadas ciencias exactas.
Con su distincin elitista del populacho, o mejor de aquello que
Montaigne define como las condiciones populares, presentes en quienes
tienen la mente obnubilada por creencias, dictadas por oscuros temores o
fundadas sobre supersticiones, fbulas e imposturas, los libertinos se sentan
10
79
Simulacin y Disimulacin
ciudadanos de una ideal Repblica de las Letras, aristocrtica y cosmopolita, cuyo acceso, impedido a los agentes de una falsa sabidura, estaba no slo
defendido de los ataques del orden poltico y religioso vigentes, sino tambin
prudentemente preservado, como sostiene el autor de los Essais.
Il faut faire comme les animaux qui effacent la trace, la porte de
leur tanire, dice l, trastocando la invitacin a cancelar, a lo largo del camino, las trazas que conducen a aquel refugio, representado por la solitude, a
cuya fuite du monde llega cual arribada existencial, pero tambin como
opcin filosfica11. Ya La Mothe le Vayer se hace eco de esta opcin, con la
mxima Bene vixit qui bene latuit, argumentando que para evitar la envidia pblica, por la cual los hombres de buen sentido son perseguidos
hasta su propio retiro, es necesario imitar, siguiendo las indicaciones de
Sneca, ces animaux qui effacent les marques de leur repaire, gtant les traces, et confondant les vestiges par lesquels ils y sont arrivs12. Esta estrategia era bien conocida por el pre Garasse, el infatigable adversario de los
defensores del libre pensamiento, que, describiendo con modos biliosos a
los libertinos, los parangonaba a les blaireaux y a les vieux renards [...]
malaiss a prende, [...] dautant quen leurs tanires ils ont ordinairements
plusieurs mres, qui sont cavernes double issue, par lesquelles ils se sauvent, si les veneurs ne sont bien sur leurs gardes13.
Se trataba, por lo dems, de dejar indirectamente destilar la rabia,
mal reprimida, del cauto jesuita, de una honesta disimulacin, tendente a
cuidar una verdad efectiva; aquella que Torquato Acceto, en su tratado de
1641, habra escrupulosamente distinguido de la simulacin: de un engao,
es decir, voluntariamente mentiroso, llegando a contrabandear por verdadero
aquello que no existe. En otras palabras, la actitud sugerida por Montaigne es
bien distinta del humeur couarde et servile, que nace de la feintise, o sea
de una forma de disimulacin, por as decir, deshonesta, puesto que, al igual
que Justo Lipsio y muchos otros, l no la distingue, bajo el perfil terminolgico, de la disimulacin, pero s estigmatiza duramente su naturaleza, juzgndola un vicio, que testimonia, ms que cualquier otro, lachet et bassesse de coeur.
11
12
FRANOIS DE LA MOTHE LE VAYER, Dialogues faits lmitation des anciens, d. Fayard, Paris, 1988, p.
136.
13
GARASSE, Doctrine curieuse des beaux esprits de ce temps, Paris, 1623, p. 1007. Sobre el papel desarrollado por Garasse como crtico del libertinage, cfr. el reciente artculo de L OUISE GODARD DE
DONVILLE, Linvention du libertin en 1623 et ses consquences sur la lecture des textes, en Libertins
et esprits forts du XVIIe siecle..., cit., pp. 7-17.
80
Actas
Como justamente ha aclarado Giovanni Ruocco en su ponencia, presente en este mismo volumen.
81
Simulacin y Disimulacin
bsqueda de la verdadera libertad, los libertinos eruditos, aun continuando con la reivindicacin de su extraamiento moral del mundo de la poltica,
identificado con el ejercicio de la techne, donde tenan vigencia las reglas
depauperadas de significado tico de la Razn de Estado, se entretenan
relacionndose todava con el crculo de los potentados y desempeaban,
como en el caso de La Mothe le Vayer y Naud, posiciones de realce en el
entorno de la Corte.
Esta duple disposicin, tendente a conciliar la reivindicacin y la
prctica de la mxima libertad de espritu y de conduccin individual con la
aceptacin formal del conformismo poltico, asumida a modo de obligacin,
flanqueada por la lcida percepcin del significado desestabilizante, bajo el
perfil social, de su desmistificacin de los valores de la tradicin, que constituan el arquitrabe del orden pblico, ms que por intrnseca ambigedad, o
por desinters real hacia la poltica como pareca retener la primera historiografa sobre el libertinage era en realidad el resultado de un efectivo
impasse.
Encaminados en el sentido indicado por Montaigne, los libertinos se
encontraban ahora ya prisioneros en la bloqueada eleccin de quien, conociendo el alcance disolutorio de la duda, se para all donde tal arma, como
instrumento de emancipacin, habra acabado por transformarse en medio de
destruccin. Por lo dems, pocas alternativas quedaban, ms all del pblico
silencio elegido por el gran moralista, despus de que, con su hiriente
pluma, haba desmantelado toda fuente justificativa del poder poltico y
disuelto todos los mitos sobre los que se fundaba el carisma de la realeza,
poniendo al desnudo su raz instrumental.
No slo con su despiadada mayutica haba tambin llevado a la luz
las reales semblanzas del ser humano, ocultadas por la cultura humansticorenacentista bajo la mscara de una orgullosa dignitas, que haba enmascarado la fragilidad y la ntima vocacin a la conflictividad, ofreciendo una imagen, ciertamente menos exaltante que aqulla tranquilizadora del zoon poli tikon, de ascendencia clsica, y menos culpable que la transmitida por el discurso del Gnesis, de un hombre aplastado bajo el peso de la culpa originaria, pero probablemente ms apegada a la verdad.
Atrapados entre un escepticismo radical de naturaleza poltica y un
desencantado relativismo moral, conscientes de la exigencia de una fuerte
disciplina establecida, capaz de contener los mecanismos antagnicos presentes en la sociedad civil, los intrpretes del libertinage rudit haban acabado, as, por dar su aval al orden rigorista del absolutismo, siendo empuja-
82
Actas
Cfr. R. SCHNUR, Individualismus und Absolutismus, Berlin, 1963 [trad. it., Milano, 1979].
16
Cfr. La sagezza moderna. Temi e problemi dellopera di Pierre Charron, a cargo de V. DINi y D.
TARANTO, Napoli-Roma, 1987.
17
Cfr. JEAN.PIERRE CAVAILL, Libertinage et dissimulation. Quelques lments de rflexion, en Les
Libertins et le masque: simulation et reprsentation, en Libertinage et philosophie, cit., n. 5, pp. 55-82.
83
Simulacin y Disimulacin
ginacin, impide al hombre desarrollar la propia potencialidad crtica, ofrecindole, con su abstracto y vaco formalismo, un conocimiento meramente
tautolgico y repetitivo.
Nace de tal exigencia su necesidad de confrontar los resultados
alcanzados por el racionalismo moderno, en el campo fsico y experimental,
con los resultados, inevitablemente escpticos, a los que llega el neo-pirronismo en su vertiente histrica y filosfica. Escindido entre esta ambivalente tendencia, intenta conciliar dos diversas perspectivas gnoseolgicas: la que
presupone como necesario punto de partida de la propia indagacin la hiptesis de una estructura homognea y racionalmente perceptible de lo real,
para poderla reunir en una nica objetividad, aunque de parcial conocimiento, y una segunda, que, rigurosamente seguida, lleva a un absoluto relativismo y subjetivismo crtico, restringiendo la posibilidad interpretativa del
hombre exclusivamente a su fuero interno.
Dos posiciones que para Cyrano se identifican con los nombres de
Descartes y Montaigne: racionalismo y escepticismo son las premisas de
las que parte, pero que lo conducirn a un resultado distinto, respecto a las
soluciones indicadas por uno y otro. De hecho, Montaigne haba concluido
su propio anlisis afirmando que la razn humana na quune jurisdiction
prive, es decir, con una declaracin de la imposibilidad de transferir, de la
esfera individual y subjetiva a la objetiva y colectiva, la propia propuesta de
emancipacin crtica, denunciando as los lmites de la raison negativa, de
marca escptica, incapaz de transformarse en instrumento operativo y constructivo. Descartes, por su parte, en su intento de reconstruccin, en el que se
haba hecho cargo del amasijo del libertinage, haba acabado oscilando entre
el primado del cogito y el recurso a Dios, como garanta de la verdad, con la
instauracin de una nueva metafsica que como aprecia Augusto del
Noce ofreca al creyente, frente a la duda irreligiosa y antimetafsica [...]
del pensamiento libertino, una suerte de posibilidad lgica en la fe18.
Pero estas aproximaciones conceptuales vienen ambas refutadas por
Cyrano, que sigue a la bsqueda de una hiptesis filosfica que sea capaz de
explicar globalmente lo real sin recurrir a ningn principio transcendente de
naturaleza metafsica. sta es la clave que explica tanto su adhesin al atomismo, en el Autre Monde, como su sucesiva evolucin hacia el naturalismo
vitalista, de ascendencia renacentista, de la Histoire comique. El trato constante que caracteriza su reflexin y la constituye, no obstante el sincretismo
y el eclecticismo, es de hecho el esfuerzo constante por encontrar una expli-
Actas
cacin inmanentista y material del cosmos, de tipo monista, lo ms exhaustiva y convincente posible: ste es el hilo conductor a descubrir entre los pliegues escondidos de su urdimbre filosfica19.
A tal punto es verdad, que la respuesta filosfica a su pregunta, inicialmente, cree haberla encontrado en el mecanicismo atomista de Demcrito,
Lucrecio y Gassendi, pero, este ltimo, depurado de las involuciones espiritualistas del S y n t a g m a, y, posteriormente, en el naturalismo de Telesio, Bruno
y Campanella, tambin ledos en clave materialista y que parecen ofrecer una
justificacin mucho ms plausible y compleja de la naturaleza: es decir, capaz
de explicar iuxta propia pricipia el conjunto de fenmenos fsicos y psquicos que determinan a todos los seres vivientes, comprendidos tambin los
mecanismos sutiles y huidizos propios de la mente humana.
Acercarse a su obra es, en suma, un poco como entrar en un fantasmagrico laboratorio conceptual, que representa una suerte de repertorio
ideal de todos los topoi de la cultura libertina y del pensamiento de los siglos
XVI y XVII, cuyos temas son autnomamente interpretados por Cyrano, a
travs del recurso a la ficcin utpica, que, con sus peculiares modalidades
expresivas, ofrece un cifrado indito del carcter disimulador de la escritura
libertina. Con su carcter voluntariamente metahistrico y metageogrfico,
implcito ya en la consciente ambigedad del neologismo creado por Moro
en el mismo ttulo del tratado epnimo ou-topos que es, al mismo tiempo,
tambin eu-topos, o sea un lugar-feliz porque no est en ningn-lugar,
consiente simular una realidad que no existe, disimulando al mismo tiempo la crtica de lo que es efectivamente real.
En otros trminos, a travs de un juego de rechazos entre falso y verdadero, la utopa di/simula la realidad para afirmar la propia verdad. Diseo
eminentemente racional, la construccin utpica, aun teniendo origen en el
anlisis de las situaciones concretas cuyos males critica, se pone, de hecho,
conscientemente fuera de la historia, ofreciendo una imagen especular y
opuesta, consecuentemente a-dialctica, con el intento de contraponer el
espacio imaginado, ecunime y justo, donde tiene vigencia el deber-ser, a
aquel contradictorio e inicuo de lo existente: de aqu su implcita carga
innovadora y su soterrada vocacin subversiva.
Gracias a esta tcnica narrativa, que l quiere sustraer de los condicionamientos del tratado o del sistema, imprescindiblemente ligados a la exigencia de la sntesis y de la conceptualizacin orgnica, Cyrano puede arti19
18
Cfr. A. DEL NOCE, Riforma cattolica e filosofia moderna, Bologna, 1965, pp. 461-519.
84
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Simulacin y Disimulacin
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Actas
La creacin, la inmaterialidad del alma y la existencia de la metafsica, son puestas en duda a travs de las palabras del demonio de Scrates y
de un filsofo selenita, a los cuales les hace asumir las posiciones crticas,
antirreligiosas y subversivas, reservndose esta vez para s mismo el papel
del conformista. Como es lgico suponer, en un mundo al revs de uno
terrestre, confuso por un saber estancado y falaz, que le impide transformarse, como sucede a los habitantes de los reinos utpicos, en un hombreespritu, metafricamente iluminado por la luz del Sol, que le potencia el
intelecto, la razn y la imaginacin. Aquel Sol, que slo el insoportable
orgullo de los seres humanos ha podido inducir a creer, con estpida presuncin, que hubiese sido iluminado para hacer madurar [...] los nsperos
y crecer [...] las coles de la tierra.
Justamente, es este carcter declaradamente anti-tradicionalista y
marcadamente anti-aristotlico lo que confiere a las alegoras utpicas de
Cyrano un tono inusitado, que marca el desenvolverse desde la utopa francesa del cuento de mera evasin a la reflexin especficamente filosfica y
social. Tras la apariencia de un divertissement, que solicita, con su descripcin de mirabilia, la fantasa del lector, para invitarlo a detenerse en aquello
sobre lo que est escrito entre las lneas del texto, se esconden, de hecho, las
afirmaciones heterodoxas de nuestro autor, travestidas de pseudo-verdad,
cuya funcin es hacer legtimas hiptesis cientficas, religiosas, polticas y
sociales, aparentemente admisibles slo en otro mundo: primero, el de la
Luna, luego el del Sol, donde el libertino, tras su retorno a la Tierra, ser obligado a huir en un globo para sustraerse a la acusacin de hechicera, promovida por los doctores de la Iglesia debido al informe de su aventura lunar20.
Describiendo con feliz trazo el episodio de la propia captura, que
determinar su segunda fuite, por obra de messer Jean, prototipo del jesuita
malvado, [...] vindicador [...] y calumniador, Cyrano, a travs del arma del
ridculo, caricaturiza la prctica de los exorcismos, poniendo al desnudo el
manojo de pasiones, credulidad e ignorancia, sobre el que se erige la autoridad religiosa y poltica para manipular al pueblo e inducirlo a secundar sus
fines. Mucho ms eficaz que una cerrada requisitoria, esta stira denuncia el
uso poltico de la supersticin y de la impostura religiosa, de las cuales el
poder constituido se sirve para culpar a quien infringe el orden codificado.
A diferencia de gran parte de la cultura de la poca comprendida la
libertina, que, no obstante su crtica de las religiones positivas, continuaba
considerando la religin un medio til de disciplina social, l deja tambin
20
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Simulacin y Disimulacin
Actas
En fin, en los dos procesos imaginarios a los que Cyrano es sometido por los lunarios y por los solarios, l se convierte en objeto de un
dursimo jaccuse que subraya la estupidez, la arrogancia y la grosera
de la raza humana. Con el uso, al cual se ha aludido, de los instrumentos de
la retrica griega, la eironeia y la aladzoneia, ya teorizadas por Aristteles en
la tica nicomaquea y retomadas en la posterior oratoria latina, Cyrano, a
travs de una suerte de representacin escnica, en la que vienen invertidos
los papeles y trastocados los cnones usuales, desmitifica todos los axiomas
tradicionales de la especulacin poltica.
Bien lejos de encarnar aquel ideal de armnica medida entre racionalidad y libertad, que se haba proyectado en la concepcin del zoon politi kon, punto de apoyo y de referencia en el interior del macrocosmos, el hombre descrito en estas pginas se configura como un individuo ntimamente
escindido y dramticamente en conflicto consigo mismo y la sociedad, dominado por la irracionalidad y por el miedo que lo hacen incapaz de exteriorizar cualquier forma de sociabilidad.
No por casualidad, en uno de los dos procesos, Cyrano pone en boca
de uno de sus acusadores esta amargusima reflexin sobre los seres humanos:
Ils sont [...] si enclins la servitude, que de peur de manquer servir, ils se
vendent les uns aux autres leur libert. Cest ainsi que les jeunes sont esclaves
des vieux, les pauvres des riches, las pasans des gentishommes, les princes des
monarques, et les monarques mesmes des lois quils ont tablies. Mais avec tout
cela ces pauvres serfs sont si peur de manquer des maistres, que comme sils
apprehendoient que la libert ne leur vint de quelque endroit non attendu, ils
se forgent des Dieux de toutes parts, dans leau, dans lair, dans le feu, sous la
terre; ils en feront plutost de bois quils nen ayent; et je croy mesme quils se
chatoillent des fausses esprances de limmortalit, moins par lhorreur dont le
non-estre les effraye, que par la crainte quils ont de navoir pas qui leur commande aprs la mort. Voil le bel effet de cette fantastique Monarchie et de cet
empire si naturel de lHomme, [...] de cette Principaut ridicule22.
Bajo los golpes de su irona, mordaz e irreverente, caen prcticamente casi todos los asuntos sobre los que se haba fundado el derecho y el
carisma del rey: tanto es as que, en el mundo de la Luna, son los jvenes
quienes mandan sobre los viejos y, en el imperio del Sol, los dbiles sobre los
fuertes. Pero este trastocamiento de las acostumbradas relaciones de autoridad, cuyo significado es manifiestamente polmico, no es tan importante en
s cuanto lo son las motivaciones que l aduce para justificarlo.
21
22
88
CYRANO DE BERGERAC, Histoire comique..., en L. LACHRVRE, Les oeuvres libertines..., cit., IX, p. 159.
89
Simulacin y Disimulacin
Ibid., p. 155.
90
Actas
tous les six moi, et nous les prenoms foibles, afin que le moindre qui ils
auroient fait quelque tort se pt venger de luy. Nous les choisissons doux,
afin quil ne hasse ny ne se fasse har de personne; et nous voulons quil
soit dune humer pacifique pour viter la guerre, le canal de toutes les injustices24.
Al contrario de cuanto sucede en el mundo de los terrestres, las criaturas emplumadas del imperio del Sol persiguen, por tanto, un ideal de paz,
libertad e igualdad y consideran un pecado capital la incapacidad de darse a
los amigos, al punto de llegar a castigar con la mxima pena a aquellos que
se manchan con semejante culpa: estre Roy [...] dun peuple diffrent de son
espce de modo que l sea condenado a la peor de las soledades y a soportar toutes les fatigues et [...] les amertudes de la Royaut, sans pouvoir en
gouster aucune des douceurs25.
Tema ste que trae a la mente el pasaje de Pascal en el que el monarca viene descrito como el ms solo de los hombres, apenas se aleja de la adulacin de los cortesanos y se despoja del fasto externo que enmascara la
miseria humana.
El fragmento final describe, por el contrario, a modo de contrapunto
frente al arbitrio y la arrogancia existentes en el mundo poltico real, el riguroso criterio de justicia de tipo conmutativo y distributivo, aplicado en el universo de estos imaginarios voltiles, destinados a garantizar, incluso a los
ms dbiles e indefensos de los sbditos, el pleno respeto de sus derechos y
de su libertad. El rey, en efecto, chaque semaine [...] tient les Estats o tout
le monde est receu se plaindre de luy. Sil se rencontre seulement trois oiseaux mal satifais de son governement aplicando un frreo control desde la
base il en est dpossd, et lon procde une nouvelle lection26.
Con estas consideraciones de corte propositivo concluye el anlisis
utpico de Cyrano, que, hijo del propio tiempo, insiste mayoritariamente
sobre los aspectos crtico-negativos en vez de hacerlo sobre los positivos,
pero presenta de todos modos una aproximacin al problema poltico
diversa de la usualmente asumida por el pensamiento libertino, dejando
entrever la posibilidad de una solucin alternativa a la aceptacin, si bien
convencional y extrnseca, del absolutismo.
No slo esta aproximacin marca tambin la progresiva separacin
del libre pensamiento de la Weltanschauung renacentista, sealada como
24
25
Ibid., p. 155.
26
Ibid., p. 156.
91
Simulacin y Disimulacin
27
Cfr., en particular, T. GREGORY, Il libertinismo nella prima met del Seicento: stato attuale degli studi
e prospettive di ricerca, en Ricerche su letteratura libertina e letteratura clandestina nel Seicento,
Firenze, 1981, pp. 3-47.
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Actas
EL TEATRO DE LA POLTICA:
LOS EJEMPLOS DE MONTAIGNE Y STENDHAL
MARIELLA DI MAIO
(UNIVERSIDAD DE ROMA TRE)
Tradicionalmente las categoras de simulacin y de disimulacin pertenecen a la esfera social, y por tanto tambin a la de la poltica. Aunque simplificando mucho, debemos recordar que, por ejemplo, dichas categoras asumen una particular relevancia en un momento preciso de la cultura europea,
justo cuando nace la que podemos definir como ciencia o teora del comportamiento, cuando esto es el sujeto es considerado prevalentemente
como un actor social, inmerso pragmticamente en una situacin de intercambio o de interrelacin con los otros. As, en el siglo XVI, como es sabido,
las reflexiones en torno a la simulacin y disimulacin se articulan en torno a
la figura del Cortesano, del hombre de la Corte, protagonista del sueo neoplatnico de Baldassarre Castiglione (1528). Despus de Castiglione, hay una
mayor relacin con la corte y con el poder que condiciona este gnero de
reflexiones: desde Torquato Accetto (Della dissimulazione onesta, 1640),
hasta el Baltasar Gracin del Orculo manual (1647). Y en el Seiscientos
parece que hasta la gran experiencia de Maquiavelo se esclerotiza en frmulas de comportamiento, justamente como maquiavelismo, transformndose
de teora del poder y del Estado en breviario de conducta, conducente a servir al poder. En este marco, una obra sumamente sintomtica es el Breviario
dei politici, atribuido a Mazzarino (1684), donde el protagonista absoluto no
es el prncipe (y menos an el cortesano), sino el ministro.
Estas referencias, aunque muy esquemticas, sirven para que concretemos un recorrido, un itinerario enraizado en la Europa del CinqueSeicento. En la estela de la tratadstica del comportamiento, los temas de la
simulacin y de la disimulacin llegarn a ser siempre ms y nicamente
pertinentes a la esfera del comportamiento poltico, de la poltica. Tratar de
demostrar, a travs de los casos tomados como ejemplo de dos grandes
escritores, Stendhal y Montaigne, cmo esta visin negativa de la poltica
93
Simulacin y Disimulacin
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Actas
el anlisis estratigrficamente ms laborioso de la decadencia de la clase aristocrtica durante el rgimen de Luis Felipe (Lukcs). La obra es una suerte
de espejo roto, de espejo deformante. Polticamente incorrecta porque
expresa siempre un ms all de la poltica, otro orden distinto, en concreto:
el esttico.
Comienzo por Stendhal, el cual nos ofrece el ejemplo del divorcio
ms radical entre poltica y literatura, el caso de la ms radical incompatibilidad entre la esfera esttica y la esfera poltica. Esta incompatibilidad refleja aqulla entre individuo y sociedad que, en parte, es representada, como
hace Rousseau, como contraposicin entre naturaleza y sociedad. Pero slo
en parte, justamente porque Stendhal llega a una deconstruccin absoluta de
todos los mecanismos del vivir social, tambin en perspectiva utpica. Para
l, el yo, el sujeto, est en permanente estado de asedio por parte de los otros,
de la alteridad. La alteridad, de hecho, se opone a la expansin del sujeto, a
su incontrolable libertad. Este choque no tiene solucin: no se resuelve en un
puro deseo de dominio del yo sobre los otros. Para que ello acontezca, es
necesario que el sujeto se pliegue a los mecanismos sociales para poderlos
controlar. Y es propiamente esto lo que Henri Beyle/Stendhal refuta. Debe
comenzar por el lenguaje, mxima expresin de la convencin social, del
cambio (como querr tambin Paul Valry). El lenguaje de todos, de la sociedad, es mentira, simulacin. Un epgrafe al cap. XXII de la primera parte de
Rouge et Noir lo dice explcitamente, un epgrafe falsamente atribuido a
Malagrida (el cual, sea dicho de paso, fue una vctima de la Inquisicin): La
parole a t donne lhomme pour cacher sa pense1.
El ejemplo resulta, en un cierto sentido, paradjico, porque Stendhal,
que escribe sus obras entre 1815 y 1842, ao de su muerte, ha sido considerado, sobre todo por sus novelas, aunque tambin por sus escritos de viaje,
polticos y autobiogrficos, un escritor profundamente anclado en su poca,
que, por cuanto se refiere a la produccin literaria mayor, es la tarda
Restauracin y la monarqua de Luis Felipe. Es ms, es autor de novelas que
son documentos de un profundo malestar poltico y social, determinado por
un pasaje epocal: la traicin de los ideales de la Revolucin (fondo nostlgico y sanguinario de todas sus reflexiones). Esta traicin es vista a posteriori,
en el momento de la cada del Imperio napolenico, a travs de la permanencia confusa y contradictoria del mito de Bonaparte (Stendhal haba seguido a Napolen en casi todas sus campaas), y luego en aquel otro del even1
STENDHAL, Le Rouge et le Noir, in Romans et Nouvelles, dition par P. Martineau, I, Gallimard, Paris,
Bibliothque de la Pliade, 1952, p. 344. Todas las citas indicadas en el texto, estn obtenidas de esta edicin.
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Simulacin y Disimulacin
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Actas
MONTAIGNE, Essais, dition par P. Michel, Le Livre de Poche, Paris, 1972, 3 tomes, I, p. 23. Nuestras
citas estn referidas a esta edicin.
3
STENDHAL, uvres intimes, dition par V. Del Litto, II, Gallimard, Paris, Bibliothque de la Pliade,
1982, p. 429. En el el texto, citado OI, seguido del nmero de las pginas.
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Actas
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Actas
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MSICA Y FILOSOFA
JOS LUIS LPEZ LPEZ
(UNIVERSIDAD DE SEVILLA)
Extraa pareja? Todo lo contrario: si hay dos actividades del espritu humano que ms se pertenezcan la una a la otra son stas. Una relacin
que ha atravesado a lo largo de la historia desde pocas de amor ardiente
hasta crisis de completa indiferencia (siempre ms cruel que el mismo odio),
y que hoy, sin que casi nadie lo advierta, es ms intensa, ms necesaria que
jams lo haya sido. Estas dos hijas arcanas del aliento divino (pneuma en
griego, spiritus en latn, soplo en nuestra lengua: y Yahv sopl sobre el
barro, y surgi la vida) son amantes gemelas, hermanas en la pasada gloria
y la miseria presente. Quin sabe qu es hoy la filosofa? Quien sabe qu
es la msica de hoy? La mitad de los ignorantes se precipita a dar mil opiniones sobre una y otra, y rescatan residuos fsiles y sin futuro; la otra mitad
se limita a volverles la espalda, sustituyndolas por los banales sucedneos
de la opinin y del sonido prefabricados con los materiales ms baratos y
miserables.
Es tan difcil ser compositor u oyente de msica contempornea,
como pensar y decir la filosofa de nuestro propio tiempo; la contemporaneidad no es el tiempo prestado, fingido, con el que nos engaamos. Ni siquiera los clsicos, de la msica, de la filosofa, se percibiran a s mismos del
modo amanerado, encorsetado, blandengue, con que nuestra debilidad los ha
convertido en productos de consumo cultural. Si el grito de la Ilustracin
naciente fue Atrvete a saber!, el de nuestro futuro debiera ser Gnate tu
libertad! Es duro, es fatigoso, exige el valor del resistente; pero es lo nico
que nos cabe: sentir la dulzura, la dureza, la esperanza de un nuevo tiempo
fuerte, diferente de ese falso siglo que nos han preparado (por dos veces!)
con celofanes y cotillones.
Que la filosofa es msica, la ms grande: esta afirmacin del dilogo platnico Fedn es reversible: Que la msica es filosofa, la ms grande. Ambas cosas son verdaderas, si ponemos en pie nuestro valor de vivir.
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Simulacin y Disimulacin
Actas
Mnemosyne, est detrs, en la raz, en los cimientos, en el manantial del espritu del que brotan todas las artes, incluida la que, reductivamente, llamamos
msica. La msica no es la Msica, sino su plido trasunto, que se va desvelando a jirones por los msicos filsofos y los filsofos msicos, a los que les
est prohibida la mediocridad. Recordemos a Schnberg en sus Coros para
Stira: el camino de enmedio es el nico que no lleva a Roma.
La msica, para la mirada filosfica, honda, es algo tan necesario
como el aire que respiramos: una atmsfera singular y enigmtica, que
envuelve nuestro mundo vital con tanta amplitud y necesidad como la atmsfera de oxgeno. Aunque no nos demos cuenta, todos estamos siempre respirando msica: meloda, ritmo, armona, timbre. El ritmo de nuestro corazn y de nuestros pasos, el timbre de las voces, la meloda del canto de los
pjaros, la armona de la amistad. Nuestra vida est llena de disonancias y
consonancias, de tempos alegres, lentos, vivaces, melanclicos, exultantes.
De esa atmsfera natural y universal nace el arte musical. Parece cierto que
las primeras huellas del ser humano que se conservan no son las pinturas
rupestres, ni las hachas de slex, sino incisiones rtmicas, para medir el pulso
de los ritos ms elementales.
As, toda verdadera msica (toda autntica filosofa) es lo ms
importante, lo ms decisivo, lo ms profundo que le puede acontecer a un ser
humano. Hay sabios (slo unos pocos) que lo han descubierto plenamente;
pero, como ocurre siempre, lo ms grande, lo que nos coloca al borde de la
vida y la muerte, lo que nos lleva al lmite de nuestra existencia rutinaria y
segura, es lo ms difcil de comunicar. Y no porque sea complicado de
entender, sino porque nos resistimos a comprenderlo: vivimos resguardndonos, huyendo del esplendor y el abismo de enfrentamos con el abismo de nosotros mismos.
Sin embargo, la existencia rutinaria nos hace cada vez ms desdichados, y, de un modo intuitivo, a veces a tientas, a veces sacando nuestro
valor de su empolvado desvn, vamos abriendo nuestros ojos, nuestros odos,
nuestro pensamiento. Cada da, aunque en lenta marea, son ms los que ven
que la msica no es una mera distraccin, un medio de engaarnos, sino,
como seala G. Steiner, un acontecimiento sin el cual, para innumerables
hombres y mujeres, este planeta atormentado y nuestro trnsito por l resultaran acaso insoportables.
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107
V. nuestra Nota del traductor a GIAMBATTISTA VICO, Obras. Oraciones inaugurales & La antiqusima
sabidura de los italianos, Ed. Anthropos, Barcelona, 2002, p. XIX.
3
De optimo genere oratorum, V, 14: Converti enim ex Atticis duorum eloquentissimorum nobilissimas
orationes inter seque contrarias, Aeschinis et Demosthenis; nec converti ut interpres, sed ut orator, sen tentiis isdem et earum formis tamquam figuris, verbis ad nostram consuetudinem aptis. In quibus non ver bum pro verbo necesse habui reddere, sed genus omne verborum vimque servavi. Non enim ea me adnu merare lectori putavi oportere, sed tamquam appendere. (Los subrayados son nuestros).
4
Ibidem, V, 15.
5
En este sentido, son no slo ya los gustos o modas, sino las inquietudes determinadas de cada etapa histrica en particular las que marcan la pauta. As, v. g., muy recientemente se han descubierto algunos apuntes matemticos atribuidos a Arqumedes bajo unos textos relativos a disquisiciones pseudo-filosficas
consideradas hoy como carentes de inters alguno, en unos pergaminos que, dado su enorme valor como
soporte en la poca que nos ocupa, fueron repetidamente utilizados.
Simulacin y Disimulacin
como ocurri con algunas obras de Aristteles. Tal vez es sta, dado su marcado inters por las ciencias, la causa del mordaz comentario de Bacon: de
que el tiempo, como un ro, nos trajo las obras ms ligeras e infladas y
sumergi las slidas y de mayor peso6. De ah que, en muchas ocasiones,
una traduccin de palabra a palabra, que no se entiende en absoluto, sirva tan
slo de soporte a un nmero ingente de glosas que vienen a intentar clarificar lo que debera ser cometido del propio texto7.
La situacin descrita se extender hasta el primer Renacimiento.
Slo ya avanzado ste, prcticamente a inicios del s. XV, ir progresivamente cobrando cada vez ms fuerzas la tesis de Salutati, valedor de una
conversio ad sententiam que busque ante todo el contenido, el pensamiento
del autor. As L. Bruni en la Contro v e r s i a postula una traduccin literaria
para todos los textos susceptibles de enmarcarse en el campo de los studia
humanitatis, frente a Cartagena, ms apegado a las versiones tradicionales
de la Edad Media, al menos en lo que respecta a los textos especializados,
filosficos inclusive.
Lo que pervive, en definitiva, en el seno de dicha disputa es el preexistente y siempre larvado enfrentamiento entre retrica y filosofa, su oposicin, su como pretenda Cicern integracin o su sometimiento. De
hecho, andando el tiempo, la polmica se reproducir con la que se establece entre Pico della Mirandola y Ermolao Barbaro, defendiendo ste la versin literaria y recriminando aqul las aberraciones a que conduce la retrica. No falta, evidentemente, la postura eclctica, que reclama un mayor
apego formal al texto original, literal, verbum pro verbo, contando incluso las
palabras, en el caso de obras de naturaleza ms especializada, cientfica o
filosfica, en que se hace precisa una mayor propiedad y univocidad lxica
(verba restricta)8, y una versin literaria, que, guardando el contenido, d
Actas
forma en la lengua de llegada a un estilo similar a aquel en que se ha configurado en la de partida, una versin que permite una mayor polisemia en el
lxico a emplear.
Vives, por otra parte, que dedica a las versiones seu interpretationes
el cap. XII del libro III de su De ratione dicendi, admite tres tipos de traduccin: aquella en que solus spectatur sensus (atendiendo, pues, al sentido),
otra en que sola phrasis et dictio (literaria), y un tercer gnero en que et res
et verba ponderantur (se sopesan las palabras y el sentido).
Resulta as, adems, la paradoja de que aquellos que propugnan un
valor ms literario en la traduccin del texto9 son tambin por coincidir en
lneas generales con una mayor defensa del latn clsico, en tanto las circunstancias lo permitan, de la l a t i n i t a s,y sentir un respeto verecundo por la lengua
escrita los que, partiendo de que se trata de una lengua muerta, constituyen
una postura regresiva respecto del latn, contribuyendo con ello a matarlo tambin como vehculo en tanto que lengua de cultura, cual es el caso de Vico10, al
imposibilitarlo para acuar nuevos conceptos. Y son, a sensu contrario, precisamente los ms progresivos quienes propugnan un mayor apego a la literalidad del texto base, aun a costa de tener que admitir la contaminacin de la l a t i nitas con innovaciones de toda ndole, barbarismos, neologismos, etc.
Encontramos, leyendo a Sorrentino, que tal estado de cosas tampoco
le ha pasado desapercibido, pues la storia del latino, dalla decadenza della
letteratura romana sino ai tempi moderni, ci presenta due correnti distinte:
Luna di coloro i quali espressero nuovi e vitali pensieri in un latino che era
barbaro ma che era personale e dellepoca e perci quasi vivo; laltra degli
affaticati e smunti ricamatori di eleganze, modellate sui testi dei classici, con
lesclusivo scopo di una lodevole esercitazione retorica intesa a far rivivere
la forma magniloquente della grande lingua di Roma11. Y, ms adelante:
Cos, dal Rinascimento in poi, se il latino fu molto pi maturo nelle mani
FRANCIS BACON, Novum organum, pars secunda, aphorismus LXXI: Tempore (ut fluvio) leviora et
magis inflata ad nos devehente, graviora et solida mergente. Cf. VICO, DME, XIII: Pues, con ms ingenio que verdad, dice el Verulamio aquello de que con la invasin de los brbaros los escritores de peso se
hundieron y los ligeros flotaron.
7
Lo que, por otra parte, ocurre siempre que el texto en s no se entiende, sea porque, como acabamos
de decir, su estricta literalidad para con el texto base proporciona una versin de llegada en una lengua
irreal, o bien porque el propio texto de partida ya resulta incomprensible, debido, v. g., a la evolucin histrica, como sucede, por poner un caso, con las ediciones de las primeras obras de nuestra literatura.
8
De hecho, no caben muchas posibilidades de redactar un texto literario en el caso concreto que nos ocupa
el de las Instituciones de Oratoria de G. B. Vico , salvo, a lo sumo, por la va de la ejemplificacin.
De un lado debido al tema en s, estrictamente tcnico a pesar de su contenido; y de otro por su peculiar
gestacin y gnesis, elaborado a partir de unos apuntes de clase, tanto en su primera redaccin de 1711
como en la segunda de 1738. Se trata de un caso similar, en ambos aspectos, al de algunas de las obras
que se nos han conservado de Aristteles, en las que en vano buscaramos sus virtudes estilsticas.
108
Es, en parte, a este primer grupo al que se refiere P. O. KRISTELLER (La retrica en la cultura medieval
y renacentista, en J. J. MURPHY (ED.), La elocuencia en el Renacimiento, Visor Libros, Madrid, 1999, p.
29) cuando asevera: Los humanistas cultivaron en sus tratados y dilogos un estilo elegante, clasicizante y a menudo ciceroniano, evitando los ceidos argumentos de los filsofos escolsticos y su precisa terminologa. Quiz pierden a menudo en claridad conceptual lo que ganan en elegancia literaria. Como retricos profesionales, atribuyen el mximo valor a la elocuencia y reivindican la combinacin de elocuencia y sabidura que consiguen en sus tratados morales.
10
V. nuestra versin de G. B. VICO, Retrica (Instituciones de Oratoria), [36], de prxima aparicin: Lo
seguro es lo siguiente: que, muerta la lengua latina, no tenemos ya licencia para excogitar nuevos vocablos en ella. Pues sta es una potestad slo del pueblo,
en cuyo poder est el arbitrio y la norma del habla.
11
A. SORRENTINO, La Retorica e la Poetica di G. B. Vico, ossia la prima concezione estetica del linguag gio, Fratelli Bocca, Torino, 1927, p. 42.
109
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degli scrittori, fu anche molto meno originale; e quando espresse cose originali si fece meno classico, per una necessit estetica derivante degli stretti
rapporti tra pensiero ed espressione.
Un factor ms a tener en cuenta en el tema y la poca que nos ocupan es el de la aemulatio, por la que el traductor, en muchas ocasiones, no
aspira tan slo a la translacin lingstica del original de una lengua origen a
otra lengua destino, sino a llevar a cabo un acto propio de creacin, en competencia incluso con un original al que aspira a superar.
La postura en ello de Vico, aunque no proporciona una teora propia
de la traduccin, podra describirse de sincrtica, pues a las consideraciones
literarias, retricas en suma, de que parte y que se patentizan a lo largo de toda
su obra (p a s s i m) habra que oponer consideraciones tales como la inexistencia en lengua de los sinnimos12 (lo que redundara en una univocidad de los
vocablos tan al gusto de la traduccin cientfica o filosfica), la importancia
asignada al sentido, que subsiste aunque cambien las palabras, y su oposicin
a una traduccin estrictamente literal palabra por palabra, que conducira a
locuciones inexistentes en la lengua de destino (tibi malum facio)13.
Pues bien, modernamente son muchos los que piensan que es una
utopa pretender una traduccin autntica del original, guardando sentido,
literalidad, estilo, etc., coincidiendo tambin en ello con Vives, que a su vez
cita en esto a Quintiliano (sobre todo en lo que al estilo respecta). As hemos
aludido a que consentamos con Leibniz y algn otro (dice, v. g., Voltaire en
Acerca de la tragedia y la comedia, dentro de su Epistolario ingls: ... y
recordad siempre, cuando veis una traduccin, que no veis ms que una turbia visin de un hermoso cuadro.) en que no existe una autntica traduccin, esto es, la versin de una lengua en otra con toda la pureza del original14. Y en sentido anlogo apuntan las actuales teoras sobre la traduccin
y la interpretacin15, fundindose en un plano ms puramente filosfico con
las corrientes hermenuticas de los ltimos doscientos aos16.
Traducir es, en resumidas cuentas, ejercer una labor de mediacin
por la cual un texto lejano (espacial y/o temporalmente) o ajeno (culturalmente extrao) se torna en un hecho lingstico comprensible para el lector.
Es sta una comprensin que se requiere histrica, pues no sobreviene sin
12
13
Ibidem.
14
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Hasta el punto de que son diversos los pasajes en los que Heidegger afirma la naturaleza hermenutica
de la propia filosofa.
En virtud de la historicidad del hombre que afirma Dilthey y Heidegger, el significado es contextual,
las cosas significan siempre en funcin de un contexto.
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V., v. g., G. B. VICO, Obras... (op. cit.), Introduccin, pp. XI-XII.
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As pues, frente a autores que, como Hirsch, vienen a escindir hermenutica de traduccin entendiendo que aqulla debe buscar tan slo el significado que al texto trat de imprimir su autor, mediante la reconstruccin de
su pensamiento a travs de sus palabras e independientemente de las repercusiones e interrelaciones de aqul con la actualidad, entendemos, con Betti, que
se hace necesario atender a una triple vertiente: el autor (y la obra en el universo de ste), el contexto histrico-cultural (que, en relacin con el primero
el todo y las partes nos llevara a la descripcin del crculo hermenutico)19
y su incidencia en la actualidad. Mas, desde nuestro punto de vista, el crculo
requiere una significativa ampliacin: de un lado debido a la multiplicidad de
factores que, amn de los ya apuntados, inciden en la comprensin: diferencia
de s t a t u s sociocultural entre autor y lector, de nivel de especializacin, lejana
en el tiempo o en el espacio, diversidad cultural, lingstico-conceptual... que
contribuyen a dificultarla; la inversin metodolgica que supone que el inters por una obra pretrita denota a su vez la previa asuncin de una comprensin e interpretacin determinadas en un cierto sentido, una toma de postura
previa20; el hecho de que vivimos inmersos en la tradicin, puesto que no
podemos ver el pasado ms que por referencia a nuestro presente, que se proyecta sobre l21, y ste es a su vez resultado y consecuencia del pasado.
Pues bien, como consecuencia de ello e incidencia subsiguiente en el
iter y la metodologa de la traduccin, apuntbamos supra la necesidad de
mantener la flexibilidad de la versin original y no ofrecer un esquema
mediatizado. Nuestro nivel de ingenuidad no alcanza, con todo, a pretender
que podemos actuar como espritus puros, libres de prejuicios22 a la hora de
enfrentarnos a una traduccin, cuando para acceder a sta se precisa la gestacin previa de una accin comprensiva e interpretativa en la que tales prejuicios inciden, y, por ende, el traductor no puede substraerse a aportar su
propia comprensin del texto controvertido. Mas s a intentar que, en la
medida de lo posible y en tanto Heisenberg y nuestra participacin lo permitan23, nuestra intervencin sea ms comprensiva y expresiva que interpretativa y explicativa, dejando estas dos ltimas facetas lo ms ampliamente abiertas posible de acuerdo con la apertura del original a la actuacin del lector,
tratando con ello, adems, de no incurrir en la aemulatio.
19
Pues para comprender se precisa una Piedra de Roseta, ya que toda comprensin lo es por referencia a
algo, y ese algo es bsicamente su propio contexto. V. supra, n. 17.
20
Como dice Heidegger (Ser y Tiempo, I, V 32): Una interpretacin jams es una aprehensin de algo
dado llevada a cabo sin supuesto.
21
Pues el hombre, ser histrico, no puede comprender ms que desde su propia perspectiva, histrica tambin.
No hay razn absoluta, ya que no existen absolutos al margen de la historia: la propia razn es, pues, histrica.
22
Tal es el origen de la crtica de Vico a Descartes en La antiqusima sabidura..., I III.
23
El traductor y no ya slo el autor es un sujeto iudicans que, de forma ms o menos latente o manifiesta, generar su propia visin mediatizada: jams ser el mismo el tratamiento de los paganos desde
el punto de vista de un puritano que desde la admiracin por lo lejano, remoto y extico de un romntico.
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Actas
EL FILSOFO ES UN DI-SIMULADOR?
JOS M. SEVILLA
(UNIVERSIDAD DE SEVILLA)
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Actas
No es, por tanto, lo mismo di-simular que simular. El mismo trmino simul-are comparte su parentesco con la raz latina simil, de s m i lis (semejante). Y, como deca Vico, la semejanza es la madre de todas las
cosas (invenciones) humanas. Las imgenes, las semejanzas, las metforas,
las comparaciones,... nacen al origen de las lenguas y por necesidad de expresin y explicacin (para explicar las cosas con pro p i e d a d, como no se negar
que sucede en la lengua potica), siendo la sabidura potica la que ha fundado el gnero humano. Si la metafsica razonada ensea que homo intelligendo fit omnia, la metafsica potica ensea que homo non intelligendo
fit omnia (G. Vico, Scienza nuova 1744, 405).
La simulacin, enraizada en la originaria actividad poitica, no genera de por s falsedad o mentira (aunque ello no implica excluir el error); slo
la reflexin mal usada es madre de la mentira y de la disimulacin. La disimulacin existe, pues, porque existe previamente la naturaleza simuladora
del hombre, y sta puede ser distorsionada especularmente. Nihil est in intellectu quin prius fuerit in sensu.
II. Siendo todo esto que brevemente hemos revisado una especie de
commentum o descubrimiento fingido, pasemos a resear, tambin brevemente, dos perspectivas histricas del arte de la simulacin y la disimulacin,
donde ambos conceptos aparecen vinculados como semejantes en el plano de
la accin y con referencia a la reflexin (metfora, dicho sea de paso, que
expresa una simulacin: espejar). Una primera perspectiva, teorizada por
autores ligados a la praxis (social, poltica e histrica), como por ejemplo
Maquiavelo, Vico, Saavedra Fajardo y Gracin, los cuales nos indican el
carcter filosfico de estas dos categoras (vinculadas a la praxis poltica).
Otra segunda, reivindicada como ejercicio prxico (poltico y circustancialmente epocal) por nuestra tradicin hispnica, en los ss. XVI-XVII, de
mdicos-filsofos.
Las dos, vinculadas, nos podran acercar al problema hoy del filsofo que renuncia a simular y se convierte en disimulador ante la realidad.
1) El arte de la simulacin y la disimulacin.- El tndem conceptual
moderno de simulacin y disimulacin aparece en el mbito de la filosofa
poltica, desde Maquiavelo en adelante. El Secretario florentino define la
poltica como un acto de di/simulacin. Dice, usando la irona (que es el
tropo de la reflexin) para construir su teora en El Prncipe (cap. XVIII):
Cun loable es en un prncipe mantener la palabra dada y comportarse con
intengridad y no con astucia, todo el mundo lo sabe. Sin embargo, la experiencia muestra en nuestro tiempo que quienes han hecho grandes cosas han
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sido los prncipes que han tenido pocos miramientos hacia sus propias promesas y que han sabido burlar con astucia el ingenio de los hombres. Y concluye el captulo de la obra diciendo que es necesario colorear esta naturaleza: Se pondra dar escribe de esto infinitos ejemplos modernos y mostrar cuntas paces, cuntas promesas han permanecido estriles por la infidelidad de los prncipes; y quien ha sabido hacer mejor la zorra ha salido mejor
librado. Pero es necesario saber colorear bien esta naturaleza y ser un gran
simulador y disimulador. Dos siglos ms tarde nos dir Vico, en su De nos tri temporis studiorum ratione, que el hombre no puede formarse slo en la
razn y la crtica, sino que necesita hacerlo en la vida civil, en la vida prctica de las cambiantes relaciones sociales. Por eso, el hombre necesita de la
prctica en la vida civil, para que no sea necesario que se vea obligado a tener
que retirarse de la vida poltica. Escribe Vico: Y en lo que atae a la prudencia de la vida civil, al ser las dueas de los asuntos humanos la ocasin y
la eleccin, que son muy inciertas, [...] guan a stas la simulacin y la disi mulacin. El tacitista espaol, y poco admirador de Maquiavelo, Diego
Saavedra Fajardo, refiere estas categoras en la Empresa XLIII de la Idea de
un prncipe poltico-cristiano representada en cien empresas: Solamente
puede ser lcita la disimulacin cuando ni engaan ni dejan manchado el crdito del prncipe; y entonces no las juzgo por vicios, antes o por prudencia, o
por virtudes hijas de ella, convenientes y necesarias en el que gobierna. Esto
sucede cuando la prudencia, advertida en su conservacin, se vale de la astu cia para ocultar las cosas segn las circunstancias del tiempo, del lugar y de
las personas. Igualmente, nuestro egregio Baltasar Gracin recoge el sentido de la simulacin y de la disimulacin al decir en el Orculo manual (220)
que Cuando no puede uno vestirse de piel de len, vstase la de la vulpeja.
Ms cosas ha obrado la maa que la fuerza, y ms veces vencieron los
sabios a los valientes que al contrario. Por tanto, hay que disimular el
intento para la consecucin de algo.
2) Di-simulacin crtica.- Veamos rpidamente un ejemplo de accin
disimuladora, ya en el mbito netamente filosfico, que se da como simulacin
crtica: El papel simulador del mdico frente a la disimulacin escolstica.
En el siglo XVI hay en Espaa una tradicin de mdicos-filsofos
que, directa (como en el caso de Francisco Snchez El escptico, Gmez
Pereira, o Miguel Sabuco) o indirectamente (como en los casos de Huarte de
San Juan o de Miguel Servet), consideraban que en aquella poca, frente a la
desidia inventiva y el estancamiento dogmtico de la escolstica, eran los
mdicos (y los nuevos mtodos) quienes estaban llamados a hacer filosofa
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J.M. SEVILLA, Tramos de filosofa, Ed. Kronos (Colecc. Mnima del Civ), Sevilla, 2002, 20.
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