The Scarlet Letter
The Scarlet Letter
The Scarlet Letter
el ltimo siglo, antes de la guerra con Bretaa, el puerto con frecuencia estaba lleno. Ahora
los barcos van costa abajo al gran puerto de Boston o New Cork, y la hierba crece en las calles
alrededor de los viejos edificios del puerto en Salem.
Durante unos aos, cuando era un joven hombre, trabaj en las oficinas del puerto de
Salem. La mayora del tiempo, haba poco trabajo que hacer, y un da en 1849 miraba a travs
de una vieja caja de madera en una de las salas sin uso y polvorientas del edificio. Estaba
llena de papeles de los olvidados y grandes barcos, pero entonces algo rojo capt mi atencin.
Lo saqu y vi que era un pedazo de material rojo, en el sobre de una carta de unos 10
centmetros de largo. Era una letra mayscula. Era una maravillosa pieza de trabajo manual,
con moldes de hilo de oro alrededor de la letra, pero el material estaba ahora desgastado y
delgado con el paso del tiempo.
Era una cosa extraa de buscar. Qu podra significar? Sera parte de un vestido
largo de moda de una seora de hace aos? Tal vez una seal para mostrar que quien lo
llevaba puesto era una persona famosa, o alguien de buena familia o de gran importancia?
Lo cog con mis manos, deseoso, y me pareca que la letra escarlata tena un
significado profundo, que no poda entender. Entonces me puse la letra sobre mi pecho y no
debes dudar de mis palabras experimente de extrao sentimiento de calor. De repente la
letra pareci no ser de un material rojo, excepto de un metal rojo caliente. Yo tembl, y dej la
letra caer sobre el suelo.
Despus vi que haba un viejo paquete de peridicos junto al lugar de la letra en la
caja. Abr el paquete con cuidado y empec a leer. Haba bastantes peridicos, explicando la
historia de la letra escarlata, y contenan muchos detalles de la vida y las experiencias de una
mujer llamada Hester Prynne. Habia muerto haca tiempo, en algn momento de los 1690,
pero mucha gente en el estado de Massachussets de esa poca saban su nombre y su
historia.
Y esta es la historia de Hester Prynne que te cuento ahora. Es una historia de los
primeros aos de Boston, despus de que la Ciudad de los Padres hubieran construido con sus
propias manos los primeros edificios de madera las casas, las iglesias y la crcel.
La cara de la mujer de repente se sonroj bajo las miradas de la multitud, pero sonri
prudentemente y mir alrededor a sus vecinos y la gente de su ciudad. Sobre la delantera de
su vestido, en una tela fina roja y rodeada con un dibujo de hilo de oro, estaba la letra A.
La joven mujer era alta y delgada. Tena el pelo largo y negro que brillaba con la luz del
sol, y una bonita cara con unos profundos ojos negros. Andaba como una seora, y aquellos
que crean que aparecera triste y avergonzada se sorprendieron de cmo su belleza brillaba
sobre su desgracia.
Pero lo que todo el mundo miraba era la letra escarlata, cosida tan fantsticamente en
su vestido.
Ella es muy buena con la costura, dijo una de las mujeres. Pero que manera de
mostrarlo. Es una miserable para llevar esa letra como castigo, no como algo por lo que estar
orgullosa.
El oficial dio un paso hacia atrs y la gente se movi hacia atrs para permitirle a la
mujer caminar a travs de la multitud. No estaba lejos el mercado de la crcel, donde, al final
del oeste, en frente de la primera iglesia de Boston, estaba el patbulo. Aqu, los criminales
encontraban su muerte delante de que los ojos de la gente de la ciudad, pero la plataforma
del patbulo tambin se usaba como lugar de la vergenza, donde esos que haban hecho algo
mal frente a los ojos de Dios, se les haca quedarse de pie y mostrar sus caras avergonzadas
al mundo.
Hester Prynne acept su castigo valientemente. Ella subi las escaleras de madera
hasta la plataforma, y volvi la cara hacia la mirada de la multitud.
Miles de ojos se fijaron en ella, mirando la letra escarlata de su pecho. La gente hoy tal
vez se ran de una mirada as, pero en aquellos primeros aos de New England, los
sentimientos religiosos eran muy fuertes, y la vergenza del pecado de Hester Prynne fue
sentida profundamente por jvenes y viejos de toda la ciudad.
Mientras que ella estaba all, sintiendo todas las miradas sobre ella, ella senta que
quera gritar y lanzarse desde la plataforma, o lo que es ms volverse loca. Imgenes del
pasado iban y venan dentro de su cabeza: imgenes de su ciudad en la Vieja Inglaterra, de
sus padres muertos la cara de su padre con su blanca barba, la mirada de su madre por
amor. Y su propia cara la cara de una chica en un oscuro espejo donde a menudo se haba
mirado. Y entonces la cara de un hombre mayor, delgado, de cara plida, con la seria mirada
de quienes pasan la mayora del tiempo estudiando libros. Un hombre cuyos ojos parecan ver
dentro del alma del humano cuando su propietario quisiera, y cuyo hombro izquierdo era un
poco ms alto que su derecho. Despus venan imgenes de las altas casas grises y grandes
iglesias de la ciudad de msterdam, donde una nueva vida haba empezado para ella con su
hombre mayor.
Y entonces, de repente, estaba de vuelta en la plaza del mercado, de pie en la
plataforma del patbulo.
Podra ser verdad? Ella tena en brazos al nio pegado a su pecho y gritaba. Ella mir
la letra escarlata, la toc con su dedo para asegurarse de que el nio y la vergenza eran
reales. S estas cosas eran reales todo lo dems haba desaparecido.
Despus de un rato la mujer se dio cuenta de dos figuras en la cabecera de la multitud.
Un indio estaba all, y junto a l un hombre blanco, bajo y de mirada inteligente, y con ropa
que mostraban que haba estaba viajando por lugares salvajes. Y aunque se haba arreglado
su ropa para esconderlo, era claro para Hester Prynne que uno de los hombros del hombre era
ms alto que el otro.
De nuevo, ella estruj al nio contra su pecho tan violentamente que l grit de dolor.
Pero la madre pareci no oirlo.
El hombre de la cabecera de la multitud haba estado observando de cerca a Hester
Prynner durante un rato antes de que ella lo viera. Al principio, su cara haba sido oscura y
enfadada pero slo por un momento, despus se calm de nuevo. Pronto l vio a Hester
observando, y supo que ella lo haba reconocido.
Perdone, le dijo l a un hombre cerca de l. Quin es esa mujer, y por qu est ah
en el patbulo pblico?
Debes ser un extranjero aqu, amigo, dijo el hombre, mirando al que preguntaba y su
compaa indio, o sabras de la malvada seorita Prynne. Ella ha trado una gran vergenza
sobre la iglesia de Mr Dimmesdale.
Es verdad, dijo el extranjero. Soy nuevo aqu. He tenido muchos accidentes en tierra
y en el mar, y nunca he sido un prisionero de los hombres salvajes del sur. Este indio me ha
ayudado a conseguir la libertad. Por favor cuntame qu trajo a Hester Prynne al patbulo.
Era la esposa de un hombre ingls que viva en msterdam, dijo el ciudadano. l
decidi venir a Massachussets, y mand primero a su mujer mientras que l tena problemas
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en los negocios que tena que resolver antes de poder irse. Durante los 2 aos que la mujer ha
vivido aqu en Boston, no ha habido noticias de Master Prynne; y su joven esposa, ya ves
Ah, ya entiendo, dijo el extranjero, con una fra sonrisa. Y quin es el padre del nio
que tiene en brazos?
Eso es an un misterio, dijo el otro hombre. Hester Prynne se niega a decir su
nombre.
Su marido debera venir y encontrar al hombre, dijo el extranjero, con otra sonrisa.
S, l debera hacerlo si estuviera vivo, contest el ciudadano. Nuestros
magistrados, ya ves, decidieron ser compasivos. Ella es obviamente culpable de adulterio, y el
castigo comn de adulterio es la muerte. Pero la seorita Prynne es joven y guapa, y su
marido probablemente est en el fondo del mar. As que, en su compasin, los magistrados le
han ordenado quedarse de pie en el patbulo durante 3 horas, y llevar la letra escarlata A de
adulterio para el resto de su vida.
Un castigo sensible, dijo el extranjero. Ello advertir a otras contra este pecado. Sin
embargo, est mal que el padre de su hijo, que tambin est en pecado, no est de pie a su
lado en el patbulo. Pero se le conocer. Se le conocer.
El extranjero le agradeci al ciudadano, susurrndole unas cuantas palabras a su
acompaante indio, y despus se fueron a travs de la multitud.
Durante esta conversacin, Hester Prynne haba estado observando al extranjero y
estaba agradecida de tener la observacin de la multitud entre ella y l. Era mejor estar as,
que tener que reunirse con l a solas, ella tema el momento de ese encuentro bastante.
Perdida en estos pensamientos, al principio no oy la voz detrs de ella.
Escchame, Hester Prynne, dijo la voz otra vez.
Era la voz del famoso John Wilson, el sacerdote ms viejo de Boston, y un hombre
amable. l estuvo con los otros sacerdotes y oficiales de la ciudad en un balcn fuera de la
casa de acogida, que estaba bastante cerca del patbulo.
Le he pedido a mi joven amigo, Mr Wilson puso una mano en el hombro del joven y
plido cura junto a l que te pregunte una vez ms el nombre del hombre que trajo sobre ti
esta terrible vergenza. Mr Dimmesdale ha sido tu sarcerdote, y es el mejor hombre para
hacerlo. Cuntale a la mujer, Mr Dimmesdale. Es importante para su alma, y para ti, que
cuidas de su alma. Persudela para que cuente la verdad.
El joven cura tena unos grandes y tristes ojos marrones, y unos labios que temblaban
cuando hablaba. Pareca tmido y sensible, y su cara tena una expresin de temor y medio
asustado. Pero cuando hablaba, sus simples palabras y dulce voz iban derechas a los
corazones de las personas y con frecuencia traa lgrimas a sus ojos.
Dio un paso hacia delante en el balcn y mir hacia abajo a la mujer debajo de l.
Hester Prynne, dijo l, si crees que esto te traer paz a tu alma, y te acercar ms al
camino hacia el cielo, di el nombre del hombre. No te calles porque lo sientas por l. Creme,
Hester, aunque l tenga que bajar desde un lugar alto y quedarse junto a ti en la plataforma
del patbulo, es mejor hacer eso que esconder a un corazn culpable durante toda su vida. El
Cielo te ha seguido a una vergenza pblica, y la oportunidad de ganar una batalla abierta
con el demonio dentro tuya y la tristeza exterior. Rechazas darle a l la misma oportunidad
que l deba tener demasiado miedo a llevrselo?
Hester agit su cabeza, su cara estaba ahora tan plida como la del joven sacerdote.
No dir su nombre, dijo ella. Mi nia debe encontrar un padre en el cielo. Ella nunca
conocer a uno en la tierra.
Otra vez se le pidi, y otra vez rechaz. Entonces el sacerdote mayor la habl a la
multitud sobre el demonio en el mundo, y sobre el pecado que conllev la marca de la letra
escarlata. Durante una hora o ms habl, pero Hester Prynne se mantuvo en su sitio en la
plataforma de la vergenza.
Cuando las horas del castigo hubieron acabado, fue llevada de vuelta a la crcel. Y se
susurr por aquellos que haban estado observndola que la letra escarlata lanz una luz
terrible y tenebrosa hacia la oscuridad dentro de las puertas de la prisin.
Por qu quieres eso? dijo Hester, de repente asustada por el acuerdo secreto,
aunque no saba por qu. Por qu no decir abiertamente quien eres, y dejarme de una vez?
Tal vez porque no quiero oir a la gente hablar sobre su marido que pierde a su mujer
por otro hombre, dijo l. Dejmosles pensar que tu marido ya est muerto. Finge no
conocerme. No le cuentes nuestro secreto a nadie, y al que menos de todos, a tu amante. No
falles en esto, Hester. Recuerda, su buen nombre, su posicin, su vida estar en mis manos.
Guardar tu secreto, como he mantenido el suyo, dijo Hester.
Y ahora, seorita Prynne, dijo el hombre llamado Roger Chillingworth, Te dejar a
solas con tu hija y la letra escarlata, l sonri, tranquilo.
Hester se qued mirndolo fijamente, miedosa de la expresin de sus ojos.
Por qu me sonres? pregunt ella. Me has atado a un compromiso que destruir
mi alma?
No tu alma, contest, con otra sonrisa. No, no la tuya.
La entrada era ancha con techo alto, y haba fuertes sillas a lo largo de cada lado y una
gran mesa en el centro. Al final de la entrada haba una gran puerta de cristal, que daba al
jardn. Hester poda ver rosales y manzanos, y Pearl inmediatamente empez a llorar por una
rosa roja.
Shh! Cllate, nia, dijo su madre. Mira, el gobernador viene por el camino del jardn,
con 3 caballeros ms.
El gobernador Bellingham, con su barba gris, pasaba por delante. Detrs de l vena
John Wilson, el viejo cura, cuya barba era tan blanca como la nieve; y detrs de l estaba
Arthur Dimesdale, con Roger Chillingworth. La salud del joven cura haba sido mala desde
hacia algn tiempo, y Roger Chillingworth, bien conocido en la ciudad por sus conocimientos
de medicina, ambos eran ahora amigos y mdico de l.
El gobernador empuj la puerta para abrirla y se encontr mirando a Pearl, mientras
Hester se qued en la sombra de una cortina medio escondida.
Qu tenemos aqu? dijo el gobernador Bellingham, sorprendido al ver a la pequea
figura escarlata delante de l.
S, Qu es este pequeo pjaro? dijo el viejo Mr Wilson. quin eres nia?
Mi nombre es Pearl, contest la pequea nia.
Pearl? pregunt el viejo cura. Pero dnde est tu madre? Ah, la veo ahora. l se
volvi al gobernador y susurr, Esta es la nia de la que hablbamos, y mira, aqu est la
infeliz mujer, Hester Prynne, su madre.
Es eso verdad? grit el gobernador. Ella viene en buen momento. Discutiremos el
problema ahora. Atraves la puerta hacia la entrada, seguido por estos 3 invitados. Hester
Prynne, nos hemos estado haciendo muchas preguntas sobre ti, recientemente. Eres la
persona correcta para ensearle a esta nia los caminos de Dios, y asegurarle un lugar en el
cielo a su alma? T, una mujer que ha pecado. No ser mejor para ella si la apartamos de ti, y
ensearle las verdades del cielo y la tierra? Qu puedes hacer t por ella?
Le puedo ensear a mi pequea Pearl lo que he aprendido de esto, contest Hester
Prynne, poniendo su dedo en la letra escarlata. Todos los das, me ensea una leccin que le
paso a mi nia. Ella ser mejor y una persona ms respetada que jams lo fui yo.
Bellingham se volvi hacia el viejo cura. Mr Wilson, mira lo que sabe la nia, dijo l.
El viejo cura se sent en una de las pesadas sillas e intent atraer a Pearl hacia l, pero
ella escap por la puerta abierta y se qued en el escaln de fuera, mirando como un rico y
coloreado pjaro listo para volar.
Pearl, dijo Mr Wilson, con una mirada seria en su cara. Escchame nia. Puedes
decirme quin te hizo?
Ahora Pearl saba la respuesta muy bien, porque Hester le haba contado lo de Dios
muchas veces, y le haba explicado esas cosas que todos los nios deberan saber. Pero Pearl
se puso los dedos en su boca y no hablara.
Debes contestar bien a la pregunta de Dr Wilson, dijo su madre. Por favor, Pearl dile
lo que sabes.
Mi madre me recogi de un rosal salvaje que crece fuera en la puerta de la crcel,
dijo Pearl
Roger Chillingworth sonri y le susurr algo en el odo al joven cura.
Esto es terrible, grit el gobernador. La nia tiene 3 aos, y no sabe quin la hizo.
No creo, caballero, que necesitemos preguntarle nada ms.
Hester tir de Pearl hacia ella y le cogi la mano. Dios dame la nia, grit ella. Ella
es mi felicidad, mi dolor. T debes llevrtela. Primero morir.
Mi pobre mujer, repiti Hester, su voz alta y miedosa. No la dejar irse, Ella se
volvi hacia Mr Dimmesdale. Habla por m, grit ella. T eras mi sacerdote, y t conoces
mejor que yo a estos hombres. Sabes que ests en mi corazn, y que fuerte se siente una
mujer cuando no tiene nada excepto su nia y la letra escarlata.
El joven sacerdote dio un paso hacia delante, su cara blanca y nerviosa, y con dolor en
sus grandes ojos oscuros.
Hay verdad en lo que ella dice, empez l. Su voz era dulce y amable, pero pareca
sonar a travs de la pared como una campana. Dios le dio la nia, y no es parte y cuenta
de Dios por esta pobre, mujer pecadora? Con la nia a su lado, todos los das, se le recordar
su gran pecado, su vergenza, y el dolor y la tristeza de ella siempre estar con ella. Pero
Dios le ha dado a ella un trabajo que hacer, que mantendr su alma viva y la salvar de pecar
ms. Ella debe querer y cuidar a la nia, y ensearle los caminos de Dios, conocer bien al
demonio, lo correcto e incorrecto. Y con el gran agradecimiento de Dios, si lleva a la nia al
cielo, entonces la nia tambin traer a la madre all. No, no, deberamos dejar a la madre y la
nia juntas, y dejemos a los deseos de Dios que haga su trabajo salvando el alma de su
madre.
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Hablas, mi amigo, con una extraa pasin, dijo el viejo Roger Chillingworth,
sonrindole.
Y mi joven amigo habla sabiamente, dijo Mr Wilson. Qu piensa, Gobernador?
Habla bien para la pobre mujer?
S, contest el gobernador Bellingham. l argumenta sensibilidad, y as dejaremos
las cosas como estn. Master Dimmesdale, deberas ser responsable para asegurarte que la
nia reciba la correcta enseanza, y que ella vaya al colegio cuando tenga la edad suficiente
para hacerlo.
El joven cura se puso de pie al lado del grupo, su cara medio escondida por la pesada
cortina de la ventana. Pearl, esa pequea juguetona y salvaje cosa, se mova suavemente
hacia l, cogi su mano, y la puso gentilmente contra su pecho. Su madre observaba
sorprendida. Es esta mi Pearl? pens ella, aunque ella saba que haba amor en el corazn
de la nia. Y Mr Dimmesdale mir alrededor, puso una mano en la cabeza de Pearl, vacil
durante un momento, despus la bes en la frente. Pequea Pearl se ri y medio corriendo,
medio bailando corriendo colina abajo.
Una nia extraa, dijo el viejo Roger Chillingworth. Es fcil ver que es hija de su
madre. Pero podra un hombre listo adivinar, por la naturaleza de la nia y de la forma en
que se comporta, el nombre de su padre?
Es mejor rezar por una contestacin a esa pregunta, que intentar adivinarlo, dijo Mr
Wilson. Mejor an dejarlo como un misterio, para que as todo hombre bondadoso y bueno
pueda ensearle la amabilidad de un padre por una pobre nia sin padre.
Hester Prynne y su hija dejaron entonces la casa. Cuando bajaban las escaleras, se
abri una ventana y apareci una cabeza. Era la hermana del gobernador Bellingham, Mistress
Hibbins, gritando para invitar a Hester a una fiesta con el Demonio esa noche en el bosque.
Alguna gente deca que Mistress Hibbins estaba algo ms que loca; otros decan que
verdaderamente era amiga del demonio. Loca, amiga del demonio, o todo, nadie lo sabe, pero
unos aos ms tarde fue juzgada por ser bruja y asesinada en el patbulo.
No, gracias, le contest Hester, con una sonrisa. Si ellos alguna vez apartaran a
Pearl de mi lado, ira contigo y pondra mi nombre en el libro del diablo, incluso con sangre.
Pero la pequea Pearl
an est conmigo, as que debo estar en casa y cuidar de ella.
****
As que as fue como el misterioso Roger Chi lleg a ser el mdico consejero de Mr Arthur
Dimmesdale. Los dos hombres, uno joven y otro viejo, empezaron a pasar mucho tiempo
juntos, paseando junto al mar o por el bosque, recogiendo a menudo plantas para usarlas
para hacer medicinas. Chillingworth observaba y escuchaba a su paciente, haciendo
preguntas con cuidado, ahondando cada vez ms en los pensamientos y sentimientos del otro
hombre. Hablaban sobre cosas pblicas y privadas, sobre la salud y la religin; incluso de
problemas personales. Pero sin secretos, sin embargo mucho ms sospechaba Chillingworth
que haba uno, que jams saldra entre sus discusiones.
Despus de un tiempo, a la sugerencia de Roger Chi , los amigos de Mr Dimmesdale
acordaron que los dos hombres vivieran en la misma casa. Crean que era el mejor acuerdo y
el ms sensible, al menos hasta que Mr Dimmesdale decidiera casarse con la joven y
apropiada mujer. ( aunque por algunas razones, que ellos no entendan, el joven hombre
rechaza incluso el pensar en el matrimonio). Ahora el buen mdico podan mantener incluso
ms de cerca el observar la salud de su joven amigo.
La casa estaba junto al cementerio de la ciudad, y Mr Dimmesdale tena un piso en
frente del edificio, donde poda pasar las maanas soleadas y donde haba muchas
habitaciones para todos sus libros. En habitaciones al otro lado de la casa, Roger Chil
arreglaba sus papeles, y las cosas especiales necesarias para hacer medicinas.
Sin embargo, no todas las personas de la ciudad estaban contentas. Mucha gente
sospechaba que el misterioso doctor no era todo lo que pretenda ser. Un hombre viejo, que
haba venido de Londres haca ms de 30 aos, estaba seguro de que Chillingworth haba
vivido en esa ciudad, usando otro nombre. Otros hablaban del cambio del hombre desde que
l se haba venido a vivir a la ciudad. Al principio, su expresin haba sido calmada, a pesar de
ser la cara de un hombre que haba pasado su tiempo estudiando. Ahora, haba algo feo, y
demonaco en su cara. Alguna gente incluso crea que Chillingworth haba sido enviado por el
demonio y estaba detrs del alma del joven sacerdote. Todo el mundo, sin embargo, era
consciente de que Mr Dimmesdale sera el ganador de la batalla.
Conforme pasaban los meses y los aos, el cambio en Roger Chi se haca cada vez
ms grande. l haba empezado con la tranquilidad de un juez, deseando conocer solamente
la verdad. Pero mientras que segua, la necesidad de saber arden como la fiebre, y de ahondar
en el alma del cura, como un hombre en busca de oro. Y pobre Mr Dimmesdale, enfermo del
corazn, tambin asustado por llamar a cualquier hombre su amigo, ni podra reconocer al
enemigo.
Un dia, l estaba en la habitacin de Chillingworth, mirando por la ventana el
cementerio, mientras que el hombre mayor estaba arreglando algunas plantas que haba
recogido.
Dnde cogiste las plantas de hojas oscuras? le pregunt el cura a Chillingworth.
Del campo del cementerio, contest el otro hombre. las encontr creciendo en una
tumba sin lpida, o algo que me dijera el nombre del hombre muerto. Tal vez esas oscuras
plantas salieron de un corazn que escondiera un terrible secreto, uno que fuera enterrado
con l.
Tal vez el pobre hombre quera contarla, pero no pudo, dijo Mr Dimmesdale. Estuvo
en silencio por un momento, despus sigui, Dime, doctor, est mi salud algo mejor desde
que empezaste a cuidar de este pobre, y debil cuerpo?
Antes de que Chillingworth pudiera contestar, escucharon el grito de un joven nio. El
ruido vena del cementerio, y el cura mir fuera desde la ventana abierta y vio a Hester
Prynne y la pequea Pearl andando por le sendero. pearl pareca tan guapa como durante el
da, pero se estaba comportando mal. Saltaba de tumba en tumba, bailando finalmente en
una de las tumbas ms grandes hasta que su madre la llam.
Pearl, para ya. Comprtate, grit Hester Prynne.
La nia se cay, pero solamente para coger las flores violetas de una gran planta.
Cogi un ramo, y amarradas sus tallos a la letra escarlata del vestido de su madre. Hester no
se las quit.
Roger Chi se haba unido a Mr Dimmesdale en la ventana. Esta chica no tiene
respeto por los dems, dijo, ni idea de lo que es correcto o no. La vi el otro da tirndole
agua al gobernador. qu es, en nombre del cielo? Una nia del demonio? No tiene
amabilidad?
No lo s, contest Mr Dimmesdale, tranquilamente.
La nia probablemente oy sus voces. Levant la mirada, se ri, entonces tir una de
las flores violetas a Mr Dimmesdale. Y cuando el joven cura se ech hacia atrs con un
pequeo grito, ella estuvo encantada y se ri incluso ms fuerte.
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miedo a veces incluso con miedo a la figura del viejo doctor; despus l mismo se
castigara por estos pensamientos desagradables.
Y todo este problema negro de su alma lo haba hecho ms famoso y popular que
jams pudiera ser un sacerdote. Para la gente en su iglesia, l pareca estar cerca de Dios, y
un hombre lleno de amabilidad y entendedor del dolor y sufrimiento de los otros.
Ms de una vez, Mr Dimmesdale se prepar para hablarle a su gente sobre el secreto
negro de su alma. Ms de una vez se qued delante de ellos en la iglesia, cogiendo una
profunda respiracin y les dijo qu? l le dijo que era el peor de los pecadores, odioso,
deshonesto, oscuro, y una cosa endiablada a la vista de Dios. Pero lo entendan? No. Ellos
escuchaban, y despus se decian los unos a los otros lo afortunados que eran de tener un
hombre as como sacerdote. Solamente un hombre fuerte y bueno, decan, poda hablar tan
abiertamente sobre sus debilidades.
Arthur D. no poda encontrar tranquilidad en su corazn. No poda dormir por la noche,
pero se mirara fijamente en el espejo, horas y horas. A menudo, cuando se miraba, su propia
cara era reemplazada por las caras acusadoras de los otros amigos muertos de hace mucho
tiempo, su padre con barba blanca, su madre. Y lo peor de todo, Hester Prynne, paseando con
la pequea Peral y sealando con su dedo primero a la letra escarlata de su pecho, y despus
al propio pecho del cura.
Un sueo de una noche de verano, 7 aos desde el momento en el que Hester se
qued ante la vergenza pblica en el patbulo, el sacerdote se levant de su silla. Una idea le
haba venido.
Debera haber un momento de tranquilidad, se deca a si mismo, y suavemente
bajaba las escaleras y entraba en la noche.
Caminaba en silencio a travs de las oscuras calles al lugar de las 1 horas de
vergenza pblica de Hester Prynne el patbulo. El sacerdote suba los escalones a la
plataforma.
Era media noche, y la noche dorma. Las nubes cubran el cielo, y Mr Dimmesdale
poda estar all hasta por la maana sin miedo al descubrimiento. Por qu, entonces, estaba
l all? Qu le haba hecho venir? Culpable? Vergenza? No lo saba. Pero un sentimiento de
gran horror le atraves el cuerpo, y dio un terrible grito, que ovacionaba a travs de la noche,
de una casa a otra y a las colinas de la ciudad.
Est hecho, susurr el sacerdote, cubriendo su cara con sus manos. Toda la ciudad
se despertar y me encontrar aqu.
Pero la gente de la ciudad no se despert, o si lo hicieron, imaginaron que el grito era
algo que vena de sus sueos. Cuando l no oy el sonido de pies corriendo hacia l, el joven
sacerdote descubri sus ojos y mir alrededor. En una ventana en casa del gobernador, que
no estaba muy lejos, vio al gobernador, con su camisola blanca de noche, con una luz en su
mano.
Parece un fantasma, pens Mr Dimmesdale. Y despus de un momento, la luz
desapareci de la ventana.
El sacerdote se calm. Entonces se dio cuenta de otra luz, que vena hacia l por la
calle. Mientras se acercaba, vio que la persona que la llevaba era el viejo sacerdote, Mr
Wilson.
l ha estado rezando junto a la cama de un hombre muerto, pens Mr Dimmesdale.
Y as era. El viejo sacerdote iba de camino a su casa desde la cama del muerto Mr
Winthrop, que acababa de morir.
Cuando Mr Winthrop pas por el patbulo, Mr Dimmesdale encontr difcil no hablar
Buenas noches, Padre. Por favor sube y paso una agradable hora conmigo.
Cielos. Haba hablado realmente Mr Dimmesdale? Por un momento crey que estas
palabras haban pasado de sus labios, pero tan solo lo haba imaginado. Mr Wilson pas,
mirando al frente, sin volverse ni una sola vez hacia la plataforma.
Debo estar demasiado fro para moverme, pens Mr Dimmesdale. Incluso no ser
capaz de bajar los escalones. Dibujos locos pasaban ante sus ojos. Alguien me encontrar
aqu por la maana temprano, y correr a llamar a las puertas. Todo el mundo saldr con sus
pijamas el gobernador Bellingham, con sus rizos deshechos, su hermana, loca Mistress
Hibbins, mirando con sus salvajes ojos, y tambin el buen padre Wilson, cansado despus de
pasar la mitad de la noche junto a la cama de un muerto. Si, todo el mundo vendr corriendo.
Y a quin vern? Vern a su sacerdote, medio congelado para morirse, cubierto de
vergenza, y all donde una vez estuvo Hester Prynne.
Ahora empez a reirse, fuerte y salvajemente, incapaz de parar. Entonces oy una
sonrisa contestando la sonrisa de un nio y su corazn dio un salto. Era la pequea Pearl.
Pearl. Hester Prynne, ests ah?
S, soy yo, contest Hester P. ella pareca sorprendida. soy yo, y mi pequea Pearl.
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nuevo, ella se iba sin mirar atrs o sin esperar las agradecidas gracias de aquellos que haban
tenido problemas. Y despus de todo, cuando ella los vea en la calle, ella no levantaba su
cabeza para hablarles pero pona su dedo en la letra escarlata de la vergenza, y pasaba.
Incluso con su calma, sin embargo, a menudo haba habido bastante soledad y
sufrimiento. Esto la haba hecho a ella fuerte y ahora ella se senta capaz de hacer frente al
hombre que una vez haba herido a su marido. Estaba claro para Hester que este hombre era
el enemigo secreto del cura, jugando el papel de amigo y ayudante, y tranquilo pero seguro
conduca al cura a la locura.
En resumen, ella decidi hablar con Roger Chillingworth, y hacer lo que ella pudiera
para parar su endiablada y cruel revancha.
Ella no tena que esperar ms. Una tarde, mientras que paseaba con Peral por la calle,
vio al vio doctor con una cesta en una mano y un palo en la otra. l estaba recogiendo
plantas.
Baja al agua y juega mientras que hablo con este caballero, le dijo Hester a su hija.
La nia vol como un pjaro, sus blancos y pequeos pies hacan huellas en la hmeda
arena en la orilla del agua. Su madre anduvo hacia Roger Chillingworth.
Me gustara hablar contigo, dijo ella.
Ah, Mistress Hester, contest l. Escucho buenas noticias de tu buen trabajo de todo
el mundo con el que hablo. Solamente ayer un magistrado me cont que los trabajadores de
la ciudad discutan si la letra escarlata debera ahora ser quitada de tu pecho. Deberas
hacerlo ahora mismo, le dije yo.
No es de un magistrado quitar esta letra, contest Hester calmada. Cuando si
alguna vez me gane el derecho a que se quite, se caer sin la ayuda de nadie.
Llvala, entonces, si quieres, dijo Chillingworth. Es una fina pieza de costura y est
bien en tu pecho.
Mientras que hablaban, Hester lo haba estado observando cuidadosamente y estaba
llena de deseo de saber el cambio en l. No fue por ms tiempo el hombre tranquilo e
inteligente que ella recordaba; ahora haba una mirada de bsqueda cruel en sus ojos, y una
fria media sonrisa iba y vena de su cara. 7 aos consiguiendo tener diversin de una cruel
revancha haba dejado la marca del Demonio en l. Su alma pareca estar ardiendo,
pensaba Hester.
Quiero hablarte de Mr Dimmesdale, dijo ella.
Qu pasa con l? grit Roger Ch. Habla abiertamente, y contestar.
Cuando hablamos la ltima vez, hace 7 aos, dijo Hester, me hiciste prometer no
contarle a nadie que una vez vivimos como marido y mujer. Estuve de acuerdo en estar en
silencio porque, como dijiste entonces, su posicin y su vida no estaban en tus manos. Pero
ahora veo que estuve equivocada al mantenerme en silencio. Desde ese da, has estado junto
a l, durmiendo y andando. Registras sus pensamientos y sucorazn, y todos los das le
causas una muerte en vida. Y soy yo quien ha permitido que ocurra esto.
Qu ms puedes hacer t? pregunt Chillingworth. Una palabra ma, y este hombre
ser echado de su iglesia a la crcel y de aqu, al patbulo.
Tal vez eso fuera mejor, dijo Hester. An no has tenido tu revancha? An l no ha
sufrido lo suficiente por sus pecados?
No, contest el doctor. Te acuerdas de m, Hester, como yo era hace 9 aos?
Pensabas que yo era fro, tal vez, pero no era amable y verdadero y un buen amigo con los
otros?
S. Todo eso y ms, dijo Hester.
Y qu soy ahora? pregunt l, y su cara mostr el diablo que era ahora. Un
demonio. Y quin me hizo esto?
Fui yo, dijo Hester temblando. Yo, mucho ms que l. As que por qu no me
castigas a m?
T tienes la letra escarlata, dijo l. Eso fue suficiente revancha para m. l puso su
dedo en ella con una sonrisa. Ahora, qu quieres decir sobre ese hombre?
Debo contarle la verdad sobre ti, dijo Hester. Debe saber quin eres, y por qu le
ests haciendo esto. Cul ser el resultado, no lo s. Qe quieres hacer con l. Pero no hay
nada bueno para l, ni para m, ni para ti, ni para la pequea Peral. No hay un sendero que
nos gue a ninguno de nosotros fuera de esta miseria.
Roger Ch. mir a la mujer alta y orgullosa que estaba delante de l, y oy el dolor en su
voz. Recordaba entonces l el amor que una vez l haba sentido por ella?
Lo siento por ti, dijo l. Eras una buena persona, y necesitabas un amor mejor que el
mo.
Y lo siento por ti, dijo Hester, y por el odio que ha cambiado a un agradecido
hombre en un diablo. Trata de ser otra vez un humano. Perdona, y deja el juicio para Dios.
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l toc su mano, y su toque fue tan frio como la muerte. Se pusieron a la sombra de los
rboles y se sentaron en una rama cada. Al principio hablaron del tiempo, el cielo gris, la
tormenta que se acercaba, pero entonces el cura mir a Hester a los ojos.
Has encontrado la tranquilidad? dijo l.
Ella sonri tristemente, y baj la mirada a su pecho. Y t? pregunt ella.
Nada excepto sufrimiento, contest l. pero qu ms poda esperar? T llevas tu
letra escarlata al aire, en tu pecho, Hester. El mo arde en secreto. Es bueno, despus de estos
7 aos, hablar con alguien que sabe la verdad. Si tuviera un amigo o incluso un enemigo a
quien yo pudiera hablar abiertamente todos los das, entonces tal vez me salvara. Pero ahora
todo son mentiras, todo vacio, todo muerto.
Hester Prynne lo mir a la cara. Tienes la amiga que deseas, alguien con quien llorar
tus pecados. Me tienes a m, tu pareja en pecado. Y tienes un enemigo, y vives con l en la
misma casa.
El cura se puso de pie y puso su mano sobre su corazn. Qu ests diciendo? Un
enemigo, grit. En la misma casa? qu quieres decir?
Oh, Arthur. Perdname. Perdname en todo excepto en una cosa, te he sido
verdadera. Pero yo estuve de acuerdo en mantener un secreto. Lo hice para salvar tu posicin,
Arthur, tu trabajo como sacerdote, aqu en la ciudad. Pero no puedo guardar el secreto. Te lo
debo decir. El doctor el viejo hombre que le llaman Roger Ch. fue mi marido.
El cura la mir fijamente durante un momento una mirada oscura y violenta.
Entonces se arrodill y enterr su cara en sus manos.
Por qu no lo averig? dijo l en silencio. O tal vez lo hice. El miedo en mi corazn
cuando lo vi por 1 vez, y cuando lo veo ahora por qu no lo entenda? Oh, Hester Prynne,
no sabes el horror y la vergenza que me traen estas noticias. l ha estado rindose en
secreto de mi herido y culpable corazn. Mujer, no puedo perdonarte por esto.
Me perdonars, dijo Hester. Deja a Dios que me castigue. Deberas perdonarme t.
Ella se arrodill junto a l, abrazndolo, y poniendo su cabeza sobre su pecho, sin darse
cuenta que la cabeza estaba sobre la letra escarlata. Ella no poda permitirle que la odiara.
Desde hace 7 aos, todo el mundo me ha ofendido y odiado, pens ella. Pero 1 morira si
hombre infeliz, dbil, infeliz y sin pecado tambin me odia.
Me perdonars, Arthur? repiti ella, una y otra vez. No me odies. Perdname por
favor.
Te perdono, Hester, contest al final el cura. Su voz era triste, pero sin enfado. Dios
debe perdonarnos a los dos. No somos los peores pecadores del mundo. La revancha del viejo
hombre ha sido ms oscura que nuestro pecado, Hester.
S. Nos queramos el uno al otro, nos lo decamos el uno al otro. Lo has olvidado?
Shh, Hester, dijo Arthur levantndose del suelo. No lo he olvidado.
Se sentaron en una rama de rbol, cogindose las manos. A su alrededor, los rboles
eran oscuros, y las ramas se movan ruidosamente con el viento.
Qu har ahora Roger Ch. ahora? pregunt el cura. Seguir manteniendo nuestro
secreto?
l tienen un secreto natural, y creo que lo har, dijo Hester. Pero no tendr dudas en
encontrar otra forma de hacer su revancha.
Y yo, cmo puedo vivir en la misma casa, respirando el mismo aire con este
enemigo? dijo Mr Dimmesdale, con su mano cubriendo el corazn. Piensa por m, Hester. T
eres fuerte. Dime qu hacer.
No debes quedarte con este endiablado hombre, dijo Hester.
Pero dnde puedo ir? No puedo esconderme de Dios, dijo l.
Dios te lo agradecer, contest Hester, si eres lo suficientemente fuerte de sacar
ventaja de ello.
S fuerte por m, contest l. Aconsjame qu hago.
Entonces es el mundo tan pequeo? dijo Hester, mirndole a los ojos. No hay
nada ms all de esta pequea ciudad? Aljate unas cuantas millas de aqu, y las hojas
amarillas no te ensearn el pecado de los blancos pies de un hombre. All puedes ser libre.
Un corto viaje te apartar de un mundo donde llevas sufriendo, a un mundo donde sers
tranquilamente feliz. All est el mar. Te trajo aqu, y si eliges, te puede volver otra vez. Tal vez
a Londres, o a Alemania, o Francia, o a la agradable Italia. All estars ms all de Roger Ch.
No puedo hacerlo, contest el cura. No puedo irme y dejar mi trabajo. Aunque mi
propia alma est perdida, debo hacer lo que pueda por las otras almas humanas con mi
cario.
Despus de 7 aos de sufrimiento, debes dejarlo todo atrs, dijo Hester, con pasin
en su voz. Empieza otra vez, hay felicidad a la que unirse, hay bueno por hacer. Cambia esta
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falsa vida por una verdadera. Ensea, escribe. Trabaja entra los Indios. Haz algo, excepto
mentir y morir. Por qu esperar otro da ms en ese lugar? Vete ahora.
Oh, Hester, grit Arthur Dimmesdale. No soy lo suficientemente fuerte, no suficiente
valiente, para meterme en el ancho, extrao y difcil mundo en solitario.
Tristemente, desesperanzadamente, l repiti la palabra.
Solo, Hester.
No deber irte solo, contest ella, con su voz en un profundo susurro.
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Pero, mi querido seor, debes hacer cualquier cosa que podamos para ponerte bien y
fuerte, dijo Chillingworth. La gente espera grandes cosas de ti, y t tienes miedo de que en
un ao te hayas ido.
S, ido a otro mundo, contest el cura, tristemente. Y tal vez Dios lo haga mejor,
porque no espero estar con mi gente durante otro ao, pero gracias, seor, no necesito ahora
tu medicina.
Estoy encantado de or eso, dijo Chillingworth.
Gracias de corazn. Solamente puedo pagarte tu amabilidad con mis oraciones.
Las oraciones de un buen hombre son como el oro, contest Roger, mientras sala de
la habitacin.
Despus de que se hubiera ido, Mr Dimmesdale tir su sermn de eleccin a medio
escribir y se sent para empezarlo de nuevo. Todo lo que escribi durante esa noche y las
palabras parecan venir de Dios.
9. LA ESCAPADA
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