Algunas reflexiones acerca de psicoterapia y psicoanlisis.

Las diferencias esenciales hoy

Algunas reflexiones acerca de psicoterapia y psicoanlisis

LAS DIFERENCIAS ESENCIALES HOY
Some thoughts about Psychoanalysis and Psychotherapy
THE ESSENTIAL DIFFERENCE TODAY

Alfredo Julio Painceira Plot*

RESUMEN
Se sostiene que hoy los psicoanalistas, enfrentan en su prctica el
desafo de afrontar las demandas de sus pacientes, en condiciones
diferentes a las que se daban en los aos anteriores y que con fre-
cuencia, esa misma demanda contraindica, segn nos dice Freud la
iniciacin de una tratamiento psicoanaltico, que en general no es
aconsejable en situaciones de crisis. No obstante la divisoria de aguas
entre el psicoanlisis y la denominada psicoterapia psicoanaltica por
un lado y todas las otras formas de psicoterapia por el otro son: 1- La
formacin de la persona que efecta la prctica dado que si ste es
un psicoanalista formado, a lo sumo ser un psicoanalista que haca
otra cosa que el tratamiento psicoanaltico clsico, sin dejar de ser
psicoanalista. Lo que har que 2 - Presuponga la existencia de un
Inconciente dinmico, el mecanismo de represin y basar su accio-
nar en tratar de dejar venir el material y ayudar al paciente que
encuentre en s las respuestas que busca actuando, cuando es posi-
ble per va di levare y no per via di porre, conservndose as,
pese a las modificaciones del encuadre lo esencial del psicoanlisis.

* Psicoanalista miembro de APdeBA.

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 ALFREDO JULIO PAINCEIRA PLOT

En relacin a esto se coincide con lo que sostiene Winnicott, quien

afirma que el entrenamiento para este trabajo que no es psicoanli-
sis es el entrenamiento en psicoanlisis.

ABSTRACT
Psychoanalysts today are challenged by the demands of their patients,
which happen under conditions that are different from the ones of
previous years. Frequently that same demand, according to Freud,
contraindicates the start of a psychoanalytic treatment not advisable
in situations of crisis. However, the boundary between psychoanalysis
and the so called psychoanalytic psychotherapy on one hand, and
all the other kinds of therapy, on the other, are: 1- the training of
the person that makes the practice since if the person is a well trained
psychoanalyst, he/she will be, at the most, a psychoanalyst who does
something different from the classical psychoanalytical treatment,
but will not stop being a psychoanalyst. This will make the
psychoanalyst: 2- assume the existence of a dynamic unconscious,
the repression mechanism and will base his/her actions on trying to
let the material come and help the patient find by himself the
answers he/she is looking for, by acting, when possible, per via di
levare instead of per via di porre, thus keeping the essential of the
psychoanalysis in spite of the modifications of the setting. There is
coincidence here with Winnicott who asserts that training for this
work that it is not psychoanalysis is training in psychoanalysis.

I. Introduccin
PER VIA DI PORRE, PER VIA DI LEVARE

Los psicoanalistas enfrentamos hoy, en nuestra prctica clnica, el

desafo de responder a las demandas de nuestros pacientes en condi-
ciones diferentes a las que se daban en aos anteriores, dado que muy

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pocos de los consultantes estn dispuestos a hacer un tratamiento

psicoanaltico con la frecuencia de sesiones habituales, y suelen con-
sultar acuciados por problemas que juzgan urgentes y quisieran resol-
ver a la brevedad, impregnados de tanta inmediatez como el entorno
social del cual forman parte.
Con frecuencia, si atendemos a su demanda, que contraindica,
segn nos dice Freud la iniciacin de un tratamiento psicoanaltico,
no aconsejable en general en situaciones de crisis, y, si al abordar su
presunto problema no olvidamos nuestro punto de vista psicoanaltico,
es probable que la consulta concluya, tras un tiempo de abordaje
psicoteraputico, en un psicoanlisis que probablemente no se haga
con cuatro sesiones semanales pero que, a mi juicio, puede llegar a
ser, de todos modos, un buen anlisis.
O sea, si el psicoanalista cultiva la virtud de la paciencia, acepta la
urgencia del paciente pero no adhiere a su temporalidad acotada a la
inmediatez; si resiste la tentacin de tomar en sus manos la vida del
paciente y se aviene a hacer algo diferente sin dejar de ser psicoanalis-
ta, es muy probable que el paciente experimente la necesidad de in-
dagar en s mismo y se inicie un anlisis.
Este tema, en realidad, ya se haba planteado dentro de nuestro
campo hace muchos aos. Winnicott se ocup del mismo en un agu-
do trabajo de su madurez, Los designios del tratamiento psicoanaltico,
basndose entre otras cosas en su vasta experiencia hospitalaria. En
ese trabajo sostena que lo que diferenciaba esencialmente el psicoa-
nlisis de las otras formas de psicoterapia era la formacin que tena
la persona que la practicaba, es decir si sta era o no un psicoanalista
formado. Si lo era, lo fundamental estaba dado y la diferencia poda
pasar; a lo sumo era un psicoanalista que haca otra cosa que el trata-
miento psicoanaltico clsico, sin dejar de ser psicoanalista.
He meditado muchas veces acerca de este problema que nos plan-
tebamos a menudo entre colegas, desde hace ya mucho tiempo; en
realidad he hecho siempre tratamientos psicoanalticos, y si el pa-

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ciente demandaba menos o poda menos una psicoterapia, atpica

en cuanto al nmero de sesiones, tal vez en cuanto a la duracin yo
acceda sin establecer a priori qu instrumentos iba a usar y cules
eran las modalidades de abordaje que iba a utilizar.
Con el correr de los aos comenc a pensar ante la conver-
sin de tantos psicoanalistas formados en otras religiones teraputi-
cas ms a la moda si bastaba con haber tenido una formacin
psicoanaltica, y me respond que no, que era importante que en el
punto de vista particular del terapeuta se conservara o no lo esencial
del punto de vista psicoanaltico; si el paciente como estructura per-
sonal era comprendido desde la perspectiva del psicoanlisis o no,
porque las conversiones que menciono eran reales conversiones y
no adiciones de nuevos puntos de vista posibles a los ya adquiridos;
no eran en ese sentido progresos, sino conversiones a nuevas dis-
ciplinas que con un disfraz de modernidad; examinadas desde cerca
eran tan viejas como el mundo, o al menos tan viejas como el psi-
coanlisis...
Quisiera agregar que casi todas estas tcnicas, por un lado, presu-
ponen los hallazgos tericos del psicoanlisis que habitan su base te-
rica desde la cual operan de manera diametralmente opuesta al psi-
coanlisis pues suelen hacerlo per via di porre, incluyendo un buena
dosis de violencia sobre la persona cuyos sntomas pretenden modifi-
car sin considerarla.

II. Algunos problemas prcticos

Un primer problema prctico que se plantea es el de la frecuencia

de las sesiones, y en esta rea se ha progresado porque al menos ahora
los psicoanalistas ms duros se avienen a discutir lo que antes era
respondido con una frase que formaba parte del dogma imperante:
Si no hace cuatro sesiones, no hace anlisis.

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En este aspecto, creo que se puede hacer un anlisis con dos sesio-
nes semanales, en algunos casos; aunque la menor frecuencia obliga a
una actitud ms activa del analista, hago tambin psicoterapias psi-
coanalticas con una sesin semanal, pero en esos casos me encuentro
con algunas dificultades cuando el anlisis se profundiza y el paciente
necesita ms sostn y ms continuidad a fin de poder seguir la se-
cuencia asociativa.
Un segundo problema que se alega y que ya no tiene relacin con
la urgencia, es el de la duracin del tratamiento. La consecuencia es
que en la prctica, cuando el terapeuta se atiene rgidamente a una
duracin preestablecida (9 o 10 sesiones improrrogables por ejem-
plo), lo nico que se logra es una legin de pacientes que acumulan
en lugar de diez aos de psicoanlisis con una misma persona, quince
aos de peregrinaje por diversos servicios en busca de la continencia
que necesitan y que por reglamento se les niega.
Al iniciar un tratamiento, por aquello que deca Freud de que al
rengo se lo conoce al caminar, no adelanto fechas y en general si
bien acepto tomar pacientes a los que supongo que puedo ayudar
muy bien con una o dos sesiones semanales, no acepto, salvo viajes o
tratamiento de pacientes terminales, fijar una fecha de terminacin a
priori, por lo que el trmino de psicoterapia breve no me cierra, pues a
veces es brevsima, ya sea porque el paciente se va luego de obtener
algn objetivo menor, o porque la muerte se lleva al paciente termi-
nal y a veces termina bien en unos aos y otras, que no son
infrecuentes, terminan en un proceso psicoanaltico clsico.
Los invito a revisar, entre los pacientes que reciben, cuntos de
ellos han recibido antes una o varias terapias breves y se van a sor-
prender. Eso plantea el problema de tener que usar nuestra propia
formacin nuestras propias teoras que son las que se han ido de-
cantando dentro nuestro tras largos aos de prctica y dilogos
psicoanalticos con pacientes y colegas en una prctica diferente en
condiciones atpicas, y adaptarnos a las necesidades cambiantes de

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cada paciente, lo que pone en general a prueba nuestra madurez e

imaginacin.
En la dcada del cuarenta (veinte aos antes del mencionado ar-
tculo de Winnicott), Celes Crcamo, fundador de la Asociacin Psi-
coanaltica Argentina y que fuera mi analista, y Marcos Victo-
ria, uno de los personajes emblemticos del pensamiento en esa po-
ca, presentaron en un Congreso Argentino de Psiquiatra un trabajo
breve sobre psicoterapia y psicoanlisis del que se desprenda que, en
la denominada psicoterapia psicoanaltica, la exigencia sobre el tera-
peuta era mucho mayor que en un tratamiento psicoanaltico clsico,
que exiga mucha ms experiencia y dominio de la tcnica. Winnicott
nos deca, refirindose a las consultas teraputicas y por extensin a
los abordajes a los que me refiero que:

Difcilmente pueda llamarse tcnica al modo de operar en ste

trabajo. No existen dos casos iguales y entre el terapeuta y el pa-
ciente se da un intercambio mucho ms libre que el que se da en
un tratamiento psicoanaltico ortodoxo.

Y agrega que no significa eso desmerecer al psicoanlisis de larga

duracin que sigue siendo la base de su tarea agregando que ste
consiste en

el trabajo que se lleva a cabo a partir de la emergencia da por da

en el material clnico de elementos inconscientes en la transferen-
cia, elementos que llegan a hacerse conscientes como consecuen-
cia de la continuidad del trabajo.

Concluye diciendo que no dudara en afirmar que

el entrenamiento para este trabajo que no es psicoanlisis es el

entrenamiento en psicoanlisis.

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Destaca que las condiciones que debe cumplir el psicoterapeuta,

comprende capacidad de identificacin con el paciente sin mengua
de la identidad personal agregando que debe asimilar los conflictos
del paciente y aguardar a que su resolucin se opere dentro del pa-
ciente mismo.
Si bien se refiere a las entrevistas teraputicas, creo que tiene vi-
gencia para toda psicoterapia atpica, en la cual la tcnica es extre-
madamente flexible, y debe aprenderse en una multitud de casos y
no en unos pocos.
Eso contrara el intento de las denominadas terapias focales de
reglar al extremo el abordaje planificando como una intervencin
quirrgica la intervencin psicoteraputica, como as tambin el de
las denominadas terapias sistmicas y cognitivas que tienen, no obs-
tante, sus indicaciones, que no discuto.
Hay muchas ms diferencias entre la psicoterapia psicoanaltica y
todas las dems formas de psicoterapia que la que hay entre el psicoanli-
sis y la psicoterapia psicoanaltica, sin duda alguna. Las diferencias esen-
ciales entre la psicoterapia psicoanaltica y las otras formas de terapia pa-
san, se concentran, especialmente, en los siguientes puntos:
1. La formacin de la persona que practica la psicoterapia.
2. La teora que subyace a su trabajo, aquellos detalles de la teora y
de la tcnica que han ido haciendo suyos los psicoanalistas a lo
largo de los aos y que si no se desdibujan marcan una diferencia
esencial en su prctica.
3. La finalidad de un tratamiento psicoanaltico es ayudar al pacien-
te a ser lo ms parecido a lo que hubiera llegado a ser si las alte-
raciones del desarrollo generadas por un dficit del medio o por
conflictos reprimidos, no hubiera tenido lugar. No lo ms pare-
cido a lo que la familia hubiera deseado, ni lo ms parecido al
terapeuta, puesto que ste no puede imponer creencias y valores a
sus pacientes, lo cual constituira algo as como una violacin
del ser, parafraseando a Winnicott.

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Creo que el psicoanalista, al igual que el ejecutante de un instru-

mento, demora mucho tiempo en aprender la tcnica de ejecucin y
solamente comienza a hacer msica cuando ha dominado dicha tc-
nica al extremo de poder olvidarse de ella cuando ejecuta.
Entonces y recin entonces el psicoanalista hace psicoanlisis, o
hace otra cosa que el paciente necesita y puede hacer como psicoana-
lista.

III. Las intervenciones del analista

Pensando acerca de las intervenciones en el curso de una

psicoterapia psicoanaltica, me sent perdido al advertir que no segua
ninguna regla especial en las mismas y que stas diferan mucho entre
s segn el paciente a quien iban dirigidas. La bibliografa no me fue
de gran ayuda porque en general, a diferencia de lo que yo haca,
trataban de encorsetar y reglar las intervenciones del terapeuta diri-
gindola hacia fines preestablecidos, lo que daba a las intervenciones
un fondo de artificialidad y de acartonamiento que, a mi juicio, res-
taban eficacia al trabajo a realizar. Sin embargo, cuando me dispuse a
pensar en aquello que haca, descubr varias cosas a posteriori.
Primero, me di cuenta de que en las psicoterapias era mucho ms
activo; preguntaba ms, trataba de conocer ms al paciente y su ma-
nera de vivir su vida; trataba de meterme en su punto de vista desde el
cual viva, y contemplaba y recreaba la realidad compartida; trataba
de vivir por un momento adentro de su mundo; usaba pues mucho
ms y muy esforzadamente mi capacidad de identificacin y era cons-
ciente de que deba cuidarme del riesgo de perderme en esa identifi-
cacin adoptando un punto de vista parcial acerca de los conflictos
del paciente olvidando su raz inconsciente.
Por otra parte, el material giraba mucho sobre la situacin actual
aunque, con un poco de pericia, se poda despertar la colaboracin
inconsciente como seala Winnicott y el inters por los propios pro-

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cesos psquicos, tal como ya recomendaba Freud en Psicoterapia de la

Histeria.
Siempre tena presente que mi funcin exclua toda tentacin de
conducir la vida del paciente y resolver de manera simplista sus pre-
suntos problemas; saba y s que deba ayudar al paciente a buscarse a
s mismo, y tal vez a hallarse en la bsqueda. Supe que deba buscar en
su interior las respuestas a sus interrogantes y no dentro de mi cabeza,
y supe tambin que el registro de la contratransferencia era esencial,
porque el terapeuta est mucho ms expuesto a actuarla en este tipo
de abordaje que en el psicoanlisis. Saba que estaba expuesto a per-
der el punto de vista neutral, porque los acontecimientos externos
ocupan la escena y hay pocas sesiones para que se vayan disipando sus
efectos, dando lugar a la irrupcin del inconsciente.
Me di cuenta tambin que utilizaba mucho ms las construccio-
nes, pero aqu, no como colofn del trabajo interpretativo, como hago
cuando analizo, sino ms bien para proporcionar una urdimbre pro-
visional que fuera otorgando sentido a lo que le aconteca al paciente
dando oportunidad a ste para completar esas construcciones que no
eran cerradas sino abiertas y que se iban enlazando con recuerdos,
sueos y ocurrencias que deba usar con mayor rapidez, porque a
diferencia del psicoanlisis clsico las ocasiones no se repiten con tan-
ta frecuencia.
Observ que, a falta de un punto de partida mejor, parta de la
superficie que me ofreca el paciente invadido por la situacin ac-
tual externa, y trataba de sacar partido de estas situaciones a fin de ir
sealando coincidencias y diferencias y tratando de detectar la irrup-
cin del inconsciente a fin de poder sealarlo y hasta donde era posi-
ble rastrear en sus recuerdos, que con frecuencia peda como asocia-
cin.
Me pregunt qu haca con la transferencia y me di cuenta que
exista, por supuesto, pero era ms difcil utilizarla en las intervencio-
nes por la discontinuidad de las sesiones; en todo caso supe que si

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bien la poda interpretar, lo haca casi como para ejemplificar el ma-

terial y para aprovechar el espesamiento del contacto afectivo, pero
que no iba a producirse una verdadera neurosis de transferencia, sobre
la cual poder trabajar por la discontinuidad de las sesiones.
Tambin me di cuenta, con cierta sorpresa, de que se confirmaba
algo que ya haba sospechado en los tratamientos psicoanalticos de
pacientes con una historia traumtica grave, y era la peculiar modali-
dad de registro del trauma y, dentro del tratamiento, la peculiar es-
tructura de la re-vivencia de esas situaciones.
Comprob que, aunque solan tener informacin acerca de la si-
tuacin traumtica, esta no adquira realidad hasta que no era revivi-
da en sesin; en ese momento solan repetirse en bloque con un in-
tenso componente afectivo-emocional y marcada angustia, lo que me
hizo pensar que cuando el psiquismo se ve superado por la capacidad
de asimilacin y dominio del acontecimiento, recurre a un mecanis-
mo de los ms primitivos, a los que Winnicott describiera para refe-
rirse a los traumas tempranos, la catalogacin, en la cual se congela la
situacin conservndola como slides ordenados en sucesin, vistos
desde afuera porque la situacin traumtica ms tarda disocia la
consciencia y lleva a que el sujeto sea a la vez protagonista y especta-
dor del suceso.
Esto hace que se pueda conservar, a la vez, la vivencia de la situa-
cin traumtica como slides ordenados, cargados de afecto, cataloga-
dos, congelados y al lado el recuerdo desafectivizado del suceso, o su
represin segn el caso y la edad en que ocurra el suceso.
La re-vivencia de las situaciones traumticas dentro de una
psicoterapia me llev a considerar la conveniencia de prolongar la
sesin cuando el paciente las revive, cosa que por otra parte es muy
probable que se repita a lo largo del tratamiento.
El abordaje exige un manejo cuidadoso. En cierta ocasin no ad-
vert lo que estaba sucediendo, cre concluida la cosa y termin la
sesin a la hora indicada: eso casi produce la interrupcin del trata-

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miento, pues la paciente consult inmediatamente a otro analista a

quien le relat la situacin y este, con buen criterio, me la remiti
con la sugerencia de que hablara del tema conmigo; a partir de all se
inici un perodo muy fructfero del tratamiento, desde el momento
en que yo le pude aclarar que lo sucedido era responsabilidad ma
puesto que no haba advertido a tiempo lo que suceda.
Tengo siempre presente que de lo que se trata en todo abordaje
psicoteraputico es de lograr que el paciente tenga una existencia ms
plena, sea ms l mismo, elija su propio camino, acepte sus limitacio-
nes y logre alcanzar ese punto del desarrollo en que puede ser l mis-
mo simplemente cuando ha logrado tener un punto de vista personal
sobre la realidad consensual y sobre cada cosa y cada persona, y cuan-
do efecta esa suerte de hermenutica elemental de otorgar un senti-
do a la realidad desde s mismo.
Es por eso que sigo siendo psicoanalista, porque estoy convenci-
do que el psicoanlisis sigue siendo la psicoterapia por excelencia, la
que acta per va di levare, la que cree en las potencialidades de cada
ser humano y es capaz de despertarlas tras ayudar a quitar las trabas
que impedan su despliegue.

IV. Una pequea vieta

A modo de continuacin har un breve relato del caso de un

paciente que trat psicoteraputicamente.

MANUEL
Manuel es un hombre de 48 aos, que tiene un buen matrimonio
de casi veinticinco aos, tres hijos, es exitoso en su profesin y,
segn manifiesta, tiene una vida sexual rica y placentera con su
mujer.
Consulta porque, segn l, padece de un sndrome del medioda
de la vida y se ha sentido impulsado a hacer algunas travesuras

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que contraran todo lo que l es, cree y ha sostenido siempre, hace

escapadas para visitar a una prostituta con la cual mantiene algo
ms que relaciones sexuales, que son para l, evidentemente, peo-
res que las que mantiene con su mujer, charla mucho, pasa ms de
una hora hablando con ella que lo escucha con atencin, aunque
no siente por supuesto nada que se parezca al amor, luego de pagar
se retira y pasa un tiempo variable hasta que vuelve a sentir una
incierta necesidad que a l mismo lo desconcierta, porque no sabe
en realidad qu busca.
Me doy cuenta y lo anoto en mi memoria que por como lo descri-
be es tal vez uno de los pocos momentos, el de la visita a la prosti-
tuta, en que puede expresarse tal como l es y contarle sus cuitas
que la mujer escucha sin abrir juicio; pienso entonces que es muy
posible que est buscando una madre capaz de escuchar y que, en
ltima instancia, se est buscando a s mismo.
Indagando acerca de las circunstancias de las visitas y lo que siente
previamente, me dice que por lo general lo asalta un impulso muy
fuerte en las horas muertas de su trabajo y a menudo luego de
haber tenido algn desencuentro en su casa.
Profundizamos entonces en su historia. Hijo de padres viejos, le
cae encima la familia y la empresa familiar desde muy chico y no le
ha quedado margen para la rebelda, se sabe el preferido de los
padres, aunque vislumbra que esa preferencia le ha costado cara
pues depende en gran medida de que complazca sus expectativas,
aunque agrega que ha disfrutado siempre en complacerlos y que lo
ha hecho sin esfuerzo.
Agrega que ha practicado deportes aunque en realidad ha sido ms
un espectador que un participante, formaba parte del grupo, via-
jaba con el equipo pero no jugaba.
Ha formado una familia de la que siente orgulloso, y puedo agre-
gar que su crisis se produce coincidiendo con la adolescencia de
sus hijos y una obligada mudanza que lo ubica lejos de sus amigos
y lugares habituales.
Por lo contrario, su mujer ha vuelto a sus pagos y puede desarro-
llar una vida social y deportiva intensa que comparte con sus hijos

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y de la cual se siente excluido.

Ha aceptado los cambios en silencio, salvo porque en vez de ha-
blar con palabras ha hablado con acciones, buscando la prostituta
que simboliza tambin a la mujer devota atenta a sus menores
deseos.
La distancia obliga a pensar en una psicoterapia atpica de una sola
sesin semanal, de cincuenta minutos, y en principio hago un diag-
nstico de Estructura Obsesiva, no demasiado consolidada, tal vez
como defensa ante una estructura fbica de fondo.
Se me hace claro que hay una negacin de su agresin y las prime-
ras intervenciones mas tendientes a mostrar por ejemplo el nfa-
sis de sus palabras cuando se refera a determinadas actitudes de su
mujer, lo toman de sorpresa. No obstante puede ir haciendo valer
sus opiniones y mantiene algunas discusiones en las cuales lo no-
tan cambiado y atribuyen a su tratamiento su mal humor e intole-
rancia, que l no siente como tales.
Sin entrar en detalles puedo decir que, porque el material as lo
plante, inici mi abordaje con alguna mencin a su historia in-
fantil y su situacin actual frente a sus padres, otrora autoritarios y
ahora dependientes de l.
Pude as usar una construccin apoyndolo en una manifestacin
suya en que vinculaba su docilidad con virtud. Slo le dije: tal vez
para los otros y a expensas suyas, que debe ahogar lo que usted
quisiera hacer y decir. Sigui una construccin precaria acerca
de la posible relacin de su conducta actual con hechos del pasa-
do, sin entrar en demasiados detalles. Yo apuntaba a dejar que se
exprese, para correlacionar segmentos de su discurso correspon-
dientes a pocas distintas de su vida y que en sus asociaciones se
vinculaban accidentalmente por contigidad, sin que l lo
adviertiera; estas intervenciones solan sorprenderlo y suscitaban
su colaboracin inconsciente y la produccin de un material que
correga y completaba la intervencin ma. Tambin sola relatar
sueos que yo interpretaba utilizando tambin las asociaciones que
se daban y el momento en que irrumpan en el discurso.
Por supuesto nunca dije nada que pudiera hacerle suponer que yo

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aceptaba o rechazaba su conducta, trataba de tomarla como un

material a interpretar, y sola remontarme a un ms all del acon-
tecimiento que me relataba en busca de un sentido que slo con la
ayuda de l bamos a lograr hallar.
Poco a poco fui ocupando el lugar de la prostituta, y a medida que
se fue soltando hall viejos recuerdos olvidados que se asociaban a
una rabia creciente que surga desde l en relacin a su mujer, que
no lo escuchaba, le exiga y siempre se pona del lado de sus hi-
jos Y frente a sus padres, cuya predileccin le cost tan cara
como para hacerle perder gran parte de su espontaneidad.
Un Manuel solo y excluido, sustituy entonces al Manuel de los
comienzos, impuro y culpable, cuya mayor satisfaccin la encon-
traba complaciendo; pudo tambin asociar sus salidas a lo de la
prostituta con manifestacin de su rebelda y tambin con una
bsqueda de comprensin.
Pudimos entonces ver tambin que su culpa se incrementaba cuan-
do sin darse cuenta se incrementaba su rabia, y que prefera sentir-
se culpable por su trasgresin sexual, que viva como una falta
menor, que por la rabia que lo invada cuando se senta tratado
injustamente.

Esta es slo una pequea vieta recuperada, revisando anotacio-

nes sobre pacientes. No pretendo probar nada, por supuesto, apenas
quiero mostrar algunas cosas que surgieron frente al desafo de esta
poca y plantear problemas y puntos de partida para reflexionar jun-
tos acerca de nuestro quehacer hoy, en tanto psicoanalistas que no

hemos renunciado a serlo.

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