Teoría Del Ensayo (José Luis Gómez-Martínez)

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Jos Luis Gmez-Martnez

Teora del ensayo


Jos Luis Gmez-Martnez. Teora del ensayo. Segunda edicin. Mxico:
UNAM, 1992 (Esta versin digital sigue, con modificaciones menores, el texto
de la segunda edicin espaola de Teora del ensayo). Se publica nicamente
con fines educativos. Cualquier reproduccin destinada a otros fines deber
obtener los permisos correspondientes.

Nota previa

La persistente demanda de este libro, editado originalmente en 1981 por la


Universidad de Salamanca, y el hecho de que siga siendo el nico libro en espaol
dedicado enteramente al estudio de la dimensin terica del ensayo, justifica de
algn modo su nueva publicacin. Se trata de lo que podramos denominar una
edicin "revisada y aumentada". Es "aumentada" en el sentido de que se aade
ahora un captulo ms, "La codificacin del texto y el autor implcito", y se
actualiza y se incluyen entradas anotadas en la "Bibliografa sobre la dimensin
terica del ensayo", que complementa el libro. La "revisin" del texto se hizo con
dos objetivos primordiales: ajustar y precisar el uso de la terminologa que se
emplea en el desarrollo terico y dar cabida, entre los ejemplos, a un grupo ms
representativo de ensayistas iberoamericanos. En cualquier caso, en ambas
ediciones los ejemplos son nicamente eso, ejemplos en funcin de un desarrollo
terico; no se pretende con ellos, en ningn momento, caracterizar el desarrollo
histrico del ensayo hispnico. Eso formar parte de otro estudio.
El presente libro, que pretende una aproximacin al ensayo como gnero literario,
est estructurado en dos partes: La primera supone una teora del ensayo a travs
de un anlisis sistemtico de sus caractersticas ms esenciales; en la ltima
seccin se compara el ensayo con otras formas de expresin afines, que luego se
proyecta, como ejemplo de la aplicacin del mtodo seguido, a unos textos
concretos, a la literatura costumbrista. En la segunda parte se incluyen opiniones
de la crtica hispnica en torno al concepto de ensayo; se trata de una breve
seleccin de 22 textos, presentados en orden cronolgico, desde las tempranas
opiniones de Gmez de Baquero y Vitier a las ms recientes de Loveluck o
Giordano. Cierra el libro una amplia y selecta bibliografa, cuyas entradas, en su
mayor parte, consideran el aspecto terico del ensayo. Aquellas correspondientes
a libros o estudios en espaol poseen generalmente unas notas explicativas que
complementan el ttulo. (Athens, junio de 1992)
NOTA A ESTA EDICIN ELECTRNICA (1999)
Reproducimos, con ligeras modificaciones, el texto de la segunda edicin, pero
con la ventaja de que este medio virtual nos permite ahora ampliar lo all dicho
con enlaces a otros textos complementarios. Teora del ensayo trata nicamente
una de las dimensiones del texto: los recursos retricos de que se vale el
ensayistas para articular su pensamiento. Se trata de un proceso de codificacin, al
igual que el de la novela, o del teatro, o de la poesa, que en cierto modo
comparten el autor y el lector, y que predispone a un tipo de lectura. Digo
predispone, consciente de que el proceso hemenutico es mucho ms complejo.
En otras publicaciones, y como complemento a Teora del ensayo, he desarrollado
el esquema de una hermenutica que nos permita superar la perplejidad ante el
texto que aportaba el proceso deconstructivo de la posmodernidad. Remito a los
interesados a mi libro Ms all de la pos-modernidad.

La segunda parte de Teora del ensayo, que constaba de una seleccin de 22 textos
muy abreviados, se ir incluyendo prximamente por separado, y esta vez con el
texto completo de los ensayos. (Athens, mayo de 1999)

El ensayo es la ciencia, menos la prueba explicita.


Jos Ortega y Gasset
1. HACIA UNA DEFINICIN DE ENSAYO

Las palabras, al igual que las costumbres, estn sujetas a la tirana de las modas.
En nuestro siglo, y con especial nfasis en los ltimos aos, tanto los escritores
como los editores han dado en denominar "ensayo" a todo aquello difcil de
agrupar en las tradicionales divisiones de los gneros literarios. Si a esto unimos
la vaguedad del trmino y la variedad de las obras a las que pretende dar cobijo,
no debe extraarnos que las definiciones propuestas se expresen slo en planos
generales. El Diccionario de la Real Academia Espaola define el ensayo como
"escrito, generalmente breve, sin el aparato ni la extensin que requiere un tratado
completo sobre la misma materia". No es necesario un examen meticuloso para
determinar lo inoperante de esta definicin: slo hace referencia a la forma y, por
otra parte, presenta al ensayo como a un hermano menor del tratado, como algo
que no lleg a desarrollar lo que tena en potencia. A este particular no son
tampoco de gran ayuda las antologas de ensayistas, especialmente las que
recogen escritores espaoles, pues o incluyen demasiados ejemplos sin verdadero
criterio del gnero, o representan puntos de vista parciales, por lo comn
determinados por aspectos temticos.1
En la bsqueda de una definicin o caracterizacin del ensayo, es no slo
conveniente, sino preciso, remontarse a la obra de Miguel de Montaigne, creador
del gnero ensaystico segn la posicin tradicional de la crtica literaria.
Montaigne, en efecto, fue el primero en usar el trmino "ensayo", en su acepcin
moderna, para caracterizar sus escritos, y lo hizo consciente de su arte y de la
innovacin que ste supona. En el ensayo nmero 50 del libro primero, que titul
"De Democritus et Heraclitus", nos da una "definicin" que todava posee hoy
algo ms que valor histrico: "Es el juicio un instrumento necesario en el examen
de toda clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda ocasin en estos ensayos.
Si se trata de una materia que no entiendo, con mayor razn me sirvo de l,
sondeando el vado desde lejos; y luego, si lo encuentro demasiado profundo para
mi estatura, me detengo en la orilla. El convencimiento de no poder ir ms all es
un signo del valor del juicio, y de los de mayor consideracin. A veces imagino
dar cuerpo a un asunto balad e insignificante, buscando en qu apoyarlo y
consolidarlo; otras, mis reflexiones pasan a un asunto noble y discutido en el que
nada nuevo puede hallarse, puesto que el camino est tan trillado que no hay ms
recurso que seguir la pista que otros recorrieron. En los primeros el juicio se
encuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se le antoja, y entre mil
senderos decide que ste o aqul son los ms convenientes. Elijo al azar el primer
argumento. Todos para m son igualmente buenos y nunca me propongo agotarlos,
porque a ninguno contemplo por entero: no declaran otro tanto quienes nos
prometen tratar todos los aspectos de las cosas. De cien miembros y rostros que
tiene cada cosa, escojo uno, ya para acariciarlo, ya para desflorarlo y a veces para
penetrar hasta el hueso. Reflexiono sobre las cosas, no con amplitud sino con toda
la profundidad de que soy capaz, y las ms de las veces me gusta examinarlas por
su aspecto ms inusitado. Me atrevera a tratar a fondo alguna materia si me

conociera menos y me engaara sobre mi impotencia. Soltando aqu una frase,


all otra, como partes separadas del conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no
se espera de m que lo haga bien ni que me concentre en m mismo. Varo cuando
me place y me entrego a la duda y a la incertidumbre, y a mi manera habitual que
es la ignorancia" (289-290).
En Espaa, a pesar de que en el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias
(1611), se encuentra ya el trmino "ensayo", en ninguna de las tres acepciones que
se incluyen, se hace referencia a una composicin literaria. Para hallar la palabra
"ensayo" con el sentido que le proporcion Montaigne, habr que esperar hasta
bien entrado el siglo XIX. En Covarrubias el concepto se encuentra implcito en la
voz "discurso": "Tmase por el modo de proceder en tratar algn punto y materia,
por diversos propsitos y varios conceptos".2 As lo emplearon nuestros ensayistas
del siglo XVII, especialmente Quevedo en Los sueos y Gracin en Agudeza y
arte de ingenio. La palabra ensayo, si bien aceptada en el siglo XIX para designar
una composicin literaria (en el Diccionario de la Academia Espaola aparece ya
la definicin actual),3 es considerada despectivamente en ciertos sectores de la
crtica hasta bien entrado el siglo XX. En 1906 Baralt, en su Diccionario de
Galicismos, seala acerca del trmino ensayo: "Aplicado como ttulo a algunas
obras, ya por modestia de sus autores, ya porque en ellas no se trata con toda
profundidad la materia sobre que versan, ya, en fin, porque son primeras
producciones o escritos de alguna persona que desconfa del acierto y propone con
cautela sus opiniones" (209). De forma muy semejante se expresa Mir y Noguera
en 1908: "Modernamente han dado los escritores extranjeros, ingleses, franceses,
italianos, en llamar 'ensayo' al escrito que trata superficialmente algn asunto,
como si de l echase el escritor las primeras lneas. Esa palabra extica va
cundiendo entre nosotros. Extica digo, por la rareza y especialidad de su
significacin. Porque la voz 'ensayo' o 'ensaye' siempre quiso decir 'prueba,
examen, inspeccin, reconocimiento'" (703).
En Iberoamrica, el ensayo, como gnero literario, parece adquirir madurez
mucho antes, y lo hace no tanto por la influencia directa de un Feijoo, de un Larra
o de los pensadores franceses e ingleses de la Ilustracin, cuanto por constituirse
en una forma propia de expresin en las reflexiones en torno a una identidad
iberoamericana: as Bolvar, Bello, Alberdi, Mora, Montalvo, Hostos, Mart, por
citar slo algunos de los ensayistas ms conocidos del siglo pasado. En Espaa,
por el contrario, lo mismo que el siglo XIX fue el siglo de la novela, en el XX
destaca el ensayo. Y pese a las etiquetas, ms o menos acadmicas, con que fue en
un principio considerado, el ensayo haba ganado ya carta de naturaleza en Espaa
a finales del siglo XIX. Ortega y Gasset, que lo elev a una altura de prestigio en
los crculos intelectuales, se expresa ya en 1914 de forma muy distinta: "Se trata,
pues, lector, de unos ensayos de amor intelectual. Carecen por completo de valor
informativo; no son tampoco eptomes son ms bien lo que un humanista del
siglo XVII hubiera denominado 'salvaciones'. Se busca en ellos lo siguiente:
dado un hecho un hombre, un libro, un cuadro, un paisaje, un error, un dolor,
llevarlo por el camino ms corto a la plenitud de su significado. Colocar las
materias de todo orden, que la vida, en su resaca perenne, arroja a nuestros pies
como restos inhbiles de un naufragio, en postura tal que d en ellos el sol

innumerables reverberaciones" (Meditaciones 12). Esta "definicin" que nos


entrega Ortega y Gasset, tres siglos despus de que Montaigne nos diera la suya,
sigue siendo fundamentalmente la misma. La forma, el contenido, ha
evolucionado; la esencia del ensayo es, sin embargo, aquella que Montaigne le
proporcion.
Las definiciones hasta aqu indicadas, si bien concretas en algunos aspectos,
resultan, en definitiva, insuficientes. Ms bien parecen indicar el pensamiento o
carcter del escritor, que limitar y concretar un gnero. Los estudiosos de la
literatura que con posterioridad se ocuparon del ensayo, tampoco llegaron a una
definicin satisfactoria. Bleznick, desde el campo de la crtica literaria, seala con
brevedad: "El ensayo puede definirse como una composicin en prosa, de
extensin moderada, cuyo fin es ms bien el de explorar un tema limitado que el
de investigar a fondo los diferentes aspectos del mismo" (6). Para Dez-Canedo,
poeta, periodista y ensayista, "el ensayo viene a dar denominacin literaria al
escrito, difundido hoy preferentemente gracias a la prensa periodstica, en que se
discurre, a la ligera o a fondo, pues no son la inconsistencia y la brevedad
condiciones esenciales suyas, sobre un tema de cualquier naturaleza que sea" (III:
19). Gmez de Baquero, crtico y ensayista, no llega, a pesar de ser ms explcito,
nada ms que a enfocar un grupo especfico de ensayos: "El ensayo es la didctica
hecha literatura, es un gnero que le pone alas a la didctica y que reemplaza la
sistematizacin cientfica por una ordenacin esttica, acaso sentimental, que en
muchos casos puede parecer desorden artstico. Segn entiendo el ensayo, su
carcter especfico consiste en esa estilizacin artstica de lo didctico que hace
del ensayo una disertacin amena en vez de una investigacin severa y rigurosa.
El ensayo est en la frontera de dos reinos: el de la didctica y el de la poesa, y
hace excursiones del uno al otro" (140-141).
Esta dificultad en la definicin del ensayo no es nada nuevo en el campo de los
gneros literarios: otro tanto sucede con la novela, por ejemplo. Podramos, por el
contrario, decir que es slo muestra de la conciencia que el crtico tiene del valor
individual de la obra de arte. Benedetto Croce rechazaba las clasificaciones por
gneros como algo impropio y extrao a la realidad de la obra literaria. Pero, a
pesar de su oposicin, l mismo reconoca la necesidad de ciertas clasificaciones
que sirvieran de orientacin: no reglas que limiten, sino caractersticas que unan. 4
Frente a la dificultad de una definicin satisfactoria, nos proporciona el ensayo
gran riqueza en caractersticas comunes. En las pginas que siguen se consideran
las ms sobresalientes en el contexto de los ensayistas hispnicos.

Notas

Al primer grupo pertenece la obra de Pilar A. Sanjuan, El ensayo


hispnico. Estudio y Antologa (Madrid: Gredos, 1954); al segundo grupo
la mayora de las antologas importantes en cuanto al aspecto tratado, pero
incompletas en su aproximacin al concepto de ensayo: Angel del Ro y
Jos Benardete, El concepto contemporneo de Espaa (New York: La
Amricas, 1962), y Carlos Ripoll, Conciencia intelectual de Amrica.

Antologa del ensayo hispanoamericano (New York: Eliseo Torres, 1974),


pueden servirnos de ejemplo.

Sebastin de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana o espaola, ed.


Martn de Riquer (Barcelona: Horta I.E., 1943), p. 476. A propsito de
ensayo indica: "Prueva de bondad y fineza [en los metales], y algunas
veces significa el embuste de alguna persona que, con falsedad y mentira,
nos quiere engaar y hazer prueva de nosotros. Ensayo, la prueva que se
haze de algn acto pblico, quando primero se prueva en secreto como
ensayo de torneo o otro exercicio de armas. Ensayo, entre los comediantes,
la prueva que hazen antes de salir al teatro", p. 521.
Vase, por ejemplo, la defensa del trmino y del concepto que hace Juan
Valera en "Ensayos crticos, de Gumersindo Laverde", Obras completas
(Madrid: Aguilar, 1961), Vol. II, 361.
Es oportuno sealar que en los tratados de teora literaria el gnero
ensaystico es ignorado, o las referencias que a l se hacen son en extremo
vagas y generales. As sucede entre otros en: Wolfgang Kayser,
Interpretacin y anlisis de la obra literaria (Madrid: Gredos, 1968);
Ren Wellek y Austin Warren, Teora literaria (Madrid: Gredos, 1966);
Victor Manuel de Aguiar e Silva, Teora de la literatura (Madrid: Gredos,
1972).

The word is late, but the thing is ancient.


Francis Bacon
2. ORGENES Y DESARROLLO DEL ENSAYO

Todo intento de establecer los orgenes del ensayo debe forzosamente comenzar
con Montaigne. Montaigne no slo "invent" la palabra, sino que fue consciente
de lo peculiar de su obra: "Este es el nico libro de su clase en el mundo; es de
una intencin indmita y extravagante. En l no hay nada tan digno de ser notado
como su singularidad" (364). La obra de Montaigne era, en efecto, especial. Era
especial en la forma y en el contenido, en el mtodo y en los propsitos. Pero ms
importante todava, introduca en primer plano el "yo" en su creacin artstica. El
mismo seala orgulloso su aportacin: "Los autores se comunican con el mundo
en extraas y peculiares formas; yo soy el primero en hacerlo con todo mi ser,
como Miguel de Montaigne, no como gramtico o como poeta, o como
jurisconsulto" (782).
El ensayo moderno, pues, data de 1580, fecha en que apareci la primera edicin
de los Essais. Dentro del mismo siglo XVI, en 1597, comenzaran a publicarse los
primeros ensayos de Francis Bacon. Con ambos escritores quedan fundamentados
los pilares del nuevo gnero literario y se concede a ste su caracterstica ms
peculiar: el ensayo es inseparable del ensayista. Por ello desde entonces, excepto
en raras aunque notables ocasiones, se hablar de ensayistas y no de tal o cual
ensayo. Si comparamos un ensayo cualquiera de Montaigne "Des menteurs",
por ejemplo con otro semejante de Bacon "Of Truth", se observa que
mientras Montaigne lo basa en "vivencias", Bacon lo hace en "abstracciones". El
ensayo de Montaigne gana en "intensidad", el de Bacon en "orden". El primero es
ms "natural", el segundo ms "artstico". El primero intensifica lo "individual", el
segundo lo "prototpico". En Montaigne, en fin, domina la intuicin "potica", en
Bacon la "retrica". As, desde sus comienzos, Montaigne y Bacon representan
dos opuestas posibilidades de ensayo, que profetizan el futuro individualista del
gnero: El ser de Montaigne est en sus ensayos, tanto como el de Bacon en los
suyos. Unos y otros son exponentes de sus personalidades y preocupaciones.
Que se consideren a Montaigne y, en cierto modo, a Bacon creadores del ensayo
moderno, no impide, sin embargo, el poder rastrear los orgenes del estilo
ensaystico en la poca clsica. Ya Bacon disput a Montaigne la originalidad que
ste se atribua, al sealar explcitamente: "La palabra es nueva, pero el contenido
es antiguo. Pues las mismas Epstolas a Lucilio de Sneca, si uno se fija bien, no
son ms que 'ensayos', es decir, meditaciones dispersas reunidas en forma de
epstolas" (XI: 340). En efecto, tanto en los Dilogos de Platn como en las
Epstolas a Lucilio de Sneca (las ms cercanas al ensayo actual), en las
Meditaciones de Marco Aurelio, en las Obras Morales o Vidas paralelas de

Plutarco, se pueden encontrar los grmenes de las que despus llegarn a ser
caractersticas esenciales del gnero. Sus obras, sin embargo, estn todava lejos
de formar verdaderos ensayos, en el sentido que actualmente damos a la palabra.
Hay que esperar a las tendencias humansticas del Renacimiento en su proceso de
descubrir al individuo, ya que el carcter subjetivista y la proyeccin constante del
ser del escritor en sus ensayos no es concebible en la poca medieval.
En Espaa podemos ya encontrar actitudes ensaysticas en el siglo XV, y en las
obras de Fernando de la Torre, Prez de Guzmn, Fernando del Pulgar o Monsn
Diego de Valera, hallamos indiscutibles huellas de una tendencia
individualizadora. Faltan en sus escritos, no obstante, la naturalidad y la
sinceridad que proyecta el verdadero ensayista cuando no se limita a mostrar sus
pensamientos, sino que expone el mismo proceso de pensar. Slo con Fray
Antonio de Guevara podemos dar comienzo, sin reservas, a la tradicin
ensaystica espaola. Guevara, en un estilo personalsimo, logra inyectar sus
propias preocupaciones a sus escritos. Sus obras consiguen establecer todava en
la actualidad, a pesar de lo retrico de su prosa, un ntimo dilogo con el lector en
una comunin de pensamientos. Las Epstolas familiares (1542), su obra ms
representativa, forman verdaderos ensayos donde se tratan los ms diversos temas:
desde valores permanentes, en las epstolas que reflexionan sobre la "envidia" o la
"libertad", hasta asuntos de inmediata actualidad poltica, consejos sobre el amor o
burlas llena de gracia contra el mal escribir.
El ensayo del siglo XVI, dominado por un deseo de perfeccin espiritual, llena
una de las pginas ms ilustres de la literatura espaola. Al unsono con el latido
de la visin universal del Emperador, Alfonso de Valds aboga por una reforma
religiosa de acuerdo con el pensamiento erasmista. Su obra, al igual que la de Juan
de Valds, esta escrita en una prosa clara que fluye natural, sin la afectacin
retrica de Guevara. En la segunda mitad del siglo, coincidiendo con el gobierno
de Felipe II, el contenido se hace ms ntimo y la prosa ms serena y personal:
Fray Luis de Granada, Santa Teresa de Jess y Fray Luis de Len representan una
nueva etapa en el ensayismo espaol. En realidad, tanto ellos como los escritores
satricos y polticos del siglo XVII Quevedo, Cascales, Zabaleta, Gracin y
Saavedra Fajardo escriben con un estilo y frecuentemente con unos propsitos
distintos a los que movieron a Montaigne en la confeccin de los Essais.
Se puede afirmar que los ensayos escritos en el siglo XVI por Guevara,
Montaigne y Bacon son manifestaciones excepcionales de un gnero de
nacimiento prematuro. El espritu exista en la poca, pero el escritor todava no
dispona de los medios adecuados para la difusin de sus ensayos. A principios del
siglo XVIII, con la aparicin de las revistas y peridicos, puede el ensayista, por
primera vez, establecer un verdadero dilogo con el lector, que pasa
decididamente a formar parte del ensayo. El ejemplo de las revistas inglesas, The
Tatler y The Spectator, que comienzan a publicarse en 1709 y 1711
respectivamente, y el prestigio de sus editores, Richard Steele y Joseph Addison,
sirvieron de aliciente a otras publicaciones semejantes en Espaa. As surgi el
Diario de los literatos de Espaa en 1737. No obstante, habr que esperar hasta la
segunda mitad del siglo para que estas publicaciones peridicas adquieran en

Espaa verdadera proliferacin: El Caxn de Sastre (1760), el Correo de Madrid


(1786), El Censor (1781), continuado por El corresponsal del Censor, son quizs
las ms destacadas, tanto por el prestigio de que gozaron, como por la calidad de
sus colaboradores. La actitud artstica del siglo neoclsico no era, sin embargo, tan
propicia como la de los siglos XVI y XVII. La personalidad creativa de los
escritores se encontraba refrenada por las reglas de un academicismo riguroso.
Aun siendo abundantes los ensayos escritos, slo podemos hablar de dos
verdaderos ensayistas: Fray Benito Jernimo Feijoo y Jos Cadalso, y de un
reducido grupo de escritores con fuerte personalidad y frecuentes rasgos
ensaysticos: Gregorio Mayns y Siscar, Martn Sarmiento, Gaspar Melchor de
Jovellanos, entre otros de menor repercusin.
El movimiento romntico, con el triunfo del individualismo, dara de nuevo pie a
un campo fecundo para el cultivo del ensayo. El escritor lo emplear para expresar
sus reacciones ante la sociedad o ante la naturaleza; por medio de ensayos
expresar sus puntos de vista y combatir aquellos que no acepta, y algo an ms
importante, pensar en el pblico que los lee regularmente y tratar de sugerirle,
de hacerle meditar, de conectar la realidad con el ideal. Los ensayos escritos en el
XIX son tan diversos como variadas las personalidades de los autores: abarcan
desde los pintorescos cuadros costumbristas de Mesonero Romanos y Estbanez
Caldern a las stiras amargas de Mariano Jos de Larra; desde los ensayos
exponentes del pensamiento tradicional de Juan Donoso Corts y Jaime Balmes a
la aportacin liberal de Francisco Giner de los Ros, Manuel Bartolom Cosso y
Joaqun Costa. Los mismos novelistas escriben magnficos ensayos donde
exponen, critican o comentan las nuevas corrientes literarias y los libros
contemporneos: Emilia Pardo Bazn, Leopoldo Alas y Juan Valera son ejemplos
de la popularidad y difusin del ensayo a finales de siglo.
En los pases iberoamericanos la resonancia del ensayo es todava ms marcada.
Desde sus inicios en la lucha ideolgica por la independencia, con la obra de un
Jos Joaqun Fernndez de Lizardi o de un Simn Bolvar, a la bsqueda posterior
de la propia identidad, la literatura iberoamericana se caracteriza por una fuerte
produccin ensaystica ininterrumpida hasta nuestros das. As los ensayos de
Andrs Bello, Juan Bautista Alberdi, Francisco Bilbao, Jos Mara Luis Mora,
Juan Montalvo, Eugenio Mara Hostos o Jos Mart, por citar slo los ms
destacados. Y ya en el siglo XX, el ensayo va a marcar la pauta del desarrollo
intelectual iberoamericano desde las primeras obras de repercusin continental de
Jos Enrique Rod, Manuel Gonzlez Prada, Jos Vasconcelos o Jos Carlos
Maritegui, hasta el actual reconocimiento internacional de Octavio Paz. En
realidad, el cultivo del ensayo en Iberoamrica alcanza las proporciones de un
denominador comn que caracteriza la produccin literaria de muchos de sus
escritores ms destacados: as Alfonso Reyes, Eduardo Mallea, Jorge Luis Borges,
Germn Arciniegas, Mariano Picn Salas, Ernesto Sbato, Arturo Uslar Pietri,
Rosario Castellanos, H. A. Murena, Leopoldo Zea, Julio Cortzar, Carlos
Monsivis, Ariel Dorfman o Mario Benedetti.
La situacin en Espaa es similar. Con la generacin del 98, el ensayo pasa a ser
la forma de expresin literaria por excelencia. Los escritores espaoles una vez

ms adquieren resonancia internacional, y sus preocupaciones representan un


verdadero renacimiento intelectual y artstico. Angel Ganivet, Miguel de
Unamuno, Azorn, Ramiro de Maeztu y Ramn Menndez Pidal, entre otros
egregios escritores, dan comienzo a una tradicin ensaystica que ha sido
continuada hasta nuestros das y a la que pertenecen destacadas figuras de las
letras y del pensamiento espaol: Jos Ortega y Gasset, Salvador Madariaga,
Ramn Prez de Ayala, Manuel Azaa, Eugenio d'Ors, Amrico Castro, Pedro
Salinas, Dmaso Alonso, Francisco Ayala, Pedro Lan Entralgo, Julin Maras,
Jos Luis Aranguren, Carlos Daz, Fernando Savater, son apenas un exponente de
los prestigiosos escritores que engrosan las filas del ensayismo espaol
contemporneo.

ENSAYO, 1220-50. Del lat. tardo exagium


"acto de pesar (algo)"; voz afn a las clsicas
exigere "pesar" y examen "accin de pesar, examen"
DERIV. Ensayar, h. 1140. Ensayista, S. XX,
imitado del ingl. essayist, deriv. de essay "ensayo", "artculo".
Joan Corominas
3. LA PALABRA "ENSAYO" Y SU USO EN ESPAA

La posicin de Juan Mir y Noguera ante el empleo del trmino ensayo es, a
pesar del carcter personal de la misma, indicador de la opinin de un gran sector
de la crtica espaola a principios del siglo XX: "La verdad sea, que al romance no
le faltan vocablos propios para exprimir toda suerte de conceptos. Ms propiedad
contiene la palabra 'bosquejo' que la palabra 'ensayo'" (I: 704). No obstante, aun
siendo cierto que el trmino "ensayo" comenz a usarse en Espaa como
designacin de un gnero literario durante el siglo XIX, y que lo hizo por
imitacin del ingls, tambin lo es que la voz "ensayo" figura ya en las primeras
obras literarias castellanas y que fue usada por nuestros escritores ms castizos:
En el Poema de mio Cid aparece con los significados de "probar, usar una cosa",
"acometer", "esforzarse": "Si plogiese a Dios querralas ensayar" (v. 2376); "vist
un moro, fstel ensayar" (Menndez Pidal, v. 3318). En el Libro de Alexandre con
el sentido de "dar fuerza": "Ensayando los vinos que azen ya ferviendo" (v.
2400d). El Arcipreste de Hita la emplea en el Libro de buen amor: "Si agora
cantasses, tod'el pesar que trayo / me tyraras en punto, ms que con otro ensayo"
(v. 1439cd). Bartolom de Torres Naharro en su romance "Con temor del mar
ayrado": "Lechuza me soi tornado / contra el sol y sus ensayos". Fray Luis de
Len en De los nombres de Cristo: "Sombra son sin duda, Sabino, y ensayos muy
imperfectos de amor los amores todos con que los hombres se aman" (I: 756). En
la obra de Lope de Vega figura repetidas veces: "Para no venir a errar/me quiero
ensayar al vivo", o "Fue una ymagen, fue un ensayo". El sentido de la palabra
tambin se ampla hasta llegar a tener el significado general de "hacer las pruebas
de una comedia, cancin, etc., antes de ejecutarlo en pblico". As en Moratn:
"Ensayaba a sus compaeros en los papeles que haban de hacer con l", o "ya una
noche de estas pasadas se hizo un ensayo en la Barceloneta".5
En el siglo XVIII se utiliza ya el trmino ensayo en el ttulo de ciertas obras que
pretenden as mostrar una de las caractersticas primordiales, y cuyo significado
evoluciona desde el mero sinnimo de "prueba" o "tentativa" hasta en el siglo
XIX representar a escritos pertenecientes a un nuevo gnero literario.6 Se puede
decir que a partir de la defensa del ensayo de Valera (1868), con motivo de la obra
de Laverde, y sobre todo con Ensayos y revistas (1892) de Leopoldo Alas, la
palabra ensayo adquiere ya una dimensin literaria peculiar. Con la Generacin
del 98 el trmino se universaliza y alcanza tal prestigio que para mediados del
siglo XX su uso se hace de nuevo impreciso, al dar cobijo a estudios cientficos, a

tratados y a monografas sobre todo en el campo de la crtica literaria y


sociolgica.
Miguel de Unamuno, que se negaba a ser clasificado y que lleg a denominar a
sus novelas "nivolas", no duda en designar a ciertas obras suyas con el nombre
genrico de ensayo: "Si mi ensayo sobre la lectura y la interpretacin del Quijote
ha escandalizado a los fanticos..." (Soledad, 54). "Los ensayos que constituyen
mi libro En torno al casticismo" (Soledad, 95). Refirindose a Viejos y jvenes
dice: "Este ensayo va a ser, en su mayor parte, consecuencia..." (72). Tambin su
libro El caballero de la triste figura es clasificado del mismo modo: "Para rellenar
un poco ms este ensayo no vendra mal un estudio analtico" (84). No obstante,
es Ortega y Gasset el primer escritor espaol en considerarse a s mismo un
ensayista, clasificando a sus obras de ensayos: "Mis ensayos que suelen ir
apareciendo segmentados" (Estudios, 154). Ortega y Gasset designa igualmente a
sus libros ms distintivos con el nombre de ensayos. En La rebelin de las masas
indica: "En este ensayo se ha querido dibujar un cierto tipo de europeo" (161). En
una nota del mismo libro seala: "Vase el ensayo del autor titulado Historia
como sistema" (10). As hace referencia tambin a El Tema de nuestro tiempo: "La
intencin de este ensayo era demostrar..." (132); al Trptico: "No se imputar al
autor de este ensayo tendencia..." (55); a Espaa invertebrada: "Este libro,
llammosle as,...no se trata ms que de un ensayo de ensayo" (11). En realidad la
palabra ensayo llega a ser en Ortega y Gasset el trmino predilecto para hacer
referencia a sus escritos.
Recientemente, las mltiples acepciones de la voz "ensayo" y lo popular de su uso
en los medios editoriales, ha dado lugar a un obscurecimiento de su significado.
Confusin que se aprovecha para dar cabida bajo su proteccin a todo aqullo
difcil de clasificar en los tradicionales gneros literarios.

Notas

Carlos Fernndez Gmez, Vocabulario completo de Lope de Vega, 2 vols.


(Madrid: Real Academia Espaola, 1971). Con relacin a los mltiples
usos que nos proporciona Cervantes, consltese la copilacin del mismo
autor, Vocabulario de Cervantes (Madrid: Real Academia Espaola, 1962).
Federico Ruz Morcuende, Vocabulario de D. Leandro Fernndez de
Moratn, 2 vols. (Madrid: Real Academia Espaola, 1945). Un estudio ms
detallado de los usos de la palabra ensayo puede encontrarse en Alfredo
Carballo Picazo, "El ensayo como gnero literario. Notas para su estudio
en Espaa", Revista de Literatura 5 (1954): 93-156; y ms reciente en
Manuel Alvar, "La turbada historia de la palabra Ensayo", Dispositio 2223 (1983): 145-168.
Los ttulos que a continuacin se anotan, ms que constituir una lista
exhaustiva, intentan caracterizar el uso de la palabra ensayo: Ensayos
oratorios (1739), de Gregorio Mayns y Siscar; Ensayo sobre los
alfabetos de las letras desconocidas, que se encuentran en las ms
antiguas medallas y monumentos de Espaa (1752), de Jos Luis

Velsquez; Ensayo sobre el teatro espaol (1772), de Toms de Sebastin


y Latre; Ensayo de una biblioteca espaola de los mejores escritores del
reynado de Carlos III (1787), de Juan Sempere y Guarinos; Ensayo
histrico apologtico de la literatura espaola (1789), de Xavier
LLampillas; Ensayo histrico-crtico sobre la antigua legislacin de los
reinos de Len y Castilla (1808), de Francisco Martnez Marina; Ensayos
literarios y crticos (1844), de Alberto Lista; Ensayos poticos (1844), de
Juan Valera; Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo
(1851), de Donoso Corts; Ensayos religiosos, polticos y literarios
(1853), de Jos Mara Quadrado; Ensayos crticos de filosofa, literatura e
instruccin pblica espaola (1968), de Gumersindo Laverde; Ensayos
sobre el movimiento intelectual en Alemania (1875), de Jos del Perojo;
Ensayo histrico-crtico del teatro espaol (1876), de Romualdo Alvarez
Espino; Ensayos y revistas (1892), de Leopoldo Alas.

La obra literaria se realiza en la


comunicacin humanstica, aun
cuando la crtica acadmica haya
generalizado en las ltimas dcadas
un sentido depositario de la misma.
4. LA CODIFICACION DEL TEXTO Y
EL AUTOR IMPLICITO

A lo largo de estas pginas, y sobre todo en las secciones que siguen, se hacen
con frecuencia afirmaciones sobre la "sinceridad" y la "autenticidad" del
ensayista; se dice que "el ensayista expresa lo que siente y cmo lo siente", que
"nos hace partcipes del proceso mismo de pensar", y otras aserciones semejantes
con las que se pretende establecer una aproximacin al carcter dialgico del
ensayo, a su retrica; pero sin ms desarrollo, estas expresiones podran ser
interpretadas como posturas impresionistas que desconocen la complejidad y
dificultad que conlleva todo intento de significar, de codificar un pensamiento
(vase mi estudio Ms all de la pos-modernidad). Es cierto que el lenguaje del
ensayista, como el de cualquier otro escritor, surge siempre en tensin en el seno
de una lengua que lo aprisiona, que en cierto modo lo determina, pero a la que
tambin, en la medida de su fuerza creadora, supera y modifica. Todo acto de
escribir supone, adems, un proceso de codificacin de un pensamiento: se trata
de expresar una idea a travs de un sistema de signos que a su vez son incapaces
de significar en s mismos, pues slo inician un proceso (tericamente indefinido)
de diferir el acto de significar en una cadena interminable. Tal es la aportacin
posmoderna a nuestro discurso narrativo actual: Cada significante, se dice, parece
ser a la vez significado de otro significante en una sucesin repetitiva/circular que
se convierte en un fin en s misma y que nos impide/pospone llegar al significante
original, con lo que la bsqueda se convierte en un juego intelectual, eso s,
dialgico, pero que se niega a s mismo valor cognoscitivo. Nuestra experiencia,
sin embargo, atestigua la existencia del dilogo y, por tanto, la posibilidad de
significar.
La falacia del discurso posmoderno reside en la prdida de lo humano que lleva
implcito. A fuerza de diferir y diferenciar en un progresivo intento de precisin,
se vela el objeto de la bsqueda. El proceso es, en verdad, ilimitado, pero no por
no alcanzar el primer significante, sino porque lo humano, en lugar de ser algo
hecho, es un hacerse. El ser humano no puede definirse precisamente por serlo. El
definirse sera observarse fuera de s mismo y por tanto dejar de ser. Este estar
siendo es lo que causa la serie indefinida de significantes/significados que se
prolongar tanto como el ser humano mismo. El significante original, el primario,
el raz, del cual derivan todos los dems, en la complejidad

significante/significado, es lo humano, cuya esencialidad, de la cual todos


participamos y que fundamenta la posibilidad dialgica, al mismo tiempo que as
se reafirma, se pospone. Es decir, se reafirma en cuanto a su implicacin como
posibilidad de significado y se difiere en cuanto a la imposibilidad de una
definicin que significara su perfectividad, o sea, la paradoja de verse hecho
desde un estar hacindose. Implicamos, por tanto, al ser humano como referente
original y necesario; y con ello, invertimos el orden posmoderno y hacemos
posible el discurso cognoscitivo y por lo tanto el dilogo. Es decir, la complejidad
significado/significante deja de ser un fin en s misma para convertirse en un
mtodo problematizador que fecunda el dilogo. En nuestra condicin de seres
humanos todos participamos, pues, de ese primer referente que nos permite acceso
a una primera dimensin en el acto de significar. Pero coloquemos esta afirmacin
en perspectiva.
La estructura comunicativa tradicional implcita en todo signo supone un emisor,
un mensaje y un receptor. La apora del discurso posmoderno surge cuando nos
aproximamos a la realidad de esta estructura de un modo mecnico; es decir,
cuando independiente del objetivo que dio existencia al "signo", queremos
primero determinar "cientficamente" las leyes que regulan los tres elementos del
proceso y establecer una relacin unidimensional e "inequvoca" de causa-efecto.
Este paso quizs sea necesario en un concepto depositario de comunicacin: las
transformaciones qumicas, las leyes fsicas, una ecuacin matemtica, las
precisiones geogrficas, la atribucin legal de un libro a su autor, son apenas unos
ejemplos que muestran la amplitud de lo que yo denomino, usando terminologa
de Paulo Freire, comunicacin depositaria. Pero el objetivo del signo literario es
diferente.
Desdoblemos artificialmente, slo para los propsitos iniciales de este desarrollo,
el signo literario en dos componentes: forma y fondo. Aceptemos igualmente que
el valor literario resida primordialmente en su dimensin formal. Pues bien, al
considerar ahora el valor literario de un ensayo, de un poema, o de cualquier otra
expresin literaria, nos enfrentamos a la curiosa situacin de que el "emisor", el
autor, pasa a un plano muy secundario. La sensibilidad esttica del autor, los
propsitos originales y la fidelidad con que supo codificarlos en un texto son
inconsecuentes. Toda obra puede en la potencialidad de su autor ser la ms
sublime. Pero el valor literario del texto, exteriorizacin y por ello codificacin de
dicha potencialidad, reside en l mismo en cuanto se realiza y en el modo cmo se
realiza en un lector, y siempre con relacin a la dimensin humana que re-crea. A
travs de esta ltima se establece y adquiere sentido la estructura emisor(autor)mensaje-receptor(lector), y en ella reconocemos otra vez el fondo y la forma como
elementos inseparables en toda creacin literaria, especialmente en su sentido de
comunicacin no-depositaria. Pero al colocar de nuevo al ser humano como
referente ltimo, ahora en cuanto objetivo final de toda comunicacin, el nfasis
en la relacin autor-mensaje-lector no recae ms en la exterioridad del signo, sino
en la interioridad del lector (lector y autor de nuevo, para indicar la recuperacin
de la dimensin humana que se haba perdido al cosificarlos a travs de los
trminos "emisor" y "receptor").

El nfasis posmoderno en la naturaleza del signo problematiza la posibilidad del


mensaje y pone en duda, difiere, la posibilidad de significar. La apora surge por
partir de una concepcin depositaria de la comunicacin; es decir, al querer que el
signo acarree valor en s mismo como paso previo a su contextualizacin en el
autor, en el texto o en el lector, al sentir la necesidad de reconocer como entidades
diferenciables e identificables en s y por s mismas los tres trminos de la
ecuacin autor-mensaje-lector. De no ser as, se cree, la comunicacin no es
posible. El sofisma arranca de considerar la comunicacin cientfica (que yo
denomino depositaria) como la nica comunicacin posible (resabio racionalista
que hoy colocamos en crisis). La realidad emprica, sin embargo, nos muestra que
en la prctica cotidiana la comunicacin es posible y que junto a la comunicacin
depositaria existe tambin otra comunicacin no-depositaria, la comunicacin
humanstica. Se trata de una comunicacin que se construye a partir de un
referente comn de realidad interna y que es el ser humano mismo, y mediante el
cual el autor y el mensaje se realizan en el lector. Es as como hablamos de un
autor implcito que puede luego coincidir o no con el autor legal, es decir, con la
persona que escribi la obra.
En el ensayo, como composicin literaria, el autor que importa es el autor
implcito; es decir, el autor que el lector usa para identificar el texto como
produccin artstica y reflexin "del otro" en el puente dialgico que incita el
texto mismo. De todas las manifestaciones literarias, la ensaystica se destaca,
precisamente, por establecer de modo explcito este proceso. Las reflexiones
codificadas en el ensayo se generan en la confrontacin de dos sistemas, a la vez
antagnicos y dependientes entre s: el discurso axiolgico del estar (valores que
dominan y diferencian a la vez una poca de otra), y el discurso axiolgico del ser
(la conciencia del autor de su historicidad, de estar viviendo ante un horizonte de
posibilidades e imposibilidades que modelan su libertad). El ensayo hace del
choque de estos dos sistemas axiolgicos el tema de su reflexin. Su objetivo es,
por tanto, problematizador, "deconstruccionista". El mensaje que se codifica en el
signo escrito no es algo hecho como el que pretende el texto depositario un
tratado, o incluso un artculo "acadmico" de crtica literaria, sino que el
mensaje lo es slo en la medida que lo es en el lector. Es decir, el ensayista
problematiza un concepto (un supuesto axiolgico), no con el propsito de
significar en el sentido externo de definir (concepto depositario), sino con el
objetivo de incitar, inspirar a que el lector, en l y para l, signifique. De este
modo, al no tratarse de un mensaje depositario, tampoco importa el ensayistaautor, sino el autor implcito: el autor en el lector.
La distincin entre comunicacin depositaria y comunicacin humanstica es de
suma importancia al hablar del ensayo. La obra literaria se realiza en la
comunicacin humanstica, aun cuando la crtica acadmica haya generalizado en
las ltimas dcadas un sentido depositario de la misma. En ambos casos el
proceso hermenutico es diferente: la lectura depositaria busca la recuperacin del
discurso axiolgico del autor, la lectura humanstica desea su apropiacin; la
primera tiene como objetivo la reconstruccin de un sistema, la segunda la
deconstruccin del propio discurso axiolgico. La "apropiacin" en este sentido
no significa aceptar (concepto depositario), sino asimilar, o sea, cuestionar,

problematizar, poseer, en una toma de conciencia de nuestro discurso axiolgico


del ser.
Esta comunin con el texto que hace posible la lectura humanstica, justifica
tambin las referencias a la "sinceridad" o a la "autenticidad" del autor, pues con
ellas no hablamos del autor legal de la obra (la persona que escribi el ensayo),
aun en los casos en que pudieran aplicrsele tales trminos, sino de cmo el lector,
que no problematiza el signo, sino el mensaje, percibe al autor implcito en el acto
de hacer suyas y proyectar las reflexiones que lee. Tanto los ttulos como el
contenido de las secciones que siguen giran en torno a la comunicacin
humanstica que pretende el ensayo (para un desarrollo ms detenido de la
hermenutica implcita en este desarrollo, vase mi estudio Ms all de la posmodernidad).

Por eso en nada, como en el estilo de un ensayista,


puede advertise el latido de la poca, esa
momentaneidad de la historia que lo deposita en su valva.
Fryda Schultz de Mantovani
5. ACTUALIDAD DEL TEMA TRATADO

Del carcter esencialmente comunicativo del ensayo, en su intento de establecer


un lazo de dilogo ntimo entre el ensayista y el lector, se desprende la necesidad
de su contemporaneidad en el tiempo y en el ambiente. Pero el concepto "actual"
no slo hace referencia a los sucesos del presente, los cuales si no se los somete a
una visin en perspectiva y se los eleva a un plano de trascendencia, slo poseen
el caduco valor de la novedad, sino que significa con ms propiedad un
replanteamiento de los problemas humanos ante los valores que individualizan y
diferencian a cada poca de las precedentes. Es decir, lo "actual" se encuentra en
esa actitud, siempre implcita en todo buen ensayo, de problematizar el propio
discurso axiolgico. Si Montaigne cita y reflexiona sobre Sneca o Csar, no lo
hace con el punto de vista del historiador. Csar slo interesa al ensayista en lo
que tiene de actual y de eterno; el tiempo no existe para l. En el ensayo "Guevara
y el campo", Azorn ejemplariza este aspecto: Menosprecio de corte y alabanza
de aldea, de Antonio de Guevara, es tan real para l como El madrileo en la
aldea, de Eugenio Hartzenbusch, y ambos se encuentran en funcin de la Espaa
de principios de siglo. Azorn se vale de esta obra clsica para meditar, en un
aparente recogimiento contemporneo, sobre una situacin de importancia
universal, en cuanto el referente que fundamenta la reflexin sigue siendo la
condicin humana. Tal es el sentido del ensayo "Ayacucho", de Hostos. La batalla
de Ayacucho (1824) en s no le interesa al ensayista; lo que le importa es
Ayacucho como smbolo, como ruptura de un orden, como pieza angular que
sostendr su reconstruccin de un proceso histrico, cuya proyeccin explcita es
la liberacin del estado colonial del Puerto Rico de su tiempo. Ayacucho, como
smbolo de la independencia poltica de la Iberoamrica continental, se convierte
as en un jaln ms de un proceso todava inconcluso: "El ideal cristiano no caba
en la unidad catlica, y la rompi. El ideal social no caba en la unidad
monrquica, y la rompi. El ideal del progreso no caba en la unidad territorial, y
la rompi" (13).
El ensayista, en su dilogo con el lector o consigo mismo, reflexiona siempre
sobre el presente, apoyado en la slida base del pasado y con el implcito deseo de
anticipar el futuro por medio de la comprensin del momento actual. Mas la
conexin con el "momento actual" arranca, precisamente, de la problematizacin
liberadora del propio discurso axiolgico del estar: "El tema de la posibilidad de
una Cultura Americana, es un tema impuesto por nuestro tiempo, por la
circunstancia histrica en que nos encontramos" (35), seala Leopoldo Zea en
1942; y estas palabras que de algn modo justifican luego su obra, no significan
en l una limitacin temporal o temtica, sino al contrario suponen el punto de

partida de un proceso creador. Fryda Schultz seala, con acierto, que "el ensayo es
una forma mvil; y es as que, examinados algunos de ellos podemos sorprender
al autor y la atmsfera que dio nacimiento a su obra" (10).
El ensayista escribe, es verdad, desde y para una poca, por lo que los temas y la
aproximacin a ellos estarn forzosamente subordinados a las circunstancias del
presente vivido. Pero ello no impide, como sealamos en el caso de Leopoldo
Zea, que la opcin reflexiva que adopta el ensayista libere a su obra de la nota de
caducidad que supone toda sujecin a un espacio y un tiempo concretos. En el
ensayo de Hostos anteriormente citado, se sealan explcitamente las alternativas:
"A los ojos de una historia filosfica, Ayacucho empez en 1533. A los ojos de la
crtica, Ayacucho empez en 1810. Slo a los mal abiertos de la narrativa empez
y acab el 9 de diciembre de 1824" (15). Al igual que Hostos, Jos Ortega y
Gasset en su ensayo La deshumanizacin del arte (1925) toma el pulso al
momento artstico y adelantndose a su tiempo medita sobre algo que en forma
confusa comenzaba a hacer su aparicin en las mentes de una minora culta. Hoy,
setenta aos ms tarde, si bien el ensayo ha perdido su valor de actualidad
inmediata, e incluso se nos hacen patentes algunos "errores" de poca, sus
reflexiones, sin embargo, nos sugieren todava ahora, como entonces, fecundas
proyecciones en nuestro discurso axiolgico actual, vvida prueba del valor
perenne del verdadero ensayo.
Los ensayistas de todos los tiempos siempre han sabido conjugar lo actual en el
fondo de lo eterno. Montaigne en su ensayo "Los canbales" reflexiona sobre
Amrica, ya que para l "este descubrimiento de un pas inmenso merece ser
digno de consideracin" (200). Antonio de Guevara se aproxima a sus
contemporneos con frases todava hoy actuales: "A los lectores de esta escritura
ruego que ms lo noten que lo ran esto que aqu hemos dicho; pues le es ms
sano consejo al pobre hidalgo ir a buscar de comer en una borrica que no andar
hambreando en un caballo".7 Las reflexiones no tienen que girar necesariamente
sobre temas filosficos o literarios, cualquier aspecto es propicio, siempre y
cuando las consideraciones sobrepasen el plano de lo puramente mecnico. Angel
Ganivet en su ensayo Granada la bella sabe afrontar problemas de la vida
cotidiana y, en una creacin esttica, darles carcter filosfico: "Con este modo de
ver las cosas, voy a pasar revista a las encontradas aspiraciones que luchan en el
grave problema de la transformacin de las ciudades, refirindome en particular a
Granada" (I: 67). Por otra parte, el ensayista, consciente de su funcin, llega a
considerar un deber el reflexionar sobre aquellos tpicos de actualidad: "Pues
bien: hablemos de responsabilidades, ya que las responsabilidades constituyen la
obsesin, la monomana y el delirio de cuantos escriben fondos en los diarios"
(37), nos dice Ramiro de Maeztu; y de modo ms directo seala Octavio Paz:
"Dije antes que sta es una tarea urgente: en verdad, es el tema de nuestro tiempo"
(Posdata, 101). La posicin del ensayista queda definida en el ideal que Ortega y
Gasset se propona al comenzar las series de El Espectador: "En suma, quisiera
ser 'El espectador' una pupila vigilante abierta sobre la vida" (I: 12). Y nada ms
indicador de este proceso que las palabras que abren un ensayo sobre un tema en
apariencia trivial: "Dadas las circunstancias es tal vez lo ms oportuno escribir
algo sobre el vuelo de las aves anilladas" (La caza, 157). Estas son, en definitiva,

las palabras claves que traducen el concepto "actual"; dadas unas circunstancias,
escribir sobre algo oportuno.

Notas

Antonio de Guevara, Menosprecio de corte y alabanza de aldea (Madrid:


Espasa-Calpe, 1967), p. 77. Comienza aqu Guevara una crtica que
recibira amplia consideracin en el Lazarillo y pasara como tpico
caricaturesco a la picaresca y ensaystica posterior.

The essais are like an infinity of objects, some


picked up in the street and others borrowed from
the showcases of a classical museum, all looked at
in the same light and from the same angle,
and none of them fully examined from all sides.
H. V. Routh
6. EL ENSAYO NO PRETENDE SER EXHAUSTIVO

El doble significado de "prueba" o "intento" implcito en el trmino ensayo y el


hecho de que no se pretenda agotar el tema tratado, ha motivado que esta
caracterstica, tan nica del gnero ensaystico, d pie para considerarlo,
despectivamente, como fragmento o comienzo inexperto y vacilante. Cuando
Ortega y Gasset en su ensayo "De Madrid a Asturias o los dos paisajes" nos dice:
"El tema es, creo yo, inagotable" (Notas, 46), se refiere, sin duda, por proyeccin,
al necesario carcter fragmentario de sus reflexiones. Pero, contra la opinin
comn, lo "fragmentario" no est en lo tratado en su valor intrnseco, sino en su
conexin ntima con el autor. Las veinte pginas que Ortega nos entrega, son en
verdad meditaciones en voz alta, cazadas al vuelo y legadas a la posterioridad.
Son "fragmentos" vitales de un alma exquisita que reacciona ante el paisaje. Jos
Carlos Maritegui muestra con precisin esta caracterstica cuando seala:
"Ninguno de estos ensayos est acabado: no lo estarn mientras yo viva y piense y
tenga algo que aadir a lo por m escrito, vivido y pensado" (12).
Si fragmento es lo inacabado, lo que no puede ser plenamente comprendido sin
una continuacin, el ensayo cae decididamente fuera del mbito semntico de la
palabra. El que Unamuno termine su ensayo "Soledad" de un modo aparentemente
brusco, "y como el tema es inagotable, conviene cortarlo" (Soledad, 50), no
significa que ste sea un fragmento, a pesar de que bajo tan ambicioso ttulo
apenas escriba diecinueve pginas y stas finalicen con la palabra "cortarlo". No
es la extensin caracterstica del fragmento. La intensidad que Unamuno consigue
en tan limitado nmero de pginas, ya sea por su carcter confesional, ya sea por
llegar profundo al alma del lector, ocasiona que la palabra "cortarlo" simbolice,
paradjicamente, una separacin, por proyeccin inconsciente, de las reflexiones
unamunianas para interiorizarnos en nuestras propias meditaciones.
La brevedad del ensayo y el no pretender decir todo sobre el tema tratado no
significan, por tanto, que el ensayista distancie lo considerado para poder as
abarcarlo en una visin generalizadora. Todo lo contrario. La totalidad no importa.
Se intenta nicamente dar un corte, uno slo, lo ms profundo posible, y absorber
con intensidad la savia que nos proporcione. Por ello nos recuerda Ortega y
Gasset: "En el ndice de pensamientos que es este ensayo, yo me propona tan slo

subrayar uno de los defectos ms graves y permanentes de nuestra raza" (Espaa,


143). Consideracin que l cree necesaria recalcar con frecuencia: "Al terminar
este ensayo me importa recordar que he intentado en l exclusivamente describir
un solo estadio del gran proceso amoroso" (Estudios, 133). Julio Torri, en
Ensayos y poemas, ejemplifica esta caracterstica a la que alude explcitamente
Ortega y Gasset. Algunos de sus ensayos, por ejemplo "Del epgrafe" o "De
funerales", son sutiles meditaciones que apenas ocupan media pgina.
El propsito del ensayista al internarse en la aventura de escribir un ensayo no es
el de confeccionar un tratado, ni el de entregarnos una obra de referencia til por
su carcter exhaustivo. Esa es la labor del investigador. El ensayista reacciona
ante el discurso axiolgico del estar que le impone la sociedad para insinuarnos
una interpretacin novedosa o proponernos una revaluacin de las ya en boga.
Pero una vez abierta la brecha y tendido el puente del nuevo entendimiento, el
ensayista, como creador al fin y al cabo, deja al especialista el establecer la
legitimidad de lo propuesto, sin desistir l mismo a continuarlo en alguna otra
ocasin. As debemos interpretar a Rafael Altamira cuando nos dice: "Pero estas
consideraciones se van prolongando desmesuradamente. Hago punto aqu,
creyendo que lo dicho basta para dar la medida de todo lo que pudiera decirse
sobre la materia" (199). O cuando Unamuno, ms conciso, seala: "Ms de esto
otra vez" (El porvenir, 133). En realidad, todo ensayo lleva implcito un tema a
desarrollar de ah el carcter dialgico del que hablaremos despus; se trata
de una semilla que pregona su potencialidad en el lector, y en el ensayista como
lector de su propio pensamiento; por ello seala Maritegui al recoger varios de
sus ensayos en forma de libro: "Tal vez hay en cada uno de estos ensayos el
esquema, la intencin de un libro autnomo" (12).
Como el ensayo posee en s unidad, el ensayista, aun en los casos en que
explcitamente indica su deseo de continuar con el tema tratado, no se siente
obligado a ello. Es ms, raramente lo hace. Y en los casos en que las
circunstancias le incitan a proseguir en torno al mismo asunto, los sucesivos
"captulos" son en realidad nuevos ensayos que representan otras tantas calas
independientes sin conexin alguna entre s, a no ser, en ocasiones, por la unidad
superior del tema tratado. Angel Ganivet ejemplariza dicho aspecto en los doce
"captulos" que completan su obra Granada la bella. Los propsitos expuesto en
la introduccin lejos de ser resultado de un proceso de meditacin y sntesis, son
pensamientos apriorsticos en voz alta, de un escritor que se siente reaccionar ante
una situacin, pero que desconoce los caminos por los cuales sus reflexiones le
han de llevar: "Voy a pasar revista a las encontradas aspiraciones que luchan en el
grave problema de la transformacin de las ciudades, refierindome en particular
a Granada. El problema es heroico, y como no soy un hroe, claro est que no
prometo dar la solucin. Me limitar, si se me permite la llaneza del concepto, a
pasarle la mano por encima" (I: 67). El resultado, como era de esperar, es muy
otro. Lo nico comn en los ensayos que forman los captulos del libro es el estar
dirigidos a un pblico especial: los granadinos. Lo dems, incluso la ciudad de
Granada, parece ser accidental.

En realidad, el elaborar una idea y llevarla a sus ltimas consecuencias requiere


un proceso de sistematizacin que raramente est dispuesto a seguir el ensayista.
Su espritu es demasiado libre. Escribe segn piensa, y su producin la considera
tan unida a su mismo ser, que no cree necesario, o quizs posible, el volver la
vista atrs para modificar, adaptar o reorganizar lo ya escrito. Unamuno
ejemplariza este aspecto con palabras que bien podran aplicarse a la totalidad de
su propia vida: "Mi deseo era desarrollar todo eso, y me encuentro al fin de la
jornada con una serie de notas sueltas, especie de sarta sin cuerda, en que se
apuntan muchas cosas y casi ninguna se acaba" (En torno, 145). Esta peculiaridad
del ensayo, lejos de ser un defecto, constituye uno de los rasgos ms distintivos.
El ensayista considera que su funcin es slo la de abrir nuevos caminos e incitar
a su continuacin. Ya en los comienzos del ensayismo espaol Antonio de
Guevara escriba: "Otras muchas cosas pudiera, seor, deciros en esta materia, las
cuales deja de escribir mi pluma por remitirlas a vuestra prudencia" (Epstolas, I:
198-199). Y la tradicin ha sido continuada hasta nuestros das. Francisco Giner
de los Ros anota: "No pretendemos, en verdad, suplir aqu esta deficiencia, y s
slo exponer algunas indicaciones sumarsimas para llamar hacia tan interesante
problema la atencin de pensadores ms competentes" (Estudios, 38). O con ms
precisin nos dice Ortega y Gasset: "Vaya esta breve nota sobre el 'amor corts'
como indicacin de lo que poda ser una fenomenologa de las especies erticas"
(Estudios, 193).
De lo ya anotado se deduce que el ensayista en el proceso de su creacin no trata a
priori de limitarse a un aspecto concreto, sino que ello es el resultado final de sus
reflexiones. Si tratara de "limitarse", esto significara que de algn modo tomara
en consideracin el "todo", y que el resultado final slo sera una "parte", ms o
menos completa en su particularidad. En efecto, cuando el ensayista aplica la lupa
de su ingenio a un tema, nicamente se preocupa en transmitirnos lo que a travs
de ella ve y siente, con el inevitable aumento, y por qu no, falta de conexin que
ello lleva consigo. Este proceso no es inconsciente, ni tampoco se oculta. Es, en
definitiva, lo que hace ms personal y sincero al ensayo, pues supone un momento
de la experiencia vital del ensayista. Maritegui es preciso en este sentido: "Otra
vez repito que no soy un crtico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis
ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones" (12). Esta es tambin la causa por
la que al final de los ensayos el escritor como lo hace Ortega y Gasset en la cita
que sigue seala frecuentemente que lo terminado para el ensayista supone slo
el punto de partida para el lector: "El tema es inagotable. Yo lo he tomado aqu
unilateralmente, por una sola de sus aristas, exagerndolo" (Trptico, 165).

Der grosse und echte Essayist ist nicht


nur Fachmann, er schreibt nicht in erster
Linie als Fachmann und nie fr den Fachmann.
Bruno Berger
7. EL ENSAYO Y EL ESPECIALISTA

El ensayista es el ltimo en aparecer en la historia literaria de un pas. Esta


realidad que apenas ha sido tenida en cuenta, puede llegar a ser una de las claves
primordiales para la comprensin del gnero ensaystico. Si el ensayo fuera algo
incompleto, preliminar, lo lgico sera que estuviera a la vanguardia de cualquier
movimiento. Por qu, pues, se escribe cuando ya todo parece estar hecho? En
busca de una explicacin, traigamos a la memoria algunos de los temas tratados
por Ortega y Gasset: sobre Don Quijote, sobre la novela, sobre la
deshumanizacin del arte, sobre las masas, sobre el pasado de Espaa. En todos
ellos encontramos un comn denominador: versan sobre algo ya existente. Lo
cual, lejos de suponer una nota negativa para el gnero, es una de sus
caractersticas decisivas. Su misma existencia depende no slo de un "algo" ya
creado, sino de que ese "algo" haya sido asimilado por los posibles lectores: sus
escritos abundan en referencias y alusiones que deben ser comprendidas para que
estos adquieran su verdadera dimensin. Antes de escribir Ortega y Gasset su
ensayo "Meditaciones del Quijote", fue necesario que un Cervantes lo concibiera
y que un pueblo lo adoptara como a hijo predilecto. Despus, viene el ensayista a
dar nueva luz, a abrir nuevas ventanas a la comprensin, ya que, con palabras de
Fryda Schultz, "la mirada del ensayista ve lo que otros han descuidado o todava
no aciertan a ver" (18). As Alfonso Reyes, por ejemplo, en su ensayo "Discurso
por Virgilio", motivado por la celebracin en Mxico de su segundo milenario.
Reyes recoge una frase del anuncio oficial, "gloria de la latinidad", que proyecta
en unas reflexiones que con ms propiedad podran haberse titulado "Discurso al
pueblo mexicano".
El especialista investiga y el ensayista interpreta. Tal afirmacin es sin duda
exagerada y, por tanto, inexacta: el ensayista es tambin un especialista,
especialista de la interpretacin. A pesar de ello puede servir para determinar dos
procesos en el acercamiento a las cosas. El especialista comunica sus
descubrimientos despus de una rigurosa investigacin y lo hace con el
dogmatismo discurso depositario de quien se cree poseedor de la verdad. El
ensayista, por el contrario, siente la necesidad de decir algo, pero sabe que lo hace
desde el perspectivismo de su propio ser y por lo tanto nos lo entrega no como
algo absoluto, sino como una posible interpretacin que debe ser tenida en cuenta.
El especialista, formado dentro de la tradicin, se muestra reacio a cualquier
interpretacin heterodoxa. El ensayista, libre de tal peso, afloja las riendas al

corcel de su ingenio en una revaluacin de lo establecido ante los valores del


momento. Los verdaderos ensayos pueden estar escritos por especialistas del tema
tratado; generalmente, sin embargo, no sucede as. El valor del ensayo no depende
del nmero de datos que aporte, sino del poder de las intuiciones que se
vislumbren y de las sugerencias capaces de despertar en el lector.
El ensayista es consciente de su limitacin y, sin ocultarla, no duda en mostrar sus
ideas en el mismo proceso de adquirirlas. Confa as en que alguna, aunque no sea
nada ms que una, inspire al lector en un pensamiento gemelo al de su propia
alma. Esta caracterstica del escritor de ensayos es tan antigua como el ensayo
mismo. Santa Teresa de Jess nos lo indica varias veces en su obra Las moradas:
"Son tan oscuras de entender estas cosas interiores, que a quien tan poco sabe
como yo, forzado habr de decir muchas cosas suprfluas y an desatinadas, para
decir alguna que acierte" (15). Con Montaigne adquiere tal aspecto la consistencia
de una peculiaridad del gnero ensaystico: "Si se trata de una materia que no
entiendo, con mayor razn me sirvo de l [del ensayo], sondeando el vado desde
lejos; y luego, si lo encuentro demasiado profundo para mi estatura, me detengo
en la orilla. El convencimiento de no poder ir ms all es un signo del valor del
juicio, y de los de mayor consideracin" (289). De las anteriores citas no debemos
deducir, sin embargo, que el ensayista desconozca por completo la materia que
trata, ningn ejemplo mejor que Santa Teresa, ni que se proponga mantenerse en
el plano de las generalidades. Dejemos a Ortega y Gasset precisar lo ya apuntado
por Montaigne: "En 1943, el Iris-Verlag, de Berna, me pidi que escribiese unas
pginas sobre Velzquez... Respond que yo no era historiador del arte y que en
cuestiones de pintura mi conocimiento era nfimo. El editor contest, a su vez, que
su deseo era precisamente hacer hablar sobre Velzquez a un escritor ajeno al
gremio de los entendidos en historia artstica. Enunciado paladinamente de este
modo, el propsito no dejaba de tener gracia, pues en l transpareca una
curiosidad que muchos hemos sentido en ocasiones varias, a saber: qu es lo que
un hombre algo meditabundo puede decir sobre un asunto del que
profesionalmente no entiende" (Velzquez, 9). Pensamiento que completara aos
ms tarde en unos escritos sobre Goya: "Mas no debe ello, por lo mismo,
interesar a ciertos buenos lectores? Y, ms en general, no es conveniente y, acaso,
muy fecundo que escriban tambin sobre las cuestiones quienes no 'entienden' de
ellas, quienes no son del gremio que las practica, quienes se enfrentan con ellas 'in
puris naturalibus'? Represe bien: no se trata de que hable de un asunto quien,
ignorndolo, cree que sabe de l, que es el uso ms frecuentado, sino todo lo
contrario, quien sabe muy bien que sabe muy mal la materia" (Goya, 18).
En realidad, el ser o no ser especialista en la materia tratada es algo muy
secundario en el verdadero ensayo. Recurdese que como obra literaria persigue
ante todo una comunicacin humanstica. Octavio Paz reconoce esta peculiaridad
del ensayo cuando seala en El ogro filantrpico: "Mis reflexiones sobre el
Estado no son sistemticas y deben verse ms bien como una invitacin a los
especialistas para que estudien el tema" (9). En ocasiones, segn el tema que se
trate, el ser especialista puede convertirse en un serio impedimento. Albert
Einstein, como escritor, es un celebrado ensayista. Sus mejores ensayos, sin
embargo, no son los que examinan los fenmenos fsicos. Basta comparar dos de

ellos "On Education" y "The Theory of Relativity" para observar como su


ingenio es ms vivo y sugeridor cuando reflexiona sobre la educacin. El segundo
"ensayo" posee un carcter distinto: no es algo que se medita, sino una
simplificacin de lo ya establecido (Ortega y Gasset en "El sentido histrico de la
teora de Einstein" elevara el tema a categora ensaystica). Y de aqu pasamos a
un aspecto que ha dado lugar a confusiones: En el ensayo no tiene cabida la
"vulgarizacin", pues, repitmoslo, lo importante no son los datos, ni las teoras
que se aclaren, sino el proceso mismo de pensar y las sugerencias capaces de ser
proyectadas por el mismo lector. Si la vulgarizacin no tiene cabida en el ensayo,
tampoco la tienen los trminos ni las expresiones tcnicas, las cuales, por otra
parte, slo son necesarias cuando se trata a un nivel de profundidad lo particular, y
el ensayo enfoca lo particular en el fondo de lo universal. Este carcter del ensayo
est determinado, en cierto modo, por el pblico a quien se destina. Eduardo Nicol
dice al propsito: "El ensayo se dirige a 'la generalidad de los cultos'. Sea cual sea
la especialidad de cada uno, la lectura de un ensayo no requiere en ninguno la
especializacin. A la generalidad de los cultos corresponde 'la generalidad de los
temas' que pueden tratarse en estilo de ensayo, y a la generalidad en el estilo
mismo del tratamiento. El ensayista puede saber, sobre el tema elegido, mucho
ms de lo que es justo decir en el ensayo. La obligacin de darse a entender no
implica solamente un cuidado de la claridad formal, sino la eliminacin de todos
aquellos aspectos tcnicos, si los hubiere, cuya comprensin implicara en el
lector una preparacin especializada" (207).

Der Essayist muss keine Quelle eines Zitates


nennen, und wenn er es doch tut, darf er auf
Erscheinungsjahr, Bandzahl, Seitenangabe
oder gar lesart verzichten falls es ihm aus
besonderen Grden nicht wichtig erscheint.
Souvern und wir drfen und brauchen
diesen Herrscher nicht einmal nach seiner
Legitimation zu fragen, so wenig wie einen
wirklichen Herrscher.
Bruno Berger
8. IMPRECISION EN LAS CITAS

En la seccin anterior qued indicado que el pblico presente en la mente del


ensayista es el representado por "la generalidad de los cultos". No se pretende con
esto decir que el ensayo no se dirija tambin al especialista. Claro que s.
Precisamente lo ensaystico, al no aspirar exclusivamente a la comunicacin de
datos, no encuentra lmites en los conocimientos del lector. Por otra parte puede
prescindir de las notas eruditas. El verdadero ensayista, por ejemplo, slo en
ocasiones muy especiales har uso de notas al pie de la pgina; y esto nos lleva al
meollo de nuestro tema: las citas, numerosas en los ensayos, tienen valor por s
mismas en relacin con lo que el ensayista nos est comunicando; importa
destacar que alguien cre una idea, representada en la cita, pero el "quin", y el
"dnde" carecen en realidad de valor. No son las citas importantes porque fulano o
mengano las dijo, sino por su propia eficacia. Y el hecho de sealarlas como citas
es slo con el propsito de indicar que no son de propia cosecha, sino que forman
parte del fondo cultural que se trata de revisar.
Analicemos un ejemplo para determinar hasta que punto esta peculiaridad del
ensayo est de acuerdo con el carcter que hemos venido delineando: Ramiro de
Maeztu comienza un breve ensayo, escrito en 1898, en defensa del espritu
espaol, con las siguientes palabras: "Das atrs dijo Lord Salisbury, primer
ministro ingls, en un discurso de cuya letra me he olvidado, pero cuyo fondo se
me ha grabado indeleblemente en la memoria" (35). El especialista pongamos
por caso un socilogo interesado en los discursos de la poca echar en cara a
Maeztu la falta total de datos precisos: fecha del discurso, lugar de publicacin,
las palabras exactas del mismo. Para el "no-especialista", para el que slo busca
leer con placer las ideas por lo que representan y por su exposicin artstica, tanto
el da como el lugar de su publicacin carecen en absoluto de importancia. Incluso
podramos decir que Lord Salisbury es tambin secundario y que si se le nombra
no es por su individualidad, sino por lo que tiene de comn con su raza, por
representar una forma de pensar.

La imprecisin en las citas de los ensayos se relaciona comnmente con la


exactitud en la transcripcin de las mismas; pero son tambin frecuentes las
imprecisiones en el autor, e incluso en el autor y texto de una misma cita. Desde
los comienzos de la tradicin ensaystica, los escritores de ensayos podran haber
dicho de sus citas empleadas, lo indicado por Maeztu: "de cuya letra me he
olvidado, pero cuyo fondo se me ha grabado indeleblemente en la memoria". La
inexactitud, por otra parte, no quita eficacia al contenido de la cita. Al contrario, la
refuerza al darle el peso de algo espontneo y sentido profundamente. Nada ms
oportuno al propsito que las siguientes palabras de Santa Teresa: "El mesmo
Seor dice: Ninguno subir a mi Padre sino por m (no s si dice as, creo que s),
y quien me ve a m, ve a mi padre" (34). Y es que el ensayista no cita con el
propsito del cientfico. La nica exactitud que busca es en el contenido, y slo en
casos especiales el autor estar tambin en primer plano. As Unamuno nos dice
en su ensayo "Contra el purismo": "Hablando no s donde Spencer de la
supersticin lingstica, recuerda a aquellos indios que al ver las maravillas del
arado lo pintarrajearon para colgarlo y hacer de l un fetiche a que rendir
adoracin" (Viejos, 15). Claro est que al lector le trae sin cuidado si Spencer lo
dijo o no, mucho menos importancia tiene el "dnde" o las palabras exactas. Lo
nico que importa es lo acertado de la comparacin, el resto es colorido; sin duda
una parte integrante del ensayo, pero nunca esencial. Incluso diramos que al
transcribir el nombre de "Spencer", el propsito de Unamuno no es slo el de
indicarnos el autor de la cita, sino ms bien el de aadir una dimensin nueva a su
contenido por las conexiones que el lector culto pueda llegar a establecer. En este
aspecto, como en tantos otros relacionados con el ensayo, Ortega y Gasset
consigue con pasmosa sencillez, un equilibrio entre cita y autor, donde ambos,
como entidades distintas, se complementan en una unidad de significado superior.
En un ensayo "Notas de vago esto" nos dice con referencia al orgullo que los
vascones sienten de su tradicin familiar: "Recuerdo haber ledo en el padre
Guevara no s si en sus cartas o en el Menosprecio de corte y alabanza de
aldea que, en su tiempo, todo el que... prefera pasar por noble se deca
vizcaino" (Notas, 145). Ortega y Gasset menciona a Guevara no con el propsito
de darnos un autor para su cita las mismas ideas se hallan tambin presentes en
Cervantes y Quevedo, por ejemplo, sino con explcita intencin de establecer
una continuidad inalterable en el tiempo de una forma de pensar.
Cuando el autor no aade nada a la cita, no la proyecta en una nueva dimensin, el
ensayista lo ignora completamente: "Un naturalista francs, cuyo nombre no
recuerdo, ha iniciado una teora nueva para explicar el triunfo de unos seres sobre
otros" (Ortega, Notas, 9). Con ms frecuencia, como hace Jos Mart en su ensayo
"Mxico y Estados Unidos", por razones semejantes a las de Ortega, el ensayista
mantiene una actitud de indiferencia ante el nombre del autor: "El fatdico desdn
hacia la raza de color trigueo que un novelista simboliz ac hace pocos aos ..."
(74). En realidad esta caracterstica es tan antigua como el ensayo mismo, y una
de sus diferencias bsicas con el estudio cientfico, cuyo valor primordial es
precisamente la aportacin de datos. Montaigne omite el nombre del autor cuando
la idea que cita es ya parte de la herencia cultural de una civilizacin: "No es
maravilla, dice un antiguo, que el azar tenga tanto poder sobre nosotros, puesto
que nosotros vivimos por azar" (320). Sbato lo omite porque desea que el lector

de algn modo se sienta aludido: "No recuerdo quin le deca a Gide que no lea
nada para no perder su originalidad" (24). Santa Teresa, en fin, se sirve de este
recurso tan en concordancia con su estilo sencillo para proyectar en sus
escritos una sensacin de intimidad y espontaneidad: "Decame poco ha un gran
letrado que son las almas que no tienen oracin como un cuerpo con perlesa" (9).
Tanto Ortega y Gasset como Mart, Montaigne, Sbato y Santa Teresa piensan al
escribir, no en el crtico, a veces ms interesado en la exactitud de los datos que en
el contenido de estos, sino en el lector a quien no quieren recargar con detalles
innecesarios.
Analicemos, en su contenido, las siguientes palabras de Prez de Ayala: "Despus
de publicar don Miguel de Unamuno no s cul de sus novelas, alguien, no s
quin, le dijo: 'eso no es una novela'. Y Unamuno replic: 'Pues llmela usted
nivola'" (IV: 909). Pertenecen estas palabras a su ensayo "la novela y la nivola",
en el que trata de probar que lo bien escrito, lo que tiene personalidad no necesita
ser clasificado, pues sea cual sea la etiqueta que se le ajuste, no por ello aumentar
o disminuir en su valor. En este ensayo, Prez de Ayala consigue dar a una cita
particular un valor universal, precisamente omitiendo el autor del juicio y la obra
de Unamuno a la que se refera. Prez de Ayala no pretende demostrar si tal o cual
obra de Unamuno es o no novela ni si el crtico que intentaba negarle la categora
de novela llevaba o no razn. El se propone tan slo reflexionar sobre la eficacia
de las clasificaciones y sugerir que la obra de arte tiene valor por s misma.
La tcnica de la cita ha evolucionado desde los comienzos de la tradicin
ensaystica hasta nuestros das. Antonio de Guevara, sin respeto al concepto
depositario de la verdad, no slo imaginaba fuentes ficticias y creaba escritores y
filsofos, sino que atribua a stos y a los conocidos de la antigedad, ideas de su
propio ingenio. Es decir, subordinaba, hasta el extremo, la cita al contenido, y su
funcin era slo la de convencer al lector con el apoyo de una aparente erudicin.
Con Montaigne las citas dejan de ser ficticias, pero siguen siendo un soporte
erudito. Son como joyas que resaltan en el texto y ante cuyo deslumbre se eleva el
valor y credulidad del mismo. En Unamuno y Ortega y Gasset la cita se encuentra
ya incorporada en el texto como parte integrante de ste, sin que ello motive
alteracin alguna en el ritmo de la prosa.

Je l'ay vou [les Essais] la commodit particulire


de mes parens et amis: ce que m'ayant perdu
(ce qu'ils ont faire bien tost) ils y puissent retrouver
aucuns traits de mes conditions et humeurs, et que
par ce moyen ils nourrissent plus entire et plus
vive la connoissance qu'ils ont eu de moy... Je veus
qu'on m'y voie en ma faon simple, naturelle et ordinaire,
san contantion et artifice: car cst moy que je peins.
Michel E. Montaigne
9. LO SUBJETIVO EN EL ENSAYO:
EL ENSAYO COMO CONFESION

An en las ms dispares y contradictorias definiciones del ensayo siempre ha


habido una caracterstica comn: su condicin subjetiva; y es este subjetivismo el
que paradjicamente causa la ambigedad y la dificultad en las definiciones, pues
como muy acertadamente dice Gmez de Baquero: "Lo subjetivo, lo personal, es
lo ms difcil de reducir a unidad, a definicin, a contorno" (142). Es, en efecto, lo
subjetivo al mismo tiempo la esencia y la problemtica del ensayo.
Resulta sin duda una exageracin el afirmar que "el ensayo es una relacin de
disposiciones de nimo e impresiones" (Routh 32), pues si bien es cierto que el
ensayista expresa lo que siente y cmo lo siente, no por eso deja de ser consciente
de su funcin peculiar de escritor en su doble aspecto de artista de la expresin y
de transmisor e incitador de ideas. Es decir, el lirismo innato del ensayista queda
modulado al ser sometido a la razn en un proceso ms o menos consciente o
patente de organizacin que lo haga inteligible y convincente, pues aunque el
ensayo no pretende convencer, todo buen conversador desea lograrlo; lo que por
otra parte no se puede conseguir sin proyectar lo que se est escribiendo como
algo sentido.
El ensayista escribe porque experimenta la necesidad de comunicar algo, por la
sencilla razn de que al comunicarlo lo hace ms suyo. Ramiro de Maeztu nos
dice en su ensayo "Sobre el discurso de Lord Salisbury": "La lectura del discurso
me caus una impresin profundsima" (35). Y nosotros despus de leerlo
experimentamos una vaga sensacin de haber estado charlando con Maeztu, o ms
incluso, de haber sorprendido sus pensamientos en un momento de reflexin.
Cuando el ensayista escribe, nos hace sus contemporneos, sus amigos y nos
permite penetrar en su mundo al entregarnos no slo sus pensamientos, sino
tambin el mismo proceso de pensar. Esta proyectada sinceridad es en definitiva la
que nos gana. Cmo dudar del ensayista cuando ste nos ofrece la confianza del
amigo al descubrirnos lo ntimo de sus pensamientos? As procede Santa Teresa
cuando con llaneza indica: "Vlame Dios, en lo que me he metido! Ya tena

olvidado lo que trataba, porque los negocios y salud me hacen dejarlo al mejor
tiempo, y como tengo poca memoria, ir todo desconcertado, por no poder
tornarlo a leer. Y an quiz se es todo desconcierto cuanto digo; al menos es lo
que siento" (64). Desde los comienzos del ensayo se ha destacado la sinceridad
del ensayista implcito, quien, por otra parte, reiteradamente lo seala en sus
escritos: desde Guevara, "Y porque no parezca hablar de gracia, tiempo es que
demos licencia a que diga en esto lo que siente mi pluma" (Epstolas, I: 220),
hasta Unamuno, "Yo, a fuer de buen espaol, improvisador, he improvisado estas
notas sobre mi pueblo, tal y como en m lo siento" (El porvenir, 152).
Si como hemos indicado el ensayista se expresa a travs de sus sentimientos, slo
lo basado en la propia experiencia tiene valor ensaystico. De ah que en el ensayo
no tenga cabida el pensamiento filosfico sistemtico ni el objetivismo cientfico,
en cuanto pretenden una comunicacin depositaria. La verdad del ensayista no es
un conocimiento cientfico ni filosfico, sino que se presenta bajo la perspectiva
subjetivista del autor y el carcter circunstancial de la poca. "Mi crtica renuncia
a ser imparcial", seala Maritegui, para aadir ms adelante: "Declaro, sin
escrpulo, que traigo a la exgesis literaria todas mis pasiones" (230-231). Por
ello no debe sorprendernos el estilo personalsimo de los grandes ensayistas,
aspecto que, lejos de causarnos confusin, debe reafirmarnos en lo esencial de
esta caracterstica; ya que al mostrarnos lo ntimo del escritor, su personalidad,
forzosamente se proyecta en un estilo singular. Tal es el recurso retrico de las
siguientes palabras de Julio Cortzar: "Yo que escribo esto tampoco s cambiar mi
vida, tambin sigo casi como antes" (II: 10). Los ensayos de Unamuno, por
ejemplo, no son simplemente la expresin del Unamuno implcito, son su misma
esencia.
Ante este contenido se nos da a conocer el verdadero alcance de la asociacin del
ensayista con el peridico. Para poder el ensayista vivirse en sus ensayos, es
necesario que escriba regularmente, que se sepa entre amigos, que converse con
los lectores que asiduamente lo leen, no como el escritor consciente y preocupado
del valor de la palabra escrita, sino con la confianza que emana de la charla de
caf. Slo as estar incitado a escribir tambin de las cosas en apariencia triviales
y a entregrsenos en cada rasgo de su pluma. Si los ensayos son producto de la
personalidad del escritor, tambin lo son de las circunstancias, de la poca en que
ste vive. Son, por as decirlo, el termmetro de la sociedad.
El ensayista, en su doble aspecto de estilista y de pensador, nos importa por su
humanidad, por la fuerza de su persona. De otro modo no le permitiramos tratar
temas pertenecientes generalmente al campo de la ciencia o de la filosofa y
evadirse al mismo tiempo de toda barrera que el objetivismo impone. Incluso
podemos decir que es el subjetivismo en la eleccin y desarrollo de los temas lo
que ms apreciamos en l. En la historia del ensayismo no es posible hablar de
escuelas, nicamente de ensayistas y de imitadores. Ningn ejemplo mejor que el
del ensayismo hispnico de la primer mitad del siglo XX, donde Unamuno,
Maeztu, Azorn, Ortega y Gasset, en Espaa, y Rod, Gonzlez Prada, Maritegui,
Reyes, en Iberoamrica, por mencionar nicamente algunos de los ms
sobresalientes, poseen de comn slo el hecho de reaccionar ante unas

circunstancias semejantes. Sus personalidades, sin embargo, son distintas; de ah


que los temas que en cada caso eligen, as como la manera de tratarlos, sean tan
diferentes en cada uno de ellos.
En el campo de la literatura, que es el reino del subjetivismo, se hace
especialmente imperiosa la crtica ensaystica. En las ltimas dcadas ha
prevalecido una crtica seudo-objetiva, heredera del cientificismo positivista del
siglo XIX, donde la personalidad del autor se elimina hasta el anonimato. Pero
todo intento de reducir la literatura a mero objeto, a comunicacin depositaria, se
cierra asimismo las puertas de la comprensin. Cuando la crtica no es cientfica,
sino literaria, no es objetiva sino subjetiva, establece el puente de un
entendimiento desde dentro, que hace posible el discurso humanstico. El crtico
no permanece fuera del texto y sobre el texto, sino que lo acompaa: hace ensayo.
Claro est, el escritor entonces se limita tambin en su campo de accin. As lo
seala Maritegui cuando inicia su ensayo "El proceso de la literatura" con las
siguientes palabras: "Me propongo, slo, aportar mi testimonio a un juicio que
considero abierto" (299). Al ensayista no le interesan, pues, los temas por los que
no se siente atrado. Del mismo modo la stira y la polmica no dan lugar por lo
general a ensayos. En la crtica literaria actual, el ensayo, a pesar de ser reducido
y es que los ensayistas como artistas no son numerosos ha alcanzado mayor
prestigio y se tiene en ms estima que los estudios objetivos: srvanos como
ejemplo Dmaso Alonso, Enrique Anderson Imbert, Alfonso Reyes.
El subjetivismo es, segn lo indicado, parte esencial del ensayo. Es esta
motivacin interior la que elige el tema y su aproximacin a l; y como el
ensayista expresa no slo sus sentimientos, sino tambin el mismo proceso de
adquirirlos, sus escritos poseen siempre un carcter de ntima autobiografa. El
"yo" del autor se destaca en todas las pginas, como estandarte que anuncia una
fuerte personalidad. As Julio Torri cuando nos dice: "Permitidme que d rienda
suelta a la antipata que experimento por las sensibilidades ruidosas" (15). Dentro
de la individualidad peculiar de cada ensayista, las notas autobiogrficas son
frecuentes en todos los ensayos, con independencia del tema de estos. Antonio de
Guevara, engredo en su persona, nos comunica desde su genealoga "Mi
abuelo se llam don Beltrn de Guevara, y mi padre tambin se llamaba don
Beltrn de Guevara, y mi to se llamaba don Ladrn de Guevara, y que yo me
llamo agora don Antonio de Guevara" (Epstolas, I: 73) hasta sus caractersticas
fsicas "Soy en el cuerpo largo, alto, seco y muy derecho, de las cuales
propiedades no tengo y de qu me quexar, sino de qu me preciar" (I: 75). Ms
distante en sus escritos, Ortega y Gasset evita a veces proyectar su crecimiento
emocional, para entregrsenos en el intelectual: "Durante diez aos he vivido
dentro del pensamiento kantiano: lo he respirado como una atmsfera y ha sido a
la vez mi casa y mi prisin" (Trptico, 65). El carcter autobiogrfico es tan
antiguo como el ensayo mismo y es precisamente en Montaigne donde llega a su
ms alto grado: "Estas son mis fantasas, en las cuales yo no trato de dar a conocer
las cosas, sino a m mismo" (387). Por lo que podemos decir que el ensayo en la
prosa corresponde a la lrica en la poesa.

El ensayista, como muy bien dice Prez de Ayala, "se supone que est animado
del deseo de declarar...su sentir y pensar; que traza, en mayor o menor grado, su
biografa espiritual y verifica su confesin" (IV: 995). Interpretado de este modo,
el escribir se convierte en una necesidad, en una forma de realizarse; as anota
Montaigne: "Yo no he hecho ms mi libro, que mi libro me ha hecho a m" (648).
El ensayista necesita, pues, de los ensayos como una exteriorizacin necesaria
para poder comprenderse; de ah su continuo: yo pienso, yo siento, yo amo, yo me
alegro, yo creo, etc., con que expresa su punto de vista, para hacerlo totalmente
suyo. Cmo interpretar si no la frase con que Prez de Ayala finaliza su ensayo
"Confesiones y creaciones": "Y perdonad este desahogo de amargura" (IV: 994).
El carcter confesional de los ensayos, consecuencia directa del subjetivismo, es
caracterstica constante de stos, a pesar de que en diversas pocas haya sido ms
o menos mitigado por las circunstancias ambientales o la personalidad del
ensayista. En las letras espaolas ya se hace patente en Guevara "Yo mismo a
m mismo quiero pedir cuenta de mi vida a mi propia vida, para que, cotejados los
aos con los trabajos y los trabajos con los aos, vean y conozcan todos qunto ha
que dex de bivir y me empec a morir. Mi vida no ha sido vida sino una muerte
prolixa" (Menosprecio, 175), y se presenta con mayor nitidez en Unamuno,
cuya obra es ya toda una pura confesin.
El tono confesional de los ensayos no es nada ms que una manifestacin del
egotismo connatural del ensayista. El escribe sobre el mundo que le rodea y su
reaccin ante l. El "yo" parece ser el centro sobre el que giran las ideas del
ensayo, y sin embargo su egotismo no es desagradable, porque slo ofende quien
adopta una posicin de superioridad, y el ensayista es nuestro igual, dispuesto a
considerar nuestras opiniones. Se nos entrega con pensamientos y reflexiones en
voz alta, como el amigo en busca de confidente. As, por ejemplo, el tono de
Alfonso Reyes cuando nos dice: "A este propsito, voy a contaros una modesta
experiencia personal" (109). Debemos tener tambin en cuenta, como seala
Alexander Smith, "que el valor del egotismo depende enteramente del egotista. Si
el egotista es dbil, su egotismo es despreciable. Si el egotista es fuerte, agudo,
lleno de personalidad, su egotismo es valioso, y se convierte en una posesin de la
humanidad" (36).

Dass der Essay, seit Montaigne, wesentlich Dialog


sei, ist in der gesamten Diskussion um die
Gattung ein Topos. Der Essay hat, noch unter
dem usseren Anschein der sachlich-monologischen
Abhandlung, dialogische Struktur: er spricht den Leser
als Partner an, tituliert ihn hufig und fingiert
dessen Einwrfe. Der Essay ist wesentlich "Unterhaltung".
Ludwig Rohner
10. EL CARACTER DIALOGAL DEL ENSAYO

El ensayista es acusado con frecuencia de proporcionar a sus ensayos cierto aire


coloquial. Y es que lo coloquial se identifica las ms de las veces con lo vulgar.
No obstante, aun dentro de los lmites estticos que cada poca lleva consigo, el
anlisis detenido de un texto literario parece apuntar que lo "vulgar" no se
encuentra en s, ni en el significado ni en el significante de la palabra, sino que el
tinte de vulgaridad lo adquiere sta cuando el escritor la usa desacertadamente.
Pero volvamos al principio. Al decir que el ensayo posee cierto aire coloquial,
slo pretendo resaltar su carcter conversacional. El ensayista dialoga con el
lector. Por ello seala Prez de Ayala: "He dicho muchas veces que mi manera de
entender el periodismo literario consiste en suponer, al momento que estoy
escribiendo, no tanto que manejo la pluma cuanto que mantengo una
conversacin, de inmensurable radio, con todos esos amigos invisibles, incgnitos
y para m innominados, que son los lectores" (IV: 992).
Bien mirado pues, si el ensayista, en una proyeccin de su misma personalidad,
transmite sus pensamientos con la naturalidad que le impone el hacerlo al mismo
tiempo que los piensa y segn estos son pensados, no puede, ni debe evitar las
expresiones coloquiales que con sencillez emanen en su proceso. Cortzar asume
en el texto que su lector hace signos de cansancio por la prolongacin del ensayo
y aade: "Soy sensible a estas insinuaciones pero no me ir sin una ltima
reflexin" (I: 157). Unamuno, del mismo modo, nos dice en un momento de
excitacin: "Y a quien le pareciere esto una paradoja, con su pan se lo coma, que
yo no voy a explanarlo aqu ahora" (Viejos, 11). Y lejos de producir en nosotros
una mueca de rechazo, nos une, no ya slo intelectual, sino emocionalmente
tambin, a lo que nos comunica, con la sensacin de que nos hace confidentes de
algo que le oprime y que necesita desahogar ante el amigo.
Si hay alguna expresin comn a los ensayistas de todos los tiempos, es aquella
que hace referencia al carcter dialogal del gnero. El ensayista conversa con el
lector, le pregunta sus opiniones e incluso finge las respuestas que ste le da:
"Oydo lo que hemos dicho y visto lo que hemos contado, pregunto agora yo al
lector de esta escritura: qu es lo que le paresce devra escrevir destos tiempos mi

pluma?" (Menosprecio, 157), nos dice Antonio de Guevara en los comienzos de la


ensaystica espaola. Angel Ganivet, ms moderno y directo, seala: "Para
terminar esta conversacin excesivamente larga que he sostenido con mis lectores,
y considerando que hasta aqu todo ha sido retazos y cabos sueltos, y que no
estar de ms defender alguna tesis sustanciosa, voy a sentar una que formular al
modo escolstico" (I: 138). Tal compenetracin y aparente intercambio de ideas
con el lector es tan intenso, que el ensayista con harta frecuencia evita hacer
referencia al proceso de escribir al referirse a su obra, y prefiere suponer que ha
estado "conversando" con el lector (como Ganivet), o alude a lo que ste ha
"oydo" (como Guevara). Incluso, a veces, se dirige al lector con fingido enojo, as
dice Montaigne: "Si mis comentarios no son aceptables, que otro comente por m"
(104). Y es que el ensayista no presenta nada terminado, sino que desarrolla sus
ideas al escribirlas, y no lo hace en la forma sistemtica del que expone algo
preestablecido, sino al modo del que piensa en el proceso mismo de escribir, y
cuyo texto se presenta como un producto en el que el lector est ya colaborando:
"Y ya que nos hemos lanzado por este firmamento de los smbolos, recordaremos
la fbula ..." (Reyes 103). De ah que la lectura del ensayo no pueda ser pasiva.
Nada hay en l seguro. Todo parece provisional y sujeto a revisin. De hecho el
ensayista espera la participacin activa del lector y le exige que proyecte aquellas
sugerencias apenas apuntadas en el ensayo y vueltas a dejar en el rpido cabalgar
de la "conversacin". Por ello son frecuentes las ocasiones en que el ensayista
interpela al lector: "Pues bien; yo pregunto a los lectores desapasionados"
(Altamira 110). O se excusa: "Perdn, lector, por la mucha largura y prolijidad
que va explayando este ensayo" (Prez de Ayala III: 637). Es decir, su ideal queda
expresado en las palabras de Unamuno: "Mi empeo ha sido, es y ser que los que
me lean, piensen y mediten en las cosas fundamentales, y no ha sido nunca el
darles pensamientos hechos" (Mi religin, 14).
El ensayo es, en efecto, dilogo; pero en l el dilogo se establece con el lector,
considerado ste no como una persona determinada, sino como un miembro de "la
generalidad de los cultos". De ah la diferencia que existe entre el ensayo y el
dilogo como forma literaria. Al tratar de escribir un ensayo en forma dialogal, se
corre el peligro de que el lector se convierta en espectador, por ser incapaz de
poner su pensamiento al nivel del de aquellos personajes del dilogo, y que por
ello adquiera una actitud pasiva que en el acto le hara perder inters por lo
escrito, por lo que "los otros" estn discutiendo. Tal reaccin parece en s lgica,
ya que, incluso en los dilogos entre dos personas, la identificacin del lector con
uno de los personajes se hace muy delicada. Por una parte, la libertad en el
tratamiento del tema queda forzosamente restringida a la contestacin de ciertas
preguntas, le parezcan o no stas necesarias o apropiadas al lector. Por otra parte,
aun concediendo que uno de los personajes se identifique con el autor implcito, si
el lector posee una mente ms gil que la del otro dialogante, las preguntas de ste
le parecern infantiles, lentas o sin inters. Y si por el contrario el lector es ms
tardo, las preguntas, subconscientemente, le humillarn e impedirn meditar, o
proyectar en su propio mundo interior las sugerencias que se apunten en el
transcurso de la exposicin. En cualquiera de estos casos lo escrito dejar de ser
ensayo. No quiere ello decir que la forma dialogal se oponga a la esencia del
ensayo (de hecho Platn llega a convertir partes de sus dilogos en verdaderos

ensayos), sino ms bien seala la barrera que la forma dialogal establece entre el
escritor y el lector.
En realidad, la diferencia intrnseca entre el dilogo como forma literaria y el
ensayo se encuentra en que el primero indica explcitamente una posible
interpretacin de lo expuesto por el autor, mientras que en el ensayo hay varias
interpretaciones a distintos niveles que se hallan slo implcitas en la obra. Por
ello, en tanto el dilogo se limita en la calidad del pblico a quien se dirige, el
ensayo deja abierto su radio de accin. En el dilogo, uno de los personajes se
identifica con el autor, pero los dialogantes secundarios establecen el carcter de
los lectores a quienes se destina. En el ensayo, por el contrario, como la
interpretacin depende del lector individual, sea cual fuere la agilidad mental de
ste, encontrar en l un frtil campo de ideas; y slo el resultado final podr
variar en las diversas categoras de lectores. El propsito del ensayo, incitar al
lector a la meditacin, se cumplir independientemente del nivel de respuesta. En
otras palabras, el ensayo es un dilogo donde uno de los personajes es el autor y el
otro es el lector. Adems, una vez que superamos el aspecto superficial de la
forma, y penetramos en la esencia de lo escrito, no es raro encontrar una inversin
de los trminos formales: un dilogo dinmico por naturaleza, puede llegar a
adquirir un carcter esttico (as Fray Luis de Len en De los nombres de Cristo),
mientras que el ensayo, sin poseer la forma dialogal, comparte con el verdadero
dilogo su energa inmanente.

De todos [los ensayos], si son buenos, puede decirse


que comienzan y acaban en cada pgina. Los temas
son varios y permiten, casi obligan, a una lectura guiada
slo por el azar de la ocasin. El ensayo es filosofa
"da camera". Un libro que agrupe varios ensayos dispersos,
o que trate de un solo tema en estilo ensaystico,
es como esas obras musicales que se llaman "suites"
en las que verdaderamente no hay continuidad [...]
y a las que presta unidad solamente el estilo del autor.
Eduardo Nicol
11. EL ENSAYO COMO FORMA DE PENSAR

La condicin peculiar del ensayo, que lo hace depender de una armoniosa


simbiosis de la idea con la "voluntad de estilo", queda, con harta frecuencia,
errneamente caracterizada con aquellas interpretaciones que slo lo consideran
en uno de sus elementos, o en las que todo parece subordinado a los conceptos
que en el ensayo puedan exponerse. Observemos la siguiente afirmacin de
Eduardo Nicol: "Para el ensayista nato, el ensayo es una forma de pensar; para el
filsofo nato, el ensayo es una forma ocasional de exponer lo ya pensado con
distinto artificio" (208). En una primera impresin parece que tal aserto est de
acuerdo con lo hasta ahora expuesto en mi estudio. Un examen ms detenido nos
har notar, sin embargo, la completa independencia que Nicol establece entre el
ensayista o filsofo y el ensayo. Y esto nos lleva al meollo del asunto: Mientras
que en la novela y en el teatro (la poesa en esto se asemeja ms al ensayo) quizs
es legtimo el establecer tales independencias, que a fin de cuentas quedarn
neutralizadas, por ejemplo, por los juicios de buenas o malas novelas, en el ensayo
no es posible mantener tal separacin. Estamos de acuerdo con Nicol de que para
el ensayista el ensayo es una forma de pensar. Y sin duda lleva razn cuando
seala que el filsofo escribe lo ya meditado con anterioridad; lo que no se puede
hacer es llamar "ensayo" a lo escrito por ste, ya que se opone a la esencia misma
de la ensaystica. Veamos: puesto que el material a exponer est ya pensado, la
forma de hacerlo estar supeditada al pblico a quien se destina. Si ste es el de
los profesionales de la filosofa, nuestro filsofo se ver forzado a seguir una
exposicin sistemtica y a hacer uso del vocabulario tcnico pertinente. El
resultado ser un tratado filosfico. Si el pblico a quien se destina la obra es
ajeno al gremio de los filsofos, como lo que se pretende exponer haba sido
meditado previamente con todo rigor, nuestro filsofo se ver obligado a resumir
y a dar rodeos para substituir aquellos trminos incomprensibles para la
generalidad de los cultos. Tendr que, en definitiva, escribir una obra de
vulgarizacin y no un ensayo.

Cuando digo que el ensayo es una forma de pensar, quiero indicar que est escrito
al correr de la pluma, como dilogo ntimo del ensayista consigo mismo: "Para
responder a las preguntas que insistentemente quebrantan mi reposo he escrito
este ensayo personal" (I: 30), nos dice Antonio Pedreira en Insularismo. Por ello
slo al ensayista le permitimos negarse o contradecirse en aquello que unas lneas
antes o en aquel mismo momento acababa de decir. As, no slo no ofende sino
que crece en nuestro aprecio Santa Teresa cuando de forma espontnea escribe
refirindose al alma: "De manera, que an no s yo si le queda vida para resolgar.
Ahora lo estaba pensando y parceme que no" (85). De este modo, por medio del
estilo ensaystico, adems de conseguirse el dinamismo y cercana del dilogo
(como indicamos en la seccin anterior), se gana igualmente en credibilidad. El
lector de ensayos, al compenetrarse en la lectura, se siente ser testigo de la labor
creadora del autor y, como tal, ms capaz de percibir el verdadero contenido de lo
escrito, con la vaga sensacin de ser tambin de algn modo obra suya. Pongamos
de nuevo un ejemplo tomado de Las moradas de Santa Teresa, obra cuyo valor
esttico adquiere proporciones insospechadas al analizarla desde el campo de la
ensaystica: "Deseando estoy acertar a poner una comparacin para si pudiese dar
a entender algo de esto que voy diciendo, y creo que no la hay que cuadre; ms
digamos sta" (150). La comparacin, que parece salir de nuestras mismas manos,
no slo la aceptamos, sino que estaramos dispuestos a defenderla como algo
propio.
Esta transcripcin del pensamiento segn fluye a la mente del ensayista, se opone,
claro est, a la sistematizacin del tratado. Pero el buen ensayo nos absorbe de tal
modo en el proceso generativo de las ideas que nos impide volver la vista atrs,
evitando as cualquier intento de visin de conjunto, por lo que el desorden que
podra observarse en un anlisis meticuloso, es imperceptible al lector. Srvanos
Unamuno, ningn modelo mejor, en la aproximacin a esta caracterstica del
ensayo, ya que no slo la casi totalidad de su ensaystica ejemplariza este aspecto,
sino que l mismo se muestra consciente del mrito que su maestra supone: "Una
vez que me he decidido a escribir de cosas de tcnica literaria, ruego al lector no
profesional que me tolere, y desde ahora le aseguro que, aunque s por donde he
empezado este ensayo o lo que fuere, no s por donde lo he de acabar. Y de
esto es, precisamente, de lo que quiero escribir aqu; de esto de ponerse uno a
escribir una cosa sin saber adnde ha de ir a parar, descubriendo terreno segn
marcha, y cambiando de rumbo a medida que cambian las vistas que se abren a
los ojos del espritu. Esto es, caminar sin plan previo, y dejando que el plan surja.
Y es lo ms orgnico, pues lo otro es mecnico; es lo ms espontneo" (Ensayos,
I: 588).
Unamuno seala que el ensayo "es lo ms espontneo", pero debemos tener
cuidado en la interpretacin del trmino. La espontaneidad a la que Unamuno se
refiere es, desde luego, la etapa decisiva en el proceso de escribir un ensayo, mas
no la nica. Esta espontaneidad sigue a una profunda y quizs larga meditacin; y
es seguida por una reexaminacin de lo ya escrito, donde se pule el estilo y se
precisan las ideas. El ensayista se siente reaccionar ante una situacin y transcribe
la reaccin misma con la espontaneidad con que es sentida; pero tal reaccin, a su
vez, es producto de una previa meditacin. De este modo debemos entender a

Montaigne cuando dice: "As como mis pensamientos se presentan, as yo los


amontono, ya se precipiten en tropel, ya se arrastren en fila" (388). Pues a pesar de
tal aserto, una somera comparacin de la primera versin de este ensayo, "Sobre
los libros", 1580, con la edicin definitiva, 1595, pone al descubierto la multitud
de intercalaciones con que Montaigne fue perfeccionndolo. Para aquellos que
nicamente prestan atencin a lo superficial, una expresin de Ortega y Gasset tal
como: "Tenemos que concluir cuando empezbamos a empezar" (Notas, 105), al
finalizar su ensayo "Meditacin del marco", sera base suficiente para calificar de
improvisacin a todo el ensayo. Su lectura atenta, sin embargo, demuestra una
intensa meditacin y profundidad de contenido. De hecho la espontaneidad no
reside en la esencia de lo que se dice, sino en el mtodo y camino seguido.
Cuando Julio Cortzar nos dice sobre sus reflexiones que "son cosas que uno
piensa cuando est embutido en una platea del teatro des Champs Elyses y Louis
[Armstrong] va a salir de un momento a otro" (II: 13), est yuxtaponiendo dos
tiempos: lo meditado durante la representacin en el teatro y la recreacin escrita
posterior; y aunque la idea original era algo que haba ido madurando entre un
instante y el otro, el ensayista desea capturarla con la frescura de su gestacin
inicial. Por ello, de todos los gneros literarios, el ensayo es probablemente el
menos expuesto a la tirana de las escuelas literarias, ya que en l, precisamente
por su espontaneidad, domina la personalidad del autor, quien en definitiva
imprime el carcter al ensayo.
De lo dicho anteriormente se deduce que el proceso de escribir un ensayo est
dividido en tres etapas: una preliminar en la que se medita sobre el tema a tratar;
otra, la ms fundamental, en la que se escribe el ensayo; y una tercera en la que se
corrige y perfecciona lo ya escrito. Mientras estas tres etapas son, en su orden
general, comunes a los otros gneros literarios, las relaciones entre ellas poseen un
carcter peculiar en el ensayo. La primera, la meditacin es tan independiente del
ensayo mismo, que si bien es el primer paso para la creacin de ste, se encuentra,
no obstante, completamente desligada del proceso mismo de creacin. Es decir, no
toda meditacin va a estar seguida de un ensayo, y el ensayista nunca se pone a
meditar como camino a seguir para escribir un ensayo. El proceso es simplemente
el opuesto: escribe un ensayo porque la meditacin le incit a ello. Me explicar:
el ensayista que lee un libro, u observa un cuadro o un paisaje, y que se siente
reaccionar, y que plasma dicha reaccin en un ensayo, lo hace no tanto para la
posterioridad, como por ser ste su propio modo de pensar. La meditacin que dio
origen al ensayo es algo marginal. Una vez que el ensayista empieza a escribir, la
forma en que fluye el pensamiento y el desarrollo del ensayo coinciden. El
ensayista necesita de ese dilogo ntimo, consigo mismo o con un imaginario
lector, para poder seguir pensando; de ah que el ensayo se convierta en una forma
de pensar. Por ello no debe extraarnos que Ortega y Gasset finalice un ensayo
"La forma como mtodo histrico" con las siguientes palabras: "Sobre este asunto
quera yo haber escrito el presente captulo. Pero me encuentro al final con que
slo lo he mentado en el ttulo. Qu le vamos a hacer!" (Espritu, 31). El
ensayista es, al fin y al cabo, un conversador. Y nosotros, en un anlisis de tales
palabras, le podramos preguntar a Ortega y Gasset si en verdad trat de escribir
un ensayo sobre el tema apuntado en el ttulo, o fue ms bien el tema del ttulo el
que le sugeri la digresin que plasma en el ensayo que tratamos. En efecto, todo

l parece ser en s una digresin que comienza y acaba con el tema indicado en el
ttulo; con lo que ste pasa en realidad a formar el marco del ensayo. Pero de la
relacin ttulo-contenido me ocupar ms adelante.
El ensayista no slo se vale en el desarrollo del ensayo de un proceso de
asociaciones, sino que cuenta tambin con la capacidad del lector para establecer
otras nuevas en un intento de proyeccin en infinitas direcciones y a diversos
planos de profundidad. Naturalmente, esto motiva que un ensayo pueda comenzar
en cualquier momento; y del mismo modo que no existe un principio definido,
tambin puede terminarse en cualquier pgina. Los temas se introducen y se
abandonan segn las conveniencias del momento; por lo que son frecuentes las
expresiones como las siguientes de Octavio Paz: "No puedo detenerme ms en el
anlisis del tema" (Posdata, 140), o de Prez de Ayala: "Ya hablaremos de esto
otro da" (IV: 996). Los ensayos son como la charla de caf que hay que terminar
al llegar la hora de ir a casa, prometiendo continuarla al da siguiente, pero que en
realidad, al cambiar las circunstancias del momento raramente se hace: "Va siendo
demasiado para un solo da. Proseguiremos nuestra histrica caminata en
prximos ensayos" (IV: 1058), indica Prez de Ayala en su ensayo "El arte del
estilo". Y el lector interesado en lo escrito, contina l mismo aquellas
proyecciones interrumpidas por el autor, sin pensar por un momento en ir a buscar
en otras pginas la continuacin prometida. La realidad es que un ensayo no se
puede continuar. Podemos, si as lo deseamos, escribir otro ensayo sobre el mismo
tema, e incluso que sea complementario del anterior, pero al haber variado las
circunstancias que dieron lugar al primero, el enfoque del nuevo ensayo ser
tambin distinto.
Tal caracterstica no le hace perder al ensayo en su valor; ms bien lo enriquece. Y
es que el ensayo, al contrario de los tratados, persigue slo aquello que sabe que
no podr alcanzar plenamente: en este sentido es fragmentario como la vida
misma. De ah que el valor de los ensayos sobreviva a la poca que los vio nacer.
Slo lo que pretendi ser completo, caduca. "Conviene aqu hacer un parntesis
para no caer en el riesgo de dar los toques definitivos a esto que parece ya un
esbozo bastante desarrollado" (56), nos dice Mara Teresa Martnez, indicando
explcitamente el sentir de los ensayistas. Ya que el propsito del ensayo es
nicamente, con palabras de Daz Plaja, "mostrar un camino" (11).

Je me suis present moy-mesmes moy, pour


argument et pour subject. Ainsi, lecteur,
je suis moy-mesmes la matire de mon livre.
Michel E. Montaigne
12. CONTINUACIN DE LOS ENSAYOS EN ORDEN CRONOLGICO

En el transcurso de este estudio el nombre de Montaigne se repite una y otra vez


como ejemplificacin de las caractersticas comentadas. Y es que Montaigne no
slo fue el primero en usar la palabra "ensayo" refirindose a una nueva
modalidad literaria, sino que los Essais siguen siendo todava hoy un modelo
apropiado para caracterizar el gnero ensaystico. Montaigne comenz a escribir
sus ensayos a los 38 aos de edad, en 1571, y sigui escribiendo hasta 1592, ao
de su muerte. El mismo los recogi en tres libros divididos en captulos, donde
cada uno de ellos est formado por un ensayo dispuesto en orden cronolgico
segn la poca en que fue escrito. Montaigne llama captulos a cada uno de los
ensayos, a pesar de que en ellos se trate de los ms diversos temas, sin establecer
ninguna aparente conexin que los enlace. Lo importante en los Essais no es, sin
embargo, que se hable "Sobre la tristeza", o "Sobre las costumbres de la isla de
Cea", o "Sobre los coches", sino que sea Montaigne quien lo haga. Y ste es
precisamente el vnculo de unin: el hombre de carne y hueso Michel de
Montaigne. Es as como la divisin en captulos adquiere toda su trascendencia y
queda justificada su disposicin en orden cronolgico, pues Montaigne mismo
dej dicho en el prefacio del libro: "As, lector, soy yo mismo la materia de mi
libro". Podemos de este modo decir que los Essais son la verdadera autobiografa
de Montaigne. No una autobiografa en el sentido tradicional, en la que se da tanta
importancia a lo mecnico y a lo externo, sino ms bien una que representa el
crecimiento emocional e intelectual del hombre Montaigne implcito en los
ensayos. De ah la importancia de reunir los escritos de un ensayista siguiendo el
orden cronolgico de su fecha de composicin, pues slo as se nos hace
comprensible la evolucin que tuvo lugar en el escritor como hombre. Es decir,
podemos aplicar al ensayista, con tanta propiedad como al poeta, las siguientes
palabras de Octavio Paz: "Los poetas no tienen biografa. Su obra es su biografa"
(Los signos, 103).
En todo ensayo, por consiguiente, hay en potencia dos niveles de comprensin.
Uno, primerizo y en realidad incompleto, donde se considera el valor del ensayo
per se, sin relacionarlo al autor ni a su obra. Otro, ms fecundo, que presupone el
primero y en el que el ensayo es estimado como proyeccin del autor. De este
modo la lectura de Espaa invertebrada, publicada en 1921, puede hacerse
independiente del hombre Ortega y Gasset, y sin relacionarla a otras obras suyas.

El libro, como verdadero ensayo, posee desde luego un valor permanente, pero no
hay duda de que adquiere su autntica dimensin al ser comparado con la Historia
como sistema, que data de 1935, y con Una interpretacin de la historia
universal, de 1948. Lo mismo podramos decir de Facundo o civilizacin y
barbarie, de Domingo Faustino Sarmiento, publicado en 1845 y cuyas
reflexiones, aunque se proyectan en el mbito argentino, tienen como verdadero
protagonista al mismo Sarmiento; pero el texto en s es nicamente un primer
captulo de su "autobiografa" intelectual que se complementa en Conflicto y
armona de las razas en Amrica de 1883-1888. Y es que si el ensayo es una
forma de pensar donde el ensayista fija sus reflexiones al modo de confesin
ntima, el crecimiento de su personalidad es tambin de inters para el lector, y, a
veces, aspecto decisivo en la interpretacin particular que se d a lo escrito.
Bstenos un ejemplo concreto como muestra de las mltiples dimensiones que tal
aspecto puede adquirir: Unamuno, en su apasionado egotismo, decidi escribir
"como quien habla o dicta, sin volver atrs la vista ni el odo, hacia adelante,
conversacionalmente, en vivo, como hombre y no como escritor" (Mi religin,
152); por lo que nos llega a decir: "Reclamo mi libertad, mi santa libertad, hasta la
de contradecirme si llega el caso" (Mi religin, 14). Y como el lector de ensayos
no va en busca de soluciones, esta sinceridad del Unamuno implcito le contagia y
le atrae con indescifrable fuerza, pero tambin le da conciencia de la ntima
relacin que en lo sucesivo va a existir entre lo escrito y el hombre Unamuno que
se proyecta. Por ello en la lectura del ensayo "Mi religin" y de la novela, tan
rebosante de ensayismo, San Manuel Bueno, mrtir, no nota el lector en ellos
tanto la contradiccin implcita en ambas obras, como el hecho de que estn
separadas por los turbulentos aos que van de 1907 a 1930. En "Mi religin"
habla el Unamuno todava impetuoso que se cree con el deber de agitar a las
masas: "Es obra de misericordia suprema despertar al dormido y sacudir al
parado, y es obra de suprema piedad religiosa buscar la verdad en todo" (15). En
San Manuel Bueno es el Unamuno maduro, que ha vivido la trgica experiencia
de seis aos de destierro, durante los cuales tuvo tiempo de meditar sobre su
pueblo; es el Unamuno que al sentir cercana su muerte ve desde nueva perspectiva
la vida; y es, en fin, el Unamuno que ahora nos dice que el pueblo "cree sin
querer, por hbito, por tradicin. Y lo que hace falta es no despertarle" (Dos
novelas, 24).

El que escribe un ensayo se lanza a un


etreo espacio, donde prcticamente nada
cohbe ni dirige su albedro.
Jos Ortega y Gasset
13. EL ENSAYO CARECE DE ESTRUCTURA RGIDA

En los estudios generales sobre la ensaystica se ha ponderado en exceso este


aspecto peculiar del gnero, cuyo estudio aun cuando constituyendo una de sus
caractersticas primordiales, slo puede ser significativo si se efecta desde un
ngulo de comparacin. Con frecuencia se ha mencionado la falta de estructura
sistemtica en los ensayos para despus, despectivamente, considerarlos como
algo incipiente, primerizo; y es que las afirmaciones de los mismos ensayistas
slo deben de ser interpretadas en el conjunto de su obra. As, se cita
frecuentemente a Montaigne para destacar el carcter informal del ensayo, sin
advertir que la afirmacin de que su estilo es "un decir informe y sin regla, una
jerga popular y un proceder sin definicin, sin divisin, sin conclusin" (620),
representa un formidable grito de libertad y de madurez.
Al decir que el ensayo no posee una estructura rgida, se pretende establecer una
distincin entre ste y aquellos escritos, destinados a la comunicacin depositaria,
caracterizados precisamente por una rigurosa organizacin tanto formal como de
contenido. En esta categora entran entre otros el tratado que la creciente
especializacin moderna ha hecho prcticamente desaparecer, el discurso, el
artculo de las revistas especializadas, la monografa. Cito estas formas de la prosa
didctica para dar nfasis a lo inoperante de la extensin del escrito en el
momento de establecer diferencias. Por otra parte, en lo externo tampoco parece
haber distincin entre dichas formas de la didctica y el ensayo; para encontrarla
hemos de sobrepasar lo superficial y penetrar en su desarrollo y contenido.
En el tratado y por extensin en el discurso, en la monografa aunque en lo
sucesivo no se mencionen destaca lo metdico, mientras que en el ensayo
prevalece lo aforstico. Esto de ningn modo significa que el ensayo se escriba a
tono de prueba, sino que para el ensayista el mtodo, en la manifestacin
mecnica del discurso depositario, es secundario y negativo, pues entorpece la
libertad creativa del escritor. En realidad el ensayista, como Unamuno, piensa que
"el lector sensato pondr el mtodo que falta y llenar los huecos" (En torno,
145). De ah que el ensayo, en proyeccin orgnica, progrese por medio de
asociaciones y de intuiciones en oposicin al orden lgico que sigue el cientfico.
Y por ello, mientras el cientfico, una vez establecido el propsito de su
investigacin, pierde en gran medida la libertad al verse forzado a seguir el orden

que su mtodo le determina, el ensayista es libre de continuar, aplazar o


simplemente interrumpir el tema comenzado, como Prez de Ayala seala en
expresin cuyo sentido es propio de la ensaystica: "Nos hemos extendido
demasiadamente. En ocasin prxima proseguiremos este deshilvanado palique"
(III: 483). En el tratado la informacin se presenta sin ambigedad, proyectando
una sola posible interpretacin, mientras que el ensayista, cuyo objetivo es
problematizar el discurso axiolgico del estar, nicamente reflexiona sobre el
tema sin pretender imponer una posicin ni tratar de ser exhaustivo, y su ideal
bien podra quedar representado por las siguientes palabras de Unamuno:
"Examinar digo, y mejor dira dejar que examine el lector, presentndole
indicaciones y puntos de vista para que saque de ellos consecuencias, sean las que
fueren" (En torno, 51).
En realidad el ensayista se considera parte de la aristocracia de los escritores,
despreciando en cierto modo la labor metdica del investigador por considerarla
como algo mecnico, carente de ingenio y de valor esttico. De esta forma pueden
ser interpretadas las siguientes palabras de Ganivet: "Esas ideas, que sin orden
preconcebido, y pudiera decir con desorden sistemtico, irn saliendo como
buenamente puedan, tienen el mrito, que sospecho es el nico, de no pertenecer a
ninguna de las ciencias o artes conocidas hasta el da y clasificadas con mejor o
peor acierto por los sabios de oficio; son, como si dijramos, ideas sueltas, que
estn esperando su genio correspondiente que las ate o las le con los lazos de la
lgica" (I: 61-62). No debemos, sin embargo, deducir de lo indicado que el
ensayista sea ajeno al pensamiento cientfico; nada ms lejano. Lo que sucede es
que mientras para el cientfico lo esttico es accidental, para el ensayista es
esencial. El investigador busca como fin el exponer los resultados de su labor, por
lo que subordina lo artstico a la rigidez del mtodo, la claridad a la precisin
tcnica: su objetivo es la comunicacin depositaria. El ensayista es ante todo un
escritor y como tal busca la perfeccin en la expresin, contando con su propia
personalidad para dar unidad a sus reflexiones: como obra literaria se propone una
comunicacin humanstica. "Aqu tolere el lector [nos dice Unamuno] que,
dejando por el pronto suspendido este oscuro cabo suelto, prosiga el hilo de mis
reflexiones" (En torno, 20). Y si bien resultara en vano el intento de buscar una
uniformidad temtica o estructural en el ensayo, el "yo" del autor est presente en
cada una de sus frases; en tanto que en el tratado se retrae hasta desaparecer en el
anonimato. El tratado interesa por el tema sobre el que diserta; en el ensayo es
ms importante el autor que escribe, que el tpico sobre el cual escribe.
Esta posicin intermedia que hace al ensayo cabalgar a los lomos de lo cientfico
y de lo esttico, en la bsqueda de un difcil equilibrio, es lo que le da carcter al
gnero y al mismo tiempo lo relega a un lugar secundario en el momento de ser
estudiado en los centros docentes. La literatura espaola abunda en ejemplos al
propsito, y quizs ninguno tan representativo como el de Ortega y Gasset. Sus
lectores estn de acuerdo en considerar su obra como algo excepcional tanto por
las ideas que expone como por el valor literario de sus escritos. No obstante, en
los cursos de literatura, ofuscados en los tradicionales gneros de teatro, poesa y
novela, se omite a Ortega o se le cita de pasada. Los filsofos, por su parte,
desinteresados del valor esttico de un escrito, prefieren concentrarse en los

tratados en busca del orden lgico externo y la enseanza directa. De ah que los
"filsofos" lo posterguen a un plano secundario por considerarlo "literatura" y los
estudiosos de la literatura procedan del mismo modo por considerarlo "filosofa".
Hemos indicado ya que el ensayo carece de estructura rgida y que precisamente
una de las diferencias con el tratado es la falta del orden lgico que ste posee. No
quiere esto decir, sin embargo, que el ensayo carezca de concierto; lo que sucede
es que ste es de disposicin distinta. El ensayo es subjetivo y el tratado es
objetivo. En el ensayo el orden es interno, es el del yo-subjetivo del autor,
mientras que en el tratado es el externo predispuesto por el carcter de la misma
investigacin. En el ensayo el orden es siempre ms real que aparente y se
presenta tanto ms obvio cuanto ms profundizamos en lo escrito. En el tratado el
proceso inverso es ms frecuente, y, adems, como depende de un sistema
externo, est sujeto a la marcha del progreso que lo har inevitablemente caduco.
As, mientras se leen todava con valor actual los ensayos de Montaigne o Bacon,
los tratados que se escribieron en su poca han cado decididamente en el olvido.
El valor permanente del ensayo se lo proporciona su carcter de ntimo dilogo
entre el pensar del autor implcito y las proyecciones que realiza el lector. El
ensayista piensa ante nosotros, y la dimensin humana que as consigue ser
siempre un lazo de unin con el lector de todos los tiempos, pues, repitamos, no es
tan importante lo que dice como el ver palpitar a un ser que se vive, y que
precisamente por ello nos hace meditar en nuestra realidad ntima en relacin con
su circunstancia. Unamuno nos dice: "Al llegar aqu tenemos que traer a cuenta
algn 'hecho' que sirva de hilo central a nuestras reflexiones, que seguirn, sin
embargo, sin atarse a l, ondulando ac y all, fuera de maroma lgica, para
engendrar en el alma del lector el nimbo, la atmsfera de donde vaya surgiendo
algn tema" (En torno, 63). Este es el secreto de la permanencia del ensayo: el ser
fragmentario, el ser incompleto sin la participacin del lector. Por ello todo buen
ensayo tiene siempre algo de actual, distinto para cada poca y para cada lector; es
la atmsfera de que nos habla Unamuno, que luego motivar infinitas intuiciones
y proyecciones, no tanto por lo escrito en el ensayo, como por la aportacin del
lector eterno.
De este modo, aquello que en un principio pareca ser defecto del ensayo, vemos
ahora que es una de las caractersticas que lo hacen ser parte del discurso
humanstico. El tratado, en busca de la objetividad, se expresa en un monlogo
didctico que se dirige al especialista con el propsito explcito de mostrar algo
concreto incluso en el caso de los tratados filosficos (tngase en cuenta que no
me refiero a los ensayos filosficos que son en definitiva ensayos y no tratados)
; de ah que caduque tan pronto como el progreso lo supere o vare la
mentalidad de la sociedad que lo produjo. El tratado pretende ensear, es la
dimensin depositaria de la educacin, el ensayo sugerir, incitar; el tratado se
expresa en trminos tcnicos como corresponde al especialista, el ensayo se
encamina a la generalidad de los cultos en un ansia de ser trascendental.
En conclusin, nada ms a propsito para cerrar las reflexiones de esta seccin
que la siguiente cita de Unamuno, extremada si se quiere, pero que en s encierra
la esencia ensaystica: "Si quieres, lector X, leer cosas coherentes, y transparentes

y claras, y enlazadas lgicamente, y que tengan principio, medio y fin, y que tiren
a ensearte algo, bscalas en donde quieras, menos aqu" (Soledad, 20).

There is one special peculiarity of structure that


may characterize the essay... It is not, indeed,
a peculiarity that all essays have... but it is so far
from uncommon that the student of the essay needs
to have its nature in mind from the beginning and
to recognize its legitimacy, under the proper
circumstances. This is the quality of discursiveness.
Ralph D. O'Learly
14. LAS DIGRESIONES EN EL ENSAYO

El ensayo es como un paseo intelectual por un camino lleno de contrastes, en el


que la diversidad de paisajes motiva abundancia de ideas que emanan con
naturalidad en el discurso. Su supuesta incoherencia es la misma del ser humano
pensante ante la inmensidad de lo creado. Es, sin duda, el "yo" que reacciona,
pero tambin un "yo" consciente de ser slo un compuesto de innumerables
fragmentos de vida, hechos propios al reconocerse en lo que le rodea en un
esfuerzo por sentirse ser. De ah que la unidad estructural en el ensayo no sea la
lgica, en cuanto producto nicamente de un sistema racional externo, sino la
orgnica, la emotiva, procedente de la experiencia que nos muestra el "yo" a
travs del sentirse reaccionar ante "lo dems" o ante "lo otro" en s mismo.
Naturalmente, ello no significa que la unidad estructural externa no tenga cabida
en el ensayo, ya que ambas pueden coincidir y de hecho as sucede en sobradas
ocasiones. Lo que s conviene tener presente es que sta queda subordinada a la
unidad interior, emotiva.
Del mismo modo que en un paseo por la montaa, la montaa misma puede ser
algo secundario si nos entretenemos en observar los rboles, o en el correr rpido
de un arroyo, o en el revolotear de unas aves, as tambin en el ensayo el tema
propuesto puede llegar a ser secundario en relacin a las posibles digresiones en
las que el ensayista se proyecte. Tales las reflexiones sobre Mxico en el ensayo
"Discurso por Virgilio" de Alfonso Reyes. Virgilio y su obra se convierten en el
marco que contiene y proyecta el pensamiento de Reyes sobre Mxico y que
motiva las palabras finales de "Virgilio me ha llevado tan lejos! La ausencia y la
distancia nos ensea a mirar la patria panormicamente" (64). Desde esta
perspectiva todo el ensayo puede ser considerado como una serie de digresiones:
"No puedo nombrar al padre Hidalgo, en ocasin que de Virgilio se trata, sin
detenerme a expresar ..." (51). Pero el ensayo no trata sobre Virgilio; la
conmemoracin de Virgilio proporciona el punto de partida y el punto de apoyo
que da unidad externa al ensayo. La conformacin interna es el pensamiento de
Reyes sobre Mxico: interpretacin y confrontacin de su pasado y presente.

Esta caracterstica, tan comn en los ensayos, es tan antigua como lo es el gnero
ensaystico mismo. Y ningn ensayo ms apropiado en un intento de ejemplificar
este aspecto, que "Des coches" de Montaigne, donde se reflexiona sobre el miedo,
el despilfarro o la liberalidad de los reyes, el significado de la ampulosidad de los
circos romanos, o sobre los pueblos recin descubiertos en el continente
americano. De las diecinueve pginas del ensayo tan slo dos las ms flojas
se dedican a los coches, mientras que se consagran ocho a profundas reflexiones
acerca del significado de las nuevas civilizaciones destrudas en Amrica. Otro
tanto podramos decir del ensayo "Old China", de Charles Lamb, en el que se
medita sobre el valor de las cosas y cmo ste reside ms bien en el esfuerzo por
conseguirlas que en los objetos mismos.
Dentro de la literatura hispnica podemos remontarnos a los comienzos todava
incipientes del ensayismo y ver como Antonio de Guevara aprovecha el haber
recibido cecina (Libro I, Epstola 34), para divagar sobre el linaje montas y
realzar su hidalgua por haber nacido en Asturias. Y ya en el siglo XX, H. A.
Murena, por ejemplo, bajo el ttulo "la voz de Saulo de Tarso", reflexiona sobre la
"propaganda" desde su nacimiento "como corolario de una iluminacin religiosa
superior", hasta su contexto actual como producto de la desacralizacin que
promueve la "propaganda enciclopedista" (76-77). Ortega y Gasset, por su parte,
finaliza el ensayo "La forma como mtodo histrico", con las siguientes palabras:
"Sobre este asunto quera yo haber escrito el presente captulo. Pero me encuentro
al final con que slo lo he mentado en el ttulo. Qu le vamos a hacer!" (Espritu,
31). Sin embargo, como lo que nosotros buscamos en la lectura de un ensayo no
son datos precisos sobre algo concreto, sino las reflexiones que un tema particular
pueda sugerir al ensayista, en realidad lo que menos nos preocupa es si ste trata o
no sistemticamente el tema propuesto. Ramn Prez de Ayala titula
significativamente "Divagaciones" un ensayo en torno a una representacin de La
Bohme, pera de Giacomo Puccini. Tanto el ttulo como el contenido del ensayo
mismo ejemplifican esta caracterstica genrica. Prez de Ayala en su ensayo no
pretende darnos informacin sobre La Bohme (no menciona ni autor, ni
contenido, ni adaptacin); en realidad la pera constituye slo el incitante que
origina las relexiones que dan cuerpo al ensayo. En el ensayo mismo prefiere
hablar sobre el pblico, la opinin pblica y el teatro; ello le lleva a Larra y sus
dudas sobre el pblico, para afirmar l su existencia, lo que une seguidamente con
Shakespeare y su conocimiento del pblico, y los consejos que por boca de
Hamlet da a los cmicos. En fin, termina el ensayo con una meditacin sobre el
significado del ser intelectual y del acto de pensar, que Prez de Ayala une
nuevamente con la pera La Bohme, cerrando de este modo el crculo que
establece la unidad del ensayo.
En secciones anteriores hemos ya mencionado el carcter conversacional del
ensayo, el cual se consigue precisamente mediante su estructura interior, emotiva,
que hace que las ideas emanen unas de otras como los eslabones de una cadena,
sin que la direccin de sta se encuentre de ningn modo predeterminada: "As
voy divagando por la ndole de mi ntimo soliloquio" (83), seala Antonio Caso en
"Ensayo sobre el arrepentimiento". De ah que la siguiente expresin muchas
ms veces implcita que explcita en los ensayos de Giner de los Ros: "Lo que

acabamos de decir nos conduce a hablar de ..." (Ensayos, 69), sea una de las reglas
primordiales en el cdigo ntimo del escritor de ensayos. Esta es la unidad
estructural por excelencia en la obra de Montaigne, cuya frmula l mismo
expresa con las siguientes palabras en el ya mencionado ensayo sobre los coches:
"Lo extrao de tales invenciones me trae a la mente esta otra divagacin" (879).
Otras veces parece que el ensayo es el resultado de una lucha interna entre la
digresin que quiere imponerse y el deseo del ensayista por mantenerse dentro del
tema propuesto; claro est que en estos casos las expresiones al propsito no son
nada ms que frmulas retricas con las que el ensayista justifica el interrumpir
una digresin que no desea continuar. Ortega y Gasset emplea con predileccin
este recurso en su obra: "Pero todo esto anda, por fortuna, muy lejos de nuestro
tema actual", o ms adelante, "Es tema en que no quiero entrar".8
Lo ms comn, sin embargo, es que el ensayista no avise al lector en el momento
de internarse en una digresin, y que ste no sea consciente de ello hasta el final
de la digresin misma, cuando el ensayista hace, con frecuencia, referencia a su
deseo de regresar "al momento" que qued interrumpido. Es como si estuviramos
soando despiertos y sacudisemos la cabeza para interrumpir el hilo de nuestras
divagaciones. Santa Teresa describe este proceso de un modo admirable con su
profunda sencillez: "Ya no s lo que deca, que me he divertido [desviado] mucho,
y en acordndome de m, se me quiebran las alas para decir cosa buena, y ans lo
quiero dejar por ahora, tornando a lo que os comenc a decir".9 En realidad estas
expresiones formularias han variado poco desde los comienzos de la ensaystica.
Montaigne dir al final del ensayo sobre los coches: "Regresemos a nuestros
coches" (894). Rafael Altamira del mismo modo seala: "Pero volvamos a los
artistas verdaderos" (205). Y Ortega y Gasset: "Pero volvamos a nuestro tema"
(Estudios, 117). Miguel de Unamuno, ms directo, nos habla de digresiones: "Mas
dejando esta digresin espinosa, vuelvo a preguntar", "Y dejando esta digresin,
paso a indicar", "Mas basta de digresin y volvamos al hilo" (El caballero, 12, 21
y 62).
Antes de finalizar esta seccin conviene hacer algunas observaciones en torno al
trmino "digresin". el Diccionario de la Real Academia lo define como "efecto
de romper el hilo del discurso y de hablar en l de cosas que no tengan conexin o
ntimo enlace con aquello de que se est tratando". Tal definicin, como ya vimos
al principio respecto de aquella otra que se propone para el trmino ensayo,
resulta, cuando se analiza, inoperante. Quizs los mismos acadmicos lo
comprendieron as, cuando se sintieron obligados a aadir que "la digresin para
no ser viciosa ha de ser motivada". Motivada? Para quin? La experiencia nos
ensea que las digresiones, y esta es la naturaleza del concepto, siempre son
motivadas para el que habla o escribe; para el que lee o escucha lo sern slo en la
medida en que la persona que habla o escribe sea la causa del inters. Meditemos
un momento sobre el asunto, y para ello nada mejor que hacer de nuevo referencia
a la pera La Bohme. Si lo que yo pretendo son datos en torno a la obra, los ir a
buscar en un libro sobre peras, o, si deseo ms profundidad, en un libro crtico
sobre La Bohme. De ningn modo se me ocurrira ir a leer a Prez de Ayala. Es
cierto que entonces cualquier digresin lo que el autor opine sobre el pblico de
peras me parecer una salida del tema inoportuna; preferira, como en

expresin castiza se dice, que fuera al grano. En realidad la diferencia est ya en el


enunciado: en el primer caso busco un discurso depositario, deseo leer sobre La
Bohme, de modo que el autor del comentario o estudio me es en cierto modo
indiferente; en el segundo caso persigo un discurso humanstico, quiero leer a
Prez de Ayala, el tema pasa ahora a ser secundario; pues bien, cuando me pongo
a leer a Prez de Ayala, deseo encontrar al hombre de carne y hueso implcito en
sus escritos y que me haga partcipe de sus experiencias. Y como las experiencias
vivenciales de una persona no se encuentran en el mbito de lo objetivo, busco la
digresin como el vehculo que me permitir llegar al "hombre". Considerada de
este modo, la digresin podr ser positiva o negativa, y su valor depender
nicamente de la fuerza del autor y de su capacidad por interesarnos en su
persona, en sus sentimientos, en lo que un tema cualquiera pueda hacerle meditar.

Notas

Jos Ortega y Gasset, Velzquez, p. 122 y 174. Expresiones semejantes se


pueden encontrar en la mayora de sus ensayos. Srvanos ahora como otros
ejemplos las siguientes: "Mas dejemos por ahora intacto el tema de esa
generacin intermedia y retengamos la atencin sobre el momento actual"
(La rebelin de las masas, p. 206); "Pero no es ahora ocasin adecuada
para internarse en esta cuestin" (El tema de nuestro tiempo, p. 18); "Pero
no podemos entretenernos en este punto aunque es muy importante"
(Trptico, p. 174).
Santa Teresa, Las moradas, p. 40. Esta viene a ser la terminacin
caracterstica de las digresiones de Santa Teresa: "Pues tornemos ahora a
nuestro Castillo", p. 16; "Pues tornando a lo que deca", p. 135 y 153;
"Pues tornando a este apresurado arrebatar", p. 160; "Pues tornando a lo
que decamos", p. 230, etctera.

Si las reflexiones que voy a apuntar logran sugerir


otras nuevas a alguno de mis lectores, a "uno slo",
y aunque slo sea despertndole una humilde idea
dormida en su mente, "una sola", mi trabajo tendr
ms recompensa que la de haber
intensificado mi vida mental.
Miguel de Unamuno
15. EL ENSAYO EN SU FUNCION DE SUGERIR
AL LECTOR

Una vez establecida en la seccin anterior la legitimidad de las digresiones en el


ensayo, debemos ahora sealar que stas son producto del mtodo utilizado por el
ensayista, que sigue al escribir un proceso intuitivo de asociaciones. As se
expresa Prez de Ayala en su ya mencionado ensayo sobre La Bohme: "Esta
divagacin, un tanto alegrica, sobre el pblico, el arte y la crtica, se me ocurri,
junto con otras muchas divagaciones, oyendo la pera Bohemia" (III: 475). En
realidad, es precisamente esta exposicin asistemtica que causa una estructura
formada por la asociacin libre de ideas, sin ms nexo externo que el propio
discurso axiolgico y personalidad del ensayista, la que caracteriza al ensayo y le
proporciona un valor que transciende su poca. Analicemos la siguiente
declaracin de propsitos de Unamuno al escribir En torno al casticismo: "Pienso
ir aqu agrupando las reflexiones y sugestiones que [se] me han ocurrido pensando
en torno a este punto del casticismo" (14). Y las pginas que siguen no
constituyen tanto una bsqueda de Espaa como un buscarse a s mismo; con lo
que el resultado son siempre reflexiones con valor universal por lo que tienen de
humano: es un ver a Espaa a travs de la persona Unamuno. Y si el aspecto
histrico con el tiempo pudiera llegar a caducar, lo que tiene de humano,
precisamente por serlo, mantendr la frescura del ensayo.
El ensayista en su doble funcin de escritor -creador- y de cientfico, comparte
tambin caractersticas de ambos. Como escritor es libre en la eleccin de tema y
en el tratamiento de ste, es libre de proyectar su personalidad y valerse de
intuiciones; como cientfico debe ajustarse a los hechos, los datos son los mismos
del investigador que escribe un tratado, pero mientras ste da nfasis a estos
mismos datos y no se sale del campo de lo objetivo (busca la comunicacin
depositaria), el ensayista transciende lo concreto del dato, para concentrarse en la
interpretacin (comunicacin humanstica) a travs de una proyeccin subjetiva.
Por ello el tratado nicamente ensea, mientras que el ensayo primordialmente
sugiere. El ensayista no pretende probar, sino por medio de sugerencias influir.
Antonio Pedreira inicia los ensayos que rene en Insularismo sealando que

"estas pginas, pues, no aspiran a resolver problema alguno, sino ms bien a


plantearlo" (I: 25), y lo concluye haciendo referencia al discurso humanstico que
pretende: "Ha llegado el momento de abandonar al lector, para que siga solo en
esta peregrinacin hacia la patria" (I: 163).
Los ensayistas verdaderos expresan con claridad este propsito, as Alfonso Reyes
nos dice: "Yo mismo ando revoloteando hace rato, a vuestros ojos, en alas de la
imaginacin. Conviene frenar. Slo he querido, en esta charla sin pretensiones,
excitaros" (121); o Unamuno: "No espere el lector hallar aqu ms que
indicaciones y sugestiones, meros puntos de reflexin que ha de desarrollar por s
mismo" (El caballero, 11). Y Ortega y Gasset, ms explcito, seala sobre el
particular al hacer referencia a los ensayos que forman su libro Meditaciones del
Quijote: "Con mayor razn habr de hacerse as en ensayos de este gnero, donde
las doctrinas, bien que convicciones cientficas para el autor, no pretenden ser
recibidas por el lector como verdades. Yo slo ofrezco 'modi res considerandi',
posibles maneras nuevas de mirar las cosas. Invito al lector a que las ensaye por s
mismo; que experimente si, en efecto, proporcionan visiones fecundas; l, pues,
en virtud de su ntima y leal experiencia, probar su verdad o su error. En mi
intencin llevan estas ideas un oficio menos grave que el cientfico; no han de
obstinarse en que otros las adopten, sino meramente quisieran despertar en almas
hermanas otros pensamientos hermanos" (23-24).
De lo dicho se desprende el carcter filosfico de las reflexiones y sugerencias de
que se vale el ensayista en la composicin de sus ensayos. Y el trmino
"filosfico" se emplea aqu en el sentido primitivo y ms puro de la palabra. Es
filosfico en cuanto se eleva lo particular al plano de lo universal, en cuanto trata
de profundizar en las primeras causas, en cuanto problematiza el propio discurso
axiolgico. Pero se diferencia de la filosofa como "ciencia" en que no es
sistemtico y, por lo tanto, no se encuentra sujeto a la caducidad que el paso del
tiempo marca en todo sistema. Lase a Santa Teresa o a Montaigne y se ver la
frescura que sus escritos todava poseen; lanse los escritos sistemticos, sean
msticos o filosficos, del siglo XVI y se ver que su inters para el hombre del
siglo XX es nicamente el de documento histrico. Al sealar el carcter
filosfico del ensayo no pretendemos de ningn modo limitar su campo de accin,
ms bien al contrario. La variedad de los ensayos es tan grande como la variedad
temtica misma: un ensayo puede ser histrico, literario, poltico, sociolgico,
autobiogrfico, etctera., segn se d nfasis a temas histricos, literarios,
polticos, etc. Las reflexiones pueden igualmente girar en torno a problemas
pertinentes a las matemticas, o a la fsica; se requiere nicamente que se
reflexione sobre un problema particular elevado al mbito de lo universal, en una
manifestacin personal y artstica. Ensayos son, y con igual fuerza sugieren al
lector, "El sentido histrico de la teora de Einstein", de Ortega y Gasset, y "Sobre
la educacin" o "La moral y las emociones", de Albert Einstein.
El ensayo, pues, no pretende probar nada, y por ello no presenta resultados, sino
desarrollos que se exponen en un proceso dialgico en el que el lector es una parte
integral. El deseo de incitar puede ser ligero e indirecto, como propone Ramn y
Cajal en Charlas de caf: "No tiro, pues, a adoctrinar, sino a entretener y, cuando

ms, a sugerir. En conseguirlo aunque sea muy parcamente, cifrar todo mi


empeo" (14). En la mayora de los ensayos, sin embargo, el deseo de sugerir a
travs de una exposicin artstica es el fin primordial del ensayista. As nos dice
Unamuno: "Entremos ahora en indicaciones que guen al lector en esta tarea, en
sugestiones que le sirvan para ese efecto".10 Y con actitud desafiante seala
Octavio Paz: "Mis palabras irritarn a muchos; no importa, el pensamiento
independiente es casi siempre impopular" (Posdata, 100). En otras ocasiones las
reflexiones tratan de motivar a los profesionales a emprender investigaciones
sistemticas sobre ciertos temas pobremente estudiados. Tal es el propsito de
Octavio Paz en El ogro filantrpico: "Mis reflexiones sobre el Estado no son
sistemticas y deben verse ms bien como una invitacin a los especialistas para
que estudien el tema" (9); as tambin la siguiente cita del ensayo "Preludio a un
Goya", de Ortega y Gasset: "Quisiera incitar a nuestros historiadores del arte para
que acometiesen con resolucin esta empresa" (Goya, 31). En realidad, el ensayo
es el gnero literario que demanda mayor esfuerzo por parte del lector; nada en l
es seguro o terminado, da la impresin de que apenas se comienza un tema cuando
el ensayista nos lo abandona. Rafael Altamira dice al propsito: "Hago punto aqu,
creyendo que lo dicho basta para dar la medida de todo o que pudiera decirse
sobre la materia" (199). Y Santa Teresa ms precisa: "Para un rato de meditacin
basta esto, hermanas, aunque no os diga ms" (93).

Notas

10

Miguel de Unamuno, En torno al casticismo, p. 36. El deseo de sugerir


se hace presente con gran fuerza en todos los ensayos de Unamuno; son
muy frecuentes las citas semejantes a la ya anotada: "Sobre estas
sugestiones metafricas medite el lector" (62); "Dejo este problema al
lector", El caballero de la triste figura (85); "No espere el lector hallar
aqu ms que indicaciones y sugestiones, meros puntos de reflexin que ha
de desarrollar por s mismo" (11); "Si el lector al contacto de estas
deshilvanadas notas siente resucitar en su entendimiento un concepto, uno
solo y propio suyo, y lo vivifica, habr cumplido con el deber a que me
obligo al escribir, y es lo bastante"(36).

Der Essayist stellt keine fertigen Ergebnisse


vor uns hin, sondern entwickelt diese in einem
dialogischen Prozess, an dem er uns als
gleichberechtigte Partner teilnehmen lsst.
Klaus Gnther Just
16. EL LECTOR DE ENSAYOS DEBE SER
MIEMBRO ACTIVO

Hemos sealado ya que una de las funciones primordiales del ensayo es la de


sugerir al lector. Ello, sin embargo, presupone la existencia de un lector dispuesto
a proyectar en su propio mundo interior lo que para l se inicia en el ensayo.
Unamuno se expresa al particular en trminos precisos: "Mi empeo ha sido, es y
ser que los que me lean, piensen y mediten en las cosas fundamentales, y no ha
sido nunca el de darles pensamientos hechos" (Mi religin, 14). El ensayista, en
ocasiones, incluso elimina la posibilidad de una aceptacin pasiva de las
reflexiones desarrolladas; as Borges, cuando finaliza su ensayo "El sueo de
Coleridge", con las siguientes palabras: "Ya escrito lo anterior, entreveo o creo
entrever otra explicacin" (226). Del mismo modo que una obra de teatro es algo
incompleto hasta que no ha sido representada y su verdadero valor no lo tiene para
el lector, sino para el pblico que presencia su representacin, de manera
semejante el ensayo necesita de un lector que lo medite; l es as el otro miembro
preciso para que tenga lugar el dilogo que se propone el ensayista. Si ahora
reflexionamos sobre este aspecto, comprenderemos por qu el ensayo es, ante
todo, un fenmeno del siglo XX. Montaigne escribi sus ensayos a finales del
siglo XVI y con frecuencia se repite en las historias de la literatura que su obra fue
muy popular. Pero qu sentido damos al trmino popular? Fue popular slo en
cuanto sus ensayos fueron ledos por la minora culta. Las verdaderas obras
populares en su poca fueron las novelas pastoriles y de caballera. Y eran
populares porque no slo las lean los pocos que saban hacerlo, sino porque eran
ledas en voz alta y escuchadas con avidez por el pueblo. Esta es precisamente la
diferencia que individualiza al ensayo; el ensayo no se escribe para ser ledo en
voz alta. Por ello, a pesar del prestigio que el gnero ensaystico adquiri durante
el siglo XVIII, slo en el siglo XX, y sobre todo en las ltimas dcadas, puede el
ensayo ser ledo e influir en el pueblo. No quiere esto decir que el ensayo sea
lectura popular, pues el pensar siempre fue prerrogativa de una minora, sino que
al desaparecer la barrera del analfabetismo, no queda tampoco limitado a los
miembros de una determinada clase social.
As interpretado, el valor del ensayo depende en cada momento del lector y de las
sugerencias que a ste sea capaz de suscitar. Y un ensayo ser tanto mejor cuanto
mayor y ms variado nmero de personas reaccionen ante su lectura. El ensayista,

por su parte, recuerda con frecuencia al lector su deber de ser un miembro activo
en el dilogo que se trata de establecer. Con este propsito Ortega y Gasset seala:
"Yo invito al lector preocupado de las cuestiones artsticas a que lea lo que sigue y
lo medite algunos minutos" (Mocedades, 69); Unamuno, todava ms cercano a la
esencia del ensayo, indica: "Examinar digo, y mejor dira dejar que examine el
lector, presentndole indicaciones y puntos de vista para que saque de ellos
consecuencias, sean las que fueren" (En torno, 51). Y es que Unamuno est
"convencido de que lo que realmente se aprende se saca siempre de propio fondo"
(El caballero, 36). De aqu se desprende que la lectura de ensayos sea una lectura
lenta y llena de interrupciones, motivadas por las proyecciones que al lector le
sugieren las ideas que se desarrollan en el texto. Por otra parte, y en ello reside su
valor social, el lector que reacciona ante un ensayo y cuyas reflexiones le
conducen a un nuevo entendimiento, se ve tambin impulsado a comunicarlo con
aquellas personas cuya conversacin frecuenta.
Recientemente, y paralelo al desarrollo de la tcnica moderna, ha surgido otra
clase de ensayo que no precisa de la palabra escrita. Me refiero al comentario
radiofnico y en los ltimos aos al comentario televisado. En ambos casos
podemos hablar de ensayos y con ello referirnos a las caractersticas aqu
estudiadas. En un primer anlisis parecera que esta nueva modalidad de ensayos
contradice la anterior afirmacin de que el ensayo no se escribi para ser ledo en
voz alta. Un estudio ms profundo, sin embargo, nos pone de relieve las
diferencias esenciales entre el ensayo escrito y aquel otro radiado o televisado, y
nos reafirma ms en la conviccin de que el ensayo no es para ser escuchado sino
ledo.
Consideremos por un momento un ensayo de Ortega y Gasset, "Lo que ms falta
hace hoy", que precisamente pertenece a esta nueva modalidad, ya que fue escrito
para ser ledo por radio en 1935. Tanto el estilo como los propsitos de Ortega y
Gasset al preparar este ensayo son semejantes al de los otros muchos que escribi.
l mismo seala casi al final de la lectura y dentro de lo mejor de su tradicin
ensaystica: "Los minutos que me han sido concedidos para hablaros se van
consumiendo y me encuentro con que no me quedan los bastantes para intentar yo
mismo la respuesta. Tal no era lo que estaba en mi propsito, sino, mas bien,
traeros la pregunta, despertar vuestra curiosidad por la gran cuestin y esperar que
vosotros mismos, cada uno de vosotros, ensayara la solucin del enigma"
(Meditacin, 62-63). No obstante, el ensayo mismo posee ciertas peculiaridades
caractersticas de su modo de difusin: a) es breve, comparado con aquellos que
se destinan a un lector; y a pesar de su brevedad cinco pginas viene a
representar la extensin mxima de esta clase de ensayos; b) no posee digresiones
del tema nico que en l se desarrolla, y ste se presenta de un modo claro con un
uso parco del lenguaje aforstico. Cuando leemos un ensayo, podemos en
cualquier momento detener la lectura para proyectar una sugerencia, tomar unas
notas o consultar un dato. El ensayo que escuchamos, por otra parte, no puede ser
interrumpido, y si en un momento determinado nuestra atencin se detiene en
proyectar un pensamiento, perderemos el resto del ensayo; toda reflexin ha de
quedar forzosamente para el final. De ah la necesidad de que el ensayo radiado o
televisado sea breve. Del mismo modo, en el ensayo escrito el lector, segn la

profundidad del tema o del valor sugestivo que para l tenga, puede volver a leer y
releer un prrafo o una seccin tantas veces como crea necesario; cuando escucha
un ensayo esta posibilidad desaparece, por lo que ste ha de ser ms ligero en su
exposicin y limitarse a un tema concreto del que slo en raras ocasiones y
brevemente puede separarse. Es decir, el ensayista debe ser consciente de que toda
reflexin que pueda llegar a suscitar a travs del ensayo tendr que venir
forzosamente despus de que ste haya terminado; y como estas reflexiones son
precisamente el resultado que el ensayista desea alcanzar, en el ensayo radiado o
televisado se ve forzado a sacrificar su libertad y poner lmites a la extensin y
complejidad del mismo.

Jeder Essay schreibt mit unsichtbaren


Buchstaben neben seinen Titel
die Worte: bei Gelegenheit von...
Georg von Lukcs
17. DE CUALQUIER PRETEXTO PUEDE NACER UN ENSAYO

Si abrimos el libro de Azorn Castilla, y leemos los ttulos de los ensayos que en
l se renen, recibimos en un principio la impresin de una aparente vulgaridad en
los temas propuestos. En efecto, "Las nubes", "El mar", "La catedral" o "Una
ciudad y un balcn", no parecen elevarse ms all de lo consabido. Y, sin
embargo, es precisamente lo cotidiano, lo ignorado por su continua presencia, lo
que proporciona a Azorn el punto de partida de su reflexin sobre el paso del
tiempo, sobre la eternidad. No es necesario, ni en la mayora de los casos
apropiado, buscar lo transcendental en lo raro ni en lo nuevo. El efecto, y el
mrito, del ensayo es ms completo cuanto ms cercanas a nosotros son las
imgenes que se emplean en la aproximacin al tema tratado. La pluralidad de
reflexiones que en los distintos lectores llega a sugerir el ensayo "Una ciudad y un
balcn", difcilmente se podran conseguir mediante una disertacin filosfica
sobre el significado del tiempo. Las siguientes palabras, con que comienza
Unamuno el ensayo "Viejos y jvenes", exponen con brevedad su posicin al
propsito, que es al mismo tiempo peculiar del ensayista: "Las consideraciones
que voy a exponer en estas lneas son tan vulgares y tan obvias, que entran de
lleno en el campo de las verdades de Pero Grullo. Ms he de repetir aqu por
centsima vez y espero no sea la ltima lo que he dicho lo menos noventa y
nueve veces, y es, que conviene refrescar lo que de puro sabido se olvida, y que el
repensar los lugares comunes es el mejor medio que tenemos para librarnos de su
maleficio" (31). En realidad, slo en el progreso de la tcnica, en las ciencias
exactas, logra una generacin superar a la anterior; en las ciencias del espritu, la
superacin es slo aparente, pues lo que as consideramos resulta a la postre ser
nicamente un rechazo, ms o menos parcial, de lo pensado por la generacin
anterior y un nuevo replanteamiento de los problemas perennes en torno a la
existencia del hombre. Cada generacin hereda la responsabilidad de volverlos a
replantear y proporcionar nuevas respuestas ms de acuerdo con las circunstancias
peculiares del momento histrico.
Si, como ya indicamos en secciones anteriores, la intencin del ensayista al
escribir ensayos es la de sugerir e incitar al lector a reflexionar, nada ms a
propsito para tal fin que el hacerlo sobre aquello que nos es comn en la vida
cotidiana. De este modo, el ensayista no slo consigue ms repercusin, sino que
al versar sobre cosas aparentemente triviales, establece con ms claridad la
verdadera dimensin reflexiva del pensamiento humano. El ensayo de este modo

es ms efectivo que la especulacin filosfica, que se encierra en un mundo


artificial de abstracciones; el ensayista mantiene siempre su conexin con lo
concreto y su relacin con la experiencia del ser humano. No existe nada, por
insignificante que se presente a nuestros ojos, que, en el desarrollo reflexivo del
ensayo, no pueda ser elevado a proporcionar una posible respuesta a alguna de las
preguntas persistentes sobre la existencia humana. Ningn ensayista mejor, en el
momento de ejemplarizar este aspecto, que Ortega y Gasset; la casi totalidad de
sus escritos parten de experiencias comunes a todo ser humano, tomadas de lo
cotidiano de la vida. As en su ensayo "De Madrid a Asturias o los dos paisajes",
aprovecha las experiencias que posee toda persona que ha viajado, para confrontar
lo urbano y lo rural y de ah elevarse a su significado para Espaa en su momento
actual. Todava ms profundo, y, por lo tanto, universal en su significado, es el
ensayo "La caza", donde el lector se descubre a s mismo reflexionando sobre algo
que, sin haberlo quizs nunca meditado, le era desde siempre conocido. Es este
hacer uso de lo cotidiano y de lo considerado como trivial lo que mayor efecto
causa en el lector y mejor logra su compenetracin, al creerse as estar andando
por caminos que ya ha recorrido con anterioridad, pero que hasta entonces pareca
no haber visto.
As sucede, por ejemplo, en "Notas sobre las puertas y ventanas", ensayo de
Germn Arciniegas. Bajo este ttulo nada pretencioso se propone meditar, en
efecto, sobre las puertas y ventanas. Su reflexin, nos dice Arciniegas siguiendo la
tradicin ensaystica, fue motivada por un libro francs en el que se afirmaba que
"la invencin de las puertas" fue "el primer golpe de genio" del ser humano. A ello
responde Arciniegas que "esta observacin tena necesariamente que hacerla un
francs. Jams a un nativo del trpico se le hubiera ocurrido nada semejante" (51).
Y contina: "El ilustre seor Lagrange, al querer hacer una filosofa universal
apoyndose en el invento de las puertas, se ha limitado a presentarnos una
fotografa psicolgica del francs, que posiblemente no nos servira de base para
analizar un proceso semejante tomando a Amrica como punto de partida" (52).
Una vez establecido el pretexto, y en la extensin moderada de 20 pginas, nos
entrega Arciniegas una reinterpretacin del desarrollo iberoamericano a travs de
la funcin y evolucin en el uso y forma de las puertas y ventanas a lo largo de la
historia colombiana. Sus reflexiones implicaban, adems, un manifiesto filosfico
para una independencia cultural de Iberoamrica.
Montaigne, en el ya mencionado ensayo "De Democritus et Heraclitus", nos dice:
"Elijo al azar el primer argumento. Todos para m son igualmente buenos y nunca
me propongo agotarlos, porque a ninguno contemplo por entero: no declaran otro
tanto quienes nos prometen tratar todos los aspectos de las cosas. De cien
miembros y rostros que tiene cada cosa, escojo uno, ya para acariciarlo, ya para
desflorarlo y a veces para penetrar hasta el hueso. Reflexiono sobre las cosas, no
con amplitud sino con toda la profundidad de que soy capaz, y las ms de las
veces me gusta examinarlas por su aspecto ms inusitado" (289). Esta actitud del
ensayista para considerar slo un aspecto del tema tratado ha de ser consciente y
deliberada, quizs en ello reside parte del arte y dificultad del gnero; si la evasin
al tratar un aspecto fuera involuntaria, sera entonces seal de incompetencia.
Arciniegas nos puede ayudar a ejemplificar este aspecto. En su ensayo "El

lenguaje de las tejas" toma de nuevo algo cotidiano que va a analizar nicamente
en una dimensin inesperada, como deseaba Montaigne. De las tejas le interesa
slo el material con que estn hechas, para luego proyectarlo en la dimensin
filosfica de un inconcluso todava sincretismo cultural que une los tres grandes
periodos iberoamericanos: techos grises de paja que imponen la persistencia del
sustrato precolombino; tejados de barro cocido de la herencia colonial y la teja
metlica impersonal de la poca republicana.
Lo original del ensayo no reside, pues, en lo nuevo de los temas tratados, sino en
el tratamiento mismo; para ello el ensayista cuenta con su propia personalidad y
visin del mundo, que le individualiza; cuenta tambin con las circunstancias
histricas de la sociedad de su poca, que no slo aporta nuevas preocupaciones,
sino que igualmente modela nuevos lectores con nuevas experiencias. De
cualquier tema puede nacer un ensayo. El ensayista no slo cuenta con el da que
transcurre ante sus ojos, tiene tambin a su disposicin los diez mil aos de la
humanidad para reflexionar; no hay tema que por vulgar deba desdear, ni que por
elevado no pueda tocar. "No nos dejemos arrastrar por apariencias; penetremos en
la esencia y razn de las cosas" (Estudios, 122), seala Giner de los Ros, y
expresa as la necesidad de tener en cuenta uno de los pocos requisitos a que se
obliga el escritor de ensayos; si se le concede entera libertad en la eleccin del
tema y del punto de partida del ensayo, es con la expresa condicin de que en su
escrito debe sobrepasar el mbito de lo vulgar, debe transcender lo particular. Y
debe conseguirlo, ante todo, siendo autntico y personal, hasta el punto de mezclar
lo autobiogrfico con lo ensaystico, pues el ensayista debe ser en todo momento
consciente de que el lector es atrado no tanto por el tema tratado como por la
aproximacin al mismo; ms que los datos expuestos le interesa la fuerza de la
personalidad del ensayista.

Der Essay existiert nur als Prosa-Kunstwerk,


oder er existiert nicht.
Oskar Jancke
18. LA VOLUNTAD DE ESTILO EN EL ENSAYO

La libertad del escritor de ensayos en cuanto a la eleccin del tema puede


nicamente compararse a la del artista, y, al igual que ste, se gua en su
produccin literaria por inspiracin. Esta libertad, que le permite escribir tan slo
cuando la inspiracin le incita a hacerlo, puede explicarnos la causa de la
diferencia que tan a menudo notamos en la calidad de los ensayos de algunos
escritores. Ramn Prez de Ayala puede ser calificado con justicia de ensayista.
En sus ensayos, sin embargo, encontramos algunos de calidad muy irregular; as,
mientras unos pueden ser considerados, por su estilo, por su contenido, y ms que
nada por su perenne actualidad, como modelos del gnero, otros, en realidad poco
numerosos en Prez de Ayala, apenas son exposiciones sin vida que se proyecte
ms all de lo que se propone narrar. Y es que hay gran diferencia entre la
reflexin que espontneamente se nos ocurre al leer un libro o asistir a una
representacin teatral, y que perpetuamos voluntariamente en un ensayo, al
comentario que nos comprometemos a hacer sobre dicho libro u obra de teatro,
antes de leerlo o de presenciarla. Son, por tanto, la inspiracin y el entusiasmo lo
que inyecta vida incluso en aquello que pareca muerto, y es la libertad la mejor
garanta con que cuenta el artista en su funcin creadora. Ahora bien, como
creador es libre en el elegir, pero como ensayista se diferencia de los que cultivan
los otros gneros literarios en que no es libre ante los datos.
El hecho de que el ensayista por una parte goce de libertad y elija por inspiracin,
y que por otra deba mantenerse dentro de los estrechos lmites de la "verdad",
lgica o cientfica, proporciona al ensayo un carcter peculiar que le permite
cabalgar al mismo tiempo a lomos de la literatura y de la ciencia. Es decir, segn
la terminologa propuesta en este estudio, hace uso de elementos del discurso
depositario, pero persigue un discurso humanstico. Eduardo Nicol nos dice a este
propsito: "Porque el artificio es literario, pero el producto no es artificial o
ficticio, no es pura literatura, como la novela. El ensayista requiere inventiva, pero
su ensayo no es pura invencin. Feliz el novelista, que puede poner en las palabras
y en los actos de sus personajes todas las arbitrariedades que se le antojen, seguro
de que as no disminuye su realidad humana; pues la vida le ofrece ms variedad y
abundancia de situaciones extremosas [...] El compromiso con la verdad que tiene
el ensayista no le obliga a desconfiar de esa fluencia de la imaginacin, pero s a
canalizarla. Puede decir algo de lo cual no est muy seguro, pero no debe inventar
algo de lo cual no pueda estar seguro nunca" (206). Esto hace que los lmites del
ensayo sean vagos y que con frecuencia se le confunda con los escritos eruditos.

Estamos de acuerdo con Fryda Schultz de Mantovani cuando dice: "Son las ideas
el principal motor de los ensayos? S; pero las ideas disparadas por el arco de la
imaginacin" (14). Y esta imaginacin a la que se refiere Schultz, es la
imaginacin potica del ensayista, la que da valor esttico al ensayo. Hay crticos,
filsofos, historiadores, etc. que se acercan en sus escritos al ensayo, al intentar en
ellos una superacin esttica; del mismo modo que por carecer de ella, hay
pretendidos ensayistas que no pasan de simples divagadores.
En una reduccin, quizs excesiva, pero que nos sirve para comprender este
aspecto, se pueden resumir en tres las caractersticas esenciales del ensayista: a) es
un pensador; b) se nutre de la tradicin, pero en lugar de enterrarse en ella, como
el erudito, la usa para superarla; y c) escribe en un estilo personal y de elevado
valor esttico, que por s slo hace del ensayo una obra de arte, independiente del
mrito de su contenido. En el ensayo se reemplaza la ordenacin cientfica por la
esttica, y, como gnero literario, se acerca a la poesa, pues se modela a travs de
la actitud del ensayista sea sta satrica, cmica, seria, etc., por lo que lo
potico constituye el trasfondo del ensayo, aunque sta sea poesa del intelecto.
De ah que el verdadero asunto del ensayo no sean los objetos o los hechos
tratados, sino el punto de vista del autor, el modo como stos son percibidos y
presentados; por ello, cmo se dice una cosa es tan importante como qu se dice.
Pero en este punto toda explicacin parece pobre; slo el texto mismo puede
proporcionarnos una gua, a modo de ejemplo, de cmo el ensayista crea y
sostiene dicho equilibrio al mismo tiempo que encierra en la unidad del ensayo las
tres caractersticas anteriores. Veamos el siguiente prrafo de "Nuestra Amrica"
de Jos Mart:
Trincheras de ideas valen ms que trincheras de piedra. No hay proa que taje una
nube de ideas. Una idea enrgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la
bandera mstica del juicio final, a un escuadrn de acorazados. Los pueblos que no
se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos.
Los que se ensean los puos, como hermanos celosos, que quieren los dos la
misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de
encajar, de modo que sean una las dos manos. Los que, al amparo de una tradicin
criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra
del hermano vencido, del hermano castigado ms all de sus culpas, si no quieren
que les llame el pueblo ladrones, devulvanle sus tierras al hermano. Las deudas
del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no
podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor,
restallando o zumbando, segn la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen
las tempestades; los rboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante
de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de
andar en cuadro apretado, como la plata en las races de los Andes. (37)
El lenguaje metafrico, el giro aforstico, la yuxtaposicin de ideas, todo ello
forma parte de un estilo literario, de un conjunto armnico. La preocupacin de
Mart por la causa cubana, su "tema de nuestro tiempo", se encuentra aqu fundida
en una filosofa iberoamericanista, "nuestra Amrica", que transciende lo
inmediato y que si recoge el sueo bolivariano de la unidad/hermandad de los

pases hispnicos, no lo hace en el sentido anacrnico del pasado, sino en el


contexto de la comunidad de intereses del presente y en la percepcin de tener un
contendiente comn en el mundo anglosajn del norte, "el gigante de siete
leguas".
De las caractersticas del ensayo comentadas a lo largo de este estudio se
desprenden tambin aquellos rasgos peculiares del estilo ensaystico. De entre
todas ellas, sin embargo, hay una que se destaca, o quizs sera mejor decir que en
cierto modo resume a las dems. Me refiero a la "autenticidad". Un ensayo,
generalmente, atrae a los lectores no por el tema que trata, sino por el autor
implcito que reflexiona sobre el tema. De ah que la autenticidad sea la primera
ley del cdigo literario del ensayista y que sta nunca se sacrifique ni al contenido
ni a la forma. En el ensayo, ms que en ningn otro gnero literario, el estilo es el
hombre, y ser tanto ms meritorio cuanto con ms exactitud represente al hombre
de carne y hueso que palpita en sus pginas. Del mismo modo que muchos
escriben poemas, aun cuando el nmero de poetas sea escaso, tambin podemos
decir que a pesar de lo popular del gnero ensaystico, muy pocos merecen ser
aclamados como ensayistas. Ello se debe a que muy pocos tambin supieron
proyectar, con voluntad de estilo, su personalidad en los ensayos, de modo que
sta estuviera presente no slo en el contenido, sino tambin en el uso de cada una
de sus palabras. En el ensayo, por lo tanto, difcilmente podemos hablar de un
estilo de poca, pues la "autenticidad" produce nicamente individualidades. A
una misma poca pertenecen estilos tan dispares como los de Montaigne y Bacon;
y en la literatura hispnica ningn ejemplo mejor que los ensayos de Jos Mart,
Miguel de Unamuno, Azorn, Alfonso Reyes u Ortega y Gasset.

La unidad del ensayo no es externa sino


interna, no es mecnica sino orgnica.
19. FORMA Y CLASIFICACIN DEL ENSAYO

Una vez consideradas en las secciones precedentes las caractersticas ms


importantes del ensayo, nos quedan ahora por examinar dos aspectos que
proporcionarn, dentro de la brevedad que aqu nos proponemos, cierta visin
totalizadora al estudio del ensayo como gnero literario. Me refiero a los aspectos,
ms bien formales, de ttulo, extensin, forma y clasificacin del ensayo, que
trataremos seguidamente; y a la relacin del ensayo con los dems gneros
literarios, que se estudiar en la prxima seccin.
Ttulo del ensayo
Juzgado el ensayo como obra literaria, debemos igualmente tener presente que la
relacin del ttulo con el resto del ensayo es tambin una relacin puramente
literaria. En un tratado filosfico, crtico o histrico, por ejemplo, el ttulo tiene
necesariamente que corresponder al contenido y de hecho as sucede; el ttulo
tiene en estos casos nicamente un valor informativo, y tanto mejor ser, cuanto
con ms exactitud identifique el contenido de la obra que encabeza. En el ensayo,
su funcin es literaria; por lo tanto, aun cuando en muchos casos el ttulo, en
efecto, da una indicacin, ms o menos exacta, del contenido, no siempre sucede
as, ni un ttulo es mejor o ms apropiado porque as lo seale. Montaigne, que en
esto como en tantos otros aspectos del ensayo, fue consciente del valor esttico de
tales recursos estilsticos, seala: "Los ttulos de mis ensayos no siempre abarcan
la materia; a menudo ellos la indican nicamente por alguna seal... Hay obras en
Plutarco donde l se olvida del tema, donde el propsito de su argumento se
encuentra slo incidentalmente, sofocado en materia extraa: Ved las salidas en 'el
demonio de Scrates'; Oh Dios, qu escapadas tan gallardas, qu variaciones de
belleza, y tanto ms cuanto ms casuales y accidentales se nos presentan! Es el
lector descuidado el que pierde mi tema, no yo" (973). Y as sucede, en efecto, en
la obra de Montaigne, uno de cuyos ejemplos ms notables, como hemos sealado
ya varias veces a lo largo de este estudio, es el de "Los coches", en el que se
establece un marcado contraste entre lo trivial del ttulo, a cuyo tema se dedica
slo una atencin muy marginal, y lo profundas y variadas de las reflexiones que
en l se incluyen. En el ensayo "Sobre la fisonoma", cuyo ttulo se refiere a la
fealdad fsica de Scrates, apenas se trata el tema hasta el final, si bien el ensayo
comienza con un elogio de su carcter. En fin, dentro de la literatura hispnica
bstenos con recordar el ensayo de Unamuno "Mi religin", exaltacin de su "yo";
o la meditacin mexicana de Alfonso Reyes en "Discurso por Virgilio"; o el
sentido pantesta del autor nico en "La flor de Coleridge", de Borges. El ttulo del

ensayo, pues, al igual que en los dems gneros literarios, es un recurso estilstico
que el autor emplea consciente de sus efectos artsticos.
Forma del ensayo
Si bien para que el estudio de la forma del ensayo pueda tener sentido, debe
hacerse en su relacin con los dems gneros literarios, parece conveniente aqu
considerarla en su aspecto ms general, y, en definitiva, preguntarnos si tiene el
ensayo una forma caracterstica. Con frecuencia se ha dicho que el ensayo es en
prosa lo que el soneto en poesa; pero esta comparacin, sin duda muy sugestiva,
tiene nicamente valor, y quizs ms que nada simblico, en lo que a la voluntad
de estilo se refiere; es decir, la brevedad del ensayo hace que en l se acumulen
los recursos estilsticos en un intento de perfeccin esttica. Por lo dems, nada
ms opuesto a la libertad formal del ensayo, que las estrictas reglas que gobiernan
al soneto.
En el ensayo no existe regla, por esencial que nos parezca, que en alguna
circunstancia, sea sta excepcional si se quiere, no pueda ser suprimida. La forma
del ensayo es orgnica, no mecnica. Por ello, slo debemos hablar, al tratar este
aspecto, de la forma artstica del ensayo, y aqu tienen aplicacin las
caractersticas ya estudiadas. No obstante, del mismo modo que al tratar de
caracterizar la novela no decimos que la forma dialogal sea una de sus
caractersticas, si bien reconocemos que hay numerosas novelas dialogadas, as
tambin podemos afirmar que la forma por excelencia del ensayo es la prosa, y
que tanto el verso como el dilogo dramtico, si no se oponen a la esencia del
ensayo, s presentan a veces invencibles inconvenientes a la realizacin de ste.
Extensin del ensayo
Cuando al tratar de una obra literaria prestamos excesiva atencin a su
presentacin externa, corremos el peligro de olvidar, en el proceso, el verdadero
carcter de la creacin literaria, donde la forma es siempre accidental. En el
ensayo, quizs ms que en ningn otro gnero, ha dado pie el aspecto de su
extensin a las ms dispares especulaciones. Se ha tratado incluso de buscarle un
mnimo de pginas, sin las cuales no puede haber ensayo, y un mximo que no
puede ser sobrepasado sin que se desvirte. Claro est que tales intentos,
preocupados slo por un prurito de clasificacin mediante fciles referencias
externas, olvidan la esencia misma del gnero ensaystico. Partamos en nuestras
reflexiones de la siguiente afirmacin de Essie Chamberlain: "Una caracterstica
corriente en el ensayo es su brevedad. El ensayista proporciona un conciso
tratamiento de su tema" (XXIII); hasta aqu la experiencia nos permite estar de
acuerdo con lo dicho. Sin embargo, Chamberlain dice a continuacin, al comparar
los ensayos actuales con los de pocas pasadas, "hoy, como el cuento, el ensayo es
relativamente breve. Algunas veces es slo un fragmento" (XXIII). De este modo,
de lo que comenz siendo una observacin correcta de un aspecto formal del
ensayo, se pas a juzgar, contando tan slo con esta medida externa, la
caracterstica esencial de su unidad. Adems, cmo explicar la contradiccin
implcita en tal afirmacin? O es un ensayo, o sea, una totalidad, o es un

fragmento, de ensayo si se quiere, pero de ningn modo puede ser ambas cosas al
mismo tiempo. La unidad del ensayo, lo hemos dicho ya varias veces, no es
externa sino interna, no es mecnica sino orgnica; la unidad del ensayo que
debemos buscar es la unidad literaria, la unidad artstica. Y sta es independiente
del nmero de pginas.
Se ha dicho con frecuencia que la extensin del ensayo debe limitarse slo a
aquello que puede ser ledo de una sola sentada. Aun cuando esta afirmacin es
comnmente repetida por aquellos crticos que de algn modo tratan el aspecto
terico del ensayo, si se analiza detenidamente, se hace forzoso reconocer que,
fuera de un contexto particular, carece de valor concreto. En efecto, si el ensayo se
destina a la generalidad de los cultos, contar entre su pblico al lector ocasional
para quien diez o veinte pginas es todo lo que su poder de concentracin le
permite leer de una sola sentada; pero igualmente contar con el lector asiduo,
cuyo poder de concentracin fcilmente llegar a las cien pginas. En realidad son
muy pocos los ensayos que alcanzan tal extensin. Pero si el nmero de pginas es
ms reducido, no se debe a presiones exteriores de unos posibles lectores, sino al
carcter mismo del ensayo, cuyo propsito no es el de proporcionar soluciones a
problemas concretos, sino el de sugerirlas; o de manera ms simple todava, el de
reflexionar sobre nuevos posibles ngulos de observar un mismo problema. Esto
incita al ensayista a usar con predileccin de dos recursos estilsticos: brevedad en
la exposicin y profundidad en el pensamiento. Por otra parte, al no querer
limitarse en la exposicin de sus pensamientos a un estricto mtodo, que al reducir
su libertad de creacin y poner nfasis en una estructura externa podra convertir
su obra en un tratado, prefiere el ensayista, por ello mismo, al hablar sobre un
tema de un modo prolongado, hacerlo mediante diversas calas, en s
independientes, aun cuando traten un mismo asunto. De este modo, ciertos
ensayos que aparecen en forma de libro con cien, doscientas o ms pginas,
divididas en secciones o captulos, si se analizan, no son uno sino varios ensayos
sobre un mismo tema y agrupados en un libro. Srvanos como ejemplo a este
propsito los libros de Ortega y Gasset, Espaa invertebrada y La rebelin de las
masas, cuyas diversas secciones, que poseen sin duda unidad artstica, fueron
originalmente publicadas en el diario El Sol, y ledas y juzgadas como ensayos
independientes, que slo con posterioridad se ampliaron y recogieron en libro.
Clasificacin de los ensayos
En este aspecto, el ensayo, al igual que los otros gneros literarios, no ha podido
librarse de los ms variados intentos de clasificacin. Y del mismo modo que la
agrupacin de las obras literarias en gneros, es algo externo e independiente de la
creacin artstica misma, as tambin las clasificaciones del ensayo propuestas
poseen nicamente valor editorial y, cuando ms, valor didctico en cuanto a la
ordenacin de los ensayos en un libro o a la presentacin de los mismos al lector
no iniciado. Si aceptamos esta interpretacin de las clasificaciones, stas slo
sern provechosas cuando proporcionen al lector una gua en la aproximacin al
ensayo. En la prctica, no obstante, al erguirse ellas mismas como fin, ms bien
aportan confusin al concepto de ensayo. Srvanos como ejemplo la que nos
proponen Angel del Ro y Jos Benardete en su ya clsico libro, El concepto

contemporneo de Espaa. Antologa de ensayos. Ellos reconocen tres grandes


grupos: a) "El ensayo puro", b) "El ensayo potico-descriptivo", y c) "El ensayo
crtico-erudito". Al analizarlo, sin embargo, observamos que en estas tres grandes
clasificaciones incluyen todos los escritos en prosa excepto aquellos
decididamente ficticios. Slo bajo la primera clasificacin, "El ensayo puro",
podramos incluir lo que nosotros aqu hemos denominado ensayo. Lo que del Ro
y Benardete denominan "El ensayo potico-descriptivo", correspondera a la prosa
potica que ya no es ensayo como lo prueba el ejemplo de Platero y yo, que
ellos mismos sealan. La tercera categora, "El ensayo crtico-erudito", segn del
Ro y Benardete "se diferencia del ensayo propiamente dicho en su extensin es
casi siempre un libro y en la importancia de su parte expositiva. Es obra de
universitarios e investigadores y se da en casi todas las disciplinas" (31). A este
grupo pertenecen los tratados, que tampoco son ensayos. Pero de estas diferencias
especficas con otras formas de escritos hablaremos en la prxima seccin.
Por lo general, las clasificaciones de ensayos, que suponen ya un discurso
depositario del texto literario, se han establecido a partir de dos aproximaciones
distintas: a) aquellas que prestan atencin a un aspecto predominante en el
contenido, y que por ello mismo agrupan a los ensayos en histricos, crticoliterarios, filosficos, sociolgicos, etc.; b) aquellas otras que se fijan en el modo
como el ensayista trata su tema, por lo que clasifican a los ensayos en
informativos, crticos, irnicos, confesionales, etc. Podramos concluir sealando
que las clasificaciones, tiles desde un punto de vista pedaggico, varan con cada
poca, y que todas ellas se hacen insuficientes cuando se enfrentan con la
complejidad de la obra de un ensayista.

Entre dos formas de expresin, cualesquiera


que stas sean, puede siempre trazarse una
lnea que una los dos puntos extremos que representan
sus caractersticas esenciales; el punto medio resultante
(y por proyeccin cualquier otro) tendr
forzosamente que definirse en funcin de los dos extremos.
20. EL ENSAYO Y LAS FORMAS DE EXPRESION AFINES

Uno de los mtodos ms simples, y sin duda efectivo, de poner a prueba las
caractersticas del ensayo aqu estudiadas, es la comparacin sistemtica de ste
con las otras formas de expresin afines. Claro que una obra literaria no es ms o
menos creacin artstica porque sea novela o ensayo, por ejemplo, o porque no
pueda definirse por poseer caractersticas de ambos gneros, pero el hecho de
reconocerlo as hace que nos aproximemos a la obra sin prejuicios que nos
impidan su verdadera comprensin. Consideremos un caso concreto en las letras
espaolas, La Celestina o Tragicomedia de Calisto y Melibea. Si guiados por su
forma aparentemente dramtica la supusiramos escrita para ser representada ante
un pblico, prestaramos demasiada atencin a supuestos defectos, como podra
ser, entre otros, la dificultad escenogrfica. Considerada como novela pareceran
innecesarias ciertas tcnicas teatrales que en ella se encuentran. En ambos casos,
la aplicacin de una idea superficial preconcebida, imposibilitara de gran modo la
verdadera comprensin de la obra. Ahora bien, si la aproximacin a La Celestina
se hace desde el conocimiento de los elementos esenciales de la novela y de la
obra dramtica, sta adquirir su verdadera dimensin.
Entre dos formas de expresin, cualesquiera que stas sean, puede siempre
trazarse una lnea que una los dos puntos extremos que representan sus
caractersticas esenciales; el punto medio resultante (y por proyeccin cualquier
otro) tendr forzosamente que definirse en funcin de los dos extremos. Tal es la
situacin, ms o menos lmite, que siempre encontramos en el anlisis de una obra
literaria. Volvamos a nuestro caso y supongamos una lnea horizontal (fig. I) en
cuyos extremos "A" y "B" localizaremos las caractersticas consideradas como
esenciales de la novela y de la obra dramtica. Supongamos ahora que La
Celestina se encuentra en un lugar intermedio "C".
(La Celestina)
C
(novela) A

B (drama)

(fig. I)
Es obvio que entre "A" y "B" no existe en ningn momento un punto de divisin,
que nos fuerce a decir aqu salgo de "A" (o sea, de lo que consideramos ser
novela), y aqu penetro en "B" (es decir, en el campo del gnero dramtico);
nicamente contamos con una proyeccin que al alejarse de "A" se le van
atenuando los rasgos novelsticos, y que del mismo modo, al acercarse a "B"
aumentan tambin las caractersticas dramticas. Por otra parte, las caractersticas
esenciales que atribuimos a un determinado gnero literario (o cualquier otra
forma de expresin), son siempre tericas y representan esos puntos extremos "A"
y "B". La realidad de la obra artstica es muy diferente y su lugar es
invariablemente uno de los mltiples puntos intermedios.
Partiendo, pues, del principio bsico de que las caractersticas genricas son
nicamente conceptos tericos, aunque necesarios, y de que no existe una
marcada lnea divisoria entre las distintas formas de expresin, podemos, ahora,
sealar con ms precisin el lugar ideal que concedemos a las caractersticas
atribuidas al ensayo. Supongamos, para mejor proceder a su estudio, un sistema
de coordenadas (fig. II) cuyo punto "A" sera el extremo subjetivo, el punto "B"
correspondera, entonces, al objetivo; en el extremo "C" colocaramos la
preocupacin esttica, la forma, y en su opuesto, punto "D", tendramos el fin
didctico o preocupacin por el contenido.

(fig. II)
En tal diagrama colocaramos el ensayo en el punto "E", o sea, en el cruce de
ambas lneas; con ello haramos referencia al equilibrio que en un ensayo
prototpico habra entre la preocupacin por la forma y por el contenido (es decir,
que ninguno de ellos se sacrifique a causa del otro); o el equilibrio deseable entre
lo subjetivo y lo objetivo. Quizs podemos hacer comprensible el diagrama si

incluimos otras dos formas de expresin comnmente tenidas por opuestas: el


poema lrico, punto "G", y el tratado (uno sobre lgebra, por ejemplo), localizado
en el punto "F". Demos, ahora, posiciones en el diagrama (un poco arbitrarias por
tratar de caracterizar toda una obra) a cuatro ensayistas modernos, y tendremos
una indicacin de la amplitud del radio de accin en que los ensayos pueden
proyectarse. Los ensayistas que vamos a considerar son Unamuno, Alfonso Reyes,
Azorn y Maritegui. Los cuatro parecen alejarse del centro ideal donde
colocamos el gnero ensaystico, y, sin embargo, sus ensayos han sido utilizados
como modelo repetidas veces a lo largo de este estudio. En Unamuno el elemento
subjetivo se presenta con gran fuerza, al mismo tiempo que parece existir un
equilibrio entre la forma y el fondo; por ello lo hemos colocado en la posicin
intermedia "U". A Alfonso Reyes se le podra situar en un lugar opuesto a
Unamuno; ciertamente, el tinte subjetivo disminuye en gran medida, pero se
mantiene la preocupacin esttica; su punto en nuestro diagrama podra estar en
"R". Azorn parece mantener un equilibrio entre los extremos subjetivo-objetivo,
pero su preocupacin por la forma es ms notoria y a ella sacrifica, en ms o
menos cuanta, el contenido; se le podra localizar en el punto "Z". Maritegui, en
los conceptos aqu considerados, se sita en direccin opuesta a Azorn, su
preocupacin se inclina hacia el contenido; por ello le podramos situar en el
punto "M".
Esta clasificacin que acabamos de exponer, y en realidad todo el diagrama, como
generalizacin, tiene que pecar necesariamente de arbitraria. Su valor, sin
embargo, no reside en lo correcto o errneo de uno de sus aspectos concretos, sino
en la comprensin del ensayo que nos proporciona con relacin a las cuatro
preocupaciones bsicas en el quehacer ensaystico que forman los extremos de
nuestras coordenadas. Cuando a continuacin procedamos a comparar el ensayo
con otras formas de expresin, deberemos tambin tener presente el lugar ideal
que el ensayo ocupa en nuestro diagrama, y al mismo tiempo imaginar una lnea
(al igual que lo hicimos en el caso de La Celestina con la novela y el drama) que
una el ensayo con la forma afn con que se compara.
El ensayo y la novela
En una primera impresin nos parecera superfluo el tratar de comparar, para
establecer diferencias o al menos una gradacin, la novela con el ensayo; sobre
todo si al hacerlo pensramos en las novelas de Prez Galds y en los ensayos de
Ortega y Gasset. En efecto, parece que, en el mundo terico al menos, las
diferencias entre ensayo y novela son lo suficientemente marcadas, como para que
su clasificacin en uno u otro gnero no d lugar a dudas. En la realidad de las
creaciones literarias, sin embargo, la situacin es mucho ms compleja. As,
mientras Peter Earle y Robert Mead en su Historia del ensayo hispanoamericano,
consideran Historia de una pasin argentina como "el ensayo ms importante" de
Mallea, la Editorial Espasa-Calpe, al publicarlo, clasifica a la obra de novela; por
el contrario incluye Amor y pedagoga, de Unamuno, entre los ensayos y obras
filosficas, en tanto que Eugenio de Nora, aun reconociendo su carcter
ensaystico, la estudia como novela. Lo que sucede es que ambas obras pueden ser
consideradas, segn el punto de vista con que se aproxime el clasificador, como
novelas o como ensayos. Pero antes de continuar desarrollando este aspecto,

hagamos uso del mtodo de aproximacin indicado al comienzo de esta seccin.


Tracemos una lnea (fig. III) en uno de cuyos extremos, "A", colocaremos la
"meditacin", "la idea"; en el extremo opuesto, "B", "la narracin", "la fbula". En
el punto "A" se situara el concepto terico de ensayo, y en el "B" el de novela
(dejemos claro que estas consideraciones son tan solo una generalizacin que nos
ayudar en el momento de localizar las obras literarias individuales. De ningn
modo se pretende insinuar, por ejemplo, que pueda haber una novela sin ideas).
ensayo
(meditacin) A
(idea)

novela

B (narracin)
(fbula)

(fig. III)
De acuerdo con esta interpretacin, segn el punto "B" se vaya desplazando hacia
"A", la narracin y la fbula irn perdiendo vigor, mientras que paulatinamente se
conceder creciente nfasis a la meditacin y a las ideas; y la novela, por lo tanto,
se ir convirtiendo poco a poco en ensayo; el "yo" del narrador igualmente seguir
un proceso de identificacin con el "yo" del autor.
Considerada de este modo la proyeccin de novela a ensayo, dejan de tener
sentido las polmicas sobre si una obra pertenece a uno u otro gnero literario. En
realidad, sern muy pocos los casos que puedan situarse en los extremos "A" y
"B"; Los ensayistas, aun los ms puros, intercalan frecuentes ancdotas en sus
ensayos, del mismo modo que en la lectura de las novelas hay que tener presente
la posicin ideolgica que el autor desarrolla. Adems, una obra puede ser
apreciada de diferente modo con el paso del tiempo; por ejemplo, El criticn, de
Gracin, poco a poco ha ido perdiendo para el lector moderno el valor ideolgico
que pudo haber tenido para sus contemporneos, al mismo tiempo que se da ms
nfasis a la ancdota y su contenido alegrico. Un caso opuesto nos encontramos
en Civilizacin y barbarie, de Sarmiento, en cuya obra el lector moderno da ms
nfasis al contenido ideolgico. En fin, en la novelstica actual iberoamericana,
sobre todo, se estn experimentando nuevos mtodos de fundir lo novelstico y lo
ensaystico en una misma obra; no al modo de Gracin o de Sarmiento, que
situaban su creacin literaria en un punto intermedio entre los extremos ensayo y
novela, sino pretendiendo trasladar la reflexin al dominio de la forma. Por ello,
las novelas ms recientes desorientan e irritan al lector, que todava se resiste a
aceptar tales transposiciones. El experimento es arriesgado, pues pretende crear
nada menos que una nueva forma de arte en la novela, a pesar de que para ello
cuente ya con los modelos de las artes plsticas.
Ejemplifiquemos esta situacin considerando por un momento Terra nostra
(1975), de Carlos Fuentes, quizs la obra ms pretenciosa de la nueva narrativa
iberoamericana. Fuentes lleva a un extremo las posibilidades de la forma, siempre
con un consciente intento de perfeccin esttica, pero a esta forma une un
profundo contenido ensaystico. En la tradicin literaria, como vimos, cuando lo
novelesco aumentaba, disminua lo ensaystico; si se daba nfasis a la forma, se

sacrificaba para ello el contenido. Fuentes pretende unir ambos extremos en una
unidad artstica. Ahora bien, la comprensin de la idea y la proyeccin reflexiva
de la misma exige un esfuerzo, que si no es opuesto, s es diferente al que
demanda la contemplacin de la belleza. Esto no es nada nuevo en el arte,
pensemos en el Guernica, de Picasso. Lo que s es nuevo es el modo de
presentacin. Un cuadro o una escultura exigen poco espacio y la mente puede
recrearse en el sincretismo de la obra, examinando y volviendo a examinar cada
uno de sus aspectos, de modo que la comprensin intelectual aumenta cada vez
ms el placer esttico. No es que ambos placeres sean simultneos, sino que ms
bien forman una espiral donde uno proyecta al otro a niveles cada vez ms altos.
La obra literaria, sin embargo, no se nos puede presentar simultneamente como
una totalidad que nos permita contemplar de nuevo la creacin artstica en cada
vuelta de la espiral, segn nos proyectamos a planos de comprensin y de placer
esttico ms elevados. El texto escrito, aun cuando en l desaparezca el tiempo
cronolgico, es necesariamente lineal, y el efecto totalizador del cuadro slo se
puede conseguir mediante la constante superposicin de planos, como en un
continuo nuevo replanteamiento. As lo hace Carlos Fuentes en Terra nostra, y el
efecto es muy semejante al de esa visin simultnea y totalizadora de que antes
hablbamos; sin embargo, para dar cuerpo a su mensaje precisa Fuentes de 783
pginas de texto. De aqu su dificultad, Cuntas horas de concentracin requiere
su lectura? Y esa continua y necesaria repeticin, cuya frecuencia no responde a
las necesidades particulares de cada lector, sino que es impuesta por el autor
mismo, no disminuir poco a poco el placer esttico hasta hacerlo desaparecer?
Estos experimentos, llevados a cabo en nuestra lengua por la nueva narrativa
iberoamericana, y todava muy lejos de conseguir la perfeccin que persiguen,
sirven para reafirmar, en lo esencial, la validez de la proyeccin que
representamos en la fig. III, ya que fuera de tales intentos, la narracin y la fbula
todava se encuentran en relacin inversamente proporcional a la meditacin y la
idea, en cuanto participacin reflexiva del lector.
El ensayo y la carta
Aunque todos los gneros han variado con el paso de los siglos, segn se iban
modificando las circunstancias que hacan posible su existencia, el gnero
epistolar merece, en este aspecto, especial atencin. En un principio, mucho antes
de que apareciera el trmino "ensayo", el concepto que ahora representa se
identificaba, de modo ms o menos limitado si se quiere, con el propsito
explcito de las epstolas. Recordemos las palabras de Francis Bacon al comentar
el trmino ensayo creado por su contemporneo Montaigne: "La palabra es nueva,
pero el contenido es antiguo. Pues las mismas Epstolas a Lucilo, de Sneca, si
uno se fija bien, no son nada ms que 'ensayos', es decir, meditaciones dispersas
reunidas en forma de epstolas" (XI: 340). Aunque se podra discutir sobre lo
apropiado o no de tal afirmacin, y sobre los motivos que le llevaron a Bacon a
formularla, lo que s es indudable, es que las Epstolas de Sneca poseen
abundantes rasgos ensaysticos.

Las circunstancias externas fueron poco a poco limitando la necesidad de las


epstolas (nos referimos, por supuesto, a la modalidad de carta literaria), hasta
hacerlas desaparecer en nuestra poca.10 Primero fue la imprenta, luego la
aparicin de los peridicos y mejoramiento de los medios de comunicacin, y
finalmente, la desaparicin del "ocio clsico" que ya Rod aoraba; lo que en la
antigedad era tan popular y en el siglo XVIII sirvi para proporcionar un
supuesto distanciamiento y objetividad, se vio paulatinamente relegado a las
"cartas al editor" en el siglo XIX y principios del XX, para terminar perdiendo,
incluso aqu, su carcter reflexivo y convertirse por necesidades de espacio y
tiempo en meras notas informativas o, a lo ms, de protesta. Pero, no obstante ser
las epstolas una forma literaria que en la realidad prctica desaparece con nuestro
siglo, el elevado nmero de creaciones, de reconocido valor literario, que se
recogen bajo el ttulo de epstolas o cartas, y su uso frecuente para presentar al
pblico colecciones de ensayos requieren que se medite sobre las caractersticas
peculiares de ambas formas, para poder as establecer los elementos esenciales
que las diferencian.
El ensayo y la carta difieren, ante todo, en el lector a quien se dirigen (en este
intento de determinar la forma epistolar en su relacin con el ensayo, no nos
referimos al hacer uso del trmino "epstola" o "carta", a todas aquellas obras que
lo llevan en su ttulo; con l se representa aqu nicamente el ideal terico de lo
que llamamos forma epistolar). As, pues, la carta se dirige a un solo lector, cuyas
reacciones y sentimientos generalmente nos son bien conocidos; el ensayo se
destina a una generalidad de personas, cuya formacin, opiniones, necesidades,
etc., varan enormemente. Este aspecto, que podramos denominar bsico al
establecer diferencias, unido al propsito final (una obra literaria en el ensayo,
comunicacin en la carta) que motiva uno y otro escrito, son las fuentes de todas
las dems diferencias. En efecto, mientras en la carta abundan detalles particulares
ntimos, el ensayo prefiere eliminarlos. En la carta domina, por tanto, lo concreto;
en el ensayo lo abstracto. Como el escritor de cartas tiene presente en todo
momento al lector y ste es un individuo concreto, el valor de su contenido es
tambin ms particular; el ensayo, por otra parte, se esfuerza por eliminar toda
particularidad y proyecta un valor universal. La carta posee, ante todo, un valor
informativo, cuyo inters caduca con el tiempo; el ensayo reflexiona tambin
sobre lo actual, pero aportando a sus reflexiones el pasado y proyectndolas hacia
el futuro, por lo que se libra de la tirana del tiempo. La carta, en fin, se escribe en
un estilo ocasional, sin preocupacin esttica; el ensayo, como creacin literaria,
posee ante todo voluntad de estilo.
Estas posiciones, as contrastadas, representan, por supuesto, nicamente los
extremos "A" y "B" (fig. IV) de la lnea proyeccin ensayo-carta. Basndonos en
ellas, sin embargo, se hace obvio, por ejemplo, que las Epstolas a Lucilio, de
Sneca, se encuentran mucho ms prximas del punto "A" que del B", a pesar de
su ttulo.
(ensayo) A

(fig. IV)

B (carta)

En las letras espaolas, adems de las Epstolas familiares, de Guevara, muchas


de las cuales son verdaderos ensayos, y todas ellas ejercicios literarios, poseemos
en el siglo XVIII un ejemplo notable de ensayos presentados al pblico bajo la
forma externa de epstolas. Me refiero a las Cartas marruecas de Cadalso. Su
posicin en la lnea "A-B" ha de situarse muy prxima al punto "A". No obstante,
el mero hecho de presentarse en forma de cartas, confiere a los escritos ciertas
caractersticas epistolares que limitan su efectividad como ensayos. En efecto, en
las Cartas marruecas, precisamente por su forma, muchas de ellas precisan de un
marco, al cual en ocasiones se subordina el propio contenido. Al mismo tiempo, al
dirigirse stas a personajes determinados, se limitan notablemente en el alcance de
sus reflexiones. En resumen, un anlisis de las Cartas marruecas, por ejemplo,
slo tendr sentido si se efecta consciente de su situacin intermedia en nuestra
lnea imaginaria "A-B"; y su estudio habr de hacerse tanto en funcin de los
aspectos esenciales del ensayo como de la carta.
El ensayo y la autobiografa, la confesin, el diario
Con frecuencia se han considerado los ensayos como una especie de
autobiografa; yo mismo a lo largo de este estudio he insistido repetidas veces en
su elemento subjetivo y carcter confesional; e incluso una de las secciones lleva
el subttulo de "El ensayo como confesin". En todos estos casos, sin embargo, el
trmino confesin haca slo referencia a la dimensin personal que hay en el
ensayo. La simple lectura de autobiografas o confesiones, incluso aquellas de San
Agustn, Santa Teresa o Rousseau, por ejemplo, que poseen indudable valor
literario y frecuentes rasgos ensaysticos, pone de relieve las diferencias bsicas
entre dichas formas literarias y el ensayo. Tanto en la autobiografa como en la
confesin domina la forma narrativa, y a veces con la misma complejidad y
acumulacin de recursos estilsticos que en las mejores novelas. Ms significativo
todava, por su semejanza en esto al ensayo, es el modo como se introducen los
elementos personales. El ensayo en este aspecto es fragmentario; lo personal slo
interesa en su relacin con lo actual y nicamente en cuanto sirve para dar mayor
luz a las reflexiones que se proyectan. En la autobiografa como en la confesin se
procede de un modo sistemtico a la presentacin y desarrollo de la persona, que
es aqu esencial, mientras que en el ensayo es marginal. Por ello se sigue en ellas
un orden cronolgico, a la vez que en el ensayo las notas personales aparecen sin
mtodo fijo ni propsitos de continuidad. Se puede decir a este particular que
mientras la forma del ensayo posee un carcter circular, aqulla de la
autobiografa y confesin lo es lineal. En ellas, en fin, se trata de resumir toda una
vida a travs de ciertos sucesos considerados como importantes, por lo que el
tiempo verbal que domina es el pretrito; en el ensayo, por el contrario, es el
presente el que da carcter, y, lejos de ser el resumen de un pasado personal, es el
"yo" en su continuo llegar a ser el que preocupa y sobre el que medita el ensayista.
El diario, dentro de su unidad de tiempo ms limitada, posee, en su relacin con el
ensayo, las mismas peculiaridades mencionadas a propsito de la autobiografa y
de la confesin. A pesar de ello, su inmediatez le acerca mucho ms al ensayo; y
las frecuentes meditaciones que sugieren los sucesos escritos, cuya impresin
todava incita a reflexionar, constituyen rasgos ensaysticos.

El ensayo y la prosa didctica


En aquellos estudios breves sobre el ensayo en los que se le trata de definir en
trminos generales, son frecuentes las expresiones que hacen referencia a la
didctica, como la siguiente de Gmez de Baquero: "El ensayo es la didctica
hecha literatura" (140-141). Yo mismo he indicado en otro lugar que "el ensayo es
un escrito en prosa lindante con la didctica y la poesa" (314). Tales afirmaciones
slo tienen sentido dentro de contenidos generales que pretenden caracterizar al
ensayo mediante una amalgama de conceptos, quizs inapropiados si se analizan,
pero que sirven para proporcionar una visin impresionista del gnero, la nica
posible en tales estudios breves. El trmino "didctica" en las afirmaciones
anteriores se usa slo en funcin del contenido. Ahora, sin embargo, ms que este
aspecto, que es el que precisamente motiva la confusin entre el ensayo y la obra
didctica, debemos tomar en cuenta los propsitos y el modo como en ambos
casos se manifiesta dicho contenido.
El propsito de la didctica es simplemente el de ensear, transmitir informacin;
por ello el autor se presenta como autoridad indiscutible sobre el tema tratado, y
desde el principio se coloca en un nivel de superioridad con respecto al lector. En
el ensayo, por el contrario, la funcin del contenido es nicamente la de sugerir,
incitar a la reflexin; el ensayista, por ello, slo adelanta opiniones y se nos
presenta como nuestro igual, como un miembro ms a tomar parte en el dilogo
que desea establecer. En la obra didctica la informacin se introduce como cierta
y se entrega al lector para que sea aceptada en su totalidad, se pretende una
comunicacin depositaria. El ensayista, sin embargo, adelanta sus tesis como algo
probable y digno de ser meditado, pero su propsito, como se indic, no es tanto
el de convencer como el de sugerir, se busca una comunicacin humanstica. La
didctica, como obra cientfica, posee una rigurosa estructura sistemtica; en el
ensayo, como obra literaria, la ordenacin es esttica. La didctica, en fin, tiende a
una objetividad absoluta, y la forma en todo momento se subordina al contenido,
por lo que su valor depende de la claridad y efectividad con que se presenta la
informacin. El ensayo es ante todo una obra de arte, donde el subjetivismo en la
seleccin e interpretacin de las ideas es algo esencial; su valor depender de la
perfeccin artstica que se consiga en la exposicin y, en funcin de su contenido,
de las sugerencias que sea capaz de suscitar.
El ensayo y el tratado
Todo lo dicho anteriormente al comparar el ensayo con el concepto amplio de
prosa didctica, nos sirve, naturalmente, para caracterizar el tratado, que, en s, no
es ms que una de las manifestaciones de la didctica. Peculiar del tratado, y en
ello diametralmente opuesto al ensayo, es el intento de ser un estudio completo
sobre el tema que versa, por lo que se presenta como un todo en el que se exponen
unas ideas ya pensadas, y entregadas a modo de resultado; mientras que el
ensayista, reconociendo que en lo absoluto no hay nada completo, presenta
nicamente una faceta, procura una cala, desarrolla un pensamiento; y se
manifiesta en un continuo hacerse, que lleva implcito las contradicciones mismas
presentes en la vida. Morn Arroyo nos dice a este propsito, refirindose al

tratado filosfico, pero cuya peculiaridad es propia del tratado mismo: "Toda
filosofa es, en primer lugar, un trabajo de la mente; pues bien, si aslo el
producto, y lo expongo separado de la mente que lo piensa, har categora; si lo
expreso con la vivacidad de lo que est naciendo como un producto viviente, ser
ensayo" (48). Este aislar el "producto de la mente", que seala Morn Arroyo, es
el proceso que sigue el escritor de tratados, por lo que la personalidad del autor, el
elemento subjetivo, se reprime hasta el anonimato, y es el tema el que da carcter
a la obra. En el ensayo, como hemos indicado repetidas veces, es la personalidad
del autor la que domina y a la que incluso se subordinan los temas. El tratado se
dirige al especialista y su verdad, con la que pretende ensear, es cientfica; el
ensayista, por su parte, se orienta al lector general, a quien slo le exige que se
acerque a su lectura con curiosidad intelectual; sus verdades son estticas y crean
interpretaciones que nicamente se proponen formar. El tratado, en fin, es
monlogo cerrado, sistemtico, que persigue un fin preestablecido, que, a su vez,
le fuerza a seguir estrictamente el tema en cuestin. El ensayo es un dilogo, y,
por lo tanto, abierto, y tan asistemtico como la vida o el pensar mismo.
El ensayo y el artculo de crtica
El artculo de crtica, comn a todas las ramas del saber humano, es producto de la
creciente especializacin de nuestra poca, aunque sus antecedentes se remonten
al siglo XVIII. Se asemeja al ensayo ante todo en su extensin y tambin en el no
pretender ser exhaustivo, en el representar nicamente una cala entre las muchas
posibles. Sus caractersticas esenciales, sin embargo, son aquellas estudiadas bajo
la prosa didctica y el tratado. El artculo crtico es, por as decirlo, el primer
eslabn en la proyeccin artculo-monografa-tratado, y se destina, como stos, al
lector especializado, nico preparado para la comprensin del vocabulario tcnico
que en ellos se emplea y desarrolla.
ensayo
A

artculo de crtica

(fig. V)
En nuestra comparacin con el ensayo nos ayudar imaginar de nuevo una lnea
(fig. V), en cuyos extremos situaremos el ensayo, "A", y el artculo de crtica, "B".
En el punto "A" se hallarn todas aquellas caractersticas que en teora
concedimos al ensayo ideal, en su opuesto, "B", aquellas otras que asignamos a la
prosa didctica y, dentro de sus limitaciones, al tratado. Si ahora nos ceimos al
campo literario, ser fcil observar que muchos de los artculos que escribi Larra,
por ejemplo, en torno a temas literarios, en realidad estn muy prximos al punto
"A". Segn avanza el siglo XIX y XX tales artculos se van haciendo cada vez
ms especializados: lase a Montalvo, Valera, Clarn, Henrquez Urea, Alfonso
Reyes, Mario Benedetti, etc., y se descubrir como poco a poco sus escritos se
dirigen a un grupo de lectores cada vez ms reducido y selecto en su formacin
literaria y filosfica. En las ltimas dcadas, incluso en aquellos artculos de
crtica que versan sobre filosofa, literatura, historia, etc., donde la materia misma

incita a la aproximacin ensaystica, domina, sin embargo, la despersonalizacin


en nombre de un supuesto objetivismo que intenta aplicar un mtodo cientfico en
la explicacin y comprensin de las ciencias del espritu. A pesar de ello, el
artculo sigue todava hoy dando cabida a los ms variados matices, por lo que el
lugar que ocupa en la lnea-proyeccin "ensayo-artculo de crtica", puede ser
cualquiera de sus puntos intermedios, segn se d ms o menos nfasis a la
expresin artstica, segn se introduzca o elimine la posicin subjetivista del
autor, segn, en fin, se persiga una comunicacin depositaria o humanstica, es
decir, segn se acerque a la didctica o al ensayo.
El ensayo y el artculo costumbrista
En una cala ms profunda, para proyectar el mtodo aqu seguido a la luz de
textos concretos, vamos a desglosar el denominado "artculo costumbrista" desde
la perspectiva del ensayo.
Es sin duda arbitrario, a pesar de su aparente aceptacin, el considerar como
artculos de costumbres donde lo de "costumbres" pretende significar algo
genrico escritos tan dispares en su contenido y estructura como "La
nochebuena de 1836", de Larra, "Las tres tazas", de Vergara y Vergara, "El
retrato", de Mesonero, o "Pulpete y Balbeja", de Estbanez Caldern. Tambin
resulta caprichoso el pretender excusar tan obvias discrepancias acusando a unos o
a otros escritores de no comprender aquello sobre lo que escriban. As nos dice
Jos F. Montesinos refirindose a Mesonero: "Hacer este costumbrismo
moralizante era en realidad trocar los frenos, era olvidarse del primitivo propsito,
que no fue predicar la sobriedad, la mesura o la diligencia, sino estudiar el estado
moral y los resortes morales de la sociedad presente. Con lo que se comprueba
que el costumbrismo 'moral' de Mesonero deja de ser costumbrismo, y ser lo que
se quiera, homila, disertacin tica o especulacin sociolgica" (63).
La variedad de escritos clasificados como costumbristas por sus mismos autores o
por la crtica literaria posterior es enorme; slo mediante el cotejo de stos con los
distintos gneros literarios, se podr llegar a la determinacin de ciertas
caractersticas que puedan ser consideradas como esenciales al costumbrismo.
Unicamente as se podr trazar la tenue lnea que separa, por ejemplo, el cuento
costumbrista del artculo de costumbres, y que nos permita clasificar a "Pulpete y
Balbeja" como cuento, y determinar que La familia de Alvareda es, en efecto,
como la misma Fernn Caballero la denomina, una "novela de costumbres
populares". Pero limitmonos ahora a establecer las diferencias entre el ensayo
sobre todo el ensayo costumbrista y el artculo de costumbres. Correa Caldern
en su excelente introduccin a Costumbristas espaoles, y bajo el ttulo de
"Anlisis del cuadro de costumbres", le atribuye las siguientes caractersticas:

1.- Suele iniciarse el artculo de costumbres con un ttulo expresivo, que


anuncia el tipo, el uso o el lugar descrito y resume en cierto modo el
contenido. (LXXI)

2.- Sigue al ttulo de los artculos de costumbres el imprescindible lema,


que suele ser una sentencia, un refrn, una frase o unos versos. (LXXI)

3.- La extensin del cuadro de costumbres suele limitarse al patrn


establecido para el artculo de revista o peridico [...] Cuando los autores
se salan de tal medida, el cuadro de costumbres sola dividirse en partes,
que indican claramente haber sido publicados en nmeros sucesivos.
(LXXIII)

4.- Su mayor gracia radica precisamente en su propia brevedad esencial,


que obliga a condensar en tan breve desarrollo un tema trascendente [...]
en el que nada sobre ni falte. (LXIII)

Sin necesidad de someter tales caractersticas a un profundo anlisis, se desprende


que varias de ellas son igualmente comunes al cuento, sobre todo al cuento del
siglo XIX; y que probablemente todas serviran para caracterizar el gnero
ensaystico. En la ltima de ellas, Correa Caldern parece indicar que en el
artculo de costumbres se desarrolla un "tema trascendental". Posicin tanto ms
extraa cuando haba de sealar ms adelante que el costumbrismo es "una
especie de literatura menor, de corto vuelo, a la que faltan alas para elevarse de lo
corriente y moliente, de lo diario y habitual" (LXXVII). Por otra parte sera difcil
encontrar lo "trascendente" en los cuadros costumbristas de El da de fiesta, de
Zabaleta; y ya en el siglo XIX en "La feria de Mayrena", de Estbanez Caldern;
en "El martes de carnaval y el mircoles de ceniza", de Mesonero Romanos; en
"Entre usted que se moja", del colombiano Jos David Guarn; o en "Empeos y
desempeos", de Larra. Y, sin embargo, no podra decirse que ellos constituyen
los prototipos del costumbrismo?
Dejemos ahora de un lado las numerosas y contradictorias posiciones de la crtica,
para buscar en los mismos escritores llamados "costumbristas" los principios
filosficos que sirvieron de orientacin a la mayora de sus escritos. Mesonero
Romanos se propone "escribir para todos en estilo llano, sin afectacin ni
desalio; pintar las ms veces; razonar pocas".11 Hay aqu dos afirmaciones de
especial inters para nuestro propsito: 1) Va a pintar, y en Mesonero el trmino
"pintar" significa copiar sin rasgos que particularicen; y 2) evitar el razonar; lo
que de ningn modo significa que sus escritos carezcan de ideas o que escriba sin
propsito definido. Hace con ello slo referencia a su intento de evitar las
reflexiones filosficas.
Larra, por el contrario, desea "una literatura hija de la experiencia y de la historia,
y faro, por tanto, del porvenir, estudiosa, analizadora, filosfica, profunda,
pensndolo todo, dicindolo todo en prosa, en verso, al alcance de la multitud
ignorante an" (983). Pinsese ahora en Alfonso Reyes o en Ortega y Gasset, por
ejemplo, y nos daremos cuenta de que difcilmente se pueden reunir en tan breve
espacio ms rasgos distintivos del ensayo. Y si Larra piensa as, no es extrao que
luego nos diga al hablar de Mesonero: "Esta es la nica tacha que podemos
encontrarle: retrata ms que pinta" (994).
De las anteriores citas se desprende una diferencia bsica en la concepcin de lo
entonces llamado artculo de costumbres: Larra da nfasis a la meditacin en
busca de lo trascendental; Mesonero prefiere el colorido realista de la cmara

fotogrfica. Estas diferencias no pretenden sealar categoras de valores, sino


simplemente establecer principios filosficos que despus daran lugar a toda una
gama de matices dentro de la obra de un mismo escritor, que abarcara, por
ejemplo en Larra, desde lo propiamente costumbrista, as en "Empeos y
desempeos", a lo decididamente ensaystico como en "La nochebuena de 1836".
No es siempre sencillo el poder determinar la posible lnea divisoria entre el
artculo de costumbres y el ensayo costumbrista. Pero si podemos sealar
caractersticas peculiares del uno y del otro, que, tomadas en conjunto, nos hagan
ver las diferencias entre ambas expresiones literarias: en el artculo de costumbres
se retrata sobre todo el mundo fsico, mientras que en el ensayo costumbrista se
une a ello la razn y significado de su ser. El artculo de costumbres prefiere lo
particular a lo general; lo local a lo universal. El ensayo costumbrista proyecta lo
primero en lo segundo. Mientras el escritor costumbrista trata de distanciarse para
retratar ms objetivamente la realidad externa, el ensayista proyecta sta slo a
travs de su subjetivismo personal. Es cierto que lo actual es el objeto tanto del
ensayista como del escritor de costumbres; pero mientras ste slo pretende
reflejar la vida cotidiana, sin "razonar" como dira Mesonero, el ensayista separa
lo actual de lo temporal, elimina lo que hay de caduco, y eleva su reflexin a un
plano trascendental. As, mientras el escritor de artculos de costumbres se entrega
a la descripcin minuciosa de cosas efmeras pensemos en El da de fiesta de
Zabaleta, el ensayista omite/supera los detalles que unen su escrito a una
realidad temporal necesariamente caduca.
Pero procedamos en nuestro anlisis de un modo ms sistemtico; para ello
hagamos uso de un diagrama en la forma de un tringulo "EAC", (fig. VI), cuya
totalidad representar lo que comnmente llamamos "costumbrismo", y en cuyos
vrtices colocaremos las caractersticas peculiares del ensayo, del artculo y del
cuento. En el extremo "E" que hemos asignado al ensayo, colocaremos "la
meditacin", "la idea", "lo universal", "el propsito de trascender". En el punto
"C", en el que situamos el cuento, dominar "la narracin", "la fbula". Tanto el
punto "E" como el "C" representan extremos en la gama de posibilidades de la
obra literaria.
En el caso concreto del "costumbrismo del siglo XIX" me refiero a lo que
comnmente se clasifica de literatura costumbrista, podramos ejemplificar lo
anotado colocando en el extremo "E" "La nochebuena de 1836", de Larra. En
efecto, aqu slo hay una referencia que une el escrito a una poca concreta: el
ttulo. Lo dems es una reflexin que escapa a cualquier limitacin en el tiempo o
en el espacio. Incluso "Fgaro" se convierte en el "yo" del lector meditabundo que
lo leyere. Es, en una palabra, un ensayo. En el extremo opuesto, "C", podramos
situar a "Don Opando, o unas elecciones", de Estbanez Caldern, que es ante
todo un cuento. Por supuesto, no todos los "artculos de costumbres" pueden
agruparse en uno u otro extremo; por el contrario, lo ms frecuente es que ocupen
lugares intermedios en la lnea "E-C". As, por ejemplo, "La sociedad", de Larra,
aun pudiendo ser considerado como ensayo, posee los elementos rudimentarios de
una ancdota, por lo cual se alejara un poco del punto "E" en direccin al punto

"C". De igual modo en "Los filsofos en el fign", de Estbanez Caldern, los


elementos caractersticos del cuento no son ya tan predominantes.

(fig. VI)
Semejante relacin podramos ahora establecer entre los puntos "E" y "A", pero
bstenos para imaginar la gama de posibilidades, dos ejemplos del mismo Larra:
uno de ellos el ya sealado de "La nochebuena de 1836" y el otro, colocado en el
punto "A" o muy cercano a l, el artculo titulado "Empeos y desempeos". En
este ltimo Larra no consigue o no desea sobrepasar el retrato de una estampa de
la sociedad de principios del siglo XIX; es decir, escribe un cuadro de costumbres,
en el cual apenas si est presente la reflexin y la visin del autor se manifiesta
nicamente a travs de algunos juicios moralizantes. De ah que, aun cuando
ambos se encuentren bajo el ttulo comn de "artculos de costumbres", "La
nochebuena de 1836" es un ensayo, mientras que "Empeos y desempeos" es
propiamente un artculo de costumbres.
Las diferencias entre el ensayo y el cuento costumbrista parecen obvias, y ms si
para establecerlas comparamos, por ejemplo, la obra de Larra con la de Estbanez
Caldern. Resulta ms difcil, y por ello mismo ms apta para establecer el
carcter del ensayo, la distincin entre el ensayo y el artculo de costumbres. Para
ejemplificar tal diferencia vamos a considerar tres obras que versan sobre un
mismo motivo: "el objeto testigo de la historia". La primera es "El retrato", de
Mesonero Romanos, y que nos servir como ejemplo de un artculo de
costumbres; la segunda lleva por ttulo "Las tres tazas", de Jos Mara Vergara y
Vergara, y la estudiaremos como ejemplo de ensayo costumbrista; la tercera, de
Germn Arciniegas, se titula "El lenguaje de las tejas", y nos servir como modelo
de ensayo propiamente dicho.12
El retrato. Mesonero Romanos hace referencia en "El retrato" a tres pocas: 1789,
1815 y 1831, pocas de gran importancia en la historia del pueblo espaol, por
cubrir un periodo de transicin, de acelerados cambios tanto en el mbito
intelectual como en el poltico y en el social. Mesonero, sin embargo, haciendo

caso omiso del significado histrico de lo que el retrato ha presenciado, describe


nicamente las andanzas de ste desde la posicin decorosa de presidir una sala, a
un rincn olvidado en las ferias. As las palabras finales de Mesonero: "En cuanto
a m, escarmentado con lo que vi en ste, me felicito ms y ms de no haber
pensado en dejar a la posteridad mi retrato: para qu? Para presidir un baile; [...]
para criar chinches; para tapar ventanas; pasa ser embigotado y restaurado
despus, empeado y manoseado, y vendido en las ferias por dos pesetas" (135).
Las tres tazas. Jos Mara Vergara y Vergara, escritor costumbrista colombiano
contemporneo de Mesonero, hace igualmente referencia en "Las tres tazas" a tres
pocas de la historia de Colombia, 1813, 1848 y 1866. Aqu, a diferencia de
Mesonero, Vergara, junto a las descripciones costumbristas que nada pierden en
intensidad o colorido, incluye agudas reflexiones en torno a la direccin histrica
de Colombia, y por proyeccin, de Iberoamrica: la primera taza, en 1813, es de
plata y se sirve en ella chocolate; se toma en Santaf; todo ello hace referencia a la
influencia espaola de la Colonia. La segunda taza, en 1848, es de loza y se sirve
en ella caf; la ciudad se denomina ahora Santaf de Bogot; Colombia,
Iberoamrica, es independiente y la influencia y los gustos ingleses estn de
moda. La tercera taza, en 1866, es de t; se pretende hablar francs al tiempo que
se desprecia lo castizo; se suprime el Santaf y la ciudad pasa a ser Bogot; reina
un ambiente de insinceridad que Vergara resume con las siguientes palabras: "En
1866, se convida a tomar una taza de t en familia', y hay silencio, equvocos
indecentes, bailes de parva, ninguna alegra y mucho tono" (101).
El lenguaje de las tejas. Germn Arciniegas en "El lenguaje de las tejas" hace uso
del mismo motivo, el objeto testigo de la historia. Utiliza los techos de las casas
como smbolos de los ciclos histricos iberoamericanos:
Nos ha tocado a los americanos vivir en el campo de experiencias sociales ms
rico que pueda imaginarse, y por eso podemos ver de un solo golpe techos grises
de paja, tejados de barro cocido y casitas de teja metlica, que representan los tres
tipos de cultura que se han turnado cronolgicamente en el pas. (255)
Y ms adelante aade:
Cuando el avin rueda sobre los paisajes de mi patria, veo, como ya lo he dicho,
las tres etapas de la historia nacional. La Choza es suave, parda y gris, a veces con
toques dorados, como convena a la raza cobriza de los indios [...] De Espaa vino
la teja morena y granate, que es como el fuego de esa patria[,] cuando madura,
entra en reposo y se hace hogarea [...] Lo de ahora, el tejado de ahora, ah est.
Ruidoso, metlico, no tiene huella humana que recoger [...] Como punto medio y
fiel de nuestra historia, estn las tejas de barro. De tejas para abajo estn los
indios, de tejas para arriba la repblica. (275/276)
Mesonero escribe, pues, en "El retrato" un artculo de costumbres; predomina en
l la descripcin del estado del cuadro en distintas pocas; el colorido
costumbrista est en primer plano. Vergara, en "Las tres tazas", sigue siendo un
escritor costumbrista, pero junto al colorido de las costumbres que est presente

en todo momento, hay un espritu inquisitivo, una invitacin a la reflexin, una


elevacin de los aspectos concretos a un plano superior donde los mismos detalles
adquieren valor universal; hay, en fin, una proyeccin que interpreta lo concreto
costumbrista de distintas pocas en el plano universal de la direccin histrica de
un pueblo. Vergara escribe, en una palabra, un ensayo costumbrista. Por ltimo,
Arciniegas, en "El lenguaje de la tejas", haciendo uso del mismo motivo, elimina
en lo posible el colorido costumbrista para concentrarse en los valores universales
que le permiten establecer una interpretacin de la historia. Escribe un ensayo.

Notas

10

11

12

Slo ocasionalmente el escritor moderno hace todava uso de la forma


epistolar en su comunicacin literaria y casi siempre estas "epstolas" se
escriben para su inmediata publicacin, por lo que se redactan teniendo ya
en cuenta a un pblico lector. As, por ejemplo, Julio Cortzar en su carta
del 10 de mayo de 1967 a Roberto Fernndez Retamar, pero cuyo destino
real era la Revista de la Casa de las Amricas; "Acerca de la situacin del
intelectual latinoamericano", Textos polticos (Barcelona: Plaza y Jans,
1985), pp. 27-44.
Ramn de Mesonero Romanos, Escenas matritenses (Madrid: Aguilar,
1956), pg. 516. Esta posicin se mantuvo constante en la obra literaria de
Mesonero y se refleja en la crtica que hizo a otros autores. A este
propsito es de inters una carta que escribi en 1879 a Prez Galds con
motivo de La Familia de Len Roch: "Sin embargo, con mi natural
franqueza, reitero a usted que no simpatizo con ese gnero 'trascendental'".
Cartas de Prez Galds a Mesonero Romanos (Madrid: Artes Grficas
Municipales, 1943), pg. 40.
Sobre la funcin de "el objeto testigo" en el ensayo iberoamericano,
vase el excelente estudio de David Lagmanovich, "Un ensayo de
Arciniegas: 'El lenguaje de las tejas'". Los Ensayistas 4 (1977): 21-27.

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* Se incluye aqu la referencia bibliogrfica de las citas anotadas en el texto.


Todas las traducciones son mas. En entrada aparte se anota una extensa
bibliografa de estudios sobre el ensayo.
BIBLIOGRAFA SOBRE LA DIMENSIN
TERICA DEL ENSAYO

Adorno, Theodor W. "El ensayo como forma". Notas de literatura


(Barcelona: Ariel, 1962), pp. 11-36. (Escrito originalmente en alemn:
"Der Essay als Form". Noten zur Literatur (Frankfurt am Main: Suhrkamp
Verlag, 1958), pp. 9-49. Cree Adorno que "la actualidad del ensayo es la
actualidad de lo anacrnico", pues "se ve aplastado" entre la ciencia y la
filosofa. Reflexiona, entre otros aspectos, sobre el "carcter fragmentario"
e "impulso asistemtico" del ensayo, y lo enfrenta a las cuatro reglas
cartesianas).

Alazraki, Jaime. "Borges: una nueva tcnica ensaystica". El ensayo y la


crtica literaria en Iberoamrica. Editado por Kurt L. Levy y Keith Ellis
(Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp. 137-143. (El estudio se
propone "definir la aportacin de Borges al ensayo". En el proceso
compara los ensayos de Borges sobre Kafka con los de Ezequiel Martnez
Estrada y observa que en Borges, "en sus 'inquisiciones' hay una
dimensin imaginativa nueva en el ensayo hispanoamericano". Los
ensayos de Borges, pues, se apartan de los "trminos de estructura
discursiva del ensayo tradicional". Y en "el tratamiento de los temas de los
ensayos no difiere del empleado en sus narraciones").

Alazraki, Jaime. "Tres formas del ensayo contemporneo: Borges, Paz,


Cortzar". Revista Iberoamericana 118-119 (1982): 9-20. (Explora tres
"direcciones en las que el ensayo hispanoamericano se aventura en formas
que lo renuevan como gnero". Lo hace a travs de las obras de Borges,
Paz y Cortzar que, "han obligado al ensayo a cruzar sus propios lmites".
"Borges dispone los materiales de sus ensayos segn un modelo ms
prximo a la narracin breve que al discurso ensaystico". "El ensayo de
Paz es un ejercicio de reconciliacin entre dos gnerosensayo y poesa".
"Los ensayos de Cortzar se aproximan a la novela por su actitud de
dilogo").

Alonso-Fueyo, Sabino. "La intelectualidad y el periodismo". La Estafeta


Literaria 315 (1965): 3. (Breve reflexin en torno a la funcin del
intelectual el ensayista, aunque no use el trmino en el periodismo.

"El intelectual de nuestro tiempo no puede habitar en una torre de marfil


lo que equivaldra a negarse de plano". Por eso "est dispuesto siempre
a la comunicacin, al dilogo, al coloquio": ya que "es el ms llamado a
interpretar y expresar los sentimientos colectivos").

Alonso Pedraz, Martn. "Segunda forma: el ensayismo". Ciencia del


lenguaje y arte del estilo (Madrid: Aguilar, 1960), pp. 470-472. (El estudio
consta de tres partes. En la primera incluye un intento, sin mucho xito de
definicin del ensayo; en la segunda anota opiniones sobre el ensayo de
Ortega y Gasset, Azorn y Unanumo; en la tercera parte incluye, con un
criterio un poco caprichoso, listas de nombres de "ensayistas" espaoles,
hispanoamericanos y filipinos).

Alvar, Manuel. "Historia de la palabra ensayo en espaol". En Ensayo


(Mlaga: Diputacin Provincial de Mlaga, 1980), pp. 11-43. (Estudio
sistemtico y documentado del trmino "ensayo" en sus diversos
significados, con nfasis en el origen y desarrollo de la palabra ensayo
para designar un gnero literario).

Alvar, Manuel. "La turbada historia de la palabra ensayo". Dispositio 2223 (1983): 145-168.

Anderson Imbert, Enrique. "Defensa del ensayo". Ensayos (Tucumn:


Talleres Grficos Miguel Violetto, 1946), pp. 119-124. (Defensa del
ensayo ante la filosofa, motivada por el desdn que algunos profesores de
filosofa muestran hacia los ensayistas. Concluye diciendo: "Descreo, por
lo tanto, del prejuicio de que un ensayo no es tan digno como un tratado de
filosofa". En el proceso de la defensa incluye enjundiosas reflexiones que
culminan en un conseguido intento de definicin).

Anderson Imbert, Enrique. "Quin es el padre del ensayo?" Los


domingos del profesor (Buenos Aires: Editorial Cultura, 1965), pp. 1-3.
(Niega que se pueda conceder un origen concreto al ensayo, para lo cual
comenta y compara los ensayos de Montaigne con los de Bacon. Para l, el
ensayo, "en tanto gnero abstracto y universal, no existe sino en la cabeza
de los profesores. Lo que s existe son 'los ensayos', concretos,
sigularsimos e irrepetibles en la historia de la literatura").

Annimo. "The Ego in the Essay". Essays of Today. Editado por Rose A.
Witham. (Cambridge: The Riverside Press, 1931), pgs. 3-6.

Aparicio, Juan. "Ensayistas polticos y polticos ensayistas". La Estafeta


Literaria 322-323 (1965): 113-114. (No considera el aspecto terico. El
estudio se enfoca en los "ensayistas" gallegos y en el deseo de "deslindar
ensayismo y poltica como contradiciones antitticas").

Araya, Guillermo. "Fondo y forma de los 'genera dicendi'". Claves


filolgicas para la compresin de Ortega. (Madrid: Gredos, 1971), pp. 23-

60. (Reflexin sobre el concepto de gnero como aproximacin terica


previa al estudio de la obra de Ortega. Considera lo que l denomina a)
gnero literario "productos lingsticos [...] que valen fundamentalmente
como fornas estticas"; y b) gnero cogitativo "todo hablar vital
guiado teleolgicamente por el criterio verdad-error y que frage formas
determinadas").

Arciniegas, Germn. "El ensayo en nuestra Amrica". Cuadernos 19


(Pars, 1956): 125-130.

Arciniegas, Germn. "Nuestra Amrica es un ensayo". Cuadernos 73


(Pars, 1963): 9-16. (Ambos estudios poseen un contenido semejante que
se podra representar mediante la unin de los dos ttulos en uno solo. Se
contesta en ellos a la pregunta: "Por qu la predileccin por el ensayo
como gnero literario en nuestra Amrica?" Para Arciniegas, el ensayo
iberoamericano "no es un divertimiento literario, sino una reflexin
obligada frente a los problemas que cada poca nos impone". En ambos
estudios establece un paralelismo entre la historia iberoamericana y los
ensayos que aparecieron en cada poca. No considera directamente el
aspecto terico del ensayo).

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Bachmann, Dieter. Essay und Essayismus. Stuttgart: Kohlhamer, 1969.


220 pp. (Comentarios crticos acerca de diversos ensayistas. Se incluyen
fragmentos de ensayos de M. Rychner, R. Kassner, H. Mann, W.
Benjamin, H. Broch, R. Musil. Finaliza con un estudio acerca del
ensayismo y una bibliografa sobre cada uno de los autores mencionados).

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ensayos como obras de divulgacin carentes de originalidad. Se manifiesta


tambin contra los intentos de considerar el gnero ensaystico como algo
nuevo).

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Becker, Klaus. Der Stil in den Essays von H. D. Thoreau. Marburg, 1952.
140 pp. (Tesis doctoral). (Est dividida en siete partes; la primera es un
estudio preliminar de los conceptos de estilo y ensayo. Partes dos a la seis
son estudios acerca de Thoreau, su vida y obra, y las crticas de sus
contemporneos acerca de su estilo. En la parte siete concluye su estudio
con unas consideraciones sobre el estilo y la forma interna de los ensayos
de Thoreau).

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ensaystica espaola. En el captulo primero, "Naturaleza del ensayo" (pp.
6-9). Se propone una definicin, se anotan algunas reflexiones sobre el
ensayo y se delnea su desarrollo histrico. En los captulos que siguen se
estudian brevemente los ensayistas ms sobresalientes, sus obras y se
incluye, a continuacin de cada uno, una bibliografa bsica).

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(Es un ensayo en torno al ensayo, en cuyo desarrollo se le compara con la
filosofa para establecer su diferencia, y se le presenta como una forma de
pensar. Seala igualmente ciertas diferencias con la novela. Finaliza dando
nfasis a una caracterstica que l considera esencial, al sealar que sus
ensayos "son, ante todo, probablemente tentativas de comunicacin").

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Bueno Martnez, Gustavo. "Sobre el concepto de 'ensayo'". El P. Feijoo y


su siglo (Oviedo: Universidad de Oviedo, 1966), pp. 89-112. (Se propone
"formular los criterios esenciales discriminatorios del ensayo y otras
formas literarias, as como determinar la raz de ciertos rasgos comunes a
las obras consideradas como ensayos". No consigue totalmente su
propsito. Reflexiona sobre los diversos tipos de ensayos y critica algunas
de las definiciones propuestas. Compara la novela con el ensayo, al que
considera un gnero literario dirigido a la generalidad de los cultos, por lo
que en el ensayo no tiene cabida el lenguaje tcnico. En el estudio se hace
repetidas referencias a Feijoo y, en ocasiones, el concepto "ensayo" queda
subordinado a los ensayos de ste).

Bugella, Jos Mara. "Los periodistas literarios". La Estafeta Literaria


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ensayo periodstico", el estudio es, en realidad, una semblanza
impresionista sobre escritores gallegos. No se trata el aspecto terico).

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Carballo Picazo, Alfredo. "El ensayo como gnero literario. Notas para su
estudio en Espaa". Revista de Literatura, 5 (1954): 93-156. (Es el estudio
ms completo hasta su fecha. Comienza con una crtica de lo escrito sobre
teora del ensayo, para detenerse en el significado del trmino ensayo y su
desarrollo hasta nuestros das. El resto del estudio podemos agruparlo en
las siguientes secciones: reflexiones en torno al ensayo como gnero
literario; anlisis del ensayo de Montaigne y su influencia en Espaa;
decadencia de la novela y xito del ensayo; la preocupacin por Espaa y
el ensayo; el ensayo como respuesta a la circunstancia de nuestro tiempo y
estudio del ensayo a travs de la obra de Ortega y Gasset).

Carpintero, Helio. "Los ensayistas contemporneos". Insula 224-225


(1965): 11, 30. (No considera el aspecto terico del ensayo. El estudio se

concentra en el tema de las generaciones, de 1901 y de 1916, con nfasis


en los ensayistas espaoles).

Cerda, Martn. La palabra quebrada. Ensayo sobre el ensayo. Valparaso:


Ediciones Universitarias, 1982, 138 pp. (Slo la primera parte, pp. 17-35,
se refiere al aspecto terico del ensayo. Sigue en sus reflexiones a Georg
Lukcs y Theodor W. Adorno).

Cerezales, Manuel. "La creacin y la crtica literaria en los peridicos". La


Estafeta Literaria 315 (1965): 4-5.

Clemente, Jos Edmundo. El ensayo. Buenos Aires: Ediciones Culturales


Argentinas, 1961. (La obra se divide en dos partes: una introduccin
terica y una antologa de ensayos. El estudio terico, pp. 7-32, queda
estructurado en tres partes: A) "Qu es el ensayo", pp. 7-15, donde
establece diferencias entre el ensayo y la novela, la crtica, la poesa y la
filosofa; B) "Breve historia del ensayo", pp. 16-26, que es un desarrollo y
evolucin esquemtica del ensayo con nfasis en el iberoamericano; C)
"Teora del ensayo", pp. 27-32, donde reflexiona sobre la extensin, las
digresiones, el estilo y la intuicin en el ensayo).

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preguntas bsicas, "Qu relacin existe entre carta y ensayo? Qu debe
el nacimiento del ensayo al gnero epistolar?" Estudia el origen del ensayo
espaol a travs de los escritos epistolares de los siglos XV y XVI).

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caractersticas del ensayo que se dan en esta obra de Prez de Guzmn:
enfrentamiento, anlisis y exposicin de las soluciones a un problema,
reflexin, actualidad, personalismo).

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(La seccin V de este trabajo, pginas 143-145, trata de "The Spanish and
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Sartre y Robbe-Grillet. Se concentra en el anlisis estilstico de los
ensayos).

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Christadler, Martin. Der amerikanische Essay. 1720-1820. Heidelberg:


Carl Winter Universittsverlag, 1968. 410 pp. (Dividido en cuatro partes
ordenadas cronolgicamente y una introduccin. 1. El ensayo en la poca
colonial. 2. El ensayo a principios de la repblica, 1780-1815: a) La
ensaystica en los peridicos, b) Autores de diferentes generaciones. 3.
Temas y formas. 4. El ensayo en los aos 1820. Incluye una extensa
bibliografa).

Daiches, David. "Reflections on the Essay". A Century of the Essay,


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dieciocho y diecinueve. Incluye tres apndices: tipos de ensayos;
ensayistas ingleses secundarios y ensayistas contemporneos).

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ensayo, estudia los ensayos de Sbato en su relacin con la tradicin
iberoamericana y europea).

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generacin destruida (1930-1936) (Barcelona: Editorial Delos-Ayma,
1966), pp. 115-118. (Reflexin en torno al escritor de ensayos y su
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del ensayo y su diferencia con el tratado).

Dobree, Bonamy. English Essayists. London: Collins, 1946. 48 pp.


(Introduccin general al tema. Esbozo histrico-literario hasta la poca
presente. La forma en los diferentes tipos de ensayos utilizando ejemplos
de ensayistas. Posee ilustraciones).

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Earle, Peter G. "El ensayo hispanoamericano como experiencia literaria".


El ensayo y la crtica literaria en Iberoamrica. Editado por Kurt L. Levy
y Keith Ellis (Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp. 23-32. (Divide
el estudio en tres partes: considera primero "las circunstancias" en los
gneros literarios y en el xito del ensayo iberoamericano en el que se
"busc y se encontr un equilibrio de lo nacional y lo universal". En la
segunda parte, que denomina "Definicin", es donde expone sus
reflexiones tericas al considerar el ensayo como "la forma ms dramtica
desde el punto de vista del escritor mismo". Este dramatismo "se debe a
tres factores fundamentales del gnero: a) su calidad de autobiografa
espiritual; b) su perspectiva de dilogo directo entre autor y lector; c) el
predominio de la experiencia sobre la creacin, como fin del deber
artstico". La tercera parte, "Los ensayistas", son profundas reflexiones
desde una perspectiva de conjunto, en torno a los ensayistas
iberoamericanos).

Earle, Peter G. "Hacia una teora de los gneros: Hispanoamrica, siglo


XIX". Insula 352 (marzo de 1976): 1, 10. (Aunque no considera de forma

aislada el ensayo, constituye un estudio bsico para la comprensin del


ensayo iberoamericano en su relacin a los dems gneros literarios.
Concluye sealando que "lo importante, entonces [siglo XIX] y ahora, ha
sido la necesidad de ver que lo fundamental se halla siempre en las
circunstancias...[que significan] ms que los gneros, [los cuales] han sido
desde la creacin de las obras ms notables del siglo XIX en
Hispanoamrica lo que son las alas para el pingino").

Earle, Peter G. "On the Contemporary Displacement of the Hispanic


American Essay". Hispanic Review 46 (1978): 329-341. (Es un profundo
estudio de la situacin actual del ensayo y sobre todo del ensayo
iberoamericano. Analiza por qu el ensayo se encuentra en el presente en
un estado de letargo, para termiar afirmando que el gnero ensaystico
posee en s mismo todos los elementos de regeneracin que le garantizan
una nueva primavera).

Earle, Peter G. "El ensayo argentino". Los Ensayistas 6-7 (1979): 7-17.
(Considera que el ensayo argentino iberoamericano ya en el siglo
XIX "se americaniz", al participar "de la amplia concepcin americana de
que el escritor es artista en segundo trmino; lo primero es ser hombre de
accin". Parte de que el ensayo, en cuanto gnero literario, es "el mximo
equilibrio posible de los tres elementos" siguientes: 1. "Expresar una
sensibilidad autobiogrfica [...] Arte del testimonio parecido al de la
narracin"; 2. "Superar mediante la voluntad personal a la conciencia
colectiva [...] Eficacia persuasiva basada en conviccin"; 3. "Lograr en
todo momento la comprensin recproca entre autor y lector [...] Invitacin
abierta al lector a participar".

Earle, Peter G. "El ensayo hispanoamericano, del Modernismo a la


Modernidad". Revista Iberoamericana 118-119 (1982): 47-57. (Estudia el
desarrollo del ensayo iberoamericano en su segunda etapa, la simbolista
segn Peter Earle la primera es la romntica y la tercera la de vanguardia
. En esta segunda etapa "se quiere objetivar la belleza, revelarla en
pausadas epifanas. . . Pero en este perodo (1880-1920), el ensayo
encuentra su base en la historia y en el pensamiento sobre el significado
mltiple del Nuevo Mundo". Encuentra en el ensayo iberoamericano
modernista tres motivos esenciales: 1. La autocontemplacin o el ideal
romntico; 2. La independencia del arte o el ideal clsico; 3. La misin
cultural o el ideal histrico).

Earle, Peter G. "Meditacin sobre una lectura: los ensayos de Ariel


Dorfman". Insula 545 (1992): 26-27. (Sobre el ensayo como el gnero
menos vulnerable a la tirana de las teoras literarias que se ven a s
mismas como fin con indiferencia de la realidad del texto).

Earle, Peter G. y Robert G. Mead. Historia del ensayo hispanoamericano.


Mxico: Ediciones de Andrea, 1973. 173 pp. Edicin revisada y

aumentada del libro de Robert G. Mead. Breve historia del ensayo


hispanoamericano. (Vase bajo esta entrada).

Egner, Fritz. Der dichterische Essay, die Prosaform der Englischen


Romantik. Marburg: Verlagsdruckerei Hans Blasnick, 1931. 65 pp.
(Dividido en dos secciones: a) los dos primeros captulos versan sobre las
caractersticas del ensayo en general; b) los captulos tres y cuatro estudian
el ensayo ingls).

Eleanore, Sister M. "Introduction". The Literary Essay in English.


(Boston: Ginn and Co., 1923), pp. 1-21.

Elicer Ruiz, Jorge. "Prlogo". Ensayistas colombianos del siglo XX


(Bogot: Biblioteca Bsica Colombiana. Instituto Colombiano de Cultura,
1976), pp. 7-12. (Divide el estudio en dos partes. En la primera reflexiona
en torno al ensayo como gnero y considera su desarrollo desde
Montaigne hasta nuestros das, ya que "los ms grandes escritores de todos
los tiempos han vinculado su nombre al ensayo". En la segunda parte
considera el ensayo colombiano).

Etiemble, Ren. "Sens et structure dans un essai de Montaigne". Cahiers


de l'Association Internationale des Etudes Franaises 14 (1962): 263-274.

Exner, Richard. "Roman und Essay bei Thomas Mann. Probleme und
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literaria de ABC: El artculo 1905-1955 (Madrid: Editorial Prensa
Espaola, 1955), pp. VII-XXV. (Es propiamente un estudio sobre el
artculo de peridico. Posee una seccin, "Artculos y ensayos", donde
establece las semejanzas y diferencias entre el artculo y el ensayo).

Ferrero, Luis. Ensayistas costarricenses. San Jos: Antonio Lehmann,


1971, 97 pp. (El primer captulo, pp. 9-20, est dedicado a un estudio
terico del ensayo a travs de la "simultaneidad" de las siguientes
caractersticas: carcter didctico, carcter trascendental, el ensayo como
fragmento, la subjetividad y la variedad temtica en el ensayo. Finaliza
esta seccin con unas reflexiones en torno a las diferentes modalidades de

ensayos. En los dems captulos presenta un panorama histrico del


ensayo costarricense y unas reflexiones de conjunto).

Finalayson, Clarence. "El ensayo en Hispanoamrica". Repertorio


Americano 10 de marzo de 1945, pp. 268-270. (Es un balance de los
ensayistas iberoamericanos de la primera mitad del siglo XX; no considera
el aspecto terico del ensayo).

Fischer, Andreas. Studien zum historischen Essay und zur historischen


Portrtkunst an ausgewhlten Beispielen. Berlin: Walter de Gryter, 1968.
226 pp. (Estudia el ensayo a travs de la obra de A. Cowley, H. von
Treitschke, H. Oncken, T. Macauly, T. Mann, H. Mann y W. Andreas.
Posee una amplia introduccin, "berblick ber das Gesamtgebiet", y
bibliografa. En el ltimo captulo resume las ideas expuestas en el libro).

Fischer, Herbert. Die Literarische Form des Essays und seine besondere
geistesgeschichtliche Bedeutung. Munich, 1950. (Tesis doctoral). (Divide
el estudio en dos partes: a) origen e historia del ensayo y b) la temtica,
anlisis terico y ensayistas del siglo XX. Conclusiones y bibliografa).

Fitzpatrick, Juan J. "Montaigne: Meditacin del ensayo". Cuadernos


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las fuentes originarias de la experiencia vital").

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Friedrich, Hugo. Montaigne. Pars: Gallimard, 1968. 434 pp. (De especial
inters para el estudio terico del ensayo es el ltimo captulo que versa
sobre la conciencia literaria de Montaigne y la forma de sus ensayos).

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panormico sobre ensayistas del siglo XX argentino. Comienza con unas
reflexiones en torno al ensayo como gnero literario, donde desarrolla su
posicin de que "el ensayo se sostiene casi exclusivamente por la
personalidad del autor").

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Literaria 15 (1944): 21. (Breve comentario contra el ensayo que segn l
"no debe fomentarse". Cree que en Espaa se ha "reaccionado
salvadoramente contra ese gnero tan liberal, tan encantador y tan
malfico que ha sido el ensayo". Es parte de una encuesta que hizo La
Estafeta Literaria).

Giordano, Jaime. "El ensayo como escritura inteligente: ejemplos


contemporneos". El ensayo hispnico. Editado por Isaac J. Lvy y Juan
Loveluck. (Columbia: University of South Carolina, 1984), pp. 9-15.

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novela-ensayo).

Giordano, Jaime. "El ensayo hispanoamericano de las ltimas


generaciones". Mundo (Mxico) 1. No. 1 (1987): 73-79. (A pesar de su
brevedad, presenta uno de los panoramas mejor logrados del ensayo
contemporneo iberoamericano. Sus conclusiones en forma de cuatro
proposiciones caracterizn y proyectan la ensaystica actual).

Gold, Herbert. "How Else Can a Novelist Say It". First Person Singular
(New York: The Dial Press, 1963), pp. 9-14. (Estudia brevemente la
relacin novela-ensayo).

Gmez Aparicio, Pedro. "Races literarias del articulismo". La Estafeta


Literaria 315 (1965): 6-7. (Sin mencionar el trmino "ensayo", presenta

una defensa y un comentario de su uso en el peridico a travs de lo que l


denomina el "articulismo como gnero literario").

Gmez de Baquero, Eduardo. "El ensayo y los ensayistas espaoles


contemporneos". El renacimiento de la novela en el siglo XIX (Madrid:
Editorial Mundo Latino, 1924), pp. 119-195. (Cree ver una relacin ntima
entre "la sucesin del triunfo de los gneros" y las circunstancias de cada
poca. La seccin IV de su estudio, "el ensayo y su ndole mixta" (pp. 139145), est dedicada al aspecto terico del ensayo. Considera que "el
ensayo es la didctica hecha literatura", por lo que "est en la frontera de
dos reinos: el de la didctica y el de la poesa". El resto del estudio lo
dedica a los ensayistas espaoles de principios del siglo XX).

Gmez de Baquero, Eduardo. "La prosa periodstica y el ensayo".


Nacionalismo e hispanismo y otros ensayos (Madrid: Historia Nueva,
1928), pp. 191-218. (Es un estudio de la prosa periodstica y a travs de
sta, como culminacin, del ensayo. Al ensayo y su aspecto terico dedica
especialmente la seccin tercera de su estudio, "La crtica. De la crnica al
ensayo" (pp. 208-218), que es una serie de reflexiones en torno a ciertas
caractersticas del ensayo: subjetivismo, voluntad de estilo, carcter
didctico, literatura de ideas).

Gmez Haedo, Juan Carlos. "La crtica y el ensayo en la literatura


uruguaya". Revista del Instituto Histrico y Geogrfico del Uruguay 7
(1930): 195-227. (Panorama histrico del desarrollo de la crtica y del
ensayo en Uruguay en el siglo XIX y primer tercio del XX. No incluye
consideraciones tericas sobre el ensayo).

Gmez-Martnez, Jos Luis. "El ensayo como gnero literario: Una


bibliografa selecta de su estudio en el mundo hispnico" Los Ensayistas 1
(1976): 19-24. (Posee 80 entradas y es la primera bibliografa comprensiva
del aspecto terico del ensayo en las letras hispnicas).

Gmez-Martnez, Jos Luis. "El ensayo y su funcin social". Dilogos 69


(1976): 14-15. (Junto a consideraciones tericas generales sobre el ensayo,
se estudia su carcter dialogal, su relacin con el peridico y su funcin en
la sociedad actual. Se reproduce en Teora de la crtica y el ensayo en
Hispanoamrica, La Habana: Editorial Academia, 1990, pp. 112-115).

Gmez-Martnez, Jos Luis. "El 'Premio Montaigne' y la ensaystica


espaola". Revista Mexicana de Cultura (18 de julio de 1976), p. 4.

Gmez-Martnez, Jos Luis. "El ensayo como gnero literario: estudio de


sus caractersticas". Abside 40 (1976): 3-38. (Estudio sistemtico de
algunas caractersticas del ensayo. Consta de las siguientes secciones:
"Hacia una definicin del ensayo", "Origenes y desarrollo del ensayo", "La
palabra 'ensayo' y su uso en Espaa", "Actualidad del tema tratado", "El
ensayo no pretende ser exhaustivo", "El ensayo y el especialista",

"Imprecisin en las citas". Se trata de una primera versin de algunas


secciones de Teora del ensayo).

Gmez-Martnez, Jos Luis "El ensayo como gnero literario: estudio de


sus caractersticas". (Parte II) Abside 42 (1978): 200-233. (La primera
parte apareci en 1976; en sta se incluyen las siguientes secciones: "Lo
subjetivo en el ensayo: el ensayo como confesin", "El carcter dialogal
del ensayo", "El ensayo como forma de pensar", "Continuacin de los
ensayos en orden cronolgico").

Gmez-Martnez, Jos Luis. "Teora del ensayo, un estudio bibliogrfico".


Cuadernos Salmantinos de Filosofa 4 (1978): 313-328. (Contiene 312
entradas. Incluye estudios publicados en alemn, espaol, francs e ingls.
Las entradas de libros llevan una breve anotacin).

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de Salamanca, 1980. 165 pp. (Primera edicin de este libro).

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Isaac J. Lvy y Juan Loveluck. (Columbia: University of South Carolina,
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ensayistas mexicanos de mediados de siglo).

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el gnero literario ms adecuado para apresar la fecundidad imaginativa y
la aversin al sistema caractersticas del genio espaol", reflexiona en
torno al ensayo y su posible definicin. En la segunda parte estudia
ensayos de Pedro Salinas y Aranguren).

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el libro en ocho secciones: I. El concepto y el trmino ensayo. II. Historia
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formas del ensayo. V. Caractersticas principales. VI. Limitaciones. VII.
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Straws (New York: George H. Doran Co., 1919), pp. 80-87.

Horl, Sabine. "Der lateinamerikanische Essay im 20. Jahrhundert".


Romanistisches Jahrbuch 30 (1979): 309-336. (El lugar del ensayo en la
bsqueda de la identidad iberoamericana y anlisis sistemtico de la crtica
sobre el ensayo iberoamericano).

Horl, Sabine. Der Essay als literarische Gattung in Lateinamerika: Eine


Bibliographie. Frankfurt a M.: Verlag Peter D. Lang, 1980, 100 pp.
(Bibliografa de 722 entradas en las que se incluyen libros, artculos y tesis
doctorales. Posee una breve introduccin, pp. V-XIII, en la que se destaca
la importancia del ensayo en Iberoamrica. Horl parece identificar ensayo
con prosa no-ficticia, por lo que gran parte de las entradas no se refieren
directamente al ensayo, sino al campo ms amplio de las ideas en
Iberoamrica).

Horst, Karl August. Kritischer Fhrer durch die deutsche Literatur der
Gegenwart. Munich: Nymphenburger Verlagshandlung, 1962. 520 pp.
(Divide el libro en dos secciones. En la primera estudia la novela y la
poesa; en la segunda, "Figuren des Essays", pp. 279-501, considera el
ensayo a travs de los ensayistas alemanes. De especial inters es la
relacin que establece entre el ensayo y el escrito cientfico).

Horst, Karl August. "Wandlungen des Essays". Jahresring (1955-1956),


pp. 350-354.

Iglesias, Antonio. "An Open Letter to Montaigne". The Saturday Review of


Literature 34 (Dic. 22, 1951): 20-21.

Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana. El ensayo y la crtica


literaria en Iberoamrica. Editado por Kurt L. Levy y Keith Ellis.

Toronto: Universidad de Toronto, 1970. (Aquellos estudios que se


relacionan directamente con el ensayo y su aspecto terico se anotan bajo
el nombre de su autor).

Iser, Wolfgang, "Essay". Walter Pater. Die Autonomie des Asthetischen


(Tbingen: Max Niemeyer Verlag, 1960), pp. 23-26.

Jack, Jane H. "The Periodical Essayists". The Pelican Guide to English


Literature: From Dryden to Johnson (Middlesex, 1973), pp. 217-229.

Jancke, Oskar. "Einige Grundstze ber den Essay". Neue Literarische


Welt 3, No. 3 (1952): 3.

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Editado por Wolfgang Stammler (Berlin: Erich Schmidt Verlag, 1960), pp.
1897-1948.

Just, Klaus Gunther. "Versuch und Versuchung: Zur Geschichte des


europischen Essays". Ubergnge. Probleme und Gestalten der Literatur
(Bern: Francke Verlag, 1966), pp. 7-24.

Kayser, Rudolf. "Wegen des Essays". Die Neue Rundschau Vol. 2, No. 36
(1925): 1313-1318.

Klie, Barbara. Des deutsche Essay als Gattung. Berlin, 1944 (tesis
doctoral). (Divide el estudio en tres secciones: a) desarrollo y carcter del
ensayo; b) medios estilsticos y relaciones literarias; c) comparacin entre
ensayismo y periodismo).

Koremblit, Bernardo Ezequiel. El ensayo en la Argentina. Buenos Aires:


Direccin General de Relaciones Culturales, 1964, 29 pp. (Relacin de
ensayistas: no considera el aspecto terico del gnero).

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Kruger, Horst. "Der Radio Essay: Versuch einer Bestimmung". Neue


Deutsche Hefte 101 (1964): 97-110.

Krutch, Joseph Wood. "No Essays, Please!" The Saturday Review of


Literature 34 (March 10, 1951): 18-19, 35.

Krywalski, Diether. "Essay". Handlexikon zur Literaturwissenschaft


(Mnchen: Franz Ehrenwirth Verlag, 1974), pp. 121-127.

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Literarische Herzensachen (Mnchen-Leipzig: G. Mller, 1911), Vol. 2,
pp. 430-439.

Lagmanovich, David. "Un ensayo de Ernesto Sbato: 'Sobre los dos


Borges'". Homenaje a Ernesto Sbato. Editado por Helmy F. Giacoman
(New York: Anaya-Las Amricas, 1973), pp. 275-293. (En la primera parte
del estudio desarrolla lo que entiende por ensayo a partir de la definicin
de Anderson Imbert y de las siguientes "caractersticas bsicas del gnero:
1) brevedad; 2) amplio registro temtico; 3) aceptacin de la digresin; 4)
recursos artsticos en la exposicin de las ideas; y 5) punto de vista
personal". En la segunda parte analiza el ensayo de Sbato).

Lagmanovich, David. "Paul Groussac, ensayista del 80". Revista InterAmericana de Bibliografa 32.1 (1982): 28-46. (De las cinco partes en que
estructura el estudio, la primera, "Groussac en el ensayismo argentino", y
la tercera, "caracteres de lo ensaystico", contienen reflexiones tericas
sobre el ensayo).

Lagmanovich, David. "Hacia una teora del ensayo hispanoamericano". El


ensayo hispnico. Editado por Isaac J. Lvy y Juan Loveluck. (Columbia:
University of South Carolina, 1984), pp. 17-28. (Se aproxima en su
estudio a travs de cinco "funciones o variantes": la actitud testimonial, la
conativa, la dialogal, la bsqueda de la expresin, los desplazamientos
temticos).

Lancelotti, Mario A. "Apuntes sobre el ensayo". Opiniones


Latinoamericanas 3 (1978): 59-60. (Publicado anteriormente en La
Prensa de Buenos Aires, julio de 1978, es una breve pero enjundiosa
reflexin sobre el ensayo. Se trata de presentar una visin totalizadora del
ensayo a travs de sus caractersticas ms sobresalientes).

Latcham, Ricardo A. "El ensayo en Chile en el siglo XX". Cuadernos


Hispanoamericanos 46 (1935): 56-77. (Estudio de los ensayistas chilenos
ms importanes de la primera mitad del siglo XX. No considera el aspecto
terico).

Latcham, Ricardo A. "Un ensayo sobre el ensayo". Carnet crtico


(Montevideo: Ediciones Alfa, 1962), pp. 108-116. (Publicado
anteriormente en El Nacional, Caracas, 16 de enero de 1958, pp. 1, 6. A
pesar del ttulo es un comentario-resea del libro de Alberto Zum Felde.
Indice crtico de la literatura hispanoamericana. Los ensayistas. No
considera el aspecto terico del ensayo).

Law, Frederick Houk. "The Writing of Essays". Modern Essays and


Stories (New York: The Century Co., 1922), pp. IX-XVII.

Law, Marie Hamilton. The English Familiar Essay in the Early Nineteenth
Century. Philadelphia, 1934. 238 pp. (Contiene dos partes: la primera
habla del ensayo periodstico en el siglo dieciocho y las influencias de los
siglos diecisiete y dieciocho en los ensayos de Hund, Lamb y Hazlitt. La
segunda parte destaca los elementos romnticos en el ensayo familar).

Leenhardt, Jacques. "Funcin de la estructura ensaystica en la novela


hispanoamericana". Revista de Estudios Hispnicos 7 (1980): 9-17. ("La
irona como forma de combate es el modo de presencia que tiene la
esttica ensaystica en la novela; esa irona, con ayuda de lo fantstico para
iluminar las escenas, asume la 'funcin activa' con respecto al lector que
caracteriza al ensayo").

Ltourneau, Francine Belle-Isle. "L'essai littraire: un inconnu plusieurs


visages...". Etudes Littraires 5 (1972): 47-57.

Lima, Silvio. Ensaio sbre a essncia do ensaio. Coimbra: Armnio


Amado, 1944. 207 pp. (Divide su estudio en las siguientes secciones: a)
antecedentes histrico-ideolgicos de los ensayos de Montaigne; b)
principios y caractersticas del ensayo en general; c) personalizacin del
ensayo de Montaigne; d) el aparente escepticismo de Montaigne; e)
Montaigne, Descartes, Galileo, Bacon; f) el ensayismo en Portugal; g) los
gneros literarios y el ensayismo como una justificacin racional y
esttica).

Link, Franz H. "Tale, Sketch, Essay und Short Story". Die Neueren
Sprachen 6 (1957): 345-352.

Lizaso, Flix. Ensayistas contemporneos: 1900-1920. La Habana:


Editorial Trpico, 1938. (Estudios crticos, con bibliografa, sobre
veinticuatro ensayistas cubanos; posee una breve introduccin terica de
carcter muy general).

Lobban, J. H. "Introduction". English Essays (London: Blackie and Son,


Ltd., 1896), pp. IX-LXI.

Lockitt, C. H. "Introduction". the Art of the Essayist (London: Longmans,


1949), pp. 9-15.

Lpez Campillo, Evelyne. "Apuntes sobre una evolucin en la temtica del


ensayo espaol (1895-1930)". Cuadernos Hispanoamericanos 211 (1971):
455-460. (Partiendo del supuesto de que el ensayo es "un hacer en rebelda
contra la ciencia oficial", lo estudia como una de las formas de la prosa de
ideas, a travs de los ensayistas espaoles del primer tercio del siglo XX).

Loveluck, Juan. "El ensayo hispanoamericano y su naturaleza". Los


Ensayistas 1 (1976): 7-13. (A pesar de su brevedad es uno de los estudios
bsicos sobre el aspecto terico del ensayo y en particular del ensayo
iberoamericano. Incluye tres secciones centrales: "Intentos difinidores",
"Rasgos del ensayo hipanoamericano" y "Ensayo y novela en
Hispanoamrica". Establece asmismo una distincin entre "ensayismo" y
"ensaystico").

Loveluck, Juan. "Esquividad y concrecin del ensayo". Literatura Chilena


22 (1982): 2-7. (Reflexin panormica y precisa a la vez, estructurada en
tres partes: 1. caractersticas y definicin a travs de su "esquividad"; 2.
reflexin en torno a la palabra "ensayo" y 3. su conexin con
Iberoamrica. Se reproduce este estudio en El ensayo hispnico,
Columbia: University of South Carolina, 1984, pp. 29-43).

Loveman, Amy. "A Disappearing Art". The Saturday Review of Literature


9 (23 Julio, 1932): 1.

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Literature 7 (23 Agosto, 1930): 65.

Lukcs, Georg von. "ber Wesen und Form des Essays". Die Seele und
die Formen: Essays (Berlin: Egon Fleischel und Co., 1911), pp. 3-39.

Lynd, Robert. "The Essay". Essays of the Year, 1930-1931 (London: The
Argonaut Press, 1931), pp. XI-XIX.

Llorns, Noel. "Breve ensayo sobre el ensayo". Boletn de la Academia de


Artes y Ciencias (Puerto Rico), 3, No. (1967): 341-353. (Divagacin
superficial en torno al carcter del ensayo).

MacDonald, W. L. "Beginnings of the English Essay". University of


Toronto Studies (Philological Series) 3 (1914): 1-122. (Compuesto de
cinco secciones: tres captulos, conclusin y bibliografa. El primer
captulo trata de definir el tipo y uso del trmino ensayo. El segundo, habla
de diferentes perodos histrico-literarios. El tercero, acerca de otras
formas relacionadas con el ensayo).

MacDonald, W. L. "Charles Lamb, the Greatest of the Essayists". PMLA


32 (1917): 547-572.

MacDonald, W. L. "The Earliest English Essayists". Englische Studien 64


(1929-30): 20-52.

Maldonado de Guevara, Francisco. Cinco salvaciones. Madrid: Revista de


Occidente, 1953. (El trmino "salvacin" se usa con un valor semejante al
de ensayo. En el prlogo a la obra, pp. 9-28, desarrolla el concepto de

"salvacin" y lo compara y diferencia del ensayo, basndose


principalmente en la obra de Ortega y Gasset).

Maldonado de Guevara, Francisco. "Cuatro posturas ante el ensayo". La


Estafeta Literaria 15 (1 de noviembre de 1944): 21. Seala que "debe
rechazarse la impregnacin por el ensayo de los dems gneros
tradicionales de la literatura". Forma parte de una encuesta que hizo La
Estafeta Literaria).

Maran, Gregorio. "Cuatro posturas ante el ensayo". Estafeta Literaria


15 (1 de Nov. 1944): 21.

Maree, Cathy M. y A. Wurfl. "Probemtica del ensayo como gnero


literario". El anlisis socio-cultural de la literatura hispanoamericana
(Pretoria: University of South Africa, 1990), pp. 81-104.

Maras, Julin. "Cuantro posturas ante el ensayo". La Estafeta Literaria 15


(1 de noviembre de 1944): 21. (Reflexin en torno a la definicin y valor
del ensayo. Forma parte de una encuesta que hizo La Estafeta Literaria).

Maras, Julin. "Ensayo y novela". Insula 98 (1954): 1-2. (Compara el


ensayo con la novela y estudia el ensayismo en la novela contempornea
basndose ante todo en la obra de Unamuno. Piensa que "lo normal es que
la novela descarrile en el ensayo". Reproduce este ensayo en Obras, Vol.
III, pp. 244-249).

Maras, Julin. "Los gneros literarios en filosofa". Obras de Juiln


Maras (Madrid: Revista de Occidente, 1959), Vol. IV, pp. 317-340. (Es
una reflexin, un ensayo, en torno al quehacer filosfico y su
manifestacin escrita. Considera el ensayo como uno de los gneros
literarios en filosofa. Aunque sus reflexiones, en la mayor parte, no hacen
referencia directa al ensayo, son de gran valor en el momento de
diferenciar el ensayo del tratado filosfico).

Maras, Julin. Ortega: I. Circunstancia y vocacin. Madrid: Revista de


Occidente, 1960, 569 pp. (Para el aspecto terico del ensayo es de inters
la "Seccin segunda: el escritor", pp. 259-353; y dentro de sta tiene
especial inters la parte III, "Los gneros literarios", pp. 311-328, sobre
todo para la relacin entre artculo de peridico y ensayo. En realidad,
varias de las caractersticas que atribuye a los escritos de Ortega, no son
tanto de l como del gnero en que se expres).

Marichal, Juan. "Notas sobre la literatura de ensayos". Origenes 8, No. 28


(1951): 40-42. (Estructura el estudio en cuatro partes, tomando como base
una cita de Mosn Diego de Valera en torno al examen de una obra
literaria: "La primera es el motivo del que fase la obra, segund quin es
quel con quien fabla, tercera qu es la materia de que trata, cuarta cul es
el fin a que la obra es fecha").

Marichal, Juan. La voluntad de estilo. Teora e historia del ensayismo


hispnico. Madrid: Revista de Occidente, 1971, 271 pp. (Primera edicin,
Barcelona: Seix Barral, 1957. Las reflexiones en torno a una teora del
ensayo se encuentran en la introduccin, pp. 15-23; en ella se desarrolla el
concepto de "voluntad de estilo" y se medita sobre las caractersticas del
ensayo. Uno de sus puntos primordiales es la consideracin de que,
"hablando estrictamente, no hay ensayos sino ensayistas").

Marr, George S. The Periodical Essayists of the Eighteenth Century. New


York: Appleton and Co., 1924.

Martnez, Jos Luis. El ensayo mexicano moderno. 2 vols. Mxico: Fondo


de Cultura Econmica, 1958. 498 y 411 pp. (Se incluyen selecciones de 59
ensayistas mexicanos. La base terica se expone en la introduccin, pp. 731, especialmente en las siguientes dos secciones: "Orgenes y definicin
del ensayo" y "Formas afines y modalidades del ensayo", donde se
estudian, entre otras, la del "ensayo terico", del "ensayo de crtica", del
"ensayo interpretativo", etc.).

Martini, Fritz. "Essay". Reallexikon der deutschen Literaturgeschichte.


Vol. I (Berln: Walter de Gruyter, 1958), pp. 408-410.

Matthews, Brander. "A Note on the Essay". The Book Buyer 16 (1898):
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McCallum, James Dow. "What is the Essay?" The College Book of Essays
(New York: Harcourt, Brace and Co., 1939), pp. 3-11.

McCarthy, John A. Crossing Boundaries: A Theory and History of Essay


Writing in German, 1680-1815. Philadelphia: University of Pennsylvania
Press, 1989. 346 pp. (El captulo tres, "Essay or Essayism?", pp. 27-65,
trata los distintos conceptos del ensayo).

Mead, Robert G. Breve historia del ensayo hispanoamericano. Mxico:


Ediciones de Andrea, 1956. (En 1973 apareci una segunda edicin muy
aumentada en colaboracin con Peter G. Earle. El captulo primero, "El
ensayo como gnero literario" (pp. 7-13), a pesar de su brevedad, presena
una visin totalizadora del ensayo; se le diferencia al mismo tiempo del
artculo, del estudio crtico y de la monografa).

Meja Snchez, Ernesto. "Ensayo sobre el ensayo hispanoamericano". el


ensayo y la crtica literaria en Iberoamrica. Editado por Kurt L. Levy y
Keith Ellis (Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp. 17-22. (Se limita
al comentario de obras en torno al ensayo iberoamericano, sin que se
considere el aspecto terico).

Meja Snchez, Ernesto. El ensayo actual latinoamericano. Mxico:


Ediciones de Andrea, 1971, 288 pp. (Es una antologa con selecciones de

autores de los diversos pases iberoamericanos. En el prlogo incluye el


estudio publicado anteriormente (1970) en El ensayo y la crtica...).

Merk, Heinrich. "Deutsche Essayisten". Neue Jahrbcher fr Wissenschaft


und Jugenbildung 13 (1937): 542-557.

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hispnico. Editado por Isaac J. Lvy y Juan Loveluck. (Columbia:
University of South Carolina, 1984), pp. 45-61.

Milln, Mara del Carmen. "La generacin del Ateneo y el ensayo


mexicano". Nueva Revista de Filologa Hispnica 15 (1961): 625-636. (En
la primera parte del estudio, pp. 625-627, expone ciertas consideraciones
tericas, siguiendo en ellas la definicin de Montaigne y las reflexiones de
Vitier. Estudia luego a algunos miembros de la Generacin del Ateneo).

Misenheimer, James B., Jr. "Dr. Johnson on the Essay". New Rambler
(Johnson Society) Ser. B, Vol. 18 (1966): 13-17.

Montaigne, Michel E. Oeuvres compltes. Editado por Albert Thibaudet y


Maurice Rat. Bruges: Bibliothque de la Pliade, 1967. (En el ensayo
nmero 50 del libro primero, "De Democritus et Heraclitus", habla
Montaigne explcitamente de las caractersticas de sus ensayos).

Morn-Arroyo, Ciriaco. El sistema de Ortega y Gasset. Madrid: Ediciones


Alcal, 1968, 469 pp. (Considera el aspecto terico del ensayo en "Ortega,
literato",. "Ensayo y placer", "Ensayo y prueba implcita", pp. 40-53. De
acuerdo con Ortega y D'Ors, define el ensayo en los siguientes trminos:
"toda filosofa es, en primer lugar, un trabajo de la mente: pues bien, si
aislo el producto, y lo expongo separado de la mente que lo piensa, har
categora; si lo expreso con la vivacidad de lo que est naciendo como un
producto viviente, ser ensayo").

Morn-Arroyo, Ciriaco. "Sobre el dilogo y sus funciones literarias".


Hispanic Review 41 (1973): 275-284.

Muoz G., Luis. "El ensayo como discurso. Algunos rasgos formales".
Acta Literaria 3-4 (Concepcin, 1978-79): 85-92. (A travs de un metodo
y terminologa estructuralista, examina el discurso ensaystico en dos
planos: a) "El enunciado" "La secuencia argumentativa", "Exposicin",
"Dimensin temporal", "Lo implcito", "La plurivalencia", "La
figurabilidad", "La dimensin simblica", y b) "La enunciacin"
"Indicios de persona", "Relacin del sujeto con el discurso o con su
referencia", "La interpretacin", "El monlogo").

Murdoch, Walter. "The Essay". Collected Essays (Sydney: Angus and


Robertson, 1938), pp. 284-287.

Muth, Karl. "ber die kunst des Essays". Hochland 24 (1926-27): 345347.

N.G. de Amarilla, Lidia. El ensayo literario contemporneo. Buenos


Aires: Universidad Nacional de La Plata, 1951, 91 pp. (El libro queda
dividido en dos partes, "Origenes y evolucin del ensayo" y "el ensayo
literario contemporneo"; en ambas partes se estudia el desarrollo del
ensayo en espaol, francs, ingls e italiano. El aspecto terico se
considera, de forma muy esquemtica, en las siguientes secciones:
"Caractersticas del ensayo", pp. 43-45; "Algunos temas del ensayo
contemporneo", pp. 81-85; y "Conclusiones", pp. 85-91).

Negwer, Georg. Essay und Gedanke, Beitrag zur Erforschung der


Problematik des essays am Beispiel der franzsischem. (Tesis doctoral)
Berln, 1953.

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Nelson and Sons, 1927), pp. VII-XVI.

Nicol, Eduardo. "Ensayo sobre el ensayo". El problema de la filosofa


hispnica (Madrid: Editorial Tecnos, 1961), pp. 206-279. (Profundo
ensayo sobre el ensayo. Considera principalmente las semejanzas y
diferencias entre el ensayo y la filosofa).

Nuez, Antonio de la. "Antiguos y nuevos mtodos de penetracin del


ensayo". Anuario de Filologa (Caracas 1965): 7-94. (El estudio est
estructurado en las siguientes secciones: "Orgenes histricos", pp. 9-32,
rastreo de las manifestaciones ensaysticas desde los escritos egipcios
hasta nuestros das. "Gnesis intelectual", pp. 32-46, donde se trata de
"analizar cmo fue pensado el ensayo"; es la parte ms rica en reflexiones
sobre el aspecto terico, y en ella, p. 39, se anotan hasta 25 caractersticas
del ensayo. "Los gneros literarios y el ensayo", pp. 46-71, donde se
relaciona con la poesa, novela, cuento y teatro, para concluir que una obra
ser tanto ms alta "cuanto ms profunda sea la cala en la realidad humana
y ms se acerque al pensamiento del ensayo". "El ensayo en su rea
geogrfica: Amrica", pp. 71-91, se concentra aqu en la temtica del
ensayo iberoamericano).

Nez, Estuardo. "Proceso y teora del ensayo". Revista Hispnica


Moderna 31 (1965): 357-364. (Presenta una visin de conjunto, en la que
establece los orgenes y desarrollo, reflexiona en torno a una definicin del
ensayo y comenta, en un "intento de ordenacin", las clasificaciones de
Angel del Rio y Jos Luis Martnez).

O'Leary, Ralph Dorman. Der Essay. New York: Thomas Y. Crowell


Company, 1928. 230 pp. (Incluye las siguientes secciones: a) qu es el
ensayo? b) la mentalidad del ensayista; c) aspectos del ensayo; d) su
sustancia; e) su estructura; f) su tono y estilo).

Omil de Pirola, Alba. "Jorge Luis Borges: del ensayo a la ficcin


narrativa". El ensayo y la crtica literaria en Iberoamrica. Editado por
Kurt L. Levy y Keith Ellis (Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp.
155-160. (Se pretende "sealar la ntima conexin que hay entre los
ensayos y las ficciones narrativas", pero sin que se llegue a considerar el
aspecto terico").

Ons, Federico de. "El ensayo contemporneo". Espaa en Amrica


(Puerto Rico: Editorial Universitaria, 1968), pp. 378-382. (Se public
originalmente como introduccin a Antologa de ensayos espaoles,
Boston: Heath, 1936. Considera slo en trminos generales el aspecto
terico).

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D'Ors, Eugenio. "Pensar por ensayos". Clavileo 19 (1953): 1-6.


(Partiendo de que la calidad propia del gnero ensaystico proviene de su
"orientacin centrpeta o centrfuga respecto de conjuntos que le sirven de
base", estudia el ensayo a travs de los ensayistas espaoles desde Sneca
a nuestros das).

Osses, Jos Emilio. "El fenmeno de creacin ensaystica y su sentido en


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ABC 22 de agosto de 1952. (Considera a Plutarco "el primero y el mayor,
o sea el maestro" del ensayo: seala las caractersticas ensaysticas de sus
obras y la influencia que ejerci en los ensayistas de los siglos XVI, XVII
y XVIII).

Prez de Ayala, Ramn. "El periodismo literario". Obras completas


(Madrid: Aguilar, 1969). Vol. IV, pp. 992-1004. (Con el trmino de
"periodismo literario" se refiere a los ensayos en el peridico. Reflexiona
aqu sobre el carcter dialogal y autobiogrfico del gnero y en especial de
su obra escrita).

Prez-Embid, Florentino. "El ensayo en la Espaa actual". La Estafeta


Literaria 133 (1958): 8-11. Estudia veinte aos de la ensaystica espaola,
1939-1958, en una exposicin rpida de los temas y ensayistas ms
destacados. No considera el aspecto terico del ensayo).

Prez U., Jorge. "En busca de una nocin histrica de ensayo". Cuadernos
Americanos 219 (1978): 96-112. El estudio queda estructurado en dos
partes: en la primera trata de la palabra ensayo y su uso en Espaa de
acuerdo con lo ya expuesto por Alfredo Carballo Picazo y otros; en la
segunda parte pretende llegar a una definicin del concepto ensayo (en
cuento gnero literario), pero lo hace comparando nicamente aquellas
obras que en su ttulo llevan el trmino ensayo usado en sus multiples
acepciones, sin establecer diferencias entre las mismas).

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la nouvelle littrature franaise (Pars: Gallimard, 1949), pp. 205-242.

Picn-Salas, Mariano. "En torno al ensayo". Cuadernos 8 (Pars, 1954):


31-33. (Reflexiones en torno al concepto de ensayo que "se desarrolla
de preferencia en poca de crisis" y a la funcin del ensayista, que
"tiende un extrao puente entre el mundo de las imgenes y el de los
conceptos". Se public despus, bajo el ttulo "Y va de ensayo", en Crisis,
cambio, tradicin (Madrid: Ediciones Edime, 1955), pp. 140-145. Con el
ttulo de "Formula del ensayo" se reprodujo en La Nueva Democracia 42
(enero 1962): 18-20).

Piera Llera, Humberto. "El ensayo en Hispanoamrica". Revista


Interamericana de Bibliografa 17 (1967): 316-321. (Es un amplio
comentario a propsito del libro de Carlos Ripoll, Conciencia intelectual
de Amrica. No profundiza en el aspecto terico del ensayo).

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Portuondo, Jos Antonio. "El ensayo y la crtica". Universidad de la


Habana 186-188 (1967): 99-105. (Relacin de escritos ensaysticos y de
crtica cubanos publicados principalmente durante los dos primeros tercios
de la dcada de los sesenta. No se detiene a considerar el aspecto terico
del ensayo).

Pottinger, David T. "Introduction". English Essays. An Anthology of


Essays from Bacon to Lucas (New York: The MacMillan Co., 1917), pp.
IX-XXI.

Pouilloux, Jean-Ives. Lire les "Essais" de Montaigne. Pars: Franois


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Primo Snchez, Francisco. "Montaigne, encrucijada". Cruz y Raya 15


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Comenta su pensamiento, sin detenerse a considerar el aspecto terico del
ensayo).

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Horizon Press, 1958), pp. 1-4.

Real de Aza, Carlos. "Un gnero ilimitado?" y "Un gnero limitable".


Antologa del ensayo uruguayo contemporneo (Montevideo: Universidad
de la Repblica, Departamento de Publicaciones, 1964), pp. 11-30. (Los
ttulos corresponden a dos secciones que forman parte de la introduccin a
la antologa. En la primera traza el desarrollo del ensayo desde Montaigne
para destacar la riqueza y amplitud y tambin confusin que encierra

el concepto ensayo. En la segunda seccin, mucho ms amplia, pp. 15-30,


reflexiona en torno a los "rasgos" del ensayo, que resume sealando que el
ensayo es "ms comentario que informacin [...], ms interpretacin que
dato, ms reflexin que materia bruta de ella, ms creacin que erudicin,
ms postulacin que demostracin, ms opinin que afirmacin
dogmtica").

Rehder, Helmut. "Die Anfngue des deutschen Essays". Deutsche


Vierteljahrsschrift fr Literaturwissenschaft 40 (1966): 24-42.

Remos y Rubio, Juan J. "La crtica y el ensayo". Micrfono (La Habana:


Molina y Ca, 1937), pp. 90-99. (Comenta sobre el ensayo a travs de dos
aproximaciones concretas: desde la crtica literaria que "forma parte
especfica del ensayo", y desde la filosofa; "la crtica y la filosofa,
fundindose en el crisol del arte").

Rey, Juan. "El ensayo y su importancia actual". Preceptiva literaria


(Santander: Editorial Sal Terrae, 1958), pp. 235-238. (Concebido como
libro de texto de carcter elemental, la seccin sobre el ensayo es en
extremo superficial).

Rey de Guido, Clara. Contribucin al estudio del ensayo en


Hispanoamrica. Caracas: biblioteca de la Academia Nacional de la
Historia, 1985. 143 pp. (La primera parte, pp. 13-50, es un estudio sobre el
origen, caracterizacin y clasificacin del ensayo. En la segunda parte, pp.
53-143, se incluye una bibliografa con extensas anotaciones).

Reyes, Alfonso. "Las nuevas artes". Obras completas (Mxico: Fondo de


Cultura Econmica, 1959) Vol. IX, 400-403.

Richter, Helen. "Der Literarische Essay". Geschichte der englische


Romantik (Halle A. S.: Verlag von Max Niemeyer, 1916), II. Band, 1. teil,
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Rico, Francisco. "Del ensayo a la novela: estructuras y reflejos de


estructuras en el Guzmn de Alfarache". En Ensayo (Mlaga: Diputacin
Provincial de Mlaga, 1980), pp. 125-140. Estudio del Guzmn sin
reflexiones en torno al aspecto terico del ensayo).

Ro, Angel del y Jos Bernadete. El concepto contemporneo de Espaa.


New York: Las Amricas, 1962, 741 pp. (En la introduccin, pp. 13-39,
incluye una seccin, "El desarrollo del ensayo y sus formas", pp. 30-33,
que ha tenido gran influencia en estudios posteriores, a pesar de su forzoso
carcter esquemtico. Reconoce tres grupos de ensayos: a) "el ensayo
puro", "el ensayo potico-descriptivo" y "el ensayo crtico-erudito").

Ripoll, Carlos. Conciencia intelectual de Amrica. Antologa del ensayo


hispanoamericano. New York: Las Amricas, 1966; tercera edicin

corregida y aumentada. New York: Eliseo Torres, 1974, 459 pp. (El libro
"pretende ser una coleccin de ensayos", y lo es en el sentido de que "el
ensayo es el resultado de una reflexin y de la voluntad de transmitir
artsticamente las conclusiones o impresiones que de ella se derivan". Se
reflexiona sobre el concepto de ensayo en las pginas 28 y 29 de la
introducin).

Robb, James Willis. El estilo de Alfonso Reyes. Imagen y estructura.


Mxico: Fondo de Cultura Econmica, segunda edicin revisada y
aumentada, 1978, 303 pp. (Aunque de modo directo slo hace una somera
mencin al aspecto terico del ensayo en la seccin "Definiciones y
lmites", pp. 21-23, de la introduccin, todo el libro, y en especial el
captulo cinco, supone un intento de comprensin de lo que es ensayo. Es
de especial inters su clasificacin de los ensayos, pp. 180 y ss., donde
sigue y ampla la de Jos Luis Martnez).

Robb, James Willis. "Variedades del ensayismo en Alfonso Reyes y


Germn Arciniegas". Thesaurus, Boletn del Instituto Caro y Cuervo 36
(1981): 1-14. (Analiza varias manifestaciones ensaysticas de la obra de
Reyes y Arciniegas. Encabeza su estudio con unas reflexiones en torno al
concepto de ensayo y de acuerdo con Reyes seala que "la flexible forma
del ensayo permite la exploracin libre (sin compromisos formales ni
pretensiones de agotar la materia) de cualquier tema, en prosas de variable
extensin y desde cualquier punto de vista").

Robb, James Willis. "El ensayo: Alfonso Reyes y el centauro". Los


Ensayistas 1, No. 2 (1976): 5-6.

Robles de Cardona, Mariana. "El ensayo puertorriqueo en los ltimos


veinte aos". Asomante 20 (1964): 24-51. (Ambos estudios presentan una
relacin de ensayistas puertorriqueos y sus obras, sin que se conceda
atencin al aspecto terico del ensayo).

Robles de Cardona, Mariana y Margot Arce de Vzquez. "Veinticinco aos


del ensayo puertorriqueo (1930-1955)". Asomante 11 (1955): 7-19.

Rodrguez Monegal, Emir. "El ensayo y la crtica en la Amrica


Hispnica". El ensayo y la crtica literaria en Iberoamrica. Editado por
Kurt L. Levy y Keith Ellis (Toronto: Universidad de Toronto, 1970), pp.
221-227. (Este estudio, en el que se equipara al trmino de crtico con el
de ensayista, es una defensa del valor de la crtica como obra creativa.
Aunque algunas de las reflexiones sobre la crtica tienen valor con relacin
al ensayo, en realidad no se considera el aspecto terico de ste).

Rohner, Ludwig. Der deutsche Essay. Materialien zur Geschichte und


Asthetik einer literarischen Gattung. Berln: Luchterhand, 1966. 927 pp.
("Seccin introductoria": a) comparaciones entre Bacon y Montaigne; b)
una apreciacin histrica. "Seccin fenomenolgica", ejemplos

divergentes de ciertos ensayistas. "Seccin terica": a) estudio detallado


del ensayo; b) estudio comparativo. "Seccin de documentacin": textos
temas, mtodos, documentos. Tanto el estudio como la bibliografa se
concentra nicamente en los ensayistas alemanes).

Rohner, Ludwig. "Anfnge des Essays". Akzente 12 (1965): 303-321.

Rohner, Ludwig. "Versuch ber den Essay". Deutsche Essays, (Prosa aus
zwei Jahrhunderten) (Berln: Luchterland, 1968), Vol. I, pp. 7-24.

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esperanza (Mxico: Editorial Superacin, 1952), pp. 135-141.

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(1972): 23-36.

Roy, Joaqun. "Del ensayo y la crtica". El Urogallo 6, No. 35-36 (1975):


129-134. (Se reflexiona sobre la funcin de la crtica en relacin a la
produccin ensaystica, cuyos escritos se analizan casi siempre "con la
perspectiva de la historia de las ideas, de la filosofa, del contenido
histrico o poltico": esto causa "que el ensayo literario no logre ingresar
por mritos propios en las categoras de los gneros literarios").

Roy, Joaqun. "Cristbal Coln, periodista". Texto Crtico 6, Nos. 16-17


(1980): 114-134. (Estudio profundo en torno a las relaciones entre ensayo
y periodismo. Consta de las siguientes secciones: 1. "El ensayo: un gnero
con complejo de inferioridad", 2. "Cohabitacin con el periodismo", 3. "La
lengua del periodismo", 4. "Cartas, historia, biografa, crnica", 5. "Coln,
periodista", 6. "El ensayo y el periodismo en Amrica Latina: diacrona",
7. "Tema y transfiguracin del ensayo hispanoamericano").

Roy, Joaqun. "Periodismo y ensayo". El ensayo hispnico. Editado por


Isaac J. Lvy y Juan Loveluck. (Columbia: University of South Carolina,
1984), pp. 63-80.

Rudat, Eva M. Kahiluoto. "El ensayo como gnero literario en el siglo


dieciocho". Los ensayistas de la Ilustracin en Espaa (Boulder: SISU
Press, Ltd., 1976), pp. 39-45. (Aproximacin al concepto y desarrollo del
ensayo durante el siglo XVIII: reconoce a Feijoo "como el padre del
ensayo espaol moderno". En su exposicin sigue la definicin de ensayo
de Julin Maras en el diccionario de literatura espaola).

Ruel, douard. Du sentiment artistique dans la morale de Montaigne.


Genve: Slatkine Reprints, 1970. 430 pp.

Sacoto, Antonio. "El ensayo como gnero". El indio en el ensayo de la


Amrica espaola (New York: Las Amricas, 1971), pp. 11-19.
(Aproximacin al concepto de ensayo a travs de las definiciones de
Gmez de Baquero, Daz-Plaja, Vitier y Estuardo Nez. Resalta la
importancia del ensayo en Iberoamrica).

Sacoto, Antonio. "El ensayo hispanoamericano contemporneo".


Cuadernos Americanos 9 (1988): 107-120.

Sacoto, Antonio. "El ensayo como gnero". Del ensayo hispanoamericano


del siglo XIX (Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1988), pp. 11-17.
(Breve clasificacin del ensayo segn consideraciones temticas).

Salaverra, Jos Mara. "El arte del artculo". Antologa literaria de ABC:
El artculo, 1905-1955 (Madrid: Editorial Prensa Espaola, 1955), pp.
408-410. (El trmino "articulo" tiene aqu el sentido de ensayo escrito para
el peridico; el estudio es de carcter muy general).

Snchez, Luis Alberto. "The Essay in Spanish America". Amricas 9, No.


6 (1957): 27-31. (Reflexin en una perspectiva de conjunto sobre el
sentido y algunas caractersticas del ensayo iberoamericano, que compara
con el espaol y el ingls).

Snchez Reulet, Anibal. "Los ensayistas del Caribe". Revista


Interamericana de Bibliografa 7 (1957): 143-153. Partiendo de que "el
ensayismo es una de las manifestaciones ms ricas" y "quizs la forma
literaria en que los hispanoamericanos han alcanzado el ms alto grado de
madurez", pasa a mencionar a los ms destacados. No comenta el aspecto
torico).

Sanjun, Pilar A. El ensayo hispnico: Estudio y antologa. Madrid:


Editorial Gredos, 1954. (A pesar de la considerable extensin del estudio
introductorio, escrito en ingls, pp. 9-105, slo se dedica una pgina a
reflexiones en torno a una teora del ensayo; en el resto, se estudian los
comienzos y desarrollo del ensayo y pensamiento espaol e
iberoamericano).

Sayce, Richard A. "L'ordre des Essais de Montaigne". Bibliothque


d'Humanisme et Renaissance 18 (1956): 7-22.

Sayce, Richard A. "The Form of the Essays". The Essays of Montaigne. A


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Scholes, Robert. Elements of the Essay. New York: Oxford University


Press, 1969. 83 pp. (Comprende cuatro partes: primera, un estudio crticocomparativo con otras formas literarias; segunda, cuatro ejemplos de
ensayos y comentarios al respecto; tercera, el ensayo dramtico y un
ejemplo; cuarta, un resumen de las diferentes sugerencias de cmo abordar
la forma ensaystica).

Schon, Peter. Vorformen des Essays in Antike und Humanismus: Eine


Beitrag zur Entstehungsgeschichte der "Essais" von Montaigne.
Wiesbaden: Steiner, 1954.

Schultz Cazeneuve de Mantovani, Fryda. Ensayo sobre el ensayo. Baha


Blanca: Universidad Nacional del Sur, 1967, 22 pp. (Divagaciones acerca
de ciertas caractersticas muy generales del ensayo, a travs de Montaigne,
Sor Juana Ins de la Cruz y Jos Mart).

Schultz, Braucks, Ludwig. Zur Geschichte des englischen Essays von


Montaigne bis Cowley. Marburg, 1919 (tesis). (Consta de tres secciones:
estudio de Montaigne y su ensayo; aparicin y desarrollo del ensayo hasta
Cowley, ensayistas ingleses y la represin del ensayo, y el renacimiento y
desarrollo del ensayo).

Schumacher, Hans. "Der deutsche Essay im 20. Jahrhundert". Deutsche


Literatur im 20. Jahrhundert. Editado por otto Mann (Bern: Francke
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4 (1962): 441-461. (Sin detenerse "a precisar qu debe entenderse por
ensayo", estudia el ensayo chileno, desde el punto de vista de prosa de
ideas, del siglo XIX y primera mitad del XX).

Skirius, John. "Este centauro de los gneros". El ensayo


hispanoamericano del siglo XX. Editado por John Skirius (Mxico: Fondo
de Cultura Econmica, 1981, 407 pp.), pp. 9-32. (Estructura su estudio
introductorio en tres partes. En la primera, pp. 9-17, presenta una rpida y,

en su brevedad, muy completa caracterizacin del ensayo como gnero


literario, basndose en las definiciones propuestas por Montaigne, Bacon,
Vitier, Ortega y Gasset, Anderson Imbert, entre otros. La segunda parte,
"Radiografa del siglo XX", pp. 17-29, introduce bajo una perspectiva
histrico-literaria la seleccin de ensayos. La tercera parte es una breve
pero selecta, bibliografa sobre el ensayo, pp. 29-32).

Smith, Alexander. "On the Writing of Essays". Dreamthorp (New York:


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Stabb, Martin S. "Not text but texture: Cortzar and the New Essay".
Hispanic Review 52.1 (1984): 19-40. (Estudio del ensayo como gnero a
travs de la obra ensaystica de Cortzar para establecer un marco que
permita investigar las nuevas e innovadoras expresiones formales del
ensayo iberoamericano).

Starobinski, Jean. "Les enjeux de l'essai". La Revue de Belles-Lettres 106,


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Tanner, William Maddux. Essays and Essay-writing (Boston: The Atlantic


Monthly Co., 1918), 301 pp. (Estudio de cinco clases de ensayos, con una
introduccin sobre los orgenes del ensayo y el ensayo familar: 1.
Experiencias personales, confesiones y autoanlisis. II. Reflexiones y

comentarios existenciales. III. Observaciones de tipo familiar. IV. Ensayos


de naturaleza. V. Comentarios y opiniones del autor).

Telle, E. V. "A Propos du mot 'essai' chez Montaigne". Bibliotque


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Torre, Guillermo de. "El ensayo y algunos ensayistas americanos".


Cuadernos 53 (Pars, 1961): 166-170. (Considera el ensayo como "lo ms
logrado y caracterstico" de lo iberoamericano, si bien cree que no debe
excluirse del ensayo ninguna produccin por su contenido, al mismo
tiempo que se debe "exigir" "calidad literaria" para que un escrito sea
tenido por ensayo).

Torre, Guillermo de. "Jos Ortega y Gasset: el ensayista literario". Las


metamorfosis de Proteo (Buenos Aires: Editorial Losada, 1956), pp. 43-50.
(Incluye una seccin, "Qu es el ensayo?" donde, junto a reflexiones
varias, ste es considerado como obra de arte. Se basa en los escritos de
Ortega y Gasset, pues en l "la parte de creacin no es inferior a la parte de
reflexin").

Torres-Rioseco, Arturo. "El ensayo en la Amrica colonial". Cuadernos 71


(Pars, 1963): 36-42. (En la exposicin terica sigue a Jacob Zeitling,
Seventeenth Century Essays, y en la clasificacin de los ensayos a Angel
del Ro, El concepto contemporneo de Espaa. Considera como
"elementos esenciales del ensayo" su carcter de "gnero literario,
brevedad de desarrollo, uso de la prosa, facilidad y cierta 'liviandad' de
tratamiento, carcter expositivo y provocacin del sentimiento del autor").

Torri, Julio. "El ensayo corto". Tres libros (Mxico: Fondo de Cultura
Econmica, 1981), pp. 33-34. (Ensayo sobre la brevedad del ensayo).

Uhde-Bernays, Hermann. "Gedanken ber den Essay". Neue Literarische


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Upham, Alfred H. "The Personal Essay". The Typical Forms of English


Literature (New York: Oxford University Press, 1917), pp. 117-147.

Uribe Echevarra, Juan. El ensayo: estudios. Santiago: Editorial


Universitaria, 1958, 255 pp. (Antologa de estudios sobre el aspecto
terico del ensayo y su desarrollo en el mundo hispnico. Incluye
selecciones de: Julin Maras, Lidia N.G. de Amarilla, Eduardo Gmez de

Baquero, Medardo Vitier, Francisco Maldonado de Guevara, Andr Gide,


Alfredo Carballo Picazo, Angel del Ro, Pilar A. Sanjun, Martn Alonso).

Valdivieso, Jorge H. "El ensayo de Octavio Paz y la Generacin del 98".


Los Ensayistas 2, No. 3 (1977): 21-25.

Varela, Jos Luis. "La 'literatura mixta' como antecedente del ensayo
feijoniano". El P. Feijoo y su siglo (Oviedo: Universidad de Oviedo,
1966). pp. 79-88. (Tomando como base el estudio de Alfredo Carballo
Picazo, "El ensayo como gnero literario", estudia el ensayo de Feijoo, y
seala que tanto la voz "discurso" como la expresin de "literatura mixta",
poseen un significado prximo al que se da actualmente al trmino
ensayo).

Varela, Jos Luis. "Raz y funcin del ensayo espaol de hoy". Ensayo
(Mlaga: Diputacin Provincial de Mlaga, 1980), pp. 45-63. (Parte del
supuesto de que "cabe mantener, respecto a otros gneros, el carcter
orientador y precursor del ensayo en el orden formal y en el ideolgico,
con lo que su funcin intelectual y literaria no slo se justifica, sino que se
nos presenta como necesaria").

Vzquez, Alberto. El ensayo en Hispanoamrica. New Orleans: El Colibr,


1972, 259 pp. (Antologa de ensayistas iberoamericanos. No posee estudio
terico).

Victoria, Marcos. Teora del ensayo. Buenos Aires: Emec, 1975, 151 pp.
(A pesar del ttulo, el aspecto terico queda relegado a un mnimo. El libro
es ms bien una coleccin de ensayos sobre ensayistas Luciano de
Samosata, Erasmo, Montaigne, Saint-Evremond y Vauvenargues,
Rousseau, Taine, etc., donde se reflexiona ocasionalmente sobre el
carcter del ensayo).

Vigneault, Robert. "L'essai qubcois: la naissance d'une pense". Etudes


Littraires 5 (1972): 59-73.

Villey-Desmeserets, Pierre Louis. Les sources et l'volution des Essais de


Montaigne 2 vols. Pars: Librairie Hachette, 1908. (Posee una extensa
introduccin donde describe el papel de Montaigne en el movimiento de
las ideas morales en el siglo XVI. El vol. I est dividido en dos secciones,
en las que analiza las lecturas de Montaigne y su cronologa, 1580-1588.
Posee un apndice con tablas cronolgicas de composiciones y lecturas de
Montaigne. El vol. II se refiere a la evolucin del ensayo y la conquista de
su personalidad).

Virasoro, Rafael. "El ensayo". Universidad (Santa Fe), 78 (1969): 67-84.


(Reflexiona sobre el origen del ensayo para llegar a establecer una serie de
caractersticas definitorias, a travs de su comparacin con la poesa y su
diferenciacin de los dems gneros literarios).

Vitier, Medardo. "El ensayo como gnero". Del ensayo americano


(Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1945), pp. 45-61. Presenta una
visin de conjunto: orgenes, desarrollo, temas, funcin, equilibrio entre la
forma y el contenido, y su diferencia del artculo, estudio crtico y
monografa).

Wais, Kurt. "Antwort auf eine Umfrage ber den Essay". An den Grenzen
der Nationalliteraturen (Berln: Walter de Gruyter, 1958), pp. 338-340.

Wais, Kurt. "Essay-Zum Wort und zur Sache". Neue Literarische Welt 3,
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diversos ensayistas de los siglos diecisiete al diecinueve).

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carcter del ensayo).

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reflexiones en torno al aspecto terico del ensayo).

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Zum Felde, Alberto. "Introduccin". ndice crtico de la literatura


hispanoamericana: Los ensayistas (Mxico: Guarana, 1954), pp. 7-22.
Zum Felde usa el trmino "ensayo" en el sentido de prosa de ideas; por lo
que en su exposicin hace referencia nicamente al contenido. No
considera el aspecto terico del ensayo).

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