La Frontera en Tres Textos Mexicanos

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Justo S.

Alarcn

La frontera como cruce y crucero


en tres textos literarios chicanos

Para este congreso, y bajo este encabezado, hemos seleccionado tres textos
literarios chicanos: un poema, un cuento y una novela. El poema escogido
es del poeta popular chicano Abelardo Delgado, y que lleva por ttulo El
Ro Grande. El cuento seleccionado es el de Miguel Mndez, Tata Casehua,
y la novela elegida es la de Aristeo Brito, El diablo en Texas. Llevar a
cabo un estudio minucioso de lo que nos hemos propuesto aqu sera un
trabajo muy extenso. De esto nos dimos cuenta desafortunadamente despus
de habernos propuesto analizar los tres textos.
Para comenzar, debemos decir que hemos descubierto, como dato quizs
curioso que, siendo tan importante La Frontera en la vida del chicano, muy
pocas obras literarias tratan explcitamente de dicho tema. La mayor parte
de las obras la presuponen implcitamente. Se habla mucho de cruzar o de
pasar la frontera, pero muy pocas veces se describe detenidamente el
cruce y el paso o pasaje de la misma. De esto precisamente es de lo
que trataremos aqu.
El trmino frontera puede desdoblarse en dos: el Ro y el Alambre. Nos
ocuparemos solamente del primero, es decir, del Ro. Generalmente
hablando, al Ro, como entidad fsica y funcional, se le puede considerar
como elemento bien sea geogrfico, martimo, econmico, poltico,
nacionalista, histrico, o bien, para nuestro caso particular, simblico y

literario. No cabe duda de que lo literario no solamente no excluye la


realidad multifactica del Ro, como cualquier otra realidad, sino que
incluye ese multifacetismo. Pero tambin es cierto que lo rebasa, lo
sublima y lo metamorfosea. De otro modo no sera literatura. Y aqu
tenemos el secreto: la sublimacin literaria de una realidad
multifactica.
No creemos que sea necesario exponer aqu esta mltiple realidad. Baste
recordar que el Ro, bien sea el Ro Bravo o el Colorado, como parte de la
frontera, tiene un gran historial. Puede caracterizarse ste como una
concatenacin de ininterrumpidas tragedias. El pueblo, con su visin real
y certera y su talento folklrico, supo reunir y condensar esta realidad
mltiple ofrecindonos una versin destilada de la misma por medio de
corridos y de ancdotas orales. El autor/escritor las recoge y traspone, a
su vez, a un nivel literario ms complejo. Este es el caso de los textos
que hemos escogido.
Globalmente, y a modo de introduccin, se podran resumir y exponer estos
textos de la siguiente manera:
1) En el poema intitulado El Ro Grande, de Abelardo Delgado, el Ro no
habla. Al contrario, permanece silencioso, a pesar de la invitacin que le
prodiga el poeta: hblame pronto, Ro Grande. Es la voz del poeta la
que, en la primera parte del poema, nos describe al viejo jorobado y
arrugado y la que, en la segunda parte, incita a ese mismo ro a que
entable dilogo, sin lograrlo. Con todo, y a pesar de la personificacin,
el yo-t del dilogo monologado nos revela la variada funcin que, a
travs de la historia, ha desempeado el Ro. Este, a diferencia del de
Tata Casehua, como se ver despus, no toma partes. Se sita en el centro
de la polmica y, por decirlo as, encarna y supera a dos pases
antagnicos. Se logra esto al colocarse el yo-narrador en el centro de la
polmica como personaje y como visionario: [yo] en ancas de una mula,
cuando nio, te cruc (265) y un da tus fuerzas, como tus fronteras, se
van a acabar (265).
2) En el cuento Tata Casehua se personifica al Ro. Este nos habla en
primera persona. Es una voz varonil, rabiosamente concreta, pero que
encarna una sociedad muy amplia y compleja: la sociedad anglosajona que
queda al norte, pero que mira hacia el sur. Esta voz personal, al hablar,
resume dos valores mximos: el econmico y el racista. Es una voz
protectora de lo que cree ser suyo y acusadora contra aqul que cree que
se lo va a quitar. Una voz divisoria y unilateral.
3) Mucho ms complejo aparece representado el Ro en El diablo en Texas,
de Aristeo Brito. Esto no tiene nada de sorprendente sabiendo que es un
texto mucho ms amplio -una novela- que gira toda ella alrededor del Ro.
En este texto, el Ro no solamente no toma partes, ni del lado de Mxico
ni del lado de Estados Unidos, sino que se sublima al nivel extranatural,
por no decir sobrenatural. De un incidente tan natural como una inundacin
causada por un aguacero o tormenta, el narrador, por medio del juego de
planos narrativos superpuestos y de abstracciones metafricas, llega a
convertir al Ro en una cruz chueca y en un columpio del diablo. El
Ro ya no es una entidad propia y autmata, como en los otros dos ejemplos
citados. Es una entidad compuesta y compleja. El puente, el tren, la cruz,
la capilla, la vbora, los braceros, la gente, la Lancha, el mismo

Presidio y Ojinaga, todos ellos forman parte integrante de una realidad


global que gira alrededor de un centro: el Ro.

El Ro Grande (de Abelardo Delgado)

Este poema consta de tres partes y de un colofn. Las tres partes se


distinguen solamente teniendo en cuenta la posicin del poeta, o sea, los
planos que escoge el yo-narrador. En la primera parte, la voz se aleja, se
hace omnisciente, ocupa lo que llamaramos un lugar neutro. Bajo la imagen
personificadora nos describe al Ro como a un viejo jorobado, arrugado y
mal cuidado / [...] / por dos pases maltratado... (264). Del plano
visual se cambia inmediatamente al auditivo: si en vez de gruir, tus
aguas platicaran / qu de hazaas nos contaran (264). A partir de la
tercera estrofa, el yo-narrador cambia otra vez de plano, introduciendo
as la segunda parte. Ahora se dirige al Ro y le cuenta, por si acaso no
lo supiera: has visto sufrir al mexicano / [...] / t le has dado lechuga
al chile como hermano / y al tomate lo cambiaste en algo humano (265). El
poeta, en el proceso de acercamiento, baja un plano ms y se mete de lleno
en el centro de la actividad: [yo] en ancas de una mula, cuando nio, te
cruc (265). En otros trminos, le dice al Ro: te conozco y s de qu
estoy hablando.
Despus de haberse metido en las entraas mismas del Ro, el poeta
comienza a alejarse y sube un peldao en el plano narrativo. Miras t el
contrabando que el aduanero no ve (264). La noche se echa encima y,
mientras el Ro duerme bajo la luz de las lucirnagas y la msica de las
ranas / para los enamorados [que no duermen] tus orillas son mil camas
(264). Los jvenes procrean mientras que el color amarillento de carrizo
asoma en las canas del Ro (viejo arrugado). Y sigue el poeta en tono
acusador: eres t la puerta ms cruel y ms dura / separas al hombre y
haces de su ambicin basura (265). Interesante imagen. Como veremos ms
tarde al hablar de El diablo en Texas, el Ro, adems de ser una puerta
dura y cruel, es un puente al que el diablo le echar candado a
medianoche, separando as, en ambos textos, a los seres humanos.
Interesante tambin es la ltima estrofa. El yo-narrador se distancia a
otro plano narrativo, hacindose libresco. Le dice al Ro: le [bastante
despus] que se ahog un mexicano que te quiso cruzar / vena a Estados
Unidos y su muerte vino a encontrar (265). Adems de lo libresco y del
plano narrativo ulterior, estos dos versos son la proyeccin estructural
de la nica estrofa, la ms personal del poema, en la que aparece el poeta
como personaje de escena. Es decir, el yo en ancas de una mula cuando
nio te cruc (265) se convierte mucho despus en el tiempo en que le
que se ahog un mexicano que te quiso cruzar (265). O sea, el yo-nio que
te cruc, se convierte ahora, en el texto, en el yo-adulto que se
ahog. El poeta es, pues, la encarnacin panhumanstica de la tragedia
histrica de un pueblo de Ro, un pueblo de agua, como se ver ms en
detalle al hablar de El diablo en Texas.
Cuando ya el lector se cree que el poeta le ha dado la espalda al Ro,
sbitamente se torna hacia l y le incita al dilogo: hblame pronto, Ro

Grande, que el tiempo te va a matar (265). Tres cosas se ponen de


manifiesto: que todo lo que nos dice, el Ro lo sabe por propia
experiencia, de cuando lo cruz siendo an nio; que el Ro encierra,
como la historia, muchos secretos recnditos y trgicos; y que, al final,
llegar su da de pago/cobro, a travs de la venganza. El tiempo en su
historia lo vengar. No cabe duda que, aunque el poeta no lo dice
explcitamente, el Ro cruel que ahog al mexicano, representa al
sistema anglosajn encarnado en la patrulla, pero que, como a todos los
sistemas sociales y a todos los imperios, el tiempo en su historia se
encargar de vengarlos, en este caso, por medio de la vejez y decadencia.

Tata Casehua (Miguel Mndez)

El segundo texto literario que nos hemos propuesto considerar aqu es el


cuento de Miguel Mndez, que lleva por ttulo Tata Casehua. Es interesante
notar que, siendo el cuento ms largo de la coleccin que lleva por ttulo
general Tata Casehua y otros cuentos -que se lleva a cabo en el desierto y
en el que los indios yaquis son los protagonistas- se mencione al Ro.
Desde el punto de vista de la estructura, es sumamente importante notar
que el Ro aparece emparedado entre dos desiertos: el de Altar y el de
Yuma.
El contexto en el que encaja el Ro es, en breve, el siguiente: tres
generaciones de Casehuas: Manuel, Jos y Jess. El abuelo Manuel, a quien
se le ha dado el ttulo de emperador, se asemeja a una estatua de arena
de incierto aspecto humanoide (9). Est agonizando. Su hijo Jos haba
querido cruzar el Ro y ste lo mat. Jess, el nieto, es el personaje
central, movedizo y en accin. Es un soador, de acuerdo a su madre, que
le prohbe escuchar la voz del abuelo y la de sus antepasados. Ve las
sombras y escucha las voces de los muertos. Ella no quiere que escuche a
su abuelo por miedo a que se contagie con su locura: ni quiere que cruce
el Ro por miedo a que se ahogue, como le pas a su padre Jos. En medio
de la perplejidad, el nio/nieto Jess decide ir en busca de su padre
Jos, aunque tenga que atravesar las aguas del Ro. Se acerca a l, se
mete en las aguas y baja hasta el fondo. La narracin nos dice:
Una paz sugestiva le atraa sobre el ro. Bajo el fondo deslizbase
el arrullo de una cancin de cuna. Lo anim una ternura sublime
brotada de un principio ignorado. Lo acarici devoto, tocando su
cuerpo lquido. Qued [Jess] tenso. Resbal en el fondo oscuro de
los siglos muertos. Suba sabindose vctima y verdugo. Emergi
moteado de envidia, de rencor, sacudido hasta la rabia de un ansia
de venganza[...] Vibrante, vuelto todo l en ndice acusativo,
rompi su silencio ptreo:
-Ro asesino! [...] Yo acuso de criminal tu naturaleza y te demando
me devuelvas al hijo de Juan Manuel Casehua.
(13)

El Ro, que hasta entonces pareca dormido, se infl y, en remolinos, se


expres del siguiente modo:
-Oh! Buscabas a Jos? T escuchar ahora y yo decirte de Jos
Manuel Casehua. Yo no lo enga, yo solamente le mostr sobre mi
otra margen mis huadaas amarillas. El estpido las confundi con el
brillo de cabelleras blondas... Oh!, cmo me re... Intent
cruzarme desesperado. Yo lo tom de las greas y di su rostro contra
las peas de mi fondo, porque yo odio esta maldita raza hbrida,
negroide y fea. "Mira qu chulo ests", le dije, "listo para que
conquistes rubias". Lo volv a bajar al fondo, lo sub hasta que se
puso gordo. "Tienes hambre? Ya ests harto".
(13, 15)

El dilogo contina. Jess le impele:


-En nombre de la madre de tus veneros, dnde quedaron los restos de
mi padre Jos Manuel Casehua?
(15)

La respuesta fue tajante:


-Mira, tuve que dejarlo sobre un remanso mo porque se acercaron
unos mexicanos. Cuando me acord ya no lo vi. Yo creo que se lo
comieron los zopilotes. Pero, la verdad, rascan en mi fondo algunos
de los huesos de Jos Manuel Casehua.
(15)

El Ro se carcajeaba arrastrando huesos de vacas, perros y hombres. La


escena del Ro termina dicindonos que Jess, el nieto, no haba llorado
nunca, pero que un desgarrn interno se bifurc en delta al rodar por sus
mejillas. Se volvi a trote hacia el desierto y, sobre su silencio,
sobrepuso su mutismo. Se enfrent a su abuelo dicindole:
-Tengo mucha sed, tata, mucha sed. Este imperio no me heredes.
(17)

El lector supone que el nieto de Juan Manuel Casehua, Jess, muere entre
las memorias de sus antepasados derrotados en la sequa del desierto. El

destino del imperio e independencia yaqui llegan a su fin. El ciclo


histrico se cierra. El abuelo emperador muere hecho duna de arena, el
hijo Jos ahogado en el Ro, y el nieto Jess, que fue a ver el ro,
vuelve a la arena del desierto para morir y cerrar el ciclo histrico de
un pueblo orgulloso. La estructura narrativa sigue la lnea histrica del
yaqui.

El diablo en Texas (Aristeo Brito)

Se nos dice dos o tres veces en esta novela que la Historia del chicano
es la Historia del Ro y que la Historia no se detiene: corre como el
Ro. An ms, el chicano est hecho de agua. Las fuerzas diablicas de
El Diablo Verde, el gran hacendado Ben Lynch, echan a Jess Uranga al
Ro con una soga y una piedra al cuello. Jess, barquero y smbolo de la
unin entre Texas y Mxico, muere ahogado.
Los planos narrativos, las metforas y las figuras se van entrelazando y
sobreponiendo. Veamos algunas. En un primer plano, y en un sentido real,
la Lancha de los Uranga era el medio de transporte con el cual el
mexicano/chicano poda cruzar el Ro, uniendo a dos pueblos, a Presidio y
a Ojinaga. Al nivel simblico, la Lancha representaba al antiguo sistema
mexicano/chicano. Por lo contrario, el Puente -avance tecnolgico
anglosajn- en lugar de facilitar la travesa, separaba a la gente. El
nio Chente, antes de morir y en un momento de delirio, se hace portavoz
del pueblo chicano. Le dice a su hermana Vickie: El puente separa a la
gente, hermana. Antes ramos iguales. El diablo vino a hacernos mal (19).
Lo que antes una -la Lancha primitiva- ahora separa -el puente
moderno-, creando la desigualdad entre la gente. Y el autor de esta
separacin y desigualdad no es otro ms que el mismo diablo, es decir,
el nuevo sistema anglosajn, representado por el personaje Ben Lynch.
El narrador, al colocarse en lo alto de la montaa, observa desde la
capilla que el puente y el tren, la base y el travesao respectivamente,
forman una cruz chueca y borracha. Ambos, productos tecnolgicos
equiparables, pero, considerando el elemento humano, el puente -o sea, la
base de la cruz- est controlado por los ricos, por el hombre blanco, por
los seres superiores, por el diablico sistema econmico, mientras que el
tren -o sea, el travesao de la cruz- va cargado de pobres, de seres
inferiores, de prietos, de un rebao de braceros: una cruz tecnolgica de
mercado y de explotacin humanas. El diablo, a medianoche, le echa el
candado al infierno/puente y los dos pueblos quedan separados. Entre
tanto, el Ro se escapa por debajo del Puente (ii). Y para coronar esta
forma de blasfemia trgica, el puente est formado por las dos patas del
diablo, diseando un arco iris del que se desprenden los orines que forman
el Ro. Las piernas arqueadas del diablo, o puente, semejan un resbaladero
en el que el diablo, como los nios del parque, juega con las vidas de la
gente. Un gran juego.
El elemento ldico del juego, en referencia al Ro, es muy importante en

este texto literario. El nio imbcil Chava, asustado por los


guardaespaldas de Ben Lynch, y entre temblorinas, tarareaba una cancin
que su madre le haba enseado, en donde se cuenta que un pescadito, por
jugar, se haba salido del Ro y se muri, yendo contra la amonestacin de
la mam del pescadito. Al igual que el pescadito, el nio Chava haba
salido de su jardn contra la amonestacin de su mam, y casi lo matan. De
todos modos, presenci en el Fortn la matanza de mucha de su gente que
haba cruzado el Ro ese da. En otro incidente, un grupo de nios
juguetones estaba pescando, es decir, sacando pescaditos del Ro. Los
soldados de Reyes Uranga, despus de chistes y carcajadas, los llevaron
con ellos (51). En otras partes de la novela vemos al diablo en plan de
juego. Con una mano exprime las aguas en el Ro, es decir, el gato
patrullero (anglosajn) queriendo atrapar al ratn mojado
(mexicano/chicano).
Antes habamos mencionado que a Jess Uranga lo haban ahogado en el Ro.
Se le conoce en la novela con el apodo de Jess del Ro. Observando de
cerca el tono novelstico, Jess es, desde ms de un punto de vista, el
personaje principal, por servir de lazo de unin entre el agua y la
tierra, entre el Ro y el Fortn. En un dilogo entre los muertos del
Fortn, que recuerda a los habitantes de Comala, Jess dice: Yo soy de
agua. Los otros le reclaman: Eres de tierra, Jess. l insiste: Todo
soy de agua (42). Jess del Ro nos describe su propia situacin: que
vive en el agua, aunque est enterrado en el Fortn. Nos indica que no hay
contradiccin en esto, puesto que el Fortn (smbolo de la tierra) es un
acuario resquebrajado en donde l y ellos viven: que de noche se semeja a
un pito por el que se oyen las voces de los muertos; que no son otra cosa
que los silbidos de los vivos que cruzan el Ro (43-44).
El desdoblamiento o alter ego de Jess del Ro lo vemos en otro nio,
Chonito, que recuerda, a semejanza del imbcil Chava, los consejos de su
abuela cuando l quera cruzar el Ro. Bajo el agua, le dice ella, las
araas una red te van tejiendo. Las sanguijuelas verdes te calarn los
huesos. Sombras frondosas como peces moribundos [...] chapaleos en el agua
[...] huellas que se ahogan. Verdes sombras, tus pupilas con sal color de
los mares [...] regrsateee! (41-42).
La abuela de Chonito le est amonestando poticamente a l lo que le
ocurri a Jess del Ro. Hay un paralelismo evidente entre ambos.
Sobre toda esta estructura de planos parciales se sobrepone otra vez la
figura manipuladora del diablo. Al fin de la novela notamos la siguiente
ecuacin: Marcela, la joven madre del Feto, se equipara al Ro. De hecho,
muere a mitad del Ro. La figura predominante es la del pulpo, a saber, la
del diablo. El ojo del pulpo (15) viene a ser el ojo-de-agua del Ro, que,
a su vez, viene a ser la vagina de la preada Marcela. El pulpo estira el
tentculo que, al estirarse, se convierte en el Ro desbordado y que
corresponde al chorro de sangre del parto de Marcela. Por fin, el pulpo
retrae el tentculo y se lo lleva a la boca/estmago, cobrando una vida;
el Ro, desbordado, retrae sus aguas formando un riachuelo miserable, y la
vagina de Marcela, despus de dar a luz, se arruga y contrae, dejando un
chorrito de sangre en los muslos. El paralelismo es obvio.
Y con esto volvemos al diablo prestidigitador y manipulador de
situaciones: sus dos patas (Mxico y Estados Unidos) forman un puente. El

mingitorio, ubicado debajo y entre ambas piernas, es el Ro. Y coronndolo


todo, un arco colorido (el arco iris). Pero, bajo sus dos pies firmes, se
hallan dos cementerios de gente explotada y muerta -Mxico y Texas.

Para concluir, recordemos que, aunque el tema/figura del Ro, como parte
de la Frontera, no se trata muy explcitamente en la literatura chicana,
presenciamos aqu tres textos que nos dicen claramente la funcin que en
la historia del chicano/mexicano ha desempeado el Ro. La existencia de
un elemento natural y geogrfico, como es el Ro, manipulado por la
supraestructura poltica y la infraestructura econmica humanas, ha sido
causa de un encadenamiento de tragedias de un pueblo que se resiste a
morir y que considera suyas ambas partes que circundan a ese Ro. Este se
personifica, se metamorfosea y se sublima. Habla como hombre, mata como
verdugo y traga como monstruo. Pero tambin sigue el ciclo histrico y
vital, y, como se expresa el yo-narrador en el poema El Ro Grande:
hblame pronto, que el tiempo te va a matar. La historia, gran
justiciera, se encargar del resto.

Obras citadas consultadas

Alarcn, Justo S. La metamorfosis del diablo en El diablo en Texas. De


Colores, Vol. 5, nos. 1 & 2, 1980, 30-44.
Brito, Aristeo. El diablo en Texas. Tucson: Editorial Peregrinos, 1976.
Bruce-Novoa, Juan. Interview with Abelardo Delgado. Revista
Chicano-Riquea, Vol. 4, no. 4, otoo 1976, 110-118.
Cirlot, Juan E. Diccionario de smbolos. Barcelona: Editorial Labor, 6a.
edicin, 1985.
Delgado, Abelardo. El Ro Grande. Literatura Chicana: Texto y Contexto.
Ed. Antonia Castaeda, Toms Ybara-Frausto and Joseph Sommers. New Jersey:
Prentice-Hall, 1972, 264-265.
Leal, Luis. Tata Casehua o la desesperanza. Revista Chicano-Riquea,
Vol. 2, no. 2, primavera 1979, 50-52.
Mndez, Miguel M. Tata Casehua y otros cuentos. Berkeley: Justa
Publications, 1980, 1-27.
Rodrguez del Pino, Salvador. La novela chicana escrita en espaol: cinco
autores comprometidos. Ypsilanti: The Bilingual Review/La revista
bilinge, 1982, 91-114.

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