Las Letras Rioplatenses en El Período de La Ilustración: Juan Baltasar Maciel y El Conflicto de Dos Sistemas Literarios
Las Letras Rioplatenses en El Período de La Ilustración: Juan Baltasar Maciel y El Conflicto de Dos Sistemas Literarios
Cuando nos enfrentamos al concepto Ilustracin, nos ubicamos ante una palabra escueta
pero harto compleja. En realidad, debera hablarse de ilustraciones: la inglesa, la
francesa, la alemana, la italiana. No son todas lo mismo. Hay, por ejemplo, una clara
distincin, que la bibliografa especfica ha sealando entre la Ilustracin inglesa, que es
ms individualista que las dems y que ejerce una crtica ms acerba que las otras y exhibe
una declarada voluntad imperial; y la francesa que tiene una acepcin ms universal,
pedaggica y sistemtica. Una atiende ms a las personalidades -42- y la otra, a los
sistemas principistas. Adems, claro, hay formas diferentes de enfocar los temas vinculados
a la Ilustracin.
Para ponernos de acuerdo, precisar algunas acepciones de trminos que son sabidamente
polismicos para darles un uso monosemntico convencional. La mayor dificultad en las
discusiones, deca Valry, nace de creer los discutientes que ponen los mismos contenidos
en las mismas palabras, por esenciales e impuestas que dichas palabras sean. Llamar
paradigma de la Ilustracin al conjunto de ideas que funciona como marco de este
trmino que nos convoca. Y entender que la Ilustracin es aquel perodo que se extiende
desde el primer tercio del siglo XIX, por lo menos en el Ro de la Plata. Cada paradigma,
como en este caso, genera, en campos concretos, un modelo. Es decir que, respondiendo al
paradigma de la Ilustracin, hay un modelo econmico, un modelo pedaggico, un modelo
literario. En este siglo de la Ilustracin, el modelo literario que se adecua al paradigma es el
modelo neoclsico. Y los pases que nos ofrecen al Plata dicho modelo son Francia y
Espaa.
La cultura es un conjunto de sistemas: es un megasistema. A su vez, cada sistema se divide
en subsistemas, que varan de paradigma en paradigma, algunos, y otros superan los
paradigmas. El sistema literario en el perodo neoclsico, por ejemplo, comprende por lo
menos tres subsistemas en su seno: el acadmico, el popular y el folclrico. El acadmico
cambia de paradigma a paradigma; no as el folclrico que se mantiene al margen de los
cambios. Llamar sistema a cada uno, a partir de ahora, en lugar de subsistemas. El
sistema acadmico de la Ilustracin se denomina neoclsico, segn la ptica interna,
meiorativa, que aproxima la produccin del siglo a las obras del momento cultural
grecolatino, del cual se presenta como heredero legtimo y convalidado. En cambio, la
ptica exterior al sistema, la del romanticismo del siglo XIX descalificar al sistema
neoclsico mentndolo como seudoclsico, con ptica peyorativa.
Hacia el final de mi estudio procurar demostrar cmo Juan Baltasar Maciel, hombre
identificado con el sistema neoclsico o acadmico, se sac de la manga un nuevo sistema,
polarmente enfrentado con aqul, que es lo que se podra llamar sistema gauchesco. Lo hizo
en un solo poema, pero de manera tan modlica, para usar un horrible trmino de la
pedagoga, que cifr en l todos los elementos de una nueva postulacin. Este es un curioso
hecho, no episdico, pues gener tradicin desde el seno de la Ilustracin. Es decir, una
sototradicin, o tradicin callada, silenciada u oculta, que se fue acusando. Que tuvo
asomos en el teatro con El amor de la estanciera, luego asumida por el uruguayo Bartolom
Hidalgo quien fue como Milton deca, ambidextro: con la derecha escribi odas del sistema
neoclsico y con la izquierda -aqu radica la revolucin- cielitos y dilogos gauchescos. La
fuerza de Hidalgo no es la de iniciador del sistema, que, en mi concepto, no lo fue, sino
Maciel. Hidalgo fue el que -43- convalid, robusteci e impuso dicho sistema al producir
no una, sino un conjunto de poesas dentro del mismo sistema.
En la incorporacin del modelo literario neoclsico europeo al Plata, el aporte mayor fue,
obviamente, de los Borbones, afirmados en Francia y Espaa. Ahora bien, frente a la
propuesta del modelo neoclsico y del sistema literario acadmico, la realidad cultural
rioplatense adopt, en distintos niveles y grados, cuatro actitudes. La primera es una actitud
especular, imitativa, epignica. Se trata de un mero trasplante. Los poetas siguen hablando
de ruiseores y de abedules y de el mayo de las flores, como si estuvieran en el otro
hemisferio, en el del norte, y no en su realidad austral, en la que mayo es puro otoo. Esto
ocurri con algunos poemas de nuestro primer poeta Luis de Tejeda y Guzmn, y an,
ocasionalmente, como furcios, naturalmente inqueridos, en los poetas de la Independencia.
La segunda actitud -si la primera fue especular- podra llamarse prismtica, en tanto recibe
la luz de la Ilustracin, pero al asumirla en su seno, como el prisma, la de compone en
varios elementos y altera algunos. Esta actitud comienza a ser tmidamente discipular y no
epignica. El epgono es la fotocopia de su maestro; el discpulo es el que aprovecha el
modelo del maestro para ir elaborando su propia personalidad y obra. Es en este segundo
grado de relacin, diramos de aculturacin literaria, donde debemos poner toda nuestra
atencin, porque es en su mbito donde comienzan a producirse dos movimientos. El
apropiamiento, es decir, el receptor no toma todo, sino aquello que quiere o puede recibir,
segn su propia condicin. Deca la moraleja de la fbula que Cada cual toma aquello para
lo que tiene pico u hocico. Esto supone una seleccin, una eleccin. Despus, es qu cosa
hace con lo que toma; aqu es donde se consuma el dicho apropiamiento. A lo tomado se lo
asimila, se lo hace similar a s. Los grados del apropiamiento tambin son muchos y cada
ejemplo podra ilustrar una posibilidad. Pero el espacio es inicuo. El segundo movimiento
del prismtico es el distanciamiento. El receptor comienza a tomar distancia, lo que supone
una base de perspectiva crtica, por elemental que sea, y se separa del modelo, en detalles,
gradualmente, en un proceso que puede llegar muy lejos: hasta la plena originalidad. Una
de las formas del distanciamiento es la del uso. A qu fin destina el receptor determinada
formas culturales? Cmo se sirve de ellas? Qu contenidos carga en el molde? Nunca se
enfatizar lo suficiente para que los investigadores presten atencin a estos deslizamientos,
que por nimios que sean son reveladores. Son la clave de la gestacin de la cultura
hispanoamericana.
Una tercera actitud es la coexistencia de un sistema nativo con un sistema importado. Esta
experiencia cultural es relevante en Centroamrica; menos pesante en el Plata.
La coexistencia puede llevar a la interculturacin; pero, dado el aporte caudaloso el
respaldo poltico, econmico, blico de Espaa y Portugal, la situacin intercultural es muy
asimtrica. Esta contaminatio se puede ejemplificar entre nosotros por los contactos entre el
sistema literario -mal llamado as- folclrico y el sistema neoclsico acadmico: la
presencia en coplas annimas de vocablos como terciopelo o del quevediano nadar sabe
mi llama el agua fra y polvo sern, ms polvo enamorado.
-44Y, por fin, una actitud infrecuente: la oposicin al modelo y al sistema importados y la
creacin de un sistema propio. Este es el caso que considerar ms adelante.
Se ha dicho que en el siglo XVIII hay dos humanismos en pugna: el humanismo jesutico,
en repliegue gradual, y el humanismo ilustrado, que avanza conquerante. Entre ambos
humanismos se producen solapamientos y mixturas. Este terreno de estudio, aplicado a lo
literario, est aun muy desconsiderado en Hispanoamrica, ms en lo rioplantense. Se
habla, a propsito de esta cuestin, de obras mixtas o eclcticas. La consideracin de estas
formas eclcticas es uno de los puntos ms importantes de la investigacin. Son zonas de
articulacin.
En Hispanoamrica y, para nuestro inters ms cercano, en este ngulo del mundo, se han
dado dos fenmenos asociados en el campo de las recepciones culturales. Uno es la
discrona. No hemos podido seguir sincrnicamente las oscilaciones de los movimientos
europeos en artes y letras. El desplazamiento del Viejo al Nuevo Mundo insume tiempo, y
la aclimatacin de una novedad tarda lo suyo. Esto me recuerda las procesiones de mi
pueblo provinciano, en mi infancia. Adelante han comenzado a cantar Oh, Mara, madre
ma! y atrs aun continan cantando Cristianos, venid.... Cuando la oleada del canto
llega al final, ya adelante estn entonando un canto nuevo. El tiempo de la transmudacin,
del Viejo al Nuevo, se ha ido acortando. Hoy, una novedad literaria europea es traducida,
en dos aos, en Hispanoamrica y, si es en espaol, en un ao salta el Atlntico. Pero en el
siglo XVIII la discrona era imperante.
Recurdese Seis personajes en busca de autor y Uno, cien y cien mil. Estamos en la
bsqueda de nuestra identidad, como antes sealara Pedro Henrquez Urea con la
bsqueda de nuestra expresin, que van juntas y supuestas. Este es el camino elegido por
estas jornadas.
Veamos ahora cmo se proyecta el humanismo ilustrado en el campo literario, por ejemplo,
en los gneros dominantes. El teatro, a la cabeza, porque en el neoclasicismo tiene una
concepcin bsicamente social, que, cierto, nunca fue ajena a otras formas de teatro
previas, pero en este caso se acenta el efecto docente: Castigat ridendo mores rezaba la
leyenda en el pobre dintel de la Ranchera portea, en 1783. El teatro es oportuno mbito
para la crtica de costumbres (compuesto en el ltimo tercio del siglo XVIII), es el nico
sainete de mbito rural -adems de estar escrito en lenguaje gauchesco- de toda la literatura
Hispanoamericana y el acompaamiento del proceso social, histrico y poltico. Advirtase
que, cada vez que debamos celebrar algo en el Ro de la Plata, recurramos a tragedias
europeas -francesas o italianas, aqu traducidas- al no disponer de obras propias en los
primeros tiempos de la Patria. La victoria de San Martn en la chilena Chacabuco fue
festejada en Buenos Aires con la reposicin de La victoria de Maratn. A falta de lengua
propia, la ajena. Era una suerte de ventriloquia practicada hasta que tuvimos nuestras
propias obras. Voltaire y sus tragedias tiranicidas fueron recurso slito -46- usado contra
el rey de Espaa en el Plata. Aporte originalsimo nuestro: El amor de la estanciera.
Un segundo gnero importante es el narrativo. Todo el mundo, nuestros propios colegas,
comentan que la novela comenz en el Plata con la nouvelle Soledad de Bartolom
Mitre, en la dcada del Cuarenta, o con Amalia de Jos Mrmol, poco despus. En realidad,
nuestra novela se inicia neoclsica, entre fines del XVIII y las dos primeras dcadas del
XIX. Dos novelas desconocidas lo ratifican. Ambas son del mismo autor, el sacerdote Juan
Justo Rodrguez (1751-1832). Una est publicada y la otra permanece indita. La editada se
llama, muy siglo XVIII: Clementina o el triunfo de la mujer sobre la incredulidad y la
filosofa del siglo (1822). Es una novela pedaggica que ensea la virtud a travs de la
razn, y da a esta excelencia humana un papel preponderante. El padre Rodrguez es un
hombre de slidas convicciones cristianas. Podemos considerarlo, por escritos suyos, un
anti-ilustrado; considera que los ilustrados son todos libertinos y encarna la especie en
Voltaire. Pero muchos de los apuntamientos y actitudes en su novela contradicen su
concepcin de base.
La segunda novela est indita. He ledo dos versiones de ella, dispuestos los manuscritos
en ambos casos, en cuatro tomitos. El nombre es curioso: Alejandro Mencikow, prncipeministro del Estado Ruso, sabio en la desgracia y ayo de sus hijos. En efecto, la accin
transcurre en Rusia de los zares. Alejandro, despus de detentar altos honores y niveles
gubernamentales, cae en desgracia y padece el exilio y la miseria. Como una especie de
Robinson, comienza a cultivar la tierra, las artes, la industria, hasta fundar una pequea
colectividad. Igualmente, esta novela del prelado cordobs es de definida intencin
didasclica. Confa en que todo puede ensearse y todos pueden aprender. Hay un marcado
humanitarismo en la novela, despuntes fisiocrticos en las prdicas del laboreo de la tierra y
la confianza en las semillas. La felicidad es la meta de la vida; una felicidad entendida
como logros concretos, y no como esperanza futura o de planteos metafsicos. Y, dulcis in
fundo, es lector de Fray Benito Jernimo Feijoo. El profesor Chiaramonte ha insistido en
distinguir que Feijoo no fue un filsofo, ni es autor de sistema alguno, pero habitu a
ejercitar la capacidad crtica y a practicar cierto inconformismo en todos los campos.
Este es el aporte de la novela neoclsica desconocida para nuestra historiografa literaria.
Rodrguez es hombre anfibio, se mueve en dos mundos culturales, articulndolos en el
discurso.
Un tercer gnero interesante a la voluntad iluminista es la fbula, forma educativa por
excelencia, con moraleja didctica y aplicable a experiencias humanas. Uno de los primeros
cultivadores del gnero, en las pginas de El Telgrafo Mercantil fue Domingo de
Azcunaga. Otros fabulistas del perodo fueron Felipe Senillosa, el destacado Gabriel
Alejandro Real de Aza y otros autores, rescatados en El Parnaso Oriental, como Carlos G.
Villademoros y, hagmosle sitio a las damas, la madre fundadora de la fbula rioplatense:
doa Petrona Rosende de Sierra.
La oda, especie lrica de antigua data, adquiere matices propios en el perodo iluminista, no
por cambios formales sino por las asunciones de asunto, de corte -47- prctico,
progresista, cientfico, tcnico, etc., muy acordes con los intereses del momento. As, la
Oda al Comercio, que recoge El Telgrafo Mercantil en su nmero 8. Como ranas
despus de la lluvia brotan odas a la imprenta, a la vacuna, a las obras hidrulicas de
Buenos Aires. Los asuntos son de preferencia iluminista. El primer texto que quiero traer a
cuento aqu es una Loa, pieza teatral encomistica, dica, compuesta habitualmente en
combinacin de heptaslabos y endecaslabos. La primera pieza teatral breve compuesta por
un argentino, en 1717, el santafesino Antonio Fuentes del Arco. Es una obrita penosamente
legible, dado su alambicado estilo propio de la decadencia del barroco. En ella interviene
tres Caballeros y la Msica dialogando entre s. Pero atendamos a la intencin compositiva:
la Loa fue escrita elogiando a Felipe V por haber levantado el impuesto que pesaba sobre la
produccin de yerba mate, que naturalmente, aquejaba a los comerciantes de la zona. El
jbilo nace de un beneficio econmico logrado. Esta conducta potica sera impensable en
un artista barroco o en un romntico. Es natural durante el iluminismo dieciochesco. Loar la
anulacin de la sisa a la yerba para nosotros, como motivacin, nos resulta impotico. Sera
tanto como imaginar a Ricardo Molinari, si viviera, componiendo una oda a la Ley de
Convertibilidad Econmica.
Estamos en presencia de un texto de tesitura expresiva netamente barroco, pero de clara
intencionalidad neoclsica ilustrada. Ahora bien, la Loa se constituye en el primer texto
teatral que incluye en su desarrollo una descripcin de las Cataratas del Iguaz. Se sabe, en
prosa, el primero en hacerlo fue Alvar Nez Cabeza de Vaca. En verso heroico,
Centenera, en un pasaje de su Argentina (1602). Veamos el fragmento en cuestin en la
Loa:
Ya se ve la otra falda,
Castillo de esmeralda,
Opuesto a los asaltos de un gran ro
Siendo al batirlos con violencia suma
Galas sus perlas, plvora su espuma.
-48El gran ro es el Paran; la muralla de esmeralda desde donde cae genera la catarata; la
mencin de la cueva es reminiscencia de Gngora, quien en su Polifemo metaforiza a una
cueva como bostezo de la tierra, melanclico vaco.
El texto de la Loa es de mala calidad potica y de un barroco decadente. Pero ella se alza
como la primera inclusin del Paran en la poesa, preludiando la ms definida entrada de
la oda Al Paran (1801) de Lavardn. Fuentes del Arco, en su texto, articula dos
corrientes estticas y culturales, al tiempo que les da cierto anclaje local, rioplatense.
Un segundo texto que quiero traer a cuento es la mejor produccin de Lavardn, no la ms
significativa, por cierto: la Stira escrita en 1786. Indirectamente, la motiv Maciel. Todos
conocemos el episodio en el que, al ver pasar a un sacerdote con el Vitico, el virrey
Marqus de Loreto, que iba en su coche, hizo desviar su cortejo y acompa al religioso,
con el pendn real. Maciel, en mala hora para la poesa que l produjo, y en buena hora por
la que suscit en Lavardn, compuso un par de horrorosos sonetos al gesto virreinal. Es
posible que procurara con ello limar las speras relaciones que mantenan. Pero... de buenas
intenciones est empedrado el camino del Infierno, como se ver. Resida en Buenos Aires
una pequea comunidad de peruanos, algunos de los cuales tenan veleidades poticas.
Ante los sonetazos de Maciel, annimamente, compusieron unas dcimas burlndose del
Canciller de Estudios. Entonces, Lavardn, que haba sido alumno de Maciel, sali en
defensa del maestro. (Como se ve estamos en pretritos tiempos coloniales, donde la
gratitud para con el maestro era natural. Esto hoy no se dara). Escribe una Stira en que
golpea dura e ingeniosamente a los poetas peruanos. No hay espacio para comentar
prolijamente, como lo merece, el texto sin desperdicios. Lo har en otro sitio. Lo primero
que les seala es que no es la del soneto poca empresa frente a las fciles dcimas
populares que los de Lima haban compuesto. Les descalifica la forma potica que usan. Y
comienza la arreciada descalificacin: los discrimina racialmente, por el color, como
descendientes de indios, o de indio y negra, pues los llama: mulatillos palangana, vulgo
vil de color bruno, viracochas, cholos, etc. En esta lnea llega a la ms elaborada
condena cuando les castiga la mestiza diccin, porque usan un cholinismo: donde un
enfermo: porque donde un enfermo es cholinismo. Alude a su condicin de hijos
naturales, a la banalizacin que hacen de la palabra potica, y as parecidamente. Es el texto
ms vivaz de la poca. La Stira est escrita con un fuerte sentido de pertenencia al sector
porteo que es enfrentado a lo peruano. Todo el poema gira sobre dos ejes contrapuestos:
Buenos Aires / Lima, porteos / peruleros o peruanos, ac / all, nosotros / ellos, Ro de la
Plata / Per. Un sostenido sentido chauvinista le hace hablar de patria, en varios sitios del
poema, con el alcance que el vocablo tena entonces. En sntesis, la Stira de Lavardn se
desplaza de las usuales del gnero al ceirse a un contexto local muy concreto y cargarse de
sentimientos y respondiendo a actitudes infrecuentes en el gnero: la discriminacin racial,
el sentido de pertenencia, lo faccioso. En un nuevo anclaje en el contexto real rioplatense.
Estamos muy lejos de el mayo de las flores. Es curioso que, en medio de la prdica
humanitaria y universalizante de la modernidad del XVIII, se radiquen estas actitudes tan
marcadas y personalizadas. Unas son las teoras y otras las realidades. Casos como -49ste advierten sobre las falsas generalizaciones en estos momentos ilustrados. La ideologa
de la ilustracin ha perdido una batalla en la orilla de esta Stira.
Abundar algo ms en la obra de Lavardn, que es el intelectual rioplatense que en su hora
adelant no teorizaciones sino ejercicios concretos de conciencia regional, argentina, local.
Su Siripo es una tragedia de estructura neoclsica, que respondera, en apariencia, a las
Poticas al uso de Luzn, Hermosilla y compaa. La pieza se represent el ao del inicio
de la Revolucin Francesa, 1789, en la Ranchera. Por el nico acto, el segundo, que ha
sobrevivido, sabemos que las ideas que expone dramticamente estn alimentadas a los
pechos de la Madre Ilustracin: se apela a la razn frente a la naturaleza; habla de la
sociable cultura que conduce a la creciente humanizacin; habla de la libertad y sus
derechos frente a la Tirana y as en los bien escandidos endecaslabos del romance heroico.
Pero contrastando con la estructura formal neoclsica y la ideologa ilustrada, Siripo se
distancia de lo normado. Primero, es la nica obra teatral del XVIII que tiene por mbito
escnico la realidad del monte, no la ciudad: es incivil su escenografa. En segundo
lugar, toma un asunto local, tomado de una crnica de la conquista de la tierra rioplatense.
Lejos de Lavardn los mitos de Roma, de Grecia y los ciclos antiguos que todava cultivara
en La Atenas del Plata Juan Cruz Varela en la corte rivadaviana, hacia 1823.
Es un anticipo notabilsimo. No sabemos de dnde tom la materia de la leyenda de Luca
Miranda. Si del mismo captulo 7 de La Argentina historial de Ruy Daz de Guzmn, a
travs de las muchas copias del libro; o de alguna de las versiones de las concatenadas
historias de los jesuitas, de preferencia la fiel de Lozano y la prerromntica de Guevara.
Pero es destacable que Lavardn, en medio de los planteos de la globalizacin moderna del
siglo XVIII, oli lo propio, lo natural, que radicaba en una leyenda regional que de
inmediato cre tradicin escrita, y que ya en el mismo siglo XVIII haba alcanzado la
expresin italiana en Luca Miranda (1784) de Manuel Lasala, anterior en dos al Siripo, o la
versin en lengua teatral inglesa de Thomas Moore en Mangore, king of the Timbues
(1721). La leyenda trasmigrara hasta nuestros das con varios hitos en el XIX. Siripo suma
su eslabn a la cadena. Reafirma una tradicin local.
Y, para concluir con los aportes localistas, andadores, de Lavardn, articulador consciente
de realidades europeas y regionales, cabe mencionar su oda Al Paran, aparecida en el n.
1 del Telgrafo Mercantil, (1801). El discurso previo a la oda define el programa ilustrado
de Cabello y Mesa y los proyectos de la potencial Sociedad Patritica, Literaria y
Econmica, de los Amigos del Pas, que no lleg a formalizarse. La oda encarna parte de
ese programa. Est diciendo con su valor de posicin, diran los estructuralistas: As se
hace para concretar las propuestas. La oda ilustra el programa.
Reparemos algunos distanciamientos y apropiaciones que la oda propone. Primero, -50una oda neoclsica, segn el modelo y normas de la preceptiva de la hora, se compone en
silvas, en estancias, o en liras, pero nunca en romance endecaslabo o heroico, como lo hace
Lavardn. Se aparta de los modelos que para las odas, los dos tercios de los poetas de la
Independencia, respetaran a machamartillo. Segundo, el poema Al Paran -no se llama
Oda al Paran- se aplica a cantar un motivo local. Como el texto es muy conocido de
todos, solo aludir a sus elementos. El poema arranca con el desarrollo de la imagen mtica
del ro argentino, segn la modalidad de herencia renacentista, retomada por el
neoclasicismo: incorpora muy pocos elementos barrocos y pone el poema al servicio de
una intencin econmica, segn el uso ilustrado. Pero, ms all de herencias mticas
grecorromanas, el poeta sigue atento a lo propio. Incluye el indigenismo camalote, as, en
bastardilla para destacarlo en el texto y, adems, lo anota: El camalote es un conocido
yerbazo que se cra en los remansos del Paran.
Qu obvio y ocioso lo de Lavardn, anotar para los rioplatenses qu cosa es un camalote!
No, lo obvio es que est apuntando a lectores locales y no locales, de esfera
hispanoamericana y hasta espaola, que podran ignorar el sentido del vocablo. Este detalle
revela en qu blanco tiene puesto el ojo el poeta. Esteban Echeverra imitar el
procedimiento, a la hora de componer en 1837 La Cautiva, y anotar rancho y chaj. La
perspectiva de Lavardn es precursora de la de Echeverra: desde el Plata al mundo; por
qu no, a la Humanidad? No creo que lo que sostengo sea una hipertrofia interpretativa; lo
estimo como una lectura de signos de apertura. A todo lo dicho, se le suma las menciones
del ro Uruguay, del sur patagnico.
Por otra parte, el poeta refleja la fontica local: Ves hi, que tan magnfico ornamento /
transformar en un templo tu palacio; / ves hi para las ninfas argentinas... (vv., 95-97).
Entonces se deca: hi, miz y pis, como todava escuchaba Victoria Ocampo en su niez.
Es de atender al hecho de que el texto potico de Lavardn vena en el Telgrafo Mercantil
con notas del propio autor. Muchas ediciones las suprimen por ser poco poticas. Es que no
lo son; pero son parte de la concepcin ilustrada de una obra artstica: darle una posible
proyeccin de utilidad. Las notas y el poema son un todo, articulado en dos niveles. Pero,
antes de estimarlas brevemente permtaseme recordar cul fue la motivacin de Al
Paran: haca cinco aos que el ro no produca inundaciones de las riberas con sus aguas,
lo que vena afectando seriamente el rendimiento, de las tierras para la agricultura, porque
no las fertilizaba con toda su resaca. El poema nace al servicio de una intencionalidad
econmica. Es una rogativa que en lugar de operar a lo cristiano, como las procesiones
pueblerinas para rogar lluvias aqu, a lo pagano, invoca las formas grecolatinas del mito e
implora a los dioses antiguos, segn el uso potico del XVIII. Vale tanto como cuando los
iluministas hablan de filantropa evitando mentar la caridad, y el amor al prjimo.
Las notas proponen, en su mayora, preocupaciones mercantiles, industriales, comerciales,
econmicas: la industria posible del ncar de las conchas del ro, la fabricacin de
embutidos (nota 1); el aprovechamiento de las perlas de la laguna Apuper (n. 4); la
indagacin de los terrenos para regado (n. 10); la explotacin forestal (n. 15); el dragado
del puerto (n. 16). En fin, al poema hoy podemos leerlo, como leemos los trabajos de los 51- colegas, sin atender a las notas. Pero corresponde la lectura integral, un texto con dos
niveles, uno en verso y otro en prosa; una potica visin de la realidad argentina y otra, una
visin prctica y rentable de la misma realidad argentina. Lavardn tena doble vista
asociada.
Pasemos ahora a un tercer estadio del siglo iluminista literario en el Plata. Lavardn
pertenece a lo que se ha dado en llamar el iluminismo preindependentista. Ahora nos
desplazamos al iluminismo independentista con otro autor Esteban de Luca. Es una nueva
propuesta en la relacin poesa e intereses econmicos, en el siglo de la Ilustracin. El texto
de De Luca al que me refiero es el excelente poema Al pueblo de Buenos Aires,
publicado en la primera revista del Ro de la Plata: La Abeja Argentina. Una vez ms, en el
nmero inicial, como Al Paran de Lavardn, en el nmero inicial de avanzada.
Esteban de Luca no ha sido objeto de atencin por parte de los estudiosos ni La Abeja
Argentina tampoco. De Luca es un poeta de ideas fisiocrticas netas. En principio se enfila
en la tradicin del georgismo potico que arranca de Virgilio y pasa a Hispanoamrica con
buenos cultivadores, como Rafael Landvar en su memorable poema latino De rusticatio
mexicana, donde campea el humanismo jesuita y anticipa nuevos tiempos y temas. Incita,
una vez ms en la historia de Occidente, a que la gente no abandone los campos; se siente
en ellos y los cultive y sern beneficiados:
Baste esta extensa muestra del largo poema para dar idea de la posicin del poeta. En la
misma revista, De Luca publica un trabajo econmico titulado Reflexiones econmicas
(La Abeja Argentina, n. 14, 15 de junio de 1823, pp. 160-165). El ensayo hace pendant con
el poema y se exhibe como su sustento ideolgico. Bastara cita slo un pasaje para darles a
ustedes una idea de su contenido:
La provincia de Buenos Aires, que posee campos frtiles y dilatados, no puede aspirar al
grado de prosperidad y civilizacin a que han llegado otras naciones, mientras no emplee
en la agricultura una gran suma de capitales. Ya no se duda de que el mejor destino que
puede darse a stos es aquel que fomenta la industria rural, porque l, como dice Say, excita
la virtud productiva de las tierras y del trabajo nacional. ( ... ) Aunque los capitales
empleados en el comercio les hubieran dado un inters ms crecido, no por eso se habra
aumentado la riqueza territorial.
Acaso algunos dirn que la agricultura debe, con el tiempo, extenderse y perfeccionarse en
todo el territorio de la provincia, con tal de que no pongamos trabas a la industria, que ha
dado a otros pases poblacin y cultura. Esto, a nuestro parecer, solo quiere decir, que
renunciando a los grandes medios de que podramos valernos en virtud de las luces del
siglo, lo esperemos todo de la progresin lenta con que los pueblos han subido desde el
estado pastor al alto grado de -53- civilizacin en que hoy se encuentran. Cualquiera que
observe nuestros inmensos desiertos convendr en que ha de pasar un largo perodo de
tiempo, antes de verlos poblados, cual conviene, si no aceleramos la marcha de la
naturaleza por medio de colonias extranjeras, allanando las dificultades que retardan una
medida tan til y necesaria en nuestro concepto que la consideramos entre las principales
que debe tomar el pas. Ella debe traernos una poblacin industriosa que sirva a dar aliento
a nuestra abatida agricultura.
(pp. 162-163).
El caso de Maciel
la intencin de Maciel al elegir esta forma potica. Su asonancia es a-a, una de las ms
frecuentes.
El verso inicial es un verso que Maciel toma de la oralidad popular. Verso formulario de
apertura de poema. As, comienza a definirse que se trata de u caso de proyeccin
folclrica, como lo ser toda la gauchesca. El verso formulario aparece en cantidad de
coplas espaolas y sus trasplantes al Ro de la Plata.
Veamos casos espaoles:
-58Aqu me pongo a cantar
debajo de este membrillo,
por ver si puedo enlazar
las astas de este novillo.
Casos rioplatenses, recogidos por Jorge Furt en su Cancionero popular rioplatense. Lrica
gauchesca:
(TI, p. 431)
(TII, p. 244)
Sera ocioso seguir las presencias del verso, consagrado por la apertura del Martn Fierro.
Baste con lo sealado de su origen. El poemita propone su propia escenografa: debajo de
aquestas talas, represe en el arcasmo aquestas, propio del conservadurismo del medio
rural. Del mayor guaina del mundo. Coherente con el rescate de la fontica rural, Maciel
escribe: maior, vaia; pero playa, v. 34. El poemita incorpora voluntarios
indigenismos: guaina, guampas, pampas, batatas. Guaina, varn en quichua,
produce igualmente la sealada aspiracin de la h original, huaina. Al arcasmo
aquestas le sumar aina y formas de la oralidad como el disque. Un uso de
vulgarismos: mandria por cobarde y he de puja que es una forma abreviada y
suavizada del espontneo hijo de puta. Aqu no est usado como denigracin, sino como
ponderativo por antfrasis, como cuando uno dice encomisticamente de algn campen:
Qu bruto, qu animal!.
El poema maneja un nivel lingstico popular rural, con todas las notas que acumula
intencionalmente, con inclusin de versos formularios de la oralidad, con encuadre de
situacin de enunciacin que supone la voz y el auditorio. Pero a todos estos aportes
concitados por Maciel, le suma otro: el poema est concebido y la realidad vista desde la
ptica de un gaucho. La forma mentis es gauchesca. De all las comparaciones que incluye
y con las que se expresa: cacareos, v. 18; como a ovejas los ha arriado / y repartido en
las pampas, vv. 13 y 14; huyendo como avestruz, v. 27; aunque ms -59- griten
chicharras, v. 32. Imaginario cultural del gaucho y la lengua como va expresiva de una
cultura grafa y popular, rural y tradicional estn sugeridos y presentes en Canta un
guaso.
El aporte de Maciel es revolucionario y fundacional. Lo primero, porque se planta frente al
sistema imperante en lo literario, lo deja de lado y asume otro, existente en la tradicin oral.
Pero no recoge una pieza de la cultura folk, es decir, parte del folclore literario, sino que
hace literatura folclrica, segn la ntida distincin que estableciera Augusto Ral Cortazar.
Es el primer letrado que asume la imitacin de la voz popular en la literatura argentina para
plasmar un poeta compuesto y celebrar una hazaa poltico militar. Y es fundacional
porque, hacia 1777 Maciel se sac de la manga un nuevo sistema literario: el gauchesco y,
con Canta un guaso, fund una literatura de notable vitalidad y descendencia. Fue
definiendo el nuevo sistema, en parte, en contraposicin con el neoclsico. El conjunto de
elementos de diversos niveles que aun en su poemita convierte el texto en el punto de
origen real de la poesa gauchesca, imitadora, en parte, de la poesa gaucha o folclrica;
solo en parte.
Se trata de un poemita noticioso, como los viejos romances noticiosos de hechos de guerra
en la Espaa de origen. El poema polariza lo argentino y lo portugus. El portugus es el
enemigo. El rechazo del enemigo lo hace jovialmente con esa suerte de nimo exultante y
corajudo. Hay mencin explcita de personajes histricos: Cevallos y Pina Bandeira,
conocido contrabandista portugus; y sitios histricos: la isla Santa Catalina y Cabezn del
Rey, regin de origen de los Cevallos.
Claro, alguien sealar la presencia de un par de versos ajenos a la cultura grafa del
gaucho: que las germanas de Apolo / no habitan en las campaas, vv. 39-40. Se trata de
un desliz del autor este rasgo de mitologa intrusa? Digamos que hay un principio de
apropiacin de lo letrado por lo grafo al usar la forma fontica germanas. En segundo
lugar revela, en el huaso, un desconocimiento de la cuestin mitolgica, dado que las
Musas no eran, precisamente hermanas de Apolo. Al gaucho pudo llegar, como tantas
otras huellas o vestigios de lo mitolgico a travs de la prdica de los oradores en el templo.
Tal vez era una expresin folclorizada. Tal vez quiera revelar que el canto popular quiere
lucirse con menciones ajenas a su campo cultural. Tal vez, Maciel se -60- distrajo y algo
se le filtr del otro sistema. Es observable que, hacia el final, el romance denota ciertos
tropiezos rtmicos y verbales que no se dieron en lo anterior, de por s muy fluido. Y, por
fin, quiero recordar que ms de tres dcadas despus de Canta un guaso, en uno de los
cielitos atribuidos a Hidalgo se lee:
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