Kempis IMITACION DE CRISTO PDF
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DE
CRISTO
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TOMS DE KEMPIS
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TABLA DE CONTENIDOS
1
CAPTULO XIV: CMO SE HAN DE CONSIDERAR LOS SECRETOS JUICIOS DE DIOS, PARA QUE NO NOS
ENVANEZCAMOS. .............................................................................................................................. 58
CAPTULO XV: CMO SE DEBE UNO HABER Y DECIR EN TODAS LAS COSAS QUE DESEARE. .................... 59
CAPTULO XVI: EN SLO DIOS SE DEBE BUSCAR EL VERDADERO CONSUELO. ...................................... 59
CAPTULO XVII: TODA NUESTRA ATENCIN SE HA DE PONER EN SLO DIOS........................................ 60
CAPTULO XVIII: QUE SUFRAN CON SERENIDAD DE NIMO LAS MISERIAS TEMPORALES, A EJEMPLO DE
CRISTO. ............................................................................................................................................ 60
CAPTULO XIX: DE LA TOLERANCIA DE LAS INJURIAS, Y CMO SE PRUEBA EL VERDADERO PACIENTE. . 61
CAPTULO XX: DE LA CONFESIN DE LA PROPIA FLAQUEZA Y DE LAS MISERIAS DE ESTA VIDA. ............ 62
CAPTULO XXI: SLO SE HA DE DESCANSAR EN DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS................................... 63
CAPTULO XXII: DE LA MEMORIA DE LOS INNUMERABLES BENEFICIOS DE DIOS. ................................. 64
CAPTULO XXIII: CUATRO COSAS QUE CAUSAN PAZ........................................................................... 65
CAPTULO XXIV: CMO SE HA DE EVITAR LA CURIOSIDAD DE SABER LAS VIDAS AJENAS. .................... 66
CAPTULO XXV: EN QU CONSISTE LA PAZ FIRME DEL CORAZN, Y EL VERDADERO APROVECHAMIENTO.
........................................................................................................................................................ 67
CAPTULO XXVI: DE LA ELEVACIN DEL ESPRITU LIBRE, LA CUAL SE ALCANZA MEJOR CON LA ORACIN
HUMILDE QUE CON LA LECTURA. ........................................................................................................ 67
CAPTULO XXVII: EL AMOR PROPIO NOS DESVA MUCHO DEL BIEN ETERNO. ....................................... 68
CAPTULO XXVIII: CONTRA LAS LENGUAS MALDICIENTES................................................................. 69
CAPTULO XXIX: CMO DEBEMOS LLAMAR A DIOS Y BENDECIRLE EN EL TIEMPO DE LA TRIBULACIN. 69
CAPTULO XXX: CMO SE HA DE PEDIR EL FAVOR DIVINO, Y DE LA CONFIANZA DE RECOBRAR LA
GRACIA............................................................................................................................................. 70
CAPTULO XXXI: DEL DESPRECIO DE TODAS LAS CRIATURAS PARA HALLAR AL CRIADOR. .................. 71
CAPTULO XXXII: DE LA ABNEGACIN DE S MISMO, Y ABDICACIN DE TODO APETITO. ...................... 72
CAPTULO XXXIII: DE LA INCONSTANCIA DEL CORAZN, Y QUE LA INTENCIN FINAL SE HA DE DIRIGIR
A DIOS. ............................................................................................................................................. 72
CAPTULO XXXIV: QUE DIOS ES PARA QUIEN LO AMA, MS DELICIOSO QUE TODO, Y EN TODO. .......... 73
CAPTULO XXXV: EN ESTA VIDA NO HAY SEGURIDAD DE CARECER DE TENTACIONES. ........................ 74
CAPTULO XXXVI: CONTRA LOS VANOS JUICIOS DE LOS HOMBRES..................................................... 74
CAPTULO XXXVII: DE LA PURA Y ENTERA RENUNCIA DE S MISMO PARA ALCANZAR LA LIBERTAD DEL
CORAZN.......................................................................................................................................... 75
CAPTULO XXXVIII: DEL BUEN RGIMEN EN LAS COSAS EXTERIORES Y DEL RECURSO A DIOS EN LOS
PELIGROS. ......................................................................................................................................... 75
CAPTULO XXXIX: QUE EL HOMBRE NO SEA IMPORTUNO EN LOS NEGOCIOS. ...................................... 76
CAPTULO XL: QUE NINGN BIEN TIENE EL HOMBRE SUYO NI COSA ALGUNA DE QU ALABARSE. ......... 77
CAPTULO XLI: DEL DESPRECIO DE TODA HONRA TEMPORAL.............................................................. 77
CAPTULO XLII: QUE NUESTRA PAZ NO DEBE DEPENDER DE LOS HOMBRES.......................................... 78
CAPTULO XLIII: CONTRA LA CIENCIA VANA DEL MUNDO. ................................................................. 78
CAPTULO XLIV: NO SE DEBEN BUSCAR LAS COSAS EXTERIORES. ....................................................... 79
CAPTULO XLV: QUE NO SE DEBE CREER A TODOS; Y CMO FCILMENTE SE RESBALA EN LAS PALABRAS.
........................................................................................................................................................ 79
CAPTULO XLVI: DE LA CONFIANZA QUE DEBEMOS TENER EN DIOS CUANDO NOS DICEN INJURIAS....... 81
CAPTULO XLVII: TODAS LAS COSAS PASADAS SE DEBEN PADECER POR LA VIDA ETERNA.................... 82
CAPTULO XLVIII: DEL DA DE LA ETERNIDAD Y DE LAS ANGUSTIAS DE ESTA VIDA............................. 82
CAPTULO XLIX: DEL DESEO DE LA VIDA ETERNA, Y CUNTOS BIENES ESTN PROMETIDOS A LOS QUE
PELEAN............................................................................................................................................. 84
CAPTULO L: CMO SE DEBE OFRECER EN LAS MANOS DE DIOS EL HOMBRE DESCONSOLADO. .............. 85
CAPTULO LI: QUE DEBEMOS EMPLEARNOS EN EJERCICIOS HUMILDES CUANDO NO PODEMOS EN LOS
SUBLIMES. ........................................................................................................................................ 86
CAPTULO LII: QUE EL HOMBRE NO SE REPUTE POR DIGNO DE CONSUELO, SINO DE CASTIGO. ............... 87
CAPTULO LIII: LA GRACIA DE DIOS NO SE MEZCLA CON EL GUSTO DE LAS COSAS TERRENAS............... 88
CAPTULO LIV: DE LOS DIVERSOS MOVIMIENTOS DE LA NATURALEZA Y DE LA GRACIA. ...................... 88
CAPTULO LV: DE LA CORRUPCIN DE LA NATURALEZA, DE LA EFICACIA DE LA GRACIA DIVINA....... 90
CAPTULO LVI: QUE DEBEMOS NEGARNOS A NOSOTROS MISMOS, Y ASEMEJARNOS A
CRISTO POR LA CRUZ.................................................................................................................. 91
CAPTULO LVII: NO DEBE ACOBARDARSE DEMASIADO EL QUE CAE EN ALGUNAS FALTAS. ................... 92
CAPTULO LVIII: NO SE DEBEN ESCUDRIAR LAS COSAS ALTAS Y LOS JUICIOS OCULTOS
DE DIOS.......................................................................................................................................... 93
CAPTULO LIX: TODA LA ESPERANZA Y CONFIANZA SE DEBE PONER EN SLO D IOS. ............................ 95
LIBRO CUARTO............................................................................................................................... 96
2
CAPTULO PRIMERO: CON CUNTA REVERENCIA SE HA DE RECIBIR A JESUCRISTO. ............................... 96
CAPTULO II: DE LA BONDAD Y CARIDAD DE DIOS, QUE SE MANIFIESTA EN ESTE S ACRAMENTO PARA CON
LOS HOMBRES. .................................................................................................................................. 98
CAPTULO III: QUE ES PROVECHOSO COMULGAR CON FRECUENCIA. .................................................... 99
CAPTULO IV: DE LOS MUCHOS BIENES QUE SE CONCEDEN A LOS QUE DEVOTAMENTE COMULGAN. .... 100
CAPTULO V: DE LA DIGNIDAD DEL S ACRAMENTO Y DEL ESTADO DEL SACERDOCIO. ......................... 101
CAPTULO VI: EJERCICIOS PARA ANTES DE LA COMUNIN. ............................................................... 102
CAPTULO VII: DEL EXAMEN DE LA PROPIA CONCIENCIA Y DEL PROPSITO DE LA ENMIENDA. ............ 103
CAPTULO VIII: DEL OFRECIMIENTO DE CRISTO EN LA CRUZ, Y DE LA PROPIA RESIGNACIN. ............. 103
CAPTULO IX: QUE DEBEMOS OFRECERNOS A DIOS CON TODAS NUESTRAS COSAS Y ROGARLE POR
TODOS. ........................................................................................................................................... 104
CAPTULO X: NO SE DEBE DEJAR FCILMENTE LA SAGRADA COMUNIN. .......................................... 105
CAPTULO XI: EL CUERPO DE CRISTO Y LA SAGRADA ESCRITURA SON MUY NECESARIOS AL ALMA FIEL.
...................................................................................................................................................... 106
CAPTULO XII: DEBE DISPONERSE CON GRAN DILIGENCIA EL QUE HA DE RECIBIR A CRISTO................ 108
CAPTULO XIII: CMO EL ALMA DEVOTA DEBE DESEAR CON TODO SU CORAZN UNIRSE A CRISTO EN EL
SACRAMENTO. ................................................................................................................................ 109
CAPTULO XIV: DEL ANSIA CON QUE ALGUNOS DEVOTOS DESEAN EL CUERPO DE CRISTO. ................. 110
CAPTULO XV : QUE LA DEVOCIN SE ALCANZA CON LA HUMILDAD Y ABNEGACIN DE S MISMO. ..... 110
CAPTULO XVI: QUE DEBEMOS MANIFESTAR A CRISTO NUESTRAS NECESIDADES Y PEDIRLE SU GRACIA.
...................................................................................................................................................... 111
CAPTULO XVII: DEL AMOR FERVOROSO Y VEHEMENTE DESEO DE RECIBIR A CRISTO ........................ 112
CAPTULO XVIII: QUE EL HOMBRE NO DEBE SER CURIOSO EN EXAMINAR ESTE SACRAMENTO, SINO
HUMILDE IMITADOR DE C RISTO, SOMETIENDO SU PARECER A LA SAGRADA FE.................................... 113
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LIBRO PRIMERO:
Avisos provechosos para la vida espiritual
LIBRO : PRIMERO
....1. Mas acaece que muchos, aunque a, menudo oigan el Evangelio, gustan poco de l,
porque no tienen el espritu de Cristo. El que quiera entender plenamente y saborear las
palabras de Cristo, conviene que procure conformar con l toda su vida.
.....2. Qu te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad, por
donde desagradas a la Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no hacen santo ni justo;
mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Ms deseo sentir la contricin que
saber definirla. Si supieses toda. 1a Biblia. a la letra y los dichos de todos los filsofos,
qu te aprovechara todo sin caridad y gracia de Dios Vanidad de vanidades y todo
vanidad (Eccl., l, 2), sino amar y servir solamente a Dios. Suma sabidura es, por el
desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales.
.....3. Vanidad es, pues, buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. Tambin es
vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne
y desear aquello por donde despus te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad
es desear larga vida y no cuida,: que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta
presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto se paso: y no
buscar con solicitud el gozo perdurable
....4. Acurdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: No se harta la vista de
ver ni el odo de or (Eccl., 1, 8). Procura, pues, desviar tu corazn de lo visible y
traspasarlo a lo invisible, porque los que siguen su sensualidad manchan su conciencia,
y pierden la gracia de Dios.
....1.Todos los hombres, naturalmente, desean saber; mas qu aprovecha la ciencia, sin
el temor de Dios? Por cierto, mejor es el rstico humilde que a Dios sirve, que el
soberbio filsofo que, dejando de conocerse, considera el curso del cielo. El que bien se
conoce, tienese por vil, y no se deleita en alabanzas humanas. Si yo supiera cuanto hay
en el mundo y no estubiera en caridad, Que me aprovecharia delante de Dios, que me
juzgar segn mis obras?
.....2. No tengas deseo demasiado de saber, porque en ello se halla grande estorbo y
engao. Los letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales. Muchas cosas hay que, el
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saberlas, poco o nada aprovecha al alma; y muy loco es el que en otras cosas entiende,
sino en las que tocan a la salvacin. Las muchas palabras no hartan el alma; mas la
buena vida le da refrigerio, y la pura, conciencia causa gran confianza en Dios.
.....3. Cuanto ms y mejor entiendes, tanto ms gravemente sers juzgado si no vivieres
santamente. Por eso no te ensalces por alguna de las artes o ciencias; mas teme del
conocimiento que de ella se te ha dado. Si te parece que sabes mucho y entiendes muy
bien, ten por cierto que es mucho ms lo que ignoras. No quieras saber cosas altas
(Ron., 11, 21); mas confiesa tu ignorancia. Por qu te quieres tener en ms que otro,
hallndose muchos ms doctos y sabios en la Ley que t? Si quieres saber y aprender
algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen.
.....4. EI verdadero conocimiento y desprecio de s mismo es altsima y doctsima
leccin. Gran sabidura y perfeccin es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y
tenerse y reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar pblicamente o cometer culpas
graves, no te debes juzgar por mejor, porque no sabes cunto podrs perseverar en el
bien. Todos somos flacos; mas t a nadie tengas por ms flaco que a ti.
.....1. Bienaventurado aquel a quien la Verdad por s misma ensea, no por figuras y
voces que se pasan, sino as como es. Nuestra estimacin y nuestro sentimiento a
menudo nos engaan y conocen poco. Qu aprovecha la gran curiosidad de saber cosas
oscuras y ocultas, pues que del no saberlas no seremos en el da del juicio reprendidos?
Gran locura es que, dejadas las cosas tiles y necesarias, entendemos con gusto en las
curiosas y daosas. Verdaderamente, teniendo ojos, no vemos. Qu se nos da de los
gneros y especies de los lgicos. Aquel a quien habla el Verbo Eterno, de muchas
opiniones se desembaraza. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican este
Uno, y ste es el Principio que nos habla ( Je., 8, 25). Ninguno entiende o juzga sin l
rectamente. Aquel a. quien todas las cosas le fueren uno, y las trajere a uno, y las viere
en uno, podr ser estable y firme de corazn y permanecer pacfico en Dios. Oh Dios,
que eres la Verdad! Hazme permanecer uno contigo en caridad perpetua. Enjame
muchas veces leer y or muchas cosas; en Ti est todo lo que quiero y deseo. Callen
todos los doctores; callen las criaturas en tu presencia: hblame T solo.
.....3. Toda la perfeccin de esta vida tiene consigo cierta imperfeccin; y toda nuestra
especulacin no carece de alguna oscuridad El humilde conocimiento de ti mismo es
ms cierto camino para Dios que escudriar la profundidad de la ciencia. No es de
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culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en s considerado, es bueno
y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida
virtuosa. Pero porque muchos estudian ms para, saber que para bien vivir, por eso
yerran muchas veces, y poco o ningn fruto hacen.
.....4. Si tanta, diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como
en mover cuestiones, no se haran tantos males y escndalos en el pueblo, ni habra
tanta. disolucin en los monasterios; Ciertamente, en el da del Juicio no nos
preguntarn qu lemos, sino qu hicimos; ni cun bien hablamos, sino cun
religiosamente vivimos. Dime: dnde estn ahora todos aquellos seores y maestros
que t conociste cuando vivan y florecan en los estudios? Ya poseen otros sus rentas, y
por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su vida parecan algo; ya no hay de
ellos memoria.
.....5. Oh, cun presto se pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida
concordara con su ciencia, y entonces hubieran estudiado y ledo bien. Cuntos perecen
en este siglo por su vana ciencia, que cuidan poco del servicio de Dios! Y porque eligen
ser ms grandes que humildes, por eso se hacen vanos en sus pensamientos.
Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que
se tiene por pequeo y tiene en nada la ms encumbrada honra. Verdaderamente es
prudente el que todo lo terreno tiene por estircol l (Phil., 3, 8) para ganar a Cristo. Y
verdaderamente es sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la suya.
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.....2. De diversas maneras nos habla Dios sin acepcin de personas. Nuestra curiosidad
nos impide muchas veces el provecho que se saca en leer las escrituras, cuando
queremos entender y escudriar lo que llanamente se deba pasar. Si quieres aprovechar,
lee con humildad fiel y sencillamente, y nunca desees nombre de letrado. Pregunta de
buena voluntad y oye callado las palabras de los Santos; y no te desagraden las
sentencias de los viejos, porque no las dice) sin causa.
.....1. Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, luego pierde el
sosiego.
El soberbio y el avariento nunca estn quietos; el pobre y el humilde de espritu viven
en mucha paz.
El hombre que no es perfectamente mortificado en s, presto es tentado y vencido de
cosas pequeas y viles.
El flaco de espritu y que an est inclinado a lo animal y sensible, con dificultad se
puede abstraer totalmente de los deseos terrenos.
Y cuando se abstiene recibe muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno le
contradice.
Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la
conciencia; porque sigui a su apetito, el cual nada aprovecha, para alcanzar la paz que
busca.
En resistir, pues, a las pasiones se halla la, verdadera paz del corazn, y no en seguirlas.
No hay, pues, paz en el corazn del hombre carnal, ni del que se entrega a lo exterior,
sino en el que es fervoroso y espiritual.
.....2. Si tienes riquezas, no te glores en ellas ni en los amigos, aunque sean poderosos,
sno en Dios, que todo lo da, y, sobre todo, desea darse a S mismo. No te ensalces por
la gallarda y hermosura del cuerpo, que con pequea enfermedad destruye y afea. No te
engras de tu habilidad o ingenio, no sea que desagrades a Dios, de quien es todo bien
natural que tuvieres.
.....3. No te estimes por mejor que otros, porque no seas quiz tenido por peor delante de
Dos, que sabe lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus buenas obras,
porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, y a El muchas
veces desagrada lo que a ellos contenta. Si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores
los otros, porque as conservas la humildad. No te daa si te pusieres debajo de todos;
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mas es muy daoso si te antepones a slo uno. Continua paz tiene el humilde; mas en el
corazn del soberbio hay emulacin y saa frecuente.
1. No descubras tu corazn a cualquiera (Eccl., 8, 22), mas comunica tus cosas con el
sabio y temeroso de Dios.
Con los jvenes y extraos conversa poco. Con los ricos no seas lisonjero, ni ests de
huena gana delante de los grandes. Acompate con los humildes y sencillos y con los
devotos y bien acostumbrados, y trata con ellos cosas de edificacin:
To tengas familiaridad con ninguna mujer mas en general encornienda a Dios todas las
buenas. Desea ser familiar a slo Dios y a sus. ngeles, y huye de ser conocido de los
hombres.
2. Justo es tener caridad con todos; pero no conviene la familiaridad. Algunas veces
sucede que la persona no conocida resplandece por la buena fama; pero su presencia
suele parecer mucho menos. Pensamos algunas veces agradar a los otros con nuestra
conversacin; y ms los ofendemos porque ven en nosotros
2. Verdad es que cada uno se rige de buena gana por su propio parecer, y se inclina ms
a los que siguen su sentir. Mas si Dios est entre nosotros, necesario es que dejemos
algunas veces nuestro parecer por el bien de la paz. Quin es tan sabio que lo sepa todo
enteramente
1. Excusa cuanto pudieres el ruido de los hombres; pues mucho estorba el tratar de las
cosas del siglo, aunque se digan con buena intencin.
Porque presto somos amancillados y cautivos de la vanidad.
Muchas veces quisiera haber callado y no haber estado entre los hombres.
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Pero, cul es la causa que tan de gana hablamos y platicamos. unos con otros, viendo
cun pocas veces volvemos al silencio sin dao de la conciencia?
La razn es que por el hablar buscamos ser consolados unos de otros y deseamos aliviar
el corazn fatigado de pensamientos diversos.
Y de muy buena gana nos detenemos en hablar y pensar de las cosas que amamos o
sentimos adversas.
Mas, ay dolor!, que muchas veces sucede vanamente y sin fruto; porque esta exterior
consolacin es de gran detrimento a la interior y divina.
1. Mucha paz tendramos si en las dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen no
quisisemos meternos. Cmo puede estar en paz mucho tiempo el que se entremete en
cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de s poco o tarde se recoge?
bienaventurados los sencillos, porque tendrn mucha paz.
2. Cul fue la causa por que muchos de los Santos fueron tan perfectos y
contemplativos? Porque estudiaron en mortificarse totalmente a todo deseo terreno; y
por eso :pudieron con. lo .ntimo del corazn allegarse a Dios y ocuparse libremente en
s mismos: Nosotros nos ocupamos mucho con nuestras pasiones; y tenemos demasiado
cuidado de lo transitorio. Y tambin pocas veces vencemos un vicio perfectamente, ni
nos alentamos para aprovechar cada da, y por esto nos quedamos tibios y aun fros.
4.Y tambin cuando alguna adversidad se nos ofrece, muy presto nos desalentamos y
nos volvemos a las consolaciones humanas. Si nos esforzsemos ms a pelear como
fuertes varones, veramos sin duda la ayuda del Seor que viene desde el Cielo sobre
nosotros. Porque dispuesto est a socorrer a los que pelean y esperan en su gracia, y nos
procura ocasiones de pelear para que .alcancemos victoria. Si solamente en ' las .
observancias de fuera ponemos el aprovechamiento de la vida religiosa, presto se nos
acabara la devocin. Mas pongamos. la segur a la raz, porque, libres de las pasiones,
poseamos pacficas nuestras almas.
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5. Si cada ao desarraigsemos un vicio presto seramos perfectos. Mas ahora, al
contrario, muchas veces experimentamos que fuimos mejores y ms puros en el
principio de nuestra conversin que despus de muchos aos de profesos. Nuestro
fervor y aprovechamiento cada da debe crecer; mas ahora ya nos parece mucho
conservar alguna parte del primer fervor. Si al principio hicisemos algn esfuerzo,
podramos despus hacerlo todo con facilidad y gozo. 6. Grave cosa es dejar la,
costumbre; pero, ms grave es ir contraria propia voluntad. Mas si no vences las cosas
pequeas y ligeras, cmo vencers las dificultosas?
Resiste en los principios a tu inclinacin, y deja la mala costumbre, porque no te lleve
poco a poco a mayor dificultad. Oh, si mirases cunta paz a ti mismo, y cunta alegra
daras a los otros rigindote bien, yo creo que seras ms solcito en el aprovechamiento
espiritual!
Bueno es que algunas veces nos sucedan cosas adversas y vengan contrariedades,
porque suelen atraer al hombre al corazn, para que se conozca desterrado y no ponga
su esperanza en cosa alguna del mundo. Bueno es que padezcamos a veces
contradicciones y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos bien
y tengamos buena intencin. Estas cosas de ordinario ayudan a la humildad y nos
defienden de la vanagloria. Porque entonces mejor buscamos a Dios por testigo interior,
cuando por de fuera somos ,despreciados de los hombres, y no nos dan crdito.
2. Por eso deba. uno afirmarse de tal manera en Dios, que no le fuese necesario buscar
muchas consolaciones humanas. Cuando el hombre de buena voluntad es atribulado, o
tentado, o afligido con malos pensamientos; entonces conoce tener de Dios mayor .
necesidad, experimentando que sin EI no puede nada bueno. Entonces tambin se
entristece, gime y ora a Dios por las miserias que padece. Entonces le es molesta la vida
larga, y desea hallar la muerte para ser desatado de este cuerpo y estar con Cristo (
Filip., l; 3) .
Entonces tambin - conoce que no puede haber en el mundo perfecta seguridad ni
cumplida paz.
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2. Mas las tentaciones son muchas veces utilsimas al hombre, aunque sean graves y
pesadas; porque en ellas es uno humillado, purgado y enseado.
Todos los Santos por. muchas tribulaciones y tentaciones pasaron; y aprovecharon. Y
los que no las quisieron resistir fueron tenidos. por rprobos y sucumbieron.
No hay religin tan santa, ni lugar tan secreto, que no haya tentaciones y adversidades.
3. No hay hombre seguro del todo de tentaciones mientras vive; porque en nosotros
mismos .est la causa de donde vienen, pues que nacimos con la inclinacin al pecado.
Pasada una tentacin o tribulacin, sobreviene otra; y siempre tendremos que sufrir,
porque se perdi el bien de nuestra felicidad.
Muchos quieren huir las tentaciones y caen en ellas ms gravemente.
No se puede vencer con slo huirlas; mas con paciencia y verdadera humildad nos
hacemos ms fuertes que todos los enemigos:
4. El que solamente quita el mal que se ve y no arranca la raz, poco aprovechar; antes
tornarn a l ms presto las tentaciones, y se hallar peor.
Poco a poco, con paciencia y larga esperanza, vencers (con el favor divino) mejor, que
no con violencia y propia fatiga.
Toma muchas veces consejo en la tentacin, y no seas desabrido con el que est tentado;
antes procura consolarle, como t lo quisieras para ti.
7. Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados, sino antes rogar a Dios con
mayor fervor que sea servido de ayudarnos en toda tribulacin; el cual, sin duda, segn
el dicho de San Pablo, nos dar, junto con tentacin, .tal auxilio, que La podamos
resistir
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(1 Cor., 10, 13).
Humillemos, pues, nuestras almas debajo de la mano de Dios en toda tribulacin y
tentacin, porque l salvar y engrandecer a los humildes de espritu.
1. Pon los ojos. en ti mismo y gurdate de juzgar las obras ajenas. En juzgar a otros
se ocupa uno en vano, yerra muchas veces y peca fcilmente; mas juzgando y
examinndose a s mismo se emplea siempre con fruto.
Muchas veces juzgamos segn nuestro gusta de las cosas, pues fcilmente perdemos el
verdadero juicio de ellas por el amor propio. Si fuese Dios siempre el fin puramente de
nuestro deseo, no nos turbara tan presto la contradiccin de nuestra sensualidad. Pero
muchas veces tenemos algo adentro escondido, o de fuera se ofrece; cuya aficin nos
lleva tras s.
I. Por ninguna cosa del mundo ni por amor de alguno se debe hacer lo que es malo; mas
por el provecho de quien lo hubiere menester, alguna vez se puede dejar la buena obra,
o trocarse por otra mejor. De esta suerte no se deja la buena obra, sino que se muda en
mejor.
La obra exterior sin caridad no aprovecha; pero lo que se hace con caridad, por poco y
despreciable que sea, se hace todo fructuoso. Pues, ciertamente, ms mira Dios al
corazn que a la obra que se hace.
2. Mucho hace el que mucho ama. Mucho hace el que todo lo hace bien. Bien hace el
que sirve ms al bien comn que a su voluntad propia.
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Muchas veces parece caridad lo que es amor propio; porque la inclinacin de la
naturaleza, la propia voluntad, la esperanza de la recompensa, el gusto de la comodidad,
rara vez nos abandonan.
3. El que tiene verdadera y perfecta caridad, en ninguna cosa se busca a si mismo, sino
solamente desea que Dios sea glorificado en todas. De nadie tiene envidia, porque no
ama gusto alguno particular, ni se quiere gozar en s; mas desea, sobre todas las cosas,
gozar de Dios. A nadie atribuye ningn bien; mas refirelo todo a Dios, del cual, como
de fuente, manan todas las cosas, en el que, finalmente, todos los Santos descansan con
perfecto gozo.
Oh, quin tuviese una centella de verdadera caridad! Por cierto que sentira estar todas
las cosas llenas de vanidad.
3. Queremos que los otros sean castigados con rigor, y nosotros no queremos ser
corregidos.
parcenos mal si a 1os otros se les da larga licencia, y nosotros no queremos que cosa
que pedimos se nos niegue.
Queremos que los dems estn sujetos a las ordenanzas, pero nosotros no sufrimos que
nos sea prohibida cosa alguna. As parece claro cun pocas veces amamos al prjimo
como a nosotros mismos.
Si todos fuesen perfectos, qu tenamos que sufrir por Dios de nuestros hermanos?
4. Pero as lo orden Dios para que aprendamos a Llevar recprocamente nuestras cargas
(Gal, 6, 2}; porque ninguno hay sin ellas, ninguno sin defecto, ninguno es suficiente ni
cumplidamente sabio para s; antes importa llevarnos, consolarnos y juntamente
ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos.
De cunta virtud sea cada uno, mejor se descubre en la ocasin de la adversidad. Porque
1as ocasiones no hacen al hombre flaco, pero declaran lo que es.
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Captulo 17: DE LA VIDA MONSTICA
3. Viniste a servir, no a mandar; persudete que fuiste llamado para trabajar y padecer,
no para holgar y parlar. Pues aqu se prueban los hombres, como el oro en el crisol (Sap
3, 6).
Aqu no puede estar alguno, si no quiere de todo corazn humillarse por Dios.
1. Considera bien los heroicos ejemplos de los Santos Padres, en los cuales resplandeci
la verdadera perfeccin y religin, y vers cun poco o casi nada es lo que hacemos.
Ay de nosotros? Qu es nuestra vida comparada con la suya?
Los Santos y amigos de Cristo sirvieron al Seor en hambre y en sed, en fro y
desnudez, en trabajos y fatigas, en vigilias y ayunos, en oraciones y santas
meditaciones, en persecuciones y muchos oprobios.
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Renunciaban todas las riquezas, honras, dignidades, parientes y amigos; ninguna cosa ~
queran del mundo; apenas tomaban lo necesario para la vida, y les era pesado servir a
su cuerpo aun en las cosas ms necesarias. De modo que eran pobres de lo temporal,
pero riqusimos en gracia y virtudes.
En lo de fuera eran necesitados; pero en lo interior estaban con la gracia y divinas
consolaciones recreados.
Ajenos eran al mundo, mas muy allegados a Dios, del cual eran familiares amigos.
Tenanse por nada en cuanto a s mismos y para nada con el mundo eran despreciados;
mas en los ojos de Dios eran muy preciosos y amados.
Estaban en verdadera humildad; vivan en sencilla obediencia; andaban en caridad y
paciencia, y por esa cada da crecan en espritu y alcanzaban mucha gracia delante de
Dios.
Fueron puestos por dechados a todos los religiosos, y ms nos deben mover para
aprovechar en el bien, que no la muchedumbre de los tibios para aflojar y descaecer.
4. Oh, cun grande fue el fervor de todos los religiosos al principio de sus sagrados
institutos! Cunta la devocin de la oracin! Cuanto el celo de la virtud! Cunta
disciplina floreci! Cunta reverencia y obediencia al superior hubo en todas las cosas!
Aun hasta ahora dan testimonio de ello las seales que quedaron, de que fueron
verdaderamente varones santos y perfectos los que, peleando tan esforzadamente,
vencieron al mundo.
Ahora ya se estima en mucho aquel que no quebranta la Regla, y con paciencia puede
sufrir lo que acept por su voluntad.
5. Oh tibieza y negligencia de nuestro estado, que tan presto declinamos del fervor
primero, y nos es molesto el vivir por nuestra flojedad y tibieza!
Pluguiese a Dios que no durmiese en ti el aprovechamiento de las virtudes, pues viste
muchas veces tantos ejemplos de devotos!
1. La vida del buen religioso debe resplandecer en toda virtud; que sea tal en lo interior
cual parece de fuera.
Y con razn debe ser mucho ms lo interior que lo que se mira exteriormente, porque
nos mira nuestro Dios, a quien debemos suma reverencia dondequiera que
estuvisemos, y debemos andar en su presencia tan puros como los ngeles.
Cada. da debemos renovar nuestro propsito y excitarnos a mayor fervor, como si hoy
fuese el primer da de nuestra conversin, y decir: Seor, Dios mo, aydame en mi
buen intento y en tu santo servicio, y dame gracia para que comience hoy
perfectamente, porque no es nada cuanto hice hasta aqu.
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de la gracia de Dios que del saber propio; en el confan siempre y en cualquier cosa que
comienzan. Porque el hombre propone, pero Dios dispone; y no est en mano del
hombre su camino (Prov., I6, 9; Jer., 10, 23).
3. Si por caridad y por provecho del prjimo se deja alguna vez el ejercicio
acostumbrado, despus se puede reparar fcilmente.
Mas, si por fastidio del corazn o por negligencia ligeramente se deja; muy culpable es
y resultar muy daoso.
Esforcmonos cuanto pudiremos, que aun as, en muchas faltas caeremos fcilmente.
Pero alguna cosa determinada debemos siempre proponernos, y principalmente contra
las faltas que mas nos estorban.
Debemos examinar y ordenar todas nuestras cosas exteriores e interiores, porque todo
conviene para el aprovechamiento espiritual.
6. En las fiestas principales debemos renovar nuestros buenos ejercicios, e invocar con
mayor fervor la intercesin de los Santos.
De una fiesta para otra debemos proponer algo, como si entonces hubisemos de salir de
este mundo y llegar a la eterna festividad.
Por eso debemos prevenirnos con cuidado en los tiempos devotos y conversar con
mayor devocin y guardar toda observancia ms estrechamente, como quien ha de
recibir en breve de Dios el premio de sus trabajos.
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evangelista San Lucas) a quien, cuando viniere el Seor, le hallare velando; en verdad
os digo que Le constituir sobre todos sus bienes (Lc, 12, 43).
1. Busca tiempo a propsito para estar contigo y piensa a menudo en las beneficios de
Dios.
Deja las cosas curiosas: lee tales materias, que te den ms compuncin que ocupacin.
Si te apartares de conversaciones superfluas y de andar ocioso y de or noticias y
murmuraciones, hallars tiempo suficiente y a propsito para entregarte a santas
meditaciones.
Los mayores Santos evitaban cuanto podan la compaa de los hombres, y elegan el
vivir para Dios en su retiro.
2. Dijo uno: (Cuantas veces estuve entre los hombres volv menos hombre (1). Lo cual
experimentamos cada da cuando hablamos mucho.
Ms fcil cosa es callar siempre que hablar sin errar.
Ms fcil es encerrarse en su casa que guardarse del todo fuera de ella.
Por esto, al que quiere llegar a las cosas interiores y espirituales le conviene apartarse
con Jess de la gente.
Ninguno se muestra seguro en pblico, sino el que se esconde voluntariamente.
Ninguno habla con acierto, sino el que calla de buena gana.
Ninguno preside dignamente, sino el que se sujeta con gusto.
Ninguno manda con razn, sino el que aprendi a obedecer sin replicar.
4. Los muy estimados por buenos, muchas veces han cado en graves peligros por su
mucha confianza.
Por lo cual es utilsimo a muchos que no les falten del todo tentaciones y que sean
muchas chas veces combatidos, porque no se aseguren demasiado de si propios, porque
no se levanten con soberbia, ni tampoco se entreguen demasiadamente a los consuelos
exteriores.
Oh, quin nunca buscase alegra transitoria! Oh, quin nunca se ocupase en el mundo,
y cun buena conciencia guardara!
Oh, quin quitara de s todo vano cuidado, y pensase solamente las cosas saludables y
divinas, y pusiese toda su esperanza en Dios, cunta paz y sosiego poseera!
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Si quieres arrepentirte de corazn, entra en tu retiro, y destierra de ti todo bullicio del
Mundo, segn est escrito: Contristaos en vuestros aposentos (Salmo 4, 5). En la celda
hallars lo que perders muchas veces por de fuera.
El retiro usado se hace dulce, y el poco usado causa hasto. Si al principio de tu
conversin le frecuentares y guardares bien, te ser despus dulce amigo y agradable
consuelo.
8. Qu puedes ver en algn lugar, que permanezca mucho tiempo debajo del sol?
Piensas, acaso, satisfacer tu apetito? Pues no lo alcanzars. Si vieses todas las cosas
delante de ti, qu sera sino una vista vana?
Alza tus ojos a Dios en el cielo, y ruega por tus pecados y negligencias.
Deja lo vano a los vanos, y t ten cuidado de lo que te manda Dios. Cierra tu puerta
sobre ti, y llama a tu amado Jess; permanece con El en tu aposento, que no hallars en
otro lugar tanta paz.
Si no salieras ni oyeras noticias, mejor perseveraras en santa paz. Pues te huelgas de or
algunas veces novedades, convinete sufrir inquietudes de corazn.
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2. Por la liviandad del corazn y por el descuido de nuestros defectos no sentimos los
males de nuestra alma, pero muchas veces remos sin razn, cuando con razn
deberamos llorar.
No hay verdadera libertad ni plcida alegra, sino con el temor de Dios con buena
conciencia.
Bienaventurado aquel que puede desviarse de todo estorbo de distraccin, y recogerse a
lo interior de la santa compuncin.
Bienaventurado el que renunciare todas las cosas que pueden mancillar o agravar su
conciencia.
Pelea como varn: una costumbre vence a otra costumbre.
Si t sabes dejar los hombres, ellos bien te dejarn hacer tus buenas obras.
3. No te ocupes en cosas ajenas ni te entremetas en las causas de los mayores.
Mira siempre primero por ti, y amonstate a ti mismo ms especialmente que a todos
cuantos quieres bien.
Si no eres favorecido de los hombres, no te entristezcas por eso, sino aflgete de que no
te portas con el cuidado y circunspeccin que convienen a un siervo de Dios y a un
devoto religioso.
Muy til y seguro es que el hombre no tenga en esta vida muchas consolaciones,
mayormente segn la carne. Pero de no tener o gustar rara vez las cosas divinas,
nosotros tenemos la culpa; porque no buscamos la compuncin, ni desechamos del todo
lo vano y exterior.
4. Reconcete por indigno de la divina consolacin; antes bien crete digno de ser
atribulado. Cuando el hombre tiene perfecta contricin, entonces le es grave y amargo
todo el mundo. El que es bueno halla bastante materia para dolerse y llorar; porque ora
se mire a s mismo, ora piense en su prjimo, sabe que ninguno vive aqu sin
tribulaciones. Y cuando con ms rectitud se mire, tanto ms halla por qu dolerse.
Materia de justo dolor y entraable contricin son nuestros pecados y vicios, en que
estamos tan cados, que pocas veces podemos contemplar las cosas celestiales.
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2. Dicen muchos flacos y enfermos: Mirad cun buena vida tiene aquel hombre! Cun
rico! Cun grande! Cun poderoso y ensalzado! Pero atiende a los bienes del cielo, y
vers que todas estas cosas temporales nada son sino muy inciertas y gravosas; porque
nunca se poseen sin cuidado y temor. No est la felicidad del hombre en tener la
abundancia de lo temporal; bstale una mediana. Por cierto que miseria es vivir en la
tierra. Cuando el hombre quisiere ser ms espiritual, tanto ms amarga se le har la
vida; porque conoce mejor y ve ms claro los defectos de la corrupcin humana. Porque
comer, beber, velar, dormir, reposar, trabajar y estar sujeto a las dems necesidades
naturales, en verdad es grande miseria y pesadumbre al hombre devoto, el cual desea ser
desatado de este cuerpo y libre de toda culpa.
3. Pues el hombre interior est muy gravado con todas las necesidades corporales en
este mundo. Por eso, el profeta ruega devotamente que le libre de ellas diciendo:
Lbrame, Seor, de mis necesidades. Mas, ay de los que aman esta miserable y
corruptible vida! Porque hay algunos tan abrazados con ella, que aunque con mucha
dificultad, trabajando o mendigando tengan lo necesario, si pudiesen vivir aqu siempre,
no cuidaran del Reino de Dios.
4. Oh, locos y duros de corazn, los que tan profundamente se envuelven en la tierra,
que nada gustan sino de las cosas carnales! Mas en el fin sentirn gravemente cun vil y
nada lo que amaron. Los santos de Dios y todos los devotos amigos de Cristo no tenan
en cuenta de lo que agradaba a la carne, ni de lo que floreca en la vida temporal sino
que, toda su esperanza e intencin suspiraba por los bienes eternos. Todo su deseo se
levantaba a lo duradero e invisible; porque no fuesen abatidos a las cosas bajas con el
amor de lo visible. No pierdas hermano, la confianza de aprovechar en las cosas
espirituales: an tienes tiempo y ocasin.
6. Oh, cunta es la flaqueza humana, que siempre est inclinada a los vicios! Hoy
confiesas tus pecados, y maana vuelves a cometer lo confesado. Ahora propones de
guardarte, y de aqu a una hora obras como si nada hubieras propuesto. Con mucha
razn, pues, podemos humillarnos, y no sentir de nosotros cosa grande, pues somos tan
flacos y tan mudables. Presto se pierde por descuido lo que con mucho trabajo
dificultosamente se gan por gracia.
21
Captulo 23 : De la meditacin de la muerte.
1. Muy presto ser contigo este negocio; mira cmo te has de componer. Hoy es el
hombre y maana no parece.
En quitndolo de la vista, se va presto tambin de la memoria.
Oh torpeza y dureza del corazn humano, que solamente piensa en lo presente, sin
cuidado de lo por venir!
As habas de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.
Si tuvieses buena conciencia, no temeras mucho la muerte.
Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte.
Si no ests dispuesto hoy, cmo lo estars maana?
Maana es da incierto; y qu sabes si amanecers maana?
2. Qu aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos? Ah! La larga vida
no siempre nos enmienda, antes muchas veces aade pecados.
Ojal hubiramos vivido un da bien en este mundo!
Muchos cuentan los aos de su conversin, pero muchas veces es poco el fruto de la
enmienda.
Si es temeroso el morir, puede ser que sea ms peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se
dispone cada da a morir.
Si has visto alguna vez morir un hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar.
4. Qu bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo, cual desea le halle Dios
en la hora de la muerte!
El perfecto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el
amor de la austeridad, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, el
renunciarse a s mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de nuestro Seor
Jesucristo, gran confianza le darn de morir felizmente.
Muchas cosas buenas podras hacer mientras ests sano; pero cuando enfermo no s qu
podrs.
22
Ahora es el tiempo muy precioso; ahora son los das de salud; ahora es el tiempo
aceptable.
Pero ay dolor! que lo gastas sin aprovecharte, pudiendo en l ganar para vivir
eternamente.
Vendr cuando desears un da o una hora para enmendarte, y no s si te ser concedida.
1. Mira el fin en todas las cosas, y de qu suerte estars delante de aquel juez justsimo,
al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con ddivas, ni admite excusas, sino que
juzgar justsimamente.
Oh ignorante, y miserable pecador! Qu responders a Dios, que sabe todas tus
maldades, t que temes a veces el rostro de un hombre airado?
23
Por qu no te previenes para el da del juicio cuando no habr quien defienda ni ruegue
por otro, sino que cada uno tendr bastante que hacer por s?
Ahora tu trabajo es fructuoso, tu llanto aceptable, tus gemidos se oyen, tu dolor es
satisfactorio y justificativo.
2. Aqu tiene grande y saludable purgatorio el hombre sufrido, que recibiendo injurias,
se duele ms de la malicia del injuriador que de su propia ofensa; que ruega a Dios
voluntariamente por sus contrarios, y de corazn perdona los agravios, y no se detiene
en pedir perdn a cualquiera; que ms fcilmente tiene misericordia que se indigna; que
se hace fuerza muchas veces y procura sujetar del todo su carne al espritu.
Mejor es purgar ahora los pecados y cortar los vicios que dejar el purgarlos para lo
venidero.
Por cierto nos engaamos a nosotros mismos por el amor desordenado que tenemos a la
carne.
24
Entonces te consolars ms de haber orado con devocin, que haber comido
delicadamente.
Entonces te alegrars ms de haber guardado el silencio, que de haber conversado
mucho.
Entonces te aprovecharn ms las obras santas, que las palabras floridas.
Entonces agradar ms la vida estrecha y la rigurosa penitencia, que todos los deleites
terrenos.
6. Aprende ahora a padecer en lo poco, para que entonces seas libre de lo muy grave.
Prueba aqu primero lo que podrs despus.
Si ahora no puedes padecer levemente, cmo podrs despus sufrir los tormentos
eternos? Si ahora una pequea penalidad te hace tan impaciente, qu har entonces el
infierno?
De verdad no puedes tener dos gozos, deleitarte en este mundo, y despus reinar en el
cielo con Cristo.
Si hasta ahora hubieses vivido en honores y deleites, y te llegase la muerte, qu te
aprovechara todo lo pasado?
Todo, pues, es vanidad, sino amar a Dios, y servirle a El solo.
Porque los que aman a Dios de todo corazn, no temen la muerte, ni el tormento, ni el
juicio, ni el infierno; pues el amor perfecto tiene segura entrada para Dios.
Mas quien se deleita en pecar, no es maravilla que tema la muerte y el juicio.
Bueno es no obstante que si el amor no nos desva de lo malo, por lo menos el temor del
infierno nos refrene.
Pero el que pospone el temor de Dios, no puede durar mucho tiempo en el bien; sino
que caer muy presto en los lazos del demonio.
1. Vela con mucha diligencia en el servicio de Dios, y piensa de ordinario a que viniste,
y por qu dejaste el mundo.
No es por ventura con el fin de vivir para Dios, y ser hombre espiritual?
Corre, pues, con fervor a la perfeccin, que presto recibirs el galardn de tu trabajo, y
no habr de ah adelante temor ni dolor en tu fin.
Ahora trabajars un poco, y hallars despus gran descanso, y aun perpetua alegra.
Si permaneces fiel y fervoroso en obrar, sin duda ser Dios fiel y rico en pagar.
Ten firme esperanza que alcanzars victoria, mas no conviene tener seguridad, porque
no aflojes ni te ensoberbezcas.
25
Y no quiso escudriar curiosamente para saber lo que le haba de suceder, sino que
anduvo con mucho cuidado de saber lo que fuese la voluntad de Dios, y a sus divinos
ojos ms agradable y perfecto, para comenzar y perfeccionar toda buena obra.
26
8. Cmo lo hacen tantos religiosos que estn encerrados en la observancia del
monasterio?
Salen pocas veces, viven abstrados, comen pobremente, visten ropa basta, trabajan
mucho, hablan poco, velan largo tiempo, madrugan muy temprano, tienen continuas
horas de oracin, leen a menudo, y guardan en todo exacta disciplina.
Mira cmo los cartujos, los cistercienses, y los monjes y monjas de diversas rdenes se
levantan cada noche a alabar al Seor.
Y por eso sera torpe que t emperezases en obra tan santa, donde tanta multitud de
religiosos comienza a alabar a Dios.
9. Oh! Si nunca hubisemos de hacer otra cosa sino alabar al Seor nuestro Dios con
todo el corazn y con la boca!
Oh! Si nunca tuvieses necesidad de comer, beber y dormir, sino que siempre pudieses
alabar a Dios, y solamente ocuparte en cosas espirituales!
Entonces seras mucho ms dichoso que ahora cuando sirves a la necesidad de la carne.
Pluguiese a Dios que no tuvisemos estas necesidades, sino solamente las refecciones
espirituales, las cuales gustamos bien raras veces!
11. Acurdate siempre del fin, y que el tiempo perdido jams vuelve. Nunca alcanzars
las virtudes sin cuidado y diligencia.
Si comienzas a ser tibio, comenzar a irte mal.
Mas si te excitares al fervor, hallars gran paz, y sentirs el trabajo muy ligero por la
gracia de Dios y por el amor de la virtud.
El hombre fervoroso y diligente, a todo est dispuesto.
Mayor trabajo es resistir a los vicios y pasiones, que sudar en los trabajos corporales.
El que no evita los defectos pequeos, poco a poco cae en los grandes.
Te alegrars siempre a la noche, si gastares, bien el da.
Vela sobre ti; despirtate a ti; y sea de los otros lo que fuere, no te descuides de ti.
Tanto aprovechars, cuanto ms fuerza te hicieres. Amn.
27
LIBRO SEGUNDO
1. Dice el Seor: El reino de Dios dentro de vosotros est. Convirtete a Dios de todo
corazn, y deja ese miserable mundo, y hallar tu alma reposo.
Aprende a menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y vers que se
vienen a ti el reino de Dios.
Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espritu Santo, que no se da a los malos.
Si preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendr a ti, y te mostrar su
consolacin.
Toda su gloria y hermosura est en lo interior, y all se est complaciendo.
Su continua visitacin es con el hombre interior; con l habla dulcemente, tiene
agradable consolacin, mucha paz y admirable familiaridad.
2. Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazn a este Esposo para que quiera venirse a ti, y
hablar contigo.
Porque l dice as: Si alguno me ama, guardar mi palabra, y vendremos a l y haremos
en l nuestra morada.
Da, pues, lugar a Cristo, y a todo lo dems cierra la puerta.
Si a Cristo tuvieres, estars rico, y te bastar. El ser tu fiel procurador, y te proveer de
todo, de manera que no tendrs necesidad de esperar en los hombres.
Porque los hombres se mudan fcilmente, y desfallecen en breve; pero Jesucristo
permanece para siempre, y est firme hasta el fin.
3. No hay que poner mucha confianza en el hombre frgil y mortal, aunque sea til y
bien querido, ni has de tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario o no te atiende.
Los que hoy son contigo, maana te pueden contradecir, y al contrario; porque muchas
veces se vuelven como viento.
Pon en Dios toda tu esperanza, y sea El tu temor y tu amor. El responder por ti, y lo
har bien, como mejor convenga.
No tienes aqu domicilio permanente: dondequiera que estuvieres, sers extrao y
peregrino, y no tendrs nunca reposo, si no estuvieres ntimamente unido con Cristo.
5. Cristo fue tambin en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas,
desamparado de amigos y conocidos, y en suma necesidad.
Cristo quiso padecer y ser despreciado, y t te atreves a quejarte de alguna cosa?
28
Cristo tuvo adversarios y murmuradores, y t quieres tener a todos por amigos y
bienhechores?
Con qu se coronar tu paciencia, sin ninguna adversidad se te ofrece?
Si no quieres sufrir ninguna adversidad, cmo sers amigo de Cristo?
Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo.
7. Aquel a quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es
verdaderamente sabio y enseado ms de Dios que de los hombres.
El que sabe andar dentro de s, y tener en poco las cosas exteriores, no busca lugares, ni
espera tiempos para darse a ejercicios devotos.
El hombre interior presto se recoge; porque nunca se entrega todo a las cosas exteriores.
No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupacin necesaria a tiempos; sino que as como
suceden las cosas, se acomoda a ellas.
El que est interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de los hechos famosos y
perversos de los hombres.
Tanto se estorba el hombre y se distrae, cuando atrae a s las cosas de fuera.
8. Si fueses recto y puro, todo te sucedera bien y con provecho.
Por eso te descontentan y conturban muchas cosas frecuentemente, porque an no has
muerto a ti, del todo, ni apartado de todas las cosas terrenas.
Nada mancilla ni embaraza tanto el corazn del hombre cuanto el amor desordenado de
las criaturas.
Si desprecias las consolaciones de fuera, podrs contemplar las cosas celestiales, y
gozarte muchas veces dentro de ti.
1. No te importe mucho quin es por ti o contra ti; sino busca y procura que sea Dios
contigo en todo lo que haces.
Ten buena conciencia, y Dios te defender.
Al que Dios quiere ayudar, no le podr daar la malicia de alguno.
Si sabes callar y sufrir, sin duda vers el favor de Dios.
El sabe el tiempo y el modo de librarte; y por eso te debes ofrecer a El.
A Dios pertenece ayudar y librar de toda confusin.
Algunas veces conviene mucho, para guardar mayor humildad, que otros sepan nuestros
defectos y los reprendan.
2. Cuando un hombre se humilla por sus defectos, entonces fcilmente aplaca a los
otros, y sin dificultad satisface a los que le odian.
29
Dios defiende y libra al humilde; al humilde ama y consuela; al hombre humilde se
inclina; al humilde concede gracia, y despus de su abatimiento le levanta a gran honra.
Al humilde descubre sus secretos, y le trae dulcemente a S y le convida.
El humilde, recibida la afrenta, est en paz; porque est con Dios y no en el mundo.
No pienses haber aprovechado algo, si no te estimas por el ms inferior de todos.
2. T sabes excusar y disimular muy bien tus faltas, y no quieres or las disculpas
ajenas.
Ms justo sera que te acusases a ti, y excusases a tu hermano.
Sufre a los otros si quieres que te sufran.
Mira cun lejos ests an de la verdadera caridad y humildad, la cual no sabe desdear y
airarse sino contra s.
No es mucho conversar con los buenos y mansos, pues esto a todos da gusto
naturalmente; y cada uno de buena gana tiene paz, y ama a los que concuerdan con l.
Pero poder vivir en paz con los duros, perversos y mal acondicionados, y con quien nos
contradice, grande gracia es, y accin varonil y loable.
3. Hay algunos que tiene paz consigo, y tambin con los otros.
Otros hay que ni la tienen consigo, ni la dejan tener a los dems: molestos para los
otros, lo son ms para s mismos.
Y hay otros que tienen paz consigo, y trabajan en reducir a paz a los otros.
Pues toda nuestra paz en esta miserable vida, est puesta ms en el sufrimiento humilde,
que en dejar de sentir contrariedades.
El que sabe mejor padecer, tendr mayor paz. Este es el vencedor de s mismo y seor
del mundo, amigo de Cristo y heredero del cielo.
30
2. Si t fueses bueno y puro en lo interior, luego veras y entenderas bien todas las
cosas sin impedimento. El corazn puro penetra al cielo y al infierno. Cual es cada uno
en lo interior, tal juzga lo de fuera. Si hay gozo en el mundo, el hombre de puro corazn
le posee. Y si en algn lugar hay tribulacin y congojas, es donde habita la mala
conciencia. As como el hierro, metido en el fuego, pierde el orn y se pone todo
resplandeciente; as el hombre que enteramente se convierte a Dios, se desentorpece y
muda en nuevo hombre.
31
hombres. La gloria del mundo siempre va acompaada de tristeza. La gloria de los
buenos est en sus conciencias, y no en la boca de los hombres. La alegra de los justos
es de Dios, y en Dios, y su gozo es la verdad. El que desea la verdadera y eterna gloria,
no hace caso de la temporal. Y el que busca la gloria temporal, o no la desprecia de
corazn, seal es que ama menos la celestial. Gran quietud de corazn tiene el que no se
le da nada de las alabanzas ni de las afrentas.
4. El que no busca la aprobacin de los hombres, claramente muestra que se entreg del
todo a Dios. Porque dice San Pablo: No el que se alaba a s mismo es aprobado, sino el
que Dios alaba. Andar en lo interior con Dios, y no embarazarse de fuera con alguna
afliccin, estado es de varn espiritual.
32
Captulo VIII: De la familiar amistad con Jess.
1. Cuando Jess est presente, todo es bueno, y no parece cosa difcil: mas cuando est
ausente, todo es duro. Cuando Jess no habla dentro, vil es la consolacin: mas si Jess
habla una sola palabra, gran consolacin se siente. No se levant Mara Magdalena
luego del lugar donde llor, cuando le dijo Marta: El Maestro est aqu y te llama? Oh
bienaventurada hora, cuando el Seor Jess llama de las lgrimas al gozo del espritu!
Cun seco y duro eres sin Jess! Cun necio y vano si codicias algo fuera de Jess!
Dime, no es este peor dao, que si todo el mundo perdieses?
2. Qu puede dar el mundo sin Jess? Estar sin Jess es grave infierno: estar con Jess
es dulce paraso. Si Jess estuviere contigo, ningn enemigo podr daarte. El que halla
a Jess, halla un buen tesoro, y de verdad bueno sobre todo bien. Y el que pierde a Jess
pierde muy mucho, y ms que todo el mundo. Pobrsimo es el que vive sin Jess, y
riqusimo es el que est bien con Jess.
3. Muy grande arte es saber conservar con Jess, y gran prudencia saber tener a Jess.
S humilde y pacfico, y ser contigo Jess; s devoto y sosegado, y permanecer
contigo Jess. Presto puedes echar de ti a Jess, y perder su gracia, si te pegas a las
cosas exteriores. Si destierras de ti a Jess y le pierdes, adnde irs? A quin buscars
por amigo? Sin amigo no puedes vivir contento, y si no fuere Jess tu especialsimo
amigo, estars muy triste y desconsolado. Pues locamente lo haces, si en otro alguno
confas y te alegras. Ms se debe escoger tener todo el mundo contrario, que estar
ofendido con Jess. Pues sobre todo tus amigos sea Jess amado singularsimamente.
4. Ama a todos por amor de Jess, y a Jess por s mismo: slo a Jesucristo se debe
amar singularsimamente: porque El solo se halla bueno y fidelsimo, ms que todos los
amigos. Por El y en El debes amar a los amigos y los enemigos, rogarle por todos, para
que le conozcan y le amen. Nunca codicies ser loado ni amado singularmente, porque
eso a slo Dios pertenece, que no tiene igual; ni quieras que alguno se ocupe contigo en
su corazn, ni t te ocupes en amor de alguno; mas sea Jess en ti, y en todo hombre
bueno.
33
Gran cosa es y muy grande ser privado, y carecer de consuelo divino y humano, y
querer sufrir de gana destierro de corazn por la honre de Dios, y en ninguna cosa
buscarse a s mismo, ni mirar a su propio merecimiento.
Qu gran cosa es, si ests alegre y devoto, cuando viene la gracia de Dios? Esta hora
todos la desean.
El mrtir San Lorenzo venci al mundo y al afecto que tena por su sacerdote, porque
despreci todo lo que en el mundo pareca deleitable; y sufri con paciencia, por amor
de Cristo, que le fuese quitado Sixto, el Sumo Sacerdote de Dios, a quien l amaba
mucho.
Pues as con el amor de Dios venci al amor del hombre, y troc el acontecimiento
humano por el buen placer divino.
As t aprende a dejar algn pariente o amigo por amor de Dios; y no te parezca grave
cuando te dejare tu amigo, sabiendo que es necesario que nos apartemos al fin unos de
otros.
3. Mucho y de continuo conviene que pelee el hombre consigo mismo, antes que
aprenda a vencerse del todo, y traer a Dios cumplidamente todo su deseo.
Cuando te fuere quitada la consolacin, no desesperes luego, mas espera con humildad
y paciencia la visitacin celestial: porque poderoso es Dios para tornarte mucha mayor
consolacin.
34
Esto no es cosa nueva ni ajena de los que han experimentado el camino de Dios; porque
en los grandes Santos y antiguos Profetas, acaeci muchas veces esta manera de
mudanza.
5. Por esto deca uno cuando tena presente la gracia: Yo dije en mi abundancia, no ser
movido ya para siempre. Y ausente la gracia, aade lo que experiment en si diciendo:
Volviste tu rostro, y fui lleno de turbacin.
Mas por cierto, entre estas cosas no desespera, sino con mayor instancia ruega a Dios, y
dice: A Ti, Seor, llamar, y a mi Dios rogar. Y al fin alcanza el fruto de su oracin, y
confirma ser odo, diciendo: Oyme el Seor, y tuvo misericordia de m: el Seor es
hecho mi ayudador.
6. Pues sobre qu puedo esperar, o en quien debo confiar, sino solamente en la gran
misericordia de Dios, y en la esperanza de la gracia celestial?
7. Nunca hall hombre tan religioso y devoro que alguna vez no tuviese apartamiento de
la consolacin divina o sintiese disminucin del fervor.
Ningn Santo fue tan altamente arrebatado y alumbrado que antes o despus no haya
sido tentado.
8. Dase tambin la divina consolacin, para que el hombre sea ms fuerte para sufrir las
adversidades.
35
Y tambin se sigue la tentacin, porque no se ensoberbezca del bien.
Porque las consolaciones espirituales exceden a todos los placeres del mundo, y a los
deleites de la carne.
Porque todos los deleites del mundo, o son torpes o vanos; mas los deleites espirituales
slo son alegres y honestos; engendrados de las virtudes, e infundidos de Dios en los
corazones limpios.
Mas no puede ninguno usar de continuo de estas consolaciones divinas como quiere;
porque el tiempo de la tentacin pocas veces cesa.
Bien hace Dios dando la gracia de la consolacin, pero el hombre hace mal no
atribuyndolo todo a Dios, hacindole gracias.
Y por esto no abundan en nosotros los dones de la gracia, porque somos ingratos al
Hacedor, y no lo atribuimos todo a la fuente original.
Pues no es santo todo lo alto; ni todo lo dulce bueno; ni todo deseo puro; ni todo lo que
amamos agradable a Dios.
36
El enseado con el don de la gracia y avisado con el escarmiento de haberla perdido, no
osar atribuirse a s bien alguno; mas antes confesar ser pobre y desnudo.
Da a Dios lo que es de Dios, y atribuye a ti lo que es tuyo: esto es, da gracias a Dios por
la gracia y slo a ti atribuye la culpa, y conoce serte debida por la culpa dignamente la
pena.
4. Ponte siempre en lo ms bajo, y te se dar lo alto: porque no est lo muy alto sin lo
ms bajo. Los grandes Santos cerca de Dios, son pequeos cerca de s; y cuanto ms
gloriosos, tanto en s ms humildes.
Los que estn fundados y confirmados en Dios, en ninguna manera pueden ser
soberbios.
Y los que atribuyen a Dios todo cuando bien reciben, no buscan ser loados unos de
otros: mas quieren la gloria que de slo Dios viene, y codician que sea Dios glorificado
sobre todos en S mismo, y en todos los Santos, y siempre tienen esto por fin.
El que desea guardar la gracia de Dios, agradzcale la gracia que le ha dado, y sufra con
paciencia cuando le fuere quitada.
Haga oracin continua, para que le sea tornada, y sea cauto y humilde, porque no la
pierda.
Captulo XI: Cun pocos son los que aman la Cruz de Cristo.
1. Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy pocos que
lleven su cruz.
Tiene muchos que desean la consolacin, y muy pocos que quieran la tribulacin.
Todos quieren gozar con El, mas pocos quieren sufrir algo por El.
37
Muchos siguen a Jess hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cliz de la
pasin.
2. Mas los que aman a Jess, por el mismo Jess, y no por alguna propia consolacin
suya, bendcenle en toda la tribulacin y angustia del corazn, tan bien como en
consolacin.
Y aunque nunca ms les quisiese dar consolacin, siempre le alabaran, y le querran dar
gracias.
3. Oh! Cunto puede el amor puro de Jess sin mezcla del propio provecho o amor!
4. Pocas veces se halla ninguno tan espiritual, que est desnudo de todas las cosas.
Aunque tenga toda la ciencia, an est lejos: y si tuviere gran virtud y muy ferviente
devocin, an le falta mucho; le falta cosa que le es ms necesaria.
Y esta cul es? Que dejadas todas las cosas, deje a s mismo y salga de s del todo, y
que no le quede nada de amor propio.
Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, an piense no haber hecho
nada.
5. No tenga en mucho que le puedan estimar por grande, mas llmese en la verdad
siervo sin provecho, como dice Jesucristo.
38
Cuando hubiereis hecho todo lo que os est mandado, an decid: Siervos somos sin
provecho.
Y as podrs ser pobre y desnudo de espritu, y decir con el profeta: Porque uno solo y
pobre soy.
Ninguno todava hay ms rico, ninguno ms poderoso, ninguno ms libre, que aquel que
sabe dejarse a s y a toda cosa, y ponerse en el ms bajo lugar.
1. Esta palabra parece dura a muchos: Nigate a ti mismo, toma tu cruz, y sigue a Jess.
Pero mucho ms duro ser or aquella postrera palabra: Apartaos de m, malditos, al
fuego eterno. Pues los que ahora oyen y siguen de buena voluntad la palabra de la cruz,
no temern entonces or la palabra de la eterna condenacin.
Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el crucificado,
se llegarn a Cristo juez con gran confianza.
2. Pues que as es, por qu tenis tomar la cruz, por la cual se va al reino?
En la cruz est la salud, en la cruz la vida, en la cruz est la defensa de los enemigos, en
la cruz est la infusin de la suavidad soberana, en la cruz est la fortaleza del corazn,
en la cruz est el gozo del espritu, en la cruz est la suma virtud, en la cruz est la
perfeccin de la santidad.
El vino primero, y llev su cruz y muri en la cruz por ti; porque t tambin la lleves, y
desees morir en ella.
Y no hay otra va para la vida, y para la verdadera entraable paz, sino la va de la santa
cruz y continua mortificacin.
39
Dispn y ordena todas las cosas segn tu querer y parecer, y no hallars sino que has de
padecer algo, o de grado o por fuerza: y as siempre hallars la cruz.
4. A veces te dejar Dios, a veces te perseguir l prjimo: lo que peor es, muchas veces
te descontentars de ti mismo, y no sers aliviado, ni refrigerado con ningn remedio ni
consuelo; mas conviene que sufras hasta cuando Dios quisiere.
Porque quiere Dios que aprendas a sufrir la tribulacin sin consuelo, y que te sujetes del
todo a El, y te hagas ms humilde con la tribulacin.
Ninguno siente as de corazn la pasin de Cristo, como aquel a quien acaece sufrir
cosas semejantes.
As que la cruz siempre est preparada, y te espera en cualquier lugar; no puedes huir
dondequiera que estuvieres, porque dondequiera que huyas, llevas a ti contigo, y
siempre hallars a ti mismo.
Vulvete arriba, vulvete abajo, vulvete fuera, vulvete dentro, y en todo esto hallars
cruz. Y es necesario que en todo lugar tengas paciencia, si quieres tener paz interior, y
merecer perpetua corona.
5. Si de buena voluntad llevas la cruz, ella te llevar, y guiar al fin deseado, adonde
ser el fin del padecer, aunque aqu no lo sea.
Si desechas una cruz, sin duda hallars otra, y puede ser que ms grave.
Nuestro Seor Jesucristo por cierto, en cuanto vivi en este mundo, no estuvo una hora
sin dolor de pasin.
Porque convena, dice, que Cristo padeciese, y resucitase de los muertos, y as entrase
en su gloria.
Pues cmo buscas t otro camino sino este camino real, que es la vida de la santa cruz?
7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio<, y t ?buscas para ti holganza y gozo?
Yerras, te engaas si buscas otra cosa sino sufrir tribulaciones; porque toda esta vida
mortal est llena de miserias, y de toda parte sealada de cruces. Y cuanto ms
altamente alguno aprovechar en espritu, tanto ms graves cruces hallar muchas
veces, porque la pena de su destierro crece ms por el amor.
40
8. Mas este tal as afligido de tantas maneras, no est sin el alivio de la consolacin;
porque siente el gran fruto que le crece con llevar su cruz.
Esto no es virtud humana, sino gracia de Cristo, que tanto puede y hace en la carne
flaca, que lo que naturalmente siempre aborrece y huye, lo acometa y acabe con fervor
de espritu.
Si miras a ti, no podrs por ti cosa alguna de stas: mas si confas en Dios, El te enviar
fortaleza del cielo, y har que te estn sujetos el mundo y la carne.
10. Dispnte, pues, como buen y fiel siervo de Cristo, para llevar varonilmente la cruz
de tu Seor crucificado por tu amor.
As conviene que sea, y no hay otro remedio para evadirse del dolor y de la tribulacin
de los males, sino sufrir.
Bebe afectuosamente el cliz del Seor, si quieres ser su amigo, y tener parte con El.
Remite a Dios las consolaciones, para que haga con ellas lo que ms le agradar.
Pero t dispnte a sufrir las tribulaciones, y estmalas por grandes consuelos; porque no
son condignas las pasiones de este tiempo para merecer la gloria venidera, aunque t
solo pudieses sufrirlas todas.
11. Cuando llegares a tanto, que la afliccin te sea dulce y gustosa por amor de Cristo,
piensa entonces que te va bien; porque hallaste el paraso en la tierra.
41
Cuando te parece grave el padecer, y procuras huirlo, cree que te va mal, y dondequiera
que fueres, te seguir la tribulacin.
12. Si te dispones para hacer lo que debes, es a saber, sufrir y morir, luego te ir mejor,
y hallars paz.
Y aunque fueres arrebatado hasta el tercer cielo con San Pablo, no estars por eso
seguro de no sufrir alguna contrariedad. Yo (dice Jess) le mostrar cuntas cosas le
convendrn padecer por mi nombre.
13. Ojal que fueses digno de padecer algo por el nombre de Jess! Cun grande
gloria te resultara! Cunta alegra a todos los Santos de Dios! Cunta edificacin sera
para el prjimo!
Con razn debieras sufrir algo de buena gana por Cristo; pues hay muchos que sufren
graves cosas por el mundo.
14. Ten por cierto que te conviene morir viviendo; y cuanto ms muere cada uno a s
mismo, tanto ms comienza vivir para Dios.
No hay cosa a Dios ms acepta, ni para ti en este mundo ms saludable, que padecer de
buena voluntad por Cristo.
Y si te diesen a escoger, ms debieras desear padecer cosas adversas por Cristo, que ser
recreado con muchas consolaciones; porque as le seras ms semejante, y ms
conforme a todos los Santos.
15. Porque si alguna cosa fuera mejor y ms til para la salvacin de los hombres que el
padecer, Cristo lo hubiera declarado con su doctrina y con su ejemplo.
Pues manifiestamente exhorta a sus discpulos, y a todos los que desean seguirle, a que
lleven la cruz, y dice: Si alguno quisiera venir en pos de M, niguese a s mismo, tome
su cruz y sgame.
As que ledas y bien consideradas todas las cosas, sea esta la postrera conclusin: Que
por muchas tribulaciones nos conviene entrar en el reino de Dios.
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LIBRO TERCERO
El alma:
1. Oir lo que habla el Seor Dios en m.
Bienaventurada el alma que oye al Seor que le habla, y de su boca recibe palabras de
consolacin.
Bienaventurados los odos que perciben los raudales de las inspiraciones divinas, y no
cuidan de las murmuraciones mundanas.
Bienaventurados los odos que no escuchan la voz que oyen de fuera, sino la verdad que
ensea de dentro.
Bienaventurados los ojos que estn cerrados a las cosas exteriores, y muy atentos a las
interiores.
Bienaventurados los que penetran las cosas interiores, y estudian con ejercicios
continuos en prepararse cada da ms y ms a recibir los secretos celestiales.
Oh alma ma! Considera bien esto, y cierra las puertas de tu sensualidad, para que
puedas or lo que te habla el Seor tu Dios.
Qu es todo lo temporal sino engaoso? Y ?qu te valdrn todas las criaturas, si fueres
desamparado del Criador?
Por esto, dejadas todas las cosas, hazte fiel y grata a tu Criador, para que puedas
alcanzar la verdadera bienaventuranza.
Captulo II: Cmo la verdad habla dentro del alma sin sonido de palabras.
El Alma:
1. Habla, Seor, porque tu siervo escucha. Yo soy tu siervo, dame entendimiento, para
que sepa tus verdades.
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Inclina mi corazn a las palabras de tu boca: descienda tu habla as como roco.
Decan en otro tiempo los hijos de Israel a Moiss: Hblanos t y oiremos: no nos hable
el Seor, porque quiz moriremos.
No as, Seor, no as te ruego: sino ms bien como el Profeta Samuel, con humildad y
deseo te suplico: Habla, Seor, pues tu siervo oye.
No me hable Moiss, ni alguno de los Profetas; sino bien hblame T, Seor Dios,
inspirador y alumbrador de todos los Profetas: pues T solo sin ellos me puedes ensear
perfectamente; pero ellos sin Ti ninguna cosa aprovecharn.
Ellos obran por de fuera solamente; pero T instruyes y alumbras los corazones.
3. No me hable, pues, Moiss, sino T, Seor Dios mo, eterna verdad, para que por
desgracia no muera y quede sin fruto, si solamente fuere enseado de fuera y no
encendido por adentro.
Habla, pues, T, Seor; pues tu siervo oye, ya que tienes palabras de vida eterna.
Hblame para dar algn consuelo a mi alma, para la enmienda de toda mi vida, y para
eterna alabanza, honra y gloria tuya.
Captulo III: Que las palabras de Dios se deben or con humildad, y cmo muchos no
las consideran como deben.
Jesucristo:
1. Oye, hijo, mis palabras, palabras suavsimas que exceden toda la ciencia de los
filsofos y sabios de este mundo.
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Mis palabras son espritu y vida, y no se pueden ponderar por la razn humana. No se
deben traer para vana complacencia, sino orse en silencio, y recibirse con toda
humildad y grande afecto.
Jesucristo: 3. Yo, dice Dios, ensear a los Profetas desde el principio, y no ceso de
hablar a todos hasta ahora, pero muchos son duros y sordos a mi voz.
El mundo promete cosas temporales y pequeas, y con todo eso le sirven con grande
ansia: Yo prometo cosas grandes y eternas, y entorpcense los corazones de los
mortales.
Quin Me sirve a M, y obedece en todo con tanto cuidado, como al mundo y a sus
seores se sirve?
Por un pequeo beneficio van los hombres largo camino, y por la vida eterna con
dificultad muchos levantan una vez el pie del suelo.
Buscan los hombres viles ganancias; por una moneda pleitean a las veces torpemente;
por cosas vanas, y por una corta promesa no temen fatigarse de noche y de da.
4. Mas ay dolor! que emperezan de fatigarse un poco por el bien que no se muda, por el
galardn que inestimable, y por la suma gloria sin fin.
Porque algunas veces les miente su esperanza; pero mi promesa a nadie engaa, ni deja
frustrado al que confa en M.
Yo soy remunerador de todos los buenos, y fuerte examinador de todos los devotos.
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De dos maneras acostumbro visitar a mis escogidos, esto es, con tentacin y con alivio.
Y dos lecciones les doy cada da: una reprendiendo sus vicios; otra amonestndolos al
adelantamiento de las virtudes.
El que entiende mis palabras y las desprecia, tiene quien le juzgue en el postrero da.
6. Seor Dios mo, T eres todos mis bienes. Quin soy yo para que me atreva a
hablarte?
Pero acurdate, Seor, que soy nada, nada tengo y nada valgo.
T solo eres bueno, justo y santo; T lo puedes todo, lo das todo, dejando vaco
solamente al pecador.
Acurdate de tus misericordias, y llena mi corazn de gracia; pues no quieres que sean
vacas tus obras.
Jesucristo:
1. Hijo, anda delante de M en verdad, y bscame siempre con sencillez de corazn.
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Ella me libre de toda mala aficin y amor desordenado, y andar contigo en gran
libertad de corazn.
Piensa en tus pecados con gran descontento y tristeza, y nunca te juzgues ser algo por
tus buenas obras.
Por ti siempre vas a la nada; pronto caes, pronto eres vencido, presto te turbas, y presto
desfalleces.
Nada tienes de que puedas alabarte; pero mucho de que humillarte; porque eres ms
flaco de lo que puedes pensar.
Nada tengas por grande, nada por precioso y admirable; nada estimes por digno de
reputacin, nada por alto, nada por verdaderamente de alabar y codiciar sino lo que es
eterno.
Agrdete sobre todas las cosas la verdad eterna, y desagrdete siempre sobre todo tu
grandsima vileza.
Nada temas, ni desprecies, ni huyas cosa alguna tanto como tus vicios y pecados, los
cuales te deben desagradar ms que los daos de las cosas.
Estos muchas veces caen en grandes tentaciones y pecados por su soberbia y curiosidad,
porque Yo les soy contrario.
Algunos tienen su devocin solamente en los libros, otros en las imgenes; y otros en
seales y figuras exteriores.
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Captulo V: Del maravilloso afecto del divino amor.
El Alma:
1. Bendgote, Padre celestial, Padre de mi Seor Jesucristo, que tuviste por bien
acordarte de este pobre.
2. Mas porque soy an flaco en el amor e imperfecto en la virtud, por eso tengo
necesidad de ser fortalecido y consolado por Ti.
Lbrame de mis malas pasiones, y sana mi corazn de todas mis aficiones desordenadas;
porque sano y buen purgado en lo interior, sea apto para amarte, fuerte para sufrir, y
firme para perseverar.
3. Gran cosa es el amor, y bien sobremanera grande; l solo hace ligero todo lo pesado,
y lleva con igualdad todo lo desigual.
Pues lleva la carga sin carga, y hace dulce y sabroso todo lo amargo.
El amor noble de Jess nos anima a hacer grandes cosas, y mueve a desear siempre lo
ms perfecto.
El amor quiere ser libre, y ajeno de toda aficin mundana; porque no se impida su vista,
ni se embarace en ocupaciones de provecho temporal, o caiga por algn dao.
No hay cosa ms dulce que el amor; nada ms fuerte, nada ms alto, nada ms ancho,
nada ms alegre, nada ms lleno, ni mejor en el cielo ni en la tierra; porque el amor
naci de Dios, y no puede aquietarse con todo lo criado, sino con el mismo Dios.
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Todo lo da por todo; y todo lo tiene en todo; porque descansa en un Sumo bien sobre
todas las cosas, del cual mana y procede todo bien.
No mira a los dones, sino que se vuelve al dador sobre todos los bienes.
El amor muchas veces no guarda modo, mas se enardece sobre todo modo.
El amor no siente la carga, ni hace caso de los trabajos; desea ms de lo que puede: no
se queja que le manden lo imposible; porque cree que todo lo puede y le conviene.
Pues para todos es bueno, y muchas cosas ejecuta y pone por obra, en las cuales el que
no ama, desfallece y cae.
Grande clamor es en los odos de Dios el abrasado afecto del alma que dice: Dios mo,
amor mo, T todo mo, y yo todo tuyo.
6. Diltame en el amor, para que aprenda a gustar con la boca interior del corazn cun
suave es amar y derretirse y nadar en el amor.
El amor es sumiso y obediente a los superiores, vil y despreciado para s; para Dios
devoto y agradecido, confiando y esperando siempre en El, aun cuando no le regala,
porque no vive ninguno en amor sin dolor.
8. El que no est dispuesto a sufrirlo todo, y a hacer la voluntad del amado, no es digno
de llamarse amante.
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Conviene al que ama abrazar de buena voluntad por el amado todo lo duro y amargo, y
no apartarse de El por cosa contraria que acaezca.
Jesucristo:
1. Hijo, no eres aun fuerte y prudente amador.
4. El discreto amador no considera tanto el don del amante, cuando el amor del que da.
Antes mira a la voluntad que a la merced; y todas las ddivas estima menos que el
amado.
Por eso, si algunas veces no gustas de M o de mis Santos tan bien como deseas: no est
todo perdido.
Aquel tierno y dulce afecto que sientes algunas veces, obra es de la presencia de la
gracia, y gusto anticipado de la patria celestial, sobre lo cual no se debe estribar mucho,
porque va y viene.
Pero pelear contra las perturbaciones incidentes del nimo, u menospreciar la sugestin
del diablo, seal es de virtud y de gran merecimiento.
Ni tengas a engao que de repente te arrebaten alguna vez a lo alto, y luego te torne a
las pequeeces acostumbradas del corazn.
Porque ms las sufres contra tu voluntad que las causas; y mientras te dan pena y las
contradices, mrito es y no prdida.
6. Persudete que el enemigo antiguo de todos modos se esfuerza para impedir tu deseo
en el bien, y apartarte de todo ejercicio devoto, como es honrar a los Santos, la piadosa
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memoria de mi pasin, la til contricin de los pecados, la guarda del propio corazn, el
firme propsito de aprovechar en la virtud.
No le creas, ni hagas caso de l; aunque muchas veces te arme lazos para seducirte.
Vete de aqu, espritu inmundo; avergnzate, desventurado; muy sucio eres, pues me
traes tales cosas a la imaginacin.
7. Pelea como buen soldado; y si alguna vez cayeres por flaqueza de corazn, procura
cobrar mayores fuerzas que las primeras, confiando de mayor favor mo, y gurdate
mucho del vano contentamiento y de la soberbia.
Por eso muchos estn engaados, y caen algunas veces en ceguedad casi incurable.
Jesucristo:
1. Hijo, te es ms til y ms seguro encubrir la gracia de la devocin, y no ensalzarte ni
hablar mucho de ella, ni estimarla mucho; sino despreciarte a ti mismo, y temer, porque
se te ha dado sin merecerla.
No es bien estar muy pegado a esta afeccin; porque se puede mudar presto en otra
contraria.
Piensa cuando ests en gracia, cun miserable y pobre sueles ser sin ella.
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Y no est slo el aprovechamiento de la vida espiritual en tener gracia de consolacin,
sino en que con humildad, abnegacin y paciencia lleves a bien que se te quite, de suerte
que entonces, no aflojes en el cuidado de la oracin, ni dejes del todo las dems buenas
obras que sueles hacer ordinariamente.
Mas como mejor pudieres y entendieres, haz de buena gana cuanto est en ti, sin que
por la sequedad o angustia del espritu que sientes, te descuides del todo.
2. Porque hay muchos que cuando las cosas no les suceden a su placer, se hacen
impacientes o desidiosos.
Porque no est siempre en la mano del hombre su camino, sino que a Dios pertenece el
dar y consolar cuando quiere y cuanto quiere, y a quien quiere, segn le agradare, y no
ms.
Y porque se atrevieron a mayores cosas que Dios quera, por esto perdieron pronto la
gracia.
Se hallaron pobres, y quedaron viles los que pusieron en el cielo su nido, para que
humillados y empobrecidos a prendan a no volar con sus alas, sino a esperar debajo de
las mas.
Los que an son nuevos e inexpertos en el camino del Seor, si no se gobiernan por el
consejo de discretos, fcilmente pueden ser engaados y perderse.
3. Si quieren ms seguir su parecer que creer a los ejercitados, les ser peligroso el fin, y
si se niegan a ceder de su propio juicio.
Los que se tienen por sabios, rara vez sufren con humildad que otro los dirija.
Mejor es saber poco con humildad, y poco entender, que grandes tesoros de ciencia con
vano contento.
4. El que quisiere estar muy seguro en tiempo de paz, se encontrar abatido y temeroso
en tiempo de guerra.
Si supieses permanecer siempre humilde y pequeo para contigo, y moderar y regir bien
tu espritu, no caeras tan presto en peligro ni pecado.
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Buen consejo es que pienses cuando ests con fervor de espritu, lo que puede ocurrir
con la ausencia de la luz.
Cuando esto acaeciere, piensa que otra vez puede volver la luz, que para tu seguridad y
gloria ma te quit por algn tiempo.
Sino que consiste en estar fundado en verdadera humildad y lleno de caridad divina, en
buscar siempre pura y enteramente la honra de Dios, en reputarse a s mismo por nada, y
verdaderamente despreciarse, y en desear ms ser abatido y despreciado, que honrado
de otros.
El Alma:
1. Hablar a mi Seor, siendo yo polvo y ceniza? Si por ms me reputare, T ests
contra m, y mis maldades dan verdadero testimonio que no puedo contradecir.
All me hacer conocer a m mismo lo que soy, lo que fui y en lo que he parado; porque
soy nada y no lo conoc.
Abandonado a mis fuerzas, soy nada y todo flaqueza; pero al punto que T me miras,
luego me hago fuerte, y me lleno de gozo nuevo.
Y es cosa maravillosa por cierto cmo tan de repente soy levantado sobre m, y
abrazado de Ti con tanta benignidad; siendo as que yo, segn mi propio peso, siempre
voy a lo bajo.
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Porque T, oh dulcsimo Seor, haces conmigo mucho ms de lo que merezco y ms de
lo que me atrevo a esperar y pedir.
3. Bendito seas, Dios mo, que aunque soy indigno de todo bien, todava tu liberalidad e
infinita bondad nunca cesa de hacer bien aun a los desagradecidos y apartados lejos de
Ti.
Vulvenos a Ti para que seamos agradecidos, humildes y devotos; pues T eres nuestra
salud, virtud y fortaleza.
Captulo IX: Todas las cosas se deben referir a Dios como a ltimo fin.
Jesucristo:
1. Hijo, yo debo ser tu supremo y ltimo fin, se deseas de verdad ser bienaventurado.
Con este propsito se purificar tu deseo, que vilmente se abate muchas veces a s
mismo, y a las criaturas.
As, considera cada cosa como venida del Soberano Bien, y por esto todas las cosas se
deben reducir a M como a su origen.
2. De M sacan agua como de fuente viva el pequeo y el rico; y los que me sirven de
buena voluntad y libremente, recibirn gracia por gracia.
Pero el que se quiere ensalzar fuera de M o deleitarse en algn bien particular, no ser
confirmado en el verdadero gozo, ni dilatado en su corazn, sino que estar impedido y
angustiado de muchas maneras.
Por eso no te apropies a ti alguna cosa buena, ni atribuyas a algn hombre la virtud, sino
refirelo todo a Dios, sin el cual nada tiene el hombre.
Yo lo di todo, Yo quiero que se me vuelca todo; y con todo rigor exijo que se me den
gracias por ello.
La caridad divina lo vence todo, y dilata todas las fuerzas del alma.
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Si bien lo entiendes, en M solo te has de alegrar, y en M solo has de esperar; porque
ninguno es bueno sino slo Dios, el cual es de alabar sobre todas las cosas, y debe ser
bendito en todas ellas.
El Alma:
1. Otra vez hablar, Seor, ahora, y no callar. Dir en los odos de mi Dios, mi Seor y
mi Rey que est en el cielo: Oh Seor, cun grande e la abundancia de tu dulzura, que
escondiste para los que te temen! Pero qu eres para los que te aman? y qu para los
que te sirven de todo corazn? Verdaderamente es inefable la dulzura de tu
contemplacin, la cual das a los que te aman. En esto me has mostrado singularmente tu
dulce caridad, en que cuando yo no exista, me criaste, y cuando erraba lejos de Ti, me
convertiste para que te sirviese, y me mandaste que te amase.
2. Oh fuente de amor perenne! Qu dir de Ti? Cmo podr olvidarme de Ti, que te
dignaste de acordarte de m, aun despus que yo me perd y perec? Usaste de
misericordia con tu siervo sobre toda esperanza, y sobre todo merecimiento me diste tu
gracia y amistad. Qu te volver yo por esta gracia? Porque no se concede a todos que,
dejadas todas las cosas, renuncien al mundo y escojan vida retirada. Por ventura es
gran cosa que yo te sirva, cuando toda criatura est obligada a servirte? No me debe
parecer mucho servirte, sino ms bien me parece grande y maravilloso que T te
dignaste de recibir por siervo a un tan pobre e indigno y unirle con tus amados siervos.
3. Tuyas son, pues, todas las cosas que tengo y con que te sirvo. Pero por el contrario,
T me sirves ms a m que yo a Ti. El cielo y la tierra que T criaste para el servicio del
hombre, estn prontos, y hacen cada da todo lo que les has mandado; y esto es poco,
pues an has destinado a los ngeles para servicio del hombre. Mas a todas estas cosas
excede el que T mismo te dignaste de servir al hombre, y le prometiste que te daras a
Ti mismo.
5. Grande honra y gran gloria es servirte, y despreciar todas las cosas por Ti. Por cierto
grande gracia tendrn los que de toda voluntad se sujetaren a tu santsimo servicio.
Hallarn la suavsima consolacin del Espritu Santo los que por amor tuyo
despreciaren todo deleite carnal. Alcanzarn gran libertad de corazn los que entran por
senda estrecha por amor tuyo, y por l desechan todo cuidado del mundo.
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todos los fieles! Oh esclavitud digna de ser abrazada y siempre deseada, por la cual se
merece el Sumo Bien, y se adquiere el gozo que durar sin fin!
Jesucristo:
1. Hijo, an te conviene aprender muchas cosas que no has aprendido bien. El Alma:
2. Qu cosas son estas, Seor? Jesucristo:
El Alma:
1. Seor Dios, a lo que yo echo de ver, la paciencia me es muy necesaria; porque en esta
vida acaecen muchas adversidades. Pues de cualquiera suerte que ordenare mi paz, no
puede estar mi vida sin batalla y sin dolor. Jesucristo:
2. As es, hijo; pero no quiero que busques tal paz, que carezca de tentaciones, y no
sienta contrariedades. Antes cuando fueres ejercitado en diversas tribulaciones, y
probado en muchas contrariedades, entonces piensa que has hallado la paz. Si dijeres
que no puedes padecer mucho cmo sufrirs el fuego del Purgatorio? De dos males
siempre se ha de escoger el menor. Por eso, para que puedas escapar de los tormentos
eternos, estudia sufrir con paciencia por Dios los males presentes. Piensas t que
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sufren poco o nada los hombres del mundo? No lo creas, aunque sean los ms
regalados.
3. Pero dirs que tienen muchos deleites y siguen sus apetitos, y por esto se les da poco
de algunas tribulaciones.
4. Mas aunque fuese as, que tengan cuanto quisieren, dime, cunto les durar? Mira
que los muy sobrados y ricos en el siglo desfallecern como humo; y no habr memoria
de los gozos pasados. Pues aun mientras viven no se huelgan en ellos sin amargura,
congoja y miedo. Porque de la misma cosa que se recibe el deleite, de all
frecuentemente reciben la pena del dolor. Justamente se procede con ellos; porque as
como desordenadamente buscan y siguen los deleites, as los disfrutan con amargura y
confusin. Oh! Cun breves, cun falsos, cun desordenados y torpes son todos! Mas
por estar embriagados y ciegos no discurren: sino a la manera de estpidos animales,
por un poco de deleite de la vida corruptible, caen en la muerte del alma. Por eso t,
hijo, no sigas tus apetitos y quebranta tu voluntad. Delitate en el Seor, y te dar lo que
le pidiere tu corazn.
Jesucristo:
1. Hijo, el que procura sustraerse de la obediencia, l mismo se aparta de la gracia; y el
que quiere tener cosas propias, pierde las comunes. El que no se sujeta de buena gana a
su superior, seal es que su carne an no le obedece perfectamente, sino que muchas
veces se resiste y murmura. Aprende, pues, a sujetarte prontamente a tu superior, si
deseas tener tu carne sujeta. Porque tanto ms presto se vence el enemigo exterior,
cuanto no estuviere debilitado el hombre interior. No hay enemigo peor ni ms daoso
para el alma que t mismo, si no ests bien avenido con el espritu. Necesario es que
tengas verdadero desprecio de ti mismo, si quieres vencer la carne y la sangre. Porque
an te amas muy desordenadamente, por eso temes sujetarte del todo a la voluntad de
otros.
2. Pero qu mucho es que t, polvo y nada, te sujetes al hombre por Dios, cuando Yo,
Omnipotente y Altsimo, que cri todas las cosas de la nada, me sujet al hombre
humildemente por ti? Me hice el ms humilde y abatido de todos, para que vencieses tu
soberbia con mi humildad. Aprende, polvo, a obedecer; aprende, tierra y lodo, a
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humillarte y postrarte a los pies de todos. Aprende a quebrantar tus inclinaciones, y
rendirte a toda sujecin.
3. Enjate contra ti; y no sufras que viva en ti el orgullo; sino hazte tan sumiso y
pequeo, que puedan todos ponerse sobre ti, y pisarte como el lodo de las calles. Qu
tienes, hombre despreciable, de qu quejarte? Qu puedes contradecir, srdido
pecador, a los que te maltratan, pues tantas veces ofendiste a tu Criador, y muchas
mereciste el infierno? Pero te perdonaron mis ojos, porque tu alma fue preciosa delante
de M, para que conocieses mi amor, y fueses siempre agradable a mis beneficios. Y
para que te dieses continuamente a la verdadera humildad y sujecin, y sufrieses con
paciencia tu propio menosprecio.
Captulo XIV: Cmo se han de considerar los secretos juicios de Dios, para que no nos
envanezcamos.
El Alma:
1. Tus juicios, Seor, me aterran como un espantoso trueno, estremecindose todos mis
huesos penetrados de temor y temblor, y mi alma queda despavorida. Estoy atnito,
considero que los cielos no son limpios en tu presencia. Si en los ngeles hallaste
maldad y no los perdonaste, qu ser de m? Cayeron las estrellas del cielo; y yo, que
soy polvo, qu presumo? Aquellos cuyas obras parecan muy dignas de alabanza,
cayeron al profundo; y los que coman pan de ngeles, vi deleitarse con el manjar de
animales inmundos.
3. Oh! Cun vil y bajamente debo sentir de m! Cunto debo reputar por nada lo poco
que acaso parezca tener de bueno! Oh Seor! Cun profundamente me debo anegar en
el abismo de tus juicios, donde no me hallo ser otra cosa que nada y ms que nada! Oh
peso inmenso! Oh pilago insondable, donde nada hallo de m, sino ser nada en todo!
Pues dnde se esconde el fundamento de la vanidad? Dnde la confianza de mi propia
virtud? Anegase toda vanagloria en la profundidad de tus juicios sobre m.
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Captulo XV: Cmo se debe uno haber y decir en todas las cosas que deseare.
Jesucristo:
1. Hijo, en cualquier cosa di as: Seor, si te agradare, hgase esto as. Seor, si es honra
tuya, hgase esto en tu nombre. Seor, si vieres que me conviene, y hallares serme
provechoso, concdemelo para que use de ello a honra tuya. Mas si conocieres que me
sera daoso, y nada provechoso a la salvacin de mi alma, desva de m tal deseo.
Porque no todo deseo procede del Espritu Santo, aunque parezca justo y bueno al
hombre. Dificultoso es juzgar si te incita buen espritu o malo a desear esto o aquello, o
si te mueve tu propio espritu. Muchos se hallan engaados al fin, que al principio
parecan inspirados por buen espritu.
2. Por eso siempre se debe desear y pedir con temor de Dios y humildad de corazn
cualquier cosa apetecible que ocurriere al pensamiento, y sobre todo con propia
resignacin encomendarlo todo a M diciendo: Seor, T sabes lo que es mejor: haz esto
o aquello, segn te agradare. Da lo que quisieres, y cuanto quisieres, y cuando quisieres.
Haz conmigo como sabes, y como ms te agradare, y fuere mayor honra tuya. Ponme
donde quisieres, dispn de mi libremente en todo. En tu mano estoy, vulveme y
revulveme a la redonda. Ve aqu tu siervo dispuesto a todo; porque no deseo, Seor,
vivir para m sino para Ti. Ojal que viva dignamente y perfectamente! Oracin para
conseguir la voluntad de Dios.
3. Concdeme, benignsimo Jess, tu gracia para que est conmigo, y obre conmigo, y
persevere conmigo hasta el fin. Dame que desee y quiera siempre lo que te es ms
acepto y agradable a Ti. Tu voluntad sea la ma, y mi voluntad siga siempre la tuya, y se
conforme en todo con ella. Tenga yo un querer y no querer contigo; y no pueda querer
ni no querer lo que T quieres y no quieres.
4. Dame, Seor, que muera a todo lo que hay en el mundo; y dame que desee por Ti ser
despreciado y olvidado en este siglo. Dame, sobre todo lo que se puede desear,
descansar en Ti y aquietar mi corazn en Ti. T eres la verdadera paz del corazn; T el
nico descanso: fuera de Ti todas las cosas son molestas e inquietas. En esta paz
permanente, esto es, en Ti, Sumo y eterno Bien. Dormir y descansar. Amn.
El Alma:
1.
Cualquiera cosa que puedo desear o pensar para mi consuelo, no la espero aqu, sino en
la otra vida. Pues aunque yo solo estuviese todos los gustos del mundo, y pudiese usar
de todos sus deleites, cierto es que no podran durar mucho. As que no podrs, alma
ma, estar cumplidamente consolada, ni perfectamente recreada sino en Dios, que es
consolador de los pobres, y recibe a los humildes. Espera un poco, alma ma, espera la
promesa divina, y tendrs abundancia de todos los bienes en el cielo. Si deseas
desordenadamente estas cosas presentes, perders las eternas y celestiales. Sean las
temporales para el uso: las eternas para el deseo. No puedes saciarte de ningn bien
temporal, porque no eres criada para gozar de lo caduco.
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2. Aunque tengas todos los bienes criados, no puedes ser dichosa y bienaventurada: mas
en Dios, que crio todas las cosas, consiste toda tu bienaventuranza y tu felicidad. No
como la que admiran y alaban los necios amadores del mundo, sino como la que
esperan los buenos y fieles discpulos de Cristo, y alguna veces gustan los espirituales y
limpios de corazn, cuya conversacin est en los cielos. Vano es y breve todo consuelo
humano. El dichoso y verdadero consuelo es aquel que la Verdad hace percibir
interiormente. El hombre devoto en todo lugar lleva consigo a su consolador Jess, y le
dice: Aydame, Seor, en todo lugar y tiempo. Sea, pues, mi consolacin carecer de
buena gana de todo humano consuelo. Y si tu consolacin me faltare, sea mi mayor
consuelo tu voluntad y justa probacin. Porque no estars airado perpetuamente, ni
enojado para siempre.
El Alma:
2. Seor, verdad es lo que dices: mayor es el cuidado que T tienes de m, que todo el
cuidado que yo puedo poner en mirar por m. Muy a peligro de caer est el que no pone
toda su atencin en Ti. Seor, est mi voluntad firme y recta contigo, y haz de mi lo que
te agradare. Que no puede ser sino bueno todo lo que T hicieres de m. Si quieres que
est en tinieblas, bendito seas; y si quieres que est en luz, seas tambin bendito. Si te
dignares de consolarme, bendito seas; y si me quieres atribular, tambin seas bendito
para siempre.
Jesucristo:
3. Hijo, as debes hacer si deseas andar conmigo. Tan pronto debes estar para padecer
como para gozar. Tan de grado debes ser pobre y menesteroso, como abundante y rico.
El Alma: 4. Seor, de buena gana padecer por Ti todo lo que quisieres que venga sobre
m. Indiferentemente quiero recibir de tu mano lo bueno y lo malo, lo dulce y lo
amargo, lo alegre y lo triste; y te dar gracias por todo lo que me sucediere. Gurdame
de todo pecado, y no temer la muerte ni el infierno. Con tal que no me apartes de Ti
para siempre, ni me borres del libro de la vida, no me daar cualquier tribulacin que
venga sobre m.
Captulo XVIII: Que sufran con serenidad de nimo las miserias temporales, a ejemplo
de Cristo.
Jesucristo:
1. Hijo, yo baj del Cielo por tu salvacin; abrac tus miserias, no por necesidad, sino
por la caridad que me mova, para que aprendieses paciencia, y sufrieses sin enojo las
miserias temporales. Porque desde la hora en que nac, hasta la muerte en la cruz, no me
faltaron dolores que sufrir. Tuve mucha falta de las cosas temporales; o muchas veces
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grandes quejas de M, sufr benignamente sinrazones y afrentas. Por beneficios recib
ingratitudes, por milagros, y por la doctrina reprensiones.
El Alma:
2. Seor, si T fuiste paciente en tu vida, principalmente cumpliendo en esto el mandato
de tu padre, justo es que yo, miserable pecador, sufra con paciencia segn tu voluntad, y
mientras T quisieres, lleve por mi salvacin la carga de una vida corruptible. Pues
aunque la vida presente se siente ser pesada, ya sta se ha hecho por tu gracia muy
meritoria, y ms tolerable y esclarecida para los flacos por tu ejemplo y el de tus Santos.
Y aun de mucho ms consuelo de lo que fue en tiempo pasado, bajo la ley antigua,
cuando estaba cerrada la puerta del cielo, y el camino pareca tan obscuro, que eran
raros los que tenan cuidado de buscar el reino de los cielos. Pero aun los que entonces
eran justos y se haban de salvar, no podan entrar en el reino celestial hasta que llegase
tu pasin, y la satisfaccin de tu sagrada muerte.
3. Oh! Cuntas gracias debo darte, porque te dignaste demostrarme a m y a todos los
fieles, el camino derecho y bueno de tu eterno reino! Porque tu vida es nuestro camino,
y por la santa paciencia vamos a Ti, que eres nuestra corona. Si T no nos hubieras
precedido y enseado, quin cuidara de seguirte? Ay! Cuntos quedaran lejos y
muy atrs, si no mirasen tus heroicos ejemplos! Si con todo eso an estamos tibios,
despus de haber odo tantas maravillas y lecciones tuyas, qu haramos si no
tuvisemos tanta luz para seguirte?
Jesucristo:
1. Hijo, qu es lo que dices? Cesa de quejarte considerando mi pasin y la de los
Santos. An no has resistido hasta derramar sangre. Poco es lo que padeces, en
comparacin de lo que padecieron tantos, tan fuertemente tentados, tan gravemente
atribulados, probados y ejercitados de tan diversos modos. Convinete, pues, traer a la
memoria las cosas muy graves de otros, para que fcilmente sufras tus pequeos
trabajos. Y si no te parecen pequeos, mira no lo cause tu impaciencia. Pero sean
grandes o pequeos, procura llevarlos todos con paciencia.
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se padece por Dios, por poco que sea, puede pasar sin mrito ante su divino
acatamiento.
4. Est, pues, preparado para la batalla, si quieres conseguir la victoria. Sin pelear no
puedes alcanzar la corona de la paciencia. Sino quieres padecer, rehsa ser coronado;
pero si deseas ser coronado, pelea varonilmente, sufre con paciencia. Sin trabajo no se
llega al descanso, ni sin pelear se consigue la victoria.
El Alma:
5. Hazme, Seor, posible por la gracia, lo que me parece imposible por mi naturaleza.
T sabes cun poco puedo yo padecer, y que presto desfallezco a la ms leve
adversidad. Same por tu nombre amable y deseable cualquier ejercicio de paciencia;
porque el padecer y ser atormentado por Ti, es de gran salud para mi alma.
El Alma:
1. Confesar, Seor, contra m mismo mi iniquidad; te confesar mi flaqueza. Muchas
veces es una cosa bien pequea la que me abate y entristece. Propongo pelear
varonilmente; mas en viniendo una pequea tentacin me lleno de angustia. Algunas
veces de la cosa ms despreciable me viene una grave tentacin. Y cuando me creo
algn tanto seguro, cuando no lo advierto, me hallo a veces casi vencido y derribado de
un ligero soplo.
3. Ojal, fortsimo Dios de Israel, celador de las almas fieles, mires el trabajo y dolor
de tu siervo, y le asistas en todo lo que emprendiere! Fortifcame con fortaleza especial,
de modo que ni el hombre viejo, ni la carne miserable, an no bien sujeta al espritu,
pueda seorearme: contra la cual conviene pelear en tanto que vivimos en este
miserabilsimo mundo. Ay! Cul es esta vida, donde no faltan tribulaciones y miserias,
donde todas las cosas estn llenas de lazos y enemigos! Porque en faltando una
tribulacin o tentacin viene otra; y aun antes que se acabe el combate de la primera,
sobrevienen otras muchas no esperadas.
4. Y cmo se puede amar una vida llena de tantas amarguras, sujeta a tantas
calamidades y miserias? Y cmo se puede llamar vida la que engendra tantas muertes y
pestes? Con todo esto se ama, y muchos la quieren para deleitarse en ella. Muchas veces
nos quejamos de que el mundo es engaoso y vano; mas no por eso le dejamos
fcilmente; porque los apetitos sensuales nos seorean demasiado. Unas cosas nos
incitan a amar al mundo, y otras a despreciarlo. Nos incitan a amarlo la sensualidad, la
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codicia y la soberbia de la vida; pero las penas y miserias que les siguen, causan tedio y
aversin al mundo.
5. Pero oh dolor! que vence el deleite al alma que est entregada al mundo, y tiene por
gusto estar envuelta en espinas; porque ni vio ni gust la suavidad de Dios, ni el interior
gozo de la virtud. Mas los que perfectamente desprecian al mundo y trabajan en vivir
para Dios en santa vigilancia, saben que est prometida la divina dulzura a quien de
veras se renunciare a s mismo, y ven ms claro cun gravemente yerra el mundo, y de
muchas maneras se engaa.
El Alma:
1. Alma ma, descansa sobre todas y en todas las cosas siempre en Dios, que es el eterno
descanso de los Santos. Concdeme T, dulcsimo y amantsimo Jess, que descanse en
Ti sobre todas las cosas criadas; sobre toda salud y hermosura; sobre toda gloria y
honra; sobre todo poder y dignidad; sobre toda la ciencia y sutileza; sobre todas las
riquezas y artes; sobre toda alegra y gozo; sobre toda la fama y alabanza; sobre toda
suavidad y consolacin; sobre toda esperanza y promesa; sobre todo merecimiento y
deseo; sobre todos los dones y regalos que puedes dar y enviar; sobre todo gozo y
dulzura que el alma puede recibir y sentir; y en fin, sobre todos los ngeles y arcngeles,
sobre todo ejercito celestial; sobre todo lo visible e invisible; y sobre todo lo que no es
lo que eres T, Dios mo.
2. Porque T, Seor, Dios mo, eres bueno sobre todo; T solo potentsimo; T solo
suficientsimo y llensimo; T solo suavsimo y agradabilsimo. T solo hermossimo y
amantsimo; T solo nobilsimo y gloriossimo sobre todas las cosas, en quien estn,
estuvieron y estarn todos los bienes junta y perfectamente. Por eso es poco e
insuficiente cualquier cosa que me das o prometes, o me descubres de Ti mismo, no
vindote ni poseyndote cumplidamente. Porque no puede mi corazn descansar del
todo y contentarse verdaderamente, si no descansa en Ti trascendiendo todos los dones
y todo lo criado.
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mano, y libre a este miserable de toda angustia. Ven, ven; pues sin Ti ningn da ni hora
ser alegre; porque T eres mi gozo, y sin Ti est vaca mi mesa. Miserable soy, y como
encarcelado y preso con grillos, hasta que T me recrees con la luz de tu presencia, y
me pongas en libertad, y muestres tu amigable rostro.
5. Busquen otros lo que quisieren en lugar de Ti, que a m ninguna otra cosa me agrada,
ni agradar, sino T, Dios mo, esperanza ma, salud eterna. No callar, ni cesar de
clamar hasta que tu gracia vuelva y me hables interiormente.
Jesucristo:
6. Aqu estoy, a ti he venido, pues me llamaste. Tus lgrimas, y el deseo de tu alma, y tu
humildad, y la contricin de tu corazn me han inclinado y trado a ti.
El Alma:
7. Y dije: Seor, yo te llam, y dese gozar de Ti, dispuesto a menospreciarlo todo por
Ti. Pero T primero me despertaste para que te buscase. Seas, pues, bendito, Seor, que
hiciste con tu siervo este beneficio, segn la muchedumbre de tu misericordia. Qu
tiene ms que decir tu siervo delante de Ti, sino humillarse mucho en tu acatamiento,
acordndose siempre de su propia maldad y vileza? Porque no hay semejante a Ti en
todas las maravillas del cielo y de la tierra. Tus obras son perfectsimas, tus juicios
verdaderos, y por tu providencia se rige el universo. Por eso alabanza y gloria a Ti, oh
sabidura del Padre! Albete y bendgate mi boca, mi alma, y juntamente todo lo creado.
El Alma:
1. Abre, Seor, mi corazn a tu ley, y ensame a andar en tus mandamientos.
Concdeme que conozca tu voluntad, y con gran reverencia y diligente consideracin
tenga en la memoria tus beneficios, as generales como especiales, para que pueda de
aqu adelante darte dignamente las gracias. Mas yo s y confieso que no puedo darte las
debidas alabanzas y gracias por el ms pequeo de tus beneficios. Yo soy menor que
todos los bienes que me has hecho; y cuando miro tu generosidad, desfallece mi espritu
a vista de tu grandeza.
3. Mas el que recibi menos, no se debe entristecer, indignarse, ni envidiar al que tiene
ms; antes debe reverenciarte, y engrandecer sobremanera tu bondad, que tan copiosa,
gratuita y liberalmente reparte tus beneficios, sin acepcin de personas. Todo procede
de Ti, y por lo mismo en todo debes ser alabado. T sabes lo que conviene darse a cada
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uno. Y por que tiene uno menos y otro ms, no nos toca a nosotros discernirlo, sino a
Ti, que sabes determinadamente los merecimientos de cada uno.
4. Por eso, Seor Dios, tengo tambin por grande beneficio no tener muchas cosas de
las cuales me alaben y honren los hombres; de modo que cualquiera que considere la
pobreza y vileza de su persona, no slo no recibir pesadumbre, ni tristeza, ni
abatimiento, sino ms bien consuelo y grande alegra. Porque T, Dios, escogiste para
familiares domsticos tuyos a los pobres, bajos y despreciados de este mundo. Testigos
son tus mismos apstoles, a quienes constituiste prncipes sobre toda la tierra. Mas
conversaron en el mundo sin queja y fueron tan humildes y sencillos; viviendo sin
malicia ni fraude, que se alegraban de padecer injurias por tu nombre, y abrazaban con
grande afecto lo que el mundo aborrece.
5. Por eso ninguna cosa debe alegrar tanto al que te ama y reconoce tus beneficios,
como tu voluntad para con l, y el beneplcito de tu eterna disposicin. Lo cual le ha de
consolar de manera que quiera tan voluntariamente ser el menor de todos como deseara
otro el ser mayor. Y as tan pacfico y contento debe estar en el ltimo lugar como en el
primero; y tan de buena gana sufrir verse despreciado y desechado, y no tener nombre y
fama, como si fuese el ms honrado y mayor del mundo. Porque tu voluntad y el amor
de tu honra ha de ser sobre todas las cosas; y ms se debe consolar y contentar una
persona con esto, que con todos los beneficios recibidos, o que puede recibir.
Jesucristo:
1. Hijo, ahora te ensear el camino de la paz y de la verdadera libertad.
El Alma:
2. Haz, Seor, lo que dices, que me alegra mucho de orlo.
Jesucristo:
3. Procura, hijo, hacer antes la voluntad de otro que la tuya. Escoge siempre tener
menos que ms. Busca siempre el lugar ms bajo, y est sujeto a todos. Desea siempre,
y ruega que se cumpla en ti enteramente la divina voluntad. As entrars en los trminos
de la paz y descanso.
El Alma:
4. Seor, este tu breve sermn mucha perfeccin contiene en s. Corto es en palabras,
pero lleno de sentido y de copioso fruto. Que si lo pudiese yo fielmente guardar, no
haba entrar en m la turbacin tan fcilmente. Porque cuantas veces me siento inquieto
y agravado, hallo haberme apartado de esta doctrina. Mas T que todo lo puedes, y
buscas siempre el provecho del alma, dame gracia ms abundante para que pueda
cumplir tu doctrina, y hacer lo que importa para mi salvacin. Oracin contra los malos
pensamientos.
5. Seor, Dios mo, no te alejes de m: Dios mo, cuida de ayudarme, pues se han
levantado contra m varios pensamientos y grandes temores que afligen mi alma.
Cmo saldr sin dao? Cmo los desechar?
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6. Yo, dices, ir delante de ti, y humillar los soberbios de la tierra. Abrir las puertas de
la crcel, y te revelar los secretos de las cosas escondidas.
7. Haz, Seor, como lo dices, y huyan de tu presencia todos los malos pensamientos.
Esta es mi esperanza y nica consolacin, acudir a Ti en toda tribulacin, confiar en Ti,
invocarte de veras, y esperar constantemente que me consueles. Oracin pidiendo la luz
del entendimiento.
9. Enva tu luz y tu verdad para que resplandezcan sobre la tierra, porque soy tierra vana
y vaca hasta que T me alumbres. Derrama de lo alto tu gracia; riega mi corazn con el
roco celestial; concdeme las aguas de la devocin para sazonar la superficie de la
tierra; porque produzca fruto bueno y perfecto. Levanta el nimo oprimido por el peso
de los pecados, y emplea todo mi deseo en las cosas del cielo: porque despus de
gustada suavidad de la felicidad celestial, me sea enfadoso pensar en lo terrestre.
Jesucristo:
1. Hijo, no quieras ser curioso, ni tener cuidados impertinentes. Qu te va a ti de esto o
de lo otro? Sgueme t. Qu te importa que aquel sea tal o cual; o que este viva o hable
de este o del otro modo? No necesitas t responder por otros, sino dar razn de ti
mismo. Pues por qu te ocupas en eso? Mira que yo conozco a todos; veo cuanto pasa
debajo del sol, y s de que manera est cada uno, qu piensa, que quiere, y a qu fin
dirige su intencin. Por eso se deben encomendar a M todas las cosas; pero t
consrvate en santa paz, y deja al bullicioso hacer cuanto quisiere. Sobre l vendr lo
que hiciere, porque no puede engaarme.
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Captulo XXV: En qu consiste la paz firme del corazn, y el verdadero
aprovechamiento.
Jesucristo:
1. Hijo, yo dije: La paz os dejo, mi paz os doy; y no la doy como la del mundo. Todos
desean la paz; mas no tienen todos cuidado de las cosas que pertenecen a la verdadera
paz. Mi paz est con los humildes y mansos de corazn. Tu paz la hallars en la mucha
paciencia. Si me oyeres y siguieres mi voz, podrs gozar de mucha paz. El Alma: 2.
Pues qu har?
Jesucristo:
3. Mira en todas las cosas lo que haces y lo que dices, y dirige toda tu intencin al fin de
agradarme a M solo, y no desear ni buscar nada fuera de M. Ni juzgues
temerariamente de los hechos o dichos ajenos, ni te entremetas en lo que no te han
encomendado: con esto podr ser poco o tarde te turbes. Porque el no sentir alguna
tribulacin, ni sufrir alguna fatiga en el corazn o en el cuerpo, no es de este siglo, sino
propio del eterno descanso. No juzgues, pues, haber hallado la verdadera paz, porque no
sientas alguna pesadumbre; ni que ya es todo bueno, porque no tengas ningn
adversario; ni que est la perfeccin en que todo te suceda segn t quieres. Ni entonces
te reputes por grande o digno especialmente de amor, porque tengas gran devocin y
dulzura; porque en estas cosas no se conoce el verdadero amador de la virtud, ni
consiste en ellas el provecho y perfeccin del hombre.
El Alma:
4. Pues en qu consiste, Seor?
Jesucristo:
5. En ofrecerte de todo tu corazn a la divina voluntad, no buscando tu inters en lo
poco, ni en lo mucho, ni en lo temporal, ni en lo eterno. De manera que con rostro igual,
des gracias a Dios en las cosas prsperas y adversas, pensndolo todo con un mismo
peso. Si fueres tan fuerte y firme en la esperanza que, quitndote la consolacin interior,
an est dispuesto tu corazn para padecer mayores penas, y no te justificares, diciendo
que no debieras padecer tales ni tantas cosas, sino que me tuvieres por justo y alabares
por santo en todo lo que Yo ordenare, cree entonces que andas en el recto camino de la
paz, y podrs tener esperanza cierta de ver nuevamente mi rostro con jbilo. Y si
llegares al perfecto menosprecio de ti mismo, sbete que entonces gozaras de
abundancia de paz, cuanto cabe en este destierro.
Captulo XXVI: De la elevacin del espritu libre, la cual se alcanza mejor con la
oracin humilde que con la lectura.
El Alma:
1. Seor, obra es de varn perfecto no entibiar nunca el nimo en la consideracin de las
cosas celestiales, y entre muchos cuidados pasar casi sin cuidado, no a la manera de un
estpido, sino con la prerrogativa de un alma libre, que no pone desordenado afecto en
criatura alguna.
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2. Rugote piadossimo Dios mo, que me apartes de los cuidados de esta vida, para que
no me embarace demasiado en ellos; para que no me deje llevar del deleite ni de las
muchas necesidades del cuerpo; para que no pierda el fruto con los muchos obstculos y
molestias del alma. No hablo de las cosas que la vanidad mundana desea con tanto
afecto; sino de aquellas miserias que penosamente agravan y detienen el alma de tu
siervo, con la comn maldicin de los mortales; para que no pueda alcanzar la libertad
del espritu cuantas veces quisiere.
3. Oh, Dios mo, dulzura inefable! Convirteme en amargura todo consuelo carnal, que
me aparta del amor de los eternos, lisonjendome torpemente con la vista de bienes
temporales que deleitan. No me venza, Dios mo, no me venza la carne y la sangre; no
me engae el mundo y su breve gloria; no me derribe el demonio y su astucia. Dame
fortaleza para resistir, paciencia para sufrir, constancia para perseverar. Dame en lugar
de todas las consolaciones del mundo la suavsima uncin de tu espritu; y en lugar del
amor carnal infndeme el amor de tu nombre.
Captulo XXVII: El amor propio nos desva mucho del bien eterno.
Jesucristo:
1. Hijo, conviene que lo des todo por el todo; y no ser nada de ti mismo. Sabe que amor
propio te daa ms que ninguna cosa del mundo. Segn fuere el amor y aficin que
tienes a las cosas, estars ms o menos ligado a ellas. Si tu amor fuere puro, sencillo y
bien ordenado, no sers esclavo de ninguna. No codicies lo que no te conviene tener. No
quieras tener cosa que te pueda impedir y quitar la libertad interior. Es de admirar que
no te entregues a M de lo ntimo del corazn, con todo lo que puedes tener o desear.
2. Por qu te consumes con vana tristeza? Por qu te fatigas con superfluos cuidados?
Est a mi voluntad, y no sentirs dao alguno. Si buscas esto o aquello, y quisieres estar
aqu o all por tu provecho, y propia voluntad, nunca tendrs quietud, ni estars libre de
cuidados; porque en todas hay alguna falta, y en cada lugar habr quien te ofenda.
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El Alma:
4. Confrmame, Seor, en la gracia del Espritu Santo. Dame esfuerzo para fortalecerme
en mi interior, y desocupar mi corazn de toda intil solicitud y congoja, y para que no
me lleven tras s, tan varios deseos por cualquier cosa vil o preciosa; sino que las mire
todas como pasajeras, y a m mismo como que he de pasar con ellas. Porque nada hay
permanente debajo del sol, adonde todo es vanidad y afliccin de espritu. Oh! Cun
sabio es el que as piensa!
5. Dame, Seor, sabidura celestial, para que aprenda a buscarte y hallarte sobre todas
las cosas, gustarte y amarte sobre todas y entender lo dems como es, segn el orden de
tu sabidura. Dame prudencia para desviarme del lisonjero, y sufrir con paciencia el
adversario. Porque esta es muy gran sabidura, no moverse a todo viento de palabras, ni
tampoco dar odos a la engaosa sirena, pues as se anda con seguridad el camino del
cielo.
Jesucristo:
1. Hijo, no te enojes si algunos tuvieren mala opinin de ti, y dijeren lo que no quisieras
or. T debes sentir de ti peores cosas, y tenerte por el ms flaco de todos. Si andas
dentro de ti, no apreciars mucho las palabras que vuelan. No es poca prudencia callar
en el tiempo adverso, y volverse a mi corazn, sin turbarse por los juicios humanos.
2. No est tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o mal, no sers
por eso hombre diferente. Dnde est la verdadera paz y la verdadera gloria sino en
M? Y el que no desea contentar a los hombres, ni teme desagradarlos, gozar de mucha
paz. Del desordenado amor y vano temor, nace todo desasosiego del corazn, y la
distraccin de los sentidos
El Alma:
1. Sea tu nombre, Seor, para siempre bendito, que quisiste que viniese sobre m esta
tentacin y tribulacin. Yo no puedo huirla; sino que necesito acudir a Ti, para que me
ayudes, y me la conviertas en provecho. Seor; ahora estoy atribulado, y no le va bien a
mi corazn; sino que me atormenta mucho esta pasin. Y qu dir ahora, Padre
amado? Rodeado estoy de angustias. Slvame en esta hora. Mas he llegado a este
trance, para que seas T glorificado cuando yo estuviere muy humillado y fuere librado
por Ti. Dgnate, Seor, librarme; porque yo, pobre, qu puedo hacer, y adnde ir sin
Ti? Dame paciencia, Seor, tambin en este trance. Aydame, Dios mo, y no temer
por ms atribulado que me halle.
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omnipotente para quitar de m esta tentacin, y amansar su furor, porque del todo no
caiga; as como antes lo has hecho muchas veces, Dios mo, misericordia ma. Y cuanto
para m es ms difcil, tanto es para Ti fcil esta mudanza de la diestra del Altsimo.
Jesucristo:
1. Hijo, yo soy el Seor, que conforta en el da de la tribulacin. Ven a M, cuando no te
hallares bien. Lo que ms impide la consolacin celestial, es que muy tarde vuelves a la
oracin. Porque antes de orar con atencin, buscas muchas consolaciones, y te recreas
en lo exterior. De aqu viene que todo te aprovecha poco, hasta que conozcas que yo soy
el que libro a los que esperan en M; y fuera de M no hay auxilio eficaz, consejo
provechoso, ni remedio durable. Mas recobrado el aliento despus de la tempestad,
esfurzate a la luz de mis misericordias; porque cerca estoy (dice el Seor) para reparar
todo lo perdido, no slo cumplida, sino abundante y colmadamente.
2. Por ventura hay cosa difcil para M? O ser yo como el que dice y no hace?
Dnde est tu fe? Ten firmeza y perseverancia. S varn fuerte y magnnimo, y a su
tiempo te llegar el consuelo. Esprame, espera; Yo vendr y te curar. Tentacin es la
que te atormenta, y vano temor el que te espanta. Qu aprovecha el cuidado de lo que
est por venir, sino para tener tristeza sobre tristeza? Bstale a cada da su molestia.
Vana cosa es y sin provecho entristecerse o alegrarse de lo venidero, que quizs nunca
acaecer.
4. No te tengas por desamparado del todo, aunque te enve a tiempos alguna tribulacin,
o te prive del consuelo deseado; porque de este modo se llega al reino de los cielos. Y
sin duda te conviene ms a ti, y a los dems siervos mos, ser ejercitados en
adversidades, que si todo os sucediese a vuestro gusto. Yo penetro los secretos; y s que
te conviene mucho para tu bien, que algunas veces te deje desconsolado; para que no te
ensoberbezcas en los sucesos prsperos, ni quieras complacerte en ti mismo por lo que
no eres. Lo que yo te di, te lo puedo quitar, y volvrtelo cuando me agradare.
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6. Si bien lo entiendes y lo miras a la luz de la verdad, nunca te debes entristecer, ni
descaecer tanto por las adversidades; sino antes holgarte ms y darme gracias. Y tener
por nico gozo el ver que afligindote con dolores, no te contemplo. As como me am
el Padre, Yo os amo, dije a mis amados discpulos, los cuales no envi a gozos
temporales, sino a grandes peleas; no a honras, sino a desprecios; no a ocio, sino a
trabajos; no al descanso, sino a recoger grandes frutos de paciencia. Acurdate, hijo
mo, de estas palabras.
Captulo XXXI: Del desprecio de todas las criaturas para hallar al Criador.
El Alma:
1. Seor, necesaria me es an mayor gracia, si tengo de llegar adonde nadie ni criatura
alguna me puedan embarazar. Porque mientras que alguna cosa me detiene, no puedo
volar a Ti libremente. Deseaba volar libremente el que deca: Quin me dar alas como
de paloma, y volar y descansar? Qu cosa hay ms quieta que la pura intencin? Y
quin ms libre que el que nada desea en la tierra? Por eso conviene levantarse sobre
todo lo criado, y olvidarse totalmente de s mismo, elevndose, y quedando suspenso
para ver que T, Criador de todo, no tienes semejanza con las criaturas. Y el que no se
desocupare de lo criado, no podr libremente entender en lo divino. Por esto, pues, se
hallan pocos contemplativos, porque son raros los que saben desasirse del todo de las
criaturas y de lo perecedero.
2. Para eso es menester gran gracia, que levante el alma y la suba sobre s misma. Peso
si no eleva al hombre levantado en espritu y libre de todo lo criado, y todo unido a
Dios, de poca estima es cuanto sabe y cuanto tiene. Mucho tiempo ser nio y mundano
el que estima alguna cosa por grande, sino solo el nico, inmenso y eterno bien. Y lo
que Dios no es, nada es, y por nada se debe contar. Hay gran diferencia entre la
sabidura del varn iluminado y devoto, y la ciencia del letrado y del estudioso clrigo.
Mucho ms noble es la doctrina que emana de la influencia divina, que la que se alcanza
con el trabajo por el ingenio humano.
3. Se hallan muchos que desean la contemplacin: pero no procuran ejercitar las cosas
que para ella se requieren. Es grande impedimento fijarse en las cosas exteriores y
sensibles, y descuidar la verdadera mortificacin. No s que es, ni qu espritu nos lleva,
ni qu esperamos los que parece somos llamados espirituales, cuando tanto trabajo y
solicitud ponemos en las cosas transitorias y viles, y con dificultad y muy tarde nos
recogemos del todo a considerar nuestro interior.
4. Oh dolor! Que al momento que nos hemos recogido un poco, nos distraemos y no
escudriamos nuestras obras con riguroso examen. Nos miramos dnde tenemos
nuestras aflicciones, ni lloramos cun manchadas estn todas nuestras cosas. Toda carne
haba corrompido su camino, y por eso se sigui el gran diluvio. Porque nuestro afecto
interior estando corrompido, es necesario que la obra que de l dimana (seal de la
privacin de la virtud interior) tambin se corrompa. Del corazn puro procede el fruto
de la buena vida.
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5. Se examina cuanto hace alguno; pero no indagamos de cunta virtud proceden sus
acciones. Se averigua si alguno es valiente, rico, hermoso, hbil o buen escritor, buen
cantor, buen artista; pero poco se habla de cun pobre sea de espritu, cun paciente y
manso, cun devoto y recogido. La naturaleza mira las cosas exteriores del hombre; mas
la gracia se ocupa en las interiores. Aquella muchas veces se engaa, y sta espera en
Dios para no engaarse.
Jesucristo:
1. Hijo, no puedes poseer libertad perfecta, si no te niegas del todo a ti mismo. En
prisiones estn todos los ricos y amadores de s mismos, los codiciosos, ociosos y
vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de gusto, y no las de Jesucristo: sino
que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar. Porque todo lo que
no procede de Dios perecer. Imprime en tu alma esta breve y perfectsima mxima:
Djalo todo, y lo hallars todo; deja tu apetito, y hallars sosiego. Reflexiones bien esto;
y cuando cumplieres, lo entenders todo.
El Alma:
2. Seor, no es esta obra de un da, ni juego de nios; antes en tan breve sentencia se
encierra toda la perfeccin religiosa.
Jesucristo:
3. Hijo, no debes volver atrs, ni decaer presto en oyendo el camino de los perfectos;
antes debes esforzarte para cosas ms altas, o a lo menos aspirar a ellas con deseo.
Ojal hubieses llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo, y estuvieses
dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me
agradaras sobremanera, y toda tu vida correra gozosa y pacfica. An tienes mucho
que dejar, que si no lo renuncias enteramente, no alcanzars lo que pides. Para que seas
rico, te aconsejo que compres de M oro acendrado, esto es, la sabidura celestial que
desprecia complacencia.
4. Yo te dije que las cosas ms viles al parecer humano, se deben comprar con las
preciosas y altas. Porque muy vil y pequea parece la verdadera sabidura celestial,
puesta casi en olvido entre los hombres. Ella no sabe grandezas de s, ni quiere ser
engrandecida en la tierra. Est en la boca de muchos, pero muy lejos de sus obras,
siendo ella una perla preciossima, escondida para los ms.
Jesucristo:
1. Hijo, no creas a tu deseo; pues el que ahora es, presto se te mudar en otro. Mientras
vivieres, ests sujeto a mudanzas, aunque no quieras, porque ya te hallar alegre, ya
triste, ya sosegado, ya turbado, ya devoto, ya indevoto, ya diligente, ya perezoso; ahora
pesado, ahora liviano. Mas el sabio bien instruido en el espritu, es superior a estas
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mudanzas: no mirando lo que experimenta dentro de s, ni de que parte sopla el viento
de la instabilidad; sino a dirigir toda la intencin de su espritu al debido y deseado fin.
Porque as podr permanecer siempre el mismo e ileso en tan varios casos, dirigiendo a
M sin cesar la mira de su sencilla intencin.
2. Y cuanto ms pura fuere, tanto estar ms constante entre las diversas tempestades.
Pero en muchas cosas se obscurecen los ojos de la pura intencin, porque se mira
fcilmente a lo que se presenta como deleitable. As es, que rara vez se halla quien est
enteramente libre de lunar de su propio inters. De este modo, los judos en otro tiempo
vinieron a casa de Marta y Mara Magdalena en Betania, no slo por Jess, si tambin
para ver a Lzaro. Dbense, pues, limpiar los ojos de la intencin, para que sea sencilla
y recta, y se enderece a M sin detenerse en los medios.
Captulo XXXIV: Que Dios es para quien lo ama, ms delicioso que todo, y en todo.
El Alma:
1. Oh mi Dios y mi todo! Qu ms quiero yo y qu mayor dicha puedo apetecer? Oh
sabrosa y dulce palabra! Pero para quien ama a Dios, y no al mundo ni a lo que en l
est. Mi Dios y mi todo. Al que entiende, basta lo dicho: y repetirlo muchas veces, es
deleitable al que ama. Porque estando T presente, todo es agradable; mas estando
ausente, todo fastidioso. T haces el corazn tranquilo y das gran paz y alegra festiva.
T haces sentir bien de todo y que te alaben todas las cosas. No puede cosa alguna
deleitar mucho tiempo sin Ti; pero si ha de agradar y gustarse de veras, conviene que tu
gracia la presencie y tu sabidura la sazone.
3. Oh luz perpetua, que ests sobre toda luz creada! Enva desde lo alto tal resplandor,
que penetre todo lo secreto de mi corazn. Purifica, alegra, clarifica y vivifica mi
espritu y sus potencias, para que se una contigo con exceso de jbilo. Oh, cundo
vendr esta dichosa y deseada hora, para que T me hartes con tu presencia y me seas
todo en todas las cosas! Entretanto que esto no se me concediere no tendr gozo
cumplido. Mas ay dolor! que vive an el hombre viejo en m; no est del todo
crucificado, ni perfectamente muerto. An codicia vivamente contra el espritu; mueve
guerras interiores y no consiente que est quieto el dominio del alma.
4. Mas T, que seoreas el podero del mar y amansas el movimiento de sus ondas,
levntate y aydame. Destruye las gentes que buscan guerras; quebrntalas con tu
virtud. Rugote que muestres tus maravillas, y que sea glorificada tu diestra, porque no
tengo otra esperanza ni otro refugio sino a Ti, Seor Dios mo.
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Captulo XXXV: En esta vida no hay seguridad de carecer de tentaciones.
Jesucristo:
1. Hijo, nunca ests seguro en esta vida; porque mientras vivieres, tienes necesidad de
armas espirituales. Entre enemigos andas; a diestra y a siniestra te combaten. Si pues no
te vales del escudo de la paciencia a cada instante, no estars mucho tiempo sin herida.
Dems de esto, si no pones tu corazn fijo en M, con pura voluntad de sufrir por M
todo cuanto viniere, no podrs pasar esta recia batalla, ni alcanzar la palma de los
bienaventurados. Convinete, pues, romper varonilmente con todo, y pelear con mucho
esfuerzo contra lo que viniere. Porque al vencedor se da el man, y al perezoso le
aguarda mucha miseria.
Jesucristo:
1. Hijo, pon tu corazn fijamente en Dios, y no temas los juicios humanos cuando la
conciencia no te acusa. Bueno es, y dichoso tambin padecer de esta suerte; y esto no es
duro al corazn humilde que confa ms en Dios que en s mismo. Los ms hablan
demasiadamente, y por eso se les debe poco crdito. Y tambin satisfacer a todos no es
posible. Aunque San Pablo trabaj en contentar a todos en el Seor, y fue para todos;
sin embargo, en nada tuvo el ser juzgado del mundo.
2. Mucho hizo por la salud y edificacin de los otros trabajando cuanto pudo y estaba de
su parte; pero no se pudo librar de que le juzgasen y despreciasen alguna veces. Por eso
lo encomend todo a Dios, que le conoce todo, y con paciencia y humildad se defenda
de las malas lenguas y de los que piensan vanidades y mentiras, y las dicen como se les
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antoja. Y tambin respondi algunas veces, porque no se escandalizasen algunas almas
dbiles en verle callar.
3. Quin eres t para que temas al hombre mortal? Hoy es, y maana no parece. Teme
a Dios, y no te espantes de los hombres. Qu te puede hacer el hombre con palabras o
injurias? Ms bien se daa a s mismo que a ti; y cualquiera que sea, no podr huir el
juicio de Dios. Ten presente a Dios, y no contiendas con palabras de queja. Y si ahora
quedas debajo, al parecer, y sufres la humillacin que no mereciste, no te indignes por
eso, ni por la impaciencia disminuyas tu victoria. Sino mrame a M en el cielo, que
puedo librar de toda confusin e injuria, y dar a cada uno segn sus obras.
Jesucristo:
1. Hijo, djate a ti y me hallars a M. Vive sin voluntad ni amor propio, y ganars
siempre. Porque al punto que te renunciares sin reserva, se te dar mayor gracia.
El Alma:
2. Seor, cuntas veces me renunciar, y en qu cosas me dejar?
Jesucristo:
3. Siempre, y a cada hora, as en lo poco como en lo mucho. Nada excepto, sino que en
todo te quiero hallar desnudo. De otro modo, cmo podrs ser mo y yo tuyo, si no te
despojas de toda voluntad interior y exteriormente? Cuando ms presto hicieres esto,
tanto mejor te ir; y cuanto ms pura y cumplidamente, tanto ms me agradars y
mucho ms ganars.
4. Algunos se renuncian, pero con alguna excepcin no confan en Dios del todo, y por
eso trabajan en mirar por s. Tambin algunos al principio lo ofrecen todo; pero
despus, combatidos de alguna tentacin, se vuelven a sus comodidades, y por eso no
aprovechan en la virtud. Estos nunca llegarn a la verdadera libertad del corazn puro ni
a la gracia de mi suave familiaridad, si no se renuncian antes haciendo del todo cada da
sacrificios de s mismos, sin lo cual no estn ni estarn en la unin con que se goza de
m.
5. Muchas veces te dije, y ahora te lo vuelvo a decir: Djate a ti, rennciate y gozars de
grande paz interior. Dalo todo por el todo: nada busques, nada exijas; est puramente y
sin dudar en M, y me poseers. Sers libre de corazn y no te ofuscarn las tinieblas.
Encamina todos tus esfuerzos, deseos y oraciones al fin de despojarte de todo apego,
para seguir as desnudo a Jess desnudo, morir para ti, y vivir para M eternamente.
Entonces se desvanecern todas las vanas imaginaciones, las perturbaciones malas, y los
cuidados superfluos. Entonces tambin desaparecer el temor excesivo y morir el amor
desordenado.
Captulo XXXVIII: Del buen rgimen en las cosas exteriores y del recurso a Dios en los
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peligros.
Jesucristo:
1. Hijo, con diligencia debes mirar que en cualquier lugar y en toda ocupacin exterior,
ests muy dentro de ti, libre y seor de ti mismo; y que todas las cosas estn debajo de
ti; y no t debajo de ellas. Para que seas seor y director de tus obras, no siervo ni
esclavo venal; sino ms bien libre y verdadero israelita, que pasa a la suerte y libertad
de los hijos de Dios. Los cuales desprecian las cosas presentes y atienden a las eternas.
Miran lo transitorio con el ojo izquierdo, y con el derecho lo celestial. Y no los atraen
las cosas temporales para estar asidos a ellas; antes ellos los atraen ms para servirse
bien de ellas segn estn ordenadas por Dios, e instituidas por el supremo Artfice, que
no hizo cosa en lo criado sin orden.
Jesucristo:
1. Hijo, encomindame siempre tus negocios, y yo los dispondr bien y oportunamente.
Espera mi voluntad, y sentirs provecho.
El Alma:
2. Seor, de muy buena gana te encomiendo todas las cosas, porque poco puede
aprovechar mi cuidado. Ojal que no me ocupasen mucho los acontecimientos que me
pueden venir, sino que me ofreciese sin tardanza a tu voluntad!
Jesucristo:
3. Hijo, muchas veces el hombre negocia con ahnco lo que desea; mas cuando ya lo
alcanza, comienza a pensar de otro modo, porque las aflicciones no duran mucho cerca
de una misma cosa; sino que nos llevan de una cosa a otra. Por lo cual no es poco
dejarse a s mismo, aun en las cosas pequeas.
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Captulo XL: Que ningn bien tiene el hombre suyo ni cosa alguna de qu alabarse.
El Alma:
1. Seor, qu es el hombre para que te acuerdes de l, o el hijo del hombre para que le
visites? Qu ha merecido el hombre para que le dieses tu gracia? Seor, de qu me
puedo quejar si me desamparas? cmo justamente podr contender contigo, si no
hicieres lo que pido? Por cierto, una cosa puedo yo pensar y decir con verdad: Nada soy,
Seor, nada puedo, nada bueno tengo de m; mas en todo me hallo vaco, y camino
siempre a la nada. Y si ni soy ayudado e instruido interiormente por Ti, me vuelvo
enteramente tibio y disipado.
3. Por lo cual, si yo supiese bien desechar toda consolacin humana, ya sea por alcanzar
devocin o por la necesidad que tengo de buscarte, porque no hay hombre que me
consuele, entonces con razn podra yo esperar en tu gracia, y alegrarme con el don de
la nueva consolacin.
4. Gracias sean dadas a Ti, de quien viene todo siempre que me sucede algn bien.
Porque delante de Ti yo soy vanidad y nada, hombre mudable y flaco. De dnde, pues,
me puedo gloriar, o por qu deseo ser estimado? Por ventura de la nada? Esto es
vansimo. Verdaderamente la gloria frvola es una verdadera peste y grandsima
vanidad; porque nos aparta de la verdadera gloria, y nos despoja de la gracia celestial.
Porque contentndose un hombre a s mismo, te descontenta a Ti: cuando desea las
alabanzas humanas, es privado de las virtudes verdaderas.
6. Busquen los hombres la gloria que se dan recprocamente: yo buscar la gloria que
viene solamente de Dios. Porque toda la gloria humana, toda honra temporal, toda la
alteza del mundo, comparada con tu eterna gloria es vanidad y necedad. Oh verdad ma
y misericordia ma, Dios mo, Trinidad bienaventurada: a Ti sola sea alabanza, honra,
virtud y gloria para siempre jams!
Jesucristo:
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1. Hijo, no te pese si vieres honrar y ensalzar a otros, y t ser despreciado y abatido.
Levanta tu corazn a M en el cielo, y no te entristecer el desprecio humano en la
tierra.
El Alma:
2. Seor, en gran ceguedad estamos, y la vanidad presto nos engaa. Si bien me miro,
nunca se me ha hecho injuria por criatura alguna; por lo cual no tengo de qu quejarme
justamente de Ti. Mas porque yo muchas veces pequ gravemente contra Ti, con razn
se arman contra m todas las criaturas. Justamente, pues, se me debe confusin y
desprecio; y a Ti alabanza, honor y gloria. Y si no me dispusiere de modo que huelgue
mucho ser de cualquiera criatura despreciado y abandonado, y ser tenido por nada, no
podr estar interiormente pacificado y asegurado, ni recibir la luz espiritual, ni unirme a
Ti perfectamente.
Jesucristo:
1. Hijo, si buscas la paz en el trato con alguno para tu entretenimiento y compaa,
siempre te hallars inconstante y embarazado. Pero si vas a buscar la verdad que
siempre vive y permanece, no te entristecers por el amigo que se fuere o se muriere. En
M ha de estar el amor del amigo, y por M se debe amar cualquiera que en esta vida te
parece bueno y muy amable. Sin M no vale ni durar la amistad, ni es verdadero ni
limpio el amor en que yo no intervengo. Tan muerto debes estar a las aficiones de los
amigos, que habas de desear (por lo que a ti te toca) vivir lejos de todo trato humano.
Tanto ms se acerca el hombre a Dios, cuanto se desva de todo gusto terreno. Y tanto
ms alto sube a Dios, cunto ms bajo desciende en s, y se tiene por ms vil.
2. El que se atribuye a s mismo algo bueno, impide que la gracia de Dios venga sobre
l; porque la gracia del Espritu Santo siempre busca el corazn humilde. Si te supieses
perfectamente anonadar y desviar de todo amor criado, yo entonces te llenara de
abundantes gracias. Cuando t miras a las criaturas, apartas la vista del Criador.
Aprende a vencerte en todo por el Criador, y entonces podrs llegar al conocimiento
divino. Cualquier cosa, por pequea que sea, si se ama o mira desordenadamente, nos
estorba gozar del sumo bien, y nos daa.
Jesucristo:
1. Hijo, no te muevan los dichos agudos y limados de los hombres; porque no consiste
el reino de Dios en palabras, sino en virtud. Mira mis palabras, que encienden los
corazones, y alumbran los entendimientos, provocan a compuncin y traen muchas
consolaciones. Nunca leas cosas para mostrarte ms letrado o sabio. Estudia en
mortificar los vicios; porque ms te aprovechar esto que saber muchas cuestiones
dificultosas.
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2. Cuando hubieres acabado de leer y saber muchas cosas, te conviene venir a un solo
principio. Yo soy el que enseo al hombre la ciencia, y doy ms claro entendimiento a
los pequeos que ningn hombre puede ensear. Aquel a quien yo hablo, luego ser
sabio y aprovechar mucho en el espritu. Ay de aquellos que quieren aprender de los
hombres curiosidades, y cuidan muy poco del camino de servirme a M! Tiempo vendr
cuando aparecer el Maestro de los maestros, Cristo, Seor de los ngeles, a or las
lecciones de todos, esto es, a examinar la ciencia de cada uno. Y entonces escudriar a
Jerusaln con candelas, y sern descubiertos los secretos de las tinieblas, y callarn los
argumentos de las lenguas.
Jesucristo:
1. Hijo, en muchas cosas te conviene ser ignorante, y estimarte como muerto sobre la
tierra, y a quien todo el mundo este crucificado. A muchas cosas te conviene tambin
hacerte sordo, y pensar ms lo que conviene para tu paz. Ms til es apartar los ojos de
lo que no te agrada, y dejar a cada uno en su parecer, que ocuparte en porfas. Si ests
bien con Dios y miras su juicio, fcilmente te dars por vencido.
El Alma:
2. Oh Seor, a qu hemos llegado! Lloramos los daos temporales, por una pequea
ganancia trabajamos y corremos; y el dao espiritual se pasa en olvido, y apenas tarde
vuelve a la memoria. Por lo que poco o nada vale, se mira mucho; y por lo que es muy
necesario, se pasa con descuido, porque todo hombre se va a lo exterior, y se presto no
vuelve en s, con gusto se est envuelto en ello.
Captulo XLV: Que no se debe creer a todos; y cmo fcilmente se resbala en las
palabras.
El Alma:
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1. Seor, aydame en la tribulacin, porque es vana la seguridad del hombre. Cuntas
veces no hall fidelidad donde pens que la haba? Cuntas veces tambin la hall
donde menos lo esperaba? Por eso es vana la esperanza en los hombres; mas la salud de
los justos est en Ti, mi Dios. Bendito seas, Seor, Dios mo, en todas las cosas que nos
sucedan. Flacos somos y mudables: presto somos engaados, y nos mudamos.
2. Qu hombre hay que se pueda guardar con tanta cautela y discrecin en todo, que
alguna vez no caiga el algn engao o perplejidad? Mas el que te busca a Ti, Seor, y te
busca con sencillo corazn, no resbala tan fcilmente. Y si cayere en alguna tribulacin,
de cualquier manera que estuviere en ella enlazado, presto ser librado por Ti, o
consolado; porque no desamparas para siempre al que en Ti espera. Raro es el fiel
amigo que persevera en todos los trabajos de su amigo. T, Seor, T solo eres
fidelsimo en todo, y fuera de Ti no hay otro semejante.
3. Oh, cun bien lo entenda aquella alma santa que dijo: Mi alma est asegurada y
fundada en Jesucristo! Si yo estuviese as, no me acongojara tan presto el temor
humano, ni me moveran las palabras injuriosas. Quin puede preverlo todo? Quin es
capaz de precaver los males venideros? Si lo que hemos previsto con tiempo nos daa
muchas veces, qu har lo no prevenido sino perjudicarnos gravemente? Pues por
qu, miserable de m, no me previne mejor? Por qu cre de ligero a otros? Pero somos
hombres, y hombres flacos y frgiles, aunque por muchos seamos estimados y llamados
ngeles. Seor, a quin creer, a quin sino a Ti? Eres la verdad, que no puede engaar
ni ser engaada. El hombre, al contrario, es falaz, flaco y resbaladizo, especialmente en
palabras; de modo que con muy gran dificultad se debe creer lo que parece recto a la
primera vista.
4. Cun prudentemente nos avisaste que nos guardsemos de los hombres: que los
amigos del hombre son los de su casa, y que no disemos crdito al que nos dijese: A
Cristo mralo aqu o mralo all. He escarmentado en m mismo: ojal sea para mi
mayor cautela, y no para continuar con mi imprudencia! Cuidado, me dice uno, cuidado,
reserva lo que te digo. Y mientras yo lo callo, y creo que est oculto, l no pudo callar el
secreto que me confi, sino que me descubri a m y a s mismo, y se march.
Defindeme, Seor, de aquestas ficciones, y de hombres tan indiscretos, para que nunca
caiga en sus manos ni yo incurra en semejantes cosas. Pon en mi boca las palabras
verdaderas y fieles, y desva lejos de m las lenguas astutas. De lo que no puedo sufrir,
me debo guardar mucho.
5. Oh, cun bueno y de cunta paz es callar de otros, y no creerlo todo fcilmente, ni
hablarlo despus con ligereza: descubrirse a pocos, buscarte siempre a Ti, que miras al
corazn, y no moverse por cualquier viento de palabras, sino desear que todas las cosas
interiores y exteriores se acaben y perfecciones segn el beneplcito de tu voluntad!
Cun seguro es para conservar la gracia celestial huir la vana apariencia, y no codiciar
las cosas visibles que causen admiracin, sino seguir con toda diligencia las cosas que
dan fervor y enmienda de vida! A cuntos ha daado la virtud descubierta y alabada
antes de tiempo! Cun provechosa fue siempre la gracia guardada en silencio en esta
vida frgil, que toda es malicia y tentacin!
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Captulo XLVI: De la confianza que debemos tener en Dios cuando nos dicen injurias.
Jesucristo:
1. Hijo, est firme y espera en M. Qu son las palabras sino palabras? Vuelan por el
aire, mas no mellan una piedra. Si ests culpado, determina enmendarte. Si no hallas en
ti culpa, llvalo con gusto por Dios. Muy poco es el que sufras alguna vez siquiera
malas palabras, ya que an no puedes tolerar grandes golpes. Y por qu tan pequeas
cosas te llegan al corazn, sino porque an eres carnal, y miras mucho ms a los
hombres de lo que conviene? Porque temes ser despreciado, por esto no quieres ser
reprendido de tus faltas, y buscas la sombra de las excusas.
2. Considrate mejor, y conocers que an vive en ti, el amor del mundo, y el deseo
vano de agradar a los hombres. Porque en huir de ser abatido y confundido por tus
defectos, se muestra hoy claro que no eres humilde verdadero, ni ests del todo muerto
al mundo, ni el mundo est a ti crucificado. Mas oye mis palabras y no cuidars de
cuantas te dijeren los hombres. Dime: si se diere contra ti todo cuanto maliciosamente
se pudiera fingir, qu te daara, si lo dejases pasar y lo despreciases enteramente? Por
ventura, te podras arrancar un cabello?
3. Mas el que no est dentro de su corazn, ni me tiene a M delante de sus ojos, presto
se mueve por una palabra de menosprecio; pero el que confa en M, y no desea su
propio parecer, vivir sin temer a los hombres. Porque Yo soy el Juez y conozco todos
los secretos; Yo s cmo pasan las cosas; Yo conozco muy bien al que hace la injuria, y
tambin al que la sufre. De M sale esta palabra; permitindolo Yo acaece esto, para que
se descubran los pensamientos de muchos corazones. Yo juzgo al culpable y al
inocente; pero quise probar primero al uno y al otro con juicio secreto.
El Alma:
5. Seor Dios, justo juez, fuerte y paciente, que conoces la flaqueza y maldad de los
hombres, s T mi fortaleza y toda mi confianza, pues no me basta mi conciencia. T
sabes lo que yo no s: por eso me debo humillar en cualquier reprensin y llevarla con
mansedumbre. Perdname tambin, Seor piadoso, todas las veces que no lo hice as, y
dame gracia de mayor sufrimiento para otra vez. Porque mejor me est tu misericordia
copiosa para alcanzar perdn, que mi presumida justificacin para defender lo oculto de
mi conciencia. Y aunque ella nada me acuse, no por esto me puedo tener por justo;
porque quitada tu misericordia, no ser justificado en tu acatamiento ningn viviente.
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Captulo XLVII: Todas las cosas pasadas se deben padecer por la vida eterna.
Jesucristo:
1. Hijo, no te quebranten los trabajos que has tomado por M, ni te abatan del todo las
tribulaciones; mas mi promesa te esfuerce y consuele en todo lo que viniere. Yo basto
para galardonarte sobre toda manera y medida. No trabajars aqu mucho tiempo, ni
sers agravado siempre de dolores. Espera un poquito y vers cun presto se pasan los
males. Vendr una hora cuando cesar todo trabajo e inquietud. Poco y breve es todo lo
que pasa con el tiempo.
3. Oh! Si vieses las coronas eternas de los Santos en el cielo, y de cunta gloria gozan
ahora los que eran en este mundo despreciados, y tenidos por indignos de vivir! Por
cierto luego te humillaras hasta la tierra, y desearas ms estar sujeto a todos, que
mandar a uno solo. Y no codiciaras los das placenteros de esta vida: sino antes te
alegraras de ser atribulado por Dios, y tendras por grandsima ganancia ser tenido por
nada entre los hombres.
El Alma:
1. Oh bienaventurada mansin de la ciudad soberana! Oh da clarsimo de la eternidad,
que no obscurece la noche, sino que siempre le alumbra la pura verdad, da siempre
alegre, siempre seguro, y siempre sin mudanza! Oh, si ya amaneciese este da, y
desapareciesen todas estas cosas temporales! Alumbra por cierto a los Santos con una
perpetua claridad, mas no as a los que estn en esta peregrinacin sino de lejos, y como
en figura.
2. Los ciudadanos del cielo saben cun alegre sea aquel da; los desterrados hijos de Eva
gimen de ver que ste sea tan amargo y lleno de tedio. Los das de este mundo son
pocos y malos, llenos de dolores y angustias, donde el hombre se ve manchado con
muchos pecados; enredado en muchas pasiones, angustiado de muchos temores,
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ocupado con muchos cuidados, distrado con muchas curiosidades, complicado en
muchas vanidades, envuelto en muchos errores, quebrantado con muchos trabajos; las
tentaciones lo acosan, los placeres lo afeminan, la pobreza le atormenta.
3. Oh, cundo se acabarn todos estos males! Cundo me ver libre de la servidumbre
de los vicios! Cundo me acordar, Seor, de Ti solo! Cundo me alegrar
cumplidamente en Ti! Cundo estar sin ningn impedimento en verdadera libertad, y
sin ninguna molestia de alma y cuerpo! Cundo tendr firme paz, paz imperturbable y
segura; paz por dentro y por fuera; paz del todo permanente! Oh buen Jess! Cundo
estar para verte! Cundo contemplar la gloria de tu reino! Cundo me sers todo en
todas las cosas! Cundo estar contigo en tu reino, el cual preparaste desde la eternidad
para tus escogidos! Me han dejado ac, pobre y desterrado en tierra de enemigos, donde
hay continuas peleas y grandes calamidades.
7. Por lo cual, T, Verdad eterna, dijiste: Donde est tu tesoro, all est tu corazn. Si
amo al cielo, con gusto pienso en las cosas celestiales. Si amo el mundo, algrome con
sus prosperidades, y me entristezco con sus adversidades. Si amo la carne, muchas
veces pienso en las cosas carnales. Si amo el espritu, recrome en pensar cosas
espirituales. Porque de todas las cosas que amo, hablo y oigo con gusto, y lleno
conmigo a mi casa las ideas de ellas. Pero bienaventurado aquel por tu amor da repudio
a todo lo criado; que hace fuerza a su natural, y crucifica los apetitos carnales con el
fervor del espritu, para que, serena su conciencia, te ofrezca oracin pura, y sea digno
de estar entre los coros anglicos, desechadas dentro y fuera de s todas las cosas
terrenas.
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Captulo XLIX: Del deseo de la vida eterna, y cuntos bienes estn prometidos a los
que pelean.
Jesucristo:
1. Hijo, cuando sientes en ti algn deseo de la eterna bienaventuranza, y deseas salir de
la crcel del cuerpo, para poder contemplar mi claridad sin sombra de mudanzas, dilata
tu corazn y recibe con todo amor esta santa inspiracin. Da muchas gracias a la
soberana bondad que as se digna favorecerte, visitarte con clemencia, moverte con
eficacia, sostenerte con vigor, para que no te deslices por tu propio peso a las cosas
terrenas. Porque esto no lo recibes por tu diligencia o fuerzas, sino por slo el querer de
la gracia soberana y del agrado divino, para que aproveches en virtudes y en mayor
humildad, y te prepares para los combates que te han de venir, y trabajes por llegarte a
M de todo corazn, y servirme con ardiente voluntad.
2. Hijo, muchas veces arde el fuego, pero no sube la llama sin humo. As los deseos de
algunos se encienden a las cosas celestiales; mas an no estn libres del amor carnal. Y
por eso no obran slo por la honra de Dios puramente, aun en lo que con tan gran deseo
me piden. Tal suele ser algunas veces tu deseo, el cual mostraste con tanta
importunidad. Pues no es puro ni perfecto lo que va inficionado de propio inters.
6. Mas considera, hijo, el fin cercano de estos trabajos, el fruto de ellos y su grandsimo
premio; y no te sern pesados, sino un gran consuelo de tu paciencia. Pues por esta poca
voluntad que ahora dejas de grado, poseers para siempre tu voluntad en el cielo. All,
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pues, hallars todo lo que quisieres, y cuanto pudieres desear. All tendrs en tu poder
todo el bien, sin miedo de perderlo. All, tu voluntad, unida con la ma para siempre, no
apetecer cosa alguna contraria o propicia. All ninguno te resistir, ninguno se quejar
de ti, nadie te embarazar, nada se te opondr; sino que todas las cosas que deseares las
disfrutars juntas, y llenarn y colmarn tus deseos. All te dar honor por la afrenta
padecida, vestidura de gloria por la afliccin, y por el nfimo lugar la silla del reino
eterno. All se ver el fruto de la obediencia, aparecer muy alegre el trabajo de la
penitencia, y la humilde sumisin ser gloriosamente coronada.
El Alma:
1. Seor, Dios, Padre santo: ahora y para siempre seas bendito, que como T quieres as
se ha hecho, y lo que haces es bueno. Algrese tu siervo en Ti, no en s, ni en otro
alguno: porque T slo eres alegra verdadera: T esperanza ma y corona ma: T,
Seor, eres mi gozo y mi premio. Qu tiene tu siervo sino lo que recibi de Ti, aun sin
merecerlo? Tuyo es todo lo que me has dado y has hecho conmigo. Pobres soy y lleno
de trabajos, desde mi juventud; y mi alma se entristece algunas veces hasta llorar; y
otras veces se turba contigo por las pasiones que la acosas.
2. Deseo el gozo de la paz; la paz de tus hijos pido, que son recreados por Ti en la luz de
la consolacin. Si me das paz, si derramas en m un santo gozo, estar el alma de tu
siervo llena de alegra, y devota para alabarte. Pero si te apartares, como muchas veces
lo haces, no podr correr por el camino de tus mandamientos, sino que hincar las
rodillas para herir su pecho; porque no le va como los das anteriores cuando
resplandeca tu luz sobre su cabeza, y era defendida de las tentaciones impetuosas
debajo de la sombra de tus alas.
3. Padre justo y siempre laudable, lleg la hora en que tu siervo debe ser probado. Padre
amable, justo es que tu siervo padezca algo por Ti en esta hora. Padre para siempre
adorable, ya ha llegado la hora que habas previsto desde la eternidad, en la cual tu
siervo este abatido en lo exterior un corto tiempo, mas para que viva siempre
interiormente contigo. Despreciado sea y humillado un poco, y decaiga delante de los
hombres; sea consumido de pasiones y enfermedades, para que vuelva nuevamente a
verse contigo en la aurora de una nueva luz, y sea ilustrado en las cosas celestiales.
Padre santo! As lo ordenaste T, as lo quisiste; y lo que mandaste se ha hecho.
4. Esta es, pues, la gracia que haces a tu amigo, que padezca, y sea atribulado por tu
amor en este mundo por cualquiera, y cuantas veces lo permitieres. Sin tu consejo y
providencia y sin causa, nada se hace en la tierra. Bueno es para m, Seor, que me
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hayas humillado, para que aprenda tus justificaciones, y destierre de mi corazn toda
soberbia y presuncin. Provechoso es para m que la confusin haya cubierto mi rostro,
para que as te busque a Ti para consolarme, y no a los hombres. Tambin aprend en
esto a temblar de tu inescrutable juicio, que afliges as al justo como al impo, aunque
no sin equidad y justicia.
5. Gracias te doy porque no me escaseaste los males; sino que me afligiste con amargos
azotes, envindome dolores y angustias interiores y exteriores. No hay quien me
consuele debajo del cielo sino T, Seor Dios mo, mdico celestial de las almas, que
hieres y sanas, pones en grandes tormentos y libras de ellos. Sea tu correccin sobre m,
y tu mismo castigo me ensear.
6. Padre amado, vesme aqu en tus manos; yo me inclino bajo la vara de tu correccin.
Hiere mis espaldas y mi cerviz para que enderece mis torcidas inclinaciones a tu
voluntad. Hazme piadoso y humilde discpulo como sueles hacerlo, para que ande
siempre pendiente de tu voluntad. Me entrego enteramente a Ti con todas mis cosas
para que las corrijas. Ms vale ser corregido aqu que en la otra vida. T sabes todas y
cada una de las cosas, y no se te esconde nada en la humana conciencia. Antes que
suceda, sabes lo venidera, y no hay necesidad que alguno te ensee o avise de las cosas
que se hacen en la tierra. T sabes lo que conviene para mi adelantamiento, y cunto me
aprovecha la tribulacin para limpiar el orn de los vicios. Haz conmigo tu voluntad y
gusto, y no deseches mi vida pecaminosa, a ninguno mejor ni ms claramente conocida
que a Ti solo.
7. Concdeme, Seor, saber lo que se debe saber; amar lo que se debe amar; alabar lo
que a Ti es agradable; estimar lo que te parece precioso; aborrecer lo que a tus ojos es
feo. No permitas que juzgue segn la vista de los ojos exteriores, ni que sentencie segn
el odo de los hombres ignorantes; sino dame gracia para que pueda discernir con
verdadero juicio entre lo visible y lo espiritual, y sobre todo, buscar siempre la voluntad
de tu divino beneplcito.
8. Muchas veces se engaan los hombres en sus opiniones y juicios, y los mundanos se
engaan tambin en amar solamente lo visible. Qu tiene de mejor el hombre porque
otro le alabe? El falaz engaa al falaz, el vano al vano, el ciego al ciego, el enfermo al
enfermo, cuando lo ensalza; y verdaderamente ms le confunde cuando vanamente le
alaba. Porque cuanto es cada uno en tus ojos, tanto es y no ms, dice el humilde San
Francisco.
Jesucristo:
1. Hijo, no puedes permanecer siempre en el deseo fervoroso de las virtudes, ni
perseverar en el ms alto grado de la contemplacin; sino que es necesario por el vicio
original, que desciendas alguna vez a cosas bajas, y tambin a llevar la carga de esta
vida corruptible, aunque te pese y fastidie. Mientras lleves el cuerpo mortal, sentirs
tedio e inquietud de corazn. Es preciso, pues, mientras vives en carne, gemir muchas
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veces por el peso de la carne, porque no puedes ocuparte perfectamente en los ejercicios
espirituales en la divina contemplacin.
Captulo LII: Que el hombre no se repute por digno de consuelo, sino de castigo.
El Alma:
1. Seor, no soy digno de tu consolacin ni de ninguna visita espiritual; y por eso
justamente lo haces conmigo cuando me dejas pobre y desconsolado. Porque aunque yo
pudiese derramar un mar de lgrimas, an no merecera tu consuelo. Por eso yo soy
digno de ser afligido y castigado; porque te ofend gravemente y muchas veces, y pequ
mucho, y de muchas maneras. As que, bien mirado, no soy digno de la menor
consolacin. Mas T, Dios clemente y misericordioso, que no quieres que tus obras
perezcan, para manifestar las riquezas de tu bondad en los vasos de tu misericordia aun
sobre todo merecimiento, tienes por bien de consolar a tu siervo de un modo
sobrenatural. Porque tus consolaciones no son ilusorias como las humanas.
3. Qu dir yo pecador, y lleno de toda confusin? No tengo boca para hablar sino sola
esta palabra: Pequ, Seor, pequ; ten misericordia de m; perdname. Djame un poco
para que llore mi dolor, antes que vaya a la tierra tenebrosa y cubierta de obscuridad de
muerte. Qu es lo que principalmente exiges del culpable y miserable pecador, sino
que se convierta y se humille por sus pecados? De la verdadera contricin y humildad
de corazn nace la esperanza de ser perdonado, se reconcilia la conciencia turbada,
reparase la gracia perdida, se defiende el hombre de la ira venidera, y se juntan en santa
paz Dios y el alma contrita. <
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Captulo LIII: La gracia de Dios no se mezcla con el gusto de las cosas terrenas.
Jesucristo:
1. Hijo, mi gracia es preciosa, no admite mezcla de cosas extraas, ni de consolaciones
terrenas. Conviene desviar todos los impedimentos de la gracia, si deseas que se te
infunda. Busca lugar secreto para ti; desea estar a solas contigo; deja las conversaciones,
y ora devotamente a Dios, para que te d compuncin de corazn y pureza de
conciencia. Reputa por nada todo el mundo, y prefiere a todas las cosas exteriores el
ocuparte en Dios. Porque no podrs ocuparte en M, y juntamente deleitarte en lo
transitorio. Conviene desviarse de conocidos y de amigos, y tener el espritu retirado de
todo placer temporal. As desea que se abstengan todos los fieles cristianos el apstol
San Pedro, portndose como extranjeros y peregrinos en este mundo.
2. Oh, cunta confianza tendr en la muerte aquel que no tiene aficin a cosa alguna de
este mundo! Pero tener as el corazn desprendido de todas las cosas, no lo alcanza el
alma todava enferma; ni el hombre carnal conoce la libertad del hombre espiritual. Mas
si quiere ser verdaderamente espiritual, es preciso que renuncie a los extraos y a los
allegados, y que de nadie se guarde ms que de s mismo. Si a ti te vences
perfectamente, todo lo dems lo sujetars con ms facilidad. La perfecta victoria es
vencerse a s mismo. Porque el que se tiene sujeto a s mismo, de modo que la
sensualidad obedezca la razn, y la razn me obedezca a M en todo, este es
verdaderamente vencedor de s y seor del mundo.
Jesucristo:
1. Hijo, mira con vigilancia los movimientos de la naturaleza y de la gracia, porque son
muy contrarios y sutiles, de modo que con dificultad son conocidos sino por varones
espirituales e interiormente alumbrados. Todos desean el bien, y en sus dichos y hechos
buscan alguna bondad; por eso muchos se engaan con color del bien.
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3. La naturaleza no quiere ser mortificada de buena gana, ni estrechada, ni vencida, ni
sometida de grado. Mas la gracia estudia en la propia mortificacin, resiste a la
sensualidad, quiere estar sujeta, desea ser vencida, no quiere usar de su propia libertad,
apetece vivir bajo una estrecha observancia, no codicia seorear a nadie, sino vivir y
servir, y estar debajo de la mano de Dios; por Dios est pronta a obedecer con toda
humildad a cualquiera criatura humana.
8. La naturaleza busca tener cosas curiosas y hermosas, y aborrece las viles y groseras.
Mas la gracia se deleita con cosas llanas y bajas, no desecha las speras, ni rehsa el
vestir ropas viejas.
10. La naturaleza es codiciosa, y de mejor gana toma que da; ama sus cosas propias y
particulares. Mas la gracia es piadosa y comn para todos, huye la singularidad,
contentase con poco, tiene por mayor felicidad el dar que el recibir.
11. La naturaleza nos inclina a las criaturas, a la propia carne, a la vanidad y a las
distracciones. Pero la gracia nos lleva a Dio y a las virtudes, renuncia las criaturas, huye
el mundo, aborrece los deseos de la carne, refrena los pasos vanos, avergnzase de
parecer en pblico.
12. La naturaleza toma de buena gana cualquier placer exterior en que deleite sus
sentidos. Pero la gracia en solo Dios se quiere consolar, y deleitarse en el sumo bien
sobre todo lo visible.
13. La naturaleza, cuanto hace, es por su propia utilidad y conveniencia; no puede hacer
cosa de balde, sino que espera alcanzar otro tanto o ms, o si no, alabanza o favor por el
bien que ha hecho; y desea que sean sus obras y sus ddivas muy ponderadas. Mas la
gracia ninguna cosa temporal busca, ni quiere otro premio, sino a solo Dios; y de lo
temporal no quiere ms que cuanto basta para conseguir lo eterno.
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los iguales. Pero la gracia ama aun a los enemigos y no se engre por los muchos
amigos, ni hace caso de propio nacimiento y linaje, si en el no hay mayor virtud.
Favorece ms al pobre que al rico; se acomoda mas bien al inocente que al poderoso; se
alegra con el veraz, no con el engaoso. Exhorta siempre a los buenos a que aspiren a
gracias mejores, y se asemejen al Hijo de Dios por sus virtudes.
15. La naturaleza luego se queja de la necesidad y del trabajo. Pero la gracia lleva con
buen rostro la pobreza.
16. La naturaleza todo lo dirige a s misma, y por s pelea y porfa. Mas la gracia todo lo
refiere a Dios, de donde originalmente mana, ningn bien se arroga ni se atribuye a s
misma. No porfa, ni prefiere su modo de pensar al de los otros; sino que en todo
dictamen y opinin se sujeta a la sabidura eterna y al divino examen.
18. Esta gracia es una luz sobrenatural, y un don especial de Dios; y propiamente la
marca de los escogidos, y la prenda de la salvacin eterna, la cual levanta al hombre de
lo terreno a amar lo celestial, y de carnal lo hace espiritual. As que, cuanto ms
apremiada sea la naturaleza, tanto mayor gracia se infunde, y cada da es reformado el
hombre interior segn la imagen de Dios con nuevas visitaciones.
EL ALMA:
1. Seor, Dios mo, que me criaste a tu imagen y semejanza, concdeme aquesta gracia,
que declaraste ser tan grande y necesaria para la salvacin; a fin de que yo pueda vencer
mi perversa naturaleza, que me arrastra a los pecados y a la perdicin. Pues yo siento en
mi carne la ley del pecado, que contradice a la ley de mi alma, y me lleva cautivo a
obedecer en muchas cosas a la sensualidad y no pudo resistir a sus pasiones, si no me
asiste tu santsima gracia, eficazmente infundida en mi corazn.
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tiene fuerza para cumplir todo lo que le parece bueno, ni usa de la perfecta luz de la
verdad ni tiene sanas sus aficiones.
3. De aqu viene, Dios mo, que yo, segn el hombre interior, me deleito en tu ley,
sabiendo que tus mandamientos son buenos, justos y santos, juzgando tambin que todo
mal y pecado se debe huir. Pero con la carne sirvo a la sensualidad ms que a la razn.
As es tambin que propongo frecuentemente hacer muchas buenas obras; pero como
falta la gracia para ayudar a mi flaqueza, con poca resistencia vuelvo atrs y desfallezco.
Por la misma causa sucede que conozco el camino de la perfeccin, y veo con bastante
claridad como debo obrar. Mas agradado del peso de mi propia corrupcin no me
levanto a cosas ms perfectas.
4. Oh, cun necesaria me es, Seor, tu gracia, para comenzar el bien, continuarlo y
perfeccionarlo! Porque sin ella ninguna cosa puedo hacer; pero en Ti todo lo puedo,
confortado con la gracia. Oh gracia verdaderamente celestial, sin la cual nada son los
merecimientos propios, ni se han de estimar en algo los dones naturales! Ni las artes, ni
las riquezas, ni la hermosura, ni el ingenio o la elocuencia valen delante de Ti, Seor,
sin tu gracia. Porque los dones naturales son comunes a buenos, y a malos; ms la
gracia y la caridad es don propio de los escogidos, y con ella se hacen dignos de la vida
eterna. Tan encumbrada es esta gracia, que ni el don de la profeca, ni el hacer milagro,
o algn otro saber, por sutil que sea, es estimado en algo sin ella. Ni aun la fe ni la
esperanza, ni las otras virtudes son aceptas a Ti, sin caridad ni gracia.
JESUCRISTO:
1. Hijo, cuanto puedes salir de ti, tanto puedes pasarte a M. As como no desear nada
exteriormente, produce la paz interior; as el negarse interiormente, causa la unin con
Dios. Quiero que aprendas la perfecta renuncia de ti mismo en mi voluntad, sin replica
ni queja. Sgueme: YO SOY CAMINO, VERDAD Y VIDA. Sin camino no hay por
donde andar; sin verdad no podemos conocer;sin vida no hay quien pueda vivir. Yo soy
el camino que debes seguir, la verdad que debes creer, la vida que debes esperar. Yo soy
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camino inviolable, verdad infalible, vida interminable. Yo soy camino muy derecho,
verdad suma, vida verdadera, vida bienaventurada, vida increada. Si permanecieres en
mi camino, conocers la verdad, y la verdad te librar y alcanzars la vida eterna.
EL ALMA:
3. Seor, pues tu camino es estrecho y despreciado en el mundo, concdeme que te
imite en despreciar el mundo. Pues no es mejor el siervo que su seor, ni el discpulo es
superior al maestro. Ejercitase tu siervo en tu vida, pues en ella esta mi salud, y la
santidad verdadera. Cualquier cosa que fuera de ella oigo o no me recrea ni satisface
cumplidamente.
JESUCRISTO:
4. Hijo, pues sabes esto y lo has ledo todo, si lo hicieres, sers bienaventurado. El que
abraza mis mandamientos y los guarda,ese es el que me ama, y Yo le amar, y le
manifestar a l,y le har sentar conmigo en el reino de mi Padre.
EL ALMA:
5. Seor, Jess, como lo dijiste y prometiste, as se haga, y pueda yo merecerlo. Recib
de tu mano la cruz; yo la llevar hasta la muerte, as como T me la pusiste.
Verdaderamente la vida de l buen religioso es cruz, pero gua al paraso. Ya hemos
comenzado; no se debe volver atrs, ni conviene dejarla.
6. Ea, hermanos, vamos juntos, Jess ser con nosotros. Por Jess tomamos esta cruz,
por Jess perseveremos en ella. Ser nuestro auxiliador el que es nuestro capitn, y fue
nuestro ejemplo Mirad a nuestro Rey que va delante de nosotros y pelear por nosotros.
Sigmosle varonilmente, nadie tema los terrores estemos preparados a morir con animo
en la batalla, y no demos tal afrenta a nuestra gloria, que huyamos de la cruz.
Jesucristo:
1. Hijo, ms me agradan la humildad y la paciencia en la adversidad que el mucho
consuelo y devocin en la prosperidad. Por qu te entristece una pequea cosa dicha
contra ti? Aunque ms fuera, no debieras inquietarte. Mas ahora djala pasar, porque es
la primera, ni nueva, ni ser la ltima si mucho vivieres. Harto esforzado eres cuando
ninguna cosa contraria te viene. Aconsejas bien, y sabes alentar a otros con palabras;
pero cuando viene a tu puerta alguna repentina tribulacin, luego te falta consejo y
esfuerzo. Mira tu gran fragilidad que experimentas a cada paso en pequeas ocasiones;
mas todo este mal que te sucede, redunda en tu salud.
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puedes con alegra. Y si oyes algo contra tu gusto y te sientes irritado, refrnate, y no
dejes salir de tu boca alguna palabra desordenada que pueda escandalizar a los
inocentes. Presto se aquietar el mpetu excitado de tu corazn: y el dolor interior se
dulcifica con la vuelta de la gracia. An vivo Yo (dice el Seor) dispuesto para ayudarte
y para consolarte ms de lo acostumbrado, si confas en M y me llamas devocin.
3. Ten buen nimo, y apercbete para trances mayores. Aunque te veas muchas veces
atribulado, o gravemente tentado, no por eso est ya todo perdido. Cmo podrs t
estar siempre en un mismo estado de virtud, cuando le falt al ngel en el cielo, y al
primer hombre en el paraso? Yo soy el que levanta con entera salud a los que lloran y
traigo a mi divinidad los que lloran y traigo a mi divinidad los que conocen su flaqueza.
EL ALMA:
4. Seor, bendita ea tu palabra, dulce para mi boca ms que la miel y el panal. Qu
hara yo en tantas tribulaciones y angustias, si T no me animases con tus santas
palabras? Con tal que al fin llegue yo al puerto de salvacin qu se me da de cuanto
hubiere padecido? Dame buen fin; dame una dulce partida de este mundo. Acurdate de
m, Dios mo, y guame por camino derecho a tu reino. Amn.
JESUCRISTO:
1. Hijo, gurdate de disputar de materias altas, y de los secretos juicios de Dios; por qu
uno es desamparado y otro tiene tantas gracias; por qu est uno muy afligido y otro tan
altamente ensalzado. Estas cosas exceden a toda humana capacidad; y no basta razn ni
disputa alguna para investigar el juicio divino. Por eso, cuando el enemigo te trajere
esto al pensamiento, o algunos hombres curiosos lo preguntaren, responde aquello del
profeta: JUSTO ERES, SEOR, Y JUSTO TU JUICIO. Y tambin: LOS JUICIOS DEL
SEOR SON VERDADEROS Y JUSTIFICADOS EN S MISMOS. Mis juicios han de ser
temidos, no examinados; por que no se comprende con entendimiento humano.
2. Tampoco te pongas a inquirir o disputar de los merecimiento de los Santos, cul sea
ms Santo o mayor en el reino de los cielos. Estas cosas muchas veces causan
contiendas y disensiones sin provecho; aumentan tambin la soberbia y la vanagloria, de
donde nacen envidias y discordias, cuando uno quiere preferir imprudentemente un
Santo, y otro quiere a otro. Querer saber e inquirir tales cosas, ningn fruto trae, antes
desagrada mucho a los Santos; por que Yo no soy DIOS de discordia, sino de paz; la
cual consiste ms en la verdadera humildad, que en la propia estimacin.
3. Algunos con celo de amor se aficionan a unos Santos ms que a otros; pero ms por
afecto humano que divino. Yo soy el que hice a todos los Santos; Yo les di la gracia; Yo
les he dado la gloria. Yo s los mritos de cada uno; Yo les previne con bendiciones de
mi dulzura. Yo conoc mis amados antes de los siglos; Yo los escog del mundo, y no
ellos a M. Yo los llam por gracia y atraje por misericordia; Yo les llev por diversas
tentaciones. Yo les envi grandes consolaciones, les di la perseverancia y coron su
paciencia. 4. Yo conozco al primero y al ltimo.
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Yo los abrazo a todos con amor inestimable. Yo soy digno de ser alabado en todos mis
Santos, y ensalzado sobre todas las cosas; Yo debo ser honrado por cada uno de cuantos
he engrandecido y predestinado, sin preceder algn merecimiento suyo. Por eso quien
despreciare a uno de mis pequeuelos, no honra al grande, porque yo hice al grande y al
pequeo. Y el que quisiere deprimir alguno de los Santos, a M me deprime y a todos
los dems del reino de los cielos. Todos son una misma cosa por vnculo de la caridad;
todos tienen un mismo parecer y un mismo querer; y todos se aman recprocamente.
6. Muchos por efecto de ignorancia, especialmente los que se hallan con poca luz
interior, con dificultad saben amar a alguno con perfecto amor espiritual. Y aun los lleva
mucho el afecto natural, y la amistad humana, con la cual se inclinan ms a unos que a
otros; y as como sienten de las cosas terrenas, as imaginan de las celestiales. Mas hay
grandsima diferencia entre lo que piensan los hombres imperfectos y lo que saben los
varones espirituales por la revelacin divina.
7. Gurdate, pues, hijo, de tratar curiosamente de las cosas que exceden a tu alcance: de
lo que debes tratar es de que puedas ser siquiera el menor en el reino de Dios. Y aunque
uno supiese quin es ms Santo que otro, o el mayor en el reino del cielo, de qu le
servira el saberlo, si no se humillase delante de M por este conocimiento, y no se
levantase a alabar ms puramente mi nombre? Mucho ms agradable es a Dios el que
piensa en la gravedad de sus propios pecados, y la poquedad de sus virtudes, y cun
lejos est de la perfeccin de los Santos, que el que porfa cul ser mayor o menor
Santo. Mejor es rogar a los Santos con devotas oraciones y lgrimas, y con humilde
corazn invocar su favor, que escudriar sus secretos con intil investigacin.
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10. Ay de aquellos que se desdean de humillarse de voluntad con los pequeitos;
porque la puerta humilde y angosta del reino celestial no les permitir entrar! Ay
tambin de los ricos, que tienen aqu sus deleites; porque cuando entraren los pobres en
el reino de Dios, quedarn ellos fuera aullando y llorando a lgrima viva! Alegraos los
humildes, y regocijaos los pobres, que vuestro es el reino de Dios, si andis en el
camino de la verdad.
El Alma:
1. Seor, cul es mi confianza en esta vida? o cul mi mayor contento de cuantos hay
debajo del cielo? Por ventura no eres T mi Dios y Seor, cuyas misericordias no
tienen nmero? Dnde me fue bien sin Ti? o cundo me pudo ir mal estando T
presente? Ms quiero ser pobre por Ti, que rico sin Ti. Por mejor tengo peregrinar
contigo en la tierra, que poseer sin Ti el cielo. Donde T ests, all est el cielo, y donde
no, el infierno y la muerte. A Ti se dirige todo mi deseo, y por eso no cesar de orar,
gemir y clamar en pos de Ti. En fin; yo no puedo confiar cumplidamente en alguno que
me ayude oportunamente en mis necesidades, sino en Ti solo, Dios mo. T eres mi
esperanza y mi confianza; T mi consolador y el amigo ms fiel en todo.
3. En Ti, pues, Seor Dios, pongo toda mi esperanza y refugio; en tus manos dejo todas
mis tribulaciones y angustias; porque fuera de Ti todo es dbil e inconstante. Porque no
me aprovecharn muchos amigos, ni podrn ayudarme los defensores poderosos, ni los
consejeros discretos darme respuesta conveniente, ni los libros doctos consolarme, ni
cosa alguna preciosa librarme, ni algn lugar secreto y delicioso defenderme, si T
mismo no me auxilias, ayudas, esfuerzas, consuelas y guardas.
4. Porque todo lo que parece conducente para tener paz y felicidad, es nada si T ests
ausente; ni da sino una sombra de felicidad. T eres, pues, fin de todos los bienes,
centro de la vida, y abismo de sabidura; y esperar en Ti sobre todo, es grandsima
consolacin para tus siervos. A Ti, Seor, levanto mis ojos; en Ti confi, Dios mo,
padre de misericordias. Bendice y santifica mi alma con bendicin celestial, para que
sea morada santa tuya, y silla de tu gloria eterna; y no haya en este templo tuyo cosa que
ofenda los ojos de tu majestad soberana. Mrame segn la grandeza de tu bondad, y
segn la multitud de tus misericordias, y oye la oracin de este pobre siervo tuyo,
desterrado lejos en la regin de la sombra de la muerte. Defiende y conserva el alma de
este tu siervecillo entre tantos peligros de la vida corruptible; y acompandola tu
gracia, guala por el camino de la paz a la patria de la perpetua claridad. Amn.
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LIBRO CUARTO
Santsimo Sacramento del Altar
Jesucristo:
Venid a M todos los que tenis, trabajos y estis cargados, y yo os aliviar, dice el
Seor. El pan que yo os dar, es mi carne, por la vida del mundo. Tomad y comed: este
es mi cuerpo; que ser entregado por vosotros. Haced esto en memoria de M. El que
come mi carne y bebe mi sangre, est en M, y yo en l. Las palabras que os he dicho,
espritu y vida son.
El Alma:
1. Estas son tus palabras, oh buen Jess, Verdad eterna! Aunque no fueron dichas en un
tiempo, ni escritas en un mismo lugar. Y pues son tuyas, y verdaderas, debo yo
recibirlas todas con gratitud y con fe. Tuyas son, pues, T las dijiste; y tambin son
mas, pues las dijiste por mi bien. Muy de grado las recibo de tu boca, para que sean
ms profundamente grabadas en mi corazn. Despirtanme palabras de tanta piedad,
llenas de dulzura y de amor; mas por otra parte mis propios pecados me espantan, y mi
mala conciencia me retrae de recibir tan altos misterios. La dulzura de tus palabras me
convida; mas la multitud de mis vicios me oprime.
2. Me mandas que me llegue a Ti con gran confianza, si quiero tener parte contigo, y
que reciba el manjar de la inmortalidad, si deseo alcanzar vida y gloria para siempre.
Dices: Venid a M todos los que tenis trabajos y estis cargados, que yo os recrear.
Cun dulces y amables son a los odos del pecador estas palabras, por las cuales T,
Seor Dios mo, convidas al pobre y al mendigo a la comunin de tu Santsimo Cuerpo!
Mas quin soy yo, Seor, para que presuma llegarme a Ti? Veo que no cabes en los
cielos de los cielos; y T dices: Venid a M todos!
3. Qu quiere decir esta tan piadosa dignacin, y este tan amistoso convite? Cmo
osar llegarme yo que no reconozco en m cosa buena en que pueda confiar? Cmo te
hospedar en mi habitacin yo que tantas veces ofend tu benignsima presencia? Los
ngeles y arcngeles tiemblan: los Santos y justos temen. Y T dices: !Venid a M
todos! Si T, Seor, no dijeses esto, quin lo creera? Y si T no lo mandases, quin
osara llegarse a Ti?
4. No, varn justo, trabaj cien aos en fabricar una arca para guarecerse en ella con
pocas personas: pues cmo podr yo en una hora prepararme para recibir con
reverencia al que fabric el mundo? Moiss, tu gran siervo y tu amigo especial, hizo una
arca de madera incorruptible, y la guarneci de oro pursimo para poner en ella las
tablas de la Ley; y yo, criatura podrida, osar recibirte tan fcilmente a Ti, hacedor de
la ley y dador de la vida? Salomn, el ms sabio de los reyes de Israel, edific en siete
aos, en honor de tu nombre, un magnfico templo. Celebr ocho das la fiesta de su
dedicacin, ofreci mil hostias pacficas, y coloc solemnemente el Arca del
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Testamento, con msicas y regocijos, en el lugar que le estaba preparado. Y yo,
miserable y ms pobre de los hombres, cmo te introducir en mi casa, que
difcilmente estoy con devocin media hora? Y ojal que alguna vez gastase bien
media hora!
6. Adems, hay grandsima diferencia entre el Arca del Testamento con cuanto
contena, y tu pursimo Cuerpo con sus inefables virtudes; entre aquellos sacrificios de
la ley antigua que figuraban los venideros, y el sacrificio de tu cuerpo, que es el
cumplimiento de todos los sacrificios antiguos.
8. El devotsimo rey David bail con toda su fuerza delante del arca de Dios,
acordndose de los beneficios hechos en otro tiempo a los padres. Hizo diversos
instrumentos msicos; compuso salmos, y orden que se cantasen con alegra; y aun l
mismo los cant frecuentemente el arpa, inspirado de la gracia del Espritu Santo;
ense al pueblo de Israel a alabar a Dios de todo corazn, y bendecirle y celebrarle
cada da con voces acordes. Pues si tanta era entonces la devocin, y tanto se pens en
alabar a Dios delante del Arca del Testamento, cunta reverencia y devocin debo yo
tener, y todo el pueblo cristiano, a presencia del Sacramento y al recibir el Santsimo
cuerpo de Cristo?
9. Muchos corren a diversos lugares para visitar las reliquias de los Santos, y se
maravillan de or sus hechos, miran los grandes edificios de los templos, y besan los
sagrados huesos guardados en oro y seda. Y T ests aqu presente delante de m en el
altar, Dios mo, Santo de los Santos, Criador de los hombres y Seor de los ngeles.
Muchas veces los hombres hacen aquellas visitas por la novedad y por la curiosidad de
ver cosas que no han visto; y as es que sacan muy poco fruto de enmienda, mayormente
cuando andan con liviandad, de una parte a otra, sin contricin verdadera. Ms aqu, en
el Sacramento del Altar, ests todo presente, Jess mo, Dios y hombre; en l se coge
copioso fruto de eterna salud todas las veces que te recibieren digna y devotamente. Y a
esto no nos trae ninguna liviandad ni curiosidad o sensualidad; sino la fe firme, la
esperanza devora, y la pura caridad.
10. Oh Dios invisible, Criador del mundo, cun maravillosamente lo haces con
nosotros! Cun suave y graciosamente te portas con tus escogidos, a quienes te ofreces
a Ti mismo en este Sacramento para que te reciban! Esto, en verdad, excede sobre todo
entendimiento; esto especialmente cautiva los corazones de los devotos y enciende su
afecto. Porque los verdaderos fieles tuyos, que se disponen para enmendar toda su vida,
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de este Sacramento dignsimo reciben continuamente grandsima gracia de devocin y
amor de la virtud.
11. Oh admirable y escondida gracia de ese Sacramento, la cual conocen solamente los
fieles de Cristo! Pero los infieles y los que sirven al pecado, no la pueden gustar. En este
Sacramento se da gracia espiritual, se repara en el alma la virtud perdida, y reflorece la
hermosura afeada por el pecado. Tanta es algunas veces esta gracia, que de la abundante
devocin que causa, no slo el alma, sino aun el cuerpo flaco siente haber recibido
fuerzas mayores.
12. Pero es muy mucho de sentir y de llorar nuestra tibieza y negligencia, porque no nos
movemos con mayor afecto a recibir a Cristo, en quien consiste toda la esperanza y el
mrito de los que se han de salvar. Porque El es nuestra santificacin y redencin, El
nuestro consuelo en esta peregrinacin y el gozo eterno de los Santos. Y as es muy
digno de llorarse el poco caso que muchos hacen de este saludable Sacramento, el cual
alegra al cielo, y conserva al universo mundo. Oh ceguedad y dureza del corazn
humano, que tan poco atiende a tan inefable don, y por la mucha frecuencia ha venido a
reparar menos en l!
El Alma:
1. Seor, confiando en tu bondad y gran misericordia, vengo yo enfermo al mdico;
hambriento y sediento, a la fuente de la vida; pobre, al rey del cielo; siervo, al Seor;
criatura, al Criador; desconsolado, a mi piadoso consolador. Mas se dnde a m tanto
bien, que T vengas a m? Quin soy yo para que te me des a Ti mismo? Cmo se
atreve el pecador a comparecer delante de Ti? Y T cmo te dignas de venir al
pecador? T conoces a tu siervo, y sabes que ningn bien tiene por donde pueda
merecer que T le hagas este beneficio. Yo te confieso, pues, mi vileza, reconozco tu
verdad, alabo tu piedad, y te doy gracias por tu extremada caridad. Pues as lo haces
conmigo, no por mis merecimientos, sino por Ti mismo, para darme a conocer mejor tu
bondad; para que se me infunda mayor caridad, y se recomiende ms la humildad. Pues
as te agrada a Ti, y as mandaste que se hiciese; tambin me agrada a m que T lo
hayas tenido por bien. Ojal que no lo impida mi maldad!
98
dignidad ningn hombre es capaz de explicar! Mas qu pensar en esta comunin,
cuando quiero llegarme a mi Seor, a quien no puedo venerar debidamente, y sin
embargo deseo recibir con devocin? Qu cosa mejor y ms saludable pensar, sino
humillarme profundamente delante de Ti, y ensalzar tu infinita bondad sobre m? Yo te
alabo, Dios mo, y deseo que seas ensalzado para siempre. Desprciome y me rindo a tu
majestad en el abismo de mi bajeza.
4. Cunto es, pues, tu amor, cul tu dignacin! y cuntas gracias y alabanzas te son
debidas por esto! Oh cun saludable y provechoso designio tuviste en la institucin de
este Sacramento! Cun inefable tu verdad! Pues T hablaste, y fue hecho el universo; y
se hizo lo que T mandaste.
5. Admirable cosa es, digno objeto de la fe, y superior al entendimiento humano, que
T, Seor Dios mo, verdadero Dios y hombre, eres contenido entero debajo de las
especies de pan y vino, y sin detrimento eres comido por el que te recibe. T, Seor de
todo, que de nada necesitas, quisiste habitar entre nosotros por medio de este
Sacramento. Conserva mi corazn y mi cuerpo sin mancha, para que con alegre y limpia
conciencia pueda celebrar frecuentemente, y recibir para mi eterna salvacin este digno
misterio, que ordenaste y estableciste principalmente para honra tuya memoria continua.
6. Algrate, alma ma, y da gracias a Dios por don tan excelente y consuelo tan singular
que te fue dejado en este valle de lgrimas. Porque la caridad de Cristo nunca se
disminuye, y la grandeza de su misericordia nunca mengua.
7. Por eso te debes preparar siempre con nueva devocin del alma, y pensar con atenta
consideracin esta gran misterio de salud. As te debe parecer tan grande, tan nuevo y
agradable cuando celebras u oyes Misa, como si fuese el mismo da en que Cristo,
descendiendo en el vientre de la Virgen se hizo hombre; o aquel en que puesto en la
Cruz padeci y muri por la salud de los hombres.
El Alma:
1. A Ti vengo, Seor, para disfrutar de tu don sagrado, y regocijarme en tu santo
convite, que en tu dulzura preparaste, Dios mo, para el pobre. En Ti est cuanto puedo
y debo desear; T eres mi salud y redencin, mi esperanza y fortaleza, mi honor y mi
gloria. Alegra, pues, hoy el alma de tu siervo, porque a Ti, Jess mo, he levantado mi
espritu. Deseo yo recibirte ahora con devocin y reverencia, deseo hospedarte en mi
casa de manera que merezca como Zaqueo tu bendicin, y ser contado entre los hijos de
Abrahn. Mi alma anhela tu sagrado cuerpo; mi corazn desea ser unido contigo.
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2. Date, Seor, a m, y me basta; porque sin Ti ninguna consolacin satisface. Sin Ti no
puedo existir; y sin tu visitacin no puedo vivir. Por eso me conviene llegarme muchas
veces a Ti, y recibirte para remedio de mi salud, porque no me desmaye en el camino, si
fuere privado de este manjar celestial. Pues T, benignsimo Jess, predicando a los
pueblos y curando diversas enfermedades, dijiste: No quiero consentir que se vayan
ayunos a su casa, porque no desmayen en el camino. Haz, pues, ahora conmigo de esta
suerte; pues te quedaste en el Sacramento para consolacin de los fieles. T eres suave
alimento del alma, y quien te comiere dignamente ser participante y heredero de la
gloria eterna. Yo que tantas veces caigo y peco, tan presto me entibio y desmayo,
necesito verdaderamente renovarme, purificarme y alentarme por la frecuencia de
oraciones y confesiones, y de la sagrada participacin de tu cuerpo; no sea que
abstenindome de comulgar por mucho tiempo, decaiga de mi santo propsito.
3. Porque las inclinaciones del hombre son hacia lo malo desde su juventud; y si no le
socorre la medicina celestial, al punto va del mal en pero. As es que la santa Comunin
retrae de lo malo, y conforta en lo bueno. Y si ahora que comulgo o celebro soy tan
negligente y tibio, qu sucedera si no tomase tal medicina y si no buscase auxilio tan
grande? Y aunque no est preparado cada da, ni bien dispuesto para celebrar, procurar,
sin embargo, recibir los divinos misterios en los tiempos convenientes, para hacerme
participante de tanta gracia. Porque el principal consuelo del alma fiel, mientras
peregrina unida a este cuerpo mortal, es acordarse frecuentemente de su Dios, y recibir a
su amado con devoto corazn.
Captulo IV: De los muchos bienes que se conceden a los que devotamente comulgan.
El Alma:
1. Seor Dios mo, preven a tu siervo con las bendiciones de tu dulzura, para que
merezca llegar digna y devotamente a tu sublime Sacramento. Mueve mi corazn hacia
Ti, y scame de este grave entorpecimiento; vistame con tu gracia saludable para que
pueda gustar en espritu de suavidad, cuya abundancia se halla en este Sacramento como
en su fuente. Alumbra tambin mis ojos para que pueda mirar tan alto misterio; y
esfurzame para creerlo con firmsima fe. Porque obra tuya es, y no poder humano;
sagrada institucin tuya, y no invencin de hombres. Ninguno ciertamente es capaz por
s mismo de entender cosas tan altas, que aun a la sutileza anglica exceden. Pues yo,
pecador indigno, tierra y ceniza, qu podr escudriar y entender de tan alto secreto?
100
2. Seor, con sencillez de corazn, con fe firme y sincera, y por mandato tuyo, me
acerco a Ti con reverencia y confianza; y creo verdaderamente que ests aqu presente
en el Sacramento como Dios y como hombre. Pues quieres, Seor, que yo te reciba, y
que me una contigo en caridad. Por eso suplico a tu clemencia, y pido la gracia especial
de que todo me deshaga en Ti, y rebose de amor, y que no cuide ya de ninguna otra
consolacin. Porque este altsimo y dignsimo Sacramento es la salud del alma y del
cuerpo, medicina de toda enfermedad espiritual, con la cual se curan mis vicios,
refrnanse mis pasiones, las tentaciones se vencen o disminuyen, dase mayor gracia, la
virtud comenzada crece, confirmase la fe, esfurzase la esperanza, y se enciende y dilata
la caridad.
3. Porque muchos bienes has dado y das siempre en este Sacramento a tus amados, que
devotamente comulgan, Dios mo, husped de mi alma, reparador de la enfermedad
humana, y dador de toda consolacin interior. T les infundes mucho consuelo contra
diversas tribulaciones, y de lo profundo de su propio desprecio los levantas a esperar tu
proteccin, y con una nueva gracia los recreas y alumbras interiormente, y as los que
antes de la Comunin estaban inquietos y sin devocin, despus, recreados con este
sustento celestial, se hallan muy mejorados. Y esto lo haces de gracia con tus escogidos,
para que conozcan verdaderamente, y experimenten a las claras cunta flaqueza tienen
en s mismos, y cun grande bondad y gracia alcanzan de tu clemencia. Porque siendo
por s mismos fros, duros e indevotos, de Ti reciben el estar fervorosos, devotos y
alegres. Pues quin llegando humildemente a la fuente de la suavidad, no vuelve con
algo de dulzura? O quin est cerca de algn gran fuego, que no reciba algn calor? T
eres fuente llena, que siempre mana y rebosa; fuego que de continuo arde y nunca se
apaga.
5. Yo, pues, trabajo con sudor de mi rostro, soy atormentado con dolor de mi corazn,
estoy cargado de pecados, combatido de tentaciones, envuelto y oprimido de muchas
pasiones, y no hay quien me valga, no hay quien me libre y salve, sino T, Seor Dios,
Salvador mo, a quien me encomiendo y todas mis cosas, para que me guardes y lleves a
la vida eterna. Recbeme para honra y gloria de tu nombre; pues me dispusiste tu cuerpo
y sangre en manjar y bebida. Concdeme, Seor Dios, Salvador mo, que crezca el
afecto de mi devocin con la frecuencia de este soberano misterio.
Jesucristo:
101
1. Aunque tuvieses la pureza de los ngeles, y la santidad de San Juan Bautista, no
seras digno de recibir ni manejar este Sacramento. Porque no cabe en merecimiento
humano que el hombre consagre y tenga en sus manos el Sacramento de Cristo y coma
el pan de los ngeles. Grande es este misterio, y grande es la dignidad de los sacerdotes,
a los cuales es dado lo que no es concedido a los ngeles. Pues slo los sacerdotes
ordenados en la Iglesia tienen poder de celebrar y consagrar el cuerpo de Jesucristo. El
sacerdote es ministro de Dios, cuyas palabras usa por su mandamiento y ordenacin;
mas Dios es all el principal autor y obrador invisible, a cuya voluntad todo est sujeto,
y a cuyo mandamiento todo obedece.
2. As, pues, debes creer a Dios todopoderoso en este sublime Sacramento ms que a tus
propios sentidos y a las seales visibles. Y por eso debe el hombre llegar a este misterio
con temor y reverencia. Reflexiona sobre ti mismo, y mira qu tal es el ministerio que te
ha sido encomendado por la imposicin de las manos del obispo. Has sido hecho
sacerdote y ordenado para celebrar; cuida, pues, de ofrecer a Dios este sacrificio con fe
y devocin en el tiempo conveniente, y de mostrarte irreprensible. No has aliviado tu
carga; antes bien ests atado con ms estrecho vnculo, y obligado a mayor perfeccin
de santidad. El sacerdote debe estar adornado de todas las virtudes, y ha de dar a los
otros ejemplo de buena vida. Su porte no ha de ser como el de los hombres comunes;
sino como el de los ngeles en el cielo, o el de los varones perfectos en la tierra.
3. El sacerdote vestido de las vestiduras sagradas, tiene el lugar de Cristo para rogar
devota y humildemente a Dios por s y por todo el pueblo. El tiene la seal de la cruz de
Cristo delante de s, y en las espaldas, para que continuamente tenga memoria de su
sacratsima pasin. Delante de s en la casulla, trae la cruz, para que mire con diligencia
las pisadas de Cristo, y estudie en seguirle con fervor. En las espaldas est tambin
sealado de la cruz, para que sufra con paciencia por Dios cualquiera injuria que otro le
hiciere. La cruz lleva delante, para que llore sus pecados, y detrs la lleva para llorar por
compasin los ajenos, y para que sepa que es medianero entre Dios y el pecador, y no
cese de orar ni ofrecer el santo sacrificio hasta que merezca alcanzar la gracia y
misericordia divina. Cuando el sacerdote celebra, honra a Dios, alegra a los ngeles, y
edifica a la Iglesia, ayuda los vivos, da descanso a los difuntos, y hcese participante de
todos los bienes.
El Alma:
1. Seor, cuando pienso en tu dignidad y mi vileza, tengo gran temblor y me hallo
confuso. Porque si no me llego a Ti, huyo de la vida; y si indignamente me atrevo,
incurro en tu ofensa. Pues qu har, Dios mo, ayudador mo, consejero mo, en las
necesidades?
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Captulo VII: Del examen de la propia conciencia y del propsito de la enmienda.
Jesucristo:
1. Sobre todas las cosas es necesario que el sacerdote de Dios llegue a celebrar, manejar
y recibir este Sacramento con grandsima humildad de corazn y con devota reverencia,
con entera fe y con piadosa intencin de la honra de Dios. Examina diligentemente tu
conciencia, y segn tus fuerzas lmpiala adrnala con verdadero dolor y humilde
confesin, de manera que no tengas o sepas cosa grave que te remuerda y te impida
llegar libremente al Sacramento. Ten aborrecimiento de todos tus pecados en general, y
por las faltas diarias dulete y gime ms particularmente. Y si el tiempo lo permite,
confiesa a Dios todas las miserias de tus pasiones en lo secreto de tu corazn.
2. Llora y dulete de que an eres tan carnal y mundano, tan poco mortificado en las
pasiones, tan lleno de movimientos de concupiscencia; Tan poco diligente en la guarda
de los sentidos exteriores, tan envuelto muchas veces en vanas imaginaciones; Tan
inclinado a las cosas exteriores, tan negligente en las interiores; Tan fcil a la risa y a la
disipacin, tan duro para las lgrimas y la compuncin; Tan dispuesto a la relajacin y
regalos de la carne, tan perezoso al rigor y al fervor; Tan curioso para or novedades y
ver cosas hermosas; tan remiso en abrazar las humildes y despreciadas; Tan codicioso
de poner mucho; tan encogido en dar; tan avariento en retener; Tan inconsiderado en
hablar, tan poco detenido en callar; tan descompuesto en las costumbres, tan indiscreto
en las obras; Tan desordenado en el comer, tan sordo a las palabras de Dios. Tan presto
para holgarte, tan tardo para trabajar; Tan despierto para or hablillas y cuentos, y tan
sooliento para velar en oracin; Tan impaciente por llegar al fin, y tan vago en la
atencin; Tan negligente en el rezo, tan tibio en la Misa, tan indevoto en la Comunin;
Tan a menudo distrado, tan raras veces enteramente recogido; Tan prontamente
conmovido a la ira, tan fcil para disgustar a los dems; Tan propenso a juzgar, tan
riguroso en reprender; Tan alegre en la prosperidad, tan abatido en la adversidad; Tan
fecundo en los buenos propsitos, y tan estril en ponerlos por obra.
3. Despus de haber confesado y llorado estos y otros defectos con dolor y gran
disgusto de tu propia fragilidad, propn firmemente de enmendar siempre tu vida, y
mejorarla de all adelante. En seguida, abandonndote a M con absoluta y entera
voluntad, ofrcete a ti mismo para gloria de mi nombre en el altar de tu corazn, como
sacrificio perpetuo, encomendndome a M con entera fe el cuidado de tu cuerpo y de tu
alma. Para que de esta manera merezcas llegar dignamente a ofrecer el santo sacrificio,
y recibir saludablemente el Sacramento de mi cuerpo.
4. Pues no hay ofrenda ms digna, ni mayor satisfaccin para borrar los pecados, que
ofrecerse a s mismo pura y enteramente a Dios, con el sacrificio del cuerpo de Cristo en
la Misa y Comunin. Si el hombre hiciere lo que est de su parte, y se arrepintiere
verdaderamente, cuantas veces acudiere a M por perdn y gracia: Vivo yo, dice el
Seor, que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva; porque no me
acordar ms de sus pecados, sino que todos les sern perdonados.
Jesucristo:
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1. As como yo me ofrec voluntariamente por tus pecados a Dios Padre con las manos
extendidas en la cruz, y todo el cuerpo desnudo, de modo que nada me qued que no
pasase en sacrificio para reconciliarte con Dios: As debes t tambin ofrecrteme cada
da en la Misa en ofrenda pura y santa, cuanto ms entraablemente puedas, con toda la
voluntad, y con todas tus fuerzas y deseos. Qu otra cosa quiero de ti ms que el que te
entregues a M sin reserva? Cualquier cosa que me des sin ti, no gusto de ella; porque
no quiero tu don, sino a ti mismo.
Captulo IX: Que debemos ofrecernos a Dios con todas nuestras cosas y rogarle por
todos.
EL ALMA:
1. Seor, tuyo es todo lo que est en el cielo y en la tierra. Yo deseo ofrecrteme de mi
voluntad y quedar tuyo para siempre. Seor, con sencillez de corazn me ofrezco hoy a
Ti por siervo perpetuo, en obsequio y sacrificio de eterna alabanza. Recbeme con este
santo sacrificio de tu precioso Cuerpo que te ofrezco hoy en presencia de los ngeles
que estn asistiendo invisiblemente, para que los recibas por mi salud y la de todo el
pueblo.
3. Que puedo yo hacer por mis pecados, sino confesarlos humildemente, llorando e
implorando tu misericordia sin cesar? Yo imploro, pues, en tu divino acatamiento;
yeme propicio, Dios mo. Aborrezco mucho todos mis pecados, y no quiero yo
cometerlos jams; antes, arrepentido y pesaroso de ellos mientras vivir, estoy dispuesto
para hacer penitencia, y satisfacer segn mis fuerzas. Perdona, oh Dios, perdona mis
pecados por tu santo nombre! Salva mi alma que redimiste con tu preciosa sangre.
Vesme aqu que me encomiendo a tu misericordia, me entrego en tus manos. Haz
conmigo segn tu bondad, y no segn mi malicia e iniquidad.
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4. Tambin te ofrezco, Seor todos mis bienes, aunque muy pocos e imperfectos, para
que t los enmiendes y santifiques, para que los hagas agradables y aceptos a Ti, y
siempre los mejores; y a m, hombrezuelo intil y perezoso, me lleves a un santo y
bienaventurado fin.
5. Tambin te ofrezco todos los santos deseos de los devotos, y las necesidades de mis
parientes, amigos, hermanos y de todos los conocidos, y de cuantos me han hecho bien
a m y a otros por tu amor; Y de todos los que desearon y pidieron que yo orase, o dijese
Misa por ellos, y por todos los suyos vivos y difuntos; Para que todos sientan el fervor
de tu gracia, el auxilio de tu consolacin, la proteccin en los peligros y en el alivio en
los trabajos; para que, libres de todos los males, te den muy alegres y cordialsimas
gracias.
JESUCRISTO:
1. Muy a menudo debes acudir a la fuente de la gracia y de la misericordia divina; a la
fuente de la bondad y de toda pureza, para que puedas sanar de tus pasiones y vicios, y
merezcas hacerte ms fuerte y ms despierto contra todas las tentaciones y engaos del
demonio. El enemigo, sabiendo el grandsimo fruto y remedio que hay en la sagrada
Comunin, trabaja cuanto puede sin perder medio y ocasin por retraer y estorbar a los
fieles y devotos.
2. As sucede con algunos que, cuando piensan en prepararse para la sagrada Comunin,
entonces padecen peores tentaciones de Satans que antes. Este espritu maligno se mete
entre los hijos de Dios, como se dice en el libro de Job, para turbarlos con su
acostumbrada malicia, o para hacerlos excesivamente tmidos y perplejos; y de este
modo entibiar su devocin, o quitarles la fe con las impugnaciones que les sugiere, por
si acaso consigue as que dejen del todo la comunin, o se lleguen a ella con tibieza.
Mas no debemos cuidar de sus astucias y tentaciones por ms torpes y espantosas que
sean, sino rechazar contra el mismo los fantasmas abominables que nos representa.
Despreciarse debe este desdichado y burlarse de l; y no dejar la sagrada Comunin por
todos sus acometimientos, y por las turbaciones que levantar.
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luego a confesar, y perdona de buena gana todas las ofensas que te han hecho. Y si t
has ofendido a alguno, pide perdn con humildad, y Dios te perdonar tambin de
buena voluntad.
5. Oh, cun poca caridad y flaca devocin tienen los que tan fcilmente dejan la
sagrada Comunin! Cun bienaventurado es, y cun agradable a Dios el que vive tan
bien y guarda su conciencia con tanta pureza, que este dispuesto a comulgar cada da, y
muy deseoso de hacerlo as, si le conviene y no fuese notado! El que se abstiene algunas
veces por humildad o por alguna legtima,es de alabar por su respeto. Ms si poco a
poco le entrar la tibieza, debe despertarse a s mismo, y hacer lo que este de su parte, y
el Seor ayudara su deseo, por la buena voluntad, que es a la que especialmente atiende.
Captulo XI: El cuerpo de Cristo y la sagrada escritura son muy necesarios al alma fiel.
EL ALMA:
1. Oh dulcsimo Seor Jess! Cuanta es la dulzura del alma devota, que se regala
contigo en el banquete, donde se le presenta otro manjar que a su nico amado,
apetecible sobre todos deseos de su corazn! Seria ciertamente muy dulce para m
derramar en tu presencia copia de lgrimas afectuosas, y regar con ellas tus pies como la
piadosa Magdalena. Mas dnde est ahora esta devocin? dnde el copioso
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derramamiento de lgrimas devotas? Por cierto en tu presencia, y en la de tus santos
ngeles, todo mi corazn debiera encenderse y llorar de gozo. Porque en el Sacramento
te tengo verdaderamente presente, aunque encubierto bajo otra especie.
4. Pues conozco que tengo grandsima necesidad de dos cosas, sin las cuales no podra
soportar esta vida miserable. Detenido en la crcel de este cuerpo, confieso serme
necesarias dos cosas que son, mantenimiento y luz. Dsteme, pues, como a enfermo tu
sagrado Cuerpo para alimento del cuerpo, y adems me comunicaste tu divina palabra
para que sirviese de luz a mis pasos. Sin estas dos cosas yo no podra vivir bien; porque
la palabra de Dios es la luz de mi alma, y tu Sacramento el pan que le da la vida. Estas
se pueden llamar dos mesas colocadas a uno y a otro lado en el tesoro de la Santa
Iglesia. Una es la mesa del sagrado altar, donde est el pan santificado, esto es, el
precioso cuerpo de Cristo. Otra es la de la ley divina, que contiene la doctrina sagrada,
ensea la verdadera fe, y nos conduce con seguridad hasta lo mas interior del velo
donde esta el Santo de los Santos. Gracias te doy, Jess mo, esplendor de la luz eterna,
por la mesa de la santa doctrina que nos diste por tus siervos los profetas, los apstoles
y los otros doctores.
5. Gracias te doy, Criador y Redentor de los hombres, de que, para manifestar a todo el
mundo tu caridad, dispusiste una gran cena, en la cual diste a comer, no el cordero
figurativo, sino tu santsimo Cuerpo y Sangre, alegrando a todos los fieles, y
embriagndolos con el cliz saludable en esta sagrado banquete, donde estn todas las
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delicias del paraso, y donde los santos ngeles comen con nosotros, aunque gustan una
suavidad ms feliz.
6. Oh, cun grande y honorfico es el oficio de los sacerdotes, a los cuales es concedido
consagrar al Seor de la majestad con las palabras sagradas, bendecirlo con sus labios,
tenerlo en sus manos, recibirlo en su propia boca, y distribuirle a los dems! Oh, cun
limpias deben estar aquellas manos, cun pura la boca, cun santo el cuerpo, cun
inmaculado el corazn del sacerdote, donde tantas veces entra el Autor de la pureza! De
la boca del sacerdote no debe salir palabra que no sea santa, que no sea honesta y til,
pues tan continuamente recibe el santsimo Sacramento.
7. Deben ser simples y castos los ojos acostumbrados a mirar el cuerpo de Cristo, puras
y levantadas al cielo las manos que tocan al Criador del cielo y de la tierra. A los
sacerdotes especialmente se dice en la ley: SED SANTOS, PORQUE YO, VUESTRO
DIOS Y SEOR, SOY SANTO.
Captulo XII: Debe disponerse con gran diligencia el que ha de recibir a Cristo.
JESUCRISTO:
1 Yo soy amante de la pureza, y dador de toda santidad. Yo busco un corazn puro, y
all es el lugar, de mi descanso. Preprame una sala grande y adornada, y celebrar
contigo la pascua con mis discpulos. Si quieres que venga a ti y me quede contigo,
arroja de ti la levadura vieja, y limpia la morada de tu corazn. Desecha de ti todo el
mundo, y todo el ruido de los vicios; sintate como pjaro solitario en el tejado, y piensa
en tus excesos con amargura de tu alma. Pues cualquier persona que ama, dispone a su
amado el mejor y ms aliado lugar: porque en esto se conoce el amor del que hospeda
al amado.
2. Pero sbete que no puedes alcanzar esta preparacin con el mrito de tus obras,
aunque te preparases un ao entero y no pensases en otra cosa. Mas por sola mi piedad y
gracia se te permite llegar a mi mesa; como si un rico convidase e hiciese comer con el a
un pobre mendigo que no tuviese otra cosa para pagar este beneficio sino humildad y
agradecimiento. Haz lo que este de tu parte, y hazlo con mucha diligencia, no por
costumbre, sino por necesidad; sino con temor, no por costumbre, ni por necesidad; sino
con temor, reverencia y amor recibe el cuerpo de Jesucristo, tu amado Dios y Seor que
se digna venir a ti. Yo soy el que te llame y mande que vinieses, yo suplir lo que te
falta; ven y recbeme.
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santificarme a M; sino que yo vengo a santificarte y mejorarte. T vienes para que seas
por M santificado y unido conmigo, para que recibas nueva gracia, y te enfervorices de
nuevo para la enmienda. No desprecies esta gracia, mas bien prepara con toda diligencia
tu corazn, y recibe dentro de ti a tu amado.
4. Pero conviene que no solo procures la devocin antes de comulgar, sino que tambin
la conserves con cuidado despus de recibido el Sacramento. Ni es menos necesario
despus el recogimiento y vigilancia, que lo es antes la devota preparacin; porque el
cuidado que despus se tiene, es la mejor disposicin para recibir nuevamente mayor
gracia. Y al contrario, se indispone para ella el que luego se entrega con exceso a las
complacencias exteriores. Gurdate de hablar mucho, recgete a algn lugar secreto, y
goza de tu Dios; pues tienes al que no te puede quitar todo el mundo. Yo soy a quien te
debes entregar sin reserva, de manera que ya no vivas en ti, sino en M sin cuidado
alguno.
Captulo XIII: Cmo el alma devota debe desear con todo su corazn unirse a Cristo en
el Sacramento.
EL ALMA:
1. Quien me dar, Seor, que te halle solo para abrirte todo mi corazn, y gozarte como
mi alma desea, y que ya ninguno me desprecie, ni criatura alguna me mueva u ocupe mi
atencin; sino que T solo me hables, y yo a Ti, como se hablan dos que mutuamente se
aman, o como se regocijan dos amigos entre s? Lo que pido, lo que deseo, es unirme a
Ti enteramente, desviar mi corazn de todas las cosas criadas, y aprender a gustar las
celestiales y eternas por medio de la sagrada Comunin y frecuente celebracin. Ay
Dios mo,! Cuando estar absorto y enteramente unido a Ti, del todo olvidado de m?
Cundo me conceders estar T en m, y yo en Ti; y permanecer as unidos
eternamente?
2. En verdad T eres mi amado escogido entre millares, con quien mi alma desea estar
todos los das de su vida. T eres verdaderamente el autor de mi paz; en Ti esta la suma
tranquilidad y el verdadero descanso; fuera de Ti todo es trabajo, dolor y miseria
infinita. Verdaderamente eres T el Dios escondido que no comunicas a los malos, sino
que tu conversacin es con los humildes y sencillos. Oh Seor, cun suave es tu
espritu, pues para manifestar tu dulzura para con tus hijos, te dignaste mantenerlos con
el pan suavsimo bajando del cielo! Verdaderamente no hay otra nacin tan grande, que
tenga dioses que tanto se le acerquen, como T, Dios nuestro, te acercas a todos tus
fieles, a quienes te das para que te coman y disfruten, y as perciban un continuo
consuelo, y levanten su corazn a los cielos.
3. Porque dnde hay gente alguna tan ilustre como el pueblo cristiano? O que criatura
hay debajo del cielo tan amada, como el alma devota, a quien se comunica Dios para
apacentarla con su gloriosa carne ? Oh inefable gracia ! Oh maravillosa dignacin !
Oh amor sin medida, singularmente reservado para el hombre! Pues qu dar yo al
Seor por esta gracia, por esta caridad tan grande ? No hay cosa ms agradable que yo
le pueda dar, que mi corazn todo entero, para que este unido con el ntimamente.
Entonces se alegrarn todas mis entraas, cuando mi alma estuviere perfectamente
unida a Dios. Entonces me dir. SI T quieres estar conmigo, yo quiero estar contigo. Y
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yo le responder: Dgnate, Seor, quedarte conmigo, pues yo quiero de buena gana estar
contigo. Este es todo mi deseo: que mi corazn este contigo unido.
Captulo XIV: Del ansia con que algunos devotos desean el cuerpo de Cristo.
EL ALMA:
1. Oh Seor, cun grande es la abundancia de tu dulzura, que reservaste para los que te
temen! Cuando me acuerdo, Seor, de algunos devotos que se llegan a tu Sacramento
con dignsima devocin y afecto, me confundo muchas veces, y me avergenzo de m
mismo al ver que llego tan tibio y tan fro a tu altar, y a la mesa de la sagrada comunin.
Que me quedo tan seco, y sin dulzura de corazn; que no estoy todo encendido delante
de Ti, Dios mo, ni tan vehementemente atrado y posedo de amor, como otros muchos
devotos, que por el gran deseo de comulgar, y por el amor sensible de su corazn, no
pudieron detener las lgrimas. Sino que con la boca del corazn y del cuerpo anhelaban
afectuosamente a Ti, Dios mo, fuente viva, no pudiendo templar ni hartar su hambre de
otro modo, sino recibiendo tu cuerpo con indecible regocijo y ansia espiritual.
JESUCRISTO:
1. Debes buscar con diligencia la gracia de la devocin, pedirla con instancia, esperarla
con paciencia y confianza, recibirla con gratitud, guardarla con humildad, obrar
solcitamente con ella, y dejar a Dios el tiempo y el modo en que se digne visitarte. Te
debes humillar en especial cuando sientes interiormente poca o ninguna devocin; mas
no te abatas demasiado, ni te entristezcas desordenadamente. Dios da muchas veces en
un instante lo que neg largo tiempo. Tambin da algunas veces al fin de la oracin lo
que dilat desde el principio.
2. Si siempre se nos diese la gracia sin dilacin, y a medida de nuestro deseo no podra
abrazarla bien el hombre flaco. Por eso la debes esperar con segura confianza y humilde
paciencia; y cuando no te es concedida, o te fuere quitada secretamente, echa la culpa a
ti mismo y a tus pecados. Algunas veces es bien pequea cosa la que impide y esconde
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la gracia, si es que debe llamar poco y no mucho lo que tanto bien estorba. Mas si
aquello poco o mucho apartares, y perfectamente vencieres, tendrs lo que suplicaste.
3. Porque luego que te entregares a Dios de todo tu corazn, y no buscares cosa alguna
por tu propio gusto, sino que del todo te pusieres en sus manos, te hallars recogido y
sosegado; porque nada te agrada. Cualquiera, pues, que levantarse su intencin a Dios
con sencillo corazn, y se despojare de todo amor u odio desordenado de cualquier cosa
criada, estar muy bien dispuesto para recibir la divina gracia, y se har digno del don
de la devocin. Porque el Seor echa su bendicin, donde halla los vasos vacos. Y
cuanto ms perfectamente renunciare alguno las cosas bajas, y estuviere muerto a s
mismo por su propio desprecio, tanto ms presto viene la gracia, ms copiosamente
entra, y ms alto levanta el corazn ya libre.
EL ALMA:
1. Oh dulcsimo y amantsimo Seor, a quien deseo recibir ahora devotamente! T
conoces mi flaqueza y la necesidad que padezco, en cuantos males y vicios estoy
abismado, cuntas veces me veo agobiado, tentado, turbado y amancillado. A Ti vengo
por remedio, a Ti acudo por consuelo y alivio. Hablo a quien todo lo sabe, a quien son
manifiestos todos los secretos de mi corazn, y a quien solo me puede consolar y ayudar
perfectamente. T sabes los bienes que ms falta me hacen, y cun pobre soy en
virtudes.
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Captulo XVII: Del amor fervoroso y vehemente deseo de recibir a Cristo
EL ALMA:
1. Con suma devocin y abrasado amor, con todo el afecto y fervor del corazn, deseo,
Seor, recibirte en la comunin, como lo desearon muchos Santos y personas devotas
que te agradaron mucho con la santidad de su vida, y tuvieron devocin ardentsima.
Oh Dios mo, amor eterno, todo mi bien, felicidad interminable! Deseo recibirte con el
deseo ms vehemente y con la reverencia ms digna, cual jams tuvo ni pudo sentir
ninguno de los Santos.
4. Recibe, Seor, Dios mo, mis deseos y ansias de darte infinita alabanza y bendicin
inmensa, los cuales te son justsimamente debidos, segn la multitud de tu inefable
grandeza. Esto te ofrezco ahora, y deseo ofrecerte cada da y cada momento; y convido
y ruego con instancia y afecto; a todos los espritus celestiales, y a todos tus fieles, que
te alaben y te den gracias juntamente conmigo.
5. Albente todos los pueblos, todas las tribus y lenguas, y engrandezcan tu santo y
dulcsimo nombre consumo regocijo e inflamada devocin. Merezcan hallar tu gracia y
misericordia todos los que con reverencia y devocin celebran tu altsimo Sacramento, y
con entera fe lo reciben; y ruegan a Dios humildemente por, mi, pecador. Y cuando
hubieren gozado de la devocin y unin deseada, y se partieren de la mesa celestial muy
consolados y maravillosamente recreados, tengan por bien acordarse de este pobre.
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Captulo XVIII: Que el hombre no debe ser curioso en examinar este Sacramento, sino
humilde imitador de Cristo, sometiendo su parecer a la sagrada fe.
JESUCRISTO:
1. Gurdate de escudriar intil y curiosamente este profundsimo Sacramento, sino te
quieres ver anegado en un abismo de dudas. El que es escrudriador de la majestad, ser
abrumado de su gloria. Ms puede obrar Dios, que lo que el hombre puede entender.
Pero no se prohbe el devoto y humilde deseo de alcanzar la verdad a aquellos que
siempre estn prontos a ser enseados, y caminar segn las santas doctrinas de los
Santos Padres.
2. Bienaventurada la sencillez que dejando los speros caminos de las cuestiones, va por
la senda llana y segura de los mandamientos de Dios. Muchos perdieron la devocin,
queriendo escudriar las cosas sublimes. Fe se te pide y vida sencilla, no elevacin de
entendimiento ni profundidad de los misterios de Dios. Si no entiendes y comprendes
las cosas ms triviales, cmo entenders las que estn sobre la esfera de tu alcance?
Sujtate a Dios, y humilla tu juicio a la fe, y se te dar la luz de la ciencia, segn tu
fuere til y necesaria.
4. Acrcate, pues, con una fe firme y sencilla, y llgate al Sacramento con suma
reverencia; y todo lo que no puedes entender, encomindalo con seguridad al Dios
todopoderoso. Dios no te engaa; el que engaa es el que se cree a s mismo
demasiadamente. Dios anda con los sencillos, se descubre a los humildes, y da
entendimiento a los pequeos, alumbra a las almas puras, y esconde su gracia a los
curiosos y soberbios. La razn humana es flaca, y puede engaarse; mas la fe verdadera
no puede ser engaada.
FIN
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