Arturo Arias-Repensando La Narrativa Centroamericana Del Mini-Boom
Arturo Arias-Repensando La Narrativa Centroamericana Del Mini-Boom
Arturo Arias-Repensando La Narrativa Centroamericana Del Mini-Boom
Es cierto que para algunos autores del perodo, el cambio de coyuntura signific una fuente de depresin
emocional al comprender que aquel proyecto utpico de tomar el cielo por asalto, en el cual invirtieron todos sus
anhelos, y por el cual arriesgaron su propia vida, fracas de manera brutal, cedindole paso al capitalismo ms
desmedido en la regin. Ello pudo conllevar la muerte, ya no como resultante de combates armados sino de la
depresin aunada a enfermedades que pudieron tener orgenes emocionales (Payeras, Armijo), o bien al silencio.
Pero ste ya es un fenmeno de otra naturaleza que implicara otro tipo de premisas a problematizar.
2
Orgenes
mayor marginalidad centroamericana que la actual, dadas las condiciones de la poca. Como
indiqu en el mismo artculo, en la pennsula espaola (que sera hoy el equivalente de cualquier
espacio metropolitano globalizado) exista (y an existe) una escasa conciencia de los rasgos que
podran diferenciar al istmo centroamericano del resto de Amrica Hispnica. Exista incluso
escassima conciencia de que autores como Daro eran efectivamente centroamericanos y no
latinoamericanos (cuando no sudacas) en la acepcin ms amplia de un tropo que
simultneamente invisibiliza su cintura, en el decir de Neruda, y posibilita un corpus literario
continental.2 Ya entonces, la perspectiva epistmica de la produccin literaria centroamericana
favoreca una exploracin de la problemtica indgena (por muy aurtica, fetichista y reificada
que fuera), de la unin regional, y/o de otros fenmenos que diferenciaban al istmo del resto del
continente, como mecanismo intuitivo de una diferencia colonial ms sentida que comprendida o
articulada crticamente. Asimismo, la lectura espaola (es decir, cosmopolita) de la misma,
haba ya elidido dicho posicionamiento y, por extensin, transformado la posible decodificacin
heterognea de su lectura en una estandarizacin homogenizante de la cual los signos identitarios
regionales quedaban excluidos. Espaa como todo centro cosmopolita solo se interesaba en la
periferia como mecanismo para resolver sus propias contradicciones de legitimacin. Con Daro
era la guerra hispano-americana. Con los autores del boom fue el fin del franquismo. Con
Ramrez, Monterroso y los centroamericanos de los 1980s y 1990s, la democratizacin y la
entrada espaola a Europa. De la misma manera, autores del boom tambin fueron traducidos al
ingls en los Estados Unidos tan solo en el contexto de su propia crisis resultante de la guerra de
Vietnam, y los centroamericanos para oponerse a la nefasta poltica de Reagan en la regin
durante los 1980s.
De acuerdo con Perry Anderson en The Origins of Postmodernity, el concepto de
modernismo naci en el encuentro que Daro sostuvo en Lima con Ricardo Palma en 1888,
publicado posteriormente en una revista guatemalteca. Una cronologa de este encuentro ha sido
2
Incluso el insulto puede ser alienante en Espaa. Cuando ms de alguna vez me lanzaron a la cara el epteto
sudaca en las calles de Madrid, tuve que quejarme con el insultante, argumentando que yo no era sudaca como
los argentinos o ecuatorianos, sino centraca para mucha honra.
4
publicada por Juan E. De Castro, argumentando que el encuentro en cuestin represent dos
enfoques diferentes en torno a la literatura. Palma aparece vinculado a la reinterpretacin y
extensin del legado literario y cultural colonial y Daro a la incorporacin de la literatura de la
regin a lo que Pascale Casanova ha llamado la repblica mundial de las letras, caracterizado por
el cosmopolitanismo y la innovacin continua (49).3 De Castro afirma que en el artculo en
cuestin, Daro vincula su movimiento al conjunto de Hispanoamrica en vez de asociarlo a un
pas especfico. Agrega ms adelante que Daro fue el primero en emplear una localidad
perifrica para la libre incorporacin y modificacin de las literaturas del centro (ver 58).
Tenemos en esta situacin al primer autor centroamericano que fue forzado a elidir la
especificidad de sus espacios etnoterritoriales para que su cosmopolitanismo fuera reconocido en
Europa.
Daro mismo coment su salida de Nicaragua como una huida que explica como el
resultado de encontrarse asqueado y espantado de la vida social y poltica que mantuviera a mi
pas original en un lamentable estado de civilizacin embrionaria.4 De all en adelante
mantendr una tensin dinmica entre su identidad local y sus aspiraciones de inclusin
postcoloniales, trauma tpico, segn la teora lacaniana, de subjetividades divididas e incapaces
de sobreponerse a la alienacin de la marginalidad, que buscan evadir la abyeccin de sentirse
sujetos perifricos o marginales. En el caso centroamericano, por residir en la marginalidad de
la marginalidad.5 El trauma de Daro es generado por la imposibilidad de la condicin
centroamericana, cuyos patrones se reproducen entonces como ahora. En este sentido, Daro no
se diferenciaba mucho de centenares de miles de inmigrantes centroamericanos en los Estados
Unidos, tratando de reinventarse como sujetos cosmopolitas. Marca su voluntad de mimetizarse
en sujeto cosmopolita, fetiche y desafo que se desprende del desamparo de la traumtica
3
El propio De Castro ironiza la posicin de Anderson, quien afirm que le debemos la acuacin del nombre del
movimiento esttico a un poeta nicaragense que publica en una revista guatemalteca sobre un encuentro literario en
una ciudad calificada por el propio Anderson como una periferia distante [...] del sistema cultural de la poca (3;
mi traduccin, A.A., citado en De Castro 48).
4
La Nacin (1913), recopilado en Daro, Historia.
5
Ver mi teorizacin a ese respecto en Taking.
5
marginalidad que lo marca y que operara como mecanismo negativo histricamente persistente
y multifactico, capaz de retenerlo en un espacio local que limitara o incluso excluira la
difusin de sus prcticas escriturales, al reproducir patrones de invisibilidad en los centros
hegemnicos de decisin cultural. La prctica le indic a Daro que las identidades nacionales
tan solo conducan a la invisibilidad cuando se provena de la marginalidad de la marginalidad.
Entonces, obsedido por el poder interpretativo en un sentido que hoy llamaramos
transatlntico, Daro decide reconstituirse tout court como el portavoz de la literatura del
continente en Espaa. Abandona sus races localistas y protege su endeblez emocional con la
retrica del arte por el arte, aunque permanece sujeto a las fracturas y desintegracin de su propia
negatividad, articulando su produccin como formas de melancola incapaces de resistir la
sentimentalidad, empapadas de poder afectivo.
El mini-boom
Mencion ya que Centroamrica gan visibilidad mundial por medio de las luchas
revolucionarias
de
los
aos
ochenta.
Sin
embargo,
desde
un
punto
de
vista
Ver Robinson quien argumenta que Centroamrica est situada como localidad de un proceso transnacional y que
la rpida transicin hacia la globalizacin gener las crisis polticas de los ochentas.
6
polarizacin poltica hasta febrero de 1990, cuando, apenas tres meses despus de la cada del
muro de Berln, la derrota electoral de los sandinistas precipit los acuerdos de paz en El
Salvador y Guatemala, conllevando a transiciones pacfico-democrticas.
El perodo guerrillerista ni fue solo crisis y tragedia, ni fue un perodo cualquiera.
Represent un insoslayable sentimiento de adquisicin de poder, al generar la ilusin de romper
con el imaginario poltico de los Estados Unidos, en el cual ha operado la regin por lo menos
desde la invasin de William Walker en 1855, como especie de modelo iluminista tardo.
Asimismo, toda la literatura moderna del istmo ha sido, en consecuencia, una discursividad en
oposicin a esta misma hegemona. Basta citar ejemplos de principios del siglo veinte tales como
El problema (1899) de Mximo Soto Hall (1871-1944), La cada del guila (1920) de Carlos
Gagini (1865-1925) o La oficina de paz de Orolandia (1925) de Rafael Arvalo Martnez (18841975).
El perodo guerrillerista articul imaginarios sociales en los cuales se plasm la creencia en
la capacidad transformativa de los pueblos como dimensin tica acoplando un problema de
conocimiento con un de efecto de verdad. Los mismos imaginarios articularon sentimientos
generalizados de que la regin adquira cierto grado de madurez que le posibilitara, pasadas las
guerras, el unirse a los rangos de la modernidad con el triunfo de los movimientos
revolucionarios. Similar a las consecuencias de la crisis de 2008 en Europa y en los Estados
Unidos, fue un momento histrico en el cual la democracia en el mundo se encontr estancada o
incluso en retroceso como resultado del McCarthyismo en los Estados Unidos y la crisis del
PCUS en la Unin Sovitica luego de la muerte de Stalin y la invasin de Hungra en 1956. En
esa coyuntura mundial, Centroamrica y especialmente Guatemala buscaba reponerse del
callejn sin salida que le gener la invasin estadounidense que derroc la democracia arbencista
en 1954, y que produjo un represivo Estado paramilitar. Es imposible entender dicho perodo
histrico sin tomar estos factores en cuenta, a los cuales les podemos agregar la euforia generada
por la revolucin cubana y por la liberacin e independencia africanas, a las cuales se conjuntaba
la dcada de los derechos civiles en defensa de la poblacin africano-americana, las mujeres, los
7
gays y lesbianas en los propios Estados Unidos, en el contexto de una crisis en Vietnam que
produjo una importante revuelta cultural cuyo impacto an se siente y el cual sectores ultraconservadores estadounidenses y europeos continan intentado deshacer hasta el da de hoy. No
podemos olvidar que la fecha emblemtica acuada por tericos del sistema-mundo o por el Foro
Social Mundial es 1968 como tropo paradigmtico de cambio epistmico.7 Esta fecha es
caracterstica de las diferentes visiones polticas para las cuales el ao 1968 sirve como punto
divisorio, e incluye las luchas centroamericanas dentro del mismo.
La singularidad de la Centroamrica post-1954 traumatizada por la invasin a Guatemala
en junio de ese ao que removi al presidente constitucional Jacobo rbenz, quien era anatema
para los intereses estadounidenses por su nacionalismo econmico histricamente definido como
comunismo dict que los contenidos literarios a partir de ese momento fueran de naturaleza
poltica si el sujeto letrado iba a encajar en los juegos en torno al efecto de verdad en la regin y
defender su centralidad escritural. Dado el fermento de los tiempos esto fue en parte una prctica
coercitiva de las sociedades civiles centroamericanas, particularmente del sector letrado
intelectual. Pero fue tambin una respuesta tica a la invasin guatemalteca y sus consecuencias,
que condujeron a toda la regin al caos. Estas condiciones la serie vertiginosa de eventos
polticos y agendas secretas podan ser enmarcadas tan solo por el lenguaje literario, en parte
porque las ciencias sociales centroamericanas an estaban dominadas por las europeas y
estadounidenses en ese momento. Los centroamericanos no haban desarrollado aun su propio
cuerpo de trabajo cientfico, aunque comenzaran a hacerlo durante la dcada siguiente.8
El guerrillerismo por lo tanto represent no solo el espectro de una tragedia colectiva sino
tambin la aparicin de una esperanza utpica como articuladora deliberada de macro-relatos
7
Ver Smith, Karides et al. para una explicacin de este paradigma. Otros autores involucrados en las teoras del
sistema-mundo que han problematizado este tema incluyen a Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi.
8
Todava en 1954, cientficos sociales estadounidenses tales como Richard N. Adams dominaban el espacio de las
ciencias sociales centroamericanas. Ya en los 1960s, individuos tales como Humberto Flores Alvarado, antroplogo
que surgi como crtico de Adams, el ya mencionado socilogo Edelberto Torres Rivas, quien particip en el equipo
que dise la teora de la dependencia en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)-Chile, y el
economista Gert Rosenthal, quien trabaj para las Naciones Unidas, haban empezado a dejar su huella. En los
1970s, Centroamrica ya tena un alto nmero de economistas, socilogos, y antroplogos.
8
como todos los otros sujetos del entonces llamado tercer mundo respondieron desde dentro de
esos parmetros al orden mundial impuesto al final de la Segunda Guerra Mundial. En
consecuencia, los movimientos que emergieron en la dcada de los sesentas se plantearon
desarrollos alternativos en vez de alternativas al desarrollo, al encontrarse los imaginarios de sus
dirigencias an enmarcados dentro de parmetros que no por ser socialistas dejaban de ser
occidentalistas, que emergan del iluminismo como ya lo he sealado, que defendan el
progreso civilizatorio de corte eurocntrico sin reflexionar sobre su naturaleza tan singular
enmarcada en la diferencia colonial, ni sobre las implicaciones verticalistas de las misginas
estructuras poltico-militares de las organizaciones revolucionarias, contradiciendo la bsqueda
de procesos democrticos horizontales entre sujetos heterogneos con desiguales relaciones de
poder entre s. Todos los movimientos revolucionarios de la poca integraron la lgica restrictiva
de dicho rgimen de conocimiento.
Asimismo, existe en la crtica de Saldaa-Portillo una visin reductiva y poco generosa de
la voluntad de poder expresada por los movimientos guerrilleros, aun cuando uno pueda
reconocer los gruesos errores militaristas, masculinistas y verticalistas que conllevaron a su
destruccin. La anterior fenomenologa fue debidamente problematizada por Ileana Rodrguez, al
articular las implicaciones para el sujeto masculino de transformar la nocin de victoria
revolucionaria en conquista, en mecanismo de guerra, en la conquista de la mujer-nacin,
reproduciendo el significante de violencia asociado tanto al hecho de conquistar como al
rendimiento de la femineidad no seducida sino poseda, es decir, violada, de acuerdo a los
lineamientos discursivos heredados de la conquista espaola (153). Como ya seal Brian
Gollnick en su anlisis sobre el desarrollismo que aparece aun en Taking Their Word, SaldaaPortillo hace comparaciones reductivas con los discursos positivistas decimonnicos sobre el
concepto de raza que segn ella deforman el pensamiento de Mario Payeras. Posiblemente la
crtica no solo ignora que Payeras fue el terico guerrillero ms avanzado y con mayores
conocimientos filosficos de toda la regin, razones por las cuales escribi y por lo tanto est
sujeto al escrutinio crtico a diferencia del conjunto de comandantes guerrilleros de ese perodo;
11
desconoce los escritos de Payeras sobre la problemtica tnica publicados no solo en la revista
Compaero sino en un libro posterior sobre dicha temtica, en la cual se evidencia que,
independientemente de los acuerdos o desacuerdos que uno pudiera tener con el autor sobre la
temtica, no hay rastros del positivismo en sus escritos; sino que tampoco considera la censura
que sobre los mismos ejerci Rolando Morn, comandante en jefe del Ejrcito Guerrillero de los
Pobres:
Lo que falta tanto en el anlisis de Saldaa de los fracasos de la izquierda revolucionaria como en su
identificacin con modelos alternativos para el sujeto revolucionario, es un entendimiento de que sus objetos
de anlisis emergen de tradiciones culturales que operan dentro de Amrica Latina y, an ms importante, una
comprensin de que estos son productos de una colaboracin entre intelectuales y actores sociales de origen
popular. (116; mi traduccin, A.A.)9
Asimismo, la cada del gobierno arbencista en Guatemala gener una especie de frenes
anti-imperialista, el cual luego se agudizara con el triunfo de la revolucin cubana cinco aos
despus. Como la voz del nacionalismo fue primordialmente la voz de los sectores medios en
Centroamrica, el sector al cual pertenecan la gran mayora de intelectuales y artistas, no es
entonces sorprendente que buena parte de los letrados emergiendo despus de 1954 estuvieran
influenciados por esta voz al intentar representar simblicamente los eventos mencionados en su
literatura, a la vez de encontrarse simultneamente sumergidos en desenfrenadas contiendas
sociales. Como Dalton afirm, la generacin comprometida de El Salvador que se organiz en
1956, luego de la llegada del poeta guatemalteco Otto Ren Castillo a San Salvador, juntndose
con los jvenes escritores salvadoreos en su exilio post-1954, y que incluy excelentes poetas y
narradores tales como Dalton, Argueta, Vallecillos, Menn Desleal, Armijo y Cea entre un grupo
singularmente notable de escritores adopt el dicho de Asturias El escritor es una conciencia
9
En el original en ingls: What is missing in both Saldaas assessment of the failures of the revolutionary left and
her identification of alternate models for the revolutionary subject is a sense that her objects of analysis emerge from
cultural traditions within Latin America and, even more importantly, a sense that they are the products of
collaboration among intellectuals and popular social actors.
12
moral como su principio gua. Dicha frase fue articulada por Asturias poco despus de la cada
de rbenz. En este sentido podramos argumentar que la construccin de la subjetividad lanzada
por la generacin comprometida (y extendida a Guatemala por medio de Lanzas y Letras, revista
mensual editada por la Asociacin de Derecho de la Universidad de San Carlos a partir de
1958)10 fue un primer paso para la transicin del sujeto patritico al sujeto guerrillero, sujeto
fundador de la vanguardia revolucionaria, sujeto comandante, en el sentido de Rodrguez (ver
xvii).
En este contexto puede tambin parecer paradjico la falta de preocupacin por parte de los
escritores centroamericanos del guerrillerismo por ganar lectores en la dcada de los 1960s. A
pesar de que el analfabetismo era ms alto en ese entonces, agencias regionales tales como el
Consejo Superior Universitario Centroamericano (CSUCA) subsidiaban las editoriales
universitarias y crearon una editorial regional a su vez, EDUCA (Editorial Universitaria
Centroamericana) en 1968, la cual se diriga a las lites intelectuales letradas progresistas a nivel
local e internacional, asociadas de manera genrica a la nocin de vanguardia revolucionaria,
fuera como militantes, simpatizantes o acompaantes. Con frecuencia los mismos escritores
actuaron como directores de estas editoriales universitarias. Sucedi con Roberto Armijo, talo
Lpez Vallecillos y Sergio Ramrez. Era una situacin inusual, si bien tpica de la poca. Los
escritores simultneamente ejercan el papel de letrados celebrando la centralidad de la escritura
y defendiendo su aura, a la vez que transgredan por medio de la misma escritura el poder del
estado, ejerciendo una poltica de resistencia frente al mismo. Esto sucedi por dos razones. Por
un lado, los escritores saban que en ese perodo los lectores eran tan solo una pequesima
fraccin de los sectores medios, acompaados de algunos individuos iluminados de las clases
10
Lanzas y Letras se public de mayo de 1958 hasta agosto de 1962. En la presentacin del ejemplar nmero 1 del
ao 1, los directores Antonio Fernndez Izaguirre, Antonio Mvil Beltetn, Otto Ren Castillo y Roberto Daz
Castillo, explicaban: Como su nombre lo indica, quebrar lanzas de crtica sana y constructiva, para lograr una
mayor eficiencia y un mejor desarrollo de las actividades de la universidad en su doble aspecto estudiantil y docente,
y enjuiciar, desde su punto de vista, el desenvolvimiento de la cosa pblica, problema de capital importancia para
nosotros. La mayora de ellos procedi a militar en el Partido Guatemalteco del Trabajo, comunista. Otto Ren
Castillo, autor del poema Vmonos patria a caminar, muri torturado como combatiente de las Fuerzas Armadas
Rebeldes (FAR) en 1967. Antonio Fernndez Izaguirre fue fundador del Ejrcito Guerrillero de los Pobres (EGP).
Capturado siendo comandante en 1981, desapareci pocos das despus. Se ignora su destino final.
13
dirigentes. Pero, dada la herencia de la ciudad letrada, gozaban de gran respeto poltico.11
Como ya se afirm, se beneficiaron de lo descrito por Idelber Avelar como el aura tradicional
del letrado (12). Los intelectuales no estaban compitiendo con los idelogos porque ellos
mismos eran los idelogos. Esta relativa independencia por contradictoria que sea le permiti a
la nueva literatura emerger a principios de los 1960s para marcar una ruptura significante con la
narratividad de los 1960s y jugar estilsticamente con sus estructuras de manera anloga a la de
los novelistas del boom como Cortzar, Vargas Llosa, Fuentes y Donoso. De hecho, son estas
mismas experimentaciones arquitectnicas en sus estrategias textuales lo que puede dificultar su
lectura en contextos contemporneos (al igual que con las novelas del boom), diferencindolas de
la mayor simpleza estilstica de textos actuales de mayor consumo cosmopolita,
independientemente de su calidad literaria, tales como los de Rodrigo Rey Rosa, Horacio
Castellanos Moya o Eduardo Halfon, o incluso los de autores que se iniciaron en el perodo
anterior con textos entonces complejos, tales como Sergio Ramrez, para citar solo estos a
manera de ejemplo.
La segunda razn era que el proceso previamente sealado los transformaba de facto en
formadores de cuadros revolucionarios, si bien esto ltimo fuera de manera no racionalizada
del todo sino ms bien inconsciente, asumida como el inevitable peso de ejercer direccin
intelectual como la natural carga del letrado. Su inters consista en otorgarle significacin
discursiva al sujeto nacional aventurado, masculino, dispuesto a correr riesgos como gestor de
poder del proyecto liberador anti-imperialista.
En efecto, la aceleracin de las guerras civiles contribuy a la auto-percepcin, por parte de
los sujetos centroamericanos, de haber emergido de la marginalidad de la marginalidad hasta el
centro de la conciencia internacional. Este fenmeno produjo un estallido cognitivo, articulando
lo que Mabel Moraa llam la recuperacin de lo poltico (425), y lo que Nelly Richard
defini con posterioridad como una dimensin que siga comprometida con las operaciones de
11
Empleo aqu la frase ciudad letrada tanto en el sentido de la concepcin original de ngel Rama , as como en el
giro posterior que le da a la misma Jean Franco en The Decline and Fall of the Lettered City (La decadencia y cada
de la ciudad letrada).
14
riesgo mediante las cuales cada prctica esttica o cultural decide a partir de sus batallas la forma
para subvertir los pactos de entendimiento oficial con nuevas maneras de ser, de ver y de leer
(445). Contribuy a su vez a generar un estallido de creatividad por parte de sus escritores.
Marc la produccin del conocimiento centroamericano. Evidenci discursos y formas retricas
que bajo condiciones globalizadas revelan ahora tanto la continuidad como la fragmentacin de
los imaginarios sociales centroamericanos. Los ecos de esta discursividad pueden ser escuchados
tan solo si le prestamos atencin a lo escrito entre 1960 y 1990, el perodo de lucha guerrillera,
ilusiones revolucionarias, y mayor inestabilidad poltica.
Si las textualidades narrativas de los 1970s fueron una tctica para definir el imaginado
camino al poder, por encima de ello esta produccin diriga su cara especficamente literaria
hacia articulaciones intangibles, invisibles, deseos inconscientes, placeres, gozos, temores, los
elementos que articulan cualquier estrategia textual sin importar el lugar o la poca. Los trabajos
culturales nunca emergen en el plano racional. Aparecen de manera flexible, inmersos en
enunciaciones espontneas articuladas por significantes flotantes que van siempre articulando
experimentalidades verbales como formas alternativas de conocimiento. Articulan el lenguaje
para explorar, dar forma y generar formas emergentes de subjetividad, cultura y vida en procesos
de intercambio dialgico con sus lectores. Esta heurstica intuitiva la emocin creativa detrs de
la aparicin de las palabras se convierte en reflexin interna sobre la importancia del juego
discursivo. El campo de la ficcin de este perodo se convirti sin duda en una retrica
evocadora de mltiples juegos de verdad que buscaban captar las mltiples discursividades
populares centroamericanas (Dalton, Caras) o bien capturar las especificidades vivenciales sui
generis que no podran ser nunca representadas por textualidades narrativas de cualquier otra
regin del mundo (Alegra, Belli, Guardia).
Los escritores centroamericanos escogieron algunas de las variantes estilsticas heredadas
de los escritores del boom (especialmente de Cortzar y Fuentes, amigos cercanos de Alegra,
Dalton y Ramrez). A la vez, desplazaron el sujeto representado sin tener conciencia del riesgo
denominado por Avelar la estetizacin de la poltica (29), o bien de lo que implicaba la
15
usurpacin de las voces subalternas. Una inclinacin emocional condujo a esto. Una tctica
operativa en el contexto de fuerzas polticas polarizndose da a da, combinada con una fe ciega
en las energas liberadoras de la literatura.
Una de las reflexiones posteriores a Taking Their Word que emerge de esta lectura es que,
como Ileana Rodrguez (ver xvii) y Saldaa-Portillo (ver 63) sealaron, la narrativa de la
revolucin fue tambin la narrativa de la construccin del yo. Esto fue cierto para la mayora de
los escritores de este perodo. Se consideraban a s mismos escritores que tambin eran
revolucionarios. Sus narrativas fueron tambin una justificacin implcita para la constitucin de
s mismos como lderes, al dar por sentado el papel histrico del letrado. Si bien esto fue
primariamente cierto de Dalton, tambin fue el caso para Ramrez, Argueta o Armijo, entre las
figuras ms importantes del perodo. Lo fue tambin para muchos otros (Cea, Flores, Morales,
etc.). Desde esta perspectiva, los escritores centroamericanos particularmente los hombres
heterosexuales se reexaminaron continuamente para verificar su papel de liderazgo. Esta actitud
subraya su tentacin por buscar reconocimiento como modernos maestros de la narrativa en los
centros metropolitanos.12 La ambigedad implcita gener disputas por la hegemona entre
algunos de los escritores. En Guatemala, la ruptura pblica pblica porque tuvo lugar en una
serie de ataques personales publicados en las columnas de opinin de la prensa local entre
Marco Antonio Flores y Mario Roberto Morales hacia el final de los setentas adquiri una
dimensin cuasi-pica (cuando no homosocial). En el mismo sentido, Jos Roberto Cea acapar
el liderazgo moral de los poetas salvadoreos por sobre Armijo o Argueta a principios de los
ochentas por residir al interior del pas, mientras los otros dos se encontraban en el exilio, en
12
Excepto aquellos escritores con algunos recursos econmicos Dalton, Alegra, Guardia, Naranjo, o Belli saltan a
la meta debido a su cosmopolitismo la mayora permaneci con un comportamiento relativamente provinciano
hasta los setentas. Como resultado, frecuentemente exotizaron y reificaron las culturas forneas. Esto era tambin
una fuente de vergenza dado que, en aquellos tiempos radicalizados, esta actitud era percibida como individualista,
burguesa o traidora. El hecho de que quienes permanecan fijos en su indeseable topografa centroamericana
tuvieran envidia de los capaces de viajar es indicativo de esta velada lucha de clases dentro del mundo literario. Los
que se quedaron en casa no podan pensar en mejor epteto para los escritores viajantes que el de vendidos
burgueses. Como respuesta, los otros eran frecuentemente forzados a emplear tcticas de la extrema izquierda, tales
como visitar Hanoi en el punto ms alto de la guerra vietnamita, Cuba en los aos sesenta, o bien la China antes de
que llegara Nixon a ella, para probar sus credenciales.
16
Francia y Costa Rica, respectivamente. En Nicaragua, los escritores que participaban en las
mltiples lecturas pblicas que tuvieron lugar durante los aos del sandinismo peleaban sobre
quien abrira y quien cerrara cada uno de esos actos. Estas disputas por el liderazgo letrado eran
debates polticos velados que tambin evidenciaban la voluntad de poder. En todos los casos, los
escritores de este perodo escribieron como si la historia les perteneciera.
Y despus?
A lo largo del siglo veinte, la literatura centroamericana oper al servicio del nacionalismo, por
su capacidad para promover identificaciones populares con un territorio e historia particulares y
por su habilidad para ubicar smbolos nacionales en las prcticas cotidianas. Las textualidades
narrativas centroamericanas de los sesentas y los setentas fueron concebidas como una variedad
de discursos re-fundacionales para esas nuevas naciones a ser construidas por medio de luchas
revolucionarias.
Sin embargo, las rupturas que iniciaron el presente perodo histrico con la violenta entrada
de la globalizacin transformaron la naturaleza del discurso literario en toda la regin. Desplaz
por lo tanto las discursividades en nuevas direccionas retricas y representacionales al perder
peso poltico pero ganar poder como mercanca de consumo. Lo anterior simplific las
estructuras textuales, para asegurarles a los autores con intenciones de insertarse dentro de los
crculos globalizados de distribucin y consumo del libro la accesibilidad de sus narrativas
textuales a un mayor nmero de lectores, especialmente fuera de la regin. Unos pocos autores
consiguieron convertir sus productos en mercanca extica validada en el espacio transnacional o
post-nacional, ideal para ser consumido en los centros metropolitanos como una picante
representacin de frisson tropical. Sin embargo, estos mismos autores tuvieron que despojarse de
los rasgos especficos de su centroamericanidad, de manera anloga a lo delineado con el
ejemplo de Daro en la primera seccin de este artculo, cien aos despus del poeta que
inaugur el modernismo. De nuevo, autores centroamericanos que han entrado al mercado global
17
Las condiciones evidencian an ms las cuasi imposibilidad de poder jugar con formas literarias
y lenguajes heterodoxos como sucedi durante el mini-boom centroamericano, pues implica para
los autores el riesgo de que sus textualidades no puedan nunca salir a luz.
Pese a lo anterior, de existir un mercado del libro de mayor envergadura en
Centroamrica, con editoriales de peso interesadas en cultivar el mercado del libro en la regin,
hubiramos visto sin duda reediciones de los textos de Roque Dalton a los 25 o 30 aos de su
muerte de manera anloga al relanzamiento de los de Cortzar en su respectivo aniversario, o
bien veramos en un par de aos el cincuenta aniversario de la publicacin de Cenizas de Izalco.
Incluso podra estar en el aire alguna conmemoracin del conjunto de autores del mini-boom, y
editores ms visionarios, interesados desde luego en ganar dinero, prepararan ediciones para las
posibles pero inevitables desapariciones en algn futuro inmediato, de figuras icnicas como
Ramrez, Alegra, Argueta o Belli, para tan solo citar a estos.
Si lo anterior no sucede no se debe a que estas textualidades carezcan de importancia, de
calidad literaria o bien porque no marquen algn hito de cualitativa importancia cultural en la
regin. Su silenciamiento tiene ms bien que ver con las actuales condiciones de la edicin,
circulacin y consumo del libro en espacios etnoterritoriales que continan siendo la periferia de
la periferia, vacindose conforme sus nuevas generaciones se juegan la vida migrando hacia los
Estados Unidos, muriendo de nuevo pero ahora por guerras entre maras o carteles del
narcotrfico, desplazados de sus tierras por la abusiva entrada de las compaas mineras
globales, o bien ahogados en violentos huracanes por los cambios climticos. Los pases
centroamericanos son ahora pases en va de extincin en tanto que entidades polticas y
poblacionales. Algn da, cuando ya hayan desaparecido del todo como millares de humanos
enterrados en fosas comunes, tan solo quedar el recuerdo de su existencia, como nos ha
quedado el de pases fantasiosos en Europa o Medio Oriente, cuyos nombres excitan nuestra
imaginacin en las escrituras de un Borges o un Calvino. Ese recuerdo de algo que fue y ya no lo
ser quedar sin embargo estampado para la breve eternidad que an le resta a la especie humana
en las textualidades narrativas del mini-boom de la misma manera que lo mejor de la literatura
19
francesa de inicios del siglo veinte lo marca Proust o Gide y no Romain Rolland o Anatole
France. Las textualidades narrativas del mini-boom son, literariamente, lo mejor que produjo
esta pequea regin maldita a lo largo de su increble y triste historia, para evocar frases de
Garca Mrquez en el ao de su muerte, que ya constituan las crnicas de su muerte anunciada
por haber sido tan solo efmeras explosiones de amor en los tiempos de mucha clera, que no
tendrn una segunda oportunidad sobre la tierra.
Bibliografa
Anderson, Perry. The Origins of Postmodernity. London: Verso, 1998.
Arias, Arturo. Taking Their Word: Literature and the Signs of Central America. Minneapolis:
University of Minnesota Press, 2007.
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