Aguafuertes Africanas

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Las aguafuertes africanas de Roberto Arlt:

reescritura, tensiones y divergencias*


Laura Jurez
(Universidad Nacional de La Plata - Argentine)
En la dcada del treinta se abre un nuevo perodo para la
literatura de Roberto Arlt. As, puede considerarse el ao 1932 como el
punto clave del cambio pues no slo constituye el momento en el que
Arlt cierra el ciclo novelstico -El amor brujo (1932) es su ltima novela
publicada- sino que ese mismo ao es tambin el de su ingreso a la
produccin dramtica por impulso de Lenidas Barletta. A partir de
all y hasta 1942 el escritor se orienta de lleno al teatro, a la cuentstica
y sigue colaborando en el diario El Mundo con las aguafuertes que
desde 1928 se publican diariamente. Por otra parte, y si bien se
mantienen algunas constantes, en esta etapa sus obras se modifican y
aparecen nuevos modos de representacin que se distancian de los
que, desde los aos veinte y con Las ciencias ocultas en la ciudad de
Buenos Aires (1920), El juguete rabioso (1926) y Los siete locos-Los
Lanzallamas (1929-1931) se venan ensayando; lo fantstico, el relato de
viajes y aventuras, son algunos de esos modos1. Si avanzamos en este
sentido, puede pensarse, adems, que en esta segunda etapa
extendida entre 1932 y 1942, los textos arltianos redefinen, se
proponen jerarquizar su proyecto creador, y ponen en juego
dispositivos destinados a acercarlos a posiciones prestigiosas y
mecanismos tendientes a lograr un lugar ms prestigioso en el campo
literario de los aos treinta.
En este marco, el presente trabajo se centra fundamentalmente
en las aguafuertes sobre Marruecos. En 1935, Arlt es enviado como
cronista por el diario El Mundo a Espaa y Africa. Desde ese momento
y hasta la publicacin de El criador de gorilas en 1941, escribe ms o
menos en forma simultnea narraciones ficcionales, crnicas y una
obra de teatro (frica , 1938) inspirados en el mbito africano. En
algunos casos sucede adems que las diferentes obras se imbrican y
relacionan entre s, pues el escritor efecta con un mismo material el
pasaje de un gnero a otro. As, la pieza dramtica A frica es el
resultado de la reescritura de los argumentos de dos relatos de El
criador de gorilas, Rahutia la bailarina y La aventura de Baba en

Dimisch esh Sham y de los episodios de un cuento que no seleccion


para ese volumen, Hussein el Cojo y Axuxa la Hermosa.
Si bien puede decirse que en los distintos textos aparecen
elementos homlogos y complementarios, la escritura simultnea de
distintos gneros, hace que convivan en su produccin visiones y
versiones diferentes sobre ese espacio. Esto sucede no slo por los
distintos cdigos, pactos narrativos y por las caractersticas propias de
cada gnero, sino adems a causa de los modos en que se inserta la
literatura de Arlt en el campo literario de los aos treinta y debido a
las nuevas preocupaciones que, paulatinamente, van surgiendo en el
proyecto creador del escritor en ese momento. Es significativo, en este
sentido, lo que ocurre con las aguafuertes africanas.
Entre julio y agosto de 1935, aparecen en el diario El Mundo una
serie de crnicas que documentan el recorrido, las experiencias y los
testimonios del viajero corresponsal desde su ingreso a Africa hasta el
paso por distintos puntos de Marruecos, como Tnger y Tetun. En
1936, Arlt retoma estos materiales para su publicacin en libro. En esta
instancia, los modifica, reorganiza y en muchos casos reescribe.
Tambin anexa fragmentos, elimina otros y, en reiteradas ocasiones,
excluye del corpus, definitivamente, algunas aguafuertes en su
totalidad. Esta nueva versin es la que pasa a integrar, bajo el
subttulo Marruecos, el conocido volumen Aguafuertes espaolas2. A
partir de aqu, el anlisis intenta demostrar, en primer lugar, cmo en
las versiones del '36 -las del libro- hay una reelaboracin de efectos
literaturizantes o estetizantes. Esto sucede, por una parte, en el
sentido de retrotraer el imaginario de las aguafuertes al del
orientalismo ms o menos tpico de la cultura occidental, y disminuir
el verismo periodstico; por otra parte, se resuelve en una bsqueda y
seleccin de lo pintoresco, es decir, en el privilegio de la perspectiva
del exotismo. En segundo lugar, se estudian los elementos que se
inscriben en las crnicas como una clave de las preocupaciones
estticas del Arlt de los treinta; en este contexto se analiza uno de los
artculos agregados para el libro -El mercader oriental y Las mil y una
noches- desde donde puede leerse una teora arltiana acerca de lo
fantstico y lo maravilloso, y El narrador de cuentos, un texto
central para pensar el teatro del escritor. Finalmente, se indagan los
modos en que las aguafuertes africanas constituyen dentro de la
literatura de Roberto Arlt los primeros pasos de un proceso de
estetizacin cuya culminacin se da en El criador de gorilas que, como
se sabe, tambin presenta relatos inspirados en el mbito oriental.

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Para comenzar, es necesario considerar una crnica aparecida


en El Mundo en 1935 que Arlt elimina para la publicacin en el
volumen Aguafuertes espaolas: Dnde est la poesa oriental? -Las
desdichadas mujeres del islam- Mugre y hospitalidad En este texto
surge una representacin de Africa que no slo se separa de los
lugares comunes e intenta salir de los estereotipos del orientalismo,
sino que adems contrasta notablemente con la construccin y los
agregados estetizantes de las aguafuertes reescritas para el libro, como
tambin con las ficciones posteriores de El criador de gorilas:
Una de dos, o yo soy la naturaleza ms antipotica de la
tierra, y de consiguiente, incapacitado para apreciar las delicadas
bellezas del planeta, o de lo contrario, los que han escrito sobre la
poesa de Oriente, han dejado actuar libremente su fantasa,
olvidados totalmente de la realidad. (...)
Detengmonos ahora en la vida popular y en las causas de su
evidente falta de poesa, derrochada en sus escritos, por muchos que
probablemente jams han visto Oriente. (...)
Las mujeres a su vez, carecen de encantamiento y seduccin
femenina, provocador del sobresalto imaginativo o potico.
Desfiguradas en el interior de sus mantas, la cabeza encapuchada, la
frente vendada, el rostro cubierto (...), son menos atractivas que una
monja tornera, cuyo aspecto reproducen con ostensible y superior
deformidad. Leo no s en qu revista, de un seor que encarece la
poesa de Oriente, que "estas mujeres se pierden por las calles como
fantasmas"; a m ms que fantasmas, me parecen bolsas ambulantes.
Descalzas, mostrando los calcaares amarillentos por las babuchas
aplastadas, desafo a nadie que pueda encontrar inspiracin potica en
fuentes tan bastas.
Dichas mujeres, en la intimidad producen una vivsima
desilusin, pues carecen no slo de la tcnica de la coquetera, sino
tambin del arte de agradar mediante la sociabilidad. (...) ...son
pequeas bestias junto a las cuales se pasa indiferentemente como ante
un muro.
La ciudad africana es ms sucia que un cajn de basura.
Casi todas carecen de agua corriente, la gente se baa raramente, los
moros huelen a manteca rancia.

En principio, el texto presenta una oposicin entre dos visiones sobre


Oriente: una ilegtima y otra legtima. La primera es aquella que se
aleja de la realidad por la fantasa y encuentra bellezas donde no las
hay. La segunda, la perspectiva a la que adhiere el sujeto de la
enunciacin, autorizada adems por el hecho de no pertenecer al
grupo de los que jams han visto Oriente -como se dice en la citaresulta adecuada por ser testimonial, objetiva y verista. Es decir, se

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plantea una oposicin entre fantasa literaria y verdad periodstica. En


segundo lugar, aqu, como en otros fragmentos que tambin fueron
recortados o modificados por Arlt para atenuar su dureza4, aparece
una representacin, no slo alejada de los cnones de la literatura
sobre Oriente, sino adems degradada del escenario africano y sus
personajes. Africa se constituye, entonces, en un espacio despojado de
cualidades y de los atributos necesarios para el vuelo de la
imaginacin, un lugar inadecuado para la produccin literaria,
construido por una mirada que no se compromete, que no se fascina
con el espectculo de lo otro, como en los textos y versiones
posteriores. En este sentido, son fundamentales las apreciaciones
sobre lo femenino y la imagen de la mujer que aqu se presenta, pues,
no slo es radicalmente diferente de la que se desliza en otros lugares
de las mismas aguafuertes publicadas en el diario, y de las mujeres
que, en una serie de fragmentos agregados en 1936, fascinan al
cronista, -son como fantasmas que desaparecen por los recodos de la
ciudad-, sino que, sobre todo, esta imagen se opone a la construccin
saturada de saber libresco y de modernismo de la femme fatale que
recorre una serie de relatos de El criador de gorilas como Rahutia la
bailarina y Ven, mi ama Zobeida quiere hablarte.
En el volumen Aguafuertes espaolas, Arlt se distancia de estos
modos de representacin del diario. Esto puede verse si consideramos
el proceso de reescritura efectuado sobre dos aguafuertes aparecidas
consecutivamente en El Mundo1' en las que se describen los avatares
del cronista en la ciudad africana de Tnger y sus impresiones de
viajero. En 1936, Arlt agrupa estas dos crnicas y titula al nuevo texto,
Tnger, poniendo el acento en el espacio ciudadano que aglutina el
contenido de las dos versiones anteriores y no en las peripecias del
cronista como en el caso del peridico. En Tnger no hay
modificaciones muy significativas a lo largo de los fragmentos, pero
hacia el final se agrega un largo prrafo que demuestra un claro
inters esttico, aparece una bsqueda y fascinacin por lo extico
-fascinacin que a lo largo de las versiones del diario prcticamente
no se registra-, y el escenario oriental es concebido como un
espectculo para ser observado por sus notas de color. En este sentido
puede leerse el comentario del cronista ante la visin de los extraos
personajes y vestimentas que se le presentan a su mirada:
Cuando me fatigo del espectculo, vuelvo al Zoco Chico. (...)
Pasan viejos con perfiles de cabras v chilaba de chocolate, esa
vestidura parecida al hbito de un monje, que llega hasta los pies,

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todo;? ellos descalzos, con los pies metidos en sandalias de cuero de


cabra, munrillo; otros en vez de fez rojo, usan un turbante color de oro,
moteado de guisantes escarlatas; (...) Desfilan mandaderos de (...)
bombachas verdes, casacas rosas (...); desfilan turcos con bombachas
hasta la rodilla, festoneada de franjas de oro, cabeza rapada bajo el
fez morado; pasa un carabinero negro (...) tras l, fino, amarillo, un
funcionario rabe, barba en punta, con turbante blanco arrollado a la
cabeza y el turbante rematado por una calabaza de terciopelo escarlata
en la que tiembla una larga pluma violeta. (...) Esta unanimidad de
colores violetas, te, caf con leche, cacao, bronce, plata, va y viene, uno
llora por dentro de no tener ojos en las sienes, en la nuca, dan ganas
de correr tras ellos para decirles que vuelvan a pasar (...) y hay que
apretar los dientes para no gritar de admiracin (pp. Sy-SS)6.

Esta fascinacin frente al espectculo de lo diverso que transforma a


los hombres en color, se combina con una descripcin acumulativa
que deja de lado ciertos elementos degradados (el olor, la suciedad)
que estaban presentes antes, para acentuar y saturar la referencia a lo
llamativo, lo tpico y lo sobresaliente. Pero adems, hacia el final del
fragmento agregado aparecen otras apreciaciones del viajero:
...pasan varoncitos con chilaba violeta y a un costado de la
cabeza, casi junto junto a la oreja, una sola trenza larga que les cae
sobre el hombro; un anfibio me ronda, restregndose los labios con
la lengua y hacindome guios indecentes, estamos en Tnger,
seores, Tnger, codiciada por las potencias, donde conviven
fraternalmente los vicios ms extraordinarios, aqu todo est
permitido; pasa un viejo gordo, barba en punta, apoyado
dulcemente en un mancebo fino como una seorita, con el fez
coquetonamente inclinado, la mirada de gacela... (pp. 88-89)

Esta idea de la voluptuosidad, de los vicios extraordinarios y de


Africa como el lugar en que todo est permitido, funciona en el mismo
sentido que lo anterior, pues es asimilable al imaginario del
orientalismo y al exotismo -tambin al exotismo del imaginario
decadente y modernista-. Cabe considerar, adems, que Arlt incluye
para la versin del libro: La danza voluptuosa, una aguafuerte que
no figuraba entre las publicadas en el diario. En esta nota los
elementos mencionados se reiteran, aunque de modo central, pues el
texto se ocupa de ficcionalizar un incidente por el cual el viajeroturista puede observar la danza ertica de los hombres orientales:
...las manos de los hombres baten un comps asordado por el
tamtam, el bailarn acenta ahora las turgencias del torso, una sonrisa
triangular, libidinosa, ilumina su rostro de una belleza espectral (...)
un espectador, de turbante amarillo no se puede contener, (...) y entre

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el aplauso de todos le clava la lengua en la boca que le ofrece el otro


(pp. 105-106).
En el mismo sentido que en Tnger, es decir, en el intento de
privilegiar una perspectiva exotista o llevar al extremo y exacerbar, el
diluido pintoresquismo que apareca en las versiones de 1935, puede
considerarse el largo fragmento (de 8 pginas en la primera edicin)
que Arlt anexa en Tetun, ciudad de doble personalidad, artculo
que, del mismo modo que el anterior, agrupa dos aguafuertes que en
el diario fueron publicadas sucesivamente'. En este fragmento
agregado, se relatan los recorridos del cronista por la ciudad y se hace
una descripcin de los distintos puestos del arrabal moruno que se
presentan como cuadros a una mirada que capta distintas estampas,
atrapada por el encanto de un paisaje de misterio. Es importante
destacar, adems, que la cartografa de Tetun se transforma ahora en
laberinto, en lugar extraterreno y ciudad lunar donde los
itinerarios semejan un peregrinar onrico: Camino de sueo en
sueo, dice Arlt, y donde, no slo el espacio, tambin los objetos y las
personas adquieren caractersticas maravillosas, al modo legendario
de Las mil y una noches. Es decir, este mbito no slo extraa la visin,
sino tambin, instala una brecha en el tiempo y en el espacio, en la
cual aparecen otras reglas de funcionamiento del mundo. Esto
anticipa lo que va a suceder despus en los relatos de El criador de
gorilas, donde, el quiebre de lo rutinario y la salida de la
predestinacin que se da en la construccin de esa dimensin espaciotemporal legendaria resulta la condicin de posibilidad para la
aparicin de lo maravilloso y de la aventura. Finalmente, en el
fragmento, tambin se hacen presentes otros modos de sociedad,
alejados de los convencionalismos burgueses y se define el escenario
africano como el lugar del placer, de la libertad y de la paz: Esta
libertad infinita ... es un regalo del cielo (...) y la paz, esa paz del
saludo musulmn, la paz ritual que el creyente le desea al prjimo,
est en mi corazn, (p. 144)
Si se estudia el recorrido entre el material del diario y las
enmiendas, agregados y modificaciones del libro, se verifica el
comienzo de un proceso de estetizacin en la representacin de los
espacios africanos8 que culminar en el exotismo saturado de saber
literario de los cuentos de El criador de gorilas, es decir, en estas
ficciones finales se lleva a un lmite lo que en el pasaje de las dos
versiones consideradas de las aguafuertes est apenas inicindose.
Esto, por otra parte, es ndice de los desplazamientos que, en los aos

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treinta, se producen en el proyecto creador arltiano y de las formas en


que su literatura se aleja de los modos de representacin precedentes.
Volviendo a las diferencias entre las aguafuertes de El Mundo y
las publicadas posteriormente en libro, es importante considerar que,
en esta segunda versin, Arlt excluye, en su totalidad, un nmero
considerable de crnicas. Las que deja de lado son, adems de la que
mencionamos al principio, las cinco primeras que public en el
diario9, que refieren los avatares del escritor y periodista para entrar a
Africa, los conflictos y problemas con los espas del lugar. Tambin
elimina otra en donde se testimonia la visita del corresponsal a una
escuela africana111, y se registran crticamente y estableciendo un vaivn
entre lo ajeno y lo propio, los aspectos positivos -el modo de pago a los
maestros-11 y negativos -la violencia con que se le ensea el Corn a los
nios- de la cultura musulmana respecto de la educacin. En todos los
casos, los textos excluidos son textos anecdticos, que, o bien relatan
experiencias y dificultades del cronista, o bien presentan un contenido
de actualidad o de crtica sociolgica, escasamente literaturizable, que
no remite a la puesta en escena de lo raro, de lo desconocido para un
lector occidental. Pueden verse, entonces, atendiendo a los artculos
que se excluyen, ndices de las elecciones que se van perfilando en la
literatura arltiana de los aos treinta: lo inadecuado para una
representacin pictrica y colorista empieza a ser dejado de lado.
Por otra parte, es importante notar que la versin de las
Aguafuertes espaolas reelabora los materiales previos en otros sentidos
entre s complementarios. En primer lugar, se registra una ausencia de
las marcas a travs de las cuales en el diario se trataba de lograr, como
en el folletn, un compromiso e inters en el lector; de este modo, no
aparecen en el libro fragmentos semejantes a los que repetidas veces
se introducan en algunas de las aguafuertes publicadas en la prensa,
donde el cronista, por ejemplo, anticipaba en el final y a modo de
cierre del artculo, lo que vendra despus: Pero no han terminado
aqu mis coloquios con la polica. En Tnger se renuevan a los pocos
das12, u otros en los que puede leerse un intento de crear suspenso
en el relato de los acontecimientos protagonizados por el corresponsal
de El Mundo: En una nota prxima narrar el episodio que me
ocurri con un agente, tambin de polica, no s si al servicio de
Inglaterra, Francia o Espaa (...) Pero volvamos ahora a Algeciras.13
En segundo lugar, hay una alteracin en el orden de los textos que
descronologiza la trama narrativa, que reduce los enlaces temticos de
una a otra aguafuerte, y que no es fiel a los recorridos del cronista.

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As, en el libro, frecuentemente, un solo artculo agrupa los contenidos


que en la versin de El Mundo se describan en dos o ms aguafuertes
y poniendo en evidencia y respetando los itinerarios del narrador -sus
desplazamientos guiaban las notas-. Eso sucede en el caso de las
crnicas que refieren los acontecimientos y testimonios sobre Tnger,
sobre Tetun, y tambin en la serie acerca del noviazgo y la sumisin
social de la mujer14. Puede pensarse, entonces, que cada texto est
destinado a cubrir una parcela del tapiz oriental, procedimiento que,
por otra parte, resultara en correlacin con el propsito arltiano que
estructura la pieza teatral Africa -tal como el escritor lo expresa en una
carta a su madre1"1-, propsito de representar en cada cuadro un
distinto escenario tpico africano. Es decir, las Aguafuertes espaolas
organizan una estructura narrativo-descriptiva que, al romper la
continuidad cronolgica, desligar los textos entre s, y desdibujar
parcialmente la figura del periodista- corresponsal, no slo tiende al
estatismo y al espacialismo pictrico, sino que adems remeda
estampas y contribuye a armar cuadros de color. Por ese efecto,
adems, se genera un discurso ms bien ficcional y alejado del de las
versiones ms testimoniales anteriores.
En relacin con esto ltimo, es necesario mencionar la operacin
por la cual el libro tiende a desdibujar, en algn sentido, la figura del
corresponsal, del periodista responsable de brindar un testimonio
verista, del enviado de un diario encargado de referir fielmente los
acontecimientos que protagoniza, y, por contrapartida, a dar
preponderancia y construir una imagen cercana a la del turista o a la del
viajero expectante de paisajes nuevos, despreocupado de las demandas
del diario, que cuenta lo que ve, orientado y hasta dejndose conducir
por su imaginacin, sus deseos y su peregrinar placentero por el lugar.
As, es significativo en este sentido, que se dejen de lado las notas
anecdticas en las que es fuerte el protagonismo del yo del periodistamediador -como las que relatan sus experiencias con los espas al
entrar a Africa-, y tambin, que entre los fragmentos eliminados de la
versin incluida en las Aguafuertes espaolas, aparezcan muchos donde,
por ejemplo, el corresponsal asevera:
Tratar de ser m eticuloso y ex actsim o, reflejando lo ms
fielmente posible la ceremonia sagrada de que he sido testigo en
Tnger.16
Al leer esta nota, muchos lectores se dirn para su coleto:
- No, no es posible. Arlt aqu exagera.

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Yo tambin acepto que es dificultoso digerir lo que vov a


narrar, pues se encuentra en contradiccin con nuestras costumbres.
Si los hechos que voy n narrar no me constaran ampliamente, no insistira
en su verosimilitud.

Como puede verse, los fragmentos anteriores de las aguafuertes


publicadas en El Mundo, presentan un narrador-testigo preocupado
por la verdad y credibilidad de lo que cuenta, por referir los
acontecimientos segn lo visto y odo, sin subjetivismos personales.
Esta imagen del cronista que asegura brindar un testimonio fiel, veraz
y autorizado de lo que ve y porque lo ve, tiende a borrarse a causa de
la eliminacin de esos fragmentos -y de otros equiparables- en los
textos reescritos en 1936. Es de este modo como, paralelamente, en
esta versin resulta preponderante la visin del viajero-turista que
registra lo que aparece a su mirada placentera, y se genera un
desplazamiento a la ficcin de lo que sera un artculo periodstico o
una corresponsala para un diario, aunque cabe destacar que nunca se
borra del todo la figura del cronista y sus explicaciones, como as
sucede en los textos de El criador de gorilas posteriores18.
Para introducirnos especficamente en las cuestiones referidas a
la literatura de Arlt en los aos treinta, es necesario considerar una
aguafuerte que aparece en El Mundo titulada El narrador de cuentosAbuso de ingenuos y piadosos- Precursores del teatro19 y que luego
Arlt publica en el libro de 1936 como El narrador de cuentos con un
importante fragmento agregado. El texto refiere una escena
aparentemente comn entre los musulmanes: la reunin de una
multitud al aire libre atenta al relato de un /xej-el-clam,/ o sea,
narrador de cuentos, en palabras de Arlt. Podemos suponer que Arlt
debe haberse sentido muy impresionado por este episodio porque lo
retoma con variantes tambin en otros de sus textos africanos: en el
comienzo de la pieza dramtica Africa y en el relato de 1937, La
aventura de Baba en Dimish esh Sham, recopilado en El criador de
gorilas.

En principio, es importante detenernos en la situacin


comunicativa registrada en la nota, que en sus primeras pginas es
casi idntica en las dos versiones que nos ocupan. El aguafuertista
describe con fascinacin la relacin que se establece entre el xej-elclam y la multitud que lo escucha atenta:
En medio de este crculo de piedra, est el narrador de
cuentos (...)

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Kami un cuento en idioma rabe. Pronuncia media docena


de palabras v nuevamente golpea tres veces el fondo del tam-tam.
(...) Toma la vara v seala un punto en el suelo de piedra. Los
espectadores vuelven los ojos a ese punto v menean la cabeza
afirmativamente como si vieron all oigo que confirmo los polobros del
norrodor. (...) ...vertiginosamente su mano se extiende al cielo,
pronuncia unas palabras y rpidamente todos los espectadores se
llevan los dedos de la mano derecha a los labios y a la frente. Ha
pronunciado el nombre de Dios. (...) ...ahora el narrador habla en
voz baja, debe reproducir un dilogo al odo de alguien.(...) todos
mueven lo cabezo asintiendo a esa voz que murmura quedo (...) De
pronto el narrador levanta la voz, pronuncia tres palabras y todos
estallan en carcajadas. Algo aqu ha ocurrido; el xej se encorva, su
cara llena de terror, su palo se mueve en el aire. Evidentemente, est
combatiendo con un espritu invisible; todos contemplan espantados al
enemigo con el cual batalla el narrador, (pp. 92-93)21'

A partir de aqu pueden observarse tres aspectos. Primero, la


descripcin del cronista privilegia y se interesa principalmente en la
situacin de enunciacin generada entre el narrador y la multitud que
lo rodea, tanto es as que la registra an sin conocer el contenido de lo
narrado. Segundo, se refieren y destacan las reacciones de los
espectadores ante el relato; en este sentido, es importante notar que el
pblico se introduce de tal modo en la ficcin que acta frente al
espectculo como ante la realidad; todos mueven la cabeza
asintiendo, todos contemplan espantados y que esto es, sobre todo
lo dems, lo que fascina al narrador de la aguafuerte. Tercero, lo que
narra el xej son acciones, el combate con un espritu, el dilogo
de alguien, etc, lo cual no es un dato irrelevante si se atiende a la
eleccin arltiana de la accin -en sus intervenciones sobre la novela
en los aos cuarenta- como un modo de lograr el inters y evitar el
aburrimiento del lector21.
Estos aspectos sealados son ndices para pensar la literatura
arltiana que se est definiendo en los aos treinta. As, las
valoraciones positivas del cronista de las relaciones entre el narrador y
los oyentes musulmanes y el modo admirativo en que se describe
cmo esa multitud entra en la ficcin, explican, en buena medida, lo
que busca Arlt en el drama. Es decir, la actitud del narrador de la
aguafuerte revela o permite leer que el inters arltiano por el teatro
est orientado por lo que este medio favorece: un contacto directo con
el pblico, la participacin del espectador en lo representado, la
posibilidad de poner en escena acciones.

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Por otra parte, en 1936 Arlt elimina un fragmento que figuraba


al final de la crnica. All afirmaba que, gracias a la experiencia de
testificar la escena del xej-el-clam haba asistido al nacimiento del
teatro antiguo, y que Homero recit sus versos entre crculos
miserables, iguales a estos [esos]..., lo cual no slo es una clave ms
para considerar que, en la concepcin arltiana, este episodio se vincula
especialmente con lo teatral, sino que tambin, resulta una evidente
valorizacin de un modo tradicional de narrar.
En relacin con esta valorizacin, puede interpretarse adems
un largo fragmento que se anexa en la versin del libro, al final de El
narrador de cuentos. Los prrafos agregados en 1936 reproducen
algunas de las ancdotas del personaje ms conocido como
Nasreddin, que Arlt transcribe como Yeha -Tuha es el nombre
rabe, Mullah Nasroddin, el persa, y (Nasreddin) Hodja, el turco-.
Estos cuentos de ingenio, traducidos a muchas lenguas, cargados de
humor, interesan porque, por un lado, implican una separacin de lo
que se produca en las primeras obras del escritor: Arlt toma piezas de
la literatura tradicional, del folklore, textos pre-modernos en un
movimiento que dibuja un alejamiento de sus intereses anteriores. Por
otro lado, son tiles tambin en un intento de literaturizar, con un
muestreo de la cultura orientalista -a la que ms bien pareciera que
Arlt accede por la biblioteca, antes que por la oralidad,- el contenido
reescrito que aparece en las Aguafuertes espaolas.
El mercader oriental y Las mil y una noches, es una nota que
Roberto Arlt agrega para la edicin del libro en 1936 y resulta un
punto fundamental para el anlisis, pues all se inscriben ciertas
concepciones que despejan y orientan la interpretacin crtica sobre
otra de las cuestiones centrales en la literatura del escritor de los aos
30: lo fantstico y lo maravilloso. Cabe suponer que dicho artculo fue
escrito a posteriori del viaje, ya que se separa de la visin testimonial
y periodstica del corresponsal para reflexionar y ensayar, de un modo
distanciado, una interpretacin sobre la cultura y la sociedad oriental:
El libro de cuentos Las Mil y una Noches, es el calco
perfecto de las actividades psquicas de los pueblos de Oriente (...)
Las mil y Una Noches, semejante a un tapiz rabe de mil colores,
refleja en la trama de sus hilos de oro y plata, la vida casi inmvil de
sus creadores.
(...) En esta inactividad voluntaria, la imaginacin del
cuentista rabe se ha desarrollado escogiendo la lnea de menor
resistencia, es decir, la de la fantasa, a su antojo y capricho [y por
ejemplo] se deleita imaginando que puede encontrarse en presencia

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de las riquezas ms fabulosas, mediante el nico, sencillsimo,


cmodo v simple trabajo de pronunciar dos palabras: Ssamo,
brete (p. 107, 108 v 110 respectivamente)

Como puede verse, al mismo tiempo que se esboza una tesis


sobre Eas mil y una noches y la psicologa del comerciante rabe, se
introducen elementos que permiten leer aqu una teora arltiana
acerca de lo maravilloso y lo fantstico. En esta teora lo fantstico se
reduce a las caractersticas psicolgicas y socioculturales de los
orientales y de Oriente, es decir, lo fantstico es el efecto de un tipo de
cultura y de una clase de sociedad. Esta consideracin tiene
importancia en el marco del proyecto arltiano de los treinta y puede
decirse que orienta, por un lado, sobre las preferencias del escritor con
respecto a los modos de referirse y narrar ese espacio lejano y extico
que es Africa, y por otro lado funciona tambin, en algn sentido,
como anticipacin y justificacin de las formas de representacin
tendientes a lo maravilloso que aparecen en los cuentos de El criador
de gorilas. En otros trminos, es como si implcitamente se
argumentara que el nico modo legtimo de narrar o de contar el
mbito oriental es asumiendo los mviles y recursos que provienen de
ese imaginario, lo cual validara no slo la aparicin de lo fantstico
en los textos de escenarios y personajes africanos, sino tambin la
inclusin del colorido y lo pictrico de las descripciones que, como
vimos, ya aparece en las aguafuertes y semeja ese tapiz rabe de mil
colores al que hace referencia el fragmento.
Si se estudia, entonces, el recorrido de la serie que parte del
material del diario hasta los artculos incluidos en las Aguafuertes
espaolas, es posible leer los primeros ndices de un proceso de
estetizacin que culmina en las ficciones de El criador de gorilas. En
1936, para la publicacin en libro, Arlt modifica y corrige, agrega y
excluye, y as transforma el contenido de las crnicas lanzadas por el
diario El Mundo en 1935. En los modos de esa transformacin, se pone
en juego un inters esttico, que literaturiza y llena de color las
versiones previas, que las aleja de las representaciones degradadas
iniciales de Oriente, para privilegiar una visin muy cercana a la
perspectiva del exotismo que es la dominante en los relatos
posteriores. Finalmente, tanto en el artculo sobre el narrador de
cuentos, en el referido a lo maravilloso, ambos agregados en las
Aguafuertes espaolas, como en este pasaje de un texto a otro, puede
comprobarse el itinerario de las nuevas preocupaciones que la

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literatura arltiana en los aos treinta pone en juego, y los desvos en el


seno de un provecto creador que empieza a cambiar de rumbo.

* Agradezco a Sylvia Satta por facilitarme el acceso a algunos materiales y por su


lectura crtica y atenta de mis hiptesis.
1 Adolfo Prieto puede considerarse el iniciador de la apertura de la crtica arltiana, pues
es el primero en prestar atencin al perodo antes mencionado. Este autor enmarca la
produccin de Arlt en dos ciclos. El primero de ellos correspondera a la etapa realista,
...dominado ... por la concepcin de una literatura 'con la violencia de un cross a la
mandbula', y el segundo estara caracterizado por un abandono de la voluntad
realista, una bsqueda expresiva de lo imaginario por s mismo, inters en expresar
estados de conciencia individual y por un impulso estilstico de parte de Arlt tendiente
a atenuar las crticas que haba recibido acerca de su estilo. Vase: Prieto, Adolfo. La
fantasa y lo fantstico en Roberto Arlt, en Boletn de literaturas hispnicas, Instituto
de Letras de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad del litoral, Rosario, 1963
y tambin en su prlogo Roberto Arlt. Los siete locos. Los lanzallamas, Arlt Roberto.
Los siete locos, Los lanzallamas, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1978.
2 Arlt, Roberto. Aguafuertes espafiolas, Buenos Aires, Talleres Grficos Argentinos L.J.
Rosso, 1936. En adelante, cuando hagamos referencia a este libro, slo indicaremos el
nmero de pgina.
J Arlt, Roberto. Dnde est la poesa oriental? -Las desdichadas mujeres del islamMugre y hospitalidad, El Mundo, 2 de agosto de 1935.
4 Este es el caso de El trabajo de los nios y las mujeres , texto en el que Arlt extrae un
fragmento muy significativo del inicio y de ese modo atena la crtica de los lugares
comunes y de las representaciones estereotipadas y coloristas de Africa. Dice el cronista:
Hoy pensaba en las distintas versiones cinematogrficas de Marruecos. Y me deca que
aquella pelcula dirigida por Von Stemberg es falsa y convencional a todas luces. En
cambio ahora s que Jacques Feyder ha visto a Marruecos. Tambin un film standard
titulado Una noche en el Cairo de Ramn Novarro, refleja con sorprendente exactitud la
psicologa del gua rabe, as como La Atlntida y Baraud presentan paisajes africanos y
personajes normalmente verdicos.
Africa es La Atlntida; Baraud, Le Grand Jeu, Una noche en el Cairo; pero nunca el
Marruecos de Von Stemberg y de Marlene Dietrich. (El Mundo, 5 de agosto de 1935).
5 Las dos aguafuertes son El Tnger - Martirologio del turista - Plaga de guas Persecucin sistemtica hasta el tercer da, El Mundo, 31 de julio de 1935 y En el Zoco
Grande de Tnger - Mercaderes y campesinos - Uas pintadas y tatuajes - "Flirt" sin
trascendencia, El Mundo, 1 de agosto de 1935.
6 Bastardillas nuestras.
7 Estas dos aguafuertes son Tetun, ciudad de doble personalidad - Me interno en el
Barrio Moro - Reminiscencias cinematogrficas, El Mundo, 13 de agosto de 1935. y El
arrabal moruno - Mis amigos los tenderos - Saludos, genuflexiones y parsitos - Un
refugio de paz y tranquilidad, El Mundo, 18 de agosto de 1935.
8 Proceso de estetizacin que, con diferencias, tambin puede registrarse en el teatro.
9 Estas cinco aguafuertes son: De Sevilla a Algeciras - Pasamos por Alcal de los
Gazules - Circo, toros y gente dominguera, El Mundo, 25 de julio de 1935;
Complicaciones a causa de mi apellido - La pesadilla de espionaje - El agente n- 80 "Puede embarcarse", El Mundo, 26 de julio de 1935; El Pen de Gibraltar - La

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ciudadela - Una ciudad sombra v limpia, El Mundo, 27 de julio de 1935; Polica


poltica - Una cadena de agentes vigila a los viajeros - Imperialismo v comunismo, El
Mundo, 29 de julio de 1935; El agente N- 80 y su substituto - Dos malandrines que se
reverencian - Cada turista puede ser el mendrugo de un chivato, El Mundo, 30 de julio
de 1935.
111 Visita a la escuela musulmana - Hav que saber el Corn de memoria - El palmetazo
es en la planta de los pies - Indiferencia paternal por los conocimientos paternales, El
Mundo, 19 de agosto de 1935.
" Es significativo, en este sentido, que esta valoracin de los aspectos positivos de la
escuela musulmana es til a Arlt para deslizar una crtica de la educacin argentina: El
fak es el jefe espiritual de la enseanza musulmana (...) Recibe el pago de sus trabajos
en metlico y especies. Todas las familias del poblado, tengan o no hijos, estn
obligadas a entregarle los alimentos para preparar su sustento cotidiano. Considerando
el aspecto nutricio de la cuestin, los maestros rabes se encuentran en condiciones
sumamente ms ventajosas que los fakes argentinos, que ensean y no comen, y no
reciben sustento, como no sean los pastos que Dios depara a los pajaritos de los
campos. (Visita a la escuela musulmana - Hay que saber el Corn de memoria - El
palmetazo es en la planta de los pies - Indiferencia paternal por los conocimientos
paternales, Op Cit.)
12 Polica poltica - Una cadena de agentes vigila a los viajeros - Imperialismo y
comunismo, El Mundo, 29 de julio de 1935.
1j Complicaciones a causa de mi apellido - La pesadilla de espionaje - El agente na 80 "Puede embarcarse", El Mundo, 26 de julio de 1935.
14 El caso de la serie del noviazgo es muy claro. En el diario El Mundo aparecen
sucesivamente tres crnicas que tienen continuidad narrativa. La primera, Noviazgo
moro en Marruecos en el ao 1935 (6 de agosto de 1935), presenta la eleccin de la
madre musulmana de un esposo para su hija y los eventos que se suscitan por tal
eleccin; la segunda, Boda musulmana en Tnger- Me falt coraje para usar el
magnesio- Tambores, trompetas y la novia en jaula- Fiesta o sacrificio? (7 de agosto de
1935), retoma el punto del relato que la anterior haba abandonado y registra una boda
en Tnger; finalmente, y a modo de cierre de todo lo anterior, la tercera, Esclavitud del
matrimonio- Deseo y terror de la civilizacin europea (8 de agosto de 1935), refiere las
costumbres de las mujeres orientales despus del matrimonio. Esta estructura narrativa
en el libro no se respeta y se inscribe primero la aguafuerte de la boda con algunas
variantes (Casamiento morisco, pp. 111-115 ) y se agrupa, con mnimas diferencias, el
contenido de las otras dos en una titulada Noviazgo moro en Marruecos en el ao
1935, pp. 115-121.
15 All dice Arlt: ... pues el primer cuadro (...) es un mercado rabe, el segundo cuadro
el interior de un harem, el tercero la joyera de un rabe y el cuarto el interior de una
casa morisca. Carta reproducida en Borr, Ornar. Arlt y lo crtica (1926- 1990), Buenos
Aires, Ediciones Amrica Libre, 1996, p. 157.
lb Arlt, Roberto. Boda musulmana en Tnger- Me falt coraje para usar el magnesioTambores, trompetas y la novia en jaula- Fiesta o sacrificio?, Op. Cit. Cursivas
nuestras.
17 Arlt, Roberto. Esclavitud del matrimonio- Deseo y terror de la civilizacin europea,
Op. Cit. Cursivas nuestras.
18 En los relatos de El criador de gorilas el espacio oriental resulta el mbito generador
de las historias y se ponen en escena esfuerzos formales para dar la apariencia de una
ausencia de mediaciones, para que, digamos, Africa se narre a s misma, procedimiento

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que funciona como refuerzo de lo extico. Por el contrario, en las aguafuertes la voz del
cronista v la imagen del viajero turista operan como formas de traduccin v mediacin
abocadas a la tarea de dar explicaciones, de familiarizar lo extico y de ubicarlo en los
parmetros culturales e imaginarios de sus lectores. Es decir, lo que se describe como
extrao es incorporado v reducido por las menciones, comparaciones, vocabulario e
imgenes, a un esquema cultural apropiado para que pueda interpretarlo un
destinatario que se imagina posiblemente semejante o equivalente al receptor de las
Aguafuertes porteas. Esta asimilacin pedaggica o comunicativa reduce la cualidad
de extico de las Aguafuertes espaolas en relacin con lo que sucede en las ficciones.
Estos aspectos han sido desarrollados en un trabajo anterior, vase: Jurez, Laura. La
representacin del espacio africano en la literatura arltiana de los aos treinta, en
AAVV, Diez lecturas de Arlt, Buenos Aires, Fundacin El libro, 2000.
19 El narrador de cuentos- Abuso de ingenuos y piadosos- Precursores del teatro, El
Mundo, 3 de agosto de 1935.
211Cursivas nuestras.
21 Vase, sobre la valoracin arltiana de la accin, la serie de aguafuertes de los aos
cuarenta recopiladas por Sylvia Satta en el volumen Aguafuertes porteas: cultura y
poltica, Buenos Aires, Losada, 1994, pp. 243-258.

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