Herra. Critica y Literatura de La Violencia
Herra. Critica y Literatura de La Violencia
Herra. Critica y Literatura de La Violencia
HERRA:
CRITICA Y LITERATURA
DE LA VIOLENCIA
Surnrnary: We study here the work of the costarican philosopher and writer Rafael Angel Herra:
his critics of violence and ideological mecanisms of
legitimation, the modero rol of philosophy and some considerations
in relationship with Aesthetic
and his literary works.
Resumen: Se estudia aqu la obra del filsofo y
literato costarricense Rafael A. Herra: su crtica de
la violencia y de los mecanismos ideolgicos de
legitimacin, el papel actual de la filosofa, y algunas consideraciones en relacin con la esttica y su
obra literaria.
1. RESPONSABILIDAD
Y DETERMINACION
Cuenta Eurpides
que Heracles fue infeliz en el
mundo de los hombres. Hijo de un pecado divino,
hubo de padecer su historia como una sentencia
inevitable: la Diosa Madre envenen de 'locura su
cuerpo poderoso. Cierta noche de infortunio,
la
venganza de la diosa invadi las venas del hroe.
Enloquecido por la ira, asesin a la bella Megara y
a su prognie. Una vez ms el bculo terrible de la
determinacin haca girar el crculo de la violencia.
La victoria sobre el Hades y las bestias se trocaba
as en una eleccin de sangre y deshonor.
Dice la leyenda que la conciencia volvi a habitar el cuerpo del hroe. Heracles, el hombre, cay
en la desesperacin y quiso asesinar su pena con el
castigo ms terrible. Fue entonces cuando apareci
Teseo entre los coros de la escena. Traa en sus
labios un discurso mgico, que forjara la justificacin para todos los genocidas de la historia: la sangre de la violencia obedece a designios ahistricos e
inconscientes;
el pecado de los hroes es obra de
los dioses; como las guilas, la eficacia del poder se
levanta por encima de la insignificante justicia de
los hombres.
Ese razonamiento
trgico es temerariamente
contemporneo.
En efecto, la palabra de Teseo habita en el devenir de nuestro mundo cotidiano.
Los hombres han creado recursos pseudojustificadores, para salvaguardar su responsabilidad por
el terror que tie la historia. El color de la piel, el
credo poltico o religioso, la condicin social y
econmica; son otras tantas coartadas, que sirven
para hacer legtima la destruccin del hombre por
el hombre.
Pero la realidad desborda siempre a la imaginacin. De cara a la evidencia, el pensamiento contemporneo se ha visto obligado a enfrentar la violencia humana, a dar cuenta de sus determinaciones y consecuencias reales.
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aceptan ese modelo, pero procuran evitar los excesos en que cayeron sus predecesores.
Freud, despus de la I Guerra Mundial, propuso
la teora de que la naturaleza humana est constituida por dos' principios: el Eros y el impulso de
destruccin. Con esa propuesta rompa el mecanicismo de los instintivistas clsicos, pues sus principios "carecan
propiamente
de contenidos y funcionaban en la configuracin de la personalidad al
articularse el individuo con el medio" (6). El cre a
que la accin humana, su moral y cultura, son el
resultado de la accin conjunta de ambas instancias (aunque en algunos textos no sostiene su equivalencia). En su dilogo epistolar con Einstein
-quien le preguntaba por la posibilidad de prevenir la guerra-, Freud sostena que el flagelo de la
destruccin solo sera vencido si los los hombres
implementaban vnculos solidarios (vale decir, erticos) entre s. Segn l, hara falta crear hombres
cuya estructura
egtica fuera capaz de guiar los
destinos por la senda de la paz y la razn. Al igual
que Kant, depositaba su esperanza en los designios
de la naturaleza. No obstante, vea que la realidad
humana se manifiesta como la reificacin cotidiana
del poder estatal y la coaccin de la libertad de
pensamiento por parte de la Iglesia.
Pero no fue el psicoanlisis emprico, sino la
etologa, la que trajo a la palestra del gran pblico,
el tema de la violencia en nuestro siglo. Despus de
la II Guerra Mundial, los trabajos de K. Lorenz
sobre la naturaleza de la agresividad, ofrecieron
coartadas pseudocientficas
a la conciencia de muchos europeos. Para este autor, la agresividad intraespecfica ha sido creada por la evolucin para
ayudar a la sobrevivencia de las especies. Las conductas agresivas sirven -a lo largo de la historia
natural- para que los individuos ms dbiles de la
especie se subordinen al dominio de los ms fuertes; pero adems, sirve para crear conductas que
inhiben posibles actos de aniquilacin intraespecfica. La agresividad humana tendra las mismas
caractersticas
que la animal, excepto que en el
hombre no se habra desarrollado biolgicamente
ningn mecanismo para la contencin de la violencia.
Lorenz elabora sus criterios partiendo de la interpretacin del comportamiento
agresivo en animales inferiores, principalmente
peces. Pero, aventurar una exgesis de la destructividad humana sobre tales bases, supone un paso epistemolgico demasiado largo. Por eso las objeciones a sus tesis son
diversas; las ms agudas le reprochan no haber to-
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lar los elementos del entorno y del aporte del sujeto, en el marco de la historicidad. Se trata de una
lnea de trabajo que encuentra asidero en investigaciones de autores como Franke,
Wyss, Sartre y
Fromm, quienes se han ocupado por comprender
la autonoma
de la accin individual en el marco
de las relaciones sociales.
Especial atencin dedica Herra al estudio de
Fromm sobre la destructividad
humana. La distincin entre agresividad benigna (dirigida a la defensa y conservacin de la vida) y agresividad maligna
(necrfila),
propuesta por ese autor sobre la base
d e e s tudios
an tropolgicos
multidisciplinarios,
conviene a los intereses del filsofo. Al respecto
dice:
"A medida que la investigacin multidisciplinaria
ha demarcado la frontera entre agresin naturalmente
producida y la violencia de origen humano (existencia!, histrico) el ftlsofo de hoy debe emprender una larga tarea y
replantearse con nuevas luces el problema de la legitimidad de la violencia (7).
derse histricamente,
sobre la base de las relaciones del hombre con el mundo y consigo mismo;
2) la escasez de "los recursos de sobrevivencia
contribuye al origen del conflicto ya su perpetuacin" (10);
3) la instrumen talizacin del hombre -y de las
nacionespor el hombre, contribuye al conflicto y
a la destructividad;
4) la violencia individual puede explicarse a
partir de las relaciones vinculares del sujeto en determinado medio histrico-material,
aunque debe
reconocerse "siempre un momento de opcin personal por parte del agente" (11);
5) histricamente,
las sociedades "tienden a administrar y a conservar un quantum de agresividad,
vehiculizndola,
estimulndola
y contenindola al
mismo tiempo" (12);
6) las sociedades, al igual que los individuos
"crean mecanismos de pseudojustificacin
de la
violencia" (13), que cumplen una funcin sedativa mientras se perpetan los actos destructivos.
El sistema problemtico
se estructura de esta
manera, considerando el fenmeno de la violencia
desde la gnesis, hasta su impacto en la tica y en
la produccin de las condiciones histrico sociales
que la nutren.
lll.
BARRABAS
COTIDIANO
ASISTE
AL ESPECTACULO
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sino que, ms all del parricidio y el incesto descubre la intil necedad de la culpa y se aferra al fuero
criminal del poder conquistado.
Transfigura as el
destino en coartada.
Edipo descubre que la ms importante apariencia del poder es "la mscara del gobernante, la
ilusin de seoro en virtud de la cual los ciudada. nos hacen de l un hombre necesario y los esclavos
se odian a s mismos por ser esclavos" (19). Esa
mscara no se construye nicamente con las espadas, sino tambin con la palabra. De hecho, la historia de la violencia tiene fundamentos
ms hondos que la sola voluntad de los gobernantes.
Su
dialctica se teje en la incongelable complejidad de
las relaciones sociales. Por eso Edipo esconde esta
certeza tras los muros del palacio: la libertad es
posibilidad permanente
de superar las condiciones
que determinan
el campo de la accin humana.
Ms all de esos muros, justifica un orden necesario basado en la tirana.
La conciencia edpica de justificacin
remite a
la familiar naturalidad pseudoexplicativa
del idealismo. La apariencia del poder puede revelar sus
determinaciones
e implicaciones,
pero tambin
puede ocultarlas. As se constituye el juego de las
ideologas: la falsa conciencia, que entremezcla la
realidad con la ficcin, la reconstruye
en las ideas
y la "aproxima a las ficciones de s misma" (20).
Es el caso de la violencia-ficcin
de Naranja mecnica, la fbula cinematogrfica
de Kubrick, que
Herra analiza a propsito de la reabsorcin institucional del crimen. Naranja mecnica pretende poner en evidencia -en el cdigo esttico correspondientelos recursos del estado para reabsorber la
violencia criminal y servirse de ella. Pero, como
todo enfoque idealista, oculta las condiciones histrico-sociales que fundamentan
el fenmeno.
Es cierto que el idealismo revela problemas, pero funde en las ideas lo concreto y oculta aspectos
claves del proceso histrico-social
del que intenta
dar cuenta. Tal carencia terica habita en las ideologas tecnocrticas.
Los cibernntropos
-como
los llam Lefebvrepretendieron
sustituir la ideologa por una especie de trinchera tecnocrtica.
Herra critica el proyecto
tcito del tecnocratismo, porque oculta las condiciones concretas de
la dominacin y la violencia institucionalizada.
Es
el caso de Heidegger, quien vio la tcnica bajo la
forma de un destino histrico del ser. Su on toteologa remite a una instancia trascendente
de la
realidad humana, para explicar el origen y el sentido del control tecnolgico. De esa forma sacrali-
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que surgen
LA ETICA y EL ARTE
Lebenswelt)
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HUMANOS
No conviene terminar este estudio sin hacer nfasis en el propsito positivo global, que se manifiesta en los trabajos de Herra: su crtica se ofrece
como una propedutica
para la teorizacin de las
perspectivas de vida humana pacfica.
Desde el ensayo filosfico hasta los trabajos de
literatura creativa, la exigencia por la responsabilidad del proyecto humano, remite a la Ciudad de la
Luz-como
la llama en su novela-,
esa posibilidad
histrica del porvenir, en que el hombre dejara de
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ser instrumento
para el hombre. Ciertamente
no
hay una construccin
utpica en este sentido por
parte de Herra (si la hubiera, sera una ficcin
inesencial); pero s hay un sealamien to, en virtud
del cual la construccin
de la paz requiere de un
momento negativo: derruir los cimientos de la institucionalizacin
de la violencia, sus mecanismos e
ideologas. He ah una tarea primordial de la filosofa de hoy.
NOTAS
(1)
De este libro existe una traduccin al francs, por la Editorial Le Preambule, de Quebec, Canad.
(2)
Herra, R. Violencia, tecnocratismo
y vida co ndiana, San Jos: Editorial Costa Rica, 1983, pg. 66.
(3)
tua., pg. 70
(4)
Ibid., pg. 38
(5)
(6)
(7)
(8)
(9)
losophie
Idem.
Ibid., pg. 39
Ibid., pg. 63.
Ibid., pg. 52.
Herra, R. "Crtica de la ftlosofa global", en Phi= Europa. Was sonst? , libro colectivo editado
por Franz Wimmer en Verlag Bklau, de prxima aparicin en Viena.
(10)
Herra, R. Violencia, tecnocratismo y vida cotidiana, op. cit. pg. 54.
(11)
(12)
(13)
(14)
ldern,
Ibid., pg. 55.
ldem,
cit.
(15)
cit.
(23)
Herra, R. La guerra prodigiosa, San Jos: Editorial Costa Rica, 1986, pg. 50.
(24)
tua., pg. 95-96.
(25)
Fernndez , V. "La guerra prodigiosa de Rafael
Angel Herra ", entrevista aparecida en Suplemento
Forja,
San Jos, 5-11 dic. 1986 .
(26)
Herra, R. "Crtica de la ftlosofa global", op.
cit.
(27)
Fernndez, V. op.cit.
(28)
Idem,
Alvaro Zamora
Institu to Tecnolgico
Cartago
Costa Rica