Rahner Karl - Observaciones Sobre La Teologia de Las Indulgencias
Rahner Karl - Observaciones Sobre La Teologia de Las Indulgencias
Rahner Karl - Observaciones Sobre La Teologia de Las Indulgencias
INDULGENCIAS
Introduccin. Planteamiento del problema.Hoy da se tiene a veces la sensacin de que existen verdades en la doctrina
de la Iglesia que, expresadas en forma de tesis, ciertamente
no se ponen en duda por los catlicos, pero que de hecho se
envuelven en un silencio de muerte procedindose en la prctica de la vida cristiana como si no existieran l. Estn, s, en el
catecismo, pero no en las tablas de carne del corazn. Desde luego, sabemos muy bien que en la Iglesia tal proceso de
languidecimiento de una verdad no puede acabar con la muerte
de la misma, por lo menos cuando se trata de verdades que pertenecen al autntico depsito de la revelacin. Pero esto no
dispensa a la teologa, cuando observa tales procesos de contraccin, de reflexionar sobre sus posibles motivos. Estos no
dependen siempre necesariamente del espritu del tiempo, de
la mala voluntad y de una especie de refractariedad hertica
respecto a alguna verdad de la Iglesia. La razn puede ser tambin que dicha verdad, tal como hasta ahora se haba formulado,
sea realmente difcil de entender en el tiempo actual tan distinto del pasado.
La teologa no se esfuerza en su comprensin. Y de esta
manera un simple cristiano que no es telogo .no sabe defenderse en esta cuestin, y normalmente no tendr ms remedio
que dejar arrinconada esta verdad incomprendida, traspapelada
entre los cartapacios de la fides implcita. Tiene la sensacin
de que seguramente eso ser as y de que tendr su importancia, pero l mismo no sabe qu hacer con esa verdad. En la
perplejidad prefiere dejar las cosas como estn, tanto ms que
en el cristianismo no faltan verdades y realidades que por el
momento tienen para l mayor actualidad.
Desde luego no hay que pensar que tales verdades corran
* Cf. tambin K. Rahner, Der Gestalwandel der Haresie: Worl
und Wahrheit 4 (1949) 881-891. Contenido tambin en K. Rahner, Gefahren im, heuligen Katholizismus, Einsiedeln 1953 2 , pp. 63-80.
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peligro de perderse simultneamente para todos y en todas partes. Como los contemporneos viven slo aparentemente todos
al mismo tiempo, as una verdad puede tener vida y ser practicada aqu y ms all dar casi la sensacin de estar muerta,
mientras puede tambin recobrar nueva vida all sin que se
note aqu cuan muerta est en los corazones. Acerca de tales
verdades conviene notar que, por lo que se refiere a su prctica
viva, con frecuencia no se pueden imponer como obligacin
ni siquiera respecto a un solo miembro de la Iglesia ni por medio de un anatema lanzado contra dicho miembro. As, por
ejemplo, cmo podra imponerse tal obligacin respecto a la
doctrina cierta de la utilidad y frutos de la confesin de devocin respecto al culto privado de la Virgen Santsima o a la
devocin privada del Sagrado Corazn? La Iglesia puede, s,
predicar la verdadera utilidad de tales prcticas y hasta puede
esperar que tal predicacin mueva a obrar a los oyentes; lo
que no puede es forzar (por ejemplo mediante severas prescripciones) a realizar tales verdades. Ni tampoco parece seguro que la asistencia del Espritu Santo prometida a la Iglesia
garantice en cada circunstancia en la medida deseada que semejantes amonestaciones aprovechen para la realizacin de tales
verdades. En estos casos puede quizs ser til preguntarse si
el escaso resultado que se ha seguido del esfuerzo por hacer
dichas verdades realmente asequibles a los fieles no depende
de que los mismos predicadores no las hayan entendido ni presentado bajo una forma fcilmente asimilable y practicable.
No basta, naturalmente, con ensearlas de pasada en la catcquesis o con mencionarlas en el sermn con el solo fin de que
queden dichas y de que el predicador pueda pasar luego a
otros temas con buena conciencia.
Por ejemplo, la bajada de Cristo al infierno no es una
verdad de este gnero? Quin ha vuelto a or predicar sobre
ella desde que abandon los bancos del catecismo? No resulta esto chocante tratndose de un artculo del smbolo de la
fe? Recientemente se ha comenzado a decir que la doctrina
sobre el infierno es una verdad que, si no tericamente, por lo
menos existcncialmente comienza a ser inexistente para los
cristianos. No se puede decir lo mismo de las indulgencias y
de la doctrina sobre las mismas? Es cierto que hay muchas in182
der
Bussgeschichte
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nen para la evolucin y la esencia de las indulgencias las absoluciones de la Edad Media (tanto en el sacramento como fuera
de l). Se trata, pues, de un trabajo ms profundo que el de
Paulus, pese a lo copioso de los materiales recopilados por
este ltimo.
Breve conspectus de la historia de las indulgencias segn Poschmann.No es posible recapitular aqu la exposicin, ya de por s concisa, de P. sobre el origen y la evolucin de las indulgencias. Vamos a
hacer slo breves indicaciones necesarias para la mejor inteligencia del
resultado dogmtico del libro. P. deslaca primero los elementos de la
antigua doctrina eclesistica sobre la penitencia, importantes para las
indulgencias de tiempos posteriores (1-14): la necesidad de una penitencia subjetiva por los pecados postbautsmales, como factor de extincin
de los pecados, sin distinguir entre culpa y pena, recalca tambin el
apoyo que recibe esta penitencia subjetiva por parte de la cooperacin
de la Iglesia (comunidad, mrtires, pneumticos, etc.); y, ante todo,
por parte da la oracin impetratoria de los sacerdotes. Este debe distinguirse del propio acto de reconciliacin (con la Iglesia y a travs de
ella tambin con Dios) y no puede interpretarse como absolucin (en el
sentido actual) bajo una frmula deprecatoria (II).
P. trata luego difusamente (15-30) de la esencia, formas y modos de
eficacia de las absoluciones de la temprana Edad Media fuera del
sacramento de la penitencia (esto es lo primitivo a partir ya de San
Gregorio Magno) y dentro (a partir del siglo x) del sacramento de la
penitencia. Estas absoluciones son (primero independientemente de la
condonacin de penitencias impuestas por la Iglesia) la autntica continuacin de la oracin sacerdotal impetratoria por el penitente. No
obstante, la continua apelacin que en ellas se hace a los plenos poderes
apostlicos y a la potestad de las llaves, se debe concebir como una
oracin de la Iglesia, oracin autoritativa, s, pero impetratoria del pleno
perdn, que por tanto se extiende tambin a las penas de los pecados;
pero no se pueden concebir como un acto jurisdiccional e infalible con
el que se absuelven las penas temporales de los pecados. Esto se deduce
de su aparicin (que incluso es temprana) fuera del sacramento (y
tambin principalmente de las absoluciones generales), de su estilo
y de sus clusulas restrictivas, de las teoras de la temprana escolstica
6obre la esencia y el alcance de la actividad sacerdotal en el sacramento
de la Penitencia.
P. pasa luego a exponer (36-43) los presupuestos penitenciales histricos y teorticos que desembocan en el origen de las indulgencias: la
transformacin de la institucin penitencial, de penitencia pblica en
privada, anticipndose la reconciliacin al cumplimiento de la penitencia
eclesistica, lleva a la distincin refleja entre reato de- culpa y de pena
en el pecado, de modo que ahora la penitencia subjetiva se refiere netamente a la extincin de las penas temporales de los pecados, y as las
absoluciones se estiman como ayuda de la Iglesia para la extincin
precisamente de tales penas, sin que por ello se trate ya de una remisin
de penitencias impuestas por la Iglesia.
A continuacin sigue (43-62) un anlisis de las primeras indulgencias
propiamente dichas. Aparecen por primera vez en el siglo XI en Francia,
mientras la remisin de penitencias hechas a peregrinos de Roma desde
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sistico, parecieron disiparse las anteriores dificultades y pudo desarrollarse la doctrina hoy todava corriente sobre las indulgencias, habindose
admitido hasta entonces que lo condonacin de las penas temporales de
los pecados slo era implorada por la Iglesia (de modo que a consecuencia de ello se condonaba una penitencia eclesistica), ahora ya no haba
dificultad en concebir, la condonacin como realizada en un acto jurisdiccional en que la Iglesia dispone atitoritativamente, como un propietario
sobre su hacienday as con eficacia infaliblesobre este tesoro (San
Alberto, San Buenaventura, Santo Toms).
Una vez llegado a este trmino, se poda aflojar ms y ms la relacin
entre la indulgencia y la liberacin de las penitencias eclesisticas, hasta
tal punto que no faltan telogos (como liillol) que excluyen por completo
esta relacin de la esencia de la indulgencia. Por Jas mismas razones, a
partir de Santo Toms, la concesin de indulgencias comenz a hacerse
ms y ms independiente del sacramento de la Penitencia, convirtindose
en privilegio papal, ya que slo el Papa (o alguien dependientemente de
l) puede disponer legtimamente del tesoro de la Iglesia, mientras antes,
cuando sustancialmenle se trataba tambin (aunque no slo!) de una
remisin de penitencias eclesisticas, lodos los que imponan estas penitencias (los confesores o por lo menos los obispos) podan otorgar indulgencias en virtud de su propia potestad. Por otra parte (si se admite que
la Iglesia puede disponer legtimamente del tesoro eclesistico), vuelve a
6urgir con mayor gravedad la cuestin de cundo y en qu medida se
requiere una obra buena como prcrici|uisilo de la indulgencia, lo cual
en realidad slo se explica por las antiguas conmutaciones y rescates de
penitencias, no ya por la nueva teora.
Como ya qued dicho, las precedentes indicaciones fragmentarias sobre el bosquejo histrico que P . delinea de la prctica y teora indulgencial, tena objeto facilitar la comprensin del problema que al autor (99-122) y a nosotros nos interesa.
Cmo se ha de entender teolgicamente la esencia de las indulgencias a la luz de esta historia? Esto es lo propiamente
nuevo en P . A qu conclusiones llega sobre la esencia de las
indulgencias?
Enjuiciamiento
general de la teloga actual sabr las indulgencias.Siempre
ha conocido la Iglesia la doctrina de la Comunin de los Santos y la del Cuerpo Mstico; saba que el
cristiano es socorrido en la lucha por extinguir sus pecados por
toda la Iglesia militante y triunfante, y ha aplicado a la prctica
este conocimiento de las formas ms variadas. Lo nico nuevo
acerca de las indulgencias fue al principio la consecuencia prctica que se dedujo del conocimiento del tesoro de la Iglesia:
la posibilidad de una accin intercesora y, ms en concreto, de
un acto judicial por el que se condena al pecador tambin una
parte de la penitencia eclesistica. As, la indulgencia tiene efecto celeste y terrestre, en el ms all y en la tierra. Hasta aqu
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tad de Dios que, en atencin al sacrificio de Cristo y a la santidad de los Santos en l fundada, puede otorgar la condonacin de las penas temporales de los pecados, se ver con claridad
que la disposicin de la Iglesia sobre este tesoro depende
absolutamente de la libre voluntad de Dios. Por tanto el que de
hecho se d tal disposicin y el modo como se d depende de
la positiva ordenacin divina. No existe prueba de que Dios
haya concebido a la Iglesia un poder legtimo de disponer
respecto a las penas temporales de los pecados y, por otra parte
la afirmacin tropieza con no pocas dificultades. La Iglesa tiene, por supuesto, cierto derecho moral sobre este ((tesoro de la
Iglesia; en su accin intercesora por el penitente ante Dios,
alega los mritos de Cristo y de sus santos, cuyo benvolo
apoyo puede presuponer como fruto de su oracin, ya que
Dios (aun siendo plenamente libre en la distribucin de la
gracia) est sin duda alguna especialmente propicio para prestar, odo a la Iglesia y a su oracin autorizada.
Teora de Poschmann.Con
estos presupuestos ya se puede
comprender la definicin de la esencia de las indulgencias dada
por Poschmann. Se trata de una combinacin de la antigua
absolucin de las penas temporales de los pecados, eficaz en
cuanto oracin de la Iglesia, con una condonacin jurisdiccional de penitencias eclesisticas. Aun en la indulgencia plenaria
no hace la Iglesia ms que apuntar y tender a la revisin de todas las penas temporales de los pecados, pero no puede dar una
garanta segura del pleno perdn divino de dichas penas. Concebidas as las indulgencias, se comprenden mejor otras manifestaciones en la prctica de las mismas: el hecho de que
las indulgencias siguen siempre estimndose cuantitativamente
segn la antigua tarifa de penitencias, la necesidad de una
causa proporcinala para proclamar una indugencia y de una
buen* obra para ganarla, obra con la que el interesado se dispone mejor para que sea escuchada la intercesin especial de
la Iglesia, la inseguridad de hecho del resultado de la indulgencia con que siempre cuenta la Iglesia, etc.
Qu decir de esta teologa de las indulgencias? En primer
lugar se debera tener de antemano presente en la ulterior discusin de esta tesis de P . que en su resultado objetivo no di191
fiere tanto de la li-ora corriente de las indulgencias como pudiera a primera vinln parecer. En efecto, una teologa ponderada
que cuento en verdad con la seriedad de las consecuencias del
pecado y no ignore la intransferibilidad de la accin personal
(aunque se den tambin culpa y castigo comunes), no podr
dudar que las indulgencias ganadas de hecho no producen
exactamente los efectos que en s se les suelen asignar. En
este sentido lo que hace la tesis de P. es desplazar a un punto
distinto del de la teora corriente el factor, siempre existente, de
inseguridad. Por otra parte hemos de reconocer honradamente
(aunque, como es natural, sometindonos a los resultados de
una ulterior discusin teolgica, como de una posterior formulacin ms precisa de la tesis y acatando el evidente derecho
del Magisterio eclesistico) que la tesis de P . est en lo cierto,
aunque una parte de la argumentacin que aduce P . no parece
del todo constringente y otra parte de la prueba puede ser susceptible de ulterior estructuracin y profundizamien'to.
a) Argumento histrico.El argumento capital de P . es el
tomado de la historia de las indulgencias: la indulgencia naci
de las antiguas absoluciones, a las que nicamente se aade la
condonacin de una penitencia eclesistica. Ahora bien, respecto de las penas del ms all, sobre las que ciertamente influye, la absolucin no tiene carcter judicial, sino puramente de
intercesin. Ergo... No se puede, empero, negar que P . ha
comprendido y analizado muy bien la conexin histrica entre absolucin e indulgencia. Y hay tambin que concederle
que esta absolucin es la continuacin de la intercesin penitencial del sacerdote en la antigua Iglesia con carcter impetratorio, que no se puede sin ms identificar formalmente
con la verdadera reconciliacin. Tampoco se puede dudar que
las absoluciones dentro y fuera del sacramento de la penitencia en la poca de su aparicin y de su apogeo se onsideraban como tal continuacin. Con todo, el dogmtico que
quiera atenerse firmemente a la teora hoy corriente de las
Indulgencias, podr decir que esta conexin histrica no excluyo (en una concepcin menos emprica de la evolucin
do los dogmas) que la Iglesia slo muy despacio llegara a
tener conciencia de que su oracin autoritativa tiene la efi-
cacia de una disposicin jurisdiccional 4 . Tanto ms que el carcter autoritativo de esta oracin estuvo siempre muy claramente en la conciencia de la Iglesia, como se desprende de la
exposicin misma de P . Adase a esto que una oracin de
carcter autoritativo no ha de carecer siempre necesariamente
de la eficacia de un opas operatum, como se echa de ver en la
oracin de la Extremauncin.
P . observa que la absolucin interior a las indulgencias no
pudo ser ms que una oracin de intercesin por el hecho de
que las teoras de la temprana Edad Media sobre la eficacia del
sacramento para extinguir la culpa apenas atribuyen mayor
eficacia a la potestad de las llaves. Pero esta observacin se
podra retorcer as: precisamente esto prueba que tanto en el
primer caso como en el segundo hubo de imponerse lentamente
la clara conviccin terica de una eficacia ex opere opralo y que
si se admite en un caso, se ha de admitir tambin en el otro.
Con otras palabras: un dogmtico har notar que la frmula
deprecativa usada en el Sacramento de la Penitencia para la
absolucin de la culpa ha sufrido tambin la misma evolucin,
y que su carcter jurisdiccional con eficacia trascendente y segura slo se fue descubriendo lentamente, sin que por ello se
pueda alegar la primitiva oscuridad contra doctrina que ms
tarde fue dilucidada.
Es cierto que P . da algunas indicaciones segn las cuales
habra que explicar este paralelismo de otra manera (11). Pero
esta respuesta de P . al problema que nos ocupa depende a su
vez de toda su interpretacin de la penitencia en la antigua
Iglesia (pax cum Ecclesia como res et sacramentum del perdn
de la culpa ante Dios, de modo que la frmula impetratoria en
modo alguno representa formalmente el mismo acto de reconciliacin con Dios 5 ). Aunque estamos de acuerdo con esta in4
En el sentido de esta objecin van, por ejemplo, las observaciones
de Weisweiler.
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En esta obra (cf., por ejemplo, p. 20) se podra sacar la impresin de que P. considera esta doctrina de la antigua Iglesia sobre la pax
cum Ecclesia, en cuanto res et sacramentum de la reconciliacin con
Dios en la Penitencia, slo como un teorema ya superado de la vieja
teologa. Nada justifica esta impresin. P. est ms bien persuadido de
que esta doctrina sigue teniendo vigor hoy da y es importante para una
ms profunda comprensin del sacramento de la Penitencia. A este propsito se puede leer su artculo Die innere Struktur des Busssakraments: Mnchener Theologische Zeitschrift .1 (1950) 12-30. Esta teora,
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ve por qu la Iglesia, mediante su acto jurisdiccional en el sacramento, no linbra de remitir todo lo que en realidad puede
remitir. Ahora bien, ai la Iglesia no puede hacerlo en el sacramento con la eficacia de un acto jurisdiccional, tampoco lo puede
fuera del sacramento. Si as no fuera, podra, por lo menos bajo
un aspecto, fuera del sacramento ms de lo que puede en l,
y precisamente acerca de un objeto al que est ordenado el sacramento, pues, en definitiva (como lo muestra la imposicin
de la penitencia, que tambin est incluida en el opus
operotum),
el sacramento est tambin ordenado a extinguir las penas temporales de los pecados.
Esto se debe repetir tanto ms cuanto que los telogos,
para demostrar la potestad indulgencial, recurren a los mismos
textos de la Escritura que se aducen como prueba de la potestad
de perdonar los pecados en el sacramento 7 . Si esta argumentacin prueba realmente algo, en primer lugar probara que la
potestad jurisdiccional (como tal, ciertamente eficaz) de eximir
de las penas temporales de los pecados es un momento interno
de la potestad sacramental de la que hablan estos textos. No se
puede, pues, probar por estos lugares de la Escritura, por una
parte, la potestad indulgencial como jurisdiccional, y por otra
negar que se pueda ejercer en el mismo sacramento, el cual en
estos textos se instituye o por lo menos se promete. Ahora bien,
si se renuncia a esta prueba de Mt 16 y 18, no se posee ya
demostracin escriturstica alguna de un poder jurisdiccional
de la Iglesia respecto a las penas temporales de los pecados.
No slo n o hay ninguna prueba de ello, sino que adems la
doctrina de la Iglesia excluye de antemano el objeto de tal
prueba, dado que no se ve el menor motivo para que la Iglesia
no haya de poder hacer en el sacramento, que tiene como fin
la extincin total del pecado (incluso del reato de pena), lo que
(ex supposito) puede fuera del sacramento. Por otra parte, la
Iglesia, no ensea que ella misma no perdona (y, por consiguiente, no puede perdonar) en el sacramento de la Penitencia
las penas temporales ex opere opralo.
Dicho de otra manera: cualquier telogo y buen cristiano
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Esta consideracin se puede todava ilustrar con algunas observaciones de la dogmtica reciente 8 sobre el sacramento de
la Penitencia y las indulgencias. Galtier rechaza la teora de
que con las indulgencias la Iglesia dispensa sencillamente de
las penas de los pecados, observando que en tal caso la indulgencia sera ms eficaz que el sacramento de la Penitencia respecto a las penas temporales de los pecados. Esta teora que l
combate ascribit concessioni indulgeniae efficacitatem ex opere
operato veriorem et mairorem, quam quae sacramentali absolutioni agnosdeur. En efecto, el sacramento opera ciertamente (en
parte) una remisin de las penas temporales ex opere operato,
pero nicamente en proporcin con el grado de disposicin subjetiva del penitente. En cambio, en la hiptesis que impugna
Galtier, la indulgencia opera ex opere operato (presupuesta la
simple contricin), pura y simplemente, segn el grado de apreciacin del que concede la indulgencia. Segn esto, el Papa
podra con un simple acto de su voluntad anular un vnculo
(el reato de pena) que no puede suprimir como ministro del
sacramento y en virtud del sacramento. Esta reflexin de Galtier no tiene, a nuestro parecer, vuelta de hoja. Pero precisamente por eso no entendemos cmo Galtier dice antes que la
indulgencia obra ex opere operato9 y de tal modo que este
efecto contrariamente al sacramento de la Penitencia, independeos est a subiectivu dispositione et proportionatur tantum
voluntad concedentis indulgentiam (n. 610). Estos nos parece estar en abierta contradiccin con lo que Galtier dice algunas
pginas despus para impugnar la teora de la indulgencia o remisin de las penas temporales per modun absolutionis. No se
puede decir que se disipe esta contradiccin por el hecho de
que Galtier rechaza esta infabilidad en cuanto absolutio y la
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