Sobre La Ética Del Escritor

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Presentacin

La continuacin de esta serie titulada Cuadernos sobre investigacin ofrece al lector,


investigador o no, el trabajo titulado Sobre la tica del escritor, presentado por el maestro
Juan Manuel Silva Camarena, primeramente como conferencia en el marco del Quinto
Encuentro Editorial De las ideas al libro, organizado por esta Facultad, como parte de
los esfuerzos por fomentar la escritura sobre las disciplinas afines a la misma. Esta
conferencia, en su versin corregida y aumentada, se integra como parte de esta
coleccin a la que paulatinamente se aadirn nuevos ttulos.
Este cuaderno no escatima en redaccin precisa, puntual, directa y clara. En un
ejercicio de congruencia con el contenido, el autor refleja su maestra en el uso de las
palabras pues, como l mismo indica, el hombre es un ser de palabras, palabras que
reflejan realidades, dan cuenta y razn del ser de las cosas.
Se presenta un crculo virtuoso del arte de escribir; una suerte de ciclo vital en el
ser humano que primeramente es un ser pensante y al mismo tiempo hablante; un ser
que lleva ese pensamiento y palabras a la escritura para que otros lo lean, que
encuentren en la lectura un abrevadero de conocimiento que genere ms pensamiento,
ms palabras, ms escritura y en consecuencia ms lectura en un crculo que habra de
perpetuarse. Todo este ciclo en un marco de tica y respeto que el autor resume en una
frase contundente: aprender a amar las buenas ideas de los dems y al mismo tiempo
aprender a amar tus propias ideas como a ti mismo. Con esta frase se pone nfasis en
que el respeto a las ideas ajenas es un acto de amor y admiracin por el que las escribe;
por tanto, exige su reconocimiento para no caer en el plagio, actividad considerada por
Silva Camarena como una enfermedad del oficio de escritor.
As, este nuevo cuaderno contina con una aportacin seria y consciente para la
reflexin sobre la investigacin y su orientacin tica que, aunada al marco de respeto
irrestricto a la actividad investigativa, permite el desarrollo del conocimiento en
nuestras disciplinas.

Juan Alberto Adam Siade


Director de la Facultad de Contadura y Administracin
de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico

1
Sobre la tica del escritor

Juan Manuel Silva Camarena

Amigos queridos me han pedido hablar de la responsabilidad tica del oficio de escribir.1
La vocacin del escritor consiste en atrapar la realidad palabra por palabra. No importa
la cantidad de esfuerzos y sacrificios que haya que hacer para lograrlo. Y as se responde
ticamente al llamado vocacional escribiendo bien. Cuando este quehacer privilegiado se
hace bien es posible ofrecer al lector un trozo de realidad de modo fidedigno. Este
compromiso del escritor lo vincula solidariamente consigo mismo, con la verdad y con
los dems. Veamos de qu modo las palabras nos cuentan estos hechos.

I
El hombre es el ser de la palabra

Es cosa bien sabida, pero de importancia extraordinaria: donde hay hombres, se trata de
seres que hablan. Si hablan, seguro que tienen cosas que decir. Y esto no es cualquier
cosa. Si no hubiera seres humanos no habra palabras, y nada sera real, porque sin
palabras las cosas no pueden aspirar a convertirse en realidad ni pueden lograrlo en
modo alguno. Ellas quedan sin ser. La palabras, es cierto, no les da el ser, pero al hablar
de ellas hace patente que son. Al hablar y pensar conocemos y reconocemos el ser de lo
que existe. Este reconocimiento expide el acta de su existencia. Un escritor de libre
imaginacin puede hablar y escribir de cosas que nunca han existido, sobre la base de lo
que realmente existe. Lo esencial es que si no fuera posible hablar, tampoco habra cosas
de las que pudiera hablar. Cuando hablamos damos fe de que existen e intentamos decir
lo que son. Sin palabras, no hay nada.
Al hablar de la sonoridad de la poesa Eduardo Nicol nos permite ver que sin los
seres humanos la materia csmica sera aterradoramente silenciosa. No estara presente
esa parte del ser que habla del ser y al hacerlo produce sonidos. El universo se vuelve
sonoro con las palabras de todos los das, y con la musicalidad de la poesa2 las palabras

1 Texto aumentado y corregido de la conferencia del mismo ttulo dictada en la Facultad de Contadura y
Administracin de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico el 3 de junio de 2015 en la inauguracin
del Quinto Encuentro Editorial. De las ideas al libro. Porque escribir es algo serio
2 Cf. Eduardo Nicol, El origen sonoro del hombre. Musicalidad de la poesa, en su libro Ideas de vario
linaje, presentacin de J. Gonzlez, E. Hltz y J. M. Silva Camarena, Mxico: Facultad de Filosofa y Letras,
Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM), 1990; tambin aparece en el cap. IV de su libro
2
pueden luego volverse canto, haciendo posible el mundo extraordinario de la msica.
En el mundo hay una multitud de sonidos que se emiten por todas partes, de da y de
noche, aqu y all, y esos sonidos dicen cosas; slo hay que escuchar los sonidos de las
lenguas del mundo, y pensar que ellas anidan significaciones sin fin. Es algo increble.
Los sonidos se articulan y se forman palabras, las ideas se encadenan y nacen
pensamientos. Los pensamientos son palabras; las palabras son pensamientos. Si
desapareciera el hombre, nadie tendra la palabra, nadie la pedira, nadie podra darla ni
recibirla; no habra razn alguna, y se habra producido el ocaso de lo humano, debido a
que nadie podra darla ni recibirla; no se producira el silencio que en verdad importa,
pues no habra quien se quedara callado. Porque existir es estar ah, frente a alguien, con
la opcin mutua, quiz irrealizable, de hablar, de conversar. Nada ms con la presencia
del interlocutor se adelanta un poco la experiencia extraordinaria del dilogo, de la
palabra que pregunta y la palabra que responde. Se adivina el goce de hablar el uno con
el otro que hace posible la existencia compartida. Sin palabras nadie dira nada, nadie
entendera nada, no habra nada que decir.
Otros milagros acompaan al principal misterio de la palabra, que es el de su
relacin con la materia.3 El cerebro humano y las funciones biolgicas que sirven para
eslabonar ideas y articular sonidos seran completamente intiles sin la presencia muy
digna de quien ensea y de quien aprende. Sean cual fueren los recursos didcticos
con los que pueda contar el hombre aprende y ensea a hablar, aprende y ensea a
pensar, aprende y ensea a escribir. Las madres ensean a articular palabras, mientras
los maestros ensean a hablar y escribir bien. La naturaleza de la biologa humana
permanece dispuesta a transformarse constantemente en mundo humano.
Sin embargo, cuando alguien aprende a hablar nadie debiera atreverse a decir que
ha nacido un orador; y cuando alguien aprende a escribir, tampoco debe afirmarse que
ha nacido un escritor. Y cuando alguien aprende a pensar, relacionando una cosa con
otra, es lcito creer que nace un pensador? Qu es un orador? Qu es un escritor?
Qu es un pensador? Quin como Demstenes, para intentar aunque fuera en
vano convencer a los atenienses del peligro que para Atenas representaba Filipo II de
Macedonia? Quin como Cervantes, para contrastar el mundo chato del sentido comn
de Sancho Panza con la excitante utopa de Don Quijote? Quin como Scrates, para
ensearnos a gestar conocimientos en el dilogo de unos con otros? Todos somos
oradores, todos somos escritores, todos somos filsofos. Esto es cierto, pero a medias,

Formas de hablar sublimes: poesa y filosofa, prlogo de Josu Landa, Mxico: Instituto de Investigaciones
Filolgicas, UNAM, 2007.
3 Cf. E. Nicol, La revolucin en la filosofa. Crtica de la razn simblica, Mxico: Fondo de Cultura Econmica,

1982, cap. X.
3
porque en todo caso hace falta el coraje suficiente para cumplir los empeos de una
vocacin.
Todos hablamos. En verdad, no paramos de hablar. Con nosotros mismos y con los
dems. Y sin embargo, pocas veces nos ponemos a hablar de nuestra naturaleza
parlante. Somos habladores y hombres de palabra, para todo hablamos, hablamos de
todo y de todos. Hasta quedndonos callados podemos decir cosas. Pero a menudo nos
hacen falta palabras para decir lo que en verdad quisiramos decir, lo que sentimos, lo
que en realidad importa.
En su relacin normal con el mundo el hombre habla, lee y escribe. Pero
frecuentemente habla para subsistir, para servirse del mundo. Entonces su palabra es
prctica, es til para aprovecharse de las cosas y las personas. Para ganar, convencer,
conseguir, alcanzar, lograr Acaso tiene palabras ms contundentes para declarar la
guerra que para declarar su amor? No cuenta con palabras sublimes para hablar de
cosas de esta misma naturaleza? No es capaz de hablar con los sonidos de un piano o
un violonchelo? Pero la voz y la palabra prcticas son algo comn, son propiedad de
todos y de nadie. Son de todos y de nadie en particular. La usa el que quiere y como
quiere; sobre todo el que quiere, el que necesita algo. El cazador que acosa y atrapa a la
presa que persigue; el que desea seducir, el que revisa el men para elegir lo que quiere
comer; quien hace la parada al camin y se sube para transportarse de un lugar a otro.
Todos los das, para una cosa y otra. El ser humano pasa una gran parte de su vida en
situaciones as apalabradas.
Pocas formas de accin humana son ms o menos silenciosas, como la del
campesino pensativo que siembra la semilla y recoge el fruto; la de quien desanuda las
agujetas para quitarse los zapatos e ir a la cama; la de quien aplasta la uva con pies o
manos para obtener vino; la del que amasa el pan para la horneada que sigue; la del que
se viste de astronauta y viaja al espacio sideral; la de quien se viste de negro y
ensimismado dirige sus pasos a un funeral. En suma, y para decirlo de un jaln, el que
necesita algo y averigua cmo, dnde y cundo puede conseguirlo. Ese es el hombre
prctico que todos somos; que pocas veces dejamos de serlo.

II
El hombre es un ser tico

Si el hombre es el ser de la palabra, es obvio que hablar es un acto de vital importancia.


En principio, todo ser humano puede apelar a la sabidura aristotlica para definirse a s
mismo como un animal racional. Sin embargo pocos han rebasado este nivel para
averiguar qu es lo que el griego quiso expresar con ella.

4
Segn Aristteles, el hombre est dotado de lgos, que complejamente significa al
mismo tiempo razn y palabra. Este destacado discpulo de Platn escribi un despus
muy famoso libro titulado Poltica, donde asegura que el ser humano es un animal
poltico (zoon politikn) porque est dotado de lgos.4 Pero algo tuvo que haber pasado
para que esta otra frase se repita aisladamente, sin incluir la idea que la completa: somos
animales polticos, dotados de razn y de palabra para poder hablar del bien y del mal,
para poder hablar unos y otros de lo que est bien y de lo que est mal, de lo justo y de lo
injusto!5 Aristteles no dice en ese pasaje ms cosas al respecto, y para averiguar ms
sobre el asunto el lector tiene que dirigirse a su tica a Nicmaco.6 Sin embargo, es posible
imaginar lo que este griego estaba pensando: si el hombre es un animal poltico, es porque
se trata de un animal tico, un ser moral.
En la expresin del pensador peripattico el adjetivo animal se usa en el sentido
biolgico de un ser orgnico que vive, siente y se mueve por s mismo. Pero como este
filsofo advierte con claridad el hecho de que no se trata de cualquier animal, tiene que
pasar a otro gnero de cosas (metbasis eis allo gnos, o sea dando un salto a otro gnero de
cosas) para revelar su peculiaridad sorprendente: es un animal que sin dejar de funcionar
biolgicamente como los dems animales, es un ser especial que habla y piensa, y que al
hablar piensa y al pensar habla. En un lenguaje posterior se ha dicho de un modo
aparentemente sencillo que se trata a la vez de un ser fsico y meta-fsico. Este animal, en
efecto, sorprende porque habla y piensa. Y para qu piensa y habla? Para hablar de s
mismo y de su entorno? Repitmoslo: para poder decir lo que est mal y lo que est bien,
lo que es justo y lo que es injusto. En otras palabras: para poder utilizar, de acuerdo con
su naturaleza esencial, un lenguaje moral. Esta sorpresa podra acompaarnos todos los
das de nuestra humana existencia.
Respecto a la incertidumbre de si debemos hablar de tica o moral, conviene saber
que si hablamos en griego hablamos de tica, y si hablamos en latn hablamos de moral, y
estamos diciendo lo mismo. Ethos en griego, con eta, no alude a una forma de ser
caracterstica: el modo de ser de un ente que sorprende por muchas cosas, pero sobre
todo porque est capacitado esencialmente para hablar del bien y el mal. Y por tanto, se
trata de un ser tico (en latn, moral). En cambio, ethos, con psilon, nada ms significa
uso, costumbre7 (en latn, mor, moris).8 La confusin puede aparecer cuando se considera

4 Cf. Aristteles, Poltica, trad. de A. Gmez Robledo, Mxico: Bibliotheca Scritorvm Graecorvm et
Romanorvm Mexicana, edicin bilinge griego-espaol, UNAM, 2000, I, i, p. 4. (1253).
5 Cf. Aristteles, idem.

6 Una traduccin de A. Gmez Robledo, en la edicin bilinge de la Bibliotheca Scritorvm Graecorvm et

Romanorvm Mexicana de la UNAM, apareci en 1954, y una segunda edicin en 1983.


7 Cf. Diccionario griego-espaol, Barcelona: Editorial Ramn Sopena, 2002, dirigido por Florencio I.

Sebastin Yarza.
5
lo tico (forma de ser) como una mera costumbre, tal como Aristteles lo propuso, es
decir, como la repeticin de un acto.9 Por otro lado, la tradicin ha acreditado el nombre
de tica (o filosofa moral) para las reflexiones filosficas sobre la moral, y este mismo
nombre de moral se ha mantenido para las acciones que pueden calificarse como
moralmente buenas o malas.
Entre los romanos que se lamentaron de no poder decir correctamente en latn lo
que los filsofos griegos obviamente dijeron en griego, destaca la figura de Sneca.
Este pensador ejemplar del estoicismo, que como otros adopt la tarea socrtica de
averiguar cul es la mejor manera de vivir, se queja en una de sus Epstolas a Lucilio de
la penuria de la lengua latina.10 Y no sabemos si l mismo pudo notar que la palabra
ethos, con psilon, significa uso, costumbre, y que por este hecho lo enteramente peculiar
y sorprendente de un animal tico qued reducido a una conducta que por el mero efecto
de la repeticin se convertira en una costumbre (buena o mala), la misma que al paso del
tiempo y tal vez sin que nadie pudiera oponerse podra adquirir el rango inamovible e
inexorable de un precepto.
As se origina el malentendido que en parte est bien entendido de que la
moral es cuestin de normas, principios, mandatos y consejos, descuidando el hecho de
que se trata de algo de mayor profundidad e importancia. Somos morales porque
hablamos del bien y el mal, por supuesto, pero hablamos de esto porque actuamos bien y
mal. Y esto es as porque la educacin (paideia) moral aprovecha la naturaleza tica de
nuestro ser (ethos, como modo de ser) para ensear lo que no y lo que s debe hacerse
mediante esas normas, principios, mandatos y consejos respetando y en el mejor de los
casos promoviendo nuestra libertad de eleccin. Puesto que el hombre es el ser del
sentido, como ha sealado Nicol, le es imposible permanecer indiferente11 frente a lo que
est bien y lo que est mal en las acciones de los dems y en sus propias acciones, se ve
obligado constantemente a tomar decisiones.

8 Cf. Vicente Salv, Nuevo Valbuena o Diccionario latino-espaol: formado sobre el de Don Manuel Valbuena,
Pars: Librera de Don Vicente Salv, 1840.
9 Cf. Aristteles, tica nicomaquea, introducciones de T. Martnez Manzano y Toms Calvo Martnez, trad.

y notas de Julio Pall Bonet y Toms Calvo Martnez, Barcelona: Gredos, 2007.
10 L. A. Sneca, Obras completas, trad. de Lorenzo Riber, Madrid: Aguilar, 1957, libro VI, carta LVIII, pp. 536

y ss.
11 Cf. E. Nicol, Metafsica de la expresin, Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1957, cuarta parte, cap.

noveno, 35.
6
III
El hombre escribe

Ese hombre prctico que todos llevamos dentro tambin escribe. Deja recados y notas, y
algn da movido quien sabe por qu se pone a escribir un poema o una declaracin de
amor. Ah hay algo bueno. Pero tambin formula, en el lenguaje diplomtico, intrigas
internacionales y hasta resoluciones definitivas que funcionan como un ultimtum. Aqu
est algo malo. La guerra es algo malo, digan lo que digan los guerreros y los belicistas,
los fabricantes de armamentos y los que ven enemigos por todos lados. Si fuera cierto
que la vida es una verdadera lucha, lo sera para que hubiera paz permanente.
El hombre puede escribir de todo. Ha escrito, por ejemplo, sobre la guerra;12 escribe,
por ejemplo, un diario, unas memorias, leyes y juicios, una bitcora, un vademecum, un
testamento. Escribe historia e historias. O escribe a menudo muy mal las
instrucciones para usar correctamente los artefactos, los medicamentos, los productos de
las empresas. Pero el hombre prctico en realidad escribe poco. Debido a que es natural
hablar, pero no es tan natural escribir, a pesar de que la escritura ha sido considerada
como el comienzo de la historia. Escribir no es fcil: todos lo descubrimos cuando nos
enfrentamos a la hoja en blanco. Es curioso que no se haya inventado un nombre especial
para este estado inhibitorio parecido al miedo o pnico escnico. Como ste, que surge
frente al pblico, particularmente si llena por completo un auditorio, una hoja
enteramente en blanco paraliza el nimo y produce una fuga inmediata de ideas. Qu
voy a decir? Qu voy a decir!
El hombre prctico es ms un actor que habla y habla, que un autor. El actor
habla y acta. Muchos se sienten hombres de mundo porque no tienen miedo de tomar la
palabra inopinadamente. En poltica se prefieren los actos que las palabras. Los polticos
son prcticos, pero hablan mucho y hacen poco. Y lo que hacen no est muy concertado
con lo que dicen. Ciertamente para el hombre prctico es mil veces ms fcil decir las
cosas y hacerlas, que escribir sobre lo que dice y hace.
Hay de todo. Algunos quieren dedicarse a escribir, porque se sienten ms cmodos
escribiendo que hablando. Otros quieren hacerlo puesto que mucho o poco se ha exiliado
a s mismo del mundo de los prcticos y practicones, de quienes sienten ms afinidad por
la prctica que por el intelecto. Frente a la accin, una opcin natural es ser intelectual. Es
un lugar comn creer que al mundo del saber y las opiniones bien pensadas pertenecen
los intelectuales, a quienes se les da o parece que se les da naturalmente tanto el oficio de
hablar como el de escribir. Al parecer tienen muchas cosas que decir por ledos y

Desde La guerra del Peloponeso (siglo V antes de n. e.) de Tucdides hasta el Tratado sobre la guerra (1832) de
12

Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz.


7
escribidos, y les atrae la escritura como cosa inherente a su forma de vida. En general, a
quien se le da el estilo intelectual se aficiona por los museos, ve cine de vanguardia o
clsico, asiste a conciertos, y se cuida de estar al da de las publicaciones recientes; en la
medida de lo posible habla, piensa y escribe como una persona educada. Hay quien
quiere escribir sobre la vida porque ha vivido muy poco. Tambin hay gente que se
dedica a dar clases porque es la nica manera en la que consigue que todos le pongan
atencin; quienes necesitan atencin tambin pueden volverse escritores. Jaime Sabines
se refiere a una clase muy especial de escritor:13

Dentro de poco vas a ofrecer estas pginas a los desconocidos como si extendieras en
la mano un manojo de hierbas que t cortaste.

Ufano y acongojado de tu proeza, regresars a echarte al rincn preferido.

Dices que eres poeta porque no tienes el pudor necesario del silencio.

Bien te vaya, ladrn, con lo que le robas a tu dolor y a tus amores! A ver qu
imagen haces de ti mismo con los pedazos que recoges de tu sombra!

Ahora cualquiera puede publicar porque el negocio de las publicaciones cuenta con
tecnologa de punta as lo dicen para la impresin de libros. Sin embargo, lo que la
naturaleza no da la tecnologa no presta.14 Hace treinta o cuarenta aos era comn la
idea de que los libros los escriban personas que estaban bien enteradas de lo que
hablaban. Se tena la conviccin de que los libros eran escritos por hombres fuera de serie
que tenan algo que decir. Cuando los estudiantes universitarios encuentran que sus
maestros no slo ensean sino que tambin escriben, que son autores, aparece ante ellos
una muy atractiva posibilidad: se puede aprender, se puede ensear, pero tambin se
puede pensar por cuenta propia, investigar, indagar, buscar lo que las cosas son
mediante las palabras: Decimos: la verdad es bella porque consigue exponer el ser. Por
qu? Porque la verdad se busca, y se busca con palabras, slo con las palabras, sin
artefactos, ni instrumentos, ni otra suerte de recursos. Se busca hablando y hablando
siempre de la misma cosa que se desea ex-poner tal como es en realidad, o sea, tal como
es en verdad.15

13 Jaime Sabines, Dentro de poco vas a ofrecer, de Diario semanario y poemas en prosa.
14 Quod natura non dat, Salmantica non praestat, dice el lema de la Universidad de Salamanca.
15 Eduardo Nicol, El filsofo, artfice de la palabra, en E. Nicol, Ideas de vario linaje, ed. cit., 12, pp. 201 y

ss.
8
Al intelectual, en todo caso, le gusta ser visto y disfruta mucho del aplauso de
seguidores o fanticos. Habla de todo y no siempre sabe bien lo que dice. La capacidad
de hablar bien no siempre corresponde a la de escribir bien. Pero tanto al prctico y como
al intelectual les atrae el xito y la fama que acarrea dinero y posicin social. Los
intelectuales de caf, los que sienten que es un deber moral hablar por las masas, los que
han sido llamados intelectuales orgnicos, los que quieren guiar pueblos, los de la
propaganda empresarial y poltica, y los intelectuales trasnochados, son slo otras
especies del mismo gnero. Algunos se apasionan al escribir para divulgar el
conocimiento que otros buscan y alcanzan. El afn de simplificar se advierte en el
intelectual del peridico, de la radio y la televisin, que puede hablar bien y escribir bien,
convencido de que posee un don especial para poder entender fcil y rpidamente.
Si se tiene dinero, se es de derecha; sin l, se es necesariamente de izquierda, y el
intelectual, en cambio, suele estar preparado para lo que venga, puede estar de un lado o
del otro; porque en ambos se le puede considerar muy til. Hay intelectuales que
escriben discursos de polticos, rectores y diplomticos; maestros que escriben libros de
texto para facilitar la enseanza y el aprendizaje; filsofos y cientficos de las ciencias
sociales (historiadores, politlogos, economistas, psiclogos, lingistas, etctera) que
igual que escriben libros escriben artculos de peridicos; periodistas que pueden escribir
de cualquier cosa y de los acontecimientos del momento. Desde los tiempos de Homero y
Hesodo, y luego de los grandes escritores de la tragedia griega y finalmente los grandes
autores de la filosofa y la ciencia y la historia hay quienes escriben para contar cuentos,
para narrar historias, para decir cosas, para explicarlas. La palabra nunca podr quedar
en reposo mientras el ser humano tenga cosas que decir.
Hay quienes escriben para ayudar a los dems, revelando los secretos del
autodesarrollo, de la autognosis; las frmulas para ser feliz, para saber de qu modo se
puede vender exitosamente uno mismo, cualquier cosa y hasta cosas que no existen; para
aprender cualquier cosa y transformarse de perdedor a ganador en pocas lecciones.
Existen quienes ensean a escribir los libros que van a ser los best seller de la prxima
semana o la siguiente; personas que ensean a escribir guiones para hacer cine o
televisin; agentes especializados en la compra y la venta nacional o internacional de
derechos de autor de libros que an no se han escrito o libros que todo mundo va a leer.
En el mundo de la palabra escrita no falta nadie. As como estn en todas partes los
que son diestros, sagaces y amaados para editar toda clase de escritos, para hacer
negocios con pequeas editoriales o grandes editoriales que cubren mercados
internacionales; los que manejan la produccin y la distribucin de papel bajo consignas
polticas para peridicos, revistas y libros, ya sea dentro de un pas o abarcando
9
continentes enteros; los que conocen y defienden el arte de hacer libros, los oficios de las
artes grficas, de la imprenta tradicional, la imprenta offset y el linotipo y de la noble
tarea del encuadernador frente a las nuevas tecnologas de los libros digitales cuyos
operarios nunca pudieron sentir la emocin de manejar una prensa Heidelberg o una
Chandler, un componedor, un peinazo, etctera; los que asisten con apariencia de
intelectuales a las ferias y exposiciones nacionales e internacionales de libros buscando
libros de xito con exclusivos fines de lucro; estn presentes los que venden libros
nuevos, y entre ellos, los que saben de libros, los que se creen ms importantes que los
autores mismos, los que no saben nada de nada y nunca pueden encontrar un
determinado ttulo porque no saben buscarlo ni quieren aprender a realizar la bsqueda,
los que reducen su sabidura libresca al monitor de una computadora, y los que venden
libros viejos, que en su mayora ya no son los libreros de antes, los que amaban los libros
y eran felices cuando entregaban a un buen cliente un buen libro; estn los que han
ganado fama y fortuna haciendo antologas, reuniendo textos que nunca podrn escribir
ellos mismos, a las que aaden una introduccin, una nota o un prlogo y logran que su
nombre aparezca en la portada; los que hacen libros colectivos y los que coleccionan
libros, los que poseen bibliotecas impresionantes y los que impresionan con sus
bibliotecas; estn los que derrochan ingenio y capacidad para manejar hbilmente los
derechos de autor, para bien y para mal; los que impiden la libre divulgacin del
conocimiento en internet, bajo la coartada bien preparada de una supuesta defensa de
derechos de escritores autores que nunca ganaron un solo centavo o poniendo en
prisin con espritu leguleyo a quienes suben escritos imprescindibles en la web sin
ningn inters econmico; tambin estn los que tienen la responsabilidad de educar
para la lectura, de mantener vivas las bibliotecas pblicas y sus acervos, de inflamar el
amor por los libros, de ensear el respeto y la admiracin del autor, y que no logran
hacer nada de eso.
Pero la pregunta esencial es sta: todo mundo puede escribir, pero cmo se puede
escribir bien? Me parece que fue Horacio Quiroga, escritor uruguayo, maestro del cuento
hispanoamericano, quien dijo que algo estaba bien escrito cuando no se le poda agregar
nada ni se le poda quitar nada. Si se aade, sale sobrando; si se quita, falta. Podemos
adoptar esto como norma de trabajo. Pero conviene precisar que hay dos cosas que no
pueden faltar: la correccin gramatical y la manifestacin fidedigna de la cosa de que se
habla. Ni una ni la otra pueden faltar cuando se escribe bien. La correccin es
enteramente necesaria, pero no es suficiente. Se puede escribir correctamente sin decir
propiamente nada. Se tiene que decir algo verdadero, poner en palabras verdaderamente
el ser de eso de lo que estamos hablando, pensando y escribiendo. La vocacin del
10
escritor mira las dos cosas. Los que piensan bien y escriben bien acompaan sus palabras
con ambos elementos. Escriben correctamente y cargan de realidad sus palabras. Todo es
cuestin de palabras.16

IV
El hombre es autor

Un escritor hecho y derecho tiene un ethos vocacional,17 que al mismo tiempo le obliga y
le gratifica. El ethos vocacional es el fundamento moral de un oficio, un quehacer o una
profesin. Esta forma de ser obliga al escritor a cumplir una tarea ontolgica
fundamental que pasa desapercibida para la mayora y que consiste en darle palabra a la
cosa para que pueda aparecer como realidad efectiva. Nada ms y nada menos: hay realidad
porque hay quien escribe de ella, quien la hace ser escribiendo de ella. sta es la
responsabilidad profesional del escritor. Y cumple con ella con la misma devocin con la
que el mdico cumple con la suya. En la realidad pueden hallarse calles, edificios,
automviles y cruceros llenos de gente y mil cosas ms, pero de modo esencial todo eso
est ordinariamente en la palabra del que habla y extraordinariamente en la escritura de
quien escribe. El escritor est facultado para y obligado a rescatar lo real del mbito
de la nada.
El escritor, de este modo, es autor de lo real, por ser escritor de un texto. Si ustedes
lo exigen podemos decirlo de una manera ms correcta: el escritor, al escribir un texto
genuino, sea para contar cuentos o para explicar las cosas y lo que sucede, es coautor de
la realidad. Por esta razn es original: escribe y piensa cosas que nadie ha dicho ni
pensado como l, porque lo hace con sus propias palabras. stas son de todos cuando
estn en los diccionarios y los lxicos, pero son propias cuando nacen en el texto del
escritor. No se repiten los autores porque no se repiten las vidas humanas. La
peculiaridad en el estilo de ver las cosas se produce por la peculiaridad de lo vivido y
experimentado por el autor. La propia historia individual y colectiva a la que se
pertenece permite escribir y pensar como nadie ms puede hacerlo. La escritura del
escritor hace una obra nica. Y porque lo escrito es as un producto irrepetible en la
historia de la humanidad ha sido normal, y seguir sindolo siempre, que el nombre del
autor acompae en todo caso al ttulo de la obra.

16 Puede consultarse mi escrito La ciencia: un asunto de palabras, Contadura y Administracin, Facultad


de Contadura y Administracin, Universidad Nacional Autnoma de Mxico (UNAM), 212, enero-marzo
(2004), 5-24.
17 Este concepto fue examinado en mi ensayo Qu es eso de tica profesional?, Contadura y

Administracin, Facultad de Contadura y Administracin, UNAM, 205, abril-junio (2002), 5-11.


11
En el nivel mximo de consideraciones de esta clase, el escrito cuyo ttulo lleva
nombre propio Homero, Platn, Dante, Sor Juana Ins de la Cruz, Shakespeare,
Rousseau, Kant, Hegel, Marx, Nietzsche es el que est ya en condiciones de ser de todos, en
todos los lugares y en todos los tiempos. Este poder del escrito para vencer la
temporalidad es cosa que llama la atencin, es cosa que guarda en secreto la historia de la
humanidad. Las ideas que son tiles para la vida prctica son las de la tcnica, y ahora
de la tecnologa, pero ellas no necesitan identificacin personal porque no son obra de un
autor sino de un grupo annimo de trabajadores de una taller o un laboratorio de una
escuela, una empresa o un gobierno, y adems, aqu la identificacin personal del autor
queda sustituida por un precio, una patente, una matrcula, un registro, quedando en
claro que los productos de la tecnologa no se ofrecen gratuitamente a los usuarios, como
los de la tcnica de distintos oficios que los operarios van transmitiendo de generacin a
generacin.
Los escritos, en cambio, son de todos aqu y ahora, hic et nunc; de todos en todas
partes y siempre, a pesar de los obstculos muchas veces insuperables que el lector
encuentra cuando busca la obra del escritor: lucro de editores, casas editoriales y libreros,
trampas del mercado del libro, piratera y otras inmoralidades. Tan absurdo como es que
un futbolista valga millones de pesos hoy en da lo es que un autor gane el 10 por ciento
del precio que aparece en la portada o contraportada de un libro que pudo haberle
costado uno o veinte aos de su vida.
Nuestro mundo actual intenta resolver todo mediante la ley, y ha hecho leyes para
todo o para casi todo. Los derechos humanos, a pesar de todo lo bueno que puedan
tener, parecen reducir aparentemente sin darse cuenta la dignidad humana,
indiscutible, a una mera cuestin de argucias y artilugios. Los derechos de autor, que a
primera vista representan un alivio econmico y un apoyo a la seguridad de la obra, son
defendidos ferozmente por quienes estn implicados en el mundo editorial para proteger
sus propias ganancias, no las del autor. Podr llegar un da en el que el alto aprecio de la
cultura obligue a cuidar los escritos como tesoros intocables de la humanidad, sin
mezquindad de ningn tipo? Las obras de Platn, por ejemplo, siguen produciendo
dinero a quienes las editan por el puro afn de ganancia, sin que les importe un bledo el
beneficio espiritual que proporciona la lectura de este gigante de la filosofa. El poder del
poder, el afn de lucro y el poder del dinero a duras penas son manejables mediante los
instrumentos de un estado de derecho, porque falta lo esencial, el ingrediente principal
de la ley que es la moralidad. Sin moral el derecho puede ser injusto al convertirse
nicamente en un medio de leguleyos o discutidores a favor del mejor postor. Se necesita
la moralidad bien entendida, la que es algo ms que cdigos, normas, doctrinas y

12
consejos, principios y convicciones porque es educacin, tica, humanismo, forma de ser,
modo de vida.

Sin la moralidad o eticidad constitutiva del ser humano ni el internet ni nuevas


tecnologas de la informacin van a repartir el saber escrito con un desinters similar o
idntico al que caracteriza hoy y siempre el trabajo de sus autores. La existencia de obras
desde la antigedad hasta nuestros das prueba la presencia de este desinters, y es
evidente que ste no tiene nada que ver con las ganancias millonarias de los
publicitariamente creados libros ms vendidos (best seller).
El resultado alentador de la internet es el del acceso universal a los escritos que
contienen el saber y la literatura de la humanidad; sin embargo, esta renovacin vital de
la cultura se ha oscurecido al mismo tiempo debido a un desalentador efecto que hasta
ahora se ha colado furtivamente en la libre transmisin digital de los grandes escritos de
la filosofa, la ciencia y la literatura. Ante los ojos de todos en este medio cultural
extraordinario est presente una inmoral actitud de plagio o robo generalizado y cnico
de las ideas de los autores verdaderos. Hay tambin, de modo igualmente lamentable,
una falsificacin y vulgarizacin del saber y la cultura llevada a cabo por delincuentes de
la cultura que en un rol de increble Robin Hood de ideas las roba y las entrega
heroicamente a los ignorantes sin que stos noten su descomposicin producida por el
hurto. Roban ideas para que todos, pobres, las tengan. Pero cantar una cancin creyendo
de veras que nosotros somos los autores de su letra y su msica es un sntoma innegable
de mala salud mental. Lo mismo pasa con las ideas que tenemos y creemos nuestras.
El ethos vocacional del autor impide que pueda cometer una doble inmoralidad. Por
un lado, la de robar como vil y despreciable delincuente lo que ms respeta y admira: las
ideas buenas, las que vale la pena conseguir tras todo gnero de esfuerzo; y por el otro, la
de realizar la felona o deslealtad hacia el propio gremio de escritores y al ethos del oficio
de escribir que se concreta en el engao y la mentira al hacer pasar como propias ideas
trabajadas y formuladas en cabeza ajena.
Al autor que en verdad lo es, le es imposible limitarse a repetir lo que ya ha sido
dicho por otro sin destruirse a s mismo como autor. El autor tiene necesidad de escribir
sus propias ideas, y esto lo conforma como tal escritor. Por eso su palabra es nueva,
original y autntica, aunque integra reconocindolo abierta o privadamente muchas
ideas ya dichas y escritas por autores que ama. Y entre otras cosas los admira y los ama
porque solamente en dilogo con ellos es posible su propia escritura. En las obras de
creacin literaria, como en las de pensamiento riguroso como la filosofa y la ciencia, el
maestro se mantiene presente en la obra de discpulo con diferentes intensidades y
maneras. Se les imita porque se quiere ser como ellos. Pero imitar no es copiar. Se imitan

13
formas, estilos, manera de ver o decir las cosas, la forma de organizar el escrito, las ideas
centrales, etctera. Pero dentro de la imitacin debe haber originalidad, verosimilitud,
veracidad. El escrito puede parecerse, ser semejante a otro. El escritor se esfuerza por
hacer algo semejante y al mismo tiempo propio. Esta es una lucha, no una simple copia o
robo.
El que no es escritor de veras y slo afecta serlo tiene que recurrir al hurto de ideas
y conceptos, copiar obras ajenas, y esto se nota pues falta en su prosa o su poesa la
sencillez y naturalidad. Una tica del autor podra comenzar con un mandato esencial:
aprende a amar las buenas ideas de los dems, y al mismo tiempo aprende a amar tus
propias ideas como a ti mismo. El mdico que falla en el respeto a la vida de su paciente
falla vocacionalmente de un modo irreparable. El escritor que se traiciona a s mismo y al
gremio de los escritores plagiando lo escrito por otra persona tambin comete una falla
del mismo tipo.
El plagiario representa una enfermedad del oficio de escribir que en todo caso
impide el nacimiento de un escritor de verdad. El sofista aniquila la vocacin filosfica
genuina del mismo modo que el plagiario anula toda autenticidad en la escritura. Frente
a lo que est mal moralmente hablando, al hombre comn y corriente no le queda ms
recurso que el de formular un juicio moral negativo y el repudio. Copiar y presentar sin
pudor como propio lo que ha sido producido por vocacin, oficio y esfuerzo ajeno es una
inmoralidad que debe ser repudiada por todos. Ahora los maestros ahora tenemos que
agregar una tarea a nuestro quehacer cotidiano si no lo habamos hecho ya: en el
desarrollo normal de nuestro magisterio debemos ensear el respeto y la admiracin por
las ideas ajenas, promoviendo al mismo tiempo con renovado entusiasmo el dilogo
intenso y genuino con sus autores con el propsito fino y loable de aprender a pensar por
cuenta propia.

V
El hombre es co-autor de lo real

La creacin ms radical es la produccin de una realidad nueva. Bien o mejor el autor


escribe y habla creadoramente. Con su voz y su escritura los autores son capaces de decir
siempre cosas an no comunicadas que enriquecen y transforman nuestro mundo no a
la Tierra al hacerlo ms comprensible, ms amplio, ms grande. El escritor es el hombre
que en su escritura pone el inmenso arsenal de palabras a disposicin del ser. Lo que en el escrito
se logra depende del oficio de escribir, y la capacidad de poner lo real en la palabra. El
escritor tiene que escribir bien para poner en su palabra fielmente lo que es la cosa de la
que escribe. Lo que queda en juego es esa fidelidad del ser, de modo que ganar

14
concursos, conseguir premios o lucir en sociedad es algo muy secundario. Materia y
espritu son componentes de la escritura. La base material es necesaria (papiro, piedra,
papel, pantalla); el espritu se mueve en, con, por las palabras. Sin textos no hay
mundo. El texto atesora la realidad misma, no slo trminos y expresiones. Toda la
realidad es la totalidad de realidades de varia naturaleza. Sin palabras no hay de qu
hablar; sin voz slo hay ruido, y sin escritura verba volant. Y tenemos que admitir que
cuando a las palabras se las lleva el viento desaparecen enormes parcelas de realidad, y
consecuentemente se empobrece nuestro ser y nuestro mundo.
En las palabras del texto de un autor aparece el mundo de modo semejante a ese por
medio del cual en el papel fotogrfico aparecen las imgenes del mundo real. (Dicho sea
de paso, y como seal de alerta contra los engaos de la tecnologa actual: no es fotgrafo
el que tiene una cmara o un telfono mvil y saca fotos todo el da; no es pintor el que
tiene pinceles reales o virtuales y lienzos o paredes a su disposicin y se pone a pintar a
diestra y siniestra; no es escritor el que tiene una mquina de escribir o un procesador de
texto y escribe hbil y rpidamente una palabra tras otra). Si el hbito no hace al monje,
tampoco el misal que lleva determina en gran medida lo que es.
Esto est claro: forman un mismo equipo creador el escritor, el fotgrafo, el pintor,
el escultor y el msico. El escritor es anfitrin de lo real;18 el pintor presta sus ojos para
que cosas, paisajes y gentes aparezcan en sus dibujos y sus pinturas; el msico presta sus
odos para que los sonidos de lo real puedan sonar y les pone casa mediante las
partituras; el escultor y el arquitecto prestan formas y volmenes a lo real. Sin este
equipo, y algn otro colaborador que en este momento se me est escapando, no hay
nada, no aparece nada. S que cuesta trabajo entenderlo, por las pocas veces que nos
ponemos a pensar en esto. Pinsenlo ustedes de este modo: el mundo de la percepcin
que generosamente tantas cosas nos ofrece, es insuficiente sin la palabra, pues le falta
espacio y tiempo para alojar y recrear realidades. El mundo que es verdaderamente
mundo el mundo humano se capta mediante el acto mgico, s, de veras mgico de
la captura y aprisionamiento de fluido de la realidad. Slo el papel de la escritura, la foto,
el pautado, la pintura acogen mgicamente lo real para otorgarle generosamente casa,
suelo, piso, base, hogar.
Si no estoy desencaminado, nuestro encuentro del da de hoy no pretende crear la
ilusin de que es fcil atrapar ideas y convertirlas en un libro, sino contagiar amor,
admiracin y respeto a quien escribe y a lo que escribe, advirtiendo que la escritura es cosa
seria. Y es cosa seria porque la palabra, segn Heidegger, es la casa del ser. As lo dice l

18 Y a menudo colaboran con l el traductor y el intrprete.


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en su Carta sobre el humanismo. 19 Segn este filsofo escribir es cosa tan seria que no
cualquiera puede escribir en verdad y con verdad, slo el poeta y el pensador. De esta
manera lo ha dicho el filsofo de la Schwarzbald, de la Selva Negra del suroeste
montaoso y boscoso de Alemania (slo ah, en este lugar, hace muchos aos, el fro de
menos 20 grados nos quit las ganas de hablar a los que viajbamos juntos para visitar la
casa del pensador).
Escribir es cosa seria. Eduardo Nicol nos lo ha dicho de otro modo en su libro sobre
poesa y filosofa (Formas de hablar sublimes: poesa y filosofa20). Es cosa seria porque si
podemos rebasar el sentido de la palabra prctica, si vamos un poco ms all de la
palabra que busca resultados inmediatos, tan interesada y por lo mismo tan pobre,
aunque por otro lado tan efectiva en nuestra vida cotidiana, en la que se nos van las
horas y los das, los meses y los aos de nuestra existencia, slo entonces, dice Nicol,
podemos descubrir el cauce de otra forma de la palabra, la desinteresada, la que es
enteramente til para el espritu precisamente porque no sirve para nada, y porque en su
inutilidad constitutiva nos permite ser, a nosotros mismos y al mundo, por medio de dos
formas de hablar sublimes: la de la poesa y la de la filosofa.
Pensamos que es sublime la literatura porque con el arte de la palabra y el talento
del escritor, nos vemos como en un espejo limpio y claro aunque nos cuente slo cuentos.
Es sublime la filosofa porque con el arte de pensar metdico y el talento del pensador
podemos aspirar a entender y crear nuestra propia forma de ser. Se trata de formas
sublimes de hablar, porque hablar y pensar son los atributos ms nuestros, si aceptamos
con humildad que no estn a nuestro servicio, si podemos tener en claro que no somos
sus dueos. Si nos sometemos de buena gana a su propia naturaleza podemos, a veces,
hablar bien, pensar bien: tomar por unos momentos las riendas de las palabras y los
pensamientos para dar paso a la realidad, y sobre todo, a nuestra realidad.
El que se comunica con palabras escritas elaborando libros, manuales, novelas,
cuentos, ensayos, artculos en revistas o peridicos, es un escritor. Pero un verdadero
escritor hace eso y algo ms: es quien mediante el oficio de escribir es capaz de convocar a la
realidad para que en su escritura se presente tal como es, para que ah pueda encontrarla el lector
que la busca. La responsabilidad del escritor es la de hablar con la mayor dosis de verdad
posible para que eso suceda. Ser veraz es el rasgo esencial de quien escribe. Veraz al decir
lo que las cosas son, veraz al contar cuentos que a pesar de serlo hablan de nosotros
mismos. ste es un compromiso moral. Hay otro compromiso moral del escritor? La
conciencia moral del escritor funciona como la del cualquier hombre. Le reprocha lo que

19 Cf. M. Heidegger, Carta sobre el humanismo (Uber den Humanismus, 1946), trad. de Helena Corts y A.
Leite: Madrid: Alianza Editorial, 2000.
20 Cf. E. Nicol, Formas de hablar sublimes: poesa y filosofa, ed. cit.

16
hace mal, le aplaude lo que hace bien. El autor, como escritor, tiene que tomar decisiones
peculiares. Al escribir tiene que elegir, porque se le presentan opciones. Escoge temas,
ideas, conceptos, razones, etctera, y adems, selecciona palabras, y duda y se agobia al
ganar una posibilidad y perder otras al seleccionar cada una de sus palabras, sus
expresiones, sus nfasis y sus indiferencias.

VI
El hombre lee

Pero hay ms. Como el hombre es el ser de las palabras stas le hacen bien y le pueden
hacer mal. Platn deja muy en claro en su dilogo titulado Protgoras el peligro de
llevarse las palabras de los dems en nuestra propia alma, sin poder examinar
previamente si son buenas o malas.21 Tenemos que cuidarnos de las palabras, pero no
podemos vivir sin ellas. Ya se nos aconsej desde tiempos remotos que no dejramos que
nuestras palabras corran ms rpido que nuestro pensamiento. Por su parte, el escritor
tiene que cuidar lo que dice en su escritura.
El escritor debe ser consciente de que a los hombres nos pasan cosas con las
palabras. Quien escribe ha de asumir responsablemente que lo que dice es ledo por
otros, credo por alguien, a veces adoptado como la verdad misma, valorado y sopesado,
utilizado para bien o para mal, alabado o censurado. Nosotros ciertamente somos el ser
de la palabra, y por eso somos el nico ser responsable en el universo. La
responsabilidad de tomar la palabra para hablar o para escribir tiene tal vez la misma
importancia. Frente al texto escrito el lector parece tener mayor seguridad: puede pedir
ayuda a alguien (ms docto, ms ledo, ms estudiado) para saber si lo que dice el escrito
es cierto o no, si se vale decir eso, si el autor tiene razn, etctera. Ahora bien: tanto en un
caso como el otro en la misma marcha del discurso se puede corregir, suavizar, cambiar
de opinin, precisar, puntualizar, evitar malentendidos. Pero por qu razn cundo
tratamos de corregir un malentendido es casi seguro que vamos a ocasionar otro? No hay
forma de estar completamente seguros de que hablamos bien, de que escribimos bien, de
que no hacemos dao con nuestras palabras. Decir lo que uno quiere decir, y hasta decir
lo que uno no quera decir como nos lo ha explicado Freud22 acarrea necesariamente
consecuencias. En cierto modo, entonces, hablar y escribir implica cierta dosis de

21 Cf. Platn, Protgoras, o los sofistas, trad. de F. de P. Samaranch, en Obras completas, Aguilar: Madrid, pp.
153 y ss.
22 Cf. S. Freud, Psicopatologa de la vida cotidiana (Zur Psychopathologie des Alltagslebens, 1901), en Obras

completas, trad. de J. L. Etcheverry, Buenos aires: Amorrortu, 1960, vol. VI.


17
valenta, y aristotlicamente pienso en el trmino medio no vale la pena or o leer al
cobarde ni al temerario.
Oyentes y lectores, hablantes y escritores somos menesterosos. El que habla necesita
a alguien que lo escuche, el que escribe necesita un lector. Nos necesitamos mutuamente,
y por esta razn, entre otras cosas, no nos gusta quedarnos solos. La escritura anhela un
lector, el lector necesita un escrito. Entre los que hablamos y los que escuchamos, los que
escribimos y los que leemos hay tejidos de vnculos morales. Unos y otros somos como el
pez y el agua de la pecera. Aqu la pecera se llama mundo, y en l podemos vivir bien o
mal, actuando bien o mal, haciendo bien o haciendo dao, segn que hayamos odo unas
palabras o ledo unos escritos cuyas ideas hayamos logrado hacer nuestras sin necesidad
de copiarlas groseramente.
Qu tanto necesita libros el ser humano? El que no lee libros est condenado a
vivir una vida humanamente pobre, casi sin libertad, escasamente libre. Es cierto que la
historia es la hazaa de la libertad, como dijo Benedeto Croce23, pero en las letras de los
libros se cuenta esa gesta y desde ellas, sin ms mediacin, se integran a nuestro ser los
actos de la libertad y el carcter de seres humanos. Uno de los grandes descubrimientos
del pueblo griego de la Antigedad consisti en notar que el ser del hombre se puede
transformar mediante la educacin (paideia); 24 no llenndole la cabeza con ideas y
dotndolo de habilidades, sino dndole una forma humana, humanizndolo. Los
romanos llaman humanitas a la paideia griega,25 y Scrates nos ense que la hombra se
aprende.26
Lo que aprende de la vida humana en el seno materno y la escuela es
desafortunadamente muy poco; y adems, se centra en el presente, nada del pasado; y
nada del futuro, que no sea lo relativo a la obtencin pronta de un trabajo o la eleccin de
un rea de estudios que permita conseguir el mejor empleo posible en trminos de
sueldo y prestaciones. Se ha repetido hasta el cansancio que si se desconoce la historia se
cometen los mismos errores. Pero lo peor consiste en desconocer la herencia histrica que
nos ha otorgado el pasado y en ser incapaces de pensar el mundo que vamos a dejar a los
hombres del porvenir. La historia y la prospectiva no son ciencia, pero pueden ser
sapiencia necesaria como el pan de cada da.

23 Cf. Benedeto Croce, La historia como hazaa de la libertad, Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 2005.
24 Cf. Werner Jaeger, Paideia: los ideales de la cultura griega (Paideia. Die Formung des griechischen
Menschen, 1933), trad. de Joaqun Xirau y Wenceslao Roces, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1957,
primera edicin en un volumen.
25 Cf. Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo, ed. cit.

26 Eduardo Nicol, Scrates: que la hombra se aprende, en E. Nicol, Las ideas y los das, comp. de A.

Aguirre, Mxico: Afnita, 2007.


18
Lo que completa nuestra educacin son ahora los medios masivos de
comunicacin prensa, radio y televisin e invitados recientes: el cine y la web
(internet), que se concentran de nuevo en la actualidad y pocas veces en lo que ha
sucedido tiempos atrs. De nuevo: comunicacin puesta bajo la mirada de los intereses
econmicos y polticos de la poca, a travs de la manipulacin de la mercadotecnia. Y
esta situacin empeora con el positivismo comteano que trajimos de Francia, que circula
por nuestras neuronas sin que seamos conscientes de ello y que nos hace ingenuamente
creer que la verdad es cosa del presente. Qu tipo de hombre puede formarse de ese
modo? nicamente el ser humano que hoy ha reducido su extraordinaria existencia de
mltiples dimensiones a la tarea bien pobre de tener qu comer y disponer de mercancas
de toda clase? Qu puede ser el hombre de nuestros das si solamente lee un libro o dos
publicados este ao o el ao anterior?
Quin es el hombre de hoy? Todos lo sabemos quin es, y lo vemos todo el da y
parte de la noche, de prisa, o inseguro, como quien no tiene a donde ir, con pasos
cansados, con rostro inexpresivo, angustiado o deprimido, o entretenido en cosas
balades, espontneamente dispuesto a adoptar un gesto duro, enojado y fastidiado y a
menudo propenso a una risa simplona, vaca, sin gota de alegra genuina, obligado a
vivir algo parecido a la felicidad exclusivamente dentro de las grandes tiendas
imaginando que un da podr comprar esto y lo otro, bajo cualquier pretexto triste, en el
fondo muy solo, con muy poca esperanza de que el nuevo da traiga un mundo mejor.
A ser hombre se aprende por medio de infinidad de ideas y experiencias que toman
cuerpo en la lectura de los libros que en la historia del hombre han ido apareciendo y
forman el verdadero patrimonio de la humanidad. Y si este tesoro est en los libros,
quin tiene la responsabilidad de advertirlo, divulgarlo, comunicarlo, difundirlo,
estudiarlo y ensearlo a nios, jvenes y adultos? Alguien tienen que saberlo; alguien
debe descubrirlo. Nada ms desconsolador que entrar a un hogar donde no hay un
librero, por modesto que sea, sin que falte un televisor, barato o caro es lo de menos.
Hace sesenta y dos aos se public una novela del estadounidense Ray Bradbury
titulada Farenheit 451. Si Bradbury hubiera sido un escritor hispanoamericano no se
hubiera llamado as y a su escrito lo habra titulado 232.8 grados centgrados: la
temperatura a la que el papel comienza a arder sin que nadie le acerque un cerillo
encendido. Lo que cuenta este autor nacido en 1920 y fallecido apenas hace tres aos, en
2012, es una historia muy sencilla: las vicisitudes de un bombero llamado Guy Montag
cuya tarea cotidiana consiste en quemar libros por orden del gobierno, que ha decidido
evitar que la gente lea y pierda su felicidad por causa de la angustia que provoca la
lectura. Una mujer llamada Clarisse, a quien sealan como loca porque le gusta pensar,
conoce al incendiario que destruye libros mediante un lanzallamas y trastorna su

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existencia de tal modo que empieza a dudar de su manera de vivir y comienza a
quedarse con libros que salva de cada quemazn y guarda en su casa. Cuando una orden
de incendio le conduce a su propio hogar debido a que su propia esposa lo ha
denunciado, asesina a su jefe y logra huir para unirse a los hombres-libros cuya misin es
leer y memorizar libros para transmitirlos verbalmente.
Ray Bradbury tena siete aos cuando la BBC de Londres realiz las primeras
emisiones pblicas de televisin en 1927; tena trece cuando Hitler mand quemar miles
de libros en la Alemania nazi, cincuenta y nueve cuando public Farenheit 451 en 1953, y
setenta y uno cuando en 1991 la web debuta como un servicio pblicamente disponible
en internet. En su Historia de la filosofa Arturo Schopenhauer nos comunic que la
escritura es la nica conservadora fiel de las ideas. Pero sin necesidad de cambiar nuestro
librero por un aparato de televisin, poner el contenido de los libros en nuestra memoria
o subirlos a la web para luego bajarlos, la fuerza espiritual de la que es vehculo
ideal cada libro autntico nos habita al leerlo y despus de haberlo ledo.
En la historia del siglo XX nadie puede olvidar el acto de barbarie de los soldados
nazis que hicieron una fogata enorme con los libros de socialistas, comunistas, judos y
pacifistas en la Bebelplatz de Berln el 10 de mayo de 1933. La creacin literaria de
Bradbury, de 1953, queda situada antes, en medio y despus de la realidad; por ejemplo,
de la quema de libros del golpe de Estado en el Chile de 1973 y la quema de libros del
golpe de Estado en la Argentina de 1976. La destruccin de bibliotecas, las hogueras de
libros, las censuras y las autorizaciones eclesisticas para la publicacin de libros y los
ndices de libros prohibidos pueden significar, sin duda, gran cantidad de cosas, pero en
particular revelan una increble mutilacin del ser del hombre por difcil que parezca
comprender este hecho. Tambin cuesta trabajo entender que somos el ser de la palabra
para poder contar lo que somos y lo que nos pasa.

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