Tametsi Futura
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lazos que unen naturalmente los asuntos pblicos con Dios. En estos ltimos
tiempos, sobre todo, se ha erigido una especie de muro entre la Iglesia y la
sociedad civil. En la constitucin y administracin de los Estados no se tiene en
cuenta para nada la jurisdiccin sagrada y divina, y se pretende obtener que la
religin no tenga ningn papel en la vida pblica. Esta actitud desemboca en la
pretensin de suprimir en el pueblo la ley cristiana; si les fuera posible hasta
expulsaran a Dios de la misma tierra.
Siendo los espritus la presa de un orgullo tan insolente, es que puede
sorprender que la mayor parte del gnero humano se debata en problemas tan
profundos y est atacada por una resaca que no deja a nadie al abrigo del
miedo y el peligro? Fatalmente acontece que los fundamentos ms slidos del
bien pblico, se desmoronan cuando se ha dejado de lado, a la religin. Dios,
para que sus enemigos experimenten el castigo que haban provocado, les ha
dejado a merced de sus malas inclinaciones, de suerte que abandonndose a
sus pasiones se entreguen a una licencia excesiva.
De ah esa abundancia de males que desde hace tiempo se ciernen sobre el
mundo y que Nos obligan a pedir el socorro de Aquel que puede evitarlos. Y
quin es ste sino Jesucristo, Hijo nico de Dios, "pues ningn otro nombre le
ha sido dado a los hombres, bajo el Cielo, por el que seamos salvados" (Act
4:12). Hay que recurrir, pues, al que es "el Camino, la Verdad y la Vida".
El hombre ha errado: que vuelva a la senda recta de la verdad; las tinieblas han
invadido las almas, que esta oscuridad sea disipada por la luz de la verdad; la
muerte se ha enseoreado de nosotros, conquistemos la vida. Entonces nos
ser permitido sanar tantas heridas, veremos renacer con toda justicia la
esperanza en la antigua autoridad, los esplendores de la fe reaparecern; las
espadas caern, las armas se escaparn de nuestras manos cuando todos los
hombres acepten el imperio de Cristo y sometan con alegra, y cuando "toda
lengua profese que el Seor Jesucristo est en la gloria de Dios Padre" (Fil.
2:11).
En la poca en que la Iglesia, an prxima a sus orgenes, estaba oprimida bajo
el yugo de los Csares, un joven emperador percibi en el Cielo una cruz que
anunciaba y que preparaba una magnfica y prxima victoria. Hoy, tenemos aqu
otro emblema bendito y divino que se ofrece a nuestros ojos: Es el Corazn
Sacratsimo de Jess, sobre l que se levanta la cruz, y que brilla con un
magnfico resplandor rodeado de llamas. En l debemos poner todas nuestras
esperanzas; tenemos que pedirle y esperar de l la salvacin de los hombres.
Finalmente, no queremos pasar en silencio un motivo particular, es verdad,
pero legtimo y serio, que nos presiona a llevar a cabo esta manifestacin. Y es
que Dios, autor de todos los bienes, Nos ha liberado de una enfermedad