Reporte de Lectura El Principe de N. Maquiavelo

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UNIVERSIDAD

MICHOACANA DE SAN
NICOLAS DE HIDALGO
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS
SOCIALES

EL RPINCIPE DE NICOLAS MAQUIAVELO.


REPORTE DE LECTURA.
LIC. BLANCA ELENA ROJAS FIGUEROA.
ISAAC CHAVEZ PEDRAZA.
SECCION: 17, 1er AO.
27/ENE/ 2016
1 CAPTULO I.- DE LOS GENEROS DE LOS PRINCIPADOS, Y DE LA
FORMA EN QUE SE ADQUIEREN.

Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberana
sobre los hombres, fueron y son repblicas o principados. Los principados son o
hereditarios, cuando en ellos impera desde hace tiempo el linaje de una familia o
son nuevos.

2 CAPTULO II.- DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS.


Este captulo cabe sealar como es que pueden y deben de gobernar los
principados.
Es ms fcil conservar un Estado hereditario, acostumbrado a una familia que
cuando son nuevos y basta con no alterar el orden establecido por prncipes
anteriores, y con temporalizar despus con los cambios que pueden producirse.
Es lgico que sea ms amado y a que menos vicios excesivos le traigan el odio es
razonable que le quieran con naturalidad los suyos.

3 CAPTULO III.- DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS.


Las dificultades que existen en los nuevos principados como miembro agregado a
un conjunto anterior, sus incertidumbres nacen de una simple dificultad que se
encuentra en todos los principados nuevos, dificultad que consiste en que los
hombres cambian con gusto de seor, creyendo mejorar, impulsados a tomar
armas contra l en lo cual se engaan pues luego han empeorado. El prncipe se
ve obligado a ofender a sus sbditos, de modo que tiene por enemigos a todos los
que se ha ofendido al ocupar el principado, y no se puede conservar como amigos
a los que les han ayudado a conquistarlo porque no se pueden satisfacer las
necesidades como ellos esperaban.
Los territorios revoltosos se pierden con ms dificultad cuando se conquistan por
segunda vez.
Estos estados que al adquirirse se agrega a uno ms antiguo, de la misma
provincia y de la misma lengua es muy fcil conservados, sobre todo cuando estn
acostumbrados a vivir libres; y para afianzarse en el poder, siempre que se
conserven sus costumbres y las ventajas que gozaban permanecern tranquilos y
pueden permanecer en total armona. Se deben tener dos cuidados: que la
descendencia del prncipe anterior desaparezca y que ni sus leyes ni sus atributos
sean alterados.
Cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres y
organizacin diferentes, surgen dificultades y uno de los remedios que la persona
que los adquiera es que fuera a vivir en ellos, as se ven nacer los desrdenes y
se pueden reprimir con prontitud, de este modo tambin adquieren ms respeto y
con mucha dificultad suelen perderlo.

Otro buen remedio es enviar a algunas colonias a alguno de los lugares que sean
como llaves para aquel Estado.; las colonias no cuestan, son ms fieles y
entraan menos peligro, los damnificados no pueden causar molestias porque son
pobres y estn demasiado aislados.
A los hombres hay que conquistarlos o eliminarlos, la ofensa que se le haga al
hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse.
Si en vez de colonias se emplean tropas, e gasto es mucho mayor, por el
mantenimiento de la guardia, se perjudica e incomoda a todos y por lo cual, se
vuelven enemigos.
El prncipe que anexe una provincia con organizacin y costumbres diferentes a la
suya debe convertirse en defensor de los vecinos menos poderosos para debilitar
a los de mayor imperio y cuidarse de que entre a su estado un extranjero tan
poderoso como l ya que se le adhieren todos los que sienten envidia del que es
ms fuerte ya que enseguida y de buena gana forman un bloque con el Estado
invasor.
El deseo de conquista es un sentimiento muy natural y comn, y siempre que lo
hagan los que pueden, antes sern alabados que censurados; pero cuando
intentan hacerlo a toda cota los que no pueden, la censura es admitida.
Para evitar una guerra nunca se debe dejar que el desorden siga su curso.
Es natural que se ha vuelto poderoso recelo de la misma astucia o de la misma
fuerza gracias a las cuales se ha obtenido la ayuda.

4 CAPTULO IV.- POR QUE EL REINO DE DARIO, CONQISTADO POR


ALEJANDRO, NO SE REVEL CONTRA LOS SUCESORES DE STE
DESPUS DE SU MUERTE.
Un prncipe elige de entre sus siervos, que o son todos, los ministros que lo
ayudarn a gobernar, o por un prncipe asistido por nobles que, a la antigedad de
su linaje, deben la posicin que ocupan. Estos nobles tienen estados y sbditos
propios, que los reconocen por seores y les tienen natural inclinacin. Mientras
que en los Estados que eran gobernados por un prncipe asistido por siervos, el
prncipe goza de mayor autoridad porque en toda la provincia no se reconoce a
otro soberano, sino a l, y si se obedece a otro, slo se le hace por tratarse de un
ministro o magistrado del prncipe.

5 CAPTULO V.- DE QU MANERA DEBEN GOBERNARSE LAS


CIUDADES O PRINCIPADOS QUE VIVIAN BAJO SUS PROPIAS
LEYES, ANTES DE SER ANEXADOS.

Hay tres formas de conservar un estado que estaba acostumbrado a regirse por
sus propias leyes y a vivir en libertad:
1. Destruirlos.
2. Habitar en ellos.
3. Permitir que se siga viviendo bajo las normas antiguas, cobrando un tributo
y estableciendo una oligarqua que te sea leal.
Nada hay mejor para conservar una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla
gobernar por los mismos ciudadanos. El nico sistema seguro de dominar una
ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueo de una
ciudad as y no la aplaste, debe esperara ser aplastado por ella. Sus rebeliones
siempre sern representadas con el nombre de libertad. El recuerdo de su antigua
liberad no les concede ni un momento de reposo si los habitantes no se separan ni
se dispersan, inmediatamente recurren a cualquier contingencia.
Cuando las ciudades o provincias estn acostumbradas a vivir bajo un prncipe, y
por la extincin de este y su linaje queda vacante el gobierno, por un lado los
habitantes estn acostumbrados a obedecer y por otro no tienen a quin, y no se
ponen de acuerdo para elegir a uno entre ellos, ni saben vivir en libertad, y por
ltimo tampoco se deciden a tomar armas contra el invasor.

6 CAPTULO VI.- DE LOS NUEVOS PRINCIPADOS QUE SE


ADQUIEREN CON LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALETO.
Los hombres siguen casi siempre el camino abierto por otros y se empean en
limitar las acciones de los dems. Todo hombre que sea prudente debe imitar a los
que han sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos se les
acerque.
Los principados de nueva creacin, son ms o menos difciles de conservar segn
que sea ms o menos hbil e inteligente el prncipe que los adquiere. El que
menos ha confiado en el azar es el que siempre se ha conservado en su
conquista. Tambin facilita enormemente las cosas el que un prncipe, al no
poseer otros Estados, se vea obligado a establecerse en el que ha adquirido
(aquellos que no se convirtieron en prncipes por azar, sino por sus virtudes).
Las dificultades nacen de las nuevas leyes y costumbres que se ven obligados a
implantar para fundar el Estado y proveer sus seguridad. No hay nada ms fcil de
emprender, ni ms dudoso de triunfar, ni ms peligroso de manejar que el
introducir nuevas leyes. El innovador se transforma en enemigo de todos los que
se benefician con las leyes antiguas, se consigue la amistad tibia de los que se
benefician con las leyes nuevas.

Es preciso ver si esos innovadores lo son por s mismos, o si dependen de otros;


si necesita recurrir a la splica para su obra, o si pueden imponerla por la fuerza,
entonces, rara vez dejan de conseguir sus propsitos. Los rublos volubles, si es
fcil convencerlos de algo, es difcil mantenerlos fieles a la conviccin, por lo que
conviene estar preparados.

7 CAPTULO VII.- DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE


ADQUIEREN CON ARLMAS Y FORTUNA DE OTROS.
Los que slo por suerte se convierten en prncipes y poco esfuerzo necesitan para
llegar a serlo, se mantienen pero con muchsimo trabajo.
Las dificultades se presentan una vez instaladas. Estos prncipes no se sostienen
ms que por la voluntad y la fortuna (mudables e inseguras) de quienes los
elevaron y no saben ni pueden conservar aquella dignidad. No es factible que
conozca el arte del mando. Ya que han vivido siempre como simples ciudadanos.

8 CAPTULO VIII.- DE LOS QUE OBTIENEN EL PRINCIPADO A


TRAVEZ DE LA MALDAD.
Est el caso en el que se asciende al principado por un camino de perversidades y
delitos y en el que se llega a ser prncipe por favor de otros ciudadanos. Los
ciudadanos no tienen entonces ms remedio que someterse y constituir un
gobierno del cual alguien se hace nombrar jefe. Muertos todos los que pudiesen
significar u peligro para l se preocupa por reforzar su poder con nuevas leyes
civiles y militares, de manera que mientras gobierne, no slo est seguro, sino que
se hace temer por todos los vecinos.
Al apoderarse de un Estado todo usurpador debe considerar todos los crmenes
que le es preciso cometer, y ejecutarlos todos a la vez, para que no tenga que
renovarlos da a da. Quien procede de otra manera, por timidez o por haber sido
mal aconsejado, se ve siempre obligado a conserva el cuchillo en la mano, y mal
puede contar con sbditos a quienes sus ofensas continas y todava recientes
llenan de desconfianza. Por qu las defensas deben inferirse de una sola vez,
para que durando menos; mientras que los beneficios deben procurarse poco a
poco, con fin de que se deben saborear mejor.

9 CAPTULO IX.- DEL PRINCIPADO CIVIL


Un ciudadano gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en prncipe. L
Estado as constituido puede llamarse principado civil. El legar a l no depende de
una cierta habilidad propiciada por la fortuna, o bien del apoyo del pueblo, o bien
del de los nobles... en toda ciudad se encuentran dos fuerzas contrarias, una lucha
por mandar y oprimir a la otra, que no quiere ser mandada ni oprimida. Y del
choque de las dos corrientes surge uno de estos tres efectos: principado, libertad
o licencia.

Los nobles cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda
la autoridad en uno de ellos y lo hacen prncipe para poder, a su sombra, dar
rienda suelta a sus apetitos. El pueblo cuando no puede hacer fuerte a sus
grandes, cede su autoridad a uno y lo hace prncipe para que lo defienda. El que
llega al principado con ayuda de los nobles se mantiene con ms dificultad que el
s o hombre que ha legado con el apoyo del pueblo, porque los que o rodean se
sientes sus iguales.
Un prncipe jams podr dominar al pueblo cuando tenga por enemigo. Lo peor
que un prncipe puede esperar de un pueblo que no o ame es el ser abandonado
por l; de los nobles, si los tiene por enemigos, es que se rebelen contra l. Es
una necesidad del prncipe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con os
mismos nobles, puede crear nuevos o deshacerse de lo que tena a su
conveniencia.
El que llegue a ser prncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse por
conservar su afecto, pues el pueblo slo pide no ser oprimido. El que se convierta
en prncipe por ayuda de los nobles perecer si se empea en conquistarlo, lo que
slo ser fcil si lo toma bajo su proteccin.
Un v prncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario no
tiene remedio en la adversidad.
Estos principados peligran cuando quieren pasar de un principado civil a un
principado absoluto.

10 CAPTULO X.- DE COMO DEBEN MEDIARSE LA FUERZAS DE


TODOS LOS PRINCIPADOS.
Son capaces de sostenerse a s mismos los que, o por abundancia de los
hombres o de dinero, pueden levantar un ejrcito respetable y presentar batalla a
quien quiera que se atreva a atacarlos. Los que no son capaces de presentar
batalla al enemigo en campo abierto. Del segundo caso lo se puede aconsejar a
los prncipes que fortifiquen y establezcan la ciudad en que vivan y se
despreocupen por la campaa. Quien tenga bien fortificada su ciudad difcilmente
ser asaltado; porque los hombres son enemigos de las empresas demasiado
arriesgadas.
Un prncipe que obtiene una plaza fuerte, y a quien el pueblo no odie, no puede
ser atacado. Si fuese el atacado se vera obligado a retirarse sin gloria, son tan
vitales las cosas de este mundo que es imposible que alguien permanezca con
sus ejrcitos un ao situando ociosamente una ciudad.

11 CAPTULO XI.- DE LOS PRINCIPADOS ECLESITICOS.


En os principados eclesisticos existen dificultades antes de poseerlos, se
adquieren o por valor o por suerte, mantiene a sus prncipes en el poder sea cual
fuere el modo que estos procedan o vivan.
Estos son los nicos que tienen Estados y no los defienden; sbditos no os
gobiernan. Pero a pesar de eso no les son arrebatados y los sbditos no se
preocupan, ni piensan, ni podan situarse a su soberana. Son los nicos
principados seguros y felices.

12 CAPTULO XII.- CUANTAS CLASES DE SOLDADOS HAY, Y LO


CONCERNIENTE A LOS MERCENARIOS.
Las formas de ataque y de defensa pueden ser necesarias un cada uno de los
Estados antes mencionados.
Las tropas con las que un prncipe defiende a sus Estados son propias,
mercenarias, auxiliares o mixtas. Las auxiliares y mercenarias son tiles y
peligrosas; el prncipe que descanse en mercenarios nunca estar seguro ni
tranquilo, porque estn desunidos, ambiciosos y desleales, violentos entre los
amigos y cobardes cuando se encuentran frente al enemigo porque no tienen
disciplina y durante la paz despoja a su prncipe tanto como los enemigos durante
la guerra. Quieren ser soldados mientras el prncipe no hace guerra.

13 CAPTULO XIII.- DE LOS SOLDADOS AUXILARES, MIXTOS Y


PROPIOS.
Las tropas auxiliares son aquellas que se pide a un prncipe poderoso para que os
socorra y los defienda. Pueden ser tiles y buenas para sus amos, pero para quien
las llama son casi siempre funestas pues si pierden queda derrotado, pero si gana,
se convierte en prisionero.
Todo el que no quiera vencer no tiene ms que servirse de esas tropas,
muchsimo ms peligroso que las mercenarias, porque estn perfectamente
unidas y obedecen ciegamente a sus jefes, con lo cual la ruina es inmediata;
mientras que las mercenarias, someten al prncipe una vez que han triunfado. En
ellas un tercero al que el prncipe haya hecho jefe no puede cobrar enseguida
tanta autoridad como para perjudicarlo. Por ello, todo el prncipe prudente ha
desechado estas tropas y se ha refugiado en las propias, y ha preferido vencer
con las suyas a hacerlo con otras.
Sucede siempre que las armas ajenas no se caen de los hombros del prncipe o le
pesan, solo oprimen. Sin milicias propias no est seguro, est por completo en las
manos del azar.

Aquel que en un principado no descubre los males antes mencionados una vez
nacidos, no es verdaderamente sabio, pero esta virtud la tienen pocos.

14 CAPTULO XIV.- DE LO QUE DEBE HACER EL PRNCIPE EN EL


ARTE DE LA GUERRA.
Un prncipe no debe tener ms objeto ni pensamiento que se fuera del arte de la
guerra y lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo nico que compete
a quien manda. No slo conserva en su puesto a los que han nacido prncipes ,
sino que muchas veces eleva a esta dignidad a hombres de condicin modesta,
por el contrario, ha hecho perder el Estado a prncipes que han pensado ms en
las diversiones que en las armas, la prdida del Estado se haya siempre en el
olvido de este arte.
Un prncipe durante os tiempos de paz debe ejercerse ms que en los tiempos de
guerra; lo cual puede hacer de dos modos: con la accin y con el estudio. La
accin, debe, de ejercitar y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse
constantemente a la caza con el doble objeto de acostumbrar el cuerpo a las
fatigas y a conocer la naturaleza de los terrenos; primero, se aprende a conocer la
regin donde se vive, en virtud del conocimiento prctico de una comarca, se hace
ms fcil el conocimiento de otra donde sea necesario actuar.
En cuanto al ejercicio de la mente, el prncipe debe estudiar la historia, examinar
las acciones de los hombres ilustres, ver como se ha conducido en la guerra,
analizar el porqu de sus victorias y derrotas para evitar estas y tratar de lograr
aquellas; un prncipe prudente: no permanece inactivo nunca en tiempos de paz,
hacer acopio de enseanzas para valerse de ellas en la adversidad, a fin de que,
lo halle preparado para resistirle.

15 CAPTULO XV.- DE AQUELLAS COSAS POR LAS CUALES LOS


HOMBRES, Y ESPECIALMENTE LOS PRINCIPES, SON ALABADOS
O VITUPERADOS.
Cmo debe comportarse un prncipe en el trato de sus sbitos y amigos? Hay
diferencia entre cmo se vive y como se debera vivir, que aquel que deja lo que
se hace por lo que debera hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse; todo
prncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno y a participarlo o no de
acuerdo con la necesidad.
Todos los hombres, y en particular los prncipes, por ocupar posiciones ms
elevadas, son juzgados por alguno de estas cualidades, tacaas, avaras
Avaro: es tambin el que tiende a enriquecerse por medio de la rapia. Es
considerado dadivoso, clemente, leal, afeminado, decidido y animoso, humano,
casto, sincero, duro, grave, religioso.

Tacao: el que se abstiene demasiado de gastar lo suyo. Es considerado rapaz,


cruel traidor, pusilnime, soberbio, resistivo, dbil, frvolo, incrdulo.
Un prncipe posee las cualidades que son consideradas buenas pero como no es
posible consrvalas todas, es preciso ser tan cuerdo que pueda evitar la
vergenza de aquellas que le significarn la prdidas del Estado, si no puede, no
debe preocuparse y mucho menos incurrir en la infamia de vicios sin os cuales
difcilmente podr salvar el Estado, porque a veces lo que parece virtud escasa de
ruina, y lo que parece vicio slo acaba por traer el bienestar y la seguridad.

16 CAPTULO XVI.- DE LA LIBERALIDAD Y LA MEZQUINDAD.


Estara bien ser tenido por prdigo de manera que se sepa que uno es, perjudica;
y por otra parte, si se le practica como se le debe practicar no ser conocida y se
le considerar como el vicio contrario. Un prncipe as acostumbrado a proceder
consumir en tales obras todas sus riquezas y se ver obligado, si desea
conservar su reputacin, a imponer excesivos tributos, a ser riguroso en el cobro y
hacer todas las cosas que hay que hacer para procurarse dinero. Lo cual
comenzar a tornarlo odioso.
Ya que el prncipe no puede practicar pblicamente esta virtud sin que se le
perjudique, convendr que no se preocupe si es tachado de tacao porque con el
tiempo ser tenido siempre como ms prdigo
Slo hemos visto hacer grandes cosas a los hombres considerados tacaos; los
dems siempre han fracasado. Un prncipe debe reparar poco, con tal de que ello
le permita defenderse, no robar a los sbditos, no volverse pobre y despreciable,
no mostrarse ladrn, en incurrir en el vicio de tacao; porque este es uno de los
vicios que le hacen posible reinar.

17 CAPTULO XVII.- DE LA CRUELDAD Y LA CLEMENCIA O SI ES


MEJOR SER AMADO QUE TEMIDO.
Todos los prncipes desean ser tenidos por clementes y no por crueles, deben
cuidarse de emplear mal esta clemencia. Un prncipe no debe preocuparse por
que o acusen de cruel, y siempre cuando su crueldad tenga por objeto l mantener
unidos y fieles a los sbditos; con pocos castigos ejemplares ser ms clemente
que aquellos que, por excesiva clemencia dejan manipular sus rdenes.
Debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de s mismo y proceder con
moderacin y humanidad. Surge una cuestin: si vale ms ser amado que temido,
o temido que amado. Nada sera mejor que ser las dos a la vez, ya que es difcil
unirlas y siempre ha de faltar una.
Los hombres tienen ms cuidado al ofender a uno que se haga amar que a uno
que se haga temer; el amor es un vnculo de gratitud que los hombres, perversos

rompen cada vez que pueden beneficiarse, el temor es el miedo al castigo que no
se pierde nunca.
El prncipe debe hacerse temer de modo que vite el odio.
Cuando el prncipe est al frente de sus ejrcitos, es necesario que no se
preocupe si merece fama de cruel, porque sin esta fama jams podr tenerse
ejrcito alguno unido y dispuesto a la lucha.
Como el amar depende de la voluntad de los hombres y el temer de la voluntad
del prncipe, un prncipe prudente debe apoyarse en lo suyo y no en lo ajeno,
tratando siempre de evitar el odio.

18 CAPTULO XVII.- DE COMO LOS


MANTENER LA PALABRA EMPEADA.

PRINCIPES

DEBERAN

Hay dos maneras de combatir: una, con las leyes, otra, con la fuerza. La primera
es distintiva del hombre; la segunda de la bestia.
Un prncipe debe saber comportarse como bestia y como hombre. Como el
receptor es mitad bestia y mitad hombre, un prncipe debe saber emplear las
cualidades de ambas naturalezas, ya que una no puede durar mucho tiempo sin la
otra.
Como bestia conviene que el prncipe se transforme en zorro y en len; porque el
len no sabe protegerse de las trampas y el zorro no se protege de los lobos.
Un prncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia
vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le
hicieron prometer ya que los hombres son perversos.
Se podran citar innumerables ejemplos modernos de tratados de paz y promesas
vueltas intiles por la infidelidad de los prncipes. Hay que saber disfrazarse bien y
ser ms hbil en el fingir y el disimular
Es preciso que un prncipe posea todas las virtudes mencionadas, pero es
indispensable que aparente poseerlas. Hay ocasiones que el tenerlas y
practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas es til. Est bien
mostrarse piadoso, fiel, recto, humano y religioso, as mismo serlo efectivamente;
pero se debe estar dispuesto irse al otro extremo si ello, fuera necesario.
Un prncipe debe tener muchsimo cuidado de que no le brote nunca de los labios
algo que no est empapado de las cinco virtudes antes citadas. Y en las acciones
de los hombres, particularmente de los prncipes, donde no hay apelacin posible,
se atiene a los resultados.

19 CAPTULO XIX.- DE LA MANERA COMO SE HA DE EVITAR SER


ODIADO Y DESPRECIADO.
Trate el prncipe de huir de las cosas que no lo hagan odioso y despreciable y una
vez logrado no tendr nada que temer de los otros vicios.
Hace odioso el ser ladrn y apoderarse de los bienes y de las mujeres de los
sbditos, de todo lo cual convendr abstenerse. La mayora de los hombres
mientras no se vean privados de sus bienes y de su honor, viven contentos.
Hace despreciable el ser considerado frvolo, voluble, afeminado, pusilnime e
irresoluto de defectos de los cuales debe alejarse e ingeniarse para que en sus
actos se reconozca grandeza, valenta, seriedad y fuerza. Con respecto a los
asuntos privados de sus sbditos, procurar que sus fallos sean irrevocables y
empearse en adquirir tal autoridad.
Para ser respetado, el prncipe, tiene necesariamente que ser bueno y querido por
los suyos. Un prncipe debe temer dos cosas: que se le subleven los sbditos y
que lo ataquen potencias extranjeras. En el interior estarn aseguradas las cosas
cuando lo estn en el exterior.
En lo que se refiere a los sbditos, ha de cuidar que no conspiren secretamente.
El no ser odiado por el pueblo es uno de los remedios ms eficaces de que
dispone un prncipe, ya que el conspirador siempre cree que el pueblo quedar
contento con la muerte del prncipe.
Los Estados bien organizados y los sabios siempre han procurado no exasperar a
los nobles y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo.

20 CAPTULO XX.- SI LAS FORTALEZAS Y MUCHAS OTRAS COSAS


QUE ADIARIO HACEN LOS PRNCIPES SON VENTAJOSAS O
INUTILES.
Hubo prncipes que, para conservar sin inquietudes el Estado, desarmaron a sus
sbditos, que dividieron sus territorios conquistados, que favorecieron a sus
mismos enemigos, que se esforzaron por atraerse a aquellos que les inspiraban
recelo al comienzo de su gobierno, que construyeron fortalezas y que las
arrasaron.
Nunca sucedi que un prncipe nuevo desarmase a sus sbditos, ms bien los
arm cada vez que los encontr desarmados. De este modo las armas del pueblo
se convirtieron en las del prncipe. Los sbditos a quienes el prncipe arma, son
deudores del prncipe y se consideran ms obligados a l.

Cuando un prncipe adquiere un Estado nuevo que se aade al que ya posea


conviene que desarme a sus nuevos sbditos, excepcin hecha de aquellos que
se declararon partidarios suyos durante la conquista.
En las ciudades conquistadas, aunque no se dejaba llegar al derramamiento de
sangre, alimentaban discordias entre ellos, a fin d que, ocupados en sus
diferencias no se uniesen contra el enemigo comn.
Un prncipe nuevo al que le es ms necesario adquirir fama, la fortuna le suscita
enemigos y guerras en su contra para poder darle la oportunidad de que las
supere y pueda elevarse a mayor altura.
Los hombres que al principio del reinado han sido enemigos, si su carcter es tal
que para continuar la lucha necesitan apoyo ajeno, el prncipe podr fcilmente
conquistarlos a su causa, y lo servirn con ms facilidad.
Los prncipes para poder conservarse acostumbraron a construir fortalezas que
fuesen rienda y freno para quienes se atraviesen a obrar en su contra. Las
fortalezas son tiles si en unas ocasiones favorecen y en otras perjudican. No hay
mejor fortaleza que l no sr odiado por el pueblo.

21 CAPTULO XXI.- COMO DEBE COMPORTARSE UN PRINCIPE


PARA SER APRECIADO.
Nada es tan importante para que un prncipe se gane el precio del pueblo como
las grandes empresas o los ejemplos extraordinarios.
Se estima al prncipe ser capaz de ser amigo o enemigo franco, al que, sin
temores de ninguna ndole, se declarase abiertamente a favor de uno y en contra
de otro. El abrazar un partido es siempre ms conveniente que el permanecer
neutral. Por qu si dos vecinos poderosos se declaran la guerra, se tendr que
temer a cualquiera de los dos que gane la guerra.
Aquel que no es t amigo te exigir neutralidad, y aquel que es amigo tuyo te
exigir que demuestres tus sentimientos con armas.
Los prncipes irresolutos, para evitar peligros presente, siguen la neutralidad y la
mayora de las veces fracasan.
Un prncipe nunca debe aliarse con otro ms poderoso para atacar a terceros.
El prncipe tambin debe mostrarse amante de la virtud y honrar a los que se
distingan en las artes. Dar seguridades a los ciudadanos para que puedan
dedicarse a sus profesiones; y que unos no se abstengan de embellecer sus
posesiones por temor a ser robados, y otros de abrir una tienda por miedo a los
impuestos.

22 CAPTULO XXII. - DE LOS SECRETARIOS DE LOS PRINCIPES.


La eleccin de los ministros, ser buena o mala segn la cordura del prncipe. La
primera opinin que se tiene del juicio de un prncipe se funda en los hombres que
lo rodea
N si son capaces y fieles, cuando no lo son, no podr considerarse a un prncipe
que el primer error lo cometa en esta eleccin.
Para que el prncipe mantenga constante la fidelidad de un ministro, debe pensar
en l, as pueden confiar unos en otros.

23 CAPTULO XXIII.ADULADORES.

DE COMO HAY QUE HUIR DE LOS

Los aduladores abundan en todas las corte. Los hombres se complacen tanto en
sus propias acciones de tal modo que se engaan y cuando quieren defenderse,
se exponen al peligro de hacerse despreciables. No hay otra manera de evitar la
adulacin que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la
verdad; y resulta que, cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto.
Un prncipe debe preferir un tercer modo: rodearse de los hombres de buen juicio
de su Estado, nicos a los que dar libertad para decirle la verdad. Debe
interrogarlos sobre yodos los tpicos, y fuera de ellos no escuchar a ningn otro.
Un prncipe debe pedir un consejo siempre que l lo considere conveniente y no
cuando lo consideren los dems. Y si pide consejo a ms de uno, los consejos
sern siempre distintos y a un prncipe que no sea sabio no le ser posible
conciliarlos.

24 CAPTULO XXIV.- POR QUE LOS PRINCIPES DE ITALIA


PERDIERON SUS ESTADOS.
Se observa mucho, ms celosamente a conducta de un prncipe nuevo que la de
uno heredero, si los hombres la encuentran virtuosa, se sienten ms agradecidos
y se apegan ms a l que a uno de linaje antiguo.
El prncipe tendr la gloria de haber creado un principado nuevo y haberlo
mejorado.
Si se examina el comportamiento de los prncipes de Italia, se encontrar en
primer lugar, en lo que refiere a las armas una falta comn a todos. Unos tuvieron
un pueblo por enemigo, y el que lo tuvo por amigo no supo asegurarse de los
nobles.

Estos prncipes en pocas de paz nunca pensaron que podran cambiar las cosas,
cuando se presentaron tiempos adversos, atinaran a huir y no a defenderse.

25 CAPTULO XXV.- DEL PODER DE LA FORTUNA EN LAS COSAS


HUMANAS Y DE LOS MEDIOS PARA OPONRSELE.
La fortuna es la juez de la mitad de nuestras acciones, pero nos deja gobernar la
otra mitad. Y aunque esto sea inevitable, no basta para que los hombres, tomen
sus precauciones con diques y reparos.
Con la fortuna se manifiesta todo suponer all donde no hay virtud preparada para
resistirle y dirigirse sus arrebatos.
Un prncipe q hoy vive en la prosperidad y maana en la desgracia se debe a que
confa ciegamente en la fortuna. Es feliz el que se concilie con su manera de obrar
con lindole de las circunstancias.
Los hombres para lograr el fin que se proponen proceden de manera distinta: con
cautela, con mpetu, por violencia o por astucia. Dos que actan de distinta
manera obtienen el mismo resultado y de otros dos que actan d igual manera uno
alcanza su objetivo y el otro no.
No existe hombre lo suficientemente flexible como para adaptarse a todas las
circunstancias.
El hombre cauto fracasa cada vez que es necesario ser impetuoso. Que si
cambiase de conducta junto con las circunstancias.
La fortuna varia y los hombres se empean en proceder de un mismo modo, sern
felices mientras vayan de acuerdo con la suerte, e infelices cuando estn en
desacuerdo con ella.

26 CAPTULO XVI.- EXHORTACIN PARA LIBERAR A ITALIA DE LOS


BARBAROS.
Despus de meditar en todo lo expuesto, las circunstancias son propicias para que
un nuevo prncipe pueda adquirir gloria, y si se encuentra en ella cuanto es
necesario a un hombre prudente y virtuoso para instaurar una nueva forma de
gobierno , por lo cual se honrara a s mismo , haciendo la felicidad a los italianos.

CONCLUCION:

Esta obra de tipo filosfica y poltica representa una interesante disertacin y


realidad que ayuda a comprender la evolucin social y poltica del mundo del
renacimiento.
El Prncipe deja complejas y atrevidas interpretaciones acerca del poder y los
gobernantes. El realismo de Nicols Maquiavelo fue implacable, demostrando un
sentido de orden, fines polticos e ideolgicos que pueden ser convenientes para
la comunidad sealando mtodos sagaces, inteligentes, astutos, lgicos y eficaces
para lograrlos a partir de situaciones reales que predominaban en aquel tiempo.
Este libro est catalogado como un clsico de la historia, Maquiavelo se dio a
conocer por escribir temas polticos, es un tema que desde tiempos antiguos fue
complicado pero supo manejarlo de una forma profesional.
El prncipe debera ser un libro obligatorio para los polticos, un libro fundamental.
Es un clsico, y no por el hecho de que lo escribi Maquiavelo, sino porque la
historia no miente, un buen gobierno es aquel que se maneja con inteligencia y
paciencia, y nada mejor que seguir los pasos que se muestran en este libro.
Este libro es un manual, el cual es indispensable para todo aquel que quiera
gobernar y no ser odiado al mismo tiempo.

Bibliografa:

EL PRINCIPE, Nicols Maquiavelo. GRUPO EDITORIAL TOMO, S.A DE C.V.,


MEXICO DF. 12a EDICIN ENERO 2013.

El prncipe trata de un prncipe debe ejercer el gobierno de un estado, sea


propio o conquistado, cuyo gobernante deber mostrarse virtuoso, prudente
al par que enrgico, dispuesto a servirse de todos los medios posibles
incluso de la astucia y el engao para establecer y preservar el orden.
NICOLAS MAQUIAVELO. Nicols Maquiavelo naci en el pequeo pueblo de San
Casciano in Val di Pesa, a unos quince kilmetros de Florencia el 3 de mayo
de 1469, hijo de Bernardo Machiavelli (abogado perteneciente a una empobrecida
rama de una antigua familia influyente de Florencia) y de Bartolomea di Stefano
Nelli, ambos de familias cultas y de orgenes nobiliarios pero con pocos recursos a
causa de las deudas del padre.
Entre 1494 y 1512 Maquiavelo estuvo a cargo de una oficina pblica. Viaj a
varias cortes en Francia, Alemania y otras ciudades-estado italianas en misiones
diplomticas. En 1512 fue encarcelado por un breve periodo en Florencia, y
despus fue exiliado y despachado a San Casiano. Muri en Florencia en 1527 y
fue sepultado en la Santa cruz. Entre sus obras polticas ms destacadas encontramos:
El prncipe y Del arte de la guerra

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