Palerm. Antropología y Marxismo (Libro)
Palerm. Antropología y Marxismo (Libro)
Palerm. Antropología y Marxismo (Libro)
ngel Palerm
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ANTROPOLOGA Y MARXISMO
C LSICOS
C ONTEMPORNEOS
EN
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A NTROPOLOGA
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NGEL PALERM (1917-1980) naci en Ibiza, Espaa. Particip en la Guerra Civil y en 1939 se embarc a Mxico con
otros republicanos. Ingres en 1947 a la Escuela Nacional
de Antropologa e Historia, donde conoci el rigor de la
investigacin de campo bajo la direccin de Isabel Kelly
y los enfoques tericos de maestros como Pablo Martnez
del Ro, Paul Kirchhoff y Pedro Armillas. En 1953 se gradu con un estudio sobre las bases agrcolas de la civilizacin mesoamericana, destacando la importancia de las
obras hidrulicas en su desarrollo. De 1953 a 1966 trabaj en la Unin Panamericana, en Washington D. C., donde
edit la Revista Interamericana de Ciencias Sociales y sostuvo
estrecha comunicacin con destacados antroplogos como
Steward, Wolf, Mintz, Wittfogel, Diamond y Adams. Reflexion sobre los mtodos de la enseanza de la etnologa,
cuyos lineamientos enunci en los volmenes de su Historia
de la etnologa (1974, 1976 y 1977) dedicados a precursores,
evolucionistas y britnicos. Promovi la lectura directa de
los clsicos de la antropologa, como base de la formacin
terica de sus estudiantes. Otras publicaciones suyas son:
Observaciones sobre la planificacin regional (1962), Introduccin a
la teora etnolgica (1967), Agricultura y civilizacin en Mesoamrica (1972) y Obras hidrulicas prehispnicas en el sistema lacustre
del valle de Mxico (1973). Impuls el desarrollo de varios
programas para la enseanza e investigacin en antropologa en la UIA, la UAM y el CIESAS, y quiso ser recordado por
esta diversificacin institucional. Inculc a sus discpulos la
importancia del trabajo de campo y de la teora social en
la formacin antropolgica, e insisti en la publicacin de
resultados de investigacin, y la vinculacin de la praxis y
la problemtica social con la vida acadmica.
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P525A
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Investigacin bibliogrfica:
Mireya Rubio y Roberto Melville
Traduccin de la presentacin
de Eric Wolf: Victoria Novelo
Primera edicin: 1980
Segunda edicin: 1998
Tercera edicin: 2008
Primera edicin en Clsicos y Contemporneos en Antropologa
2008 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropologa Social (CIESAS)
Jurez 222 , Col. Tlalpan, C. P. 14000, Mxico, D. F.
2008 Universidad Autnoma Metropolitana
Prol. Canal de Miramontes 3855, Col. Ex hacienda de San Juan de Dios,
14387, Mxico, D. F.
2008 Universidad Iberoamericana, A. C.
Prol. Paseo de la Reforma 880, Col. Lomas de Santa Fe, 01210, Mxico, D. F.
ISBN 978-968-496-639-0
Impreso y hecho en Mxico
www.ciesas.edu.mx/clasicos
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cos, ser necesario que la descripcin detallada de una sociedad se conduzca con alguna orientacin terica, mediante la
formulacin de hiptesis que guen la recoleccin de datos y
organicen la interpretacin de las caractersticas generales del
fenmeno estudiado en tal o cual sociedad particular.
Por tales razones, una adecuada formacin acadmica de los
antroplogos depender del acceso a una bibliografa extensa.
Los hallazgos y avances del conocimiento antropolgico se
encuentran dispersos en diversos gneros literarios propios
de la disciplina. Hay miles de trabajos monogrficos que registran la labor de recopilacin de datos empricos acerca de
distintas sociedades dispersas en los cinco continentes. Existen trabajos de corte ms comparativo, mientras que otros
tienen un propsito ms terico. Sin embargo, las grandes
sntesis del conocimiento en una regin o rea cultural son
ms escasas, y hay relativamente pocos trabajos que tengan
una perspectiva mundial. La composicin de la literatura antropolgica es pues un indicador de su desarrollo, de su capacidad para formular generalizaciones a partir de estudios
especficos y de su comparacin espacial y temporal.
A partir de estas reflexiones, compartidas por un grupo
de instituciones mexicanas comprometidas con la investigacin y la docencia en antropologa, surgi un proyecto que
tiene como propsito ofrecer a investigadores y estudiantes,
y en general al pblico de habla hispana, obras clave para el
desarrollo del conocimiento sobre las sociedades y culturas
humanas. Fue as que se concibi la coleccin Clsicos y Contemporneos en Antropologa.
Existe una gran cantidad de obras relevantes para el desarrollo de diversas lneas de investigacin en antropologa que nunca fueron traducidas al espaol. Otras ms, que s lo fueron,
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dejaron de ser reimpresos o reeditados, y ahora ya no se encuentran en el mercado. Las bibliotecas institucionales de reciente creacin no cuentan con todos los libros clsicos de
la disciplina y difcilmente los podran adquirir.
La seleccin de esta literatura, que podra caracterizarse
como clsica, constituye un asunto controvertido y susceptible de interminables discusiones. Este proyecto editorial con
amplia gama de opciones acadmicas para la publicacin de
clsicos, deber sortear los lmites inescapables del financiamiento e intentar satisfacer las preferencias de los lectores.
Incluir tambin textos contemporneos que muy probablemente adquirirn con el tiempo el reconocimiento acadmico correspondiente. Los criterios de seleccin debern irse
afinando a lo largo del desarrollo del proyecto, a partir tanto
del contexto temporal y regional, como de las necesidades
culturales ms explcitas.
En los grandes polos del pensamiento antropolgico, ubicados principalmente en Gran Bretaa, Estados Unidos y
Francia, la antropologa se ha construido en mltiples direcciones. En sus bibliotecas se encuentra una gran abundancia de libros y trabajos de investigacin sobre casi todas las
culturas del mundo, lo que incluye una vigorosa produccin
terica. Muchas casas editoras recogen y difunden la produccin de universidades e institutos de investigacin. Por lo que
toca a los pases que podramos calificar como perifricos,
es posible distinguir a aquellos en los que se ha desarrollado
un mayor inters por el desarrollo de la antropologa. En el
mundo iberoamericano, pases como Argentina, Brasil, Colombia, Espaa, Guatemala, Mxico y Per pueden considerarse entre los que se han caracterizado por tener una mayor
densidad antropolgica. En ellos se fomenta la antropologa
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apropiacin. De acuerdo con esas obligaciones en la produccin, en una sociedad se podan transferir los recursos producidos por una clase a otra. Marx llam relaciones de produccin a estas conformaciones clave que movilizan la fuerza
de trabajo de la sociedad y la distribucin de sus productos.
En las Formen se apunta cmo las diferencias en las relaciones
de produccin resultaban en diferentes formas de distribuir la
fuerza de trabajo social; y tambin sugieren cmo estas formas
diferentes se representan en el pensamiento de los sistemas sociales creados. Todos estos conceptos se presentan con un alto
nivel de abstraccin para delinear los elementos esenciales que
gobiernan el trabajo en la sociedad. Paul Sweezy ha caracterizado este mtodo de anlisis marxista como un movimiento gradual que va de las abstracciones iniciales hacia un estilo ms
concreto del tipo paso a paso, donde se retiran los supuestos
simplificadores en las etapas sucesivas de la investigacin, de
manera que la teora tome en cuenta y explique una gama cada
vez ms amplia de fenmenos reales (1942: 11).
Contrariamente a las perspectivas que conciben la teora y
la metodologa marxista como monolticas, se desarrollaron
diversas formas que buscaban la comprensin de lo concreto
a partir de las abstracciones iniciales y las sucesivas aproximaciones. Algunos intrpretes intentaron definir fuerzas y
relaciones de produccin en trminos duros y rigurosos
como categoras separadas y distintivas de una ciencia; otros
enfatizaron su carcter interactivo, acumulativo y dialctico
inherente. Los marxistas cientficos, en general, consideraban las categoras y leyes marxistas como universales; otros
se inclinaban a considerarlas como perspectivas, siendo ellos
mismos producto de un cierto momento y de una determinada circunstancia histrica. Algunos vean a los modos de pro-
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estos esfuerzos. Algunas de estas empresas fueron ms etnohistoricistas o historicistas, otras ms estructuralistas. Del lado
marxista, se reconoci que la antropologa poda ser til para
explicar la evidente variabilidad de las trayectorias sociales.
Por el lado de la antropologa, haba la expectativa de que el
anlisis marxista pudiera ofrecer perspectivas ms satisfactorias en el estudio de los sistemas sociales. Ambos enfoques
compartan un inters por la investigacin comparada de las
formaciones socioculturales, en sus similitudes y diferencias,
para descubrir las causas que las condujeron al cambio. Asimismo, les interesaba la relacin del ser humano con el medio ambiente, las igualdades o desigualdades en las relaciones
sociales, as como en las formas de representacin de estas
dimensiones de la realidad que las personas construan mentalmente. Ambos enfoques podan realizar sus comparaciones
en forma sincrnica o tipolgica, pero el inters marxista en
el cambio social y en la transformacin los condujo de igual
manera a yuxtaponer estas formaciones secuencialmente y a
interrogarse sobre las causas de los cambios.
Hoy en da la convergencia de los enfoques marxistas
con la antropologa guarda un significado especial para
los antroplogos, ya que el individualismo neoliberal y el
romanticismo egocntrico exageradamente subjetivo coinciden en negar que sea posible hacer generalizaciones sobre
las estructuras sociales y las culturas. Cuando los llamados
enfoques postmodernos descartan por definicin el uso de
conceptos generales que guen el conocimiento por considerarlos una metanarrativa, se privan del uso de mtodos
adecuados para caracterizar la matriz de relaciones donde
tienen lugar los hechos y narrativas que registran. Esto da
como resultado que sus propios hallazgos permanezcan
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fragmentados y atomizados ya que slo pueden relacionarse con estructuras mayores por decreto. Y aun cuando estn
escritos y presentados en forma admirable, resultan triviales ya
que no puede establecerse relacin alguna con otros temas que
no sean el propio, en sus propios trminos.
El marco que proporciona el concepto de los modos de
produccin no solamente permite las comparaciones entre
diversos modos, sino que tambin hace posible abordar el
asunto de la coexistencia de modos con diferentes caractersticas y su articulacin dentro de una determinada sociedad
y entre sociedades diferentes. Marx no abord este problema
ya que su inters primordial era comprender el modo capitalista. Extrapolando su modelo del capitalismo a partir del caso
insular ingls, que consideraba el ms puro, hizo a un lado
las caractersticas de la produccin campesina y de la circulacin de mercancas que pudiera afectar las operaciones del
modo en otras partes. De ah que no explor a fondo cmo
la presencia abundante de un campesinado poda afectar el
modelo ni valor la forma en que el capitalismo podra coexistir con otros modos en regiones coloniales, neocoloniales
y postcoloniales del mundo.
Palerm sugiere que estas cuestiones salieron a flote por primera vez en los escritos de Rosa de Luxemburgo. Esta autora
estaba equivocada en su premisa sobre la necesidad del capitalismo de expandirse a expensas de formaciones no capitalistas, estructuralmente imposibilitadas para acumular capital,
ampliar el consumo capitalista y aumentar el paquete salarial
de los trabajadores simultneamente (Brewer, 1980; Sweezy,
1942); pero tuvo razn al enfatizar el afn del capitalismo hacia la acumulacin primitiva penetrando las formaciones
no capitalistas con su economa mercantil, su hostilidad hacia
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Yo no soy marxista
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miento de Marx, en un gran sistema congruente en su totalidad, sin contradicciones y de hecho sin progreso. La revelacin ha sustituido al trabajo duro de obligar a la historia y a
la sociedad a demostrar sus verdades, y la interpretacin de
textos ha pretendido tomar el lugar de la investigacin y del
trabajo terico.
Por fortuna ya pasaron los tiempos en que resultaba tan
peligroso callar como hablar sobre el marxismo, ya que la
acusacin de hereja era tan grave en sus consecuencias como
la de creyente o adversario. Pero aquellos tiempos, que por
brevedad llamo del estalinismo y el fascismo, han dejado el
campo marxista como un paisaje en ruinas, inhabitable aun
para los movimientos polticos e ideolgicos que alguna vez
se llamaron marxistas.
Constituye una paradoja ms de la historia y otra manifestacin de su extraa preferencia por tomar caminos inesperados,
que el momento justo de la crisis del marxismo como ideologa y poltica sea tambin aquel en que las ciencias sociales
descubren el valor de las teoras de Marx.
Tengo la conviccin de que el marxismo, repudiado ahora
por el pragmatismo de los partidos polticos y adoptado por
los centros acadmicos, encontrar otra vez el camino de regreso a la poltica entendida como actividad cientfica, o bien
conseguir hacer de las ciencias sociales disciplinas dedicadas
a su verdadera tarea de transformar la sociedad y orientar el
curso de la historia.
Semejantes cambios suponen el fin del marxismo por medio de la realizacin de su sntesis con las ciencias sociales. Saludo el futuro en que para los cientficos sociales ser posible
hablar de Marx como los bilogos lo hacen de Darwin y los
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Universidad Iberoamericana
Mxico
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Antes de discutir lo que el marxismo puede hacer por la antropologa, o por deshacerla, me parece til recordar lo que
la antropologa hizo por el marxismo. Es conveniente, asimismo, indicar algo de lo que la antropologa ha seguido haciendo sin que los marxistas formales hagan uso de ello, ya
sea por desconocimiento o por sectarismo.
Los comentarios que siguen han de servir, entonces, a la
intencin de dar una mejor perspectiva histrica a la discusin
actual y tambin al propsito de situar las relaciones entre la
antropologa y el marxismo en contextos situacionales concretos. Si hay que recurrir a la historia con tanta frecuencia es
porque esta historia no ha sido superada y en sentido estricto
todava forma parte de nuestro presente.
La edicin que hizo Krader hace poco de los sorprendentemente desconocidos Cuadernos etnolgicos de Marx, en cuya
publicacin tuve alguna participacin, ha puesto bajo nueva
luz el proceso formativo de las ideas marxistas sobre las formaciones socioeconmicas llamadas primitivas, aunque yo
preferira denominarlas, creo que ms correctamente, sociedades no occidentales y no capitalistas.
No hay duda ahora de que la lectura crtica de Maine, Phear,
Lubbock, y especialmente de Tylor y Morgan, transform la
concepcin de la evolucin social que Marx haba heredado
y adoptado con escasas modificaciones de Hegel y del evolucionismo del siglo XVIII y principios del XIX.
La lectura ms apresurada de las Formen, tambin inaccesibles hasta hace poco, y la comparacin ms perentoria de sus
materiales con aquellos contenidos en las lecturas que hizo
Marx, demuestran el papel crucial desempeado por las fuentes etnolgicas y etnohistricas en el desarrollo de su teora
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sin la antropologa como lo es sin la economa poltica britnica, la filosofa alemana y el socialismo francs.
La leyenda que afirmaba la ausencia de la antropologa en
la elaboracin terica marxista exista junto a otra que deca
que el marxismo no influy sobre la antropologa en el pasado. Las dos leyendas persisten como creencia vulgar gracias,
ms que a otra razn, a la pereza intelectual y a la falta de curiosidad de los antroplogos por la historia de nuestra propia
disciplina. Ninguno de estos mitos resiste una revisin seria
de los hechos.
Los lmites intelectuales, e incluso los geogrficos, de las
influencias marxistas sobre la antropologa estuvieron determinados con bastante nitidez por una serie de circunstancias.
Quiz lo ms interesante de estas circunstancias sea que son
las mismas que anuncian y llegan a configurar la crisis futura
tanto de la antropologa como del marxismo.
El inters de Marx por las sociedades no occidentales y no
capitalistas, y por los procesos universales de evolucin social
se descubre ahora fcil y rpidamente en las publicaciones recientes de los manuscritos que quedaron inditos por largo
tiempo. El antroplogo de fines del XIX o de principios del
XX estaba en una situacin muy diferente a la nuestra, ya que
contaba con una obra marxista impresa cuya naturaleza era
esencialmente filosfica, econmica y poltica, referida adems, de manera casi exclusiva, al mundo occidental y a la sociedad capitalista.
Los sucesores de Marx mostraron poco inters por aquellos estudios que excedan de estas limitaciones temticas.
Buena muestra de ello es la tarda publicacin de los Cuadernos etnolgicos y las Formen. Todava quedan en los archivos
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manuscritos inditos de Marx que contienen lecturas comentadas, notas y borradores fragmentarios, por ejemplo, sobre
las civilizaciones prehispnicas de Amrica, el sistema colonial
espaol y el origen del capitalismo, el campesinado ruso y las
sociedades asiticas. Me satisface anunciar que tenemos en
marcha con Jess Monjars-Ruiz y la colaboracin de Krader
un proyecto para la publicacin de aquellos trabajos inditos
de Marx que se refieren a Mxico.
Las dificultades para realizar una lectura antropolgica de los textos publicados durante la vida de Marx y poco
despus de su muerte, en consecuencia, eran muy graves. Las
dificultades se acentuaron cuando los antroplogos aceptaron una divisin acadmica del trabajo con los socilogos,
que con raras excepciones hizo especialistas a los primeros
en las culturas no occidentales y a los segundos en la sociedad burguesa contempornea. La lectura ideolgica y poltica
de Marx, por otra parte, repugnaba a quienes haban aceptado formalmente la norma ideal de una ciencia social libre
de cualquier clase de valores que no fueran aquellos estrictamente cientficos.
En Alemania, sin embargo, la situacin era diferente, ya que
existi y persisti hasta la barbarie nazi una tradicin marxista
viva. Me refiero a la presencia de una subcultura en el sentido
antropolgico, que no se basaba exclusivamente en la transmisin literaria de las ideas marxistas sino tambin en la comunicacin personal y la transmisin oral. La mayora de las
figuras intelectuales del socialismo alemn haban conocido
personalmente a Marx, se haban mantenido en estrecha relacin con Engels y estaban bien enteradas de sus intereses y
preocupaciones, aun de aquellas que quedaron fuera de los
textos impresos.
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fascinar a muchos escritores y crticos literarios entr en decadencia quiz sin haber agotado sus posibilidades. La difusin del estructuralismo como moda impidi realizar una
crtica a fondo de sus contribuciones tericas y metodolgicas
a la antropologa. Los problemas que suscit han quedado,
en gran medida, como una cuenta no saldada.
Algo parecido puede decirse de los esfuerzos que se realizaron bajo la influencia de Althusser para amalgamar el estructuralismo con el marxismo, o mejor dicho, para reducir la
teora marxista a un estructuralismo idealista y ahistrico. Los
antroplogos que trabajaron dentro de esta tendencia efmera, como Godelier y Rey, se apresuraron a abandonarla, unos
para tomar pasaje en el barco marxista y otros para unirse
a las nuevas modas del simbolismo, la semitica, el anlisis
textual, etctera.
En la escuela boasiana la corriente de cultura y personalidad, despus de algunos ensayos serios de relacionar la estructura social y econmica en la psicologa, desemboc en
un cultismo freudiano de breve existencia. La vieja etnografa
culturalista se adob de etnociencia. Hubo reduccionismos
etnicistas en abundancia, con su secuela en Estados Unidos de black, chicano and indian studies, tristemente imitados
en Amrica Latina. El anlisis sociolgico de la organizacin
humana se transfigur en frmulas matemticas. Uno sospecha que el marxismo, como moda antropolgica, puede sufrir la misma suerte.
Esta relacin sumaria e insuficiente de un periodo de la antropologa tan rico, confuso e interesante, no incluye la corriente neoevolucionista, aquella que ha estado ms cerca del
marxismo tanto por sus fundamentos tericos como por sus
temas y objetivos programticos. Me excusa de discutir aho-
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ciones y lo hacen a cierta velocidad y al azar. Las leyes de seleccin natural se encargan, eventualmente, de eliminar las
variedades mal adaptadas y permitir la supervivencia y el
crecimiento de aquellas que resultan favorables en el medio
especfico transformado.
Esto es slo una metfora y probablemente est mal elegida. Creo que tiene cierto inters, sin embargo, ya que permite llamar la atencin, no tanto sobre el valor abstracto de
cualquier teora, es decir, sobre la supuesta superioridad ante otras, sino sobre la naturaleza y caractersticas del ambiente
que acta como aparato selectivo.
Hay que agregar, y en esto reside la intencin de la metfora, que los aparatos selectivos del marxismo moderno y de
la antropologa son diferentes, funcionan siguiendo leyes
distintas y conducen la seleccin en direcciones opuestas.
La diferencia principal estriba en lo siguiente. La antropologa moderna es una ciencia en sentido estricto que tiene, sin
embargo, un alto componente ideolgico. El mecanismo selectivo de la teora se rige, aunque no siempre ni de manera
exclusiva, por los principios, normas y procedimientos establecidos y aceptados por la comunidad de cientficos.
De esta forma, los ingredientes ideolgicos estn siendo constante aunque no totalmente eliminados, y el cuerpo
terico de la disciplina se mantiene siempre abierto y sujeto
a crtica y revisin. Dentro de plazos de tiempo razonables
las teoras que sobreviven son aquellas que en efecto poseen
mayor poder explicativo, resisten con ms xito las pruebas
y permiten mejor la continuacin del trabajo cientfico como
praxis social.
El marxismo moderno, por otra parte, se ha convertido en
una ideologa que tiene, a pesar de todo, un contenido cient-
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fico valioso. La ideologa se caracteriza por mantener un sistema cerrado de proposiciones dogmticas, es decir, no sujetas
a prueba, aunque se pretenda que han sido suficientemente
demostradas alguna vez. A partir del sistema se deducen teoras especiales y generales, de manera no muy diferente de la
del escolasticismo medieval.
El mecanismo selectivo se gobierna, en consecuencia, por
el grado de congruencia de cualquier hiptesis o teora con el
sistema cerrado de proposiciones iniciales. De ello resulta
el papel central que la lectura e interpretacin ortodoxa de
te con la importanc los textos desempea en el marxismo
moderno, en contras ia decisiva de la investigacin emprica
y de la crtica terica en la antropologa.
El componente propiamente cientfico del marxismo sigue siendo importante. Sin embargo, cuando menos desde
Marx a nuestros das, no ha tenido poder suficiente para detener y revertir el proceso de creciente ideologizacin. Por el
contrario, la ideologa no se ha conformado con reinar sobre
aquellas reas que propiamente le pertenecen y han invadido
el campo de las ciencias.
Ha sido caracterstica del marxismo moderno, sobre todo
en su versin estalinista dominante, la pretensin de deducir
de los textos una lingstica, una fsica y hasta una gentica,
por ejemplo, y a la vez fulminar condenaciones prcticamente
contra todos los grandes innovadores de la ciencia contempornea. La relatividad, el psicoanlisis, la fsica cuntica, la
gentica morganista, la economa keynesiana, la nueva termodinmica y la bioqumica, para mencionar algunos ejemplos
sobresalientes, han sido calificados de meras ficciones reaccionarias de la ciencia burguesa.
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Las disidencias marxistas fueron tratadas an ms rudamente, sobre todo cuando sus protagonistas cayeron en manos de
la polica del despotismo burocrtico. Los nombres de Vavilov, Kondratiev, Chayanov, Preobrayenski, Trotsky y Bujarin
son parte mnima de una lista interminable y aterradora de
cientficos y polticos exterminados en nombre de la ortodoxia ideolgica marxista.
La proliferacin actual de corrientes marxistas no contiene
indicacin clara del debilitamiento de la hegemona de la ideologa sobre la actitud cientfica, excepto quiz en el caso del
marxismo crtico. Por el contrario, cada tendencia se define a s
misma de manera ideolgica y se corresponde con una praxis
poltica particular y con formaciones socioeconmicas determinadas que insisten todava en llamarse socialistas. En consecuencia, el impacto del marxismo sobre la antropologa y en
general sobre las ciencias sociales ha sido y seguir siendo a la
vez ideolgico y cientfico. Tal ambigedad resulta inevitable.
La relacin entre antropologa y marxismo, para decirlo en
lenguaje hegeliano, es y seguir siendo dialctica. La dialctica se
desarrolla en diversos campos y a diferentes niveles: entre ideologa y ciencia, as como entre diversas ideologas; entre praxis
poltica y praxis cientfica; entre diversas teoras en conflicto o
a veces en sustancial acuerdo.
Vista la cuestin desde esta perspectiva es evidente que
la dialctica de las relaciones no se resolver disolviendo la
antropologa en el marxismo, ni reedificando la antropologa
sobre los fundamentos de la teora marxista. Tampoco se resolver negando todo carcter cientfico al marxismo y exorcizndolo como pura ideologa y praxis poltica.
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Poco despus de la Conquista de Mxico, escribiendo probablemente en Tepetlaoztoc, cerca de lo que haba sido la
corte de Netzahualcoyotl y la sede de una de las culturas ms
refinadas del centro de Mxico, el padre Betanzos sostena
con tenacidad la idea de que los indios no deban ser bautizados, ya que era posible que carecieran de alma. El hombre
americano, a diferencia de los de frica, Asia y Europa, no
apareca en las narraciones bblicas como miembro de la estirpe de Adn y Eva, creados por Dios, ni de su descendencia
a travs de los hijos de No: Sem, Cam y Jafet.
Las opiniones de Betanzos provocaron el escndalo de
muchos religiosos entregados a las tareas de evangelizacin
y estudio de las lenguas y culturas nativas, como Motolina y
Sahagn. Todos ellos rechazaron indignados la imputacin
de no humanidad que se haca a los indios. Sin embargo, fue
el jesuita Jos de Acosta, a mediados del siglo XVI, quien dio
una brillante solucin etnolgica a la disputa teolgica. En su
Historia natural y moral propuso por primera vez la teora del
poblamiento de Amrica desde Asia, a travs de un puente
de tierra o de algn estrecho de mar situado en el septentrin del
continente, todava desconocido en aquel entonces.
El indio se incorporaba as a la genealoga adnica, pasaba a formar parte de la verdadera humanidad y poda integrarse a la comunidad cristiana. Cometeramos una gran
equivocacin si no furamos capaces de vislumbrar, entre
el follaje teolgico y filosfico de los escritos de aquellos
beligerantes frailes del XVI, el planteamiento de una problemtica antropolgica semejante a la de nuestros das. La polmica entre monogenistas y poligenistas, que de eso se trata,
aparece y reaparece en la historia de nuestra disciplina, aun-
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turales se han ido agregando a un catlogo creciente de supuestas pruebas de frecuentes contactos transatlnticos y transpacficos. Vikingos, polinesios, japoneses, chinos y quiz tambin
fenicios, africanos y egipcios, adems de las tribus perdidas de
Israel, parecen haber llegado con asombrosa regularidad a las
costas de Amrica para impulsar su evolucin cultural.
Los antroplogos formados rigurosamente bajo la influencia de la escuela historicista piden demostraciones ms
concluyentes que estas semejanzas formales. Las pruebas deben ajustarse, cuando menos, a las condiciones metodolgicas
exigidas hace un siglo por Tylor para aceptar la realidad de
cualquier proceso de difusin. Es decir, la existencia de complejos culturales que tengan elementos que no estn funcional
y necesariamente interrelacionados; la demostracin de las
rutas geogrficas de transmisin, con los puntos intermedios
claramente situados, y el establecimiento de cronologas congruentes con los supuestos procesos de difusin.
Es cierto que existen investigadores que han aceptado con
integridad la tarea de facilitar esta clase de pruebas. Entre
ellos est el mismo Tylor, que nos leg sin resolver el intrigante problema de los juegos hind y mexicano del pachisi y
el patolli. Tambin es evidente que la posibilidad de contactos
y de influencias externas no puede ser negada a priori.
Sin embargo, el verdadero problema para la teora evolucionista de Mesoamrica no consiste en probar la realidad
de algunos contactos espordicos y quiz accidentales, como
sugiri Acosta. La cuestin de fondo consiste en la oposicin entre la concepcin del desarrollo de las altas culturas
americanas como un proceso autnomo, esencialmente independiente, y su concepcin como un proceso que responde
a una serie de prstamos y estmulos culturales externos.
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El difusionismo britnico, en su forma ms extrema, afirm la existencia de un solo centro creador de las civilizaciones arcaicas. El difusionismo germnico, en su forma ms
atenuada, propuso la existencia de varios crculos culturales,
distribuidos en el tiempo y el espacio. En todos los casos las
culturas americanas aparecan como simples receptoras y
transformadoras de las influencias del Viejo Mundo. Resulta
fcil hacer aparecer, detrs de estas posiciones, a los espectros del etnocentrismo europeo y de la inferioridad racial del
indgena.
Dejando a un lado el aspecto ideolgico, que merece consideracin mucho ms detenida, la cuestin cientfica parece
estar resuelta ahora a favor del desarrollo esencialmente independiente de la civilizacin americana.La antropologa
moderna ha dejado bien establecido, en sus lneas generales,
el largo camino hacia las altas culturas. O sea, los procesos de
domesticacin de las principales plantas cultivadas en Amrica, el surgimiento y desarrollo de los sistemas hidrulicos, el
crecimiento gradual de los centros poblados y su transformacin en ciudades, la aparicin de las clases sociales y de los
estados, y la formacin de las religiones.
La hiptesis difusionista no ha sido probada en ninguno
de estos casos. No existe, adems, necesidad alguna de recurrir a ella para explicar la civilizacin americana. La excepcin
est constituida por los niveles culturales ms rudimentarios,
o sea aquellos que caracterizaron a los primeros inmigrantes
procedentes de Asia.
Desarrollo independiente, sin embargo, no significa lo mismo que evolucin paralela, sobre todo en el sentido que le
dieron los evolucionistas unilineales del siglo XIX. Las posi-
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El terreno no qued todava despejado, a pesar de los progresos realizados en el conocimiento objetivo del pasado, para
poder llegar a una formulacin de nuevas teoras especficas
sobre la evolucin de Mesoamrica. Quiero referirme a algunos de los mayores obstculos que existan.
El primero de ellos es el que he llamado el trauma de
Hrdlika. Este distinguido cientfico, que trabaj la mayor
parte de su vida en Estados Unidos, la dedic a demoler sistemticamente y con gran xito las pruebas que se alegaban
sobre la supuesta gran antigedad del hombre en Amrica.
No tengo dudas sobre la honestidad intelectual de esta empresa, ni tampoco sobre las motivaciones de Hrdlika. Adems, a largo plazo su trabajo contribuy a establecer sobre
bases ms firmes la antigedad del poblamiento de Amrica.
A corto plazo, sin embargo, inhibi el pensamiento y quiz
tambin la actividad de los antroplogos que planteaban la
tesis del desarrollo autnomo.
En efecto, para decirlo de alguna otra manera, el tiempo
concedido por Hrdlika se quedaba corto. La dimensin
temporal era a todas luces insuficiente para colocar en ella la
totalidad de una evolucin muy compleja y diversificada. Recurdese que la antigedad que se atribuye ahora a los comienzos de la domesticacin de algunas plantas est muy cerca
de las fechas aceptadas por Hrdlika para el poblamiento del
Nuevo Mundo. Todas las fechas crticas han tenido que ser
empujadas hacia atrs: las de la agricultura y la irrigacin, las
del urbanismo, las de la emergencia del Estado y de las clases
sociales. En mi opinin, muchos colegas se muestran todava
tmidos ante las cronologas de la taxonoma del desarrollo
mesoamericano.
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Kroeber, que fue una figura avuncular para los antroplogos de mi generacin, confront dos tipos de datos sobre
Mesoamrica. Por un lado los que provenan de fuentes escritas
espaolas e indgenas y hablaban de grandes centros urbanos,
de estados bien organizados, de clases sociales y de enormes
poblaciones. Por otro lado tom los datos de una etnografa
moderna incompleta, fragmentaria y, por qu no decirlo, mal
realizada aun a nivel descriptivo, que hablaba de comunidades
rurales primitivas, homogeneidad social, agricultura rudimentaria y bajas densidades de poblacin. Consider, asimismo, los
datos de una arqueologa atacada por el complejo ceremonialista, preocupada casi exclusivamente por los aspectos estticos
y religiosos de las viejas culturas mesoamericanas.
La conclusin fue que alguien estaba mintiendo y que ese
alguien eran los cronistas. Kroeber traslad la economa y la
tecnologa indgenas contemporneas al pasado, sin llegar siquiera a conocerlas bien y mucho menos a comprenderlas, y
demostr la incongruencia existente entre este nivel de supuesto primitivismo y las descripciones literarias de una sociedad
compleja y avanzada. Su dictum, que ejerci incalculable influencia, fue que semejante sociedad no poda ser otra cosa
que una fbula tejida por los conquistadores, encomenderos,
misioneros y funcionarios, interesados en aumentar sus xitos, incrementar los tributos y extraer ms trabajo de la poblacin indgena.
Los profundos errores sobre la economa prehispnica,
combinados con la obsesin ceremonialista y la constriccin
impuesta a la dimensin temporal, distrajeron el inters de
muchos antroplogos de los problemas ms fundamentales
de la evolucin mesoamericana: la cuestin de los orgenes y
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En realidad, puede pensarse que la orientacin histricocultural de los boasianos y el enfoque estructural-funcionalista de los antroplogos sociales deba haberles conducido a
una reformulacin del evolucionismo. El que no fuera as tiene que ver ms con el contexto social y poltico de la antropologa acadmica durante la primera mitad del XX, que con
las tendencias y las direcciones objetivas de la ciencia antropolgica.
No se puede olvidar, a fin de cuentas, que la impopularidad del evolucionismo tuvo mucho que ver con el afn de
las clases dominantes del mundo capitalista de declarar cerrados los procesos de transformacin social, y con su pretensin de que el sistema existente poda seguir prosperando
sin mayores alteraciones estructurales y, sobre todo, sin trastornos polticos.
Dentro de esta concepcin estabilizadora y tranquilizadora
de la sociedad, que suprimi de la teora social tanto el conflicto como la evolucin, los antroplogos sociales y los boasianos se adaptaron funcionalmente a los nichos ecolgicos
provistos por las instituciones interesadas en el pasado per se,
en las culturas exticas y en una administracin inteligente y
previsora de los pueblos colonizados.
Es muy probable que la misma coyuntura, aunque desde el
punto de vista opuesto, explique tambin la supervivencia del
viejo evolucionismo en ciertos crculos marginales de la antropologa. Los marxistas ortodoxos, por ejemplo, jams abandonaron las tesis fundamentales de Morgan, interpretadas
y replanteadas dogmticamente por Engels. Resulta difcil
considerar esta fidelidad al evolucionismo unilineal del siglo
XIX de otra manera que como la prueba de adhesin a una
ideologa poltica.
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tituye el equivalente de la experimentacin en las ciencias fsicas. Los procesos de transformacin racional de la sociedad,
o sea aquellos que estn guiados por la teora, son el equivalente de aquella ingeniera que aplica e instrumentaliza los
principios tericos de las ciencias de la naturaleza.
El segundo criterio valorativo reside en el poder de explicacin de una teora, es decir, en su capacidad de interpretar de
manera congruente y con la mxima economa de hiptesis
un nmero mayor de fenmenos y hechos sociales.
Como he tratado de mostrar a lo largo de este artculo, las
teoras difusionistas y paralelistas extremas no slo no ofrecen
una verdadera explicacin del desarrollo, sino que adems
estn en contradiccin con la mayora de los hechos que se conocen. Por otra parte, las corrientes histricas-particularistas
de la antropologa, al renunciar a formular cualquier teora
general, ofrecen slo explicaciones parciales de fenmenos
particulares o de series limitadas de hechos.
El neoevolucionismo, por la propia naturaleza de su teora
y de su metodologa, no puede eludir la tarea de incluir todos
los hechos posibles en la explicacin, y adems debe interpretarlos de manera congruente, interrelacionada y sistemtica.
Su postura, en consecuencia, es globalista y totalizadora. Tambin es antirreduccionista, sea en la direccin del psicologismo que critic Durkheim o en la direccin del economicismo
que los marxistas vulgares confunden con el enfoque utilizado
por Marx. La teora de los modos de produccin-formaciones
socioeconmicas y la relacin dialctica entre estructura y
superestructura, forman el ncleo esencial de los sistemas
de anlisis e interpretacin global del neoevolucionismo.
El poder de explicacin que posee una teora en relacin
con los hechos conocidos de una sociedad permite su transfor-
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gresara a la poca de la aplicacin mecnica de modelos tericos. La utilizacin analtica del MAP tiene otros supuestos e
implicaciones tericas y metodolgicas.
En el plano de la teora se afirma que en todas las sociedades humanas operan principios y se presentan relaciones
de causalidad general y especfica. Mesoamrica no est excluida de esta situacin universal. El descubrimiento de las
regularidades existentes en la operacin de los principios causales y su formulacin en leyes generales y especiales, constituye una de las tareas fundamentales de las ciencias sociales.
Esta tarea, precisamente, separa con claridad a la antropologa como ciencia de aquella historia considerada como un
mero relato o crnica de acontecimientos, lo mismo que la
separa de otras disciplinas descriptivas, como la etnografa y
la vieja arqueologa.
En el plano de la metodologa la bsqueda de regularidades
y la formulacin de leyes sociales supone no slo el estudio y
anlisis estructural-funcional de cada sociedad particular en un
momento determinado del tiempo, sino tambin el estudio y
anlisis de sus procesos en el tiempo. Adems, supone necesariamente el uso del mtodo comparativo. Es decir, implica la
comparacin sistemtica de las estructuras sociales y de las secuencias de desarrollo de diversas sociedades, y no simplemente
la de algunos de sus rasgos aislados y de sus momentos.
La comparacin sistemtica, por otra parte, requiere la
construccin de modelos que conserven los elementos esenciales de las sociedades y de sus procesos, haciendo abstraccin
de sus peculiaridades secundarias. La ciencia social no dispone,
por ahora, de modelos ms adecuados para ello que aquellos
construidos sobre la base de los modos de produccin-formaciones socioeconmicas.
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mas rgidos. En consecuencia, su aplicacin ha generado pocas investigaciones concretas que permitieran reelaborar el
modelo o bien construir otro ms apropiado.
El modelo provisto por el modo asitico de produccin
(MAP) ha sido utilizado de manera diferente, como tratar demostrar en la parte final de mi exposicin.
Llamo modelo del MAP a una construccin terica especial realizada a partir de los trabajos de Marx, Wittfogel, Childe y Steward sobre las sociedades asiticas y americanas y la
agricultura hidrulica. El momento crtico para su elaboracin fue un simposio (Las Civilizaciones Antiguas del Viejo
y del Nuevo Mundo, 1955), en el que participaron Steward,
Wittfogel, Adams, Collier, Beals y Palerm, al que sigui una
larga serie de discusiones, investigaciones y publicaciones.
Las caractersticas esenciales del modelo, en la forma como
he expuesto en diversas publicaciones, fueron seleccionadas siguiendo varios criterios especiales, adems de los de orden general que he indicado antes. En primer lugar, el de su posible
adecuacin a la naturaleza real de la economa, de la sociedad
y del desarrollo mesoamericano. En segundo lugar, el de su
comparabilidad especfica con un cierto grupo de civilizaciones
arcaicas (Per, China, Mesopotamia, India, Egipto). En tercer
lugar, el de su facilidad para derivar hiptesis susceptibles de
comprobacin en Mesoamrica y en otras partes del mundo.
Primera caracterstica. El modelo est determinado por el estado de desarrollo de las fuerzas productivas. La economa tiene
que haber superado el nivel de subsistencia de una manera especfica: la agrcola. En consecuencia, existe produccin social
y excedente social de producto y de trabajo. Estamos tratando
con sociedades agrarias complejas aunque preindustriales.
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una diferenciacin creciente entre ciudad y campo, expresado no slo en las funciones polticas, administrativas, religiosas y comerciales, sino tambin en la especializacin de la
produccin: cermica, textiles, herramientas y utensilios de
piedra, artculos de lujo, principalmente.
La escala de algunas ramas de produccin es significativa
tanto desde el punto de vista de su volumen como de la poblacin trabajadora necesaria y de la organizacin del comercio.
Tambin es importante como un aspecto de la divisin del
trabajo social y de la especializacin tcnica.
En definitiva, las ciudades de Mesoamrica no pueden
verse como meras aglomeraciones de poblacin, ni tampoco
exclusivamente como sedes del poder poltico y centros comerciales y religiosos. Creo que tambin sera falso concebirlas
en trminos de las ciudades europeas que sirvieron de cuna
a la burguesa y de foco al capitalismo. Las ciudades asiticas
del Extremo Oriente antes de la invasin europea parecen
ofrecer un patrn mejor de comparacin.
A los problemas sin resolver que acabo de indicar, hay
que agregar aquellos que tienen que ver con la naturaleza
del Estado y de la clase dominante. No creo que exista suficiente claridad sobre la articulacin econmica y social
entre el sistema de tributos en especie, las obligaciones de
facilitar mano de obra, las manufacturas urbanas, los tianguis, el intercambio ceremonial y el comercio de larga distancia; es decir, sobre la cuestin general del movimiento
de productos y de fuerza de trabajo. Por supuesto, existen
otros muchos problemas de parecida importancia, pero los
que he mencionado tienen relacin ms directa con el modelo que utilizo.
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UN MODELO MARXISTA
PARA LA FORMACIN COLONIAL DE
MXICO?1
Ponencia presentada de manera resumida y preliminar en el Simposio sobre Modos de Produccin, que tuvo lugar en el Congreso
Internacional de Americanistas celebrado en Mxico en 1973. Apareci en forma mimeografiada en Los Cuadernos de la Casa Chata del
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores del INAH.
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tivo conseguido, a su vez, por medio de la investigacin estimulada por el ejercicio terico.
Hay tambin, digmoslo con claridad, un poderoso ingrediente de moda y oportunismo en la adopcin o readopcin
de la terminologa marxista en los estudios antropolgicos e
histricos mexicanos. Esta predisposicin puede llegar a revelarse como un fenmeno enteramente frvolo y banal.
Desde este punto de vista el empleo del lenguaje marxista
no obtendr resultados muy diferentes de los que tuvo el uso
del oscuro vocabulario del existencialismo sartriano, de la tumultuosa imaginera de Lvi-Strauss o del estructuralismo idealista de Althusser. Por estos caminos, en los que se sigue ms
a la novedad que al deseo de profundizacin terica, se acaba
simple y casi fatalmente en otro estilo verbal de alineacin.
De todas maneras, la atmsfera intelectual de los estudios
mesoamericanos parece ahora mejor preparada para recibir
favorablemente, aunque con natural actitud crtica, cualquier
contribucin realizada utilizando las herramientas marxistas.
A ello ha contribuido mucho la divulgacin de los manuscritos inditos de Marx sobre las formaciones socioeconmicas
no capitalistas (las Formen) y los cuadernos de las lecturas
anotadas que Marx hiciera de algunos antroplogos del siglo XIX sobre las sociedades no occidentales (Etnological
Notebooks).
El primer efecto importante de estas publicaciones ha
sido el de robustecer las posiciones tericas de los marxistas
crticos (o de los marxianos, como prefiero llamarlos), que
desde hace tiempo trabajan apartados de la estril ortodoxia
talmdica.
El segundo y no menos importante efecto ha sido el de comenzar a romper la costra defensiva de los marxistas oficiales,
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parables a las que rigen el mundo natural, y aquellos convencidos de que el rigor, el programa y los objetivos de la ciencia
son inaplicables al mundo social y cultural.
Considerada de esta manera, y no veo otra posibilidad de
hacerlo en el plano terico, la polmica resulta desarrollarse
alrededor de temas familiares para los antroplogos. En efecto, cuando la antropologa culturalista de Estados Unidos y la
antropologa social britnica completaron por caminos diferentes la quiebra del evolucionismo unilineal del siglo XIX,
nos legaron varios intrigantes problemas.
El problema de los epgonos de Boas consista en reconstruir una imagen totalizadora de las sociedades humanas en
el marco de sus historias particulares, aceptando el rigor metodolgico de la ciencia pero no su empeo en la bsqueda
de leyes.
El problema de los seguidores de Malinowski, despus de
rechazar la historia como algo inevitablemente conjetural,
surga de aceptar de la ciencia la urgencia de buscar leyes de alcance limitado en el espacio y en el tiempo, en el microespacio
de cada cultura y en el microtiempo del periodo de observacin.
Aquello que se logra saber de un complejo espacio-temporal
determinado, se dice, no es aplicable a otros complejos.
Los discpulos de Radcliffe-Brown quisieron descubrir
regularidades presentes en todas o en la mayora de las sociedades, de las que desprendieran leyes sociales de naturaleza
estructural y funcional; es decir, de aplicacin ms general y
no reducidas, como las de Malinowski, a las culturas individuales.
La destruccin del gran paradigma de la antropologa del
siglo XIX, o sea la teora unilineal de la evolucin, produjo
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el particularismo historicista y culturalista de las escuelas britnica y norteamericana de antropologa, pero ahora bajo la
forma de un particularismo de los modos de produccin.
Sera difcil imaginar una manera menos apropiada de emplear el mtodo y la teora marxista que aquella implcita en
la alarmante proliferacin de modos de produccin que estamos presenciando. En efecto, este concepto fue elaborado
por Marx en un grado muy alto de abstraccin para servir
el propsito principal de poner al descubierto las relaciones
esenciales entre cualquier sistema social de produccin y las
formaciones socioeconmicas que origina.
Transformar la descripcin de las particularidades que indiscutiblemente posee cada sociedad en la proposicin de un
nuevo modo de produccin reducira al marxismo al nivel del
empirismo ms esterilizante y llevara a la antropologa hacia
el mismo callejn sin salida en que la dejaron las escuelas britnica y norteamericana de principios de siglo.
El modo de produccin es un instrumento analtico obtenido por medio de la abstraccin. No es, de ninguna manera,
un modelo descriptivo de una sociedad concreta; ni siquiera es un modelo generalizado a partir de los datos empricos
de varias sociedades. Su validez no reside en la adecuacin
formal y estricta a una sociedad determinada, sino en la utilidad para analizar cualquier sociedad, revelando su funcionamiento, los principios de su estructuracin y las leyes de
su desarrollo.
Hacer descender los modos de produccin desde el nivel de abstraccin en que Marx los coloc hasta el nivel de la
descripcin y del empirismo puede ser una empresa legtima.
Pero es seguro que en el proceso se pierde mucho del poder
analtico y de la fecundidad terica del concepto.
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de los segmentos coloniales generados por ellos. En el mejor de los casos sera aplicable al segmento colonial creado
por el modo capitalista. Pero aun ah se encuentran varios
problemas cruciales que discutir en seguida.
No es exagerado afirmar que Marx no se ocup ms que
breve y accidentalmente de las relaciones entre el modo capitalista y su segmento colonial. El capital, la obra clave para
la presente discusin, las ignora casi por completo. La excepcin principal est constituida por los captulos XXXI y XXXIII
de la famosa parte VIII dedicada a la llamada acumulacin
primitiva.
Marx advierte claramente que la omisin es intencional:
Sin embargo, no nos ocupamos aqu de la condicin de las
colonias. Lo nico que nos interesa es el secreto descubierto
en el nuevo mundo por la Economa Poltica del viejo mundo [] de que el modo capitalista de produccin y acumulacin, y en consecuencia la propiedad capitalista privada, tienen
por condicin fundamental el aniquilamiento de la propiedad
privada ganada por uno mismo; en otras palabras, la expropiacin del que labora (prrafos finales de la parte VIII).
La omisin es deliberada y es el producto de los supuestos metodolgicos empleados por Marx para construir el
modelo analtico del modo capitalista puro. Desde esta perspectiva el sistema colonial sera simplemente un ejemplo ms,
y por lo tanto redundante o innecesario, de la historia abstracta
de la formacin y desarrollo del capitalismo.
Cuando en los captulos mencionados (que aunque son
histricos no pertenecen a la historia formal sino a la ilustrativa del modelo abstracto) se ve obligado a considerar la participacin del sistema colonial en el proceso de acumulacin,
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forma de un colonialismo interno, es decir dentro de la propia sociedad que est generando el capitalismo. Tal ocurre,
por ejemplo, con el artesanado y los campesinos.
Los argumentos crticos de Luxemburgo, en tanto que se
explicitan en el campo de la teora econmica, no me impresionan profundamente. Estoy seguro de que algunos resultados
son obsoletos a la luz de la ciencia econmica moderna y de
que otros necesitan demostraciones ms rigurosas. Sin embargo, el secreto de la fuerza de conviccin de La acumulacin
del capital se encuentra en el reino de la historia real del desarrollo del capitalismo. Cuando Rosa Luxemburgo enfrenta la
historia concreta con la historia abstracta de Marx es cuando
su poder crtico es ms agudo y sugestivo.
El capitalismo escribe viene al mundo y se desarrolla
histricamente en un medio social no capitalista. En los pases
europeos occidentales le rodea, primeramente el medio feudal
de cuyo seno surge [] luego, desaparecido el feudalismo, un
medio en el que predomina la agricultura campesina y el artesanado, es decir, la produccin simple de mercancas [].
Aparte de esto, rodea al capitalismo europeo una enorme
zona de culturas no europeas, que ofrece toda la escala de
grados de evolucin, desde las hordas primitivas comunistas de cazadores nmadas, hasta la produccin campesina y
artesana de mercancas. En medio de este ambiente se abre
paso [] el proceso de acumulacin capitalista []. El capitalismo necesita, para su existencia y desarrollo, estar rodeado de formas de produccin no capitalistas.
Frente a estas economas el capitalismo utiliza los procedimientos que ya emple contra el feudalismo, y no puede ser
de otra manera ya que stos emanan de la estructura misma
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del modo de produccin. Segn la enumeracin de Luxemburgo, en las situaciones coloniales del capitalismo se apodera
directamente de las fuentes importantes de fuerzas productivas; libera obreros y los obliga a trabajar para el capital;
introduce la economa de mercancas, y separa la agricultura
de la industria.
En el proceso de las relaciones con los segmentos coloniales, sin embargo, aparece algo cualitativamente distinto, que
Marx slo insina al hablar del uso del poder del Estado en el
prrafo de El capital que mencion ms arriba. Luxemburgo
es mucho ms explcita en su anlisis, que debe considerarse
un claro antecedente de los planteamientos contemporneos
sobre el papel de los sistemas de dominio.
Dice as: en grandes zonas [] de la tierra, las fuerzas productivas estn en manos de formaciones sociales que, o no
se hallan inclinadas al comercio de mercancas, o no ofrecen
los medios de produccin ms importantes para el capital,
porque las formas de propiedad y toda la estructura social las
excluyen de antemano []. Confiarse aqu al proceso secular
lento de la descomposicin interior de estas formaciones []
equivaldra para el capital a renunciar a las fuerzas productivas
de aquellos territorios. De aqu que el capitalismo considere,
como una cuestin vital, la apropiacin violenta de los medios
de produccin ms importantes de los pases coloniales.
Pero como las organizaciones sociales primitivas de los
indgenas son el muro ms fuerte de la sociedad y la base de
su existencia material, el mtodo inicial del capital es la destruccin y aniquilamiento sistemtico de las organizaciones
sociales no capitalistas con que tropieza en su expansin. Aqu
no se trata ya de la acumulacin primitiva, sino de una continuacin del proceso hasta hoy. Toda nueva expansin colonial
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capitalista puro (en el caso de Hobson reformado por el liberalismo), en el que los segmentos coloniales no necesitan
tomarse en cuenta.
Hobson public su libro Imperialismo en 1902. En 1910
aparece la rplica marxista, aclamada por los socialistas austriacos y alemanes como la continuacin y puesta al da de El
capital: El capital financiero de R. Hilferding. No se encuentra
en este monumento de erudicin teutnica nada de la ingenuidad reformista y pragmtica del liberal britnico. Con la
tradicional minuciosidad nativa y con la tpica carencia de
ilusiones del marxismo, Hilferding aniquila las explicaciones
econmicas de Hobson y coloca en su lugar la nueva teora
del predominio del capital financiero y de las concentraciones monoplicas.
La exportacin de capitales es, en efecto, la clave del nuevo
imperialismo, escribe Hilferding. Pero el capital se exporta,
como las mercancas, no porque existan sobrantes que no puedan invertirse o venderse ltimamente en la nacin, sino porque existen diferencias acusadas en las tasas de ganancia segn
los distintos pases. Frente a la hiptesis del subconsumo de
Hobson, Hilferding utiliza la teora de Marx sobre las variaciones en la tasa de ganancia de acuerdo con la composicin
orgnica del capital para explicar el movimiento de inversin
desde los pases ms avanzados a los menos desarrollados.
Tan documentado y lcido como pueda ser el anlisis
de Hilferding, participa de limitaciones semejantes a las del
Hobson. Se trata, en esencia, de una discusin de lo que le
ocurre al capitalismo en los pases metropolitanos cuando entra en la fase de fusin del capital industrial con el bancario y
de enorme concentracin monopolista. La cuestin de lo que
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esto tenga que ver con los segmentos coloniales y de cmo los
nuevos desarrollos afectan e influyen a las colonias es algo que
queda fuera del foco de atencin de Hilferding.
Si acaso se limita a subrayar en algn lugar que la exportacin de capital, especialmente desde que tiene lugar en forma
de capital industrial y financiero, ha acelerado enormemente la subversin de todas las viejas relaciones sociales y la difusin del capitalismo por todo el globo. Y en otro lugar
indica que bajo ciertas condiciones (por ejemplo, en relacin
con el control de los recursos mineros y de otras materias
primas) el capitalismo financiero bloquea las posibilidades de
desarrollo del segmento colonial.
Cinco aos despus de la aparicin de El capital financiero
Bujarin publica su Imperialismo y economa mundial, y al ao siguiente, en plena Primera Guerra Mundial, Lenin termina su
Imperialismo. Las dos obras siguen planteamientos y desarrollos paralelos, por lo que quiz debemos ocuparnos slo de
la que ha ejercido mayor influencia y goza todava de mayor
aunque quiz injusta popularidad.
Lenin y Bujarin no representan diferencia mayor con respecto a Hobson y Hilferding en cuanto se refiere al tratamiento
precario del problema de las relaciones metrpoli capitalistasegmento colonial y a sus influencias sobre el modo capitalista.
Tampoco hay progreso en el anlisis histrico de la cuestin.
Lenin declara francamente estas limitaciones en un prlogo
de 1921 a un a nueva edicin del Imperialismo: el fin principal del libro era [] ofrecer [] un cuadro de conjunto de la
economa capitalista mundial en sus relaciones internacionales a comienzos del siglo XX, en vsperas de la primera guerra
imperialista mundial.
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Ni Lenin ni Bujarin enfrentan la cuestin de la formacin y desarrollo de los segmentos coloniales. Sus ojos estn
puestos sobre el capitalismo como un fenmeno europeo y
norteamericano; no sobre su impacto especfico en el mundo colonial. Fuerza es agregar que si ninguno de los dos contribuye a un mejor planteamiento marxista de la situacin
colonial, tampoco agregan mucho de nuevo al anlisis del
modo capitalista en su fase ms reciente. El opsculo de Lenin est montado sobre las ideas y las investigaciones originales de Hobson e Hilferding.
En qu consiste, entonces, la importancia de las obras
de Lenin y Bujarin sobre el imperialismo? El inters de Lenin y Bujarin en el anlisis de las nuevas formas del modo
capitalista est colocado en funcin de la bsqueda de una
estrategia poltica adecuada a las nuevas circunstancias. Se
trata de hacer la revolucin en Europa y no resolver un problema terico. Aunque es preciso reconocer que en la ideologa marxista la praxis revolucionaria debe estar siempre unida
a la teora, en la coyuntura de la Primera Guerra Mundial el
realismo poltico de Lenin marcha muy adelante de las elaboraciones tericas.
Para los recin bautizados bolcheviques resultaba intolerable la idea de un superimperialismo mundial, estructurado
a partir de los grandes monopolios constituidos por el capital
financiero internacionalizado. Hilferding quiz no haba llegado a proponer tal cosa, pero otros socialistas europeos (Kautsky, Bernstein, Bauer) sostenan que existan tendencias en tal
direccin que eventualmente pondran fin a las guerras y a las
competencias violentas del capitalismo desorganizado.
Bujarin y Lenin, para seguir el orden cronolgico de sus libros sobre el imperialismo, procuran demostrar que las tenden-
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Tercero. Acept la revisin que hace Luxemburgo del modelo de El capital, en el sentido de que el modo capitalista
en general (estructural e histricamente) resulta inexplicable
sin la participacin de los segmentos coloniales, sean stos
internos o ms caractersticamente externos. Acept, de igual
manera, la posicin de Luxemburgo de que la historia abstracta del capitalismo que propuso Marx debe ser reconsiderada a la luz de la historia concreta de sus relaciones con los
segmentos coloniales.
Cuarto. Acept la tesis de Luxemburgo, sugerida pero no
desarrollada por Marx en El capital, de que en la formacin de
los segmentos coloniales los instrumentos polticos (el poder
del Estado) son de importancia primaria, aunque los objetivos
de su accin puedan ser de naturaleza econmica.
Quinto. Subray la parlisis terica del marxismo frente a los
modos de produccin no capitalistas y a la cuestin colonial
durante el periodo comprendido entre la Primera y la Segunda
Guerra Mundial. Obras como las de Hilferding, Bujarin y Lenin constituyen contribuciones al estudio de la evolucin del
sistema capitalista en Europa y Norteamrica, pero eluden la
cuestin colonial y la de los modos de produccin no capitalistas. Es posible apreciar, tanto en ellos como en sus sucesores, una tendencia creciente a subordinar los planteamientos
tericos en funcin de las necesidades de una estrategia y de
una prctica poltica centradas en el sistema capitalista de los
pases euroamericanos.
Las conclusiones de nuestro proceso discursivo son claras.
No existen modelos tericos marxistas desarrollados que sean
aplicables especficamente a los modos de produccin no capitalistas. No existe un modelo terico marxista clsico que
permita analizar la situacin colonial. No existe un modelo
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La pobreza relativa de su base emprica no debe necesariamente quitar valor terico y analtico a los modelos, pero
sin duda restringe con severidad sus posibilidades de aplicacin a otras pocas y a sociedades diferentes de aquellas que
sirvieron para construirlos. El problema se agrava, adems,
cuando cualquier modelo se aplica de manera mecnica.
De todo ello resulta una doble mistificacin. El investigador distorsiona y deforma la sociedad bajo estudio, aunque lo
haga de manera involuntaria, a fin de ajustarla a ciertas condiciones estipuladas por el modelo empleado. En un segundo
momento, al sobrevenir el descubrimiento de los errores que
surgen de los defectos del mtodo, se tiende a abandonar los
modelos tericos y sustituirlos por el ms craso empirismo.
La mera recoleccin de datos, sin embargo, nos regresa de
nuevo a corto plazo a la conciencia de la necesidad de su interpretacin dentro de marcos tericos adecuados. Los datos
sin teora carecen de sentido.
La primera tarea que me propongo en este trabajo, en consecuencia, es la de presentar una serie de proposiciones tericas
y de hiptesis de trabajo sobre la formacin y caractersticas del
sistema colonial en Mxico, que permita disminuir, ya que es
imposible su completa eliminacin, los riesgos ms obvios de
la ideologa, del modelismo mecanicista y del empiricismo.
Tengo que decir, entonces, que considerar el problema
de la formacin colonial mexicana dentro del marco provisto
por el desarrollo del primer sistema econmico mundial. Me
interesa ahora, fundamentalmente, observar los procesos
que ocurren en Mxico, desde el punto de vista de su incorporacin, a principios del siglo XVI, a un sistema mundial
crecientemente dominado por el capitalismo.
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Existe cierta confusin sobre el uso del trmino capitalismo, que es conveniente aclarar. En este trabajo utilizar la
expresin capitalismo mercantil para referirme al periodo
durante el cual el capitalismo domina ya la esfera del comercio y sobre todo los intercambios internacionales, pero todava no la produccin manufacturera. El trmino capitalismo
industrial lo emplear para el periodo de su dominio sobre la
esfera de la produccin; es decir, para la poca en que Marx
pudo estudiarlo directamente. Usar el trmino capitalismo
financiero en el sentido que le dio Hilferding en El capital
financiero, al referirse a la concentracin monopolista de los
bancos y las empresas industriales.
El examen de los aspectos ms autnomos de la evolucin
socioeconmica mexicana queda subordinado al marco de referencia expresado. Lo que me propongo hacer constituye, en
cierta forma, una inversin del orden tradicional del anlisis
o cuando menos de aquel que ha sido utilizado con mayor
frecuencia. En vez de partir de la situacin prehispnica y de
las instituciones coloniales consideradas ms tpicas (comunidad indgena, encomienda, repartimiento, merced, hacienda, etc.), tomar como punto de partida el sistema mundial
en formacin al que Mxico se incorpora.
Al colocar la formacin colonial mexicana en el contexto
del desarrollo del sistema mundial lo hago movido por razones de orden terico ms amplio. Para expresarlo de manera esquemtica y simplista, pienso que la transformacin en
capitalista de la sociedad feudal europea no puede explicarse
exclusiva, y ni siquiera principalmente, en trminos de factores endgenos. Comparto la conclusin de Kula en su Teora
econmica del feudalismo de que el sistema feudal era esencial-
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pleo de los modelos tradicionales, resulta evidente que su aplicacin ha contribuido a crear mucha de la confusin existente
en el anlisis de la sociedad mexicana.
El anlisis del sistema econmico colonial de Mxico y de
su articulacin con el sistema mundial es inseparable del anlisis del sistema poltico colonial y de su articulacin con la
dominacin metropolitana. Dicho de otra manera, el sistema
econmico y su funcionamiento total no fueron el producto
de una actividad autoordenada regida por las leyes de la economa formal, sino que estuvieron determinados y superordenados por el sistema de poder poltico. El sistema de poder
tradujo y expres las exigencias y la dinmica del sistema econmico mundial en el cual se insertaron primariamente la metrpoli y secundariamente la formacin colonial.
El mejor modelo analtico de esta clase de situaciones
se encuentra, probablemente, en la discusin de Preobrayenski, en su Nueva economa, sobre la acumulacin socialista
primitiva. En ella se describe cmo un segmento cuantitativamente minoritario de la economa (aquel que en la Unin
Sovitica estaba en manos del Estado) realiz su reproduccin ampliada transfiriendo los recursos formados en los dems segmentos econmicos (empresas privadas, artesanas
y unidades domsticas campesinas) valindose para ello del
poder del Estado.
Puede parecer extrao utilizar el anlisis del proceso de la
acumulacin socialista primitiva para estudiar la formacin
colonial. Semejante posibilidad la sugiri el mismo Preobrayenski al comparar las transferencias forzadas de recursos
desde la agricultura, las artesanas y la pequea industria a la
industria estatal sovitica, con la acumulacin capitalista pri-
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Puede uno preguntarse por qu los europeos no procuraron sustitutos a las importaciones de Asia, sobre todo a partir
de la crisis de metales preciosos. As trataron de hacerlo y a
veces con xito. Las tentativas bizantinas, italianas y espaolas de producir sedas, de ampliar el cultivo del algodn y la
caa de azcar en el sur de Italia y de Espaa, y de fabricar
porcelanas, son prueba de ello. Sin embargo, el medio geogrfico europeo y sus tradiciones tecnolgicas en la agricultura y la manufactura no resultaban propicios; en ciertos casos
hacan el trasplante imposible.
Por otra parte, existan razones econmicas poderosas para
mantener el intercambio basado en metales preciosos. Adam
Smith mostr que estos metales alcanzaban mejores precios
en Asia que en Europa. La mayor eficiencia de la agricultura
asitica rebajaba aquellos costos de produccin determinados por la subsistencia y reproduccin del trabajo humano.
Se permita as un intercambio doblemente desigual de valores, favorable para Europa.
Haba tambin razones polticas en contra de favorecer la
sustitucin de las importaciones asiticas, razones ligadas al
predominio del capitalismo mercantil y a su estrecha asociacin con los monarcas, los seores y las repblicas europeas.
Esta situacin prevaleci hasta la colonizacin de Amrica
y las conquistas territoriales en Asia, que permitieron manufacturas y cultivos controlados por los europeos.
Espaoles y portugueses llegaron simultneamente a las
viejas fuentes de productos asiticos y a las nuevas fuentes
de metales preciosos americanos. La coincidencia histrica, de
ninguna manera casual, permiti abrir un periodo de enorme
intensificacin del comercio internacional. La plata y el oro
fluyeron desde Amrica a Europa y desde all a Asia en buques
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que adems del metal llevaban poco ms que lastre, pero que
volvan de Asia a Europa cargados de mercancas.
Fue slo el comercio con Amrica, escribe Chaunu en Sevilla y el Atlntico, lo que permiti a Europa desarrollar su comercio con Asia. Sin la plata del Nuevo Mundo, las especias,
la pimienta, la seda, las piedras preciosas, ms tarde la porcelana china, todos estos lujos preciosos no podran haber sido
adquiridos por Occidente. Durante el siglo XVI y los siguientes, por la vasta regin asitica que produca especias, drogas
farmacuticas y sedas, circulaban las monedas de oro y sobre
todo la plata acuadas en el Mediterrneo. Los grandes descubrimientos revolucionaron las rutas y los precios, pero no
cambiaron la realidad fundamental del dficit europeo de pagos, escribe Braudel en El Mediterrneo en la poca de Felipe II.
Los productos europeos comenzaron a encontrar nuevos
mercados en Amrica. Las colonias americanas establecieron a
travs del Pacfico un intercambio con Asia semejante al europeo, aunque severamente controlado y restringido por el monopolio espaol. El nuevo sistema econmico mundial qued
completo una vez que los esclavistas europeos comenzaron
el traslado masivo de poblacin africana hacia las minas, los
obrajes manufactureros y las plantaciones de Amrica.
Adam Smith, que estudi estos sistemas cuando ya estaban en decadencia y comenzaba la hegemona del capitalismo
industrial, escribi: La plata del nuevo continente parece ser
as una de las principales mercancas por medio de las cuales
se lleva a cabo el comercio entre los dos extremos del viejo
continente; es por medio de ella que estas partes distantes del
mundo quedan conectadas unas con otras en una gran red.
Marx afirm que la emergencia del sistema capitalista
puede fecharse a partir del siglo XVI, cuando se cre un co-
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ms estable y alto, y las dos cosas forzaron a aumentar todava ms la produccin de plata en Amrica.
Como observa Brading, el periodo de florecimiento de la
minera de plata en Amrica coincide con la mayor inflacin
en Europa; o sea, con la mxima devaluacin de la plata. Parece existir aqu una causalidad circular pero generada a partir de la lineal; es decir, por los primeros envos de plata de
Amrica. Dicho de otra manera, y la observacin es importante para la discusin siguiente, el precio de la plata segua
las reglas del mercado capitalista.
Ante el fenmeno de la devaluacin de la plata el imperio
espaol reaccion tratando de usar su posicin casi monopolista para mantener los viejos precios. Fracasada esta tentativa,
de la que no me ocupar ahora, se aplic a producir la plata
reduciendo los costos directos a fin de obtener, aun con los
nuevos precios, un beneficio considerable.
La discusin moderna y todava no resuelta sobre los efectos en Europa de la plata americana, iniciada por Hamilton
en el marco de las teoras econmicas de Keynes, en realidad contina aquella comenzada por los estudiosos espaoles del siglo XVI, profundamente preocupados por el fenmeno inflacionario.
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A principios del siglo XVI la frontera cultural y ecolgica entre los grandes estados indgenas del centro de Mxico y los
territorios de los indios chichimecas, cazadores-recolectores
y cultivadores marginales, segua en lneas generales los ros
principales de los sistemas fluviales Lerma-Santiago hacia el
Pacfico y Tula-Pnuco hacia el Golfo de Mxico.
La mayor y mejor parte de las explotaciones mineras al
norte de esta lnea careca de poblaciones nativas importantes y sedentarizadas, y tambin de cualquier clase de estructura y de infraestructura material productiva de alguna significacin.
Estos centros mineros, sin embargo, no se desarrollaron
como enclaves en el sentido en que parecen utilizar este trmino algunos autores contemporneos. Por el contrario,
alrededor de ellos se organiz, con sorprendente rapidez,
una estructura importante de produccin agroganadera: las
grandes haciendas tipificadas por el Bajo, y los ranchos y
haciendas tipificados por los Altos de Jalisco. Por otra parte, bastantes centros secundarios se convirtieron en pequeas ciudades, donde se desarrollaron actividades econmicas
artesanales, obrajes, herreras, comercio en gran y pequea
escala y servicios.
El lugar minero del norte transform el espacio geogrfico vaco en un espacio organizado. La precisin de alimentar
a la poblacin y satisfacer sus otras necesidades y demandas
se combin con la urgencia de aprovisionar la produccin
de plata, que exiga grandes insumos materiales (sal, cueros,
pieles, sebo, madera, mercurio, etctera).
La minera patrocinada por el Estado, una vez que pag
los costos del aprovisionamiento desde lugares remotos, por
caminos difciles y con medios de transporte rudimentarios,
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nientos kilmetros. Por otra parte, poco despus del Camino Real de 1550-1555, Zacatecas se uni a Michoacn, a
unos cuatrocientos kilmetros, por dos caminos, uno desde
Valladolid (Morelia) a Zitcuaro y Acmbaro, y otro hacia
Guanajuato.
La poltica de precios que el Estado aplic en Mxico est
lejos de la claridad, entre otras cosas por la ausencia de buenos estudios, excepcin hecha de los de Florescano, Borah y
Cook, a los que me referir ms adelante. Sin embargo, unos
pocos ejemplos deben servir para mostrar que, en casos conocidos, se controlaron los precios de algunos insumos esenciales para la minera y el beneficio, a fin de hacer ms rentable su operacin.
Desde el descubrimiento y aplicacin de las tcnicas de
amalgamacin el mercurio se haba convertido en parte indispensable del beneficio de la plata, sobre todo en regiones
como el norte de Mxico, que careca de materiales combustibles para la fundicin. A diferencia del Per, donde se descubrieron las grandes minas de Huancavelica, Mxico careca de fuentes propias. El mercurio tena que ser importado
de Espaa bajo control del Estado, y su costo representaba
entre 25% y 52% del costo total del beneficio.
En el decenio de 1560 a 1570 el costo medio del mercurio
en la ciudad de Mxico era de 117 a 125 pesos por quintal, dice
Brading. Pero los precios de venta que se obtenan mediante
subasta iban de 132 a 236 pesos, siendo las cotizaciones ms
frecuentes entre 170 y 187 pesos. Luego, ante las protestas
locales, la Corona redujo continuamente el precio, de 113 pesos en 1590 a 96 pesos en 1602, hasta que en 1627 se lleg
finalmente al precio, que durante ms de un siglo fue estable,
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de 8 pesos el quintal. As pues, contrariamente a la supuesta tendencia histrica de los precios, el de venta de mercurio,
que representaba el mayor rengln en los costos del beneficio, en realidad disminuy durante aquellos aos.
Bakewell ofrece un cuadro semejante de estabilidad de
los precios de la sal, otro ingrediente indispensable para el beneficio. En 1562 la Audiencia de Nueva Galicia coloc la
salina que abasteca a las minas de Zacatecas bajo control
oficial. A partir de ah los mineros compraron la sal (o mejor la saltierra, una mezcla sin refinar de sal y tierra) a medio
peso la fanega. El precio se mantuvo inalterable a lo largo de
los siglos XVI y XVII.
Algo semejante ocurri con el precio oficial de la plvora
cuando comenz a utilizarse en la minera. Al tomar el Estado la produccin y distribucin de la plvora, su precio se
redujo inmediatamente de ocho a seis reales la libra, y de nuevo se rebaj poco despus a cuatro reales.
Existen indicaciones de que estas polticas de manipulacin
de precios para favorecer la produccin de plata se extendan
a otras esferas. Segn Bakewell, de las escasas cifras que se disponen aparece una notable estabilidad en los precios del pan
en Zacatecas desde fines del siglo XVI hasta 1670. En junio de
1598 un real compraba veintisis onzas de pan y en junio
de 1670, veintiocho onzas.
Tambin de acuerdo con Bakewell, en 1612-1613 un real
compraba diez libras de carne de novillo y en 1691 exactamente la misma cantidad. El carnero en pie y la libra de carnero
destazado tampoco sufrieron variaciones durante el mismo
periodo. El sebo, utilizado entre otras cosas para alumbrar las
galeras de las minas y las casas, baj de veintiocho a veinte
reales por arroba.
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Aunque la evolucin de los precios del maz es ms confusa, en las zonas mineras y a partir de fines del siglo XVI parece
haber seguido las tendencias estables del centro de Mxico,
excepto en casos de catstrofes naturales. Por supuesto, el
maz era el producto ms esencial para la alimentacin de la
poblacin y tambin de la muchedumbre de animales empleados en los beneficios, en las minas y en el transporte.
Segn Brading, apoyndose en un trabajo de Borah y Cook
pero llamando la atencin al estudio y a la crtica de Florescano,
una fanega de maz, que costaba 4.8 reales en 1573 se venda
en 1627 en 9 reales, precio que, aparte de los aos de la terrible
sequa, conservara durante ms de un siglo. El costo del maz
resultaba tan crtico para la minera que al llegar a ciertos niveles excepcionales en circunstancias desfavorables las haciendas
de beneficio simplemente suspendan el trabajo.
Pienso que se puede afirmar que la accin del Estado fue
muy poderosa y de hecho determinante en el florecimiento
de la produccin de plata, considerada y tratada como la rama
prioritaria de la economa mexicana. Tanto en la colonizacin
del norte, sede de la mayora de los centros mineros, como en
los desplazamientos de poblacin, en la construccin de las
redes de caminos, en la organizacin y proteccin del transporte y en el aprovisionamiento de las minas y beneficios,
aparece claramente la mano y la poltica del Estado, guiando
y combinndose con las iniciativas individuales y con cierta
frecuencia imponindose a ellas.
En las condiciones actuales de conocimiento resulta imposible estimar el costo del conjunto de estas empresas, costo
que el Estado carg a la sociedad mexicana en forma de trabajo y de otros servicios personales, de precios administrados, de
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Los trabajadores mineros de Mxico, escribe Brading, lejos de haber sido los peones oprimidos que la leyenda nos
presenta, constituan una fuerza laboral libre, bien pagada y
geogrficamente mvil, que en muchas regiones era prcticamente socia de los patrones. La prctica ms comn era dar
a todos los trabajadores un salario diario normal de cuatro
reales, cuando un pen de hacienda ganaba de 1 a 2 reales,
ms comida y tierra. Pero lo que en verdad atraa a los hombres hacia las minas era el hecho de que se les daba una comisin en forma de mineral, llamada partido. La mayora
de los trabajadores mineros de Mxico esperaban una participacin en las ganancias. Fueron, en realidad, socios, si no es
que rivales activos, de los propietarios de las minas.
Conviene subrayar que existi una diferencia muy aguda de las relaciones sociales de trabajo entre la extraccin
del mineral, caracterizada por el trabajo libre y el sistema de
participacin, y su beneficio, caracterizado sobre todo por
el rgimen salarial estricto y el trabajo esclavo. Estas diferencias pueden ayudar a explicar los grados diversos de capitalizacin que se encuentran entre las dos fases del proceso
productivo de la plata, as como sus niveles respectivos de
tecnificacin.
Dicho de otra manera, la participacin alentaba la productividad del trabajo (la autoexplotacin) y no se requeran,
en consecuencia, frecuentes inversiones de capital y nueva
tecnologa. El rgimen salarial y esclavista, por el contrario,
estableca la tendencia clsica a sustituir el trabajo humano
vivo por capital y nueva tecnologa.
El xito de la produccin de plata parece traducirse, en ltima instancia, en la eficiencia econmica de la agroganadera
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El problema central para nuestra hiptesis de trabajo consiste en determinar cul era la rama de la produccin que, en
ltimo anlisis, resultaba beneficiada por las transferencias de
otras ramas. A la persona concreta como tal poda resultarle
indiferente si la mayora de sus beneficios en la minera provenan del abastecimiento gratuito facilitado por los indios
tributarios o de la produccin de la hacienda. Sin embargo,
esta forma de circulacin disfrazaba la transferencia real de
valores, de manera semejante a como la encubra la poltica
de precios administrada por el Estado.
La organizacin econmica de tres grandes centros mineros sobre los cuales se dispone ahora de buenos estudios
(Parral, Zacatecas y Guanajuato), parece reproducir, en gran
escala y con mayor complejidad, la estructura de las primitivas
compaas mineras de Michoacn. Es decir, una estructura
de articulaciones mltiples, capaz de combinar y de utilizar
los recursos de los modos de produccin ms variados y de
transferirlos y canalizarlos hacia la produccin de plata.
Cristbal de Oate, promotor del descubrimiento de
Zacatecas, fue ayudante del contador real, soldado, encomendero de Culhuacn y de Tacmbaro, minero y teniente
gobernador de Nueva Galicia. Juan de Tolosa, descubridor
y fundador de Zacatecas, fue soldado, esposo de una hija
de Corts y de doa Isabel Moctezuma, y minero. Diego de
Ibarra, fundador de Zacatecas, fue tambin oficial, minero,
esposo de una hija del virrey Velasco, gobernador de Nueva
Vizcaya y hacendado. Baltasar de Bauelos, considerado el
cuarto fundador de Zacatecas, fue minero y teniente capitngeneral de Nueva Galicia.
stos no son datos de inters puramente biogrfico. Indican claramente la combinacin de varios papeles en personas
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Sobre las haciendas pesaban otras clases de cargas, que contribuyen a convencernos de la baja prioridad de la produccin
agroganadera bajo el sistema colonial y frente a la preferencia
de que gozaba la produccin de plata. Adems del diezmo a
la Iglesia sobre todos los productos, pagaban alcabalas al Estado de 6% y hasta de 8% sobre todas las ventas.
Otra explicacin de las dificultades econmicas de las haciendas coloniales, que es preciso rechazar con energa, es
aquella que la atribuye a sus bajos rendimientos fsicos y consecuentemente a la tecnologa empleada.
Florescano ha mostrado que la produccin de maz del
distrito de Chalco, combinada con algunos envos de Toluca, bastaba para abastecer a la ciudad de Mxico a fines del
siglo XVIII. La agricultura del Bajo, en la misma poca, no
ocupaba ms de 60% de la fuerza de trabajo y sin embargo
cubra las inmensas necesidades de sus centros urbanos, de
su minera y beneficio, de las manufacturas, y aun exportaba
a otras zonas. Slo la ciudad de Guanajuato y aledaos, con
sus catorce mil mulas y cincuenta y cinco mil vecinos, absorba cuatrocientas mil fanegas de maz al ao.
Eric Wolf ha observado el hecho de que las haciendas por
lo general producan por debajo de su capacidad total real.
Pero esta circunstancia tiene que ver con las limitaciones del
mercado y con las dificultades del transporte, y de ninguna
manera con los rendimientos fsicos obtenidos en las superficies sometidas a cultivo intensivo, como en los casos del Bajo
y Chalco, que tenan acceso fcil a sus mercados.
Las haciendas realizaron un evidente esfuerzo para elevar sus rendimientos, invirtiendo enormes sumas en la construccin de obras hidrulicas para el regado. Tenan a su
favor la fertilidad natural de los suelos, muchos de ellos vr-
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genes de cultivo, como ocurra en las extensas llanuras aluviales del Bajo.
Quiz se puede apreciar el xito de las mejores haciendas comparando las siguientes cifras de rendimientos. Segn
Aldo de Maddalena, en la Historia econmica de Europa de Cipolla, el rendimiento promedio del trigo en Inglaterra y Holanda
durante la primera mitad del siglo XVIII no pas de diez por
uno (la unidad de semilla sembrada), y en suelos muy ricos
del norte de Italia lleg a quince-veinte por uno. En Celaya, en
la regin del Bajo y en suelos irrigados, los rendimientos del
trigo llegaron a ser, en la misma poca, de cuarenta-cincuenta por uno, segn Brading.
La hacienda mexicana tuvo la posibilidad de combinar, por
primera vez, las plantas domesticadas y las tecnologas agrcolas
del Viejo Mundo y de Mesoamrica, y aun la de ir agregando
las muy importantes del rea andina. En contraste, la introduccin en Europa de los cultgenos americanos fue ms lenta. Sin
embargo, hay autores como Slicher Van Bath que se refieren
a la introduccin de la papa y del maz como una condicin
para la revolucin agrcola europea. La hacienda mexicana ya
haba efectuado esta simbiosis agrcola. Es otro captulo que
hay que escribir de la historia de la agricultura de Mxico.
Pienso que es preciso y conveniente procurar ahora diferenciar varios tipos de hacienda que se relacionaron de
maneras distintas con la minera y con el mercado nacional
y mundial. Mi principal criterio taxonmico consiste en la
forma de articulacin de la hacienda; slo secundariamente
considero la estructura de la produccin o la organizacin
de la fuerza de trabajo. Por un lado, la estructura productiva
estuvo siempre muy diversificada, con raras aunque importantes excepciones. Por otro, la organizacin de la fuerza de tra-
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varios miles de kilmetros de longitud, con puentes, estaciones, mesones, fuertes, hospitales, etc. El trabajo de construccin, as como el de mantenimiento, fue realizado en su mayor
parte por las comunidades indgenas, dentro de sus obligaciones normales con el Estado.
Es necesario observar que la poltica virreinal de mantener bajos los precios de los artculos bsicos de subsistencia
y de los insumos bsicos de la minera perjudicaba menos a
las haciendas que a la produccin de las pequeas unidades
domsticas. Esto se explica en trminos de los costos de produccin diferenciales.
Como mostr Chayanov, los precios bajos fuerzan a los productores campesinos a aumentar su produccin y a llevarla al
mercado en mayor proporcin, al contrario de lo que ocurre
normalmente en una empresa capitalista. Dicho de otra manera,
el control de precios favoreca a los costos ms bajos de la produccin de plata sin perjudicar excesivamente a las haciendas, y
de hecho pasando una carga adicional a la produccin de tipo
campesino, o sea sobre todo a las comunidades indgenas.
En este trabajo he procurado examinar la formacin del
sistema colonial en Mxico como un proceso de adaptaciones
al sistema econmico mundial. La articulacin al exterior se
realiz por medio de la produccin de plata. Esta, a su vez,
articul hacia el interior a los diversos tipos de haciendas, y a
travs de ellas a las comunidades indgenas y a sus equivalentes funcionales (pequeos propietarios, renteros, medieros y
otros). De esta manera, la organizacin econmica total pudo
funcionar en beneficio de la plata, que es tanto como decir
en beneficio de la metrpoli y del sistema mundial dominado
por el capitalismo mercantil.
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METRPOLI-COLONIA
Y ARTICULACIN DE MODOS DE PRODUCCIN1
partir del siglo XVI comenz a construirse un sistema integrado por las metrpolis europeas y sus colonias y por
el comercio internacional y la divisin mundial del trabajo,
sistema que uni a diversos modos de produccin y a numerosas y muy diferentes formaciones socioeconmicas.
A pesar de su importancia para la teora de la evolucin
social estas cuestiones figuran entre las que han sido peor estudiadas. Aun las historias econmicas publicadas ms recientemente, con la notable excepcin de la obra de Wallerstein,
dan poca atencin al problema. Lo mismo puede decirse de la
mayora de los estudios monogrficos. La preferencia se concede, con invariable regularidad, a los factores endgenos o
internos europeos con exclusin de los exgenos o externos,
sobre todo cuando se trata de explicar la transicin de la economa medieval europea al capitalismo moderno.
El anlisis marxista, particularmente en sus expresiones tradicionales y ortodoxas, tampoco ha resultado mucho ms
satisfactorio. Marx, en efecto, como he mostrado en otro
trabajo (Un modelo marxista para la formacin colonial
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de Mxico?), consider al capitalismo como independiente del sistema colonial en el plano del anlisis estructural y la
historia abstracta. El artificio metodolgico utilizado en El
capital, o sea la construccin de un modelo puro del modo
capitalista de produccin, se interpret como una descripcin de la realidad.
Al enfrentar la historia concreta Marx describi la expansin geogrfica del capitalismo como una marcha brutal e
inevitable de la civilizacin sobre el mundo. La metrpoli
mundial de la poca, Inglaterra, era el espejo en el que poda
verse el futuro de los dems pases sin exceptuar a los coloniales: De te fabula narratur. En el prefacio a la primera edicin alemana de El capital se dice: El pas ms desarrollado
industrialmente slo muestra, a los menos desarrollados, la
imagen de su propio futuro.
El concepto marxista de la evolucin qued expresado as
en un esquema unilineal de desarrollo, en el cual no haba lugar para la diversificacin evolucionista ms all de las formas
determinadas por la propia historia eurooccidental.
Rosa Luxemburgo, en cambio, aunque sin llegar a rechazar
el esquema unilineal de Marx, subray el papel indispensable
de las colonias en el desarrollo histrico concreto del capitalismo y consider los modos de produccin no capitalistas
como estructuralmente necesarios para realizar el proceso de
acumulacin ampliada en las metrpolis. Quiz ms significativamente todava, Luxemburgo abandon la visin optimista y etnocntrica de Marx sobre los resultados civilizadores
del imperialismo.
Hobson, desde el terreno del radicalismo liberal britnico,
y Hilferding, desde el campo marxista centroeuropeo, estudiaron los nuevos fenmenos del capitalismo financiero, el
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monopolismo y la exportacin de capital desde las metrpolis, pero tampoco abordaron de manera directa la cuestin
colonial. Hilferding observ, sin embargo, que el nuevo imperialismo bloqueaba de manera selectiva el desarrollo econmico de los pases coloniales y dependientes.
Bujarin y Lenin, a pesar de proceder del oriente primitivo
y agrario de Europa, no se ocuparon seriamente de la cuestin colonial excepto desde el ngulo de la estrategia poltica
del movimiento obrero. Ambos atacaron con crudeza a Roy,
quien desde una comprensin ms profunda del sistema econmico y de la estructura de clases de su pas, la India, mantuvo la tesis de la especificidad socioeconmica y poltica de
los pases coloniales.
Los autores marxistas que podramos llamar clsicos muestran entonces, por un lado, la idea comn de que el sistema
colonial moderno es una consecuencia lineal, una mera proyeccin del desarrollo capitalista. Por otro lado, no llegan a
establecer relaciones de causalidad necesaria entre la emergencia del capitalismo como modo dominante de produccin
y el sistema metrpoli-colonia.
La consecuencia colonial slo se convierte en causa a nivel de acelerador del proceso capitalista (Marx); de alimento
indispensable para la produccin ampliada del capital (Luxemburgo); de mercado para la inversin de los capitales metropolitanos (Hilferding), y de campo de lucha entre las potencias
imperialistas (Bujarin y Lenin). Slo en estos sentidos las colonias se transforman dialcticamente de efecto en causa.
Estas interpretaciones sostienen, adems, que la direccin
del desarrollo de las colonias es lineal y repetitiva. En ellas
nada nuevo acontece bajo el sol, como tampoco pueden hacer
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slo porque lo est creando incesantemente, al igual que el crecimiento del capitalismo privado crea continuamente nuevos
proletarios, sino porque cada uno es condicin necesaria de la
existencia y desarrollo del otro.
En La formacin colonial mexicana y el primer sistema
econmico mundial ensay la aplicacin de estas ideas al
caso de Mxico, considerndolo como un segmento del primer sistema econmico mundial constituido a partir del siglo
XVI bajo la gida del capitalismo mercantil y los impulsos expansionistas de Espaa y Portugal.
La incorporacin de la Nueva Espaa al sistema mundial se realiz por medio de la accin constante del Estado
espaol, que impuso a Mxico el papel clave de proveedor
de los metales preciosos indispensables para el comercio
internacional de la poca.
Esta funcin representa el principio ordenador de la economa novohispana, al que tuvo que someterse la totalidad
de la sociedad bajo la presin de la administracin imperial y
siguiendo las exigencias del sistema mundial.
La formacin colonial debe verse no slo como una parte
especializada y dependiente del sistema mayor, sino tambin
como una manera de articular diferentes modos de produccin subordinados a uno de ellos. La Nueva Espaa exhibe
un amplio abanico de modalidades socioeconmicas, que van
desde el capitalismo mercantil a la organizacin capitalista de
ciertas empresas mineras, agroganaderas y manufactureras, y
desde las comunidades indgenas a los gremios, las artesanas
y el campesinado.
El sistema colonial novohispano incluye, en consecuencia,
relaciones sociales de trabajo asalariado que unas veces es li-
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tiliz suficientemente su fuerza de trabajo debido a la existencia de la esclavitud. La fuerza de trabajo principal estuvo
constituida por esclavos y de ninguna manera por trabajadores libres asalariados.
La razn de esto, escribe Bernardi en el volumen The Economic Decline of Empires editado por Cipolla, es que el trabajo
esclavo siempre haba resultado ms conveniente que el libre.
La labor realizada por los esclavos costaba slo la mitad que la
ejecutada por los trabajadores libres. La esclavitud, en consecuencia, haba jugado un papel estratgico en todos los casos
de crecimiento econmico del mundo antiguo.
Esta situacin de la fuerza de trabajo, que no vari sino hasta que los esclavos escasearon y su precio se hizo incosteable,
se reflejaba de manera aguda en la estructura de clases. Despus de reconocer la inseguridad de los datos demogrficos,
algunos historiadores han estimado que en Italia durante el
reinado de Claudio los esclavos superaban por cuatro a uno a
las personas libres. Este clculo, con seguridad exagerado, elevara la poblacin esclavizada a algo ms de veinte millones.
El estancamiento tecnolgico del mundo clsico, una de las
causas importantes de la escasa capitalizacin de la agricultura y
las manufacturas, puede ser explicado tambin en trminos del
predominio del trabajo esclavo. Forbes, en sus Studies in Ancient
Technology, pone este ejemplo: El arns antiguo impeda que el
caballo usado como animal de tiro ejerciera la capacidad completa de su fuerza []. De ah que en vez de arrastrar quince
veces la carga de un hombre, el caballo en la antigedad arrastraba slo cuatro veces ese peso []. Los agrnomos romanos, que eran astutos economistas, descubrieron bien pronto
que el consumo de alimento entre caballo y esclavo mantena
una relacin idntica, o sea de cuatro a uno.
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a otras formas de relacin social, como bajo los modos asitico y germnico y el nuevo sistema de colonato.
Los latifundios [] eran trabajados original y usualmente
por grupos de esclavos comprados a bajo precio; sin embargo,
con la disminucin del abastecimiento de esclavos fueron divididos [] en fracciones rentadas a los campesinos (Coloni),
que a veces eran esclavos manumitidos (Stevens, en Postan,
The Agrarian Life).
Otro factor directa y claramente relacionado con la decadencia de la esclavitud es el reajuste del sistema fiscal (impositivo) del
imperio. El colonato creci con los impuestos de tipo personal
(capitatio) y sobre el suelo (yugatio), que forzaron a fijar progresivamente al hombre a la tierra y a desarrollar la gran propiedad
territorial y el patronato para asegurar la recaudacin.
Es posible que esta tendencia al colonato y al patronato,
cuya nica base no puede haber sido el sistema fiscal, no slo
reemplaz gradualmente a la esclavitud en la metrpoli sino que
incorpor asimismo a los remanentes de los pequeos propietarios libres. Algunos autores ven en estas instituciones a los
grmenes de la servidumbre y del seoro medieval.
La mayor importancia del colonato-patronato debe verse,
sin embargo, en relacin con la disolucin del orden esclavista
y con la necesidad de reemplazarlo con nuevas formas de relacin social. Es preferible buscar el origen de las instituciones
feudales en las sociedades brbaras de Europa y en las situaciones de frontera del imperio con los germanos.
En efecto, mientras la esclavitud segua un proceso irregular y a menudo contradictorio de decadencia, en las marcas
y fronteras europeas del imperio apareca un tipo nuevo de
tecnologa agrcola, adaptado a las zonas fras de grandes bos-
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Resulta difcil sobrestimar las consecuencias de estos cambios en trminos de la desintegracin de la sociedad clsica en
el occidente europeo. Al perder el abastecimiento de Egipto,
aunque sustituido en parte por el de Cirenaica, Italia tuvo que
reanudar el cultivo de cereales en su propio territorio, usando
tierras dedicadas antes al pastoreo. Es decir, suelos marginales
con rendimientos pobres que contribuyeron a encarecer el costo de los alimentos bsicos.
El aumento del precio de los cereales condujo a extender
su cultivo a zonas antes dedicadas a la vid, al olivo y a los frutales, productos caros que cubran necesidades de exportacin
y daban ingresos importantes. El norte de Italia, que haba
sido un rea de grandes empresas de cultivo intensivo utilizando mano de obra esclava, se convirti en una tierra de pequeos arrendatarios y propietarios []. Los rendimientos del
suelo decrecieron. No se poda exportar []. reas conocidas
antes por su agricultura especializada [] declinaron [].
El norte de Italia, que unas dcadas antes exportaba productos agrcolas, tena ahora que importar granos y aceite []
(Haussig, A History of Byzantine).
Las empresas agrcolas cerealistas, por otra parte, no son
compatibles econmicamente con la esclavitud. La rentabilidad de la fuerza de trabajo esclava requiere su utilizacin continua, cosa que no se consigue en las explotaciones extensivas
de agricultura de temporal.
La extensin del cultivo de cereales en detrimento de
las empresas intensivas tpicamente esclavistas de Italia
dio nuevos impulsos al desarrollo del colonato. La crisis de
abastecimiento de alimentos y materias primas a los centros urbanos y administrativos y al ejrcito oblig al Estado
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Ensayo basado en las plticas iniciales de los seminarios sobre Campesinos y Proceso de Industrializacin, celebrados en la Universidad
de Texas en 1978 y en la Universidad Iberoamericana en 1979.
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dinmica diferente de intereses. Marx convivi con los grandes estudiosos del tema, aunque l mismo no le dedic mucho tiempo. De todas maneras, ley y anot con cuidado las
obras principales y con frecuencia las critic con su caracterstica agudeza y violencia verbal. Su atencin, lo mismo que
la de Engels, se despert principalmente alrededor de varios
asuntos sobre los cuales vale la pena detenerse.
Uno de ellos, por supuesto el ms popular gracias al Origen
de la familia, de la propiedad privada y del Estado, es el del llamado
comunismo primitivo. O sea, el de aquella etapa universal de
la evolucin que antecede a la aparicin de la sociedad civil y
de cualquier tipo de formacin social dividida en clases. Tanto Marx como Engels creyeron firmemente que las comunidades aldeanas eslavas e hindes descritas por Haxthausen
y Maine, y las germnicas reconstruidas por Maurer, usando
documentos, representaban otras tantas supervivencias modernas del viejo comunismo.
No interesa en este momento discutir un error en el que
incurrieron por igual Marx y la mayora de los etnlogos e historiadores europeos, con la notable excepcin de Fustel de
Coulanges. La crtica histrica y etnolgica hace mucho que
demostr que las comunidades aldeanas no son simples supervivencias ni fsiles del pasado, sino productos vivos de
la adaptacin obligada de los campesinos a las exigencias de la
sociedad mayor y de sus clases dominantes.
Un segundo centro de atencin derivado del anterior fue
el de las posibilidades que estas supuestas antiguas formaciones podan ofrecer en trminos de la organizacin del socialismo moderno. Conocemos ahora tanto la correspondencia
a este propsito de Marx con Kovalevski y otros autores del
este de Europa, como su aprendizaje del ruso a fin de poder
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Es evidente que la continuidad de la presencia socioeconmica y poltica de los campesinos, despus de reconocer la
disminucin de sus nmeros relativos en la mayora de los
pases del mundo, requiere anlisis ms complejos que los
que parten del mero atraso tecnolgico y econmico y de la
lentitud e insuficiencia de los procesos de industrializacin
y urbanizacin.
No hay en Marx una teora explcita del campesinado y del
modo campesino de produccin, a no ser que se tome por tal
la interesante aunque confusa e incompleta parte de El capital
que trata de la renta de la tierra. Tampoco se encuentra en
Marx una teora del sistema colonial, a no ser que se tome por
tal sus artculos incidentales para la prensa burguesa. Ambos
hechos estn relacionados en primer lugar en el plano metodolgico, pero tambin lo estn en el terico.
Con toda claridad advirti Marx en El capital que para enfocar el objeto de nuestra investigacin en toda su pureza []
tenemos que considerar aqu todo el mundo comercial como
una sola nacin y suponer que la produccin capitalista est
consolidada en todas parte. Y al hablar de las clases sociales correspondientes a este modelo econmico puro agrega: fuera de
esta clase (la de los capitalistas), no existe, segn el supuesto
de que partimos rgimen general y exclusivo de produccin
capitalista ninguna otra clase ms que la obrera.
Con la misma claridad y con total congruencia con su planteamiento metodolgico escribe en El capital: no nos ocupamos aqu de la condicin de las colonias. Lo nico que nos
interesa es el secreto descubierto en el nuevo mundo por la
Economa Poltica del viejo mundo [] de que el modo capitalista de produccin y acumulacin [] [tiene] por condi-
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Las limitaciones del modelo, de esta manera, resaltan tan claramente como sus ventajas. Pero uno se pregunta si el modelo no
deja sin explicacin y sin anlisis lo que quiz ms nos interesa
analizar y explicar, o sea el sistema total de modos de produccin articulados bajo el dominio del capitalismo. Por supuesto,
se deja tambin sin anlisis y sin explicacin, es decir sin teora,
la cuestin de las clases que no sean de asalariados libres y de
capitalistas, as como el problema de sus alianzas y conflictos.
Cuando por medio del recurso del mtodo se ha ejecutado
en el modelo el acto de la desaparicin de los campesinos,
por qu clase de milagro habran de aparecer en la teora elaborada a partir del modelo? Sin embargo, sera todava ms
milagroso hacerlos desaparecer de la realidad de las sociedades concretas. Esto es, precisamente, lo que procur hacer
el marxismo estalinista.
Primero los campesinos desaparecen del modelo, luego de
la teora y finalmente, gracias a los esfuerzos de Stalin, de la
realidad social econmica sovitica. Pero ha sido as realmente? La prediccin cuyo cumplimiento se asegura, no por la
prediccin misma sino por el poder desptico del Estado, se
ha realizado aun en la Unin Sovitica?
En uno de los informes ms francos y en consecuencia
ms melanclicos sobre el estado de la agricultura sovitica,
Kruschev afirm hace unos aos que 50% de la leche y la carne, 60% de la papa y 80% del huevo que abastecan entonces
el consumo de la poblacin, provenan de las pequesimas
parcelas (un tercio de hectrea en promedio) concedidas para
su explotacin familiar a los trabajadores y empleados de las
grandes empresas estatales. Es decir, de la produccin de unidades domsticas que en su mayora no pueden llamarse ms
que campesinas.
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En definitiva, si el marxismo carece de una teora del campesinado, posee en cambio una teora de su desaparicin, adems de una praxis bien experimentada aunque infructuosa de
su eliminacin. Lo que est a discusin es esta concepcin y su
aplicacin prctica, as como sus fundamentos tericos y demostraciones empricas, y no el fenmeno histrico y perfectamente explicado de la disminucin de los nmeros relativos del
sector agrcola en general y del campesinado en particular.
La desaparicin del campesinado del modelo utilizado en
El capital se explica por razones metodolgicas. La ausencia
de una teora marxista del campesinado se puede entender
como la consecuencia de un modelo estructural puro que
excluye por principio a los campesinos y a sus formas de produccin. Sin embargo, la teora de la desaparicin del campesinado, una tesis central del marxismo frente a la cuestin
agraria, requiere otras explicaciones.
La clave inicial la facilit el mismo Marx al escribir en el prefacio de la primera edicin alemana de El capital: El pas ms
desarrollado industrialmente [Inglaterra] slo muestra, a los menos desarrollados, la imagen de su propio futuro. Y advierte a
sus compatriotas y a los dems europeos que pensaban poder
escapar de los peores efectos observados de la Revolucin Industrial inglesa: De te fabula narratur, aplcate el cuento. La experiencia histrica britnica fue convertida en el modelo clsico del
proceso general de industrializacin, en particular por lo que se
refiere a sus efectos sobre los campesinos y la agricultura.
El modelo britnico ensea que la historia de los campesinos, en efecto, es una historia de opresin, rebeliones frustradas y derrotas inevitables, que marcha paralelamente a la
apropiacin de los productos de su trabajo y finalmente a la ex-
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pese a los trminos evasivos que de seguro emplea el marxismo talmdico. La liturgia marxista tampoco es capaz de explicar la supervivencia del campesinado sesenta aos despus de
la revolucin y cincuenta desde las brbaras colectivizaciones
obligatorias, las deportaciones y confiscaciones de Stalin.
Todava ms. Cuando el Estado concede una tregua temporal, coincidiendo con alguna crisis mayor de la agricultura, el
sector de la economa campesina crece con mayor rapidez
que el sector colectivizado y estatal, y aumenta el nmero de
familias urbanas que dedican parte importante de su fuerza
de trabajo al cultivo de sus minsculas parcelas.
La permanencia del campesinado y su fuerte gravitacin
poltica y econmica todava al cerrar el siglo XX constituyen
fenmenos muy importantes que no estn reducidos al mundo del subdesarrollo. Por el contrario, se presentan tambin
en los pases industrializados capitalistas y socialistas, especialmente cuando se considera su estructura socioeconmica
en trminos de los nuevos tipos de campesinos, del campesinado externo, de la articulacin de modos de produccin y
del sistema econmico mundial.
Aquellos que se declaran interesados sobre todo en el movimiento general y a largo plazo de la historia, procuran abstraer las especificidades nacionales y cronolgicas del proceso de industrializacin, como lo hizo Marx en El capital. Lo
que ha resultado de esta actitud, sin embargo, no ha sido un
modelo histrico abstracto que subsuma las variaciones histrico-concretas sin negarlas, sino la descripcin de la experiencia inglesa elevada a modelo o tipo ideal de la revolucin
industrial. Se profetiz falsamente un futuro britnico para
todo el mundo.
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Podr pensarse, y de hecho tal cosa se afirma con frecuencia, que el nfasis en las especificidades nacionales y cronolgicas, o bien en los caracteres pretendidamente universales
de la industrializacin, sera meramente una cuestin de
seleccin del mtodo de estudio. Tambin se dice, como
un corolario de la afirmacin anterior, que la diversidad de
los procesos histricos y de las sociedades que se van configurando, en definitiva, es un fenmeno temporal producido
por la desigualdad del desarrollo. A largo plazo, se afirma,
prevalecern las tendencias hacia la igualdad del desarrollo,
la homogeneidad de las sociedades y la consecuente desaparicin de los campesinos.
Es decir, se pretende justificar una serie de predicciones no
realizadas, en particular aquellas que se refieren a los campesinos, haciendo las mismas predicciones a plazo ms largo.
Sin embargo, todava no se examinan crticamente las nuevas
formas sociales que van apareciendo en el periodo posindustrial y no se intenta determinar en cada caso cules son las
tendencias concretas. Tampoco se han examinado a fondo
los efectos de aquellos factores nuevos que alteran o pueden
alterar las relaciones tradicionales entre industria y agricultura,
ciudad y campo, campesinos, proletarios y capitalistas.
La prolongada renuencia del marxismo oficial a emprender
estudios campesinos es explicable en el contexto de las posiciones tericas que he procurado describir y criticar, pero tambin lo es en el contexto ideolgico de su extraa hostilidad
hacia el campesinado. Los marxistas ortodoxos han sido arrastrados contra su voluntad al estudio del campesinado, como
lo fueron a la discusin sobre el modo asitico de produccin
y lo estn siendo a la polmica sobre la articulacin de modos
de produccin, ms que nada por el vigoroso desarrollo del
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ANTROPLOGOS Y CAMPESINOS:
LOS LMITES DEL CAPITALISMO1
Ensayo basado en las plticas iniciales de los seminarios sobre Campesinos y Proceso de Industrializacin, celebrados en la Universidad
de Texas en 1978 y en la Universidad Iberoamericana en 1979.
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temente. En efecto, a partir de Tepoztln y en una serie de importantes investigaciones de campo, monografas y trabajos
tericos muy influyentes, Redfield desarroll el discutido
concepto de sociedad folk y sociedad urbana y su controvertida idea del continuum folk-urbano.
Redfield caracterizaba el tipo ideal de la sociedad folk por
medio de los siguientes rasgos: sociedades pequeas, aisladas y
autosuficientes; gran homogeneidad gentica y cultural; cambios lentos; mnima divisin del trabajo social y tecnologa
sencilla; mucha coherencia funcional; organizacin social basada en la consanguinidad y el parentesco artificial; conducta
tradicional y acrtica; sacralizacin de los actos y objetos tradicionales y ritualismo; ausencia de motivaciones econmicas.
Hay varias ambigedades graves en esta definicin que, a
pesar de todo, contiene muchos elementos verdaderos. La primera ambigedad, y la ms importante desde el punto de vista
del presente ensayo, es que Redfield no estableci diferencias
claras entre la sociedad folk y la sociedad primitiva tpica.
De esta manera, el estudio de las comunidades aldeanas
poda aparecer simplemente como una renovada prolongacin de la etnografa tradicional, manifestando la misma
fuerte preferencia por el enfoque culturalista. La crtica comenz casi de inmediato alrededor de esta cuestin. O sea,
sobre la especificidad del campesino frente a las sociedades
tribales.
George Foster, por ejemplo, observ que la dicotoma tipolgica propuesta por Redfield agrupaba a todos los pueblos no
urbanos en una sola categora, que inclua desde las tribus
ms primitivas y aisladas hasta los primitivos aculturados, las
culturas rurales mestizas de Amrica Latina y los pueblos campesinos de Europa. Si los verdaderos primitivos fueran ex-
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cluidos del concepto de sociedad folk, evidentemente el residuo quedara constituido por los campesinos.
Las comunidades campesinas, sin embargo agregaba
Foster no son completas o totales en el sentido en que podra serlo una sociedad verdaderamente primitiva y aislada.
Por el contrario, son partes o segmentos de una unidad social mayor, con la cual estn estructuradas vertical y horizontalmente y con la que tienen una relacin simbitica espacio-temporal.
En este sentido lo folk-campesino y lo urbano no son conceptos polares, sino partes de la definicin de un tipo sociocultural. Esto explica por qu no es posible describir un grupo
folk, o sea una comunidad aldeana, sin recurrir a la historia,
la estructura y la cultura de la sociedad nacional, como los
antroplogos haban descubierto ya en la prctica.
La crtica principal de Sidney Mintz, por otra parte, tom
como objetivo la serie de importantes estudios de Redfield
y Alfonso Villa Rojas de algunas comunidades de Yucatn, por
medio de los cuales se aspiraba a establecer el continuum folkurbano en su doble dimensin sociocultural e histrica, desde
la organizacin tribal a la ciudad de Mrida.
La investigacin, sin embargo, no incluy el estudio de
una plantacin henequenera, aunque la produccin de henequn constituye la columna vertebral de la economa yucateca
de acuerdo con el mismo Redfield. Dicho de otra manera,
Mintz trataba de introducir en el estudio de las comunidades
rurales una forma particular de la invasin capitalista de la
agricultura: la plantacin.
La importancia de la hacienda henequenera, as como de
las plantaciones de caa de azcar, pltano, caf y otras, escriba Mintz, significa la emergencia de comunidades rurales
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De tal manera qued planteado el problema de la supervivencia campesina, que la teora marxista no supo proponer
otras explicaciones que aquellas basadas en el atraso econmico y tecnolgico y en la desigualdad del desarrollo. Los
antroplogos, con raras excepciones, siguieron la misma lnea de anlisis y llegaron a idnticas conclusiones. De ah su
viejo entusiasmo por los programas llamados de modernizacin campesina, y el ms reciente por los autores marxistas
descubiertos tardamente.
Kautsky, sin embargo, observ que aun en los pases ms
avanzados la expansin de la agricultura capitalista no slo
creaba proletarios rurales, sino que tambin necesitaba campesinos. Por supuesto, no hay nada nuevo en el descubrimiento de que las grandes empresas agrarias requieren fuerza de
trabajo estacional, que slo los campesinos pueden facilitar
a costos mnimos.
El latifundio romano, por ejemplo, que fue edificado sobre
las ruinas del campesinado libre, al entrar en crisis el esclavismo tuvo que recampesinizar el mundo rural bajo la forma del
colonato. El manor de los seores feudales se cultivaba con el
trabajo obligatorio de los siervos campesinos. La administracin colonial espaola jams consinti en la desaparicin de
las comunidades aldeanas simbiticamente unidas a las haciendas, y las cre donde no las haba. Bajo toda clase de sistemas socioeconmicos y polticos, los campesinos han sido
proveedores no slo de excedentes de produccin sino tambin de trabajo.
De esta regla general, que une a la gran empresa agraria
con las unidades campesinas por medio de trabajo, no estn
excluidas las empresas capitalistas modernas. Kautsky poda
observar en Europa Central y Occidental los movimientos
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tibles de intensa capitalizacin, desplazando a las reas perifricas aquellas actividades que requieren mayores insumos
de fuerza de trabajo barata y no especializada.
El resultado es la expansin del campesinado externo y
aun la recampesinizacin de amplias reas del mundo, a la
vez que se siguen descampesinizando los pases centrales. El
proceso en su conjunto no puede ser comprendido ms que
en el cuadro de la evolucin del sistema mundial.
Los lmites estructurales del crecimiento del capitalismo
como un sistema global fueron discutidos claramente por
Rosa Luxemburgo al examinar la necesidad de que otros
modos de produccin acten como mercado para la realizacin de la produccin capitalista. La reproduccin ampliada
del capital y la expansin geogrfica del capitalismo aniquilan de manera progresiva a los dems modos de produccin,
destruyendo a la vez los medios de su propia existencia y reproduccin.
Este anlisis terico acerca de los lmites del capitalismo,
que no hay que confundir con las predicciones sobre su destino final real, parece haber descuidado, de todas maneras, la
cuestin del trabajo como otra forma fundamental de la articulacin entre modos de produccin diferentes. Los tericos marxistas y muchos antroplogos, por otra parte, piensan
que los avances tecnolgicos eliminan definitivamente la necesidad capitalista de recurrir en particular a la fuerza de trabajo campesina.
La sustitucin general del trabajo vivo de los hombres por
el trabajo muerto de las mquinas se considera as como un
proceso universal, ilimitado e irreversible, que ocurre no slo
en la industria sino tambin en la agricultura. Se profetiza,
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Revolucin Industrial era semejante a la mexicana de mediados del siglo XX, en Gran Bretaa result mucho ms fcil
alterarla. La poblacin rural, actuando como reserva general
de fuerza de trabajo, descendi rpidamente en trminos absolutos y relativos hasta alcanzar el ndice que se supone caracterstico de las sociedades avanzadas.
En Mxico este proceso no pudo ni podr repetirse. Los
censos muestran que el crecimiento demogrfico natural no
slo anula las grandes transferencias del campo a la ciudad,
sino que aumenta la poblacin rural en trminos absolutos.
Segn clculos generalmente aceptados, entre 1960 y 1980
el sector rural deba descender en trminos relativos de 50%
a 37% o 34% aproximadamente. Sin embargo, en trminos
absolutos aumentara de dieciocho a veinticuatro o veintisis
millones de personas aproximadamente.
Las cifras indicadas son discutibles. Dados los peculiares
criterios censales empleados para definir a la poblacin urbana, las correcciones al volumen del sector rural tienen que
hacerse hacia arriba, aceptando en primer lugar que ha sido
subestimado. Pero aun partiendo de las cifras oficiales se llega a conclusiones impresionantes. Hacia 1965, por ejemplo,
la poblacin rural alcanz a ser igual a la totalidad de la poblacin de Mxico veinticinco aos antes, en 1940.
Esta situacin no significa que la emigracin sea poco
considerable. Por el contrario, el aumento del sector urbano
en trminos relativos y absolutos es constante e inexplicable en relacin con su propio crecimiento natural. La marea
humana expulsada del campo no cede, y se dirige desde hace
mucho a las ciudades mexicanas y hacia Estados Unidos. A
pesar de todo, el sector rural se ha convertido en un gigan-
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tos procesos implican la destruccin de muchas formas existentes de la produccin y organizacin campesina, por otro
requieren la existencia de los campesinos.
En efecto, en las formaciones socioeconmicas dominadas por la acumulacin capitalista el campesinado resulta
necesario tanto como mercado para la realizacin de parte
de la produccin capitalista, como mano de obra barata para
las empresas capitalistas agrarias y no agrarias. A la vez, los
campesinos sirven como productores no capitalistas de mercancas baratas que entran a la circulacin capitalista. Finalmente, los campesinos reproducen la fuerza de trabajo sin
cargar los costos al sector capitalista y la mantienen tambin
sin costos, como en un depsito demogrfico, cuando no
existe suficiente ocupacin productiva.
Los campesinos sobreviven porque son capaces de adaptarse a estas situaciones difciles, complejas y cambiantes. La
adaptacin, sin embargo, est lejos de ser un proceso simple
y mecnico. Debe rechazarse cualquier semejanza profunda
de sus procesos con las adaptaciones al medio natural realizadas por la va de los mecanismos biolgicos.
La adaptacin biolgica comienza con las variaciones al azar,
prosigue con la herencia gentica y termina con la seleccin natural. La adaptacin cultural opera por variaciones que tienen
propsitos y que se mantienen, transmiten, abandonan y modifican de manera selectiva y crtica. Dicho de otra manera, la
adaptacin cultural es un proceso creador, y es libre en la medida en que puede decidir entre alternativas determinadas.
El xito de las adaptaciones campesinas exige la presencia
cuando menos de tres condiciones esenciales. Es importante
subrayar que ninguna de ellas ha sido o puede ser destruida
completamente en el plano mundial por la expansin del ca-
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pitalismo. Por el contrario, ellas mismas son tambin condiciones de la estabilidad y crecimiento del sistema mundial
dominado por el capitalismo.
La primera condicin esencial es que el campesino mantenga de alguna manera cierta suerte de acceso a su principal
medio de produccin, la tierra. Por supuesto, las formas de
obtener este objetivo son muy variadas y cada una es importante tanto para los campesinos como para la sociedad mayor.
Sin embargo, lo decisivo es conseguirlo cualquiera que sea el
medio utilizado.
Los medios pueden ir, como hemos ejemplificado en casos
como Mxico y Francia, desde las rebeliones agrarias hasta
las alianzas polticas con otros grupos sociales. Ms frecuente es la aceptacin de formas onerosas de renta y aparcera
combinada con trabajo obligatorio en las grandes empresas
agrarias. Tambin ocurre a menudo la compra de parcelas a
precios muy por encima del mercado capitalista, como mostr Chayanov en Rusia, e incluso la creacin de nuevas tierras
de cultivo a costa de enormes inversiones de trabajo, como
puede verse hoy en Mxico. Un caso muy particular de recampesinizacin es el de las minsculas parcelas cedidas a
los trabajadores soviticos de los sovjoses y koljoses y aun de las
empresas industriales.
La segunda condicin esencial es que el campesino mantenga un cierto grado de control sobre su propia fuerza de trabajo,
a fin de poder emplear estrategias diversificadas de acuerdo
con las oportunidades que le presenta el mismo sistema capitalista. Por supuesto, la fuerza de trabajo campesina no est
constituida por unidades personales discretas sino que consiste en la unidad domstica de produccin-consumo. Las
estrategias campesinas, en tanto que pueden conservar al-
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del desarrollo moderno de la agricultura. Existe la fuerte posibilidad de que se trate de una excepcin determinada por la
naturaleza central de la economa norteamericana dentro del
sistema capitalista mundial y por otras circunstancias (territorio, poblacin, etc.). De cualquier manera, resulta obligatorio examinar las alternativas existentes, sobre todo cuando se
presentan en pases de desarrollo econmico tan avanzado
como Holanda, Dinamarca y otros.
La segunda razn es que al analizar las grandes empresas
agrarias resulta ilegtimo compararlas exclusivamente con las
pequeas empresas de aquellas unidades campesinas que han
sido arrojadas a tierras marginales y desprovistas de acceso al
crdito, a la tecnologa, a la informacin y al mercado. Campesino no quiere decir necesariamente pobre. El modelo holands,
como se ver, est construido sobre otra clase de condiciones.
La primera caracterstica del modelo es la escasez de tierras,
sobre las cuales ya existen presiones considerables de poblacin, tanto ms fuertes cuanto mayor sea el incremento natural
de la misma. El acceso al suelo est restringido no slo por la
escasez, que se traduce en precios altos, sino tambin por los
complicados sistemas de propiedad, transferencia y herencia
del suelo, que estn ligados ntimamente a las tradiciones culturales de los campesinos y a sus hbitos sociales. La tierra no
llega a ser verdaderamente y por completo una mercanca. El
alto precio del suelo est acentuado por la disposicin de la
economa campesina a pagar ms que aquello que representara la renta capitalizada.
El modelo no considera ahora las notables diferencias
existentes entre la escasez natural, o sea bsicamente la relacin general hombre-suelo (Holanda) y la escasez artificial creada por el proceso de concentracin de la propiedad
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territorial (Mxico). En cualquiera de los dos casos el modelo asume una situacin de escasez-caresta del suelo para las
pequeas empresas.
La segunda caracterstica es la penuria de recursos financieros aplicables a la agricultura en general y en particular a
las pequeas empresas. Esta situacin puede coincidir, y de
hecho coexiste en el caso holands, con un grado avanzado
de capitalizacin y con fuertes disponibilidades de financiamiento para la industria, los servicios y las grandes empresas
agrarias. En consecuencia, el capital es relativamente caro
para los pequeos propietarios, sea en su aspecto de dinero
o en sus formas de bienes de produccin, insumos, maquinaria, etctera.
El modelo no toma en consideracin, por el momento,
cundo la escasez-caresta de capital para la agricultura se
debe a las tasas diferenciales de rendimiento con respecto a
otros sectores, a las dificultades estructurales de la pequea
propiedad para admitir capital, o bien a polticas estatales
calculadas para impulsar la industrializacin y la gran empresa, etctera.
El modelo se caracteriza, en tercer lugar, por la abundancia
de fuerza de trabajo en el sector agrcola y por su consiguiente bajo precio en relacin con los otros sectores. La abundancia-baratura de la mano de obra est directamente relacionada con sus insuficientes transferencias a la industria y
los servicios. A la vez, esta situacin frena la sustitucin del
trabajo vivo por el trabajo muerto, o sea la mecanizacin de
la agricultura. Las empresas, en consecuencia, son intensivas
de trabajo humano.
El modelo tampoco toma en cuenta ahora aquellas situaciones en que la abundancia de la fuerza de trabajo est provocada
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fenmeno es por entero semejante y puede ser mejor documentado gracias a los estudios realizados por la OECD y la
Comunidad Europea.
En un amplio muestreo realizado en Holanda a principios
de la dcada 1960-1970, que incluy veinte mil unidades agrcolas en sesenta y tres municipios, se encontr la siguiente distribucin de empresas segn superficie: 2 527 tenan menos
de 1 hectrea; 6 808 entre 1 y 5; 4 793 entre 5 y 10. El resto,
5 872, tena entre 10 y 20, y ms de 20 hectreas.
Entre 1950 y 1960 el producto nacional bruto por persona
ocupada subi en 34% y la poblacin en 13%. Durante el mismo periodo el costo del trabajo agrcola subi 90%, y el de
todos los factores, incluso el trabajo, 50%. Sin embargo, los
precios de los productos agrcolas subieron solamente 14%.
A pesar de estas condiciones desfavorables para la formacin
del ingreso agrcola, la poblacin ocupada en el sector mantuvo un nivel comparable al de los dems sectores y sigui el
mismo camino ascendente.
La hiptesis formal ms obvia sera la de que el sector
agrcola mantuvo su buena posicin a base de disminuir
el nmero de empresas, concentrar la propiedad, invertir
ms capital y eliminar fuerza de trabajo redundante. O sea,
mediante una transicin gradual del modelo holands al norteamericano .
La evolucin verdadera, sin embargo, fue diferente. Durante el mismo periodo (1950-1960) hubo slo una reduccin
de 5% en el nmero total de las unidades agrcolas del pas.
Los mayores aumentos de rendimientos y productividad se
encontraron en las empresas pequeas y en relacin directa,
no con el capital invertido, sino con la cantidad de horas-estndar de trabajo invertidas por hectrea.
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El cuadro general obtenido en 1957 del trabajo por hectrea segn la extensin de las empresas era el siguiente: 1 007
horas-estndar en las unidades de 1 a 3 hectreas; 782 en
las de 3 a 5; 728 en las de 5 a 7; 636 en las de 7 a 10, y 524
y 417, respectivamente, en las de 20-30 hectreas y ms de
30 hectreas.
Dicho de otra manera, la intensificacin del uso del suelo aument en relacin inversa al tamao de la empresa. Los
aumentos en los ingresos agrcolas resultaron principalmente de los aumentos en los insumos de trabajo por hectrea.
El tamao pequeo de la empresa result ser un factor limitante del aumento de los ingresos slo donde haba llegado
a un grado extremo de pulverizacin.
Blgica ofrece un panorama semejante al de Holanda durante el mismo periodo, pero con algunas diferencias importantes. El ritmo de disminucin de la poblacin rural fue
mayor y la tendencia a la reduccin de las pequeas empresas agrcolas result fuerte. Entre 1950 y 1959 el nmero total de unidades cay 21%. A pesar de esto, todava en 1959
las empresas de menos de 10 hectreas representaban 60%
de un muestreo realizado; las de ms de 20 hectreas constituan slo 9%. El tamao promedio de todas las empresas
era de 9.6 hectreas.
Blgica repiti la evolucin de Holanda en cuanto se refiere
a los insumos de trabajo y a los rendimientos por hectrea
en las empresas grandes y pequeas. El producto bruto por
hectrea era dos veces mayor en promedio en las unidades
pequeas que en las grandes.
Una nacin centroeuropea present un caso igualmente
caracterstico. Austria es un pas de pequea empresa agrcola
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dominante, donde la estructura agraria ha sufrido pocas modificaciones desde principios de siglo. En 1902, por ejemplo,
existan 308 000 unidades de 10 hectreas y menos; en 1960
su nmero era todava de 258 000. De este ltimo grupo
90 000 empresas tenan menos de 2 hectreas otras 90 000
tenan entre 2 y 5.
El ingreso total de la empresa en Austria sube a medida
que aumenta la extensin y sus posibilidades de usar ms capital. Sin embargo, el ingreso por hectrea disminuye a medida que aumenta el tamao de la empresa. En otras palabras,
el aumento del capital invertido no slo no increment, sino
que redujo la produccin y los ingresos por hectrea en empresas con caractersticas comparables (en trminos de suelo,
clima, topografa, cultivos, etctera).
De esta manera, una hectrea en una empresa de 5-10
hectreas de viticultura combinada con cereales, produjo
7 060 schillings de ingreso, pero slo 4 206 en una empresa
de 20-50 hectreas en la misma regin. Por otra parte, 1 hectrea en una empresa de 5-10 hectreas de cereales produjo
4 488 schillings de ingreso, pero slo 2 270 en una empresa
de 50-100 hectreas en la misma regin.
El fenmeno que reseamos en Holanda, Blgica y Austria
se repiti en Noruega, donde el ingreso promedio por hectrea en empresas de menos de 5 hectreas lleg a 1 673 coronas, y baj a 1 383 en las de 5-10 hectreas, a 813 en las de 2050, y a 543 en las de ms de 50. Idntica situacin se present
en Finlandia y Dinamarca.
La persistencia histrica del campesinado no admite, en
consecuencia, explicaciones tan fciles y simples como aquellas que nos han sido propuestas con tanta frecuencia desde los
ngulos de la teora marxista ortodoxa y de la antropologa.
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ARTICULACIN CAMPESINADO-CAPITALISMO:
SOBRE LA FRMULA M-D-M1
l presente trabajo tiene el propsito principal de contribuir al anlisis y discusin del modo campesino de produccin,2 pero slo cuando ste se presenta articulado con el
sistema capitalista privado dominante. Dejo de lado, entonces,
El trabajo se publica en la misma forma en que apareci mimeografiado en los Cuadernos de la Casa Chata del Centro de Investigaciones
Superiores del INAH excepcin hecha de algunas correcciones de
forma y estilo. La misma versin fue presentada como ponencia a
la Segunda Reunin sobre la Hacienda Mexicana celebrada en 1978
en la Universidad de Yucatn, y utilizada en los seminarios sobre los
campesinos que he dirigido en la Universidad Iberoamericana y en
la Universidad de Texas en 1978 y 1979.
En una serie de notas al texto he procurado aclarar ciertas
cuestiones y discutir algunos de los numerosos comentarios que he
recibido.
He escuchado algunas objeciones a mi uso de la expresin modo
campesino de produccin, que considero meramente formales.
En estos casos el lector puede simplemente sustituir el trmino por
otro que crea ms correcto, con la seguridad de que no perturbar
la lnea del anlisis ni tampoco su contenido sustantivo.
En otros casos la objecin proviene de la frivolidad dogmtica
del marxismo talmdico, que no admite ms modos de produccin
que los enumerados por Stalin y precisamente en su orden estricto de sucesin. La verdad es que uno ha ido perdiendo inters por
esta clase de polmicas, tan reminiscentes de la escolstica medieval.
Adems, cuando pierde fuerza el brazo inquisitorial del dogmatismo
ya no hay tanta obligacin de mostrar inters.
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No tratar ahora de polemizar con los que utilizan de manera ahistrica esta frmula, y adems confunden los modelos
abstractos y analticos con los procesos reales. Es decir, con
aquellos que todava no parecen considerar la necesidad de
transformar la frmula cuando se trata de aplicarla a un sistema global que ha sido transformado por el hecho de estar
dominado por el capitalismo.
En efecto, no puede entenderse una parte sin comprender
el sistema global, y ninguno de los dos (segmentos y totalidad)
pueden entenderse sin comprender sus procesos de cambio.
Tales son dos de los principios cardinales del mtodo histrico-estructural empleado por Marx.
Para efectuar la transformacin de la frmula de Marx
se requiere, en consecuencia y ante todo, relacionarla con el
sistema mayor. Supongamos nuevamente M-D-M, pero ahora
llamemos a la primera M = M y a la segunda M = M.
La distincin es necesaria porque M (la mercanca vendida) se produce al modo campesino y representa parte de
sus cosechas, artculos de artesanas y animales domsticos.
La afirmacin anterior no es necesariamente cierta para M
(la mercanca adquirida), que con frecuencia es producida al
modo capitalista y representa, por lo general, artculos manufacturados industrialmente.3 Sin embargo, tanto M como M
Para evitar ms complicaciones a un modelo que de todas maneras resultar complejo, no tomo en cuenta ahora los importantes
intercambios de productos y de trabajo que ocurren en el interior
del segmento campesino, usando muchas veces el dinero solamente
como medio de intercambio.
La cuestin que deseamos discutir, precisamente, es la articulacin
entre campesinado y capitalismo. Desde este punto de vista, la
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La transformacin de M-D-M en otra frmula ms compleja resulta necesaria no slo para mostrar la articulacin
concreta del modo campesino con el sistema capitalista, sino
tambin para mostrar cmo tiene lugar una parte importante
del proceso de reproduccin ampliada del capital.
La frmula transformada puede demostrar, en efecto, que
existe un intercambio desigual de valores en beneficio del sistema capitalista, y que la acumulacin de capital se realiza, en
buena medida, a expensas de los modos de produccin no
capitalistas.5 De esta manera estamos ms cerca del anlisis
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Produccin
campesina
M D
D M
Reproduccin
campesina
La frmula todava es incompleta, ya que no capta otros aspectos importantes de la articulacin econmica campesino-capitalismo. En efecto, el campesino no slo y exclusivamente,
ni quiz principalmente, es un productor no capitalista de
mercancas que se introduce al sistema capitalista.
Tampoco es, exclusiva y quiz principalmente, un comprador-consumidor de mercancas producidas al modo capiPor el momento encuentro ms interesantes y manejables las ideas
de Ricardo sobre la renta diferencial de la tierra, que evidentemente
se sostienen sobre una teora premarxista del valor-trabajo, y los estudios de Sraffa sobre la produccin de mercancas a partir de una
mercanca, que es la que habitualmente producen los campesinos.
Sospecho que tardar mucho en aventurarme por estos terrenos.
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Estas contradicciones aparecen con frecuencia como meros problemas de subocupacin de la mano de obra campesina
(en el caso de que su agricultura no sea intensiva y en condiciones crnicas de escasez de tierra), o bien de necesidades
de tecnificacin y mecanizacin (sobre todo en el caso de que
su agricultura sea intensiva o bien en condiciones de abundancia de tierra).6 En el fondo, sin embargo, se trata de una
cuestin sobre la forma principal que asume la extraccin
de excedentes del campesinado (mercancas contra trabajo
asalariado) y, en consecuencia, de la naturaleza de los grupos
sociales capitalistas que van a acumular esta extraccin (comerciantes contra empresarios).
La distincin entre M como mercanca-producto y MT
como mercanca-trabajo no puede verse, entonces, como una
6
Es posible que el afn de concisin haya contribuido a oscurecer estos prrafos. Lo que quiero decir es que la subocupacin campesina
aparece como un problema para el capitalismo cuando por no practicar
agricultura intensiva, o bien por no disponer de tierras suficientes,
o bien por una combinacin de las dos cosas, la unidad domstica
campesina dispone de un exceso de fuerza de trabajo que est por
encima de las necesidades de las empresas capitalistas.
Por otra parte, el capitalismo declara que existen necesidades de
tecnificacin y mecanizacin de las unidades campesinas cuando stas
practican agricultura intensiva o bien disponen de tierra suficiente.
Faltan entonces los excedentes campesinos de fuerza de trabajo que
son necesarios estacionalmente para las empresas capitalistas.
Estoy procurando subrayar que por ms que los problemas sean
reales en cada caso, hay una manera especial de percibirlos y expresarlos, as como de proponer soluciones particulares, que es caracterstica desde el ngulo de los diversos intereses y motivaciones
capitalistas. Los campesinos, por supuesto, ven estos problemas
de otra manera.
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FIGURA 2
Circulacin y produccin
capitalista en general
(especialmente en el
sector mercantil)
Produccin
campesina
Produccin capitalista
(especialmente en la
agricultura)
MD
DM
Reproduccin
campesina
MTD
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Como se ve mi posicin ante el autoabasto es radicalmente diferente de la de aquellos que piensan que la llamada economa de
subsistencia es el rasgo ms caracterstico del aislamiento de las
comunidades campesinas de su falta de articulacin en la sociedad
mayor.
El autoabasto entra a la circulacin capitalista en forma de mercancas baratas (el excedente campesino de la produccin), y a la produccin capitalista en forma de trabajo asalariado insuficientemente
pagado (el excedente campesino del trabajo).
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Funcin primaria:
generar la propia
subsistencia
con sus propios
medios
Funciones
secundarias:
vender M
y MT para
adquirir M
Combinaciones
diferentes de
autoabasto y venta de
M y MT
A partir del esquema anterior, y tomando en cuenta las frmulas transformadas de M-D-M que he utilizado antes, resulta
posible mostrar con cierta claridad en qu forma se van alte-
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rando las relaciones entre los modos de produccin campesino y capitalista, as como la direccin principal que sigue el
proceso de acumulacin capitalista.
Supongamos como comienzo de un ciclo caracterstico
que la unidad domstica campesina concreta sus esfuerzos,
en primer lugar, en la produccin de su autoabasto (A), y que
slo secundariamente se involucra en la venta de M y de MT.
De esta manera, A > M + MT.
Sin embargo, A, al ser funcin principalmente de tierra y
fuerza de trabajo disponibles, tiene su crecimiento limitado
por la cantidad de suelo y el volumen de trabajo posible. Aun
antes de llegar a este lmite la unidad campesina enfrenta el
problema de los rendimientos marginales decrecientes de la
combinacin suelo-trabajo.
Mientras A ha estado creciendo, la unidad campesina ha
tenido que estar aumentado su fuerza de trabajo (el nmero
de sus miembros), tanto ms cuanto ms ha necesitado intensificar los cultivos para compensar las dificultades o la imposibilidad de extender la superficie cultivada.
Es decir que, en contra de la creencia corriente, la familia
campesina crece para poder aumentar su fuerza de trabajo: tiene
ms hijos para poder trabajar ms. O bien, cuando se envuelve
en la emigracin temporal, aumenta el nmero de sus miembros para poder emigrar, y no es que emigra porque aumente
el tamao de la unidad domstica.10 De ah que el proceso resulte autodestructivo a cierto plazo, ya que no puede asegurarse
10
No trato, de ninguna manera, de subestimar los efectos de la reduccin de la mortalidad mediante los programas de salud ambiental,
la medicina moderna, etc. Me estoy refiriendo a la forma en que la
unidad campesina maneja su propia estructura demogrfica, indepen-
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A+M<MT
Crecimiento
demogrfico
acelerado
Dbil hacia
el sector
mercantil y
fuerte hacia
el sector de
produccin
agrcola
A<M+MT
Crecimiento
demogrfico
rpido
Fuerte hacia
el sector
mercantil y
creciente hacia
el sector de
produccin
agrcola
A+M>MT
Crecimiento
demogrfico
moderado
Creciente
hacia el
sector
mercantil
Crecimiento
demogrfico
lento
Dbil hacia
el sector
mercantil
Cambios en el nmero de
miembros de la unidad y en su
estructura por sexos y edades
4 fase
A>M+MT
3 fase
2 fase
1 fase
Variaciones en la unidad
campesina de produccin,
consumo y trabajo asalariado
= reestructuracin de la
unidad domstica familiar
FIGURA 4
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te de su propia agricultura depende de la fuerza temporal facilitada por los campesinos extranjeros.13
Las races de la resistencia del campesinado a realizar las
predicciones sobre la desaparicin de su modo de produccin
a nivel mundial se encuentran en parte, como he mostrado,
en la necesidad que tiene el propio capitalismo agrario de usar
mano de obra barata temporal, y de disponer de una gran reserva de fuerza de trabajo que se mantiene a s misma gran
parte del ao y que se reproduce a s misma de manera ampliada sin costo directo para el sistema capitalista.
La continuacin del modo campesino de produccin, en
su fase A + M > MT (figura 4), se apoya, asimismo, en la
contradiccin entre el capitalismo agrario y el sector mercantil
capitalista. Ambos compiten para extraer excedentes del campesinado, pero uno lo hace por va de MT y el otro de M,
que representan cantidades inversamente proporcionales en
la composicin variable de la frmula A - M - MT.
La contradiccin generada dentro del proceso capitalista de
apropiacin y acumulacin por las variaciones de la frmula
A - M - MT se extiende a otros grupos. Existen actividades
industriales que estn estrechamente conectadas con la mano
de obra campesina, muchas veces en la forma de produccin
artesanal. Sin embargo, la minera constituye, probablemente, el caso ms notable de esta articulacin. En gran parte de
Amrica Latina, cuando menos, la minera depende de la fuer13
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za de trabajo que proveen cclicamente los campesinos. Durante el periodo colonial, en especial, las minas compitieron
con las haciendas que no estaban orgnicamente unidas con
ellas para obtener la mano de obra campesina.
La figura 5 trata de mostrar la situacin descrita.
FIGURA 5
Unidad campesina,
variando en el tiempo
su estructura familiar
A
M
MT
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La figura 4 no incluye otra combinacin de A - M - MT, que mostrara la tendencia de M a convertirse en la parte dominante de la
frmula. O sea, M > A + MT, y finalmente porciones no significativas o bien desaparicin de A y MT.
La figura y las dems grficas tampoco incluyen el asunto de la
renta de la tierra, qu en Mxico presenta la peculiandd de ser pagada con cierta frecuencia por las empresas capitalistas a los campesinos. Pienso ocuparme de ambas cuestiones (produccin dominante
de M y renta de la tierra), en otra oportunidad.
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El anlisis que acabo de hacer se ha centrado en las formas de articulacin del modo campesino de produccin con
el sistema capitalista dominante, y en la capacidad de adaptacin de la unidad domstica campesina a las diversas combinaciones de A - M - MT.
Por eso mismo, en la discusin de la persistencia del campesinado he dejado necesariamente de lado la cuestin de la
eficiencia econmica del modo campesino de produccin
en comparacin con el modo capitalista de produccin en
la agricultura. Sin embargo, ste es un problema vital tanto
para la teora del campesinado como para el debate sobre la
organizacin de la agricultura en Mxico y en otros pases de
la periferia del mundo industrializado.
A pesar de su importancia, esta cuestin nunca se ha investigado debidamente. Las concepciones desarrollistas, tanto
de la economa capitalista como del marxismo vulgar, comparten el prejuicio de la superioridad intrnseca de la gran empresa agrcola. En efecto, ambas sostienen la idea de que el
modo campesino de produccin es ineficiente atrasado y est
condenado a ser eliminado por la gran empresa capitalizada,
independientemente de su naturaleza privada, colectiva, estatal o socialista.
En el largo plazo de Keynes estas predicciones pueden resultar verdaderas, aunque existen buenas razones para dudarlo.
Sin embargo, en el horizonte histrico de los problemas que
pueden visualizarse y que tienen que ser resueltos ahora, la afirmacin es parcialmente falsa. En efecto, ante ciertas condiciones, el modo campesino es capaz de hacer un uso ms eficiente
de los factores de produccin que el modo capitalista.
Las condiciones generales para que se presente esta situacin pueden ser estipuladas en teora y encontradas en la rea-
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Hay que decir que mientras la preferencia capitalista por la concentracin de la empresa agraria expresa las tendencias objetivas del sistema, la predileccin marxista vulgar por la gran empresa agraria es
ante todo una cuestin ideolgica y poltica. Vase en este mismo
volumen el ensayo sobre los campesinos y la teora marxista.
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Antropologa y marxismo se termin de imprimir en julio de 2008 en los talleres de Editores e Impresores Profesionales EDIMPRO,
S.A. de C.V., San Marcos 102-15, Col. Tlalpan, Mxico 14000, D.F. En su composicin se usaron los tipos Garamond de 18:20,
14:13, 12:13, 11:13, 10.5:13, 9.5:13 y 8:10
puntos de pica. Dise la portada Gabriel
Salazar, la tipografa y formacin estuvieron
a cargo de Samuel Morales H. y la correccin a cargo de Itzia Prez Ruiz. Cuid la
edicin Armando Lpez Carrillo.
Se tiraron 2 000 ejemplares.
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