Lewis, C S - r3, Esa Horrible Fortaleza
Lewis, C S - r3, Esa Horrible Fortaleza
Lewis, C S - r3, Esa Horrible Fortaleza
Lewis
ESA HORRIBLE
FORTALEZA
Trilogia de Ransom/3
C. S. Lewis
Ttulo original: That Hideous Strength
Traduccin: Manuel Bosch Barrett
1949 by C.S.Lewis
1986 Ediciones Orbis
Corrientes 1437 - Buenos Aires
ISBN: 950-614-576-X
Edicin digital: Carlos Messuti
R6 04/03
C. S. Lewis
sus das escolares hasta haca seis meses, cuando fue para casarse, y las palabras de la
ceremonia religiosa quedaron grabadas en su mente.
A travs de la puerta abierta poda ver la diminuta cocina y or el fuerte y continuo tictac
del reloj. Acababa de salir de la cocina y saba cun limpia estaba. La vajilla del desayuno
estaba lavada, los manteles del t pendan al lado del hornillo, y el suelo era impecable.
Las camas estaban hechas y las habitaciones arregladas. Acababa de regresar de la
nica compra que necesitaba aquel da, y faltaba un minuto para las once. Excepto
ocuparse de su almuerzo de medioda, no tena nada que hacer hasta las seis de la tarde;
y esto suponiendo que Mark regresase para cenar. Pero aquel da haba reunin en el
Colegio. Era casi seguro que Mark llamara a la hora del t para decirle que la reunin se
prolongaba ms de lo que haba credo y que tendra que cenar en el Colegio. Las horas
que quedaban por delante aparecan vacas y llenas de tedio. El sol brillaba y el reloj
segua su tictac.
Mutua compaa, ayuda y consuelo, se dijo Jane amargamente. En realidad su
matrimonio haba resultado ser la puerta de salida de un mundo de camaradera, risas e
innumerables cosas en que entretenerse, que daba a una especie de solitario
confinamiento. Desde muchos aos antes de su matrimonio no haba visto tan poco a
Mark como durante aquellos ltimos seis meses. Incluso cuando estaba en casa hablaba
raramente. Estaba siempre o sooliento o intelectualmente preocupado. Mientras fueron
camaradas y ms tarde enamorados, la vida les haba parecido demasiado corta para
todo lo que tenan que decirse uno a otro. Pero ahora... Por qu se habra casado con
ella? Estaba todava enamorado? En este caso, estar enamorado deba de tener un
significado completamente distinto para los hombres y para las mujeres. Podra ser la
cruda verdad que todas aquellas interminables conversaciones que le haban parecido,
antes de estar casada, la esencia misma del amor, no hubiesen sido jams para l ms
que un preliminar?
Aqu estoy, preparndome a perder estpidamente otra maana se dijo Jane
contrariada. Tengo que hacer algo. Por algo quera significar su tesis de doctorado en
Donne. Siempre tuvo el propsito de continuar su carrera una vez casada; esta era una de
las razones por las cuales no deban tener hijos, por lo menos durante algn tiempo. Jane
no era quiz una pensadora muy original, y su plan haba sido producir gran sensacin
con la triunfante venganza del cuerpo en Donne. Crea an que si sacaba todas sus
notas y ediciones y se pona realmente a trabajar poda obligarse a s misma a encontrar
de nuevo su perdido entusiasmo por el tema. Pero antes de hacerlo quiz con objeto de
retardar el momento de empezar volvi la cabeza hacia un peridico que haba en la
mesa y mir una fotografa de la ltima pgina.
En cuanto vio la fotografa record su sueo. Record no solamente su sueo, sino el
interminable tiempo que despus de haber saltado de la cama permaneci sentada
esperando el primer destello del da, temiendo encender la luz por miedo a que Mark se
despertase y la riese, pero sintindose al mismo tiempo ofendida por el sonido de su
acompasada respiracin. Mark era un formidable dormiln. Slo haba una cosa capaz de
mantenerle despierto una vez se haba acostado, y aun esto no lo consegua durante
mucho tiempo.
El terror hacia este sueo, como el terror hacia la mayora de los sueos, se
desvaneca al narrarlo, pero hay que tratar de explicarlo en inters de lo que viene
despus.
Comenz soando simplemente en un rostro. Era un rostro de aspecto extranjero,
barbudo y bastante amarillento, con una nariz ganchuda. Su expresin era aterradora
porque estaba aterrado. Tena la boca abierta y en sus ojos haba una mirada como las
que haba visto otras veces en otros hombres durante unos segundos, cuando sufran
sbitamente alguna fuerte impresin. Pero aquel rostro pareca sufrir una impresin que
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C. S. Lewis
publicado anteriormente alguna otra fotografa que haba visto y olvidado, quiz unas
semanas antes, cuando comenz el proceso. Era una tontera haberse dejado impresionar
tanto por aquello. Y ahora haba que pensar en Donne. Vamos a ver, dnde estbamos?
En el ambiguo pasaje del final de Alquimia del amor.
Hope not for minde in women; at their best
Sweetnesse and wit, they are but Mummy possest. 2
No esperis mentalidad en las mujeres. Hay realmente algn hombre que quiera
hallar mentalidad en las mujeres? Pero no era esto el caso. Tengo que recuperar mi
poder de concentracin se dijo Jane; y despus: Se public anteriormente alguna
fotografa de Alcasan? Suponiendo que...
Cinco minutos despus apart los libros que tena delante, se acerc al espejo, se puso
el sombrero y sali. No saba con seguridad dnde iba. En todo caso, estara fuera de
aquella habitacin, de aquel piso, de aquella casa.
II
Mark, por su parte, se encaminaba hacia el Bracton College siguiendo un orden de
ideas completamente distinto. No se daba la menor cuenta de la belleza matutina de
aquella callejuela que lo llevaba de la arenosa colina del suburbio donde viva con Jane
hacia la parte central y acadmica de Edgestow.
A pesar de que he sido educado en Oxford y me gusta mucho Cambridge, creo que
Edgestow es ms bello que ninguno de los dos. Por una parte, es muy pequeo. Ningn
fabricante de automviles, salchichas o mermeladas ha venido a industrializar aquella
ciudad rural que es sede de la Universidad, y sta, a su vez, es pequea. Aparte del
Bracton y del colegio de muchachas del siglo XIX situado ms all del ferrocarril, slo hay
dos colegios: el Northumberland, que est ms abajo del Bracton, sobre el ro Wynd, y el
Duke, frente a la Abada. Bracton no acepta miembros no graduados. Fue fundado en
1300 para el sostenimiento de los diez hombres doctos cuya misin era orar por el alma
de Henry de Bracton y estudiar las leyes de Inglaterra. El nmero de miembros haba
aumentado progresivamente hasta cuarenta, de los cuales slo seis estudiaban ahora las
Leyes y ninguno, quiz, oraba por el alma de Bracton. Mark Studdock era socilogo y
haba sido elegido para esta beca cinco aos antes. Empezaba a sentir sus pies. Estaba a
punto de detenerse a descansar cuando se encontr sbitamente delante de Curry en la
puerta de la oficina de Correos, y vio que ste encontraba natural acompaarle al Colegio
discutiendo el orden del da de la reunin. Curry era subgerente de Bracton.
S dijo Curry. Va a durar un tiempo del demonio. Probablemente seguir despus
de cenar. Vamos a tener a todos los obstruccionistas hacindonos perder tiempo. Pero
afortunadamente es lo nico que pueden hacer.
Jams se hubiera podido adivinar por el tono de la respuesta de Studdock el intenso
placer que experimentaba por el empleo del plural vamos en boca de Curry. Hasta muy
ascendencia. (Nota del editor digital)
2
No esperis mentalidad en las mujeres; en el mejor de los casos, dulzura e ingenio, no son sino una
posesin de Mamata.
recientemente, Mark haba sido slo un outsider, estudiando nicamente los
procedimientos de lo que entonces llamaba Curry y su banda con temor y escasa
comprensin, y pronunciando en las reuniones del Colegio cortos y nerviosos discursos
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C. S. Lewis
Esgrimi el argumento de que lo esencial era encontrar el tipo de hombre que
necesitbamos y rerse de la calificacin de los escritos. Y debo confesar que tena razn.
Es usted muy amable dijo Studdock haciendo una ligera y burlona inclinacin.
Estaba sorprendido del cariz que haba tomado la conversacin. Era una vieja regla en
Bracton, como probablemente en los dems colegios, no mencionar nunca en presencia
de un elegido las circunstancias de su eleccin, y Studdock no se haba dado cuenta
hasta entonces de que sta era tambin una de las tradiciones que el Elemento
Progresivo se dispona a derogar. Tampoco se le haba ocurrido nunca que su eleccin
pudiese haber dependido de otra causa que la excelencia de su trabajo en el examen;
menos an, que hubiese dependido de tan poco. Se haba acostumbrado tanto a su
posicin que esta idea le hizo experimentar esa curiosa sensacin que un hombre tiene al
descubrir que su padre haba estado anteriormente casado con otra mujer.
S prosigui Curry siguiendo otro orden de ideas. Ahora veo claro que Denniston
no hubiera servido. Rotundamente, no. Era un hombre brillante en aquel tiempo, desde
luego, pero parece haber descarrilado un poco desde entonces con todo su Distribuitismo
y dems tonteras. Dicen que es probable que acabe en un monasterio.
No es ningn tonto, de todos modos repuso Studdock.
Me alegrar de que conozca a Dick dijo Curry. No tenemos tiempo ahora, pero
hay algo referente a l que quisiera hablarle. Studdock lo mir inquisitivamente.
James, yo y dos ms aadi Curry bajando un poco la voz hemos estado pensando
que debera ser el nuevo Rector. Pero ya hemos llegado...
No son las doce todava dijo Studdock. Qu le parecera si fusemos al Bristol
a tomar una copa?
Y ambos fueron al Bristol. No hubiera sido fcil conservar la atmsfera en que operaba
el Elemento Progresivo sin una buena cantidad de estas pequeas cortesas. Estas
pesaban ms sobre Studdock que sobre Curry, que era soltero y disfrutaba de la paga de
subdirector. Pero el Bristol era un lugar agradable. Studdock pidi un doble whisky para
Curry y media pinta de cerveza para l.
III
La nica vez que fui husped de Bracton persuad a mi anfitrin de que me dejase
entrar en el Bosque y me abandonase all durante una hora. Me pidi perdn por
encerrarme.
A muy poca gente le est permitida la entrada en el Bosque de Bracton. La verja es
obra de Iigo Jones y forma la nica entrada; un alto muro cerca el Bosque, que puede
tener un cuarto de milla de ancho y una milla de este a oeste. Si se llega de la calle y se
atraviesa el Colegio para penetrar en l, el sentimiento de una penetracin gradual en el
terreno sagrado entre los sagrados es sumamente fuerte. Primero se atraviesa el
cuadrngulo Newton, que es seco y arenoso, rodeado de floridos pero bellos edificios
georgianos. Despus se entra en una especie de corredor fresco en forma de tnel, casi
obscuro a medioda, a menos que la puerta de la derecha que da al Hall est abierta o la
de la tahona, a la izquierda, permita dirigir una mirada a la luz del da del interior, cayendo
sobre los estantes y respirando una vaharada de olor a pan fresco. Al salir de este tnel se
encuentra uno en el Colegio medieval, en el claustro de un cuadrngulo mucho menor
llamado Repblica. La hierba parece all mucho ms verde despus de la aridez de
Newton, y la misma piedra de los arbotantes da la impresin de ser tierna y estar animada
de vida. La capilla no est lejos; por el aire llega el ronco y profundo taido de las viejas
campanas. Se sigue avanzando por el claustro entre lpidas, urnas y bustos que
conmemoran difuntos bractonianos, y bajando unos gastados escalones se llega a la
plena luz del da de un cuadrngulo llamado lady Alice. Los edificios de derecha e
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C. S. Lewis
Elizabeth3, cuando el buen Rector Shovel circund el Bosque con un muro a fin de alejar
todas las profanas e idlatras supersticiones y desterrar de l toda clase de vulgares
fiestas nocturnas, juegos, bailes, festejos, cocimiento del pan de Morgan (para lo cual se
empleaba hasta ahora la fuente llamada por vanidad el Pozo de Merln) y principalmente
desterrar y abominarlo como escenario de papismo, gentilismo, lascivia y disolutas
locuras. No era que el Colegio renunciase por tal accin a su inters por el lugar. El viejo
doctor Shovel, que vivi casi hasta los cien aos, apenas se haba enfriado en su tumba
cuando uno de los generales de Cromwell, creyendo su deber destruir las plantaciones y
los grandes lugares, mand algunas tropas con nimo de impresionar a la gente
campesina por su pa accin. El plan no se llev finalmente a cabo; pero hubo una refriega
entre el Colegio y las tropas en el corazn mismo de Bragdon, y el fabulosamente docto y
santo Richard Crowe fue muerto por una bala de mosquetn en las mismas escaleras del
Pozo. Puede haber habido alguien que haya acusado a Crowe de papismo o de
gentilismo; no obstante, la historia nos dice que sus ltimas palabras fueron: Ved,
seores. Si Merln, que era hijo del diablo, era el ms leal servidor del Rey que jams
comi pan, no es una vergenza que vosotros, no siendo ms que unos hijos de mala
madre, seis rebeldes y regicidas? Y siempre, a travs de todos los cambios, cada Rector
de Bracton, el da de su eleccin, ha bebido el ceremonial trago de agua del Pozo de
Merln en la gran copa que tanto por su antigedad como por su belleza era el mayor de
los tesoros de Bracton.
En todo esto pensaba yo mientras estaba delante del Pozo de Merln (que deba
ciertamente datar de los tiempos de Merln, si es que realmente ha existido), sentado
donde haba estado sir Kenelm Digby durante toda una noche de verano, viendo cierta
extraa aparicin; donde haba yacido el poeta Collins; donde haba llorado George III, y
donde el brillante y bien amado Nathaniel Fox compuso su famoso poema tres semanas
antes de hallar la muerte en Francia. El aire estaba tan tranquilo y el dosel de follaje sobre
mi cabeza era tan espeso, que me qued dormido. Fui despertado por mi amigo, que me
volvi a la realidad desde mi remota lejana.
IV
El tema principal de la controversia en la reunin del Colegio era la cuestin de la venta
del Bosque de Bracton. El comprador era el I.N.E.C., o sea, el Instituto Nacional de
Experimentos Coordinados. Queran un lugar para construir un edificio digno de albergar
esta notable institucin. El I.N.E.C. era el primer fruto de la constructiva fusin entre el
Estado y el Laboratorio en la cual tantos pensadores basan sus esperanzas de un mundo
mejor. Era liberarse de casi todas las enojosas restricciones que hasta entonces haban
obstaculizado las investigaciones en este pas. Era tambin liberarse ampliamente de las
restricciones impuestas por la economa, porque, se arga, una nacin que puede gastar
tantos millones al da en una guerra puede seguramente soportar un gasto de algunos
millones al mes para productivas investigaciones en tiempo de paz. El edificio propuesto
deba ser de un tipo capaz de aportar una visible modificacin al perfil ciudadano de
Nueva York; el personal deba ser numeroso y los salarios principescos. La persistente
presin y la incesante diplomacia del Senado de Edgestow haban alejado el nuevo
Instituto de Oxford, de Cambridge y de Londres. Se pens en todas estas ciudades como
escenario posible de sus labores, y algunas veces el Elemento Progresivo de Edgestow
haba casi desesperado. Pero el xito era ahora prcticamente seguro. Si el I.N.E.C. poda
conseguir el terreno necesario, vendra a Edgestow. Y en cuanto viniese, pensaba todo el
3 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice Elisabeth en lugar de
Elizabeth, que es la forma correcta en ingls. (Nota del editor digital)
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C. S. Lewis
aisladamente sino junto con algunas importantes consideraciones financieras que
consideraba su deber exponer posteriormente. Hubo una pausa al or esta temible
declaracin, hasta que gradualmente, uno tras otro, los outsiders, los obstruccionistas,
los no incluidos en el Elemento Progresivo, empezaron a intervenir en el debate. La
mayora se resista a creer que una reparacin de menor importancia que la construccin
de un muro nuevo pudiese no ser suficiente. El Elemento Progresivo los dej hablar
durante unos diez minutos. Pareca de nuevo que lord Feverstone estuviese capitaneando
los outsiders. Quera saber si era posible que el Tesorero y el Comit de Conservacin no
podan realmente hallar alternativa entre la construccin de un nuevo muro y permitir que
el Bosque de Bragdon se convirtiese en unos terrenos comunales. Exigi una respuesta.
Algunos de los outsiders empezaron incluso a creer que era demasiado severo para con el
Tesorero. Finalmente, ste dijo con voz apagada que haba estudiado de forma puramente
terica algunas posibles alternativas. Un vallado de alambre espinoso..., dijo, pero el
resto fue ahogado por un rugido de desaprobacin, durante el cual se oy al viejo
cannigo Jewel decir que antes quisiera ver caer al suelo el ltimo rbol del Bosque que
verlos metidos en una jaula de alambre de espino. Finalmente, el asunto fue aplazado
para ser tomado en consideracin en la prxima junta.
El punto siguiente fue uno de aquellos que la mayora de los Miembros eran incapaces
de entender. Implicaba la recapitulacin (por parte de Curry) de una larga correspondencia
entre el Colegio y el Senado de la Universidad acerca de la propuesta incorporacin del
I.N.E.C. a la Universidad de Edgestow. Las palabras obligados a fueron repetidas
durante todo el debate que sigui. Al parecer dijo Watson, nos hemos dado en
prenda como Colegio para el ms amplio apoyo posible del nuevo Instituto. Feverstone
dijo: Al parecer, nos hemos ligado de manos y pies para dar a la Universidad carte
blanche. Lo que todo esto realmente significaba jams fue visto claramente por parte de
los outsiders. Recordaban haber luchado con ahnco durante la anterior reunin contra el
I.N.E.C. y su obra, y haber sido batidos; pero todos los esfuerzos por descubrir qu
importancia haba tenido su derrota, a pesar de haber sido contestado claramente por
Curry, slo sirvieron para enmaraarlos ms en los impenetrables vericuetos de la
constitucin universitaria y los todava ms obscuros misterios de las relaciones entre la
Universidad y el Colegio. El resultado de la contienda los dej bajo la impresin de que el
honor del Colegio estaba ahora ligado al establecimiento del I.N.E.C. en Edgestow.
Durante la discusin de este punto, la atencin de ms de un Miembro fue atrada por la
idea del almuerzo, y el inters divag un poco. Pero cuando Curry se levant a la una
menos cinco para tratar del punto 3, la atencin se recrudeci vivamente. El punto era
llamado Rectificacin de una anomala en los estipendios de los Miembros jvenes. No
quisiera decir aqu lo que la mayora de los Miembros jvenes cobraban en aquel tiempo,
pero creo que difcilmente cubra los gastos de residencia en el Colegio, que era
obligatoria. Studdock, que apenas acababa de salir de esta categora, sinti gran simpata
por ellos. Comprendi la expresin de sus rostros. La Rectificacin, si era aprobada,
significaba para ellos ropas y vacaciones, y carne para el almuerzo y la posibilidad de
comprar la mitad, en lugar de una quinta parte, de los libros que necesitaban. Todas las
miradas estaban fijas en el Tesorero cuando se levant para contestar a Curry. Dijo que
esperaba que nadie se imaginara que poda aprobar la anomala que en 1910 haba
excluido la clase ms baja de los Miembros de las nuevas clusulas del prrafo 18 del
Estatuto 17. Tena la seguridad de que todos los presentes tenan el deseo de verlo
rectificado; que era su deber, como Tesorero, hacer ver que aquella era la segunda
proposicin en la maana que implicaba un gasto de importancia. Slo poda decir a este
respecto, como haba dicho cuando la anterior proposicin, que le era imposible aislarlo
del problema de conjunto referente a la situacin financiera actual del Colegio, que
esperaba exponerles durante el transcurso de aquella tarde. Muchas ms cosas fueron
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C. S. Lewis
aquel era el nico sitio posible en Edgestow; si por alguna razn Bracton no se decida a
vender, el plan propuesto al Colegio sera llevado a Cambridge. Se consigui incluso
arrancarle al Tesorero, despus de mucho preguntar, la confesin de que saba que
Cambridge tena grandes deseos de vender.
Los duros de pelar que se hallaban presentes, para quienes el Bosque de Bragdon
era casi el elemento bsico de su vida, podan difcilmente darse cuenta de lo que ocurra.
Cuando consiguieron hablar, sus voces produjeron una nota discordante en medio del
jbilo general. Maniobrando hbilmente, fueron puestos al lado de los que queran ver a
Bragdon rodeado de alambre de espino. Cuando finalmente el viejo Jewel, ciego,
tembloroso y casi sollozando, se puso en pie, su voz era apenas audible. Todos se
volvieron para mirarlo, y algunos para admirar su rostro lmpido y un poco infantil y su
cabello blanco que era cada vez ms visible a medida que la gran sala iba obscureciendo.
Pero slo los que estaban cerca de l pudieron or lo que dijo. En aquel momento, lord
Feverstone se puso en pie de un salto, cruz los brazos y, mirando fijamente al anciano,
dijo con voz clara y sonora:
Si el cannigo Jewel desea que no oigamos su voz, creo que le es ms fcil conseguirlo
con el silencio.
Jewel era ya viejo cuando la primera guerra, en aquellos tiempos en que los ancianos
eran tratados con respeto, y no haba conseguido acostumbrarse nunca al mundo
moderno. Mir fijamente en direccin a Feverstone. Durante un momento permaneci de
aquella forma, con la cabeza inclinada hacia adelante, creyendo todo el mundo que iba a
contestar. Despus, sbitamente, abri los brazos con un ademn de desesperacin,
retrocedi y comenz laboriosamente a buscar su silla. La mocin fue aprobada.
V
Despus de salir de casa aquella maana, Jane fue tambin a Edgestow y compr un
sombrero. Algunas veces haba expresado su desprecio por las mujeres que compran
sombreros, como los hombres beben, como un estimulante y un consuelo. No se le ocurri
pensar que era lo que estaba haciendo en aquella ocasin. Le gustaba usar siempre ropas
severas y de colores que fuesen al mismo tiempo serios y bonitos; ropas que dijesen
claramente a todo el mundo que era una mujer inteligente y no una nia pera, y a causa
de esta preferencia no se haba dado nunca cuntale que le interesase el vestir. Qued,
por consiguiente, un poco contrariada cuando Mrs. Dimble la encontr saliendo de la casa
Sparrow y le dijo:
Hola, querida! Ha comprado usted un sombrero? Venga a almorzar a casa y nos lo
ensear. Justamente, Cecil tiene el coche all, detrs de la esquina.
Cecil Dimble, Miembro de Northumberland, fue tutor de Jane durante sus ltimos aos
de estudiante, y Mrs. Dimble haba sido una especie de ta universal para todas las
muchachas de aquel curso. Un afecto hacia las discpulas del marido no es, quiz, tan
comn como sera de desear entre las esposas de los profesores; pero mistress Dimble
quera a todos los discpulos de ambos sexos de su marido, y la casa Dimble, situada en
el extremo ms lejano del ro, era un saln bullicioso durante todo el curso. Senta
preferencia por Jane, con ese afecto que una mujer un poco infantil, de buen humor y
buen carcter experimenta por una muchacha bonita a la que tiene por ligeramente
extravagante. Durante el ltimo ao, Jane perdi de vista a los Dimble, y se senta
culpable de ello. Acept la invitacin a almorzar.
Cruzaron el puente en direccin al norte de Bracton, despus siguieron hacia el sur, a lo
largo de la orilla del Wynd: pasaron delante de algunas casitas aisladas, doblaron a la
izquierda, hacia la iglesia normanda, bajaron por la recta carretera flanqueada a un lado
13
C. S. Lewis
bajar le haba confesado a mistress Dimble que no esperaba ningn hijo, pero que se
senta un poco deprimida a causa de estar muchas horas sola y haber tenido una
pesadilla.
Durante el almuerzo, el doctor habl de la leyenda del rey Arts.
Es realmente maravilloso dijo cmo el conjunto de los hechos se encadenan
unos a otros incluso en la ltima versin de Malory. Se han fijado cmo hay dos tipos
de personajes? En el centro tenemos a la reina Ginebra y a Lanzarote, gente toda ella
cortesana y de carcter nada britnico. Pero despus, en el fondo (del otro de Arts por
decirlo as), est toda aquella gente sombra como Morgan y Morgawse, que son
completamente britnicos y generalmente ms o menos hostiles, a pesar de ser
parientes entre s. Y todo mezclado con la magia. Recuerde aquella maravillosa frase
que dice cmo la reina Morgan prendi fuego a toda la regin con damas que eran
encantadoras. Merln tambin, desde luego, es ingls, pero no hostil. No creen
ustedes que parece verdaderamente un retrato de Inglaterra tal como debi de ser la
vspera de la invasin?
Qu quiere usted decir, doctor Dimble? pregunt Jane.
No deba haber aqu una parte de la sociedad que era puramente romana? Gente
que deba de usar togas y hablaba un latn cltico, algo que para nosotros se parecera
mucho al espaol; y completamente cristiano. Pero ms arriba del pas, muy lejos, en los
lugares apartados, aislados por los bosques, debieron de existir pequeas cortes
gobernadas por verdaderos reyezuelos britnicos, que deban de hablar una especie de
gals y practicaban cierta parte de la religin drudica.
Y cul de ellos sera Arts? pregunt Jane. Era una tontera que su corazn
hubiese dejado de latir al or las palabras se parecera mucho al espaol.
Esta es precisamente la cuestin dijo el doctor Dimble. Es posible imaginarse a
un hombre del tipo britnico, pero tambin a un cristiano y un aguerrido general con la
tcnica romana, tratando de llevar adelante a toda la sociedad y casi consiguindolo.
Debi de haber celos por parte de su familia britnica, y la seccin romanizada (los
Lanzarotes y los Lionel) miraran con desprecio a los bretones. Por esto Kay es siempre
representado como un patn; forma parte del esfuerzo nativo. Y siempre esta atraccin
hacia atrs, esta especie de vuelta al druidismo.
Y dnde estara Merln?
S, esta es realmente la figura interesante. Fracas todo porque l muri tan pronto?
No le ha parecido nunca raro pensar en la extraa figura de Merln? No es malo, y, no
obstante, es un mago. Es evidentemente un druida, y, sin embargo, sabe cuanto hace
referencia al Graal. Es el hijo del diablo, pero entonces viene Layamon a decirnos que el
ser que procre a Merln poda perfectamente no ser malo. Recuerda: Vivan en el cielo
diferentes especies de seres. Algunos de ellos eran buenos y otros practicaban el mal.
Es verdaderamente intrigante. No haba pensado nunca en ello.
A menudo me he preguntado dijo el doctor Dimble si Merln no representa el
ltimo vestigio de algo que la tradicin posterior ha olvidado completamente, algo que
result imposible cuando la nica gente que estaba en contacto con lo sobrenatural fue
siempre blanca o negra, sacerdote o brujo.
Es una idea horrenda dijo mistress Dimble, que observaba que Jane pareca
preocupada. En todo caso, Merln existi hace mucho tiempo, si es que existi alguna
vez, y est muerto y enterrado en seguridad bajo el Pozo de Bragdon, como sabemos muy
bien.
Enterrado, pero no muerto, segn la tradicin corrigi el doctor Dimble.
Oh! exclam Jane involuntariamente, mientras el doctor segua reflexionando en
voz alta.
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C. S. Lewis
sendero que cruzaba los terrenos comunales; pas por donde estaban los asnos y los
gansos, teniendo las torres y las agujas de las iglesias de Edgestow a su izquierda y el
viejo molino de viento a su derecha, recortndose en el horizonte.
Dos - Cena con el Subdirector
I
ESTO es un golpe fuerte! dijo Curry de pie ante la chimenea, en sus magnficas
habitaciones que dominaban Newton. Eran las mejor situadas del colegio.
Algo de N.O.? dijo James Busby. l, lord Feverstone y Mark estaban tomando
unas copas de oporto antes de cenar con Curry. N.O., iniciales de Non Olet, era el
sobrenombre de Charles Place, el Rector de Bracton. Su eleccin para este puesto, hara
unos quince aos, haba sido uno de los primeros triunfos del Elemento Progresivo. A
fuerza de decir que el Colegio necesitaba sangre nueva y que deba ser sacado de sus
cauces acadmicos, haban conseguido llevar all a un viejo funcionario civil, que
ciertamente no haba sido contaminado jams de debilidad acadmica desde que sali de
su obscuro colegio de Cambridge durante el siglo pasado, pero que haba escrito un
monumental reportaje sobre la Salubridad Nacional. El tema lo haba recomendado
eficazmente al Elemento Progresivo. Lo consideraban como una bofetada a los dilettanti y
a los duros de pelar, que contestaron bautizando al nuevo Rector con el nombre de Non
Olet. Pero, paulatinamente, incluso los que apoyaban a Place adoptaron el sobrenombre.
Porque Place no haba respondido a sus esperanzas, habiendo resultado ser un
dispptico aficionado a la filatelia, cuya voz se oa tan raramente que algunos de los
Miembros jvenes ignoraban el sonido que tena.
S, maldito sea! dijo Curry. Quiere verme despus de cenar para un asunto de
suma importancia.
Esto quiere decir dijo el Tesorero que Jewel y Compaa han ido a verlo y
quieren encontrar alguna manera de echar atrs todo este asunto.
Esto me tiene sin cuidado repuso Curry. Cmo quiere volver atrs de un
acuerdo? No es eso. Pero es suficiente para estropearme la noche.
Pero la nuestra, no dijo Feverstone. No olvide dejarnos su botella de coac antes
de marcharse.
Jewel! Vlgame Dios! exclam Busby, enterrando la mano izquierda en la barba.
Me dio mucha pena el viejo Jewel dijo Mark. Tena sus razones de diversa ndole
para decir esto. Para hacerle justicia, hay que decir que la inesperada y aparentemente
innecesaria brutalidad de Feverstone con el anciano le haba dolido mucho. Y, adems, la
idea de su deuda con Feverstone en la cuestin de su nombramiento lo haba
atormentado todo el da. Quin era aquel Feverstone? Pero, paradjicamente, aun
cuanto senta que haba llegado el momento de afirmar su propia independencia y
demostrar que su asentimiento a todos los mtodos del Elemento Progresivo no deba ser
dado por descontado, crea tambin que una cierta independencia lo elevara a una ms
alta posicin en el seno de este mismo Elemento. Si la idea Feverstone tendr ms alta
opinin de ti si le muestras los dientes se le hubiese ocurrido, probablemente la habra
desechado como servil; pero no se le ocurri.
Le dio pena Jewel? dijo Curry dando media vuelta. No dira usted eso si supiera
cmo era en sus primeros tiempos.
Estoy de acuerdo con usted dijo Feverstone dirigindose a Mark, pero en este
caso tomo el punto de vista de Clausewitz. La guerra total es la ms humana, al final. Lo
he hecho callar en el acto. Ahora que le ha pasado la impresin, est muy contento porque
le he confirmado plenamente lo que lleva cuarenta aos diciendo respecto a la generacin
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Podra un libro cualquiera sobre economa ser comparado con una cosa como sta?
prosigui. Yo lo considero el ms grande triunfo del idealismo prctico que este siglo
ha visto.
El buen vino comenzaba a surtir su efecto. Todos conocemos el tipo de clrigo que
tiende a olvidar su indumentaria clerical despus del tercer vaso; pero la costumbre de
Busby era a la inversa. Era despus del tercer vaso cuando comenzaba a recordar su
indumentaria. Mientras el vino y la luz de las velas iban soltando su lengua, el clrigo que
aun lata en l despus de treinta aos de apostasa empezaba a despertarse con una
especie de galvnica y extraa vida.
Como saben ustedes, amigos mos dijo, no tengo pretensiones ortodoxas. Pero
si la religin hay que entenderla en su sentido ms profundo, no tengo inconveniente en
declarar que Curry, al traer el I.N.E.C. a Edgestow, ha hecho ms por ella en un ao que
Jewel en toda su vida.
Bien dijo Curry modestamente, eso es precisamente una de las cosas que
esperaba. No podra expresarme como usted lo ha hecho, James...
No, no dijo el Tesorero, desde luego. Cada uno de nosotros tenemos diferentes
lenguajes; pero, en el fondo, todos queremos decir lo mismo.
Ha averiguado alguien pregunt Feverstone qu es exactamente el I.N.E.C. y
qu pretende hacer?
Curry lo mir con expresin sorprendida.
Me parece extrao que pregunte usted eso, Dick dijo. Cre que estaba metido
tambin en ello...
No cree que es un poco ingenuo dijo Feverstone suponer que el hecho de estar
metido en una cosa implica el conocimiento exacto de su programa oficial?
Oh! En fin, si se refiere a los detalles... dijo Curry y se detuvo.
Desde luego, Feverstone dijo Busby, hace usted un gran misterio de nada. Yo
crea que los propsitos del I.N.E.C. eran muy claros. Es el primer intento de tomar en
serio la ciencia aplicada desde el punto de vista nacional. La diferencia en escala entre
esto y todo lo que se ha hecho hasta ahora representa una diferencia de especie. Slo
los edificios, slo los aparatos! Piense en lo que ha hecho ya por la industria. Piense en
cmo movilizar todos los talentos del pas; y no slo los talentos cientficos en su sentido
ms estrecho. Quince directores de departamento con quince mil libras anuales cada
uno! Con su servicio legal autnomo! Y su polica, me han dicho! Un personal
permanente de arquitectos, gemetras, ingenieros! Es estupendo!
Carreras para nuestros hijos dijo Feverstone. Ya comprendo...
Qu quiere decir, lord Feverstone? pregunt Busby, dejando su vaso.
Por Dios! exclam Feverstone con la risa en los labios. Qu tontera! Haba
olvidado que tiene usted familia, James.
Estoy de acuerdo con James dijo Curry, que haba estado esperando con cierta
impaciencia poder hablar. El I.N.E.C. marca el comienzo de una nueva era, la era
verdaderamente cientfica. Hasta ahora todo ha sido fortuito. Esto va a colocar la ciencia
misma sobre una base cientfica. Habr cuarenta comits entrelazados que se reunirn
cada da, y tienen un maravilloso dispositivo (me ensearon el modelo la ltima vez que
estuve en Londres) mediante el cual los descubrimientos de cada comit quedan impresos
por s mismos en su pequeo compartimiento de la Tabla de Avisos Analticos cada media
hora. Despus, la memoria llega automticamente a su posicin normal, donde es
conectada por medio de pequeas flechas con las partes principales de las dems
memorias. Una mirada a la tablilla muestra la poltica de todo el Instituto tomando forma
bajo sus propios ojos. Habr un personal de veinte tcnicos por lo menos en lo alto del
edificio, trabajando en esa Tabla de Avisos en una habitacin parecida a las de control del
Tubo. Es un dispositivo maravilloso. Las diferentes clases de asuntos aparecen en la
19
20
C. S. Lewis
Me parece que Glossop y los dems andan equivocados. Creo que su idea de la
cultura, del conocimiento y de todo lo dems es irreal. No creo que se adapte al mundo en
que vivimos. Es una mera fantasa. Pero es una idea muy clara y la siguen de una manera
consistente. Saben lo que quieren. Pero nuestros dos pobres amigos, a pesar de que
estn persuadidos de tomar el buen tren e incluso de guiarlo, no tienen ni la menor nocin
de hacia dnde los lleva ni por qu. Sudarn sangre por traer el I.N.E.C. a Edgestow; por
esto son indispensables. Pero respecto a cul es el punto de vista del I.N.E.C., a cul es el
punto de vista de algo... pregnteles otra cosa, Pragmatmetros! Quince subdirectores!
En fin, quiz est yo tambin en el mismo error.
En absoluto. Usted lo vio en seguida. Estoy seguro. He ledo todo lo que ha escrito
usted desde que aspir a su nombramiento. De esto es de lo que quera hablarle.
Mark permaneci silencioso. La inquietante sensacin de ser arrancado a un plano
secreto para ser llevado a otro, mezclado con el creciente efecto del excelente oporto de
Curry, le impidi contestar.
Quisiera que entrase usted en el Instituto dijo Feverstone.
Quiere usted decir... abandonar Bracton?
No tiene nada de extrao. En todo caso, no creo que haya aqu nada que le interese.
Haremos Rector a Curry cuando N.O. se retire, y...
Hablan de nombrarlo a usted Rector.
Vlgame Dios! exclam Feverstone mirndolo. Mark comprendi que, desde su
punto de vista, esta proposicin era como ofrecerle el puesto de director de una escuela
de nios idiotas, y dio gracias por no haber hecho esta observacin en un tono que
pudiese ser tomado demasiado en serio. Los dos se echaron a rer le nuevo. Nombrarle
a usted Rector dijo Feverstone sera desperdiciar sus cualidades. Es el cargo ideal
para Curry. Lo har muy bien. Se necesita un hombre a quien gusten estos asuntos y que
tire de la cuerda en inters propio sin preguntar lo que hay detrs. Si llegase a serlo,
empezara por aportar sus propias..., bueno, supongo que le llaman ideas. Tal como es,
basta con que le digamos que cree que Fulano o Mengano es el hombre que el Colegio
necesita, y lo creer. Y desde entonces no descansar hasta que Fulano o Mengano
obtenga su nombramiento. Para eso es para lo que queremos el Colegio; como red de
arrastre, como centro de reclutamiento.
Un centro de reclutamiento para el I.N.E.C., quiere usted decir?
S, en primer lugar. Pero es slo parte del plan general.
No estoy seguro de entender bien lo que quiere usted decir.
Lo entender usted pronto. La cuestin del hogar y todo lo dems, ya sabe usted...
Me parece muy digno del estilo de Curry decir que la humanidad est en una encrucijada.
Pero de momento es la cuestin primordial; de qu lado est uno, si en el obscurantismo o
en el orden. Parece realmente que tuvisemos ahora el poder de exhumarnos como
especies de un perodo vacilante; controlar nuestro propio destino. Si la Ciencia goza
realmente de una libertad, puede ahora tomar en su mano a la raza humana y
reacondicionarla7; hacer del hombre un animal verdaderamente eficiente. Si no la tiene...,
estamos listos.
Siga.
Hay tres problemas principales. Primero, el problema interplanetario.
Qu diablos quiere usted decir?
En fin..., no tiene en realidad importancia. No podemos hacer nada ahora a este
respecto. El nico que poda hacer algo era Weston.
Muri en un bombardeo, verdad?
7 Hay una posible errata en la edicin en papel. El original dice recondicionarla en
lugar de reacondicionarla (Nota del editor digital)
21
C. S. Lewis
psicolgico. Pero al final llegaremos al acondicionamiento bioqumico y a la manipulacin
directa del cerebro.
Pero esto es estupendo, Feverstone!
Es la meta final. Un nuevo tipo de hombre; y la gente como usted es quien debe
empezar a hacerlo.
Ese es el inconveniente. No crea usted que es falsa modestia, pero no veo todava en
qu forma puedo contribuir.
No, pero nosotros s. Es usted precisamente lo que necesitamos; un socilogo
experto con una visin radicalmente realista, sin temor a las responsabilidades. Y,
adems, un socilogo capaz de escribir.
No querr usted que escriba todo esto?
No. Queremos que lo escriba usted disimulado. Slo de momento, desde luego. Una
vez las cosas vayan adelante, no tendremos por qu preocuparnos del gran corazn
del pblico ingls. Haremos de su gran corazn lo que querremos que sea. Pero,
entretanto, tiene gran importancia la forma en que se plantean las cosas. Por ejemplo,
si fuese tan slo insinuado que el I.N.E.C. quiere poderes para hacer experimentos
sobre criminales, tendramos en el acto a toda la gente de edad de ambos sexos
levantando los brazos y aullando en nombre de la humanidad; llmelo usted
reeducacin de lo mal ajustado, y los tendr usted a todos radiantes de gozo al pensar
que la era brutal del castigo retributivo ha tocado por fin a su trmino. Es curioso; la
palabra experimento es impopular, pero no la palabra experimental. No debe usted
hacer experimentos sobre los chiquillos, pero s ofrecerles a los pobrecitos una
educacin gratis en una escuela experimental afecta al I.N.E.C.
No querr usted decir que este lado... periodstico ser mi principal trabajo?
No tiene nada que ver con el periodismo. Sus lectores, en primer lugar, sern los
miembros de la Cmara de los Comunes, no el pblico. Pero esto es slo un aspecto de la
cuestin. Y en cuanto al trabajo en s, pues... es imposible decir en qu forma puede
desarrollarse. Hablando con un hombre como usted no le expongo la cuestin econmica.
Empezar usted por un sueldo modesto; digamos mil quinientas libras al ao.
No pensaba en eso dijo Mark, sonrojndose de emocin.
Desde luego dijo Feverstone. Tengo que prevenirlo. Aqu est el peligro. Todava
no, quiz. Pero cuando las cosas empiecen realmente a marchar es muy posible que est
en el programa el quitarlo de en medio, como al pobre Weston.
No pensaba tampoco en eso dijo Mark.
Esccheme continu Feverstone. Djeme usted que le acompae maana a ver
a John Wither. Me dijo que le llevase a pasar el fin de semana si la cosa le interesaba a
usted. All conocer usted a toda la gente importante y tendr ocasin de decidir lo que
quiera hacer.
Cmo se ha metido Wither en esto? Crea que Jules era la cabeza del I.N.E.C.
Jules era un novelista distinguido y un divulgador cientfico cuyo nombre apareca siempre
ante el pblico relacionado con el nuevo Instituto.
Jules? Si est chiflado! dijo Feverstone. No va usted a imaginar que ese pelele
tiene nada que ver con algo que vaya realmente adelante, verdad? Este sirve para
vender el Instituto al pblico ingls en los peridicos del domingo y ganar un fuerte salario,
pero no vale para el trabajo. No tiene nada en la cabeza, como no sea una serie de ideas
socialistas del siglo XIX relativas a los derechos del hombre. No ha pasado de Darwin.
Es verdad dijo Mark. Incluso me ha sorprendido mucho verlo en la reunin. Bien,
puesto que es usted tan amable, creo que aceptar la invitacin de pasar el fin de semana
con los Whiter. A qu hora saldremos?
Sobre las once menos cuarto. Me han dicho que vive usted del lado de Sandown.
Puedo ir a buscarlo.
23
C. S. Lewis
no, no sobre ella, sino sobre algo mucho ms importante relacionado con ella. Y qu
haba querido decir Mrs. Dimble con su Estarn all. La esperan a usted? Horribles,
infantiles, nocturnas visiones de ellos esperndola pasaron por su mente. Vio a miss
Ironwood vestida de negro, sentada, con las manos cruzadas sobre sus rodillas, y a
alguien que la llevaba a presencia de miss Ironwood, deca Ha venido y se retiraba
dejndola all.
A paseo los Dimble!, se dijo Jane abandonando la idea, ms por miedo que por
remordimiento. Y ahora que la lnea de la vida haba sido utilizada sin aportar consuelo, el
terror, como insultado por su ftil tentativa de evasin, se arroj de nuevo sobre ella sin
posibilidad de disimulo, y nunca ms pudo recordar si aquel horrible anciano con el manto
se le haba aparecido en un sueo o si slo haba permanecido sentada all, encogida y
con los ojos desorbitados, esperando, esperando, esperando (incluso orando, a pesar de
que no crea en nadie a quien rezarle) que no ocurriera tal cosa.
Y esta es la razn por la cual Mark encontr a la puerta de su casa a Jane en aquel
estado inesperado. Era una lstima, pens, que aquello hubiese ocurrido una noche en
que era tan tarde y l estaba tan cansado y, a decir verdad, no enteramente sereno.
III
Te encuentras completamente bien? pregunt Mark.
S, gracias repuso Jane brevemente.
Mark estaba en la cama tomando una taza de t. Jane se hallaba sentada ante su
tocador, medio vestida, arreglndose el cabello. La mirada de Mark se posaba en ella con
una especie de placer indolente y matinal. Si adivinaba poco respecto a las causas de su
relativa separacin, era en parte debido al incurable hbito de proyeccin de nuestra
raza. Consideramos gentil al cordero porque su lana es suave al tacto; los hombres llaman
voluptuosa a una mujer cuando despierta en ellos sentimientos voluptuosos. El cuerpo de
Jane, suave aunque firme, y delgado aunque redondeado, era algo tan exacto para la
mente de Mark que le hubiera sido imposible no atribuir a Jane las mismas sensaciones
que ella despertaba en l.
Ests segura de que te encuentras bien? pregunt de nuevo.
Completamente bien dijo Jane ms secamente an.
Jane crea estar contrariada porque su cabello no se sostena alto como le gustaba y
porque Mark estaba enfadado. Saba adems, desde luego, que estaba sumamente
contrariada consigo misma por aquella especie de colapso que la haba delatado la noche
anterior, llevndola a lo que ms detestaba: a convertirse en la mujercita temblorosa,
sumida en lgrimas, de la ficcin sentimental, que se arroja en los brazos masculinos en
busca de consuelo. Pero crea que este rencor estaba slo en el fondo de su mente, y no
sospechaba que lata en todas sus venas y le produca en aquel mismo momento una
rigidez en los dedos que haca parecer su cabello indomable.
Porque prosigui Mark si no te encuentras bien podra dejar de ir a ver a ese
Wither.
Jane no contest.
Si voy dijo Mark, tendr necesariamente que estar fuera una noche, quiz dos.
Jane apret un poco ms los labios, pero tampoco dijo nada.
Si fuese dijo Mark, qu te parecera invitar a Myrtle a que venga?
No, gracias repuso Jane con nfasis. Y despus aadi: Ya estoy acostumbrada
a estar sola.
Lo s dijo Mark en tono defensivo. Esto es lo molesto de cmo van ahora las
cosas en el Colegio. Es una de las principales razones por las que pienso en otro empleo.
Jane segua silenciosa.
25
C. S. Lewis
hacer algo. Finalmente, con cierta sorpresa, vio que haba decidido ir hasta St. Anne y ver
a miss Ironwood. Le pareci que haca una tontera.
IV
Un espectador situado a la debida altura sobre Edgestow aquel da hubiera podido ver,
lejos, hacia el sur, un punto que se mova en la carretera principal; y hacia el este, mucho
ms cerca de la cinta plateada del Wynd, avanzando mucho ms lentamente, la columna
de humo de un tren.
El punto hubiera resultado ser el automvil que llevaba a Mark Studdock hacia el Centro
de Transfusin de Sangre de Belbury, donde el ncleo del I.N.E.C. haba establecido
provisionalmente su residencia. El tamao y modelo del coche le haba producido una
favorable impresin en el momento en que lo vio. La tapicera era de una calidad que casi
pareca comestible. Y cuan bella y masculina energa (a Mark le daban asco las mujeres
en aquel momento) se revel en los movimientos de Feverstone cuando se sent al
volante y apret con fuerza la pipa entre sus dientes! La velocidad del coche, incluso en
las estrechas calles de Edgestow, era impresionante, como tambin las lacnicas criticas
de Feverstone sobre los dems conductores y transentes. Una vez pasado el paso a
nivel, ms all del colegio de Jane (St. Elizabeth), empez a demostrar lo que su coche
poda hacer. Su velocidad lleg a ser tan grande que incluso en una carretera casi desierta
los dems conductores, inexcusablemente malos, los transentes medio imbciles, los
campesinos que llevaban algn caballo, la gallina que atropellaron y los perros y las aves
que a juicio de Feverstone tenan una suerte del diablo, parecan sucederse casi sin
interrupcin. Los palos de telgrafo desfilaban raudos; los puentes del ferrocarril pasaban
sobre sus cabezas con un rugido; los pueblos parecan retroceder rpidamente para
reunirse con el campo ya devorado, y Mark, embriagado por el aire y unas veces
fascinado y otras repelido por la insolencia de Feverstone, iba diciendo S, Exacto, Era
culpa suya y dirigiendo disimuladas miradas a su compaero. No haba duda de que
despus de la ampulosa importancia de Curry y del Tesorero, el modo de ser de Mark
resultaba una novedad. La larga nariz y los dientes prietos, las huesudas facciones, la
forma en que llevaba sus ropas, todo deca que haba un gran hombre conduciendo un
gran coche, que se diriga a un lugar donde ocurran grandes cosas. Una o dos veces,
cuando el corazn se le subi a la boca, se pregunt si la pericia de lord Feverstone como
conductor justificaba aquella velocidad.
No hay necesidad de tomar en serio un cruce como ste dijo lord Feverstone,
mientras proseguan la marcha despus de la ms peligrosa de las escapadas.
Exacto dijo Mark. No hay que tomarlos por un fetiche.
Conduce usted mucho? pregunt Feverstone.
Sola conducir bastante repuso Mark.
El humo que nuestro imaginario observador hubiera visto hacia el este de Edgestow era
el del tren que llevaba lentamente a Jane Studdock hacia el pueblecillo de St. Anne.
Edgestow, pera los que han llegado all desde Londres, tiene toda la apariencia de una
estacin terminal; pero si se mira alrededor se ve, en una baha, un diminuto tren de dos o
tres vagones y una locomotora, un tren que jadea y suda vapor por debajo de los estribos
y en el cual la mayora de los pasajeros se conocen. Algunos das, en lugar del tercer
vagn de pasajeros, hay un vagn para caballos, y, en la plataforma, canastos llenos de
conejos muertos y volatera viva, hombres con bombines pardos y polainas, y acaso un
terrier o un mastn que parecen estar acostumbrados a viajar. En este tren, que sali a la
una y media, Jane soport las sacudidas y el barullo a lo largo de un malecn, desde el
cual, a travs de algunas ramas desnudas y otras moteadas de hojas rojas y amarillas,
vea el Bosque de Bragdon y ms all; siguieron, a travs de un desmonte, del paso a
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28
C. S. Lewis
encontr en una habitacin de vastos ventanales con un fuego deslumbrante, y fue
presentado a Mr. John Wither, Director Delegado del I.N.E.C.
Wither era un hombre de cabello blanco y corteses modales. Su rostro era ancho y
estaba pulcramente afeitado, con unos ojos hmedos y algo vago y catico en su
expresin. No pareca prestar toda su atencin, y esta sensacin se deba tal vez a su
mirada, porque todos sus ademanes y palabras eran de una cortesa rayana en la efusin.
Dijo que senta un enorme placer en contar con Mr. Studdock.
Esto aumentaba todava la deuda de gratitud que tena con lord Feverstone. Esperaba
que hubiese hecho un buen viaje. Mr. Wither pareca tener la creencia de que haban ido
en avin, y cuando este error fue aclarado supuso que haban viajado en tren. Despus
pregunt si Mr. Studdock haba encontrado confortable su instalacin, y hubo que
recordarle que acababan de llegar en aquel momento. Supongo pens Mark que el
pobre hombre est tratando de hacer que me sienta cmodo. Pero, de hecho, la
conversacin de Mr. Wither estaba precisamente produciendo el efecto contrario. Mark
tena deseos de que le ofreciesen un cigarrillo. Su creciente conviccin de que aquel
hombre no saba una palabra sobre l, e incluso que todas aquellas redes y promesas de
Feverstone tan bien establecidas se estaban disolviendo en aquel momento en una
especie de neblina, era sumamente desagradable. Finalmente decidi armarse de valor y
tratar de llevar a Mr. Wither al punto esencial, dicindole que no vea an muy claro en qu
funciones poda l ser de alguna utilidad en el Instituto.
Le aseguro a usted, Mr. Studdock dijo el director delegado con una inusitada
expresin de lejana en los ojos, que no tiene usted que temer ninguna... la ms ligera
dificultad sobre este punto. No tuvimos jams la intencin de circunscribir sus actividades
y su influencia general en poltica, y mucho menos sus relaciones con sus colegas y lo que
en general podra llamar los trminos de referencia bajo los cuales colaborar usted con
nosotros, sin la ms plena consideracin de sus puntos de vista y, desde luego, su propia
opinin. Ver usted, Mr. Studdock, que formamos, si me permite expresarme as, una
familia muy feliz.
Oh!, no interprete mal mis palabras, seor dijo Mark. No quise decir eso. Quise
nicamente decir que me gustara tener una ligera idea de cul ser exactamente mi
trabajo si me uno a ustedes.
Bien, precisamente ahora que habla usted de unirse a nosotros dijo el director
delegado, esto suscita un punto sobre el que espero no hay equvoco alguno. Creo que
estamos de acuerdo en que no debe suscitarse la cuestin de residencia... en este
momento. Creemos unnimemente que debe usted tener entera libertad para trabajar
donde le plazca. Si tiene usted inters en vivir en Londres o en Cambridge...
En Edgestow interrumpi lord Feverstone.
Ah, s, Edgestow! dijo el director delegado volvindose y dirigindose a Feverstone
. Estaba precisamente explicando a mister... Studdock, y estoy seguro de que estar
usted de acuerdo conmigo que no hay nada ms ajeno a la intencin del comit que dictar
en cualquier forma, o incluso aconsejar, dnde mister..., donde su amigo tiene que vivir.
Desde luego, dondequiera que viva pondremos transporte areo y por carretera a su
disposicin. Me atrevo a esperar, lord Feverstone, que le habr usted explicado que todas
estas cuestiones sern zanjadas y establecidas sin la menor dificultad.
Verdaderamente, seor dijo Mark, no pensaba en todo esto. No tengo..., quiero
decir, no tendra el menor inconveniente en vivir en cualquier parte; slo deseaba...
El director delegado lo interrumpi, si es que una cosa tan suave como la voz de Mr.
Wither poda ser llamada interrupcin.
Le aseguro a usted, mister..., le aseguro a usted, seor, que no hay el menor
inconveniente en que resida usted en el sitio que quiera. No hubo jams, en ningn
momento, la menor sugestin...
29
30
C. S. Lewis
Y bien? pregunt Mark. Cundo conocer mi suerte? Quiero decir, he
conseguido el empleo?
Hola, muchacho! exclam sbitamente Feverstone dirigindose a un hombre que
estaba abajo, en el hall. Un momento despus llegaba al pie de las escaleras, estrechaba
calurosamente la mano de su amigo y desapareca con l. Mark, siguindolo ms
despacio, lleg al hall, silencioso, solitario y semi inconsciente en medio de los grupos de
hombres que hablaban, dirigindose todos hacia la puerta cubierta por grandes cortinajes
que haba a la izquierda.
II
Aquella estancia all, aquel preguntarse qu hacer, aquel esfuerzo por parecer natural y
no atraer la mirada de los desconocidos, le pareci interminable. El ruido y los agradables
olores que llegaban por las puertas le decan claramente que la gente iba a almorzar. Mark
vacilaba, incierto de su propia situacin. Finalmente decidi que no deba permanecer ms
tiempo de aquella forma, con aspecto atontado, y entr.
Haba tenido la esperanza de que habra varias mesitas pequeas ante una de las
cuales podra sentarse solo. Pero slo haba una mesa grande, tan llena ya de gente que
despus de buscar en vano a Feverstone tuvo que sentarse al lado de un desconocido.
Supongo que puede uno sentarse donde quiera, verdad? pregunt, pero el
desconocido no pareci orlo. Era un tipo bullicioso que coma muy de prisa sin dejar de
hablar al mismo tiempo con su vecino del otro lado.
Esa es la cosa deca. Como le he dicho, a m me es igual la forma en que lo
establezcan. No tengo inconveniente en que los del I.J.P. se hagan cargo de este asunto
si es lo que el D.D. quiere, pero lo que no me gusta es que haya un solo responsable de
ello cuando la mitad del trabajo est hecho por alguien ms. Como le he dicho, ahora
tienen ustedes tres H.D. disputando unos con otros por un trabajo que en realidad podra
realizarlo un empleado. Ya va siendo ridculo. Mire lo que ha ocurrido esta maana. La
conversacin continu en este tono durante toda la comida.
A pesar de que la comida y la bebida eran excelentes, Mark experiment un cierto alivio
cuando vio que la gente comenzaba a levantarse de la mesa. Siguiendo el movimiento
general, cruz nuevamente el hall y entr en un gran saln donde se estaba sirviendo el
caf. All, por fin, vio a Feverstone. Desde luego, hubiera sido difcil no darse cuenta de su
presencia, porque formaba el centro de un grupo y se estaba riendo ruidosamente. Mark
haba querido aproximarse a l, aunque no hubiese sido ms que para saber si contaban
con l aquella noche y, en caso afirmativo, qu habitacin le haba sido destinada. Pero el
grupo que rodeaba a Feverstone era difcil de franquear. Se dirigi a una de las diversas
mesas y comenz a hojear las brillantes pginas de un semanario ilustrado. Cada pocos
segundos levantaba la vista para ver si era posible cambiar dos palabras con Feverstone.
La quinta vez se encontr frente a uno de sus colegas de Bracton, llamado William
Hingest. El Elemento Progresivo lo llamaba, si bien a sus espaldas, Bill el Aguacero.
Hingest no haba asistido, como Curry haba supuesto, a la reunin del Colegio, y casi
no se hablaba con Feverstone. Mark se dio cuenta con cierto temor que all tena a un
hombre en contacto directo con el I.N.E.C., un hombre que parta, por decirlo as, de un
punto ms lejano que Feverstone. Hingest, que era fsicoqumico, era uno de los dos
hombres de ciencia de Bracton cuya reputacin se extenda fuera de Inglaterra. Espero
que el lector no se habr engaado creyendo que los Miembros de Bracton eran una
entidad especialmente distinguida. No tenia ciertamente el Elemento Progresivo la
intencin de elegir mediocridades, pero su resolucin de elegir hombres indicados
limitaba cruelmente el campo de sus elecciones, y, como dijo Busby una vez, es
31
32
C. S. Lewis
En realidad dijo Mark, no he tomado todava ninguna decisin definitiva. Le
haban enseado a considerar a Hingest como un reaccionario empedernido. No s
todava cul ser mi cometido si me quedo aqu.
Cul es su especialidad?
Sociologa.
Ah! dijo Hingest. En este caso, le puedo sealar en seguida el hombre de quien
depender usted. Es uno llamado Steele. Est all, cerca de la ventana. Lo ve usted?
Quiz podra usted presentarme.
Entonces, est usted decidido a quedarse?
No s. Creo que, por lo menos, tendra que conocerlo...
Perfectamente dijo Hingest. No es asunto mo. Y con voz fuerte llam:
Steele!
Steele se volvi. Era un hombre alto, con un rostro en el que no se conceba una
sonrisa, con una expresin que, a pesar de ser caballuna, tena unos labios gruesos y
protuberantes.
Le presento a Studdock dijo Hingest, el nuevo colaborador de su departamento
. Y dio media vuelta.
Oh! exclam Steele. Y despus de una pausa aadi: Ha dicho mi
departamento?
Esto es lo que ha dicho contest Mark intentando sonrer. Pero quiz no me haya
entendido. Paso por socilogo..., si esto puede darle alguna luz.
Yo soy H.D. en sociologa, es verdad dijo Steele. Pero esta es la primera vez que
oigo hablar de usted. Quin le ha dicho que viniese aqu?
Pues..., en realidad dijo Mark, todo esto es todava muy vago. Acabo de tener
una conversacin con el director delegado, pero no hemos entrado en detalles.
Cmo ha conseguido verlo?
Lord Feverstone me ha presentado.
Steele lanz un ligero silbido.
Oiga, Cosser dijo llamando a un hombre pecoso que pasaba por all, escuche
esto. Feverstone acaba de soltarnos a este amigo en nuestro departamento.
Lo presenta directamente al D.D. sin decirme una sola palabra de ello. Qu le parece
a usted?
Vlgame Dios! exclam Cosser, sin hacer caso apenas de Mark, pero mirando
fijamente a Steele.
Lo siento dijo Mark un poco ms secamente y con voz ms fuerte de la que hasta
entonces haba empleado. No se preocupen ustedes. Por lo visto, me han colocado en
una falsa posicin. Debe de haber habido alguna confusin. En realidad, no hago de
momento sino echar un vistazo. No tengo, ni mucho menos, la certeza de quedarme.
Ninguno de los dos hombres pareci enterarse de esta afirmacin.
Es muy digno de Feverstone dijo Cosser a Steele.
Steele se volvi hacia Mark.
No le aconsejara que hiciese usted mucho caso de lo que Feverstone dice aqu
observ. No es asunto suyo.
De lo nico que me quejo dijo Mark deseando poder evitar sonrojarse es de
haber sido colocado en una falsa posicin. Slo he venido como experimento. Es para m
completamente indiferente aceptar un puesto en el I.N.E.C. o no.
Ve usted? dijo Steele a Cosser. En realidad no hay sitio en nuestro ramo,
especialmente para un hombre que no conoce el trabajo. A menos que lo pongan en el
U.L.
Es verdad dijo Cosser.
33
C. S. Lewis
S repuso la mujer sin abrir ms la puerta ni dejarle paso.
Quisiera verla, por favor dijo Jane.
Est usted citada? pregunt la mujer alta.
Pues..., no, exactamente repuso Jane. Me ha mandado aqu el doctor Dimble,
que conoce a miss Ironwood. Me ha dicho que no necesitaba pedirle hora.
Oh!, si viene usted en nombre del doctor Dimble ya es otra cosa dijo la mujer.
Entre. Espere un momento a que cierre esto. Ya est. No hay sitio para dos en este
sendero, de manera que tendr que excusarme usted si paso delante.
La mujer la llev por un sendero embaldosado que segua un muro junto al cual crecan
rboles frutales, y despus doblaron hacia la izquierda por otro caminito cubierto de
musgo con grandes agracejos a ambos lados. Luego llegaron a una extensin de csped,
en el centro del cual haba un columpio y ms all un invernculo. All se encontraron en
una especie de casero, como ocurre muchas veces en los aledaos de los grandes
jardines; avanzaron por un ancho camino que tena un henil y un establo a cada lado y,
ms all, otro invernculo, una caseta para las macetas y una pocilga, habitada, segn
delataban el olor y los desagradables gruidos. Despus siguieron diversos senderos
estrechos por entre un huerto de verduras que trepaba por la ladera de una colina, lleno
de arbustos de rosas, desnudos y llenos de pas en su invernal indumentaria. Al llegar a
determinado lugar siguieron un sendero formado de sencillas planchas. Esto le record
algo a Jane. Era como... como... S, era como el jardn de Peter Rabbit. O era como el
del Romance de la rosa? No, no era nada parecido, realmente. O como el jardn de
Klingsor? O el de Alice? O como el jardn de la cumbre de algn escarpado pico de
Mesopotamia que ha dado origen a toda la leyenda del Paraso? O sencillamente como
todos los jardines amurallados? Freud dice que nos gustan los jardines porque son
smbolos del cuerpo femenino. Pero esto puede ser el punto de vista del hombre.
Probablemente los jardines tienen otro significado en los sueos de las mujeres. Pero, lo
tenan? Se interesaban tanto los hombres como las mujeres por el cuerpo femenino e
incluso, aunque parezca ridculo, casi de la misma forma? Una frase acudi a su memoria:
La belleza femenina es la raz del placer en la mujer tanto como en el hombre, y no por
simple accidente la diosa del Amor es ms antigua y ms fuerte que el dios. Dnde
diablos haba ledo esto? Pero, incidentalmente, cuntas espantosas tonteras haba
estado pensando desde haca un rato! Alej todas aquellas ideas sobre los jardines y
decidi serenarse. Una curiosa sensacin de hallarse en terreno hostil, o por lo menos
ajeno, la hizo recurrir a todas sus fuerzas. En aquel momento salan de una plantacin de
rododendros y laureles y se detenan ante una puertecilla que se abra en el largo muro de
una casa, al lado de la cual haba un barril lleno de agua. En aquel momento se cerr de
golpe una ventana del primer piso.
Un momento despus, Jane se encontraba en una gran habitacin escasamente
amueblada en la que haba una estufa. El suelo estaba casi desnudo, y las paredes, por
encima del arrimadero que llegaba a la altura del pecho, eran de un yeso gris blanquecino
que tena un aspecto severo y conventual. El paso de la mujer alta se perdi en los
corredores, y la habitacin qued silenciosa. De vez en cuando se oa el graznar de
algunas cornejas. Ya estoy metida en esto pens Jane. Tendr que contarle a esta
mujer mi sueo, y me har toda clase de preguntas. Siempre se haba considerado, en
general, como una persona moderna capaz de hablar sin embarazo de cualquier cosa;
pero en aquel saln la cosa pareca diferente. En su conciencia comenzaban a penetrar
toda clase de secretas reservas sobre su programa de franqueza; cosas que, ahora se
daba cuenta, haba puesto aparte para no ser nunca dichas. Era sorprendente que muy
pocas de ellas estuviesen relacionadas con el sexo. En casa de los dentistas se dijo
Jane hay por lo menos revistas ilustradas en la sala de espera. Se levant y abri el
nico libro que haba encima de la mesa del centro de la habitacin. Instantneamente sus
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C. S. Lewis
inmensamente fuertes. Se crispaban cada vez ms, hasta que los nudillos se pusieron
blancos y las venas sobresalieron en el dorso de la mano; finalmente, como bajo la
influencia de una violenta emocin, rompieron el lpiz en dos pedazos. Fue entonces
cuando Jane se detuvo, atnita, y levant la vista hacia el rostro de mis Ironwood.
Le ruego que contine, seora dijo miss Ironwood.
Jane prosigui su historia. Cuando hubo terminado, miss Ironwood le hizo un par de
preguntas, despus de lo cual permaneci silenciosa tanto tiempo que Jane pregunt:
Ocurre algo que sea grave para m?
No ocurre nada grave para usted repuso miss Ironwood.
Cree usted que me pasar?
No podra decrselo. Ms bien dira que probablemente no.
Entonces, no puede hacerse nada? Eran unos sueos horribles, de una realidad
espantosa, no como los sueos habituales.
Lo comprendo perfectamente.
Hay alguna manera de curarme?
La razn por la cual no puede usted curarse es porque no est enferma.
Pero debo de tener algo que no est bien. No es natural tener sueos de esta
naturaleza.
Hubo una pausa.
Creo dijo miss Ironwood que ser mejor que le diga toda la verdad.
Oh, s, s! exclam Jane con voz alterada. Las palabras de su interlocutora la
haban asustado.
Y empezar dicindole contest miss Ironwood que es usted una persona mucho
ms importante de lo que imagina.
Jane no dijo nada, pero pens: Me est halagando. Se figura que estoy loca.
Cul era su nombre de soltera? pregunt miss Ironwood.
Tudor dijo Jane. En cualquier otro momento hubiera dicho esto descuidadamente,
porque tena mucho empeo en no parecer vanidosa de su ascendencia.
De la rama del Warwickshire de la familia?
S.
Ha ledo usted alguna vez un pequeo libro (tiene slo unas cuarenta pginas),
escrito por uno de sus antepasados, sobre la batalla de Worcester?
No. Mi padre tenia un ejemplar, el nico ejemplar, creo que deca. Pero no lo le
jams. Se perdi cuando la casa se vino abajo despus de su muerte.
Su padre se equivocaba al creer que era un ejemplar nico. Hay dos ms. Uno est
en Amrica y el otro en esta casa.
Y bien?
Su antepasado hace un relato minucioso y exacto de la batalla, la cual, dice, termin
el mismo da en que haba empezado. Pero no tom parte en ella. A la sazn estaba en
York. Jane, que no haba puesto mucha atencin, mir a miss Ironwood. Si deca la
verdad, y nosotros creemos que la deca, lo so. Comprende usted?
So la batalla?
S. Pero la so con exactitud. Vio la verdadera batalla en sueos.
No veo la relacin...
La visin (la facultad de soar cosas reales) es hereditaria dijo miss Ironwood.
A Jane le pareca que algo le impeda respirar. Tena la sensacin de recibir una injuria,
la cosa que ms detestaba; algo que proceda del pasado, algo irracional y no solicitado,
que sala de su antro y se pona en su camino.
Podra probarse? pregunt. Quiero decir que slo contamos con su palabra...
Tenemos sus sueos dijo miss Ironwood. Su voz, siempre grave, se hizo dura.
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C. S. Lewis
Exactamente...
Me gustara haberlo sabido un poco antes dijo Jane framente, levantndose para
marcharse. Temo que haya habido una mala interpretacin. Imagin que el doctor
Dimble trataba de ayudarme.
Y as es. Pero trataba tambin de hacer algo ms importante al mismo tiempo.
Supongo que tengo que estarle agradecida por haber querido ocuparse de m dijo
Jane framente. Y cmo, exactamente, deba ser ayudada... por toda esta clase de
cosas? La tentativa de dar un tono helado a sus palabras se desvaneci al
pronunciarlas, y en su rostro apareci un rubor de clera contenida. Bajo muchos
aspectos, era muy joven.
Mi querida seora dijo miss Ironwood, no comprende usted enteramente la
seriedad de todo esto. Las cosas que usted ha visto conciernen a algo comparado con lo
cual la felicidad e incluso la vida suya y ma no tiene ninguna importancia. Tengo que
rogarle que se enfrente con la situacin. No puede usted liberarse de este don. Puede
tratar de suprimirlo, pero fracasar usted, y pasar terrores espantosos. Por otra parte,
puede usted ponerlo a nuestra disposicin. Si lo hace as, pasar usted mucho menos
miedo a la larga y ayudar a salvar a la raza humana de un gran desastre. O, en tercer
lugar, puede usted hablar de esto con alguien ms. Pero si lo hace, tengo que prevenirla
que casi con certeza caer usted en manos de otra gente que tienen tantos deseos como
nosotros de hacer uso de su facultad y que tendrn el mismo inters por su vida y su
felicidad como por la de una mosca. La gente que ha visto usted en sueos es gente real.
No es nada improbable que sepan que ha estado usted, involuntariamente, espindolos.
Y, en este caso, no descansarn hasta que se hayan apoderado de usted. Le aconsejo,
incluso en inters suyo, que se una usted a nosotros.
Est usted hablando de nosotros. Son ustedes una especie de sociedad?
S. Puede usted llamarlo una sociedad.
Jane llevaba unos minutos de pie. Casi haba credo ya lo que oa. Y entonces,
sbitamente, toda su repugnancia, toda su vanidad herida, todo su resentimiento hacia la
complicacin sin significado en la que pareca estar cogida, todo su desagrado hacia lo
misterioso e inusitado, se apoderaron nuevamente de ella. En aquel momento le pareca
que lo nico que importaba era salir de aquella habitacin y alejarse de la grave y paciente
voz de miss Ironwood. Me he puesto peor todava, pens Jane, considerndose an
como una paciente. En voz alta dijo:
Tengo que marcharme ya. No s de qu est usted hablando. No quiero tener nada
que ver con todo esto.
IV
Mark averigu por fin que esperaban que se quedase, por lo menos aquella noche, y
cuando subi a su habitacin para vestirse para la cena estaba un poco ms alegre. Esto
se deba en parte a un whisky con soda tomado en compaa del Hada Hardcastle un
momento antes, y en parte a que al mirarse al espejo vio que poda quitarse ya del labio el
trozo de tafetn. El dormitorio, con su gran fuego en la chimenea y el cuarto de bao
privado junto a l, tena tambin alguna relacin con ello. Era una suerte que Jane le
hubiese aconsejado la compra de su nuevo traje de etiqueta! Tena buen aspecto,
extendido sobre la cama, y comprenda que el viejo estaba ya fuera de uso. Pero lo que
ms le tranquiliz fue su conversacin con el Hada.
Sera un error decir que le gustaba. Por el contrario, senta por ella esa repugnancia
que un hombre joven siente en la proximidad de algo intensamente, incluso
insolentemente, sexual y al propio tiempo totalmente repulsivo. En su expresin vea algo
que le deca que se haba dado cuenta de ello y lo encontraba divertido. Le cont una
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C. S. Lewis
cosas. Tiene usted que hacerse til. Y no se crea usted todo lo que le digan.
A la hora de cenar, Mark se encontr sentado al lado de Hingest.
Y bien? dijo ste. Lo han atrapado a usted finalmente?
Me inclino a creerlo repuso Mark.
Porque dijo Hingest si cambia usted de parecer, yo me voy esta noche en
automvil y podra llevarlo.
No me ha dicho usted todava por qu nos abandona dijo Mark.
Oh! Bien, depende de lo que a cada uno le guste. Si disfruta usted en compaa de
ese eunuco italiano, del prroco loco y de esa Hardcastle (su abuela le hubiera tirado de
las orejas si hubiera vivido), desde luego no hay nada que decir.
Creo que es difcil juzgarlo desde un punto de vista puramente social. Quiero decir
que esto es algo ms que un club.
Eh? Juzgarlo? Jams he juzgado nada en mi vida, que yo sepa, aparte de una
exposicin de floricultura. Todo es cuestin de gustos. Vine aqu porque cre que tena
algo que ver con la ciencia. Ahora veo que es algo parecido ms bien a una conspiracin
poltica y me voy. Soy demasiado viejo para estas cosas, y si quisiese adherirme a una
conspiracin no sera sta la que elegira.
Quiere usted decir que el elemento del plan social no es de su agrado? Comprendo
perfectamente que no se amolde a su trabajo lo mismo que se amolda a las ciencias como
la sociologa, pero...
No hay ciencias como la sociologa. Y si encontrase que la qumica comenzaba a
adaptarse a una polica secreta dirigida por un marimacho de mediana edad que no usa
cors, y con un plan dedicado a quitarles la granja, la tienda y los hijos a todos los
ingleses, mandara la qumica al diablo y volvera a dedicarme a la floricultura.
Creo entender perfectamente ese sentimiento que se adhiere al hombre comn, pero
cuando se llega a estudiar la realidad como he tenido que estudiarla yo...
Quisiera hacer pedazos todo esto y poner otra cosa en su lugar. Desde luego. Esto
es lo que ocurre cuando se estudia al hombre; encuentra uno la madre del cordero. Pero
yo creo que no puede usted estudiar al hombre. Slo puede usted llegar a conocerlo, lo
cual es una cosa completamente distinta. Porque lo estudia usted, quiere usted que las
clases inferiores gobiernen el pas y oigan msica clsica, lo cual es un contrasentido.
Quiere usted tambin privarlos de todo lo que hace la vida digna de ser vivida, y no slo a
ellos, sino a todo el mundo, excepto a una pequea parte de profesores y pedantes.
Bill! exclam el Hada Hardcastle sbitamente, en una voz tan alta que ni aun l
pudo dejar de orla. Hingest la mir y su rostro adquiri un color rojo obscuro. Es
verdad vocifer el Hada que se va usted en automvil inmediatamente despus de
cenar?
S, miss Hardcastle, es verdad.
Si pudiera usted llevarme...
Estar encantado si vamos en la misma direccin repuso Hingest en un tono que
no daba lugar a dudas.
Dnde va usted?
A Edgestow.
Pasa usted por Brenstock?
No. Dejo la carretera en el cruce de caminos, un poco ms all de la puerta principal
de lord Holywood, y sigo lo que suele llamarse Potter's Lane.
Qu lstima! Tendr que esperar hasta maana por la maana.
Despus de esta conversacin, Mark comenz a charlar con su vecino de la izquierda,
y no volvi a ver a Bill el Aguacero hasta despus de cenar. Llevaba el gabn puesto, a
punto de subir en el coche.
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C. S. Lewis
APENAS haba terminado Jane de poner sbanas limpias en la cama de Mark cuando
lleg Mrs. Dimble cargada de paquetes.
Es usted un ngel dndome hospitalidad esta noche dijo. Creo que he estado en
todos los hoteles de Edgestow. Este pas se est poniendo insoportable. Por todas partes
la misma respuesta. Todo ocupado por esos malditos socios del I.N.E.C. Secretarias aqu,
mecangrafas all, comisiones... Es insultante. Si Cecil no hubiese tenido una habitacin
en el Colegio creo que se hubiera visto obligado a dormir en la sala de espera de la
estacin. Espero solamente que el criado del Colegio haya aireado la cama...
Pero, qu ha ocurrido? pregunt Jane.
Nos han echado, querida.
Pero eso no es posible, Mrs. Dimble! Es decir, no puede ser legal...
Es lo que dice Cecil. Imagnese, Jane. Lo primero que vimos esta maana en cuanto
nos asomamos a la ventana fue un camin en el camino, con las ruedas traseras sobre el
parterre de rosas, descargando un pequeo ejrcito de una especie de criminales con
picos y azadones. En nuestro mismo jardn! Haba un tipo espantoso, pequeo, con una
gorra a cuadros, que hablaba con Cecil sin quitarse el cigarrillo de la boca, es decir, no de
la boca, sino del labio superior, donde estaba pegado con cola. A que no adivina usted lo
que dijo? Pues dijo que no tena inconveniente en que nos quedsemos en nuestra
posesin (de la casa, fjese bien, no del jardn) hasta maana a las ocho. Inconveniente!
Seguramente debe de haber alguna confusin.
Desde luego, Cecil ha llamado al Tesorero. Y, desde luego, el Tesorero estaba fuera.
Esto nos ha llevado casi toda la maana, llamando a todas partes, y, entre tanto, el haya
que tanto le gustaba a usted haba sido cortada de raz, lo mismo que todos los ciruelos.
Si no hubiese estado tan enfadada me hubiera puesto a llorar. Finalmente, Cecil consigui
localizar a Mr. Busby, lo que, naturalmente, no sirvi de nada. Dijo que deba de haber
algn error, pero que no estaba en sus manos hacer nada y que sera mejor que
acudisemos al I.N.E.C. en Belbury.
Desde luego, result absolutamente imposible ponerse en contacto con ellos. Pero a la
hora del almuerzo vimos que no haba posibilidades de quedarse all hasta maana,
pasara lo que pasase.
Por qu no?
Querida, no tiene usted idea de lo que era aquello. Enormes camiones y tractores
pasando continuamente con un estruendo espantoso, y una gra sobre una especie de
vagn de ferrocarril. Si ni nuestro mismo proveedor pudo llegar hasta nosotros! La leche
no lleg hasta las once. La carne la esperamos todava; han llamado esta tarde para decir
que el repartidor no haba conseguido llegar hasta nosotros. Hemos tenido las mayores
dificultades incluso para poder llegar a la ciudad. Hemos tardado media hora desde casa
hasta el puente. Era una pesadilla. Explosiones y ruidos por todas partes; la carretera
prcticamente destrozada, y una especie de campamento de hojalata formndose en el
terreno comunal. Y qu gente! Qu hombres ms horribles! Jams hubiera credo que
tuvisemos trabajadores como aquellos en Inglaterra! Horrible! Horrible! Mrs. Dimble
se abanic con el sombrero que acababa de quitarse.
Y qu van ustedes a hacer? pregunt Jane.
Slo Dios lo sabe! repuso Mrs. Dimble. De momento, hemos cerrado la casa, y
Cecil ha ido a ver a Rumbold, el abogado, para tratar de conseguir que la sellen hasta que
podamos sacar las cosas de all. Rumbold no parece estar muy enterado. Se contenta con
decir que, legalmente, el I.N.E.C. se encuentra en una situacin muy curiosa. Despus de
esto, no s qu vamos a hacer. Por lo que veo, no hay ninguna casa en todo Edgestow. Ni
hablar de ir a vivir por ms tiempo en la parte baja del ro, aunque nos dejasen. Cmo
dice usted? Oh, indescriptible! Todos los lamos talados, todas aquellas casitas tan lindas
que se hallan cerca de la iglesia, derribadas. He encontrado a la pobre Ivy es su Mrs.
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C. S. Lewis
esa costumbre la azoraba a una. No saba dnde mirar y no poda hablar con naturalidad
hasta varios minutos despus que Mrs. Dimble hubiera terminado sus plegarias.
II
Est usted despierta? pregunt en voz baja Mrs. Dimble en medio de la noche.
S contest Jane. Lo siento. La. he despertado a usted? He gritado acaso?
S. Deca usted no s qu de alguien a quien golpeaban en la cabeza.
Los he visto matar a un hombre..., a un hombre con un gran coche que avanzaba por
una carretera en medio del campo. Entonces lleg a un cruce, dobl a la derecha y pas
por delante de algunos rboles. En medio de la carretera haba un hombre que lo detuvo,
moviendo una luz. No he podido or lo que han dicho; estaba demasiado lejos. Deben de
haberlo persuadido a que bajara del coche. Luego empez a hablar con uno de ellos. La
luz daba de lleno sobre su rostro. No era el mismo anciano que he visto en mis otros
sueos. No llevaba barba; slo bigote. Y tena una manera rpida, casi orgullosa, de
comportarse. No le gust lo que el hombre le dijo, y lo tumb de un puetazo. Otro hombre
que estaba detrs de l trat de golpearle con algo en la cabeza, pero el anciano fue ms
rpido y se volvi a tiempo. Entonces fue horrible, pero bonito. Tres hombres cayeron
sobre l, que se defenda contra todos. He ledo cosas parecidas en los libros, pero no me
haba dado cuenta del efecto que hace verlo. Desde luego, al final consiguieron sujetarlo.
Le golpearon la cabeza de una manera terrible con unos objetos que llevaban en las
manos. Lo hacan framente, y al cabo de un rato se inclinaron para ver si realmente
estaba muerto. La luz de la linterna tena un aspecto curioso. Pareca lanzar unas rayas
de luz (como varillas) por todo aquel sitio. Pero tal vez entonces me estuviese
despertando. No, gracias... Estoy perfectamente. Era horrible, desde luego, pero no estoy
verdaderamente asustada... Por lo menos, no tanto como lo haba estado antes. Lo siento
por el pobre viejo.
Cree usted que podr volver a dormir?
Oh, s! Est mejor del dolor de cabeza, mistress Dimble?
Ya se me ha pasado, gracias. Buenas noches.
III
Sin gnero de duda pens Mark, ste tiene que ser el prroco loco de que me
hablaba Bill el Aguacero.
El comit de Belbury no se reuna hasta las diez y media, y desde que termin de
desayunar estaba paseando con el reverendo Straik por el jardn, a pesar de la hmeda y
cruda maana. Desde el primer momento en que se haba unido a l, sus ropas radas,
sus gastados zapatos, su deshilachado cuello clerical, su rostro alargado, sombro, trgico
y mal afeitado, y la amarga sinceridad de su gestos, producan una nota discordante. No
era un tipo que Mark pensase encontrar en el I.N.E.C.
No se imagine usted deca Mr. Straik que me haga ilusiones de realizar nuestro
programa sin dificultades. Habr resistencia. Se mordern la lengua y no se arrepentirn.
No debemos desanimarnos. Afrontaremos estos desrdenes con una firmeza que llevar a
los detractores a decir que los hemos deseado. Dejemos que lo digan. En cierto modo, es
verdad. No forma parte de nuestra misin preservar este organismo del ordenado pecado
que se llama Sociedad. El mensaje que debemos entregar a este organismo es un
mensaje de absoluta desesperacin.
A eso es exactamente a lo que me refera repuso Mark cuando le dije que, a la
larga, su punto de vista y el mo serian incompatibles. La preservacin, que implica un
planeamiento completo, de la sociedad es precisamente la meta que tenemos a la vista.
45
C. S. Lewis
quienes heredarn la tierra (aqu, en Inglaterra, quiz antes de doce meses), los santos y
nadie ms. No sabe usted que juzgaremos a los ngeles? Y sbitamente, bajando la
voz, aadi: La verdadera resurreccin se efecta ahora. La verdadera vida perdurable.
Aqu, en este mundo. Ya lo ver usted.
Oiga dijo Mark, son cerca de las once y veinte. No deberamos ir al comit?
Straik se volvi hacia l en silencio. En parte para evitar prolongar la conversacin
sobre este tema y en parte porque deseaba saber la contestacin, Mark dijo:
Me ha ocurrido una cosa muy molesta: he perdido la cartera. No es que tuviese
mucho dinero en ella (slo unas tres libras), pero haba cartas y papeles. Es una
contrariedad. Cree usted que debera hablar de esto con alguien? Puede usted
decrselo al camarero repuso Straik.
IV
El comit llevaba ya dos horas funcionando bajo la presidencia del director delegado.
Su forma de tratar los asuntos era lenta y complicada, y a Mark, con su experiencia de
Bracton, le pareci que el verdadero trabajo del I.N.E.C. deba ser llevado de otra forma.
Esto fue, desde luego, su creencia, pero era demasiado razonable para suponer que se
encontrara a s mismo tan pronto en el Crculo Interior, o lo que fuese de Belbury, que
correspondiera al Elemento Progresivo de Bracton. Pero esperaba que no le haran perder
demasiado tiempo en comits fantasma. Aquella maana, el asunto de que se trataba era
referente a los detalles del trabajo iniciado ya en Edgestow. Al parecer, el I.N.E.C. haba
obtenido una especie de victoria que le daba el derecho de derribar la pequea capilla
normanda de la esquina. Las objeciones habituales estaban, naturalmente, en la tablilla
dijo Wither. Mark, a quien no le interesaba la arquitectura y que no conoca la otra ribera
del Wynd tan bien como su mujer, dej que su imaginacin divagase. Slo al final de la
reunin, Wither abord un tema mucho ms sensacional. Supona que la mayora de los
presentes haban odo hablar (por qu empezarn siempre as los Presidentes?) de la
lamentable noticia que, sin embargo, crea su deber comunicarles de una manera
semioficial. Haca referencia, desde luego, al asesinato de Mr. William Hingest. Por lo que
Mark pudo deducir de la torturada y alusiva narracin del presidente, Bill el Aguacero
haba sido hallado cerca de su coche con la cabeza destrozada por un instrumento
contundente, en Potter's Lane, sobre las cuatro de la madrugada. Llevaba muerto algunas
horas. Mr. Wither se atreva a suponer que sera un triste consuelo para el comit saber
que la polica del I.N.E.C. se haba personado en el lugar del crimen antes de las cinco, y
que ni las autoridades locales ni Scotland Yard ponan el menor inconveniente en
colaborar plenamente. Crea que si las circunstancias fuesen ms apropiadas habra
propuesto manifestar la expresin de gratitud que todos ellos deban de experimentar
hacia miss Hardcastle y posiblemente felicitarla por la accin conjunta realizada entre sus
fuerzas y las del Estado. Este era uno de los aspectos ms consoladores del triste
acontecimiento y, sugiri, un gran vaticinio para el futuro. Al terminar se oyeron algunos
discretos aplausos que dieron la vuelta a la mesa. Mr. Wither continu hablando ms
extensamente sobre el finado. Todos ellos, dijo, lamentaron mucho la resolucin de Mr.
Hingest de retirarse del I.N.E.C., pese a la plena comprensin de sus motivos; pero todos
saban que aquella separacin oficial no alterara en lo ms mnimo las cordiales
relaciones entre el desaparecido y casi todos crea incluso poder decir todos sin
excepcin sus ex colegas del Instituto. La necrologa (segn la bonita frase de
Raleigh) era un instrumento que el Director Delegado saba pulsar a la perfeccin, de
modo que habl largo y tendido. Termin proponiendo un minuto de silencio en memoria
de William Hingest.
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C. S. Lewis
consternacin que l hubiese podido desear. Y esta vez no eran fingidos. Le explic que
Mr. Hingest haba sido asesinado a primeras horas de la madrugada. El cuerpo fue hallado
cerca de su coche, en Potter's Lane, con la cabeza destrozada. Lo llevaron de Belbury a
Edgestow. Curry iba precipitadamente al Colegio a hablar de esto con el Rector; vena
ahora de la delegacin de polica. Se vea claramente que aquel asesinato era ya un
asunto que perteneca a Curry. Estaba de un modo indefinible en sus manos, y una
grave responsabilidad pesaba sobre l. En otro momento, Jane hubiera encontrado
aquello divertido. Se alej de l en cuanto pudo y fue al Blackie's a tomar una taza de
caf. Senta necesidad de sentarse.
Para Jane, la muerte de Hingest no significaba nada de por s. Haba hablado con l
una sola vez, y estuvo de acuerdo con Mark en que era un viejo desagradable y un
perfecto snob. Pero la certidumbre de que en su sueo haba presenciado un asesinato
real desvaneci como un soplo los esperanzadores auspicios bajo los que haba
empezado la maana. Comprendi claramente que el asunto de sus sueos, lejos de
haber tocado a su fin, no haca sino empezar. Aquella vida modesta pero agradable que se
haba propuesto vivir estaba irremisiblemente destrozada. Sobre vastos y sombros
panoramas se abran unas ventanas que ella era impotente para cerrar. Slo enfrentarse
con esta perspectiva era capaz de volverla loca. Otra alternativa consista en volver a ver
a miss Ironwood. Pero esto pareca ser slo un camino para penetrar ms hondamente en
la obscuridad. Aquel castillo de St. Anne aquella especie de Compaa estaba
mezclado en ello. No quera que la metiesen ms adentro. Era una deslealtad. Y el
asunto era tan absurdo! Era una de esas cosas que, de acuerdo con todas las autoridades
que hasta entonces haba aceptado, no deba ocurrir.
VI
Cosser, el individuo pecoso de pequeo y negro bigote, se acerc a Mark mientras ste
sala del comit.
Usted y yo tenemos algo que hacer dijo. Hemos de redactar una memoria
respecto a Cure Hardy.
Mark se sinti satisfecho al or hablar de algo que hacer. Pero senta un poco zaherida
su dignidad, y en vista de que Cosser no le haba gustado el da anterior, cuando lo
conoci, contest:
Significa eso que al fin pertenezco al departamento de Steele?
Exacto dijo Cosser.
Lo pregunto dijo Mark porque ni l ni usted parecen estar encantados de tenerme
con ustedes. No quisiera meterme a la fuerza, ya lo sabe. Si hablamos francamente, no
tengo ninguna necesidad de entrar en el I.N.E.C.
Bueno, no hable usted de eso aqu dijo Cosser. Vamos arriba.
Estaban hablando en el hall cuando Mark vio a Wither dirigirse pausadamente hacia
ellos.
No sera mejor hablar con l claramente y poner las cosas en claro? sugiri.
Pero el director delegado, despus de haber llegado a diez pies de ellos, sigui otra
direccin. Resoplaba furiosamente y pareca tan sumido en hondas reflexiones que Mark
consider aquel momento inoportuno para una entrevista. Cosser, aun cuando no dijo
nada, pens por lo visto lo mismo, y Mark lo sigui hasta un despacho del tercer piso.
Se trata del pueblecillo de Cure Hardy dijo Cosser cuando se hubo sentado. Toda
esa tierra de Bragdon no ser ms que un fangal en cuanto empiecen a trabajar. No s
por qu diablos quieren ir all. En todo caso, el ltimo plan es desviar el Wynd; bloquear
totalmente el viejo canal que cruza a Edgestow. Mire. Aqu est Shillingbridge, a diez
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C. S. Lewis
Para Mark dependa mucho de la respuesta a esta pregunta. Por ella sabra si estaba
ahora bajo las rdenes directas de Cosser. Si Cosser le deca: No puede usted hacer
eso, sabra por lo menos cul era su posicin. Si Cosser deca que no poda prescindir de
l, mejor todava. Cosser poda contestar asimismo que sera mejor que consultase con el
director delegado. Tambin esto le dara a Mark la seguridad de su posicin. Pero Cosser
dijo simplemente: Ah!, dejando a Mark en la duda de si nadie necesitaba permiso para
ausentarse o si l no estaba lo suficientemente seguro como miembro del Instituto para
que esta ausencia pudiese tener alguna importancia. Despus empezaron a trabajar en la
Memoria.
En ella emplearon el resto del da, de manera que Mark y Cosser bajaron a cenar tarde
y sin cambiarse de traje. Esto le dio a Mark una sensacin muy agradable. Y le gust la
cena, adems. Aunque se hallaba entre hombres que no haba visto nunca hasta
entonces, le pareci conocerlos a todos a los cinco minutos de hablar con ellos, y se
mezcl naturalmente en la conversacin. Empezaba a aprender a banderselas.
Qu bonito es todo esto!, se dijo Mark a la maana siguiente, mientras el coche
abandonaba la carretera general y comenzaba a bajar por el estrecho camino en
pendiente que llevaba al angosto valle donde estaba situado Cure Hardy. Por regla
general, Mark no era muy sensible a la belleza, pero Jane y su amor por sta, haban
despertado en l algo a este respecto. Quiz aquella luz de la maana de invierno lo
afectaba tanto ms cuanto que no le haban enseado nunca a considerarla como
particularmente bella, y, en consecuencia, obraba sobre sus sentidos sin interferencias. El
cielo y la tierra parecan recin lavados. Los campos pardos parecan comestibles, y la
hierba marcaba la ondulacin de las pequeas lomas como el pelo reluciente de la grupa
de un caballo. El cielo pareca ms lejano y ms claro que de costumbre, de manera que
las largas y delgadas franjas de nubes (color de pizarra obscuro resaltaban sobre el azul
del cielo) tenan los bordes tan netos como si hubiesen sido recortados en un cartn. Las
matas eran obscuras y aterciopeladas como un acerico, y cuando el coche se detuvo en
medio de Cure Hardy el silencio que sigui a la parada del motor slo fue roto por el
granizado de algunas cornejas.
Vaya ruido que meten esos pajarracos dijo Cosser. Tiene usted el mapa?
Ahora... Y se puso inmediatamente al trabajo.
Caminaron por la poblacin durante dos horas, y vieron con sus propios ojos todos los
abusos y anacronismos que iban a destruir. Vieron al agricultor recalcitrante y retrgrado y
escucharon su opinin sobre el tiempo. Vieron al indigente prdigamente mantenido
encarnado en un viejo que cruzaba el patio de un hospicio para ir a llenar una tetera, y a
una rentire de edad madura (para empeorar las cosas, llevaba con ella un perro gordo y
viejo) en animada conversacin con el cartero. Mark tena la sensacin de estar de
vacaciones, porque slo durante ellas haba rondado por las poblaciones rurales de
Inglaterra. Por este motivo experimentaba un gran placer. No le pas por alto que el rostro
del agricultor retrgrado era mucho ms interesante que el de Cosser y su voz mucho ms
agradable al odo. El parecido entre la rentire y ta Gilly (cundo9 haba pensado en ella
por ltima vez? Dios mo, qu lejos llevaban estas cosas!) le hizo comprender la
posibilidad de querer a aquella clase de gente. Todo esto no influy en lo ms mnimo en
sus convicciones sociolgicas. Aun cuando hubiese estado libre de Belbury y careciese en
absoluto de ambicin, no hubiera ocurrido de otro modo, porque su educacin haba
producido el curioso efecto de hacer las cosas que lea y escriba ms reales que las que
vea. Las estadsticas acerca de los trabajadores agrcolas eran la substancia; cualquier
labrador, cavador o granjero era la sombra. A pesar de que no se haba dado cuenta
9 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice: cunto haba pensado en
ella por ltima vez? (Nota del editor digital)
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cosas. Como resultado de ello, cuando Jane, que estaba en aquel momento corriendo las
cortinas, oy abrirse la puerta y al levantar la vista vio a Mark, se dio cuenta de la
expresin animada y jocosa de su rostro. S, estaba casi seguro de haber obtenido el
puesto. El salario no estaba definitivamente fijado, pero al da siguiente se tratara de ello.
Era un sitio muy curioso; se lo explicara ms tarde. Pero haba ya conocido a la gente
importante. Wither y miss Hardcastle eran los que verdaderamente contaban.
Tengo que hablarte de esa miss Hardcastle dijo. Es increble.
Jane tena que decidir ms rpidamente lo que le dira a Mark de lo que Mark tuvo que
decidir que le dira a Jane. Y decidi no decirle nada de los sueos ni de St. Anne. Los
hombres detestan a las mujeres a quienes les ocurren cosas inusitadas, especialmente si
son raras y extravagantes. Su resolucin fue fcil de mantener, porque Mark, absorbido
por su propia historia, no le hizo pregunta alguna. Quiz no estuviese enteramente
convencida de todo lo que le dijo. Haba algo vago en todos los detalles. Al principio de la
conversacin le dijo con voz aguda y temerosa (no tena idea de cunto desagradaba a
Mark aquella voz):
Mark, no tendrs que renunciar a tu beca en Bracton?
El contest que no y continu hablando. Lo escuchaba atendindole slo a medias.
Saba que tena a veces ideas grandiosas, y adivin que durante su ausencia haba
bebido bastante ms de lo que beba habitualmente. Y, as, durante toda la velada, el ave
masculina despleg su plumaje y la hembra represent su papel, e hizo preguntas, y se
ri, y fingi mucho ms inters del que realmente senta. Los dos eran jvenes, y si
ninguno amaba mucho al otro, cada uno de ellos senta intensos deseos de ser admirado.
VII
Aquella tarde, los miembros de Bracton. estaban sentados en la Sala Capitular delante
del vino y de los postres. Haban dejado de vestirse de etiqueta para la cena como medida
de economa durante la guerra, y no haban vuelto a adoptar la costumbre todava, de
manera que sus trajes deportivos, de mezclilla, estambre y cheviot, constituan una nota
discordante sobre los obscuros plafones jacobinos, la luz de las velas y la plata de
diferentes pocas. Feverstone y Curry estaban juntos. Desde haca trescientos aos,
aquella Sala Capitular haba sido uno de los lugares ms agradables y tranquilos de
Inglaterra. Estaba situada en Lady Alice, en la planta baja, debajo de la gran sala, y las
ventanas del extremo este daban al ro y al Bosque de Bragdon, a travs de una pequea
terraza en la que los Miembros de Bracton tenan la costumbre de tomar el postre durante
las tardes de verano. A aquella hora y en aquella estacin, las ventanas estaban desde
luego cerradas y las cortinas corridas. Desde el otro lado de ellas llegaban unos ruidos
como jams haba odo aquella vetusta habitacin: gritos y maldiciones, ruidos de
camiones avanzando pesadamente, estridente rumor de motores, sonidos de cadenas,
golpeteo de martillos, rechinar de hierros, silbidos, golpes y toda clase de vibraciones
penetrantes. Saeva sonare verbera, tum stridor ferri tractaeque catenae, como Glossop,
sentado en el extremo ms alejado del fuego, hizo observar a Jewel. Porque tras aquellas
ventanas, escasamente a treinta yardas, en la ribera opuesta del Wynd, avanzaba
paulatinamente la conversin de un antiguo bosque en un infierno de barro y ruido, acero
y cemento. Incluso algunos miembros del Elemento Progresivo los que tenan
habitaciones en aquel lado del Colegio se haban ya quejado de ello. Curry mismo
qued un poco sorprendido de ver la forma en que su sueo se haba convertido en
realidad, pero haca cuanto poda por disimularlo, y a pesar de que su conversacin con
Feverstone tena que ser mantenida a voz en grito, no hizo ninguna alusin a este
inconveniente.
Entonces, es definitivo que Studdock no vuelve? chill.
53
C. S. Lewis
parecan conocer y que todo el mundo escuchaba, y el ftil Telford de la Sala Capitular
de Bracton, lo dej perplejo. Poda ser que los silencios de aquellos ineptos de su
colegio, sus monosilbicas respuestas cuando condescenda a darlas y su vaca
expresin cuando l adoptaba el tono confidencial, tuviesen una explicacin que no se le
haba ocurrido nunca? La fantstica suposicin de que l, Curry, pudiese ser un latoso,
pas con tanta rapidez por su mente que un segundo despus la haba olvidado para
siempre. Adopt la idea mucho menos dolorosa de que aquellos tradicionalistas y
parsitos de la investigacin afectaban mirarlo con desprecio. Pero Feverstone le gritaba
de nuevo.
La semana prxima estar en Cambridge, porque voy a dar una cena. No lo he
mencionado aqu antes porque, en realidad, el Primer Ministro puede asistir a ella, con dos
o tres grandes magnates de la Prensa y Tony Dew. Cmo? S, desde luego, conoce
usted a Tony. Es aquel muchacho moreno que trabaja en el Banco. Laird estar all. Es,
segn creo, pariente lejano del Primer Ministro. Creo que podra usted asistir tambin. S
que David tiene muchas ganar de conocerlo. He odo hablar mucho de usted a un amigo
que sola asistir a sus conferencias. No recuerdo su nombre.
No s, ser un poco difcil. Todo depende del entierro del pobre Bill. Tendr que estar
all, desde luego. Han dicho algo de la instruccin las noticias de las seis?
No las he odo. Pero, desde luego, esto suscita otra cuestin. Ahora que Aguacero
se ha ido a resoplar a un mundo mejor, tenemos dos vacantes.
No oigo nada grit Curry. Es que el ruido aumenta o yo me estoy quedando
sordo?
Oiga, subdirector grit Ted Raynor desde detrs de Feverstone, qu diablos
estn haciendo ah fuera sus amigos?
Es que no pueden trabajar sin chillar de ese modo? pregunt otra voz.
Esto no me parece trabajo ni nada que se le parezca dijo un tercero.
Oiga! exclam Glossop sbitamente. Eso no es trabajar. Eso es divertirse dando
patadas.
Cada vez es peor dijo Raynor.
Un momento despus todos estaban de pie.
Qu ha sido eso? grit uno.
Estn asesinando a alguien dijo Glossop. No hay ms que una manera de
arrancarle a un hombre esos gritos de la garganta.
Dnde va usted? pregunt Curry.
Voy a ver qu pasa repuso Glossop. Curry, vaya y rena a todos los
alborotadores en el Colegio. Que alguien llame a la polica.
Yo no saldra si estuviese en su pellejo dijo Feverstone, que haba permanecido
sentado y se serva otro vaso de vino. Parece que la polica est ya all.
Qu quiere usted decir?
Escuche... Ahora!
Es un taladro infernal.
Escuche!
Vlgame Dios! Cree usted de veras que es una ametralladora?
Mirad! Mirad! chillaron a la vez una docena de voces, mientras se oa una rotura
de cristales y una lluvia de piedras caa en el suelo de la gran sala.
Un momento despus, varios de los Miembros se haban precipitado hacia las ventanas
y abierto los postigos; y all permanecieron todos mirndose unos a otros, sin producir otro
ruido que el de su penosa respiracin. Glossop tena un corte en la frente, y en el suelo
yacan los fragmentos de aquella famosa ventana del ala este en la cual Henrietta Mara
haba grabado una vez su nombre con un diamante.
55
C. S. Lewis
las familias hay incidentalmente rocas, resentimientos y errores de comprensin. Esta es
la causa, mi querido amigo, de que no est libre en este momento... No se marche, mister
Stone. Tengo ms cosas que decirle.
Tal vez sea mejor que vuelva luego dijo Mark.
Pues... quiz, en estas circunstancias... Son sus sentimientos los que tengo en
cuenta, mister Stone... Quiz... El medio usual de verme, mister Studdock, es pedirle a mi
secretario que le fije hora. No es que, lo comprender usted, tenga el menor deseo de
insistir sobre ciertos formulismos ni deje de estar encantado de verle siempre que quiera
usted acudir a mi. Es la prdida de su tiempo lo que tengo deseos de evitar.
Muchas gracias, mister Wither dijo Mark. Ver a su secretario.
El despacho del secretario estaba en la habitacin contigua. Cuando se entraba en l
no se encontraba uno con el secretario, sino con una serie de subordinados separados del
visitante por una especie de mostrador. Mark obtuvo una cita para las diez de la maana
del da siguiente, que era la primera hora que pudieron ofrecerle. En el momento de salir
tropez con el Hada Hardcastle.
Hola, Studdock! dijo sta. Conque rondando por el despacho del director, eh?
Eso no ir bien, ya lo sabe usted...
He decidido dijo Mark que tengo que establecer de una forma definitiva mi
posicin en el Instituto o abandonarlo inmediatamente.
Ella lo mir con una ambigua expresin en la que el humorismo pareca predominar.
Despus, sbitamente, le cogi del brazo.
Mire, muchacho dijo, deje usted todo esto, comprende? No le va a hacer ningn
bien. Venga usted conmigo y hablaremos.
No hay verdaderamente nada de que hablar, miss Hardcastle dijo Mark. La cosa
est clara para m. O tengo aqu un verdadero empleo o me vuelvo a Bracton. La cosa es
sencilla; no s siquiera cul de las dos prefiero, en verdad.
El Hada no contest, pero la firme presin de su brazo oblig a Mark, a menos que
estuviese dispuesto a luchar, a seguir con ella a lo largo del corredor. La intimidad y
autoridad de su presa tena una extravagancia ambigua que hubiera podido igualmente
compararse a la del polica y el prisionero, a la del amante y su querida, a la de la niera y
el chiquillo. Mark tuvo la sensacin de que parecera un tonto si encontraban a alguien.
Ella lo llev a su despacho, que estaba situado en el segundo piso. La oficina exterior
estaba llena de lo que Mark ya saba que se llamaba Waips, o sea, las muchachas de la
Polica Institucional Auxiliar Femenina. Los hombres que pertenecan a la Polica, aun
cuando mucho ms numerosos, raras veces se encontraban dentro del edificio, pero a las
Waips se las vea constantemente ir de un lado para otro por donde miss Hardcastle
apareca. Lejos de compartir las caractersticas masculinas de su jefe, eran, como dijo una
vez Feverstone, femeninas hasta la imbecilidad, pequeas, frgiles y alegres. Mistress
Hardcastle las trataba como si hubiese sido un hombre, y se diriga a ellas con una
galantera entre suave y feroz.
Cocktails, Dolly dijo rpidamente al entrar en la oficina exterior.
Cuando entraron en el despacho interior, hizo sentar a Mark, pero ella permaneci de
pie, de espalda al fuego y con las piernas separadas. Dolly sirvi los cocktails y se retir,
cerrando la puerta. Durante el camino, Mark haba explicado refunfuando los motivos de
su queja.
No haga nada de eso, Studdock dijo miss Hardcastle. Y, en todo caso, no vaya a
molestar al director. Ya le dije que no tiene usted que preocuparse de toda esa gentecilla
del tercer piso con tal de que los tenga de su parte, como ocurre actualmente. Pero no
seguir usted tenindolos si va usted a ellos con quejas.
Ese podra ser un buen consejo, miss Hardcastle dijo Mark, si estuviese
totalmente decidido a quedarme. Pero no es este el caso. Y, por lo que he visto, no me
57
C. S. Lewis
Ya se lo he dicho, Studdock. Alcasan tiene que ser rehabilitado. Hay que convertirlo
en un mrtir, decir que es una prdida irreparable para la especie humana.
Pero, para qu?
Ya empieza usted otra vez! Se queja de no tener nada que hacer, y en cuanto le
sugiero una pequea ocupacin quiere usted en seguida que le expongan todo el plan de
campaa antes de hacerlo. Esto no es sensato. No es la manera de avanzar, aqu. Lo
importante es hacer lo que dicen. Si resulta usted til, pronto comprender lo que ocurre.
Pero tiene que empezar haciendo el trabajo que se le encarga. No parece usted darse
cuenta de lo que somos. Somos un ejrcito.
En todo caso dijo Mark, no soy periodista. No he venido aqu a escribir artculos
para los peridicos. Trat de hacrselo comprender claramente a Feverstone desde el
principio.
Cuanto antes deje de hablar de lo que vino a hacer aqu, ms avanzar usted. Se lo
digo por su bien, Studdock. Sabe usted escribir. Esta es una de las cosas para las que se
le necesita.
En este caso he venido por una mala interpretacin dijo Mark. El halago de su
vanidad literaria, en aquel perodo de su carrera, no compensaba ni remotamente la
insinuacin de que su sociologa careca de importancia. No tengo intencin de pasarme
la vida escribiendo artculos para los peridicos dijo. Y aunque la tuviese, querra
saber muchas ms cosas respecto al I.N.E.C. antes de meterme en un asunto de esta
clase.
No le han dicho que es estrictamente apoltico?
Me han dicho tantas cosas que ya no s qu pensar repuso Mark. Pero no veo
cmo puede iniciarse una campaa periodstica (pues a esto se reduce el plan) sin ser
poltico. Son los peridicos de derecha o de izquierda los que van a publicar ese cuento
sobre Alcasan?
Los dos, querido, los dos contest miss Hardcastle. Es que no entiende usted
nada? No es acaso absolutamente esencial mantener un derecha y una izquierda
erguidas sobre sus espolones, cada una de ellas aterrorizada de la otra? As es como
hacemos nosotros las cosas. Cualquier oposicin al I.N.E.C. representa un feroz ataque a
la izquierda por los peridicos de la derecha, o a la derecha por los de la izquierda. Si la
cosa se hace debidamente, tiene a usted a los dos bandos elevndose uno contra otro en
defensa nuestra, refutando las acusaciones del enemigo. Desde luego, somos apolticos!
El verdadero poder lo es siempre.
No creo que puedan ustedes hacer eso dijo Mark. Por lo menos con los
peridicos que lee la gente educada.
Eso demuestra que est usted todava en mantillas, querido dijo miss Hardcastle
. No se ha dado usted cuenta de que es todo lo contrario?
Qu quiere usted decir?
Pero, hombre, son precisamente los lectores educados los que pueden ser
embaucados. La dificultad la tenemos con los dems. Cundo ha encontrado usted un
obrero que crea en los peridicos? Da por seguro que todo es propaganda y se salta el
artculo de fondo. Compra el peridico para ver los resultados del ftbol, el relato de las
muchachas que se arrojan por las ventanas y los cadveres encontrados en Mayfair. El es
nuestro problema; hay que reacondicionarlo. Pero el pblico culto, la gente que lee los
semanarios ligeros, no necesita ser reacondicionado. Estn ya a punto. Creen cualquier
cosa.
Como individuo de la clase a que se refiere usted dijo Mark sonriendo, no lo creo.
Dios mo! exclam el Hada. Dnde tiene usted los ojos? Mire usted lo que
viene en los semanarios. Mire el Weekly Question. Es un peridico para usted. Cuando el
Ingls Bsico apareci simplemente como invencin de un librepensador de Cambridge no
59
C. S. Lewis
Terrenos Ornamentales de Esparcimiento. Haba rboles por todas partes; caminos
cubiertos de unos guijarros tan redondos que difcilmente poda caminarse sobre ellos;
inmensos macizos de flores, unos romboidales, otros oblongos y algunos en forma de
media luna; plantaciones de esa especie de laurel que parece hecho artificialmente de
metal barnizado y hbilmente pintado; grandes bancos verdes a espacios regulares por
los caminos y avenidas... La impresin general era la de un cementerio. No obstante, por
poco atractivo que fuese, baj de nuevo despus del t, fumando incesantemente, a pesar
de que el viento que soplaba hiciese arder mal su cigarrillo y le diese un ardor terrible en la
lengua. Esta vez se alej hacia la parte posterior de la casa, donde se reunan los edificios
ms nuevos y ms bajos. All qued sorprendido ante un olor a establo y una mezcla de
gruidos, rugidos y gemidos que delataban un considerable nmero de animales. Al
principio no lo comprendi, pero despus record que un inmenso programa de
viviseccin, liberado por fin de los funcionaristas y de la mezquina economa, era uno de
los planes del I.N.E.C. No le haba interesado de una manera particular, y pens
vagamente en ratas, conejos y, eventualmente, algn perro. Pero aquel ruido confuso
sugera algo muy diferente. Mientras permaneca de pie oy una especie de bostezo, e
inmediatamente, como si aquello hubiese sido la seal, estall un estruendo de ladridos,
gritos, sollozos e incluso risas, que chillaban y protestaban durante un momento para
desvanecerse despus en una especie de lamento. Mark no senta el escrpulo de la
viviseccin. Aquel ruido representaba para l toda la grandeza de aquella empresa de la
cual, aparentemente, era probable que le excluyesen. All se hallaban toda clase de seres:
centenares de kilos de animales vivos que el Instituto poda permitirse desgarrar como un
trozo de papel por la mera probabilidad de hacer algn descubrimiento interesante. Deba
conseguir el puesto; deba, de una forma u otra, resolver el problema de Steele. Pero
aquel ruido era desagradable y se alej.
II
Mark se despert al da siguiente con la sensacin de que tendra ms de una valla que
franquear durante el transcurso del da. La primera era su entrevista con el Director
Delegado. A menos de que obtuviese la certeza de un puesto y un salario, cortara toda
relacin entre l y el Instituto. Y despus, cuando llegase a su casa, la segunda valla sera
explicarle a Jane que todo el sueo se haba desvanecido.
La primera niebla verdadera del otoo haba descendido aquella maana sobre Belbury.
Mark desayun con luz artificial. No haban llegado ni el correo ni los peridicos. Era un
viernes, y el criado le entreg la nota de gastos de la parte de la semana que haba
pasado en el Instituto. Se la guard en el bolsillo despus de una rpida mirada, decidido
a que aquello, en todo caso, no sera jams mencionado ante Jane. Ni el total ni los
detalles eran de una cuanta que las mujeres entiendan. Incluso l dud de si no poda
haber algn error, pero estaba todava en esa edad en que un hombre se dejara antes
robar el ltimo penique que discutir una nota. Termin su segunda taza de t, busc los
cigarrillos, no encontr ninguno y pidi un paquete.
La media hora que tuvo que esperar antes de su entrevista con el Director Delegado
pas lentamente. No habl con nadie. Todo el mundo pareca encaminarse
deliberadamente hacia una meta importante y bien definida. Una parte del tiempo lo pas
en el saln, y tuvo la sensacin de que el servicio lo miraba como si no fuese aquel su
sitio. Por fin pudo dirigirse arriba y llamar a la puerta del despacho de Wither.
Fue recibido en el acto, pero la conversacin no era fcil de empezar, porque Wither no
deca nada, y a pesar de que levant la vista en cuanto Mark entr, con una expresin de
soadora cortesa, ni lo miraba directamente ni le invit a sentarse. La habitacin, como
de costumbre, estaba sumamente caliente, y Mark, dividido entre su deseo de poner en
61
62
C. S. Lewis
Tengo aqu una frmula dijo Wither abriendo un cajn que creo no ha sido
todava empleada hasta la fecha, pero que estaba destinada a estos casos. Si quiere
usted estudiarla en un momento libre y est usted satisfecho con ella, podremos firmarla
en cualquier momento.
Y respecto a mister Steele?
En aquel momento entr un secretario y coloc algunas cartas sobre la mesa del
Director Delegado.
Ah, el correo por fin! exclam Wither. Quiz tenga usted tambin cartas que lo
esperan, mister Studdock. Segn creo est usted casado. Y al decir estas palabras una
sonrisa de paternal satisfaccin se extendi por su rostro.
Siento demorarlo, seor, pero, y respecto a mister Steele? dijo Mark. Es intil
que estudie el proyecto de contrato hasta que est establecido este punto. Me vera
obligado a rehusar cualquier situacin que me obligase a trabajar a las rdenes de mister
Steele.
Esto suscita una cuestin muy interesante sobre la cual me gustar tener con usted
una conversacin privada y confidencial en otra ocasin dijo Wither. De momento,
mister Studdock, no considerar como definitivo nada de lo que ha dicho usted. Si quiere
usted venir a verme maana.... Se enfrasc en la carta que acababa de abrir, y Mark,
creyendo que haba conseguido ya bastante de aquella entrevista, sali de la habitacin.
Al parecer, el I.N.E.C. tena empeo en contar con l y estaba dispuesto a pagar un precio
elevado. Ya luchara contra Steele ms tarde; de momento, estudiara la frmula de
convenio.
Baj de nuevo las escaleras y encontr la siguiente carta:
BRACTON COLLEGE
EDGESTOW
20 de octubre de 19...
Mi querido Mark: Todos lamentamos profundamente haberle odo decir a Dick que va
usted a dimitir su puesto en este Colegio, pero tenemos la certeza de que en cuanto a su
carrera se refiere ha tomado la decisin que ms le conviene. Una vez el I.N.E.C. est
instalado aqu, espero poderlo ver tan a menudo como antes. Si no ha mandado ya usted
su dimisin formal a N.O., yo, en su lugar, no tendra prisa en hacerlo. Si escribe usted a
principios del prximo curso, la vacante vendr sobre la mesa en la reunin de febrero y
tendremos tiempo de tener un candidato digno de ser su sucesor. Tiene usted alguna
idea a este respecto? Habl la otra noche con James y Dick de David Laird, a quien
James no haba odo nombrar nunca. No dudo de que conoce usted su obra; podra
usted decirme algo sobre esto y respecto a sus mritos en general? Creo que lo ver la
semana prxima en Cambridge, cuando vaya a cenar con el Primer Ministro y algunos
personajes ms, y quiz podra inducirse a Dick a que invitara igualmente a Laird. Habr
usted odo decir que tuvimos un zafarrancho aqu la otra noche. Parece que hubo una
seria refriega entre los trabajadores y los habitantes de la localidad. La polica del
I.N.E.C., que parece ser bastante nerviosa, cometi el error de hacer una descarga al
aire. La ventana de Henrietta Mara qued destrozada y cayeron algunas piedras en la
Sala Capitular. Glossop perdi la cabeza y quera salir a arengar a la muchedumbre, pero
consegu tranquilizarlo. Esto es estrictamente confidencial. Hay aqu mucha gente
dispuesta o poner el grito en el cielo y a armar un escndalo contra nosotros por haber
vendido el Bosque. Le dejo porque tengo que correr a ocuparme de los preparativos para
el entierro de Hingest. Suyo
63
C. S. Lewis
pienso dejar Edgestow, niguelo rotundamente. Espero que se divierta mucho en
Cambridge. En qu crculos se desenvuelve usted! Suyo,
MARK G. STUDDOCK.
P. S. De todos modos, Laird no hubiera servido. Tuvo un tres, y la nica obra que se ha
aventurado a publicar ha sido considerada como una broma por los escritores de calidad.
Particularmente, no tiene la menor facultad crtica. Puede usted siempre contar con l
para admirar algo que sea totalmente vaco.
El alivio de haber escrito esta carta fue slo momentneo, porque acababa apenas de
cerrarla cuando de nuevo pens en el problema de cmo pasar el resto del da. Decidi
irse a sentar en su cuarto; pero cuando lleg a l encontr la cama deshecha y una
aspiradora en el centro de la habitacin. Por lo visto, no se esperaba que los miembros
estuviesen en sus habitaciones a aquella hora del da. Baj y entr en el saln. La
servidumbre lo estaba limpiando. Fue a la biblioteca. Slo haba en ella dos hombres que
estaban hablando con las cabezas muy juntas. Al verlo entrar se callaron y levantaron la
cabeza, con la esperanza, sin duda, de que se marchase. Fingi haber ido a buscar un
libro y se retir. En el hall vio al propio Steele de pie delante de la tablilla de avisos,
hablando con un hombre de barba puntiaguda. Ninguno de los dos mir a Mark, pero
cuando pas junto a ellos guardaron silencio. Cruz el hall y fingi examinar el barmetro.
Dondequiera que fuese oa puertas que se abran y cerraban, pasos rpidos, alguna
llamada telefnica, en fin, todos los signos de una institucin en pleno rendimiento
llevando una vida laboriosa de la cual l estaba excluido. Abri la puerta principal y mir
hacia fuera; la niebla era densa, hmeda y fra.
Toda narracin es falsa en determinado sentido, en el de no atreverse, aun cuando
pueda hacerlo, a expresar el transcurso del tiempo. Aquel da fue tan largo para Mark que
un relato detallado de l sera ilegible. Unas veces se sentaba arriba al fin terminaron de
arreglar su cuarto, otras sala a la niebla, y en ocasiones entraba en los bares pblicos.
Algunos de ellos estaban llenos de una muchedumbre parlanchina, y durante algunos
minutos intentaba hacer un esfuerzo para no parecer desocupado, para no tener el
aspecto angustiado e inquieto; despus, sbitamente, como llamados por su prximo
deber, toda aquella gente se marchaba bulliciosamente.
Poco despus de almorzar encontr a Stone en uno de los corredores. Mark no se
haba acordado de l desde el da anterior por la maana, pero en aquel momento, al ver
la expresin de su rostro y algo furtivo en sus maneras, comprendi que se encontraba
ante un hombre tan angustiado por lo menos como l. Stone tenia la mirada que Mark
haba visto en los muchachos recin llegados o poco queridos en los colegios, en los
outsiders de Bracton, la mirada que era para Mark el smbolo de sus peores temores,
porque llegar a tener aquella mirada era, en su escala de valores, el mal ms grave. Su
instinto le aconsej no hablar con Stone. Saba por experiencia cuan peligroso es tener
amistad con un hombre que se hunde e incluso ser visto en su compaa; no puede uno
ponerlo a flote y en cambio se puede hundir con l. Pero su intenso deseo de compaa
era tan agudo que, a pesar de todo, esboz una sonrisa angustiada y dijo:
Hola!
Stone tuvo un sobresalto, como si el hecho de dirigirle la palabra fuese la ms horrible
sensacin.
Buenas tardes dijo nerviosamente, tratando de seguir adelante.
Vamos a hablar a algn sitio, si no est usted ocupado dijo Mark.
No s... Es decir..., no estoy seguro del tiempo que tendr libre repuso Stone.
Hbleme de este sitio dijo Mark. Me parece un lugar horrible, pero no he tomado
todava decisin alguna. Venga a mi habitacin.
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C. S. Lewis
Espero que el Colegio no me dar la patada simplemente porque Curry entendi mal
una cosa que miss Hardcastle le dijo a usted...
No puede usted ser privado de una beca, segn los estatutos que conozco, salvo por
razones de inmoralidad.
No, desde luego. No quise decir esto. Me refiero a no ser reelegido cuando me
presente a la reeleccin el prximo curso.
Ah!, ya comprendo...
Y por eso debo confiar en usted para quitarle a Curry esta idea de la cabeza.
Feverstone no contest. Es necesario insisti Mark contra toda prudencia hacerle
ver claramente que todo fue una falsa interpretacin.
No conoce usted a Curry? Desde hace tiempo tiene en movimiento todo el
engranaje de su mquina sobre el problema de su sucesor.
Por eso cuento con usted para pararla.
Conmigo?
S.
Por qu conmigo?
Pues... diablos!, porque usted fue quien primero le meti esa idea en la cabeza...
Sabe usted dijo Feverstone, cogiendo una pasta de t que encuentro el estilo
de su conversacin muy difcil? Va usted a ir a la reeleccin dentro de algunos meses. El
Colegio puede reelegirle o no. Por lo que puedo colegir, est usted ahora tratando de
conquistar mi voto por adelantado. A lo cual, la contestacin adecuada es la que le doy:
Vyase usted al diablo!
Sabe usted perfectamente que no haba ninguna duda sobre mi reeleccin hasta que
le habl usted al odo a Curry.
Feverstone contempl su pasta de t.
Me est usted fastidiando dijo. Si no sabe usted cmo llevar su carrera adelante
en un sitio como Bracton, por qu ha venido usted a molestarme? No soy ninguna
niera. Y por su bien le aconsejo que para hablar con la gente de aqu adopte una forma
diferente de la que est usted empleando conmigo. De lo contrario, su vida podra ser,
empleando las famosas palabras, pobre, ruin, corta y despreciable.
Corta? dijo Mark. Es eso una amenaza? Se refiere usted a mi vida en
Bracton, o en el I.N.E.C.?
Si estuviese en su lugar, no insistira mucho en la distincin.
Me acordar de esto dijo Mark levantndose. En el momento de marcharse no
pudo evitar volverse hacia aquel hombre sonriente y decirle: Usted fue quien me trajo
aqu. Cre que usted, por lo menos, era amigo mo.
Romntico incurable! dijo lord Feverstone, haciendo una mueca y metindose en
la boca la pasta entera.
Y as Mark supo que si perda el puesto de Belbury perdera tambin el de Bracton.
III
Durante aquellos das, Jane estuvo en su casa lo menos que pudo, y permaneci
despierta en la cama, leyendo, cada noche, hasta lo ms tarde posible. El sueo se haba
convertido en su enemigo. Durante el da iba a Edgestow, nominalmente con la intencin
de encontrar a otra mujer que pudiese venir un par de veces a la semana para
reemplazar a mistress Maggs. En una de estas ocasiones tuvo la satisfaccin de encontrar
a Camilla Denniston, que se dirigi hacia ella. Camilla acababa de apearse de un gran
automvil, y un momento despus le present a un hombre alto y moreno que era su
marido. Jane comprendi en el acto que el matrimonio Denniston era de la clase de gente
que le gustaba. Saba que Mr. Denniston haba sido en un tiempo amigo de Mark, pero no
67
C. S. Lewis
Y por qu cambi de nombre?
Tena una hermana casada en la India que se llamaba Mrs. Fisher-King. Muri hace
poco y le dej su cuantiosa fortuna a condicin de que adoptase su nombre. A su manera
era una mujer extraordinaria; amiga del gran mstico cristiano indgena de quien acaso
haya usted odo hablar, el Sura. El Sura tena motivos para creer, o crea tenerlos, que un
gran peligro se cerna sobre la raza humana. Y precisamente antes del final (exactamente
antes de desaparecer) lleg al convencimiento de que llegara a sus fines en esta isla. Y
despus de su desaparicin...
Ha. muerto? pregunt Jane.
No lo sabemos contest Denniston. Unos creen que vive y otros no. En todo
caso, desapareci. Y Mrs. Fisher-King comunic ms o menos extensamente el
problema a su hermano, nuestro jefe. Por esto, en realidad, le leg el dinero. Su deber
era reunir en torno suyo un grupo de gente para vigilar la llegada del peligro y luchar
con l.
No es eso exactamente, Arthur dijo Camilla. Se le dijo que deba reunir una
compaa y que l deba ser el jefe.
No crea tener que llegar hasta este detalle repuso Arthur. Pero estoy de
acuerdo. Y ahora, mistress Studdock, es cuando entra usted en escena.
Jane esper.
El Sura dijo que cuando llegase el momento debamos buscar lo que llam un
vidente, una persona dotada de doble vista.
No que debamos buscar un vidente, Arthur dijo Camilla, sino que aparecera un
vidente y que nosotros o los del otro bando se apoderaran de l.
Y parece continu Denniston dirigindose a Jane que es usted la vidente.
Por favor dijo Jane sonriendo, no quiero hacer un papel tan importante.
No dijo Denniston. Es una suerte innata que posee usted. En el tono de su voz
haba una entonacin de simpata. Camilla se volvi hacia Jane y le dijo:
He deducido por lo que me ha dicho Grace Ironwood que no est usted convencida
de ser una vidente. Es decir, que crea que se trataba de sueos ordinarios. Cree usted
eso todava?
Todo esto es tan extrao y tan... bestial! dijo Jane. Le gustaba aquella gente, pero
su intuicin natural le deca: Ten cuidado. No te dejes atrapar. No te comprometas a nada.
Tienes tu propia vida que vivir. Entonces, un impulso de honradez le forz a aadir: En
realidad, he tenido otro sueo desde entonces. Y ha resultado tambin ser cierto. He visto
un asesinato..., el asesinato de Mr. Hingest.
Ah lo tiene usted dijo Camilla. Oh, mistress Studdock, debe usted estar con
nosotros! Debe usted, debe usted... Esto significa que estamos en la cumbre. No lo ve
usted? Hemos pasado todo este tiempo preguntndonos dnde empezaran exactamente
las complicaciones, y he aqu que sus sueos nos dan un indicio. Ha visto usted algo
ocurrido a pocas millas de Edgestow. En realidad, estamos al parecer en lo ms intrincado
del asunto, sea lo que sea, y no podemos avanzar ni una pulgada sin su ayuda. Es usted
nuestro servicio secreto, nuestros ojos. Todo esto fue establecido mucho antes de que
nosotros naciramos. No lo estropee todo. Por favor, nase con nosotros.
No, Cam, no dijo Denniston. Al Pendragn (al Jefe, quiero decir) no le gustara
que hicisemos esto. Mrs. Studdock debe venir a nosotros libremente.
Pero: dijo Jane, no s nada de todo esto, comprenden? No quiero intervenir en
asuntos que no conozco.
Pero, no ve usted interrumpi Camilla que no puede permanecer neutral? Si no
se entrega usted a nosotros, el enemigo la utilizar.
Las palabras entrega usted a nosotros fueron mal elegidas. Todos los msculos del
cuerpo de Jane se pusieron rgidos. Si su interlocutora hubiese sido una persona que le
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Quiere usted decir que tengo que pedirle permiso a Mark? pregunt Jane con una
risa nerviosa. El resentimiento, que haba ido aumentando y disminuyendo, pero
aumentando cada vez un poco ms de lo que disminua desde haca algunos minutos,
haba ahora desbordado. Todo aquel hablar de promesas y obediencia a un tal Mr.
FisherKing totalmente desconocido la haba repelido. Pero la idea de que aquella misma
persona la mandase a pedir permiso a Mark, como si fuese una chiquilla que pide
autorizacin para ir a una fiesta, era el colmo. De momento, mir a Mr. Denniston con
verdadero desagrado. Lo vio, as como a Mark, y a Fisher-King. y aquel extravagante
faquir, sencillamente como hombres, figuras complacientes y patriarcales, disponiendo a
su antojo de las mujeres como si stas fuesen chiquillos y guindolas como si fueran
rebaos. Y el rey prometi que al que matase el dragn le dara a su hija en matrimonio.
Estaba muy enojada.
Arthur dijo Camilla, veo all un resplandor. Crees que es una hoguera?
S, dira que s.
Tengo los pies fros. Vamos a caminar un poco y a ver el fuego. Me gustara comer
algunas castaas.
Oh!, s, vamos dijo Jane.
Bajaron del coche. Haca ms calor fuera que dentro de l, un calor lleno de olor a
hojas y a humedad y de ruidos de ramas que goteaban. La hoguera era grande y estaba a
medio consumir, un montn humeante de hojas por un lado y grandes cavernas y
acantilados de un rojo brillante por el otro. Se detuvieron junto a ella y estuvieron hablando
de cosas indiferentes durante algn tiempo.
Les dir lo que voy a hacer dijo Jane al final. No me unir a ustedes, pero les
prometo contarles cualquier sueo de esta clase que tenga.
Esplndido! exclam Denniston. Creo que es todo lo que tenemos el derecho de
esperar. Comprendo muy bien su punto de vista. Puedo pedirle otra cosa?
Cul?
Que no mencione nuestro nombre a nadie.
Oh!, desde luego.
Ms tarde, cuando volvieron al coche y emprendieron el regreso, Mr. Denniston dijo:
Espero que los sueos no le preocupen ahora mucho, Mrs. Studdock. No, no quiero
decir que espero que cesen, ni creo que esto ocurra, pero ahora que sabe usted que no
son slo una cosa que ocurre de por s, sino que tienen relacin con el otro mundo, cosas
desagradables, desde luego, pero no ms que muchas que se leen en los peridicos, creo
que los encontrar usted muy soportables. Cuanto menos piense usted en ellos como
sueos y ms como... bueno, como noticias, mejor los soportar usted.
Seis - Niebla
I
UNA noche (que pas casi sin dormir) y medio da siguiente transcurrieron sin que Mark
consiguiese ver de nuevo al Director Delegado. Lleg a l en un estado de nimo deseoso
de conseguir el puesto en las condiciones que fuesen.
Le he trado el formulario firmado, seor dijo.
Qu formulario? pregunt el Director Delegado. Mark vio que estaba hablando
con un Wither completamente distinto. Aquella ausencia mental subsista, pero su cortesa
haba desaparecido totalmente. El hombre lo mir como si saliera de un sueo, como
separado de l por una inmensa distancia, pero con una especie de desagrado lejano que
hubiera podido convertirse en odio si la distancia hubiese disminuido. Sonrea an, pero
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C. S. Lewis
de crepsculo de felicidad; y cuando baj a tomar el t vio que la recompensa a su
sumisin haba empezado ya. El Hada le hizo una sea para que fuera a sentarse a su
lado.
No ha hecho usted nada todava respecto a Alcasan? pregunt.
No dijo Mark, porque no haba decidido quedarme hasta esta maana. Podr
subir esta tarde a ver los datos de que dispone... es decir, por lo que s, porque no he
descubierto todava cul es el trabajo que se espera de m...
Elasticidad, muchacho, elasticidad dijo miss Hardcastle. No lo sabr usted
nunca. Su misin es hacer lo que le digan, y, por encima de todo, no molestar al viejo.
II
Durante algunos das comenzaron a iniciarse paulatinamente algunos avances que ms
tarde llegaron a ser de importancia.
La niebla, que cubra lo mismo a Edgestow que a Belbury, continu hacindose ms
densa. En Edgestow pareca como si subiera del ro, pero en realidad se extenda sobre
todo el corazn de Inglaterra. Cubra con una capa blanca la ciudad, y los muros
goteaban; se podan escribir nombres sobre la humedad de las mesas, y la gente
trabajaba con luz artificial en pleno da. Los operarios que trabajaban en lo que haba sido
el Bosque de Bragdon dejaron de ofender los ojos de los conservadores y se convirtieron
en un mero concierto de golpes, chirridos, gritos, maldiciones y aullidos metlicos de un
mundo invisible.
Algunos se alegraron de que aquella obscenidad quedase oculta, porque la
abominacin reinaba en la otra ribera del Wynd. La presa del I.N.E.C. sobre Edgestow se
intensificaba. Incluso el ro, que fue en un tiempo de un pardo verdoso y mbar con
reflejos plateados y suaves jugueteando y deslizndose por entre las caas y las races,
corra ahora opaco, cubierto de fango, mancillado por un interminable desfile de latas
vacas, trozos de papel, colillas de cigarrillos y fragmentos de lana, variados algunas
veces por las capas irisadas del petrleo. Y al fin la invasin lo franque. El Instituto haba
comprado los terrenos que se extendan hasta la ribera izquierda. Y entonces Busby
recibi instrucciones de ponerse en contacto con Feverstone y un tal profesor Frost como
representantes del I.N.E.C., y se enter por primera vez de que el mismo Wynd deba ser
desviado; no habra ya ro en Edgestow. Esto era estrictamente confidencial, pero el
Instituto tena ya poderes para obligarlo. En este caso, era necesario establecer un nuevo
reajuste de lmites entre el Colegio y el I.N.E.C. Busby se qued con la boca abierta
cuando se enter de que el Instituto quera extenderse hasta los mismos muros del
Colegio. Y por primera vez oy insinuar la idea de una requisicin. El Colegio podra
vender sus propiedades hoy y el Instituto ofrecera un buen precio; de no aceptarlo, les
esperaba el apremio y una simple compensacin nominal. Las relaciones entre
Feverstone y el Tesorero se estropearon durante la conferencia. Se convoc una reunin
extraordinaria del Colegio, y Busby expuso la situacin a sus colegas de la forma ms
halagea posible. Sufri casi un choque fsico por la tempestad de ira que despert. En
vano hizo observar que los mismos que lo estaban insultando en aquel momento eran
aquellos que haban votado la venta del Bosque; pero igualmente en vano lo insultaban. El
Colegio estaba cogido en la red de la necesidad. Vendieron la estrecha franja que
bordeaba el ro y que tanto representaba para ellos. No haba ya ms que una terraza
entre el muro este y el ro. Veinticuatro horas despus, el Instituto franqueaba el
condenado Wynd y converta la terraza en un vertedero. Durante todo el da, brigadas de
trabajadores pasaban por encima de las planchas con pesadas cargas que lanzaban
contra los propios muros del Bracton, hasta que el montn cubri la entabladura que haba
sido la ventana de Henrietta Mara y alcanz casi la ventana este de la capilla.
73
C. S. Lewis
Tuvo peridicamente un sueo en el cual no ocurra exactamente nada. So que estaba
en su cama y alguien colocaba una silla a su cabecera y se sentaba para contemplarla. La
persona tenia en la mano un carnet de notas en el cual, de vez en cuando, anotaba algo.
Por lo dems, permaneca sentada inmvil, pacientemente atenta, como un doctor.
Conoca ya aquel rostro; y lleg a conocerlo perfectamente bien. Usaba lentes, tena las
facciones sumamente bien cinceladas y llevaba una barba en punta. Y era de presumir
si es que poda verla que l deba de conocerla tambin a ella; indudablemente, la
estaba estudiando. Jane no escribi sobre este sueo a los Denniston la primera vez que
lo tuvo. Incluso despus de la segunda vez demor hacerlo hasta que fue demasiado
tarde ya para echar la carta al correo. Tena la leve esperanza de que cuanto ms tiempo
permaneciese silenciosa ms pronto iran ellos a verla. Necesitaba consuelo, pero lo
quera, si era posible, sin ir a St. Anne, sin conocer a aquel Fisher-King y sin ser absorbida
por su rbita.
Entre tanto, Mark segua trabajando en la rehabilitacin de Alcasan. Hasta entonces no
haba visto un expediente policaco, y encontr bastante difcil entenderlo. A pesar de sus
esfuerzos por ocultar su ignorancia, el Hada no tard en darse cuenta. Le pondr a
usted en contacto con el Capitn dijo. El le ensear a manejar las cuerdas. As fue
cmo Mark fue a pasar la mayor parte de sus horas de trabajo con el segundo de a bordo
en la nave de miss Hardcastle, el capitn O'Hara, un hombre alto, de cabello blanco y
bellas facciones, que hablaba de esa forma que los ingleses llaman jerga del sur y los
irlandeses un acento de Dubln que se podra cortar con cuchillo. Pretenda pertenecer a
una vieja familia, y tena un castillo en Castlemortle. Mark no entendi sus explicaciones
sobre el expediente, ni el Registro Q, ni el Sistema de Fichas Deslizantes, ni lo que el
Capitn llamaba conglomerado. Pero le daba vergenza confesarlo, y as result que la
seleccin de los datos permaneci en manos de O'Hara, y Mark se encontr sirviendo de
simple amanuense. Hizo cuanto pudo por ocultarlo a O'Hara y darle la sensacin de que,
en realidad, trabajaban juntos; lo cual, naturalmente, lo imposibilit de repetir sus protestas
originales de ser tratado como mero periodista. Tena, desde luego, un estilo propio (lo
cual haba ayudado su carrera mucho ms de lo que l hubiera querido reconocer), y sus
escritos fueron un xito. Sus artculos y cartas referentes a Alcasan aparecieron en
peridicos en los cuales jams hubiera conseguido la entre con su firma; peridicos
ledos por millones de lectores. No poda evitar sentir cierta emocin de placer.
Confi tambin al capitn O'Hara sus pequeas inquietudes financieras. Cundo
solan pagar? De momento estaba escaso de dinero. Haba perdido su cartera la misma
noche que lleg a Belbury, y no fue nunca recuperada. O'Hara se ech a rer
estrepitosamente.
Puede usted tener todo el dinero que quiera pidindoselo al intendente dijo.
Quiere usted decir que se lo deducen a uno del sueldo? pregunt Mark.
Mire dijo el Capitn, una vez est usted en el Instituto no tiene que preocuparse
de eso. No vamos acaso a tener en nuestras manos toda la cuestin financiera? Somos
nosotros quienes hacemos el dinero.
Quiere usted decir...? pregunt Mark, interrumpindose y quedndose con la boca
abierta. Pero no se lo reclaman a uno si se va? aadi.
Qu diablos habla usted de marcharse? dijo O'Hara Nadie se va del Instituto.
Por lo menos, el nico que se ha ido ha sido el viejo Hingest.
Por aquellos das la instruccin por la muerte de Hingest pronunci un veredicto de
asesinato por una o ms personas desconocidas. La ceremonia fnebre se celebr en la
capilla del Colegio de Bracton.
Fue el tercer da de una niebla tan espesa y blanca que los ojos dolan al mirarla y los
sonidos lejanos quedaban anulados; slo se oa el gotear de los aleros y los rboles y los
gritos de los trabajadores fuera de la capilla. Dentro de ella ardan los cirios con llamas
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C. S. Lewis
llamada pblica, estaba en realidad reservada a los que en el colegio le haban
enseado a llamar los de sangre azul y Bracton el Elemento Progresivo. Alrededor de
la alfombrilla de la chimenea, y entre las diez y la medianoche se celebraban las
conversaciones ms importantes y confidenciales; y esta era la razn por la cual, cuando
una noche, en el saln, Feverstone dijo descuidadamente a Mark: Qu le parecera si
tomramos una copa en la biblioteca?, Mark asinti, sonri y no le guard ya ningn
resentimiento por la ltima conversacin que haba tenido con l. Si senta un poco de
desprecio hacia s mismo por este motivo, lo domin y trat de olvidarlo; estas cosas eran
chiquilladas y tonteras.
El crculo de la biblioteca sola estar formado por Feverstone, el Hada, Filostrato y
lo que era ms sorprendente Straik. Para Mark era un consuelo ver que Steele jams
apareca por all. Al parecer, haba ido ms all, o detrs, de Steele, tal como le haban
prometido; todo se desarrollaba de acuerdo con el programa. Una persona cuya frecuente
aparicin en la biblioteca no poda explicarse era aquel hombre silencioso de la barbilla y
los lentes, el profesor Frost. El director delegado, o el Viejo, como lo llamaba ahora Mark,
estaba all a menudo, pero de una manera curiosa. Tena la costumbre de entrar en la
habitacin y rondar de una parte a otra, con sus crujientes botas y silbando como de
costumbre. Algunas veces se acercaba al grupo, escuchaba y los miraba con una
expresin vagamente paternal en los ojos; pero raras veces deca nada, y no se una
nunca a la reunin. Se alejaba de nuevo, regresaba a veces al cabo de una hora, recorra
los lugares vacos de la habitacin y volva a marcharse. No haba vuelto a hablar con
Mark desde la humillante conversacin en su despacho, y Mark se enter por el Hada de
que estaba todava en desgracia. El viejo acabar cediendo a su debido tiempo afirm
. Pero ya le dije que no le gusta que le hablen de marcharse.
El miembro menos agradable, desde el punto de vista de Mark, era Straik. Este no
haca esfuerzo alguno por adaptarse al tono lascivo y realista con que hablaban sus
colegas. No beba ni fumaba nunca. Permaneca sentado, silencioso, acaricindose una
rodilla rada con su mano demacrada y volviendo sus ojos apenados de un interlocutor a
otro, sin tratar de discutir con uno ni de rerse de una broma con otro. A veces quiz una
en toda la noche, algo que se haba dicho le causaba un sobresalto; generalmente era
algo referente a la oposicin de los reaccionarios en el mundo exterior y de las medidas
que el I.N.E.C. tomara para afrontarlos. Entonces comenzaba una peroracin viva y
prolongada, amenazando, denunciando, profetizando. Lo raro era que los dems no lo
interrumpan ni se rean. Haba entre ellos y aquel hombre intemperante una unidad
profunda que aparentemente compensaba la falta de simpata, pero Mark no pudo
descubrir qu era. Algunas veces, Straik se dirigi a l directamente, con gran asombro y
malestar por su parte, tratando de la resurreccin.
No es un hecho histrico ni una fbula, joven dijo, sino una profeca. Todos los
milagros... son sombras de cosas que tienen que ocurrir. Deslguese de la falsa
espiritualidad. Todo ocurrir aqu, en este mundo, en el nico mundo que existe. Qu nos
dijo el Maestro? Cura al enfermo, expulsa a los demonios, resucita el muerto. Lo haremos.
El Hijo del Hombre (es decir, el Hombre mismo, ya crecido), tiene poder para juzgar al
mundo, para distribuir la vida sin fin, el castigo sin trmino. Lo vern. Aqu y ahora.
Todo aquello era muy desagradable.
Al da siguiente del entierro de Hingest, Mark se aventur a entrar solo en la biblioteca
por primera vez; hasta entonces haba ido siempre apoyado por Feverstone o por
Filostrato. Estaba un poco inseguro de la acogida, pero, por otra parte, tema que si no
afirmaba pronto su derecho de entre su modestia poda perjudicarlo. Saba que en estos
casos un error en ambas direcciones es igualmente fatal; hay que adivinarlo y correr el
riesgo de equivocarse.
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Ah! Difcilmente la afectar. Entre tanto, usted y yo debemos ocuparnos de la
informacin del alboroto.
Pero, para qu es todo esto?
Reglamentos de urgencia dijo Feverstone. No tendremos jams los poderes que
necesitamos en Edgestow hasta que el gobierno declare aqu el estado de alarma.
Exacto dijo Filostrato. Es una locura hablar de revoluciones pacficas. No es que
la canaglia resista siempre (a menudo hay que obligarlos a ello), pero hasta que hay
alteracin del orden (tiros, barricadas) nadie tiene facultades para obrar efectivamente. No
hay bastante de eso que llaman ustedes peso en el barco para hacerlo avanzar.
Y el artculo tiene que estar a punto para que aparezca en los peridicos el da
despus del alboroto dijo miss Hardcastle. Lo cual quiere decir que tiene que ser
entregado al Director Delegado a las seis de maana por la maana lo ms tarde.
Pero, cmo vamos a escribirlo esta noche si el alboroto no ocurrir hasta maana o
pasado?
Todos se echaron a rer.
No conseguir usted nunca publicidad de esta forma, Mark dijo Feverstone. No
va usted a necesitar que una cosa ocurra para hacer el relato de ella...
Bien... dijo Mark, rindose tambin a gusto, admito que tena cierto prejuicio a
creerlo puesto que no vivo todava en el mundo de la pre-visin.
Mal hecho, muchacho dijo el Hada''. Tenemos que llevarlo adelante en seguida.
Tenemos tiempo para tomar otra copa. Luego, usted y yo nos iremos arriba a trabajar.
Diremos que nos suban a las dos unos emparedados picantes y caf.
Era lo primero que se le encargaba a Mark que, antes de hacerlo, supiese claramente
que era delictivo. Pero el momento de su consentimiento escap casi a su conciencia; no
hubo, ciertamente, lucha, ni ninguna sensacin de doblar una punta peligrosa. Debe de
haber habido en la historia del mundo un tiempo en que estos momentos revelaban
claramente su gravedad por medio de unas brujas profetizando detrs de unos matorrales
encendidos o un Rubicn que franquear. Pero, para l, la cosa pas en medio de una
explosin de risas, de aquella risa ntima entre compaeros de profesin, para quienes de
todos los poderes terrenales el ms fuerte es el que lleva a los hombres a hacer cosas
malas antes de ser, individualmente, hombres malvados. Un momento despus suba las
escaleras con el Hada. Se cruzaron con Cosser por el camino, y Mark, hablando
animadamente con su compaera, vio con el rabillo del ojo que Cosser los miraba.
Pensar que hubo un momento en que tuvo miedo de aquel hombre!
Quin tiene el encargo de despertar al Director Delegado a las seis? pregunt
Mark.
Probablemente no ser necesario repuso el Hada. Supongo que el Viejo debe
de dormir a una hora u otra, pero no hemos conseguido nunca saber cundo.
IV
A las cuatro de la maana, Mark estaba sentado en el despacho del Hada releyendo
los dos ltimos artculos que haba escrito, uno para el ms respetable de nuestros
peridicos y el otro para un rgano ms popular. Esta era la nica parte del trabajo
nocturno que tena algo que pudiese halagar la vanidad literaria. Las primeras horas
fueron empleadas en la ms ardua labor de coordinar los hechos mismos. Los dos
editoriales tocaron a su fin y la tinta estaba todava hmeda. El primero deca as:
Aun cuando seria prematuro hacer ningn comentario final al alboroto de anoche en
Edgestow, dos conclusiones parecen sacarse de la primera noticia, que publicamos en
otro lugar con una claridad que no ser probablemente alterada por los subsiguientes
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C. S. Lewis
representantes, de no haber sido por la Polica del I.N.E.C., las cosas hubieran podido
tomar un cariz muy diferente. Si bajo la luz de estos acontecimientos se considerase
conveniente colocar toda el rea de Edgestow bajo el exclusivo control de la polica
institucional por un perodo limitado, no creemos que el pueblo ingls siempre realista
de corazn tuviese la menor objecin que hacer. Hay que rendir especial tributo al
elemento femenino del cuerpo, que parece haber actuado con una mezcla de valor y
sentido comn que estos ltimos aos nos han enseado a esperar de la mujer inglesa
casi como cosa descontada. Los absurdos rumores que corran esta maana por Londres,
de ametralladoras funcionando por las calles y de vctimas, a centenares, quedan por
comprobar. Probablemente, cuando dispongamos de detalles adecuados, veremos, como
dijo recientemente un Primer Ministro, que cuando corra la sangre era generalmente de
la nariz.
El segundo artculo deca as:
Qu ocurre en Edgestow?
Esta es la pregunta que el ciudadano quisiera ver contestada. El Instituto que se ha
establecido en Edgestow es un Instituto Nacional. Esto quiere decir que es vuestro y mo.
No somos cientficos ni pretendemos saber lo que piensan los magistrales cerebros del
Instituto. Sabemos lo que cada uno de nosotros espera de l. Esperamos la solucin del
problema del paro obrero; del problema del cncer; del problema del alojamiento; de los
problemas de la moneda, de la guerra, de la educacin. Esperamos de l una vida ms
llena, sana y brillante para nuestros hijos, en la cual ellos y nosotros podamos seguir
siempre adelante y gozar en su totalidad del ansia de vida que Dios ha dado a cada uno
de nosotros. El I.N.E.C. es el instrumento del pueblo para conseguir todas las cosas por
las cuales luchamos.
Pero, entretanto, qu ha ocurrido en Edgestow?
Cree el lector que estos desrdenes se han producido simplemente porque mistress
Snooks o mister Buggins han descubierto que los propietarios han vendido sus tiendas o
sus terrenos al I.N.E.C.? Mistress Snooks y mister Buggins saben muy bien que no. Saben
que el Instituto quiere decir mayor comercio en Edgestow, ms diversiones pblicas, una
poblacin ms grande, una jams soada prosperidad. Yo digo que estos desrdenes han
sido provocados.
Por consiguiente, pregunto de nuevo: Qu ha ocurrido en Edgestow?
Hay traidores en el campo. No tengo miedo de decirlo, cualesquiera que sean. Pueden
ser los llamados gente religiosa. Pueden ser intereses financieros. Pueden ser los
profesores y filsofos apolillados y llenos de telaraas de la propia Universidad de
Edgestow. Pueden ser los judos. Pueden ser los abogados. No me importa quines sean,
pero tengo algo que decir. Tened cuidado. El pueblo ingls no est dispuesto a soportar
estas cosas. No admitiremos que se sabotee al Instituto.
Qu hay que hacer, pues, en Edgestow?
Yo dira: Poner toda la poblacin bajo el amparo de la polica institucional. Alguno de
vosotros habr ido alguna vez a Edgestow. En este caso, sabrn tan bien como yo cul es
su aspecto: una poblacin rural, pequea, soolienta, con media docena de agentes de
polica que hace diez aos no han tenido otra cosa que hacer que detener a algn ciclista
porque llevaba la luz apagada. No tiene sentido esperar que estos pobres hombres
puedan sofocar un alboroto provocado. La noche pasada, la polica del I.N.E.C. demostr
de lo que era capaz. Yo digo: descubrmonos ante miss Hardcastle y sus valientes
auxiliares masculinos y femeninos. Dmosles plena libertad y que tomen el asunto en sus
manos. Suprimamos la rutina funcionaria.
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Dondequiera que estuviese, el sitio no pareca ser muy grande. Sigui a tientas a lo
largo de uno de los muros speros, y, al llegar a la esquina, su pie tropez con algo duro.
Se inclin hacia adelante y se cay. Haba all una especie de mesa o plataforma de
piedra de unos tres pies de altura. Y sobre ella? Osara explorarla? Sera peor no
hacerlo. Empez a recorrer con la mano la superficie de la mesa de piedra, y un momento
despus se mordi los labios para no gritar, porque haba tocado un pie humano. Era un
pie descalzo, y, a juzgar por la frialdad, muerto. Seguir palpando era lo ms espantoso que
haba hecho en su vida, pero en cierto modo se sinti obligada a ello. El cadver estaba
envuelto en un tejido basto que no pareca liso, como si estuviese ricamente bordado, y
era muy voluminoso. Deba de ser un hombre muy grande, pens, mientras segua a
tientas subiendo hacia la cabeza. En el pecho, el tejido cambiaba sbitamente; pareca
que hubiesen extendido la piel de algn animal sobre la basta tela. As pens al principio,
pero despus se dio cuenta de que aquel pelo perteneca a una barba. Vacil en tocar la
cara; tena un miedo horrible de que aquel cuerpo se despertase o hablase al sentir sus
manos. Permaneci inmvil un momento. Era slo un sueo. Poda soportarlo. Pero era
horrible, y pareca ocurrir en un tiempo muy lejano, como si se hubiese deslizado por una
rendija del tiempo presente a aquel pozo fro y sin sol del remoto pasado. Esperaba que
no la dejaran all mucho tiempo. Si por lo menos fuese pronto alguien a sacarla de all... E
inmediatamente se imagin a alguien, alguien llevando barba, pero al mismo tiempo
divinamente joven, alguien todo oro y fuerza y calor que avanzaba con paso firme y
terrenal hacia las tinieblas de aquel antro. El sueo se convirti en una especie de caos.
Jane tuvo la impresin de que deba hacer una reverencia ante esta persona (cosa que
jams hizo a pesar de que su impresin permaneca brillante y fuerte en su mente), y vio
consternada que los vagos recuerdos de sus lecciones de cortesa en el colegio no eran
suficientes para indicarle cmo hacerlo. En aquel momento se despert.
Se fue a Edgestow inmediatamente despus del desayuno, a dar caza, como cada da,
a alguien que pudiese reemplazar a Mrs. Maggs. Al llegar a lo alto de Market Street ocurri
algo que le decidi a ir en seguida a St. Anne en el tren de las 10.23. Lleg a un sitio
donde estaba parado un gran automvil del I.N.E.C. En el momento en que ella pasaba,
un hombre sali de una tienda, cruz la acera delante de ella, habl con el chfer y subi
al coche. Pas tan cerca de ella que, a pesar de la niebla, pudo verlo claramente, aislado
de todos los dems objetos; el fondo del cuadro no era ms que niebla gris, pies que
caminaban y los fuertes ruidos de un trfico inusitado que nunca cesaba ahora en
Edgestow. Lo hubiera reconocido en cualquier parte; ni el rostro de Mark, ni el suyo propio,
visto en un espejo, le eran ahora ms familiares. Vio la barbita en punta, los lentes de oro,
el rostro aquel que, en cierto modo, le recordaba el de una figura de cera. No tena
necesidad de pensar qu hara. Su cuerpo, avanzando rpidamente, pareca haber
decidido por s solo dirigirse a la estacin y tomar el tren de St. Anne. Era algo diferente
del miedo (a pesar de que estaba tambin espantosamente asustada) que la obligaba
inexorablemente a seguir adelante. Era una repulsin total hacia aquel hombre sobre
todas las fibras de su ser a un mismo tiempo. Los sueos cayeron en la insignificancia
ante la cegadora realidad de la presencia de aquel individuo. Se estremeci al pensar que
sus manos hubieran podido tocarlo al pasar.
El tren era deliciosamente caliente. Su compartimiento estaba vaco. El mero hecho de
estar sentada era una delicia. La lenta marcha a travs de la niebla la hizo casi dormirse.
Apenas se acord de St. Anne hasta que se encontr all; incluso mientras suba la
abrupta calle no hizo plan alguno, no proyect lo que quera decir. Slo pensaba en
Camilla y en Mrs. Dimble. Sus instintos infantiles, en el fondo de su mentalidad,
reaparecan. Quera ver gente buena, alejarse de la gente mala. Esta distincin infantil le
pareca de momento ms importante que las posteriores categoras del Bien y el Mal, el
Amigo y el Enemigo.
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Tenemos su carta del 10 dijo miss Ironwood, describiendo su sueo del hombre
de la barbita sentado al lado de su cama tomando notas. Quiz tendra que decirle que no
estaba en realidad all; el Director no lo cree posible. Pero estaba en realidad estudindola
a usted. Estaba obteniendo de usted informes sobre algn otro punto que,
desgraciadamente, no era visible en su sueo.
Querra usted repetir, si no tiene inconveniente dijo Mr. Denniston, lo que me
deca por el camino?
Jane les explic el sueo del cadver (si es que era un cadver) en aquel lugar
sombro, y el encuentro con el hombre de la barbita aquella maana en Market Street. Se
dio cuenta en el acto del inters que haba despertado.
Es curioso! dijo Ivy Maggs.
Conque tenamos razn con lo del Bosque de Bragdon! dijo Camilla.
Es realmente Belbury dijo su marido. Pero, en este caso, dnde interviene
Alcasan?
Perdnenme ustedes dijo miss Ironwood con su voz pausada. Los dems
guardaron silencio instantneamente. No debemos discutir este punto aqu. Mrs.
Studdock no se ha adherido todava a nosotros.
Es que no me van a decir ustedes nada? pregunt Jane.
Seora dijo miss Ironwood, tiene usted que excusarme. No sera prudente en
este momento, y, por otra parte, no tenemos la libertad de hacerlo. Me permite usted que
le haga un par de preguntas?
Si usted quiere dijo Jane un poco malhumorada; pero slo un poco. La presencia
de Camilla y su marido la induca en cierto modo a conducirse mejor.
Miss Ironwood haba abierto un cajn, y durante algunos instantes rein el silencio
mientras buscaba algo en l.. Despus tendi una fotografa a Jane y le pregunt:
Reconoce usted a esta persona?
S repuso Jane en voz baja. Es el hombre con el que so y que he visto esta
maana en Edgestow.
Era una buena fotografa; al pie estaba escrito el nombre de Augustus Frost y algunos
otros detalles en los que Jane de momento no se fij.
En segundo lugar continu miss Ironwood tendiendo la mano a Jane para que le
devolviese la fotografa, est usted dispuesta a ver al Director... en seguida?
Pues... s, si usted quiere...
En este caso, Arthur dijo miss Ironwood a Denniston, ser mejor que vaya usted
a decirle lo que hemos odo y ver si est lo suficientemente bien para recibir a Mrs.
Studdock. Denniston se levant en el acto. Entre tanto continu miss Ironwood,
quisiera decir dos palabras a solas a mistress Studdock. Al or esto, los dems se
levantaron y salieron de la habitacin detrs de Denniston. Un enorme gato que Jane no
haba visto todava salt sobre el silln que Ivy Maggs acababa de abandonar. No tengo
la menor duda dijo miss Ironwood de que el Director la recibir. Jane no contest
. Es de presumir que durante la entrevista prosigui miss Ironwood le rogar a
usted que tome una decisin definitiva.
Jane tosi ligeramente, sin otro propsito que desvanecer un poco aquella
desagradable solemnidad que pareca haberse instaurado en la habitacin en cuanto se
qued sola con miss Ironwood.
Hay tambin ciertas cosas prosigui sta relativas al Director que debe usted
saber antes de verlo. Le parecer a usted un hombre muy joven; ms joven que usted
misma, incluso. Le ruego que comprenda que esto no es cierto. Est ms cerca de los
cincuenta que de los cuarenta. Es un hombre de gran experiencia, que ha viajado por
donde jams viaj ser humano alguno y ha penetrado en ambientes de los cuales ni usted
ni yo tenemos el menor concepto.
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El sufrimiento acuda y se desvaneca en su rostro con los sbitos pinchazos de
ardiente dolor. Pero de la misma manera que el relmpago rasga la quietud del cielo, pero
desaparece sin dejar rastro en l, as la tranquilidad de su aspecto renaca despus de
cada recrudecimiento de la tortura. Cmo pudo creerlo joven? O viejo? Tena la
sensacin, mezclada con el miedo, de que aquel rostro no tena edad. Siempre le
desagradaron, o por lo menos lo crea, los hombres barbudos, excepto los ancianos con
barba blanca. Por esta razn haba olvidado desde haca tiempo el Arts de su infancia y
el imaginario Salomn. Salomn... Por primera vez desde haca muchos aos, aquella
brillante mezcla solar de rey, amante y mago que rodea este nombre, acudi de nuevo a
su mente. Por primera vez durante todos aquellos aos sabore la palabra rey con todo su
cortejo de batallas, matrimonio, sacerdocio, merced y podero. En aquel momento, al
posarse sus ojos sobre los del herido, Jane olvid quin era, dnde estaba, su ligero
resquemor contra Grace Ironwood, su mucho ms vago rencor contra Mark, su infancia y
la casa de sus padres. Esto dur, desde luego, un instante. Un momento despus volva a
ser la Jane sociable, ruborosa y confusa de ver que haba estado mirando con rudeza (por
lo menos esperaba que la rudeza sera la principal impresin producida) a un
desconocido. Pero su mundo se haba fundido; esto lo saba. Poda ocurrir lo ms
inesperado...
Gracias, Grace dijo el hombre. Es mistress Studdock?
Tambin la voz pareca estar hecha de luz solar y de oro. Como oro, pero no slo con la
belleza del oro, sino tambin con su pesadez; como la luz del sol, pero no solamente con
la suavidad con que cae sobre los muros ingleses en otoo, sino con la brutalidad con que
azota la jungla y los desiertos para engendrar la vida y destruirla. El desconocido le dirigi
la palabra.
Tendr usted que perdonarme que no me levante, Mrs. Studdock dijo. Tengo un
pie herido.
Jane oy sin darse cuenta que su voz contestaba: S, seor, con un tono suave y
apagado como el de miss Ironwood. Tuvo intencin de decir: Buenos das, Mr.
FisherKing en un tono suave que contrarrestase su absurdo comportamiento de cuando
entr en la habitacin. Pero haba dicho lo otro y era ya tarde. Un momento despus se
encontr sentada al lado del Director. Estaba angustiada; incluso temblaba. Tena la viva
esperanza de no echarse a llorar, o encontrarse sin palabras, o hacer alguna otra tontera.
Porque su mundo se haba desvanecido; poda ocurrir ahora cualquier cosa. Si slo la
conversacin hubiese terminado y se pudiera retirar de aquella estancia sin haber cado
en desgracia, y marcharse, no para siempre, pero s para mucho tiempo...
Desea usted que me quede, seor? pregunt miss Ironwood.
No, Grace dijo el Director. Creo que no hay necesidad. Muchas gracias.
Y ahora pens Jane, ya viene... ya viene... ya viene... Las preguntas ms
intolerables que pudiese hacerle, las cosas ms extravagantes que pudiera ordenarle,
pasaron como un destello por su cerebro formando una confusa mescolanza. Todo poder
de resistencia pareca haberla abandonado, y all estaba, sola, sin proteccin.
II
Durante los primeros minutos que siguieron a la salida de miss Ironwood, Jane apenas
entendi nada de lo que el Director le dijo. No era que su atencin divagase; al contrario,
su atencin estaba tan fija en l que se desvaneca por s sola. Cada entonacin, cada
mirada (cmo pudieron suponer que lo creera joven?), cada gesto, se imprima con
fuerza en su memoria; y slo cuando ces de hablar y se detuvo, esperando
probablemente una contestacin, se dio cuenta de lo poco que haba quedado grabado en
su mente de cuanto le haba dicho.
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C. S. Lewis
No dijo el Director. Y no debe usted decrselo. No debe usted mencionarme ni a
m ni a nuestra sociedad. Hemos puesto nuestras vidas en sus manos. Debe usted pedirle
sencillamente que abandone Belbury. Debe usted achacarlo a sus deseos. Es usted su
esposa.
Mark no hace nunca caso de lo que digo contest Jane. Cada uno pensaba lo
mismo del otro.
Quiz no le haya usted pedido nunca nada como le pedir esto dijo el Director.
No quiere usted salvarlo y al propio tiempo salvarse usted?
Jane no contest. Ahora que la amenaza de expulsin de aquella casa era inminente,
senta una especie de angustia. Abandonada por aquel comentarista interno que durante
la conversacin le haba mostrado ms de una vez sus propias palabras bajo una nueva
luz, comenz a hablar rpidamente.
No me eche usted dijo. Estoy sola en casa y tengo unos sueos espantosos. No
es como cuando Mark y yo nos veamos mucho durante los buenos tiempos. Soy tan
desgraciada! No le importara que venga aqu o no. Slo se reira si lo supiese. Es acaso
justo que mi vida entera quede destrozada slo porque l se ha relacionado con aquella
horrible gente? Es que cree usted que una mujer no puede tener vida propia slo porque
se ha casado?
Es usted desgraciada ahora? pregunt el Director.
Una docena de afirmaciones murieron en los labios de Jane cuando levant la mirada
para contestar. Despus, sbitamente, con profunda calma, como el centro de un
remolino, vio la verdad, ces de pensar en qu podan sus palabras hacer que el Director
pensase de ella, y contest:
No. Tras una corta pausa, aadi: Pero ser mucho peor ahora si me voy.
Cree usted?
No lo s. No. Supongo que no... Y durante un corto espacio de tiempo no tuvo otra
sensacin que la de paz y bienestar, la comodidad de su cuerpo en la silla donde estaba
sentada, y una especie de clara belleza en los colores y proporciones de la estancia. Pero
pronto comenz a pensar: Esto es el final. Dentro de un momento llamar a miss
Ironwood y me echar. Le pareci que todo su destino dependa de las siguientes
palabras que pronunciase.
Pero, es realmente necesario? comenz. No creo tener del matrimonio el
mismo concepto que usted. Me parece extraordinario que todo pueda depender de lo que
diga Mark..., respecto a algo que no entiende.
Hija ma dijo el Director, no se trata aqu del concepto que usted o yo tengamos
del matrimonio, sino del que tienen de l los Maestros.
Alguien ha dicho que estaban muy anticuados. Pero...
Es una broma. No estn anticuados; pero son muy viejos.
No se les ocurri pensar primero en si Mark y yo creamos en sus ideas sobre el
matrimonio?
Pues... no dijo el Director con una curiosa sonrisa. No. Decididamente, no
hubieran pensado en tal cosa.
Y sera indiferente para ellos ver qu es este matrimonio actualmente..., averiguar si
fue un xito, si la mujer amaba a su marido? Jane no haba tenido intencin de decir
exactamente esto, y mucho menos de decirlo en aquel tono pattico de mal gusto que, le
pareca ahora, haba empleado. Odindose a s misma, y temerosa del silencio del
Director, aadi: Pensar usted que no deb decirle a usted eso...
Hija ma repuso el Director, me lo ha estado usted diciendo desde que
empezamos a hablar de su marido.
Es que da lo mismo?
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C. S. Lewis
Vienen a verme cuando quieren. Pero hemos estado esta vez hablando demasiado
solemnemente sobre la obediencia. Quisiera ensearle a usted algunos de nuestros
pasatiempos. No les tiene usted miedo a los ratones, verdad?
Miedo a qu? pregunt Jane atnita.
A los ratones repuso el Director.
No dijo Jane, intrigada.
El Director toc un timbre que tena a su lado e inmediatamente apareci Mrs. Maggs.
Creo que voy a almorzar ya, si no le importa dijo el Director. Le servirn a usted
el almuerzo abajo, Mrs. Studdock, algo ms suculento que el mo. Pero si quiere usted
quedarse aqu mientras como y bebo, le mostrar a usted algunas de las atracciones de
esta casa.
Mistress Maggs regres con una bandeja sobre la que haba un vaso, un pequeo
frasco de vino tinto y un panecillo. Los puso sobre la mesita, al lado del Director, y sali de
la estancia.
Ya ve usted dijo el Director, vivo como el Rey del Curdie. Es un rgimen
sorprendentemente agradable. Al decir esto, parti el panecillo y se sirvi un vaso de
vino.
No he ledo ese libro dijo Jane.
Hablaron de este libro mientras el Director coma y beba. Al terminar, cogi el plato y
ech las migajas en el suelo.
Ahora, Mrs. Studdock dijo, va usted a ver una cosa nueva. Pero debe
permanecer absolutamente inmvil. Al decir esto sac del bolsillo un pequeo silbato de
plata y toc una nota. Jane permaneci inmvil hasta que el profundo silencio invadi la
habitacin. Al poco rato oy un rasguo y un tenue ruido, y vio tres diminutos ratones
abrindose paso a travs de lo que para ellos era la espesura de la alfombra, husmeando
su camino de forma que si hubiese quedado dibujado en el suelo habra parecido el curso
de un ro sinuoso, hasta que llegaron tan cerca que Jane pudo ver el centelleo de sus ojos
e incluso la palpitacin de sus hocicos. A pesar de lo que haba dicho, en realidad no le
haca ninguna gracia la proximidad de aquellos ratoncitos, y tuvo que hacer un esfuerzo
para permanecer inmvil. Gracias a este esfuerzo vio los ratones por primera vez tal como
son; no como seres que se arrastran, sino como elegantes cuadrpedos, parecidos,
cuando se sentaban, a diminutos canguros, con sus sensibles patitas de piel de cabritilla y
sus orejas transparentes. Con rpidos e inaudibles movimientos empezaron a rondar de
un lado para otro hasta que no qued una miga en el suelo. Entonces, el Director lanz
otro silbido y con un sbito ondular de sus colas los tres ratones se precipitaron hacia su
guarida y desaparecieron detrs de la caja del carbn. El Director mir a Jane con la
sonrisa en los ojos. Es imposible, pens Jane, considerarlo viejo.
Aqu tiene usted dijo l un arreglo muy sencillo. Los humanos quieren quitar las
migas; los ratones tienen ganas de quitarlas. No debi ser nunca un motivo de guerra.
Pero ya ve usted que la obediencia y la reglamentacin son ms un baile que un
obstculo, especialmente entre hombre y mujer, en los que los papeles estn
cambiando siempre.
Cuan enormes debemos de haberles parecido! dijo Jane.
Esta inconsecuente observacin tena una causa muy curiosa. Estaba pensando en la
enormidad, y durante un momento le pareci que pensaba en su propia enormidad en
comparacin con los ratones. Pero casi inmediatamente esta identificacin qued
destruida. Pensaba en realidad sencillamente en la enormidad. O, mejor, no pensaba en
ella. Estaba, de una forma extraa, experimentndola. Algo intolerablemente grande, algo
gigantesco ejerca su presin sobre ella, se aproximaba, estaba casi en la habitacin.
Temblaba, sofocada; se senta desprovista de todo valor y virtud. Arriesg una mirada
hacia el Director que era realmente un grito de auxilio, y esta mirada, de una forma
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Esta cuarta y suprema Jane estaba simplemente en pleno goce. Las otras tres no
tenan poder sobre ella, porque se hallaba en la esfera de Jpiter, en medio de luz, y
msica, y pompa, desposada con la vida y radiante de salud, jovial y cubierta de radiantes
vestiduras. Apenas pens en las curiosas sensaciones que precedieron inmediatamente a
la despedida del Director e hicieron de este acto casi un alivio. Cuando trataba de
recordarlas, llevaban inmediatamente sus pensamientos al mismo Director. Cualquier cosa
que tratase de pensar le haca recordar el Director y con l experimentar una sensacin de
jbilo. Por la ventanilla del vagn vea los rayos del sol caer sobre los rastrojos o los
bruidos bosques, y le parecan notas de una trompeta. Sus ojos se posaban sobre las
vacas y los conejos, y los abrazaba en su corazn con un amor alegre y festivo. Se
deleitaba con la incidental charla de un anciano que comparta su vagn, y vio, como
jams lo haba visto, la belleza de su anciana y soleada mente, suave como una nuez y
britnica hasta el fondo de su alma. Pens con sorpresa en el tiempo que haca que la
msica no formaba ya parte de su vida, y decidi escuchar aquella noche varios corales
de Bach que tena en discos de gramfono. O quiz no saba leera algunos sonetos
de Shakespeare. El hambre y la sed que experimentaba la alegraron, y decidi que con el
t tomara muchas tostadas con mantequilla, con mucha mantequilla. Y, la alegr tambin
el convencimiento de su belleza; porque tena la sensacin poda ser falsa, en el fondo,
pero no tena nada que ver con la vanidad de que iba creciendo y extendindose como
una mgica flor a cada minuto que pasaba. En aquel estado de nimo era muy natural
que, una vez el anciano se hubo apeado en Cure Hardy, se levantase para mirarse en el
espejo que estaba frente a ella en el compartimiento. Indudablemente, estaba bien,
excepcionalmente bien. Y, una vez ms, no haba vanidad en esto. La belleza estaba
hecha para los dems. Su belleza perteneca al Director. Le perteneca tan completamente
que poda incluso decidir no guardarla para l sino drsela a otro, por un acto de baja
obediencia, y, por consiguiente, ms alta, ms incondicional y ms deliciosa que si la
hubiese solicitado para s mismo.
Mientras el tren entraba en la estacin de Edgestow, Jane decidi que no tomara el
autobs. Disfrutara dando un paseo hasta Sandown. Pero, qu diablos era aquello? El
andn, habitualmente desierto a aquella hora, pareca un andn de Londres el da de la
fiesta de los Bancos. Aqu, aqu!, grit una voz mientras Jane abra la puerta y media
docena de hombres entraban tan bruscamente en el vagn que no pudo de momento salir.
Le fue difcil cruzar el andn. El pblico pareca ir en todas las direcciones a la vez,
colrico, brusco y excitado. Sube otra vez al tren, aprisa!, gritaba uno. Sal de la
estacin, si no viajas!, vociferaba otro. Qu diablos...?, preguntaba otra voz a su lado,
y una mujer deca: Oh, Dios mo, Dios mo! Por qu no los paran? De fuera de la
estacin llegaba una especie de rugido como el gritero de un pblico de ftbol. Parecan
brillar un nmero inaudito de luces desconocidas.
IV
Horas despus, magullada, asustada, mortalmente cansada, Jane se encontraba en
una calle que no conoca, rodeada de agentes de la polica del I.N.E.C. y de las mujeres
de la misma, las Waips. Su camino fue como el del hombre que trata de ganar su casa por
la playa mientras sube la marea. Fue apartada de su camino habitual por Warwick Street
donde estaban saqueando tiendas y encendiendo hogueras y forzada a dar una gran
vuelta, por cerca del Asilo, que finalmente la hubiera llevado a casa. Despus incluso esta
vuelta haba resultado imposible por la misma razn. Se vio obligada a intentar una vuelta
mucho mayor todava; y cada vez la marea humana iba subiendo con ella. Finalmente vio
Bone Street desierta y tranquila, y con ella, aparentemente, la ltima probabilidad de
alcanzar su casa aquella noche. Una pareja de policas del I.N.E.C. por lo visto, se los
encontraba en todas partes menos donde el alboroto era ms violento le grit: No
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C. S. Lewis
sin sostn (como Bill el Aguacero haba dicho), exuberante, cado y escasamente velado;
tal como Rubens lo hubiera pintado en un delirio. Entonces se volvi a sentar, se quit la
colilla de la boca, lanz otra bocanada de humo en direccin a Jane y le dijo:
De dnde ha venido usted en este tren?
Y Jane no contest; en parte porque no poda hablar y en parte porque ahora saba ya
sin ningn gnero de duda que aquellas mujeres eran los enemigos de la raza humana
contra los cuales quera luchar el Director y que no deba decirles nada. No sinti ningn
herosmo al tomar esta determinacin. Toda aquella escena tena para ella algo de irreal; y
como entre dormida y despierta, le pareci or a miss Hardcastle decir: Creo Kitty,
querida, que t y Daisy podrais trarmela aqu. Y slo como una media realidad not que
las dos mujeres la obligaron a pasar al otro lado de la mesa y vio a miss Hardcastle con
las piernas abiertas sentada como si estuviese en una silla de montar; unas piernas
cubiertas de cuero que salan por debajo de la falda corta. Las dos mujeres la forzaron,
con una presin suave pero que aumentaba a medida que ella resista, a arrodillarse entre
los pies de miss Hardcastle; entonces sta cerr sus piernas, aprisionando entre ellas a
Jane. La proximidad de aquel monstruo impresionaba tanto a Jane y le inspiraba tal horror
que no poda siquiera sentir miedo de lo que pudiesen hacerle. Y durante un tiempo que le
pareci infinito, miss Hardcastle permaneci mirndola, sonriendo ligeramente y
echndole humo a la cara.
Sabe usted dijo miss Hardcastle finalmente que es muy bonita a su manera?
Sigui otro silencio.
De dnde vena usted en este tren?
Y Jane levant la vista como si desease que le saltasen los ojos de sus rbitas con tal
de no decir nada. Entonces, sbitamente, miss Hardcastle se inclin hacia adelante y,
despus de haber apartado cuidadosamente el borde superior del vestido de Jane, aplic
el extremo encendido de su cigarro sobre su hombro. Hubo una nueva pausa y un nuevo
silencio.
De dnde vena usted en el tren? pregunt miss Hardcastle.
Jams pudo recordar Jane cuntas veces ocurri la misma escena. Pero lleg un
momento en que oy a miss Hardcastle hablar, no con ella, sino con una de las dos
muchachas.
Qu ests refunfuando, Daisy? dijo.
Deca solamente, seora, que es la una y cinco.
Cmo pasa el tiempo!, verdad, Daisy? Pero, qu le vamos a hacer! Es que no te
encuentras bien, Daisy? Acaso ests cansada de sostener a una persona tan frgil como
sta?
No, seora, gracias. Pero, no dijo usted que deba encontrar al capitn O'Hara a la
una en punto?
El capitn O'Hara? dijo miss Hardcastle, soadora al principio, elevando la voz
despus, como una persona que sale de un sueo. Un momento despus se levant de
un salto y se puso la guerrera. Bendita seas, muchacha! exclam. Qu par de
cabezas de chorlito sois! Por qu no me lo has recordado antes?
Pues..., seora..., no quera...
Que no queras? Para qu creis que estis aqu?
No le gusta a usted que la interrumpamos cuando est interrogando, seora
repuso la muchacha tmidamente.
No discutas! grit miss Hardcastle, girando en redondo y dndole una sonora
bofetada. Pronto. Meted a la prisionera en el coche. No esperes a abrocharle el traje,
idiota. Vendr en cuanto me haya mojado la cara con un poco de agua fresca.
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C. S. Lewis
En efecto, la avenida haba resultado ser un paseo sin salida. Miss Hardcastle
permaneci inmvil un momento. Al contrario de sus subordinadas, no pareca sentir
temor, sino una agradable excitacin y hallarse muy divertida por los rostros blancos y las
voces agitadas de las muchachas.
Bueno dijo, esto es lo que yo llamo una noche toledana. Vas viendo la vida,
verdad, Daisy? Me pregunto si alguna de estas casas estara desocupada... Estn todas
cerradas. Quiz sea mejor quedarnos donde estamos.
El gritero de las calles que acababan de abandonar aumentaba, y podan ver una
confusa masa de gente avanzando vagamente en direccin oeste. De pronto, el alboroto
aument en intensidad y clera.
Han pescado a Joe dijo miss Hardcastle. Si consigue hacerse or los va a
mandar a todos aqu. Maldito...!10 Esto representa soltar a la prisionera. No solloces ya
ms, Daisy, no seas tonta... Pronto. Debemos meternos entre la muchedumbre por
separado. Tenemos probabilidades de pasar a travs de ella. Conservad la cabeza. No
disparis, pase lo que pase. Tratad de llegar al cruce de Billingham. Buena suerte,
pequeas! Cuanto ms tranquilamente os lo tomis, menos fcil es que nos volvamos a
ver.
Miss Hardcastle se march en seguida. Jane la vio detenerse un momento junto a la
muchedumbre y desaparecer entre ella. Las dos muchachas vacilaban y la siguieron. Jane
se sent en los escalones de una puerta. Las quemaduras le dolan cuando el traje las
rozaba, pero su principal malestar era el extremo cansancio. Tena un fro mortal y se
senta enferma. Pero, por encima de todo, cansada; tan cansada que poda casi quedarse
dormida...
Se estremeci. En torno suyo remaba un silencio absoluto. Jams haba tenido tanto
fro. Todos los miembros le dolan. Me parece que me he quedado dormida, pens. Se
levant, se desperez y, bajando por la avenida, se dirigi hacia el farol encendido de la
esquina de la ancha calle. Slo haba en ella un hombre con uniforme de ferroviario que le
dijo: Buenos das al pasar rpidamente por su lado. Se detuvo un momento, indecisa, y
empez a andar hacia la derecha. Meti la mano en el bolsillo de su chaqueta, que Kitty y
Daisy le haban echado sobre los hombros antes de salir de la habitacin, y encontr tres
cuartas partes de una tableta de chocolate bastante grande. Se sinti encantada y
comenz a comrselo. En el momento en que terminaba, un automvil pas junto a ella y
se detuvo en seco en cuanto la hubo dejado atrs.
Necesita usted algo? pregunt un hombre asomando la cabeza.
Ha sido usted herida en el tumulto? dijo la voz de una mujer desde dentro.
No..., no mucho... No s... repuso Jane estpidamente.
El hombre la mir y baj del coche.
Oiga dijo, no tiene usted muy buen aspecto. Est usted segura de encontrarse
bien?
Se volvi y habl con la mujer que estaba dentro del coche. A Jane le pareci que haca
tanto tiempo que no oa voces sanas y amables que sinti ganas de llorar. Los
desconocidos la hicieron subir al coche y le dieron coac y bocadillos. Finalmente le
preguntaron si podan acompaarla a su casa. Dnde viva? Y Jane, con cierta sorpresa,
oy su propia voz que, con tono sooliento, deca:
En el Castillo, en St. Anne.
Perfectamente dijo el hombre. Nosotros vamos a Birmingham y tenemos que
pasar por delante. Entonces Jane se qued otra vez dormida y slo se despert al entrar
10 En el original figura Maldita...!, pero creo que se trata de una errata y que
Maldito...! es ms apropiado, ya que miss Hardcastle estara refirindose a Joe. (Nota
del editor digital)
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C. S. Lewis
esperar ningn resultado del procedimiento que emple usted. Como sabe usted
perfectamente, deploro siempre todo lo que no sea perfectamente humano; pero esto se
concilia con la creencia de que cuando hay que emplear procedimientos expeditivos
deben ser empleados hasta el fin. El dolor moderado, que una resistencia normal puede
soportar, es siempre un error. No es una gentileza para con el prisionero. Los medios ms
cientficos y, me atrevo a aadir, ms civilizados para un interrogatorio coercitivo que
hemos puesto a su disposicin aqu, tienen que tener xito. No hablo oficialmente, miss
Hardcastle, y no quisiera en modo alguno anticipar las reacciones de nuestro Jefe. Pero
no cumplira con mi deber si dejase de recordarle que ha habido ya quejas contra este
departamento (si bien, desde luego, no se ha tomado nota de ellas) respecto a su
tendencia a permitir cierta... excitacin emotiva en el aspecto disciplinario o curativo de su
misin, que la aparta de las exigencias de la polica.
No encontrar usted a nadie que pueda hacer bien un trabajo como el mo si no
encuentra en l cierta emocin dijo el Hada secamente. El Director Delegado mir su
reloj. En todo caso aadi el Hada, para qu quiere el Jefe verme ahora? Me he
pasado toda la maldita noche de pie. Creo que tengo derecho a darme un bao y a
desayunar.
El sendero del deber, miss Hardcastle, no es nunca llano. No debe usted olvidar que
la puntualidad es uno de los puntos principales en que se basa la eficacia.
Miss Hardcastle se levant y se restreg la cara con las manos.
Bueno, voy a beber algo antes de entrar dijo. Wither extendi las manos en
ademn de splica. Vamos, Wither, lo necesito dijo miss Hardcastle.
No cree usted que lo oler? pregunt Wither.
Sin embargo, no me ir sin echar un trago dijo ella.
El viejo Wither abri el armario y le dio whisky. Despus salieron los dos del despacho y
anduvieron mucho rato en direccin al otro lado del edificio, donde se una con el Centro
de Transfusin de Sangre. A aquella hora de la maana, todo estaba obscuro. Avanzaban
a la luz de la lmpara de bolsillo de miss Hardcastle, recorriendo corredores alfombrados y
pintados y ms all otros corredores vacos, de suelo de linleo y paredes desconchadas.
Luego franquearon una puerta y despus otra. Durante todo el camino, las pesadas botas
de miss Hardcastle hacan ruido, pero el Director Delegado no produca ninguno.
Finalmente llegaron a un sitio donde as luces estaban encendidas y se notaba una mezcla
de olores animales y qumicos. Se aproximaron a una puerta que se abri ante ellos,
despus que hubieron hablado a travs de un tubo. Filostrato, vestido con una bata
blanca, los recibi en el umbral.
Entren. Hace rato que los espera.
Est de mal humor? pregunt miss Hardcastle.
Ssss! dijo Wither. No creo, amiga ma, que sea esa la forma de referirse a
nuestro Jefe. Sus sufrimientos, en el peculiar estado en que se encuentra... Ya sabe
usted.
Deben ustedes entrar en cuanto estn dispuestos dijo Filostrato.
Alto! Un momento... dijo miss Hardcastle sbitamente.
Qu pasa? Dese prisa, por favor dijo Filostrato.
Me encuentro mal.
No debe usted encontrarse mal aqu. Mrchese. Le dar un poco de X 54 en seguida.
Ya estoy bien dijo miss Hardcastle. Ha sido momentneo. Necesito algo ms
fuerte para conmoverme.
Silencio, por favor dijo el italiano. No intenten abrir la segunda puerta hasta que
mi ayudante haya cerrado la primera detrs de ustedes. No hablen ms de lo que sea
estrictamente necesario. No digan siquiera S cuando les d una orden. El Jefe ya
99
C. S. Lewis
Oh, no, en absoluto! repuso Mrs. Maggs. Pero no es fcil de echar. Por lo menos
para usted o para m, Mrs. Studdock. Desde luego, si se tratase de miss Ironwood o del
Director sera otra cosa. Y abri la puerta. Dentro, sentado sobre sus patas traseras, al
lado de la baera y ocupando casi toda la habitacin, haba un enorme oso pardo, de
vientre voluminoso, ojos lacrimosos y piel lacia. Estaba jadeante y pareca husmear.
Despus de grandes gritos, rdenes, exhortaciones, empujones y golpes por parte de
Mrs. Maggs, levant su enorme masa y sali lentamente al corredor.
Por qu no sales a hacer un poco de ejercicio con la tarde tan bonita que hace,
perezoso? dijo Mrs. Maggs. Tendra que darte vergenza estar aqu sentado el da
entero estorbando a todo el mundo! No tenga miedo, Mrs. Studdock. Es manso como un
cordero. Dejar que lo toque. Anda, ven, mister Bultitude. Ven a darle los buenos das a la
seora...
Jane extendi una mano vacilante y poco convencida para tocar el lomo del animal,
pero Mr. Bultitude se haba puesto en marcha y, sin dirigir una mirada a Jane, continu su
lento camino por el corredor. Cuando hubo recorrido diez yardas, se detuvo sbitamente y
se sent. El servicio de t reson a los pies de Jane, y todos los habitantes del piso de
abajo debieron de enterarse de que Mr. Bultitude acababa de sentarse.
Cree usted que no es peligroso tener un animal como se en la casa? pregunt
Jane,
Mrs. Studdock repuso Ivy Maggs con cierta solemnidad, si el Director quisiera
tener un tigre en la casa, tampoco sera peligroso. Es la forma en que trata a los animales.
No hay un solo ser en esta casa que atacase a otro ni a nosotros una vez que 13 ha tenido
una pequea conversacin con l. Lo mismo que hace con nosotras. Ya lo ver usted.
Si quisiera llevarme el t a mi habitacin... dijo Jane framente, entrando en el
cuarto de bao.
S continu Mrs. Maggs, detenindose en el umbral, podra usted tomar el bao
con Mr. Bultitude sentado a su lado. Lo que no s es si un ser humano y un animal tan
grande haran buena pareja.
Jane hizo ademn de cerrar la puerta.
Bien, entonces se lo dejo all dijo Mrs. Maggs sin moverse.
Gracias repuso Jane.
Est usted segura de que tiene todo lo que necesita?pregunt Mrs. Maggs.
Completamente segura contest Jane.
Bien, entonces me marcho dijo Mrs. Maggs, iniciando la partida, pero,
detenindose sbitamente, se volvi y dijo: Me encontrar usted en la cocina con Mrs.
Dimble y las dems.
Vive en la casa Mrs. Dimble? pregunt Jane.
Es una casa un poco extraa, pensndolo bien dijo Mrs. Maggs eludiendo la
respuesta. Bien, voy a marcharme, pues. No tarde mucho o encontrar el t helado.
Pero creo que es mejor que no se bae con esas heridas en el pecho. Tiene usted todo
lo que necesita?
Cuando Jane se hubo lavado, tomado el t y vestido con todo el esmero que los
extraos cepillos y el singular espejo permitan, se dispuso a visitar las habitaciones
habitadas. Recorri un largo corredor, en medio de ese silencio que es diferente de todos
los silencios del mundo: el silencio de un piso alto en una casa grande durante una tarde
de invierno. Lleg a un lugar donde se juntaban dos corredores y en el que el silencio era
13 En el original figura una vez ha tenido una pequea conversacin con l en lugar
de una vez que ha tenido una pequea conversacin con l. Puede ser debido a una
prctica normal en la poca y lugar del traductor, tal como un regionalismo; o bien una
errata. (Nota del editor digital)
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C. S. Lewis
S quin dice ms en esta casa dijo mistress Maggs.
MacPhee mir a la que acababa de hablar con un rostro imperturbable, mientras
sacaba de su bolsillo una cajita de metal y aspiraba una narigada de rap.
Qu hace usted aqu? dijo Mrs. Maggs. Hoy es da de cocina para las mujeres.
Estaba pensando dijo MacPhee en si habra usted guardado una taza de t para
m.
Y por qu no ha venido a la hora debida? dijo Mrs. Maggs. Jane observ que le
hablaba en el mismo tono con que haba hablado con el oso.
Estaba ocupado repuso MacPhee sentndose a un extremo de la mesa; despus
de una pausa, aadi, plantando apio. Las pobres mujeres hacen lo que pueden, pero
no tienen idea de los cuidados que necesita un jardn.
Qu significa da de cocina para las mujeres? pregunt Jane a Mrs. Dimble.
Aqu no hay servicio replic Mrs. Dimble, y nosotras hacemos todo el trabajo. Las
mujeres lo hacen un da y los hombres el siguiente... Cmo? No, es un arreglo muy
prctico. La idea del Director es que los hombres y las mujeres no pueden hacer juntos los
trabajos de la casa sin pelearse. Hay algo de verdad en eso. Desde luego, no hay que
mirar demasiado de cerca las copas el da que les toca a los hombres, pero en conjunto
vamos bastante bien.
Pero, por qu habran de pelearse? pregunt Jane.
Diferencia de mtodos, querida. Los hombres no pueden ayudar a nada, ya lo sabe
usted. Pueden ser llevados a hacerlo, pero no a ayudar mientras otro lo hace. Por lo
menos, los vuelve gruones.
La dificultad principal dijo MacPhee en la colaboracin entre los dos sexos es
que la mujer habla un lenguaje sin substantivos. Si dos hombres estn haciendo algo, uno
le dir a otro: Pon esta taza dentro del tazn grande que encontrars en el estante
superior del armario verde. La mujer dir: Pon esto dentro del otro all. Y si le pregunta
usted Dentro de qu?, dir: Dentro de aquello, mujer...
Aqu tiene usted el t dijo Ivy Maggs, y voy a ir a buscarle un pedazo de budn,
aunque no se lo merezca. Y cuando se lo haya comido, puede usted irse arriba a hablar
de substantivos durante el resto de la noche.
No de substantivos, sino por medio de substantivos dijo MacPhee; pero Mrs.
Maggs haba salido ya de la habitacin.
Jane aprovech la oportunidad para decir a mistress Dimble en voz baja:
Mrs. Maggs parece encontrarse aqu como en su casa...
Querida, est en su casa.
Como sirvienta, quiere usted decir?
No ms que cualquiera otra. Est aqu principalmente porque se qued sin casa. No
tena otro sitio donde ir.
Quiere usted decir que es... una de las obras de caridad del Director?
Ciertamente. Por qu lo pregunta usted?
Pues... no lo s. Me pareci un poco extrao que la tratase a usted con tanta
confianza. No quisiera parecer snob...
Olvida usted que Cecil y yo somos otra de las obras de caridad del Director?
No es esto jugar un poco con las palabras?
En absoluto. Ivy, Cecil y yo estamos aqu porque nos echaron de nuestras casas. Por
lo menos, Ivy y yo. Puede ser muy diferente para Cecil.
Y sabe el director que Mrs. Maggs habla con todo el mundo de esta forma?
Hija ma, no me pregunte usted lo que sabe el Director.
Lo que me inquieta es que cuando lo vi le dije algo referente a que la igualdad no es
lo importante. Y su casa parece ser llevada..., bueno, en una forma sumamente
democrtica.
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C. S. Lewis
ms tiles durante los primeros tiempos del movimiento de lo que podran probablemente
ser durante el perodo en que estaban ahora entrando. No haba en la mente de Mark
ningn plan de socavar el terreno que Feverstone pisaba, ni siquiera un determinado
deseo de que lo socavasen; pero el ambiente de la conversacin en general fue para l
ms agradable cuando comenz a comprender la verdadera situacin. Se alegraba
tambin de haber tenido que conocer a Frost. Saba por experiencia que en casi todas
las organizaciones hay siempre algn personaje tranquilo e insignificante que pasa
inadvertido para la gente vulgar pero que es en realidad el resorte principal de toda la
maquinaria. El mero hecho de reconocer a esta gente por lo que valen demuestra que uno
ha hecho un progreso considerable. Haba en Frost algo escurridizo que a Mark no le
gustaba; tena, adems, algo repulsivo en la regularidad de sus facciones. Pero sus
menores palabras (no deca muchas) iban directamente al fondo del asunto, y Mark
encontraba delicioso hablar con l. Los placeres de la conversacin iban perdiendo
paulatinamente para Mark relacin con aquel espontneo agrado o desagrado de la gente
con quien hablaba. Se daba cuenta de este cambio que se haba iniciado cuando entr
a formar parte del Elemento Progresivo del Colegio, y lo acoga como signo favorable de
madurez.
Wither lo haba recibido de la manera ms esperanzadora. Al final de la conversacin
se llev a Mark aparte, le habl vaga pero paternalmente de la gran obra que realizaba y
finalmente le pregunt por su mujer. El Director esperaba que no hubiese nada de verdad
en el rumor que haba llegado hasta l de que sufra de... un desequilibrio nervioso.
Quin diablos le habr dicho esto?, pens Mark.
Porque dijo Wither he pensado, en vista del enorme trabajo que pesa sobre
usted actualmente y de la consecuente dificultad de poder ir a su casa con la frecuencia
que nosotros, que, en su caso, el Instituto podra autorizar... (hablo, desde luego,
extraoficialmente), en fin, que estaramos encantados de dar la bienvenida a Mrs.
Studdock aqu.
Hasta que el D.D. le dijo esto, Mark no se haba dado cuenta de que nada le disgustara
tanto como tener a Jane en Belbury. Haba tantas cosas que Jane no entendera! No
solamente la frecuencia de sus libaciones, que iba convirtindose en hbito, sino..., en fin,
todo, de la maana a la noche. Porque slo rendiramos justicia a Mark y a Jane
reconociendo que hubiera sido imposible sostener en presencia de Jane ninguna de las
conversaciones que su vida en Belbury le impona. Su sola presencia hubiera sido causa
de que la risa del Crculo Interior sonase metlica e irreal; y lo que ahora consideraba
como prudencia, a ella le hubiera parecido (y a travs de ella a l) simple adulacin,
servilismo y cazurrera. Jane, en Belbury, lo hubiera convertido en algo vulgar, blando e
incluso furtivo. Se senta angustiado slo de pensar que poda tratar de ensear a Jane a
ayudar a mantener a Wither de buen humor y que deba ser amable con miss Hardcastle.
Se excus vagamente con el D.D. y se march rpidamente.
Aquella tarde, mientras estaba tomando el t, el Hada Hardcastle se acerc e,
inclinndose sobre el respaldo de su silla, le dijo al odo:
Le ha fastidiado usted, Studdock.
Qu pasa, Hada? pregunt Mark.
No logro descubrir qu le pasa a usted, joven Studdock, pero es un hecho. Es que
ha decidido fastidiar al Viejo? Porque ya sabe que es un juego peligroso.
De qu diablos est usted hablando?
Bien, hemos estado todos trabajando en inters suyo, y esta maana creamos que
finalmente habamos triunfado. Ha hablado de darle a usted el sueldo originariamente
previsto y de cancelar el perodo de prueba. No haba ninguna nube en el cielo. Despus
charla usted cinco minutos con l, escasamente cinco minutos, y en este tiempo consigue
usted estropearlo todo. Empiezo a creer que es usted un caso patolgico.
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C. S. Lewis
Y por qu no? Es sencillamente higiene. Escuchen, amigos mos. Si cogen ustedes
alguna cosa podrida y ven que la vida orgnica late dentro de ella, no dicen ustedes:
Oh, que horror! y la tiran?
Siga rog Winter.
Y ustedes, especialmente los ingleses, no son acaso hostiles a toda vida orgnica
salvo la suya propia, en su propio cuerpo? Antes que permitirla han inventado el bao
diario.
Eso es verdad.
Y a qu llaman ustedes suciedad? No es precisamente lo orgnico? Los minerales
son suciedad limpia. Pero la verdadera porquera es lo que viene de los organismos: el
sudor, la saliva, los excrementos. No es acaso un elocuente ejemplo su propia idea de
la pureza? Lo impuro y lo orgnico son dos conceptos inseparables.
A dnde va usted a parar, profesor? dijo Gould Al fin y al cabo, tambin
nosotros somos organismos.
Lo concedo. Esta es la cuestin. En nosotros, la vida orgnica ha producido la mente.
Ha hecho su obra. Despus de esto, ya no queremos ms. No queremos ya que el mundo
siga cubierto de vida orgnica, germinando, echando capullos, brotando y marchitndose.
Hay que liberarse de ello. Poco a poco, desde luego; lentamente vamos aprendiendo
cmo. Aprendemos a que nuestros cerebros vivan cada vez con menos cuerpo;
aprendemos a formar nuestros cuerpos directamente con substancias qumicas, a no
tenerlos que saciar con animales muertos y hierbas. Aprenderemos a reproducirnos sin
necesidad de cpula.
No creo que sea muy divertido dijo Winter.
Amigo mo, ya han empezado ustedes a separar la diversin, como la llama usted, de
la fertilidad. La diversin empieza ya a pasar. Bah! Ya s que no es esto lo que usted
piensa. Pero mire usted sus mujeres inglesas. De cada diez, seis son frgidas, no es
eso? Lo ve usted? La Naturaleza misma empieza a alejar los anacronismos. Cuando los
haya alejado completamente, la verdadera civilizacin comenzar a ser posible. Lo
entenderan ustedes si fuesen campesinos. Quin tratara de trabajar la tierra con
sementales y toros? No, no, se necesitan castrados y bueyes. No habr jams paz, ni
orden, ni disciplina, mientras haya sexo. Cuando el hombre lo haya arrojado lejos de s
podr finalmente ser gobernable.
La cena termin, y, al levantarse de la mesa, Filostrato susurr al odo de Mark:
No le aconsejara que fuese usted a la Biblioteca esta noche, comprende? No est
usted en favor... Venga a mi habitacin y charlaremos.
Mark se levant y lo sigui, contento y sorprendido de que, en su nueva crisis en el
I.N.E.C., Filostrato estuviese al parecer a su lado. Fueron al saloncito del italiano, situado
en el primer piso. Mark se sent delante de la chimenea, pero su husped continu
andando de un lado a otro.
Siento muchsimo, mi joven amigo dijo, haberme enterado de su nuevo disgusto
con el Director. Esto debe arreglarse, comprende? Si le invita a usted a traer a su mujer
aqu, por qu no la trae?
Pues, en realidad, no le di tanta importancia repuso Mark. Cre que era
simplemente una cuestin de cortesa. Su reparo en llevar a Jane a Belbury, si no haba
desaparecido, por lo menos yaca aletargado por el vino que haba bebido durante la cena
y por la aguda ansiedad experimentada ante la amenaza de una expulsin de la
biblioteca.
No tiene importancia dijo Filostrato, pero tengo motivos para creer que la
invitacin no proceda de Wither, sino directamente del Jefe.
El Jefe? Se refiere usted a Jules? dijo Mark con sorpresa. Crea que era una
mera figura simblica. Y qu puede importarle que traiga mi mujer o no?
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blanco, limpio. Y fjese usted bien, ni siquiera viento para esparcirlas 15. La ltima mota de
ese polvo permanecera hasta el fin del mundo en el sitio donde hubiera usted muerto...
Pero esto no tiene sentido. El universo no tiene fin.
S. Es un mundo muerto dijo Mark contemplando la luna.
No! dijo Filostrato. Se haba acercado a Mark y le hablaba ahora casi con un
susurro, el susurro del batir de alas de un murcilago correspondiente a una voz
naturalmente aguda. No. Hay vida en l.
Sabemos esto? pregunt Mark.
Oh, s! Vida inteligente. Bajo la superficie. Una gran raza, mucho ms avanzada que
nosotros. Una inspiracin. Una raza pura. Han limpiado su mundo, casi se han liberado de
lo orgnico.
Pero, cmo...?
No necesitan nacer, procrear ni morir; slo el bajo pueblo, la canaglia, hace eso. Ellos
conservan la inteligencia; pueden mantenerla artificialmente viva despus de que el
cuerpo orgnico ha renunciado a ella; un milagro de la bioqumica aplicada. No necesitan
alimento orgnico, comprende? Estn casi libres de la Naturaleza, ligados a ella tan slo
por el ms tenue, el ms sutil lazo.
Quiere usted decir pregunt Mark sealando el globo blanco de la luna que
todo eso es obra suya?
Por qu no? Si suprime usted toda la vegetacin, no tiene atmsfera ni agua.
Y con qu objeto?
Higiene. Por qu deban tener su mundo invadido de organismos? Y
deliberadamente suprimen todo organismo. Su superficie no es toda como usted la ve.
Hay todava habitantes en la superficie, salvajes. Una gran extensin sucia en el extremo
ms lejano donde hay todava agua, aire y bosques; s, y grmenes y muerte. Estn
extendiendo lentamente su higiene por todo su globo. Lo desinfectan. Los salvajes luchan
contra ellos. En las cavernas y las galeras subterrneas hay fronteras, y guerras crueles.
Pero la gran raza sigue presionando. Si pudiese usted ver el otro lado vera ao tras ao
la roca limpia (como este lado de la luna) aumentar. La mancha orgnica, todo lo verde,
azul y hmedo, disminuye. Como si se limpiase un objeto de plata empaado.
Pero, cmo se sabe todo esto?
Se lo dir a usted en un momento. El Jefe tiene muchas fuentes de informacin. De
momento, hablo slo para inspirarlo. Hablo para que pueda usted saber lo que puede
hacerse..., lo que debe hacerse aqu. Este Instituto est destinado a algo ms til que el
alojamiento, la vacunacin, los trenes ms rpidos y la curacin del cncer. Est destinado
a la conquista de la muerte; o a la conquista de la vida orgnica, si lo prefiere usted. Es lo
mismo. Es sacar del capullo de la crislida de la vida orgnica que encierra la infancia de
la mentalidad, al Nuevo Hombre, al hombre que no morir, al hombre artificial, libre de la
Naturaleza. La Naturaleza es la escalera de mano por la que hemos trepado; ahora la
arrojamos de un puntapi.
Y usted cree que algn da encontraremos la manera de conservar el cerebro vivo
indefinidamente?
Hemos empezado ya. El Jefe mismo...
Siga dijo Mark. Su corazn lata furiosamente y haba olvidado ya a Jane y a
Wither. Esto, por lo menos, era una cosa real.
El Jefe en persona ha sobrevivido ya a la muerte, y hablar usted con l esta noche.
Quiere usted decir que Jules ha muerto ya?
Bah! Jules no es nadie. No es el Jefe.
15 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice esparcerlas en lugar de
esparcirlas. (Nota del editor digital)
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Pues es muy fcil dijo Filostrato. Hemos encontrado la manera de hacer
sobrevivir a un muerto. Era un hombre docto incluso en su vida natural. Vive ahora para
siempre; ser ms docto todava. Ms tarde lo haremos vivir mejor, porque de momento,
hay que reconocerlo, su segunda vida no es muy agradable para el que goza de ella.
Comprende usted? Ms tarde la haremos agradable para algunos..., quiz no tan
agradable para otros. Porque podemos hacer que el muerto viva, quiera l o no. Aquel que
ser finalmente rey del universo puede dar la vida a quien quiera. No pueden rehusar este
pequeo regalo.
Y as dijo Straik vuelven las lecciones que aprendimos en el regazo de nuestra
madre. Dios tendr el poder de infligir eterna recompensa o eterno castigo.
Dios? dijo Mark. Qu tiene que ver l con todo esto? No creo en Dios.
Pero, amigo mo dijo Filostrato, es que necesariamente porque no hubo Dios en
el pasado no puede haber Dios en el futuro?
No comprende usted dijo Straik que le estamos ofreciendo la indecible gloria de
asistir a la creacin del Dios Todopoderoso? Aqu, en esta casa, ver usted la primera gota
de la esencia del verdadero Dios. Es un hombre (o un ser creado por el hombre) que
ascender finalmente al trono del universo. Y lo regir para siempre.
Vendr usted con nosotros? pregunt Filostrato. Ha mandado a buscarlo.
Claro que vendr dijo Straik. Cree acaso que puede retroceder y vivir?
Y el asuntillo ese de su esposa aadi Filostrato. No va usted a mencionar una
trivialidad como sta. Har usted lo que le han dicho. No se discute con el Jefe.
Mark no tena ya nada que lo ayudase, fuera de la animacin del alcohol ingerido
durante la cena, la cual se iba desvaneciendo rpidamente, y algunos vagos recuerdos de
horas pasadas con Jane antes de ir a Bracton, durante las cuales el mundo tena un sabor
diferente de aquel espantoso horror que pesaba ahora sobre l. Esto, y una repulsin
instintiva hacia aquellos dos rostros iluminados por la luna que tanto atraan su atencin.
Por otra parte, tena miedo. Qu le haran si se negaba ahora a acceder? Y por efecto
del miedo, Mark crea que si se someta en aquel momento las cosas se arreglaran por s
solas, por la maana. Y, ayudando al miedo y a la esperanza, haba todava, incluso
entonces, una emocin no del todo desagradable ante la idea de compartir un secreto de
aquella magnitud.
S... dijo, interrumpindose como si le faltara el aliento. S, desde luego..., ir.
Lo llevaron fuera. Los corredores estaban ya silenciosos, y el ruido de risas y
conversaciones de las habitaciones pblicas de la planta baja haba cesado. Tropez y lo
sujetaron por los brazos. El camino pareca largo; pasillo tras pasillo, corredores que no
haba visto nunca... Atravesaron una puerta y llegaron a un sitio donde todas las luces
estaban encendidas y en el que se perciban extraos olores. Entonces Filostrato habl
por un tubo acstico y una puerta se abri ante ellos.
Mark se encontr en una sala parecida a un quirfano, con luces vivas, botellas e
instrumentos relucientes. Un muchacho a quien no conoca, vestido con una bata blanca,
los recibi.
Qutese el traje dijo Filostrato.
Mientras Mark obedeca observ que la pared de enfrente estaba llena de discos
numerados. Una serie de tubos flexibles salan del suelo y penetraban en la pared debajo
de los nmeros. Aquellos discos numerados y los haces de tubos bajo ellos, que parecan
vibrar ligeramente, le producan el efecto de estar viendo a un ser dotado de muchos ojos
y muchos tentculos. El joven mantena la mirada fija en las agujas vibrantes de los
discos. Cuando los recin llegados se hubieron despojado de sus ropas exteriores, se
lavaron el rostro y las manos, y Filostrato, utilizando unas pinzas, sac unas batas blancas
de un receptculo de vidrio. Cuando se las hubieron puesto les dio tambin guantes y
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estuviera vivo, y al mismo tiempo babear sobre la barba, que pareca pegajosa y muerta...
Entonces entraron tres personas en la habitacin, todas vestidas de blanco, cubiertas por
mscaras, caminando cautelosamente como un gato sobre una pared. Una de ellas era
alta y gorda16, y otra largirucha y huesuda. La tercera... Jane hizo una pausa involuntaria
, la tercera... creo que era Mark... Quiero decir, mi marido.
Est usted segura? pregunt el Director.
S... repuso Jane. Era Mark. Conozco su manera de andar. Y conozco los
zapatos que llevaba. Y su voz. Era Mark.
Lo siento... dijo el Director.
Entonces prosigui Jane, los tres se acercaron y se detuvieron delante de la
cabeza. Se inclinaron ante ella. Me es imposible decir si los miraba, a causa de las gafas
obscuras. Sigui produciendo aquel ruido rtmico. Despus habl.
En ingls? pregunt Grace Ironwood.
No, en francs.
Qu dijo?
Pues... no conozco suficientemente el francs para poderlo entender bien. Hablaba
pausadamente. A sacudidas, como un hombre a quien falta el aliento. Sin expresin. Y,
desde luego, no poda dar una entonacin u otra, como lo hace una... persona real.
No entendi usted nada de lo que se dijo?
No mucho. El hombre gordo pareca presentarle a Mark. Le dijo algo. Entonces Mark
trat de contestar, pero no pude entenderlo bien, porque su francs es mucho mejor que el
mo.
Qu dijo?
Dijo algo referente a hacerlo en pocos das si era posible.
Fue todo?
Casi. Mark no poda soportar aquello; s que era incapaz. Recuerdo que en mi sueo
quise decrselo. Vea que iba a caerse. Trat de gritarles a los otros dos: Va a caerse!
Pero, naturalmente, no pude. Estaba enfermo. Entonces lo sacaron de la habitacin.
Los tres permanecieron silenciosos algunos segundos.
Es eso todo? pregunt miss Ironwood.
S contest Jane. Es todo lo que recuerdo. Creo que entonces me despert.
El Director hizo una profunda aspiracin.
Bien dijo mirando a miss Ironwood, la cosa se va aclarando. Tenemos que
celebrar consejo en el acto. Est aqu todo el mundo?
No. El doctor Dimble ha tenido que ir al Colegio de Edgestow a buscar a unos
discpulos. No volver hasta esta noche.
Entonces celebraremos consejo esta noche. Dispngalo todo. Permaneci callado
un momento y se volvi hacia Jane. Mucho temo que la cosa sea mala para usted,
amiga ma dijo, y peor para l.
Se refiere usted a Mark, seor?
S. No lo juzgue usted duramente. Sufre. Si somos vencidos, todos sucumbiremos
con l. Si vencemos, lo rescataremos. No puede haber ido muy lejos todava. Se
detuvo, sonri y aadi: Ya estamos acostumbrados a ocuparnos de los maridos. El de
la pobre Ivy est en la crcel.
En la crcel?
S, por robo vulgar... Pero es un buen hombre. Pronto estar libre.
A pesar del horror que Jane haba experimentado durante su sueo al ver a Mark y a
sus asociados rodeados de aquel espantoso ambiente, haba sido un horror en el que se
16 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice Uno de ellas era alto y gorda
en lugar de Una de ellas era alta y gorda. (Nota del editor digital)
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slo emanaciones de aquel miedo central. Necesitaba a Jane; no luchaba ahora contra
esto.
Hay que recordar que en la mente de Mark difcilmente hallaba albergue un noble
sentimiento, ni cristiano ni pagano. Su educacin no haba sido ni clsica ni cientfica, sino
sencillamente moderna. Las severidades de la abstraccin y de las grandes tradiciones
humanas haban pasado por su lado; y no tena ni la astucia campesina ni el honor
aristocrtico que pudiese ayudarlo. Era un hombre de paja, un analista sagaz de temas
que no requeran un exacto conocimiento (siempre haba brillado en cuestiones de
Ensayos o Ideas Generales), y el primer indicio de verdadero miedo por su vida corporal lo
dejaba anonadado. Su cabeza le causaba dolores atroces, y se senta enfermo.
Afortunadamente, ahora tena siempre una botella de whisky en su habitacin. Un buen
trago le permiti afeitarse y vestirse.
Lleg tarde a desayunar, pero no importaba, porque era incapaz de comer. Tom varias
tazas de caf solo y se fue a la sala de escribir. Estuvo mucho rato dibujando garabatos en
el papel secante. Ahora que haba llegado el momento de escribir a Jane, le era imposible
concebir la carta. Por qu queran a Jane? Informes temores asediaron su mente. A
Jane, precisamente! La llevaran a la Cabeza? Por primera vez en su vida acudi a su
mente una especie de amor desinteresado; deseaba no haberse casado con ella, no
meterla jams en aquel mundo de espantosos horrores que pareca tener que ser ahora
su vida.
Hola, Studdock! dijo una voz. Escribiendo a la mujercita, eh?
Maldita sea! dijo Mark. Ha hecho usted que se me cayese la pluma.
Pues cjala usted, muchacho dijo miss Hardcastle sentndose sobre la mesa. Mark
cogi la pluma y permanecieron sentados los dos, sin mirarse. Desde que sali del colegio
no haba sabido lo que era odiar y temer a una persona con todas las fuerzas de su
cuerpo tanto como odiaba y tema ahora a aquella mujer.
Tengo malas noticias para usted, muchacho dijo, producindole un sobresalto en el
corazn. Tmelo como un hombre, Studdock... aadi el Hada.
De qu se trata?
El Hada no contest en seguida, y Mark saba que lo estaba estudiando, vigilando en
qu forma responda el instrumento a su juego.
Estoy preocupada por su mujercita dijo al fin.
Qu quiere usted decir? pregunt Mark rpidamente, levantando la vista esta vez.
La colilla entre los labios del Hada segua apagada, pero haba llegado incluso a sacar
las cerillas.
Me he ocupado de ella dijo miss Hardcastle, en inters de usted, naturalmente.
Pens que Edgestow no era un sitio sano para ella en estos momentos.
Y qu le pasa? grit Mark.
Ssss! No conviene que nadie nos oiga dijo el Hada.
No puede usted decirme qu ocurre?
El Hada esper unos segundos antes de contestar.
Qu sabe usted de su familia, Studdock?
Mucho. Qu tiene que ver con esto?
No hay nada... raro... del otro lado?
Qu diablos quiere usted decir?
No sea usted brusco, querido. Hago todo lo que puedo por usted. Es slo... No s,
pero me pareci que obraba de una manera muy rara cuando la vi.
Mark recordaba perfectamente su conversacin con ella el da que sali para Belbury.
Sinti un nuevo ramalazo de dolor. Dira acaso la verdad aquella mujer odiosa?
Qu dijo? pregunt.
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flotando en la lejana, extendindose y disipndose como un gas a travs de mundos
informes y sombros, por las vastas extensiones desoladas del universo. Aquellos ojos
plidos y hmedos eran, en cierto modo, el infinito, lo informe y lo indeterminable. La
habitacin estaba fra y silenciosa; no haba reloj, y el fuego estaba apagado. Era
imposible hablar ante un rostro como aquel. Pero pareca imposible salir de la habitacin,
porque aquel hombre lo haba visto. Mark tena miedo: jams se haba encontrado en una
situacin como aquella.
Cuando finalmente Wither habl, sus ojos no se fijaron en Mark, sino en un punto
remoto, ms all de la ventana, quiz en el cielo.
S quien es dijo Wither. Se llama usted Studdock. Qu significa esto de venir
aqu? Hubiera hecho mejor en quedarse fuera. Salga de aqu!
Los nervios de Mark estallaron en aquel momento. Todos aquellos temores lentamente
acumulados durante los ltimos das cristalizaron de repente en una determinacin, y un
segundo despus bajaba los escalones de tres en tres. Cruz el hall. Sali fuera y ech a
andar por la avenida. De nuevo el camino a seguir le pareca fcil. Frente a la entrada
haba un espeso macizo de rboles atravesado por un sendero. El sendero lo llevara en
media hora a Courthampton, y all encontrara el autobs de Edgestow. No pens en
absoluto en el futuro. Slo dos cosas importaban: primero, salir de aquella casa, y
segundo, volver a Jane. Le devoraba un deseo por Jane que era fsico sin ser en absoluto
sensual; como si el consuelo y la fortaleza brotasen de su cuerpo, como si su sola piel
pudiese limpiar toda la inmundicia que pareca rodearlo. La idea de que poda realmente
estar loca haba desaparecido de su mente. Y era todava demasiado joven para creer en
el sufrimiento. No poda desligarse de la creencia de que, slo con que lo intentase, la red
se rompera por s sola, el cielo se aclarara y todo terminara, tomando Jane y l el t
juntos, como si nada hubiese ocurrido. Estaba ya fuera de los campos; cruzaba la
carretera: haba entrado en el macizo de rboles. Se detuvo sbitamente. Ocurra algo
imposible. En el sendero, delante de l, estaba la figura de un hombre, un hombre alto,
muy alto, ligeramente encorvado, vacilando y silbando distradamente una tonada; el
Director Delegado en persona. En un momento, todo el optimismo y bienestar de Mark
desapareci. Dio la vuelta. Se detuvo en la carretera; pareca experimentar el dolor ms
intenso que jams haba sufrido. Despus, cansado, tan cansado que sus piernas no
podan casi llevarlo, reemprendi lentamente el camino de Belbury.
III
Mr. MacPhee ocupaba en la planta baja del Castillo una pequea habitacin que l
llamaba su despacho, en la cual jams entraba ninguna mujer si no era bajo su propia
custodia. Y en aquella limpia pero polvorienta estancia estaba sentado aquella tarde, poco
antes de cenar, con Jane Studdock, a quien haba invitado a fin de darle lo que l llamaba
un breve y objetivo resumen de la situacin.
Empezar por decirle, Mrs. Studdock, que conozco al Director desde hace
muchsimos aos, y que la mayor parte de su vida se ha dedicado a la filologa. No estoy
personalmente convencido de que la filologa pueda ser considerada como una ciencia
exacta, pero cito el hecho como testimonio de su capacidad intelectual en general. Y, sin
querer prejuzgar ningn hecho, no dir, como dira en una conversacin ordinaria, que
siempre fue un hombre de lo que podramos llamar ndole imaginativa. Su apellido
original era Ransom.
No ser el Ransom de Dialecto y Semntica? dijo Jane.
El mismo. Este es nuestro hombre repuso MacPhee. Pues bien, har unos seis
aos (tengo todos los datos anotados en un librito, pero no tiene importancia de
momento), ocurri su primera desaparicin. Se eclips sin dejar rastro durante nueve
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C. S. Lewis
Me perdonar usted que le diga que esta observacin demuestra que no ha
comprendido todo el alcance de lo que he dicho. Estos seres no son en absoluto seres
planetarios. Suponiendo que existan, hay que concebirlos flotando en las profundidades
del espacio, si bien pueden fijarse en un planeta de vez en cuando, como un pjaro se
posa en un rbol. Segn dice, hay algunos que estn ms o menos afectos a
determinados planetas, pero no son naturales de ellos. Slo son una cosa pura de
diferente especie.
Hubo unos instantes de silencio, y Jane pregunt:
Son, deduzco, ms o menos propicios?
Esta es exactamente la idea del Director, con una excepcin importante.
Cul?
Los eldiles que durante muchos siglos se han concentrado en nuestro planeta.
Parece que no hemos tenido ninguna suerte al elegir nuestro complemento de parsitos. Y
esto, Mrs. Studdock, me lleva al punto esencial. Jane esper. Era extraordinaria la
forma en que las maneras de MacPhee neutralizaban casi totalmente la extraeza de su
relato. La cara y la cruz del asunto continu MacPhee es que esta casa est
dominada, o por los seres de que le estoy hablando, o por una extraa quimera. Por los
consejos que dice haber recibido de los eldiles, el Director ha descubierto la conspiracin
contra la raza humana; y, lo que es ms, dirige la campaa bajo las instrucciones de los
eldiles... si es que podemos llamar dirigirla. Se le puede haber ocurrido a usted
preguntarse, Mrs. Studdock, cmo ningn hombre cuerdo puede pensar que vamos a
destruir una poderosa conspiracin por el hecho de estar aqu cultivando legumbres y
domesticando osos. Es una pregunta que he hecho en diferentes ocasiones, y la
contestacin es siempre la misma: estamos esperando rdenes.
De los eldiles? Era a ellos a quienes se refera cuando me habl de sus Maestros?
No cabe la menor duda, si bien no emplea esta palabra cuando habla conmigo.
Pero, Mr. MacPhee, no lo entiendo. Cre que haba usted dicho que los eldiles de
nuestro planeta nos eran hostiles.
Es una pregunta muy acertada repuso MacPhee, pero no es con los nuestros
con los que el Director pretende estar en comunicacin. Es con sus amigos del espacio.
Nuestro propio contingente, los eldiles terrestres, son los que urden la conspiracin. Tiene
usted que imaginarnos, Mrs. Studdock, viviendo en un mundo en el que las clases
criminales de los eldiles han establecido su cuartel general. Y, lo que ocurre ahora, si el
punto de vista del Director es justo, es que sus propios parientes y allegados visitan
nuestro planeta para poner orden.
Quiere usted decir que los otros eldiles, los del espacio, vienen a esta casa?
Esto es lo que cree el Director.
Pero usted debe de saber si es verdad o no.
Cmo?
Los ha visto usted?
No es una pregunta que pueda contestarse afirmativa o negativamente. He visto
muchas cosas en mis tiempos que no estaban en un lugar ni eran lo que pretendan ser:
arco iris, reflejos y puestas de sol, sin hablar de los sueos. Existe tambin la
heterosugestin. No negar que he observado en esta casa una clase de fenmenos que
no me he explicado todava claramente. Pero no ocurren nunca cuando tengo a mano mi
carnet de notas o alguna facilidad de comprobacin.
No es creer lo mismo que ver?
Puede serlo... para los chiquillos o las bestias repuso MacPhee.
Pero no para la gente sensata, quiere usted decir?
Mi to, Mr. Duncanson dijo MacPhee, cuyo nombre puede serle conocido como
Inspector General de la Asamblea sobre las Aguas, en Escocia, para ahuyentar a la gente
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Ambas estaban posedas de la misma pasin, pero no saban de qu pasin se trataba.
Llegaron a la puerta principal, y al abrirla vieron algo que, a pesar de ser natural, pareca
de momento apocalptico.
Durante todo el da haba soplado viento, y se encontraron frente a un cielo claro. El
aire era intensamente fro, y las estrellas brillantes. En lo alto, los ltimos jirones de las
nubes corran delante de la luna, no la luna voluptuosa de mil canciones de amor de las
tierras del sur, sino Diana Cazadora, la virgen indomable, la azagaya de la locura. Si aquel
fro satlite hubiese aparecido por primera vez ante la tierra, no hubiera tenido con mayor
intensidad el aspecto de un presagio. La fuerte sensacin penetr en la sangre de Jane.
Este Mr. MacPhee... dijo mientras caminaban lentamente hacia la parte ms
elevada del jardn.
Lo s... dijo Camilla; y despus: Lo ha credo usted?
Desde luego.
Cmo le ha explicado MacPhee la edad del Director?
Se refiere usted a su aspecto..., o a que sea tan joven, si es que llaman ustedes a
esto joven?
S. As es como son los que vienen de las estrellas. O por lo menos de Perelandra. El
Paraso dura todava all. Haga usted que se lo cuente alguna vez. No envejecer ya
jams un da ni una hora.
Morir?
Se lo llevarn, segn creo. Volver al Cielo Profundo. Le ha ocurrido a una o dos
personas, quiz a seis, desde que el mundo comenz.
Camilla!
Dgame.
Qu... qu es ese hombre?
Eso, un hombre. Y el Pendragn de Logres. Esta casa, todos nosotros, Mr. Bultitude y
Pinch, somos todo lo que queda de Logres; todo lo dems se ha convertido simplemente
en Inglaterra. Sigamos. Vamos hasta la cumbre. Sopla el viento. Acaso vengan esta
noche.
IV
Aquella noche, Jane se ase bajo la atenta mirada del Barn Corvo, el cuervo, mientras
los otros celebraban consejo en el Cuarto Azul.
Bien dijo Ransom cuando Grace Ironwood hubo terminado de leer sus notas.
Este es el sueo, y todo en l parece ser objetivo.
Objetivo? dijo Dimble. No comprendo, seor. No querr usted decir que pueden
tener una cosa as...
Qu piensa usted, MacPhee? pregunt Ransom.
Oh! s, es posible dijo MacPhee. Es un viejo experimento que se realiza con
cabezas de animales. Se hace frecuentemente en laboratorios. Se le corta la cabeza a un
gato, por ejemplo, y se tira el cuerpo. Se puede conservar la cabeza funcionando durante
algn tiempo si se le suministra sangre a la presin necesaria. Es curioso dijo Ivy
Maggs.
Quiere usted decir que se conserva viva? dijo Dimble.
Viva es una palabra muy ambigua. Puede usted conservar sus funciones. Es lo que
popularmente se llamara viva. Pero una cabeza humana..., consciente... No s qu
ocurrira si se intentase.
Se ha intentado dijo miss Ironwood. Un alemn lo intent antes de la primera
guerra con la cabeza de un criminal.
Es cierto? pregunt MacPhee con gran inters. Y sabe usted el resultado
obtenido?
121
C. S. Lewis
todas las fuerzas de la retrica a quitarnos la cabeza de encima de los hombros porque a
otros les han quitado los hombros de debajo de la cabeza. Defender la cabeza del
Director, y la suya, doctor Dimble, y la ma propia, contra esa gente, hierva su cerebro o
no. Con tal de que hagamos uso de ella. Celebrara saber qu medidas prcticas
proponen ustedes. Se dio un golpecito sobre las rodillas con los nudillos y mir fijamente
al Director. Es un asunto aadi que me he aventurado a proponer de antemano.
Una sbita transformacin, como el surgir de la llama de un montn de rescoldos, se
efectu en el rostro de Grace Ironwood.
Es que no podemos confiar en que el Director trace su plan a su debido tiempo, Mr.
MacPhee? pregunt orgullosamente.
Del mismo modo, doctor dijo l, no puede concedrsele la suficiente confianza
para que oiga su plan?
Qu quiere usted decir, MacPhee? pregunt Dimble.
Seor Director dijo MacPhee, me perdonar usted que le hable francamente. Sus
enemigos han conseguido esta cabeza. Han tomado posesin de Edgestow, y estn en
camino de suspender todas las leyes de Inglaterra. Y, no obstante, nos dice usted que no
es hora todava de moverse. Si hubiesen ustedes seguido mi consejo hace seis meses
tendramos ahora una organizacin extendida por toda Inglaterra y quiz una parte de la
Cmara de los Comunes. S perfectamente lo que dirn: que stos no son los mtodos
adecuados. Y quiz no lo sean. Pero si no puede usted seguir nuestro consejo ni darnos
nada que hacer, para qu estamos aqu sentados? Ha pensado usted seriamente en
despedirnos y buscar nuevos colegas con los cuales poder trabajar?
Disolver la compaa, quiere usted decir? pregunt Dimble.
Eso mismo dijo MacPhee.
El Director levant la vista sonriendo.
No tengo poderes para disolverla dijo.
En este caso dijo MacPhee, debo preguntar qu autoridad tiene usted para
habernos reunido.
Jams los he reunido repuso el Director. Despus, dirigiendo una mirada circular a
los concurrentes, aadi: Aqu hay un error de comprensin. Estn ustedes bajo la
impresin de que yo los he elegido? No es eso? repiti, al ver que nadie contestaba.
Pues... dijo Dimble, por lo que a m se refiere, comprendo que las cosas han
ocurrido ms o menos inconscientemente..., incluso accidentalmente. En ningn momento
me pidi usted mi adhesin al movimiento ni nada por el estilo. Por eso me he
considerado siempre como una especie de edecn. Supona que los dems estaban en
una posicin ms regular que la ma.
Seguramente sabe usted por qu Camilla y yo estamos aqu dijo Denniston.
Jams pensamos en prever en qu forma bamos a ser empleados.
Grace Ironwood levant la vista con una expresin esttica en su rostro, que haba
palidecido ms an.
Desea usted...? comenz a decir.
El Director apoy la mano sobre su brazo.
No dijo, no hay necesidad de explicar todas estas cosas.
Las duras facciones de MacPhee esbozaron una mueca.
Ya s adonde va a parar dijo. Hemos estado todos jugando a la gallina ciega.
Pero me permitir observar, doctor Ransom, que ha llevado usted las cosas un poco lejos.
No recuerdo exactamente cmo fue nombrado usted Director, pero por este ttulo y por un
par de indicios ms cualquiera hubiera pensado que se conduca usted ms como el jefe
de una organizacin que como el husped de una fiesta familiar.
Soy el Director dijo Ransom sonriendo.
123
124
C. S. Lewis
Al principio, el gran misterio para el grupo Ransom haba sido por qu el enemigo
quera el Bosque de Bragdon. La tierra no era adecuada, y slo poda aprovecharse para
construir un edificio de la escala que proyectaban con un enorme gasto de trabajos
preliminares; y, adems, Edgestow no era tampoco, evidentemente, el lugar indicado.
Mediante un intenso estudio en colaboracin con el doctor Dimble y pese al continuo
escepticismo de MacPhee, el Director lleg por fin a una conclusin. Dimble, l y los
Denniston posean algn conocimiento de la poca del rey Arts, cuya erudicin no se
alcanzar probablemente durante algunos siglos. Saban que Edgestow estaba situado en
lo que haba sido el mismo corazn del antiguo Logres, que el pueblecillo de Cure Hardy
conservaba el nombre de Ozana le Coeur Hardi, y que el legendario Merln haba habitado
un da en lo que era ahora el Bosque de Bragdon.
Ignoraban con exactitud cul fue su obra all; pero por diferentes caminos haban
llegado demasiado lejos para considerar su arte como mera leyenda o impostura o
equipararlo exactamente a lo que el Renacimiento llam Magia. Dimble sostena incluso
que un buen crtico, por su sola sensibilidad, poda distinguir la diferencia en los rastros
que ambas cosas haban dejado en la literatura. Qu hay de comn preguntaba
entre los ocultistas ceremoniales como Fausto, Prspero o Archimago, con sus prcticas
de medianoche, sus libros prohibidos, sus diablos y elementales auxiliares, y una figura
como Merln que obtena sus resultados por el simple hecho de ser l? Y Ransom estaba
de acuerdo. Crea que el arte de Merln era el ltimo superviviente de algo ms antiguo y
diferente, algo trado a la Europa Occidental despus de la cada de Numitor, remontando
a una era en la cual las relaciones generales entre la mente y la materia sobre este
planeta haban sido otras que las que conocemos. Con seguridad difirieron profundamente
de la Magia del Renacimiento. Era muy posible (si bien incierto) que fuese menos
culpable, pero haba con certeza sido ms efectivo. Porque Paracelso, Agripa y todos los
dems haban conseguido muy poco o nada; Bacon mismo (que no era enemigo de la
Magia salvo bajo este concepto) cita que los magos no alcanzaban la grandeza y la
certidumbre del trabajo. Toda la explosin de artes prohibidas del Renacimiento no fue, al
parecer, sino un sistema de perder el alma en condiciones particularmente desfavorables.
Pero el arte ms antiguo tena propsitos completamente diferentes.
Pero si la nica posible atraccin de Bragdon resida en los ltimos vestigios de la
magia Atlntica, aquello significaba para ellos algo ms. Deca claramente que el I.N.E.C.,
en lo ms profundo, no se preocupaba simplemente de las formas modernas y
materialistas del poder. Le deca al Director, en realidad, que detrs de todo aquello haba
energa eldlica y conocimiento eldlico. Otra cuestin era, desde luego, si sus miembros
humanos tenan conocimiento de los obscuros poderes que eran en realidad los
verdaderos organizadores. Y, en el fondo, este punto acaso no fuese muy importante.
Como Ransom haba dicho ms de una vez, lo sepan o no lo sepan, de todos modos va a
ocurrir lo mismo. La cuestin no estriba en la forma en que actuar la gente de Belbury
(los Eldiles Sombros se ocuparn de ello), sino en cmo juzgarn sus acciones. Irn a
Bragdon; falta saber si algunos de ellos sabrn la verdadera razn por la que van, o si
todos ellos forjan alguna teora de emanaciones, aire o tensiones etreas para explicarlo.
Hasta cierto punto, el Director supuso que los poderes por los cuales luchaba el
enemigo residan en Bragdon mismo, porque hay una antigua y extendida creencia de que
la localidad misma tiene importancia en esta materia. Pero por el sueo de Jane sobre el
fro durmiente supo algo ms. Era algo ms definitivo, algo localizado bajo el suelo del
Bosque de Bragdon, algo que poda descubrirse excavando. Era, en realidad, el cuerpo de
Merln. Lo que le dijeron los eldiles respecto a la posibilidad de este descubrimiento lo
recibi casi sin asombro. No haba asombro posible con ellos. A sus ojos, las formas
normales telricas generacin, nacimiento, muerte y destruccin que forman el marco
de nuestro pensamiento, no eran menos maravillosas que las incontables otras formas de
125
C. S. Lewis
experimentos de la sala de diseccin y del laboratorio patolgico aumentaban la
conviccin de que el acto de ahogar las repugnancias profundamente arraigadas era la
primera esencia del progreso. Y ahora todo esto alcanzaba la fase en la cual sus sombros
promotores crean poder comenzar, seguros, a inclinarlo de modo que se reuniese con
esta otra forma ms temprana de poder. Elegan el primer momento en que esto poda ser
realizado. No hubiera podido hacerse con los cientficos del siglo XIX. Su firme
materialismo objetivo lo hubiera excluido de su mente; e incluso si hubiesen podido ser
llevados a creerlo, su heredada moralidad los hubiera alejado de tener contacto con la
carroa. MacPhee era un superviviente de esta tradicin. Ahora era diferente. Acaso
pocos o ninguno de los miembros de Belbury saban lo que estaba ocurriendo; pero una
vez que18 ocurriese, seran como briznas de paja en el fuego. Qu podran encontrar
increble, puesto que no crean ya en un universo racional? Qu podran considerar
demasiado obsceno, puesto que sostenan que toda moralidad era un simple producto
subjetivo de la situacin fsica y econmica del hombre? Todo estaba a punto. Desde el
punto de vista aceptado en el infierno, toda la historia de nuestra Tierra haba tendido a
llegar a este momento. Ahora haba por fin una verdadera oportunidad para el hombre
cado de sacudir aquella limitacin de poderes que la merced haba impuesto sobre l
como proteccin contra las consecuencias de su cada. Si esto triunfaba, el infierno sera
por fin encarnado. Los hombres malvados, mientras conservasen su cuerpo, mientras se
arrastrasen todava por esta tierra, entraran en aquel estado en el cual, hasta el presente,
slo haban entrado despus de la muerte; tendran la diuturnidad y el poder de los
espritus del mal. La Naturaleza, extendida sobre todo el globo de Tellus, se convertira en
su esclava; y de este dominio era imposible prever un fin antes de que llegase el mismo fin
del tiempo.
Diez - La ciudad conquistada
I
HASTA entonces, cualquiera que hubiesen sido sus das, Mark haba dormido bien, pero
aquella noche el sueo le fall. No haba escrito a Jane, y pas el da mantenindose
apartado de todo el mundo, sin hacer nada de particular. La noche de insomnio situ
todos sus temores en un nuevo plano. Era, desde luego, materialista en teora; y, tambin
en teora, haba pasado ya de la edad de tener terrores nocturnos. Pero ahora, mientras el
viento azotaba sus ventanas hora tras hora, senta de nuevo los terrores de la infancia:
aquella vieja y espantosa sensacin de unos dedos fros que recorriesen el espinazo. El
materialismo no es en realidad una proteccin. Los que se amparan en l con esta
esperanza (y no son una clase despreciable) tendrn un desengao. Lo que uno teme es
imposible. Neta y escuetamente. Puede, por consiguiente, dejar de temerlo? De ninguna
manera. Entonces, qu? Si hay que ver fantasmas, es mejor no negar su existencia.
Lo llamaron ms temprano que de costumbre, y con el t le llevaron una nota. El
Director Delegado saludaba a Mr. Studdock y le rogaba fuese a verlo inmediatamente para
un asunto urgente y lamentable. Mark se visti y cumpli la orden.
En el despacho encontr a Wither y a miss Hardcastle. Con gran sorpresa de Mark y,
momentneamente, con gran alivio por su parte, Wither no pareca recordar su ltima
18 En el original figura pero una vez ocurriese en lugar de pero una vez que
ocurriese. Puede ser debido a una prctica normal en la poca y lugar del traductor, tal
como un regionalismo; o bien una errata. (Nota del editor digital)
127
C. S. Lewis
vires al obrar en este sentido dentro del I.N.E.C. (suponiendo, simplemente con el
propsito de argumentar, que quisieran, o pudiesen querer en un momento posterior,
hacerlo), mientras en relacin con las autoridades externas su funcin, como quiera que la
definamos, sera inconsecuente con cualquier accin de esta especie; por lo menos en el
sentido en que he comprendido empleaba usted sus palabras.
Pero es con las autoridades externas con las que tengo que ver, supongo dijo
Mark. Se le haba secado la boca y tena dificultad en hacerse or. Por lo que he podido
entender, miss Hardcastle insina que voy a ser detenido.
Nada de eso dijo Wither. Este es precisamente uno de los casos en los cuales
ver usted la enorme ventaja de poseer nuestra propia fuerza ejecutiva. Este es un asunto
que podra causarle a usted considerables molestias si la cartera hubiese sido hallada por
la polica o si estuvisemos en la posicin de un ciudadano ordinario que considerase su
deber (como consideraramos nuestro deber nosotros si no nos encontrsemos en esta
peculiar situacin) entregar la cartera a la polica. No s si miss Hardcastle le ha explicado
a usted bastante claramente que son sus subordinados y slo ellos los que han hecho
este... este enojoso hallazgo.
Qu diablos quiere usted decir? dijo Mark. Si miss Hardcastle no cree que haya
motivo de sospecha contra m, a qu viene toda esta acusacin y este interrogatorio? Y
si lo cree, cmo puede evitar poner al corriente a las autoridades?
Mi querido amigo dijo Wither en un tono antediluviano, no existe por parte del
Comit el menor deseo de insistir en definir, en casos de esta especie, los poderes de
accin de nuestra polica particular, y mucho menos, que es de lo que se trata aqu, de sus
poderes de inaccin. No creo que nadie haya sugerido que miss Hardcastle estuviese
obligada (en cualquier sentido que limitase su iniciativa) a comunicar a las autoridades
exteriores (las cuales, por su misma organizacin, deben suponerse menos aptas para
tratar con estas imponderables y casi tcnicas investigaciones que a menudo se suscitan)
ningn hecho sabido por ella o por sus subordinados en el curso de sus funciones en el
seno del I.N.E.C.
Debo entender dijo Mark que miss Hardcastle cree que hay hechos que
justificaran mi detencin como asesino de Mr. Hingest, pero que ofrece generosamente
suprimirlos?
Ahora lo ha entendido usted, Studdock dijo el Hada. Un momento despus, por
primera vez en presencia de Mark, encendi su colilla, lanz una bocanada de humo y
sonri, o por lo menos sus labios se abrieron hasta mostrar los dientes.
Pero no es eso lo que quiero dijo Mark. No era completamente verdad. La idea de
desechar el asunto de cualquier forma que fuese y casi bajo cualesquiera condiciones,
cuando se le expuso haca pocos segundos, fue para l como una bocanada de aire para
el hombre que se ahoga. Pero un vestigio de civilizacin lata an en l y prosigui, casi
sin darse cuenta de su emocin, siguiendo una lnea de conducta diferente.
No me gusta esto dijo, hablando en un tono demasiado fuerte. Soy inocente, y
creo que ser mejor que me dirija a la Polica, a la verdadera Polica, en el acto.
Si quiere usted ser condenado a cadena perpetua, es otro asunto dijo el Hada.
Quiero ser rehabilitado dijo Mark. La acusacin caer por su propio peso. No hay
ningn mvil concebible. Y tengo una coartada. Todo el mundo sabe que aquella noche
dorm aqu.
De veras? dijo el Hada.
Qu quiere usted decir? pregunt Mark.
Siempre hay un mvil, comprende usted?, para matar a alguien repuso ella. La
polica est formada slo por seres humanos. Cuando la maquinaria se pone en
movimiento, quiere naturalmente una prueba.
129
C. S. Lewis
culpable (involuntariamente culpable, me apresuro a aadir) de cierto grado de deslealtad
para con sus colegas y especialmente para con miss Hardcastle. Se colocara usted,
desde luego, fuera de nuestra proteccin...
Esta es la cuestin, Studdock dijo el Hada. En cuanto est usted en manos de
la polica, est usted en manos de la polica...
El momento de su decisin pas ante Mark sin que l se diese cuenta.
Bien dijo. Y qu proponen ustedes?
Yo? dijo el Hada. Nada. Es una suerte para usted que hayamos sido nosotros
y no un desconocido quienes encontramos la cartera.
No slo una suerte para... para Mr. Studdock dijo Wither, sino para todo el
I.N.E.C. No hubiramos podido permanecer indiferentes...
No hay ms que un detalle dijo el Hada, y es que no tenemos la carta dirigida a
Pelham, sino una copia. Pero con un poco de suerte no ocurrir nada por este lado.
Entonces, no hay nada que hacer de momento? pregunt Mark.
Nada repuso Wither. Nada que tenga carcter oficial. Desde luego es
aconsejable que obre usted, como estoy seguro lo har, con la mayor prudencia y...
cuidado, durante los prximos meses. Mientras est usted entre nosotros, creo que
Scotland Yard ver el inconveniente de intentar obrar a menos que vean el caso
perfectamente claro. Es indudable que se producir alguna escaramuza entre la
jurisdiccin ordinaria y nuestra organizacin dentro de los seis prximos meses; pero creo
muy improbable que quieran profundizar demasiado.
Pero, cree usted que me consideran culpable todava?pregunt Mark.
Esperemos que no dijo el Hada. Desde luego, exigen un culpable, lo cual es
muy natural. Pero lanzaran un profundo suspiro si lo encontrasen sin tener que
inmiscuirse en los asuntos del I.N.E.C.
Pero, esccheme, maldita sea! dijo Mark. Es que no espera usted hallar al
ladrn dentro de algunos das? Es que no piensa usted hacer nada?
El ladrn? dijo Wither. Nadie ha dicho hasta ahora que el cuerpo hubiese sido
robado.
Me refiero al ladrn que me rob la cartera.
Oh, su cartera! exclam el viejo, acaricindose suavemente su refinado y bello
rostro. Ya comprendo. Debo entender que lanza usted una acusacin de robo contra
una persona o personas desconocidas...
Pero, vlgame Dios! grit Mark. Es que no suponan ustedes que alguien me la
haba robado? Crean ustedes de veras que fui yo? Creen ustedes que soy un asesino?
Por favor, por favor, Mr. Studdock dijo Wither, no debera usted gritar. Aparte de
la indiscrecin que representa, debo recordarle que est usted en presencia de una dama.
Hasta donde puedo recordar, no hemos dicho una palabra respecto a asesinato, ni hecho
acusacin de ninguna especie. Mi nico deseo es exponer claramente lo que todos
estamos haciendo. Hay, desde luego, ciertas lneas de conducta y ciertas formas de
proceder que podra usted tericamente adoptar y que haran para nosotros difcil
continuar la discusin. Estoy seguro de que miss Hardcastle est de acuerdo conmigo.
A m me da igual dijo el Hada. Lo que no s es por qu Studdock nos est
chillando aqu porque tratamos de sacarlo de un atolladero. El debe saberlo. Yo tengo un
da muy ocupado y no quiero perder aqu toda la maana.
Realmente dijo Mark, hubiera credo excusable...
Por favor, tranquilcese, Mr. Studdock dijo Wither. Como le he dicho antes, nos
consideramos como una gran familia y no exigimos nada que se parezca a unas excusas
formales. Nos entendemos unos a otros, y nos desagradan... las escenas. Me creo
autorizado a decir, de la manera ms amistosa posible, que toda inestabilidad de carcter
131
C. S. Lewis
Los que estaban ms al corriente no llegaron jams a ponerse de acuerdo sobre la
explicacin de este episodio. Pudo ser que Mark, tanto entonces como el da anterior,
estando sus fuerzas agotadas, tuviese una alucinacin, sin que viese a Wither en persona.
Poda ser que la continua aparicin de Wither a todas horas en tantas habitaciones y
corredores de Belbury fuese, en el sentido estricto de la palabra, un fantasma, una de
esas impresiones sensoriales que una fuerte personalidad puede imprimir en sus
postrimeras, ms comnmente despus de la muerte, pero algunas veces antes de ella,
en la misma estructura de un edificio y que puede ser alejada, no por medio de
exorcismos, sino por alteraciones arquitectnicas. O poda ser, finalmente, que las almas
que han perdido el bien intelectual reciban a cambio, y durante un corto perodo, el vano
privilegio de reproducirse en diferentes lugares en forma de aparecidos. En todo caso,
fuera como fuese, la figura desapareci.
El sendero cruzaba diagonalmente un campo cubierto de hierba espolvoreada entonces
de escarcha, y el cielo era de un azul brumoso. Despus lleg a un portillo. Tras l, el
sendero corra a travs de tres campos a lo largo de un seto espinoso. Despus, un poco
hacia la izquierda, pas por la parte trasera de una granja; ms all sigui un camino a
travs de un bosque. All alcanz la vista de la flecha de Courthampton; los pies de Mark
se iban calentando y empezaba a sentir hambre. Cruz una carretera, pas a travs de un
rebao vacuno que bajaba la cabeza y lo husmeaba, atraves un puente sobre un
riachuelo y penetr en el helado sendero que llevaba hacia Courthampton.
Lo primero que vio al entrar en la calle del pueblo fue una carreta. Una mujer y tres
chiquillos estaban sentados al lado del hombre que la conduca, y en ella iban apiladas
cmodas, camas, colchones, cajas y un canario en una jaula. Inmediatamente despus
pasaron un hombre, una mujer y un chiquillo, a pie, empujando un cochecillo lleno tambin
de diferentes utensilios domsticos. Ms all, una familia empujaba una carretilla.
Despus pas un coche pesadamente cargado y un viejo automvil tocando
incesantemente la bocina, pero incapaz de abrirse paso por entre aquella procesin. Un
constante desfile iba cruzando el pueblo. Mark no haba visto nunca una guerra; si la
hubiese visto, habra reconocido en el acto los sntomas de la evacuacin. En todos
aquellos caballos sobrecargados y hombres cansados, en todos los vehculos atestados
de objetos, hubiera podido leer claramente el mensaje: Enemigo a la vista.
El trfico era tan continuo que necesit mucho tiempo para poder llegar al cruce de
caminos donde haba un bar y poder leer el malparado horario de los autobuses. No haba
ninguno para Edgestow hasta las 12.15. Se detuvo all, no comprendiendo nada de lo que
vea, pero haciendo conjeturas. Courthampton era normalmente una poblacin pacfica.
Por una feliz ilusin, no inusitada, se senta menos en peligro ahora que haba perdido de
vista a Belbury, y pensaba sorprendentemente poco en su futuro. Unas veces pensaba en
Jane y otras en huevos con jamn, pescado frito y olorosos chorros de caf vertindose
en grandes tazas. A las once y media, el bar abri sus puertas. Entr y encarg una pinta
de cerveza y un poco de pan y queso.
El bar estaba al principio vaco. Durante la primera media hora entraron, uno tras otro,
cuatro hombres. Al principio no hablaron de aquella infortunada procesin que continuaba
su xodo tras la ventana. Durante algn tiempo no dijeron nada. Despus, uno de ellos,
muy pequeo, con una cara como una patata vieja, observ sin dirigirse a nadie en
particular:
Vi al viejo Rumbold la otra noche.
Nadie contest, y al cabo de cinco minutos un muchacho muy joven con polainas dijo:
Creo que est arrepentido de haberlo probado.
La conversacin sobre Rumbold prosigui de esta forma durante algn tiempo. Slo
cuando el tema Rumbold estuvo agotado, la conversacin, muy indirectamente y por
grados sucesivos, empez a arrojar alguna luz sobre el desfile de refugiados.
133
C. S. Lewis
dejado alguna nota. Cogi un montn de papeles de sobre la chimenea, pero slo eran
cartas que l mismo haba puesto all para contestar. Despus, sobre la mesa, vio un
sobre dirigido a mistress Dimble, a su casa del otro lado del Wynd. Conque aquella
maldita mujer haba estado all! Aquellos Dimble siempre le haban desagradado.
Probablemente habran invitado a Jane a que fuese a vivir con ellos. Entrometindose
siempre, sin duda. Tena que ir al Northumberland y ver a Dimble.
La idea de pelearse un poco con los Dimble acudi a la mente de Mark como una
inspiracin. Chillar un poco como marido ofendido en busca de su mujer sera un
agradable cambio en la actitud que estuvo obligado a adoptar aquellos ltimos tiempos.
Se detuvo por el camino para beber algo. Al entrar en el Bristol y ver el carteln del
I.N.E.C., estuvo a punto de lanzar una maldicin y dar media vuelta, cuando sbitamente
record que tambin l era un alto funcionario del I.N.E.C. y no miembro de aquel pblico
hoy excluido del Bristol. En la puerta le preguntaron quin era y cuando dijo su nombre
se mostraron obsequiosos. Arda un fuego agradable. Despus del da agotador que
acababa de pasar pens que tena derecho a un buen whisky, y despus del primero pidi
el segundo. Aquello complet el cambio mental que se haba iniciado en el momento en
que se le ocurri ir a pelearse con los Dimble. La situacin general de Edgestow tena algo
que ver con ello. Haba en l un elemento para el cual todas estas exhibiciones de fuerza
sugeran principalmente cuanto ms agradable era formar parte del I.N.E.C. que
permanecer fuera de l. Incluso ahora, se habra tomado toda aquella dmarche acerca
de un proceso por asesinato demasiado en serio? Desde luego, era la forma en que
Wither arreglaba las cosas; le gustaba tener siempre algo de que culpar a uno. Era slo
una manera de mantenerlo en Belbury y de mandarle a buscar a Jane. Y cuando una
pensaba bien en ello, por qu no? No poda seguir viviendo indefinidamente sola. Y la
esposa de un hombre que pretende hacer carrera y vivir en un ambiente importante tena
que aprender a ser una mujer de mundo. De todos modos, lo primero era ver a Dimble.
Sali del Bristol sintindose otro hombre. Y era, en efecto, otro hombre. Desde
entonces, y hasta el momento de la decisin final, apareca en l el hombre nuevo con
sorprendente rapidez, y cada fase pareca completa mientras duraba. Y as, agitndose
violentamente de un lado para otro, su juventud se aproximaba al momento en que
comenzara a ser un hombre.
III
Adelante dijo Dimble en sus habitaciones del Northumberland. Acababa de
terminar con su ltimo discpulo y se dispona a marcharse a St. Anne. Oh, es usted,
Studdock! dijo al abrirse la puerta. Entre. Trataba de hablar con naturalidad, pero
estaba sorprendido de la visita e impresionado por lo que vea.
El rostro de Studdock pareca haber cambiado desde la ltima vez que lo vio; pareca
ms gordo y ms plido, y en su expresin haba como una nueva vulgaridad.
He venido a preguntarle por Jane dijo Mark. Sabe usted dnde est?
Temo no poderle dar su direccin repuso Dimble.
Quiere usted decir que no la sabe?
No puedo darla dijo Dimble.
De acuerdo con el programa de Mark, aquel era el momento en que deba empezar a
adoptar una actitud violenta. Pero ahora que estaba en aquella habitacin no era lo
mismo. Dimble lo haba tratado siempre con escrupulosa cortesa, y Mark saba
perfectamente que no le era simptico. Esto no haba hecho que Dimble le
desagradase a l. Lo nico que haba conseguido era que se sintiera embarazado al
hablar en su presencia y que hiciese cuanto pudiera por serle agradable. La venganza
no era en modo alguno uno de los defectos de Mark. A Mark le agradaba gustar. Un
135
C. S. Lewis
Bien dijo Studdock con la boca seca, despus de un silencio que dur varios
segundos, no creo que haya mucho ms que decir. Insisto en saber dnde est Jane.
Es que quiere usted que se la lleven a Belbury?
Mark experiment un sobresalto. Pareca que aquel hombre hubiese ledo la idea que
haba tenido haca media hora, mientras estuvo en el Bristol.
No s por qu, Dimble dijo, debo soportar un interrogatorio de este gnero.
Dnde est mi mujer?
No tengo permiso para decrselo. No est ni en mi casa ni bajo mi custodia. Est bien
y a salvo, y es feliz. Si tiene usted todava la menor consideracin hacia su felicidad, no
har usted ninguna tentativa por ponerse en contacto con ella.
Soy acaso algn criminal, algn leproso, que no puedo saber siquiera su direccin?
Perdneme. Es usted miembro del I.N.E.C., que la ha ofendido, detenido y torturado.
Desde su evasin ha seguido en libertad nicamente porque sus colegas ignoran dnde
est.
Y si realmente fue la polica del I.N.E.C. la culpable, cree usted que no les voy a
exigir una explicacin? Maldita sea! Por quin me toma usted?
Slo me cabe esperar que no tenga usted en el I.N.E.C. autoridad alguna. Si no tiene
usted autoridad, no puede protegerla. Si la tiene, es que est identificado con su polica.
En ninguno de los dos casos le ayudar a usted a descubrir su paradero.
Esto es fantstico dijo Mark. Aun cuando tenga momentneamente un empleo en
el I.N.E.C., me conoce usted...
No lo conozco a usted dijo Dimble. No tengo la menor idea de sus aspiraciones y
propsitos.
A Mark le pareci que Dimble lo estaba mirando, no con odio ni desprecio, sino con esa
repugnancia que produce en quienes la sienten una especie de embarazo, como si fuese
ante una obscenidad que la gente decente se ve obligada, por vergenza propia, a fingir
ignorar. En lo cual se equivocaba. En realidad, su presencia actuaba sobre Dimble como
un estmulo de su propio dominio. Dimble trataba simplemente con todas sus fuerzas de
no odiarlo, de no despreciarlo, y, por encima de todo, de no saborear ni su odio ni su
desprecio, y no tena idea de la rigidez que este esfuerzo imprima a sus facciones.
El resto de la conversacin prosigui sobre la base de esta mala interpretacin.
Aqu hay algn error ridculo dijo Mark. Le ruego que analice usted los hechos a
fondo. Voy a armar un escndalo. Algn polica recientemente contratado se
emborrachara o algo as. Bien, pues ser despedido... Yo...
Fue el jefe de su polica, miss Hardcastle en persona, quien lo hizo.
Muy bien. Pues la echar a ella. Crea usted que me iba a quedar tan tranquilo?
Pero debe de haber algn error. No puede ser...
Conoce usted bien a miss Hardcastle? pregunt Dimble. Esta pregunta redujo a
Mark al silencio. Y pensaba errneamente que Dimble estaba leyendo hasta el fondo
de su mente y viendo en ella la certidumbre de que era ella quien lo haba hecho y que no
tena ms fuerza para pedirle explicaciones que para detener la revolucin de la Tierra.
Sbitamente, la inmovilidad del rostro de Dimble cambi, y su voz, al hablar, adquiri un
tono diferente:
Tiene usted facultades para pedirle explicaciones? dijo. Est usted ya tan
cerca del centro de Belbury como eso? Si es as, ha consentido usted el asesinato de
Hingest, el asesinato de Compton. Si es as, fue por orden suya por lo que Mary Prescott
fue raptada y azotada hasta la muerte en los cobertizos que hay detrs de la estacin. Si
es as, aprueba que los criminales (honrados criminales cuyas manos no tiene usted el
derecho de estrechar) sean sacados de las crceles a las que los jueces los haban
mandado bajo el veredicto de los jurados y enviados a Belbury para sufrir durante un
perodo indefinido, fuera del alcance de la ley, todas esas torturas y violencias sobre la
137
C. S. Lewis
Dimble era un hombre sincero.
No dijo despus de una pausa. No, no totalmente.
Mark se encogi de hombros y se apart.
Studdock dijo Dimble, no es hora de tonteras ni cumplidos. Es posible que
estemos los dos a diez minutos de la muerte. Ha sido usted probablemente seguido hasta
el Colegio. Y yo, por lo menos, no me propongo morir con corteses faltas de sinceridad en
la boca. No tengo confianza en usted. Por qu haba de tenerla? Es usted (por lo menos
hasta cierto punto) el cmplice de los hombres ms malvados del mundo. Incluso su visita
de esta tarde puede ser una trampa.
-Tan poco me conoce usted? dijo Mark.
No diga ms tonteras! repuso Dimble. Deje usted de gesticular y fingir, aunque
sea por un minuto. Quin es usted para hablar as? Han corrompido antes que a usted a
hombres mejores que nosotros. Straik era una buena persona. Filostrato era con
seguridad un genio. Incluso Alcasan (s, s, s quien es la Cabeza de ustedes) era tan slo
un asesino vulgar, algo mejor que lo que han hecho ahora de l. Por qu tiene usted que
quedar exento?
Mark se qued con la boca abierta. El descubrimiento de lo que saba Dimble inverta
completamente todo el orden de la situacin.
No obstante continu Dimble, sabiendo todo esto (sabiendo que puede usted ser
slo el cebo de la trampa), correr un riesgo. Arriesgar cosas comparadas con las cuales
nuestras dos vidas son una cosa trivial. Si quiere usted seriamente apartarse del I.N.E.C.,
le ayudar.
Por un momento pareci que se abran las puertas del Paraso; despus, de repente, la
cautela y el incurable deseo de contemporizar retrocedieron. El resquicio se haba cerrado
de nuevo.
Necesito... necesito pensar en ello murmur Mark.
No hay tiempo dijo Dimble. Y no hay en realidad nada que pensar. Le ofrezco a
usted un puesto para que vuelva a la familia humana. Pero tiene que ser en seguida.
Es una cuestin que afecta toda mi futura carrera...
Su carrera! exclam Dimble. Es la condenacin... o una ltima probabilidad.
Pero tiene usted que venir en seguida.
Creo que no entiendo bien dijo Mark. Insiste usted en hablar de una especie de
peligro. Cul es? Y qu poderes tiene usted para proteger a Jane o a m si realmente
abandono...?
Tiene usted que correr el riesgo le interrumpi Dimble. No le ofrezco a usted
seguridad. No lo comprende? No hay seguridad para nadie ahora. La batalla ha
comenzado. Le ofrezco a usted un sitio en el bando de la justicia. No s qu bando
ganar.
En realidad dijo Mark, he pensado ya en marcharme. Pero tengo que reflexionar.
Expone usted las cosas de una manera muy rara...
No hay tiempo dijo Dimble.
Y si volviese a verlo maana?
Sabe usted si estar en condiciones?
O dentro de una hora? Vamos, seamos lgicos. Quiere usted esperarme aqu
dentro de una hora?
Qu le importa a usted una hora? No hace ms que esperar, con la esperanza de
que su mente est menos clara.
Pero, estar usted aqu?
Si insiste usted... Pero no saldr nada bueno de ello.
Quiero pensar. Quiero pensar... dijo Mark, saliendo de la habitacin sin esperar la
respuesta.
139
C. S. Lewis
haba comido temprano, y su mujer y Mrs. Maggs le instaron excitadamente a que se
sentase a la mesa y comiese y bebiese.
No te entretengas haciendo preguntas, querido dijo Mrs. Dimble. Come y bebe
mientras te explican...20 Haz una buena comida.
Tiene usted que salir otra vez dijo Mrs. Maggs.
S dijo el Director. Vamos a entrar en accin por fin. Lamento sacarle de casa en
el momento que llega, pero la batalla ha comenzado.
He insistido ya repetidamente dijo MacPhee en lo absurdo de mandar a un
hombre de edad como usted, que lleva ya por delante una jornada de trabajo, estando yo
aqu que soy fuerte y estoy sentado sin hacer nada.
No, MacPhee dijo el Director, no puede usted ir. Por una parte, no conoce usted
la lengua, y por otra (es hora de hablar con franqueza), no se ha puesto usted nunca bajo
la proteccin de Maleldil.
Estoy absolutamente dispuesto dijo MacPhee, dada la urgencia de caso, a
admitir la existencia de esos eldiles suyos y de un ser llamado Maleldil a quien consideran
como su rey. Y adems...
No puede usted ir, MacPhee dijo el Director. No puedo mandarle a usted. Sera
como mandar a un chiquillo de tres aos a luchar contra un tanque. Ponga el otro mapa
sobre la mesa, donde Dimble pueda verlo mientras sigue comiendo. Y ahora, silencio.
Esta es la situacin, Dimble. Bajo la tierra de Bragdon haba un Merln viviente. Si,
dormido, si quiere usted llamar a eso dormir. Y hasta ahora no ha ocurrido nada que
demuestre que el enemigo lo ha encontrado. Comprende? No, no diga nada, siga
comiendo. La noche pasada, Jane Studdock tuvo el sueo ms importante de todos.
Recordar usted que durante un sueo anterior vio (o as lo pens) el lugar donde yaca
Merln, bajo Bragdon. Pero, y este es el punto importante, no se llega all por ningn pozo
ni escalera. So que avanzaba por un largo tnel que ascenda gradualmente. Ah!
empieza usted a comprender. Tiene usted razn. Jane cree poder reconocer la entrada de
este tnel; bajo un montn de piedras, al extremo de un matorral con... Qu era, Jane?
Una puerta blanca, seor. Una puerta ordinaria de cinco barrotes, con uno de ellos
formando cruz. Pero este barrote estaba roto a un pie aproximadamente de la parte
superior.
Ve usted, Dimble? Hay muchas probabilidades de que ese tnel salga fuera del rea
ocupada por el I.N.E.C.
Quiere usted decir que podemos llegar debajo de Bragdon sin entrar en Bragdon?
pregunt Dimble.
Exacto. Pero no es eso todo. Dimble, masticando lentamente, lo mir. Al parecer
aadi el Director, es casi demasiado tarde. Se ha despertado ya.
Dimble dej de comer.
Jane ha encontrado el lugar vaco dijo Ransom.
Quiere usted decir que el enemigo lo ha encontrado ya?
No. No es tan grave como eso. Nadie ha entrado todava en el lugar. Parece haberse
despertado solo.
Dios mo! exclam Dimble.
Trata de comer, querido dijo su esposa.
Pero, qu quiere decir con eso? pregunt, poniendo una mano sobre la de su
mujer.
20 Hay una posible errata en la edicin en papel. El original dice Come y bebe
mientras te explicarn... en lugar de Come y bebe mientras te explican... (Nota del editor
digital)
141
C. S. Lewis
ha salido, hay que buscar el rastro. Gracias a Dios, con esta noche el suelo estar lleno de
barro. Tienen ustedes que buscarlo.
Si Jane va, seor dijo Camilla, no podra ir yo tambin? Tengo ms experiencia
en estas cosas que...
Jane tiene que ir porque es el gua dijo Ransom. Tiene usted que quedarse en
casa. Nosotros, aqu, somos todo lo que queda de Logres. Lleva usted su futuro en el
cuerpo. Como le deca, Dimble, debe usted buscarlo. No creo que pueda haber ido muy
lejos. El pas ser, desde luego, absolutamente irreconocible para l, incluso a la luz del
da.
Y... y si lo encontramos, seor?
Por eso debe ser usted, Dimble. Slo usted conoce la Gran Lengua. Si haba poder
eldlico tras la tradicin que representa, puede entenderla. Incluso si no la entiende, creo
que la reconocer. Esto le dir que est hablando con Maestros. Es fcil que crea que
pertenece usted a Belbury..., a sus amigos. En este caso, debe traerlo aqu en el acto.
Y en caso contrario?
Entonces es cuando debe usted usar de la fuerza. Es el momento de peligro. No
sabemos cules eran las fuerzas de que disponan los viejos crculos atlnticos; es
probable que estuviesen protegidos por una especie de hipnotismo. No tenga miedo; pero
no le permita usar de ningn truco. Tenga la mano en el revlver. Usted tambin,
Denniston.
Yo valgo mucho con un revlver en la mano dijo MacPhee. por qu, en nombre
del sentido comn...?
No puede usted ir, MacPhee dijo el Director. Lo dormira a usted en diez
segundos. Los otros estn fuertemente protegidos, pero usted no. Comprende, Dimble?
El revlver en la mano, una plegaria en los labios y la mente fija en Maleldil. Entonces, si
se resiste, conjrelo.
Qu tengo que decirle en la Gran Lengua?
Dgale que va usted en nombre de Dios, de los ngeles y del poder de los planetas
de parte de uno que est sentado hoy en el sitio de Pendragn, y ordnele que le
acompae. Reptalo ahora.
Y Dimble, que haba permanecido sentado con el rostro bajo y plido, entre los rostros
plidos de las dos mujeres, con la vista fija sobre la mesa, levant la cabeza, y grandes
monoslabos que resonaban como castillos salieron de su boca. Al orlos, Jane sinti su
corazn saltar y estremecerse. Todo lo dems de la habitacin pareca estar intensamente
tranquilo; incluso el oso y el gato, permanecan inmviles, mirando fijamente a Dimble. La
voz no recordaba la de Dimble; pareca que las palabras fuesen pronunciadas a travs de
l desde una remota distancia, o como si no fuesen en realidad palabras, sino presentes
manifestaciones de Dios, de los planetas y del Pendragn. Porque aquel era el lenguaje
hablado antes de la Cada, y ms all de la Luna, y los significados no eran dados a las
slabas al azar, al arte o a la tradicin, sino autnticamente inherentes a ellas como la
forma del gran Sol es inherente a la gota de agua. Era el Lenguaje en esencia, como la
primera manifestacin de Maleldil al emerger de la plata viva de la estrella que en la Tierra
llamamos Mercurio y Viritrilbia en el Cielo Profundo.
Gracias dijo el Director en ingls; y de nuevo el clido ambiente domstico de la
cocina rein en la estancia. Si viene con usted, todo est perfectamente. Si no...
Entonces, Dimble, debe usted confiar en su cristianismo. No intente truco alguno. Diga
usted su oracin y permanezca con su voluntad fija en la voluntad de Maleldil. No s lo
que har. Pero mantngase firme. No puede usted perder su alma, ocurra lo que ocurra,
por lo menos por alguna de sus acciones.
Bien dijo Dimble. Comprendo.
Hubo una larga pausa. Despus, el Director prosigui:
143
C. S. Lewis
Los tres atravesaron la carretera y, abriendo la puertecilla, entraron en el campo.
Dimble no deca nada. Estaba interiormente agitado bajo la impresin y la vergenza del
espantoso terror que se haba apoderado de l. Acaso tuviese una idea ms clara de lo
que poda ocurrir cuando llegasen al sitio.
Jane, como gua, iba delante, y Denniston al lado de ella, dndole el brazo, iluminando
de vez en cuando el suelo desigual con su linterna. Dimble iba a la retaguardia. Nadie
tenia ganas de hablar.
El paso de la carretera al campo fue como si hubiesen salido del estado de vigilia a un
mundo fantasmagrico. Todo estaba ms obscuro, mas hmedo, ms imponderable. El
menor declive daba la sensacin de precipitarse hacia un abismo. Seguan un sendero al
lado de un seto; hmedos y agudos tentculos parecan agarrarse a ellos a medida que
avanzaban. Cuando Denniston encenda su linterna, la parte iluminada por el crculo de
luz (matas de hierba, surcos llenos de agua, hojas amarillas arrancadas que se agarraban
todava a las ramitas hmedas y negras y, alguna vez, los fuegos verdiamarillentos de los
ojos de algn animal) tena un aspecto ms vulgar del que hubieran debido tener; como si
en el momento de ser expuesta a la luz adoptase algn disfraz del que se despojara en
cuanto volviese a su ambiente de tinieblas. Parecan tambin curiosamente pequeos;
pero cuando la luz se apagaba, la obscuridad fra y ruidosa adquira proporciones
enormes.
El miedo que Dimble haba experimentado desde el principio comenzaba a infiltrarse en
la mente de los otros a medida que avanzaban, como el agua que invade la proa de un
barco al dar un fuerte cabeceo. Comprendan que en realidad no haban credo en Merln
hasta entonces. Creyeron haber credo lo que les dijo el Director en la cocina, pero se
haban equivocado. La impresin tena que producirse todava. All, slo all, con aquel
fuego rojo vacilante delante de ellos y las tinieblas alrededor, empezaban realmente a
aceptar como un hecho aquella cita con algo muerto que no estaba muerto, algo
exhumado, sacado de las entraas de la tierra, del sombro pozo de la historia que se
deslizaba entre los antiguos romanos y los albores de Inglaterra. Las Eras Sombras,
pens Dimble. Con qu ligereza solan leerse y escribirse estas palabras! Pero ahora iban
a penetrar directamente en lo Sombro. Era una era, no un hombre, lo que les aguardaba
en aquella pavorosa hondonada.
Y sbitamente toda aquella Inglaterra que durante tanto tiempo le haba sido tan familiar
cuando estudiante se elev ante l como una cosa slida. Lo vea todo claro. Las
pequeas ciudades en decadencia eran vestigios de la antigua Roma, lugares cristianos
como Camalodunum, Kaerleon, Glastonbury; una iglesia, una o dos villas, un puado de
casas, algunas murallas... Y despus, comenzando escasamente a un tiro de piedra de
las puertas de la ciudad, los bosques hmedos, inmensos, intrincados, tapizados por los
detritos acumulados de incontables otoos que dejaron caer sus hojas antes de que
Inglaterra fuese una isla: zorros que aullaban, castores que construan, grandes pantanos
profundos, tenues cuernos y tambores, ojos que atisbaban en la espesura, ojos de
hombres no solamente prerromanos y prebritnicos, sino seres antiguos, desgraciados y
desposedos, que se convertan en los duendes y los ogros de la posttradicin. Pero peor
que las selvas eran los espacios abiertos. Pequeas fortalezas de reyes annimos.
Reuniones y conjuraciones de los druidas. Casas cuya argamasa haba sido mezclada
ritualmente con sangre de nio. Haban tratado de hacerle esto a Merln. Y ahora toda
aquella era, horriblemente contrahecha, arrancada de su lugar y de su tiempo, obligada a
volver y a avanzar a travs de todas sus actuaciones con redoblada monstruosidad, iba
acercndose a ellos, y dentro de pocos instantes los recibira en su seno.
Entonces tuvieron un tropiezo. Se haban metido directamente en un espeso seto, y
perdieron un minuto desenredando el cabello de Jane con el auxilio de la linterna.
Llegaron al extremo de un campo. El resplandor del fuego, que segua aumentando y
145
C. S. Lewis
Ssss! hizo Dimble de nuevo.
Avanzaron lentamente hacia el borde y se detuvieron. A sus pies, un gran fuego de lea
arda al fondo de una pequea caada. Haba matorrales alrededor, cuyas sombras
cambiantes, a medida que las llamas aumentaban y disminuan, impedan ver claramente.
Ms all del fuego pareca haber una especie de basta tienda de campaa hecha con
trozos de lona, y a Denniston le pareci ver un carro volcado. Ms cerca, entre ellos y el
fuego, se vea claramente una marmita colgada.
Hay alguien ah? susurr Dimble a Denniston.
No s. Esperemos un poco.
Mire! exclam Jane sbitamente. All! Cuando la llama se aparta...
Qu? dijo Dimble.
No lo ha visto usted?
No he visto nada.
He credo ver un hombre dijo Denniston.
Yo he visto un vulgar vagabundo dijo Dimble. Es decir, un hombre vestido a la
moderna.
Qu aspecto tena?
No lo s.
Tenemos que ir all abajo dijo Dimble.
Se puede ir abajo? pregunt Denniston.
Por aqu, no repuso Dimble. Parece que hay una especie de sendero que baja
por all, a la derecha. Sigamos el borde hasta que encontremos la entrada.
Hablaban en voz baja, y los chasquidos del fuego eran el ruido dominante, porque la
lluvia pareca amainar. Cautelosamente, como la tropa que teme ser vista por el enemigo,
comenzaron a avanzar por el borde de la hondonada, ocultndose detrs de los rboles.
Alto! susurr Jane sbitamente.
Qu pasa?
Hay algo que se mueve.
Dnde?
All. Muy cerca.
No oigo nada.
Ahora no lo veo.
Avancemos.
Cree usted todava que hay algo, Jane?
Todo est tranquilo ahora. Pero haba algo.
Avanzaron unos pasos ms.
Ssss! dijo Denniston. Jane tiene razn. Hay algo...
Puedo hablar? dijo Dimble.
Espere un momento dijo Denniston Est aqu... Mire!... Maldita sea, no es ms
que un asno viejo!
Es lo que les he dicho dijo Dimble. Debe de ser un gitano; un calderero o algo
por el estilo. Aqu est su asno. No obstante, debemos seguir adelante.
Avanzaron. Pocos momentos despus bajaban por un estrecho sendero cubierto de
hierba que rodeaba la hondonada, hasta llegar al fondo de ella; el fuego no estaba ya
entre ellos y la tienda.
All est dijo Jane.
Lo ve usted? pregunt Dimble. No tengo tan buena vista como usted.
Lo veo muy bien repuso Denniston. Es un vagabundo. No lo ve usted, Dimble?
Es un hombre viejo, con una barba hirsuta, vestido con los restos de una capa y unos
pantalones negros. No ve usted su pie izquierdo y su dedo gordo un poco en el aire?
147
C. S. Lewis
profesores de su especialidad. No es el tipo que llega a hombre pblico. No es prctico...
Estara demasiado lleno de escrpulos para serles til. Los otros saben algunas cosas.
Lancaster, en particular. En realidad, es un hombre al cual podramos dar un sitio entre
nosotros si profesase las opiniones debidas.
Debera usted decirle al Mayor Hardcastle que conocemos ya la mayora de estos
hechos dijo e! profesor Frost.
Quiz dijo Wither, en vista de que es tarde (no queremos sobrecargar sus
energas, miss Hardcastle), podramos seguir analizando la parle narrativa de su informe.
Bien dijo el Hada, tena que seguirlos a los tres, con los recursos de que dispona
de momento. Comprendern ustedes que slo se debi a la suerte el que viera a
Studdock emprender el camino de Edgestow. Haba estallado una bomba. La mitad de mi
gente estaba ya ocupada con el asunto del hospital. Tena que echar mano de todo el que
encontraba. Apost un centinela y seis hombres ms fuera de la vista del Colegio, de
paisano, desde luego. En cuanto Lancaster sali, les dije a los tres mejores que no lo
perdieran de vista. Hace media hora, he recibido un telegrama de ellos desde Londres,
donde Lancaster fue en tren. Podemos estar sobre la pista de algo. Lyly dio un trabajo de
todos los diablos. Al parecer, fue a ver lo menos a quince personas de Edgestow. Las
tenemos todas anotadas. Mandar a dos de mis muchachos a hablar con l. Dimble sali
el ltimo. Hubiera querido mandar a mi ltimo hombre que lo siguiera, pero en aquel
momento recib una llamada del capitn O'Hara que quera otro coche. Entonces decid
dejar que se fuese Dimble aquella noche, y mand a mi hombre con el nico coche que
tena. De Dimble podemos apoderarnos cuando queramos. Va al Colegio regularmente
cada da; y es realmente una nulidad.
No acabo de entender dijo Frost cmo no dej usted a alguien dentro del Colegio
para ver por qu escalera sala Studdock.
A causa de su maldito Comisario de Urgencia dijo el Hada. No se nos permite
ahora entrar en los Colegios, si quiere usted saberlo. Ya dije a su debido tiempo que
Feverstone no era el hombre indicado. Est tratando de hacer un doble juego. Est con
nosotros contra la poblacin, pero cuando se trata de estar contra nosotros por la
Universidad, es inabordable. Fjese en lo que le digo, Wither: tendr usted disgustos con l
todava.
Frost mir al Director.
Me guardar muy mucho de negar dijo Wither, sin por esto cerrar mi criterio a
otras posibles explicaciones, que algunas de las medidas tomadas por lord Feverstone no
han sido muy oportunas. Sera para m indeciblemente doloroso suponer que...
Necesitamos retener al Mayor Hardcastle? pregunt Frost.
Bendita sea mi alma exclam Wither, cunta razn tiene usted! Por poco olvido,
mi querida amiga, cuan cansada debe usted de estar y cuan precioso es su tiempo.
Debemos tratar de consagrarla a usted exclusivamente a este gnero de trabajo en el cual
se ha revelado usted indispensable. No debe permitirnos que abusemos de su buen
carcter. Hay una cantidad de trabajo rutinario y enojoso del cual es ms que razonable
que sea usted excusada. Se levant y le abri la puerta.
No cree usted dijo el Hada que debera dejar que los muchachos se
entendiesen slo un poco con Studdock? Quiero decir que me parece absurdo tomarse
tantas molestias por averiguar una direccin...
Y sbitamente, mientras Wither segua de pie con la mano en el picaporte de la puerta,
corts, paciente y sonriente, toda expresin se desvaneci de su rostro. Sus labios
plidos, lo suficientemente abiertos para mostrar sus encas, su cabeza blanca y rizada,
los ojos con bolsas, dejaron de tener la menor expresin. Miss Hardcastle tuvo la
impresin de que la estaba mirando una simple mscara de carne y piel. Un momento
despus se haba marchado.
149
C. S. Lewis
Dnde est ahora Studdock? dijo Frost.
En una de las celdas del otro lado.
Bajo la impresin de que ha sido detenido por la polica oficial?
No podra contestarle. Presumo que si. La cosa, de todos modos, quiz no cambie
mucho.
Y qu se propone usted hacer?
Hemos pensado dejarlo varias horas solo, a fin de permitir que tengo tiempo de
madurar los resultados psicolgicos de la detencin... Me he aventurado (desde luego,
con toda clase de consideraciones humanitarias) a contar con la influencia de cierto
malestar fsico... Quiz no habra comido, comprende? He dado instrucciones de que
vaciasen sus bolsillos. No quisiramos que el pobre muchacho calmase fumando la
tensin nerviosa que hubiese experimentado... Deseamos que su mente no pueda contar
exclusivamente ms que con sus propios recursos.
Desde luego. Y despus qu?
Pues... supongo que algn interrogatorio. Este es un punto sobre el cual me gustara
saber su opinin. Me refiero a si debo, personalmente, aparecer desde el principio. Me
inclino a creer que la apariencia de interrogatorio por parte de la polica ordinaria debe ser
mantenido algn tiempo ms. Despus, como ltima fase, vendr el descubrimiento de
que sigue todava en nuestras manos. Es muy probable que al principio, durante algunos
minutos, interprete errneamente este descubrimiento. Ser conveniente darle a
comprender que esto no lo libra lo ms mnimo de... de las molestias consecuentes a la
muerte de Hingest. Preveo que despus de esto comprender que es inevitable su plena
identificacin con el Instituto...
Y entonces le pedir usted nuevamente que traiga su mujer?
No pienso hacer nada parecido dijo Wither. Si me est permitido decirlo as, una
de las desventajas de la extrema simplicidad y exactitud con que usted habla
habitualmente (pese a lo mucho que todos lo admiramos) es que no deja lugar a sutiles
matices. Yo hubiera confiado ms bien en una espontnea explosin de confianza por
parte del muchacho. Algo como una demanda directa...
La debilidad del plan dijo Frost es que se basa usted enteramente en el miedo.
Miedo... repiti Wither, como si no hubiese odo pronunciar nunca aquella palabra
. No sigo bien la relacin de ideas. Me es difcil creer que sigue usted la sugestin
opuesta hecha una vez, si mal no recuerdo, por miss Hardcastle.
Cul era?
Pues... si no comprend mal, pensaba tomar ciertas medidas cientficas para
conseguir que la compaa de su esposa fuese a los ojos del muchacho ms deseable
que de costumbre... Algunos de los recursos cientficos...
Se refiere usted a un afrodisaco?
Wither suspir ligeramente y no contest.
Es absurdo dijo Frost. Bajo la influencia de un afrodisaco, el hombre no se
vuelve hacia su mujer. Pero, como deca, creo que es un error contar nicamente con la
influencia del miedo. He observado, a travs de cierto nmero de aos, que sus resultados
son imprevisibles, especialmente cuando el miedo es complejo. El paciente puede llegar a
tener demasiado miedo para moverse, incluso en el sentido deseado. Si debemos
desesperar de traer aqu a esa mujer por la buena voluntad de su esposo, debemos usar
la tortura y aceptar las consecuencias. Pero hay otras alternativas. Una de ellas es el
deseo.
Creo que no le entiendo bien. Ha rechazado usted la idea de toda influencia mdica o
qumica.
Pensaba en deseos ms fuertes.
151
C. S. Lewis
hombres se arrojaban uno sobre otro y se desplomaban balancendose de un lado a otro,
fundidos en un abrazo del cual ambos luchaban por desasirse. Y mientras se balanceaban
y araaban el suelo con las manos y las uas, reson dbil y agudo al principio, pero
creciendo gradualmente en intensidad, un ruido estridente que al final pareca una parodia
ms animal que senil de la risa.
III
Cuando, al ser sacado del furgn de la polica, Mark se encontr en la obscuridad y
bajo la lluvia, y dos agentes de polica le metieron en una habitacin intensamente
iluminada donde por fin qued solo, no tena la menor idea de hallarse en Belbury. Ni le
hubiera importado gran cosa saberlo, porque desde el momento en que fue detenido
haba ya desesperado de su vida. Sera ahorcado.
Hasta entonces no se haba encontrado nunca cerca de la muerte. Ahora, al mirar sus
manos (porque las tena fras y se las haba estado frotando automticamente), apareci
ante l, como una idea totalmente nueva, que aquellas mismas manos, con sus cinco
uas y la mancha amarilla de tabaco en el interior de su ndice, penderan pronto a lo largo
de un cadver, y ms tarde de un esqueleto. No senta exactamente horror, a pesar de
que en el terreno fsico experimentaba una sensacin de ahogo; lo que le haca dar
vueltas al cerebro era lo descabellado de la idea. Aquello era algo increble, y, no obstante,
al mismo tiempo, completamente cierto.
Entonces vio sbitamente la imagen de los siniestros detalles de la ejecucin,
facilitados desde haca mucho tiempo por miss Hardcastle. Aquello era demasiado fuerte
para que su conciencia lo aceptase. Durante una fraccin de segundo penetr en su
mente, producindole un espantoso grito mental de agona, y se desvaneci en una
nebulosa. La muerte en s acudi de nuevo a l como objeto digno de atencin. El
problema de la inmortalidad apareci ante sus ojos. No era que le interesase en absoluto.
Qu tena que ver con ello una vida pstuma? La felicidad en otro mundo desincorporado
(no haba pensado jams en la felicidad) era totalmente indiferente a un hombre que iba a
ser ahorcado. La muerte era lo importante. En todo caso, aquel cuerpo tan esbelto,
tembloroso, desesperadamente vvido, tan ntimo, tan suyo iba a ser convertido en un
cuerpo muerto. Si realmente existan las almas, no tenan nada que ver con aquello. La
sofocante angustia dio a su cuerpo la visin de la materia con una intensidad que exclua
todo lo dems.
Al sentir aquella sensacin de ahogo mir alrededor de la estancia en busca de algn
signo de ventilacin. Haba, en efecto, una especie de enrejado en la puerta. Este y la
puerta eran los dos nicos puntos que podan atraer sus miradas. Todo lo dems eran
blancas paredes, blanco techo, blanco suelo; sin una silla, ni una mesa, ni un libro, ni un
trozo de madera saliente, y una fuerte luz blanca en el centro del techo.
Haba en aquella estancia algo que le sugiri por primera vez la idea de que acaso
estuviese en Belbury y no en una delegacin ordinaria de polica. Pero el destello de
esperanza ante esta idea fue slo instantneo. Qu diferencia poda haber entre que
Wither y miss Hardcastle hubiesen decidido librarse de l entregndolo a la polica
nacional, o lo liquidasen en privado, como sin duda alguna haban hecho con Hingest? El
significado de todos aquellos altibajos que experiment en Belbury apareca ahora
claramente. Todos ellos eran sus enemigos, especulando sobre sus esperanzas y temores
para reducirlo a un completo servilismo, seguros de matarlo si se escapaba, y seguros de
matarle tambin de todos modos cuando hubiese servido para el propsito al cual lo
destinaban. Le pareca sorprendente haber podido pensar jams otra cosa. Cmo pudo
suponer que era posible conseguir una verdadera conciliacin con aquella gente por
cualquier cosa que hiciese?
153
C. S. Lewis
diez aos tomando cerveza y leyendo laboriosamente asquerosas novelas para gente
mayor, cuando en realidad le hubiera gustado ms leer a John Buchan y beber limonada.
Las horas que haba pasado aprendiendo la jerga de cada nuevo grupo que lo haba
atrado; la perpetua ficcin de interesarse por cosas que consideraba aburridas y cuyo
conocimiento no posea; el casi heroico sacrificio de cuanto le gustaba y cuantas personas
le eran agradables; la lamentable tentativa de convencerse de que poda realmente
gustarle el Grip, o el Elemento Progresivo, o el I.N.E.C..., todo esto acuda ahora a su
mente con una especie de congoja. Cundo haba hecho realmente lo que haba
querido? Cundo se haba mezclado con la gente que le gustaba? Cundo haba
comido o bebido lo que le dictaba su fantasa? La concentrada insipidez de todo aquello le
inspiraba una especie de piedad hacia s mismo.
En estado normal, hubiera acudido inmediatamente a su mente, siendo inmediatamente
aceptada, la excusa de que la responsabilidad de toda su vida de errores y torpezas
pesaba sobre unas fuerzas impersonales ajenas a l. Hubiera sido el sistema o el
complejo de inferioridad debido a sus padres, o las peculiaridades de la poca. Pero
ahora no se le ocurra nada de esto. Su visin cientfica no fue nunca una verdadera
filosofa creda en cuerpo y alma. Haba vivido slo en su cerebro, y formaba parte de
aquel ente pblico que ahora lo abandonaba. Se daba cuenta, sin tener siquiera que
pensar en ello, de que era l mismo nada ms que l, en todo el universo el
responsable de todos sus errores y torpezas, del montn de estircol que fue su vida, de
los lugares inmundos y pestilentes.
Una idea inesperada acudi a su mente. Su desaparicin seria una suerte para Jane.
Myrtle, haca mucho tiempo, Pearson, en el colegio, Denniston, cuando no se haba
graduado todava, y, finalmente, Jane, fueron las cuatro grandes invasiones de su vida
procedentes de algo ajeno a los lugares inmundos y pestilentes. A Myrtle la conquist por
ser el hermano inteligente que gana becas y trata con gente importante. Eran verdaderos
gemelos, pero despus de un perodo de infancia durante el cual ella pareca ser la
hermana mayor, se convirti en la hermanita pequea y as permaneci desde entonces.
El la haba atrado a su rbita; sus grandes ojos soadores y sus ingenuas respuestas a
los relatos de sus actuaciones en el crculo en donde en aquel momento se mova fueron
lo que mayores satisfacciones le dieron durante el transcurso de su carrera. Pero por la
misma razn haba dejado de intervenir en su vida desde su lejana. La flor, un da
plantada a salvo en medio de la basura, se convirti en basura a su vez. A Pearson y a
Denniston los haba despreciado. Y ahora saba por primera vez lo que haba intentado
hacer secretamente con Jane. Si todo hubiese triunfado, si hubiera llegado a ser el
hombre que l esperaba, ella deba llegar a ser la gran mediadora, la mediadora secreta
en el sentido de que slo los pocos y autnticos esotricos sabran lo que era aquella
mujer de aspecto impresionante y por qu tena aquella enorme importancia granjearse su
buena voluntad. En fin, era una suerte para Jane. Le pareca, al pensar ahora en ella, que
llevaba en s misma profundos pozos y vastos prados de felicidad, torrentes de frescura,
encantados jardines de placer, en los que no pudo penetrar pero que hubiera podido
destruir. Ella era una de esas personas como Pearson, como Denniston, como los
Dimble que podan gozar de las cosas por su propio placer. No era como l. Era una
suerte que pudiese librarse22 de l. Desde luego, quedara libre de l... Haba intentado
hacer cuanto pudo, pero realmente no lo quera. Nadie lo haba querido nunca mucho...
En aquel momento se oy el ruido de una llave que giraba en la cerradura de la celda.
Instantneamente, todas estas ideas se desvanecieron; el terror fsico de la muerte,
secando su garganta, se apoder nuevamente de l. Se puso rpidamente en pie y se
22 El original dice libertarse, pero nos parece ms adecuado el trmino librarse.
(Nota del editor digital)
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156
C. S. Lewis
A menos que se hubiera marchado antes de que nosotros llegramos dijo
Denniston.
Pero si lo hemos visto todos... dijo Jane.
Vamos dijo Dimble. Sigmoslo hasta arriba. No creo que podamos seguirlo muy
lejos. En otro caso, volveremos a la carretera y buscaremos la puerta.
Al llegar al borde de la hondonada, el barro se convirti en hierba y las huellas de las
pisadas desaparecieron. Dieron dos veces la vuelta a la hondonada sin ver a nadie, y se
dispusieron a volver a la carretera. La noche se haba vuelto hermosa. Orion dominaba
todo el cielo.
II
El Director apenas dorma. Cuando le era absolutamente necesario hacerlo, tomaba
una droga, pero la necesidad era rara, porque la forma de conciencia que experimentaba
durante la mayor parte de las horas del da o de la noche haca mucho tiempo que haba
cesado de ser lo que los dems hombres llaman estado de vigilia. Haba aprendido a
retirar la mayor parte de su conciencia de la tarea de vivir, y a dirigir incluso los asuntos
slo con una cuarta parte de su mentalidad. Los colores, los gustos, los olores y las
sensaciones tctiles impresionaban sus sentidos fsicos de una manera normal; no
alcanzaban ahora su ego. La forma externa y la actitud lejana que haba adoptado desde
haca cincuenta aos con los hombres era ya ahora una organizacin que funcionaba casi
independientemente, como un gramfono, y en la cual poda depositar su cotidiana rutina
de entrevistas y comits. Mientras su cerebro y sus labios llevaban adelante el trabajo y
edificaban da tras da para los que lo rodeaban aquella vaga y formidable personalidad
que tan bien conocan todos, su ms ntimo ser era libre de proseguir su propia vida. Aquel
desprendimiento del espritu, no slo de los sentidos, sino incluso de la razn, que ha sido
la meta de muchos msticos, era ahora suyo.
As, pues, estaba todava, en cierto modo, despierto es decir, que con toda seguridad
no dorma una hora despus que Frost lo dejase para ir a ver a Mark en su celda.
Cualquiera que lo hubiera visto durante aquella hora en el despacho lo hubiese
encontrado inmvil en un silln, con la cabeza inclinada y las manos juntas. Pero no tena
los ojos cerrados. Su rostro careca de expresin; el verdadero hombre estaba muy lejos,
sufriendo, gozando y martirizndose todo lo que las almas sufran, gozaban o se
martirizaban, cuando la cuerda que las sujeta al orden natural de las cosas es estirada
hasta su mxima resistencia pero no se ha roto todava. Cuando el telfono son al
alcance de su mano, descolg el auricular sin ningn sobresalto.
Diga.
Habla Stone, seor dijo una voz. Hemos encontrado la cmara.
Bien...
Estaba vaca, seor.
Vaca?
S, seor.
Est usted seguro, mi querido mister Stone, de haber encontrado el lugar
verdadero? Es posible que...
Oh, s, seor! Es una especie de pequea cripta. Una muralla de piedra y algunos
ladrillos romanos. Y una especie de lpida en medio, como un altar, o un lecho.
Debo entender que no haba nadie all? Ningn sntoma de ocupacin?
Pues... a nosotros nos ha parecido que aquello haba sido recientemente removido.
Le ruego que sea lo ms explcito posible, mister Stone.
157
C. S. Lewis
verdaderas cualidades, no tendra usted que tener aprensin alguna respecto a su carrera
o... a su vida.
Pero, qu quiere usted que haga, seor?
Mi querido amigo, el camino soado es muy simple. Hay slo dos errores que podran
ser fatales para una persona colocada en la peculiar situacin que ciertos detalles de su
previa conducta han creado desgraciadamente para usted. Por un lado, toda falta de
iniciativa sera desastrosa. Por otra, la ms leve sombra de accin no autorizada (algo que
sugiriese que est usted asumiendo una libertad de movimientos que, en cualquier
circunstancia, no es realmente suya) podra tener consecuencias contra las cuales ni aun
yo estara en situacin de protegerlo. Pero mientras conserve usted claramente estos dos
extremos, no hay ninguna razn (hablando extraoficialmente) para que no est usted
enteramente a salvo.
Y sin esperar la respuesta de Mr. Stone, colg el auricular y toc el timbre.
III
No debemos estar ya cerca del portillo que hemos saltado? pregunt Dimble.
Al cesar la lluvia, la noche se haba aclarado, pero el viento soplaba con furia y su
rugido impeda or nada que no fuese dicho gritando. Las ramas altas del seto que iban
siguiendo se inclinaban y volvan a levantarse, dando la impresin de que estaban
azotando las estrellas.
Me parece ms largo de lo que recordaba dijo Denniston.
Y no haba tanto barro observ Jane.
Tiene usted razn dijo Denniston detenindose sbitamente. Estaba todo lleno
de piedras. No era as el camino que seguimos. Nos hemos equivocado de campo.
Creo dijo Dimble modestamente que debemos de estar en buen camino. Dimos
media vuelta a la izquierda a lo largo de este seto en cuanto salimos de los rboles, y
estoy seguro de recordar...
Pero, habremos salido del matorral por el lado indicado? pregunt Denniston.
Si empezamos a cambiar de ruta dijo Dimble, nos pasaremos toda la noche
describiendo crculos. Sigamos andando en lnea recta. Al final tenemos que salir a la
carretera.
Hola! exclam Jane vivamente. Qu es eso?
Escucharon. A causa del viento, el ruido que se esforzaban en or les pareca algunas
veces muy distante. Un momento despus, mientras oan gritar: Tenga cuidado! Fuera
de aqu, gran bruto! Atrs! y cosas por el estilo, se ocultaron en el matorral en el
momento en que el ploc, ploc de un caballo galopando sobre la tierra blanda pasaba junto
a ellos. Un fro puado de barro levantado por los cascos del caballo dio a Denniston en la
cara.
Mire! Mire! grit Jane. Detnganlo! Pronto!24
24
C. S. Lewis
Es, una vez ms, para provocar la objetividad. Un crculo cerrado por sentimientos
subjetivos de mutua confianza y agrado sera intil. Todo esto, como he dicho antes, son
fenmenos qumicos. Todos ellos pueden ser producidos, en principio, por medio de
inyecciones. Se le ha obligado a usted a pasar por opuestas sensaciones respecto al
Director y otros miembros a fin de que su futura asociacin con nosotros no pudiese
basarse en absoluto en una cuestin de sentimientos. Puesto que tiene que haber
forzosamente relaciones sociales entre los miembros de un circulo, es quiz mejor que
sean sentimientos de desagrado. Hay menos peligro de que lleguen a confundirse con el
verdadero nexus.
Mi futura asociacin? dijo Studdock simulando una temblorosa ansiedad. Pero le
era peligrosamente fcil aquel fingimiento. La realidad poda despertar de nuevo en
cualquier momento.
S dijo Frost. Ha sido usted seleccionado como posible candidato a la admisin.
Si no consigue usted la admisin, o si la rechaza usted, ser necesario destruirlo. No trato,
desde luego, de especular sobre sus temores. No sirven ms que para confundir el
resultado. El procedimiento ser absolutamente indoloro, y sus presentes reacciones a l
son inevitables acontecimientos fsicos.
Parece..., parece verdaderamente una decisin formidable dijo Mark.
Es simplemente una proposicin acerca del estado de su cuerpo en el momento. Si
me permite, seguir dndole la informacin necesaria. Debo empezar por decirle que ni el
Director ni yo somos responsables de la creacin de la polica del Instituto.
La Cabeza? dijo Mark.
No. Filostrato y Wilkins se han llevado un gran desengao con la Cabeza. Han
llevado a cabo, indudablemente, un experimento extraordinario al preservarla de la
podredumbre. Pero la mente de Alcasan no es la mente con la cual estamos en contacto
cuando la Cabeza habla.
Quiere usted decir que Alcasan est verdaderamente... muerto? pregunt Mark.
Su sorpresa ante la ltima declaracin de Frost no necesitaba ser fingida.
En el actual estado del conocimiento, esta pregunta no tiene respuesta.
Probablemente no tiene sentido. Pero la corteza y los rganos vocales de la cabeza de
Alcasan son usados por un cerebro diferente. Y ahora, por favor, escuche muy
atentamente. Es probable que no haya usted odo hablar de macrobios.
Microbios? dijo Mark asombrado. Naturalmente...
No he dicho microbios, sino macrobios. La palabra misma lo indica. Desde hace
muchsimo tiempo sabemos que bajo el nivel de la vida animal existen organismos
microscpicos. Su influencia sobre la vida humana, respecto a la salud y a la enfermedad,
constituye una gran parte de la historia; la causa secreta no fue conocida hasta que se
invent el microscopio.
Siga dijo Mark. Una voraz curiosidad lo devoraba como una especie de ondulacin
del suelo bajo su consciente determinacin de estar en guardia.
Tengo ahora que informarle que hay organismos similares por encima del nivel de la
vida animal. Cuando digo encima no hablo biolgicamente. La estructura del macrobio,
en cuanto la conocemos, es de una extrema simplicidad. Cuando digo que est por
encima del nivel animal, quiero decir que es ms permanente, dispone de ms energa y
tiene una inteligencia superior.
Ms inteligente que el ms alto antropoide? dijo Mark. Debe de ser casi
humano, entonces.
No me ha entendido usted bien. Cuando dije que era superior a los animales inclua,
naturalmente, el animal ms eficiente, el Hombre. El macrobio es ms inteligente que el
hombre.
Y cmo, en este caso, no tenemos comunicacin con l?
161
C. S. Lewis
Esta idea es lo que queda de condiciones de vida que se estn alterando
rpidamente. Hace algunos siglos, la guerra operaba en el sentido que usted describe. Era
necesaria una gran poblacin agrcola, y la guerra destrua tipos que eran entonces
todava tiles. Pero cada adelanto en el campo agrcola e industrial reduce el nmero de
trabajadores necesarios. Una gran poblacin inculta ha llegado a ser hoy un peso muerto.
La verdadera importancia de la guerra cientfica es que los cientficos tendrn que ser
reservados. No fueron los grandes tecncratas de Koenigsberg o de Mosc quienes
suplieron las bajas en el sitio de Stalingrado; fueron los bvaros supersticiosos y los
incultos agricultores rusos. El efecto de la guerra moderna es eliminar tipos retrgrados, al
mismo tiempo que pone a salvo la tecnocracia y aumenta su intervencin en los asuntos
pblicos. En la nueva era, lo que hasta ahora ha sido simplemente el ncleo intelectual de
la raza, tiene que convertirse, por grados sucesivos, en la raza misma. Tiene usted que
concebir las especies como un animal que ha descubierto cmo simplificar la nutricin y la
locomocin hasta tal punto que el viejo complejo de rganos y el gran cuerpo que los
contena no son ya necesarios. El cuerpo tiene, por consiguiente, que desaparecer. Slo
una dcima parte de l ser necesario para albergar el cerebro. El individuo tiene que
convertirse el todo cabeza. La raza humana tiene que convertirse en tecnocracia.
Comprendo dijo Mark. Haba pensado, muy vagamente, que el ncleo inteligente
debera ser extendido por educacin.
Esto es una pura quimera. La gran mayora de la raza humana slo puede ser
educada en el sentido de darle conocimientos; no puede ser llevada hasta la total
objetividad mental que es ahora necesaria. Permanecern siempre animales,
contemplando el mundo a travs del halo de sus reacciones subjetivas. Aunque pudiesen,
la poca de las poblaciones numerosas ha pasado. Ha ejercido su funcin obrando como
una especie de capullo de gusano de seda del hombre tecnocrtico y objetivo. Ahora, para
los macrobios y los humanos seleccionados que pueden cooperar con ellos no tiene ya
utilidad.24
Entonces, a su manera de ver, las dos ltimas guerras, no fueron dos desastres?
Al contrario, fueron simplemente el comienzo del programa, las dos primeras de las
diecisis importantes que estn previstas para este siglo. Me doy cuenta de las reacciones
emocionales (es decir, de la qumica) que esta afirmacin produce en usted, y pierde el
tiempo al tratar de ocultrmelo. No espero que las controle usted. No es ste el sendero
de la objetividad. Las he suscitado deliberadamente a fin de que se acostumbre a
considerarlas bajo una luz puramente cientfica y distinguirlas, tan sagazmente como sea
posible, de los hechos.
Mark permaneca sentado con la vista fija en el suelo. Haba experimentado, en
realidad, muy poca emocin al escuchar el programa de Frost para la raza humana;
incluso en aquel mismo momento casi descubri cun poco le haba importado en realidad
aquel remoto futuro y los universales beneficios en los que su cooperacin con el Instituto
se haba basado tericamente al principio. Desde luego, en aquel momento no haba sitio
en su cerebro para consideraciones de este gnero. Estaba totalmente ocupado por el
conflicto entre su resolucin de no confiar en aquellos hombres, de no dejarse atraer ms
por ningn cebo de cooperacin y la terrible fuerza como la succin del reflujo
arrastrando los guijarros de la playa de una emocin opuesta. Porque all, all, por fin,
con toda seguridad (as se lo susurraba su deseo), estaba el crculo ms interior de todos,
el crculo cuyo centro estaba fuera de la raza humana, el secreto final, el supremo poder,
la ltima iniciacin. El hecho de que fuese espantosamente horrible no disminua en lo
24 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice: Ahora, los macrobios y los
humanos seleccionados que pueden cooperar con ellos no tiene ya utilidad para l. (Nota
del editor digital)
163
C. S. Lewis
distincin caen los sentimientos de Pinch y de Mr. Bultitude. Hay que llegar a ser humano
antes de que los deseos fsicos puedan distinguirse de los afectos, como hay que ser
espiritual antes de que los afectos puedan distinguirse de la caridad. Lo que experimentan
el gato y el oso no es ninguna de estas dos cosas; es una sencilla sensacin no
diferenciada, en la cual se puede hallar el germen de lo que llamamos amistad y de lo que
llamamos necesidad fsica. Pero no est tampoco a este nivel. Es una de las antiguas
unidades de Barfield.
No he negado nunca que les guste estar juntos dijo MacPhee.
Bien, pues eso es lo que he dicho... grit mistress Maggs.
La cuestin vale la pena de ser suscitada, Director dijo MacPhee, porque
pretendo que tiende a sealar una falsedad esencial del sistema general de este lugar.
Grace Ironwood, que haba permanecido sentada con los ojos medio cerrados, los abri
sbitamente y los fij en MacPhee, mientras Mrs. Dimble, inclinando la cabeza hacia
Camilla, le deca en un susurro:
Quisiera poder persuadir a MacPhee de que se fuese a la cama. A estas horas es
perfectamente insoportable.
Qu quiere usted decir, MacPhee? pregunt el Director.
Quiero decir que hay aqu una tentativa indiferente de adoptar una actitud acerca de
los animales irracionales que no puede ser eficazmente mantenida. Y har justicia al decir
que no lo han intentado nunca. El oso vive en esta casa, y se le dan manzanas y jarabe
hasta que casi revienta...
Vaya, eso me gusta! exclam Mrs. Maggs. Quin es que le da constantemente
manzanas? Me gustara saberlo.
El oso, como iba diciendo continu MacPhee, vive en esta casa y est mimado.
Los cerdos estn en la pocilga y se matan para hacer jamones. Me interesara saber la
rationale filosfica de esta distincin.
Ivy Maggs mir con asombro del rostro sonriente del Director al inmutable de MacPhee.
Me parece una tontera dijo. Quin ha odo hablar jams de hacer jamones de
un oso?
MacPhee hizo un pequeo gesto de impaciencia y dijo algo que qued ahogado
primero por la explosin de risa del Director y despus por un gran golpe del viento que
sacudi la ventana como si quisiera penetrar por ella.
Qu noche ms horrible habrn tenido! exclam Mrs. Dimble.
Me gusta dijo Camilla. Quisiera estar con ellos. Fuera, en lo alto de una colina.
Oh, quisiera que me hubiese usted dejado ir con ellos, seor!
Le gustara! dijo Ivy. A m, no! Escuche el viento en la esquina de la casa.
Tendra un miedo horrible si estuviese sola. O incluso si estuviese usted arriba, seor.
Siempre pienso que es en las noches como sta cuando ellos... acuden a usted.
No hacen ningn caso del tiempo, Ivy dijo Ransom.
Sabe usted? dijo Ivy en voz baja, es una cosa que no he comprendido bien. Me
dan tanto miedo esos seres que vienen a visitarlo... Ni que me diesen cien libras me
acercara a esa parte de la casa si creyese que estaban all. Pero no siento lo mismo
respecto a Dios. Pero l tiene que ser peor, si comprende lo que quiero decir...
Lo era antes dijo el Director. Tiene usted razn respecto a los Poderes. Los
ngeles, en general, no son una buena compaa para los hombres, incluso cuando son
ngeles buenos y hombres buenos. Todo esto est en San Pablo. En cuanto a Maleldil,
todo ha cambiado; todo cambi por lo que ocurri en Beln.
Se acerca ya Navidad dijo Ivy dirigindose a todos en general.
Tendremos antes a Mr. Maggs con nosotros dijo Ransom.
Dentro de un par de das dijo Ivy.
Ha sido eso el viento? pregunt Grace Ironwood.
165
C. S. Lewis
En un foso, a cosa de un cuarto de milla de la entrada del subterrneo. Han
encontrado el rastro de los pies durante todo el camino.
Estaba vaco el subterrneo?
S. Tuve el informe de Stone poco despus de que se marchase.
Tomar usted disposiciones acerca de Stone?
S. Pero, qu piensa usted? dijo indicando la cama con la mirada.
Creo que es l dijo Frost. El lugar es el indicado. La desnudez es difcil de
explicar en cualquier otra hiptesis. El crneo es del gnero que esperaba.
Pero, y el rostro?
S. Hay algunos rasgos que son un poco inquietantes.
Hubiera jurado dijo Wither que conocera el aspecto de un Maestro, incluso de
alguien que poda llegar a ser un Maestro. Se ve en seguida que Straik o Studdock
pueden llegar a serlo, pero que miss Hardcastle, con todas sus excelentes cualidades, no
lo ser nunca.
S. Acaso debamos estar preparados para grandes crueldades en... l... Quin sabe
cmo era realmente la tcnica del Crculo Atlntico?
Indudablemente, no debemos mostrarnos... mezquinos. Podemos suponer que los
Maestros de aquellas pocas no estaban tan hondamente divididos de la gente comn
como ahora. Acaso en el Gran Atlntico eran todava tolerados una serie de elementos
emocionales e incluso instintivos que hemos tenido que descartar.
No solamente podemos, sino que debemos suponerlo. No olvidemos que todo el plan
consiste en la reunin de las diferentes especies del arte.
Exactamente. Acaso nuestra asociacin con los Poderes (su diferente escala de
tiempo y todo lo dems) tienda a hacernos olvidar cuan enorme es el abismo del tiempo
segn nuestros patrones humanos.
Lo que tenemos aqu dijo Frost sealando al durmiente no es, comprndalo, algo
que pertenece al siglo V. Es el ltimo vestigio, superviviente en el siglo V, de algo mucho
ms remoto. Algo que viene de mucho ms lejos que el Gran Desastre, incluso del
primitivo druidismo; algo que nos lleva hasta Numinor, a los perodos preglaciares.
El experimento en s es quiz ms azaroso de lo que suponamos.
He tenido ya ocasin dijo Frost de expresar el deseo de que no persista usted en
introducir estas pseudoobservaciones emocionales en nuestra conversacin cientfica.
Amigo mo dijo Wither sin mirarlo, me doy perfecta cuenta de que el asunto que
menciona ha sido discutido entre usted y los Poderes mismos. Perfectamente enterado. Y
no dudo de que est usted igualmente enterado de ciertas discusiones que han tenido
conmigo relativas a algunos aspectos de sus mtodos que estn sujetos a crtica. Nada
sera ms ftil (podra decir ms peligroso) que cualquier tentativa de introducir entre
nosotros aquellas formas de oblicua disciplina que aplicamos oportunamente a nuestros
inferiores. En inters suyo me aventuro a tocar este punto.
En lugar de contestar, Frost hizo una sea a su compaero. Los dos permanecieron
silenciosos, con la mirada fija en el lecho; porque el Durmiente haba abierto los ojos.
Cuando esto ocurri, todo su rostro pareci adquirir expresin, pero era una expresin
que ninguno de los dos poda interpretar. El Durmiente pareca mirarlos, pero no estaban
seguros de que los viese. Mientras transcurran los segundos, la impresin ms fuerte que
pareci expresar el rostro fue la de cautela. Pero no haba en l nada temeroso ni inquieto.
Era una especie de defensa habitual, sin nfasis, que pareca tener tras ella aos de dura
experiencia, tranquilamente acaso incluso humorsticamente soportada.
Wither se puso en pie y se aclar la garganta.
167
C. S. Lewis
Entonces, vamos all a analizar la situacin. Podemos dejar la puerta entornada.
Podremos orlo si se mueve.
VII
Cuando Mark se encontr sbitamente liberado de la presencia de Frost, experiment
una sensacin de alivio. No era que se calmasen sus temores por el futuro. No obstante,
en medio de sus inquietudes, una extraa sensacin de sentirse liberado lo invadi. El
alivio de no tener que tratar de ganar ya la confianza de aquel hombre, de poder ahogar
sus miserables esperanzas, era una sensacin casi jubilosa. La lucha directa, despus de
una serie de fracasos diplomticos, era como un tnico. Poda perder aquella lucha frente
a frente. Pero por lo menos era su partida contra la de los dems. Poda ya hablar de su
partida. Le pareca estar ya con Jane y con todo lo que simbolizaba. En realidad, era l
quien estaba en la lnea de frente; Jane era casi una no combatiente.
La aprobacin de la propia conciencia es una carga muy pesada, especialmente para
los que no estn acostumbrados a ello. En el espacio de dos minutos, Mark pas de
aquella primera sensacin involuntaria de liberacin a la consciente actitud de valor, y de
all a un herosmo sin restricciones. La imagen de s mismo como hroe y mrtir, como
Jack el Matador de Gigantes lavndose tranquilamente las manos en la propia cocina del
gigante, se elev ante l, prometedora de poder borrar para siempre aquellas otras
insoportables imgenes que lo haban obsesionado durante las ltimas horas. No todo el
mundo hubiera podido resistir una invitacin como la de Frost, al fin y al cabo, una
invitacin que le ofreca pasar ms all de las fronteras de la vida humana..., penetrar en
algo que los hombres haban tratado de encontrar desde el principio del mundo..., una
pulsacin de aquella cuerda secreta infinitesimal que es el verdadero nervio de la historia.
Cunto le hubiera atrado en otro tiempo!
Cunto le hubiera atrado en otro tiempo! Sbitamente, como algo que saltase sobre l
desde una distancia infinita con la velocidad de la luz, el deseo (un deseo violento,
irrefrenable) lo agarr por la garganta. La mera insinuacin producira a aquellos que la
han experimentado la calidad de las emociones que ahora lo sacudan, como la de un
perro que sacude a una rata; para los otros no hay descripcin posible. Algunos escritores
la llaman lascivia; es una descripcin admirablemente descriptiva desde dentro, totalmente
errnea desde fuera. No tiene nada que ver con el cuerpo. Pero es, bajo dos aspectos,
como la lascivia tal como la lascivia se manifiesta en la profunda y sombra bveda de su
laberntica mansin. Porque, como la lascivia, encanta el universo entero. Todo aquello
que Mark haba sentido hasta entonces amor, ambicin, hambre, la lascivia misma
pareca ahora haber sido nicamente agua con leche, juguetes para los chiquillos, que no
valan un latido del corazn. La infinita atraccin de aquella cosa sombra absorba dentro
de s todas las dems pasiones; el resto del mundo apareca plido, desolado, inspido, un
mundo de bodas blancas y blancas masas, platos sin sal, juegos de nios. Slo poda
pensar en Jane bajo un aspecto de apetito: y el apetito no tena aqu atractivo alguno.
Aquella serpiente, enfrentndose con el verdadero dragn, se converta en un miserable
gusano. Pero era como la lascivia bajo otro aspecto tambin. Es intil sealar al hombre
pervertido el horror de su perversin; mientras su fuerza subsiste, este horror es
precisamente la sal de su emocin. Es la fealdad en s misma que se convierte, al final, en
la meta de su libertinaje; la belleza hace ya tiempo que se ha debilitado demasiado para
ser un estimulante. Y lo mismo ocurra ahora. Aquellos seres de que Frost haba hablado
y ahora no dudaba ya de que estaban en aquel momento presentes en su celda
respiraban la muerte sobre la raza humana y sobre todo goce. No a pesar de esto, sino a
causa de esto, la terrible gravitacin lo aspiraba, lo fascinaba y lo atraa hacia ellos. Jams
hasta entonces haba experimentado la espantosa fuerza de un movimiento opuesto a la
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C. S. Lewis
I
DETNGASE! Detngase donde est y dgame su nombre y lo que le trae! dijo
Ransom.
La harapienta figura del umbral inclin un poco la cabeza, como el hombre que no oye
bien algo. Al mismo tiempo, el viento que penetraba por la puerta abierta se meta por la
casa. La puerta que separaba la despensa de la cocina se cerr de golpe, dejando a los
tres hombres aislados de las mujeres, y una jofaina de estao cay ruidosamente en el
fregador. El desconocido avanz un paso en la habitacin.
Sta! dijo Ransom con voz fuerte. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, dic
mihi qui sis et quam ob causam venenis.27
El extranjero levant la mano y apart el cabello que goteaba sobre su frente. La luz
daba de lleno sobre su rostro, en el que Ransom encontr una inmensa paz. Todos los
msculos de su cuerpo parecan reposar como si estuviese dormido, y permaneca
absolutamente inmvil. Cada gota de lluvia que caa sobre el suelo enladrillado coincida
con la que haba cado antes.
Sus ojos se posaron en Ransom durante unos segundos sin inters particular. Despus
volvi la cabeza hacia la izquierda, hacia la puerta, casi adosada a la pared, tras la que
MacPhee estaba oculto.
Sal dijo en latn el extranjero. Las palabras eran pronunciadas en voz baja, pero
con un timbre tan profundo que incluso en aquella habitacin azotada por el viento
produjeron una vibracin. Pero lo que ms sorprendi a Ransom fue que MacPhee
obedeciese en el acto. No mir a Ransom, sino al extranjero. Entonces, inesperadamente,
lanz un formidable bostezo. El extranjero lo mir de arriba abajo y se volvi hacia el
Director.
Amigo dijo en latn, di al Seor de esta Casa que he venido. Mientras hablaba,
el viento que lo azotaba por detrs pegaba sus ropas a su cuerpo y echaba su cabello
hacia adelante; pero su enorme corpulencia permaneca inmvil como un rbol, y no
pareca tener prisa. Tambin la voz daba la impresin que daran los rboles si stos
hablasen; era amplia, lenta y paciente, como si saliese, por entre races, tierra y
pedruscos, de las entraas de la tierra.
Yo soy el dueo aqu dijo Ransom en la misma lengua.
Bien repuso el extranjero. En este caso, se ser tu obispo. No puede decirse
que sonriese, pero una mirada de intranquilidad apareci en sus ojos agudos.
Sbitamente avanz la cabeza, como para acercar su rostro al del Director. Di a tu
Seor que he venido repiti con la misma voz.
Ransom lo mir sin pestaear.
Deseas verdaderamente que evoque a mis Maestros? dijo finalmente.
Una corneja que vive en la celda de un ermitao aprendi ya a hablar el latn docto
dijo el hombre. Veamos tu llamada, homncula (homuncio).
Tengo que usar otra lengua para ello dijo Ransom.
Una corneja puede tambin saber el griego.
No es griego.
Veamos tu hebreo, entonces.
No es hebreo.
Entonces dijo el hombre con una especie de risa, una risa que se tradujo
nicamente en un ligero movimiento de hombros, si caes en la amalgama de los
brbaros, ser difcil, pero tratar de entenderte.
27 Detente! En nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo, dime quin eres y a
qu vienes.
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C. S. Lewis
El anillo del rey dijo Ransom est en el dedo de Arts cuando se sienta en la
Cmara de los Reyes en la tierra cnica de Abhalljin, ms all de los mares de Lur en
Perelandra. Porque Arts no ha muerto; pero Nuestro Seor le orden que conservase su
cuerpo hasta el final del tiempo y la destruccin de Sulva, con Enoch, Elas, Moiss y
Melquisedec el Rey. Melquisedec es aquel en cuyo seno los tres anillos de escalones de
piedra brillan en el ndice de Pendragn.
Bien contestado dijo el extranjero. En mi Colegio era creencia que slo dos
hombres saban esta contestacin. Pero en cuanto a la tercera pregunta, slo yo conozco
la respuesta. Quin ser Pendragn en el tiempo en que Saturno descender de su
esfera? En qu mundo aprendi la guerra?
En la esfera de Venus aprend la guerra repuso Ransom. En esta era bajar
Lurga. Yo soy el Pendragn.
Al decir estas palabras retrocedi un paso, porque el hombre haba avanzado hacia l y
haba una nueva expresin en sus ojos. Cualquiera que los hubiese visto all, frente a
frente, hubiera podido pensar fcilmente que de un momento a otro podan luchar. Pero el
extranjero no haba avanzado con propsito hostil. Lentamente, ceremoniosamente, pero
no de una forma extraa, como una montaa que se desplomase con la suavidad de una
ola, el hombre cay de hinojos; y todava segua su rostro casi al mismo nivel que el del
Director.
II
Esto representa una seria dificultad para nuestros recursos dijo Wither a Frost,
cuando estuvieron sentados en la antecmara con la puerta entornada. Debo confesar
que no haba previsto dificultad alguna respecto al lenguaje.
Hay que buscar un tcnico celta en el acto dijo Frost. Estamos lamentablemente
dbiles en aspecto filolgico. No s de momento quin es el ms versado en antiguo
britnico. Ransom sera el hombre indicado si pudisemos encontrarlo. Supongo que no
se sabe nada de l en nuestro departamento, verdad?
Creo intil sealar dijo Wither que la capacidad filolgica del doctor Ransom no
constituye en modo alguno el nico motivo por el cual desearamos saber algo de l. Si
hubisemos podido descubrir su rastro, tenga la seguridad de que no hubiera transcurrido
mucho tiempo sin que tuviese usted la... la satisfaccin de verlo personalmente.
Desde luego. Quiz no est en la Tierra.
Lo conoc en otro tiempo dijo Wither entornando los ojos. Era un hombre muy
brillante, a su manera. Un hombre cuyas intuiciones y penetraciones hubieran podido ser
del ms alto valor, si no hubiese abrazado la causa de la reaccin. Es una reflexin
entristecedora...
Desde luego dijo Frost interrumpindolo. Straik sabe el gals moderno. Su madre
era del pas de Gales.
Sera mucho ms satisfactorio dijo Wither poder, por decirlo as, conservar el
asunto en familia. Sera para m sumamente desagradable (y estoy seguro de que siente
usted la misma repulsin) tener que introducir un intrprete del celta ajeno al Instituto.
El intrprete, desde luego, sera despedido en cuanto pudisemos prescindir de sus
servicios contest Frost. Es la prdida de tiempo lo que me preocupa. Qu
progresos ha hecho usted con Straik?
Oh!, verdaderamente sorprendentes repuso el Director. Incluso estoy un poco
decepcionado. Quiero decir que mi discpulo avanza tan rpidamente que me voy a ver
obligado a abandonar una idea que, lo confieso, me atraa profundamente. Estaba
pensando, mientras estaba usted fuera de la habitacin, que sera sumamente
conveniente y... til, al mismo tiempo que satisfactorio, que su discpulo y el mo pudiesen
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C. S. Lewis
hogar, dorma tambin; su ligero y tenue ronquido, tan desproporcionado a su volumen, se
oa en medio del momentneo silencio. Mrs. Dimble, en una posicin que pareca muy
incmoda, dorma con la cabeza sobre la mesa, con un calcetn todava a medio zurcir
sobre sus rodillas. Dimble la mir con la sensacin de piedad que todos experimentamos
por una persona dormida, especialmente por nuestras esposas. Camilla, que ocupaba una
mecedora, estaba encogida, en una posicin llena de gracia, y pareca un animal
acostumbrado a dormir en cualquier sitio. Mrs. Maggs dorma con la boca abierta y un
gesto servicial y vulgar; y Grace Ironwood, erguida casi como si estuviese despierta, pero
con la cabeza colgando ligeramente a un lado, pareca someterse con austera paciencia a
la humillacin de la inconsciencia.
Estn bien dijo MacPhee detrs. Es lo mismo que me ha ocurrido a m. No
tenemos tiempo de despertarlos. Vamos.
Salieron de la cocina al corredor embaldosado. A todos ellos, menos a MacPhee, aquel
silencio les pareca profundo, despus de la violencia del viento y de la lluvia. Las luces
que iban encendiendo al pasar slo revelaban habitaciones vacas y corredores desiertos
que tenan el aspecto abandonado de una casa a medianoche; fuegos apagados en los
hogares, un peridico de la noche sobre un sof, un reloj que se haba parado... Pero
ninguno de ellos esperaba hallar gran cosa ms en la planta baja.
Vamos arriba dijo Dimble.
Las luces estn encendidas dijo Jane, cuando todos llegaron al pie de la escalera.
Las hemos encendido nosotros desde el corredor dijo Dimble.
No lo creo... dijo Denniston.
Perdnenme dijo Dimble, creo que quiz sea mejor que suba yo primero.
Subieron hacia el primer rellano, en la obscuridad. En el segundo y ltimo, la luz del
primer piso cay sobre ellos. A cada rellano la escalera formaba un ngulo recto, de
manera que hasta que se llegaba al segundo no poda verse el vestbulo del piso superior.
Jane y Denniston, que iban detrs, vieron a Dimble y a MacPhee detenerse sbitamente
en el segundo rellano; los perfiles de sus rostros estaban iluminados. MacPhee tena la
boca cerrada como una trampa, con una expresin hostil y asustada. Dimble estaba con la
boca abierta. Despus, pidiendo un esfuerzo a sus cansados miembros, Jane se coloc al
lado de ellos y vio lo mismo que haban visto.
Mirndolos desde la balaustrada haba dos hombres, uno cubierto por unas ropas
harapientas y rotas y el otro vestido de azul. El Director era quien iba de azul, y, durante
un momento, la idea de que tena una pesadilla cruz por la mente de Jane. Las dos
figuras parecan pertenecer a la misma especie... Al fin y al cabo, qu saba ella del
Director que la haba atrado a aquella casa, obligndola a soar y ensendole el miedo
del Infierno aquella misma noche? Y all estaban los dos, confindose sus secretos como
era natural en seres semejantes, despus de haber vaciado la casa o sumido a sus
habitantes en un sopor. El hombre que haba sido arrancado a las entraas de la tierra y el
que haba viajado por los espacios, aquellos dos hombres que se acusaron uno a otro de
ser un enemigo, estaban ahora juntos desde el momento en que se encontraron, y se
fundan como dos gotas de mercurio. Durante todo aquel rato apenas mir al extranjero. El
Director haba abandonado su muleta, y Jane no lo haba visto jams tan erguido y tan
firme. La luz que caa sobre su cabeza formaba una especie de halo, y en lo alto de ella
pareca haber un toque dorado. Sbitamente, mientras pensaba en estas cosas, se
encontr sin querer mirando fijamente a los ojos del Extranjero. En el acto se dio cuenta
de su tamao. Aquel hombre era monstruoso. Y los dos hombres eran aliados. El
extranjero estaba hablando y sealndola a ella al mismo tiempo.
Jane no comprendi lo que deca. Pero Dimble s, y oy a Merln decir, en una lengua
que pareca una especie de latn extrao:
Seor, tienes en tu casa a la mujer ms falsa de cuantas viven en este tiempo.
175
C. S. Lewis
Es cierto dijo Dimble. Creo que fue... Bien, de pronto..., al verlos a ustedes dos
de pie, juntos... de esa forma... Y su horrible sed de sangre...
Tambin a m me ha sorprendido dijo Ransom. Pero, despus de todo, no
tenemos derecho a exigir que su cdigo penal sea el del siglo XX. Veo difcil tambin
hacerle entender que no soy un monarca absoluto.
Es... es cristiano? pregunt Dimble.
S dijo Ransom. En cuanto a mis ropas, me he puesto por una vez el traje de mi
dignidad para honrarlo y porque me senta avergonzado. Nos tom a MacPhee y a m por
escuderos y mozos de cuadra. En sus das, comprende usted?, salvo por necesidad, los
hombres no se vestan con informes sacos de tela ni el pardo era el color favorito.
En aquel momento, Merln habl de nuevo. Dimble y el Director, que eran los nicos
que podan entenderlo, le oyeron decir:
Quin es esta gente? Si son tus esclavos, por qu no te reverencian? Si son tus
enemigos, por qu no los destruyes?
Son mis amigos... comenz Ransom en latn. Pero MacPhee lo interrumpi.
Debo entender, doctor Ransom dijo, que nos pide usted que aceptemos a este
hombre como miembro de nuestra organizacin?
Siento no poderme expresar en estos trminos dijo Ransom. El es miembro de la
organizacin. Y debo mandarles a todos ustedes que lo acepten.
Y en segundo lugar continu MacPhee, quisiera preguntar qu comprobacin se
ha hecho de sus credenciales.
Estoy plenamente convencido contest el Director. Estoy tan seguro de su buena
fe como de la de ustedes.
Pero, y los motivos de su confianza? insisti MacPhee. Es que no vamos a
enterarnos?
Sera difcil repuso el Director explicarle a usted los motivos que tengo para
confiar en Merlinus Ambrosius; pero no ms difcil que explicarle a l por qu, pese a
ciertas apariencias que pueden ser mal interpretadas, confo en usted. Al decir esto
apareci en sus labios como una sombra de sonrisa.
Merln se dirigi entonces a l en latn, y Ransom contest. Despus, Merln se dirigi a
Dimble con voz inconmovible.
El Pendragn me dice que me acusas de fiereza y crueldad. Es una acusacin que
jams haba odo. Una tercera parte de mi substancia la he dado a las viudas y a la gente
pobre. Jams dese la muerte ms que a los felones y a los odiados sajones. En cuanto a
la mujer, por m puede vivir. No soy el dueo de esta casa. Pero, tanta importancia
tendra decapitarla? No han ido por menos a la hoguera reinas y seoras que la
despreciaran como a una sirvienta? Incluso ese pjaro sombro que tienes al lado (me
refiero a ti, amigo, a pesar de que no hables ms que tu brbara lengua; t, con tu rostro
de leche agria, tu voz como una sierra y tus piernas de cigea), incluso ese cortabolsas,
a quien quisiera pillar en la poterna, pero no para usar la cuerda en su gaznate, sino en
sus espaldas.
MacPhee, que se daba cuenta, aun sin entender, que estaba siendo objeto de
desfavorables comentarios, permaneca escuchando con aquella expresin de estar a la
expectativa que es ms comn en el norte de Irlanda y en las tierras bajas de Escocia que
en la propia Inglaterra.
Director dijo cuando Merln hubo terminado, le estara muy agradecido si...
Vamos dijo el Director sbitamente, ninguno de nosotros ha dormido esta noche.
Arthur, quiere usted venir a encender la chimenea en honor de nuestro husped en la
gran habitacin del extremo norte de este corredor? Podra despertar alguien a las
mujeres? Pedidles que le traigan algn refrigerio. Una botella de borgoa y lo que haya
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C. S. Lewis
Cecil dijo Mrs. Dimble, crees que va a ser de alguna utilidad?
Va a ser capaz de hacer algunas cosas, si es eso lo que preguntas. En este sentido,
es ms peligroso que sea capaz de hacer demasiado que poco.
Qu clase de cosas? pregunt su mujer.
El universo es tan complicado... repuso mister Dimble.
Eso has dicho a menudo, querido...
De veras? dijo l con una sonrisa. Muy a menudo? Cundo? Tan a menudo
como t has contado la historia del carrito y la jaca?
Cecil! Hace aos que no la he contado!
Querida, te o anteanoche contrsela a Camilla.
Oh, Camilla! Es diferente. No la saba...
No s siquiera si podemos estar seguros de ello... El universo es tan complicado...
Durante algunos minutos rein el silencio entre los dos.
Pero, y respecto a Merln? pregunt mistress Dimble al fin.
No te has dado nunca cuenta dijo Dimble de que el universo, e incluso cada
fragmento de universo, est siempre endurecindose, estrechndose y tendiendo hacia un
punto?
Su mujer esper como esperan los que conocen desde largo tiempo por experiencia el
proceso mental de la persona que les est hablando.
Quiero decir continu Dimble, contestando una pregunta no formulada que si
profundizas un punto cualquiera de la historia de un colegio, escuela, parroquia o familia,
lo que quieras, encontrars siempre que hubo un momento anterior en que haba ms
espacio vital y en que los contrastes no eran tan acusados; y que vendr un momento
despus en que habr todava menos espacio para la indecisin y que la eleccin ser
todava ms momentnea. El bien va siempre mejorando, y el mal siempre empeorando;
la posibilidad de una neutralidad aparente incluso va disminuyendo constantemente. La
cuestin estriba en salirse del tiempo, llegar a un punto, agudizndose y endurecindose.
Como en el poema en que el Cielo y el Infierno devoran la alegre Tierra Media desde los
dos extremos opuestos... Cmo dice? Algo as como devora cada da... hasta que todo
es reducido a la nada. Esto no puede ser devorado; no sera apropiado. Mi memoria ha
decado terriblemente estos ltimos aos. No recuerdas el fragmento, Margery?
Lo que dices me recuerda ms bien el fragmento de la Biblia respecto a aventar el
trigo para separarlo de la paja. O, como el verso de Browning: El problema de la vida
siendo slo la terrible eleccin...
Exacto! Acaso todo el proceso del tiempo represente esto y nada ms. Pero no es
slo en cuestiones de leccin moral. Todo va siendo constantemente cada vez lo mismo y
ms diferente de lo dems. Evolucin quiere decir que las especies sern cada vez menos
parecidas unas a otras. Las mentalidades se van haciendo ms y ms espirituales, la
materia ms y ms material. Incluso en literatura, la poesa y la prosa se apartan cada vez
ms una de otra.
Mrs. Dimble, con la facilidad innata de una larga prctica, comprendi el peligro,
constantemente presente en su casa, de que la conversacin tomase un cariz puramente
literario.
S dijo. Espritu y materia, ciertamente. Eso explica por qu cierta gente como los
Studdock encuentran tan difcil ser felices en su matrimonio.
Los Studdock? dijo Dimble, mirndola vagamente. Los problemas domsticos de
la joven pareja haban preocupado a su mujer mucho ms que a l. Oh, comprendo! S.
Dira, en efecto, que tiene algo que ver con esto. Pero respecto a Merln, el resultado final,
por lo que puedo ver, es el siguiente. Haba posibilidades para un hombre de aquella era
que no existen para los de la nuestra. La tierra misma tena en aquellos das algo ms de
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C. S. Lewis
caminos. Sabes que est incluso prohibido por las reglas de su Orden usar ningn
instrumento cortante sobre nada que crezca?
Vlgame Dios! dijo Mrs. Dimble. Son las seis. He prometido a Ivy estar en la
cocina hace un cuarto de hora. No hay necesidad de que te muevas, Cecil.
Sabes una cosa? dijo Dimble. Que eres una mujer maravillosa.
Por qu?
Cuntas mujeres que han vivido en su casa durante treinta aos seran capaces de
amoldarse a una coleccin zoolgica como sta?
Eso no es nada dijo Mrs. Dimble. Ivy tena tambin su casa, ya lo sabes. Y para
ella es mucho peor. Despus de todo, yo no tengo a mi marido en la crcel.
Si la mitad de los planes de Merlinus Ambrosius son puestos en accin, no tardars
mucho en tenerlo.
V
Merln y el Director estaban entre tanto hablando en el Cuarto Azul. El Director se haba
quitado su vestidura azul y su diadema, y yaca sobre el sof. El druida estaba sentado
frente a l, con las piernas abiertas y sus grandes manos plidas inmviles sobre las
rodillas, con el aspecto, para unos ojos modernos, de una escultura convencional de un
rey. Iba todava con su tnica, y bajo ella vio Ransom que llevaba poqusima ropa porque
el calor de la casa era para l excesivo y encontraba los pantalones insoportables. Su
vehemente demanda de aceite despus del bao haba producido cierta agitacin y una
compra precipitada, consiguiendo al fin, gracias a los esfuerzos de Denniston, un frasco
de brillantina. Merln lo us tan prdigamente que su barba y su cabello relucan, y en la
habitacin reinaba un olor dulce y pegajoso. Estos efluvios atrajeron a Mr. Bultitude, que
dio insistentes zarpazos a la puerta hasta que se le permiti entrar; ahora estaba sentado
lo ms cerca posible del mago, husmeando el aire. Jams en su vida oli a un hombre tan
interesante.
Seor dijo Merln en respuesta a una pregunta que el Director le haba hecho, te
doy infinitas gracias. No puedo, desde luego, comprender la forma en que vives, y tu casa
me es totalmente extraa. Me has proporcionado un bao que el emperador mismo
envidiara, pero nadie me ha ayudado; un lecho ms blando que el sueo mismo, pero
cuando me levanto veo que tengo que ponerme las ropas con mis propias manos, como si
fuese un campesino. Duermo en una habitacin cuyas ventanas de puro cristal dejan ver
el cielo tan claramente cuando estn abiertas como cuando estn cerradas, y no hay en
ella viento suficiente para agitar la llama de una antorcha no resguardada; pero duermo en
ella solo, sin ms hombres que un prisionero en un baluarte. Tu gente come carne seca y
sin sabor, pero la sirves en platos tan lisos y brillantes como el sol. En toda la casa reina
un calor, una suavidad y un silencio que haran creer a cualquiera que se halla en el
paraso terrenal; pero no hay cortinajes, ni bellos pavimentos, ni msicos, ni perfumes, ni
altos sitiales, ni el brillo del oro, ni un perro, ni un halcn. No me parece que vivas como un
pobre ni como un rico; ni como un seor ni como un ermitao. Seor, te digo estas cosas
porque me las has preguntado. No tienen importancia. Ahora que nadie nos oye, salvo el
ltimo de los siete osos de Logres, es hora de que celebremos consejo entre nosotros.
Mir fijamente el rostro del Director durante su peroracin, y despus, como asombrado
de lo que vea en l, se inclin rpidamente hacia adelante.
Te duele tu herida? pregunt.
Ransom movi la cabeza.
No dijo, no es la herida. Tenemos cosas terribles de qu hablar.
Seor dijo Merlinus con voz suave y profunda, puedo hacer desaparecer todo
dolor de tu taln como si lo lavase con una esponja. Dame slo siete das para rondar por
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C. S. Lewis
entonces haba hablado con dureza y frialdad. Luego se inclin hacia adelante y dijo con
voz ms suave: No era nunca muy legal, ni aun en tus tiempos. Recuerda que cuando
supimos por primera vez que ibas a despertar pensamos que podas estar del lado del
enemigo. Y porque Nuestro Seor hace todas las cosas para todos, uno de nuestros
propsitos al despertarte fue tratar de salvar tu alma.
Merln estaba sentado con el aspecto de un hombre desorientado. El oso lama su
mano, que penda del brazo de la butaca.
Seor dijo Merln, si no puedo serte til de esta forma, has metido en tu casa a
un intil fardo de carne, porque hace ya tiempo que no soy hombre de guerra. Si se trata
de punta y filo, valgo ya poco.
No es tampoco de esta forma dijo Ransom vacilando un poco, como el hombre que
se resiste a tocar una cuestin. No hay poder simplemente terrenal continu
finalmente que pueda ser eficaz contra la Repulsiva Fuerza.
Entonces vamos a orar dijo Merln. Pero tampoco en eso... estuve muy
recompensado... Algunos de ellos me llamaban el hijo del diablo. Era mentira. Pero no s
todava por qu he vuelto atrs.
No obstante, hay que refugiarse en las oraciones dijo Ransom, ahora y siempre.
Pero no era esto lo que quera decir. Hay poderes celestiales, poderes creados, no en esta
Tierra, sino en el Cielo. Merln lo contempl en silencio. Sabes muy bien de qu hablo
dijo Ransom. Acaso no te dije la primera vez que nos encontramos que los Oyarsas
eran mis Maestros?
Es cierto dijo Merln. Y por esto supe que pertenecas al Colegio. No es acaso
nuestro santo y sea sobre toda la Tierra?
Un santo y sea? dijo Ransom con una mirada de sorpresa. No lo saba...
Pero... pero... dijo Merln, si no conocas el santo y sea, cmo pudiste decirlo?
Lo dije porque era verdad.
El mago se humedeci los labios, que haban palidecido.
Verdad como son verdad las cosas ms esenciales repiti Ransom; verdad como
es verdad que ests sentado aqu con mi oso a tu lado.
Merln extendi las manos.
T eres mi padre y mi madre dijo. Sus ojos se abran como los de un chiquillo
dominado por el terror, pero, por lo dems, pareca ms pequeo de lo que haba credo
Ransom a primera vista. Resgnate a que hable dijo finalmente, o destrzame si
quieres, porque me tienes en tu mano. O referir en mis das la historia de alguien que
haba hablado con los dioses. Blaise, mi Maestro, saba algunas palabras de esta lengua.
Pero esto eran, no obstante, poderes de la Tierra. Porque (no tengo que decrtelo, puesto
que sabes ms que yo) no son los mismos Oyarsas, los verdaderos poderes del cielo,
aquellos que encontraron los grandes de nuestro arte, sino sus espectros terrenales, sus
sombras. Slo la tierra-Venus, la tierra-Mercurio; no Perelandra misma, no Voritrilbia. Es
slo...
No estoy hablando de espectros dijo Ransom. He estado delante de Marte
mismo en la esfera de Marte, y de Venus misma en la esfera de Venus. Ser su fuerza, y
la fuerza de algo ms fuerte que ellos, lo que destruir a nuestros enemigos.
Pero, seor dijo Merln. cmo puede ser eso? No va esto contra la Sptima
Ley?
Qu ley es esa?
No ha dictado nuestro Noble Seor una ley para S mismo diciendo que no mandar
sus Poderes sobre la tierra para enmendar o frustrar nada hasta el final de todas las
cosas? O es que es el final de todo lo que ya se avecina?
Puede ser el principio del fin repuso Ransom. pero no s nada de ello. Maleldil
puede haber hecho ley no mandar sus Poderes a la tierra. Pero si los hombres, por su
183
C. S. Lewis
No todos ellos dijo Ransom. Esta vez bajarn espritus superiores a Malacandra
y Perelandra. Estamos en las manos de los Dioses. Pueden desintegrarnos a los dos. No
hay promesa alguna que salvaguarde nuestras vidas ni nuestra razn. No s cmo
podemos osar mirar sus rostros; pero s que no podemos osar mirar hacia Dios si
rehusamos cumplir su encargo.
Sbitamente, el mago se dio un golpe sobre la rodilla.
Mehercule! grit. No iremos demasiado aprisa? Si t eres el Pendragn, yo soy
el Alto Consejo de Logres, y tengo que aconsejarte. Si los poderes tienen que hacerme
pedazos para destrozar a nuestros enemigos, la voluntad de Dios ser hecha. Pero,
debemos realmente llegar a esto? Este rey sajn vuestro que est sentado en Windsor...
No hay que esperar ayuda por parte de l?
No tiene poder en esta materia.
Entonces, no es suficientemente dbil para ser destronado?
No tengo deseos de destronarlo. Es el rey. Ha sido coronado y ungido por un
arzobispo. En el orden de Logres, puedo ser el Pendragn, pero en el orden de la Gran
Bretaa soy su sbdito.
Son entonces sus grandes hombres, sus condes, sus legados y sus obispos los que
hacen el mal sin que l lo sepa?
As es, si bien no son exactamente los grandes hombres que te figuras.
Y no somos nosotros lo suficientemente grandes para encontrarnos en abierta
batalla?
Somos cuatro hombres, algunas mujeres y un oso.
He visto los tiempos en que Logres era yo solo, un hombre y dos muchachos, y uno
de ellos era un rstico. Y, no obstante, vencimos.
Ahora sera imposible. Tienen una organizacin llamada la Prensa por medio de la
cual se engaa a todo el mundo. Moriramos sin haber sido siquiera escuchados.
Pero, y los verdaderos fieles? No hay esperanza en ellos? Es imposible que todos
tus sacerdotes y obispos hayan sido corrompidos.
Incluso la fe ha sido hecha pedazos desde tus das y habla con otra voz. Aun cuando
pudisemos llegar a ser todos uno 29, los cristianos no somos sino una dcima parte de la
poblacin del mundo. No hay ayuda posible por su parte.
Entonces, busquemos ayuda allende los mares. No hay ningn prncipe en Neustria,
Heland o Benwick, que estuviese dispuesto a venir a limpiar la Bretaa si se acudiese a
ellos?
No queda ya ningn prncipe cristiano. Esos otros pases, o estn como Bretaa o
han cado ms bajo todava en el mal.30
Entonces acudamos a ms alto. Debemos acudir a aquel cuya misin es derribar a
los tiranos y dar vida a los reinos agonizantes. Acudamos al Emperador.
No hay ya Emperador.
No hay Emperador... empez Merln, y su voz se desvaneci. Permaneci inmvil
algunos minutos, luchando con un mundo que jams haba soado. Al final dijo: Una
idea acude a mi mente, y no s si es buena o mala. Pero porque soy el Alto Consejo de
Logres, no te la ocultar. Es una era de frialdad esta en que me he despertado. Si toda
29 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice todos unos pero la expresin
correcta es todos uno, ya que el autor hace referencia a la oracin de Jess: Que todos
sean uno como t, Padre, ests en m, y yo en ti. Sean tambin uno en nosotros: as el
mundo creer que t me has enviado. [Jn 17, 21]. (Nota del editor digital)
30 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice han cado ms bajos todava
en el mal. (Nota del editor digital)
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186
C. S. Lewis
substituir estos motivos irracionales. En qu campo deban entonces justificarse o
condenarse las acciones humanas?
Si se insiste en poner la cuestin en estos trminos dijo Frost, creo que
Waddington ha dado la mejor respuesta. La existencia es su propia justificacin. La
tendencia al cambio y al desarrollo que llamamos evolucin est justificada por el hecho
de que es una caracterstica general de las entidades biolgicas. El presente
establecimiento de contacto entre las ms altas entidades biolgicas y los macrobios
queda justificado por el hecho de que est ocurriendo y debe ser incrementado, porque se
est produciendo un incremento.
Entonces, usted cree que no tendra sentido preguntar si la tendencia general del
universo se inclina hacia lo que podramos llamar el Mal?
No tendra ningn sentido dijo Frost. El juicio que trata usted de pronunciar se
inclina hacia la inspeccin para ser simplemente una expresin emotiva. Huxley mismo
poda expresarlo nicamente empleando crudamente trminos emotivos como
gladiatorial o despiadado. Me refiero a su famoso Romanes. Cuando la llamada lucha
por la existencia es considerada simplemente como un teorema actuario, tenemos, dicho
en palabras de Waddington, un concepto tan inemotivo como una integral definida, y la
emocin desaparecer. Con ella desaparece la extravagante idea de un standard externo
de valores que la emocin produce.
Y la actual tendencia de los acontecimientos dijo Mark, podr todava
justificarse en el sentido bueno, cuando est trabajando hacia la extincin de toda vida
orgnica, como ocurre en el presente?
Desde luego dijo Frost, si insiste usted en formular el problema en estos
trminos. En realidad, la cuestin no tiene sentido alguno. Presupone una pauta mental de
objeto-y-fin que desciende de Aristteles, quien a su vez se limitaba a apostatar elementos
de la experiencia de una comunidad agrcola de la Edad del Hierro. Los motivos no son las
causas de la accin, sino sus subproductos. Est usted perdiendo el tiempo al tenerlos en
cuenta. Cuando haya usted alcanzado la verdadera objetividad reconocer, no algunos
motivos, sino todos los motivos como meros epifenmenos animales subjetivos. Entonces
no tendr usted motivos y ver que no los necesita. Su sitio estar ocupado por algo ms,
que entonces comprender usted mejor que ahora. Lejos de quedar empobrecida, su
accin ser mucho ms eficiente.
Ya veo... dijo Mark. La filosofa que Frost le estaba desarrollando distaba mucho de
serle desconocida. La reconoci en el acto como la lgica conclusin de ideas que hasta
entonces haba aceptado siempre y que en aquel momento rechazaba irrevocablemente.
Comprender que sus propias conclusiones llevaban a la posicin adoptada por Frost,
combinado con la expresin que vea en el rostro de ste y lo que haba experimentado en
aquella horrible celda, efectu una completa conversin. Todos los filsofos y evangelistas
del mundo no hubieran podido realizar su obra tan eficazmente.
Y esta es la razn dijo Frost por la cual es necesario aplicarle a usted un
tratamiento sistemtico de objetividad. Su finalidad es eliminar una a una de su mente
todas las ideas que hasta ahora ha considerado como campo de accin. Es como matar
un nervio. Todo este sistema de instintivas preferencias, sean ticas, estticas o lgicas,
disfraza su propsito y debe ser simplemente destruido.
Comprendo la idea dijo Mark, con la reserva interna de que su instintivo deseo de
hacer papilla el rostro del Profesor sera ya una buena destruccin. Despus de aquello,
Frost sac a Mark de la celda y le hizo servir comida en una habitacin contigua. Estaba
igualmente iluminada con luz artificial y no tena ventanas. El Profesor permaneci inmvil,
contemplndolo mientras coma. Mark ignoraba qu era lo que le haban dado de comer,
pero, a pesar de que era bastante malo, tena demasiada hambre para rehusar,
suponiendo que hubiese sido posible. Cuando termin de comer, Frost lo llev a la
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C. S. Lewis
insignificantes, algo raro respecto a la posicin de los pies de las figuras, del arreglo de
sus dedos o de la agrupacin. Quin era el personaje que estaba de pie entre Cristo y
Lzaro? Y por qu haba tantos escarabajos debajo de la mesa de la Ultima Cena? Qu
truco era el de la iluminacin, que pareca que todos los cuadros hubiesen sido pintados
en estado de delirio? Una vez se haba dado uno cuenta de estas anomalas, su aparente
vulgaridad se converta en su suprema amenaza, como la aparente inocencia superficial
de ciertos sueos. Cada pliegue de los ropajes, cada detalle arquitectnico, tena un
significado que era imposible captar pero que confunda la mente. Comparados con stos,
los otros cuadros surrealistas eran meras tonteras. Desde haca mucho tiempo Mark
haba ledo algo respecto a las cosas de una extremada maldad que parecen inocentes al
no iniciado, y se haba preguntado qu podan ser. Ahora crea saberlo.
Volvi la espalda a los cuadros y se sent. Ahora lo comprenda todo. Frost no estaba
tratando de volverlo loco; por lo menos, no en el sentido que l haba dado hasta entonces
a la palabra loco. Frost slo intentaba lo que haba dicho. Estar all sentado en aquella
habitacin era el primer paso hacia lo que l llamaba objetividad, el proceso mediante el
cual toda reaccin especficamente humana era destruida en el hombre a fin de ser apto
para la enojosa sociedad de los macrobios. Sin duda alguna, seguiran altos grados en el
ascetismo de la antinatura: comida de abominables alimentos, chapoteo en la sangre y la
porquera, celebracin ritual de calculadas obscenidades... Hasta cierto punto, estaban
jugando limpio con l; lo hacan pasar por la misma iniciacin por la cual ellos mismos
haban pasado y que los haba separado del resto de la humanidad, moldeando a Wither
hasta hacer de l una informe ruina, mientras condensaba y agudizaba a Frost,
convirtindolo en el hombre fuerte, duro y agudo que era.
Pero al cabo de una hora aproximadamente, aquella especie de atad en forma de
habitacin comenz a producir en Mark un efecto que probablemente su instructor no
haba previsto. No era que le volviese el ataque que haba tenido la noche anterior en la
celda. Fuera porque hubiese sobrevivido ya a este ataque, fuese porque la inminencia de
la muerte le haba hecho venir a la boca aquel deseo eterno de lo esotrico de toda su
vida, o porque hubiese (en cierto modo) pedido urgentemente auxilio, la perversin de la
forma y la pintura de aquella estancia le produjeron el efecto de darse cuenta, como no se
haba dado cuenta hasta entonces, de todo lo opuesto a aquella sala. As como lo primero
que el desierto ensea al hombre es a adorar el agua, o la ausencia hace sentir el afecto,
sobre aquel fondo de amargura y perversidad se elev la visin de la dulzura y la
correccin. Algo que l llamaba vagamente normal, exista. No haba pensado nunca en
ello. Pero all estaba: slido, macizo, con su forma propia, casi como algo tangible, o
comestible, o digno de ser amado. Todo aquello se mezclaba extravagantemente a Jane,
a los huevos fritos, al jabn, a la luz del sol, al graznar de las cornejas en Cure Hardy y a
la idea de que, en alguna parte del exterior, brillaba el sol en aquel momento. No pensaba
en absoluto en trminos morales; o bien (lo cual es muy parecido) estaba experimentando
su primera sensacin moral profunda. Tena que elegir un camino: el Normal. Todo
aquello, tal como lo llamaba l, era lo que elega. Si el punto de vista cientfico lo apartaba
de todo aquello, entonces, que sea maldito el punto de vista cientfico! La vehemencia
de su eleccin lo dej casi sin aliento; jams haba experimentado aquella sensacin. De
momento, casi le tena sin cuidado que Wither y Frost lo matasen o no.
No s cunto tiempo hubiera durado este estado de espritu, pero estaba todava en
plena intensidad cuando regres Frost. Llev a Mark a una habitacin donde arda el
fuego y haba un hombre en una cama. La luz que se reflejaba en los cristales y la plata, y
la suave suntuosidad de aquella habitacin, elevaron el espritu de Mark hasta tal punto
que casi no escuch a Frost mientras ste le deca que se quedase all de guardia hasta
que lo relevasen, y que deba llamar inmediatamente al Director si aquel hombre se mova
189
C. S. Lewis
metiendo jvenes enamorados en la cama desde que el mundo empez con una
incongruente mezcla de reverencias, bendiciones y lgrimas; mujeres imposibles llenas de
rufos y falbals que tan pronto gastaban bromas shakespearianas acerca de adulterios y
lascivias como se arrodillaban devotamente ante un altar un momento despus. Era muy
curioso; porque, desde luego, en cuanto haca referencia a su conversacin, la diferencia
entre ellas estaba invertida. Jane, bajo un concepto literario, era capaz de hablar de
escenas licenciosas con plena sangre fra, mientras Mrs. Dimble era una dama eduardiana
que hubiera fingido simplemente ignorar la existencia de tales desrdenes si hubiese
habido alguien lo suficientemente indiscreto para haber suscitado este tema en su
presencia. Acaso el tiempo tuviera alguna influencia en la curiosa sensacin de Jane. El
fro haba cesado, y haca uno de esos das de casi penetrante y suave dulzura que se
presentan algunas veces a principios del invierno.
El da anterior, Ivy haba hablado con Jane de lo que le ocurra. Mr. Maggs haba
robado una pequea cantidad en el lavadero donde trabajaba. Lo haba hecho ya alguna
otra vez antes de conocer a Ivy, cuando iba con malas compaas. Desde que Ivy y l
empezaron a andar juntos por la vida, haba sido siempre de lo ms recto; pero el
pequeo delito no haba sido descubierto; vena ahora del remoto pasado a alcanzarlo, y
fue detenido unas seis semanas despus de su matrimonio. Jane no dijo apenas nada
mientras dur el relato. Ivy no pareca darse cuenta del estigma puramente social
inherente a un pequeo robo y a una condena temporal, de manera que Jane no hubiera
tenido ocasin de practicar, aunque hubiese querido, aquella gentileza casi tcnica que
alguna gente reserva para las penas de los pobres. Por otra parte, no tuvo tampoco
oportunidad de mostrarse revolucionaria o subversiva, sosteniendo que el robo no era ms
criminal que la riqueza en s. Ivy pareca dar la moralidad tradicional por descontada.
Haba estado siempre tan impresionada por lo ocurrido... Por una parte pareca tener
gran importancia, y por la otra ninguna. Jams se le haba ocurrido pensar que aquello
pudiese alterar sus relaciones con su marido, como si el robo, como la mala salud, fuese
uno de los riesgos normales que se corren al casarse.
Yo siempre digo que no puede una saberlo todo respecto a un hombre hasta que est
una casada haba dicho.
Supongo que no repuso Jane.
Desde luego, no es lo mismo para ellos aadi Ivy. Mi padre siempre deca que
jams se hubiera casado con mi madre si hubiese sabido cmo roncaba. Y ella misma le
deca: No, pap, ya s que no te hubieras casado... Es muy diferente, me parece
dijo Jane.
Bueno, lo que quiero decir es que si no hubiese sido esto hubiera sido otra cosa. As
es como veo yo la cosa. Y no es que no tuviesen muchas cosas de que ocuparse,
adems. Porque si haba una manera correcta de casarse, esta fue la de ellos, los pobres.
Pero, digamos lo que queramos, Jane, una mujer corre siempre un riesgo al casarse. No
me refiero a lo que podramos llamar una mala mujer. Recuerdo que un da, antes de que
usted viniese, Mrs. Dimble le estaba diciendo no s qu al doctor; l estaba sentado
leyendo algo (ya sabe usted cmo se pone) con los dedos entre las pginas y un lpiz en
la mano (no de la forma en que leemos usted o yo), y contest solamente: S, querida, y
las dos supimos que no la haba escuchado. Y yo dije: Ya ve usted, Mrs. Dimble, as es
como nos tratan una vez que se han casado. 31 Ni siquiera ha odo lo que le ha dicho
usted. Y, sabe usted lo que me contest? Pues me dijo: Ivy Maggs, no le ha pasado a
usted por la mente preguntarse cmo alguien puede escuchar todo lo que decimos?
31 En el original figura: as es como nos tratan una vez se han casado. Puede ser
debido a una prctica normal en la poca y lugar del traductor, tal como un regionalismo; o
bien una errata. (Nota del editor digital)
191
C. S. Lewis
presencia. Se burla de m. Porque a pesar de que haba una expresin casi de siniestro
alborozo en su rostro, Jane no pareca ser invitada a compartirlo. Trat de apartar la vista
del rostro y lo consigui. Entonces vio por primera vez que haba otros seres presentes,
cuatro o cinco..., no, ms, toda una muchedumbre de ridculos hombrecillos: enanos
gordinflones con caperuzas rojas como borlas, juguetones 32, parecidos a los gnomos,
insoportablemente familiares, frvolos e irrefrenables. No caba la menor duda de que
ellos, por lo menos, se estaban burlando de ella. La sealaban, saltando, gesticulando,
ponindose cabeza abajo, dando volteretas y saltos mortales. Jane no senta miedo
todava, en parte porque la elevada temperatura del aire que entraba por la ventana le
daba un poco de sueo. Era completamente ridculo, a aquella poca del ao. Su
sentimiento dominante era la indignacin. Una sospecha que haba cruzado por su mente
un par de veces volva ahora a ella con irresistible fuerza: la sospecha de que el verdadero
universo poda ser sencillamente una tontera. Todo evocaba en ella ntimamente el
recuerdo de aquellas fuertes y estridentes risotadas, descuidadas, masculinas, que salan
de los labios de unos tos suyos solteros y que tan a menudo la haban enfurecido siendo
chiquilla, de las cuales la intensa seriedad de sus deberes escolares le haban ofrecido tan
feliz evasin.
Pero un momento despus sinti verdadero miedo. Todos se dirigan a ella. Con gran
bullicio y resplandor, la mujer del traje de color de fuego y los insolentes enanos entraban
en la casa. Estaban en la habitacin con ella. La extraa mujer llevaba una antorcha en la
mano. Arda con un brillo terrible y cegador, crepitando, lanzando una nube de espeso
humo negro y llenando la habitacin de un olor pegajoso a resina. Si no se andan con
cuidado pens Jane, van a pegar fuego a la casa. Pero apenas tuvo tiempo de
pensar en esto cuando su atencin fue atrada por la escandalosa conducta de los
enanos. Comenzaban a convertir la habitacin en un montn de lea. A los pocos
segundos, la cama era un caos, las sbanas estaban por el suelo, las mantas haban sido
arrancadas y usadas para mantear a los ms gordos de sus compaeros, las almohadas
volaban por el aire y las plumas flotaban por todas partes. Cuidado! Cuidado! No
puede tener cuidado?, grit Jane al ver a la gigante tocar varias partes de la habitacin
con su antorcha encendida. Toc un jarrn de la chimenea. Instantneamente sali de l
una franja de color que a Jane le pareci fuego. Iba a acercarse para tratar de apagarlo
cuando vio que suceda lo mismo en un cuadro de la pared. Y as fue ocurriendo cada vez
ms cerca de ella, en torno suyo. Incluso las borlas de los enanos ardan ya. Pero en el
momento en que su terror era ya insoportable, Jane se dio cuenta de que lo que
serpenteaba por todos los sitios que la antorcha haba tocado no era, finalmente, fuego,
sino vegetacin. La hiedra y la madreselva trepaban por las patas de la cama, rosas rojas
brotaban de las caperuzas de los hombrecillos, y por doquier grandes lirios crecan a sus
pies elevndose hasta su cintura y mostrndole sus lenguas amarillas. Los olores, el calor,
la muchedumbre y la extravagancia de todo aquello la hicieron desvanecerse. Jams se le
ocurri pensar que estaba soando. Mucha gente toma errneamente los sueos por
visiones; nadie tom jams errneamente una visin por un sueo...
Jane! Jane! grit sbitamente la voz de mistress Dimble. Pero, qu le ha
pasado?
Jane se incorpor. La habitacin se hallaba vaca, pero la cama estaba revuelta. Al
parecer, estuvo echada en el suelo. Tena fro y se senta muy cansada.
Pero, qu ha ocurrido? repiti Mrs. Dimble.
No lo s contest Jane.
Est usted enferma, muchacha?
32 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice juguetonas. (Nota del editor
digital)
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C. S. Lewis
se encuentra nunca una colmena. Todas las abejas se van ms all del muro. Y seguir a
las abejas era la cosa ms natural del mundo. Creo que en la mente del oso haba la
sensacin difcilmente podramos llamarlo la imagen de infinitos campos verdes
extendindose ms all del muro, y colmenas innumerables, y abejas del tamao de
gorriones; y, esperndolo, o acaso caminando, goteando, escurrindose, algo o alguien
ms espeso, ms dulce, ms dorado incluso que la misma miel.
Hoy, esta inquietud se apoderaba de l hasta un grado inusitado. Echaba de menos a
Ivy Maggs. No saba que existiese aquella persona y no la recordaba como recordamos
nosotros, pero en su experiencia haba una falta inespecificada. Ella y el Director eran, en
dos formas distintas, los dos factores principales de su existencia. Senta, a su manera, la
supremaca del Director. Su encuentro con l era para el oso lo que las sensaciones
msticas para los hombres, porque el Director haba trado de Venus una sombra de la
perdida prerrogativa del hombre de ennoblecer a las bestias. En su presencia, Mrs.
Bultitude temblaba hasta los mismos lmites de su personalidad, pensaba lo impensable y
haca lo imposible; se senta turbado y extasiado por resplandores que procedan de fuera
de su mundo velludo, y se marchaba cansado. Pero con Ivy se senta como en su casa,
de la misma manera que un salvaje que cree en el Dios ms Alto se encuentra ms a sus
anchas con las deidades menores del agua y de los bosques. Era Ivy quien le daba de
comer, lo echaba de los lugares prohibidos, lo peinaba y le hablaba durante todo el da.
Ella tena la firme conviccin de que entenda todo lo que le deca. Si se toma esta frase
literalmente, no era exacta; pero bajo otro concepto no estaba tan lejos de la verdad.
Porque la mayor parte de la conversacin de Ivy era la expresin, no de un pensamiento,
sino de un sentimiento, y de sentimientos que Mrs. Bultitude casi comparta: sentimientos
de afecto, celo, comodidad y afecto fsico.
Cada cual a su manera, se entendan perfectamente bien.
Tres veces se alej Mr. Bultitude del rbol y del muro, pero tres veces volvi a l.
Entonces, con gran cautela y cuidado, comenz a trepar a l. Cuando por fin lleg a la
copa, se sent cmodamente y esper. Vio al otro lado un margen herboso en declive que
descenda a un camino. El deseo de libertad era ahora demasiado fuerte. Estuvo sentado
all media hora. Algunas veces, su mente divagaba y se quedaba casi dormido. Finalmente
se desliz al otro lado del muro. Cuando se dio cuenta de que la cosa era un hecho, sinti
tanto miedo que de nuevo se sent en lo alto de la pendiente, en el borde mismo del
camino. Entonces oy ruido.
Un furgn automvil apareci a la vista. Lo guiaba un hombre que llevaba el uniforme
del I.N.E.C., y otro hombre igualmente uniformado iba sentado a su lado.
Hola! exclam el segundo. Frena, Sid. Qu diablos es eso?
El qu? pregunt el que conduca.
Es que no tienes ojos en la cara?
Diablos! exclam Sid, frenando. Un oso enorme... Oye, no podra ser el
nuestro?
Qu va! dijo el otro. Estaba esta maana en su jaula, tan tranquilo.
No crees que puede haberse escapado? Oye, aqu habra dinero a ganar...
No podra estar aqu aunque se hubiese escapado. Los osos no recorren cuarenta
millas por hora. No es esta la cosa. Pero, no sera mejor que pescsemos a ste?
No tenemos rdenes dijo Sid.
No. Y, adems, fracasamos en coger aquel maldito lobo tambin, no es cierto?
No fue culpa nuestra. La vieja dijo claramente que no quera venderlo por nada, si
recuerdas bien, querido Len. Hicimos lo que pudimos. Le dijimos que los experimentos de
Belbury no eran lo que ella crea; que la bestia llevara una vida de prncipe y que lo
mimaran como a un nio. En mi vida he dicho ms mentiras en una sola maana. Habr
que mandar a alguien por l.
195
C. S. Lewis
ahora, cuando su cabeza era continuamente atacada y a menudo completamente llena de
la pegajosa corrupcin del entrenamiento, esta Idea se elevaba sobre l como una torre,
como algo que exista de una manera obvia, completamente independiente de l, y que
tena duras superficies rocosas que no cederan, a las que poda agarrarse.
La otra cosa que ayudaba a salvarlo era el hombre de la cama. El descubrimiento de
que realmente saba hablar ingls llev a Mark a trabar con l una curiosa amistad.
Difcilmente podra decirse que sostenan una conversacin. Los dos hablaban, pero el
resultado de sus plticas no podra llamarse conversacin en el sentido que hasta
entonces haba Mark dado a la palabra. El hombre era muy vehemente, y gesticulaba
tanto que las formas de comunicacin menos adulteradas de Mark eran casi intiles. As,
cuando Mark le dijo que no tena tabaco, el hombre abri una bolsa imaginaria de tabaco
sobre sus rodillas por lo menos seis veces y frot una imaginaria cerilla otras tantas,
inclinando cada vez la cabeza de lado con tal aspecto de fruicin que Mark raramente lo
haba visto en un rostro humano. Entonces Mark trat de explicarle que aquellos no eran
extranjeros, pero s gente sumamente peligrosa, y que probablemente el mejor plan que
poda seguir era guardar silencio.
Ah! dijo el desconocido inclinando de nuevo la cabeza. Ah! Eh? Y despus,
sin ponerse exactamente el dedo sobre los labios, empez una complicada pantomima
que indicaba claramente lo mismo. Fue imposible durante mucho tiempo sacarlo de este
tema. Volva una y otra vez a la cuestin del secreto. Ah! deca, no me sacarn
nada. Eh? Yo se lo dir. Usted y yo nos conocemos. Eh? Y su mirada abrazaba a
Mark con tan aparente y alegre conspiracin que reconfortaba el corazn.
Creyendo este punto suficientemente claro, Mark comenz:
Respecto al futuro... pero slo se encontr con otra pantomima recomendando el
secreto, seguido siempre de la palabra: Eh? en un tono que peda contestacin.
S, desde luego dijo Mark. Estamos los dos en peligro considerable. Y...
Ah! dijo el forastero. Extranjeros, eh?
No, no repuso Mark. Ya le he dicho que no lo son. Parecen creer que usted lo es,
no obstante. Y por esto...
Est bien interrumpi el hombre. Ya lo s. Extranjeros los llamo. Ya lo s. No
sacarn nada de m. Usted y yo est bien. Ah!
He tratado de trazar una especie de plan... dijo Mark.
Ah! dijo el hombre aprobando.
Y me preguntaba... comenz Mark. Pero el hombre se inclin sbitamente hacia l
y dijo, con extraordinaria energa:
Yo se lo dir.
Qu? dijo Mark.
Tengo un plan.
Cul es?
Ah! exclam el hombre guiando un ojo con infinito significado y frotndose la
barriga.
Siga. Cul es el plan? pregunt Mark.
Qu le parecera a usted...? comenz el hombre, sentndose y apoyando su
pulgar izquierdo sobre el ndice derecho, como si quisiese desarrollar el primer tema de un
argumento filosfico. Qu le parecera si ahora usted y yo nos tomsemos un buen
pedazo de queso con pan?
Yo hablaba de un plan de evasin dijo Mark.
Ah! exclam el hombre. Ahora hablemos de mi padre. Jams en su vida ha
estado un da enfermo. Eh? Qu le parece?
Es una cosa extraordinaria repuso Mark.
197
C. S. Lewis
De vez en cuando, su tte--tte era interrumpido. Frost o Wither entraban con algn
desconocido que se diriga al vagabundo en un idioma ignorado, fracasaban
completamente en su intento de obtener respuesta y salan de nuevo. El hbito de
sumisin a lo ininteligible del vagabundo, mezclado con una especie de astucia animal, lo
sostena con gran firmeza durante estas entrevistas. Incluso sin el consejo de Mark no se
le hubiera ocurrido nunca decepcionar a sus raptores contestndoles en ingls.
Decepcionar era una cosa completamente ajena a su mente. Por lo dems, su expresin
de tranquila indiferencia, alterada ocasionalmente por miradas sumamente agudas pero
jams por el menor signo de ansiedad o asombro, dejaba a sus interrogadores
engaados. Wither no poda ver jams en su rostro el mal que buscaba; pero tampoco
consegua ver el menor indicio de aquella virtud que hubiera constituido la seal de
peligro. El vagabundo perteneca a una clase social que l no conoca. El incauto, la
vctima aterrorizada, el adulador, el presunto cmplice, el rival, el hombre honrado en cuya
mirada brillaban la repugnancia y el odio, le eran familiares. Pero aquel hombre, no.
Y entonces, un da, se celebr una entrevista que fue diferente.
V
Parece verdaderamente un cuadro mitolgico del Tiziano vuelto a la vida dijo el
Director con una sonrisa, cuando Jane le hubo descrito sus sensaciones de la glorieta.
S, pero... comenz Jane, pero se detuvo. Eso es... prosigui. Era eso. No
slo la mujer y los enanos..., sino el resplandor. Como si el aire estuviese inflamado. Pero
siempre me ha gustado Tiziano. Temo no haber tomado la pintura suficientemente en
serio. He hablado slo del Renacimiento de la forma en que se habla...
No le gust a usted cuando adquiri vida real?
Jane movi la cabeza.
Era real aquello, seor? pregunt. Ocurren estas cosas?
S repuso el Director, era bastante real. Oh!, hay miles de cosas dentro de esta
milla cuadrada de las que no s nada todava. Y me atrevera a decir que la presencia de
Merln provoca ciertas cosas. No vivimos exactamente en el siglo XX desde que est aqu.
Hemos dado un pequeo salto atrs; el foco est borroso. Y usted misma... es una
vidente. Acaso estuviese usted destinada a encontrarla. Ella es lo que obtendr usted si
no alcanza la otra.
Qu quiere usted decir, seor? pregunt Jane.
Dijo usted que se pareca un poco a Mrs. Dimble. Y as es. Pero una Mrs. Dimble a la
que falta algo. Mrs. Dimble es amiga de todo este mundo como Merln es amigo de los
bosques y de los ros. Pero no es en s ni un bosque ni un ro. Ella no lo ha rechazado,
pero lo ha bautizado. Es una esposa cristiana, y usted, ya lo sabe, no lo es. Ni tampoco es
usted virgen. Se ha colocado usted donde debe encontrar a aquella Mujer Anciana, y ha
rechazado todo lo que le ha ocurrido desde que Maleldil vino a la Tierra. Y as la alcanz
usted en bruto, no ms fuerte de lo que Mrs. Dimble la encontrar, pero sin transformar,
demonaca. Y a usted no le gusta. No ha sido acaso esa la historia de su vida?
Quiere usted decir pregunt Jane que he estado reprimiendo algo?
El Director se ri con aquella risa fuerte, sonora, segura, risa de soltero, que la habra
enfurecido en otros labios.
S dijo. Pero no crea usted que hablo de represiones a lo Freud. Este no sabe
ms que la mitad de los hechos. No se trata aqu de una cuestin de inhibiciones (de
vergenza instintiva) contra el deseo natural. Me parece que no hay refugio en el mundo
para el que no quiera ser pagano o cristiano. Imagnese usted solamente un hombre que
fuese demasiado delicado para comer con los dedos y, no obstante, no quisiese usar el
tenedor!
199
C. S. Lewis
Quin era la mujer gorda?
No lo s de cierto repuso el Director. Pero puedo suponerlo. Saba usted que
todos los planetas estn representados en cada uno de los otros?
No, seor. No lo saba.
Aparentemente, s. No hay Oyarsa en el Cielo que no tenga su representante en la
Tierra. Y no hay mundo donde no encontrase usted un compaero no cado de nuestro
negro Arconte, una especie de otro l. Por esto hubo un Saturno italiano lo mismo que uno
celestial, y un Jpiter cretense lo mismo que uno olmpico. Estos fantasmas terrenales de
las grandes inteligencias eran los que encontraban los hombres cuando decan que
haban visto a los dioses. Con ellos era con quienes un hombre como Merln conversaba a
veces. Jams descendi nada realmente de ms all de la Luna. Y lo que ms la afecta a
usted, hay una Venus terrenal as como una celestial, un fantasma de Perelandra y
Perelandra misma.
Y usted cree...?
S: s desde hace mucho tiempo que esta casa est bajo su influencia. Hay incluso
cobre en el suelo. Adems, la Venus terrestre ser especialmente activa en el presente.
Porque es esta noche cuando su celestial arquetipo descender.
Haba olvidado... dijo Jane.
No lo olvidar usted cuando haya sucedido. Ser mejor que estn todos ustedes
juntos, en la cocina, quiz. No suban. Esta noche llevar a Merln ante mis Maestros,
delante de los cinco: Viritrilbia, Perelandra, Malacandra, Glund y Lurga. Ser iniciado. Los
poderes le sern transferidos.
Qu har, seor?
El Director se ech a rer.
El primer paso es fcil. Los enemigos de Belbury estn ya buscando peritos en
dialectos occidentales arcaicos, especialmente celtas. Les mandaremos un intrprete! S,
por el esplendor de Cristo, les mandaremos uno. Sobre ellos, l mand un espritu de
frenes a buscar apresuradamente el destructor de ellos. Han puesto un anuncio en los
peridicos pidiendo uno! Y despus del primer paso... ser fcil. Al luchar contra los que
sirven al demonio se tiene siempre esta ventaja; sus dueos los detestan tanto como ellos
nos detestan a nosotros. En el momento en que incapacitamos sus garras para ser tiles
en el Infierno, sus propios maestros terminan nuestro trabajo. Rompen sus instrumentos.
Se oy un golpe en la puerta y entr Grace Ironwood.
Ivy ha regresado, seor dijo. Creo que ser conveniente que la vea. No; viene
sola. No ha podido ver a su marido. La condena ha terminado, pero no lo han puesto en
libertad. Ha sido enviado a Belbury para ser sometido al Tratamiento Curativo, de acuerdo
con los nuevos reglamentos. Al parecer no es necesaria una sentencia del Tribunal..., pero
no es muy coherente. Est desesperada.
VI
Jane sali al jardn para pensar. Aceptaba lo que el Director le haba dicho, y, no
obstante, le pareca que careca de sentido. La comparacin entre el amor de Mark y el
amor de Dios, le pareca a su naciente espiritualidad algo indecente e irreverente.
Religin deba de significar un reino en el cual su obsesionante temor de hembra de ser
tratada como una cosa, como un objeto de lujuria, deseo y posesin, debera permanecer
permanentemente en reposo, y lo que ella llamaba su verdadero ser brotara hacia lo alto
extendindose por un mundo ms libre y puro. Porque todava pensaba que Religin era
una especie de exhalacin o una nube de incienso, algo que se evaporaba de unas almas
especialmente dotadas hacia un cielo receptivo. Entonces, sbitamente, se le ocurri
pensar que el Director no haba hablado nunca de religin, as como tampoco los Dimble
201
C. S. Lewis
LA casa de St. Anne estaba desierta, salvo dos habitaciones. En la cocina, con los
postigos cerrados y ms cerca del fuego que de costumbre, estaban sentados Dimble,
MacPhee, Denniston y las mujeres. Alejados de ellos por el amplio espacio de la escalera
y los corredores, el Pendragn y Merln estaban juntos en el Cuarto Azul.
Si alguien hubiese subido las escaleras hasta el vestbulo que daba al Cuarto Azul,
hubiera hallado algo diferente del miedo que le hubiera cerrado el paso, una resistencia
casi fsica. Si hubiese conseguido forzarla abrindose paso a travs de ella, hubiera
llegado a una regin de sonoros ruidos que no eran claramente voces a pesar de que eran
articulados; y si el corredor hubiese estado obscuro, probablemente habra visto una tenue
luz, ajena a la del fuego o a la de la luna, salir por debajo de la puerta del Director. No creo
que hubiese conseguido alcanzar la puerta de no haber sido invitado a ello. Ya la casa
entera le hubiera parecido agitarse y estremecerse como un barco en medio de una
galerna del Golfo de Vizcaya. Se hubiera visto con horror obligado a considerar esta tierra,
no ya como la base del universo, sino como una pelota rodando y tambalendose por el
espacio, con una velocidad de delirio, y no a travs del vaco, sino en un medio
densamente habitado y de intrincada estructura. Hubiera sabido sensorialmente, hasta
que sus agotadas fuerzas lo abandonasen, que los visitantes de aquella habitacin
estaban en ella, no en reposo, sino que obraban y se movan en medio de la compacta
realidad del cielo (que los hombres llaman espacio vaco) para mantener sus rayos sobre
este rincn de la mvil y fugitiva tierra.
El druida y Ransom comenzaron a esperar a sus visitantes poco despus de la puesta
del sol. Ransom estaba sentado en su sof; Merln, a su lado, con las manos juntas y el
cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante. Algunas veces, una gota de sudor resbalaba
framente por su mejilla gris. Al principio quiso hincarse de rodillas, pero Ransom se lo
prohibi. Trata de no hacer eso le dijo. Has olvidado ya que son nuestros
servidores? Las cortinas de las ventanas estaban descorridas, y toda la luz de la
habitacin entraba por ellas: un rojo fro cuando empezaron la espera, y, ms tarde, la luz
de las estrellas.
Mucho antes de que ocurriera nada en el Cuarto Azul, el grupo de la cocina sirvi el t
de las diez. El cambio ocurri mientras estaban tomndolo. Hasta entonces estuvieron
hablando con voces apagadas, como hablan los chiquillos en una habitacin en la que sus
mayores estn ocupados en algn asunto incomprensible para ellos; un entierro o la
lectura de un testamento. Y sbitamente comenzaron todos a hablar en voz alta, a la vez,
no moderadamente, sino con deleite, interrumpindose unos a otros. Un forastero que
hubiese entrado en la cocina habra credo que estaban borrachos, no con una borrachera
absoluta, sino alegre: hubiera visto las cabezas acercarse unas a otras, los ojos agitarse y
una excitada profusin de gestos. Nadie del grupo pudo recordar despus lo que dijo.
Dimble sostiene que estuvieron principalmente ocupados haciendo juegos de palabras.
MacPhee negaba haber hecho un juego de palabras en su vida, ni aun aquella noche,
pero todos convenan en que estuvieron muy ingeniosos. Si no hicieron juegos de
palabras, los hicieron ciertamente sobre ideas, paradojas, fantasas, ancdotas, teoras
risiblemente avanzadas y, no obstante, dignas de consideracin y de ser tomadas en
serio, que flotaron en el ambiente con deslumbrante prodigalidad. Incluso Ivy olvid su
pena. Mrs. Dimble record siempre a Denniston y a su esposa de pie, uno a cada lado de
la chimenea, enzarzados en un alegre duelo intelectual, dominndose mutuamente uno a
otro y remontndose como pjaros o aeroplanos en combate. Si tan slo hubiesen podido
recordar lo que dijeron! Porque jams haba odo tanta elocuencia, tanta meloda, tanta
sagaz estructura de doble significado, tanta malicia de metfora y alusin.
Un momento despus, todos permanecan silenciosos. Rein la calma tan sbitamente
como cesa el viento al llegar detrs de un muro. Permanecan sentados mirndose,
cansados, medio inconscientes.
203
C. S. Lewis
la brisa agitaba las cortinas, levantaba una carta que yaca sobre la mesa, haca
revolotear el pelo que un momento antes caa lacio sobre la frente de Merln. La habitacin
se balanceaba. Estaba a flote. Un suave sonido tembloroso como de espuma y olas
rompientes corra por su carne. Las lgrimas resbalaban por las mejillas de Ransom. Slo
l saba de qu mares y de qu islas llegaba aquel soplo. Merln, no. Pero tambin en l
despertaba y le dola aquella inconsolable herida con que nace el hombre. Cortas frases,
clticas y prehistricas, compadecindose de s mismo, salan de sus labios en un
murmullo. Estos anhelos y caricias eran, no obstante, nicamente los heraldos de la
Diosa. Cuando el conjunto de su virtud alcanz, enfoc y cogi aquel rincn de la giratoria
tierra en su ancho rayo, algo ms fuerte, ms emocionante, ms peligrosamente esttico,
brot del centro de toda aquella dulzura. Los dos humanos temblaron: Merln, porque
ignoraba lo que estaba llegando; Ransom, porque lo saba. Y ahora llegaba. Era una luz
vertiginosa, feroz, aguda, brillante e implacable, dispuesta a matar, dispuesta a morir; era
la Caridad, no como la imaginan los mortales, ni siquiera tal como ha sido humanizada por
ellos desde la Encarnacin del Verbo, sino una virtud translunar que caa sobre ellos
desde el Tercer Cielo, no mitigada. Estaban ciegos, abrasados, sordos. Crean que se
abrasaran sus huesos. No podan soportar que aquello continuase. No podan soportar
que cesase. Y as, Perelandra, que los hombres llaman Venus, triunfante entre todos los
planetas, lleg y estuvo entre ellos en la habitacin.
En la cocina, MacPhee ech atrs violentamente su silla, produciendo un chirrido sobre
el suelo enladrillado como el yeso que rasca la pizarra.
Oiga! dijo. Es una vergenza que estemos aqu sentados contemplando el
fuego. Si el Director no ha ganado la partida definitiva personalmente, apuesto a que ha
encontrado alguna otra manera de que trabajemos nosotros.
Los ojos de Camilla lanzaron llamas al mirarle.
Vamos! dijo. Vamos!
Qu quiere usted decir, MacPhee? pregunt Dimble.
Quiere decir luchar dijo Camilla.
Temo que sean demasiados para nosotros dijo Arthur Denniston.
Tal vez dijo MacPhee. Pero quiz sean tambin demasiados para nosotros de
esta forma. Sera magnfico entendrselas con ellos antes del final. A decir verdad,
algunas veces siento que no me importa mucho lo que pase. Pero no estara tranquilo en
mi tumba si supiese que iban a ganar sin que les pusiera la mano encima. Me gustara
poderles decir lo que me dijo un sargento durante la primera guerra, en un bombardeo que
sufrimos cerca de Monchy. Nuestros compaeros se llevaron la palma al final. Oiga, me
dijo, haba odo usted nunca algo parecido a como se aplastan sus cabezas? Esto es
desagradable dijo Mrs. Dimble.
Esta parte quiz s dijo Camilla. Pero... ah, si pudisemos cargar en el viejo
estilo...! Cuando estoy a caballo me da todo igual.
No lo comprendo dijo Dimble. No soy como usted, MacPhee. No soy valiente.
Pero mientras hablaba, tena la sensacin de que no tena tanto miedo a morir o a ser
herido como de costumbre. O, por lo menos, esta noche.
Creo que podra ocurrirnos dijo Jane.
Mientras estemos todos juntos dijo Mrs. Dimble, podra ser... No, no quiero decir
nada heroico..., pero sera una manera agradable de morir.
Y sbitamente sus voces y sus rostros cambiaron. Se rean de nuevo, pero era una risa
diferente. El amor de unos por otros se hizo ms intenso. Cada uno de ellos, al mirar a los
dems, pensaba: Soy feliz estando aqu. Podra morir con mis compaeros. Pero
MacPhee se deca: El rey William dijo: No desmayes por la prdida de un mando.
Arriba ocurra ms o menos lo mismo. Merln vea en su recuerdo la hierba invernal de
Badon Hill, el gran estandarte de la Virgen flotando sobre los grandes baluartes
205
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quien se acercase a l inadvertido. Ransom y Merln sufran una sensacin de fro
insoportable; y todo cuanto era fuerza en Lurga se converta en dolor al penetrar en ellos.
Y, no obstante, Lurga, en aquella habitacin, fue batido. Sbitamente lleg un espritu ms
grande, uno cuya influencia atemper y casi transform en su propia calidad toda la
astucia del gil Mercurio, la nitidez de Marte, la sutil vibracin de Venus e incluso la
melanclica gravedad de Saturno.
En la cocina se not su llegada. Nadie supo despus cmo ocurri, pero la tetera que
herva fue apartada del fuego y el ponche se derram. Arthur el nico msico entre ellos
fue en busca de su violn. Las sillas fueron retiradas, el suelo aclarado. Bailaron. No
pudieron recordar lo que bailaron. Era una especie de danza en redondo, no una moderna
extravagancia; en ella daban palmadas, golpeaban el suelo, saltaban. Y nadie, mientras
dur la danza, crey que ni l ni sus compaeros hacan el ridculo. Poda, en realidad, ser
una especie de danza campesina, que se adaptaba perfectamente a aquella cocina
enlosada, pero el espritu que los animaba era distinto. Todos tenan la sensacin de que
la cocina estaba llena de reyes y reinas, que el salvajismo de su danza expresaba su
heroica energa, y sus movimientos ms acompasados haban alcanzado el mismo
espritu que yaca tras todas las nobles ceremonias.
Arriba, su potente rayo convirti al Cuarto Azul en un haz de resplandores. Delante de
los dems ngeles, un hombre puede inclinarse; ante esto puede morir, pero si viva su
alegra sera inmensa. Si hubieseis respirado una sola bocanada del aire que emanaba de
l, os hubierais sentido mayores que antes. A pesar de que fueseis un invlido, vuestro
paso hubiera sido majestuoso; a pesar de que fuerais un mendigo, hubierais destrozado
vuestros harapos magnnimamente. La realeza, el podero, la pompa ceremoniosa y la
cortesa brotaban de l como las chispas de un yunque. El taido de las campanas, el
sonar de las trompetas, el despliegue de los estandartes, seran los medios usados en la
Tierra como dbil signo de su calidad. Era como una larga ola dorada por el sol, tocada en
su lomo de esmeralda, que vena con sus nueve pies de altura rugiendo y sembrando el
terror y una irresistible alegra. Era como el comienzo de una msica en la sala de algn
rey tan alto y en un festival tan solemne, que un temblor parecido al miedo se apoderaba
de los corazones al orlo. Porque era nada menos que el gran Glund Oyarsa, Rey de
Reyes, a travs del cual el jbilo de la creacin soplaba principalmente sobre estos
campos de rbol, conocido de los hombres de los tiempos remotos por Jpiter, y bajo este
nombre, por un fatal, pero no inexplicable encubrimiento, confundido con su Hacedor...
tampoco35 todos ellos soaron por cuantos peldaos la escala, incluso de los seres
creados, se eleva por encima de l.
A su llegada todo fue fiesta en el Cuarto Azul. Los dos mortales, cogidos
momentneamente dentro del gloria que aquellas cinco excelentes Naturalezas cantaban
perpetuamente, olvidaron durante algn tiempo el propsito ms vulgar e inmediato de su
reunin. Despus se dispusieron a obrar. Merln asumi los poderes que le fueron
conferidos.
Al da siguiente tena otro aspecto; en parte porque se haba afeitado la barba, pero
tambin porque no era ya el mismo hombre. Nadie dudaba de que la separacin final de
su cuerpo estaba cercana. Al final del da, MacPhee lo llev en automvil y lo dej en las
cercanas de Belbury.
II
35 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice tan poco en lugar de
tampoco. (Nota del editor digital)
207
C. S. Lewis
nuevo y fijase sus ojos en aquel pobre y atemorizado anciano, como si estuviese
esperando rdenes.
Siguieron algunas palabras en aquel lenguaje desconocido. Una vez ms, el vagabundo
seal a los dos sabios. El extranjero se volvi y habl con ellos en latn, probablemente
traduciendo. Wither y Frost se miraron, como si cada uno de ellos esperase que el otro
hiciese algo. Lo que sigui fue pura demencia. Con infinita cautela, jadeando, la
temblorosa senilidad del Director Delegado se inclin hacia el suelo, quedando arrodillado;
y medio segundo despus, con un movimiento metlico y giratorio, cay Frost a su lado. Al
llegar al suelo volvi la cabeza para mirar hacia donde estaba Mark. El destello de odio
puro de su rostro, pero de un odio como cristalizado, de forma que no era ya una pasin ni
haba fuego en l, fue como tocar metal en las regiones rticas, cuando los metales
queman. Arrodllese, dijo en un balido, volviendo instantneamente la cabeza. Mark fue
incapaz de recordar luego si olvid simplemente obedecer la orden o si su verdadera
rebelin data de este momento.
El vagabundo habl nuevamente sin quitar los ojos de los del hombre de sotana. Y de
nuevo ste tradujo, y al terminar se apart. Wither y Frost comenzaron a caminar de
rodillas hasta alcanzar el lecho. La mano del vagabundo, su mano sucia y vellosa con las
uas rodas, se extendi hacia ellos. Los dos la besaron. Entonces pareci que les daba
nuevas rdenes. Se levantaron, y Mark se dio cuenta de que Wither protestaba
gentilmente en latn contra esta orden. Sealaba a Frost. Las palabras venia tua (cada vez
se correga y deca venia vostra) se repetan tan a menudo que Mark consigui
entenderlas. Pero al parecer la protesta fue infructuosa; un momento despus, Wither y
Frost haban salido de la habitacin.
Al cerrarse la puerta, el vagabundo se desplom como un baln deshinchado. Se agit
de un lado a otro de la cama murmurando: Arrea, qu barbaridad! Jams lo hubiera
credo. Vaya knock-out! Un magnfico knock-out. Pero Mark no tena tiempo de fijarse en
esto. Vio que el extranjero le diriga la palabra, y a pesar de que no poda entender lo que
deca, levant la vista. Instantneamente dese mirar nuevamente hacia abajo, pero no
pudo. Hubiera podido pretender, con cierta autoridad, ser ya un tcnico en soportar
miradas amenazadoras, pero esto no impidi que al soportar aqulla sintiese miedo. Antes
de darse cuenta de que tena sueo, se desplom sobre una silla y se qued dormido.
III
Bien... dijo Frost, en cuanto se encontraron detrs de la puerta.
Es... profundamente embarazoso dijo el Director Delegado.
Avanzaron por el corredor hablando en voz baja.
Parece... (he dicho parece) prosigui Frost, como si el hombre del lecho
hubiese sido hipnotizado y el sacerdote vasco se hubiera hecho cargo de la situacin.
Pero, amigo mo, esto sera una hiptesis sumamente inquietante.
Perdneme. No he hecho hiptesis alguna. Describo simplemente lo que me ha
parecido.
Y cmo, segn su hiptesis (perdneme, pero eso es lo que es), llegara un
sacerdote vasco a inventar la historia de que nuestro husped era Merlinus Ambrosius?
Esta es la cuestin. Si el hombre de la cama no es Merlinus, hay alguien, y alguien
completamente fuera de nuestros clculos, digamos el sacerdote, que conoce todo
nuestro plan de campaa.
Esta es la razn, mi querido amigo, por la cual la retencin de esas dos personas y
cierta cautela extraa en nuestra actitud son necesarias, por lo menos hasta que
tengamos un poco ms de luz sobre este asunto.
Es necesario, desde luego, detenerlos.
209
C. S. Lewis
viviendo mientras el verdadero Wither flotaba en la lejana por las interminables fronteras
de los mundos fantasmales.
Dios me bendiga! exclam.
Debe usted, por consiguiente dijo Frost, considerar en primer lugar qu piensa
hacer con esos dos hombres esta noche. No hay ni que soar en que puedan asistir al
banquete. Sera una locura dejarlos a sus propias iniciativas.
Lo cual me recuerda que los hemos dejado ya solos (y con Studdock, adems)
durante ms de diez minutos. Tenemos que llevarle las ropas en seguida.
Y sin ningn plan establecido? dijo Frost, siguiendo no obstante a Wither cuando
sali de la habitacin.
Podemos dejarnos guiar por las circunstancias repuso Wither.
Fueron recibidos por una especie de imploracin en latn por parte del hombre de la
sotana.
Djenme marchar dijo. Les suplico, por la salvacin de su madre, que no
empleen la violencia con un anciano inofensivo. No dir nada (Dios me perdonar), pero
no puedo seguir aqu. Este hombre que dice que es Merlinus volver en s de la muerte;
es un ser diablico, capaz de hacer milagros infernales. Mire! Mire! Mire lo que le ha
hecho a ese pobre joven en cuanto se han marchado ustedes. Seal hacia donde Mark
yaca inconsciente sobre la silla. Lo ha hecho con la mirada, slo mirndolo fijamente. El
ojo del mal, el ojo del mal...
Silencio! exclam Frost en el mismo lenguaje. Escuche. Si hace usted lo que se
le diga, no le ocurrir ningn dao. Si no, ser destruido. Si es usted un estorbo puede
perder tan bien el alma como el cuerpo; porque no me parece usted tener madera de
mrtir.
El hombre se estremeci, cubrindose el rostro con las manos. Sbitamente, no como
si obrase deliberadamente, sino como una mquina que hubiese sido accionada, Frost le
dio un puntapi.
Vamos! dijo. Dgale que le he trado las ropas que los hombres usan hoy en da.
El hombre no se inmut al recibir el puntapi.
Finalmente, el vagabundo fue lavado y vestido. Cuando hubieron terminado, el hombre
de la sotana dijo:
Dice que ahora deben ustedes llevarlo por toda la casa y ensearle los secretos.
Dgale repuso Wither que ser una gran satisfaccin y privilegio...
Pero el vagabundo habl de nuevo.
Dice tradujo el sacerdote que debe ver antes que todo la Cabeza, las bestias y
los criminales que atormentan ustedes. Segundo, que ir con uno de ustedes solamente.
Con usted, seor aadi volvindose hacia Wither.
No permitir tal cosa exclam Frost en ingls.
Mi querido Frost dijo Wither, no es este el momento... Y uno de nosotros debe
estar libre para recibir a Jules.
El vagabundo habl de nuevo.
Perdnenme dijo el de la sotana. Tengo que seguir lo que dice. Las palabras no
son mas. Les prohibe hablar en su presencia en una lengua que no puede, ni aun a
travs de m, comprender. Y aade que tiene la vieja costumbre de ser obedecido.
Pregunta ahora si desea usted tenerlo como amigo o como enemigo.
Frost avanz un paso hacia el pseudo Merln, de forma que su hombro toc la sotana
del verdadero. Wither crey que Frost haba querido decir algo, pero que habla tenido
miedo. En realidad, a Frost le fue imposible recordar palabra alguna. Acaso fuese debido
al rpido cambio del latn al ingls que haba tenido que hacer. No poda hablar. A su
mente no acudan ms que slabas sin sentido. Desde haca mucho tiempo saba que su
continuo trato con aquellos seres que l llamaba macrobios poda surtir efectos sobre su
211
C. S. Lewis
Pero, oiga... dijo Mark.
Qu pasa? repuso Frost. Le ruego que se d prisa. Tenemos un tiempo limitado
a nuestra disposicin.
Esto dijo Mark, sealando con indefinida resistencia la figura de la cruz, esto es
una mera supersticin...
Y bien?
Pues en este caso, qu hay de objetivo en pisotearlo? No es tan subjetivo escupir
una imagen como adorarla? Quiero decir, si es tan slo un trozo de madera, por qu
hacer nada respecto a l?
Esto es superficial. Si hubiese sido usted criado en una sociedad no cristiana, no se
le pedira que lo hiciera. Desde luego, es una supersticin: pero es precisamente esta
supersticin la que ha oprimido a nuestra sociedad durante tantos siglos. Puede ser
experimentalmente demostrado que forma todava parte del sistema dominante en el
subconsciente de muchos individuos cuya conciencia parece, sin embargo, totalmente
liberada. Una accin explcita en direccin contraria es, por consiguiente, un paso
necesario hacia la completa objetividad. Es un punto que no admite discusin a priori.
Hemos comprobado por la prctica que no puede ser dispensado.
Mark estaba sorprendido de la emocin que le embargaba. Contemplaba la imagen con
algo que no era en absoluto un sentimiento religioso. A todas luces, no perteneca a
aquella idea de lo Recto, Normal o Completo que haba sido, durante los ltimos das, su
defensa contra lo que ahora saba del crculo ms interno de Belbury. El horrible vigor de
su realismo estaba ms bien, a su manera, tan lejano de esta idea como poda estarlo
cualquier otro detalle de la habitacin. Esta era una de las fuentes de su repugnancia a
cometer aquel acto. Insultar, aunque fuese una imagen esculpida, le pareca un acto
abominable. Pero no era esto todo. Con la introduccin de aquel smbolo cristiano, toda la
situacin haba cambiado en cierto modo. La cosa iba siendo incalculable. Su simple
anttesis de lo Normal y lo Malsano haba fracasado de una manera obvia en su empeo
de tomar algo en cuenta. Por qu estara all el crucifijo? Por qu serian de carcter
religioso ms de la mitad de aquellas pinturas ponzoosas? Tena la sensacin de que
nuevos contrincantes tomaban parte en la contienda, enemigos y aliados potentes que
jams haba sospechado hasta entonces. Si doy un paso en una direccin determinada
pens, puedo caminar hacia un precipicio. Una especie de determinacin asnal de
plantar all sus cascos y no moverse brot en su mente.
Dse prisa, por favor dijo Frost.
La tranquila autoridad de la voz y el hecho de haberle obedecido tan a menudo hasta
entonces casi lo conquist. Estaba al borde de obedecer y de desechar todas sus
prevenciones, cuando la actitud indefensa de la imagen lo detuvo. El sentimiento era
ilgico. Se detuvo, no porque sus manos estuviesen clavadas e indefensas, sino porque
estaban simplemente hechas de madera y, por consiguiente, menos tiles todava, y
porque la imagen, con todo su realismo, era inanimada y no poda en modo alguno
responder. La inexpresiva cara de una mueca una de las muecas de Myrtle que
haba hecho pedazos siendo nio lo haba afectado en el mismo sentido, y el recuerdo,
incluso ahora, le inspiraba ternura.
Qu est usted esperando, Mr. Studdock? pregunt Frost.
Mark se daba perfecta cuenta del creciente peligro. Era obvio que si desobedeca, su
ltima probabilidad de salir con vida de Belbury haba desaparecido. Incluso de salir con
ella de aquella habitacin. La sensacin lenitiva se apoder nuevamente de l. Estaba,
pens, tan indefenso como el Cristo de madera. Mientras pensaba esto, se vio mirando el
crucifijo de una nueva forma: ni como un trozo de madera ni como un objeto de
supersticin, sino como un fragmento de historia. El Cristianismo poda ser una tontera,
pero no haba duda de que aquel Hombre haba vivido y fue ejecutado por los miembros
213
C. S. Lewis
acompaaron al despacho del Director Delegado, pero el Director Delegado no estaba all.
Entonces lo llevaron a su propio despacho con la esperanza de que tardara bastante
tiempo en instalarse, pero necesit muy poco. A los cinco minutos estaba abajo otra vez, y
era demasiado temprano todava para que nadie pudiese ir a vestirse. En aquel momento
estaba de pie, de espaldas al fuego, tomando una copa de jerez, rodeado de los
principales miembros del Instituto. Hablaron calurosamente.
La conversacin con Mr. Jules era siempre difcil, porque segua considerndose, no
simplemente una figura simblica, sino el verdadero director del Instituto, e incluso fuente
de la mayor parte de las ideas. Y como, en realidad, toda su ciencia consista en lo que le
haban enseado en la Universidad de Londres haca ms de cincuenta aos, y todo lo
dems que saba lo haba adquirido leyendo a Haeckel, a Joseph McCabe y a Winwood
Reade, no era, en realidad, posible hablar con l acerca de la mayor parte de las cosas
que el Instituto estaba haciendo. Todo el mundo estaba entregado a la tarea de inventar
contestaciones a preguntas que solan no tener sentido alguno, y a expresar entusiasmo
por ideas pasadas de moda que fueron inadecuadas incluso en sus principios. Por esta
razn era tan desastrosa la ausencia del Delegado Director de aquella reunin, porque
slo Wither era maestro en el estilo de conversacin que se adaptaba a Jules.
Jules era cockney37. Era un hombre pequeo, de piernas tan cortas que haba sido
poco amablemente comparado a un pato. Tena una nariz respingona y un rostro cuya
original bonhomie haba sido intensamente adulterada por el engreimiento y la buena vida.
Al principio, sus novelas lo elevaron a la fama y a la influencia; ms tarde, su direccin del
semanario llamado Queremos saber hizo de l una autoridad tal en el pas que su nombre
era realmente necesario en el I.N.E.C.
Como le dije al arzobispo... deca Jules. Acaso no sepa Vuestra Ilustrsima que
las modernas investigaciones han demostrado que el Templo de Jerusaln no era de un
tamao mayor que una iglesia rural de Inglaterra.
Vaya!, se dijo Feverstone, que estaba de pie en el borde del grupo.
Tome un poco ms de jerez. Director dijo miss Hardcastle.
Bien, con mucho gusto repuso Jules. No es mal jerez, aunque creo poderles
decir un sitio donde lo encontrarn mejor. Y cmo van esas reformas del sistema
penitenciario, miss Hardcastle?
Avanzando realmente contest ella. Creo que alguna modificacin del sistema
Pellotoff...
Es lo que yo digo siempre interrumpi el Director. Por qu no tratar el crimen
como cualquiera de las dems enfermedades? El castigo no sirve para nada. Lo necesario
es llevar al hombre por el buen camino, darle ocasin de empezar de nuevo, ofrecerle un
inters por la vida. Es muy sencillo si lo miran ustedes desde este punto de vista. Supongo
que leeran ustedes la conferencia que di sobre este tema en Northampton.
Estoy de acuerdo con usted dijo miss Hardcastle.
Perfectamente repuso Jules. Les dir quin no lo estaba, no obstante. El viejo
Hingest. Y, a propsito, fue un asunto muy extrao. No han encontrado ustedes al asesino,
verdad? Pero aunque lo siento por el pobre, no estuvimos nunca en muy buenas
relaciones. La ltima vez que lo vi, estaba yo hablando con unos amigos acerca de los
crmenes de los menores de edad, y saben ustedes lo que dijo? Pues dijo: El mal de
estos Tribunales de Menores es que siempre los castigan cuando tendran que
doblegarlos38. No est mal, verdad? No obstante, como dice Wither... Y a propsito,
dnde est Wither?
37 Nacido en los barrios bajos de Londres. N. del T.
38 Binding over en lugar de bending over. Juego de palabras intraducible. N. del T.
215
C. S. Lewis
Mi querido Director comenz Wither, un poco jadeante, este es uno de los
momentos ms felices de mi vida. Espero que se habr velado por todos los detalles de su
comodidad. Ha sido un verdadero infortunio que haya sido llamado en el preciso momento
en que estaba esperando su llegada. Una coincidencia lamentable... Una persona muy
distinguida se ha reunido con nosotros en aquel mismo momento. Un extranjero...
Oh! interrumpi Jules con voz ligeramente spera. Quin es?
Permtame... dijo Wither apartndose un poco.
Se refiere usted a esto? pregunt Jules. El supuesto Merln yaca con los brazos
pendientes de cada lado del silln, los ojos cerrados, la cabeza inclinada y una ligera
sonrisa en el rostro. Est borracho? O enfermo? Y quin es, de todos modos?
Es, como he hecho observar, un extranjero comenz Wither.
Bueno, pero no ser esto lo que le hace dormir en el momento de serme presentado,
verdad?
Ssss!... rog Wither apartando a Jules del grupo y bajando un poco la voz. Hay
circunstancias (sera un poco difcil profundizar ahora este punto) en las cuales he sido
cogido por sorpresa, y hubiera ido, de no haber estado ya aqu, a consultar con usted en
seguida. Nuestro distinguido husped acaba de hacer un largusimo viaje, y tiene, lo
admito, ciertas excentricidades, pero...
Pero, quin es? insisti Jules.
Se llama... Ambrosius. El doctor Ambrosius, ya sabe usted...
No he odo nunca hablar de l dijo Jules secamente. En otro momento no hubiera
admitido tal cosa, pero aquella noche todo sala distinto de lo que haba esperado y perda
la calma.
Pocos somos los que hemos odo hablar de l hasta ahora dijo Wither. Pero
pronto oiremos hablar todos. Por esto, sin querer en lo ms mnimo...
Y quin es se? pregunt Jules sealando al verdadero Merln. Parece que se
est39 divirtiendo solo.
Oh!, se es nicamente el intrprete del doctor Ambrosius.
El intrprete? Es que no habla ingls?
Desgraciadamente, no. Vive en realidad en un mundo propio.
Y no poda usted encontrar a alguien que no fuese un clrigo para ayudarlo? No me
gusta el aspecto de ese hombre. No queremos aqu gente de esa especie. Hola! Y quin
es usted?
La ltima pregunta iba dirigida a Straik, que en aquel momento se haba abierto paso
hasta el Director.
Mr. Jules dijo, fijando en el rostro de ste una mirada proftica, soy portador de
un mensaje que debe usted escuchar. Yo...
Cllese! dijo Frost a Straik.
De veras, Mr. Straik, de veras!... dijo Wither, consiguiendo entre los dos apartarlo
de all.
Mire usted, Mr. Wither dijo Jules, le dir francamente que estoy muy lejos de
estar contento. Aqu hay otro cura. No recuerdo que nadie se me haya presentado jams
de esta forma, y la cosa no hubiera quedado as si hubiese sucedido, comprende?
Tendremos una conversacin un poco seria. Tengo la impresin de que ha contratado
usted gente a espaldas mas y convertido este Instituto en una especie de seminario. Y
esto es una cosa que no tolerar. Ni tampoco el pueblo britnico.
Lo s, lo s dijo Wither. Comprendo perfectamente sus sentimientos. Puede
usted contar con mi absoluta conformidad. Tengo ansia de explicarle la situacin. De
39 Hay una errata en la edicin en papel. El original dice Parece que se est
divirtiendo solo en
217
C. S. Lewis
moderna. Frost crey or la retencin del hombre. Cmo poda aquel imbcil pensar lo
que estaba diciendo? El desatino lo irrit en extremo. Quiz... Pero, hola!, qu ocurra?
Es que haba odo mal? Porque Jules pareca estar diciendo que la futura densidad de la
raza humana dependa de la retencin del hombre en la Naturaleza. Frost pens: Est
borracho. Despus, con una claridad cristalina, Jules aadi: La mandrgora de la
espesura debe ser talthibianizada.
Wither tard ms en darse cuenta de lo que ocurra. No haba esperado or un discurso
que tuviese significado alguno, y durante un buen rato estuvo escuchando palabras tras
palabras que no perturbaron su atencin. Pensaba, en realidad, que Jules navegaba muy
ceido, y que el menor paso en falso privara al orador y al auditorio de poder incluso
pretender que deca nada en concreto. Pero mientras no fue franqueada la frontera,
admiraba el discurso; estaba totalmente dentro de su gnero. Despus pens: Vamos!
Esto es ir demasiado lejos. Incluso ellos deben ver que no se puede hablar de aceptar el
reto del pasado arrojando el guante al futuro... Mir cautelosamente alrededor de la
habitacin. Todo estaba normal. Pero no sera as si Jules no se sentaba pronto. En la
ltima frase haba palabras que l no conoca. Qu diablos querra decir con Aholiar?
Mir de nuevo hacia la habitacin. La concurrencia prestaba una atencin excesiva, lo que
siempre era mala seal. Entonces vino la frase: Los surrogatos esemplantan en una
continuidad de variaciones porosas.
Mark, al principio, no prest la menor atencin al discurso. Tena muchas otras cosas en
que pensar. La aparicin de aquel polichinela en el momento culminante de su historia era
una mera interrupcin. Corra demasiado peligro y, al mismo tiempo, de cierto modo
precario, era demasiado feliz para preocuparse de Jules. Una o dos veces, alguna frase
que lleg a su odo le hizo sonrer. Lo primero que le llev a la realidad de lo que estaba
ocurriendo fue la conducta de su vecino de mesa. Se dio cuenta de su creciente
inmovilidad. Observ que todo el mundo, salvo l, escuchaba atentamente. Levant la
cabeza y mir sus rostros. Entonces, por primera vez, escuch realmente. No haremos tal
iba diciendo Jules, no haremos tal, hasta que podamos garantizar la erebacin de
todos los prostundinarios initemos. A pesar de lo poco que le interesaba Jules, aquel
galimatas le produjo una impresin de inquietud. Mir de nuevo en torno suyo.
Evidentemente, no era l quien se haba vuelto loco; todos los dems haban odo aquella
jerigonza, con la nica excepcin quiz del vagabundo, que pareca solemne como un
juez. No haba odo jams pronunciar un discurso a ninguno de aquellos tipos
extravagantes, y le hubiera extraado mucho entenderlo. Como tampoco haba bebido
nunca vino de oporto, y aun cuando no le gustaba mucho el sabor, se haba portado como
un hombre.
Wither no olvidaba un solo momento que haba periodistas presentes. Esto, en s, no
importaba gran cosa. Si al da siguiente apareca algo coherente en los peridicos, sera
para l juego de nios decir que los periodistas estaban borrachos y arruinar su carrera.
Por otra parte, poda dejar que el relato pasase. Jules era, bajo muchos conceptos, un
estorbo, y aquella poda ser una oportunidad como otra de poner fin a su actuacin. Pero
no era esta la cuestin inmediata. Wither se estaba preguntando si deba esperar que
Jules se sentase o levantarse e interrumpirlo con algunas frases oportunas. No quera una
escena. Sera mejor que Jules se sentase por propia decisin. Al mismo tiempo, reinaba
ahora en aquella habitacin atestada una atmsfera que aconsejaba a Wither no esperar
demasiado. Mirando las manecillas de su reloj, decidi concederle todava dos minutos.
En cuanto hubo tomado esta decisin se dio cuenta de que lo haba juzgado mal. Del
fondo de la mesa se elev una risa en falsetto que no pareca detenerse. Alguna mujer
alocada sufra una crisis de histerismo. Inmediatamente, Wither toc el brazo de Jules, le
hizo una sea con la cabeza y se levant.
Eh? Bloycher bulldoo? murmur Jules.
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C. S. Lewis
Haba ya tanta gente de pie que necesit algn tiempo para llegar hasta ellos. Todo
aspecto de comida oficial haba desaparecido; pareca ms bien una escena de estacin
de ferrocarril en un da de fiesta. Todo el mundo trataba de restablecer el orden, pero
nadie era inteligible, y todos, en su esfuerzo de ser comprendidos, elevaban ms y ms la
voz. Tambin ella lanz varios gritos. Tuvo incluso que luchar bastante antes de alcanzar
la meta.
De repente se oy un ruido ensordecedor, al que siguieron unos instantes de silencio
mortal. Mark se dio cuenta, primero, de que Jules haba sido muerto, y despus de que
miss Hardcastle fue quien haba disparado. Ms tarde le fue difcil saber lo ocurrido. El
estruendo y el gritero podan ocultar mil medios razonables para desarmar a la asesina,
pero era imposible concertarlos. Slo se consigui que hubiese puntapis, golpes, luchas,
mesas que rodaban sobre otras mesas, gritos y rotura de cristales. Miss Hardcastle
disparaba una y otra vez. Fue el olor ms que nada lo que record la escena a Mark
posteriormente; el olor de la plvora, unido a una pegajosa mezcla de sangre, oporto y
madera.
Sbitamente, la espantosa confusin de gritos se convirti en un prolongado alarido de
terror. Todo el mundo estaba ms asustado. Una forma haba aparecido entre las dos
largas mesas, ocultndose bajo una de ellas. Acaso la mitad de los presentes no vieron de
qu se trataba; slo percibieron algo negro y rayado. Los que lo haban visto claramente
no podan decrselo a los dems; slo conseguan sealar y articular slabas sin sentido.
Pero Mark lo haba reconocido. Era un tigre.
Por primera vez durante la noche, todo el mundo se dio cuenta de cuntos escondrijos
contena la habitacin. El tigre poda estar bajo una de las mesas. Poda estar en
cualquiera de los huecos de las profundas ventanas, detrs de las cortinas. Tambin haba
un biombo en una de las esquinas del comedor.
No hay que suponer ni un instante que nadie conservase la cabeza. Con fuertes gritos y
urgentes splicas al vecino inmediato, todo el mundo trataba de sofocar el pnico y
proceder a una retirada en orden, indicando que la fiera poda salir al espacio abierto y ser
muerta all. Pero el frenes del ambiente frustr todos los esfuerzos. Era imposible detener
los dos movimientos que se producan. La mayora no haba visto a miss Hardcastle cerrar
la puerta con llave, y se apretujaban encaminndose a ella, intentando huir a toda costa;
lucharan, mataran, si era preciso, con tal de poder alcanzar aquella puerta. Una gran
mayora, por otra parte, saba que la puerta estaba cerrada y pensaba que deba haber
otra, la puerta de servicio, la puerta por donde haba entrado el tigre. Se agrupaban en el
extremo opuesto del comedor para encontrarla. En el centro de la habitacin se
encontraban estas dos olas de comensales, una enorme mele futbolstica, al principio
ruidosa de frenticas exclamaciones; pronto, mientras la lucha arreciaba, casi silenciosa,
salvo el sonido de las respiraciones jadeantes, de los pies que pisoteaban y de los
lamentos sin significado.
Cuatro o cinco de los combatientes rodaron por el suelo arrastrando los manteles de la
mesa y con ellos las fuentes de fruta, los jarros, los platos y las copas. En aquella
confusin, todos, con un aullido de terror, vieron aparecer al tigre. Esto ocurri tan
rpidamente que Mark casi no se dio cuenta de ello. Vio la espantosa cabeza, la
expresin felina de su boca, los ojos relucientes. Oy un tiro, el ltimo. El tigre
desapareci. Un cuerpo blando, blanco y sanguinolento, yaca entre los pies de los que
luchaban. Mark no pudo reconocer al principio lo que era, porque el rostro estaba al otro
lado y las muecas lo desfiguraban, hasta que estuvo muerto del todo. Entonces reconoci
a miss Hardcastle.
A Wither y Frost no se los vea ya. Oy un aullido a su lado. Mark se volvi, creyendo
haber localizado al tigre. Entonces vio con el rabillo del ojo algo ms pequeo y ms gris.
Crey que se trataba de un perro alsaciano. En este caso, el perro deba de estar loco.
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desconsolada emocin sin la menor balsa de razn que flotase sobre ellos alcanz
profundidades insondables. A su manera, levant la voz y solloz.
Y, no obstante, no muy lejos de l, otro cautivo, humano ste, estaba igualmente
encerrado. Mister Maggs, sentado en su pequea celda blanca, rumiaba tranquilamente
su gran dolor como slo un hombre simple puede hacerlo. Un hombre educado, en
aquellas circunstancias, hubiera hallado el sufrimiento alternando con la reflexin; hubiera
podido pensar cmo esta nueva idea de curacin, en lugar de castigo, tan humana al
parecer, haba en realidad privado al criminal de todos sus derechos, y al suprimir la
palabra castigo haca aquella idea infinita. Pero Mr. Maggs no poda pensar ms que en
una cosa a la vez; en que aquel era el da en que cumpla su sentencia y que a aquellas
horas debera estar tomando su taza de t con Ivy (habra preparado algo sabroso para l
aquella primera noche), cosa que no se haba realizado. Estaba sentado, inmvil. Cada
dos minutos, una lgrima resbalaba lentamente por su mejilla. Todo aquello no le hubiera
importado tanto si le hubiesen dejado tener un paquete de cigarrillos.
Merln fue quien llev alivio a ambos. Sali de la habitacin en cuanto la maldicin de
Babel cay sobre sus enemigos. Nadie lo vio salir. Wither oy una vez su fuerte voz
intolerablemente alegre dominando el alud del absurdo. Qui Verbum Dei contempserunt,
eis auferetur etiam Verbum hominis. (Aquellos que despreciaron la palabra de Dios, les
ser tambin quitada la palabra del Hombre.) Despus de aquello no volvi a ver ni a
Merln ni al vagabundo. Merln se haba ido despus de destrozar su casa. Liber los
animales y a los hombres. A los animales que estaban ya mutilados los mat con un
instantneo movimiento de los poderes que residan en l, rpido e indoloro como los
suaves dardos de Artemisa. A Mr. Maggs le dio el siguiente mensaje:
Queridsimo Tom: Espero que ests bien. El Director, que es un hombre muy bueno,
dice que vengas a St. Anne en cuanto puedas. No vayas a Edgestow, Tom, pero ven aqu
como puedas, que creo que alguien te traer hasta aqu. Todo est bien ahora. Todo el
amor de tu, Ivy.
Los dems prisioneros se fueron donde quisieron. El vagabundo, viendo que Merln le
volva un momento la espalda, y dndose cuenta de que la casa pareca vaca, tom las
de Villadiego, primero hacia la cocina y despus, pertrechado con todos los comestibles
que sus bolsillos pudieron contener, hacia el vasto mundo. No he sido capaz de hallar
nuevamente su rastro.
A los animales, excepto un mono que desapareci al mismo tiempo que el vagabundo,
Merln los mand al comedor, enloquecidos por su voz y su contacto. Pero retuvo a Mr.
Bultitude. Este haba reconocido en el acto en l al hombre que estuvo sentado en el
Cuarto Azul; menos dulce y pegajoso que en aquella ocasin, pero el mismo de todos
modos. Incluso sin la brillantina haba en Merln lo que le gustaba al oso, y cuando se
encontraron le hizo todos los mimos que un animal puede prodigar a un hombre. Merln
le puso la mano sobre la cabeza y le susurr algo al odo, y su obscura mente se llen de
excitacin al pensar que algunos placeres largo tiempo olvidados y prohibidos se
presentaran nuevamente en breve ante l. Merln y el oso avanzaron por los largos y
desiertos corredores de Belbury. La saliva caa de su boca y comenzaba a gruir. Pensaba
en aquellos sabores salados y clidos, en la agradable resistencia de los huesos, en
cosas que roer, lamer y deplorar.
III
Mark sinti un estremecimiento cuando el fro choque del agua le azot el rostro. Se
sent con dificultad. En la habitacin no haba ms que los cuerpos destrozados de los
muertos. La luz elctrica iluminaba la repugnante confusin de comida y suciedad, lujo
223
C. S. Lewis
letargo, le parecen en aquel momento ms importantes que la eleccin entre el jbilo total
y la destruccin absoluta. Con los ojos bien abiertos, viendo que el terror sin fin est a
punto de empezar, y, no obstante (de momento), incapaz de sentirse aterrorizado,
permanece impasible, sin mover un dedo por su propia salvacin, mientras se separan los
ltimos eslabones entre el jbilo y la razn, y, sooliento, ve cerrarse sobre su alma la
escotilla de la muerte. Tan sooliento va por el mundo el hombre cuando se aparta del
camino recto.
Straik y Filostrato vivan an. Se encontraron en uno de los fros corredores iluminados,
tan lejos del comedor que el ruido de la carnicera era para ellos un vago murmullo.
Filostrato estaba herido; tena el brazo derecho gravemente contusionado. No hablaban,
pero saban que el intento sera infructuoso y caminaban uno al lado de otro. Filostrato
tena intencin de llegar al garaje por el camino de atrs; crea todava poder conducir por
lo menos hasta Sterk.
Al dar la vuelta a una esquina vieron lo que tantas veces haban visto pero esperaban
no ver ms; al Director Delegado, encorvado, caminando, silbando una cancin. Filostrato
no quera ir con l, pero Wither, al ver que estaba herido, le ofreci su brazo. Filostrato
trat de rechazarlo; pero de su boca slo salieron unas slabas sin sentido. Wither cogi
su brazo izquierdo con firmeza; Straik lo agarr por el otro, por el herido. Tambalendose y
temblando de dolor, Filostrato tuvo que acompaarlos a la fuerza. Pero le esperaba algo
peor. No era un iniciado, no saba nada de los Eldiles Sombros. Crea que su ciencia
haba conservado realmente vivo el cerebro de Alcasan. Por consiguiente, incluso en su
dolor, grit de espanto al ver a sus dos colegas hacerle cruzar la antesala de la Cabeza y
llevarlo a presencia de la Cabeza misma, sin detenerse siquiera para tomar todas aquellas
precauciones antispticas que l haba impuesto a sus subordinados. Trat en vano de
decirles que en un momento de descuido poda deshacer todo su trabajo. Pero esta vez
fue en la habitacin misma donde sus colegas comenzaron a desnudarse. Y esta vez se
desnudaron enteramente.
Le quitaron tambin sus ropas. Cuando vio que la manga derecha estaba pegada por la
sangre, Wither cogi un cuchillo de la antecmara y la cort. Finalmente, los tres hombres
se encontraron desnudos delante de la Cabeza: Straik, corpulento y huesudo; Filostrato,
temblorosa montaa de grasa; Wither, una obscena senilidad. Y entonces aquel alto grado
de terror que no deba cesar jams fue alcanzado; porque lo que Filostrato crea imposible
sucedi. Nadie haba arreglado los discos, ni abierto el paso del aire o de la saliva
artificial. Y, no obstante, de la siniestra boca de la cabeza del muerto sali la palabra:
Adora!
Filostrato sinti que sus compaeros lo forzaban a inclinarse y despus a levantarse de
nuevo, y otra vez a inclinarse y a levantarse. Se vea obligado a inclinarse y a levantarse
al mismo tiempo que los dems. Casi lo ltimo que vio sobre la tierra fueron los pliegues
de la piel del cuello de Wither temblando como las carnculas de un pavo. Casi lo ltimo
que oy fue a Wither comenzando a cantar. Entonces Straik se uni a l. Despus, se dio
cuenta con horror de que tambin l cantaba...
Ouroborindra!
Ouroborindra!
Ouroborindra ba-ba-hee!
Pero no dur mucho rato. Otra dijo la cabeza, dadme otra cabeza. Filostrato se
dio cuenta en el acto de que lo llevaban hacia un lugar determinado de la pared que haba
ideado l mismo. En la pared que separaba la cmara de la cabeza de la antecmara
haba un pequeo postigo. Si se abra dejaba ver una ventana practicada en la pared, y
una compuerta que caa rpida y pesadamente. Pero la compuerta era un cuchillo. La
pequea guillotina no estaba destinada a ser usada de aquella manera. Iban a asesinarlo
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C. S. Lewis
comedor, pas a travs y contempl la escena. Tena los nervios slidos y crey poder
cerrar la puertecilla del torno si algn animal peligroso se diriga a l. All estuvo durante
toda la carnicera, con los ojos brillantes, una especie de sonrisa en los labios, fumando
interminables cigarrillos y tabaleando con sus fuertes dedos sobre la repisa del torno.
Cuando todo hubo terminado, se dijo: Vaya, vaya! Acababa de asistir, indudablemente, a
un espectculo extraordinario.
Los animales haban desaparecido. Saba que corra el peligro de encontrar alguno por
los corredores, pero tena que correr el riesgo. El peligro con cierta moderacin
actuaba sobre l como un tnico. Sali por la parte trasera de la casa y se fue al garaje;
crea que lo mejor era irse a Edgestow en seguida. No pudo encontrar su coche en el
garaje; en realidad, haba muchos menos coches de los que esperaba. Al parecer, otros
tuvieron la idea de marcharse mientras era todava posible y le haban robado el coche.
No sinti resentimiento alguno, y se dispuso a elegir otro para hacer lo mismo. Necesit
algn tiempo, y, cuando hubo escogido uno, encontr cierta dificultad en ponerlo en
marcha. La noche era fra; pareca a punto de nevar. Se estremeci por primera vez
aquella noche; detestaba la nieve. Eran ms de las dos cuando consigui arrancar.
En aquel momento tuvo la extraa sensacin de que haba alguien en la parte trasera
del coche. Quin est ah?, pregunt secamente. Decidi bajar a verlo. Pero con gran
sorpresa suya, su cuerpo no obedeci a su decisin; en lugar de ello, sali a la carretera.
Sinti que no poda volver la cabeza ni dejar de avanzar. Iba a una velocidad
estpidamente veloz, en medio de aquella maldita nieve. No haba eleccin posible. Haba
odo hablar de coches que se conducan desde el asiento trasero, y ahora pareca que
esto ocurriese realmente. Entonces, con ansiedad, vio que se haba salido de la carretera.
El coche, conservando su loca velocidad, saltaba y corra por la parte llamada Gipsy Lane
o (por la gente ms distinguida) Wayland Street, la vieja carretera romana que va de
Belbury a Edgestow, llena de hierba y rodadas. Qu es esto? pens Feverstone.
Qu diablos estoy haciendo? Es que estoy borracho? Me voy a romper el pescuezo a
este paso, si no tengo cuidado... Pero el coche segua avanzando como si fuese guiado
por alguien que considerase aquella pista una excelente ruta y el camino lgico para llegar
a Edgestow.
VI
Frost sali del comedor pocos minutos despus de Wither. No saba dnde iba ni lo que
pensaba hacer. Desde haca muchos aos crea tericamente que todo cuanto aparece en
la mente como motivo o intencin es simplemente un subproducto de lo que el cuerpo
hace. Pero desde haca cosa de un ao a partir de su iniciacin haba empezado a
saborear como hecho lo que haba tenido durante mucho tiempo por teora.
Incesantemente, sus acciones haban sido sin motivo. Haca esto o aquello, deca esto o
lo otro, sin saber por qu. Su mente era un mero espectador. No poda comprender por
qu tena que existir tal espectador. Se resenta de su existencia, incluso asegurndose a
s mismo que el resentimiento era tambin un simple fenmeno qumico. Lo ms cercano
a la humana pasin que exista todava en l era una especie de fra furia contra todos los
que crean en la mente. No poda tolerar aquella ilusin! No existan, no deban existir
seres como el hombre. Pero jams, hasta aquella noche, se haba dado cuenta con tanta
clarividencia de que el cuerpo y sus movimientos eran la nica realidad, que la esencia
que pareca contemplar su cuerpo al salir del comedor y dirigirse hacia la cmara de la
Cabeza era una nulidad. Cuan irritante era que el cuerpo pudiese tener poder de aquella
forma para proyectar el fantasma de s mismo!
As, Frost, cuya existencia negaba Frost, vio su cuerpo entrar en la antecmara y
detenerse sbitamente ante la vista del cadver desnudo y sangriento. La reaccin
227
C. S. Lewis
bao caliente y un desayuno regio, y se ech a dormir en un silln al lado del fuego que
ruga. No se despert hasta cerca de las cuatro. Contaba hallarse a pocas millas de St.
Anne, y decidi tomar el t antes de emprender el camino. A propuesta de la duea, tomo
un huevo duro con l. Dos estanteras del pequeo saloncillo contenan algunos
volmenes encuadernados de The Strand. En uno de ellos encontr unas historias
infantiles en que haba empezado a leer cuando era nio, pero que haba abandonado
porque cuando estaba a la mitad cumpli los diez aos y le dio vergenza de seguirlas
leyendo. Ahora las busc de volumen en volumen y las ley hasta terminarlas. Eran muy
buenas. En cambio, las historias ms serias que haba empezado a leer cuando cumpli
los diez aos le parecan, salvo las aventuras de Sherlock Holmes, una tontera. Ser
cosa de marcharse, se dijo.
Su ligera resistencia a emprender el camino no proceda del cansancio; se senta, por el
contrario, perfectamente descansado y mucho mejor de lo que se haba sentido durante
todas aquellas semanas, pero experimentaba una especie de timidez. Iba a ver a Jane, a
Denniston y, probablemente, tambin a los Dimble. De hecho, vera a Jane en un
ambiente que tena ahora la sensacin de ser el mundo que a ella corresponda, pero no a
l. Porque ahora vea que con la eterna ansia de toda su vida de alcanzar un crculo
interior en un mundo hermtico haba elegido el crculo errneo. Jane estaba en el mundo
que le corresponda. A l lo admitiran ahora slo por amabilidad, porque Jane haba sido
lo suficientemente loca para casarse con l. No senta resentimiento, pero si timidez. Se
vea tal como este nuevo crculo lo vera: como un ser vulgar, como un Steele o un Cosser,
atontado, insignificante, temeroso, calculador, fro. Se pregunt vagamente por qu sera
as. Cmo poda la dems gente gente como los Denniston y los Dimble encontrar
tan fcil saltar por aquel mundo con sus msculos relajados y la mirada indiferente
recorriendo el horizonte, viviendo con fantasa y buen humor, sensibles a la belleza, no
eternamente sobre aviso, sin necesidad de estarlo? Cul era el secreto de aquella risa
franca, sincera, que no era capaz de imitar? Todo en ellos era diferente. Slo el hecho de
sentarse en un silln delataba en ellos cierto seoro, una leonina indolencia. En sus vidas
haba convivencia; en la suya no la haba habido nunca. No obstante, tena que seguir
adelante... Desde luego, Jane era un encanto; le dara la libertad. Hubiera sido totalmente
injusto pensar que su amor por ella fue bsicamente sensual. El amor, dice Platn, es el
hijo de la necesidad. El cuerpo de Mark lo saba ahora mejor de lo que su mente lo haba
sabido hasta entonces, e incluso sus deseos sensuales eran el verdadero ndice de algo
de que haba carecido y que Jane tena que darle. Cuando por primera vez cruz el
sendero de aquel mundo polvoriento y rido, ella fue como un destello primaveral: al
abrirse a l no se haba equivocado. Se haba equivocado solamente al suponer que el
matrimonio, por s mismo, le daba el poder o el ttulo de apropiarse de aquella lozana.
Como vea ahora claramente, era lo mismo que pretender comprar una puesta de sol
comprando el campo desde el que la haba visto. Toc el timbre y pidi la cuenta.
II
Aquella misma tarde, Mrs. Dimble y las tres muchachas estaban en la gran habitacin
que ocupaba casi la totalidad del piso alto de un ala del Castillo, que el Director llamaba el
Guardarropa. Si se hubiesen asomado a ella hubieran visto que no era exactamente una
habitacin, sino una especie de selva tropical reluciente de brillantes colores. Una
segunda mirada hubiera dado la impresin de hallarse en una de aquellas habitaciones
altas de los grandes almacenes en las que las alfombras extendidas por el suelo y
colgando sobre las paredes desde el techo formaban una especie de bosque de lana
caracterstico.
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230
C. S. Lewis
joyas embarg a las tres mujeres a la vez. Acaso no hubiese diamantes como aquellos en
Inglaterra. El esplendor era fabuloso, impresionante.
Qu estn ustedes mirando? pregunt Camilla, que no haba visto ms que un
destello, mientras Mrs. Dimble levantaba la corona para ponrsela, e ignoraba la
magnificencia de su aspecto.
Son autnticos? pregunt Ivy.
De dnde vienen, Mrs. Dimble? pregunt Jane.
Del tesoro de Logres, queridas, del tesoro de Logres dijo Mrs. Dimble. Quiz de
ms all de la Luna o de antes del Diluvio. Ahora Jane.
Jane no vio nada especialmente apropiado en el traje que las tres mujeres estuvieron
de acuerdo en ponerle. El azul era, desde luego, su color preferido, si bien hubiera
deseado algo menos austero y ms digno. Pero cuando vio a las otras tres mujeres batir
palmas, se someti. En realidad, no se le ocurri siquiera la idea de hacer otra cosa, y un
momento despus lo olvid todo y se dispusieron a elegir un traje para Mrs. Dimble.
Algo serio dijo. Soy una mujer de edad y no quiero hacer el ridculo.
Este no ir bien dijo Camilla, dirigindose a la larga hilera de esplendores colgantes
y pasando como un meteoro sobre el fondo de prpura, oro, escarlata, delicada nieve,
tornasolado palo, pieles, sedas, terciopelos, tafetanes y brocados. Es maravilloso
dijo, pero no para usted. Y... Oh, mire ste! Pero no le ir bien... No veo nada que...
Aqu! Oh! Venga... Mire... Venga aqu grit Ivy como si temiese que su
descubrimiento desapareciese si las otras mujeres no lo vean rpidamente.
Oh, s, s, ste! exclam Jane.
Seguramente dijo Camilla.
Pngaselo, Mrs. Dimble dijo Ivy. Sabe usted que tiene que ponrselo. Era de
ese color de llama casi tirnico que Jane haba visto cuando su sueo en la casita de los
Maggs, pero de un corte diferente, con pieles junto al gran broche de cobre que cerraba la
garganta y largas mangas colgantes. Le pusieron sobre la cabeza un casco de varias
puntas. Y acababan apenas de arreglarle el traje cuando todos quedaron atnitos, y Jane
no menos que las dems, si bien ella tena mejores razones que las otras para prever el
resultado. Porque aquella esposa provinciana de un obscuro profesor, aquella mujer
respetable y estril de cabello gris y doble papada estaba delante de ellas, inconfundible,
como una especie de sacerdotisa o sibila, sirvienta de alguna diosa prehistrica de la
fertilidad, vieja matriarca de una tribu, madre de madres, grave, formidable y augusta. Un
largo cetro curiosamente esculpido en forma de serpiente formaba parte del atavo, y lo
tom en sus manos.
No estoy horrible? pregunt Mrs. Dimble mirando sucesivamente los tres rostros
silenciosos.
Est usted maravillosa asegur Ivy.
Es la pura verdad dijo Camilla.
Jane tom la mano de la anciana dama y la bes.
Querida dijo, est usted terrible, en el viejo sentido de la palabra; ste es su
verdadero aspecto.
Qu van a llevar los hombres? pregunt Camilla sbitamente.
No van a poderse disfrazar dijo Ivy, si tienen que cocinar y traer y llevar cosas
continuamente. Y, adems, creo que si sta tiene que ser la ltima noche, hubiramos
debido ocuparnos nosotras de la cena. Que hagan ellos lo que quieran con los vinos. Me
gustar ver qu han hecho con aquella oca, porque no creo que, a pesar de lo que dice,
Mr. MacPhee haya asado un pajarito en su vida.
En todo caso, no podrn estropear las ostras dijo Camilla.
Es verdad dijo Ivy. Ni el budn. De todos modos, quisiera bajar a echar una
ojeada.
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Vlgame Dios, no! repuso el otro. Edgestow est all! dijo sealando hacia
atrs. Si: quiere usted ir, vaya... El hombre pareca sorprendido y
considerablemente excitado.
Finalmente, no tuvo ms remedio que seguir caminando. Todos los vehculos se
marchaban de Edgestow. Ninguno iba hacia all. Feverstone estaba sorprendido. Saba
cuanto haca referencia al xodo (incluso haba formado parte de su plan deshabitar la
ciudad tanto como fuese posible), pero supona que habra terminado ya. Durante toda
aquella tarde, mientras sigui avanzando y resbalando sobre la nieve helada, los fugitivos
iban pasando por su lado. No tenemos, naturalmente, ninguna prueba fehaciente de lo
que ocurri en Edgestow aquella tarde y aquella noche. Pero tenemos muchos relatos del
porqu tanta gente se decidi a abandonarlo en el ltimo momento. Las versiones llenaron
los peridicos durante semanas enteras, y fueron objeto de las conversaciones durante
meses, hasta que finalmente se convirti en una broma. No, no quiero saber cmo
escap usted de Edgestow, acab siendo la frase de ritual. Pero detrs de las
exageraciones queda la indiscutible verdad de que un sorprendente nmero de
ciudadanos abandonaron la ciudad a tiempo. Uno recibi un aviso de su padre moribundo;
otro decidi sbitamente, sin que pudiese decir la razn, tomarse unos das de
vacaciones; otro se marchaba porque las tuberas de su casa haban reventado con la
helada y consideraba ms prctico estar fuera hasta que las arreglasen. No pocos de ellos
se marcharon por alguna causa trivial que se les antoj un presagio: un sueo, un espejo
roto, hojas de t en una taza... Presagios de la ms remota especie renacieron en
aquellas circunstancias. Uno haba odo bramar a su asno; otro, maullar a su gato,
dicindole tan claramente como el agua: Mrchate!... Y centenares de ellos se
marchaban tambin por la sencilla razn de que los haban echado de sus casas,
destruido su modo de vivir, y vean sus libertades amenazadas por la Polica Institucional.
Sobre las cuatro de la tarde, Feverstone se sinti arrojado al suelo por una sacudida.
Fue la primera impresin. Continuaron, aumentando en frecuencia, durante las horas que
siguieron. Eran horribles estremecimientos que pronto se convirtieron en una especie de
oleadas de la tierra y un creciente murmullo de extensos ruidos subterrneos. La
temperatura empez a subir. La nieve iba desapareciendo por todas partes, y a veces se
encontraba metido en el agua hasta la rodilla. El vaho de la nieve fundida saturaba el aire.
Cuando lleg al borde del ltimo declive que daba a Edgestow, no pudo ver nada de la
ciudad; slo niebla a travs de la cual llegaba hasta l una extraordinaria confusin de
luces. Otro choque lo hizo tambalearse. Decidi no bajar a la ciudad; dara la vuelta y
seguira el trfico. Ira hasta el ferrocarril y tratara de llegar a Londres. En su mente
apareci la imagen de un buen bao caliente, y se vio haciendo el relato de lo ocurrido en
el saln de su club. Ya era algo haber sobrevivido a Belbury y a Bracton. Haba
sobrevivido a muchas cosas durante su vida, y crea en su buena suerte.
Empezaba ya a bajar algunos pasos cuando tom esta decisin y dio la vuelta en el
acto. Pero en lugar de subir se dio cuenta de que bajaba. Como si se encontrase en la
superficie resbaladiza de una montaa, el suelo hua bajo sus pies cuando trataba de
subir. Cuando se detuvo estaba treinta yardas ms abajo. Empez de nuevo a subir. Esta
vez sinti que sus pies le fallaban, y cay de bruces en medio de piedras, tierra, hierbas y
agua que se vertan sobre l en horrenda confusin. Era como cuando el nadador es
cogido por una gran ola, pero era una ola de tierra. Pudo ponerse de pie nuevamente: se
volvi de cara a la colina. Detrs de l, el valle pareca haberse convertido en el Infierno.
El pozo de niebla arda con una llama violeta cegadora, el agua ruga por todas partes, los
edificios se derrumbaban, las muchedumbres chillaban. La colina que tena delante era
una ruina; no haba rastro de carretera, campo, setos ni vallados: slo una catarata de
tierra desprendida que corra hacia abajo. La pendiente era mucho ms fuerte de lo que
haba sido. Tena la boca y el cabello llenos de tierra. La pendiente pareca aumentar a
233
C. S. Lewis
En el Tercer Cielo, en Perelandra. En Aphallin, la isla distante que los descendientes
de Tor y de Tinidril no encontrarn hasta dentro de centenares de siglos. Quizs slo...
Vacil y mir a Ransom, que movi la cabeza.
Y aqu es donde entra Logres, verdad? dijo Camilla. Por qu estar con Arts?
Dimble permaneci unos minutos silenciosos, jugueteando con el cubierto de fruta de
su plato.
Todo esto empez dijo cuando descubrimos que la historia de Arts es la
verdadera historia. Hubo un momento durante el siglo VI en que aquel algo que est
siempre tratando de irrumpir en este mundo casi lo consigui. Logres era el nombre que le
dbamos; sirve tanto como cualquier otro. Y entonces..., gradualmente, empezamos a ver
toda la historia de Inglaterra bajo un nuevo aspecto. Descubrimos la persecucin.
Qu persecucin? pregunt Camilla.
Descubrimos que este algo que llamamos Inglaterra est siendo continuamente
perseguido por otro algo que podemos llamar Logres. Despus de cada Arts, un
Mordred; detrs de cada Milton, un Cromwell; una nacin de poetas, una nacin de
tenderos; el hogar de Sidney... y de Cecil Rhodes. Hay que maravillarse de que nos
llamen hipcritas? Pero lo que toman errneamente por hipocresa es en realidad la lucha
entre Logres e Inglaterra. Hizo una pausa y bebi un sorbo de vino antes de proseguir
. Mucho despus, cuando el Director hubo regresado del Tercer Cielo, se nos dijo un
poco ms. Esta persecucin result no venir solamente del otro lado del invisible muro.
Ransom fue llamado entonces a la cabecera de la cama de un hombre moribundo en
Cumberland. Su nombre no les dir nada, aunque se lo diga. Este hombre era el
Pendragn, el sucesor de Arts, de Uther, de Cassibelaun. Entonces supimos la verdad.
Haba habido un Logres secreto en el mismo corazn de Inglaterra durante aquellos aos;
una sucesin ininterrumpida de Pendragones. Aquel anciano era el que haca el nmero
setenta y ocho desde Arts; nuestro Director recibi de l la misin y la bendicin. Esta
noche, o acaso maana, sabremos quin deber ser el octogsimo. Algunos de estos
Pendragones son conocidos en la Historia, pero no bajo este nombre. De otros no han
odo ustedes hablar nunca. Pero durante todas las edades, ellos y los pequeos Logres
que se reunan en torno suyo han sido los dedos que daban el ms leve empuje o el ms
imperceptible impulso, a fin de sacar a Inglaterra del letrgico sueo o de salvarla del
ultraje final con que la tentaban.
De esta nueva historia de Inglaterra dijo MacPhee hay pocos documentos.
Hay mucho de ella dijo Dimble con una sonrisa. Pero no conocen ustedes el
lenguaje en que est escrita. Cuando se escriba la historia de estos ltimos meses en su
lenguaje, y se imprima, y se ensee en los colegios, no se mencionar en ella ni a usted,
ni a m, ni a Merln, ni al Pendragn, ni a los Planetas. Y, no obstante, durante estos
meses Inglaterra se haba rebelado ms peligrosamente contra Logres y fue derrotada a
tiempo.
S dijo MacPhee, y podr ser perfectamente una historia fidedigna sin
mencionarnos ni a usted ni a m, ni a la mayora de los presentes. Estara muy agradecido
a quien me dijese qu hemos hecho, aparte de alimentar los cerdos y cultivar algunas
legumbres decentes.
As, entre tanto, eso es Inglaterra dijo mistress Dimble. Balancendose
nicamente entre Logres y la Gran Bretaa?
S repuso su marido, no lo sientes? Es la verdadera calidad de Inglaterra. Si
hemos tropezado con una cabeza de asno, ha sido caminando por un bosque de hadas.
Hemos odo hablar de algo mejor que lo que podemos hacer, pero no podemos olvidarlo
totalmente... No ves en todo lo ingls una especie de vulgar gracia, una humilde, una
humorstica falta de complejidad? Cunta razn tena Sam Weller cuando llamaba a Mr.
Pickwick un ngel con polainas! Todo aqu es o mejor o peor que...
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C. S. Lewis
Esto es absurdo, Cecil exclam Mrs. Dimble.
Todos ustedes olvidan dijo Grace que casi todo el mundo, excepto el verdadero
bien (que estaba maduro para ser despedido) y el verdadero mal, han abandonado ya
Edgestow. Pero estoy de acuerdo con Arthur. Aquellos que han olvidado a Logres se
hundirn con Inglaterra. Los que llamaron al Absurdo vern que acude a su llamada.
En aquel momento fue interrumpida. Detrs de la puerta se oy un ruido de garras y
sollozos.
Abra la puerta, Arthur dijo Ransom.
Un momento despus, todos se levantaron con grandes gritos de jbilo y bienvenida
por la nueva llegada de Mr. Bultitude.
Oh, pobre animal! Ya no crea...! dijo Ivy. Y cubierto de nieve, adems. Me lo
voy a llevar en seguida a la cocina para darle algo de comer. Dnde has estado, mala
persona? Fjate en qu estado vienes...
V
Por tercera vez en diez minutos, el tren dio una violenta sacudida y se detuvo. Esta vez,
el choque apag las luces.
Esto me parece ya demasiado dijo una voz en la obscuridad. Los otros cuatro
viajeros del compartimiento de primera clase reconocieron la de aquel hombre robusto del
traje castao, aquel hombre tan bien informado que durante el principio del viaje les haba
dicho dnde deban transbordar, por qu llegaban ahora a Sterk sin pasar por Stratford y
quin controlaba realmente la lnea. Es una contrariedad dijo la misma voz. Tendra
que estar ya en Edgestow. Se levant, abri la ventanilla y se asom a la obscuridad.
Uno de los viajeros se quej del fro. El hombre cerr la ventana y se sent. Llevamos
ya diez minutos aqu dijo al cabo de un rato.
Perdneme. Doce dijo otro viajero.
Pero el tren no se mova. Se oy a dos hombres que discutan en el compartimiento
vecino.
Sbitamente, un choque los derrib a todos en la obscuridad. Pareca que el tren,
yendo a toda velocidad, hubiese sido torpemente parado.
Qu diablos es eso? exclam uno.
Abran las puertas.
Ha habido un choque?
No es nada dijo el hombre enterado con voz fuerte y pausada. Es que
enganchan otra locomotora. Y lo hacen bastante mal. Son esos maquinistas nuevos que
han ingresado ltimamente...
Hola! exclam alguien. Ya nos vamos.
Lentamente y con chirridos, el tren comenz a avanzar.
Se necesita tiempo para alcanzar velocidad dijo alguien.
Oh! Ya ver usted cmo tratarn en seguida de recuperar el tiempo perdido dijo el
hombre bien informado.
Me gustara que volviesen a encender las luces dijo una mujer.
No ganamos velocidad dijo otra.
La perdemos. Maldita sea! Otra vez parados?
No. Todava andamos... Oh!
De nuevo, un violento choque los sacudi. Fue peor que el ltimo. Durante cerca de un
minuto, todo pareci crujir y romperse.
Esto es un escndalo! exclam el hombre bien informado abriendo de nuevo la
ventana. Esta vez fue ms afortunado. Una figura negra balanceando una linterna pas
debajo de l.
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Cundo sale el primer tren para Londres? pregunt Curry. Tengo que estar all
maana a primera hora...
VI
Ivy Maggs, es necesario recordarlo, haba salido del saln para ocuparse de la comida
de Mr. Bultitude. Todo el mundo qued, por consiguiente, sorprendido cuando regres
antes de un minuto con una expresin de espanto.
Oh, vengan! Que venga alguno de ustedes! Pronto! jadeaba. Hay un oso en la
cocina.
Un oso, Ivy? Naturalmente...
No me refiero a Mr. Bultitude, seor. Es un oso muy extrao. Hay otro oso.
De veras?
Y se est comiendo lo que haba quedado de la oca, medio jamn y todo lo que
encuentra, yendo de una parte a otra de la mesa y destrozando la vajilla Vengan, vengan
pronto! No va a dejar nada!
Y qu actitud adopta ante esto Mr. Bultitude, Ivy? pregunt Ransom.
Pues esto es lo que quisiera que viniese alguien a ver. Se porta de una manera
horrible. No he visto jams una cosa parecida. Primero se puso de pie, como cuando
quiere bailar y se pone tan gracioso, pues ya sabemos todos que no sabe. Pero ahora se
ha puesto de pie delante del bufete y va de un lado a otro produciendo un estrpito de
todos los diablos, como si chillara. Ha puesto una pata sobre el budn y ha metido la
cabeza en la sarta de cebollas. No s qu hacer con l...
Es una extraa conducta por parte de Mr. Bultitude. No cree usted, querida, que el
forastero puede ser una forastera?
Oh, no diga usted eso, seor! exclam Ivy con desmayo.
Creo que es la verdad, Ivy. Sospecho que se trata de la futura Mrs. Bultitude.
Ser la actual Mrs. Bultitude si seguimos mucho rato aqu charlando dijo MacPhee
levantndose.
Ah, Dios mo! Qu vamos a hacer? dijo Ivy.
Estoy seguro de que Mr. Bultitude har frente a la situacin contest el Director.
La dama est tomando un refrigerio. Sine Cerere et Baccho, Dimble. Podemos dejarlos
que se ocupen de sus asuntos.
Sin duda, sin duda... dijo MacPhee. Pero no en nuestra cocina.
Ivy, querida dijo Ransom, debe usted mostrarse firme. Vaya a la cocina y dgale a
la osa desconocida que quiero verla. No va usted a tener miedo, verdad?
Miedo? Yo, no. Ya le ensear yo quin es el Director aqu. No es que no sea muy
natural por su parte...
Qu le pasa al cuervo? pregunt el doctor Dimble.
Me parece que trata de salir dijo Denniston. Abro la ventana?
Hace calor suficiente para abrir la ventana repuso el Director. Y al abrirse la
ventana, el Barn Corvo sali por ella y se oyeron fuera graznidos y aleteos.
Otro asunto amoroso dijo Mrs. Dimble. Parece que Jack haya encontrado a Jill...
Qu noche tan deliciosa! aadi. Porque al descorrerse la cortina que se hallaba ante
la ventana, toda la frescura de una noche de verano pareci entrar en la habitacin. En
aquel momento, un poco ms lejos, se oy un relincho.
Hola! exclam Denniston. La yegua tambin est excitada...
Ssss! Escuchen! dijo Jane.
Es otro caballo dijo Denniston.
Un semental dijo Camilla.
Todo esto dijo MacPhee con nfasis, va ponindose indecente.
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Claro que quiere marcharse dijo. Si no ha tenido casi tiempo de verla con su traje
nuevo... No tiene usted besos que darle? dijo, besndola. Entonces, dele usted los
mos, que no son mos, sino transmitidos. No llore usted. Es usted una buena mujer. Vaya
y cure a ese hombre. Urendi Maleldil... Volveremos a encontrarnos.
Qu son todos esos chillidos? pregunt MacPhee. Espero que no sern los
cerdos que se han escapado. Porque le dir francamente que no puedo soportar ms
trabajo del que hay entre la casa y el jardn.
Me parece que son erizos dijo Grace Ironwood.
El ltimo gruido pareci ser dentro de la casa dijo Jane.
Escuchen! dijo el Director. Durante un corto espacio de tiempo, todos
permanecieron silenciosos. Despus, en el rostro de Ransom se dibuj una sonrisa.
Son mis amigos de detrs del arrimadero dijo. Tambin a ellos les gusta divertirse...
So geht es in Sntzeptzhasel
Da singen und tanzen die Masel!
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C. S. Lewis
l demasiado tarde. Trat de alejarlo. No estaban casados? No eran gente sensible,
moderna? Qu poda haber ms natural, ms ordinario?
Pero entonces acudan a su imaginacin inolvidables momentos de fracaso en su breve
vida matrimonial. Haba pensado a menudo en lo que llamaba los humores de Jane. Esta
vez, por fin, pens en su propia estpida inoportunidad. Y las ideas no queran alejarse.
Pulgada a pulgada, cuanto haba en l de zafio, de ridculo y de desmaado fue
apareciendo ante su irrefrenada inspeccin; el vulgar y rstico macho de manos callosas,
zapatos claveteados y mejillas coloradas, no echndose sobre ella porque esto puede
tolerarse, sino rondando, asediando, pisoteando terrenos que los grandes amantes, los
caballeros y los poetas no se hubieran atrevido a hollar. La imagen de la piel de Jane, tan
suave, tan blanca (o, por lo menos, as se la imaginaba ahora) que el beso de un nio
podra dejar marca en ella, flotaba ante sus ojos. Cmo haba osado...? Y osado,
adems, sin la sensacin de osada, con indiferencia, con indolente estupidez... Su
suavidad, su msica, su santidad, el estilo mismo de todos sus movimientos... Cmo se
haba atrevido? Los pensamientos que cruzaban por su mente de vez en cuando, todos
aquellos que estaban fuera de su alcance, formaban (ahora tena suficiente claridad para
verlo) una barrera ms all de la cual no hubiera debido tener jams la temeridad de
pasar. S, s, desde luego, ella fue quien le permiti pasarla; quiz por una piedad
desgraciada y mal comprendida. Y l haba sacado provecho de este error de su juicio; se
haba comportado como si fuese hijo de aquel jardn vallado e incluso su propietario
natural.
Todo aquello, que hubiera debido ser un jbilo inesperado, era para l un tormento,
porque llegaba demasiado tarde. Descubra el vallado despus de haber deshojado la
rosa, y no solamente deshojado, sino hecho pedazos, aplastada con sus dedos bastos y
vulgares. Cmo se haba atrevido? Y quin que comprendiese podra perdonarlo?
Ahora saba cul deba ser su aspecto a los ojos de sus amigos e iguales. Al ver esta
imagen, solo en medio de la niebla, sinti calor en la frente.
La palabra dama slo haba formado parte de su vocabulario en son de mofa o por
pura forma. Se haba redo de ella demasiadas veces...
Bien, la liberara. Jane se alegrara de haberse desembarazado de l. Y con razn.
Ahora le hubiera incluso extraado pensar de otra manera. Las damas reunidas en algn
noble y espacioso saln, hablando entre ellas con todo seoro, con exquisita gravedad o
con risas argentinas... Cmo no tenan que alegrarse cuando aquel tipo de voz fuerte y
lengua torpe, todo pies y manos, cuyo lugar indicado era el establo, se hubiese ido? Qu
hara l en una habitacin como aquella, donde su ms profunda admiracin poda ser
slo un insulto y sus mejores tentativas de mostrarse grave o alegre podan slo revelar
una infranqueable incomprensin? Lo que l haba llamado en Jane frialdad se le apareca
ahora como paciencia. Aquel recuerdo hizo bullir su mente, porque se dio cuenta de que la
amaba. Pero todo estaba estropeado; era demasiado tarde para enmendarlo.
Sbitamente, la luz difusa se hizo ms brillante y roja. Levant la vista y vio una gran
dama de pie en el umbral de la puerta de un muro. No era Jane, ni se pareca a ella. Era
mayor, casi gigantesca. No era humana, a pesar de que era como una mujer divinamente
alta, en parte desnuda, en parte envuelta en una tela de color de fuego. Irradiaba luz. Le
pareci que el rostro era enigmtico, despiadado, inhumanamente bello. Abri la puerta
para darle paso. Mark no se atrevi a desobedecer (Seguramente pens, debo de
haber muerto), y entr. Se encontr en un lugar saturado de suaves olores y brillantes
fuegos, donde haba vino, comida y un suntuoso lecho.
VIII
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