Giddens Anthony La Estructura de Clases
Giddens Anthony La Estructura de Clases
Giddens Anthony La Estructura de Clases
La estructura de clases
en las sociedades avanzadas
Postfado (1979)
Versin espaola de
Joaqun Bollo Muro
Alianza
Editorial
Ttulo original:
The Chus Siructure o j the Advanced Sodeties, 2nd Edil ion
Esta obra ha sido publicada en ingls por Huichnson & Co., Ltd.. Londres
Reservados lodos los derechos. El contenido de esta obra csl protegido por la Ley. que
establece penas de prisin y/o multas, adems de las correspondientes indemnizaciones
por daos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comuni
caten pblicamente, en todo o en pane, una obra literaria, artisrica o cientfica, o su
transformacin, interpretacin o ejecucin artstica fijada en cualquier tipo de soporte o
comunicada a travs de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin
A G.
Cambridge.
INTRODUCCION
: Para distinta exposiciones de esta idea, vase Ralf Dahrendorf. ( !uss .inj
Ciass Confiici in Industria! Society (Stanford, 1959) y Out of utopia: toward
the reorientation ot sociological theory, llssays itt the Theory oj Society (Lon
dres, 1968); John Rex, Key Problema n Sociological Theory (Londres. 1%U;
David Lockwood, Somc rcmarks on The Social System", British Journt
o j Soctaiogy 7, 1956: Social imegraon and svsietn incegraiion, en G. R.
Zolkchun y W Hirsch. Explorations in Social Change (Londres. 1964).
rente de la misma. Se trata de la opinin que resalta el en trema miento
enere la sociologa conservadora y la radical. E l punto ele partida
en este caso es ms ideolgico que sociolgico* dado que, como se
afirma en la misma, la mayor parte de la sociologa acadmica, y en
particular la teora funcional estructural, est unida a un punto de
vista ideolgico conservador, sus prejuicios y debilidades pueden
ponerse de manifiesto mediante una perspectiva sociolgica imbuida
de una posicin radical. Este entoque encuentra graves problemas
epistemolgicos, ya que no est en absoluto claro cul es la posicin
de la sociologa radical en relacin con su objeto. El marxismo
siempre ha encontrado dificultades epistemolgicas al tratar de susten
tar la pretensin de ser al mismo tiempo un cuerpo terico verificado
empricamente y una gua moral para la accin poltica: de aqu su
tendencia siempre presente a disolverse en un positivismo rgido o
alternativamente en un relativismo tico tendencia que ha quedado
vividamente ilustrada en la disputa entre Kautsky y Bcrnstein. Pero
las dificultades originadas por la concepcin de una sociologa conser
vadora versus una sociologa radical son incluso ms agudas,
dado que queda implicado que no existe, como en el marxismo, una
interpretacin supuestamente revalidada de manera cientfica de la
realidad social, sino dos interpretaciones ideolgicas en competencia J.
El reconocimiento de semejantes problemas es lo que ha contri
buido a precipitar una tercera reaccin ante los actuales problemas
de la sociologa, que encuentra la solucin en una aplicacin narci-
sista de la sociologa del conocimiento4. Al igual que el intento de
construir una sociologa radical, representa una protesta contra el
supuesto, considerado por la mayor parte de los crticos como intrn
seco al funcionalismo estrucmral, de que la teora social y la investi
gacin sociolgica son neutrales en relacin con los fenmenos so
ciales que pretenden interpretar o explicar. Indudablemente es valioso
y til (como explicar ms adelante) examinar la historia del pensa
miento social en funcin de los contextos polticos y sociales que han
originado las principales tradiciones o modalidades de a teora social.
Pero no es necesaria una perspicacia especial para ver la petitio prin
cipa implcita en la nocin de que semejante ejercicio puede por s
mismo producir un nuevo marco terico para la sociologa; la conver
sin de la sociologa en unq sociologa del conocimiento es una em
presa lgicamente imposible.
5 Ver en particular Dick Ackinson, Orthodox Con sensus and Rjdical Alter-
nattve (Londres, 1971); pero ei xito actual de la etnome:odologa es tam
bin significativo a este respecto.
6 Ver itticr alia, Erich Fromm. Marxs Conreo/ of Man {Nueva York. 196,,.
7 He empezado a :nuar algunos ispectos del trasloado de esta cuestin en
nna -ric de recientes publicaciones acerca de la historia del pensamiento social
Se pueden distinguir dos teoras sobre las fases principales de la evo
lucin del pensamiento social en el siglo xix y a principios del xx,
una asociada a la sociologa acadmica, la otra al marxismo. Ambas
estiman que existe un cauce principal, una gran divisoria en esta
evolucin *. El punto de vista ms ampliamente adoptado por la pri
mera es el expuesto, con gran sofisticacin tcnica, en Tbe Structure
of Social Action de Parsons, y mucho ms crudamente por muchos
escritores posteriores. La gran divisoria en la historia del pensa
miento social, de acuerdo con esta concepcin, se encuentra en las
obras de aquellos autores principalmente Durkheim y Max We
ber . cuyas ideas ms caractersticas fueron elaboradas en el perodo
comprendido entre 1890 y 1920. Ms especficamente, esos pensado
res, as se supone, rompieron con la filosofa de la historia, especula
tiva y de inspiracin ideolgica que distingui los escritos de sus pre
decesores: la sociologa se convirti en un terreno emprico, en un
campo de estudio cientficamente riguroso, en paridad con las disci
plinas profesionales ya consagradas. Los que adoptaron este punto de
vista han ignorado general mente, como lo hace Parsons en su obra
fundamental, los acontecimientos polticos y sociales que formaban
el entorno en el que autores como Durkheim y Weber elaboraron sus
aportaciones a la sociologa. El cauce en el progreso del pensamiento
social es considerado como un avance intelectual originado por el an
lisis lgico y emprico de los parmetros bsicos del mtodo socio
lgico.
La interpretacin marxista ortodoxa de nuevo, presentada con
unos mayores o menores grados de sutileza es inevitablemente
bastante diferente, y tiende a considerar el entorno social en el que
se produjeron los textos de la generacin de 1890 a 1920, subrayando
la importancia del mismo. Segn este punto de vista, por supuesto, el
cauce que separa la ideologa y la filosofa de la ciencia en la compren
sin por parte del hombre de su sociedad se encuentra en la obra de
Marx. Las obras de los llamados fundadores de la moderna sociolo
ga se juzgan una respuesta burguesa a Marx: en trminos sociales,
una defensa intelectual del capitalismo ante la amenaza que significaba
el crecimiento de los partidos revolucionarios marxistas a finales de
10 Jbtti., pin. 95
Marx y ngcls, Werke vol. 3 (Berln. 1962), pg 62 (de The Germn
i a cotogy t
dependiente de las regiones locales es socavado y la sociedad uni
fica en un sistema nico de productores imerdcncndientep Esto
conduce a una separacin de lo econmico y de lo poltico:
las .relaciones de clase, regidas por lazos contractuales pasan a or-
mar parte mediante el capital y el trabajo asalariado del mercado
libre, convirtindose de este modo en relaciones puramente econmi
cas en un sentido muy definido) El mismo proceso da lugar a la
estructura diferenciada del Estado capitalista: mediante la eman
cipacin de la propiedad privada de la comunidad, el Estado se ha
convertido en una entidad separada, al margen y fuera de la socie
dad civil; pero no es nada ms que una Forma de organizacin que la
burguesa necesariamente adopta tanto por razones internas como ex
ternas. para la mutua salvaguarda de su propiedad y de sus inte
reses a . '
A fin de investigar ms ampliamente las caractersticas de as
clases en el capitalismo es necesario examinar detenidamente la teo
ra de Marx del desarrollo capitalista.
Sea grande o pequea una casa, mientras las que la rodean son tambin pe
queas satisface todas las exigencias sociales de una vivienda, pero, si unto a
una casa pequea surge un palacio, la que hasta entonces era casa se encoge hasta
quedar convertida en una choza La casa pequea indica ahora que su morador
no tiene exigencias, o las tiene muy reducidas; y, por mucho que, en el trans
curso de la civilizacin, su casa gane en altura, si el palacio vecino sigue cre
ciendo en la misma o incluso en mayor proporcin, el habitante de la casa relati
vamente pequea se ir sintiendo cada vez ms incmodo, ms descontento, mis
agobiado entre sus cuatro paredes 17.
7 Ib u i. p 930
cin, sino queMas-clases y-ias_comunidades de s.tacus^representan
dos formas posibles y competitivas cTe' fo'rrniilun de grupos respecto
. a j a .distribucin del poder en la sociedad^ El poder no es, para
Weber, una tercera dimensin comparable en cierto sentido a
las dos primeras.QUirma expeitanriemc que las clases,, los grupos
lfi^taLus-y-los partidos son todos fenmenos de la distribucin del
pdery \(El teorema que inspira su posicin sobre esta cuestin
es su insistencia en que el poder no se debe asimilar a la domina
cin econmica de nuevo, por supuesto, un punto de vista en
oposicin deliberada con el de M arx} El partido, orientado a la
consecucin o el mantenimiento de untfilireccin poltica, representa
como la clase y el grupo de status, un foco principal de la organi
zacin social que afecta a la distribucin del poder en la sociedad. Sin
embargo, esto slo es caracterstico del Estado racional moderno.
El examen abstracto de Weber de los conceptos de clase, gru
pos de status y partido, si bien proporciona el tipo de anlisis con
ceptual conciso que falta en Marx, es, sin embargo, una exposi
cin inacabada que difcilmente puede ofrecer algo ms que una in
troduccin mnima a os complejos problemas que se bosquejan en
sus escritos histricos. En estos ltimos, Weber seala diversas for
mas de inter-eonexin compleja entre los diferentes gneros de re
laciones de dase y entre las relaciones de clase y la afiliacin a un
grupo de status. En la historia de las sociedades europeas se ha pro
ducido un cambio total del carcter de los tipos predominantes de
relaciones de clase y de conflictos de clases. As, en la Antigua
Roma, los conflictos de clases se derivaban principalmente de anta
gonismos existentes en el mercado del crdito, por los cuales los
campesinos y los artesanos se endeudaban con los financieros urba-
. nos9. En la Edad Media este fenmeno fue dando paso a la lucha
de clases originada en el mercado de los productos, que llevaba
consigo enfrentamientos motivados por los precios de los artculos
necesarios para vivir. Con el desarrollo del moderno capitalismo,
sin embargo, las relaciones establecidas en el mercado de trabajo
adquirieron una importancia fundamental. Es evidente que tanto
para Weber como para Marx, e advenimiento del capitalismo cam
bia radicalmente el caracter de las conexiones generales entre cla
ses y sociedad. El nacimiento del contrato de trabajo como tipo
* ibti., p. 927.
J D hecho. Marx hace tu misma observacin (Capital, vol I, pp. 135-6), y
menciona que luchas similares entre deudores v creedoras ocurrieron en la
Load Media. Pero arguye que la relacin monetaria de deudor y acreedor
qu<* existi en estos dos perodos reflejaba slo el antagonismo profundo entre
las condicione? econmicas generales de a existencia ce las ases en cuestin
predominante de relacin de clase va unido al fenmeno de la ex
pansin de la vida econmica y a la formacin de una economa na
cional, que es as caracterstica del capitalismo moderno. En la ma
yora de las formas de sociedad anteriores al capitalismo moderno, in
cluso en aquellas en las que existe un desarrollo considerable de la
manufactura y el comercio, los grupos de status desempeaban un
papel ms importante en la estructura social que las clases. Impo
niendo diversas restricciones sobre los negocios, o monopolizando
los privilegios del mercado a travs de los grupos establecidos tradi
cionalmente, las afiliaciones de status, como se demuestra en los
estudios de Weber sobre las civilizaciones orientales, impidieron
directamente la formacin de la produccin capitalista moderna
3. Marx y Weber
4 Ver Wolfgang T. Mommsen, Max Weber und die deuisebe Politik, 18W-
920 (Tubinga, 1959)1 pp. 280-304.
15 Economy and Society, vol. 2. pp. 930 ss.
estos aspectos. El elemento fundamental del (moderno) capitalismo
no es su carcter clasista; la ruptura decisiva que separa el capi
talismo del orden tradicional precedente es el carcter racionalizado
de la empresa productiva capitalista, un fenmeno que permanece
ntegro en cualquier forma de socialismo que pueda sustituir a la
sociedad capitalista. El desarrollo de las relaciones de clase entre
el capital y el trabajo asalariado que ciertamente presupone la ex
propiacin del trabajador de un control directo de sus medios de
produccin, es sintomtico de un proceso mucho ms amplio, en
vez de constituir el rasgo central de la nueva forma de sociedad que
reemplaza al feudalismo.
Los textos de-Marx sobre la naturaleza de las relaciones entre
el Estadc> y a sociedad contienen una ambigedad definid a.(Tor
una parte, ^e..plantea que el Estado no es ms que el vehculo me-
diante el cual se realizan los intereses de la clase dominante: el Es-
.tado. es nicamente un rgano de dominacin de clase. Por otra,
muchos de los comentarios de Marx sobre el Estado capitalista de
muestran una conciencia de la importancia administrativa del Esta
do como supervisor de las operaciones de la produccin capita-
listjp La ambigedad no es tan sealada como inicialmente podra
pensarse, ya que es obvio que desea expresar que las propias funcio
nes administrativas dei Estado capitalista al asegurar el cumplimiento
de !as obligaciones contractuales de las que depende e trabajo en el
mercado libre, son de importancia vital para el mantenimiento de
las relaciones de clase entre el capital y el trabajo asalariado; el
Estado proporciona un marco cohesivo para la estructura de clases
inherente al modo de produccin capitalista .<4>ero, sin embargo, exis
te una diferencia de peso, que Marx nunca analiza coherentemente,
entre la concepcin 1) de que el Estado es, en un sentido directo, el
instrumento de la dominacin de clase y que, por tanto, la mayora
de sus caractersticas organizativas dependen del sistema capitalista
de relaciones de clase, y 2) que el Estado es un rgano coordinador
responsable de la totalidad de las operaciones administrativas de la
sociedad dentro de la cuai la relacin de dominacin de dase perte
nece a la esfera econmica separada)La teora de la burocracia tiene
una importancia focal a este respecto y la especial importancia de la
utilizacin, por parte de Weber. de un modelo poltico en vez de
econmico se aclara, en gran parle, al comparar sus opiniones en
esta materia con las de Marx.
En sus diversos escritos sobre i.i burocracia, Marx sin ninguna
duda da ms importancia a !a primera de estas concepciones.{EI Es
tado burocrtico se describe como un desarrollo parasitario de
la sociedad, como una expresin de la dominacin de ciase de la
burguesa, destinado, por tanto, a desaparecer cuando sea superada
la socicdad clasista^-Esta es, en realidad, la causa de que no haya
en su obra nada ms que una rudimentaria teora de la burocracia,
derivada de una simple inversin de la concepcin hegeliana de
la burocracia estatal como clase universal.Mientras que Hegel
argumenta que la burocracia representa los intereses generales de
la comunidad frente a los intereses egostas de la sociedad civil, Marx
sostiene que el Estado burocrtico es una manifestacin de los inte
reses sectoriales de la clase dominante. De lo que se desprende que
ej problema burocrtico se resuelve como un elemento de la des
aparicin de las clases y no exije un anlisis especial.}El punto de
vista de Weber, por otra parte, insiste fundamentalmente en la se
gunda concepcin antes mencionada: el Estado burocrtico ofrece
un paradigma de la forma tpica de organizacin social que aparece
con el nacimiento del capitalismo. Las relaciones de clase propias del
capitalismo no son el factor determinante: la forma administrativa
ejemplificada en el Estado burocrtico constituye el marco que ne
cesita la empresa econmica racionalizada. Weber no niega que
la actividad del mercado capitalista, si se le permite funcionar sin
ninguna traba, acta en favor del capital; pero la transformacin
de esta situacin mediante la abolicin de la propiedad privada de
los medios de produccin, no puede proporcionar los medios para
la transformacin total de la sociedad vislumbrada por Marx
Cap rulo 3
ALGUNAS TEORIAS POSTERIORES
7 Ib id., p 165
no se organizan para la consecucin de los mismos. Donde una co
lectividad se organiza con este propsito se convierto en un grupo
de intereses.
La utilidad de este esquema, en opinin de Dahrendorf, no se
limita a su aplicacin a las sociedades post-capitalistas: se puede
utilizar tambin para explicar las caractersticas de la estructura de
clases del capitalismo tal como fue descrito, en trminos diferen
tes, por Marx. As, se puede decir que el desarrollo de la empresa
capitalista decimonnica ha estimulado el nacimiento de dos cuasi-
grupos, el capital y el trabajo. El carcter especfico de la sociedad
capitalista, sin embargo, se deriva del hecho de que los conflictos
industriales y polticos quedaban superpuestos. l conflicto entre
el capital y el trabajo no quedaba confinado a la industria, sino que
%e extenda a la esfera poltica, dado que la autoridad poltica es
taba muy cerca de la dominacin economa^ Como resultado de
esta superposicin de las divisiones de intereses, el conflicto de
clases se converta en algo particularmente intenso cuando empe
zaban a formarse grupos de intereses organizados para representar
las reivindicaciones divergentes del capital y del trabajo asalariado.
Pero la misma aparicin de estos grupos de intereses y los cambios
concretos que han contribuido a producir han minado la posibili
dad del levantamiento revolucionario previsto por Marx*.
Con arreglo al esquema conceptual de Dahrendorf se deduce que
la socicdad post-capitalista es necesariamente una sociedad cla
sista. Pero, no menos evidentemente, su sis.tema de clases es muy
diferente del que es propio del capitalismo.CEl ms significativo de
los diversos cambios mediante los que Dahrendorf trata de distinguir
el capitalismo del post-capitalismo es la separacin institucional
de los conflictos industrial y poltico un fenmeno que se deriva
de la institucionalizacin de la negociacin colectiva en la industria
y de la consecucin del sufragio universal en la esfera poItica> Esto
se manifiesta en que el conflicto industrial, generalmente, no tiene
repercusiones directas sobre la accin politic Segn Dahrendorf.
la nocin de un partido obrero ha perdido su significado poltico 1
No existe una conexin inregral entre los sindicatos y los partidos
de los trabajadores en los pases occidentales: aquellos lazos que
todava existen son simplemente un residuo de la tradicin. Lo mis
mo ocurre en los niveles superiores. La posicin de autoridad que
9 Dahrendorf reconoce, sin embargo, que Los cambios que separan a las
sociedades capitalista y posteapitaiista no se deben enteramente i los efectos
de! conflicto de clase, ni han sido -simplemente cambios en las pautas de con
flicto (ib id , pp. 245-6)
4 Ibid., p . 275
ocupa el gerente de una empresa no implica una influencia poltica
directa, esta ltima se sita independiente de las relaciones propias
de la esfera industrial.
12 / lu te des classes, PP 2 M .
13 Ihid., pp. 51-2.
se a objetivos (irrealizables), tales como que la dominacin del
hombre por el hombre puede ser trascendida con la superacin del
capitalismo por el socialismo -concepciones que no pueden acep
tarse a menos que se compartan en su totalidad las teoras de Marx.
Es la conjuncin de estos dos elementos en la obra de Marx, insiste
Aron, lo que ayuda a explicar la continua fascinacin de los pensa
dores sociales por la nocin de clase. Pero esto est, a su vez, unido
a la atraccin que el marxismo ejerce por s mismo, un fenmeno
que Aron explica en trminos toequevillianos. Las sociedades
modernas en la medida en que son democrticas, estn expuestas
a la contradiccin entre su profesin de fe en la igualdad de los
hombres y las manifiestas desigualdades polticas y econmicas que
existen entre ellos. Las democracias industriales proclaman la igual
dad de los individuos, en el trabajo y en el campo de la poltica.
Ahora bien, en realidad, existe una gran desigualdad en los ingre
sos y en los modos de vida *\ La constante tensin entre el ideal
y la realidad, y la visin de una sociedad en la que esto desaparece
mediante la accin revolucionaria de una clase despojada ex
plica el apasionado compromiso que el marxismo puede estimular.
Se deduce de esto, para Aron, que si bien las ideas de Marx
expresan algunas de las aspiraciones producidas por esta tensin
inherente a la sociedad industrial, no proporcionan un anlisis sa
tisfactorio de sus orgenes incluso si nos olvidamos de la filosofa
de la historia de Marx y nos limitamos a sus proposiciones fcn-
cas sobre las clases y el conflicto de clases. La teora de las clases
de Marx, sugiere Aron, se basa principalmente en observaciones
referentes sobre todo al proletariado, la clase par excellence
lEn la Europa del siglo xix, durante las primeras fases de la indus*
trializacin, el proletariado, excluido del peder poltico,, trabajaba
y viva en unas circunstancias uniformemente degradantes, y apa<
reca como el modelo de una clase oprimida. Pero ninguna otra
clase se ajusta a los criterios caractersticos que Marx trataba de
aplicar/ La burguesa,.' por ejemplo, nunca ha sido un grupo tan
claramente idcntificable. si se lo define como integrado por to
dos los que se encuentran por encima de la categora (no clara
mente delimitada) del pequeo propietario. Segn Aron, cual
quier teora de las clases debe enfrentarse con el carcter indefinido
de la propia realidad social: las clases son en muy pocas ocasiones
unos grupos tan diferenciados y ran claramente identificables como
lo era el proletariado del siglo xix. La ambigedad de los estudios
conceptuales sobre las ciases a partir de Marx refleja una condicin
14 Jbid,. n 95
verdadera de la realidad. Esta incertidumbre en la realidad social,
afirma Aron, debe ser el punto de partida de cualquier investigacin
sobre las clases sociales . Los socilogos occidentales han estado
obsesionados con los problemas de las clases, pero han sido in
capaces de llegar a una definicin aceptable de este fenmeno. La
paradoja se resuelve en trminos del anlisis precedente: las so
ciedades industriales (de ambos tipos, capitalistas y socialistas) con
tinuamente engendran desigualdades al tiempo que eliminan mu
chas de las formas de discriminacin manifiesta que caracteriza
ban a tipos anteriores de sociedad que no estaban influidos por las
ideas democrticas. Las relaciones de desigualdad, consagradas le
galmente, por ejemplo, las que existan en los estamentos medie
vales, han sido abolidas; las estructuras jerrquicas de las socieda
des industriales son ms fluidas y estn delimitadas con menos cla
ridad. Ms an, estas estructuras son de un gnero complejo que
implica una multiplicidad de fenmenos.
Bajo estas condiciones, por tanto, se pregunta Aron, podemos
hablar de la existencia de clases diferenciadas? Existen tres con
juntos de circunstancias en los que no podemos hacerlo: 1) Cuando
el principio fundamental de la diferenciacin jerrquica no es eco
nmico, sino religioso o racial. 2} Cuando el destino o las oportu
nidades vitales del individuo no dependen fundamentalmente del
grupo al que pertenece dentro de la sociedad, sino exclusivamente
de s mismo: en otras palabras, cuando prevalece algo muy pareci
do a una total igualdad de oportunidades. 3) Cuando las condicio
nes socio-econmicas de cada uno son fundamentalmente similares
Ninguno de estos tres conjuntos de circunstancias se da en el con
texto de las sociedades industriales y en consecuencia! no es leg
sim o hablar de clases sociales, categoras socio-econmicas (ensem-
bles) definidas por una pluralidad de criterios y que constituyen
grupos ms o menos reales dentro de la totalidad de la sociedad jIa. La
equivocacin ms o menos real es deliberada. Si las clases cons
tituyeran, como dio a entender Marx grupos claramente definidos
que producen normalmente una conciencia de unidad de clase, no
existira problema alguno.1Pero de las cuatro clases principales que
son reconocidas frecuentemente por los socilogos como existentes
dentro de las sociedades capitalistas no hay ninguna que tenga una
forma claramente definida.^ La burguesa no es una unidad cohe
76
que se estudiarn en un captulo posterior; en este captulo nos
ocuparemos principalmente de las crticas conceptuales de Marx.
La teora de las clases de Marx, como los tres autores sealan,
fue formulada en el contexto de una concepcin de la Praxis pol
tica. Es evidente que sus escritos no pueden considerarse como
un ejercicio puramente acadmico de interpretacin social: no slo
estn concebidos con una finalidad prctica, sino que posteriormen
te han ejercido una tremenda influencia poltica e ideolgica en
la sociedad. Estos factores, segn los crticos de Marx, han dificul
tado tanto una adecuada exposicin de sus propias ideas, pues las
exhortaciones revolucionarias se confunden con los anlisis razona
dos, como oscurecido la cuestin de la validez de su teora, porque
esta teora se ha convertido en s misma en un hecho social. La
situacin se complica, como Dahrendorf puntualiza con firmeza,
por la pesada capa de elementos filosficos que permiti a Marx
integrar sus estudios ms concretos sobre las clases en su teora de
la superacin del capitalismo por el socialismo.|Es interesante sea
lar, sin embargo, que estos mismos factores han sido juzgados con
frecuencia por los que: simpatizan con Marx como una razn funda
mental para defender su teora. Se argumenta que la fuerza prin
cipal del punto de vista marxiano, que le separa de la ciencia social
acadmica, es su fusin de la teora y la prctica. El marxismo, se
dice, es un mtodo ms que un conjunto rgido de generalizaciones
y hallazgos. En consecuencia, la validez de las ideas de Marx ha
de juzgarse en trminos de su xito en la praxis 2. Los aspectos filo
sficos de la teora de las clases de Marx son, desde esta perspec
tiva, una parte necesaria de su carcter de anlisis y crtica del ca
pitalismo.
Los problemas planteados por estos temas se relacionan con la
cuestin general de la verdadera naturaleza de la teora sociolgica
y su relacin con la practica poltica, y, por tanto, se remiten a cues
tiones que caen fuera de los objetivos de este libro. Tienen inters
aqu slo en la medida en que muestran de manera inmediata las di
ficultades de, la interpretacin de la concepcin de la clase y del
conflicto de clases en Marx. La cuestin es que ambas opiniones, la
crtica y la favorable, tienden a subestimar la importancia de lo que
Dahrendorf llama elementos sociolgicos en contraposicin a
los filosficos del pensamiento de Marx. Si Marx fue algo ms
que un cientfico social, tambin fue un cientfico social en mayor gra
do de lo que muchos de sus crticos o de sus seguidores le conceden.
7 Ibid., p . 1 6 8.
4 Lenski tambin hn expuesto un concepto de dase que reconoce una plu
ralidad de clases; y sus ideas son susceptibles de objeciones similares. Ver
Gerhard E. Lenski. Power and Pnvdcgc (Nueva York, 1966).
al nio con el agua de la baera. Y si bien no nos convence el con
cepto de clase empleado por Marx a la hora de analizar satisfacto
riamente el tipo de problemas que constituan el ncleo de sus preo
cupaciones, Jrampoco conseguiremos ninguna ventaja terica signifi
cativa sustituyendo ciase por autoridad. Poseemos ya en socio
loga un marco conceptual lo suficientemente adecuado con el que
analizar los sistemas de autoridad y de poco sirve contundirlo con
la terminologa de la clase9!
La obra de Ossowski es ms genuinamente original y aunque
fundamentalmente no se trate de un intento de revisar el con
cepto de clase de Marx mantiene una preocupacin por un factor
que es fundamental en la obra de Marx: el fenmeno de la con
ciencia de clase aunque Ossowski se interese menos por la con
ciencia de la unidad de clase que por las imgenes cognoscitivas
de la estructura de clases.} Pero stas, seala, estn vinculadas de
forma precisa: as, el esqdema dicotmico, cuando penetra y llega
a formar parte de la ideologa pblica, tiende a estimular y refor
zar una conciencia de solidaridad de clase por parte de la clase proto-
revolucionaria I0.
Peto Ossowski hace depender el sistema dicotmico demasiado
estrechamente de su funcin social como propaganda revoluciona
ria. Insiste en que las concepciones dicotmicas de clase suelen im
plicar la presuncin de un conflicto de intereses y de aqu que estn
asociadas a un cuestionamiento revolucionario del orden existente.
Pero esto no ocurre siempre as. ni en el lenguaje popular ni en los
estudios sociolgicos sobre la clase. El lenguaje dicotmico frecuen
temente forma parte de representaciones de las relaciones de ciase
que estn unidas a un punto de vista conservador y que permite
representar las dos clases en cuestin ms en armona que en con
flicto. Esto se encuentra frecuentemente en las imgenes alentadas
por formas aristocrticas de gobierno, que sealan la capacidad na
tural y legtima de una cierta minora para gobernar n. En el campo
del anlisis sociolgico los esquemas dicotmicos conservadores
(v en el contexto del anlisis del conflicto) aparecen en los textos
de los tericos de las lites Pareto y Mosca. Ms an, incluso en
u lbid.t p, 79.
Los principales grupos en cuestin en este caso son ios negros, los blan
cos pobres y los terratenientes. Ver: por ejemplo, J. A. Dollard, Coste ana
Class m j Southern Tow n (New Ha ven. 1937)
nal. Pero la identificacin de Weber de las posiciones de clase per
mite el reconocimiento de varias bases posibles de formacin de cla
ses. Puede haber una multiplicidad de clases diferentes en tr
minos de agregados de individuos que comparten unas posiciones
comunes en el mercado; las combinaciones ms significativas de stos
pueden dilucidarse en el contraste existente entre Besitzklassen y
Erwerbsklasset:; y se podra desarrollar una clasificacin ms utili
zando la concepcin de Weber de clase social. Todas estas diver
sas clases estn, sin embargo, fundadas en la divisin del trabajo;
no son (como las clases de Warner) ejemplos del esquema de gra
dacin de Ossowski u.
Sin embargo, por muy til o apropiada que pueda ser la clasifica
cin de Ossowski de las formas de las imgenes de las clases para
iluminar las representaciones de las clases en la ideologa popular, no
contribuye realmente a identificar las principales diferencias entre
las formas en que se ha empleado el concepto en sociologa.\Mien
tras. Ossowski est indudablemente en lo cierto al sealar la mutua
influencia de la ideologa popular y el pensamiento sociolgico, la
relacin entre ambos permanece ambigua en su anlisis y es confuso
unir los dos como tiende a hacer, j As, mientras que el esquema
dicotmico, tal y como lo presenta, puede estar frecuentemente
vinculado a aJguna especie de intento revolucionario, como es evi
dente en el marxismo, existen numerosos usos de este esquema que
no llevan consigo esta implicacin ni tampoco una claramente
conservadora. No es nicamente en Marx donde un modelo di
cotmico de clases concuerda con el reconocimiento de la existencia
de diversas clases en cualquier sociedad emprica.]As, las Besitz
klassen y Ertverbsklassen de Weber constituyen una divisin dico-
tmica basada, siguiendo a Marx, sobre Ja propiedad y la exclu
sin de la posesin de los medios de produccin; y el modelo dual
de clases de Dahrendorf, cuando se aplica al anlisis de cualquier
sociedad dada, identifica numerosas clases.^
Aunque Ossowski mantiene que el concepto marxista de clase
aplicable al capitalismo del siglo xix ha perdido hoy mucha de su
importancia, apenas indica qu es lo que debe sustituirlo o cmo pue
de ser modificado para su aplicacin ai mundo contemporneo. /VI
final parece optar por un nominalismo extremo: es posible aplicar
la mayora de los esquemas que hemos considerado, si no todos, a
casi todas las sociedades clasistas Las diferentes categoras con
2. Max W eber
lb id .r p. 33.
21 Dahrendorf. sin embargo, nos advierte especficamente contra la- contu
sin entre clase y estratificacin.
22 Economy ana Society. vol 2, p. 927
que comparten una situacin comn de mercado, en funcin de los
bienes o de las capacidades que poseen. Pero la escala de bienes
y capacidades^ posedas por los individuos es extremadamente va
riable y uno podra llevar esta opinin a su reductio ad absurdum
suponiendo que cada individuo lleva al mercado una combinacin
levemente diferente de propiedades o de habilidades y, por tanto,
que existan tantas clases como individuos concretos participan
en las relaciones de mercado.^ En la prctica, por supuesto, son slo
las diferencias ms importantes entre situaciones de mercado de los
individuos las que se deben tener en cuenta para catalogar las di
ferencias de dase.( Pero incluso entonces podemos quedarnos con
un nmero de clases muy amplio como las que estn incluidas
dentro de la clasificacin de Weber de Besitzklassen y Erwcrbsklas-
sen Mientras que puede ser til para algunos propsitos recurrir
a semejante esquema complejo, en general, es demasiado abulta
do como para que pueda ser de aplicacin universal y, de hecho,
Weber, no parece hacer uso del mismo en todos sus escritos emp
ricos.
Cuando utiliza el trmino clase en el conjunto principal de
sus obras, normalmente parece emplearlo en dos sentidos: l) en
un sentido claramente marxiano, como cuando habla de burgue
sa, campesinado, clase obrera, etc. 2) Para referirse a lo
que, en su estudia conceptual de la cuestin en Economa y so
ciedad, denomina case social. La relacin entre estas dos connota
ciones de dase, sin embargo, es oscura, dado que d anlisis de
Weber del concepto de clase social es extremadamente precipi
tado. Ms an, la definicin de este ltimo concepto parece en parte
anular la formulacin inicial de clase comoun agregado de las
situaciones comunes de mercado. Puesto que la nocin de dase
social slo aparece en el segundo y posterior estudio de las clases
y los grupos de status, la conclusin a deducir es |ue lleg a darse
cuenta de las imprecisiones de la versin anterior. Pero como la
ltima formulacin, en cierto modo, abandona la opinin de que la
clase se refiere nicamente a los intereses econmicos en el merca
do. tiende a di fu minar la clara lnea divisoria que Weber trat ori
ginariamente de establecer entre la situacin de clase y los grupos
sociales y formas de accin que podan desarrollarse entre los que
compartan posiciones comunes en el mercado.
Weber indudablemente estableci su concepto de posicin de
clase principalmente con e! fin de diferenciar tajantemente su pun
to de vista del de Marx y especialmente de ciertas variantes del
marxismo que eran corrientes en su poca
Considerar conccptualmente a la clase* con la mismo valoracin que la
comunidad conduce a error. El que hombres en la misma situacin de clase
reaccionen regularmente con acciones de masas a situaciones tangibles como las
econmicas en el sentido de aquellos intereses que son ins adecuados a su ter
mino-medio es un necho importante y, despus de todo sencillo, para el entendi
miento de los acontecimientos histricos. Sobre todo, este hecho no debe condu
cir a esa especie de operacin pscudo-cientfica con los conceptos de clase e
intereses de clase* que se encuentra tan frecuentemente en nuestros das y que
ha encontrado su expresin ms clsica en la manifestacin de un autor de
talento de que el individuo puede equivocarse en relacin con sus intereses pero
que la case es infalible en relacin con sus intereses 21
3. Conclusin
5 Ibtd., pp. 353 ss. Bloch seala que s. percibi qtir la caracterstica do
minante de !a ciudad era que estaba habitada por un tipo especial de ser hu
mano
clases son nominalmcnte abiertas: es decir, la pertenencia a una
ciase no est determinada por una posicin hereditaria respaldada
por la costumbre o la ley 6.
A fin de avanzar, sin embargo, debemos examinar algunas de las
dificultades que plantea Ja teora de las clases de Marx, en relacin
con el capitalismo y su prevista superacin por el socialismo.
Marx utilizaba el trmino capitalismo en un sentido espec
fico. Ha existido una tendencia general entre los historiadores eco
nmicos, tanto en la poca de Marx como ms recientemente, a
buscar las huellas del capitalismo en la Edad Media 7 y, tambin
frecuentemente, a identificar su existencia en pocas anteriores de la
historia. En este sentido, el capitalismo se compara normalmente
con la formacin de relaciones comerciales y de mercados moneta
rios, que implican operaciones de intercambio. Marx rechaza expl
citamente esta opinin. As, critic al maestro de Weber, Mommscn,
por ejemplo, basndose en que este ltimo encuentra un modo de
produccin capitalista en cada economa monetaria3. Tampoco,
segn Marx, es satisfactorio sostener meramente que el capitalismo
es un sistema de produccin de bienes. Lo que realmente distingue
al capitalismo como sistema econmico es que !a misma fuerza de
trabajo se conviene en una mercanca, comprada y vendida en el
mercado:
1 Ver Roben A. Nisbet, The decline and fall of social class, op. cit.
A Lo que denomino estructuracin de clase. Gurvitch lo llama negativamente
rsistance a la pentration par la socict globae. Jeorges Gurvitch Le con
cept de dasses sociales de Marx J nos iours (Pars, 1954), p. 116 y passttn
drados por las diferentes capacidades del mercado, slo existe, en
una sociedad dada, un nmero limitado de clases.
Puede ser til en este momento definir lo que no es una clase.
I Primero, no es una entidad especfica esto es, una forma so
cial delimitada en el sentido en que lo es una firma comercial
o una universidad y no posee una identidad sancionada pbli
camente./ Es extremadamente importante recalcar esto, dado que
el uso lingstico establecido frecuentemente nos lleva a aplicar ver
bos activos al trmino clase; pero el sentido en el que una clase
acta en una cierta forma o percibe elementos de su entorno al
igual que un agente individual, es altamente elptico y esta especie
de empleo verbal debe evitarse siempre que sea posible. Del mismo
modo quiz sea errneo hablar de afiliacin a una clase, puesto
que esto puede implicar la participacin en un grupo definido.
Esta forma de expresin, sin embargo, es difcil de evitar y no in
tentar hacerlo en adelante. |En segundo lugar, la clase ha de distin
guirse del estrato y la teora de las clases del estudio de la estra
tificacin.) El ltimo comprende lo que Ossowski llama un esque
ma de gradacin, entraa un criterio o conjunto de criterios por el
que los individuos pueden ser ordenados descriptivamente segn una
escala. La distincin entre clase y estrato es de nuevo una cuestin
de cierta importancia y se relaciona directamente con el problema
de las fronteras de la clase. Pues las divisiones entre estratos,
desde el punto de vista analtico, pueden trazarse con mucha pre
cisin, puesto que se pueden situar en una escala de medida como,
por ejemplo, con el estrato de renta. Las divisiones entre clases
uo son nunca de este tipo; ni tampoco se prestan a una fcil visua-
lizacin en trminos de cualquier escala ordinal de ms alto y
ms bajo, como sucede con los estratos aunque, una vez ms,
este tipo de imgenes no pueden evitarse totalmente.'Finalmente,
debemos distinguir claramente entre clase y lite. La teora de las
lites, formulada por Pareto y Mosca, se desarroll, en parte, como
un rechazo consciente y deliberado del anlisis de clases. Los teri
cos de la lite sustituyen el concepto de relaciones de clase por la
oposicin entre lite y masa; y en lugar de la yuxtaposicin
marxista entre sociedad clasista y ausencia de clases adoptan la
idea de una sucesin cclicade las lites in perpetuo) Su empleo de
trminos tales como clasegobernante y clase poltica son de
hecho confusos e ilegtimos. Ms adelante argumentar, sin embar
go, que el concepto de lite no es, en absoluto, incompatible con la
teora de las clases; por el contrario, despojado de ciertasconno
taciones que algunas veces la han hipotecado, la nocin es de im
portancia esencial.
2. La estru cturaci n de las relaciones de clase
16 Cf.: sin embargo, la observacin de F.ngels ile que *du pobreza a menudo
habita en callejuela ocultas cerca de los palacios Je los ricos; pero, en ene-
ral, se le asigna un territorio separado, donde apartada de ia vista de las clases
ms favorecidas, sobrevive corno puede (Friedrich Engcis, Tbe Con dtiion of
tbe Working Chiss in Englan in iS4-, Londres. I % 8 p 26)
' Ver. ms adelante, pp. 217-18.
trabajador de base. Estos rganos se encuentran entonces en una
posicin desde la que pueden, a su vez, influir e intentar dirigir la
conciencia de dase de las masas. Si bien la propia institucionaiizacin
de los rganos, nominalmente establecidos para promover ciertos
intereses de clase, pueden proveer un factor ulterior que intervenga
entre el miembro de la clase y el verdadero avance de sus intereses,
en lneas generales sta es una interpretacin aceptable de los
procesos que supone la agudizacin de la conciencia del conflicto.
Lo que no queda suficientemente explicado es por qu semejante
conciencia debe adoptar una forma revolucionaria.
Si el factor ms importante que acelera la conciencia de con
flicto es la visibilidad de las diferencias de clase, el factor ms im
portante que influye en la conciencia revolucionaria es la relativi
dad de la experiencia dentro de un sistema dado de produccin, ^a
conciencia revolucionaria, como la he definido, entraa una percep
cin del orden socioeconmico existente como ilegtimo y un
reconocimiento de modos de accin que se pueden adoptar para
reorganizar este orden sobre nuevas basesJ Semejante percepcin
es, casi siempre, exclusiva de los componentes de los grupos crni
camente subprivilegiados cuyas condiciones de trabajo permanecen
estables a travs del tiempo. Su creacin implica un marco por re
ferencia al cual los individuos pueden distanciar su experiencia del
aqu y ahora, de la realidad social dada, y vislumbrar la posibili
dad de una realidad que difiera radicalmente de sta. El trmino
privacin relativa se aplica de forma inadecuada en este contexto.
La experiencia de la privacin {que es necesariamente relativa,
dado que un individuo que se siente privado debe, en algn senti
do, orientarse segn un estndar de legitimidad) es simplemente
un elemento en la imagen; el resentimiento difuso slo adquiere un
carcter revolucionario cuando se funde con un proyecto concreto,
por muy vagamente formulado que est, de un orden alternativo que
pueda llevarse a Ja prctica.
AJiora bien, en la teora marxiana. como ya he indicado, el con
flicto que procede de la divisin de intereses en las relaciones de
clase se une con el que se deriva de la contradiccin. Esto contribu
ye a explicar el origen de lo que en ocasiones se considera como un
puni oscuro en la concepcin de Marx del desarrollo de la con
ciencia de clase del proletariado en el capitalismo: esto es. por qu
tiene que orientarse !a revuelta de la clase obrera hacia una supera
cin institucional del orden existente. La respuesta, evidentemente,
es que la clase obrera es la portadora de un nuevo principio de
organizacin social y econmica cuya puesta en prctica contradice
el que regula el funcionamiento del modo de produccin capitalista
Pero no est del todo claro cmo los miembros de la clase obrera
se dan cuenta de esto. El anlisis de Marx en este punto tiende a
remitirse a los resultados de la dependencia explotadora del trabajo
asalariado en relacin con el capital y, por tanto, a los efectos de
la depauperacin tal y como se manifiestan en la relativa inmovi
lidad de los salarios y en el crecimiento del ejrcito de reserva in
dustrial. Sin embargo, como se ha mencionado en el captulo 1, existe
tambin una segunda teora marxiana de la revolucin, que tiene en
cuenta, en cambio, el choque entre un orden agrcola atrasado y el
impacto de la tcnica avanzada. Lo que quiero decir es que es
esta dase de situacin la que realmente tiende a ser la razn funda
mental de la formacin de la conciencia revolucionaria de clase en
vez de la anterior. En tales circunstancias, el nacimiento de contra
dicciones se produce de una manera abrupta y clara y tiene conse
cuencias que afectan a todos los aspectos de la vida del trabajador,
creando as lo que cabe estimar como el paradigma para el desarrollo
(potencial) de la conciencia revolucionaria en el mundo moderno.
Dos cosas deben sealarse en este contexto. En primer lugar, la
creacin de una conciencia revolucionaria de clase no ocurre nece
sariamente, como presuma Marx, al menos en su concepcin del na
cimiento de un proletariado revolucionario, como fruto de la ma
durez del capitalismo, como una mera agudizacin de la conciencia
del conflicto. Sus orgenes son diferentes, y no existe razn para sos
tener que se encuentra intrnsecamente unida a los tipos de condi
ciones sociales que intervienen en la produccin o agudizacin de la
conciencia de conflicto un hecho que tiene importantes implica
ciones y que se estudiar ms adelante. En segundo lugar, se dedu
ce que los orgenes de la conciencia revolucionaria tendern a estar
ligados, bien a aquellos grupos que se encuentran en los mrge
nes de incorporacin a una sociedad basada en la tcnica indus
trial (por ejemplo, campesinos cuyo modo tradicional de produc
cin ha sido socavado), o, \la inversa, a aquellos implicados en ios
sectores de producci'n tcnicamente ms progresivos.
Gran fiarte de la bibliografa sobre el tema, por supuesto, $e
ocupa principalmente de la conciencia de clase como fuente de im
pulso para la accin poltica, entendiendo por ello la formacin de los
partidos de la clase obrera con algn tipo de programa revolucio
nario. Si bien no deseo soslayar en modo alguno las cuestiones que
plantea esta situacin no me propongo discutir en detalle los fe
nmenos que subyacen .1 la organizacin de !os partidos. Creo que
Lenin estaba fundamentalmente en lo cierto ai afirmar que la clase
obrera, por sus propias tuerzas, nicamente es capa/, de producir
conciencia trade-unionista pero es un error suponer que sta
pueda transformarse en una conciencia revolucionaria principalmen
te por medio de una activa direccin del Partido. Existen importan
tes elementos de verdad en la opinin de Rosa Luxemburgo sobre
los orgenes de la conciencia revolucionaria en comparacin con
la de Lenin. Porque si podemos estar de acuerdo con Lenin en que
la conciencia revolucionaria no surge espontneamente de la ma
durez de la produccin capitalista, tambin tenemos que aceptar
que los factores que producen semejante conciencia entre la base no
slo tienen que ver con el carcter de la direccin poltica y han de
buscarse en las condiciones de trabajo de la clase obrera como tal.
1. Elites y poder
RECLUTAMIENTO
Ahtertn Cerrado
1 ntegracin
AMBITO
Amplio Restringido
' Este es rl tipo de cr frica hccho por Durkhcim (aunque no contra Marx
especficamente): ver Professionai E l bu-, and Civic Moris (Londres, 19571.
pginas 51 S5 .
nenda inmediata. El Estado est separado de la sociedad preci
samente en la medida en que no es responsable ante sta. La cues
tin de la superacin del Estado, por tanto, gira en torno a la supe
racin de los modos mediante los cuales el Estado es puesto al ser
vicio de intereses sectoriales en vez de los de la colectividad en su
conjunto. El problema burocrtico, para Marx, es uno de estos
modos de subordinacin del Estado a intereses sectoriales: es decir,
a intereses de clase. Por limitado que pueda ser el anlisis de Marx
de la burocracia en algunos aspectos, no es, en modo alguno, tan
completamente estril como generalmente se supone atando se le
compara con la formulacin de Weber sobre esta cuestin; es la
opinin de Weber, que vincula la separacin del Estado con su
carcter de sistema burocrtico, la que parece ms ingenua y sim
plista. El punto de vista de Marx contiene varias indicaciones con
cretas relativas al carcter contingente del principio burocrtico,
y, por tanto, tambin con respecto a la forma de su superacin con
la abolicin del Estado en el socialismo.
Puede considerarse como axiomtico que la forma institucional
del capitalismo (tanto para Marx como para Weber) se manifiesta
como un tipo puro en la medida en que el papel del Estado se
limita a la regulacin de obligaciones contractuales. As, el Estado
capitalista (como subrayan tanto Marx como Weber) presupone ne
cesariamente una dicotoma entre el orden econmico, que queda
abierto al juego de las fuerzas del mercado, y el orden poltico una
dicotoma entre el hombre econmico y el hombre poltico. El
error en que incurren ambos, desde perspectivas opuestas, es su
poner una flexibilidad muy escasa en la gama de posibles relaciones
entre el Estado capitalista, definido en estos trminos, y la me
diacin del control. La cuestin del carcter separado del Estado
no puede ser entendida adecuadamente ni en funcin de la auto
noma burocrtica de los funcionarios ni en trminos de una serie
de necesidades claramente definidas que emanan del libre juego
de las relaciones de mercado.
: General Economic Hispry (Nueva York, 1961). pp. 224 ss.; tambin- .lean
Baechler, Essai sur les origines du syatme capimlistc*, Archines ruropnnes de
Sciologie 9, 1%8.
tcnica, que encuentra su mejor expresin en la mquina, resume el
carcter intrnseco deJ capitalismo moderno como estructura econ
mica y social, para Marx esta racionalizacin de la tcnica es, en un
sentido muy importante, algo secundario y subordinado aJ atributo
central del capitalismo como sistema clasista.
Ambos puntos de vista respecto de las relaciones que existen
entre el capitalismo y el industrialismo son, a mi entender, insufi
cientes, Lampoco establecen las necesarias distinciones conceptuales
de un modo satisfactorio los dos dan por supuesto lo que de hecho
necesita demostrarse mediante un anlisis concreto. La concepcin
weberiana es deficiente porque se basa en el establecimiento de un
vnculo engaoso entre la racionalidad de la Lcnica y la racionaliza
cin de la gestin organizada (burocracia), sin tener en cuenta sufi
cientemente la posibilidad de que ambos aspectos de la racionalizacin
dependan, al menos hasta cierto punto, de variaciones en la estruc
tura de clases (es decir, la sociedad clasista en contraste con la ausen
cia de clases). El error del punto de vista marxiano es similar, excepto
que la direccin del nfasis se invierte. Marx consideraba el proceso
de industrializacin como algo secundario y derivado del capitalis
mo, en el sentido marxiano del trmino: se trata, por decirlo as,
meramente del resultado lgico de los impulsos que lleva consigo
el carcter clasista del modo de produccin capitalista \De aqu que,
como ya he indicado antes, la influencia de la tcnica y la estructura
de las relaciones paratcnicas sean consideradas como necesariamente
dependientes y subordinadas .il sistema de clases.
El concepto de sociedad industrial, al menos como ha sido uti
lizado frecuentemente a partir de Saint-Simon, lleva consigo ciertas
afinidades con la forma en que Weber aplica su nocin de capitalis
mo (moderno)4. Han existido, por supuesto, numerosos enfoques
tericos en la sociologa que han empleado la idea de la sociedad in
dustrial desde Saint-Simon. y las concepciones de esta naturaleza
que han desarrollado estos enfoques son muy diversas. Pero todas
Muchos de los que, desde la posicin ventajosa del siglo xx, han
criticado las supuestas predicciones de Marx relativas al futuro del
capitalismo, lo han hecho de una manera bastante curiosa. La opinin
de Dahrendorf sobre el nacimiento de la sociedad post-capitalista
es un caso tpico. E l argumento parece ser el siguiente. Al analizar la
estructura social y econmica del capitalismo del siglo X IX , Marx
tenia mucha tazn en su diagnstico de la dinmica fundamental de
la sociedad capitalista en general, y en su interpretacin de las clases
y del conflicto de clases en particular. Pero el siglo xix no es el si
glo xx: desde la poca de Marx hemos asistido a una serie de profun
dos cambios socio-econmicos que hacen que sus opiniones sean hoy
da superfinas. Es difcil, sin embargo, afirmar que Marx llevaba en
gran parte razn sobre lo que ocurra en el contexto dei siglo xix, pero
que, aplicadas al mundo moderno, sus opiniones son errneas (o in
aplicables). A menos que pensemos que lo que determina el curso de!
desarrollo social es puramente contingente, hay que admitir que
Marx debe haberse equivocado en un grado sustancial desde el prin
cipio en algunas de las caractersticas dinmicas esenciales que atri
bua a las sociedades europeas de cuya historia extrajo la mayor parte
de sus conclusiones,
Aunque un examen detallado de estas cuestiones exigira ms
espacio del que disponemos es posible identificar dos fallos princi
pales en el anlisis Je Marx del capitalismo decimonnico. El primero
se refiere al modo en que intent relacionar su modelo abstracto
de desarrollo capitalista con las sociedades existentes en su poca.
El segundo corresponde a ciertos errores en su teora de las clases dis
cutidos anteriormente. Aunque l (pero sobre todo Engels) dedic
alguna atencin a los Pastados Unidos, la mayor parte de las opiniones
de Marx sobre el pasado y sobre el posible futuro del capitalismo
se basaron en materiales procedentes de tres pases europeos: Alema
nia, Francia e Inglaterra. Las tradiciones filosficas de estos tres pa
ses, en el orden cirado, representan las principales fuentes intelectua
les de las que Marx dedujo el materialismo histrico: la filosofa cl
sica alemana, el pensamiento socialista francs y la economa poltica
britnica. Pero en cuanto a las observaciones ms concretas realizadas
para formular su modelo de desarrollo capitalista, el caso ingls tuvo
una importancia fundamental. E l capital se basa casi exclusivamente
en una documentacin referida a Inglaterra; y al menos despus
de 1850 fue principalmente en el contexto de una teora del des
arrollo derivada de la sociedad britnica en el que Marx trat de in
terpretar el desarrollo de los acontecimientos en los otros dos pases.
La famosa afirmacin incluida en el Prlogo a la primera edicin
alemana de El capital, dirigida al lector alemn que pudiera rechazar
la importancia del desarrollo britnico en relacin con su propio pas
De te jabala narraturh de ti es la historia que se cuenta expresa
sucintamente el punto de vista de Marx. Inglaterra ejemplifica el des
arrollo ascendente de la sociedad capitalista en su forma ms tpi
ca Esto es cierto, debemos insistir en ello, no slo para las obser
vaciones histricas sobre el movimiento de los cercados, etc., sino para
gran parte de la base en que se fundamenta la teora econmica reco
gida en El capital, Lo que no significa que Marx no fuera en cierro
modo consciente de las profundas diferencias existentes en cuanto a la
estructura social y econmica entre Inglaterra y los otros dos pases;
por el contrario, como he dicho antes, siempre mostr un gran inters
por el desarrollo contemporneo de su patria, y tres largos ensayos
histricos dan amplia idea de la profundidad de su preocupacin inte
lectual en relacin con los acontecimientos de Francia. Pero tras los
dnouements de 1848, durante la etapa fundamental de su carrera
intelectual adopt la opinin de que la superacin revolucionaria de
a sociedad capitalista, tanto en lo que atae al entendimiento terico
como a la realizacin prctica, depende de la madurez del modo de
produccin capitalista.
I.os problemas inherentes a esta concepcin, que tueron comparti
dos por muchos escritores contemporneos de Marx, slo se han per
cibido totalmente a la luz de la experiencia posterior, tanto del des
arrollo ltimo de las tres sociedades europeas como de la formacin
moderna de las sociedades fuera de Europa. La cuestin radica en que
en vez de ser el modelo de una evolucin capitalista o industrial,
Inglaterra es la excepcin; o ms exactamente, representa slo una de
las diferentes formas identificables de desarrollo en el nacimiento de
las sociedades avanzadas *. En Inglaterra sin duda como resultado
global de un complicado (y an muy controvertido) conjunto de ante
cedentes histricos especficos el camino estaba preparado en el
siglo xix para la mutua acomodacin del capitalismo y del industria
lismo en un marco general de orden democrtico burgus. En conse
cuencia, el proceso ce industrializacin tuvo lugar de una forma no
dirigida, mediante una multiplicidad de actividades empresariales
en una sociedad burguesa relativamente estabilizada. Francia, en el
siglo xix., y probablemente desde entonces, estaba dominada por el
legado de la revolucin de 1789. Mientras Marx era perfectamente
consciente de ello, e incluso consideraba la poltica francesa como
la ejcmplificacin en cierto modo del Estado burgus, no consigui
analizar de forma adecuada las continuas diferencias en la infraesruc-
ura'\ as como en la super-estructura, que separaban la sociedad
francesa de la britnica. La historia francesa, durante el siglo xrx. es
tuvo condicionada por las persistentes rupturas entre lo que Marx
llamaba elementos retrgrados: ios grandes terratenientes, el cam
pesinado, la Iglesia y el Ejrcito, por una parte, y los intereses indus
triales y comerciales en gran escala, por otra. l proceso de indus
trializacin no slo fue ms dbil y retrasado que en el caso de Ingla
terra, sino que tuvo lugar en el marco de una sociedad que, en lugar
de representar el orden burgus ms moderno, no se convirti en
una sociedad burguesa de forma plena hasta el perodo de republi
canismo triunfante que precedi al cambio de siglo.
En .\lemania, desde luego, la situacin era tambin diferente. Se
puede decir que el verdadero punto de partida de la carrera intelectual
de Marx se encuentra en su preocupacin, a principios de la dcada
i" Cf. John M Maki, Government and Politics :n fapan (Londres, 1962).
pginas 15 ss Ver tambin I C. Abcgglcn y H . Mannari, -Lcadcrs of modern
Japan: social origins and mobility. Economic Dtvelopmcnt and Cultural
Changc )x, 1960; R P. Dore. Mobility. equality, and individuaron in modern
Japan. spects of Social Chance in Modern Japan (Pnneeton, 1967).
virtud de la dispersin de los diferentes principados, como econ
micamente, en razn del contraste entre el predominio de los pequeos
campesinos al Oeste del Elba, y la existencia de los Rittergter, los
grandes patrimonios, al Este. El hecho de que Alemania quedara uni
ficada polticamente bajo el dominio de Prusia consagr la influencia
del elemento Junker en la clase alta hasta bien entrado el siglo xx
un ascendiente estabilizado, como en el Japn, por el monopolio
aristocrtico de la oficialidad del ejrcito y He la burocracia estatal.
Una vez ms igual que en Japn, pero en una forma mucho ms ambi
valente, el ascenso social de los industriales plebeyos a la clase alta
se vio regido sustancialmentc por su aceptacin y por su orientacin
hacia el ethos de la aristocracia terrateniente. Como ha expresado Lan-
des, sublimaron sus ambiciones y mitigaron sus frustraciones en la
lucha por la unidad y el engrandecimiento nacionales l9. Tanto en el
Japn como en Alemania sera correcto afirmar que. hasta cierto pun
to, la clase alta, como seala Max Weber a propsito de los Junkcrs,
cav su propia tumba: e s decir, eventualmente el predominio de
los elementos aristocrticos se vio debilitado de forma inevitable por
la afortunada transicin al industrialismo. Pero en ningn caso esto
anul efectivamente su preeminencia como base de la estructuracin
de la clase alta. Esto se consigui al fin nicamente en conjuncin con
las consecuencias del cambio poltico y de la guerra.
Si estas dos sociedades son ejemplos radicales de un proceso de
desarrollo que fue, en un sentido muy definido, directamente opuesto
a cualquier tipo de tendencia hacia el aburguesamiento de la clase
alta, el papel de la aristocracia terrateniente en la estructuracin de
la clase alta en otras sociedades europeas ha sido tambin muy consi
derable. Esto quiz sea menos cierto por lo que se refiere a Francia,
que, al menos en un sentido formal, elimin su aristocracia con la re
volucin de 1789. Durante la mayor parte del siglo xix, los terrate
nientes y los rentiers, que despreciaban los negocios y el comercio,
fueron la espina dorsal de la clase alta francesa: si su ethos era ms
burgus que aristocrtico, su ideal fue el del bourgeois vivani noble-
ment Como en otros aspectos es probablemente Inglaterra la que
:| Ciass jnd das* ronflirt, p. 16. Capitalistas en la primera cita son aque
llos que tundan y controlan sus propias empresas; herederos ion aqjrl!o5 que
han nacido con vinn posicin semejante.
capacidad de influir en las acciones de los lderes polticos se ha
hecho en realidad ms limitada en lugar de extenderse, debido, en
parte, a que en ia actualidad la lite poltica ampla cada vez ms su
control sobre los asuntos econmicos.
La opinin de que el advenimiento de la revolucin de los
gerentes ha trado consigo o est relacionada con un aumento de la
movilidad social hacia posiciones de direccin econmica, puede consi
derarse como parte de una concepcin ms amplia de la democratiza
cin del acceso a las posiciones de lite en general. La opinin es
difcil de valorar satisfactoriamente a un nivel emprico, debido a la
falta de materiales que nos permitan determinar los ndices tpicos de
movilidad, ya sea intra o inter-generacional, salvo para perodos muy
recientes. La influencia de la educacin sobre ia movilidad social hacia
posiciones de lite es indiscutible, especialmente en el seno del neoca-
pitalismo, cuya caracterstica ms acusada es la expansin masiva de
la educacin superior. Pero es importante sealar que la educacin es
un factor determinante tanto de la diferenciacin como de la homo-
geneizacin de las oportunidades de movilidad. Quiz el caso ms des
tacado sea la creacin de las escuelas pblicas inglesas en el siglo XIX,
que sirvieron para facilitar un reducido monopolio del acceso a las
posiciones de lite en lugar de favorecer la difusin de las oportunida
des de movilidad. Existen ciertamente razones para dudar de que se
haya producido, en la mayora de los pases capitalistas, un aumento
muy pronunciado de las posibilidades de movilidad hada posiciones
de lite como consecuencia de la expansin relativamente reciente de
la educacin superior. Aunque es imposible una comparacin en
detalle, los estudios de los orgenes sociales de los ejecutivos muestran
que en todas partes una mayora, normalmente sustancial, de los diri
gentes de los negocios, ya sean propicmrios o carezcan de'propiedad,
proceden de una reducida capa social econmicamente privilegiada. Lo
mismo ocurre sin duda con los dirigentes polticos y con los altos fun-
donarios de la administracin v .
Dos conclusiones generales parecen desprenderse del examen de
Ja bibliografa sobre la movilidad social: 1) Existen significativas dife
rencias en el grado de apertura de la movilidad hacia posidones de
1 Para unas comparaciones entre nadones. ver Bcrt F Hoselitz. The Role
of Smail Industry in the Procesa of Econamtc Growtb (La Haya. 1963).
5 Vide Joscpn Bcnsman y A rthu r J . V idich, The New American Society
(Chicago, 1971), para ina exposicin de fu ltima de una extensa inca de supues
tas revoluciones* desde Burnhatn en adelante: la revolucin de la dase
media.
Las cifras referentes a los Estados Unidos calculadas por G avn Mackenzie
a partir de datos de los censos americanos; el 4 por 100 adicional y el 5 por 100
representan a los trabajadores agrcolas Otros datos estn tomados de G uy
Routh. Oecuption and Pay in Great Bntain. 906-60 (Cambridge. 1965): y
Solomon B. Lev:ne. Unionisation oi whicc collui cmployees in Japan, en
A dolf Siurrathul, \Vbite-Collar Tradc mons (Urbano. 19661.
Japn son simplemente una cuestin de desfase, indicativa del
bajo nivel del desarrollo tcnico de estos pases y que, por tanto,
en este caso son los Estados Unidos los que muestran a las otras
sociedades Ja imagen de su propio futuro. Pero existen algunos
indicios de que esto puede ser un error o .al menos una simpli
ficacin, porque parece haber tenido lugar una estabilizacin del cre
cimiento relativo del sector de cuello blanco en los Estados Unidos
durante la pasada dcada; y un fenmeno similar parece tambin
haber sucedido en otras sociedades, siempre de acuerdo con la
proporcin considerablemente ms baja de trabajadores no manuales
que caracteriza esas sociedades en comparacin con los Estados Uni
dos. Un caso ilustrativo es el de Inglaterra, citado antes; otro es
el de Francia, en donde el ndice apenas ha cambiado durante los
ltimos doce aos 7.
Pero, por supuesto, ya de por s es engaoso considerar a los
trabajadores de cuello blanco como una 'categora diferenciada;
la expansin general del sector de cuello blanco en las sociedades
capitalistas esconde diferentes niveles de crecimiento para las diver
sas sub-cacegoras de empleo. Mientras que el incremento relativa
mente temprano del sector de cuello blanco se refera principalmente
al aumento de las ocupaciones de tipo administrativo y comercial,
en el neo-capitalismo las ocupaciones que muestran ndices recientes
de desarrollo ms elevados son aquellas que las estadsticas de censo
agrupan bajo la denominacin profesionales y tcnicos, aun cuando
stas no abarcan en ningn lado ms que a unapequea minora de
la totalidad de trabajadores de cuello blanco.
7 Michcl Crozier. The World of the Ojfice Workcr (Chicago. 1971). pp. 11-
op cit., pagi
12; y Whitc-Colar unions the case o f France. en Sturnith.il.
nas 91-2
ingresos medios de los trabajadores no manuales y los de los
trabajadores manuales, es decir, siempre que se compare la distri
bucin real de los ingresos a principios de siglo con la de hoy,
puesto que, en los perodos intermedios, se han producido fluctua
ciones sustanciales. As, tanto en Inglaterra como en los Estados
Unidos la diferencia entre los trabajadores manuales y no manuales
disminuy durante la primera guerra mundial, y de nuevo en la
guerra posterior, y se ha reestablecido desde entonces.
Los cambios significativos que han ocurrido, hoy en da bien
documentados, se refieren, primero, a una relativa disminucin de
los ingresos, de,ios trabajadores administrativos dentro del sector
de' cuello blanco, y en segundo lugar,'l desarrollo de cierto grado de
traslapamiento en los ma'rgenes enrre los trabajadores no manua
les y los manualesfl. Pero a partir de estos cambios en las esta
dsticas del ingreso bruto se ha levantado una inmensa mitologa
en gran parte de la literatura tcnica sobre las clases, as como en
la prensa diaria. La.aparente confluencia de los beneficios econmicos
que corresponden a trabajadores manuales y no manuales adquiere
un aspecto muy diferente si los hechos se estudian ms atentamente.
En primer lugar, no ha desaparecido la superioridad tradicional
del trabajador de cuello blanco en lo tocante a seguridad en el
empleo: en general, los trabajadores no manuales continan disfru
tando de una mayor seguridad, aun cuando, por razones que se
examinarn en los captulos siguientes, existe algn motivo para
suponer que ciertas categoras de trabajadores manuales podrn
disfrutar cada vez ms de condiciones contractuales ms favorables
en el futuro. En segundo lugar, las pautas tpicas de los salarios
profesionales generales son bastante distintas en las dos categoras.
No es slo el hecho de que a los trabajadores de cuello blanco se
les ofrece ms gama de oportunidades de promocin que, en cam
bio, se Ies niega a los trabajadores manuales, lo que est en cues
tin en este caso. Incluso dejando esto aparte, los salarios de los
ltimos caractersticamente experimentan una curva descendente
que los de los primeros, que a menudo tienen incrementos anuales
garantizados, por lo general no experimentan. Asi, Fogarty muestra
que, en Inglaterra, los trabajadores manuales no cualificados alean-
* Cf. Routh, op. cit., Robert K. Burns, The comparativo economic position
o f manual and whitc-collar cmployccs, The Journal of Business 27, 1954;
US Department of Labor, Blue-CollarfWhiteCoiLr Pay Trends. Mrtlhly Li
bar Review, Ju ne 1971; y Crozier. The World ol tbe Office Worker, pp 12*15.
Para una evaluacin del grado en que Jos impuestos progresivos sobre a renta
afectan a estos contornos de la renta, vase Parkin. Ciass Irtequaltly and Poli-
tied Order. pp 119-21
zan el punto culminante de sus ingresos por trmino medio a los
treinta aos de edad, y a partir de entonces va disminuyendo de
un 15 a un 20 por 100 hasta la edad del retiro; los trabajadores
especializados tienden a alcanzar su techo salarial unos diez aos
despus, y posteriormente sus ingresos experimentan un descenso
de un 10 a un 15 por 1009. Por aadidura, la duracin de la sema
na laboral de los trabajadores manuales es mayor que la de los
empleados no manuales: en 1966, en Inglaterra, los primeros tenan
una media de cuarenta y cuatro horas semanales en comparacin
con las treinta y ocho horas de los trabajadores de cuello blanco :0.
En tercer lugar, una proporcin considerablemente mayor de los
que trabajan en ocupaciones no manuales disfrutan de beneiieios
marginales de diversos tipos, tales como pensiones y seguros de
enfermedad: en la mayora de los pases estos trabajadores tambin
obtienen beneficios por exenciones de impuestos como resultado
de la participacin en tales prestaciones".
Aunque existen variaciones en estos fenmenos entre las dife
rentes sociedades, especialmente si tenemos en cuenta el caso del
Japn, stas no modifican el cuadro global de la situacin. Si consi
deramos la totalidad de los beneficios econmicos que pueden conse
guir los trabajadores manuales y los no manuales, la idea de que
est teniendo lugar algn tipo de fusin de los dos grupos puede
rechazarse inequvocamente. El traslapamiento se limita a segmen
tos de las ocupaciones manuales cualificadas, por una parte, y de
ocupaciones comerciales o administrativas, por otra. Pero la carac
12 Fntd M um ord y Olive Banks, Tbe Comouler and (he Clerk (Londres.
1967), p . 21
de las investigaciones sobre la movilidad social es que virtualmente
todo movimiento a travs de la divisin no manual/manual, ya sea
ascendente o descendente, inter o intra-generacional, es de corto
alcanc: es decir, tiene lugar de una forma que minimiza las dife
rencias conseguidas en la capacidad de mercado l?. As, tiene algn
sentido hablar, como lo hace Parkin, del funcionamiento de una es
pecie de zona amortiguadora entre las dos clases: la mayor parte
de la movilidad tiene lugar dentro y fuera de esta zona, que acta
como parachoques de toda tendencia hacia el colapso de las dife
rencias de movilidad que separan a las dos. Las investigaciones
sobre la movilidad social, que incluyen estudios cronolgicos, in
dican que no se han producido muchos cambios en los ndices de mo
vilidad entre los trabajadores manuales y no manuales en el perodo
posterior a la primera guerra mundial.
En conjunto, los descubrimientos de esos estudios muestran
de manera concluyente la importancia de la estructuracin mediata
como fuente principal de diferenciacin de clase entre los trabaja
dores manuales y los no manuales en las sociedades capitalistas.
Pero esto slo puede separarse desde un punto de vista analtico
de las diversas bases de estructuracin inmediata, que de hecho
contribuyen a explicar los orgenes de las variaciones observadas en
las oportunidades de movilidad. Entre estos orgenes, la divisin
del trabajo caracterstica de la empresa productiva y las relaciones
paratccnicas asociadas con ella, tienen un carcter primordial, y evi
dentemente estn vinculadas al sistema de relaciones de autoridad
propio de la empresa, aunque, asimismo, deben analizarse por sepa
rado de ste.
Est perfectamente claro que, desde los primeros comienzos
de la moderna fbrica en gran escala, ha existido una disparidad
genrica entre el trabajador de cuello blanco y el de cuello azul
sugerido por stos mismos trminos, as como por la terminologa
de trabajo no manual y manual en lo que atae a los
atributos propios de cada tarea en la divisin del trabajo. Como ha
subrayado L-ock'wood, el trabajador administrativo, con una capaci
22 Segn Tairn, el 87 por 100 de los sindicatos japoneses son de ripo empre
sarial, y aproximadamente un 80 por 100 de los trabajadores organizados estn
afiliados a stos. Koji Taira, Economic Development arui ibe I^ibor Market in
Japan (Nueva York, 1970), p. 168.
21 Solomon B. Levine, Unionisation of white-collar cmployces in Japan
en Sturmthal, op, cit.. p. 238. Respecto al desarrollo de sindicalismo de empre
sn. ver tambin Levine. Industrial Retalian* in Poshvar lapan (Urbana. 19581
cativo que, como ha sealado Crozier, el trmino francs employs,
que normalmente se aplica a los trabajadores no manuales, se pueda
utilizar para referirse a todos los trabajadores dentro de una empresa;
no existe un trmino genrico que se corresponda con Angestelle,
o con trabajadores de cuello blanco (o el menos frecuentemente
utilizado trabajador de chaqueta negra). Los primeros sindicatos
de vendedores y administrativos, la Chambre syndicale fedrale des
employs, constituida en la ltima parte del siglo xix, fueron de orien
tacin radical y tomaron parte en la fundacin de la central sindical
CGT en J895 24. En perodos posteriores, los sindicatos de traba
jadores de cuello blanco han desempeado un papel en diversos
perodos de conflictividad laboral, tales como las huelgas generales
de 1919 y 1936 25. A partir de la guerra, estos sindicatos, como
los sindicatos de trabajadores manuales, se han dividido segn lneas
ideolgicas, y de acuerdo con ellas se han afiliado a las organiza
ciones comunistas, socialistas o cristianas, siendo las dos ltimas
las ms importantes. En la mayor parte de las otras sociedades
capitalistas, sin embargo, existe un grado muy marcado de separa
cin e incluso de antagonismo, entre los sindicatos de trabajadores
de cuello blanco y los de cuello azul, incluso cuando se encuentran
adscritos nominalraentc a las mismas federaciones; Inglaterra es un
caso tpico. Los sindicatos de trabajadores de cuello blanco en In
glaterra, en lneas generales, han considerado a los sindicatos de
trabajadores manuales como su modelo y con la excepcin de la
Asociacin Nacional de Funcionarios Locales del Gobierno (hasta
1964), se han adherido generalmente al TUC. Pero al mismo tiem
po han mantenido en su mayor parte cuidadosamente su identidad
independiente y han seguido siendo conscientes de la tarea de pro
teger sus intereses especficos.
Por qu existen ndices de sindicacin, en lo que se refiere a
la afiliacin sindical, generalmente ms bajos entre los trabajadores
de cuello blanco que entre los trabajadores manuales? En lo que
atae a esos grupos de* trabajadores no manuales que disfrutan
Para citras sobre Gran Bretaa, ver Bain. op. cit., pp. 38-9.
condicin de los trabajadores de cuello blanco ignoran la distincin,
es tan necesario diferenciar la mecanizacin de la automatizacin
en la oficina como en la fbrica aunque en ningn caso esta ltima
forma de tecnologa, que slo afecta a un sector reducido de la
fuerza de trabajo, posea la significacin que algunos (incluyendo
a Marx y ms recientemente a Marcuse) han tratado de reivindicar
para ella. Es errneo suponer, como los autores marxistas hacen gene
ralmente, que los efectos de la mecanizacin del trabajo administra
tivo, cuyos comienzos se pueden remontar a las dos ltimas dcadas
del siglo xix, hayan eliminado progresivamente las diferencias entre
el trabajo administrativo y el de taller. La mecanizacin, tal y como
existe en el trabajo de la fbrica, tiende a definir el carcter total de
la tarea obrera, reduciendo frecuentemente el papel del trabajador
al de vigilar la mquina. Pero esto no ha sido generalmente lo
que ha ocurrido con la mecanizacin en la oficina, en donde las
mquinas de escribir, las calculadoras, los dictfonos, etc., figuran
como elementos auxiliares del trabajo administrativo ms que como
transformadores del mismo. Las mujeres, que componen una categora
dentro de la fuerza de trabajo que sufre una discriminacin siste
mtica en trminos del nivel de ingresos y de oportunidades de pro
mocin, monopolizan en gran medida esas ocupaciones que son
totalmente rutinarias (por ejemplo, mecangrafa, estengrafa). En
relacin con otros trabajos administrativos, el juicio expuesto por un
investigador reciente resume correctamente la situacin: lo que
esas mquinas realmente sustituyen es una gran cantidad de laboriosos
esfuerzos manuales en la comprobacin de datos y los clculos arit
mticos rutinarios... un cierto conocimiento del negocio contina
siendo la calificacin deseable del trabajador administrativo, inde
pendientemente de que su trabajo sea realizado por medios manuales
o mecnicos y>.
La tendencia reciente hacia la automatizacin de las tareas de
oficina, mediante el empleo de computadoras en ocupaciones propias
de trabajadores de cuello blanco, s comporta una reorganizacin ms
completa del trabajo de la oficina. Pero la investigacin sobre la
influencia de la adopcin de mtodos automatizados sobre las rela
ciones paratcnicas indica que, lejos de contribuir a la proletariza
cin de los administrativos, normalmente producen una disminucin
en la demanda de trabajadores para tareas rutinarias, aumentando
34 Cf. Stanley Aronowirz, Docs the United States havc .1 new working
class?*. en Gcorgc Fifhcr. The Reviva! of American Socialism (Nueva York.
1971). P- 203.
trina de la nueva clase obrera haya sido desarrollada fundamental
mente por autores franceses: porque, en cierto sentido, se puede
decir que el bloque histrico fue visto en accin durante los
sucesos de Mayo de 1968. Pero las razones para esto pueden radicar
no tanto en los factores especificados en la teora, y generalizados
al neo-capitalisrno en su totalidad, como en otras caractersticas de
la estructura de la sociedad francesa que, dada la larga tradicin
de afiliacin de los trabajadores de cuello blanco y los de cuello azul
al movimiento sindical, pueden explicar la incidencia tanto del radica
lismo de la clase obrera como del de la clase media en ese pas. Como
tratar de demostrar en el prximo captulo, la explicacin ha de
buscarse precisamente aqu.
CAPITULO 11
LA CLASE OBRERA EN LA SOCIEDAD
CAPITALISTA
1,1 Selig Perlman. A Tbeory of tbe Labor Alovewn (Mueva York. 192S).
Para un intento ms reciente de llevar a cabo un anlisis claramente compa
rativo, vase liveret: M Kassaiow, Trade Unions and industrial Reations: jn
International Companson (Nueva York. 1969).
europeas, tiene ms en comn con algunas de ellas, como Gran
Bretaa, que con aquellas en las que el movimiento obrero ha sido
fuertemente penetrado por las ideas revolucionarias, como Francia
e Italia. Pero tambin merece la pena comparar los modelos europeos
en su conjunto con el desarrollo del movimiento obrero japons.
Quizs la ms sorprendente caracterstica del movimiento obrero
francs es la persistencia de la ideologa revolucionaria a travs de
largos perodos de cambio social y econmico tanto en la sociedad
misma como en la organizacin de los sindicatos ms especficamente.
Mientras que, por ejemplo, el ritmo del desarrollo econmico a
principios de siglo era lento, comparado con el de Gran Bretaa o
Alemania, perodos posteriores en los que la prosperidad aument
de un modo relativamente brusco no lian disminuido significativa
mente su predominio; aunque han desaparecido las antiguas influen
cias anarcosindicalistas, han sido reemplazadas por el comunismo,
dominante en la C.G.T. Es fcilmente comprobable, por recientes
investigaciones que demuestran la existencia continuada de una con
ciencia revolucionaria entre la clase obrera, que la ideologa oficial
de la C.G.T. no est divorciada de las actitudes de una proporcin
sustancial de trabajadores. As, la investigacin de Hamilton muestra
que, segn las palabras del autor, existe un nivel muy alto de sentido
de la injusticia entre los afiliados de la C.G.T. y un nivel extremada
mente elevado de sentimiento revolucionario !7. Pero entre los tra
bajadores pertenecientes a otros sindicatos, incluso aquellos que ma
nifiestan un anticomunismo bastante fuerte y activo, cabe encontrar
una minora considerable que expresa posiciones similares. Adems,
los trabajadores que no son miembros de ningn sindicato tambin
muestran, segn el estudio de Hamilton, un elevado desarrollo de la
conciencia revolucionaria, aun en fbricas cuyo ndice de sindicacin es
absolutamente nulo. Estos hallazgos contrastan marcadamente con los
estudios sobre los trabajadores de la gran mayora de pases europeos
y de los listados Unidos. As, cuando se aplica la analoga del juego
de equipo y se pregunta a los trabajadores si ellos y sus patronos
estn o no en el mismo lado, una mayora de los trabajadores bri
tnicos, en diferentes tipos de contextos industriales, estn de acuerdo,
en que s lo estn, mientras que grupos comparables de trabajadores
franceses opinan que se encuentran en lados opuestos w
Tal ver es necesario subrayar que ni en este captulo ni en otras panes dei
libro se contempla la posibilidad de la revolucin como tal, en Francia o en nin
gn otro lugar. Esta es, por supuesto, ana cuestin que depende no slo de
aquellas fuerzas que pueden constituir (o que se consideran .1 s mismas) una
amenaza para el orden existente, sino tambin del alineamiento de grupos dentro
le este orden y de las reacciones de las autotidades ante cuulquier intento-con
creto de derrocarlo, lil papel del P.C.F. en los acontecimientos de mayo de l % 8
es ilustrativo al respecto.
convencionales de desarrollo econmico; adems, las diferencias en
infraestructura que distinguen hoy a Francia de, digamos, Gran Bre
taa han existido desde hace mucho tiempo; y, finalmente, la teora
no puede ofrecer explicacin de por qu tuvieron que darse, histri
camente, diferencias en el carcter y el nivel del sentimiento revolu
cionario entre las clases obreras francesa y britnica. La concepcin
del desarrollo desigual es muy sofisticada, y se ajusta ms a las rea
lidades de la pasada historia de la sociedad francesa. Segn este
punto de vista, que Althusser ha generalizado a un nivel muy abstrac
to, el impulso hacia el cambio revolucionario en una sociedad determi
nada se produce por una convergencia de contradicciones. En
Francia, las contradicciones inherentes a la sociedad capitalista con
vergen con otras, tales como la coexistencia de un sector industrial
medianamente desarrollado con un gran sector agrcola organizado
de una manera relativamente primitiva.
Es indiscutible que la teora del desarrollo desigual contiene un
elemento considerable de validez, y al objeto de proseguir nuestro
examen de la misma debemos volver sobre lo que, segn he man
tenido anteriormente, constituye el determinante primordial de la con
ciencia de clase revolucionaria: no el conflicto de clases en s, sino
el conflicto de clases que tiene lugar en el contexto de la contra
diccin tal y como la he definido. Con arreglo a esta interpretacin,
la creacin de la conciencia revolucionaria se maximaza notablemente
en el momento de la transicin desde la produccin agrcola en pe
quea escala a la produccin industrial: es decir, en las etapas inicia
les de la industrializacin. Pero, en primer lugar, esto no siempre
sucede y, en segundo lugar, en la mayora de los casos el contexto
revolucionario de la conciencia de la clase obrera eventualmente se
desvanece. As una teora simplista de la conciencia revolucionaria,
que considere sta como el resultado inevitable de la migracin de
los trabajadores rurales hacia los centros industriales, es evidente
mente insuficiente. Qu es lo que determina el desarrollo de una
conciencia de dase revolucionaria por parte de los trabajadores
migratorios? May que distinguir por fuerza dos posibles conjuntos
pertinentes de influencias: el carcter del contexto pre-industrial del
cual proceden los trabajadores y la naturaleza del medio industrial
al que se trasladan. Donde stos engranan estrechamente, probable
mente no se dar ninguna tendencia a la conciencia revolucionaria,
ni siquiera a la conciencia de conflicto. As, como Weber seal en
su estudio sobre los trabajadores agrcolas en la Alemania del si
glo xrx. algunos emigrantes del campo (aunque una minora) logra
ron adaptarse con bastante facilidad a su medio laboral, puesto que
se trasladaron de un contexto caracterizado por relaciones entre
obreros y patronos de tipo patriarcal a otro en el que prevaleca el
mismo tipo de organizacin, dentro de los establecimientos indus
triales en pequea escala. Pero, como muestra el trabajo de Duveau,
donde las condiciones rurales de trabajo estn asociadas a un alto
nivel de resentimiento difuso ste suele transformarse en senti
mientos revolucionarios si el trabajador se desplaza a un contexto
industrial. Esto, de hecho, prete haber sido una fuente importante
de radicalismo en la Francia de finales del siglo xix una causa de
adhesin, como sera de esperar, tanto al anarco-sindicalismo como
al socialismo revolucionario. Esc fue precisamente el caso de los tra
bajadores temporeros, campesinos durante medio ao y obreros in
dustriales durante la otra mitad. Del trabajador temporero, Duveau
seala: de la misma forma que aparece en dos marcos materiales
distintos, sus sentimientos muestran dos caras diferentes. Algunas
veces parece piadoso y reservado, mostrando un gran respeto por
todas las jerarquas sociales, mientras que otras expresa opiniones
radicales y se declara partidario de la repblica "roja " . El tipo
de conflicto experimentado por el trabajador temporero sobre una
base cclica maximalizado cuando est implicado en la fbrica
mecanizada en gran escala es el que, cuando se da una migracin
ms permanente, tiende a conducir a una resolucin de esta actitud
esquizofrnica en favor del radicalismo.
La investigacin de Hamilton indica que el radicalismo rural
contina ejerciendo una influencia importante en la Francia contem
pornea, y podemos aceptar la conclusin de ste y otros autores de
que se trata de un fenmeno de significacin bsica, no slo en lo
que concierne a los orgenes de la conciencia de clase revolucionaria
francesa, sino tambin por lo que se refiere a su persistencia en los
tiempos actuales. Esto todava tiene que relacionarse, sin embargo, con
el ms amplio desarrollo socio-poltico de la sociedad francesa en los
siglos xix y xx, al objeto de explicar el desarrollo y la continuidad
del socialismo revolucionario. La tesis que podra sugerirse aqu tal
vez no aporte nada nuevo, pero posee una profunda importancia: que
las ideas socialistas no han nacido originalmente gracias al crecimiento
y madurez del capitalismo en s, sino a causa del conflicto entre el
capitalismo y el (post) feudalismo. Donde este choque asume un ca
rcter revolucionario, lo cual puede deberse a la intransigencia poli*
tica de la aristocracia como tal o a las barreras puramente econmicas
que encuentra el desarrollo capitalista, el socialismo tender tambin
a ser revolucionario. H1 socialismo revolucionario (y el anarquismo),
22 Duveau, op c it , p 229; cf. tambin Hamilton, op. cit., pp. 258 ss.
que tienen en parte sus races en el radicalismo rural, ser una
caracterstica ms o menos crnica de una sociedad que, como la
francesa, manifiesta un desarrollo desigual, puesto que semejante
sociedad tiene una larga historia de confrontaciones sin resolver entre
el capitalismo progresista y el agrarismo semi-feudal retrgrado
en el marco de una nica estructura nacional global. En este sentido,
como se ha reseado previamente, la revolucin de 1789 cre divi
siones sociales ms profundas que las que elimin: mientras que
contribuy al fortalecimiento de una clase alta urbana, abandon
los centros tradicionales de poder rural, local una divisin que se
resume de alguna manera, por supuesto, en el contraste entre Pars
y las provincias. He dicho antes que la disminucin del sentimiento
revolucionario entre la clase trabajadora, en otros pases, puede
interpretarse en funcin de los efectos de su incorporacin poltica
sobre su inters por una orientacin hacia el control de la indus
tria. listos efectos no se producirn, sin embargo, erando e recono
cimiento poltico de la clase obrera en el seno del Estado no va acom
paado de su contrapartida esencial, el reconocimiento del legtimo
poder de negociacin de los trabajadores organizados dentro de la
propia esfera industrial. Esta situacin es la que se suele dar en una
sociedad dividida entre una esfera poltica revolucionaria y pro
gresista y una infraestructura crnicamente en oposicin, o donde
los patronos tienden a oponerse a la sindicacin en favor de un
patriarcalismo semi-feudal 25. Debera, sin embargo, insistir en este
momento en que mi intencin no es retroceder aqu al tipo de punto
de vista que mantiene que estos fenmenos son meramente resi
duales el simple resultado de un retraso en el desarrollo capita
lista que pronto ser superado. Antes bien, lo que trato de afirmar
es que como principio general, aplicable al surgimiento del in
dustrialismo capitalista en todo pas, la forma de ruptura con la
sociedad post-feudal crea un complejo institucional, dentro del cual
se acomodan una serie de profundos cambios econmicos, que des
pus llega a convertirse en un sistem a persistente, extrem adam ente
resistente a toda m odificacin esencial. En otras palabras, las for
mas caractersticas del Estado, de los partidos polticos y del mo
vimiento obrero, una vez establecidas, constituyen un orden insti
tucional, cuyos elementos bsicos, por decirlo as, se congelan
v <.. Stephcn Cast!cs y GoduJa Kosock, Inm igran/ Workers and Ciass
Siructure tn western liurope (Londres, 1973), Como Jos autores sealan: Prc
ticamente Codos ios pases capitalista? avanzados poseen un estrato inferior,
discriminado s o b re la base d e !a raza la nacionalidad it otras caractersticas
especiales, que realiza los peores trabajos y soporta las condiciones sociales
menos d e se a b le s p. 2 ).
de clase preexistentes. Por muy importantes que puedan ser estos
cambios, todava slo afectan a una minora de los trabajadores; y
donde tienen lugar dejan intactas otras fuentes principales de estruc
turacin de clase que contribuyen a separar a la clase obrera de la cla
se media. Aunque, en su investigacin acerca de los trabajadores
opulentos de Luton, Goldthorpe y Lockwood identifican ciertas
diferencias en la conciencia de clase entre estos trabajadores y el
trabajador tradicional (hipottico), apenas se aprecia una dismi
nucin en la sindicacin o en los votos laboristas . Finalmente, de
bera insistirse en que, aun si slo tenemos en cuenta la renta y pa
samos por alto otras consideraciones, los cambios en las diferencias
de renta que han ocurrido conciernen nicamente a los mrgenes de
las clases; y, en buena medida, stos pueden ser interpretados ms
adecuadamente como parte de un declive general de la posicin de los
trabajadores de cuello blanco inferiores que como una ascensin de
los trabajadores de cuello azul a la clase media.
La versin restante de la teora de la nueva clase obrera puede
ser criticada por razones en cierto modo similares: es decir, que
menosprecia el foco central de las relaciones de clase fundadas en la
produccin. La pertinencia de esta observacin se aplica de forma di
ferente a los distintos autores. Para los influidos por el marxismo,
los efectos de la incorporacin de la clase trabajadora a la economa
de consumo de masas contribuyen a encubrir o a sumergir los
efectos de las relaciones de clase, pero no las eliminan enteramente.
Los miembros de la clase obrera pueden no ser conscientes de sus
intereses como grupo sectorial en la sociedad capitalista, y por tanto,
como en la versin marcusiana de este planteamiento, ya no consti
tuyen una amenaza revolucionaria para el orden existente. Esto no
se debe, sin embargo, a la superacin de su situacin alienante en
la esfera de la produccin, sino a la fabricacin de falsas necesidades
de consumo que encubren las privaciones inherentes a la estructura
de clase. Con todo, este punto de vista comparte el supuesto, tam
bin desarrollado por autores no marxistas, de que la trascendencia
de las relaciones de clase como influencia sobre la conducta y las
creencias est radicalmente disminuida por la asimilacin de la clase
trabajadora i las pautas globales de consumo comunes .1 todos los
miembros de la sociedad.
Si se aceptan las ideas que he formulado en ste y en captulos
previos, hay que hacer numerosas objeciones tericas a esta concep
cin. Pero independientemente de stas, su base emprica es alta
mente cuestionable. Es evidente que, puesto que los miembros de la
dres, 1967); David Lae, The End o/ lnequality? (Londres, 1971), pp. 31-2
y 54-79. El debate acerca de la desigualdad de los ingresos contina en los
pases socialistas estatales. As, un autor sovitico actual escribe: No debe
ramos temer la profundizaran de las diferencias salariales como algo que se
contradice con nuestros objetivos de desarrollo social. Es cierto que, a la pos
tre, las diferencias salariales entre los trabajadores deberan ser erradicadas.
Sin embargo, existe el peligro de adelantarse sin motivo (J. Volkov, Literatur
naya Gazieta, nm. 19, Mosc, junio 1972).
10 Lae, op. cit., p. 73; cf. Norton T. Dodge, W ornen in the Soviet Economy
(Baltimore. 1966). En la Unin Sovitica, el ndice de participacin de las mu
jeres en la fuerza de trabajo es casi el doble que en los Estados Unidos. Cerca
del 80 por 1 0 0 de las mujeres soviticas entre ios veinte y los treinta y nueve
aos el perodo de embarazo y crianza de nios estn empleadas {en com
paracin con el 33 por LOO de las mujeres americanas en sus ltimos veinte).
Aunque las mujeres representan una elevada proporcin de la poblacin labo
ral de cuello blanco, no estn tan agrupadas en los trabajos rutinarios como
en los pases occidentales: un 53 por 100 de los profesionales, incluyendo los
cientficos y los ingenieros, por ejempii), son mujeres.
11 Cf. P. J. D. Wilcs y Stefan Markowski, fincm e distribution under
communism and capitalismo, pts. I y 2, Soviet Studies 22, 1970 I y Lidia
Beskid, Real wages in Poland during 1956-1967. Eastem Butopean F.conomics
7, 1969 Una investigacin general de los cambios habidos en la distribucin
de la renta en las ociedades capitalista y socialista, aparece en Jean Marchal
v Bcrnard Ducross, The DistnhuHon oj Nationid Incomc (Londres, 1968).
Quizs sea legtimo concluir de estas consideraciones que las for
mas de diferenciacin en la capacidad de mercado que operan en las
sociedades capitalistas son considerablemente modificadas como resul
tado de la mediacin institucional del poder que prevalece en el socia
lismo de estado. Por supuesto, los factores que afectan a la capacidad
de mercado en las economas capitalistas no desaparecen en modo al
guno enteramente: la posesin de cualificaciones manuales sigue sien
do una importante fuente de diferenciacin en la capacidad de mercado
dentro del mbito del trabajo manual en general, y la posesin de
cualificaciones simblicas especializadas otorga capacidades de mer
cado superiores que aquellas asociadas con las cualificaciones manua
les. Sin embargo, podemos estar bastante seguros de que la separacin
en la capacidad de mercado que ha caracterizado histricamente a
las sociedades capitalistas es menos visible en el socialismo de estado.
Hay dos cuestiones con respecto a esto: una es la renta relativamente
ms alta de los trabajadores manuales, medida slo en trminos de sa
lario; la otra es que los trabajadores de cuello blanco de nivel inferior
no disfrutan de las mismas ventajas en lo que se refiere a otras formas
de gratificacin econmica seguridad en el empleo, beneficios mar
ginales, etc. que han distinguido tradicionalmente el trabajo ma
nual del no manual en los pases capitalistas.
" John S Resherar. T he Sooiet Polity (Nueva York, 1971), pp. 360-1.
tralizado sobre la vida econmica, y la presin en favor de la descen
tralizacin de la toma de decisiones en la esfera econmica l0.
14 Cf. Roben Bass. East Europcan Communist elites their character and
history ib id , pp 114-17
lidad de los fenmenos en cuestin; puede decirse que uno de los
mayores defectos de gran parte de la bibliografa acerca de las ten
dencias contemporneas del desarrollo de las sociedades de socialistas
estatales es que supone no solamente un funcionalismo social cues
tionable, sino tambin un funcionalismo econmico completamente
ilegtimo.
De las proposiciones enumeradas anteriormente, la segunda y la
cuarta son las ms plausibles. La primera, la versin modificada de
la tesis tecnocrtica, no resiste un examen detenido mejor que los
otros aspectos de este tipo de planteamiento. Es discutible hasta
qu punto los responsables de tomar las decisiones ms generales
que afectan a la vida econmica y poltica necesitan poseer una
competencia tcnica especializada, en lugar de buscar el consejo y
utilizar la experiencia de los que s tienen esta competencia. En
verdad, tal situacin es prcticamente ineludible, puesto que la gama
de decisiones que deben tomarse es muy extensa, y ningn individuo
o pequeo grupo de individuos podra dominar el enorme cuerpo de
conocimientos especializados que potencialmente se requieren incluso
dentro de una empresa moderna en gran escala, por no hablar de la
economa o la poltica en general. Aunque hay probablemente una ten
dencia hacia el ascenso de hombres tcnicamente informados dentro
de las lites del Partido tal como se Ra indicado ya respecto de la
Unin Sovitica esto es completamente diferente del gobierno de
los expertos pronosticado por muchos comentaristas, y no tiene
por qu significar ninguna alteracin bsica en la posicin dominante
del Partido, por las razones mencionadas previamente u. La tercera
proposicin, que mantiene la incompatibilidad funcional de la
teora marxiana de la ausencia de clases con un orden industrial avan
zado, es igualmente sospechosa. En los socialismos estatales, el
marxismo ya 110 es simplemente una teora intelectual de la sociedad,
sino un pabelln ideolgico que legitima el papel dirigente del Par
tido Comunista; como ideologa, su nivel de persuasiva no puede
reducirse directamente al grado de validez cientfica que pueda
otorgarle el observador occidental. Que el orden sin clases previsto
por Marx Uegue o no a ser una realidad en los pases socialistas estata
les no comporta ninguna consecuencia definitiva para el futuro del
2 Clark Kerr, Marshall, Marx and Modern Times (Cambridge. 19691. p. "8.
Captulo 15
EL FUTURO DE LA SOCIEDAD CLASISTA
! Cf. mi Politics and Sociology itt the Thougjbt of Max 'Xfeber, pp. ^5 ss.
dios ms efectivos a fines definidos. E l proceso de expansin
de la racionalidad tcnica va acompaado de otros dos fenmenos:
la desmistiticacin del mundo, y el reemplazamiento concomitante
de las normas religiosas o msticas por imperativos racionales-legales
abstractos. Estas series paralelas de cambios surten efectos curiosa
mente opuestos. Por un lado, la religin, la magia, el misticismo son
inevitablemente expulsados de la organizacin de la conducta huma
na en las grandes esferas institucionales de la sociedad; por otro,
las formas predominantes de protesLa social se convierten en erup
ciones utpicas, ftiles, contra los imperativos de la racionalizacin,
v asumen un carcter mstico.
La polaridad entre racionalizacin y carisma que recorre los es
critos de Weber proporciona una justificacin de este punto de vista.
El carisma, el principal elemento comn a todos los movimientos
de protesta a travs de la historia, posee, en palabras de Weber, un
carcter especficamente irracional. Pero esto significa dos cosas,
que no estn claramente diferenciadas en sus escritos. El carisma,
en otras palabras, se opone a la razn en dos sentidos: es un abandono
de la razn aplicada tcnica o rutinariamente (en el caso tpico, 13
racionalizacin inherente a la tcnica o, ms especficamente, al pro
cedimiento burocrtico), as como de la racionalizacin en el sentido
de validacin legal-racional de la accin (es decir, la sustitucin de
los imperativos de valor religiosos o msticos como base para la legi
timacin general de la accin). Es el hecho de que estos dos sentidos
no estn separados lo que permite a W eber colocar los ms diversos
movimientos y creencias dentro de la categora nica de lo carismti-
co v, lo que resulta ms importante en el contexto presente, sirve
para clasificar las formas modernas de ideologa poltica (incluyendo
los componentes normativos del marxismo) juntamente con la religin
y el misticismo en la categora de lo irracional. Como Marcuse ha
resaltado con cierto vigor, la dominacin del hombre por el hombre
que lleva envuelta la sistematizacin burocrtica de la actividad apa
rece as como inseparable de la bsqueda de valores racionales
esto es, no religiosos ni msticos. La propia respuesta de Marcuse
a esto es adoptar el segundo aspecto de los dos tipos de racionaliza
cin, y contraponer a ste la visin de un nuevo orden social basado
en una nueva racionalidad.
El anlisis de Marcuse no es convincente, sin embargo, precisa
mente porque no recoge los problemas planteados por la racionali
zacin en el primer sentido y porque, en su concepcin de la socie
dad unidimensional, acepta bsicamente la idea weberiana de la
racionalizacin del mundo moderno inherente a su concepcin de la
burocracia2. La diferencia estriba en que lo que Weber considera
como el destino inexorable del hombre moderno, Marcuse estima
susceptible de cambio; pero este ltimo autor apenas indica cmo
puede realizarse de un modo factible el proyecto de reorganizacin
revolucionaria de la sociedad, y en lugar de ello sus ideas parecen
utpicas una visin de un modo nuevo tan al margen de la realidad
social existente como las visiones religiosas con las que el mismo
Weber la habra relacionado. A l objeto de comprender la influencia
de la racionalizacin en la cultura moderna, tenemos que considerar
los dos aspectos mencionados anteriormente y las formas de contra*
rrespuesta que cada uno de ellos suele producir.
Puede aceptarse fcilmente que el surgimiento inicial del indus
trialismo capitalista en la Europa del siglo x v ui presupuso a la vez
que aceler en gran manera la transformacin de las visiones del
mundo de ndole religiosa, reemplazndolas por representaciones
y legitimaciones racionales del universo social. Marx lo expres con su
habitual mordacidad, escribiendo que [la burguesa] ha sumergido
el xtasis ms divino del fervor religioso, del entusiasmo caballeresco,
del sentimentalismo filisteo, en el agua helada del clculo egosta...
En una palabra, la explotacin, velada por ilusiones polticas y reli
giosas, se ha sustituido por la explotacin desnuda, desvergonzada,
directa y brutal3. Como otros racionalistas del siglo xix, Marx
desech las formas de revivalismo religioso y del misticismo que
aparecan espordicamente como residuos de la era precedente o
como expresiones irracionales de la protesta contra la alienacin
inherente al orden capitalista4. Pero a este respecto, Weber tena pro
bablemente razn: el desarrollo de una representacin racionalizada
de la realidad social y natural est vinculado dialcticamente a la
posibilidad crnica, no ciertamente de algn tipo de revitalizacin
total de la religin organizada, sino del resurgimiento de diversos
tipos de revivalismo religioso, misticismo e irracionalismo en el arte,
la literatura y la filosofa. Las formas de protesta social fundamenta
das en creencias que surgen en tales contextos necesariamente tien
den a adoptar un carcter total; es decir, cuestionan el ethos
dominante en su totalidad. Weber se mostraba partidario, como mu
chos de los tericos tccnocrticos, de clasificar tales tipos de movi
mientos de protesta social juntamente con los movimientos de matiz
3 Para dos visiones sobre esta cuestin, vase Martin Shaw. Marxtsm versus
Socioiogy (I.ondres: Pluto Press, 1974); y T. B. Botromore, M arjust Socioiogy
(Londres: MncmiLlan, 1973).
4 Vase, por ejemplo. Rosemary Crornpron y Jon Gubbay, Ecanomy and
Oass Sruciure Londres: Macmlan, L977), pgs. 29-40 y passim; David Binns,
Bryond tbe Sociology of C.onjlict (Londres: M aaiiillan. i 977). pgs. 47 54;
Richard Ashcrat. Class and class cunHict in contemporarv ca pita lis* sciedes,
Comparaiwc Polines. 11, 1979.
ni posible. Naturalmente, el problema de las conexiones intelectuales
entre el pensamiento de los dos autores no es en modo alguno fcil
de resolver, ya que ambos presentan problemas de interpretacin \
Pero qu duda cabe que tambin existen divergencias muy profundas
tanto entre sus perspectivas metodolgicas como entre sus escritos
ms sustantivos, y que stas se reflejan directamente en sus respec
tivos anlisis del capitalismo, las clases y el conflicto de clases 6.
La significacin de la obra de-Weber para el anlisis de clase,
cuando se yuxtapone a la de Marx, estriba en que identifica una serie
de reas importantes relativamente poco desarrolladas en los escri
tos de aqul. Estas comprenden algunos aspectos de cada una de las
cuatro cuestiones que acabo de enumerar. En todas ellas, como in
tent demostrar a lo largo del libro, la obra de Weber suscita pro
blemas que deben abordarse directamente: el mercado como vehculo
de formacin de clases; el significado poltico y social de jajinn e v a.
clase media en el capitasmofia'i RYpt5rfancia delta burocracia. CPIDQ
orma de dominacin; el carcter del Estado como foco de podfiE.
piftco y militar. Pero en ninguno de estos casos adopt soluciones
weberians.
Buena parte de las crticas cosechadas por La estructura de ciases
en las sociedades avanzadas se centraron en torno a mi introduccin
al concepto de capacidad de mercado. Los crticos aducan que, en
mi anlisis, la nocin (weberiana) de capacidad de mercado reem
plazaba a la relacin (marxista) con los medios de produccin7; o
tambin que era evidente que la principal preocupacin de Giddens
es la definicin y anlisis de la clase en el plano del mercado s. Pero
ninguna de* estas aseveraciones describe con exactitud mis preocupa
ciones; verdaderamente, responden a lecturas injustificadamente err
neas de la posicin desarrollada en el libro. Al analizar el surgimiento
del moderno sistema de clases, hice especial hincapi no en los mer
cados como tales 9, sino en la naturaleza del mercado capitalista. Me
11 Vase, por ejemplo, Crompton y Gubbay, op. cti.\ Goran Therborn. Wbat
Docs the Ruling Ciass Do Wben it Rules? (Londres: New I.e: Books, 1978).
Dgs. 1.'8-42. Resulta muy caracterstica de este punto de visra la crudeza con
que Therborn opone una posicin weberiau caricaturbuica a una interpretacin
cuosi-idthusseriana de Marx. C.f. la observacin de l.aclau de que el surgimiento
de un mercado de trabje libre es el factor decisivo pura la aparicin del capi
talismo. que sale a relucir en una crcica a ia formulacin de Althusscr y Ba
bar de '.a nocin de modo de produccin (Ernesto Laciau Poliics and dcolojy
:n Marxis Theory, Londres: New -ct Books, 1977, pg. 75).
eran los principales componentes de las relaciones de produccin en
el seno del orden econmico capitalista, y demostrar cmo intervie
nen en la estructuracin de las relaciones de clase (pgs. 121-7,
arriba). La expresin relaciones de produccin se emplea a menudo
para referirse indistintamente a tres modalidades de relaciones socio
econmicas que, a mi juicio, conviene diferenciar. Estas relaciones
son aquellas que intervienen en:
13 Cf. Ctassical sccial theory and rhe origins of modern sociology, op cit.
W Algunos autores, sin embargo, han puesto en entredicho la validez emp
rica de mis afirmaciones respecto de la movilidad de clases. Cf. Karl Ulrich
Mayer, Ungleichc Chancea und KLissenbildung, Soziale Welt 4, 1979; John
Goldthorpe y Catricna Llewelyn. Ciass mobility in modern Britain: threc rheses
examined*, Sociology 11, 1977.
15 Nicos Poulantzas, dasses in Contemporary Capitaiism (Londres: New
Lcft Books, 1975), pg. 33, y de nuevo en la pg. 284.
w Vase, por ejemplo, pgs. 261 y ss. y 282 y ss. Vase tambin el inter
same estudio de Daniel Bertaux, Destus personnei ct structure de casse (Pa
rs: Presses Univcrstiaires, 1977). Bertaux intenta sustituir el trmino movili
dad social por el de proceso antroponmico de la produccin, distribucin
y consumo de seres humanos (pg. 45).
par de la primera). La concepcin de Parkin se encuentra mucho
ms prxima a una posicin weberiana intacta, no reconstruida, que
la ma. Su acento general recae sobre la distribucin de las desigual
dades o recompensas asociadas con las relaciones clasistas. La sig
nificacin de la propiedad privada en forma de capital apenas se
analiza. Cuando se menciona la propiedad siempre de forma su
maria 7 , se hace en trminos de las recompensas econmicas que
puede conferir. Su clase dominante no se define en funcin de la
propiedad, sino en funcin del hecho de que est formada por traba
jadores intelectuales 18. Mi concepcin tomada de Marx de la
trascendencia del contrato de trabajo para l sistema de clases capi
talistas, y por ende de la significacin de la capacidad de mercado
para la estructuracin de clases, difiere sustancialmente de los puntos
de vista de Parkin. A lo largo de todo el libro, trat de demostrar la
enorme importancia de la propiedad privada para la organizacin de
la sociedad capitalista. Aunque pensaba, y todava pienso, que es
justificable defender un modelo de tres clases de la sociedad capita
lista, mi anlisis, en su totalidad, se basa en la aceptacin de la rela
cin capital/trabajo asalariado como elemento esencial del principio
estructural 19 que domina en el capitalismo.
38 Nicos Poulantzas. Politicai Power and Social Classes (Londres: New Lct
Book.5 . 1973). Me base en ciertos apartados de la edicin francesa del libro
(1968). sin analizar los argumentos detalladamente.
Desde- el principio, en la determinacin de la clase intervienen luchas de
clase econmicas, polticas e ideolgicas, y estas luchas se expresan en la forma
tic posiciones de cla*c en la coyuntura Classes in Contemporary Capitalism.
op. cit., pg. 16).
aplica para diferenciar a la nueva pequea burguesa de la clase obre
ra es la distincin entre trabajo productivo e improductivo: el prole
tariado se compone de los que intervienen en el trabajo productivo.
Su criterio poltico primordial es el contraste entre posiciones de
supervisores y posiciones de supervisados; y su principal criterio
ideolgico, la divisin entre trabajo manual e intelectual. Dado
que Poulantzas recalca que las clases no pueden definirse desde un
punto de vista exclusivamente econmico, se muestra dispuesto a
reconocer que algunos tipos de trabajadores productivos no forman
parte de la clase obrera: los criterios poltico-ideolgicos pueden co
locarlos en la nueva pequea burguesa. Es ms, Poulantzas rebate
especficamente la conclusin a que llegan los partidarios de la tesis
de la proletarizacin: los trabajadores de cuello blanco estn neta
mente separados de la clase obrera, seala, en virtud del hecho de
que participan en la dominacin ideolgica del trabajo intelectual
sobre el manual 40. Uno de los rasgos distintivos del anlisis de Pou
lantzas, y una de las razones por las que habla de una nueva pe
quea burguesa y no de una nueva clase media, es su afirmacin
de que tanto la nueva como la antigua pequea burguesa (antigua
clase media) pueden categorizarse como una sola clase. Esto no se
debe a que sean lo mismo econmicamente, sino a que comparten
una posicin y una perspectiva poltico-ideolgicas comunes; aqu
Poulantzas cita alguna de las caractersticas que yo califique de reco
nocimiento de clase (pgs. 126 y 216-18, arriba).
En La estructura... rechac la teora de la plusvala y la distin
cin entre trabajo productivo e improductivo asociada con ella a
favor de una concepcin ms amplia de la explotacin. Hoy en da
pienso que mi rechazo de estas nociones fue demasiado categrico;
y aunque todava deseo situar la teora de la plusvala dentro de una
concepcin ms amplia de la dominacin explotadora en la sociedad
clasista, la definicin de explotacin que brind (pgs. 149-50) era
un tanto inadecuada. No obstante, se pueden poner importantes repa
ros al intento de Poulantzas de utilizar la distincin entre trabajo
productivo e improductivo como criterio econmico bsico par? dis
cernir entre clase obrera y nueva pequea burguesa. Su versin
del concepto de trabajo productivo resulta particularmente restric
tiva. Se tratara, para l, de aqul que crea plusvala mediante la
produccin de mercancas materiales. Ahora bien, si vinculamos el
trabajo productivo, conceptuado de esta manera, con sus restantes
criterios, llegamos a la curiosa conclusin de que la dominacin de
la clase media en las sociedades capitalistas avanzadas es an mayor
de lo que ni los ms entusiastas partidarios del surgimiento de una
nueva clase media se hubieran atrevido a pensar. As, segn los
clculos de Wright, si se aplican sus criterios a la fuerza de trabajo
norteamericana, la pequea burguesa constituira el 70 por LOO de
la poblacin activa, mientras que la clase obrera tan slo formara
el 20 4I. Pero, aparte de este argumento estadstico, hay otras razones
para poner en duda que la distincin entre trabajo productivo e im
productivo sea una base apropiada para diferenciar a la nueva clase
media de la clase obrera42.
Particularmente poco convincente resulta la afirmacin de Pou
lantzas de que tanto a la antigua como a la nueva pequea bur
guesa cabe considerarlas como si pertenecieran a una misma clase
rnedia. En ciertos aspectos, y en ciertas coyunturas, los miembros
de ambas clases s tienen, qu duda cabe, intereses y formas de con
ciencia comunes. Pero las divisiones que los separan son, como m
nimo, tan profundas como las caractersticas que comparten. La si
tuacin econmica de la primera sufre la amenaza crnica del gran
capital de las macroempresas; mientras que el desarrollo de estas
ltimas supone uno de los principales elementos promotores de la
expansin de las carreras de cuello blanco lucrativas. El pequeo
capital se opone a menudo a la expansin de las actividades estata
les, las cuales, sin embargo, denden tambin a contribuir a cambios
econmicos que favorecen a ciertas categoras de trabajadores de
cuello blanco carentes de propiedad. Adems, el reconocimiento
de clase de estos ltimos, que se orienta frecuentemente a hacer
carrera dentro de organizaciones de grandes dimensiones, slo puede
relacionarse de un modo marginal con el individualismo independiente
del pequeo empresario. En la confusin conceptual de la antigua
y la nueva clase media apuntan asimismo ciertas dificultades no re
sueltas de la posicin terica general de Poulantzas. Nos referimos
a su intento de eludir el economicismo Al combinar los niveles
econmico, poltico c ideolgico, Poulantzas asegura mantener la
67 Cf. Gussical thenrv and the orifrins of modera socioiogy. op. cit.
68 Cf Gianfraneo Poggi. The Devclopment o f the Modern State (Londres;
Hutchinson, 1978). pgs. 71 y ss.
obligaciones econmicas intervena directamente en la relacin entre
la clase dominante y los productores subordinados. Este era tambin
el caso de los imperios, en la medida en que la recaudacin de los
impuestos descansaba directamente en la amenaza o el uso de la
fuetza. En cambio, el contrato de trabajo capitalista entraa nica
mente el intercambio econmico de fuerza de trabajo libre por
un salario, y no conlleva ningn otro tipo de derechos u obligacio
nes: el empresario, por tanto, ya no puede imponer disciplina a sus
empleados a travs del control directo que supone la violencia o la
amenaza de violencia. As pues, la expansin de los mercados capi
talistas puede considerarse a la vez como condicin y consecuencia
de la extensin del control de los medios de represin fuera del
mbito de las relaciones sociales que intervienen en el proceso pro
ductivo, as como de su apropiacin por parte del Estado. Natural
mente, entre el Estado absolutista y el moderno Estado nacional me
dia un dilatado proceso de desarrollo; pero creo que el anlisis que
acabo de esbozar puede aportar-una base para establecer una relacin
intrnseca entre el desarrollo capitalista y la separacin interna/ex-
tema de las esferas econmica y poltica, por un lado, y el papel de
la violencia poltica en la historia, por otro.
En los ltimos aos, algupos' autores marxisias han acabado por
reconocer, como se esperaba que hicieran desde hace mucho tiempo,
que el Estado no.es un mero epifenmeno de la base econmica, y
se ha registrado asimismo una ruptura con lo que denomin (pg. 5o,
arriba) la concepcin instrumental del Estado. Los anlisis del
Estado de Poulantzas, Mande! y otros presentan, no obstante, gran
des limitaciones. Por mucha autonoma relativa que se le conceda,
se sigue considerando al Estado de una forma exclusivamente nega
tiva. en funcin del apoyo que representa (aunque slo sea a largo
plazo) para la hegemona del capital 69. El Estado nicamente se tiene
en cuenta desde el punto de vista de su intervencin en la repro
duccin de las relaciones sociales capitalistas. Pero frente a este tipo
de anlisis, cabe aducir que, si bien el Estado no es neutral respec
to de la dominacin clasista, tampoco interviene de forma unilateral
en la perpetuacin del capitalismo'. El Estado participa de la contra
69 Vase Boris Frankd, An the state of thc statc: Marxist rheories of the
stace ufter Leninism, Tbeory and Society 7, 1979, para un importante examen
de esta cuestin.
diccin primaria de la sociedad capitalista entre propiedad privada
y produccin socializada 70. Una contribucin notable al anlisis del
carcter contradictorio del Estado capitalista cabe encontrarla en los
escritos de Claus Offe 7I. Offe distingue entre actividades estatales
asignativas y productivas. Las primeras son las que entraan
recursos controlados por el Estado, e incluyen las formas keynesianas
de intervencin estatal en la economa. Las actividades productivas,
caractersticas de la fase de desarrollo contempornea de las naciones
capitalistas, se orientan a la intervencin en el propio proceso de acu
mulacin; reemplazan al mercado, y se organizan con vistas a
administrar las tendencias a la crisis de la produccin capitalista.
Ambos tipos de actividad envuelven al Estado en contradicciones,
porque en ambos el Estado se ve impelido a socializar la actividad
econmica en el proceso mismo de proteger los intereses del capital
privado; pero el carcter contradictorio del Estado se acenta cuando
emprende actividades productivas en lugar de asignativas. La exis
tencia de un Estado capitalista presupone la negacin sistemtica de
su naturaleza como Estado capitalista 71,
Este punto de vista cabe considerarlo como un equivalente lgico
del anlisis mundano de las compaas por acciones, con el cual guar
da una relacin sustantiva. Segn Marx, las compaas por acciones
representan la abolicin del modo de produccin capitalista dentro
del propio modo de produccin capitalista (vase pgs. 38-9, arriba).
La compaa por acciones expresa de forma directa la contradiccin
primordial del capitalismo, siendo al mismo tiempo una anticipacin
de una nueva modalidad de organizacin econmica y parte insepa
rable de la antigua modalidad. Lo mismo cabe afirmar de las activi
dades productivas del Estado. La desmercantilizacin de algunos
sectores de la vida econmica a travs de la socializacin estatal cons
tituye una anticipacin material de una sociedad nueva a la vez que
ayuda a sostener la empresa capitalista. Los intentos estatales de
mantener y generalizar la forma mercantil requieren organizaciones
73 C-laus Offe y Volker Ronge, Theses on the theory of the statc, Kcw
Germn Critique 6, 1975, pg. 145.
74 En The Cultural Contradlctianx of Capitalism (Londres: heincmann,
1976), Bell no se muestra tan confiado sobre la estabilidad del capitalismo como
hace Habermas en Legjim ation Crisis (Boston: Beacon, 1975).
relieve recientemente un comentarista norteamericano: Adoptar pos
turas inflexibles en los campos de batalla econmicos no es lo mismo
que tener una conciencia de clase revolucionaria. En consecuencia es
necesario sondear en otras partes para descubrir por qu la militan-
cia sindical (de los Estados Unidos) no se ensanch hasta convertirse
en un radicalismo poltico de amplia base, pese a las presiones en
ese sentido 75.
77 Cf Qassical social theory and the origins of modern sociology*. op. cit.
de los derechos de la negociacin laboral y el voto , yo veo la ins
titucional izadn desde un ngulo bastante distinto. Entiendo que
la separacin del conflicto industrial y la participacin poltica en la
esfera caracterstica de lo poltico es la forma genrica que adopta
el aislamiento mutuo de la economa y la poltica en el capitalismo
avanzado. Hemos de admitir que la separacin institucional de la
negociacin econmica y los mecanismos de participacin poltica, en
conjuncin con la intervencin del Estado, ha demostrado ser una
influencia estabilizadora en Ja sociedad capitalista. Pero al propio
tiempo esta separacin depende de condiciones sociales sometidas a
una presin crnica (incluso en aquellos pases donde el movimiento
obrero ha sido escasamente revolucionario). Estas condiciones se re
flejan principalmente en el hecho de que la negociacin econmica
en la fbrica se mantenga dentro de los lmites del economicismo,
como algo opuesto a la orientacin hacia el control. Podra repetir
lo que ya dije en el texto (pgs. 242-3, arriba):
cualquier tipo de extensin importante del conflicto industrial hacia el rea del
control plantea una amenaza a la separacin institucional entre conflicto econ
mico y conflicto poltico, que constituye una de las bases fundamentales del
Estado capitalista puesto que sirve para poner de manifiesto las conexiones
enere e! poder poltico en la esfera poltica como tal y la ms amplia subordi
nacin poltica de la clase obrera dentro del orden econmico.
78 Serge Mulle t, Essays on the New W orhng Class (St. Louis: Telas Press,
1975), pg. 123.
Acaba de aparecer una importante contribucin al anlisis de la naturaleza
de las sociedades socialistas: Rudolf Bahro. The Alternative in Easern Euro pe
(Londres: New Left Books, 1978). La abolicin de la propiedad privada de
los medios de produccin, aduce Bahro, no ha significado en modo alguno su
transformacin inmediata en propiedad del pueblo. Antes bien, toda la sociedad
es no propietaria frente a la maquinaria del Estado (pg. 11). Por controver
tibles que puedan ser algunas de las afirmaciones de Bahro, este libro debe con
siderarse ahora como el pur.io focal del anlisis crtico tanto del marxismo, en
particular, como del pensamiento y prcticas socialistas, en general.
OBRAS CITADAS EN EL TEXTO