Con Cristo O Sin Él
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Cristo
O Sinl
Martyn Lloyd-Jones
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este hombre en particular es un extremo y que, por tanto, no se ajusta al caso medio.
Leemos que estas personas comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos y
tendemos a ampararnos en la intensidad de estos trminos. Casi nos sugieren
violencia y creemos que, cualquiera que haya sido nuestra actitud, en el peor de los
casos nunca hemos llegado a rogar a Cristo que se aparte de nosotros. Y sin
embargo, toda la enseanza del evangelio es que en ltima instancia estamos en uno
u otro de estos dos grupos. Lo que importa al final no son los medios o mtodos que
adoptemos, ni si somos violentos o no, sino el estado de nuestros corazones. La
resistencia pasiva es resistencia tanto como la activa. Una negativa a honrar es
claramente deshonrar. Hay quien ataca con vehemencia y vituperio, pero quien
meramente tuerce el gesto y mira con desdn es a menudo un enemigo mucho ms
peligroso. Lo que importa no es tanto la forma o el modo de expresarlo en particular,
sino el estado del corazn, la motivacin. Y mis postura es que en ltima instancia solo
hay dos motivaciones, dos actitudes hacia Cristo y la salvacin. O bien le rogamos que
se marche o bien le rogamos que nos permita ir con l.
En la actualidad se produce toda esta confusin tanto en el interior como fuera de la
Iglesia debido a que no lo reconocemos. Insistimos en juzgarnos a nosotros y unos a
otros segn cualquier otro patrn: los pecados, las buenas obras, etc., etc. Estas son
nuestras categoras. Hablamos de personas respetables o no respetables, o hablamos
de ellas en trminos de ciertos pecados en particular y de la forma concreta de
cometerlos, confundiendo con ello la cuestin y formndonos un juicio superficial. Esa
ha sido siempre la tendencia del ser humano, ese ha sido siempre el mayor enemigo
con el que ha tenido que luchar el evangelio. Toda la esencia de la enseanza del
evangelio es que, al final, nada importa salvo nuestra actitud hacia Cristo y la salvacin
que l nos trae de Dios. Por eso es realmente el evangelio de la gracia de Dios. Por eso
todos los que verdaderamente creen en l deben estar tan agradecidos para toda la
eternidad. Lo que me salva es que ahora soy juzgado por ese patrn. Si fuera juzgado
por mi propio patrn de moralidad o conducta, sera condenado a la fuerza, porque
soy incapaz de satisfacer mis propias exigencias. Si tuviera que ser juzgado por el
patrn de la ley moral juda estara condenado sin esperanza y sin posibilidad alguna.
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Si tuviera que ser juzgado por la vida de los santos, mis posibilidades de salvacin
seran prcticamente nulas. Si tuviera que ser juzgado por la vida perfecta que revel
y vivi Jesucristo de Nazaret, estoy completamente perdido. Pero, por la gracia eterna
de Dios ese ya no es el patrn. La pregunta ahora es: Qu hago con l? Cul es mi
disposicin hacia l? Cul es mi actitud hacia su salvacin? Por la gracia de Dios no
se me pregunta simplemente: Eres perfecto? y se me condena al punto a causa de
mi perfeccin. En Cristo, la nueva pregunta es: Te gustara ser perfecto?.
Anhelas ser bueno, puro y noble?.
Ah es donde muchas personas buenas se desvan y por eso llamo tu atencin esta
noche sobre este famoso incidente. Muestra la nueva prueba o diferenciacin que
introduce el evangelio. El hombre del que se haban expulsado los demonios no se
volvi absolutamente perfecto de inmediato. De hecho, se nos dice que Cristo tuvo
que corregirle en un sentido para mostrarle lo que era correcto. Oh, no!, no era
perfecto. No era esto lo que le diferenciaba de sus compaeros. Qu era, pues? Solo
esto: que deseaba estar con Cristo, mientras que ellos deseaban deshacerse de l!
En ningn lugar del Nuevo Testamento se retrata a un cristiano como alguien
absolutamente perfecto y libre de pecado: esa es una falsa acusacin que el mundo
nos hace. El cristiano es alguien que anhela, que desea ser perfecto y libre de pecado
y que se esfuerza por serlo, a menudo fallando una y otra vez, a veces desanimado y
casi rendido, pero an esperanzado, an luchando, an prosiguiendo a la meta. Como
digo, por la gracia de Dios somos juzgados no tanto por lo que somos, sino por lo que
esperamos ser: lo que nos gustara ser! Todo es cuestin de la motivacin, de la
disposicin fundamental. Y a ese nivel, como ya hemos dicho en varias ocasiones, no
hay sino dos posturas posibles. Y debemos insistir en dejar esto perfectamente claro
y definido. La respetabilidad no supone aqu diferencia alguna, la cultura o su carencia
no influyen en este punto, los pecados pblicos o escondidos son idnticos a este
nivel, la indiferencia o la hostilidad activa parecen aqu hermanas gemelas. La
pregunta es: Cul es tu ambicin? Es ser santo tu propsito? Anhelas conocer a
Dios y reconciliarte con l? No importa cualquier otra cosa que hagas o no. Lo nico
que importa es esto: Qu sientes hacia Cristo? Quieres deshacerte de l? O deseas
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estar con l? Porque, tan cierto como que estamos en esta iglesia en este momento,
es una cosa u otra. Cul es tu caso? S honrado! Examnate a ti mismo! Asegrate
esta noche con la ayuda del Espritu Santo que est aqu para ayudarnos. Tu destino
eterno depende de ello.
Puedo ayudarte mostrndote algunas de las formas en que los hombres muestran
con claridad que su verdadero deseo es que Cristo se vaya, poder deshacerse de l?
Que est con nosotros esta noche en este edificio y en todas las ocasiones lo
demuestran ampliamente sus promesas durante su vida y ministerio en la tierra. Ms
que eso, con qu frecuencia se han verificado en la subsiguiente historia de la Iglesia
cristiana! No es preciso que me detenga aqu, todos somos muy conscientes de ello.
Tambin debemos reconocer su presencia durante la enfermedad, las aflicciones y
pruebas. Nadie puede protestar ni por un solo momento porque no haya tenido
oportunidad de aceptarle o rechazarle. Ya no le vemos con los ojos de la carne como
hicieran aquellas personas hace tiempo, pero aunque no est a la vista est siempre
prximo. Nos hace sus propuestas uno a uno. La invitacin es para el que quiera.
Oh!, s, todos hemos sentido y conocido su presencia. Qu hemos hecho con l? Me
temo que muchos han hecho todo lo posible para librarse de l como estas personas
aqu que le rogaron que se fuera. Cmo lo han hecho? Aqu tenemos algunas de las
formas.
Pueden haberse contenido deliberadamente y haber apagado el Espritu en la iglesia.
Un domingo, sentados en la iglesia y escuchando el sermn, o quiz en algn
momento del culto, se sintieron conmovidos y perturbados. Algo les estaba guiando
e iba dirigido a ellos. Sintieron una presencia y supieron que Dios les estaba
tratando. Comprendieron que se estaban ablandando y enterneciendo hasta el punto
de perder el control y entregarse. Ya sentan cierta liberacin y gozo; pero, temiendo
protagonizar un escena o que se rieran de ellos, se resistieron deliberadamente e
intentaron quitarse de encima aquella influencia. Y lo lograron! El qu? Alejar a
Cristo!
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aterroriz en mayor o menor medida. Y fue como resultado de este temor y terror
que rogaron a Cristo que se alejara de ellos. Cules son las causas de este temor?
Cules son los elementos que unidos producen esta angustia en presencia de Cristo?
Consideremos algunos de ellos.
No cabe duda que el milagro en s y los extraordinarios resultados que produjo
suscitaron en parte este temor. No debemos ser demasiado severos con estos
gadarenos. Hay algo imponente en la propia naturaleza de los acontecimientos
milagrosos. Al final del captulo anterior leemos el relato de nuestro Seor llevando a
cabo aquel milagro en el mar y calmando la tormenta. Y se nos dice que los discpulos
temieron con gran temor. De hecho, esta era su reaccin ms habitual y frecuente
ante cada exhibicin de poder milagroso por parte de nuestro Seor. Lo vemos de
nuevo en el monte de la transfiguracin. Los discpulos tuvieron gran temor. A
menor escala, todos lo hemos advertido en ciertas ocasiones. No hay algo imponente
en el nacimiento y especialmente en la muerte? Aqu hay un misterio, una sensacin
de poder que no podemos sondear o entender. Y estos gadarenos lo sintieron con
respecto a Cristo y el milagro que acababa de hacer. En un sentido, era el temor a lo
eterno y todopoderoso: el temor al poder de Cristo. Es mayormente supersticioso y,
sin embargo, contiene algo que pertenece esencialmente a la verdadera religin. Pero
me he referido a ello esta noche porque s que en ocasiones puede ser un factor muy
importante para esta cuestin de la conversin. Un hombre est siendo tratado, se
encuentra en el proceso en s. Pero se contiene a causa de esta sensacin de temor.
No sabe exactamente lo que es. Pero existe una vaga sensacin de temor a lo infinito
y a lo desconocido. Y el diablo es bien consciente de ello y lo estimula e intenta
persuadir a esta vctima inocente de que este poder es daino, de que se est
perdiendo a s mismo y bien puede perder el control de su razn y sus sentidos.
Aconseja, pues, al converso en potencia que se contenga y resista y que no se
entregue l mismo de esta forma a otro poder. Y por puro terror y miedo, sin saber o
entender muy bien lo que estn haciendo, muchos se contienen. Es una experiencia
nueva y no la entienden muy bien. Qu digo a todo esto? Simplemente eso. No
escuches al diablo! El poder, aunque grande y eterno y por encima de nuestra
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estn equivocados. Sus pecados son expuestos uno a uno. Se sienten avergonzados y
horrorizados. Mientras estn sentados y escuchan y oyen que solo puede haber un
final para tal vida se sienten llenos de terror y horror. Saben que el evangelio es
correcto y tienen un atisbo de su propio estado lamentable. No sorprende que estn
llenos de temor y terror. En un sentido no sorprende tampoco que imiten a aquellos
gadarenos e intenten librarse de Cristo. El estado de encontrarse convictos no solo es
incmodo sino tambin alarmante, e inspira temor. Uno se siente miserable y
despreciable. Y el impulso es siempre evitar lo que nos perturba. Aljate de la iglesia,
deja de leer la Biblia y cantar himnos. Deja de hacer todo lo que tiende a recordarte
tu pecaminosidad y la retribucin que ha de venir. Eso es lo que nos susurra una voz
en nuestro interior. Aljate de todo ello! Todos odiamos que se nos haga sentirnos
miserables e infelices y, en un primer momento, ese es precisamente el efecto que
produce la presencia de Cristo. Nos desenmascara y sondea en lo ms profundo. S!,
la conviccin es odiosa y alarmante y la naturaleza humana hace todo lo posible para
escurrirse, evitarla y librarse de ella. Pero, ay!, qu error! qu tragedia! Ojal solo
comprendiramos que Cristo lo est haciendo por nuestro bien! Ojal
comprendiramos que es la primera fase esencial para corregirnos! Ojal
asimilramos que es nicamente el preludio de la conversin: que aquel que nos hace
sentir la culpa tambin puede extirparla tan solo con que le permitamos que as lo
haga! En lugar de huir o mantenernos alejados debido al dolor de la conviccin de
pecado, demos gracias a Dios por ella y pidmosle que complete la obra!
Debo sealar el otro elemento en este temor. Estoy seguro de que lo produca la
conciencia de que aquel que tanto haba hecho a ese endemoniado y tambin a la
piara no solo tena poder suficiente para hacer lo mismo con ellos, sino que
probablemente insistira en ello. Pareca capaz de hacer cualquier cosa que quisiera y
nadie poda detenerle. Se ha sealado que la prdida de la piara explicaba ese
sentimiento. Puede que lo hiciera hasta cierto punto, pero haba una prdida an
mayor. Cambiara todas sus vidas. Las gobernara y dominara. Eso supondra el fin de
todo lo que disfrutaban. Todos sus pecados tendran que desparecer. Sera el fin de
todos sus buenos momentos, perderan su libertad: simplemente seran sus
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