Cuentos PDF
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En tiempo del rey que rabi, viva en una aldea una nia, la ms linda de las
aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y ms an su abuela, quien le
haba hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por caperucita roja
conocanla todos. Un da su madre hizo tortas y le dijo:
-Irs casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que est
enferma. Llvale una torta y este tarrito lleno de manteca.
-Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le
enva mi madre.
-Vive muy lejos? -Preguntole el lobo.
-S, -contestole Caperucita roja- a la otra parte del molino que veis ah; en la
primera casa de la aldea.
-Pues entonces, aadi el lobo, yo tambin quiero visitarla. Ir a su casa por este
camino y t por aquel, a ver cual de los dos llega antes.
El lobo ech a correr tanto como pudo, tomando el camino ms corto, y la nia
fuese por el ms largo entretenindose en coger avellanas, en correr detrs de
las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba a su paso.
-Soy vuestra nieta, Caperucita roja -dijo el lobo imitando la voz de la nia. Os
traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os enva.
-Quin va?
Caperucita roja, que oy la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero
creyendo que su abuela estaba constipada, contest:
-Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de
manteca que os enva mi madre.
Caperucita roja tir del cordel y la puerta se abri. Al verla entrar, el lobo le dijo,
ocultndose debajo de la manta:
Erase una vez un leador muy pobre que tena dos hijos: un nio llamado
Hansel, y una nia llamada Gretel, y que haba contrado nuevamente matrimnio
despus de que la madre de los nios falleciera. El leador quera mucho a sus
hijos pero un da una terrible hambruna asol la regin. Casi no tenan ya que
comer y una noche la malvada esposa del leador le dijo: No podremos
sobrevivir los cuatro otro invierno. Deberemos tomar maana a los nios y
llevarlos a la parte ms profunda del bosque cuando salgamos a trabajar. Les
daremos un pedazo de pan a cada uno y luego los dejaremos all para que ya no
encuentren su camino de regreso a casa. El leador se neg a esta idea porque
amaba a sus hijos y saba que si los dejaba en el bosque moriran de hambre o
devorados por las fieras, pero su esposa le dijo: Tonto, no te das cuenta que si
no dejas a los nios en el bosque, entonces los cuatro moriremos de hambre?-
Y tanto insisti la malvada mujer, que finalmente convenci a su marido de
abandonar a los nios en el bosque. Afortunadamente los nios estaban an
despiertos y escucharon todo lo que planearon sus padres. Gretel dijo Hansel a
su hermana: No te preocupes que ya tengo la solucin. A la maana siguiente
todo ocurri como se haba planeado. La mujer levant a los pequeos muy
temprano, les di un pedazo de pan a cada uno y los cuatro emprendieron la
marcha hacia el bosque. Lo que el leador y su mujer no saban era que durante
la noche, Hansel haba salido al jardn para llenar sus bolsillos de guijarros
blancos, y ahora, mientras caminaban, lenta y sigilosamente fue dejando caer
guijarro tras guijarro formando un camino que evitara que se perdieran dentro del
bosque. Cuando llegaron a la parte ms boscosa, encendieron un fuego, sentaron
a los nios en un rbol caido y les dijeron Aguarden aqu hasta que terminemos
de trabajar. Por largas horas los nios esperaron hasta que se hizo de noche,
ellos permanecieron junto al fuego tranquilos porque oan a lo lejos un CLAP-
CLAP, que supusieron sera el hacha de su padre trabajando todava. Pero
ignoraban que su madrastra haba atado una rama a un rbol para que hiciera
ese ruido al ser movida por el viento. Cuando la noche se hizo ms oscura Gretel
decidi que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que deban esperar que
saliera la luna y as lo hicieron, cuando la luna ilumin los guijarros blancos
dejados por Hansel fue como si hubiera delante de ellos un camino de plata.
Vivieron nuevamente los cuatro juntos un tiempo ms, pero a los pocos das, una
hambruna an ms terrible que la anterior volvi a devastar la regin. El leador
no quera separarse de sus hijos pero una vez ms su esposa lo convenci de
que era la nica solucin. Los nios oyeron esto una segunda vez, pero esta vez
Hansel no pudo salir a recojer los guijarros porque su madrastra haba cerrado
con llave la puerta para que los nios no se pudieran escapar. No importa le
dijo Hansel a Gretel: No te preocupes, que algo se me ocurrir maana, An no
haba salido el sol cuando los cuatros dejaron la casa, Hansel fue dejando caer
todo a lo largo del camino, las miguitas del pan que le haban dado antes de
partir la malvada madrastra. Nuevamente los dejaron junto al fuego, en lo
profundo del bosque, y esperaron mucho tiempo all sentados, cuando estaba
oscureciendo quisieron volver a casa, Oh! que gran sorpresa se llevaron los nios
cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel se las haban
comido las aves del bosque y no quedaba ni una solita.
Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos nios se encontraron en un
bosque espeso y oscuro del que no podan hallar la salida. Vagaron durante
muchas horas hasta que por fin, encontraron un claro donde sus ojos
descubrieron la maravilla ms grande que jams hubiesen podido imaginar: una
casita hecha de dulces!. Los techos eran de chocolate, las paredes de mazapn,
las ventanas de caramelo, las puertas de turrn, el camino de confites, un
verdadero manjar! dijo Hansel quien corri hacia la casita diciendo a su hermana:
Ven Gretel, yo comer del techo y tu podrs comerte las ventanas! Y as
diciendo y corriendo, los nios se avalanzaron sobre la casa y comenzaron a
devorarla sin notar que, sigilosamente sala a su encuentro una malvada bruja que
inmediatamente los llam y los invit a seguir
Veo que queran comer mi casa dijo la bruja Pues ahora yo los voy a comer a
ustedes! y los tom prisioneros. Y as diciendo los examin: Tu, la nia dijo
mirando a Gretel me servirs para ayudarme mientras engordamos al otro que
est muy flacucho y as no me lo puedo comer, pues solo lamera los huesos. Y
sin prestar atencin a las lgrimas de los nios tom a Hansel y lo meti en un
diminuto cuarto esperando el da en que estuviese lo suficientemente gordo para
comrselo. Una noche mientras la bruja dorma los nios empezaron a crear un
plan. Como la bruja es muy corta de vista dijo Gretel cuando ella te pida que le
muestres uno de sus dedos para sentir si ya estas rellenito, tu lo que vas a sacar
por entre los barrotes de la jaula es este huesito de pollo, de forma tal que la
bruja sienta lo huesudo de tu mano y decida esperar un tiempo ms y ambos
estuvieron de acuerdo con la idea. Sin embargo, y como era de esperarse, esa
situacin no poda durar por siempre, y un mal da la bruja vocifer: Ya estoy
cansada de esperar que este nio engorde. Come y come todo el da y sigue
flaco como el da que lleg. Entonces encendi y gigantesco horno le grit a
Gretel, mtete dentro para ver si ya est caliente, pero la nia, que saba que
en realidad lo que la bruja quera era atraparla dentro para comrsela tambin, le
replic: No se como hacerlo. Qutate grito la bruja, moviendo los brazos de
lado a lado y lanzando maldiciones a diestra y siniestra, estoy fastidiada le dijo:
Si sers tonta. Es lo ms fcil del mundo, te mostrar cmo hacerlo Y se meti
dentro del horno. Gretel, sin dudar un momento, cerr la pesada puerta y dej all
atrapada a la malvada bruja que, dando grandes gritos peda que la sacaran de
aquel gran horno, fue as como ese da la bruja muri quemada en su propia
trampa. Gretel corri entonces junto a su hermano y lo liber de su prisin.
Entonces los nios vieron que en la casa de la bruja haba grandes bolsas con
montones de piedras preciosas y perlas. As que llenaron sus bolsillos lo ms que
pudieron y a toda prisa dejaron aquel bosque encantado. Caminaron y caminaron
sin descansar y finalmente dieron con la casa de su padre quien al verlos llegar
se llen de jbilo porque desde que los haba abandonado no haba pasado un
solo da sin que lamentase su decisin. Los nios corrieron a abrazarlo y, una
vez que se hubieron reencontrado, les cont que la malvada esposa haba muerto
y que nunca ms volvera a lastimarlos, los nios entonces recordaron y vaciaron
sus bolsillos ante los incrdulos ojos de su padre que nunca ms debi padecer
necesidad alguna.
La Cenicienta Cuentos Originales de los
Hermanos Grimm
Un hombre rico tena a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su
fin, llam a su hija nica y la dijo: -Querida hija, s piadosa y buena, Dios te
proteger desde el cielo y yo no me apartar de tu lado y te bendecir. Poco
despus cerr los ojos y espir. La nia iba todos los das a llorar al sepulcro de
su madre y continu siendo siempre piadosa y buena. Lleg el invierno y la nieve
cubri el sepulcro con su blanco manto, lleg la primavera y el sol dor las flores
del campo y el padre de la nia se cas de nuevo.
La esposa trajo dos nias que tenan un rostro muy hermoso, pero un corazn
muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre
hurfana. No queremos que est ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado,
que gane el pan que coma, vyase a la cocina con la criada. -La quitaron sus
vestidos buenos, la pusieron una basquia remendada y vieja y la dieron unos
zuecos. -Qu sucia est la orgullosa princesa! -decan rindose, y la mandaron ir
a la cocina: tena que trabajar all desde por la maana hasta la noche, levantarse
temprano, traer agua, encender lumbre, coser y lavar; sus hermanas la hacan
adems todo el dao posible, se burlaban de ella y la vertan la comida en la
lumbre, de manera que tena que bajarse a recogerla. Por la noche cuando
estaba cansada de tanto trabajar, no poda acostarse, pues no tena cama, y la
pasaba recostada al lado del hogar, y como siempre estaba, llena de polvo y
ceniza, la llamaban la Cenicienta.
Sucedi que su padre fue en una ocasin a una feria y pregunt a sus hijastras
lo que queran las trajese. -Un bonito vestido -dijo la una. -Una buena sortija, -
aadi la segunda. -Y t Cenicienta, qu quieres? la dijo. Padre, traedme la
primera rama que encontris en el camino. -Compr a sus dos hijastras hermosos
vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al
pasar por un bosque cubierto de verdor, tropez con su sombrero en una rama
de zarza, y la cort. Cuando volvi a su casa dio a sus hijastras lo que le haban
pedido y la rama a la Cenicienta, la cual se lo agradeci; corri al sepulcro de su
madre, plant la rama en l y llor tanto que regada por sus lgrimas, no tard la
rama en crecer y convertirse en un hermoso rbol. La Cenicienta iba tres veces
todos los das a ver el rbol, lloraba y oraba y siempre iba a descansar en l un
pajarillo, y cuando senta algn deseo, en el acto la conceda el pajarillo lo que
deseaba.
Celebr por entonces el rey unas grandes fiestas, que deban durar tres das, e
invit a ellas a todas las jvenes del pas para que su hijo eligiera la que ms le
agradase por esposa. Cuando supieron las dos hermanastras que deban asistir a
aquellas fiestas, llamaron a la Cenicienta y la dijeron. -Pinanos, lmpianos los
zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una boda al palacio del rey. La
Cenicienta las escuch llorando, pues las hubiera acompaado con mucho gusto
al baile, y suplic a su madrastra se lo permitiese. -Cenicienta, la dijo: ests llena
de polvo y ceniza y quieres ir a una boda? No tienes vestidos ni zapatos y
quieres bailar? -Pero como insistiese en sus splicas, la dijo por ltimo: -Se ha
cado un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas,
vendrs con nosotras: -La joven sali al jardn por la puerta trasera y dijo: -
Tiernas palomas, amables trtolas, pjaros del cielo, venid todos y ayudadme a
recoger.
Las buenas en el puchero,las malas en el caldero.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, y despus dos trtolas
y por ltimo comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pjaros del
cielo, que acabaron por bajarse a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus
piquitos diciendo pi, pi, y los restantes pjaros comenzaron tambin a decir pi, pi,
y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aun no haba trascurrido una
hora, y ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llev entonces la nia
llena de alegra el plato a su madrastra, creyendo que le permitira ir a la boda,
pero la dijo: -No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reiran de
nosotras; mas viendo que lloraba aadi: -Si puedes recoger de entre la ceniza
dos platos llenos de lentejas en una hora, irs con nosotras. -Creyendo en su
interior, que no podra hacerlo, verti los dos platos de lentejas en la ceniza y se
march, pero la joven sali entonces al jardn por la puerta trasera y volvi a
decir: -Tiernas palomas, amables trtolas, pjaros del cielo, venid todos y
ayudadme a recoger.
Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, despus dos trtolas,
y por ltimo comenzaron a revolotear alredor del hogar todos los pjaros del cielo
que acabaron por bajarse a la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos
diciendo pi, pi, y los dems pjaros comenzaron a decir tambin pi, pi, y pusieron
todas las lentejas buenas en el plato, y aun no haba trascurrido media hora,
cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llev la nia llena de
alegra el plato a su madrastra, creyendo la permitira ir a la boda, pero la dijo: -
Todo es intil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se
reiran de nosotras. -La volvi entonces la espalda y se march con sus
orgullosas hijas.
En cuanto qued sola en casa, fue la Cenicienta al sepulcro de su madre, debajo
del rbol, y comenz a decir:
Arbolito pequeo,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
Arbolito pequeo,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.
Diola entonces el pjaro un vestido que era mucho ms hermoso y magnfico que
ninguno de los anteriores, y los zapatos eran todos de oro, y cuando se present
en la boda con aquel vestido, nadie tena palabras para expresar su asombro; el
prncipe bail toda la noche con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla, le
deca: -Es mi pareja.
No sigas ms adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeo
y esa novia no es su dueo.
Se detuvo, la mir los pies y vio correr la sangre; volvi su caballo, condujo a su
casa a la novia fingida y dijo no era la que haba pedido, que se probase el
zapato la otra hermana. Entr sta en su cuarto y se le meti bien por delante,
pero el taln era demasiado grueso; entonces su madre la alarg un cuchillo y la
dijo: -Crtate un pedazo del taln, pues cuando seas reina, no irs nunca a pie. -
La joven se cort un pedazo de taln, meti un pie en el zapato, y ocultando el
dolor, sali a ver al hijo del rey, que la subi en su caballo como si fuera su
novia y se march con ella; cuando pasaron delante del rbol haba dos palomas
que comenzaron a decir:
No sigas ms adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeo
y esa novia no es su dueo.
Se detuvo, la mir los pies, y vio correr la sangre, volvi su caballo y condujo a
su casa a la novia fingida: -Tampoco es esta la que busco, dijo: -Tenis otra
hija? -No, contest el marido; de mi primera mujer tuve una pobre chica, a que
llamamos la Cenicienta, porque est siempre en la cocina, pero esa no puede ser
la novia que buscis. -El hijo del rey insisti en verla, pero la madre le replic: -
No, no, est demasiado sucia para atreverme a ensearla.- Se empe sin
embargo en que saliera y hubo que llamar a la Cenicienta. Se lav primero la
cara y las manos, y sali despus a presencia del prncipe que la alarg el
zapato de oro; se sent en su banco, sac de su pie el pesado zueco y se puso
el zapato que la vena perfectamente, y cuando se levant y la vio el prncipe la
cara, reconoci a la hermosa doncella que haba bailado con l, y dijo: -Esta es
mi verdadera novia. -La madrastra y las dos hermanas se pusieron plidas de ira,
pero l subi a la Cenicienta en su caballo y se march con ella, y cuando
pasaban por delante del rbol, dijeron las dos palomas blancas.
Una nia muy bonita, una pequea princesa que tena un cutis blanco como la
nieve, labios y mejillas rojos como la sangre, y cabellos negros como el
azabache. Su nombre era Blancanieves.
Blancanieves corri tan lejos como se lo permitieron sus piernas, tropezando con
rocas y troncos de rboles que la lastimaban. Por fin, cuando ya caa la noche,
encontr una casita y entr para descansar. Todo en aquella casa era pequeo,
pero ms lindo y limpio de lo que se pueda imaginar. Cerca de la chimenea
estaba puesta una mesita con siete platos muy pequeitos, siete tacitas de barro
y al otro lado de la habitacin se alineaban siete camitas muy ordenadas. La
princesa, cansada, se ech sobre tres de las camitas, y se qued profundamente
dormida.
Cuando lleg la noche, los dueos de la casita regresaron. Eran siete enanitos,
que todos los das salan para trabajar en las minas de oro, muy lejos, en el
corazn de las montaas.
-Si quieres cocinar, coser y lavar para nosotros -dijeron los enanitos-, puedes
quedarte aqu y te cuidaremos siempre.
Blancanieves acept contenta. Viva muy alegre con los enanitos, preparndoles la
comida y cuidando de la casita. Todas las maanas se paraba en la puerta y los
despeda con la mano cuando los enanitos salan para su trabajo.
Pero ellos le advirtieron: -Cudate. Tu madrastra puede saber que vives aqu y
tratar de hacerte dao.
La madrastra, que de veras era una bruja, y consultaba a su espejo mgico para
ver si exista alguien ms bella que ella, descubri que Blancanieves viva en
casa de los siete enanitos. Se puso furiosa y decidi matarla ella misma.
Disfrazada de vieja, la malvada reina prepar una manzana con veneno, cruz las
siete montaas y lleg a casa de los enanitos.
Blancanieves, que senta una gran soledad durante el da, pens que aquella
viejita no poda ser peligrosa. La invit a entrar y acept agradecida la manzana,
al parecer deliciosa, que la bruja le ofreci. Pero, con el primer mordisco que dio
a la fruta, Blancanieves cay como muerta.
Aquella noche, cuando los siete enanitos llegaron a la casita, encontraron a
Blancanieves en el suelo. No respiraba ni se mova. Los enanitos lloraron
amargamente porque la queran con delirio. Por tres das velaron su cuerpo, que
segua conservando su belleza -cutis blanco como la nieve, mejillas y labios rojos
como la sangre, y cabellos negros como el azabache.
-No podemos poner su cuerpo bajo tierra -dijeron los enanitos. Hicieron un atad
de cristal, y colocndola all, la llevaron a la cima de una montaa. Todos los das
los enanitos iban a velarla.
Un pobre labrador estaba sentado una noche en el rincn del hogar; mientras su
mujer hilaba a su lado, l la deca:
-Cunto siento no tener hijos! Qu silencio hay en nuestra casa mientras en las
dems todo es alegra y ruido!
-Padre -exclam Tom Pouce-, yo quiero guiarle, yo; no tengis cuidado, llegar a
buen tiempo.
El hombre se ech a rer.
-T no puedes hacer eso -le dijo-, eres demasiado pequeo para llevar el caballo
de la brida.
-Qu importa eso, padre? Si mam quiere enganchar, me meter en la oreja del
caballo, y le dirigir donde queris que vaya.
-Es una cosa bastante extraa -dijo el otro-, vamos a seguir a ese carro y a ver
donde se detiene.
El padre cogi con una mano la brida, sac con la otra a su hijo de la oreja del
caballo y le puso en el suelo: el pequeuelo se sent alegremente en una paja.
-No -respondi el padre-, es hijo mo, y no le vendo por todo el oro del mundo.
Pero al or la conversacin, Tom Pouce haba trepado por los pliegues del vestido
de su padre subiendo hasta sus espaldas, desde donde le dijo al odo:
Quisieron cogerle metiendo palos en el agujero, mas fue trabajo perdido. Tom se
esconda ms adentro cada vez, y empezando a oscurecer de repente, se vieron
obligados a entrar en su casa incomodados y con las manos vacas.
Cuando estuvieron lejos, sali Tom Pouce de su cueva. Tema aventurarse por la
noche en medio del campo, pues una pierna se rompe enseguida. Por fortuna
encontr un caracol vaco:
-Cmo nos arreglaramos para robar el oro y la plata a ese cura tan rico?
-Qu hay? -exclam uno de los ladrones asustados-; he odo hablar a alguien?
-Dnde ests?
-Buscadme por el suelo, por donde sale la voz. Los ladrones concluyeron por
encontrarle:
-Mirad -les dijo-, me deslizar por entre los hierros de la ventana en el cuarto del
cura, y os pasar todo lo que me pidis.
La criada oy bien claro esta vez, salt de la cama y corri a la puerta. Los
ladrones, viendo esto, echaron a correr como si el diablo se les hubiera
aparecido; no oyendo nada ms la criada, fue a encender una luz. Cuando volvi,
Tom Pouce se fue a ocultar en la pajera sin que le viese. La criada, despus de
haber registrado todos los rincones sin descubrir nada, fue a acostarse, y crey
que haba soado.
Tom Pouce haba subido al heno, donde se arregl una camita; pensaba
descansar all hasta el da, y volver en seguida a casa de sus padres. Pero deba
sufrir tantas pruebas todava! Hay tanto malo en el mundo! La criada se levant
a la aurora para dar de comer al ganado. Su primera visita fue a la pajera, cogi
un brazado de heno con el pobre Tom Pouce dormido dentro. Dorma tan
profundamente, que no se apercibi de nada, y no despert hasta que estaba en
la boca de una vaca que le haba cogido con un puado de heno. Crey en un
principio que haba cado dentro de un molino, pero comprendi bien pronto donde
se hallaba en realidad. Evitando dejarse mascar entre los dientes, concluy por
deslizarse por la garganta a la panza. La habitacin le pareca estrecha, sin
ventana, y no vea ni sol ni luz. La morada le desagradaba mucho, y lo que
complicaba ms su situacin, es que bajaba siempre nuevo heno, y el espacio se
le haca ms estrecho cada vez.
-Querido amigo, quiero ensearte dnde puedes hallar una buena comida.
-En tal y tal casa; no tienes mas que deslizarte por el albaal a la cocina y
encontrars tortas, tocino, salchichas, a boca qu quieres.
-Gracias a Dios -dijo el padre lleno de alegra-, que hemos encontrado a nuestro
hijo.
Y mand a su mujer que dejara la hoz de lado para no herir a su hijo. Despus
levant su hacha, y tendi muerto al lobo de un golpe en la cabeza, y en seguida
le abri el vientre con su cuchillo y tijeras, y sac al pequeo Tom.
-S, padre, he corrido mucho, pero por fortuna, heme aqu, vuelto a la luz.
-Y no volveremos a venderte por todo el oro del mundo -dijeron sus padres
abrazndole y estrechndole contra su corazn.
Le dieron de comer y le compraron vestidos, porque los suyos se haban
estropeado durante el viaje.
El Principe Rana Cuentos Originales de los
Hermanos Grimm
En aquellos tiempos, cuando se cumplan todava los deseos, viva un rey, cuyas
hijas eran todas muy hermosas, pero la ms pequea era ms hermosa que el
mismo sol, que cuando la vea se admiraba de reflejarse en su rostro. Cerca del
palacio del rey haba un bosque grande y espeso, y en el bosque, bajo un viejo
lilo, haba una fuente; cuando haca mucho calor, iba la hija del rey al bosque y
se sentaba a la orilla de la fresca fuente; cuando iba a estar mucho tiempo,
llevaba una bola de oro, que tiraba a lo alto y la volva a coger, siendo este su
juego favorito.
Pero sucedi una vez que la bola de oro de la hija del rey no cay en sus
manos, cuando la tir a lo alto, sino que fue a parar al suelo y de all rod al
agua. La hija del rey la sigui con los ojos, pero la bola desapareci, y la fuente
era muy honda, tan honda que no se vea su fondo. Entonces comenz a llorar, y
lloraba cada vez ms alto y no poda consolarse. Y cuando se lamentaba as, la
dijo una voz:
-Qu tienes, hija del rey, que te lamentas de modo que puedes enternecer a
una piedra?
Mir entonces a su alrededor, para ver de dnde sala la voz, y vio una rana que
sacaba del agua su asquerosa cabeza:
-Ah! eres t, vieja azotacharcos? -la dijo-; lloro por mi bola de oro, que se me
ha cado a la fuente.
-Lo que quieras, querida rana -la dijo-; mis vestidos, mis perlas y piedras
preciosas y hasta la corona dorada que llevo puesta.
La rana contest:
-Ah! -la dijo-; te prometo todo lo que quieras, si me devuelves mi bola de oro.
Pero pens para s: Cmo charla esa pobre rana! Porque canta en el agua
entre sus iguales, se figura que puede ser compaera de los hombres.
Pero de poco la sirvi gritar lo ms alto que pudo, pues la princesa no la hizo
caso, corri hacia su casa y olvid muy pronto a la pobre rana, que tuvo que
quedarse en su fuente.
Se levant la princesa y quiso ver quin estaba fuera; pero, en cuanto abri, vio
a la rana en su presencia. Cerr la puerta corriendo, se sent en seguida a la
mesa y se puso muy triste. El rey al ver su tristeza la pregunt:
Fue y abri la puerta y entr la rana, yendo siempre junto a sus pies hasta llegar
a su silla. Se coloc all y dijo:
La nia vacil hasta que lo mand el rey. Pero cuando la rana estuvo ya en la
silla:
-Quiero subir encima de la mesa -y as que la puso all, dijo-: Ahora acrcame tu
plato dorado, para que podamos comer juntas.
Hzolo en seguida; pero se vio bien que no lo haca de buena gana. La rana
comi mucho, pero dejaba casi la mitad de cada bocado. Al fin dijo:
La hija del rey comenz a llorar y recel que no podra descansar junto a la fra
rana, que quera dormir en su hermoso y limpio lecho. Pero el sapo se incomod
y dijo:
-Estoy cansada, quiero dormir tan bien como t; sbeme, o se lo digo a tu padre.
Pero cuando cay al suelo la rana se convirti en el hijo de un rey con ojos
hermosos y amables, que fue desde entonces, por la voluntad de su padre, su
querido compaero y esposo y la refiri que haba sido encantado por una mala
hechicera y que nadie poda sacarle de la fuente ms que ella sola y que al da
siguiente se marcharan a su pas.
Todava volvi a sonar otra vez y otra vez en el camino y el hijo del rey crea
siempre que se rompa el coche, y eran las varillas que saltaban del corazn del
fiel Enrique porque su seor era libre y feliz.
El Sastrecillo Valiente Cuentos Originales
de los Hermanos Grimm
Esta palabra crema son tan agradablemente a nuestro hombre que, asomando
su pequea cabeza por la ventana, exclam:
Subi cargada con su pesado cesto los tres escalones de la tienda del sastre y
tuvo que poner delante de l todos sus cacharros para que los mirase, manejase
y oliese el uno despus del otro concluyendo por decir:
-Me parece que es buena esta crema; dadme dos onzas, buena mujer, y aunque
sea un cuartern.
La vendedora, que haba credo hacer un negocio mucho mejor, le dio lo que
peda, pero se fue gruendo y refunfuando.
-Ahora, exclam el sastrecillo, suplico a Dios que tenga a bien bendecir esta
buena crema para que me d fuerza y vigor.
Y cogiendo el pan del armario parti una larga rebanada para extender su crema
encima.
Coloc la tostada a su lado y se puso a coser de nuevo, y era tal su alegra que
daba las puntadas cada vez mayores. Pero el olor de la crema atraa las moscas
que cubran la pared y vinieron en gran nmero a colocarse encima de ello.
Pero las moscas sin hacerle caso volvieron en mayor nmero que antes.
Despus del primer golpe, cont las muertas y no haba nada menos que siete,
que estaban con las patas extendidas.
Antes de salir de su casa busc por toda ella lo que haba de llevar, pero no
encontr ms que un queso rancio que se meti en el bolsillo. Delante de la
puerta haba un pjaro en su jaula, que se meti en el bolsillo con el queso.
Pas por una montaa, en cuya cumbre haba una enorme gigante que miraba
tranquilamente a los pasajeros. El sastrecillo se fue derecho a l y le dijo:
-Bribonzuelo, sietemesino!
El gigante que ley, siete de un cachete, se imagin que eran hombres lo que
haba muerto el sastre y mir con un poco ms de respeto a su dbil interlocutor.
Sin embargo para experimentarle cogi un guijarro en la mano y le apret con tal
fuerza que rezumaba agua.
-No es ms que eso?, dijo el sastre, pues eso es un juego de nio para m.
-Bien tirado, dijo el sastre, pero la piedra ha cado. Yo voy a tirar otra que no
caer.
El pjaro, contento al verse libre, parti ms rpido que una flecha y no volvi
ms.
-Qu dices ahora, camarada?, aadi.
-Est muy bien hecho, respondi el gigante; mas quiero ver si cargas tanto como
lejos tiras.
Iban juntos tres sastres a caballo una tarde, como si hubiera sido para l un
juego de nios el llevar un rbol. El gigante anonadado baj el peso y no
pudiendo resistirle dados algunos pasos, grit:
El hombrecillo salt muy listo en tierra y cogiendo el rbol entre sus brazos como
si hubiera llevado lo que le corresponda dijo al gigante:
El gigante prob, pero no pudo saltar por encima del rbol y se qued encerrado
en las ramas. As conserv la ventaja el sastre.
-Puesto que eres un muchacho tan valiente, dijo el gigante, es preciso que
vengas a nuestra caverna y pases la noche con nosotros.
-Ah!, dijeron para s, qu es lo que viene a hacer aqu este rayo de la guerra
en el seno de la paz? Debe ser algn seor muy poderoso.
Agrad al rey este consejo y envi a uno de sus cortesanos para ofrecerle, en
cuanto despertase, un empleo en su servicio.
-Con ese objeto he venido, respondi el otro; estoy pronto a entrar al servicio del
rey.
-Si tenemos alguna desazn con l, se arrojar sobre nosotros y matar siete de
una vez. Ninguno de nosotros sobrevivir.
Resolvieron presentarse al rey y presentarle todos su dimisin.
El rey sinti mucho verse abandonado por todos sus leales servidores y hubiera
deseado no haber conocido nunca al que era causa de ello y del que se hubiese
deshecho con mucho gusto. Pero no se atreva a despedirle por temor de que
este hombre terrible le matase lo mismo que a su pueblo, para apoderarse de un
trono.
Se puso en marcha seguido de los cien caballos y, cuando lleg a la entrada del
bosque, les dijo que le esperaran que l solo se las compondra con los dos
gigantes. Despus entr en el bosque, mirando alrededor con precaucin. Al cabo
de un rato distingui a los dos gigantes; estaban dormidos bajo un rbol y
roncaban con tanta fuerza que hacan encorvarse a las ramas. El sastrecillo llen
sus dos bolsillos de guijarros y subiendo al rbol sin perder tiempo se desliz por
una rama que se adelantaba precisamente por entre los dos gigantes dormidos y
dej caer algunos guijarros, uno tras otro, sobre el estmago de uno de ellos. El
gigante no sinti nada en un principio, pero al fin despert y empujando a su
compaero le dijo:
- Por qu me pegas?
Disputaron por algn tiempo, pero, como estaban cansados, concluyeron por
callar y volverse a dormir. El sastre sin embargo continu su juego y escogiendo
el mayor de los guijarros le tir con todas sus fuerzas sobre el estmago del
primer gigante:
El combate fue tan terrible que arrancaban rboles enteros para servirse de ellos
como de armas, y no ces hasta que ambos quedaron muertos en el suelo.
-Hay, le dijo, otra aventura que debes llevar a cabo antes de obtener a mi hija y
la mitad de mi reino. Frecuenta mis bosques un unicornio que hace muchos
estragos, es preciso que te apoderes de l.
-Un unicornio me da todava menos miedo que dos gigantes; siete de un cachete
es mi divisa.
Algn tiempo despus, la joven reina oy una noche a su marido que deca
soando.-Vamos, muchacho, concluye ese chaleco y remienda ese pantaln o si
no te doy con la vara entre las orejas. -Comprendi entonces el sitio en que se
haba educado su marido y al da siguiente fue a quejarse a su padre
suplicndole la librara de un marido que no era ms que un miserable sastre.
Para consolarla, la dijo el rey:
-Deja tu cuarto abierto esta noche; mis criados estarn a la puerta y, en cuanto
est dormido, entrarn y le llevarn cargado de cadenas a un navo que le
conducir lejos de aqu.
La reina estaba muy contenta, pero un escudero del rey que lo haba odo todo y
que amaba al nuevo prncipe, fue y le descubri el complot.
-Vamos, muchacho, termina ese chaleco o te doy con la vara en las orejas. He
derribado siete de un cachete, he muerto dos gigantes, cazado un unicornio y un
jabal, tendr miedo de gentes que estn ocultas a mi puerta?
Al or estas ltimas palabras se asustaron todos de tal modo que echaron a correr
como si hubieran visto al diablo y nadie se atrevi ya a declararse contra l. De
esta manera conserv la corona toda su vida.
La bella durmiente del bosque Charles
Perrault
En otros tiempos haba un rey y una reina, cuya tristeza porque no tenan hijos
era tan grande que no puede ponderarse. Fueron a beber todas las aguas del
mundo, hicieron votos, emprendieron peregrinaciones, pero no lograron ver sus
deseos realizados, hasta que, por ltimo, qued encinta la reina y dio a luz una
hija. La explendidez del bateo no hay medio de describirla, y fueron madrinas de
la princesita todas las hadas que pudieron hallar en el pas, y siete fueron, con el
propsito de que cada una de ellas le concediera un don, como era costumbre
entre las hadas en aquel entonces; y por este medio tuvo la princesa todas las
perfecciones imaginables.
En el momento sentarse a la mesa, vieron entrar una vieja hada que no haba
sido invitada, debido a que durante ms de cincuenta aos no haba salido de
una torre y se la crea muerta o encantada.
Mand el rey que le pusieran cubierto, pero no hubo medio darle un estuche de
oro macizo como a las otras, porque slo se haba ordenado construir siete para
las siete hadas. Crey la vieja que se la despreciaba y gru entre dientes
algunas amenazas. Una de las hadas jvenes que estaba a su lado, oyola, y
temiendo que concediese algn don daino a la princesita, en cuanto se
levantaron de la mesa fue a esconderse detrs de un tapiz para hablar la ltima y
poder reparar hasta donde le fuera posible el dao que hiciera la vieja.
Comenzaron las hadas a conceder sus dones a la recin nacida. La ms joven
dijo que sera la mujer ms hermosa del mundo; la que la sigui aadi que sera
buena como un ngel; gracias al don de la tercera, la princesita deba mostrar
admirable gracia en cuanto hiciere; bailar bien, segn el don de la cuarta; cantar
como un ruiseor, segn el de la quinta, y tocar con extrema perfeccin todos los
instrumentos, segn el de la sexta. Llegole la vez a la vieja hada, la que dijo,
temblndole la cabeza ms a impulsos del despecho que de la vejez, que la
princesita se herira la mano con un huso y morira de la herida.
Este terrible don a todos estremeci y no hubo quien no llorase. Entonces fue
cuando sali de detrs del tapiz la joven hada y pronunci en voz alta estas
palabras:
Como era muy vivaracha, algo aturdida y, adems, el decreto de las hadas as lo
ordenaba, en cuanto hubo cogido el huso se hiri con l la mano y cay sin
sentido.
Muy espantada la vieja comenz a dar voces pidiendo socorro. De todas partes
acudieron, rociaron con agua la cara de la princesa, le desabrocharon el vestido,
le dieron golpes en las manos, le frotaron las sienes con agua de la reina de
Hungra, pero nada era bastante a hacerla volver en s.
Entonces el rey, que al ruido haba subido al desvn record la prediccin de las
hadas, y reflexionando que lo sucedido era inevitable, puesto que aquellas lo
haban dicho, dispuso que la princesa fuera llevada a un hermoso cuarto del
palacio y puesta en una cana con adornos de oro y plata. Tan hermosa estaba
que cualquiera al verla hubiera credo estar viendo un ngel, pues su desmayo no
la haba hecho perder el vivo color de su tez. Sonrosadas tena las mejillas y sus
labios asemejaban coral. Slo tena los ojos cerrados, pero se la oa respirar
dulcemente, lo que demostraba que no estaba muerta.
Mand el rey que la dejaran dormir tranquila hasta que sonara la hora de su
despertar. La buena Hada que le haba salvado la vida condenndola a dormir
cien aos, estaba en el reino de Pamplinga, que distaba de all doce mil leguas,
cuando le ocurri el accidente a la princesa; pero bast un momento para que de
l tuviese aviso por un diminuto enano que calzaba botas, con las cuales a cada
paso recorra siete leguas. Psose inmediatamente en marcha la hada y al cabo
de una hora vieronla llegar en un carro de fuego tirado por dragones. Fue el rey
a ofrecerle la mano para que bajara del carro y la Hada aprob cuanto se haba
hecho; y como era en extremo previsora, le dijo que cuando la princesa
despertara se encontrara muy apurada si se hallaba sola en el viejo castillo. He
aqu lo que hizo.
Excepcin hecha del rey y la reina, toc con su varilla a todos los que se
encontraban en el castillo, ayas, damas de honor, camareras, gentiles-hombres,
oficiales, mayordomos, cocineros, marmitones, recaderos, guardias, suizos, pajes
y lacayos; tambin toc los caballos que haba en las cuadras y a los
palafraneros, a los enormes mastines del corral y a la diminuta Tit, perrita de la
princesa que estaba cerca de ella encima de la cama. Cuando a todos hubo
tocado, todos se durmieron para no despertar hasta que despertara su duea, con
lo cual estaran dispuestos a servirla cuando de sus servicios necesitara. Tambin
se durmieron los asadores que estaban en la lumbre llenos de perdices y de
faisanes, e igualmente qued dormido el fuego. Todo esto se hizo en un
momento, pues las hadas necesitan poco tiempo para hacer las cosas.
Pasadas los cien aos, el hijo del monarca que reinaba entonces, debiendo
aadir que la dinasta no era la de la princesa dormida, fue a cazar a aquel lado
del bosque y pregunt que eran las torres que vea en medio del espeso ramaje.
Contestole cada cual segn lo que haba odo; unos le dijeron que aquello era un
viejo castillo poblado de almas en pena y otros que todas las brujas de la
comarca se reunan en l los sbados. Segn la opinin ms generalizada,
moraba en l un ogro que se llevaba al castillo todos los nios de que poda
apoderarse para comerlos a su sabor y sin que fuera posible seguirle, abrirse
puesto que slo a l estaba reservado el privilegio de paso por entre la maleza.
A estas palabras sinti el joven prncipe que la llama del amor brotaba en su
corazn, y sin duda al instante crey que dara fin a aventura tan llena de
encantos. Impulsado por el amor y el deseo de gloria, resolvi saber en el acto si
era exacto lo que el campesino le haba dicho, y apenas lleg al bosque cuando
todos los aosos rboles, los rosales silvestres y los espinos se separaron para
abrirle paso. Camin hacia el castillo, que vea al extremo de una larga alameda,
en la que penetr, quedando muy sorprendido al observar que los de su comitiva
no haban podido seguirle porque los rboles volvieron a recobrar su posicin
natural y a cerrar el paso en cuanto hubo pasado. No por eso dej de continuar
su camino, pues un prncipe joven y enamorado siempre es valiente. Penetr en
un extremo del patio, y el espectculo que a su vista se present era capaz de
helar de miedo. El silencio era espantoso; vease en todas partes la imagen de la
muerte y la mirada tropezaba en cuerpos de hombres y animales que pareca
estaban privados de vida; pero bastole fijarse en la nariz de berenjena y en los
encendidos carrillos de los suizos para comprender que slo estaban dormidos;
adems, los vasos, en los que slo se vean restos de vino, decan que se
haban dormido bebiendo.
Atraves otro gran patio con pavimento de mrmol; subi la escalera y entr en la
sala de los guardias, que estaban formando hilera con el arcabuz al hombro y
roncando ruidosamente. Cruz varios aposentos llenos de gentiles hombres y de
damas, de pie los unos, sentados los otros, pero todos durmiendo. Penetr en
una cmara completamente dorada y vio en una cama, cuyos cortinajes estaban
abiertos, el ms hermoso espectculo que a su mirada se haba presentado: una
princesa, que pareca tener quince o diez y seis aos y cuya deslumbradora
belleza tena algo de luminosa y divina. Aproximose a ella temblando y
admirndola y se arrodill al pie de la cama.
Como haba sonado la hora en que deba tener fin el encantamiento, la princesa
despert; y mirndole con tiernos ojos, le dijo:
La reina hizo varias tentativas para que su hijo le revelara su secreto, pero el
prncipe no se atrevi a confirselo, porque si bien la amaba, la tema por
proceder de raza de ogros, a pesar de lo cual el rey haba casado con ella
porque su fortuna era grande. Adems, se murmuraba en la corte, pero en voz
muy baja, que tena las inclinaciones de los ogros y que, al ver pasar los nios,
con mucha dificultad lograba contener el deseo de devorarlos. A esto se debi
que el prncipe nada le dijera.
Pero al cabo de dos aos muri el rey, y al subir su hijo al trono, declar
pblicamente su matrimonio y fue con gran ceremonia a buscar a la reina su
esposa a su castillo. La recepcin que le hicieron en la ciudad, que era la capital,
cuando se present en medio de sus dos hijos, fue magnfica.
-Lo quiero, contest la reina con tono de ogra que desea devorar carne fresca, y
quiero comerla en salsa picante.
El pobre hombre comprendi que no haba que andarse con bromas con la ogra;
tom un enorme cuchillo y subi al cuarto de la pequea Aurora. Tena entonces
cuatro aos, y al verle corri hacia l saltando y riendo, le abraz y le pidi un
caramelo. El mayordomo se puso a llorar, se le escap el cuchillo y baj al
corral, degoll un cordero y lo aderez con una salsa tan rica que la reina le dijo
que nunca haba comido cosa mejor. Al mismo tiempo el mayordomo llev la
pequea Aurora a su mujer para ocultarla en su casa, que estaba situada a un
extremo del corral.
Hasta entonces todo haba marchado perfectamente pero una tarde aquella
perversa ogra dijo al mayordomo:
-Quiero comerme a la reina aderezada en salsa picante, lo mismo que sus hijos.
-Cumple tu deber, contesto ella tendindole el cuello; ejecuta la orden que te han
dado y volver a ver mis hijos, a mis pobres hijos, a quienes amaba tanto.
Desde que se los haban quitado sin decirle nada, la reina les crea muertos.
Cierta noche que, segn costumbre, rondaba por los patios y corrales del castillo
por si olfateaba carne fresca, oy que su nieto lloraba porque su madre quera
pegarle por haber hecho una maldad, y tambin oy la vocecita de Aurora, que
peda perdn para su hermano. La ogra reconoci la voz de la reina y de sus dos
hijos, y llena de ira por haber sido engaada, orden al amanecer del da
siguiente, con acento tan espantoso que todo el mundo temblaba, que pusieran
en medio del patio un enorme tonel que hizo llenar de sapos, vboras, culebras y
serpientes para arrojar en l a la reina, sus hijos y al mayordomo, su mujer y su
criada, mandando que los trajeran con las manos atadas a la espalda.
Dej un molinero por todo patrimonio a sus tres hijos, el molino, el asno y el
gato. El reparto fue cosa breve, sin necesidad de la intervencin del notario ni del
procurador, quienes se hubieren comido muy pronto la pobre herencia. Al hijo
mayor correspondiole el molino, al segundo el asno y al menor el gato.
Aunque el dueo del gato no hizo gran caso de lo que le dijo, como le haba
visto hacer tantas travesuras para cazar ratas y ratones, en particular cuando se
colgaba de los pies o se meta en la harina haciendo el muerto, tuvo alguna
esperanza de salir de su miseria.
Cuando el gato tuvo lo que haba pedido, calzose resueltamente las botas, y
ponindose el saco a la espalda cogi los cordones con sus dos patas y se fue a
un conejar donde haba muchos conejos. Meti salvado y cerrajas en el saco, y
tendindose como si estuviera muerto, esper a que algn gazapo, poco
entendido en maas, se colase en el saco para correr lo que dentro haba puesto.
Muy orgulloso de su presa fuese al palacio del rey y pidi hablarle. Le hicieron
subir a la cmara real y en cuanto entr hizo una gran reverencia y dijo al rey:
-Di al marqus, contest el rey, que le doy las gracias y recibo con gusto su
regalo.
Durante algunos meses el gato continu llevando al rey conejos y perdices como
regalo de su amo. Supo un da que el monarca deba ir a pasear con su hija, la
ms bella de las princesas, a orillas del ro, y dijo al pobre hijo del molinero:
-Si queris seguir mi consejo ganis una fortuna, y para lograrlo no tenis ms
que hacer sino baaros en el punto del ro que os indicar, y luego dejadme
obrar.
El rey quiso que subiera al coche y hablara con l. Muy alegre el gato de ver que
sus planes comenzaban a tener buen xito, se adelant; y habiendo encontrado
dos campesinas que guadaaban un prado, les dijo:
-Buenas gentes que estis guadaando, si no decs al rey que este prado
pertenece al seor marqus de la Chirima, seris destrozados hasta hacer gigote
de vuestras carnes.
-Es un prado, respondi el marqus, que no deja de producirme muy buena renta
cada ao.
-Buenas gentes que estis segando, si no decs que todos estos trigos
pertenecen al seor marqus de la Chirima, seris destrozados hasta hacer
gigote de vuestras carnes.
Pas el rey poco despus y quiso saber quin era el dueo de todos los trigos
que vea.
-Pertenecen al seor marqus de la Chirima, contestaron los segadores; y el rey
expres de nuevo su contento al marqus. El gato, que no haba dejado de ir
delante de la carroza, diriga las mismas palabras a cuantos encontraba y el rey
estaba maravillado de los muchos bienes del seor marqus de la Chirima.
Maese Zapirn lleg por ltimo a un hermoso castillo cuyo dueo era un ogro, el
ms rico que se haya visto, pues todas las tierras por donde el rey haba pasado
dependan del castillo. El gato, que haba procurado informarse de quin era el
ogro y lo que saba hacer, pidi hablarle, diciendo que no haba querido pasar tan
cerca del castillo sin haber tenido el honor de ofrecerle sus respetos.
-Me han asegurado, dijo el gato, que tenis el don de transformaros en toda
suerte de animales, como por ejemplo, en len, en elefante
-Tambin me han asegurado, aadi maese Zapirn, pero no puedo creerlo, que
podis tomar la forma de los ms pequeos animales, como, por ejemplo,
convertiros en rata y en ratoncillo. Os confieso que tal cosa la tengo por del todo
imposible.
Mientras tanto el rey, que al pasar fijose en el soberbio castillo, quiso entrar en
l. Oy el gato el ruido de la carroza que atravesaba el puente levadizo, sali al
encuentro del monarca y le dijo:
-Sea bienvenida Vuestra Majestad al castillo del seor marqus de la Chirima.
El marqus hizo una gran reverencia y acept el honor que le dispensaba el rey,
y aquel mismo da la cas con la princesa. El gato lleg a ser un seor muy
principal y slo caz ya ratones por diversin.
Grislida Cuentos Originales de Charles
Perrault
Temerosos sus sbditos de que al morir tan buen prncipe no hubiese quien le
sucediera en el trono, resolvieron enviarle una diputacin para suplicarle que se
casara. Buscose el mejor de los oradores para que pronunciara el discurso. El
elegido pas muchos das estudiando lo que haba de decir al prncipe, y, por
ltimo, le solt la arenga delante de los comisionados, pronuncindola con aire
grave y dicindole, en resumen, que la felicidad del Estado exiga que contrajera
matrimonio.
El prncipe contest:
Hallose en un sitio encantador, donde los arroyuelos murmuraban, las flores del
prado perfumaban el ambiente y los verdes rboles daban fresca sombra; y
mientras estaba extasiado en la contemplacin de la naturaleza, apareci a su
vista una joven; y tal efecto le produjo, que crey eran los ojos del corazn los
que la miraban, no los del cuerpo. La joven era una pastora que estaba
apacentando su rebao y mientras tanto hilaba a orillas de un arroyo. Su tez era
blanca, sus mejillas recordaban las rosas, sus labios el clavel, sus ojos el azul del
cielo y su mirada la luz de las estrellas.
-No, seor, contest la joven; pero os ensear un camino que os llevar al lado
de vuestros amigos.
Al decir estas palabras, inclinose para beber en el arroyo y apagar la ardiente sed
que le devoraba.
-Esperad un momento, aadi ella.
Saltando como un jilguero, fue a su cabaa y volvi con la sonrisa en los labios
ofreciendo al prncipe un vaso que, con ser de barro, pareciole ms precioso que
los de oro y plata. Luego de haber bebido guiole la pastora a travs del bosque,
fijndose el prncipe en el sitio por donde pasaban, porque deseaba ver de nuevo
a la joven. Por ltimo, descubrieron la llanura y a lo lejos el palacio del prncipe,
quien se separ de la pastora no sin tristeza; y en ella pensando, a paso lento se
encamin a su suntuosa morada. Tan grabada tena su imagen en su corazn,
que al da siguiente sali a cazar ms temprano que de costumbre, y guindose
por sus recuerdos, dio con el arroyo, con el rebao y con la pastora.
Trab conversacin con ella y supo que era hurfana de madre y viva con su
padre, siendo su nombre Grislida. De los frutos de la tierra se alimentaban y de
la leche de las ovejas, cuya lana hilaba, tejindose los vestidos sin recurrir para
nada a la ciudad. A medida que oa a la joven, la llama del amor iba en aumento
en el corazn del prncipe, porque se le aparecan las bellezas del alma de la
pastora. Con sentimiento despidiose de ella, y al llegar a su palacio mand reunir
su consejo y le dijo:
La noticia cundi con tanta rapidez que al poco rato no hubo quien la ignorara,
siendo general la alegra y grande la satisfaccin del orador que haba expuesto
al prncipe la conveniencia de casarse, pues atribua nicamente a su discurso el
mrito de la resolucin. Cada joven crey que ella era la elegida y todas se
vistieron con coquetera, hablaron con melindre y se peinaron con
esmero. Comenzaron lo preparativos para los festejos pblicos; se levantaron
arcos, se construyeron preciosos carros triunfales, se prepararon castillos de
fuegos artificiales y se anunciaron funciones gratuitas.
Por fin lleg el tan esperado da de las bodas, y antes de amanecer ya estaba
todo el mundo levantado, en particular las jvenes casaderas, que esperaban la
llegada del mensajero que deba pronunciar el nombre de la elegida. El pueblo
lanzose a la calle, donde los soldados mantenan la circulacin. Resonaron
msicas, clarines y tambores en el palacio, y por ltimo sali el prncipe rodeado
de su corte, siendo acogido por entusiastas aclamaciones. Siguironle todos con
la mirada, y general fue la sorpresa al verle salir de la ciudad y dirigirse al vecino
bosque como tena por costumbre todos los das. La alegra trocose en
desencanto, pues el pueblo supuso que, dominado por su pasin por la caza,
haba dado al olvido la boda.
-Ah seor; cmo he de creer que sea cierto lo que decs, si soy una humilde
campesina!
-Pero reinis en mi corazn. Vuestro padre, a quien he hablado, consiente en que
seis mi esposa, y para la boda slo falta vuestro consentimiento. Deseoso de
que la tranquilidad impere en mi hogar, os ruego juris que nunca tendris otra
voluntad que la ma.
-Lo prometo y lo juro, contest ella. Aunque me hubiese casado con el ltimo
aldeano, su yugo me sera dulce y en todo le obedeciera. Cunta no ser mi
obediencia si hallo en vos mi seor y mi esposo!
Celebrada la boda fueron a palacio y comenzaron las fiestas, tan magnficas que
de otras iguales no haba memoria. Grislida, rodeada de sus damas, hablaba sin
orgullo, pero como si hubiese nacido princesa; y en todo demostr tanta
circunspeccin que no hubo quien no la admirara. Ajust sus maneras a las de la
corte, procur estudiar el carcter de cuantos la rodeaban, y al poco tiempo los
gobernaba con la misma facilidad que antes guiaba su rebao.
Antes de terminar el ao, el cielo bendijo su unin y naci una princesa. Hubieran
preferido sus padres un varn, pero tantos eran los encantos de la nia que en
ella concentraron todo su cario. El prncipe no se cansaba de mirarla y la madre
no apartaba de ella los ojos. Grislida empeose en ser su nodriza, diciendo que
nadie como ella criara a su hija.
Fuese que su pasin hubiese disminuido o que la mala idea que antes se tena
formada de las mujeres se hubiese renovado, crey el prncipe que haba poca
sinceridad en las palabras y en los actos de su esposa, y comenz a observarla
primero, a vigilarla despus, a contrariarla luego; acabando por mostrarse tan
extremado que no la permiti salir del palacio ni consinti que tomase parte en
los placeres de la corte. Como si esto no fuera bastante, la tuvo encerrada en su
aposento, mostrndose desconfiado hasta de la luz del da, que slo consinti
entrara a medias; y, por ltimo, pidiole de una manera brusca que le entregara
todas las joyas que como prueba de amor le haba regalado el da de su boda
para que no realzara con adornos su natural belleza. Grislida se las dio con el
mismo placer con que las haba recibido, porque se dijo que entonces, como
ahora, complaca a su marido, cuya voluntad deba ser suya.
-Mi esposo y seor, pens, me mortifica por ponerme a prueba, y hace bien,
puesto que en medio de los placeres podra debilitarse mi virtud. Si tal no es el
propsito de mi marido, bendito sea Dios que prueba mi constancia y mi fe, a
cuya suprema bondad soy deudora de que por medio de tantas contrariedades
quiera corregir mis defectos. Bendito sea ese rigor, que por ms que me haga
sufrir es tan provechoso; y bendita sea la bondad paternal de Dios y la mano de
que se sirve para mi salvacin!
A pesar de que Grislida obedeca sin replicar todas las rdenes del prncipe,
ste se deca:
-Su virtud es fingida y su hipcrita resignacin se debe a que no la he herido en
lo que ama. Su hija ha de vencerla.
Abraz a su hija; pareci querer devorarla con la mirada, besola con la efusin
del cario maternal y llorando a mares se separ de ella.
Tan funesto fue el efecto producido por la terrible nueva, que el prncipe sinti por
un instante el vehemente deseo de poner trmino al dolor de Grislida dicindola
que la noticia era inexacta; pero siempre desconfiado, quedaron vencidos los
nobles mpetus de su corazn. La infeliz princesa procur hacerse superior a sus
penas y mostrarse cada vez ms amante con su marido.
Quince aos transcurrieron sin que nada turbase la paz perfecta en que vivan,
mostrndose ambos igualmente cariosos, luego si alguna vez el prncipe la
contrariaba era para mostrarse despus ms enamorado; y mientras tanto creci
la joven princesa, hermosa, reflexiva, dulce, candorosa, vivo retrato de su
encantadora madre, a cuyas cualidades reuna las nobles de su ilustre padre.
Viola por casualidad un joven cortesano, de alta prosapia, superando a la cuna la
belleza y los dotes, y de ella enamorose locamente. Adivin la princesa el amor
que inspiraba, y transcurrido algn tiempo, tambin ella acab por enamorarse.
Quiso la casualidad que el prncipe hubiese fijado la atencin en el joven y
deseara casarlo con su hija; pero siempre desconfiado, se propuso ponerle a
prueba y discurri de la siguiente manera:
Terrible fue la nueva para los jvenes amantes. El prncipe dijo acto seguido a
Grislida que era necesaria la separacin para evitar mayores desgracias, pues
indignado el pueblo de su humilde cuna le obligaba a contraer ms ilustre alianza.
-Es necesario, aadi el prncipe, que volvis a vuestra cabaa, vistiendo antes
las ropas de pastora que he mandado prepararos.
-No puedo alejarme de vuestro lado sin que me perdonis por no haber sabido
satisfacer todos vuestros deseos. Nada me importa la miseria, pero no puedo
acostumbrarme a la idea de vuestro desprecio. Perdonadme y vivir contenta en
mi pobre cabaa, sin que jams disminuyan el respecto y el amor que os profeso.
-Grislida: quiero que la princesa con quien me caso est contenta de vos y de
m. Maana es la boda y os ordeno que me ayudis para que nada turbe su
alegra y sepa cules son mis deseos a fin de que pueda complacerme.
Dispondris sus habitaciones, teniendo en cuenta que se trata de una joven
princesa a la que amo tiernamente; y para que os convenzis de que es digna de
mi cario, quiero que la admiris.
Vio Grislida a la joven y pareciole que vea a la aurora, sintiendo su corazn
afectos tan dulces como inexplicables. Al ver aquel hermoso rostro record los
das felices que ya haban pasado, y murmur:
-Si mi hija no hubiese muerto sera tan bella como ella y tendra su edad.
Este recuerdo de madre despert en su pecho tal amor por la joven, que dijo al
prncipe con acento conmovido:
Invitada la corte a la boda, todas las damas y todos los caballeros se reunieron
en un magnfico saln. Presentose el prncipe, y les dijo:
El palacio era muy vasto y magnfico. En todas partes haba cortesanos y criados.
Las cuadras estaban llenas de arrogantes caballos y de bonitas jacas cubiertas de
hermosos caparazones de oro y bordados; y por cierto no eran los caballos los
que atraan las miradas de los que visitaban aquel sitio, sino un seor asno, que
en el punto mejor y ms vistoso de la cuadra ergua con arrogancia sus largas
orejas. Bien mereca la referencia, pues tena el privilegio de que lo que coma
saliese transformado en relucientes escudos de oro, que eran recogidos todas las
maanas al desertar el asno.
Turb la felicidad de los regios esposos una aguda enfermedad sufrida por la
reina, que se fue agravando a pesar de haberse acudido a todos los auxilios de
la ciencia y de haber llamado todos a los mdicos. Comprendi la enferma que
se aproximaba su ltima hora, y dijo al rey:
-Antes de morir quiero hacerte una splica. Si cuando haya dejado de existir
quieres volver casarte
-Jams! Jams! -exclam el rey sollozando.
Con los ojos llenos de lgrimas lo jur el prncipe, y poco despus la reina exhal
en sus brazos el ltimo suspiro, siendo grande la desesperacin de su esposo. El
dolor trastorn algo su razn, y a los pocos meses dio en mandar comparecer a
su presencia a todas las jvenes de la corte, despus a las de la ciudad y luego
a las del campo, diciendo que se casara con la que fuera ms bella que la reina
difunta; pero como ninguna poda compararse con ella, todas eran rechazadas. El
rey acab por dar evidentes muestras de locura, y cierto da declar que la
infanta, que realmente era ms bella que su madre, sera su esposa. Los
cortesanos le hicieron presente que tal boda era imposible porque la infanta era
hija suya, pero como es difcil hacer entrar en razn a un loco, el rey vocifer que
queran engaarle pues l no tena hijas.
Hizo la infanta lo que la Hada le aconsejaba y el rey mando sin vacilar matar el
asno, despellejarlo y llevar la piel a la joven, que quedose abatida pues ya no
saba qu pedir. Animola su madrina recordndola que nada hay que temer
cuando se obra bien, y luego la dijo que sola y disfrazada huyese a algn lejano
reino.
-Aqu tienes, -aadi-, una caja donde pondremos todos tus vestidos, tus
adornos, tu espejo, los diamantes y los rubes. Te doy mi varita, y llevndola en
la mano la caja te seguir siempre oculta bajo tierra; cuando quieras abrirla, toca
el suelo con la varita e inmediatamente aparecer la caja. Para que nadie te
conozca cbrete con el pellejo del asno y nadie creer que se oculte una
hermosa princesa debajo de tan horroroso disfraz.
Los domingos poda descansar, pues en cuanto haba terminado sus quehaceres
ms indispensables, entraba en el tugurio que la haban destinado; y una vez
cerrada la puerta, se quitaba el pellejo de asno, se peinaba, se adornaba con sus
joyas se pona unas veces el vestido de luna otras el de sol o el de cielo, si bien
el espacio era reducido para la holgada cola de tales trajes. Se miraba ante el
espejo y era mucha su alegra al verse joven, blanca, sonrosada y ms bella que
las dems mujeres. Estos momentos de jbilo le daban aliento para sufrir todas
las contrariedades de los otros das y esperar el prximo domingo.
Olvid decir que en la alquera donde haba hallado colocacin la infanta, tena su
corral un rey muy poderoso, y que all se criaban las aves ms raras y los
animales ms preciosos, que ocupaban diez grandes patios. El hijo del rey iba
con frecuencia a la alquera al regresar de la caza, donde descansaba con sus
acompaantes tomando algn refresco. El prncipe era muy arrogante y bello, y al
verle Pellejo de Asno desde lejos, conoci por los latidos de su pecho que debajo
de sus harapos an lata el corazn de una princesa. Sin poder evitarlo se deca:
Tres veces levant el brazo para derribar la puerta, pero otras tantas le contuvo
el temor de hallarse delante de una hada y retirose a su palacio pensativo.
Suspir desde entonces noche y da, huy de todas las diversiones, incluso la de
la caza, y perdi el apetito. Pregunt quin era aquella admirable belleza que
viva en el fondo de un corral, al extremo de un espantoso callejn, en el que la
oscuridad era completa en pleno da, y se le contest que se la llamaba Pellejo
de asno, a causa de la piel que llevaba en el cuello; aadiendo que no haba
cmo mirarla para sentirse curado de amor, pues era ms fea que la ms horrible
fiera.
-Cielo santo! Pellejo de asno es, seora, un negro topo ms asqueroso que el
ms sucio pinche de cocina.
-No importa, -exclam la reina-; puesto que el prncipe quiere una empanada
hecha por ella, es necesario darle gusto.
Pellejo de Asno tom harina, que haba cernido para que fuese ms fina, sal,
manteca y huevos frescos, y se encerr en su habitacin. Limpiose el rostro, las
manos y los brazos; se puso un delantal de plata y dio comienzo a su tarea. Se
cuenta que, mientras trabajaba, se le cay del dedo, fuese casualidad o no lo
fuese, uno de sus anillos de gran precio, lo que parece indicar que saba que el
prncipe la haba estado mirando por el agujero de la cerradura y que de ella
estaba enamorado. Sea lo que fuere, el hijo del rey comi con mucho apetito la
empanada, que hall exquisita, y por poco se traga el anillo. Afortunadamente se
fij en l admirole la esmeralda, que era preciosa, y en especial el estrecho aro
de oro, que marcaba la forma del dedo de su duea.
Grande fue la sorpresa del rey y de la reina al or tan extraa exigencia, pero
como el estado del prncipe era muy grave, no se atrevieron a contrariarle e
inmediatamente anunciaron que se casara con el prncipe la joven, aunque no
fuese de sangre real, cuyo dedo entrara en el anillo. Todas se dispusieron a
hacer la prueba, y hubo charlatanes que prometieron adelgazar los dedos,
proponindose ganar algunos escudos, como aquellos que no teniendo ningn
oficio ni sabiendo cmo vivir de su trabajo, se meten a curanderos para convertir
en comida la lana que trasquilan al prjimo; joven hubo que rasc su dedo con
un cuchillo; otra consinti en que cortaran carne del suyo para adelgazarlo y no
falt quien lo tuviera muchas horas comprimido ni tampoco quien lo sometiera al
efecto de cierto lquido para que se lo dejara despellejado.
Diose principio a la prueba, comenzando por las princesas, a las que siguieron
las duquesas, marquesas, condesas y baronesas, siendo el anillo demasiado
estrecho para cuantos dedos se presentaron. Comparecieron las dems jvenes,
ms todos los ensayos resultaron intiles. Llegoles el turno a las criadas y
fregonas, pero el anillo quedose sin colocacin, y creyose que el prncipe morira
de pena, pues slo faltaba Pellejo de Asno y a ninguna persona sensata poda
ocurrrsele que la porcallona estuviese destinada a ser reina.
ranse un leador y una leadora que tenan siete hijos, todos varones; diez aos
contaba el mayor y el menor siete. Sorprender que en tan corto intervalo tantos
hijos hubiera tenido el leador, pero con decir que casi todos eran gemelos, nada
hay que extraar.
Muy pobre era el matrimonio y sus siete hijos aumentaban su pobreza, pues
ninguno de ellos se hallaba en edad de ganarse la subsistencia. El ser el ms
pequeo de complexin muy delicada, sin que jams pronunciase palabra, daba
pbulo a su tristeza, pues crean que era tontera lo que significaba bondad. Era
muy pequeito, y cuando naci era tan diminuto como el dedo meique, lo que
hizo que Meiqun se le llamara.
-Dios mo! Exclam la leadora, seras capaz de hacer tal cosa con tu hijos?
Meiqun se enter de cuanto sus padres dijeron, pues en cuanto desde la cama
le oy hablar de cosas importantes, levantose y se desliz debajo del taburete
donde estaban sentados para escucharles sin ser visto. Volvi a meterse en
cama, pero no pudo dormir en toda la noche pensando en lo que deba hacer.
Levantose muy de maana, fue a orillas de un arroyo, llenose los bolsillos de
piedrecitas blancas y luego volvi a su casa. Poco despus salieron todos, pero
Meiqun nada dijo a sus hermanos de lo que saba.
Fueron a un bosque tan espeso que nada se vea a diez pasos de distancia. El
leador se puso a cortar madera y sus hijos a recoger ramaje seco para hacer
manojos. Cuando sus padres les vieron ocupados trabajando, se alejaron de ellos
insensiblemente y luego echaron a correr, escapando por un sendero medio
oculto.
Al notar los nios que estaban solos, comenzaron a gritar y a sollozar con todas
sus fuerzas. Meiqun les dejaba gritar porque saba cmo regresaran a su casa,
pues al ir al bosque haba dejado caer durante todo el camino las piedrecitas
blancas que tena en el bolsillo.
-Nada temis, hermanos mos, les dijo. Nuestros padres nos han dejado aqu,
pero yo os llevar a casa si queris seguirme.
Echaron a andar tras l y les llev delante de su casa siguiendo el mismo camino
que haban recorrido para ir al bosque. Al principio no se atrevieron a entrar, pero
todos pegaron sus cabecitas a la puerta para or lo que decan sus padres.
Dios mo! Dnde estarn nuestros hijos? Con qu apetito comeran lo que ha
sobrado! T eres quien ha querido perderlos, Guillermo, a pesar de decirte que
nos arrepentiramos. Virgen santa! Tal vez los lobos los hayan comido! Cun
cruel has sido al querer deshacerte de tus hijos!
El leador acab por enfadarse, pues su mujer repiti ms de veinte veces que
ya haba pronosticado que se arrepentiran de lo hecho, y la amenaz con pegarla
si no callaba. Era tan grande el sentimiento del leador como el de su esposa,
pero su pena aumentaba con las recriminaciones. Adems, gustaba, como tantos
otros, de las mujeres que dan un buen consejo a tiempo, pero no de aquellas
que pretenden haberlo dado cuando la cosa ya no tiene remedio.
La leadora estaba anegada en llanto y repeta. Dios mo! Dnde estn mis
pobres hijos?
Una vez pronunci con tanta fuerza estas palabras, que las oyeron los nios que
estaban arrimaditos a la puerta, y comenzaron a gritar todos a tiempo:
-Hijos mos; con cuanta alegra vuelvo a veros! Estis muy cansados y tenis
hambre.
Periquito era el mayor y el ms querido, porque como ella tena el color algo
rojizo.
Pusironse a la mesa, y con tanto apetito comieron que gozosos les estuvieron
mirando sus padres, mientras los nios, hablando casi siempre todos a la vez, les
referan el miedo atroz que haban pasado en el bosque. Los pobres leadores
estaban locos de alegra al verles a su lado, alegra que dur tanto como los diez
escudos; pero cuando acab el dinero, acab el gozo; volvi a apoderarse de
ellos la tristeza de antes y resolvieron deshacerse de sus hijos, si bien con el
propsito de llevarles ms lejos que la vez primera para acertar el golpe.
No lograron hablar de su plan con tanto sigilo que no les oyera Meiqun, quien
resolvi tomar sus medidas como antes las haba tomado; pero a pesar de haber
madrugado mucho para ir a recoger piedrecitas blancas, no pudo realizar su idea
porque la puerta estaba cerrada con doble vuelta de llave. Preocupado estaba sin
saber qu hacerse; pero habindoles dado su padre un pedazo de pan a cada
uno para desayunarse, se dijo que poda reemplazar las piedrecitas tirando migas
por donde pasasen; y pensado esto, guardose el pan en el bolsillo.
Sus padres les llevaron al punto ms espeso y oscuro del bosque; y al tenerles
all, los leadores se escaparon por un caminito muy oculto. No fue grande la
pena de Meiqun, porque crea poder encontrar con facilidad el camino siguiendo
las migas que haba sembrado por donde haba pasado; pero desagradable fue su
sorpresa cuando no pudo dar ni siquiera con restos del pan, pues los pjaros se
lo haban comido.
Llegaron, por ltimo, a la casa donde brillaba la lucecita, no sin haber pasado
mucho miedo, pues la perdan de vista cada vez que se metan en algn fondo.
Llamaron y una buena mujer les abri la puerta preguntndoles que queran.
Meiqun contestola que eran unos pobrecitos nios que se haban extraviado en
el bosque y la rogaban les acogiese por caridad. Al verles tan lindos, la mujer se
puso a llorar y les dijo:
Ah; pobres nios! Dnde habis venido? Sabis que esta es la casa de un
Ogro que se come a los nios?
La mujer del Ogro crey que podra ocultarles a su esposo hasta la maana
siguiente, y les permiti entrar, llevndoles para que se calentaran a una buena
lumbre en la que se estaba asando un carnero para la cena del Ogro.
Cuando principiaban a calentarse resonaron tres o cuatro golpes dados con fuerza
en la puerta. Era el Ogro que volva. Inmediatamente su mujer hizo ocultar a los
nios debajo de la cama y fue a abrir la puerta. Lo primero que pregunt el Ogro
fue si la cena estaba dispuesta y si haba vino, y luego se sent a la mesa. El
carnero estaba a medio asar, pero esta circunstancia lo hizo ms apetitoso para
el Ogro. Ola a derecha e izquierda y deca que por all haba carne fresca.
-Huelo carne fresca, huelo carne fresca, repiti el Ogro mirando de travs a su
esposa; y hay en casa algo que no veo.
Al decir estas palabras se levant de la mesa y se fue hacia la cama.
Les sac debajo de la cama uno tras otro, y las pobres criaturas se arrodillaron
pidindole perdn; pero tenan que habrselas con el ms cruel de los ogros,
quien lejos de sentir piedad por ellos, ya les estaba devorando con los ojos y
deca a su mujer que constituiran un plato exquisito cuando les hubiese
aderezado con una buena salsa.
Fuese en busca de un buen cuchillo y se acerc otra vez a los nios, afilndolo
con una larga piedra que sostena con la mano izquierda. Tena ya asido un nio
cuando su mujer le dijo.
- Qu quieres hacer a esta hora? No quedar tiempo maana?
-Cllate, grit el Ogro; si espero a maana, peor para ellos, pues pasarn una
noche de miedo.
-Te se echara a perder tanta carne, replic la mujer, pues tienes una ternera,
dos carneros y la mitad de un cerdo.
-Es verdad, dijo el Ogro. Dales cena abundante para que no enflaquezcan y
llvales a la cama.
Llena de alegra dioles de cenar la buena mujer, pero el espanto no permiti a los
nios probar bocado. El Ogro se puso de nuevo a beber; y muy satisfecho porque
tena carne fresca con que obsequiar sus amigos, apur una docena de vasos
ms que de costumbre, exceso que le puso algo alegre obligndole a acostarse.
El Ogro tena siete hijas de corta edad, las ogras tenan el color muy sano porque
slo coman carne fresca, como su padre, pero sus ojos eran grises y redondos,
la nariz encorvada, la boca grande y los dientes muy agudos y separados. An
no era muy malas, pero prometan serlo, porque ya mordan a los nios para
chupar su sangre.
Las haban acostado temprano y las siete dorman en una cama muy ancha,
teniendo cada nia una corona de oro en la cabeza. Haba en el mismo cuarto
otra cama tan grande como la primera, y en ella acost la mujer del Ogro a los
nios, hecho lo cual fuese a dormir.
Meiqun haba observado que las hijas del Ogro llevaban coronas de oro, y
temiendo que el padre no se arrepintiese de no haberles degollado cuando se
propona hacerlo, se levant a eso de media noche, y tomando los gorros de
dormir de sus hermanos y el suyo, acercose de puntillas a la otra cama, les puso
con sumo cuidado los gorros a las siete hijas del Ogro, despus de haberlas
quitado las coronas de oro, que coloc en la cabeza de sus hermanos y de la
suya para que el Ogro les tomara por sus hijas, y a stas por los nios a quienes
quera degollar. El resultado fue tal como haba pensado, pues el Ogro despert a
eso de media noche, pesole haber aplazado para el da siguiente lo que pudo
hacer la vspera; salt bruscamente de la cama, y empuando la cuchilla se dijo:
-Vamos a ver cmo estn aquellos chiquillos y demos buena cuenta de ellos.
Al decir estas palabras degoll sin vacilar a sus siete hijas, y muy satisfecho
volvi luego a acostarse.
-En cuanto Meiqun oy los ronquidos del Ogro, despert a sus hermanos y les
dijo que se vistieran sin perder momento y le siguieran. Bajaron sin meter ruido al
jardn y saltaron la tapia, corriendo toda la noche, siempre temblando y sin saber
a dnde iban.
Su fatiga era extrema y durmiose al poco rato, roncando con tanto estrpito que
el miedo de las pobres criaturas fue tan grande como cuando empuaba la
espantosa cuchilla para matarles. Meiqun no tuvo tanto miedo y dijo a sus
hermanos que huyesen con presteza, refugindose en su casa mientras el Ogro
dorma a pierna suelta.
Meiqun se acerc al Ogro, quitole con suavidad las botas y se las puso. Las
botas eran muy grandes y anchas, pero como estaban encantadas, tenan el don
de ensancharse o estrecharse segn era quien las llevaba, de manera que
quedaron tan ajustadas a sus piernas y a sus pies como si para l se hubiesen
hecho. Cuando tuvo las botas puestas fuese a la corte donde saba que era
grande la inquietud porque no se tenan noticias de un ejrcito que estaba a
doscientas leguas, ni de la batalla que se haba dado. Fuese en busca del rey y
le dijo que si quera le traera nuevas del ejrcito antes de terminar el da. El rey
le prometi una fuerte cantidad de dinero si haca lo que prometa. Meiqun
cumpli, pues aquella misma noche volvi a la corte y el rey supo cuanto quiso
saber de su ejrcito. Habiendo desempeado de una manera tan admirable su
oficio de correo, gan todo el dinero que quiso, pues el rey le pag con
esplendidez para que llevase sus rdenes al ejrcito; y todos los de la corte que
desearon tener noticias de personas ausentes, de l se sirvieron,
recompensndole con largueza.
-No temas, le dijo Jpiter. Tantas son tus quejas que quiero convencerte de su
falta de fundamento. No olvides mis palabras: vers realizados tus tres primeros
deseos, sea lo que fuere lo que desees. Elige lo que pueda hacerte dichoso y
dejarte completamente satisfecho, y como tu felicidad de ti depende, reflexiona
bien antes de formular tus deseos.
-Ajaj! Con este fuego nos hace falta una vara de salchicha. Cunto gustara
tenerla al alcance de mi mano!
Apenas hubo pronunciado estas palabras, su mujer vio con gran sorpresa una
salchicha muy larga, que arrancando de uno de los ngulos de la chimenea se
dirigi hacia ella serpenteando. Lanz un grito de espanto, pero cayendo luego en
la cuenta de que la aventura era debida al ridculo deseo formulado por su
marido, con l la emprendi agotando los dicterios.
-A buena hora calzas verdes; necesario es ser muy imbcil para hacer lo que has
hecho.
Tanta fue la insistencia de la mujer, que el bueno del hombre perdi la calma, y
como a pesar de sus splicas ella no cejase, exclam furioso:
-Y bien?
-Slo falta formular el tercer deseo. Puedo transformarme en rey, pero qu reina
vas a ser t con tres palmos de nariz? Elige, mujer: o reina con esa nariz ms
larga que una semana sin pan, o leadora con una nariz como la que tenas.
Una de sus vecinas, seora de rango, tena dos hijas muy hermosas. Pidiole una
en matrimonio, dejando a la madre la eleccin de la que haba de ser su esposa.
Ninguna de las jvenes quera casar con l y cada cual lo endosaba a la otra, sin
que la otra ni la una se resolvieran a ser la mujer de un hombre que tena la
barba azul. Adems, aumentaba su disgusto el hecho de que haba casado con
varias mujeres y nadie saba lo que de ellas haba sido.
Barba Azul, para trabar con ellas relaciones, llevolas con su madre, tres o cuatro
amigos ntimos y algunas jvenes de la vecindad a una de sus casas de campo
en la que permanecieron ocho das completos, que emplearon en paseos, partidos
de caza y pesca, bailes y tertulias, sin dormir apenas y pasando las noches en
decir chistes. Tan agradablemente se desliz el tiempo, que a la menor pareciole
que el dueo de casa no tena la barba azul y que era un hombre muy bueno; y
al regresar a la ciudad celebraron la boda.
Al cabo de un mes Barba Azul dijo a su esposa que se vea obligado a hacer un
viaje a provincias, que a lo menos durara seis semanas, siendo importante el
asunto que a viajar le obligaba. Rogole que durante su ausencia se divirtiese
cuanto pudiera, invitara a sus amigas a acompaarla, fuera con ellas al campo, si
de ello gustaba, y procurara no estar triste.
-Aqu tienes, aadi, las llaves de los dos grandes guardamuebles. Estas son las
de la vajilla de oro y plata que no se usa diariamente; las que te entrego
pertenecen a las cajas donde guardo los metales preciosos; estas las de los
cofres en los que estn mis piedras y joyas, y aqu te doy el llavn que abre las
puertas de todos los cuartos. Esta llavecita es la del gabinete que hay al extremo
de la gran galera de abajo. brelo todo, entra en todas partes, pero te prohbo
penetrar en el gabinete; y de tal manera te lo prohbo, que si lo abres puedes
esperarlo todo de mi clera.
Las vecinas y los amigos no esperaron a que les llamasen para ir a casa de la
recin casada, pues grandes eran sus deseos de verlo todo, que no se atrevieron
a realizar estando el marido, porque su barba azul les espantaba. Acto continuo
pusironse a recorrer los cuartos, los gabinetes, los guardarropas, siendo
sorprendente la riqueza de cada habitacin. Subieron enseguida a los
guardamuebles, donde no se cansaron de admirar el nmero y belleza de los
tapices, camas, sofs, papeleras, veladores, mesas y espejos que reproducan las
imgenes de la cabeza a los pies y en los que los adornos, los unos de cristal,
de plata dorados los otros, eran tan bellos y magnficos que iguales no se haban
visto. No cesaban de ponderar y envidiar la dicha de su amiga, que no se diverta
viendo tales riquezas, pues la dominaba la impaciencia por ir a abrir el gabinete
de abajo.
Al principio nada vio, debido a que las ventanas estaban cerradas. Al cabo de
algunos instantes comenzaron a destacarse los objetos y not que el suelo estaba
completamente cubierto de sangre cuajada y que en ella se reflejaban los cuerpos
de varias mujeres muertas y sujetas a las paredes. Estas mujeres eran todas
aquellas con quienes Barba Azul haba casado, a las que haba degollado una
tras otra. Crey morir de miedo ante tal espectculo y se le cay la llave del
gabinete que acababa de sacar de la cerradura.
Habiendo notado que la llave del gabinete estaba manchada de sangre, la enjug
dos o tres veces, pero la sangre no desapareca. En vano la lav y hasta la frot
con arenilla y aspern, pues continuaron las manchas sin que hubiera medio de
hacerlas desaparecer, porque cuando lograba quitarlas de un lado, aparecan en
el otro.
Barba Azul regres de su viaje la noche de aquel mismo da y dijo que en el
camino haba recibido cartas noticindole que haba terminado favorablemente
para l el asunto que le haba obligado a ausentarse. La esposa hizo cuanto pudo
para que creyese que su inesperada vuelta la haba llenado de alegra.
Al da siguiente le dio las llaves y se las entreg tan temblorosa, que en el acto
adivin todo lo ocurrido.
-Por qu no est con las otras la llavecita del gabinete? -Le pregunt.
Despus de varias dilaciones, forzoso fue entregar la llave. Mirola Barba Azul y
dijo a su mujer:
-Te concedo diez minutos, replic Barba Azul, pero ni un segundo ms.
Y Anita contestaba:
Barba Azul tena una enorme cuchilla en la mano y gritaba con toda la fuerza de
sus pulmones a su mujer:
-Un instante, por piedad! -le contestaba su esposa; y luego deca en voz baja-:
Anita, hermana ma, ves algo?
Su hermana responda:
-Bajo -contest la infeliz; y luego pregunt-, Anita, hermana ma, viene alguien?
-Un momento, otro instante no ms! -exclam su mujer; y luego aadi-: Anita,
hermana ma, viene alguien?
-Veo -contest-, dos caballeros que hacia aqu se encaminan, pero an estn
muy lejos. Alabado sea Dios!, exclam, poco despus; son mis hermanos! Les
hago seas para que apresuren el paso.
Barba Azul se puso a gritar con tanta fuerza que se estremeci la casa entera.
Baj la infeliz mujer y fue a arrojarse a sus pies llorosa y desgreada.
Luego agarrola de los cabellos con una mano y levant con la otra la cuchilla
para cortarle la cabeza. La infeliz hacia l volvi la moribunda mirada y rogole le
concediese unos segundos.
En aquel momento golpearon con tanta fuerza la puerta, que Barba Azul se
detuvo. Abrieron y entraron dos caballeros, quienes desnudando las espadas
corrieron hacia donde estaba aquel hombre, que reconoci a los dos hermanos de
su mujer, el uno perteneciente a un regimiento de dragones y el otro mosquetero;
y al verles escap. Persiguironle tan de cerca ambos hermanos, que le
alcanzaron antes que hubiese podido llegar a la plataforma le atravesaron el
cuerpo con sus espadas y le dejaron muerto. La pobre mujer casi tan falta de
vida estaba como su marido y ni fuerzas tuvo para levantarse y abrazar a sus
hermanos.
Result que Barba Azul no tena herederos, con lo cual todos sus bienes pasaron
a su esposa, quien emple una parte en casar a su hermanita con un joven
gentilhombre que haca tiempo la amaba, otra parte en comprar los grados de
capitn para sus hermanos y el resto se lo reserv, casando con un hombre muy
digno y honrado que la hizo olvidar los tristes instantes que haba pasado con
Barba Azul.