FRANCISCO FERNANDEZ & LUCÍA CASAJÚS (Editores) - España y América en El Bicentenario de Las Independencias
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FRANCISCO FERNANDEZ & LUCÍA CASAJÚS (Editores) - España y América en El Bicentenario de Las Independencias
EN EL BICENTENARIO
DE LAS INDEPENDENCIAS
COMIT CIENTFICO
COMIT ORGANIZADOR
Junta Directiva de la Unin de Editoriales Universitarias Espaolas
4
U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Collecci Amrica, 26
ESPAA Y AMRICA
EN EL BICENTENARIO
DE LAS INDEPENDENCIAS
2012
5
BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Datos catalogrficos
JPS
JF
1DSE
1K
ISBN: 978-84-15444-00-8
978-84-8021-802-3 (Universitat Jaume I)
ISBN: 978-84-9828-370-9 (Universidad de Cdiz)
ISBN: 978-84-7299-928-2 (Universidad Pontificia de Salamanca)
http://dx.doi.org/10.6035/America.2012.26
http://dx.doi.org/10.6035/Amrica.2012.26
http://dx.doi.org/10.6035/America26
ISBN: 978-84-9830-333-9 (Universidad de Deusto)
ISBN: 978-84-15424-20-8 (Universidad de las Palmas de Gran Canaria)
Imprime:
Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin pblica o transformacin de esta obra solo puede ser
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
NDICE
Jaime E. Rodrguez
Las independencias: creadoras de naciones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Juan Marchena F.
Tiempos de guerra, tiempos de revolucin. Espaa, Portugal
y Amrica Latina en la coyuntura de las independencias. . . . . . . . . . . . . . . 59
2. LENGUAS Y LITERATURAS
Fernando Ansa
Don Quijote, personaje proteico de la narrativa
iberoamericana contempornea. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Mara Kodama
Borges y Espaa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
7
3. POLTICA, CULTURA Y COMUNICACIN
Adela Cortina
Ciudadana cosmopolita: un horizonte para un mundo multicultural . . . 243
Francisco A. Eissa-Barroso
El abate, el consejo y el virreinato: la poltica cortesana
y la primera creacin del virreinato de Nueva Granada (1717-1723). . . 293
8
U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
2. LENGUAS Y LITERATURAS
Abderrahmane Belaaichi
Mecanismos lingsticos de la coherencia del discurso
romntico. El caso de las rimas de Gustavo Adolfo Bcquer. . . . . . . . . . . 473
9
Fernando Guzmn Simn
Because something is happening here/ but you dont know
what it is. Recepcin de la beat generation en la poesa
espaola de la transicin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 583
Llus Meseguer
Llengua i literatura dels exiliats de Castell a Mxic . . . . . . . . . . . . . . . . 661
Vicent Salvador
Relaciones literarias entre Valencia e Hispanoamrica:
el modelo de Neruda en Vicent Andrs Estells . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 741
10
U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Fabio Espsito
El mercado de los libros en Amrica y las empresas
editoriales catalanas entre el centenario de independencias
y la Guerra Civil espaola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 877
11
Luis Amador Iranzo Monts
La prensa como actor poltico: los diarios de Valencia
durante la transicin (1976-1982) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 919
Ramn A. Feenstra
tica de la comunicacin: efectos de los medios
sobre la democracia actual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1011
Vanina Papalini
Gneros de la cultura masiva: entre el verismo
y el reencantamiento del mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1041
12
INTRODUCCIN
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14 ndice
I N T R O D U C C I N
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
1
HISTORIA DE ESPAA Y AMRICA
17
LAS INDEPENDENCIAS: CREADORAS DE NACIONES
Jaime E. Rodrguez O.
Universidad de California, Irvine
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2. Las personas de habla inglesa se referan a Hispanoamrica desde Mxico hasta Chile
como Sudamrica.
3. John Adams, The Works of John Adams, 10 vols. (Boston: Little, Brown and Co., 1850-
1856), X, 144-145.
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9. Marta Irurozqui, Del Acta de los Doctores al Plan de Gobierno. Las juntas en la Audiencia
de Charcas (1809-1810); y Jaime E. Rodrguez O., El Reino de Quito, 1808-1810, en Manuel
Chust, coord., 1808. La eclosin juntera en el mundo hispano (Mxico: Colegio de Mxico y
Fondo de Cultura Econmica, 2007), 192-226 y 162-191.
10. Federico Surez, El proceso de la convocatoria a Cortes, 1808-1810 (Pamplona: Eunsa,
1982).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
y otras celebraciones. Las ciudades, las villas y los pueblos decoraron su cen-
tro urbano para conmemorar la festiva ocasin. En las grandes ciudades capi-
tales, las fiestas se acompaaron con salvas de can y fuegos artificiales. Estos
eventos crearon un espritu de optimismo y sembraron en los americanos el
sentimiento de que podran superar la grave crisis poltica.
11. Miguel Artola, Los orgenes de la Espaa contempornea, 2 Vols. (Madrid: Instituto
de Estudios Polticos, 1959), I, 404. Mara Teresa Berruezo, La participacin americana en
las Cortes de Cdiz (1810-1814) (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1986), 55-299.
12. Rodrguez O., The Independence of Spanish America, 64-82.
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13. Manuel Chust, La cuestin nacional Americana en las Cortes de Cdiz (Valencia y
Mxico: Fundacin Historia Social y UNAM, 1999); Rodrguez O., The Independence of Spanish
America, 82-92.
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y quienes secundaban a las juntas americanas, a las capitales de los reinos y las
provincias, a unas lites y otras, a los grupos urbanos y los rurales.
Los conflictos dentro de la lite novohispana exacerbaron la divisin, lo que
result en una insurgencia. Temerosos de que los novohispanos aprovecharan
la crisis en la Pennsula para expandir su influencia poltica y econmica, al-
gunos sectores de la comunidad espaola se opusieron a su propuesta de or-
ganizar un congreso de ciudades en la Ciudad de Mxico, congreso destinado
a enfrentar la crisis en Espaa. Cuando el virrey Jos Iturrigaray tom partido
por los novohispanos, los espaoles lo derrocaron la noche del 15 de sep-
tiembre de 1808 y tomaron el control del gobierno. El golpe de Estado y las ac-
ciones del rgimen ilegal que le siguieron profundizaron los enfrentamientos
en Nueva Espaa y convencieron a algunos americanos de que slo podran
obtener un gobierno autnomo a travs de la fuerza.
En el otoo de 1809, las autoridades descubrieron una conspiracin seria en
la ciudad de Valladolid. Los implicados tenan seguidores en otros centros de
provincia como Guanajuato, Quertaro, San Miguel el Grande y Guadalajara.
Estos conspiradores prepararon un levantamiento para el 21 de diciembre de
1809 y esperaban contar con el apoyo del ejrcito y la milicia. Tambin espe-
raban atraer a miles de seguidores entre indgenas y castas, prometiendo abo-
lir el tributo. El plan difera del anterior movimiento autonomista pacfico de
la Ciudad de Mxico slo en que los conspiradores pretendan emplear la fuer-
za, dado que los espaoles haban tomado el gobierno. Cuando la conspiracin
fue descubierta, las autoridades optaron por mostrar clemencia, ya que muchas
personas prominentes declararon abiertamente que los conspiradores slo eran
culpables de buscar por un cauce inapropiado que sus legtimos reclamos fue-
ran atendidos.18
Ms adelante, se organiz otra conspiracin en la ciudad de Quertaro. Bajo
el influjo de la conspiracin de Valladolid, los capitanes de milicia Ignacio Allende
y Juan Aldama y el Corregidor Miguel Domnguez iniciaron plticas informales
con miras a organizar un movimiento similar. Para marzo de 1810, los conspira-
dores haban reclutado al Padre Miguel Hidalgo y a otros americanos rebeldes.
Tambin ellos, como los conspiradores de Valladolid, buscaban derrocar con la
ayuda de los trabajadores rurales y urbanos al gobierno ilegtimo impuesto por
algunos espaoles europeos, y pretendan establecer una junta americana pa-
ra gobernar en nombre de Fernando VII. Los conspiradores planearon el
levantamiento para octubre de 1810, pero las autoridades descubrieron la
conspiracin y el 13 de septiembre de ese mismo ao arrestaron al grupo de
Quertaro. Esta accin preventiva no puso un alto a la revuelta. La maana
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19. Hugh M. Hamill, The Hidalgo Revolt: Prelude to Mexican Independence (Gainesville:
University of Florida Press, 1966).
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26. Manuel Antonio Pombo y Jos Joaqun Guerra, Constituciones de Colombia, 3 vols.
(Bogot: Biblioteca Banco Popular, 1986), I, 281-288.
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La independencia de Brasil
A diferencia de su vecina espaola, cuando los franceses invadieron Portugal
la familia real portuguesa huy a Brasil. Entre el 25 y el 27 de noviembre de
1807, el prncipe regente Don Juan, su familia incluida su madre enloquecida,
la Reina Mara I, y cerca de 15.000 funcionarios civiles, judiciales, eclesisticos
y militares, junto con miembros de la nobleza, la comunidad mercante, otros
ciudadanos y sirvientes abandonaron la pennsula Ibrica. La flota real, prote-
gida por la armada britnica, embarc junto con el tesoro real, plata, joyas y
otros bienes valiosos, incluidos documentos de gobierno, una imprenta, varias
bibliotecas y otras propiedades del gobierno. Al transferirse la corte real a Brasil,
el locus del poder poltico se traslad de Lisboa a Ro de Janeiro.32
La Amrica portuguesa, o el Estado do Brasil, fue diferente a los reinos de
la Amrica espaola. Aquella regin estaba dividida en capitanas autnomas
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que tenan poco contacto con otras capitanas de Brasil. Estas capitanas expor-
taban materias primas a Portugal que, a su vez, los reexportaba a otras partes
del mundo. Aunque un virrey administraba la regin, careca de la autoridad
para gobernar toda la zona. Brasil, al igual que Estados Unidos, se benefici
de las guerras que estallaron tras la Revolucin francesa, ya que sus exporta-
ciones gozaron de una amplia demanda. No obstante, la Revolucin haitiana
inquiet a muchos brasileos, pues la gente de ascendencia africana negros,
tanto libres como esclavos, y mulatos constitua la mayora de la poblacin
de Brasil.33
Al tiempo que se libraba una guerra masiva y violenta en la pennsula Ibrica,
la monarqua portuguesa transformaba Brasil. Durante el perodo de 1807 a
1820, la Corona transfiri las instituciones de gobierno del Estado portugus
a Brasil. Tambin ampli la estructura judicial, fiscal y gubernamental existen-
te en las capitanas, proporcionando nuevos puestos de gobierno a los brasi-
leos nativos. El prncipe regente Juan otorg ttulos de nobleza a las lites na-
cidas en Brasil, en recompensa por la asistencia financiera y logstica en el
establecimiento de la familia real y el gobierno en Ro de Janeiro. Adems, la
monarqua increment el nmero de escuelas primarias y fund instituciones
de estudios avanzados, una academia militar y una naval, as como dos cole-
gios de medicina. Antes de la llegada de la Corte, Brasil careca de universida-
des, bibliotecas y otras instituciones culturales. Ro de Janeiro sbitamente re-
cibi todos los atavos de una gran ciudad capital. La Corona portuguesa, que
dependa de su aliado britnico, elimin las anteriores restricciones comercia-
les que canalizaban el comercio brasileo a travs de los puertos portugueses
y estableci el libre comercio con naciones amigas. Tambin puso fin a las res-
tricciones sobre las manufacturas domsticas, permitiendo as el surgimiento de
industrias textiles y del acero. Adems, la monarqua fund el Banco do Brasil
para facilitar la inversin. En el lapso de una dcada desde la llegada de la Corte,
Ro de Janeiro duplic su poblacin. Otras importantes ciudades porteas tam-
bin crecieron. En diciembre de 1815, el prncipe regente elev a Brasil a un
estatus proporcional al de Portugal. Estas acciones reforzaron el apoyo a la mo-
narqua y al prncipe regente en Brasil y proporcionaron a las capitanas un cen-
tro de unidad. Al ao siguiente, tras la muerte de su madre, la Reina Mara I,
el prncipe se convirti en el rey Juan VI del Reino Unido de Portugal, Brasil y
33. Roderick J. Barman, Brazil: The Forging of a Nation, 1798-1852 (Stanford: Stanford
University Press, 1988), 9-41; Kirsten Shultz, Tropical Versailles: Empire, Monarchy, and the
Portuguese Royal Court in Rio de Janeiro, 1808-1821 (Nueva York: Routledge, 2001), 15-37;
Emilia Viotti da Costa, The Brazilian Empire: Myths and Histories (Chicago: University of
Chicago Press, 1985), 1-14.
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Algarves. Aunque las fuerzas francesas haban sido expulsadas de Portugal des-
de haca aos, la Corte permaneci en Ro de Janeiro.34
Los portugueses, gobernados por un Consejo de Regencia desde la partida
de la familia real, se sentan cada vez ms descontentos y teman haber sido re-
legados a un papel secundario. Desde su punto de vista, en particular el de los
residentes de la Ciudad de Lisboa, se haban convertido en una colonia de la
colonia. Los acontecimientos en Espaa influiran sobre los acontecimientos en
Portugal y Brasil. En marzo de 1820, los liberales de Espaa obligaron al rey
Fernando VII a restaurar la Constitucin de Cdiz. Bajo la influencia de los acon-
tecimientos suscitados en Espaa, los liberales portugueses se rebelaron, exi-
giendo la organizacin de elecciones basadas en la Carta de Cdiz para unas
Cortes portuguesas que escribiran una constitucin para la monarqua portu-
guesa. Los revolucionarios exigieron el regreso inmediato del rey Juan a Portugal.
La Constitucin hispnica gustaba a los liberales portugueses porque reconoca
una Nacin Espaola con su capital en Madrid. Aplicada al mundo portugus, una
carta de esa ndole pondra fin al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves,
y restaurara la monarqua portuguesa con su capital en Lisboa. La Carta de Cdiz
tambin gustaba a los dirigentes de las capitanas en Brasil porque la diputa-
cin provincial que estableca les confera autonoma local. Las capitanas del
norte de Brasil las primeras en recibir las noticias de los acontecimientos en la
Pennsula instauraron juntas de gobierno, introduciendo as la autonoma pro-
vincial. La provincia de Ro de Janeiro perdera estatus bajo el nuevo sistema,
convirtindose en una de las nuevas provincias, antes que en la capital del Reino
de Brasil.35 En abril de 1821, presionado por las Cortes, Juan VI declar que
todo el Reino Unido sera gobernado por la Constitucin espaola desde la fe-
cha del presente decreto hasta la instalacin de la Constitucin en que trabajan
las Cortes actuales en Lisboa.36
Antes de que el Rey Juan VI regresara con su Corte a Lisboa, el 26 de abril de
1821, nombr a Dom Pedro su primognito y heredero prncipe regente
de Brasil. Sin embargo, la situacin haba cambiado: Ro de Janeiro ya no era
la capital, de ah que muchas capitanas, en particular las del norte y nordeste,
expresaran su apoyo a las Cortes y establecieran juntas autnomas de gobier-
no. Dado que Dom Pedro careca de recursos financieros, tuvo que apoyarse
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
37. Neill Macaulay, Dom Pedro: The Struggle for Liberty in Brazil and Portugal (Durham:
Duke University Press, 1986). 72-86; Barman, Brazil, 67-79.
38. Macaulay, Dom Pedro, 92-101.
39. Mrcia Regina Berbel, A nao como artefato. Diputados do Brasil nas Cortes portu-
guesas, 1821-1822 (So Paulo: Hucitec FAPEST, 1998); Vase tambin: Berbel, Nacin portu-
guesa, Reino de Brasil y autonoma provincial, 397-423.
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Conclusin
Para 1826, las posesiones ultramarinas de la monarqua espaola, una de las
estructuras polticas ms imponentes del mundo a finales del siglo XVIII, ya s-
lo estaban compuestas por Cuba, Puerto Rico, Filipinas y unas cuantas islas del
Pacfico. Habiendo obtenido la independencia, los pases del continente ame-
ricano trazaran en adelante sus propios destinos. La mayora de dichos pases en-
trara en un prolongado perodo de declive econmico e inestabilidad poltica. El
derrumbe de la monarqua destruy un vasto y receptivo sistema social, polti-
co y econmico que funcionaba eficazmente, pese a sus muchas imperfeccio-
nes. Durante cerca de trescientos aos, la monarqua espaola mundial haba
demostrado ser flexible y capaz de dar cabida a las tensiones sociales y a los
intereses polticos y econmicos encontrados. Despus de la independencia, las
partes separadas de la antigua monarqua espaola operaron con una desven-
taja competitiva. En este sentido, la Espaa del siglo XIX, al igual que los rei-
nos americanos, fue tan slo una ms de las naciones recin independizadas
que luchaba por sobrevivir en un mundo incierto y complicado. Los pases
del Atlntico norte, estables, ms desarrollados y ms fuertes, como Gran Bretaa,
Francia y Estados Unidos, inundaron Hispanoamrica con sus exportaciones,
dominaron su crdito y en ocasiones impusieron su voluntad por la fuerza de
las armas. Dadas estas circunstancias, la mayora de las nuevas naciones no
consolidaron sus estados sino hasta las ltimas dcadas del siglo XIX. En conse-
cuencia, los miembros de la antigua monarqua espaola se vieron forzados a
aceptar un papel secundario en el nuevo orden mundial.
A diferencia de los pases hispanoamericanos, que fundaron repblicas, Brasil
se convirti en una monarqua constitucional. Gran Bretaa facilit el recono-
cimiento de la independencia brasilea por parte de Portugal en 1825. El esta-
blecimiento de una monarqua constitucional contribuy sustancialmente a la
relativa paz y estabilidad de la nueva nacin. El Imperio de Brasil, tal como
Estados Unidos, prosper en parte porque Gran Bretaa consider a ambos co-
mo dominios informales.43 As, durante la mayor parte del siglo XIX, ambas na-
42. Ibd., 127-167; Barman, Brazil, 107-129; y Joo Jos y Hendrik Kraay, The Tyrant is
Dead!: The Revolt of the Periquito in Bahia, 1824, en Hispanic American Historican Review,
vol. 89, Nm. 3 (2009), 339-434.
43. Anthony Hopkins, Walter Prescott Webb Professor of History en la Universidad de
Texas en Austin sostiene que Estados Unidos fue un dominio informal de Gran Bretaa has-
ta ms o menos 1860.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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LA REVOLUCIN LA HICIERON LOS BLANCOS: REFLEXIONES EN TORNO
A LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA 1
Ins Quintero Montiel
Universidad Central de Venezuela,
Academia Nacional de la Historia
Introduccin
Los aos de la independencia constituyen seguramente el perodo sobre el
cual se han publicado mayor nmero de libros y artculos; es tambin el que
rene las ms slidas convenciones historiogrficas y los ms inmutables luga-
res comunes sobre nuestro pasado.
Se ha dicho hasta el cansancio que la independencia ocurri como resultado
de las profundas e irresolubles disputas entre criollos y peninsulares; tambin
se ha afirmado que la independencia fue la respuesta necesaria e inevitable a
la tendencia centralizadora impuesta por el llamado nuevo imperialismo de los
Borbones, comnmente conocidas como las reformas borbnicas.
1. Los aspectos que se desarrollan en el siguiente ensayo han sido trabajados ms exten-
samente en varias obras cuyo inters ha sido precisamente el estudio de los blancos criollos
en Venezuela. Algunos ttulos de mi autora son los siguientes: La conjura de los mantua-
nos, Caracas, Universidad Catlica Andrs Bello, 2002; La Criolla Principal. Mara Antonia
Bolvar, hermana del Libertador, Caracas, Fundacin Bigott, 2003; Santillana Aguilar, 2008; El
ltimo marqus. Caracas, Fundacin Bigott, 2005; El marquesado del toro. Nobleza y Socie-
dad en la provincia de Venezuela, Caracas, Facultad de Humanidades y Educacin, Acade-
mia Nacional de la Historia, 2009.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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LA REVOLUCIN LA HICIERON LOS BLANCOS
Antes de la Independencia
En las dcadas que preceden a los sucesos de la independencia, puede adver-
tirse la existencia de uniformidad de criterios entre los blancos criollos; esta
comunidad de pareceres se expres en las prcticas sociales, econmicas y pol-
ticas que compartan, las cuales tenan como finalidad ltima la defensa y pre-
servacin del orden establecido.
Los blancos criollos, como descendientes directos de los conquistadores o
de los altos funcionarios peninsulares, se encontraban en el lugar ms elevado de
la sociedad, eran respetuosos y defensores de las jerarquas sociales, conserva-
ban y protegan el orden estamental, estaban pendientes del ceremonial y de
hacer valer los smbolos de distincin. Adquirieron ttulos nobiliarios, hicieron
los trmites demostrativos de su hidalgua, accedieron a las rdenes nobilia-
rias, obtuvieron mercedes reales, todo ello con la finalidad de hacer visible la
calidad y distincin que los diferenciaba del resto de los miembros de la socie-
dad.
Fueron defensores irrestrictos del principio y la prctica de la desigualdad.
ndice 49
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Durante la independencia
Pero esta armona y este relativo acuerdo entre los blancos criollos, no se
mantuvo mucho tiempo. Disuelta la Junta Central y constituido el Consejo de
Regencia, se pusieron en evidencia las diferencias y matices que empezaban a
dividir sus opiniones, intereses y pareceres. El consenso lleg a su fin.
En Caracas, se constituye una Junta Suprema defensora de los derechos de
Fernando VII que asume la soberana interina mientras el rey se mantiene ausente;
esto ocurre el 19 de abril de 1810 y es promovida y llevada adelante mayorita-
riamente por los blancos criollos.
En otras ciudades de la Capitana General, ante la convocatoria de Caracas
se establecen juntas, igualmente defensoras de los derechos de Fernando VII
y se envan delegados a la capital. As ocurre en Cuman, Barcelona, Margarita,
50 ndice
LA REVOLUCIN LA HICIERON LOS BLANCOS
Barinas, Mrida y Trujillo. Todas estas juntas, al igual que la de Caracas, estn
integradas, en su gran mayora, por los blancos criollos. Sin embargo, en cada
una de las distintas provincias y ciudades hay quienes manifiestan sus disensio-
nes respecto a la iniciativa juntista, bien porque no comparten la introduccin
de novedades en el gobierno de las provincias o bien porque estiman que podran
adelantarse rupturas ms profundas.
Finalmente, prevalecen las posiciones autonomistas y se acepta la convoca-
toria a elecciones propuesta por la Junta de Caracas para reunir un Congreso
General encargado de definir la organizacin y el futuro del gobierno provi-
sional. Este Congreso integrado por los representantes de las provincias que
se sumaron al movimiento juntista de Caracas sancion la independencia de
Venezuela el 5 de julio de 1811. Los firmantes de la declaracin de la indepen-
dencia eran en su totalidad miembros de los sectores privilegiados de la socie-
dad: clero, comerciantes, hacendados, abogados y militares.
Otras provincias y ciudades no se conducen de la misma manera. Los blan-
cos criollos de Maracaibo, Coro y Guayana, a travs de los cabildos, rechazan
la determinacin de los criollos caraqueos, no reconocen a la Junta de Cara-
cas, declaran su lealtad al Consejo de Regencia, no participan en las eleccio-
nes al Congreso General de Venezuela, reconocen y defienden la legalidad y
legitimidad de la monarqua. En Maracaibo se elige al diputado que representa-
ra a la provincia en las Cortes de Cdiz, en cuyas instrucciones se recogen las
aspiraciones autonomistas de la provincia. Coro y Guayana envan comisiona-
dos a la Pennsula a fin de solicitar representacin en las Cortes y procuran hacer
valer sus demandas y aspiraciones autonomistas, dentro del ordenamiento y fun-
cionamiento de la monarqua.
Esta situacin va a propiciar la divisin, el enfrentamiento y la disparidad
de pareceres respecto a la ejecucin, contenidos y orientacin de las propuestas
polticas, econmicas y sociales entre los blancos criollos, no slo entre quienes
defienden al nuevo gobierno y participan en el Congreso General de las provin-
cias, sino tambin entre aquellos que se mantienen leales al orden monrquico.
Los diputados del Congreso General de Venezuela comparten algunos ele-
mentos bsicos: estn de acuerdo en el principio de la divisin de poderes, en
el establecimiento de un orden republicano, la organizacin de un rgimen fede-
ral, un sistema electoral censitario, y respecto a sancionar la independencia abso-
luta de Espaa. No obstante, hay otros aspectos que son ms difciles de conciliar
y respecto a los cuales se evidencian profundas diferencias: la igualdad pol-
tica entre los miembros de la sociedad no es compartida por la totalidad de
los diputados, tampoco la eliminacin de los fueros ni la abolicin de las jerar-
quas; las diferencias son visibles cuando se discute el lugar que deben ocupar
los pardos en el ordenamiento jurdico de la nueva entidad.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Al concluir la guerra
Cuando finalmente concluye el enfrentamiento armado, en Carabobo pri-
mero, en 1821 y en Maracaibo, tres aos despus con la batalla naval del lago,
las diferencias que dividieron a los blancos criollos desde el inicio de la inde-
pendencia hasta su conclusin definitiva no desaparecen.
Algunos de los ms conspicuos representantes de la elite criolla como el
marqus de Mijares, quien apoy la restauracin de la monarqua y estuvo com-
prometido en el gobierno de los realistas, se va del territorio de Venezuela a fin
de evitar represalias econmicas y polticas. Otros que se integraron a las cor-
tes espaolas del trienio liberal participaron de sus debates y defendieron la
Constitucin espaola. Al concluir la experiencia liberal, algunos logran regre-
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cin del monarca; otros establecieron juntas, participaron en las elecciones para
constituir un congreso y sancionaron la independencia y un orden republicano.
Las distintas respuestas, las diversas maneras en las cuales se expresaron sus
posiciones dan cuenta de que se produjo una divisin clara entre los blancos
criollos como consecuencia de lo que signific la mudanza poltica, econ-
mica y social que representaba la ruptura del orden antiguo y la construccin
de un proyecto republicano. De all que, con matices distintos y posiciones cla-
ramente diferenciadas, algunos se mantuvieron sujetos a los preceptos antiguos,
otros estuvieron dispuestos a convivir con la propuesta liberal gaditana y a ponerla
en prctica y defenderla, y otros se empearon en construir una propuesta repu-
blicana. En cada caso, adems, es posible advertir diferencias respecto a los con-
tenidos, acentos, prioridades y alcances en sus propuestas o ejecuciones.
Finalmente, no puede afirmarse que los blancos criollos capitalizaron
de manera exclusiva la conduccin de la nueva realidad. Una comparacin
simple de la composicin de los cabildos de las ms importantes ciudades de
Venezuela deja ver que no se mantuvieron como el espacio poltico exclusivo
o mayoritariamente ocupado por los blancos criollos; otros actores y sectores de
la sociedad, por la va electoral, se incorporaron a la vida capitular modificando la
hegemona histrica mantenida por los criollos en el gobierno municipal. Esto
mismo puede advertirse en la integracin del congreso de Venezuela en 1830.
Si en 1811 la gran mayora de los diputados eran blancos criollos provenientes
de las distintas provincias representadas, no ocurri igual en la reunin del con-
greso que sancion la Repblica de Venezuela en 1830 en el cual eran muy pocos
los representantes de la vieja elite mantuana. Corresponde entonces responder
si los blancos criollos hicieron una revolucin.
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Manuel Chust y Jos Antonio Serrano en el libro Debates sobre las independen-
cias iberoamericanas (2007). All estn plasmados los diferentes matices y las
diversas interpretaciones sobre estos y otros temas, as como los debates pen-
dientes y las omisiones que todava persisten en el estudio de estos aos fun-
damentales de la historia hispanoamericana.
En el caso de la independencia de Venezuela y respecto a los blancos crio-
llos para volver al tema que nos ocupa, podra decirse que s hubo una
revolucin y que la revolucin fue iniciada, sancionada y conducida por
los blancos criollos.
Polticamente, se produjo una revolucin de amplio alcance cuyos contenidos
y definiciones tuvieron su inicio en el marco de la monarqua y su continuidad
o transformacin definitiva en la construccin de los proyectos republicanos. La
reasuncin de la soberana, transitoria o en depsito, alter los parmetros de
legitimacin poltica del absolutismo, al desplazarse del rey a la sociedad; el dis-
curso pactista propio de la tradicin poltica del reino dio paso a la emergencia
de los autonomismos americanos frente a la metrpoli, respecto a los centros de
poder internos y en la relacin de las provincias entre s; desapareci la con-
dicin de vasallos del rey: los habitantes de Amrica se convirtieron en ciuda-
danos, unos en ciudadanos espaoles bajo el amparo de la Constitucin de la
monarqua, otros en ciudadanos de las repblicas en ciernes; se produjo una
ruptura del sistema de representacin corporativo del Antiguo Rgimen trans-
formndose en sistemas de representacin territorial por provincias o en siste-
mas de representacin proporcional de la poblacin libre; se ampliaron o se
modificaron las doctrinas, postulados, conceptos que otorgaban sentido a las
prcticas e instituciones polticas antiguas para adaptarlas o transformarlas a
las nuevas circunstancias en un esfuerzo indito de enorme creatividad poltica.
Se consagraron la divisin de los poderes pblicos y el principio de la igualdad
poltica, quedaron abolidos los privilegios, los fueros, las jerarquas y los mayo-
razgos, se dividieron las antiguas fortunas de las ms importantes familias crio-
llas, se desmantel el orden estamental, desapareci el principio del honor como
elemento de diferenciacin social y se sancion constitucionalmente un orden
republicano. Todo ello fue postulado, promovido y ejecutado bajo la orienta-
cin y conduccin mayoritaria de los blancos criollos.
La declaracin de la Independencia, la ruptura con la monarqua y la san-
cin de un rgimen republicano, constituan la negacin de los fundamentos
que sostenan al orden antiguo. De manera que se produjo tambin una revo-
lucin social en la medida que desapareci la hegemona exclusiva de los blan-
cos criollos sobre el conjunto de la sociedad.
Podra afirmarse, entonces, que con la Independencia se extingui fsica,
poltica y socialmente el predominio de los blancos criollos. Fsicamente, en
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TIEMPOS DE GUERRA, TIEMPOS DE REVOLUCIN. ESPAA, PORTUGAL Y AMRICA LATINA
EN LA COYUNTURA DE LAS INDEPENDENCIAS
Juan Marchena F.1
Universidad Pablo de Olavide, Sevilla
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2. Manuel Chust y Jos Antonio Serrano (eds.), Debates sobre las Independencias Iberoa-
mericanas, Estudios AHILA, Vervuert, 2007.
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dcadas del siglo XIX, en la que conceptos ideolgicos como derechos del hom-
bre, justicia de los pueblos, soberana nacional y ciudadana, transformados
ahora en preceptos polticos, pasaron del lenguaje de las palabras a constituir
la raz de las luchas sociales en la conquista de la libertad.3 De una libertad que,
en s misma, rompa con el pasado. Conceptos y preceptos que, como conse-
cuencia del resultado de estas guerras y como explicaremos, fueron enterrados
y sojuzgados en los aos y dcadas que siguieron, y de un modo similar en
Espaa o en Latinoamrica, pero que han constituido la raz de las luchas socia-
les hasta nuestros das.
Una vez finalizada la guerra contra Napolen en 1814 y reinstaurado Fer-
nando VII como monarca absoluto tras abolir la Constitucin de Cdiz, al amparo
de las bayonetas movilizadas por el general Elo en un golpe de estado que
a muchos tom desprevenidos y apoyado tambin por las soflamas exhorta-
das desde los plpitos contra todo lo que tuviera relacin con el liberalismo, el
rey consider tarea prioritaria el impedir cualquier reaccin frente su gobierno
absoluto. Entre las primeras medidas del nuevo rgimen, y no como un mero
detalle operacional, sino como una ms que significativa sentencia poltica, el
monarca y sus ministros tomaron la imperativa decisin de enviar a sofocar
las insurrecciones americanas a la mayor y mejor parte del ejrcito que hasta
ese momento haba apoyado al constitucionalismo gaditano.
As, en esta medida del rey y de su gobierno, pueden hallarse varios prop-
sitos: por una parte, sujetar bajo la autoridad real a unas provincias ultramari-
nas que, desde 1810, actuaban autnomamente, rompiendo la vieja horma de
la monarqua espaola; por otra, evitar, con una guerra formal y declarada, que
los liberales de ambos lados del mar pudieran establecer algn tipo de acuerdo
en la lnea de recomponer una nueva nacin, o una federacin de naciones
de carcter constitucionalista; y por ltimo, seguramente el motivo ms urgente
y poltico, alejar del escenario peninsular a aquellas fuerzas militares que podran,
dado su manifestado afecto por la Constitucin, intentar reinstaurarla de nuevo
y obligar al rey a cumplirla.
Ante la inmediatez de ser enviados a combatir en ultramar por resolucin
real, los militares liberales espaoles se hallaron confinados en los lmites de
una comprometida paradoja: la de obedecer al rey y por tanto ser desleales a
las ideas que hasta entonces haban defendido, debiendo enfrentarse dramti-
camente contra los liberales americanos, a pesar de mantener con ellos, con
mayores o menores disonancias, una misma ideologa antiabsolutista, un simi-
lar ideal de cambios y de libertad y un ferviente deseo de enterrar definitiva-
mente al Antiguo rgimen y a sus corss autoritarios; o, por el contrario, y como
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
4. Algunas de las claves del proceso estn planteadas en: Francesc-Andreu Martnez Gallego,
Entre el Himno de Riego y la Marcha real: la nacin en el proceso revolucionario espaol,
Manuel Chust (ed.) Revoluciones y revolucionarios en el mundo hispano. Cit; Irene Castells,
La utopa insurreccional del liberalismo. Torrijos y las conspiraciones liberales de la dcada
ominosa, Barcelona, 1989; Isabel Burdiel y Manuel Prez Ledesma (coord.), Liberales, agita-
dores y conspiradores, Madrid, 2000; otra mirada en Alberto Gil Novales, Del Antiguo al nuevo
rgimen en Espaa, Caracas, 1986. Una actitud diferente fue la que tom el que fuera gue-
rrillero contra Napolen y luego jefe liberal Francisco Javier Mina, que march a Mxico en
1816 a seguir combatiendo contra el absolutismo del rey, unindose a los patriotas mexica-
nos y muriendo en el empeo cerca de Guanajuato, fusilado por el virrey Apodaca (1817).
Manuel Ortuo Martnez, Expedicin de Mina. Intervencin exterior en la independencia
de Mxico, en Salvador Broseta, Carmen Corona, Manuel Chust (eds.) Las ciudades y la gue-
rra, 1750-1898, Castelln, 2002, pg. 61.
5. Tesis expuesta desde hace aos por Pierre Vilar, en Hidalgos, amotinados y guerrille-
ros. Pueblo y poderes en la historia de Espaa, Barcelona, 1982, pg. 199.
6. Manuel Jos Quintana y Lorenzo, Manifiesto en nombre de la Junta Central, a la con-
vocatoria de la celebracin de Cortes, en Isidoro de Antilln, Coleccin de documentos indi-
tos pertenecientes a la poltica de nuestra revolucin, Palma, 1811, pg. 124. Ver tambin Miguel
Artola, La Espaa de Fernando VII, Madrid, 1983.
7. Jos Cepeda Gmez: La doctrina militar en las Cortes de Cdiz y el reinado de Fernando
VII, en Historia social de las fuerzas armadas espaolas, vol. 3, La poca del reformismo
institucional, Madrid, 1986, pgs. 16-22.
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8. Ral Morodo y Elas Daz, Tendencias y grupos polticos en las Cortes de Cdiz y en las
de 1820, Cuadernos Hispanoamericanos, N.201, 1966. Sobre este asunto ver tambin Julio
Busquets, El militar de carrera en Espaa, Barcelona, 1967; Jos Cepeda Gmez, El ejrcito
en la poltica espaola, 1787-1843, Madrid, 1990; Alberto Gil Novales, Ejrcito, poder y consti-
tucin. Homenaje al general Rafael del Riego, Madrid, 1987; Roberto Blanco Valds, Cortes, rey
y fuerza armada en los orgenes de la Espaa Liberal, 1808-1823, Madrid, 1988. En este sen-
tido resulta imprescindible la consulta de las obras de Manuel Chust, aqu citadas, y del Dic-
cionario biogrfico del Trienio Liberal, dirigido por Alberto Gil Novales (Madrid, 1991) para
comprobar el peso y el nmero de estos oficiales en la prctica poltica del liberalismo espa-
ol del periodo.
9. Charles W. Fehrenbach, Moderados and Exaltados: The Liberal Opposition to Ferdinand
VII, 1814-1823, Hispanic American Historical Review, N. 50.1, 1970; y las obras ya citadas de
Irene Castells e Isabel Burdiel y Manuel Prez Ledesma.
10. Ignacio Lasa Iraola, El primer proceso de los liberales, 1814-1815, Hispania, N. XXX,
Madrid, 1970.
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armar seis navos y tres fragatas. Llevarn 3.000 hombres que, desembarcados en
Buenos Aires, pondrn a Amrica al abrigo de cualquier acontecimiento. Al
mismo tiempo, Napolon nombraba al brigadier Vicente Emparn como capitn
general de Venezuela, ordenando embarcarse para Caracas con varios miles de
fusiles en el navo El Descubridor. Adems nombraba al general Gregorio de la
Cuesta (entonces capitn general de Castilla la Vieja) virrey de Mxico, y a varios
coroneles para diversos destinos en Veracruz y otros lugares de Nueva Espaa.
Era una forma de sacarse de encima a los viejos generales borbnicos, a la vez
que asegurar la tranquilidad de las colonias. A Castaos (capitn general en Anda-
luca) le ofreci tambin otro virreinato, quizs el peruano. Es decir, enviar a
Amrica a los enemigos, lo ms lejos posible, no fue un invento de Fernando VII.
Las medidas napolenicas no se concretaron porque los acontecimientos lo impi-
dieron, pero todo indica que estuvo a punto de lograrlo.16
En todo caso lo que obtuvo Fernando VII enviando al ejrcito a Amrica
fue imposibilitar cualquier acuerdo entre las partes. Esta idea de un acuerdo entre
los liberales de ambos lados del mar fue defendida durante el periodo por diver-
sos autores espaoles, en una variedad de posturas, desde lvaro Flores Estrada
en su Examen imparcial de las disensiones de la Amrica con la Espaa, de los
modos de su reconciliacin y de la prosperidad de todas las naciones,17 publicado
en Cdiz en 1812, hasta Blanco White, en las pginas de El espaol, de 1810 a
1814, y luego en Variedades y El mensajero de Londres. Uno de los ms acti-
vos defensores de un acuerdo transocenico entre liberales fue Jos Joaqun de
Mora, editor del almanaque No me olvides, quien recorri varias repblicas ame-
ricanas y que incluso particip en la elaboracin de la Constitucin de Chile.18
La idea de una construccin federal de la monarqua espaola o hispnica fue
igualmente considerada, al menos por parte de los liberales ms progresistas.19
16. Estos generales parece que silenciaron luego estas ofertas de Napolen, so peligro de
ser acusados de traidores, y no informaron de ello a las juntas respectivas, salvo Emparn,
que lo comunic a la de Sevilla y sta lo nombr entonces para idntico cargo, marchando
a su destino en 1809. Jos Ramn Alonso, Historia poltica del ejrcito espaol, Madrid,
1974, pg. 120. El destino de Emparn pareca escrito antes de 1810.
17. Cdiz, Imprenta de Jimnez Carreo, 1812.
18. Vicente Llorns, Liberales y romnticos. Una emigracin espaola en Inglaterra, 1823-
1834, Madrid, 1979.
19. Manuel Chust (ed.) Federalismo y cuestin federal en Espaa, Castelln, 2004; Manuel
Chust, La cuestin nacional americana en las Cortes de Cdiz, Valencia, 1999, pgs. 232 y ss.;
Jos Luis Villacaas Berlanga, Una propuesta federal para la Constitucin de Cdiz: el pro-
yecto de Flrez Estrada, en Manuel Chust e Ivana Frasquet (eds.), La trascendencia del libe-
ralismo doceaista en Espaa y Amrica, Valencia, 2004. Para el caso mexicano, Manuel Chust
e Ivana Frasquet, Soberana hispana, soberana mexicana: Mxico, 1810-1824, en Manuel
Chust (coord.), Doceaismos, constituciones e independencias. La Constitucin de Cdiz y
Amrica, Madrid, 2006, pg. 169.
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20. Muy revelador es en este sentido el trabajo de Tulio Halperin Donghi, Del Virrei-
nato del Ro de la Plata a la Nacin Argentina, en Vctor Mnguez y Manuel Chust (eds.) El
Imperio sublevado. Monarqua y naciones en Espaa e Hispanoamrica, Madrid, 2004, en
especial las pgs. 280 y ss., donde analiza la importancia de la lite militar, surgida en 1810,
en el transcurso de la revolucin de Buenos Aires.
21. Carta reproducida en El Correo del Orinoco, Angostura, N. 2, julio 1818, pgs. 1 y 2.
Edicin facsimilar de Gerardo Rivas Moreno, Bogot, 1998.
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cia de apoyo logstico desde Espaa que nunca lleg; la desercin, que llev a
muchos a desesperar por la ausencia de relevos; y una guerra que dur ms de
diez aos, acabaron con casi todos ellos. El mismo general Morillo, y el resto de
los jefes militares realistas, se vieron obligados a hacer la guerra con tropas loca-
les en su mayor parte, porque sus altivos regimientos fueron muy pronto consu-
midos, y de ellos apenas quedaban ya, en 1820, las banderas y los tambores. Y
ello extendi an ms por el continente americano la sensacin en realidad bas-
tante ms que una sensacin de que se trataba de una guerra civil entre ameri-
canos, porque a la guerra fueron arrastrados fundamentalmente sectores popu-
lares cuyo poder de decisin para estar en un bando o en otro fue duramente
constreido por las medidas de fuerza que contra ellos aplicaron unos y otros. Sin
olvidar que, adems, en Mxico, en Per, en Charcas, en Chile e incluso en la
Nueva Granada, no pocos de estos oficiales peninsulares acabaron por abrazar
finalmente la causa patriota, sobre todo despus de 1823, cuando, tras tantos aos
en Amrica, acabaron por identificarse ms con la posicin de los militares repu-
blicanos independentistas que con la causa de un rey que de nuevo se empeaba,
tercamente y a cualquier precio, en mantener un absolutismo tan aejo como
imposible.
Al mismo tiempo, esta decisin de enviar al ejrcito a ultramar fue un fracaso
puramente militar. Era masiva la presencia de liberales en el seno de la oficiali-
dad de estas unidades embarcadas, porque precisamente este era el objetivo
que se pretenda, mandarlos lejos; pero tambin entre las tropas, puesto que la
mayor parte de los soldados haban sido voluntarios presentados en las diversas
ciudades espaolas para luchar contra Napolen, pero en modo alguno pare-
can dispuestos ahora a combatir en Amrica; la guerra colonial, despus de siete
aos de duros enfrentamientos en la Pennsula contra los franceses, fue ms que
impopular; no era una guerra ni querida, ni entendida. Definitivamente, estos sol-
dados cruzaron el mar a la viva fuerza, a una especie de destino final del que
muchos saban que nunca podran regresar. De aqu que los jefes supremos ele-
gidos por el rey para mandar todas estas unidades haban de ser absolutamente
fieles a sus ideas y propsitos, absolutistas y obedientes, preferidos por su prag-
matismo, para mandar a una oficialidad y unas tropas que en cualquier momento
podran sublevarse; de hecho, los militares que quedaron en Espaa no cesaron
de alzarse y amotinarse contra el rey. Es decir, las discrepancias en el seno de
estas unidades, incluso antes de salir de la Pennsula, o en el viaje, o ya en Am-
rica, fueron continuas, y as fue hasta el final. Morillo reconoca que en buena
parte de sus oficiales y en la mayora de sus tropas no podra hallar sino una
frgil obediencia debida, que en cualquier momento poda quebrarse como de
seguido le aconteca.
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22. Antonio Alcal Galiano, Apuntes para servir a la historia del origen y alzamiento del
ejrcito destinado a Ultramar en 1 de enero de 1820, Obras escogidas (Edicin de Jorge Cam-
pos) Biblioteca de Autores Espaoles, N. LXXXIV, Madrid, 1955, pgs. 327-342.
23. Josep Fontana, De en medio del tiempo. La segunda restauracin espaola, 1823-1834,
Barcelona, 2006.
24. Juan Sisinio Prez Garzn, Absolutismo y clases sociales: los voluntarios realistas de
Madrid, (1823-1833), Anales del Instituto de Estudios Madrileos, N.XV, 1978; Federico Surez,
Los cuerpos de voluntarios realistas. Notas para su estudio, Anuario de Historia del Derecho
Espaol, Madrid, 1956; Alfonso Braojos Garrido, Los voluntarios realistas, un vaco en la his-
toria militar de Andaluca, Milicia y sociedad en la Baja Andaluca. S. XVIII y XIX, Sevilla, 1999.
25. Pedro Pegenaute, Represin poltica en el reinado de Fernando VII. Las comisiones mili-
tares. 1824-1825, Pamplona, 1974; Soren Christensen (ed.) Violence and the Absolutist State,
Copenhagen, 1990.
26. Instrucciones personales de Fernando VII, en Federico Surez, Luis Lpez Ballesteros y
su gestin al frente de la Real hacienda (1828-1832), Pamplona, 1970, pg. 84.
27. J. Marchena F., La expresin de la guerra. El poder colonial. El ejrcito y la crisis del r-
gimen colonial en la regin andina, Historia de Amrica Andina, vol. 4, Quito, 2003; Alberto
Wagner de Reyna, Ocho aos de La Serna en el Per. De La Venganza a La Ernestine, Quinto
Centenario, N. 8, Madrid, 1985.
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As pues, liquidar al liberalismo militar haba sido desde 1814 uno de los obje-
tivos de la poltica real. Pero, segn opinaron en 1823 los ms conspicuos con-
servadores y absolutistas, tras el horror y anarqua en que decan haber vivido
los tres aos de reimplantacin del liberalismo que produjo el golpe militar de
Riego y sus compaeros constitucionalistas en 1820, todo se haba debido a la
tibieza de las medidas en 1814 adoptadas contra estos militares liberales. Una
situacin que no poda, insistan, volverse a repetir.
Por tanto, desde 1823, este objetivo inicial emprendido de acabar con los ofi-
ciales liberales se transform en el eje central de la poltica fernandina durante
la dcada que sigui; una poltica a desarrollar a cualquier precio y de la manera
ms contundente, volviendo a poner en vigor los antiguos decretos de 1814 y
aplicndolos a rajatabla. Por Real Orden de 9 de octubre de 1824 se dispuso que:
(Art. 1) Los que se declaren [...] partidarios de la constitucin publicada en Cdiz [...]
son declarados reos de lesa majestad y como tales sujetos a la pena de muerte [...]
(Art. 2) Los que hayan escrito papeles o pasquines dirigidos a aquellos fines, son
igualmente comprendidos en la misma pena [...] (Art. 3) Los que en parajes pblicos
hablen contra la Soberana de S. M. o a favor de la abolida constitucin [...] y fuesen
efecto de una imaginacin indiscretamente exaltada... quedan sujetos a la pena de
cuatro a diez aos de presidio [...] (Art.5) Los que promuevan alborotos [...] que se diri-
gieren a trastornar el gobierno de S. M. o a obligarle a que condescienda en un acto
contrario a su voluntad Soberana, se declaran reos de lesa majestad [...] (Art.8) Los
que hubiesen gritado muera el rey son reos de alta traicin y como tales sujetos a la
pena de muerte [...] (Art. 9) Los masones, comuneros y otros sectarios, atendiendo a
que deben considerarse como enemigos del Altar y los Tronos, quedan sujetos a la
pena de muerte [...] como reos de lesa majestad divina y humana [...] (Art.10) Todo
espaol [...] queda sujeto [...] al juicio de las Comisiones Militares ejecutivas, en con-
formidad con el Real Decreto de 11 de septiembre de 1814, por el que S. M. tuvo a
bien, en las causas de infidencia o ideas subversivas, privar del fuero que por su carc-
ter, destinos o carrera les estuviese declarado [...] (Art.11) Los que usen las voces alar-
mantes y subversivas de viva Riego, viva la constitucin, mueran los serviles, mueran
los tiranos, viva la libertad, deben estar sujetos a la pena de muerte [...] en confor-
midad del Real Decreto de 4 de mayo de 1814, por ser expresiones atentativas al
orden, as como se proceder contra todas las convocatorias a reuniones dirigidas a
deprimir la sagrada persona de S. M. y sus respetables atribuciones.28
28. Decretos del Rey Nuestro Seor don Fernando VII, y reales rdenes, resoluciones y
reglamentos (compilador Jos Mara de Fernando Nieva), Imprenta Real, Madrid, 1829, Vol. IX,
pgs. 224, 227. Ver tambin Mariano y Jos Luis Peset, Legislacin contra liberales en los co-
mienzos de la dcada absolutista, 1823-1825, Anuario de historia del derecho espaol, ao 1967.
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29. Imprenta de Fermn Villalpando, Madrid, 1813. Edicin y estudio preliminar de Jos
Antonio Maravall, Madrid, 1988, pgs. 132 y 150.
30. Andrs de Moya Luzuriaga, Catecismo de Doctrina Civil, Imprenta de la Junta Supe-
rior de Gobierno, Cdiz, 1810.
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De ah que las Cortes pudieran actuar como una asamblea soberana a manera
de convencin, y, segn el decreto de Cortes del primer da de reunin, el
24 de octubre de 1810, los diputados que componen este Congreso, y que
representan la nacin espaola, se declaran legtimamente constituidos en Cor-
tes Generales y Extraordinarias, afirmando que reside en ellas la Soberana
nacional.31 Es decir, se parta de una disolucin del estado social originario (pre-
social, sin autoridades) y se conformaba una nueva realidad, una soberana fun-
dada en los principios del derecho natural. De donde devena, para algunos, el
carcter revolucionario de la guerra. Porque, a partir de sta y con la constitu-
cin de una nacin espaola por obra de las Cortes, el pueblo se sacuda del
yugo absolutista y recobraba la soberana usurpada por los agentes del Antiguo
rgimen. As en el peridico El Robespierre espaol. El amigo de las leyes o cues-
tiones atrevidas sobre la Espaa, editado en Cdiz en 1811, era corriente el
empleo en tal sentido del trmino revolucin.32 En el nmero 12 se lee: El pue-
blo espaol, por medio de su gloriosa revolucin, ha sacudido el yugo que le
agobiaba. Ha recobrado la soberana que le tenan usurpada, y ha dado a sus
diputados todos los plenos poderes y facultades amplsimas para deshacer, refor-
mar, abolir, crear de nuevo, refundir o extirpar cuanto sea conveniente a la sal-
vacin de la patria y a su futura felicidad.
Similar, por tanto, a las proclamas de las juntas americanas. En Quito en 1809,
las palabras son casi idnticas, grabadas en bronce en la Plaza Grande de esta
ciudad. En Caracas en 1810, la Junta y el cabildo proclamaron que si la Junta
Central en Espaa ha sido disuelta y dispersa en aquella turbulencia y preci-
pitacin, y se ha destruido finalmente aqulla soberana constituida legalmente
para la conservacin del estado [...] el sistema de gobierno con el ttulo de Regen-
cia organizado por los habitantes de Cdiz [...] no rene en s el voto general de
la nacin, ni menos an el de estos habitantes (de Caracas), que tienen el dere-
cho legtimo de velar por su conservacin y seguridad como partes integran-
tes que son de la monarqua espaola.33 Apenas unos das antes, el 19 de abril,
el Cabildo haba insistido en que se haca necesario erigir un gobierno que
supla las enunciadas faltas, ejerciendo los derechos de la soberana, que por
el mismo hecho ha recado en el pueblo, conforme a los principios de la sabia
constitucin de la primitiva Espaa y a las mximas que ha enseado y publi-
cado en innumerables papeles la Junta Suprema extinguida.34 Es decir, el dis-
curso era el mismo y serva en ambas partes.
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Era la revolucin poltica, que se plante por mil y una vas, a los dos lados
del mar, y en la misma direccin. Vas como la adjudicacin de la vieja simbo-
loga del Antiguo rgimen al nuevo, como arrebatando, restando o eliminando
potestad a las antiguas formas de poder; y asignando dicha potestad a las nue-
vas: de soberano a soberana nacional, un cambio trascendental en la legiti-
macin del imaginario social liberal. Como se ha sealado,35 fue precisamente
un diputado americano en Cdiz, Jos Meja Lequerica, electo por Bogot, el
que propuso que al nuevo poder ejecutivo emanado de las Cortes se le habra
de denominar en adelante Alteza, por ser gestor del poder nacional; que al poder
judicial se le reservara el de Nacin, porque en el imperio de la ley se iguala-
ban todos los espaoles; y que al poder legislativo, es decir, a las Cortes, se le
adjudicara el de Majestad, por ser en ellas donde resida la soberana. Es decir,
trminos antes reservados exclusivamente al monarca pasaban ahora al Estado.36
Como se observa, una revolucin terminolgica que contena una revolucin
poltica, soportadas ambas desde la Constitucin como capital jurdico.37
Pero, al mismo tiempo y en otros frentes, tambin se estaba llevando a cabo
una revolucin social: la que eliminaba o pretenda eliminar los privilegios feu-
dales y estamentales del Antiguo rgimen. Pierre Vilar seala que en 1808 haba
en Espaa guerra y revolucin al mismo tiempo: guerra contra los franceses, y
guerra entre grupos sociales ms lucha de clases, 38 desarrolladas todas en el
marco de un conflicto que, obviamente, iba ms all del mero hecho de com-
batir a las tropas de Napolen. Es decir, una revolucin poltica, y tambin una
revolucin social;39 aunque, como seala Llus Roura, ambas se desenvolvieron
con una clara desconexin entre s.40 De hecho, el trmino guerra de indepen-
dencia espaola fue una acepcin consolidada solo posteriormente por la his-
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Morillo, uno de los principales traidores que vendieron su patria ya libre, ya bien
constituida, llena de gloria y elevada a su antigua dignidad: la vendieron, digo,
y la sacrificaron al dspota. Traidores que poco antes haban jurado a la faz de
la nacin no admitir en su territorio si al pisarlo no juraba el mismo renunciar
de toda pretensin al poder arbitrario. Sin Morillo, sin Elo, ODonnell y otros
cabecillas, la Espaa no habra perdido el fruto de tantos sacrificios, de tanta cons-
tancia y de tan nobles y heroicos esfuerzos. Qu espaol no se avergonzar de
hacer profesin de tales sentimientos en el siglo 19? El temor de desagradar a Fer-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
45. Sermones de los curas de Bosa, Guaduas y Villeta, 1819. Margarita Garrido, Contrarres-
tando los sentimientos de lealtad y obediencia: los sermones en defensa de la Independencia en
el Nuevo reino de Granada, en Actas del XII Congreso Internacional Ahila, Porto, 2001, vol. II,
pg. 72 y ss.
46. Ibdem, pg. 73, sermn del cura de Guaduas.
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53. Rafael Snchez Mantero, Las conspiraciones liberales en Francia, 1815-1823, Sevilla,
1972; id., Liberales en el exilio. La emigracin poltica en Francia en la crisis del Antiguo rgi-
men, Madrid, 1975.
54. La documentacin sobre los servicios militares de estos oficiales enviados a Amrica
entre 1814 y 1820 se halla en el Archivo General de Simancas, Secretara de Guerra, Guerra
Moderna, 2998. Pueden estudiarse igualmente todas sus hojas de servicio en Juan Marchena
Fernndez (coord.), Gumersindo Caballero y Diego Torres Arriaza, El Ejrcito de Amrica
antes de la Independencia. Ejrcito regular y milicias americanas. 1750-1815. Hojas de servi-
cio.
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Historia de Espaa y Amrica:
ltimas tendencias en investigacin
Mesa redonda
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HISTORIA DE ESPAA Y AMRICA: LTIMAS TENDENCIAS EN INVESTIGACIN
Ivana Frasquet
Universitat Jaume I, Castell
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LT I M A S T E N D E N C I A S E N I N V E S T I G AC I N
esperando a ver dnde acomodar sus intereses y dnde va a parar toda esta
cuestin.
Finalmente, considero que tambin se ha superado la tesis maniquea de la
historia patria, en cuanto a que se est empezando a investigar el tema de los
otros, y con los otros me refiero a los excluidos de la historia de las indepen-
dencias, a los realistas, a los considerados los perdedores de la guerra. Ellos no
construyen la nacin; sus glorias y sus gestas no tienen el inters de las de los
hroes, y por lo tanto no han sido tenidos en cuenta. Al parecer, eso tambin
est cambiando: el empezar a estudiar a los blancos criollos, a los generales rea-
listas, ver cules eran sus intereses, sus motivaciones, por qu estaban ah; e
incluso terminar con esa tesis de que no slo los indios y los peninsulares son
los realistas, sino que entre los criollos y los americanos tambin hubo parti-
darios de reformar ese sistema absolutista sin por ello continuar tampoco con
los planteamientos coloniales ni llegar a la independencia. La historia en ese
sentido de los vencidos como grupos diversos, con sus conflictos, con sus pro-
blemas y con sus motivaciones complejas.
En conclusin, uno de los temas importantes y que ya haba mencionado
respecto del rescate de esta problemtica tnica es precisamente la inclusin
en el relato histrico de los nuevos actores pardos, negros, mulatos que han
ido cambiando el color de nuestra historiografa, que hasta ahora era blanca-
blanca y que ahora empieza a tener ya unas notas de color un poco diferen-
tes. Creo que ha quedado claro que las clases populares se movilizaron, par-
ticiparon, intervinieron no necesariamente bajo un prisma patriota o realista
no creo que tengamos por qu encasillarlas apriorsticamente en estas dos
concepciones, sino por cuestiones de intereses ligados a sus grupos econ-
micos y raciales e, insisto, no necesariamente encuadradas en un estereotipo
nacional o nacionalista en cuyo discurso de la nacin se las incorporaba y pero
se las dejaba al margen de esa construccin identitaria.
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LIBERTARIOS VERSUS LIBERALES
Miquel Izard
Universitat de Barcelona
Civilizacin y barbarie
Los arquelogos parecen concordar en que la humanidad, que surgi en
frica y se desplaz a Europa y Asia har 75.000 aos, pas mucho ms tarde
al continente que los europeos bautizaron Amrica. Donde, al producirse la defi-
nitiva irrupcin occidental (1492) la estructura socioeconmica tena, como
doquier, caractersticas singulares, en la mayora del mbito vivan naciones
autosuficientes conservando los trazos primigenios: vivir de caza pesca y reco-
leccin no generaba excedentes lo que implicaba que no precisaran poder, reli-
gin o represin. Los primeros castellanos los tacharon, despectivamente, de
gente sin dios, rey, ni ley, definicin que tendra por paradigmtica. Las pecu-
liaridades esenciales de todas estas naciones eran similares aunque hubiera
diferencias muy notables en lo secundario: los yaganes de Tierra de Fuego anda-
ban desnudos y combatan un fro polar ingeriendo muchsimas caloras, pero
forjaron una de las gramticas ms complejas del pasado; tribus federadas en la
Liga Iroquesa, con una agricultura notable, trabaron un sistema poltico que pro-
voc la admiracin de Franklin quien dijo: Resultara bastante extrao que seis
naciones de ignorantes salvajes fueran capaces de establecer un proyecto de
unin de este tipo, y capaces de ejecutarlo de manera tal que subsista desde
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
hace siglos y parezca indisoluble; y que, sin embargo, una unin semejante sea
impracticable para diez o doce colonias inglesas.1
Todas las naciones autosuficientes, porfo con disparidades notables, seo-
reaban como un 80 % del continente y englobaban a la mitad de su pobla-
cin. Mientras en el 20 % restante y acogiendo la otra mitad del censo haban
surgido de forma antagnica estados capaces de generar, gracias en buena
parte a una agricultura protagnica con tcnicas muy complejas, notables sumas
de excedentes, trayendo que se apoderaran de ellos una mnima parte de suje-
tos y que para mantener una situacin arbitraria debieran idear un sistema puni-
tivo y represor basado en poder, religin, ejrcito, escuela o familia. Adems
estas sociedades alcanzaron en lo cientfico, tcnico o sanitario desarrollos muy
superiores a los coetneos de Europa. Me limitar a un caso: los mayas fueron
una de las dos comunidades humanas, con los hinds, capaces de idear algo
tan genial como el cero, que les permiti asombrosos clculos matemticos.
Esta distribucin antittica a la de Europa casi todo el territorio de la penn-
sula de Asia que es en realidad el Viejo Continente estaba sometido a reinos y
similares engendr una actitud de desprecio y tuvo secuelas en el devenir de
la colonizacin; en efecto, los primeros, los autosuficientes, libres y nmadas
en potencia, rechazaron la civilizacin, y los agresores del Este no ocuparon
gran cosa ms que un 20 % de Amrica, la tierra sojuzgada por los aztecas y los
parajes del sur, los valles andinos agrupados por los incas, alguna Antilla, cos-
tas y orillas fluviales. Castilla llam Indias a su territorio, ms tarde, holandeses,
galos e ingleses ocuparon pequeos enclaves.
En las Indias, y durante la etapa colonial, los nativos, antes sbditos de sus sobe-
ranos, por lo que ya haban interiorizado la extorsin, fueron esclavizados, al mar-
gen de la ley por supuesto, esto, la implacable sobreexplotacin y las epidemias
llegadas con los invasores que incidieron en poblaciones desnutridas, exhaustas y
frustradas causaron la hecatombe demogrfica, quedando en demasiados lugares
la colectividad reducida en un siglo al 10 % inicial o menos. Pero debemos recor-
dar una obviedad, todos los originarios eran y son mortales. El atroz desplome
demogrfico se debi, simple y llanamente, a que las mujeres se negaron a parir
y, por tanto, no repusieron a los finados. Sin mano de obra las Indias no tenan
viabilidad econmica, por lo que se substituyeron por esclavos africanos y el
incremento de la explotacin degener en una pasmosa lucha de clases que a
la vez lo era de castas, ya que todos los explotadores eran blancos y todas las
vctimas de color.
1. Cfr. Ronald Wright, Continentes robados. Amrica vista por los indios desde 1492, Anaya &
Mario Muchnik, Madrid, 1994, 145.
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forma colectiva. Citan a Conzemius que dijo de ellos no tienen inters alguno
por la acumulacin de propiedades, por lo cual no trabajan para conseguir rique-
zas. Viven en la ms perfecta igualdad y en consecuencia no se sienten impulsa-
dos a la laboriosidad. Como se sienten satisfechos con sus sencillos medios, no
muestran deseo alguno de emular hbitos u oficios de los colonizadores. Un
oficial britnico dijo tienen el concepto ms elevado de libertad. Los sol-
dados negros dorman dentro del fuerte para evitar que huyeran, a pesar
de lo cual de una expedicin al San Juan de 2.000 afroamericanos slo regre-
saron cien.
En 1802 se destap una conspiracin radical dirigida por los Despard, Edward
Marcus y su esposa Catherine. El fiscal pidi la pena de muerte para l por su
torpe esquema de igualdad impracticable y sus principios de igualdad univer-
sal, salvajes e igualitaristas que imagin por sus lecturas sobre nativos de Am-
rica del Norte.
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MUJERES E INDEPENDENCIAS LATINOAMERICANAS
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. Son distintas denominaciones para nombrar una realidad comn no siempre idntica, pudien-
do existir diferencias significativas entre estos estudios. No obstante, todos coinciden en denunciar
la invisibilizacin, exclusion o marginacin de las mujeres, o que cuando se les menciona predomi-
na la inexactitud.
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106 ndice
M U J E R E S E I N D E P E N D E N C I A S L AT I N OA M E R I C A N A S
nen los estudios de las mujeres. En los ltimos aos la investigacin ha expe-
rimentado un considerable avance cuantitativo y cualitativo, lo cual puede cons-
tatarse en los numerosos congresos, seminarios y reuniones que se estn
llevando a cabo desde hace unos aos o que estn prximos a realizarse,4 en los
que se presentan trabajos acadmicos sobre esta temtica. De igual manera han
proliferado las publicaciones cientficas que tratan temas sobre mujeres.5
Qu hay detrs de esa urgencia? el bicentenario? Pregunta retrica. Sin du-
da es as, peor eso, en principio, no es negativo. Siempre las modas o las ur-
gencias historiogrficas han favorecido y favorecern la investigacin. Esto ya
se vio en otros eventos conmemorativos que dejaron posos interesantes, caso
por ejemplo del bicentenario de la Revolucin Francesa, donde surgieron tra-
bajos de investigacin serios y, aquellos que se unieron por moda hoy pasan
inadvertidos.
A otro nivel, me refiero ahora al de la docencia. Los bicentenarios estn pro-
vocando que en Latinoamrica se de por parte del profesorado e instituciones
educativas en los distintos niveles el inters por un saber y conocimientos de
las mujeres en los procesos independentistas para incluirlos en los contenidos
de aprendizaje. Especialmente se reclama hacer visible la historia de las inde-
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4. De entre los muchos eventos destaco tres, el primero ya se realiz y los otros dos estn pr-
ximos a realizarse: Simposio Las Mujeres en la Independencia, organizado por el Centro de Estudios
La Mujer en la Historia de Amrica Latina-CEMHAL, Lima en agosto 2009. VI Seminario Internacional:
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las mujeres en la Independencia de Amrica Latina 2-3 setiembre, 2010. Benemrica Universidad
Autnoma de Puebla.
5. Destaco los monogrficos de tres revsitas dedicadas a esta temtica: Feminist Review, No. 79,
2005, Latin America: History, war and independence. Hispanic Research Journal, vol. 7, No. 1, mar-
zo de 2006. Tiempos de Amrica, 2010.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
pendencias desde la voz de las heronas de este perodo, reclamo que eviden-
temente favorece el proceso de investigacin.
Con todo hay una urgencia e inters que no debemos olvidar, al menos yo
no quiero olvidar: se trata del inters de las mujeres por conocer su historia. s-
te es un proyecto que tiene ya una larga trayectoria y que no responde a co-
yunturas de bicentenarios ni conmemoraciones; es ms, se trata de una histo-
ria que tiene un inters poltico: la deconstruccin de la desigualdad y la
construccin de la igualdad.
Hoy lo interesante de todos estos motivos es que buscan desde su hetero-
geneidad visibilizar y conocer el cmo y el porqu de las mujeres en los pro-
cesos independentistas, teniendo como resultado el acceso a un conocimiento
hasta ahora ignorado o falseado.
Un ltimo apunte para terminar este flash: la interdisciplinariedad es un ras-
go que caracteriza los estudios de las mujeres en las independencias, algo a lo
que la historiografa de las mujeres y del gnero est acostumbrada. Cada dis-
ciplina Historia, Crtica Literatura, Lingstica, Antropologa Cultural, Sociologa,
Arte, o Semitica aporta sus propios objetivos y metodologas y las influencias
interdisciplinares acercan mtodos e interpretaciones que diluyen las fronteras
entre ellas, lo cual proporciona una riqueza de enfoques, interrogantes y res-
puestas en la complementariedad.
Olvido y androcentrismo
Hace unos aos los estudios sobre independencias podan permitirse olvi-
dar a las mujeres como sujetos histricos e invisivilizarlas en el genrico mas-
culino,6 pero hoy esta postura resulta historiogrficamente un olvido punitivo.
En julio de 2009, se public en Milenio on line una entrevista realizada al
politlogo e historiador mexicano Gustavo Abel Hernndez Henrquez,7 con
el titular: Inconcebible, que la historiografa mexicana haya olvidado en sus
libros a las mujeres. Hernndez en concreto lanza su crtica a la obra de cua-
6. Tras este olvido hay una tradicin disciplinaria histrica que, desde la apariencia de neutra-
lidad e incluso de progresismo e innovacin historiogrfica, ha dado a la experiencia histrica mas-
culina la validez de universal. En esta lnea se refuerza y se hace hbito la doble costumbre de
generalizar como humano lo que en realidad solo se refiere al hombre, y creer que la expe-
riencia de el hombre agota lo humano. Hbito consolidado en un campo como la poltica y la
guerra donde se ha considerado innecesarias a las mujeres. Espacio del que tambin fueron invi-
sibilizados muchos varones indgenas, negros, mestizos, esclavos... pero ninguno de ellos lo
fue por su sexo. La renovacin historiogrfica de las dos ltimas dcadas los ha incorporado al
relato de la historia, pero las mujeres siguen sin estar en ese gran relato histrico, ausencia que se
ha convertido en un lastre del discurso que pretende representar a la especie humana.
7. Milenio-on line, 2009-07-13, <http://impreso.milenio.com/node/8607455>
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tro tomos Una Historia contempornea de Mxico, editada por Lorenzo Meyer
e Iln Bizberg y publicada recientemente por el Colegio de Mxico, aunque la
crtica es a la totalidad de la obra en los siguientes trminos: (La exclusin de
las mujeres) es una falla gravsima. Cmo es posible que esas personas tan cul-
tas, preparadas, con una visin tan amplia, se les haya olvidado la mitad de la
poblacin?. Lo que nos interesa es que en el estudio del proceso histrico de la
independencia mexicana se excluye a las mujeres. Las opiniones y explicaciones
de Hernndez a este olvido deberan matizarse,8 pues una de las historiogra-
fas ms dinmicas en el tema de historia de las mujeres es la mexicana, pero
no deja de ser cierta la marginacin brutal a la que un sector acadmico so-
mete a esta temtica, ms an cuando, y como bien dice este investigador:
No se pueden imaginar la Revolucin y la Independencia hechas nada ms por
los hombres. En primer lugar, no se hizo nada ms por los hombres. Las per-
sonas que se levantaron con Miguel Hidalgo no eran soldados profesionales,
militarizados con instruccin, fue una rebelin de la gleba, del pueblo, y en el
pueblo van hombres y mujeres [...] las llamadas hordas de Hidalgo estaban
conformadas por mujeres y por hombres: Ah comienza la gran falla histrica
desde el inicio: plantear el desarrollo poltico y social de Mxico como si fue-
ra exclusivamente masculino.
Las acusaciones de Gustavo Hernndez fueron contestadas por uno de los
editores, Lorenzo Meyer, que declar: Le voy a ser muy sincero: porque no
se nos ocurri, asintiendo a la responsabilidad de los editores con un grand-
sima culpa, pues y contina: Son cuatro tomos, 34 autores. Cuntos temas
cree que hay en Mxico para resolver y hacer historia? Cien, doscientos? No
nos alcanzaba, tomamos los ms obvios, los ms tradicionales en realidad.
Fue eso lo que hicimos, y s, me declaro en falta. Si realmente es punitivo el
olvido de las mujeres, lo es igual o ms la sinceridad de la respuesta de Meyer,
pues no es cuestin de temas, ni de si stos son tradicionales o innovadores, si-
no de contar la historia contempornea de Mxico olvidando que el 50 % de su
poblacin son mujeres.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Opino que en estos como en otros libros detrs de ese mea culpa debe
haber algo ms que la mera confesin de un olvido. Hoy ya no es cuestin de
olvido, es cuestin de que como investigadoras e investigadores, como edito-
ras, editores, docentes... se reconozca que hay algo ms: el debate historio-
grfico sobre los estudios de las mujeres y de las relaciones de gnero que ha
tenido lugar en los ltimos treinta aos ha sido de tal magnitud y llevado con
tal seriedad incluyendo claro est las necesarias divergencias que ha provo-
cado cambios tan importantes en la historiografa en general, que es imposible,
si se quieren hacer investigaciones serias e incluyentes, permanecer al margen
de estas cuestiones.
Omitir, olvidar e invisibilizar a las mujeres en la investigacin, docencia y
publicaciones sobre las independencias hoy puede ser objeto de crtica y me
atrevo a calificarlo como delito historiogrfico.
Pero para la historiografa de las mujeres las crticas a las ausencias y olvi-
dos no son algo nuevo; siempre se han pedido cuentas a la Historia, por lo que
a las investigadoras y docentes de historia de las mujeres no nos resultan nove-
dosos ni llamativos artculos como el de Hernndez Henrquez. Lo que ocurre
es que precisamente hoy ciertos olvidos son imperdonables, adems de que
nos hacemos eco de ellos globalizadamente y en tiempo real a travs de in-
ternet.
Si se aade que el ejercicio de la autocrtica es muy saludable historiogrfi-
camente, hay que decir que la invisibilidad ha venido igualmente de parte de
la historiografa de las mujeres, que aun contando con una importante y firme
tradicin, apenas se ha dedicado algo de atencin a este tema.9 Las razones de
este olvido evidentemente deben ser mltiples, aunque una explicacin plau-
sible puede estar en que ha existido una mayor preocupacin por las mujeres
9. Uno de los mayores proyectos editoriales realizados en los ltimos aos sobre historia de las
mujeres puede servir de punto de acercamiento a la cuestin antes planteada. Se trata de los cua-
tro volmenes publicados por la editorial Ctedra, con el ttulo Historia de las Mujeres en Espaa y
Amrica Latina, coleccin que ha tenido un gran impacto entre las investigadoras e investigado-
res sobre las mujeres en Europa y Amrica, recibiendo excelentes crticas. Entre los objetivos de la
directora estuvo el que quedase reflejado lo ms relevante de la investigacin sobre historia de las
mujeres realizada a ambos lados del Atlntico (Morant, Isabel: Presentacin, Historia de las muje-
res en Espaa y Amrica Latina. Del siglo XIX a los umbrales del XX, vol. III, Gmez-Ferrer, G.; Cano, G.;
Barrancos, D.; Lavrn, A. (coords.), Ctedra 2006, pp. 7-10). No obstante, llama la atencin que
en el volumen III, relativo al siglo XIX publicado en el 2006, no hay ningn captulo dedicado
a las mujeres en las luchas independentistas latinoamericanas -s en cambio se las trata en la gue-
rra de Espaa (Espigado, Gloria: Las mujeres en el nuevo marco poltico, pp. 27-60, Romero, Mara
Cruz: Destinos de mujer: esfera pblica y polticos liberales, pp. 61-83). Slo se alude a ellas, en
la introduccin de la parte americana, para mencionar a las heronas independentistas y el pa-
pel de madres patriticas que les fue reservado en la narrativas fundadoras patrias (Cano, Gabriela
y Barrancos, Dora: Introduccin, pp. 548).
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10. RAMOS ESCANDN, Carmen. (2010). La historiografa sobre la mujer y el gnero en la histo-
riografa mexicana reciente. Revista de historia de las mujeres. Lima, Ao XI, No. 120, marzo
<http://webserver.rcp.net.pe/cemhal/revista.html>. Puede ampliarse en: CAULFIELD, Susann. (2001):
The History of Gender in the Historiography of Latin. Hispanic American Historical Review, 81:3-4,
August-November, pp. 449-490.
11. Estas temticas han sido desarrolladas extensamente en: PROVENCIO G., Luca. (2010).
Perspectivas analticas y temticas de los estudios sobre las mujeres en las independencias latino-
americanas. Tiempos de Amrica (en prensa).
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sexo femenino sino con las armas que usaron, eso s, no excepcionalmente, con
o sin travestismo como recurso.12
De ah que, aunque consideremos que la problemtica de la invisibilidad ya
est resuelta, es pertinente seguir replantendola para el caso de las indepen-
dencias, porque el androcentrismo es como el ave Fnix: cuando parece que
muere vuelve a resurgir. Y esto sorprende: cmo es posible que vuelva a re-
surgir el androcentrismo en la perspectiva poltica, en la perspectiva social, en
la econmica...? Pero est ah, y esa pregunta me inquieta. Por ello muchos de
los esfuerzos investigadores estn en la lnea de nombrar a las mujeres, lo que
se ha venido en llamar la individuacin, ya sea como sujetos individuales o
como colectivo, porque hay que nombrar para existir; individual o colectiva-
mente, pero hay que nombrar. Y en todos ellos se remarca la necesidad de nom-
brar en sus diferentes categoras adscriptivas, pues no hay que olvidar que
estamos ante sociedades jerarquizadas en las que las personas ocupan lugares
diferentes y desiguales en funcin de la clasificacin socioeconmica. Este es
un paso importante, ya que hay que restituir a las mujeres como sujetos socia-
les histricos diversos. Planteamiento que me lleva al segundo eje: el tratamien-
to de las mujeres como grupo en su diversidad.
Las mujeres no pueden ser identificadas, ni cuantitativa ni cualitativamente
con colectivos perifricos, ellas siempre participaron en el proceso, y su
historia no se puede equiparar con la historia de las minoras y otros grupos
marginados historiogrficamente (esclavos, indgenas, negros...). Hacer de
las mujeres una minora es un contrasentido imposible. Taxonmicamente al
clasificar en grupos y subgrupos al conjunto social, no se puede incluir a las
mujeres como masa social en el mismo nivel, ya que ellas por su sexo consti-
tuyen una categora que traspasa todas las fronteras de la taxonoma.13 Ellas son
el 50 % de todos los grupos minoras o mayoras y adems son las ms
invisibilizadas de todos los grupos.
12. Mujeres que se vestan con ropa de hombre para ocultar su sexo. En el siguiente artculo
se explica con detalle, a travs de la figura de Gregoria Batallanos, la problemtica del travestis-
mo y la masculinizacin de ciertas actitudes femeninas. AILLN SORIA, Esther. (2009). Gregoria
Batallanos, la Goyta: vestir de hombre para comandar en la guerra. Ponencia presentada en el IV
Simposio Internacional Las mujeres en la independencia de Amrica Latina, Lima (Per), agosto 2009.
Centro de Estudios de la Mujer en Amrica Latina (CEMHAL). (Manuscrito indito en proceso editorial
proporcionado por la autora y citado con su autorizacin. Le agradezco el haber podido consultarlo).
13. CUADRA, Cristina; LORENZO, Josemi, MUOZ, ngela, SEGURA, Cristina. (1997). Las mujeres y
la historia: ciencia y poltica, SEGURA GRAO, Cristina (ed.): La historia de las mujeres en el nuevo
paradigma de la historia. Madrid: Asociacin Cultural al-mudayna, pp. 77.
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Las mujeres no son un grupo social, pero lo que s hay que hacer para
visibilizarlas y estudiarlas es tratarlas como si lo fueran,14 este es un matiz im-
portante que se utiliza como estrategia de anlisis, sin olvidar claro, que son su-
jetos diversos integrados en sus distintos grupos sociales, familias, barrios,
haciendas, comunidades, etc.
Para finalizar mi intervencin har una breve mencin a dos de los temas
que resultan ms innovadores: el primero de ellos, y enmarcado en el inters
del que antes hablaba, de conocer la historia de las de mi sexo utilizando pa-
labras de Simone de Beauvoir estara el analizar la forma en que las guerras
o el tiempo blico modifican el orden de gnero previamente existente. En el
siglo XVIII, aunque especialmente en su segunda mitad, tienen lugar arduos y
complejos debates sobre los sexos polmica de los sexos resultado de los cua-
les se acabar por imponer discursivamente la idea normativa de que la mujer
por su sexo, por naturaleza determinismo biolgico queda desplazada al m-
bito de lo privado-domstico (con lmites difusos en la realidad de una socie-
dad del Antiguo rgimen). Y, durante la guerra qu ocurre con esa polmica?
desaparece? toma otra forma? De ser as, qu contenidos lo integran?, cmo
es concebido el sexo y la diferencia sexual?, cules son las definiciones de las
diferencias sexuales que se utilizan?... stas y otras preguntas esperan respues-
ta.
Un segundo tema sera el de la ocupacin del mundo viril de la guerra por
parte de aquellas mujeres que se lanzaron, junto o no a los hombres, armadas
o no, a los cerros, a los pramos, a los valles, ocuparon las calles, los cuarteles,
las plazas como espacios de guerra. Las mujeres ocuparon un mundo viril que
no necesariamente les era desconocido, lo conocieron, lo padecieron y
hubieron de cambiar sus referentes de identidad femeninos para desempe-
arse con xito. Aceptaron el reto de competir con ellos en su propio terreno
y esto signific ser valoradas positiva o negativamente por cualidades pro-
pias de la masculinidad-virilidad: coraje, arrojo, dureza, audacia, don de man-
do y violencia. Se virilizan para ganar autoridad, e incluso para imponerse a los
varones se comportaban como hombres, y hubo quienes se ganaron la fama de
duras y autoritarias. Pero adems lo importante de este tema es averiguar qu
se quiere decir? qu se entenda por conceptos como virilidad, masculinidad
versus feminidad? El entrar en un mundo eminentemente masculino signific
un proceso de modificacin de referentes de identidad femenina, para sobrevi-
14. Debate Segunda mesa redonda: Las mujeres y lo poltico (intervencin de Rosa Cobo),
FRANCO RUBIO, Gloria e IRIARTE GOI, Ana (eds.). (2009). Nuevas rutas para Clo. El impacto de las
tericas francesas en la historiografa feminista espaola. Barcelona: Icaria (Historia y Feminismo),
pp. 295.
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LA JUNTA DE GOBIERNO DE SEVILLA Y SU REPERCUSIN EN LA AMRICA ESPAOLA
(1808-1809)
Vctor Peralta Ruiz
CSIC, Madrid
Introduccin
Las actividades acadmicas vinculadas a los bicentenarios de las independen-
cias hispanoamericanas han destacado el papel desempeado por sus prime-
ras juntas de gobierno en el proceso que condujo del autonomismo al separa-
tismo. As se hizo en 2009 con el recuerdo de las juntas de gobierno de
Chuquisaca, La Paz y Quito y as se viene haciendo en 2010 con las activida-
des vinculadas a reflexionar la naturaleza de las juntas conformadas en Caracas,
Buenos Aires, Bogot, Mxico y Santiago de Chile. Pero en este recordatorio pa-
ra los historiadores americanistas ha pasado casi desapercibido el protagonismo
que tuvo la Junta de Gobierno de Sevilla, creada en mayo de 1808, en la activa-
cin del imparable experimento juntero en la Amrica espaola. La sevillana fue
la nica de las juntas espaolas que en el instante de asumir la soberana real
en ausencia del rey se proclam como Junta Suprema de Espaa e Indias. Esta
decisin provoc reacciones de escepticismo y rechazo entre las juntas surgidas
en la Pennsula, pero oblig a las mismas a poner rpidamente en marcha el
mecanismo para conformar una Junta Suprema y Central a la cual obedecer y
delegar parte de sus poderes. En cambio, en los reinos hispnicos de ultramar
ese proceso de evitar la hidra federal no se poda llevar del mismo modo.
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1. Antonio Moliner Prada, Revolucin burguesa y movimiento juntero en Espaa, Lleida, Editorial
Milenio, 1997; Charles Esdaile, La guerra de la independencia: una nueva historia, Barcelona, Crtica,
2004; Ronald Fraser, La maldita guerra de Espaa. Historia social de la guerra de Independencia,
1808-1814, Barcelona, Crtica, 2006; Richard Hocquellet, Resistencia y revolucin durante la gue-
rra de la Independencia. Del levantamiento patritico a la soberana nacional, Zaragoza, Prensas
Universitarias de Zaragoza, 2008.
2. Antonio Moliner Prada, El movimiento juntero en la Espaa de 1808, en Manuel Chust
(coord.) 1808. la eclosin juntera en el mundo hispano, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2007,
p. 59.
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narca corresponde al pueblo asumir la soberana de sus territorios hasta que es-
te reasuma el poder real.
La Junta Suprema de Sevilla fue creada el 26 de mayo de 1808 bajo la pre-
sidencia de Francisco Saavedra, un antiguo ministro de Carlos IV. La junta se-
villana estuvo integrada por diecinueve vocales, en su mayora aristcratas,
altos administradores e influyentes comerciantes y eclesisticos. Por bando del
28 de mayo la junta sevillana se proclam Suprema de Espaa e Indias y asu-
mi la soberana y representacin en nombre de Fernando VII. Con el prop-
sito de coordinar sus actuaciones sin que ello implicara ninguna merma de su
autoridad, los juntistas sevillanos alentaron la formacin de juntas provinciales
en las capitales de menor poblacin. Se dispuso que en los poblados andalu-
ces de ms de dos mil vecinos se constituyesen juntas provinciales. La junta ms
importante que surgi bajo esta reclamacin fue la de Cdiz, que se conform
el 30 de mayo de 1808. A continuacin, se formaron juntas provinciales, suce-
sivamente, en Jan, Crdoba, Granada y Mlaga. Estas cinco juntas se subordi-
naron sin condiciones a la matriz sevillana.
Los juntistas sevillanos aspiraron a que el resto de juntas provinciales espa-
olas reconocieran su autoridad suprema y central sobre todas ellas por ser
un lugar alejado de la guerra, adecuadamente pertrechado, legitimado por la le-
altad de la mayor parte de los reinos de la pennsula y de las Indias y de fcil
comunicacin martima con el aliado ingls.3 Pero lejos de ocurrir ello, los lde-
res junteros provinciales recelaron del deseo de hegemona y protagonismo de
la junta sevillana. En su lugar, y para evitar tanto la hidra del federalismo co-
mo la anarqua derivada de los gobiernos populares, las juntas surgidas en la
pennsula Ibrica acordaron conformar una junta centralizada en la que deba
revertir oficialmente la soberana real. La junta sevillana acept y se sum a
esta propuesta. La Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino fue formal-
mente establecida en Aranjuez el 24 de septiembre de 1808 y la integraron vein-
ticinco vocales. Con posterioridad, se aadieron nueve representantes ms, con
lo que sta estuvo finalmente conformada por treinta y cuatro vocales, la mitad
de los cuales fueron aristcratas, el resto religiosos y militares, y slo un miem-
bro del estado llano. La Junta Central centraliz la actuacin de trece juntas
supremas de diez reinos, dos principados y una provincia de la pennsula Ibrica.4
3. Manuel Moreno Alonso, La Junta Suprema de Sevilla, Sevilla, Ediciones Alfar, 2001.
4. ngel Martnez de Velasco, La formacin de la Junta Central, Pamplona, Ediciones Universidad
de Navarra, 1972, pp. 192.
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9. Sobre los sucesos de 1808 en Nueva Granada ver Armando Martnez Garnica, La experien-
cia del Nuevo Reino de Granada, en Alfredo vila y Pedro Prez Herrero (comps.) Las experien-
cias de 1808 en Iberoamrica, Mxico, Universidad de Alcal y Universidad Nacional Autnoma,
2008, pp. 365-380.
10. Ins Quintero, La conjura de los mantuanos, Caracas, Academia Nacional de la Historia y
Universidad Catlica Andrs Bello, 2008; Ins Quintero, La junta de Caracas, en Manuel Chust (co-
ord.) 1808. La eclosin juntera en el mundo hispano, pp. 334-355.
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11. Juan E. Pivel Devoto, La junta montevideana de gobierno de 1808. Contribucin documen-
tal, Montevideo, Museo Histrico Nacional, 1963, p. 264. El experimento juntista montevideano
ha sido estudiado por Ana Frega, La Junta de Montevideo en 1808, en Manuel Chust (coord.) 1808.
La eclosin juntera en el mundo hispano, pp. 242-268.
12. Ana Frega, La Junta de Montevideo en 1808, p. 264.
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tra los ingleses, Martn de Alzaga, tramaran varios complots para arrebatar el
poder a Liniers y constituir una junta de gobierno similar a la establecida en
Montevideo, y seguir as el ejemplo juntista de la pennsula Ibrica. Pero el gran
motn ocurrido el 1 de enero de 1809 al grito de Junta como en Espaa se
sald con la derrota de los capitulares y el destierro definitivo de Alzaga. Esta
victoria en realidad no contribuy a fortalecer el poder de Liniers. Al proble-
ma latente de la rebelin de Montevideo vino a sumarse el asunto carlotino que
termin por minar la legitimidad de este virrey. La representacin de la infanta
Carlota Joaquina en la que expona sus pretensiones a la regencia de Espaa
y Amrica fue recibida con reservas por el virrey y el cabildo, pero sorpresiva-
mente fue apoyada por un grupo de criollos bonaerenses liderados por Juan
Jos Castelli que expresaron sus simpatas con ese proyecto y calificaron
a la Junta de Sevilla como ilegtima.13 Apenas alcanz Liniers a juramentar a la
Junta Central en enero de 1810 cuando sta dispuso su inmediato reemplazo
por Baltasar Hidalgo de Cisneros.
1809 fue un ao en el que las juntas hispanoamericanas que estallaron de-
mandaron su derecho a asumir el depsito de la soberana real en sus institu-
ciones ms representativas, primero, como un efecto de las doctrinas pactistas
y, segundo, como un deseo de imitar el juntismo peninsular ejemplificado por
la Junta de Sevilla. Por ello las juntas que se formaron sucesivamente en la
Audiencia de Charcas, la intendencia de La Paz y la Audiencia de Quito no se
asumieron como separatistas sino como defensoras y depositarias de los dere-
chos de Fernando VII. A lo ms, la independencia, si se concibi como un
proyecto, fue para desvincularse de una Espaa que se crea que haba capi-
tulado ante los franceses y haba instaurado a un monarca usurpador e ilegti-
mo. El movimiento juntista que estall en la Audiencia de Charcas se explica
como un proceso de reajuste regional dentro de la crisis de la monarqua his-
pnica. Las motivaciones que dieron lugar a la formacin de la junta chuqui-
saquea el 25 de mayo y, posteriormente, al establecimiento de la Junta Tuitiva
en La Paz el 16 de julio se enmarcan en la antigua demanda de la circunscrip-
cin charquea de adquirir una identidad administrativa no dependiente de los
dictados del virreinato del Ro de la Plata ni del Per sino ms bien equivalen-
te a ambas.14 La presencia en Chuquisaca del emisario de la Junta sevillana,
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15. Oficio del Excelentsimo Cabildo de Lima al Excelentsimo seor Virrey, Lima, s. p. d. i., 1808,
p. 2.
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16. Vctor Peralta Ruiz, Del proyecto ilustrado a la propaganda fidelista. El Per en 1808, en
Alfredo vila y Pedro Prez Herrero (comps.), Las experiencias de 1808 en Iberoamrica, Mxico,
Universidad de Alcal y Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 2008.
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LENGUAS Y LITERATURAS
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LA TARDA GENERALIZACIN DE LA LENGUA ESPAOLA EN AMRICA
F. Gonzlez Oll
Planteamiento
Muy poco a poco se va abriendo paso, lejos an de salvar el crculo de es-
pecialistas, el conocimiento de que la espaolizacin lingstica de Amrica
no se produjo durante la poca virreinal. Ante tal estado de cosas, he credo que
se acomodaba bien a este foro disertar sobre dicho asunto, con viejos y nuevos
datos, en especial con testimonios de poca.
Es obvio que los descubridores llevaron al Nuevo Continente su lengua y
que sta, tras un largo desarrollo natural compatible con leyes idiomticas con-
tradictorias, dificultades prcticas, tensiones sociales, resistencias, etc., arraig
de modo estable y definitivo suplantando, tarde o temprano, a las nativas, aun
sin consumarse su total extincin. Enunciado que exige, hoy por hoy, dada la
situacin expuesta, unas cuantas precisiones.
Resulta errneo suponer que la espaolizacin idiomtica sigui un proce-
so exponencial de incremento. Antes bien experiment abandonos no insli-
tos en beneficio de las lenguas vernculas. Aqu quiz salte la sorpresa: la
conducta de los espaoles propici situaciones peculiares a favor de mantener
y aun dilatar las lenguas indgenas en detrimento, e incluso abandono, s, cir-
cunstancial, de la suya. Hasta tal punto que, de ignorar la historia posterior, al
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Un caso ilustrativo
La historia lingstica del noroeste argentino (Tucumn durante toda la
poca colonial), atravesado desde el temprano 1535 por espaoles, revela in-
esperados episodios, de los que entresaco unos cuantos datos tiles a mi ac-
tual propsito.
En 1951 la lengua espaola cubra toda la regin, con dos excepciones. En
la zona ms alta, donde el europeo nunca se asent [...], hace cincuenta aos
nadie hablaba all espaol, hoy slo los viejos hablan atacameo. Exista tam-
bin el importante islote quechua de la regin central de la provincia de Santiago
del Estero, excluidos los nios escolarizados, aunque la capital era bilinge a
comienzos del siglo XX. Pero la vida espiritual es una y la misma [...], funda-
mentalmente hispnica.
El hecho de que en extensos territorios del propio Santiago, Catamarca,
Crdoba, Salta, etc., segn relaciones del siglo XVI, se hablara cacn, lule-to-
nocot, sanaviron, etc., haca creer en un bilingismo prehispnico con el que-
chua. Pues no es creble dice Boman, mxima autoridad en la historia del
noroeste argentino que los encomenderos tratasen de imponer a los indios
del Tucumn el quechua y no el espaol. Pero, apoyndose en documentos,
objeta Mornigo que tal lgica contrara a la verdad de los hechos. A la funda-
cin (1573) de Crdoba, por ejemplo, concurren 50 vecinos espaoles y ms de
6.000 indios, todos venidos del Per. Dada esa desproporcin, la lengua natural
de la calle era el quechua, que los espaoles necesitaban para hacerse enten-
der, como tambin los aborgenes. En los pueblos de indios los peruanos cons-
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de stas supuso una amenaza para otras, no slo para las aborgenes, sino pa-
ra el propio espaol. Muy a finales del siglo XVIII empieza a invertirse el pro-
ceso, mediante medidas correctoras de la situacin descrita, cuyo xito solo
se alcanza tras la independencia, cuando el nmero de hispanohablantes se cal-
cula en tres millones.
Poltica lingstica
Al margen de valoraciones, se ha suscitado varias veces, con diversidad de
opiniones, antagnicas incluso, la pregunta de si en la empresa americana exis-
ti una poltica lingstica.
A mi entender, la respuesta no ofrece ninguna dificultad para contestar de
inmediato que s, puesto que se produjo y se conserva una abundantsima
documentacin oficial (leyes, cdulas, instrucciones, etc.) atingente a materia idio-
mtica. Respecto a quienes aventuran una respuesta negativa, slo cabe suponer
que proceden as por no concebir sino un modelo propio de tiempos posterio-
res, valga decir de regmenes contemporneos.
Para cuantos, admitiendo a duras penas su existencia, la tachan de fluctuan-
te, contradictoria, etc., cabe objetar que, al margen de cualquier juicio respec-
to a su acierto o eficacia, necesariamente presenta tales caractersticas. La exi-
gida constancia y uniformidad se muestra inviable. Huelga sealar la imposibilidad
de mantenerla inconmovible en las circunstancias ya apuntadas: durante tres
siglos, sobre un territorio tan dilatado como diverso, desconocido humana y
fsicamente en los inicios, etc. Adems, hubo de responder a mentalidades le-
gislativas cambiantes, aun cuando slo fuera por el ideario poltico de la metr-
poli en cada momento.
Siempre habrn de tenerse en cuenta las diferencias locales y regionales,
porque la legislacin se dirige a veces a un destinatario restringido, no a toda
la extensin de Amrica en general. Y aun en este ltimo caso, los resultados
conseguidos, por diversidad de circunstancias, discrepan, a juzgar por las no-
ticias contradictorias conservadas. Lo cual tampoco ha de extraar, dada, como
vengo indicando, la vastedad de los dominios y su heterogeneidad desde cual-
quier punto de vista que se adopte.
No merece la pena, por razones obvias, seguir arguyendo en la lnea ante-
rior, pero s llamar la atencin sobre otro aspecto: los impedimentos, de muy
distinta naturaleza, para que se ejecutase la legislacin. Aun salvados los riesgos
materiales de su recepcin valga reducirlos a la distancia de la metrpoli, se al-
zaban no pocas dificultades, dado el aludido desconocimiento inicial, y aun pos-
terior, de la inmediata realidad americana; su pluralidad lingstica y cultural; la
falta de oportunidad, en ocasiones, para la aplicacin, circunstancias stas
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
La dificultad comunicativa
Seguro de descubrir nuevas tierras, Coln piensa que ha de entenderse
con gentes desconocidas, cuya lengua ignora. Por eso lleva consigo un judo
converso, que, adems del castellano, saba diz que ebraico y caldeo y aun
algo arvigo, y un tripulante que haba navegado por Guinea y que, parece su-
ponerse, posea conocimientos de lenguas de esa zona. Al desembarcar, tras los
primeros contactos personales, tales medidas se mostraron inoperantes, y Coln
hubo de reconocer que no caba otra solucin que entenderse por seas (las
manos servan aqu de lengua, sentencia el Padre Las Casas). Entre las varias
incidencias a que da lugar esta insuficiente y, sobre todo, equvoca comunica-
cin, quiero reproducir, de forma simplificada, un episodio con la precisa in-
tencin que enseguida declarar. Al percibir, en el tercer viaje, que un grupo
de indgenas vacila sobre si allegarse a su navo:
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
El imperativo legal
Ni Coln ni ningn otro de los descubridores y menos quienes luego les
siguieron de forma ms organizada, con cargos de gobierno, podan proceder
habitualmente del modo descrito, es decir, por seas. Mltiples razones ob-
vias se alzan para admitirlo as. Pero se impone dejar constancia muy precisa
de un mvil de mxima relevancia. Desconocerlo o relegarlo impide la verda-
dera comprensin global de la empresa americana, como de infinitos aconteci-
mientos particulares, con especial relieve lingstico, por ejemplo en 1536,
segn luego detallo.
Al margen de qu motivos impulsaron a Coln en su aventura, el hecho es
que los territorios descubiertos quedaron a ttulo de la Corona de Castilla, quien,
conforme a la praxis poltica contempornea, en buen derecho estaba obliga-
da a legitimar la ocupacin, que deba ser refrendada, segn los usos de la
Europa medieval cristiana, por el Sumo Pontfice. En consecuencia, con pron-
titud, en 1493, Alejandro VI, otorga a los Reyes Catlicos la posesin de las
Indias con la condicin de adoctrinar a los dichos indgenas en la fe catlica.
Esta finalidad configura el espritu, vivido con extraordinaria fidelidad, que in-
formar las actuaciones de los reyes durante los siglos siguientes, no como me-
ra frmula legal, sino como el principio bsico inspirador de su poltica. Aunque
luego, de hecho, se le adhirieran otras finalidades secundarias, no siempre y a
primera vista, conformes con l.
La presencia del principio inspirador propagacin de la fe que encabeza
las disposiciones regias sobre los ms variados asuntos americanos, no respon-
da, segn adelant, a formularios propios de la cancillera real, luego repetidos
mecnicamente a gobernantes y descubridores, como quiz pudiera suponer-
se. El contenido de muchas rdenes, instrucciones, etc., no mira sino a la ca-
tequizacin de los indios.
Aun no siendo la ms antigua en este aspecto, me parece ejemplarmente re-
presentativa una R. C. de 1526:
Este sentimiento queda patente en los cronistas, por cuanto parecen reflejar
una actitud sincera, ajena a toda sospecha de rutina y a todo nfasis apolog-
tico, ya que con igual simplicidad revelan otros intereses. Segn Bernal Daz
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
del Castillo, los mviles de la empresa americana son servir a Dios, a Su Majestad
y dar la luz a los que estaban en tinieblas, y tambin por haber riquezas, que
comnmente todos los hombres buscamos. Para Lpez de Gmara, la causa
principal a que venimos a estas partes es por ensalzar y predicar la fe de Cristo,
aunque juntamente con ella se nos sigue honra y provecho, que pocas veces ca-
ben en un mismo saco.
La suma de declaraciones anlogas permiti concluir a uno de los mejores
especialistas en aculturacin iberoamericana, Rosenblat, ajeno a todo propsito
encomistico, que misioneros, sacerdotes y soldados hablan desde el primer
momento de catequizacin, de cristianizacin, de evangelizacin, de adoctrina-
miento, nunca de hispanizacin o de castellanizacin.
Los ejecutores inmediatos de la finalidad expuesta van a ser, claro, los misio-
neros, que pronto se despliegan por todo el continente, para anticiparse a cual-
quier otro tipo de penetracin, como an sigue ocurriendo hoy en un proceso
abierto. Para cumplir con su labor necesitaban valga repetirlo ms que na-
die una precisa capacitacin verbal. Y con urgencia, segn declaran: no pod-
an esperar a que sus destinatarios se espaolizasen.
Esta raz religiosa, clave de numerosas y variadas actuaciones, entre ellas, co-
mo dije, la ejercida en el mbito de la lengua, la expresaba as Coln en su
primer informe, texto vlido tambin para entender el sentido medieval atribui-
do a la empresa y su enlace con la Reconquista peninsular:
Esta finalidad continu siempre operante. Valga slo citar que, en fecha tan
avanzada como 1783, as lo reconoce el jurisconsulto Parras, pese a su ideolo-
ga regalista.
Los intrpretes
Desde su viaje inicial Coln sintetiza magistralmente el ntimo enlace de los
afanes descubridores con la necesidad de difundir la lengua espaola para al-
canzar la cristianizacin:
Fuera bien tomar algunas personas [] para llevar a los Reyes, porque deprendie-
ran nuestra lengua para saber lo que ay en la tierra y porque, bolviendo, sean len-
guas de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de la fe.
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
Claro que se haba adelantado con los hechos: Siete indios yo hize tomar
para les llevar y deprender nuestra fabla y bolvellos. Pero, al comprobar que
muchas vezes les entiendo una cosa por otra al contrario, toma la innovadora
decisin de desdoblar el aprendizaje: Far ensear esta lengua a personas de
mi casa, porque veo ques toda la lengua una fasta aqu. Y despus se trabaja-
r de hazer todos estos pueblos cristianos.
En efecto, Coln volvi con indios a Espaa para que adquiriesen la len-
gua espaola. Pero tambin encomend a los espaoles dejados en las Antillas
que aprendiesen la lengua y costumbres desta tierra. Adems, otros indgenas
aprendieron espaol entre el primero y el segundo viaje, de modo que, como
despus supo ellos, Coln conoci la desventurada suerte corrida por los expe-
dicionarios establecidos en La Espaola.
De los primeros indios trados a Espaa, el ms famoso fue el bautizado con
el nombre de Diego Coln, que desempe un valioso papel de intrprete. Varios
exploradores procedieron igual que Coln. Alcanzada ya tierra firme, Alonso de
Ojeda tom a la india Isabel, la condujo a Espaa e instruy. Al regreso, Isabel
desempe la funcin de intrprete.
Fenmeno con frecuencia ignorado, falsendose as la realidad sociolings-
tica, me interesa resaltar que los intrpretes no slo fueron indios, sino tambin
espaoles que adquirieron lenguas amerindias.
Anticipndolo a las fuentes narrativas sobre tales casos, aportar un dato po-
co conocido, cuya naturaleza lxica ilustra con ms solidez que las noticias de
aquella procedencia. Desde 1533 est atestiguada abundantemente en documen-
tos mejicanos la existencia de la palabra naguatato para designar al individuo
espaol que habla nhuatl; luego significar intrprete, tanto indio como espa-
ol. El Padre Las Casas refiere el caso de Cristbal Rodrguez, marino que
vivi voluntariamente varios aos entre indios, sin hablar con cristiano alguno,
para aprender el tano.
El caso ms llamativo fue el de Jernimo Aguilar y Gonzalo Guerrero, a quie-
nes encontr Hernn Corts en 1519. Ambos, nufragos en Yucatn, fueron aco-
gidos en un poblado de mayas. Aguilar se uni a Corts, para quien result de
insustituible en la conquista de Mjico. En esta empresa acompaaba tambin a
Corts la famosa india doa Marina, que hablaba maya, como Aguilar, adems
de nhuatl. Utilizando los servicios enlazados de ambos como intrpretes, logr
dialogar con Moctezuma: Corts se diriga en castellano a Aguilar, ste en ma-
ya a doa Marina y sta en nhuatl al emperador azteca; el circuito se cerraba,
claro, en orden idiomtico inverso. Tiempo despus, perduraba el recurso a los
dobles intrpretes. Fray Jernimo de Mendieta, que lleg en 1554, explica:
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Psoles el Seor en corazn que con los nios que tenan por discpulos se vol-
viesen tambin nios como ellos, para participar de su lengua, y con ella obrar
la conversin de aquella gente [...]. Y as fue que, dejando a ratos la gravedad de
sus personas, se ponan a jugar con ellos [...] para quitarles el empacho con la
comunicacin. Y tenan siempre papel y tinta en las manos. Y, en oyendo el vo-
cablo al indio, escribanlo, y al propsito que lo dijo. Y a la tarde juntbanse los
religiosos y comunicaban los unos a los otros sus escriptos, y lo mejor que pod-
an, conformaban a aquellos vocablos el romance que les pareca ms convenir.
Y acontecales que lo que hoy les pareca haban entendido, maana les pareca
no ser as. Y ya que por algunos das fueron probados en este trabajo, quiso Nuestro
Seor consolar a sus siervos por dos vas. La una, que algunos de los nios ma-
yorcillos les vinieran a entender bien lo que decan. Y como vieron el deseo que
los frailes tenan de deprender su lengua, no slo les enmendaban lo que erraban,
ms tambin les hacan muchas preguntas, que fue sumo contento para ellos.
El segundo remedio que les dio el Seor, fue que una mujer espaola y viuda te-
na dos hijos chiquitos, los cuales, tratando con los indios, haban deprendido su
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
lengua y la hablaban bien [...]. Holg aquella duea honrada de dar con toda vo-
luntad el uno de sus hijuelos, llamado Alonsito.
Quienes sostienen que hay que obligar a los indios con leyes severas a que apren-
dan nuestro idioma [...] son liberales de lo ajeno, y ruines de lo suyo; y, a semejan-
za de la Repblica de Platn, fabrican leyes que son slo palabras, cosa fcil; mas
que, si se llevan a la prctica, son pura fbula. Porque si unos pocos espaoles, en
tierra extraa, no pueden olvidar su lengua y aprender la ajena, siendo de exce-
lentes ingenios y vindose constreidos con la necesidad de entenderse, en qu
cerebro cabe que gentes innumerables olviden su lengua en su tierra y usen slo
la extraa, que no la oyen sino raras veces y muy a disgusto?
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
En todos los dems indios haba tan poca curiosidad en aprender la lengua espa-
ola, y en los espaoles tanto descuido en ensearla, que nunca jams se pens
en ensearla ni aprenderla, sino que cada uno de ellos, por la comunicacin y el
uso, aprendiese del otro lo que le conviniese [...]. Aun los muchachos indios que
conmigo se criaron [...] me obligaban a que se lo dijese en indio.
Los indios, cuando oyen a un predicador que les habla en su lengua nativa, le si-
guen con grandsima atencin, y se deleitan grandemente en su elocuencia, y son
arrebatados por el afecto, y con la boca abierta y clavados los ojos, estn colgados
de su palabra.
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
En esta lengua quich, [las palabras] son como signos naturales, con tal orden y
correspondencia que no hallo otra lengua ms ordenada ni aun tanto, de tal
modo, que me he llegado a persuadir que esta lengua es la principal que hubo
en el Mundo.
El maya es tan fecundo, que casi no padece equivocacin en sus voces pro-
piamente pronunciadas; tan profuso, que no mendiga de otra alguna [lengua]
las propiedades; tan propio, que aun sus voces explican la naturaleza y propie-
dades de los objetos (Fray Gabriel de San Buenaventura).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Tiene unos modos de decir tan bellos y elegantes y unas expresiones que, en con-
cisin admirable, encierran muchas cosas, que da gran deleite. Y quien quisiere
expresar en latn o castellano toda la fuerza de una palabra, gastar muchas y ape-
nas podr.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
En 1516, Carlos I ordena a los jernimos destinados a las Indias que tomen
algunos dominicos y franciscanos pasados antes a ultramar, para que estn co-
mo intrpretes. Esta medida parece perseguir que los frailes ya residentes ini-
cien a los nuevos en las lenguas indgenas. Repite que se muestre los nios a
leer y escrivir hasta que son de edad de nueve aos, especialmente a los hijos
de los caciques e de los otros principales del pueblo, e as mismo les mues-
tren a hablar rromane castellano.
Con la misma finalidad dispone, en 1535, la fundacin de colegios en las
ciudades principales del Per y Nueva Espaa. La continuidad en este sentido
observada hasta ahora se va a quebrar un ao despus.
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
Nos deseamos traer a los indios naturales desas partes al conocimiento de nues-
tro Dios, y dar orden en su instruccin [...]. Habiendo muchas veces platicado
en ello, uno de los medios principales que ha parecido que se debra tomar [...],
es procurar que esas gentes sean enseados en nuestra lengua castellana [...], por-
que por esa va con ms facilidad podran entender y ser doctrinados [...]. Y como
los religiosos de vuestra Orden [...] tratan ms ordinariamente con esas gentes y
conversan ms con ellos [...], podran ms buenamente ensear a los dichos in-
dios la dicha lengua castellana que otras personas, y que lo tomaran dellos con
ms voluntad y se sujetaran a la deprender con mayor amor por el aficin que
les tienen a causa de las buenas obras que dellos reciben. Por ende yo os ruego
y encargo que procuris cmo todos los religiosos de vuestra Orden [...] procu-
ren ensear a los indios desa tierra nuestra lengua castellana [...]. Yo escribo al
nuestro Visorrey que para ello os d todo el favor y calor necesario.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Aunque sea arriesgado afirmarlo con seguridad, la atencin hacia los asun-
tos de naturaleza idiomtica parece haber perdido intensidad, a juzgar por la
disminucin de actividad legislativa. S cabe ms certeza sobre su escasa no-
vedad.
Nada verdaderamente destacable bajo Felipe III, quien encarece en 1612 a
los virreyes que los colegios creados para nias indias pongan mucha atencin
y diligencia en ensear a estas doncellas la lengua espaola, y en ella la Doctrina
Cristiana [...] y que no les permitan hablar la lengua materna. En 1619 el rey se
muestra ms exigente que su padre: los Superiores de la rdenes remuevan
a los religiosos que no supieren la lengua e idioma de los indios.
En abierta discrepancia, Felipe IV afronta en 1634 el fomento del espaol:
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
doctrina cristiana [...], supuesto que no parece muy dificultoso [...], pues no lo fue
en tiempo del Inga, que oblig a todos a que supiesen su lengua.
Dos aos despus, el rey urge su ejecucin: como los indios se van a casa
de sus padres y ellos hablan su lengua, es fuerza que olviden lo que se les en-
sea, que es poco. Adems, no acuden a la escuela muchos indios de servi-
cio en las casas particulares, a los cuales sus amos y amas los hablan en len-
gua del inca. Retngase esta significativa informacin, no nica en su especie.
Con Carlos II, en 1691, se da el ms serio intento realizado hasta entonces
sobre la implantacin de la lengua espaola: en todas las ciudades, villas y lu-
gares y pueblos de indios [...] se pongan escuelas con maestros que enseen a
los indios la lengua castellana [...] hasta la edad de diez aos.
La reflexin poltica
Desde comienzos del siglo XVII, ante la faz lingstica que presentaba Amrica,
algunos tratadistas polticos muestran su desagrado. El ejemplo de los impe-
rios antiguos y de otros pueblos conquistadores; el sentido patritico; las con-
veniencias de carcter gubernamental; sin olvidar tampoco, desde otro ngulo,
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
El siglo XVIII
Todos los nacidos en el pas hablan esta lengua, que se les ha hecho necesaria pa-
ra entender y ser entendidos, de modo que aun las seoras de primera calidad
hablan con los espaoles en espaol, y con los domsticos, criados y gente del
pueblo precisamente en la lengua ndica. En verdad, con igual destreza en ambas.
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
verdad, a causa de la convivencia; pero sin olvidar, por ejemplo, que en 1536
la Corona aconsejaba iniciar a los hijos de espaoles en las lenguas locales.
Los mestizos
Cada vez se presenta ms influyente, a lo largo del siglo, la clase de los mes-
tizos, en principio bilinges potenciales. Su propia condicin tnica los convierte
en partidarios, como nadie, de la lengua espaola de todo lo espaol y ad-
versos a las nativas.
Un caso significativo es la revuelta de Tupac Amaru, 1780-1781, contra las
autoridades virreinales. Cierto que la alfabetizacin en lenguas indgenas sera
escasa. Con todo, estimo revelador para predecir el futuro idiomtico de Amrica
que su propaganda poltica distribuida por escrito se presente nicamente re-
dactada en espaol.
ste, huelga apuntarlo, ser la lengua de los grupos raciales ms caracters-
ticos mestizos y criollos que reivindiquen, en su momento, la independencia
respecto de la metrpoli. Lograda esa aspiracin y, con ella, el poder poltico,
quienes impulsen su expansin, entre las capas sociales indgenas, con ms em-
peo y efectividad que la alcanzada por la Administracin virreinal. Pero este
ltimo perodo exige su propio tratamiento, ajeno a mi propsito presente.
Los ilustrados
Desde el siglo anterior, como ya ha quedado expuesto, algunos juristas e
historiadores, al reflexionar sobre la empresa americana, no ocultaban su dis-
gusto al observar el estado lingstico virreinal y las directrices legales que ha-
ban concurrido a l.
Con las manifestaciones de Aldrete y Solrzano concuerdan en lo esencial
los ilustrados del siglo XVIII. Creo que no puede hablarse de una continuidad
formal entre ambos, pues unos y otros participan de concepciones y postula-
dos ideolgicos muy diferentes. Pero en la apreciacin de los hechos coinciden
materialmente. Entre los adscritos a la nueva orientacin intelectual figuran al-
tas jerarquas eclesisticas, que cuentan con una directa y privilegiada experien-
cia americana.
Es el caso de Francisco Antonio de Lorenzana, Arzobispo de Mjico (luego
de Toledo y Primado de Espaa), en quien el celo pastoral se une con una in-
fatigable actividad de gobierno y con una probada erudicin enciclopdica. Vale
la pena citar unas pocas palabras de sus detenidas reflexiones (1769):
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
El centralismo gubernamental
La concepcin centralista del Estado, por encima de cualquier otra razn p-
blica, y el despotismo ilustrado de los Borbones repercutieron decisivamente
en la poltica lingstica respecto a Amrica.
Un nuevo orden de cosas culmina con Carlos III. El documento, de 1770,
ms exigente de tal proceder determina: Que de una vez se llegue a conseguir
el que se extingan los diferentes idiomas de que se usa en los mismos domi-
nios, y slo se hable el castellano.
Numerosas normas legales impulsan desde este momento la escolarizacin.
Una R. C., de 1782, dispone que se convenza de sus ventajas a los padres por
los medios ms suaves y sin usar coaccin y que los curas persuadan a sus
feligreses con la mayor dulzura y agrado la conveniencia y utilidad de que los
nios aprendan el castellano para su mejor instruccin en la doctrina y trato ci-
vil, sin mengua, segn posterior R. C., de 1803, de prohibirles usar de su len-
gua nativa.
Los inmediatos acontecimientos polticos la independencia americana im-
posibilitan valorar la eficiencia que la legislacin de Carlos III pudo lograr.
Con todo creo percibir que estas ltimas manifestaciones de la poltica me-
tropolitana sirvieron de pauta intencional, aunque no formal, para las autorida-
des de los nuevos pases independientes (con una poblacin total calculada en
torno a los tres millones de hispanohablantes).
Slo de manera simblica puedo ocuparme del perodo posterior al episo-
dio recin aludido. Por eso, desde el principio he destacado el decisivo papel
que han cumplido los gobiernos nacionales hispanoamericanos en la espaoli-
zacin lingstica. Me limitar a unos testimonios literales, no los ms divulgados,
que reflejan actitudes y sentimientos compartidos desde la poca independien-
te por intelectuales de la ms diversa condicin.
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L A TA R D A G E N E R A L I Z AC I N D E L A L E N G U A E S PA O L A
Conclusin
La poltica lingstica americana est decididamente orientada en funcin de
la tarea evangelizadora, imperativo legal de la conquista.
Entre lengua espaola o lengua aborigen, la Corona elige ad casum la que
tenga por ms apta para facilitar aquella tarea. En un primer momento, de
modo espontneo, prevalece el uso de la espaola, si bien mediante el inevita-
ble recurso a intrpretes, es decir, sin marginar las autctonas. La dificultad y
variedad de las lenguas amerindias, el achaque de su incapacidad para la co-
rrecta recepcin de la catequesis y de la educacin civil, el sentimiento de la
unidad imperial, etc., en continuidad temporal, siempre presente la postura
adoptada en la fase previa de la colonizacin, prolongan dicho apoyo, cuya l-
tima etapa culmina con Carlos III. Por el contrario, a favor de aqullas se de-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
canta la reflexin, muy pronto asumida con todas sus inmediatas consecuen-
cias efectivas, de resultar ms asequible aprender un individuo el misionero
la lengua de todos que adoptar el proceso inverso; como tambin las favoreci
el respeto al indgena y el facilitarle la comprensin. As lo propugnan los reli-
giosos y algunas disposiciones legales, en particular las dictadas por Felipe II.
Pero la espaolizacin alcanzada en la poca virreinal no es obra slo ni
siquiera principal de la poltica, sino de los espaoles residentes, que, obvia-
mente, conservan su lengua y la propagan con el trato (algunos aprenden por
este medio natural las nativas), sin haberse planteado, al parecer, ningn pro-
blema hondo. Salvo un grupo caracterizado y de intensa incidencia personal
sobre los indios, los misioneros, para quienes revesta radical importancia. Urgidos
a catequizar, enseguida perciben la ineludible necesidad de ser ellos quienes
cambien su lengua para lograrlo. La ejecucin de este criterio provoca la pervi-
vencia de las indgenas y el refrenado avance del espaol. Mientras que los
misioneros actan, la Corona slo legisla, con serios indicios repeticiones
durante toda la poca de ineficacia.
En breve sntesis, ya abundantemente ilustrada. Las disposiciones legales
emitidas por la Corona y sus ministros de todo rango, a una y otra orilla, se ma-
nifiestan casi siempre favorables a la implantacin general de la lengua espa-
ola. La Iglesia, en la teora y en la prctica, asimismo casi siempre, a favor de
la lengua verncula de cada comarca. Este segundo casi puede suprimirse si se
refiere a las rdenes religiosas, que, en el mbito examinado, equivale a decir
misioneros. Y stos represe bien, aislados, incluso individualmente, entre
ellos, son, de todos los espaoles, quienes permanecen de modo constante
en contacto ms personal con los indios. De ah, la ineludible necesidad de
aprender las lenguas aborgenes, para utilizarlas en su ejercicio evangelizador.
No de otra manera conseguiran realizar su labor. Ellos son, como anticip, no
un factor muy influyente, sino el ms influyente en la lentitud de la espaoliza-
cin idiomtica.
El ao pasado, el lingista mejicano Luis Fernando Lara escriba que la his-
toria del espaol en Amrica no fue un simple trasplante a un territorio desha-
bitado o poblado por salvajes, siempre ajeno a unos colonizadores que, por s
solos, hicieron evolucionar la lengua trada de Espaa y la implantaron en el
nuevo continente. Para l, dicha historia todava est por escribirse.
150 ndice
DON QUIJOTE, PERSONAJE PROTEICO DE LA NARRATIVA IBEROAMERICANA
CONTEMPORNEA
Fernando Ansa
Escritor y crtico
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. Carmen Boullosa, As pens el nio, La cervantiada, Julio Ortega, Editor, Madrid, Edicio-
nes Libertarias, 1993, pp. 25-31.
2. Reinaldo Arenas cuenta el caso de como el mismo Quijote haba sido retenido en un ber-
gantn sin decidirse la aduana a desembarcarlo por traer cosas de la vida muy mundana y falaz. Y
all se consuman, entre polillas y aguardientes dulzones, todos aquellos gruesos volmenes,
hasta que al fin los marineros decidieron contrabandearlos. Reinaldo Arenas, El mundo alucinante,
Caracas, Monte vila, 1968, p.48.
3. Jos Enrique Rod, La filosofa del Quijote y el descubrimiento de Amrica publicado con
el ttulo El centenario de Cervantes, Obras completas, Madrid, Aguilar, 1967, 12101212.
4. Fernando del Paso, Viaje alrededor de El Quijote, Madrid, FCE, 2005, pp. 16 y 33.
5. Jorge Luis Borges, Conferencia pronunciada en la Universidad de Austin, Texas, publicada
en Papel Literario, El Nacional, Caracas, 1 de agosto de 1999.
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D O N Q U I J OT E , P E R S O N A J E P R OT E I C O
6. Luis Otero y Pimentel escenifica Semblanzas caballerescas o las nuevas aventuras de Don
Quijote de la Mancha (1886) en Cuba a la que el protagonista llama nsula Encantada.
7. Jorge Luis Borges, La rosa profunda, Obras completas, Buenos Aires, Emec, 1975.
8. Enrique Anderson Imbert, La cueva de Montesinos, El gato de Cheshire, Buenos Aires, Losada,
1965, p. 135.
ndice 153
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
9. Jos Balza Historia de alguien, El sndrome de Pierre Menard, La cervantiada, o.c., pp.
23-37.
10. Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, Nota preliminar de Jorge Luis Borges, Buenos Aires,
Emec Editores, 1946, p. 339.
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D O N Q U I J OT E , P E R S O N A J E P R OT E I C O
esta obra reconoce que hay algo entraable en la insercin del tema cervan-
tino en el mundo rioplatense, y hay algo profundo y trascendente en el per-
petuarse del dinamismo caballeresco en aquellas tierras. La recepcin del mito
se refleja en los arquetipos de la pampa y la meseta castellana, del caballero y
el gaucho y en los paradigmas del Quijote que se reconocen en Martn Fierro
y Don Segundo Sombra en los que coincide la crtica argentina (Ricardo Rojas y
Emilio Carilla) y espaola (Azorn y Guillermo Daz Plaja). El personaje, una
vez independizado de su autor recapitula Cancellier pasa a ser objeto de una
continua re-creacin a travs de adaptaciones, trasposiciones, interpretacio-
nes, parodias, citaciones, pre-textos, pastiches, y otras estrategias de recupe-
racin.11
La crtica reconoce tambin el espritu del Quijote impregnando La gue-
rra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa12 y en El mundo alucinante de
Reynaldo Arenas, donde el homenaje a Cervantes se transforma en parodia pre-
cisamente para ser un verdadero homenaje entendido a la manera cervantina.13
Alejo Carpentier, en cuya obra se pueden rastrear las huellas cervantinas, hizo
creble su boutade: Cervantes es el novelista mayor de Cuba.
Teniendo en cuenta estas influencias de la que esta conferencia tras las hue-
llas del Quijote en la literatura hispanoamericana intenta ser un aporte, Carlos
Fuentes configura su territorio de La Mancha a partir de la lengua comn com-
partida, proyectando la modernidad de la novela desde la orilla americana del
idioma, donde el Quijote habra sido la caja de herramientas del espaol ms
creativo de los autores latinoamericanos contemporneos. Para Fuentes, Cer-
vantes y Coln se embarcaron en la nave de los locos para descubrir uno el
Nuevo Mundo y el otro la novela moderna.14
Una dimensin americana que Dante Medina convierte en el simblico di-
logo entre Don Quijote y el poeta nhuatl Neazahualcyotl, autntica met-
fora del encuentro de dos mundos conmemorado en 1992. Si Cervantes no
pudo viajar a Amrica, lo hace su personaje: Porque hubo viajes que Don Qui-
jote quiso hacer. Porque Don Quijote es un viajero. Y el sueo de todo via-
11. Antonella Cancellier, Don Quijote en la pampa: una reescritura en versos gauchescos de
la I parte del Quijote de Pedro Manuel Egua y Fernando Vargas Caba en Volver a Cervantes,
Actas del IV Congreso Internacional de la Asociacin de Cervantistas, Lepanto 1/8 octubre de 2000,
Tomo II, Palma, Universitat de les Illes Balears, 2001, p. 1122.
12. Guadalupe Fernndez Ariza rastrea el espritu quijotesco de La guerra del fin del mundo en
Mario Vargas Llosa, lector de Cervantes, Homenaje a Mario Vargas Llosa, Asociacin de biblifi-
los extremeos, Almendralejo, 2005.
13. Ana Pellicer, Quijotismo y cervantismo areniano en El mundo alucinante. Del homenaje
a la parodia, Actas del Congreso Territorios de la Mancha. Versiones y subversiones cervantinas en
la literatura hispanoamericana, Almagro, 27-30 septiembre 2004 (en prensa).
14. Carlos Fuentes, Cervantes o la crtica de la lectura, Mxico, FCE, 1976.
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jero es terminar, por fin, de una maldecida vez su aventura para tener dere-
cho a la gracia de contar el viaje. Al dirigirse a Cervantes, le dice: Miguel, t
que soaste con el viaje a ultramar lo sabas mejor que nadie, Don Quijote
fue un pasajero de Indias.15
Pero Don Quijote no slo se trasplanta a las Indias como un hroe popu-
larizado gracias a sus desgracias con las que se identifican, cuando no se sola-
zan en forma revanchista, los humillados y ofendidos, los pobres y explotados
del continente, sino que tiene descendencia, como se dice del padre Quijote,
prroco de El Toboso, en el relato Monseor Quijote, de Graham Greene, que
desciende de un personaje de ficcin Don Quijote lo que provoca la sorpresa
del obispo: Cmo se puede descender de un personaje de ficcin? 16
Esa descendencia puede ser incluso femenina como propone La Quijotita
y su prima (1818), de Jos Joaqun Fernndez de Lizardi, aunque en su pers-
pectiva el quijotismo no sea precisamente una virtud. Fernndez de Lizardi,
defensor de la educacin femenina, contrapone en La Quijotita y su prima la
formacin intelectual ilustrada de Pudenciana a la de su prima Pomposa, apo-
dada Quijotita por sus locuras, mimada y malcriada por sus padres. Pomposa,
aunque seas bonita,/ Y aunque ves que te queremos,/ No por eso dejaremos/
De llamarte Quijotita;/ Y pues tu locura incita/ A ponerte este renombre, la
bautizan sus compaeros de colegio. Mientras la primera aprende a desenvol-
verse en forma independiente en la sociedad gracias a sus conocimientos
prcticos y tcnicos, la segunda es vctima de su falta de formacin y muere dra-
mticamente.
Descendencia que puede ser tambin una forma de inmortalidad como sugiere
el cuento D.Q., de Rubn Daro, donde el protagonista, un extrao abanderado
de la compaa que lucha en Santiago de Cuba, tiene como cincuenta aos,
aunque podran haber tenido trescientos, ya que miraba profundamente con
una mirada de siglos.17 Una vez patriticamente inmolado se descubre que el
abanderado no era otro que Alonso Quijano.
15. Dante Medina, Un encuentro de dos mundos, La Cervantiada, o.c. pp. 6571.
16. Graham Greene, Monseor Quijote, Barcelona, Seix Barral, 1982, cap. 1.
17. Rubn Daro, D.Q., Cuentos completos, Managua, Editorial Nueva Nicaragua, 1994, p. 360.
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Don Quijote es un fenmeno del mundo invisible, un ente particular, que ora por
hipnotizacin, ora por transfusin espiritista a travs de las generaciones, cual-
quiera que sea su mdium evolutivo, es lo cierto que el Hroe de los Molinos de
Viento, vive y viaja, aparece y desanda por el mundo, como el judo errante: en
l ha encarnado el espritu de cada poca....18
18. Tulio Febres Cordero, Don Quijote en Amrica o sea la cuarta salida del ingenioso hidalgo
de la Mancha, Mrida, Universidad de los Andes, 2005, p. 210.
19. Adelis Len Guevara, Introduccin, Don Quijote en Amrica, o.c. p. 17.
20. Marco Denevi, Dulcinea del Toboso, Falsificaciones, Buenos Aires, Ediciones Corregidor,
1999, p. 276.
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sina con un fuerte aroma de sudor y lana lo asedia, el hidalgo se vuelve loco
y se lanza a las conocidas aventuras narradas por Cervantes. A su regreso y
cuando muere: un rostro polvoriento de pastora se lav con lgrimas verdade-
ras, y tuvo un destello intil ante la tumba del caballero demente.21
21. Juan Jos Arreola, Cantos de mal dolor, Bestiario, Mxico, Joaqun Mortiz, 1978, p. 76.
22. Fernando Vallejo, El gran dilogo del Quijote, Babelia, El Pas, Madrid, 10 septiembre 2005,
pp. 12-15.
23. Cervantes, Don Quijote de la Mancha, o.c. Tomo 2, II.59.
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Y nadie acepta ya que el autor del Quijote de Avellaneda sea otro que Cervan-
tes, quien finalmente no pudo resistir la tentacin de publicar la primera (y no
menos buena) versin de su novela, mediante el tranquilo expediente e atribu-
rsela a un falso impostor, del que incluso invent que lo llamaba manco y viejo,
para tener, as, la oportunidad de recordarnos con humilde arrogancia su parti-
cipacin en la batalla de Lepanto.24
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Don Quijote vivir as sus aventuras en funcin del sabio encantador que
ser coronista desta peregrina historia, recurrente protagonismo donde los
papeles no dejan de mezclarse y tornarse paradjicos: el personaje literario tiene
una mayor verosimilitud de ser un hroe real al ser sujeto de una ficcin en
segundo grado. El hecho que se escriba y publique su historia le otorga una
gran autonoma e intensifica la ilusin de que tiene una existencia previa e
independiente de la que puede leerse en el texto, ilusin que se ha resaltado
al recordar que el propio Cervantes ironiza sobre el ser histrico de Don Qui-
jote y que como tal, bien podan existir versiones narrativas diferentes de su
vida.29
En efecto, a su regreso y poco antes de morir, obligado por la promesa
que ha hecho al Caballero de la Blanca Luna de abandonar las armas por un
ao si fuera derrotado, Don Quijote se propone iniciar una nueva vida. No
quiero otra satisfaccin sino que dejando las armas y abstenindote de buscar
aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un ao, donde has de
vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego,30
le exige el Caballero de la Blanca Luna como condicin para aceptar el duelo.
Por ello, al ser vencido y lejos de amilanarse Don Quijote invita a Sancho, al
bachiller Sansn Carrasco y al cura a dedicarse a ser pastores y entretenerse en
la soledad de los campos, donde a rienda suelta poda dar vado a sus pensa-
mientos, ejercitndose en el pastoral y virtuoso ejercicio,31 para lo cual compra-
ra ovejas y ganado suficiente y se rebautizara con el nombre de Quijotiz. Es
bueno recordar que este destino lo lleva a cabo en la Patagonia argentina donde
el Quijote funda la Repblica de carneros de Quijotana, segn nos cuenta Alberdi
en Peregrinacin de Luz del Da. Viaje y aventuras de la verdad en el Nuevo
Mundo.
Por ello, tal vez, uno debera ser borrado por sus personajes, de quienes
uno apenas estuvo al servicio insina Monterroso al contraponer a Cervan-
tes a Kafka, cuyos personajes le sirven ms a l que l a ellos: El ms sabio
ha sido Cervantes al esconderse tras otro nombre para contar la historia de Don
Quijote, incluso al grado de que se ha llegado a considerarlo un idiota al lado
de su personaje.32
Las referencias de Augusto Monterroso a Don Quijote son mltiples, espe-
cialmente en Lo dems es silencio (1982), donde resea en forma deliberada-
mente ramplona una nueva edicin del Quijote a la que sigue una carta de un
29. Edward C.Riley, La singularidad de la fama de Don Quijote, Universidad de So Paulo, Cua-
dernos de Recienvenido, 8, 1998, p. 11.
30. Cervantes, Don Quijote de la Mancha, o.c. Tomo 2, 1932, p. 983.
31. Cervantes, Don Quijote de la Mancha, o.c., Tomo 2, p. 1034.
32. Augusto Monterroso, Viaje al centro de la fbula, Mxico, UNAM, 1981, p. 136.
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lector indignado por los errores que contiene. En otros textos, Monterroso se
divierte combinando los apellidos de Gustavo Dor (ilustrador del Quijote) y
Alberto Durero o presuponiendo que Cervantes us el seudnimo de Avella-
neda y, por lo tanto, fue el autor del Quijote apcrifo.
33. Carlos Fuentes, Cervantes o la crtica de la lectura, Mxico, Joaqun Mortiz, 1992, p. 77.
34. Simn Alberto Consalvi, Discreta querella de Don Quijote de la Mancha con el autor de La
inmortalidad, La cervantiada, o.c., pp. 271280.
35. Juan Bautista Alberdi, Peregrinacin de Luz del Da. Viaje y aventuras de la verdad en el
Nuevo Mundo, Buenos Aires, Ed. Choel-Choel, 1947, p. 18.
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lizacin, los Caballeros del Progreso deben llevar adelante mquinas e instru-
mentos cientficos (p. 194).36
Otros escritores, como la argentina Ana Mara Shua o el uruguayo Mario
Levrero, intertextualizan no solo el Quijote sino el relato de Borges Pierre Menard,
autor del Quijote. Ana Mara Shua en El ojo de la cerradura imagina que Cer-
vantes a travs de un instrumento rudimentario para entrever el futuro, pudo
conocer la obra de Pierre Menard antes de componer su Quijote.37
Por su parte, Mario Levrero propone a partir del famoso relato de Bor-
ges que Pierre Menard, autor del Quijote fue escrito en realidad veinte aos
antes por un italiano llamado Giambattista Grozzo y publicado en una revista
donde colaboraba Italo Calvino. Un investigador, Salvatore Ragni, habra des-
cubierto que Borges, impresionado por la teora de la reescritura, no hizo otra
cosa que traducir el texto de Grozzo del italiano al castellano. Rizando el rizo,
Levrero se pregunta si en realidad Grozzo no sera un seudnimo del propio
Borges que habra decidido, ayudado por Calvino, publicar una primera versin
en italiano de Pierre Menard.38
El Quijote indiano
Obra literaria, obra abierta y por lo tanto inconclusa, Cervantes propone
en el Quijote un libro donde el lector y los personajes se saben ledos y el autor
se sabe escrito por un escritor libresco y donde la historia de Don Quijote puede
ser contada por otros. No invita a ello la ltima lnea de la primera parte: Forsi
altro canter con miglior plectro?; no lo hace tambin Avellaneda cuando repite
en castellano el mismo verso: no faltar mejor pluma que los celebre? 39
Pese a la advertencia de Cervantes Tate, tate, folloncitos/ De ninguna sea
tocada,/ Porque esta empresa, buen Rey,/ Para m estaba guardada40 las plu-
mas lo celebrarn y las mejores estarn en Amrica. Juan Montalvo lo reconoce
explcitamente, ya que segn el autor de Captulos que se le olvidaron a Cer-
vantes el autor del Quijote y la importancia de El Quijote de Avellaneda en la
configuracin de la segunda parte invitan a continuar una obra que parece incon-
clusa, aunque se pregunte si tiene derecho un semibrbaro del Nuevo Mundo
36. Tulio Febres Cordero en Don Quijote en Amrica o la cuarta salida del ingenioso hidalgo
de La Mancha (1905).
37. Ana Mara Shua, El ojo de la cerradura, La cervantiada, o.c. p. 117.
38. Mario Levrero, Gianbattista Grizzi, autor de Pierre Menard, autor del Quijote, El sn-
drome de Pierre Menard, Antologa y prlogo de Juan Manuel de Prada, Barcelona, FNAC, 2005, pp.
291-297.
39. Alain-Ren Lesage, traductor al francs del Don Quijote de Avellaneda tom al pie de la letra
la invitacin y continu sus aventuras.
40. Cervantes, Don Quijote, o. c. II, LXXIV.
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41. Juan Montalvo, Captulos que se le olvidaron a Cervantes, edicin de ngel Esteban, Madrid,
Ctedra, 2004, p. 108.
42. Captulos que se le olvidaron a Cervantes, o.c. p. 115-116.
43. Gonzalo Zaldumbide, Juan Montalvo, Puebla, Editorial JM.Lapica, 1960, p. 71.
44. Maximiliano Grillo, Don Quijote en Amrica, El Correo Nacional, Bogot, 20 febrero 1906.
45. Misiva reproducida en el prlogo a la tercera edicin de Don Quijote en Amrica, o.c.,
pp. 24-28.
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49. Giovanni Papini, La juventud de Don Quijote (de Cervantes), El libro negro, Obras, Tomo
I, Madrid, Aguilar, 1962, p. 740.
50. Papini, o. c., p. 741
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
En todo, algo mejor que el triste pronstico de Monterroso de que los prime-
ros lectores del Quijote se rean; los romnticos comenzaron a llorar leyndolo,
excepto los eruditos [...] y los modernos ni se ren ni lloran con l, porque
prefieren ir a rer o a llorar en el cine, y tal vez hagan bien.52
51. Ana Mara Borrero, Cuba espera su hora, Revista de La Habana, 1.11, 1943, p. 476.
52. Augusto Monterroso, A escoger, Movimiento perpetuo, o.c., p. 111.
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FRANCISCO AYALA Y SU COMPROMISO EDITORIAL EN ESPAA Y AMRICA LATINA
Manuel ngel Vzquez Medel
Catedrtico de Literatura Espaola. Universidad de Sevilla
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Aun cuando nunca hubiera escrito el Quijote, Cervantes figurara de todas mane-
ras entre los escritores ms importantes del mundo, aquellos pocos a quienes co-
rresponde la primera lnea en la historia de la literatura universal.
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con nuestra parte oscura, individual y socialmente. Todo ello se refleja con una
gran riqueza en su obra de creacin, potica, como le gustaba calificarla.
Deca el Premio Nobel de Literatura y compaero de exilio puertorrique-
o de Ayala- Juan Ramn Jimnez, que su propia obra era conocida en parte
y siempre en la misma parte. Algo parecido podramos decir de Francisco Ayala,
uno de los narradores e intelectuales mayores de la cultura universal del Siglo
XX: su obra es conocida poco, en parte, y siempre en la misma parte.
Como en algunas ocasiones he manifestado, si Ayala hubiera fallecido con
75 aos, nadie le hubiera agradecido sus extraordinarias aportaciones a la cul-
tura universal, a uno y otro lado del Atlntico: slo despus llegara su ingre-
so en la Real Academia, el Premio Nacional de Literatura (1984), el Premio de
las Letras Espaolas (1988), el Premio Cervantes (1991), el Premio Prncipe de
Asturias (1988) y su candidatura al Premio Nobel, reconocimiento que estuvo a
punto de alcanzar en 1998.
Y, aunque ya Ayala ha ganado en el canon literario algo ms que unas l-
neas en un prrafo sobre la narrativa espaola del exilio, estamos an muy le-
jos de reconocer en l:
3. El primer texto impreso de Ayala que conocemos apareci el 28 de febrero de 1923 (an
tena 16 aos) en la revista Vida aristocrtica, y se trataba de un artculo sobre el pintor Julio Romero
de Torres. El 1924 publicara sus primeras narraciones La mariposa y La sombra del hermano
en el peridico El Globo.
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De la Repblica al exilio
Antes de entrar con ms detalle en las relaciones de Ayala con la actividad
editorial, me parece conveniente una breve aproximacin de los aos que
van de la proclamacin de la Repblica al exilio, para poder centrarnos poste-
riormente en su actividad editorial (como escritor, traductor, director de colec-
ciones universitarias y de revistas) a lo largo de su periplo como exiliado, a
travs de Argentina, Brasil, Puerto Rico y Estados Unidos.
El ao de 1931 fue fundamental en la vida de Francisco Ayala.
Acababa de concluir su estancia formativa en Berln, que inici en otoo de
1929 -tras la obtencin de su Licenciatura en Leyes y finaliz el verano de 1930.
Un ao crucial en su trayectoria, tanto para su formacin intelectual como por
sus implicaciones personales: especialmente el encuentro con la que habra
de ser su primera esposa, la chilena Etelvina (Nina) Silva.
En enero de 1931 Ayala regresa a Berln para contraer matrimonio con Nina
y posteriormente trasladarse a Madrid: Durante ese perodo afirma Ayala en
Recuerdos y olvidos mi mujer me ayud en los trabajos de traduccin y com-
parti mis amistades, participando en nuestras tertulias [...] El ambiente en que
nos movamos ahora, desde nuestra llegada a Madrid, era un ambiente de ale-
gre expectacin. Los acontecimientos polticos de Espaa desintegracin fi-
nal del rgimen monrquico y proclamacin de la Repblica eran esperados
con un sentimiento de confiada seguridad. El pas respiraba una atmsfera de
tranquila anticipacin: se miraba el porvenir con optimismo, y el advenimiento
de la Repblica era aguardado en la misma actitud con que las familias espe-
ran un parto....
Recordemos que Ayala haba publicado ya, en su juventud, sus primeras no-
velas Tragicomedia de un hombre sin espritu (1925) e Historia de un amane-
cer (1926), as como sus vanguardistas conjuntos de relatos El boxeador y un
ngel (1929) y Cazador en el alba (1930) y el librito Indagacin del cinema
(1929). Sin embargo, los aos que nos ocupan (de 1931 a 1939) sern de pa-
rntesis en su actividad literaria, que se reanudara con el impresionante texto
Dilogo de los muertos (1939) escrito camino del exilio: en los aos que
van desde mi regreso de Alemania hasta el exilio en Buenos Aires, mi actividad
literaria como autor de obras de imaginacin qued en suspenso. Sin embar-
go, su pluma permaneci activa en el campo del ensayo, del estudio filosfico-
poltico, y de la traduccin.
As cuenta Ayala la proclamacin de la Repblica: Se produjo el 14 de abril;
y cuando nosotros omos por la radio la noticia de lo que estaba ocurriendo
salimos a reunirnos en el caf de La Granja El Henar con los amigos que all so-
lan hacer tertulia a diario. La concurrencia era mayor que de costumbre, y la
excitacin de la gente, muy grande. Contertulio del caf La Granja era Manuel
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7. El primer libro que tradujo fue la novela de Arnold Zweig Lorenzo y Ana, publicada en 1930
en Ediciones Hoy, Madrid. Ayala no dej de hacer traducciones hasta el comienzo de la guerra en
1936, principalmente de textos alemanes de tema jurdico, en colaboracin con su primera esposa,
Etelvina Silva.
8. Pgs. 100-124.
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Se puede apreciar, con facilidad, que este pequeo canon que impulsa
Ayala tiene el sentido de universalidad que siempre caracteriz sus escritos, sin
renunciar a las races ibricas (vase la oportuna presencia de Camoens); con-
juga la alta literatura de creacin con la filosofa, el ensayo, los estudios socio-
lgicos y jurdicos; y traza un interesante arco entre obras de plena actualidad,
como las de Ortega y Jaspers, con una buena seleccin de clsicos, entre los
que encontramos algunos de sus imprescindibles (y bien presentes en su obra
de creacin) como Homero, Dante, Shakespeare o Goethe.
En enero de 1953 apareci el primer nmero de La Torre, la revista de la
Universidad de Puerto Rico, impulsada por Ayala y que an hoy se sigue edi-
tando. Fue la ltima empresa editorial en la que habra de embarcarse el au-
tor, pues desde su marcha a Estados Unidos, en 1957, centr su actividad en
la docencia y en el desarrollo de su obra ensaystica y literaria.
En Recuerdos y Olvidos ha dedicado Ayala sendos epgrafes a La editorial
universitaria y Construccin de La Torre, donde podemos leer: Esta revista,
que llegara a ser, y lo fue en efecto durante varios aos, la mejor de su gnero
en toda la extensin a que alcanza la lengua espaola, naci como resulta-
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do de mis desvelos. Entre esos desvelos refiere Ayala los relativos a la impre-
sin, pues No haba por entonces en Puerto Rico (ignoro si las habr ahora)
imprentas capaces de producir un libro con la dignidad grfica debida; era
necesario, pues, imprimirla fuera de la isla. Ayala, frente a la tendencia a im-
primir en Estados Unidos con el consiguiente coste decide visitar Mxico e
imprimir la revista en los talleres de la familia Chaves: sin la eficiente coopera-
cin de aquella excelente imprenta mexicana, mal hubiera podido yo sacar ade-
lante La Torre por control remoto. La confeccin de una revista es mucho ms
complicada que la de un libro, cuya unidad permite disponer los originales con
regularidad mayor y criterios ms sencillos; y en cuanto a La Torre no tuve que
lamentar chapuceras: todo march siempre a la perfeccin. Como ancdota
relata Ayala: me opuse a la idea que tena el rector de que la revista se distri-
buyese gratis [...] La gente no suele apreciar aquello que nada le cuesta. Insist
en ello, y en consecuencia se le puso a La Torre un precio moderado, casi sim-
blico; pero quien quisiera recibirla tena que abonar ese precio.
Segn informa Manuel Ros, a fines de la dcada de 1950, Francisco Ayala,
ya instalado en Estados Unidos, andaba planeando publicar una nueva revista
junto a algunos amigos, profesores como l: entre otros, Vicente Llorens, Jos
Mara Ferrater Mora y ngel del Ro. A travs de este ltimo llegaron noticias
del proyecto a Guillermo de Torre, quien, a su vez, estaba embarcado en una
empresa semejante con otros escritores e intelectuales de Espaa y de Argentina.
Tras cambiar impresiones por carta, decidieron que vala la pena aunar
ambos proyectos, con el simblico nombre de El Puente. La revista proyecta-
da nunca lleg a aparecer, pero el nombre y su simbolismo se materializaron
finalmente en una coleccin que publicara la editorial Edhasa, en una prime-
ra etapa, entre 1963 y 1968, bajo la direccin de Guillermo de Torre. All apa-
reci De este mundo y el otro, de Francisco Ayala, en cuya cubierta se repro-
duce un puente romnico sobre el ro Mio, en Orense.
De que Ayala amaba con pasin el mundo del libro, en relacin con el cual
fue autor, crtico, traductor, editor y sobre todo, lector, son buen testimonio
estas palabras: Siempre, desde muy muchacho, ms que dialogar con los libros,
ms que estudiarlos, sola meterme de cabeza en ellos. Quiero decir que para
m han sido una parte (muy importante, desde luego, pero slo parte indistin-
ta) del conjunto de mi experiencia vital, y no un objeto a considerar en fro; no
un objeto de distante observacin y anlisis (aunque tambin observacin y
anlisis vinieran acaso despus)... En mi contacto con las obras de imaginacin
potica he encontrado siempre una fuente de impresiones tan frescas y direc-
tas, de sentimientos tan verdaderos, de emociones tan hondas como las que pu-
dieron procurarme los descubrimientos de mi propia intimidad sensorial o las
revelaciones del mundo afectivo en la convivencia domstica, o del mundo his-
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9. Francisco Ayala, La lectura, pliego publicado con ocasin del Da Internacional del Libro
2006, ao del centenario de Ayala. Centro Andaluz de las Letras, Mlaga, 2006.
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BORGES Y ESPAA
Mara Kodama
Javier Torres
Buenos das. Buenas tardes. Tengo el honor de estar acompaado por Mara
Kodama, viuda de Borges y presidenta de la Fundacin Jorge Luis Borges, pa-
ra participar en este importante encuentro de hispanistas y americanistas con
motivo de la conmemoracin del Bicentenario de la Independencia de pases
latinoamericanos.
Nada mejor que evocar la figura de Borges en un escenario como el que nos
ocupa. Reflexionar sobre su legado e influencia para la cultura literaria, de un
lado y otro del Atlntico, es un cometido que no podamos olvidar en este con-
greso. Nadie como Mara Kodama para hablar de los valores literarios que Borges
dej entre nosotros y que tienen una repercusin tan amplia a travs del tiem-
po y de la creacin literaria.
Sin ms, voy a ceder el micrfono a Mara para que empiece su intervencin
situndonos en el contexto que nos ocupa. Parece ser que tenemos un pro-
blema con el audio y con Buenos Aires. No recibimos el sonido de la Sede
del Congreso en Castelln. Si contina as, deberemos apoyar esta transmisin
con el telfono para hacer llegar las preguntas desde el otro lado. As que va-
mos adelante.
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Mara Kodama
Buenas tardes para todos de mi parte tambin. Los sonidos de una lengua,
indiferenciados, misteriosos, son lo primero que llega a un ser humano desde
su nacimiento. Esos sonidos, articulndose en palabras y separndose en es-
tructuras, harn, a travs del aprendizaje, de ese ser, un hombre con toda su
posibilidad de comunicarse y de expresar sus necesidades inmediatas. A travs
de ellos, les ser dada, tambin a algunos, la clave para crear un universo pa-
ralelo al real que emerge y se enraza en l. El universo del arte a travs de la
palabra, el mgico universo de la literatura.
Jorge Luis Borges contaba que, antes de tener uso de razn, saba que de-
ba dirigirse de un modo a su abuela paterna y de otro modo al resto de su
familia. Mucho ms tarde, supo que esas formas correspondan a dos lenguas
distintas, la inglesa y la espaola. Las lenguas, que marcan lo ms ntimo del
ser de manera indeleble, obrarn en l lenta y subterrneamente y, decantadas,
producirn esa literatura nica, esa literatura que lectores, escritores y crticos
consideran que ha cambiado el rumbo de la literatura en lengua castellana.
Esa dualidad trazar en su vida algo semejante a un laberinto, es decir, un
camino que tercamente se bifurca en otro, que tercamente se bifurca en otro....
Los primeros recuerdos que tiene son los de la biblioteca de su padre, cr-
culo mgico que, encerrndolo, le daba, paradjicamente, la extraordinaria
libertad de la lectura y de la imaginacin. A travs de las rejas de ese jardn de
su casa de Palermo atisbaba un mundo hecho de compadres y de violencia que
le llegaba del exterior: mientras que, en la sala, lo aguardaba el otro, hecho
de batallas y de gloria, narrado por los suyos. Los rostros de sus antepasados
lo contemplaban desde los daguerrotipos.
Todo esto iba dejando su huella en el alma de ese nio que, llegado a la
adolescencia, march con sus padres a Europa, sin saber que lo sorprendera
la Primera Guerra Mundial, que cursara su bachillerato en Ginebra y que des-
cubrira un mundo diferente.
La experiencia en Ginebra marcar su manera de pensar, su vida, su obra.
A pesar de recordarla en la Exposicin de la actual poesa argentina (1922-
1927), organizada por Pedro Juan Vignale y Csar Tiempo, como dice poca
sin salida, apretada, hecha de garas y que recordar siempre con algn odio,
el paso del tiempo har que ese sentimiento natural en alguien que dej la
patria siendo casi un nio y a la que vuelve hombre, vaya modificndose. Digo
que ese sentimiento es natural porque, a su regreso, Borges debe reinsertarse
en su pas y dedicar todo su ahnco a cantarlo, redescubrirlo y fundarlo. Tendr
que separarse de ese padre que fue su formacin europea, para adquirir su
propia identidad. Una vez afirmado, su recuerdo de esos aos en Europa cam-
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Poetas se deba a que, en esos dilogos sostenidos con el grupo hasta el alba,
Cansinos supo, tal como escribi en Intermedio lrico, que en ese encuentro
se hallaba ante otro Poeta de los Mil Aos.
Como es sabido ya, Borges llega a Madrid en 1918 y permanecer hasta 1921.
Es en Espaa donde comienza a publicar sus poemas ultrastas en aquellas
revistas que le dan acogida al movimiento. Pero Borges llevar a Espaa y di-
fundir el movimiento expresionista alemn a travs de la traduccin de poe-
mas de Ernst Stadler, Johannes R. Becher, Werner Hahn, Wilhem Klemm, H. V.
Stummer y otros.
En su antologa, Guillermo de Torre rescata los poemas Rusia, Gesta
Maximalista, Tranva, Trinchera, Himno al mar, lamentando su exclusin de
Fervor de Buenos Aires.
Ve, en esta omisin, un anhelo de reintegracin a la patria; piensa que la
emocin lrica se ve perjudicada, opacada por su constante prurito ideolgico
y demostrativo.
Para Guillermo de Torre, Borges aport al ultrasmo el lan whitmaniano; no
lo considera slo como un mero colaborador sino como alguien que aport, a
travs de sus escritos en prosa y en verso, un significado pragmtico y teorti-
co; el que todo esto haya terminado lo atribuye al choque psquico de su
retorno a Buenos Aires. Hace hincapi en el poema Himno al mar, de versos
amplios y aliento csmico.
El pacifismo de los poetas expresionistas lo lleva a unirse a ellos; ante el
rechazo y el horror por la muerte, como la mayora de los jvenes del grupo ex-
presionista, se volc hacia la utopa socialista encarnada en la revolucin de
1917.
Borges publica en la revista Cervantes, en Madrid, en 1920, una antologa de
estos poetas alemanes anteriormente citados. La segunda nota de esta publica-
cin est dedicada a Johannes Becher. Borges valor a Becher como el ms sig-
nificativo e importante de los poetas expresionistas, el ms alto poeta de Alemania
y uno de los poetas cspides de la lrica pluricorde europea. Elogia los poemas,
puentes elsticos de acero que iluminan las mximas banderas de las metfo-
ras.
Tambin en Grecia escribe la nota Efigie Prefacial. All seala lo whitmania-
no de Klemm cuando dice: Una y dos voces. Mi corazn es amplio cual Alemania
y Francia reunidas.
Volver a ocuparse del expresionismo en un ensayo de sus Inquisiciones
(Proa, 1925, pp. 146-152). El ttulo de este ensayo es Acerca del expresionis-
mo. Nos dice aqu:
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de los saineteros que escriben un lenguaje que nadie habla y que si agrada,
es precisamente porque suena forastero, y la de los cultos que mueren de la
muerte prestada del espaol. Lamenta que haya cado en desuso la naturalidad
de la escritura de autores como Echeverra, Sarmiento, Vicente Fidel Lpez,
Lucio V. Mansilia o Eduardo Wilde, que dijeron bien en argentino y que en su
lugar qued una corriente pseudoplebeya y otra pseudohispnica. Finalmente,
Borges se pregunta:
Qu zanja insuperable hay entre el espaol de los espaoles y el de nues-
tra conversacin argentina...? Ninguna... diferencias tan slo de matices... de con-
notaciones.
Considera que esa diferencia de matiz es suficiente para or la patria. La obli-
gacin de cada uno es dar con su voz, la de los escritores ms que nadie.
San Pablo defini la fe como sustancia de las cosas que se esperan, demos-
tracin de cosas no vistas. Borges dice que l traducira eso como recuerdo que
nos viene del porvenir, y agrega:
La esperanza es amiga nuestra y esa plena entonacin argentina del caste-
llano es una de las confirmaciones de que nos habla. Escriba cada uno su inti-
midad y ya la tendremos.
Toda esa suma de elementos contradictorios nos entrega a un Borges apa-
rentemente desgarrado o parcelado entre tradicin y vanguardia; universalis-
mo, cosmopolitismo y criollismo. En resumen, nos da la imagen de todo
ser humano, la complejidad. Borges, en 1921, reflexionando sobre el oxmo-
ron, que denomina la adjetivacin antittica, se pregunta: Y la adjetivacin
antittica? El hecho de que exista basta para probar el carcter provisional y tan-
teador que asume nuestro lenguaje frente a la realidad. Si sus momentos fueran
enteramente encasillables en smbolos orales, a cada estado correspondera un
rtulo y nicamente uno [...] En lgebra el signo ms y el signo menos se exclu-
yen; en literatura los contrarios se hermanan e imponen a la conciencia una sen-
sacin mixta, pero no menos verdadera que las dems (La Metfora, Cosmpolis,
Madrid n. 35, nov. 1921).
Para Borges, literariamente, la compleja y contradictoria realidad pudo ser
abarcada por el oxmoron, en un intento de superarla.
Si pudiera hacerse un balance, a travs de la larga serie de aproximaciones
y rechazos que Borges sinti por Espaa, a lo largo de su vida, esto nos dara
la medida de su arraigo a la lengua espaola y de la fidelidad que guard a
determinados autores desde su juventud, autores a los que continuamente rele-
a y a los que rindi honores a travs de bellsimos poemas.
A pesar de poder escribir en ingls, que fue la lengua que aprendi junto al
espaol, Borges declara en el poema Al idioma alemn, de El oro de los tigres:
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Considera a Fray Luis como el mejor poeta espaol, en Siete noches, y cita
estos versos:
Vivir quiero conmigo
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanza, de recelo.
Muchas gracias.
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Javier Torres
Muchas gracias, Mara. Mientras se realizan las pruebas oportunas de soni-
do, vamos a dialogar con Mara Kodama para referirnos a algunos aspectos de
la personalidad intelectual de Borges.
Quiz lo ms apasionante para m es el mundo de los libros. Ayer tuve
el privilegio de estar en la Fundacin, guiado por Mara Kodama, y me emo-
cion con lo que pude ver. El universo de Borges es apasionante: te plantea
mltiples preguntas constantemente, te enriquece; es una delicia. Yo quisie-
ra que hablramos algo sobre este tema de los libros: cmo eran percibidos
para l. En un momento de crisis en el que se habla constantemente de la
fuerza de lo digital, que se va a imponer en determinados mbitos, uno en-
tiende que el libro es un objeto y es una relacin distinta la que se estable-
ce, segn el soporte con el que se est trabajando o se tenga en las manos.
Y parece que las manos de Borges enriquecan los libros que tocaba. Esto
es as, pero me gustara que nos contara algo sobre esto, que ampliara un po-
co ms.
Mara Kodama
S, ayer en tu visita a la Fundacin y al museo pudiste tener conciencia de la
forma en la que Borges no solamente amaba los libros como objetos, porque no
era un coleccionista de libros, sino que era un lector. En su biblioteca, que es un
verdadero tesoro, sus libros muestran la forma en la que trabajaba, en la que
lea, y la concentracin con la que lea. Los libros, por ejemplo, tienen anota-
ciones al comienzo y al final, en las pginas en blanco. Para l era fundamental
esa lectura porque luego, cuando tena que preparar conferencias o, por ejem-
plo, escribir un cuento, muchas veces recurra a esas notas. Tena una memoria
tan increble que recordaba incluso en qu parte del libro estaban. Las notas en
un libro son como un plano del espritu y del alma de una persona, de su inte-
ligencia. Muestran muchsimo. Si alguien puede seguir las notas que otra perso-
na escribi o los prrafos que subray en un texto, es como si lo desnudara,
como si le desnudara el alma. En el caso de Borges, por ejemplo, en el libro que
ley a los 16 aos de Chuang Tzu, cuyas notas viste en el museo, es interesan-
te porque hay una sola nota marginal. Nunca escriba en los mrgenes, pero cla-
ro, tena 16 aos y todava no haba tomado esa costumbre de no escribir en
los mrgenes. Aun as, pronto, en la mitad del libro, se lee lo siguiente:
Equivocacin. Ver pgina tal. Y esa pgina tal, que se encuentra ms all de la
mitad del libro, remite casi al comienzo del mismo. Lo que muestra el grado de
atencin con el que l lea esos textos, que despus va a decantar, como los bue-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Javier Torres
Es verdaderamente enriquecedor ver esos libros. Retomando el hilo de tu expo-
sicin, y aunque hemos visto ya la proyeccin espaola en la obra de Borges,
especialmente con los autores del Siglo de Oro que tanto le interesaron, podras
citarnos, tambin, dentro de la literatura europea (anglosajona, alemana, france-
sa...) qu otros autores influyeron en su obra?
Mara Kodama
Claro. Como has visto, la biblioteca de Borges no slo tiene libros en espa-
ol, tiene libros en todos los idiomas, incluso a veces en lenguas que l no
dominaba. Digamos que lo que influy muchsimo en l fueron sobre todo
los autores ingleses y la Biblia. Porque su abuela inglesa le lea los autores
que a ella le gustaban, que eran poetas y escritores ingleses, y es con la que
aprendi, en paralelo al castellano, el idioma ingls. Adems, su abuela saba
versculos y versculos de la Biblia de memoria, y se los recitaba. Me conta-
ba que en esa poca para los catlicos estaba prohibida la lectura de la Biblia
por el temor a las malas interpretaciones que podan hacerse. En cambio, para
los ingleses y alemanes, la lectura de la Biblia era obligatoria, y aun hoy en
las mesitas de noche que hay en los hoteles de Estados Unidos, en Inglaterra
y Alemania uno encuentra la Biblia. sos fueron la base. Ahora, su imagina-
cin tambin se enriqueca leyendo a Julio Verne; Tales before midnigth,
de Mitford, que eran leyendas de Japn que le lea su abuela; a Oscar Wilde
Borges hizo una traduccin de El prncipe feliz cuando tena 10-11 aos, que
al ser publicada en un diario creyeron que era su padre el que la haba he-
cho y no l; a Schopenhauer... Por ejemplo, Borges aprendi el alemn en
Ginebra slo para poder leer a Schopenhauer. Guard siempre una gran ad-
miracin por este filsofo. A travs de Schopenhauer entrar en toda su cu-
riosidad era una persona con una avidez de conocimientos increbles, y
va a entrar en lo que despus lo va a llevar hacia el budismo, a escribir qu
es el budismo y Oriente.
Es decir, l va haciendo todos los puentes de una lengua, de una cultura, de
un pas que se convierte en otro, y que forman, en realidad, el tejido de lo
que es la cultura de la humanidad, cierto legado de la humanidad, digamos: to-
do ese entrecruzamiento y esa generosidad de algunos autores y Borges tam-
bin la tena de incitar, en su propia obra, la curiosidad de los lectores a ir
hacia otros libros, hacia otros autores que no sean del propio pas, muchas
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veces, porque en definitiva todo eso va sumando, y para los escritores de cada
pas esa suma no va en desmedro de lo que es su lengua o su idiosincrasia, si-
no todo lo contrario: la va enriqueciendo y va potenciando eso que despus ha-
ce eclosin, como en el caso concretamente de Borges, en esa literatura que
es como nica, extraordinaria.
Javier Torres
Una de las invenciones que hay que reconocer a Borges, sin lugar a dudas,
es la capacidad de conectar con la ciencia a travs de la literatura. Cmo hace
esto de una forma tan perfecta? Cmo llega a despertar la curiosidad y su im-
plicacin en el lector?
Mara Kodama
Borges era una persona muy curiosa, y como viste tiene libros extrasimos:
estudios sobre las rocas, sobre el tiempo, que eran uno de sus temas preferidos
y prioritarios. A travs de ellos va acercndose a ese mundo de las ciencias.
Justamente el ao pasado, un cientfico que se dedica a la neurociencia y que
estudi y trabaj en Inglaterra hace muchos aos me deca que cambi el rum-
bo de su carrera y se dedic al estudio de la neurociencia a travs del cuento
de Borges Funes el memorioso. Esa lectura hizo que para l cobrara inters
el estudio del funcionamiento del cerebro, de las clulas que lo componen, y
est haciendo ahora una experimentacin muy interesante, justamente, con el
tema de la memoria. Este ao volvi ac, con una estada un poco ms larga,
y est consultando los libros que Borges tena sobre ciencia. Bueno, est fasci-
nado, enloquecido con todo el material que ha encontrado y con las notas
que Borges ha escrito en esos libros cientficos con los que, aparentemente, tra-
dicionalmente, alguien dedicado a la literatura no tendra por qu estar. Pero yo
creo que la literatura, que es la imaginacin, da a veces a unos pocos el don de
adelantarse a su poca, a lo que la tcnica va a conseguir a travs de estudios
en siglos futuros. se es el caso, por ejemplo, de Julio Verne, de Welles... y de
Borges tambin: adelantaron lo que va a suceder o lo que la inteligencia del
hombre va a ir logrando siglos y siglos despus; es lo que ellos descubren o in-
ventan a travs de su imaginacin.
Javier Torres
Vamos a hacerte una serie de preguntas del pblico.
Mara Kodama
Perfecto, perfecto.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Javier Torres
S, s. Adems, estamos encantados de haber recuperado este audio porque
cobris nueva viveza, nueva realidad, para nosotros
Mara Caballero
Mara, no s si me oyes. Un saludo sevillano.
Mara Kodama
S, te oigo y te devuelvo el saludo desde Buenos Aires con todo el cario.
Mara Caballero
Te recordamos con mucho cario. Muchos saludos de Juan Arana, que no es-
t en este foro de universidades en el que hemos tenido el placer de escuchar-
te. Y nada, decirte que te recordamos de Pars, en septiembre. All hablabas de
los planes de la Fundacin, y me gustara preguntarte por ellos: qu ltimos
planes tienes con Europa? S que vienes a Leipzig en junio a un congreso de
poesa borgiana. Bueno, y yo s de ti porque te conozco desde hace bastantes
aos, desde el noventa y nueve, por lo menos, y tienes tu propia trayectoria,
tu capacidad de impartir talleres; es decir, no eres slo la esposa, la viuda, la
compaera de Borges. Yo quiero que me hables un poco de qu ests hacien-
do desde la Fundacin y qu planes tienes t de cara a Argentina y Europa.
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B O R G E S Y E S PA A
Mara Kodama
Con la Fundacin, en noviembre del ao pasado inauguramos en la Noche
de los Museos, en Buenos Aires, el Museo de Borges. Esto tambin va a ser un
logro, pues va a ser un museo cuyos elementos van a ir cambiando cada seis
meses. Bueno, la Fundacin es una casa, no es un museo enorme; pero eso es
agradable tambin porque va a ser como un museo vivo, ya que no van a ir una
vez a verlo todo y ya est. Y eso tambin es lindo.
En lo que respecta a los planes, hemos cerrado un acuerdo con la Universidad
Nacional de Cuyo, de Mendoza, en Argentina, para crear la primera maestra de
literatura argentina contempornea, que no exista. Se ha inaugurado dentro del
marco de la inauguracin de la ctedra Borges de la Universidad de Cuyo. Como
siempre, todos los aos tenemos las jornadas que se llevan a cabo en la sema-
na del cumpleaos de Borges, a las que acude gente de distintos puntos de
nuestro pas, de Latinoamrica, y a veces, cuando se puede, de Europa. Luego
hacemos las publicaciones, gracias a una fundacin, Nueva Mayora, dirigida
por un politlogo argentino que se llama Rosendo Fraga. Adems de eso, orga-
nizamos, como todos los aos desde hace diecisis, el concurso de poesa Haik,
que es poesa japonesa, y va destinado a estudiantes entre 13 y 18 aos. Lo ha-
cemos todos los aos con mucho xito. Su publicacin tuvo lugar hace dos
aos, creo, a travs de la Editorial Planeta, y ah figuran los poemas de los
chicos que ganaron los premios con la lista de los colegios. Gust muchsimo,
y me pareci que fue un fuerte acicate para los profesores, a quienes agradez-
co, realmente, la labor que hacen para la difusin de todo eso. Aparte, espero
que en Espaa en algn momento se solucionen las cosas y pueda abrirlo tam-
bin en ese maravilloso lugar que me haban asignado, una biblioteca, ya que
hemos realizado todos los trmites y slo tenemos que ir a inaugurarlo. Pero
no s qu es lo que pas; algo se infiltr y se demor. Esperemos que se pue-
da llevar a cabo en poco tiempo.
Mara Kodama
Bueno, sa es una pregunta un tanto complicada. [Re.] Naturalmente, no pue-
do contestar por Borges. Por m debo ser optimista, pero creo que, desgracia-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Javier Torres
Yo quera aprovechar el hilo de esta pregunta para hablar de algo que a m
siempre me ha preocupado, que es el papel del intelectual en el momento
que le toca vivir. S que esto cambia y no podemos aventurar un juicio sobre qu
papel representara Borges en la actualidad o cul sera su actitud ante los gran-
des retos de la comunicacin actual. Pero ante un personaje con un mundo ima-
ginario tan impresionante, con unas capacidades intelectuales tan desarrolladas,
qu cosa podra llamar su atencin actualmente? Ayer, en privado hablbamos
de la luna, y me pareci tan fascinante la conversacin que quisiera compartir-
la con el pblico. Hablamos un poco de la luna? Entramos en preguntas de ese
tipo, de recuerdos personales? Porque tenemos la suerte de poderlos compar-
tir...
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B O R G E S Y E S PA A
Mara Kodama
Bueno, yo le contaba a Javier Torres ayer, justamente, hablando sobre estos te-
mas, que Borges, por supuesto, tampoco miraba televisin, ni exista para l; na-
da, ni radio, ni diarios, porque segn deca, los diarios, como su nombre indi-
ca, eran para el da, y adems mentan, de modo que para qu perder el tiempo.
As que me inculc eso tambin. La primera y ltima vez que l s se sent fren-
te a un televisor fue cuando el hombre camin por la luna. Entonces estaba en
un estado de emocin increble. Recuerdo y l me record en ese momento
algo que yo haba olvidado, que no recordaba, y fue cuando l me pregunt una
vez cul haba sido mi primer viaje. Claro, yo era chica, tena 16 aos, e inme-
diatamente le dije: a la luna. Y l, con una emocin increble, me dijo: Welles,
Julio Verne. Yo creo que eso produjo una unin muy grande entre nosotros por-
que, de algn modo, l tambin haba hecho el primer viaje a la luna con Julio
Verne. Por eso fue tan importante para l, porque juntos habamos hecho, en dis-
tintas pocas, ese primer viaje a la luna. De modo que le result interesantsimo.
Y l pensaba lo mismo, en el sentido de que era una pena que medios que po-
dan ser tan tiles estuvieran dedicados a la pavada, a la tontera...
Mara Caballero
Est entre el pblico Fernando Ansa y me acaba de comentar que pas por
la Fundacin hace un tiempo; yo no s si l quiere saludarte o simplemente te
manda sus recuerdos a travs de m... Yo creo que le van a pasar un micrfo-
no para saludarte.
Fernando Ansa
Tuve el placer de estar en la Fundacin dando una conferencia sobre Onetti
en el mes de noviembre del ao pasado, y tuve tambin el placer de saludarla
justo en el momento en el que estaba organizando esa exposicin temporal de
objetos de Borges. Tuve la oportunidad de ver las vitrinas donde se estaban
poniendo los volmenes de esa exposicin, unos das antes, creo, de que se
inauguraran. No s si usted se acordar de m, de ese momento, porque adems
la imagen que estn transmitiendo es de mi calvicie posterior de la cabeza y no
de frente. [Risas]
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Mara Kodama
Bueno, muchsimas gracias por el recuerdo. S, s recuerdo su saludo. Imagino
que usted tampoco olvidar la locura aquella con cajas, con objetos que baj-
bamos y que despus haba que poner ms o menos estticamente en los mu-
seos, en las vitrinas...
Fernando Ansa
Tengo muy vivo el recuerdo de la ltima vez que vi a su esposo en Pars,
en el momento en que vino a dar una conferencia. Me asombr su erudicin
y los conocimientos que tena de literatura uruguaya, porque en el momento
en que en la embajada argentina en Pars me dijeron de saludarlo, me acer-
qu y me pregunt de dnde era. Cuando le dije que era de Uruguay, empe-
z a darme nombres de literatura uruguaya, sobre todo de Susana Soca y de los
Cuadernos de La Licorne, y me empez, incluso, a hablar de escritores meno-
res de la literatura uruguaya que l tena muy presentes. Tengo ese recuerdo de
un verdadero Funes memorioso, vivo, de la literatura uruguaya.
Mara Kodama
S, ya lo creo, Ipuche debi de haberle mencionado porque lo lea bastante.
Efectivamente, Borges tena parte de su familia en Uruguay, y tena una prima
que deca que era casi su hermana porque haban sido los dos concebidos en
Santa Irene, en la Estancia, al mismo tiempo. Viajaba muchsimo a Uruguay
cuando era chico y joven. Tena un vnculo muy fuerte con Uruguay.
Fernando Ansa
Recuerdo que cuando lo conoc yo era un muchacho y l vino a Montevideo
y dio una conferencia en Amigos del arte, un pequeo grupo en el que sola
dar charlas cuando vena. Y dio una conferencia sobre las rayas de los tigres de
Blake. Una conferencia asombrosa que recuerdo con emocin porque fue pa-
ra m el descubrimiento de Borges.
Mara Kodama
S, me imagino, porque su animal preferido era justamente l, su suced-
neo, o como l deca, la miniatura que Dios nos consigui para acariciar a un
tigre tranquilo, que era el gato. l adoraba a los felinos, y justamente ac Javier
Torres vio ayer las fotos de Borges en el museo con un tigre, y yo le hice un
regalo especial, que fue mostrarle una foto donde Borges est abrazado a la
tigre Rosi. Es realmente impresionante.
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B O R G E S Y E S PA A
Mara Kodama
Muchsimas gracias por la invitacin a hablar con ustedes desde Buenos Aires.
Muchas gracias.
Javier Torres
Yo quiero agradecer especialmente a la Cmara Espaola de Comercio de
la Repblica Argentina el habernos acogido en este espacio y facilitado esta co-
nexin. Ha sido decisiva su participacin, su colaboracin, su simpata en todo
momento para que podamos estar ahora hablando. Gracias a los tcnicos de
este lado y a los tcnicos que tambin han estado en la Jaume I haciendo po-
sible esta charla de Borges en un congreso. Esperamos que siga desarrollndo-
se con el buen pie empezado y que sigis disfrutando, encontrando nuevos ha-
llazgos para compartir despus. Muchas gracias.
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
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BIBLIOTECA DE LA CTEDRA DE CULTURA CUBANA ALEJO CARPENTIER
Ana Choucio Fernndez
Directora de la Ctedra. Universidad de Santiago de Compostela
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1. Actualmente dirigido por Juan Blanco Valds (director de publicaciones) y Antonio Azaustre
Galiana (director acadmico).
2. La fundadora y directora de la biblioteca hasta febrero de 2007 fue la profesora Yolanda Novo
Villaverde perteneciente al Departamento de Literatura Espaola, Teora da Literatura e Lingstica
Xeral de la Universidad de Santiago de Compostela. Desde esa fecha, me corresponde la continua-
cin de esta coleccin.
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B I B L I OT E C A D E L A C T E D R A D E C U LT U R A C U B A N A A L E J O C A R P E N T I E R
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B I B L I OT E C A D E L A C T E D R A D E C U LT U R A C U B A N A A L E J O C A R P E N T I E R
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LA GESTIN DE LA MEMORIA LITERARIA: LA BIBLIOTECA DE LA CTEDRA
VALLE-INCLN
Margarita Santos Zas
Directora de la Ctedra. Universidad de Santiago de Compostela
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L A B I B L I OT E C A D E L A C T E D R A VA L L E - I N C L N
cos, a los que precisamente la USC dedic una amplia exposicin, en la que se
mostraron un centenar de ediciones valleinclanianas (1895-1936) y ms de 1.500
imgenes de sus diseos, motivos ornamentales e ilustraciones,6 que pueden
verse en nuestro Portal de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.7
Con este referente, se han concebido las ediciones facsimilares, que, a mayo-
res de la fiel reproduccin del texto original, combinan distintas tipografas y
utilizan en sus cubiertas e interior motivos ornamentales inspirados en las men-
cionadas ediciones del autor previas a 1936. La segunda serie monografas
difiere de la anterior. Cada volumen, sobre el mismo fondo cromtico, tipo de
papel y tamao, presenta leves variantes en sus cubiertas, a fin de singularizar
cada obra sin perder el carcter unitario de la serie. En sus dobles solapas se
recoge el currculum de sus autores y un resumen del contenido del libro, as
como la historia de la Biblioteca de la Ctedra y los ttulos publicados y previs-
tos. Las ediciones suelen incorporar ilustraciones y se ha acudido en ocasio-
nes al soporte digital para su reproduccin.
Con ambas lneas editoriales, la Biblioteca da Ctedra Valle-Incln quiere ser-
vir de cauce de difusin, como queda dicho, a la investigacin valleinclaniana
y contribuir al mejor conocimiento de la obra del escritor gallego, dejando asi-
mismo constancia de la continuada labor erudita y acadmica desempeada y
promovida por la Ctedra Valle-Incln y el Grupo de Investigacin a ella aso-
ciado.
Desde principios de 2007, en que se edit el primer volumen de la Biblio-
teca Valle-Incln, se han publicado cuatro ms, el ltimo de los cuales un volu-
men doble ve la luz a la par que estas pginas8 y otros cuatro se editarn suce-
sivamente.
Haciendo un rpido repaso de su trayectoria, la Biblioteca se inaugur a
principios de 2007 con un texto singularsimo: el manuscrito autgrafo de Mi
bisabuelo, ttulo de un cuento de Ramn del Valle-Incln, en edicin facsmil al
cuidado de Jorge Devoto del Valle-Incln, nieto del escritor y propietario del
mismo. Era esta la primera vez autntica primicia, pues que se publicaba un
autgrafo de un texto de creacin del escritor gallego.
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L A B I B L I OT E C A D E L A C T E D R A VA L L E - I N C L N
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10. Las fotografas digitales fueron realizadas por Rosario Mascato y Sandra Domnguez y su
posterior montaje se debe a Francisca Martnez.
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11. En 2005 Santos Zas, Domnguez Carreiro y Mascato Rey publicaron un nmero extraordi-
nario del Anuario Valle-Incln V / ALEC (30.3.2005), en el que reproducan en primicia, acompa-
ando el estudio preliminar, facsmiles de algunos de los textos recogidos de nuevo en este CD.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
En suma, en muy pocos aos hemos puesto en marcha una coleccin que
ha ido asentando con firmeza sus lneas editoriales y ha alcanzado resonancia
ms all de nuestro mbito acadmico, como demuestra la autora de algunos
de sus ttulos. No habra sido posible sin contar desde el primer momento con
el apoyo del Servicio de Publicaciones de la USC y la eficacia de su equipo tc-
nico. A todos ellos y, en particular, a Antonio Azaustre, Marisa Meln y Juan
Blanco, quisiera agradecerles su confianza en el proyecto de la Biblioteca de la
Ctedra. Es tambin el momento de agradecer a Manuel Martnez el diseo de
la coleccin, al igual que a cuantos la han apoyado mucho antes de saberla una
realidad y la hacen posible con su permanente voto de confianza.
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CARTAS DE OCTAVIO PAZ, JULIO CORTZAR Y MARIO VARGAS LLOSA EN LA CTEDRA
JOS NGEL VALENTE
Claudio Rodrguez Fer
Director de la Ctedra Jos ngel Valente de Poesa y Esttica.
Universidad de Santiago de Compostela
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. Claudio Rodrguez Fer, Borges para Valente: de Aleph a Alef, Moenia. Revista lucense de
Lingstica & Literatura, 14 (2008), Lugo, 2009, pp. 145-158.
2. Vase Luis Vicente de Aguinaga, El boom inadvertido. Jos ngel Valente y los poetas lati-
noamericanos del Colegio Mayor de Nuestra Seora de Guadalupe, en Carlos Ulises Mata (ed.),
Desde esta orilla. Ensayos sobre literatura espaola (1975-2000), Guanajuato, Universidad de
Guanajuato / Facultad de Filosofa y Letras, 2007, pp. 119-135.
3. Entre otros escritos en prosa y verso, al primero, su Maestro Cantor, dedic, en 1968, Carta
a Jos Lezama Lima (ensayo recogido en Las palabras de la tribu) y luego proyect, con Mara
Zambrano, la edicin con notas de las cartas de lo que el escritor cubano llam triada pitagri-
ca bajo el ttulo de Jos Lezama Lima. Cartas desde una soledad. A publicar el segundo en
Espaa dedic notables esfuerzos, que finalmente cristalizaron en su edicin y prlogo de Bajo
zarpas de la quimera en 1991.
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4. Partiendo del material existente en la Fundacin Mara Zambrano y en la Ctedra Jos ngel
Valente, se ha ocupado del tema Javier Fornieles Ten, primero en Correspondencia entre Jos Lezama
Lima y Mara Zambrano y entre Mara Zambrano y Mara Luisa Bautista, Sevilla, Renacimiento,
2006, y luego en Maestro cantor. Jos ngel Valente y Jos Lezama Lima. Correspondencia y otros
textos, Sevilla, Renacimiento. Por su parte, Pepita Jimnez Carreras ha publicado el libro Cartas
desde una soledad (Mara Zambrano, Lezama, Valente), Madrid, Verbum, 2008.
5. Partiendo tambin del material existente en la Ctedra Jos ngel Valente, se ha ocupado del
tema Juan Manuel del Ro Surribas, El ngel y el nufrago. Estudio de la convergencia potica de
Jos ngel Valente y Emilio Adolfo Westphalen, tesis doctoral, Universidade da Corua, 2009.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1
[O.P. a J.A.V.]
[Carta manuscrita en una pgina]
A 25 de Abril de 1975
Seor Jos ngel Valente,
Ginebra.
Querido amigo:
Conoca sus poemas y admiraba a su autor. Gracias a nuestro amigo Pedro Gimfe-
rrer, acabo de leer su prlogo a Molinos y ahora admiro tambin al ensayista lcido
y al prosista excepcional... Usted no necesita que yo se lo diga pero yo necesitaba
decrselo.
Me gustara que usted colaborase con cierta frecuencia en Plural. Nos hace falta. Puede
enviarnos lo que quiera: poesa, ficcin, ensayo, comentarios sobre la actualidad lite-
raria o poltica...
Su amigo y lector , Octavio Paz
6. Octavio Paz, Memorias y palabras. Cartas a Pere Gimferrer, 1966-1997, Barcelona, Seix Barral,
1999, p. 216.
7. Jos ngel Valente, Obras completas II. Ensayo, edicin de Andrs Snchez Robayna y
recopilacin e introduccin de Claudio Rodrguez Fer, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Crculo de
Lectores, 2008, p. 1577.
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2
[O.P. a J.A.V.]
[Carta manuscrita en una pgina]
Cambridge, Mass., a 8 de Diciembre de 1975
Seor Jos ngel Valente.
Querido amigo:
Recib sus dos cartas hace unos das, reexpedidas por Plural. (Enseo en Harvard
durante el Otoo y regreso a Mxico a fines de Enero). Coincidimos: este nmero
de Diciembre aun no me ha llegado, por cierto- se abre precisamente con su traduc-
cin de Montale y con la nota de presentacin de Enrique de Rivas.
Espero sus poemas. Los publicaremos inmediatamente. Desde hace tiempo Pedro Gim-
ferrer nos haba anunciado su envo. Tambin las traducciones de Paul Celan -podra
escribir usted una pequea nota de presentacin? Sabe usted quin tiene los dere-
chos?
La aventura de la Gua en La Habana -no tenga cuidado: no se har un comentario
pblico- no slo es triste sino grotesca. Molinos espiritista! Hay que comparar este
incidente con las extravagantes ilusiones que muchos se hicieron con el socialismo
cuartelesco de Cuba. Qu pensar de la clase pensante de Occidente y de sus peri-
dicas borracheras ideolgicas? Pero no hay que ser demasiado severos: esos entusias-
mos no son sino el reverso de nuestra desesperacin y desaliento. Por eso Molinos
puede ser actual gua de desengaados De nuevo: espero sus poemas.*
Un abrazo
Octavio
*Tambin me gustara publicar algn texto suyo en prosa
[Valente anot a mano en el margen lateral izquierdo la direccin de su corresponsal:
371 Harvard St. Ant 3 A
Cambridge, Mass. 02138
USA]
3
[O.P. a J.A.V.]
[Carta mecanografiada, de gnero circular, seguida de otra manuscrita, las dos en una
pgina, a las que se adjunt un dossier compuesto por el manifiesto El caso de EXCL-
SIOR: declaracin de PLURAL y el artculo La libertad como ficcin de Octavio Paz]
PLURAL
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Octavio Paz
Querido amigo:
Tienen remedio nuestros pases o lo que nos queda a nosotros - la verdadera inmensa
minora- es el destierro interior o exterior?
Un abrazo de su lector que lo admira.
Octavio Paz
[Valente anot a mano, en el margen lateral izquierdo, la datacin aproximada
(fecha alrededor de julio 1976)]
Ante los cambios ocurridos recientemente en Exclsior, los firmantes, miembros del
Consejo de Redaccin de Plural, declaran:
Plural naci hace cinco aos con un propsito claro: ser un sitio de reunin de la
imaginacin creadora y del pensamiento crtico. En nuestra revista se han expresado
las distintas tendencias artsticas y literarias de nuestro tiempo y se han debatido las
ideas que hoy apasionan a los hombres. En sus pginas han sido descritas y denun-
ciadas las realidades de nuestra poca terrible, de Gulag a Chile. La realidad mexicana
ha sido nuestra constante preocupacin; apenas si es necesario recordar que, hasta el
da de su muerte, fue colaborador nuestro uno de los crticos ms lcidos de nues-
tro pasado y de nuestro presente: Daniel Coso Villegas. Aunque, como es natural, no
siempre las opiniones de Plural han coincidido con las expresadas por Exclsior en
sus editoriales, jams se nos pidi que cambisemos una idea, una orientacin o un
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adjetivo. No poda ser de otro modo: slo un peridico independiente como Excl-
sior, hecho y escrito por hombres libres, poda publicar una revista con vocacin
crtica como Plural. De ah nuestra indignacin ante la forma en que se ha procedido
contra Exclsior y sus dirigentes. Es indudable que este ataque no ha tenido otro objeto
que acabar con una isla de independencia crtica. El monolitismo poltico quiere tam-
bin convertirse en monolitismo ideolgico? Las poderosas burocracias polticas y
econmicas que nos rigen se proponen acallar las pocas voces libres que quedan
en nuestro pas?
La salida de Julio Scherer Garca, Hero Rodrguez Toro y un numeroso grupo de perio-
distas de Exclsior significa la transformacin de ese diario en una bocina de ampli-
ficacin de los aplausos y los elogios al poder y a los poderosos. Es imposible no
interpretar lo sucedido como un signo de que avanza hacia Mxico el crepsculo que
ya cubre casi toda nuestra Amrica.
Octavio Paz, Gabriel Zaid, Juan Garca Ponce, Alejandro Rossi, Salvador Elizondo,
Kasuya Sakai, Jos de la Colina, Tomas Segovia.
Como colaboradores de Plural se han adherido a esta declaracin: Ramn Xirau, Rafael
Segovia, Jaime Garca Terrs, Luis Villoro, Esther Seligson, Gastn Garca Cant, Elena
Poniatowska, Enrique Krauze, Manuel Felgurez, Jos Emilio Pacheco.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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4
[J.A.V. a O.P.]
[Copia mediante papel carbn de carta mecanografiada en tres pginas]
Collonges-sous-Salve, 20 de junio de 1977
Querido Octavio:
Hace mucho tiempo que le debo o me debo esta carta a usted. He pasado una tem-
porada larga con muchos pequeos (o menos pequeos) problemas acumulados que
apenas me han dejado espacio para las cosas ms de mi gusto. No por eso he sido
infiel a las noticias que de usted me han venido.
As, el pasado verano, cuando me lleg el esplndido texto suyo sobre el asunto del
Exclsior [sic], lo hice publicar aqu en la Tribune de Genve. Aunque tarde, le mando
un recorte del peridico por si quiere usted sumarlo al historial de ese turbio nego-
cio. Tambin envi el texto a Triunfo, donde se public. Despus apareci en Triunfo
un sucio y autoinvalidante ataque, que a m me pareci de autor pseudnimo y como
a sueldo. Juan Goytisolo contest en su momento. Mis relaciones con Triunfo haban
naufragado ya a esa altura de la polmica por diversas razones. La principal es que
ya no tolerar jams el chantajismo de la censura de izquierdas.
De la revista Vuelta no he podido ver ms que algn ejemplar trado por amigos mexi-
canos. Recib, en cambio, Vuelta, su libro. Desde hace meses me acompaa en mi
mesa, entre ese pequeo nmero de libros que uno retiene al lado porque no slo
exigen lectura sino cohabitacin. Bien muestran los poemas de este libro el creci-
miento y la poderosa maduracin de su escritura, todo lo que hace hoy de usted un
maestro de la palabra nuestra. Muy a lo vivo me han llegado los poemas de inmer-
sin (subversin) en la historia. Desde hace tiempo he buscado el punto de fusin de
la biografa personal y colectiva. Slo as pude acercarme a esa rea viscosa y ms
bien msera de lo que entre nosotros se llam poesa social.
La historia me lleva a otro tema. Carlos Franqui me ha hablado despus de haber
tenido con usted una conversacin telefnica. Yo publiqu hace algunos meses en El
Pas un artculo sobre el libro de Franqui. Pienso que, en realidad, las cosas publi-
cadas en Madrid en la prensa diaria (medio ms efmero que el libro) habran de con-
siderarse inditas en Mxico, y viceversa. En todo caso, le mando una versin de
ese artculo, corregido y aumentado con dos citas, una del propio Franqui y otra
de usted, que iluminan bien el tema de la mendacidad de la historia, uno de los ejes
ndice 225
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
del texto mo. Carlos ha insistido en que se lo mande. Yo lo hago con mucho gusto.
Decida usted como mejor le parezca.
Hay otra cosa de la que quera hablarle. Jaime Salinas, que se ha hecho cargo de la
editorial Alfaguara, proyecta una coleccin con la que quisiera, segn me dice, res-
taurar la dignidad de la edicin de libros de poesa. Habr en la coleccin libros
propiamente dichos y cuadernos que daran la posibilidad de publicar textos ms bre-
ves. En principio, yo dirigira la coleccin. Algo suyo (verso o prosa, largo o breve)
sera absolutamente bien venido.
Le mando por correo aparte un ejemplar de mi ltimo libro de poesa, que est impreso
desde fines del ao pasado, pero slo ahora estar en distribucin porque la colec-
cin Ocnos pasa de Barral a Alfaguara y en el periodo de transicin ha quedado inmo-
vilizada. La edicin, como ver, no es excelente.
De ms cosas seguramente deseara hablarle, pero me detengo hoy aqu.
Reciba el afecto de su amigo.
La poesa no es la verdad:
es la resurreccin de las presencias,
la historia
transfigurada en la verdad del tiempo no fechado.
Octavio Paz
5
[O.P. a J.A.V.]
[Carta mecanografiada en dos pginas]
Julio 18 de 1977.
Querido Jos ngel:
No sabe el gusto que me di [sic] recibir su carta y, con ella, su inteligente y precisa
nota sobre el libro de Carlos Franqui. Lleg cuando ya estaba enviado a la imprenta
el material del nmero de julio (9) pero saldr en el prximo (agosto, 10). Tambin
y ms le agradezco el envo de Interior con figuras. Un libro, en su brevedad, denso.
Denso e intenso. Un libro secreto y que requiere lectores a un tiempo lentos y
vidos, capaces de pensar con el tacto y los ojos. El primer poema, Territorio, se
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entreabri para m slo en la segunda lectura. Es su potica pero no explicitada sino expre-
sada, convertida de nuevo en poemas, como procede sola la noche de la noche.
Despus, los poemas que ms me impresionaron fueron Consideracin de la mirada,
Una antigua representacin, Criptomemoria (uno de los mejores), Tango y el poema
dedicado a Luis Fernndez. Yo tambin lo admir y me parece exacto e inolvidable
lo que usted dice: T te pusiste del lado ms secreto / de lo nunca visible. El poema
en que habla de sus amigos colombianos y nicaragenses me descubri que no slo
compartimos algunos gustos e ideas sino tambin una comunidad de ausentes-pre-
sentes. Quise mucho a Jorge Gaitn Durn y quiero tambin a Carlos Martnez Rivas.
En cambio Ernesto Cardenal no es santo de mi devocin y mi desconfianza inicial
se ha convertido en antipata. Lo conoc cura falangista y ahora es cura comunista:
cambi de colores no de alma. En la segunda parte hay poemas que me gustaron ms
totalmente an -no porque me parezcan mejores que los que he citado sino por-
que me atraen ms directa y simplemente. Pienso en Calle de Cambridge [el ttulo
exacto es Calles de Cambridge, 1974] y, sobre todo, en Meditacin sobre una ima-
gen cncava, que me gustara haber escrito. Los poemas en prosa: en ese gnero tan
difcil ha logrado usted un nuevo tono y personalsimo. Obituario es un poema lleno
de pliegues y repliegues emplear una frase de Breton para describirlo: una confe-
sin desdeosa. Los otros cinco poemas tambin son memorables. En la cuarta parte,
me quedo con Arietta, opus III (especialmente el fragmento 2), Transparencia de la
memoria (qu exacto el paralelismo entre los espejos del saln que devoran todas
las figuras y esa luz que bebe todo lo visible pero es la memoria o su reverso, el
otro lado de la memoria, el lado ya sin imgenes?), Declinacin de la luz, Fragmento
sin nombre (la pregunta an ms desnuda y desesperada que en los otros poemas),
Cancin para franquear la sombra (la pregunta ha dibujado ya su respuesta) y Ante-
comienzo (que es la respuesta del poema anterior: de comienzo en comienzo -por
comienzos que no tienen fin...).
Gimferrer me ha prometido un ensayo sobre usted. A m me gustara acompaarlo
con la publicacin de algunos poemas suyos. Quiere enviarnos algo o prefiere que
reproduzca algunos de los que aparecen en Interior con figuras? En el segundo caso,
yo mismo hara -si usted est de acuerdo- la seleccin.
Aparte de esta colaboracin potica, le recuerdo mi antigua peticin: puede enviar-
nos un ensayo? Tambin, de vez en cuando, nos gustara recibir de usted artculos
sobre la actualidad literaria, artstica y poltica. No importa que salgan tambin en
algn diario espaol.
No s si puedo aprovechar la invitacin que me hace. Desde hace algn tiempo publico
con Seix-Barral y no me parece correcto dar libros a otros editores. De todos modos:
muchas gracias!
Salude a Carlos Franqui de mi parte. Ya hago que les enven (a usted y a l) los lti-
mos nmeros de Vuelta.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Cordialmente, su amigo.
Octavio Paz
6
[O.P. a J.A.V.]
[Carta mecanografiada en una pgina]
Lerma 143- 601, Mxico 5, D.F. [Membrete]
A 11 de agosto de 1978.
Querido Jos ngel:
No tengo muchos amigos entre los antroplogos mexicanos pero, con mucho gusto
y empeo, buscar algo para su hija ya sea en el Colegio de Mxico o en el Instituto
Nacional de Antropologa. Ojal que ella pudiese enviarme un curriculum [sic] y un
pequeo proyecto de las actividades que piensa realizar en Mxico en materia de
Antropologa o Arqueologa. Con esos documentos yo podra iniciar la gestin.
Espero con impaciencia el libro suyo que ha editado Maspero. He decidido no regre-
sar a Harvard -los cursos eran una piedra al cuello- de modo que puede usted enviarme
el libro a Mxico. No me mover [sic] de aqu.
Le recuerdo que nos gustara mucho publicar algo suyo en Vuelta, ya sea poesa o
ensayo. Snchez Robayna me envi un ensayo sobre usted, pero cuando nos dispo-
namos a publicarlo, lo vimos en una revista espaola. Lstima.
Su amigo que lo quiere y admira,
Octavio Paz
7
[J.A.V. a O.P.]
[Fotocopia de carta manuscrita en una pgina]
Collonges-sous-Salve
7 de diciembre de 1978
Querido Octavio:
Agradec infinitamente su carta y el inters con que en ella acoga el proyecto de Lucila
en relacin con un posible trabajo en Mxico. Ella est ahora en Aix-en-Provence
donde debe discutir ese y otros temas con Pitt-Rivers. Cuando regrese (a fines o a
comienzos de ao), le escribir ella misma con datos ms precisos sobre lo que podra
o querra hacer. Como Toms Segovia me ha escrito en estos das, pienso que quiz
fuera bueno tocar este tema al contestarle, pues entiendo que es persona muy vincu-
lada al Colegio de Mxico. Se lo digo para que est usted al corriente de todo lo
que en este sentido pueda hacerse.
Le mando para Vuelta siete poemas inditos de mi libro breve que lleva por ttulo
Material memoria y que editar pronto La Gaya Ciencia en Barcelona.
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Me pareci realmente muy hermoso poema su Representacin de los espejos que pude
leer en Dilogos.
Va tambin con esta misma fecha la edicin francesa de El inocente, mi libro de des-
tino mexicano.
Muy cordial abrazo
Jos ngel
7
[J.A.V. a O.P.]
[Fotocopia de carta manuscrita en dos pginas]
Case Postale 985
1211 Genve 3- Rive
3 de julio de 1981
Querido Octavio:
Hace mucho tiempo que deseaba volver a comunicarme con usted (ha habido largos
y complicados problemas de dispersin familiar). S ahora por Mara Zambrano, quien
a su vez lo tiene del pintor Juan Soriano, que est usted aquejado de un herpes. S
bien que puede ser el herpes cosa bastante dolorosa; espero que puedan atacarlo con
eficacia. Vicente Aleixandre padeci tambin hasta no hace mucho un herpes, aunque
las causas de su actual postracin sean otras.
Precisamente, yo quera escribirle a propsito de Mara Zambrano. Hace algn tiempo,
tuvimos el propsito, ahora en firme renovado, de preparar un libro-homenaje a Mara
con unos quince textos que fuesen acompaados de otras tantas litografas. El pro-
ducto de ese libro, que se imprimira como un libro de arte, ira destinado a ella. A m
(y bien cierto estoy que tambin a ella misma) me gustara poder contar con un texto
suyo sobre, a propsito o con motivo de Mara, en prosa o verso, como usted desee.
El proyecto est ya consolidado y creo que podramos realizarlo en el otoo prximo.
Para esa poca yo ir (por vez primera) a Mxico, donde estar por razones profe-
sionales, todo el mes de octubre (y quiz la primera semana de noviembre). Por
supuesto, me dara mucha alegra tener la certeza de poder encontrarlo entonces.
Pienso tambin que acaso me gustase tener alguna forma de contacto pblico con el
medio que ah se interesa por las cosas literarias o por la poesa. Le digo esto a modo
de consulta.
Mi amigo Baruj Salinas me dijo que le haba entregado un ejemplar de las Tres lec-
ciones de tinieblas. Yo haba pedido a Rosa Regs que le enviaran directamente el libro
y ella me asegur que as se haba hecho. Pero quiz el ejemplar se perdi en el camino.
Con el deseo de que me d noticia positiva de su salud, le envo ahora mi amistad y
mi afecto.
Jos ngel Valente
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
8
[O.P. a J.A.V.]
[Carta manuscrita en una pgina, sin fecha]
A Jos ngel Valente
Querido amigo:
Me imagino que ya habr visto la entrevista. Ojal que nos pudiese enviar pronto
alguna colaboracin. Le doy de antemano las gracias.
Saludos
Octavio Paz
[J.C. a J.A.V.]
[Carta mecanografiada en una pgina]
Pars, 28 de septiembre de 1968
Querido Jos Angel:
No te olvides que me fui de Buenos Aires hace diecisiete aos. Vaya a saber dnde
andan las nieves (o en todo caso las humedades) de antao. Me alegra que te ds [sic]
una vuelta por mis pagos, porque pienso que encontrars poetas jvenes con los que
el dilogo ser no solamente posible sino estimulante. No puedo orientarte demasiado
en ese sentido, porque de esos muchachos conozco solamente algunos libros, y no
s dnde viven ni qu hacen. Pero puedo, de todas maneras, sealarte a Alejandra
Pizarnik, que hasta hace un par de aos viva en la calle Montes de Oca 675, Apto 5,
D. Si puedes conocer a Roberto Jurroz, hablars con uno de mis poetas preferidos.
Vive en Mitre 1829, Adrogu, F.C.N.G.R. (a 25 minutos de la capital). De la gente de
mi tiempo, est por supuesto Olga Orozco, que vive en Ayacucho 1007, Apto. 4, C.
Pero ten en cuenta que todas estas direcciones pueden haber cambiado, pues corres-
ponden a cartas cambiadas hace 3 o 4 aos.
Ya me comentars de aquello cuando nos veamos, quiz en Ginebra este invierno.
Mis afectos a los tuyos, y un abrazo fuerte de
Julio
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[A.B. a C.R.F.]
[Fax mecanografiado en una pgina]
Estimado Rodrguez Fer:
No sabe cuanto le agradezco el envo de la carta de Cortzar a Valente, que incluir
en la nueva edicin de la Correspondencia.
Lamentablemente no puedo retribuirle su favor con las cartas que Valente haya podido
enviar a Julio. Cortzar, siempre errante y escaso de espacio, no conserv la abun-
dante correspondencia que reciba. Lo publicado ya y lo que se aadir, es lo que he
encontrado hasta la fecha.
Vuelvo a agradecerle su gentileza y confo en conocerlo en un prximo viaje a Gali-
cia. Le mando un amistoso saludo.
Pars, 13 de octubre de 2003.
Aurora Bernrdez
8. Aurora Bernrdez, primera esposa de Cortzar, public tres volmenes de sus Cartas (1937-
1963, 1964-1968 y 1969-1983), Madrid, Alfaguara, 2002, pero, inmediatamente, se dispuso a la
tarea de realizar la edicin de una correspondencia ms completa, como puede comprobarse en
la misiva que sigue. Ms tarde se public el epistolario entre Cortzar, Carol Dunlop, su ltima
esposa, y Silvia Monrs-Stojakovic, su traductora al serbocroata, con el ttulo de Correspondencia,
Barcelona, Alpha Decay, 2009. Cortzar defendi siempre la espontaneidad epistolar, como afirm
en 1942: Odio las cartas literarias, cuidadosamente preparadas, copiadas y vueltas a copiar; yo me
siento a la mquina y dejo correr el vasto ro de los pensamientos y los afectos.
ndice 231
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
[M.V.L. a J.A.V.]
[Carta manuscrita en una pgina]
Barcelona, 22 de Junio, 1971
Querido Jos Angel,
Te felicito por tu artculo de Triunfo sobre Cuba. No sabes la alegra que me dio
leer un texto tan lcido y tan valiente sobre este asunto, en el que tantos amigos se
han embarrado hasta los pelos por exceso de ingenuidad o por cobarda. Es de lejos
lo mejor que he ledo al respecto. Ojal alcance Juan a incorporarlo al dossier de Libre!
Parto al Per en estos das. Si puedo serte til all para cualquier cosa, me tienes a
tus rdenes en:
Avda. 28 de Julio 974, dept. 501
Miraflores, Lima
S por los amigos canarios que ests procesado por traicin a la patria, o algo as.
Felicitaciones, tambin.
Un abrazo,
9. Por cierto, esta reproduccin no consultada a Valente apareci con una reticente anota-
cin: (En los inicios de su vida literaria, J. A. Valente fue secretario de redaccin de ndice. Luego,
a ritmo lento, se alej de la Revista... Por qu? Este escrito suyo a Triunfo lo explica (ndice de
artes y letras, nm. 292-293-294-295, p. 73).
10. La revista hizo constar expresamente que la rplica de Valente haba sido seleccionada entre
el autntico aluvin de cartas de lectores, por el valor de llegar, casi, a ser la aproximacin
mxima al conjunto de las opiniones que nos han llegado. (Triunfo, nm. 470, 5-6-1971).
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Mario
(Vargas Llosa)
[Valente anot a mano, al final de la carta, la direccin de la agencia literaria del escri-
tor peruano, anteponindole la abreviatura convencional de la expresin inglesa care
of, usada internacionalmente para designar a los intermediarios a cuyo cuidado est
la correspondencia:
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LA REVISTA ANALES DE LITERATURA HISPANOAMERICANA
Evangelina Soltero Snchez
Departamento de Filologa Espaola IV
Universidad Complutense de Madrid
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
La Ctedra Rubn Daro fue asumida en 1969 por Francisco Snchez Casta-
er (sucesor de Belms) y con l se inici una actividad destinada a la difusin
de los estudios literarios hispanoamericanos.
Tras la jubilacin de Snchez Castaer, sera Luis Sinz de Medrano el que
ocupara dicha Ctedra. En 1992 se constituy la Comisin Seminario-Archivo
Rubn Daro, presidida por Sinz de Medrano y con sede en el Departamento
de Filologa Espaola IV (institucin que tambin est detrs de Anales de
Literatura Hispanoamericana). Una vez retirado ste, dicha Ctedra se extin-
gue, aunque no las actividades del Seminario Archivo.
La Comisin determin fotocopiar todos los documentos del Archivo para
proteger los originales sin menoscabar el acceso de los investigadores a los docu-
mentos. A partir del ao acadmico 2001-2002 se procedi a la digitalizacin de
estos y a la creacin de una pgina web en la que se han ido descargando.1 Este
proceso se pudo iniciar gracias a dos acciones especiales concedidas por el Minis-
terio de Ciencia y Tecnologa y a cuatro proyectos de innovacin educativa con-
cedidos por la Universidad Complutense de Madrid (el primero otorgado en el ao
2005-2006 y el ltimo en el 2008-2009). Asimismo, el Departamento de Filologa
Espaola IV organiz en 2005 un congreso internacional para celebrar el Primer
Centenario de Cantos de vida y esperanza, congreso coordinado por Juana Mart-
nez Gmez y Roco Oviedo Prez de Tudela.
La ltima actividad celebrada en relacin con el Seminario Archivo Rubn
Daro ha sido la exposicin Rubn Daro. Las huellas del poeta, en la Biblio-
teca Histrica Marqus de Valdecilla de la UCM, durante los meses de octubre,
noviembre y diciembre de 2008. Dicha exposicin mostr la mayor parte de los
documentos del Archivo antes de que estos fueran depositados en la Biblioteca
Histrica para una correcta ubicacin. Los comisarios de la exposicin fueron
Juana Martnez y Roco Oviedo, editoras tambin del catlogo de dicha expo-
sicin, publicado por Ollero y Ramos y la UCM.
Esta breve historia del Seminario Archivo Rubn Daro es necesaria para
explicar el nacimiento de Anales de Literatura Hispanoamericana. Una vez Oli-
ver Belms deposit los documentos de Daro en la Facultad de Filologa, estos
fueron utilizados por los alumnos de doctorado de la segunda mitad de los aos
50 como material de primera mano para los estudios sobre el poeta nicara-
gense. Para una mayor difusin de las investigaciones derivadas del trabajo
sobre los documentos, Belms inici la publicacin de una revista anual titu-
lada Seminario Archivo Rubn Daro, de las que se llegaron a publicar doce
nmeros, el primero en 1959 y el ltimo en 1971. Fue al ao siguiente, en 1972,
cuando sali a la luz el primer nmero de Anales de Literatura Hispanoameri-
1. www.ucm.es/info/rdario
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POLTICA, CULTURA
Y COMUNICACIN
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CIUDADANA COSMOPOLITA: UN HORIZONTE PARA UN MUNDO MULTICULTURAL
Adela Cortina
Universitat de Valncia
Yo creo que lo mejor que le puede pasar a alguien que d clase es que los
que en un momento fueran discpulos ahora son maestros y lleven su vida pro-
pia con su propio grupo como le ocurre a Domigo Garca Marz, que no sola-
mente lo tiene en esta Universitat Jaume I de Castelln, sino que tambin es
un referente internacional. Tambin a los organizadores por una iniciativa que,
a mi juicio, habra que impulsar por tres razones fundamentales.
Por una parte, porque, como he comentado a menudo con colegas de Ibe-
roamrica, es una lstima que no conectemos ms unos con otros, que no nos
leamos ms unos a otros, que no nos critiquemos ms unos a otros. Siempre
estamos pensando en el mundo anglosajn, parece que sea nuestra referencia,
cuando hay una gran cantidad de autores hispanohablantes sumamente intere-
santes y que, sin embargo, nos son desconocidos. Creo que esta iniciativa intenta
superar ese desconocimiento mutuo y llevarnos a tomar conciencia de lo mucho
y bueno que se est haciendo en el mbito hispanohablante.
Por otra parte, es importante esta iniciativa porque este encuentro se rela-
ciona con las editoriales universitarias y, a mi modo de ver, la aspiracin de estas
editoriales debera de ser la de convertirse en referentes en el mundo acad-
mico, igual que ocurre con las universidades de Estados Unidos, donde las
editoriales universitarias son una referencia total de calidad. Eso es lo que debe-
ramos hacer tambin en todas nuestras universidades, conseguir que lo que
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se edite en ellas sea un valor seguro, que la gente entienda que merece la pena
leer y estudiar los trabajos de nuestras universidades porque constituyen un valor
seguro.
Y en tercer lugar, considero que este congreso es relevante porque el mdulo
en el que estamos ahora mismo trabajando se relaciona con la cultura, la comu-
nicacin y la poltica, y justamente lo que quera destacar esta maana es la
importancia de la cultura y la comunicacin para una sociedad que quiera deve-
nir cosmopolita, que al fin y al cabo es nuestro horizonte. Ciertamente, no pode-
mos pensar en un mundo globalizado ms que en un horizonte cosmopolita,
pero para ese horizonte la comunicacin es clave y la cultura lo es igual, si no
ms. Por eso, el rtulo que he propuesto para esta conferencia es el de Ciu-
dadana cosmopolita: un horizonte para un mundo multicultural. Empezar muy
brevemente diciendo qu entiendo por ciudadana, qu entiendo por ciudadano,
para despus ir dando una serie de pasos hasta formular la tesis que quiero
defender.
El concepto de ciudadana es un concepto muy debatido. Desde los aos
noventa del siglo XX vuelve sobre el tapete un concepto que viene por lo menos
del siglo IV a.C. y, sin embargo, se pone otra vez de actualidad. Es un con-
cepto central en todos nuestros pases, en el que confluyen distintas tradiciones
y que contiene distintas dimensiones, como intent mostrar en Ciudadanos
del mundo, pero voy a dar una pequea caracterizacin para poder ir avan-
zando.
En principio, entiendo por ciudadano, varn o mujer, aquel que es su pro-
pio seor o su propia seora, el que no es sbdito, el que no es siervo, el que
no es esclavo. El ciudadano es aquel que hace su propia vida, que no se la hacen,
que escribe su propia novela, que no se la escriben, el que es autnomo, el que
no es heternomo. Pero lo peculiar del concepto de ciudadana es que el ciu-
dadano lo es con sus conciudadanos, con los que son iguales en tanto que con-
ciudadanos en el seno de una comunidad poltica. La idea de ciudadana brota
de la ciudad, de la comunidad poltica y, efectivamente, el ciudadano lo
es con sus conciudadanos en el seno de una comunidad poltica. De donde
se sigue que a la hora de averiguar cules son los grandes valores de la ciuda-
dana, que es uno de los temas de nuestro tiempo, en principio seran la auto-
noma, es decir, la libertad entendida como autonoma, la igualdad de los
conciudadanos, porque desarrollar y realizar la igualdad es un autntico reto, y
el percatarse de que esa autonoma y esa igualdad solo se consiguen en solida-
ridad. Las tres grandes claves seran entonces autonoma, igualdad y solidari-
dad. Cmo se consigue encarnar esos valores en la vida cotidiana? A travs del
respeto mutuo, del respeto activo, que es central, y a travs del dilogo como
medio de resolver los desacuerdos. Si hubiera que hablar de cinco valores de la
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deberes, pero siempre ocurre que son los que han firmado el contrato, los que
han firmado el pacto, los que tienen el derecho a verse protegidos, y los que
no han sellado el pacto quedan fuera.
Las teoras del contrato, que son las que estn vigentes en nuestro tiempo en
todas las comunidades polticas, tienen siempre el inconveniente de dejar exclui-
dos. Los que se incluyen son los que estn en la comunidad poltica, los ciu-
dadanos, pero siempre quedan excluidos, que son aquellos que no han sellado
el contrato. Esa, obviamente, es la marca de la comunidad poltica. Los gran-
des autores del mundo moderno defienden la idea del contrato social, con
ms o menos rectificaciones o correcciones a Hobbes, ms bien ms que menos.
Pero es Hegel quien critica duramente el contractualismo y su crtica es muy
fecunda para el cosmopolitismo. Segn Hegel, las teoras del contrato parecen
no percatarse de que no existen individuos aislados que un da sellan un
contrato, sino que nuestro mundo est hecho por seres que desde el origen se
reconocen recprocamente como personas y por eso son personas. La base de
nuestra vida comn no es slo el contrato poltico, sino que cada uno de nos-
otros se convierte en persona porque ha sido reconocido en su hogar, recono-
cido en su escuela, reconocido en los distintos mbitos como persona, con lo
cual la clave no es un individuo que sella un pacto, sino sujetos que se reco-
nocen recprocamente.
En este sentido, es muy bella la interpretacin de Ricoeur en uno de sus lti-
mos trabajos, Caminos del reconocimiento, cuando afirma que lo que est haciendo
Hegel es tratar de enmendarle la plana a Hobbes. Hobbes entiende que
el comienzo de nuestras comunidades es el miedo a la muerte y Hegel cree que el
comienzo es tico, no es el miedo a la muerte, sino el afn de reconocimiento
que tenemos unos con respecto a otros. Y sta sera la base de la comunidad
poltica y de todas las comunidades, lo cual hace que no podamos conquistar la
libertad si no es conjuntamente.
La idea del contrato social, sin embargo, vuelve otra vez sobre el tapete
con la obra de John Rawls, uno de los autores ms citados de los ltimos tiem-
pos. Rawls en 1971 publica su Teora de la justicia, obra en la que saca a la
luz otra vez la teora del contrato social: las comunidades polticas son siste-
mas de cooperacin, no mbitos de puro conflicto. En las comunidades polti-
cas las gentes tienen que cooperar activamente, porque tenemos nuestras
ventajas, vemos protegidos nuestros derechos y por eso tambin tenemos que
asumir nuestros deberes, con lo cual uno de los grandes temas de nuestros das
es cmo construir comunidades polticas que generen esa virtud que se llama
civilidad. La civilidad es una virtud, gracias a la cual las gentes estn dispuestas
no solamente a convivir en una comunidad poltica, sino tambin a trabajar por
ella. Cmo generar civilidad en la ciudadana?
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Y la cultura est estrechamente ligada a una base que es comn a todos los
hombres, que es la comunicabilidad. Todos los seres humanos tenemos la capa-
cidad de comunicarnos: comunicarnos desde el punto de vista de la belleza,
comunicarnos desde el punto de vista de la historia, comunicarnos desde el
punto de vista de los conceptos y comunicarnos desde el punto de vista de cu-
les son nuestros proyectos morales.
Hay, pues, dos elementos estrechamente ligados entre s: la comunicabili-
dad, por la que los seres humanos pueden compartir sus proyectos estticos,
ticos, polticos, religiosos; y la cultura, por la que los seres humanos pueden
cultivar sus capacidades en una direccin. Cul sea esa direccin es lo que tene-
mos que decidir, es algo que est en nuestras manos, y Kant propona trabajar
en la lnea de una ciudadana cosmopolita. Si a fin de cuentas, cada ser humano
es un fin en s mismo, tiene dignidad y no un simple precio, mientras haya algn
ser humano que no sea tratado de acuerdo con su dignidad, todava no habre-
mos alcanzado la meta de la humanidad. En los tratados de pedagoga se dice
expresamente que hay que educar a los nios para una ciudadana cosmopo-
lita, no para el mundo tal como est constituido, sino para generar esa ciudada-
na cosmopolita, esa sociedad cosmopolita, en la que todos se vean respeta-
dos y empoderados.
Por ir dando fin a esta intervencin quisiera recoger lo dicho en ella, cifrando
en dos claves el proyecto de construir una ciudadana cosmopolita, esas dos
grandes claves seran la comunicabilidad y el reconocimiento recproco. Si Kant
saca a la luz la relevancia de la cultura, ligada a la comunicabilidad, ser Hegel,
como hemos comentado, quien entienda que la vida social tiene como base
el reconocimiento recproco de los seres humanos. En nuestros das la tica del
discurso une ambos lados y considera que la comunicabilidad y el reconoci-
miento recproco tienen su expresin en el dilogo. En la accin comunicativa, en
el dilogo nos reconocemos recprocamente como interlocutores vlidos, de modo
que para determinar si una norma es justa, es preciso tener en cuenta a todos
los afectados por ella.
Pero en tiempos de globalizacin una gran cantidad de normas afecta a todos
los seres humanos, no sencillamente a un grupo. Por eso para organizar nues-
tro mundo nos vemos obligados a tener en cuenta a todos ellos, la globaliza-
cin as nos lo exige, nos vemos obligados a considerar a todos, sin exclusin,
como miembros de su comunidad y como ciudadanos del mundo. Es la nica
forma de hacer que la cultura de los derechos humanos sea una cultura mun-
dialmente aceptada y mundialmente respetada.
Ahora bien, tambin es verdad que la globalizacin ha hecho ms patente la
diversidad cultural, y entonces se plantea el problema de cmo organizar esa
ciudadana cosmopolita en un mundo multicultural. se es un desafo que de
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alguna manera podra llevarnos a pensar en una cultura mundial. Sera preciso
construir una cultura que de alguna manera fuera una cultura mundial? El peli-
gro de que una cultura preponderante llevara a relegar las restantes es claro,
pero no es menos cierto que la cultura es un elemento de cohesin sin el que
los seres humanos no podemos construir nada juntos, no es menos cierto
que sin un proyecto comn, sin una cierta comunidad cultural, es imposible tra-
bajar en una misma direccin. En ese sentido es en el que hoy en da nos enfren-
tamos al reto de preguntarnos si esa cultura es necesaria y, a mi juicio, s lo
es, pero importa mucho el modo cmo vamos a forjarla.
La cultura comn no puede forjarse preservando una y eliminando las res-
tantes, sino que, a mi juicio, es preciso ir generando una ciudadana cosmopo-
lita intercultural. Se tratara de poner en dilogo distintas culturas para tratar
de ir descubriendo conjuntamente cules son los elementos que las distintas cul-
turas pueden compartir, y cules no se pueden compartir, pero, sin embargo,
s estn de acuerdo con la dignidad humana y son formas de vida peculiares
que cada cual realiza a su manera. El dilogo intercultural es una necesidad si
no queremos llegar a ciudadana cosmopolita monocultural, que tenga en cuenta
nicamente una cultura, o bien llegar a que no se construya esa ciudadana cos-
mopolita de ninguna manera, porque no encontremos rasgos comunes entre las
distintas culturas. Pero el dilogo entre las culturas, como deca Amartya Sen,
no tienen que llevarlo a cabo los grandes jerarcas de cada una de las culturas,
sino que tiene que llevarse a cabo desde las bases.
Es preciso entablar esos dilogos en los centros de enseanza primaria y
secundaria, en las universidades, en las fiestas patronales, en los oficios y en las
profesiones, en suma, en la vida cotidiana. Y a buen seguro nos percataremos
de que compartimos mucho ms de lo que creemos, de que podemos hacer la
vida juntos desde esa interlocucin cotidiana. Por eso, en alguna ocasin he pro-
puesto hacer intercultural la vida cotidiana y tambin invitar a quienes se sien-
ten identificados con las distintas culturas que traten de conocerlas a fondo,
porque, como le o decir en una ocasin a Julin Maras, a veces el problema
de la diferencia de culturas es sencillamente de incultura. Es escalofriante
lo poco que sabemos, no slo de las culturas ajenas, sino de la propia, y por
eso cuando se entablan esos dilogos en la vida cotidiana, el desconocimiento
de las culturas es un verdadero obstculo.
A mi juicio, es, pues, urgente ir trazando el camino de una ciudadana cos-
mopolita, sin la que no sabremos acerca de la justicia ni ser posible respetar
los derechos de cada ser humano, y hacerlo de una manera intercultural, haciendo
intercultural la vida cotidiana.
En esta comunicacin de la vida cotidiana tienen una gran responsabilidad
las editoriales, que son puentes de dilogo, dan a conocer a los interlocutores
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lo que unos y otros piensan. No siempre es posible relacionarse con las gentes,
ni es posible descifrar un pensamiento serio slo a travs de cursos o charlas, es
indispensable leer. Por eso es importante que los textos lo sean de calidad,
que nuestra cultura social y poltica tenga un alto grado de calidad. Y en este
orden de cosas las editoriales universitarias se encuentran en un lugar privile-
giado para ir gestionando esa cultura de calidad, que debera ir cobrando cada
vez ms peso en la vida cotidiana, en la vida de las sociedades, potenciando esa
ciudadana cosmopolita. Bueno sera empezar por este mundo iberoamericano
nuestro, en el que es fcil sintonizar tan rpidamente y que, sin embargo, nos
resulta a unos y otros tan desconocido. Cuando vistamos nuestros pases
nos encontramos bien pronto en casa y, sin embargo, el desconocimiento filo-
sfico y cientfico es todava grande. A mi juicio, es urgente potenciar la sintona
que ya existe e ir creando vnculos que vayan generando ese mundo cosmopo-
lita, en el que ninguno de los seres humanos, que tiene dignidad y no un simple
precio, quede excluido.
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la incertidumbre sobre para dnde vamos y el acoso de una velocidad sin res-
piro, la nica salida es la inmediatez, ese cortoplacismo que permea tanto la
poltica gubernamental como los reclamos de las maltratadas clases medias.
Lechner afina su anlisis potenciando las metforas: la sociedad no soporta
ni un presente sin un mnimo horizonte de futuro ni un futuro completamente
abierto, esto es sin hitos que lo demarquen, lo delimiten y jalonen, pues no es
posible que todo sea posible.6 Y es entonces que las dolorosas experiencias vivi-
das por la inmensa mayora de los latinoamericanos necesitan ser ledas, pri-
mero, ms all de su significacin inmediata, esto es, en sus efectos de sentido
a largo plazo, esos que acotan el devenir social exigindonos una lectura no
lineal ni progresiva, sino un desciframiento de sus modos de durar, de sus tena-
ces lentitudes y de sus subterrneas permanencias, de sus sbitos estallidos y
sus inesperadas reapariciones. y, segundo, ms all de lo que de esas experien-
cias es representable en el discuso formal tanto de las ciencias sociales como de
la poltica, esto es, en las representaciones simblicas mediante las cuales estruc-
turamos y ordenamos la experiencia de lo social,7 la densidad emocional de
nuestros vnculos y nuestros miedos, de las ilusiones y las frustraciones.
De esas dos lecturas se infiere la necesidad de que la lectura de nuestra situ-
cin implique ante todo el desciframiento de la experiencia comn, y de lo que
hay de comn en nuestras experiencias latinoamericanas. Ya que es en ella/ellas
donde yace el sentido de los procesos de desmoralizacin de las multitudes
multitudes hoy retomadas por el pensamiento social como una de sus ms
polmicas y sugestivas categoras8 y el de sus formas de lucha. Cmo resulta
de significativo hoy el que Thompson diera prioridad epistmica y poltica a
la experiencia sobre la conciencia de clase, con lo que ello implica hoy de des-
afos a nuestro racionalista instrumental de investigacin, pero tambin con la
sintona que introduce nuestro desconcierto cognitivo ante la desfiguracin que
atraviesa la poltica y la perversin de la economa.
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tica.13 Pues tambin las fronteras que constrean el campo de la poltica y los
derechos humanos hoy no son slo borrosas sino mviles, cargando de sentido
poltico los derechos de las etnias, las razas, los gneros. Lo cual no debe ser
ledo ni en la clave optimista de la desaparicin de las fronteras y el surgimiento
al fin! de una comunidad universal, ni en la catastrofista de una sociedad en
la que la liberacin de las diferencias acarreara la muerte del tejido societa-
rio, de las formas elementales de la convivencia social. Como lo ha sealado
Keane,14 existe ya una esfera pblica internacional que moviliza formas de
ciudadana internacional, como muestran las organizaciones internacionales de
defensa de los derechos humanos y las ONG que, desde cada pas, median entre
lo transnacional y lo local.
Con la globalizacin el proceso de racionalizacin parece estar llegando a
su lmite: despus de la economa son los mundos de la poltica y la cultura los
racionalizados. En su genealoga de las relaciones entre secularizacin y poder,15
Marramao centra su reflexin sobre la obra de Weber en la idea, compartida
con Tonnies, de que la racionalizacin constitutiva de la moderna sociedad
iba a significar la ruptura con cualquier forma orgnico-comunitaria de lo social
y su reorganizacin como mundo administrado, aquel en el que la poltica no
puede comprenderse fuera de la burocracia, que es el modo formalmente ms
racional de ejercicio del poder. Lo que implicara la prdida de los valores
tradicionales de respeto y autoridad, es decir, la ruptura del monopolio de la
interpretacin que vena forjndose desde la Reforma protestante. Esa ruptura
y prdida harn parte del largo proceso de conformacin de una jurisdicin
secular de la soberana estatal, esto es, de la constitucin del Estado moderno.
Slo a fines del siglo XVIII la idea de secularizacin se convertir en la catego-
ra que hace explcita la concepcin unitaria del tiempo histrico: del tiempo
global de la histora del mundo. Hegel ya haba llamado mundanizacin al pro-
ceso formativo de la esfera global mundana, que es la que hoy resulta del cruce
del proceso de secularizacin con el de globalizacin. Ser el sistema-mundo16 de
la globalizacin el punto de llegada del desencantamiento de la poltica de la
mano del desarrollo tecnolgico y la racionalidad administrativa? Es lo que
Vzquez Montalbn plante, con su acostumbrada irona, afirmando que hacer
poltica hoy es elaborar un Presupuesto General del Estado lo ms ajustado posi-
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ble al inters general. Para lo cual los saberes que el politico necesita son dos:
el jurdico-administrativo y el de comunicacin publicitaria. Primera paradoja: el
desencantamiento de la poltica transforma al espacio pblico en espacio publi-
citario, convirtiendo al partido en un aparato-medio especializado de comuni-
cacin, y deslegitimando cualquier intento de reintroducir la cuestin de los
fines. Para qu, si la tica del poder legitima la doble verdad, la doble con-
tabilidad, la doble moral, y el carisma puede ser fabricado por la ingeniera
meditica? Segunda paradoja: despus de la cada del Muro tiene sentido seguir
hablando de democracia? Es bien sintomtico que sea un agnstico, como Vz-
quez Montalbn, quien responda introduciendo la cuestin del sentido en la
poltica: Necesitamos una idea de finalidad, que se parezca, sin serlo, a una
propuesta transcendente (y para ello) hay que considerar la sabidura de lo que
nos ha dado el negativo de esas ideas de finalidad, bien sea por la va religiosa
o la de las ideologas.17
Pero la ausencia de sentido en la poltica remite ms all de la corrupcin
del poder y de la ingeniera meditica a la desaparicin del nexo simblico
capaz de constituir alteridad e identidad.18 Abstraccin que viene a conectar,
paradjicamente, con otra dimensin de la massmediacin poltica: frente al
viejo militante que se defina por sus convicciones, y una relacin pasional
(cuasi corprea) con la causa, el telespectador de la poltica es una pura abs-
traccin, parte del porcentaje de una estadstica. Y es a esa abstraccin a la que
se dirige el discurso poltico televisado, pues lo que busca ya no son adhesio-
nes sino puntos en la estadstica de los posibles votantes. Aunque an sobre-
vive en nuestros pases el tono y la retrica de la poltica en la calle, hoy es casi
impensable una identificacin pueblo/lder como la que produca un grito en
el discurso de un caudillo. En la televisin ese grito no slo no resuena sino
que sera un gafe que le costara muchos votos al candidato. Pues frente a la
muchedumbre imprevisible que se reuna en la plaza, conformando una colec-
tividad de pertenencia, lo que ahora tenemos es la desagregada, individuali-
zada, experiencia de los televidentes en la casa. La atomizacin de los pblicos
trastorna no slo el sentido del discurso poltico sino aquello que le daba sus-
tento, el sentido del lazo social, esto es el conjunto de las relaciones simboli-
zadas (admitidas y reconocidas) entre los hombres.
Si los pblicos de la poltica casi no tienen rostro, y son cada cada vez ms
una estadstica, ese es un cambio que no produce la televisin sino la sociedad,
y que la televisin se limita a catalizar. Es el proceso de abstraccin que est en
17. M. Vzquez Montalbn, Panfleto desde el planeta de los simios, pp. 55-92 Crtica-Grijalbo,
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1989.
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26. R. Sennet, Carne y piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilizacin occidental, Alianza, Madrid,
1997.
27. G. Rey, Balsas y medusas. Visibilidad comunicativa y narrativas polticas, Cerec/ Funda-
cin social/Fescol, Bogot, 1998.
28. N. Lechner, La democratizacin en el contexto de una cultura postmoderna, en Cultura
poltica y democratizacin, p. 254, Flacso/ Clacso/ ICI, Santiago, 1987.
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dinero, esto es, la prdida de espesor fsico de los objetos hacindonos olvidar
que nuestro mundo est a punto de naufragar bajo el peso y el espesor de los
desechos acumulados de toda naturaleza. Pero al mismo tiempo cualquier cam-
bio en esa situacin pasa por asumir la presencia y la extensin irreversible del
entorno tecnolgico que habitamos. Pues no es cierto que la penetracin y expan-
sin de la innovacin tecnolgica en el entorno cotidiano implique la sumisin
automtica a las exigencias de la racionalidad tecnolgica, de su ritmos y sus len-
guajes. De hecho lo que est sucediendo es que la propia presin tecnolgica
est suscitando la necesidad de encontrar y desarrollar otras racionalidades, otros
ritmos de vida y de relaciones tanto con los objetos como con las personas, en
las que la recuperacin de la densidad fsica y el espesor sensorial son el valor
primordial. Y para los apocalpticos que tanto abundan hoy ah estn los usos
que de las redes hacen muchas minoras y comunidades marginadas introdu-
ciendo ruido en las redes, distorsiones en el discurso de lo global, a travs de las
cuales emerge la palabra de otros, de muchos otros. Y esa vuelta de tuerca que
evidencia en las grandes ciudades el uso de las redes electrnicas para cons-
truir grupos que, virtuales en su nacimiento, acaban territorializndose, pasando
de la conexin al encuentro, y del encuentro a la accin. Y por ms tpico que
resulte, ah est la palabra del comandante Marcos introduciendo (junto con el
ruido de fondo que pone la sonoridad de la selva Lacandona) la gravedad de la
utopa en la levedad de tanto chismorreo como circula por Internet.
El uso alternativo de las tecnologas informticas en la reconstrucin de la
esfera pblica pasa sin duda por profundos cambios en los mapas mentales, en
los lenguajes y los diseos de polticas, exigidos todos ellos por las nuevas for-
mas de complejidad que revisten las reconfiguraciones e hibridaciones de lo
pblico y lo privado. Empezando por la propia complejidad que a ese respecto
presenta Internet: un contacto privado entre interlocutores que es a su vez mediado
por el lugar pblico que constituye la red: proceso que a su vez introduce una
verdera explosin del discurso pblico al movilizar la ms heterognea cantidad
de comunidades, asociaciones, tribus, que al mismo tiempo que liberan las narra-
tivas de lo poltico desde las mltiples lgicas de los mundos de vida, despo-
tencian el centralismo burocrtico que la mayora de las instituciones potenciando
la creatividad social en el diseo de la participacin ciudadana.
Que nadie se confunda, las tecnologas no son neutras, pues ms que nunca
ellas constituyen hoy enclaves de condensacin e interaccin de mediaciones
sociales, conflictos simblicos e intereses econmicos y polticos. Pero es por eso
mismo que ellas hacen parte de las nuevas condiciones de entrelazamiento de
lo social y lo poltico, de la formacin de la opin pblica y del ejercicio de nue-
vas formas de ciudadana.
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3. CULTURA Y COMUNICACIN
EN ESPAA E HISPANOAMRICA
EXISTE UN TERRITORIO COMN?
Mesa redonda
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CULTURA Y COMUNICACIN EN ESPAA E HISPANOAMRICA: EXISTE UN TERRITORIO
COMN?
Winston Manrique
Gracias por esta invitacin y felicitar a la UNE y al Instituto Cervantes por esta
iniciativa, que coincide con estas fechas de las famosas celebraciones del bicen-
tenario de las independencias. Cultura y comunicacin en Espaa e Hispanoam-
rica: existe un territorio comn? es el ttulo de la ponencia. Como periodista, la
respuesta ms inmediata que yo doy es que s. S existe un territorio comn por
la lengua, la cultura, el pasado, pero sobre todo por el futuro. Hay una cultura
que est unificada a travs del castellano y en un territorio; como lo deno-
min ya hace varios aos Carlos Fuentes, literatura de la mancha. Un territo-
rio en el que se trata de una cultura policntrica. Yo creo que se refleja este
territorio en todas las artes, aunque lo que ms se note y se vea realmente a tra-
vs de los medios de comunicacin sean la literatura y el cine, aparte de la
cultura social, que llega con informaciones, noticias y todo lo que est conti-
nuamente divulgando la televisin y cada vez ms Internet (al que debemos
tambin los medios audiovisuales y las nuevas tecnologas esa apropiacin
del territorio comn del mundo hispanohablante).
Me centrar sobre todo en la parte de las creaciones culturales-artsticas, y
especialmente en el mbito de la literatura, que es el que conozco un poco ms.
Pero antes de entrar de lleno en esto, estoy de acuerdo con lo que lea en
uno de los informes de lo que se ha comentado aqu en estos dos das anterio-
res. El acadmico Fernando Gonzlez Oll hablaba sobre que la propagacin
del espaol en Amrica, que es el eje y la espina dorsal que yo considero que
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Luego llegan los aos 60, en los que, por el famoso boom, se produce una
especie de redescubrimiento o quiz de descubrimiento de Espaa y Amrica
Latina, de estos 20 pases hispanohablantes y de ese territorio comn, pero a
la vez de extraamiento. Yo creo que quizs Espaa y Amrica Latina, hasta ese
momento, se vean y se estudiaban como en dos partes: en bloque Amrica
Latina con 19 pases (quiz se inclua a Brasil, aunque no se hable espaol) y
Espaa. Y digo extraamiento porque hablamos el mismo idioma, pero los medios
de comunicacin cierto que era otro momento de los medios de comunicacin,
y que no haba el desarrollo que hay ahora mismo, con lo cual no se puede
homologar ni hacer comparaciones equitativas porque sera injusto hacan otro
tipo de reconocimiento. Los escritores americanos, por ejemplo, que son de
muchos pases del continente, se sienten representados muy bien en Espaa,
y a su vez Espaa se siente agradecida con eso y se produce un nuevo enrique-
cimiento de la cultura del espaol que, en resumen, es todo esto. Por alguna
razn la literatura siempre ha tenido ms eco que las artes plsticas o la msica
en los medios de comunicacin del mundo hispanohablante; y ya quiz no sola-
mente del mundo hispanohablante, sino en general, salvo en Estados Unidos,
donde el cine tiene una presencia muy fuerte. A lo mejor ese eco se ha debido
a que no hemos tenido grandes intrpretes o autores en cualquiera de las otras
artes.
Producido ese reconocimiento y ese extraamiento, estos 20 pases empeza-
mos a sentirnos como uno solo. En Amrica Latina los medios de comunicacin
asimilan, aceptan y reconocen con normalidad el lenguaje, que es donde se va
haciendo viva la cultura, a travs del idioma, de lo hablado, sobre todo, y luego
tambin de lo escrito; es donde se refleja la forma de ser y de pensar de muchas
de las regiones. No nos extraamos con los mexicanismos o argentinismos; sin
embargo, en Espaa todava chocaba eso, y yo creo que la poblacin espaola,
en general, todava no termina de asimilar o de aceptar con naturalidad esa
riqueza del espaol que es fruto de la cultura que nos une a todos. Y nos une
tanto que el espaol ya lleg a Amrica hace 517 aos, con Coln, y aunque se
fueron imbricando esas dos culturas que vienen de la Amrica amerindia y de
la espaola, acabaron convirtindose en identidad propia. La Real Academia, en
los aos 90, ha empezado a hacer una labor interesante e importante de trasla-
dar esa unidad, es decir, que vale lo mismo una palabra del espaol de Hondu-
ras que una del espaol de Galicia, del espaol de la Crdoba de Argentina o
del espaol de Mxico. La prueba estuvo, por ejemplo, en el lamentablemente
frustrado Congreso de Chile, donde se presentaba ya est en circulacin el
Diccionario de americanismos, en el que se recogen casi 200.000 voces de ame-
ricanismos. All se vuelve a recordar que los hispanohablantes tenemos la gran
suerte de tener una conversacin que es ininterrumpida en ms o menos el
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cultural de primera fila en Buenos Aires, por ejemplo. Por qu? Si es que
adems los lectores potenciales de los medios espaoles son los hispanohablan-
tes! Los que quieran saber algo importante de Londres y que nosotros tambin
lo tendramos que dar, seguramente van a ir al The Guardian o cualquiera
de los peridicos de all. Sin embargo, seguimos dando prioridad y en Babe-
lia seguramente tambin a otras noticias, y somos descastados con Amrica
Latina (la descuidamos un poco); y ya no con Amrica Latina, sino con los pro-
pios intereses del mundo hispanohablante. As nos vamos quedando rezagados
frente al movimiento que puedan tener otros medios de comunicacin, porque
quiz pensamos desde Espaa que el centro sigue siendo Espaa. Yo creo
que esto lo que ha demostrado es que no hay un centro ahora mismo. Estamos
en la periferia, la periferia es el centro y es policntrico absolutamente todo.
Tenemos que tomar conciencia de eso. Yo creo que los peridicos latinoame-
ricanos y medios de comunicacin latinoamericanos esto lo tienen asumido
desde hace muchsimo tiempo. Es decir, Clarn o El Mercurio en Chile dan infor-
macin importante de Valparaso o de Caracas, y tambin dan importancia a
la informacin que pueda producir Espaa en cualquiera de sus mbitos cultu-
rales y polticos. Pero en Espaa todava restringimos esa informacin. Preferi-
mos las grandes (Nueva York, Pars, Londres...), que por supuesto tambin
tienen cosas importantes. Sin embargo, insisto, yo creo que los periodistas debe-
mos trasladar a nuestros jefes la inquietud de que lo mejor sera ir ampliando
estas fronteras sin miedo a todo esto.
La identidad fue otro de los temas que abord ayer el profesor Marchena,
de la Universidad Pablo de Olavide, de Sevilla. Deca que los jvenes latinoa-
mericanos estn preocupados por la definicin de las identidades y el lugar
que ocupan en el mundo. En un artculo Mario Vargas Llosa deca que para qu
preocuparnos, si hemos estado 200 aos en Amrica Latina con guerras que no
terminamos de fijar. Hace un momento comentbamos con Marcial (Murciano)
la cuestin de la frustracin, el fracaso del concepto de repblica en el conti-
nente americano, que contrasta con el hecho de que ahora es precisamente
cuando queremos tener identidad, ahora que justamente el mundo est bus-
cando eliminar las fronteras. Yo, personalmente, no creo en identidades. Hay
una literatura, una cultura boliviana y una colombiana como tal. A m me parece
que eso est pasado de moda. La cultura y las artes creativas son universales,
no tienen por qu ser fijadas por ningn parmetro. Alguien escribe, alguien
crea o hace una pelcula para que sea entendida o admirada si ha de ser admi-
rada donde sea. Nos faltara esa parte de romper prejuicios y contribuir los
medios de comunicacin a romper con el tpico tropical, con los estereoti-
pos. La gente todava espera muchas cosas o las mismas cosas que han hecho
famosa a Amrica Latina en cualquiera de sus manifestaciones culturales y arts-
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que nosotros tambin nos estamos metiendo. Winston me contaba que estaba
atrapado de trabajo porque tena que escribir para su blog, tena que coordi-
nar las pginas de libros, tena que leer libros, tena que escribir... En fin...
que estamos metidos en una vorgine creativa y divulgativa que creo que en el
fondo, aunque nos encontremos un poco despistados y no lo reconozcamos,
es la que puede incrementar el dilogo y ser mucho ms enriquecedor en este
momento en el que somos conscientes de nuestras propias limitaciones, de nues-
tras propias frustraciones como medios de comunicacin, y en el que a base de
trabajar y andar diariamente podemos ir puliendo todos esos requerimientos
que se nos exigen desde la sociedad y desde los mbitos acadmicos y uni-
versitarios, de alguna manera. Antes tambin, por ejemplo, citaba Winston a
Carlos Fuentes cuando ste hablaba del territorio de la mancha; lo que vena
a decir es cmo una novela por poner un ejemplo que lo retratase de un
colombiano como Garca Mrquez poda ser llevada al cine por un mexicano,
como Arturo Ripstein, y poda ser protagonizada por una actriz espaola y
por un actor argentino, Marisa Paredes y Federico Luppi. Digamos que sa es
la gran riqueza de la mancha del espaol en el sentido de que somos todo uno,
y en esa convivencia y reconocimiento es donde conseguiremos que de alguna
manera la cultura en espaol pueda equipararse, no solamente en nmeros sino
en presencia, a la cultura anglosajona.
Deca Adela Cortina en su conferencia que nos hemos basado y siempre
hemos vivido bajo un criterio anglosajn. Va a salir dentro de nada un nuevo
canon sobre el ensayo (bueno, no es un canon pero quiero aprovechar la pala-
bra que casi ha explotado como propia Harold Bloom) en el que nuevamente
no vuelve a aparecer ningn referente del mundo latino. Es decir, su nico refe-
rente sigue siendo Cervantes; no hay otro. Hace un pormenorizado desarrollo
crtico de distintos pensadores del pensamiento occidental y no hay nadie que
pertenezca a nuestro mbito. Eso es lo que habr de corregirse; eso lo que,
de alguna manera, desde los medios de comunicacin en este momento, en los
que se vive una transformacin total, creo que se tiene la oportunidad nica de
poder andar y corregir todo este tipo de requerimientos sociales y culturales.
Bueno, la verdad es que dicho as ha quedado como un speech muy infor-
mal porque no he seguido las notas; lgicamente me he dejado llevar por el
deseo de contestar y de seguir un poco el hilo de lo que se ha hablado esta
maana. Me ha salido as, con lo cual lo dejamos y luego seguimos hablando y
contestamos preguntas.
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Para ello hemos realizado primero un estudio del estado del desarrollo y de
los indicadores de los principales ndices internacionales, los ms representa-
tivos, que en general son muy interesantes y han sido elaborados por algunas
organizaciones internacionales como la Unin Internacional de las Telecomu-
nicaciones, la red de ctedras UNESCO o diferentes consultoras internacionales.
Hemos realizado un repaso de la metodologa mtrica internacional, sobre la
que no voy a profundizar en este momento porque nos encontramos ya fuera
de tiempo, pero s que les querra decir que finalmente desde nuestro grupo de
investigacin de Barcelona vamos a realizar una propuesta para toda la RIEC a
partir de este marco conceptual, que parte de una revisin internacional de lite-
ratura cientfica y propone un anlisis mtrico del tema. Proponemos por tanto
un estudio basado en las diferentes oportunidades de una sociedad la espa-
ola, la argentina, la brasilea, etc., el anlisis del diferente nivel de desarro-
llo de sus infraestructuras y sus diferentes usos. stas son las tres grandes cate-
goras oportunidades, infraestructuras y usos con las que vamos a trabajar,
que estn apoyadas en subcategoras como la capacidad econmica, las redes
que implementan, los usos institucionales, el nivel educativo que en una socie-
dad del conocimiento y de la informacin es fundamental, la capacidad de
conectividad que hay y la intensidad de uso que tienen estas redes. A partir
de estos supuestos, y por medio de unos indicadores representativos de los cua-
les deberemos tener o construir las series estadsticas, podemos encontrar resul-
tados empricos significativos y comparables sobre el estado y la evolucin
del cambio tecnolgico.
En la diapositiva siguiente pueden observar los 24 indicadores con los que
hemos estado trabajando, representativos del ndice Localcom que ustedes
tienen situado a la izquierda, y que mejora, por cierto, los indicadores que tienen
los principales ndices anlizados por nosotros, y que son de base econmica
o principalmente tecnolgica. La base estadstica nos ha permitido medir,
por ejemplo y esto era lo que finalmente les quera ensear, cmo se est
realizando en la sociedad espaola la transicin a la sociedad de la informa-
cin.
Podemos observar siguiendo los datos que proporciona la evolucin del an-
lisis del ndice que, por ejemplo, tenemos ganadores por un lado en la socie-
dad espaola y tenemos tambin perdedores en la sociedad espaola. Lo hemos
establecido por comunidades autnomas, por espacios locales en nuestra ter-
minologa. As pues, podemos observar cmo la Comunidad de Madrid resulta
el territorio o comunidad lder en esta transicin. Podemos establecer tambin
que en esta transicin desde la sociedad industrial, que tan representativamente
haban situado al Pas Vasco y a Catalua como comunidades adelantadas his-
tricamente, la Comunidad de Madrid las va a sobrepasar casi definitivamente.
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HISTORIA DE ESPAA Y AMRICA
Comunicaciones
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Resumen
Se analiza el proceso que llev a la primera creacin (1717) y subsecuente
supresin (1723) del virreinato del Nuevo Reino de Granada enfocndose en
cmo la interaccin entre la percepcin de la situacin local y las pugnas de
poder dentro de la corte determinaron las polticas de la Corona hacia Hispa-
noamrica. Argumenta que la creacin del nuevo virreinato fue una respuesta
a los problemas que las autoridades centrales de la monarqua perciban en la
Nueva Granada, en tanto que los tiempos y forma en que se implement sta
fueron consecuencia directa de la lucha entre quienes pretendan que la Corona
ejerciera directamente el gobierno de sus territorios y el Consejo de Indias. De
igual forma, la supresin del virreinato, cinco aos ms tarde, fue un reflejo del
cambio en el balance de poder dentro de la corte, ms que el resultado de la
supuestamente pobre actuacin del primer virrey de Santa Fe. Se cuestionan no
slo las interpretaciones tradicionales sobre el primer virreinato de Nueva Gra-
nada, sino tambin la tendencia a asumir que la Corona era una entidad unifi-
cada que decida las polticas a implementar en base a una serie de intereses
reales claramente definidos.
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6. Hasta donde he podido constatar las nicas excepciones son MCFARLANE, 1993, pp. 190-191;
y MAQUEDA ABREU, 2007, especialmente pp. 177-184.
7. Real Cdula de 27 de mayo de 1717 dirigida al Gobernador venezolano reproducida en
MORN, 1971, p. 488. PEARCE, 1998, p. 61, menciona, sin ms detalles, que la decisin de crear el
virreinato de Nueva Granada fue tomada entre 1715 y 1717, dando a entender que el asunto fue
discutido en los comits de ministros y expertos espaoles que sesionaron durante esos aos bajo
la presidencia de Andrs de Pez, y en manos de los que, segn el mismo autor, Alberoni dej la
formulacin de poltica sobre comercio colonial.
8. KAMEN, 2001, p. 107; y KUETHE, 2007, p. 233.
9. Vanse KAMEN, 2001, pp. 94-97; y DE CASTRO, 2004, p. 301.
10. KAMEN, 2001, p. 97.
11. Idem; tambin DE CASTRO, 2004, pp. 306-311 y 322-326.
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12. Los cinco decretos que afectaron al Consejo de Indias pueden consultarse en AGI, Indife-
rente, 542, L.2, ff. 1r-13v. La cita proviene del Real Decreto de 20 de noviembre de 1717 en que se
previno que todos los negocios tocantes a lo gubernativo, econmico, y providencial se lo reser-
vaba el rey para que se ejecute por la va reservada, y que en lo tocante a esto se abstuviese el Con-
sejo de mandar expedir cdulas de gobierno, f. 10v.
13. En lo que respecta a las instituciones centrales del gobierno de Amrica, los asesores ms
radicales de Felipe V abogaban por la supresin definitiva del Consejo de Indias, lo cual, segn el
marqus de Louville, pondra fin al fraude en la administracin de Amrica y permitira al rey
el acceso directo a todos los recursos necesarios para construir fuerzas navales y militares con las
que asegurar su trono (LOUVILLE y ROURE, 1818, citado en GARCA PREZ, 2004, p. 171). La lite togada,
y particularmente los miembros del propio Consejo, tom una posicin enteramente opuesta ale-
gando que incrementar el poder del Consejo era un paso necesario para restaurar la constitucin
tradicional de la monarqua que supuestamente se haba corrompido durante los ltimos aos de
dominio Habsburgo (GARCA PREZ, 2004, p. 169).
14. Los mecanismos bajo los que se introdujo la venta masiva de cargos tanto americanos como
espaoles en 1706 intentaron garantizar que los ingresos producidos terminaran en la Tesorera
General de la Guerra y que el control sobre los nombramientos permaneciera en manos de la
Corona. Las figuras centrales de esta operacin fueron el secretario de guerra, Jos Grimaldo, y
un reducido nmero de financieros cercanos a los monarcas. Vase al respecto el detallado estu-
dio de ANDJAR CASTILLO, 2008, passim, en especial las pginas 65-88.
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15. Slo unos cuantos oficiales subalternos, junto con el fiscal y el presidente del Consejo siguie-
ron al rey fuera de Madrid (BERNARD, 1972, pp. 2-3; NAVARRO GARCA, 1989, pp. 9-10). Las purgas de
1706 redujeron el nmero total de consejeros de Castilla, Aragn, Italia, Real Hacienda, Indias y
Ordenes de 108 a 56 y el total de oficiales subalternos de 382 a 240 (KAMEN, 1969, p. 111). Entre
ellos se contaron diez consejeros de Indias y varios oficiales inferiores (BERNARD, 1972, pp. 3-4).
16. Sobre el decreto del 10 de noviembre de 1713 y su impacto en el Consejo vanse BER-
NARD, 1972, pp. 6-7; ESCUDERO, 2004, pp. 102-103; GARCA PREZ, 2004, pp. 175-180; y PREZ CANTO
y VZQUEZ RODRGUEZ DE ALBA, 1988, pp. 241-245.
17. Estos pasaban a manos de un cuerpo especial que inclua a tres consejeros de Indias y
tres de Hacienda, todos designados por el rey (BERNARD, 1972, pp. 7-8). Sobre las protestas del Con-
sejo de Indias contra estas medidas vase PREZ CANTO y VZQUEZ RODRGUEZ DE ALBA, 1988, passim.
18. RECOPILACIN, ley 23, ttulo 1, libro 2.
19. GMEZ GMEZ, 2004, p. 213.
20. Legalmente, el requisito de que todas las reales rdenes fueran ratificadas por el Consejo
no se suprimi sino hasta el 22 de noviembre de 1717 cuando la Corona expidi, a travs del Con-
sejo, y en cumplimiento con la legislacin existente, una real cdula que declaraba nula dicha legis-
lacin (AGI, Indiferente, 827; vase tambin GMEZ GMEZ, 2004, p. 215). Esto no quiere decir que
el Consejo fuese completamente excluido del gobierno de las Indias, aunque s implic un cambio
drstico en sus relaciones con el rey, y aunque el Consejo continu jugando un papel importante
en muchos asuntos de gobierno, ahora lo haca a la discrecin de la Corona y slo cuando el rey
o sus secretarios de Estado decidan someterle algn negocio (GMEZ GMEZ, 2004, pp. 225-226).
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21. NOVSIMA RECOPILACIN, ley 5a, ttulo 6, libro 3. CASTRO, 2004, pp. 324-325 ha sugerido que
esta reforma fue utilizada por Alberoni para deshacerse de aquellos secretarios con los que no sim-
patizaba. Aparentemente, incluso intent librarse de Grimaldo, pero el rey no estuvo dispuesto a
desprenderse de su hombre de confianza.
22. Tras su creacin en 1714, la secretara de Estado de Marina e Indias haba sido suprimida
el 28 de abril de 1715 redistribuyendo sus competencias entre las otras secretaras (ESCUDERO, 2004,
pp. 106-107).
23. ESCUDERO, 2004, pp. 107-108.
24. DE CASTRO, 2004, pp. 332, 54.
25. Vanse, por ejemplo, los documentos en AGI, Santa Fe, 271. Cabe mencionar que la expre-
sin firmado de mi real mano, es simblica en la mayora de los casos, pues el procedimiento ms
comn en el siglo XVIII era que la firma del rey se imprimiera mediante la llamada estampilla (GMEZ
GMEZ, 2004, p. 220, n. 41). En este sentido es significativo el que, tras su cada, Alberoni fuera acu-
sado de haber secuestrado la estampilla con la firma real y de haberla usado para sus propios fines
(DE CASTRO, 2004, p. 334).
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acin del virreinato fue slo una de varias reformas introducidas casi al mismo
tiempo y que en conjunto deben ser interpretadas como parte de los esfuer-
zos de los ministros borbnicos por controlar directamente el gobierno de la
monarqua, incluyendo a las Indias, sin la intervencin de las poderosas insti-
tuciones peninsulares que mediatizaban la voluntad de la Corona como el Con-
sejo de Indias y el Consulado de Sevilla.
II. Los motivos tras la primera creacin del virreinato de Nueva Granada
Aunque esto nos explica cmo fue creado el virreinato, debemos ahora con-
siderar los motivos detrs de dicha decisin utilizando las reales cdulas del
27 de mayo de 1717 como punto de partida. En unas cuantas lneas las cdulas
mencionan los objetivos especficamente perseguidos por la decisin: en primer
lugar que sean atendidas y asistidas las plazas martimas con los situados de las
cajas de Santa Fe y Quito que bajo la autoridad de un virrey podran ser distri-
buidos ms rpida y eficientemente. Basado en Santa Fe, en el centro del reino,
un virrey podra aplicar los socorros y dems providencias en las urgencias y
casos que lo pidiesen, y por consiguiente se excusan y evitan por este medio
las discordias y alborotos tan ruidosos y escandalosos como los que se han ofre-
cido en los Tribunales [...] y entre los Ministros que los componen.31 Poner fin
a estos desrdenes era crucial, pues resultaban muy en deservicio de Dios, y
mo y perjuicio de la Causa pblica y no menos detrimento de mi Real Hacienda,
teniendo [...] aquellos Dominios en miserable estado y consternacin.32
Esto sugiere que el principal objetivo de la Corona fue, como ha sealado
Synnove Ones,33 el poner fin a los conflictos entre las autoridades locales y pro-
vinciales. Pero hay que tener en cuenta que la Corona pensaba que estos con-
flictos eran el resultado de dificultades y desacuerdos sobre la distribucin de
recursos para la defensa de las costas. La centralidad de estos dos asuntos la
defensa de las costas y el poner fin a los desrdenes se ve confirmada en el
decreto del 31 de octubre de 1718, mediante el cual la Corona inform al Con-
sejo de Indias de la creacin del virreinato. En el decreto, sin embargo, los
dos temas estn ms desarrollados y ya no aparecen unidos.34
Segn dicho decreto, se haba creado el virreinato para facilitar por este
medio la mejor y ms puntual asistencia y socorro de las importantes Plazas de
Cartagena, Santa Marta, y las dems de su Jurisdiccin, porque, debido a la
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larga distancia desde Lima [...] se dilataban o inutilizaban las providencias para
su resguardo.35 Pero al mismo tiempo la creacin del virreinato se consider
necesaria
para obviar las discordias que entre los Ministros de aquella Audiencia de Santa
Fe fueron frecuentes en distintas ocasiones, y haberse experimentado ltima-
mente los alborotos y escndalos [...] entre el Presidente de ella D. Francisco de
Meneses Bravo de Saravia, y los oidores que la componan, resultando de su des-
unin indecorosas operaciones ajenas de un tribunal de su Autoridad y represen-
tacin [...] y dignas de mi mayor severidad y castigo.36
A esto se una la preocupacin ante los excesos que con igual desorden
se cometan por los oficiales provinciales y los oidores de Panam y Quito
donde divididos en parcialidades atendan ms a la venganza de sus opues-
tos que a la obligacin de su Ministerio, emplendose continuamente en for-
mar sobre sus quimeras particulares multitud de Autos y papeles insubstancia-
les.37
La Corona perciba una ausencia de una autoridad real efectiva en Nueva
Granada y sus alrededores.38 En su anlisis de la situacin no haba un oficial
o corporacin que concentrara en s mismo suficiente autoridad y representa-
cin como para imponerse sobre la multitud de oficiales locales y provinciales
que quedaban libres para perseguir sus intereses particulares. En este contexto,
el razonamiento de la Corona era que un virrey, mediante su inmediata repre-
sentacin de la persona del rey, podra llenar este vaco. Es decir, que se espe-
ndice 301
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
raba que la autoridad superior del virrey pusiera fin a las rivalidades y la des-
unin entre los oficiales de la Corona y subordinara las venganzas privadas al
servicio del rey.
Ya el 8 de abril de 1717, en una real cdula que ordenaba al virrey del
Per intervenir en el asunto de Meneses, la Corona haba insistido en la impor-
tancia de la reintegracin de la Justicia y de mi autoridad en aquel reino, y que
se mantenga el respeto a quien [] ejerce mi jurisdiccin y administra la Justi-
cia, insistiendo en la necesidad de manifestar que no se permiten ni consien-
ten las tropelas y violencias ejecutadas por los oidores.39 Este documento y los
dems que le siguen en el mismo legajo, a diferencia de los que tratan espec-
ficamente sobre la creacin de virreinato, fueron producidos a travs del Con-
sejo de Indias. Son pues evidencia de que el Consejo por lo menos estaba al tanto
de la preocupacin de la Corona por la falta de autoridad real experimentada
en Nueva Granada, y, sin embargo, no hay en ellos indicacin alguna de que se
estuviera considerando ya la creacin del virreinato; ms an, varios de los docu-
mentos de este legajo, producidos entre mayo y julio de 1717 estn an dirigidos
a un annimo presidente, gobernador y capitn general de Santa Fe,40 lo cual
confirma el que se mantuvo al Consejo fuera del proceso de creacin del virrei-
nato.
Estos documentos aportan otro dato importante sobre los motivos de dicha
creacin. La mayora fue producida entre el 23 y el 26 de mayo de 1717, antes
de que de la Pedrosa partiera rumbo a Santa Fe, pero despus de haberse deci-
dido la creacin del virreinato,41 y el grueso de ellos tiene que ver con distintos
aspectos del mismo asunto: el saneamiento de la Real Hacienda. Ninguno de
los documentos fue redactado por el Consejo; todos estn fechados en Sego-
via, donde se encontraban el rey y Alberoni, y la intervencin del Consejo se
limit a copiar los documentos y aadir la frase por mandato del rey nuestro
seor junto con la firma de uno de sus secretarios.42 Sera razonable suponer,
por lo tanto, que todos fueron preparados por la Corona para su implementa-
cin tras el arribo de la Pedrosa a Nueva Granada, como parte de las prepara-
39. AGI, Santa Fe, 532, L.15, ff. 117r-125v, Real cdula Al Principe de Sto. Bono previnle. de la
resolucion que VM ha tomado en la causa de la deposizn. del Presste. de Sta. Fee Dn. Franco. De
Meneses y de los excesos q. a este se le imputan y ordenle. haga observar sus operaciones, y eje-
cute lo demas q. se expresa en el caso que se previene. La cita en la f. 123r.
40. Vase, entre otros documentos AGI, Santa Fe, 532, L.15, ff. 227r-228r, real cdula Al Preste.
de Sta. Fee sobre q atienda a los socorros de la Ynfantera de Maracaybo.
41. Las reales cdulas del 27 de mayo no hacan ms que reproducir un real decreto de 29 de
abril de 1717, fecha en la que se decidi la creacin del virreinato.
42. AGI, Santa Fe, 532, L.15, passim. En la mayora de los casos los documentos estn firmados
por Francisco de Arana, secretario de la negociacin del Per; un par, sin embargo, tienen la
firma de Andrs de Corovarrutia, secretario de Nueva Espaa.
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43. Sobre las primeras acciones de de la Pedrosa vanse, entre otros, ELAS ORTIZ, 1966, pp. 343-
345; GARRIDO CONDE, 1963, pp. 33-66; MCFARLANE, 1993, pp. 180-190; y MAQUEDA ABREU, 2007, pp. 259-
272.
44. MAQUEDA ABREU, 2007, p. 165; vanse tambin, RESTREPO SENZ, 1945, p. 123; MCFARLANE, 1993,
pp. 191-192; y GARRIDO CONDE, 1963, pp. 68-70.
45. Real Cdula sobre que se suprima el Virreynato..., en ELAS ORTIZ, 1970, p. 52.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
46. Sobre este caso en particular, slo ONES, 2000, pp. 312-313, ha sealado la importancia que
una entrada pblica apropiada tena para la autoridad del virrey.
47. Vase SOLRZANO PEREIRA (1648), pp. 861-873.
48. AGI, Santa Fe, 370, Villalonga a de la Pedrosa, 15 de noviembre de 1719. Habiendo ser-
vido como cabo principal de las armas del Per desde 1708, Villalonga haba presenciado las entra-
das de los tres ltimos virreyes de Lima: el obispo Diego Ladrn de Guevara en 1710, el arzo-
bispo Diego Morcillo en 1716 y el prncipe de Santa Buono ms tarde ese mismo ao.
49. GARRIDO CONDE, 1963, p. 77. Vale la pena sealar que incluso el Consejo de Indias, pese a
su actitud crtica haca el virreinato y el propio Villalonga, se limit a expresar su sorpresa por haber
hecho el virrey uso del palio, ceremonia que el Consejo consideraba reservada al rey y contra cuyo
uso futuro advirti a la audiencia, sin oponerse a ningn otro elemento del ceremonial utilizado
por Villalonga (AGI, Santa Fe, 374, Resumen de y respuesta a la quinta carta de Villalonga al rey).
50. DE CASTRO, 1963, p. 334. Para un agudo anlisis de la situacin diplomtica en Europa durante
la administracin de Alberoni, vase KUETHE, 2007, pp. 236-238.
51. KUETHE, 1999, p. 72. Entre estos estuvieron el almirante Andrs de Pez, que fue separado
brevemente de la presidencia del Consejo de Indias, y Jos Patio, que perdi la Intendencia Gene-
ral de Marina y todos los cargos que haba llegado a acumular. Tras ser interrogado sobre distin-
tos aspectos de las polticas de Alberoni, y sobre su participacin en las mismas, Patio fue rees-
tablecido como intendente general y presidente de la Casa de la Contratacin, quiz gracias a la
influencia de su hermano, Baltasar Patio, marqus de Castelar, quien fue nombrado secretario
de Guerra en enero de 1721.
52. KUETHE, 2007, p. 238.
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tardaran an varios aos,53 pero para poner fin a la guerra el rey se vio obli-
gado a reconocer las condiciones impuestas por el tratado de Utrecht de 1713,
incluyendo la prdida de todos los territorios italianos, el tratado del asiento con
la Gran Bretaa, y la obligacin de la Corona de restituir el sistema tradicional
de comercio entre Espaa e Indias, incluyendo las flotas anuales.54
En el interior de la monarqua los consejos experimentaron cierto resurgi-
miento; no porque el rey y Grimaldo55 hubieran deseado concientemente res-
taurarlos, sino por su empeo en revertir y regularizar las polticas del antiguo
ministro, a quien ahora se acusaba de haber abusado de la confianza del rey
engandolo y manipulndolo.56 Se increment de nuevo el nmero de las secre-
taras de Estado a cuatro, nombrando al presidente del Consejo de Hacienda
como secretario del ramo, y las reformas hacendsticas de Alberoni fueron supri-
midas.57 Para diciembre de 1720 haba cado el tesorero general y en febrero de
1721 la tesorera volvi a su antigua planta.58 El 21 de marzo de 1721 el Consejo
de Castilla logr la supresin de los intendentes que Alberoni haba reintrodu-
cido en 1718, lo que representaba una enorme victoria, pues con el regreso
de los corregidores el Consejo recuperaba un mayor control sobre el gobierno
provincial de la Pennsula.59
Respecto a las Indias, los comerciantes sevillanos fueron los primeros en
beneficiarse. Inmediatamente tras la separacin de Patio se pusieron en mar-
53. Las negociaciones formales no comenzaron hasta 1722 y la firma del tratado de Cambrai
an hubo de esperar hasta agosto de 1724. Las condiciones aceptadas al final no representaron una
derrota total de Espaa, pues incluyeron el reconocimiento por parte de Austria de la sucesin Bor-
bnica al trono de Espaa, y un acuerdo por el que se aceptaba al infante Carlos, hijo mayor del
rey con Isabel de Farnesio, como heredero a los ducados de Parma y Toscana. Vase, KAMEN, 2001,
pp. 130-131.
54. KUETHE, 2007, p. 238.
55. DE CASTRO, 2004, p. 333. Debe mencionarse que Grimaldo nunca lleg a ejercer un poder
tan vasto como el concedido a Alberoni. De hecho, durante los aos siguientes, el poder en la corte
estuvo bastante distribuido y los distintos secretarios de Estado a menudo pertenecieron a faccio-
nes opuestas (KUETHE, 1999, p. 74). Esto apoya la idea de que, como ha sealado Kamen, tras la
cada de Alberoni, el rey, recuperado de sus episodios depresivos, opt por hacerse cargo del
gobierno personalmente. Vase, KAMEN, 2001, pp. 134-138.
56. Sobre la percepcin de que Alberoni haba engaado al rey regularmente y los intentos
de Felipe V por obtener su arresto en Roma vase DE CASTRO, 2004, pp. 333-334. Respecto a los
consejos es de notar que, contrario a lo que sucedi en 1715 tras la cada de Orry, las reformas
introducidas por Alberoni en 1717 no fueron oficialmente revocadas, y lo que es ms, fueron de
hecho ratificadas en dos ocasiones por los herederos de Felipe V.
57. Para un detallado anlisis de las reformas implementadas por Alberoni en la pennsula vase
DE CASTRO, 2004, pp. 335-352.
58. DE CASTRO, 2004, p. 341.
59. Vase DE CASTRO, 2004, pp. 341, 359-361.
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cha los planes para regresar tanto la Casa como el Consulado a Sevilla.60 Al
mismo tiempo la promulgacin del Proyecto para Flotas y Galeones el 10 de
abril de 1720, resultado de la presin britnica, supuso la recuperacin de muchos
de los privilegios del Consulado.61 En mayo, pas a hacerse cargo de la admi-
nistracin y operacin de los navos de aviso, recuperando su posicin como
intermediario en las comunicaciones entre Espaa y Amrica.62 La recuperacin
del Consejo de Indias fue menos acelerada, pero gradualmente comenz a des-
empear un papel ms central en el gobierno de Amrica.63 No es coincidencia
el que slo tras la cada de Alberoni comenzara el Consejo a revisar el grueso
de los reportes enviados por de la Pedrosa desde Nueva Granda,64 y tampoco
lo es el que los primeros intentos por separar a Villalonga del virreinato se die-
ran en 1722.65
Aunque muchos historiadores han considerado que el virreinato de Villa-
longa estuvo marcado por la inactividad del virrey,66 el registro de sus cartas y
reportes sugieren que fue activo desde el momento de su llegada a Nueva Gra-
nada y que sus rdenes y polticas a menudo encontraron oposicin en el reino.67
Villalonga dedic gran atencin a los asuntos de Quito, ciudad lgicamente
resentida por la prdida de su Audiencia y que resinti an ms los esfuerzos
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del virrey por regularizar la real hacienda.68 Tras su llegada a Santa Fe, Villa-
longa se inform sobre la situacin de las distintas provincias del virreinato y
adopt medidas encaminadas a sanear la recaudacin fiscal.69 Al mismo tiempo
distribuy recursos para la defensa de las fortalezas costeras, sugiri medios
para mejorar las fortificaciones sin costo para el erario, recomend medidas para
incrementar los ingresos reales.70 Y a partir de 1721 tambin dirigi su atencin
a la lucha contra el contrabando denunciando a las autoridades de Cartagena y
presentando varias propuestas para regularizar el comercio con Cdiz.71
Siguiendo una real orden para que visitara en persona las fortificaciones
de Cartagena,72 Villalonga parti rumbo a la costa a finales de 1720 con un squito
tan grande como el que lo haba acompaado a su llegada a Santa Fe.73 Perma-
neci en Cartagena de diciembre de 1720 a mayo de 1721 y durante su estan-
cia tuvo constantes conflictos con el gobernador y oficiales reales de la ciudad
por la mala administracin de la Real Hacienda y el contrabando.74 Cuando final-
mente parti rumbo a Santa Fe el tren de equipaje correspondiente a su enorme
68. En ms de una docena de cartas Villalonga llam la atencin de la Corona hacia los muchos
problemas que rodeaban la recoleccin de impuestos en Quito. Demand reformas al cabildo secu-
lar y su exclusin del cobro del tributo indgena, el nombramiento de nuevos oficiales reales para
la provincia y el envo de un visitador para remediar muchos otros abusos que facilitaban multi-
tud de fraudes contra la Real Hacienda. Vanse los resmenes de las cartas 21, 22, 23, 25, 26, 27,
28, 29, 30, 31, 32, 33, 34, 35, 37, 38, 61, y 62 de Villalonga al rey en AGI, Santa Fe, 374. Sobre la
recepcin ofrecida a Villalonga en Quito vase ELAS ORTIZ, 1966, p. 350.
69. En sus cartas 39, 40 y 42 Villalonga inform a la Corona de la situacin general en Carta-
gena, Santa Marta y Caracas y de sus desacuerdos con el gobernador de Cartagena. La cartas 43 y
45 llevaron a que la Corona ordenara separar de sus cargos al gobernador de Guyana y al teso-
rero de la casa de moneda de Santa Fe (AGI, Santa Fe, 374).
70. En particular, las cartas 46 y 47 aconsejaban a la Corona la construccin de un fuerte en
Guayaquil, sugiriendo que se podra introducir un impuesto sobre la sal y la madera en aquella pro-
vincia para cubrir los gastos. La carta 51 urga a la Corona a regularizar y estandarizar el cobro del
tributo, y la 52 recomendaba la supresin de las encomiendas, concentrando su administracin
en manos de la Corona y utilizando el producto de ellas para premiar a los vasallos que lo mere-
cieran con rentas y censos (AGI, Santa Fe, 374).
71. Vanse los distintos documentos y expediente en AGI, Santa Fe, 374; tambin ONES, 2000,
pp. 318-319.
72. AGI, Santa Fe, 271, Instruccin Para que el virrey Dn. Jorge de Villalonga visite y reconozca
los castillos y Fuerzas de tierra firme y Cartgena.
73. Vase la descripcin del squito de Villalonga en RESTREPO SENZ, 1945, pp. 127-128.
74. Tan pronto como recibieron noticias de la posible visita del virrey, las autoridades de Car-
tagena haban expresado su temor de que sta resultase en un nuevo intento por regularizar la Real
Hacienda (GARRIDO CONDE, 1963, pp. 88-89). En cambio, otras autoridades, incluyendo el ingeniero
militar encargado de las fortificaciones del puerto, expresaron repetidamente su aprobacin de
las acciones emprendidas por el virrey y su rectitud durante su estancia en la ciudad (RESTREPO SENZ,
1945, p. 125).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
75. El itinerario del virrey en su viaje de regreso a Santa Fe pas por Rebolledo, Puerto Barranca,
y el ro Magdalena hasta Mompox (GARRIDO CONDE, 1963, p. 91). Al salir de Cartagena, y durante
las primeras etapas de su viaje, Villalonga fue acompaado por el cabildo secular y los principales
habitantes de la ciudad. Vase, para ms detalle, RESTREPO SENZ, 1945, pp. 126-127.
76. Vase, AGI, Santa Fe, 374, Expedientes sobre ilicitos comercios egecutados por el virrey de
Sta. Fe, Governador, ministros y oficiales rs. de Cartagena: aos 1721 a 1723. El 14 de abril de
1722 Patio inform a Andrs de Pez que, de acuerdo con varios miembros del Consulado, la esposa
del gobernador de Cartagena venda el permiso de su esposo para que navos ingleses, franceses y
holandeses entraran y comerciaran libremente en el puerto.
77. AGI, Santa Fe, 374, Alberto de Bertodano al rey, Cartagena, 3 de junio de 1721. El 9 de abril
el mismo gobernador se quejaba en una carta a de la Pedrosa de que Villalonga, durante su estancia
en el puerto, le haba privado de toda su autoridad y usurpado su jurisdiccin al punto que la nica
tarea que le quedaba era abrir y cerrar las puertas de la ciudad (GARRIDO CONDE, 1963, p. 90).
78. GARRIDO CONDE, 1963, pp. 83-84.
79. AGI, Santa Fe, 374, Expedientes sobre ilicitos comercios....
80. MCFARLANE, 1993, p. 192. Es imposible saber si Villalonga estuvo involucrado o no en cues-
tiones de comercio ilcito. A juzgar por lo que sabemos de otros virreyes de la poca es muy proba-
ble que no haya estado limpio de culpa, sin embargo, hay que destacar que Villalonga fue com-
pletamente exculpado en su juicio de residencia en tanto que muchos de sus acusadores no corrieron
la misma suerte. Lo que intento resaltar aqu es simplemente que Villalonga, por una razn u otra,
gener una oposicin significativa entre sus autoridades subalternas.
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Villalonga recordaba que sus ttulos haban sido expedidos por la va reser-
vada segn los reales decretos de 1717 que haban ordenado que los asuntos
de Hacienda, Guerra y Navegacin de las Indias corrieran por las secretara de
Estado, y se quejaba de que en contravencin de esta real orden y aun subrep-
ticiamente, ha pasado el Consejo a oponerse a la creacin y establecimiento del
Virreinato.81 Al mismo tiempo, el virrey culpaba al Consejo por el restableci-
miento de la audiencia de Quito, medida a la que l se haba opuesto en repeti-
das ocasiones.82 De las quejas de Villalonga resulta claro que l estaba convencido
de actuar en defensa de los intereses del rey y de contar an con el favor del
monarca, pero sobre todo es evidente que el virrey se senta responsable ante
el rey, mas no ante el Consejo.
Pero a medida que el rey, preocupado con los planes para su abdicacin, se
alejaba una vez ms del gobierno, la situacin cambiara. 83 Para 1723, Felipe V
haba comenzado a perder su confianza en Villalonga y a cansarse de sus conti-
nuas quejas. En una real cdula emitida en el Pardo el 13 de enero se adverta al
virrey que habis llegado a lo sumo de la irreverencia y falta de respeto que debie-
rais tener a mis Reales rdenes y que de persistir en su actitud experimentaris
los efectos de mi desagrado y la pena por vuestra inobediencia.84 A mediados de
ao el rey estaba ya decidido a poner fin al virreinato de Villalonga y el 6 de junio
le notificaba a la Cmara de Indias que haba decidido nombrar al marqus de
Castelfuerte como segundo virrey de Nueva Granada.85 Encima de esto, Andrs de
Pez haba muerto el 7 de marzo, dejando vacantes tanto la secretara de Marina
e Indias como la presidencia del Consejo,86 y sus sucesores no seran nombrados
hasta enero del ao siguiente,87 proporcionando al Consejo una gran oportunidad
para recuperar la mayora de los negocios de gobierno de Amrica.88
81. AGI, Santa Fe, 374, Respuesta Fiscal sre. dependencias del Virrey del Nuebo Reyno de Gra-
nada.
82. Vanse los resmenes de las cartas del virrey en AGI, Santa Fe, 374.
83. El inters y actividad del rey en el gobierno de la monarqua tras la cada de Alberoni dur
ms o menos hasta 1722 (KAMEN, 2001, pp. 134-138).
84. Citado en GARRIDO CONDE, 1963, p. 93.
85. AGI, Santa Fe, 265, Real despacho Confiriendo el Virreinato de Sta. Fee a Dn. Joseph de Armen-
dariz, y mandando sele den pr. el Conssejo y Camara, los despachos Correspondientes.
86. ESCUDERO, 2004, p. 108.
87. La secretara de Marina e Indias pas a manos de Antonio de Sopea el 10 de enero de
1724 (ESCUDERO, 2004, p. 108). La presidencia del Consejo fue ocupada por Baltasar de Ziga, duque
de Arin y marqus de Valero, exvirrey de Navarra, Cerdea y Nueva Espaa, el 28 del mismo mes
(BERNARD, 1972, p. 211, n. 8).
88. Segn ESCUDERO, 2004, p. 108, el nombramiento del nuevo secretario de Marina e Indias no
implic un nuevo ocaso del Consejo, pues la influencia personal, el prestigio y la personalidad del
duque de Arin opacaron completamente a Sopea. El balance no se revertira hasta el regreso de
Felipe V y el nombramiento, primero de Ripperd, y luego de Patio en la secretara de Marina e
Indias.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
El 19 de abril de 1723, en respuesta a una consulta del rey sobre si sera con-
veniente trasladar la capital del virreinato a Cartagena, el Consejo respondi pro-
poniendo suprimir el virreinato por completo.89 La idea haba sido presentada
por el fiscal, quien se manifestaba contrario a mudar la capital del virreinato por
los graves inconvenientes y alteracin de gobierno que resultaban de no ape-
garse estrictamente a lo prescrito por las leyes de la Recopilacin de Indias.90 Esto
le ofreca al fiscal la oportunidad para argumentar que la creacin del virreinato en
s misma haba sido un experimento desafortunado y sealar lo importante que
fuera que se estableciese el Gobierno como estaba antes, gobernndose por un
Presidente, Gobernador y Capitn General en la forma que disponen las Leyes,
y con la autoridad que resida en el empleo, sin que se rigiese aquel Reino por
la autoridad de virrey.91 Ms an, alegaba el fiscal, la presencia del virrey haba
generado grandes gastos a la Real Hacienda y a los vasallos que no podan hacer-
les frente dado que la mayora eran Indios, y pocos Espaoles, y [...] de muy
pocos caudales.92 El Consejo estuvo de acuerdo con el fiscal en no mudar la capi-
tal del virreinato y, aunque oficialmente se reserv su opinin sobre la supre-
sin del mismo, decidi elevar la propuesta del fiscal a la atencin del rey, ofre-
ciendo producir una segunda consulta de ser requerido.93
A peticin de la Corona, el Consejo opin el 25 de septiembre que no le
parece conveniente la subsistencia del Virreinato que se ha creado de nuevo en
el Reino de Santa Fe, porque este Reino, y sus Provincias son tan pobres, que
todo cuanto produce en l la Real Hacienda no es bastante para su manuten-
cin, sus sueldos, y los de sus Guardias.94 En una tercera consulta, el 6 de octubre,
el Consejo insista en que no hay necesidad de darle [al presidente y gobernador
de Santa Fe] ms autoridad, que la que antes tena por la Leyes.95 El rey estuvo de
acuerdo con esta opinin y el 5 de noviembre de 1723 orden la elaboracin
de las reales cdulas anunciando la supresin del virreinato, pidiendo tambin
a la Cmara de Indias que le propusiera candidatos para la presidencia de Nueva
Granda.96
310 ndice
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la Pedrosa y no es del todo claro qu relacin habra tenido dicho documento con la opinin
emitida por el fiscal del Consejo, por lo menos dos meses antes de la fecha que Restrepo le atri-
buye al informe. En cualquier caso, por las firmas de los consejeros que apoyaron las tres consul-
tas queda claro que de la Pedrosa efectivamente apoy la supresin del virreinato.
97. Vase la real cdula Estinguiendo el empleo de Virrey del Nuevo Reino de Granada y
volviendo a poner su mando y gobierno en el Presidente de la Audiencia con el ttulo de Capitn
General de l en MAQUEDA ABREU, 2007, pp. 617-618; la reproducida en MORN, 1971, pp. 493-495
incluye algunos prrafos adicionales tocantes al gobierno particular de Caracas.
98. Vase la discusin sobre las justificaciones contenidas en la real cdula de supresin del
virreinato en ELAS ORTIZ, 1966, pp. 353-356; y GARRIDO CONDE, 1963, pp. 100-102.
ndice 311
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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E L A B AT E , E L C O N S E J O Y E L V I R R E I N ATO
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LOS INSURGENTES DE MEZCALA (1812-1816). CONFLICTOS INTERNOS Y EXTERNOS
ANTE LA CELEBRACIN DEL BICENTENARIO
scar Muoz Morn
Universidad Complutense de Madrid
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L O S I N S U R G E N T E S D E M E Z C A L A (1812-1816)
pueblo los hay quienes se definen como nahuas (los menos), como cocas
(actualmente la denominacin oficial por parte de las autoridades agrarias) o,
simplemente, como indgenas (la mayor parte de la poblacin). Es importante
sealar desde el principio que Mezcala es la nica comunidad que se asume
pblicamente como indgena de la regin. Desde hace ya muchos aos posi-
blemente el siglo XIX los pueblos indgenas que hay en la ribera del lago de Cha-
pala han ido perdiendo sus tierras, as como amestizndose hasta perder su
condicin de indgenas. La adscripcin de los mezcalenses como tales indge-
nas, en una regin con dichas caractersticas, se sustenta en tres hechos fun-
damentales: su historicidad, es decir, la forma de interpretar y hacer uso de lo
que consideran su historia (sta se refleja especialmente en la existencia de
una ligazn permanente al territorio);3 sus prcticas rituales y sociales, que les dis-
tinguen de sus pueblos vecinos;4 y el rgimen de propiedad comunal que toda-
va poseen.
Adems, en Mezcala la identidad tnica viene marcada por la polisemia que
conlleva el ser indgena en el Mxico posrevolucionario. Indgena puede hacer
referencia a la comunidad indgena, una institucin agraria que se refiere a una
forma de propiedad, posesin y uso de la tierra. Pero puede referirse tambin
a la comunidad indgena como entidad tnicamente definida segn los crite-
rios oficiales que bsicamente ha sido el uso de un idioma indgena, y por
tanto sujeto de las polticas indigenistas del Instituto Nacional Indigenista (INI)
en el pasado, y ahora de la Comisin Nacional de Desarrollo de los Pueblos
Indgenas (CDI). Pese a su historia y su identidad, durante el siglo XX y lo que
va de XXI, los mezcalenses no han sido considerados tnicamente indgenas por
el Estado, aunque s en trminos agrarios. Pero ellos no distinguen entre las dos
acepciones, y hacen que un significado se sume y refuerce el otro.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
As, tras las reformas en los artculos constitucionales 4 y 27, cuando el ser
indgena en trminos agrarios ya no es una garanta para mantener la tierra, los
mezcalenses estn vindose a s mismos como miembros de un pueblo coca
al que ampara el reconocimiento constitucional de la diversidad y convenios
como el 169 de la OIT. En este contexto, las obras de reconstruccin de la Isla
con motivo del bicentenario propiciaron un conflicto entre la comunidad y una
serie de instituciones oficiales. La primera defendiendo su memoria y territorio,
las segundas argumentando el patrimonio nacional y la historia oficial. Salieron
as a relucir las diferentes versiones sobre los hechos y, con ello, los diferen-
tes proyectos de nacin que estn detrs.
5. La primera es la Relacin de la Isla de Mexcala por los Insurgentes Jos Santana y Pedro Nico-
ls Padilla, mandada realizar al primero de ellos el 17 de febrero de 1825 y publicada por Santoscoy
en 1890. Las segundas son los trabajos histricos realizados hasta el momento, principalmente el de
lvaro Ochoa, Los insurrectos de Mezcala y Marcos, y el de Carmen Castaeda, Los pueblos de la
ribera del Lago de Chapala y la Isla de Mezcala durante la Independencia (1812-1816), ambos
publicados en el ao 2006. Respecto a los ltimos, se usarn los registros etnogrficos as como
diversos testimonios sobre el acontecimiento, especialmente el de Leoncio Jacobo.
6. Van Young, Eric (1988). Islands in the Store: Quiet Cities and Violent Countrysides in the
Mexican Independence Era. En The Past and Present Society, 118, pp. 130-155.
7. Van Young, Eric (2006). La otra rebelin. La lucha por la independencia de Mxico, 1810-
1821. Mxico: Fondo de Cultura Econmica; y Van Young (2009). 1810-1910. Semejanzas y dife-
rencias. En Historia Mexicana, vol. LIX, N 1, pp. 389-441.
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L O S I N S U R G E N T E S D E M E Z C A L A (1812-1816)
en Puente Caldern muy cerca de esta zona. Esta adhesin suscit una pol-
tica represiva de los realistas hacia la poblacin local.8
Como consecuencia, en octubre de 1812,9 tras varias escaramuzas en los alre-
dedores de Mezcala, la poblacin repeli la tropa y se refugi en la Isla.10
Permanecieron en l [el cerro] tres das nicamente porque instruidos de que los
Comandantes Don Pedro Celestino Negrete y Don Manuel Pastor los iban a ata-
car en combinacin por distintos puntos y con fuerzas del todo superiores, pro-
yectando nuestros Patriotas ampararse de la naturaleza se embarcaron en poco
ms de 200 canoas y en reunin de mil hombres de este pueblo y del de San
Pedro Itxicn, y se situaron dentro del mar Chaplico en el islote nombrado de
Mescala.11
8. Castaeda, Carmen (2006). Los pueblos de la ribera del lago de Chapala y la Isla de Mezcala
durante la Independencia (1812-1816). Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco-Ayuntamiento
de Poncitln, pg. 62; Ochoa, lvaro (2006). Los insurrectos de Mezcala y Marcos: relacin crnica
de una resistencia en Chapala. Zamora, Mich.: El Colegio de Michoacn.
9. Santoscoy, Alberto (1890). Relacin de la Isla de Mexcala por los Insurgentes Jos Santana y
Pedro Nicols Padilla. Guadalajara: Instituto Jaliciense de Antropologa e Historia, pg. 30.
10. El acontecimiento de la Isla lo enmarcamos, entonces, dentro de sus movimientos popula-
res de los que habla Van Young, porque, como veremos a continuacin, parece poseer todas las
caractersticas comentadas.
11. Santoscoy, op. cit., p. 34.
12. Castaeda, op. cit., p. 68.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
la Isla, acabaron todas en derrota, bien por la imprevisin de stos, bien por los
ingeniosos y bien elaborados medios de defensa por parte de los indgenas.
Este valor qued demostrado cuando se les ofreci la rendicin, recogiendo
la memoria local la respuesta unnime ante la amenaza si no la aceptaban: Pues
que corra la sangre. Desde entonces, esta frase forma parte del repertorio comu-
nitario.
Conozcamos al respecto el testimonio de los mezcalenses contemporneos
que, por otra parte, no difiere mucho de lo recogido en las crnicas:
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epidemia que les asol y a la escasez de vveres, que cada vez les llegaban con
mayor dificultad por la fuerte poltica represiva de los realistas en la ribera. Como
bien afirma Leoncio Jacobo, el gobernador de Nueva Galicia era Jos de la Cruz,
quien estableci las bases de la rendicin con Santana. Cuatro fueron los prin-
cipales acuerdos a los que llegaron primero ste y, posteriormente Castellanos:
la reconstruccin de los pueblos ribereos arrasados en la contienda, entre ellos
Mezcala, que haba sido pasado bajo el fuego y destruido casi en su totalidad;
liberar a los mezcalenses de los aranceles parroquiales, restituir a Castellanos
como prroco de la regin, y a Santana darle el cargo de Gobernador de Mez-
cala y de San Pedro Itzican con grado de Teniente Coronel.13
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
S la conoca porque yo tambin pesqu. All en la isla. [...] Las ruinas que ahora
andan ponindolas para con turistas, estaban bien, no estaban destruidas [...]
Estaba bonito. No haba gente, estaba deshabitada la isla. Y ya despus, una vez
que fui, ya estaba todo destruido.14
14. Es importante sealar que la Isla posteriormente s estuvo habitada, como el mismo Chava
indica, durante un pequeo periodo del auge del chayote que se daba all.
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15. Adems de los textos de historiadores ya mencionados, se podran citar versiones novela-
das del acontecimiento, como Mezcala, la Isla Indmita, escrita por Manuel J Aguirre, o La Isla de
Mezcala. La gesta olvidada, de Salvador Navarro, publicadas en 1966 y 1999, respectivamente. Tam-
bin est el documental producido por TVUNAM con el mismo nombre de la primera novela.
16. Este nio nos dijo tener un conocimiento especial porque su to le haba platicado mucho
de la Isla, porque l tiene libros y todo y luego mero mero ah me platic.
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Figura 3. Plano de la Isla de Mezcala en 1812, elaborado por Santoscoy para su crnica.
versal. Barcelona: Crtica. 2003; y cuyos mximos representantes son, por ejemplo, Gilbert y Nugent,
Everyday Forms of State Formation. Revolution and the Negotiation of Rule in Modern Mexico. Duke
University Press. 1994, para la Revolucin de 1910 o Ana Mara Alonso, The Effects of Truth: Re-
presentations of the Past and Imagining of Community en Journal of Historical Sociology, vol. I,
nm. 1., pp. 33-57, 1988, para los movimientos postrevolucionarios del siglo XX y el ya citado Van
Young para la Independencia.
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21. El resultado de la investigacin histrica es el libro Los pueblos de la ribera del Lago de Cha-
pala y la Isla de Mezcala durante la Independencia (1812-1816), por Carmen Castaeda. Los resul-
tados arqueolgicos no han sido divulgados.
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La restauracin que han hecho estas autoridades ha sido a los edificios que se
construyeron en los aos posteriores a ese suceso [...] Las construcciones que s
se hicieron en ese momento [...] no son parte de de ese proyecto de restauracin
para los festejos del Bicentenario [...] Esto demuestra lo que ellos llaman restau-
racin para nosotros ha significado la destruccin de la historia y origen de nues-
tra comunidad.22
Pero incluso por encima de ello, la queja es que la Isla est en territorio
comunitario, es parte de la comunidad indgena y por tanto, el Comisariado y
la Asamblea son responsables de lo que en ella ocurre; pero las instituciones
22. El Pueblo Coca de Mezcala, una historia de lucha, trifoliar sin fecha.
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Nosotros estamos contentos de que se est trabajando para cuidar de ella (la Isla),
pues como decimos es el corazn de la comunidad, slo que no vemos bien que
quieran convertir nuestra historia en un negocio.24
Como incidente al presente acto los comuneros asistentes al presente acto mani-
festaron que dentro de los ttulos primordiales se encuentra la Isla de Mezcala
(Isla Indmita) terrenos que han posedo desde poca inmemorial, por lo cual
solicitan la pronta confirmacin de la citada Isla.25
Para la correccin del supuesto hubo que esperar ms de veinte aos, pero
as aparece en el deslinde definitivo de las tierras:
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ella el futuro de Mezcala slo puede pasar por su insercin a los circuitos turs-
ticos, por encima de una forma de posesin de la tierra que consideran atra-
sada.28
En este contexto, los comuneros se aliaron con un grupo de jvenes mez-
calenses que estn aportando nuevas legitimidades y estrategias de defensa
frente a las que consideran estas agresiones externas. El Colectivo Mezcala
haba ido surgiendo en los primeros aos del siglo, construyendo una base
ideolgica que supone una forma de adecuar la historia e identidad como
mezcalenses al zapatismo renacido tras 2001.29 A travs de su vinculacin a
espacios como el Congreso Nacional Indgena, apuestan por una idea del ser
indgena basada en pertenecer a un pueblo que tiene derechos polticos, por el
hecho de ser poblador ancestral de un territorio despus invadido y colonizado.
As, se recrea la identidad tnica ahora como Pueblo Coca y se da importan-
cia a los ancestros, la continuidad en el tiempo y en el espacio, la especificidad
histrica y la autonoma local. Adems, por su origen de izquierda, esta versin
del ser indgena, se relaciona con el ser pobre a travs del despojo y la vio-
lencia histrica, que se actualizan en el contexto contemporneo de globaliza-
cin neoliberal.30
Juntos, jvenes mezcalenses y comuneros censados pusieron en marcha
en 2007 la ampliacin del censo comunero, incorporando a gente de nueva
generacin, algunos de ellos, pertenecientes al Colectivo Mezcala.31 En 2010 la
ampliacin an no est resuelta por los eternos problemas legales, pero 80 per-
sonas al menos ya han sido admitidas como nuevos comuneros aunque no
puedan an participar en la toma de decisiones ni acceder a los cargos y ms
de 100 esperan su turno. De forma paralela, se ha elaborado un Estatuto Comu-
nitario, donde se regulan las funciones del Comisariado y sus relaciones con otros
rganos de gobierno como la Delegacin Municipal o los Jueces de Barrio, desde
28. El plan de uso del suelo asigna una serie de fracciones del territorio de Mezcala para zonas
turstico-hoteleras de densidad media y otras con el eufemismo de zonas habitacionales de den-
sidad media (Plan de Desarrollo Urbano del Centro de poblacin de Mezcala de la Asuncin,
Gaceta, Informacin con sentido. rgano informativo del Gobierno Municipal de Poncitln, n 2,
noviembre 2006).
29. Estamos hablando del zapatismo post-blico y post-chiapaneco que se difundi por el pas
en La Otra Campaa a partir de la 6 Declaracin de la Selva Lacandona.
30. En su tesis de licenciatura en Historia de 2008, titulada La comunidad indgena coca de
Mezcala, el sujeto de la historia en defensa de la tierra, Roco Martnez Moreno, la lder del joven
grupo, justifica la identificacin como indgenas coca, basndose en datos histricos y etnohistri-
cos.
31. Jvenes no significa que en su mayora tengan una media de edad baja. Algunos de ellos
estn en esos parmetros, como la principal impulsora del movimiento en la actualidad, Roco Mar-
tnez, de unos 25 aos. El resto estn en torno a los cuarenta o cincuenta aos.
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37. Tras la celebracin del 25 de noviembre de 2008, unos jvenes mezcalenses se quejaban de
que en vez de danzas locales, el Ayuntamiento de Poncitln haba trado un supuesto baile coreano
realizado por jvenes mestizas casi desnudas.
38. les hisimos grasia y mersed y donacion a estos naturales de la tierra, de esta Isla, que esta
dentro de las Aguas dulses de esta Laguna Chapalica donde estaba su Idolo, THONZTIL, y enseal
de esta posesin y ampara y Cabaron la Tierra, tiraron piedras y buyeron sus Aguas y quedan
dueos perpetuos de esta Isla, para su serviduimbre, Ttulo Original por la Real Autoridad de Nueva
Espaa, del Pueblo de Santa Mara de la Asuncin de Thollatln de Mescala. 25 del mes de marzo
del ao de 1530. No es el lugar apropiado para comentar las caractersticas especiales de los ttu-
los primordiales o virreinales. En lneas generales, podemos decir que todos son documentos rea-
lizados en el siglo XVIII como si hubieran sido redactados tanto en forma como en contenido en el
XVI. Por eso es comn que en ellos aparezcan errores de bulto, como en el de la comunidad de Mez-
cala, firmado por el virrey de Mendoza (en cuyo honor se ha puesto el nombre a la escuela de la
comunidad), cuando en las fechas que est firmado todava no era virrey de la Nueva Espaa, ya
que fue nombrado en abril de 1535.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
neros. Por tanto, no reconocen como vlida la autoridad comunitaria dentro del
espacio de la Isla y se ven con plena legitimidad para acometer cuntos pro-
yectos crean necesarios en el lugar, sin contar, no ya con la participacin del
Comisariado de Mezcala, si no, ni tan siquiera, con su permiso.
Como vimos, para estas instituciones el acontecimiento de la Isla de Mez-
cala no tiene el carcter local que s le conceden sus habitantes. Es la fecha de
2010 la importante, y no tanto la del 25 de noviembre. Es meramente anecd-
tico el hecho de que sucediera en Mezcala y de que estuvieran liderados por el
indgena Santana. La importancia la adquiere como representativo del carcter
nacional del periodo. La frase de los comuneros referida al mantenimiento de
la integridad del territorio gracias a unos ancestros indgenas que lo defendie-
ron con el mayor herosmo posible puede ser adoptada casi en los mismos tr-
minos por el INAH, por el Estado o por la Municipalidad. Ante el Bicentenario
de la Independencia porque aqu se encuentra la clave la heroicidad de unos
mexicanos da igual cules, pero si son pobres, humildes e indgenas, ms heroi-
cos defendiendo el territorio nacional frente a las huestes espaolas es lo
que adquiere importancia. Es la pica nacional frente la pica local que antes
hemos sealado.
Pero existe otra clave ms actual, y tiene que ver con la insercin de Mxico
en la economa global, y el lugar que se le asigna a lugares como Mezcala en
ese proyecto. Adems de exaltar la identidad nacional, el bicentenario ha de
servir para apoyar su maltrecha economa. El tirn turstico del Lago de Cha-
pala desde hace ya varias dcadas es el entorno ideal para explotar la Isla.
Por eso la necesidad de recuperar el conocimiento sobre lo sucedido encar-
gando estudios historiogrficos o de reconstruccin de las ruinas del lugar, inde-
pendientemente de si pertenecen al periodo o no. Desde el punto de vista
neoliberal de sus gobernantes, el patrimonio memorstico, arqueolgico, geo-
grfico e histrico se convierte en mercanca a la que sacarle rdito. Para el Ins-
tituto Nacional de Antropologa e Historia, el patrimonio ya no es aquello que
pertenece a todos los mexicanos por ser base de su identidad comn, sino que
la Isla de Mezcala al igual que los templos de Teotihuacan o Tulum es un
activo financiero, parte de un capital turstico que hay que explotar. Por eso
los mezcalenses dicen que no quieren que vendan su historia.
Conclusiones
Como hemos podido ver, el hecho de que en Mezcala se d la situacin an-
mala de que una comunidad indgena reivindique un hecho ligado a la inde-
pendencia, se debe a las acciones desarrolladas en su Isla en 1812-1816. Si bien
no fueron excepcionales, dentro de la participacin popular en la otra rebe-
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39. Es interesante sealar que Mezcala y Poncitln siguen el patrn comn en gran parte de
Mxico de la permanente disputa entre cabecera municipal mestiza y tenencia indgena. De tal
forma que Poncitln es a menudo culpabilizada desde Mezcala de todos aquellos males que his-
tricamente han sufrido, como pudimos ver en la historia de la gesta de la Isla, donde la cabecera
no slo provea a los realistas de vveres y personas, sino que tambin firm la Constitucin espa-
ola en los primeros momentos de la revolucin.
336 ndice
L O S I N S U R G E N T E S D E M E Z C A L A (1812-1816)
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LA HUELLA DE LAS HISTORIAS FILOSFICAS DE RAYNAL, DIDEROT, VOLTAIRE
O DE PAUW EN LA HISTORIOGRAFA COLONIAL ESPAOLA
Jos Luis Ego
Departamento de Filosofa. Universidad de Murcia
Resumen
Continuando con la tradicin intelectual que haba iniciado principalmente
Feijoo, una larga serie de filsofos e historiadores espaoles de la segunda mitad
del siglo XVIII y las primeras dcadas del siglo XIX vuelve al pasado americano
empendose en construir una historia colonial nacional que atesore la calidad
intelectual necesaria para hacer frente a las geniales obras de historiadores extran-
jeros como De Pauw, Voltaire, Raynal o Diderot, consideradas perjudiciales para
la reputacin internacional de la Corona espaola. Historiadores espaoles, como
Juan Pablo Forner, Juan Nuix o el Duque de Almodvar, y americanos, como
Clavijero, Veyta, Alegre o Molina, se apropian de la metodologa de las histo-
rias filosficas ilustradas en el trabajo de viva crtica a sus contenidos.
1. Introduccin
La presente comunicacin aborda la compleja relacin triangular que se esta-
blece entre Espaa, Amrica y Europa a propsito del desarrollo historiogrfico.
La historiografa o reflexin metahistrica que se produce en estas reas geogr-
ficas y culturales, favorecida por la carga filosfica que incorporan todas las
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. HERR, R., Espaa y la Revolucin del s. XVIII (1988). Madrid: Aguilar, p. 64.
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R AY N A L , D I D E R OT , VO LTA I R E O D E PA U W E N L A H I S TO R I O G R A F A E S PA O L A
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
cado en Europa desde que muri Tcito, hasta que los filsofos de estos lti-
mos tiempos le han restaurado en lo que han escrito.5
En efecto, los volmenes que llegan a Espaa con tantas dificultades, estn
inspirados por:
Esta filosofa moral pblica o de las naciones que retrata, no los hombres en
singular, sino las sociedades de los hombres; no las virtudes o vicios de los indivi-
duos, sino la excelencia o defectos de los gobiernos; no las relaciones del hombre
con el hombre, sino las de los estados con los estados; no la economa doms-
tica de una familia, sino la administracin econmica de una repblica o monar-
qua; ni la industria o comercio de un ciudadano, sino la industria o comercio de
muchas provincias sujetas a la direccin de una suprema autoridad.6
5. FORNER, J. P., Discurso sobre el modo de escribir y mejorar la historia de Espaa (1973).
Barcelona: Labor, p. 143.
6. Ibd., p. 139.
7. Ibd., p. 141.
8. HERR, R., Op. cit., p. 180.
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Sobre historias como las que siguen los modelos de Voltaire, unificando un
estudio de las costumbres, de las leyes, de la economa, de las acciones mili-
tares, etc., se apoyar un soberano que busque el conocimiento de sus estados
y sus gentes. Conociendo los vicios de la legislacin del pasado, evitar repe-
tirlos en su accin al frente del gobierno. Examinando en los libros la historia
y el carcter singular de los pueblos bajo su dominio evitar la promulgacin
de medidas que puedan dar pbulo a revueltas o ser causa de descontento.
Para Forner es esta historia general y rebosante de un gusto por la abstrac-
cin para el cual slo los ms grandes espritus estn capacitados, la que puede
ser
ndice 343
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Hablamos, por tanto, de una relacin triangular entre Espaa, la Europa ilus-
trada y la Amrica sometida, que conocer varias fases. Lo que en principio era
una visin de Amrica construida principalmente por Espaa a partir de las rela-
ciones de los muchos conquistadores, misioneros o cronistas que quisieron dejar
su testimonio de su paso por el que para ellos era un nuevo continente, se trans-
forma en el siglo de las Luces en una relacin en la que principalmente Fran-
cia y sus naturales, o los autores que entran dentro de su campo de influencia
cultural, llevan la voz cantante.
El pas galo vive una autntica fiebre ante la llegada de noticias de Amrica,
que se explica no slo por la curiosidad o el desire to understand some-thing
of the reality of the American continent as from a desire to reinforce some gene-
ral philosophical or scientific point, or to make some specific comment on Euro-
pean society or culture. In other words, America tended to be a convenient
means to an intellectual end.11
Los lectores de Rousseau, Voltaire, DAlembert, Diderot y otros filsofos ilus-
trados, por no citar ms que a autores de primersimo rango, saben de la impor-
tancia que la interpretacin de las noticias que se reciben desde Amrica juega
en el desarrollo de conceptos como el de estado de naturaleza, sociedad civil
o contrato social. Tal y como apunta Browning, los pueblos indgenas america-
nos, considerados pueblos jvenes y cercanos al estado natural original, son
estudiados con detenimiento, pero no siempre por s mismos. El carcter filo-
sfico de las preguntas que subyacen a las investigaciones de las ambiciosas
plumas de los philosophes desvirta totalmente la pretensin cientfica de inves-
tigaciones empricas que apuntan a irresolubles cuestiones morales como la
rousseauniana pesquisa acerca de lorigine et le progrs de la mchancet12 del
hombre.
Pese a su riqueza, no es sta la problemtica filosfica que aqu nos inte-
resa, sino el anlisis de las potencialidades que las mismas historias filosficas
ilustradas encierran. Se trata de una fuerza de atraccin que en la poca est
decantando el estado de la opinin de Europa sobre la accin de Espaa en sus
colonias americanas y a la que, con un cierto retraso, en las ltimas dcadas del
siglo XVIII y las primeras del XIX, los historiadores espaoles se incorporan para
una mejor defensa de la patria ofendida.
El relato de reputadas hazaas y heroicas conquistas, sobreabundantes en
el catlogo de escritos sobre Amrica de factura espaola en los siglos XVI y XVII,
ya no resulta creble ni tiene inters en Europa ms all de la vala que muchos
11. BROWNING, J. D., Cornelius de Pauw and Exiled Jesuits: The Development of Nationalism
in Spanish America, Eighteenth-Century Studies, Vol. 11, No. 3 (Spring, 1978), pp. 289.
12. ROUSSEAU, J. J., Lettre Monseigneur de Beaumont (1993). Lausanne: LAge dHomme, p. 88.
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13. DE PAUW, C., Recherches philosophiques sur les amricains (1990). Pars: Jean-Michel Place,
p. 317.
14. Filsofo, gegrafo, pionero de la antropologa, estudioso de la geologa, la zoologa y otras
ciencias naturales, Cornelius de Pauw (1739-1799) es un claro representante del modelo de phi-
losophe o savant de las Luces que toman la lengua y cultura francesas como herramientas de tra-
bajo y de difusin de sus escritos. As, las Recherches philosophiques sur les amricains fueron
publicadas originalmente en francs en 1768-1769.
15. DE PAUW, C., Op. Cit., p. 63.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
tran en los relatos de viaje han de dar paso a una historia de la dominacin colo-
nial de Amrica y a una historia natural de los americanos elaborada a partir de
criterios cientficos, tanto en lo que ha de ver con el orden de presentacin
de las materias, como en la seleccin de los eventos y hechos relatados, selec-
cionados y agrupados a partir de los principios filosficos o tesis que inspiran
el cuerpo de la obra.
En el caso de De Pauw, tal principio es el carcter determinante de un hipo-
ttico clima fro del continente americano en la degeneracin fsica e intelectual
de los seres humanos que habitan sus tierras. De Pauw selecciona informaciones
y testimonios, fuerza los hechos y rebate a otros autores con el objetivo de hacer
triunfar su tesis.
Los defectos de una obra escrita a partir de estas premisas son eviden-
tes, pero en todo caso constituyen una separacin del modelo de las histo-
rias picas y de gestas precedente, elaboradas por les premiers aventuriers
qui firent, aux quinzime et au seizime sicle, la reconnaissance des ctes de
lAmrique y que furent presque tous agits de la fureur den crire des relations
mensongres.16
As, de la misma forma en que el anlisis de las fuentes de De Pauw testi-
monia la preeminencia espaola en la elaboracin de crnicas sobre Amrica
en los siglos XV y XVI, por ser, de entre todas las recopiladas, las ms completas
y las que agrupan una mayor variedad de hechos, la lectura de su obra, incluso
considerando que no se trata tanto de una obra de historia propiamente dicha,
sino de un tratado de historia natural, nos permite hacernos eco del ocaso de
un modelo historiogrfico y del avance y consolidacin de otro, las historias
filosficas.
Adems de por la importancia acordada a la tesis central que orienta las
investigaciones, el nuevo modelo historiogrfico se caracteriza por la exhaus-
tividad en la recopilacin de las fuentes y por el anlisis crtico y contrastado
de los materiales que sirven como base a la propia investigacin. En palabras de
De Pauw, con su trabajo ha procedido a un
tude rflchie de toutes les relations qui mritent dtre tudies, nous a pro-
cur sur cette matire des claircissements qui ont manqu aux auteurs qui nous
ont dvancs dans cette carrire [...]. En profitant de leurs fautes & de leurs lumi-
res, nous leur rendons la justice qui leur est due.17
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La escasez del tiempo del que disponemos para la presentacin de esta comu-
nicacin nos obliga a ser breves. Indicaremos tan slo que estas nuevas carac-
tersticas de las historias filosficas, adems de su carcter multidisciplinar se
reflejarn en las historias americanas de la segunda mitad del siglo XVIII y pri-
meras dcadas del siglo XIX. Los trabajos de Raynal, criticados por sus ataques
al catolicismo o por su visin de unos pueblos americanos degenerados natu-
ralmente, no dejarn por ello de servir de modelo historiogrfico y de ins-
piracin metodolgica. No slo en Espaa, sino tambin en Mxico o Chile
encontrarn sus Recherches philosophiques continuacin y respuesta.
Obras como la Historia Antigua de Mxico de Francisco Xavier Clavijero
(1780) y la obra homnima que Mariano Fernndez de Echeverra y Veyta redacta
en las mismas fechas, la Historia civil y poltica de Mxico (1803) de Andrs Cavo
o la posterior Historia de la provincia de la Compaa de Jess de Nueva Espaa
de Francisco Javier Alegre (1841-1842) respiran este influjo metodolgico ilus-
trado que tanto cal entre los jesuitas expulsados de Mxico en 1767.
El Compendio de historia natural (1776), respuesta temprana del jesuita chi-
leno Ignacio Molina o las Reflexiones imparciales sobre la humanidad de los
espaoles en las Indias contra los pretendidos filsofos y polticos, para ilustrar
las historias de MM. Raynal y Robertson del cataln Juan Nuix, publicadas en
espaol en 1782, son ejemplos de la apropiacin que espaoles y novohispa-
nos hacen de la metodologa historiogrfica ilustrada para poder rebatir de forma
ms creble la visin histrica negativa que circula en Europa sobre la accin
colonial espaola.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Una de las mejores que han visto los tiempos modernos; su estilo prodigioso;
excelente su mtodo, curiosas, tiles, y las ms veces exactas sus noticias; pre-
ciosos los estados y tablas que presenta; y en fin un cuerpo de historia, de pol-
tica, de filosofa, de instruccin del comercio, el ms importante que hasta ahora
tenemos, y digno de interesar a todos.18
Aquel en el que el traductor, aun pudiendo querer ser fiel en conjunto al origi-
nal, lo somete a una labor de filtro y retoque para eliminar errores, y para supri-
mir o cambiar ideas que considera equivocadas o perniciosas (cuando no, para
evitarse problemas con la censura).20
No nos obligamos a traducir el original que nos gua; sino que abrazando gene-
ralmente su mtodo, escogemos el grano, arrancamos la zizaa, y aadimos las
conducentes noticias hasta el tiempo mismo en que escribimos, acompando-
las de aquellos conocimientos y discursos ms tiles y curiosos para el Pblico
a quien anhelamos servir.21
18. ALMODVAR, Duque de, Historia poltica de los establecimientos ultramarinos de las
naciones europeas (1784-1794), Madrid: Imprenta de Sancha. Tomo I, p. 7.
19. Ibd., p. 5.
20. URZAINQUI, I., Hacia una tipologa de la traduccin en el siglo XVIII: los horizontes del
traductor en LAFARGA MADUELL, F. y DONAIRE FERNNDEZ, M. L. (coords.), Traduccin y adaptacin
cultural: Espaa-Francia (1991), Oviedo: Universidad de Oviedo.
21. ALMODVAR, Duque de, Op. cit., Tomo III, p. VIII.
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5. Conclusin
Si por seguir la tesis de la ya clebre obra de Jos Rabasa, La invencin de Am-
rica. Historiografa espaola y formacin del eurocentrismo,26 Espaa inventa
Amrica con los testimonios directos de Coln, Corts y sus epgonos y con auto-
res como Las Casas o Gonzlez de Oviedo, que constituyen fuentes vitales para
la elaboracin de las historias americanas de los ilustrados franceses y afran-
cesados europeos, con el paso de los siglos, la derrota de la gestin que Espaa
hace de sus colonias y de su historia llevar a los historiadores de nuestro
pas y a los historiadores ilustrados novohispanos a tomar conciencia de las insu-
ficiencias de las historias picas y las crnicas para justificar un dominio colo-
nial espaol al que la Repblica de las letras europea seala con el dedo.
En adelante, los nuevos trabajos histricos se construirn dialcticamente,
en respuesta a las historias o las ideas que autores extranjeros han hecho circu-
lar sobre Espaa desde el siglo XVII. Como vimos, se da la circunstancia de
que los mismos escritores que han manchado con sus plumas venenosas la glo-
ria nacional, dando a la luz libros llenos de vituperios contra Espaa,27 son
admirados por el mtodo empleado en la confeccin de sus historias, que los
historiadores espaoles quieren imitar para construir una historia nacional rigu-
rosa que est en condiciones de competir con garantas ante las ingeniosas invec-
tivas de los extranjeros.
Los historiadores de mayor conciencia historiogrfica, como el ya aludido
Forner, se muestran decididos a remediar la ausencia de los historiadores espa-
oles de los escenarios de discusin europea durante el siglo XVII y durante una
buena parte del siglo XVIII, perodo en el que toda Europa se ha inundado de
una literatura que, en su opinin, es deficiente y maliciosa, construida sobre
lecturas de relecturas de autores como Las Casas o sobre simples mitos sin fun-
damento emprico alguno.
Lamenta as Forner que los monarcas espaoles y la Inquisicin, por el celo
puesto en la censura del testimonio del historiador nacional, hayan convertido
26. Disponemos de la edicin francesa, publicada como la inglesa (1993) antes que la versin espa-
ola del texto, que slo apareci en 2008. Linvention de lAmrique. Historiographie espagnole et for-
mation de leurocentrisme (2002). Pars: LHarmattan.
27. MASDEU, J. F., Historia crtica de Espaa (1783-1800). Madrid: Imprenta de Sancha, Tomo I, p. 1.
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cultural, se ve obligada a justificar, con las pocas armas de las que an dispone,
unas pocas y vigiladas plumas, su posicin como nacin multicontinental.
Estudiando las obras de los autores extranjeros para tomar en principio slo
el mtodo y algunos elementos tiles, las mismas ideas francesas y algunos pun-
tos de vista forneos sobre la conquista y la dominacin de Amrica irn calando
poco a poco en Espaa, que a finales del reinado de Carlos IV cuenta con ensa-
yistas como Blanco White,30 figura crtica e iconoclasta que hubiera parecido
una ensoacin si los Almodvar o Forner no hubieran actuado como prece-
dentes en las dos dcadas anteriores, caracterizadas como estoy sosteniendo,
por una maduracin de la conciencia historiogrfica espaola sin precedentes.
Espaa, poniendo como siempre en la balanza su doble filiacin y adscrip-
cin a las realidades geogrficas y culturales de Europa y Amrica, con respecto
a las cuales juega un doble papel de hija y madre, le debe a ambos continen-
tes el acceso de su historiografa a la mayora de edad en el perodo 1760-1830.
Si Amrica se presenta como un vasto teatro de las acciones que constituyen el
relato histrico, podemos decir que la Ilustracin europea ha sabido encontrar
un mtodo filosfico y, por ende, universal, para gestionar, ordenar y explicar
historias nacionales de pases como Espaa, en los que la historia patria se con-
funde con la historia mundial.
30. BLANCO WHITE, J. M., Conversaciones americanas y otros escritos sobre Espaa y sus Indias
(1993). Madrid: Ediciones de Cultura Hispnica.
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LAS RELACIONES EXTERIORES DE LA REPBLICA DOMINICANA EN VSPERAS
DE SU ANEXIN A ESPAA (1860-1861)
Luis Alfonso Escolano Jimnez
Archivo General de la Nacin, Santo Domingo (Rep. Dominicana)
Resumen
La compleja situacin de la Repblica Dominicana desde su independen-
cia de Hait en 1844 condujo al gobierno del general Santana a anexionar aquel
pas a Espaa en 1861. En el proceso que condujo a tal desenlace resulta
imprescindible analizar el papel desempeado por los representantes diplo-
mticos acreditados en Santo Domingo, y de forma particular los de Gran Bre-
taa, Francia, Espaa y Estados Unidos. En este trabajo se aborda la gran con-
fusin existente a lo largo del ao que precedi a la anexin, as como la
rivalidad internacional que operaba en numerosas direcciones, a menudo fruto
de rumores que se difundan sin un fundamento slido y que alarmaban a las
diversas potencias con intereses en juego. El gobierno espaol acept la ane-
xin de un territorio que por su posicin geoestratgica entre Cuba y Puerto
Rico poda convertirse en una amenaza para dichas islas si fuera ocupado por
los Estados Unidos, de modo que a partir de 1860 increment rpidamente su
influencia sobre el ejecutivo de Santo Domingo. ste se vio as apoyado frente
a sus propios enemigos exteriores e interiores, pese al evidente disgusto que
la posibilidad de la anexin, e incluso de un protectorado, causaba a Gran
Bretaa y a los Estados Unidos, y en mucha menor medida a Francia.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Con la anexin de Santo Domingo a Espaa, que tuvo lugar entre 1861 y
1865, concluye el perodo conocido en la historiografa dominicana con el nom-
bre de Primera Repblica, cuyo inicio coincide con la independencia domini-
cana frente a Hait, proclamada en febrero de 1844. Dicha etapa se caracteriza
por la permanente voluntad de los dos presidentes que ocuparon el poder la
mayor parte de esos aos, Pedro Santana y Buenaventura Bez, de obtener
la proteccin de alguna potencia extranjera. Durante la ltima presidencia de
Santana, en particular entre 1860 y 1861, el gobierno dominicano aceler las
gestiones encaminadas a tal fin, para lo cual pudo contar en todo momento con
la colaboracin del cnsul de Espaa en Santo Domingo. Esta circunstancia per-
miti al ejecutivo dominicano actuar de forma expeditiva pese a la actitud recelosa,
cuando no abiertamente opuesta, que mantenan tanto Gran Bretaa como los
Estados Unidos, y en menor medida Francia, frente a la posibilidad cada vez ms
prxima de la anexin o de un protectorado espaol sobre Santo Domingo.
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L A S R E L AC I O N E S D E L A R E P B L I C A D O M I N I C A N A
si dado que tanto Gran Bretaa como Francia tenan la calidad de nacin ms
favorecida por sus respectivos tratados con la Repblica Dominicana, deba
requerir del gobierno de sta parecidas muestras de regocijo en el futuro, con
ocasin de las victorias que obtuviese el ejrcito britnico. El representante de
Gran Bretaa seal que su colega francs tambin haba consultado esta cues-
tin a su gobierno. Por supuesto, el Foreign Office consider ridculo exigir a
un estado neutral que se alegrara por los triunfos de otro pas en la guerra, 3
ya que la insensatez de semejante planteamiento no poda pasar inadvertida en
Londres. Este asunto, aunque anecdtico en apariencia, da una idea del grado
que haban alcanzado los recelos hacia Espaa, sobre todo por parte de Hood,
quien se escudaba a menudo en Saint Andr, como hizo en este caso, para jus-
tificar una actitud a todas luces insostenible.
Por su parte, el cnsul de Espaa en Santo Domingo, Mariano lvarez,
subray con el mayor nfasis la importancia del hecho en su respuesta a la nota
del ministro Ricart, y le indic que comunicara inmediatamente al ministro de
Estado la prueba espontnea de espaolismo que el gobierno dominicano
haba dado en esos momentos a la madre patria. Es ms, el cnsul asegur que
toda la Nacin Espaola, cuando tuviese conocimiento de tan grande demos-
tracin, la aplaudira con jbilo, al ver que cada da se estrechaban ms y ms
sus relaciones con sus antiguos hijos.4 Al poco tiempo, cuando llegaron a la
ciudad de Santo Domingo las noticias de las nuevas victorias alcanzadas por las
tropas espaolas en frica, y de los preliminares de paz que se haban ajustado
como consecuencia de esos triunfos, el ministro de Relaciones Exteriores vol-
vi a felicitar a lvarez. Ricart le asegur que la Repblica Dominicana, Nacin
libre y soberana, tomaba una parte tan viva en todo lo que contribuyese al
engrandecimiento y gloria de la Espaa, como cuando no era ms que una de
sus ms fieles colonias.5
El tono entusiasta de estas palabras no deja lugar a dudas acerca del estado
en el que se encontraban las relaciones hispano-dominicanas. As se deduce
igualmente del contenido de un despacho que dirigi el agente espaol en Santo
Domingo al ministro de Estado, en el que aparte de transmitir la felicitacin del
gobierno de la Repblica al de Espaa, le indic que tan sinceras muestras
de adhesin y simpata aumentaban cada vez ms. Segn lvarez, el motivo
3. The National Archives, Londres (en adelante: TNA), FO 23/41, Hood-Russell, Santo Domingo,
12 de marzo de 1860.
4. Archivo General de la Nacin, Santo Domingo (en adelante: AGN), RREE, leg. 14, expte. 5, lva-
rez-ministro de Relaciones Exteriores de la Repblica Dominicana, Santo Domingo, 6 de marzo
de 1860.
5. AGA, AAEE, 54/5225, n 6, Ricart y Torres-cnsul de Espaa en Santo Domingo, 23 de abril
de 1860.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
6. Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperacin, Madrid (en adelante: AMAE),
fondo Correspondencia, subfondo Consulados, serie Repblica Dominicana, legajo H 2057, lva-
rez-ministro de Estado, Santo Domingo, 4 de mayo de 1860. (Los documentos de este legajo en ade-
lante se citarn: AMAE, H 2057).
7. TNA, FO 23/41, Hood-Russell, Santo Domingo, 4 de abril de 1860. (El subrayado es del origi-
nal).
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intentaba por parte del Ejrcito investir a Santana con la dictadura, y que para
combatir tan perjudicial proyecto haba hecho entender con toda seriedad al
vicepresidente y al resto del gobierno que l se opona a semejante disparate,
ya que provocara una guerra civil e incluso la cada de Santana. Alfau, los minis-
tros, el presidente del Senado y otras autoridades superiores fueron a ver al cn-
sul de Espaa, y convinieron con ste en todas sus apreciaciones respecto a
las fatales consecuencias que traera consigo una dictadura, por lo que haban
trabajado sin descanso para que el plan no se llevara a efecto. As pues, las
tropas y milicias fueron despachadas inmediatamente hacia sus respectivos luga-
res de origen. lvarez se entrevist con el propio presidente, a quien alert
de los peligros a los que se exponan tanto l como la Repblica si tal cosa
se realizase, y usando un lenguaje bastante enrgico le hizo entender que
no contara para nada con su apoyo si el proyecto de la dictadura llegaba a
ponerse en marcha. Al or estas palabras, Santana dio a lvarez toda clase de
seguridades, y le dijo que l se opona al mencionado plan y que esperaba todo
de Espaa, sin cuyo apoyo pensaba que no poda funcionar la cosa pblica.
El presidente le manifest tambin que los pueblos estaban cansados de la mala
administracin de justicia y de otros abusos en los dems ramos, y que por ello
queran investirlo de una autoridad absoluta, creyendo que de ese modo se
pondra coto a tales desmanes. El agente respondi a Santana que el reme-
dio era peor que la enfermedad, y que con la decidida proteccin de Espaa
y los esfuerzos de todos el pas podra organizarse slidamente por las vas
pacficas y constitucionales sin necesidad de recurrir a medios tan violentos
como reprobados. Al despedirse, el presidente asegur a lvarez que no se
hara nada sin participacin y consentimiento del gobierno espaol, hacia el
que se mostraba muy agradecido, tal como seal el diplomtico,12 pero sin
dar ms explicaciones acerca de los motivos por los cuales Santana senta tanto
agradecimiento.
Pese a que se trataba de una clara injerencia en los asuntos internos de otro
pas, Caldern Collantes, el ministro espaol de Estado, dio su aprobacin a
la conducta de lvarez. Es ms, Caldern insisti en la conveniencia de que el
agente siguiese influyendo para que los poderes de la Repblica Dominicana
se ejercieran dentro de los lmites de la legalidad, siempre que fuese compa-
tible con la seguridad de aqulla, y le advirti de que esa influencia no deba
percibirse, para no excitar la rivalidad de los dems Cnsules de las Naciones
amigas. El ministro tambin hizo saber a lvarez que Espaa continuara pro-
tegiendo a la Repblica Dominicana, y contribuira a que aumentara la pobla-
cin espaola como medio seguro de promover su prosperidad y de asegurar
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16. J. W. Cortada, Two nations over time. Spain and the United States, 1776-1977, pp. 69-77.
17. J. W. Cortada, Spain and the American Civil War: Relations at Mid-Century, 1855-1868,
pp. 32-33. El autor cita el despacho Buchanan-Russell, Madrid, 8 de mayo de 1860.
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por tierra hasta la capital. Pelez dijo al agente de Gran Bretaa que iba direc-
tamente a Puerto Rico, pero que haba cambiado de ruta para pasar por la Rep-
blica Dominicana, aunque poco ms tarde Hood oy que aqul regresaba a
La Habana con Ricart y lvarez. En ltimo lugar, el representante britnico seal
que segn sus informaciones, como consecuencia de la presunta interferencia
espaola en los asuntos dominicanos, en Santiago y en Puerto Plata reinaba un
gran descontento, sobre todo entre los negros, que pensaban, o se les haba
hecho pensar, que la intencin del gobierno era entregar el pas a Espaa y res-
tablecer la esclavitud.18
Algunos das antes de su salida, lvarez, el general Pelez y el ministro de
Relaciones Exteriores fueron a Los Llanos para entrevistarse con Santana. A pesar
de esto, el gobierno dominicano continuaba asegurando que el objetivo del
viaje de Ricart era simplemente obtener un prstamo en Cuba, que el cnsul de
Espaa iba a La Habana en viaje de recreo, y que los dems se marchaban
por una mera coincidencia,19 debido a la oportunidad que les brindaba la salida
del barco.
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les estaban volviendo otra vez a lo mismo, en referencia a los hechos de 1856,
cuando la agencia comercial y la bandera norteamericana fueron groseramente
insultados. Por ltimo, el agente mencion las palabras de alguien que haba
dicho que no vivira en un pas que estuviese gobernado por Espaa, lo cual
fue suficiente para que se le enviase su pasaporte invitndolo a abandonar
de inmediato el pas. Este incidente sirvi a Elliot para afirmar que en esos
momentos nadie se atreva a hablar, ni tan siquiera en su propia casa, ya que
l se haba limitado a comentar que una repeticin de las escenas del 56 no
sera pasada por alto de nuevo, lo que lleg a conocimiento del gobierno domi-
nicano. Pese a todo, el agente comercial dijo no saber de qu se le acusaba,
pero s tena claro que William Cazneau, el agente especial de los Estados
Unidos en la Repblica Dominicana, era enemigo suyo y estaba involucrado en
el asunto.20
En su edicin del 5 de agosto, El Correo de Santo Domingo, cuyo principal
responsable era el capitn del ejrcito espaol Jos Mara Gafas, public un edi-
torial en el que se refera a los Estados Unidos como el refugio de todos los cri-
minales del mundo entero, lo que dio lugar a que Elliot siguiera criticando sin
tacto la poltica de Santana. En cuanto a sus sospechas sobre Cazneau, el agente
comercial estaba en lo cierto, pues aqul escribi a Cass el 10 de septiembre
para informarle, desde luego con cierta dosis de exageracin, de que Elliot haba
contrado tal hbito de intemperancia que no poda desempear dignamente
su puesto. Segn Cazneau, el agente comercial haba lanzado arengas sedicio-
sas desde su balcn, en los tonos ms estentreos, incitando a la gente de color
contra el gobierno dominicano y ofreciendo guiar a los negros a matar a los
isleos de Canarias llegados desde Venezuela, ya que Elliot les aseguraba que
stos pretendan esclavizarlos. Sumner Welles sostiene que, a juicio de Cazneau,
cualquier persona que expresase sus simpatas hacia la raza de color [...] no
serva para desempear el puesto de representante consular (sic) de los Esta-
dos Unidos. Ms interesante an resulta la afirmacin de dicho autor en el sen-
tido de que el secretario Cass comparta la opinin de Cazneau, y apoya su
aserto en el hecho de que pocos das antes de dimitir, aqul design como sus-
tituto de Elliot a William Richmond, que era un protegido del senador por Lui-
siana, John Slidell. Sin embargo, sus vnculos con los confederados hicieron que
el presidente Lincoln revocara el nombramiento de Richmond, antes de que ste
partiese hacia Santo Domingo. La clara animadversin de Welles por Cazneau,
quien desde luego no era un modelo de prudencia diplomtica, al igual que
Elliot, lo lleva a afirmar que durante los meses anteriores a la anexin el agente
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21. S. Welles, La via de Naboth. La Repblica Dominicana 1844-1924, vol. I, pp. 202-204.
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para juzgarlas merecedoras de todo crdito, pero ello no obsta para que el
gobierno de los Estados Unidos las tuviese en cuenta, ms an dado el preocu-
pante tenor de tales noticias. Como es lgico, adems de los agentes comercial
y especial norteamericanos en Santo Domingo, tambin enviaban sus infor-
mes al ejecutivo de Washington los representantes de ste en Madrid y La Habana.
As, Thomas Savage, vicecnsul general de los Estados Unidos en esta ltima
ciudad, remiti a Cass varias comunicaciones, fechadas entre agosto y noviem-
bre de 1860, en las que anunciaba que el gobierno espaol haba autorizado al
capitn general de Cuba a facilitar a Santana armas y equipo para defenderse
de los haitianos, as como un prstamo. Charles Hauch seala que esta auto-
rizacin de ODonnell vena prcticamente a ratificar las acciones que Serrano
haba ejecutado ya, toda vez que desde agosto de 1860, si creemos a la oficina
consular norteamericana en La Habana, se estaban introduciendo en la Rep-
blica Dominicana hombres y materiales de Cuba y Puerto Rico.23
Sin embargo, tan alarmantes informaciones no obtuvieron respuesta alguna
por parte del secretario de Estado, y Charles Tansill afirma con irona que los
intereses norteamericanos fueron confiados a la sensible compasin de un rgi-
men que haba dado pruebas inequvocas de su hostilidad profundamente arrai-
gada hacia todo lo americano,24 en clara alusin a Espaa.
Lo cierto es que si el gobierno de los Estados Unidos omiti dar a Cazneau
instrucciones acerca de la actitud que deba asumir con respecto al protecto-
rado espaol, no faltan razones de orden interno que expliquen esa momen-
tnea negligencia, relacionadas con la inminencia de un cada vez ms proba-
ble conflicto blico entre los estados del norte y los del sur. En efecto, la campaa
electoral norteamericana se encontraba en su mximo apogeo, de modo que el
inters predominante de los partidos polticos, que pasaba por alcanzar el triunfo
en las presidenciales, haba paralizado toda maniobra o accin de la tendencia
expansionista del Destino Manifiesto que los distrajese de la lucha por el poder.
Tras ganar las primarias del partido republicano a William H. Seward, Abraham
Lincoln deba enfrentarse al candidato de los demcratas del norte, el impe-
rialista Stephen A. Douglas, as como al de los demcratas esclavistas del sur,
John C. Breckinridge, por lo que las prximas actividades de la poltica expan-
siva quedaron supeditadas a esta coyuntura. No obstante, cuando tom pose-
sin como nuevo presidente de los Estados Unidos, en marzo de 1861, Lin-
coln nombr secretario de Estado a Seward, el ms grande abogado y profeta
de la expansin territorial que jams haya ocupado ese puesto, en palabras de
23. C. C. Hauch, La Repblica Dominicana y sus relaciones exteriores 1844-1882, pp. 117-119.
24. C. C. Tansill, The United States and Santo Domingo 1798-1873. A chapter in Caribbean diplo-
macy, p. 212.
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John Holladay Latan. Este autor tambin sostiene que, en 1860, Seward haba
vislumbrado en las convulsiones que estaban despedazando a las repblicas
hispano-americanas, y en su rpida decadencia y disolucin, la etapa prepara-
toria de su reorganizacin como miembros iguales y autnomos de los Estados
Unidos. Una de las primeras decisiones que adopt fue comunicar a Cazneau,
el 11 de marzo de 1861, que considerase terminadas sus funciones oficiales y
regresara a los Estados Unidos, medida con la que aqul no estaba abando-
nando el inters norteamericano en la Repblica Dominicana, sino ms bien
todo lo contrario. De hecho, ese mismo da, Seward redact las instrucciones
destinadas a orientar la misin de un nuevo agente especial, que debera sus-
tituir a Cazneau.25
Por su parte, el representante de Espaa en Washington, Gabriel Garca Tas-
sara, indic al capitn general de Cuba que no poda decirle nada seguro sobre
las verdaderas disposiciones del gobierno de los Estados Unidos. Acto seguido,
el plenipotenciario aadi que haba llegado a la capital norteamericana una
correspondencia de Puerto Plata, en la que se anunciaba en los trminos ms
positivos que el protectorado espaol era una cosa decidida. A pesar del clima
de excitacin reinante en esos momentos, se haba hablado del asunto en varios
crculos y Tassara consideraba indudable, por lo que all se haba dicho sobre
los planes de Espaa en la Repblica Dominicana, que tal cuestin haba lla-
mado la atencin del ejecutivo de Washington y tal vez estaba influyendo ya en
el estado de cosas de aquel pas. A juicio del diplomtico, era posible que se
hubieran pedido o se pidieran al respecto explicaciones al gobierno espaol,
por medio del agente de los Estados Unidos en Madrid, pero afirm que a l
no se le haba comentado nada sobre ese particular.26
25. E. Apolinar Henrquez, Anotaciones del traductor, en Dexter Perkins, La cuestin de Santo
Domingo, 1849-1865, pp. 65-434; vanse pp. 299-302. El autor sigue en parte a Henry Merritt Wris-
ton, Executive Agents in American Foreign Relations, pp. 458-459, y a John Holladay Latan, A
history of American foreign policy, p. 418, pero no indica las ediciones de estas obras. (La cursiva
es de E. Apolinar Henrquez).
26. AGA, AAEE, 54/5225, n 9, Garca Tassara-capitn general de Cuba, Washington, 20 de noviem-
bre de 1860.
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haba determinado apoderarse de la isla, y que para lograr ese objetivo se esta-
ban gastando o prometiendo grandes sumas de dinero.28
Hood tambin comunic a Russell que, durante un reciente viaje por el pas,
haba notado en todas partes un sentimiento muy fuerte contra los espao-
les, y que la excitacin se haba llevado tan lejos que estaba seguro de que la
menor excusa servira para provocar el estallido de una insurreccin, de las
caractersticas ms alarmantes. El cnsul de Gran Bretaa haba estado inten-
tando descubrir qu intereses llevaban a Espaa a entrometerse en la poltica
dominicana, pero no pudo encontrar nada ms que consecuencias de una natu-
raleza muy seria para ella. Por consiguiente, aqul se haba visto obligado a
buscar en otra parte una explicacin de tan anmala conducta, y pensaba que
haba encontrado algn indicio a este respecto. As, tanto del lenguaje y del
comportamiento de su colega francs, quien segn Hood siempre tena a punto
alguna excusa creble para los actos de las autoridades espaolas, como del
carcter de algunas instrucciones de su gobierno que haba visto, aqul dedujo
que Espaa no actuaba en este asunto como protagonista, sino como un agente.
A juicio del representante britnico, exista algn acuerdo secreto entre Francia
y Espaa por el cual, despus de que sta obtuviera la posesin de la Repblica
Dominicana, la transferira a Francia, momento en el que la baha de Saman
se fortificara, con lo que se convertira en la llave de las Antillas y el golfo de
Mxico. Hood coment que no era un proyecto nuevo, sino que aos atrs ya
se haba intentado hacer algo similar, pero fracas. Sin embargo, y a pesar de
todo lo que llevaba expuesto, al final de su despacho el diplomtico confes
con franqueza que slo se trataba de meras conjeturas, dado que era absolu-
tamente imposible llegar a una conclusin en la que se pudiera tener plena con-
fianza.29
Estas ltimas palabras de Hood no dejan lugar a dudas sobre la enorme con-
fusin existente poco ms de dos meses antes de la fecha en que se proclam
la anexin de Santo Domingo a Espaa. La coincidencia entre aqul y Cazneau
acerca de la versin relativa a un supuesto pacto hispano-francs revela asi-
mismo que las rivalidades operaban en mltiples direcciones, e incluso de forma
entrecruzada, a menudo fruto de rumores que se difundan sin un fundamento
slido y que alarmaban lgicamente a los diversos gobiernos con intereses en
juego.
No obstante, en Londres se consider que la mencionada conjetura era muy
probable, y que podra resultar necesario dar algunos pasos para frustrarla, toda
vez que esos planes se vean por entonces como un verdadero misterio. Por
28. Ibdem.
29. Ibdem.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
30. Ibdem. Se trata de un apunte, sin firma, en el que aparece la fecha 12 de febrero de 1861.
31. Ibdem, Russell-Hood, Londres, 31 de enero de 1861 (minuta).
32. Ibdem. Es un apunte, sin firma, fechado el 26 de enero de 1861.
33. Ibdem, Hood-Russell, Santo Domingo, 20 de enero de 1861.
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35. Ibdem, Dvila Fernndez de Castro-cnsules de Gran Bretaa y Francia en Santo Domingo,
Santo Domingo, 17 de enero de 1861. (Es copia. Los subrayados son del propio documento).
36. Ibdem, Hood, Zeltner-ministro de Relaciones Exteriores de la Repblica Dominicana, Santo
Domingo, 18 de enero de 1861. (Es copia).
37. Ibdem, Hood-Russell, Santo Domingo, 1 de febrero de 1861.
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374 ndice
FORJANDO LA CARA DEL IMPERIO. LOS ARQUITECTOS DEL EMPERADOR MAXIMILIANO
(1864-1867)
Nizza Santiago Burgoa
Doctorando. Universit Paris Sorbonne-Paris IV
El trgico desenlace del Segundo Imperio en Mxico tuvo por efecto pro-
longado la creacin y el reforzamiento de mitos y omisiones que marcaron el
curso de la historia nacional. En efecto, el mutismo que imper tras la victoria
de la Repblica juarista y la dispersin de las fuentes del imperio cuando ste
sucumbi, participaron sin duda al desinters por restablecer ciertos aspectos
de su historia. Asimismo, la fuerte institucionalizacin y el sentimiento naciona-
lista que procedieron a la revolucin de 1910 indujeron a la reprobacin de los
smbolos del poder del perodo anterior. De modo que la arquitectura deci-
monnica y en particular la de mediados de siglo, encarn una memoria inde-
seada.
No es sino a partir de la dcada de los 80 que los especialistas en la mate-
ria demuestran un verdadero inters por indagar en las fuentes del siglo XIX. Sin
embargo, las prdidas materiales acumuladas durante la primera mitad de siglo
orientaron la revisin histrica de dichos monumentos en el sentido nico del
porfiriato. A casi tres dcadas de este movimiento reevaluador, generado indis-
cutiblemente por el reforzamiento de las leyes de proteccin patrimonial,
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
y como resultado de una mayor accesibilidad a las fuentes del Segundo Impe-
rio, consideramos que es tiempo de examinar ciertos aspectos del legado arqui-
tectnico de Maximiliano.
1. Posteriormente llamado Maxing, este modesto pabelln de estilo suizo corresponda al gusto
personal del joven archiduque. Fue construido cuando este tena 17 aos, en las cercanas del
parque imperial de Schnbrunn, siendo destruido posteriormente. NB, n inv. PORT_00049660_01.
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En lo general los Paseos han sido abandonados por mucho tiempo a la destruc-
cin, y adems de las obras ejecutadas primitivamente para fundarlos, el arte casi
nada ha hecho para conservarlos ni menos para embellecerlos, con las solas excep-
ciones de la fuente central de la Alameda, que se hizo en 1852, de las dos cons-
truidas en 1862 en sus glorietas San Diego y Santa Isabel, y la colocacin de la
estatua del Rey D. Carlos IV de Espaa en la primera del Paseo. (Azcarate, 1864:
161-174)
6. Extracto del discurso del Emperador al Ayuntamiento de Orizaba el dia 31 de Mayo de 1864.
AKMVM-HHStA, K12, F 7, II, N 6, Fol. 70r.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
7. Tras la cada del imperio, esta va sera denominada la Calzada Degollado. Hoy Avenida de
la Reforma.
8. Coleccin Academia de San Carlos-ENAP, PI-IV G-9 A, nm. Inv. 08666109.
9. Se trata de la estatua ecuestre de Carlos IV (El Caballito). Obra del escultor y arquitecto Manuel
Tols (1803).
10. En su texto, Esther Acevedo comenta asimismo que una vez terminado el trazo se con-
trat a los hermanos Agea por la cantidad de 90.000 pesos. En efecto, Juan y Ramn Agea, como
arquitectos-socios durante el Segundo Imperio, realizaron diversos proyectos para el emperador;
sin embargo, la nica obra concluida fue la creacin de las escaleras del Palacio Nacional (1864-
1867). No obstante, Katzman atribuye a Ramn Agea un proyecto para la capilla imperial en el Alc-
zar de Chapultepec (1866); el estanque del patio de los colegiales y composturas en el Colegio de
Minera (1866), y el trazo de la calzada de Chapultepec por orden de Maximiliano.
11. Arquitecto e ingeniero civil, Eleuterio Mndez, se gradu en la Academia de San Carlos en
1860. Intervino en el concurso de monumento a la Independencia de la Plaza Principal (1863); cons-
truy la cubierta de madera de la Cmara de Diputados en el Palacio Nacional (1864); Subdirector
de obras bajo la direccin de Ramn Rodrguez Arangoiti.
12. Kunstwollen fue una nocin desarrollada posteriormente por el historiador del arte Alos
Riegl (1858-1905) en su clebre obra El culto moderno de los monumentos (1903).
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13. Discurso pronunciado por S.M. el Emperador en la Academia Mexicana de Ciencias y Lite-
ratura el 6 de julio de 1865. AKMVM-HHStA, K12, Fascicule 7, II, N 30, Fol. 132r- 134r.
14. Se trata de un borrador. AKMVM-HHStA, K16, - Fol. 678r - 682v (s/f).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
15. El arquitecto Ramn Rodrguez Arangoiti (1830-1882) fue alumno del Colegio Militar de Cha-
pultepec durante la intervencin americana de 1847. Adquiri en 1855 el ttulo de Doctor en Mate-
mticas en la Universidad de Roma y regres a Mxico como primer arquitecto imperial. Intervino
en el concurso de 1864 para Monumento a la Independencia en la Plaza Mayor, obteniendo el pri-
mer premio, elabor diseos para el monumento a Coln en el Paseo de la Reforma (1865); hizo
transformaciones en el Palacio Nacional (1865); y en el Alczar de Chapultepec proyect la cons-
truccin de un museo chino, una entrada monumental, el edificio del cuerpo de guardia, la capilla
de una cochera para Maximiliano (1865-1866); as como el arreglo de la Plaza Mayor (1866).
16. El proyecto del Monumento de Independencia es uno de los primeros concebidos por el
joven emperador al llegar al pas. 21 proyectos responden a la convocatoria de 1864, pero nin-
guno de ellos se selecciona. El proyecto ser otorgado a Rodrguez Arangoiti el 16 de septiembre
de 1865.
17. A este respecto encontramos la concesin dada a Guillermo Lloyd para que ste se hiciera
cargo del abastecimiento de gas en el imperio. Cf. AGN Fondo Segundo Imperio (136), Galera 5,
Acervo 49 y 50, Caja 3, Exp. 50: Decretos sobre concesin a Guillermo Lloyd para establecer fbri-
cas de gas, expedidos por el Gabinete del Emperador (3 de agosto de 1865-17 de agosto de 1866).
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los Sres. Schaffer y Grube, los de parques y jardines del Alczar de Chapulte-
pec. En Cuernavaca, los Sres. Gnner, Kaiser y Knechtel se haran cargo de la
realizacin de obras y compra de terrenos. Los apuntes generales ponen nfa-
sis en las necesidades imperantes del proyecto:18 entre ellas se requera una ley
de expropiacin (como en Pars y Viena); una ley general de ornato para las
casas de la capital, regida por el Ayuntamiento; una compaa para gas, agua y
electricidad; un reglamento riguroso para los paseos pblicos (para evitar su
deterioro). Por ltimo, se comisiona a los Sres. Rodrguez, Kaiser, Grube, Sojo,
Norea, Rebull y Hoffmann para la elaboracin de un repertorio arquitectnico19
comn destinado a los edificios pblicos.
18. La versin final de este plan se establece el 21 de junio de 1866, en Cuernavaca. Cf. AKMVM-
HHStA, K16, 7i. Fol. 684r 687v.
19. El reporte de dicha comisin fue firmado por todos los miembros y lleva fecha del martes
26 de junio (1866). Cf. AKMVM-HHStA, K16, Fol. 717r /v, 718.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
hizo notar por sus mritos20 en la Academia Imperial y no tard en ser solici-
tado por el emperador (Romero, 2000: 47). Su nombramiento casi inmediato
como director de obras de la Casa Imperial, le vali incluso ciertas fricciones
dentro del crculo acadmico, en particular, con el destituido Lorenzo de la
Hidalga.
Para entender la sobrecarga de trabajos que durante este breve perodo
pudieron recaer sobre un solo arquitecto (como en el caso de Rodrguez y de
Kaiser), es necesario tomar en cuenta que el ramo de la construccin en Mxico
contaba con pocos recursos humanos en esa poca. En el acta expedida en
mayo de 1864 por Jos Fernando Ramrez, director general de la Academia de
Nobles Artes de San Carlos, se autoriza a slo 20 arquitectos, 17 ingenieros y
9 maestros de obras a ejercer sus profesiones en todo el imperio.21 Teniendo en
cuenta que algunos de ellos se encontraban en fin de carrera y que ms de la
mitad acababa de concluir sus estudios, pocos eran aquellos que por experien-
cia podan satisfacer enteramente las necesidades imperiales. Es por esta razn
que los nombres de arquitectos coincidan en una y otra obra, y que los plazos
de conclusin de obras tendan a alargarse.
En la actualidad, la mayora de los planos y dibujos ejecutados durante el
segundo imperio se conservan en la coleccin de la Mapoteca Orozco y Berra
del Instituto de Geografa y Metereologa de Mxico. Entre las firmas recurren-
tes de dichos documentos aparecen las de Rodrguez Arangoiti, Kaiser, Hoff-
mann, Suban, Schafmann (estos ltimos, maestros de obras) y la del prefecto
Schaffer. Tambin se conocen otros nombres gracias a los reportes expedidos
semanalmente por la casa civil y militar del imperio, hoy en el archivo de Viena.
Estos nos permiten ver que los trabajos en Chapultepec estaban bajo la super-
visin del ingeniero Guimbarda, del maestro de obras Mller y del jardinero
Grube.22
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Con profunda sorpresa hemos sabido que dicho establecimiento est entregado
a los mismos catedrticos y empleados que lo sirvieron durante el Imperio. Inde-
pendientemente de lo peligroso y antilgico que es poner la instruccin pblica
en manos de los traidores, es adems muy inmoral que sigan en sus puestos los
empleados del usurpador. (Baez, 1993: 21)
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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L O S A R Q U I T E C TO S D E L E M P E R A D O R M A X I M I L I A N O
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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CARTAS DE JUAN SINTIERRA: LAS IDEAS DE BLANCO WHITE PARA LA AUTONOMA
DE LAS COLONIAS AMERICANAS
Pablo Hernndez Ramos
Doctorando. Universidad Complutense de Madrid
Resumen
Las Cartas de Juan Sintierra fueron publicadas entre marzo y diciembre
de 1811 en las pginas de El Espaol, peridico de oposicin a las Cortes de
Cdiz, editado en Londres con el beneplcito del Foreign Office y cuyo direc-
tor fue el clrigo sevillano Jos Mara Blanco White, liberal exiliado en la capi-
tal inglesa. En estas Cartas, escritas por el propio Blanco bajo el seudnimo
de Juan Sintierra, existe una profunda preocupacin sobre la situacin de los
espaoles americanos y una defensa de los movimientos de emancipacin
y sus reclamaciones de libertad. Juan Sintierra propuso en sus Cartas una solu-
cin para la cuestin americana basada en el acceso de las colonias a la auto-
noma, lo que le vali el desprecio y el odio de sus compaeros liberales en
Espaa. Adems, las Cartas de Juan Sintierra exponen una serie de crticas
hacia la obra de las Cortes gaditanas, que para el autor estaban demasiado
alejadas de la realidad del pas y ensimismadas en la teora poltica constitu-
yente.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. BLANCO WHITE, Jos Mara (1990). Cartas de Juan Sintierra. Ed. de Manuel Moreno Alonso.
Sevilla: Universidad de Sevilla. p. 15.
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C A R TA S D E J U A N S I N T I E R R A
2. Ibdem, p. 17.
3. Ibdem, p. 29.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
lucin, sino que tambin ciertos crculos polticos ingleses apreciaban la lucha
espaola por la libertad y aplaudan las demandas de los liberales exiliados.
El modelo pragmtico ingls se basaba en el ser, en la aplicacin de polticas
a la realidad, mientras que el modelo francs era especulativo, basado en el
deber ser y en la aplicacin de polticas ideales. Blanco White rechazaba as
las teoras de autores a los que ley en su juventud, como Rousseau.
En Londres, Blanco White se dedic a crear su obra magna, la que iba a defi-
nir desde Inglaterra muchos de los episodios de las Cortes gaditanas y que cre-
ara una lnea de pensamiento poltico liberal conservador que gozara de gran
influencia en los aos posteriores: el peridico El Espaol. Esta hoja, de perio-
dicidad mensual, se editaba en castellano y tuvo gran difusin, de manera clan-
destina, tanto en Cdiz como en Amrica, los dos puntos neurlgicos del
conflicto entre el liberalismo y el Antiguo Rgimen que estaban removiendo Espaa
en esa poca. Tampoco es casualidad que Cdiz y Amrica fueran los dos pun-
tos clave donde se difundi El Espaol, adems de Londres, ya que fueron temas
gaditanos las Cortes constituyentes y americanos los movimientos de eman-
cipacin los que centraron la atencin del peridico de Blanco White, que ade-
ms de difundir su ideario poltico se dedic a referir las noticias que iban
llegando a Inglaterra desde Cdiz. El editor de El Espaol tambin dedic gran
espacio en sus pginas al seguimiento de la guerra, en su vertiente de anlisis
de las acciones militares. Uno de los grandes planteamientos que Blanco White
quiso difundir a travs de las pginas de su peridico fue el de la defensa a
ultranza de la libertad de imprenta, aspecto considerado por el autor como clave
para la creacin de una opinin pblica fuerte, la cual sera un contrapeso indis-
pensable al poder legislativo de las Cortes, tal y como las Cortes eran el contra-
peso del poder ejecutivo. La opinin pblica ideal que surgiera gracias a la
libertad de imprenta debera darse cuenta de cundo las leyes que se procla-
maban iban en su favor y cundo en su contra. Adems de la libertad de
imprenta, la creacin de la opinin pblica espaola tendra que basarse en una
educacin de calidad, que acabara con el analfabetismo y que proporcionara
luces al pueblo. Ms all de la reivindicacin general del movimiento liberal
en favor de la libertad de imprenta, no es casual que Blanco White se encar-
gara de liderar esta reivindicacin de modo particular, puesto que uno de los
motivos por los que tuvo que exiliarse fue precisamente la imposibilidad de
expresar plenamente sus opiniones en Espaa.
El carcter patritico de las publicaciones de El Espaol tambin define en
su totalidad al peridico. Desde el nombre de la cabecera hasta el anlisis que
haca de las noticias, el amor hacia la patria es un denominador comn en Blanco
White. Este amor hacia la patria no se confunde con el nacionalismo cerril y
miope al que estamos acostumbrados, sino que llega a un punto de raciocinio
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C A R TA S D E J U A N S I N T I E R R A
3. Las Cartas de Juan Sintierra y las ideas de autonoma para las colonias
Blanco White se dio cuenta muy pronto de que la revolucin espaola no
iba a tener consecuencias solo en la Pennsula, sino tambin en Amrica. As
como en Espaa se haban formado juntas provinciales, en Amrica se forma-
ron juntas americanas, que significaron el primer paso hacia la independencia
en tanto en cuanto los miembros de las juntas pasaron a ejercer su poder de
4. MORENO ALONSO, Manuel (2002). Divina libertad. La aventura liberal de don Jos Mara Blanco
White, 1808-1824. Sevilla: Alfar, p. 51.
5. Ibdem, p. 87.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
facto sobre las colonias. La formacin de las juntas americanas capt ms aten-
cin en el extranjero que dentro de las fronteras de Espaa, y El Espaol, desde
su privilegiada atalaya londinense, adopt desde el primer momento una pos-
tura favorable a la emancipacin, en contra de la posicin de las Cortes.
La revolucin de Caracas estall en abril de 1810, un mes despus de la
llegada de Blanco White a Inglaterra, por lo que la influencia de este hecho y
de los que siguieron se dejaran notar bien pronto en las pginas de El Espaol.
Blanco reconocera posteriormente en su Autobiografa que los acontecimien-
tos de Caracas le produjeron alegra, puesto que la causa de los revolucionarios
era la causa de la libertad, de la cual l era defensor sin concesiones. As, pre-
dijo que los estallidos revolucionarios no eran simples protestas puntuales, sino
movimientos de ndole ms profunda que tendran consecuencias graves en
el futuro si no se atendan sus reclamaciones. Estas predicciones se revelaron
ciertas con el paso del tiempo, como qued demostrado con la evolucin de
los acontecimientos en Amrica. Ya en julio de 1810, meses antes de la publi-
cacin de las Cartas, Blanco White celebr que el estandarte de la indepen-
dencia se ha empezado a levantar en Amrica.6 Juan Sintierra se lamentara
posteriormente en su Carta III de que las Cortes de Cdiz y la clase poltica
en general no se hubieran preocupado de la situacin en las colonias con la aten-
cin que estas merecan:
6. Ibdem, p. 98.
7. BLANCO WHITE, Jos Mara (1990). Op. cit. p. 70.
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C A R TA S D E J U A N S I N T I E R R A
Sera una indignidad, un desdoro que las Cortes se sometiesen a unas provin-
cias que solo han sido colonias hasta ahora. La obediencia es lo primero. No,
seores: los pesos duros son ahora antes que la obediencia. Si los americanos
se irritan en negar socorros; si una guerra los disminuye, o los detiene dos o
tres aos, qu prendero les dar a Vds. un dobln por su soberana? [...] Si se
abre el comercio en las Amricas, perecen los comerciantes de Cdiz. Si no
se abre perece la Espaa, porque se ponen en revolucin las Amricas. Si se abre
el comercio se enriquecern los ingleses. Tambin se enriquecern los america-
nos, y unos y otros son los que sostienen la causa de Espaa.8
Para Blanco White, uno de los peores males que podran sacudir Espaa
sera la creacin de un partido peninsular y de un partido americanista, ya
que ello se traducira en una guerra civil soterrada. De este modo, los intereses
de la Espaa europea tendran que estar supeditados a los intereses de la Espaa
americana, y no al revs.
La obligacin moral y jurdica de reconocer los mismos derechos a todos los
espaoles de las dos orillas atlnticas enlaza directamente con la siguiente rei-
vindicacin de Blanco White: los espaoles americanos tendran que estar correc-
8. Ibdem, p. 71.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
tamente representados en las Cortes, para que pudieran reclamar con justicia lo
que creyeran conveniente. Si se actuara de otro modo, adems de atentar con-
tra la justicia, las Cortes estaran preparando el camino para la independencia
definitiva. La autonoma de las colonias, es decir, su libertad a la hora de deci-
dir el empleo de sus recursos y la defensa de sus intereses en Cdiz, provoca-
ra un apaciguamiento de los revolucionarios americanos, lo cual sera una garan-
ta para la estabilidad de todo el territorio espaol.
Mientras, las opiniones de Blanco White estaban empezando a provocar reac-
ciones airadas en Cdiz. No solo los contrarios, sino incluso los antiguos ami-
gos de Blanco criticaron agriamente sus posicionamientos. El patriotismo que
se practicaba en Cdiz no tena nada que ver con el que practicaba el editor de
El Espaol. Pronto empezaron a circular los rumores de que el peridico estaba
subvencionado por el Foreign Office, y si bien la defensa de los hechos revo-
lucionarios de Amrica por parte de Blanco White se basaba en sus conceptos
de libertad y de justicia, en Espaa se interpretaba esta posicin como una anglo-
filia mal disimulada. Respecto a la dependencia del Ministerio de Exteriores
ingls, es cierto que Blanco recibi una pensin anual de 250 libras durante los
ltimos aos de su vida, en los que tuvo que pelear con diversas enfermeda-
des, as como tambin es cierto que el embajador britnico en Cdiz reciba
de manera peridica ejemplares de El Espaol para su lectura y reparto por la
ciudad.9 No era extrao pensar que el Foreign Office ayudara a la difusin del
peridico de Blanco, ya que las opiniones que se vertan en sus hojas eran siem-
pre favorables a Inglaterra y contribuan a publicitar la causa britnica en Cdiz,
y por extensin en el conjunto de Espaa, incluidos los territorios americanos.
En el plano internacional, seguramente los apoyos que recibieron los movi-
mientos emancipadores, sobre todo desde Francia e Inglaterra, correspondan
con intereses particulares, y esto mismo podra pensarse del apoyo de Blanco
White, conociendo la intervencin del Foreign Office respecto de El Espaol.
Aun as, para el lector actual no es sencillo distinguir entre la supuesta propa-
ganda poltica patrocinada por Inglaterra y las opiniones sinceras de Blanco,
sobre todo conociendo la trayectoria poltica e ideolgica de este. De todos
modos, la interpretacin de nuestro autor sobre lo que estaba sucediendo en
Cdiz era, claro, bien distinta a la de aquellos que le acusaban de anglfilo y
de vendido. La mayora de los miembros que conformaban la Junta de Cdiz
procedan de las poderosas clases comerciantes de la ciudad, que tenan un gran
inters en mantener sus privilegios de exportacin y en impedir que los comer-
ciantes americanos pudieran competir con ellos en igualdad de condiciones.
As, cualquier concesin a las reclamaciones de Caracas y de Buenos Aires, que
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Dbiles y sumisas con los que no debieran temer, orgullosas y tenaces con los
que debieran reconciliar, se humillan a los comerciantes de Cdiz, desatienden
las poderosas provincias de Amrica [...] Por condescender con las ideas limita-
das de una parte del comercio de Cdiz se dio la seal de guerra en Amrica.
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Los efectos del decreto no se han de sentir en Espaa, sino en las Amricas, que
es donde viven estas clases numerosas de descendientes africanos. Las nicas
preocupaciones que podan merecer atencin en este punto seran las de aque-
llos pases. Cun fuertes debieran ser estas preocupaciones, y cun funestas las
resultas de atacarlas, para poder privar a millones de hombres de los derechos
que les da su nacimiento, y degradarlos por castas en una asociacin poltica que
se est tratando de renovar segn las leyes de la naturaleza, lo dejo a conside-
racin de los prudentes.
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Madrid: Universidad Complutense.
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REBELIONES Y MANIFIESTOS SEDICIOSOS INDGENAS EN EL NORTE DE LA NUEVA
ESPAA. LA PRESENCIA INDGENA PREVIA AL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE MXICO
Ral Enrquez Valencia
Estudiante de estancia posdoctoral en la Universit Degli Studi di Firenze
Resumen
En esta ponencia planteo la presencia de una terrible epifana sediciosa de
factura india y subversiva que circul en las postrimeras del virreinato novohis-
pano. El regreso y la anunciacin de un Mesas indio preocuparon a las auto-
ridades coloniales. Las huellas de estos manifiestos sediciosos conectan a cua-
tro textos judiciales. El primero de ellos se presenta en el sur del reino de Sonora
y Sinaloa a finales en 1771; el segundo manifiesto lo encontramos en Tepic en
el Reino de la Nueva Galicia en 1801; el tercer manifiesto lo encontramos en
el Reino de la Nueva Vizcaya tambin en 1801; y por ltimo, la sedicin del
indio Juan Jos Garca en el Nuevo Reino de Len en septiembre de 1801.
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1. Convocatorias sediciosas
El primer episodio de esta trama mtica se inicia con el indio Jos Carlos
Ruvalcaba, el cual realiz una serie de convocatorias a cuatro pueblos dentro
de la provincia de Copala Reino de Sonora y Sinaloa en abril de 1771. Se haca
llamar y venerar con el alias de Jos Carlos Quinto rey de los cielos y de la tierra
originario de Tlaxcala.2 Ruvalcaba utiliz los servicios de un espaol maestro de
escuela para redactar sus convocatorias y para producir un documento oficial
(una carta) que lo autorizaba como dignatario real. Al espaol, le prometi el
futuro cargo de escribano real. Fue apresado junto con su squito de cuatro per-
sonas y calificado como sacrlego perturbador de la paz y enjuiciado por el
delito de lesa majestad. Fue condenado a cuatro aos de servicio a racin y sin
sueldo en las fortificaciones de Veracruz y al destierro perpetuo del reino de
Nueva Galicia. La descripcin del indgena candidato a monarca es interesante: 3
Un indio alobado, ladino, no muy alto y regordete. Llevaba el pelo largo, reco-
gido en una trenza y tena amarrado un lienzo blanco en la frente. Su vestido
consista en un traje muy ordinario de cotn... todo viejo, del que destacaban
unas mangas de pao pardo y unas botas rotas, debajo de las cuales se le divi-
saban unas medias azules. La nica insignia con la que trataba de avalar la auten-
ticidad de su cargo era un bordn de palo de bano que llevaba por bastn
con un listn azul colgando.
1. Manuel Antonio Sandoval, Reflexiones sobre la naturaleza y carcter de los indios, en David
Brading, El ocaso novohispano: testimonios documentales, Mxico, Instituto Nacional de Antropo-
loga e Historia-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1996, pp. 77-152. Documento escrito
antes de 1786, pues atacaba a los alcaldes mayores, que en ese ao fueron abolidos con el estable-
cimiento de los intendentes. Sandoval pidi licencia para publicar su ensayo en 1791; sin embargo,
el Consejo de Indias prohibi su publicacin por el tono crtico del mismo.
2. Archivo General de la Nacin (AGN), Provincias Internas, volumen 167, expediente 1.
3. Ibd., f. 56.
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Sinaloa) anunci que era hijo del gobernador de Tlaxcala, y que iba a traer la
corona que sac de Espaa, que era el rey de los cielos y de la tierra de nom-
bre Jos Carlos V. Prevena y anunciaba en los pueblos el regreso para su coro-
nacin para mediados de mayo.4
Asimismo, durante su recorrido de reconocimiento dict varias disposiciones
a los pueblos de indios so pena de que su inobservancia sera castigada con pena
de la vida. Orden no obedecer a ningn juez espaol, ni los mandamientos de
Nuestro Rey Catlico ni de sus ministros que los obligaran a trabajar en las minas.
De igual forma, orden no consentir la presencia de espaoles en los pueblos y
que a ninguno se le vendiera maz, y en caso de confrontacin con algn alcalde
mayor se defendieran y no se rindieran, y que en cualquier caso le informaran
de su situacin para poder ayudarlos.5
Durante su estancia en el pueblo de Jacobo utiliz los servicios de un espa-
ol llamado Serna, maestro de escuela, para redactar cartas-convocatorias a los
pueblos vecinos anunciando su llegada e invitndolos a unirse a su movimiento.
Al maestro Serna, le asegur que en el futuro lo nombrara escribano real
por su buena relacin con los indios a los cuales en adelante no haba de mirar-
los como prximos sino como hermanos. La carta-convocatoria para el pueblo
de San Juan6 deca lo siguiente:
Hijo alcalde y dems principales. Manda el rey de los cielos y el rey de la tierra,
por su real corona, que se prevengan con sus vasallos para recibirlo de las diez
a las once del da, el da domingo, y pena de la vida si manifestaren vecino
ninguno. Y dando las gracias al rey de los cielos las persuaden de mano de Santa
Teresa de Jess de la dicha ciudad de Tlaxcala, le conviene la ocasin que le pro-
pone la devocin de lo creado de salvacin de su perdicin inclua el penar para
ganar el amparo de obligacin, Jacobo, abril, 20 de 1771. Don Jos Carlos V.
Poco antes de partir al pueblo de San Juan cambi su bordn de bano por
el bastn de puo de plata del capitn de la guerra de Jacobo y pidi al gober-
nador una escolta de seis indios armados. Tom prestados tres caballos, que
prometi pagar despus, y al gobernador la cantidad de cuatro pesos. El auto-
nombrado rey Jos Carlos V continu con su recorrido por los pueblos de San
Juan y Santa Apolonia donde recibi buena acogida. Su suerte cambi en
San Jernimo de Ajoya. A la salida del pueblo, en el paraje conocido como Pal-
marito y Acatitn fue capturado junto con toda su comitiva el 25 de abril de 1771.
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Encontr unos pasajeros operarios de minas que salan de estas tierras para afuera,
que estaban platicando del asunto y diciendo que el hijo del tlaxcalteco [...] se
iba a coronar tierra adentro y que un Francisco Hernndez y un Esquivel lo escri-
ban o participaban a los pueblos; que no lo pudo or con individualidad porque
no convers con ellos sino que los estuvo escuchando retirado.8
7. Ibd., f. 75.
8. Ibd., f. 177.
9. Ibd., f. 126.
10. Ibd., f. 128-129.
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2. La rebelin de Tepic
Un segundo episodio es la rebelin del indio Mariano en la provincia de
Tepic, Reino de Nueva Galicia en 1801. Esta rebelin fue organizada por un prin-
cipal de Tepic llamado Juan Hilario Rubio, el alcalde de repblica Jos Desi-
derio Maldonado y el escribano indgena Juan Francisco Medina. Estos indios
principales convocaron para el 6 de enero de 1801 una serie de comunidades
de la provincia de Tepic en el reino de Nueva Galicia a la coronacin del Rey
de Indias Mariano Primero, hijo del gobernador de Tlaxcala. Estas convocato-
rias sediciosas anunciaban el regreso del Mesas indgena y la eliminacin del
tributo. La coronacin fue frustrada por las autoridades y se apresaron a los tres
cabecillas junto con otras 300 personas. La mayora de los reos recibi el indulto.
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14. Coleccin de Fondos Especiales de la Biblioteca Pblica del estado de Jalisco. Archivo Judi-
cial de la Audiencia de Guadalajara. Seccin Criminal, paquete 33, expediente 9, documento con
nmero de serie 763, 1801, f. 45.
15. Ibd., f. 48.
16. Ibd., f. 45-46. La descripcin que aparece en AGN, Criminal, volumen 326, expediente s/n,
f. 397 es muy similar. Que su estatura es muy pequea, como edad de 30 aos, barbiserrado,
cortado el pelo con bancarrota que usa calzn de manta y cobija de somite.
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20. AGN, Criminal, vol. 326, exp s/n, fojas 4-6 y 67.
21. AGN, Criminal, vol. 327, exp. s/n, f. 5-6.
22. Ral Enrquez Valencia, Fbulas y Alegoras en el Gran Nayar. Una antropologa de los mitos
en la historia colonial de Mxico, Mxico, Universidad Autnoma Metropolitana, 2009. (Tesis doc-
toral).
23. Alonso de la Mota y Escobar, Descripcin geogrfica de los reinos de Nueva Galicia, Nueva
Vizcaya y Nuevo Len, Mxico, Instituto Jalisciense de Antropologa e Historia-Coleccin de obras
Facsimilares #8, 1993, p. 61.
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24. Jean Meyer, Nuevas Mutaciones. El siglo XVIII. Coleccin de documentos para la historia de
Nayarit, Mxico, Universidad de Guadalajara y CEMCA, 1990, p. 305.
25. Lucas Alamn, Historia de Mxico, volumen I, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1985,
p. 136.
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como crudo y pame.26 Su padre se llamaba Jos Antonio Pedro Alcantar Gon-
zlez Amarillo de Arelln y su madre simplemente Tomasa.
El famoso papel sedicioso, o pasaporte en un pedazo de papel muy roto,
instrua a suministrar los fondos de la cofrada del pueblo y treinta pesos al suso-
dicho Capitn Cuerno Verde, prometindoles que en marzo venidero experi-
mentaran algunas novedades. Aquel papel rado y desgastado vena firmado
por el supuesto gobernador de Tlaxcala, un tal Conde de Santiago, un oidor y
un escribano real.27 Por su importancia y trascendencia, el caso es trasladado a
la jurisdiccin de Durango el 12 de febrero de 1801. La descripcin fsica que
se hace del Capitn Cuerno Verde es la de un hombre regordete, chato, color
aindiado, barbilampio, con unas manchas pintas en la espalda y una cicatriz
en el brazo izquierdo. En la ampliacin de su declaracin, manifiesta que es
indio cacique de capa, espada y daga, banco y mesa, que su hermano es gober-
nador de Atolongo en la jurisdiccin de Tlaxcala. Es adems labrador en su casa
y que ha estado en prisin en 37 ocasiones, una de ellas en Tepic en abril del
ao anterior. El famoso pasaporte o papel sedicioso le fue dado y dictado por
su padre, el gobernador Tlaxcala.28
Llama la atencin de las autoridades la estancia del indiciado en Tepic en
fechas recientes, pues la sombra del Indio Mariano se encuentra viva y muy pre-
sente. A pesar de todo, la historia que revela el Capitn Cuerno Verde es con-
fusa, contradictoria y poco creble. Menciona, por ejemplo, la existencia de una
real cdula expedida por el virrey Azanza donde le instruye la recoleccin de
hombres, mujeres, nios, soldados, lmparas, candeleros y dinero de los fon-
dos de comunidad del santsimo de los pueblos que visitase. Adems, por orden
de su padre, tiene el encargo de recoger 40.000 firmas de indios justiciales, capo-
rales y administradores sin que espaoles y jueces reales lo entendiesen.29 A
la pregunta de cul era el objetivo de tales encargos, el Capitn responde que:
Siendo el motivo del viaje la averiguacin del nmero de espaoles que haba
en cada paraje y poblacin, que estos tenan oprimidos y avasallados a los indios
y que su padre tena corona y poder (seal que su padre posea un vestido
de oro que le cubra desde los zapatos hasta la cara); se trataba de expatriar a
todos estos (espaoles) por su mandato al modo que se hizo con los jesuitas.30
26. Coleccin de Fondos Especiales de la Biblioteca Pblica del estado de Jalisco. Archivo Judi-
cial de la Audiencia de Guadalajara. Seccin Criminal, paquete 33, expediente 9, documento con
nmero de serie 763, 1801, f. 4.
27. Ibd., f. 6.
28. Ibd., f. 16.
29. Ibd., f. 19-20, 23.
30. Ibd., f. 24. Cursivas mas.
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37. Peter Gerhard, La frontera norte de la Nueva Espaa, Mxico, Universidad Nacional Aut-
noma de Mxico, 1996, p. 43.
38. AGN, Historia, volumen 413, expediente s/n, foja 269.
39. Ibd., f. 249.253.
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Que padece ste un mal hypocondraco en sumo grado, que es decir locura,
mana preis, de que es capaz dicha enfermedad [...] si a esto se agregan las
circunstancias de su temperamento y disposicin preternatural fomentada de un
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43. Ibd., f. 291 y 296. El trmino de preternatural refiere bsicamente a una caracterstica de
orden excepcional e inusual en oposicin a una caracterstica sobrenatural o milagrosa. Se trat de
una perspectiva cientfico-natural que apuntal paradjicamente las prcticas demonolgicas de los
exorcistas en el siglo XVI. Roger Bartra, Cultura y melancola. Las enfermedades del alma en la
Espaa del siglo de Oro, Barcelona, Anagrama, 2001, pp. 58, 205.
44. Raymond Klibansky y otros, Saturno y la Melancola, Madrid, Alianza Editorial, 1991, p. 29.
45. Roger Bartra, op. cit., p. 210.
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Hacia finales del siglo XVI, el mdico Juan de Crdenas, aplicando la teora
de los cuatro humores y los cuatro temperamentos, haba clasificado al indio
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una gente brbara salvaje, jams sujeta ni domada por otra nacin alguna, tiene
propiedad de andar perpetuamente desnuda, su habitacin es entre fragosos ris-
cos y peascos, su propio oficio es matar y quitar la vida [...] mostrndose ene-
miga, cruel y carnicera a todo [...].48
La melancola, segn Juan de Crdenas, era una amenaza real a todo aquel
indio sometido a la cultura de misin del norte de la Nueva Espaa. Es posi-
ble que este extrao y peligroso fenmeno fuera la causa de la melancola hipo-
condraca de Juan Jos Garca.
5. Conclusiones
Como hemos podido observar, de los cuatro casos judiciales podemos inte-
grar el canon de un mito de factura indgena y subversiva que en el ocaso del
periodo virreinal fue perseguido por las autoridades. Se trata del supuesto regreso
48. Juan de Crdenas, Problemas y Secretos maravillosos de las Indias, Madrid, Ediciones Cul-
tura Hispnica, 1945, p. 200.
49. Ibd., pp. 202-203.
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50. Roland Barthes, Mitologas, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1983, p. 244.
51. Eric Hobsbawm, Rebeldes Primitivos, Barcelona Ariel, 1974, p. 40.
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52. Christon Irving Archer, El ejrcito en el Mxico Borbnico 1760-1810, Mxico, Fondo de Cul-
tura Econmica, 1983, p. 110.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Fuentes manuscritas
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Sobre el alboroto de los indios del pueblo de Tepic y otros de las inmediaciones.
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de Jalisco, Archivo Judicial de la Audiencia de Guadalajara, Seccin Crimi-
nal, paquete 34, expediente 9, documento con nmero de serie 763.
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
Vicente Blasco Ibez fue un novelista muy comprometido con los pro-
blemas sociales de su poca; vivi intensamente la guerra de Cuba, oponin-
dose a la poltica gubernamental. Critic duramente la desigualdad social exis-
tente, reflejada en estos momentos de guerra, en el privilegio de redencin del
que disfrutaban las clases pudientes para librarse del servicio militar. De un
modo enrgico cuestion la accin del gobierno que enviaba a unos inocentes
al desastre para salvar a una monarqua que para l era totalmente obsoleta,
pues slo caba la Repblica, un gobierno de hombres para hombres.
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V I C E N T E B L A S C O I B E Z : S U P O L T I C A E N D E F E N S A D E C U B A
Saban hace dos meses que Espaa carece de elementos para sostener una lucha
con los Estados Unidos? Pues debieron evitar la guerra por amor a Espaa, en
vez de acelerarla con el fin de halagar los sentimientos patriticos y dar cierta
popularidad a la monarqua.4
Pero seal que si no hay ms remedio para la guerra con los Estados Uni-
dos, vayamos a ella, pero sabiendo que vamos solos y con plena conciencia de
nuestra situacin. Todo lo peor que puede ocurrirnos en el choque con el pue-
blo americano, es la prdida de Cuba.5 Pensaba que la guerra se podra haber
evitado si se hubiera colocado a las posesiones de Amrica al mismo nivel de
libertad y derechos que merecan por su cultura:
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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10. BLASCO IBEZ, V., Silencio nacional, El Pueblo, 22 de julio de 1898: Con la suspensin
de garantas decretada nicamente para amordazar a la prensa, se ha paralizado la vida moral de
la nacin. El gobierno emplea la previa censura como antifaz, tras el cual es imposible adivinar sus
propsitos. Ahora que el pas necesita ms que nunca conocer su verdadera situacin, es cuando
menos sabe. Espaa est aislada del resto del mundo. Dueo el gobierno de las vas de informa-
cin, empleando como auxiliares en cada provincia elementos no propios para tales funciones;
haciendo pasar a toda la prensa por el espeso tamiz de una previa censura escrupulosa, aqu solo
puede saberse lo que el Gobierno quiere que se sepa y excusado es decir qu grados de veracidad
alcanzarn las noticias pblicas....
11. BLASCO IBEZ, V., La nica responsable, El Pueblo, 11 de febrero de 1899.
12. El Nuevo Pas (diario republicano), El Pueblo, 5 de noviembre de 1898.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
[...] No basta ya la juventud obrera arrancada al campo y al taller entre los dolo-
rosos alaridos de la madre y el hondo pesar del viejo obrero, que se echa en cara
con desesperacin la honrada pobreza que no le permite poseer el puado de
billetes que libra a su hijo de la muerte; no es suficiente pasto para el infierno
de la Antilla ese rebao gris que, sombro y resignado sale de los cuarteles con
direccin a los puertos y desde la popa de los trasatlnticos dice adis! A Espaa;
es ya necesario acudir al apoyo del hombre que vende su cuerpo, a la recluta
voluntaria, al abanderamiento de lo ms peorcito del pas, de la espuma infecta
que sobrenada en los ms misteriosos y oscuros rincones de la sociedad.
Alguien habr que voluntariamente, posedo por el entusiasmo, se deje arras-
trar por la recluta y lleve en s el germen de un hroe, pues aqu lo nico que
no hemos perdido con el transcurso del tiempo es la recra de valientes; pero la
mayora de esos soldados que compra la patria van all impulsados por el ham-
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Estos dos o tres mil jvenes que vagan por Francia como desertores y a los que
sin duda envidian muchos de aqu en la Pennsula, bien claro dicen por qu han
huido negndose a ser soldados; no por miedo, sino por espritu de igualdad,
porque quieren estricta justicia para todos; porque si los ricos marcharan tam-
bin, ellos no tendran inconveniente en marchar a Cuba.
Me dir usted como suprema razn que Espaa necesita dinero y que las redencio-
nes del servicio militar producen al Estado unos cuantos millones de pesetas. Pues
con aumentar esta cantidad a la tributacin, lo que producira un insignificante
aumento en el recibo de cada contribuyente, est el asunto terminado y se salva la
moral y la justicia.
Frente al argumento de que los ricos contribuan con dinero al redimir a sus
hijos de las obligaciones militares y los pobres aportaban lo nico que pose-
an que era su sangre, afirm el escritor valenciano que el hecho de contribuir
a los gastos blicos no exclua la obligacin de dar la vida por la patria en
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momentos de peligro: si paga es por ser rico, no por el mero hecho de ser espa-
ol; y cuando la patria est en peligro, esta patria a cuya integridad va unida
tambin la integridad de sus intereses, entonces no tiene nicamente el deber
de contribuyente, que consiste en dar dinero, sino el de ciudadano, que es el
de ofrecer su vida. Convencido de que los pobres contribuan doblemente,
no slo con su vida, sino tambin econmicamente cada vez que se llevaban
un trozo de pan a la boca, beban una copa de vino o pagaban para tener un
techo donde guarecerse, pondra de manifiesto no slo su posicin defensora
de los desheredados, sino tambin la doble moral que rega en la sociedad;
muchas procesiones, misas y rezos, pero se desconoca lo que era la verdadera
fraternidad y el desear para los dems lo que se quera para uno mismo:
por qu nicamente los ricos han de ser espaoles para gozar y los pobres
para morir? por qu se ha de pregonar que vivimos en una sociedad cristiana,
regida por el Evangelio, que reconoce a todos los hombres como iguales, ligados
por los deberes de la fraternidad? por qu ustedes, que llevan el cirio en la pro-
cesin o desgastan losas de iglesia, creen servir al dulce ser que dijo: no quie-
ras para otro lo que no quieras para ti?. Quieren mucha guerra, mucho patrio-
tismo, mucho honor nacional, pero con condicin de tener los hijos en casa por
seis mil reales y que sean los hijos de los otros, de los infelices, de los deshere-
dados, los que vayan a romperse la cabeza.
Quin tena la culpa de todo esto? Esta cuestin era fcil de contestar: era
evidente que la oligarqua econmica, formada por exportadores industriales y
hacendados, en cuyas manos estaba el monopolio colonial, estaba dispuesta a
luchar por mantener el imperio, pero derramando la sangre de los hijos de las
clases trabajadoras, no la de los suyos que se libraban. Y, sobre todo, la gran
culpable era la monarqua, que no haba hecho nada para evitar esta situa-
cin, a la que nunca se deba haber llegado. Quin es el culpable? quin
ha permitido que esa guerra de Cuba llegase a su estado actual?; quin pudo
debilitarla y extinguirla en los primeros momentos y no lo hizo por testarudez
reaccionaria?; quin se confiesa hoy impotente para salvar la patria, y, sin
embargo, sigue en su sitio, prefiriendo que Espaa se pierda antes que abdicar
de sus egostas intereses?: la monarqua.18
Esta guerra iba a ser cruel, ya que no slo iba a suponer un despilfarro pre-
supuestario, que l estimaba en unos cincuenta mil duros diarios, adems de que
las exigencias crecientes de tan terrible guerra harn que el presupuesto diario
ascienda a millones,19 sino tambin por otros aspectos sociales y polticos. Se
18. BLASCO IBEZ, V., Trescientos mil hombres, El Pueblo, 3 de octubre de 1896.
19. BLASCO IBEZ, V., Explotacin infame, El Pueblo, 9 de junio de 1895.
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Pero nuestro alto clero no ha tenido una palabra de censura para nadie; de sus
labios no ha salido un apstrofe contra los culpables; se han limitado arzobispos
y obispos, como funcionarios del Estado, a servirle, animando a los que van a
Cuba, como ayudan a bien morir al moribundo o al ajusticiado, y llevando an
ms all esa misin burocrtica, el Nuncio ha arrimado el ascua del patriotismo
a la sardina del carlismo, y no ha parado hasta dejarla hecha polvo.24
Dramtica fue la descripcin que realiz de los soldados que iban a luchar.
Los identific con los rebaos de ovejas. Todos iguales, en silencio, guiados por
sus pastores hacia el matadero. Se alejaron de tierra firme sin saber que ms de
la mitad morira, y los que sobrevivieran tendran un futuro muy incierto, pues
entre los que les despidieron ayer no faltar quien les compre los abonars irri-
sorios con un descuento del 99 por 100, y si quedan invlidos pueden apren-
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der a tocar la guitarra para pedir una caridad a cualquiera de esas familias enri-
quecidas en Cuba, y es posible que desde sus carruajes les arrojen dos cnti-
mos. Si no moran por alguna herida mortal, probablemente lo haran por ago-
tamiento o enfermedades. Se trataba de un ejrcito condenado al aniquilamiento,
a la enfermedad y a la derrota:
La explotacin, el abuso, la crueldad, han de hacerles sus vctimas, sin que sus
esfuerzos sirvan de nada a la patria. Su juventud y su vigor se extinguen en mar-
chas y contramarchas sin objeto, que slo sirven para acreditar la incapacidad de
los que les dirigen; la inercia de algunos de stos les hace permanecer en luga-
res insalubres, donde slo la muerte puede habitar; y cuando caen por fin en el
hospital y ven cercano como risuea esperanza el descanso para siempre, llega
el espritu de explotacin, el negocio sin conciencia, y se apodera de sus cuer-
pos, negndoles el regreso a las entraas de la madre tierra.25
Nuestro padre, Higinio Palacios, de treinta aos de edad, pelea en Cuba por la
integridad del territorio; nuestra desolada madre, en el colmo de la miseria y pr-
xima a dar a luz, ha ingresado en el hospital. Carecemos de alimentos y slo espe-
ramos la proteccin del cielo y el amparo de la Casa de la Misericordia.
25. BLASCO IBEZ, V., Carne para tiburones, El Pueblo, 21 de septiembre de 1897.
26. BLASCO IBEZ, V., El rebao gris, El Pueblo, 9 de marzo de 1895: En la orilla las madres
y las hermanas conteniendo los sollozos; veianse las mujeres de los sargentos tragando sus lgri-
mas para no asustar a los nios que miraban con asombro en la popa del buque al padre vuelto
de espaldas para ocultar su emocin; era dolorosa la despedida... Que vayan todos: pobres y ricos!.
El Pueblo, 5 de septiembre de 1896: Todos tienen madre: cada uno de ellos representa a una fami-
lia que llora a estas horas, y que maana, junto con el dolor de la ausencia, volver a sentir las esca-
seces de la miseria....
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la seguridad de sus hogares. Y, entre ellos, estaban los peores, los que que-
ran hacer negocio con la guerra, quienes pretendan enriquecerse a costa del
dolor de otros:
Comillas lleva cobrados, ad majorem Dei gloriam, millones de duros por los trans-
portes de la guerra de Cuba, y sin embargo, las expediciones de soldados y enfer-
mos son cargamentos inhumanamente realzados, que serviran de leccin a los
antiguos negreros de Guinea27
Fundamentalmente por esta razn Blasco senta un gran desprecio hacia esa
clase social la burguesa que viva como todo parsito lo haca:
[...] esos buenos burgueses que a la menor alteracin de orden pblico corren
a esconderse en el ltimo pueblo de la provincia, pero que, belicosos por afi-
cin, gustan de leer por las noches en la caliente cama y con gorro de dormir,
las noticias de las batallas, y por las maanas digieren mejor el chocolate si saben
que hemos vencido
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Nada se pudo hacer para evitar el desastre: la armada espaola fue aniqui-
lada el 3 de julio a la salida de la baha de Santiago de Cuba. En las negocia-
ciones de paz, Espaa asisti a un humillante reparto de sus colonias ultrama-
rinas por las potencias. Por el Tratado de Pars tuvo que renunciar a Cuba, Puerto
Rico, Filipinas y Guam. En 1899 vendi las Marianas, las Carolinas y las Palaos
a Alemania. As, Espaa perdi lo ltimo que le quedaba de su imperio y con
ello casi toda su influencia en el marco internacional. No hubo reaccin por
la prdida de las colonias y la derrota. Incluso los pobres se alegraron porque
ya no tenan que mandar a sus hijos a luchar. El pueblo espaol no reaccion.
Ni siquiera el vergonzoso trato que reciban los repatriados caus ningn tipo
de queja. La prensa reflej en sus artculos la penosa situacin de los repatria-
dos; en el peridico Heraldo de Madrid se public, el 23 de octubre 1896, un
artculo titulado Para los heridos de Cuba en el que se narraba el mal estado
en que regresaban los soldados:
No pocos regresan inutilizados por completo; sus lesiones los han dejado sin
medios de accin para ningn oficio. Muchos vuelven consumidos por las fie-
bres, destrudos por el vmito, vctimas de la anemia, extenuados y demacrad-
simos. La piel pegada a los huesos, los ojos hundidos en las rbitas, sin fuerza
para andar, perdido el apetito, en la mayor miseria fisiolgica, causa lstima infi-
nita verlos. Estos ltimos constituyen la mayora de las bajas del glorioso ejrcito.
Se ha procedido con tanta imprevisin, que en los rigores del verano se han des-
tinado para alojar a los soldados, buques donde no tenan aire para respirar; y
en la misma capital de Espaa se ha visto por las calles soldados que se caan de
debilidad; otros han permanecido cinco horas en las estaciones de ferrocarril sin
29. Diputado Blasco Ibez! Memorias parlamentarias, Los soldados repatriados de Cuba,
martes 6 de septiembre de 1898, HMR, 1999, pp. 30-31.
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que nadie hubiera ido a recibirlos; por todas partes se ha dado un espectculo
tristsimo.
Nosotros no cometeremos la injusticia de exigir responsabilidad o de acusar al
Gobierno por la mortalidad de los repatriados, en cuando sea consecuencia de
los rigores del clima y de las penalidades de la campaa; pero s podemos acu-
sarle de imprevisin, de descuido, de olvido para los soldados. Ah, Sres. Ministros.
Bien se conoce que la carne del pobre va barata y os importa poco que mueran
esos soldados!
[...] Para condensar y para exigir en momento oportuno la responsabilidad que
proceda a este Gobierno, pido que se traiga al Congreso un estado expresivo de
los soldados repatriados procedentes de Santiago de Cuba, indicando los que han
muerto en el mar, en los lazaretos y en los hospitales, y expresando tambin
las enfermedades que hayan producido las defunciones.
Esos infelices que regresan a la Pennsula enflaquecidos por el sol tropical, con
los ojos brillantes por la fiebre y las enjutas carnes forradas de rayadillo, hbito
de la gran orden mendicante del sacrificio annimo, son ms espaoles que todos
nosotros, pues su amor a la patria lo han demostrado con hechos, no con voci-
feraciones de caf... En una nacin donde la desigualdad y el mentido patrio-
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Culp a los gobernantes, quienes para justificar su mala poltica haban exten-
dido la culpa de lo ocurrido a toda la nacin haciendo responsable al sol-
dado que slo haba hecho que obedecer y al ciudadano que lo nico que haca
era pagar tributos o ceder la sangre de sus hijos. l mismo se pregunt de
quin haba de ser la culpa. Y su respuesta fue: No ha hecho la nacin ms
que cumplir cuantos sacrificios se le han exigido. Los soldados han sabido
batirse siempre que no se les ha dado rdenes en sentido contrario. La masa
popular ha sufrido con resignacin patritica la absurda ley de castas, de pobres
y ricos, que hace gravitar sobre ella el peso de la defensa nacional. Nadie ha
puesto su egosmo por encima de los intereses de la patria. nicamente la
monarqua y sus hombres, por seguir en pie, no han vacilado en enterrar
la nacin. Incluso afirm la suerte que haba tenido Cnovas de haber muerto,
porque no slo no tendra que vivir la grave situacin por la que atravesaba
el pas, sino tambin porque pasaba a la historia como un mrtir. Aunque no
era partidario del asesinato, pensaba que la muerte le haba librado del des-
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crdito y de los graves problemas en los que se hallaba metido el pas, entre
otros la guerra de Cuba.34
Comprendi que ya no era posible, tras lo sucedido, seguir por el mismo
camino, era necesario cambiar. No caba hablar de un regeneracionismo siguiendo
antiguos moldes, sino que haba que probar otros, por ello se estaba haciendo
ahora tan necesaria para l la Repblica. No era para el escritor una solucin
poltica sino una necesidad nacional. Represent para el pas su dignificacin,
ya que se tratara de un gobierno de los hombres regidos por los hombres con
absoluta responsabilidad de sus actos. Se mostr claramente antimonrquico,
pensando que la monarqua llevaba la intranquilidad, el llanto, la tristeza y la
muerte a cuanto tocaba. Respecto a la familia real la defini como funesta fami-
lia! y esper a que algn da el pas despertar y comprender por fin que no
puede ser grande, ilustrado, trabajador, honrado, si no prescinde de la monar-
qua y se libra de una vez para siempre del fatal influjo de los Borbones. Expres
que no era posible la monarqua con la libertad, con la felicidad y con la dig-
nidad de Espaa, aunque, segn algunos, las instituciones haban salvado su
prestigio tras el desastre colonial.35 Pero caba preguntarse qu poda importar
a un pas todo esto cuando slo tena inters por sus dos cultos nacionales:
los toros y la Iglesia; qu representaba esto frente a los juguetes de vapor y a
las habilidades de mercachifle de Inglaterra o a las grandes ferias universales de
Francia. Qu es eso? humo, ruido molesto, sosera, nada. La ignorancia, para
Blasco, era lo que haba impedido conocer los comienzos de la insurreccin, el
creer que los frailes eran el nexo de unin que ligaba a los indgenas de Filipi-
nas con la metrpoli, los que permitan que la soberana espaola se conservara
sobre el archipilago, el creer que la raza india era inferior... De todo esto resul-
tara finalmente un gran desengao porque esos rebeldes, a quienes se negaba
la condicin de hombres, ahora convocaban asambleas, organizaban ejrcitos,
promulgaban constituciones... La ignorancia ms grande fue la de creer que
un pueblo arruinado, como era Espaa, poda lanzarse a una guerra suicida con
una nacin rica y fuerte como la de Estados Unidos. Por eso, de una forma
34. BLASCO IBEZ, V., Ante el cadver de Canovas, El Pueblo, 13 de agosto de 1897: Cno-
vas se vea en la ms difcil de las situaciones. Con el compromiso de salvar una monarqua que es
obra suya y cada vez resulta ms prxima a su ruina y con una guerra en Cuba cuyo trmino nadie
conoce y que amenaza con catstrofes de las que Cnovas es el principal responsable por su
testarudez reaccionaria, estaba en un callejn sin salida, en cuyo fondo iba a estrellarse para
siempre su reputacin y su escaso prestigio. Pero cay sobre l la venganza que no repara en con-
secuencias, atenta slo al fin inmediato, y los tiros de ese italiano, cuya serenidad y fro fanatismo
recuerdan a los carbonarios de hace medio siglo, han sido para Cnovas poderosas alas que le han
sacado de la sima para llevarlo a la inmortalidad.
35. BLASCO IBEZ, V., Boda sangrienta, El Pueblo, 14 de febrero de 1901.
36. BLASCO IBEZ, V., Espaa ignorante y envilecida, El Pueblo, 17 de octubre de 1898.
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Bibliografa
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LENGUAS Y LITERATURAS
Comunicaciones
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ESTN PRESENTES LAS ESCRITORAS EN LA ENSEANZA DE LA LITERATURA
EN LA ESO?
Ana Lpez Navajas
Universitat de Valncia
Mara Querol Bataller
Universidad Catlica de Valencia San Vicente Ferrer
Resumen
El propsito de esta comunicacin es resaltar la necesidad de disponer de
la obra editada de las escritoras espaolas, no slo para poder ofrecer al
pblico general el conocimiento de unas obras cada vez ms solicitadas, sino,
y ante todo, para ayudar a subsanar una importante carencia del sistema edu-
cativo: la ausencia de escritoras en la enseanza de la literatura en la ESO.
Dicha ausencia se puso de manifiesto en un proyecto de investigacin lle-
vado a cabo en la Universitat de Valncia, Las mujeres en los contenidos de
la ESO, en el cual se cuantificaba la presencia de mujeres en los libros de texto
de la ESO. Los resultados de dicho estudio sealan una reducida presencia
de estas, en torno al 13 %, pero si nos centramos en el mbito de la literatura
espaola, el porcentaje disminuye hasta el 7,5 %. Estos datos indican, por
un lado, que la literatura que enseamos en la ESO es una literatura fallida por-
que no considera a todas sus voces y, por otro, que a travs de la visin de
un mundo sin mujeres que implcitamente se transmite desde el sistema de
enseanza, se perpetan patrones de desigualdad. Ambas cosas representan
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
una carencia del sistema educativo y necesitan ser subsanadas a travs de ins-
trumentos de intervencin en el aula que incorporen a las escritoras en la
Universitat de Valncia estamos realizando una base de datos con esa finali-
dad, y a travs de la edicin de las obras de las escritoras.
1. Introduccin 1
La contribucin de las escritoras a la literatura espaola es muy fecunda y la
encontramos desde los primeros tiempos de la escritura en romance. Sin embargo,
no es fcil conocerlas ni acceder a su obra. As pues, queremos comprobar, por
un lado, su presencia en los textos escolares de Literatura de la secundaria obli-
gatoria y, por otro, su accesibilidad editorial, si tienen obra editada y si se puede
encontrar. Entendemos que estos son dos factores decisivos para el conoci-
miento y la divulgacin de las escritoras espaolas y que nos proporcionarn
datos sobre el estado de la cuestin de la presencia de las literatas y el acceso
a su obra, requisito imprescindible para su conocimiento.
Para ello empezaremos necesariamente haciendo un breve repaso de algu-
nas de las escritoras ms sobresalientes de cada poca, pues, dado que la ense-
anza de la literatura en la ESO es la que nos ocupa, para sealarlas hemos tenido
en consideracin los limitantes de contenidos y extensin que nos impone la
ESO. Continuaremos con los datos de presencias de escritoras en los libros de
texto de la ESO que nos ha proporcionado el estudio realizado en la Universi-
tat de Valncia y que nos servir para comprobar el papel que les otorgamos
a las escritoras en la historia de la literatura que enseamos, y, por ltimo, valo-
raremos los datos que hemos recogido de un muestreo editorial que nos dar
idea de cuntas mujeres hay obra editada y cuntas son accesibles. Con estos
datos podremos dar una respuesta a la pregunta aqu planteada.
Antes que nada debemos decir que la importancia de la enseanza de la lite-
ratura en la ESO se la da la obligatoriedad de la etapa, que no slo es la mani-
festacin ms clara del derecho a la educacin, sino que afecta a la totalidad de
la poblacin la obligatoriedad as lo impone y, por tanto, en relacin a su
influencia social y su papel como formadora de ciudadanos, esta etapa es
ms importante que las posteriores, porque afecta a toda la ciudadana e igual
de importante que las anteriores, la formacin bsica. Es, adems, la etapa edu-
cativa en la que reciben los primeros conocimientos sistematizados de historia
de la literatura as como de otras asignaturas que son los que ayudan a for-
mar los referentes literarios y, por tanto, culturales y sociales; la visin de mundo
1. Este trabajo se desarrolla en el marco del proyecto de investigacin Las mujeres en los con-
tenidos de la Educacin Secundaria Obligatoria.
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su influencia se extienda a toda la sociedad y por tener entre sus objetivos fina-
les no slo la formacin acadmica, sino tambin la formacin ciudadana.
El anlisis que nos muestra los datos recogidos no por esperado es menos
desolador: hay 692 mujeres entre 4.716 hombres, un 12,8 % de presencia feme-
nina en todos los libros de texto de todas las asignaturas, pero si atendemos a
la repercusin de las mujeres en el texto al ndice de apariciones los resul-
tados son an ms bajos: hay 1.266 apariciones de mujeres frente a 15.648 de
hombres, el 7,5 %. Hay pocas y con una menor repercusin en los textos. Este
patrn de comportamiento se repite, con una mayor o menor diferencia, en las
asignaturas de todos los niveles y, por supuesto, en Lengua y Literatura.
Por otro lado, si observamos los datos por niveles, la primera etapa de la ESO
(1. y 2.) presenta un nmero mayor de mujeres 13,1 % que la segunda etapa
(3. y 4.), que presenta un 10,4 %: a medida que los cursos avanzan y los
contenidos tienen ms peso, el nmero de mujeres y su importancia disminu-
yen en ellos.
2. ESO
hombres mujeres %m
1.404 211 13,1
3. ESO
hombres mujeres %m
1.334 156 10,5
4. ESO
hombres mujeres %m
2.673 306 10,3
ndice 461
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Enfoque histrico
1. ESO
hombres mujeres %m
presencia 263 36 12,0
apariciones 511 45 8,1
2. ESO
hombres mujeres %m
presencia 345 52 13,1
apariciones 672 67 9,1
3. ESO
hombres mujeres %m
presencia 490 47 8,8
apariciones 1.018 59 5,5
4. ESO
hombres mujeres %m
presencia 578 65 10,1
apariciones 1.339 88 6,2
Totales
hombres mujeres %m
presencia 1.212 164 11,9
apariciones 3.540 259 6,8
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2. ESO
hombres mujeres %m
presencia 162 23 12,4
apariciones 296 32 9,7
3. ESO
hombres mujeres %m
presencia 265 17 6,0
apariciones 663 25 3,6
4. ESO
hombres mujeres %m
presencia 369 38 9,3
apariciones 920 56 5,7
Totales
hombres mujeres %m
presencia 682 72 9,6
apariciones 2.086 124 5,6
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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E S T N P R E S E N T E S L A S E S C R I TO R A S E N L A E N S E A N Z A D E L A E S O ?
Antes de valorar los datos de esta tabla debemos advertir que dentro de la
Edad Media, en las actividades de SM, aparece un texto de Laura Gallego y un
fragmento del Diario de Anna Frank, y en el Romanticismo, en SM, aparece citada
Mary Shelley junto a un fragmento de Frankenstein. No hemos incluido esta
ltima por no ser autora espaola, y las dos primeras, por no pertenecer a la
poca literaria, ya que estamos buscando qu referencias femeninas ofrecen los
libros de cada poca. Adems, debemos decir que sor Juana Ins de la Cruz
aparece en el primer tema de introduccin al lenguaje literario en el libro de
Oxford, pero ni siquiera es citada o reseada, la encontramos en una activi-
dad donde hay diferentes formas estrficas que el alumno debe catalogar. De
sor Juana Ins hallamos los cuatro primeros versos de unas famosas redondi-
llas. Este tema no pertenece al recorrido histrico de la literatura, por eso no la
hemos nombrado, porque en el Barroco, ni en ningn otro periodo, aparece ni
siquiera citada.
Hechas estas salvedades, podemos observar en la anterior tabla que el pano-
rama literario que nos ofrecen los libros de texto de secundaria sobre las con-
tribuciones de las escritoras desde el siglo XII hasta el XX es desolador y muy
ilustrativo. La visin androcntrica que presenta la literatura es abrumadora.
En la literatura de 3. de ESO, que corresponde a la Edad Media, el Renaci-
miento, el Barroco y la Ilustracin, slo aparece una mujer, y adems citada con
su nombre exclusivamente, sin ms informacin: Teresa de vila. En toda la
literatura que hay desde el siglo XII hasta el XVIII, solo ella parece haber sido una
escritora digna de mencin, ninguna otra es ni siquiera citada.
En la literatura de 4. de ESO, que comprende el siglo XIX y el XX, a pesar de
que la situacin parece mejorar algo, es slo apariencia. nicamente aparece
informacin de tres escritoras: dos del XIX y una del XX (Rosala de Castro, Emi-
lia Pardo Bazn y Carmen Laforet). Almudena Grandes es reseada en dos edi-
toriales y Carlota Soldevila aparece reseada en SM. El resto son escritoras que
aparecen meramente nombradas. El panorama que presentan estas editoriales
en la literatura del XX tiene vacos incomprensibles: la poesa y el teatro de antes
y despus de la Guerra Civil estn desiertos. En la prosa es donde encontramos
autoras reconocidas, pero solamente en la segunda mitad del siglo XX.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Poco accesibles. Las autoras de la primera mitad del siglo XX. Algunas
escritoras del XIX como Rosario de Acua, Gmez de Avellaneda o Caro-
lina Coronado, a pesar de estar editadas recientemente por Castalia, no
son de fcil acceso en las libreras.
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5. Conclusiones
A tenor de los datos obtenidos, la pregunta planteada en esta comunicacin
tiene una respuesta clara: las escritoras no estn presentes cuando enseamos lite-
ratura y eso tiene importantes consecuencias.
En el conocimiento y la divulgacin de las escritoras intervienen dos factores
fundamentales: su difusin en la enseanza y la posibilidad de acceder a la obra
original, a la edicin de sus obras. As, el sistema de enseanza y el mundo edi-
torial se convierten en dos pilares fundamentales de la normalizacin y difusin
de estas escritoras.
Los datos extrados de los libros de texto de secundaria, en el estudio rea-
lizado en la Universitat de Valncia, nos muestran un panorama, no slo de la
literatura, sino de todas las asignaturas de la etapa, donde las mujeres estn
ausentes sistemticamente porque su presencia siempre es excepcional. Estos
datos presentan una literatura que olvida a la mayor parte de sus escritoras apenas
cinco escritoras, en 800 aos de literatura, son reseadas en los libros de texto
y por tanto y para empezar, nos muestran como normalidad lo que es una abso-
luta exclusin: la escasa presencia de escritoras en la literatura espaola. Esta
ausencia, adems, convierte a la literatura espaola en una literatura fallida por-
que no es capaz de dar cuenta de todas sus voces y, con ello, desdea conoci-
miento y se mengua. Por tanto, subsanar esta ausencia se convierte, tambin, en
una cuestin de rigor acadmico: es preciso escribir una literatura que tenga
presentes a todas sus voces, donde y como corresponda, que las incluya y nor-
malice, porque escribirla, y esto es importante, es el paso previo para poder ense-
ar literatura, tanto en secundaria como en otras etapas educativas.
Por otro lado, estos datos muestran tambin una cierta negligencia en la revi-
sin crtica de los contenidos que se imparten en la secundaria. En la innova-
cin educativa, cuyos avances en coeducacin en aspectos procedimentales de
los contenidos educativos son remarcables, no se debera descuidar la revisin
de los contenidos conceptuales.
Por su parte, el mundo editorial ofrece datos que ayudan a comprender este
olvido: a pesar de que se nota en las ltimas ediciones una voluntad creciente de
recuperacin de obras de mujeres, una buena parte de las obras de las escritoras,
salvo de un grupo de escritoras consolidadas, son, en menor o mayor medida,
difciles de encontrar. Las escasas obras y ediciones que se pueden encontrar y el
nada fcil acceso a ellas convierte esto en un escollo para el conocimiento y
la divulgacin de estas escritoras. Esta limitada divulgacin editorial es un factor
que, por un lado, aumenta el alcance de las implicaciones que la ausencia de escrito-
ras en la enseanza presenta porque dificulta an ms su conocimiento y, por
otro, tiene tambin una dimensin ms amplia dentro de la divulgacin general,
ya que no permite, al lector interesado, conocer y valorar estas obras.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Tanto esta ausencia de escritoras en los libros de texto como la limitada difu-
sin editorial de sus obras apuntalan una misma visin de mundo donde no estn
presentes las mujeres. Esto tiene unas consecuencias como son, en el aspecto lite-
rario, el desconocimiento que tenemos de parte de nuestra literatura, y, en el
aspecto social, la perpetuacin de desigualdades sociales, que se transmiten a tra-
vs de una visin de mundo, implcita en los textos, que no tiene presente a las
mujeres, hurtndoles la importancia y la contribucin que al desarrollo humano
prestaron.
Ambos aspectos evidencian una marcada carencia en el sistema educativo que
le impide cumplir su doble cometido de formar acadmicamente, ya que falta rigor
en el relato de la historia que se cuenta desde la enseanza, y cvicamente, ya que
se transmiten patrones de desigualdad que perpetan los desequilibrios socia-
les. As, es preciso subsanar esta importante carencia que desvirta los objetivos
del sistema de enseanza, el cual pretende una educacin en igualdad, pero no
es capaz de ofrecerla.
Estas conclusiones ponen en evidencia algunos vacos que necesitamos cubrir,
a saber:
Hace falta revisar nuestra historia de la literatura y escribir una que incluya
a las escritoras olvidadas; sin ellas, la nuestra no ser una literatura com-
pleta. Y esto debe hacerse revisando la nocin de canon literario y la pro-
pia nocin de cultura.
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E S T N P R E S E N T E S L A S E S C R I TO R A S E N L A E N S E A N Z A D E L A E S O ?
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ndice 471
MECANISMOS LINGSTICOS DE LA COHERENCIA DEL DISCURSO ROMNTICO.
EL CASO DE LAS RIMAS DE GUSTAVO ADOLFO BCQUER
Abderrahmane Belaaichi
Facultad de Lenguas y Traduccin. Universidad Rey Saud. Arabia Saud
Resumen
Trataremos de disear algunas pautas metodolgicas, en el marco de las
nuevas aportaciones de la lingstica del texto al anlisis de los textos literarios,
que sirven para una mejor exploracin del texto potico desde su interior, basn-
dome en los elementos lingsticos superficiales a los que apela el poeta para
vehicular su discurso y tejer su pensamiento. En el caso de las Rimas de Bc-
quer, procederemos a la puesta en evidencia de todos los recursos lingsti-
cos superficiales utilizados con miras a comprobar la consistencia y la coheren-
cia del discurso romntico en general. As, pondremos el acento en los ms
recurrentes partiendo de los recursos morfosintcticos, pasando por los pro-
cedimientos semnticos y llegando a las figuras de estilo ms relevantes.
1. Introduccin
La notable separacin que se suele establecer entre la literatura y la lin-
gstica arranca de un pasado remoto. De hecho, en la tradicin del anlisis de
una obra de arte literaria, los crticos han venido discerniendo el campo de actua-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Sin embargo, no se debe olvidar que ambas disciplinas ofrecen estrechas afi-
nidades en su universo de investigacin; de hecho, las dos estudian esencial-
mente textos, adems del inters de los crticos despertado a mediados del
pasado siglo por la retrica y el estilo as como por la semitica, campos vin-
culados simultnea y directamente con la lingstica y la literatura (Spillner, 1979:
15). El mencionado inters fue coronado por la creacin de los mtodos de an-
lisis lingsticos para interpretar las obras de arte literarias. Este hecho traduce
explcitamente el anhelo de atenuar la barrera antes existente entre una apro-
ximacin puramente lingstica y otra puramente literaria. En trminos de Lzaro
Carreter (1979: 31)
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que en parte es comn, hayan sido sometidas a energticas revisiones, y que hoy
ofrezcan un panorama tan confuso como digno de ser explorado.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
prctico y tiene por objetivo poner en aplicacin uno de los mtodos de an-
lisis preconizados por la lingstica del texto. A este respecto seguiremos las
pautas de Enrique Bernrdez y Manuel Casado Velarde para comprobar que
los recursos lingsticos y gramaticales son decisivos para conferir y mantener
la coherencia dentro de los textos literarios y son al mismo tiempo vehculos
que canalizan y condicionan el discurso y las ideologas que lo rigen. Dado
el carcter didctico de esta investigacin, procedemos a hacer un estudio ais-
lado y visualizado de unos recursos sin pretender agotarlos. Merece un espe-
cial estudio el tratamiento de la metfora, que dejamos para otra ocasin.
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La lingstica del texto no pretende ser una ampliacin a las tendencias con-
temporneas sino una autntica alternativa a ellas. Si los aos sesenta han
sido aos de abundantes publicaciones sobre esa nueva aproximacin a los tex-
tos, los aos setenta han sido aos de modelos y teoras pero tambin de estu-
dios prcticos sobre aspectos distintos y estructuras textuales de determinadas
lenguas (Bernrdez, 1981: 17).
El texto no es una suma de oraciones. Est dotado de intencionalidad y se
produce en situaciones comunicativas concretas. Para estudiarlo, ha surgido la
lingstica del texto. Esta estudia en general la lengua, que se organiza a nivel
de cuatro planos:
El mismo Bernrdez (1981: 31) resume las causas que han contribuido en el
desarrollo de la lingstica del texto como sigue:
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
3. Texto
El estudio de los textos ha sido llevado a cabo por diferentes disciplinas (Lou-
reda Lamas, 2003: 20). La primera disciplina que mostr su preocupacin por
los textos fue la retrica. Ms tarde, pas a tratar el estudio de los textos la esti-
lstica, cuya meta principal no era describir simplemente las caractersticas for-
males de los textos, sino tambin mostrar la significacin formal para la inter-
pretacin del texto. Los textos adems han sido objeto de anlisis de los estudios
literarios, as como de la antropologa, la filosofa y la sociologa, sin olvidar que
la llamada sintaxis textual tambin ha puesto su granito de arena en el estudio
de los textos.
Antes que nada es menester proceder, en trabajos de este tipo, a la defini-
cin del objeto de anlisis. El estudio del texto exige que se establezca una defi-
nicin precisa de su significado, porque de ello dependern posteriormente las
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Una definicin de texto no puede ser sino el resultado de los estudios sobre l,
no el punto de partida, sino el de llegada: la lingstica del texto puede consi-
derarse como un intento de definir el texto.
[...] todo conjunto analizable de signos. Son textos, por tanto, un fragmento de
una conversacin, una conversacin entera, un verso, una novela, la lengua en
su totalidad, etc.
Para los autores del Diccionario de Lingstica (1973: 600), el texto es:
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
ser tan largo como un libro o tan corto como un ttulo, una palabra, un suspiro.
Y acorde con Cerezo Arriaza (1997: 20):
Se entiende por texto todo discurso cifrado en uno o varios cdigos que se
nos ofrece como una unidad de comunicacin concluida y autnoma. Son tex-
tos, pues, un telegrama, una conversacin telefnica, una pelcula, una novela,
una fotografa, un cuadro de pintura, un poema, una cancin, etc.
A. Adecuacin
Es la caracterstica de los textos que estn bien construidos desde el punto
de vista comunicativo. Es el resultado de una serie de elecciones que el
hablante o autor ha de llevar a cabo teniendo en cuenta las caractersti-
cas concretas de los diferentes factores que intervienen en la comunica-
cin (quin es el emisor, cul es su intencin, cul es la relacin que hay
entre el emisor y el receptor, de qu manera el canal y los aspectos de la
situacin condicionan la comunicacin). El emisor debe tener en cuenta
las caractersticas del texto:
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B. Coherencia
Es la propiedad que hace que un texto pueda ser percibido como una
unidad comunicativa y no como una sucesin de enunciados inconexos.
Se distinguen tres niveles:
C. Cohesin
Es una realizacin lingstica determinada por la relacin entre los ele-
mentos de un texto a nivel superficial (Lozano y otros, 1989: 22 y ss.).
Dicha relacin se basa en el manejo de reglas que rigen la ordenacin
y dependencia sintctica y semntica de los elementos textuales. Se trata,
pues, del manejo de propiedades sintcticas y lxico-semnticas en la
estructura superficial del texto. Como en el caso de la coherencia, existe
una serie de mecanismos que dotan de esta cohesin a los textos. La
cohesin es esencial en la estructuracin de un texto, aunque por s misma
no constituye el mismo (Casado Velarde, 2000: 18). Todo texto viene
determinado por la cohesin interna y externa. La estructura semntica
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
externa e interna y la estructura formal son las que crean el todo del
texto.
La cohesin hace referencia a las articulaciones gramaticales del texto.
Las oraciones que conforman un discurso no son unidades aisladas e
inconexas, puestas unas al lado de otras, sino que estn vinculadas o rela-
cionadas con medios gramaticales diversos (puntuacin, conjunciones,
artculos, pronombres, sinnimos, entonacin, etc.), de manera que con-
forman entre s una imbricada red de conexiones lingsticas, la cual hace
posible la codificacin y descodificacin del texto.
Cerezo Arriaza, en su libro Texto, contexto y situacin (1997: 69), sostiene
que la cohesin de un texto se cumple de dos maneras:
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Recurrencia nominal
En la rima 23, el sustantivo beso, reiterado dos veces en los dos ltimos ver-
sos, tiene como objetivo enlazar el fin con el comienzo de la rima a fin de darle
coherencia global y explicar el lugar que ocupa su comienzo con respecto al
final. Es la exaltacin mxima, como veremos ms adelante (ver la gradacin),
del beso, smbolo del contacto fsico de dos amantes, ya que no encuentra el
poeta la respuesta a la propuesta de dar el beso. A la mirada corresponde el mundo;
a la sonrisa, el cielo; pero al beso, no encuentra el poeta nada que pueda ser la
recompensa-respuesta:
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Recurrencia verbal
Un ejemplo muy vivo de este tipo de recurrencia que manifiesta la cohe-
sin superficial lo encarna perfectamente la rima 9, en la que la exaltacin del
beso se hace mediante la reiteracin de la palabra en su categora verbal para
darle ms movimiento y animacin. La metfora del beso sobrepasa los lmi-
tes de lo humano para extenderse a toda la naturaleza, para ser as, ms all de
un elemento lingstico cohesivo, un elemento garante de la simbiosis y la armo-
na del contacto de los distintos elementos de la naturaleza:
A priori, hay que visualizar los cuatro enunciados construidos todos a base
del verbo besar:
Sujeto Verbo CD
el aura besa las leves ondas
el sol besa a la nube
la llama besa a otra llama
el ro besa el sauce
Las lexas que figuran en la posicin sintctica del sujeto (S) y del comple-
mento directo (CD) se inscriben todas en el macrocampo semntico naturaleza,
dentro del que podemos establecer pequeos universos de significacin que
toman en consideracin la variedad significativa de dichas lexas:
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Recurrencia determinativa
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Diversidad Unidad
Dos rojas lenguas forman una sola llama
Dos notas se abrazan armoniosas
Dos olas se coronan con un penacho de plata
Dos jirones de vapor forman una nube blanca
Recurrencia conjuntiva
En la siguiente rima hallamos otro ejemplo de la eficacia del procedimiento
anafrico muy utilizado por el poeta romntico como recurso cohesivo. La con-
juncin mientras reiterada quince veces adquiere en la rima un carcter de
empeo, pero al mismo tiempo introduce una nota de optimismo de que habr
poesa. Las estructuras subordinadas que encabeza comportan todos los elemen-
tos que sostienen este empeo y optimismo del poeta. La anfora, al permitir
indagar y explorar todos los caminos recorriendo distintos campos semnticos
muy tpicos relativos a la naturaleza, al ser humano y a sus distintas vivencias,
permite unir y enlazar todos estos universos como signo de la coherencia del con-
junto, y sirve, en consecuencia, la misma causa: la poesa:
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...Luz que
PN (adj.) N (SN) O
O SN + PN
PN cp. (adj.) N (SN) O
SN N / pronombre
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Un conjunto de lexemas unidos por un valor lxico comn (valor del campo),
que ellos subdividen en valores ms determinados, oponindose entre s por dife-
rencias de contenido lxico (rasgos distintivos lexemticos o semas).
Campo de naturaleza:
Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.
Rima 5
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Yo ro en los alcores
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.
Rima 5
Campo de dolor:
Ay!, a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir!
Amargo es el dolor pero siquiera
padecer es vivir!
Rima 56
Sinonimia
No se trata en los versos que van a continuacin de la sinonimia absoluta,
donde los trminos son sustituibles mutuamente, sino de una sinonimia parcial
en trminos de Lyons (1980: 253). El rasgo contextual que tienen en comn los
sintagmas subrayados (me recuerda / se me figuran / me parece) es el de la
comparacin. El poeta aspira a atribuir a cada estado de nimo de su amada,
mediante el proceso de comparacin asumida mediante estos mismos verbos,
una imagen (positiva y alegre) inspirada del entorno natural del romntico a fin
de expresar otra vez esta comunin con la naturaleza:
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Es fcil notar que en esta rima Bcquer combina la anttesis nominal y ver-
bal pero sin abandonar la esfera semntica del dolor y del jbilo (llora, abo-
rrece, dolor,) y (re, ama, gozo,) respectivamente. Lo cual garantiza la coherencia
tanto local como global y la solidaridad verbal y tambin semntica del texto
becqueriano.
En la misma rima hay que subrayar el papel cohesivo de la conjuncin dis-
yuntiva y, que tiene aqu doble funcin: de un lado, une pares antitticos
(re/llora, aborrece/ama, dolor/gozo); de otro, une lexas antagnicas:
Re vs llora
Aborrece vs ama
Dolor vs gozo
Yo s por qu sonres
Y lloras a la vez;
Yo penetro en los senos misteriosos
De tu alma de mujer
Rima 59
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A es B y C es D
A es B vs C es D
ndice 493
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
nen, tienden a expresar lo mismo, es decir, que gozan de una coherencia glo-
bal por desembocar en el mismo objetivo; hecho que manifiesta otra vez la
coherencia del discurso romntico. De un lado, pone el poeta a su yo, y de otro
a su amada, t. La exasperacin se expresa en cada estrofa por la increduli-
dad de los dos, tambin antagnica:
Estrellarte vs abatirme
Romperte vs arrancarme
Uno a arrollar vs el otro a no ceder
Hay que sealar, en fin, que el artificio de esta rima es ms complejo al adver-
tir que cada una de sus tres estrofas constituye un conjunto paralelstico con
respecto a las dems, considerando A1, B1, C1 y D1 cuatro elementos sucesi-
vos distinguidos en la primera estrofa; A2, B2, C2 y D2, los de la segunda y A3,
B3, C3 y D3, los de la tercera. El cuadro siguiente recoger el aludido parale-
lismo:
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Hermosa t yo alivio
A3 versus B2
Tenas que romperte (,) El otro a no ceder
C3 D3
Gradacin
Otro recurso para manifestar la cohesin entre los elementos del texto es
la gradacin. Constituye una de las manifestaciones ms relevantes de la enu-
meracin y consiste segn Fontanier (1977: 333) en:
(clmax)
(f - i)
Sm n Sm A
de
te
sc
en
Sm 3 Sm B
en
nd
de
ce
nt
as
Sm 2 Sm C
Sm 1 amortiguadores Sm n
I f
(anticlmax)
ndice 495
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Gradacin temporal
La expresin del transcurso del tiempo funciona como una advertencia
del poeta a su amada de la fatalidad de la muerte. La muerte se convierte en
el elemento unificador entre los dos. El encuentro slo es posible gracias a la
muerte, en la muerte y ms all de la muerte. Ello hace que los aos transcu-
rran rpidos y la nocin de tiempo pierda su significacin, ya que el resultado
es de antemano conocido. La coherencia del poema pasa forzosamente por estos
versos que expresan una gradacin ascendente y constituyen el puente que
posibilita el encuentro entre el poeta y su amada. Esta gradacin nominal se
localiza temporalmente en el futuro y espacialmente en nuestro mundo (aqu);
sin embargo, su clmax se sita en el otro mundo (all), despus de la muerte,
con el apoyo contextual del verbo metafrico volar.
a) con las horas los das
b) con los das los aos
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7. Conclusin
Este modesto trabajo no pretende agotar el tema de la coherencia ni mucho
menos profundizar las cuestiones ya tratadas. Constituye, sin embargo, a nues-
tro modesto parecer, una pequea asomada a un mundo potico muy rico
sintctica, semntica y estilsticamente. Los recursos analizados someramente no
ndice 497
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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498 ndice
TE ESPERO COMO A DIOS... Y VIENES HOMBRE. LA ENCARNACIN DE LA POESA
HISPANOAMERICANA DEL SIGLO XX. EL CASO DE CARILDA OLIVER LABRA
Bibiana Collado Cabrera
Universitat de Valncia
Resumen
Esta comunicacin pretende analizar y comentar la figura de Carilda Oliver
Labra, poeta cubana que ha sido precursora y, a su vez, uno de los mximos
exponentes de la poesa ertica escrita por mujeres en la segunda mitad del siglo
XX. Nuestro trabajo repasa una parte de la recepcin crtica de Carilda Oliver
para reflexionar en torno a su compleja entrada en la historiografa literaria,
determinada por su condicin de mujer y por la temtica elegida, considerada
impropia (lo ertico). Asimismo, apuntaremos procesos como su construc-
cin-conversin en mito, su mediatizacin o la entrada de su persona-personaje
en el mercado como bien de consumo (la mercanca es ella misma, no su obra).
Punto de partida
Escrbete: es necesario que tu cuerpo se deje or afirma Cixous (1995). Se
refiere a un t-mujer. Y, precisamente, esa ha sido la labor llevada a cabo por
una gran cantidad de mujeres a lo largo del siglo XX: escribirse, escribir su cuerpo.
Pero escribir el cuerpo, encarnar la poesa (en el sentido ms literal, el de escri-
bir de y desde lo carnal) ha resultado una tarea controvertida que ha estallado
en diversos frentes: social, historiogrfico e, incluso, poltico. Un ejemplo de
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1. OLIVER LABRA, Carilda (1943). Preludio lrico. Matanzas: Casas y Mercado. OLIVER LABRA,
Carilda (1949). Al sur de mi garganta, Matanzas: Talleres de El Imparcial.
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las cuales no supo intuir el fuerte protagonismo que la representacin del cuerpo
adquirira progresivamente; de hecho, crticos posteriores la acusan precisamente
de lo contrario, de total ausencia de trascendentalismo. Lo que s aparece con
claridad en el artculo es cmo la irrupcin de una mujer en el panorama lite-
rario implica una inmediata reflexin y cuestionamiento en torno a sus predece-
soras y una puesta en relacin con ellas. El autor de este texto conecta la escri-
tura de Carilda con la de aquellas nias erticas que parecen constituir la
inmediata tradicin de escritura femenina segn Iraizoz. La poeta aparece legi-
timada frente a las otras porque est ms en su alma que en su cuerpo, por-
que ella sabe que no habr ms remedio que el novio (Iraizoz, 2004: 15).
Marquina (2004: 16), Bueno (2004: 18) o Rodrguez Alemn (2004: 21), entre
otros crticos y articulistas de la poca, hablarn de espritu, de inocencia, de
frescura, de finura y gracia; como si de un empeo por desvincular a Carilda
de esas nias erticas se tratara. La ponen en relacin con la ingenuidad de la
juventud, la presentan asociada a lo angelical resaltando lo rubio de su cabe-
llo, insisten en ligarla a lo espiritual para alejarla de ese tipo de escritoras que
resultan molestas en el campo cultural dominante.
Vitier (1952), en la antologa organizada con razn del cincuentenario de la
independencia, incluye a Carilda Oliver, la cual contaba en aquellos momentos
con slo dos obras publicadas, pero ya era Premio Nacional de Poesa del Minis-
terio de Educacin.
En esta compilacin, Vitier no incluye el neorromanticismo como categora
de su esquema clasificatorio. La no utilizacin de esta terminologa no es ino-
cente sino una estrategia de deslegitimacin de un movimiento, de inmensa
popularidad, pero de escasa calidad a ojos del grupo Orgenes, preponde-
rante en el mbito oficial intelectual cubano. Jos ngel Buesa y Guillermo Villa-
rronda aparecen bajo el epgrafe de Figuras aisladas incluido en la Poesa
nueva. A Buesa lo caracteriza antes como autor de novelas radiales que como
poeta (esta priorizacin tampoco es casual) y afirma de l que cultiva un lirismo
amoroso de musicalidad fcil y temtica monocorde (Vitier, 1952: 274); sin
embargo, no utiliza en ningn momento el adjetivo neorromntico para defi-
nir sus creaciones. El mismo mecanismo emplea para hacer referencia a Villa-
rronda, al cual califica como periodista antes que poeta, y del cual tampoco dice
que pertenezca al neorromanticismo. Esta categorizacin no se nombra, preci-
samente, hasta la aparicin de Carilda:
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vocan sus mejores textos y los peligros del provincianismo literario. Apuntamos
en ella un desenfado formal, un ansia de veracidad, una pupila tierna o vigorosa
para lo cotidiano, y, desde luego, un temblor lrico genuino, que pueden condu-
cirla a desarrollar plenamente sus ms valiosas posibilidades (Vitier, 1952: 387).
2. OLIVER LABRA, Carilda (1955). Libreta de la recin casada. Matanzas: Ediciones Milans.
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tual cotidiano (2004: 161). Por primera vez se prioriza en la obra de Carilda lo
cotidiano, pero slo como un adjetivo de lo espiritual. Este prlogo es ya un
preludio del enfoque que la crtica dar a la produccin carildiana ms adelante,
cuando la poesa coloquial etiquete muchos de los espacios en blanco de la
escritura contempornea. A pesar de ese tibio acercamiento a lo terrenal, la poe-
sa seguir mirando hacia arriba aunque nuestra poeta se empee en situarla,
precisamente, al sur de su garganta. De esta manera, Acosta (2004: 161) afir-
mar: No importa que la impresin de un hecho vulgar carezca de espirituali-
dad: ella le comunica la suya, y el hecho aparece espiritualizado, como si Carilda
fuera una especie de mstica, capaz de elevar consigo todo lo que toca. Por
qu esa obsesin por conectar la potica de Oliver Labra con lo etreo?: para
diferenciarla de las otras mujeres y, as, salvarla? para colocarla del lado de la
poesa espiritual, que es, segn un fuerte sector de la tradicin, la verdadera
poesa? para negar lo femenino en su escritura? Tal vez la utilizacin de lo espi-
ritual es un forzado intento por hacer calzar sus versos en el campo de lo des-
erotizado, de lo no sexuado, como si el tributo de Carilda para entrar en los
mecanismos culturales oficiales fuera alejarse de la representacin del cuerpo
o utilizarlo solamente para trascenderlo. Esta representacin pseudomstica lle-
vada a cabo sobre la figura del poeta se concreta, en el caso de las mujeres que
escriben, en una serie de atribuciones particulares como son el infantilismo, la
inocencia, la ternura o la esperanza. La mujer escribe poesa pero lo hace desde
una posicin inferior, la del infante angelical; esa es la va que parece legiti-
mar la escritura de Carilda en sus primeros tiempos y que le permite entrar en
el campo cultural reconocido y vinculado al poder. No obstante, se hace impo-
sible obviar determinados rasgos de su obra, los cuales escapan a esta catego-
ra casi celestial en la que se la pretende incluir. De acuerdo con esto, Acosta
(2004: 162) la describe as: Seria y tierna, modesta y fuerte, su espritu exqui-
sito acuna los ngeles que ella misma crea. Subvirtiendo por debajo, como
un segundo texto que espera escondido tras las grandes palabras (espritu, nge-
les, etc.), aparecen seria y fuerte, adjetivos que nos alejan de esa visin ms-
tica y apuntan hacia una nueva construccin de la poeta. Pasarn dcadas hasta
que aflore completamente esta nueva configuracin.
Pogolotti, curiosamente, destaca esos rasgos de fortaleza levemente apun-
tados en la crtica de Oliver Labra hasta el momento e histricamente atribui-
dos a lo masculino y su produccin. La profesora Pogolotti (2004: 28) dir de
Carilda que es, desde luego, un poeta autntico porque tiene, sobre todo,
carcter. En el momento en que se destaca el carcter (entendemos un carc-
ter fuerte) tiene lugar una correspondencia con lo masculino: ella es un poeta
autntico y no una poeta autntica. La poeta es revestida de dotes masculinos
con la (al menos aparente) intencin de ensalzar caractersticas que, como mujer,
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seran reprochables. Adems, Pogolotti (2004: 28) parece ser la primera en apun-
tar explcitamente la sensualidad en los versos de Carilda, aunque, inmediata-
mente, la proteja afirmando que son siempre limpios en el afn, nunca mor-
bosos y turbios.
Como Silvia Pinal en su tiempo, Rita Hayworth, Liz Taylor o Greta Garbo y la
Bardot, t has sido un ideal. Callarlo impedira penetrar en gran parte las razones
por las cuales t y tu poesa han sido un mito. Como para todos los de mi gene-
racin, caballeros blancos en canas ya algunos de ellos, y otros barrigones y hasta
calvos, hoy t eres una hermanita (la menor); pero para los muchachos de maana
y de siempre, continuars siendo una novia: la novia que todos quisieron tener.
(1987: 5)
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temeridad inevitable de los grandes acontecimientos (1987: 6). Y, para los mucha-
chos, representa la figura de la novia, como si su poesa presentara una ligazn
inevitable con lo adolescente. En contraposicin con ese fuerte grupo de cre-
acin y crtica que supuso Orgenes, la obra de Carilda es considerada (aunque
sea indirectamente) menor porque est alejada del tono de solemnidad y tras-
cendencia que caracterizaba a aqullos. Ella es novia y hermana menor, defi-
nida siempre en relacin al otro, precisamente, al hombre.
A tanto llega la envoltura creada en torno a la figura potica, que Alcides
llega a afirmar: Tan natural y tan Carilda eres que quienes te conozcan ni siquiera
tendran que leerte (1987: 6). Carilda es ya un significante dotado de una deno-
tacin y connotacin definida, independiente de su escritura, presenta unos atri-
butos propios que vencen y supeditan a su produccin. Ella es mi Carilda: se
ha producido una apropiacin por parte de sus compaeros escritores contem-
porneos y por parte del pueblo cubano, una apropiacin que neutraliza su
escritura.
No obstante, Alcides reivindica la necesidad de una revisin de la obra de
Carilda desde la perspectiva del coloquialismo:
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Las supuestas causas que seala Carilda son episodios relacionados con su
vida sentimental, real o ficticia. No hace mencin a lo arriesgado o transgresor
de sus versos, al fuerte erotismo de sus sonetos, a la repercusin de su obra...
no. Ella misma participa, pues, de la imagen colectiva que se ha creado en torno
a s misma o, como mnimo, es consciente de los mecanismos que la han cre-
ado, tal y como delata la ltima frase: pero tal vez en alguna de ellas yo no
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tenga nada que ver, en la cual subyace toda una declaracin de intenciones.
El suyo es un juego de ambigedades consistente en la provocacin oculta tras
estrategias de inocencia. Hablando de uno de los hombres que, supuestamente,
han contribuido a su mito, afirma: sin darme cuenta lo provoqu (1997: 29).
Ese parece ser el parapeto que salva a la autora a lo largo de las entrevistas: la
inconsciencia de su capacidad de provocacin. No obstante, ella misma lo ha
dicho: si en algunas causas no tiene nada que ver es porque, en todas las dems,
s ha tenido que ver.
En el segundo captulo, titulado (no casualmente) Una muchacha buena,
el entrevistador declara: Saba que, en alguna medida, poda contribuir a que
muchas personas no juzgaran a Carilda con severidad o, al menos, podra dar-
les los elementos necesarios para que, en lo adelante, los juicios fueran exac-
tos (1997: 58). Encontramos en esta obra una clara intencin de salvar a Carilda
ante la opinin pblica, pero esta pretensin es, en realidad, tramposa. La
presuncin de que debe ser redimida ya le supone una falta previa, algo que
hay que subsanar y, por tanto, en lugar de clarificar la imagen de la poeta,
aumenta la expectativa y el mito. A lo largo del captulo, queda claro que el
pecado del que debe redimirse es el sexo, y hacia ello orienta la conversacin
el periodista, obteniendo respuestas de la autora como Es un libro de amor en
el que hay mucha calidad humana, y no hay nada absolutamente nada! de
sexo, incluso no hay alusiones (1997: 67) (refirindose a Al sur de mi garganta)
o haciendo comentarios como Lo del erotismo piensa que es un disfraz; jus-
tamente porque es un sentimiento que en ella ha sido bastante reprimido y trau-
mtico (1997: 75).3 Lo que afirmaciones como stas consiguen es descentrar
el sexo como materia potica en su obra y justificar la aparicin de este tema
como consecuencia de la vivencia traumtica de ste, estableciendo una rela-
cin indivisible entre la experiencia personal del poeta y su produccin (el autor
se ha tomado la molestia de relatar anteriormente los dos intentos de viola-
cin padecidos por la autora, los mltiples amoros infructuosos, la complicada
moralidad mojigata de un lugar como Matanzas, etc). Todo ello pone de mani-
fiesto una voluntad de corregir el tratamiento del sexo en la obra carildiana:
una mujer, si escribe sobre sexo, no puede hacerlo desde una perspectiva posi-
tiva y vital, sino como resultado del trauma.
3. Esta afirmacin no aparece como declaracin directa de la autora sino como alusin del narra-
dor-periodista, es decir, a travs del discurso indirecto, muy peligroso en un tipo de libro como
este, puesto que difumina los lmites entre lo dicho por la entrevistada y lo dicho por el entrevis-
tador; no obstante, no podemos olvidar que est revisado y, por tanto, consentido, por la propia
Carilda.
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del libro, tras la redencin sexual nos encontramos con la redencin poltica:
Muchos [...] han buscado siempre en ella el viso de la duda, de la falsedad patri-
tica, pero De tantas dudas y acusaciones de sus enemigos abiertos o encubier-
tos, ha salido limpiamente (1997: 124). As, limpia, sale Carilda de este libro
o, al menos, esa parece ser la pretensin superficial del libro.
El ltimo captulo, Anoche he soado contigo, confirma y cierra lo mani-
festado anteriormente. El entrevistador afirma: me molesta mucho ver cmo se
distorsionan las cosas, al extremo de que Carilda es, para algunos, una especie
de prostituta retirada y dedicada al oficio de escribir poesas (1997: 138).
Por eso pretende ofrecer a los lectores una imagen mucho ms justa que la que
ya tenan, en la que lo ertico ocupara su lugar exacto, pero ni ms ni menos
(1997: 138). Vuelta una vez ms a la reubicacin del sexo en Carilda, pero esta
vez no en su obra, sino en su vida. Vuelta tambin a la confirmacin de su fide-
lidad a la Revolucin, para lo cual llega a reproducir la carta enviada por Fidel
Castro a Carilda con motivo de las cuatro dcadas de la composicin de su Canto
a Fidel,4 en la cual el dirigente habla de el testimonio agradecido de todos los
que de una generacin a otra, y ya van siendo unas cuantas hemos disfrutado
alguna vez de tu poesa apasionada, y el de todo tu pueblo que te siente esen-
cialmente suya (1997: 149). La carta de Fidel, adems de dejar atado y bien atado
el posicionamiento poltico de Carilda ante todos aqullos que la han acusado
de traidora, es representativo en cuanto que recoge las principales caractersti-
cas que definen la parte supuestamente positiva del mito: por una parte, su apa-
sionamiento en la poesa (pasin y poesa irn ligadas en muchas de las inter-
pretaciones de los textos de la autora) y, por otra, su pertenencia al pueblo que
la siente, como dice el comandante, esencialmente suya, como si Carilda fuera
parte del patrimonio nacional cubano.
Hacia el final del libro el narrador realiza la pregunta clave: Aunque creo
saber la respuesta, le pregunto si le interesa lo que digan los dems, y, obvia-
mente, me dice que no, se re a plenitud y agrega que si le preocupara, ya se
hubiera muerto de dolor (1997: 154). La negativa es una convencin: si no le
importa la opinin del pblico, no tiene sentido un libro como este.
El libro, vertebrado a travs de ese desvelar (quitar los velos que cubren
al mito para dotarlo de otros que la legitiman precisamente como mito), cae
finalmente en su propio juego y se cierra con una serie de comentarios de la
voz conductora que encajan perfectamente en la imagen que supuestamente se
pretenda desmontar. Tales como: Cuando logro abstraerme del encanto de su
conversacin y contemplo a esta mujer que seduce a hombres de tantas gene-
4. Incluido en: OLIVER LABRA, Carilda (1987). Calzada de Tirry 81. La Habana: Editorial Letras
Cubanas.
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raciones, veo que an mantiene cierto misterio que la hace sumamente atrac-
tiva (1997: 155). O:
4. Pespunte
De muchacha dulce a mito ertico, de espiritual a profundamente carnal, de
neorromntica a poeta coloquial. La figura de Carilda Oliver Labra ha dado serios
bandazos en el discurso crtico del siglo XX. stos manifiestan la perplejidad
de un estadio crtico que pretende absorberla para neutralizarla pero no sabe
cmo incorporarla a la tradicin literaria. Hacer un seguimiento de la produc-
cin terica que ha acompaado la obra de Carilda es un interesantsimo tra-
bajo del que aqu slo hemos podido llevar a cabo una muestra. Se trata de
un trabajo que puede darnos claves sobre las lneas de evolucin de la poesa
en la segunda mitad del siglo XX y sobre la inscripcin de las mujeres en los
campos culturales, una inscripcin todava problemtica.
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ENRIQUE VILA-MATAS, SERGIO CHEJFEC. LIBROS ESCRITOS POR PERSONAJES DE NOVELA
Jos Vicente Cintas Borrs
Resumen
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1. Es instructiva la contextualizacin que Carmen Ruiz Barrionuevo hizo de la obra de este poeta
montevideano en el texto que public en 1991 en la Universidad de Salamanca. Para abundar en
Herrera y Reissig vase el Prlogo de Idea Vilario a Poesa completa y Prosa selecta de Julio Herrera
y Reissig en la edicin de Alicia Migdal (1978) Ed. Biblioteca Ayacucho. Asimismo, la edicin cr-
tica coordinada por ngeles Estvez publicada en 1998 por la editorial Allca XX de Santiago de Chile
rene textos sumamente interesantes acerca de Herrera y Reissig.
2. VILA-MATAS, Enrique, Bolao en la distancia.
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3. Los referentes romnticos para este ensayo son, entre otros, los textos de Wackenroder y
Tieck, y los del joven Hegel.
4. A Vila-Matas pertenece la nota Autoficcin; en ella dice que la nocin la ha extrado de
Serge Doubrovsky.
5. En la palabra escrito cabe considerar la dimensin insondable y abismal inherente a la
palabra escrita. Es lo inhspito e inabarcable de los personajes que se entienden como escritos.
No se trata de estar escrito en participio ni fijado con un aspecto definitivo. En Dublinesca el tr-
mino escrito aparece destacado en itlica. En el contexto del romanticismo temprano, ya Wacken-
roder y Tieck consideraron dialcticamente la dimensin esotrica y exotrica del texto. En sus Eflu-
vios cordiales, como dice Cord-Friedrich Bregan, describieron pinturas a base de poemas porque
all donde las imgenes se resisten a ser descritas, la superficie del texto se vuelve asimismo impe-
netrable. Lo mismo ocurre con el escrito que pretende dar cuenta del sujeto: el escrito que
trata de desvelar al sujeto queda l mismo velado dejando, por lo tanto, velado tambin el sujeto
objeto de desvelamiento.
6. LEJEUNE, Philippe (1994). El pacto autobiogrfico y otros escritos. Madrid. Megazul-Endymion.
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7. Estas palabras sobre las Relecturas de Vila-Matas se refieren a las trece que el autor ha escrito
hasta hoy. Sin duda, la reunin de todas ellas ha de dar lugar a un libro por venir importante
para la literatura.
8. Esta articulacin afecta directamente la relacin realidad-ficcin: No hay da en que no vea
borradas las fronteras entre la realidad y la ficcin, VILA-MATAS, Enrique, Explorador que avanza.
9. PARDO, Jos Luis. Basado en hechos reales. En el blog de Vila-Matas.
10. Con ello se est ante la todava irresuelta controversia entre la modernidad y la posmo-
dernidad.
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11. BORGES, Jorge Luis, Prlogo. En BIOY CASARES, Adolfo (1989). La invencin de Morel. Madrid.
Alianza.
12. CHEJFEC, Sergio (2008), p. 46.
13. Ibd., p. 25.
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en 1794 y dice que este escritor estaba preparando el terreno para que nues-
tro viaje contemporneo fuera una sucesin infinita de odiseas.18 El potencial
catlogo de odiseas se extendera decenas de pginas. Vila-Matas escribe: he
admirado siempre a los escritores que cada da emprenden un viaje hacia lo
desconocido y sin embargo estn todo el tiempo sentados en una habitacin.19
El autor se refiere a estos viajes u odiseas con la expresin viajes craneales.20
La mutacin de la metfora de la odisea como construccin de la autocon-
ciencia en una reflexin sobre el lenguaje literario exige matizar que ni los paseos
y caminatas de la novela de Chejfec ni las odiseas craneales que relata Vila-
Matas son monlogos interiores o corrientes de conciencia. Ms bien, a dife-
rencia de ellos son, dice Vila-Matas, algo as como encierros que le conectan
a uno con el Universo entero. Las implicaciones de este matiz son importantes.
A modo de ejemplo, cabe indicar sucintamente una: el monlogo interior fue
uno de los aspectos narrativos empleados para consolidar la renovacin de la
literatura realista o naturalista de finales del siglo XIX y principios del XX en el
horizonte de Joyce. Faulkner, ya con El ruido y la furia (1929), empieza a influir
notablemente en la literatura hispanoamericana de mitad del siglo XX; sin
embargo, ni El Pozo (1939) de Onetti, ni La vuelta al da en ochenta mundos
(1967) de Cortzar, ni La invencin de Morel (1968) de Bioy Casares, ni Mis dos
mundos (2008) de Chejfec, corresponden plenamente a las tcnicas narrativas
propias de las corrientes de conciencia o del monlogo interior. Pero esto no
lo digo en sentido asertrico, sino como propuesta de lectura compatible, segu-
ramente, con otras perspectivas.
El protagonista de El Pozo de Onetti, Eladio Linacero, como el del texto de
Xavier de Maistre, anda por su habitacin aparentemente enfrascado en un soli-
loquio. Linacero quiere escribir la memoria, pero no de las cosas que le suce-
dieron, sino de sus sueos: la historia de un alma, de ella sola, sin los suce-
sos en que tuvo que mezclarse.21 Pero entonces Onetti se ve obligado a establecer
a travs de Linacero la irnica distincin entre los dos mundos, el de los suce-
sos y el de los sueos, para oponerse en serio a que le llamen soador. Pues
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22. Ibd.
23. Esto queda claro tanto en las Historias de cronopios y de famas de Cortzar, publicadas en
1962, como en La vuelta al da en ochenta mundos. En este segundo texto, Cortzar contrapone
la figura del cronopio a la del piantado, cayendo ste, a diferencia del primero, en lo ms pro-
fundo del monlogo interior y su solipsismo.
24. Pero el arco que conforman estos autores no ha de entenderse como una tradicin, pues
cada autor en cada libro inventa sus propios precursores. Segn Chejfec, un escritor puede hacer
visibles libros que hasta ahora estaban en otro lugar de la cadena o de las tradiciones [...] hay un
efecto reorganizador de la literatura en cada autor o en cada libro. Hans Robert Jauss ofreci
un buen planteamiento terico de este tipo de escritura a partir del Pierre Menard de Borges. El
escritor revisa a la vez su pasado y el de la literatura. Posiblemente a partir de esta idea se abre a
nosotros el espacio literario de las Relecturas de Vila-Matas. La re-lectura supone una lectura ante-
rior. El tiempo transcurrido desde la lectura previa es crucial para escribir la Relectura.
25. A la nocin de heternimo recurri Pessoa y actualmente Banville. A esta nocin se le
otorga todo su alcance recuperando las connotaciones de la nocin de heterotes platnica. Efec-
tivamente los heternimos permiten al escritor comenzar a transformarse en otro diferente.
26. En la pgina 37 del primer escrito publicado de Vila-Matas, Mujer en el espejo contemplando
el paisaje (1973), ya puede leerse: es obvio que desenredar la ficcin de la realidad y viceversa
es tarea conflictiva. Y en la pgina 49 de Al sur de los prpados, no era la primera vez que pasaba
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de la reflexin a la fantasa para poco despus pasar de la fantasa a la reflexin, pero s era la
primera ocasin en que la sbita aparicin de imgenes me remitan no solo al terreno potico sino
tambin al novelstico. Rota la demarcacin entre los gneros. La recuperacin de estas palabras
pretenden resaltar que ya en los primeros textos de Vila-Matas est presente la controversia de los
gneros literarios en forma de la lbil frontera indicada anteriormente que acota el relato frente al
pensamiento.
27. PAZ, Octavio (1986), p. 223.
28. DE MAISTRE, Xavier (2007), p. 22.
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fue recuperado para la literatura por Blanchot que, segn Nadeau,29 es un autor
influyente en la escritura de Vila-Matas. En cuanto al tema de la odisea cra-
neal en el horizonte de la subjetividad escindida, Georges Perec es un autor afn
a Vila-Matas y Chejfec. Un hombre que duerme (1967) es un comentario litera-
rio de la nocin de subjetividad duplicada indicada a partir de Hegel, el roman-
ticismo, Octavio Paz y De Man. El deambulador parisino protagonista del libro
de Perec se califica de observador observado y se dice nunca dejars de verte
[...] te ves, te ves verte, te miras mirarte.30 Esta es la injerencia de lo biogrfico
en la literatura, esta es la verdadera autoficcin. Y este no es un planteamiento
forzado para articular la literatura y el relato con el pensamiento y el ensayo.
Vila-Matas ha dicho que escribir consiste en una bsqueda lenta de la concien-
cia de s misma por parte de la literatura a la vez que por parte del autor.31 Pero
una literatura que proceda de una reflexin sobre la nocin de sujeto o de con-
ciencia no puede obviar el contenido metafsico inherente a dicha nocin. A
la literatura le concierne la metafsica.32 Quiz la literatura (y la crtica literaria)
oscile entre la esttica y la metafsica.33
Michel Foucault sentencia la muerte de la concepcin moderna del sujeto.34
La nocin de sujeto se ha desplazado desde el cogito cartesiano hasta una abso-
luta asimilacin a los discursos cientficos emergiendo como una estructura lin-
gstica. El orden del discurso es el que definitivamente aclara que el sujeto
es discurso. Entonces, paradjicamente, el sujeto persiste ms all del discurso
en el que sin embargo consiste. El sujeto se convierte en lo impensado, en lo
inenarrable, en una dimensin insondable.35
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40. En Mujer en el espejo contemplando el paisaje ya estn presentes de algn modo la cues-
tin del ventrlocuo y de la voz en su problemtica del origen. En la pgina 29 se lee: usar de
artilugios de ventrlocuo; en la 61 se cuenta que una horda de muecos no cesaba de moverse y
de gritar salvajemente al lado de la ventana y sus voces eran las voces de mi madre que utilizaba
trucos propios del arte de la ventriloquia; y en la 58: sabiendo que no hay necesidad de hablar y
que las palabras estn en ti y no interesa escucharlas pues ests hecho de ellas, palabras tuyas y
palabras de otros. Por otro lado, qu ha sido del texto de Gonzalo Torrente Ballester Los cua-
dernos del vate vago?
41. DODDS, E. R. (1999), p. 78.
42. Ibd., p. 87.
43. VILA-MATAS, Enrique (1988), p. 25.
44. Ibd., p. 141.
45. Ibd., p. 141.
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L I B R O S E S C R I TO S P O R P E R S O N A J E S D E N OV E L A
46. Citado por Vila-Matas de Blanchot en la primera pgina de Una casa para siempre.
47. Vila-Matas en el conmovedor texto No soy Auster (2008) dice: los otros (hablo de los otros
escritores, y de entre stos slo los que nos gustan, los que llevamos con nosotros) actan de un
modo extrao que hace que nos resulte imposible aislarnos de ellos [...] uno descubre que est
habitado por otros. Por qu en La caricia ms profunda de Cortzar (en La vuelta al da en ochenta
mundos) no hay otro y no se consigue superar la rotunda soledad que echa a perder todo abrazo,
que junto a la imposibilidad del dilogo genera la invisibilidad kafkiana de un G. Samsa?
48. En este punto es necesario recordar tanto los postulados lingsticos de Deleuze y Guat-
tari sobre el discurso indirecto libre como los estudios antropolgicos de Marcel Detienne acerca
de la Grecia arcaica.
49. Continuando con el breve texto No soy Auster (2008): no hay mayor sentido del despre-
cio hacia el otro que pensar que lo hemos imaginado.
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50. Algo ms de No soy Auster, pues de l no puede pasarse por alto lo siguiente: se trata de
encontrar al otro [...] si hay algo que tranquiliza enormemente es que haya alguien que, con toda
seguridad, tiene ms encanto que t; alguien a quien podra ser que te parecieras pero al que, hagas
lo que hagas, no te parecers nunca. Por suerte. Porque as no te sentirs solo en el mundo. As
siempre tendrs a otro, y en lugar de encontrarte slo a ti mismo, podrs en el camino, de paso,
encontrarte tambin el mundo.
51. VILA-MATAS, Enrique, Explorador que avanza.
52. Si de la Grecia arcaica puede recuperarse la nocin de poeta como ventrlocuo para leer
Una casa para siempre, para leer Dublinesca puede recordarse la estructura de las tragedias grie-
gas de Esquilo, Sfocles y Eurpides. Dublinesca est organizada en tres partes (o actos): Mayo,
Junio y Julio. Es relevante reparar en que son tres actos de naturaleza temporal.
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L I B R O S E S C R I TO S P O R P E R S O N A J E S D E N OV E L A
Bibliografa
CHEJFEC, Sergio (2008). Mis dos mundos. Barcelona. Candaya.
Cuando la literatura es experiencia. En blog de Vila-Matas.
Textos en blog del autor: www.parabolaanterior.wordpress.com
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lona. Anagrama.
54. Ibd., p. 210.
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PARS E VIANA I CURIAL E GELFA . UN ESTUDI COMPARAT 1
Gemma Pellisa Prades
Universitat de Barcelona
Resum
A travs de lanlisi dels parallelismes entre el Pars e Viana catal i el
Curial e Gelfa, en relaci amb les novelles cavalleresques europees, es cons-
tata que els trets comuns entre totes dues obres no obeeixen al fet que el Pars
e Viana sigui una de les fonts del Curial, sin que sn motius literaris que
comparteixen amb la resta de les anomenades novelles cavalleresques.
1. Introducci
Lestudi ms complet sobre el Pars e Viana catal, el devem a Pedro Cte-
dra, que el public lany 1986 amb ledici facsmil de la traducci catalana de
lobra impresa a Girona lany 1495. Entre les propostes de recerca que hi sug-
gereix destaca la destablir els parallelismes entre el Pars e Viana i el Curial
e Gelfa per tal de provar la dependncia daquesta darrera novella del Pars e
Viana, coneguda a la corona catalanoaragonesa abans de la primera meitat del
segle XV (Ctedra: 1986, 36-38). Ctedra parteix del fet que lautor del Curial
1. Lautora daquesta comunicaci s beneficiria duna beca FPU (concedida al juliol de 2009).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
2. El tractament realista
Tant el Pars e Viana com el Curial e Gelfa pertanyen al grup de les novelles
daventures realistes dels segles XIV i XV que Vrvaro (2002: 153-165) caracteritza
a partir de lmbit geogrfic i temporal concret en qu se situa lacci; la utilit-
zaci dantropnims i, sobretot, de ttols nobiliaris reals, sense que hi hagi neces-
sriament una correspondncia entre els personatges histrics i els de ficci;
lesment de fets histrics per dotar de credibilitat el relat; ls del tpic del manus-
crit trobat i latenci pel detall quotidi, com, per exemple, lesment de la pro-
cedncia dels ingressos del protagonista o la necessitat dobtenir salconduits per
a un viatge llarg. Degueren ser aquestes les raons que portaren La Cpde, el
compilador de la versi francesa del Pars e Viana, a referir-shi amb aquests
termes: la matiere me semble estre bien raisonnable et asses creable (Kalten-
bacher, 1904: 392).
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PA R S E V I A N A I C U R I A L E G E L FA , U N E S T U D I C O M PA R AT
En lo temps del gran emperador Carles, rey de Frana, fill del rey Pep, qui de la
una part dEspanya lan los moros (Pars e Viana, 1),
se meteren [sota la bandera de Floriana] tots los qui la amaven, so es, Johan, fill
del comte de Flandes, Felip, nabot del rey de Frana, lo fill del duch de Burgunya,
lo fill del comte Ysnaldo, lo fill del comte de Proena e Jofre de Picardia. (Pars
e Viana, 15)
Car, sitot a present no he argent per despendre, joiells tenc e altres penyores mol-
tes, de qu em socorrer. (Curial, II.48.1)
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
En tant que aquest Al Bax an per la ciutat, no volent que Jacob Xalabn hi ans;
e (Du, qui no fa sin tot b) de present trob molts diners, que li donaren per
amor de Du; e aprs an-sen a la plassa, e compr pa, e let e fruyta. (Jacob
Xalabn, cap. 4)
Tirant trams aquell servidor seu qui tant de temps lo havia servit e sabia en
sos secrets ms que tot altre, e trams-lo a casa de son pare e mare perqu li
fallien los diners per posar-se en orde de les coses necessries per anar en Sc-
cia per fer la batailla. (Tirant, cap. 74)
3. El viatge oriental
El viatge a Orient s un motiu literari present a les novelles cavalleresques
(Vrvaro, 2002: 155-156). Lexotisme daquestes terres s compatible amb la fide-
litat de lonomstica i els relats de costums (Jacob Xalabn, cap. 8).
La partida de lestimat a Orient significa la separaci de lestimada Pars e
Viana (56), Curial e Gelfa (III.15.1), Tirant (cap. 4), Frondino e Brisona
(vv. 62-185), Pierres (pg. 64), que es plany de la sort del cavaller: la Gelfa,
la comtessa de Varoic, Magalona i Viana temen per la vida de lenamorat. Per
lautor del Pars e Viana no desenvolupa els motius sentimentals del plany, sin
que es limita a descriure en dues lnies el desesper de la dama en rebre la carta
de Pars informant de la seva partida a Orient:
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PA R S E V I A N A I C U R I A L E G E L FA , U N E S T U D I C O M PA R AT
La qual letra Adoardo mostrant a Viana hac tanta dolor e fu tal complanta com
si Pars fos mort. E roms molt trista en la pres, tenint present contnuament la
sua partida. (Pars e Viana, 56)
E aix com entr [labadessa], a grans crits [la Gelfa] crid e dix:
[...] On st, nima mia, vida mia? En quals llocs habites e quals palaus sn
dignes a tu? Oh, Gelfa, brfega e cruel! E com tolguist la llum dels teus ulls?
E per qu no els marranque en manera que altre home no sia vist per mi? Oh,
dip! Prec-te que em prests los teus dits amaestrats e ardits! Ai de mi! E com viur
sens Curial? Oh, falsa e cruel! Jo he mort aquell que los cavallers no podien matar,
jo he venut lo vencedor de tots, donant a exili lo pus virtus e millor cavaller
del mn. (Curial, III.15.2)
4. La reclusi de la dama
Ctedra (1986: 37) relaciona la reclusi de la Gelfa, malalta, en un mones-
tir de dones (I.18.3) amb lempresonament de Viana, malgrat que en el primer
cas no es tracta duna reclusi forosa. Sembla ms adequat comparar lencar-
cerament de Viana amb el de Cmar (Curial, III.16.1), ja que les dues enamo-
rades sn tancades per ordre del pare per al motiu folklric de la crueltat
paterna, veg. Thompson, 1996: S.11. Lempresonament duna donzella per ordre
del pare o del marit gels s un lloc com present tamb a la Crcel de amor,
als Lais (Yonec) i a la Flamenca (vv. 1304-1426), sense oblidar els contes popu-
lars (Thompson, 1966: R.41, R.53.1) i els mites clssics: Dnae (Metamorfosis).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Tant Cmar com Viana rebutgen contreure matrimoni amb el pretendent dalt
llinatge al qual els pares donen el vistiplau: el rei de Tunis i el fill del duc de
Borgonya, respectivament. Aix, traeixen la famlia per amor, igual que ho fan
Zoraida (Quixot, cap. 40-41), la germana del senyor de Satalia (Jacob Xalabn,
cap. 11), i Magalona (Pierres, pp. 44-45).
El refs dels pretendents s un motiu cristi. La resistncia de la dama a un
bon matrimoni es troba en les vides de santes Cobles de senta Agnes (vv. 13-
28 i 37-44), en qu lautolesi corporal s una manera per deixar de ser des-
itjades. Les ferides de les santes sn reversibles grcies a miracles reparadors.
En les novelles de temtica sentimental, les enamorades imiten els maltracta-
ments de les santes, com expliquen Badia i Torr a la nota III.17.4 del Curial
a propsit de Cmar. Aquesta, requerida pel rei, sesgarrapa i es clava un gani-
vet entre els pits. s ms sorprenent la manera com Viana es deslliura del seu
pretendent a travs de lembrutiment del cos (53): el delf tramet menjar i roba
a la pres perqu el fill del duc de Borgonya trobi Viana en bon estat, per la
donzella es posa la carn de gallina de lpat davall de laixella perqu quan
la visiti el cavaller desprengui tanta pudor que pensi que est malalta. En tot cas,
tamb ser una malaltia reversible. Galms (1970: 20) apunta que aquesta tctica
apareix en un conte napolit, don degu passar al Libro de los ejemplos, 17.
Un cop superada la prova, lespera de Viana transcorre sense canvis. Podem
afirmar que al Pars e Viana es desenvolupa molt poc el motiu sentimental de
lespera, que procedeix de la tradici clssica (Penlope) i que tamb figura al
Curial, al Frondino e Brisona, a la Fiammetta, al Pierres i a El cavaller del lle
(pp. 63-66).
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Per, un cop ms, aquest episodi com a les dues obres es repeteix en altres
novelles, com per exemple al Tirant, en qu el comte de Varoic torna del pele-
grinatge a Jerusalem amb un aspecte desconegut:
lo comte sen torn en la sua prpia terra, tot sol, ab los cabells larchs fins a les
spatles e la barba fins a la cinta, tota blanca, e vestit de lbit gloris de sanct
Francesch, vivint de almoynes. (Tirant, cap. 4)
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Xalabn (cap. 4) Nerguis envia a lestimat un mantell fet per ella perqu sel
posi.
Per tant, totes les semblances que Ctedra (1986: 37) enumera entre el Pars
e Viana i el Curial com a indici duna possible relaci de dependncia entre les
dues obres es constata que formen part dels motius literaris compartits per
les novelles cavalleresques del segle XV. Tanmateix, no volem deixar de referir
els altres parallelismes que hem constatat entre les dues obres, ja que mostren,
un cop ms, els materials comuns que sutilitzen en lelaboraci daquestes
novelles (Vrvaro, 2002: 149-168).
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resa: reconquesta de prestigi en la guerra contra els turcs i alliberament del tutor
de la Gelfa (llibre III); el reconeixement al torneig a la Cort del Puig de Nos-
tra Dona i matrimoni amb la Gelfa (llibre III). En canvi, la cavalleria t molta
menys importncia en la progressi de Pars, que ja es presenta com un cava-
ller format al comenament de la histria (22); Viana se nenamora abans dels
dos nics tornejos descrits; els fets darmes de Brabant (22) noms shi esmen-
ten; no hi ha referncies a les accions de Pars com a almirall durant les croa-
des i els tornejos en motiu del matrimoni dels protagonistes formen part de lam-
bient esportiu i cortes. La cavalleria al Pars e Viana s noms un marc
sociocultural; a diferncia de Curial i Tirant, Pars no triomfa amb gestes, sin
grcies a les habilitats cortesanes sonador, falconer, aptituds socials i a ls de
lenginy present tamb al Tirant (cap. 12, 14, 24 i 25). El tractament accessori
dels fets darmes es documenta a la Crcel de amor i en novelles de cavalle-
ria com ara el Floris e Blancaflor.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
9. El reconeixement de lenamorat
Malgrat lanonimat del cavaller, la vertadera enamorada intueix de manera
instintiva la identitat de lestimat. Aix, Viana relaciona el sonador que tocava
per a ella cada nit amb el cavaller annim dels tornejos (8, 21) i, ms endavant,
en el possedor de les armes de lhabitaci de Pars (21): Germana, aquells
qui no tenen algun senyal me obliguen molt ms dels altres (Pars e Viana,
8).
Tamb Gelfa reconeix Curial pels seus fets darmes al torneig del Puig
de Nostra Dona: La Gelfa pensava que aquell qui a feia era Curial, sitot
no es volia donar a conixer (Curial, III.36.7); al contrari de Lquesis,
que no representa lamor veritable: Lquesis deia mal contnuament del
cavaller del falc, no de la sua cavalleria, car no la podia reprendre, mas de
la sua vanaglria e de lergull (Curial, III.38.3).
El reconeixement de lenamorat per part de la dama ja el trobem en la novella
artrica, en Ginebra (Lancelot en prosa) i Isolda (Tristany).
Al torneig de Viana (8, 10) la filla del delf s la ms bella de la llotja, per
desprs de la celebraci es compara amb dues dames absents, la germana del
rei dAnglaterra i la filla del duc de Normandia: E los cavallers tornaren-sen
parlant de la molt gran gentilesa de Viana e de la sua discreci, tant, que
sen mogu entrels barons grans differncies (Pars e Viana, 10).
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Lo Rey en lo catafal, y los altres senyors ab ell; y en altre catafal estaua la Reyna,
y Mafalona, sa filla, y las altres dames y donzelles, que era molt gran plaher de
les mirar; emper entre totes les altres Magalona semblaua vna estela del cel quant
hix a la punta del da, car la sa gentileza sobrepujaue totes les altres dames y
donzelles. (Pierres, pg. 36)
Pars far tan poderosament a Jofre, quel mes a terra molt luny de son cavall e,
al colp, lo caval de Jofre sclat e per o la gent dix que tornassen a la junta.
Mes Pars, com no era conegut, no havia qui parls per ell; mas al rey paria que
Jofre fos venut, dient que no volria fer tort al cavaller no conegut, com a bon
cavaller. E trams-li un cavaller dient com al rey aparia que Jofre fos venut, mes
si ell volia justar altra volta per cortesia, que fos a sa voluntat, que ell li donava
vicria de aquell torneig. (Pars e Viana, 17)
Al Curial (II.22.12-14), shi narra una polmica similar, tot i que de manera
ms extensa:
Salisberi fonc molt reprs de lempresa que havia feta contra lo cavaller del falc
[...], puis que personalment se trobava en aquell debat e volgus ajudar o aju-
ds a Claucestre, a podia ell fer molt b e sens crrec seu. Mas, mirant a, llei-
xar-los e anar a cercar cavallers e ajustar-los e tots dart venir contra un sol cava-
ller, a els paria mal fet e que no fonc obra de tal cavaller com ell cuidava sser...
(Curial, II.22.12)
ja que acaba derivant en una discussi sobre si Aquilles va matar Hctor seguint
les normes de cavalleria, que al llibre III.11 es conclou amb el judici de Curial.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
A qual de aquests dos devia primer acrrer: al jurament que fet havia present los
bons cavallers, o al cars de trai que li posaren Kirielayson e son germ? Mol-
tes rahons si poden fer duna part hi daltra. (Tirant, cap. 84)
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13. El confident
A les novelles de temtica sentimental el confident possibilita lexpansi
amorosa. Al Pars e Viana, igual que al Curial, sn dos els personatges que des-
envolupen aquesta funci. Aix, Edoardo, amic i conseller de Pars (4, 7, 12,
22, 35 i 47) t lequivalent femen en Isabel, criada de Viana (26 i 34); aix com
Curial confia en Melcior de Pando i la Gelfa en labadessa. Per no sn els
nics enamorats amb confident: Tirant compta amb Diafebus i Carmesina, amb
Estefania (Tirant); Jacob Xalabn t Al Bax i Nerguis, la cambrera; Oliveros de
Castella, Arts dAlgarve (Oliveros de Castella, cap. 4-5, inseparables); la Fiam-
metta, la dida (Fiammetta); Magalona, lama (Pierres) i Leriano, lAutor (Cr-
cel de amor).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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17. Conclusi
La comparaci de les caracterstiques comunes del Pars e Viana catal i el
Curial e Gelfa amb altres novelles que presenten els mateixos trets posa de
manifest que les coincidncies entre les dues primeres novelles no sn altra
cosa que motius literaris compartits per una srie dobres que classifiquem dins
dun mateix gnere literari, la novella cavalleresca.
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ndice 547
LAS VARIEDADES DEL ESPAOL EN EL AULA ELE ANTE EL BICENTENARIO: UNA DEUDA
PENDIENTE
Antonio Cano Gins
Departamento de Filologa Espaola. Universidad de La Laguna
Introduccin
La enseanza del espaol como lengua extranjera tiene desde siempre una
deuda pendiente con las variedades del espaol y, especialmente, con el espa-
ol de Amrica. A este espaol de las Amricas, quiz por su amplsimo terri-
torio, quiz por sus cuatrocientos millones de hablantes, quiz por lo difcil
de su sistematizacin general en algunos niveles del lenguaje, se le ha sosla-
yado injusta y sistemticamente en el aula de espaol.
1. Cabrera Gmez, Jorge y Esteves dos Santos, Ana Luca (1999) Espaol de las Amricas: Base
conceptual. En Actas ASELE IX. Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela,
pg. 165.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. Objetivos
Nos proponemos en esta comunicacin observar y abundar en aquellos
aspectos en los cuales creemos que se puede y se debe acabar con este ostra-
cismo didctico: polticas institucionales, programas de mster en formacin de
profesores especialistas en la enseanza de ELE, marco de referencia para la
enseanza del espaol, el papel de las editoriales (manuales de aprendizaje,
materiales para la enseanza de la lengua, lexicografa didctica, etc.).
En definitiva, pretendemos contribuir en algo a saldar la deuda que la ense-
anza del espaol/LE tiene con el espaol de Amrica en este ao del bicente-
nario de la independencia de la mayor parte de los pases suramericanos.
El espaol de Amrica e Hispanoamrica en general tienen una relevancia
indiscutible en el aula de espaol. Esto es as no solo por el nmero de hablan-
tes al otro lado del Atlntico, que tambin, sino por la importancia econmica
de los pases americanos en los que se habla el espaol, de su prestigio entre
los hablantes americanos y de su produccin cientfica, tcnica y literaria. Por
su emergente inters turstico, sus manifestaciones artsticas de todo tipo, los
eventos deportivos que all se celebran, etc. Todo ello son razones que atraen
hombres y mujeres de todo el mundo hacia Hispanoamrica, y estas grandes
motivaciones no pueden ser ajenas a la enseanza de la lengua y [a su] pre-
sencia en el aula de espaol segunda lengua.2
La presencia del espaol en organismos internacionales ha venido a aumen-
tar esa relevancia, en especial desde el nacimiento del Mercado Comn del Cono
Sur (MERCOSUR) en 1991, entre cuyos pases miembros se encuentra desde sus
comienzos Brasil, que ha impulsado enormemente la enseanza-aprendizaje del
espaol en los ltimos aos, principalmente convirtiendo en obligatorio el estu-
dio de la lengua espaola en la enseanza secundaria.
La proyeccin de futuro que tiene Hispanoamrica es formidable, y la irra-
diacin de la lengua que nos une va unida a su desarrollo.
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somos ahora millones de personas las que compartimos adems de lengua materna
muchas cosas ms: referencias culturales, valores y creencias, afinidades estti-
cas, sentimientos... Desde que en 1492 se produjo el primer contacto, una corriente
ininterrumpida de personas ha cruzado el Atlntico, en una y otra direccin, en
busca de fortuna, de refugio y, a veces, en pos de la aventura y el conocimiento,
y se han establecido permanentes lazos de parentesco fsico, cultural y econ-
mico. Las relaciones no han sido siempre fciles, pero los habitantes de una y
otra orilla nunca han dejado indiferentes a los de la otra.3
El peso del espaol en el mundo se ha trasladado del pas que lo acun Espaa
a los diferentes pases americanos que lo eligieron como idioma nacional defi-
nitivamente unido al grito de independencia. La lengua espaola, en su vasta
geografa actual, presenta diversos tonos, diferentes acentos, unos ms acentua-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
dos que otros cierto es, pero todos los hablantes de espaol no importa su
origen, absolutamente todos, cantamos la misma cancin. [...] Somos capaces
de reconocernos y de comprendernos all donde nos encontremos [...] el enorme
influjo de los poderosos medios de comunicacin: prensa radio y televisin, tami-
zan matices y expanden usos y modas, tanto sociales, culturales como lingsti-
cos, a los cuatro vientos.4
4. Snchez Lobato, Jess (1994) El espaol en Amrica. En Actas ASELE IV. Problemas y mto-
dos en la enseanza del espaol como lengua extranjera. Coord. por Jess Snchez Lobato e Isa-
bel Santos Gargallo. Madrid: SGEL, pg. 554.
5. RAE (1999) Ortografa de la lengua espaola. Madrid: Espasa, pg. XV.
6. RAE y AALE (2009) Nueva gramtica de la Lengua espaola. Madrid: Espasa, pg. XL.
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Tambin lamentan los autores de esta gran obra colectiva (73 colaborado-
res) la desproporcin entre el nmero de autores espaoles, mucho mayor, y
autores hispanoamericanos e hispanistas extranjeros, con menor presencia en
la elaboracin de la obra. No obstante, reconocemos con los autores que los
lingistas hispanoamericanos que se han especializado en el estudio de la gra-
mtica espaola constituyen un porcentaje menor en esa comunidad que el
de espaoles que han elegido el mismo campo.15
Asimismo, el esfuerzo por incorporar americanismos en las ltimas edicio-
nes del Diccionario de la lengua espaola de la RAE es innegable. Valgan como
aval sus palabras en el prlogo de su 22. edicin:
14. Bosque, Ignacio y Demonte Violeta (1999) Gramtica descriptiva de la lengua espaola.
Madrid: Espasa. vol.1, pg. XXVIII.
15. Bosque, Ignacio y Demonte Violeta (1999) op. cit., pg. XXVI.
16. RAE (2001) Diccionario de la lengua espaola. 22 edicin. Madrid: Espasa, pg. XXIX.
17. RAE (1999) Ortografa de la lengua espaola. Madrid: Espasa, pg. XV.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
18. Moreno Fernndez, Francisco (2000) Qu espaol ensear. Madrid: Arco libros, pg. 77.
19. Los objetivos del Instituto Cervantes son, segn el artculo 3 de la Ley 7/1991, de 21 de
marzo, por la que se crea, los siguientes:
- Promover universalmente la enseanza, el estudio y el uso del espaol y fomentar cuantas
medidas y acciones contribuyan a la difusin y la mejora de la calidad de estas actividades.
- Contribuir a la difusin de la cultura en el exterior en coordinacin con los dems rganos
competentes de la Administracin del Estado.
20. Hasta 2007 han tenido lugar en Zacatecas (Mxico), Valladolid, (Espaa), Rosario (Argen-
tina) y Cartagena de Indias (Colombia). Lamentablemente, el Congreso de 2010 en Valparaso
tuvo que suspenderse por el terremoto que asol Chile el pasado mes de marzo.
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21. Revista Instituto Cervantes: revista gratuita de periodicidad bimestral, donde se publican los
actos que el Instituto Cervantes realiza, tanto en Espaa como en cualquier centro del extranjero,
con la intencin de informar del progreso del centro y de las lenguas espaolas. Anuario del
espaol: bajo el ttulo genrico de El espaol en el mundo analiza la situacin y novedades de la
lengua espaola en sus distintos mbitos de uso. Las sucesivas ediciones, que se publican desde
1998, forman una coleccin de imgenes sobre la situacin del espaol. Memoria del Instituto Cer-
vantes: publicacin anual en la que se expone la evolucin del Instituto Cervantes a lo largo del
ltimo ao. Se centra en la actividad cultural y acadmica de cada centro y biblioteca, as como las
inauguraciones que hayan tenido lugar. Se incluye informacin sobre el Aula Cervantes, entida-
des colaboradoras y patrocinadoras. Fuente: Wikipedia.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Para desarrollar las especificaciones de los inventarios se parte del espaol cen-
tral-septentrional y se incluyen especificaciones sobre otras variedades del espa-
ol. Tanto las especificaciones como los ejemplos que se dan en los distintos
inventarios responden en general a la norma culta.24
22. Para ms informacin sobre los objetivos del canal Cervantes de televisin visitar:
http://www.cervantes.es/sobre_instituto_cervantes/prensa/2008/noticias/noticia_08-02-12.htm. Recu-
perado el 11 de marzo de 2010.
23. Instituto Cervantes (2007) Plan curricular del Instituto Cervantes. Biblioteca nueva/Edelsa:
Madrid, pg. 9.
24. Instituto Cervantes (2007) op. cit., pg. 15.
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25. Andaluca: Universidad de Granada: Mster en Enseanza del Espaol como Lengua Extran-
jera. Universidad de Mlaga: Mster en Enseanza del Espaol como Lengua Extranjera. Universi-
dad de Sevilla: Mster en Formacin de Profesores de Espaol como Lengua Extranjera. Docto-
rado en Adquisicin de Segundas Lenguas. Universidad Pablo de Olavide: Mster en Formacin
de Profesores de Espaol como Lengua Extranjera. Universidad Pablo de Olavide: Doctorado en
Adquisicin de Segundas Lenguas. Aragn: Universidad de Zaragoza: Doctorado en Didctica de
Segundas Lenguas. Cantabria: Universidad Internacional Menndez Pelayo: Mster en Enseanza del
Espaol como Lengua Extranjera (en colaboracin con el Instituto Cervantes). Canarias: Universi-
dad de La Laguna: Mster Universitario en Enseanza del Espaol como Lengua Extranjera. Uni-
versidad de Las Palmas de Gran Canaria: Mster Universitario en Enseanza del Espaol como Len-
gua Extranjera. Castilla y Len: Universidad de Valladolid: Mster en Enseanza del Espaol como
Lengua Extranjera. Universidad de Salamanca: Mster universitario. La Enseanza del Espaol
como Lengua Extranjera. Catalua: IL3 - Universitat de Barcelona: Mster en Formacin de Profeso-
res de Espaol como Lengua Extranjera. Universitat de Girona: Mster en Formacin de Profesores
de Espaol como Lengua Extranjera. Universitat Rovira i Virgili: Mster en Enseanza del Espaol
como Lengua Extranjera. Euskadi-Pas Vasco: Universidad de Deusto: Mster Europeo en Enseanza
del Espaol como Lengua Extranjera. Madrid: Universidad Complutense de Madrid: Mster en Ense-
anza del Espaol como Lengua extranjera. Universidad Rey Juan Carlos: Mster en Enseanza del
Espaol como Lengua Extranjera. Universidad de Alcal de Henares: Mster en Enseanza del Espa-
ol como Lengua Extranjera y Mster en Enseanza de espaol e ingls como L2/LE. Universidad
Camilo Jos Cela: Experto en Enseanza del Espaol para Extranjeros. Universidad Antonio de
Nebrija: Mster en Enseanza del Espaol como Lengua Extranjera. Doctorado en Lingstica apli-
cada a la Enseanza del ELE. Murcia: Universidad de Murcia: Curso de especialista universitario en ELE.
Navarra: Universidad de Navarra: Mster de Enseanza de Espaol como Lengua Extranjera. La Rioja:
Universidad de la Rioja: Mster Universitario en Didctica para Profesores de Lengua y Cultura Espa-
olas en Centros Educativos Extranjeros. Valencia: Universidad de Valencia: Mster Universitario
en Didctica de Lenguas. Universidad de Alicante: Mster Oficial en Enseanza de Espaol e Ingls
como Lengua Extranjera. UNED (Universidad Nacional de Educacin a Distancia): Mster en Ense-
anza del Espaol como Segunda Lengua. Fundacin Universitaria Iberoamericana: Mster en
Enseanza del Espaol como Lengua Extranjera. Fuente: Instituto Cervantes: http://cvc.cervantes.es/ense-
nanza/formacion/universidades.htm. Recuperado el 25 de marzo de 2010.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
26. Catlogos de las principales editoriales dedicadas al espaol como lengua extranjera: Edi-
torial Edelsa: http://www.edelsa.es/cata.php?nivel=0; Editorial SGEL: http://www.sgel.es/ele/; Edito-
rial Edinumen: http://www.edinumen.es/index.php?option=com_content&task=view&id=12&Ite-
mid=31; Editorial Difusin: http://www.difusion.com/catalogo/1/2/catalogo.html; Editorial Santillana:
http://www.santillanaele.com/web/index.php?santillanaele_es; Editorial SM: http://catalogo.edicio-
nessm.com.mx/ ver.aspx?catalogo=86&rama=002001. Recuperado el 30 de marzo de 2010.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
En una visin panormica de los posibles rasgos caractersticos del habla ameri-
cana precisa M. Beatriz Fontanella de Weinberg slo podemos considerar unos
pocos rasgos como exclusivos aunque no generales del espaol americano
actual frente al peninsular, entre los que destacan el voseo y el uso de la prepo-
sicin hasta con valor temporal restrictivo.27
S puede tenerse una realidad por segura. Dado que el contacto entre los hablan-
tes de espaol de todas las latitudes es cada vez ms frecuente, ya sea en persona
(gracias a la facilidad para viajar), ya sea a distancia (gracias a los medios de comu-
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Quiz la clave para el xito en la docencia del espaol como lengua extran-
jera est en la adaptacin de un feliz concepto que est reportando muchos xi-
tos en la economa globalizada en la que ya nos encontramos, y que se est
imponiendo en la poltica de las empresas multinacionales. Nos referimos al con-
cepto de glocalizacin,29 es decir, pensar global y actuar local.30 Este concepto
alude en economa al hecho de saber ajustar las peculiaridades locales a las pol-
ticas corporativas generales de una empresa. Pensemos, por ejemplo, en la
cantidad de choques culturales que existen en las relaciones interpersonales
de ejecutivos y trabajadores de diferentes sedes de una misma multinacional, y
que no comparten ni idioma, ni referentes culturales, ni maneras de pensar, ni
horarios, ni comidas, etc.
Si trasladamos esta idea de glocalizacin a la enseanza del espaol, podr-
amos contemplar el espaol estndar como si de una poltica corporativa gene-
ral se tratara, y a las diferentes variedades como peculiaridades locales. De
este modo, todos tendramos un mismo punto de partida, y en funcin de un
anlisis de necesidades de nuestro pblico meta, del alumnado, adaptaramos
nuestros programas en aquellos aspectos en los que hay variantes y divergen-
cias relevantes. Recordemos que, como veamos ms arriba, no estn tanto en
lo lingstico como en lo sociocultural. Adems, es bien sabido por todos que
en el hecho comunicativo entre personas un error lingstico es perdonable,
es ms, puede resultar hasta simptico, pero los errores por falta de compe-
tencia sociocultural son de consecuencias imprevisibles.
6. A modo de conclusin
No hay ms que un mundo, aunque a uno lo llamemos viejo y a otro lo
llamemos nuevo, ya lo deca el Inca Garcilaso de la Vega, y no hay ms que una
lengua. Una lengua de muchas lenguas. Alvar (1996) lo dice as:
28. Moreno Fernndez, Francisco (2005) El espaol que hablaremos. Publicado en La Opinin
digital (Los ngeles) el 11 de agosto de 2005. Recuperado el 5 de abril de 2010 en
http://www.linguas.net/Default.aspx?tabid=77.
29. Fernndez Parratt, Sonia. La glocalizacin de la comunicacin. En: http://www.comuni-
cacionymedios.com/. Recuperado el 15 de noviembre de 2009.
30. As alude a este concepto Anadn Prez, M Jos (2005) op.cit., cap. 2.3. Recuperado el 9
de enero de 2010 de http://www.educacion.es/redele/biblioteca2005/anadon.shtml.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
lengua y americanos habr y hay que desprecian los modos peninsulares. Todos
se equivocan [...] No hay una mejor lengua [...] sino una lengua de todos y de
cada uno de nosotros, que slo entonces adquiere la dignidad de mejor, cuando
nos integramos en ella y creamos el sistema de sistemas que es el espaol gene-
ral.31
Bibliografa
ALVAR, Manuel (1996). Manual de dialectologa hispnica: El espaol de Am-
rica. Barcelona: Ariel.
ANADN PREZ, M. Jos (2005) Hispanoamrica y el espaol de Amrica en la
enseanza del espaol como segunda lengua entre alumnos ingleses. Recu-
perado el 9 de enero de 2010 de http://www.educacion.es/redele/biblio-
teca2005/anadon.shtml.
BOSQUE, Ignacio y DEMONTE, Violeta (1999) Gramtica descriptiva de la lengua
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versidad de Santiago de Compostela.
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les) el 11 de agosto de 2005. Recuperado el 5 de abril de 2010 en
http://www.linguas.net/Default.aspx?tabid=77.
31. Alvar, Manuel (1966) Manual de dialectologa hispnica: El espaol de Amrica. Barcelona:
Ariel, pg. 17.
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LXICO DE ESPIRITUALIDAD EN ESPAA Y AMRICA
Elia Saneleuterio Temporal
Universitat de Valncia
Resumen
Nuestra investigacin tiene un doble propsito explicativo y comparativo del
lxico utilizado en dos grupos espirituales concretos. El corpus de estudio corres-
ponde a dos agrupaciones catlicas de diversa ndole: una de adultos y de marco
parroquial (Neocatecumenado), otra infantil y de mbito dominantemente esco-
lar (Oratorio de Nios Pequeos, de los Escolapios). Ambas, adems, tienen pre-
sencia relativamente importante tanto en Espaa, donde fueron creadas en la
segunda mitad del siglo XX, como en Amrica, donde se exportaron no muchos
aos despus. Nuestra investigacin establece la naturaleza de dicho lxico y
propone una categorizacin del mismo segn sus campos lxicos y sus proce-
sos de formacin. Al tiempo, se lleva a cabo un estudio comparativo entre ambos
grupos, por un lado, y entre ambos polos geogrficos, por otro.
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3.1. Perfrasis, unidades fraseolgicas o lexas complejas: abrir el odo (por escu-
char o hacer escuchar, a travs de una metfora), dar la vida, celebracin
domstica, pasar la bolsa, etc. Estas tres ltimas son ms frecuentes en el cor-
pus peninsular que en el americano.
3.3. Prefijos: trpode, triduo, Pentecosts, con los prefijos numerales tri- o pente;
otros ejemplos son neocatecumenado, colaborador, convivencia.
El caso de contraer en el lenguaje religioso (y tambin jurdico, en este caso)
se aplica a contraer matrimonio. En la lengua general, como apunta Lzaro
Carreter (2003: 134), esta palabra slo se reserva a dos aplicaciones ms a
parte de la citada, la de las enfermedades y la de la contraccin (curiosas aso-
ciaciones).
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Los trminos de la lista coinciden en todos los pases de habla hispana, salvo
en la pronunciacin de icono, que en Amrica es esdrjula. Por ejemplo: Quin
recuerda lo que significa este cono? Aun as, los nios suelen hablar ms comn-
mente de cuadro. Adems en Espaa, para referirse a la Biblia en el contexto
del Oratorio, se utiliza con ms frecuencia el trmino Libro.
Vamos a proponer ahora el campo semntico de las personas que integran
una comunidad neocatecumenal, diferenciando por rasgos distintivos los dife-
rentes cargos que en ella se pueden encontrar. Es necesario sealar que, en este
caso, no todos los trminos del campo semntico poseen la misma naturaleza;
as, encontramos algunos como sacerdote que actualizan el contexto (la pala-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
bra por s sola evoca el mbito religioso, al tiempo que lo requiere) y otras que
adquieren su significado en funcin del contexto de uso (hermano no es lo
mismo en un contexto familiar que en uno religioso; responsable no es lo mismo
en el mbito neocatecumenal que en el laboral, adems est tomada exclusi-
vamente como sustantivo). Esto se debe a la polisemia de las palabras, o mejor,
a sus distintas acepciones. Podemos concluir que algunas de las palabras que
aqu encuadramos estn tomadas solo en un sentido entre sus posibilidades.
Laico Sexo Matrimonio Soltero Canta Preside Organiza Catequiza Prepara Lee Catequista
h/m a los nios la asamblea
Presbtero + +/- - + - + - + - + -
Dicono - +/- - + - - - - - -
Seminarista (+) +/- - + - - - - - - -
Responsable/s + (+) - + + - - +
Corresponsable/s + - - + - - - +
Responsable + - + - + - - - +
de jvenes
Salmista + - + - - - - + -
Cantor/a + - + - - - - - -
Lector/a + - - - - - - + -
Ostiario/a + - - - - + - -
Didscalo + - - - + - - +
Hermano + - - - - - - -
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5.3. Homonimia: escatologa (1): relativo a los misterios del ms all o a la vida
de ultratumba; escatologa (2): referente a los excrementos y suciedades,
aunque esta ltima variante no se ha hallado documentada en el corpus de
lxico religioso.1
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5.5. Antonimia: Terrenal / celestial: como dice Lzaro Carreter (2003: 131), esta
es una declarada pareja de sinnimos, con significado nico, aunque hoy en
da algunos brbaros del lenguaje usan terrenal cuando quieren decir terres-
tre.
En el contexto de las comunidades neocatecumenales, hay dos palabras que
se oponen siempre: el mundo / la Iglesia. Por ejemplo: Estoy empezando a
salir con uno, pero es un chico del mundo.
Corazn de piedra / corazn de carne: clara pareja de sintagmas antni-
mos, presentes en ambas realidades espirituales, pero mucho ms frecuente
en el Oratorio de nios pequeos. Un ejemplo paradigmtico sera: Seor,
te pido que me cambies el corazn de piedra por un corazn de carne.
Bendecir / maldecir: tanto en las comunidades como en el Oratorio esta
pareja de sinnimos se usa con un reparto curioso; el primer verbo puede
tener como agente a un ser humano o a Dios, indistintamente. Por ejemplo:
Yo te bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra. Dios nos ha bendecido con
un hijo. El segundo, excepto en citas bblicas, no lo hemos encontrado con
sujeto agente divino: las personas pueden maldecir a los dems o a Dios
cuando no aceptan sus circunstancias, pero en estos grupos no se siente que
Dios maldiga a nadie. Por ejemplo: Muchas veces he maldecido mi historia.
Yo le he pedido a Jess que me ayude a no maldecir.
6. Tratamiento lexicogrfico
Buena parte del lxico analizado se caracteriza por tener una acepcin ms
general en el diccionario, en el caso de que aparezca. He aqu el anlisis de
algunos ejemplos, muchos de los cuales ya hemos comentado, por alguna
otra razn, en los apartados anteriores.
2. Utilizaremos las siguientes siglas: DRAE (Diccionario de la Real Academia Espaola), DUE (Dic-
cionario de uso del espaol, de Mara Moliner), DEA (Diccionario del espaol actual, de Manuel
Seco).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
les que asisten. Sin embargo, esta misma palabra se registra en el corpus
peninsular con otra aplicacin, llegada probablemente por metonimia: sala
preparada para la reunin, con las sillas, flores y todo lo necesario. Por ejem-
plo: El ostiario es el encargado de preparar la asamblea. Est bonita la asam-
blea, eh? De este uso nada dice el DRAE ni el DUE. En las comunidades y gru-
pos de Oratorio americanos, al lugar de reunin se le llama sala, palabra
que tambin se utiliza con este sentido en Espaa.
Monicin (DRAE): f. Consejo que se da, o advertencia que se le hace a uno, admo-
nicin. (DEA): Advertencia hecha por una autoridad eclesistica.
DUE no dice nada de esta palabra, remite directamente a admonicin o repren-
sin.
Muy diferente es el uso de esta palabra en el contexto del Neocatecu-
menado: la nica acepcin aplicable en los ejemplos del corpus es la de
prembulo o introduccin a una lectura bblica en una celebracin. Por
ejemplo: Las moniciones han de ser breves. A quin le toca la monicin
a la segunda?
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Bendecir (DRAE): tr. Alabar, engrandecer, ensalzar. ||2. Colmar de bienes a alguien
la providencia; hacerlo prosperar. || 3. Invocar en favor de alguna persona
o cosa la bendicin divina. || 4. Consagrar al culto divino alguna cosa,
mediante determinada ceremonia. || 5. Hacer el obispo o el presbtero la
seal de la cruz sobre personas o cosas.
Lo mismo dice DEA. DUE aade: mostrarse satisfecho de algo o de alguien,
o agradecido, o alabarlo con agradecimiento, usando el mismo verbo ben-
decir u otras expresiones.
Todas estas acepciones funcionan en los ejemplos que tenemos recogidos,
tanto en el Oratorio como en el camino neocatecumenal. Por ejemplo: Yo te
bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra. Dios nos ha bendecido con
un hijo.
Catequesis (DRAE) f. catequismo. (DEA): lugar o reunin donde se hacen las cate-
quesis. (DUE): labor realizada por personas o entidades en ese aspecto.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Ostiario (DRAE) m. Clrigo que haba obtenido la primera de las rdenes meno-
res, hoy suprimida, cuyas funciones eran abrir y cerrar la iglesia, llamar a los
dignos a tomar la comunin y repeler a los indignos.
Lo mismo se repite en DUE y en DEA, aunque en este ltimo no se explici-
tan sus funciones.
Por metfora, cuya consecuencia es la extensin del significado, se llama
ostiario a la persona de la comunidad, que sin haber recibido ninguna clase
de orden religiosa, se encarga de la organizacin fsica de las reuniones. Por
ejemplo: Recuerdo a los ostiarios que lleguen un poco antes para preparar la
asamblea.
7. Perspectiva diacrnica
Segn Meillet (1905), una de las causas del cambio semntico es que, al
ser el significado la categora lingstica ms endeble, propicia que la transmi-
sin del significado se d en muchas ocasiones de una manera vaga o impre-
cisa. La aparicin frecuente de una palabra en un contexto puede vaciarla de
su significado originario y rellenarla de otros que se consideran ms transpa-
rentes por el hecho de estar ms relacionados con ese mismo contexto. Un ejem-
plo documentado de este fenmeno, en relacin con el lxico religioso, sera
el caso de virgen. Los nios pequeos aprenden este adjetivo en el contexto
exclusivamente mariano. De ah que para ellos el significado de virgen sea
Mara, la madre de Jess; con este y solo con este referente lo asocian.3 Este
es, pues, un caso evidente de la vaguedad en la transmisin del significado.
3. Equiparo conscientemente significado y referente, pues los nios no distinguen estos con-
ceptos: para ellos silla significa donde estn sentados.
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Una causa psicolgica sera la que ha propiciado el cambio Seor por Dios.
Este cambio podra ser englobado dentro del tab del miedo, relacionado qui-
zs a la tradicin bblica del temor a pronunciar el nombre de Dios. De hecho,
el nombre mediante el cual se le hace referencia en el antiguo testamento es El
que no tiene nombre o Yahveh. La consecuencia de este cambio de signifi-
cado sera la especializacin en este contexto del vocablo Seor, aunque sin
perder su significado originario. En Nicaragua, algunos se refieren a Dios como
Papach (Papato).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
8. Conclusiones finales
Nuestra hiptesis inicial queda falsada despus de nuestro anlisis. El len-
guaje de los nios es ms sencillo, como era esperable, y est influido por el
ambiente escolar en el que se desenvuelve el proyecto del Oratorio. Destaca,
por ejemplo, el apelativo al Hijo de Dios: los nios siempre lo llaman, cario-
samente, Jess, (Por ejemplo: Jess, te quiero mucho y te doy mi corazn. Jess
no quiere que pegue). Tambin los adultos lo llaman as en el contexto del Ora-
torio o para dirigirse a los nios (funcin del didscalo o de los animadores)
(Por ejemplo: Qu tres cosas les dice Jess a los discpulos?). Por el contrario,
entre ellos los adultos lo llaman Jesucristo o Cristo para referirse a l, y Jess en
las imprecaciones directas, sobre todo en la intimidad (Por ejemplo: Jess, hijo
de David, ten piedad de m que soy un pecador. Cristo quiere que t vivas).
Un dato clave es la presencia de un adulto o varios en las reuniones del
Oratorio, cosa que inevitablemente condiciona el lxico all utilizado: en este
contexto hay palabras que usan los nios, y hay palabras que slo usan los
mayores, pero que los nios entienden. Un rasgo infantil positivamente activo
en el Oratorio es que los nios no tienen vergenza de preguntar lo que no entien-
den, cosa inusual entre adultos.
Gracias a la realizacin de la presente investigacin hemos podido sacar otras
conclusiones que anteriormente no nos habamos planteado: es esencial dis-
tinguir entre el lxico especfico y el de adaptacin conceptual, es decir, entre
el lxico que crea y actualiza el contexto religioso con su sola mencin (tal
es el caso de sacerdote, diezmo, sagrario, cuaresma o pentecosts, como ya hemos
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palabra contexto
contexto palabra
Bibliografa
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
BECAUSE SOMETHING IS HAPPENING HERE / BUT YOU DONT KNOW WHAT IT IS.
RECEPCIN DE LA BEAT GENERATION EN LA POESA ESPAOLA DE LA TRANSICIN
Fernando Guzmn Simn
Universidad de Huelva
Resumen
Al final de la dcada de los sesenta, en Espaa, los jvenes promovieron los
cambios sociales y ejemplificaron, mejor que en otros mbitos, la transicin
de una sociedad industrial a otra posindustrial. Para entender este proceso de
cambio debemos analizar cules fueron los referentes intelectuales y literarios
de la nueva generacin que, a la sazn, pertenecan a la literatura escrita de
otras lenguas. El modelo de la Beat Generation fue uno de los ms influyentes,
pues los jvenes autores espaoles de los sesenta y setenta tuvieron accesos a
sus textos desde 1967 a travs de las primeras traducciones en la revista Clara-
boya. Dicha difusin fue escasa hasta 1970, cuando fue publicada la Antolo-
ga de la Beat Generation al cuidado de Marcos-Ricardo Barnatn. A partir
de esta fecha, se genera un nuevo impulso literario marcado por una esttica
rupturista, en lo estilstico, y un existencialismo vitalista e inconformismo liber-
tario, en lo vital. En un contexto cultural pobre y carente de libertad del tar-
dofranquismo, la lectura de los autores beat norteamericanos llev a una
profunda renovacin en la poesa espaola escrita por los autores de la nueva
generacin de los setenta.
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1. Introduccin
Las cosas estn cambiando tan rpidamente que, con movimiento o sin l, habr
una generacin de jvenes que pensar de modo diferente a como pensaba la
gente cuando nosotros tratbamos de hacer valer nuestros derechos, cuando tra-
tbamos de demostrar que haba otras maneras de pensar, de percibir el mundo.1
Allen Ginsberg (Cook, 1974: 285)
1. Conversacin con Bruce Cook en 1968, en el fin de semana de Woodstock, Nueva York.
2. Bob Dylan, Ballad of a Thin Man, Highway 61 Revisited, Columbia, 30.08.1965.
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ticas a ellos. Sin embargo, tenan en comn el anhelo de ampliar los lmites de
la percepcin y el goce suficiente de libertad para compartir dichas experien-
cias. La joven generacin de los sesenta y setenta encontraba en los textos beats
el origen de la incomodidad, del malestar, de la sickness profunda e inexplica-
ble, de la inseguridad y del miedo: los beats fueron las antenas sensibles que
percibieron esa realidad (Maffi, 1975: 13). Esta nueva sensibilidad es la que John
Clellon Holmes describe en su artculo-ensayo This is the Beat Generation (New
York Times Magazine, 16/11/1952) y que con posterioridad profundiza con algo
ms de perspectiva en The Philosophy of the Beat Generation (Esquire, febrero
1958), como defensa de la novela de Jack Kerouac On the Road:
Quien ha sobrevivido a una guerra, cualquier tipo de guerra, sabe que ser beat no
significa tanto estar muerto de cansancio como tener los nervios a flor de piel,
no tanto estar hasta las narices como sentirse vaco. Beat describe un estado de
nimo carente de cualquier superestructura. Sensible a las cosas del mundo exte-
rior, pero intolerante con las banalidades. Ser beat significa haberse sumergido en
el abismo de la personalidad, ser existencialista en el sentido de Kierkegaard ms
que en el de Jean-Paul Sartre... (Holmes, 1997: 57)
[...] los beats adquirieron una importancia considerable en la dcada del cincuenta,
pues en seguida fueron considerados como una amenaza contra todo eso ya que
ponan en tela de juicio los valores suburbanos, conservadores y corporativos
ensalzados tan ampliamente. Los beats no slo pusieron esos valores en tela de
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juicio, sino que tambin los desafiaron, y pronto recibieron abundante publici-
dad como rebeldes contra el sistema. (Cook, 1974: 15)
Aunque la cultura franquista era un cadver a partir de esta fecha, 1968 inau-
gur un progresivo endurecimiento de los derechos civiles, ya en el incremento
de las restricciones impuestas por el rgimen autoritario, ya en la paralizacin de
todas aquellas reformas liberalizadoras puestas en marcha por el propio rgi-
men. En este sentido, ser la accin cultural, por un lado, la que abandere estos
tiempos de cambio y transformacin; y la Universidad, por otro, se convirti en
los aos 1956, 1962-1963 y 1969 en uno de los focos de conflicto ms acervos
con el rgimen de Franco.3 En todo este proceso, escribe Jos Antonio Biescas:
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Superficial Reflections on the Hipster, publicado en 1957. Si, por un lado, los
jvenes autores espaoles de los sesenta se sentan atrados por el contenido
ideolgico descrito por Mailer (en cuanto a la alienante situacin del indivi-
duo en la incipiente sociedad industrial espaola), por otro rechazaban la ima-
gen del hipster como representante de la bsqueda del placer inmediato, la
violencia y el apolitismo.
En Europa, la Generacin Beat tuvo una tarda recepcin y, tal como des-
cribe el libro Bomb Culture, de Jeff Nuttal (1968), el movimiento cultural under-
ground ingls tuvo como acontecimiento inaugural el 11 de junio de 1965, con
la celebracin de un recital potico en el Royal Albert Hall de Londres. Bajo el
ttulo Primera Encarnacin Potica Internacional, se reunieron adems de auto-
res ingleses, los norteamericanos Ginsberg, Corso, Ferlinghetti, y el ruso Andr
Voznesensky. Como consecuencia de esta recepcin tarda fueron confundidos
los trminos beats y hippies en el segundo lustro de los sesenta.
En este contexto, una de las primeras noticias que se tienen en Espaa sobre
la Beat Generation se la debemos a Jos Corrales Egea quien, desde 1949 por
encargo de Enrique Canito, comenz a publicar diversos artculos y, en espe-
cial, sus Carta de Pars (la primera de ellas en nsula, nm. 54, junio 1950). Sus
pginas en la revista nsula fueron una ventana a la tradicin ms relevante de los
aos sesenta procedente de la cosmopolita Pars. Entre sus artculos ms destaca-
dos hallamos el titulado Irrupcin de los beatniks, escrito con motivo de
la publicacin en Francia de una antologa de poesa beat y la novela On the
Road:
Kerouac y sus amigos los poetas Lawrence Ferlinghetti y Allen Ginsberg [...]
son los principales tericos del movimiento, en su rama ms importante o cali-
forniana. Probablemente Ginsberg es el mejor poeta del grupo. Todos ellos, junto
con otros ms, han hecho irrupcin reciente en Francia, sea a travs de una anto-
loga de poesa norteamericana contempornea presentada por A. Bosquet, sea
a travs de la traduccin de la novela de Kerouac primero citada, sea a travs del
cine. Dos pelculas que se proyectan actualmente se relacionan con la Beat Gene-
ration: una, bastante mediocre, que explota este nombre en el ttulo; otra, Pro-
piedad privada, que sin abordar el tema directamente refleja un estado de nimo
y ciertas tendencias propias de aquellos grupos. (Corrales, 1960: 3)
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Lo primero que uno se pregunta es cmo en medio de esa Amrica prspera [...]
surge esta generacin que se dice vencida, liquidada. [...] En definitiva, esta gene-
racin contina una actitud anterior, la de la generacin perdida, intensificndola
al haberse agravado las causas. [...] El movimiento beat arranca de un esfuerzo
supremo por recobrar la libertad humana, por desertar de una sociedad domi-
nada, tiranizada por los objetos y bienes materiale. (Corrales, 1960: 3)
De nuevo, las pginas de Jos Corrales Egea abran nuevas perspectivas lite-
rarias que, debido a la particular situacin cultural de Espaa, poca o ninguna
repercusin tuvieron en los primeros aos sesenta. Dicha lectura crtica debi
esperar hasta 1965 en la revista leonesa Claraboya y la llegada a Espaa del
poeta argentino Marcos-Ricardo Barnatn.
Las primeras traducciones de los autores beats las hallamos en las pginas
de la revista leonesa Claraboya. Si bien el nmero monogrfico titulado Poesa
beatnik (nm. 14, marzo/abril 1967) fue la primera traduccin de textos poti-
cos publicada en Espaa, ya en el nmero 10 (1965) de la misma revista se inclua
a estos autores como parte fundamental de la renovacin potica llevada a cabo
por los escritores norteamericanos. De este modo, Claraboya introduce una refle-
xin donde se explicita el dilogo entre la poesa hispanoamericana y la Beat
Generation. Todo ello implica una clara conciencia del nuevo mpetu que haba
tomado la lrica en el Nuevo Continente, de donde nacan novedosas perspec-
tivas literarias que, en la dcada de los sesenta, adquiran un nuevo inters para
los autores espaoles.
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de Liao (1967: 37), titulado Sobre Allen Ginsberg y la Generacin Beat, pro-
fundiza sobre cmo el planteamiento esttico de la Generacin Beat est rela-
cionado por el anlisis sociolgico de su aparicin. Hasta podemos decir que
lo primero perceptible en el hecho beat es una actitud, un gesto social. En este
sentido, Gmez de Liao seala claramente el inters que la joven poesa espa-
ola de 1967 tiene por la obra de Jack Kerouac o Allen Ginsberg. De hecho,
este autor tan prximo a la neovanguardia de los sesenta afirma:
6. En opinin de Juan Jos Lanz, [...] el objetivismo dialctico propuesto por Claraboya se sita
en un espacio equidistante del objetivismo caracterstico del realismo histrico-crtico, del objeti-
vismo brechtiano y del practicado por el nouveau roman; de aqullos les distancia una actualiza-
cin y adecuacin de los modos de captacin de la realidad, del ltimo les separa la presencia de
un elemento ideolgico que se plantea una funcin reveladora (y, por lo tanto, revolucionario)
de la escritura (Lanz, 2005: 93).
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Habr que esperar hasta 1970 para que vea la luz el impulso definitivo a las
traducciones de los poetas norteamericanos en la Antologa de la Beat Gene-
ration, editada y traducida por el poeta argentino Marcos Ricardo Barnatn.
Tras la experiencia de la traduccin colectiva en las pginas de Claraboya, el
poeta argentino rene una seleccin de poemas en la coleccin de bolsillo Selec-
ciones de Poesa Universal de la editorial Plaza&Jans. Esta nueva edicin de
1970 contiene el aliento de un trabajo que atenda tanto al rigor filolgico
de una edicin bilinge, una Bibliografa sumaria y un apndice con textos sobre
la poesa beat, como diversas bio-bibliografas y una Introduccin a la poesa
beatniks, que aproxim las claves de sus autores a lectores poco avisados. En
este sentido, el excelente trabajo de Barnatn supone en 1970 la incorpora-
cin de la literaria norteamericana a las lecturas de buena parte de los jvenes
lectores de los setenta. Su difusin fue mucho ms amplia que la traduccin
anterior e insert esta tradicin en las nuevas propuestas poticas que desde
finales de la dcada de los sesenta y principios de los setenta surgan en todo
el territorio nacional.
El objetivo que pretenda su autor con la seleccin de los textos de Gregory
Corso, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, Jack Kerouac y Philip Lamantia
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nik, que deja fuera a otros autores de la Generacin Beat, como William
Burroughs y buena parte de la mejor literatura de la generacin escrita en prosa
(como le ocurre a Jack Kerouac). La segunda premisa (que, en cierto modo,
es consecuencia de la primera) hace referencia al papel central de la poesa
de Allen Ginsberg entre estos autores, como muestran el nmero de poemas
y pginas que se le dedican. Por ello, Marcos Ricardo Barnatn construye tanto
en el prlogo como en los textos seleccionados un discurso donde los movi-
mientos de vanguardia histrica y la influencia de la obra de Walt Whitman,
William Carlos Williams, E. E. Cummings y Ezra Pound sirven de inspiracin a
los jvenes autores de la Generacin Beat, bajo el signo de la tradicin de la
ruptura. En consecuencia, se desliza un apunte disonante a sus palabras cuando
Barnatn (1970: 15-16) seala unas lneas ms abajo: adems de un enorme
respeto hacia el equilibrio que T. S. Eliot haba logrado construir en su volun-
tario destierro. Dicha lectura posee una gran relevancia en el contexto potico
espaol de los aos setenta, pues no son pocos los intentos de los jvenes poe-
tas (de novsimos y no-novsimos) por hallar una tradicin que sorteara, por un
lado, la poesa intimista y social de la posguerra y, por otro, expresara la reali-
dad de una nueva sociedad moderna e industrial de la Espaa de finales de los
sesenta.
La publicacin en 1970 de la Antologa de la Beat Generation tuvo una
amplia aceptacin como muestran las notas de prensa aparecidas tanto en bre-
ves reseas bibliogrficas8 como la aparecida en ABC o en artculos crticos como
el planteado por Jenaro Talens en la revista nsula, titulado Marcos Ricardo Bar-
natn: Antologa de la Beat Generation. A este hecho no eran ajenos dos ele-
mentos fundamentales: el primero era la amplia distribucin de los libros de
la editorial catalana Plaza & Jans; el segundo, y quizs el ms relevante, el con-
texto editorial y el inters por la literatura extranjera con la publicacin de
una coleccin titulada Selecciones de Poesa Universal, entre los que encon-
tramos a los poetas Jules Laforgue, Friedrich Hlderlin, Sylvia Plath, Giuseppe
Ungaretti, W. B. Yeats, Fernando Pessoa, Paul Eluard, Leonard Cohen, Cesare
Pavese o William Blake, entre otros. Su amplia promocin en la prensa crtica
especializada (como podemos observar en la revista nsula [Barnatn, 1977: 4])
le concedi tambin el prestigio de una coleccin selecta y cuidada, que res-
ponda a una cada vez mayor demanda de traducciones literarias bilinges con
abundante aparato crtico y bibliogrfico.
8. En estas Notas a pie de pgina se poda leer: Marcos Ricardo Barnatn ha preparado para
Plaza y Jans, que acaba de publicarla, una Antologa de la Beat Generation. Gregory Corso,
Lawrence [Ferlinghetti, Allen] Ginsberg y Philip Lamantia son los principales nombres incluidos.
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despus, Randall (1977: 10) llega a afirmar en sus conclusiones que Como gene-
racin, los beat no [...] constituyen ya la vanguardia, no son ya el punto focal
del cambio. [...] los beats, que influyeron en la cultura mundial como una rebe-
lin histrica, han sido asimilados por la sociedad superdesarrollada, aunque
empezaran protestando contra ella, ya que no son sino un producto de la misma.
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dio. El escndalo que persegua la publicacin de esta poesa beat signific uno
de los intentos ms enrgicos a favor de la subversin literaria dentro del sis-
tema cultural de los aos finales del franquismo. La lectura de los poemas de
la Beat Generation supuso una relectura tras su traduccin en clave netamente
espaola, salvndose las distancias de distintos cdigos literarios, de gnero lite-
rario o de grupo procedentes de la tradicin inglesa. De este modo, seala
Miguel Gallego Roca (1994: 158-159), las traducciones literarias, como textos
que funcionan en el sistema de destino, pues de lo contrario no seran acepta-
das como tales textos literarios, sufren el mismo proceso de hiperseleccin de
acuerdo a los cdigos vigentes, propio de la literatura espaola.
La debilidad de la cultura de la transicin posibilit que, en un breve periodo
de tiempo, fueran asimilados numerosos elementos de la Beat Generation, pues
en un proceso de grandes cambios y rpida transformacin social fueron incor-
porados al discurso generacional buena parte de las propuestas literarias y del
espritu de dichos autores norteamericanos. La influencia de la Beat Generation
en la literatura espaola de la transicin subraya la intensa relacin entre tra-
duccin, relectura y reescritura como fenmenos de primer orden en la evolu-
cin literaria contempornea.
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CANARIAS EN LA CONFORMACIN DE AMRICA: ASPECTOS HISTRICOS Y LINGSTICOS
Javier Medina Lpez
Instituto Universitario de Lingstica Andrs Bello
1. Han empleado los censos de poblacin, padrones, listas de habitantes, relaciones de cuer-
pos u oficios, asientos de colonos, fundaciones de ciudades, etc.
2. Aportando documentos judiciales, protocolos notariales, honras fnebres, declaraciones de
soltera, bienes de difuntos, cartas de naturaleza, depsitos de moneda extranjera, ventas de inmue-
bles, actas capitulares, etc.
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[...] salieron hombres e incluso familias oriundas del Archipilago; entre las que
se encuentran las de origen indgena y castellano, y tambin portugus, flamenco,
genovs o irlands. Y aunque en nmero reducido, merecen citarse a los mesti-
zos canarios y guanches que permanecieron en el anonimato como la mayora
de los expedicionarios salvo rara excepcin, pues no se cumpli con aquel ele-
mental requisito de que fueran registrados segn ordenaba la real cdula de 1511.
3. Boyd-Bowman solo seala 8 emigrantes canarios para el perodo antillano. Otras cifras ms
altas se encuentran en el estudio de Martnez Shaw (1994: 88) o en Borges (1977), quien seala
cifras en torno a los 10.405 emigrantes.
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4. Algunos de esos nombres son las expediciones en las que viajaban Nicols de Ovando (1502),
Pedrairas Dvila (1514), Juan Daz de Sols (1515), Magallanes (1519), Lope de Sosa (1520), Frey
Garca de Loaisa (1525), Diego Garca (1526), Nicols Federman (1529), Hernando y Francisco Piza-
rro (1530), Diego de Ords (1531), Pedro de Heredia (1532), Gernimo Dortal (1534), Simn de
Alcazaba (1534), Pedro de Mendoza (1535), Pedro Fernndez de Lugo (1535), Alonso Luis de Lugo
(1541), Hernando de Soto (1538), lvar Nez Cabeza de Vaca (1540), Francisco de Orellana (1545),
Pedro de La Gasca (1545), Jaime Rasquin (1550), Menndez de Avils (1565), Fernndez Serpa
(1569), Ortiz de Zrate (1572) o Maraver de Silva (1576). Cfr. Morales Padrn (1988).
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5. Tal es lo que ocurri, por ejemplo, con la fundacin de poblaciones en la banda norte u occi-
dental de la isla La Espaola. As, en 1684 llegaron a dicha isla las primeras familias canarias destina-
das a ese fin. stas embarcaron en Tenerife el 26 de octubre a bordo de la nao del capitn sevillano
Ignacio Prez Caro y llegaron a Santo Domingo el 7 de diciembre. Lo hicieron 97 familias (543 perso-
nas). San Carlos y Bnica (1684), Hincha (1704), San Juan de la Maguana (1733), Neiba (1735),
Puerto Plata (1737), Dajabn (1740), Montecristi (1751), Saman (1756), Sabana de la Mar (1760), San
Rafael (1761), Azua (1761), Ban (1764), San Miguel de la Atalaya (1768) y Las Caobas (1768). Cfr. Este-
ban Deive (1991: 87).
6. Cfr. Morales Padrn (1955: 21 y ss.).
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Estamos ante un hecho capital al menos hasta el siglo XVIII, ya que, en este
sentido, podemos estar utilizando el trmino canario simplemente como una
denominacin geogrfica que abarca una visin amplia de las corrientes migra-
torias hacia Amrica y en la que no solo es destacable el nmero de individuos
embarcados desde las Islas, sino tambin la importancia de los mismos (Mr-
ner, 1994: 471).
Las condiciones de vida en las Islas empiezan a adquirir tintes dramticos
en la segunda mitad del siglo XVII, ya que se endurecen los requisitos a la expor-
tacin de los vinos, se dan importantes y largas sequas y, por tanto, no menos
venturosas cosechas agrcolas. Todo ello provoc revueltas y enfrentamientos
en la poblacin. Emigrar era, una vez ms, la salida para la desastrosa econo-
ma de las Canarias.
En el caso de las Antillas, la realidad no iba del todo bien. Al natural aban-
dono de las mismas en favor de tierra firme (en el continente) donde se haban
constituido importantes virreinatos, se aade cmo el Caribe queda a merced
de potencias extranjeras, sobre todo de Inglaterra y Francia. La Corona de Espaa
advirti este peligro e inici nuevas polticas que recondujeran la situacin, para
lo cual foment e incentiv la repoblacin de territorios coloniales hispanos.
Los obstculos de todo este proceso que deban auspiciar las autoridades ayu-
das a las tierras, aperos de labranza, aportacin de semillas, exencin de impues-
tos,7 etc. fueron resueltos con la Real Cdula de 1678, la cual ofreca algunas
ventajas para los que quisieran embarcar y comerciar con las Indias, conjugando
as los intereses tambin tanto de las clases dominantes como de la poltica sobre
poblacin alentada por la Corona (Hernndez Gonzlez, 1995: 26). Esta Real
Cdula conocida como El tributo de sangre o tambin Derecho de familias
obligaba a poblar los territorios deshabitados de Amrica por parte de los cana-
rios que as lo deseasen a cambio de mantener su comercio privilegiado, cinco
familias por cada cien toneladas. Luego este tributo se estableci en 1.000 rea-
les, cantidad que qued fijada en el Reglamento de 1718 (art. VIII) que regulaba
el comercio canario-americano hasta la paulatina generalizacin del libre comer-
cio a partir de 1765 (Morales Padrn, 1955: 84; Hernndez Gonzlez, 1995: 27).
Tampoco la orden de 1678 supuso un absoluto control y registro docu-
mental de toda la emigracin (Mrner 1994: 481) y por esta razn la investiga-
cin historiogrfica relacionada con la emigracin canario-americana ha ampliado
las fronteras con el afn de aportar nuevos datos y perspectivas a la real con-
formacin de lo canario en Amrica. As surgen los expurgos de las fuentes
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que suministran los protocolos notariales insulares (Faria Gonzlez, 1991; Lobo
Cabrera, 1991; Torres Santana, 1991), el estudio de los bienes de difuntos,
los procesos inquisitoriales en los que se juzgan los casos de bigamia de hom-
bres casados en Amrica y luego denunciados, los archivos parroquiales y nota-
riales o padrones municipales. Todos ellos son fuentes que amplan el nmero
de datos y ofrecen una cobertura mucho mayor del verdadero contingente
humano emigrado a Amrica (Mrner, 1994: 481).
Desde el punto de vista de la crtica historiogrfica, no todos los especialistas
estn conformes en aceptar como nica interpretacin migratoria la actua-
cin de la Corona y el Derecho de Familias. As lo hace notar Macas Hernn-
dez (1992: 54 y ss.) para el cual, junto a los dos factores reseados, habra que
aadir una cierta concepcin malthusiana (relacin directa entre poblacin y
falta de recursos). La postura de este investigador se basa en la consideracin
del hecho migratorio como una manifestacin clara de una va capitalista en
el marco de una economa en crisis. Por eso mantiene, adems, que la dispora
insular no puede ser explicada slo en funcin de la actuacin de la Corona y
el Derecho de familias, en tanto en cuanto ese derecho result segn indica,
un fracaso en varios aspectos (volumen migratorio poco relevante; rechazo de
las familias a viajar a tierras yermas e inhspitas y, por ltimo, el hecho
de que los viajeros que podan hacerlo eligieron las tierras ms atractivas por
su actividad econmica y no las recomendadas por la Corona en las Antillas).
De la misma opinin es Hernndez Gonzlez (1995: 28 y ss.), para quien:
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Espaa. Este proceso, no obstante, se haba iniciado desde el siglo XVII mediante
la promulgacin de la Real Cdula de 1787, o los reales decretos de 1816, 1819,
1825, o la Ley de Cortes de 1855. En toda esta normativa se conceden licen-
cias a ayuntamientos, cabildos, instituciones religiosas, espaoles y extranje-
ros para que emprendan todo tipo de gestiones en favor de la mejora agr-
cola, exencin de tributos a la Hacienda estatal, venta de terrenos baldos, etc.
Las Reales rdenes de 1 de octubre y de 6 de noviembre de 1836 prohben via-
jar a Amrica (con la vigilada excepcin de Cuba, Puerto Rico y Filipinas). A
partir de 1853 hay un cambio de actitud y se promueven medidas migratorias.
Los principales destinos de la emigracin peninsular sern las repblicas de la
Argentina y Brasil, las colonias espaolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, el
Norte de frica (Argelia), Francia y Portugal. Sin duda, la poltica favorable recep-
tora de mano de obra extranjera por parte de algunos pases hizo que se obtu-
vieran con facilidad los correspondientes permisos de entrada como, por ejem-
plo, en la Argentina o Brasil.
En suma, los graves problemas que en materia de despoblacin padecan
amplias zonas de la Pennsula y de las Islas, con especial incidencia en las reas
rurales, motiv el ordenamiento jurdico a travs de la promulgacin de decre-
tos y reales rdenes que intentaron regular las relaciones de Espaa con las
nuevas repblicas que surgieron despus de que se iniciara el proceso de eman-
cipacin a partir de 1810. Ser despus de la segunda mitad del XIX cuando se
consoliden los puntos receptores de la moderna emigracin espaola, en gene-
ral, y canaria, en particular, hacia Amrica. En este sentido, hay que mencionar8
la creacin en 1882 del Instituto Geogrfico y Estadstico, que a travs de su
Direccin General publica las memorias del siglo XIX. Para las Islas Canarias, por
ejemplo, una de las bases de datos ms importantes del perodo decimonnico
son las Comendaticias que aparecen desde los aos cuarenta del XIX hasta fina-
les del mismo. Esta licencia de embarque (a modo de instancia actual en la
que se solicitaba permiso para viajar al extranjero) tena que ser remitida a
los alcaldes de los ayuntamientos. Este es un rico material que supone todo
un ndice de gran valor histrico y social de cada emigrante, pues los datos
solicitados deban informar de: destino especfico, ao de salida, mes y da de
expedicin de la Comendaticia, nombre y apellidos del solicitante, naturaleza
y vecindad, edad, estado civil, si es analfabeto o alfabeto, si va solo o acompa-
ado, razn del viaje o profesin (no siempre). En los ayuntamientos con puerto,
adems, se indicaba el barco y la fecha de salida. Junto con estos registros, los
datos que contiene la prensa del XIX son tambin bsicos para conocer una variada
8. Cfr. tambin con aparato crtico sobre fuentes y documentos el trabajo de Martnez Shaw
(1994).
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y Venezuela, lo que signific que durante el siglo XIX y primer cuarto del siglo XX
casi el 90 % viajase a Cuba, sin duda tambin como un efecto de las cadenas migra-
torias; f) otros factores son las sequas, hambrunas, elevada presin fiscal, la lla-
mada familiar, el ejemplo de los indianos, el crecimiento vegetativo, la pobreza
de la economa insular o las crisis agrarias. Macas Hernndez (1992: 135 y ss.)
tambin habla de la crisis coyuntural de la burguesa canaria que incide direc-
tamente en la economa campesina tradicional: cada del precio de la cochini-
lla en los mercados londinense y francs o la elevada presin fiscal. Segn este
investigador, no fue la presin demogrfica originada por un elevado saldo vege-
tativo como algunos han apuntado la causa principal de la emigracin, sino
la primera crisis del modelo capitalista isleo que haba sido incapaz de reprodu-
cir los efectivos que haba generado en su expansin. Por su parte, Hernndez
Garca (1981: 85-135) seala las siguientes razones: 1) La situacin geogrfica
de las Islas como ruta hacia las Indias que ha estado vinculada con la propia
historia insular desde el siglo XV en adelante. Esto ha provocado de alguna
manera una tradicin migratoria que entronca desde los orgenes mismos de la
conquista del archipilago. 2) El elevado ndice demogrfico de las Islas. Estas
posean un crecimiento biolgico superior al de la media nacional, tal y como
se advierte con claridad desde el primer censo de 1857 hasta el de 1970. Ante
la falta de recursos y trabajo, el xodo migratorio siempre fue una salida vital.
3) La sequa. Esta fue especialmente dura en las islas orientales de Lanzarote y
Fuerteventura, a lo que se une la naturaleza volcnica de la mayor parte de su
territorio. La consecuencia ms inmediata se traduce en las malas cosechas o,
incluso, la inexistencia de las mismas. 4) La atomizacin del terrazgo. Esta se
advierte en el constante cuidado que requiere el terreno insular, la poca produc-
tividad del mismo, as como el carcter hereditario y como consecuencia de
mayora minifundista al que se ve sometida la mayora de las familias canarias.
5) Relacionado con el punto anterior est la precaria estructura econmica (arcaica,
dbil y deficitaria) que sumir en la pobreza a la mayor parte de la poblacin
insular y que tiene su incidencia directa en los elevados precios en los artcu-
los de primera necesidad (sobre todo el trigo), pobre alimentacin, crisis agr-
colas, bajos salarios, elevada presin fiscal. Una vez ms, algunos estudiosos
incluso ya en el siglo XIX sentencian que dadas estas condiciones, la nica salida
que le quedaba al canario era la emigracin clandestina o la crcel ante el impago
de numerosos tributos (de inmuebles, culto y clero, pajas y utensilios o de gue-
rra). 6) Fracaso de la industria de la grana o cochinilla, al que se suma la cada
del comercio del azcar y del vino.12 7) Valoracin del canario no slo en Cuba
y Puerto Rico (todava colonias espaolas), sino tambin en otras regiones
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ria. Para el caso cubano, por ejemplo, se han puesto de manifiesto las voces
coincidentes como gnigo, roln, ferruja o botar. El occidente peninsular ha
ofrecido a las Canarias y a Cuba palabras como margullo, faoso o serventa
y entre los trminos cubanos incorporados al archipilago tenemos ciguata,
morrocoyo, guagua, mameyazo o barrenillo, entre otros (Daz Alayn, 1991a
y 1991b). La toponimia canaria se rastrea, por ejemplo, en regiones de Amrica
central o en otros enclaves de Per, Colombia o Paraguay con referencias a
Candelaria o Tenerife, mientras que en el caso de los antropnimos, estos
son ms numerosos: Arrocha, Bello, Betancor, Carmona, Chinea, Dniz, Dorta,
Franqui, Lugo, Machado, Melin, Negrn, Oramas, Padrn, Peraza, Perdomo,
Revern, Sosa, Tacoronte, Toro, Umpirrez, Yanes, segn informa Rgulo Prez
(1988: 141).
Acercarse a la realidad canaria en Amrica supone, desde la perspectiva his-
trica, indagar en el sustrato primitivo que los canarios dejaron repartido por
toda Amrica, tal y como constat Prez Vidal (1955) para todo el continente o
lvarez Nazario (1967, 1972, 1981, 1982, 1991 y 1993) para Puerto Rico. Para
esta isla caribea, Canarias ha sido en muchos casos la portadora de voces pro-
cedentes de Andaluca, Portugal, Len y Extremadura o de las tierras de Casti-
lla o de las propias innovaciones y recreaciones producidas en el archipi-
lago. Muchas de ellas tambin han desaparecido hoy en da, estn en vas de
extincin o son reconocidas por hablantes mayores de procedencia mayorita-
riamente rural (topnimos como La Guancha, El Rosario; lxico de la flora como
galn de noche, pasionaria; la fauna: coruja, aguaviva; el individuo: antrop-
nimos como Perdomo, Delgado, Prez, Acosta, Barreto, Barrios, Cabrera, Este-
ves, Febles, Marrero, Padilla, Padrn, Pea, Ramos, Reyes, Santana, Santos,
Tejera, Torres, Zamora, etc., o voces referidas al cuerpo humano: coco, chola,
cachetada/cachetazo, trompa, cielo de la boca, pescuezo, caja del cuerpo, cua-
dril, verija o canilla; vida material: sancocho, mojo, gofio, pan fresco; dulce-
ra: bienmesabe, pirul, rapadura, empajarse, tanganazo, lasca; alio, ropa y
calzado: empercudido, empaquetarse, pieza, saco, lancha. La casa y sus ense-
res: casa terrera, cuarto, solera, lata, trancarse, pileta, balde, bacinilla, etc.
Por su parte, MacCurdy (1950 y 1975), Armistead (1978, 1985, 1991 y 1992a),
Lipski (1978, 1984, 1985, 1986, 1990 y 1996) o Alvar (1998) han dedicado sus
esfuerzos en traer a nuestra memoria los vestigios del dialecto de la Luisiana en
EE UU. Las investigaciones sobre este isleo suponen la aportacin ms exten-
samente tratada tanto en su vertiente lingstica y literaria como en la etnogr-
fica y folclrica.13 La llegada hacia 1778 de familias canarias en un contingente
cifrado en unas 4.000 personas fue la causa del mantenimiento de algunos usos
13. Cfr. Armistead (1978, 1980-1981, 1983, 1985, 1989, 1991, 1992a, 1992b, 1994a, 1994b, 1997).
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y costumbres (Prez Vidal, 1955: 123). Una variante dialectal conocida como el
isleo ha sobrevivido milagrosamente desde los asentamientos en el siglo XVIII.
Es indudable que una comunidad de estas caractersticas conformada como
un islote dentro de una cultura bsicamente anglosajona ha sufrido un proceso
de adaptacin y asimilacin al medio. Razones histricas justifican, ya en el siglo
XIX, la llegada de refugiados franceses y haitianos quienes impusieron el fran-
cs en la regin antes de la Guerra Civil americana. Por ello, muchos canarios
adoptaron las formas francesas en sus apellidos: Caballero se hizo Chevalier,
Plasencia > Plaisance o Acosta > DAcoste. A finales del XIX el ingls acab
imponindose como lengua general de la comunidad a travs de la escuela, la
prensa, la radio, el cine y la televisin. El informe de Din (1994: 838) seala que
[...] hay como cincuenta mil personas que son por lo menos parcialmente de des-
cendencia canaria en el estado de Luisiana. De ellos se calcula que solamente
unos dos mil practican algn aspecto de la cultura. Y de ellos, hoy da menos de
quinientas personas an hablan espaol canario entre los diez mil descendien-
tes isleos que viven en la parroquia de San Bernardo.
El terreno del lxico es, una vez ms, la fuente que proporciona mayor infor-
macin de las relaciones de ida y vuelta canario-americanas. En el nico dic-
cionario publicado hasta la fecha (Corrales y Corbella, 1994) que trata sobre las
coincidencias lxicas entre Canarias y Amrica sus autores ponen de manifiesto
diferentes agrupamientos:
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TUSAR. (arc.) tr. desus. Atusar, trasquilar, cortar el pelo. .t.c.r.|| Lo mismo en
Ant., Argent., Bol., Chile, Colomb., Ecuad., Guat., Mx., Nicar., Per, Urug.
y Venez. .t.c.r.||Argent. y C. Rica. Cortar la crin.
c) portuguesismos:
ENGODAR. (Del port.) tr. Atraer a los peces con cebo o engodo. Por ext., apl. a
otros animales. 2. Atraer con halagos, engatusar. Se usa tb. la variante engoar.
|| ENGOAR. 1. Lo mismo en Ant. y Mx. Se dice tb. engodar. 2. Lo mismo en
P. Rico.|| r. P. Rico (desus.). Encariarse o apegarse alguien a una persona
o a una cosa, engrerse.
d) americanismos:
GUACAL. (Del nhuatl huacalli angarillas.) m. GC y LP. Envase de tiras finas y
estrechas de madera para la exportacin de pltanos, tomates, etc. V. hua-
cal.|| Lo mismo en Colomb., Cuba, Mx., P. Rico (p.us.), Sto. Dom. y Venez.
GUANAJO, JA. (Del arahuaco.) m. y f. GC, Go, LP y TF. Cobarde, bobalicn, men-
tecato. .t.c.adj. V. aguanajado.|| Lo mismo en Ant., Colomb., Mx. y Venez.
En Argent., Chile, C. Rica, El Salv. y Mx. se usa tb. guanaco.
e) afronegrismos:
BEMBA. (De origen africano.) f. Labio grueso y abultado. .m. en pl.||Lo mismo
en Ant., Argent. (desus.), Colomb., Ecuad., Hond., Mx., Pan., Per, Urug.
(desus.) y Venez.
PINGA. (De origen africano.) f. Pene.|| Lo mismo en Ant., Argent., Bol., Chile,
Colomb., C. Rica, Ecuad., El Salv., Guat., Mx., Nicar., Pan., Per y Venez.
En Argent. y P. Rico, tb. pingo.
f) occidentalismos peninsulares:
ARRENDAR. (Del occ. penins.) tr. Tf. Desbrozar las vias, limpiarlas de algunas de
sus hojas. 2. Hi y Tf. Acollar, cobijar con el pie de los rboles, las vias y
otras plantas.|| 2. Lo mismo en Cuba.
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MATAZN. f. Matanza del cerdo. || Cuba. Sacrificio de reses vacunas u otras para
el servicio pblico.|| Amr. Central, Colomb., Cuba y Venez. Matanza, espe-
cialmente de personas.
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cios, del arahuaco erepa (maz), voz empleada por los indgenas cumanago-
tos que habitaban en el noreste de Venezuela. La constatacin de esta voz en
la geografa americana nos lleva a las Antillas, Bolivia, Colombia, Costa Rica,
Mxico, Per y, por supuesto, Venezuela.
La identificacin de americanismos en las Islas no es fcil, como apuntamos,
dado que la comprobacin histrica de una voz requiere de grandes esfuer-
zos documentales, de su primera constatacin, del recorrido seguido y de su
posterior expansin en el nuevo territorio. S podemos estar ms seguros, por
el contrario, de aquel conjunto de voces que se refiere a los guanchismos. En
este sentido, tal y como apunta Corrales Zumbado (1998: 335), resultan llama-
tivas por su escasez las voces prehispnicas canarias en Amrica. Una de ellas
es gofio:
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PAPA. (Del quechua.) f. Solancea tuberosa originaria de Amrica del Sur (Sola-
num tuberosum). 2. Papa frita. Com. Tonto, poco listo. 3. La papita suave.
F. Cosa fcil. Le gusta la papita suave.|| 1. Lo mismo en Amr. 2. Lo mismo
en Argent. 3. Ser algo una papa suave. fr. Cuba. Ser algo muy fcil, de poco
trabajo.|| PAPA. f. Chile. jerg. juv. Cosa fcil.
Del conjunto de voces analizado por Corbella Daz y Medina Lpez (1996:
89), sobre un total de 94 trminos, result que el 55,3 % tiene su origen en el
arahuaco-caribe; el 23,4 % en el nhuatl; el 18,1% en el quechua; el 2,1 % en
el tup-guaran y el 1,1 % en el araucano. Como se observa, predominan las len-
guas de los tres grandes troncos lingsticos que mayor difusin tenan en la
Amrica precolombina en las regiones de Mxico, el Caribe, Centroamrica
y Amrica del Sur. Las islas del archipilago canario en donde se documentan
estas voces son las de La Palma, Tenerife y Gran Canaria, lo que se explica
por las grandes corrientes migratorias de estas islas del antiguo realengo. En
las dems, su nmero es francamente menor o casi inexistente y en las que,
en este sentido, la emigracin, entre otros factores, fue ms escasa.
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3. Final
Las relaciones entre Canarias y Amrica parece que no pueden explicarse,
desde una perspectiva histrica y amplia, sin tener en cuenta el peso que las
corrientes migratorias de ida y vuelta han ejercido en las dos realidades. Es
indudable que cualquier acercamiento que se pretenda para explicar lo ameri-
cano de las Islas y lo canario de Amrica debe hacerse considerando, en buena
medida, muchos de los factores que en estas pginas he expuesto. Lengua y
emigracin van por la misma senda, pues es a travs de ellas cmo se forj la
identidad americana variada y compleja, como ya he sealado al igual que
la configuracin de la fisonoma de lo canario. Los historiadores y los lingistas,
cada uno en sus campos, a veces, y en otros en comn colaboracin, han tra-
tado de dar una explicacin a los fenmenos ms interesantes cuando se aborda
la realidad de Hispanoamrica y Canarias. En lo que se refiere a los aspectos
lingsticos, por ejemplo, qu duda cabe que hay numerosos proyectos y face-
tas de la investigacin de hoy en da en los que el componente histrico el
sustrato que ha dado entidad y que ha conformado la gnesis de lo que se deno-
mina Espaol de/en Amrica no ocupa un primer plano, sino que su anlisis
se lleva a cabo considerando, precisamente, al espaol hablado en Amrica no
como un apndice subsidiario, por tanto, de la modalidad castellana propia
de Espaa, sino como una realidad sociolingstica y cultural que ha desarro-
llado su andadura y su propia personalidad especialmente una vez que las nue-
vas repblicas hispanoamericanas iniciaron la senda de las independencias.
Bibliografa
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HIBRIDACIONES Y FUNCIONALIDAD DE LA MEMORIA CULTURAL HISPANA
Y PRECOLOMBINA EN EL ACTUAL CANTO DE COPLAS FEMENINO DE JUJUY (ARGENTINA)
Mara Eduarda Mirande
Universidad Nacional de Jujuy-Argentina
Resumen
Un testimonio vigente de la ntima conexin cultural entre Espaa y Am-
rica es el canto tradicional de coplas, que con diversas modalidades an se prac-
tica en algunas regiones del Nuevo Mundo. Tal como sucede en Jujuy, pro-
vincia del norte argentino situada hacia el centro-sur de los Andes, que perteneci
antiguamente al Kollasuyo, uno de los cuatro cuadrantes del Imperio Inca. El
copleo especialmente femenino constituye en esta zona una prctica socio-
discursiva, fruto de un complejo proceso histrico, poltico, religioso e ideo-
lgico que contribuy a fusionar dos tradiciones lrico-musicales: hispnica y
precolombina. En este trabajo examino sintticamente el fenmeno cultural
del copleo en la mencionada regin con tres propsitos: reconstruir los hitos
fundamentales de la memoria del gnero; identificar los aportes de cada una
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2. El impacto revolucionario de la imprenta en la Europa del siglo XVI ha sido por lo general
sobrevaluado. Si bien la imprenta se desarroll al servicio de un mercado especializado [de] estu-
diosos, doctores, abogados, telogos, mercaderes, profesores, funcionarios, estudiantes; los efectos
de la alfabetizacin y de la escritura slo alcanzaron a un porcentaje mnimo de la poblacin.
(Cfr. Ife, 1992: 12 y 13).
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La segunda etapa abarca desde 1580 a 1650. Durante este perodo el mbito
de la cultura espaola sufre un general aburguesamiento. El circuito cultural
deja de ser controlado exclusivamente por la aristocracia cortesana para con-
vertirse en patrimonio de la mayora, especialmente de la burguesa urbana.
Estos desplazamientos generan un nuevo pblico para la literatura que, a su
vez, experimenta hondas transformaciones. Uno de esos cambios da lugar a un
fenmeno de folklorizacin inspirado en las formas y el estilo potico-popula-
res. Los productos literarios estarn destinados a complacer y atraer al hombre
comn, y para lograrlo se le ofrece su propia literatura sometida a un proceso
de renovacin, reelaboracin y readecuacin a los nuevos modos literarios. Es
as como:
los poetas cultos de fines del siglo XVI crean para el pueblo espaol una nueva
poesa popular, tan vieja y a la vez tan atractivamente distinta, que no puede sino
invadir el gusto de la gente, haciendo caer en el olvido los cantares antiguos.
La seguidilla y la cuarteta octosilbica, viejas formas espaolas, se convertirn en
vehculo principal de la invasin; a travs de ellas fluir todo un mundo po-
tico de recentsima invencin, que quedar grabado durante siglos en la imagi-
nacin del pueblo. (Frenk, 1978: 66 y 67)
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Por otra parte, son numerosas las crnicas que dan cuenta de la presencia
de la lrica popular en el discurso cotidiano de conquistadores y colonizadores.
En sus crnicas de la expedicin de Hernn Corts a Mxico,5 Bernal Daz del
Castillo relata vivamente un dilogo entre el conquistador y Alonso Hernn-
dez Puertocarrero en el ao 1519, en el cual ambos emplean versos tradicio-
nales (una copla y un dstico octoslabo perteneciente a un romance viejo):
[...] y luego de buena hora llegamos a San Juan de Ula, jueves de la Cena (Jue-
ves Santo de 1519) despus de medioda. Acurdome que lleg un caballero que
se deca Alfonso Hernndez Puertocarrero, e dijo a Corts: Parceme, Seor,
que han venido diciendo estos caballeros que han venido otras dos veces a
esta tierra:
Cata Francia, Montesinos,
Cata Pars, la ciudad,
Cata las aguas del Duero
Do van a dar a la mar.
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Yo digo que miris las tierras ricas, y sabeos bien gobernar. Luego Corts bien
entendido a qu fin fueron aquellas palabras dichas, y respondi: Dnos Dios
ventura en armas, como al paladn Roldn; que en lo dems, teniendo a vues-
tra merced y a otros caballeros por seores, bien me sabr entender. (Citado por
Carrizo, 1945: 61)
En otro texto del mismo cronista, Descubrimiento y conquista del Per, encon-
tramos una copla de protesta creada bajo curiosas circunstancias: un espaol,
contrariado por las rdenes impartidas por Diego de Almagro y Francisco Piza-
rro, trama un ardid para que el gobernador Pedro de los Ros se entere de los
sucesos, y le enva dentro de un ovillo de algodn hilado el texto que sigue:
6. Pedro Cieza de Len, Guerras Civiles del Per, Guerra de las Salinas, 2 ts., Madrid, Garca
Rico y Ca., t. 1, pg. 266. (Citado en nota a pie por Carrizo, 1951: 257).
7. Lema que Carrizo traduce como la fe por la msica y por el canto (1951: 261).
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Todas estas naciones son muy dadas a bailar y cantar [...] Los Lules entre todos
son los mayores msicos [...] y as, la Compaa para ganarlos con su modo, a
ratos los iba catequizando en la fe, a ratos predicando, a ratos hacindoles can-
tar en sus corros y dndoles nuevos cantares a graciosos tonos y as se sujetan
como corderos, dejando arcos y flechas (75, II, apnd. 3, pg. LVIII). (Citado por
Carrizo, 1945: 64 y 65)
Los datos sealados muestran que la circulacin del canto popular hispnico
(y en especial de la copla) se produjo asociada al canto y al baile, a las fiestas
y celebraciones de los pueblos originarios, objeto de debate para las autorida-
des coloniales que buscaron desde un principio ejercer su control.
8. Amplio territorio que comprenda las actuales provincias del noroeste argentino: Jujuy, Salta,
Catamarca, Tucumn y Santiago del Estero.
9. La redondilla es una estrofa de cuatro versos, por lo general octoslabos, con rima conso-
nante abrazada o cruzada. Por sus caractersticas estructurales se emparienta con la copla, aunque
sus orgenes son diferentes. El mximo florecimiento de la redondilla en la lrica y en el teatro se
produjo en el ltimo cuarto del siglo XVI. (Cfr. Baehr, 1970: 237-245).
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10. La incorporacin de los bailes de indios a las ceremonias catlicas se produjo de diferen-
tes maneras. Las prcticas rituales catlicas conservaban hondas races agrcolas y ganaderas pro-
venientes de antiguas celebraciones del Oriente cercano, las cuales haban recibido la impronta del
calendario ritual agrcola romano. Esto provoc la coincidencia de algunas festividades indgenas
con las cristianas, que permita sustituir el objeto de culto conservando la ceremonia nativa, como
el caso de Corpus Christi, que concordaba con la fiesta del Inti Raymi.
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11. Iuri Lotman (1996: cap. I) propone la nocin de semiosfera para designar al espacio ocu-
pado por formaciones semiticas de diversos tipos organizadas en diferentes niveles. As como
en biosferas naturales cualquier ser vivo existe slo dentro de un sistema natural y en relacin
con otros seres vivos; en el mbito de las ciencias sociales, un signo o un sistema sgnico slo puede
funcionar en un espacio semitico y en relacin con otros signos o sistemas sgnicos. La semios-
fera es el lugar de la semiosis fuera del cual los procesos semiticos no pueden existir. (Cfr. Lot-
man, 1996: 22-24). Cada semiosfera funciona como un continuum semitico multicentrado, con sus
respectivos ncleos y periferias, y como un espacio delimitado por fronteras semiticas internas
(situadas entre los ncleos y sus respectivas periferias) y externas (ubicadas entre semiosferas dife-
rentes), las cuales a su vez funcionan como mecanismos bilinges de traduccin de lenguajes.
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[...] hacanlos, grandes y pequeos, de un palo hueco tapado por ambos cabos
con cuero de llama, como pergamino delgado y seco. Los mayores son como
nuestras cajas de guerra pero ms largos y no tan bien hechos; los menores
como una cajeta pequea de conserva, y los medianos como nuestros tambo-
rinos. (1956, t. II: 270)
[...] entonan coplas o tonadas de verano o de invierno en las que se aprecian bor-
daduras, portamentos y quejidos guturales en los finales de frase cuando el
cantor, tal como dice Prez Bugallo: afloja la tensin que imprime en sus cuer-
das vocales por cantar en registros sobreagudos. (2003: 171 y 172).
[...] sulenseles pasar [a los indios] los das y las noches bebiendo y bailando al
son de sus roncos atambores y canto, tristes a nuestro odo, aunque alegres
al suyo. (Cobo, 1959: II 21, citado por Estenssoro, 1992: 381).
Esta forma vocal de herencia prehispnica (Cfr. Aretz; 2003: 170) se percibe
como una voz en grito, voz en extrema tensin sonora cuya modulacin se
aproxima al quejido o al lamento. Es posible que sta fuera asociada reitera-
damente por algunos cronistas con la tristeza natural del indio, rasgo que se
identific con el lan vital andino.
Por otra parte, la rueda de copleros o el canto en corros12 suele ser la manera
ms peculiar y enigmtica de ejecucin de las coplas, modalidad sealada por
12. Respecto a esta prctica puede consultarse mi ensayo.: brase esta rueda, vulvase a cerrar.
La construccin de la identidad mediante el canto de coplas, en Cuadernos 27, 2006. Ediunju, Jujuy
(pp. 99-110).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
las fuentes histricas como una prctica indgena. Sorprendido ante estas for-
mas de celebracin cantada, Pedro Pizarro en sus Relaciones, escritas en 1571,
refiere que los indios:
[...] la escala tritnica coincide con notas de cualquier acorde perfecto mayor: As
aparece en numerosas canciones de toda la franja andina, desde San Juan hasta
los confines de Bolivia, lo mismo que en el Chaco o Formosa o en el centro de
Per [...] (Aretz, 1952: 31).
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Figura 1 Figura 2
13. Los grficos corresponden a los nmeros 130[132], 242[244], 258[260], 320[322], 326[328],
554[568], 847[861] y 862[876].
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Figura 3 Figura 4
La primera figura muestra a la sesta coya Cuci Chimbo Mama Micai, a quien
se describe como amiga de cantar y mcica y tocar tambor, hazer fiestas y uan-
quetes... (Poma [1615], 1981: 109). La representacin de la soberana al frente de
una comitiva en un entorno festivo apunta a mostrar el rol poltico de la mujer
del Inca en la vida pblica del reino (Cfr. Hernndez Astete, 2002: 35).
La segunda imagen representa la celebracin de Abril Camai, Inca Raimi (des-
canso, festejo del Inca). Ocupa el espacio central del dibujo la pareja del Inca
y la Coya. Nuevamente es ella quien tae la caja escoltada por otra cantora. La
mirada de los tres personajes vuelta hacia el sol (Tata Inti) y el Inca sealndolo
muestran la importancia de la mxima divinidad en el universo ceremonial andino.
Capac Inti Raimi, la gran pascua solemne del sol, ocupa el tercer dibujo. En
este caso quienes tocan las cajas son un conjunto de mujeres que cortejan a la
figura central del Inca. Las tres imgenes descritas muestran el rol de la Coya
en las fiestas pblicas del Incanato, generalmente unidas al ciclo agrario ritual.
La cuarta imagen presenta la Fiesta de los Chinchai svio (Chinchay Suyos). El
dibujo reproduce una situacin de contrapunto que el texto luego especifica: dos
hombres ritualmente ataviados, soplando cabezas de venado, ocupan las dos ter-
ceras partes del espacio pictrico; mientras que el otro tercio muestra (o ms bien
sugiere) un conjunto de mujeres que ejecutan la caja y cantan.
El mismo esquema dual rige en el quinto dibujo, donde se representa la Fiesta
de los Conde suyos. Estos dos ltimos grficos muestran el sistema ritual de alian-
zas entre pueblos que regulaba simblicamente el delicado equilibrio poltico del
Incanato.
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Figura 5 Figura 6
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Figura 7 Figura 8
14. Antonio Snchez Romeralo (1969) fue el primero en reconocer y analizar el binarismo estruc-
tural del villancico (estrofa nuclear de la lrica tradicional hispnica, antecedente antiguo de la copla).
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Ejemplo:
Pobrecita mi cajita
tan chiquita y sonadora; } A
igualita que su duea
chiquitita y paridora. } B
Ambos trminos son el resultado de un doble movimiento de expulsin de
la voz. La estructura sonora de la cuarteta asonantada acompaa la oscilacin
del soplo, pues su vaivn cclico se acomoda perfectamente al comps respi-
ratorio humano. El reconocimiento de este acople rtmico respiratorio inspir
en Ral Dorra un lcido anlisis del principio estructural binario de la copla,
asociado a un dualismo originario (Dorra, 1997: 72) inherente al proceso de
percepcin del mundo sensible y a la estructura misma de la memoria oral.
El hombre se constituye como sujeto frente al mundo mediante una serie de
actos perceptivos, a travs de los cuales procura incorporarlo como sentido.
Durante este proceso, el sujeto opera un movimiento de expansin (y posterior
repliegue) sobre el continuum de lo vital con el fin de segmentar y discretizar
la materia sensible para dotarla de forma inteligible. En la base de este proceso
perceptivo funciona un ritmo binario (Cfr. Dorra, 1997: 47 y 48) originado en
la mecnica del comps respiratorio: la inspiracin y la espiracin, en su cons-
tante movimiento iterativo, imprimen a la conciencia una matriz bipartita desde
la cual el hombre procesa el conjunto de percepciones provenientes del mundo
sensible. Al respecto, Dorra (1997: 66) afirma:
Esta dualidad originaria (que pauta los ritmos simblicos del sujeto) opera
en la raz de los procesos perceptivos que transforman lo sensible en sentido
y, por lo tanto, condiciona la organizacin primordial del mundo. La vida se
funda sobre la incesante dualidad, afirma Dorra; y la vida social, el universo
cultural humano, reconoce los mismos fundamentos binarios, pues se insti-
tuye mediante un dualismo semitico de partida (Lotman, 1996: 85) que pro-
duce la duplicacin del mundo en la palabra y la del individuo en el espacio.
Esto significa que la cultura se construye sobre la base de dos lenguajes pri-
marios: las lenguas naturales y los modelos clasificacionales del espacio que
funcionan por un mecanismo de oposiciones, duplicaciones y reduplicaciones.
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Los textos que una comunidad crea reproducen a travs de seales semn-
ticas ms o menos dispersas las configuraciones de su sistema cultural. Y los
textos poticos orales no escapan a esta ley, muy por el contrario, en ellos dichas
seales se manifiestan con mayor densidad. Adems, al estar fuertemente vin-
culados por su origen y su naturaleza (Cfr. Zumthor, 1991: 12) a las formas pri-
marias de estructuracin de lo real, reproducen en sus niveles constitutivos el
dinamismo de base binaria que las particulariza.
La copla comparte estas caractersticas de los textos orales, y por ello se con-
figura como un espacio discursivo tramado por tensiones binarias manifiestas
en todos sus planos constitutivos. Estas marcas ponen en evidencia su natura-
leza engendrada en la voz, su raz ligada a los procesos perceptivos primarios,
a las formas del pensamiento oral y a los modos expresivos vinculados a la
memoria, a la conservacin de la palabra sonora y de la frase como unidad
rtmica.
De all que la composicin de la copla est regida por tres figuras dominan-
tes: la recurrencia,15 manifiesta a travs de repeticiones, paralelismos y fr-
mulas16 que actan en el nivel fnico-sintctico; el smil o la comparacin que
expresa el binarismo de base en el nivel semntico (Dorra, 1997: 56 y 57); y la
anttesis, que funciona como correspondencia semntica de las tensiones bina-
rias que saturan su espacio discursivo.
En los siguientes ejemplos se puede reconocer estas figuras binarias:
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17. Me refiero a las relaciones de com-parentesco y ayuda mutua en la esfera familiar, donde
subsisten antiguas costumbres, como la minka mtodo laboral y productivo de base cooperativa
y solidaria que funciona en diversas localidades rurales, o el sistema de compadrazgo y madrinazgo
que crea fuertes vnculos sociales y afectivos. En el orden econmico, el trueque se utiliza todava
como importante instrumento de intercambio entre los habitantes de diferentes regiones producti-
vas de la Puna y la Quebrada jujeas. De igual manera, en el mbito ecolgico la reciprocidad
funciona en la devocin a diversas deidades telricas. El culto a la Pachamama incorpora rituales
alimentarios y libaciones destinados a la divinidad para asegurar su respuesta en el multiplico del
ganado o en la productividad de la cosecha anual; asimismo, la adoracin a los apus involucra un
sistema de restituciones mutuas: hojas de coca, alcohol, y otros, a cambio de proteccin, ayuda, etc.
Esta creencia en la interrelacin recproca entre lo humano y lo divino subyace a lo largo de los
Andes centrales y meridionales en diversas prcticas religiosas, sean cristianizadas o no.
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NUEVOS DATOS SOBRE LA IMPORTANCIA DE LAS LENGUAS AFRICANAS EN EL
VOCABULARIO ESPAOL ATLNTICO DURANTE LA COLONIZACIN EUROPEA DE CANARIAS
M. Teresa Cceres Lorenzo
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
1. Introduccin
A la hora de hablar sobre la influencia de las lenguas africanas en el espaol
del Siglo de Oro en Canarias es posible comprobar que se trata de una lnea
de investigacin de la que sabemos muy poco, bien porque se trata de una cues-
tin marginal no demasiado significativa en la historia externa o social de las
hablas canarias, o bien, porque los grupos sociales que provenan de frica en
el contexto insular, a priori, nunca parecan muy numerosos, y se presentaban
como una comunidad de habla con una cohesin interna poco regular durante
la colonizacin europea. En la actualidad, y como nueva aportacin, es posi-
ble ofrecer datos que complementan lo que ya sabemos, sobre este contacto lin-
gstico y cultural, gracias a la investigacin documental, historiogrfica, y a la
elaboracin de diccionarios histricos del canario a finales del siglo XX.
Esta investigacin, lejos de ser marginal, tiene una cierta relevancia, ya que
los datos obtenidos no son exclusivos para Canarias, sino que son extensibles
a Amrica, por el gran nmero de esclavos negros que llegaron al Caribe, a veces
desde el territorio insular. De hecho, Canarias y las Indias Occidentales esta-
ban cerradas a los que profesaban la religin islmica por disposiciones regias
de 13 de julio y de 16 de septiembre de 1501, en las Instrucciones dadas a Nico-
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4. Los dos reinos de Portugal y Castilla situados en la Pennsula Ibrica tenan unos conoci-
mientos muy avanzados en la exploracin de rutas mercantiles martimas. Antes de la firma de este
Tratado sabemos que las rutas africanas eran codiciadas por estos dos reinos peninsulares. En 1479,
por el tratado de Alcaova-Toledo, Alfonso V de Portugal renunci a sus aspiraciones sobre Casti-
lla y reconoci los derechos de Castilla en las Islas Canarias (que se convierten en lmite de una
posible expansin castellana), mientras que este reino reconoca los derechos de Portugal en las
Azores, Cabo Verde y Madeira (Lobo Cabrera, 1982).
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N U E VO S DATO S S O B R E L A I M P O R TA N C I A D E L A S L E N G U A S A F R I C A N A S
En lo que se refiere a los negros, se debe tener en cuenta que hasta la fecha,
siempre que se hace alusin a la presencia de los afronegrismos en Canarias
como posibles prstamos en el vocabulario diferencial de las hablas canarias, es
inevitable referirse al hecho de que stos provienen de Andaluca, ya que, por
ejemplo, en Sevilla en 1565, el nmero de negros es de uno por cada catorce
habitantes, y coinciden con Amrica; es lo que Rgulo Prez (1982) denomin
afroamericanismos lxicos, y que sigue siendo una conclusin vlida.
Decamos que esta afirmacin se mantiene en todos los repertorios lxicos
e investigaciones al respecto, pero quizs sea posible completar la explicacin
de la procedencia directa desde Andaluca, y deba vincularse con un vocabu-
lario relacionado con la inmigracin desde Canarias, o con la importancia de
la caa de azcar hacia el Caribe en la que los portugueses, canarios y negros
fueron expertos desde los primeros aos de la colonizacin.
Segn Lobo Cabrera (1982: 137), los africanos negros provienen de Cabo
Verde y de Guinea, cuantificndose en el mercado de esta isla entre 1510 y 1600
un total de 1.371 esclavos. Su lengua o lenguas subsaharianas no eran homog-
neas, por lo que precisaban de traductores, ya que stos procedan de una
amplsima franja de la costa atlntica africana comprendida entre Magarabomba,
al sur de la actual Sierra Leona, y Guinea hasta el Senegal, e incluso en las pri-
meras dcadas de la conquista los subsaharianos esclavos eran trados a Cana-
rias desde Berbera, por lo que sus lenguas y culturas de origen deban diferir
en gran medida.
Estos negros se comportaban de un modo mucho ms sumiso. Profesaban
generalmente unas creencias religiosas menos dogmticas, y aceptaban sin rebel-
da la nueva fe catlica que le era impuesta, o en su caso la que sus compae-
ros moriscos le inculcaban, o sea la fe islmica. En su mayora se plegaron sin
problemas a la religin de sus amos.
En lneas generales, segn los escritos de la poca, inquisitoriales, notariales
u otros, el desarraigo en este grupo fue tanto cultural como ambiental, ya que
el medio al que llegaban difera en casi todo con el de origen, y porque muchos
pronto eran llevados a los ingenios del Caribe.
El trabajo de estos esclavos negros debi estar muy unido con las labores
necesarias para la obtencin de azcar: recoleccin de la caa, transporte de la
lea, en el desmonte de vias y campos, etc., o lo que es lo mismo, a la presen-
cia de los portugueses en Canarias. Por lo que, a medida que aumentaron el
nmero de ingenios durante el siglo XVI, lo hicieron en la misma proporcin la
cantidad de trabajadores esclavos, al igual que, al terminar este ciclo azucarero
a principios del s. XVII, Canarias ve desaparecer la presencia de los esclavos (Lobo
Cabrera, 1982: 259).
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5. Tngase en cuenta que durante la colonizacin de Canarias, los lusitanos son los verdade-
ros expertos en cuestiones canarias que llegan a este archipilago por las mismas razones que los
castellanos: para evitar la persecucin de la Inquisicin, para pasar al Nuevo Mundo, y por mejo-
rar sus condiciones econmicas (Prez Vidal, 1991: 65).
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[] que los moriscos ni otras personas hablen morisco, pues hablan ordinaria-
mente su lengua arbiga y la ensean a sus hijos, perdindoles. Que no se can-
ten cantares moriscos lo cual es escndalo. Que mientras se estn en misa y
vsperas no taan panderos adufes ni biquelas en ninguna casa. Que los moris-
cos que vienen a misa no se vayan hasta que hayan odo la doctrina cristiana.
3. Conclusiones
En Canarias se vive un contacto continuo con las lenguas y culturas africa-
nas del que podemos seguir investigando de manera indirecta, o a travs de las
relaciones comerciales y la pugna hispano-portuguesa en el Atlntico, y de forma
especial en las islas de seoro.
Por ahora, podemos concluir que la solucin a este contacto de lenguas se
enmarca en la idea de prestigio, y, por lo tanto, de transculturizacin de dife-
rentes pueblos africanos que conviven con el espaol. A pesar de las condi-
ciones geogrficas y socioculturales de Canarias, la estimacin social que haba
adquirido el espaol durante esta fase histrica es el principal factor a la hora
de dar entrada en los documentos escritos a un afronegrismo u otro prstamo
llegado de frica, o de Amrica.
Tres contactos distintos se viven primero en Canarias, que tienen en comn
la diversidad lingstica frente a la fuerte estandarizacin que est adquiriendo
paulatinamente el espaol moderno. Estos contactos lingsticos y las solucio-
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nes tomadas en el caso de los prstamos lxicos sern un ensayo de lo que suce-
der en Amrica: la profunda aculturizacin o asimilacin de los aborgenes guan-
ches, la convivencia con los norteafricanos moriscos que fueron muy numerosos e
influyentes en las islas orientales de Canarias, y como esclavos o/y libertos en el
resto de las islas; y la influencia de las minoras de esclavos subsaharianos negros,
que son los que menos cohesin social presentan.
Por ahora, segn los documentos, el bilingismo individual slo parece
que fue posible en las islas orientales, en el caso de los moros y moriscos, y
en las comunidades guanches apartadas de las ciudades de todo el archipilago,
porque el control frreo de los que escriben, parecen igualar unidad lings-
tica a unidad religiosa, y no hizo posible que pasaran a los textos escritos con
la abundancia de ejemplos de prstamos africanos que podamos esperar. En el
resto de los casos, slo es posible adivinar la presencia de la diglosia, asimila-
cin o aculturizacin, ya no que no encontramos alternancia de cdigos, ni
siquiera en el lxico.
Y por ltimo, los datos obtenidos en Canarias durante el periodo coloniza-
dor nos lleva a concluir que la historia sociocultural del espaol en las Islas Cana-
rias, a pesar de su situacin marginal en el imperio espaol, es fundamental para
comprender el comportamiento de esta lengua. Dichas conclusiones ya no per-
tenecen a una historia interna concreta, sino que nos explican los procesos cul-
turales y sociales que acompaan la aceptacin de los prstamos lxicos en el
espaol moderno.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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LLENGUA I LITERATURA DELS EXILIATS DE CASTELL A MXIC
Llus Meseguer
Universitat Jaume I
Podria semblar una simplificaci generalitzadora, per tal com lexili espa-
nyol els exilis, cal dir t uns perfils no comparables als altres de lEuropa coe-
tnia, ni als de les societats amb dictadures a partir dels anys quaranta, ni als
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
dels estats derrotats en la Segona Guerra Mundial; ni, per cert, tampoc als exi-
lis espanyols anteriors: per exemple, les dispores espanyoles liberals de prin-
cipis del segle XIX o les emigracions econmico-socials de principis del XX.
Tanmateix, a lefecte de la consideraci de la literatura, all que resulta inte-
ressant de remarcar no s solament la funci que a lescriptura literria i a lac-
tivitat cientfica concedien els intellectuals exiliats: la tradici del comproms
social interpretada pels corrents de pensament vinculats a la poltica liberal, la
republicana, la socialista, la comunista, lanarquista, etc. Ni tan sols la diversi-
tat de professions que es vinculaven a lescriptura; s a dir, laclimataci de la
modernitat en lescriptura periodstica, literria de tots els gneres cultes i popu-
lars, lespectacular, la radiofnica i cinematogrfica, vinculada a la revoluci de
lalfabetitzaci i el progrs cultural dels anys vint i trenta.
Aix, les situacions personals dels literats i cientfics tenen una casustica
professional variada, per vinculada, sobretot, al fet que la categoria dautor
literari anava vinculada a la seua dependncia daltres professions, sobretot dues:
una encara liberal, la del periodisme, i laltra, la docncia, funcionarial en els
nivells ms alts, i precria en els ms baixos. Ambdues tenien un desplegament
recent en la societat hispnica, i, complementriament, la interrupci de la con-
tinutat de la vida educativa i la comunicativa a lEspanya sota el franquisme
va constituir lautntica ruptura poltica.
I els autors de pasos, de situacions culturals dependents al si dEspanya,
havien nascut amb lepifania, amb la renaixena, de les literatures perifriques:
la catalana, sobretot; en part, la gallega; i en menor mesura, la basca. Aquest
era un dels signes rellevants de lEdat de plata, el de les literatures hispni-
ques, per en fase de creixement i de constituci; en tot cas, traslladades a Mxic,
mancaven per complet de referncies i de pblic, i, correlativament, desaparei-
xien a lEspanya totalitria, sotmeses a una frria repressi especfica. Als fac-
tors generals, poltics i tics, de lexili cultural hispnic, safegia una referncia
concreta, nacional o regional, que havia existit com a constituent de lEspanya
republicana i en alguns moments, amb dificultats conegudes-, amb les seues
conseqncies, no ja professionals i existencials, sin fins i tot esttiques. Dit
altrament: lexili espanyol general, i el catal, el gallec o el basc, expressaren les
seues especificitats, precisament, en el conreu de la cultura i la literatura.
La cultura valenciana, dins aquest esquema, possea una complexitat encara
superior o si es vol, a escala reduda, com lEspanya multicultural i multilinge
en qu shavia anat configurant a la de qualsevol altre territori peninsular:
(a) una srie dautors valencians i mediterranis formaven part de la cultura lite-
rria espanyola amb una projecci general: Blasco Ibez, Mir, Azorn, i sels
afegeixen ara altres per diversos motius, com Hernndez, Gaos, Aub o Chabs;
(b) amb lanomenada Generaci dels 30, una altra srie dautors ms locals
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Llorente; i entre ells, per cert, als retornats prompte Vicente Gaos i Juan Gil
Albert.
Hi ha dos mbits previs, en relaci a la cultura literria valenciana, de la
memria de lexili. Lun s el de la memria de la Valncia republicana i dels
dos anys posteriors al cop destat, centrat en dos nivells: la Valncia personal,
ntima i territorial, patritica, la Valncia agrria, lluminosa, mediterrnia, labo-
riosa, en trnsit a la modernitat; i la Valncia internacional, capital de la Rep-
blica durant uns mesos, mxima rereguarda dels combatents republicans, darrer
territori de la llibertat i la legalitat republicanes. De la simbologia que sen deriva,
predomina levocaci duna Valncia dambient festivo y tenso, que Jos Luis
Abelln (1995: 15-22), consider com a mxim cronista, no aquest o aquell perio-
dista internacional dels dies del II Congrs Internacional dEscriptors Antifeixis-
tes, del juliol del 1937, sin els poemes dAntonio Machado, evocant passatges
dalguns dels seus (darrers) textos, escrits en la Valncia capital i resistent:
En canvi, com sexpressa en les dcades dels quaranta, els cinquanta, els
seixanta, la memria interna valenciana, expressada pels seus cientfics, artistes
i escriptors de qualsevol ordre? Dins aquell context, duna banda, els exiliats
concentraran aquest vector de la seua memria en una evocaci del parads
perdut, de la terra fsica i del cicle de lany popular, de la percepci popular
de la histria i les personalitats prpies, per, certament, sense resoldres en un
projecte poltic i compartit, un conjunt dinfluncies per a la plenitud poltica i
cultural incloent-hi, s clar, la presncia de la llengua prpia i la dita plenitud,
i tamb la coimplicaci del futur de la Repblica i el de la Valncia democrtica i
finalment vencedora o superadora del franquisme. I, duna altra banda, hi ha la
memria interna, s a dir, la de lexili interior, i fins i tot dels sectors valencians
liberals o moralment no subjugats o integrats pel franquisme: el reconeixe-
ment que bona part dels millors intellectuals, artistes i escriptors valencians,
els ms rellevants i els ms progressistes, shavien hagut dexiliar.
Per aix, al costat duna adhesi al franquisme duna part dels sectors intellec-
tuals i artstics fins al punt que el franquisme mateix descans damunt tpics
vinculats a una certa lleialtat de Valncia, des de lempresa cinematogrfica CIFESA
a la senyora Concha Piquer, el silenci fou un dels mtodes de gesti tica i
esttica de la destrucci de la Valncia democrtica. Al costat duna lrica gar-
cilasista o dun retorn a Llorente, s a dir, a una escriptura desproveda de
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Hace dos tardes, me deca en Castelln el camarada Malraux, que entre el pol-
tico y el escritor slo haba una diferencia de calidad de obra, de disposicin
mental, de mtodo, en una palabra.
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i la indstria, amb perfils culturals (aix, els casos de Jos Agut, Jess Mart, Enri-
que Segarra, Jos Castell); els perfils vinculats a les arts i lespectacle (Iturbi,
la Gatita Blanca, Luis de Llano, Pascual Aragons; i per cert, conv aclarir que
Rafael Ribelles s fill, i Amparo Ribelles nta, dun home de teatre popular
castellonenc); i els professionals que sacomoden a les seues especialitats (la
cincia, Jos Medina (veg. Calles, 2002: 74-93) o Jos Royo; el periodisme, Alardo
Prats (veg. Monferrer, 2010) o Artur Perucho (veg. Palomero, 2010), ms que
a un perode de creaci literria. Si sestira el concepte de literat ad infinitum
en el sentit de les publicacions constants i conegudes, certament, noms cal
referir-lo a Max Aub; i, quant a autors que es vinculen a Castell durant el per-
ode bllic, a Pere Calders o Vctor Alba.
Tanmateix, s en els contorns daquests professionals i artistes manifestats
en les tertlies i les activitats compartides, per testimoni extern o per memria
personal on naix la literatura. Aix, ho podem veure en un text de Max Aub en
Campo cerrado (1939: 25-41), on descriu el Castell dels anys vint:
Castelln es un pueblo chato, ancho, sin ms carcter que la falta de l. Las casas
son blancas, con un piso a cuestas, desvn y terrado donde secar la ropa; sin ms
fantasa que el zcalo imitando mrmol, veteado gris, rosa o verde. Las impostas
y las cornisas sin adorno; los balcones corridos, de serie; las barandas, jarrones
o voleos que el moldeador haya tenido a bien enviar al maestro de obras; las per-
sianas, verdes o sucias. De tarde en tarde -una docena por toda la poblacin- un
casern estilo renacimiento espaol con blasn y tragaluces de cemento port-
land, el dintel y el friso rameado, las pilastras de estilo incierto, gran portal,
gran balcn de forja, todo ello rematado con florones esfricos, veleta y pararra-
yos; las maderas pintadas de oscuro resaltan sobre la cola gris pinteada del blanco
de las falsas piedras; cruzando la barandilla, una palma con su lazo descolo-
rido; da la argamasa en cartn, la madera en papel, el aire en pataratero, rimbom-
bante, pompeado. Las calles anchas, el calor pegajoso, los carros muchos; el polvo
se releva, retuerce y deposita a capricho de las blandas tolvaneras de cada esquina:
no levanta polvo el viento sino el propio polvo.
El mar no existe; hay puerto a lo lejos, y su comercio. Los negociantes tez parda,
nariz cinzolina, manos rugosas y duras, mesas escritorios con salvadera, poco
amigos de filateras garganteros, desconfiados, regateadores, gustosos de cierto
toreo efectista, agarrados a muerte a las rejas de los bancos, viven para su comer-
cio; todos son hijos de la tierra rojal, ricos por herencia, mohatra o tozudez; no
tienen ms Dios que sus naranjos, ni ms Virgen que la de los Desamparados (la
patrona es la Magdalena, pero se la tiene en menos que a la valentina). Andan
con blusa negra, camisa blanca, sombrero negro, pantaln negro, zapatos negros
o alpargatas blancas, luciendo sus cheques, sus amigos de Hamburgo o Liver-
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pool, sus perros de caza. El que ms y el que menos estuvo en les Halles o en
Bremen; traen de Europa un gran desprecio por lo que no sea suyo:
- Ch, all fa molt de fret.
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Castell de la Plana ens produeix una impressi estranya. Des que hi hem posat
els peus, ens ha semblat una ciutat coneguda, en la qual no podem sentir-nos
forasters de cap manera. [...] lescalfor del sol, la calma de les coses i les perso-
nes que veiem pels carrers, ens encomanen una pau interior que atenua el neguit
que ens dominava.
s clar que Castell s una reraguarda tan pacfica com les que ho puguin sser
ms de la Pennsula, i t bars, cinemes, un teatre municipal, noies boniques
que animen els diumenges amb desfilades de carrer, i botigues on s possible
trobar conserves de fruita, salses i condiments de luxe, i tot de coses que obli-
guen a pensar que la guerra no passar mai per Castell.
He recollit, a uns cent metres dun dels forats de les bombes, un nen ferit. Deu
tenir uns dos anys dedat; la metralla li ha arrencat una cama, les restes de la qual
qui sap on han anat a parar. El nen no plora, ni crida. Lhe trobat amb una taronja
a mig menjar estreta contra el pit, i mha mirat amb uns ulls esbatanats. Quina
mirada, Senyor! Si els parlamentaris del mn poguessin veure-la, si haguessin de
recollir aquesta criatura i tenir-la als braos! Si el Pare Sant de Roma hagus
de passar les seves mans pels cabells daquest infant i dir-li que no sespanti, que
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no t res, com li costaria desprs de beneir amb les mateixes mans els aviadors
feixistes!
[S., el narrador] Es passava tota la vida a lhospital, encara que, amb una bicicleta
deixada per Sanchis, feia llargs passeigs entre els tarongers i mandariners de la
carretera del Grau. Li agradava aquell port gaireb abandonat i collir les man-
darines del arbres i menjar-se-les a la vora del cam. Foren uns mesos destranya
castedat. Castedat tamb poltica, car no es parlava de la guerra. Pla semblava l-
nic, amb S, que comentava la marxa de les coses. Els altres, o simpatitzaven amb
laltre bndol o no simpatitzaven amb el republic. Potser passava el mateix al
carrer, car Castell era una provncia de dretes. All que el fascinava era el sis-
tema de catacombes obert pels habitants sota els carrers, amb entrades des de
dintre de les cases, per a protegir-se dels bombardeigs, que sovintejaven. No
els calgu organitzaci, nhi hagu prou amb la por. Feien tnels com en una ter-
tlia i en feren fins a la vetlla de la caiguda de la ciutat.
Pocs anys desprs, el mestre Seraf Salort forneix un dels millors documents
de literatura popular satrica. Emprant la metodologia de la festa popular de les
Falles valencianes (daltra banda, no exactament prpies del mn festiu caste-
llonenc), publica el breu poema satric All-i-oli (1945), per a una activitat de la
qual foren nomenats fallers honorfics lhistoriador Rafael Altamira i el militar
Francisco Llano de la Encomienda, pare del productor Luis de Llano:
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Grandes temerosas voces les dieron el alto, cerca de Morella; y a la luz indecisa
del amanecer vironse rodeados de guerrilleros. Hombres con blusas y sombre-
ros haldudos, calzn corto, ancha faja y pauelo envolviendo la cabeza; otros
con mono de mecnico y gorro cuartelero. Manos crispadas, rostros sin afeitar,
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Era un guerriller carl del segle XIX, un bandoler del Barroc, o un autntic
militant anarcosindicalista, amb pauelo rojo y negro? Per aix, ignorant els sons
castellans no propis del valenci interdental (si parese un capelln de ver-
dad) i el verlar aspirat (yo soy su quefe), se significa amb una anlisi poltica
contundent (Pascual, 1944: 271):
Este es mi Seor Don Pedro Osuna, el amo de la Masa de los Olmos. Un seor
con seoro y un amo de los buenos, no como los seores de Morella, carlisto-
nes la mayora, que se chupan la sangre de los pobres. Don Pedro es diputao y
republicano de los antiguos. Qu hacis ah como pasmarotes...? Abrazdle como
a uno de los nuestros.
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listada. Don Carlos Chapa no pidi tropas a los extranjeros. El bisabuelo de Visen-
tet haba estado con los carlistas, y era muy macho y espaol como el que ms;
nunca habra combatido junto a los italianos y a los alemanes como los fachas
de ahora...
Ancdota final de memria oral marinera. Uns nufrags duna goleta sal-
vats a Vinars. Quan un dels salvats veu que s al republic Vinars, crida: No
ens mateu! No som dels den Cabrera!. Les dones clamen: Mateu-los!. Ales-
hores interv Aygyals el naixement literi del qual, amb El Tigre del Maestrazgo,
es deu a la mort del seu germ a mans dels carlins:
LAyguals de Izco obre els seus braos i fa una santa creu de perd. I parla a la
gentada: Covards! Tots a la mar! A salvar els nostres germans!
Aquest home, el ms home de Vinars, va venjar daquesta manera la mort del
seu germ.
Els ulls del vellet tenien una llum generosa de llgrimes: El ms home de tots els
homes de Vinars, deia el mariner, lavi dels mariners. Tot un home, com sn
els liberals....
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Tot seguit incorpora el substrat del carlisme del segle XIX aprofitant la mem-
ria del militar local Francisco Cucala, importantssim en la configuraci pol-
tica dAlcal de Xivert, i reconvertit en extremismes sense control ideolgic
desprs del cop destat, que desemboquen en atacs a la seua famlia liberal i el
respecte al vell Cucala per part dels anarquistes; mentre evoca La Marsellesa
com a mxim smbol emotiu-ideolgic de la infantesa. I per aix, les pgines
dedicades a la seua activitat periodstica al Pars lliure i democrtic dels darrers
anys quaranta (Bort, 1977: 178 i ss.) queden tenyides dun estusiasme acrescut
per la memria de lhimne a la llibertat. s a dir, si la separaci entre lEspanya
republicana i la revolucionria forma part essencial del moment del cop dEs-
tat, la llibertat democrtica republicana de Frana resulta una condici humana
apassionant i victoriosa.
Quant a la memria lrica, un dels mxims homes de cultura, lactor i gestor
cultural Diego Perona (apud 2003: 118-121), des de la Uni Sovitica, recita a
Rdio Moscou el memorial Noche en mi Plana (signat al maig del 1954), per
la comarca originria, don ell pren fins i tot el pseudnim radiofnic i literari,
Diego de la Plana:
I
Tambin all...
en los levantinos horizontes
de mi Plana,
por donde el da despereza
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Qu parda es ya su cal!
Ya se nada en el aire y devoran los pulmones
espesos lutos negros!
Qu arde, qu se abrasa,
para que haya en su luz tanta negrura?
Tambin sobre su alfombra
quiere parir la muerte!
Ay qu noche ms triste
hay en mi Plana!
II
En este instante,
yo quiero estar contigo,
en tu dolor a solas,
y devolverte la fe
y la sonrisa que me diste
curadas en mi ausencia
de utpicas quimeras
y enviarte con mi beso
que tiene toda tu forma
la dimensin exacta
que ensancha tus fronteras.
Mi pequeo rincn!
No llores soledades!
Tienes las extensiones
de las patrias inmensas
y encendido te llega
desde la lejana
el amor anhelante
que te da las distancias
y hacia tu esplendorosa
libertad nos gua.
La fibra, dbil antes,
se trenza en la maroma.
Gotas de tu roco
se harn inundaciones
y medir tu anchura
el abrazo fecundo
de toda la virtud
que sali de tu vientre
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a toda la virtud
que ha nacido en el mundo.
Se hacen fuertes tus hijos
en la comn trinchera.
comprimido est el aire
de todos los suspiros.
Si los que te vendieron
dieran paso a la guerra,
barrern los negros nubarrones
que te envuelven
todos los huracanes juntos
de la Tierra.
Cmo duele en la carne
tu esclavitud penosa!
Ms que todo el tormento,
ms que todo el martirio!
Mas no podr inclinar tu frente
el triste duelo!
A los que ahogar tu vida intentan
dar muerte
el idioma de amor y paz
que habla tu pueblo!
YO NO s mucho de pintura
ni tampoco he visto mucha pintura.
No tengo cuadros en mi casa
y me marea ir a las exposiciones
y a los museos.
Me pasa lo mismo con las bibliotecas.
En cuanto doy una vuelta
me desplomo sin conocimiento
y hay que llamar al mdico en seguida.
Pero me gusta ir al estudio de mi amigo Jess Mart.
Gran pintor,
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amigo senequista...
Ya sabis cmo le escriba Sneca a
Lucilo hablndole de la amistad:
Busca un amigo para tener por quin
sacrificarte, no para que se sacrifiquen por ti.
As es este Mart:
un pintor, refugiado espaol
que cierra los ojos para ver la luz de castilla.
Cmo era aquella luz, Mart?
Ya se nos va olvidando!...
Aquella luz de Velzquez!
Me ensea unos cuadros
y hojeamos despus los libros lujosos de los grandes maestros.
He tomado del estante uno al azar
y lo he abierto.
Es de Van Gogh.
Y lo he abierto por una pgina
donde hay un hombre solo, viejo, llorando...
Y yo pregunto en seguida:
Quin es este hombre?
Y por qu llora?
Est de frente...
tiene tal vez mi edad.
Est sentado en una silla de paja.
Apoya los codos sobre las rodillas
y se sostiene la cabeza con los puos cerrados
golpendose los ojos con rabia.
No se le ve la cara,
slo se le ve la cabeza,
inclinada hacia adelante...
como si embistiera.
Es una cabeza calva,
calva como la ma.
Est llorando.
No se le pueden ver los ojos
pero est llorando.
Por qu llora?
Y quin es este hombre?
Yo no entiendo mucho de pintura...
pero este cuadro
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Dol,
dol
plour
damunt
de
dol
als eixuts
casolans indrets,
endurits per la fam
duna mai
no imminent justcia. [...]
Legions
divergents,
la Violncia
nica,
transpiren vesnia
perforant un sotil barandat
de fumaredes babliques.
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Rodola
amassolat dels cims avall,
un doble corrent
portant sang de geologia,
fang,
fang parit al vrtex
de primor de mnegues.
Veus
desmarrits acers
per lalt
sescampen [...]
Crits
cargolats
amb salitrosos renecs,
gemegors dimmolacions
pertot arreu
es despleguen
al sant cos
de la terra
trencada,
entranyes i carn
en viu
de libric brau,
partides.
El lliri i el corb
esgallats es fonen
amb la mateixa tallant fal,
aceflic carnaval dinsdies.
Trons
cenyits amb espantalls
als quatre nords sencenen,
junt amb brams de llaut,
trngol i pregons de tiranies.
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LA MEXICANIDAD DE UN TRANSTERRADO A TRAVS DE UN SUBGNERO PROPIO:
LOS CRMENES EJEMPLARES DE MAX AUB
Pedro Tejada Tello
IES Vicent Castell i Domnech (Castelln)
Resumen
Max Aub fue un escritor que se aclimat muy rpidamente a su nueva tie-
rra de acogida (transterrado como acu Jos Gaos), sin dejar de extraar la
que haba dejado, siempre atento a su circunstancia y patentizndola en sus
escritos periodsticos, teatrales, narrativos, en sus guiones cinematogrfi-
cos... Inagotable en su produccin e innovador: dio un gran impulso al gnero
microrrelato (cronolgicamente puede considerarse uno de sus pioneros, aun-
que este mrito haya sido nada o poco reconocido en el mbito latinoame-
ricano, pues comienza a recopilarlos desde finales de los 40) creando cons-
cientemente un subgnero propio, el crimen (crimen = confesin de un asesino
+ humor absurdo y verbal + microrrelato) con los rasgos que despus se han
considerado cannicos del microrrelato: extrema brevedad y concisin, dua-
lidad o juego de contrastes, bsqueda de la sorpresa, referencialidad cultural,
y concomitancias con otros gneros. Con este nuevo subgnero pasar revista
a la sociedad mexicana, captando en profundidad lo esencial de su alma y
asimilando su habla (modismos y coloquialismos). El objetivo principal de
esta comunicacin es demostrar esta captacin y asimilacin mediante an-
lisis de textos concretos.
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1. Un transterrado
Anotaba Max Aub (1998: 96) en su diario el 1 de octubre de 1942 al arribar
a Mxico, en concreto a Veracruz:
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L A M E X I C A N I DA D D E U N T R A N S T E R R A D O
Por fortuna, lo que hay de espaol en esta Amrica nos ha permitido conciliar la
reivindicacin de los valores espaoles y la fidelidad a ellos con la adhesin a
los americanos.3
Esta conciliacin de valores ser posible en Max Aub. Por una parte, como
ya destac, entre otros estudiosos, Sanz lvarez (1999: 159), nuestro escritor
siempre se sinti espaol por encima de todo y sigui viviendo con la vista
puesta en Espaa.. Y aporta como testimonio unas palabras en una entrevista
de 1969 a Max Aub:
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cuerpo. Y como tambin han remarcado varios estudiosos, Max Aub tambin
muy pronto supo captar el habla mexicana. Apunta la historiadora mexicana
Meyer (2003: 68):
Max Aub era un observador atento y constante del escenario que lo rodeaba. Por
ello se apropi de los colores, las texturas, los sonidos y hasta la cadencia de los
mexicanos al hablar.
4. Por eso la edicin mexicana de 1969, de la editorial Finisterre, llevaba como ttulo Crme-
nes ejemplares y otros.
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Por otra parte, la denominacin escogida para estos microrrelatos por su autor
fue siempre la de crmenes, y si nombrar es crear, Aub tena conciencia plena
de estar creando un nuevo gnero y no admita otra denominacin. Contamos
con varias pruebas que demuestran esta voluntad del autor,5 pero ahora slo
vamos a aportar una: en una carta de Max Aub a Antonio Beneyto (ste le haba
mandado las pruebas de su edicin Algunos crmenes ejemplares para la colec-
cin La Esquina, que apareci en 1968) le escribe:
Muchas gracias por su carta del 18 y las pruebas de Algunos crmenes. En vez
de Relatos no estara mal poner pura y sencillamente: Crmenes.6
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Es decir, por una parte el absurdo, que marca su relacin con las vanguar-
dias y el arte. Por otra parte, retrica, que remarca la importancia de lo verbal
en cualquier manifestacin humorstica. El humor, exceptuando el mimo, es
sobre todo palabra.
El tercer sumando nos sita genricamente en el terreno del microrrelato.
Siguiendo a lamo (2009) entendemos como microrrelato: una especial moda-
lidad narrativa en la que se extreman las estructuras formales cannicas con-
formativas del cuento.
7. Todas las citas de Crmenes ejemplares corresponden a la edicin de 1996. Ver bibliografa.
8. Citamos por lamo Felices (2009).
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hablaba mejor; si ustedes creen que no son eximentes, son tontos. Siem-
pre pens en la manera de deshacerme de l. Hice mal en envenenarlo:
sufri demasiado. Eso lo siento. Yo quera que muriera de repente.
(p. 33)
9. Ver bibliografa.
10. Quienes siguen al doctor Samuel Ramos en sus investigaciones acerca de quin es el mexi-
cano y cmo es, encontrarn en este libro escrito por un espaol nacido en Pars y que habla con
acento alemn y tiene cara de ruso, documentos interesantsimos sobre cmo y por qu mata el
mexicano, y por qu y cmo quisiera asesinar, y a quines. (J. C.: 1957) (Sign. A.M.A.C. 45/18/3)
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Los ejemplos que aporta Hernndez Cuevas son vlidos, pero explican par-
cialmente el sentido de la obra, pues se basa en la edicin de 1957 (85 piezas),
y posteriormente Max lleg casi a duplicar el nmero de crmenes. Si nos cen-
tramos slo en los crmenes mexicanos a los que alude Hernndez, no estamos
de acuerdo con l cuando dice que la violencia, corrupcin e impacto paula-
tino del sexenio motivara a Max Aub a escribir los crmenes mexicanos. De
hecho, el tema de la violencia y de la muerte violenta est presente en toda
su obra, y su necrofilia tiene mucho que ver con su filiacin vanguardista. Tiene
mucho de humor surrealista, un humor trascendente, creador, imaginativo, que
impone la destruccin de la lgica racional por el automatismo psquico. El arte
visto as es un juego en libertad que reivindica la supremaca del inconsciente
y de lo onrico sobre el consciente. Esta libertad supone acogerse muchas veces
al atractivo de la crueldad. El humor cruel de Buuel (Un perro andaluz), buen
amigo de Aub, parece colarse ms de una vez en la obra de ste. Por ejem-
plo, en Campo de sangre (2002: 20) podemos leer:
LA HEND de abajo a arriba, como si fuese una res, porque miraba indiferente al
techo mientras haca el amor. (p. 21)
SE MONDABA los dientes como si no supiese hacer otra cosa [...] Le transform la
biznaga en bayoneta, clavndosela hasta los nudillos.
Se atragant hasta el juicio final. No temo verle entonces la cara. Lo gorrino quita
lo valiente. (pp. 18-19)
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[...] Al mate, cog un alfil y se lo clav, dicen que en el ojo. El autntico mate
del pastor... (p. 32) (Aqu un posible recuerdo de la famosa escena de la navaja
y el ojo en El perro andaluz de Buuel.)
[...] En mi vida he pegado un batazo con ms ganas. Le volaron los sesos como
atole con fresa... (p. 47)
Y en esta violencia de los Crmenes ejemplares puede haber sin duda influen-
cia de las ideas de Samuel Ramos (El perfil del hombre y de la cultura en Mxico,
1934), quien consideraba que ese talante violento proceda de un sentimiento
de inferioridad, y de Octavio Paz (El laberinto de la soledad, 1950), que hablaba
del hermetismo mexicano, que le hace vivir instalado eternamente en la des-
confianza y a la defensiva. Del influjo de ambos intelectuales hemos tratado
en otro lugar (lo mismo que Hernndez Cuevas),11 por lo que ahora preferi-
mos abordar otro punto de vista, analizando textos concretos.
En primer lugar, en Crmenes ejemplares pervive una de las principales carac-
tersticas de la literatura aubiana: dar testimonio de su circunstancia, de las
costumbres y usos de su poca (y en este caso de su nuevo pas), incluso docu-
mentar, pero plegndose a las caractersticas del gnero que ha elegido. Com-
probmoslo con el crimen siguiente:
LA CULPA: del pito. Yo trabajo en casa y oigo el silbido tres calles ms all, lo veo
crecer, acercarse, engrosar llevando las esperanzas a su colmo. Entra en todas par-
tes: en el 5, en el 7, en el 9, no en el 11 porque no existe, resuena en el 13. Todos
los das. Hacia las 11 de la maana y cerca de las 4 de la tarde. Suplicio que no
deseo al peor de mis enemigos, si es que los tengo. Sigue lo insufrible: se va
alejando, cambia de acera y empieza el pito a menguar, a irse, a desaparecer,
del 18, que est frente a mi casa, frente a su casa de usted, al 16, al 14, al 10 no
hay 12 al 8, al 4 tampoco hay 6 as hasta que dobla por Artes. Si estoy en el
bao, que da a la parte de atrs, lo sigo oyendo, si presto atencin, hasta que llega
a Sullivan. Claro, usted no est en casa a esas horas; adems, no espera cartas.
Ni las escribe ni las recibe. O me equivoco? Los que reciben cartas tienen cierta
sonrisa que no engaa. Dir que yo tampoco tengo cara de recibir cartas. Acierta,
pero debiera recibirlas. Mi hija debiera escribirme como tiene la obligacin, y no
me escribe. No tiene ni idea de lo que es esperar una carta y or llegar la marea...
Me dir, qu culpa tena el cartero? Quin tocaba el pito? Dios? (pp. 49-50)
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
AH EST LO MALO: Que ustedes creen que yo no le hice caso al alto. Y s. Me par.
Cierto que nadie lo puede probar. Pero yo fren y el coche se detuvo. En seguida
la luz verde se encendi y yo segu. El polica pit y yo no me detuve porque no
poda creer que fuera por m. Me alcanz en seguida con su motocicleta. Me
habl de mala manera: Que si por ser mujer crea que las leyes de trnsito se
haban hecho para los que gastan pantalones. Yo le asegur que no me pas el
alto. Se lo dije. Se lo repet. Y l que si quieres. Me soliviant: la mentira era
tan flagrante que se me revolvi la sangre. Ya s yo que no buscaba ms que uno
o dos pesos, o tres a lo sumo. Pero bien est pagar una mordida cuando se ha
cometido una falta o se busca un favor. Pero en aquel momento lo que l sos-
tena era una mentira monstruosa! Yo haba hecho caso a las luces! Adems el
tono: como saba que no tena razn se subi en seguida a la parra. Vio una mujer
sola y estaba seguro de salirse con la suya. Yo segu en mis trece. Estaba dis-
puesta a ir a Trnsito y a armar un escndalo. Porque yo pas con la luz verde!
l me mir socarrn, se fue delante del coche e hizo intento de quitarme la placa.
Se inclin. No s qu pas entonces. Aquel hombre no tena ningn derecho a
hacer lo que estaba haciendo! Yo tena la razn. Furiosa, puse el coche en mar-
cha, y arranqu... (pp. 21-22)
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L A M E X I C A N I DA D D E U N T R A N S T E R R A D O
SI NO DUERMO ocho horas soy hombre perdido; y me tena que levantar a las siete
Eran las dos y no se marchaban: repantigados en los sillones, tan contentos. Y
sabe Dios que no haba tenido ms remedio que invitarlos a cenar. Y hablaban
por los codos, por las coyunturas, a chorros, lanzndose el uno al otro la hebra,
enredndola a borbotones, despotricando de cosas insubstanciales, y venga tomar
copas de coac y otra taza de caf. De pronto, a ella se le ocurri que, un poco
ms tarde, podramos tomar unas sopas de ajo. (Mi cocinera tiene reputacin.)
Yo no poda ms. Los invit a cenar porque no tena ms remedio, porque soy
una persona bien educada. Llegaron ms o menos puntualmente, a las nueve y
media, y eran las dos de la maana y no tenan trazas de marcharse. Yo no poda
apartar mi pensamiento del reloj, porque mirarlo no poda, ya que ante todo est
la buena educacin. Yo me tena que levantar a las siete, y si no duermo ocho
horas paso todo el da hecho un guiapo; adems lo que decan no me impor-
taba nada, absolutamente nada. Claro est que poda haber procedido como un
grosero y haberles dicho de una manera o de otra que se fueran. Pero eso no
reza conmigo. Mi mam, que se qued viuda joven, me ha inculcado los mejo-
res principios. Lo nico que tena eran ganas de dormir. Lo dems me importaba
poco. No es que tuviera mucho sueo: pensaba en el que tendra al da siguiente...
Mi educacin me impeda simular bostezos, que es medida corriente en perso-
nas ordinarias.
Y usted por aqu, y usted por all... y aqul, y el de ms all. El gin rommy, el
ajedrez, el poker... Ginger Rogers, Lana Turner, Dolores del Ro (odio el cine). El
sbado en Cuernavaca (odio Cuernavaca). Ay, la casa de Acapulco!, y Men-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
En este crimen el asesino, que se define con insistencia como persona edu-
cada, est marcando continuamente el transcurso temporal y un final abrupto,
inesperado, por el contraste entre el talante del personaje aunque la obse-
sin por remarcar el paso del tiempo y su necesidad de dormir ya eran un aviso-
y su accin final suministra veneno en el coac a sus invitados. Este anfitrin
no era mexicano o no era autnticamente mexicano, pues aparte de esa fijacin
cronolgica, tambin ignora lo que es para los mexicanos beber o tomar. En
De las copas (tambin incluido en Notas mexicanas) escriba Aub:
[...] El ingls, el francs, toman una copa antes de comer, el mexicano sin que
llegue a generalidad muchas, sin comer. Pirdese as la nocin del tiempo, en
Francia, en Inglaterra. Para los mexicanos, al revs: al no tener nocin del tiempo,
las copas se multiplican de por s. (1963: III)
HACA UN FRO de mil demonios. Me haba citado a las siete y cuarto en la esquina
de Venustiano Carranza y San Juan de Letrn. No soy de esos hombres absur-
dos que adoran el reloj reverencindolo como una deidad inalterable. Comprendo
que el tiempo es elstico y que cuando le dicen a uno las siete y media, lo mismo
dan las ocho. Tengo un criterio amplio para todas las cosas. Siempre he sido
un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela. Pero hay cosas que no
se pueden aguantar por muy liberal que uno sea. Que yo soy puntual a las citas
no obliga a los dems sino hasta cierto punto; pero ustedes reconocern con-
migo que ese punto existe. Ya dije que haca un fro espantoso. Y aquella con-
denada esquina est abierta a todos los vientos. Las siete y media, las ocho menos
veinte, las ocho menos diez. Las ocho. Es natural que ustedes se pregunten que
por qu no lo dej plantado. La cosa es muy sencilla: yo soy un hombre respe-
tuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero
cuando digo una cosa, la cumplo. Hctor me haba citado a las siete y cuarto y
no me cabe en la cabeza el faltar a una cita. Las ocho y cuarto, las ocho y veinte,
las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Hctor sin venir. Yo estaba positiva-
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mente helado: me dolan los pies, me dolan las manos, me dola el pecho, me
dola el pelo. La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo caf, lo ms proba-
ble es que no hubiera sucedido nada. Pero esas son las cosas del destino y
les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que sal de casa, nadie poda
suponer que se levantara aquel viento. Las nueve menos veinticinco, las nueve
menos veinte, las nueve menos cuarto. Transido, amoratado. Lleg a las nueve menos
diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guan-
tes forrados:
Hola, mano!
As, sin ms. No lo pude remediar: lo empuj bajo el tren que pasaba. Triste casua-
lidad. (pp. 44-45)
SOY UN HOMBRE exacto, nunca llego tarde a una cita. Es mi hobby. Y tena una cita.
Tena una cita y tena hambre. La cita era muy importante. Pero aquel mesero
tard tanto, tanto en servirme, y yo tena tanta, tanta prisa y me contest de una
manera tan lnguida, tan sin querer comprender la prisa que me reconcoma,
que no tuve ms remedio que darle en la cabeza. Ustedes dirn que fue despro-
porcionado. Pero, hagan la prueba: entre plato y plato tard exactamente dieci-
siete minutos. Ustedes se dan cuenta lo que son, uno tras otro, diecisiete minu-
tos de espera, viendo correr la aguja del reloj, viendo cmo el minutero da vueltas
y ms vueltas? Y la cita, hacindose imposible. Lo malo, desde luego, que no se
defendi. No quiero recordarlo. (pp. 39-40)
Puede tambin darse el conflicto por una razn de ndole inversa: el correr
excesivamente, como el que asesin al que jugando a las cartas ganaba dema-
siado deprisa:
LLEG, ECH un ojo, gan. No se pueden hacer las cosas demasiado aprisa. No,
seor, no fue con el as de espadas, con el siete del mismo palo para no perder
por lo menos la tradicin. (p. 64)
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
14. En archivo de la Fundacin Max Aub, Sign. A.D.V.C. 6/9 (p. 211a).
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Conclusiones
Max Aub fue un escritor que se aclimat muy rpidamente a su tierra de aco-
gida, sin dejar de sentirse dentro de la que haba dejado atrs: un transterrado
o empatriado. Siempre atento a su circunstancia, que supo patentizar en sus
escritos periodsticos, teatrales, narrativos, ensaysticos, en sus guiones cinema-
togrficos, etc. Inagotable en su produccin e innovador, dio un gran impulso
a la modalidad narrativa conocida como microrrelato, que l convirti en un
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
gnero propio que denomin crimen. Con sus crmenes, durante ms de veinte
aos, pasar revista a la sociedad mexicana, captando en profundidad lo esen-
cial de su alma y asimilando su habla, a la vez que, en cada una de esas vie-
tas que constituyen los Crmenes ejemplares.
Bibliografa
LAMO FELICES, Fco. (2009): El microrrelato. Anlisis, conformacin y funcin de
sus categoras narrativas, Espculo. Revista de Estudios Literarios, n. 42, julio-
octubre.
AUB, Max (1963): Notas mexicanas, Siempre, suplemento n 78, Mxico, 14
de agosto, pgs. II-IV.
(1964): Crmenes y epitafios mexicanos, y algo de suicidios y gastrono-
ma, en Papeles de Son Armadans, Ao IX, Tomo XXXIV, nm. CI, Agosto,
pp. 195-212.
(1971): Crmenes y epitafios mexicanos, y algo de suicidios y gastrono-
ma, en Pequea y vieja historia marroqu, Madrid, Las Ediciones de los
Papeles de Son Armadans (Azanca, 3).
(1972): Crmenes ejemplares, Barcelona, Lumen.
(1996): Crmenes ejemplares, Madrid, Calambur.
(1998): Diarios (1932-1972), edicin, estudio introductorio y notas de M.
AZNAR SOLER, Barcelona, Alba Editorial.
(2002): Obras Completas. El Laberinto Mgico II, vol. III-A, edicin crtica,
estudio introductorio y notas de Luis Llorens Marzo (Campo de sangre) y de
Javier Lluch Prats (Campo del Moro), Valencia, Biblioteca Valenciana, Gene-
ralitat Valenciana.
CAUDET, Fco. (2003): Max Aub y Mxico, en Homenaje a Max Aub. Congreso
Internacional. Mxico 28 y 29 de Octubre 2003, en www.uv.es/entresi-
glos/index.htm. (Recuperado el 26 de marzo de 2010 de http://www.uv.es/
entresiglos/max/pdf/Francisco%20Caudet.pdf, pp. 219-268).
DICCIONARIO DIGITAL DEL CENTRO COORDINADOR Y DIFUSOR DE ESTUDIOS LATINOAME-
RICANOS DE LA UNAM (s. d.): Transterrados (Empatriados). Recuperado el 24
de Marzo de 2010 de http://www.ccydel.unam.mx/PensamientoyCultura/Biblio-
teca%20Virtual/diccionario/Transterrados/htm
EPPLE, J. A. (2004): La minificcin y la crtica, en Noguerol Jimnez, Fca. (ed.),
Escritos disconformes. Nuevos modelos de lectura, Salamanca, Ediciones Uni-
versidad, pp. 15-24.
GAOS, J. (1949): Los transterrados espaoles de la filosofa en Mxico, Filoso-
fa y Letras, nm. 36, Mxico, octubre-diciembre, pp. 207-231.
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L A M E X I C A N I DA D D E U N T R A N S T E R R A D O
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LA NUEVA POESA ANDALUZA. LTIMA DCADA: POETAS, PROPUESTAS, NUEVOS RUMBOS
Roco Arana Caballero
Universidad de Sevilla
Resumen
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El ciprs oye un dragn trajinando entre los veladores y sabe que l no es rubio
ni hermoso. Jams ver un escudo fuerte, una espada brillando. [...] El regato que
le canta: t a mi lado, conmigo, y yo siempre marchndome.1
Afirma Luis Arenal2 que Cabanillas se adentra en el mundo con una mirada
diferente, centrada en lo cotidiano pero, a la vez, universal. Cuatro estaciones
queda marcado por un ritmo muy significativo que tiene algo casi de litrgico.
En su lcida crtica del poemario, Arenal seala los temas principales de su ltimo
poemario y en general de su potica. Uno de ellos es la infancia, esa edad de
oro donde la luz brillaba ms, y otro sera la muerte:
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L A N U E VA P O E S A A N DA L U Z A
Aupado de puntillas al brocal, vuelve el nio la cara. Mira al cielo. Brilla la luna
hermosa sobre el pozo. Entonces le pregunta por qu siempre tan guapa para
bajar a verme?6
4. CABANILLAS, J. J., Los que devuelve el mar, Valencia, Pre-Textos, 2004, p. 10.
5. CABANILLAS, J. J., op.cit., p. 27
6. CABANILLAS, J. J., Ibdem., p. 32
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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Quienes rondan la niebla comienza con una serie de poemas de amor bell-
simos, que no abandonan el escenario campesino, rural, y por ello tampoco les
abandona ese aura de leyenda. Para hablar de amor, Tllez habla de sangre, de
herencia, y elige palabras sencillas como cordeles, llovizna, frescor o ropa. Para
hablar de algo tan verdadero no se necesitan artificios de relumbrn, por eso
parece que las palabras fluyen con mansedumbre. Hay imgenes, s, pero las
mismas metforas parecen emerger del campo, del ajuar de la casa, sin que
en ningn momento pueda el lector ver el mecanismo del poema. Acaso sea
verdad lo que dijo Miguel dOrs en un recital, que el buen poema era fcil de
escuchar pero difcil de escribir. Quizs sea en Donde el aire se reclina a tu
vera, donde esta verdad sencilla y potica se vislumbre:
Dejas, mansamente,
en sbana fresca de hilo, la bronca lujuria de las yeguas,
la furia delicada de las rosas.9
Hay smbolos que nos acompaarn a lo largo de toda su obra, como la rosa
o la luna. Y, en estos smbolos, hay introspeccin que lleva a la nostalgia, y nos-
talgia que crea belleza:
No quiero escribir
como el husped de una casa derruida,
sino como el limpio amanuense de los das
con sol.11
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Es muy difcil conseguir que una despedida sea hermosa: se requiere una
concepcin mtica de los muertos y el oficio de pensar muy bien cada pala-
bra. Es precisamente eso lo que hace que la poesa de Tllez sea algo ms
que unos cuantos adioses.
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L A N U E VA P O E S A A N DA L U Z A
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
[] Y sin embargo
para decir: te quiero, nadie puede
arrancar una flor sin marchitarla.21
19. DORS, M., Virutas de taller, Sevilla, Los papeles del Sitio, 2007, p. 202.
20. DORS, M., ibdem, p. 205.
21. MATEOS, J., La niebla, Valencia, Pre-Textos, 2003, p. 19.
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o:
Lo dice un libro. Volver yo a ser nio y a jugar por las tardes con un baln de
trapo.22
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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han encarnado con la naturalidad que salta, por ejemplo, en el poema Palabras
a la novia, de Centinelas.
A lo largo de sus tres libros, asistimos a una autntica evolucin potica: si
tras ganar el premio Gerardo Diego afirmaba en una entrevista a la prensa
que un poema no debe ser un jeroglfico, en La ciudad dormida descubrimos
un Beades onrico, casi surrealista. La propia bsqueda de imgenes que pon-
gan brida al torrente de ideas le empuja a ello, y el lector sale ganando.
Los temas de su obra no dejan de ser los temas universales de todo gran
poeta: el amor, la belleza de la mujer, el ansia de plenitud, la visin del hom-
bre como ser cado pero capaz de redencin.
El corazn podrido
va aprendiendo a olvidar cul es su patria
y ya no puede ver
la desnudez del mundo, su belleza,
los ros, los caballos y los hombres,
pues vive en una crcel,
condenado a s mismo.24
24. BEADES, J., Centinelas, Sevilla, Fundacin Jos Manuel Lara, 2002, p. 55.
25. BEADES, J., ibdem, p. 50.
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Al igual que lo que se dijo de Roco Arana, la poesa de Moreno es una poe-
sa habitada, cercana y repleta de personas muy queridas: padres, hermanos,
abuelos difuntos, sobrinos por nacer, amigos. En l cobran notas picas e inti-
mistas a la vez el tema de la sangre, los ancestros, la familia y el hogar. En La
casa en obras, dice:
Jess Beades ha comentado este poema en una resea para Poesa Digital:
El tercer poeta que voy a citar es Alejandro Martn Navarro, nacido tam-
bin en Sevilla en el ao 1977. Con un primer poemario, Vasos de barro, gan
26. MORENO, P., Clara contrasea, Sevilla, Nmenor, 2003, pp. 48 y 49.
27. MORENO, P., Discurso de la ceniza, Madrid, Adonis, 2008, p. 18.
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28. MARTN NAVARRO, A., Aquel lugar, Madrid, Hiperin, 2006, p. 33.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
lia, la amistad, la poesa. La casa como eje de la vida de un hombre, los amigos
como seres con quienes compartir y aprender. La infancia como aprendizaje
al que siempre se vuelve. El lenguaje de Cerero es musical (tocado de igual
modo por la varita mgica del endecaslabo), cercano e incluso coloquial. Tiende
a la acumulacin, a la enumeracin catica. Llama la atencin, tambin, el manejo
de los tiempos verbales, evocando un pasado que viene al presente al enca-
rarse con el recuerdo o una foto, presente que mejora el pasado:
Las naranjas
que recog de nio, siguen dando
su zumo dulce y agrio como entonces.29
Aunque sin renunciar tampoco a la imagen onrica: hay mujeres que pasan
como nubes. S hay en el yo potico de Cerero una tenue vacilacin. Vacila entre
una visin gris y cida de la existencia y la luminosidad de otros versos suyos.
Se atisba en ocasiones una visin negativa del yo, paliada a travs de la irona.
Aqu tambin contrastan distintos matices en diversos poemas. En Amanecer,
por ejemplo, dice lo mismo ms o menos que en Elogio de la oscuridad, pero
sin tomarse en serio, distancindose de s mismo por medio de las metforas e
hiprboles: Esta maana estoy anochecido.
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L A N U E VA P O E S A A N DA L U Z A
A finales de los ochenta escriba varias columnas en ABC y otros diarios, diri-
ga un suplemento cultural y trabajaba para Anthropos. Era tambin profesor
asociado en la Universidad de Sevilla. Abri y dirigi un centro privado de
formacin, dedicado a preparar a opositores de la enseanza. Ecoem lleva en
el mercado veinte aos ya, y por sus aulas ha pasado toda una generacin de
poetas y maestros andaluces: Enrique Garca-Miquez, Miguel Agudo, ngel
Mendoza. En el ao 2003, aprovechando el boom que vivieron las organizacio-
nes no gubernamentales, cre la Fundacin Ecoem para publicar buenos tex-
tos sobre pedagoga y educacin. Sin embargo, no olvid sus sueos de tener
otra editorial literaria.
La editorial Siltol se fund a mediados del ao 2009. Cuenta con varias
colecciones: Siltol poesa, la principal. Anejos de Siltol, la coleccin de lujo
que publica poesa con ilustraciones y cuenta con un magnfico primer nmero:
Elogio del desierto, con poemas de Julio Martnez Mesanza e imgenes del
fotgrafo Jos del Ro Mons. Arrecifes, coleccin dedicada a editar antologas
de poetas con una extensa obra en su haber, y por ltimo logos, enfocada a
la crtica literaria. logos es un nombre inventado por el propio Javier Sn-
chez para designar los comentarios que se realizan en un blog. Ya existe una
peticin para que dicha palabra aparezca registrada en el Diccionario de la Real
Academia de la Lengua, peticin levantada por el poeta Jose Miguel Ridao. El
ltimo poemario publicado en Siltol es la delicada obra Temporada de fresas,
de Pilar Pardo, que en 2009 gan el prestigioso premio Florentino Prez Embid
de la Academia de Buenas Letras de Sevilla.
El primer nmero de la revista Isla de Siltol contiene textos en prosa de los
andaluces Aquilino Duque, Jose Mara Jurado, Enrique Baltans y Jos Mateos,
aunque no se aferra a clichs ni se impone lmites espaciales: se abre este nuevo
proyecto con fragmentos del crtico Jose Luis Garca Martn y con un trabajo
ensaystico de Enrique Garca-Miquez; con poemas inditos de Miguel dOrs,
y otros tantos de Jos Julio Cabanillas. Por ltimo, contiene, como es natural,
versos de los autores que ya han publicado en la editorial: Jess Cotta, Juan
Antonio Gonzlez Romano... Esta mezcla ofrece nuevos panoramas, enriquece
y muestra un acertado mapa cultural de las letras hispnicas en el ao 2010.
Bibliografa
ARENAL, L., crtica a Cuatro estaciones en www.poesiadigital.es.
BEADES, J., Centinelas, Sevilla, Fundacin Jos Manuel Lara, 2002.
CERERO, J. J., Oro, Sevilla, Nmenor, 2007.
CABANILLAS, J. J., Cuatro estaciones, Madrid, Adonis, 2008.
La luna y el sol, Sevilla, Nmenor, 2006.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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RECETARIO DE COCINA MEXICANA: EDICIN SEMIDIPLOMTICA DE UN MANUSCRITO
INDITO DEL SIGLO XIX
Susana Echeverra Echeverra
Instituto Cervantes de So Paulo
Pollas borrachas | Preparadas segn constunbre se echan en una | olla, con bino,
binagre, jamon rebanado, pasas al- | mendras, sus espesies molidas, jitomates asa-
dos y | molidos que quede espesa la salsa, usando de | la sal el gusto. (l.38)
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Esa y las dems normas que seguimos para la elaboracin de la edicin semi-
diplomtica, y que presentamos antes de la transcripcin, las elaboramos a
partir de las Normas para la transcripcin de documentos histricos hispanoa-
mericanos, de las Normas para transcrio de documentos manuscritos para a
histria do portugus do Brasil y de las Normas de transcripcin paleogrfica,
de ngel Riesco Terrero.
A continuacin de la edicin semidiplomtica, ofrecimos una versin moder-
nizada del texto, para favorecer su divulgacin; y, para terminar, realizamos
un comentario lingstico sobre los rasgos que ms se destacan en el Receta-
rio.
En ese sentido, y desde el punto de vista ortogrfico, resulta sorprendente
para la mirada de un lector del siglo XXI comprobar que, por ejemplo, la primera
mano que copia las dieciocho primeras recetas, utiliza n, invariablemente, ante
b y p en palabras como linpia (l.51); tambin resulta significativa la manera como
introduce, en su escritura, marcas de su pronunciacin, cuando, por ejemplo,
escribe s en trminos como: troso (l.4), cosimiento (l.4), onsa (l.5).
Desde el punto de vista morfolgico, llama, sin duda, nuestra atencin al leer
la recetas de las Pollas borrachas, por ejemplo, el que no se lleve a cabo la con-
traccin de la preposicin a y el artculo el en usando de la sal a el gusto (l.41),
o la adscripcin al gnero femenino de la palabra almibar (l.123). En cuanto a
la sintaxis, sorprende, por ejemplo, la construccin vatido que este (l.127), con
valor de cuando est batido.
De cualquier forma, es en el lxico gastronmico y expresiones culinarias que
el documento se muestra ms rico, con el uso de palabras como almoradus (l.5),
que el Diccionario de la Lengua Espaola de la Real Academia Espaola recoge
como almoraduj o almoradux, ms conocido en la pennsula como mejorana; o
de locuciones como: se pone a coser en una casuela con agua competente (l.44),
o tres libras de asucar bien clarificadas y tibias en punto de espejo (l.79).
1. Edicin semidiplomtica
Para Spina (1977: 79), a transcrio semidiplomtica representa uma ten-
tativa de melhoramento do texto, com a diviso das palavras, o desdobramento
das abreviaturas (trazendo as letras que no figuram no original, colocadas entre
parnteses) e s vezes at com pontuao. En el caso de esta edicin, optamos
por desdoblar las abreviaturas, pero escogimos mantener la frontera de las pala-
bras donde se encontraba en el documento original, y en lugar de parntesis,
utilizamos corchetes, para indicar las intervenciones del editor en el texto, como
sugieren las Normas para transcrio de documentos manuscritos para a his-
tria do portugus do Brasil.
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R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
4 Vaca Francesa.2
1. Hay un 1 escrito en el margen superior derecho, a la altura de 21; fue rotulado por otra
mano.
2. A la izquierda del 4 hay otro nmero tachado, parece otro 4.
3. A la izquierda de esta palabra hay dos letras tachadas con una lnea vertical.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
se4 pone a erbir tapando[s]5 | la olla con una casuelita y masa al rededor, |
cuando se considere cosida se enbuelbe en un coten6 | se y mete una prensa
para dies doce oras, apren | sada que sea, se rebana en tajadas y se pone
una | cama de hellas en una olla barrilito despolboriandole | ensima, Lau-
rel tomillo y oregano enteros, repitiendo7 | esta operacin hasta acomodarla
toda, en este estado | se cubre de binagre conpuesto de sal y ajos al gusto. |
Alos ocho dies dias, lla puede servirse.8 ||1v.||
23
Benason,9
Unas pulpas de Vaca Carnero bien desan | gradas, se echan por veinte y
cuatro oras en | adovo comun, pasadas estas, se echan en | otro adovo con-
puesto de chile molido, Cane | la, clabo, pimienta, cominos, ajos, culantro10 tos-
tado, | vinagre, una lima rebanada, oregano y Sal, | otro dia se saca y se b
mechando con | rajas de Canela, dientes de ajo, clabo y pimi- | enta, mucho
Jamon remojado en agua de Sal; lue | go se cuese aadiendole todas espe-
sies molidas: | para serbirlo se rebana echandole un polvo de | Sal pimienta.
Empanadas en Asador11
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R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
22
Escabeche de Ternera.13
Una poca de pulpa desangrada en agua | de Sal, se pone coser con unas
cabesas| de ajo vinagre aguado y Laurel, cosida que est, se | frie en man-
teca y se echa rebanadas y se echa | en infucion de binagre <por nueve das>,
compuesto con pimienta, cla | bo, canela, tomillo, oregano y unas rebanadas
| de limon rebolbiendole un poco de Aseite, y unas | rebanadas de Cebollas
por nueve das.
[178]
Pollas borrachas14
Jamon Costrado16
Un Jamon17 vien lavado y sin garras, se po- | ne a coser en una Casuela con
agua competente | conpuesta de un cuartillo de vino Jeres, y vinagre | fuerte,
laurel y un pedaso de Azucar, cosido que est, | se enjuga y se buelbe echar
en infucin de | vino y binagre para mantenerlo umedo, sacado- | se la infu-
cion, se le echa asucar enpolbo, - | se enbuelbe en un papel, se pone en una
| parrilla fuego lento, y por ensema se cos | tra con fierros calientes cuando
est costra | do por el magro, se le quita el cuero se ase | lo mismo por el
gordo.
Budin de Coco.
13. A la izquierda del nombre de la receta, hay una palabra sobrescrita a otra y el nmero 4 ta-
chado.
14. A la izquierda del nombre de la receta, encontramos el nmero 12 tachado.
15. En el margen inferior izquierdo aparece impreso un sello de la Biblioteca Nacional.
16. A la izquierda del nombre de la receta, hay un nmero tachado.
17. Hay un borrn de tinta sobe la o.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Panqu.18
Cocada.
Pescado frito.19
Otra.
Se pone freir ajo en aseite y mante- | ca, tan luego como haya dejado el
gusto, se le | echa tomate conpuesto como el anterior agre- | gando despus
unas alcaparras.
Tamales de pan.
726 ndice
R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
Ante.
20. Encima de esta palabra, en el margen superior derecho, encontramos el nmero 4, corres-
pondiente a la nueva pgina, escrito por otra mano.
21. La b fue conformada a partir de una v.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Venason25
Empanadas en Asador
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R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
y manteca, para ponerlas a asar. Conforme se vayan dorando, se les untar, con
una brocha o pluma, huvo batido, cubrindolas con arroz molido en seco,
esa operacin ser repetida, hasta que estn cosidas y cubiertas de arroz.
Escabeche de Ternera
Un poco de pulpa desangrada en agua de sal, se pone a coser con unas cabe-
zas de ajo, vinagre aguado y laurel. Cuando est cocida, se fre en manteca y se
corta en rebanadas. Despus, se introduce en una infusin de vinagre por nueve
das; compuesto con: pimienta, clavo, canela, tomillo, organo y unas rebana-
das de limn; revolvindole un poco de aceite y unas rebanadas de cebollas.
Pollas Borrachas
Preparadas segn costumbre se echan en una olla, con vino, vinagre, jamn
rebanado, pasas almendras, sus especias molidas, jitomates asados y molidos
hasta que quede espesa la salsa, usando sal al gusto.
Jamn Costrado
Un jamn bien lavado y sin pezuas, se pone a cocer en una cazuela con
agua suficiente, compuesta de medio litro de vino de Jerez y vinagre fuerte, lau-
rel y un pedazo de azcar. Cuando este cocido, se enjuga y se vuelve a poner
a remojo con vino y vinagre para mantenerlo hmedo; se saca y se le echa az-
car en polvo; se envuelve en un papel, se pone en una parrilla a fuego bajo,
y, por encima, se costra con fierros27 calientes. Cuando est costrado por el magro,
se le quita el cuero. Se hace lo mismo por el gordo.
Budn de Coco
Media libra de almendra limpia y molida, un coco rayado, nueve huevos bati-
dos, una libra de polvo de azcar. Mzclese todo, y chese en una cazuela, sufi-
cientemente untada de mantequilla, ponindola a fuego medio. Cocnese con
lentitud.
Panqu
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Cocada
Pescado Frito
Otra
Se pone a frer ajo en aceite y manteca, tan pronto como haya dejado el gusto,
se le echa tomate, compuesto como el anterior, agregndole despus unas alca-
parras.
Tamales de Pan
Se humedece con leche un poco de pan duro rayado, batindolo hasta que
alcance una consistencia regular. Se revuelven tres yemas y dos claras de huevo
con un real de pan, dos mantequillas regulares, una libra de polvo de azcar.
Batido todo eso, se echa, en el centro, un picadillo de acitrn, almendra, pasas
y piones, puestos a cocer en hojas, lo mismo que todos.
Ante
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R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
RECETARIO
DE
COCINA MEXICANA
ca. 1850
4. Comentario lingstico
De entre los mltiples aspectos que se podran analizar en este apartado,
hemos escogido algunos, que organizamos en cuatro niveles: ortogrfico, mor-
folgico, sintctico y lxico.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
tes, dos reales de Noes media | libra de Almendra una y otra molido; pues, en
ese caso, adems de en gnero, no se realiza la concordancia de nmero.
En la lnea 168, localizamos una forma verbal que presenta una configura-
cin desviada de la norma, se trata de cri, tercera persona singular del presente
de subjuntivo de criar se hecha | en el platon y se deja que cri costra.
Para terminar nuestra observacin de nivel morfolgico, sealaremos el uso
del futuro de subjuntivo en el lugar del pretrito imperfecto de subjuntivo que
lo ha reemplazado casi en la totalidad de ocurrencias; as, escribe Alarcos Llo-
rach (1994), se ha descartado la forma cantares que hoy, salvo en alguna zona
conservadora, es mero arcasmo de la lengua escrita; [...] Ya Andrs Bello con-
signaba el desuso de cantares y apunt sus equivalencias: Si alguien llamare
(llama) a la puerta, le abrir; y contina el autor de la ltima Gramtica de la
Lengua Espaola de la Real Academia Espaola: Cuando el uso de cantares
se mantena vivo, sus morfemas de perspectiva temporal eran sin duda los de
presente, [...], como se observa en los siguientes ejemplos del Recetario:
agua tibia la que fuere | nesesria se desase lo que cave un posuelo de leba | dura
(l.204); quando estubie | ren fritos, los pondrs en vna Casuela (l.272); Son muy
| gustosos, pero silos quicieres hazer fritos | con Tosino Manteca, son tambin
buenos (l.283)
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R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
[...] se | vate bien, y se le vuelve la lumbre, has- | ta que despegue del caso, y
entonces se | deja enfriar, y se le revuelven diez y | seis yema[s]30 de huevos <y se
vuelve poner al | fuego hasta que despegue del caso> | [y] se muele | en un
metate y biolento se forma | el quezo.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
5. Conclusiones
La realizacin de esta edicin ha sido un trabajo muy gratificante. En primer
lugar, siempre es emocionante transcribir un manuscrito indito, como lo es el
Recetario de Cocina Mexicana. A ello hay que sumar, el placer que sentimos en
nuestros encuentros diarios con el manuscrito, provocado, entre otros motivos,
por la que podramos denominar como cocina virtual de los deliciosos platos
que se nos presentan a lo largo de este corto pero intenso viaje a la gastrono-
ma mexicana del siglo XIX. Marquesote de rosas, conserva de naranja, merme-
lada de coco, chicha de limn, leche piada, son algunos de los platos que
hemos descifrado siguiendo las diestras instrucciones que muestran sus reco-
piladores; o deberemos decir recopiladoras, porque, de acuerdo con nuestra
aproximacin a la historia del documento, vimos que el manuscrito mexicano
podra ser autora de miembros de una orden religiosa que, por motivos que
desconocemos viaj a Espaa.
Otra fuente de satisfaccin durante la composicin de este estudio ha sido
el aprendizaje que ha supuesto el buscar los significados de trminos y expre-
siones culinarias totalmente desconocidas, porque, adems de aprehender sus
sentidos, durante el proceso de investigacin, descubrimos varias fuentes de
informacin riqusima de un gran atractivo, que utilizaremos y daremos a cono-
cer siempre que surja la necesidad de hacerlo.
736 ndice
R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
Bibliografa
ALARCOS LLORACH, Emilio, (1994), Gramtica de la Lengua Espaola, Madrid:
Espasa Calpe.
BELLO, Andrs y Rufino CUERVO (1954) Gramtica de la Lengua Castellana, Bue-
nos Aires: Editorial Sopena Argentina.
CAMBRAIA NARDELLI, Csar, 2005, Introduo crtica textual, So Paulo: Martins
Fontes.
GILI GAYA, Samuel., (1989), Curso Superior de Sintaxis Espaola: Barcelona, Vox.
REAL ACADEMIA ESPAOLA, 1770, Ortografa de la Lengua Castellana, Madrid:
D. Joaquin de Ibarra, Impresor de Cmara de S.M.
1826, Ortografa de la Lengua Castellana, Madrid: Imprenta Real.
SPINA, Segismundo, 1977, Introduo Edtica, So Paulo: Editora da Univer-
sidade de So Paulo.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
ANEXO A
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R E C E TA R I O D E C O C I N A M E X I C A N A
ANEXO B
Huevos Mejidos
Chicha de Limn
Triturar una pia regular y madura, sin estar podrida. Se mezclar con 3 litros
de agua, en la cual habrn estado en infusin seis limones exprimidos y sus cs-
caras, una libra de azcar blanco, un poco de clavo, canela en polvo y un pedazo
de pastilla. Despus de pasar la mezcla a una olla limpia, se dejar reposar
por veinticuatro horas. Se le puede agregar, si se quiere, algn licor, para ani-
marla.
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
El propsito central de este texto es el estudio de la influencia de la poesa
de Pablo Neruda en la de Vicent Andrs Estells, as como las elaboraciones y
recontextualizaciones que el poeta valenciano efecta a partir de algunos de
los temas y de algunos rasgos tonales o estilsticos del poeta chileno. Sin embargo,
como transfondo, se vern otras influencias hispanoamericanas en la poesa
estellesiana y, ms en general, el marco de relaciones de la literatura producida
en Valencia con los pases del otro lado del Atlntico, que han sido diversas e
intensas y que han operado a menudo en una dimensin interlingstica.
1. Un poco de historia
De hecho, a pesar de la vocacin mediterrnea de Valencia, las relaciones
culturales con los pases de la Amrica Latina no han sido histricamente poco
frecuentes. Dejando ahora de lado los movimientos migratorios, que dieron
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CSAR VALLEJO.
Naci el da 6 de junio del ao 1983 en Santiago de Chuco (Per)
y muri en Pars el da 15 de Abril de 1938. Jos Luis L. Aranguren, Antonio G.
de Lama, Victoriano Crmer, Eugenio de Nora, Leopoldo Panero, Luis Rosales,
Jos Mara Valverde y Luis Felipe Vivanco LE RECUERDAN.
Era este un escueto recordatorio, como escueto y seo era el verso de Vallejo,
pero constituy una iniciativa relevante por la reivindicacin, en plena posgue-
rra, del autor de Espaa, aparta de m este cliz. Sin duda, Estells, el joven
poeta en espaol de aquel momento, bebi la influencia de Vallejo, como otros
muchos poetas del momento. Y ello a pesar de que, al decir de Flix Grande
(1970), el peruano fue durante mucho tiempo, ms que ledo en el sentido lite-
ral del trmino, un poeta por tradicin oral (Poemas humanos se edit en Pars
en 1939, con una tirada cortsima) cuyo hmero asomaba en la revista leonesa.
La alusin al hmero por parte de Grande (en el captulo que titula: Espadaa.
Asoma un hmero de Csar Vallejo) proviene de uno de los poemas ms repre-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
sentativos de su obra, el que se titula Piedra negra sobre una piedra blanca
(Poemas humanos), una de cuyas estrofas dice as:
magradaria rebre com era abans costum la visita de csar vallejo per csar vallejo
sha mort definitivamente amb la publicacin de la seua obra completa amb ano-
tacions i tota la bblia. csar vallejo quantes quantes memries de pus de semen
de gargalls i vitralls de pedres i remotes paraules familiars. a tu el meu home-
natge sols a tu nicamente a tu pur impur adorable. els teus versos marriben com
les telles remotes del mort i pam de la meua infantesa. et recobre i em salve
csar vallejo. deixe el teu nom ac al darrer poema amb un amor que mai no sen-
tendr. els crtics faran posiblemente al seu temps les seues crtiques. jo s b
quant et dec i tho pague de moment amb aquest cdol que diposite damunt la
taula una abrupta pedra de via per en la qual tu mentens toque mare i em basta.
a mamar tots els versos a prendre vent tota lars potica.
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3. El Neruda de Estells
En primer lugar, existe una admiracin por la persona, por la figura del poeta
culto y comprometido. Estells lo evoca as en una de las prosas poemticas de
Quadern de 1962, la que precede a la dedicada a Vallejo. Se trata de un encuen-
tro imaginario a modo de tertulia literaria con el chileno, donde este aparece
bebiendo vino, trajinando con textos de sus poetas predilectos realmente pre-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
de vegades tamb arribava Neruda. mirava lun costat i laltre amb aquells ulls de
peixot sota la seua gorra es seia en el divan mirava encara amb certa cautela.
no pots fiar-te mai em deia agafant-me del bra. jo ho comprenia tot i ho dis-
culpava tot. ell es treia de la butzaca una primera edicin de quevedo i una segona
edicin de frai luis de leon i es treia encara ms papers per exemple la partida
bautismal de jorge manrique uns originals de gngora a la mort del conde de
villamediana coses totes absolutamente interdictes llavors. en uns gots aculats
dun vidre da dit bevia el vi negre mentre jo llegia les trboles lnies amarga-
mente llunyanes. en establir-se un cert ambient de confiana es treia un calcet
i improvisava una oda elemental mentre el dit gros del peu descal sobresortia
indmit. sn coses de la guerra qu the de dir tu ja mentens i mut.
Horacianes, plus quun autre recueil de ce cycle, porte les marques sinon de la
posie populaire, du moins dune volont de rester proche de loralit que cette
source incarne. Il est vrai dailleurs que, par lintermdiaire de Pablo Neruda,
les odes dHorace nous parviennent charges dune implication sociale non pas
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Pero tambin en otros poemarios podemos rastrear los ecos de la voz neru-
diana. Y referencias explcitas, como el poema titulado Oda necessriament
elemental a Pablo Neruda, con alusiones biogrficas a Matilde, a Isla Negra, a
Temuco. El texto aparece en el breve poemario Quadern pblic i notori que se
publica por primera vez en 1990, en el volumen nmero 10, el ltimo, de Obra
completa. Pero, ms all de las referencias explcitas, estn los ecos intertextua-
les: los de las odas elementales, cierto, y tambin los del primer Neruda, el de
las residencias, principalmente. Cuando Amado Alonso dedica al poeta su cle-
bre estudio Poesa y estilo de Pablo Neruda, en una primera edicin de 1940 y
una segunda, ampliada, de 1951, ha de centrarse necesariamente en la primera
etapa de la produccin del chileno, la que culmina en Tercera residencia. El
maestro de la estilstica caracteriza con agudeza algunos de los principales recur-
sos de esa poesa, desde los adverbios en -mente, los encabalgamientos, las
comparaciones, el simbolismo lxico... No puedo entra ahora en el examen
de estas cuestiones, pero realmente merece la pena leer muchas de las obser-
vaciones analticas de Alonso cotejndolas con el estilo de Estells. Claro que
la mayora responden a una potica contempornea a la que Neruda contribuy
de manera decisiva, pero no son especficas de su estilo. Sin embargo, ciertas
coincidencias hacen pensar en algn tipo de concomitancia profunda. Me limi-
tar a poner un ejemplo, el de uno de los prosismos sintcticos sealados por
Alonso, que consiste en el recurso a largas enumeraciones polisintticas, poco
trabadas sintcticamente y a menudo con cierto carcter anmalo. (Alonso, 1979:
cap. 5). La crtica posterior ha insistido en ese mtodo de construccin discur-
siva basado en la estructuras ilativas reiteradas. Dar, como botn de muestra,
dos fragmentos de Caballero solo, poema de Residencia en la tierra I, que
no est entre los estudiados por Alonso pero que es caracterstico de ese pro-
cedimiento tan frecuente en la poesa surrealista:
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En primer lugar, hay que constatar que ambos libros, empresas ciclpeas por
su extensin y su ambicin, comparten un aliento pico de races telricas y
una decidida voluntad educativa. Comparten tambin el sentimiento hbrido de
rabia y esperanza. En todo caso, eso s, con una alta carga de energa positiva.
En efecto, cuando Neruda cuenta en Confieso que he vivido cmo dio comienzo
al Canto en 1938, explica que en aquel momento senta que ya haba caminado
bastante por el camino de lo irracional y de lo negativo. La nueva etapa cre-
ativa emprenda la senda de un humanismo ms racional y ms constructivo.
En un artculo aparecido en Las Provincias el 22 de abril de 1974, Estells escribe,
refirindose al Mural: Potser ha arribat el dia del meu cant a Valncia, purifi-
cat i irat, digne i colric, personal i collectiu. En ambas obras, el programa
de vertebracin es indiscutible: de un continente inmenso o de un pas pequeo
en el seno de una comunidad lingstica y cultural ms amplia.
Biblia o enciclopedia, retablo didctico para la instruccin popular, com-
posicin coral con ribetes autobiogrficos: todo eso es comn a ambos pro-
yectos. Lo es tambin el gusto por el topnimo genuino, por antropnimos
emblemticos Tpac Amaru o Ramon Llull, por el dato histrico, por la des-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
cripcin de las poblaciones, los ros o las montaas, por los artistas emblem-
ticos, entre los cuales los pintores y muralistas ocupan un lugar destacado.
Tambin es comn la caracterizacin de hroes y villanos: conquistadores y
libertadores en un caso; traidores a la identidad y trabajadores de la cultura en
el otro. Se puede subrayar, sin embargo, un notable contraste entre ambos libros:
Neruda tiene precedentes, ancestros poticos para su Canto: Rubn Daro en
algunos poemas americanistas, el Santos Chocano, de Alma Amrica, o el enci-
clopedismo de El repertorio americano de Andrs Bello (Sant, 2009: 65-69).
Estells, en cambio, no cuenta con antecedentes prximos, al menos en el mbito
del Pas Valenciano, y por eso se inserta en esa estirpe y enarbola el Canto gene-
ral como modelo en muchos aspectos.
Otra cuestin a tratar es la de la articulacin entre lo individual y lo colec-
tivo en ambas empresas literarias, y las consecuencias compositivas de esa arti-
culacin. Por descontado, el destinatario es colectivo, popular, como el pblico
de los murales mexicanos de Rivera o de Siqueiros, un pblico que incluye a
los iletrados. La figura autorial, en cambio, oscila entre el coro plural de voces
como los autores annimos de las entradas de una vasta enciclopedia y las
referencias subjetivas de carcter autobiogrfico. Las compaeras de los poetas,
Matilde e Isabel, tienen su lugar como testimonio de vida ntima: en el caso
de Estells, el poema preliminar del Mural son unas palabras de despedida vital
dirigidas a su esposa. A continuacin viene un incipit con fe de vida, fechado
a 31 de diciembre de 1974, que comienza as: als cinquanta anys de la meua
vida, / quan davallen les aiges, trboles, pels espills, / molt modestamente ini-
cie aquest cant. Y la obra se clausura con un Testament cuyos beneficiarios
explcitos son los miembros de su colectividad: Deixe ac el cant per al meu
poble.
En cambio, Neruda prefiere el modelo del Gnesis en su poema inicial, Amor
Amrica (1400): Antes de la peluca y la casaca, / fueron los ros: ros arteria-
les.... Y reserva el relato autobiogrfico para el final: Yo soy, que se clausura
con la datacin del final de la composicin de la obra:
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R E L AC I O N E S L I T E R A R I A S E N T R E VA L E N C I A E H I S PA N OA M R I C A
Naci un hombre
entre muchos
que nacieron,
viv entre muchos hombres
que vivieron,
y esto no tiene historia
sino tierra
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Bibliografa
ALONSO, Amado (1979): Poesa y estilo de Pablo Neruda. Barcelona: Pocket
/Edhasa.
BENEDETTI, Mario (1972): Vallejo y Neruda: dos modos de influir. En: Letras del
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SALVADOR, Vicent (2001): Els arxius del discurs. Episodis valencians dhistria
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SANT, Enrico Mario (2009): Introduccin a Canto general de Pablo Neruda.
Madrid: Ctedra, 12. ed.
756 ndice
U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
3
POLTICA, CULTURA
Y COMUNICACIN
Comunicaciones
757
U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
La msica es un fenmeno eminentemente humano. Ms all de su dimen-
sin meramente esttica, representa un fenmeno social y, por ello, est con-
templada dentro de los patrones culturales de cada sociedad. No se conoce
an una sociedad que no posea un cierto tipo de msica dentro de sus carac-
tersticas culturales. Por su dimensin social, el fenmeno musical tiene la vir-
tualidad de generar vnculos comunes entre individuos de un mismo grupo
social. Este sentimiento de autoagrupacin derivado del hecho musical puede
en ocasiones estar articulado a partir de un discurso homogeneizador que
se asiente sobre la base de la exclusin hacia otros colectivos sociales, e incluso
sobre la dominacin de los mismos. Bajo estos postulados, la labor del artista
ser tambin la de favorecer a travs del discurso musical una convivencia
intercultural.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
La cultura est constituida por el conjunto de los saberes, saber-hacer, reglas, nor-
mas, interdicciones, estrategias, creencias, ideas, valores, mitos que se transmi-
ten de generacin en generacin, se reproducen en cada individuo, controlan la
existencia de la sociedad y mantienen la complejidad psicolgica y social. No hay
sociedad humana, arcaica o moderna que no tenga cultura, pero cada cultura es
singular. As, siempre hay la cultura en las culturas pero la cultura no existe sino
a travs de las culturas.
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L A R E L AC I N I N T E R C U LT U R A L Y L A M S I C A
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
De la misma forma que cada ser humano necesita de los dems para desa-
rrollar su condicin natural, constatamos que cada una de las culturas posee
determinados valores, capacidades y respuestas a las demandas de la vida sobre
la tierra, pero ninguna rene un repertorio suficiente para cubrir todas las posi-
bilidades de desarrollo humano. Por ello, las diferentes culturas estn llama-
das a complementarse, a corregirse y ratificarse mutuamente, ampliando los
horizontes de las otras y posibilitando el descubrimiento de otras posibilidades
(Garca Fernndez y Goenechea Parmisn, 2009: 34).
Efectivamente, construimos nuestros valores culturales siempre en el marco
de una sociedad determinada, pero esta sociedad adquiere su particularidad en
relacin con otras formas culturales distintas. As, podemos decir que determi-
namos nuestra cultura a partir de otras culturas. Este proceso de configuracin
de valores que sustentan los comportamientos, tomando como referencia a otros
similares en una relacin de reciprocidad, presenta una serie de normas y
relaciones que se perfilan como solidarias. De este modo, a pesar de parecer
que las culturas estn encerradas en s mismas con el fin de salvaguardar su
identidad, realmente son entidades abiertas, capaces de integrar nuevos sabe-
res, ideas, tcnicas, costumbres, etc. Este proceso de asimilacin de otras for-
mas culturales es el que en definitiva enriquece a cada cultura particular (Morin,
1999: 26).
Cuando construimos nuestros valores culturales en relacin con las manifes-
taciones de otras culturas, el proceso se abre a la posibilidad de una conviven-
cia prspera y pacfica. El problema se genera cuando decidimos configurar
nuestra cultura en oposicin a culturas vecinas e ideolgicamente distintas.
Cuando se crean nuevos vnculos de convivencia que se sustentan en motivos
de exclusin, los comportamientos consecuentes tienden hacia la dominacin.
En el proceso mediante el cual planteamos las relaciones sociales sobre la base
de unos supuestos valores considerados superiores porque son los nuestros, infra-
valoramos automticamente los aspectos de la cultura que no es la nuestra. Nues-
tro comportamiento social se convierte en una norma moral determinante, cuyos
preceptos estarn vinculados a un proceso de dominio o culturizacin de otras
colectividades culturales. Esta forma de comportamiento social es enseada ins-
titucionalmente y transmitida mediante procesos de aprendizaje que conllevan
el germen de la violencia (Garca Martnez, 1996: 72).
De la misma forma que cada ser humano necesita de los dems para desarrollar
su naturaleza, podemos afirmar que cada cultura posee determinados valores,
capacidades y respuestas a las demandas de la vida sobre la Tierra, pero ninguna
rene un repertorio suficiente para cubrir todas las posibilidades de desarrollo
humano. Por ello, las diferentes culturas se complementan, corrigen o ratifican
762 ndice
L A R E L AC I N I N T E R C U LT U R A L Y L A M S I C A
Que las culturas conviven y se comunican es un hecho tan natural como que
el ser humano, por su condicin humana, necesita relacionarse con los dems.
A travs de la observacin de los comportamientos de los dems descubrimos
nuestra propia identidad, es decir, concluimos quin y cmo soy yo, as como
cules son las particularidades de mi comportamiento. Si configuramos nuestra
identidad personal en relacin a las identidades particulares de aquellos con los
que nos relacionamos, tambin, como hemos visto, una identidad colectiva, una
cultura, se configura a partir de las relaciones con los otros colectivos cultura-
les.
ndice 763
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
La tica de la razn cordial, por su parte, reconoce que sin capacidad para estimar
el valor de la justicia ni siquiera importa que una norma sea justa; sin capaci-
dad de estimar a los dems interlocutores como valiosos la justicia de las normas
que deberan estar a su servicio es irrelevante. (Cortina Orts, 2009: 709-710)
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Tres Caras del Poder de Kenneth Boulding (1993), en la que nos seala las
interrelaciones existentes entre los siguientes tipos de poder: el poder destruc-
tivo, el poder productivo y el poder integrativo (Pars Albert, 2007).3 Desde la
visin de unas teoras que propugnan el discurso musical como competente
para la configuracin de identidades culturales, la capacidad de la msica como
generadora de vnculos identitarios comunes que favorezcan el sentimiento
de autoagrupacin supone un ejercicio de poder integrativo.
No obstante, este poder integrativo de la msica se puede tambin relacio-
nar con el poder destructivo, cuando esta generacin de identidades comunes
en base a un discurso musical se convierte en dominante y, en consecuencia,
implica el no reconocimiento de otras formas musicales diferentes. Esto supon-
dr el no respeto hacia la identidad individual o grupal de la diversidad.
De este modo, al analizar el efecto socializador que la msica produce en el
ser humano, debemos ser conscientes de que sta puede ser un factor de socia-
lizacin y cooperacin importante en las relaciones humanas, pero siempre
debemos tener en cuenta la delgada frontera existente entre la autoagrupa-
cin por afinidades culturales y las diversas formas de exclusin (Dez Jorge,
2004: 71).
3. Para ampliar ms esta idea vase: Boulding, Kenneth (1993): Las tres Caras del Poder. Bar-
celona, Paids.
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Para el mito del Estado nacin y para aquellos que lo utilizan para su proyecto
de dominacin, es de importancia decisiva que la msica nacional se distinga
externamente de las msicas expresadas por otras naciones, y para usos internos
sirva al proceso de homogeneizacin nacional. (Dietrich, 2004: 1)
Probablemente sta sea una de las razones por las que, como presupone-
mos, un determinado discurso musical puede resultar violento bajo unos
contextos determinados. La relacin de dominacin se basa, en esencia, en un
proceso comunicativo entre dominadores y dominados, al igual que cualquier
forma de resistencia poltica. Pero este hecho comunicativo no sucede exclusi-
vamente de un modo explcito, sino que a menudo se ofrece de manera pasiva
o implcita (Dietrich, 2004: 3-4). Alguna comunicacin a travs de hechos musi-
cales que denotase un determinado simbolismo de corte poltico se podra inter-
pretar como un proceso comunicativo que implicase subversivamente estas
relaciones dominantes. Existe adems el peligro de una configuracin nacional
identitaria que pueda promover estos vnculos comunicativos entre dominado-
res y dominados, en los cuales se legitime el poder de la entidad dominante en
oposicin a la dominada. De este modo, la msica nacional asumir una funcio-
nalidad como transmisora de ideologas polticas. Obviando los diferentes tipos
de msicas vernculas existentes en un estado, ser decisivo que la msica nacio-
nal se configure como un discurso homogneo, autntico y que claramente se
diferencie externamente de la de otras naciones (Dietrich, 2004: 5).
La articulacin de un discurso a travs del hecho musical que ofrezca dife-
rentes respuestas a los diversos colectivos se convierte en una propuesta com-
pleja de por s, y esta complejidad la convierte necesariamente en conflictiva.
La responsabilidad de gestionar dicho conflicto recaer en la figura del artista
o msico que a travs de sus formas expresivas proponga performar el discurso
de tal modo que presumiblemente ofrezca una reaccin de respuesta a la com-
plejidad existente en el receptor y al mismo tiempo promueva, en la medida de
lo posible, sentimientos que se acerquen a la construccin de una conviven-
cia intercultural.
Bibliografa
ADORNO, Theodor W. (1985): Impromptus. Serie de artculos musicales impresos
de nuevo, Barcelona, Editorial Laia.
CORTINA ORTS, Adela (2009): Lo justo como ncleo de las ciencias morales y
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EVOLUCIN HISTRICA Y ANLISIS DE LA PRENSA DE LOS EXILIADOS ESPAOLES
EN AMRICA LATINA (1936-1977)
Ana Gonzlez Neira
Universidade da Corua
1. Introduccin
La Guerra Civil espaola propici la salida de cientos de miles de espaoles
entre 1936 y 1939. Muchos de ellos volvieron a Espaa, pero otros muchos
permanecieron en los pases de acogida durante dcadas. Con la mirada puesta
en un ansiado regreso a una Espaa democrtica, vivieron su dispora como una
sala de espera (en palabras de Max Aub) en la que prolongaban el ser espaol.
Los exiliados existieron, y para dar testimonio de su vida publicaron, escri-
bieron y difundieron su pensamiento. La prensa fue una necesidad para ellos,
no slo porque a travs de estas pginas conocan las noticias de Espaa y del
mundo, sino porque all plasmaban sus frustraciones, ideas, aoranzas y
planes de vuelta, es decir, el transcurrir de esa dura dispora. Constituy una
manifestacin ms de ese Estado espaol huido que segua vivo fuera de sus
fronteras geogrficas.
Nos centraremos en los varios centenares de cabeceras creadas por los refu-
giados espaoles en Amrica Latina desde 1936 hasta 1977 (ao de la disolucin
del gobierno republicano).1 Somos conscientes de la dificultad que este elevado
1. Entre las ltimas cabeceras que vieron la luz en la dispora estn Repblica Espaola (Mxico,
1974) Tribuna Abierta (Mxico, 1976) y Boletn de Informacin (Mxico, 1976).
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2. En algunos casos es difcil diferenciar si se trata de una publicacin del exilio o de la emi-
gracin. Aunque se distingue la emigracin econmica del exilio poltico, resulta difcil establecer,
a partir de un determinado momento, una barrera entre un emigrante y un exiliado sobre todo en
exilios de larga duracin, en donde el paulatino proceso de asimilacin-integracin acaba desdibu-
jando las diferencias entre uno y otro. Tampoco se puede desconocer el hecho de que los exilia-
dos suelen asentarse en pases donde ya existen colonias de emigrados econmicos previas, e
incluso adonde han emigrado exiliados en otras pocas histricas. ALTED VIGIL, Alicia (2005). La
voz de los vencidos. Madrid: Santillana, p. 395.
3. FUENTES, Juan Francisco y FERNNDEZ SEBASTIN, Javier (1998). Historia del periodismo espa-
ol. Madrid: Sntesis, 1998, p. 277.
4. No hay unanimidad en el nmero de refugiados que arribaron a tierras mexicanas. Lida (2003)
habla de unos 25.000 espaoles entre 1939-1949. La Espaa perdida que Mxico gan. En Letras
Libres, 56. Recuperado el 23 de julio de 2005 de http://www.letraslibres.com/ index.php?art=8806).
Y Rubio (1997) indica que entre 1939 y 1948 llegaron 21.750. La emigracin de la Guerra 1936-1939.
Madrid: Librera San Martn, p. 180.
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2. Funciones de la prensa
Nos estamos refiriendo a una etapa muy fructfera en el periodismo espaol
ya que, al igual que en otras fases de la historia de Espaa, los acontecimientos
polticos provocaron una explosin de publicaciones. Baste recordar que la pro-
fesora Genevive Armand-Dreyfus en su tesis doctoral Lmigration politique
espagnole en France au travers de sa presse (1939-1975) incluye un catlogo
de ms de seiscientas cabeceras del destierro en Francia y en sus territorios del
norte de frica.
El origen de este aumento hay que buscarlo en la larga duracin del exilio,
en su dispersin por varios pases y en las diferentes ideologas de sus prota-
gonistas (anarquistas, socialistas, comunistas, nacionalistas, etc.).
En sus nuevos destinos, los exiliados necesitaban sentirse integrantes de
un colectivo, unirse con otros compatriotas en su misma situacin, huir de la
soledad y desesperanza, superar el aislamiento inicial del destierro. La prensa
les ayud en parte a configurar un mbito en donde la causa comn trascenda
a los territorios fsicos y levantaba un espacio imaginario en el cual cada uno
ubicaba su concepto de la Espaa ideal. Gracias a la construccin de ese terri-
torio mental, su pertenencia a una cultura no quedaba en el absoluto vaco y
se asentaba en ese mbito relacional que ellos erigieron con la prensa y en la
prensa. A travs de sus medios de comunicacin compartan su condicin de
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exiliados con miles de espaoles alejados por la distancia y gracias a ellos sol-
ventaban algunos de los problemas materiales e inmateriales derivados de esa
situacin.
En este sentido se orientan las palabras de Ferriz (2001) cuando indica que
la prensa:
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[...] en este momento era ms urgente que nunca demostrar a la comunidad inter-
nacional que ellos, los artistas e intelectuales republicanos, eran los verdaderos
herederos de la tradicin cultural espaola, y para demostrarlo, no haba forma
ms eficaz que ejercer su profesin: trabajar y dar a conocer sus trabajos.12
11. CAUDET, Francisco (2002). Carta de presentacin de las revistas del exilio republicano de
1939. En Catlogo de la Exposicin exilio celebrada del 17 de septiembre al 28 de octubre de 2002.
Madrid: Fundacin Pablo Iglesias, p. 167.
12. VALENDER, James (1993). Los peregrinos de Ultramar. Ultramar. Mxico: El Colegio de Mxico,
p. 9. Ed. Facsmil.
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de una divisin exacta, ya que muchas de las que poseen carcter poltico inclu-
yen poemas y relatos. Asimismo, las culturales, en su mayora, parten de la situa-
cin del exilio y, por lo tanto, la poltica est presente de un modo ms o menos
evidente.13
Un importante conjunto de cabeceras son rganos de difusin de las dife-
rentes agrupaciones polticas o sindicales. En este grupo podemos destacar a
ttulo orientativo Adelante, Boletn del Partido Obrero de Unificacin Marxista
en Amrica (Mxico, 1941), Espaa Popular (Mxico, 1941), Accin, al servicio
de la Confederacin Nacional del Trabajo de Espaa (Mxico, 1946), Boletn de
Informacin de la Unin General de Trabajadores de Espaa (La Habana, 1943),
UGT de Espaa (Buenos Aires, 1949).
Hemos constatado que la pluralidad poltica choc a veces entre s tam-
bin en las pginas de estas cabeceras. Las rencillas que haban protagoni-
zado el bando republicano durante la Guerra Civil seguiran en la nueva etapa.
Los problemas entre comunistas, anarquistas y las diferentes corrientes socialis-
tas se mantuvieron durante el destierro. De hecho, podemos aplicar al contexto
americano el editorial que en julio de 1950 publica Accin Socialista de Pars.
La emigracin republicana espaola tiene en la prensa diversos rganos que
reflejan la multiplicidad de ideologas, tendencias, grupos y facciones. A veces
resulta difcil encontrar en el ruido y desorden de sus querellas lo que hay
de comn entre esos peridicos. Sin embargo, ese algo comn existe, y su exis-
tencia no hace sino mucho ms lamentable que en ocasiones no aparezca con
suficiente fuerza.
Esos peridicos tienen una alta misin. Y poseen con todos los defectos
que pudieran sealarse el mrito de existir en condiciones difciles, y de esfor-
zarse en ser, en el destierro, la palabra impresa, la voz de nuestro pueblo, que
slo clandestinamente puede manifestarse dentro de Espaa.
Alguna vez se publicar, haciendo justicia, la crnica apasionada, amarga y
fecunda de una emigracin poltica, cuya conducta pesar fuerte y eficazmente
en el futuro de nuestra patria. En esa crnica tendrn captulo especial y hon-
roso las revistas, publicaciones, semanarios, etc., que a lo largo de ms de once
aos de expatriacin no han cesado de circular por las rutas del mundo por-
tando el mensaje vivo y estimulante de un pueblo que no se rinde, y enarbo-
13. La mayora de estas publicaciones abarcan todos los campos mezclando obras de creacin,
notas y ensayos sobre literatura, pintura, cine, filosofa, el anlisis de la situacin poltica espaola
e internacional (por lo menos hasta finales de los aos 40, cuando se seguan con atencin y espe-
ranza los frentes de batalla, la derrota del bando nazi-fascista, las metamorfosis de las alianzas, el
desarrollo de la guerra fra: todos los elementos de los cuales pareca depender la suerte de Espaa.
GRILLO, Rosa (1996). Revistas y editoriales. En L. DE LLERA, (coord.). El ltimo exilio espaol en
Amrica. Madrid: MAPFRE, p. 449.
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[...] un decreto de diciembre de 1943 hizo efectiva la clausura por tiempo inde-
terminado a varios diarios de la comunidad espaola: Galicia, Correo de Astu-
rias, Espaa Republicana y Espaa Independiente, por sus ataques desmedidos
al gobierno espaol.15
14. Segn M Antonia Prez, O encarecemento do papel que aconteceu ao remate da Segunda
Guerra Mundial e o conseguinte incremento de gastos ineludibles, xunto cos progresivos atrancos
postos polo goberno manexado por Juan Domingo Pern, que segundo os seus directores vixiaba
de cerca o xornal, aplicndolle dende comezos de 1945 unha estrita censura previa, inducen, e
na prctica obrigan, a Lorenzo Varela, a Arturo Cuadrado e a Lus Seoane a pechar Correo Literario
no mes de setembro dese ano, que marca a metade da dcada.. En PREZ RODRGUEZ, Antonia (2003).
Lorenzo Varela en revistas culturais de Mxico e Bos Aires. Santiago de Compostela: Consello da
Cultura Galega, p. 92.
15. SCHWARTZSTEIN, Dora (2001). Entre Franco y Pern: memoria e identidad del exilio republi-
cano espaol en Argentina. Barcelona: Crtica, p. 170.
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3. Difusin
Uno de los aspectos ms desconocidos es la distribucin real de dicha prensa.
Lleg a Espaa? Influy en la oposicin del interior? Si normalmente el concepto
de pblico desvela a los periodistas y literatos, en el caso de los desterrados, esta
inquietud se convirti casi en obsesin.17 Deseaban llegar a todos los exiliados
o simpatizantes de la causa, pero los medios materiales de que disponan eran
mnimos. De ah, que en las primeras cabeceras abunden las exhortaciones direc-
tas al lector para que difunda cada ejemplar (Ledo este boletn, psalo a otro
camarada (Adelante, Mxico, 1941) o Leed y propagad Espaa Popular. Sema-
nario al servicio del pueblo Espaol (Espaa Popular, Mxico, 1941).
La prensa del exilio de corte poltico o sindicalista se distribua entre los afi-
liados y stos, adems, procuraban difundirla entre sus conocidos. Cumplan de
este modo la recomendacin que casi siempre figuraba en sus pginas de hacer
circular la publicacin que el lector tena entre sus manos y de leer otras con-
temporneas de igual o semejante signo.
Asimismo, solan informar, al igual que las culturales, del nacimiento de una
nueva publicacin, lo cual nos induce a pensar en la posibilidad de que el refu-
giado espaol fuese lector de varias cabeceras. A esto se adiciona el que las
redes establecidas por partidos y organizaciones difundan sus medios a muchos
kilmetros de distancia de su lugar de origen, tal como confirman las manifes-
taciones de Muoz Congost: Hoy la prensa que nos llega de Francia y de Mjico
reemplaza la que aqu, nos empeamos en crear.18
Con la prensa cultural se plantea un problema que afecta a su lnea de flo-
tacin. Los exiliados eran conscientes de que la cultura constitua un elemento
capital para conservar la identidad, y que sus revistas y peridicos se erguan
en un vehculo de conexin entre ellos. Editores, colaboradores y redactores
deseaban, por tanto, llegar a la mayor cantidad de compatriotas.
Con el paso del tiempo, los refugiados se percataron de que sobre sus cabe-
ceras de corte cultural, al no traspasar los crculos del exilio republicano, se cer-
na una amenaza que las poda conducir a la desaparicin (as ocurri con
Espaa Peregrina, Mxico, 1940). Tomaron conciencia de que su vulnerabili-
dad era muy alta porque sus destinatarios eran los republicanos espaoles o un
16. SCHWARTZSTEIN, Dora (2001). Entre Franco y Pern: memoria e identidad del exilio republi-
cano espaol en Argentina. Barcelona: Crtica, p 171.
17. AYALA, Francisco (1949). Para quin escribimos nosotros, Cuadernos Americanos, 1, (1949),
pp. 36-58.
18. MUOZ CONGOST, Jos (1989). Por tierras de moros. Madrid: Madre Tierra, p. 185.
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pblico simpatizante con ellos, un crculo demasiado reducido. Adems, eran cons-
cientes del nivel cultural y de la rentabilidad que supona compartir sus conoci-
mientos, experiencias, creatividad o formacin crtica con sus homlogos
nativos y con los lectores de los pases que los acogan. A esto se agrega el que
las circunstancias les obligaban (sobre todo al finalizar la Segunda Guerra Mun-
dial) a asumir que su vuelta a Espaa era lejana y difcil.
Se produjo entonces un mayor acercamiento a los intelectuales de los pa-
ses que los recibieron y la creacin de publicaciones mixtas, en las que com-
parten un protagonismo equitativo con nativos, y en las cuales el tema del
exilio se aborda en menor medida. Es entonces cuando se impone un salto cua-
litativo muy relevante y significativo en los peridicos y revistas culturales, por-
que pasan de una naturaleza endogmica a otra exogmica.
Las colaboraciones de intelectuales iberoamericanos y el dar entrada a cues-
tiones relativas a Amrica Latina propiciarn que se limen asperezas, el inicio
de un dilogo a la par (o casi), el reconocimiento real por parte de los repu-
blicanos de los valores socioculturales de los estados de acogida y el nacimiento
de importantes revistas como Cuadernos Americanos (Mxico, 1942), De mar
a mar (Buenos Aires, 1942), Correo Literario (Buenos Aires, 1944), Orbe (Mxico,
1945), Cabalgata (Buenos Aires, 1946), Nuestra Msica (Mxico, 1946) o Rea-
lidad (Buenos Aires, 1947).
A finales de la dcada de los cuarenta, los exiliados asumieron que para
reinstaurar la democracia en Espaa se necesitaba de la oposicin interior e ini-
ciaron contactos, ms o menos fructferos, con la resistencia de dentro de Espaa.
En este contexto se debe entender que, desde finales de los aos cuarenta, algu-
nas cabeceras culturales se abrieran a escritores que residan aqu, entre ellas
Las Espaas (Mxico, 1946), Ibrica (Nueva York, 1953), Boletn de Informa-
cin de la Unin de Intelectuales (Mxico, 1956) o Deslinde (Montevideo, 1956).
Todos estos acercamientos contribuyeron a aumentar la difusin de las revis-
tas culturales que se editaban en la dispora. No obstante, al ir orientadas a
un pblico de cultura alta, hay que colegir que su nmero de lectores sera redu-
cido, algo que todava sucede en nuestros das con las de igual corte.
Al estudiar la difusin de las publicaciones del destierro nos encontramos
con la ausencia de datos concretos sobre su tirada y distribucin. La nica infor-
macin muchas veces se logra en las memorias de sus fundadores o colabora-
dores. Y si resulta muy difcil conocer su difusin entre los propios exiliados,
es ms complicado averiguarla en el interior de Espaa, a causa de que su
distribucin era clandestina y por tanto sujeta a penalizacin. Giral (1994) cuenta
de la revista Ciencia:
Del primer nmero de la revista se remitieron a Espaa unos quinientos ejem-
plares y supimos la enorme satisfaccin que produjo en los medios cientficos
espaoles de 1940. Incluso se recibieron solicitudes de suscripcin regular. Cuando
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Otro testimonio nos lo ofrece Elixio Villaverde que sobre la revista Sau-
dade (Mxico, 1942) explica:
El rgimen franquista era consciente del peligro que suponan estas cabe-
ceras, ya fuesen culturales o polticas, dentro de Espaa. Su prevencin alcanz
tal nivel que mediante la Seccin de Prensa Extranjera de la Direccin General
de Prensa y Propaganda del Ministerio de la Gobernacin, controlaba cuanto
editaban los desterrados fuera de nuestras fronteras. Milln (1999) sostiene que:
Cada artculo publicado por un republicano espaol era minuciosamente recor-
19. GIRAL, Francisco (1994). Ciencia espaola en el exilio. Barcelona: Anthropos, p. 42.
20. ROJO, Guillermo y VALENDER, James (1999). Las Espaas: historia de una revista del exilio.
Mxico: El Colegio de Mxico, 1999, p. 45.
21. Cito por HERNNDEZ DE LEN PRTILLA, Ascensin (1978). Espaa desde Mxico, vida y testimo-
nio de transterrados. Mxico: UNAM, p. 181.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
22. MILLN TRUJILLO, M Jos (1999). Celebracin de la palabra. En VVAA., Letras del exilio. Valen-
cia: Fundaci General de la Universitat de Valncia, p. 92.
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E VO L U C I N H I S T R I C A Y A N L I S I S D E L A P R E N S A
Bibliografa
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cia del 1 al 4 de diciembre de 1999. Valencia: Universitat de Valncia, vol. I.
23. Coincide con una cierta inquietud de algunos intelectuales del interior como manifiesta el
artculo de Jos Luis Lpez Aranguren: La evolucin espiritual de los intelectuales espaoles en la
emigracin, Cuadernos hispanomericanos, 38, (1953), pp. 123-157.
24. Aunque no de una forma tan evidente como las publicaciones citadas tambin hay que resal-
tar la apertura que la revista Deslinde, nacida en Uruguay en 1956 de la mano de Benito Milla, tuvo
hacia la literatura del interior. Vase GRILLO, Rosa (2000). Deslinde y Temas: Benito Milla, del exi-
lio a la integracin. En M. AZNAR SOLER (dir). Las literaturas del exilio republicano de 1939: Actas del
II Congreso Internacional. Barcelona: GEXEL, vol. I, pp. 219-229.
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Resumen
En este trabajo analizo algunos discursos hispnicos en torno al problema
de la simulacin y la disimulacin durante el siglo XVII espaol, particular-
mente en los mbitos de la cultura cortesana y el pensamiento poltico jesuita.
Para justificar mi empresa preciso de lo siguiente. En primer lugar, dis-
tingo varios tipos de simulacin el sentido lexicogrfico, poltico y corte-
sano a modo de demostrar bajo qu denominacin incurren los telogos
y cortesanos espaoles. En segundo lugar, sealo el papel que desempean
las tcnicas de simulacin en la construccin del prncipe cristiano, prin-
cipalmente en la legitimacin moral que implica asumir la necesidad de la
mentira poltica. Por ltimo, en comparacin con algunos tratadistas france-
ses e italianos, sealo por qu son los tratadistas espaoles los que permi-
ten transitar de la razn de Estado como forma de conservacin de las
monarquas, a la razn de individuo, como la forma primaria de autocon-
servacin.
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Q U I N E S C I T F I N G E R E , N E S C I T V I V E R E
Para elucidar esta cuestin, analizar tres sentidos del par conceptual simu-
lacin/disimulacin. El primero es el sentido lexicogrfico donde se establece
el significado ms general de los trminos. El segundo es el sentido poltico de
la simulacin y disimulacin. Por ltimo, sealo el sentido cortesano que adqui-
rieron los trminos durante el siglo XVII en la pennsula Ibrica. Veamos cada
uno de ellos.
En el primer caso el sentido lexicogrfico, la simulacin y la disimulacin
pueden ser entendidas de la siguiente manera. Cuando nos referimos a la disi-
mulacin nos referimos a las tcnicas que sirven para ocultar un conocimiento,
un comportamiento o un tipo de sentimiento que se tiene previamente dado.
La simulacin, por su parte, sirve para aparentar algo que se carece, entin-
dase por este algo un sentimiento, una actitud o un tipo de conocimiento espe-
cfico. Si con la disimulacin se oculta, con la simulacin se aparenta. No obs-
tante, no todo lo que debe ocultarse o aparentarse ha sido igual a lo largo del
tiempo: como todos los conceptos empleados por las ciencias humanas y socia-
les, la simulacin y la disimulacin tienen su propia historia. Esta historia con-
ceptual que por cuestiones de espacio no desarrollar aqu, tiene su origen
primario en la Grecia del siglo V. a. C. Aun as, esta serie de significados no sufre
variaciones sustantivas sino hasta ya entrada la modernidad europea. As, lo pri-
mero a destacar es que en el trnsito del Renacimiento al Barroco se produce
un cambio semntico en el concepto de disimulacin. Se pasa de la disimu-
lacin entendida como una virtud cortesana a la disimulacin entendida como
un artificio humano, particularmente como la prolongacin de un ethos de la
cautela. Existen diversas obras que son testimonio de este cambio conceptual.
En el mbito italiano se abandona el emblemtico libro de Castiglione y surge,
in extenso, toda una literatura que demuestra el lado artificioso de la disimula-
cin. Obras como el Discorso intorno al comporre dei romanzi (1554) de Girardi
Cinzio, el Tratatto della nobilit (1603) de Lorenzo Ducci, Della dissimulazione
onesta (1641) de Torquato Acetto, entre otros, son ejemplos de ello. En Francia
y Espaa ocurre la misma situacin, slo que de manera menos acelerada.
Por el lado francfono, se pasa del popular Polyantehia de Joseph Lange al Tra-
tado sobre la corte (1647) de Etienne du Refuge. En el lado hispnico que es
el que aqu nos interesa, la traduccin de El Cortesano de Jun Boscn, El Gala-
teo espaol (1621) de Lucs Gracin Dantisco y El estudioso cortesano (1573) de
Lorenzo Palmirano comienzan a perder lectores frente al advenimiento de los
tratados sobre simulacin y las artes de la prudencia. Bajo tal espectro merece
mencin especial el celebrado Orculo manual y arte de prudencia (1647) de
Baltasar Gracin, as como sus consideradas obras menores El Hroe (1637), El
Discreto (1646) y El Poltico (1640).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Jams faltaron a un prncipe razones legtimas con las que disfrazar la violacin de
sus promesas. Se podr dar de esto infinitos ejemplos... Pero es necesario saber
colorear bien esta naturaleza y ser un gran simulador y disimulador: y los hom-
bres son tan simples, que el que engaa encontrar siempre quien se deje enga-
ar... No es, por tanto, necesario a un prncipe poseer todas las cualidades
anteriormente mencionadas, pero es muy necesario que parezca tenerlas.2
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Ahora, suponiendo que se haya hecho lo posible por conocer la verdad, conviene
que por unos das el que es miserable se olvide de sus desventuras y procure vivir
al menos con algunas imgenes de satisfaccin, de manera que no tenga siempre
3. Esta ltima consideracin, de claro espritu barroco, se refiere a la imposibilidad que se tena
en la poca de distinguir entre verdad y apariencia, entre vigilia y sueo, entre libertad interna y
servidumbre externa. Como dice Segismundo al final de La Vida es sueo: Qu os admira? Qu
os espanta,/si fue mi maestro un sueo,/estoy temiendo en mis ansias/que he de despertar y
hallarme/otra vez en mi cerrada/prisin? Y cuando no sea,/el soarlo slo basta;/pues as llegu a
saber/que toda la dicha humana,/en fin, pasa como sueo. Cfr. CALDERN DE LA BARCA, Pedro (2001).
La vida es sueo, Madrid: Aguilar, pp. 1120-1125.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
presente el objeto de sus miserias. Si esto se usa bien, se trata de un engao que
tiene honestidad, ya que es un olvido moderado que sirve de descanso a los infe-
lices; y aun cuando sea escaso y peligroso consuelo, de todos modos no puede
prescindirse de ello para respirar de algn modo. Y ser como el sueo de las men-
tes agobiadas, teniendo un poco cerrados los ojos del conocimiento de la propia
fortuna, para mejor abrirlos despus de un breve reposo.4
4. ACETTO, Torquato (2005). La disimulacin honesta, Buenos Aires: El cuenco de plata, Bue-
nos Aires, pp. 123-124.
5. MAZARINO, Giulio (2007). Breviario de Polticos, Barcelona: Random House Mondadori, p. 78.
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El prncipe debe vivir con gran recato y secreto y disimulacin, y armado de todas
armas, para que los otros prncipes y amigos fingidos no le podrn ofender; pero
que ha de ser de manera que no se haga discpulo de Maquiavelo, ni por la pru-
dencia de serpiente pierda la simplicidad cristiana y de paloma.6
6. RIBADENEYRA, Pedro de (1868). Tratado de la religin y virtudes que debe tener el prncipe cris-
tiano, Madrid: Biblioteca de Autores Espaoles, p. II-XLIV.
7. dem.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Hay dos artes de simular y disimular: la una, de los que sin causa ni provecho
mienten y fingen que hay lo que no hay, o que no hay lo que hay; la otra, la
de los que sin mal engao y sin mentira dan a entender una cosa por otra con
prudencia cuando lo pide la necesidad o la utilidad.8
Platn dice que ninguno que no fuere prudente podr bien gobernar... y dos
cosas son las ms necesarias para un prncipe: que sea santo en su casa y vale-
roso fuera; pero en lo uno y en lo otro prudente, y por eso Salomn agrad tanto
a Dios, porque no le pidi honras ni riquezas, ni salud ni venganza de sus ene-
migos, sino sabidura y prudencia para gobernar el reino... Esta prudencia debe
ser verdadera prudencia, y no aparente; cristiana y no poltica; virtud slida y no
astucia engaosa.9
Al mismo tiempo, los textos del sacerdote jesuita nos permiten analizar la
forma en que se da un giro teolgico en el discurso de la disimulacin, parti-
cularmente cmo se introduce la honestidad como la dimensin tica de la
disimulacin. Su especificidad radica, en consecuencia, en servir como criterio
moral que ayuda a distinguir entre formas aceptables de prudencia y formas no
aceptables. De modo que el ejercicio cristiano de la disimulacin honesta
8. dem. II-XXIII.
9. dem.
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Q U I N E S C I T F I N G E R E , N E S C I T V I V E R E
implica una sabia conjuncin entre prudencia y justicia, entre reflexividad y nor-
matividad. Si la prudencia favorece al gobernante cristiano a ser ms justo en
sus actos y decisiones, la disimulacin honesta le permite desarrollar sus habi-
lidades como prncipe prudente. Por ello, Aristteles, en vez de entender al
hombre prudente como phronimoi tal y como lo hace su maestro Platn, l
decide nombrarlo como volentikos, como el sujeto que es capaz de deliberar de
manera correcta segn las circunstancias. Finalmente, para que la honestidad
un predicado totalmente moral no contradiga los principios utilitaristas en los
que se basa la disimulacin poltica, se requiere que se conciba a la disimula-
cin en un sentido ms amplio: la disimulacin antes que una norma univer-
sal o tcnica poltica es una forma de contrapoder, una actitud de resistencia
frente a los poderosos. Es por esta razn que tanto Acetto como Ribadeneyra
consideran que la disimulacin honesta no es una contradictio in adjecto o una
petittio principi, ni mucho menos una inmoralidad de las artes de gobernar. La
disimulacin honesta es la posibilidad que tiene el disimulador de registrar su
conducta a los principios de la moral cristiana y, por consiguiente, la disimu-
lacin se torna en algo positivo para quien la ejerce. Concluye Ribadeneyra
sealando que la disimulacin honesta se entiende como el decoro de las vir-
tudes, espejo de virtud, refugio de los defectos o simple y llanamente como
arte de prudencia.10
10. Bajo este tenor Diego Tatin afirma acertadamente que la disimulacin honesta es el poder
de los que no tienen poder, la herramienta de los justos: msero el mundo, si la disimulacin no
acudiera en ayuda de los mseros. Cfr. TATAN, Diego (2004). La disimulacin honesta en El lado
oscuro, Crdoba-Argentina: Ferreyra Editor, p. 16.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
No es todava inconveniente que un hombre que se sienta valer en una cosa, pro-
cure hbilmente la ocasin de mostrarse en aquella, y al mismo tiempo escon-
der las partes que son poco laudables, el todo empero con algn advertido disi-
mulo.11
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Q U I N E S C I T F I N G E R E , N E S C I T V I V E R E
12. Cabe sealar que si bien es cierto que Castiglione no pudo prever que el nuevo sujeto de
la poltica no sera el cortesano sino el monarca y el Estado, ello no implica que considerase la disi-
mulacin una virtud exclusivamente cortesana. Para Castiglione, la disimulacin posee algunos
rasgos principescos.
13. Peter Burke considera que la obra de Castiglione fue de suma importancia en la primera
etapa del Renacimiento cuando se impona domesticar a una nobleza ruda y proclive a la gue-
rra, pero pronto se vera traslapada con la transicin de repblicas a principados donde se reque-
ra mayormente de una relacin estrictamente poltica. Cfr. BURKE, Peter, (1998). Los avatares de El
cortesano. Lecturas y lectores de un texto clave del espritu renacentista, Barcelona: Gedisa, p. 144.
ndice 797
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
los pliegues de la propia subjetividad, por las prcticas que el sujeto se impone
para transformarse a s mismo. En este sentido, Gracin habla de una razn de
Estado de ti mismo donde las reglas y mximas son aplicadas al incremento
de la subjetividad, a la conservacin del ser de cada uno. Bajo este paisaje intelec-
tual se situa la reflexin de Gracin acerca de la disimulacin de uno mismo y
de los dems. Para el escritor aragons, la poltica se concibe como el saber
prctico del hombre, como un juego de verdad donde el saber y el poder se
entremezclan. En este caso, la poltica aplicada a uno mismo, la poltica de cada
uno como la llama Gracin, es la que nos conduce al arte de ser personas.
El arte de ser personas consiste, por consiguiente, en un cdigo de conducta
donde la prudencia, la astucia, la discrecin, la sabidura, la simulacin y disi-
mulacin son los componentes que permiten al poltico y, a cualquier per-
sona en particular, gobernarse a s mismo y gobernar a los otros, evitar el engao
y detectar la mentira, ser rey por artificio ms que por naturaleza. Pareja y Nava-
rro ha dicho al respecto que las reglas de conducta proporcionadas por el arte
de ser persona le sirven al poltico y hombre del comn para engrandecer su
reino y engrandecerse a s mismo; para vencer y no ser vencido... para cono-
cer a fondo las complicadas artes de gobernar a los pueblos y los ms recndi-
tos sentimientos del alma humana.14
Bajo tales supuestos vale la pena cuestionarse sobre la posibilidad fctica y
la legitimidad poltica de la razn de estado de individuo a fin de comprender
el papel que Gracin le otorga a la disimulacin en su sistema filosfico. En pri-
mer lugar, para nuestro autor la poltica es la sabidura que ensea a vivir. Nos
dice en Orculo Manual: Procure, el varn sabio tener algo de negociante, lo
que baste para no ser engaado... De qu sirve el saber, si no es prctico? Y el
saber vivir es hoy el verdadero saber.15 Al mismo tiempo, este tipo de saber
vivir se compone de dos partes complementarias entre s. La primera parte se
refiere a la relacin entre gobernantes y gobernados, entre el prncipe y su
Estado. Su concepto clave es el de razn de Estado el cual ensea en qu con-
siste el arte de reinar a los pueblos. La segunda parte del saber vivir radica
en la relacin poltica que el individuo guarda consigo mismo. El concepto que
emplea Gracin para dar cuenta de la especificidad de este tipo de relacin es
el de razn de Estado de ti mismo, que, en otros contextos discursivos, entiende
como la razn especial de ser personas o la poltica de cada uno. En segundo
lugar, si la razn de Estado es la concepcin poltica que establece reglas y mxi-
mas para la conservacin del poder poltico, es posible que existan reglas de
carcter similar que permitan al individuo conservarse a s mismo, reglas que le
14. GALINO, Miguel ngel (1948). Los tratados sobre la Educacin del Prncipe, Madrid: Aguilar.
15. GRACIN, Baltasar (2003). Orculo manual y arte de prudencia, Madrid: Castalia, aforismo 233.
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Aqu no encontrars ni una poltica ni una economa, sino una razn de estado
de ti mismo, una brjula para la excelencia, las pocas reglas de discrecin para
ser ilustre.16
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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individual basado en la prudencia y las artes de disimular. Las reglas del Or-
culo manual pueden entenderse, por tanto, como normas polticas para el indi-
viduo; reglas que, adems de preparar al individuo para el saber vivir, lo auxi-
lian en el arte de vencer a las pasiones, los intereses ajenos, los excesos de los
poderosos y la tirana de la verdad. Frente al dctil, vanidoso y voluble mundo
humano, Gracin nos proporciona todo un arsenal aforstico con fuertes pre-
tensiones prcticas, pues no hay que olvidar concluye el jesuita aragons que
milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre.23
4. Conclusiones
El anlisis histrico-semntico de los momentos polticos como de los momen-
tos cortesanos de la problemtica permite apreciar el significado poltico y social
que tienen los trminos simulacin y disimulacin durante el Barroco y,
por consiguiente, se puede mostrar en qu medida la tratadstica espaola trans-
form el lenguaje cortesano y logr instituirlo ms all del espacio de la Corte
para configurarlo como un lenguaje poltico estrictamente moderno. Por tanto,
el anlisis comparativo de historia conceptual muestra las diferencias e implica-
ciones que tuvo el modelo espaol de comportamiento poltico en relacin con
el modelo francs y el modelo italiano para as mostrar el lado hispnico de la
subjetividad moderna.
Bibliografa
ACETTO, Torquato (2005). La disimulacin honesta, Buenos Aires: El cuenco
de plata, Buenos Aires.
BURKE, Peter, (1998). Los avatares de El Cortesano. Lecturas y lectores de un texto
clave del espritu renacentista, Barcelona: Gedisa.
CALDERN DE LA BARCA, Pedro (2001). La vida es sueo, Madrid: Aguilar.
CANTARINO, Elena (1998). El concepto de razn de Estado en los tratadistas de
los siglos XVI y XVII (Botero, Rivadeneira y Settala). En Res publica, 2,
pp. 7-24.
CASTIGLIONE, Baltasar (1993). El Cortesano, Madrid: Alianza.
GALINO, Miguel ngel (1948). Los tratados sobre la Educacin del Prncipe, Madrid:
Aguilar.
GRACIN, Baltasar (2003). Orculo manual y arte de prudencia, Madrid: Casta-
lia.
23. GRACIN, Baltasar (2003). Orculo manual y arte de prudencia, Madrid: Castalia, aforismo
13. 88, 98.
ndice 801
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
En 1815 Fernando VII creaba la Real y Americana Orden de Isabel la Cat-
lica con el fin de premiar la lealtad acrisolada a Espaa y los mritos de
ciudadanos espaoles y extranjeros en bien de la Nacin y muy especialmente
en aquellos servicios excepcionales prestados en favor de la prosperidad de
los territorios americanos y ultramarinos. La nueva orden naca con una clara
vocacin americanista destinada a premiar al hombre benemrito que pres-
taba sus servicios a la Corona en las colonias americanas. En este estudio se
pretende analizar pormenorizadamente los motivos que llevaron al monarca
a crear esta institucin, analizando el derecho premial del momento, estudiar
sus estatutos, sus diferentes grados y las clusulas de sus constituciones e
investigar la evolucin posterior de la orden y las sucesivas reformas que en
ella se han acometido.
1. Introduccin
En 1764, el marqus de Beccaria en su clebre libro Dei diritti e delle pene,
hablaba de uno de los grandes olvidados en el estudio del derecho: el dere-
cho premial. Deca entonces que otro medio de evitar los delitos, es recom-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
pensar la virtud y observaba que, en aquel momento, las leyes de todas las
naciones guardaban un silencio universal sobre las recompensas.1
Estas reflexiones de Beccaria pueden tener perfecta validez hoy en da.
Los sistemas premiales son desconocidos por los ciudadanos y alejados de los
estudios de las facultades jurdicas y de historia. Poco se han ocupado los estu-
diosos de las rdenes y condecoraciones con las que el estado recompensa a
sus ciudadanos por sus benemritas acciones. Pero el caso de Espaa es an
ms significativo: nuestro pas posee un rico caudal de rdenes civiles y mili-
tares, encabezadas por una de las ms importantes del mundo junto con la
Jarretera inglesa, la Orden del Toisn de Oro. As, mientras el resto de pases
europeos, a excepcin de Portugal, han ido unificando su sistema premial,
Espaa ha conservado su patrimonio histrico en lo relativo a las rdenes y con-
decoraciones. De todas ellas, una de las ms destacadas y prestigiosas tuvo desde
sus orgenes una clara vocacin americanista, la Real Orden Americana de Isabel
la Catlica, nacida en 1815 con el deseo de recompensar la acrisolada lealtad,
el zelo, el patriotismo, desprendimiento, valor y otras virtudes, que tanto los
individuos de la milicia como dos de todas las clases y jerarquas del Estado han
mostrado y mostraren en adelante a favor de la defensa y conservacin de aque-
llos remotos pases.2
El paso de los aos hizo que la orden se convirtiera en una orden civil ms,
pero de gran importancia, siendo la tercera en el escalafn espaol. Su estu-
dio necesita unas consideraciones previas y un detallado anlisis con que se
pretende sacar a la luz el origen americanista de una orden civil. Hasta el
momento la Orden Americana de Isabel la Catlica carece de un estudio serio
y detenido. Si bien sus estatutos estn publicados,3 no se ha realizado an
ninguna monografa sobre sus orgenes, fundacin y desarrollo. Es ms llama-
tivo que no exista un catlogo detallado, como ocurre en otros casos, de los
caballeros de la orden en las diferentes categoras.
El nico estudio realizado, pero ya superado, fue publicado por el Ministe-
rio de Asuntos Exteriores en 1974 bajo el ttulo Resumen Histrico de la Orden
de Isabel la Catlica, pero en realidad aporta poqusimos datos. Para conocer
algo ms hay que dirigirse a obras colectivas en las que aparece entre las dems
1. BECCARIA, Cesare (1991). De los delitos y de las penas. Madrid: Compaa Europea de Comu-
nicacin e Informacin.
2. Sin autor (1836). Constituciones de la Real Orden americana de Isabel la Catlica insti-
tuida por el Rey nuestro seor en 24 de marzo de 1815. Madrid: Imprenta Real.
3. La Biblioteca Nacional conserva varias ediciones de las Constituciones de la Real Orden Ame-
ricana de Isabel la Catlica instituida por el Rey nuestro Seor el 24 de marzo de 1815, editadas
concretamente en los aos 1816, 1836, 1848, 1861 y 1867. Se ha publicado recientemente una
edicin facsmil de la editada en 1836.
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L A R E A L O R D E N A M E R I C A N A D E I S A B E L L A C AT L I C A
4. Federico Fernndez de la Puente y Gmez, autor de una obra clsica de referencia, si bien
ya superada, Condecoraciones Espaolas. rdenes, cruces y medallas civiles, militares y nobiliarias,
(Madrid, Ediciones del Patrimonio Nacional, 1953) retrotrae el origen de las rdenes al antiguo
Egipto y a Grecia. Afirma que los faraones concedan condecoraciones en forma de collares de
los que pendan leones y moscas, animales que simbolizaban elevadas virtudes. Al hablar de los
griegos, sostiene que stos honraban las hazaas de sus generales por medio de presentes con ins-
cripciones que perpetuaban sus victorias. Los romanos, recompensaban a los legionarios, incluso
a los de modesta graduacin, con expresivas condecoraciones, unas veces en forma de escudo
sobre la coraza o en los adornos del caballo y otras como ornamentos en los cascos de los gue-
rreros, a manera de medias lunas. (En Op. Cit., p. 15).
5. Si escasa es la bibliografa en torno a la Orden Americana de Isabel la Catlica y las rdenes
y condecoraciones espaolas, abundantsimos son, en cambio, los estudios de la Orden de Malta.
De todos ellos, se pueden destacar los siguientes: ndice de pruebas de los Caballeros que han
vestido el hbito de San Juan de Jerusaln (Orden de Malta) en el gran Priorato de Castilla y Len
desde el ao 1514 hasta la fecha, escrita por Alfonso Pardo y Manuel de Villena y Fernando Su-
rez de Tangil y de Angulo (Madrid, Tipografa de la revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1911);
Historia de la nclita y soberana Orden Militar de San Juan de Jerusaln de Malta, de Agustn Coy
Cotonat (Madrid, Establecimiento tipogrfico de Juan Prez Torres, 1913); La Soberana Orden de
Malta: un milenio de fidelidad por Antonio Pau Arriaga, (Madrid, Prensa y Ediciones Iberoameri-
canas, 1996).
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
val fue muy destacado en Espaa, donde las rdenes militares de Santiago, Cala-
trava, Alcntara y Montesa, tuvieron un papel activo e importante en la Recon-
quista.
Pero la decadencia de la caballera era patente en el siglo XV. Los vnculos
vasallticos se debilitaron cada vez ms, por lo que prncipes y soberanos tuvie-
ron la necesidad de ligar a sus personas mediante nuevos y particulares jura-
mentos. Ello se hizo posible con la creacin de una super caballera en la que
tendran un papel preponderante las rdenes caballerescas, herederas de las
antiguas rdenes. En tales circunstancias nacieron entre los siglos XIV y XVII
las llamadas rdenes capitulares, o de collar y fe. El fundador un monarca
o prncipe creaba una hermandad o cofrada, bajo el patronato de la Virgen o
un Santo, estableca una sede litrgica y proporcionaba una dote econmica.6
El mejor exponente de estas corporaciones, es la Orden de Carlos III, creada
por aquel monarca en 1771 y puesta bajo la proteccin de la Inmaculada Con-
cepcin de Mara.
Mientras tanto en Amrica se produjo una realidad que conjugaba un sen-
tido pragmtico de la vida con una persistencia de los nobles ideales del
medioevo, al completar la fortuna adquirida en ultramar con honores y distin-
ciones sociales. En palabras de Guillermo Lohmann, estudioso de las rdenes
militares en Amrica, el apetito de honras caballeriles no era una frvola expre-
sin de vanidad, sino algo de mayor entidad y sustancia.7 En Europa el agota-
miento del Antiguo Rgimen llevar consigo la desaparicin de las rdenes
capitulares y de las rdenes militares. Aparecern paulatinamente rdenes de
mrito, que tendrn como finalidad nica y exclusiva premiar el mrito y la vir-
tud personal de los agraciados, dejando a un lado la nobleza del destinatario.
En Espaa la primera de las rdenes de mrito ser la efmera Orden Real
de Espaa, creada por Jos I en 1808 y de corta vida.8 En 1811 surgen las Rea-
les y Militares rdenes de San Fernando y San Hermenegildo (1811 y 1814 res-
pectivamente), seguidas de la Orden Americana de Isabel la Catlica. No en
vano, pese a que a todas ellas se acceda por mritos personales, los conde-
corados quedaban ennoblecidos inmediatamente.
6. CEBALLOS ESCALERA Y GILA, Alfonso y GARCA MERCADAL Y GARCA LOYGORRI, Fernando (2001).
Las rdenes y condecoraciones civiles del Reino de Espaa. Madrid: Publicaciones del Centro de
Estudios Polticos y Constitucionales.
7. LOHMAN VILLENA, Guillermo (1957). Los americanos en las rdenes nobiliarias (1529-1900). Madrid:
CSIC. Este apetito que menciona el autor aparece reflejado en numerosas obras del Siglo de Oro espa-
ol, como Comedia famosa del sembrar en buena tierra de Lope. Incluso en el siglo XVIII aparece
esta idea en las Cartas marruecas de Cadalso (carta XXIV).
8. Para conocer la Orden Real de Espaa, vase ARTEAGA Y DEL ALCZAR, Almudena y CEBALLOS-
ESCALERA Y GILA, Alfonso (1997). La Orden Real de Espaa (1808-1813). Madrid: Ediciones Mon-
talbo.
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Movido mi Real nimo del aprecio y gratitud que tan justamente me merecen los
eminentes y sealados servicios con que no pocos de mis benemritos vasallos
han contribuido y contribuyen as a la concordia y tranquilidad de mis dominios
de Indias, como a la reduccin y desengao de los que equivocadamente o por
un zelo indiscreto intentaron romper los vnculos estrechos que los unen con sus
hermanos de Europa y a unos y otros con mi corona y Real persona y dese-
ando recompensar la acrisolada lealtad, el zelo y patriotismo, desprendimiento,
valor y otras virtudes que tanto los individuos de la Milicia como los de todas las
clases y gerarquias del Estado han mostrado y mostraren en adelante a favor de
la defensa y conservacin de aquellos remotos pases; teniendo presente al mismo
tiempo el digno ejemplo de mi muy caro y augusto Abuelo el Sr. D. Fernando V,
quien con motivo semejante fund la Orden llamada del Armio,9 para premiar
a los que acreditasen su pureza y lealtad en los disturbios de Npoles, como tam-
bin ninguna de las subsistentes en la actualidad en Espaa es anloga ni ade-
cuada al enunciado fin, he venido en crear e instituir una denominada REAL ORDEN
DE ISABEL LA CATLICA.10
El Rey deja bien claro, por tanto, que era una orden creada para los vasallos
americanos se entiende que civiles y militares que contribuan a la causa espa-
ola en Amrica frente a los movimientos independentistas.
Prosigue el soberano en su decreto de creacin afirmando que con la deno-
minacin dada a la orden quera recordar la figura de su abuela, a cuya pol-
tica y auxilios debi en gran parte el descubrimiento de las Indias y redunda
de nuevo, acto seguido, que tiene exclusivamente por objetivo premiar la leal-
9. Sus estatutos fechados en Npoles el 8 de febrero de 1483 guardan mucha semejanza con
los de la Insigne Orden del Toisn de Oro. Estaba formada slo de 27 caballeros cuya principal
misin, aparte de servir y obedecer a la Iglesia, era la de patrocinar en cualquier lugar, tiempo y
ocasin, segn la calidad de las personas, a los pupilos, viudas hurfanos y otra gente necesitada
que se hallase vejado u oprimido. Slo podan pertenecer a ella hombres nobles, no plebeyos ni
los que no gozaren de nobleza. En SOSA, Julin (1913). Condecoraciones militares y civiles de Espaa.
Madrid: Establecimiento tipogrfico de Juan Prez Torres.
10. Constituciones... Op. Cit., decreto de creacin de la Real Orden Americana de Isabel la Cat-
lica.
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L A R E A L O R D E N A M E R I C A N A D E I S A B E L L A C AT L I C A
que slo se premiaba el mrito y la capacidad del agraciado. El uso de las insig-
nias era compatible, desde su momento fundacional con el resto de insignias
de rdenes espaolas y extranjeras19 y llevaba aparejada la nobleza personal a
favor de quien no la tuviera.20 Las Grandes Cruces llevaban aparejado tambin
el tratamiento de Excelencia.21 Cada uno de los grados de la orden ostentaba
una condecoracin diferente. Los estatutos describen con detalle cada una de
estas condecoraciones: los Caballeros Grandes Cruces deban llevar una banda
desde el hombro derecho al lado izquierdo, blanca con dos franjas de color oro,
acabada en un lazo de la misma clase del que penda la cruz. Esta cruz era de
oro, coronada con una corona olmpica o de cogollos de olivo, de cuatro bra-
zos iguales, esmaltada de color rojo y con unas rfagas de oro interpoladas.
En el centro llevaba un escudo circular sobrepuesto en el que esmaltadas apa-
recan dos columnas y dos globos o mundos que representaban a las Indias,
enlazados con una cinta y cubiertos con una corona imperial. En su exergo y
sobre campo blanco se lea en letras de oro el lema A la lealtad acrisolada.
La cruz sera igual en el anverso y se leera Por Isabel la Catlica, Fernando
VII, coronado todo ello con la corona real. Asimismo, las Grandes Cruces lle-
varan sobre el costado izquierdo una placa de oro de la misma forma que la
cruz que penda de la banda. Los Comendadores llevaran la misma cruz pen-
dente del cuello y los caballeros pendente del ojal de la casaca. Los prelados
y eclesisticos que fueran recibidos como Grandes Cruces llevaran la venera al
cuello con una cinta ancha igual que la de la banda antes descrita en forma
de escapulario y placa en el lado izquierdo de la capa o manteo. Los Comen-
dadores la llevaran pendente de una cinta y los Caballeros colgada con un cor-
dn negro. A ninguno de los agraciados se le autorizaba para variar la figura,
proporcin y dems circunstancias de la cruz ni de la banda, debindose suje-
tar todos a las proporciones y los diseos indicados, aunque se autorizaba
que los das de gala se usase la venera de pedrera.22
Segn los primeros estatutos, en cada capital de los virreinatos y capitanas
generales se establecera una asamblea de la orden, compuesta por los Caba-
lleros Grandes Cruces y Comendadores que residieran en la ciudad, presidida
por el virrey o capitn general y en su defecto por el Caballero Gran Cruz ms
la Hera; 1829, Conde de Fernandina, Conde de Buenavista, Marqus de Justis; 1830, Duque de
Ascoli, Monseor Giunta Arzobispo de Amaida, Caballero Gerardi y Don Ildefonso Avalos. En COSTA
Y TURRELL, Modesto (1858, reedicin de 1993). Resea histrica de todas las rdenes de Caballera
existentes y abolidas. Valencia: librera Pars-Valencia.
19. Constituciones... Op. Cit., Art. 6.
20. Constituciones... Op. Cit., Art. 7.
21. Constituciones... Op. Cit., Art. 42.
22. Constituciones... Op. Cit., Art. 4.
ndice 809
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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L A R E A L O R D E N A M E R I C A N A D E I S A B E L L A C AT L I C A
En los soldados seran consideradas acciones distinguidas: ser de los tres pri-
meros que subiesen a una brecha, reducto o punto fortificado o ser el que ms
tiempo se mantuviese en ella; ser de los que primero acudiesen a arrojar al ene-
migo que haya ocupado a la brecha, reducto o punto fortificado; permanecer en
el combate hallndose herido o contusionado de gravedad; contener con su ejem-
plo a sus compaeros para que se desordenen a la vista del peligro; tomar una
bandera en medio de tropa fortificada o una pieza de artillera que el enemigo
conservase y defendiese; batirse cuerpo a cuerpo con buen xito a lo menos dos
enemigos al tiempo de recuperar una bandera o cuando su jefe que haya cado
prisionero, o liberar a ste de los enemigos que le rodaban.27
ndice 811
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
estatutos quines podan recibir la cruz, si bien con un ancho margen para la
interpretacin al afirmar que
ser accin distinguida en la clase de las civiles, contener y disipar una revolu-
cin ya manifestada contra la dependencia y seguridad de aquellos dominios,
tranquilizando el nimo de los sediciosos, reducindolos a abrazar el partido
de la razn y retirarse.29
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L A R E A L O R D E N A M E R I C A N A D E I S A B E L L A C AT L I C A
dad del suceso, informara por escrito al General del ejrcito. El General, adems
de adquirir por s mismo las noticias que considerara oportunas, mandara al
Mayor General hiciese una formal investigacin, con la ayuda de tres personas
que estuvieran informadas de lo ocurrido. Si algn individuo de la misma clase
del pretendiente o su superior tuviere que exponer en contra o a favor del dere-
cho del aspirante, podra hacerlo dentro de los ocho das precisos desde la publi-
cacin del decreto, por escrito, bajo palabra de honor o juramento y a travs de
sus respectivos jefes. El Mayor General unira el resultado de este aviso a la infor-
macin directa que hubiera del hecho y lo deba entregar todo al General en Jefe,
que dirigira estos documentos al Virrey o Capitn General con su dictamen.35 Las
instancias de todas las condecoraciones a conceder de la Real Orden Ameri-
cana de Isabel la Catlica, se despacharan en la Primera Secretara de Estado y
de Despacho a la que deban dirigir toda la documentacin los Virreyes y Capi-
tanes Generales. De all pasara a la asamblea suprema para que, tomando los
informes que considerasen necesarios, informase al Rey que concedera la cruz.
A los agraciados se les expediran los ttulos correspondientes rubricados con la
firma del monarca, por el presidente de la asamblea suprema y dos Caballeros
Grandes Cruces, vocales de la asamblea, refrendado todo ello por el secretario
general y tomndose razn por el contador de la orden.36
En las disipaciones ltimas de los estatutos, el rey ordenaba una serie de respon-
sabilidades a los miembros de la recin creada orden. En primer lugar mandaba
que sus miembros realizaran tareas piadosas entre pobres, enfermos, hurfa-
nos, viudas y parientes desvalidos, especialmente aquellos que tenan alguna rela-
cin con la orden, poniendo como ejemplo en el ejercicio de la caridad a Santa
Isabel.37 Todos los aos el 8 de julio, da de la festividad de Santa Isabel, se reu-
nira la asamblea en cada uno de los Virreinatos y Capitanas Generales, celebrn-
dose una funcin litrgica con sermn, oficiada por el prelado o eclesistico ms
condecorado de la orden. Ese da los Caballeros Grandes Cruces usaran un manto
de seda de color oro con muceta blanca y dos fajas que caeran hasta los pies, de
la misma tela.38 El da siguiente a la festividad de Santa Isabel, deban celebrarse
las honras fnebres en sufragio de los caballeros difuntos por un eclesistico indi-
viduo de la orden. Cuando esas ceremonias se celebrasen en territorios de Indias,
seran las catedrales quienes costeasen los gastos correspondientes.39 Del fondo
que en la institucin de la orden haba creado el Rey, se costearan las funciones
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4. Evolucin posterior
Los primeros pasos de la orden fueron prometedores y brillantes. El Rey
nombr a los primeros caballeros: 15 Grandes Cruces, 14 Caballeros de primera
clase y 3 de segunda. Nombr tambin el captulo supremo, presidido por el
Duque de San Carlos, que se reuni por primera vez en la Real Cmara el 29
de mayo de 1815 y les fueron otorgadas las cruces por el Rey. Los primeros esta-
tutos fueron modificados poco tiempo despus, concretamente el 7 de octu-
bre de 1816, aadiendo un ceremonial especfico para el nombramiento de nue-
vos caballeros, siendo la investidura idntica a la de la Orden de Carlos III y
estableciendo como sede de la orden la Iglesia de Santa Mara la Real de la
Almudena. Perdidas las posesiones americanas, desde finales de la dcada de
los aos 20, la orden qued sin fondos y en estado de postracin. Tras la muerte
de su fundador, acaecida el 30 de septiembre de 1833, e iniciada la guerra
carlista, se suspendi el pago de las pensiones, que, como se ha dicho, llevaba
aparejada la orden y el sueldo de sus ministros, que quedaron anejos, desde
1836, a los de la Orden de Carlos III. Los aspectos militares que figuraban en
las constituciones de 1815 se vieron confirmados y regulados por una instruc-
cin del Ministerio de la Guerra de 14 de julio de 1837 y por la orden circular
de 30 de abril de 1838.41
En 1847 el ministro de Estado y presidente del Consejo de Ministros, Joaqun
Francisco Pacheco, acometi una importante reforma en las rdenes espaolas.
Por Real Decreto de 26 de julio de 1847 se reorganizaron las cuatro reales rde-
nes que existan en la esfera civil: la Insigne Orden de Toisn de Oro, la de San
Juan de Jerusaln en sus lenguas de Aragn y Castilla, la Real y Distinguida de
Carlos III y la de Isabel la Catlica.42 En lo relativo a la de Isabel la Catlica, tras
declarar que volvera a ser el premio civil de los ciudadanos de ultramar lo que
jams ocurri se variaron los trajes de ceremonia, se limit a 80 el nmero
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5. Conclusiones
La Orden de Isabel Catlica tiene hoy por objeto
Pero los orgenes de la misma, como se ha visto, nacen con una vocacin
clara que ha quedado demostrada: recompensar a los benemritos vasallos que
luchaban por la conservacin de los dominios de Indias. Con ella Fernando VII
quera premiar su valor y dar un revulsivo a los ciudadanos que habitaban las
colonias de ultramar para que defendiesen la soberana de Espaa sobre aque-
llos territorios.
Pero lo que resulta curioso en el caso de la Orden de Isabel la Catlica es
que, tras la prdida de las colonias, la orden sigui vigente y denominndose
americana hasta ms de 50 aos despus. Habr quien piense que esto era
debido a la subsistencia de algunas posesiones en Amrica, como Cuba, y lle-
vara parte de razn, pero no se puede olvidar que existan medallas especfi-
cas para aquellas provincias que podan haber desplazado la concesin de la
Orden de Isabel la Catlica.48 En cambio, ha perdurado adaptndose a los tiem-
pos y convirtindose en la tercera por orden de importancia de las que concede
el Estado Espaol.
Es el momento en estas conclusiones de hacer ver el extrao entramado y
marasmo que constituye el derecho premial espaol, que mantiene un total
de trece rdenes civiles y una larga serie de condecoraciones y cruces. A ello
ha de sumarse la ingente cantidad de condecoraciones, menciones y distincio-
nes que se hacen desde otros rganos de la administracin del Estado, las comu-
nidades autnomas y los ayuntamientos. Quiz sea el momento de simplificar
esta realidad en la que tendra un papel destacadsimo y principal una de sus
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ms seeras rdenes creada por Amrica y para Amrica: la Real Orden de Isa-
bel la Catlica.49
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49. De Gaulle suprimi, sirva como ejemplo, mediante Decreto de 3 de diciembre de 1963, trece
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teniendo nicamente, adems de la Lgion dHonneur, instituida por Napolen, y las rdenes al
Mrite Agricole, Palmes Acadmiques, Mrite Maritime y Arts et Lettres. Anotado en CEBALLOS-
ESCALERA Y GUA, Alfonso y GARCA MERCADAL Y GARCA LOYGORRI, Fernando: Op.Cit.
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
Las concepciones tradicionales dominantes en el anlisis de los naciona-
lismos consideran a stos como el resultado poltico de la (pre)existencia obje-
tiva de la nacin en tanto entidad sustancial homognea desde un punto de
vista interno y claramente diferenciada de cara al mundo externo constituida
a partir de una coleccin especfica de rasgos tnicos que constituyen la esen-
cia del ser nacional. En discusin con estas maneras de considerar los naciona-
lismos, se consolida una perspectiva a partir de la cual se examina a las nacio-
nes como construcciones histricas, resultados contingentes de procesos sociales,
polticos y significantes abiertos e indeterminados (Miz, 2007a: 10). Antes que
el resultado natural de la nacin tal como es comprendido en la perspectiva
esencialista, el nacionalismo es un fenmeno, a la vez poltico y cultural, cons-
titutivo y constituyente de la nacin.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
origen de las naciones modernas. Para el autor britnico, la nacin es una comu-
nidad poltica imaginada como inherentemente limitada y soberana (Anderson,
2007: 23). Es decir, una comunidad que se representa y se comprende a s misma
como integrando un grupo social especfico llamado nacin. Y es imaginada
porque aun los miembros de la nacin ms pequea no conocern jams a la
mayora de sus compatriotas, no los vern ni oirn siquiera hablar de ellos, pero
en la mente de cada uno vive la imagen de su comunin (Anderson, 2007: 23).
Sin duda, la expresin es sugerente; sin embargo, puede inducirnos a cometer
el error contrario: pensar la nacin como un artefacto cultural, es decir, una sim-
ple invencin; en definitiva, pura ideologa.
Pero las naciones no son comunidades objetivas, prepolticas ni son puro
efecto discursivo, referencia hecha referencia, es decir, un texto sin contexto his-
trico y social. Como dice Miz (2007b: 220), argumentar la naturaleza contin-
gente, no sustancialista de las naciones, no equivale a negar su realidad poltica,
a concebirlas como un constructo ideolgico arbitrario, una quimera instrumen-
tal, enteramente maleable a voluntad de los intelectuales o lderes nacionalis-
tas.
A pesar del reparo expresado, sin embargo, este enfoque no est exento
de dificultades. Adems de las posiciones esencialista y constructivista, Alejan-
dro Grimson propone una tercera que llama experiencialista. Si bien esta pers-
pectiva asume varios de los supuestos constructivistas, responde de una manera
diferente a la pregunta de si las naciones comparten o no aspectos culturales,
planteando que como consecuencia de complejos procesos histricos y socia-
les, las naciones han elaborado parmetros culturales que no se pueden consi-
derar como exclusivamente imaginados. Esta perspectiva coloca en el centro de
su anlisis las experiencias histricas compartidas por una nacin, las que sedi-
mentadas en el tiempo hacen que lo diverso y lo desigual se articulen en modos
relativamente comunes de imaginar, pensar, sentir y practicar. Como dice Grim-
son, esta perspectiva (Grimson, 2007: 16):
coincide con los constructivistas cuando afirman que una identificacin nacio-
nal es el resultado de un proceso histrico y poltico, contingente como tal. Pero
se diferencia porque enfatiza la sedimentacin de esos procesos en la configu-
racin de dispositivos culturales y polticos relevantes. No se trata, desde este
punto de vista, de procesos simblicos resultado de fuerzas simblicas, sino de
lo vivido histricamente en el proceso social total (Williams, 1980).
Para Anderson, en la vieja Europa tres elementos convergen de modo tal que
generan el escenario que hace posible los nacionalismos modernos en tanto
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viccin de que existe una estrecha relacin entre cambio cultural y transforma-
cin social. De este modo, las sociedades desarrolladas, que haban logrado
ajustar exitosamente su poltica (la democracia representativa) con su cultura
(la cvica), intentaban universalizar esta particularidad histrica.4
El concepto de cultura poltica comienza a utilizarse, entonces, con la inten-
cin de poner en relacin las bases psicolgicas del enfoque behaviorista apli-
cado al comportamiento poltico individual y la perspectiva sociolgica de corte
funcionalista que analiza el sistema poltico en tanto realidad colectiva, ten-
diendo un puente entre lo micro y lo macro en la teora poltica.
Sin dudas, el trabajo pionero de Almond y Verba, The Civic Culture,5 marc
un hito en la ciencia poltica y resulta un trabajo de referencia inevitable para
los estudios sobre cultura poltica (Benedicto, 1995). Tal vez, su mayor mrito
haya sido el de sistematizar y aplicar una teora de la cultura poltica con el
objeto de esclarecer los procesos polticos. Sin duda, una buena parte de la pro-
duccin actual contina con sus lineamientos principales.
Segn Almond y Verba (1970: 31), la cultura poltica es la particular distri-
bucin de las pautas de orientacin hacia objetos polticos entre los miembros
de una nacin. Obviamente, las orientaciones subjetivas son analizadas desde
una perspectiva psicolgica conductista. Para examinar una cultura poltica,
entonces, es necesario poner en relacin estas orientaciones psicolgicas indi-
viduales de la poblacin con unos especficos objetos polticos (instituciones,
actores y procedimientos).
Por un lado, hay tres grandes tipos de orientaciones: a) la cognoscitiva, que
se refiere a la informacin y el conocimiento que se tiene sobre el sistema pol-
tico en su conjunto y sobre sus roles y sus actores en particular; b) la afectiva,
que se refiere a los sentimientos que se tienen respecto del sistema poltico, sus
roles y actores, que puede ser de apego o de rechazo; c) la evaluativa, que se
refiere a los juicios y opiniones que la poblacin tiene acerca de los objetos
polticos y que habitualmente combina criterios de valor con informaciones y
sentimientos. Por otro lado, hay dos grandes objetivos polticos hacia los que
se dirigen estas orientaciones: a) el sistema poltico en general o en sus distin-
tos componentes; b) uno mismo, en cuanto actor poltico bsico.
Lo importante es que cada uno de estos elementos, siguiendo el planteo de
los autores, es pasible de estimacin estadstica mediante la tcnica del sondeo
sobre una muestra representativa de ciudadanos. Por ello, de acuerdo con esta
4. Desde esta perspectiva EE UU impuls el Plan Marshall para la reconstruccin de Europa tras
la Segunda Guerra Mundial y la Alianza para el Progreso en Amrica Latina. En ambos proyectos
particip Rostow.
5. G. Almond y S. Verba, Sidney (1970). La cultura cvica. Estudio sobre la participacin pol-
tica en cinco naciones. Madrid: Euramerica. Publicacin original: (1963) The civic culture. Political
Attitudes and Democracy in Five Nations. Princeton: Princeton University Press.
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6. Entre otros se puede consultar: Welch, S. (1993). The Concept of Political Culture. Basingstoke:
Macmillan; Gibbins, J. et al. (1989). Contemporary Political Culture. Londres: Sage.
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7. Segn la misma autora pero en otro lugar (Morn, 1999), esto le ha impedido a la corriente
principal entablar un dilogo fructfero con otras disciplinas afines en torno al rico debate produ-
cido sobre los modos de concebir la cultura.
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Resum
En la present comunicaci veurem les relacions que sestableixen entre les
manifestacions ldiques de carcter tradicional representades per les formes
jugades, jocs tradicionals i esports tradicionals que conformen la cultura ldica
dels diferents pasos integrats en les rees de lAmrica Llatina i dEspanya i
que han estat representades en la iconografia filatlica. A partir de les mostres
veurem els vincles culturals que sestableixen entre els diferents pobles i els
colonitzadors, aix com les caracterstiques i particularitats de les manifesta-
cions representades en la iconografia filatlica en relaci als aspectes reglamen-
taris (lgica interna) i als aspectes socioculturals (lgica externa). A partir de
lanlisi daquests elements tractarem de valorar el grau de convergncia i
divergncia que hi ha entre la cultura ldica de lAmrica Llatina i la dEspanya
i que ha estat representada a travs dels segells de correus.
1. Introducci
Les manifestacions ludicorecreatives de carcter ms tradicional, represen-
tades per les formes jugades, els jocs tradicionals i els esports tradicionals for-
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men part de la cultura de lsser hum. Tot sser hum independent del seu lloc
dorigen, cultura, poca en qu ha viscut... ha jugat.
Els jocs tradicionals shan transms de generaci en generaci, preferent-
ment per via oral de manera que arriben a lactualitat perqu les persones han
establert relacions al llarg de les poques i els han anat difonent.
Encara que aquesta transmissi ha sigut majoritriament per via oral, en lac-
tualitat trobem diverses publicacions que ja desenvolupen i recopilen les mani-
festacions ldiques per tal devitar-ne la desaparici com a conseqncia de les
nombroses alternatives que hi ha per a ocupar el temps lliure i tamb per a la-
parici i desenvolupament, al llarg del segle XX, de lesport modern.
La iconografia filatlica, com a element cultural i de comunicaci que s, a
ms del valor comercial que presenta, tamb ha vist la necessitat de preservar
i difondre aquelles manifestacions tradicionals ms arrelades i representatives
dels pasos emissors. s per aix que al llarg del segle XX han comenat a eme-
tre, encara que el nombre s molt baix en comparaci amb altres temtiques
emeses, com ara jocs olmpics, flora, fauna, etc., iconografies filatliques que
representen aquests tipus dactivitats tan arrelades i caracterstiques duns deter-
minats contextos. Incls en determinades emissions els pasos shan posat da-
cord per tal demetre segells referents a manifestacions ldiques representatives
dels seus territoris. Aquest fet es va donar especialment durant lany 1989 amb
lemissi de nombroses mostres de formes jugades, jocs i materials de joc per
part dels pasos que emeten la temtica Europa, i lany 2009 per part dels pa-
sos que conformen la Uni Postal de les Amriques, Espanya i Portugal (UPAEP).
Aquestes dues emissions especfiques shan caracteritzat per aportar un gran
nombre de manifestacions ldiques a lunivers filatlic.
En el present estudi, desprs de fer una aproximaci a la filatlia, estudiarem
les manifestacions ludicorecreatives representades per les formes jugades, jocs
tradicionals, esports tradicionals i materials de jocs illustrats en les mostres
filatliques dels diferents pasos que conformen lAmrica Llatina i Espanya. A
partir de lestudi daquestes manifestacions analitzarem lexistncia de semblances
o diferncies entre les diferents manifestacions dels diferents pasos per tal de
veure si el joc i lesport sn una manifestaci intracultural o, per contra, repre-
senten la multiculturalitat i, per tant, es juga arreu del mn de manera semblant.
2. La filatlia
Segons el diccionari de lEnciclopdia Catalana (2006), la paraula filatlia,
atenent criteris etimolgics, prov de fil- i del grec (ateles)
-. que significa
franc de pagament. Tot i la seva vinculaci a aspectes econmics, el signifi-
cat real de la paraula filatlia s lafici destudiar i colleccionar els segells
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de correus. Aquest concepte fou creat el 1864 pel francs G. Herpin, quan el
15 de novembre de 1864 va utilitzar aquesta paraula per definir el colleccionisme
de segells a la revista francesa Le collectionneur de timbres- poste.
La paraula segell prov del llat sigillum. Entre les mltiples accepcions
de la paraula, seguint el diccionari de lEnciclopdia Catalana, est la con-
sideraci del segell com a tros petit de paper, amb un timbre oficial de fig-
ures o signes gravats, que senganxa a certs documents per tal de donar valor
i eficcia. Seguidament, trobem la definici del segell postal, que s definit
com el paper que senganxa a les cartes per a franquejar-les o certificar-les.
Amb aquest franqueig, la carta est franca i pot circular lliurement sense pagar
cap impost.
Aix doncs, la filatlia s lafici a lestudi i collecci daquells petits trossets
de paper impresos amb diferents motius i que van enganxats a les cartes per tal
que aquestes puguen circular lliurement.
Per tant, els segells serveixen per a fer el prepagament de lenviament, per,
al mateix temps, sn un objecte destudi i collecci, de comunicaci, de difusi
cultural, dentreteniment, destalvi... tal com podem observar en el segell ems
pel Servei Postal dEl Salvador de lany 1988 (figura 1).
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Per tal de desenvolupar la recerca hem seguit diferents passos que, encara
que seguidament apareixen ordenats, en ocasions, han estat desenvolupats de
manera intercalada.
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El primer pas ha estat, a partir dun univers ampli, establir la mostra objecte
destudi. Aquesta selecci i acotament de la mostra s fonamental per tal de saber
qu i quant estem estudiant. Dintre daquest pas tamb hem seleccionat les fonts
don extraiem les mostres iconogrfiques.
Una vegada seleccionada la mostra, hem establert els criteris dinclusi i
exclusi, s a dir, de tot lunivers quines sn les mostres que ens interessen
per a lestudi. bviament, hem descartat totes aquelles que fan referncia als
esports reconeguts pel Comit Olmpic Internacional (COI) perqu aquests no
representen les caracterstiques i particularitats de les societats que desenvolu-
pen les illustracions en les icones filatliques.
Lltim pas ha estat lelaboraci dun formulari per a la recollida de la infor-
maci. Aquest formulari s leina fonamental que ens ha perms recollir la
informaci que, posteriorment, hem analitzat.
842 ndice
L A C U LT U R A L D I C A D E S PA N YA I D A M R I C A L L AT I N A
Duna banda, els criteris dinclusi marquen les mostres que han estat accep-
tades i, per tant, que formen part de lestudi. Daltra banda, tenim els criteris
dexclusi, que ens han servit per descartar aquelles mostres que poden crear
una certa confusi en lestudi.
Aix, formen part de la mostra i, per tant, de lestudi:
ndice 843
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Per a recollir la informaci sha elaborat un formulari amb elements que con-
formen les lgiques interna i externa de les manifestacions ldiques. La lgica
interna fa referncia a aspectes reglamentaris, mentre que la lgica externa fa
referncia a aspectes socioculturals i, per tant, relacionats amb letnomotricitat.
Entre les variables seleccionades dintre de la lgica interna trobem:
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L A C U LT U R A L D I C A D E S PA N YA I D A M R I C A L L AT I N A
5. Resultats
Pas Mostres %
Argentina 25 7,72
Bolvia 4 1,23
Brasil 13 4,01
Colmbia 16 4,94
Costa Rica 14 4,32
Cuba 32 9,88
Dominicana, Rep. 6 1,85
El Salvador 10 3,09
Equador 3 0,93
Espanya 67 20,68
Guatemala 7 2,16
Hait 11 3,40
ndice 845
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Hondures 8 2,47
Mxic 39 12,04
Nicaragua 5 1,54
Paraguai 4 1,23
Per 8 2,47
Uruguai 14 4,32
Veneuela 25 7,72
Xile 13 4,01
Total general 324 100,00
846 ndice
L A C U LT U R A L D I C A D E S PA N YA I D A M R I C A L L AT I N A
En analitzar la forma de joc trobem que en les dues zones estudiades es pre-
fereix la representaci de manifestacions ldiques de carcter psicomotor, s a
dir, formes jugades o jocs en els quals els participants juguen de forma indivi-
dual i en solitari (65,33 % a lAmrica Llatina i 56,34 % a Espanya). Per contra,
les manifestacions en qu es juga amb ms participants sn les menys repre-
sentades en les dues zones (34,67 % a lAmrica Llatina i 43,66 % a Espanya).
En aprofundir sobre la tipologia ldica, en relaci als jugadors, que es dna
en la manifestaci, trobem que les manifestacions psicomotrius individuals sn
les preferides tant a Amrica Llatina (65,33 %) com a Espanya (56,34 %), tal com
podem veure en el grfic 3. El segon lloc no s igual en els dos territoris estu-
diats. Aix, mentre que a lAmrica Llatina s ocupat per les sociomotrius de
cooperaci (14,00 %), a Espanya locupen les sociomotrius individuals (18,31 %).
Sinverteix la tendncia en el tercer lloc, de manera que, mentre que a lAmrica
Llatina s ocupat per les sociomotrius individuals (11,67 %), a Espanya locu-
pen les sociomotrius de cooperaci i les sociomotrius de collaboraci/oposi-
ci (12,68 %). Finalment, les manifestacions menys representades a lAmrica
Llatina sn les situacions de collaboraci/oposici (9,00 %).
Respecte als materials de joc, cal destacar que en tots dos casos sempre es prefe-
reix representar manifestacions ldiques que utilitzen material (el 90,67 % en el
cas de lAmrica Llatina i el 95,77 % en el cas espanyol).
ndice 847
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Les dades corresponents als materials de jocs tamb ens indiquen que no hi
ha relaci entre els materials emprats de les dues zones analitzades. Aix, men-
tre que la utilitzaci dun material ds individual s la ms representada en la
iconografia de lAmrica Llatina (51,67 %), la utilitzaci de ms dun material ds
individual s la preferida en les manifestacions del territori Espanyol (39,44 %).
Respecte a les caracterstiques de lespai de joc representades en les icono-
grafies filatliques, destaquem que tant a lAmrica Llatina com a Espanya es
prefereix jugar en espais que presenten una certa incertesa espacial, b siga a
causa de lexistncia dirregularitats en el terreny o b a la delimitaci espacial
mitjanant marques, lnies... Aix, en el cas de lAmrica Llatina, en un 54,33 %
de les manifestacions hi ha algun tipus dincertesa. En el cas espanyol el per-
centatge arriba fins al 81,69 %.
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L A C U LT U R A L D I C A D E S PA N YA I D A M R I C A L L AT I N A
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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ndice 853
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. Encara que no apareix reflectit en les mostres filatliques, en algunes regions espanyoles
sutilitzen jocs denfrontament entre animals com s el cas de Canries on la lluita de galls est
reconeguda com un b dinters cultural.
854 ndice
L A C U LT U R A L D I C A D E S PA N YA I D A M R I C A L L AT I N A
6. Conclusions
La comparaci de les dades ens indica que hi ha un alt grau de convergn-
cia entre les dues zones analitzades, tant en els aspectes vinculats a la lgica
interna com en aquells que fan referncia a la lgica externa.
Aix doncs, tot i que existeixen ms mostres corresponents a lAmrica Llatina,
perqu integra ms pasos, semblants sn les prefe-rncies relacionades amb el
tipus de participaci que es dna en la manifestaci, ja que en tots dos casos
existeix una preferncia per les manifestacions psicomotrius de carcter indi-
vidual, s a dir, per formes jugades.
Respecte a la utilitzaci de materials en els jocs, totes dues zones prefereixen
representar manifestacions que empren materials. S que apareix una certa dife-
rncia en analitzar quants materials de joc sempren, de manera que encara que
la utilitzaci del material sempre s majoritriament de carcter individual, la
utilitzaci dun material ds individual s la situaci ms comuna a lAmrica
Llatina mentre que a Espanya sutilitza ms dun material ds individual.
Els espais de joc, relacionats amb la lgica interna, tamb presenten simili-
tuds, ja que en totes dues zones la delimitaci espacial i els espais sense incertesa
sn els preferits per a jugar. La diferncia principal radica en el fet que, men-
tre que a lAmrica Llatina els espais sense incertesa sn els preferits, a Espanya
es prefereixen els espais delimitats.
ndice 855
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Respecte a la finalitzaci dels jocs, existeix una coincidncia entre les dues
zones, ja que prefereixen desenvolupar manifestacions que tinguen incertesa
en la finalitzaci. s a dir, que la manifestaci finalitze, sent la realitzaci duna
tasca la forma preferida en totes dues zones.
Les semblances tamb sn grans en relaci als elements analitzats que con-
formen la lgica externa, principalment en relaci al gnere, al lloc de prctica,
a lpoca i a la utilitzaci danimals. Aix, el gnere amb ms representaci es
correspon al mascul, seguit de les manifestacions mixtes i, finalment, amb dades
molt inferiors el gnere femen.
El lloc de prctica, generalment, tamb s semblant a lAmrica Llatina i a
Espanya. Aix, en totes dues zones prefereixen jugar en espais exteriors.
Tamb hi ha coincidncia en la representaci de manifestacions que no uti-
litzen animals i, en cas de fer-ho, que la persona empra lanimal per a jugar.
s a dir, que durant el joc hi ha una gran relaci entre la persona i lanimal.
Les divergncies de lestudi en relaci a la lgica externa es donen en ledat
dels participants i en el grau de difusi cultural.
Respecte a ledat dels participants, tot i que la infantesa i ledat adulta sn
els perodes que tenen un major nombre de manifestacions, lordre s invers en
les dues rees estudiades, de manera que, mentre que la infantesa s el preferit
a lAmrica Llatina, ladultesa ho s en les emissions espanyoles.
El grau de difusi cultural tamb presenta grans divergncies, tal com hem
esmentat anteriorment. Aix, mentre a lAmrica Llatina apareixen moltes mostres
de carcter multicultural, a Espanya sn ms representatives les intraculturals.
Aquesta tendncia de lAmrica Llatina es deu al fet que com que sn terri-
toris colonitzats, foren introdudes manifestacions externes, fet que fa que aques-
tes tinguen una major difusi arreu del mn i, per tant, siguen considerades
multiculturals.
Finalment, la funci i la utilitat social presenta semblances i diferncies en
determinades opcions. Aix, mentre que els resultats en lmbit laboral i poltic-
ideolgic-social sn molt semblants, hi ha grans diferncies en el lleure, lm-
bit festiu i lmbit mtic-mgic-religis.
Per finalitzar larticle, considerem que la cultura ldica de lAmrica Llatina
i dEspanya, illustrada en la iconografia filatlica, presenta majors semblances
que diferncies. El fet que el territori americ fos colonitzat pels espanyols, entre
daltres, fa que els fonaments ldics daquell territori tinguen una gran vincu-
laci als de les antigues metrpolis.
856 ndice
L A C U LT U R A L D I C A D E S PA N YA I D A M R I C A L L AT I N A
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ndice 857
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
858 ndice
EMANCIPACIN CULTURAL Y DIPLOMACIA LATINOAMERICANA EN ESPAA Y EUROPA
Enrique Snchez Albarracn
INSA de Lyon. Universidad de Lyon
Resumen
Las repblicas latinoamericanas se han constituido al margen de Europa,
a travs de una larga emancipacin que rebasa ampliamente los lmites cro-
nolgicos de las revoluciones de independencia. Los diplomticos latinoame-
ricanos han desempeado a menudo un papel decisivo en este proceso,
logrando, primero, el reconocimiento jurdico y geogrfico de los nuevos esta-
dos-naciones, propiciando, luego, la insercin de las economas regionales
en los mercados internacionales y anhelando, finalmente, el reconocimiento
de la legitimidad cultural e intelectual de Amrica Latina en el mundo. De esta
ltima actuacin tratamos aqu, evocando la diplomacia latinoamericana afin-
cada en Espaa y Europa y su contribucin al vasto y complejo proceso de
emancipacin continental. La diplomacia no es slo el arte de la negociacin,
es tambin el arte de la representacin, de la seduccin. El objetivo de los
emisarios de la Amrica independiente ha sido siempre un cambio de pers-
pectivas: lograr que las nuevas naciones de Amrica Latina no fueran consi-
deradas como objetos, sino como sujetos de la historia universal; actuar sobre
las representaciones y abogar por una autntica reciprocidad.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. Rafael BARRETT, El Diario (Asuncin), 30 de julio de 1908. En Obras Completas, RP-ICI, Asun-
cin, vol. II, p. 229. http://www.ensayistas.org/antologia/XXE/barrett/barrett1.htm
2. Podran referirse aqu los textos de Anbal Quijano, Walter Mignolo, Santiago Castro-Gmez
o Enrique Dussel, los cuales analizan, desde el concepto dual colonialidad-modernidad, el pro-
ceso que le permiti, a la racionalidad europea, imponerse como un estado superior del conoci-
miento humano, relegando a un nivel inferior cualquier conocimiento originario de los territorios
colonizados.
3. Alfonso Reyes, Notas sobre la inteligencia americana, Revista Sur, Buenos Aires, Septiembre
de 1936. http://www.ensayistas.org/antologia/XXA/reyes/
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E M A N C I PAC I N C U LT U R A L Y D I P L O M AC I A I B E R OA M E R I C A N A
4. Juan Pablo VISCARDO, Carta a los espaoles americanos (1792) en Pensamiento poltico de
la emancipacin (1790-1825), Vol. 1, Fundacin Biblioteca Ayacucho, 1977, p. 51.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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E M A N C I PAC I N C U LT U R A L Y D I P L O M AC I A I B E R OA M E R I C A N A
7. Michael WERNER, Introduction la thorie des transferts culturels en De lImitation dans les
Muses. La diffusion de modles de muses, XIXeXXIe sicles, Colloque ENS, Dcembre 2007.
http://www.diffusion.ens.fr/index.php?res=conf&idconf=2039.
8. Recordemos, por ejemplo, la definicin que, en 1815, esboza Simn Bolvar de la nacionali-
dad americana: ...no somos ni indios ni europeos, somos una especie media entre los legtimos pro-
pietarios del pas y los usurpadores espaoles... nos hallamos en el caso ms extraordinario y
complicado. Simn BOLVAR, Cartas de Jamaica, en Escritos polticos, Madrid, Alianza Editorial, 1990,
p. 69.
9. Gilberto GIMNEZ, La cultura como identidad y La identidad como cultura, Revista Pentecos-
tal, RELEP, 2009, p. 4. http://revistapentecostal.com/index.php?option=com_content&view=article&id=64:la-
cultura-como-identidad-y-la-identidad-como-cultura.
10. Joaquim NABUCO, citado por Juliette DUMONT, Le Brsil et lInstitut International de Coop-
ration Intellectuelle (1924-1946) : le pari de la diplomatie culturelle, Pars, IHEAL, 2009, p. 35.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
11. Pedro ALEJANDRINO DEL SOLAR, El Per de los Incas, Ateneo de Madrid, 1892, Madrid, Rivade-
neyra, 1892, p. 18.
12. Carlos SANHUEZA, En busca de un lugar en el mundo: viajeros latinoamericanos en la Europa
del siglo XIX, Estudios Ibero-Americanos. PUCRS, v. XXXIII, n. 2, dezembro 2007, p. 51-75.
13. Anbal QUIJANO, Colonialidad del poder y clasificacin social, Journal of world-systems re-
search, VI, 2, Summer/Fall, 2000, p. 343. http://cisoupr.net/documents/jwsr-v6n2-quijano.pdf.
864 ndice
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14. El mal est en que queremos adaptar la circunstancia americana a una concepcin del
mundo que heredamos de Europa, y no adaptar esta concepcin del mundo a la circunstancia ame-
ricana. Leopoldo ZEA, Amrica en la Historia, Madrid, Editorial Revista de Occidente, 1970 (Primera
Edicin, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1957).
15. Santiago CASTRO-GMEZ, Eduardo MENDIETA, eds., Teoras sin disciplina (latinoamericanismo,
poscolonialidad y globalizacin en debate), Mxico, Miguel ngel PORRA, 1998. Cf. http://www.ensa-
yistas.org/critica/teoria/castro/castro6.htm.
16. Postoccidentalismo es la palabra clave que encuentra su razn en el occidentalismo de
los acontecimientos y la discursividad del Atlntico (norte y sur), desde principios del siglo XVI..
Walter D. MIGNOLO, Postoccidentalismo: el argumento desde Amrica Latina, en Teoras sin disci-
plina..., op. cit.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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E M A N C I PAC I N C U LT U R A L Y D I P L O M AC I A I B E R OA M E R I C A N A
22. Segn Edgar Morin, es porque poseen cualidades de globalidad, de coherencia, de cons-
tancia y de estabilidad. Edgar MORIN, La mthode: La connaissance de la connaissance, Pars, Edi-
tions du Seuil. Collection Essais Points, 1986, pp. 106-107.
23. Domingo F. SARMIENTO, Conflicto y armonas de las razas en Amrica, en Carlos RIPOLL (ed.)
Conciencia intelectual de Amrica. Antologa del Ensayo Hispanoamericano (1836-1959), Nueva
York, 1970, p. 94.
24. Alberto CATURELLI, Amrica Bifronte, Buenos Aires, Ed. Troquel S.A., 1957, citado por Denis
ROLLAND, op. cit., p. 405.
25. Simn RODRGUEZ, Sociedades americanas en 1828. Cmo sern y cmo podran ser los siglos
venideros, p. 47, en Escritos de Simn Rodrguez, Caracas, Imprenta Nacional, 1954, T. I, p. 113.
26. Andrs BELLO, Modo de escribir la historia, Santiago de Chile, 1848.
http://www.ensayistas.org/antologia/XIXA/bello/.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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E M A N C I PAC I N C U LT U R A L Y D I P L O M AC I A I B E R OA M E R I C A N A
pre han tenido que buscar convergencias para adecuar los intereses precisos
del poder poltico con las exigencias del mundo exterior. A ellos les ha incum-
bido, continuamente, deshacer las tensiones, abriendo nuevas perspectivas de
negociacin, y darles sentido, permanentemente, a los intercambios. Para la
diplomacia latinoamericana postcolonial las perspectivas eran polticas, jurdi-
cas y econmicas, pero tambin histricas, lingsticas, literarias, artsticas y
hasta filosficas. La independencia no implicaba solamente una reapropiacin
fsica, sino tambin una reapropiacin imaginaria y una desmitificacin de las
historias y de las nuevas realidades latinoamericanas.
Desde mediados del siglo XIX, los retos prioritarios fueron el desarrollo eco-
nmico (transportes, comunicaciones, producciones agrcolas e industriales), la
fundacin de naciones y de culturas nacionales, la estabilizacin democrtica y
administrativa, la institucin de sistemas educativos,29 y la gestin de la inmensa
oleada migratoria que sumerga sobre todo la zona templada de la Amrica aus-
tral, y que el historiador francs Pierre Chaunu identific como la segunda con-
quista humana de Amrica por Europa.30 De ah que el nmero de representan-
tes diplomticos no haya dejado de aumentar, en Europa, a partir de entonces,
hasta culminar a finales de siglo. Slo en Francia, por ejemplo, 293 mandatarios
latinoamericanos ejercan sus actividades en Pars entre 1880 y 1900,31, y un
pequeo pas como Uruguay, que apenas contaba con 70.000 habitantes en
1829, y siete veces ms 20 aos despus, gracias a la inmigracin europea,
dispona de una veintena de diplomticos, slo en Espaa, a finales del siglo
XIX.32 Con representaciones numricamente y cualitativamente muy desiguales
entre ellas, las legaciones iberoamericanas disfrutaban de recursos financieros
tambin muy variables. Mientras algunos diplomticos padecan, a menudo,
serias dificultades econmicas, otros ostentaban, al contrario, caudales y estilos
de vida fastuosos. Sea lo que fuere, su principal cometido era siempre seducir,
influir y tranquilizar a la opinin pblica europea para que la imagen de las
jvenes naciones americanas coincidiera con la que se tena entonces de los
pases civilizados. Haba que buscar la informacin, pero tambin tratar de con-
trolarla, en una poca en que ya todas las informaciones polticas, culturales,
econmicas o estadsticas circulaban a travs de la prensa generalista o espe-
cializada. Los diplomticos se ponan en contacto con personalidades del mundo
29. Marie-Madeleine GLADIEU, Les dfis de lindpendance en Amrique Latine (1809-1910), CNED-
PUF, 2009, p. 88.
30. Pierre CHAUNU, Histoire de lAmrique Latine, PUF, 15me dition, 2003, pp. 100-101.
31. Pauline RAQUILLET-BORDRY, op. cit.
32. Enrique SNCHEZ ALBARRACN, La convergence hispano-amricaniste 1892: les rencontres du
IVe Centenaire de la dcouverte de lAmrique, Thse, Universit Paris 3, 2006. http://tel.archives-
ouvertes.fr/docs/00/17/71/47/PDF/THESE_-_ESA-_2007.pdf.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
33. Javier PREZ SILLER, Une stratgie de limage : le Mexique du porfiriat et la France Rpubli-
caine (1876-1885), en LAmrique latine et les modles europens, op. cit., pp. 312-318.
34. Rubn DARO, Zorrilla de San Martn, artculo publicado en Mundial, Febrero de 1913, n.
22. Vol. 4. Ao II, p. 864, en Obras Completas, Madrid, Editorial Biblioteca Rubn Daro, 1929,
Vol. XX, p. 45-48.
35. Juan ZORRILLA DE SAN MARTN, El mensaje de Amrica, Discurso pronunciado en la expla-
nada del Monasterio de la Rbida... el 12 de octubre de 1892, en Conferencias y Discursos, Mon-
tevideo, Imprenta nacional Colorada, 1930, p. 101.
870 ndice
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36. El periodo cientfico en que se encuentra hoy la humanidad, ha dado un nuevo giro a los
estudios y a los escritos de la historia. La historia no es ya la sencilla o complicada narracin de
acontecimientos comentados con ms o menos profundidad y acierto, acompaados algunas veces,
a semejanza de los antiguos cuentos morales, de consejos y advertencias a los pueblos o gobernan-
tes.. Vicente RIVA PALACIO, op. cit., pp. 5-6.
37. Una cosa hllo y: sco por conclusin mui cierta: que siempre la lengua fue compaera
del imperio; y de tal manera lo sigui, que junta mente comenaron, crecieron y florecieron, y des-
pus junta fue la caida de entrambos. Antonio de NEBRIJA, Prlogo, Gramtica de la lengua caste-
llana, Estudio y edicin Antonio Quilis. Madrid, Centro de Estudios Ramn Areces, 1989.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
sin de escribir para los castellanos, mis lecciones se dirigen a mis hermanos,
los habitantes de Hispanoamrica.38 Para los espaoles, empero, la lengua ha
seguido funcionando durante dos siglos como una especie de compensacin,
tras la prdida de las colonias americanas.39 Siempre ha representado la perma-
nencia de una suerte de imperio espiritual.40 Por estos motivos, la Real Acade-
mia de la Lengua, aun cuando empez a integrar, desde mediados del siglo XIX,
entre sus filas, a miembros correspondientes hispanoamericanos, no se mos-
tr nunca dispuesta a ceder la menor parcela de su autoridad lingstica a las
nuevas repblicas de ultramar. Esa intransigencia, defendida por muchos litera-
tos espaoles, no favoreci en absoluto el desarrollo de un intercambio iguali-
tario con sus homlogos latinoamericanos, tales como el escritor y fillogo
peruano Ricardo Palma, quien intent hacer valer sus reclamaciones durante
una misin diplomtica en Madrid. Es indispensable que en Espaa haya ms
espritu de tolerancia para las innovaciones que los americanos propagamos en
el lenguaje, declar el emisario, ante un auditorio recalcitrante que le denegaba
la insercin de neologismos americanos en el diccionario.41 Estas reivindica-
ciones de Palma, a finales del siglo XIX, no eran sino uno de los tantos eslabo-
nes de una cadena de discusiones que se ha prolongado a lo largo de toda la
historia de las relaciones culturales entre Espaa y sus antiguas colonias, hasta
las controversias de 1997 en Zacatecas sobre la simplificacin de la ortografa, o
hasta la aparicin, en diciembre de 2009, de la primera gramtica comn, fruto
de once aos de trabajo fecundo y de armonizacin entre las 22 academias de
la lengua espaola. Ha sido, ste ltimo, el resultado de cerca dos siglos de deba-
tes y de negociaciones en los que participaron numerosos diplomticos y lingis-
tas latinoamericanos.
Desde mediados del siglo XIX, las diplomacias latinoamericanas han sido
siempre muy conscientes, tambin, de la necesidad que tenan, para llevar a
cabo una eficaz estrategia de su imagen, de estar presentes, no slo en los gran-
des foros polticos y econmicos, sino tambin en los grandes acontecimientos
sociales y culturales, tales como aniversarios, celebraciones centenarias, con-
gresos y exposiciones universales. Cabe destacar en especial las participaciones
38. Andrs BELLO, Gramtica de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, Obras
completas. Tomo Cuarto, 3. edicin, Caracas, La Casa de Bello, 1995, p. 11.
39. Jenny BRUMME, El IV Centenario y la compensacin de la prdida de las colonias espao-
las: la unidad de la lengua, Apuntes n. 4, Universitt Leipzig, 1992, pp. 1-22.
40. Por el habla, por las creencias y por las costumbres, la gente de all seguir siendo espa-
ola antes de ser americana., segua proclamando Juan Valera en 1900. Juan VALERA, Congreso Social
y Econmico Hispano-Americano. (Madrid, 1900) - Madrid, Imprenta de los hijos de M. G. FERNN-
DEZ, 1902.
41. Ricardo PALMA, en Congreso Literario Hispano-Americano de 1892, Edicin original, Madrid
1892 - Edicin Facsmil, Madrid, 1992 - Instituto Cervantes pp. 132-133.
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45. Rubn DARO, Esttica de los primitivos nicaragenses, El Centenario, Tomo 3, Madrid, Tipo-
grafa del Progreso Editorial, 1892, p. 198.
46. Milagros PALMA, El Mito de Pars, Entrevistas con Escritores Latinoamericanos en Pars, Indigo
& Ct-femmes ditions, 1991, p. 22.
47. Hace tiempo que entre Espaa y nosotros existe un sentimiento de nivelacin y de igual-
dad. Y ahora yo digo ante el tribunal de pensadores internacionales que me escucha: reconocemos
el derecho a la ciudadana universal que ya hemos conquistado. Hemos alcanzado la mayora de
edad. Muy pronto os habituaris a contar con nosotros. Alfonso REYES, op. cit., 1936.
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48. Alfonso LPEZ PLUMAREJO, Discurso del 25 de mayo de 1943, citado por Denis ROLLAND, op.
cit., p 393.
49. Ruy BLAS (Carlos LLERAS CAMARGO), Tiempo, Bogot, 16 de mayo de 1936, citado por Denis
ROLLAND, Les perceptions de la France en Amrique Latine: structures et volution, 1918-1945, Mlan-
ges de la Casa de Velzquez, 1992, Volume 28, p. 166.
50. Por qu los latinoamericanos, capaces de crear repblicas independientes, se mantenan
bajo la influencia literaria de Europa, y muy ostensiblemente de Francia? Por qu no se produca
una eclosin literaria autctona? Por varias razones, algunas de carcter cultural: eran sociedades
acostumbradas a someterse al liderazgo intelectual extranjero, sin demasiada confianza en la crea-
cin propia. Otras puramente materiales: haba pocos lectores, un puado de libreras, contadas
bibliotecas, no exista nada parecido a una industria editorial, y los peridicos, casi siempre escu-
lidos y sometidos a la censura del tirano de turno, apenas podan albergar folletines y pginas
literarias, como suceda en Europa. Y ese pobrsimo ambiente tuvo otra consecuencia: resultaba
prcticamente imposible que surgiera el hombre de letras puro, el intelectual que viva de su pluma.
Carlos Albert MONTANER, Los latinoamericanos y la cultura occidental, Grupo editorial Norma, 2003,
p. 219.
51. La cultura representaba en 2007, el 6,7 % del PIB de Mxico y el 13,36 % de las exportacio-
nes, mientras que la industria del calzado que implicaba el 21% de las exportaciones apenas signi-
ficaba el 0,22 % del PIB nacional. Andrs ORDEZ, Diplomacia cultural: elementos para la reflexin,
La Jornada Semanal, Nm. 671, 13 de enero de 2008. http://www.jornada.unam.mx/2008/01/13/
sem-andres.html.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
con otras culturas. Sea cual sea su campo de actuacin (el arte, la historia, el
cine, la literatura, las ciencias, el conjunto de objetos simblicos creados por
una sociedad determinada), la diplomacia cultural acta sobre los sistemas de
representacin. Los diplomticos siempre lo han sabido. Han desempeado
desde las independencias varios papeles en Espaa y en Europa: ora mensaje-
ros, ora mediadores, ora seductores. Al representar un poder poltico distante y
sociedades heterogneas, eran portadores de una serie de reivindicaciones y de
ambigedades, nacidas del carcter hbrido de sus orgenes y de sus forma-
ciones, as como de su pertenencia simultnea al centro y a la periferia.52
Por eso su anhelo de invertir las perspectivas ha chocado tantas veces con
los lmites mismos de su representatividad equvoca. El proceso de emancipa-
cin en el que se han inscrito es un proceso, por ende, vivo todava, que va
siguiendo su curso en un mundo multipolar en el que el esquema tradicional
de dependencia se fragmenta y donde las relaciones entre periferias parecen
fortalecerse y suscitar nuevas dinmicas en los intercambios internacionales.
Esperemos que estas dinmicas nuevas permitan superar las trabas del pasado
y generar interacciones y transferencias culturales mutuamente provechosas.
52. Son privilegiados y a la vez pertenecen a la periferia, con lo que la articulacin vertical fun-
dada estrictamente en los escritores blancos que viajan del centro al margen para intentar una
representacin manipulada del nativo para beneficiar conscientemente o no al imperio, no
aplica. Tampoco son desplazados sin oportunidad de articular un discurso, aunque como integran-
tes de naciones jvenes s comparten con ellos esta realidad identitaria inacabada y fluctuante. Irma
CANT, Usos y desusos de la teora del viaje y su aplicacin a la literatura latinoamericana.
http://trans.univ-paris3.fr/spip.php?article233.
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
Las estrategias comerciales de los libreros y editores espaoles para des-
embarcar en los mercados americanos son analizadas en un contexto signado
por las tendencias americanistas en el plano poltico y las iniciativas regene-
racionistas en el econmico durante el periodo que va del Centenario de Inde-
pendencias hasta la Guerra Civil. Se estudian las estrategias empresariales
editoriales implementadas en Catalua y el liderazgo ejercido por esta regin
como epicentro del proyecto hispano.
1. Introduccin
Desde los humildes libreros que se instalaron durante el siglo XIX en las prin-
cipales capitales hispanoamericanas hasta los empresarios que participaron de
la creacin de algunas de las mayores casas editoras argentinas y mexicanas a
fines de la dcada de 1930, la presencia de libreros y editores espaoles en los
mercados hispanoamericanos ha sido una constante que ha gravitado en ambas
mrgenes del ocano. En esta aventura, los editores de Barcelona desempea-
ron un papel fundamental y definitorio. Este trabajo se detiene en las polticas
culturales y comerciales que los editores catalanes desarrollaron con el prop-
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
sito de conquistar nuevos mercados en Iberoamrica, una regin que, tan solo
por su peso demogrfico, atesoraba un pblico lector de una enorme proyeccin.
Estos editores tejieron desde fines del siglo XIX una compleja red social, poltica
y mercantil articulada desde corporaciones patronales como el Centro de la Pro-
piedad Intelectual o la Cmara del Libro de Barcelona y, sobre todo, desde la aso-
ciacin americanista Casa de Amrica de Barcelona, que ampli su trama hasta
las delegaciones consulares, las instituciones culturales, entidades creadas por la
emigracin espaola en ultramar (Casa de Galicia de Montevideo, Casino Espa-
ol de Mxico, Institucin Cultural Espaola de Buenos Aires) y las cmaras
espaolas de comercio que los emigrantes hispanos desplegaron a lo largo y
a lo ancho del continente americano.
A comienzos del siglo XX, editores, libreros y comisionistas coinciden en
subrayar la escasa y debilitada presencia del libro espaol en los mercados ame-
ricanos, pese a contar con la ventaja aparente de compartir una lengua y una
cultura con las antiguas colonias.
Desde el siglo XIX las editoriales francesas, favorecidas por el prestigio de la
lengua y la cultura de ese pas entre las elites del Nuevo Continente, haban
afianzado su posicin en las repblicas hispanoamericanas y consolidaron
una amplia red comercial, incluso con un enorme surtido de ediciones en cas-
tellano. En 1861 el catlogo de la editorial Garnier alcanzaba los 540 ttulos en
espaol, mientras que en 1863 la casa Rosa y Bouret ofreca 1.000 ttulos en ese
idioma. Pero no solo los franceses incursionaban en un auspicioso mercado en
continuo crecimiento. Por esos aos, es posible encontrar en esas repblicas
devocionarios y libros religiosos de la casa Herder de Alemania y libros tcni-
cos de las editoriales Appleton y Nelson. Estos editores contaban con aceitados
mecanismos de promocin, distribucin y crdito, y sus catlogos bibliogrfi-
cos llegaban a los rincones ms distantes del continente.
En contraste, la experiencia americana de los editores espaoles no iba ms
all de algunas aventuras aisladas, con pobres beneficios en unos casos y catas-
trficas consecuencias en otros.
En 1852 la librera de Madrid Gaspar i Roig enva como comisionista a Bue-
nos Aires a Domingo Vigues, un pequeo librero de ocasin. Vigues representa
adems algunas casas catalanas como Llorens Hnos. Manuel Saur, Jaime Subi-
rana y Jaime Gaspar, entre otros.1 En Espaa, y bajo los efectos de la expansin
capitalista, se produce desde la dcada de 1840 un pequeo boom de la edi-
cin madrilea, que puede constatarse con la proliferacin de bibliotecas eco-
nmicas como la Biblioteca Universal de Fernndez de los Ros, la coleccin de
1. BORREL, 2003.
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5. RAMA, 1982.
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9. ESPSITO, 2009.
10. DALLA CORTE y PRADO, 2006; SEPLVEDA MUOZ, 1994.
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11. Frederic RAHOLA I TRMOLS Eslabonando, Revista Comercial Iberoamericana Mercurio, Ao IX,
tomo 8, n 91, 1 de junio de 1909.
12. DALLA CORTE, 2005.
13. DALLA CORTE, 2005, p. 54.
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14. Crnica de la Primera Asamblea Nacional de Editores y Libreros. Barcelona, Imprenta Elze-
viriana, 1909.
15. Segunda Asamblea Nacional de Editores y Libreros, Valencia, 22, 23 y 24 de mayo de 1911:
memoria informes.Valencia, Smpere, 1911.
16. LARRAZ ELORRIAGA, 2007.
17. Memoria de la Cmara Oficial del Libro de Barcelona correspondiente al ejercicio 1922-
1923. Barcelona, Imprenta Mercantil, 1923, p. 63.
18. MARTNEZ MARTN, MARTNEZ RUS, SNCHEZ GARCA, 2004.
19. DALLA CORTE, 2005.
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20. Memoria de la Cmara Oficial del Libro de Barcelona correspondiente al ejercicio 1921-
1922. Barcelona, Imprenta Mercantil, 1922, p. 57.
21. dem, p. 59.
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gran parte de sus intereses a causa de las exitosas presiones del periodismo para
importar papel exento de gravmenes fiscales. Los editores deben conformarse
con la obtencin de ventajas arancelarias tan solo para la exportacin de libros,
es decir, una compensacin arancelaria por la devolucin de los derechos en
las materias exportadas. Las gestiones de Vehils obtuvieron una declaracin
de la Junta de Aranceles que solicita al gobierno el desarrollo inmediato de una
poltica sustantiva de fomento del libro espaol. Ello dio lugar a la Real Orden
del 9 de diciembre de 1921 por la cual el Ministro de Hacienda comision a los
seores Beltrn y Musitu, Urgoiti y Vehils para el estudio y la propuesta de unas
bases de convenio, al efecto de conceder descuentos en el precio del papel a
las empresas editoriales, especialmente en el papel destinado a libros para la
exportacin. La consecuencia de aquella Real Orden fue el acta del 24 de diciem-
bre de 1921, suscrita por el seor Vehils, previo acuerdo del Consejo de la Cmara,
acta que dio lugar al Real Decreto del 17 de febrero de 1922.24 Este convenio,
ms all de los beneficios concretos obtenidos por el sector, adquiere relevan-
cia porque representa un claro ejemplo del modo de funcionamiento de una
vigorosa trama que involucra las aspiraciones monoplicas del sector papelero,
el proyecto poltico de la Lliga Regionalista de Catalunya y los afanes expansi-
vos de las corporaciones patronales del sector editorial apuntalando la difusin
del libro espaol en tierras americanas. Tambin es una muestra irrefutable de
los modos de tejer alianzas y ejercer influencias de los polticos y empresarios
catalanes a travs de la Casa de Amrica de Barcelona.
Uno de los grandes escollos que entorpeca la exportacin de libros a His-
panoamrica era la existencia de ediciones clandestinas, florecientes al amparo
de las dificultades de las comunicaciones entre Espaa y Amrica y del vaco
jurdico en relacin con la proteccin de la propiedad intelectual de los auto-
res y los editores espaoles en los vastos territorios de ultramar. Conscientes de
tales obstculos, desde los despachos de Casa de Amrica se breg por la defensa
de los derechos intelectuales, proponiendo la firma de tratados de propiedad
literaria con las repblicas hispanoamericanas. As, Vehils present ante el minis-
tro de Hacienda una mocin el 20 de noviembre de 1921 para promover desde
el mbito gubernamental la constitucin de la Unin de la Propiedad Intelec-
tual Hispanoamericana y llev adelante el proyecto de un Tratado de Propie-
dad Intelectual con Uruguay aprobado en Diputados en el ao 1923.25 El tema
cobra tal importancia que el Real Decreto del 17 de julio de 1923, que reorga-
niza las cmaras de comercio espaolas de ultramar, incluye entre sus propsi-
24. Memoria de la Cmara Oficial del Libro de Barcelona correspondiente al ejercicio 1921-
1922. Barcelona, Imprenta Mercantil, 1922, p. 20.
25. Memoria de la Cmara Oficial del Libro de Barcelona correspondiente al ejercicio 1923-
1924.
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Bibliografa
BERNABEU ALBERT, Salvador (1987). 1892 el IV Centenario del descubrimiento
de Amrica en Espaa: coyuntura y conmemoracin. Madrid: CSIC.
BOTREL, Jean Franois (2003) Gaspar i Roig et le rve des editeurs espagnols
(1845-1861). En: Andreani, Roland, (comp.). Des Moulins papier aux biblio-
thques: le livre dans la France mridionale et lEurope mditerranenne:
XVIe-XXe sicles. Montpellier: Universit Paul-Valry Montpellier III.
DALLA CORTE, Gabriela (2005). Casa de Amrica de Barcelona (1911-1947) Comi-
llas, Camb, Gili, Torres y mil empresarios en una agencia de informacin
e influencia internacional. Madrid: LID Editorial Empresarial.
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Resumen
Como unos de nuestros esfuerzos centrales, intentaremos demostrar los
modos por los cuales los discursos sobre la enseanza de lengua espaola
para brasileas/os se pautan en una concepcin de lengua y cultura una y
homognea que parte de una lgica colonial de produccin de cierto feti-
che alrededor de lo europeo, considerado con vocacin a lo universal. Por-
que creemos que este hecho en el ltimo extremo conlleva una valoracin de
lo peninsular en detrimento de nuestras relaciones de vecindad geogrfica e
histrica, no estamos acordes a este estado de cosas. Como contravoz a esta
constatacin, y a partir de los presupuestos de la Teora Crtica de la Educa-
cin, presentamos una propuesta de accin para la enseanza de lengua espa-
ola en Brasil como alternativa al discurso hegemnico que aqu hemos esbo-
zado: argumentamos sobre lo productivo que sera la creacin de una cartonera
(especie de editorial solidaria que trabaja dentro de una lgica distinta a la
capitalista y que ha florecido en Amrica Latina) en la regin fronteriza entre
Brasil y Bolivia.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Primeras notas
La idea para este proyecto nace de una preocupacin que consideramos
nuestra, aunque sea una problemtica que se construye histricamente, a saber:
mapear cmo se ensea lengua espaola en un contexto que para nosotros,
brasileos, se disea en esta primera dcada del siglo XXI en Brasil, un espa-
cio geogrfico que se caracteriza, desde nuestra perspectiva de inters, sobre
todo por el corte ejecutado como un acontecimiento discursivo por la ley de
obligatoriedad de dicha lengua en el mbito de la enseanza secundaria. Por
ende, intenta continuar desde una senda discursiva la va que se abre con los
estudios que tratan de comprender nuestra relacin con el mundo hispnico y
la consecuente enseanza formal de la lengua espaola en nuestro territorio.
En este trabajo trataremos de demostrar que lo que se presencia en Brasil es un
discurso que se basa en el respeto a la diversidad y a la multiculturalidad, que
busca una mayor integracin con nuestros vecinos; sin embargo, en la contra-
mano de esta lnea argumentativa, acaba por concretizarse al revs, a partir de
una sumisin al discurso colonial, ya que se rinde a la idea hegemnica de exis-
tencia de una lengua y cultura estndar, que debamos perseguirla en su pureza,
a lo mejor como mecanismo de defensa en contra de nuestro propio mestizaje.
Partiendo de mi situacin inmediata de profesora responsable de las Prc-
ticas en Lengua y Literatura Espaola en la Universidade do Estado de Mato
Grosso (que se ubica en una regin limtrofe con Bolivia), nos llama la aten-
cin tanto el menosprecio por la lengua y la cultura de dicha zona del mundo
hispnico, como el hecho de que los materiales didcticos disponibles no slo
en esta regin del pas como en todo el mercado brasileo estn apenas en
consonancia con una visin de lengua abstracta, todava muy enraizada al lxico,
lo que implica que poco consideran el hecho de que, como el lenguaje en gene-
ral, las lenguas solo pueden funcionar inscritas en la memoria. De esta manera,
tales materiales parten del presupuesto de existencia de una variante de lengua
neutra, objetiva, que por su anterioridad y prestigio sera comprensible en todo
el mundo hispanohablante y tomada como si fuera el propio significado, como
si fuera un metalenguaje en estado bruto. Aseveramos esto porque en una inves-
tigacin anterior (Krauss, 2008) concluimos que los libros didcticos de ense-
anza de lengua espaola de produccin brasilea, aunque partieran del
presupuesto de respeto a la diversidad lingstica, toman como lengua modelar
una variante conocida como peninsular y por nosotros identificada como madri-
lea. Por ello, decidimos ampliar esta investigacin y analizar adems de las repre-
sentaciones lingsticas, tambin las representaciones culturales que se generan
alrededor de los pases hispanoamericanos, no solo en los libros didcticos utili-
zados en la enseanza de espaol como lengua extranjera para brasileos, sino
tambin el discurso poltico que determina dicha enseanza y el discurso pro-
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fesoral que agencia este proceso. Para que llevemos a cabo nuestros propsi-
tos, con fines analticos y didcticos, como ya hemos explicitado, efectuamos
cierto recorte en el discurso educacional a partir de la siguiente terminologa:
poltico, editorial y profesoral. Y esto lo proponemos porque estamos acordes
a Santos (2007: 84) cuando dice que los investigadores poseemos una doble
tarea: 1. desmenuzar, mapear, conocer el centro hegemnico para que poda-
mos enfrentarlo; 2. conocer muy bien las alternativas al centro hegemnico,
para que podamos proponer otras posibilidades. Por ello, este texto se subdi-
vide en dos partes: la primera trata de comprender lo que sera este centro hege-
mnico y la segunda se abre para auscultar una posibilidad de transformacin
de este tono.
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Como vamos a ver, el discurso poltico parte del presupuesto de que debe-
mos tomar parte de la aldea global unindonos a nuestros vecinos hispanoha-
blantes, tctica esta imprescindible para un mejor posicionamiento en la
competitividad sin lmites que nos caracteriza en el capitalismo tardo, como se
presenta en el siguiente fragmento:
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As lnguas que se estendem por grandes reas geogrficas e abarcam assim vrios
pases, quando ensinadas como lngua estrangeira, so pedagogizadas como ln-
gua franca.
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Isso, em funo de lhe imprimir uma validade mais abarcadora, extensiva a todos
os pases onde falada como lngua materna ou oficial e como decorrncia de
que a lngua que se ensina a lngua padro, isto , a lngua escolarizada, cuja
ancoragem, queiramo-lo ou no, est na escrita.
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Para expresar una misma idea, se usan palabras diferentes en distintos pases.
Ejemplo: falda, en Argentina se dice pollera; los cubanos llaman guagua al colec-
tivo de los argentinos, etc. (Hacia el Espaol, vol. 2: 35)
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Estoy enamorado de usted. Soy viudo. Lo nico que tengo son dos guaguas
que me dej mi mujer al morir. Mi madre las cuida en Santiago. Se encargara
usted de ellas?
La cubana pens: Bueno, no es muy guapo, pero dos guaguas son dos guaguas.
Debe tener dinero. Y lo acept.
Algunos das despus, la cubanita sin poder resistir ms su curiosidad, le dijo a
su novio:
Tengo muchas ganas de saber cmo son sus guaguas. Tiene usted alguna foto
de ellas?
Al ensearle el chileno las fotos de sus dos hijitas, la cubana casi se desmaya.
Naturalmente que no hubo boda.
(T. A.: Just in Time Newsletter, n. 6, mayo/junio 1994)
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Cultura es algo que significa, pero este significado se puede apropiar, jugar y
representar. Cada sector social participa en la batalla de los significados con armas
desiguales [...] Si hacer implica decir, y la enunciacin de significados es una pra-
xis [...] los tericos han oscurecido el hecho de que tanto cultura como identi-
dades culturales y movimientos sociales son producidos por seres humanos con-
cretos.
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La educacin brasilea gan una nueva lengua estrajera (sic): la lengua espaola.
Demostrar este aprecio cultural y el respeto social empieza por no optar por una
de las diversas variantes lingsticas del espaol por ser la ms [...] hegemnica,
sino presentar a nuestros alumnos las especificidades y riquezas de cada una
de ellas dejando clara nuestra opicin (sic) de manera desperjuiciada (sic).
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profesorado es precaria, como denuncia Gonzlez (2007). De esta forma, los mate-
riales didcticos sirven para el aprendizaje de los alumnos, pero a la vez como
guin terico al profesor. Por tanto, nos gustara sobre todo hacer hincapi en
la posicin que el propio profesor se propone: un sujeto no crtico y tampoco
autnomo, despolitizado, sin posibilidad de anlisis y formulacin de opinio-
nes, carente de poder, a quien solamente le cabe [...] tener una concepcin
heterognea de lenguaje. A partir de los efectos de sentidos generados por estos
discursos, nos damos cuenta que funcionan como si existiera un control sobre
la prctica lingstica y pedaggica del profesor, como notamos en esta oracin:
Al profesor le resta mantener una postura plural en la aceptacin de la hetero-
geneidad.
Por todo lo que nos esforzamos en demostrar, tratamos de analizar cmo se
construye en los tres discursos aqu en foco una supuesta neutralidad inherente
tanto al lenguaje como al acto educativo. Lo que reivindicamos con esta refle-
xin es la posibilidad de una enunciacin que no resbale en el olvido de lo pol-
tico tan necesario a la construccin de nuestra emancipacin cultural.
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1. Las cartoneras funcionan como cooperativas que trabajan con papel reciclado y/o coletado
en las calles. As, confeccionan libros manualmente utilizndose del trabajo de los propios cata-
dores de papel, acercando la literatura a la litera dura nuestra de cada da, ensendonos perfor-
mticamente que el arte se hace a partir de nuestros dese[ch]os, d[e]udas y des/dichas.
2. Tales editoriales surgen como una respuesta a las constantes dificultades econmicas que
atraviesan Latinoamrica. Para un historial ms detallado, vase http://digital.library.wisc.edu/
1711.dl/Arts.EloisaCart.
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3. Vase http://meiotom.sites.uol.com.br/dulcineiaprojeto.htm
4. Resaltamos que no toman la esperanza como morfina para la percepcin de nuestras mise-
rias, como una espera estpida, sino como estrategia. De nuestra parte, definimos a este signifi-
cante haciendo eco a la voz de Freire: La esperanza es un alio indispensable a la experiencia
histrica. Sin ella, no existira Historia, sino puro determinismo [...] La inexorabilidad del futuro es
la negacin de la Historia (1996: 80, la traduccin es nuestra).
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5. Disponible en http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=94214
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a una labor investigadora con ahnco porque trabajan como mnimo ocho horas
al da en situaciones no slo agotadoras sino tambin alienantes. Como vemos,
lo econmico aqu aparece como un obstculo a la formacin crtica de nues-
tro alumnado.
Por ello, vislumbramos la creacin de una cartonera como una alternativa
de reconciliacin entre el trabajo y la formacin personal. Adems de esto, a
partir de los principios de una perspectiva dialgica de aprendizaje, tampoco
queremos encerrarnos en nosotros mismos, queremos sumar nuevos compa-
eros, or ideas frescas que nos entusiasmen. Como nos ha tocado la idea de
una cartonera justamente por el deseo de una efectiva interaccin con el mundo
hispnico a travs de nuestra zona fronteriza con Bolivia, le damos la voz a
Yerba Mala, cartonera boliviana, para que se autorepresente:7
La yerba mala es una planta canbal, se la ve devorando cartones bajo los puen-
tes, por los basureros y en las plazas principales. La yerba mala crece donde le da
la gana, no necesita riego ni mayores cuidados [...] Le han dado el nombre acad-
mico/cientfico de latires/satanik/inhospitus, aunque es tambin conocida como
astalamdula [...] La yerba mala brilla en las noches de altipampa para guiar via-
jeros, dicen que habla en una lengua desconocida, que se expresa mediante el
roce de sus tallos y tiene un sonido germinal, en una lengua que no pide tra-
duccin y evita los malos entendidos: un lenguaje universal. Tambin baila y gira
en el fondo de los ocanos, por las noches conversando con el nervio del planeta,
mediante la energa sincera [...] Las flores no presumen de perfumes delicados y
algunos aseguran que son invisibles para los pechos fros. La yerba mala posee
su propio glamur y, segn asegura la tradicin oral, puede germinar frutos de siete
colores. Los viajeros comentan que alrededor de la yerba mala es posible la con-
versacin, el cabildo, las narraciones y todo tipo de rito al calor del fuego que pro-
duce. La yerba mala no se hace problema de ser techo, lea o lecho. La yerba
mala no es slo una editorial, es un espacio inmenso, que parte de una raz pro-
funda e indestructible, cuyos cabellos se pierden en la esquina del cosmos.
7. Vase http://yerbamalacartonera.blogspot.com/
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Mario Ronald Chuquimia, desde El Alto, Bolivia, nos informa de dos experien-
cias sostenibles y populares de desarrollo cultural: Yerbamala y Nicotina Carto-
nera, libros hechos a mano con papel reciclado que resultan ms baratos que los
libros que llegan a Bolivia desde Espaa y Argentina y que a diferencia de estos,
dan salida en papel a los autores locales. Tapas de cartn reciclado, libros muchas
veces copiados a mano, venta en la calle y autores locales [...] Son ms baratos y
llegan a lugares donde las cubiertas satinadas y las tintas al plomo de los gran-
des grupos editoriales ni siquiera intentan llegar porque un libro es un bien inase-
quible para la gran mayora. Una tapa de cartn reciclado artesanalmente y una
gomita llegan ms lejos y generan cohesin social.
8. Disponible en http://nicotinacartonera.blogspot.com/
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L A S C A R TO N E R A S L AT I N OA M E R I C A N A S
If I cant dance...
I dont want to be part of your revolution
Emma Goldman
9. Aqu dejamos la analoga de Valry (2007: 205-206): O andar, como a prosa, visa um objeto
preciso. um ato dirigido para alguma coisa qual nossa finalidade juntarmo-nos. So circuns-
tncias pontuais, como a necessidade de um objeto, o impulso de meu desejo, o estado de um
corpo [...] que ordenam ao andar seu comportamento, prescrevem-lhe sua direo, sua veloci-
dade e do-lhe um prazo limitado [...] A dana totalmente diferente. , sem dvida, um sistema
de atos; mas que tm seu fim em si mesmos. No vo a parte alguma [...] Mas eis a grande e deci-
siva diferena. Quando o homem que anda atingiu seu objetivo [...] no mesmo instante essa posse
anula definitivamente todo o seu ato; o efeito devora a causa, o fim absorveu o meio; e qualquer
que tenha sido o ato, permanece apenas o resultado [...] O poema, ao contrrio, no morre por
ter vivido: ele feito expressamente para renascer de suas cinzas e vir a ser indefinidamente o que
acabou de ser [...] O pensamento , em suma, o trabalho que origina em ns o que no existe [...]
Entre a Voz e o Pensamento, entre o Pensamento e a Voz, entre a Presena e a Ausncia oscila o
pndulo potico. Resulta desta anlise que o valor de um poema reside na indissolubilidade do
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
som e do sentido. Ora, eis uma condio que parece exigir o impossvel. No h qualquer rela-
o entre o som e o sentido de uma palavra [...] E, contudo, a tarefa do poeta nos dar a sensao
de unio ntima entre a palavra e o esprito. preciso considerar que este um resultado
exatamente maravilhoso. Digo maravilhoso [...] no sentido que damos a esse termo quando pensa-
mos nos prestgios e nos prodgios da antiga magia. No se deve esquecer que a forma potica foi,
durante sculos, destinada aos servios dos encantamentos. Aqueles que se entregavam a essas
estranhas operaes deviam necessariamente acreditar no poder da palavra e muito mais na efi-
ccia do som dessa palavra do que em seu significado. As frmulas mgicas freqentemente so
privadas de sentido; mas no se pensava que sua fora dependesse de seu contedo intelectual
Como nos damos cuenta, las frmulas mgicas son frmulas poderosas, potentes, poticas. Hace-
mos una apuesta en dichas formas poticas en la generacin de subjetividades rebeldes, como lo
nombra Santos (2007), que estallan con poder en contra a los poderes represores, que no estn
conformes al status quo. En este sentido, no estamos acordes a Valry al decir que la poesa no va
a parte alguna, que no pretende nada, ya que visa solamente a lo esttico. Pensamos que lo est-
tico no se separe de lo tico, como tambin Cndido (dem) lo defiende.
10. Definimos aqui globalizacin con las palabras Santos (dem: 437-438) aquilo que habi-
tualmente designamos por globalizao so, de facto, conjuntos diferenciados de relaes sociais;
diferentes conjuntos de relaes sociais do diferentes fenmenos de globalizao. Nestes termos
no existe uma entidade nica chamada globalizao; existem, em vez disso, globalizaes. Em
rigor, este termo s deveria ser usado no plural. Enquanto feixes de relaes sociais, as globaliza-
es envolvem conflitos e, por isso, vencedores e vencidos. Da, a definio de globalizao por
mim proposta: a globalizao o processo pelo qual determinada condio ou entidade local estende
a sua influncia a todo o globo e, ao faz-lo, desenvolve a capacidade de designar como local outra
condio social ou entidade rival. Para dar conta destas assimetrias, distingo quatro formas ou pro-
cessos de globalizao que do origem a dois modos de produo de globalizao [...] A diviso
internacional da produo da globalizao assume o seguinte padro: os pases centrais especiali-
zam-se em localismos globalizados, enquanto aos pases perifricos cabe to-s a escolha entre
vrias alternativas de globalismos localizados. O sistema mundo uma trama de globalismos
localizados e localismos globalizados e das resistncias que eles suscitam.
11. Tambin de acuerdo con Santos, hacemos la distincin entre dos tipos de globalizaciones:
La globalizacin hegemnica (neoliberal, desde arriba hacia abajo) versus la globalizacin contra-
hegemnica,una globalizacin desde abajo, lo que aqu llamamos globalizacin alternativa. De
acuerdo con este terico (ibdem: 439), esta globalizacin se constituye por dos procesos: o cos-
mopolitismo insurgente e subalterno e o patrimnio comum da humanidade. O cosmopolitismo
subalterno insurgente consiste na resistncia transnacionalmente organizada contra os localismos
globalizados e os globalismos localizados. Trata-se de um conjunto muito vasto e heterogneio
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L A S C A R TO N E R A S L AT I N OA M E R I C A N A S
de lo unnime y ciego / Tal es, arma cargada de futuro expansivo / con que
te apunto al pecho [...].
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
Desde los ltimos aos de la dictadura, el diario Las Provincias decano
de la ciudad de Valencia vena apostando por una lnea editorial aperturista,
seguida de forma mucho ms tmida por Levante. A partir de mediados de
1978, Las Provincias abandon su lnea aperturista y forj una alianza con UCD
debido a la confluencia de varios factores, entre los que destaca la estrecha
amistad entre Manuel Broseta y Mara Consuelo Reyna, subdirectora del dia-
rio. Desde ese momento, UCD y Las Provincias se sitan en la misma lnea y
centran sus discursos en los smbolos de identidad de los valencianos (ban-
dera, denominacin del territorio y lengua). Las Provincias vari su llama-
miento a la unidad de los valencianos, claramente visible en su lnea editorial
hasta 1977, por el fomento de la divisin. Adems, el enfrentamiento frustr
hasta fecha muy tarda el pacto para lograr el Estatuto de Autonoma. Levante
no entr de lleno en el conflicto y solo se implic cuando, a partir de fina-
les de 1981 y bajo la direccin de Jos Barber, secund la lnea editorial de
Las Provincias. El Partido Socialista, con escaso poder de influencia en los
dos diarios de la ciudad, encontr un respiro meditico con la aparicin, a
finales de 1980, del Diario de Valencia. Sin embargo, su dbil estructura empre-
sarial lo conden al cierre a mediados de 1982.
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1. Es el caso, por ejemplo, del diario Madrid, voz de una oposicin moderada silenciada por
el Gobierno el 25 de noviembre de 1971 (Alfrez, 1986: 96-101). Adems de en Alfrez, se puede
obtener una visin de la prensa de los ltimos aos del franquismo en Barrera (1995). En ambos
casos, el anlisis se limita bsicamente a los medios de Madrid y Barcelona.
2. Una ley del 13 de julio de 1940 cre de modo oficial el organismo Prensa y Radio del Movi-
miento, compuesto entonces por 35 peridicos la mayora incautados al enemigo durante la
Guerra Civil y 45 emisoras. Estos medios se convirtieron en instrumentos de orientacin y adoc-
trinamiento poltico en manos de la dictadura (Barrera, 1995: 62).
3. 15.000. Toda una vida. Especial publicado en el Magazn, suplemento del diario Levante,
pginas 1-26. 31 de mayo de 1987.
4. Datos de la Oficina de Justificacin de la Difusin (OJD).
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5. Curiosamente, la propia Mara Consuelo Reyna tacha de estupidez grandiosa este apelativo
de La Primavera de Las Provincias ya que, en su opinin, el talante del peridico en los ltimos
aos del franquismo era idntico al de los aos noventa (entrevista aparecida en Xamb, 1995: 189.)
6. Entrevista a Jos Molina Plata. 15.000. Toda una vida. Especial publicado en el Magazn,
suplemento del diario Levante, pginas 1-26. 31 de mayo de 1987.
7. Entrevista personal a Jos Luis Torr (Ontinyent, 1950), redactor de Levante (entre otras sec-
ciones, de poltica), entre febrero de 1975 y noviembre de 1981, mes en el que se produce su nom-
bramiento como director del diario Mediterrneo, de Castelln.
8. En realidad, la desaparicin del yugo y las flechas del peridico es temporal. Apenas unos
das despus, el 19 de julio, el smbolo de la Falange vuelve a aparecer en la mancheta situada en
la pgina 2, aunque nunca volver ya a la cabecera. De la mancheta desaparecer definitivamente
el 31 de diciembre de 1976.
9. Levante, pese a todo, continuaba siendo un peridico del Movimiento. El diario, por ejem-
plo, se vuelca en la manifestacin de apoyo a Franco que se celebra el 9 de octubre de 1975.
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vincias alcanza los 45.425 ejemplares de venta media diaria en 1977 cifra
que no superar hasta 1982 y Levante llega a los 42.179 en 1976, cantidad que
tardar todava muchos aos en igualar.10 La apertura de Las Provincias propi-
cia, adems, que la redaccin, y ms en concreto el despacho de su subdirec-
tora, se convierta en el centro neurlgico de la vida poltica valenciana. Mara
Consuelo Reyna entra en contacto con la gente ms diversa de la oposicin
democrtica al franquismo. Las relaciones entre periodistas y polticos son enton-
ces muy estrechas y persiguen el mismo objetivo: acabar con la dictadura. En
opinin del periodista Jaime Mills, todo grupo poltico que quisiera tener una
baza de futuro necesitaba presentarse en sociedad y poder expresar sus opinio-
nes de una forma regular en prensa, y como el acceso a Levante era tan limi-
tado, la opcin era Las Provincias.11 En estas circunstancias, en noviembre de
1975 se produce la muerte de Franco: la democracia parece ya al alcance de la
mano.
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14. Entrevista personal a Fernando Herrero, periodista que desarroll toda su carrera profe-
sional en Las Provincias, en donde ingres como redactor en 1972.
15. Cita ofrecida por Fernando Herrero. Entrevista personal.
16. Comunicado de Falange. Las Provincias, 24 de marzo de 1976.
17. Comunicado del Crculo de Jos Antonio de Valencia (Las Provincias, 1 de febrero de 1977).
Comunicado de Alianza Popular (Las Provincias, 11 de febrero de 1977).
18. Por ejemplo, propuesta aprobada por el pleno del Ayuntamiento de Valencia el 4 de marzo
de 1977 y mocin de la Diputacin de Valencia del 28 de octubre de 1977.
19. El uso del anticatalanismo con fines polticos no es una novedad en Valencia. El blasquismo
lo utiliz a principios del siglo XX. Para un repaso de este periodo, se puede consultar Cuc (1971).
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29. Acuerdo del Consejo Poltico de UCD-Valencia, de fecha 27-2-78, tomando como base la
enmienda de Ruiz Monrabal, a la propuesta inicial de Emilio Attard, sobre autonoma valenciana.
Archivo de Vicent Ruiz Monrabal.
30. Las columnas de Mara Consuelo Reyna, bajo el epgrafe Pas, marcaban la lnea editorial
de Las Provincias, que solo de forma espordica publicaba editoriales. Conviene recordar que Reyna
no solo era subdirectora y directora de hecho del peridico, sino miembro de la familia propie-
taria.
31. El Consejo de Ministros haba aprobado la preautonoma para el Pas Valenciano en su sesin
del 11 de marzo.
32. Manuel Broseta (Banyeres, 1932-Valencia, 1992) era catedrtico de Derecho Mercantil, secre-
tario de la Caja de Ahorros de Valencia y haba presidido tanto la Junta Democrtica del Pas Valen-
ciano como la Taula de Forces Poltiques i Sindicals del Pas Valenci.
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Asume, as, un liderazgo y una simbologa que prestigia con su trayectoria pol-
tica impecable.41 En definitiva, se podra afirmar que, despus del momento
de desorientacin que sigue a la cada de la dictadura, la burguesa encuentra
un discurso con suficiente atractivo para enfrentarse a una izquierda en auge,
el lder que la puede representar (Broseta) y recupera el peridico que tradicio-
nalmente haba servido sus intereses, que vuelve a su lnea natural despus
del periodo de apertura que vive durante los ltimos aos de la dictadura y los
primeros de la transicin. Broseta vincula de forma directa a UCD con Las Pro-
vincias. El crculo se cierra: a partir de ese momento, tanto el partido como el
diario utilizan la simbologa (bandera, lengua, denominacin del territorio) de
los valencianos como un elemento clave en su discurso y en funcin de la situa-
cin poltica de cada momento, de forma que sus planteamientos sobre estos
smbolos al inicio de la transicin sern exactamente los contrarios de los que
acabarn defendiendo en 1982.
Levante no integrar nunca la simbologa en su discurso, aunque, como medio
pblico, no podr eludir la presin de la UCD, partido de gobierno en Madrid.
La relativa independencia con la que Molina Plata vena dirigiendo el diario no
era bien vista en UCD, que a principios del 79 est preparando las elecciones
generales del 1 de marzo. Segn Jos Luis Torr, el partido centrista quera tener
un mayor ascendente, un mayor protagonismo sobre la marcha del peridico.42
Molina Plata confirma esta versin: [Emilio] Attard [...] pensaba que podra tener
una posicin predominante en el peridico. [...] Los ucedistas se crean los due-
os del diario. [...] Con UCD sufr ms presiones que durante la poca de Franco.43
A principios de 1979, el entonces vicepresidente del Gobierno, Fernando Abril
Martorell, designado para ocupar el nmero uno de la lista al Congreso de UCD
en Valencia, asume de forma directa el control del partido en la provincia. La
situacin poltica entra en una dinmica claramente preelectoral y, en ese esce-
nario, el control de la prensa adquiere una importancia de primer orden. Molina
Plata recibe presiones de un periodista del crculo de Abril Martorell44 e, incluso,
hay un intento de destituirlo por parte de un sector de UCD. Segn la versin del
propio Molina Plata, la operacin estaba encabezada por Joaqun Muoz Pei-
rats45 con la ayuda de uno de los redactores del peridico.46 A partir de ese
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4. Los smbolos ocupan el centro del debate poltico. Diario de Valencia entra
en juego
Durante 1979, los smbolos, y sobre todo la bandera, centran el discurso pol-
tico de UCD y de Las Provincias, especialmente despus de que el Gobierno pre-
autonmico valenciano adoptara el 25 de abril con los votos de socialistas y
comunistas y la ausencia de los representantes de UCD y AP, que abandonan la
reunin tras expresar su disconformidad la senyera cuatribarrada con el escudo
de la institucin preautonmica como bandera oficial, conocida desde ese
momento como la bandera del Consell. La decisin del Gobierno valenciano
viene seguida de varios actos de violencia contra las autoridades socialistas, que
tiene uno de sus puntos culminantes en los ocurridos el 9 de octubre, da del
Pas Valenciano.47 El llamamiento a la unidad y a dejar de lado todo lo que pueda
crear diferencias entre los valencianos que realiza Las Provincias en 1977 queda
definitivamente olvidado. Al situar en el centro del debate poltico los smbo-
los, el diario est, de hecho, alimentando la divisin entre los valencianos. Una
divisin en la que el peridico toma partido por una de las opciones, la misma
que defiende UCD. Mara Consuelo Reyna lo deja claro en la columna que escribe
despus de los incidentes del 9 de octubre:48 Un gobernante [en referencia a
Albiana] no puede obcecarse en la defensa de unas ideas [la bandera cuatri-
barrada] que no conectan con el pueblo. El comunicado de UCD publicado por
la prensa ese mismo da destaca la oposicin del partido a la imposicin de
una bandera llamada del Consell y su defensa de la Senyera [con franja azul]
como autntico smbolo del pueblo valenciano. El discurso del diario y del par-
tido es idntico: uno de los smbolos en litigio (la bandera con franja azul) apa-
rece vinculada al pueblo valenciano, frente al otro (la bandera cuatribarrada con
el escudo del Consell) que, implcitamente, se presenta como ajeno a los valen-
cianos. El mensaje de fondo de este discurso fractura la unidad de los valencia-
nos, en la medida en la que solo una parte de ellos (quienes defienden la
bandera con franja azul) son considerados autnticamente como tales.
La polmica de la bandera pasar a un segundo plano a partir del 14 de
enero de 1980, cuando UCD, que ha pasado a controlar el Gobierno valen-
47. Ese da, un grupo de blaveros protagoniza diversos incidentes violentos, entre ellos las
agresiones fsicas al alcalde de Valencia y a otras autoridades. El ayuntamiento sufre un intento de
asalto y son incendiadas las banderas que ondean en el balcn consistorial.
48. Las Provincias, 10 de octubre de 1979.
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64. Coalicin Democrtica. Nombre con el que se present Alianza Popular en las elecciones
de 1979.
65. Levante pierde cualquier asomo de pluralidad en sus pginas y en febrero comienza la publi-
cacin, los domingos, del Especial Valencia, dos pginas dedicadas ntegramente a colaboracio-
nes sobre temas valencianos redactadas por destacadas personalidades del blaverismo.
66. Tensin y desilusin en Valencia tras el resultado de la votacin es uno de los titulares
de la portada de Las Provincias del 10 de marzo. Levante, por su parte, abre su primera pgina de
ese da con el ttulo Total desilusin.
67. Las ventas caen un 25 % en 1982 con respecto a 1981.
68. Sobre la ltima etapa de Levante antes de la privatizacin en 1984, se puede consultar Bor-
dera (2004).
69. Broseta firma su carta de dimisin el 9 de septiembre de 1982.
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esa situacin, y a pesar del apoyo meditico recibido en los ltimos aos, espe-
cialmente de Las Provincias, Abril Martorell, nmero 1 de la candidatura al Con-
greso por Valencia, no puede mantener su escao.
Las elecciones marcan el inicio de la hegemona socialista en Espaa, que
se confirmar en la Comunidad Valenciana en 1983 con las elecciones auto-
nmicas.
Bibliografa
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Resumen
El presente trabajo pretende llevar a cabo una reflexin en torno a la impor-
tancia del reconocimiento, desde su perspectiva normativa, como fundamento
y condicin de posibilidad en el encuentro intercultural. Para ello, (I) se proce-
der a definir de forma breve en qu consiste propiamente la interculturalidad,
entendida sta desde una dimensin normativa y no tanto descriptiva de un
hecho social constatable como es el multiculturalismo. En segundo lugar (2),
profundizaremos en la concepcin fichteana del reconocimiento como condi-
cin para la formacin de la propia autoconciencia, pues, a pesar de que Fichte
se centra en la cuestin del sujeto, las implicaciones del reconocimiento pue-
den ser traducidas en parte a la de la colectividad humana. En tercer lugar
(3), se tratar el modelo hegeliano de reconocimiento como prerrequisito para
la formacin de una eticidad concreta, lo cual, dados los problemas que plan-
tea por su carcter sobreinstitucionalizado, nos conducir, en cuarto lugar (4),
a exponer la propuesta de Honneth del reconocimiento como contenido nor-
mativo. De todo ello, introduciremos (5), a modo de conclusin, algunas
consideraciones finales en lo referente a la relacin entre reconocimiento e
interculturalidad.
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10. G. W. F. Hegel, Principios de la filosofa del derecho, Edhasa, Barcelona, 2005, 142, p. 265.
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siendo tal voluntad ticamente compartida el trmino medio que le une con su
particularidad y su realidad.11
Por lo dems, en el anlisis que lleva a cabo Hegel para alcanzar una etici-
dad tal, tiene presente el concepto de reconocimiento tal y como aparece for-
mulado por Fichte, tomndolo como ciertamente insuficiente por considerar
que hace referencia nicamente a formas eticidad en el que las relaciones socia-
les se basan en principios de individualidad. La cuestin ahora, para Hegel, ser
la de proponer, pues, un forma positiva de eticidad capaz de integrar el modelo
fichteano en una concepcin ms completa en tanto que explicacin de la cons-
titucin del sistema poltico estatal y del gobierno como eticidad o espritu
real (esto es, el espritu objetivo que desarrollar posteriormente en su Filoso-
fa del derecho).
Tanto la eticidad natural con su fase superior, la eticidad familiar como
el momento de negatividad que se radicaliza en las formas de la destruc-
cin del reconocimiento y de lucha por el reconocimiento representan para
Hegel no slo la constitucin del singular como diferencia absoluta respecto
de lo universal, sino tambin la relativizacin de su relacin con ello mismo.
Para Hegel, lo singular (lo negativo, el concepto, lo particular) siempre se halla
en una relacin por medio de la cual accede a formas de mediacin prctica
con otro. La eticidad, en su fase natural, lo es siempre en tanto que relacin
entre singulares y por eso, la constitucin de la eticidad aboluta, a diferencia
de sta, ser el paso de esa relacin entre particulares a la identidad o indife-
rencia entre dichos particulares, en la cual la eticidad se convierte en univer-
salidad concreta (espritu real, pueblo, Estado).
Esto es, para Hegel la lucha por el reconocimiento asegura nuevas formas
de conciencia y explica la transicin desde la eticidad natural a una forma de
organizacin social concebida como totalidad tica, a partir de la ampliacin
de las relaciones de interaccin social. Este desarrollo es, para Hegel, un proceso
de repetidas negaciones que acaban conduciendo a la unidad de lo general y
lo particular. Hegel presenta, entonces, una teora de estadios de reconocimiento
social en el proceso de formacin de la eticidad amor, lucha, derecho, una
secuencia de tres relaciones de reconocimiento en la esfera de la familia, la
sociedad civil y el Estado, en cuyo espacio los sujetos se confirman como per-
sonas individualizadas y autnomas de un modo cada vez ms elevado.
Ahora bien, la exposicin hegeliana nos obliga a distinguir el orden gen-
tico de las cosas de su orden expositivo. Aunque la eticidad o espritu real, en
donde se da una autntica y completa forma de reconocimiento, aparece al final
de su exposicin, Hegel insistir en que la demanda de reconocimiento no es
11. G.W.F. Hegel, Filosofa real, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1984, pp. 208-209.
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12. Por lo dems, esta idea del reconocimiento como exigencia precontractual estar presente
a lo largo de la obra y el pensamiento de Hegel, quien incluso en su obra de 1821 Principios de
la filsosofa del derecho, op. cit., 71. p. 160, sostendra: El contrato supone que los que partici-
pan en l se reconocen como personas y propietarios; puesto que es una relacin del espritu obje-
tivo, el momento del reconocimento ya est puesto y contenido en l.
13. Cf. G. W. F. Hegel, Filosofa real, Fondo de Cultura Econmica, Mxico, 1984, p. 182 y ss.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
14. Cf. L. Siep, Anerkennung als Prinzip der praktischen Philosophie, Alber, Freiburg, 1979, p. 198
y ss.
15. G. W. F. Hegel, Fenomenologa del Espritu, Pre-textos, Valencia, 2006, p. 289.
16. Ibd., p. 277.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
que se formula, precisamente, como la necesidad que se tiene del otro para
saberse a s mismo, para hacer posible la construccin permanente de la pro-
pia identidad y, con ello, la posibilidad misma de la dignidad.
Ahora bien, la traduccin del planteamiento hegeliano al tema que aqu nos
ocupa, esto es, el del papel del reconocimiento como exigencia normativa en
el encuentro intercultural, nos sirve, sobre todo, para confirmar algunas ideas.
En primer lugar, conviene notar cmo Hegel recoge una vez ms la importan-
cia del reconocimiento en la formacin de la propia identidad, tal y como ya
hiciera Fichte. En este sentido, un orden autnticamente intercultural slo es
posible cuando una cultura lleva a cabo una formacin plena de su propia iden-
tidad, esto es, realiza una autocomprensin tica de su identidad, valores, prin-
cipios y dilemas. Y ello slo lo puede hacer en contacto un contacto que es
originario, no derivado con la alteridad, es decir, cuando se opone a otras cul-
turas que le devuelven la imagen de lo que ella es.
Pero el reconocimiento, como exigencia moral, no se limita a una mera rela-
cin intercultural. A su vez, como Hegel muestra, el propio proceso de recono-
cimiento en el seno de la misma sociedad o cultura es condicin indispensable
para la formacin de su propia eticidad. Ahora bien, el posicionamiento hege-
liano, dada la excesiva institucionalizacin de la eticidad, nos plantea, a su vez,
un problema difcil de solventar. Desde el posicionamiento de Hegel, al mismo
tiempo excesivamente especulativo, parece que cada una de las formas de eti-
cidad concreta en que se manifiesta la sociedad y culturas humanas, constituya
por s misma una forma de vida igualmente vlida, lo cual podra llevar a un
cierto relativismo cultural e impedira un autntico dilogo intercultural y trans-
cultural que dificultara la apelacin a parmetros de justicia universal, pudiendo
simplemente limitarnos a reconocer todo hecho cultural diferenciado como racio-
nal.
En este sentido, sin abandonar el paradigma del reconocimiento como con-
dicin prctica para el encuentro intercultural en sentido normativo, resulta
especialmente interesante la revisin que de la filosofa hegeliana lleva a cabo
Axel Honneth.
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20. Cf. A. Honneth, Kampf um Anerkennung, Shurkamp, Frankfurt, 1994, p. 256 y ss.
21. Cf. A. Honneth, Das Andere der Gerechtichkeit, Shurkamp, Frankfurt, 2000, p. 171.
22. A. Honneth, Kampf um Anerkennungop. cit., p. 113.
23. Ibd., p. 11.
24. Ibd., p. 261.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
accin. Es en este sentido en el que Honneth introduce, as, una tercera forma
de reconocimiento.
La adhesin social, expuesto lo previo, hace referencia a la aprobacin soli-
daria para formas de vida alternativas, de manera que la comunidad ha de
ser capaz de reconocer el carcter insustituible y particular de cada subjetividad
y valorar de manera positiva, para sus metas colectivas, la contribucin de cada
autobiografa personal, constituyndose as un principio de diferencia igualita-
ria.31 Con ello, la forma de autorreferencia positiva que se potencia es la de la
autoestima en tanto que conciencia de poseer capacidades y facultades propias
e individuales, valiosas para la comunidad. La forma de menosprecio conse-
cuente es, en consecuencia, la desvalorizacin social de modos de vida indivi-
duales o colectivos, producindose prdida de autoestima personal y un deterioro
de las posibilidades afirmativas de construccin de la identidad personal.32
Vista la relacin entre las formas de reconocimiento, los modos de autorre-
ferencia que stas posibilitan y, a su vez, los tipos de agravios morales que se
derivan cuando no se cumplen las expectativas de reconocimiento, se aprecia
en qu medida, para Honneth, el contenido normativo de la moral se tiene que
poder explicar al hilo de determinadas formas de reconocimiento recproco.
Pues el punto de vista moral, en definitiva, hace referencia, en primer lugar, a
propiedades deseables o reprobables de las relaciones que mantienen entre s
los sujetos.33
Ahora bien, considerando las tres formas de reconocimiento, el punto de
vista moral no puede venir definido de forma unilateral por una nica forma
de reconocimiento. De hecho, para Honneth, el punto de vista moral comprende
tres criterios morales entre los que no est establecido ningn centro superior
en una jerarqua de orden.34 Es decir, no se trata de priorizar una forma de reco-
nocimiento sobre otra, sino de implementar las acciones sociales y polticas nece-
sarias en cada caso, ya que la necesidad de reconocimiento en cada sujeto, indi-
viduo o colectividad no tiene por qu circunscribirse a una misma esfera.
Es cierto, en cualquier caso, que Honneth es consciente de que, en el seno
de la complejidad social, pueden darse situaciones de conflicto entre distintas
pretensiones de reconocimiento, pero ser entonces la casustica la que ten-
dr que sealarnos la preferencia por una forma u otra de reconocimiento, ya
que desde un punto de vista moral, todos ellos se encuentran igualmente legi-
31. A. Honneth, Integridad y desprecio. Motivos bsicos de una concepcin de la moral desde
la teora del reconocimiento, en Isegora, op. cit., p. 86.
32. Cf. A. Honneth, Kampf um Anerkennung, op. cit., pp. 216-217.
33. A. Honneth, Das Andere der Gerechtichkeit, op. cit., p. 175.
34. A. Honneth, Reconocimiento y obligaciones morales, en RIFP. Revista Internacional de Filo-
sofa Poltica, n. 8, 1996, p. 16.
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5. Consideraciones finales
Vistos los tres modelos de reconocimiento, y en especial el aporte de Hon-
neth, podemos afirmar que una reflexin desde la filosofa del reconocimiento
puede ofrecernos instrumentos interesantes para comprender parte de la din-
mica normativa del encuentro intercultural. La interculturalidad, como se ha
mencionado previamente, constituye una superacin del mero multiculturalismo,
ya que desde esta perspectiva normativa lo que se propone no es una mera
cohabitacin sino la bsqueda de orientaciones culturales que permitan una
manifestacin polifnica a travs del encuentro explcito entre culturas. Lo cual,
adems, nos implica directamente con la cuestin del reconocimiento recproco,
35. Ibd.
36. Ibd., p. 17.
ndice 955
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
956 ndice
L A D I M E N S I N P R C T I C A D E L R E C O N O C I M I E N TO E N E L E N C U E N T R O
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
Este artculo es una aproximacin al potencial crtico de las teoras post-
coloniales como hermenutica diferente del carcter inacabado de la moder-
nidad. Una nueva perspectiva crtica que encuentra un eco particular en las
producciones de Amrica Latina como forma alternativa para afrontar las cues-
tiones morales, tericas y prcticas. Como se argumenta en el texto, este enfo-
que nos invita a repensar el trmino colonialismo, vinculado tradicionalmente
a una significacin econmico-poltica, desde su conexin actual con proce-
sos culturales que buscan expresar las estrechas relaciones entre poder y cono-
cimiento. En consecuencia, frente a las herencias epistemolgicas de corte
occidental, nos encontramos ante un nuevo paradigma terico crtico a travs
del cual tratan de abrirse paso nuevas voces silenciadas por los discursos pol-
tico-culturales hegemnicos y homogneos. Voces subalternas que reclaman
hablar en sus propios trminos y que radicalizan la dimensin tica y moral
del discurso de la modernidad.
1. Introduccin
La razn se desliza en el marco del mundo occidental y este desplazamiento
da lugar a nuevas formas de entender la modernidad (Gurrutxaga, 2008) y sus
ndice 959
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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960 ndice
L A C R T I C A P O S C O L O N I A L Y S U E C O E N A M R I C A L AT I N A
In this view, colonialism, the conquest and direct control of other peoples land,
is a particular phase in the history of imperialism, which is now best unders-
tood as the globalization of the capitalist mode of production, its penetration of
previously non-capitalist regions of the world, and destruction of pre- or non-
capitalist forms of social organization.
ndice 961
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Esta definicin nos sita claramente ante una nueva perspectiva crtica que
busca deslegitimar epistemolgicamente el discurso hegemnico y colonialista
de la Modernidad, liberando as nuevas formas de conocimientos allanadas
por el discurso de la Modernidad. Pero adems, buscando generar nuevos espa-
cios de reflexin que, aunque reconociendo las virtudes positivas del con-
cepto moderno de razn, abandonen una epistemologa ideologizada que ha
operado y opera en connivencia con el diseo de la experiencia colonial (Mig-
nolo en Martnez de Bringas, 2006: 40).
As, siguiendo a Mignolo, la poscolonialidad vendr a significar el vnculo
entre el posoccidentalismo, vinculado a la historia local de las Amricas, el pos-
colonialismo, ligado a los crticos culturales del colonialismo britnico y el poso-
rientalismo, concerniente a la crtica de la colonialidad del poder desde las
historias locales de Oriente prximo.
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L A C R T I C A P O S C O L O N I A L Y S U E C O E N A M R I C A L AT I N A
Lo que sostengo es que una de las contribuciones principales del dilogo aca-
dmico en torno a la post-colonialidad y sus equivalentes, ms all de la crtica
al eurocentrismo y el occidentalismo, consisti en reubicar la relacin entre las
localizaciones geohistricas y la produccin del conocimiento. El imaginario del
sistema-mundo moderno/colonial localiz la produccin del conocimiento en
Europa. Las primeras versiones del occidentalismo a partir del descubrimiento del
nuevo mundo, y la ltima versin del orientalismo, a partir de la ascensin de
Francia y Gran Bretaa a una posicin hegemnica mundial, convirtieron las epis-
temologas no occidentales en algo que haba que estudiar y describir, aunque no
al mismo nivel que el legado grecorromano. En el propio acto de describir el
conocimiento y las costumbres amerindias u orientales stas se desvincularon
de la gran tradicin grecorromana que proporcionaba las bases de la epistemo-
loga y la hermenutica moderna. La modernidad fue imaginada como el lugar
de la epistemologa. El papel central que las ciencias sociales comenzaron a jugar
tras la Segunda Guerra Mundial discurri en paralelo a la configuracin de los
estudios de rea y extendi la geopoltica de la produccin del conocimiento al
Atlntico Norte. Paradjicamente, un objeto colonial de descripcin en el siglo XVI
(las Amricas) se convirti en una localizacin geohistrica central en la pro-
duccin del conocimiento en el siglo XX.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
2. La cursiva es nuestra.
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L A C R T I C A P O S C O L O N I A L Y S U E C O E N A M R I C A L AT I N A
[...] emerja como respuesta ante la necesidad de repensar las historias que han
sido contadas y la conceptualizacin que ha sustituido la divisin del mundo entre
cristianos y paganos, civilizados y brbaros, moderno y premoderno y regiones
y pueblos desarrollados y subdesarrollados, siendo todos ellos diseos globales
con los que cartografiar la diferencia colonial.
ndice 965
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
966 ndice
L A C R T I C A P O S C O L O N I A L Y S U E C O E N A M R I C A L AT I N A
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
968 ndice
U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
La empresa latinoamericana y espaola se encuentra actualmente inmersa
en un proceso de cambio. La globalizacin ha producido que desde la socie-
dad se empiece a cuestionar la legitimidad de la empresa en base al segui-
miento escrupuloso de la ley y el balance favorable de las cuentas anuales.
Ahora se espera que sta sea responsable social y medioambientalmente para
poder optar a gestionar los recursos morales que permiten su actividad, tales
como la confianza o la reputacin. No atender a tales exigencias comporta la
prdida de su sentido social y, por consiguiente, la imposibilidad de gestio-
nar tales recursos necesarios; exigencias que no slo son econmicas, sino
tambin morales. El objetivo de esta comunicacin, por tanto, ser mostrar
qu se entiende por empresa responsable y qu beneficios puede tener su
posible concrecin en Espaa o Latinoamrica. Para ello se atender, en pri-
mer lugar, al nuevo reto al cual se enfrenta la empresa actual en los contex-
tos concretos apuntados. En segundo lugar, se llevar a cabo una aproxima-
cin a la historia de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y cmo sta
ha ido irrumpiendo con fuerza en Latinoamrica y Espaa. En tercer lugar, se
(*) La presente comunicacin ha sido posible gracias a la beca de investigacin predoctoral del
Programa de Formacin de Profesorado Universitario (FPU/2008) que me fue concedida por el Minis-
terio de Ciencia e Innovacin.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
atender al significado de la RSE y a las races ticas sobre las cuales se asienta.
En cuarto lugar, se visualizarn los instrumentos a disposicin de la empresa
para llevar a cabo una gestin responsable. Y finalmente, en quinto lugar,
se ofrecer una aproximacin a esta nueva empresa emergente.
970 ndice
L O S VA L O R E S T I C O S D E L T E J I D O E M P R E S A R I A L
tamente con la realidad de la empresa actual; una realidad que es global, que
permite su operatividad en diferentes espacios al mismo tiempo con diferen-
tes contextos legales.
Dentro de este nuevo momento que se est viviendo, ha empezado a cues-
tionarse la legitimidad de la organizacin empresarial en base a un seguimiento
escrupuloso de la ley y un balance favorable de las cuentas anuales. En tanto
que organizacin social cuyo fin es la satisfaccin de necesidades humanas, la
empresa no puede dar la espalda a los intereses de una sociedad sobre la cual
se halla inserta y de la cual recibe los recursos necesarios para operar entre
ellos recursos humanos y recursos morales si su pretensin es ser en el tiempo.
Y en tanto que parte de la sociedad, el quehacer empresarial no puede man-
tener una actitud neutra y desarraigada ante los valores y principios que forman
parte de su praxis social si su pretensin es perfeccionarse, alcanzar la excelen-
cia empresarial.
La tica emerge aqu con fuerza para, en primer lugar, ofrecer orientaciones
a la empresa en su bsqueda de la legitimacin social. Como saber cuya inclu-
sin en el ncleo duro de las decisiones empresariales permite establecer un
referente sobre el horizonte que posibilite un quehacer responsable coherente
con la altura moral de la sociedad sobre la cual descansa y de la cual recibe los
recursos necesarios para operar. Y, en segundo lugar, ayudar en la coordina-
cin de la accin ofreciendo normas que permitan regular la praxis social ms
all de los lmites estatales del derecho de cada pas.1
1. Sidney WEBB y Beatrice WEBB publican La democracia Industrial en 1987. La edicin espa-
ola es ms reciente, de 2004.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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L O S VA L O R E S T I C O S D E L T E J I D O E M P R E S A R I A L
2. Cuando se habla de los stakeholders de la empresa se est haciendo referencia a todos los
implicados y/o afectados por la actividad empresarial. Internamente pueden ser los accionistas, tra-
bajadores, socios, propietarios, proveedores, directivos, etc. Y externamente, los clientes, la admi-
nistracin pblica, la competencia, el medioambiente, las generaciones futuras, etc. stos no son
los mismos para todas las empresas.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
3. El significado de la RSE
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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L O S VA L O R E S T I C O S D E L T E J I D O E M P R E S A R I A L
Los tres mecanismos de gestin tica son independientes entre s, pero, sin
embargo, su funcionalidad slo cobra sentido en tanto cada parte se relacione
con las dems, como un todo integrado. Esto se debe a que la gestin de los
recursos intangibles se puede llevar a cabo a partir del momento en que stos
se hagan pblicos y se establezca el proceso de dilogo, un hecho imposible si
no se atiende de forma integrada a los tres instrumentos aqu presentados.
Por tanto, para acercarse al horizonte responsable, es necesario tener en cuenta
los tres instrumentos de forma integrada.
5. La empresa responsable
Como se ha venido argumentando a lo largo del artculo, hablar de tica y
hablar de empresa es hoy factible y necesario. La empresa amoral no existe,
porque, como los seres humanos, dispone de su espacio de libertad para poder
decidir entre un conjunto de posibilidades, decisiones que debern ir por tanto
acompaadas de argumentos. En este sentido, la responsabilidad es precisa-
mente una actitud que acerca a la organizacin a ese horizonte de actuacin
tico al cual debera tender siempre si su pretensin es perdurar. La bsqueda
mediante el dilogo de los intereses legtimos en juego y su satisfaccin conti-
nuada a travs de ser tenidos en cuenta en la toma de decisiones de la empresa,
hace que el entendimiento entre la empresa y sus stakeholders pueda lograrse,
un entendimiento que identifica a la organizacin profesional como responsa-
ble y, por ello, como tica. Por consiguiente, ser una empresa tica significa ser
responsable, y ser responsable no es ms que llegar a entenderse con sus sta-
keholders mediante la toma en consideracin de sus expectativas legtimas en
las decisiones y acciones que tome diariamente la organizacin dentro de la
actividad empresarial.
Partiendo de esta consideracin, nos adentramos finalmente en qu identi-
fica a la empresa responsable, qu diferencias existen entre sta y una visin
organizativa con un horizonte de actuacin alejado de la realidad empresarial
actual. Una aproximacin a tal cuestin implica abordar la empresa responsa-
ble desde varios puntos: como empresa que se ve como un conjunto de inte-
reses en juego, como empresa que busca mantener vigente y vlido el contrato
moral que ha firmado con la sociedad, como empresa que se preocupa por ges-
tionar todos los recursos disponibles entre ellos los morales y como empresa
que ve en la transparencia el elemento clave de su posible legitimacin.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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L O S VA L O R E S T I C O S D E L T E J I D O E M P R E S A R I A L
leyes del libre comercio entre otras muchas cosas quedan como temas apar-
tados y olvidados. Y, en segundo lugar, porque si todos los intereses en juego
no son tenidos en cuenta y no se intentan satisfacer en la medida de sus posi-
bilidades, el principio de reciprocidad por el cual la sociedad le devuelve a la
empresa su esfuerzo convertido en confianza, reputacin y otros recursos mora-
les que le permiten operar a medio y largo plazo, no puede darse tampoco.
Por ello, la realidad actual empresarial se dirige ms bien hacia un concepto
de organizacin donde convergen diferentes relaciones de intereses y no slo
uno o dos de ellos que posibilitan su existencia y que incluye en ella a todos
aquellos individuos o grupos que, bien por motivos estratgicos o bien por moti-
vos de legitimidad moral, son necesarios para el logro de objetivos de la empresa
(Gonzlez, 2003: 57).
Este tipo de enfoque, que ha sido presentado por Garca-Marz como plu-
ral y que se apoya en la teora de los stakeholders, parte de la idea de que una
organizacin profesional no es un elemento aislado de la sociedad ni del mundo
que lo rodea, sino de una entidad que necesita establecer relaciones de inte-
rs para poder existir y llevar a cabo su actividad. Podra serlo en el improbable
caso de que no necesitara de trabajadores que la pusiera en marcha diariamente,
de clientes que compraran sus productos, de proveedores que abastecieran de
materias primas sus almacenes, de administraciones pblicas que velaran por
el marco legal mnimo necesario que permita su actividad, as como si evitara
contaminar el medioambiente con sus residuos y mermar las posibilidades
de las generaciones futuras con la utilizacin de los recursos naturales. Pero
mientras tales hechos no se den y siga necesitando y/o afectando a terceros gru-
pos, toda organizacin debe entenderse como plural, como un sistema de inte-
rrelaciones e intereses necesarios que permiten la existencia y subsistencia de
la organizacin.
Desde esta perspectiva, un modelo plural de empresa puede aportar una
ayuda extra para el xito de la consecucin de objetivos empresariales mediante
la generacin de confianza, la mejora de la solidez de la empresa a travs
de un aumento de la reputacin, la inclusin de elementos de competitividad
diferenciadores, la potenciacin de la innovacin, el desarrollo de proyectos
a largo plazo y la gestin de los riesgos medioambientales, sociales y econ-
micos. Y para ello, es necesario: primero identificar cules son sus stakeholders,
segundo conocer sus expectativas razonables e intereses, tercero establecer su
grado de poder, y cuarto establecer estrategias de resolucin de conflictos y
satisfaccin de intereses.
Esta es precisamente la primera caracterstica de la empresa responsable,
su pluralidad de intereses (Garca-Marz, 2004: 152). Una empresa que desee
ser responsable necesita entenderse a s misma como plural, como una orga-
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ser responsable, porque, en primer lugar, ni sabe qu intereses hay en juego ni,
en segundo lugar, a quin tiene que justificar sus decisiones y acciones.
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conocer cmo se est creando valor para saber si esa confianza, esa reputacin,
esos recursos que le ha ofrecido para llevar a cabo su actividad, estn siendo
utilizados correctamente o, por el contrario, sirven como mecanismos estrat-
gicos con fines lucrativos y particulares.
As pues, la importancia de comunicar es mxima, pues si la empresa se
comporta o cree comportarse responsablemente pero no lo dice, comete un
doble error: primero, que tal hecho no permite la gestin de los recursos mora-
les y, segundo, que ancla lo moral en el nivel de la conciencia y cae, por con-
siguiente, en un solipsismo metodolgico insuficiente que no reporta beneficio
alguno para la construccin de valor empresarial.
En este sentido, una empresa responsable necesita justificar con argumen-
tos sus acciones y decisiones, sus compromisos con los stakeholders, y su res-
puesta a los diferentes intereses que hay en juego. Slo desde esta posicin
podr generar, desarrollar y potenciar los recursos morales que necesita para
operar a largo plazo, porque, como argumenta Garca-Marz (2004: 209): la
confianza es directamente proporcional a la capacidad de las empresas para
hacer pblicas y justificar discursivamente sus acciones, estrategias y polticas.
Detrs de esta propuesta se encuentra la reflexin kantiana acerca de la rela-
cin entre la tica y la poltica, lo que Garca-Marz ha venido a denominar el
principio de publicidad. Segn el alemn son injustas todas las acciones que
se refieren al derecho de los hombres cuyos principios no soportan ser publi-
cados (1987: 61). Por consiguiente, ser inmoral aquello que no puede decirse,
aquello que la empresa piense que le ser reprochado moralmente si es cono-
cido por los stakeholders.
Por tanto, la cuarta caracterstica de una empresa responsable es su trans-
parencia. No slo es preciso dar respuesta a las expectativas legtimas de sus
stakeholders, sino tambin hacerlo pblico, comunicarlo, porque validar una
accin moralmente es ofrecerla a la revisin crtica y aprobacin de todos los
afectados. La empresa debe decir lo que est haciendo para que pueda abrirse
un dilogo que permita su valoracin positiva o negativamente por parte de los
afectados por sus decisiones y actuaciones. En este sentido, como argumenta
Garca-Marz (2004: 244), [...] nos encontramos con una relacin interesante
entre publicidad, reputacin y confianza: necesitamos reconocer la reputacin
de una empresa para decidir confiar en ella y, para este saber, se requiere la
expresin pblica de su buena voluntad.
En conclusin, podemos decir que una empresa responsable es aquella que
entiende la realidad empresarial como un sistema de relaciones necesarias e
ineludibles, y la empresa como un conjunto de intereses en juego cuya satisfac-
cin permite su correcto funcionamiento; es aquella que se ha comprometido
con la sociedad para intentar satisfacer sus expectativas legtimas; es aquella
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Bibliografa
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Resumen
Las relaciones entre los pases andinos, Chile y Per, estn marcadas por
el recuerdo de la Guerra del Pacfico (1879-1883). A 127 aos de esta san-
grienta confrontacin, sus consecuencias an dividen a sus habitantes y obs-
taculizan los procesos de cooperacin e integracin poltica regional. La recon-
ciliacin inconclusa se explica por la instrumentalizacin del conflicto por
parte de las elites para mantener y legitimar el poder. Este proceso se ha
logrado mediante la exaltacin de la amenaza de un nuevo enfrentamiento
y la promocin de los valores nacionalistas. De esta manera, cada ao se con-
memoran las batallas navales de la Guerra del Pacfico reforzando la catego-
ra de hroe del capitn chileno de la corbeta Esmeralda, Arturo Prat Chacn,
y el almirante peruano del monitor Huscar, Miguel Grau Sarmiento, quienes
murieron en los enfrentamientos martimos. En este sentido, los medios de
comunicacin tienen un papel central, dado que generan el consenso y con-
tribuyen a reforzar una identidad nacional excluyente. Para revertir estas secue-
las, se requiere la promocin de un periodismo intercultural que destaque
puntos comunes y proyecte un futuro interdependiente con la finalidad de
transformar este conflicto por vas pacficas.
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1. Introduccin
No cuesta mucho trabajo encontrar en los foros de Internet descalificaciones
entre chilenos y peruanos. Muchas de estas actitudes y manifestaciones tienen
su origen en las secuelas de la Guerra del Pacfico, un conflicto que enfrent a
Chile, Per y Bolivia entre los aos 1879 y 1883. El desinters de sus respecti-
vas elites en promover una reconciliacin a largo plazo se explica por la instru-
mentalizacin de este conflicto para mantener y legitimar el poder. Para ello,
existieron una serie de estrategias que se fueron reiterando en el tiempo e invo-
lucraron al mbito educativo y los medios de comunicacin.
Ambos gobiernos utilizaron el fuerte simbolismo de este conflicto para
fortalecer los valores patrios y acrecentar el respaldo ciudadano hacia las ins-
tituciones gubernamentales y militares. Paralelamente, se promovi la incor-
poracin en esta construccin nacional de grupos sociales que no se sentan
representados con las jvenes repblicas como los pueblos originarios y la
poblacin mestiza.
La reiteracin de determinados discursos en las instancias de socializacin fue
fortaleciendo una identidad nacional que se asoci al resultado del enfrentamiento
y que mantuvo latente la sensacin de amenaza ante un nuevo conflicto blico.
En el caso de Chile, se construy desde un excesivo orgullo nacionalista que uti-
liz la idea de raza chilena para diferenciar positivamente al mestizo chileno
de los habitantes de Per y Bolivia, de acuerdo a cualidades psicolgicas, cultu-
rales y fsicas.
Por su parte, Per, debido a las consecuencias de la derrota militar, configur
una identidad nacional basada en un orgullo herido, que sirvi de unin ante
la adversidad y permiti sortear las dificultades de los procesos de construccin
nacional experimentados en los aos previos a la Guerra del Pacfico.
Estas identidades excluyentes se manifestaron en el mbito educativo mediante
la creacin de hroes, la invencin de tradiciones y el desarrollo de una histo-
ria fuertemente nacionalista. Por ejemplo, se crearon desfiles estudiantiles en
bandas de guerra para conmemorar las batallas navales de la Guerra del Pac-
fico y as destacar en las futuras generaciones el legado heroico de sus milita-
res.
De esta manera, se destac la valerosidad del chileno Arturo Prat Chacn,
capitn de corbeta Esmeralda, y del peruano Miguel Grau Sarmiento, almirante
del monitor Huscar, quienes perdieron la vida en el Combate Naval de Iquique
y Combate Naval de Angamos, respectivamente. Junto al poder aglutinador de
estas tradiciones, la historiografa present este hecho histrico desde visiones
sesgadas y con fuertes dosis de patriotismo.
Un elemento central en estas estrategias de control social es el accionar de
los medios de comunicacin que generaron el consenso y promovieron la par-
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Si creee que actualmente existe algn pas que represente una amenaza militar para Per, cul o cules
seran? Respuestas mltiples.
Cuadro nm. 1. Percepcin de una posible amenaza militar en los ciudadanos del Per
(Instituto de Opinin Pblica. Pontificia Universidad Catlica del Per, 2007: 10).
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Otros hechos histricos a fines del siglo XIX y comienzos del XX contribuyen
a crear un ambiente proclive al nacionalismo como: la inmigracin europea, los
temas limtrofes con Argentina y la pacificacin de la Araucana.
Desde mi perspectiva, el concepto de raza chilena de Palacios sirvi para
ocultar los graves problemas sociales de pobreza y desigualdad que los traba-
jadores sufran a fines del siglo XIX. A pesar de las ganancias de la extraccin
del salitre de las regiones anexadas, las penurias de estos colectivos se agudi-
zaron debido a una clase dirigente que no estuvo interesada en el bien comn.
Esta precarizacin, unida a la represin estatal, provoc el despertar poltico de
la clase obrera, que fue interpretado por Luis Emilio Recabarren, quien fund
en 1913 el Partido Obrero Socialista.
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Las naciones como medio natural, otorgado por Dios, de clasificar a los hombres,
como inherentes [...] destino poltico, son un mito; el nacionalismo, que a veces
toma culturas que ya existen y las transforma en nacionales, a veces las inventa,
y a menudo las destruye: eso es realidad (Gellner, 1988: 48-49).
Para darle una mayor cohesin a estas tradiciones, los gobiernos de Chile
y Per les otorgaron la categora de das feriados en el calendario anual en los
das 21 de mayo y 8 de octubre, respectivamente. En el caso de Chile, su esta-
blecimiento data de 1915, cuando el presidente Ramn Barros Luco reglamenta
la celebracin de las glorias del Ejrcito y de la Armada mediante la Ley 2977.
En su artculo 4 se describe lo siguiente:
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por sus distintas banderas. Hay que mencionar, como dato de contexto, que es
ampliamente difundido el fuerte apego de este militar con los valores de la igle-
sia que realizan sus biografas.
A nivel de texto y habla, el control del discurso se realiza mediante el uso
de determinados gneros, temas, gramtica, estilo lxico, figuras retricas, orga-
nizacin general, coherencia local y global, actos de habla, toma de turnos,
formas de cortesa y otros. Por ejemplo, no es lo mismo informar sobre una noti-
cia que resalte el herosmo de los marinos chilenos y paralelamente se publique
una informacin que represente a Per como una amenaza a los intereses de
Chile. En este sentido, el contexto poltico de ambos pases, que mantienen una
disputa por los lmites martimos en la Corte Penal Internacional de la Haya,
influye en el reforzamiento de la divisin entre el nosotros y los otros, que
se intensifica durante el mes de mayo por la exaltacin de la identidad nacio-
nal en los actos de conmemoracin del Combate Naval de Iquique. Por ejem-
plo, la noticia del diario El Mercurio de Valparaso (21/05/2009) informa sobre
las declaraciones del canciller chileno, Mariano Fernndez, sobre el diferendo
martimo entre Per y Chile por los lmites martimos en la Corte Penal Interna-
cional de la Haya. En esta crnica periodstica, esta autoridad gubernamental
hace una analoga del diferendo con un encuentro deportivo, sealando el even-
tual apoyo de Ecuador a la posicin diplomtica chilena. Estamos dos a uno.
Cuando se est dos a uno los partidos se pierden. Dado que esta informacin
aparece en el da de mayor simbolismo por coincidir con los actos de conme-
moracin del Combate Naval de Iquique, se acrecienta la divisin y se refuerza
la vigencia de la Guerra del Pacfico.
Discursos de este tipo buscan magnificar nuestras cualidades y minimizar las
del grupo que se considera rival. Esto fortalece la idea errnea de que [...] slo
somos verdaderos humanos, los de nuestro pueblo, raza o nacin. Se va cons-
truyendo la nocin de extrao, extranjero, brbaro el que balbucea o no habla
como nosotros y, en definitiva, enemigo (Martnez Guzmn, 2005: 80). La prensa
en este sentido es importante porque se convierte en un difusor de ideologas
como el nacionalismo, siendo un alimentador de muchos conflictos.
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[...] son todos aquellos discursos pblicos que construyen la presencia de las per-
sonas, las culturas, las relaciones, las ideas y los valores desde objetivos colecti-
vos que pretenden contribuir a la convivencia pacfica a travs de escenarios
de comunicacin basados en la responsabilidad y la asuncin de una ciudadana
global intercultural (Nos Alds, 2008: 12).
Ban (2007: 17) considera que los medios de comunicacin cumplen una
labor mediadora y educativa al desarrollar redes de solidaridad entre los indi-
viduos y los grupos sociales. Este tipo de periodismo, en el conflicto entre Chile
y Per, puede contribuir a desestructurar la identidad nacional. Lo anterior se
lograra mediante una mayor cobertura de noticias de solidaridad que desta-
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- De qu trata el conflicto?
- Quines son las partes? y cules son sus verdaderos objetivos, incluidos los que
van ms all del mbito inmediato de la violencia?
- Cules son las races ms profundas del conflicto, estructurales y culturales,
incluida la historia de ambos?
- Qu perspectivas existen sobre los resultados que no sean una de las partes
imponindose al otro?, Qu ideas son particularmente creativas y novedosas
para solucionar el conflicto?
- Esas ideas pueden ser lo suficientemente poderosas para prevenir la violencia?
Si se produce la violencia, qu hay de los efectos invisibles, como el trauma y
el odio, y los deseos de venganza y ms gloria?
- Quin est trabajando para prevenir la violencia?, cules son sus visiones del
conflicto, los resultados y sus mtodos? y cmo pueden ser compatibles?
- Quin debe iniciar una verdadera reconstruccin, reconciliacin y resolucin? y
quin slo est cosechando beneficios como contratos de reconstruccin (Gal-
tung, 1998)
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4. Conclusiones
El primer paso para plantear una solucin al conflicto entre Chile y Per es
asumir que existen oportunidades y posibilidades para transformar la fuerte
carga ideolgica. Esto implica que asumamos el conflicto desde una perspec-
tiva positiva para visualizar el futuro de manera comn.
Como observamos en las pginas anteriores, la Guerra del Pacfico an genera
rivalidades debido a la inexistencia de medidas que disminuyan la intensidad
de los alimentadores del conflicto en el mbito educativo y los medios de comu-
nicacin.
Con el fin de esta guerra, los grupos de poder establecieron estrategias de
fortalecimiento de la identidad nacional mediante dos nociones antagnicas: un
excesivo orgullo nacionalista en Chile y un orgullo herido en Per.
Su difusin en la educacin incluy la construccin de pomposos monu-
mentos en honor a los militares participantes de este conflicto armado y la inven-
cin de tradiciones dirigidas a los estudiantes, como los desfiles en bandas
instrumentales de guerra. Por su parte, la historiografa de ambos pases forta-
leci estas identidades excluyentes al ensear la Guerra del Pacfico desde visio-
nes patriticas y sesgadas.
Estas estrategias fueron reforzadas por los medios de comunicacin que gene-
raron el consenso para posicionar al capitn de la corbeta Esmeralda, Arturo
Prat Chacn, y al almirante del monitor Huscar, Miguel Grau Sarmiento, como
hroes nacionales y ejemplos de valerosidad y cultura cvica.
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Resumen
La presente comunicacin pretende analizar los efectos ms novedosos
para el sistema democrtico que presenta lo que se denomina en ocasiones
como la nueva galaxia meditica. De esta forma, se trata de examinar en qu
sentido puede afectar el nuevo panorama meditico al sistema democrtico
espaol entendindolo desde la propuesta de democracia monitorizada recien-
temente desarrollada por parte de John Keane. Esta reflexin no pretende caer
en consideraciones entusiastas que ensalcen al extremo las nuevas posibili-
dades polticas que se nos ofrecen, sino que trata de analizar crticamente cu-
les son estas posibilidades y cules son los lmites asociados al mundo de los
medios de comunicacin. En este sentido, se argumentar la necesidad de
adoptar una perspectiva tica que delimite un horizonte normativo encami-
nado a fomentar las posibilidades de los medios y a reducir, a su vez, los lmi-
tes y las deficiencias que afectan a ciertas estructuras mediticas.
1. Introduccin
La forma de comunicacin entre los gobiernos y los ciudadanos se ha visto
constantemente alterada a lo largo de la historia. Las posibilidades de comuni-
cacin, de discusin y de debate han ido unidas al avance de ciertas herramien-
tas de comunicacin en un proceso que ha dotado en la actualidad de unas
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2. Democracia monitorizada
La exploracin del contrapoder de la sociedad civil dentro del sistema demo-
crtico ha sido examinado en la ltima obra de Keane, The life and death of
democracy (2009). Un libro que puede interpretarse como una nueva fase en
la obra del autor, donde se examina, desde una justificacin histrica de la refle-
xin sobre la democracia, el potencial que puede desempear la sociedad civil
y los nuevos medios de comunicacin para transformar el funcionamiento de
la democracia representativa hacia una forma monitorizada de la misma. Un
modelo de democracia que, entendido por el autor como un proceso actual en
formacin, representa la consolidacin normativa de su reflexin terica previa
sobre la sociedad civil y la esfera pblica.
En cuanto al significado de este nuevo libro en el conjunto de la obra de
Keane y las novedades que introduce, es conveniente tener presente que el
autor vuelve a la reflexin sobre la democracia tras explorar en los escritos
intermedios la nocin de la sociedad civil. De esta forma, si la preocupacin
esencial en Democracy and civil society (1988) era la defensa de un nuevo
equilibrio entre las instituciones estatales y la sociedad civil para lograr la con-
solidacin de un sistema democrtico progresivo, en Civil society: old visions, new
images (1998) el autor se ocup de profundizar en la naturaleza y los principios
1. Cf. Vctor Sampedro Blanco (ed.): 13-M. Multitudes online, Catarata, Madrid, 2005.
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que definen la idea de la sociedad civil, mientras que en Global civil society?
(2003) explor las dimensiones globales de sta. Finalmente, la temtica de la
democracia vuelve con ms fuerza en The life and death of democracy, de
acuerdo con una indagacin de las posibilidades ms radicales de la expansin
de la sociedad civil como resultado de la proliferacin de los mecanismos de
monitorizacin, que afecta de manera directa a la esfera pblica. La sociedad
civil y la esfera pblica aparecen, de esta manera, en el conjunto del sistema
democrtico que es examinado histricamente y en el cual se aprecia un refor-
zamiento de la capacidad de accin de los agentes de la sociedad civil sobre la
esfera pblica.
Ahora bien, cmo se entiende este modelo de democracia monitorizada?
Qu tipo de agentes de monitorizadores promueven este modelo? Qu signi-
fica la monitorizacin? Qu papel desempean los medios de comunicacin?
Estas son preguntas que se deben resolver para introducir el significado de la
democracia monitorizada y su diferencia respecto a la democracia representa-
tiva.
La definicin concreta que aporta Keane sobre esta nueva forma de demo-
cracia, entendida de acuerdo con la sustitucin de la representacin por la moni-
torizacin, la describe como:
[...] la forma ms exacta para describir la gran transformacin que est ganando
terreno en regiones como Europa, Asia del Sur y en pases por otra parte tan dife-
rentes como los Estados Unidos, Japn, Argentina, Australia y Nueva Zelanda. Mi
hiptesis de partida es que la democracia monitorizada es un nuevo tipo hist-
rico de democracia, una variedad de poltica post-Westminster definida por el
rpido crecimiento de numerosos tipos diferentes de mecanismos extra-parla-
mentarios, mecanismos examinadores del poder. Estos organismos monitoriza-
dores toman sus races dentro de los campos domsticos del gobierno y de la
sociedad civil, as como en espacios transfronterizos. En consecuencia, la entera
arquitectura del auto-gobierno est cambiando. La adherencia central de las elec-
ciones, de los partidos polticos y de los parlamentos sobre la vida de los ciu-
dadanos est debilitndose. La democracia est viniendo a significar algo ms
que la celebracin de elecciones, aunque nada menos.2
2. J. Keane, The life and death of democracy, Simon & Schuster, Londres, pp. 688-689.
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Esta cita ilustra, por tanto, el destacado papel de los nuevos media en el sis-
tema de la democracia monitorizada. As como la esencial relacin existente
entre los diferentes tipos de sistemas democrticos representativa y monitori-
zada y las formas de comunicacin que en ellas se produce: escrita, meditica
de masas y meditica de mecanismos de comunicacin mltiples. La implica-
cin parece clara: la democracia monitorizada se apoya sobre una nueva gala-
xia de comunicacin radicalmente diferente a las pocas anteriores.
Esta nueva galaxia de comunicacin propia de la democracia monitorizada
es considerada como radicalmente diferente si es comparada con la existente
durante la democracia representativa, donde la cultura de la imprenta y el limi-
tado espectro de los medios audiovisuales (incluyendo la transmisin de
servicio pblico) estaba mucho ms estrechamente alineado con los partidos
polticos y el gobierno.7 Por el contrario, en la era de la democracia monitori-
zada las voces se multiplican en una gran variedad de medios, como tambin
se expanden los actores que potencialmente favorecen el constante escrutinio
pblico sobre el poder, hasta el punto que parece que ninguna organizacin
o lder dentro del campo del gobierno o de la vida social que cometiera una
actuacin incorrecta o que se extralimitara en sus funciones restara inmune a
los problemas que los medios les pudieran causar, debido a que stos se esca-
pan al control de los gobiernos y los partidos.8
La dependencia de la democracia monitorizada con la nueva galaxia de la
comunicacin es tal que el autor concluye que, de producirse la desaparicin
de las novedades del escenario meditico, se acabara, irremediablemente,
con la democracia monitorizada.9 El amplio escenario meditico con la proli-
feracin de nuevos instrumentos de comunicacin ha provocado la llegada de
la era de la abundancia comunicativa. Una abundancia que se erige como el
ethos carcter de la democracia monitorizada y una de las caractersticas prin-
cipales de finales del siglo XX e inicios del XXI. La expansin de una poliarqua
meditica capaz de nutrir con puntos de vista plurales a la esfera pblica es la
causa principal para lograr extender el significado del proceso poltico a algo
6. Ibd., p. 739.
7. Cf. Ibd., p. 743.
8. La capacidad que ofrecen los nuevos medios por fragmentar y pluralizar el poder tambin ha
sido examinado por parte de D. Kellner, Theorizing globalization, Sociological Theory, vol. 20,
n. 3, 2002, pp. 293-294.
9. Cf. J. Keane, The life and death of democracy, op.cit., pp. 739-740.
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[...] amplio espacio entre los ideales de la libre y justa impugnacin pblica del
poder, la apertura y la pluralidad de opiniones y el pblico compromiso de los
representantes sobre la inclusin y el trato de todos los ciudadanos como igua-
les ideales de la democracia monitorizada y una empaada y dura realidad,
en la que los medios de comunicacin promueven la intolerancia de las opinio-
nes, la restriccin al pblico escrutinio de poder y una aceptacin ciega en la
forma en que las cosas son tituladas.11
10. Cf. John Keane, Media decadence and democracy, Wissenschaftszentrum Berlin fr Sozial-
forschung, WZB, Berlin, manuscrito, pp. 1-25, p. 11.
11. Ibd., p. 12.
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12. Otras perspectivas que del mismo modo que Keane perciben tanto posibilidades como peli-
gros respecto al panorama meditico actual son: Douglas Kellner, Theorizing globalization, Socio-
logical Theory, op.cit., pp. 285-305 y Richard Falk, Predatory globalization. A critique, Polity Press,
Cambridge, 1999. Un estudio especfico sobre Internet se encuentra en Simon Berdal, Public deli-
beration on the web: A Habermasian inquiry into online discourse, Hovedfag Thesis, University of
Oslo/Department of Informatics, Oslo, August 2004. Disponible en: http://heim.ifi.uio.no/simonb/Stu-
dier/hfag/FERDIG/CD/thesis.pdf (visitado en julio de 2009).
13. Para ahondar en las formas que adquiere el sensacionalismo, vase el estudio de Amelia
Arsenault y Manuel Castells que siguiendo el apodo que le atribuye el peridico The Nation en
ingls las cataloga como: the four S model of journalism: scare headlines, sex, scandals and sen-
sation (el modelo periodstico de las cuatro S: titulares aterradores, sexo, escndalos y sensacin),
Amelia Arsenault and Manuel Castells, Switching power: Rupert Murdoch and the global business
of media politics: a sociological analysis, International Sociology, 23, pp. 488-513, p. 507.
Para profundizar en el escaso tratamiento riguroso de la informacin ver Edward S. Herman y Robert
W. McChesney, Los medios globales. Los nuevos misioneros del capitalismo corporativo, Ctedra,
Madrid, 1997, pp. 19-20. Sobre la falta de investigacin profunda respecto a determinadas proble-
mticas, vase Paul Dekker, Journalistiek en de civil society in Nico Drok (ed.), De toekomst van
journalistiek, Boom, msterdam, 2007, p. 184.
14. Entre las interpretaciones claramente entusiastas sobre el potencial que ofrecen los nue-
vos medios de comunicacin pueden encontrarse los posicionamientos de autores como Barlow,
Frederick y Stefanick. Ver John Perry Barlow, A declaration of the independence of Cyberspace.
Disponible en: http://homes.eff.org/~barlow/Declaration-Final.html (visitado en marzo de 2009),
pp. 1-2; Howard Frederick, Social and Industrial policy for public networks in Linda M. Harasim
(ed.), Global networks: computers and international communications, Polity Press, Cambridge, 1993,
pp. 286 y Nancy Stefanik, Sustainable dialogue/Sustainable development in Jeremy Brecher,
John Brown Childs and Jill Cutler (eds.), Global visions: Beyond the New World Order, South End
Press, Boston, 1993, p. 264.
ndice 1019
ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
Pero, por otro lado, la identificacin de las limitaciones que afectan al pano-
rama meditico no debe llevar a un posicionamiento contrario y escptico
que no perciba ms que el deseo por dominar a la ciudadana por parte de
los promotores de los medios y que crea que los nuevos medios no sirven ms
que para fomentar un capitalismo desmesurado.15 En opinin de Keane, si bien
es cierto que se deben atender a las deficiencias del panorama meditico actual,
stas no falsean la tendencia generalmente positiva que presenta este escena-
rio en el conjunto de la democracia monitorizada. Es ms, contrariamente a
las visiones escpticas, el autor concluye que:
[...] estas acusaciones son nicamente la mitad de la historia. A pesar de todas las
acusaciones realizadas contra ello, el periodismo vigoroso ayuda a mantener vivas
viejas utopas que pretenden arrojar luz al poder, establecer la libertad de la infor-
macin, el gobierno de la claridad y una mayor transparencia en la toma de
decisiones. Dado que el poder sin obstculos todava pesa enormemente sobre
los hombros de los ciudadanos, no es sorprendente, gracias al nuevo periodismo
y las nuevas invenciones monitoras, que las objeciones pblicas ante las fecho-
ras y la corrupcin sean corrientes en la era de la democracia monitorizada. Gra-
cias al periodismo y los nuevos medios de la abundancia comunicativa las cosas
se mueven.16
15. Algunas de las perspectivas ms escpticas y negativas sobre el panorama meditico actual
son planteadas por Sunstein, Webster y Robins. Ver Cass Sunstein, Republic.com 2.0, Princeton Uni-
versity Press, Priceton and Oxford, 2007 y Frank Webster and Kevin Robins, Plan and control: towards
a cultural history of the information society, Theory and Society, vol. 18, no. 3, 1989, p. 323-351.
16. John Keane, The life and death of democracy, op.cit., p. 741.
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T I C A D E L A C O M U N I C AC I N
periodismo y de los usos de los nuevos medios, y, por ello, a pesar del balance
positivo que Keane atribuye respecto al panorama meditico contemporneo
en relacin a la democracia, ste no cree que las deficiencias que acechan a
este panorama deban ser dejadas de lado.17 La expansin de deficiencias como,
por ejemplo, el crecimiento de la brecha digital o la consolidacin de grandes
oligopolios mediticos, son problemas que amenazan a la democracia moni-
torizada y a sus principios que dependen de unas condiciones mediticas deter-
minadas. Por ello, el autor considera que estas limitaciones tienen que ser
tenidas en cuenta, y tambin sugiere la necesidad de adoptar ciertas polticas
encaminadas a hacerles frente. Aunque, como se mostrar a continuacin, la
reflexin de Keane en este sentido no ahonda, a mi juicio, suficientemente en
esta problemtica y la aborda con menos precisin que en su inicial reflexin
sobre Media and democracy (1991).
En aquel momento Keane propuso una apuesta por un modelo meditico
revisado en el cual defiende la necesidad de crear un modelo donde se con-
solide una genuina pluralidad de medios de comunicacin variados. Esta pro-
puesta entenda la importancia de lograr una poliarqua meditica garantizada
constitucionalmente que permitiera la difusin de diferentes voces a travs de
heterogneos medios de carcter independiente, privado y estatal. El objetivo
final consista en promover la posibilidad de envo y recepcin de una amplia
variedad de opiniones a un pequeo nmero de personas en grandes socie-
dades.18 Un modelo meditico til para acabar con los monopolios y los tipos
particulares de audiencia, y capaz de fomentar la idea de que los medios de
comunicacin son un bien pblico.19
Menos de dos dcadas despus de aquel libro la galaxia meditica ha cam-
biado enormemente. La posibilidad de comunicacin de los ciudadanos y la
capacidad de expresar sus voces y opiniones son mayores que entonces, gra-
cias, en parte, a la expansin de Internet, pero tambin los problemas que la
acompaan han crecido, sobre todo en cuanto a la concentracin meditica y
a la brecha digital. Sin embargo, desde mi punto de vista, Keane no actualiza el
proyecto meditico normativo que propuso en su momento, pues, si bien espe-
cifica las diversas deficiencias que afectan a los medios y la importancia de afron-
tarlos, no define una propuesta normativa concreta que sirva de horizonte de
actuacin.
17. Para la cuestin sobre la importancia de las infraestructuras mediticas ver Marc Raboy and
Normand Landry, Civil society, communication and global governance. Issues from the World Sum-
mit on the Information Society, Peter Lang, Nueva York, pp. 155-156.
18. Cf. John Keane, Media and democracy, Polity Press, Cambridge, 1991, pp. 152-165.
19. Cf. Ibd., p. 164.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
5. Conclusiones
La enorme dependencia de la democracia monitorizada respecto al pano-
rama meditico hace conveniente tomar en consideracin las deficiencias que
acompaan al escenario meditico. La consolidacin del modelo democrtico
en el contexto propuesto por Keane depende de la capacidad de dar respues-
tas a las mismas y de ello nos advierte el autor, aunque en ningn momento
determina los pasos a seguir para actuar en dicho sentido. El reto queda abierto
en su propuesta y ello es, a mi juicio, insatisfactorio en el contexto del sistema
democrtico, considerado como el ms enrgico y dinmico jams conocido.22
El funcionamiento de la democracia monitorizada depende de lo que Haber-
20. Cf. John Keane, Media decadence and democracy, Wissenschaftszentrum Berlin fr Sozial-
forschung, WZB, op.cit., p. 12.
21. Ibd., p. 25.
22. Cf. The life and death of democracy, op.cit., p. 743.
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T I C A D E L A C O M U N I C AC I N
mas considera como ese tipo especial de energa23 que, en su opinin, propor-
ciona la prensa a la esfera pblica. Ampliar dicha energa meditica a ms
medios de comunicacin, no centrada en exclusiva en la prensa, es un logro en
la propuesta de Keane, pero proporcionar un modelo normativo meditico, que
afronte las deficiencias que afectan al escenario meditico, es asimismo funda-
mental.
Consecuentemente, la posible consolidacin del proceso de monitorizacin
no puede darse de no ser que los problemas asociados a los medios se vean
reducidos, como resultado de una aplicacin de medidas concretas dirigidas a
ello. As pues, la instauracin de polticas estatales requeridas para reducir la
desigualdad comunicativa, as como la expansin de los mecanismos de auto-
rregulacin propios de los medios de comunicacin como actores de la socie-
dad civil, unido a una accin ciudadana crtica frente a los propios medios, se
convierten en condiciones necesarias para que la propuesta de democracia moni-
torizada vea que su potencial de escudriar los actores con poder sea exten-
dido.
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
Este trabajo proyecta una mirada poltico-filosfica sobre el significado de
las tradiciones culturales de los pases de la regin cultural conocida como Meso-
amrica.1 Planteamos el argumento de que dichas tradiciones ofrecen respues-
tas a las crisis que apremian a la regin en la actualidad. Se asume que los
problemas filosficos suelen reflejar sus contextos histricos y que es vlido
buscar modelos interculturales de legitimidad en las tradiciones que han sido
desplazadas por la modernidad occidental. Por razones de espacio no discuti-
remos, sin embargo, la trascendencia de estas reflexiones en relacin con otros
contextos culturales o una filosofa global.
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2. No resulta casual que el pas con mayor porcentaje de poblacin indgena del rea mesoa-
mericana, Guatemala, sea el pas ms desigual de la regin. Estas estructuras hunden sus races
en la inmisericorde explotacin del indgena que tuvo lugar a lo largo de toda la colonia, como
ha demostrado el historiador guatemalteco Martnez Pelez (1998) en un estudio que se ha conver-
tido en un clsico.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
tas crticas que se han planteado con respecto a la forma en que los derechos
humanos son visualizados en el rea internacional.3 Se asume que un orden
social determinado pierde su legitimidad si no cumple con las funciones que
llevan a los seres humanos a vincularse en sociedades por ejemplo, seguridad,
justicia, un nivel de bienestar mnimo.4
Hasta qu punto los derechos humanos pueden preservar su legitimidad
si no cuestionan de raz los mltiples problemas de las sociedades que deben
asumirlos? Ofrece la concepcin individualista de los derechos humanos las
perspectivas adecuadas para lograr identificar la raz de los problemas enfren-
tados por las sociedades meso-latinoamericanas? Esta ltima pregunta es res-
pondida en la siguiente seccin.
3. Para una crtica del sistema internacional de los derechos humanos, vase Kennedy (2004).
4. La crisis contempornea por la que atraviesa Amrica Latina ha llevado a la tesis de que
los pases de la regin constituyen sociedades fallidas o Estados fallidos un enfoque puesto en
boga por revistas como Foreign Policy o think-tanks como el Fund for Peace. El recurso a esta
nocin alude a una crisis dramtica, de carcter multidimensional, que es vivida como realidad coti-
diana por los habitantes de Amrica Latina. No podemos entrar en un anlisis profundo de lo que
puede significar esta expresin, aunque podemos plantear que dicha expresin consolida un enfo-
que externo que ignora o vuelve invisible el potencial regenerativo de las sociedades en cuestin.
Adems, en rigor, no se puede hablar simplemente de sociedades fallidas, dado que todas las socie-
dades son fallidas. En realidad, la expresin debera usarse para describir un orden global que no
ha logrado extirpar asimetras que golpean de lleno a los miembros de las sociedades fallidas.
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L AS TRADI C I ONE S CULTURA LE S F O R M AT I VA S D E L A S O CI E DAD ME S OAME R I C ANA
5. Pinsese, por ejemplo, en la manera en que John Rawls conceptualiza la racionalidad de los
participantes cuyas deliberaciones llevan al establecimiento de la estructura bsica de la sociedad,
esto es, el marco bsico que define derechos y obligaciones. Para este influyente filsofo la racio-
nalidad de los miembros se caracteriza en funcin de una racionalidad econmica que se visualiza
en la bsqueda de los medios ms efectivos para lograr ciertos fines (Rawls, 1999: 12). El problema,
sin embargo, es cuando Rawls agrega en la misma pgina que los participantes en la posicin ori-
ginal son mutuamente desinteresados. Puede pensarse el carcter inmediato de la vivencia de la
injusticia y el sufrimiento en el sentido de Villoro si partimos de premisas como las propuestas
por Rawls? Ciertamente, la experiencia del sufrimiento del otro es una relacin que trasciende la
autonoma del individuo.
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ticia estructural que producen las mltiples crisis vividas en el continente lati-
noamericano.
Esto nos lleva a un tercer punto: la cuestin del bien comn. Esta es preci-
samente una de las ideas polticas que tienen mayor importancia dentro del pen-
samiento catlico desde Santo Toms de Aquino, quien la elabora a partir de
una creadora apropiacin de la herencia aristotlica. Un sujeto responsable y
consciente es un sujeto solidario, y ste necesariamente se interesa por aqu-
llos que son percibidos como dbiles o vulnerables. Una sociedad estructural-
mente injusta necesita de la participacin consciente de todos los miembros de
la sociedad para revertir los procesos de exclusin y negacin del otro. El bien
comn supone una comunidad que se engarza en esfuerzos por resolver sus
problemas, superndose ticamente en el proceso.
Estas tradiciones de crtica de la exclusin, de la importancia de la con-
ciencia personal y la importancia del bien comn, iniciada por los primeros inte-
lectuales latinoamericanos, es continuada por los jesuitas en las fronteras del
imperio hasta que son expulsados en 1767 (Ruiz, 2009), en gran medida debido
al carcter conflictivo que plantea todo pensamiento crtico. Los jesuitas contri-
buyen al pensamiento americano propiamente dicho, como demuestra el hecho
de que algunos de sus miembros hayan respondido al creciente racismo de la
ilustracin, ejemplo del cual es el jesuita mexicano Francisco Xavier Clavijero.
Estas tradiciones brindan una visin ms completa y rica del sujeto de los
derechos humanos. Nos muestran que en Hispanoamrica el sujeto de los dere-
chos humanos no se agota en ningn tipo de individualismo; somos titulares
de derechos en tanto miembros de la especie humana. Pero tambin nos mues-
tra que los derechos del hombre comienzan con un otro cuya opresin no
es posible sin obscurecer la insistente llamada de la conciencia moral.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
pueden ser recreadas a la luz de los problemas agobiantes que las sociedades
mesoamericanas afrontan?
Desde luego, esta pregunta ya no puede aceptar una respuesta en trmi-
nos de reivindicaciones tnicas puras. Esta advertencia adquiere sentido a par-
tir del hecho de que las sociedades latinoamericanas constituyen colectividades
con un alto grado de mestizaje, que deben encontrar soluciones incluyentes en
las que el eje tnico no deviene una nueva justificacin para la discrimina-
cin. Es necesario plantear modelos de legitimidad que no se agoten en la dife-
rencia sino que planteen nuevos proyectos de convivencia. De nuevo, Villoro
(1998: 16) nos invita a considerar naciones proyectadas a partir de una recupe-
racin crtica de estas tradiciones, un proyecto que l opone a la simple recu-
peracin histrica de dichos elementos identitarios. Estas reflexiones son per-
tinentes en la medida en que las tradiciones indgenas en la formacin de la
fisonoma profunda de nuestras sociedades7 han sido ignoradas de manera
sistemtica a lo largo de estos siglos.
No se trata, en este sentido, de buscar una cosmovisin pura que, de todos
modos, es irrecuperable. Se trata de movilizar el poder de transformacin que
suponen prcticas cotidianas como el respeto a la naturaleza, el pedir perdn
por el rbol que se tala, el respeto a los ancianos o la estima social ganada por el
servicio comunitario. Estos hbitus en el sentido dado a este trmino por Bour-
dieu (1990) proveen el andamiaje prctico que permite generar proyectos de
cambio social de carcter profundo.
En todo sentido, el perodo colonial contribuy a romper tambin la posibi-
lidad de desarrollo de algunos de los modelos de pensamiento que dieron
origen a las sociedades hispanoamericanas. Afortunadamente, la labor de misio-
neros como el franciscano Bernardino de Sahagn dej un cuerpo de conoci-
miento que hasta la fecha puede servir para conocer y valorar estas tradiciones.
Por otro lado, es conveniente recordar que la literatura indgena, a travs de su
historia, muestra la conciencia dolorosa de la opresin. Algunas de las pro-
ducciones contenidas en antologas literarias indgenas, como las de Montema-
yor (2004), muestran todo el dramatismo de la vivencia del desprecio por parte
de los indgenas. Vzquez-Gonzlez (2008) ha estudiado la internalizacin de
estructuras opresivas por parte de la subjetividad indgena en El tiempo princi-
pia en Xibalb, obra fundacional de la literatura indgena contempornea en
Guatemala.
Existen varios aspectos que son dignos de rescatar para un proyecto de socie-
dad incluyente que necesita la regin mesoamericana. Es crucial reconocer,
7. Este proceso fue estudiado en el caso de Mxico por Bonfil Batalla (1994). Aunque diferi-
mos de la idea de colonialismo interno que fundamenta la propuesta de este autor, coincidimos en
la presencia de un substrato de prcticas sociales que se derivan de las civilizaciones indgenas.
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L AS TRADI C I ONE S CULTURA LE S F O R M AT I VA S D E L A S O CI E DAD ME S OAME R I C ANA
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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U TO P A S , M O D E L O S Y R E A L I DA D E S
Resumen
La presencia dominante y contradictoria de las narrativas cotidianas y los
relatos fantsticos revela un conjunto de peculiaridades de la cultura masiva
contempornea que permite comprender sus tonalidades emotivas. Partiendo
de la teora discursiva de Mijal Bajtn, que entiende los gneros discursivos
como registro de la sensibilidad de una poca, analizar las caractersticas dis-
tintivas de las principales obras escogidas por el pblico en el terreno litera-
rio y cinematogrfico en el ao 2009.
Tomar ejemplos del mercado editorial y cinematogrfico de cuatro pa-
ses hispanohablantes: Argentina, Colombia, Mxico y Espaa. A partir de la
comparacin entre los gneros de las producciones ms populares, exami-
nar las similitudes y diferencias entre los casos. Finalmente, al analizar los
gneros en trminos de desencantamiento y reencantamiento del mundo,
podrn delinearse algunos grandes cauces de las significaciones sociales
que transitan el presente.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
1. Entrada
Pluralidad, diversidad, complejidad, disparidad. A simple vista, la cultura
contempornea parece manifestarse bajo distintas formas, que coexisten, se
transforman y se suceden, dando prueba de una apertura a la diferencia y la
singularidad que constituira el nico denominador compartido.
Siguiendo una vocacin algo ms curiosa e inquisitiva, empiezan a descu-
brirse algunos patrones comunes en la variedad aparente. Quisiera proponer
una lectura de la cultura masiva contempornea en trminos de gneros discur-
sivos, partiendo de una suerte de tipologa que permita acceder a sus atributos
ms huidizos: la sensibilidad y el fondo emotivo que, discretamente, alimentan
su configuracin actual.
Aunque la multiplicidad de gneros desplegada en la produccin cultural es
evidente, llama la atencin la preeminencia de dos variedades contrapuestas:
por un lado, los gneros veristas, tales como las biografas y testimonios, la auto-
ayuda, los reality-shows y los talk-shows; por otro, los relatos fantsticos y mara-
villosos. Tanto las sagas de los vampiros adolescentes como el fenmeno de
Harry Potter, como las antiguas novelas de Tolkien y C. S. Lewis revisitadas por
el cine y la proliferacin de obras de este estilo han poblado el universo cul-
tural masivo de seres imaginarios y sagas picas. A mitad camino entre la fan-
tasa y la ciencia ficcin, el xito de la pelcula Avatar seala fusiones de
gneros que permiten juegos de identificaciones mltiples.
Cul es la trascendencia de estos datos en el horizonte cultural? Se trata de
rasgos peculiares que corresponden a grupos etreos diferentes, con imagina-
rios diversos? Pueden entenderse como fenmenos mundiales, o dependen de
los contextos culturales nacionales?
Mi objetivo es interrogar la significacin que adquiere la presencia domi-
nante y contradictoria de las narrativas de la vida cotidiana y los relatos fan-
tsticos en la cultura masiva contempornea. Partiendo de la teora discursiva
de Mijal Bajtn, que entiende los gneros como registro de la sensibilidad de
una poca, analizar las caractersticas distintivas de las principales obras esco-
gidas por el pblico en el terreno literario y cinematogrfico en los ltimos tres
aos.
Tomar ejemplos del mercado editorial y cinematogrfico de cuatro pases
hispanohablantes: Argentina, Colombia, Mxico y Espaa. A partir de la com-
paracin por gnero de las producciones elegidas por el pblico, examinar las
similitudes y diferencias entre los casos. Finalmente, intentar comprender de
manera general la preferencia que los pblicos manifiestan repensando los gne-
ros en trminos de desencantamiento y reencantamiento del mundo.
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G N E R O S D E L A C U LT U R A M A S I VA
2. Fundamentos
Un gnero implica, bsicamente, una legalidad. El establecimiento de cier-
tas reglas a cumplir sirve como definicin, como marca de identidad, de tal
manera que se conjure toda suspicacia, toda ambigedad y toda indecisin.
Como se sabe, ninguna ley es universal ni transhistrica: las normativas son
herramientas concretas que deben permitir tipificar situaciones del estricto pre-
sente. En la vida de los gneros discursivos, el anacronismo no es un pecado,
sino una declaracin de muerte y olvido.
Ciertamente, al igual que lo que ocurre en la vida social, la mayor parte de
las situaciones que se presentan ms frecuentemente son asignadas con dificul-
tad a una categora especificada tericamente. Son pocos los casos en los que
no existen prstamos, mezclas, recreaciones y fusiones.
No obstante la labilidad de sus lmites, los gneros discursivos ayudan a inter-
pretar el imaginario y la sensibilidad de las distintas pocas y generaciones.
Mijal Bajtn (1982: 253) seala que reflejan de una manera ms inmediata, atenta
y flexible todas las transformaciones de la vida social. Es dable imaginar a un
lingista del futuro exhumando registros de chats y mensajes de texto de tel-
fonos mviles y escrutando estos restos antropolgicos que plasman una vida
cotidiana desaparecida. Quien examine estas brevsimas piezas discursivas,
sin duda notar el predominio de la funcin ftica por encima de la informa-
tiva, la inmediatez de las decisiones que acompaan las vicisitudes de una vida
siempre dinmica e inestable, el recurso iconogrfico que apunta a la mostra-
cin de sentimientos, el tono cool...
Los discursos estn marcados por el horizonte cultural al que refieren y la
situacin de enunciacin en la que se producen. Agrega Bajtn (1982: 254): Los
enunciados y sus tipos, es decir, los gneros discursivos, son correas de trans-
misin entre la historia de la sociedad y la historia de la lengua. [...] en cada
poca del desarrollo de la lengua literaria, son determinados gneros los que
le dan el tono [...].
La aseveracin es sugestiva: esa materia inaprensible que contienen las pro-
ducciones culturales: el tono, la emotividad, una sensibilidad peculiar, un humor
caracterstico, son rasgos poco objetivos pero tan ntidos que permiten iden-
tificar una poca y reconocer sus inflexiones. Segn Bajtn, este trasfondo
subjetivo sera accesible si se pudiera desentraar el misterio cifrado en la pre-
valencia de ciertos gneros. Enigmtico designio que nos interpela por una
doble va: cul es el gnero que predomina? y qu es lo que esta preponde-
rancia significa?
Es necesario atender, adems, el horizonte invocado por los gneros discur-
sivos: se trata de la cultura comn, de la cultura como un implcito slo ase-
quible a los que estn inmersos en ella y, por ello mismo, invisible.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
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G N E R O S D E L A C U LT U R A M A S I VA
2. Sensation, perception, and interpretation of information about the world around us by using
faculties of the mind such as senses, phenomenal and psychological perception, cognition and inte-
lligence. Sensorium definition in http://www.medterms.com/script/main/art.asp?articlekey=15732.
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ESPAA Y AMRICA EN EL BICENTENARIO DE LAS INDEPENDENCIAS
de la acepcin de mundo que le subyace. Por eso cada palabra, como aconte-
cer de un momento, hace que est ah tambin lo no dicho, a lo cual se refiere
como respuesta y alusin.
Esta tesis es menos aceptada para las obras de la cultura masiva. Hay algu-
nas razones fundadas para ello: en primer lugar, en la cultura, el lenguaje no
es de nadie, es apropiado de modos infinitamente variables y, a la vez, sli-
damente compartidos. Las producciones culturales masivas, en cambio, son pro-
piedad privada, y no justamente de cualquier particular, sino de aquellos que
detentan una cuota nada desdeable de poder simblico, poltico y econmico.
En segundo lugar, la Teora Crtica ha formulado una fuerte impugnacin del
orden cultural masivo como creacin social, subrayando su papel ideolgico,
al servicio de la reproduccin social, que modela a los sujetos.3 Las culturas
masivas contemporneas no seran, entonces, expresin de una sensibilidad
sino causas eficientes en su produccin. Este ltimo argumento, contundente
en su formulacin terica y fuertemente cimentado, puede ser, sin embargo,
matizado un poco. Intentar afrontar este desafo en la ltima parte de este tra-
bajo.
3. Vanse al respecto las obras clsicas de Theodor Adorno y Max Horkheimer y el anlisis cr-
tico de Blanca Muoz, 1989.
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La amable convivencia entre los gneros biogrficos y los medios que carac-
teriza a la cultura masiva contempornea se apoya en las necesidades de stos
y los rasgos de aqullos. Las biografas cotidianas actan como una autentifica-
cin, borran las marcas de la construccin meditica, dejan una huella perso-
nal que particulariza a los individuos, amparan la inscripcin afectiva.
El desplazamiento producido en las preferencias de gneros eclipsa a los
actores excepcionales, reemplazndolos por figuras corrientes. Esta preferencia
pone de manifiesto una transformacin cultural epocal, dando el tono la pecu-
liar coloracin afectiva del presente. Esta afeccin singular parece sugerir el
ocaso de los hroes, como si ya no proporcionaran una clave de sentido vlida,
como si el descrdito ms absoluto hubiera desvanecido su aura.
An empaada, la cultura sigue oficiando como una superficie que devuelve
la doble definicin del yo y el nosotros. Como subraya Arfuch (2002: 65), [...] la
dimensin simblico/narrativa aparece a su vez como constituyente: ms que
un simple devenir de los relatos, una necesidad de subjetivacin e identifica-
cin, una bsqueda consecuente de aquello-otro que permita articular, aun tem-
porariamente una imagen de autorreconocimiento. Esto lleva a concluir que,
aunque desdibujadas, las narrativas actuales colman ese imperativo. La pregunta
es de qu manera lo hacen, qu sujeto enuncian.
Desde el punto de vista de la representacin meditica, estos pequeos rela-
tos no hablan de la fuerza sino de la debilidad y el sufrimiento encarnados en
una historia personal. Exponen ante el pblico el dolor, el fracaso, la necesidad
y el logro minsculo.
Al acentuar la mirada sobre el mundo privado, se transforman en una suerte
de espejo consolador: si el futuro es incierto y el presente poco prometedor,
el repliegue ntimo aparece como el ltimo recurso disponible. Coincidiendo
con la lectura de un mundo desencantado, el microrrelato parece la manifes-
tacin de los procesos de individualizacin y de disolucin de la trama social.
Veamos algunos datos que permitan observar este fenmeno en el mercado
editorial. Tomar mis referencias de los 15 libros ms vendidos en 2009 en un
panel de cuatro pases hispanohablantes: Argentina, Colombia, Mxico y Espaa.4
Los datos estadsticos construidos hacen evidente la importancia de aquellos
gneros que se conectan ms directamente con las necesidades prcticas, ya sea
aquellos que proporcionan orientacin para la vida o los que se consagran al
anlisis de la actualidad nacional. Los libros de autoayuda y de poltica, estos
ltimos presentados bajo la forma de biografas y testimonios de los protago-
4. Los datos de ventas de libros fueron tomados de informaciones publicadas por distintos peri-
dicos y portales accesibles desde Internet. En las referencias bibliogrficas se provee el listado com-
pleto. Las tasas se calcularon en base a esta informacin.
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5. Los datos de la taquilla del cine en los cuatro pases del panel se tomaron centralmente de
la pgina web Movie Box Office Mojo y fueron cruzados con otra informacin disponible en Inter-
net.
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8. Angenot, M. 2005.
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en pensar que hay un regreso a las creencias religiosas, creo que el fenmeno
es ms general, y que el racional mundo occidental an est calado hondamente
por una religiosidad sincrtica y laxa, pero religiosidad al fin, como es la New
Age.
El reencantamiento del mundo aparece como el retorno de la magia aso-
ciado a la necesidad de trascender la poco estimulante visin de las realida-
des cotidianas. Es el exacto reverso de las narrativas analizadas previamente y
hasta puede pensarse como una suerte de reaccin al aburrimiento, a la bana-
lidad, a la falta de inters que despierta ver en el espejo, continuamente, la pro-
pia imagen.
Vemos que esta fuerte receptividad a relatos con componentes msticos est
presente en los libros ms vendidos de 2009 en casi todos los pases del panel
estudiado: ngeles y demonios y El smbolo perdido, de Dan Brown, exploran
esos vnculos resolvindolos mediante un expediente racional, como es clsico
de las novelas policiales; el elemento religioso constituye el eje de la accin en
La mano de Ftima, de Ildefonso Falcones; es el ncleo del conflicto en La
cabaa, de W. Paul Young, est expresado en la lgica oscurantista de El secreto,
de Rhonda Byme y se manifiesta en tono de una mixtura religiosa con com-
ponentes orientalistas en El combustible espiritual, de Ari Paluch. En otro regis-
tro, tambin es el nudo del ensayo de Jos Saramago, Can. Si sumamos estas
obras a la saga de Crepsculo, se observa que, en Argentina, Colombia y Espaa,
cinco de los quince libros ms vendidos comparten este pathos, mientras que
en Mxico la cifra asciende a siete.
Si bien es cierto que los jvenes lectores de Crepsculo se diferencian en
virtud de su edad del resto del pblico, las coincidencias advertidas revelan
algunas pistas en torno a la sensibilidad contempornea. Podemos conjeturar
que la preferencia de los adultos se divide entre los relatos de las vicisitudes
cotidianas, donde buscan apoyos para sostenerse en un mundo incierto y cruel-
mente competitivo, y los relatos tenuemente religiosos, mientras que los jve-
nes se vuelcan ms decididamente por la fantasa.
No slo las novelas, sino tambin las pelculas fantsticas, son patrimonio
no exclusivo, pero preferente de los jvenes. En el terreno cinematogrfico,
esta primaca es arrolladora. Aun dejando a un lado la ciencia ficcin-accin y
el cine de animacin dirigido a los nios, que representa el 30 % de las pel-
culas ms vistas, el gnero maravilloso, fantstico y de ciencia ficcin pura, es
decir, aquellos que presentan lo extraordinario comprende ms de un tercio
del ranking de las 20 pelculas que concentraron durante 2009 la mayor asis-
tencia de pblico.
En Espaa, sumaron el 30 % de los 20 filmes de mayor taquilla: Avatar, Luna
Nueva, 2012, Harry Potter y el misterio del prncipe de sangre mestiza, El curioso
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caso de Benjamin Button, Ms all de los sueos (en Latinoamrica, Cuentos que
no son cuento); X-Men. Orgenes: Lobezno. En Argentina (donde no se estren
Avatar hasta 2010) y Mxico, representan el 40 % de las 20 pelculas ms vistas
en el ao. La lista de ttulos se ampla un poco, con la aparicin en ambos casos
de Una noche en el museo II y Cuento de Navidad (retitulado en algunos pases de
Amrica Latina como Los fantasmas de Scrooge). Mientras que en Argentina
se computan los asistentes a Crepsculo y El curioso caso de Benjamin But-
ton, en Mxico cuentan los espectadores de Avatar y X-Men. Orgenes: Lobezno.
Colombia registra el porcentaje ms alto de espectadores de pelculas fantsti-
cas: el 45 % de las 20 ms vistas.
Se trata de un fenmeno que tiene al menos cinco aos de gestacin y que
sigue en crecimiento, ampliando sus pblicos. Los gneros fantsticos concitan
un inters inusual, que incita a imaginar sus fuentes.
5. Conclusiones
En conclusin, podemos hablar de la coexistencia de dos sensibilidades que
marcan el tono de la cultura masiva contempornea: por un lado, la bsqueda
de s mismo; por otro, el reencantamiento del mundo que conlleva una aper-
tura hacia algo otro desconocido, ya sea el mundo social, la naturaleza, una
entidad o una dimensin trascendente al aqu y ahora y al sujeto mismo.
Si los gneros veristas sirven como formas de introspeccin, los gneros fan-
tsticos abren la mirada a una realidad que supera el crculo egotista. El reen-
cantamiento no implica el ascenso de la supersticin, sino que, en el contexto
de este anlisis, insina que lo que se ve no es todo lo que hay; que lo desco-
nocido est ah, como amenaza y como promesa. Frente a la exhibicin plana
de la subjetividad abierta y diseccionada a travs del dispositivo tecno-medi-
tico, los gneros fantsticos recuerdan que no sabemos cabalmente quines
somos ni cmo es el mundo que vivimos.
Las vivencias cotidianas representadas pblicamente no son la realidad
misma, sino apenas la realidad visible segn puede ser captada por un mdium.
La exposicin realista, naturalista y analgica da, pues, una impresin ms vvida
de lo real, ocultando el artificio que hace posible su exhibicin y que necesa-
riamente reduce y modela toda manifestacin posible. Esta puesta en escena de
la interioridad ha desencadenado un orden de sensibilidad que podra com-
pararse a la compasin, esto es, la identificacin que lleva a padecer con el
otro, espejndose en su situacin.
La inmediatez de la imagen y la narracin verista adelgazan el espesor de la
vivencia, pero ella puede ser repuesta en la recepcin, mediante la igualacin
o evocacin de experiencias propias de los pblicos. El espectador, el lector,
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tienen la facultad de dar densidad a las emociones testificadas en los relatos bio-
grficos y testimoniales, en la medida en que stos les permitan una intros-
peccin. Si la reflexividad no acontece, las producciones culturales condenan
al pblico al sensacionalismo, al amarillismo y a la observacin morbosa.
La vena potica, la imaginacin en cualquiera de las artes, implica una trans-
posicin artstica, justamente, de aquello que no puede ser ni narrado ni mos-
trado directamente, que es renuente a su exposicin y que, por ello, aparece
tangencialmente o merced a una intensa bsqueda creativa. Lo propio del arte
y la literatura es forzar los lmites de lo que puede ser dicho y de lo que puede
ser exhibido para arrebatar y comunicar aquella intimidad sutil y profunda que
esconde la vida.
No es que los gneros fantsticos sean, per se, garantes de esta empresa. Sim-
plemente, sealan la existencia de otros mundos y otros seres imaginables,
ampliando los horizontes del mundo. Sin embargo, si los receptores no expe-
rimentan cierta inquietud, no habrn provocado nada diferente que merezca ser
destacado.
En la dcada de 1990, se pas de las narrativas heroicas a las de la cotidia-
neidad. Veinte aos despus, estas narrativas parecen estar cediendo su pree-
minencia frente al ascenso del componente sobrenatural. Es fundamental, sin
embargo, considerar algunas inflexiones del gnero en sus versiones de la pri-
mera dcada del 2000.
Traducido la mayor parte de las veces como un compendio de efectos espe-
ciales, la aparicin de lo sobrenatural no equivale a la presencia de un ser
humano salvador: ste, en general, y como herencia de esta mirada detenida
sobre las vicisitudes domsticas, se configura como un personaje falible, defec-
tuoso, torpe. El portento no acontece por su carcter, sino a pesar de l.
Aunque la magia coincida demasiadas veces con la tcnica, sta no es la
nica opcin; en ocasiones se trata de un tipo de poder sobrenatural prove-
niente de los dioses, la naturaleza o fuerzas desconocidas. La dimensin socioa-
fectiva est presente aun en los personajes que encarnan lo sobrenatural: ellos
no son hroes de accin sino seres sensibles, acompaados de amigos y fami-
liares y emblemas del trabajo en equipo. En muchos de los casos, los auxilia-
res tcnicos tambin aparecen encantados o humanizados.
Para interrogar an ms a fondo esta sensibilidad emergente, es impor-
tante tomar nota de los gneros que han declinado. El gran ausente es el relato
amoroso: las novelas romnticas estn lejos de ser las favoritas, y la superficie
de la cultura parece estar deserotizada. Tambin han quedado relegados la come-
dia y el humor, salvo en el mercado editorial argentino, que tiene este tema
como un rasgo idiosincrtico caracterstico.
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