Rodolfo Vásquez - Derechos de Las Minorías y Tolerancia
Rodolfo Vásquez - Derechos de Las Minorías y Tolerancia
Rodolfo Vásquez - Derechos de Las Minorías y Tolerancia
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Profesor del Departamento de Derecho, Instituto Tecnolgico Autnomo de Mxico
(ITAM). Agradezco la colaboracin de Marcela Cinta en la revisin y la traduccin de este
trabajo.
1. Tomo ambos casos de la antologa de textos preparada por Esther Charabati y Gerardo
Mendive, De la tolerancia a la convivencia solidaria, Mxico, 1995, pginas F-1 y F-17.
2. Vase Taboada, Walter Beller, et al., Las costumbres jurdicas de los indgenas en
Mxico, Comisin Nacional de Derechos Humanos, Mxico, 1994, pgina 90.
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otra sociedad justa. Existe acaso una nocin determinada (y con ello una
distribucin determinada) de los bienes sociales que sea simplemente buena?11.
Por su parte, en su libro Igualdad y Parcialidad, Nagel parte de la idea de
que en nuestra vida existe una tensin constante entre el punto de vista objetivo,
la perspectiva desde ninguna parte, que es la de la imparcialidad y el altruismo,
y el punto de vista subjetivo que toma en cuenta las circunstancias particulares
del individuo. Nagel se muestra escptico ante la posibilidad de concebir una
moral que incluya tanto razones agencialmente neutrales (agent-neutral reasons)
como razones agencialmente relativas (agent-relative reasons) con el fin de superar
la tensin o el conflicto. Contra la posibilidad del altruismo, Nagel sostiene ahora
que: El mero altruismo (...) no provee un punto de vista comn desde el cual
cada uno pudiera alcanzar las mismas conclusiones -y sta es la esencia de la
idea contractualista o kantiana de legitimidad. El altruismo por s mismo genera
tantos puntos de vista conflictivos como concepciones del bien existen12.
El punto de vista personal ya no lo integra Nagel en la perspectiva de la
imparcialidad porque sta misma no es universalizable ni objetiva y tiene poca
relevancia moral si se la considera slo desde un ngulo procedimental.
Creo que el error de Nagel, como el de buena parte de los comunitaristas,
es considerar la autonoma y la dignidad de la persona, implcitas en la idea de
imparcialidad que exige el discurso moral, como un plan de vida ms -el que
proponen las sociedades liberales democrticas- entre otros planes de vida posibles
y no como los principios subyacentes y necesarios para la materializacin de
cualquier plan de vida posible. Lo que el liberalismo kantiano defiende no es
una concepcin descriptivista de la persona moral sino normativista, es decir,
una concepcin no preocupada por la pregunta cmo son los individuos en s
mismos y en sus relaciones comunitarias?, sino por la pregunta cmo deben
ser tratados los individuos? Reprochar a los liberales que han olvidado al sujeto
concreto es apuntar las crticas hacia un blanco inexistente.
Entre nosotros, y desde una crtica fina a Ernesto Garzn Valds en torno
a su concepcin de homogeneidad social, Luis Villoro toma como punto de
partida la propuesta liberal de que en toda asociacin poltica voluntaria se
deben aceptar las condiciones que la hacen posible, a saber:
1) el respeto a la vida del otro, por lo tanto, la satisfaccin de las necesidades
naturales necesarias al mantenimiento de esa vida; 2) la aceptacin de su
autonoma, en el doble sentido de aceptacin de su capacidad de eleccin
conforme a sus propios valores y de su facultad de ejercer esa eleccin; 3) la
aceptacin de una igualdad de condiciones en el dilogo que conduzca al
convenio, lo cual incluye el reconocimiento por cada quien de la posibilidad de
que los otros guen sus decisiones por los fines y valores que le son propios;
4) por ltimo, para que se den esas circunstancias, es necesaria la ausencia de
coaccin entre las partes.
Parece que estas condiciones ideales del discurso no presentan problemas
siempre que los sujetos pertenezcan a la misma comunidad de cultura. El
problema surge cuando no se comparten las mismas creencias bsicas sobre
11. Walzer, Michael, Las esferas de la justicia, Fondo de Cultura Econmica, Mxico,
1993, pgina 322.
12. Nagel, Thomas, Equality and Partiality, Oxford University Press, 1991, pgina 164.
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y en virtud de los individuos que los componen. Y as tambin para las culturas:
valen en cuanto tienen valor los individuos que las comparten, y no tienen
ningn valor intrnseco que permita idealizarlas o hasta absolutizarlas como parece
desprenderse de la siguiente afirmacin de Bonfil Batalla: La nica civilizacin,
las nicas culturas autnticas, son las que encarnan los pueblos indios19. Ms
all del romanticismo que inspira esta frase, toda cultura puede y debe ser modificada
o abandonada si deja de valer para los individuos. En este sentido tiene razn
David Gauthier cuando sostiene que: La idea de que las formas de vida tienen
derecho a sobrevivir... es un recin llegado al escenario moral. Es tambin una
idea totalmente equivocada. Son los individuos los que cuentan; las formas de
vida importan como expresin y sustento de la individualidad humana20.
Por ello la mejor defensa de las minoras culturales es la superacin del
relativismo cultural y la afirmacin del individuo en tanto agente moral. Esto
no significa que se deba ignorar la diversidad cultural en aras del valor
incondicionado del progreso, a todas luces absurdo. De lo que se trata es de
encontrar principios que, respetando la pluralidad, puedan ser compartidos
por todos los agentes. Ello significa que no sern aceptados aqullos que
destruyan la calidad moral de los agentes21.
Desde esta perspectiva, los derechos culturales no deben adscribirse a
grupos o a la cultura de las minoras como objeto que se considera
holsticamente dotado de un valor intrnseco. Estos derechos deben ceder si
entran en contradiccin con los derechos liberales como valores que hay que
atribuir a cada individuo en cuanto ser nico e irrepetible. Por ello coincido
con Rodolfo Stavenhagen cuando afirma que: (...) los derechos grupales o
colectivos debern ser considerados como derechos humanos en la medida
en que su reconocimiento y ejercicio promueven a su vez los derechos
individuales de sus miembros.
Pero, cuando los derechos de una comunidad entran en colisin con los
derechos individuales, entonces: (...) no debern ser considerados como derechos
humanos aquellos derechos colectivos que violan o disminuyen los derechos
individuales de sus miembros (...) todo el aparato conceptual de los derechos
humanos descansa sobre un imperativo moral: el valor intrnseco de la vida, la
libertad y la dignidad del ser humano. En el logro de este imperativo tendrn
que complementarse tanto los derechos individuales como los colectivos22.
Es en esta misma lnea de argumentacin que Fernando Salmern ha
propuesto recientemente, a partir de una crtica fina a Charles Taylor, una
vuelta a Kant.
Para Taylor, en la interpretacin de Salmern, el carcter liberal de una
organizacin no se funda en su neutralidad frente a los ideales de vida de sus
miembros, sino en su manera de conducirse frente a las minoras y, ante todo, en
19. Bonfil Batalla, Guillermo, Introduccin a la recoplilacin de documentos, Utopa y
revolucin en el pensamiento poltico contemporneo de los indios en Amrica Latina, citado
por Ernesto Garzn Valds en El Problema tico de las minoras tnicas, op. cit., pgina 537.
20. Gauthier, David, Morals by Agreement, Clarendon Press, Oxford, 1986, pgina 288.
21. Vase Garzn Valds, Ernesto, op. cit., pgina 538.
22. Stavenhagen, Rodolfo, Los derechos indgenas: algunos problemas conceptuales, en
Isonoma. Revista de Teora y Filosofa del Derecho, no. 3, ITAM-Fontamara, Mxico, octubre
1995, pgina 120.
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2. EL ARGUMENTO DE LA IMPARCIALIDAD
El argumento del individualismo tico se complementa con el de la
imparcialidad. Segn ste, se requiere de un meta criterio que permita resolver
los eventuales conflictos interculturales. Si se quiere evitar el enfrentamiento
entre culturas, es necesario asumir un punto de vista moral que, con base
en el reconocimiento de la pluralidad cultural, garantice la mutua tolerancia.
sta es la perspectiva kantiana del liberalismo.
Ahora bien, la exigencia del pluralismo y de la imparcialidad no significa
aceptar una perspectiva distante y austera ajena a un compromiso responsable
con la vida poltica y social de la comunidad. Exige, ms bien, un consenso
23. Salmern, Fernando, tica y diversidad cultural, en Enciclopedia Iberoamericana
de Filosofa, vol. 12, Cuestiones Morales, Edicin de Osvaldo Guariglia, editorial Trotta, Instituto
de Filosofa del CSIC, Madrid, 1996, pgina 79.
24. Walter Beller Taboada (et al.), op. cit., pgina 106.
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con respecto a los valores primarios que son necesarios satisfacer para el
logro de una vida humana digna. Como sostiene John Kekes: (...) los pluralistas
apelan a la distincin entre convenciones profundas y variables (deep and
variable conventions). Las convenciones profundas protegen los requerimientos
mnimos para toda vida buena, como quiera que sean concebidas. Las
convenciones variables protegen tambin los requerimientos de la vida buena,
pero estos requerimientos varan con las tradiciones y las concepciones sobre la
vida buena. La pretensin de los pluralistas es que los valores protegidos por las
convenciones profundas tengan un contexto de justificacin independiente,
mientras que los valores protegidos por las convenciones variables puedan ser
legtimamente apreciados en algunos contextos pero no en otros25.
Los bienes primarios o las necesidades bsicas as como los derechos
humanos requieren de convenciones profundas a diferencia de las
necesidades o deseos secundarios que requieren de convenciones variables.
Los primeros no estn sujetos a negociacin; los segundos, s. Un pluralismo
as entendido excluye el desacuerdo y el conflicto entre los individuos y los
grupos: se parte de un consenso profundo con respecto a los bienes bsicos
pero, al mismo tiempo, se deja un amplio margen para el desacuerdo, el dilogo
y la negociacin con respecto a los valores que se sujetan a la contingencia de
las diversas tradiciones culturales. Pienso que esta distincin es un punto de
partida fundamental para comenzar a debatir sobre el problema del
multiculturalismo. Poco se avanza en esta polmica si, sobre la base de un
pluralismo mal entendido, se piensa que todas las culturas tienen igual valor y
todas merecen igual respeto. Esta premisa es falsa. Las culturas que organizan
su modo de vida a partir de una reiterada violacin de los derechos individuales
no tienen el mismo valor que aqullas en las cuales su organizacin poltica y
vida cultural no permiten tales violaciones o abusos de autoridad.
Es verdad, como sostiene Walzer, que el debate serio entre los filsofos no
tiene que ver con el reconocimiento o no de los derechos. Todos parecen partir
de la premisa de su existencia. Pero si bien esto es cierto est muy lejos de ser
una demanda minimalista (minimalist claim), como parece desprenderse de la
propuesta del autor. Muy por el contrario, el reconocimiento de los derechos
humanos bsicos es un primer paso para justificar las intervenciones
humanitarias, segn lo reconoce el propio Walzer, cuando afirma que: los
actos y prcticas que producen shock en la conciencia de la humanidad son,
en principio, intolerables26, por ejemplo, la crueldad, opresin, misoginia,
racismo, esclavitud, o tortura. Si estas acciones son censurables lo son en la
medida que atentan no contra los valores de la comunidad sino contra la autonoma
y dignidad de los individuos que la integran. Por ello resulta incoherente en Walzer
pronunciarse por una suerte de tolerancia que, carente de lmites, puede asumir
las formas de resignacin, indiferencia, estoicismo, curiosidad o entusiasmo,
segn las culturas. Ms bien, ante la violacin de los derechos humanos bsicos
no cabe la resignacin o la indiferencia, ni la tolerancia, sino una actitud de franca
intolerancia. Esto supone asumir diferencias cualitativas entre las culturas.
25. Kekes, John, The Morality of Pluralism, Princeton University Press, 1993, pgina 31.
26. Walzer, Michael, On Toleration, Yale University Press, New Haven-London,
pgina 21.
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27. Vase Schmitt, Annette, Las circunstancias de la tolerancia, en Doxa, 11, Universidad
de Alicante, Espaa, 1992, pginas 80-81.
28. Garzn Valds, Ernesto, Derechos humanos y minoras (texto ledo en el Seminario
Eduardo Garca Mynez sobre Teora y Filosofa del Derecho, ITAM-UIA-Escuela Libre de
Derecho, Mxico, 25 de septiembre de 1993, mimeo.
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