Teoría y Práctica Democrática en El PCE 1956-1982
Teoría y Práctica Democrática en El PCE 1956-1982
Teoría y Práctica Democrática en El PCE 1956-1982
1956-1982
INDICE
INTRODUCCIÓN.............................................................................................. 5
PARTE I
1
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
PARTE II
INTRODUCCIÓN.............................................................................................. 141
LA POLÍTICA DE RECONCILIACIÓN NACIONAL.................................. 144
Las condiciones políticas que posibilitaron la Política de Reconciliación 148
Nacional (PRN)...................................................................................................
El V Congreso del PCE........................................................................................ 170
Las señas de identidad del PCE en 1956-9.......................................................... 177
Los nuevos medios de acción: la Huelga Nacional Pacífica.............................. 183
UN LARGO PERÍODO DE TRANSFORMACIONES.................................. 191
VI Congreso del PCE........................................................................................... 191
La crisis del Movimiento Comunista Internacional........................................... 200
Posición del PCE ante el enfrentamiento chino-soviético.................................... 200
El XXII Congreso del PCUS................................................................................. 204
Agudización de la guerra fría............................................................................... 206
Los nuevos datos del interior............................................................................... 209
La crisis de 1964 en la dirección del PCE........................................................... 216
Discusión sobre la revolución española.............................................................. 236
Ascenso de la lucha antifranquista y crecimiento del PCE............................... 248
Nuevos enfoques en el PCE................................................................................. 253
El PCE y el "socialismo realmente existente"....................................................... 253
La atención al mundo católico.............................................................................. 257
Dictadura del proletariado y revolución.............................................................. 260
El nuevo concepto de alianzas.............................................................................. 262
La convulsión de 1968.......................................................................................... 269
Mayo de 1968: ¿un intento revolucionario en un país desarrollado?.................. 269
El “socialismo con rostro humano”..................................................................... 272
Hacia la autonomía y la nacionalización del PCE............................................. 284
La conferencia de Moscú de partidos comunistas de 1969................................ 292
El Pacto Para La Libertad................................................................................... 296
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
3
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
PARTE III
CRONOLOGÍA.................................................................................................. 562
ABREVIATURAS EMPLEADAS.................................................................... 575
BIBLIOGRAFÍA................................................................................................. 578
4
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
INTRODUCCION
5
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
soviética, popular, política y social, avanzada, etc.), pero cada una con un significado
diferente, incluso a veces opuesto.
Definido el objeto de la tesis es necesario enmarcarle en unas coordenadas
temporales concretas, que en este caso va a ser la etapa del Partido Comunista que se
desarrolla entre 1956 y 1982 ya que, es lo que se intentará demostrar en este trabajo,
dicho período está dotado de la homogeneidad necesaria para la comprensión del objeto
de la tesis. Dicho período queda acotado entre dos acontecimientos claves, ambos
consecuencia del desarrollo de un determinado proceso precedente. El primero, en
1956, es la adopción de la política de reconciliación nacional mediante la cual el PCE
cancela una línea política, que había venido basando en el esquema de dos bandos
enfrentados en la guerra civil, para adoptar una nueva asentada en la sustitución de la
dictadura por un régimen democrático en el que estarían interesados prácticamente
todos los sectores sociales del país con la excepción del capital monopolista y la
camarilla franquista. El acontecimiento que cierra este período son las elecciones de
octubre de 1982 en las cuales se produce el desastre electoral del PCE, en medio de una
sensación de fracaso del eurocomunismo y con un conflicto interno que desembocará
en la existencia de tres partidos diferentes y enfrentados entre sí. Entre ambos
acontecimientos el PCE va a seguir una línea evolutiva que lo va a llevar desde una
posición ortodoxa dentro del universo del movimiento comunista hasta su conversión
en un partido claramente alejado de Moscú, que ha renunciado a la mayoría de lo que
representaba las señas de identidad más definitorias de un partido comunista, y que ha
abrazado los valores consustanciales a la democracia.
Podría plantearse este análisis con respecto a otro período anterior en el cuál el
PCE ejerció una gran influencia en España, el de la guerra civil, sin embargo, creemos
que no es representativo de lo que se quiere analizar en esta tesis. Hasta que el giro
llevado en el VII Congreso de la IC le saca al PCE de la línea de dogmatismo sectario,
se trata de una organización con una incidencia absolutamente marginal en la vida
política y social de España. La política de frentes populares, iniciada a raíz de ese
Congreso, y las circunstancias en que se desarrolló la guerra civil en España convierten
a los comunistas españoles en un partido con gran peso en los aparatos del Estado de la
República. Sin embargo, hay dos circunstancias que impiden tomar este periodo como
representativo de la actitud del PCE en torno a la democracia, en torno a un proyecto
definido de articulación política y social. La primera hace referencia a la coyuntura tan
especial que representa la guerra civil; además, en esos momentos no existían aún las
8
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ninguna casualidad que el origen de los cambios más importantes en la línea política
del PCE coincida con sucesos fundamentales acaecidos en el movimiento comunista
(informe secreto de Jruschev sobre Stalin en el XX Congreso del PCUS, invasión de
Checoslovaquia, etc.) – y algunos otros acontecimientos internacionales de importante
influencia para la nueva línea de vía democrática al socialismo seguida por el PCE (el
gobierno de la Unidad Popular de Chile, los acontecimientos del mayo del 68, etc.).
La manera más adecuada para acercarse al objeto de esta tesis es utilizando una
doble perspectiva: por un lado, teniendo en cuenta los acuerdos y declaraciones
oficiales del PCE, por otro, analizando los posicionamientos que el partido adopta en
relación con toda una serie de sucesos nacionales e internacionales y que sirven de test
respecto a la veracidad de los primeros; porque muchas veces, como suele ocurrir en
todas las organizaciones políticas, las declaraciones programáticas y la práctica política
no coinciden en el tiempo, especialmente en momentos de rápido cambio histórico,
cumpliendo a veces las primeras una justificación y racionalización a posteriori de una
práctica del partido.
Para llevar a cabo esta tarea se han empleado cuatro tipos de documentos
diferentes: En primer lugar, los documentos directos producidos en el propio momento
que se desarrollan los acontecimientos: actas de Congresos y reuniones, declaraciones
oficiales, artículos y análisis publicados en los periódicos y revistas oficiales del
partido. No todos los documentos tienen la misma importancia para conocer la posición
oficial del partido en cada momento. Así, si los documentos de máxima
representatividad e importancia son las actas y acuerdos emanados de los Congresos,
como expresión más elevada de la voluntad de una organización, en el caso del PCE
otros documentos adquieren tanta o más importancia que aquéllos, especialmente
durante el período de clandestinidad. Se trata generalmente de Informes del Secretario
General a Plenos del Comité Central, algunos de los cuales fueron publicados como
libros, o los emanados de la discusión que tuvo lugar en 1964 y que se saldó con la
expulsión de dos de sus más importantes dirigentes.
En segundo lugar, memorias y libros publicados por los propios protagonistas
de la vida del PCE con posterioridad a los acontecimientos, teniendo siempre presente
que este tipo de material adolece de un problema suficientemente conocido como es el
hecho de que, con el paso del tiempo, las referencias de los actores al pasado se
encuentran sesgadas por una tendencia a proyectar sobre ese pasado los valores que se
sustenten en el momento de escribir la obra. No obstante esta dificultad, dichos
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PARTE I
Marx y Engels
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1
Michael Lowy, La teoría de la revolución en el joven Marx, Siglo XXI Editores, Madrid, 1973
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trata de la rebelión llevada a cabo por los tejedores de Silesia. Con respecto a la
Introducción... aparecen ahora tres elementos novedosos: por un lado, se cancela la
separación entre pueblo y filosofía; en segundo lugar, el socialismo deja de aparecer
como una teoría producto de las reflexiones de los filósofos para concebirse como
resultado de una praxis y, por último, el proletariado aparece definitivamente como el
elemento activo de la emancipación. Esta evolución ya ha terminado de asentarse en la
Ideología alemana, obra conjunta de Marx y Engels escrita entre septiembre de 1845 y
mayo de 1846, donde la toma de conciencia por el proletariado aparece ahora como el
fruto de su propia praxis revolucionaria mediante un proceso escalonado en tres etapas:
en principio, el proletariado se convierte en clase mediante su lucha contra la
burguesía; dicha lucha le empuja a emplear procedimientos revolucionarios, aún
cuando su acción no tienda conscientemente a poner en tela de juicio el régimen
burgués; finalmente, es a través de esta práctica revolucionaria como nace y se
desarrolla la conciencia comunista en el seno del proletariado. La conciencia
revolucionaria de clase no es, pues, fruto de una reflexión teórica abstracta ni de los
intelectuales ni de los obreros, sino que nace de la práctica de la lucha de clases. Pero
no solamente es a través de la lucha continua por transformar sus condiciones de
existencia como la clase trabajadora forma su conciencia política y llega a comprender
la necesidad de la revolución, sino que es mediante el propio proceso revolucionario
como los hombres se transforman:
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fragmentos en su obra haciendo alusión a este tema, cuya impresión final es la de que
no existe un concepto uniforme del partido y que más bien se refiere a dos
concepciones distintas del mismo. De todas maneras, y tal como apunta Claudín, al que
seguiremos para desarrollar esta parte, Marx y Engels participan del concepto ambiguo
que el término partido tenía a mediados del siglo XIX:
“Lo mismo designa una organización estructurada de modo estricto, como la Liga,
que un conjunto poco conexo de elementos con más o menos afinidades ideológico-
políticas, como eran los partidos mencionados en el Manifiesto, que la tendencia
representada por una publicación (el partido de La Réforme por ejemplo), que los
seguidores de una personalidad (el partido de Marx, se empezará a decir durante la
revolución), que una clase o fracción de clase, tomada en su comportamiento frente a las
otras, etc.”3
2
C. Marx y F. Engels, La ideología alemana, en Obras escogidas, Tomo I, Ed. Progreso, Moscú, 1981
3
Fernando Claudín, Marx, Engels y la revolución de 1848, Siglo XXI de España, Madrid, 1975, pág. 71
4
Ibíd, pág. 50
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“Prácticamente, los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos
obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás;
teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las
condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario”.
5
M. Lowy, op. cit. pág. 227
16
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6
Marx también se va a adherir como veremos más abajo a la Asociación Democrática de Colonia, donde en agosto de 1848 llega a
ser uno de sus dirigentes oficiales en Renania
7
Ibíd. Págs. 209-211
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en abril, los alemanes de la Liga parten a su país. Allí, ante los acontecimientos
revolucionarios que se suceden, la Liga se encuentra desorganizada y entonces Marx,
secundado por Engels y una parte de los dirigentes, pero con la oposición de otra parte,
impone tres decisiones: renunciar al plan inicial de desarrollar la Liga y proceder a su
disolución, adherirse a la Asociación Democrática de Colonia para actuar desde el ala
izquierda del partido demócrata, y editar la Nueva Gaceta Renana como “órgano de la
democracia”.
Si a esta decisión se suma la oposición de Marx en 1848 y 1849 a la
reorganización de la Liga, se puede extraer la conclusión, a la que llega Claudín, de que
ésta es contemplada como un simple instrumento de propaganda cuando se tiene que
trabajar en condiciones de ilegalidad, y no un organismo para la conspiración o para la
organización y dirección de las masas; y por lo tanto, existiendo en el momento de
tomar tal decisión la libertad de prensa, deciden hacer de la Nueva Gaceta Renana el
instrumento fundamental de su acción política abandonando la Liga.
A este breve periodo de actividad organizativa le sigue un período de doce años
durante los cuales Marx y Engels rechazan sistemáticamente cualquier compromiso
organizativo, centrándose en las tareas de análisis e investigación. Solo en 1864
aceptan participar en la organización y dirección de la Asociación Internacional de
Trabajadores, que durará hasta el Congreso de la Haya de 1972 en que se disuelve. Esta
primera expresión de coordinación en el ámbito internacional de las fuerzas obreras se
fundó en Londres en 1864 a iniciativa de diversas organizaciones de trabajadores de
Europa, su composición era heterogénea y ni mucho menos favorable a Marx: los
sindicalistas ingleses no eran socialistas, la sección francesa era mayoritariamente
proudhoniana, y en Italia y España dominaba el bakuninismo. En la decisión, por parte
de Marx, de cancelar la I Internacional pesó no solamente el hecho de que su
heterogeneidad la había hecho difícilmente manejable y de que estaba convencido que
con la derrota de la Comuna se cerraba por largo tiempo cualquier perspectiva
revolucionaria en Europa; también influyó, sin duda, su intención de impedir que fuese
controlada por parte de la corriente anarquista.
La siguiente etapa de relaciones con organizaciones obreras será la iniciada con
los partidos de la II Internacional. Un buen análisis del significado de estas relaciones
es el realizado por el que sería uno de los dirigentes del Partido Socialdemócrata
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Alemán, Arthur Rosenberg8, al que seguiremos en este tema. El punto de partida y los
fines con los que se creó la Segunda Internacional diferían claramente de los de la
Primera. A partir de los años setenta se habían producido avances en diferentes países
en la legislación sobre política social y, a través de la socialdemocracia alemana, se
convocó en 1889 un Congreso en París con objeto de buscar una acción común por
parte de los trabajadores que condujera a la obtención de una legislación internacional
en defensa de sus derechos.
La tarea principal de los partidos que componían la Segunda Internacional era,
pues, la promoción de los intereses inmediatos de los trabajadores. No obstante, los
partidos de la Segunda Internacional habían adoptado desde el principio, en teoría, el
marxismo. Estos partidos se centraron exclusivamente en la clase obrera y llegaron a
una contraposición entre el partido obrero y el resto de los partidos, acentuando de esta
manera su aislamiento. En este sentido, si bien el nombre adoptado, socialdemócratas,
era coherente lingüísticamente, al designar al mismo tiempo la exigencia de
autogobierno del pueblo basado en el sufragio universal y la transformación de la
sociedad en beneficio de los trabajadores, desde el punto de vista histórico tal
definición no era tan correcta en cuanto los nuevos partidos abandonaban, en su
aislamiento, lo más esencial de la democracia histórica.
Rosenberg indica que desde el principio la relación entre Engels y la Segunda
Internacional se basó en una profunda equivocación, partiéndose de una premisa falsa,
la de que el marxismo revolucionario y los partidos socialistas tenían los mismos
objetivos. En realidad, las concepciones de la Segunda Internacional se apartaban del
marxismo en los siguientes puntos: 1) En la relación a mantener con la pequeña
burguesía, la Segunda Internacional practicaba una política de oposición de una masa
proletaria frente a una masa "burguesa", cuando para Marx la burguesía era concebida
como una minoría de la población. 2) En el problema de las alianzas con otros partidos,
que la Segunda Internacional rechaza tajantemente en tanto que Marx se mostraba más
flexible. 3) En la actitud ante la guerra, si Marx y Engels consideraron siempre la
guerra como un instrumento de política que puede ponerse, como cualquier otro, al
servicio de la revolución, la Segunda Internacional se declaró incondicionalmente y en
cualquier circunstancia a favor de la paz; el pacifismo formal de la Segunda
Internacional convirtió en impotente al movimiento obrero. La paz elevada a valor
8
Arthur Rosenberg, Democracia y socialismo, Ediciones Pasado y Presente, México, 1981
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“El partido necesita la ciencia socialista y ésta no puede vivir sin la libertad de
movimientos (...), la disciplina en un gran partido no puede ser de ningún modo tan estricta
como en una pequeña secta (...), depender de algo, aunque sea de un partido obrero es un
destino duro (...) ser redactor de una publicación perteneciente al partido es una colocación
estéril para cualquiera que tenga iniciativa (...), tenéis que disponer en el partido de una
prensa que no sea directamente dependiente de la Presidencia y ni siquiera del congreso del
Partido, que esté en situación de oponerse, dentro del programa y la táctica aceptada, a cada
uno de los pasos del Partido”9
Lenin
9
Iring Fetscher, El Marxismo: Su historia en documentos: Sociología, Política, págs. 131-2
10
V.I. Lenin, ¿Qué hacer? y Un paso adelante, dos pasos atrás, en Obras escogidas Tomo II, Editorial Progreso, Moscú, 1975
21
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J.B. Fages, Introducción a las diferentes interpretaciones del marxismo, Ed. Oikos-tau, Barcelona, 1976, pág. 28
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dividido en círculos marxistas dispersos, poco coordinados entre sí; además, la lucha
contra la tendencia economicista por parte del núcleo formado alrededor de Iskra antes
de 1903 para evitar la deriva del movimiento socialdemócrata hacia el sindicalismo; y
por último, no puede olvidarse que las tradiciones conspirativas rusas provenientes del
siglo XIX no dejan de tener su influencia. Partiendo de estas condiciones, Lenin plantea
un partido de tipo conspirativo formado por revolucionarios profesionales a través de
una estricta selección de sus miembros, donde las necesidades de la lucha clandestina
llevan a una estructura jerarquizada y disciplinada con un riguroso control de la
organización por los órganos de dirección. Precisamente, para oponerse a lo que
denomina “falso democratismo” de los mencheviques, para combatir tanto el
economicismo, que identificaba la lucha económica y la política, como el terrorismo,
que buscaba “excitar” la conciencia del pueblo con actos de terrorismo individual,
Lenin propone su solución de un partido estructurado de arriba abajo.
La lucha en el plano ideológico y político contra el “oportunismo” es a la vez
una lucha en el plano organizativo contra lo que Lenin denuncia como “culto a la
espontaneidad”, que para él supone el sometimiento de la conciencia a la
espontaneidad, es decir, que la vanguardia vaya a la zaga del movimiento. Para Lenin el
culto a la espontaneidad del movimiento obrero es una manera de dejar a éste
desarmado frente a la influencia de la ideología burguesa.
Se trata, en definitiva, de una concepción ultracentralista de organización donde
el máximo órgano, el Comité Central, concentra la dirección política e ideológica, se
encarga de organizar a los órganos inferiores, de nombrar a los responsables y de “dar
trabajo a todos”. Como en un “Estado Mayor” o como un “director de orquesta”, el
Comité Central es el impulsor de la actividad revolucionaria. Construido el partido de
arriba hacia abajo, son prescritos en su seno el democratismo y el autonomismo como
patrimonio de las corrientes oportunistas. La vida interna del partido debe regirse por
una disciplina de hierro para la cual los obreros han sido preparados en la escuela de la
fábrica. Es, desde luego, una de las posibles interpretaciones organizativas de la
concepción de Marx, pero desde luego no la más fiel al pensamiento que este último
tenía sobre la organización, en el que predominaba la idea del partido-clase, la
organización de abajo hacia arriba y el papel esclarecedor por parte de los comunistas,
no como partido dirigente.
El triunfo de la revolución de octubre y las condiciones en que se desarrollan
sus primeros años van a llevar a la cristalización de un sistema de partido único
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En realidad esta consigna, recogida por Stalin y llevada a la práctica con métodos expeditivos, es original de Lasalle en una carta a
Marx, y es recogida por Lenin en el prologo de ¿Qué hacer?
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Rosa Luxemburgo
Una de las críticas más importantes hechas al tipo de partido propuesto por
Lenin proviene de quien se puede considerar la representante de una corriente diferente
pero dentro del marxismo revolucionario, Rosa Luxemburgo. La revolucionaria polaca,
dirigente del Partido Socialdemócrata Alemán, condensa la interpretación marxista que,
sin negar el papel del partido, pone el énfasis en la espontaneidad del movimiento
obrero. Las concepciones organizativas que sostiene Rosa Luxemburgo fueron
expuestas tanto en los artículos que publicó en los años 1903 y 1904 como en algunas
de las obras que editó, y se caracterizan por su oposición frontal a la concepción
propugnada por Lenin, poniendo, al contrario que éste, el énfasis en la iniciativa y
capacidad revolucionaria de las masas, sin llegar a elevar el espontaneísmo a la
categoría de principio absoluto.
La diferencia se sitúa ya en el punto de partida, en la manera en como se
concibe la toma de conciencia de clase por los trabajadores; para Rosa Luxemburgo
esta conciencia es fruto sobre todo de la acción directa y autónoma del proletariado, de
la experiencia de sus luchas revolucionarias y no de su introducción desde fuera a
través de la propaganda socialista por los intelectuales o el partido. Su concepción se
muestra más fiel al legado de Marx en torno a la teoría de la revolución y de la toma de
conciencia de clase. La conciencia revolucionaria no puede ser enseñada, su
generalización en las masas es consecuencia de la propia acción revolucionaria en el
transcurso de la cual se opera el cambio masivo de los hombres.
Rosa Luxemburgo rechaza tajantemente la separación entre el núcleo dirigente
socialista enmarcado en el partido y la masa de trabajadores, y considera como una
tarea de la socialdemocracia el suprimir la división entre dirigentes y dirigidos como
única manera de conseguir la emancipación de la clase trabajadora.
Sobre la base de estas concepciones se pueden condensar las críticas vertidas
por Rosa Luxemburgo13 al modelo leninista del partido en los siguientes puntos:
13
Rosa Luxemburgo, “Democracia y centralismo”, en Kurt Lenk y Franz Neumann, Teoría y Sociología Críticas de los Partidos
Políticos, Ed. Anagrama, Barcelona 1980
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“en las luchas obreras más amplias, largas y vigorosas, las masas trabajadoras no
han adquirido una comprensión clara de las tareas de la lucha, o lo han hecho sólo en grado
insuficiente”14.
14
Ernest Mandel, La teoría leninista de la organización, Ed. Serie popular Era, México, 1974, pág. 25
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Existe una amplia literatura en torno al tema del partido de tipo leninista que le justifica
o critica, pero no es el objeto de esta introducción sobre los partidos comunistas
extenderse en un tema que podría ser objeto de un estudio independiente y dilatado.
No obstante, sí es necesario referirse a un aspecto de esta controversia que está
estrechamente vinculado con el tema central de la tesis; es aquél que hace referencia a
la relación entre la naturaleza del partido leninista y el totalitarismo stalinista en que
desembocó la revolución de octubre. Tampoco es cuestión de discutir a fondo el origen
del stalinismo, pero es evidente el interés de la cuestión por cuanto si ese origen se sitúa
en la concepción subyacente al partido, entonces el triunfo de cualquier revolución bajo
su dirección terminaría inevitablemente en la repetición de una nueva forma de
totalitarismo, mientras que si el origen se sitúa en otro tipo de factores, entonces se
podrá discutir de él todos los aspectos que se deseen pero no formularle la gravísima
acusación de ser un instrumento potencialmente totalitario.
A este respecto dos posiciones totalmente encontradas, y representativas por tanto de la
controversia, son las que encarnan por un lado Milovan Djilas y por otro Ernest
Mandel, este último en cuanto claro representante del pensamiento trotskista.
Djilas hace la crítica de la dictadura burocrática del stalinismo partiendo del hecho de
que en los países socialistas la socialización de los medios de producción ha conducido
a la aparición de una “nueva clase” que los administra a través de un poder monopolista
de disposición. Djilas sitúa el origen de esa nueva clase directamente en el partido
bolchevique:
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15
Milovan Dajilas, “La nueva clase” en Kurt Lenk y Franz Newman, op. cit. Págs. 476-9 Djilas fue un intelectual comunista de
primer orden e importante dirigente del régimen yugoslavo, fue vice primer ministro del gobierno Yugoslavo.
16
Ernest Mandel, op. cit., págs. 58 y 46
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COMPOSICIÓN SOCIAL
17
E.J. Hobsbawm, Revolucionarios, Ed. Ariel, Barcelona 1978, págs. 33-34
33
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18
Klaus Von Beyme Los partidos políticos en las democracias occidentales, Ed. CIS, Madrid, 1986, pág. 232
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Los partidos comunistas han sido objeto de análisis por diferentes especialistas,
bien como un grupo de partidos políticos específicos, bien como parte de una
investigación sobre modelos y sistemas de partidos. Desde el primer punto de vista
vamos a exponer el estudio realizado por Neil McInnes sobre los partidos comunistas
de la Europa occidental por englobar en su análisis a todo este espacio geográfico, a
diferencia de otros estudios monográficos sobre un determinado partido o un pequeño
conjunto de ellos (los estudios más abundantes lo son, precisamente, sobre los dos más
importantes, el francés y el italiano)19.
Para Neil McInnes20 los partidos comunistas occidentales consisten
dinámicamente en el equilibrio de tres fuerzas distintas: el poder soviético, la
burocracia del partido local y los trabajadores comunistas. Sus relaciones son de
dependencia entre ellas y los cambios que experimentan estas relaciones explican la
evolución de los partidos occidentales. La primera de las tres fuerzas actúa claramente
a través de la legitimidad que confiere a los partidos comunistas y también a través de
las diversas formas de apoyo que les ofrece. La burocracia no sólo la componen los
dirigentes y funcionarios, sino también, en los partidos de masas, los diversos cargos
electorales del partido. La tercera fuerza la forman un segmento de la clase trabajadora
occidental vinculada ideológicamente al mito de la revolución de octubre.
McInnes plantea la evolución de estas relaciones entre los tres actores desde una
situación original, en la que el partido local no era más que el punto de reunión entre la
utopía proletaria occidental y el poder soviético, hasta una situación, después de la
segunda guerra mundial, en la que los partidos locales, es decir, la burocracia del
partido local, adquieren entidad e intereses propios y entran en conflicto, a veces, con la
tutela soviética o los sectores obreros más radicalizados. En este enfrentamiento,
Moscú utiliza a los trabajadores comunistas, leales ideológicamente a la legitimidad
heredada de la revolución de octubre, contra la burocracia local.
19
Sobre el PCF: Jacques Fauvet, Histoire du Parti Communiste Francais 1920-1976, París, Fayard, 1964. Stéphane Courtois y Marc
Lazar, Histoire du Parti communiste français. Annie Kriegel, Les communistes français 1920-70, París, Le Seuil, 1968.
Jean-Paul Brunet, Histoire du PCF, París, PUF, 1982. Philippe Robrieux, Histoire intérieure du Parti communiste, París,
Fayard, 1980-4. Ronald Tiersky, Le mouvement communiste en France, 1920-1972, París, Fayard, 1973.
Sobre el PCI: Paolo Spriano, Storia del Partito Comunista Italiano, Turín, Einaudi.
Sobre el PCF y el PCI: Marc Lazar, Maison Rouges, Aubier, 1992. Donald L. M. Blackmer, Sydney Tarrow (ed.), Communisme in
France and in Italy , Princenton, Princenton University Press, 1977
20
Neil McInnes, Los partidos comunistas de la Europa occidental, Ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1977
35
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21
Manuel Alcántara Sáez, “Las tipologías y funciones de los partidos políticos” en Curso de partidos políticos (VV.AA.) Ed. Akal.
Madrid 1977.
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22
Stein Rokkan encuentra la causa de la diferenciación de los partidos políticos en el proceso de construcción del
Estado nacional europeo en el transcurso del cual éste tuvo que resolver cuatro tipos de cleavages: El primero hace referencia al
enfrentamiento entre el centro y la periferia, y de la manera en que sea resuelto puede se puede ver aparecer partidos de ámbito
estatal y partidos de tipo localista de diferente naturaleza: autonomistas, regionalistas, separatistas o independentistas. El segundo
cleavage se deriva del enfrentamiento entre las tendencias a la secularización del poder y las que pretenden mantener la influencia
de las estructuras religiosas, lo que da lugar a la distinción entre partidos laicos y partidos confesionales. El tercer cleavage se
origina como consecuencia del enfrentamiento entre la ciudad y el campo derivado del proceso industrializador y que origina
partidos campesinos. El último cleavage es la fractura entre el trabajo asalariado y el capital que va a dar lugar a la aparición de
partidos obreros frente a los partidos de origen burgués.
23
J. La Palombara; M. Weiner (comp.). Political parties and political development. Princenton UP, 1966
24
Klaus Von Beyme, op. cit.
37
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25
Maurice Duverger, Los partidos políticos, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1984
38
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prototipo de partidos comunitarios. Por último, los comunistas y los fascistas serían
partidos-órdenes en los que se demanda un compromiso total de los miembros con el
partido y una disciplina rigurosa.
En lo referente al nivel de democracia interna, Duverger muestra cómo las
normas democráticas son sustituidas en la práctica por técnicas de reclutamiento
autocrático como la cooptación, la designación por el centro, etc.; diferenciando, en
este sentido, los partidos que practican la autocracia abiertamente, los fascistas, y los
que la practican de manera disfrazada, que son la mayoría, a través de diversos
procedimientos.
A partir de estos elementos utilizados para la construcción de modelos de
partidos políticos, Duverger caracteriza a los partidos comunistas por los siguientes
rasgos: centralización intensa, sistema de enlaces verticales que establece una
separación rigurosa entre los elementos de base y asegura una disciplina estricta, una
dirección basada en métodos autocráticos y con una influencia mínima de los
parlamentarios. La lucha electoral representa una actividad secundaria en su estrategia
al lado de la actividad propagandística y de agitación apoyada en la movilización de las
masas. El sustrato que le sirve de apoyo es una doctrina rígida y totalitaria que exige
una total adhesión política, un compromiso absoluto que elimina toda separación entre
vida pública y privada. Desarrollan una adhesión irracional sobre sus miembros,
fundada en mitos y creencias de naturaleza religiosa. Estas características son
consideradas comunes tanto a los partidos comunistas como a los fascistas, a los que
separa una profunda diferencia tanto por su estructura (células/milicias), como por su
base social (clase obrera / clases medias y burguesas) o sus doctrinas y filosofías (fe en
las masas, igualitarismo, creencia en el progreso / fe en las élites, aristocratismo, visión
pesimista descansando en valores tradicionales y primitivos).
Los partidos comunistas aparecen claramente con todos los rasgos propios de
los partidos de origen externo al Parlamento. Su elemento de base, y aportación original
en este sentido, es la célula. Por su naturaleza y dimensión ejerce una influencia muy
intensa sobre sus componentes, está mejor adaptada que la estructura de los partidos
socialistas para la acción clandestina. La propia elección de la célula como base
organizativa entraña una evolución profunda del concepto de partido político pues su
fin ya no es la conquista de votos, sino la movilización de masas y, eventualmente, la
acción clandestina, jugando las elecciones y la actividad parlamentaria un papel
secundario. Su significado más revelador es que supone una ruptura entre el régimen
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26
Angelo Panebianco, Modelos de partido: organización y poder en los partidos políticos, Alianza Editorial, Madrid, 1990
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son la incipiente división en facciones del grupo dirigente, una disminución del nivel de
participación y la tendencia de la ideología a hacerse latente.
Igualmente considera que se trata de potentes organizaciones burocráticas en las
que el sistema de incentivos colectivos y selectivos se halla en manos de unas élites
reducidas, y en las que las luchas internas son luchas de tendencias, es decir,
competiciones entre grupos escasamente organizados. Para terminar, Panebianco
interpreta la dicotomía que se produce en los partidos comunistas entre su praxis
reformista y su lenguaje revolucionario como el resultado de una articulación, y no una
sustitución, de fines; de esta manera se reafirma la meta original (la revolución o el
socialismo) porque es necesario para mantener la identidad colectiva del partido,
mientras que, por otra parte, las prácticas reformistas garantizan la estabilidad
organizativa, justificándolas con el argumento de que no representan ninguna
contradicción, sino una estrategia más lenta al socialismo.
CONCLUSIONES
En el contexto del marxismo, los partidos comunistas fueron el fruto de una innovación
organizativa llevada a cabo por Lenin en relación tanto a la propia posición de Marx y
Engels como al modelo dominante de organización marxista en ese momento, los
partidos de la Segunda Internacional.
La concepción predominante en Marx y Engels sobre el papel de los comunistas, su
falta de compromiso con algún tipo concreto de organización a lo largo del tiempo,
utilizando las existentes en un momento determinado y mientras fuesen útiles para
proceder a su disolución cuando acababa esta utilidad, todo ello unido al hecho de que
las dos revoluciones que conocieron a lo largo de su vida, la de 1848 y la Comuna de
París, se saldaron con sendas derrotas para el proletariado, no ha permitido que en este
aspecto, que devendría decisivo, fundasen una doctrina clara que pudiera pesar en sus
continuadores a la manera en que lo hicieron otros aspectos de su pensamiento.
El prestigio adquirido desde finales del siglo XIX por el modelo de partido
socialdemócrata, cuyo mejor exponente era el alemán, y cuyos fundamentos se
encontraban tanto en sus éxitos electorales como en el apoyo más o menos crítico
recibido especialmente de Engels, hacía que las concepciones de Lenin en 1903 fueran
heréticas en el universo organizativo marxista. Sin embargo, la quiebra, primero del
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circunstancias. Pero también es cierto que desde entonces las condiciones han
cambiado notablemente, tanto por lo que respecta a la evolución del capitalismo y las
formas políticas en que se encarna su dominación, como en cuanto a la estructura social
subyacente.
Responsabilizar a Stalin y a las condiciones históricas de la época de la degeneración
del partido, a partir de la previa purga de la vieja guardia revolucionaria, para justificar
el caso soviético es un argumento que no se sostiene. Sus limitaciones son patentes en
cuanto se percibe la misma orientación burocratizadora en los partidos comunistas
occidentales, donde no se puede alegar la dura lucha clandestina o la ausencia de
tradiciones democráticas para justificar la persistencia de un modelo copiado del
soviético hasta el inicio de una bancarrota que les arrastrará con ella.
Una serie de circunstancias impactaron sobre el modelo originario de partido comunista
a partir de mediados de los años cincuenta. La primera fue la desmitificación iniciada
con el XX congreso del PCUS y la denuncia de los crímenes de Stalin; la segunda fue
el comienzo de un largo período de estabilización del capitalismo y el alejamiento
indefinido de cualquier perspectiva revolucionaria en el mundo desarrollado; la tercera
y última fue la revalorización de los valores democráticos que se transformaron en
argumento legitimador prácticamente exclusivo de cualquier forma de ejercicio del
poder. El intento de adaptación de los principales partidos comunistas a estas
circunstancias fue un proceso agitado, no exento de graves crisis y contradicciones, en
el que fueron perdiendo paulatinamente sus rasgos más definitorios en un acercamiento
hacia el modelo socialdemócrata de partido. Aquéllos otros que, por el contrario, no
siguieron esta línea no hicieron más que acentuar los rasgos de sectas que ya poseían.
En cualquiera de los dos casos su incidencia política y social en las sociedades
occidentales, y en general en todo el mundo, ha disminuido de manera ostensible en un
proceso que parece abocarles a la extinción o a la intrascendencia política.
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DEMOCRACIA Y COMUNISMO
LA DEMOCRACIA Y SU DESARROLLO
27
Las definiciones y teorías de la democracia son variables. Sartori cita diversas tipologías en la clasificación de estas teorías. Así
cita la organización en cinco tipos por parte de Barry Holden, o el análisis tripartito de Dahles. El mismo distingue entre
democracia electoral, participativa, de referéndum y la teoría competitiva. Giovanni Sartori, Teoría de la democracia,
Alianza Universidad, Madrid, 1995.
La definición que aporta Sartori, aclarando que solo es descriptiva y no prescriptiva, es la siguiente: “es el procedimiento y/o
mecanismo que a) genera una poliarquía abierta cuya competición en el mercado electoral, b) atribuye poder al pueblo, y
c) impone específicamente la capacidad de respuesta de los elegidos frente a los electores”. Giovanni Sartori, Elementos
de teoría política, en Carmen G. Enríquez y María Sánchez-Roca, Política y democracia, UNED, Madrid 1999, pág.33
Para Juan J. Linz la democracia es un sistema político para gobernar basado en “la libertad legal para formular y proponer
alternativas políticas con derechos concomitantes de libertad de asociación, libertad de expresión y otras libertades
básicas de la persona; competencia libre y no violenta entre líderes, con una revalidación periódica de su derecho para
gobernar; inclusión de todos los cargos políticos efectivos en el proceso democrático, y medidas para la participación de
todos los miembros de la comunidad política, cualquiera que fuesen sus preferencias políticas. Prácticamente esto
significa libertad para crear partidos políticos y para realizar elecciones libres y honestas a intervalos regulares.” Juan J.
Linz, La quiebra de las democracias, Alianza Editorial, Madrid, 1987, pág. 17
En relación con las concepciones que el marxismo, en sus diferentes escuelas, tiene sobre la democracia haremos un recorrido, en
este apartado, sobre los autores clásicos, y se hará también referencia a ello a lo largo de la Tesis, para poner en evidencia
los matices que toma a lo largo de su evolución.
48
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que estaban subordinados los otros organismos. Todo ciudadano formaba parte de la
Asamblea participando en sus decisiones, en ella se votaban las leyes, impuestos, etc.
La justicia se ejercía a través de jurados populares muy numerosos y poderosos.
La democracia ateniense adolecía de dos graves defectos: el primero era el
carácter restringido de la ciudadanía, pues de él no participaban ni las mujeres, ni los
extranjeros, ni los esclavos, con lo cual era una parte muy reducida de la población la
que realmente tenía derecho a participar en los asuntos públicos. El segundo defecto era
el carácter imperialista de Atenas, que subyugó a multitud de ciudades de las que
extrajo gran parte de sus riquezas.
Obviando estos defectos, la democracia ateniense va a pasar embellecida como
modelo político de participación ciudadana en los asuntos públicos. Sin embargo, y en
comparación con las actuales democracias representativas, la ateniense está separada
por una serie de diferencias fundamentales: En primer lugar, no se trataba del gobierno
de una nación, sino del de una ciudad-estado con un tamaño reducido en extensión
territorial y población; en segundo lugar, debido a la naturaleza y funcionamiento de la
democracia ateniense, no tenía que soportar la existencia de un pesado cuerpo de
funcionarios estables como ha sido el caso de otros imperios o de los despotismos
asiáticos; en tercer lugar, se trataba de una democracia directa, facilitada precisamente
por su reducido tamaño, esta característica implicaba que los griegos desconociesen la
moderna distinción entre titularidad y ejercicio del poder contenida en la doctrina de la
soberanía popular. La democracia directa hacía inseparables estos dos términos.
Sin embargo esta forma de gobierno no gozaba de las simpatías de todos sus
contemporáneos; a decir verdad los principales pensadores griegos como Aristóteles o
Platón eran hostiles a la democracia, las simpatías venían mejor expresadas por los
autores de teatro, los sofistas y algunos historiadores. La hostilidad manifestada
especialmente por el principal teórico político de la época, Aristóteles, va a ser el
origen de una corriente política opuesta a la democracia y que va a ser la que impere en
el pensamiento político occidental hasta mediados del siglo XIX, el republicanismo,
entendido como crítica y alternativa a la democracia clásica, aunque también como
régimen político opuesto a la monarquía.
Aristóteles dividió las formas de gobierno en tres legítimas debido a su
contribución al bien común, la monarquía, la aristocracia y la politeia, y en tres
corruptas debido a que se ejerce el poder para satisfacer intereses particulares, la
tiranía, la oligarquía y la democracia. La acusación que formula Aristóteles en contra
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Ángel Rivero, El discurso republicano, en la obra de Fernando Vallespín, Rafael del Águila ...[et al], La democracia en sus textos,
Alianza Editorial, Madrid, 1998
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Por esa época John Locke publicará lo que serán las ideas básicas del primer
liberalismo: En principio aparecen la propiedad y la libertad individuales como valores
supremos de la sociedad. Después sostiene que todo gobierno legítimo tiene su origen
en el consentimiento del pueblo. Por último, deja claro que los poderes del gobierno
están limitados por el respeto a los derechos naturales, el gobierno mediante leyes
dirigido al bien común y la protección de la propiedad. En el siglo XVIII las ideas
liberales van a ser recogidas, ampliadas y divulgadas por los filósofos franceses y van a
orientar las dos principales revoluciones mediante las que la burguesía accede al poder,
la revolución americana de 1776 y la revolución francesa de 1789. Los principios
liberales van a inspirar los dos textos fundamentales de la época, la Declaración
Universal de Derechos del Hombre y del Ciudadano y la Declaración de Independencia
de los Estados Unidos29.
Durante el siglo XIX arraigaron algunos de los principios esenciales que
informan al liberalismo como sistema político basado en cuatro mecanismos que van a
asegurar la eficacia del Estado liberal de derecho: El primero es la proclamación de
unos derechos y libertades individuales relacionados con los valores de la igualdad y la
libertad. El segundo es una articulación de las principales instituciones del Estado a
partir del principio de la separación de poderes. El tercero es una limitada participación
ciudadana en la elección del órgano legislativo. El cuarto es el principio de legalidad
mediante el cual la actuación de los poderes públicos debe atender a lo dispuesto en las
normas jurídicas.30
Visto desde una perspectiva general, se puede decir que, a partir de sus primeros
triunfos y hasta nuestros días, el Estado levantado por la burguesía ha conocido una
evolución marcada por tres etapas distintas, que indican otras tantas relaciones
diferentes de los principios liberales con la democracia. La primera versión es la de un
Estado liberal de derecho que sirve para contrarrestar el poder absoluto al que ha
derrotado; en esta primera versión se trata de un Estado mínimo que se limita a
garantizar el libre desarrollo de la sociedad civil sin interferir en ella; en el plano
político es un Estado representativo y parlamentario pero de carácter oligárquico, con
29
La primera fue aprobada por la Asamblea Nacional francesa de 1789, es 13 años posterior a la Declaración de Independencia
americana y es más exhaustiva que ésta al enumerar en 17 artículos lo que denomina “derechos naturales, inalienables y
sagrados del hombre”, ampliados en la Declaración de Derechos que realizó la Convención en 1793 con un carácter más
social.
30
Ferran Requejo Coll, Las democracias, Ed. Ariel, Barcelona, págs. 84-5
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31
Arthur Rosenberg, op., cit.
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Rosenberg la denomina a veces también democracia histórica y democracia revolucionaria.
33
Rosenberg solo considera a la Unión Soviética como una democracia socialista durante un breve período en sus inicios, para
después acusarla de derivar hacia una forma de capitalismo burocrático de Estado.
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planteados. Uno de sus defectos más importantes fue la ilusión que creó en torno al
sufragio universal como panacea de todos los males y al culto fetichista de la República
En lo que respecta al análisis de la democracia liberal, Rosenberg hace dos
matizaciones importantes. En primer lugar, diferencia la democracia del liberalismo,
para después distinguir dos momentos diferentes de éste. Un primer liberalismo, que
aparece en el surgimiento de las sociedades burguesas, conciliaba las libertades
políticas internas con un fuerte poder estatal puesto al servicio de una política exterior
agresiva y de conquistas coloniales. Sus expresiones históricas fueron la Holanda de los
siglos XVI, XVII y XVIII, los Whigs ingleses del XVII y XVIII y los tories hasta 1831;
en Francia son los partidos burgueses de 1789 a 1793, el directorio de 1794 a 1799 y
finalmente el período que va de 1830 a 48; también en Estados Unidos los federalistas
desde su fundación a finales del siglo XVIII.
El segundo tipo de liberalismo es producto del desarrollo industrial en
Inglaterra, se diferencia del primero en que estaba tan convencido de la fuerza de la
industria moderna que creyó poder renunciar a los medios de poder y de construcción
estatales. La paz y el comercio libre fueron sus consignas. Su período histórico va
desde 1832 a 1866 en Inglaterra, y en Bélgica desde 1830. Se diferenciaba de la
democracia liberal en su defensa del voto censitario, mediante el cual sólo la clase
pudiente participaba en el poder político. La democracia liberal, en cambio, surge
cuando las masas trabajadoras conquistan el derecho de voto y la burguesía se ve
obligada a conservar su poder mediante un acuerdo con amplios sectores populares. En
Inglaterra el paso a la democracia liberal ocurre en 1866, y Suiza se convierte en el país
modelo de este tipo de régimen desde 1847. Sin embargo la democracia liberal no
consiguió llegar al poder en ningún gran país continental, aunque sí tuvo gran
influencia entre la burguesía alemana. En Francia no arraigó, y pasó del primer tipo de
liberalismo al imperialismo a través del bonapartismo. Se trató de un episodio
transitorio, de un autoengaño del primer capitalismo mundial, que creyó poder
prescindir de los rasgos esenciales al capitalismo: el poderío y la violencia. En todos los
países la burguesía pasó en la segunda mitad del siglo XIX del liberalismo al
imperialismo, y este segundo liberalismo fue adoptado por los obreros y pequeños
burgueses bajo la forma de democracia liberal contra las tendencias imperialistas. Bajo
el reinado de Luis Felipe la democracia liberal se concretó en el periódico Le National,
Rosemberg considera que el debate acaecido en 1847 entre éste y La Réforme marca el
divorcio entre la democracia liberal burguesa y la democracia social; mientras ésta sí
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34
Ludolfo Paramio, “Democracia y sociedad industrial” en Política y democracia, editado por Carmen González Enríquez y María
Sánchez-Roca Ruiz, UNED, Madrid, 1999, págs. 88-91
60
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35
Marx y Engels, “Manifiesto del partido comunista”, en Marx-Engels, Obras escogidas Tomo I. Ed. Progreso, Moscú, 1981, pág.
128
36
Informe de Engels sobre el festival obrero conmemorativo de la República Francesa de 1792, celebrado en Londres en 1845
61
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legitimidad del ejercicio del poder bajo el capitalismo de amplia aceptación incluso por
la clase trabajadora.
Estas dos acepciones del término democracia en la obra de Marx y Engels están
separadas temporalmente por un acontecimiento clave, la revolución de 1848. La
asimilación entre democracia y comunismo va a ser superada a partir de este momento
por la defensa de la dictadura del proletariado. Hasta 1848 los comunistas se
consideraban asociados a la "democracia" en su lucha contra la reacción feudal y
monárquica. Marx y Engels habían apoyado a la democracia europea, cuyos
representantes visibles eran Ledru-Rollin y Louis Blanc, porque era la bandera que
seguían los obreros revolucionarios y campesinos. Sin embargo, después de 1850 esta
situación cambió como consecuencia de la derrota de la revolución de 1848 y dejaron
de apoyar a la democracia oficial porque ya no representaba a los obreros. La tendencia
de la democracia social aún planteaba con un contenido revolucionario su lucha contra
la reacción aristocrática. La victoria de la reacción en 1848, tras la escisión de las
fuerzas revolucionarias en el verano 37, ayudaría a separar los dos términos hasta ese
momento enlazados. Desde ese momento la democracia va a ser identificada con la
República burguesa democrática y el comunismo con la superación de esa sociedad.
Por su carácter antiutópico la obra de Marx y Engels no entra en la descripción
o prescripción de la futura sociedad comunista más allá de sus rasgos generales, como
la abolición de las clases sociales a través de un proceso de socialización de los medios
de producción que llevaría aparejado inevitablemente la desaparición del Estado, de
todo poder político. Sin embargo, conocieron una única y efímera experiencia – de 71
días de duración - en la que el proletariado ejerció el poder: la Comuna de París en
1871. Como consecuencia de la guerra franco-prusiana, tuvo lugar el episodio de la
Comuna de París, pero Marx y Engels habían venido oponiéndose a la posibilidad de
que el proletariado fuese arrastrado a una aventura de consecuencias impredecibles. En
aquellos momentos los obreros parisinos se encontraban políticamente debilitados al
carecer de partido y dirección, y por estar aislados del resto de la masa popular.
Además, la sección francesa de la Primera Internacional era de tendencia proudhoniana.
37
París volvió a ser en junio el epicentro de la revolución, pero ahora los republicanos burgueses, que habían derribado en febrero,
con ayuda del proletariado, la monarquía de Luis Felipe, se revolvieron contra la fuerza y las reivindicaciones crecientes
de los trabajadores y el 22 de junio les masacraron con ayuda del ejército y la Guardia Nacional. El intento de revivir el
modelo jacobino de alianza entre la burguesía y las clases populares se reveló impracticable en 1848. Tras el decaimiento
de los movimientos de masas que siguió a este enfrentamiento en el campo revolucionario, la reacción se deshizo de la
burguesía liberal y reconquistó sus posiciones de dominio.
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38
Carlos Marx, “La cuestión judía”, en La sagrada familia en Anales franco-alemanes, Martínez-Roca, Barcelona, 1970.
39
L. Kolakowski, El mito de la autoidentidad humana, Ed. Cuadernos Teorema, Valencia, 1976
64
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hacían era poner de relieve el carácter revolucionario de esas luchas porque conducirían
inevitablemente a un enfrentamiento decisivo entre los trabajadores y la burguesía.
Luchando por las libertades democráticas, el proletariado no lo hace en nombre de un
ideal democrático universal, por encima de las clases, común por tanto al propio
proletariado y a la burguesía; en la lucha por las libertades democráticas en realidad lo
que hace es preparar las condiciones para el derrocamiento de la burguesía.
El último punto en relación con la concepción de la democracia por parte de
Marx y Engels hace referencia a su posición en torno a la posibilidad de la utilización
de métodos democráticos para acceder al comunismo. También en este aspecto se
pueden encontrar posiciones contradictorias. En general, es posible afirmar que la
concepción de la revolución que sustentaban Marx y Engels se basaba en los supuestos
de la existencia de unas condiciones objetivas y subjetivas favorables; en su naturaleza
de masas, como opuesto a las tácticas conspirativas de minorías; y en su carácter
violento debido a la resistencia de la clase burguesa. Pero al menos se pueden citar dos
momentos en que se muestran partidarios de una vía pacífica: El primero de ellos se
expresa en la posibilidad que concibe Marx para Inglaterra de que la revolución no
necesite destruir previamente la máquina estatal existente dada la ausencia de
burocratismo y de militarismo 40. El segundo momento se produce a finales del siglo
XIX, cuando Engels se refiere en dos ocasiones a ello. Primero en 1891 cuando
sostiene en su Crítica al proyecto de Programa de Erfurt que:
“Está absolutamente fuera de duda que nuestro partido y la clase obrera pueden
llegar a la dominación solamente bajo la forma de república democrática. Esta última es
incluso la forma específica de la dictadura del proletariado, como la ha mostrado ya la Gran
Revolución francesa”41.
"La ironía de la historia universal lo pone todo patas arriba. Nosotros, los
'revolucionarios', los "elementos subversivos", prosperamos mucho más con los medios
legales que con los ilegales y la subversión. Los partidos del orden, como ellos se llaman,
se van a pique con la legalidad creada por ellos mismos. Exclaman desesperados, con
40
Carlos Marx, Carta a Kugelmann (12 de abril de 1871) citada por Lenin en El Estado y la revolución.
41
Engels, Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891, en Marx-Engels, Obras escogidas, Tomo
III, Ed. Progreso, Moscú, 1981, pág. 456
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Odilon Barrot: 'La légalité nous tue', la legalidad nos mata, mientras nosotros echamos, con
esta legalidad, músculos vigorosos y carrillos colorados y parece que nos ha alcanzado el
soplo de la eterna juventud. Y si nosotros no somos tan locos que nos dejemos arrastrar al
combate callejero, para darles gusto, a la postre no tendrán más camino que romper ellos
mismos esta legalidad tan fatal para ellos".42
Este Prefacio fue interpretado como la expresión de un claro rechazo por parte
de Engels de los métodos revolucionarios en favor de la utilización del sufragio
universal y de los métodos parlamentarios
Ambos pasajes han sido objeto de controversias, siendo matizados por quienes
en cada momento sostenían la inviabilidad de la transición pacífica al socialismo. En el
primer caso, la refutación viene de Lenin en su obra El Estado y la revolución, en la
que reconoce que la posibilidad de evitar la destrucción del Estado burgués era cierta
en 1871 en Inglaterra y Estados Unidos, pero no en 1917 cuando esos dos países:
En el caso del Prefacio, las discusiones sobre su interpretación han sido muy
amplias, empezando por el propio Kautsky, quién relativiza este Prefacio alegando la
difícil situación por la que pasaba el Partido Socialdemócrata Alemán, bajo la amenaza,
en aquel momento, de una reedición de las leyes antisocialistas, y hace mención de la
queja que recibe de Engels por “aparecer como adorador pacífico de la legalidad a
cualquier precio”44. También Rosa Luxemburgo se referirá a él, e interpreta esta
revisión de las tácticas del movimiento obrero por parte de Engels como dirigida no a la
conquista definitiva del poder político, sino a la lucha cotidiana; en dicho prefacio
Engels estaría “dirigiéndose no al proletariado victorioso, sino al proletariado
oprimido”45. Más cercano en el tiempo, Jacques Texier46 cree que Engels añade dos
aportaciones en 1895, la primera sería la recomendación de que el proletariado pasase
de la táctica de la revolución permanente a la de la conquista de la hegemonía, la
42
Engels. Introducción. Las luchas de clases en Francia de 1848-1850, en Marx-Engels, Obras escogidas, Tomo I, Ed. Progreso,
pág. 206.
43
Lenin, El Estado y la revolución, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1975, pág. 27
44
Karl Kautsky, El camino del poder, en Enrique Castells y José Manuel Bermudo, Temática del marxismo, Ed. Cinc d’oros,
Barcelona, 1979, pág.600
45
Rosa Luxemburgo, Reforma y revolución, en Enrique Castell y José Manuel Bermudo, op. cit., pág.595
46
Jacques Texier, Révolution et démocratie chez Marx et Engels, Regards, Spécial Web (articulo aparecido en la página Web de
Regards, http://www.regards.fr/, y que no ha publicado en formato papel de la revista)
66
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segunda sería una autocrítica en torno a la táctica mantenida entre 1848 y 1871, que
reposaba sobre la ilusión en la posibilidad de una revolución social victoriosa, cuando
en realidad no existían condiciones para ello. Sin embargo, considera totalmente
equivocados a quienes sacan como conclusión que en este Prefacio se encuentra el
nacimiento del “socialismo democrático”, pues, para Texier aunque Engels considere
importantes las luchas parlamentarias, aunque preconice la guerra de posición, no
preconiza el respeto por parte del movimiento obrero a cualquier legalidad o el
abandono puro y simple de la violencia revolucionaria.
Esta también es la versión de Bo Gustafsson47, quien se apoya en tres
argumentos para rechazar la interpretación del giro reformista de Engels en el Prefacio;
el primero son las propias alusiones de Engels en el mismo al derecho irrenunciable a la
revolución, presentado como el único derecho realmente histórico; el segundo
argumento de apoyo son los párrafos suprimidos a petición de la dirección del partido
socialdemócrata alemán y que van en este mismo sentido; el tercero y último de los
argumentos son las cartas que Engels escribió tanto a Kautsky como a Paul Lafargue y
Richard Fisher con motivo de la mutilación del Prefacio y en las que rechaza una
sumisión a la legalidad a cualquier precio y bajo cualquier circunstancia.
Podemos concluir sobre la evolución que experimentó el pensamiento de los
padres fundadores del marxismo en relación con la democracia con el siguiente
resumen: En 1847, Marx y Engels pensaban que, a pesar de que el socialismo y
democracia no coincidían completamente, podían ser considerados estrechamente
afines. Sin embargo, entre 1847 y 1884 los cambios históricos acaecidos llevaron a un
cambio de consideración de la democracia por parte de Engels: si en la primera fecha
democracia coincidía con el poder político del proletariado, si ambos se encontraban en
el mismo lado de la barricada, el 1874 esto ya no era cierto, en esta fecha Engels
considera la posibilidad de que la democracia pueda ser el baluarte de defensa desde el
cual todas las corrientes de la burguesía impidan el poder del proletariado.
47
Bo Gustafsson, Marxismo y revisionismo, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1975
67
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LA DEMOCRACIA EN LENIN
48
La posición que habían venido compartiendo mencheviques y bolcheviques era la ortodoxa en la socialdemocracia de su tiempo:
en los países atrasados la revolución debía de desembocar en una etapa democrática-burguesa durante la cual se
procedería a un desarrollo del capitalismo y a la maduración de las condiciones para que el proletariado pudiera, en una
segunda etapa, ésta sí socialista, tomar el poder. Sin embargo cuando Lenin regresa en abril a Rusia enuncia sus famosas
tesis en las que aboga, acercándose a la posición mantenida por Trotsky, por una revolución en dos etapas
ininterrumpidas que acabase en la toma del poder por el proletariado. En tanto que la primera concepción estaba pensada
para una revolución aislada en un país no desarrollado, como era el caso de Rusia, la segunda es fruto de la nueva
situación originada por el conflicto mundial en curso, pues al hacerse inevitable, según Lenin, la revolución en los países
desarrollados, al menos en Alemania y alguno más, la revolución en Rusia no quedaba como un hecho aislado, sino como
el inicio de una revolución a escala europea.
68
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49
Salvo mención contraria las citas utilizadas a continuación son de la obra El Estado y la revolución
70
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Esto supone que cualquier democracia, sea cual sea el nivel de desarrollo que
haya alcanzado, como tal forma de Estado desaparecerá en la sociedad comunista,
porque:
“la democracia no es, en modo alguno, un límite insuperable, sino solamente una
de las etapas en el camino del feudalismo al capitalismo y del capitalismo al comunismo”.
50
Lenin, “Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado”, en Gabriel Albiac, El debate sobre la
dictadura del proletariado, Ediciones De la Torre, Madrid, 1976, pág. 135
71
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Marx, Lenin acusa a la igualdad que representa la democracia de ser solo una igualdad
formal, porque:
“Una forma de lucha de clases y de opresión de clases más amplia, más libre, más
abierta, facilita en proporciones gigantescas la misión del proletariado en la lucha por la
destrucción de las clases en general”.
“sería una solemne necedad creer que la revolución más profunda de la historia de
la humanidad, el paso del poder de manos de la minoría explotadora a manos de la mayoría
explotada puede producirse en el viejo marco de la vieja democracia burguesa,
parlamentaria, sin los cambios más radicales, sin crear nuevas formas de democracia,
nuevas instituciones que encarnen las nuevas condiciones de su aplicación”.
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“la democracia, llevada a la práctica del modo más completo y consecuente que
puede concebirse, se convierte de democracia burguesa en democracia proletaria, de un
Estado en algo que ya no es un Estado propiamente dicho”.
El Estado del proletariado va a ser, pues, una democracia mucho más amplia, no
falseada como la burguesa, representando a la vez:
“(una) enorme ampliación del democratismo, que por vez primera se convierte en
un democratismo para los pobres...y una serie de restricciones puestas a la libertad de los
opresores”.
Hay dos razones fundamentales por las que Lenin cree que debe producirse una
expansión de la democracia en la dictadura del proletariado, la primera es por las
propias características de la represión que se debe llevar a cabo, ésta debe ser ahora de
la inmensa mayoría del pueblo contra una minoría de explotadores, y para ello:
“el pueblo puede reprimir a los explotadores con una “máquina” muy sencilla, casi
sin “máquina”, sin aparato especial”.
“no solo en las votaciones y en las elecciones, sino también en la labor diaria de la
administración. Bajo el socialismo, todos intervendrán por turno en la dirección”.
74
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51
Lenin, Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, Ibíd, pág. 140
52
Las citas utilizadas a continuación son de la obra de Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1972
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pensadores, o en el programa del partido bolchevique hasta su toma del poder en Rusia,
en 1917. La plasmación de todas estas ideas en una experiencia histórica concreta es un
test definitivo sobre su verdadero sentido, sobre su validez como método de
emancipación, sobre su superioridad sobre formas sociales anteriores a las que pretende
superar. Por esta razón es necesario referirse al desarrollo de la sociedad soviética hasta
su rápida cristalización, bajo el stalinismo, en un sistema totalitario, cuyas
características más definitorias no serían alteradas más que en sus aspectos más
rechazables como los métodos de terror discrecional utilizados por Stalin.
En este sentido se van a analizar cuatro aspectos relacionados entre sí en la
praxis de los bolcheviques después de la toma del poder: la supresión de toda oposición
política, incluida la de carácter socialista; el control y sometimiento de los sindicatos al
partido bolchevique; la paulatina pérdida de importancia de la estructura soviética en el
sistema de toma de decisiones, convirtiéndose, finalmente, en un apéndice a través del
cual el partido lleva a cabo sus resoluciones y; por último, la supresión de todo tipo de
oposición o democracia en el interior mismo del partido bolchevique que culmina el
monolitismo del régimen.
Cuando se produce la primera revolución de febrero los partidos activos en la
escena rusa eran los siguientes: Los demócratas constitucionales o "cadetes", de
tendencia liberal, que representaban a los terratenientes, industriales y comerciantes
más progresistas y a los intelectuales burgueses y profesionales, y cuyo objetivo era el
acercamiento de Rusia a las estructuras políticas y económicas de la Europa occidental.
Los octobristas representaban a los terratenientes constitucionalistas y a las altas
finanzas, y al igual que muchos “cadetes” eran partidarios de una monarquía
constitucional de tipo occidental. Los socialrevolucionarios eran un movimiento de
base agraria en el que coexistían tendencias dispares, desde moderados hasta
anarquistas, y que con la revolución se dividió en diferentes partidos. Los
mencheviques representaban al sector marxista afín a la socialdemocracia europea,
también divididos especialmente con relación a su posición respecto a la guerra. Por
último, los bolcheviques se distinguieron especialmente por su exclusiva actitud
antibelicista, de "derrotismo revolucionario”, para hacer desembocar la guerra en un
proceso revolucionario. Otros partidos u organizaciones menos importantes eran el
partido laborista, encabezado por Kerensky; la organización intermunicipal, que
agrupaba a importantes líderes de la revolución como Trotsky; o el grupo formado
alrededor de Máximo Gorki.
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reivindicar el control obrero desde los sindicatos, demanda que jugó un papel
importante en las huelgas de las fábricas de Petrogrado que precedieron al
levantamiento de Kronstadt. La represión que siguió al sofocamiento de éste se cebó
especialmente en los anarquistas y anarcosindicalistas, pero la polémica persistió en el
interior del partido comunista.
El principal oponente a esta demanda de control obrero fue Trotsky, quien, ante
la tarea de reconstrucción del país, pretendía un control férreo de los sindicatos que les
convirtiera en auxiliares valiosos del gobierno soviético y del partido; el método
propuesto consistía en poner a hombres de confianza del Ejército Rojo en puestos
claves en los sindicatos. Esta proposición de militarización del trabajo y los sindicatos
fue rechazada, en su lugar se decidió dejar a los sindicatos como organismos
independientes pero controlados por el partido comunista, de manera que llegaran a
convertirse en ejecutantes de su política sin estar sujetos formalmente ni al partido ni al
Estado.
Enfrentada a esta línea política apareció en el seno del partido una corriente
denominada "oposición obrera" encabezada por Alejandro Shliapnikov y Alejandra
Kollontai que proponía transferir el control de la industria y de la producción estatal a
los sindicatos y abogaban por una mayor autonomía de las organizaciones de base en
contra de la excesiva centralización del Estado. Está tendencia fue derrotada
definitivamente en el X Congreso del Partido Comunista y sus dirigentes fueron
apartados de las posiciones de responsabilidad. Finalmente el partido comunista
consiguió colocar a los sindicatos bajo su control, marginando o expulsando a los
militantes de otras tendencias de izquierdas.
Tampoco la estructura soviética se sustrajo al control e instrumentalización final
por parte del partido bolchevique. La consigna mantenida por los bolcheviques en el
período revolucionario que va de julio a octubre de 1917 fue la de todo el poder a los
soviets, sin embargo, el papel que Lenin concebía para el partido como vanguardia, y la
negativa opinión que sustentaba sobre el espontaneísmo, indicaban ya el papel
subordinado que les correspondería a cualquier organización de masas. El primer
indicador del futuro papel asignado a los soviets se encontraba en la diferente posición
sostenida por Trotsky y Lenin en torno al sujeto protagonista de la insurrección de
octubre, en tanto que Trotsky defendió que ésta se hiciese en nombre del Soviet de
Petrogrado, Lenin pretendía que fuese en nombre del Partido Bolchevique, si
81
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finalmente prevaleció la primera opción fue debido sobre todo a la indecisión del
partido sobre el tema.
La estructura de poder que se estableció en la Rusia revolucionaria 53, después de
disuelta por los bolcheviques la Asamblea Constituyente, esta recogida en el texto
constitucional del 10 de julio de 1918, aprobado por el V Congreso de los Soviets. La
organización del poder se estructuraba de forma piramidal, a través de los soviets de
diputados, de obreros y campesinos. En la organización central del poder, sin una
tajante separación funcional, se encontraba el Comité Ejecutivo Central y el Consejo de
Comisarios del Pueblo. El órgano superior era el Congreso de los Soviets, que debía ser
convocado al menos dos veces al año. Este elegía al Comité Ejecutivo Central, que a su
vez era el encargado de designar al Consejo de Comisarios, a quien correspondía la
dirección general de la República rusa.
El sistema de sufragio recogido en el texto constitucional puede ser calificado
de limitado, desigual, público e indirecto. En efecto, en principio quedaban excluidos
ciertos grupos sociales que formaban parte de la burguesía. Por otra parte, quedaba
recogida la primacía del proletariado industrial y urbano, pues los soviets de las
ciudades elegían un diputado por cada 25.000 habitantes y los soviets rurales uno por
cada 125.000. Se votaba en las asambleas, normalmente a mano alzada, y no se trataba
de un sufragio directo, ya que en el voto ciudadano existían dos grados
(compromisarios y Congreso de los Soviets) y en el rural cuatro ( soviet de aldea, de
cantón, provincial y Congreso de los Soviets). Asimismo se establecían formas de
democracia semidirecta y el mandato era de tipo imperativo.
Otro de los principios inspiradores, aunque no estuviera explícitamente recogido
en el texto constitucional, era el del centralismo democrático, que conducía a la doble
dependencia de todos los órganos. Por un lado, existía dependencia del órgano que lo
había elegido y, por otro, del órgano jerárquico superior. Con ello se intentaban
solucionar los posibles conflictos entre los soviets locales y los soviets superiores. Y es
que, ante la crisis interna existente, se trataba de reforzar la autoridad de los órganos
centrales, estableciéndose que, si bien el origen de todo poder se encuentra los soviets
locales, su ejercicio corresponde al Congreso de los Soviets de toda Rusia y a su
Comité Ejecutivo Central.
53
En la descripción de la estructura de poder cristalizada en la URSS a través de sus tres primeras Constituciones seguiremos la obra
de J. Ferrando Badía (coord..), Regímenes políticos actuales, Ed. Tecnos, Madrid, 1985, págs 591-638
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surgir del Congreso de los Soviets o de su Ejecutivo Central o del Partido Comunista a
través de su Congreso o su Comité Central. Era una simple cuestión de conveniencia
para los dirigentes cuál canal utilizaban. La decisión de Stalin de gobernar desde su
oficina del partido más que desde el Consejo de Comisarios fue una importante
decisión constitucional que convirtió todo la estructura soviética en un apéndice del
partido dominante.
El gobierno soviético se había visto obligado, a partir de 1917, a improvisar una
inmensa maquinaria administrativa y a poner en marcha el proceso productivo para lo
cual no tenía personal adecuado al que recurrir y hubo de utilizar los antiguos
funcionarios y, sobre todo, técnicos que, a pesar de estar alejados e incluso en
oposición al régimen soviético, se vieron promovido rápidamente a posiciones de
autoridad. Si esta situación es uno de los orígenes de la burocratización de la Unión
Soviética, la otra procede del propio partido.
Además de la asfixia de la escasa democracia superviviente, el proceso
burocratizador se volvió en contra de la propia clase de la que el régimen soviético se
autoproclamaba representante. Mediante el empleo de la coacción política y económica
se obligó a la clase obrera a mantener un continuo incremento de la productividad. La
presión burocrática por aumentar el rendimiento se tradujo en un reforzamiento de la
desigualdad social y el establecimiento de una legislación del trabajo cada vez más
severa. Por un lado, el stajanovismo, que elevó la productividad del trabajo, condujo a
acentuar la estratificación de la clase obrera entre trabajo especializado y no
especializado, por otro, la imposición de la “disciplina socialista del trabajo”
desembocó en el código de trabajo más severo del mundo54.
La lógica antidemocrática, represora y burocratizadora que se expresaba en
todos los procesos políticos y sociales lo hacía con más razón aún en un partido que
desde su fundación había rechazado, en nombre de la eficacia revolucionaria, cualquier
comportamiento democrático. No obstante, hasta su X Congreso el partido bolchevique
había consentido la existencia en su seno de diferentes tendencias que se enfrentaban
entre sí. Sin embargo, con el triunfo en dicho Congreso de la posición que condenaba
todo tipo de fracciones o tendencias, el partido entró en el proceso final que terminó
haciendo de él un instrumento monolítico al exclusivo servicio del poder de Stalin. La
última petición a favor de una democratización interna del partido fue hecha por parte
54
Ernest Mandel, Tratado de economía marxista, Ed. Era, México, 1980, Págs. 84-8 Tomo III
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de Trotsky, ante la evidencia del creciente poder del secretario general; sin embargo,
era como mínimo contradictorio, además de insostenible, predicar la democratización
del partido manteniendo a la vez el rechazo a la existencia de otros partidos o el férreo
control de los sindicatos. Finalmente, con la victoria definitiva de Stalin sobre sus
oponentes internos en el partido se cierra el círculo de una revolución que en su
desarrollo fue negando una a una todas las promesas y previsiones realizadas por sus
principales teóricos, desembocando en un régimen de carácter totalitario que alcanzó su
máxima expresión bajo el dominio absoluto de Stalin.
Este desenlace no puede ser cargado exclusivamente a la cuenta de factores
externos o a variaciones no previstas en el desarrollo de la revolución, como pueden ser
la ausencia de tradiciones democráticas en Rusia, la intervención exterior de las
potencias capitalistas o la frustración de las expectativas de la revolución en Occidente,
sino que hay factores inherentes a la propia concepción bolchevique que anticipan este
resultado: el primero es la voluntad insurrecional de transformar una revolución
antifeudal y antizarista, que poseía un amplísimo apoyo, en una revolución socialista
que necesariamente tenía que contar, en las condiciones de Rusia, con un apoyo
minoritario y que, por tanto, solo podía mantenerse mediante una dictadura en el
sentido más clásico del concepto; el segundo de los factores es la propia concepción
leninista del partido y del ejercicio del poder, cuya legitimidad descansaba en la
autoproclamación como depositario y garante de los auténticos intereses del
proletariado sin tener que someterse al fallo democrático del pueblo.
85
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55
Rosa Luxemburgo, Reforma o revolución, Ed. Grijalbo, México, 1967
56
Según Thomas Kuhn, en su obra Estructura de las revoluciones científicas, la historia de la ciencia está compuesta de una serie de
revoluciones científicas. En los períodos de ciencia normal los científicos trabajan bajo un paradigma dominante, especie
de macroteoría, dentro del cual se producen progresos y avances, aunque durante su vigencia se llegan a suprimir
innovaciones fundamentales que puedan ser subversivas para sus compromisos básicos, sin embargo, con el tiempo, las
innovaciones terminan por generar anomalías que al final hace entrar en crisis al paradigma y mediante una revolución
científica es sustituido por uno nuevo.
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57
Folleto obtenido de la página Web sobre autores marxistas: http://www.marxists.org/archive/noneng/francais/luxembur/
58
En septiembre de 1918 Rosa Luxemburgo había previsto una serie de artículos críticos referentes a la política bolchevique en la
revista de su grupo, Spartakus, pero sus camaradas estimaron inoportuna su publicación y ella los aplazó.
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como se ha apuntado, era que, mientras que los soviets eran principalmente
organizaciones de la clase trabajadora, la Asamblea Constituyente, al representar a toda
la población, era mayoritariamente campesina, y si los bolcheviques podían conseguir
una mayoría en los primeros no podían nunca conseguirla en la segunda, como de
hecho ocurrió. Por tanto, no era cuestión de nuevas elecciones, sino que en
contradicción con la tesis de Lenin, según la cual en la dictadura del proletariado la
inmensa mayoría gozaba de democracia y reprimía a una minoría de explotadores, en
las condiciones de la revolución en Rusia se invertían los términos y la minoría
represora se encogía primero al ámbito del partido y luego a solo una parte de éste.
Rosa Luxemburgo rechaza el intento de asimilar el dominio de la clase burguesa
y la obrera, porque para el primer caso no es necesario la educación y el entrenamiento
político del conjunto de la masa popular, y para la dictadura proletaria, sin embargo, es
imprescindible y “en su ausencia no puede existir”. El socialismo no puede ser
otorgado por decreto, exige la transformación intelectual de las masas y esto solo es
posible con la democracia más amplia. Acusa a Lenin de equivocarse totalmente de
medios:
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CONCLUSIONES
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parezca vencer es vencido, de su propio seno sale una nueva clase dominante y
explotadora”59
59
Fernando Claudín, Democracia y dictadura en Lenin y Kautsky, en Zona Abierta, Nº 8
95
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EL FRANQUISMO
El franquismo ocupa la mayor parte del período estudiado en esta tesis sobre el
PCE y esta circunstancia, ya de por sí, actuó de condicionante sobre el desarrollo
político del partido, no sólo durante dicha etapa, sino también durante el resto del
tiempo en que se extiende este estudio, es decir, la transición política de la dictadura a
un régimen democrático.
El PCE ya había adquirido un papel político importante durante la guerra civil,
pasando en poco tiempo de la práctica intrascendencia política a ser un factor
fundamental en el bando republicano. Tras la victoria del bando franquista, el PCE no
sólo se convirtió en la principal fuerza de oposición, sino que su propia evolución vino
marcada por los propios avatares de la lucha contra la dictadura y el propio
desenvolvimiento de ésta.
Por lo tanto, es pertinente esclarecer el significado del franquismo, entendiendo
con ello el análisis de su evolución y las razones que lo impulsaron, los componentes
ideológicos y las tendencias políticas que albergó, los apoyos sociales que lo
sostuvieron y los intereses a los que sirvió, la estructura política de que se fue dotando
y su desarrollo, los instrumentos represivos e integradores de los que se sirvió para
perpetuarse, así como una comparación con otras dictaduras contemporáneas suyas con
las que coincidió a lo largo de su dilatada existencia. Finalmente, nos detendremos en
la controversia en torno a la definición de su naturaleza, especialmente en torno a su
calificación como régimen fascista o no.
96
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60
Estas familias en algunos casos van cambiando su apariencia con el paso del tiempo, pero se identifican con alguno de los cuatro
proyectos originarios
61
Miguel Artola, Partidos y programas políticos, 1808-1936. II. Manifiestos y programas políticos. Alianza Editorial.
Madrid, 1991, pág. 417-9
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62
Para el desarrollo del pensamiento neotradicionalista en Acción Española se puede consultar la obra de Raúl Morodo, Orígenes
ideológicos del franquismo. Acción Española, Alianza Editorial, Madrid, 1985.
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En cuanto a las clases medias64 del primer cuarto del siglo XX, se trataba de un
sector poco numeroso y heterogéneo en el que se podía distinguir cuatro fracciones
diferenciadas por su mentalidad, ocupación y situación social: el sector rural de
pequeños propietarios agrícolas; el que se denomina actualmente sector de cuellos
blancos, es decir, la burocracia pública y empleados administrativos privados; los
pequeños empresarios industriales y mercantiles, y el sector formado por las
profesiones liberales. Esta heterogeneidad las hacía debatirse políticamente entre el
reformismo y el conservadurismo, lo que unido a su debilidad numérica explica su falta
de peso político.
Era evidente que la industrialización de la economía española necesitaba
transformar la todavía anquilosada estructura de la propiedad existente a la altura de los
años 30, lo que a nivel político y de relaciones de clases significaba alcanzar un cambio
definitivo de hegemonía en el seno del bloque dominante, que había pasado desde la
aristocracia latifundista a la burguesía financiera e industrial, y apartar a aquélla de los
centros de decisión política que dominaba. El problema residía en que la
industrialización española, facilitada por la política de Primo de Rivera, encerraba un
acuerdo tácito que implicaba la intangibilidad de la estructura de la propiedad agraria y
el mantenimiento del proteccionismo de una producción agrícola atrasada, lo cual
constituía el fundamento de la aristocracia financiera
Pero en el cuadro político de la II República esto no fue posible, debido entre
otras cosas a la conjunción de una crisis económica con la exacerbación de la lucha de
clases. En la II República, las reformas emprendidas por el gobierno durante el primer
bienio, y la actitud de la izquierda política y sindical, favoreció el liderazgo de los
sectores agrarios opuestos a cualquier modernización que tocase la arcaica estructura de
propiedad, y llevó a gran parte de la patronal hacia posturas antiliberales y de
enfrentamiento con el régimen republicano, acabando en el apoyo al levantamiento
militar y al régimen derivado de él. La II República era una estructura política
incompatible con el proceso de reestructuración de la vieja clase dominante llevado a
64
A lo largo de este epígrafe se va a utilizar la división de la estructura social más citada por los diversos autores consultados al
respecto, es decir, aquella que hace referencia a las clases altas, medias y bajas. No obstante, se advierte que se
encuentran variaciones en las cifras referidas incluso a un mismo período dada la existencia de una cierta ambigüedad
sobre que estratos sociales caben en cada una de las clases. A pesar de esta diferencia en las cifras, si existe coincidencia
en lo que consideramos lo principal, es decir, en los cambios acaecidos en la estructura social, en la dirección que toma
este cambio y en sus repercusiones políticas, no encontrando por ello mismo necesario entrar a comentar aquellas
diferencias.
104
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65
Esta es una interpretación dentro de las varias que se verán más abajo sobre la naturaleza del franquismo
105
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partido aglutinó los intereses de las clases medias, la oligarquía agraria y algunos
elementos de la financiera. En realidad, las clases medias rompieron en la Segunda
República, solo de manera momentánea, el pacto tácito que venían manteniendo con la
oligarquía terrateniente y financiera. La CEDA lo recompuso convirtiéndose en la
expresión política de la coalición de las clases dominantes.
Otro partido que aglutinaba una cierta base de masas de apoyo al franquismo
fue el carlismo: sus partidarios, fundamentalmente rurales, lo formaban pequeños y
medianos propietarios campesinos, arrendatarios y aparceros, artesanos, clero y un
sector minoritario católico de la burguesía; y se mantuvo como fenómeno de masas en
el País Vasco y sobre todo Navarra. Las otras dos fuerzas antirrepublicanas, Falange y
Renovación Española, no consiguieron ninguna base de masas que aportar al
franquismo antes de la guerra, aunque la primera conoció una afiliación masiva con el
inicio de la guerra civil, pasando de 75.000 miembros a cerca de un millón a finales de
1939, y la segunda intentó sustraer la base de masas de la CEDA a través del Bloque
Nacional.
Alfonso Ortí señala que las fracciones más reaccionarias de las viejas clases
medias patrimoniales existentes en los años 30 en España (las fundadas sobre la
propiedad y la independencia y compuestas por terratenientes medios y pequeños
propietarios, comerciantes, profesiones liberales, artesanos y trabajadores
independientes) habían establecido una alianza defensiva y antiobrera con la
aristocracia financiera, que tras la guerra acuerda la construcción del sistema
económico autárquico basado en un fortalecimiento de la pequeña producción,
compatible con un alto grado de concentración financiera66, y la sobreexplotación de
una fuerza de trabajo derrotada y sin instrumentos de defensa.
En relación con la anterior situación de las clases dominantes, también se había
producido durante la guerra civil una importante transformación en su estructura y
había pasado a ser una clase de ámbito estatal, frente a la anterior situación
caracterizada por su segmentación regional y una diferente representación e influencia
en los órganos del poder central. Con el franquismo se termina de consolidar el proceso
de unificación de las clases dominantes. Si anteriormente se había venido produciendo
66
En los años 40 los cinco bancos más importantes (Central, Español de Crédito, Hispanoamericano, Bilbao y Vizcaya) crecieron a
un ritmo sin precedentes con un aumento de los beneficios anuales del 700%. En 1950 controlaban el 65% de los
recursos financieros movilizados en España. Recogido en Stanley G. Payne, El régimen de Franco, Alianza Editorial,
Madrid, 1987, pág. 403
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“solamente los militares tenían capacidad de decisión suficiente para romper con la
inercia de la pura restauración de los viejos intereses " reconquistados", resolviendo así la
ambigüedad tradicional de aquella élite económica cuyo control financiero sobre la
industria nacional estaba demasiado vinculado al tradicionalismo de sus viejas o nuevas
explotaciones agrarias y a sus acuerdos internos de tipo más o menos oligopolístico. Frente
al restaurado poder económico de la aristocracia financiera, excesivamente ocupada en
107
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boom europeo, los ingresos por turismo, las remesas de emigrantes, las inversiones
extranjeras y un excedente de mano de obra que abarataba los costes del trabajo.
Entre 1959-69, España pasó de ser un país agrario a uno industrial y urbano y
esto se reflejó en la propia estructura productiva del país. La desruralización masiva y
migraciones internas hacia los centros urbanos industriales fue la responsable de que
entre 1964-74 la agricultura pasase del 22% del PIB al 9%, la industria del 35% al 38%
y los servicios del 43% al 53%.. En términos de ocupación esto se tradujo en que el
sector agrícola pasó del 41,7% de la población activa en 1960 al 29,2% en 1970, el
sector de obreros industriales pasó del 32,6% en 1964 al 33,2% en 1976; y que el sector
terciario pasó del 39% en 1973 al 52,2% en 1987, quebrándose definitivamente la
estructura agraria tradicional y pasando la reforma agraria de ser un problema político a
uno técnico.
Traducido en términos de distribución de clases sociales, esta transformación
económica y social en 1970 significaba, según el Informe FOESSA67, que la clase alta
representaba el 0,5% de la población, la clase media alta el 6%, las clases medias y
medias bajas el 49%, y la clase obrera el 32%, existiendo por debajo de ella 3 millones
de pobres. Siendo lo más destacable el relativo crecimiento de las clases medias y de
los trabajadores industriales.
Las primeras pasaban de representar un 25% en 1950 a un 49% en 1970. Pero
además, se había producido una importante transformación en su seno: la antigua clase
media compuesta de estratos preindustriales (pequeños rentistas, profesiones liberales,
comerciantes, etc.) y los pequeños empresarios industriales, veía crecer a su lado, de
manera pujante, una nueva clase media profesionalizada fruto de la transformación, a
gran escala, de aquellas tradicionales clases medias a través de la educación superior y
del aprendizaje técnico.
El cambio en el modelo económico, acaecido a partir de 1959, generó una
dinámica que diversificaba las clases que se habían venido beneficiando del
franquismo. Así, mientras el nuevo rumbo beneficiaba claramente a un sector, el de la
burguesía industrial y financiera, marginaba a cierto tipo de clases medias que, sin
embargo, mantenían un peso político desproporcionado a su importancia social.
67
Fundación FOESSA, Informe Sociológico sobre la Situación Social de España, 1970, Euroamérica, Madrid, 1971. Los datos
procedentes de este Informe han sido tomados de Juan Díez Nicolás y Juan del Pino Artacho, op., cit.
110
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En tanto que las viejas clases medias perdían importancia económica y social
con el nuevo proceso, aparecían unas nuevas clases medias, compuestas sobre todo por
técnicos y empleados, fruto de la expansión del gran capital y del Estado. Estas nuevas
clases medias no se sentían ya vinculadas a los proyectos reaccionarios de los partidos
de la Segunda República ni a su continuador, el franquismo, y algunos de sus sectores,
como los estudiantes o los profesionales, se incorporaron a la oposición antidictatorial
especialmente en la última etapa del régimen. Esta desafección de uno de sus pilares
sociales fundamentales era reforzada por el propio alejamiento, también contradictorio,
de su principal instancia de legitimación, la Iglesia católica.
En cuanto a los trabajadores, en la década de los 70 se formó por primera vez
una clase obrera numerosa y distribuida por toda la geografía española, representando
el 37,3% del total de la población activa en contraste con el 24,9% ocupado en la
agricultura. En relación con este dato Flaquer, Giner y Moreno apuntan que:
“la nueva y vasta clase obrera que surgió a medio de los años sesenta en España
difería en muchos sentidos de la de los países de Europa occidental. En primer lugar, la
mayor parte era proletaria, en el sentido clásico de la palabra: pobre, no especializada, con
un índice de semianalfabetismo muy elevado, y con una cultura política muy limitada. En
segundo lugar, la proporción entre los tres elementos subproletariado-proletariado-clase
obrera especializada era diferente según la zona geográfica y asentamiento. El ritmo de
crecimiento del número de obreros especializados fue mayor que el de los no
especializados. La mayor terciarización de la economía española también dejó sentir sus
efectos. En 1971, la población activa no manual había alcanzado la cifra aproximada del
37%, lo cual contrastaba con un mero 28% que ocupó esa misma población en 1966. Se
trata de una velocidad de cambio muy intensa, hasta en condiciones de modernización
rápida”
“de acuerdo no con las pautas del capitalismo de principios de siglo, sino en las
coordenadas de lo que son las sociedades industriales avanzadas de nuestro tiempo. Es
decir, la emergencia del sistema de clases propio de una sociedad industrial moderna se
caracteriza, también en la España contemporánea, por una presencia importante de activos
empleados en el sector servicios, un aumento de los niveles de cualificación de los
trabajadores industriales y una creciente importancia de los sectores de asalariados de "
nuevas clases medias " (oficinistas, vendedores, técnicos, profesionales, etcétera).
111
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
68
Fundación FEOSSA, Informe...., op.,cit., pág. 537
112
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
69
Ramón Tamames apunta que la reforma bancaria de 1962 no fue más que un simple intento de suprimir exteriormente alguno de
los elementos de privilegio más claramente visibles de la banca privada, pero que la situación de fondo no cambió
sustancialmente y tras la reforma la posición de los grupos financieros se fortaleció.
70
Ramón Tamames estimaba en unas 1000 personas el grupo constitutivo de la oligarquía financiera
113
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
71
Ramón Tamames indica que el núcleo fundamental del poder económico reside en la banca privada, y más en concreto, en la
banca mixta donde la concentración económica es muy elevada y controla los restantes sectores de la economía española
a través de una tupida red de consejeros comunes entre los bancos y las principales sociedades mediante unas
interconexiones configuradas normalmente como agrupaciones de empresas en torno a un gran banco mixto.
114
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
el período final del franquismo una actitud de ganar tiempo y de cerrar filas en tanto se
consolida un nuevo sistema de legitimidad que consolide su sistema de dominación
72
Antonio Torres del Moral, Constitucionalismo histórico español, Átomo ediciones, Madrid, 1986
73
Javier Tusell, La dictadura de Franco, Alianza, Madrid,1988
74
Stanley G. Payne, op., cit.,, pág. 652
75
Juan Pablo Fusi, Franco, autoritarismo y poder personal, Ed. El País, Madrid, 1985, pág. 73
115
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
116
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
con poder real, la Jefatura del Estado que siempre ejerció Franco; a promulgar el Fuero
de los españoles y una ley de Referéndum en 1945, que sería utilizada en 1947 para
aprobar la ley de Sucesión, con la cual se daba además respuesta a las pretensiones de
D. Juan de Borbón, al inclinarse el régimen con dicha ley por una solución monárquica
pero descartando definitivamente la restauración. Ninguna de estas medidas sirvió para
impedir el aislamiento internacional desde 1946 hasta 1950; sólo a partir de esta fecha,
y gracias a la nueva situación creada con el inicio de la guerra fría, fue posible la lenta
ruptura del aislamiento del franquismo.
En el ámbito interno el período terminaría también con el hostigamiento que las
guerrillas, especialmente de signo comunista, venía manteniendo contra la dictadura.
En ello influyó el propio cambio de signo en el ámbito internacional, al alejarse
definitivamente cualquier posibilidad de intervención exterior para acabar con el
franquismo.
La década de los 50 comienza con el alejamiento de los peligros para la
perduración de la dictadura, pasa por un período crítico en 1956 y termina con un
cambio de orientación económica que a largo plazo sería un factor importante para
impedir la perpetuación del franquismo. La consolidación obedecía a la obtención del
reconocimiento internacional, cuyos hechos más sobresalientes fueron la admisión en la
ONU, el acuerdo con EE.UU. y el concordato con la Santa Sede. Esta situación afectó,
además, a la propia oposición al régimen. Las fuerzas republicanas entraron en un largo
declive, con la excepción del Partido Comunista que en 1956 da un cambio
espectacular a su estrategia antifranquista y le sirve para recuperar fuerzas, aunque
nunca para poner en peligro a la dictadura. Por su parte, los monárquicos aceptan
renunciar a una inmediata restauración y se plantean un camino más largo y tortuoso
que finalmente sería fructífero; éste es el significado del acuerdo entre D. Juan y Franco
en 1948.
Con la nueva sensación de seguridad para el régimen, Falange volvió a
recuperar un cierto protagonismo junto al catolicismo político.
La crisis de 1956-7 - motivada por el enfrentamiento entre quienes pretendían
una mayor institucionalización como sucedáneo de régimen constitucional y el
aprovechamiento de la apertura exterior para favorecer un mayor crecimiento
económico sobre bases más liberales, y quienes seguían defendiendo la herencia de la
guerra civil y el modelo autárquico - hizo dar bandazos al franquismo que pasó de un
intento de institucionalización del régimen, sobre la base de los proyectos falangistas de
117
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
José Luis Arrese en 1956, al desplazamiento del equipo falangista en 1957-8 como
consecuencia de la reacción frente a aquellos proyectos, y que conllevaría la entrada de
los tecnócratas del Opus Dei en los ministerios económicos. En lugar de los proyectos
de Arrese serían los de Carrero y López Rodó los que triunfarían, sobre la base de una
monarquía tradicional con Juan Carlos como sucesor.
La ley de Principios del Movimiento de 1958 forma parte del proceso de
institucionalización del régimen contemplado en este último proyecto. En ella se
definía aquel como una monarquía tradicional, católica, social y representativa, se
definía al Movimiento como comunión, en lugar de organización, y suponían por tanto
un nuevo paso en la desfalangistación del régimen.
La etapa que se desarrolla entre finales de los 50 y mediados de los 60 va a estar
definida por la continuación del proceso de desarrollo institucional y el cambio de
modelo económico, a partir del plan de Estabilización de 1959, que supuso una
liberalización neocapitalista de la economía con la liquidación de los principios
económicos sustentados por el nacionalsindicalismo. El éxito económico derivado de
este cambio de modelo va influir a su vez en un cambio sobre el discurso legitimador
del régimen, que irá abandonando la retórica de tipo fascista anterior por una nueva
basada en los logros del crecimiento y el desarrollo.
El período final entre 1966 y 1975 viene caracterizado de un lado, por la
coronación del proceso de institucionalización del régimen y, de otro lado, por su crisis
definitiva. Con la aprobación de la ley Orgánica del Estado, en 1966, que regulaba el
conjunto de instituciones del régimen y se orientaba a fortalecer el armazón
institucional del franquismo, y la designación de Juan Carlos como sucesor, en 1969,
quedaba completado el proceso de institucionalización con el que se pretendía asegurar
la continuidad del régimen más allá de la vida de Franco. Sin embargo, dos procesos
complementarios abrirían la crisis final del franquismo: el primero hace referencia a las
luchas internas por el control del proceso político, que abriría una doble división en el
franquismo enfrentando de una parte, a Carrero-Rodó con Solís y los hombres del
Movimiento, y por otra, los aperturistas con los inmovilistas; el segundo proceso es el
de crecimiento de la actividad de la oposición antifranquista. Ambos procesos estaban
alimentados por los cambios socioeconómicos operados en España y las
contradicciones que implicaban para unas estructuras políticas cada vez más arcaicas.
La evolución siguió una línea marcada por el ascenso del desafío de la oposición, la
respuesta crecientemente represiva de la dictadura y la consolidación de los
118
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
76
Juan Pablo Fusi, “La década desarrollista (1959-1969” en Historia de España 13, De la dictadura a la democracia, Historia 16,
Extra XXV, Febrero 1983
119
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
77
Harmut Heine, op. cit., pág. 252
120
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
las potencias fascistas. A pesar del difícil entendimiento entre estas fuerzas, como
consecuencia del enfrentamiento con los comunistas al final de la guerra civil, sin
embargo, logran recomponer su unidad en torno al Gobierno republicano en el exilio al
calor de la ilusión de derrocamiento de la dictadura con el final de la guerra mundial.
La desaparición de las esperanzas en un rápido fin de la dictadura hace que
todas estas organizaciones entren en un período de desconcierto y postración que
durará hasta finales de la década de los 50. En este período se hace una criba de la
anterior oposición, solamente el PCE volverá a mantener una actividad digna de tal
nombre, el resto de las organizaciones de izquierda apenas harán poco más que
mantener las siglas.
El tercer período, que abarca desde finales de los 50 hasta el final del
franquismo, se caracteriza por la aparición de una resistencia a la dictadura de nuevo
tipo que actuará junto a un PCE que ha cambiado totalmente la estrategia y métodos de
lucha. La forman un movimiento estudiantil que se ha levantado contra el régimen en
1956 y un nuevo movimiento obrero que ya no está encuadrado en los sindicatos
históricos españoles sino en una organización de nuevo cuño, CC.OO; paralelamente
aparecerán nuevas organizaciones de extrema izquierda y el auge de la contestación
nacionalista, especialmente virulenta en el País Vasco con el nacimiento de ETA. Solo
en los últimos años del franquismo empiezan a aparecer más activas las distintas
organizaciones socialistas o los nuevos grupos democristianos. En este tercer período
se pueden distinguir varias etapas de una oposición en continuo crecimiento78. La
primera se extiende entre 1958-61 y se caracteriza por la promulgación de la Ley de
Convenios Colectivos que serviría de marco para el despegue del nuevo movimiento
obrero, pues la dinámica de la negociación colectiva potenciaría a las nuevas
organizaciones sindicales como USO y CC.OO. La segunda etapa abarca los años que
van de 1961 a 1966 en la que se hace claramente presente el nuevo movimiento obrero
con las huelgas de Asturias como referencia, se celebra la reunión de Munich y se
cierra con la “capuchinada”. En la tercera etapa, entre 1966-70, continua la imparable
expansión del movimiento obrero con conflictos tan sintomáticos como el de
Laminados de Bandas y se cierra con el juicio de Burgos. La cuarta y última etapa,
desde 1970, se caracteriza no solo por la continuación de la expansión de la oposición,
78
Sergio Vilar, “La oposición a la dictadura franquista” en Juan Pablo Fusi, Sergio Vilar y Paul Preston, op., cit., págs. 61-4
121
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
sino sobre todo por el establecimiento de plataformas unitarias que indican el grado de
madurez de aquella.
El ascenso de las luchas antifranquistas en estos años va a tener una respuesta
cada vez más represiva del régimen, aunque no alcanza, por las propias condiciones
históricas del momento, la intensidad de sus orígenes.
A partir de estos datos se pueden destacar tres características de la oposición
antifranquista:
1) A pesar de la amplitud que cobra la contestación, especialmente en los últimos
años, sin embargo, lo fundamental es que no llega a conseguir convertirse en un
movimiento de masas capaz de poner en peligro real la supervivencia de la
dictadura. Tampoco fue homogénea en todo el Estado, pues aunque se expresó
de manera mayoritaria en el País Vasco, Cataluña y Asturias y se extendió a
algunas otras zonas industriales del país como Madrid, Sevilla, etc., en el resto
fue esporádica o inexistente. En realidad se puede hablar mejor de la
movilización de amplios sectores concienciados que no terminaron de
desembocar en un gran movimiento de masas de cierta permanencia. Ahora
bien, si la movilización antifranquista no acabó directamente con el régimen, lo
cierto es que jugó un importante papel en cuanto contribuyó a erosionar la
legitimidad del franquismo, generalizando la opinión de que éste tendría que
desaparecer a la muerte del dictador.
2) El problema de la unidad de la oposición, como un elemento fundamental en la
lucha antifranquista y de las posibilidades de acabar con la dictadura, estuvo
obstaculizado por el problema comunista, fruto de dos factores
complementarios: el hecho de que el PCE se convirtiese en la fuerza principal de
la oposición y de que el resto de las fuerzas no comunistas mantuviesen
continuamente una política de reservas hacia ese partido como socio de una
posible alianza. Esta incapacidad para alcanzar una unidad operativa solo fue
superada en Cataluña a finales de los 60 y después de la muerte de Franco para
el conjunto del Estado.
3) El peso de la lucha antifranquista recayó de manera fundamental sobre los
trabajadores y las capas populares, incorporándose solo algunos sectores de las
nuevas capas medias al final de la dictadura. Ahora bien, la actitud de la
burguesía pasó como mucho de la clara colaboración a una tibia pasividad, pero
122
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
79
Estos datos de Ramón Salas Larrazábal han sido recogidos de la obra de Stanley G. Payne, op., cit., pág. 236
80
Hartmut Heine, op. cit. pág. 44
123
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
como consecuencia de las huelgas que se sucedían de manera cada vez más amplia al
final del franquismo.
Por último, es necesario mencionar lo que podría denominarse la represión en la
represión, es decir, la utilización de los denominados estados de excepción, un total de
ocho desde 1956, unas veces con carácter general en todo el territorio y otras aplicado
solamente a una parte del mismo, especialmente al País Vasco, y que suponían una
mayor discrecionalidad aún en la actuación de las fuerzas represivas del régimen.
Para cerrar este apartado, y en relación con la naturaleza del franquismo,
Tusell81 sostiene que no hay una correspondencia directa entre la condición más o
menos totalitaria del régimen y el grado de represión empleado, argumentando sobre el
carácter más totalitario que tuvo el fascismo italiano quién sin embargo fue menos
represivo que el franquismo. La razón fundamental del carácter más represivo que tuvo
el franquismo se encuentra en la naturaleza de su origen, fruto de una sangrienta guerra
civil cuyo recuerdo el régimen se esforzó en mantener continuamente como elemento
disuasorio hacia la oposición.
81
Javier Tusell, op.cit., págs. 339-40
82
Antonio Torres del Moral, op., cit., pág. 240
124
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
83
Alfonso Botti, Cielo y dinero. El nacionalcatolicismo en España (1881-1975), Alianza Editorial, Madrid, 1992, pág 158
84
Javier Tusell, op. cit.
125
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
elemento fundamental del fascismo, “se trata de un partido de masas, único, dirigido a
la movilización política y que se constituye a sí mismo”. Es un sistema totalitario que
niega cualquier tipo de pluralismo y que práctica el terror a gran escala. Se define como
antimarxista y antiproletario, pero también como antiparlamentario y antiburgués.
Pretende la creación de un Estado nuevo, se sustenta en un liderazgo carismático y se
rodea de una simbología especial destinada a captar la psicología de las masas. Tusell
rechaza las interpretaciones de origen marxista según las cuales el fascismo es un
producto de la evolución del capitalismo, para inclinarse por las interpretaciones que
ven en el fascismo un producto de la autonomía de la política, con unos principios de
actuación al margen de las leyes del capitalismo.
El fascismo sólo es explicable por la existencia de una crisis de civilización en
la que se origina y de un caldo de cultivo del cual formó parte “el nacionalismo” y la
“brutalización de la vida”, consecuencia de la primera guerra mundial y el temor a una
revolución comunista. Pero van a ser dos factores los que explican el ascenso del
fascismo en esas condiciones, “la experiencia de una crisis en un régimen democrático”
y “la inexistencia de alternativas funcionales al propio fascismo”, como por ejemplo
una dictadura no totalitaria, más tradicional.
Tusell diferencia un fascismo de tipo oriental, cuyo rasgo más definitorio sería
el racismo, y otro de tipo occidental, cuya característica sobresaliente sería el
corporativismo.
Las matizaciones comienzan al estudiar las dictaduras que tuvieron lugar en los
países del Este de Europa por la misma época (Hungría, Polonia, Rumania) que poseen
rasgos diferentes de los regímenes fascistas característicos, como una menor
propensión totalitaria o un enfrentamiento entre los movimientos fascistas de esos
países y sus respectivas derechas radicales. Así pues, junto a la existencia de regímenes
fascistas, puede hablarse de otros de tipo corporativista, semiconstitucionales o
pretorianos, además de “situaciones pretotalitarias” que expresan una intención no
lograda de imitar el modelo fascista. El régimen de Franco se encontraría, según Tusell,
en esta última situación.
Tusell y Payne85 coinciden en realizar una comparación en relación con el
fascismo italiano y el salazarismo portugués. Respecto de este último, Tusell apunta
que la dictadura de Franco se diferencia por su distinto origen. Al salazarismo se llegó
85
Stanley G. Payne, op., cit.
126
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
por un deslizamiento progresivo después del golpe militar de 1926, mientras que en
España el franquismo es fruto de una cruenta guerra civil tras cuya victoria impuso un
corte radical con el pasado. La actitud ante el totalitarismo también separa a ambas
dictaduras, mientras que el salazarismo nunca aceptó el calificativo de totalitario,
Franco mostró claramente una inclinación por tal solución, formando parte de la
denominación oficial del régimen en sus inicios. El pluralismo interno portugués
también fue superior al existente bajo el franquismo, que se articuló en torno a las
familias del régimen. Igualmente están alejadas por las diferencias entre el tipo de
partido, con caracteres más fascistas en España. También hubo una mayor
desmovilización en Portugal a la vez que una menor represión y una mayor tolerancia
hacia la oposición que en el franquismo.
Por su parte, Payne añade como diferencias entre el régimen de Salazar y el de
Franco el que el primero no desarrollo una ofensiva cultural equivalente a la de los
primeros años del franquismo; también era débil en términos de política de desarrollo
económico, cuya consecuencia fue que la sociedad portuguesa cambiase
comparativamente menos que la española; por último, Salazar sostuvo una política
colonial ambiciosa intentando mantener todos sus territorios coloniales, mientras que el
franquismo fue cediendo continuamente en este terreno.
Para Payne el régimen portugués tiene muchas más analogías con los regímenes
de la Europa de entreguerras que con el franquismo:
127
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
ejecutiva. En ninguno de los dos casos fueron los ideólogos fascistas revolucionarios la
base de la institucionalización del régimen, sino figuras monárquicas o semi-monárquicas
de la derecha radical junto con fascistas moderados (...) En ambos casos pronto tuvieron
que enfrentarse al desafío del sindicalismo nacional fascista militante, aunque le sometieron
por completo (...) Las fases de desarrollo de los dos regímenes fueron también bastantes
paralelas, difiriendo de forma radical al final en lo relativo a política exterior. En ambos
casos, a una fase temprana de coalición sin estructura institucional oficial le siguió una fase
de institucionalización que, a su vez, fue seguida de un equilibrio más largo en Italia que
en España (...) La política exterior y el contexto internacional terminaron por marcar los
puntos de divergencia definitivos”.
128
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
129
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86
Juan J. Linz, “Una teoría del régimen autoritario. El caso de España”, en La España de los años setenta, tomo III. El Estado y la
política, Editorial Moneda y Crédito, Madrid, 1974
87
José Félix Tezanos, “La crisis del franquismo y la transición democrática en España”, en Tezanos, J.F.; Cotarelo, R.; De Blas,
A.;comps., La transición democrática española, Instituto de Técnicas sociales, Madrid, 1989., págs. 17-19
130
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
88
José Félix Tezanos, Ibíd, págs.21-22
89
Antonio Torres del Moral, op., cit., págs. 241-3
131
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
modelos originarios y concluye afirmando que si, a pesar de todo, existen rasgos
propiamente franquistas, ello no hace sino demostrar que “el fascismo español tuvo su
propia coloración, no que dejará de serlo por ello”.
Raúl Morodo90 por su parte califica al franquismo como “peculiar fascismo
español” que, basándose en las mismas bases genéricas que los fascismos europeos, sin
embargo, posee matices importantes, porque para Morodo lo que ha existido no es un
modelo único de fascismo sino “fascismos europeos” según las características
históricas, sociales, económicas y culturales de cada país. Así se explicaría que en
España y Portugal, países de mayor composición agraria, se acentuaran los aspectos
tradicionales, paternalistas y católicos en relación con Italia y sobre todo Alemania,
mucho más industrializados y donde, por lo tanto, son más patentes los elementos de
secularización e incluso de modernismo. La peculiaridad más sobresaliente del
fascismo español fue la sustitución del modernismo fascista europeo por un
tradicionalismo católico-corporativo que tomará especialmente del grupo Acción
Española. Este grupo aportaría la base ideológica al franquismo pretendiendo actualizar
el viejo Estado del siglo XVI. Se trataría de combinar religión y tradición, monarquía e
imperio con las técnicas organizativas de control político y social basadas en el partido
único, el sindicalismo corporativo y la jerarquización militar de la sociedad civil.
La posición sostenida por Salvador Giner 91 parte, como Morodo, de que, si bien
puede hablarse de un modelo de fascismo puro, sin embargo, por un lado la naturaleza
de la experiencia fascista fue diferente en cada país, y por otro lado es notable el grado
de similitud entre las dictaduras fascistas (o fascistizantes) mediterráneas en las que
engloba a la Italia fascista, al régimen salazarista en Portugal, al franquismo y al
régimen griego de Metaxas (1936-40). Las características del fascismo en esa área son
para Giner:
1) Una dominación clasista fascistizante o despotismo reaccionario 92 que consistió
en un modo de dominación clasista impuesto por una coalición política de
90
Raúl Morodo, Los orígenes ideológicos del franquismo, Alianza Editorial, Madrid, 1985
91
Salvador Giner, La economía política de la Europa meridional: poder, clases sociales y legitimación. Sistema Nº 50-51,
Noviembre 1982, págs. 21-5
Salvador Giner y Eduardo Sevilla, “Absolutismo despótico y dominación de clase. El caso de España” en Cuadernos de Ruedo
Ibérico, 1975, Nº 43-5. Esta parte está elaborada con el apoyo de las obras de Tusell, Botti y Tézanos
92
También define Giner los regímenes despóticos y reaccionarios, en los que encuadra al franquismo, como “dictaduras que
aparecen en la semiperiferia de los Estados capitalistas centrales, surgen en países en los que previamente existían agudos
contrastes entre una minoría con acceso al poder, a la riqueza y a la educación superior, por una parte, y una masa
empobrecida de campesinos, junto a un proletariado incipientemente organizado en las ciudades por otra. A ello se unía
132
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
una patente exigüidad de las clases medias urbanas educadas”. Lluis Flaquer, Salvador Giner y Luis Moreno, op. Cit.
Pág. 26
93
“formada (en el caso español) por falangistas y carlistas de rango menor, por conservadores de clase media, por dirigentes de
organizaciones católicas y por pequeños notables católicos en pueblos y barrios. Fueron éstos los que ocuparon la
burocracia del nuevo Estado y los únicos que tenían acceso a los puestos de responsabilidad”. Lluis Flaquer, Salvador
Giner y Luis Moreno, op.. cit., pág. 25
94
José Casanova, “Modernización y democratización: reflexiones sobre la transición española a la democracia” en Teresa Carnero,
ed. Modernización, desarrollo político y cambio social, Madrid, Alianza, 1992, págs. 252-62
133
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
instrumento del gobierno sin que lleve a cabo el control ni del Estado ni de la ideología,
salvo en breves momentos. En realidad el respaldo ideológico al régimen se debió
mucho más a la Iglesia y al catolicismo. Además, incluso durante la primera fase, la
más cercana al fascismo, el elemento conservador-reaccionario predominó sobre el
fascista-modernizador, y el franquismo no fue portador de ningún proyecto definido de
transformación social más allá de la retórica falangista. Sobre la base de todo ello
Casanova concluye que no puede calificarse al franquismo de régimen fascista.
La segunda teoría la vincula con el modelo de Linz y encuentra en el carácter
puramente “político” de esta teoría el inconveniente más importante, este carácter la
desvincula de todo tipo de relación con tipologías de sociedades y formaciones
económicas e impide analizar las tensiones y contradicciones entre la estructura política
y la socioeconómica. El modelo tiende a ser estático, destacando el carácter estable del
régimen frente a sus problemas y crisis. Se trata de un modelo incapaz de explicar las
transformaciones de los regímenes autoritarios.
El tercer tipo de teorías que critica son las situadas dentro de la tradición
marxista, que identifican al franquismo como un sistema de dominación de clase. Las
acusa de padecer el defecto opuesto al anterior tipo, de analizar el Estado y la estructura
política como simples reflejos de la estructura socioeconómica. Las transformaciones
internas del régimen son explicadas como productos de los cambios en la correlación
de fuerzas dentro del bloque dominante, y su quiebra como efecto de los cambios
ocurridos en la correlación de fuerzas entre las clases en lucha. Para estas teorías la
forma normal de Estado capitalista es la de tipo parlamentario, siendo la dictatorial un
expediente excepcional consecuencia de un momento de crisis peligrosa. Casanova
considera que con esta óptica es analizado el franquismo por algunos autores como
Poulantzas o Salvador Giner y Eduardo Sevilla, pero realizando una errónea
interpretación del concepto clave marxista tomado a tal efecto, el bonapartismo. Éste
sería uno de los modelos analíticos más apropiados para comprender la relación entre el
Estado y la sociedad civil bajo el franquismo, pues Marx lo interpretó como un sistema
de predominio del Estado frente a todas las clases burguesas y no burguesas.
Así pues, para Casanova el Estado franquista representó un retroceso a una
forma absolutista, gobernando Franco como un monarca absoluto. Mediante la
represión de los trabajadores garantizaba el dominio social de las clases capitalistas, al
precio de privar a la sociedad de sus derechos civiles y políticos y haciéndola adoptar
una forma corporativista premoderna. También reconoce dos fases en el franquismo, la
134
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95
Alfonso Botti, op. cit.
135
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naciente fascismo. En su seno se desarrollan, durante la guerra civil, dos proyectos para
la postguerra: el más característicamente fascista hasta 1942, y el autoritario-
corporativo posterior, en el cual el papel determinante lo jugará el catolicismo. Las
diversas fases del franquismo son interpretadas desde ese esquema: la de 1939-42 sería
la de la acentuación en clave fascista del nacionalcatolicismo; la que se extiende desde
esas fechas hasta 1957-9 corresponde al peso de los aspectos autoritarios-corporativos
del nacionalcatolismo; por último, desde esas fechas hasta el final del régimen es el
desarrollo puro y duro del nacionalcatolicismo.
Se hace referencia a una fase tecnocrática, iniciada con el Plan de Estabilización
de 1959, con relación al nuevo personal que desde los ministerios económicos claves
conducen el cambio desde la autarquía a la incorporación en el mercado internacional
de la economía española. Se trata de un personal perteneciente o afín al Opus Dei que
da prioridad al desarrollo económico sobre la apertura del sistema político, reiterando la
posibilidad de un liberalismo económico por cauces diferentes de los democráticos.
Significa jugar otra carta católica que no implica una renovación del pacto entre la
Iglesia y el franquismo. Representan la expresión más esencial y carente de retórica del
nacionalcatolicismo. Su personaje más representativo es Laureano López Rodó y su
idea clave la de que el desarrollo económico llevará al desarrollo político, apoyándose
teóricamente en las ideas de Rostow.
Botti está de acuerdo con Carlos Moya para quién los tecnócratas vienen a
representar el lazo de unión entre la ética católica tradicional y la ética instrumental del
capitalismo burocrático contemporáneo, serían la síntesis entre los valores triunfantes
en el 39 y las exigencias de la modernización capitalista96.
96
En este sentido son muy interesantes las reflexiones que Carlos Moya hace en el epígrafe “El catolicismo español y el espíritu del
neocapitalismo” dentro de su obra citada, en el cual analiza los intentos del catolicismo español por reformular una ética
católica ajustada a las nuevas exigencias seculares del mundo moderno y donde el Opus Dei es presentado, precisamente,
como la culminación de ese intento. Para Moya, el Opus es a la ética burocrática-empresarial lo que el calvinismo fue al
espíritu del capitalismo; si la fe individualista del calvinismo fue congruente con el capitalismo individual, la fe eclesial
del Opus es más eficaz en el actual capitalismo como corporación burocrática.
Su predecesor en este intento de poner en marcha una dinámica social autogeneradora de élites fue la ACNP, pero, sin
embargo, el Opus alcanzó una mayor “modernidad” cultural y eficacia “religioso secular”.
También analiza aquí Moya el papel tan importante jugado en este sentido por Ramiro de Maeztu, presentándolo como
uno de los pilares ideológicos del Estado franquista en cuanto mediación ideológica entre el sector del Opus (la élite
intelectual) y la aristocracia financiera (la élite política y económica). Maeztu supondría la primera reconciliación
ideológica de corrientes como el catolicismo tradicional, el tradicionalismo restaurador, el corporativismo parafascista y
el moderno capitalismo.
136
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Las conclusiones de Botti son de dos tipos de órdenes: Según el primero tipo
habría que revisar algunas valoraciones sobre el franquismo, en principio la que le
presenta como un obstáculo al crecimiento y desarrollo del país. En segundo lugar la
que destaca la ruptura de finales de los 50 para calificar de modernizador este segundo
período sin tener en cuenta que sólo fue posible gracias al período de acumulación
primitiva llevada a cabo en el anterior. También aquéllas que atribuyen al catolicismo
solamente un papel de atraso. Por último las que aceptando la existencia de un proyecto
de conciliación entre modernización económica e ideología conservadora tradicional,
juzgan como un fracaso sus resultados.
El segundo tipo de conclusiones hace referencia precisamente al significado
último del nacionalcatolicismo. En este sentido se refiere a un proceso que viene de
lejos, que partiendo de la formación de una aristocracia financiera a finales del Antiguo
Régimen ha ido buscando la reconstrucción del poder de las viejas clases dominantes a
la vez que racionalizaba sus bases económicas. Frente a los dos proyectos de
modernización capitalista surgidos en el siglo XIX, el de la burguesía catalana y el que
se origina en los ambientes krausistas y de la Institución de Libre Enseñanza, el
nacionalcatolicismo no sería un proyecto de la reacción que les derrotaría en todos sus
términos, sino un proyecto distinto sólo en lo político, mientras que resulta de la misma
naturaleza en el plano económico.
En este proceso, el franquismo en sus distintas fases solo representaría un
segmento de él, apareciendo como un peculiar régimen de transición hacia la sociedad
postrevolucionaria, una sociedad en la que el peligro de un cambio radical de la
propiedad de los medios de producción ya no existe, o al menos ya no se presenta en
las formas clásicas del movimiento revolucionario.
CONCLUSIONES
137
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
esclarecerlas mediante comparaciones con otros regímenes similares. Pero creo que la
interpretación que hace una aportación más profunda a la comprensión del significado
del franquismo, al menos desde el enfoque con que se le estudia en relación con esta
tesis, es la de Alfonso Botti, junto con la de Carlos Moya. Con ellas, efectivamente, se
integra la visión del franquismo en un período histórico más amplio, y cobra
coherencia, no solo como un eslabón histórico más en un largo proceso histórico, sino
que además se evita el error, al no estudiarle aisladamente, de hacerle aparecer como
una anomalía, eso sí de larga duración, pudiendo además dar cuenta, de esta manera, de
aspectos que en caso contrario podrían parecer contradictorios.
No cabe duda que la dictadura sufrió una evolución adaptativa a un entorno
internacional que cambió drásticamente a partir de la derrota de las potencias fascistas
en 1945, situándose hacia la mitad de los 40 y finales de los 50 las dos fechas más
significativas de estos cambios. Pero más allá de si fue o mantuvo unas características
específicamente fascistas, lo más importante a retener fue su correosa voluntad de
permanencia, el inmenso poder arbitrario concentrado en la persona del general Franco
y el carácter represivo de quienes en ningún momento dejaron de recordar que su poder
derivaba de la victoria obtenida en la cruenta guerra civil que desencadenaron.
Como dictadura militar nacida de esa guerra civil, sus protagonistas más
directos, y especialmente el general Franco, se orientaban por criterios subjetivos e
inmediatos para poder acomodarse a los retos a los que se enfrentaron durante casi 40
años, y como tal no fueron simplemente instrumentos utilizados mecánicamente por el
bloque histórico dominante, sino que, el Estado franquista mantuvo un alto nivel de
autonomía en sus decisiones; pero, objetivamente la dictadura se estableció y actuó en
benefició de un bloque histórico al que salvó de una posible derrota, temporal o
definitiva, en un momento crucial como fue el de la II República.
No voy a sostener la simplista tesis de que el franquismo desapareció
sencillamente porque las clases dominantes ya no lo necesitaban, e incluso lo
consideraban un obstáculo, pero no cabe duda de que el hecho de que esto fuera así
contribuyó a su desaparición. Y ya no lo requerían por dos razones: La primera, porque
ya había cumplido el papel clave para lo cual le habían necesitado, al quebrar el
movimiento obrero revolucionario que había venido madurando en España durante
varios decenios y que a la altura de los años 30 desafiaba, más por el nivel de
organización que por su fuerza numérica, la hegemonía del bloque dominante; y le
quebró no de manera temporal, sino definitiva, expresando con ello no que estuviesen
138
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
139
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
sin apenas base social, como por otro lado puso en evidencia los resultados de las
elecciones democráticas.
Pero sobre todo creo que es importante recalcar en primer lugar, que el
franquismo estuvo marcado por unos valores católicos tradicionales que habían venido
sirviendo de soporte ideológico a las clases dominantes españolas, y que en los inicios
de la dictadura estuvieron condicionados por la ideología fascista, predominante en
aquellos años en Europa entre la derecha radical; y en segundo lugar, que precisamente
en el seno de la dictadura se hizo posible tanto una articulación de aquellos valores
tradicionales con los del capitalismo, como una definitiva reestructuración de las clases
dominantes que finalmente se aburguesaron, en el sentido de perder los últimos
caracteres aristocráticos de que eran portadoras.
Así, finalmente, si bien el peso de la resistencia antifranquista y el
mantenimiento de la bandera de la democracia recayó fundamentalmente sobre la clase
obrera, destacando el papel jugado en este sentido por el PCE, sin embargo, las propias
transformaciones sociales originadas en los años 60, y la reestructuración de las clases
dominantes, hicieron posible que una transición pactada cerrase de una manera
favorable a aquéllas un período crítico. Las responsabilidades políticas que en este
resultado adquirió el PCE serán otro de los temas a discutir en esta tesis.
140
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
PARTE II
INTRODUCCIÓN
141
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
142
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143
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
97
Declaración del PCE por la reconciliación nacional, por una solución pacífica del problema español, folleto, junio de 1956
144
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
esto es lo reseñable, la guerra civil ha dejado de ser la línea que divide a los españoles.
Frente a una camarilla en el poder que representa los intereses del capital monopolista
se encuentra la gran mayoría del pueblo, la clase trabajadora, el campesinado, los
intelectuales y el capital no monopolista.
Para sostener esta última tesis, el PCE se apoya en un hecho novedoso surgido
en los últimos años: la aparición de fuerzas políticas nuevas, nacidas en el seno de la
base social de la dictadura y que se alejan de ella, y cita como ejemplo a la que
denomina tercera fuerza monárquica, al movimiento liberal y a la democracia
cristiana98. Otro hecho al que se alude, como prueba de sus tesis, es la descomposición
existente en el interior de la dictadura, llegando incluso a dudar que Franco cuente con
el apoyo incondicional de los mandos del ejército. Esta visión del ejército, no fundada
en ningún dato real, la mantendrá el PCE en todos los análisis futuros que haga sobre la
dictadura.
A las razones invocadas en este documento por el PCE para justificar su nueva
línea política añadirá otras más recogidas en un nuevo documento con motivo, esta vez,
del XX aniversario del final de la guerra civil99. Además de redundar en el argumento
de los profundos cambios producidos en la composición y correlación de las clases en
España, se añade ahora la constatación de un amortiguamiento de los odios y el espíritu
de venganza entre sectores del pueblo generados durante la guerra civil, y la aparición
de generaciones para las que la guerra civil es percibida como un hecho histórico en el
que no participaron.
La conclusión que extrae el partido es que, sobre la base de esta situación, es
posible un cambio pacífico, la sustitución de la dictadura sin necesidad de pasar por el
expediente de una guerra civil. La condición necesaria para alcanzar dicho cambio es
un entendimiento entre las diversas fuerzas de izquierda y derecha con el objetivo final
de establecer una democracia parlamentaria. Esta unidad de la oposición podría ofrecer
98
La denominada tercera fuerza monárquica es la considerada más derechista y se atribuye a Calvo Serer el papel de máximo
ideólogo; veinte años más tarde aparecerá como uno de las cabezas visibles de la Junta Democrática al lado de Santiago
Carrillo y García Trevijano.
Al movimiento liberal se le tiene por conglomerado heterogéneo en el que destacan Pedro Laín, Dionisio Ridruejo, el
doctor Marañon y los dirigentes universitarios recientemente encarcelados.
La democracia cristiana es vista como el más importante movimiento político entre las fuerzas de derecha que comienzan
a oponerse al franquismo, y así lo seguirá considerando el PCE hasta que la transición política demuestre lo equivocado
de este análisis.
99
El balance de veinte años de dictadura fascista, las tareas inmediatas de la oposición y el porvenir de la democracia española,
Documento del Comité Central del Partido Comunista de España, 1º de abril de 1959
145
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
la posibilidad de colaborar a los sectores del ejército que se sienten alejados del
régimen consiguiendo que retirasen su apoyo a Franco. Por último, ayudaría
enormemente a la transición pacífica la adopción de una clara voluntad en el sentido de
considerar “canceladas las responsabilidades de la guerra y las derivadas de ella en
ambos campos”.
El PCE hace una declaración solemne de su fe democrática cuando afirma que:
"la norma de conducta debe ser, para unos y otros, el respeto a la legalidad
democrática; el compromiso de no recurrir a la guerra civil ni a las violencias físicas, para
dirimir las diferencias político-sociales; el respeto a la voluntad popular expresada
regularmente en elecciones libres"100.
Este párrafo puede ser perfectamente suscribible por cualquier partido que
defienda las instituciones y el funcionamiento de un sistema liberal-democrático.
Además, declaraciones muy similares serán efectuadas por el propio PCE durante el
período de transición política iniciado dos décadas después y, sin embargo, tras las
mismas palabras hay una actitud muy diferente, no sólo entre los comunistas y
cualquier otro partido liberal o socialdemócrata, sino en el mismo PCE con la
diferencia de veinte años de por medio. Por lo tanto, con el objeto de obtener una visión
más ajustada a la realidad, es necesario enmarcar las declaraciones oficiales del partido
o la de sus dirigentes en el conjunto de la línea política que le orienta en cada momento,
y en las prácticas que genera.
Para los comunistas hay tres circunstancias que garantizan que no se van a
reproducir actitudes como las que se dieron antes de 1936. Estos tres datos son: Por un
lado, los cambios producidos en la clase obrera, también las transformaciones ocurridas
en las formaciones políticas de derechas y, por último, el mencionado cambio de la
coyuntura mundial. Por lo que se refiere a los cambios acaecidos en la clase obrera, el
PCE se está refiriendo con ello a lo que considera el fracaso histórico de las dos
corrientes que tradicionalmente habían mantenido una influencia mayoritaria entre los
trabajadores españoles: el anarcosindicalismo y el socialismo. Fracaso cuyas causas
imputa por una parte a “la esterilidad e ineficacia del anarquismo”, a su carácter
anacrónico; y por otra a la “política de colaboración de clases de la socialdemocracia”.
Para el PCE, las tres últimas décadas, es decir, desde su nacimiento, representan una
100
Declaración del PCE por la reconciliación nacional, por una solución pacífica del problema español, folleto, junio de 1956,
pág. 21
146
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
101
Para el desarrollo de este argumento puede verse la exposición de Santiago Carrillo en el artículo ¿Adonde va el Partido
Socialista?, Nuestra Bandera, enero de 1959, págs. 8-15
102
Guy Hermet, Los comunistas en España, Ed. Ruedo Ibérico, París, 1971
Joan Estruch Tobella, El PCE en la clandestinidad. 1939-1956, Siglo XXI editores, Madrid, 1982, pág. 19-20
147
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
103
Joan Estruch Tobella, op. cit. , pág. 226
104
Santiago Álvarez. Memorias V. La larga marcha de una lucha sin cuartel, Ed. Ediciós do Castro, A Coruña, 1994, págs 193-4
148
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
importantes factores ajenos a la propia actividad del partido pero que influyeron
decisivamente en su trayectoria: El primero de ellos es el fin de las ilusiones en una
posible intervención de las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial para
poner fin a la dictadura franquista. El segundo es la celebración del XX Congreso del
PCUS, de cuyos resultados se desprendió la aceptación de utilizar la vía pacífica de
transición al socialismo para los partidos comunistas que actúan en las sociedades
capitalistas, además de la denuncia de los crímenes de Stalin105.
Estos son dos fenómenos externos a tener en cuenta debido a que van a incidir
sobre la trayectoria seguida por el PCE desde el momento en que acabó la guerra civil,
y cuyo período es preciso recapitular para encuadrar mejor el significado de la PRN.
El punto de partida se encuentra en las propias circunstancias del desarrollo
político en el campo republicano que, durante el transcurso de la guerra civil de 1936-9,
habían llevado a un enfrentamiento larvado del PCE con el resto de las fuerzas
republicanas y que terminó desembocando en un choque armado a raíz de la creación
del Consejo Nacional de Defensa por el coronel Casado, en marzo de 1939, que declaró
inconstitucional el gobierno del doctor Negrín. Éste, aunque militante socialista había
terminado siendo considerado por la gran mayoría de las fuerzas del campo republicano
como el responsable del rápido control por el PCE del aparato administrativo y militar
de la República. La actitud del PCE durante la guerra, junto a este último
enfrentamiento, pesará gravemente en las relaciones de los comunistas con el resto de
las fuerzas que habían defendido la República a lo largo de todo el período de
oposición al franquismo. Si en estas últimas tomará cuerpo un profundo anticomunismo
que prácticamente no cesará en ningún momento, el PCE no dejará de considerar
traidores a las fuerzas que apoyaron al coronel Casado, la gran mayoría de las cuales se
situarán en el campo occidental con el inicio de la guerra fría.
A esta situación se suma otro acontecimiento internacional, al poco de acabar la
guerra civil española, que redunda en ahondar el aislamiento del PCE respecto del resto
de las fuerzas antifranquistas. Nos referimos al pacto de no agresión firmado entre
Alemania y la Unión Soviética el 23 de agosto de 1939. Se trata de un brusco viraje de
105
Fundamentalmente se trató de limitar los aspectos más discrecionales y represivos del sistema stalinista, que mantenían en
constante inseguridad a todo el aparato del estado y del partido, mediante la aplicación de la legalidad socialista.
También se buscaba un aumento del nivel de vida de la población potenciando la industria de consumo. La condición
necesaria para ello era conseguir una relajación de las tensas relaciones con el mundo capitalista desarrolladas con la
guerra fría, lo que se plasmó en el concepto de coexistencia pacífica, cuya base era el reconocimiento de la hegemonía de
cada potencia en su zona de influencia.
149
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
esta última producido por la frustración en sus intentos de conseguir una alianza con
Inglaterra y Francia frente a la amenaza que representa el régimen nazi.
La consecuencia más inmediata que se deriva de este pacto para los partidos
comunistas es el abandono de la política de los frentes populares inaugurada en el VII
Congreso de la Internacional Comunista y el retorno a la política del VI Congreso de
ésta, de 1924, que se concreta en el caso del PCE en: virulentos ataques a las otras
organizaciones de la izquierda española; en la sustitución de la política del Frente
Popular, mantenida formalmente hasta ese momento, por la de Frente Único, basado en
la unión por la base de los trabajadores en torno al PCE, y previo abandono de las
organizaciones "traidoras"; en el rechazo de la II República y el abandono del gobierno
Negrín, al que venían apoyando hasta ese momento; y en la consideración de la
segunda guerra mundial como una guerra interimperialista llevada a cabo entre
Alemania y las democracias occidentales. El PCE rechaza en esos momentos que los
“imperialistas francoingleses” defiendan la causa de la libertad y la democracia frente a
la agresión nazi, acusándoles de defender solamente sus privilegios y de practicar una
política agresiva contra la Unión Soviética. Las críticas y ataques a los ”imperialistas
francoingleses”, y al resto de la oposición antifranquista como “servidores” suyos,
contrasta, en esta época, con las escasas alusiones a Alemania, aliada en esos
momentos de la URSS106.
El pacto, y la política implícita en él, fue aceptado y defendido por los partidos
comunistas de manera inmediata e incondicional, aunque se produjeron desgarros y
abandonos en sus filas. En el caso de los comunistas españoles, no obstante la
aceptación de la línea oficial, sin embargo existieron resistencias a su aplicación, fruto
de la toma de conciencia del aislamiento a que les condenaba; éste fue el caso del
sector que residía en México a cuya cabeza se encontraban Uribe, Checa y Mije entre
otros. Las tensiones internas más graves generadas por el pacto se centraron en el
PSUC como consecuencia de su actitud menos dogmática y menos stalinista, ya que su
bolchevización definitiva, impulsada por Comorera, se produce precisamente a raíz de
esta disidencia, que se corta con la expulsión de una serie de dirigentes, los cuales
formarían el Movimiento Social d'Emancipació Catalana. Ésta política del PCE, que
ahondaba las diferencias con sus antiguos aliados del Frente Popular, se hallaba en las
antípodas de las necesidades que exigía la lucha antifranquista.
106
Declaración del PCE con motivo del 1º de Mayo de 1940
150
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
107
En 1941 un documento del PCE del interior destinado a analizar, como indica su título, “Las causas fundamentales de la
pérdida de la guerra de España” y en el apartado dedicado a analizar los errores cometido por el partido, reconoce que
las relaciones del PCE con las masas en ese período eran muy malas, que estaba prácticamente aislado tras la ruptura de
la unidad de acción con los socialistas y el Frente Popular a la que se sumaba la falta de todo contacto con las masas
anarquistas.
151
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
todos los sectores opuestos al franquismo. Sin embargo, este primer éxito de
reconstrucción, también efímero, pues a finales de 1941 ya había sido desmantelada la
organización, va a provocar un grave conflicto en el seno del comunismo español con
el nacimiento de la denominada por el sector oficial "herejía quiñonista", cuyo
"crimen" consistió en el comportamiento autónomo y crítico del interior respecto a la
dirección en el exilio, posición basada por una parte, en la acusación de falta de
responsabilidad por el abandono de la militancia interior a su suerte, y por otra parte, en
la defensa de que la dirección efectiva del partido debiera residir dentro del país. Entre
tanto los intentos hechos desde América para colocar militantes de confianza al frente
de la organización en el interior fracasaron en la primavera de 1941 debido a la
represión policial.
Solucionado este problema para la dirección, con el fusilamiento de Quiñones
por la dictadura, su caso no sería aireado por el PCE hasta que, en el período 1948-52,
en plena campaña contra el régimen yugoslavo, el quiñonismo aparezca como la
aportación del PCE a la campaña antititista que durante aquellos años se apoderó del
movimiento comunista.
En cuanto a las relaciones con el PSUC hay que señalar que el propio origen de
éste le dotaba de unas características especiales. Formado por la fusión de cuatro
partidos de ámbito catalán108, tres notas le diferencian claramente del PCE: el peso del
factor nacionalista, la imagen de representar un modelo de fusión de la representación
política de la clase obrera (socialistas y comunistas) y, como consecuencia de ello, el
no ser un partido bolchevizado109.
Las tensiones que habían surgido ya durante la guerra civil entre ambos partidos
habían llevado, en 1939, al intento por parte del PCE de sustituir al secretario general
108
El Partido Comunista de Catalunya, el Partit Catalá Proletari, la federación catalana del PSOE y la Unió Socialista de Catalunya
109
Aunque la consigna de bolchevización y depuración de los partidos comunistas fue lanzada en el V Congreso de la IC celebrado
en 1924, algunas de sus características ya se encontraban recogidas en las veintiuna condiciones impuestas para ingresar
en la IC, como la de establecer la organización de los partidos comunistas sobre la base del centralismo democrático, o la
de reconocer como obligatorias las decisiones de la IC considerada un partido mundial único. Pero en 1924 el proceso de
reestructuración de los partidos comunistas según el modelo del partido bolchevique fue impulsado a fondo en una
coyuntura caracterizada por dificultades que obligaba a los bolcheviques a hacer concesiones tácticas, a las que se
intentaba contrarrestar fortaleciendo la propia identidad. De resultas de este impulso los partidos comunistas refuerzan
tres características: el centralismo democrático y su corolario de prohibición de fracciones, siguiendo el ejemplo de los
comunistas rusos en su X Congreso, buscando con ello la eliminación de todos los elementos mínimamente críticos con
la subordinación férrea a Moscú a través de la Internacional Comunista; la profesionalización de los revolucionarios en
un aparato permanente y; la estructuración del partido en base a células de empresa rompiendo con el criterio de
organización de los partidos socialdemócratas basado en el lugar de residencia.
152
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
del PSUC, Joan Comorera, por alguien más afín a su línea, es decir, que subordinase el
PSUC al PCE. Este intento no pudo ser consumado debido al hundimiento precipitado
del frente catalán, pero continuó en el exilio. Para hacer frente a estas maniobras, se
convocó, en marzo de 1939, de manera clandestina ya en el exilio, una reunión del
Comité Central del PSUC en las afueras de París, que por razones de seguridad se
denominaría Comité Central de Amberes. En ella, Comorera derrotó al sector vinculado
al PCE, propuso la bolchevización del PSUC; hizo adoptar una línea más izquierdista;
y solicitó de la IC el reconocimiento como su sección catalana, en clara contradicción
con los estatutos de la IC que propugnaba la existencia de una sola sección por cada
Estado, lo que no fue ningún obstáculo para que finalmente fuese reconocido como tal.
La dirección salida de esta reunión era de clara tendencia "catalanista".
En junio de 1941 se produce la invasión alemana de la Unión Soviética que
viene a trastocar la política seguida por los partidos comunistas en ese período. La
ruptura de los frentes antifascistas va a dar paso, otra vez, a una política de alianzas con
las respectivas burguesías nacionales como reflejo de la recomposición de la alianza
entre la URSS y las democracias occidentales en la guerra contra el nazismo.
En un nuevo viraje, el PCE expone en agosto de 1941110 las líneas
programáticas de la política que corresponde a la nueva situación, la política de Unión
Nacional, que es una actualización de la elaborada por el PCE en 1938. A partir de este
momento Inglaterra y Francia quedan rehabilitadas, de potencias imperialistas pasan a
ser aliadas de la Unión Soviética, y el fascismo alemán cobra toda su dimensión de
peligro mundial contra la democracia y la libertad. Para evitar el peligro de la entrada
de España en la guerra como aliada de las potencias del Eje se hace un llamamiento a
todas las fuerzas desde la izquierda hasta los “elementos que en el interior del país
constituyen, en las filas del régimen la oposición a la política que Franco realiza”,
proponiendo el restablecimiento de la legalidad republicana y, provisionalmente, el
gobierno Negrín. La incoherencia y sectarismo del PCE son sin embargo patentes: si en
su llamamiento pretende la unidad de acción no solo con la burguesía nacional, sino
con sectores del propio régimen opuestos a Franco, sin embargo hace una relación
explícita de quienes no caben en la Unión Nacional, y al lado de los “sanguinarios
110
Llamamiento del PCE. ¡Por la Unión Nacional de todos los españoles. Contra Franco, los invasores germano-italianos y los
traidores!. Agosto de 1941
153
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
111
La JEL estaba constituida por Izquierda Republicana, PSOE, Unión Republicana, ERC y Acció Catalana Republicana.
112
En realidad lo único que consiguió Monzón, como presidente de la JSUN es la firma de un documento conjunto con Manuel
Giménez Fernández, representante de un sector minoritario del sector católico. El anuncio de que incluso Gil-Robles
apoyaba a la UNE tuvo que ser desmentido por ésta tras las declaraciones del antiguo jefe de la CEDA negando tales
relaciones.
154
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
pretenden representar, sino porque las guerrillas de comunistas españoles que luchan
contra la ocupación nazi consiguen, según se va liberando territorio francés por los
aliados o la Resistencia, un importante poder que el PCE aprovecha para ir creando
órganos de Unión Nacional Española. Ésta queda oficialmente constituida en un
Congreso celebrado en Montauban en el verano de 1942, tras la UNE el partido queda a
la sombra y con ella pretende atraerse a las bases de las demás organizaciones
antifranquistas desarticuladas durante la ocupación alemana, pretendiendo erigirse de
esta manera en la única representante del exilio español en Francia. Desde la fuerza que
la daba el movimiento guerrillero, la UNE intentó impedir la reorganización del resto
de la oposición empleando métodos autoritarios, incluso represivos, que redundarían en
aumentar la desconfianza y animadversión ya existente hacia el PCE.
La evolución de la segunda guerra mundial a finales de 1944 va a obligar a los
comunistas a un nuevo giro. Se trata del regreso a los principios republicanos para
poder entrar en el gobierno de unidad republicana que va a formar Giral. Las
expectativas generadas por la reciente victoria aliada habían llevado a reorganizar
nuevamente el gobierno de la República en la ilusión de que las potencias vencedoras,
al decidirse a desalojar a Franco del poder, encontrasen unas instituciones legítimas que
se hiciesen cargo del mismo.
Frente a la UNE se había creado, en octubre de 1944, un organismo unitario en
el interior de España formado por republicanos, socialistas y libertarios, la Alianza
Nacional de Fuerzas Democráticas, con un programa que propugnaba la creación de un
gobierno democrático formado por las organizaciones participantes en la ANFD, el
cual convocaría elecciones generales. También se comprometían a adherir a España a la
Carta del Atlántico en un gesto dirigido a los aliados. Según Hartmun Heine113 el
programa contenía un acuerdo secreto por el que se comprometían a abrir un período
constituyente al dar por caducada la Constitución de 1931.
La ANFD mantuvo, hasta su desaparición en 1948, una continua negociación
con los monárquicos, tanto con los que representaban a don Juan como con los que
representaban a un sector del ejército, pues estos dos sectores de la derecha monárquica
mantenían diferencias importantes entre sí. Estas conversaciones también produjeron
roces entre la ANFD y el gobierno Giral debido a la intransigente posición republicana
de este último.
113
Harmut Heine, op. cit., pág. 249
155
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156
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crímenes del franquismo, a los del Ejército Popular republicano y a los componentes de
las guerrillas114.
Unos meses más tarde, en marzo de 1946, el PCE entra a formar parte del
gobierno republicano en el exilio, siendo Santiago Carrillo quien le represente como
ministro sin cartera. Previamente, el PCE había tenido que disolver la Unión Nacional e
ingresar en la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas en enero de 1946.
La posición ambivalente del PCE tiene un fiel reflejo en la propia posición
sobre el tipo de régimen que según los comunistas debe de sustituir a la dictadura. Por
supuesto que siempre defenderán la instauración de una República aunque oscilen,
según la coyuntura, entre ser una reivindicación irrenunciable o la flexibilidad de
aceptar una consulta popular sobre el tipo de régimen una vez establecidas las
libertades. Pero también el carácter de la República puede ser variado y en el PCE
conviven dos discursos al respecto. Por un lado, un discurso más oficialista que busca
ofrecer garantías a los deseados aliados de que el PCE no va a intentar traspasar
determinados límites; por otro lado, un discurso que se siente añorante del poder del
PCE en la guerra civil y del proyecto que intentó llevar a cabo. El primero queda
reflejado en el Informe de Dolores Ibarruri al III Pleno del Comité Central celebrado en
1947115 en el cual la secretaria general rechaza la propaganda franquista de que el
dilema planteado sea el de la elección entre fascismo o comunismo, pues el PCE lucha
en esos momentos por una República democrática de carácter burgués en la que la clase
obrera esté debidamente representada, e insiste en este aspecto sobre la necesidad de
que antes de pasar al socialismo es necesario un desarrollo hasta el fin de la democracia
burguesa.
El segundo discurso sobre el carácter de la República está claramente
desarrollado en un artículo de Félix Montiel publicado ese mismo año por Nuestra
Bandera116 donde indica que al franquismo debe sustituirle una democracia popular y
no una monarquía, ni una “democracia blandengue” o una “República reaccionaria”
114
¡Por un fuerte y poderoso partido comunista de masas!, Delegación del Comité Central del PCE, Ediciones Mundo Obrero, 18
de Junio de 1946
115
Por una España republicana, democrática e independiente, Informe presentado por Dolores Ibarruri al III Pleno celebrado en
París en marzo de 1947
116
Félix Montiel, España fue una República Popular: y volverá a serlo, Nuestra Bandera, diciembre de 1947. Félix Montiel era
miembro del Comité Central del PCE, abandonó el partido en el período que va desde la firma del pacto germano-
soviético hasta la invasión de la Unión Soviética, sería expulsado del PCE en 1949 y participaría en la creación del
Movimiento de Acción Socialista.
157
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
158
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
potencias aliadas117. Lo que resulta inverosímil es que una operación de tal calado fuese
planeada y llevada a cabo autónomamente por la dirección del PCE en Francia, al
margen de la dirección oficial del partido, tal y como posteriormente se utilizará en
contra de Monzón.
La llegada de Carrillo a Francia, justo a tiempo para retirar a los guerrilleros del
Valle de Arán antes de consumarse el desastre, es el punto de partida de una
reestructuración del partido consistente en devolver las riendas de la organización a los
dirigentes oficiales que habían permanecido en los países comunistas o en América del
Sur durante la ocupación alemana de Francia, pero también supone el rápido ascenso
del antiguo secretario de las JSU en la jerarquía del partido.
Fracasada la política hegemonista intentada a través de la UNE, que le llevaba a
un mayor aislamiento aún, el PCE tuvo que rectificar rápidamente sus posiciones para
poder integrarse en las resucitadas instituciones republicanas. Esta es la razón de la
disolución de la UNE y su integración en la ANFD.
Monzón y todos sus colaboradores fueron condenados al ostracismo de una
manera discreta en principio, pasando a ser otra de las víctimas desenterradas, junto a
Quiñones, cuando en 1948 comience la campaña antititista, acusado entonces de
intentar liquidar al PCE. La discreción del desplazamiento del equipo de Monzón, en
cuanto que no se aireó públicamente en esos momentos, fue acompañada de la
aplicación de métodos brutales contra ellos; si Monzón fue enviado a España donde
terminaría detenido por la dictadura, León Trilla, su máximo colaborador, y fundador
del PCE, fue asesinado por un grupo comunista especialmente desplazado desde
Francia a España con esa misión, en septiembre de 1945.
La dirección del PCE al finalizar la guerra civil estaba compuesta por José Díaz
como secretario general, Dolores Ibárruri, Pedro Checa, Jesús Hernández, Vicente
Uribe y Francisco Antón. A la muerte de Díaz, en marzo de 1942, se produce una lucha
por la sucesión entre Dolores Ibárruri, que cuenta con el apoyo de los dirigentes
soviéticos y de la IC, y Jesús Hernández que tiene su fuerza entre los comunistas
españoles exiliados en la Unión Soviética. Este último pierde la batalla y es expulsado
del partido en 1944, y sus partidarios tienen que retractarse para poder seguir militando
en el mismo. Los nuevos dirigentes que se encumbrarán en el PCE lo integran los
componentes de la dirección oficial residentes en Moscú y el grupo que se forma en
117
Joan Estruch Tobella, op. cit., págs. 90
159
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
160
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En el plano interior, tras su salida del gobierno Llopis, la política del PCE
descansará por un lado, en el llamamiento a la creación de un nuevo organismo unitario
tras el cual esconder su aislamiento y, por otro, en la lucha guerrillera impulsada tres
años antes.
El origen de la lucha guerrillera contra la dictadura en España se sitúa118 en los
grupos antifranquistas y restos del ejército popular que, tras la derrota, se refugian en
las montañas de Galicia y León. Tanto en esta zona como en otras montañosas del resto
del país aparecen espontáneamente pequeños grupos armados cuyo objetivo inicial es la
propia supervivencia, y que si no degeneran en puro bandolerismo es gracias a la
creación, a principios de 1942, de la Federación Guerrillera de Galicia-León que sirvió
de modelo a otras zonas del país. El PCE no estuvo, pues, en el origen de esta forma de
lucha sino que, imitando la organización original, comenzó a estructurar un
movimiento guerrillero en España a finales de 1944, con la diferencia fundamental,
respecto al ya existente, de que su dirección quedaba asegurada por los comunistas.
En la actividad guerrillera llevada a cabo después de la derrota republicana en la
guerra civil puede diferenciarse tres fases: En la primera, que cubre el período 1939-43
se trata de una lucha espontánea, de resistencia y supervivencia por parte de los
republicanos españoles. La segunda, corresponde al período de 1943-6, en esta fase la
lucha guerrillera es impulsada por el avance victorioso de los aliados en la segunda
guerra mundial y la creencia en que el fin del fascismo en Europa conllevaría la del
franquismo en España. La tercera, finaliza en 1951 cuando, comprobado
definitivamente que no va a producirse ninguna intervención exterior para acabar con
Franco, se hace evidente que la lucha guerrillera es incapaz de derrotar a la dictadura.
La estrategia consistía en sembrar núcleos de guerrilleros que hostigasen al
régimen y consiguiesen precipitar una situación tal que provocase un levantamiento
nacional. Se obligaría de esta manera a las potencias aliadas a intervenir en España y
poner fin a la dictadura.119 Esta estrategia vino precedida por los intentos de utilización
de los guerrilleros españoles combatientes en la segunda guerra mundial para acabar
con Franco y cuyo acontecimiento más conocido fue el intento, ya comentado, de
invasión guerrillera desde Francia, a través del valle de Arán. Pero si ese intento se
perpetró desde el exterior y bajo la dirección del aparato del PCE en Francia, a partir
118
Hartmut Heine, op. cit., págs. 420-8
119
Se pueden consultar los testimonios de Santiago Carrillo en la entrevista de Regis Debray y Max Gallo publicada en forma de
libro con el título de Mañana España, Ed. Colecciones Ebro, París, 1975, págs. 118 y 123
161
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
120
Libertad y socialismo (informe de Santiago Carrillo al Pleno del Comité Central del PCE de septiembre de 1970), Editions
Sociales, París, 1971, pág. 54
121
En esta versión que atribuye la iniciativa del cambio de línea al propio Stalin coinciden tanto Santiago Carrillo en Mañana
España, op. cit. pág. 124, como Fernando Claudín en Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General, Ed. Planeta,
Barcelona, 1983 pág. 96
162
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
dirigente soviético llega al PCE en el momento más oportuno, pues la lucha guerrillera
hacía tiempo que había demostrado su ineficacia para acabar con la dictadura y se hacia
necesario replantear una lucha que se presentaba de mucha mayor duración de lo
inicialmente previsto.
Ahora bien, en opinión de Hartmut Heine122, el PCE jamás llegó a tomar la
decisión de abandonar la lucha guerrillera y proceder a la evacuación de sus efectivos,
con la única excepción de los guerrilleros valencianos en 1952. La desaparición de la
guerrilla fue más bien debida a los golpes de las fuerzas represivas, que entre 1949-50
produjeron bajas masivas en sus filas.
Este cambio de táctica, que comienza a ser defendido por Santiago Carrillo un
mes después de la entrevista con Stalin123, le va a permitir al PCE resistir el proceso de
desmoronamiento que sufre el conjunto de la oposición y reconstruir a medio plazo su
nivel de incidencia para convertirse así, en la organización que mejor puede aprovechar
el despegue de la actividad antifranquista dentro del país iniciada en la década de los
sesenta.
El año más crítico para la supervivencia del franquismo había sido 1946, en
marzo Francia cerró las fronteras con España como consecuencia de la ejecución de
Cristino García124 y al final de ese año el régimen fue condenado por la ONU, que
recomendó la retirada de los embajadores de Madrid. Sin embargo, el inicio de la
guerra fría supuso una nueva revalorización del papel de la dictadura por el campo
anticomunista. Francia vuelve a abrir la frontera y firma un acuerdo comercial y
EE.UU. se aproxima al gobierno de Madrid. En noviembre de 1950 la Asamblea
General de la ONU acuerda el regreso de los embajadores a Madrid y la admisión de
España en los organismos especializados de la misma. El aislamiento internacional del
régimen franquista había concluido y su consolidación definitiva abría un período de
lucha diferente donde lo que primaba era la acumulación de fuerzas y el desgaste, a la
espera de que una constelación de acontecimientos no previsibles por el momento
pudieran darle fin.
122
Hartmut Heine, op. cit., págs. 469-70
123
Santiago Carrillo, Sobre las experiencias de dos años de lucha, Nuestra Bandera, Noviembre-diciembre de 1948
124
Cristino García era el jefe de un grupo de guerrilla urbana en Madrid tras haber operado en Gredos y Guadarrama, cuyos
componentes se encargaron de asesinar a León Trilla. Detenido algunas semanas después fue ejecutado por el gobierno
franquista. Este guerrillero había sido comandante de una brigada del maquis en la lucha contra los nazis en Francia. El
ejército francés le otorgó el grado de teniente coronel y la Cruz de Guerra a título póstumo.
163
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
125
Fundada en septiembre de 1947 su objetivo principal era hacer frente a la doctrina Truman y el plan Mashall, por lo que sus
componentes fueron los principales partidos comunistas implicados en la guerra fría, siete de ellos en el poder, el
búlgaro, el húngaro, el polaco, el rumano, el soviético y el yugoslavo; y los dos más importantes de la Europa occidental,
el francés y el italiano.
126
En las democracias populares los casos más sobresalientes fueron los de Gomulka en Polonia, Rajk en Hungría, Kostov en
Bulgaria y Slansky en Checoslovaquia. Entre los partidos comunistas occidentales sobresale el caso Marty-Tillon en el
PCF.
127
En el artículo "El proceso del centro de conspiración contra el Estado de Checoslovaquia" aparecido en Mundo Obrero el 12 de
diciembre de 1952, se justifican los proceso que se llevan a cabo en Checoslovaquia contra Slansky y otros dirigentes del
Partido Comunista Checoslovaco, y se aprovecha para recordar las propias depuraciones en el PCE como las del "traidor"
Monzón o las de los "titistas" Hernández, Montiel o Comorera.
164
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
128
Declaración del Comité Central del PCE con motivo de la muerte del camarada Stalin, 7 de marzo de 1953
129
La ilegalización se produce en el contexto de agudización de las tensiones de la guerra fría y tendrá como objetivo el servir de
advertencia al PCF. Los hechos que sirvieron como excusa al gobierno francés para tomar esta medida se originaron a
raíz del descubrimiento de un depósito de armas y una serie de sucesos sangrientos que le siguieron, de todo lo cual se
responsabilizó al PCE.
165
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
130
La campaña antititista apuntaba contra todo atisbo de "nacionalismo" en los Partidos Comunistas, entendiendo por tal toda
posición que no se plegase a las orientaciones del PCUS.
131
A finales de febrero de 1951 la elevación del precio de las tarifas de los tranvías lleva a un boicot de los transportes acompañado
de otra serie de protestas que obligan al gobierno a retroceder en la medida; pero la protesta se extiende y se convierte en
huelga general el 12 de marzo.
132
Santiago Álvarez reconoce que sin las manifestaciones antifranquistas de 1956 y sus consecuencias políticas con la aparición de
una oposición liberal al régimen franquista, el planteamiento de la PRN no hubiera sido oportuno.
166
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
133
IX Congreso del Partido Comunista de España, Ed. Crítica, Barcelona, 1978, pág.56
134
El 14 de diciembre de 1955 España era admitida como miembro de pleno derecho de la ONU junto con otros 15 Estados más. A
favor de su admisión votaron entre otros miembros la Unión Soviética, lo que supuso una fuerte consternación en el
campo antifranquista, y especialmente entre los comunistas. La postura de los dirigentes comunistas españoles, teniendo
como punto en común la justificación de la Unión Soviética, sin embargo difirió, en cuanto a las perspectivas de
enfoques, entre el núcleo dirigente residente en Praga, que hizo su valoración a través de Radio España Independiente, y
el núcleo que residía en París y que encabezaba Carrillo. Este último publicó en Nuestra Bandera un artículo con el título
“Sobre el ingreso de España en la ONU. Una victoria de la política de paz”, en el que presentaba el ingreso de España
en la ONU como una victoria de la política de paz que sostenía la URSS y como "un acto, con el cual la Unión Soviética,
por encima de Franco y de su régimen, tiende una mano amiga a todas las fuerzas nacionales y democráticas española".
167
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Además, para Carrillo, la posición soviética es coherente con lo aprobado en el V Congreso del PCE donde "se demanda
el restablecimiento de relaciones normales con la Unión Soviética y los países de democracia popular", indicando que
"esa reivindicación no podemos considerarla como la expresión de un deseo para el futuro. Debemos inscribirla
gallardamente, desde ahora, en nuestras consignas de lucha".
135
Resolución del Buró Político del Comité Central del PCE sobre el XX Congreso del PCUS, Mundo Obrero, Mayo-Junio de
1956
136
Resolución del Pleno del Comité Central: Sobre la situación en la dirección del partido y los problemas del reforzamiento del
mismo, Mundo Obrero, agosto - septiembre de 1956.
168
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
137
Santiago Álvarez, Memorias V, op. cit., pág. 148
169
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138
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit., págs. 142-3
139
Santiago Álvarez, Memorias V, op. cit., págs. 39-40
140
Informe sobre “programa del partido” (presentado por Vicente Uribe al V Congreso del PCE), folleto, septiembre de 1954.
Vicente Uribe es en ese momento es la segunda máxima autoridad en el PCE, después de Dolores Ibárruri
170
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
los tres aspectos que son relevantes en estos documentos, los dos primeros no hacen
más que plasmar oficialmente a través de este Congreso lo que venían siendo dos líneas
permanentes de conducta por parte del PCE: por un lado, la vinculación de la lucha
contra la dictadura con la necesidad de acabar con la presencia americana en España y,
por otro el llamamiento a la unidad de la oposición antifranquista en un organismo
común.
En cuanto a la lucha contra la presencia americana en España se parte de un
análisis del régimen franquista, en el que éste aparece vinculado al imperialismo
yanqui; que es su sostenedor y le arrastra tras su agresiva política imperialista. Con
ello, la lucha por la democratización se expande y queda convertida también en la lucha
por la independencia nacional y la paz. Desde el inicio de la guerra fría, el PCE adopta
una agresiva posición antiamericana. El primer motivo utilizado en contra de los
Estados Unidos será el levantamiento de las sanciones que la ONU había establecido
contra el régimen franquista, que es considerado como una imposición de los
americanos. El segundo motivo será los acuerdos militares firmados entre España y
Estados Unidos, el 26 de septiembre de 1953, mediante los cuales España queda
sometida a un "régimen de protectorado" y vinculada a los "planes de guerra de los
imperialistas yanquis". Es difícil encontrar en ese período alguna declaración oficial o
algún artículo en Mundo Obrero que no contenga algún ataque a la presencia americana
en España. Igualmente, cualquier protesta que haya tenido lugar en España por
cualquier motivo es interpretada por los comunistas como una manifestación
antiamericana141
El segundo aspecto relevante aprobado en este Congreso es el nuevo
llamamiento a la unidad de las fuerzas democráticas. El PCE sigue insistiendo en la
propuesta de organismo unitario hecha tras su salida del gobierno republicano, en
septiembre de 1947, es decir, el Frente Nacional Antifranquista, del que saldría un
gobierno provisional revolucionario que sería "emanación directa de las masas de la
nación", tras la derrota del franquismo. El programa que el PCE plantea para el FNA
consta de seis puntos mínimos: el restablecimiento de las libertades democráticas y la
disolución del partido falangista; la liberación de los presos antifranquistas; la mejora
de la situación de las masas populares; la derogación de los acuerdos con los Estados
141
Como ejemplo de esto puede citarse el artículo de Dolores Ibárruri, Una nueva etapa en la lucha del pueblo español, publicado
en Mundo Obrero, en abril de 1951, en el que refiriéndose al boicot de los tranvías en Barcelona en 1951 y la huelga
general posterior, lo considera como una "expresión de la repulsa popular a la penetración norteamericana en España”.
171
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
172
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Lógicamente, para el PCE, ésta es una fase hacia el socialismo, como deja claro
en varios párrafos del Programa. Comienza afirmando que la democracia burguesa es
una forma estatal de dominación de clase de la burguesía. Después, afirma el interés de
la clase obrera en el desarrollo democrático de España, no sólo porque es la condición
necesaria para conquistar mejores condiciones de vida, sino además, porque abrirá el
camino a la futura transformación socialista en España. Por último, mantiene que los
objetivos del PCE son el derrocamiento del régimen capitalista, la transformación
socialista de España y la edificación del comunismo, pero dejando bien claro que la
existencia de la dictadura hace que la tarea central, a la que se supeditan todas demás,
sea la lucha por la democracia, la independencia y la paz.
No obstante, el Programa queda vaciado de contenido, sin esperar al siguiente
Congreso, a partir de la adopción de la Política de Reconciliación Nacional. Desde ese
momento desaparece toda referencia al Frente Nacional Antifranquista y al gobierno
revolucionario, llegándose a contemplar, en una declaración del Comité Ejecutivo del
173
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142
Declaración del Comité Ejecutivo del PCE, Nuestra Bandera, número 27, julio 1960, pág129
174
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
burguesía liberal no era capaz ya de dirigir una revolución por miedo a que en el curso
de la misma fuese rebasado el marco burgués, dada la existencia de un proletariado
organizado que podía arrastrar tras de sí a la mayoría campesina.
Para Lenin, en una sociedad capitalista no desarrollada, como era el caso ruso,
con una clase obrera en expansión, cabía la posibilidad de realizar una revolución
democrática-burguesa que alcanzase sus conclusiones más radicales, siempre y cuando
a su cabeza estuviese el proletariado y se cumpliesen dos condiciones: que fuese capaz
de establecer una alianza con el campesinado, y que se dotase de un partido
revolucionario como expresión de su organización y conciencia de clase. La conclusión
de la primera etapa de la revolución sería una dictadura revolucionaria democrática del
proletariado y del campesinado, con un carácter temporal y un contenido aún no
socialista. La revolución socialista sería una etapa diferente, pero no separada por un
largo espacio de tiempo como se concebía hasta la II Internacional, sino que podía
suceder a la segunda etapa sin solución de continuidad. El hecho fundamental que
separaría a ambas etapas sería un cambio de alianzas, donde el campesinado sería
sustituido por el proletariado europeo que continuaría la revolución comenzada en
Rusia.
Durante muchos años el PCE se ceñirá a este esquema con más o menos
fidelidad, propugnando la necesidad de realizar en España una revolución democrático-
burguesa que acabe con los restos feudales existentes. En el mundo conceptual de los
comunistas españoles esta revolución recibirá el nombre de antifeudal y
antimonopolista en un principio, y de revolución antilatifundista y antimonopolista más
tarde.
En la aplicación que de esta teoría hace el PCE a la situación concreta de
España143 parte de que la revolución democrático-burguesa se quedó a mitad de camino
en el siglo XIX, pero, sin embargo, su conclusión ya no puede ser llevada a cabo por la
burguesía dado que el sector más poderoso de ella pactó con la aristocracia latifundista
transformándose en oligarquía financiera "orientada al monopolio económico y la
dictadura política". Si bien es cierto que otro sector de la burguesía se mantendrá en
posiciones liberales, no será capaz de completar la revolución democrático-burguesa
por miedo a la fuerza de un proletariado ascendente.
143
Se puede encontrar una explicación condensada de éste análisis en la Resolución del C.E. del PCE: El cuarenta aniversario de la
fundación del Partido Comunista de España, Mundo Obrero, 15 de abril de 1960.
175
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Por lo tanto, en España se confirman también las tesis leninistas a este respecto
que hacen del proletariado la única clase capaz de llevar a buen término la revolución
inconclusa. Sin embargo, éste no adquirirá plena conciencia de su misión hasta la
aparición del PCE, porque hasta ese momento las dos corrientes mayoritarias entre el
proletariado en España, la socialista y la anarcosindicalista, desviaban a la clase
trabajadora del único camino que la puede llevar a la victoria, en un caso a través de
una política reformista, y en otro de un apoliticismo estéril.
Para el PCE la gran oportunidad perdida para concluir la revolución
democrático-burguesa en España había sido el periodo de la Segunda República,
llegándose incluso a sostener144 que, si en 1931 la influencia entre los trabajadores
españoles hubiera correspondido a un partido marxista-leninista, se hubiera concluido
la revolución democrático-burguesa y se hubiera podido pasar sin interrupción a la
socialista
En cuanto al desarrollo de la etapa que debe llevar de la revolución
democrático-burguesa a la revolución socialista es el terreno donde el PCE intentará
diversas aproximaciones teóricas y donde más se separará de la teoría leninista hasta
llegar a su abandono. El impulso para este proceso de cambio vendrá de la
reconsideración del valor de la democracia. Pero en fechas inmediatamente posteriores
al propio documento sobre la reconciliación nacional la fidelidad al modelo leninista es
bastante grande y, por tanto, se acepta claramente que a la revolución democrático-
burguesa la va a seguir casi sin solución de continuidad la socialista. Dos testimonios
de ello son un artículo de José Sandoval publicado en 1957145; y un folleto de Santiago
Carrillo en el que expresa que:
144
Ignacio Gallego, El leninismo y la revolución española, Mundo Obrero, 1 de Mayo de 1960
145
José Sandoval, El paso de la revolución democrática-burguesa a la revolución socialista, Nuestra Bandera, número 19,
diciembre de 1957
146
Santiago Carrillo, Sobre algunos problemas de la táctica de lucha contra el franquismo, Ed. España Popular, México, 1961, pág.
14
176
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147
Santiago Carrillo, Mañana España, op., cit., pág. 25
177
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178
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148
Para un análisis de los acontecimientos de Hungría en 1956 pueden consultarse, entre otros, Fernando Claudín, La oposición en
el “socialismo real”, y la obra colectiva bajo la dirección de Jacques Droz, Historia General del Socialismo. De 1945 a
nuestros días
149
Declaración del Buró Político del Comité Central del PCE sobre la situación internacional, 12 de noviembre de 1956.
150
Claudín se refiere a la utilización de este tipo de justificación por parte de los soviéticos para respaldar sus intervenciones
exteriores, como “una rutina burocrática prevista para operaciones de este tipo”, e indica que esta excusa fue utilizada
antes de la invasión de Hungría por Lenin para invadir Georgia en 1921, y después de 1956 en Checoslovaquia, en 1968,
y en Afganistán, en 1979. Fernando Claudín comp., ¿Crisis de los partidos políticos?, Dédalo Ediciones, Madrid, 1980,
págs.20-1
151
Dolores Ibarruri, No podemos ser neutrales frente al fascismo, Mundo Obrero, Noviembre-diciembre de 1956
179
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152
Lilly Marcou, El movimiento comunista internacional desde 1945, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1981, págs. 55-6
153
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General, op., cit., pág. 126
154
Santiago Carrillo, Memorias, Ed. Planeta, Barcelo, 1993., págs. 461-2
155
Santiago Álvarez, Memorias V, op. cit., págs. 168-71
180
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¿por qué el socialismo realmente existente fue incapaz de admitir cualquier tipo de
reforma democratizadora?.
Sin embargo, en enero de 1957, Carrillo se expresa, en un artículo de Mundo
Obrero, sin ninguna duda sobre los acontecimientos de Hungría y dentro de lo que se
puede considerar las posiciones más ortodoxas. En dicho artículo sostiene que la
"insurrección contrarrevolucionaria de Hungría" es una muestra del antagonismo
existente entre el campo imperialista y el del socialismo. Reconoce que la antigua
dirección del Partido Comunista húngaro había cometido graves errores, pero condena
la actitud de los militantes comunistas que llevaron su oposición fuera de los límites del
partido. La autoridad del partido, lo mismo que la actitud ante la Unión Soviética, sigue
siendo la piedra de toque que define a un comunista; por eso sentencia Carrillo que:
"Quien - incluso tomando como punto de partida críticas en parte justas - saca sus
diferencias fuera del Partido, pierde toda razón y autoridad: independientemente de su
propósito desde ese momento ya no lucha contra tales o cuales errores, sino contra el
Partido"156.
156
Santiago Carrillo, Redoblar la lucha en el terreno ideológico, Mundo Obrero, Enero de 1957
157
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General, op., cit., págs. 124-5
181
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
comunistas italianos habían propuesto en la Conferencia del 57; y, por otro, mantener la
línea comenzada en España, lo que les hacía defender un cierto autonomismo en la
elaboración de su línea política. Con el tiempo será ésta segunda opción la que se
imponga.
Además de estas posturas, relacionadas con acontecimientos externos, que
sirven para calibrar mejor las señas de identidad más estables del PCE en los años
inmediatamente posteriores a la adopción de la Política de Reconciliación Nacional,
otra serie de testimonios escritos van a terminar de establecer un perfil claro de estas
señas.
En el artículo de Santiago Carrillo citado anteriormente158, partiendo de la
defensa de una vía propia al socialismo para cada país, se hace una descripción clara de
lo que son los rasgos definitorios que debe cumplir cualquier revolución para que pueda
ser considerada como socialista, rechazándose cualquier desviación del modelo
leninista: El punto de arranque es la dirección de las masas trabajadoras por un partido
marxista-leninista, organizado sobre la base del centralismo democrático. A partir de
ahí, el proletariado establece una alianza con el campesinado con el objetivo de
alcanzar el poder, el cual es arrancado de manos de la burguesía a través de la lucha
revolucionaria. Tras la victoria de la revolución, el proletariado dirigido por el Partido
Comunista instaura la dictadura del proletariado sobre las clases explotadoras con el
objeto de eliminar la resistencia de éstas, procediendo a nacionalizar la industria y
colectivizar gradualmente la agricultura. Sobre esta base, se establece un desarrollo
planificado de la economía y de la cultura que prepara el paso del socialismo al
comunismo. El Estado, basándose en los principios del internacionalismo proletario
defiende la causa de la paz, apoya la lucha de los pueblos oprimidos y practica la
solidaridad con los trabajadores de todo el mundo.
El proceso revolucionario a escala mundial, continúa el artículo, hace necesaria
la unidad del movimiento comunista en torno al papel dirigente del Partido Comunista
de la Unión Soviética y los partidos comunistas de las democracias populares. Negar
este hecho significa el alejamiento del marxismo-leninismo. La piedra de toque de todo
comunista no es solamente la defensa de la Unión Soviética, sino también el
reconocimiento de su papel dirigente.
158
Santiago Carrillo, Redoblar la lucha en el terreno ideológico, Mundo Obrero, Enero de 1957
182
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
159
Ramón Mendezona, La democracia soviética, Nuestra Bandera, Número 18, diciembre de 1957. En 1962 Ramón Mendezona
forma parte del Ejecutivo. Dirigió desde Bucarest Radio España Independiente hasta su cierre.
183
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
El PCE está utilizando dos discursos, uno interior más revisionista, tendiendo
puentes a las demás fuerzas de la oposición y buscando unas formas de actuación en
concordancia con su nueva estrategia; y otro, de cara al movimiento comunista y la
situación internacional de carácter más ortodoxo. Pero el PCE no tiene vocación de
quedarse en grupo marginal para simplemente propagar las virtudes del sistema
soviético, sino que quiere jugar un papel, no solo importante, sino hegemónico en el
derrumbamiento del franquismo; por ello, con el tiempo, el primer discurso se irá
imponiendo sobre el segundo hasta eliminarle.
El problema que ahora se le presenta al PCE es el de encontrar los medios de
acción adecuados a la Política de Reconciliación Nacional. Éstos tienen que ser unos
métodos que estén de acuerdo con la salida pacífica al franquismo que se propugna;
que a la vez puedan hacer participar a la mayor parte del pueblo para demostrar que el
enfrentamiento está realmente planteado entre la camarilla franquista, representante del
capital monopolista, y el resto del país; y tienen que servir para utilizar y potenciar la
actuación del PCE en los sindicatos verticales
Pero, la vía pacífica no es para el PCE tampoco cualquier vía de salida del
franquismo. Como se recoge en el Informe al III Peno del Comité Central celebrado en
1961:
160
Deberes del pueblo español en la presente situación internacional y nacional ( informe de Santiago Carrillo en el III Pleno del
Comité Central del PCE), folleto, octubre de 1961, pág. 56
184
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
161
Una expresión de estas convicciones se encuentra en el artículo de Santiago Carrillo, El papel del proletariado y del partido
comunista en la lucha por la democracia, Nuestra Bandera, número 24, agosto de 1959
162
Resolución del Comité Central sobre la Jornada de Reconciliación Nacional, Mundo Obrero, Madrid, Septiembre de 1957
185
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
carestía de la vida y la política económica de la dictadura) con los políticos (la amnistía
y las libertades políticas). Pero, además, la convocatoria de la Jornada puede servir
también para intentar, una vez más, construir un organismo unitario de lucha contra el
franquismo que insistentemente mantiene el PCE. La segunda razón para convocar la
Jornada es la manera en que fue suprimida, en mayo, la dictadura del general Rojas
Pinilla en Colombia gracias al acuerdo de todos los sectores sociales, y que los
comunistas españoles utilizan como ejemplo de la viabilidad de su propuesta. La última
de las razones que empujan al PCE a convocar la Jornada es el nuevo acuerdo
establecido por la oposición, en el que los comunistas son los únicos ausentes: el Pacto
de París llevado a cabo, en febrero de 1957, entre la oposición republicana y sectores
monárquicos163.
Pese a sus intentos, los comunistas españoles no pudieron conseguir apoyos de
otros grupos de la oposición para llevar a cabo la Jornada, que al final resultó un
fracaso. Sin embargo, el IV Pleno del Comité Central del PCE164, reunido en agosto de
1958, hace una valoración triunfalista de la misma, aludiendo a la participación de
"millones de españoles", que ha servido para impulsar la unidad contra la dictadura y
aumentar la autoridad del Partido. Esta valoración, fuera de toda realidad, sirve de
justificación para una huida hacia delante y poder avanzar hacia la preparación de la
Huelga Nacional Pacífica, que se convoca para el 18 de junio de 1959.
La explicación de la persistencia en el autoengaño y el refuerzo del
voluntarismo por parte de la dirección puede encontrarse en la explicación que ofrece
uno de los asistentes al Pleno, procedente del interior y que había conocido el fracaso
de la Jornada de manera personal165. La explicación tiene una clave interna: la Jornada
era la primera gran iniciativa de la nueva dirección tras desplazar a la anterior más
ortodoxa y el reconocimiento del fracaso sería inmediatamente aprovechado por
aquéllos para desautorizar tanto al nuevo equipo dirigente como a la Política de
Reconciliación Nacional. Por lo tanto, y en función de ese pulso interno dentro del
partido había que enmascarar la realidad.
163
El Pacto de París nace de una iniciativa de la ejecutiva del PSOE en el exilio con objeto de responder a un documento
consensuado por la oposición en el interior en el que se inclinaban por una solución monárquica como forma más
plausible de transición de la dictadura a la democracia. El Pacto de París ratificó la postura de una transición sin signo
institucional definido y fue firmado por todos los asistentes, que podrían definirse como toda la oposición en el exilio
menos los comunistas.
164
Resumen de las deliberaciones del IV Pleno de Nuestro Comité Central, Nuestra Bandera, número 22, octubre de 1958
165
Jordi Solé Tura, Una historia optimista, Ed. Aguilar, Madrid, 1999, pág. 122
186
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“la falta del éxito de la jornada facilitó el que volvieran a surgir dudas en la salida
pacífica. Y uno de los que volvió a hablar más pronto de "lucha armada" como una salida
posible fue precisamente Claudín. Yo mismo contemplé esta posibilidad en el momento de
la crisis de los misiles en Cuba por un corto espacio de tiempo. Yo la relacionaba con la
idea de que si los americanos atacaban a la revolución cubana había que responderles con la
violencia contra sus bases militares. Reconozco que fue un momento de gran confusión en
que la posibilidad de un conflicto mundial nos llevó al borde de la desesperación. “166.
La Huelga Nacional Pacífica será uno de los conceptos claves elaborados por el
PCE y que formará parte de su discurso político y de su estrategia hasta la desaparición
de la dictadura, sin que llegase a cumplir la función que se la había asignado. A la luz
de los acontecimientos históricos que se sucederán desde esta primera convocatoria se
la irá presentando como uno de los grandes descubrimientos de los comunistas
españoles. Por ello es conveniente aclarar cuál es la definición que sus creadores dieron
de ella, su evolución y la crítica suscitada en el propio PCE.
La huelga nacional es concebida por el PCE como una acción conjunta del
pueblo, es decir, de los trabajadores, campesinos, pequeña burguesía y burguesía no
monopolista, en la que a la huelga de los sectores productivos se añade el paro en las
universidades y el cierre del comercio, y va acompañada de manifestaciones de masas
que buscan la confraternización con las fuerzas armadas, con el objeto de ganarse su
apoyo o al menos su neutralidad. Los dos rasgos definitorios son, pues, la masiva
participación del pueblo en la acción y el carácter pacífico de la misma a pesar de su
gravedad:
"La huelga nacional es una lucha de gran envergadura; por encima sólo hay la
insurrección armada. Es pacífica porque partiendo de la valoración de la situación nacional
e internacional se propone derribar al régimen político existente sin guerra civil. Pero su
carácter pacífico no excluye, sino que exige la existencia de una vanguardia organizada (...)
166
Santiago Carrillo, Memorias, op., cit., pág. 488
187
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Es decir, la huelga nacional, sin llegar a ser una insurrección armada, ni menos una
guerra civil, sin perder su carácter fundamentalmente pacífico, puede verse obligada a en
algunos lugares a responder a la violencia con la violencia, para coronar la victoria"167.
167
Santiago Carrillo, Sobre algunos problemas de la táctica de lucha contra el franquismo, op. cit., págs. 23-6
168
Declaración del Comité Ejecutivo del PCE, Nuestra Bandera, número 27, julio 1960, pág123
188
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
en agosto de 1917 y en octubre de 1934, para hacer frente a una coyuntura política
difícil169.
El PCE seguirá apelando, con distintas denominaciones, a la huelga nacional
hasta el momento en que se inicia la transición a la democracia a través de la "ruptura
pactada". Desde ese momento el campo de acción será la lucha parlamentaria, y la
apelación a las movilizaciones de masas que la complementen nunca tendrán el sentido
de la huelga general de los sindicalistas revolucionarios. La huelga nacional es un
expediente temporal que el PCE utiliza en el contexto de una dictadura, porque
descartadas las únicas otras dos posibilidades, la lucha armada o la cesión de la
iniciativa a un arreglo monárquico por arriba, no quedaba ningún otro. Si como tal
opción no tenía garantizada la posibilidad de llevarse a la práctica, como la historia
demostró, sin embargo, si se puede decir que cumplió un cometido de gran
trascendencia, el de servir como mito para mantener las movilizaciones en unas
condiciones muy difíciles y evitar, así, resignarse al fatalismo.
El PCE está tan convencido de haber realizado un descubrimiento estratégico
con la Huelga Nacional que, todavía en 1973, lo presenta, junto a su otro
descubrimiento, la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y la Cultura, en un foro de
discusión sobre “Relaciones sociales en la sociedad socialista” celebrado en Rumania a
instancias del Comité Central del Partido Comunista Rumano. En esta ocasión, el
representante del PCE, Emilio Quirós170, plantea lo que consideran la aportación
española a las nuevas formas de lucha.
Pero en octubre de 1961, en una coyuntura histórica marcada por la agudización
de la guerra fría, en la que el bloqueo de Berlín es su mejor expresión, y con la
persistente marginación del PCE de los acuerdos que establecen las fuerzas en el exilio,
el informe presentado en el III Pleno del Comité Central del PCE171 da un sesgo más
crispado a la posibilidad de la Huelga Nacional como forma de superar pacíficamente
el franquismo, no descartando, a manera de amenaza, una salida a través de la lucha
armada. En dicho documento se citan tres situaciones concretas en que podría
169
Santiago Álvarez, intervención en el centenario de la I Internacional celebrado en Berlín en septiembre de 1964, recogido en
Memorias V, op. cit., pág. 384
170
Particularidades y contradicciones en el socialismo, Nuestra Bandera, número 70, Primer trimestre 1973, pág. 77
Emilio Quirós es el seudónimo que utiliza Jaime Ballesteros, militante del PCE desde mediados de los años 50, forma parte del
Comité Ejecutivo desde 1965. En 1974 pasa a dirigir la dirección del partido en el interior a raíz de la detención de
Romero Marín.
171
Deberes del pueblo español en la presente situación internacional y nacional, op., cit., págs. 56-7
189
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“fue éste el momento más peligroso para el franquismo, después del que se le creó
al finalizar la segunda guerra mundial. Pero en este caso, como en aquél, las fuerzas de la
oposición no estaban aún en condiciones de imponer un cambio político. Y aquí aparece, a
172
En la propia Declaración se cita a los convocantes junto al PCE: PSUC, Acción Democrática, FLP, ASU, Partido Socialista
Obrero del interior, Movimiento Socialista Catalán, Comités de Coordinación Universitaria de Madrid y Barcelona,
Partido Demócrata Cristiano de Cataluña, Movimiento Obrero Católico Catalán, Comité Regional de la CNT de Cataluña
en el exilio, Nueva República, Ezquerra de Cataluña, Front Nacional Catalán, Unión Democrática Montañesa y Frente
Revolucionario Canario. En la propia Declaración se reconoce que la mayor parte de esos grupos tienen una débil
organización. Por otra parte, la convocatoria a una acción tan importante y de la que, en caso de éxito, podrían derivarse
importantes consecuencias no cuenta ni con la creación de un órgano unificado, ni siquiera de un comunicado conjunto.
173
Buró Político del PCE, Declaración del Partido Comunista de España sobre la Huelga Nacional, folleto, Julio de 1959
190
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
mi juicio, uno de los aspectos negativos que tuvo el fracaso de la huelga nacional política
de 1959, que puso en evidencia ante las clases dominantes que las clases populares no
estaban en condiciones de impedir esa operación drástica que les era necesaria para
emprender un nuevo rumbo económico y político” 174.
174
Documento-Plataforma fraccional de Fernando Claudín, (se trata del discurso pronunciado por Fernando Claudín, en una
reunión del Comité Ejecutivo del PCE, el 27 de marzo de 1964, que publicará Nuestra Bandera acompañado de lo que la
propia revista denomina notas críticas, y que es una forma de publicar una refutación del Comité Ejecutivo a la difusión
por Claudín de su discurso), Nuestra Bandera, número 40, febrero 1965, pág. 44
175
Después de Franco ¿Qué? (Informe de Santiago Carrillo al VII Congreso del PCE), Editions Sociales, París, 1965, pág. 20
176
Resolución política del VI Congreso, Mundo Obrero, 15 de febrero de 1960
191
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
hecha para convertir el PCE en un partido de masas pese a las "limitaciones inherentes
a nuestra situación de clandestinidad".
Igualmente se comienza a prestar atención y se llama a estimular las comisiones
unitarias permanentes que han aparecido como formas de organización y lucha por
parte de los trabajadores en los lugares de trabajo.
Aprovechando el objetivo de combatir el Plan de Estabilización, vuelve a
realizar un nuevo llamamiento a todas las fuerzas políticas de la oposición para lograr
la unidad en torno a un programa mínimo. Unos meses antes el PCE se había dirigido al
resto de la oposición177 con una propuesta de acuerdo de la máxima flexibilidad. La
propuesta más ambiciosa era la suscripción de un programa de gobierno para el período
de transición con participación comunista. En caso de ser inviable esta propuesta, la
segunda opción sería la de apoyar un gobierno de transición sin presencia comunista
con una doble condición, la garantía de todas las libertades democráticas y la
participación en igualdad de condiciones del PCE en el organismo que unifique la
oposición. Por último, si no fuera posible un acuerdo con todas las fuerzas de la
oposición podrían aceptar un acuerdo general de acción contra la dictadura a través de
un sistema flexible de pactos bilaterales entre las fuerzas de la oposición sobre la base
de un programa mínimo.
Este programa mínimo es recogido en las resoluciones del VI Congreso: lucha
unida contra la dictadura; restablecimiento de las libertades sin discriminación;
amnistía extensiva a todas las responsabilidades derivadas de la guerra civil, en ambos
bandos; mejoramiento de las condiciones de vida; y elecciones constituyentes con
opción a escoger el tipo de régimen. El único punto a mayores introducido por el VI
Congreso es el referente a desarrollar una política exterior favorable a la coexistencia
pacífica.
En la parte del programa dedicada a los objetivos, inmediatos y finales, de la
revolución democrática, el PCE establece claramente dos etapas diferentes, pero sin
solución de continuidad, en lo que denomina la revolución española. La primera etapa
tendrá un carácter antifeudal y antimonopolista y esta definición hará fortuna en el
mundo de los conceptos estratégicos del PCE que la mantendrá hasta que, a mediados
de los años 60, la sustituya el concepto de democracia política y social. En la segunda
177
El balance de 20 años de dictadura fascista, las tareas inmediatas de la oposición y el porvenir de la democracia española,
Documento del Comité Central del PCE, 1º de abril de 1959
192
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
178
Las referencias que se hagan de aquí en adelante están tomadas de “VI Congreso: Programa del PCE ”, Ed. PCF. Rennes,
Imprimerie Comerciale, París, 1960
179
Declaración del Comité Ejecutivo del PCE, Mundo Obrero, Madrid, 31 de Julio de 1961
193
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“El Partido Comunista está seguro de que los pueblos catalán, vasco y gallego
sabrán escoger el régimen que, dando satisfacción a sus aspiraciones nacionales,
salvaguarde al mismo tiempo su unidad con los demás pueblos de España dentro de un
Estado multinacional”.
194
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
180
El balance de 20 años de dictadura fascista, las tareas inmediatas de la oposición y el porvenir de la democracia española, op.
cit.
195
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“En una coyuntura favorable esa fuerza decisiva podrá pronunciarse dentro de la
legalidad democrática, por la transformación socialista de la sociedad, enviar al Parlamento
una mayoría encargada de llevar a cabo dicha transformación, y dar nacimiento a un poder
ejecutivo dirigido por la clase obrera, que apoyándose en el Parlamento y en la acción de
las masas, obligue a la burguesía monopolista a capitular ante la voluntad mayoritaria del
país sin posibilidad de recurrir a la lucha armada contra el pueblo”.
Esta vía requiere una serie de condicionantes que atañen a dos asuntos. Por un
lado, a la cuestión de las alianzas, núcleo fundamental de cualquier estrategia
comunista de conquista del poder sea cual sea la vía elegida. En este sentido, se repite
el llamamiento a favor de establecer una alianza con los grupos socialistas,
anarcosindicalistas, católicos y progresistas como condición necesaria para la victoria
del socialismo en España a través de una vía pacifica y parlamentaria. Es evidente que
la obtención de una gran mayoría parlamentaria requiere el concurso de un amplio
abanico de fuerzas progresistas que se agrupen alrededor del PCE. Por otro lado, es
importante la actitud que adopte la burguesía no monopolista, dando como plausible
una actitud favorable de ésta al socialismo, para lo que utiliza el ejemplo del método
utilizado en China, que le hace suponer un período de transición menos traumático que
el ocurrido en otros países, utilizando fórmulas como "la colaboración de la burguesía
no monopolista con el sector estatal-socialista de la economía".
En este sentido, Santiago Carrillo había escrito un artículo dos años antes,
después de su regreso de China para asistir al VIII Congreso del Partido Comunista
Chino, en el que en medio de alabanzas a la labor de ese partido y de la descripción de
los avances que se habían producido en la sociedad china, presenta las
transformaciones que se estaban produciendo, entre ellas la conversión de los
elementos de la burguesía nacional de explotadores en trabajadores, como fruto de:
196
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
181
Santiago Carrillo, Sobre una singularidad de la revolución china: la alianza de los capitalistas nacionales con el proletariado,
Nuestra Bandera, Nº 16, Mayo de 1957
182
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 471
183
Santiago Carrillo, Las diferencias en el movimiento comunista internacional, Nuestra Bandera, número 31, tercer y cuarto
trimestre de 1963, pág. 66
197
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
cosas", ofreciendo incluso al PSOE la posibilidad de compartir este papel, "si éste
abraza una línea verdaderamente revolucionaria". Por otro lado, el pluralismo social y
político existente en la democracia socialista está condicionado a que los distintos
partidos, sindicatos y organizaciones actúen dentro de la legalidad socialista y no
conspiren para restablecer el régimen capitalista.
Por último, la no renuncia hasta ese momento a la definición del periodo de
transición al socialismo como dictadura del proletariado, lleva a introducir la coletilla
de que:
“el Estado socialista, que será democracia y libertad efectiva para todo el pueblo,
será al mismo tiempo dictadura contra los enemigos de la sociedad socialista que conspiren
para restablecer el sistema capitalista”.
184
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1977, págs. 105-7. Claudín se apoya para sostener esto
en la “Declaración de la conferencia de los representantes de los partidos comunistas y obreros de los países
socialistas”
198
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
pacífica de la revolución socialista en los países capitalistas. Debido a ello los partidos
comunistas debían utilizar los mecanismos e instituciones de la "democracia burguesa",
con una estrategia de tipo frentepopulista. Ahora bien, tanto la transición al socialismo
como su edificación no podían llevarse a cabo sin instaurar la dictadura del
proletariado. En la nueva situación creada se admitía que ésta podía revestir diferentes
formas siempre que se mantuviese el principal signo definitorio de su naturaleza, es
decir, la jefatura del partido comunista.
Subsistía, no obstante, un equívoco latente en las políticas de los partidos
comunistas, con excepción del PCI, que se plasmaba en la idea ampliamente extendida
de que los comunistas se mostrarían respetuosos con las reglas del juego democrático
hasta que una ocasión favorable les permitiera instaurar la dictadura del proletariado. El
PCE realizará un importante esfuerzo a partir de este momento para intentar convencer
al resto de las fuerzas democráticas que su cambio de orientación en sentido
democrático no era ninguna actitud coyuntural, sino un cambio profundo de su política
y convicciones.
En el ámbito organizativo, el VI Congreso fue el de la confirmación como
Secretario General de Santiago Carrillo, que en la práctica venía ejerciendo como tal, a
la vez que se revitalizaba el secretariado del Comité Central que quedó formado por
Santiago Carrillo, Fernando Claudín, Ignacio Gallego, Antonio Mije y Eduardo García.
De hecho, la importancia fundamental del VI Congreso residió en la resolución
definitiva del problema de la dirección que se arrastraba desde el Pleno del Comité
Central de julio-agosto de 1956.
En los años inmediatamente posteriores al VI Congreso dos tipos de
acontecimientos vendrían a incidir en la trayectoria del PCE: al primer tipo
corresponden los relacionados con la crisis del movimiento comunista y la agudización
de la situación internacional; y, al segundo, los relacionados con los acontecimientos en
el interior de España: el despegue del movimiento obrero, el caso Grimau y el
alejamiento respecto del PCE de una parte del mundo intelectual. El resumen de todo
ese periodo se plasmará en la crisis abierta en la dirección del partido por las posturas
adoptadas por Fernando Claudín y Jorge Semprún en 1964.
199
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
185
Santiago Carrillo, Las diferencias en el movimiento comunista internacional, op. cit.
200
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
186
Se trata de una línea política de desarrollo aplicada entre 1958-60 que rompía con el modelo soviético seguido hasta ese
momento, y pretendía, basándose en el voluntarismo, reducir las enormes distancias existentes entre el sector industrial y
agrario de la economía. Se apoyaba en la movilización total de las fuerzas de trabajo, encuadradas en comunas
populares. Ante los desastrosos resultados obtenidos, esta política fue abandonada a principios de 1960 y considerada un
grave error
201
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero quizá porque se busca evitar reducir al máximo el riesgo de una escisión,
por la que trabajaban en esos momentos los comunistas chinos en todos los partidos
comunistas, Carrillo hace una concesión al auditorio de jóvenes al que se dirige, en el
sentido de justificar el camino emprendido incluso para el caso de un hipotético fracaso
de la vía pacífica, pues también en esas condiciones la política del PCE es la más
adecuada para sentar las premisas del paso a la vía armada. No será la última vez que se
recurra a esta hipótesis, pero en realidad nunca dejará de ser un guiño izquierdista para
consumo interno de los sectores más radicalizados.
Dado que la polémica chino-soviética encubría en el fondo una lucha por el
liderazgo en el seno del movimiento comunista, el alineamiento del PCE con el PCUS
se hace de manera especial, ratificando el reconocimiento de la importancia del papel
de la Unión Soviética en la lucha por el socialismo, pero sin renunciar a la
reivindicación de la autonomía de cada partido comunista, pues:
202
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
comunista (...) en las relaciones entre los partidos comunistas tienen que respetarse las
particularidades, la autonomía de cada partido"
187
Manuel Azcárate, Apuntes sobre la polémica con los comunistas chinos, Realidad, número 3, Septiembre-octubre de 1964
188
La situación en el movimiento comunista (informe de Santiago Carrillo al Pleno ampliado del Comité Central del PCE), folleto,
noviembre de 1963
203
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
como son las democracias populares o, incluso, el régimen político que se hubiera
desarrollado a partir del Frente Popular, de haber sido derrotado Franco en la guerra
civil española. Y al hilo de este razonamiento, hace una descripción lo que puede ser la
dictadura del proletariado tras la caída del franquismo, en la que se desliza una oferta
para que ésta sea ejercida conjuntamente con otros grupos, con el objetivo declarado de
contribuir de esta manera a reducir el campo del anticomunismo, a disipar reservas y
superar resistencias en otros grupos políticos. Pero, aunque se ofrezca compartir el
poder no se renuncia, sin embargo, a ejercer el papel dirigente sobre la base de las
posiciones que el PCE ocupase en el Estado y, especialmente, sobre la base de su
mayor capacidad - derivada de la utilización del método del marxismo-leninismo - para
orientar esa coalición y reforzarla.
El problema es que nadie quería ejercer una dictadura en compañía del PCE, y
no sólo por el rechazo que a cualquier tipo de dictadura pudiera haber entre las fuerzas
democráticas, sino también, porque lo que significaba la dictadura compartida - las
democracias populares - no era algo que pudiese consultarse sólo en las obras de los
clásicos del marxismo, sino en la realidad de varios Estados existentes en esos
momentos en el Este europeo.
189
Deberes del pueblo español en la presente situación internacional y nacional, op. cit.
204
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“de ese modo, la democracia soviética se amplía y fortalece, alcanza una amplitud
nueva, mientras que en Occidente, la democracia formal existente en ciertos países
capitalistas, falseada por la existencia de la propiedad privada de los medios de producción
y de la posesión del Poder por los capitalistas, degenera, se restringe y reduce cada vez más.
Por este camino, cuando las condiciones interiores – es decir la existencia de una sociedad
comunista desarrollada – y las condiciones exteriores – lo que significa que la contradicción
existente en el plano internacional entre el capitalismo y el comunismo se resuelva
definitivamente a favor de éste – hayan madurado, el Estado se extinguirá y se transformará
en un órgano de autogestión social comunista”
190
Santiago Carrillo, Memorias, op., cit., pág. 458
205
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
del Comité Central del PCE191 donde sin personalizar exclusivamente en el dirigente
soviético “todo lo que estimamos en la orientación del PCUS y de la Unión Soviética a
partir del XX Congreso”, reconocen el papel fundamental que ha jugado en ello.
Sin embargo, y como prueba de la automática adaptación del PCE a la política
definida en cada momento por el PCUS, un mes después en las mismas páginas192 se
justifica “la dimisión” de Jruschev sacando a relucir sus graves defectos, como los
peligros que comportaban la “espontaneidad” de sus reacciones, la “facilidad” con que
reorganizaba sectores enteros de la economía, o el personalismo subyacente al hecho de
que realizase todo tipo de informes ante los Comités Centrales o los Congresos (no deja
de llamar la atención esta última crítica por parte del PCE). Pero además, se aprovecha
la ocasión para presentar la sustitución de Jruschev como una prueba más de la
liquidación de los métodos del culto de la personalidad, pues se presenta tal sustitución
como hecha de una manera democrática, resolviéndose de manera unánime por el
Comité Central. Si el proceso fue una sorpresa para los comunistas de otros países, sin
embargo para el PCE el pueblo soviético lo debía de conocer con antelación a través de
los “canales democráticos internos del Partido, de otras organizaciones de masas de las
instituciones soviéticas”.
191
Sobre el reemplazamiento del camarada Jruschov, Mundo Obrero, Madrid, 2ª quincena de octubre de 1964
192
Algunas explicaciones necesarias, Mundo Obrero, Madrid, 2ª quincena de noviembre de 1964
206
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
193
Deberes del pueblo español en la presente situación internacional y nacional, op, cit.
194
Enrique Líster, Así destruyó Carrillo el PCE, Ed. Planeta, Barcelona, 1983, págs. 172-75
195
Mundo Obrero sintetiza con una frase el contenido del Informe de Santiago Carrillo al Pleno y la utiliza como titulo de articulo
que da cuenta del mismo: Un toque de rebato
207
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
también en torno al problema de las bases extranjeras y de los acuerdos militares que
comprometen hoy a España.
Para el PCE la amenaza de exterminio que representan las bases americanas y
los acuerdos militares con Estados Unidos se sitúa al mismo nivel de importancia que
el liberar a España del yugo del franquismo. Se trata de una expresión más de la
influencia ejercida sobre el PCE por los acontecimientos internacionales que afectan al
movimiento comunista y, en especial, por la orientación de la política exterior
soviética. Dicha influencia irá perdiendo peso conforme avance la crisis del
movimiento comunista y se nacionalice la política del PCE.
208
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
209
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“va acompañada, en la gran mayoría, de una actitud muy crítica hacia las
deformaciones que la construcción del socialismo ha tenido en los países donde hasta hoy
ha triunfado. Particularmente en el terreno de la democracia, de la libertad y de la cultura”.
196
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 437
197
Shirley Mangini, Rojos y rebeldes. La cultura de la disidencia durante el franquismo, Ed. Anthropos, Barcelona, 1987
210
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
198
Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín, op. cit., págs. 92-3
211
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
199
En el discurso de clausura del Pleno del Comité Central celebrado en septiembre de 1973, Dolores Ibarruri se refiere a esta
circunstancia alegando que: “Nuestro infantilismo revolucionario, como el de esos jóvenes ingenuos de hoy que creen
darnos lecciones de revolucionarismo, era una expresión – como es la de ellos – de nuestra voluntad combativa, pero
también de nuestra inmadurez política”. Mundo Obrero Nº 15, 5 de septiembre de 1973.
212
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“la huelga general política, esa línea que el Partido ha trazado, ha defendido solo,
durante mucho tiempo, es la salida. Esto, después de Asturias, lo reconocen ya (...) las
fuerzas que se orientaban hacia la solución por arriba” 201.
200
Santiago Carrillo, La clase obrera ha abierto el camino hacia la solución del problema político español, Mundo Obrero,
Madrid, Junio de 1962
201
Santiago Carrillo, Hacia la Huelga General Política (intervención ante el Pleno ampliado del Comité Central del PCE de
noviembre de 1963), folleto, Ediciones “España Popular”, México, 1964
213
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
el régimen político español antes de poder formar parte de las instituciones europeas:
La existencia de instituciones democráticas, la garantía efectiva de derechos y
libertades, el reconocimiento de la personalidad de las comunidades naturales, el
ejercicio de las libertades sindicales y el derecho de huelga, y el reconocimiento de la
existencia de partidos políticos. Una vez más, pese a los continuos llamamientos a la
unidad de la oposición hechos por el PCE, cuando se produce algún tipo de postura
común entre las organizaciones que la forman, los comunistas son los únicos que
sistemáticamente son mantenidos al margen. En esta ocasión el PCE no fue
oficialmente invitado aunque la dirección comunista destacó a dos delegados suyos
para recoger información de la reunión.
Un año antes había tenido lugar la constitución de la Unión de Fuerzas
Democráticas, compuesta por el PSOE, Izquierda Demócrata Cristiana, Acción
Republicana y el PNV. El PCE la descalifica como una alianza orientada a la
propaganda entre la emigración y con el objetivo de continuar "la política de
mendicidad cerca de las cancillerías extranjeras" más que para la lucha efectiva contra
la dictadura, advirtiendo que cualquier clase de coalición que se haga sin tener en
cuenta la presencia de los comunistas, la única organización con una fuerza efectiva
dentro del país, está condenada a la esterilidad y el fracaso.
Pero a pesar de todo, los acuerdos que sigue estableciendo la oposición, como
ahora el de Munich, son a espaldas de los comunistas. Éstos los consideran como una
respuesta de la oposición moderada al emplazamiento que suponen las huelgas de la
minería, de abril y mayo, y se adhieren a las cinco proposiciones aprobadas como el
programa común mínimo que puede unir a la oposición de derechas y de izquierdas
para acabar con la dictadura. Pero tampoco así tendrá éxito, el PCE tendrá que esperar
hasta 1974 para que cristalice un pacto en torno suyo, aunque sin los aliados que
siempre anduvo buscando.
El PCE no renunciará a las tesis que mantiene invariablemente en este sentido:
que una alianza o frente antifranquista de toda la oposición precipitaría rápidamente el
fin de la dictadura; que el resto de la oposición debe renunciar a la exclusiva comunista
porque el PCE es la fuerza política antifranquista más importante; y que es imposible
llevar a cabo cualquier transición a la democracia sin contar con él.
Su ejemplo, como en tantas otras cosas, es el período republicano. Para esta
ocasión toma el hundimiento de la monarquía y el advenimiento de la II República
como situación paralela a la actual, para extraer la conclusión de que si fue el Pacto de
214
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
202
Gregorio López Raimundo, Actualidad del Pacto de San Sebastián, Mundo Obrero, Madrid, 15 de Septiembre de 1962
203
Santiago Carrillo, Un poderoso estimulo y sostén a la lucha de los demócratas españoles, Mundo Obrero, Madrid, 1ª quincena
de mayo de 1963
215
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En 1964 estalla una crisis importante en la dirección del partido que culmina
con la expulsión de los dos principales protagonistas, Fernando Claudín y Jorge
Semprún.
La importancia de este conflicto no radica solamente en que se produzca en el
centro de la dirección del partido sino, sobre todo, en que sirve para entablar una
discusión de cierta profundidad sobre la estrategia del PCE y los análisis en que se
funda. La discusión obliga a sistematizar las ideas que el PCE venia sosteniendo sobre
un conjunto de importantes temas, tales como el del carácter del capitalismo actual, la
situación del movimiento obrero, la manera de acabar con la dictadura, la estrategia del
paso al socialismo o la cuestión de las alianzas. La dirección del PCE se ve obligada a
ello ante la ofensiva teórica a que se ve sometida por parte de Jorge Semprún y,
especialmente, Fernando Claudín. Ninguna de las crisis posteriores, ni siquiera cuando
ya acabada la dictadura se dé una situación absolutamente diferente para discutir con
mayor libertad, profundizará como ésta en la discusión de los problemas del partido.
Claudín204 fecha el inicio de la crisis en los meses de enero y marzo de 1962 con
una discusión sobre la cuestión agraria, y en concreto sobre la consigna de “la tierra
para quien la trabaja”, alegando que dicha consigna tenía, en las condiciones concretas
de la época, un carácter anticapitalista que dificultaría las necesarias alianzas del PCE.
A este enfrentamiento le seguirían otros motivados por el “voluntarismo”, del que
Claudín acusaba a la dirección, y alcanzarán su punto álgido con la reunión del Comité
Ejecutivo que tiene lugar el 24 de enero de 1964.
Los argumentos principales del enfrentamiento son recogidos, en primer lugar,
en el discurso pronunciado por Fernando Claudín en la reunión del Comité Ejecutivo
del PCE del 27 de marzo de 1964; en segundo lugar, en las respuestas oficiales y
públicas con que la dirección del partido responde a ese discurso, que es difundido por
Claudín, y que se concretan en el artículo de Carrillo ¿Liberalización o democracia?205,
en la respuesta ya comentada en Nuestra Bandera206, y en la Declaración del Partido
204
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un secretario general, op. cit. pág. 151
205
Santiago Carrillo, ¿Liberalización o democracia?, Nuestra Bandera, número 38, marzo de 1964
206
Nuestra Bandera, número 40, febrero 1965
216
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Releyendo ahora la polémica que, sobre todo a partir del 62, se suscitó en la
dirección del PCE, se esté de acuerdo con unos u otros, puede advertirse que en ella no
había razones para una ruptura” 207.
207
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit. pág. 477-8
208
Fernando Claudín, Las divergencias en el partido, folleto, diciembre de 1964, pág. 6
217
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Se ha dicho que Semprún y él prefiguraron, en los comienzos de los años 60, las
posiciones actuales del Partido, rechazando la idea catastrofista de un súbito hundimiento
de la dictadura, reconociendo el carácter neocapitalista del desarrollo español, en suma,
afrontando la realidad de la España moderna (...) Pero, en el fondo, sigo estando
convencido de que teníamos razón “211
209
Joan Estruch, La izquierda ante el franquismo, El Viejo Topo, extra nº 1, pág. 64
210
Enrique Líster, op. cit.
211
Mañana España, op. cit. págs.146-7
212
Santiago Álvarez, Memorias V, op. cit., pág. 406
213
Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín, op. cit.
218
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
monopolistas; la salida oligárquica significa, sin embargo, en contra de los análisis del
partido, una situación democrática y una nueva etapa en el desarrollo del capitalismo
español.
En el Programa del PCE se plantea la revolución democrática en dos etapas y de
su planteamiento se desprende que la posibilidad de un Estado democrático se
condiciona a que el poder político deje de estar en manos del capital monopolista y
pase a manos de una coalición de fuerzas antimonopolistas, dirigida por la clase obrera.
Sin embargo, para Claudín, en las condiciones de España, un poder de las fuerzas
antimonopolistas dirigido por la clase obrera es la antesala del paso al socialismo. Para
él, la etapa actual se caracteriza porque el capitalismo español ha entrado en una fase
de desarrollo más rápido y de perfeccionamiento del sistema de capitalismo
monopolista de Estado que le abre una perspectiva importante. Las fuerzas proletarias,
pese a haber alcanzado un fuerte crecimiento, están lejos de los niveles de conciencia y
organización necesarias para desplazar del poder al capital monopolista y, además, el
PCE no es aún un partido de masas. Por ello se hace necesario una etapa de libertades
políticas que permita acumular experiencia y organización a las clases populares y para
que el PCE se convierta en partido de masas.
La liquidación del franquismo, continúa Claudín, como forma de dominación
del capital monopolista está coincidiendo con una coyuntura de auge económico y de
distensión internacional que contribuyen a dar al proceso un carácter evolutivo y
pacífico. A ello contribuye, también, el temor a la guerra civil y la actitud del capital
monopolista que ve la posibilidad de seguir en el poder bajo otras formas políticas. De
esta manera, la perspectiva de un desarrollo del capital monopolista con otras formas
políticas puede ser un período relativamente largo. La nueva etapa lleva hacia un
régimen político democrático de tipo occidental, y en el curso de esa etapa es cuando
madurarán las condiciones para el paso a la fase radical de la revolución democrática.
De éste análisis se desprende que hoy la tarea que está al orden del día es la liquidación
de la forma franquista del poder del capital monopolista, y no la liquidación del poder
político del capital monopolista.
Para Claudín, las tareas pendientes de la revolución democrática se realizarán en
tres etapas: 1) La liquidación de la forma fascista de Estado. 2) La transformación
democrática impuesta por las fuerzas antimonopolistas. 3) La toma del poder por una
coalición antimonopolista dirigida por la clase obrera, con el comienzo de la
transformación en revolución socialista.
219
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Sin embargo, confundir la crisis política del franquismo con la crisis social del
capitalismo llevaría al aislamiento del partido. El objetivo de la oligarquía de asegurar
el desarrollo capitalista del país es plenamente realizable en la etapa actual y no hay
condiciones objetivas para que las fuerzas antimonopolistas puedan impedirlo. Salvo
una crisis económica, bélica o interior muy grave que altere todas las previsiones, el
proceso es de evolución hacia una democracia de tipo occidental.
El capitalismo español se ha transformado en estos veinticinco años en un
sistema de capitalismo monopolista de Estado, que ha necesitado de la dictadura para
asegurar la dominación sobre el pueblo y su hegemonía en el bloque de clases
dominantes. El capital monopolista ha desarrollado elementos de pervivencia, con
capacidad de intervenir, controlar y dirigir la economía.
Para reforzar su tesis, Fernando Claudín expone su análisis sobre el desarrollo
del capitalismo monopolista español: Parte de que en los diez años siguientes a la
victoria franquista, el capitalismo se encontró con grandes dificultades internas y
externas, pero esta situación cambió a partir de 1953, con la firma de los acuerdos con
los Estados Unidos. En la década de los cincuenta el crecimiento adquiere una
aceleración importante y los sectores más lúcidos del capitalismo español toman
conciencia de la necesidad de un cambio de rumbo. El Plan de Estabilización fue un
momento crítico para el franquismo, sin embargo, la oposición no estuvo en
condiciones de poder aprovecharlo para imponer el cambio. Además, el fracaso de la
HNP, en 1958, puso en evidencia la debilidad de las capas populares y constituyó un
gran error que redundó a favor del régimen. En esta coyuntura, además, el capitalismo
internacional acudió en ayuda de su homólogo español. El éxito del Plan de
Estabilización ha creado una base de partida adecuada para un crecimiento capitalista
más rápido que sitúa a España en la fase de despegue. También se está desarrollando
una revolución capitalista en la agricultura que genera un gran éxodo campesino hacia
la industria, que absorbe el excedente de mano de obra y de esta manera desactiva lo
que podría ser una grave crisis social. En España tampoco existe una situación
catastrófica como se empeña Carrillo, sino una fase de desarrollo capitalista de largo
alcance, a pesar de todas sus contradicciones internas.
Este análisis sobre el capitalismo español es acompañado por otro sobre la
situación de las clases sociales en España, que inicia con la clase obrera. Reconoce que
se han producido influencias positivas sobre la conciencia política de la clase
trabajadora, como son las luchas reivindicativas o la irradiación del campo socialista;
220
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
pero no pueden perderse de vista otras de carácter negativo que las contrarrestan, como
pueden ser la imagen difundida del bienestar europeo o el fenómeno del stalinismo. Si
bien hoy desde la clase obrera se reclama socialismo, se hace acompañado de la
exigencia de libertad y democracia, y todo ello concebido como un proceso evolutivo.
Por un lado, se ha roto con las tradiciones revolucionarias anteriores a la guerra
civil, y por otro, la transformación del PCE en un partido de masas necesita de libertad
y democracia, pero en dichas condiciones también hay que tener en cuenta que van a
actuar otras fuerzas políticas hoy menos activas. En las luchas actuales de la clase
obrera predominan las motivaciones de carácter económico, lo que a la larga puede
tender a despolitizarlas, como ocurre en el resto de Europa. Los trabajadores anhelan
libertad y progreso, pero en paz.
En cuanto a los campesinos pobres y medios se debe reconocer que son la clase
más oprimida en la fase actual, pero, por una parte buscan salidas individuales y, por
otra, siguen bajo la influencia de la burguesía agraria. Nuevamente, Claudín vuelve a
incidir en la necesidad de una etapa de libertades políticas para que se pueda ejercer la
influencia de la clase obrera, y defiende una utilización de las consignas adaptadas a las
condiciones de cada fase. Desde este punto de vista critica a la dirección por utilizar la
consigna de "la tierra para quien la trabaja" que corresponde a la etapa de paso de la
revolución democrática a la socialista, situación no alcanzable en la fase actual. Juzga
también la ambivalencia de la pequeña y mediana burguesía y de los intelectuales, que
podrían ser aliados de la clase obrera siempre y cuando se les inspire confianza y se les
ofrezcan ciertas garantías.
Considera que se está produciendo una recomposición de las fuerzas políticas
que ejercerán el poder en nombre del capital monopolista en las nuevas condiciones
que se creen tras la desaparición de la dictadura. Entre ellas la principal será la
democracia cristiana que proporcionará al capital una base de masas. Este gran partido
católico se expandirá con la apertura liberal. La importancia concedida a la democracia
cristiana es un factor común a la posición oficial de la dirección y a los disidentes.
Semprún considera que esta fuerza política, junto al PCE, “constituyen ejes
permanentes de la actividad política de la oposición, a lo largo del último decenio”,
observa que son “los polos orgánicos de la nueva oposición desarrollada en el país a
partir de 1956”, y apunta como rasgos comunes diferenciables del resto de la oposición
221
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214
Jorge Semprún, op. cit. pág. 45
222
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corresponden a esta fase son, pues, las libertades políticas y aquellas reivindicaciones
sociales que no rebasen el marco del sistema capitalista.
Por su parte, la posición del PCE con relación a todos estos temas se articula en
torno a la respuesta de refutación que se acompaña a la publicación del discurso de
Claudín215 . El punto de partida en la argumentación del PCE es el rechazo de cualquier
posibilidad que considere el establecimiento y consolidación de un sistema democrático
en España bajo la dominación del capital monopolista. El rechazo de las tesis que
sostiene Fernando Claudín deja traslucir que la preocupación por el papel del propio
partido es un motivo de gran peso, pues reconociendo que la conclusión que se deduce
de dichas tesis es el aplazamiento para un futuro lejano de la revolución, de ello se
deriva que al PCE solo le quedarían dos papeles que se rechazan de antemano, o bien
convertirse en una secta, o bien en un partido reformista.
Sin embargo, la realidad es que en Europa occidental existen libertades políticas
en países donde el poder está en manos del capital monopolista; y la cuestión a
contestar entonces es: ¿porqué en España no puede darse una situación similar tras el
fin de la dictadura?. La respuesta del PCE es que la tendencia existente en esos países
se orienta en el sentido de una continua reducción y racionamiento de esas libertades,
pero además, y éste es un argumento continuamente utilizado por el PCE, la situación
en España es diferente. En España las clases dominantes no poseen ni tradición ni
ideología democrática. En las condiciones concretas del país, un gobierno que
establezca amplias libertades políticas no puede estar controlado exclusivamente por la
oligarquía monopolista. La oligarquía monopolista española es diferente a la europea.
Los planes liberales sobre el futuro régimen democrático en España parten de la
suposición que la confrontación que se produzca en su seno será de la misma naturaleza
que la que tiene lugar en otros países de Europa occidental, teniendo por protagonistas
a la socialdemocracia y la democracia cristiana, es decir un conflicto perfectamente
asumible e integrable. Sin embargo, la revolución española tiene rasgos originales,
como el nacimiento de las Comisiones Obreras, que hacen imposible encerrarla en los
esquemas europeos. Por eso, el PCE considera que la democracia no podrá afirmarse
en España más que si la clase obrera se convierte en la clase dirigente de la sociedad.
Además, está el hecho de que la liquidación del fascismo en España, aún por vía
215
Documento-plataforma fraccional de Fernando Claudín, op. cit.
223
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224
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225
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216
Declaración del Comité Ejecutivo del PCE de junio de 1964, publicada en Mundo Obrero junio de 1964
226
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227
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Diez años después, cuando un golpe militar haya acabado con la experiencia de
intentar pasar al socialismo por la vía democrática en Chile, el PCE se expresará en
términos muy diferentes.
La premisa objetiva de este proceso viene dada por la necesidad nacional de un
desarrollo económico rápido y la incapacidad de la oligarquía para realizarlo por la vía
monopolista, dada la subsistencia de la gran propiedad latifundista que hipoteca todo el
desarrollo. La eliminación de dicha propiedad es la tarea fundamental de la revolución
democrática y lo que la diferencia fundamentalmente de la revolución socialista.
Las condiciones subjetivas, por su parte, se basan en dos tipos de factores. En
primer lugar, en la actitud de rechazo a seguir soportando las actuales condiciones de
existencia por parte de los obreros y campesinos, cuya expresión son las luchas que se
vienen desarrollando y; en segundo lugar, en la situación de crisis y agotamiento del
régimen.
Sin embargo, en estos momentos el PCE está plenamente convencido que los
vientos de la historia soplan a su favor y, persuadido de poder alcanzar los objetivos de
la revolución democrática, en los términos que ha expuesto, plantea que el paso a la
siguiente etapa, a la revolución socialista, se hará de manera ininterrumpida, dado que
la lucha antimonopolista, necesariamente simultánea a la lucha antifeudal, elimina
cualquier separación temporal entre ambas revoluciones.
Después de la exposición sobre el proceso de la revolución democrática, la
Declaración termina con la refutación de las tesis de Claudín: En primer lugar,
defiende el carácter político de las luchas que tienen lugar en España, pues cualquier
lucha, aunque sea por motivos económicos, en las condiciones de una dictadura tiene
por naturaleza un contenido político. En segundo lugar, considera que, aunque no se
hayan podido crear órganos nacionales unitarios entre las organizaciones de la
oposición, sin embargo se está produciendo una unidad a través de la lucha por la base,
tanto en el movimiento obrero como en el intelectual y estudiantil. En tercer lugar, el
régimen retrocede en la utilización de la represión y pretende mostrar una fachada
liberalizadora ante el empuje del movimiento de masas. En cuarto lugar, pese al intento
de la oligarquía de imprimir un curso neocapitalista al proceso y a la fascinación que
ejerce sobre algunos intelectuales, el factor determinante en la actual coyuntura es la
lucha de masas. Por último, reconoce la necesidad de superar las insuficiencias que
impiden un avance definitivo, pero se reafirma en la posición de que sólo la huelga
228
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217
Fernando Claudín, Las divergencias en el partido, folleto, op. cit.
229
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“se equivocaron en 1848 previendo que la revolución socialista estaba próxima (y)
se volvieron a equivocar más tarde, con el mismo genero de error”.
218
Después de Franco ¿Qué?, op. cit., págs. 16
232
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“(él) y sus camaradas repitieron una y mil veces que la revolución obrera
universal maduraba en Rusia, Alemania y otros países. Creían en el inminente estallido de
la revolución en otros países de Europa (...) Ya hemos visto que esa revolución obrera
universal no se produjo (...) En la apreciación de los ritmos y los plazos de la revolución
mundial, Lenin y los bolcheviques se equivocaron. Pero esa equivocación fue mil veces
más útil y positiva para la revolución que los aparentes "aciertos de los oportunistas" ”.
219
Ibíd, pág. 24
220
Miguel Manzanera Salavert, op. cit., pág. 362
233
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trata de corrientes organizadas dentro del partido, aunque en el PCF estas posiciones
son apoyadas por otros responsables comunistas y encuentran eco en una revista oficial
del partido, Economie et politique, creada en 1954 y ligada a la sección económica del
Comité Central. Igualmente los dos grupos opositores a las políticas oficiales reflejan
en cierta medida la influencia de las posiciones de los comunistas italianos después de
1956. El último punto de semejanza hace referencia a la manera en que fue resuelta la
crisis y su influencia futura, pues, en efecto, la reacción por parte de la dirección de
ambos partidos fue la utilización de medidas administrativas con presiones para realizar
autocríticas, eliminación de los dirigentes de los puestos de responsabilidad que
ocupaban o expulsiones. En ambos casos, después de eliminados los responsables de
querer cambiar rápidamente la política del partido, los dirigentes asumen y aplican la
política que reivindicaban aquéllos con un ritmo diferente. Esta semejanza en el tiempo
del problema y de la solución adoptada demuestra que las expulsiones de Claudín y
Semprún no pueden justificarse por las condiciones de clandestinidad en las que opera
el partido, sino que son fruto de la propia naturaleza de los partidos comunistas en los
años 60, de la persistencia de rasgos stalinistas.
Una interpretación más centrada en las propias vicisitudes del PCE, la de
Gregorio Morán221, indica que la crisis de 1964 significó el mayor intento hecho por
acercar al PCE a la compleja realidad de la lucha contra el franquismo, y que las
propuestas de Claudín-Semprún buscaban preparar al PCE para una larga marcha, para
un funcionamiento más a la italiana.
Solé Tura222 complementa esta visión añadiendo que detrás de las causas de la
ruptura está la posición del propio Santiago Carrillo, que considera prematuras y
peligrosas las posiciones de Fernando Claudín en cuanto podían llevar a una escisión
del PCE. La escisión finalmente se haría inevitable cuatro años más tarde, pero para
entonces la nueva línea política ya se había asentado y el secretario general controlaba
a la mayoría del partido.
Desde luego la interpretación de la crisis que no parece verosímil es la sostenida
por Enrique Líster223; según dicha versión, el verdadero debate en torno a la manera de
acabar con la dictadura se produjo entre la defensa de la vía pacífica exclusivamente,
sostenida nítidamente por Claudín y Semprún, y su defensa de la vía insurreccional
221
Gregorio Morán, op. cit., pág. 403
222
Jordi Solé Tura, Una historia optimista, op. cit., pág. 208
223
Enrique Líster, op. cit. págs. 256-73
234
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corrientes. Vuelve a insistir en la necesidad de llegar a un acuerdo con todos los grupos
de la oposición, independientemente del bando donde estuviese durante la guerra civil.
Y por último, establece una hipótesis sobre el ejército en la que partiendo de su
naturaleza, marcada por las tradiciones de la sublevación y la guerra civil, y de su
visión por el pueblo “como una descomunal gendarmería”, sin embargo, plantea que la
“lógica” permite suponer que haya sido influido por los conflictos que se desarrollan en
la sociedad española, transformándole en uno diferente del ejército de la guerra civil, y
que, por tanto, ante una huelga nacional el ejército “podría” retirar su apoyo al régimen,
porque “hay militares que empiezan a decirse que hoy no basta con un papel pasivo”, y
se llega, así, a la conclusión de que:
Esta hipótesis que, como otras muchas del PCE, la historia demostrará carecer
de ningún fundamento real, parece tener, ante la insistencia posterior en el tema, el
objetivo de enviar señales amistosas al Ejército.
La segunda parte del informe se centra en el desarrollo de las líneas políticas
que conformarán la denominada “democracia política y social”, que se basan, tanto en
las posiciones mantenidas durante la polémica con Claudín-Semprún, como en lo
recogido en un coloquio, celebrado poco antes de este Congreso, en el que participaron
los responsables principales del partido para tratar los problemas de la organización del
futuro Estado democrático de España226
Los fundamentos de la estrategia del PCE, para pasar al socialismo, se apoyan
en el análisis que hace del franquismo y del moderno Estado capitalista. El punto de
partida es la convicción de que la crisis de la dictadura no es sólo una crisis de régimen
político, sino también una crisis de régimen social, el de la oligarquía dominante.
En los países desarrollados, el moderno Estado capitalista ha dejado de ser el
Estado de la clase social burguesa en su conjunto, para pasar a ser el Estado de una
capa de la burguesía, el Estado del capital monopolista. Éste no sólo explota a la clase
224
Santiago Carrillo, Después de Franco ¿Qué?, Editions Sociales, París, 1965
225
Ibíd, págs. 86-7
226
“Problemas de la organización del futuro Estado democrático de España”, Nuestra Bandera, número 44-5, junio 1965
237
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democracias populares, donde los partidos socialistas fueron absorbidos por los
partidos comunistas en nombre de la unidad del proletariado.
Del Congreso salió también el encargo de elaborar una especie de plan
económico alternativo a los planes de desarrollo del régimen. En su preparación
colaboraron los principales expertos económicos del PCE como Ramón Tamames o
Tomás García, y se plasmó en el libro Un futuro para España: La democracia política
y económica227.
En refuerzo de las posiciones sostenidas en el libro Después de Franco ¿Qué?,
un artículo de la revista Realidad228 vendrá a apoyar la “justeza” de las posiciones
mantenidas por el PCE en base al análisis del desarrollo histórico de las revoluciones
democráticas burguesas, reforzando, de paso, la especificidad del modelo de la
“revolución española”. Para ello, Enrique Andrés realiza un análisis de las revoluciones
burguesas, que según las épocas históricas han sido de tres tipos. Al primero
pertenecerían las revoluciones realizadas durante el S. XVIII y parte del XIX, en ellas
se buscaba desplazar del poder a la nobleza, el proletariado era un aliado sin programa
propio, y su carácter democrático se producía cuando a su cabeza se ponía la pequeña
y mediana burguesía. Su mejor ejemplo es la revolución francesa. El segundo tipo es
analizado por Lenin a comienzos del siglo en Rusia. Si bien contenía rasgos similares a
las del primer tipo, se diferenciaba de aquéllas en la posición independiente del
proletariado, con su partido de clase, lo que llevaba a una actitud más conservadora de
la burguesía y a que perdiese su carácter de fuerza hegemónica, con lo cual, para que la
revolución no abortara era necesario que tomasen el poder la clase obrera y el
campesinado. Por lo tanto la revolución no debía desembocar en una dictadura
burguesa, sino en una obrero-campesina, que no era aún la dictadura del proletariado,
pero que podría ser el inicio del tránsito al socialismo, convirtiéndose así en dos etapas
de una misma revolución. La revolución española pertenecería a un tercer tipo. Si el
segundo tipo se da en la época de transición del capitalismo premonopolista al
imperialismo, este tercer tipo aparece en el período del tránsito del capitalismo al
socialismo a escala mundial. Las diferencias estriban, en que en un país como España,
la revolución democrática del tercer tipo debe liquidar las supervivencias feudales y
derrocar al poder de los monopolios, como consecuencias del desarrollo del capital
227
Un futuro para España: la democracia política y económica, Ed. Librerai du Globe, París, 1967
228
Enrique Andrés, La revolución democrática española, Realidad, número 9, Abril de 1966
241
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monopolista de Estado. Esta revolución democrática, por tanto, ya no coincide con los
intereses de toda la burguesía, sino exclusivamente con los de la burguesía no
monopolista. No se trata, pues, de una revolución socialista, pues no va a liquidar la
propiedad privada, pero sigue siendo válida la tesis leninista de un paso ininterrumpido
a la revolución socialista. La revolución española tendría, pues, un carácter antifeudal
(liquidar las supervivencias feudales en la agricultura) y antimonopolista (liquidar el
poder económico del capital monopolista); pero sería diferente de la revolución de
1931-9, que tuvo un carácter intermedio entre las de segundo y tercer tipo. Con la
instauración de la dictadura franquista, el capital monopolista ha pasado a ser la fuerza
detentadora del poder, y se plantea una lucha antimonopolista que no tiene porqué ser
necesariamente socialista, pues participan en ella el campesinado y la burguesía no
monopolista. Su carácter democrático proviene no sólo de la lucha contra un poder
fascista, sino de la tarea de liquidar el poder político y económico del capital
monopolista, que significa, parafraseando a Lenin, la reacción en todas las direcciones.
Aún a pesar de estar fuera de la disciplina del PCE, Fernando Claudín mantiene
el duelo dialéctico con las posiciones oficiales del partido, duelo que sostendrá
prácticamente sin interrupción durante bastantes años más, cumpliendo una especie de
papel de crítico teórico de la línea política del PCE. Un papel que si bien quedaba
menguado en eficacia como consecuencia de su situación de “expulsado”, a la vez, esta
propia circunstancia le va a permitir una mayor libertad de elaboración y crítica. En
este caso, y a pesar de sostener que Carrillo comenzaba a adoptar en el VII Congreso
algunas de las opiniones sostenidas por los expulsados229, sin embargo, realiza una
crítica profunda de las tesis aprobadas en dicho Congreso230, y que supone una
continuación de la polémica que originó su expulsión un año antes. Lo que Claudín
crítica del PCE es su esquema analítico de que en España es necesaria una revolución
democrático-burguesa cuyo resultado sería lo que el PCE define como democracia
antifeudal y antimonopolista o también democracia política y social. Lógicamente, si el
objetivo perseguido está equivocado toda la estrategia definida para alcanzarle lleva
inevitablemente al fracaso. La base de la crítica es el diferente análisis que Claudín y el
PCE hacen del capitalismo y de la situación del régimen político en España.
229
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General, op. cit. pág. 181
230
Fernando Claudín, Dos concepciones de la “vía española al socialismo”, artículo contenido en Horizonte español 1966, Tomo
II, Ed. Ruedo Ibérico, 1966
242
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
231
La teoría del capitalismo monopolista de Estado había sido enunciada por Lenin en 1917 y consagrada en la Conferencia de
Moscú de 81 partidos comunistas y obreros de 1960. Esta teoría sostiene que la concentración capitalista ha conducido al
dominio de la economía por monopolios que dominan el Estado y le utilizan en su exclusivo interés. La expresión
capitalismo monopolista de Estado viene a expresar el carácter indisoluble de la relación entre el Estado y los
monopolios en la estructuración y desarrollo del capitalismo actual.
243
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
244
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“la toma del poder por un bloque social en el que la clase obrera sea la fuerza
hegemónica; y la nacionalización del capitalismo monopolista privado, significa el
comienzo de la revolución socialista”.
Por otro lado, difiere del análisis del PCE en el sentido que en España exista una
crisis profunda que signifique que la eliminación de la dictadura suponga una
revolución social: por el contrario, el desarrollo económico está permitiendo a las
clases dominantes hacer concesiones a las luchas reivindicativas de los trabajadores;
245
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“En las condiciones concretas de la España actual y durante un futuro que por
ahora sería pura especulación intentar acotar, la revolución socialista no puede presentarse
como posibilidad real sin que la sociedad española entre en dicho tipo de “crisis general””.
232
Sergio Vilarigues, El VI Congreso del Partido Comunista Portugues, Mundo Obrero, Madrid, 1ª quincena de enero de 1966
246
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
247
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En la mitad de los años sesenta la organización del interior del PCE inicia una
nueva fase ascendente al calor de las nuevas luchas que se desarrollan en España tanto
en el mundo obrero como en el estudiantil. La anterior fase ascendente, comenzada a
mediados de los cincuenta, había ido debilitándose por causas diversas. La segunda
mitad de los 60 es un período de agitación y luchas con dos focos importantes, el
universitario y el obrero, pero al que también se unen otros sectores profesionales como
los abogados.
La realización de huelgas pasa de ser un fenómeno esporádico, como hasta
finales de los 50, a ser una constante de la vida del país, algunas marcarán un hito como
la que se llevó a cabo en Laminados de Bandas, en Bilbao, que iniciada a principios de
diciembre de 1966 duraría hasta mediados de mayo de 1967, un total de 167 días.
Madrid adquiere un especial protagonismo con las grandes movilizaciones impulsadas
por Comisiones Obreras en 1966 y 1967, años en que se alcanza un punto álgido de las
luchas obreras. El auge del movimiento huelguístico, con el consiguiente crecimiento
del movimiento obrero organizado, encuentra su explicación en los cambios producidos
en la economía española al pasar desde un sistema autárquico a una economía más
competitiva integrada en el sistema capitalista internacional que genera tensiones en el
sistema de relaciones laborales existentes. La respuesta adaptativa del régimen a las
nuevas condiciones fue la puesta en marcha de un sistema de enlaces y jurados de
empresa y de convenios colectivos, que se desarrollaron rápidamente entre 1954-9, y
cuyo objetivo principal era conseguir un incremento de la productividad. En este
contexto, las presiones salariales, contenidas durante el Plan de Estabilización, dan
lugar a una explosión reivindicativa al finalizar éste en 1962 canalizada a través de los
convenios colectivos, lo que unido a la ruptura que se iba produciendo entre la
representación obrera a nivel de centro de trabajo y la burocracia sindical creó el
terreno apropiado para la reorganización del movimiento obrero.
En el ámbito político, y dentro de la izquierda, hay organizaciones que entran en
crisis y desaparecen, como es el caso del FLP; otras permanecen en un estado de
postración al que no se le ve una salida clara, como es el caso de las históricas PSOE,
UGT y CNT; y también aparecen otras nuevas, generalmente a la izquierda del PCE,
248
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
como son la ORT, el MCE, etc. En este panorama, el PCE destaca por su continuidad,
crecimiento y expansión lo que le sirve para poder abrir una brecha en la situación de
marginación en la que se encuentra respecto al resto de la oposición233.
El auge de las luchas obreras a partir de 1962, acompañado de un notable
desarrollo de las Comisiones Obreras, se tradujo en el fortalecimiento numérico y
cualitativo de la organización del partido y sobre todo de su capacidad de influencia. Si
bien desde 1958 se venía produciendo el fenómeno nuevo del nacimiento, en los
centros de trabajo, de comisiones con el objeto de plantear alguna reivindicación o
solucionar algún problema, dichas comisiones habían tenido un carácter fugaz, y tras el
cumplimiento de su cometido desaparecían. Pero en 1964 se forma la primera comisión
estable con el objeto de negociar el convenio del metal de Madrid, y a partir de aquel
momento se articulará un movimiento sindical de características peculiares que es
objeto de atención por parte de diversas organizaciones políticas, pero en el que
impondrá definitivamente su influencia el PCE. Éste había intentado previamente
levantar su propio sindicato bajo las siglas de Oposición Sindical Obrera,
especialmente a partir de las huelgas del 62, pero el intento pronto fue abandonado para
centrar las energías en la nueva forma que adquiría el activismo obrero en España, las
Comisiones Obreras. Desde ese momento el PCE buscará imponer su hegemonía en el
nuevo movimiento obrero primero haciendo coincidir su intento sindical con el nuevo
movimiento:
Después descalificando a las viejas centrales a favor de una futura central única,
su central:
“Las fórmulas viejas y caducas no servirán para nada aunque sus siglas sean muy
sonoras y en ocasiones estén sostenidas artificialmente desde el exterior de España.
Los dirigentes obreros de la central sindical única de mañana se están forjando hoy
en las Comisiones Obreras”234
233
Aún teniendo que celebrarse reuniones paralelas debido al veto de la Democracia Social Cristiana de Gil Robles, el PCE
participa en la reunión de la práctica totalidad de la oposición con objeto de oponerse al referéndum que sobre la LOE se
celebró el 14 de diciembre de 1966.
249
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Con Comisiones Obreras, el PCE conseguiría colmar uno de sus más graves
déficit históricos, la escasa influencia mantenida en el mundo sindical, ya que éste
había sido un terreno prácticamente copado por socialistas y anarcosindicalistas hasta la
guerra civil, como reconoce el propio Carrillo, quien por otra parte llega a atribuirse el
éxito de la expansión de Comisiones Obreras:
El éxito de las CCOO fue debido a una nueva manera de enfocar la lucha frente
a otras organizaciones sindicales, a un planteamiento más realista de las condiciones
existentes que la llevan a aprovechar las posibilidades que ofrece el trabajo desde
dentro de los sindicatos verticales, dejando de lado falsos purismos esterilizantes. La
trayectoria de Comisiones Obreras pasará en el período que va desde su nacimiento al
final de la dictadura por tres etapas claramente diferenciadas. En la primera, que se
extiende entre 1964-7, la organización goza de cierta tolerancia política, ya que desde
el régimen se piensa que pueden servir para revitalizar los sindicatos verticales; sin
embargo, las movilizaciones y el espíritu combativo de que hacen gala llevan al
régimen a un cambio de actitud en la segunda etapa, que se extiende entre 1967 y 1968,
declarándolas ilegales y sometiéndolas a una dura represión, lo que unido a
disentimientos en su seno la llevan a una grave crisis. A principios de los años 70, sin
embargo, vuelve a resurgir la organización con una dinámica de movilizaciones que irá
en crecimiento continuado hasta el comienzo de la transición política en que alcanzan
su cenit.
234
Eduardo García, Los comunistas y la Oposición Sindical Obrera, Mundo Obrero, Nº 14, 2ª quincena de agosto de 1964
235
Santiago Carrillo, Memorias, op., cit., pág. 482
250
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
236
A sus reuniones asisten los principales partidos políticos catalanes (PSUC, MSC, FOC, UDC y FNC) así como sindicatos
(SDEUB, CCOO) y representantes de asociaciones de vecinos y colegios profesionales.
251
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
conflicto con el régimen, lo que genera a su vez una intensa represión que lleva a la
muerte de dos estudiantes (Rafael Guijarro en 1967 y Enrique Ruano en 1969), la
declaración del estado de excepción y la ocupación de las Facultades de Madrid por la
policía. El resultado fue la desaparición tanto de la FUDE como del SDE y el
decaimiento del movimiento estudiantil a finales de 1969.
La combatividad mantenida por este sector y el éxito que consigue el PCE en él,
combinado con el ascenso imparable de Comisiones Obreras y las luchas de los
trabajadores son los factores que llevarán al PCE a la elaboración de una fórmula que
brillará con fuerza durante algunos años: la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y la
Cultura.
252
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Este es el clima en el que se celebra la reunión del Comité Central del PCE de
septiembre de 1967, el informe que expone Carrillo será publicado, de manera
corregida y ampliada, con el título de Nuevos enfoques a problemas de hoy237, donde
destacan tres cuestiones respecto a informes, acuerdos o documentos anteriores: por un
lado, los esfuerzos por conjugar la justificación de los regímenes comunistas de Europa
con la nueva imagen con la que pretende aparecer el partido; en segundo lugar, la
profundización del análisis de las relaciones con los católicos; y por último, la
aparición de un concepto original que expresa la nueva visión de alianzas del PCE, la
Alianza de las Fuerzas del Trabajo y la Cultura.
Respecto al primer tema, nos encontramos aún lejos de las posiciones críticas
que se desarrollarán, en algunos sectores del PCE que no en todo el partido,
especialmente después de 1968. Ahora, todavía, se trata de justificar el socialismo
realmente existente a través de una interpretación propia de la historia. El objetivo del
epígrafe del libro titulado Democracia y dictadura del proletariado es salir al paso de
las criticas que, frente a las nuevas posiciones propugnadas por el PCE de una vía
democrática al socialismo, oponen la realidad de los países comunistas. La línea de
defensa, en este caso, la basará Carrillo en tres argumentos claves: Primero, realizando
una autocrítica del stalinismo en el PCE, en cuanto éste estuvo defendiendo como
modelo de dictadura del proletariado el régimen existente en la Unión Soviética. En el
pasado:
“Confundíamos la esencia de la dictadura del proletariado con las formas que ésta
había revestido en Rusia. El error de Stalin, que nosotros hemos compartido, consistía en
este punto en generalizar esas formas, en hacer de esas formas una teoría de valor universal,
perdiendo de vista que lo que poseía un valor general, universal era solamente el
contenido”238.
237
Santiago Carrillo, Nuevos enfoques a problemas de hoy, Editions Sociales, París, 1967
238
Ibíd, pág. 141
253
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“El curso democrático y pacífico que Lenin y los comunistas deseaban ver tomar
a la revolución socialista en Rusia, resultó imposible por la actitud de las clases dominantes
que lo cerraron apelando a la violencia”239.
239
Ibíd, pág. 143
240
Ibíd, pág. 148
241
Ibíd, pág. 158
242
Ibíd, pág. 157
254
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
243
Ibíd, pág. 158
244
Santiago Álvarez, Lenin y el pluripartidismo en el socialismo, Mundo Obrero, 5 de abril de 1970
245
Ibíd, pág. 156
255
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
246
Fernando Claudín, La crisis del movimiento comunista, Ibérica de Ediciones y Publicaciones, Barcelona, 1977, págs.418-24 y
437-42
256
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
El tema de las relaciones con el mundo católico, que viene recogido en esta obra
bajo el epígrafe Un nuevo enfoque de las relaciones entre las fuerzas progresistas, la
Iglesia y el catolicismo, venia siendo objeto de atención dentro del PCE desde el V
Congreso, pero desde incluso ya antes había existido un interés manifiesto del PCE por
acercarse a la Iglesia por varias razones: Primero, porque es consciente del peso que
tiene entre amplias capas populares y sabe que es necesario como mínimo su
neutralidad, si no su colaboración, para acabar con la dictadura, y es al mundo católico
especialmente al que se ha enviado el mensaje de reconciliación nacional. En segundo
lugar, porque prevé que será un partido democristiano el que articulará políticamente
los intereses de las clases dominantes en un postfranquismo en el que el PCE y ese
partido van a dominar ampliamente el panorama político. En tercer lugar, porque los
cambios producidos en la Iglesia después del Concilio Vaticano II hacen que muchos
cristianos luchen no sólo por acabar con la dictadura, sino por llegar al socialismo.
En el programa del V Congreso247 después de abogar por la separación entre la
Iglesia y el Estado, el PCE propugnó no solo la libertad de cultos y la libertad religiosa,
sino que defiende que el futuro Estado democrático subvenga a las necesidades del
culto, por cuanto ello contribuiría a acercar a los creyentes al Estado democrático. Ante
la resistencia que esta medida encuentra en algunos sectores del PCE, se argumenta que
se trata, efectivamente, de una concesión hecha a los católicos, y que dicha concesión
vale la pena en cuanto que favorece el entendimiento con ellos en la tarea de derrocar al
247
Informe sobre “programa del partido” (presentado por Vicente Uribe al V Congreso del PCE), folleto, septiembre de 1954,
págs. 23, 39
257
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
248
Santiago Carrillo, Después de Franco ¿Qué?, op. cit, pág. 76
249
Manuel Azcárate, Realidades españolas en el diálogo cristiano-marxista, Nuestra Bandera, número 54, 2º trimestre de 1967
258
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
PCE representado por Santiago Álvarez y Manuel Azcárate, el interlocutor oficial del
PCE con el mundo católico.
En 1967 aparecerá también un artículo de Federico Melchor250 que, después de
constatar la colaboración que ya se produce en el seno de Comisiones Obreras entre
comunistas y católicos, plantea el tema de la militancia de éstos en los partidos que
luchan por el socialismo, esbozando dos posibles soluciones, bien la creación de un
nuevo movimiento socialista, al lado del PSOE y PCE, donde militasen los católicos, o
bien la militancia en los partidos ya existentes, asegurando que en el PCE la militancia
de los católicos sería con todos los derechos y deberes y sin que ello dificultase el
cumplimiento de su misión de militantes cristianos. En definitiva un llamamiento al
ingreso en el PCE de los católicos por el socialismo.
La razón de este intenso interés por el mundo católico también radica en la
creciente actividad de éstos en las luchas sociales y antifranquistas a través de diversas
organizaciones (JOC, HOAC, AST, USO), que incluso llegaban a colaborar con los
comunistas dentro de CCOO (HOAC, JOC y AST). La importancia que el PCE
concede al activismo político y social de los católicos le lleva incluso a afirmar que la
clase obrera está inspirada y dirigida, en esos momentos:
“no por socialistas y anarquistas, como en el pasado, sino por los comunistas y por
organizaciones católicas obreras”251.
250
Federico Melchor, Comunistas y católicos, Nuestra Bandera, números 56-7, 4º trimestre de 1967.
251
Dolores Ibarruri, 45 años del Partido comunista de España, Mundo Obrero, Madrid, 2ª quincena de abril de 1965
252
Santiago Carrillo, Algunas enseñanzas de la jornada del 27 de octubre, Nuestra Bandera, números 56-7, 4º trimestre de 1967
259
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
interpretados por bastantes comunistas como una contribución fundamental a la lucha por la
democracia. Es cierto que, en la etapa final del franquismo, la Iglesia necesitaba modificar
la imagen de su cooperación con un régimen que había perseguido brutalmente a los
comunistas (...) Pero esa táctica, a la que los comunistas contribuimos con una valoración
excesivamente optimista del diálogo, desemboca hoy en una revitalización de la
religión."253
“para los marxistas, los diversos tipos y formas de Estado que han existido o
existen, incluido el Estado representativo, son formas de dominación de unas clases sobre
otras, dictaduras de unas clases contra otras. La idea de dictadura está, pues, fundida con la
misma idea de Estado (...) Si para nosotros dictadura es cualquier forma de Estado, ello
permite ya llegar a una primera conclusión muy importante: que las nociones teóricas,
científicas de dictadura del proletariado o dictadura de la burguesía no tienen nada que ver
con la noción usual, corriente, la más utilizada – incluso por nosotros mismos – del término
dictadura. Lo que significa que se puede estar a la vez en contra de ésta última acepción de
la dictadura y ser partidarios de lo que en términos teóricos se denomina dictadura de la
burguesía o dictadura del proletariado (...) El proletariado entre dos tipos de Estado – de
dictadura – de la burguesía, prefiere sin vacilar la forma representativa, democrática, a la
253
Manuel Azcárate, Luchas y transiciones, Ed. El País, S.A., Madrid, 1998, págs. 91-2
260
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
forma fascista (...) (aunque)en el moderno Estado democrático burgués, la minoría de los
grandes capitalistas ejercen su dictadura por medios más sutiles pero no menos efectivos
(...) El capitalismo se despoja de las formas democráticas cuando se siente débil. Entonces
acude francamente a la violencia fascista”254.
“del mismo modo que la hay (diferencia) entre el sistema de partido único en la
URSS y el sistema pluripartidista de algunas de esas democracias populares, las diferencias
serán mucho más profundas aún en las revoluciones socialistas que se produzcan, en su
momento, en otros países europeos (...) En Rusia la dictadura del proletariado era en el
primer tiempo la dictadura de una pequeña minoría de la población que buscaba un apoyo,
no siempre fácil, en la alianza con los campesinos. En otros países, la dictadura del
proletariado será el Gobierno de la inmensa mayoría asalariada del pueblo contra una
pequeña minoría a la que la revolución socialista no tendrá porqué privar de derechos
políticos”255.
254
Santiago Carrillo, Nuevos enfoques a problemas de hoy, op., cit., págs. 159-62
255
Ibíd, págs. 164-5
261
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Hay que rechazar, por tanto, todas las acusaciones en el sentido de que luchamos
por las libertades políticas, como un medio táctico para suprimirlas después”256.
256
Ibíd, pág. 167
262
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“es característico que esa alianza no surja de un acuerdo entre los partidos
políticos, como sucedió con otras alianzas, en anteriores períodos (...) el movimiento de
masas hacia la alianza va por delante, sobrepasa, la actitud de ciertos grupos y partidos que
se resisten a la unidad (...) no deja de influir sobre la actitud de los partidos políticos.
Gracias a ella, entre éstos va realizándose un acercamiento mayor (...) (y) cuando adquiera
desarrollo y formas definitivas, no será solo una alianza de partidos, sino una alianza mixta
de organizaciones sociales y partidos”257.
Esta nueva concepción de las alianzas del PCE será ratificada en el VIII
Congreso del partido celebrado en 1972 y posteriormente esta innovación ideológica y
política será objeto de un mayor desarrollo teórico, a la vez que encontrará ciertas
resistencias en el interior del partido, comenzando a perder interés durante la etapa de
la transición, pues si las luchas de los estudiantes, intelectuales y profesionales, que
cobran auge a mediados de los años sesenta, están en su origen, la progresiva
disminución del activismo político y social de éstos, con el final de la dictadura,
también es un factor de gran importancia en su declive.
Como pone de manifiesto Manuel Azcárate:
“La formulación misma de “alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura” presenta
muchas ambigüedades. Fue sometida entre nosotros mismos a fuertes críticas, en particular,
unos años más tarde, cuando se discutió el manifiesto-programa”259.
257
Ibíd, págs. 174-5
258
Ibíd, pág. 175
259
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, Ed. Argos Vergara, Barcelona, 1982, pág. 154
263
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“ya no expresa cabalmente la composición del bloque de fuerzas sociales a las que
corresponde ser el motor de la Revolución socialista y por eso ha elaborado la tesis de la
260
Juan Diz, Discusión sobre nuestra política de alianzas, Mundo Obrero, 8 de enero de 1970
261
La reivindicación de la victoria de sus argumentos la hace Claudín en su obra: Santiago Carrillo. Crónica de un secretario
general. op. cit. Págs 183-4
264
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, que presupone aquella e incluye la nueva
fuerza intelectual”262.
262
Segunda Conferencia del PCE, Manifiesto-Programa del PCE, Colección Ebro, París, 1975, pág. 138
263
Santiago Carrillo, La lucha por el socialismo hoy (Edición corregida y ampliada de la intervención de Santiago Carrillo ante el
Comité Ejecutivo del PCE en junio de 1968), Editions de la Librairie du Globe, París, 1969, págs. 28-30
264
Santiago Carrillo, Libertad y Socialismo, op. cit., págs. 91-2
265
Santiago Carrillo, Nuevos enfoques a problemas de hoy, op. cit. págs. 177-8
265
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“El Partido Comunista considera que ya desde hoy habría que comenzar a elaborar
el proyecto de una formación política, capaz de aunar todas las tendencias socialistas sin
sofocar a ninguna (...) sin comprometer su fisonomía particular, su independencia (...) esa
nueva formación política podría dotarse de un programa común socialista, de órganos
comunes de elaboración colectiva de las decisiones políticas relacionadas con la aplicación
de ese programa; podría establecer una cierta disciplina común en la aplicación de dichas
decisiones”.
Al final dicha formación política sería “una forma muy elevada de concreción
política de la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura”266.
Santiago Carrillo vuelve a referirse a ella en Eurocomunismo y Estado, donde la
plantea como:
“una filosofía o una teoría propia de cada partido u organización social que integre
la nueva formación; una independencia de organización, de vida política propia, de órganos
dirigentes; completa libertad para elaborar posiciones propias y defenderlas dentro y fuera
266
Segunda Conferencia del PCE, Manifiesto-Programa del PCE, op. cit., págs. 142-3
266
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
267
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, Ed. Crítica, Barcelona, 1977, págs. 130-1
268
Santiago Carrillo, Informe al Pleno del Comité Central del PCE (septiembre de 1973), en Escritos sobre Eurocomunismo, Tomo
I, Forma Ediciones, Madrid, 1977, págs.84-5
269
Santiago Carrillo, La nueva formación política, Nuestra Bandera, Número 111, marzo de 1982
267
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En ambas cuestiones el PCE intentará ofrecer nuevas respuestas como veremos más
adelante.
268
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
LA CONVULSIÓN DE 1968
269
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“lo que ha faltado en mayo-junio para poner término al poder gaullista, en tanto
que poder de los monopolios, es, ante todo, la existencia de un entendimiento sólido que
abarcara, no solo a los partidos de izquierda sino también a las grandes organizaciones
sindicales sobre la base de un programa común; es decir; la existencia de una verdadera
alianza entre la clase obrera, las capas sociales progresistas y antimonopolistas de las
ciudades y aldeas.
Carrillo hace una lectura diferente de los acontecimientos y los utiliza para
reforzar sus propuestas políticas, especialmente la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y
270
Waldeck Rochet, La lucha por una democracia avanzada y por el socialismo, Nuestra Bandera, número 60, diciembre 1968 –
enero 1969, págs. 36-7
270
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“el fenómeno más significativo de las luchas actuales es el enorme papel que en
ellas desempeña la juventud (...) (que) en su gran masa, tiende a devenir objetivamente una
gran fuerza revolucionaria”272.
271
Santiago Carrillo, La lucha por el socialismo hoy, op. cit. págs. 13-5
272
Ibíd, págs. 16 y 20.
273
Ibíd, pág. 28
271
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
274
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit. págs. 67-8
275
Pilar Brabo, A propósito del eurocomunismo, Nuestra Bandera, Número 98, 1979, pág. 16
272
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
273
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
276
Santiago Alvarez, La renovación en Checoslovaquia, Mundo Obrero, 17 de Mayo de 1968, pág. 11
277
Santiago Álvarez, Memorias V, op. cit., pág. 416
274
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
278
Fernando Claudín, La oposición en el “socialismo real”, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1981, págs. 249-50
275
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En cambio, donde las libertades tropiezan con una barrera insalvable para
expandirse y llegar a su realización completa, barrera ante la que no queda otro camino que
cambiar revolucionariamente el régimen, es en el sistema capitalista e imperialista”. 279
279
Santiago Carrillo, La lucha por el socialismo hoy, op. cit. págs. 66-70.
276
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Aunque los partidos comunistas occidentales condenamos esa invasión, creo que
nos faltó decisión, y quizá capacidad teórica, al menos en el caso español, para ir al fondo
del problema (...) En términos generales, nuestras explicaciones en aquel momento eludían
el problema del poder, el problema de clase al criticar a la Unión Soviética; tendían a
280
En sus Memorias, Santiago Álvarez se refiere al hecho de que por esas fechas los dirigentes del PCE mantenían discusiones con
dirigentes y personalidades representativas d e la URSS en las que intentan disuadirles de su voluntad de invadir
Checoslovaquia.
277
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
demostrar que en el sistema socialista soviético había graves defectos, debilidades, falta de
democracia; y que en todo caso, ese modelo para nosotros no era válido”281.
Y por otro, una condena, esta vez enérgica, de cualquier ataque a la URSS:
281
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., pág. 66
282
Declaración del PC de España sobre los acontecimientos de Checoslovaquia, Mundo Obrero, 15 de septiembre de 1968
278
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
remachando los dos argumentos principales sostenidos en este asunto: por un lado la
defensa incondicional de la URSS (“Condenamos con la mayor energía cualquier
intento de utilizar el trágico error cometido en Checoslovaquia para denigrar la historia
gloriosa del PCUS”), y por otro, la defensa de distintos modelos y vías de acceso al
socialismo, y se termina expresando el temor a los efectos negativos colaterales que
pueden derivarse para la política del PCE:
283
La cuestión checoslovaca, Mundo Obrero, 15 de septiembre de 1968.
284
Santiago Carrillo, Más problemas actuales del socialismo, Editions de la Librairie du Globe, París, 1969, págs. 74-96
285
En la disolución de la III Internacional fueron alegadas dos razones fundamentales: por un lado, el grado de madurez alcanzado
por los partidos comunistas que hacía inviable una dirección centralizada como la existente, por otro, las necesidades
derivadas de la guerra para alcanzar una gran alianza. Si bien es cierto la existencia de una grave crisis en la Komintern,
sin embargo la razón principal la muestra la propia urgencia con que se llevó a cabo la disolución. Su objetivo era, en un
momento en que era clara la perspectiva de derrota de las fuerzas fascistas, el ofrecer garantías a los aliados de la
renuncia a aprovechar las circunstancias de la guerra para expandir la revolución, de manera que se abriese el segundo
frente en Europa que llevase a la victoria definitiva sobre Alemania.
279
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Afirma que la creación de la Kominform fue un error y que partía de una base
injusta al querer siete partidos comunistas (los cinco que habían accedido al poder, más
el PCI y el PCF) dirigir el movimiento comunista sin la participación del resto. Pero en
la actualidad existen 14 Estados socialistas, y esto plantea nuevos problemas.
Problemas cuyo origen radica en un factor al que no se le ha prestado suficiente
atención, la persistencia del interés del Estado nacional. En primer lugar, el Estado,
incluso el obrero, es una supervivencia del capitalismo, de la sociedad dividida en
clases. Además, los Estados socialistas han arrastrado viejo problemas (subdesarrollo,
territoriales). Por último, la existencia del Estado presupone la existencia del interés de
Estado y por tanto contradicciones entre Estados socialistas. Estas contradicciones
pueden dar lugar a actitudes nacionalistas, que es un factor de enorme fuerza del que no
se puede prescindir alegremente. Hay una parte del texto donde Carrillo se muestra
especialmente lúcido, dejando traslucir una cierta amargura ante la situación real en el
campo socialista. Reconoce que en éste “se ha instalado una especie de guerra fría”,
donde “en apariencia las relaciones entre algunos Estados socialistas son más tirantes
que las existentes entre ellos y los Estados imperialistas”. Ello le lleva a expresar el
temor a que una serie de errores puedan llevar a la destrucción de las conquistas de la
revolución mundial. Tampoco caben dudas de que el origen de todos los problemas que
hoy dividen al campo socialista y al movimiento obrero y comunista mundial está en
las posiciones de partidos que ocupan el poder.
El problema fundamental es que se mantiene la inercia a la existencia de un
centro dirigente, y la solución a ello no es el policentrismo, sino el reconocer la
diversidad de Estados, de vías y formas de socialismo, en la que cada partido elabore su
propia vía revolucionaria. La diversidad es un signo de fuerza, de desarrollo. Dando un
paso más, y asumiendo la posición de Togliatti, Carrillo confiesa que en el XX
Congreso del PCUS no se llegaron a analizar las causas últimas de las deformaciones
socialistas y que se necesita un espíritu crítico y creador, y no escolástico. Repasando
los acontecimientos de Hungría, Polonia y Checoslovaquia cree que hay errores que se
repiten, los cuales pueden ser un poderoso enemigo. Reconoce que, en la marcha hacia
el socialismo, mientras los sistemas socialistas son débiles, puede existir la necesidad
de limitar temporalmente las libertades individuales, pero el posterior mantenimiento
de esta situación es contraproducente.
En la última parte va a analizar los efectos de la coexistencia pacífica, para a
partir de ellos deducir la necesidad de nacionalizar los partidos comunistas.
280
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
281
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
primavera de Praga, sino que su tibio desacuerdo inicial con la invasión le llevó a
apoyar posteriormente la normalización checoslovaca.
En el interior del PCE aparecieron resistencias ante el alejamiento de la URRS
que acabarían en disidencias y que se solventarían en dos tandas de expulsiones. El
primer núcleo disidente se forjó en torno a dos miembros del Comité Ejecutivo
formados en la Unión Soviética, Eduardo García y Agustín Gómez, y que, según
Claudín, eran “manipulados por los servicios secretos soviéticos”286. En el pleno del
Comité Ejecutivo de abril de 1969 ambos son cesados en sus cargos en dicho órgano y
a finales de diciembre de ese año serán expulsados del partido. La asunción por la
militancia de la posición adoptada por el Comité Central sobre los acontecimientos de
Checoslovaquia no fue fácil, como se reconoce en la propia prensa del partido287, y la
dirección del mismo tuvo que reafirmarse durante la polémica en las razones en que
sostuvo su posición, alegando que de los nuevos datos conocidos desde entonces se
desprendían la ausencia de cualquier peligro de contrarrevolución que pudiera poner en
peligro el socialismo en Checoslovaquia, a la vez que coherentemente con su posición
sostiene la defensa de dirigentes de la primavera de Praga, como Alexander Dubceck,
tanto durante la campaña denigratoria de que es objeto288, como cuando termina por
ser expulsado del partido289.
Tras Eduardo García y Agustín Gómez, será Enrique Líster el encargado de
mantener las posiciones prosoviéticas en el interior de la dirección del partido hasta que
sea expulsado junto con otros cuatro miembros del Comité Central en el Pleno de este
órgano que se celebró en agosto de 1970. Estas últimas expulsiones cerrarían las
consecuencias internas de la nueva posición del PCE en el seno del movimiento
comunista tras la condena de la intervención militar en Checoslovaquia, y supondrían
un reforzamiento de la posición de Carrillo en el partido, a lo que contribuiría la
cooptación en ese pleno de 29 miembros nuevos para el Comité Central, entre los que 5
de ellos pasarían a formar parte del Comité Ejecutivo, todos compartiendo las
posiciones de Carrillo. La expulsión de Líster, a pesar de no conseguir escindir al PCE
ni tan siquiera debilitarle, sin embargo, sí distrajo parte de sus energías, pues además de
286
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un secretario general. Op. cit. págs. 203-4
287
Experiencias de la discusión sobre Checoslovaquia en nuestro partido, Mundo Obrero, Madrid, 2ª quincena de diciembre de
1968
288
Aspectos de la lucha por el socialismo, Mundo Obrero, Madrid, 22 de octubre de 1969
289
Ante la expulsión del camarada Dubcek, Mundo Obrero, Madrid, 12 de julio de 1970
282
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
290
Líster formaba parte de la presidencia del Consejo Mundial de la Paz e intentó utilizar sin éxito esta plataforma para conseguir el
reconocimiento de dos partidos comunistas en España
291
Enrique Líster, op. cit., págs. 185-193
283
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
284
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
292
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit., págs. 30 y sgs.
285
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Al surgir contradicciones entre los dos Estados socialistas más poderosos las cosas
comenzaron a cambiar. Una serie de Partidos, sobre todo los asiáticos, comenzaron a hacer
su propia política.
286
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Yo creo que a partir del momento en que tomamos conciencia clara de que para
abrir la situación en España necesitábamos una política internacional propia (...)
“se observa una especie de dicotomía, que viene ya desde antes de la segunda
guerra mundial, entre ciertos planteamientos generales de los partidos comunistas (...) y una
práctica que pugnaba por aferrarse a la realidad y entraba en conflicto, a veces no visible,
con aquéllos (...) Por ejemplo, sería interesante estudiar a fondo (...) qué hay en la línea de
los frentes populares consagrada en 1935, de creación autónoma de ciertos partidos – como
el francés y el español – y de aportación soviética ligada a la necesidad de hacer frente a la
294
agresión fascista contra la URSS” .
Esta interpretación contrasta, una vez más, con la que sostiene Claudín, según el
cual:
“en realidad, las vías nacionales del periodo 1945-7, aunque contenían en germen
ese peligro, no implicaban la renuncia al modelo soviético, sino – a semejanza de la política
frentepopulista, de la que eran una reproducción ampliada – una nueva vía para llegar a
él”295.
293
Santiago Carrillo, Hacia el post-franquismo, (informe al pleno del Comité Central de abril de 1974), Editions de la librairie du
Globe, París, 1974, págs. 109-110
294
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit., págs. 144-5
295
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit., pág. 105
287
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
política de bloques era la nueva forma de enfrentamiento de los bloques (...) Era en
definitiva, la ejecución de la estrategia del PCUS que, si bien antes de la guerra veía en el
Frente Popular frente al fascismo, tras la guerra los seguía viendo útiles frente al
imperialismo. ¡Es la política del miedo al aislamiento!”296.
296
J.M. Bermudo Avila, Togliatti: entre el eurocomunismo y la dictadura del proletariado, en El Carabo, nº 6 (Monográfico sobre
la dictadura del proletariado), 1977, pág. 105
297
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit., pág. 164
288
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
298
Ibíd, pág. 166
299
Santiago Carrillo, Libertad y Socialismo, op. cit., págs. 84-5
289
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
300
El 15 de septiembre de 1972 se firma en París un primer acuerdo comercial hispano-soviético. En enero de 1973 la República
Democrática Alemana establece relaciones diplomáticas con España. En marzo de 1973 es la República Popular China
la que llega a un acuerdo con el gobierno de Franco para establecer relaciones diplomáticas a nivel de embajadores. En
todos los casos el PCE reacciona con sorpresa y amargura, recordando las muestras de apoyo de los comunistas
españoles a algunas de las reivindicaciones de esos países, a lo que considera una falta de solidaridad de dichos Estados
socialistas con la lucha del pueblo español contra la dictadura en nombre de intereses de Estado. Es claro que el PCE no
fue consultado ni tuvo ningún conocimiento previo de las intenciones de dichos países.
301
La lucha por la independencia del Vietnam y la “gran revolución cultura” china, Mundo Obrero, 1ª quincena de septiembre de
1966
290
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
posibilidad de una crítica de masas y de una vigorización de las iniciativas de las masas.
Ha impuesto formas de socialismo que corresponden más a la realidad específica china”302
El objetivo del PCE no era romper con el PCUS, sino criticarlo, más bien de
manera moderada, por los sucesos checoslovacos y, a partir de ahí, rehacer una unidad
basada en la independencia de los partidos comunistas, sin embargo este objetivo
autonomista nunca sería aceptado por los soviéticos.
302
Declaraciones de Santiago Carrillo a su regreso de China, Mundo Obrero, 10 de diciembre de 1971
291
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
303
Santiago Álvarez, Del encuentro del Budapest a la Conferencia de Moscú, Nuestra Bandera, número 58, tercer trimestre de
1968
292
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
304
Ibíd, págs. 76-7
305
Estaba previsto que el Informe a la Conferencia fuera leído por Dolores Ibarruri pero el enfrentamiento con los soviéticos, que
pretendían modificar la posición del PCE respecto a Checoslovaquia, obligó a su sustitución por Santiago Carrillo, para
evitar posibles problemas posteriores a la Presidenta del partido que tenía su residencia en Moscú.
293
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Por último, plantea lo que es el punto fundamental de la nueva política del PCE
dentro del movimiento comunista, la unidad en el respeto a la independencia, porque:
“no existiendo ningún centro ni partido dirigente (...) hoy la unidad sólo puede
alcanzarse a través de la plena independencia de los partidos en la elaboración de su línea
política, en la aplicación de los principios generales del marxismo-leninismo a las
condiciones concretas de su país”307.
306
Santiago Carrillo, Discurso pronunciado en la Conferencia de los partidos comunistas y obreros de Moscú. Junio de 1969,
Editions de la Librairie du Globe, París, 1969, pág. 120
307
Ibíd, págs. 122-6
294
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Hay diferencias dentro del movimiento comunista, entre los partidos que dirigen
Estados, por un lado, y entre estos y los partidos que luchan dentro de los países
capitalistas. Y como muestra, se cita la contradicción de intereses existentes entre el
PCE y los Estados de los países socialistas en el camino de la normalización de sus
relaciones con el Estado franquista: “en este dilema nosotros optamos por los intereses
de la oposición democrática, que son en definitiva los de España. Ahí surge una
diferencia”. Y si antes las diferencias se subordinaban a la defensa de una Unión
Soviética acosada, hoy, con la existencia de 14 Estado socialistas y la fortaleza de la
URSS, las diferencias deben poder expresarse sin tener que correr el riesgo de ser
tachado por ello de antisovietismo.
308
Santiago Álvarez, Memorias V, op. cit., págs. 440-2
309
Santiago Carrillo, Libertad y socialismo, op. cit., págs. 95-109
295
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
296
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“si nosotros, el partido de la clase obrera y los grupos más ligados a las masas
populares, hubiéramos poseído la organización, la potencia y las condiciones para presentar
310
Declaración del Comité Ejecutivo del PCE, Un pacto para la libertad que ponga en manos del pueblo el poder de decisión,
Mundo Obrero, número 15, 2 de septiembre de 1969
311
8ª Congreso, III, el pacto para la libertad, Mundo Obrero, Nº 3, 1973
312
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit, pág. 26
297
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
una lucha frontal por la conquista de un poder socialista, en tal caso propugnar la
convergencia habría sido una capitulación oportunista”313.
Pero, por otro lado, se presenta la dictadura del proletariado en la nueva versión
elaborada por Carrillo en Nuevos enfoques a problemas de hoy:
“en esta época y en nuestro país, la victoria del socialismo, la dictadura del
proletariado la concebimos no como la abolición de las libertades públicas y de la
313
Santiago Carrillo, Libertad y socialismo, op. cit., pág. 29
314
¿Es revolucionaria la política de pacto para la libertad?, Mundo Obrero, Nº 21, 1972
315
Santiago Carrillo, Libertad y socialismo, op. cit., pág. 30-1
298
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“las libertades políticas, allí donde existen, son una gran conquista de la clase
obrera y del pueblo, la plataforma más favorable que pueda obtenerse en régimen
capitalista para organizar y preparar las fuerzas capaces de realizar la revolución
socialista”317.
“desde luego, puede ser recuperado por el sistema. Creo que no será nuestro caso.
Pero si el PC se integra, en un momento aparecerá otro partido que llegará a ser la
vanguardia del movimiento revolucionario. Si el PC quiere seguir conservando este papel,
tiene que hacer todo lo posible para no integrarse”318.
316
Ibíd, pág. 32
317
Ibíd, pág. 31-2
318
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit., pág. 208
299
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
No se puede decir que el secretario general del PCE no esté siendo muy claro,
en este informe, en cuanto al reconocimiento de la incapacidad del PCE para cambiar la
situación por sus propias fuerzas.
Otros dirigentes salen en defensa del pacto para la libertad322 recordando que en
su trayectoria histórica la línea política del PCE siempre se ha basado en una
concepción aliancista, variable según la coyuntura histórica, y cuyas plasmaciones
concretas han sido la alianza obrera y campesina en 1934, el Frente Popular como
alianza antifascista en 1936-1939, la política de la Unión Nacional contra la guerra
hitleriana en 1939-1945, la Política de Reconciliación Nacional a partir de 1956, y ya
en los últimos tiempos la propuesta de la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y la
Cultura y el pacto para la libertad. Y esta política no es más que la fiel aplicación de los
319
Ibíd, pág. 229
320
Ibíd, págs. 233-4
321
Santiago Carrillo, Libertad y socialismo, op. cit., pág. 39
322
Federico Melchor, Alianzas y acumulación de fuerzas, Mundo Obrero, 5 de abril de 1970
300
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
323
Gran mitin con Santiago Carrillo en Bruselas, Mundo Obrero, 14/11/1970
324
Discurso de Santiago Carrillo en Francfort, Mundo Obrero Nº 9, 1972
325
Declaración del Comité Ejecutivo del PCE, Un pacto para la libertad, necesario y posible, Mundo Obrero, número 4, 19 de
febrero de 1971
301
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Los obstáculos que encuentra el pacto para la libertad serán objeto de análisis en
el VIII Congreso.
302
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero, a su vez, no puede dejar de tener en cuenta que esos sectores reformistas
son un factor importante para acabar con la dictadura, de ahí su posición ambivalente
hacia el fenómeno del “centrismo” cuando se plantea que:
326
Santiago Carrillo, Informe al VIII Congreso del PCE, Ed. Empresa Poligráfica, Bucarest, 1972, págs. 26-7
303
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
327
Ibíd, pág. 28-9
304
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero, puede haber variantes que afecten al proceso, especialmente, al papel del
Ejército, al que el PCE no deja de hacer referencias y enviar señales amistosas a través
de sus acuerdos. Para que la revolución política de que habla el PCE pueda contener la
mínima violencia posible el Ejército debe mantener al menos una actitud neutral, pero
también el PCE juega con la posibilidad de un movimiento pueblo-Ejército para
derrocar la dictadura, como recogía en su VII Congreso. Ahora se vuelve a repetir que:
328
Ibíd, pág. 41
329
Informe del Comité Central presentado por el camarada Gregorio López Raimundo al III Congreso del PSUC, folleto,
Barcelona, febrero de 1973, pág. 22
330
Santiago Carrillo, Informe al VIII Congreso del PCE, op. cit., pág. 44
305
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
331
VI Congreso: Programa del PCE, op. cit., págs. 54-5
332
Santiago Carrillo, Deberes del pueblo español en la presente situación internacional y nacional, op. cit., pág. 36
333
Santiago Carrillo, Después de Franco ¿Qué?, op. cit., pág. 144
334
Santiago Carrillo, Informe al VIII Congreso del PCE, op. cit., pág. 20
306
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“uniría sus esfuerzos a los de los Partidos Comunistas y las fuerzas socialistas y
progresistas europeas que se propongan democratizar el M.C.E. y transformar la Europa de
los monopolios en una Europa socialista”335.
335
Ibíd, pág. 20
336
Informe del Comité Central, presentado por el camarada Gregorio López Raimundo al III Congreso del PSUC, op. cit.
307
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
integración con un régimen democrático haría bascular a las fuerzas burguesas hacia la
oposición antifranquista, contribuyendo, así, a la descomposición de la dictadura.
El PCE llega a reconocer338 que su anterior postura de hostilidad a toda idea de
articulación económica y política de Europa estaba equivocada, que partía del error de
no tener en cuenta que el proceso de construcción europea es un proceso irreversible
inserto en las leyes objetivas de la economía y de la historia, el cual dota de unas bases
objetivas a la marcha hacia el socialismo. Esta nueva posición del PCE, y del PSUC,
respecto al M.C.E. es reflejo de las transformaciones que se venían produciendo en los
partidos comunistas de Europa, y especialmente de los países pertenecientes a la
Comunidad Europea. Este cambio de posición queda recogido en la Conferencia de
abril de 1959, en Bruselas339, de los partidos comunistas de los seis países que en ese
momento forman el M.C.E., donde éstos llegan a la conclusión de la necesidad de
adoptar la defensa de la unidad europea, siendo el PCI el primero en incorporar esta
idea en el programa de su X Congreso en 1962. Se trata, por supuesto, de oponer a la
idea de una integración capitalista de la burguesía, una Europa de los trabajadores que
va a necesitar impulsar la coordinación y la unidad de acción de los partidos
comunistas y otras fuerzas de izquierda de la región.
El PCE seguirá manteniendo su apoyo a favor de la integración en la C.E.E.
como queda recogido tanto en el programa que propugna la Junta Democrática, como
en las resoluciones de sus siguientes Congresos (IX y X), donde continúa haciendo
referencia a la necesidad de coordinación con otros partidos de la zona con el objetivo
de avanzar hacia el socialismo. Así, en la resolución sobre Europa del IX Congreso,
después de expresar el apoyo del PCE a la integración de España en la C.E.E., se indica
una razón nueva de ese apoyo, puesto que:
337
Juan Gómez, España y el M.C.E., Mundo Obrero, Nº 17, 1972
338
Intervención de Santiago Carrillo en la Conferencia de Bruselas, Mundo Obrero, Nº 3, 1974
308
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
339
Se trata de una de las Conferencias especializadas que celebran los partidos comunistas de la Europa capitalista para reflexionar
en común sobre los problemas surgidos en las sociedades capitalistas desarrolladas. Vid la obra de Lilly Marcou, El
movimiento comunista internacional desde 1945, op. cit.
340
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., págs. 140-2
341
Tesis aprobadas en el X Congreso del PCE, folleto, pág. 3
342
Joan Clavera, Les paradoxes de l’euroeconomisme, Materiales, Nº 5, Septiembre-octubre de 1977
309
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“esa dictadura ya no puede concebirse sólo como el poder de los obreros que
producen con sus manos, sino como el poder de todos los trabajadores, incluidas las fuerzas
que tienen un papel directo en la producción moderna”.
“en los países capitalistas desarrollados, bajo las formas más ampliamente
democráticas, existe de hecho y jurídicamente la dictadura del capitalismo. Porque todas las
instituciones y leyes del Estado afirman la intangibilidad de la propiedad privada de los
medios de producción y de cambio, y la defienden. En esto reside el contenido de la
dictadura capitalista propio de las más famosas democracias burguesas actuales (...) De
forma semejante, aunque con un fondo radicalmente opuesto, la dictadura de las fuerzas
revolucionarias socialistas (...) puede ejercerse garantizando las libertades democráticas
formales a la oposición burguesa hasta que ésta, convertida en anacrónica antigualla se
extinga por sí misma a falta de base económica, social e ideológica”344.
343
Resolución política del VIII Congreso del PCE, Ed. Empresa Poligráfica, Bucarest, 1972, págs. 338-9
310
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
344
Santiago Carrillo, Informe al VIII Congreso del PCE, op. cit., págs. 81-2
345
Ibíd, pág. 85
346
Manuel Azcárate, La dinámica del VIII Congreso y la de ciertos opositores, Mundo Obrero, Nº 11, 1973
311
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
SALIR A LA SUPERFICIE
347
Informe del Comité Central presentado por el camarada Gregorio López Raimundo al III Congreso del PSUC, op. cit.
348
Santiago Carrillo, Libertad y Socialismo, op. cit., pág. 60
312
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
313
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En las relaciones con el movimiento comunista, el año 1973 está marcado por el
informe de Manuel Azcárate, aprobado por unanimidad en el pleno del Comité Central
celebrado en septiembre de 1973349 y que representa la crítica más dura hecha por el
PCE, hasta ese momento, al socialismo realmente existente. La publicación de este
informe en la revista Nuestra Bandera dará lugar a una dura réplica de los soviéticos en
la revista oficial Vida del Partido.
El informe presentado por Azcárate constaba de cuatro partes. En la primera,
dedicada a la crisis del imperialismo, se abogaba por una Europa que no estuviese
sometida a la hegemonía de ninguna gran potencia, una Europa independiente
democrática y socialista. La tercera parte, bajo el epígrafe de “algunos problemas del
movimiento comunista internacional”, era la que contenía el análisis más incisivo y
amargo de la situación del movimiento comunista y que daría lugar a la réplica
soviética. Su punto de partida era el reconocimiento del empeoramiento de la división
del movimiento comunista en el último año, especialmente con el conflicto chino-
soviético que adquiría una dureza mayor que el de esos países con el imperialismo;
denuncia que este enfrentamiento se desarrolla “por los cauces más típicos de la vieja
política” buscando incluso apoyos en los Estados imperialistas. Se le califica como un
conflicto entre grandes potencias. Azcárate se pregunta dónde se encuentra la raíz de
esta degeneración de lo que deberían ser relaciones fraternales entre países socialistas y
apunta en su respuesta al papel predominante que el Estado desempeña en los países
socialistas y a la fusión que se ha producido entre el Partido y el Estado como
instrumento de poder. La limitación o supresión de la democracia socialista y la
burocratización que acompaña a esta situación en el plano interior se traduce en
retrocesos de las actitudes revolucionarias en lo exterior. El informe critica que lo que
en realidad es una política acertada, que el PCE apoya, la coexistencia pacífica, sea
utilizada por parte de la Unión Soviética, en connivencia con los Estados Unidos, para
mantener congelada la situación política y social en el mundo.
349
Sobre la política internacional del PCE. Informe de Manuel Azcárate ante el Comité Central, Nuestra Bandera, Nº 72, 4º
trimestre de 1973
314
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
350
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., pág. 70
315
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
351
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General, op. cit., pág. 211
316
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
317
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
instauración de un nuevo Estado donde el pueblo ejerciese realmente el poder, todo ello
a través de un gobierno pluripartidista y con la garantía del respeto de las libertades
democráticas. La solidez de la Unidad Popular se asentaba en la alianza de socialistas y
comunistas que se desarrollaba desde 1953 en el terreno sindical, dando lugar a la
Central Única de Trabajadores.
Este nivel de unidad era posible gracias a las especiales características del
movimiento obrero chileno. El Partido Socialista, reconstituido en 1933, estaba
formado por diversas corrientes que hacían de él un partido revolucionario, pero
alejado del modelo soviético. Ya en 1936 se produce una primera unidad sindical,
luego rota, y un Frente Popular que lleva a la presidencia de la República a un
representante de la burguesía radical. Después de la ruptura del partido socialista, a
finales de los 40, éste se vuelve a reconstruir en 1957. Por su parte, el Partido
Comunista, cuando retorna a la legalidad en 1958, después del periodo clandestino de
1947-58, opta por la vía pacífica para la conquista del poder, y por un agrupamiento
popular y democrático más amplio, en torno a la unidad con el partido socialista. El
Frente de Acción Popular presenta en 1958 y 1964 la candidatura de Salvador Allende
a la presidencia, siendo derrotado. Por otro lado, la influencia de las tendencias
castristas lleva a la constitución del MIR en 1965.
Las tácticas de los dos grandes partidos de la izquierda son diferentes a pesar de
su unidad; mientras el Partido Socialista se muestra más radical, rechazando cualquier
compromiso con fracciones de la burguesía nacional; el Partido Comunista se muestra
más prudente, tratando de conquistar amplios sectores de a Democracia Cristiana para
un frente amplio, pero la crisis de 1969 en esta última dará lugar a la creación del
Movimiento de Acción Popular Unitaria, que se situará más a la izquierda que el PC.
Estos antecedentes muestran como en el seno de la Unidad Popular352 coexistían
dos sectores, uno partidario de la vía directa al socialismo (insurreccional), y otro
partidario de la vía indirecta (político-institucional). Existían contradicciones entre
quienes aceptaban la coexistencia con formas de propiedad capitalista en la transición
al socialismo y quienes lo veían como un expediente temporal en tanto se acumulaban
fuerzas para someter a los propietarios. Igualmente había diferencias en la Unidad
Popular en torno al Estado: frente a quienes veían la necesidad de utilizar la estructura
352
Para el análisis de la experiencia chilena se ha utilizado fundamentalmente la obra de Joan E. Garcés, Allende y la experiencia
chilena. Las armas de la política, Ed. Ariel, Barcelona, 1976.
318
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“la vía pacífica hacia el socialismo tiene sentido en la medida en que se refiere a
la permanencia de mecanismos de control social a lo largo del período de transformación de
la estructura anterior de dominación, suficientemente poderosos para imponerse a las
manifestaciones anómicas y desordenadas”.
353
Ibíd, págs. 136-143
319
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Luego expone cuales deben ser las condiciones que deben darse para que un
movimiento popular alcance la dirección del Estado sin previa guerra civil. En primer
lugar, “una forma de Estado que no excluya el acceso al gobierno de las fuerzas
populares”. En segundo lugar, que el movimiento popular adecue “sus tácticas de
lucha de conquista del poder a las que el régimen político tiene institucionalizadas,
legitimadas”. Por último, “que el movimiento popular anticapitalista haya logrado
imbricarse en la estructura social de tal modo que su bloque social alcance una
situación de predominio relativo”, es decir, que pueda controlar la estructura social.
La táctica de la Unidad Popular para neutralizar el aparato coercitivo del
sistema capitalista, en tanto se consolidaban los mecanismos de control popular sobre la
sociedad, fue: la alianza de clases que aislase a la burguesía vinculada a los intereses
americanos (control social); la contención de los factores interesados en desequilibrar el
sistema económico (control y ordenamiento de las relaciones económicas); evitar el
desmoronamiento del aparato estatal existente en tanto la clase obrera no pudiera
reemplazarlo por otro (control político y legitimación del gobierno). Entre septiembre
de 1970 y mediados de 1972, el proceso en el reemplazamiento de la estructura de
dominación burguesa por la obrero-popular no pudo ser detenido. Sin embargo, la
presión de las fuerzas contrarrevolucionarias internas y externas, y ciertos errores
tácticos de la Unidad Popular lograron alterar los fundamentos de esa vía y la llevaron
al fracaso.
El PCE es consciente desde el primer momento del significado y trascendencia
que representa la experiencia chilena reconociendo que:
“es la primera vez que en Chile y fuera de Chile triunfa en las urnas un programa
en el que se incluye de manera concreta la sustitución del sistema capitalista por el poder
popular”354.
Pero también toman conciencia de los graves obstáculos que las fuerzas
reaccionarias ponen desde el primer momento a la vía democrática al socialismo.
354
Juan Gómez, La victoria electoral en Chile. Un momento de la lucha antiimperialista, Mundo Obrero, 30 de septiembre de
1970
320
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En Chile las fuerzas socialistas han llegado al gobierno sin destruir el aparato de
Estado burgués, incluso apoyándose hasta cierto punto en él; sin desarmar políticamente a
la oposición”.
“se trata de ver si, utilizando los resortes del gobierno y apoyándose resueltamente
en las masas populares, es posible realizar una serie de transformaciones económicas,
culturales y sociales, cuya acumulación cree tan profundos cambios en la correlación de
fuerzas que permita posteriormente, a través de una serie de modificaciones, transformar
355
Jesús Izcaray, Las elecciones municipales en Chile, Mundo Obrero, 17 de abril de 1971
356
La experiencia de Unidad Popular en Chile (entrevista a Santiago Carrillo), Nuestra Bandera, número 68, primer trimestre de
1972, págs. 34-5
321
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
también el aparato del Estado de manera que éste devenga un puntal seguro de las
transformaciones socialistas”.
357
Santiago Carrillo, Tras la experiencia de Chile, Nuestra Bandera, número 72, cuarto trimestre de 1973.
322
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“el socialismo sólo puede triunfar e imponerse cuando conquista el apoyo activo
de la gran mayoría de la población. Y cuando este apoyo se traduce en la composición
favorable del ejecutivo y del legislativo, y – cosa tan importante, sino más – en un apoyo
combativo desde la calle”.
“(hay) que evitar la confusión entre vía democrática y vía pacífica. Por la vía más
democrática imaginable no puede excluirse, de ningún modo, momentos de violencia
provocados por la reacción frente a los que hay que oponer la fuerza, en interés de la
revolución y de la democracia misma”.
323
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero si ese Gobierno tiene la mayoría con él, los comunistas españoles no
necesitamos inspirarnos en ningún ejemplo extraño, haremos como en el 36; una política de
ofensiva revolucionaria para derrotar por la fuerza a los que no se sometan a la voluntad
democrática del pueblo”359.
358
Nicos Poulantzas, Estado, poder y socialismo, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1979, págs. 166-7
359
Santiago Carrillo, Hacia el post-franquismo, op. cit., pág. 114
360
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit., págs. 227-8
324
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“si los grupos sociales dominantes intentan romper el marco democrático, dividir
en dos el país y desencadenar la violencia reaccionaria, esto nos debe de impulsar aún más
a mantener fuertemente en nuestras manos la causa de la defensa de las libertades y del
progreso democrático, a evitar la división vertical del país y a esforzarnos con mayor
decisión, inteligencia y paciencia a aislar a los grupos reaccionarios y a buscar todo acuerdo
y toda convergencia posibles entre las fuerzas populares”361.
“siempre hay altibajos, fases de avance a las que siguen fases en las cuales la tarea
es consolidar las conquistas logradas, e incluso fases en las que hay que saber llevar a cabo
una retirada para evitar el desastre”363.
“la preocupación por evitar el fraccionamiento del país en dos partes, la escisión
del Estado (...) (pues) si en Chile no se hubiera producido tal división – de una parte, la
Unidad Popular con su 44%, por otra, todos los demás, comprendida la mayor parte de las
capas medias e incluso ciertos sectores de los trabajadores – el golpe no habría podido
triunfar”.
361
Enrico Berlinguer, La “cuestión comunista”, Ed. Fontamara, Barcelona, 1977, pág. 148
362
Ibíd, pág. 148
363
Ibíd, pág. 151
325
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Berlinguer intentará demostrar, por una parte, que la nueva línea política de los
comunistas italianos ya estaba contenida en los acuerdos del XIII Congreso del PCI,
celebrado en 1972, en los que se indicaba que:
La nueva línea política adoptada por el PCI con base en los acontecimientos de
Chile recibe la comprensión y aceptación de sus colegas españoles368 que no dejan de
contemplarlos como el partido que marca la pauta en la vía democrática al socialismo.
364
Ibíd, pág.170
365
Ibíd, pág. 168
366
Ibíd. Pág. 308
367
Mesa redonda de los principales dirigentes comunistas italianos en torno a la política del PCI publicada por Rinascita (24/1/75) y
recogido en Máximo Loizu, ¿Qué es el compromiso histórico?, op. cit., pág. 103
368
Artículos de Santiago Álvarez y Santiago Carrillo en Mundo Obrero de abril y julio de 1975
326
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Por la rapidez con que se suceden los acontecimientos parece que se acelera la
historia, y el PCE intenta seguir ese ritmo que durante el año 1974 tiene varios frentes:
la entrevista de Carrillo con Berlinguer en Roma, en febrero, con la que se abre una
nueva etapa de las relaciones entre ambos partidos; la revolución de los claveles, en
abril, en Portugal; y la presentación, en París, de la Junta Democrática en julio.
La importancia de los acontecimientos portugueses en relación con el desarrollo
de la situación en España y de las posiciones del PCE es evidente en cuanto que,
además de la proximidad geográfica, se daba una cierta similitud en torno a dos
parámetros clave: por un lado, en ambos países la coyuntura era la del fin de unas
largas dictaduras, lo que a pesar de las diferencias existentes planteaba el mismo
problema de cómo y en qué sentido finalizar una etapa que se había agotado; por otro
lado, la principal fuerza de oposición en ambos países eran los comunistas, con
vocación de impulsar el período turbulento de cambio por una vía socialista. La vía
327
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
democrática al socialismo ensayada en Chile había sido yugulada por un golpe militar,
pero en otras partes del mundo se imponían regímenes cercanos a la Unión Soviética.
La revolución portuguesa terminó siendo encauzada por una vía que la llevó a un
régimen político de democracia política y economía de mercado, pero hasta un cierto
momento existió la posibilidad de un desarrollo diferente, posiblemente hacia un
régimen de democracia popular similar a los existentes en el este de Europa. Y no es
posible negar que dependiendo de cual alternativa triunfase las repercusiones en la
inminente transición en España serían diferentes.
El 25 de abril de 1974 se produjo un movimiento militar que acabó con las
instituciones salazaristas. Las razones que están detrás de este movimiento son la
conciencia de que las guerras coloniales, que suponían una importante sangría humana
y económica para el país, no podían ser resueltas mediante una victoria militar y que se
imponía, por tanto, una solución política.
El Movimiento de las Fuerzas Armadas que llevó a cabo la revolución de los
claveles nació como una “vanguardia” de oficiales comprometidos, minoritarios en el
conjunto de la oficialidad. Tomado el poder, y con unas clases dominantes sin
instrumentos eficaces de intervención en el campo político, el MFA se encontró entre
dos opciones, ejercer un bonapartismo reformista o dejar el poder a unas masas sin
organización, y optó por una síntesis imposible: la posibilidad de celebrar elecciones
libres a la vez que ejercía el control político por su parte.
La revolución pasó por tres etapas diferentes, condicionadas por la resolución
de dos problemas fundamentales: dar una salida al problema colonial, origen y motor
inicial de la revolución; y definir el régimen político que debía sustituir a la dictadura.
En la primera etapa, entre el 25 de abril y el 30 de septiembre de 1974, se desarrolla el
pulso entre el general Spínola, que ocupa la presidencia de la República, y el MFA en
torno a la manera de resolver la cuestión colonial, y acaba con la dimisión de Spínola
tras el fracaso por reducir al MFA por la fuerza. La segunda etapa se desarrolla entre el
30 de septiembre de 1974 y el fracaso del intento de golpe militar de los spinolistas y la
extrema derecha el 11 de marzo de 1975. A pesar de su victoria, el MFA se divide en
tres fracciones: los moderados, políticamente situados a la izquierda del Partido
Socialista, pero alejados del PCP, que defendían el pluralismo de la revolución; la
fracción goncalvista partidaria de una mayor radicalización y rapidez en la revolución
que se alió estrechamente con el PCP; la tercera corriente se articulaba en torno al
comandante Saraiva de Carvalho y se inclinaba por un socialismo no burocrático
328
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
329
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
330
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
369
Santiago Carrillo, Hacia el post-franquismo, op. cit., pág. 5
370
Gregorio López Raimundo, Reflexiones sobre la anticipación portuguesa, Treball, número 390, 21 de mayo de 1974
371
Ibíd.
331
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Por último, Carrillo marca diferencias con el PCP, tanto en el tema de la unidad
sindical como en el de las elecciones. Para Carrillo quién decidirá si habrá sindicato
unitario o no serán los trabajadores y no el gobierno; y en cuanto a la convocatoria de
elecciones, intenta despejar cualquier duda al respecto:
La posición del PCE se hace más nítida tras las elecciones del 25 de abril de
1975, tomando claramente posiciones en contra de la línea del PCP y, por supuesto de
la extrema izquierda, para posicionarse cerca del proyecto del PSP, proyecto que como
hemos visto conduce a consolidar un régimen democrático occidental alejando la
perspectiva del socialismo en las dos variantes que más peso tienen en Portugal, la de
una democracia popular o la de un nebuloso consejismo. Sin embargo, o el PCE se
engaña en sus análisis o simplemente disfraza la realidad, pues si la crítica al PCP es
diáfana al constatar que el pueblo portugués “no quiere saber más de dictaduras de
cualquier tipo, quiere vivir en un régimen de libertad democrática. Es decir los
portugueses quieren el socialismo y la democracia”, sin embargo, interpreta los
resultados electorales erróneamente al decir que “más de la mitad del pueblo portugués
se ha pronunciado por los partidos favorables a una orientación socialista”373
Conforme se intensifica el enfrentamiento entre la línea revolucionaria y la
moderada en Portugal, que tendrá su desenlace el 25 de noviembre, la posición del PCE
se va alejando de la primera y aumentando sus críticas a los diversos componentes de la
misma. En declaraciones de Carrillo al Nouvel Observateur374, después de reconocer el
mérito de los militares portugueses les crítica su tendencia a considerarse cada vez más
como los únicos protagonistas de la revolución.
372
Santiago Carrillo, El camino que propone la Junta es el único que puede conducir a un cambio sin violencias sangrientas,
(discurso en una reunión de militantes), Nuestra Bandera, número 79 y 80, marzo-junio de 1975, pág. 9-10
373
Santiago Carrillo entrevistado por “Rinascita”, Mundo Obrero, 1ª semana de junio de 1975
332
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“No se trata de oponer “un” socialismo a “otro”; o una vía para alcanzarlo, a otra
más rápida o más lenta. Se trata de que, en nuestra Europa en este último cuarto de siglo
XX la única vía verdadera para avanzar hacia el socialismo es la del desarrollo de la
democracia”375.
374
Mundo Obrero, 1ª semana de julio de 1975
375
Manuel Azcárate, Solidaridad con Portugal, Mundo Obrero, 3ª semana de septiembre de 1975
376
Santiago Álvarez, Portugal, Mundo Obrero, 1ª semana de octubre de 1975
377
Santiago Álvarez, Solidaridad con el propósito de salvar la revolución portuguesa, Mundo Obrero, 3ª semana de octubre de
1975
333
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
334
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
LA JUNTA DEMOCRÁTICA
335
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"La Junta Democrática, con una composición muy amplia y heterogénea, es sin
duda un gran acierto propagandístico: en ella caben todos a condición de que asuman
colaborar con los comunistas y aceptando, por parte de éstos, cierto grado de hegemonía, es
un esquema de unidad parecido al que se había utilizado para conseguir los gobiernos de
Europa oriental. Ello supone no hacer gran esfuerzo para lograr la unidad con los socialistas
y buscar, con ello, una alianza más amplia. Una de las esperanzas de Carrillo era que el
PCE estableciese cierta hegemonía en la oposición española, y para ello hacia falta, desde
el inicio, colocar a los socialistas en una posición secundaria"378
378
Manuel Azcárate, Luchas y transiciones, op. cit., pág. 132
379
Declaración de la Junta Democrática de España al pueblo español, Nuestra Bandera, número 76, septiembre-octubre de 1974
336
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
380
Declaración del Pleno del Comité Ejecutivo del PCE, Mundo Obrero, 22 de enero de 1975
381
Junta Democrática de España, Manifiesto de la Reconciliación, Mundo Obrero, 3ª semana de abril de 1975
337
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Una opinión muy diferente es la sustentada por Solé Tura quién opina que:
“la Junta Democrática era una fantasmada pero que, a pesar de ello, daba una
cierta carta de legitimidad al PCE y le abría contactos y posibilidades de negociación que el
partido, por sí solo, le resultaban mucho más difíciles”384
Pero fuera quedaban importantes fuerzas políticas, entre las que destacaba el
PSOE, que a mediados de 1975 se agruparía en torno a la Plataforma de Convergencia
Democrática, compuesta de 16 partidos y organizaciones sindicales entre los que
sobresalían, además del PSOE, los democratacristianos de izquierda de Ruiz Giménez y
382
Santiago Carrillo, El camino que propone la Junta es el único que puede conducir a un cambio sin violencias sangrientas, op.
cit..
383
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit., pág. 23
384
Jordi Solé Tura, Una historia optimista, op. cit., pág. 339. No puede olvidarse que tanto esta opinión como la anterior de
Azcárate se producen cuando ambos dirigentes ya no pertenecen al PCE, y si, evidentemente, el problema de las
memorias es que describen los hechos desde la perspectiva de la situación personal en que se encuentran los autores,
tampoco los documentos de la época dejan de contener elementos propagandísticos.
338
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
el PNV. Era la manera de que se “pudiera negociar un frente común de oposición sin
que los comunistas dictaran los términos”385.
Para el PCE, sin embargo, el motivo principal de esos partidos para no
participar en la Junta Democrática era aislar a los comunistas, como lo expresan en su
análisis de la Plataforma de Convergencia Democrática:
El ejemplo del Gobierno vasco exiliado confirma dicha tendencia. Controlado por
el PNV – integrante de la Democracia Cristiana – y por el PSOE, a pesar de repetidas e
insistentes demandas, el Gobierno vasco sigue cerrado para el Partido Comunista de
Euskadi”386.
Igualmente Carrillo 388 rechaza las críticas que se hicieron tanto por la
precipitación en constituir la Junta antes de conseguir el acuerdo de la gran mayoría de
la oposición, como a la propia composición de ésta, y recuerda que estas críticas
provienen de quienes han estado intentando crear un bloque de centro-izquierda con
objeto de aislar al Partido Comunista. Pero su argumento favorito será de nuevo volver
al pasado y asimilar la Junta Democrática al Comité Revolucionario que se convertiría
en gobierno provisional el 14 de abril de 1931, donde figuraron personalidades y
faltaron, también, fuerzas políticas y sindicales. El PCE muestra continuamente la
nostalgia por la oportunidad pérdida para él de aquel momento histórico, y no puede
evitar concebir el próxima final de la dictadura como una reedición de aquellos
momentos, pero con la diferencia de que ahora un PCE más maduro pueda jugar a
fondo el papel histórico que piensa está llamado a desempeñar.
385
Richard Gillespie, Historia del Partido Socialista Obrero Español, Alianza Editorial, Madrid, 1991, pág. 320
386
PCE, Manifiesto Programa del Partido Comunista de España, Editions de la Librairie du Globe (Ebro), París, 1975, pág. 39
387
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 607
388
Santiago Carrillo, El cambio ha empezado ya, Mundo Obrero, 1ª semana de mayo de 1975
339
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Si es cierto que las diferencias entre los programas de los dos organismos
unitarios no diferían gran cosa, sí les separa los medios de para acabar con la dictadura,
y es que, como recoge el Manifiesto-Programa del PCE, la Junta plantea algo que no
recoge la Plataforma:
389
PCE, Manifiesto Programa del Partido Comunista de España, Editions de la Librairie du Globe (Ebro), París, 1975, pág. 41
390
Los signatarios de Coordinación Democrática son: Comisiones Obreras, Grupo Independiente, Movimiento Comunista, Partido
Carlista, Partido Comunista de España, Partido Democrático Popular, Partido Socialista Obrero Español, Partido
Socialista Popular, Partido del Trabajo de España, Unión General de Trabajadores, Unión Social Demócrata Española,
Izquierda Demócrata.
340
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
341
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
EL EUROCOMUNISMO
391
Lilly Marcou, El movimiento comunista internacional desde 1945, op. cit., pág. 145-6
392
Antonio Elorza, Eurocomunismo y tradición comunista, en Vías democráticas al socialismo, op. cit., pág. 69
393
Joaquim Sempere, L’eurocomunisme i l’actual etapa d’acumulació de forces, Nous Horizons, número 45-6, julio-agosto-
septiembre de 1978, pág. 43
342
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“para unos, las diferencias comenzaron a hacerse visibles tras el XX Congreso del
PCUS; se acentuaron bruscamente en el 68, con la invasión de Checoslovaquia. Para otros,
los japoneses por ejemplo, el punto crítico se produjo quizá en el momento que empezaron
a manifestarse las diferencias chino-soviéticas”394.
394
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit., pág. 142
395
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 548
396
En la Declaración conjunta se manifiesta que: “el socialismo puede afirmarse solamente, en nuestros países, a través del
desarrollo y de la plena actividad democrática. Esto tiene como base la afirmación del valor de las libertades personales y
colectivas y de su garantía, la no oficialización de una ideología de Estado, de su articulación democrática, de la
pluralidad de partidos en una dialéctica libre, de la autonomía del sindicato, de las libertades religiosas, de la libertad de
expresión, de la cultura, del arte y de las ciencias. En el terreno económico, una solución socialista está llamada a
asegurar un gran desarrollo productivo, a través de una política de planificación democrática que potencie la coexistencia
de distintas formas de iniciativa y de gestión pública y privada” , Mundo Obrero, 3ª semana de julio de 1975
343
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“en cada momento histórico hay una de dichas posiciones que aparece como
dominante, como hegemónica. Pocas dudas caben respecto a que en los momentos de 1917-
1923 dominaba la posición leninista, avalada no solamente por el argumento de la
revolución triunfante (...) Y no cabe duda de que, en nuestros días, en la Europa Occidental,
es dominante esa posición eurocomunista (...) Como tendencia general ha estado siempre en
el campo socialista; pero su formulación concreta es el resultado de su triunfo sobre la
posición dominante en la fase 1917-1923”397.
“la raíz del eurocomunismo está en el frentepopulismo, que apareció en los años
cuarenta como la forma de estrategia de contención, a la defensiva, frente al imperialismo
(...) Los esfuerzos de Togliatti por sintetizar el partido de cuadros y el partido de masas
acabaron en el partido adecuado para una política frentepopulista de larga duración”398.
397
J.M. Bermudo Avila, Togliatti: entre el eurocomunismo y la dictadura del proletariado, en Monográfico sobre la dictadura del
proletariado, op. cit., pág.101
398
Ibíd, pág. 123
344
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Ramón Cotarelo 401, por su parte, se fija en una de las corrientes marxistas más
fecundas en la vertiente teórica, el austromarxismo, para considerarle en ciertos
aspectos como antecesor del eurocomunismo, aunque no responsable de una herencia
directa. Para este autor dos son los temas que pueden haber tenido una cierta influencia.
El primero de ellos son las elaboraciones del autromarxismo, especialmente de Otto
Bauer, en torno al tema del nacionalismo, que vendrían a entroncar con la defensa del
eurocomunismo de la necesidad de vías diferentes al socialismo según las
características de cada país y su rechazo de un centro único internacional que determine
la política a seguir por cada partido. El otro tema sería la teoría de la democracia social
elaborada por el austromarxismo, especialmente por Max Adler, después de la
revolución rusa y como respuesta al rechazo suscitado hacia la dictadura del
proletariado que los bolcheviques habían establecido en Rusia. La fórmula propuesta
para la sustitución del Estado burgués sería una democracia ampliada, con fuerte peso
de las organizaciones sindicales e instituciones de democracia directa.
Pilar Brabo rechaza el entroncamiento del eurocomunismo con el pensamiento
de Bernstein y Kautsky y lo liga, por el contrario, con la reflexión sobre las
consecuencias de la revolución de octubre en el occidente capitalista. Desde este punto
de vista considera que las dos reflexiones más importantes para el eurocomunismo han
sido las de Rosa Luxemburgo y las de Gramsci.
De la primera cree que hay cuatro grandes aportaciones de su producción
teórica que, "en su conjunto, constituyen el meollo del pensamiento que 50 años
399
Ibíd, pág. 124
400
Proyecto de tesis para el XV Congreso Nacional del PCI, Nuestra Bandera, número 97, 1979, pág. 18
401
Ramón García Cotarelo, El comunismo, contenido en la obra colectiva: La izquierda europea. Análisis de la crisis de las
ideologías de izquierda, Ed. Teide, Barcelona, 1985, págs. 128-9
345
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
402
Pilar Brabo, “Los orígenes del eurocomunismo”, en Sesenta años en la historia del PCE, Ed. Fundación de Investigaciones
Marxistas, Madrid, 1980, pág. 206
403
Ibíd, págs. 208-10
346
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"y los símbolos en que éstas cristalizaban constituían el terreno de una lucha
política a través de la cual los partidos comunistas podían articularlas de manera
permanente a los objetivos socialistas"405.
Pero para hacer efectiva esta última posibilidad se requería una ruptura más
radical que la realizada por Lenin, y dicha ruptura sería llevada a cabo en el terreno
teórico por Gramsci en torno a sus nuevas categorías de hegemonía, bloque histórico y
guerra de posiciones, que encajaban en una nueva concepción del Estado. Esta
concepción antieconomicista de la sociedad y de la transición al socialismo se
expresaría políticamente a través de la estrategia con que Togliatti dota al PCI a partir
de la resistencia.
Por tanto, para estos autores, es falsa la creencia de que los partidos
eurocomunistas:
404
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, La estrategia socialista: ¿Hacia dónde ahora?, Zona Abierta, número 28, abril-junio de
1983, pág. 56
405
Ibíd, pág. 57
347
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"han efectuado en los años sesenta, una ruptura común con la única línea política
hasta entonces imperante (...) esta visión oculta la profunda continuidad existente en la
línea del PCI, desde Togliatti hasta el presente"406.
406
Ibíd, pág.61
407
Ernest Mandel, Critique de l’eurocommunisme, Ed. Francois Maspero, París, 1978, págs. 18-32
348
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
408
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit., págs. 5-70
349
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
una acción importante del PCUS, aunque seguirán sin cuestionar el carácter socialista
de la Unión Soviética y las democracias populares.
Después de una disputa de varios años, se consigue reunir la Tercera
Conferencia mundial de PPCC en 1969. Los soviéticos buscan una ofensiva contra los
chinos, el respaldo a su acción en Checoslovaquia y la aprobación de la doctrina de la
soberanía limitada. Sin embargo, los principales partidos de Europa occidental y otros
mantienen sus posiciones críticas, y la conferencia se convierte en un reflejo de la crisis
existente en el movimiento comunista y de la voluntad soviética de mantener el control.
Los tres partidos eurocomunistas se oponen a una nueva conferencia mundial y
en 1974 celebran una reunión de los partidos comunistas de la Europa capitalista. A
pesar de sus contradicciones esta actitud profundiza el divorcio con la Unión Soviética.
En julio y noviembre de 1976 las declaraciones del PCI/PCE y PCI/PCF llevan a un
aumento del enfrentamiento con Moscú. Se abandona el término de “dictadura del
proletariado” y se cuestiona el de “internacionalismo proletario”. El XXV Congreso del
PCUS contraataca acusándoles de revisionismo. Carrillo, por su parte, acusa a la URSS
de socialismo en estado primitivo.
A pesar de todo, en junio de 1976, se reúne la conferencia paneuropea de
partidos comunistas (Berlín). Los soviéticos se ven obligados a hacer concesiones a la
independencia de los partidos comunistas y a su autonomía para elegir la vía más
adecuada al socialismo. Carrillo rechaza cualquier centro dirigente. Berlinguer detalla
la consubstancialidad de socialismo y democracia. Marchais rechaza identificar status
quo y coexistencia pacífica. Es la confirmación de la existencia del eurocomunismo. La
Conferencia de Berlín se convirtió en la primera confrontación pública ente éste y el
bloque soviético.
A partir de ese momento, el enfrentamiento se agrava y se polariza en torno a la
represión que se lleva a cabo en los regímenes del socialismo real contra los disidentes,
como es el caso de Carta 77 en Checoslovaquia o el Comité de defensa de los
trabajadores en Polonia, con los cuales los partidos eurocomunistas expresan su
solidaridad, de diferente intensidad según los partidos.
Esta interpretación de Claudín es rechazada, por insuficiente, por Antonio
Elorza409, para quien basar las explicaciones del eurocomunismo, como hacen Claudín
y otros, en la evolución del capitalismo en los países de Europa occidental y en el
409
Antonio Elorza, Eurocomunismo y tradición comunista, Vías democráticas al socialismo, op. cit., págs. 67-74
350
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410
Javier Pérez Royo, La génesis histórica del eurocomunismo, en Vías democráticas al socialismo, op. cit., págs. 1-11
351
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
que la crisis teórica es anterior, situándola en los años 30, o incluso en los 20. Y
concluye que:
“no hay en el eurocomunismo una teoría sólida, firme, que trace los límites del
modelo socialista y, por tanto, los ejes principales de la estrategia; el modelo de socialismo
es ideológico – sin sentido peyorativo -, ideal, deseable, una mezcla de ideal ético y de
empirismo realista; y la estrategia unas veces se legitima desde el modelo y otras justifica el
modelo posible. Pero esta ambigüedad, esta ausencia de rigidez y de dogmatismo, si bien
muestra la debilidad teórica de la reflexión eurocomunista es su principal fuerza
ideológica”412.
Y el propio Carrillo reconoce esta carencia teórica del eurocomunismo del que
reconoce que:
411
Lilly Marcou, op. cit., pág. 149
412
Enrique Castells y José María Bermudo, Temática del marxismo, Tomo III, Ed. Cinc d’ors, Barcelona, 1979, pág. 801
413
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit., págs. 10-11
352
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414
Ramón García Cotarelo, op. cit., págs. 130-1
415
Antonio Elorza, Eurocomunismo y tradición comunista, en Vías democráticas al socialismo, op. cit., pág. 79
416
Jordi Solé Tura, A modo de presentación, Introducción al libro: Gramsci y la vía nacional ala socialismo, op. cit., pág. 6
417
Equipo de colaboradores de El Cárabo, La dictadura del proletariado. Vigencia de la polémica e implicaciones políticas, en
Monográfico sobre la dictadura del proletariado, El Cárabo, número 6, 1977, pág.12
353
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Y no les falta razón, en este último sentido, a estos autores, pues una de las
principales razones por las que se mantiene el concepto de hegemonía como
instrumento teórico es la de:
418
Ibíd, pág. 15
419
Ludolfo Paramio y Jorge M. Reverte, La crisis de hegemonía de la burguesía española, 1969-79, Zona Abierta, número 23,
1980, pág. 9
420
Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci, Cuadernos Políticos Nº 13, Ed. Era, México, Julio-septiembre de 1977
421
El bloque histórico implica una unificación sociopolítica de las fuerzas democráticas y revolucionarias que desintegran un bloque
dominante. Para Fernández Buey, en su artículo citado, hegemonía viene a entenderse en cualquiera de los varios
sentidos que ha adquirido para el moderno movimiento obrero revolucionario como una mezcla de “consenso más
dominación”. Su base es el hecho de que el proletariado se ha convertido en la sociedad capitalista en la clase
mayoritaria, y en que es la más consecuentemente revolucionaria de las clases que se enfrentan a la burguesía. Dentro de
la hegemonía distingue dos papeles del proletariado, el de dirigente sobre las demás clases enfrentadas a la burguesía, y
el de dominante sobre esta última una vez derrotada, ambos papeles implican una dirección ejercida sobre los aliados y
una dominación aplicada sobre la clase burguesa.
354
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355
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356
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422
Lilly Marcou, op. cit., págs. 126 y 146
357
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eurorrenovador, entre los que destacan Pilar Brabo, Manuel Azcárate, Jordi Borja 423
etc. La tercera perspectiva, fuera del partido, sería la de Fernando Claudín, más crítica
y a la vez más profunda en el análisis. A continuación vamos a analizar las
aportaciones realizadas escogiendo las dos principales obras al respecto de Santiago
Carrillo y Fernando Claudín, y de entre los eurorrenovadores un trabajo de Jordi Borja,
pues más adelante se hará mención a aportaciones de otros destacados miembros de
esta corriente.
423
Jordi Borja es junto con Jordi Solé Tura el principales representante de la corriente eurocomunista en el V Congreso del PSUC,
corriente denominada por los leninistas y prosoviéticos como banderas blancas. Ambos procedían de la organización
Bandera Roja que se incorporó al PCE en 1974 y cuyos dirigentes se integraron en los órganos de dirección del PCE y
del PSUC.
424
Santiago Carrillo, Partido Comunista de España, Ed. Avance, Madrid, 1976, pág. 25
425
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit.. Carrillo hace un resumen de la obra en sus Memorias (pág. 661).
426
Ibíd, págs. 662-3
358
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
359
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427
No deja de producirse por parte del PCE una crítica hacía los aspectos más represivos que van siendo noticias en los países del
socialismo real, aunque disminuya el interés del partido por los acontecimientos del movimiento comunista a favor de
una mayor atención por los de la política española. En este sentido uno de los acontecimientos objeto de atención por
parte de los comunistas es la agrupación de los disidentes checoslovacos que toma el nombre del manifiesto con el que
dieron a conocer: “Carta 77”. En su apoyo, y criticando la política represiva de los regímenes del socialismo real, Mundo
Obrero publicó un extracto de dicho documento (9/2/1977) y dos artículos sobre el tema: La “disidencia” en los países
socialistas (19/1/1977) y Antítesis de la democracia socialista (3/2/1977). Uno de los argumentos que más se critican en
dichos artículos es la consideración por parte del gobierno checoslovaco de todos los disidentes como elementos anti-
socialistas cuando en Carta 77 figuran muchos exdirigentes del partido comunista durante el “período Dubceck”.
Posteriormente, en 1979, el PCE va a salir de nuevo en defensa de Carta 77 como recoge el artículo de Mundo Obrero,
Los derechos humanos en el socialismo (24/10/79) en el que se reafirma que “las libertades democráticas que los
comunistas españoles propugnamos, ni siquiera pueden limitarse a quienes no sean hostiles al socialismo. Las libertades
deben de estar garantizadas para todos.”
360
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
puede plantearse como la derrota militar de los EEUU y sus aliados porque una guerra
nuclear sería el fin de la humanidad. En consecuencia por lo que aboga es por la
disolución de los bloques militares y el desarme.
Ahora bien, Carrillo quiere dejar bien claro en la obra tres cosas: que la crítica
del socialismo real no es una actitud antisoviética, que la política que hace el PCE no es
revisionista, y que el eurocomunismo no representa ni un abandono de las ideas
revolucionarias ni un retroceso a la socialdemocracia.
Sus críticas a la situación presente de los países socialistas se mezclan con el
reconocimiento del papel jugado por la revolución rusa, su necesidad histórica y los
métodos empleados. En última instancia, la responsabilidad de que el desarrollo del
Estado soviético tomase el camino conocido fue, en un principio, el acoso imperialista
que le obligó a forzar el ritmo de acumulación e industrialización y, posteriormente, la
carrera armamentística, que acentuó dichos rasgos.
Fernando Claudín428 critica del libro de Carrillo la endeblez teórica y las
contradicciones que mantiene. Para el ex-dirigente del PCE, Carrillo abandona, en esta
obra, la concepción leninista y se aproxima a la socialdemócrata. También abandona la
idea leninista-estaliniana del Estado como simple instrumento de las clases dominantes,
y pasa a considerarlo como una estructura compleja, penetrada por diversos intereses
sociales, tanto de las clases dominantes como los dominadas, con autonomía relativa
respecto a las mismas, y susceptible de transformación desde dentro a través del juego
democrático parlamentario combinado con las luchas sociales. Considera que si sus
críticas al sistema soviético van más lejos que nunca, eso mismo hace que sea más
notable la contradicción típica del eurocomunismo de esa época, al proclamar por un
lado que no puede haber socialismo sin democracia y, por otro, al considerar socialistas
a regímenes carentes de cualquier atributo democrático.
Fernández Buey429 también crítica estas concepciones de Eurocomunismo y
Estado a través del análisis que realiza sobre el proyecto de programa del PSUC para su
IV Congreso. En concreto, rechaza que el cambio en el reclutamiento del personal del
Estado suponga llevar la lucha por la democracia y el socialismo a su seno, pues
predomina la defensa corporativa de sus intereses y la interiorización y defensa de la
lógica capitalista; además se está produciendo un desplazamiento del poder de decisión
428
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un secretario general. op. cit., págs. 256-7
429
Francisco Fernández Buey, Sobre algunos aspectos del proyecto de programa del PSUC, Materiales, Enero-febrero 1978, N º7,
págs. 32-4
361
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
sobre cuestiones centrales del Estado a organismos cada vez más desvinculados de las
instituciones representativas; por último, se estarían produciendo transformaciones
antidemocráticas en la organización militar y fuerzas de la policía.
Si en 1973 fue el Informe de Manuel Azcárate al Comité Central el que sirvió
de excusa para lanzar una ofensiva contra las posturas independentistas de los partidos
comunistas occidentales; ahora será el libro de Carrillo el motivo escogido por los
soviéticos para lanzar la excomunión contra el eurocomunismo. El ataque se producía
unos meses después de la cumbre eurocomunista de Madrid.
No obstante, el secretario general fue apoyado, frente a este ataque, por el
Comité Central que emitió una resolución de apoyo entendiendo que dicho ataque,
aunque personalizado en Santiago Carrillo, iba en realidad dirigido contra el partido. Y
para que tuviera aún más relevancia, de cara a aquella parte de la militancia que pudiera
sentirse inclinada más hacia los soviéticos que hacia el secretario general, la propuesta
de contestación fue presentada por un nutrido grupo de dirigentes, encabezados por
Dolores Ibarruri, con largos años de exiliados en la Unión Soviética430.
Los soviéticos eligen el libro de Carrillo como excusa por las críticas que en él
se formulan al socialismo real y por ser quien tiene una base política más débil de entre
los tres dirigentes comunistas. En este ataque quedan en evidencia las dos cosas que
preocupan a los dirigentes soviéticos. Por una lado, el temor a una Europa unida e
independiente de las dos superpotencias que, dotada de un sistema democrático
socialista, pudiera ejercer una atracción irresistible sobre la Europa oriental,
contribuyendo a disolver los bloques militares. Por otro lado, el PCUS necesita del
reconocimiento del carácter socialista de su régimen como justificación ideológica ante
su propio pueblo, y el eurocomunismo, con sus continuas críticas, estaba contribuyendo
a poner esto mismo en duda431.
430
Resolución del Comité Central del PCE ante el ataque de “Tiempos Nuevos”, Mundo Obrero, Madrid, 29 de junio de 1977
431
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit., págs. 182-93
362
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432
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit. pág. 180
363
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
364
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Eurorrenovadores
Para Jordi Borja 433 la escisión en el seno del movimiento obrero y socialista,
consecuencia de la revolución rusa, se basa en la aparición de tres nuevos modelos
respecto a la conquista del poder, el Estado y el partido. La toma del palacio de
invierno, que es fruto de una situación excepcional, es elevada a categoría de regla a
imitar. El paradigma de Estado organizado como una democracia de base a partir de los
soviets va a fracasar rápidamente, convirtiéndose en un sistema autoritario y
burocrático, pero sin embargo persistirá la crítica y el menosprecio hacia la democracia
formal. El partido, a su vez, es concebido como un destacamento avanzado de la
vanguardia proletaria, generando durante el período stalinista un tipo de partido
“contrasociedad”. Se trata de tres modelos totalmente opuestos a los mantenidos por la
II Internacional hasta ese momento.
No obstante el éxito inicial de este paradigma en el Imperio zarista, en Europa
las revoluciones que siguen a la primera guerra mundial se saldan con un fracaso. A
pesar de ello el modelo “comunista-stalinista” tiene enganche en el movimiento obrero
occidental debido a la eficiencia organizativa de la Internacional Comunista, la
esperanza revolucionaria de las masas, y especialmente a la marginación social y
política que el capitalismo impone al movimiento obrero desde los años 20 hasta finales
de los 60, razón esta última que también es responsable de la acentuación del
reformismo capitalista de la socialdemocracia.
Sin embargo en los años 60 se inicia una etapa nueva, caracterizada por la
coexistencia pacífica y el inicio de la crisis del capitalismo, en el que se origina un
período de ofensiva de las clases populares. Es el momento en que los partidos
comunistas, que han mantenido la autonomía política e ideológica del movimiento
obrero, se presentan como partidos que aspiran a gobernar para llevar a cabo sus
objetivos de transformación social en el marco de las instituciones democráticas. En la
Europa de los años setenta se conjugan tres condiciones que la hacen aparecer madura
para la construcción de un socialismo democrático; la crisis capitalista, la fuerza del
movimiento obrero y las organizaciones de izquierda, y la vitalidad de las instituciones
democráticas.
La vía democrática es definida por cinco aspectos fundamentales: 1) La lucha
por el socialismo debe hacerse desde el interior de las instituciones 2) Junto a la
433
Jordi Borja, Socialistes i comunistes davant la democràcia, Taula de Canvi, Nº 1 y 2
365
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
434
La replica a este optimismo y en general a todo el planteamiento de Jordi Borja está contenida en el artículo de Francisco
Fernández Buey, Los comunistas y las democracias, Materiales, Nº 3
366
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“el poder del Estado es siempre el poder político de una sola clase, que lo detenta
en tanto que clase dominante en la sociedad. Esto es lo que Marx y Lenin expresan ante
todo diciendo que todo poder de estado es una dictadura de clase”.
“la revolución proletaria es imposible sin la destrucción del aparato del Estado
existente, que materializa el poder del estado de la burguesía. Sin esta destrucción la
dictadura del proletariado no puede desarrollarse y cumplir su cometido histórico”.
La tercera tesis establece que “el socialismo no es otra cosa que la dictadura del
proletariado”436.
435
Equipo de colaboradores de El Cárabo, op. cit., pág.9-10
436
Ettienne Balibar, Sobre la dictadura del proletariado, recogido en Temática del marxismo, Tomo III, op. cit., págs. 790-1
367
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"si la lucha de clases del movimiento obrero ha tenido que fijarse como objetivo la
dictadura del proletariado, con todas las dificultades e incluso contradicciones temibles que
conlleva, y no "sencillamente" la felicidad, la libertad, la democracia, etc., ha sido por una
razón material. Porque la explotación capitalista entraña inevitablemente la dictadura de
clase de la burguesía"438.
“señala el papel preponderante del proletariado, que actúa como fuerza dirigente
del Estado en interés de las más amplias capas laboriosas. Esta “dictadura” del proletariado
puede adoptar las formas más diversas, que no necesariamente han de ser siempre
dictatoriales en el sentido de antidemocráticas (...) (porque) la dictadura del proletariado es
437
Sobre este tema se profundizará más en el epígrafe "Eurocomunismo e instituciones: la ausencia de una teoría. El debate con
Bobbio como ejemplo."
438
Etienne Balibar, recogido en Gabriel Albiac, El debate sobre la dictadura del proletariado en el PCF, Ed. De la Torre, Madrid,
1976, pág. 95
368
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Es con el cariz que las cosas tomaron en Rusia durante la revolución cuando:
439
Adam Schaff, El comunismo en la encrucijada, Ed. Crítica, Barcelona, 1983, págs. 136-41
440
Gabriel Albiac, El debate sobre la dictadura del proletariado en el PCF, op. cit., págs. 19-21
369
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
proletariado "en el sentido estricto que el término posee en la teoría marxista". Para
rechazar el carácter de la Unión Soviética actual como un Estado de dictadura del
proletariado, Albiac se basa en que no cumple con el elemento más definitorio en el
plano político de aquélla, "la implantación de una amplia democracia de masas" a partir
de la cual se crearían "las condiciones para la extinción de la autonomía de los aparatos
estatales".
Para los grupos maoístas, la Unión Soviética ha dejado de ser una dictadura del
proletariado convirtiéndose en la dictadura de una nueva burguesía de Estado cuyo
origen se sitúa en los años 30 y que asienta definitivamente su dominio a partir del XX
Congreso del PCUS. Frente a esta desviación oponen como ejemplo de dictadura del
proletariado la experiencia china y, especialmente, la revolución cultural de 1966-9.
El eurocomunismo, sin embargo, lleva la crítica de las experiencias del
socialismo real a un rechazo del propio término de dictadura del proletariado. En las
páginas anteriores ya se ha hecho referencia a algunas de las posiciones que sobre este
tema mantuvo el PCE, ahora de lo que se trata es de darlas un tratamiento más
sistemático.
A la altura de 1956, el PCE se sitúa entre las posturas más ortodoxas dentro del
movimiento comunista, defendiendo, no sólo la dictadura del proletariado, que es
necesaria sea cual sea el paso del capitalismo al socialismo, sino el régimen político
soviético en el que considera que se ha plasmado, por fin, la verdadera democracia441.
En su VI Congreso, el PCE, sin mencionar la dictadura del proletariado, plantea
que, cumplidas una serie de condiciones:
441
Ver el artículo citado de Ramón Mendezona
442
VI Congreso: Programa del PCE, op. cit., pág. 73
370
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
443
Deberes del pueblo español en la presente situación internacional y nacional, op. cit. , pág. 30
444
La situación del movimiento comunista, op. cit.
445
También puede verse la defensa de la misma posición en el artículo de Dolores Ibárruri, Por la democracia y el socialismo,
Nuestra Bandera, número 59, tercer trimestre 1968, pág.38
446
Santiago Carrillo, Libertad y Socialismo, op. cit., págs. 30-2
371
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
El caso más notorio y polémico fue el del PCF que hizo la renuncia expresa a la
dictadura del proletariado en su XXII Congreso celebrado en febrero de 1976. En el
informe presentado al mismo por su secretario general, Georges Marchais, se utilizan
dos argumentos fundamentales para renunciar al término de dictadura del proletariado,
el hecho de que la palabra dictadura evoque los regímenes fascistas, y la realidad de
que el proletariado no represente a la totalidad de la clase obrera. Es evidente que el
argumento fuerte es el primero. En las distintas intervenciones habidas durante el
debate en el periódico del PCF, L'Humanité449, se refieren a la diferente resonancia que
447
Particularidades y contradicciones en el socialismo, Nuestra Bandera, número 70, Primer trimestre 1973
448
Enrique Castells y José Manuel Bermudo, op. cit., págs. 771-3
449
Gabriel Albiac, op. cit.
372
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450
Informe al XXII Congreso del PCF, recogido en Albiac, op. cit., pág. 123
451
Azcárate y Claudín discuten sobre el eurocomunismo, Triunfo, número 701, 3 de julio de 1976, págs. 29-30
373
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374
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“(un) retraso en la elaboración teórica, sino un divorcio entre teoría y práctica. Esa
fue la contradicción que el eurocomunismo trató de superar llevando a los partidos
comunistas a la adopción de la democracia, como criterio sustantivo de su teoría y
práctica”453.
452
Es curioso que Carrillo cite precisamente al secretario de los comunistas franceses en ese período porque precisamente el PCF
representaba en dicha época uno de los partidos más estalinistas dentro del universo comunista, ofreciendo grandes
resistencias al proceso de desestalinización.
453
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 537
454
Francisco Fernández Buey, Sobre algunos problemas del proyecto de programa del PSUC, Materiales, Nº 7, Enero-febrero de
1978
375
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376
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377
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que debemos de tener en cuenta que ambos conceptos son utilizados de manera
intercambiable.
455
V.I. Lenin, Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, recogido en Albiac, op. cit.
378
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“Es verdad, pues, que (Lenin) propugnó la destrucción del Estado burgués por la
fuerza, pero también lo es que no rechazó la idea de un paso pacífico al socialismo. Si
finalmente escogió la insurrección, fue porque no había otro camino”458.
Esta explicación, sostenida por Carrillo en 1975, ya era mantenida, en 1957, por
José Sandoval459 en un artículo en el que sostiene que el paso de la revolución
democrática burguesa a la socialista sólo es posible por la vía revolucionaria, pero que
ésta puede ser pacífica o violenta según las circunstancias históricas. Los bolcheviques,
continúa Sandoval, propugnaron enérgicamente el desarrollo pacífico de la revolución
en tres ocasiones consecutivas, pero la actitud de mencheviques y socialrevolucionarios
hizo imposible esta vía, y el partido bolchevique tuvo que preparar la insurrección
armada.
Y esta opinión es vuelta a sustentar por Carrillo en 1967, alegando, otra vez, que
Lenin defendía la llegada al poder por vía democrática, sin utilización de la violencia,
pero que este curso democrático y pacífico deseado por los comunistas “resultó
imposible por la actitud de las clases dominantes que lo cerraron apelando a la
violencia”460
Pero, en definitiva, y es lo que aquí nos interesa, la vía pacífica o democrática
de transición al socialismo está lejos de ser una característica exclusiva de los partidos
eurocomunistas461. Lo que va a dar un cariz diferente a la vía pacífica, en manos del
eurocomunismo, es su utilización en un discurso diferente, en el que se ha renunciado a
456
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit., págs. 111-2
457
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit., pág. 257
458
Ibíd, pág. 257
459
José Sandoval, El paso de la revolución democrática burguesa a la revolución socialista, Nuestra Bandera, número 19,
diciembre de 1957, págs.36-8
460
Santiago Carrillo, Nuevos enfoques a problemas de hoy, op. cit., pág. 143
461
Ya se ha visto en el epígrafe sobre La democracia en Marx y Engels que en ciertos momentos estos dos autores se mostraron
partidarios de la vía pacífica al socialismo.
380
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381
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Manifiesto programa del PCE462, y con ello lo que se pretende expresar claramente es
la autonomía de cada partido comunista en la elaboración de su línea política, su
independencia de cualquier disciplina internacional, su rechazo a la existencia de
ningún centro dirigente que, como en el pasado, vincule a los distintos partidos
comunistas. Es lo que expresa Gregorio López Raimundo cuando dice que:
“en la lucha contra el fascismo, los comunistas y otras gentes hemos confirmado
que las libertades democráticas, incluso con todas las limitaciones y restricciones aplicadas
en la sociedad burguesa, tienen un valor real que no puede subvalorarse.
Quizás habiendo vivido esa siniestra experiencia hemos comprendido mejor que la
democracia no es una creación histórica de la burguesía, como hemos llegado a pensar en
los momentos en que nuestra obsesión era ante todo desmarcarnos del ‘democratismo
burgués’ y afirmar la posición y la ideología de clase de los trabajadores frente a él”.
462
Manifiesto programa del Partido Comunista de España, Colección Ebro, París, 1975, pág. 98
463
Gregorio López Raimundo y Antonio Gutiérrez Díaz, El PSUC y el eurocomunismo, Ed. Grijalbo, Barcelona, 1981, pág. 105
382
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Después de haber expresado cuáles han sido las razones que les han obligado a
cambiar sus antiguas concepciones, continúa defendiendo el origen no burgués de la
democracia, y refuta las tesis leninistas sobre ella, pues:
“la democracia con unas u otras formas es anterior a la existencia de la burguesía
como tal y sobrevivirá a la sociedad de clases, al Estado, al socialismo (...) Incluso en el
comunismo, la democracia, entendida en el sentido de la participación activa de todos en la
administración de la sociedad, seguirá siendo un valor irrenunciable, o por mejor decir,
adquirirá su más plena y completa realización.
“no han sido una conquista de la burguesía. Fue la plebe, fueron las masas
populares, las que aportaron la conquista de tales libertades. Y bajo ningún concepto y en
ningún régimen social, menos aún en el socialismo, aceptamos la idea de su
desaparición”465.
Por su parte, Fernando Claudín sostiene no sólo que las conquistas democráticas
son una conquista de las luchas populares, sino que existe una contradicción entre
democracia y dominación burguesa, y señala que:
“el hecho de que la burguesía obligada por una determinada relación de fuerzas,
fuera adaptando las formas de su poder a esas conquistas democráticas; que las ‘recuperara’
(...) para asentar sobre nuevas bases su dominación, no significa que la indicada
contradicción desapareciese”466.
“adquirir patente de democratismo (...) Lo que había sido arrancado por la lucha lo
metamorfoseó en producto natural del desarrollo capitalista, en creación suya – de la
464
Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, op. cit., pág. 186
465
Santiago Carrillo, Intervención en la Conferencia de Partidos Comunista y Obreros de Europa, celebrada en Berlín, en junio de
1976, en Escritos sobre Eurocomunismo, op. cit., pág. 110
466
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit., págs. 82-3
383
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467
Ibíd, págs. 115-6
468
Santiago Carrillo, Después de Franco, ¿Qué?, op. cit., pág. 101
469
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit., págs. 119-120
384
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470
Santiago Carrillo, Informe al Pleno del Comité Central del PCE (septiembre de 1973), en Escritos sobre Eurocomunismo, op.
cit., pág. 80
471
Manuel Azcárate, “La viabilidad del socialismo”, contenido en la obra: Las nuevas vías al socialismo, op. cit. págs.231-2
472
Rafael Plá, Comunismo y libertad, Argumentos, Nº 16, Octubre de 1978
385
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“desde el punto de vista formal, los obreros eran propietarios de las empresas, y la
dirigían ( eso también demuestra que en el socialismo puede haber libertades formales, y
que mientras no se acabe con la división entre trabajo intelectual y trabajo manual, muchas
libertades seguirán siendo formales..). Me encontré ante este fenómeno: los obreros
formaban parte de los consejos de autogestión pero, salvo en algunos casos, los que dirigían
verdaderamente eran los que se habían educado para ello; es decir, los cuadros procedentes
de la Universidad”474.
473
Santiago Carrillo, “Informe al Pleno del Comité Central del PCE (septiembre de 1973)”, en Escritos sobre Eurocomunismo, op.
cit., pág. 80
474
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit., págs. 246-7
386
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Esta posición del PCE ha sido precedida con 20 años de antelación por el PCI,
el auténtico abanderado de la vía democrática al socialismo (vía italiana en sus
documentos), cuando ya en 1956, en su VIII Congreso reconoce al Parlamento una
"función activa" tanto en la transformación socialista como en el funcionamiento de la
nueva sociedad:
475
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., pág. 88
476
“Declaración programática del VIII Congreso del PCI”, recogido por Máximo Loizu en ¿Qué es el compromiso histórico? Ed.
Avance, Barcelona, 1976, pág. 32
387
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
del término democracia de base en lugar de democracia directa porque este último es de
claras "resonancias anarcosindicalistas y tiende a considerarse como contrapuesto o
antagónico al de 'democracia representativa' "477
La vía parlamentaria es definitoria del eurocomunismo, pero también caben
ambigüedades sobre su significado exacto, como expresan a veces las declaraciones de
los dirigentes de estos partidos. Ambigüedades que tienen su origen en la contradicción
sobre su posición ante las sociedades del socialismo real.
Carrillo, por ejemplo, responde a una pregunta de Nuestra Bandera, sobre la
consideración del marco parlamentario como el ámbito creado por la burguesía para la
lucha política, subrayando el hecho de que:
“en los países donde se ha destruido la propiedad capitalista han adoptado también
formas parlamentarias, aunque haya diferencias entre esos parlamentos y los parlamentos
de los países capitalistas”.478
Por eso son importantes otras posiciones del eurocomunismo para entender su
cambio de actitud respecto a la democracia. Entre ellas se encuentra la nueva posición
sobre el pluralismo y la alternancia en el poder.
El nuevo discurso del eurocomunismo sobre el reconocimiento de la necesidad
del pluralismo constituye otro de los cambios profundos respecto a las posiciones
mantenidas por el marxismo-leninismo. La nueva posición adoptada por el
eurocomunismo va a producir consecuencias sobre su concepción de las alianzas, sobre
las relaciones con los partidos socialistas o sobre el papel que juega el propio partido
comunista que necesitan ser redefinidas en el nuevo marco conceptual adoptado.
En la tradición marxista-leninista el partido comunista es el partido
revolucionario de la clase obrera ya que la otra expresión histórica de partido obrero, el
socialista, se ha convertido en un partido reformista penetrado por la ideología
burguesa, que con su política de colaboración de clases ha renunciado a ser un
instrumento de la clase obrera para la transformación socialista de la sociedad. En
consecuencia sólo el partido comunista representa los genuinos intereses de la clase
trabajadora.
En la etapa de transición al socialismo, la dictadura del proletariado, son
necesarias alianzas con otras clases o capas sociales, fundamentalmente con el
477
Jordi Borja, “La izquierda en la democracia”, contenido en la obra: Las nuevas vías al socialismo, op. cit., págs. 210
478
“La Moncloa, el Eurocomunismo, el Partido...”, entrevista a Santiago Carrillo, Nuestra Bandera, número 90, pág.36
388
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
campesinado, pero para que esta etapa conduzca al comunismo, el proletariado, y por
tanto su partido, no puede renunciar a su papel hegemónico, dirigente, en dicha alianza.
Esta concepción supone la supresión de cualquier organización política o social no
controlada por el partido comunista o, en caso de aceptarse la existencia de otros
partidos políticos, que éstos estén absolutamente subordinados al comunista.
La transformación de la posición del PCE en este tema ha seguido un camino
paralelo a la evolución respecto a la democracia o las de una libertades, partiendo de
una posición ortodoxa, para llegar a un reconocimiento de la necesidad del pluralismo.
Si ya en su VI Congreso el PCE hablaba de una transición al socialismo donde
coexistiesen una diversidad de organizaciones políticas, sin embargo no puede hablarse
del reconocimiento del pluralismo, tal como es entendido normalmente este término,
sobre todo porque aún subsisten en el discurso comunista una serie de concepciones,
que se irán abandonando, contradictorias con una visión pluralista de la sociedad. Entre
estas concepciones se encuentran: la necesidad de que la diversidad de organizaciones
que subsistan en la transición sean de carácter socialista; el mantenimiento del papel
dirigente del partido comunista; el mantenimiento de la dictadura del proletariado,
aunque con un contenido distinto; o el rechazo de la pluralidad sindical.
Después de ver cómo se produjo el abandono de la dictadura del proletariado,
ahora nos centraremos en los otros tres aspectos.
En las tesis que el PCE aprobó en su X Congreso se hace una declaración
expresa de que tanto el avance hacia el socialismo como el propio contenido de este
tendrán un claro contenido pluralista:
"El avance al socialismo será, por tanto, resultado de la acción de los partidos
políticos y movimientos sociales que vayan asumiendo aquel como su objetivo. El
socialismo tendrá, por tanto, también su carácter pluralista. En lo político, el pluralismo
socialista se expresará en la existencia de distintos partidos políticos de izquierdas, además
de otras formaciones políticas, de todas cuantas existan, respetando la Constitución
democrática"479.
En este sentido el PCE sigue también los pasos del PCI, el cual en su XV
Congreso, celebrado dos años antes, hace una afirmación más expresa que su homólogo
español de su convicción pluralista, al reconocer que, incluso con la eliminación de la
división en clases antagónicas de la sociedad, subsistirán las diferencias de intereses y
479
X Congreso del PCE, op. cit., pág. 18
389
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
480
Proyecto de tesis para el XV Congreso Nacional del PCI, Nuestra Bandera, número 97, 1979, pág. 20
481
Jordi Borja, La izquierda en la democracia, op. cit. pág. 207
390
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"el rechazo del asalto al poder no ha llevado aún a los partidos comunistas de la
Europa del sur a la resolución teórica de la transformación del Estado, y por lo tanto
tampoco a su plasmación en una práctica política definitivamente coherente; quiere esto
decir que el eurocomunismo puede encontrarse en la misma situación que la
socialdemocracia, fundamentalmente caracterizada por su incapacidad histórica para
resolver el problema de la transformación social"483
482
Ibíd, pág. 208
483
Máximo Loizu, “Estudio introductorio”, contenido en la obra: Las nuevas vías al socialismo, op. cit., pág. 21
391
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
universal. Si es preciso, hay que salir del gobierno para volver más tarde, cuando te sientas
fortalecido”484.
“la opción por una vía democrática significa acudir regularmente al sufragio
popular, admitir la existencia de una oposición legal y aceptar la alternancia en el poder si
la mayoría del pueblo retira la confianza a los partidos gobernantes”485.
"(es) preferible definir el eurocomunismo más que en función del pluralismo que
reconoce y práctica, en función de su real soporte: la necesidad de una revolución
protagonizada por amplias mayorías y, por tanto, necesariamente pluralista".486
484
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit., págs. 227-8
485
Manifiesto programa del Partido Comunista de España, Colección Ebro, París, 1975, pág. 27
486
Alberto Infante, Sobre la teoría política del eurocomunismo, Nuestra Bandera, Número 97, 1979, pág. 14
392
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
hegemonía social y política por parte de las fuerzas partidarias del socialismo, se
produzca no sólo un acceso de estas al gobierno, sino una modificación en profundidad
de la Constitución que recogiese los contenidos del nuevo modelo social, para lo cual
suelen ser necesarias unas mayorías más contundentes que para el acceso al gobierno.
Pero contemplada así la cuestión no hace más que desplazar el problema del cambio de
gobierno al cambio de Constitución. Por más difícil que sea realizar este cambio, y para
solucionar este problema se plantea el segundo supuesto; su planteamiento es
hipotético: dado que las fuerzas partidarias del socialismo representan a la gran
mayoría de la sociedad, excluyendo a la minoría monopolista, no tiene sentido que esa
mayoría derroque al gobierno que la representa.
Pero el problema que se les plantea a los comunistas, y que pueden resolverse
con supuestos no verificados en la práctica, también se presenta en las democracias
existentes en los sistemas liberales de Occidente, es decir dentro del modo de
producción capitalista. Y en este caso las respuestas dadas no son hipotéticas sino
verificables en la práctica. Las democracias políticas existentes, las poliarquías de
Dahl, vienen funcionando más o menos decentemente en tanto las opciones políticas
que se alternan en el poder no pretendan introducir transformaciones de gran calado en
el sistema económico vigente, siendo el caso de la socialdemocracia paradigmático,
pero cuando no es éste el caso, queda patente los límites de la democracia. Y nada más
expresivo de este déficit del funcionamiento democrático que el veto comunista
existente de facto en el único país que, por su fuerza, el partido comunista se presentaba
como alternativa de gobierno: Italia.
Este veto era denunciado por el propio PCI como una injerencia extranjera en
los asuntos internos de Italia:
"se debe afirmar el derecho del pueblo italiano a decidir soberanamente, según los
principios y las reglas de la Constitución republicana, las directrices políticas de su vida
interna, las mayorías parlamentarias y los gobiernos llamados a guiar el país (...) No
solamente no se han sabido rechazar firmemente las presiones y poderosas intervenciones
extranjeras en los asuntos internos de Italia sino, por parte de algunos, se ha llegado a
utilizarlas para una política de conservación y de discriminación"487.
487
Enrico Berlinguer, Informe al CC y a la CCC del PCI en la preparación del XIV Congreso, 10 de diciembre de 1974, recogido en
La "cuestión comunista", op. cit., pág. 245
393
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"no sólo a través de las posiciones que ocupase en el Estado, sino sobre todo por
su mayor capacidad, apoyándose en el marxismo-leninismo, para orientar esa coalición"489.
"no significa que renunciamos al papel dirigente del partido marxista-leninista del
proletariado, sino que el ejercicio de ese papel debe acondicionarse a las formas que la
transición al socialismo adopte en nuestro país (...) En un sistema pluripartidista, el papel
dirigente del Partido no consiste en elaborar el mismo, finalmente, la síntesis (...) En estas
condiciones, el Partido sigue ejerciendo su papel dirigente, pero no un papel dominante"490.
488
Peter Calvocoressi, Historia política del mundo contemporáneo. De 1945 a nuestros días, Ed. Akal, Madrid, 1987, pág. 226
489
Santiago Carrillo, La situación en el movimiento comunista, op. cit., pág. 33
490
Santiago Carrillo, Nuevos enfoques a problemas de hoy, op. cit., págs. 179-80
394
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Que en ese momento aún se mantiene el PCE en una posición ortodoxa, a pesar
de su discurso pluripartidista, lo demuestra las razones que se alegan para justificar la
posición dirigente del PCE:
"El Partido ejerce su papel dirigente en la medida en que agrupa en sus filas a los
elementos de vanguardia del proletariado (...) en que es capaz de aplicar el método
marxista-leninista (...) en que posee el conocimiento preciso de la realidad (...) en que es un
conjunto activo, homogéneo y disciplinado (...) en que sus miembros son un ejemplo de
capacidad, honestidad, abnegación y espíritu de servicio al interés del pueblo (...)"491.
"el papel de guía, de dirigente, del Partido debe manifestarse más en el terreno
teórico, político, social y cultural que en el administrativo. La administración debe estar en
todo momento en manos de los representantes elegidos por el pueblo"492.
Sin una renuncia explícita, sin embargo, la reivindicación del papel dirigente ya
no aparecerá ni en el IX ni en el X Congreso del PCE, marcando este dato una clara
diferencia con una declaración tan claramente ortodoxa como la recogida en el VI
Congreso:
491
Ibíd, pág. 180
492
Santiago Carrillo, Partido Comunista de España, op. cit., pág. 47
493
VI Congreso del PCE (Programa), op. cit., pág. 73
395
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
494
Sergio Vuskovik Rojo, Pluralismo ideológico, Realidad, Nº 22, Enero de 1972, artículo recogido de "Principios", revista teórica
y política del Comité Central del P.C. de Chile
396
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
397
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"los partidos comunistas que se forjan en los países del capitalismo desarrollado no
son instrumentos adecuados para tomar y ejercer el poder por vía minoritaria y dictatorial.
Son partidos de nuevo tipo, partidos de masas. Y no es posible crear un gran partido
comunista de masas en torno a un programa de socialismo en la democracia, con todo lo
que esto comporta en el plano organizativo y en el de la educación de los propios
militantes, y convertirlo de golpe en algo opuesto por la simple voluntad de un equipo
dirigente (...) Por eso la mejor garantía de que los partidos comunistas aceptarán sin
reservas el juego democrático de la alternancia en el poder es la propia formación de estos
partidos como partidos de masas, con los programas y los objetivos que hoy proponen. No
es, pues, una cuestión de oportunismo o de mera credibilidad formal. Es que los partidos se
forjan de una manera y para unos propósitos o de otra manera y para otros propósitos"496.
495
Norberto Bobbio, “Cuestión socialista, cuestión comunista”, contenido en la obra: Las nuevas vías al socialismo, op. cit., págs.
186-87
496
Jordi Solé Tura, “La cuestión comunista como cuestión política general”, prologo a la obra: La "cuestión comunista", op. cit.,
págs. 16-8
398
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Es la misma idea que expresada con otras palabras sostiene Neil McInnes498,
para quien a pesar de las dudas existentes lo importante es la práctica que informa a los
partidos comunistas occidentales, práctica “electoral, parlamentaria y revisionista”.
Para este autor es un fenómeno político muy diferente un partido que trabaja para la
revolución que uno que emplea los procedimientos propios del reformismo
parlamentario, aunque siga manteniendo en su discurso la revolución. Una vez
implicado en la dinámica parlamentaria y gestora de las instituciones sociales y
políticas difícilmente se optará por una alteración en profundidad de la sociedad.
497
Jordi Borja, La izquierda en la democracia, op. cit., págs. 205
498
Neil, McInnes, Los partidos comunistas de la Europa occidental, op. cit., pág. 317
399
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
comunismo español ha sido siempre muy bajo, y la tentativa de Carrillo se quedó muy
alejada de alcanzar ese objetivo, tentativa que tampoco tuvo continuación por parte de
nadie más en España.
La profundización en este aspecto vital para una propuesta transformadora que
no se conforme con la fórmula simplista, pero irrealizable hasta el momento en
Occidente, de tomar violentamente el Estado burgués y destruirlo para sustituirle por
uno de carácter proletario, se produjo en el país pionero y adelantado del
eurocomunismo, Italia. Por esta razón, y con el objetivo de poner en evidencia algunas
de las debilidades y limitaciones del eurocomunismo, que pueden ayudar a comprender
su rápido declive, es por lo que se hace necesario aludir, aunque no sea de manera
sistemática, a la discusión que en torno a esta problemática se ha mantenido en el
ámbito italiano.
En este sentido nada mejor que hacer referencia a la polémica desatada entre
Norberto Bobbio y diversos marxistas italianos en la prensa socialista y comunista de
aquel país y que fue, posteriormente, recogida en una obra cuyo título es ya expresivo
del contenido del debate, ¿Existe una teoría marxista del Estado?. 499
La discusión es suscitada por Bobbio al constatar la inexistencia de una teoría
marxista del Estado y al preguntar, posteriormente, sobre cuál es la alternativa del
marxismo a la democracia representativa. Para Bobbio las razones de esta deficiencia
radican en el interés preponderante de los teóricos marxistas por el problema de la
conquista del poder, y en la convicción de que, conquistado el poder, el Estado tendería
a extinguirse con el paso del socialismo al comunismo. Bobbio crítica al marxismo que,
habiendo concebido al Estado como una dictadura, hubiera considerado como el punto
fundamental el cambio del sujeto histórico, para pasar de un Estado burgués a uno
proletario, con independencia de las formas (jurídicas) de organizarse. Además, el
único ejemplo en que Marx se apoyó para definir su modelo de Estado fueron las
efímeras instituciones de la Comuna. De este enfoque se deriva una consecuencia de
gran importancia, la de que el marxismo no se plantea los dos principales problemas a
los que se enfrenta toda teoría política: el problema de quién gobierna y de cómo se
gobierna. Efectivamente, como la extinción del Estado significa la supresión de toda
forma de gobierno, entonces, lo importante para el marxismo es el problema de los
sujetos y del partido para alcanzar el poder y no el de las instituciones.
499
VV.AA., ¿Existe una teoría marxista del Estado?, Ed. Universidad Autónoma de Puebla, México, 1978
400
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401
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402
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necesaria una teoría del Estado de transición como democracia socialista que resuelva
el paso de la propiedad privada a la propiedad social, rechazando, de paso, que pueda
ser la democracia directa la forma de esa transición por la contradicción que mantiene
con la necesidad de la sociedad socialista de su regulación en el plano económico. Por
el contrario, insiste en que es la combinación de democracia representativa y de
democracia directa la que puede garantizar la socialización de la economía y de la
política. Por último, no considera necesario para la articulación de una teoría del Estado
de transición renunciar a la hipótesis de la extinción del Estado propugnada por el
marxismo, pues no se trata de una decisión política, sino de una extinción que se
producirá si se crean las condiciones que hagan posible el fin de la división entre
gobernantes y gobernados.
Al final del debate, Bobbio llama la atención sobre un punto importante en la
concepción de todos los que abogan por la vía democrática al socialismo, la relación
entre democracia y socialismo se configura como una relación entre medio y fin, es
decir, el único medio lícito y posible para alcanzar el socialismo es la democracia. Y
desde este punto de vista, precisamente, adquiere toda su importancia los aspectos
formales del método democrático. Y se termina preguntando si el cambio de opinión
sobre el medio, que supone pasar de denostar la democracia a considerarla la única vía
posible, no significa también un cambio en el juicio sobre el fin. Si ambas visiones no
se están refiriendo a socialismos diferentes.
La vía democrática al socialismo emprendida por los partidos eurocomunistas
puso de manifiesto una carencia de pensamiento institucional en el marxismo clásico, y
este vacío fue ocupado, como apunta Anderson, por residuos de la tradición del
socialismo utópico que excluían la necesidad de diseñar ordenamientos políticos
complejos para la sociedad postcapitalista. La obra de Lenin, El Estado y la revolución,
es el exponente más claro en este sentido del convencimiento en la simplificación de
las tareas políticas, económicas y administrativas que se produciría después de la
revolución. Para este autor, la tradición postclásica del marxismo occidental siguió
eludiendo la investigación del terreno institucional al centrarse en uno más filosófico y
especulativo. Sin embargo, advierte:
403
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“sin una exploración y una demarcación serias del mismo todo avance político más
allá del capitalismo parlamentario seguirá bloqueado”500
Por otro lado, defiende su postura como la única que puede evitar la
marginación de los comunistas del proceso político en marcha; éste es el sentido de su
intervención cuando afirma:
500
Perry Anderson, Tras las huellas del materialismo histórico, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1986, pág. 123
501
Santiago Carrillo, “Intervención en el encuentro entre el PCI y el PCE (Livorno, julio de 1975)”, en Escritos sobre
Eurocomunismo, op. cit., pág. 97
404
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
la oposición se evadirían hacia los limbos ideales del futuro, y la política la haría hoy sólo
la derecha”502
502
Santiago Carrillo, De la clandestinidad a la legalidad, Informe presentado al pleno del Comité central del PCE, celebrado en
Roma en julio de 1976, pág. 18
503
Luciano Gruppi, “Togliatti e la vía italiana al socialismo”, recogido en Máximo Loizu, ¿Qué es el compromiso histórico?, op.
cit., pág. 42
405
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Carrillo había contestado a estas mismas objeciones, planteadas por Max Gallo
y Regis Debray, de manera mucho más confiada y optimista, como pudimos ver más
arriba
Confianza, quizás propagandística, en unos casos; actitud reservada y
consciente de los peligros en otros, sin embargo siempre una postura de clara
diferenciación de la experiencia socialdemócrata, a la que denostan y consideran
fracasada. Tal como recoge el Manifiesto-Programa del PCE, la vía pacífica es posible
hoy gracias a las anteriores revoluciones socialistas habidas en el mundo, gracias a la
violencia revolucionaria que el reformismo socialdemócrata negó siempre; y continúa
afirmando:
504
Joaquim Sempere, Eurocomunismo, guerra de posiciones y alternativa de sociedad, Nuestra Bandera, Nº 97, 1979
406
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“el tipo de reformas estructurales que la necesidad histórica impone hoy para
resolver las contradicciones que se acumulan en la sociedad capitalista – no para mejorar
ésta, sino para transformarla – no tiene nada en común con el viejo reformismo
socialdemócrata (...)Sus reformas no afectaban a las estructuras económicas, sino sólo a
ciertos aspectos del nivel de vida de las masas, que en último término facilitaban también el
desarrollo capitalista”505
“sólo en la medida en que el aparato del Estado cuyo contenido de clase se intenta
cambiar no se derrumbe, será concebible que las instituciones armadas profesionales o
irregulares no abran fuego para imponer la hegemonía de una clase sobre otra”506.
505
Manifiesto-Programa del PCE, op. cit., pág. 21
506
Joan E. Garcés, Allende y la experiencia chilena, op. cit., pág. 137
407
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409
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estructura compleja, atravesada por los diversos intereses sociales en juego, con
autonomía relativa respecto a las clases sociales, y susceptible de ser transformado
desde dentro a través del juego democrático parlamentario combinado con las luchas
sociales.
Como la socialdemocracia anterior a la primera guerra mundial, los
eurocomunistas son partidos revolucionarios que no hacen la revolución. La similitud
general que se desprende de ambas corrientes es mucho más intensa que las diferencias
coyunturales que las separan. Una de las más importantes, pero que no deja de ser
retórica, es la actitud respecto a la revolución de octubre, pues si la socialdemocracia
clásica y actual condenó dicha revolución como contraria a los principios del
socialismo, el eurocomunismo sigue reconociéndola como el lugar de su origen, el
punto de ruptura con el capitalismo, cuyo desarrollo posterior ha hecho posible en estos
momentos la vía democrática al socialismo.
Aunque no se quiera admitir esta similitud de estrategias, el eurocomunismo
tampoco ha hecho una reflexión profunda sobre las graves quiebras de la vía
democrática recorrida por la socialdemocracia, empezando por la más espectacular, la
que llevó al hundimiento de la II Internacional con el comienzo de la guerra, en 1914.
Espectacular y especialmente representativa por cuanto el movimiento socialista había
alcanzado una gran influencia, había levantado enormes expectativas, e incluso contaba
con acuerdos para hacer frente a la crisis bélica que se preveía con antelación. Tampoco
hay una reflexión en profundidad sobre los siguientes fracasos producidos en las
experiencias de vía democrática cuando la socialdemocracia alemana y austriaca se
hunden a principios de los años 30 frente al fascismo después de una política de
concesiones507. Por último, el caso chileno, mucho más próximo en el tiempo, es solo
reflexionado con cierta profundidad por el Partido Comunista Italiano, y la conclusión,
precisamente, apunta en el sentido de recorrer el mismo camino seguido por la
socialdemocracia.
507
Es precisamente el resultado de la experiencia de la socialdemocracia austriaca el que también lleva a Francisco Fernández Buey
a negar que el austromarxismo pueda ser retomado como una línea de pensamiento para avanzar en los problemas
actuales de la transición al socialismo. Ver Los comunistas y las democracias, Materiales, Nº 3
410
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Distintas de las críticas, que como las de Claudín, se hacen desde posiciones
cercanas al eurocomunismo, son las que hacen los detractores del eurocomunismo,
situados en diversas posiciones dentro del marxismo, desde los ortodoxos comunistas
del PCUS hasta los trotskistas.
Los argumento soviéticos contra el eurocomunismo se pueden encontrar en el
artículo de la revista Tiempos Nuevos508 con el que se atacó el libro Eurocomunismo y
Estado. Después de intentar meter una cuña entre los partidos que se reclaman de esta
tendencia, lanza un anatema contra el eurocomunismo acusándole de intentar enfrentar
a los partidos comunistas de los países capitalistas con los de los países socialistas, de
denigrar al socialismo real, y de trabajar por mantener la división de Europa en bloques
militares y reforzar la OTAN. En consecuencia son acusados de escisionistas burgueses
a los que hay que dar la batalla. En esta misma línea crítica vuelven a insistir los
soviéticos en 1979 en un informe que Boris Ponomariov lee ante el Comité Central del
PCUS, crítica que es acompañada de una velada amenaza de intervención por su parte
para “superar el desviacionismo en relación con el marxismo-leninismo y el
internacionalismo proletario”509. Las reacciones de protestas que provoca este informe
en los partidos eurocomunistas obligará a los soviéticos a difundir un texto retocado
respecto al original donde se mantiene, más discretamente, tanto la crítica al
eurocomunismo como la amenaza de intervención.
Las organizaciones comunistas situadas a la izquierda del PCE, trotskistas y
marxistas-leninistas (maoístas), vienen a coincidir en general en la crítica que realizan
al eurocomunismo. Le consideran el fruto de un largo trayecto de renuncias cuyo
origen sitúan, en el caso de trotskistas, en el VII Congreso de la Internacional
Comunista, celebrado en 1935, en el que se produce un cambio de alianzas pasándose
del "frente único" al "frente popular". Se trata, en definitiva, de un proceso de
socialdemocratización en el que los eurocomunistas adoptan las viejas posiciones del
revisionismo de la II Internacional. Ernest Mandel establece un paralelismo entre el
proceso seguido por la socialdemocracia y los partidos eurocomunistas. No es que éste
tienda a confundirse con la socialdemocracia actual, su parecido, como ya se ha
apuntado, es más bien con las características que ésta tuvo en el periodo anterior a
508
Fernando Claudín, Eurocomunismo y socialismo, op. cit., págs.187-94.
411
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
509
El informe Ponomariov. Versión inicial de TASS. Jaime Ballesteros, Ante la conferencia de Ponomariov, Mundo Obrero, 25 de
octubre de 1979
510
Ernest Mandel, op. cit., pág. 106
412
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511
Contestación de la Organización Comunista de España al cuestionario sobre la dictadura del proletariado planteado por el equipo
de redacción de Ediciones de la Torre y contenido en la obra El debate sobre la dictadura del proletariado en el PCF,
op. cit., págs. 187-94
512
Equipo de colaboradores de El Cárabo, op. cit., pág.10-11
413
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
513
Enrique Castells y José María Bermudo, op. cit., págs. 690, 775-7, 805
514
Manuel Sacristán, A propósito del “eurocomunismo”, Materiales, Nº 6, Noviembre-diciembre de 1977
414
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515
Ramón García Cotarelo, Del marxismo al eurocomunismo, Argumentos, Nº 26, Madrid, Septiembre de 1979
415
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
burguesía, no haría más que reconocer que la función de la izquierda habría sido la de
acelerar el propio proceso político burgués, pero no superarle. En definitiva, se
defiende el autor, no se trata de hacer una crítica desde posiciones ortodoxas o
dogmáticas a las que se contestaría alegando el realismo que sustenta a la política
eurocomunista, sino de constatar que el tipo de análisis y política que propone el
eurocomunismo no caen dentro del campo marxista.
También desde el campo del socialismo democrático se hacen críticas del
eurocomunismo que a veces tienen un sentido opuesto a las anteriores y, a veces, de
manera demagógica, van en el mismo sentido de criticar el reformismo de esta
corriente. A este último tipo de críticas corresponde la realizada por Alfonso Guerra
cuando afirma que el eurocomunismo:
"no es otra cosa que la experiencia socialdemócrata de hace treinta años, con la
diferencia de que hoy la democracia está en el camino de vuelta de este viaje, mientras que
el eurocomunismo está en viaje de ida (...) (siendo) la expresión más clara, del acuerdo
entre las clases dominantes y un sector del proletariado dirigido por un partido dispuesto a
contratar la tranquilidad a cambio del acceso a aquellos sectores de poder desde los que
pueda dominar la infraestructura política e institucional (...) el comunismo en España (...)
no tiene ninguna credibilidad entre la población. Esta falta de credibilidad lleva a los
comunistas españoles a caminar hacia el eurocomunismo con mayor decisión que en
Italia"516.
El órgano teórico del PCE, Nuestra Bandera517, recoge y contesta otra serie de
críticas hechas al eurocomunismo como son: la sobreestimación, por éste, de las
llamadas “libertades formales”, el no tener en cuenta el fracaso de la experiencia
chilena, el papel de gendarme del imperialismo americano, el poder de las
multinacionales, o el peso de la OTAN, todo lo cual volvería ilusorio cualquier
planteamiento de avance al socialismo mediante la vía democrática en los países
desarrollados europeos. La defensa frente a todas estas críticas es la exigencia, a los
516
Alfonso Guerra, Socialismo y eurocomunismo (Debate Norberto Bobbio - Alfonso Guerra), Sistema número 22, enero de 1978,
pág.99
517
“El marco de una polémica”, Nuestra Bandera, número 92, 1978, págs.50-2
416
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
417
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
418
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
518
Rafael del Águila, “La dinámica de la legitimidad en el discurso político de la transición”, en R. Cotarelo, comp. Transición
política y consolidación democrática. España 1975-1986. Madrid, CIS, 1992
419
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
420
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
izquierda, por su parte, terminó por aceptar una monarquía parlamentaria con poderes
limitados y el principio de la economía de mercado matizado por el derecho a la
planificación estatal. Otros temas conflictivos destacados fueron los ligados a la
estructura territorial del Estado o la enseñanza.
La mecánica del consenso, que tan beneficiosos resultados produjo en la
elaboración de la Constitución, fue aceptada por los principales partidos políticos. Si en
el inicio de los debates constitucionales los votos de la UCD y AP aparecieron unidos y
en oposición a los demás partidos políticos, pronto apareció el nuevo estilo en la toma
de decisiones, que se inauguró en mayo de 1978 con relación al conflictivo tema de la
educación. A partir de ese momento todas las discrepancias se abordaron con arreglo a
unas reglas de juego cuasi consocionales entre socialistas, comunistas, centristas,
catalanes y a veces vascos (quedó fuera de esta política AP). La política del consenso
se basó en unos sencillos procedimientos para la regulación del conflicto: la necesidad
de participación en las negociaciones de los partidos interesados, de manera que se
comprometiesen a aceptar los resultados y se reforzase la legitimidad del método; así
como el reducido tamaño de las unidades negociadoras y el carácter reservado de las
negociaciones para facilitar los compromisos.
Álvaro Soto considera al proceso constituyente español como atípico por dos
motivos: ni se contaba con un gobierno provisional, ni tampoco se partía de una
asamblea constituyente unicameral para la redacción del texto constitucional. Además,
continúa, en este proceso constituyente existían dos condicionantes, el contenido de la
Ley para la Reforma Política y el hecho de que la monarquía precediese a la
Constitución y se insertase en ella:
421
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
519
Álvaro Soto, La transición a la democracia. España 1975-82, Alianza Editorial, Madrid, 1988, pág. 65
422
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
520
VIII Congreso PCE, Ed. Empresa Poligráfica, S.A., Bucarest, pág. 328
521
“Solo por la ruptura democrática habrá democracia en España”, Editorial de Nuestra Bandera, número 83, enero-febrero de
1976, pág. 6
522
Ibíd, pág. 10
523
Santiago Carrillo, Mañana España, op. cit. pág. 9
524
En la resolución política aprobada por el XIII Congreso del PSOE celebrado en Suressnes en octubre de 1974 se emplea el
mismo concepto de ruptura democrática como forma de acabar con el franquismo.
423
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
No obstante, también hay que tener en cuenta que la fusión de los dos
organismos unitarios ya suponía una cierta renuncia a la política de ruptura
democrática. La primera ocasión en que se hace notorio el cambio de posición del
partido es en el comunicado del Comité Ejecutivo de enero de 1976528 en el que
desaparece cualquier ataque a Juan Carlos, pero en el que, sin embargo, aún se emplea
el término de ruptura democrática. Por ello, será el documento del PCE aprobado en la
reunión del Comité Ejecutivo de 20 de marzo de 1976, titulado Cuatro proposiciones
del PCE para resolver el problema político529, el que consagre definitivamente esta
nueva estrategia. El contenido de estas cuatro proposiciones es el siguiente: a)
Establecimiento de un acto de unidad de acción entre la Junta, la Plataforma, los
órganos unitarios existentes en nacionalidades y regiones y los grupos democráticos
que aún se hallan al margen de toda combinación. b) Concitar en torno a este acto la
adhesión de los más amplios sectores sociales y de personalidades representativas. c)
A partir de ese pacto proponer públicamente la apertura de una negociación a los
elementos que se declaran reformistas y a representantes de las FAS y de la Iglesia para
llegar a un acuerdo sobre la posible composición, programa y forma de instalar en el
525
Gregorio Morán, op. cit., págs. 513-4
526
Santiago Carrillo, El año de la peluca, Ediciones B, Barcelona, 1987 pág. 37
527
“Discurso de Santiago Carrillo en una reunión de militantes”, Nuestra Bandera, número 79-80, Marzo-Junio de 1975, pág. 10
528
Comité Ejecutivo del PCE, Declaración Política. Anulación de las instituciones y leyes que impiden el ejercicio de los derechos
ciudadanos, Mundo Obrero, enero de 1976
529
Comité Ejecutivo del PCE, Cuatro proposiciones del Partido Comunista para resolver el problema político, Documento,
Madrid, 20 de marzo de 1976
424
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
530
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit. Pág. 622
531
Santiago Carrillo, “De la clandestinidad a la legalidad”, Informe presentado al pleno del C.C. celebrado en Roma en Julio de
1976. Pág. 9
425
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“la primera subraya la ausencia de continuidad política entre dos tipos de régimen
y los principios de legitimación en los que se apoyan, mientras que la segunda enfatiza que
el proceso formal se inicia derivando de la legitimidad anterior. En cualquier caso, ambas
fórmulas coinciden en subrayar la importancia del acuerdo, el consenso o el
compromiso”532.
532
José María Maravall y Julián Santamaría, “ Transición política y consolidación de la democracia en España”, en La transición
426
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
427
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
que venía haciendo gala durante la transición (el comportamiento durante los asesinatos
de los abogados laboralistas en enero o la renuncia de Santiago Carrillo a formar parte
de la subcomisión que debía examinar con el gobierno la cuestión de las nacionalidades
y regiones) y el hecho de que partidos homólogos a él eran reconocidos legalmente en
toda Europa. Sin embargo, después de alcanzada su legalización, otros partidos de la
izquierda como el PTE, ORT, MCE y LCR, que en algunos casos formaban parte de los
organismos unitarios de la oposición, no fueron legalizados hasta después de celebradas
las primeras elecciones; no obstante, a pesar de esta situación el PCE no sólo no volvió
a poner en duda la legitimidad de dichas elecciones, sino que como apunta Sánchez
Montero su celebración se considerará como:
534
Simón Sánchez Montero, Campaña electoral y situación política, Mundo Obrero, Madrid, 1 de junio de 1977
535
Mundo Obrero recoge las palabras que, con una gran carga de dramatismo emocional, Santiago Carrillo dirigió al Pleno del
Comité Central. “ Nos encontramos en la reunión más difícil que hayamos tenido hasta hoy desde la guerra (...) en estas
428
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"Reducido a sus términos más escuetos, el pacto entre Suárez y Carrillo consistía
en comprar la legalidad del PCE a cambio de que éste, abandonando convicciones muy
arraigadas, aceptase la monarquía con su bandera y toda su historia a cuestas. No era un
trato equitativo. La legalidad del PCE quizá hubieran podido retrasarla los elementos más
reaccionarios, pero era imposible negarla sin un retorno a los métodos del franquismo"536
horas, puede decidirse si se va hacia la democracia o si se entra en una involución gravísima”. Mundo Obrero, Madrid,
20 de abril de 1977
536
Manuel Azcárate, Luchas y transiciones, op. cit., pág. 147
429
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Las justificaciones de Carrillo ante este nuevo viraje en las posiciones del PCE
son de un alto contenido pragmático:
“La posición que se defendió entonces significaba una modificación de la que
habíamos mantenido anteriormente, es decir, de la consulta popular en torno a si monarquía
o república. Una campaña electoral sobre la cuestión hubiera roto profundamente la unidad
de las fuerzas acordes en realizar un cambio democrático y hubiera dado a los militares
"ultras" la posibilidad de un golpe de estado, con el pretexto de defender la monarquía.
Pero la nueva posición debía de ser refrendada por el conjunto del partido, y
para ello debía de ser integrada en un discurso que la presentase como un nuevo acierto
político del PCE, como una prueba de su sentido de la responsabilidad, a la vez que
como una concesión táctica dentro de una estrategia justamente establecida. Esta fue la
tarea que cumplió el IX Congreso, celebrado en abril de 1978. En su resolución sobre la
Política de Reconciliación Nacional afirma que:
“la voluntad del Partido Comunista de España de desterrar de nuestro país el clima
de intolerancia y fanatismo que tan frecuentemente ha conducido nuestra historia por los
derroteros de la guerra civil, se ha expresado en una nueva posición de los comunistas sobre
temas tan manipulados desde el punto de vista ideológico como la Monarquía, la bandera,
el Ejército, las relaciones con la Iglesia o con la derecha, etc. (...)
537
Santiago Carrillo, “Memorias”, op. cit., pág. 676
430
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
que por lo demás ha sido adoptada por la inmensa mayoría de las fuerzas políticas (...)
Probablemente sin esa decisión, tan criticada en su momento, hoy el tema se habría tornado
inextricable y habría dado origen a no pocas contradicciones estériles y peligrosas para la
democracia”538.
Al PCE le llovieron todo tipo de críticas sobre su actitud, sobre todo desde su
izquierda, pero de lo que nadie le acusó fue de mantener una actitud ambigua o desleal
con la democracia. Muy al contrario, al PCE se le reconoció, y se le reconoce, el
sacrificio que hizo en pro de conseguir llevar a buen puerto el proceso democrático,
sacrificio que según la óptica puede ser contemplado, bien de una gran generosidad,
sentido de la realidad y de la responsabilidad, bien como una autoinmolación que dejó
sin perspectivas, ni proyectos a la clase trabajadora, y que contribuyó en gran parte al
fenómeno que en esos momentos se iba a conocer como “desencanto”.
Sin embargo, ni la imagen de principal partido de la oposición durante el
franquismo, ni la actitud responsable mantenida durante la transición le sirvieron al
PCE a la hora de las elecciones. Es posible que la frustración producida por la falta de
relación entre sacrificios y expectativas, por un lado, y los resultados electorales por el
otro, contribuyera en gran medida al descarrilamiento del eurocomunismo.
“el ejemplo del Partido Comunista Italiano nos muestra cómo el Partido de la clase
obrera, en las condiciones de un país democrático, puede convertirse en el punto de
538
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., pág. 60
431
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
La campaña electoral del PCE estuvo orientada por cinco ejes fundamentales540:
El primero consistió en señalar a Alianza Popular como el enemigo prioritario,
denunciándola cómo la principal fuerza de los adversarios de la democracia. El
segundo eje de la campaña electoral comunista fue la neutralidad benevolente hacía el
partido de Suárez, que a su vez correspondió de la misma manera a dicha actitud. El
tercer eje de la estrategia electoral estuvo orientado contra el PSOE, al que quería
sustituir, definitivamente, como principal partido de la izquierda española. El cuarto eje
consistió en presentarse como el máximo abanderado del eurocomunismo, como un
partido totalmente independiente de la Unión Soviética, y aquí entró la calculada
aparición en plena campaña del libro de Carrillo Eurocomunismo y Estado. Finalmente
el último eje lo constituyó la moderación, expresada tanto en el lenguaje como en el
programa, donde la mayoría de las propuestas que se recogían hacían referencia a
demandas de tipo democrático, siendo la excepción, en el sentido de tener un contenido
socialista, algunas reivindicaciones como la de que la futura Constitución garantizase
“la posibilidad de transformar las estructuras económicas y sociales, conforme a la
voluntad expresada mayoritariamente por el pueblo”. Por supuesto, estaba ausente del
programa cualquier mención a la depuración de los aparatos heredados del Estado
franquista o a la exigencia de responsabilidades derivadas de la dictadura. Una de las
consecuencias del fracaso de la ruptura democrática y de la posición de debilidad con
que la oposición democrática entró en la transición fue esa especie de pacto tácito por
el que se renunció a la exigencia de responsabilidades por cerca de 40 años de
dictadura.
Los resultados que arrojaron dichas elecciones demostraron una vez más la
equivocación de los análisis que hacía el partido. De ellas salió como partido
mayoritario la UCD, con el 34% de los votos y 165 escaños, recogiendo los éxitos del
proceso de transición democrática llevada a cabo, desde la jefatura del gobierno, por
Adolfo Suárez. La derecha autoritaria, que representaba Alianza Popular, quedó
reducida a un partido minoritario, que no representaba ningún peligro a la continuación
del proceso democrático, desde el punto de vista de su fuerza parlamentaria, pues
539
Manifiesto-Programa del PCE, op. cit., pág. 16
540
Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de una Secretario General, op. cit. págs. 253-8
432
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
541
Datos recogidos de: Richard Gunther, Giacomo Sani y Goldie Shabad, El sistema de partidos políticos en España: Génesis y
evolución, op. cit., pág. 45
433
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Grecia (1977):
KKE (E) 480.188 9,4 11 300
Alianza PC (int.) y
otros grupos 139.762 2,7 2 300
Total 619.950 12,1 13 300
542
Fuente: Julio Rodríguez Aramberri, “Origen y evolución del sistema de partidos en la España democrática. Un ensayo de
interpretación”, en la obra Crisis de los partidos políticos, Ed. Dedalo, Madrid, 1980, pág. 109
434
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
"Aún más grave fue otra consecuencia (de la derrota electoral) para el PCE: para
aumentar nuestra influencia electoral debíamos inclinarnos hacia la derecha. Con los pasos
a la derecha que ya habíamos dado, el flirt con Suárez para alcanzar la legalización, ahora
la conclusión que Carrillo sacaba de las elecciones era la necesidad de acentuar esa
orientación. Fue un gravísimo error, porque nos íbamos alejando de algunas señas de
identidad que eran consustanciales a nuestra razón de ser."543
Los análisis que de los resultados electorales obtenidos hace el PCE a través de
distintos medios, y las justificaciones que se exponen, tienen en común la falta de
autocrítica sobre sus propias responsabilidades y la persistencia del mal que le
diagnosticó, ya en 1964, Fernando Claudín: un exceso de voluntarismo. En dichos
análisis sobresalen dos aspectos. El primero, es el intento por interpretar dichos
resultados como positivos, a pesar de todo, para el PCE en base a su presentación como
una victoria para la democracia debido a la marginación de la extrema derecha y el
magro resultado de Alianza Popular y, también, porque ha quedado demostrada la
inclinación a la izquierda del electorado. El segundo aspecto que sobresale es la
continua justificación de que los resultados obtenidos por el PCE no han sido
consecuencia de la línea moderada sostenida, sino que, al contrario, una línea más
radical le hubiera supuesto un mayor descalabro electoral.
543
Manuel Azcárate, Luchas y transiciones, op. cit., pág. 161
435
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Desde Nuestra Bandera, Manuel Azcárate interpreta los resultados con un tono
de cierto resentimiento por la igualdad que en las elecciones se produce entre quienes
combatieron el franquismo y quienes permanecieron pasivos durante la dictadura:
“el aluvión de votos que se han volcado a favor del PSOE suscita ciertos
interrogantes. En nuestra opinión, hay que tener en cuenta que unas elecciones difieren de
otras actividades políticas por el hecho de que en ellas participa la totalidad de la
población. En la lucha contra el franquismo han tomado parte sectores amplios, pero
sectores de vanguardia. En ese marco el protagonismo del PCE se ha plasmado con mucha
claridad. Pero en la lid electoral también han pesado, y de forma decisiva, precisamente los
sectores que no han luchado contra el franquismo, que han sido pasivos ayer, pero que hoy
votan”.
Y continúa buscando las razones del éxito socialista, más que en un análisis
realista del nivel de conciencia de la clase trabajadora y de las razones de la hegemonía
socialista en Europa, a la que España se iba acercando en valores y comportamientos
políticos, en razones de tipo conspirativo:
“el PSOE aparecía más “respetable”, tenía una actividad de partido legal durante
más de un año y medio, había podido celebrar un congreso con la participación de jefes de
gobierno y personalidades de Europa (...) el PSOE aparecía como un partido obrero de
izquierdas, pero a la vez apoyado por los gobiernos de Europa Occidental y aceptado por el
Gobierno y las instituciones del Estado español, mientras que el Partido Comunista había
sido objeto de toda clase de discriminaciones que le presentaban todavía como una opción
“extremista” (...) Al mismo tiempo el examen del voto a favor del PSOE muestra que, en
parte, procede de sectores de la burguesía que consideran conveniente fortalecer en el seno
de la izquierda la presencia del Partido Socialista Obrero Español con una representación
parlamentaria poderosa”.
Y si éstas son las razones con las que se justifican los resultados del PSOE, en la
misma línea se encuentran las que se refieren al PCE. Partiendo de que la política
desarrollada había sido la acertada, se valoran los:
436
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
los emigrantes, dañaron sobre todo al PCE (...) La ley Electoral (...) causó graves
discriminaciones en detrimento del PCE”544
544
Manuel Azcárate, Nace una democracia, Nuestra Bandera, número 87, págs. 5-7
545
Julio Rodríguez Aramberri, op. cit., pág. 111. Álvaro Soto, op. cit., pág. 55
437
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Para los comunistas, que tan difícilmente conquistamos nuestra presencia en las
elecciones y con todos los condicionamientos históricos y actuales gravando sobre sí, el
9,24% conseguido en estas primeras elecciones democráticas constituye una importante
base de partida para futuras confrontaciones electorales”.
“en todo caso, la votación obtenida por el PCE, el PSOE y otros partidos
progresistas confirma la viabilidad de nuestras tesis sobre el avance democrático del
socialismo”546.
Sin embargo, diez años más tarde, otro dirigente del PCE reconocerá de manera
más realista el impacto decepcionante y desmoralizador de los resultados de estas
primeras elecciones sobre la militancia comunista547.
Uno de los puntos débiles seguía siendo el discurso grandilocuente de la
dirección del PCE que, sosteniendo siempre la justeza de su línea, arengaba a la
militancia con la promesa de un avance inevitable al socialismo, en base a la cual se
justificaba todo viraje, sin que la línea política estuviese sólidamente asentada en un
análisis realista de la situación social. El PCE empezaría a crujir a partir de ese
momento. Después de la crisis de la dirección, en 1964, que se saldó con la expulsión
de Claudín y Semprún, la crisis que empezaba a gestarse ahora sería la más grave y de
consecuencias más nefastas para el PCE.
Tiempo después, cuando escriba sus Memorias, Santiago Carrillo seguirá sin
reconocer las responsabilidades que la dirección del partido, y él en particular, pudieran
haber tenido en el resultado y en la crisis posterior, y en ese sentido seguirá
expresándose:
“Empezaba a darme cuenta del efecto que el reducido resultado iba a producir en
una serie de camaradas, que habiendo merecido sobradamente el cargo de diputado por su
participación en la lucha democrática y que al no ser elegidos iban a sentirse frustrados.
Esta situación iba a tener mucha influencia en los problemas internos que habría de conocer
el PCE. Y la responsabilidad de ello iba a atribuírseme a mí, no a la “reprobación militar”,
546
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., págs. 64-5
547
Simón Sánchez Montero, El futuro se llama libertad, op. cit., pág. 207
438
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
no a otros factores objetivos que indicaban que la recuperación comunista, de lograrse, iba
a requerir tiempo”548.
548
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 669
549
Santiago Carrillo, Sobre los problemas que plantea el V Congreso del PSUC, Mundo Obrero, 16-22/1/81, Nº 109
439
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Como consecuencia de ello, sigue planteando el dirigente del PCE, los objetivos
de los diputados comunistas en estas primeras Cortes democráticas serían
fundamentalmente cuatro:
“1) Adoptar las medidas necesarias para alcanzar urgentemente los objetivos de la
reconciliación nacional a través de una ley de Amnistía. 2) Organizar el trabajo del
440
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“la opción que se planteó desde las primeras semanas de funcionamiento de las
Cámaras era la del bipartidismo o consenso. La estrategia del PSOE desde un primer
momento estuvo perfectamente clara: imponer un sistema bipartidista en la organización
del trabajo del Parlamento (...) Un año después de aquel debate (el del Reglamento del
Congreso) podemos sentirnos satisfechos (...) .Se han impuesto en la práctica métodos que
buscan el acuerdo antes que la imposición”550
Los objetivos del PCE para la nueva etapa se podrían resumir en dos ejes
básicos: Primero, el gobierno de UCD no sería capaz, ni por su formación, ni por su
base social de afrontar las tareas que el país requiere, especialmente le de hacer frente
al peligro involucionista; la consecuencia que se deriva de esta premisa es la propuesta
de un gobierno de coalición, de un gobierno de concentración democrática. Segundo,
era necesario recuperar los votos obtenidos por el PSOE, que legítimamente
correspondían al PCE; la consecuencia, esta vez, sería la de buscar un acuerdo con el
partido de Suárez que marginase al PSOE.
En octubre, además de la celebración del III Congreso del EPK, con la victoria
del sector nacionalista, y del IV Congreso del PSUC, tendrá lugar un importante
acontecimiento que terminaría suscitando una áspera polémica en el PCE: la firma de
los Pactos de la Moncloa.
Rubricados por el gobierno y los partidos parlamentarios, en octubre de 1977,
su objetivo era hacer frente a la crisis económica iniciada en 1973, frente a la que no se
había tomado ninguna medida por la prioridad dada a la resolución del problema
550
Enrique Curiel y Mª Antonia Calvo, Los comunistas en las Cortes Constituyentes, Nuestra Bandera, número 96, 1978, págs. 3-5
441
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
551
Santiago Carrillo, “Discurso pronunciado el 27 de octubre de 1977 en el Congreso de los Diputados”, recogido en El año de la
Constitución, Ed. Crítica, págs. 117-22
442
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En tercer lugar, para el PCE se trata de abandonar las viejas formas de lucha
mantenidas durante el franquismo, es decir, las movilizaciones de los trabajadores en
las empresas y la calle, por una lucha a través de las instituciones con el objetivo de
alcanzar mayores cuotas de poder, tal como contiene la resolución número 4 del IX
Congreso:
“entre los trabajadores se está abriendo paso la idea de que la lucha de clases tiene
que adoptar hoy formas distintas de las que tuvo bajo la dictadura. Ya no se trata sólo de
conseguir el mayor salario posible de unas empresas que se beneficiaban de los privilegios
del anterior régimen. En la hora presente, la estrategia obrera (...) habrá de ir prestando más
y más atención a las formas de ocupar el espacio que corresponde a las clases trabajadoras
en los órganos de poder político, económico y social del país”554.
552
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit. Pág. 77
553
Ricardo Lovelace, Una respuesta política a la crisis, Mundo Obrero, 20-6 de octubre de 1977
554
IX Congreso del Partido Comunista de España, págs. 77-8
555
Por Ejemplo, Simón Sánchez Montero alega que el Pacto “nació en un momento difícil para la democracia, cuando ésta sufrió
con la reunión de altos jefes militares en Játiva, del 13 al 16 de septiembre del 77, el primer envite de las fuerzas
involucionistas (...) En aquella situación, la sola firma del Pacto cumplía ya una buena parte del objetivo político buscado
con él”. Simón Sánchez Montero, El Pacto de la Moncloa (II), Mundo Obrero 13-18/3/81 Nº 117
443
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En este sentido redunda el secretario general del PCE en una entrevista que le
hace Nuestra Bandera558 cuando, en primer lugar, considera los Pactos de la Moncloa
como “la cristalización de esa convergencia de que hemos hablado cuando nos hemos
referido en otros momentos al Pacto para la Libertad”. Dando un paso más, afirma que
“es un compromiso muy actual, diría que la plasmación de la Política de Reconciliación
Nacional”. Y llega, por último, a afirmar, a la pregunta del entrevistador sobre si el
Pacto “introduce ya, reformas no sólo coyunturales, sino medidas y reformas
estructurales en la perspectiva del socialismo”, que:
“en los Acuerdos de la Moncloa están previstos cambios que pueden ser
considerados como estructurales y punto de partida para, avanzando en esa dirección, crear
las condiciones para el advenimiento de una democracia político-económica”.
556
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., pág. 78
557
Ibíd, pág. 79
558
La Moncloa, el “Eurocomunismo”, el Partido..., entrevista a Santiago Carrillo, Nuestra Bandera, número 90
559
Joaquim Sempere. Eurocomunismo, guerra de posiciones y alternativa de sociedad, Nuestra Bandera, Nº 79, 1979
444
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Suárez sugirió la posibilidad de reuniones periódicas en las que, junto con él, los
líderes de los partidos políticos que firmasen, se ocuparan del desarrollo y seguimiento de
los pactos. Alguien consideró este proyecto como una especie de supergobierno. El término
era exagerado (...) Mas de todos los modos, la regularización de ese tipo de reuniones
hubiera asegurado a la izquierda un papel de control en la aplicación de los pactos de la
Moncloa y en la elaboración concreta de las disposiciones para su aplicación. Ese control
hubiera sido más efectivo que el parlamentario (...).Un órgano compuesto por el jefe del
gobierno y los líderes políticos, que entre otras cosas habría permitido una inteligencia
mayor de los fines y propósitos de cada uno, una mejor comprensión mutua”560.
Pero tampoco esta propuesta del PCE encontró apoyos en los dos partidos
mayoritarios. En definitiva, lo que pretendía era articular un mecanismo para incidir en
las importantes decisiones que se tomaban en esta etapa de la transición con un peso
superior al que le correspondía por sus resultados parlamentarios, pero las otras fuerzas
políticas rechazaron seguir el juego que pretendía el PCE. Esto es lo que se puede
interpretar de las propias resoluciones contenidas en su IX Congreso:
560
Santiago Carrillo, El año de la Constitución, op. cit., págs. 29-31
445
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“no como el partido de la oposición más dinámico y combativo (...) sino un partido
de colaboración y freno de las movilizaciones que se hacían necesarias”563
561
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., pág. 32
562
Ibíd, pág.71
563
Fidel Alonso, Nuestra política no se ha desarrollado plenamente, Mundo Obrero, 13-19/2/81, Nº 113
564
Discurso pronunciado por Santiago Carrillo el 6 de abril de 1978 en el Congreso de los Diputados, recogido en El año de la
Constitución, op. cit., págs. 141-4
565
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., pág. 91
446
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
566
Simón Sánchez Montero, El Pacto de la Moncloa (II), Mundo Obrero, 13-19/3/81, Nº 117
447
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“el primer objetivo nuestro ha sido el contribuir a hacer una Constitución que
consolide la precaria democracia actual y que permita abordar con éxito la doble tarea antes
comentada: acabar de desmantelar el franquismo y realizar la reforma democrática de los
aparatos del Estado”.
567
Jordi Solé Tura, La Constitución y la lucha por el socialismo, Nous Horizons, número 40, febrero de 1978, págs. 11-2
448
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“una situación de vacío institucional, una quiebra radical del poder dinástico, una
súbita irrupción de importantes sectores del pueblo en la escena política, una crisis militar y
una correlación de fuerzas favorables a los grupos de mayor voluntad transformadora
radical”.
Desde esta perspectiva era evidente, pues, que los comunistas no iban a plantear
en la discusión del texto constitucional ningún objetivo maximalista. Efectivamente, los
objetivos que se plantean conseguir son los que puede defender cualquier partido
democrático progresista. Su máxima ambición en estas circunstancias se centra en:
568
Santiago Carrillo, El año de la Constitución, op. cit. Págs. 17-8
569
Manifiesto electoral del PSUC, Nous Horizons, número 34, mayo de 1977, págs. 58-9
449
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
En este ámbito, como en otros muchos por los que avanza el PCE, ya ha
transitado el PCI, que en muchos de los casos ofrece una experiencia y una elaboración
teórica en las que pueden apoyarse los comunistas españoles en su estrategia de
transformación democrática al socialismo. La experiencia del PCI en este terreno
comienza al finalizar la segunda guerra mundial cuando en países como en Francia e
Italia los comunistas, debido al papel jugado en la resistencia antifascista, se encuentran
en una situación en gran medida propicia para intentar avanzar directamente al
socialismo. Sin embargo en ambos países los comunistas renuncian a emprender ese
camino decantándose por una estrategia más gradualista que supone una reconstrucción
de sus países con bases capitalistas pero introduciendo profundas medidas
socializantes571.
570
Joaquim Sempere, “Els comunistes i el parlamentarisme”, Nous Horizons, número 33, abril de 1977, págs. 12-3
571
En realidad, en la etapa final de la lucha contra el fascismo y el nazismo ambos partidos comunistas se convirtieron en la
organización dominante en los organismos populares que se habían creado a tal fin, y la mayoría del partido se inclinaba
por utilizar esta posición de fuerza alcanzada para la conquista del poder. En el caso francés oponen la nueva legalidad
nacida de la Resistencia a las pretensiones de De Gaulle en una estrategia de doble poder. En Italia, los llamamientos de
Togliatti a colaborar con el mariscal Badoglio contra los alemanes son desoídos. Solo el regreso de los máximos
dirigentes, Thorez y Togliatti, desde Moscú consigue hacer desistir a ambos partidos de sus iniciales proyectos por otros
de colaboración con el resto de las fuerzas antifascistas.
450
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“sería difícil, aun dentro de la afirmación, una visión laica del Estado y del partido,
un compromiso pleno en el terreno de la democracia, si en el pacto constitucional se
hubieran establecido limitaciones tales que hicieran imposible la aspiración a la
transformación social. Pero la Constitución italiana (...) nace con características no sólo
fuertemente “garantistas”, es decir, de afirmación de libertades democráticas borradas por
el fascismo, sino con la afirmación de nuevas libertades, cuya concepción es el resultado de
la tradición del pensamiento marxista y de la lucha del movimiento obrero (...) La lucha se
puede mantener, pues, en el terreno de la actuación plena constitucional”574.
572
José María Laso Prieto, La concepción democrático-constitucional en el pensamiento de Togliatti, en El pensamiento político de
Togliatti, Fundación de Investigaciones Marxistas, Madrid, 1986, pág. 108
573
Aldo Tortorella, “De la lección gramsciana al eurocomunismo”, en “Vías democráticas al socialismo”, op. cit. Pág.24
574
Ibíd, págs. 30-1
451
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Desde esta interpretación hay que reconocer un mayor mérito al PCE, el cual
hace una apuesta por la vía democrática antes de tener las garantías constitucionales
que obtuvieron sus homónimos italianos, aunque también es cierto que la correlación
de fuerzas en cada una de las dos coyunturas históricas era mucho menos favorable al
PCE que al PCI.
Al final de la elaboración de la Constitución ninguno de los partidos que había
participado en el proceso, dentro de la filosofía del consenso, había roto esta dinámica
y, por lo tanto, es lógico que su apoyo, en el momento de la aprobación, estuviese
garantizado (la única excepción fue la del PNV). Pero también se hacía necesario para
cada uno de los partidos implicados exponer ante sus militantes y electores cuáles eran
las razones últimas en que se basaba el apoyo a ese concreto texto constitucional
resultante.
Las razones que alega el PCE para explicar su apoyo a la Constitución las
desarrolla Santiago Carrillo en el Discurso pronunciado el 5 de mayo de 1978 en la
Comisión Constitucional del Congreso. La primera de ellas, común a cualquier partido
democrático, es que en su articulado se recogen:
“el proyecto es sin duda de tendencia conservadora (...) Sin embargo, dentro de esa
limitación, tiene el mérito de no cerrar las puertas a los cambios estructurales, de no
declarar, en definitiva, inconstitucionales, los cambios sociales que mañana podría reclamar
la soberanía popular.
575
Santiago Carrillo, El año de la Constitución, op. cit., págs.66-8
452
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero no todas las opiniones de la izquierda son coincidentes con este análisis
que de la Constitución hace el PCE. Por ejemplo, Francisco Pereña parte de un acuerdo
sustancial con el análisis de la situación política que describe Solé Tura, lo que él
denomina una “democracia muy original” caracterizada por la pervivencia del aparato
represivo del Estado franquista y del poder político y social de la oligarquía, la
576
Ibíd, pág. 71
577
Santiago Carrillo, Sí a la Constitución, Mundo Obrero, 6-12 de julio de 1978
578
Jordi Solé Tura, La contitució i la lluita pel socialisme, Nous Horizons, numero 40, febrero de 1978, pág.15
453
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
579
Francisco Pereña, Ante el IX Congreso del PCE, Materiales, Nº 8, Marzo-Abril de 1978.
454
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
455
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
La posición evolutiva del PCE en relación con la Unión Soviética se puede decir que se
ha movido a golpes de acontecimientos internacionales, especialmente en torno a
aquéllos que ponían en evidencia las contradicciones y los problemas que se generaban
en el socialismo realmente existente. Es justamente en cada uno de esos momentos
claves cuando se produce un salto en la evolución del PCE, en el sentido de alejarse y
profundizar en la crítica respecto a un universo en el que había tenido su origen y al que
debía sus señas de identidad. Durante el período que abarca la lucha clandestina contra
el franquismo, dos acontecimientos provocaron un posicionamiento crítico del PCE: el
enfrentamiento chino-soviético y, especialmente, la invasión de Checoslovaquia, como
ya hemos tenido ocasión de ver.
En la etapa que abarca la transición democrática en España van a ser tres los
acontecimientos internacionales que servirán para dar nuevos pasos en la dirección ya
iniciada en la etapa anterior. Cronológicamente estos acontecimientos son la invasión
de Afganistán por la Unión Soviética, la conferencia de partidos comunistas para
apoyar a la URSS en el tema del despliegue de los misiles en Europa, y el golpe de
Estado del general Jaruzelski en Polonia; siendo este último el que provocaría la toma
de postura de más calado por parte de la dirección del PCE.
La invasión de Afganistán, en diciembre de 1979, fue condenada sin paliativos por el
Comité Central desde el principio y acompañada por la exigencia de retirada de las
tropas soviéticas, a la vez que condenaba la actitud norteamericana de utilizar este
acontecimiento para crispar aún más la situación internacional. En ningún momento el
PCE dejará de recordar que los EE.UU. practican una política simétrica y más agresiva
aún que la URSS en latinoamérica y otras partes del mundo y que, por lo tanto, no
posee ninguna autoridad moral para condenar la actitud soviética.
El PCE se esforzó en aclarar que su actitud no era nacionalista, sino que estaba
orientada, con un carácter internacionalista y de clase, a impedir el retorno a la guerra
fría. Pero además también rechazaba el argumento soviético de que su intervención se
hubiera debido a una llamada de auxilio de la revolución en Afganistán, pues para el
PCE en ese país no había existido ninguna revolución popular, sino que exclusivamente
456
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
se trató de “un golpe de palacio que acabó con la monarquía afgana”. Esta opinión
desde luego es una interpretación simplista y tendenciosa de una situación más
compleja que se inició con el levantamiento de abril de 1978, mediante el cual el
Partido Democrático del Pueblo de Afganistán consiguió el poder del Estado, sin que
posteriormente fuese capaz de llevar a cabo la revolución en un país profundamente
rural e islámico desde su base reducida y exclusivamente urbana580. No obstante, si esa
calificación de los acontecimientos en Afganistán no expresa la realidad de los hechos,
sin embargo sirve para poner en evidencia la enorme distancia que separaba la
concepción de la “revolución de la mayoría” que sustentaba el PCE de otros tipos de
actividades insurreccionales presentes en el mundo subdesarrollado.
Muy al contrario de lo que pretenden los defensores de la política de la URSS, el
secretario general del PCE entiende que de la acción soviética solo se van a derivar
consecuencias negativas para la causa socialista, en cuanto que sirve de coartada para
que el imperialismo norteamericano recupere el liderazgo que había comenzado a
perder, contribuyendo a aislar internacionalmente a la URSS y hacer retroceder la
lucha antiimperialista que había venido avanzando desde la derrota norteamericana en
Vietnam. El PCE deja bien claro que no es posible luchar contra el imperialismo y a la
vez volver la cabeza para otro lado con la invasión de Afganistán, pues lo único que se
puede obtener con una postura semejante es perder toda la autoridad moral y política.
Esta posición del PCE le costaría un ataque oblicuo de la oficiosa revista soviética
Tiempos Nuevos dirigido contra el director de Nuestra Bandera, Manuel Azcárate, por
un editorial crítico con la URSS, pero sin mencionar que las mismas posiciones eran las
sostenidas por el Comité Central del PCE.
La invasión de Afganistán va a impactar en el desarrollo de la estrategia
eurocomunista, tanto en el ámbito interno del PCE como en el ámbito internacional. En
el primer plano porque va a contribuir a exacerbar las diferencias en el partido entre
eurocomunistas y dogmáticos, también conocidos posteriormente como “afganos”
precisamente por su defensa de la posición soviética en este tema, de lo que hicieron
propaganda en el interior del PCE. La justificación última de su posición se verá
expuesta en las tesis que los prosoviéticos presentarán en el V Congreso del PSUC y en
la que concebían la lucha entre bloques como la expresión de la lucha de clases en el
580
Un buen análisis sobre este tema puede consultarse en el artículo de Fred Halliday, Guerra y revolución en Afganistán, El Viejo
Topo, Número extraordinario nº 9.
457
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
581
Entre los que se niegan a acudir a la conferencia además del PCE se encuentran, entre otros, los partidos comunistas de Italia,
Yugoslavia, Inglaterra, Rumania, Suecia y Holanda.
458
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
582
Manuel Azcárate, Por qué no vamos a la conferencia de París, Mundo Obrero, 20/4/1980, Nº 437
459
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“esta fase del desarrollo del socialismo que comenzó con la revolución de octubre
ha acabado su fuerza propulsora (...) El mundo ha avanzado, se ha transformado gracias
también a este acontecimiento histórico. Se trata de superarlo mirando hacia delante”.
Siguiendo esta línea, la dirección del PCE procedió a realizar una reflexión
crítica sobre los acontecimientos de Polonia en la reunión del Comité Central celebrada
el 9 y 10 de enero de 1982584. El punto de arranque va a ser el reconocimiento de que la
revolución en Polonia no fue una creación de las masas, sino que fue exportada, lo que
unido a la imposición del modelo soviético hizo que la construcción del socialismo
583
Resolución del PCI sobre los hechos de Polonia, Mundo Obrero, 1-7/1/1982, Nº 158
584
Recogida en Mundo Obrero, Nº 159, 8-14 de enero de 1982
460
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
dirigido por el POUP no lograse ganarse a las masas. Además, denuncia que los
acontecimientos actuales y otros precedentes no hacen otra cosa que restar credibilidad
al proyecto comunista ante amplias masas.
Sentado esto, el PCE se reafirma en su valoración positiva de la revolución de
octubre y su significado histórico, el impulso que significó para el progreso humano en
todos los órdenes. Sin embargo, el Estado nacido de esta revolución bajo la dirección
de Stalin se burocratizó y se situó por encima de la sociedad y se impuso a otros países.
Las esperanzas abiertas por el XX Congreso pronto se frustraron y las críticas se
quedaron en la superficialidad del culto a la personalidad sin profundizar en las graves
deficiencias del propio sistema. Así, el PCE reconoce también que la razón última de lo
acontecido en Polonia y la explicación de todos los acontecimientos anteriores se debe
al:
“el modelo soviético no sirve ya hoy y menos en los países desarrollados, que ha
cubierto un ciclo, que ya no es un polo de atracción para las grandes masas del mundo”.
461
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
462
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
estrategia a los nuevos parámetros en que va a discurrir la vida política en España. Por
un lado profundiza la ruptura con Moscú pero, sobre todo, lo que es más significativo,
defiende la supresión de la definición leninista del partido, lo que le aleja de la
característica más definitoria de un partido comunista respecto a otras expresiones de la
izquierda.
El anuncio, por Santiago Carrillo, del abandono, por el PCE, del leninismo vino
precedido por dos gestos significativos de la nueva orientación. El primero fue el nuevo
roce producido con el PCUS con motivo de la celebración, a mediados de octubre, de la
conmemoración de 60 aniversario de la Revolución de Octubre. En esta ocasión los
dirigentes del PCUS le negaron la posibilidad de pronunciar el discurso que llevaba
preparado al efecto y Carrillo se volvió de Moscú agraviado con los soviéticos. El
segundo fue la conferencia que Carrillo pronunció sobre el eurocomunismo, el 27 de
octubre de 1977, en el Club Siglo XXI, de la mano de Fraga Iribarne.
A mediados de noviembre Carrillo viaja a Estados Unidos invitado por varias
universidades norteamericanas y allí realiza dos manifestaciones. Las primeras
relacionadas con la presencia de las bases americanas en España son unas declaraciones
en las que rechazando su presencia, sin embargo deja claro que el PCE las acepta en
tanto continúen las bases soviéticas en los países del este europeo, al objeto de no
romper el equilibrio entre los dos bloques. El segundo tipo de manifestaciones tiene
más calado y van a abrir un debate en el partido que durará hasta el IX Congreso, se
trata de las declaraciones de Carrillo en la que, sin ni siquiera haberlo consultado con la
dirección, anuncia que el PCE piensa abandonar el leninismo en su próximo Congreso.
Que fue una sorpresa a todos los niveles del partido este anuncio de Carrillo lo
reconoce un miembro del Comité Ejecutivo:
“Todo empezó por unas declaraciones de Carrillo a la prensa, sin una discusión
previa. Luego, tuvimos todos que luchar para convertir esas declaraciones personales de
Carrillo en posición oficial del partido. De hecho, la operación se presentó como un gesto
de fachada encaminado a obtener ciertas ventajas políticas coyunturales en la etapa de la
transición democrática”585
585
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., pág. 59
463
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Sea cual fuere la razón, lo cierto es que a partir de ese momento se abrió una
discusión sobre el tema en el partido que acabaría con la aprobación de la Tesis XV del
IX Congreso que consagraría el abandono de la tradicional fórmula del marxismo-
leninismo por parte del PCE, y que tendría graves consecuencias posteriores en la vida
del partido.
La línea argumental que va a seguir Carrillo para defender su proposición esta
construida para dirigirse a las bases, y especialmente a los cuadros de un partido, con
fuertes vínculos afectivos a las señas de identidad originarias de los comunistas: la
revolución soviética, la talla revolucionaria de Lenin, la patria del socialismo, etc. Por
dicha razón, parte de una triple afirmación: el PCE no renuncia a sus orígenes, que se
sitúan en la victoria de la revolución de octubre, haciendo de ello la diferencia
fundamental con la socialdemocracia; tampoco renuncia a lo que es el espíritu del
leninismo y que consiste en la utilización del método marxista; pero lo que no se puede
seguir sosteniendo es la definición del leninismo como el marxismo de nuestra época,
porque el leninismo como marxismo de época de las guerras imperialistas se basaba en
la idea de transformar la guerra imperialista en guerra civil, y ese planteamiento está
fuera de lugar desde el momento de la aparición del arma nuclear.
A partir de esta posición se hace una distinción entre tesis del leninismo que han
quedado superadas por el desarrollo histórico y tesis que siguen teniendo vigencia.
Entre las primeras Carrillo cita la dictadura del proletariado, para decir que “nosotros
consideramos superada esta tesis en lo que se refiere a los países en los que
actuamos”587, se trata de una de las escasas ocasiones en que este concepto es
explícitamente rechazado, aunque para hacerlo se tenga que hacer una manipulación
tan grosera como atribuir su paternidad a Lenin, cuando nadie en el PCE podía
586
Santiago Carrillo, Memorias, págs. 686-7
587
Santiago Carrillo, La definición del partido. El marxismo revolucionario hoy. Mundo Obrero, 26 de enero/ 1 de febrero de 1978
464
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Como maestro de táctica política, Lenin había dejado en sus obras lecciones
valiosas. Por eso ya no pertenecía al orden de la teoría.
Así nos quitamos también el marchamo del partido seguidor del PCUS. En nombre
de un ‘marxismo-leninismo’ fosilizado, vaciado de toda sustancia viva y revolucionaria; la
dirección del PCUS quería imponernos a todos los partidos comunistas la adoración del
sistema soviético y una disciplina política, cuya exigencia se negaba formalmente, pero que
no por eso dejaba de ser menos real y rigurosa.
588
La Moncloa, el “Eurocomunismo”, el Partido..., entrevista a Santiago Carrillo, Nuestra Bandera, número 90
465
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
589
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 700
590
Ibíd, pág. 700
466
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“La PRN no tiene nada que ver con Lenin y Lenin la condenó, y tenía razón
cuando la condenó en su época. Hasta el punto que cuando nosotros después de la reunión
de Bucarest en el año 56 fuimos a Moscú con Dolores y explicamos a los camaradas
soviéticos la política de reconciliación nacional, no encontraban palabras en ruso para decir
reconciliación nacional, porque esas palabras figuraban como palabras malditas en la obra
de Lenin.
Creo que la política de reconciliación nacional fue una ruptura radical con la letra
y la concepción que en una época Lenin explicó, defendió y que entonces, en su caso, eran
completamente justas”591
Era ésta una manera de poner en un difícil dilema a quienes quisieran seguir
defendiendo la definición leninista: o eran consecuentes y rechazaban también la
política de reconciliación nacional y toda la trayectoria seguida por el PCE desde 1956,
y por lo tanto se autoexcluían del partido, o si pretendían defender ambas cosas podría,
entonces, acusarles de cínicos y oportunistas.
El debate teórico en torno al tema careció de profundidad, quizá debido al
sentido pragmático que la cuestión tenía para algunos, o a la maniobra táctica que
representaba para otros. Esta es la opinión de Azcárate, para quien los esfuerzos
teóricos impulsados tanto desde Nuestra Bandera como desde la Fundación de
Investigaciones Marxistas, antes y después del IX Congreso, fueron obstaculizados por
la dirección del partido. Para Azcárate había dos maneras de enfocar la superación del
leninismo:
“El otro gran reproche que se nos hace es lo que se ha llamado ‘el abandono del
leninismo’. Nosotros no hemos abandonado el leninismo, aunque si lo haya hecho la
derecha del partido. Lo que sí hemos retirado desde el ‘Manifiesto-Programa’- y no desde
1978 en el IX Congreso, como se ha dicho – es la fórmula ‘marxismo-leninismo’ ”.
591
Santiago Carrillo, La unidad del movimiento obrero. Indispensable para la revolución en Occidente, Mundo Obrero, 26 de
enero, 1 de febrero de 1978.
592
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., págs. 60-1
467
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
593
Santiago Carrillo, Informe presentado en la Asamblea para la Unidad de los Comunistas, celebrada el 19-20 de octubre de 1985,
Ed. Ahora, Madrid, 1985, págs. 48-9
594
Francisco Pereña, op. cit.
468
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
llegando a la misma conclusión que los que se tomaron en serio lo de la renovación del
PCE, la necesidad de:
469
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Sin embargo, como ya hemos comentado, esta operación fue en gran parte una
operación de “fachada”. Azcárate indica cuáles fueron las dos razones principales de
Santiago Carrillo, para no llegar al fondo en la eliminación del leninismo. La primera
fue que:
595
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., págs. 154-5
596
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., pág. 62
470
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
597
Se puede encontrar una reseña de los episodios más significativos de contestación a las tesis oficiales en este período en la obra
de Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un secretario general, op. cit., págs. 293-4
598
Fuente: Joan Estruch, La historia oculta del PCE, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2000, pág. 253. El Informe presentado al IX
Congreso da una cifra de 201.740 miembros. Mundo Obrero, Nº 16, 20 de abril de 1978
471
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“las características del cambio político, si bien difieren en una serie de aspectos de
lo previsto por el partido, confirman el acierto de la Política de Reconciliación Nacional y
de pacto para la libertad”.
599
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., págs. 51-6
472
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
la Iglesia o con la derecha, etc.”600. Así pues, el PCE se anota entre sus méritos, y no
sin razón, la contribución que ha hecho a un proceso de transformación pacífico. Entre
otras cosas, porque le es necesario justificar los años de lucha y sacrificios y las
renuncias efectuadas, respecto a los frustrantes resultados obtenidos, y no sólo desde el
punto de vista electoral, que quizá no sea más que la expresión más visible, sino desde
el punto de vista del peso social y político que va perdiendo a favor de otras opciones,
que pueden presentar menos méritos que los comunistas en la larga lucha contra la
dictadura, por la consecución de las libertades.
Aceptado y justificado el proceso tal y como ha sido, sólo cabe ahora establecer
los objetivos más adecuados a la presente etapa. Y esos objetivos parten de que:
“a las fuerzas de izquierda sólo les es posible ejercer una influencia efectiva y
duradera sobre los cambios que se producen, no en una política de confrontación y de
choque con el centro, sino en una política de concentración que aísle a la derecha
involucionista”.
600
Ibíd, pág. 56-60
601
Ibíd, págs. 65-6
473
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
602
J.L. Malo, Concentración democrática o alternativa de poder, Nuestra Bandera, número 93, 1978, pág. 45
474
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países capitalistas, y por lo tanto como una etapa de transición entre el capitalismo y el
socialismo. La dirección política en esta etapa por la Alianza de las Fuerzas del Trabajo
y la Cultura. El respeto a la voluntad mayoritaria del pueblo, expresada a través del
sufragio universal. La resolución de una serie de tareas ya contempladas en el
Manifiesto-Programa, etc. El matiz que se introduce es la definición de que:
603
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., pág. 84
604
Ibíd, pág. 156
475
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
476
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
El malestar aumenta tanto desde lo que será el sector renovador, como desde los
que se conocerán después como los prosoviéticos. Pero la mejor manera de analizar el
significado de estas dos corrientes será hacerlo a través de los dos conflictos a los que
aparecen asociadas y donde se expresan con mayor virulencia; en el caso de los
prosoviéticos al V Congreso del PSUC y sus derivaciones, en el caso de los
renovadores al conflicto del EPK-PCE; el primero precediendo al X Congreso, el
segundo posterior a él.
Por la propia historia de la fundación del PSUC las relaciones entre este partido
y el PCE se pueden considerar atípicas. El PSUC es una partido orgánicamente
independiente del PCE que, sin embargo, participa en los Congresos y órganos de
dirección de este último contribuyendo, por tanto, a conformar tanto su política como la
composición de sus órganos superiores. Esta serie de derechos no tienen, sin embargo
una correspondencia inversa. Es evidente que esta relación especial solamente funciona
si la política mantenida por ambos partidos es coincidente, y, por lo tanto, en
momentos de discrepancia lo que aparecen son tendencias a una mayor autonomización
en el PSUC y la consiguiente reacción en el PCE buscando homogeneizar la línea entre
ambos y mantener el sólido vínculo existente. Está fue la situación que se produjo con
ocasión del V Congreso del PSUC y sus secuelas.
Como ya vimos anteriormente hubo un conato de crisis entre ambos partido con
motivo del IX Congreso del PCE cuando el PSUC rechazó el abandono de la definición
marxista-leninista que hará el PCE:
La crisis en las relaciones se acentúa con motivo de la discusión de las tesis del
V Congreso del PSUC, y saltan a la opinión pública por dos largas reuniones en la
cumbre entre los dirigentes de ambos partidos los días 3 y 19 de octubre de 1980. El
605
Santiago Carrillo, Memoria de la transición, op. cit., pág. 99
477
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
motivo fue la discrepancia de la dirección del PCE con el contenido de dichas tesis, en
concreto, lo referente a temas internacionales y, especialmente, a la valoración que se
hacía de la transición política española.
Retrospectivamente, Carrillo va a acusar al PSUC de ser el responsable último
de la crisis del PCE, porque el PSUC se había convertido en el polo de atracción de
aquellos sectores que luego se conocerían como renovadores, especialmente en cuanto
a un modelo de partido federal y al reconocimiento de la existencia de tendencias en su
seno. El secretario general del PCE va a apuntar como generador de esa desviación del
PSUC a “la llamada política de integración”, consistente, en definitiva, en un acuerdo
de convivencia en el seno del PSUC entre los sectores enfrentados mediante
concesiones mutuas y reparto de cargos en los órganos de dirección. Esta conducta
impediría, en opinión de Carrillo, la homogeneización del PSUC en torno a la política
eurocomunista. Sin embargo, después de criticar a la dirección del PSUC por no
haberse mantenido firme contra las “posiciones sectarias”, Carrillo responsabiliza, en
última instancia, de la existencia de esta corriente a los propios renovadores:
“en el PSUC tenía amplio espacio una lectura de las tesis eurocomunistas inclinada
hacia la derecha, impregnada de socialdemocratismo, que objetivamente lanzaba al campo
de la corriente dogmática a muchos excelentes militantes, quienes terminaban entendiendo
el eurocomunismo simplemente ‘como una línea de derecha, pro-imperialista y
antisoviética’ inaceptable”606.
Carrillo había intentado forzar al Comité Ejecutivo del PSUC, en las reuniones
antes mencionadas, poniéndole ante el dilema de aceptar las decisiones que tomase el
PCE o pasar a ser dos partidos totalmente separados. Pero la dirección del PSUC no se
limitó a rechazar este dilema, sino que expuso claramente los tres problemas más
importantes que tenía el partido, y que a su juicio consistían en la necesidad de adaptar
el partido a las transformaciones derivadas del nuevo modelo de Estado de las
autonomías, en las dificultades crecientes con que se enfrentaba el desarrollo de la
política eurocomunista, y en la ausencia de un trabajo verdaderamente colectivo en la
dirección del PCE.
A la luz de estos testimonios se puede tener ya una primera idea de cuáles eran
las distintas posiciones que sustentaban los dos sectores que se definían
606
Ibíd, pág. 101
478
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
607
Por razones de claridad y porque ha sido el término con que se la ha terminado identificando nos referiremos a esta corriente de
aquí en adelante como prosoviéticos
479
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
608
Antoni Gutiérrez Díaz, Reflexiones sobre el V Congreso del PSUC, Nuestra Bandera, número 106, marzo de 1981, pág.33
480
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
prever que con la desaparición del elemento cohesionador, representado por la lucha
por la democracia y la autonomía en Cataluña, aparecerían problemas en su seno.
Ya hemos indicado que dentro del PSUC se disputaban su control tres corrientes
diferentes: los eurocomunistas, los leninistas y los prosoviéticos609. Sin embargo, estas
tres corrientes terminarían cristalizando en el enfrentamiento entre las dos posiciones
extremas, haciendo que el sector intermedio, el leninista, se tuviese que inclinar en un
sentido o en otro. Así, la alianza de los dos últimos sectores hizo posible que en la
Conferencia Nacional del PSUC celebrada para elegir los delegados al IX Congreso del
PCE mantuviese la definición de partido leninista frente a los intentos de suprimirla por
parte de los eurocomunistas. Las relaciones entre el PCE y el PSUC se deterioraron
gravemente a partir de ese momento y Carrillo pasa a criticar abiertamente la excesiva
independencia del PSUC tomando como motivo los resultados de las elecciones de
1979 en las cuales el PSUC sufrió un ligero retroceso. El enfrentamiento subiría de
tono con motivo de la discusión de las tesis preparatorias del V Congreso del PSUC.
Dichas tesis se mostraban críticas para con la política de consenso practicada durante la
transición por el PCE y consideraban un grave error la firma de los Pactos de la
Moncloa, reafirmando la situación de autonomía del PSUC respecto al PCE.
El abandono del término eurocomunista en el V Congreso del PSUC fue
presentado como el resultado más espectacular de los prosoviéticos, no obstante, no se
trató de una clara victoria de éstos. Lo que ocurrió realmente fue que sobre una
orientación esencialmente eurocomunista se insertaron elementos defendidos por los
prosoviéticos que distorsionaron aquélla en partes importantes y ofrecieron un conjunto
incoherente, donde el resultado final quedaba aún por resolver, como ocurriría en los
meses siguientes.
Ya hemos visto cómo en el PCE, y en el PSUC, habían persistido sectores
aferrados a la concepción clásica del comunismo que habían venido manteniendo
escarceos con el sector mayoritario que impulsó durante años una lenta transformación
hacia lo que se definiría finalmente como eurocomunismo. Sin embargo, ahora habían
aflorado con fuerza y habían conseguido, no sólo imponer parte de sus tesis en el V
609
En Cataluña, los prosoviéticos contaban con una importante influencia tanto en la dirección de Comisiones Obreras (Joan Ramos,
Alfred Clemente) como en el propio PSUC (Joseph Serradell, Pere Ardiaca). Entre los leninistas se contaban dirigentes
sindicales e intelectuales como José Luis López Bulla, Antonio Luchetti, Francisco Frutos, Rafael Ribó, Manuel Vázquez
Montalbán y Andreu Claret. Como representantes más importantes del eurocomunismo se encontraban Jordi Solé Tura y
Jordi Borja.
481
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
610
Gregorio López Raimundo y Antoni Gutierrez Díaz, El PSUC y el eurocomunismo, op. cit. Pág. 53-4
611
Andreu Claret Serra, PSUC: un año de crisis, su significado y algunas de sus causas, Nuestra Bandera, Nº 110, Enero 1982
482
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
612
Jordi Borja, El PSUC entre dos crisis. El fin de una política, Nuestra Bandera, número 106, marzo de 1981, pág. 25 y 27.
483
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
También se va a acusar a la dirección del PSUC del hecho de que las tesis
programáticas para el V Congreso fuesen discutidas en el partido sin que ningún
responsable de la dirección interviniese en su defensa, inhibición que propició la
aparición de las contratesis elaboradas por el Comité Comarcal del Vallés Occidental
distribuidas por todas las organizaciones y difundidas sin oposición. Además, se añade
que en la discusión de las tesis solo participó entre el 15% y el 20% de los militantes y
lo que es aún más grave, el proceso de organización del Congreso se dejó en manos de
la Secretaría de Organización, favorable a los dogmáticos613.
Una explicación muy diferente es la que ofrece de estos acontecimientos
Manuel Sacristán en un artículo sobre los resultados del V Congreso, en el cual,
después de reconocer que en las explicaciones ofrecidas por la dirección del PCE o por
los renovadores hay partes de verdad indica lo que es, en su opinión, la causa profunda
de la frustración de la mayoría obrera comunista:
La mayoría del V Congreso del PSUC no ha conseguido decir claramente más que
dos ideas: que rechaza el tipo de política que da de sí cosas como los Pactos de la Moncloa,
y que la oposición al imperialismo capitalista es un elemento de su identidad moral e
ideal”614
613
Jordi Solé Tura, El V Congreso del PSUC: hechos y reflexiones, Nuestra Bandera, Nº 107, Mayo de 1981
614
Manuel Sacristán, “A propósito del V Congreso del PSUC”, El País, 22 de enero de 1981, recogido en El PSUC y el
eurocomunismo, op. cit. págs. 28-9.
484
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
de los bloques, por el desarme y la distensión, agrupando a todas las fuerzas partidarias
de la paz, independientemente de su carácter político, en un frente por la paz. “La lucha
antiimperialista por la paz bajo la bandera del internacionalismo de la clase obrera”
conlleva, sin embargo, la alineación con el bloque encabezado por la URSS. En
segundo lugar está la aprobación de que “la confrontación entre los países socialistas y
el imperialismo es una de las principales manifestaciones de la lucha de clases a nivel
internacional” y la responsabilización al imperialismo en exclusiva del incremento de la
tensión internacional, cuya interpretación es la tendencia a alinear la política
internacional del PSUC con el Pacto de Varsovia, aceptando la confrontación
internacional como algo normal e inevitable, a la vez que se contradice tanto con las
propias Tesis como con el Informe, en el cual se responsabiliza, además del
imperialismo, también a la URSS a China y a Vietnam del aumento de la tensión
internacional por sus intervenciones en Afganistán, Vietnam y Kampuchea. En tercer
lugar se trata de introducir en los Estatutos una concepción restrictiva de la militancia,
propia de un partido de cuadros que afecta a la naturaleza del partido entendido como
organización de masas. Por último, y no menos importante, es la alteración que la
política aprobada puede producir en las relaciones del PSUC con el PCE porque los
Estatutos del PSUC recogen que ambos partidos adoptan de forma conjunta acuerdos
por los cuales se mantienen los mismos principios, la misma política general y los
mismos métodos de organización, y en base a lo cual se explica que el PCE acepte, sin
contrapartida equivalente, la participación de los militantes del PSUC en sus Congresos
y órganos de dirección con los mismos derechos y deberes que sus propios militantes.
615
Gregorio López Raimundo, Contradicciones en el V Congreso del PSUC, Mundo Obrero, 6-12/3/81, Nº 116
485
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
616
Resolución del Comité Central del PSUC, Mundo Obrero, 16-22/1/81, Nº 109
486
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“la línea señalada por el programa aprobado en el IV Congreso y por la política del
V Congreso (...) (y en) reivindicar el conjunto de la práctica política que ha configurado el
PSUC como Partido nacional y de clase y que ha sido patrimonio de la actividad del Partido
a lo largo de tantos años”.
“El Comité Central se pronuncia, pues, de una forma explícita a favor de que se
apliquen los estatutos del Partido en caso de que algunos de sus miembros contravengan los
acuerdos adoptados por el Comité Central, en reuniones regulares del partido o en
617
El CC del PSUC propone la reafirmación del eurocomunismo, Mundo Obrero, Mayo de 1981, Nº 126
487
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
618
Resolución política del Comité Central del PSUC, Mundo Obrero, 29-5/4-6/81
619
Resumen del comunicado del Comité Central del PSUC, Mundo Obrero, 18-24/12/81, Nº 156
488
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Dos documentos contienen la definición del proyecto político que sustenta este
sector. El primero son las tesis alternativas presentadas por el Comité Comarcal del
Vallés Occidental al V Congreso del PSUC las cuales contienen un análisis de la
situación internacional y de la posición del movimiento obrero que parte del
reconocimiento de existencia de dos grandes bloques y de la imposibilidad de adoptar
una posición independiente ante ellos. En el bloque occidental se habría conseguido la
unificación a través de las grandes instituciones supranacionales y en él la
socialdemocracia es utilizada como elemento de división del movimiento obrero. En
consecuencia, el papel de los partidos comunistas no puede ser el de combatir la lógica
de los bloques, sino que, asumiendo que el enfrentamiento entre bloques es la principal
manifestación de la lucha de clases a nivel mundial, apoyar al bloque socialista y todas
sus iniciativas. Es decir, se plantea que los partidos comunistas deben de actuar como
avanzada de un bloque en el interior de otro y a la expectativa del desarrollo de ese
enfrentamiento en el ámbito internacional. Esta tesis supone que, dado el papel jugado
por los socialistas, la unidad del movimiento obrero se vuelve inviable.
En el aspecto interno estas tesis abogaban porque la tarea principal, después de
junio de 1977, no consistía en terminar de consolidar la democracia y dotar de
contenido las nuevas instituciones democráticas, sino en plantear una gran batalla
social y económica para conseguir la ruptura no solo contra las posiciones residuales
del franquismo, sino igualmente contra las fuerzas derechistas que habían
homogeneizado la transición política.
El segundo documento donde rastrear las posiciones defendidas por los
prosoviéticos es un escrito suscrito por 250 militantes del PCE en Madrid, afectos a
estas posiciones621. En dicho documento se parte de un análisis de los problemas que
padece el partido y de la acusación a la dirección del mismo de autoritaria. En la
620
Gregorio López Raimundo y Antoni Gutiérrez Díaz, El PSUC y el eurocomunismo, op. cit. pág. 71-2
621
El documento hecho público el 25 de enero de 1982 estaba firmado por 250 militantes de Madrid, destacando la presencia de
dirigentes de CCOO. Cinco días más tarde las mismas personas organizaban un acto en Madrid con los dirigentes
prosoviéticos expulsados del PSUC para que informasen del proceso ocurrido en Cataluña
489
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
622
“Ante la crisis de nuestro partido. A todos los comunistas”. Documento de los prosoviéticos madrileños hecho público el 25 de
enero de 1982. Recogido en Pedro Vega y Peru Erroteta, Los herejes del PCE, Ed. Planeta, Barcelona, 1982, pág. 317-
328
623
Ibíd, pág. 322
624
Ibíd, pág. 323
490
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Que los rasgos que puedan caracterizar a una democracia socialista consolidada
están efectivamente poco desarrollados en una serie de países de base económica socialista
(...) y han conducido a situaciones de una cierta – en ningún caso absoluta como puede
demostrar cualquier estudio riguroso – identificación entre Estado y Partido.
491
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Para que todo ello se haya producido han sido precisas desviaciones importantes
en la aplicación del centralismo democrático”626.
625
Ibíd, págs. 324-5
626
Ibíd, pág. 325
627
Ibíd, pág. 326
492
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
628
Fuente: Fernando Ollero Butler, El Partido de los Comunistas de Cataluña, Revista de Derecho Político, Otoño 1982, Nº 15
493
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
El X Congreso
629
Javier Varela y Carlos Acero, Las limitaciones de la tesis VII, Mundo Obrero, 24-30/7/81, Nº 135
494
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
495
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“tiene que abrirse a los movimientos sociales, hacerse más participativo, más
colectivo, dar mayor énfasis a las políticas sectoriales y encontrar fórmulas de vinculación
entre las organizaciones específicas que se creen y las organizaciones territoriales; tiene,
por último, que existir cauce orgánico suficiente para que las posiciones minoritarias
puedan expresarse en su seno con entera libertad”.
Esta intervención precongresual termina con la crítica del aspecto que condensa
las contradicciones en la práctica interna del partido:
“No parece congruente negar dentro del partido lo que reconocemos como
derechos para el conjunto de la sociedad”.
630
Antonio Elorza, La clave: el Partido, como problema, Mundo Obrero, 5-11/6/81, Nº 128
631
Santiago Carrillo, Un partido renovado y unido después del Congreso, Mundo Obrero, Suplemento Nº 4, X Congreso, 3/7/81
496
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“a la vez queremos un PCE que tenga una personalidad como tal y una política
como tal y una capacidad de decisión como tal y no una federación de partidos”.
Cuando se celebra este Congreso, en julio de 1981, la crisis del PCE se hace
patente en la disminución de sus efectivos. Si en la celebración del IX Congreso se
contabilizaban 171.332 afiliados, ahora esa cifra se rebajaba a 132.069, siendo la región
más afectada Cataluña donde el PSUC había pasado de 40.000 a 21.800 afiliados. Pero
este Congreso tampoco servirá para poner fin a una crisis que se profundizará con los
resultados de las elecciones de 1982. Cuando se celebre el XI Congreso la cifra total de
afiliados habrá bajado a 84.652, representando el PSUC tan solo a 8.016632.
Las Tesis políticas aprobadas en este Congreso suponían una continuidad en la
política eurocomunista definida en los últimos años por el PCE; por ello se aprobaron
por mayorías muy amplias en votaciones en las que coincidieron ambas corrientes del
eurocomunismo.
En política internacional se rechazaron explícitamente las Tesis prosoviéticas:
“la creación de un amplio frente de lucha por la paz (...) para lograr la
convergencia de todas las fuerzas que quieren evitar una tercera guerra mundial”.
En la posición respecto a los países del socialismo real, las Tesis aprobadas
siguen expresándose en las posiciones críticas anteriores del PCE. Se parte del
reconocimiento del papel positivo jugado por la Unión Soviética desde su nacimiento,
para pasar a criticar a continuación sus aspectos negativos:
632
Fuente: Pilar del Castillo Vera, XI Congreso del Partido Comunista de España, Revista de Derecho Político, 1986, Nº 22
497
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“El golpe de Estado fallido del 23 de febrero y el intento de repetición y los hechos
acaecidos el 23 de junio han demostrado, con la evidencia indiscutible de los hechos, hasta
qué punto era real el peligro de golpe militar que la política del Partido ha tenido en cuenta,
tanto en el análisis de la sociedad española (...) como en su actividad práctica (...)
Igualmente, se ve claro hoy que si se hubiera asumido en 1977 la necesidad de un Gobierno
de concentración democrática como pedía el PCE (...) habría consolidado las instituciones
democráticas y hubiera evitado en gran parte las condiciones que han hecho posible el
fallido golpe del 23 de febrero”.
633
Tesis sobre “Política internacional” en Tesis aprobadas en el X Congreso del PCE, folleto, págs. 2-5
498
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero, para el PCE, las causas de la debilidad del régimen democrático hay que
buscarlas más atrás, en concreto en el fracaso de la política de ruptura democrática que
el partido defendió, fracaso que se debió a:
“la actitud vacilante del PSOE y de otras fuerzas democráticas, temerosos de que
el triunfo de la ruptura democrática acrecentara la posición influyente que entonces tenía el
PCE en la oposición (...) Ello permitió a los reformistas, favorecidos por la forma de
sucesión establecida por Franco, mantener en sus manos la hegemonía y el poder en el
momento del cambio e impedir la realización de la ruptura democrática, dificultando la
imprescindible democratización de los aparatos del Estado”.
“el 23 de febrero ha creado una situación nueva que exige poner en primerísimo
término, por el Partido y por las demás fuerzas democráticas, la defensa de la democracia,
de la Constitución, lo cual precisa la cooperación democrática más amplia, la formación de
un Gobierno de coalición”.
“No haber prestado la atención necesaria a las tareas de construcción del nuevo
Partido de masas que necesitamos, así como las insuficiencias aún existentes en el
funcionamiento plenamente democrático del mismo (...) La escasa atención a los
movimientos de masas (...) No haber combinado justamente las luchas en las instituciones
democráticas (...) con las luchas de masas en todos los sectores populares (...) Incapacidad
499
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Si la formulación de las alianzas de las fuerzas del trabajo y la cultura supuso en
la década de los sesenta un enriquecimiento de nuestra concepción estratégica, superando
las limitaciones de la concepción tradicional de la alianza obrero-campesina, al iniciarse la
década de los ochenta debe abrirse a los nuevos movimientos sociales (...) El bloque social
de progreso como estrategia eurocomunista debe entenderse como una unidad dialéctica
determinada por las contradicciones objetivas del capitalismo, y en el que estarían
representados todos los sectores interesados en ese proyecto de transformación social”.
634
Tesis sobre “El período de transición” en Tesis aprobadas en el X Congreso del PCE, folleto, págs. 7-11
500
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“En el socialismo existirán todas las libertades sin las trabas que una sociedad
dividida en clases les impone (...) junto al Parlamento, existirán nuevas formas de control y
participación social a todos los niveles, de tal modo que la democracia socialista no sea sólo
un depositar el voto cada equis años, sino una democracia viva, cotidiana, participativa (...)
El pluralismo de la sociedad socialista será un antídoto contra la identificación entre el
Partido y el Estado (...) existirá una oposición y será posible la alternancia normal en el
poder de diversos equipos de gobierno”.
635
Tesis sobre “La estrategia de la izquierda para una España de progreso” en Tesis aprobadas en el X Congreso del PCE, folleto,
págs. 12-19
501
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
política estuviera a merced de una hipotética destrucción violenta e instantánea del aparato
del Estado que no es hoy posible en las sociedades de capitalismo desarrollado”.
“la concepción eurocomunista del Estado no puede tener como eje único y
exclusivo la vía electoral y parlamentaria. No sólo porque ésta no garantiza la
consolidación de los objetivos finales, sino porque no será posible la victoria electoral sin la
previa democratización y control de determinados espacios de poder (...) la mera victoria
electoral, el simple ejercicio de la democracia representativa, no producirán los necesarios
cambios en el aparato del Estado para hacer válido nuestro proyecto de socialismo”.
“La reforma democrática del Estado, concebida como una penetración en éste de
los intereses populares (...) se convierte en un punto esencial de la estrategia eurocomunista
hacia el socialismo”.636
636
Tesis “Por la transformación democrática del Estado” en Tesis aprobadas en el X Congreso del PCE, folleto, págs. 33-4
502
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
uno de estos partidos tiene plena autonomía para elaborar la política de su comunidad (...)
Al mismo tiempo, esto no niega, sino que reafirma la unidad del Partido Comunista de
España, como un todo, como una organización que hace política en toda España, con una
dirección, una política y una disciplina comunes”.
637
Tesis sobre “El Partido Comunista de España” en Tesis aprobadas en el X Congreso del PCE, folleto, págs. 45-52. Ver más
adelante el epígrafe: “El centralismo democrático y la democracia interna en el PCE”
638
Pilar del Castillo Vera, XI Congreso del PCE, Revista de Derecho Político, Nº 22, 1986, pág. 320
503
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Los enfrentamientos del sector oficialista (en cuanto que engloba al secretario
general y a la mayoría del Comité Ejecutivo y del Comité Central) con los renovadores
se inician con desavenencias que terminan en un choque frontal. Se podría indicar
como la primera expresión colectiva de la corriente renovadora la cena celebrada a
finales de julio de 1980 en casa de Ramón Tamames, en la que una serie de destacados
dirigentes del PCE le expresan a Carrillo la preocupación por la situación y le piden
que encabece una renovación del partido a fondo.
Sobre la formación y objetivos de los “eurocomunistas renovadores” tenemos el
testimonio que aporta uno de sus miembros más destacados, Manuel Azcárate:
“se había ido formando, en gran parte de una modo espontáneo, en casi todas las
organizaciones del partido; y sobre todo entre los cuadros jóvenes que habían formado y
dirigido el partido en muchos lugares, en la clandestinidad, en los años sesenta y setenta.
Esa tendencia había ido tomando cuerpo (...) a través de un triple proceso: primero,
aprobación del eurocomunismo, pero deseo de que se plasmase, no sólo en frases políticas,
sino en una renovación del partido, de sus métodos, incluso de sus hombres cuando estos no
respondían a las nuevas necesidades. En segundo lugar, actitud crítica ante una serie de
posiciones políticas del partido, por excesivamente tacticistas, pragmáticas; ante una
política exclusivamente institucional, parlamentaria, que abandonaba el trabajo de masas; y
sobre todo ante un funcionamiento del partido ‘de arriba abajo’, sin cauces para una
discusión verdadera. Y en tercer lugar, rechazo de las posiciones dogmáticas,
‘prosoviéticas’, que también hacían críticas a la dirección del partido, pero con el objetivo
de volver a un partido tradicional y a una política de apoyo a los países del socialismo
real”639
639
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., págs. 182-3
504
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
640
Se pueden considerar como pertenecientes a esta tendencia a Pilar Brabo, Manuel Azcárate, Roberto Lertxundi, Carlos Alonso
Zaldívar, Ramón Tamames, Gutiérrez Díaz, Matín Lillo, Jordi Solé Tura (estos, miembros del Comité Ejecutivo del
PCE), Ricardo Lovelace, Julio Segura o Eugenio Triana entre otros
505
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
641
Borrador de propuesta de acuerdo realizado por la Comisión mixta EIA / EPK-PCE, Mundo Obrero, Dossier PCE_EPK, 6-
12/11/1981
506
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
507
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
508
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“en toda la actividad de Lertxundi y su grupo se pone de manifiesto una doble faz:
en Madrid frente a la dirección del PCE se presentan como ‘renovadores eurocomunistas’,
exigiendo más democracia interna de la existente; mientras que en Euskadi eliminan
caciquilmente del Secretariado y del Comité Ejecutivo a los camaradas que no están de
acuerdo con ellos; realizan unas negociaciones sin transparencia alguna con Euskadiko
Eskerra, en las que se rechaza el eurocomunismo y se niegan a convocar un Congreso que
sea quien democráticamente decida si el EPK desaparece o no”642.
642
Santiago Carrillo, Memoria de la transición, op. cit., pág. 107
509
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
643
Los seis miembros expulsados del Comité Central son: Julio Segura, Manuel Azcárate, Pilar Arroyo, Pilar Brabo, Carlos Alonso
Zaldívar y Jaime Sartorius
644
Juan Infante, Reunión Comité Central del PCE del 22 de octubre de 1981, Mundo Obrero, 6-12/11/1981. Dossier PCE-EPK
510
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Por su parte el sector oficialista toma nota de que las diferencias con los
renovadores se habían hecho insalvables:
645
Santiago Carrillo, Informe al Comité Central del PCE, Mundo Obrero, 13-19/11/1981, Nº 151
511
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Esta visión del enfrentamiento pone en evidencia que el punto más sensible,
donde se centrarían más claramente las críticas de los renovadores, sería en la falta de
democracia en el partido, en el funcionamiento burocrático y autoritario de los órganos
dirigentes. En conexión con esta crítica figurarán otros aspectos deficientes en el
funcionamiento del partido y que tenían que ver con lo que consideraban el bloqueo
evidente de la estrategia eurocomunista, la falta de sensibilidad en el problema de
adaptación del PCE al Estado autonómico, la ausencia de receptividad a las demandas
de los nuevos movimientos sociales o el distanciamiento de los intelectuales y
profesionales.
Uno de los principales documentos donde se recoge la posición de los
renovadores es el denominado Documento de los 250647 (su título original es, Por el
eurocomunismo y la renovación) que comienza definiéndose como una corriente de
opinión buscando “la profundización de la política eurocomunista y la renovación del
partido”. En el análisis que desarrollan, parten de que el partido va a la deriva desde la
ruptura del consenso constitucional y se revela, a partir del IX Congreso, “un creciente
desfase entre las formulaciones políticas del PCE y su realidad interna”648.
Responsabilizan de la reactivación de la corriente dogmática en el PCE a:
646
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., pág. 120
647
“Documento de los 250”, recogido en Los herejes del PCE, op. cit., pág. 310
648
Ibíd, pág. 311
649
Ibíd, pág. 311
512
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
650
Ibíd, pág. 312
651
Ibíd, pág. 313
652
Ibíd, pág. 314.
653
Santiago Carrillo, Memoria de la transición, op. cit., pág. 77
513
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Yo creo que hay una responsabilidad de los dirigentes llamados ‘renovadores’
que no han tenido comprensión de la realidad histórica de nuestro país, que no han tenido lo
que yo entiendo por espíritu de Partido y no han comprendido que en este Partido la
cuestión principal era luchar para consolidar y confirmar una estrategia eurocomunista. Han
pensado en un momento dado, que tenían suficiente fuerza para enfrentarse, a la vez, con el
sector dogmático y con lo que ellos llaman el ‘eurocomunismo clásico’ ”654.
654
Santiago Carrillo, “Intervención en la reunión del Comité Central celebrada el 7 de junio d e1982”, en Memoria de la transición,
op. cit. Pág. 222
655
Máximo Loizu y Luis Crespo, ¿Tiene el eurocomunismo una teoría política?, Argumentos, Nº 15, Madrid, septiembre de 1978
Estos dos autores, lo mismo que Jordi Borja o Jordi Solé Tura, provenían de Bandera Roja, grupo del que saldrían una parte
importante de los eurorenovadores, especialmente en cuanto a su aportación al debate teórico.
514
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
656
Pilar Brabo, A propósito del eurocomunismo, op. cit., pág. 14
657
Alberto Infante, Sobre la teoría política del eurocomunismo, Nuestra Bandera, Número 97, 1979, págs. 12-3
515
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Por su parte, Joaquín Sempere659 considera totalmente falso mantener que las
masas tengan poder de decisión en las cuestiones vitales que atañen a la sociedad, solo
mantienen un continuo forcejeo de resultados modestos contra la gran burguesía y sus
aparatos de Estado. Desmiente, frente a la afirmación de Loizu-Crespo, que el
eurocomunismo sostenga la supresión del antagonismo entre la burguesía y el
proletariado, pues es una falta de conocimiento del significado de las políticas del
“compromiso histórico” en Italia o del “consenso” en España alegar que dichas
políticas suponen el fin de las luchas de clases. En definitiva, considera que las
propuestas de estos dos autores suponen el abandono, por parte de la izquierda, de toda
independencia ideológica y política y la renuncia a todo proyecto de cambio real.
658
Ibíd, pág. 14
659
Joaquín Sempere, ¿Eurocomunismo o liberalismo?, Argumentos, Nº 18, Madrid, Diciembre de 1978
516
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“Para Michels las mismas fuerzas que producen la oligarquía en los partidos
políticos deben también invariablemente acarrear la oligarquía en el gobierno de un país.
Para Michels, por lo tanto, la democracia es un sueño imposible. Pero como han comenzado
a comprenderlo las generaciones posteriores de estudiosos de las ciencias políticas, Michels
cometió un error elemental. Si los partidos políticos son altamente competitivos, puede no
importar que no sean internamente democráticos o incluso que sean internamente
oligárquicos. Si los partidos compiten activamente por los votos en las elecciones, entonces
un partido que no responde a los intereses de la mayoría perderá probablemente las
elecciones, mientras que otro que responde a los intereses de la mayoría probablemente las
ganará. Si la razón principal de la necesidad de los partidos políticos es que faciliten la
democracia en el gobierno del país, entonces ¿no servirán igualmente o tal vez mejor a este
propósito los partidos internamente oligárquicos que los partidos que son internamente más
o menos democráticos?”660.
660
Robert A. Dahl, ¿Después de la revolución?, Ed. Gedisa, Barcelona, 1994, pág. 17.
661
Santiago Carrillo, “Apuntes en torno al centralismo democrático”, en Problemas del partido. El centralismo democrático, Ed.
Revista Ahora. Partido de los Trabajadores de España-Unidad Comunista, Madrid, 1988, págs. 39-40
517
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero este argumento con ser de peso no es el más importante para Carrillo, para
quien lo esencial del rechazo a la existencia de fracciones se encuentra en la
imposibilidad de existencia de pluralismo en el seno de un partido comunista:
“El Partido Comunista en un país capitalista, por muy democrático que éste sea, no
puede ser un reflejo de la sociedad ni ‘reconocer a la sociedad’ que combate. Reflejar a esta
sociedad es identificarse con ella y eso pueden hacerlo los partidos burgueses y el sector
socialdemócrata. Los comunistas nos identificamos con la clase obrera, con los
trabajadores, con las capas oprimidas. Debemos ser el reflejo consciente de las
aspiraciones, a veces confusas, de éstas.
Cuando se habla de pluralismo dentro del Partido Comunista como el que hay en
otros partidos burgueses, donde coexisten desde tendencias o fracciones progresistas con
otras de marcada orientación derechista y se alternan según los movimientos pendulares de
la política en la dirección, yo creo que se hace una comparación desafortunada y falsa. El
662
Santiago Carrillo, “Apuntes en torno al centralismo democrático”, en Problemas del partido. El centralismo democrático, op.
cit., págs. 46
518
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
pluralismo no puede ser el signo distintivo del Partido Comunista en una sociedad
capitalista”663.
“En la sociedad capitalista, los partidos políticos son fracciones de esa sociedad
(...) Pero la democracia política en esa sociedad consiste en que las diversas clases y capas
sociales puedan estar organizadas en fracciones políticas que las representen. Incluso en
una sociedad socialista, en la que subsistan clases sociales diferentes, aunque no sean
antagónicas, puede haber fracciones – partidos políticos que las encarnen – (...) Se puede
concebir que, en un partido interclasista, precisamente por serlo, la estructura de poder se
articule sobre la base del juego de fracciones. Cada fracción representa a un sector social
determinado dentro del Partido (...) Pero en el partido de los trabajadores ¿el resultado
puede ser el mismo? (...) En las condiciones de la sociedad capitalista, un Partido Obrero
dividido en fracciones termina siendo manipulado desde fuera por los sectores dominantes
en la sociedad”664
“Cuando en un Partido Comunista surgen fracciones suelen tener por causa una
derrota, la posición a contracorriente del Partido en una coyuntura determinada, o las
dificultades surgidas por una u otra razón en el proceso revolucionario. En la crisis actual
han sido determinantes los problemas surgidos en y entre los países socialistas junto a las
nuevas cuestiones que en el terreno de la teoría plantea el moderno desarrollo del
capitalismo, con los cambios introducidos por la segunda revolución industrial.
663
Santiago Carrillo, “Problemas “nuevos”... de hace un siglo”, en Problemas del partido. El centralismo democrático, op. cit.,
págs. 112
664
Santiago Carrillo, “Coincidencias y divergencias con Adam Schaff sobre el centralismo democrático”, en Problemas del partido.
El centralismo democrático, op. cit., págs. 158-9
519
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
665
Santiago Carrillo, “Problemas “nuevos”... de hace un siglo”, en Problemas del partido. El centralismo democrático, op. cit., pág.
113
666
Ibíd, pág. 104
667
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit. Pág. 96
668
Ibíd, pág. 100-1
520
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“El principal límite político interno que se opone hoy al desarrollo del PCE está
constituido por la tendencia partidaria de abandonar el eurocomunismo, y secundariamente
por la tendencia a mantenerlo verbalmente, bloqueándolo y desvirtuándolo en la
práctica”670.
669
Tesis alternativa sobre el partido presentada por el sector renovador en el X Congreso, en Crisis del eurocomunismo, op. cit. pág.
332
670
Ibíd, pág. 333
671
Ibíd, pág. 334
672
Ibíd, pág. 334
521
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
órganos inferiores a los superiores, en la aceptación consciente del programa del partido y
de sus Estatutos. La minoría tiene derecho a exponer libremente la defensa de sus opiniones
con el límite claro de la prohibición de fracciones o tendencias organizadas (...) La minoría
aparece cuando existen opiniones políticas no coincidentes con la oficialmente adoptada
por votación. Se trata por tanto de una minoría de opinión política y nunca de acción
política, que en el partido es única. Su carácter por definición no puede ser permanente,
sino continuamente variable”.673
“un problema que los partidos eurocomunistas no siempre abordarán con el valor
que lo hiciera el PC Checoslovaco: el hecho de que la construcción del socialismo en
condiciones democráticas, y a la vista de la experiencia staliniana, obliga a replantear a
fondo el problema de la organización del partido. Es decir, que no basta con proponer una
política democrática desde un partido comunista tal vez incapaz de asumir su propia
673
Ibíd, pág. 340-1
674
Ibíd, pág. 342
522
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Como ejemplo del error de esta posición, dicho autor alega la involución
operada en el PCF, el cuál conjugó la crítica a la invasión de Checoslovaquia y la
adopción de una vía democrática al socialismo con el impedimento de toda posición
crítica tanto sobre el propio partido como sobre el modelo soviético; precisamente, este
bloqueo en la renovación del partido va a ser la condición que posibilite, tras la ruptura
de la “Unión de la Izquierda”, el viraje político que le devuelva a la ortodoxia soviética.
El ejemplo del PCF le sirve a Elorza para hacer las siguientes reflexiones:
Todo esto nos lleva a analizar la relación existente entre la democracia interna y
el principio de organización clave de los partidos comunistas, el centralismo
democrático.
675
Antonio Elorza, “Eurocomunismo y tradición comunista” en Vías democráticas al socialismo, op. cit. Pág. 100
676
Ibíd, págs. 100-3
523
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“para que el centralismo sea democrático, es preciso, entre otras cosas, garantizar a
la minoría el derecho a defender sus puntos de vista y luchar por hacerlos admitir. El
principio de que la minoría tiene que someterse obligatoriamente a las decisiones de la
mayoría cuando hay que actuar, representa una de las caras de la cuestión (...) la otra es el
derecho de la minoría a proseguir su lucha para defender sus puntos de vista (...) Las
consecuencias prácticas son las siguientes: el derecho de las minorías a presentar sus puntos
de vista en las asambleas del partido, el derecho a constituir grupos para preparar los
documentos precisos e incluso el derecho a proceder a elecciones en el Congreso sobre la
base de diferentes plataformas”677.
677
Adam Schaff, “Burocracia del partido y democracia socialista”, en Vías democráticas al socialismo, op. cit., págs. 280-1
524
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
678
Adam Schaff, “Centralismo democrático, si, ¿pero como entenderlo? (y 2)”, en Problemas del partido. El centralismo
democrático, op. cit., págs. 78-9
679
Andreu Claret Serra, Consideracions sobre el centralisme democràtic, avui, Nous Horizons, número 34, mayo de 1977, pág.25
525
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“De otra parte la ilegalidad en Francia conduce a Antón y al equipo que trabaja
con él entre la emigración a realizar sustituciones de cuadros de manera autoritaria, con un
criterio no siempre objetivo en cuanto a su firmeza política. En este periodo se extrema la
aplicación del ‘centralismo democrático’, es decir, del autoritarismo en la dirección que ha
sido nuestro defecto tradicional (...)La discusión con Antón dura años. La primera parte de
esa discusión termina con la aprobación en 1952 de la Carta a las organizaciones y
militantes del partido que es una autocrítica de los métodos burocráticos, autoritarios, de
ordeno y mando utilizados en el partido (...)Esta presión, en los métodos entonces usuales
en el partido, crea una situación verdaderamente kafkiana”681.
680
Para el desarrollo de estas purgas ver el libro de Gregorio Morán, op. cit., págs.151-186 y 194-207
681
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., págs. 434-6
526
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Hay que precisar de qué democracia se trata. Se nos acusa de preconizar las
fracciones, la vuelta a un tipo socialdemócrata de partido. Es una acusación gratuita y las
actas de la discusión en el Comité Ejecutivo dan testimonio (...) ese modelo no nos sirve. Se
trata de forjar otro sistema de democracia interna, en el que lo importante no sea tanto los
aspectos formales – aunque estos sean necesarios – sino el método de discusión”683.
La respuesta, en ese momento, del grupo dirigente del PCE a las acusaciones de
Claudín va a ser reconocer la ausencia de democracia interna y justificarla en la
situación de lucha clandestina en que desarrolla su actividad el partido:
682
Fernando Claudín, Las divergencias en el partido, op. cit., pág. 96
683
Ibíd, págs. 99-100
684
Documento-Plataforma fraccional de Fernando Claudín, op. cit., pág. 93
527
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero esta declaración no está reñida con el intento de presentar al PCE como el
partido más democrático, no sólo de entre los comunistas, sino de entre todos los
partidos. Para aseverar estas declaraciones pone de ejemplo el abultado número de
miembros que componen el Comité Ejecutivo o el Comité Central, el sistema de
consultas personales recogido en los Estatutos de partido, la autonomía con que
funcionan las organizaciones locales y provinciales con relación a los órganos centrales
de dirección, o la autonomía que gozan los Partidos Comunistas de Galicia y Euskadi,
así como el PSUC, asegurando que en el partido “no hay ni habrá culto y glorificación
beata de los dirigentes”686.
Santiago Carrillo matizará esta exaltación democrática de Ignacio Gallego, y se
acercará más a la realidad cuando apunta que:
685
Ignacio Gallego, El centralismo democrático en el partido, Nuestra Bandera, número 65, tercer trimestre de 1970. Pág. 18
686
Ibíd. Pág. 24
687
Santiago Carrillo, Partido Comunista de España, op. cit. Pág. 31
528
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
sido las exigencias que el partido se ha impuesto conscientemente en esas dos situaciones
(de ilegalidad y terror)?.
Frente a este método, propone otro diferente, más democrático, se podría añadir:
688
Manifiesto-Programa del PCE, op. cit., págs. 139
689
Santiago Álvarez, Del encuentro de Budapest a la Conferencia de Moscú, Nuestra Bandera, número 58, tercer trimestre de
1968, pág. 76
529
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
largo, sin duda, que requiere más paciencia, más argumentación, pero no hay otro si de
verdad queremos avanzar hacia la unidad”690.
690
Santiago Carrillo, Discurso pronunciado en la Conferencia de los partidos comunistas y obreros de Moscú – junio 1969 Editions
de la Librairie du Globe, París, 1969, págs. 126
691
Manifiesto-Programa del PCE, op. cit., págs. 140
692
Andreu Claret Serra, Consideracions sobre el centralisme democràtic, avui, Nous Horizons, número 34, mayo de 1977, pág.33
530
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
La explicación más coherente es la que ofrece Solé Tura, que de alguna manera
llega incluso a coincidir con Carrillo en que el concepto de centralismo democrático es
una herencia de identidad del partido que ha perdido su significado original en un
partido eurocomunista que se define como:
“un partido de masas. Pero aquí se plantean diversos problemas. ¿Hasta que
punto, por ejemplo, puede un partido de masas seguir rigiéndose por el centralismo
democrático? ¿Hasta que punto un partido de masas puede seguir desconociendo la
existencia de tendencias y corrientes diversas en su seno? (...) Lo que hoy se denomina
693
Jaime Ballesteros, El partido comunista en los umbrales de la democracia, Nuestra Bandera, número 85.
694
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., pág. 627
695
Rafael Ribó, Notes sobre la democràcia interna als partits comunistes, Nous Horizons, número 44, junio de 1978, pág5
531
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Sin embargo, el propio secretario general del PCE cree que aquello fue un error:
696
Jordi Solé Tura, “El concepto de revolución de la mayoría”, en Vías democráticas al socialismo, op. cit., pág. 259
697
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., págs. 727-8
698
Santiago Carrillo, “Apuntes en torno al centralismo democrático”, en Problemas del partido. El centralismo democrático, op.
cit., págs. 48-9
532
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
“el peso de los exiliados, de los venidos de fuera, del ‘equipo de París’, es decisivo
en el Partido Comunista de España.. Toda esta gente, profesionales administrativos y
profesionales políticos, constituyen el aparato, la burocracia del partido”700.
699
Simón Sánchez Montero, El futuro se llama libertad, op. cit., pág. 218
700
Pedro Vega y Peru Erroteta, op. cit., pág. 21
701
IX Congreso del Partido Comunista de España, op. cit., pág. 44
533
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Pero precisamente de eso es de lo que acusan tanto los renovadores como los
prosoviéticos a la dirección del PCE, del escaso margen de participación de las bases,
de haber impuesto decisiones trascendentales desde arriba (abandono del leninismo,
firma de los Pactos de la Moncloa, etc.). Carrillo reconoce esa falta de democracia
702
Ibíd, pág. 157
703
Ibíd, págs. 172-3
704
Santiago Carrillo, Intervención en la VII Conferencia del PCE de Madrid, Mundo Obrero, 24-30/7/81, Nº 135
534
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
interna cuando habla de que “el error fundamental es que el Partido ha estado haciendo
política por arriba y hacia arriba”; cuando reconoce que:
705
Santiago Carrillo, Informe del Comité Central al X Congreso, Mundo Obrero, 28/7/81, Nº 136
535
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
FINAL DE TRAYECTO
536
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
537
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
apoyo para el PCE en su lucha por las libertades democráticas, pero no tuvo los efectos que
pudo haber tenido en el desarrollo posterior de la tendencia eurocomunista”706.
706
Santiago Carrillo, Memorias, op. cit., págs. 656-8
707
La cumbre tripartita de Madrid. Solidaridad con el PCE y con una España libre, Mundo Obrero, Madrid, 4 de marzo de 1977
538
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
órganos dirigentes. En el PCI, por el contrario, su dirección está más diversificada, con
la presencia de representantes de diversas capas sociales y generaciones distintas, de
manera que incluso la presencia obrera está sub-representada en los órganos de
dirección con relación a la composición social de su base militante. También es
diferente el papel jugado por los intelectuales, pues además de su presencia en los
órganos de dirección, los debates de éstos tienen una influencia clara en la elaboración
de la línea política del partido.
Estas diferencias sirven para explicar las distintas posiciones que ambos
partidos adoptan en relación con la democracia. Hasta los años 70, el PCF mantiene
una postura ortodoxa en relación con el Estado y la democracia. El Estado es concebido
como un instrumento al servicio de la burguesía que debe desaparecer con la toma del
poder por la clase trabajadora, siguiendo el modelo soviético. La democracia, a su vez,
es contemplada como una manera de enmascarar los conflictos y el dominio de una
clase sobre otra. Sin embargo, a partir del desarrollo de la teoría del capitalismo
monopolista de Estado y con la política de la unión de izquierdas, el PCF se pronuncia,
en la segunda mitad de los años 60, por un “socialismo con los colores de Francia”
cuya principal novedad consiste en la posibilidad de conseguir la democratización del
Estado, sin necesidad de destruirlo, para alcanzar el socialismo. Sus corolarios son
entonces la renuncia a la dictadura del proletariado y el compromiso con una sociedad
socialista democrática. La coyunturalidad de esta línea política queda de manifiesto con
su rápido abandono tras la ruptura de la unión de izquierdas y el retorno a las
posiciones ortodoxas.
El PCI ha contado para la adopción de una posición diferente a la del PCF con
la herencia intelectual de Gramsci, cuyos análisis, sin negar el carácter de clase del
Estado, ponen de manifiesto la complejidad que éste tiene en Occidente, y a partir de
los cuales desarrolla una estrategia diferente basada en la conquista de la hegemonía
por la clase obrera en lo que denomina guerra de posiciones. Desde 1945 el PCI se
apoya en una concepción de democracia progresiva y defiende la Constitución italiana
como marco para alcanzar el socialismo. A partir de estas bases, el PCI mantendrá una
evolución lenta, pero sin rupturas, con intensos debates internos y una práctica
parlamentaria no obstruccionista que le llevan desde una concepción instrumentalista
de la democracia a una adhesión leal a sus principios fundamentales. Esta evolución
conocerá una aceleración en 1973, a raíz del golpe militar de Chile, que le conducirá a
formular su estrategia del compromiso histórico y a una mayor inserción en las
539
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
instituciones, hasta que a finales de los años 80 abandone las últimas concepciones
provenientes del comunismo.
El eurocomunismo fue en el PCF un paréntesis dentro de su posición ortodoxa,
una legitimidad suplementaria aportada a su política de unión de izquierdas; en tanto
que en el PCI fue una etapa más de su evolución en una línea que terminó en el
abandono de toda seña de identidad comunista.
Los primeros en renunciar al proyecto fueron los comunistas franceses que lo
hicieron a partir de una ruptura, la de la Unión de Izquierdas con los socialistas, y de
un fracaso, el cosechado en las elecciones de 1978, tras esa ruptura. A partir de ese
momento el abandono del proyecto eurocomunista es evidente y va aparejado a una
reconciliación con la Unión Soviética, en realidad un refuerzo de sus lazos, pues éstos
nunca se habían deteriorado al nivel al que llegó el PCE. En 1979 da su aprobación a la
invasión de Afganistán por la URSS, en 1980 acoge en París a una conferencia de
partidos comunistas prosoviéticos, y en 1981 da su apoyo al golpe de Estado del
general Jaruzelski en Polonia.
En el caso del PCI la ruptura fue más tardía, pero al contrario que el PCF no lo
fue para volver a posiciones prosoviéticas, sino para irse alejando definitivamente del
proyecto comunista en cualquiera de sus variantes. Encerrada en un callejón sin salida
la política del compromiso histórico, el PCI se acercó a la socialdemocracia europea
haciendo brillar brevemente el término de euroizquierda. Nada más expresivo de la
distancia que le separa del PCF, que la reacción del PCI ante el golpe militar del
general Jaruzelski en Polonia dando por agotado el impulso revolucionario nacido de la
revolución soviética.
En el PCE, ya se ha visto, es la desorientación producida por una salida de la
dictadura al margen de todas las predicciones hechas por los comunistas y el fracaso
electoral cosechado en las elecciones democráticas las que hacen estallar el partido y
arruinar el proyecto eurocomunista.
Las consecuencias, por tanto, no se restringen al ámbito político español sino
que generan lo que Anderson708 denomina la crisis del marxismo occidental, que se
manifiesta, por un lado, en la perdida de vitalidad o el abandono del marxismo por
parte de los intelectuales situados en este campo y, por otro, en la pérdida de peso de
708
Perry Anderson, op. cit., págs. 30-3 y 92
540
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
los partidos comunistas en las sociedades del sur de Europa donde venían manteniendo
un importante peso o influencia desde la segunda guerra mundial.
Ya se ha hecho alusión más arriba a la fase final de la crisis de los comunistas
vascos, después del X Congreso, que terminó en una escisión, en la que una parte se
fusionó con la coalición electoral Euskadiko Eskerra aprovechando el Congreso
fundacional de ésta en partido político. Este acontecimiento produjo como
consecuencias colaterales la expulsión de seis miembros del Comité Central, que
habían apoyado la conferencia dada en Madrid por Onaindía y Lertxundi para explicar
el alcance de la fusión en Euskadiko Eskerra; así como la expulsión del partido de
varios concejales del ayuntamiento de Madrid, y la disolución de varios Comités
Provinciales que se habían solidarizado con el proceso de fusión realizado en Euskadi.
Estas actitudes, añadidas a la decantación del sector prosoviético, cuyo primer
triunfo fue la supresión del eurocomunismo en el V Congreso del PSUC, denotaban
una situación de crisis profunda en el partido. La campaña sistemática de expulsión de
los renovadores y la posterior escisión prosoviética no solucionaron, sino todo lo
contrario, los problemas del PCE, que conoció en 1982 dos graves derrotas en las
urnas, la primera en Andalucía y la segunda a nivel nacional, tras las cuales, reducido el
partido a su mínima expresión electoral, se produciría la dimisión de Santiago Carrillo
como secretario general del PCE. Estos acontecimientos representaban, en definitiva, el
aspecto exterior de la quiebra del proyecto eurocomunista.
Este retroceso del eurocomunismo, a la altura de 1982, no afectaba solamente al
partido español, el PCF había rechazado públicamente el eurocomunismo y había
vuelto a alinearse con las posiciones soviéticas después de marginar o expulsar a los
defensores más destacados de aquél. La única excepción se mantenía en el partido que
había iniciado esta senda y había sido su principal abanderado: el PCI, de manera que
podría decirse que el eurocomunismo se había terminado convirtiendo en una
“anomalía italiana” 709.
Las explicaciones al fracaso de un fenómeno político que, a pesar de la
resonancia que alcanzó y de las expectativas que despertó, tuvo un tiempo de vida
corto, no más allá de cinco años, hacen referencia a diferentes circunstancias. En
709
Manuel Azcárate, Crisis del eurocomunismo, op. cit., págs. 295-7
541
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
principio vamos a hacer mención a las apuntadas por distintos analistas710 y que son
comunes a la crisis de los Partidos Comunistas occidentales.
Un primer factor sería la reducción de la tradicional base social y electoral en
que se habían venido apoyando los Partidos Comunistas, no solo porque la clase obrera
industrial perdiera peso en la estructura ocupacional de las sociedades occidentales,
sino porque la crisis golpeó especialmente a los sectores donde más fuerza habían
tenido los comunistas: minería, siderurgia, etc. El descrédito continuado del socialismo
real es evidente que contribuyó a restar apoyo a estos partidos, incluso a aquéllos que,
como el PCE, se habían esforzado en demostrar su alejamiento de la Unión Soviética y
no habían ahorrado críticas a las decisiones más controvertidas de esta superpotencia.
Un tercer factor que explicaría la crisis sería al cambio cultural acaecido en las
sociedades occidentales y que afectarían a los Partidos Comunistas en dos sentidos: el
crecimiento del individualismo, el consumismo y el hedonismo restarían fuerza a los
valores colectivistas, de solidaridad de clase y de sacrificio militante sobre los cuales
los comunistas habían construido sus discursos y sus propias organizaciones. Por otro
lado, habían aparecido nuevas demandas sociales alejadas de los tradicionales temas de
la propaganda y movilización comunista como el ecologismo, el feminismo, el
pacifismo, etc. que fueron recogidos por nuevos movimientos sociales y que de esa
manera les restaron el apoyo de un potencial electorado. En este cambio desfavorable
del ambiente social y político, los Partidos Comunistas dieron señales claras de falta de
adaptación y contribuyó además a potenciar sus tensiones internas.
Complementariamente, hay otra serie de razones que son reconocidas por
diversos dirigentes del PCE y PSUC. Una de ellas sería la falta de una estrategia común
a los partidos comunistas de la Europa occidental que daría lugar a un progresivo
distanciamiento entre ellos, incumpliéndose, así, uno de los objetivos considerados
fundamentales para compensar su “nacionalización”: una estrategia y actuación común
en el ámbito de la Comunidad Europea, que se volvería más urgente precisamente
debido a los efectos de la crisis económica y de la intensificación de la tensión
internacional creada por el nuevo clima de guerra fría, a lo que debían de dar respuesta
para no perder credibilidad y evitar las tendencias al repliegue en el seno de los partidos
comunistas, como terminó ocurriendo a menudo. Es decir, las condiciones ambientales
710
Un resumen de estos análisis esta recogido en la memoria de Luis Ramiro Fernández, Cambio, estrategias políticas y estrategias
organizativas: el caso de Izquierda Unida, mecanografiado
542
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
543
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
711
Ricardo Lovelace, La crisis del PCE: Manifestación de un proyecto inviable, Leviatán, Nº 8, verano de 1982. págs. 49-50
544
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
CONCLUSIONES
En 1956 el PCE había concluido una pequeña travesía del desierto en el plano
interior, después de abandonar la lucha guerrillera a finales de los 40 y de iniciar una
política de penetración en los sindicatos verticales, y había sido sacudido por las
revelaciones del XX Congreso del PCUS con la denuncia de los crímenes stalinistas. Se
abría una nueva etapa llena de interrogantes en el sentido de que se comenzaban a
hundir mitos – empezando por el más importante, el de Stalin mismo – y certezas y se
iba haciendo necesario cada vez más dar soluciones propias a los problemas.
Aún quedaban mitos importantes que se irían disolviendo con el tiempo: La
unidad en el ámbito del movimiento comunista o el avance económico y tecnológico de
la URSS presentado como una rápida superación del capitalismo en estos terrenos. En
el ámbito doméstico, la confianza en el papel hegemónico del PCE en el seno de la
izquierda española, o la certeza de que la dictadura sería sustituida por un régimen de
democracia avanzada. Cada vez que se disolvía alguno de esos mitos se planteaba más
acuciantemente los problemas a los que el PCE no terminaba de dar respuesta. Dada la
debilidad del resto de la oposición antifranquista se podía creer que el PCE se
convertiría definitivamente en el principal partido de la izquierda, con una importante
influencia en la política nacional, pero no le excusaba de constatar que era
extremadamente difícil conseguir esa alianza necesaria para la democracia avanzada
que propugnaba. Por lo tanto, fiar todo en la inevitabilidad de una ruptura democrática
para acabar con el franquismo, como quedó sentenciado en la discusión de 1964, era
sostener contra viento y marea una política voluntarista al margen de los datos que
ofreciese la realidad, sin tener en cuenta políticas alternativas a situaciones diferentes.
Parecía que la dirección del partido no había aprendido nada de su error cuando, por
negarse a contemplar la inevitable victoria franquista hacia el final de la guerra civil, el
partido se quedó sin preparación para hacer frente a la situación de clandestinidad en la
545
Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
que se sumergió, con el consiguiente costo en tiempo y sacrificios que hicieron falta
para remontar la situación.
Si en el plano interior se podía creer en el triunfo de las soluciones defendidas
por los comunistas, por lo menos hasta que se demostrase lo contrario, a nivel del
movimiento comunista no era posible seguir engañándose. Los graves problemas que
aparecían en el campo comunista con sus divisiones y enfrentamientos; los
estrangulamientos constatables en las sociedades del socialismo real que las hacían
aparecer como modelos repudiables a los ojos de gran parte de la clase obrera europea;
y el estancamiento de los partidos comunistas de las sociedades desarrolladas que no
conseguía ningún avance hacia el socialismo, dibujaban todos ellos un panorama que
necesariamente tenía que inquietar a los militantes menos dogmáticos.
La coexistencia pacífica había congelado la situación de enfrentamiento entre el
mundo capitalista y el comunista, a pesar de las protestas entre otros del propio PCE, de
que ése no debiera ser su auténtico significado. Podían darse alteraciones en la
correlación de fuerzas existente en países marginales, normalmente al calor de las
luchas de liberación nacional, pero nunca en lugares estratégicos. La disuasión nuclear
pesaba demasiado gravemente.
Esta perspectiva que alteraba absolutamente los datos de la existencia de los
partidos comunistas – la insurrección revolucionaria no solo se hacia imposible, sino
que las diferentes tentativas llevadas a cabo en el occidente europeo se habían saldado
con fracasos continuados; el modelo soviético no era atrayente – es complementada por
otro dato inexistente en el momento del nacimiento de los partidos comunistas al calor
de la revolución de octubre: la democracia como sistema político (es decir, el conjunto
de valores e instituciones en los que se sustentaban los regímenes liberal-democráticos)
había adquirido una enorme legitimación, y se había convertido en la única fuente
como tal en los países desarrollados, tras la experiencia nazi-fascista y la construcción
del Estado de Bienestar. Ningún partido que se situase al margen de sus valores,
aunque fuese con la excusa de alcanzar una democracia superior, sería capaz de contar
con un apoyo importante para influir con su actividad en el desarrollo de la política en
su país. Que el PCE fuese sensible a estos argumentos no era algo inevitable como lo
demuestra el contraejemplo del PCP.
Este es el panorama general en el que se encuadra la trayectoria del PCE en su
evolución ideológica y práctica y en el que el tema de la democracia actúa como factor
determinante.
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
La etapa elegida para estudiar la actitud del PCE en relación con la democracia
se ha dividido en tres periodos claramente diferenciados.
El primero es el que se desenvuelve entre 1956 y el inicio de la transición a la
democracia en España y cuyos rasgos más característicos son los siguientes:
1) La lucha clandestina contra la dictadura que impide un normal
desenvolvimiento de la vida del partido.
2) La progresiva autonomización de su actividad respecto al Unión Soviética
al compás de la convulsa situación del movimiento comunista internacional.
3) La contradictoria asunción de los valores democráticos y el rechazo
paralelo de categorías del marxismo-leninismo discrepantes con ello, lo que
es acompañado de una creación continua de nuevos conceptos.
4) La incorporación al partido de nuevas generaciones que no han conocido la
guerra civil y que van accediendo a la dirección por cooptación y adhesión
al proyecto político impulsado, sobre todo, por el secretario general.
5) La vinculación al creciente movimiento de masas de oposición al
franquismo, y especialmente la influencia sobre el nuevo sindicalismo que
nace sobre las ruinas del histórico.
6) La búsqueda continua de acuerdos y alianzas con otras fuerzas políticas que
impidan su aislamiento y le conviertan en el eje del inevitable final de la
dictadura.
Al final de este período el PCE se encuentra en la cumbre de su influencia. Su
estrategia para acabar con la dictadura se asienta en dos pilares: el Pacto para la
Libertad y la Huelga Nacional. Del primero solo conseguirá una pálida plasmación con
la Junta Democrática al faltar en ella gran parte de la oposición. La segunda jamás se
llevaría a cabo. En el nivel teórico mantiene las categorías propias del marxismo-
leninismo pero de una manera formal, con un significado que no se corresponde con el
original. Los cambios en el PCE habían ido ya muy lejos.
El segundo período se inicia con la confluencia histórica de dos acontecimientos
fundamentales: el inicio de la transición democrática en España y la consolidación del
proyecto eurocomunista entre los principales partidos occidentales. Se trata de un
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
período corto pero profundamente convulso y decisivo en la historia del partido. Por
una lado, parece que toma cuerpo el conjunto de modificaciones estratégicas y teóricas
que se habían venido produciendo en el período anterior, arropado por el hecho de que
un camino similar lo hayan emprendido dos partidos tan importantes como el PCF y el
PCI. El eurocomunismo parece consolidar la vía iniciada en 1956 que permite salir a
los partidos comunistas de las sociedades desarrolladas del impasse que supone la
imposibilidad de una insurrección revolucionaria para alcanzar el socialismo, a la vez
que les reconcilia con los valores democráticos plenamente asentados a partir de la
experiencia de los fascismos europeos.
Pero a la vez, el PCE experimenta el hundimiento de todas las expectativas que
se había creado sobre la salida de la dictadura y el papel a jugar por los comunistas y el
movimiento obrero en general. No hay revolución política, ni ruptura democrática;
ninguna huelga general es la responsable del cambio político; se ve obligado a olvidar
todas las concepciones elaboradas y aceptar la línea que marcan los sectores
reformistas del régimen junto a la oposición moderada, sin que en la vorágine de los
acontecimientos elabore una verdadera política alternativa; adopta una posición
defensiva cuyo máximo objetivo es impedir quedar marginado, conseguir la
legalización; al final los resultados de las elecciones de 1977 dejan meridianamente
claro que su espacio político es mucho más reducido que lo que sus expectativas le
indicaban. La adopción de la política de consenso redunda en beneficio de la
estabilidad del proceso de transición y políticamente sus réditos los cobra el gobierno
de UCD, no el PCE, que tampoco consigue llevar a la práctica su propuesta de gobierno
de concentración.
En el cierre de este período coinciden el inicio de la decadencia en la influencia
social y política del PCE con el cenit de la elaboración teórica de transformación del
partido. Por un lado aparece Eurocomunismo y Estado que, aunque es una obra
personal de Santiago Carrillo, no deja de ser un documento oficioso, pues la escribe el
secretario general; por otro tiene lugar la supresión del leninismo como seña de
identidad en el IX Congreso. Pero además una gran cantidad de contribuciones, en
diversas publicaciones, de cuadros medios del partido e intelectuales elevan el nivel de
discusión.
El fracaso definitivo de las esperanzas sobre el peso político y el papel a
desempeñar por el PCE, acompañado de una profunda desorientación política, abre el
tercer período que va a coincidir con el declive del proyecto eurocomunista en el resto
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los años 60 y 70. El PCE no dejará de esgrimir razones que, según él, hacen más
conveniente el socialismo que el capitalismo para las clases medias y los empresarios
no monopolistas, pero todavía no se ha dado ningún ejemplo histórico en que estas
capas apoyen decididamente el paso al socialismo. Este es uno de los graves problemas
que se le planteaba a la vía democrática al socialismo.
La condición para que la salida democrática de la dictadura franquista fuese en
la dirección proyectada por el PCE consistía en que el proceso de transición se hiciese
bajo la dirección de la clase trabajadora, es decir, que se produjese una ruptura
democrática, a través de algún tipo de huelga general, que supusiese el
desmantelamiento rápido y sin concesiones del aparato estatal franquista y el
consiguiente debilitamiento de las posiciones políticas y sociales de los sectores
monopolistas. Esta condición tampoco se llegó a concretar porque al no producirse un
hundimiento de la dictadura, las clases dominantes fueron capaces de maniobrar e
impedir que la dirección del cambio político fuese encabezada por la clase trabajadora.
Las movilizaciones que se produjeron en las postrimerías del franquismo y los primeros
años de la transición fueron importantes, de hecho contribuyeron a corregir la línea
inicial de los primeros gobiernos reformistas de la transición, pero no lo suficientes
como para imponer una salida diferente a la que finalmente se produjo. En este sentido
cabe formular un interrogante: ¿objetivamente no había posibilidades de ampliar y
profundizar las movilizaciones en marcha, o el PCE no quiso en solitario asumir lo que
evidentemente era una política arriesgada?.
La discusión sobre este importante problema, el tipo de salida que podría darse
a la dictadura, fue planteada de manera profunda solamente una vez en el PCE, en el
enfrentamiento entre Claudín-Semprún por una parte, y el resto de la dirección
comunista por otra, en 1964. La victoria de la línea sostenida por el secretario general
no fue puesta en entredicho a partir de ese momento, aunque en la práctica se fue
escorando hacia las tesis de los expulsados, hasta que el propio desarrollo de la
transición la arruinase y fuese sustituida por un conjunto de prácticas coyunturales.
El PCE, pues, entró en el período de transición política, que transformaría el
régimen dictatorial en una democracia homologable a las existentes en el entorno
europeo, en medio del naufragio de toda la línea política que había venido levantando
en los años finales de la dictadura. En ausencia de una ruptura democrática y del
liderazgo de la clase trabajadora en el proceso de transición, el Estado franquista va a
ser desmantelado lentamente a lo largo de varios años, subsistiendo en el comienzo de
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guerra fría y, sobre todo, de los graves enfrentamientos entre comunistas y el resto de la
oposición al final de la guerra civil, cuyas secuelas no terminan de cerrarse. En una
pretensión de reeditar las estrategias antifascistas levantadas al final de la Segunda
Guerra Mundial, el PCE aspira a construir una alianza de fuerzas sociales contra la
dictadura y prolongarla posteriormente como una alianza para alcanzar el socialismo a
través de una democracia avanzada.
La autonomización respecto de la Unión Soviética es un proceso que se
desarrolla paralelamente a la articulación de la vía democrática. Se trata de un trayecto
dramático para el PCE, de alguna manera un salto en el vacío dada su históricamente
fuerte vinculación a la URSS y su situación de partido clandestino en España, al que
solamente el eurocomunismo ofrecerá, por poco tiempo, alguna sensación de seguridad.
Esta circunstancia es la que explica que cuando se produzca la ruptura con el
eurocomunismo, en el V Congreso del PSUC, ésta se haga en clave prosoviética, de
retorno a viejas certezas.
La autonomía es acompañada por una crítica cada vez más incisiva hacia el
socialismo realmente existente por parte de los sectores más sensibilizados del partido.
Varios hechos marcan en este sentido los hitos principales de este proceso: la condena
de la invasión de Checoslovaquia en 1968, el Informe de Manuel Azcárate al pleno del
Comité Central en 1973, el libro de Santiago Carrillo, Eurocomunismo y Estado, la
condena de la invasión de Afganistán o del golpe de Estado en Polonia.
Al lado de las razones objetivas que impulsan la búsqueda de una vía
democrática, no puede desdeñarse un factor importante en el cambio de actitud del
PCE, representado por el cambio de dirigentes que se produce alrededor de 1956 y
mediante el cual la dirección pasa a manos de un sector que durante la guerra civil
pertenecía a la Juventudes Socialistas Unificadas. Tampoco puede desestimarse el
hecho de que las tensiones que vivirá el PCE, en el tortuoso camino de abandono de
viejas fidelidades y conceptos y adopción de nuevas actitudes, serán amortiguadas por
la actitud de Dolores Ibárruri. Ésta, que representa el símbolo más carismático de unión
a la vez con el pasado ortodoxo y con la Unión Soviética, va a legitimar con su apoyo
continuo a los nuevos dirigentes y a la nueva línea adoptada, incluso en momentos tan
graves como la condena de la invasión de Checoslovaquia.
La vía democrática defendida por el PCE no es una teorización elaborada ni el
reflejo de un modelo exitoso en otro país, se trata más bien de un agregado de nuevas
concepciones y cambios a partir de una proposición ortodoxa, la teoría de las etapas en
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
la transición al comunismo elaborada por Lenin. Como tal aluvión, las partes que
conforman la vía democrática no forman un todo coherente, van cambiando con el
tiempo, y no están respaldadas por ningún análisis empírico de la realidad (la existencia
de un capitalismo sin monopolios incluido en la etapa de democracia avanzada, la
alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, la alianza ejército-pueblo, etc.). Lo más
definitorio de está vía se hace precisamente más por lo que rechaza que por lo que
propone. La vía democrática se define sobre todo por oposición tanto al modelo
seguido en la Unión Soviética y las democracias populares, como al modelo
socialdemócrata.
No obstante todas las debilidades inherentes al eurocomunismo, no cabe duda
de que sirvió para realizar una reflexión importante sobre el tema de la democracia, las
libertades, el pluralismo, el parlamentarismo, el partido y muchos otros; replanteándose
algunas veces con profundidad todos estas cuestiones desde una perspectiva
transformadora. En dicha reflexión despuntó especialmente, como no podía ser de otra
manera, el sector eurorrenovador, después del retroceso operado por Santiago Carrillo
tras la publicación de Eurocomunismo y Estado. Los argumentos utilizados en la
polémica con los eurocomunistas por los sectores leninista y prosoviético se remitieron
a viejos postulados y certezas sin que supusieran ninguna contribución original en el
debate.
La vía democrática parte del planteamiento de unos sencillos interrogantes: si en
las sociedades dominadas por el modelo capitalista, caracterizadas por la “dictadura de
la burguesía”, ésta puede adoptar formas de gobierno democráticas, ¿por qué la
“dictadura del proletariado” no puede adoptar también dichas formas?. Si una gran
mayoría del pueblo está interesada en pasar al socialismo, ¿por qué no se va a poder
avanzar en este sentido utilizando los mecanismos e instituciones democráticas
existentes?.
Las explicaciones ofrecidas al hecho de que la forma de gobierno democrática
no se hubiese plasmado aún en ninguno de los países del socialismo real remiten a dos
razones: las enormes dificultades iniciales a las que hubieron de hacer frente las
primeras revoluciones, especialmente la soviética, y la ausencia de una tradición
democrática en dichas sociedades. Pero la vía democrática que ahora se articula se
enmarca en una coyuntura histórica caracterizada por el peso mundial del socialismo, y
está pensada para las sociedades europeas occidentales donde la tradición democrática
está asentada. Claro que sería necesario puntualizar que en España dicha tradición era
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
más bien débil. Durante la Restauración estuvo totalmente deformada por las prácticas
caciquiles, y en la Segunda República la utilización de métodos no democráticos, como
las insurrecciones o las conspiraciones militares, fue una tónica general.
Así pues, en la Europa occidental y otras sociedades industrializadas y
democráticas existen las condiciones para utilizar la vía democrática al socialismo y
construir un modelo de sociedad socialista que respete y amplíe los derechos y
libertades, la existencia de oposición y el turno de gobierno; eso sí en la confianza de
que la mayoría social que sostendría este proceso no fuese a inclinarse nuca por un
regreso al capitalismo. Más aún, un proceso así en Europa debería incitar a una
revolución política en los países del socialismo real que les llevaría a formas
democráticas de gobierno, haciéndolas salir de lo que algunos consideran una forma
primitiva de socialismo.
Los puntos débiles de este proyecto se situaban en la configuración de las
alianzas necesarias (aún no se había plasmado en ninguna parte esa alianza que enviase
una amplia mayoría al Parlamento con un programa de transición al socialismo), en el
momento de ruptura (momentos claves de cambio como una modificación
constitucional o alteraciones económicas claves) y, al menos, en las primeras etapas de
la transición. Si se analiza un ejemplo concreto y cercano en el tiempo, el Chile de la
Unidad Popular, se constata cómo la burguesía y el imperialismo no permitieron, desde
el inicio, el desarrollo normal del experimento. Si se analizan unos ejemplos más
generales como el paso de la sociedad feudal a la sociedad burguesa, o los intentos de
transición desde ésta al socialismo se comprueba que ninguno se ha realizado por un
método democrático.
De cualquier manera lo cierto es que la vía democrática de transición al
socialismo sostenida por el eurocomunismo no cosechó ningún éxito y éste fue
rápidamente abandonado, quedando los partidos comunistas europeos a la deriva total
en cuanto a proyectos de transformación.
Dos grandes razones de tipo general se encuentran detrás de este fracaso. La
primera remite a la fortaleza política y social del sistema capitalista en el occidente
desarrollado, asentado sobre la doble legitimidad del Estado asistencial y, sobre todo,
de una forma de gobierno democrática. Esta situación ha impedido articular ningún tipo
amplio de alianzas para un proyecto orientado al socialismo. La segunda razón se
encuentra en lo que podría denominarse como un agotamiento de perspectivas, como
una crisis de modelos.
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los partidos comunistas oficiales, pero su intento no fue más que eso, desapareciendo
pronto toda expectativa al respecto.
A la altura de los años setenta ninguno de los dos modelos había podido presentar
pruebas de su capacidad para levantar una sociedad socialista. Si los países del
socialismo real habían defraudado las expectativas de avanzar hacia el socialismo más
allá de la supresión de la propiedad privada de los medios de producción; la
socialdemocracia tampoco era el camino, tras su experiencia en el gobierno de varios
países capitalistas sin haber transformado realmente sus estructuras. No se podía hablar
de quiebra, como en 1914, sino más bien de lento desgaste de ambos modelos, pero,
además, tampoco aparecía ningún otro modelo exitoso de reemplazo. El movimiento
socialista arrastraba el peso de sus fracasos históricos como una pesada carga que
impedía despertar profundas ilusiones y adhesiones como las que estuvieron en el
origen de los dos modelos precedentes.
Es posible que esta situación de impasse fuese la responsable de que se despertase tanta
expectación en torno al eurocomunismo. Eran evidentes sus debilidades teóricas y
prácticas, pero tampoco quedaba mucho más. Sin embargo, la quiebra del proyecto
eurocomunista se produjo con gran rapidez y su explicación puede entenderse por la
coyuntura desfavorable en que se encontró. Una crisis económica profunda en el
mundo capitalista y un incremento de las tensiones entre el Este y el Oeste. Ambas
circunstancias produjeron graves tensiones en el seno de los partidos eurocomunistas.
Las respuestas fueron divergentes, mientras el PCF retornaba a la ortodoxia y las viejas
certezas, el PCI profundizaba la ruptura que lo llevará al final a la socialdemocracia, y
el PCE estallaría en pedazos.
La explicación de éste último caso, el más virulento de los tres, hay que buscarla en las
específicas razones domésticas que contribuyeron al fracaso del eurocomunismo en
España. Estas pueden concretarse, tal como se ha visto, en tres graves fracasos o
frustraciones vividas por el PCE desde el inicio de la transición: El primer fracaso es el
de la política de ruptura democrática a partir del momento en que los sectores
reformistas del régimen, representando los intereses de las clases dominantes, se
hicieron con la dirección del proceso de transición. El PCE dejó entonces de aparecer
como el eje de una alianza para eliminar al franquismo y con ello se alejó del horizonte
cualquier posibilidad real para iniciar un proceso de avance al socialismo. El segundo,
es el resultado obtenido en las elecciones, se rompió la ilusión que hacia aparecer al
PCE como fuerza hegemónica de la izquierda, quedando a gran distancia del PSOE,
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con ello desapareció toda eventualidad de jugar un papel importante en los gobiernos
que debían de consolidar la democracia, pero también la posibilidad de jugar un papel
parecido al PCI o al PCF en sus respectivos países. El tercero, es el hecho de que las
consecuencias de la crisis que golpeaba a la economía española recayesen
especialmente en la clase trabajadora, lo que hizo aparecer la política seguida por el
PCE como la responsable de su situación desmovilizada y defensiva ante la crisis, con
ello la frustración llegó a su cenit: el PCE se encontraba imposibilitado para avanzar
hacia el socialismo, tampoco era un elemento condicionante en la vida política y,
finalmente, no conseguía defender los intereses de la clase a la que representaba.
Con el trasfondo de estos tres fracasos, dos graves problemas internos afloraron a la
superficie de manera virulenta, catalizando el enfrentamiento entre las diferentes
culturas políticas que habían terminando conviviendo en el PCE. En primer lugar se
encuentra las presiones ejercidas en diversos sentidos por transformar el partido
internamente, entre ellas se pueden citar las demandas de mayor democracia interna,
alimentadas por las promesas realizadas por la dirección durante la última parte de la
etapa clandestina; el paso de la clásica estructura en células a otra de tipo territorial
tomada en el Pleno del Comité Central de Roma; o las demandas de mayores cuotas de
autonomía por parte de las organizaciones regionales del partido, en lo que influyó sin
duda la propia situación del PSUC y su éxito electoral. El segundo factor estuvo
representado por la eliminación del término leninismo como seña de identidad del PCE.
Culminación de cambios de gran calado llevados a cabo con anterioridad, tomado de
una manera apresurada y personal por el secretario general, actuó como una especie de
revulsivo que provocó un enérgico ataque por parte los sectores más ortodoxos contra
el eurocomunismo.
Que el eurocomunismo fuese finalmente el canto del cisne que temía Claudín, que, en
definitiva, no resultase ser esa tercera vía entre el modelo de los países del “socialismo
real” y el modelo representado por una socialdemocracia gestora del sistema capitalista,
no era un fracaso del que pudiese responsabilizarse en exclusiva al PCE o al sector
eurocomunista de éste. El problema remitía a causas más profundas que hacen
referencia a enfoques como el agotamiento del impulso nacido de la revolución
soviética; al fracaso de la primera experiencia revolucionaria rápidamente degenerada
en sus inicios; a la crisis del marxismo; o a la incapacidad de las diversas escuelas del
pensamiento socialista para conseguir superar al modo de producción capitalista,
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
PARTE III
CRONOLOGÍA
Año 1919
2-7 de marzo: Congreso
fundacional de la IC
9 de diciembre: Nace el PC
español a partir de la FJS
Año 1920
Julio-Agosto: II Congreso de la IC.
Aprobación de las 21 condiciones
de adhesión.
Año 1921
13 de abril: Nace el PCOE al no
adherirse el PSOE a la III
Internacional
Junio-Agosto: III Congreso de la
IC. Aprobación de la política de
Frente Único
7-14 de Noviembre: Unificación
de los dos partidos comunistas
en el PCE.
Año 1922
Noviembre-Diciembre: IV
Congreso de la IC. Reforma de los
Estatutos.
Año 1923
13 de septiembre: Golpe de Estado
de Primo de Rivera
Año 1924
21 de enero: Muerte de Lenin.
Junio-Julio: V Congreso de la IC.
Giro a la izquierda.
Año 1927
Bullejos. Secretario General del
PCE.
Año 1928
17 de julio-1 de septiembre: VI
Congreso de la IC. Frente único
por la base.
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Teoría y prática democrática en el PCE. 1956-1982
Año 1929
Escisión de la Federación Expulsión de Trotsky de la Unión
catalanobalear del PCE que Soviética
funda el BOC.
Año 1930
Primer Conferencia Nacional del
PCE (Conferencia de Pamplona)
celebrada en Bilbao
28-30 de enero: Caída de Primo de
Rivera. Gobierno Berenguer.
Agosto: III Congreso PCE en
París.
Año 1931
14 de abril: Proclamación de la
República.
29 de junio: Elecciones a Cortes
Constituyentes.
Fundación de la CGTU.
Fundación de la Izquierda
Comunista por Nin y Juan
Andrade.
Año 1932
17-20 de marzo: IV Congreso
PCE en Sevilla.
19 de agosto: Expulsión del Buró
Político de Bullejos, Adame y
Trilla.
21 de octubre: Expulsión del
partido de Bullejos, Adame y
Trilla. José Díaz Secretario
General. Consecuencia de la
reorientación táctica del PCE
para apoyar la República.
Año 1934
Gobierno Lerroux con participación Stalin aprovecha el asesinato de
de la CEDA. Insurrección de Kirov para iniciar un proceso de
Asturias y represión. depuraciones.
Año 1935
Julio-Agosto: VII Congreso de la
IC. Aprobación de la política de
Frente Popular.
29 de septiembre: Creación del
POUM por fusión del IC y el BOC.
Noviembre: Fusión del CGTU en
la UGT en aras del acercamiento
del PCE al PSOE.
Año 1936
16 de febrero: Victoria del Frente
Popular en las elecciones
legislativas.
18 de julio: Sublevación militar
contra la República, inicio de la
Guerra Civil.
23 de julio: Nace el PSUC por
fusión de socialistas, comunistas
y otros partidos catalanes.
Año 1937
Mayo: Enfrentamiento armado en
Barcelona del POUM y la CNT con
el PSUC.
17 de mayo: El gobierno de Largo
Caballero es sustituido por el de
Negrín.
Junio: Plano ampliado CC del
PCE en Valencia.
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Año 1938
Julio: Procesos de Moscú contra la
oposición de “derechas”
Año 1939
Fracaso de golpe en la dirección
del PSUC por parte del PCE para
sustituir a Comorera
Adhesión del PSUC a la IC
independientemente del PCE.
27 de febrero: Manuel Azaña
presenta su dimisión como
presidente de la II República al
Presidente de las Cortes, Diego
Martínez Barrios
4 de marzo: Creación del Consejo
Nacional de Defensa por el coronel
Casado
1 de abril: Fin de la guerra civil
española
27 de julio: Disolución del gobierno
republicano por parte de la
Diputación Permanente de las Cortes
23 de agosto: Firma del pacto
germano-soviético. Los PPCC
abandonan la política de Frente
Popular.
Año 1941
Período de actividad de
Quiñones. (Abril-Diciembre)
11 de marzo: Primera reunión
del pleno del CC, tras la guerra,
en Moscú.
21 de junio: Invasión nazi de la
URSS.
Año 1942
Ley de Reglamentaciones de Trabajo
Marzo: Suicidio de José Díaz.
Mayo: Nacimiento de Unión
Democrática Española
Verano: Constitución oficial de
la UNE en el Congreso de
Mantauban
17 de julio: Creación de las Cortes
Españolas
16 de septiembre: Publicación
del Manifiesto de la Unión
Nacional, redactado por
Pasionaria y firmado por el CC.
2 de octubre: Fusilamiento de
Quiñones.
Año 1943
10 de junio: Disolución de la IC.
Monzón llega a España como
presidente de UNE. (Otoño)
Noviembre: Creación en México de
la Junta Española de Liberación por
socialistas y republicanos.
Año 1944
Febrero: Acuerdo entre Monzón
y Giménez Fernández.
7 de abril: Separación de Jesús
Hernández del CC y posterior
expulsión del partido.
12 de abril: El PCI adopta el
cambio denominado Svolta de
Salerno
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573
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6 de septiembre: El POUP
sustituye a Gierek por Kania en la
Secretaría General.
9 de septiembre: Documento
crítico del Comité ejecutivo del
PCE sobre los acontecimientos
de Polonia
1 de noviembre: Enfrentamiento
en el Comité Central del PCE
entre renovadores y oficialistas
en torno al informe de Carrillo
para el X Congreso
Noviembre: Asamblea de Sevilla
de intelectuales comunistas.
11 de noviembre: Viaje a China
de una delegación del PCE.
Año 1981
2 de enero: V Congreso PSUC.
Abandono del eurocomunismo.
17 de enero: Reunión de 150
destacados militantes del PSUC,
aprobando un manifiesto apoyo
de eurocomunismo
22 de enero: Los renovadores
expulsados crean la Asociación
para la Renovación de la
Izquierda
23 de enero: I Asamblea de
Intelectuales, Profesionales y
Artistas del PCE en Madrid
Suárez dimite como Presidente del
Gobierno.
30 de enero: IV Congreso del
EPK
13-15 de febrero: Encuentro europeo
sobre Seguridad, Cooperación y
Derechos Humanos, organizado por
Azcárate, la FPI y la FIM. Un
acuerdo de la euroizquierda.
23 de febrero: Intento frustrado de
golpe de Estado
5 de mayo: Reunión CC del PCE
para aprobar tesis para el X
Congreso. Enfrentamiento entre
renovadores y carrillistas. Nace
el grupo de los 26 (renovadores)
8 de mayo: Documento CE del
PSUC reconociendo
explícitamente carácter
eurocomunista del partido
11 de mayo: Ramón Tamames
abandona el PCE
15 de mayo: Se publica el
documento “Por el
eurocomunismo y la renovación”
de 252 renovadores
17 de mayo: El CC del PSUC
aprueba el documento del CE.
Junio: Conferencia del PCE de
Madrid para debatir el X
Congreso. Se aprueban las
tendencias
5 de junio: Gobierno, sindicatos y
patronal suscriben el ANE
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ABREVIATURAS EMPLEADAS
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............Universidad de Barcelona
SEU Sindicato Español Universitario
SPD Partido Socialdemócrata Alemán
UCD Unión de Centro Democrático
UGT Unión General de Trabajadores
UNE Unión Nacional española
USDE Unión Social-Demócrata de España
USO Unión Sindical Obrera
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BIBLIOGRAFÍA
Obras
Asamblea para la unidad de los comunistas 19-20 de Octubre de 1985, Revista Ahora, Madrid, 1985
Dossier sobre la dictadura del proletariado, El Viejo Topo, Iniciativas Editoriales, Barcelona, 1977, (Nº
11)
IX Congreso del Partido Comunista de España, Crítica, Barcelona, 1978
PSUC : IV Congreso del PSUC, Laia, Barcelona, 1978
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