El Viento Sopla Donde Quiere, Sobre El Discernimiento
El Viento Sopla Donde Quiere, Sobre El Discernimiento
El Viento Sopla Donde Quiere, Sobre El Discernimiento
(Jn 3,8)
Josep M. RAMBLA BLANCH, SJ*
1. El discernimiento
Asumir nuestra condicin humana, nuestra dignidad
La capacidad de discernir est profundamente arraigada en la dimensin evolutiva e
histrica del cristianismo, un crecimiento hacia la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,12-13.16), un
progreso hacia la verdad completa, todo ello bajo la gua e impulso del Espritu (Jn 14,26;
16, 13).
Sin embargo, el viento sopla, pero no es fcil descifrar hacia dnde va (cf. Jn 3,8). Y esta
dificultad no es propiamente un problema, sino el sntoma de la condicin de la persona que
vive en este mundo, donde los espritus, los aires, son muy diversos y conviene no dejarse
llevar indistintamente por cualquiera de ellos (1 Jn 4,1). Quiz hoy somos ms conscientes
de todo esto, y es signo de madurez esta bsqueda de lucidez personal para no guiarse por
normas o leyes exteriores, sino por esta especie de sentido existencial (Karl Rahner) que
los antiguos llamaban discernimiento. Mal sntoma es la situacin de las personas que, o
no son conscientes de la gran variedad de inputs, de aires que soplan en nuestra sociedad y
en la Iglesia, o se dejan llevar de modo infantil, incapaces de una opcin personal. Ya el
Gran Inquisidor sostena que la libertad es nuestra condicin humana y, al mismo tiempo, la
carga ms pesada que hemos de llevar...
El Espritu sopla donde quiere
La Iglesia ha cantado durante siglos que el Espritu llena el universo. Con razn, porque no
hay espacios que monopolicen la presencia y la accin del Espritu. Esto es una gracia antes
que una responsabilidad. No necesitamos ni templos ni conventos ni casas de espiritualidad,
ni tampoco actividades especficamente religiosas como la oracin o los sacramentos, para
que el Espritu se nos acerque y haga sentir su impulso y su llamada. Santa Teresa del Nio
Jess confesaba que, a pesar de dedicar cada da mucho tiempo a la oracin, Dios, el
Espritu, se le haca sentir en momentos y lugares ajenos a la oracin. Jess le dijo a la
samaritana que ya no hay que buscar a Dios en este monte o en Jerusaln, porque se ha
eliminado la ruptura entre lo sagrado y lo profano (cf. Jn 4,19-24).
Como los discpulos, que todava no haban comprendido el misterio de la resurreccin del
Seor, que es el s al mundo y a la vida, tal vez buscamos todava en exceso al que vive
entre los muertos (cf. Lc 24,5). El Espritu est activo en las escaleras del metro, en la
autopista, en el supermercado, en la sala de espera del mdico, en el estadio... El Espritu
realiza el Dios con nosotros. Esto es sumamente consolador, cuando a veces nos invade
un sentimiento de ausencia de Dios. Hay una pregunta que deberamos repetirnos de vez en
cuando: creemos que este mundo nuestro, el de hoy, es el lugar de Dios, presente por su
Espritu? Es la cuestin previa y decisiva que se halla ntimamente unida a la necesidad del
discernimiento. Tal vez en las distintas respuestas encontraramos la verdadera divisin