¿Quien Cuida A Los Cuidadores?
¿Quien Cuida A Los Cuidadores?
¿Quien Cuida A Los Cuidadores?
SUMARIO
ESTUDIOS
RINCN DE LA SOLIDARIDAD
Se pueden alcanzar los ODM
en un mundo tan desigual?
Miguel GONZLEZ MARTN (Alboan) . . . . . . . . . . . . . 929
LOS LIBROS
Recensiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 947
Prolegmenos
Primera tesis:
Cuidar es velar por la autonoma del otro
Cuidar del otro significa, ante todo, velar por su autonoma, esto es,
por su ley propia. El ejercicio de cuidar no debe ser interpretado como
una forma de colonizacin del otro, y menos an como un modo de
vulnerar la ley propia del otro, sino todo lo contrario. Cuando uno se
dispone a cuidar correctamente del otro, trata de hacer todo lo posible
para que ese otro pueda vivir y expresarse conforme a su ley, aunque
esta ley no coincida necesariamente con la del cuidador.
El respeto a las decisiones libres y responsables del otro es funda-
mental en el ejercicio del cuidar, y ello implica una escrupulosa atencin
al principio de autonoma. Sin embargo, el sujeto cuidador tampoco de-
be convertirse en puro sujeto pasivo y neutro que se limita a satisfacer
necesidades del sujeto cuidado, sino que, en tanto que ser humano, tam-
bin tiene derecho a actuar conforme a su ley, a obrar autnomamente.
En el caso de un conflicto de voluntades, se impone la necesidad
de dilogo y de consenso, la prctica de la confianza y una cierta elas-
sal terrae
ESENCIA DEL CUIDAR. SIETE TESIS 887
Segunda tesis:
Cuidar es velar por la circunstancia del otro
Cuidar del otro significa velar por su circunstancia. La circunstancia no
es un elemento accidental en la configuracin de la persona, sino un
factor determinante para comprender por qu acta como acta. La cir-
cunstancia no se refiere nicamente al conjunto de factores sociales y
econmicos que rodean una existencia humana, sino tambin al am-
biente espiritual, a los valores, creencias e ideales que subsisten en un
determinado contexto y que influyen en el proceso de realizacin de la
persona.
El sujeto enfermo se halla ubicado en un contexto material que tie-
ne unas determinadas caractersticas y que, segn cul sea, influye de
un modo determinante en la ya de por s precaria autonoma del suje-
to cuidado. No se puede cuidar al otro si no se sumerge uno en su cir-
cunstancia y comprende las claves de su contexto, tanto en el plano
tangible como en el plano de lo intangible.
Tercera tesis:
Cuidar es resolver el cuerpo de necesidades del otro
Cuidar de alguien significa tratar de resolver sus necesidades. El ser
humano, en tanto que ser indigente, es un cuerpo de necesidades de n-
dole muy distinta. En el proceso de cuidar se alivian las necesidades
sal terrae
888 FRANCESC TORRALBA ROSELL
que experimenta el ser humano, pero no slo las de orden fsico, sino
tambin las de orden psicolgico, social y espiritual.
No es pertinente desarrollar en este espacio un cuerpo o pirmide
de las necesidades humanas. Simone Weil2 y Martha Nussbaum desa-
rrollan esquemas muy completos y muy reales que pueden ser un refe-
rente en la prctica del cuidar. En ambos casos, el cuidar es una activi-
dad que no se limita a paliar las carencias tangibles del ser humano, si-
no tambin las carencias intangibles o enfermedades del alma.
Slo es posible resolver el cuerpo de necesidades del otro si se dan
dos premisas. Primera: la capacidad de escucha o, mejor dicho, de re-
cepcin del otro. Segunda: la competencia profesional para resolver di-
chas necesidades. Pueden fallar ambas. Slo el que es receptivo al otro
puede descifrar, a travs de la expresin verbal y gestual del paciente,
lo que ste necesita; pero slo el sujeto competente puede resolver esas
necesidades que siente el otro. Ambas caractersticas deben darse en el
cuidador modlico, puesto que podra haber competencia tcnica, pero
no haber competencia tica; y viceversa.
En el fondo, cuidar no consiste slo en resolver las necesidades del
otro, sino en darle herramientas para que l mismo sea capaz de resol-
verlas por s mismo sin necesidad de un cuidador. En el fondo, se tra-
ta de buscar la autonoma en la resolucin de necesidades. Algunas ne-
cesidades se podran evitar si el sujeto tuviera otro estilo de vida.
Cuidar de alguien significa educarlo para que viva un estilo de vida
ms saludable, menos sensible a la incertidumbre y a la enfermedad.
Tambin consiste en ayudarle a asumir aquellas necesidades que de
ningn modo pueden ser subsanadas y que acaban formando parte de
su misma identidad personal.
Slo es posible cuidar si se dan dos condiciones fundamentales.
Primera: un sujeto dispuesto a cuidar de otro; y, segunda: un sujeto dis-
puesto a ser cuidado por el primero. Podra fallar la primera premisa,
y no habra acto de cuidar; podra fallar la segunda premisa, y tampo-
co podra decirse que existe el cuidar; pero tambin podran fallar las
dos premisas simultneamente, y en todos estos casos no se podra ar-
ticular correctamente la funcin del cuidar.
El deseo de cuidar del otro es una especie de impulso altruista que
emerge de dentro de la persona y que la abre a la perspectiva del otro.
Cuarta tesis:
Cuidar es preocuparse y ocuparse del otro
Quinta tesis:
Cuidar es preservar la identidad del otro
Sexta tesis:
La prctica del cuidar exige el auto-cuidado
5. Ibid., p. 25.
sal terrae
892 FRANCESC TORRALBA ROSELL
Sptima tesis:
La prctica del cuidar se fundamenta en la vulnerabilidad
Sntesis final
sal terrae
Impacto de la enfermedad
ST 93 (2005) 895-906
en el enfermo y en la familia
Jos Carlos BERMEJO*
el espiritual son definibles slo en teora; y que, por tanto, cada vez que
el cuerpo encuentra un lmite, toda la persona se siente limitada. De
amigo que facilita la relacin, pasa a percibirse el cuerpo como ene-
migo, traidor, que impide la libertad.
La enfermedad prev tambin la prdida de la imagen de s mismo.
No slo la valoracin de las posibles consecuencias de la misma hace
que se plantee la posibilidad de una nueva imagen de s, que se des-
truir totalmente, sino que tambin la imagen que la persona se haba
hecho, la imagen que quera ofrecer a los dems, debe hacer las cuen-
tas con la realidad. La persona, al enfermar, sobre todo si es grave-
mente, debe redimensionar sus niveles de aspiracin, sus compromi-
sos, su propio rol en los distintos sectores de la vida, los proyectos pa-
ra el futuro (suyos y de quienes lo rodean).
Quirase o no, el enfermo experimenta la pobreza impuesta por la
situacin, una pobreza que quiz no entraba en el esquema de su per-
sonalidad: la pobreza de la dependencia de los dems, de la competen-
cia de los otros para luchar por recuperar la salud o por vivir de modo
soportable la propia situacin. Se pierde el nivel de estima alcanzado
en un estado normal, porque estamos acostumbrados a valorar a las
personas por lo que hacen.
La persona, al enfermar, puede temer no ser digna de ser considera-
da y cuidada; puede temer convertirse en un peso para los dems que
quiz stos no estn dispuestos a soportar. Adems, puede aadirse f-
cilmente el sentimiento de culpa que acompaa a muchas enfermeda-
des, aunque no exista un claro nexo entre la enfermedad contrada y el
comportamiento anterior. La persona siente que, de alguna forma, ha
traicionado las expectativas que los otros se haban hecho de l, con el
fantasma de la prdida de la sensacin de significatividad de algunas re-
laciones. Nadie desea suscitar el sentimiento de piedad de los dems.
La situacin de enfermedad hace, por otra parte, que muchas rela-
ciones significativas de la persona dejen de serlo, se banalicen, se re-
duzcan (pinsese en el mbito laboral, donde tantas horas se pasan).
Con la enfermedad, a veces se pierde tambin el derecho a mani-
festar los propios sentimientos, particularmente si stos tienen una con-
notacin negativa. Limitado por el mal, el enfermo debe padecer una
lluvia de prohibiciones que tiene que ver con la comunicacin de los
sentimientos (desnimo, depresin, rabia, impaciencia, tristeza, etc.).
A veces, la enfermedad es tambin la ocasin privilegiada para ex-
perimentar la prdida de la paz interior. El hecho de enfermar provoca
un anlisis de la propia vida pasada y hace que se recorran mental-
sal terrae
898 JOS CARLOS BERMEJO
mente los caminos de la vida, que se vea la propia historia como en una
pelcula. Y en esta pelcula se descubren con dolor algunos de los pro-
pios puntos dbiles, algunas sombras que llevan a sentirse culpable,
inquieto, temeroso de un posible juicio negativo sobre la persona, a
partir de tales elementos del mosaico de la propia historia. En algunos
casos, llevado por una tendencia pesimista, puede suceder que se ten-
ga la sensacin de no haber vivido nunca en realidad, que la propia vi-
da no haya valido la pena, que no haya en ella personas, episodios, etc.,
cuyo recuerdo sea realmente gratificante.
Puede perderse la brjula interior que da sentido a la cotidianei-
dad. Sucede que muchos enfermos se preguntan el porqu de tal situa-
cin y, al no encontrar una respuesta satisfactoria, se sienten arrastra-
dos por una corriente desconocida, en la que la propia voluntad tiene
poco que ver con el verdadero sucederse de los acontecimientos.
Desconcertada, aturdida, la persona, en estas circunstancias, puede de-
sear incluso su propia muerte o abandonarse de modo aptico a un ab-
surdo proceso en el que poco tiene que ver l y del que, a su vez, no
puede sustraerse.
Algunas prdidas, mucho ms materiales o visibles, las experi-
menta el enfermo si sufre graves amputaciones o intervenciones qui-
rrgicas y si es hospitalizado. En este ltimo caso, la persona debe
adoptar el rol del enfermo, cuyo comportamiento est definido por
unos cnones sobreentendidos de sumisin y dependencia, de una do-
sis de obediencia y despersonalizacin para adaptarse a la estructura.
Se pierde entonces el propio ambiente fsico, la propia casa, en la que
la persona se siente a gusto y donde los puntos de referencia espacia-
les dan un sentido de seguridad. Se pierde la privacidad al tener que
compartir la habitacin o el bao, al tener que someterse a numerosas
pruebas que invaden la intimidad personal. Se pierde el protagonismo
que se experimenta en la propia casa, donde la persona es el centro, el
dueo. Pinsese, adems, en las prdidas que puede suponer, por
ejemplo, el ingreso en una unidad de cuidados intensivos y, sobre to-
do, la prdida de las relaciones con los seres queridos.
En definitiva, el impacto de la enfermedad en la persona hace que
sta se experimente impotente ante el lmite impuesto por la realidad.
Cada prdida significativa, cada despojo, provoca una conmocin, un
haz de reacciones y sentimientos que obligan a pasar por un periodo de
duelo.
Estas prdidas o separaciones son sinnimo de sufrimiento: sepa-
rarse de algo o de alguien, duele. El dolor moral por la prdida del ob-
sal terrae
IMPACTO DE LA ENFERMEDAD EN EL ENFERMO Y EN LA FAMILIA 899
jeto o del rol adquirido es algo personal que cada uno siente de mane-
ra diferente. En estas situaciones, el modo de vivir sanamente las pr-
didas, o de ayudar a los otros a vivirlas, plantea diversos interrogantes:
es oportuno ayudar a liberarse del dolor o, ms bien, a elaborarlo? El
consuelo que se nos pide o que queremos autoinducirnos, quiz me-
diante la fe, significa domesticar las separaciones para anestesiar la
angustia existencial que producen? Y si afirmamos que se trata de
aprovechar tales oportunidades para crecer y madurar, no caemos as
en un consuelo barato? Quiz se trate ms bien de encontrar el equili-
brio entre cercana y distancia, entre soledad y relacin, entre tener y
no tener, entre ser punto de referencia y no serlo. Por tanto, ms que
tender a anular el dolor producido por las prdidas, se tratara de ha-
cerlo tolerable, elaborarlo en sentido psicolgico y espiritual.
Un duelo contagioso
Si la enfermedad supone un cmulo de prdidas para el que enferma,
con el correspondiente sufrimiento, el cuidador pasa por una experien-
cia semejante. Su equilibrio personal, su libertad, su cotidianeidad, etc.
quedan transformadas por la enfermedad del ser querido. En ocasio-
nes, incluso los sentimientos de displacer vividos pueden ser ms in-
tensos en el familiar que en quien enferma.
Si un sentimiento puede calificarse hoy de fundamental, tanto en
enfermo como en familia, podramos decir que es la angustia. La an-
gustia es siempre un presentimiento de la nada, que amenaza a la per-
sona de diferentes maneras: como destruccin del propio cuerpo o del
cuerpo del ser querido, con sus diferentes funciones; como destruccin
o anulacin del sentido; y como destruccin de la paz interior, con el
correspondiente miedo al castigo y sentimiento de culpa.
Enfermo y familia experimentan, como toda persona humana, el
universal sentimiento del miedo. ste adopta formas de miedo a lo des-
conocido, a la soledad o la muerte, a la prdida de los seres queridos
familiares y amigos, a la prdida del propio cuerpo (o de alguna de
sus funciones), a la prdida del control de s mismo, a la prdida de la
identidad personal, a la regresin y la consiguiente dependencia que
sta implica y, en general, a cuanto refleja la mirada de quienes le asis-
ten y cuidan.
Pero las reacciones de cada ncleo familiar dependen de numero-
sos factores. De modo sinttico, podramos decir que algunos de los
factores ms relevantes son la personalidad del enfermo, su status, la
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900 JOS CARLOS BERMEJO
El deseo de la muerte
Una de las experiencias que ms turban a quien pretende ayudar al en-
fermo, y a veces tambin a quien lo siente en su propia piel, es el de-
seo de la muerte. Nos plantea serios interrogantes y problemas ticos
cuando es formulado de forma explcita por el enfermo o por los fami-
liares. Ante todo, hay que decir que el deseo de la muerte es un senti-
miento natural en algunas circunstancias, y como tal hay que admitir-
lo. Ningn sentimiento est prohibido en s mismo, sino que es signo
de cmo se vive la propia situacin.
Normalmente, un enfermo desea la muerte cuando est cansado de
luchar, despus de una larga historia de sufrimiento. Las causas de es-
te sentimiento pueden ser diversas. Entre ellas, pueden citarse el des-
nimo ante tanto sufrimiento; la soledad y el sentimiento de ser aban-
donado; el cansancio de vivir, debido a una pasividad total; etc.
Conviene desmoralizar este deseo y saber leerlo cuando es presen-
tado por el enfermo. Aceptarlo, en primer lugar, y saber transmitir
comprensin. Muchas veces, la solicitud de poner fin a la propia vida
sal terrae
IMPACTO DE LA ENFERMEDAD EN EL ENFERMO Y EN LA FAMILIA 901
El riesgo de la co-dependencia
Uno de los posibles problemas que pueden encontrar las personas que
cuidan a pacientes con alto grado de dependencia o discapacidad es lo
que se conoce como co-dependencia.
El cuidador de la persona grandemente dependiente tiene el riesgo
de terminar dependiendo del dependiente, es decir, de tener necesidad
de la persona ayudada para sentirse bien, y no al revs. Cuando un cui-
dador esposo/a, hijo/a o quien sea dice que la persona a la que cui-
da no puede estar ningn momento sin l o ella, cabe la sospecha de si
no ser al revs: si no ser que el cuidador ha puesto tanto de su senti-
do en el cuidado que, si no cuida, se queda vaco de sentido y sin sa-
ber qu hacer o cmo manejar la culpa que le generara.
Algunos indicadores de la co-dependencia son el creerse indispen-
sable; el no estar dispuesto a delegar algunos cuidados; el no fiarse de
otros cuidadores; la no aceptacin de los lmites propios y del otro; la
no comprensin de que es normal cansarse y hartarse de manejar situa-
ciones difciles; el no aceptar a otros cuidadores que puedan hacer al-
gunas horas o algunos das para descansar y airearse; el poner todo el
sentido de la vida en el cuidado o asegurar que tiene que estar las vein-
ticuatro horas del da, y que nadie ms podra hacer lo que hace l...
En realidad, el problema de la co-dependencia no se limita al mo-
do en que se cuida a una persona prxima y necesitada, perdiendo la
propia libertad en el fondo, sino que va ms all. La persona co-de-
pendiente prepara el terreno para una mala elaboracin del duelo y se
procura un caldo de cultivo ideal para una infelicidad posterior al fa-
llecimiento del ser querido. Cuando esto ocurre, fcilmente la vida no
tiene sentido, las relaciones significativas se han abandonado, las afi-
ciones no se han cultivado y, en ltimo trmino, se produce un vaco
existencial difcil de manejar o de colmar. De ah la necesidad de pre-
venir (o de curar) el sndrome de la co-dependencia.
Prevenir el burn-out
Hay personas que, por mal manejo del grado de implicacin y cuidado
y por la necesidad de mantener una sana distancia, pueden terminar
quemndose, desgastndose en exceso en la relacin (burn-out).
sal terrae
902 JOS CARLOS BERMEJO
Soledad y salud
La soledad tiene numerosos significados; no existe un nico concepto
de soledad, y conviene aclarar el trmino. En principio, la soledad es
una condicin de malestar emocional que surge cuando una persona se
siente incomprendida o rechazada por otros, o cuando carece de com-
paa para las actividades deseadas, tanto fsicas como intelectuales, o
para lograr intimidad emocional.
La experiencia de soledad, en el fondo, es la sensacin de no tener
el afecto necesario deseado, lo cual produce sufrimiento, desolacin,
insatisfaccin, angustia, etc., si bien se puede distinguir entre aisla-
miento y desolacin, es decir, entre la situacin de encontrarse sin
compaa y la conciencia de deseo de la misma.
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904 JOS CARLOS BERMEJO
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Cuidar y cuidarse:
ST 93 (2005) 907-918
un aprendizaje posible
Rosario PANIAGUA FERNNDEZ
Santa LZARO FERNNDEZ*
1. Acerca de cuidar
1. IZAL, M., MONTORIO, I. y DAZ, P., Cuando las personas mayores necesitan
ayuda. Gua para cuidadores y familiares, Vol. 1: Cuidarse y cuidar mejor,
IMSERSO, Madrid 1997, p. 9.
2. RODRGUEZ CABRERO, G. Proteccin Social de la Dependencia en Espaa
(Documento de Trabajo, 44), Fundacin Alternativas, Madrid 2004, p. 16.
sal terrae
CUIDAR Y CUIDARSE: UN APRENDIZAJE POSIBLE 909
bios a la vez y, sobre todo, el tener que vivir con un extrao al que
quiso mucho y al que sigue queriendo, pero que ya no lo reconoce ni
lo entiende.
4. PASCUAL Y BARLS, G., El cuidador del paciente con demencia senil tipo
Alzheimer, Esteve, Zaragoza 1999, p. 89.
sal terrae
912 ROSARIO PANIAGUA FERNNDEZ / SANTA LZARO FERNNDEZ
5. DAZ, M., DOMNECH, N., ELORRIAGA, C., ELORRIAGA, S., ORTIZ, A., PREZ,
M.S., SENDAGORTA, B., En casa tenemos un enfermo de Alzheimer (Federacin
Espaola de Asociaciones de Familiares de Enfermos de Alzheimer),
Ministerio de Asuntos Sociales (Instituto Nacional de Servicios Sociales),
Madrid 19964, p. 70.
sal terrae
CUIDAR Y CUIDARSE: UN APRENDIZAJE POSIBLE 913
sal terrae
914 ROSARIO PANIAGUA FERNNDEZ / SANTA LZARO FERNNDEZ
4. Para terminar
sal terrae
920 IGNACIO DINNBIER CARRASCO, SJ
que, un da, sucede algo que te hace mirar ms all de ese primer pla-
no en el que estamos instalados.
La mirada sobre el cuadro cambia completamente cuando te reco-
noces siendo uno de sus personajes, sosteniendo en el dolor que trae la
enfermedad fsica y el irreversible deterioro mental. Y lo trae no slo
para el que lo padece, sino tambin para todos los que estn a su lado.
Algunos de ellos establecen un tipo de relacin con aquel que est en-
fermo, que les lleva a hacerse cargo de su situacin: unos lo eligen, a
otros no les queda ms remedio; unos crecen a travs de esa relacin,
otros se hunden. Es una diversidad que deseamos contemplar aden-
trndonos en la trastienda de sus circunstancias: ah se nos ir revelan-
do aquello que sus vidas esconden.
prendes que eso es lo que venas haciendo desde haca tiempo: empu-
jar para que la vida siga, a travs de tantos pequeos detalles.
Si da la casualidad de que entonces te encuentras con l, no seas de
los que preguntan cmo van las cosas?, como si fuera una obliga-
cin: te responder para salir del paso. No seas de los que dan conse-
jos porque le ves muy agotado: te sonreir y seguir adelante. No seas
de los que reconocen todo lo que est haciendo: le violentars. Y tras
las palabras educadas de rigor, le vers marchar, algo doblado por el
cansancio, pero con el paso firme de quien ha visto con claridad mien-
tras estaba sentado en el banco.
Si un da le invitas a tomar caf y le preguntas qu tal ests?,
habrs dado con la llave que te permitir escuchar lo que est viendo.
Seguramente tendrs que esperar un poco. Antes le oirs hablar de m-
dicos y medicinas, de hospitales y salas de espera... Ten paciencia.
Sobre todo, le oirs hablar de aquel al que est cuidando, de la comida
que mejor acepta, de la almohada que no le deja dormir, de cada uno
de sus dolores los conoce como si fueran suyos, del ritual matutino
que le despierta con la msica que siempre le ha gustado, de la tempe-
ratura del agua, de la que ya no se queja cuando lo lava... As es su vi-
da en estos momentos: una letana interminable de pequeos y trivia-
les detalles que quieren rodear a aquel al que cuida de una cercana pla-
gada de calidez.
Si le sigues escuchando, vers cmo comienza a hablarte del dolor,
ajeno y propio, con el que est aprendiendo a convivir da y noche.
Sobre todo en esas interminables noches Jams haba deseado tanto el
amanecer! Te dir que no le est resultando fcil, que no sabe qu ha-
cer con lo que est viviendo. No le des respuestas, no las anda buscan-
do. Slo necesita hablar. Te irs dando cuenta de que no tiene pensado
claudicar, de que va a seguir hasta donde llegue aquel al que cuida.
Tiene que irse, se le hace tarde, es la hora de la cena. Ahora toca el ri-
tual vespertino, exactamente igual que tantas noches...
aquellos que no han hecho girar todo y a todos alrededor de sus nece-
sidades. Esta actitud arraiga en aquellas personas que han ido hacien-
do ese largo aprendizaje de no vivir para s mismas, sino para los de-
ms; de haber salido cotidianamente de lo propio a travs de tantas si-
tuaciones como ofrece la vida. El cultivo paciente de esa actitud va ge-
nerando una delicadeza singular en aquellas personas que se ejercitan
en ella. Una delicadeza que no tiene que ver con el refinamiento, sino
con la capacidad de acercarse al otro sin avasallamientos, sin utiliza-
ciones ni manipulaciones que calmen ocultas necesidades de sentirse
til o, al menos, de no sentirse culpable.
Hacerse cargo de la situacin del otro, sirvindolo en sus necesi-
dades con todo acatamiento y reverencia. Esto es lo que nos revelan
aquellos que cuidan de sus familiares enfermos desde una actitud de
implicacin compasiva. Son aquellos que han ido descubriendo que
atender al enfermo es mucho ms que una cuestin prctica en la or-
ganizacin de la vida familiar: es una cuestin que tiene que ver con la
redencin. La paciencia, la caricia, la ternura, el aguante, la cercana,
poner en juego cuanto se es y se tiene en favor del otro...: todo ello re-
dime de la ms mortal de las enfermedades: que sta se convierta en el
horizonte de la propia existencia.
Si no tengo amor...
Las historias que hemos ido evocando son la narracin cotidiana, es-
condida, de tantos cuidadores como se hacen cargo del dolor del otro.
En ellos se hace realidad aquel canto inagotable al amor: Aunque ha-
blara las lenguas de los hombres y de los ngeles, si no tengo amor,
soy como bronce que suena o cmbalo que retie. Aunque tuviera el
don de profeca, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aun-
que tuviera plenitud de fe como para trasladar montaas, si no tengo
amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi
cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha (1 Cor
13,1-3). Sus vidas nos revelan que lo nico humanamente cabal es el
amor: un amor que acompaa en primer plano lavando, acariciando,
mimando el cuerpo roto del Cristo del descendimiento que contempla-
mos en nuestros familiares enfermos.
La mirada sobre cada una de estas historias cambia completamen-
te cuando en ellas reconoces la tuya propia y comprendes que t tam-
bin ests sosteniendo en el dolor que trae la enfermedad fsica y el
irreversible deterioro mental.
sal terrae
ST
EDITORIAL
E DAD
N OV
sal terrae
ST
EDITORIAL
E DAD
N OV
E DAD
N OV
2. J. LELYVELD, Move Your Shadow: South Africa Black and White, Johannesburg
1986, 297.
3. J.W. DE GRUCHY, Liberating Reformed Theology. A South African Contribution
to an Ecumenical Debate, Michigan Cape Town 1991, 93.
sal terrae
CUANDO DIOS SE MANIFIESTA EN LA NACIN DEL ARCO IRIS 937
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V E DAD
NO
ANSELM GRN
La Navidad, celebracin
de un nuevo comienzo
176 pgs.
P.V.P. (IVA incl.): 12,00
LOS LIBROS
Recensiones
ello, tiene que vrselas con el sufri- tiva desde siempre y por siempre en
miento, el dolor y el mal. A esto se lo profundo del misterio de Dios.
consagra el tercer y ltimo captulo. Esperanza a pesar del mal. La re-
Es desde esta perspectiva desde la surreccin como horizonte. Un libro
que se relacionan la esperanza, la que, aun siendo la reelaboracin de
cruz de Jess y la resurreccin. La un ciclo de conferencias impartido a
resurreccin aparece, pues, como el la Conferencia Episcopal de Colom-
acontecimiento en el que el hombre bia en octubre de 2004, se nos mues-
experimenta la victoria definitiva so- tra como una renovada invitacin a
bre la muerte, el sinsentido y la de- redescubrir, en la segunda virtud de
sesperanza. Dicha experiencia se an- la clsica trada de las virtudes teo-
ticipa en la resurreccin de Jess y logales, una de las dimensiones ms
se extiende a toda la humanidad. En centrales de la fe cristiana: a pesar
efecto, la resurreccin de Jess reve- del dolor y el sufrimiento del mun-
la la accin universal y eterna de do, actuar, confiar y vivir esperanza-
Dios, que no es sino la expresin es- do no slo no carece de sentido, sino
catolgica de su incondicionada vo- que, bien al contrario, es una opcin
luntad salvfica. Nuestra participa- que, lejos de constituir una fuga del
cin actual en la resurreccin acon- mundo, es una muestra de la autnti-
tece en esperanza. Una esperanza re- ca fidelidad a la tierra.
velada plenamente en Jess, pero ac- Pedro Fernndez Castelao
El ttulo del libro Moral social sa- El punto de partida recoge una
maritana - I condensa lo que el au- visin eternamente cristiana por
tor, un hombre con un largo recorri- humana, con una clara asuncin de
do en la reflexin y el compromiso la causa de los pobres y de las vcti-
social cristiano de nuestro pas, nos mas, como los escogidos del evange-
presenta en toda su obra. Texto ma- lio. En definitiva, todo el plantea-
duro, fruto del estudio y la reflexin miento de la obra quiere seguir la l-
personal sobre una serie de elemen- gica evanglica de la bsqueda del
tos de la vida econmica. Uno de los hermano, de mi prjimo.
objetivos que persigue en su libro En la primera parte del texto en-
consiste en dar claves a un cristiano contramos sus races bblico-cristo-
de bien para entender mejor nuestro lgicas; un mirar atrs en el camino
mundo y responsabilizarse de l. de la moral social cristiana como se-
sal terrae
RECENSIONES 949
guimiento de Jess. No hace un re- mica, al igual que los criterios que la
corrido histrico, sino que rescata tradicin cristiana ha tenido frente a
aquellos elementos que nos ayudan a la economa, para, de este modo, po-
hacer memoria y a aprender de nues- der valorarla e intentar cambiarla hu-
tros orgenes. manamente. Cuestiones ms teri-
La segunda parte tratar los fun- cas, como la relacin entre tica y
damentos de la moral social cristia- economa o una valoracin tica del
na, con la conviccin de que fe y ra- capitalismo, dan paso a cuestiones
zn siguen un proceso convergente. ms concretas y de plena actualidad,
A un lector no muy avezado en la como son el neoliberalismo econ-
materia estas dos primeras partes mico en nuestra era de la globaliza-
pueden ayudarle a una gil incorpo- cin o el desarrollo humano; para, fi-
racin a las cuestiones ms impor- nalmente, plantear respuestas cris-
tantes, por su gran claridad, estructu- tianas alternativas ante la desigual-
ra cuidada y bien fundamentada. dad estructural.
La tercera y ltima parte la ms Libro interesante y suficiente-
extensa y con ms desarrollo de pro- mente asequible para aquellos que
pia cosecha se adentra en el bosque quieran sentirse ms cercanos a su
de los procesos econmicos. La idea prjimo y busquen claves para ver la
que recorre este gran captulo plan- realidad econmica con unos ojos
teara que un cristiano responsable ms solidarios y caritativos.
debera conocer la realidad econ- Alberto Ares Mateos
Amor extramuros nos ofrece una vi- pueden descubrir en l otras dimen-
sin desafiante sobre el valor y el siones clave: salir de uno mismo, ra-
significado del celibato en tiempos dicalidad, entrega, unificacin, va-
modernos. El autor, que reside en ciamiento, amistad y, sobre todo, se-
Ecuador, se dirige especialmente a guimiento de la persona viva de
los consagrados y consagradas de to- Jesucristo, centro de toda vida cris-
do el mundo. Aunque el celibato se tiana y consagrada.
resume en una palabra amor, se
sal terrae
952 LOS LIBROS
Parrilla Daz encarna el celibato tiano nace del amor y slo puede ser
en la realidad de injusticia social y una forma radical de amar y de en-
de solidaridad en que se mueve. Los tregar la vida para que otros amen.
procesos de liberacin del evangelio El autor afronta tambin la dis-
pasan por una relacin de compasin tincin entre genitalidad y sexuali-
y de compromiso por dignificar la dad con claridad y positividad. Se
vida del otro. El amor de Jess, en- trata de integrar una vida sexual he-
tregado hasta el punto de dar la vida cha de comunicacin, de afecto, de
por el hermano, nos sita en la expe- ternura y de erotismo que configura
riencia misericordiosa y oblativa ca- un autntico lenguaje sexual clibe.
paz de orientar y llenar el corazn En este proceso se aprende a aceptar
del hombre. Desde esta identifica- los lmites del amor, los defectos del
cin con la manera de amar de Jess amigo y nuestros propios defectos,
es como el celibato cobra pleno sen- la fragilidad de nuestro corazn y la
tido. El amor oblativo desvela la ca- ambigedad de nuestras intenciones.
lidad del amor clibe por el Reino Desde ese camino que se hace al an-
de los Cielos ante un mundo endu- dar, se purifican nuestros afectos y
recido por el egosmo de la cultura nos abrimos a una fidelidad mayor.
dominante. Orar desde lo profundo de nuestro
Al margen del horizonte evang- ser ser la clave para recibir y man-
lico, el celibato puede ser una gran tenernos en el celibato fecundo. Slo
mentira. El celibato puede amura- as podremos decir y confesar que
llarse y esconder tanto el ansia de hemos amado.
poder como la incapacidad de amar. El texto est escrito con testimo-
Es precisa, por tanto, la purificacin nio y conviccin. El autor trasluce el
del corazn para aprender a amar celibato como un don precioso del
oblativa y gratuitamente a los de- Seor, recibido para amar con el co-
ms. Este proceso implica acompa- razn unificado y comprometido,
ar al hombre en su dolor y en su lu- con capacidad de crear amistades
cha, en su desesperacin y en su es- humanas profundas, teniendo siem-
peranza, hacindonos contemplati- pre a Cristo como centro, que nos
vos de la realidad humana, descu- acompaa y conforta, sobre todo
briendo en ella la presencia del Dios cuando pasamos por el misterio pas-
que salva y libera. A Jess lo crucifi- cual de cruz y resurreccin.
caron fuera de las murallas. El amor En sntesis, Amor extramuros
clibe encuentra su sentido a los pies es una obra que logra su objetivo de
de la cruz, a los pies de este abando- darle valor y significado al celibato.
no hecho de un amor obediente y sin La propia vida del autor es el testi-
lmites. Si hay pasin por amar, hay monio creble que lo hace posible.
verdadero celibato. El celibato cris- Daniel de Ycaza O., SJ
sal terrae
RECENSIONES 953
que en si mismo suele ser tan claro? de que la espiritualidad puede ser
De ese modo, la chispa divina que erotizada, y la sexualidad espiritua-
resplandece en nosotros podra lizada. [...] Percibo el profundo sen-
prender. Podran abrirse los porto- timiento que se suscita en m cuando
nes de nuestra alma, nuestro fondo me entrego a Dios como Teresa,
divino, y podramos respirar y recu- completamente relajado, liberado de
perar tranquilamente el aliento en la obligacin de hacer esto o lo de
nuestras eucaristas. Y la vida, la ms all, o de dar fruto. Abando-
alegra y el anhelo de vivir podran nndome al santo, al totalmente
despertar y manifestarse en nosotros Otro, al Infinito, al Inefable, que, sin
ms de lo que suelen hacerlo en el embargo, tambin es el Dios que me
da a da. interpela y me atrae con la mxima
El autor termina comentando, profundidad.
como mximo ejemplo de integra- En suma, el libro nos invita con
cin y reconciliacin entre sexuali- profundidad y novedad y nos ofrece
dad y espiritualidad, la famosa es- caminos para renovar e integrar
cultura de Gian Lorenzo Bernini, nuestra relacin de amor con Dios y
El xtasis de Santa Teresa, excep- con los dems.
cional muestra del arte barroco ita-
liano: Esta escultura es un ejemplo Ftima Gil, STJ
sal terrae
ST
EDITORIAL
E DAD
N OV
E DAD
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JUAN MASI, SJ
Tertulias de Biotica.
Manejar la vida,
cuidar a las personas
272 pgs.
P.V.P. (IVA incl.): 16,00
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Martin Buber fue el primero en recuperar los cuentos jasdicos para el lec-
tor moderno. Su obra pionera propici a la mayora de los lectores su pri-
mer encuentro con la vida y la enseanza de estos profundos y enigmti-
cos maestros espirituales de la Europa oriental. Rab Rami Shapiro infun-
de nueva vida a estas historias clsicas de quienes tan asombrosamente
supieron combinar lo mstico y lo ordinario. Cada una de ellas pone de
manifiesto la fuerza espiritual de una alegra desenfadada, ofrece leccio-
nes para llevar una vida santa y nos recuerda que lo divino se puede encon-
trar en la vida cotidiana.
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EDITORIAL
E DAD
N OV
JEAN MONBOURQUETTE /
ISABELLE DASPREMONT
Pedir perdn
sin humillarse
176 pgs.
P.V.P. (IVA incl.): 11,00