Herra. Critica y Literatura de La Violencia

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Alvaro Zamora

HERRA:

CRITICA Y LITERATURA

DE LA VIOLENCIA

"Y entonces Belceb, el narrador de su propia guerra,


a quien el hombre haba inventado para amarse a s mismo,
alarg sus garras y, mirando al Anacoreta secamente,
se zambull con l y con su infamia en los libros
que hablan del infierno, escritos por m,
el cronista Adramelech".
-La Guerra Prodigiosa-

Surnrnary: We study here the work of the costarican philosopher and writer Rafael Angel Herra:
his critics of violence and ideological mecanisms of
legitimation, the modero rol of philosophy and some considerations
in relationship with Aesthetic
and his literary works.
Resumen: Se estudia aqu la obra del filsofo y
literato costarricense Rafael A. Herra: su crtica de
la violencia y de los mecanismos ideolgicos de
legitimacin, el papel actual de la filosofa, y algunas consideraciones en relacin con la esttica y su
obra literaria.

1. RESPONSABILIDAD

Y DETERMINACION

Cuenta Eurpides
que Heracles fue infeliz en el
mundo de los hombres. Hijo de un pecado divino,
hubo de padecer su historia como una sentencia
inevitable: la Diosa Madre envenen de 'locura su
cuerpo poderoso. Cierta noche de infortunio,
la
venganza de la diosa invadi las venas del hroe.
Enloquecido por la ira, asesin a la bella Megara y
a su prognie. Una vez ms el bculo terrible de la
determinacin haca girar el crculo de la violencia.
La victoria sobre el Hades y las bestias se trocaba
as en una eleccin de sangre y deshonor.

Dice la leyenda que la conciencia volvi a habitar el cuerpo del hroe. Heracles, el hombre, cay
en la desesperacin y quiso asesinar su pena con el
castigo ms terrible. Fue entonces cuando apareci
Teseo entre los coros de la escena. Traa en sus
labios un discurso mgico, que forjara la justificacin para todos los genocidas de la historia: la sangre de la violencia obedece a designios ahistricos e
inconscientes;
el pecado de los hroes es obra de
los dioses; como las guilas, la eficacia del poder se
levanta por encima de la insignificante justicia de
los hombres.
Ese razonamiento
trgico es temerariamente
contemporneo.
En efecto, la palabra de Teseo habita en el devenir de nuestro mundo cotidiano.
Los hombres han creado recursos pseudojustificadores, para salvaguardar su responsabilidad por
el terror que tie la historia. El color de la piel, el
credo poltico o religioso, la condicin social y
econmica; son otras tantas coartadas, que sirven
para hacer legtima la destruccin del hombre por
el hombre.
Pero la realidad desborda siempre a la imaginacin. De cara a la evidencia, el pensamiento contemporneo se ha visto obligado a enfrentar la violencia humana, a dar cuenta de sus determinaciones y consecuencias reales.

Rev. Fil. Univ. Costa Rica, XXV (62), 169-175,

1987

170

AL VARO ZAMORA

cense, que se ha preocupado


por sealar pautas
para la investigacin de los fenmenos de la agresin, desde la perspectiva totalizadora de la disciplina filosfica,
El enfoque de Herra puede ubicarse dentro de
la corriente fenomenolgica;
aunque reconoce los
lmites de la dogmtica, e incorpora en su visin
aportes del pensamiento contemporneo,
que favorecen el anlisis histrico-social.
Es el caso de la
sociologa, la teora crtica y la antropologa mdica,
entre otros.
Su trabajo aparece bajo un doble aspecto: por
una parte, se propone revelar los fenmenos de
reificacin de la Lebensswelt; por otra, se presenta
como una matriz, donde se gesta la propedetica
para sistematizar la investigacin comprensiva de
los problemas que halla.
Cada vez ms, los especialistas se convencen
-sobre bases cientficasde que no pueden, como
Teseo, fiarse de las explicaciones que justifican la
identidad de las guilas guerreras y de la institucionalizacin opresiva.
En esa lnea crtica se encuentra el pensamiento
de Rafael Angel Herra, filsofo y literato costarriDesde los ensayos Sartre y los prolegmenos a
la antropologa y Unmittelbare Vermitlung der Leblichkeit. Interpretative Ausfrungen zu Texten
von E. Husserl, se manifiesta una lnea de trabajo,
cuya preocupacin
medular consiste en comprender la autonoma
del sujeto, en relacin con los
determinantes
externos. En esa lnea, Violencia,
tecnocratismo y vida cotidiana (1) se constituye
como el prolegmero
para la investigacin de la
violencia. Las obras literarias se presentan como
una sntesis, que articula el trabajo artstico creativo con la reflexin sistemtica.
Sobre el anlisis psicobiolgico
de la agresin
-aportado
por estudios de las ciencias particulares- Herra sostiene la tesis capital de que la violencia humana no es producto de determinaciones
ajenas a la dialctica psico-social. El hombre -cada
hombrees responsable por su historia. No obstante, la exgesis antropolgica
debe comprender
que las relaciones sociales se instituyen, en todo
momento, a partir de las que han establecido las
generaciones precedentes. Cada sociedad se unifica
al privilegiar (por la tensin de sus fuerzas y necesidades) relaciones u objetos que determinan, paradgicamente,
la accin individual. As, el carcter
de la violencia est implicado en la eleccin histrica que la produce y reproduce, por lo que su hermenetica debe partir de lo concreto.

II. INERCIA MITICA


La tragedia griega, los mitos arcaicos, la brujera, al igual que el innatismo y el ambientalismo
contemporneos,
atribuyen la fatalidad a fuerzas
exteriores
a la conciencia. Se trata de Weltanschauungen, que hacen de la desculpabilizacin su
lugar comn, al concebir la violencia como una ley
de la naturaleza , en todo caso, como el efecto de
fuerzas extraas a la responsabilidad humana.
Herra muestra cmo las mitologas y religiones
que estn en las races de la cultura occidental,
vinculan el nacimiento del hombre con un acto de
violencia divina. En ellas, la agresividad humana
aparece fundada en la beligerancia de los dioses
"como si el mal pasara del cielo a la historia en el
momento en que Lucifer pierde la guerra con Jehov" (2). Tal concepcin
permite sacralizar el
abuso del poder y la instrumentalizacin
del hombre por el hombre. Se trata de uno de los mecanismos ideolgicos que, desde la antigedad, conviene
a los designios del poder estructurado en el estado.
La fenomenologa
revela que tal mecanismo ideolgico es congruente con la intencin de identificar
la legitimidad de la coaccin -supuestamente
derivada de un orden natural o csmico-, con la legalidad producida mediante su ejercicio. En ese sentido escribe Herra:
"Desde la conciencia religiosa que delimita el horizonte
del mal hasta el poder material, legal e ideolgicamente
constituido, todo sistema coactivo suministra el marco
por el cual define la violencia y proclama el derecho a
utilizarla. An los sistemas ms crueles y represivos necesitan una especie de (pretendida) legitimidad hacia adentro
y hacia afuera, y no solo para facilitar la buena conciencia
de los gendarmes. Violencia ilegtima, en cambio, es la
que el poder encuentra en las fuerzas o situaciones que
propugnan su destruccin: el mal es lo otro, lo que socava
sus fundamentos y hace peligrar su sobrevivencia, el
crmen que ms persigue y castiga" (3).
El innatismo y el ambientalismo
contemporneos permiten justificaciones anlogas a la anterior.
El instintivismo contemporneo
-para el que la
violencia estara programada ftlogenticamentederivan del cientificismo
decimonnico.
Desde
Darwin, una moda "peligrosamente
mecanicista"
(4) se sirvi del instinto para explicar todas las
conductas humanas. El impulso instintivo corresponda con un modelo hidrulico, segn el cual, su
fuerza era semejante "a la presin de una caldera
que va aumentando
hasta llegar al lmite en que
necesita descargarse"
(5), Freud y otros instintivistas posteriores
(Mitscherlich,
Lorenz,
etc.),

FE DE ERRATAS, la pgina 170 debe decir as:

En esa lnea crtica se encuentra el pensamiento


de Rafael Angel Herra, filsofo y literato costarricense, que se ha preocupado
por sealar pautas
para la investigacin de los fenmenos de la agresin.. desde la perspectiva totalizadora de la disciplina filosfica,
El enfoque de Herra puede ubicarse dentro de
la corriente fenomenolgica;
aunque reconoce los
lmites de la dogmtica, e incorpora en su visin
aportes del pensamiento contemporneo,
que favorecen el anlisis histrico-social.
Es el caso de la
sociologa, la teora crtica y la antropologa mdica,
entre otros.
Su trabajo aparece bajo un doble aspecto: por
una parte, se propone revelar los fenmenos de
reificacin de la Lebensswelt; por otra, se presenta
como una matriz, donde se gesta la propedetica
para sistematizar la investigacin comprensiva de
los problemas que halla.
Cada vez ms, los especialistas se convencen
-sobre bases cientficasde que no pueden, como
Teseo, fiarse de las explicaciones que justifican la
identidad de las guilas guerreras y de la institucionalizacin opresiva.
Desde los ensayos Sartre y los prolegmenos a
la antropologa y Unmittelbare Vermitlung der Le-

blichkeit. Interpretative Ausfrungen zu Texten


von E. Husserl, se manifiesta una lnea de trabajo,
cuya preocupacin
medular consiste en comprender la autonoma
del sujeto, en relacin con los
determinantes
externos. En esa lnea, Violencia,
tecnocratismo y vida cotidiana (1) se constituye
como el prolegmero
para la investigacin de la
violencia. Las obras literarias se presentan como
una sntesis, que articula el trabajo artstico creativo con la reflexin sistemtica.
Sobre el anlisis psicobiolgico de la agresin
-aportado
por estudios de las ciencias particulares- Herra sostiene la tesis capital de que la violencia humana no es producto de determinaciones
ajenas a la dialctica psico-social. El hombre -cada
hombrees responsable por su historia. No obstante, la exgesis antropolgica
debe comprender
que las relaciones sociales se instituyen, en todo
momento, a partir de las que han establecido las
generaciones precedentes. Cada sociedad se unifica
al privilegiar (por la tensin de sus fuerzas y necesidades) relaciones u objetos que determinan, paradgicamente, la accin individual. As, el carcter
de la violencia est implicado en la eleccin histrica que la produce y reproduce, por lo que su hermenetica debe partir de lo concreto.

11. INERCIA MITICA


La tragedia griega, los mitos arcaicos, la brujera. al igual que el innatismo y el ambientalismo
contemporneos,
atribuyen la fatalidad a fuerzas
exteriores
a la conciencia. Se trata de Weltanschauungen, que hacen de la desculpabilizacin su
lugar comn, al concebir la violencia como una ley
de la naturaleza , en todo caso, como el efecto de
fuerzas extraas a la responsabilidad humana.
Herra muest-ra cmo las mitologas y religiones
que estn en las races de la cultura occidental,
vinculan el nacimiento del hombre con un acto de
violencia divina. En ellas, la agresividad humana
aparece fundada en la beligerancia de los dioses
"como si el mal pasara del cielo a la historia en el
momento en que Lucifer pierde la guerra con Jehov" (2). Tal concepcin
permite sacralizar el
abuso del poder y la instrumentalizacin
del hombre por el hombre. Se trata de uno de los mecanismos ideolgicos que, desde la antigedad, conviene
a los designios del poder estructurado en el estado.
La fenomenologa
revela que tal mecanismo ideolgico es congruente con la intencin de identificar
la legitimidad de la coaccin -supuestamente
derivada df un orden natural o csmico-, con la legalidad producida mediante su ejercicio. En ese sentido escribe Herra:
"Desde la conciencia religiosa que -delimita el horizonte
del mal hasta el poder material, legal e ideolgicamente
constituido, todo sistema coactivo suministra el marco
por el cual define la violencia y proclama el derecho a
utilizada. An los sistemas ms crueles y represivos necesitan una especie de (pretendida) legitimidad hacia adentro
y hacia afuera, y no solo para facilitar la buena conciencia
de los gendarmes. Violencia ilegtima, en cambio, es la
que el poder encuentra en las fuerzas o situaciones que
propugnan su destruccin: el mal es lo otro, lo que socava
sus fundamentos y hace peligrar su sobrevivencia, el
crmen que ms persigue y castiga" (3).
El innatismo y el ambientalismo
contemporneos permiten justificaciones anlogas a la anterior.
El instintivismo contemporneo
-para el que la
violencia estara programada
HIogenticamentederivan del cientificismo
decimonnico.
Desde
Darwin, una moda "peligrosamente
mecanicista"
(4) se sirvi del instinto para explicar todas las
conductas humanas. El impulso instintivo corresponda con un modelo hidrulico, segn el cual, su
fuerza era semejante "a la presin de una caldera
que va aumentando
hasta llegar al lmite en que
necesita descargarse"
(5), Freud y otros instintivistas posteriores
(Mitscherlich,
Lorenz,
etc.),

HERRA:

CRITICA Y LITERATURA

aceptan ese modelo, pero procuran evitar los excesos en que cayeron sus predecesores.
Freud, despus de la I Guerra Mundial, propuso
la teora de que la naturaleza humana est constituida por dos' principios: el Eros y el impulso de
destruccin. Con esa propuesta rompa el mecanicismo de los instintivistas clsicos, pues sus principios "carecan
propiamente
de contenidos y funcionaban en la configuracin de la personalidad al
articularse el individuo con el medio" (6). El cre a
que la accin humana, su moral y cultura, son el
resultado de la accin conjunta de ambas instancias (aunque en algunos textos no sostiene su equivalencia). En su dilogo epistolar con Einstein
-quien le preguntaba por la posibilidad de prevenir la guerra-, Freud sostena que el flagelo de la
destruccin solo sera vencido si los los hombres
implementaban vnculos solidarios (vale decir, erticos) entre s. Segn l, hara falta crear hombres
cuya estructura
egtica fuera capaz de guiar los
destinos por la senda de la paz y la razn. Al igual
que Kant, depositaba su esperanza en los designios
de la naturaleza. No obstante, vea que la realidad
humana se manifiesta como la reificacin cotidiana
del poder estatal y la coaccin de la libertad de
pensamiento por parte de la Iglesia.
Pero no fue el psicoanlisis emprico, sino la
etologa, la que trajo a la palestra del gran pblico,
el tema de la violencia en nuestro siglo. Despus de
la II Guerra Mundial, los trabajos de K. Lorenz
sobre la naturaleza de la agresividad, ofrecieron
coartadas pseudocientficas
a la conciencia de muchos europeos. Para este autor, la agresividad intraespecfica ha sido creada por la evolucin para
ayudar a la sobrevivencia de las especies. Las conductas agresivas sirven -a lo largo de la historia
natural- para que los individuos ms dbiles de la
especie se subordinen al dominio de los ms fuertes; pero adems, sirve para crear conductas que
inhiben posibles actos de aniquilacin intraespecfica. La agresividad humana tendra las mismas
caractersticas
que la animal, excepto que en el
hombre no se habra desarrollado biolgicamente
ningn mecanismo para la contencin de la violencia.
Lorenz elabora sus criterios partiendo de la interpretacin del comportamiento
agresivo en animales inferiores, principalmente
peces. Pero, aventurar una exgesis de la destructividad humana sobre tales bases, supone un paso epistemolgico demasiado largo. Por eso las objeciones a sus tesis son
diversas; las ms agudas le reprochan no haber to-

DE LA VIOLENCIA

171

mado en cuenta los fenmenos de cooperacin intrespecfica


(que el mismo Darwin sealara en su
momento),
no haberse documentado
adecuadamente desde el punto de vista neurofisiolgico y
haber recurrido a interpretaciones
teleolgicas de
la evolucin.
Las ideas de Mitscherlich
se atan tambin a
las explicaciones
instintivistas:
para l, la agresidad est ligada a los fines de la libido. Mitschelich
se propone delimitar las posibilidades de la paz y el
campo en que se genera la agresividad colectiva.
No obstante, su punto de partida le impide aportar
conclusiones ms contundentes
que las de Freud.
Herra muestra que la perspectiva ambientalista
tampoco ofrece una explicacin satisfactoria a los
problemas de la violencia.
La debilidad fundamental del ambientalismo radica en su desprecio por la subjetividad. Es cierto
que las investigaciones sirven de base para sostener
que el medio -natural
y social- brinda algunas
condiciones indispensables
para la produccin de
acciones violentas. Pero tales condiciones no explican, por s mismas, la problemtica de su gnesis e
implicaciones. Sera necesario valorar la importancia de la interioridad de cada sujeto en la invencin
de sus acciones.
El anlisis cuidadoso de los experimentos
de
orientacin
conductista,
muestra su incapacidad
para evaluar todas las variables que inciden en la
produccin de conductas violentas. Herra considera algunos ejemplos especficos, entre ellos el experimento de Milgram; el experimento
conductista
en que se crean condiciones semejantes a las de un
rgimen carcelario, con el propsito
expreso de
probar que la agresividad y la sumisin dependen
del entorno; y algunas consideraciones
de Bettelheim sobre los efectos del maltrato a presos polticos, por parte de oficiales de la SS. La crtica seala, en cada caso, cmo las condiciones experimentales escamotean variables significativas para la investigacin que ha sido planteada.
A partir de las consideraciones
anteriores, Herra
encuentra
el punto de toque entre el fatalismo del
entorno y el innatismo: ambos apelan a la extrapolacin de la responsabilidad
humana, y la sitan en
el mundo de las concatenaciones
causales. En las
tiendas de ambas perspectivas se concibe la conciencia como exterioridad
pura, como una piedra
entre las piedras, movida por fuerzas que le son
ajenas. Pero al petrificar la conciencia naturalizan
la his toria, convirtiendo la praxis en destino.
Frente a esa ilusin inercial, Herra plantea una
va de explicacin alternativa, que procura articu-

172

AL VARO ZAMORA

lar los elementos del entorno y del aporte del sujeto, en el marco de la historicidad. Se trata de una
lnea de trabajo que encuentra asidero en investigaciones de autores como Franke,
Wyss, Sartre y
Fromm, quienes se han ocupado por comprender
la autonoma
de la accin individual en el marco
de las relaciones sociales.
Especial atencin dedica Herra al estudio de
Fromm sobre la destructividad
humana. La distincin entre agresividad benigna (dirigida a la defensa y conservacin de la vida) y agresividad maligna
(necrfila),
propuesta por ese autor sobre la base
d e e s tudios
an tropolgicos
multidisciplinarios,
conviene a los intereses del filsofo. Al respecto
dice:
"A medida que la investigacin multidisciplinaria
ha demarcado la frontera entre agresin naturalmente
producida y la violencia de origen humano (existencia!, histrico) el ftlsofo de hoy debe emprender una larga tarea y
replantearse con nuevas luces el problema de la legitimidad de la violencia (7).

Herra seala, sin embargo, un punto de tensin


en el planteamiento
psicodinmico.
Veamos. La
destructividad
tendra su gnesis -segn Frommen la formacin del carcter, esa "especie de canon
de accin y respuesta individual frente a lo externo" (8), que se forma a partir de las primeras relaciones vinculares del sujeto con su entorno, y se
mantiene irreversiblemente
constituido
a lo largo
de la vida del individuo. La implicacin histrica
de tal concepto es desalentadora.
Para erradicar la
violencia y los artificios ideolgicos de desculpabilizacin, sera necesario eliminar las condiciones
que favorecen la formacin del carcter destructivo, las cuales, paradjicamente,
habran de incrementarse a partir de sus productos. La irreversibilidad del carcter tendera as a comportarse como
un determinante
circular del terror. Tal problema
no se resuelve en la obra de Fromm.
Herra no se conforma con esa visin. Para enriquecer su trabajo recurre a la fenomenologa
de la
subjetividad. Considera particularmente
las frmulas de Sartre en torno a la constitucin de la subjetividad, lo prctico inerte y la psicologa del origen
del mal. Su pretencin fundamen tal es la de revelar
"la raz primordial" de las "modalidades fenomenolgicas de la conciencia moral" (9), adems de
su psiquismo e impacto en las estructuras sociales.
Sus hiptesis de trabajo pueden enumerarse as:
1) la destructividad
es especficamente
humana, su produccin e incremento
deben compren-

derse histricamente,
sobre la base de las relaciones del hombre con el mundo y consigo mismo;
2) la escasez de "los recursos de sobrevivencia
contribuye al origen del conflicto ya su perpetuacin" (10);
3) la instrumen talizacin del hombre -y de las
nacionespor el hombre, contribuye al conflicto y
a la destructividad;
4) la violencia individual puede explicarse a
partir de las relaciones vinculares del sujeto en determinado medio histrico-material,
aunque debe
reconocerse "siempre un momento de opcin personal por parte del agente" (11);
5) histricamente,
las sociedades "tienden a administrar y a conservar un quantum de agresividad,
vehiculizndola,
estimulndola
y contenindola al
mismo tiempo" (12);
6) las sociedades, al igual que los individuos
"crean mecanismos de pseudojustificacin
de la
violencia" (13), que cumplen una funcin sedativa mientras se perpetan los actos destructivos.
El sistema problemtico
se estructura de esta
manera, considerando el fenmeno de la violencia
desde la gnesis, hasta su impacto en la tica y en
la produccin de las condiciones histrico sociales
que la nutren.

lll.

BARRABAS
COTIDIANO

ASISTE

AL ESPECTACULO

Barrabs Morales es una verdad cotidiana, un


monstruo subordinado cuyo oficio es obtener confesiones mediante el suplicio. Uno de tantos personajes que cumplen esta ley perversa: "acta de tal

manera que la mxima de tu accin sea la de no


sen tir culpa, no importa lo que hagas" ( 14). Barrabs Morales es el torturador.
La ventana literaria
en la que aparece (15), lo revela como un homnculo ms de la cultura reiteradamente
conformada
de la Lebensswelt. A pesar de que Herra lo ha
pintado como el partcipe de un sector especialmente putrefacto de la cultura (16), su conciencia
corresponde con la que ha descrito a propsito del
hombre medio del consumo, cuya constitucin est dada por el continuo ensueo de poseer y mandar. Ese hombre cree determinar
y controlar el
devenir cotidiano. Pero en realidad se determina al
amparo de los mecanismos de reificacin del consumo.
Lo cotidiano es el lugar comn donde se mezclan las quimeras con lo real. Un ciclo -elegido y

HERRA:

CRITICA

Y LITERATURA

padecido- en el que se controlan y teledirigen las


pasiones y los actos. En l aparece el hombre como
un actor-espectador,
que se deja guiar por el Diktat
de los mass media. Herra analiza el mundo doxolgico de la comunicacin colectiva y seala sus efectos en las relaciones humanas. Su atencin apunta
a las condiciones
que hacen posible la violencia
ficticia y a su asimilacin en las conductas sociales.
Considera la violencia representada
(comics, telenovelas, etc.) como un nutriente para el potencial
agresivo. La ficcin violenta tendera a crear condiciones de causa-legitimidad
frente a la violencia
real, "el nio que salta como Tarzn, ms tarde
golpear como Kojak" (17).
Como la serpiente legendaria, la condicin fetichizada devora su propia cola. Cuando la imagen
teledirigida se presenta como la fuente constitutiva
de la condicin humana, la responsabilidad
del individuo parece emanar de la automatizacin
de la
imagen, la simbolizacin
del objeto,
la casiconciencia colectiva de la opinin pblica. As, la
reificacin se legitima en todos los niveles de la
vida social. Consumo de objetos, consumo de violencia, justificacin reificadora y comunicacin
como consumo. Este es el escenario doxolgico del
hombre comn en su inagotable oleaje de figuras,
smbolos y recursos rutinarios:
el buen gusto, el
certamen de belleza, el hombre ciberntico.
Herra ha utilizado el mito de Acten como premonicin potica del hombre medio moderno, inmerso en la doxologa de la imagen y el consumo.
El hombre parece un cazador, un criador de perros
transformado en pieza de caza por efecto de la
Lebensswelt, esa Artemisa seductora. Desgarrado
por los dientes de su propia jaura, es victimado
por las condiciones histricas de su reificacin:
"El corolario mitolgico Acten-rnoderno-hombre inmerso en la tecnocracia de la imagen, remite a la otra parte
del mito antiguo. Constantemente en el mundo actual, se
renueva la pseudoepistemologa de la salvacin: esas ceremonias que penetran la conciencia del espectador partcipe, lo impelen a la contemplacin y, finalmente, le muestran discretamente los dientes de jauras que, como a Acten, amenazan con devorarlo" (18).
IV. EDIPO y LOS COMPLICES
En Haba una vez un tirano llamado Edipo se
revela la institucionalizacin
suprema de la violencia: su legitimacin poltica en el poder estatal.
Herra ha retornado la fuerza expresiva del mito
clsico para mostrar la violencia coactiva de las
dictaduras. Su Edipo no solo vence a la esfinge

DE LA VIOLENCIA

173

sino que, ms all del parricidio y el incesto descubre la intil necedad de la culpa y se aferra al fuero
criminal del poder conquistado.
Transfigura as el
destino en coartada.
Edipo descubre que la ms importante apariencia del poder es "la mscara del gobernante, la
ilusin de seoro en virtud de la cual los ciudada. nos hacen de l un hombre necesario y los esclavos
se odian a s mismos por ser esclavos" (19). Esa
mscara no se construye nicamente con las espadas, sino tambin con la palabra. De hecho, la historia de la violencia tiene fundamentos
ms hondos que la sola voluntad de los gobernantes.
Su
dialctica se teje en la incongelable complejidad de
las relaciones sociales. Por eso Edipo esconde esta
certeza tras los muros del palacio: la libertad es
posibilidad permanente
de superar las condiciones
que determinan
el campo de la accin humana.
Ms all de esos muros, justifica un orden necesario basado en la tirana.
La conciencia edpica de justificacin
remite a
la familiar naturalidad pseudoexplicativa
del idealismo. La apariencia del poder puede revelar sus
determinaciones
e implicaciones,
pero tambin
puede ocultarlas. As se constituye el juego de las
ideologas: la falsa conciencia, que entremezcla la
realidad con la ficcin, la reconstruye
en las ideas
y la "aproxima a las ficciones de s misma" (20).
Es el caso de la violencia-ficcin
de Naranja mecnica, la fbula cinematogrfica
de Kubrick, que
Herra analiza a propsito de la reabsorcin institucional del crimen. Naranja mecnica pretende poner en evidencia -en el cdigo esttico correspondientelos recursos del estado para reabsorber la
violencia criminal y servirse de ella. Pero, como
todo enfoque idealista, oculta las condiciones histrico-sociales que fundamentan
el fenmeno.
Es cierto que el idealismo revela problemas, pero funde en las ideas lo concreto y oculta aspectos
claves del proceso histrico-social
del que intenta
dar cuenta. Tal carencia terica habita en las ideologas tecnocrticas.
Los cibernntropos
-como
los llam Lefebvrepretendieron
sustituir la ideologa por una especie de trinchera tecnocrtica.
Herra critica el proyecto
tcito del tecnocratismo, porque oculta las condiciones concretas de
la dominacin y la violencia institucionalizada.
Es
el caso de Heidegger, quien vio la tcnica bajo la
forma de un destino histrico del ser. Su on toteologa remite a una instancia trascendente
de la
realidad humana, para explicar el origen y el sentido del control tecnolgico. De esa forma sacrali-

174

AL V ARO ZAMORA

za los centros de poder donde se desarrolla la tecnologa.


McLuhan, utilizando otro contexto conceptual,
ilustra tambin el oscuro fondo de la conciencia
fragmentaria.
Su epistemologa
sensualista de los
medios escamotea el trabajo sinttico de la conciencia. Adems, impide comprender los efectos y
los lmites de los mass media en las realizaciones
humanas. En McLuhan,
como en Heidegger, se
cumple la funcin encubridora de la conciencia posicional. Su idealismo sanciona y da validez a la
imagen naturalizada del universo humano.
Otro ejemplo del carcter posicional del tecnocratismo lo constituye el anlisis que de la tecnologa ha hecho Habermas. El autor de Wisenschaft
als Ideologie, coloca a las sociedades altamente desarrolladas fuera del contexto mundial, lo que supone un vicio evidente de ahistoricidad.
En sntesis, la funcin' tcita de las ideologas
tecnocrticas
se comprende,
segn criterio de Herra, si se replantean dos de sus ideas constitutivas:
la idea de control y la pretensin de eliminar la
frontera entre la teora y la prctica.
Los mecanismos de control encontraron el seguro camino de la ciencia con el behaviorismo. Los
ingenieros de la conducta habran de sub sumir la
vigilia de la conciencia y la libertad del individuo
en "el metabolismo
del contrato social sistematizado y organizado"
(21). La concepcin
inercial
del hombre lleg as al extremo: el aprendizaje se
programara
segn el modelo causal del estmulorespuesta y la pedagoga sera el recurso para homogenizar los comportamientos
educativos.
Al analizar esos" derroteros de la ideologa posicional, Herra ha querido revelar la complicidad del
idealismo con la violencia institucionalizada.
En
esa perspectiva define el trabajo filosfico, como la
posibilidad terico-instrumental
de iluminar las entraas del idealismo:

"La ftlosofa, en tan to crtica de s misma, es capaz de


arrebatarle al tecnocratismo y a las ideologas de la dominacin, su propio espacio de supervivencia y de legitimidad, legitimidad que no puede residir jams en su actual
condicin de ancilla del poder. Esto es posible desde adentro, en conexiones interculturales, y como crtica de todos los fundamentos del poder, de la violencia y de la
autocomplacencia" (22).
Lo
rica?
partir
ciones

anterior, vale para la filosofa en LatinoamLa respuesta slo puede implementarse


a
de la investigacin sistemtica de sus condihistricas, y del exmen cuidadoso de los

recursos y virulencia de las ideologas


en sus contextos especficos.
V. ADRAMELECH,

que surgen

LA ETICA y EL ARTE

Camino de Alejandra, desde la Tebaida, Adramelech y el Anacoreta -protagonistas


de la ficcinencontraron
a los farsantes. Heliodoro, el
actor actorum, quien estaba insatisfecho en este
mundo creado por los hombres, dijo al Santo este
enigma: "el arte es como yo: crculo vicioso, regalo maldito de los dioses" (23). Ms tarde Adramelech habra de explicar:

"-Hijos mos, he aqu a los retricos, a los farsantes, a los


pintores. Y yo os digo: el creador es feroz pero impotente, aspira a cambiar el mundo, pero solo logra transformarlo en muecas: re y hace rer; llora y lloran entonces
quienes jams practican el llanto, ay, pero todo es simulacin: simula el actor y simulan su pasin los espectadores.
El arte habla en s y por s oblicuamente" (24).

He ah una de las tesis filosficas que aparece


fundida en la novela de Herra, La guerra prodigiosa, universo infinito de ficciones por las que se
mira al mundo de soslayo.
La obra constituye una sntesis literaria de magnfico cuo, que se impone como "una queja contra el poder y la violencia" (25). Se trata de una
creacin artstica compleja, que merece un estudio
aparte, tanto desde la perspectiva filolgica, como
desde la crtica filosfica. Para los objetivos de este
trabajo conviene, sin embargo, sealar los lineamientos filosficos que consideramos
ms importantes en la articulacin temtica del libro, arriesgndonos a simplificar injustamente su riqueza.
La tesis filosfica fundamental que aparece en
La guerra prodigiosa es que el bien y el mal son
construcciones
humanas, y no entidades absolutas.
El bien y el mal son polos dialcticos en la trama
de las relaciones sociales: el Santo y el Demonio se
reconocen ntimamente en el enemigo, como fuente consustancial de su accin.
As, la moral absoluta es un imposible. La salvacin del hombre, de cada hombre, del proyecto
histrico, se corroe permanentemen te en los juegos
del subterfugio. Los demonios que inventa la conciencia -individual y colectiva- se constituyen como intentos radicales por acusar el mal en la alteridad, eludiendo as la responsabilidad
por lo ambiguo de la existencia. Se trata de un problema que
el mismo Herra se encarga de resumir:

"Las argucias de la razn tica que se gestan ah (en la


mediatizan la forma en que valoramos nues-

Lebenswelt)

HERRA:

CRITICA Y LITERATURA

tras acciones y las acciones de los dems, segn se adecen


o no a nuestros intereses. Mi acto moral no 'es' necesariamente como parece ser o aparece, sino como lo elaboro,
lo tematizo, constituyndolo segn mi experiencia (punto
de vista del pasado) y mis intereses (punto de vista del
porvenir)" (26).
En este sentido la novela explora mltiples esfuerzos vanos de redencin; lo prodigioso es invencin, ya que el hombre est solo.
Podemos reconocer aqu una tica inscrita en lo
mejor de la tradicin filosfica contempornea:
desde el esfuerzo kantiano por asegurar una moral
trascendental, hasta el imperativo sartreano, on tolgicamente asegurado en la exis. La tesis metafsica del bien y del mal se presenta en La guerra
prodigiosa, como una exigencia para que el hombre enfrente la responsabilidad
de asumirse a s
mismo.
Pero adems de una metafsica del bien y del
mal y del corolario tico correspondiente,
encontramos en la novela esa tesis esttica que se personaliza en Heliodoro y los farsantes. Segn Herra, el
embellecimiento
de lo feo y su retroalimentacin
en lo monstruoso constituye "la esencia misma de
lo bello" (27). El objeto bello permite reconstruir
el mundo, haciendo tolerable lo intolerable. Desde
esta perspectiva, su concepcin del objeto esttico
tiene paralelismo con un criterio de Sartre, segn
el cual la obra de arte se presenta como un analogon de determinado aspecto del mundo. No obstante, Herra va ms all de Sartre cuando afirma
que las "ficciones construidas de cierta forma (por
lo general segn el gusto de una poca), son obra

esttica en tanto encarnan las insatisjacciones y el


horror de esa poca" (28). Aparece aqu de nuevo la
tica: la pintura, la literatura, su literatura; aparecen como una renuncia, un gran rechazo del mundo en la ficcin, que, paradjicamen te, se vuelve al
mundo como un objeto que denuncia. Acaso quede al fillogo mostrar cmo el manejo de la palabra, en La guerra prodigiosa, rescata formalmente
esa denuncia.
VI. PAZ Y DERECHOS

HUMANOS

No conviene terminar este estudio sin hacer nfasis en el propsito positivo global, que se manifiesta en los trabajos de Herra: su crtica se ofrece
como una propedutica
para la teorizacin de las
perspectivas de vida humana pacfica.
Desde el ensayo filosfico hasta los trabajos de
literatura creativa, la exigencia por la responsabilidad del proyecto humano, remite a la Ciudad de la
Luz-como
la llama en su novela-,
esa posibilidad
histrica del porvenir, en que el hombre dejara de

DE LA VIOLENCIA

175

ser instrumento
para el hombre. Ciertamente
no
hay una construccin
utpica en este sentido por
parte de Herra (si la hubiera, sera una ficcin
inesencial); pero s hay un sealamien to, en virtud
del cual la construccin
de la paz requiere de un
momento negativo: derruir los cimientos de la institucionalizacin
de la violencia, sus mecanismos e
ideologas. He ah una tarea primordial de la filosofa de hoy.
NOTAS
(1)
De este libro existe una traduccin al francs, por la Editorial Le Preambule, de Quebec, Canad.
(2)
Herra, R. Violencia, tecnocratismo
y vida co ndiana, San Jos: Editorial Costa Rica, 1983, pg. 66.
(3)
tua., pg. 70
(4)
Ibid., pg. 38
(5)
(6)
(7)
(8)
(9)
losophie

Idem.
Ibid., pg. 39
Ibid., pg. 63.
Ibid., pg. 52.

Herra, R. "Crtica de la ftlosofa global", en Phi= Europa. Was sonst? , libro colectivo editado
por Franz Wimmer en Verlag Bklau, de prxima aparicin en Viena.
(10)
Herra, R. Violencia, tecnocratismo y vida cotidiana, op. cit. pg. 54.
(11)
(12)
(13)
(14)

ldern,
Ibid., pg. 55.
ldem,

Herra, R. "Crtica de la ftlosofa global", op.

cit.

(15)

El cuento "Barrabs", en Hab ia una vez un


Edip o, San Jos, EUNED, 1983.
(16)
Herra apunta que la cultura es contradictoria
en sus alcances; "tiene al menos dos rostros: el putrefacto y
el salvador" (Violencia, tecnocratismo
y vida cotidiana,
op, cit. pg. 15).
(17)
Herra, R. Violencia, tecnocratismo y vida cotidiana.op, cit. pg. 109.
(18)
Ibid., pg. 102.
(19)
Herra, R. Hab ia una vez un tirano llamado Edipo.op. cit. pg. 37.
(20)
Herra, R. Violencia, tecnocratism o y vida c otidiana, op. cit., pg. 131.
(21)
Ibid., pg. 151.
(22)
Herra, R. "Crtica de la ftlosofa global", op.
tirano llamado

cit.

(23)
Herra, R. La guerra prodigiosa, San Jos: Editorial Costa Rica, 1986, pg. 50.
(24)
tua., pg. 95-96.
(25)
Fernndez , V. "La guerra prodigiosa de Rafael
Angel Herra ", entrevista aparecida en Suplemento
Forja,
San Jos, 5-11 dic. 1986 .
(26)
Herra, R. "Crtica de la ftlosofa global", op.
cit.
(27)

Fernndez, V. op.cit.

(28)

Idem,

Alvaro Zamora
Institu to Tecnolgico
Cartago
Costa Rica

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