101 Preguntas y Respuestas Sobre La Biblia - Brown Raymond

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101 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE

LA BIBLIA

RAYMOND E. BROWN
INTRODUCCIN
A finales de la dcada de 1950 complet mis estudios de doc-torado para dedicarme a
la enseanza de la Biblia, y un ao des-pus, tras recibir una beca para trabajar en
Jerusaln en torno a los manuscritos del Mar Muerto, que todava no haban sido
pu-blicados, regres a Baltimore para iniciar mis clases de sagrada Escritura en el
seminario de Santa Mara. En el curso de verano de 1960 impart mi primera leccin
sobre la Biblia, y en aos sucesivos, sin contar mis clases habituales, me habr dirigido
miles de veces a los ms variados grupos interesados en or algo sobre la sagrada
Escritura: entre ellos conferencias episcopales, el clero catlico, o de confesiones
distintas a la ma, monjas de distintas congregaciones, y mucha, muchsima gente que
asista a cursillos de verano, congresos y conferencias. Me ha impresio-nado constatar
cmo, a lo largo de los aos, se han ido repitiendo una y otra vez las mismas preguntas
sobre los mismos temas. Por supuesto que esa repeticin me ha resultado interesante
no slo por proporcionarme una idea clara de lo que interesaba a la gente sino
tambin para poder dar con unas respuestas satisfactorias. Me dicen, a menudo, y muy
amablemente, que para ellos el tiempo que dedico a responder a sus preguntas les
resulta tan importante como el dedicado a las lecciones o conferencias para
profundizar an ms sus conocimientos bblicos. Por ello he deci-dido agrupar las
preguntas que ms se fueron repitiendo e impri-mirlas junto a las respuestas dadas.

Permtaseme insistir en que se trata de las preguntas que a m ms me hicieron.


Supongo que la mayora de ellas podran formularse a cualquiera que pronuncie
conferencias sobre la Biblia; con todo, es inevitable que cuanto he escrito y hablado
suscite algunas de las preguntas planteadas. Trato de formular las preguntas tal como
las recuerdo. Algunas se hacen por simple inters o curiosidad. Otras, algo a la
defensiva debido a que la temtica sobre la que se pregunta preocupa realmente a la
perso-na. A veces quienes preguntan lo hacen con mucha insistencia.

Han odo una respuesta pero no es la que buscan. Procuro mante-ner esta variedad en
los matices. Me he planteado tambin qu extensin debo dar a las respuestas en este
libro. Sera ms apropiado responder ms extensamente a menos preguntas o bien
contestar ms brevemente, lo que dara lugar a nuevas preguntas y a retomar algunos
puntos no tratados exhaustivamente en la primera respuesta?

En lneas generales, he optado por lo segundo, ya que, a me-nudo, esa ha sido mi


experiencia en el tiempo reservado a pre-guntas y respuestas al final de mis
conferencias. Los oyentes no desean otra disertacin como respuesta a su pregunta.
Quieren, ms bien, una oportunidad para contrastar una respuesta que hallaron
incompleta. Hay, sin embargo, preguntas complicadas; y que en las circunstancias
reales (que intenta reproducir este libro) exigen respuestas ms minuciosas. De ah
que los lectores pronto podrn ver la distinta extensin que tienen las respuestas a las
101 preguntas.

He intentado en este libro, aunque no siempre con xito, ex-presarme en un lenguaje


poco formal y ms coloquial. A veces, he conseguido recordar cmo fue formulada la
pregunta, aun cuando la formulacin no fuera de mi agrado. En tales casos, me gusta
sealar en mis respuestas el porqu de mi desagrado en la formulacin de la pregunta,
ya que, a menudo, la diferencia en la formulacin constituye ya parte del problema
planteado. Al tratar de ser razonablemente fiel a la manera cmo recuerdo que se
formul una determinada pregunta, tengo que reflejar tambin mi franqueza con las
preguntas mal enfocadas. Los especialistas de cualquier tema prefieren generalmente
tratarlo con suavidad, sin estridencias. Por ejemplo, a m me gusta tratar siempre el
tema de Pedro en el nuevo testamento comentando los diversos cometidos que l o su
figura han desempeado. Inevitablemente, tras hacerlo as, habr quien apretar el
tornillo con la pregunta directa y con carga de fondo: Fue papa? Ni siquiera habr
aludi-do a esa palabra, pero quienes hacen la pregunta lo que quieren es que se trate
del tema con un lenguaje que ellos mismos pue-dan valorar. Forma parte del arte que
supone una buena respuesta hallar la manera de contestar a preguntas mal planteadas
sin caer en anacronismos.

Segn mi experiencia, en el tiempo dedicado a preguntas y respuestas, la pregunta


sobre un tema concreto lleva a otras y desencadena una serie de preguntas que
facilitan el desarrollo de toda una temtica. En este libro aprovecho este tipo de
situa-ciones y de ah que, en lugar de colocar al azar las 101 pregun-tas, o de acuerdo
con su frecuencia o importancia, las he ordena-do por temas (vase la Tabla analtica
de materias). Con esto no quiero decir que el encadenamiento de preguntas y
respuestas que aqu presento se haya dado siempre, aunque efectivamente en algunos
casos as ha sido. Ms an, en la formulacin de las mismas preguntas he reflejado
algunas de las extraas secuencias que recuerdo. Por ejemplo, la repetida pregunta de
si creo o no en el demonio no surge porque s, casi siempre viene a continua-cin de
una explicacin de los milagros de Jess, y en concreto, de la expulsin de demonios.
La pregunta, todava ms frecuente, sobre la existencia de los ngeles, aparece no a
partir de un pa-saje del antiguo testamento, sino tras mi explicacin de los re-latos de
anunciacin en los que los ngeles hablan con Mara y Jos. Estas experiencias
determinan el lugar en el que sito mi explicacin con respecto al demonio y a los
ngeles. O dicho de otro modo, este libro, aunque ordenado temticamente, no es
sim-plemente sistemtico; la secuencia temtica refleja las pautas de pensamiento que
motivan a los oyentes a formular sus preguntas.

La seleccin de las preguntas no sigue mi criterio sobre lo que constituye lo ms


importante de los estudios bblicos. La seleccin refleja, ms bien, el inters de los
que, a lo largo de los aos, me han planteado sus dificultades. Quiero advertir a los
lectores que ste es un libro destinado, ante todo, al pblico en general y no a quienes
se dedican al estudio de estos temas. Por ejemplo, encuentro muy importante para la
comprensin de la Iglesia primitiva el pequeo incidente de Hechos 6, 1-6, la primera
discusin en la Iglesia cristiana relatada en ese libro, en la que se ven implicados los
hebreos y los helenistas. Pero, a menos que haya pronunciado una conferencia sobre
ese tema par-ticular del libro de los Hechos, nadie se va a levantar a pregun-tarme
sobre los helenistas. En cambio, sea cual fuere el tema tratado con respecto al nuevo
testamento, siempre habr quien se levante para preguntar sobre los hermanos de
Jess. El tema de si los hermanos de Jess eran hijos de Mara apenas reviste
importancia en el estudio del nuevo testamento, pero se trata de un relato bblico con
el que muchos se enfrentan en sus vidas y es algo que les deja perplejos.

El hecho de que las preguntas de este libro procedan de oyen-tes autnticos hace que
surjan no slo temas que a los especialistas pueden parecer irrelevantes sino tambin
otros que preferiran pasar por alto. Me sorprende cuando personas juiciosas me
sugie-ren que un tema tan delicado como el de la concepcin virginal debera evitarse
ya que desconcierta a la gente (aun cuando sea un tema del que las revistas y los
semanarios femeninos hayan difundido ampliamente sus puntos de vista
sensacionalistas y liberales). Pero es un privilegio del que no se puede disfrutar desde
una tarima de conferenciante, dado que quienes hacen las preguntas muestran sus
preferencias por las preguntas incmodas y los temas candentes. La misma
deslabazada manera de formular las preguntas no facilita al conferenciante una
salida por la tangente. El conferenciante es consciente de que no hay pregun-tas
imposibles. Siempre hay quien hace ese tipo de preguntas.

Dada mi condicin de sacerdote catlico, a mis charlas asisten ms catlicos que


protestantes o judos, lo que inevitablemente da un tono catlico a muchas de las
preguntas que aparecen en este libro. Sin embargo, como durante muchos aos he
dado cla-ses en un seminario de mayora protestante, me he dado cuenta de que
muchos temas, aun tratados desde una perspectiva cat-lica, preocupan a los dems
precisamente porque viven en con-tacto con catlicos. Anteriormente hice referencia
a la pregunta de si Mara tuvo ms hijos o permaneci virgen. Los protestantes me
hacen a menudo esta pregunta porque desean saber cmo pue-de defender un
catlico especializado en estudios bblicos una visin de Mara que, segn ellos,
resulta ajena a la Biblia. En las respuestas a las preguntas que aqu aparecen, espero
que que-de claro que acepto las enseanzas de la Iglesia catlica; con todo, confo
tambin que quedar igualmente claro que lo que intento es exponer los datos
bblicos lo ms objetivamente posi-ble, dejando claro dnde acaba el dato bblico y
dnde aade nuevos matices la interpretacin de la Biblia en las diferentes etapas de
la vida de la Iglesia. Si el dato bblico resulta ambiguo en s mismo, todos, en mi
opinin, lo deben saber. No veo razn alguna para que los cristianos de las distintas
Iglesias no se pongan de acuerdo en qu dice la Biblia y en qu queran decir quienes
escribieron las sagradas Escrituras (hasta donde puede alcanzar un estudio cientfico
del tema). Inevitablemente no se pondrn de acuerdo sobre el significado de la Biblia
en diversos aspectos de la vida de la Iglesia, pero entonces aparecer con mayor
claridad en qu consiste esa discrepancia. Lo ms corrien-te ser que pongan en
discusin lo que no aparece claro en las Escrituras y sobre lo que se ha tomado, con el
paso de los tiem-pos, distintas posiciones. Eso ayuda a eliminar de los debates
cristianos internos la acusacin de que una de las partes no es bblica; lo ms
frecuente es que una misma cita bblica se inter-prete de distintas maneras, lo que no
impide que ambas partes, desde su propio punto de vista, se mantengan fieles a la
Biblia.

Otros que hayan dedicado toda su vida al estudio de la Biblia podran muy bien
contestar a estas preguntas de distinta manera. Mis respuestas son simplemente las
mas, pero realizadas con el deseo de que resulten ms comprensibles que llamativas.
He des-cubierto que una contestacin demasiado pretenciosa u ocurrente, que hace
rer, a menudo molesta e impide que se capte aquello que se intenta transmitir.
Prefiero ms bien insistir en explicar con claridad lo que pienso antes que en
ridiculizar la respuesta con una gracia, por muy ridcula que me pueda parecer. He de
advertir a mis lectores que sern escasas las respuestas brillantes; me dar por
satisfecho si son suficientemente claras. Opto por la palabra respuesta en lugar de
contestacin para indicar mis intervenciones. Lo que pretendo es responder, no
contestar en el sentido de repeler la dificultad; pero sern los lectores quienes
dictaminarn si la respuesta ha satisfecho sus preguntas.

Nota del editor: Las preguntas 2 y 3 han sido totalmente reelaboradas para la edicin
espaola y aprobadas por R. E. Brown.
TABLA ANALTICA DE MATERIAS
Preguntas 1-4: Traducciones de la Biblia. Cul ha de leerse?; traducciones populares;
las Biblias protestantes y las catlicas.

Preguntas 5-10: Los libros autnticos y los apcrifos de la Bi-blia: diferencias entre
protestantes y catlicos; los evangelios apcrifos.

Preguntas 11-14: Cmo leer la Biblia?; De principio a fin o selectivamente; con


anotaciones y comentarios, o podemos actuar con independencia respecto a los
biblistas.

Preguntas 15-17: El Magisterio de Iglesia: interpretacin perso-nal; libertad cientfica


de interpretacin.

Preguntas 18-22: Por qu leer la Biblia?: la palabra de Dios o una biblioteca humana;
la Biblia inspirada.

Preguntas 23-27: La Biblia es verdad literalmente? hasta qu punto se han de


entender literalmente los relatos de Adn y Eva y otros?; la arqueologa confirma la
historia bblica?

Preguntas 28-30: La crtica bblica: libros bblicos difciles; el Apocalipsis como libro
ms difcil.

Preguntas 31-33: El fundamentalismo bblico y cmo afrontarlo.

Preguntas 34-37: Hasta qu punto es el nuevo testamento lite-ralmente verdadero?


Las cartas de Pablo fueron escritas por san Pablo, y en caso negativo qu autoridad
tienen?

Preguntas 38-44: Los evangelios: hasta qu punto son fiables o histricos? son vidas
de Cristo?; en caso negativo, quines los escribieron y qu son? qu diferencia
espiritual comporta?

Preguntas 45-51: Las palabras y los hechos de Jess: podemos estar seguros de sus
palabras exactas y de sus milagros? qu valor tienen sus milagros, en especial la
expulsin de los demo-nios? existe el demonio?

Preguntas 52-53: La resurreccin de Jess: sali Jess del se-pulcro corporal o


fsicamente?
Preguntas 54-60: El nacimiento de Jess: son fiables los relatos de su nacimiento e
infancia o se trata simplemente de folklore? hasta qu punto coinciden o no? se
aparecieron los ngeles y existen?

Preguntas 61-68: Mara: hasta qu punto es importante bblica-mente?; el nacimiento


virginal; la Inmaculada Concepcin y la Asuncin; Mara permaneci virgen?
quines fueron los herma-nos y hermanas de Jess?

Preguntas 69-76: El conocimiento de Jess: saba Jess que era Dios? lo saba todo?
saba que morira? conoca el futuro?

Preguntas 77-78: Fundacin de la Iglesia: la fund Jess o sa-ba cmo se iba a


desarrollar?

Preguntas 79-85: Los sacramentos: los instituy Jess, especial-mente la eucarista y


el bautismo? qu significado tenan estos sacramentos para los primeros cristianos?

Preguntas 86-88: Los primeros cristianos y los judos: cmo se relacionaron y cmo
se separaron? persiguieron los judos a los cristianos?

Preguntas 89-92: Los ministerios en la Iglesia primitiva: quin diriga la Iglesia?;


los doce apstoles; cul fue el origen de los obispos? fueron los sucesores de los
apstoles?

Preguntas 93-96: Quines celebraban la eucarista?: cundo y cmo unos cristianos


concretos fueron aceptados como presb-teros?

Preguntas 97-100: Pedro y los papas: fue Pedro cabeza de la Iglesia, u obispo de
Roma, o el primer papa?

Pregunta 101: Hasta qu punto ha cambiado la Iglesia desde los tiempos del nuevo
testamento?
101 PREGUNTAS Y RESPUESTAS
1. Cul es la mejor Biblia que se puede leer?
La traduccin ms apropiada de la Biblia est en funcin de la finalidad con que uno la
lee. Su lectura en pblico, ya sea los domingos o en otras celebraciones comunitarias,
requiere una cierta solemnidad, y por consiguiente, las traducciones muy colo-quiales
no son las ms apropiadas en estos casos. Por otro lado, para su lectura en privado,
para la reflexin y meditacin espi-ritual, a veces resulta ms apropiada una
traduccin atractiva y cercana. Otra lectura personal puede hacerse con la idea de un
estudio minucioso, y en este caso, una traduccin ms literal, que mantenga las
dificultades y ambigedades del original, sera la ms aconsejable.

Quizs la mejor respuesta global que pueda dar sea subrayar que en los textos
originales bblicos en hebreo, arameo y griego se encuentran pasajes de difcil
comprensin o ambiguos. A ve-ces sus autores no escribieron con claridad. Los
traductores tie-nen a veces que adivinar qu queran decir. Y han de elegir, por tanto,
entre traducir literalmente, manteniendo la ambigedad original, o traducir
libremente resolviendo la ambigedad del original. Una traduccin literal ha de ir
acompaada de notas a pie de pgina o de comentarios que sugieran posibles
soluciones a la oscuridad que sigue estando presente en la traduccin. Una traduccin
libre representa ya una opcin realizada por los tra-ductores sobre cul es segn ellos
el significado de un pasaje oscuro. En cierto sentido, el comentario ya va incluido en la
tra-duccin realizada. Por eso una traduccin libre resulta ms fcil en su lectura pero
ms difcil si lo que pretende es llevar a cabo un estudio minucioso.

2. Qu traduccin nos recomienda?


No me referir aqu a las versiones que se han hecho o se estn haciendo a otros
idiomas ibricos (cataln, portugus, galle-go, euskera). Me fijar slo en las
castellanas. Omito tambin las bellas traducciones medievales (del siglo XIII al XVI),
reali-zadas por judos sefarditas y cristianos, y las traducciones de la Vulgata latina,
hechas por F. Scio (1790-1793) y por F. Torres Amat (1923-1925), para fijarme slo
en las de lengua castellana traducidas de los textos originales.

La primera traduccin completa fue la de E. Ncar y A. Colunga. Sagrada Biblia (BAC 1,


Madrid 1944), en buen castellano, fiel al original; puede utilizarse an con provecho,
pero necesita-ra una revisin y adaptacin. Poco despus apareci la de J. M. Bover y
F. Cantera, Sagrada Biblia (BAC 25/26, Madrid 1947), ms literal que la anterior, pero
de lectura ms difcil. Despus de seis ediciones, ha sido totalmente revisada y
ampliada por un equipo bajo la direccin de F. Cantera y M. Iglesias, Sagrada Biblia
(BAC Maior 10, Madrid 1975). Exegtica y literariamente es la mejor traduccin
actual, tanto por su fidelidad al original como por sus introducciones y notas.
Imprescindible para los estudiantes de teologa y Biblia. Deben utilizarla todos los que
quieran acercarse lo ms posible al texto en s.

En lnea pastoral existen, al menos, cuatro buenas traduccio-nes. La ms utilizada


sigue siendo la Biblia de Jerusaln (DDB, Bilbao 1967), traducida de los originales por
un equipo dirigido por J. A. Ubieta, a partir de la versin francesa, con buenas
intro-ducciones y notas de los investigadores de la Ecole Biblique de Jerusaln; las
ltimas ediciones (desde 1975) han sido mejoradas, aunque se sigue notando la
diferencia entre unos libros y otros; la utilizan muchos grupos de oracin y estudio
popular de la Es-critura. Acaba de aparecer La Biblia, publicada por varias edito-riales
(Sgueme, Atenas, PPC, EVD), bajo la direccin de La Casa de la Biblia (Madrid 1992);
muy comprensible, de fcil lectura, ms pastoral que literal, exacta en algunos libros,
irregu-lar y acomodaticia en otros. Probablemente se ir imponiendo en los grupos de
oracin y accin pastoral. De Argentina (sustitu-yendo con xito a la antigua
traduccin de J. Staubinger, Buenos Aires 1948-1951) nos llega la El Libro del Pueblo
de Dios (Fun-dacin Palabra y Vida, Buenos Aires 1980), en buen castellano, con notas
de tipo pastoral. Finalmente, debemos citar la Biblia Latinoamericana, traducida bajo
la direccin de B. Hurault y R. Ricciardi, que sigue siendo muy til para quienes
quieran enten-der la palabra de Dios en contexto latinoamericano. Las dos ver-siones
espaolas (Biblia de Jerusaln y Biblia de la Casa de la Biblia) han hecho ediciones con
numerosas adaptaciones en len-guaje y formato para Amrica Latina.

En perspectiva protestantes sigue siendo fundamental la tra-duccin de C. de la Reina


y C. de Valera (1569), fiel al original, en bellsimo castellano, adaptada por las
comunidades evangli-cas; a veces incluye los deuterocannicos, otras no, segn los
destinatarios. En lnea ecumnica es importante la edicin inter-confesional, Santa
Biblia. Dios habla hoy (Sociedades Bblicas Unidas y Ed. Claret, Madrid 1994), con
lenguaje popular, adapta-do a catlicos y protestantes. De ms envergadura es La
Biblia interconfesional. Nuevo Testamento (BAC, Casa de la Biblia, Sociedades Bblicas
Unidas, Madrid 1978), realizado por un equi-po catlico-protestante.
Desgraciadamente no ha tenido la difu-sin que se mereca, quiz porque no se ha
hecho an la traduc-cin del antiguo testamento.

Hay, finalmente, otras traducciones que no han tenido tanta difusin. Citamos, slo a
modo de ejemplo: P. Franquesa y J. M. Sol, Sagrada Biblia (Regina, Barcelona 1970);
S. de Ausejo, La Biblia (Herder, Barcelona 1976); E. Martn Nieto, La Santa Biblia
(Paulinas, Madrid 1970). Da la impresin de que estas ltimas traducciones se
mantienen todava ms por el deseo de prestigio de las respectivas editoriales (que
desean tener una tra-duccin propia de la Escritura) que por la novedad que aportan
en el panorama bblico espaol.
3. Qu opina de las traducciones populares? Hay algunas
que no sean de su agrado?
En castellano existe una de las ms bellas traducciones moder-nas de la Biblia,
realizada por un exegeta, fillogo y poeta de gran calidad: Luis Alonso Schkel. El
dirigi (acompaado por J. Mateos) La Nueva Biblia Espaola (Cristiandad, Madrid
1975); el texto es desigual (se nota la mano de los colaboradores) y a veces pierde en
precisin lo que gana en claridad; pero la fuerza y cercana de algunos de los libros del
antiguo testamento (cf. Sal, Job, Prov) resulta impresionante. Esa traduccin,
retoma-da en gran parte por La Biblia para la iniciacin cristiana (Episcopado
Espaol, Madrid 1977), constituye uno de los grandes monumentos literarios de la
lengua castellana de este siglo. El mismo Alonso Schokel ha retomado y unificado la
traduccin en La Biblia del peregrino (Ega y Mensajero, Bilbao 1993), su-perando las
lagunas anteriores y ofreciendo despus, junto al tex-to, un comentario literario en
tres volmenes (Ega, Mensajero, EVD, Bilbao-Estella 1996-1997). Esta traduccin no
puede susti-tuir nunca en precisin exegtica a la de Cantera-Iglesias (BAC), ni en
aplicacin pastoral a la Biblia de la Casa de la Biblia. Es un texto para recrear y gozar la
Biblia ms que para estudio o prctica cristiana, pues las opciones literarias y las
aplicaciones del autor no seran compartidas por todos. Pero esta traduccin seguir
siendo utilizada por los amantes de la buena literatura.

No hay en castellano, que yo sepa, traducciones puramente populares de la Biblia,


como hallamos en otros idiomas (ingls, francs). En esa lnea se puede situar la
traduccin ecumnica ya citada Dios habla al hombre (Sociedades Bblicas Unidas,
Claret, Madrid 1994). En perspectiva catequtica debemos recor-dar la Biblia
didctica (SM, Madrid 1996), que aprovecha la tra-duccin de la Biblia de la Casa de la
Biblia.

4. Algunas de las Biblias de las que ha estado hablando son


protestantes. Se prohbe a los catlicos la lectura de Biblias
protestantes?
Se ha de distinguir entre la antigua postura catlica y la ac-tual. La Biblia fue objeto de
grandes controversias entre los re-formadores y los telogos del concilio de Trento.
Segn el crite-rio catlico, las traducciones vernculas, es decir, las traduccio-nes a las
distintas lenguas nacionales realizadas por los reforma-dores a menudo estaban
enfocadas para favorecer la postura pro-testante. De ah que el concilio de Trento
insistiera en que se siguiera empleando la Biblia Vulgata latina para la lectura
pbli-ca, en los sermones y en las explicaciones, tal como haba venido haciendo la
Iglesia durante siglos. El resultado prctico de todo ello fue que las traducciones
catlicas de la Biblia estaban basa-das en la Vulgata latina mientras que las
traducciones protestan-tes de la Biblia se llevaban a cabo sobre las lenguas originales
(hebreo, arameo y griego).
Adems la Iglesia catlica quera notas a pie de pgina para salvaguardar tanto sus
enseanzas con respecto a la fe y a la mo-ral como las interpretaciones de los Padres
de la Iglesia. De ah que se aconsejara a los catlicos que no leyeran Biblias
protes-tantes por miedo a que se les fuera adoctrinando sutilmente en contra de sus
propias creencias. Adems, los protestantes cierta-mente no lean Biblias catlicas, en
parte porque suponan que estas Biblias no eran correctas y contenan
disimuladamente la enseanza de la Iglesia catlica.

Pero todo esto ha cambiado. Desde 1950, las traducciones catlicas, incluso las que se
emplean en la lectura pblica y en las predicaciones se vienen llevando a cabo a partir
de las len-guas originales. Ese es el caso, por ejemplo, de la Biblia de la Casa de la
Biblia, la Biblia de Jerusaln..., prcticamente de todas las mencionadas anteriormente.
Normalmente contienen no-tas a pie de pgina de carcter informativo y no partidista.
Si bien puede prolongarse la polmica entre ambas partes, la Biblia ha dejado ya de
ser un arma arrojadiza entre las Iglesias protes-tantes en general y la catlica. Ahora
nos ayudamos mutuamente a comprender la Biblia y colaboramos en proyectos
ecumnicos comunes. En Espaa se est llevando a cabo actualmente la edi-cin del
antiguo testamento de la Biblia interconfesional con marcado acento ecumnico.

5. Pero no es diferente el contenido de la Biblia para


catlicos y protestantes?
Por lo que hace referencia al nuevo testamento la Biblia ca-tlica y la protestante
tienen el mismo nmero de libros (27), que aparecen en idntico orden. (No ocurra
as, por lo que al orden se refiere, en las primeras ediciones de la traduccin que hizo
Lutero del nuevo testamento; pero el cambio de Lutero en el or-den de los libros ya no
es ms que una ancdota histrica). La diferencia se encuentra en el antiguo
testamento. Resumiendo, los judos y la mayora de protestantes tienen un antiguo
testa-mento de 39 libros y el de los catlicos cuenta con 46. Digo re-sumiendo porque
la postura de la Iglesia de Inglaterra o Iglesia episcopaliana no es unnime (y tambin
se podra discutir si la Iglesia anglicana entra en el mbito protestante). Sin embargo,
muchas Iglesias protestantes jams se han pronunciado oficial-mente en cuanto al
nmero de libros del antiguo testamento. Otra ambigedad es que la Iglesia ortodoxa
y la oriental a veces han coincidido con el ms amplio canon catlico de los libros e
in-cluso han llegado a proponer otro an ms extenso.

Pero resumiendo y hablando de la postura protestante y catli-ca, los siete libros que
figuran en el antiguo testamento catlico y no en el protestante son aquellos que los
catlicos denominan dutero-cannicos y, como es sabido, son muy pocos. Los
protes-tantes, a menudo, les llaman apcrifos. Son el libro de Tobas, el de Judit, el 1."
y 2 de los Macabeos, la Sabidura (de Salo-mn), el Sircida (Eclesistico) y Baruc
(que incluye la Carta de Jeremas); y podran aadirse, en buena parte, algunos
frag-mentos de Ester y Daniel. La problemtica es bastante compleja, pero, en general,
se puede decir que se trata de libros que han llegado hasta nosotros en griego, no en
hebreo o arameo. (Algu-nos de ellos fueron escritos originalmente en hebreo o
arameo se han encontrado recientemente extensos fragmentos del Sir-cida en
hebreo pero no han llegado hasta nosotros en esas len-guas). Los cristianos los
conocieron a travs de la traduccin de los Setenta, que es una traduccin griega
llevada a cabo por ju-dos anteriores a Cristo, y que fue la Biblia aceptada
general-mente por la Iglesia primitiva.

En su deseo por traducir de la lengua original, los reformado-res fueron muy


recelosos con estos libros, de los que no exista versin hebrea o aramea, y en su
mayor parte los rechazaron. La problemtica se complic mucho ms debido a que los
telogos catlicos recurran precisamente a esos libros para defender al-gunas
doctrinas rechazadas por los reformadores. Por ejemplo, la plegaria de Judas Macabeo
y sus hombres en 2 Mac 12, 42-46 pidiendo que los pecados de los soldados muertos
fuesen perdo-nados a la luz de la resurreccin de los muertos se interpretaba como
una defensa del purgatorio. Una respuesta de la Reforma fue no considerar ese Libro
como sagrada Escritura.

6. Se llegar alguna vez a un acuerdo sobre los libros del


anti-guo testamento no aceptados por los protestantes?
No creo que en un futuro cercano algn organismo protestante vaya a hacer una
declaracin oficial aceptando los siete libros discutidos como Escritura cannica. A la
mayora de Iglesias pro-testantes les resultara difcil ponerse de acuerdo sobre qu
auto-ridad podra emitir tal declaracin. Dado que la Iglesia catlica viene
considerando estos libros como sagrada Escritura desde el concilio de Trento no cabe
posibilidad alguna de que se vaya a producir un cambio en la postura catlica.

Pero tras dar esa mala noticia, permtanme dar la buena. Al igual que con muchas de
las enconadas controversias del siglo XVI a menudo vamos encontrando la manera de
evitar la con-frontacin directa para salvar el obstculo. Muchas de las Biblias
editadas por protestantes contienen ya esos siete libros (adems de los captulos de
Ester y Daniel) con el ttulo de apcrifos. Generalmente no aparecen mezclados con el
resto de libros que todos consideran cannicos como se hace en las Biblias
cat-licas sino que se publican como una seccin entre los dos tes-tamentos (que es
lo mejor) o bien al final, tras el nuevo testa-mento.

Esta inclusin no equivale a su aceptacin como Escritura cannica, aunque s viene a


ser el reconocimiento de dos hechos de carcter ecumnico. El primero es que los
catlicos leen ahora Biblias protestantes y desean lo que ellos consideran una Biblia
completa. El segundo es que catlicos y protestantes estudian juntos la Biblia, y que
estos libros resultan sumamente importan-tes para la comprensin del judaismo
primitivo (el judaismo que comenz tras el exilio en Babilonia en el 587-539 a. C.) y
del nuevo testamento. Se escribieron ms cerca de la poca de Jess que muchos
libros del antiguo testamento aceptados por todos y contienen ejemplos conceptuales
y puntos de vista que l acep-t. (Por ejemplo, tanto los libros de los Macabeos como
el libro de la Sabidura testimonian la creencia en la vida despus de la muerte). As
pues, estos libros son necesarios para el estudio de la sagrada Escritura. A medida que
los lectores y estudiantes pro-testantes se familiarizan con los escritos
deuterocannicos, algu-nos de sus viejos recelos empiezan a desaparecer y dejan de
ser contemplados como armas arrojadizas en manos del enemigo. Y a propsito,
resulta interesante comprobar que junto a los salmos, el Sircida (el Eclesistico) fue
el libro del que ms se sirvieron los Padres de la Iglesia ya que en l hallaron una mina
de ense-anza tica que les result til para la formacin cristiana.

7. Segn usted protestantes y catlicos coinciden en lo que


res-pecta al nuevo testamento. Qu hay con respecto a los
evange-lios apcrifos de los que he odo hablar?
Su pregunta me sirve para aclarar que la palabra apcrifo se emplea en doble
sentido. En la terminologa protestante se emplea para designar los siete libros
deuterocannicos del anti-guo testamento, de los que he estado hablando hace unos
instan-tes, aceptados por los catlicos pero no por los protestantes co-mo sagrada
Escritura. (Vuelvo a repetirle que aqu slo doy unas pinceladas al respecto). Pero este
trmino se emplea ms amplia-mente para designar los libros judos y cristianos que
ni los catlicos ni los protestantes consideran como sagrada Escritura. Los apcrifos
incluyen libros judos como el libro de Enoc, el libro de los Jubileos y el IV de Esdras
que no fueron acepta-dos en el consenso general sobre las Escrituras cannicas que
nosotros conocemos, si bien algunos de ellos fueron aceptados por la Iglesia de
Etiopa. El trmino apcrifo se aplica tambin a obras cristianas, y entre ellas a los
evangelios que no fueron incluidos en el canon. Algunos de ellos se han conservado
desde los primeros tiempos. Recuerdo especialmente el protoevangelio de Santiago de
gran importancia para la comprensin de la acti-tud cristiana con respecto a la
infancia de Jess. (Cf. ms ade-lante las preguntas 10, 67, 68). Algunos de los
evangelios apcri-fos, aunque conocidos antiguamente, han estado perdidos y se han
vuelto a descubrir en nuestro tiempo. Uno de los ms famo-sos es un fragmento del
evangelio de Pedro, que es un imaginati-vo relato de la pasin. Concretamente, a
finales de la dcada de 1940, se descubri en Egipto, en Nag Hammadi o
Chenoboskion, una coleccin de escritos en su mayor parte gnsticos a los que
popularmente, aunque de manera inexacta, se les dio el nom-bre de evangelios
gnsticos. Entre ellos figura algn que otro evangelio, entre los que destaca el
evangelio de Toms.

8. Cabe la posibilidad de que algunos de los apcrifos del


nue-vo testamento lleguen algn da a ser reconocidos como
autnti-ca sagrada Escritura?
Ahora tengo que contestar a su pregunta con otras preguntas. De qu manera
reconoce una Iglesia como sagrada Escritura un escrito en concreto? hay en la Iglesia
alguna autoridad que pue-da hacerlo? sobre qu principios? La misma constitucin
de muchas Iglesias protestantes hara imposible una declaracin con autoridad
suficiente para que una nueva obra fuera reconocida como sagrada Escritura. La
Iglesia catlica cuenta con una auto-ridad reconocida que podra tomar esa iniciativa,
pero el criterio catlico para el reconocimiento de la sagrada Escritura sera un
impedimento. En el concilio de Trento la norma principal para el reconocimiento de la
Escritura cannica fue el empleo prolon-gado y generalizado de esos libros en la
Iglesia para su pblica lectura. Por consiguiente, si se descubre un libro antiguo
perdido, como podra ser, por ejemplo, una carta autntica de Pablo, el mismo hecho
de que se trate de un escrito jams ledo en la Igle-sia implicara su no aceptacin
cannica. Si entendemos por sa-grada Escritura aquella coleccin de libros a cuya
autoridad ha accedido someterse la Iglesia por haber reconocido en ellos la palabra
inspirada de Dios, entonces no se ajustara a este criterio el hallazgo ahora de un libro
nunca ledo anteriormente.

9. Qu valoracin hace de los evangelios apcrifos?


A veces los biblistas que se dedican a buscar cualquiera de las obras que hasta el
momento se dan por perdidas, o a publicar-las, no se ven libres del sensacionalismo; y,
por supuesto, aunque no colaboren con ella, la prensa disfruta con el sensacionalismo.
Si se me permite generalizar, con una cierta dosis de cinismo, los lectores que no
tienen inters en lograr a travs de los evan-gelios cannicos un mayor conocimiento
de Jess, parecen embe-lesados ante cualquier nueva obra que venga a insinuar que
Jess bajara de la cruz, se casara con Mara Magdalena, y se fuera a la India a vivir
tranquilamente!

Permtanme ofrecerles toda una serie de juicios mos acerca de los evangelios
apcrifos recientemente descubiertos. (Se trata de juicios slidos y sospecho que
algunos los considerarn rgi-dos, pero creo que se pueden defender). Ninguno de los
evange-lios apcrifos recientemente descubiertos nos cuenta ni un solo hecho
biogrfico, histrico sobre la vida de Jess que no conoz-camos ya previamente. De
vez en cuando, un evangelio descu-bierto en fecha reciente (especialmente el
evangelio de Toms) puede ofrecernos una formulacin de un dicho de Jess anterior
a la que se nos ha conservado en los evangelios cannicos. Rar-simas veces, un
evangelio descubierto recientemente puede dar-nos una frase autntica de Jess que
no estuviera ya presente en los evangelios cannicos. La idea de que los evangelios
recientemente descubiertos nos cuentan cmo eran o qu pensaban los primeros
cristianos (30-70 d. C.), y que, por el contrario, los evangelios cannicos representan
una versin altamente censura-da y patriarcal del cristianismo, en la que queda
suprimida la libertad de los primeros movimientos cristianos, es una distorsin. Lo
que s nos cuentan los evangelios apcrifos es cmo pensaban de Jess los cristianos
del siglo II (e incluso posterio-res), cmo rellenaban imaginativamente aquellos
detalles de su vida sobre los cuales los evangelios cannicos haban dejado lagunas, y
cmo lo convertan en el portavoz de su propia teolo-ga. Algunos de estos evangelios
lo hacen de una manera que los Padres de la Iglesia consideraron ortodoxa; otros lo
hacen de una manera que ellos consideraron hertica. As pues, y para contes-tar a su
pregunta sobre si los evangelios apcrifos recientemente descubiertos tienen valor, yo
dira que s tienen valor porque nos ayudan a comprender los polifacticos grupos
cristianos de los siglos II, III y IV. Carecen prcticamente de valor por lo que se
refiere a la transmisin de datos histricos sobre Jess o sobre el cristianismo con
anterioridad a las muertes de Pedro y Pablo en la dcada de los 60.

10.Tengo entendido que algunos de los evangelios apcrifos


ejercieron una gran influencia sobre el pensamiento catlico.
Es verdad?
Tal vez usted recuerde que, cuando empec a responder a la pregunta sobre los
apcrifos del nuevo testamento (cf. pregunta 7), hice una distincin entre aquellos
conocidos y copiados en los primeros tiempos y las obras gnsticas recientemente
descu-biertas. En el primer grupo mencion el protoevangelio de San-tiago que data
aproximadamente de mediados del siglo II, del que se hicieron copias y se emple en
la Iglesia a travs de los siglos. Aquella obra ejerci una gran influencia en la
representa-cin cristiana de Mara, ya que nos cuenta imaginativamente su vida con
anterioridad al anuncio que recibi de Gabriel. De ella proceden los nombres de los
padres de Mara, Joaqun y Ana. De ella procede igualmente el relato de la
presentacin de Mara en el templo a temprana edad; una presentacin que ha pasado
a ser una festividad de la Iglesia catlica y que han pintado un gran nmero de artistas
cuyos cuadros cuelgan en las galeras de arte del mundo entero. De ella tambin
procede la imagen de un Jos anciano, portando un lirio, porque se dice que su bculo
floreci como una seal de que l habra de ser escogido como esposo de Mara.

La presentacin de Mara en el templo nos invita a reflexionar seriamente sobre el


valor de un evangelio apcrifo tan popular.

Ciertamente una nia como Mara no hubiera sido presentada al sumo sacerdote para
vivir en el recinto del templo hasta alcanzar la pubertad, aunque as lo indique el
protoevangelio. Con todo, se trata resaltar de una manera imaginativa y coloquial una
ver-dad ya implcita en el evangelio cannico de Lucas. El ngel Ga-briel habla con
Mara (Le 1, 28.30) y le dice que ha sido favo-recida por Dios (con un tiempo verbal
pasado). Mara habla de s misma como la sierva del Seor (1, 38.48). Dado que la
con-cepcin del Hijo de Dios en la anunciacin fue la gracia o favor principal que Dios
hizo a Mara, tal gracia o favor se diriga a alguien que ya haba sido sujeto del favor de
Dios. Por qu? Porque ella misma ya se haba sometido a Dios como su sierva o
servidora. La anunciacin no fue la primera vez en su vida que Mara dijera, al menos
en su corazn, He aqu la sierva del Seor: hgase en m segn tu palabra (Le 1, 38).
El protoevan-gelio lo dramatiza al mostrarnos a Mara ofrecida y consagrada a Dios
desde su ms tierna infancia. Esta dramatizacin se iba a entender a nivel popular
bastante ms eficazmente que una dis-cusin teolgica sobre las implicaciones que
podran derivarse del empleo de una forma verbal en pasado del verbo griego que
significaba favorecer.
11.Volvamos a la Biblia que todos aceptamos. Para quienes
em-piezan a leer en serio la Biblia cmo les recomienda que
la lean? han de empezar por el Gnesis y seguir leyendo
hasta el Apocalipsis? o deberan empezar por unos libros
determina-dos ?
Su pregunta plantea un problema real y no creo que haya una sola respuesta. La
contestacin depende en parte del temperamen-to, de la formacin y de la capacidad
de los lectores. Muchas personas entusiastas se ponen a leer la Biblia y acaban
empan-tanados con las genealogas o con las leyes sobre los sacrificios de los cinco
primeros libros sin pasar jams de ah.

Vamos a imaginarnos que su pregunta se refiere a lectores con una educacin


secundaria o universitaria, pero que conocen poco la Biblia. (Desgraciadamente
todava es posible salir de la univer-sidad sin haber tenido una buena introduccin a
la Biblia). En tal caso, lo mejor sera leer aquellos libros de la Biblia que, por su misma
naturaleza, son ms atractivos e inteligibles, que tratar (le recorrer toda la Biblia
pgina a pgina de principio a fin. The Readers Digest ha ofrecido una forma
abreviada de la Biblia, diseada para ayudar a aquellos lectores que podran verse
perdi-dos con la lectura de la Biblia entera.

Puedo imaginarme un tipo de lector medio al que ira bien pasar del Gnesis a la
primera parte del xodo, luego a algunos fragmentos de los Jueces, de Samuel y de los
Reyes, hacindose una idea de la historia de la monarqua. Luego tal vez podra
retomar la historia del final de los Reyes con unos fragmentos de Esdras y Nehemas
hasta el libro primero de los Macabeos, para ver lo que ocurri con la cada de la
monarqua y el regreso de los judos del exilio. A continuacin algunos fragmentos de
los profetas y de la sabidura podran proporcionar una muestra del pensamiento
religioso de Israel tal como lo expresaron sus ms destacados representantes. Los
Salmos, esas magnficas ora-ciones, surgidas de distintas experiencias vitales, son
inteligibles y conmovedores, y no hace falta conocer la historia de Israel para leerlos.

En el nuevo testamento, los lectores pueden empezar con los evangelios de Marcos y
Juan para seguir con el libro de los He-chos y un pequeo muestreo de las cartas
paulinas (por ejemplo, la primera a los corintios y la dirigida a los filipenses), as como
tambin la primera de Pedro para captar el espritu de la Iglesia primitiva. Con una
visin como la indicada a travs de los pasa-jes de la Biblia que ofrecen menos
dificultades, uno puede llegar a sentirse ms preparado para emprender la lectura de
todo el conjunto. Pero vuelvo a insistir en que no estoy muy seguro de que este plan
resulte atractivo para todo tipo de lectores. Tal vez el mejor consejo que se puede dar
no sea otro que el de probarlo y ver qu es lo que mejor se adapta a la idiosincrasia de
cada uno.

12.Qu notas o comentarios pueden servirnos de ayuda?


Se trata de una difcil pregunta debido a la gran diversidad de ofertas existentes. Creo
que siempre es mejor leer una Biblia con notas a pie de pgina que van solucionando
las dificultades inmediatas que surgen de la oscuridad del texto o de la falta de una
formacin previa.

Con respecto a los comentarios se pueden distinguir, por lo menos, cuatro tipos. Hay
comentarios bastante sencillos en folle-tos. Algunos reproducen el texto en una pgina
o en la parte su-perior de la misma y un breve comentario en la pgina siguiente o en
la parte inferior. A veces un folleto de 75-100 pginas abar-ca un libro entero de la
Biblia. Pueden resultar muy tiles, y sin duda, muy adecuados para la mayora de
lectores de la Biblia. Para quienes estn interesados en un estudio ms serio, se
en-cuentran volmenes en rstica que contienen comentarios ms extensos sobre un
determinado libro de la Biblia. Estos comenta-rios, a menudo, tienen una extensin
entre las 200 300 pginas. Para el estudiante que se lo toma todava ms en serio,
hay, por supuesto, el comentario exhaustivo, versculo a versculo, que puede alcanzar
una extensin de 1500 pginas para cada libro de la Biblia. Yo mismo he llegado a
escribir un comentario de 800 pginas acerca de las cartas, relativamente breves, de
Juan; y no estoy seguro de si se trata de un testimonio de una supuesta erudicin o de
prolijidad. Y finalmente ha de hacerse mencin del comentario extenso en un solo
volumen de la Biblia entera.

13.Pero con notas y comentarios no estamos ya aceptando


una opinin sobre la Biblia? Para comprender la Biblia
dependemos de lo que digan los biblistas?
Tal vez llegue a la raz de su pregunta haciendo algunas ob-servaciones.
Frecuentemente, quienes desean leer la Biblia no quieren que se les diga que slo los
biblistas poseen la clave de la Biblia y que, a menos que tambin ellos se hagan
biblistas, no pueden leer la Biblia. Coincido plenamente con esa reaccin. Hay
secciones de la Biblia que son inteligibles y espiritualmente provechosas sin ninguna
ayuda tcnica de un biblista. Dios puede hablar al lector sin permiso de los biblistas.

No obstante, cuando los lectores de los que estaba hablando lectores con un
estudios secundarios o universitarios toman la Biblia, a menudo empiezan a hacer
preguntas motivadas por la educacin recibida. Han estudiado en cierta medida
ciencias naturales y, por tanto, se preguntan, cuando leen el Gnesis, si el mundo fue
realmente creado en seis das o bien se dio un largo proceso evolutivo. Se par
realmente el sol tal como se describe en Josu 10, 13? Es una pregunta debida al hecho
de que tales lectores aprendieron que el sol no gira alrededor de la tierra, si-no la
tierra alrededor del sol, y que el sol se est moviendo den-tro de todo el sistema solar.
Para contestar preguntas debidas a la propia educacin general es necesaria una
educacin similar para saber cmo leer la Biblia. No hace falta la ayuda de los biblistas
para encontrar alimento espiritual; pero puede ser nece-saria para hallar respuestas a
las preguntas originadas por la pro-pia educacin, incluso a nivel popular.
14. Entiendo la necesidad de una cierta informacin
proporcio-nada por los biblistas pero no veo por qu se nos
tiene que decir que dependemos de la interpretacin humana
de la palabra de Dios. Por qu se han de dar tales
intermediarios humanos?
Cada palabra de la Biblia ha sido escrita por un ser humano, y por tanto los intentos
humanos por comprender la Biblia consti-tuyen unas ayudas perfectamente
apropiadas. Valernos de inter-mediarios humanos es, en mi opinin, algo intrnseco a
la con-cepcin judeo-cristiana de las acciones de Dios.

Parte del problema implicado en este tipo de pregunta puede ser el reconocimiento de
que los biblistas cambian de opinin, y de ah que se produzca una incertidumbre
sobre las opiniones que se encuentran en las notas y comentarios. Eso forma parte de
la condicin humana. Lo que s debe evitarse, con todo, es la idea de que los puntos de
vista de antes eran seguros y que los puntos de vista modernos pueden cambiar. Las
interpretacio-nes ms antiguas de la Biblia eran las opiniones de los especialis-tas de
aquella poca; los puntos de vista modernos son las opi-niones de los especialistas de
este siglo; ninguna goza de un es-tado privilegiado o inmutable. El lector se ha de
sentir respon-sable slo de dar con los mejores estudios de los que se disponga en la
actualidad. Si se dan mejores ideas en el siglo XXI o en el XXII quedar bajo la
responsabilidad de los lectores de ese futuro perodo. Y si usted objeta: Estuvieron
mal informados mis predecesores cristianos cuando lean la Biblia segn el punto de
vista de su tiempo?, la respuesta es que presumiblemente ellos actuaron de la mejor
manera que supieron con la informa-cin de la que entonces disponan y por tanto
cumplieron plena-mente con su obligacin. Si nosotros actuamos de igual manera con
la informacin de que disponemos, podemos presentarnos ante el trono de Dios sin
que nos sintamos culpables.

15. Todo esto me suena a interpretacin personal de la Biblia.


Yo tena entendido que los catlicos se gloriaban de no tener
que depender de una interpretacin personal, sino de tener
una Iglesia que les dice lo que la Biblia significa.
Esa es una interpretacin extremadamente simplificada. La Iglesia catlica (y lo
mismo puede decirse tambin de las Iglesias orientales) pone sobre todo el nfasis en
el valor de la fe tradi-cional atestiguada a travs de los tiempos. La razn de este
con-vencimiento est en la creencia de que Cristo, a travs del Espri-tu, contina
guiando a la Iglesia y no permitir que se equivoque gravemente en Jo que exige de
sus fieles en cuanto a doctrina y moral. Por tanto, cuando en nombre de una
interpretacin per-sonal de las Escrituras alguien se levanta y dice: Todo lo que
habis credo como doctrina durante cinco, diez o veinte siglos es falso, debis
abandonarlo todo porque as es como yo interpre-to la Biblia, la Iglesia catlica se ha
resistido. El tipo de inter-pretacin personal del que la Iglesia catlica desconfa se
refiere a aquellas declaraciones doctrinales basadas en interpretaciones de la Biblia
que refutan cuanto ha sido enseado en los credos o en las declaraciones oficiales de
la Iglesia.

Por otra parte, la Iglesia catlica no ha emitido interpretacio-nes oficiales de La


Escritura con respecto a las reas tratadas en los comentarios ms modernos.
Corrientemente, el comentarista trata de discernir lo que el autor de un libro bblico
intentaba transmitir cuando escriba un pasaje y lo que la gente que lo lea, en tiempos
del autor, haba entendido del mismo. El comentarista normalmente no intenta
establecer posiciones doctrinales que pu-dieran comprometer a los lectores de hoy.
En cuanto a lo que pu-diramos llamar el sentido literal de la Escritura, como, por
ejem-plo, lo que significaba un versculo cuando fue escrito por prime-ra vez, no creo
que la Iglesia catlica haya definido jams el sig-nificado de algn pasaje. Lo que la
Iglesia ha definido es que algunas de sus doctrinas estn relacionadas con pasajes de
las Escrituras, pero no necesariamente que esas doctrinas estuviesen en la mente de
quienes escribieron tales pasajes. As pues, un conflicto entre una interpretacin
personal y la doctrina de la Iglesia basada en las Escrituras no se da en el tipo de
comentario de ayuda que he venido describiendo.

Recuerdo entre divertido y triste la observacin hecha por un crtico en una


valoracin popular de un extenso comentario reali-zado por m. El manifestaba su
alegra por no tener que preocu-parse de mis opiniones o de las de algunos ms, dado
que nica-mente predicaba lo que la Iglesia catlica enseaba sobre este libro en
concreto, y como la Iglesia jams haba interpretado el significado literal de ninguno
de los pasajes de tal libro, yo me preguntaba qu habra encontrado l para su
predicacin. Lo que realmente quera decir, estoy seguro, era que defenda las
opi-niones que sobre aquel libro le haban enseado cuando estaba en el seminario, y
no quera tomarse la molestia de comprobar si aquellas opiniones seguan teniendo
vigencia para la mayora de los investigadores de hoy en da.

16.Se ha encontrado alguna vez con un conflicto entre lo que


la Iglesia catlica ensea, basndose en las Escrituras, y su
pro-pia interpretacin de los textos bblicos?
No. Y digo no, no simplemente porque, como he indicado previamente, la Iglesia
catlica no se ha ocupado en sus declara-ciones doctrinales del sentido literal de las
Escrituras (en el senti-do en que expliqu la palabra literal), sino por motivos ms
profundos.

Primero, se debe tener mucho cuidado con lo que constituye la doctrina de la Iglesia. A
menudo, la gente considera que todo lo que se le ha enseado en las clases de religin,
en la escuela elemental, es la doctrina de la Iglesia; sin embargo, a veces, aquello era
una amalgama de doctrina, de opinin y de pas creencias. En realidad, el campo de la
doctrina de la Iglesia es ms bien estrecho. Estoy seguro de que saldrn ejemplos ms
adelante en mis respuestas a otras preguntas que se me hagan.

Segundo, aun cuando de verdad haya una doctrina en conflic-to, a menudo slo con la
ayuda de los especialistas la Iglesia ha aislado lo que es doctrina de lo que ha sido
simplemente una forma de expresarla. Por ejemplo, es doctrina de la Iglesia que Dios
cre el mundo. Durante muchos siglos, los que proclamaban eso pudieron muy bien
haberla entendido como formando parte de la doctrina de que Dios cre el mundo tal
como se describe en los primeros captulos del Gnesis. Bajo el impacto de los
recientes estudios sobre el Gnesis, la Iglesia catlica ahora tiene claro que en la
doctrina de la creacin por obra de Dios no va incluida la manera cmo lo cre. Por
tanto, se tiene libertad para sostener que los primeros captulos del Gnesis no son un
relato histrico de la creacin y aceptar la evolucin.

Tercero, precisamente porque reconozco que a veces lo que les pareca muy claro a
los especialistas de un siglo resultaba falso para los del siglo siguiente, no tengo una
confianza absoluta en mis conocimientos, como si fueran infalibles. Debido a lo
li-mitado de las preguntas contestadas por la ciencia y al cuidadoso
autoconfinamiento de las formulaciones doctrinales de la Iglesia catlica, yo, de
verdad, no puedo ver que se vaya a dar un con-flicto entre lo que yo descubra como el
sentido literal de las Es-crituras y lo que ensea la Iglesia catlica como doctrina
basada en las Escrituras. Pero si hubiera alguien que sealara un autnti-co conflicto,
mi actitud sera parecida a la que he odo atribuida a H. L. Mencken cuando reciba
airadas cartas de protesta de lectores que no estaban de acuerdo con l. Tena una
tarjeta im-presa que deca: Querido seor o seora, es muy probable que usted tenga
razn. El tono de Mencken era sarcstico, el mo es sincero: puedo muy bien estar
equivocado. No obstante, cuan-do lo que los contestatarios proponen no es en
realidad una doc-trina sino su interpretacin de la doctrina, entonces yo (o cual-quier
otro especialista) tiene el derecho a exigir que se aporten razonamientos serios para
mostrar quin tiene razn y quin no. En otras palabras, rara vez hay ocasin de
conflicto entre la cien-cia bblica que respeta las limitaciones de su propia
investigacin y la autntica doctrina de la Iglesia. Independientemente de cmo se
enfoque el conflicto, lo ms frecuente es que se produzca entre dos interpretaciones,
una de las cuales se presenta como doctrina de la Iglesia. Afortunadamente, en mi
vida, y en general en la reciente experiencia de la Iglesia catlica en el campo bblico,
no ha habido tensin alguna entre la investigacin y la doctrina oficial de la Iglesia. No
ocurre lo mismo en otros campos de la investigacin teolgica.

17.Tena entendido que se haban dado muchos conflictos


entre los biblistas y la doctrina oficial de la Iglesia.
La respuesta depende del tiempo verbal que se emplee; se haban dado conflictos a
principios de este siglo. Pero desde los tiempos del papa Po XII, en la dcada de los
aos 40, y desde el concilio Vaticano II, a principios de los aos 60, ha existido una
extraordinaria armona entre los biblistas y la doctrina ofi-cial de la Iglesia. (Tal vez
deba subrayar la palabra oficial; pues un pequeo nmero de vocingleros catlicos
ultraconserva-dores creen que sus interpretaciones de la doctrina de la Iglesia son las
oficiales y que ellos constituyen un magisterio que puede dictaminar sobre los
estudios realizados: se trata de un grupo al que con frecuencia denomino el tercer
magisterio, formado por quienes se nombran a s mismo los guardianes pero que no
tienen una entidad oficial para hablar en nombre de la Iglesia).

El hecho singular ms importante que se produjo para el cam-bio de actitud fue el


apoyo positivo dispensado por el papa Po XII a las investigaciones bblicas modernas,
lo cual hizo que los estudiosos de la Biblia empezaran a ver al papa y, en ltimo
tr-mino, a las altas instancias vaticanas tales como la Pontificia Comisin Bblica, a
partir de los aos 60, como amigos y no co-mo unos censores enfrentados. En el
ltimo cuarto de siglo se ha dado un mutuo apoyo sin ningn tipo de hostilidad entre
los biblistas y la doctrina oficial de la Iglesia. Por lo que a m se refiere, he expresado
frecuentemente mi agradecimiento por el apoyo obtenido por parte de los obispos de
la Iglesia catlica norteamericana, y an ms, por diversas responsabilidades que me
han sido confiadas desde el mbito papal y romano. No inter-preto todo esto como un
apoyo a mis puntos de vista personales ni como un respaldo para que me crea que
siempre tengo razn sino como un reconocimiento de que los estudiosos catlicos,
adecuadamente formados en la crtica bblica moderna, son consi-derados como un
grupo que contribuye positivamente en una em-presa ms amplia de la Iglesia, la de
proclamar el evangelio.

18.Cul sera, en su opinin, la motivacin de ms peso para


la lectura de la Biblia?
Tal vez debiera distinguir entre una respuesta teolgica y una respuesta prctica.
Teolgicamente, la respuesta clara es que la Biblia es la palabra de Dios en un sentido
nico que no se puede aplicar a ninguna otra obra humana. A menudo se acusa a los
catlicos de tener poca estima por la Biblia; y sin embargo, como afirm el concilio
Vaticano II, la Iglesia no est por encima de la palabra de Dios sino que la sirve, y que
debemos a la palabra de Dios en las Escrituras una reverencia similar a la que
tenemos por la palabra de Dios encarnada en la eucarista.

Ese razonamiento teolgico puede parecer algo distante para mucha gente, y quisiera
ofrecer otra motivacin prctica y perso-nal que considero la ms importante para la
lectura de la Biblia. Como cristiano, busco que Dios me gue en todas las
circunstan-cias de mi vida. Como sacerdote, quiero que Dios gue a la Igle-sia. La Biblia
ofrece una gama tan amplia en la experiencia del pueblo de Dios que busca la voluntad
divina en todas las circuns-tancias de la vida, que inevitablemente puedo descubrir en
ella una situacin anloga a mi propia situacin o a la de la Iglesia. Muchos libros
espirituales describen el encuentro de un alma par-ticular con Dios. En la recopilacin
bblica uno tiene casi dos mil aos de contacto con Dios en muchas situaciones
diferentes, personales y colectivas. Una de las mayores emociones al leer la Biblia, y
uno de sus rasgos ms atractivos para quienes la descubren consiste en el
reconocimiento de que la situacin bblica es similar a la nuestra. Lo que Dios exiga
en tiempos pasados como respuesta todava sigue exigindolo hoy.

19.La descripcin de la Biblia como palabra de Dios no queda


demasiado clara. Me equivoco si digo que la palabra de
Dios significa cosas distintas para distintas personas?
No, no creo que se equivoque. Existe una cierta ambigedad al emplear la expresin.
Todo lo que puedo decirle es cmo la entiendo y empleo yo con la seguridad de que
esto mismo diran otros muchos biblistas.

Al analizar la expresin palabra de Dios permtanme empe-zar por la ltima


palabra, Dios. Lo que se est diciendo es que el conjunto de esta obra procede de
Dios o guarda relacin con Dios de manera irrepetible. Dios gua de muchas maneras,
por ejemplo, a travs de la Iglesia, a travs de la enseanza oficial, a travs de las
familias. Y, por supuesto, l gua no slo con la religin cristiana, sino con el judaismo
y con otras religiones. Dios nunca guarda silencio ante quienes le buscan de buena fe.
Pero en la tradicin judeo-cristiana sobre la Biblia Dios ha dado esta nica gua
conservada por escrito que constituye la compila-cin de todas sus acciones con Israel
y la Iglesia primitiva. La Biblia es la biblioteca de Israel y la biblioteca de la primitiva
Iglesia que preserva la experiencia bsica que puede servir de gua al pueblo de Dios
posterior.

Si pasamos a la otra parte de la expresin (palabra) esta-mos reconociendo el


elemento humano en la Biblia. El pueblo pronuncia palabras y emite sonidos audibles
y cada una de las palabras de la Biblia las escribi un ser humano. Un ser humano
pens las palabras bblicas, que reflejan un significado y una experiencia propias del
espacio vital en que transcurri la vida del autor. As pues, y si se me permite hablar a
grandes pincela-das, se da una especie de encarnacin en las Escrituras; Dios nos gua
mediante palabras humanas y a travs de las mismas. Probablemente sea esta parte
del trmino, la palabra, la cau-sante de la diversidad de enfoques respecto a lo que
significa la palabra de Dios. Un enfoque literal da por supuesto que Dios va
dictando, de tal manera que cada una de las palabras proceden de Dios y que el
hombre simplemente se limita a po-nerlas por escrito. En su forma ms sutil
equivaldra a un dic-tado mental por parte de Dios. Cuanto ms alto se ponga el ni-vel
de que se trata de una autntica composicin humana y de una seleccin humana de
las palabras, tanto ms se reconocer una combinacin de lo verdaderamente divino y
de lo verdade-ramente humano en las Escrituras. La interpretacin literalista defiende
una falta de errores y unos conocimientos absolutos en la Biblia, tanto histricos como
cientficos. Cada una de las afirmaciones de la Biblia ha de ser verdadera y completa al
pie de la letra. Cuanto mayor sea el espacio asignado al elemento humano en las
Escrituras, tanto ms se darn limitaciones por lo que respecta a los conocimientos, y,
a veces, a los errores. Estoy seguro que se harn otras preguntas que me obligarn a
una ampliacin de la observacin anterior (cf. las preguntas 20-24, 26-27 y 64 [sobre
la inerrancia]).

20.Qu quiere decir con que la Biblia es una biblioteca?


A menudo hablamos de la Biblia en singular como si se tra-tara de un solo libro. Eso
hara justicia a su origen divino. No obstante, la Biblia es una coleccin de unos 70
libros. (73, segn los catlicos; 66, segn los protestantes; cf. la pregunta 5). Pero mi
calificacin de biblioteca no se debe slo al nmero de li-bros; lo importante es
reconocer que la Biblia abarca libros de distintos gneros literarios, escritos en
distintas pocas y en distintos lugares. Tal vez los primeros libros del antiguo
testa-mento tomaron forma unos 800 700 aos antes de Jesucristo, aunque algunas
de las tradiciones que recogen fueran escritas con cientos de aos de antelacin; el
ltimo libro del nuevo testamen-to se escribi probablemente a principios del siglo II.
De ah que se diga que la Biblia tard mil aos en escribirse. En este pero-do de
tiempo, los autores bblicos se habran estado enfrentando con muy distintos
problemas y fueron recorriendo distintas etapas en la percepcin teolgica que
condicionaban su manera de trans-mitir la revelacin de Dios. No vamos a dar por
supuesto que el autor humano tuviera una visin completa desde el principio. Lo que
l capt qued plasmado en lo que iba a resultar til a sus contemporneos. La idea de
que Dios estaba hablando a tra-vs del autor humano, o sea, comunicndose, no
elimina esa limi-tacin, porque Dios siempre trata a los hombres tal como son y
respetando su condicin humana.

21.En a prctica qu resultados se derivan de considerar la


Biblia como una coleccin de libros y no como un solo libro?
Aqu la terminologa tiene grandes efectos prcticos. Cuando alguien se me acerca
para decirme: La Biblia dice esto, mi pri-mera reaccin es preguntar: Qu libro de
la Biblia?. Se pue-den encontrar autores bblicos hablando del mismo tema de muy
distinta manera.

Ms an, la comprensin de la Biblia como una biblioteca afecta a las expectativas de


los lectores cuando empiezan a leer las pginas de un autor en concreto. En una
biblioteca moder-na, los libros se encuentran distribuidos segn su temtica: his-toria,
biografas, novelas, dramas, poesa, etc. Cuando uno entra en una biblioteca y solicita
un libro, la primera pregunta que le har el bibliotecario ser: Qu tipo de libro?.
Esa pregun-ta tambin tiene mucha importancia a la hora de ponerse a leer la Biblia.
Algunos de los errores ms importantes en el comen-tario de la Biblia se han debido al
supuesto, absolutamente gra-tuito, de que todos los libros de la Biblia son histricos.
Hoy en da, los libros tienen cubiertas en las que se dice al lector de qu tipo de libro
se trata, y los lectores automticamente sa-ben a qu atenerse gracias a esa
informacin. Ninguno toma en sus manos un relato de Sherlock Holmes creyendo que
va a leer la autntica historia de un personaje que vivi en Londres a fi-nales del siglo
pasado. Los libros de la Biblia no tienen cubier-tas y una tarea importante de los
biblistas es dotar a cada libro con una introduccin que ayude a su identificacin. Se
ha des-perdiciado mucho tiempo tomando las dimensiones de la boca de un pez para
poder demostrar la historicidad del libro de Jo-nas. Una simple introduccin que
explique al lector que se trata de una parbola, no de un hecho histrico, ahorra una
gran con-fusin.

22.Es que hoy ya no se cree en la inspiracin de la Biblia?


Yo s, por supuesto. Y por lo que yo s, la mayora de biblistas moderados no
rechazara esa terminologa, a condicin de que sus implicaciones sean comprendidas
correctamente. El mismo hecho de que se haya formulado esta pregunta tras mi
explicacin de que hay distintos tipos o gneros de libros en la Biblia indica que no
han quedado claras las implicaciones que comporta ese hecho por lo que respecta a la
inspiracin. A menudo se cree que la inspiracin lo convierte todo en historia. Y no es
as; puede darse poesa, drama, leyenda, ficcin, etc. inspiradas. Si el libro de Jons es
una parbola y no historia, entonces la inspiracin divina lo convierte en una parbola
inspirada. La verdad que nos transmite sobre la voluntad de Dios de convertir a todas
las na-ciones para que reconozcan su nombre y lleven una vida moral que les
acarrear la felicidad es una verdad que podemos aceptar como palabra inspirada de
Dios dirigida a nosotros. La inspira-cin no comporta que tengamos que creer que a
un personaje his-trico llamado Jons se lo trag un gran pez. Tendramos que
ocuparnos de esa posibilidad slo en el caso de que el libro de Jons fuese historia
inspirada. Del mismo modo, aunque los pri-meros captulos del Gnesis no se
encuentren clasificados en la seccin de la biblioteca reservada a la ciencia, sino en la
seccin destinada a tradiciones y leyendas religiosas, vamos a seguir cre-yendo que la
creacin es obra de Dios como una verdad inspirada que nos transmiten esos
captulos. Sin embargo, no tendramos que aceptar la descripcin del Gnesis como un
relato cientfico de los orgenes del mundo. Podra tratarse de un relato que el autor
aprendi de las representaciones legendarias de su pueblo y de otros pueblos y de las
que l se sirvi para transmitir aque-lla verdad en la que l estaba verdaderamente
interesado, a saber, que Dios es el soberano de todo y el creador del universo. As
pues, no hay contradiccin entre aceptar la inspiracin y aceptar los distintos gneros,
formas o estilos literarios presentes en la Biblia.

23.Sin duda la gente se escandaliza al or que no todo lo que


se nos cuenta en la Biblia ocurri literalmente.
No estoy seguro de que eso ocurra en todos los casos; yo creo que la gente est cada
vez mejor preparada, por lo menos en el primer mundo. Sospecho que por osmosis a
partir de la ensean-za primaria y secundaria, la gente ya ha tomado conciencia de
que hay algunos fragmentos de la Biblia que no son relatos lite-rales de una historia
real. Que se puedan escandalizar cuando lo oyen bajo los auspicios de la Iglesia
depende seguramente de cmo se diga.
Nunca consider que fuera til el que alguien desde un pulpito proclamara que este o
aquel episodio bblico jams ocurri. Mi ejemplo preferido de mal gusto, de mala
pedagoga y, tal vez, de mala teologa es el de aquel que se pone a proclamar en la
Iglesia que los reyes magos no existieron. S perfectamente que hay motivos serios
para dudar de la historicidad literal del episodio de los magos en la narracin que
hace Mateo de la in-fancia de Jess (cf. las preguntas 54-57). No obstante, afirmar
rotundamente que los magos no existieron va ms all de lo que pueden demostrar los
estudios bblicos. Resulta muy difcil de-mostrar una negacin tan rotunda, de manera
que, sobre una base puramente cientfica, no debera hacerse. Pedaggicamente no
veo que esta pequea dosis de conocimiento negativo pueda re-sultar espiritualmente
til a los fieles, y se supone que lo anun-ciado en el templo tiene como objetivo ayudar
a que la gente progrese en el conocimiento de Dios. Cmo iban a relacionarse ms
ntimamente con Dios por saber que no existieron los ma-gos? Teolgicamente, tal
planteamiento negativo distrae de aque-llo que en verdad nos quiere transmitir el
relato que aparece en-tonces como si tuviera como primer objetivo transmitirnos
unos hechos.

En mi opinin, la manera de predicar o ensear sobre relato de los reyes magos a una
comunidad de fieles es presentando, en el contexto veterotestamentario, a unos sabios
que llegan de oriente anunciando la revelacin de Dios sobre Israel. (No voy a entrar
en ese fondo, pero viene a ser el ncleo del episodio de Balaam en el libro de los
Nmeros). De esta manera, los oyentes pueden llegar a comprender el mensaje de
Mateo de que estos gentiles, a partir de una fuente de conocimientos a la que tenan
acceso, como era la interpretacin de los astros, llegan para ado-rar a Dios, aun
cuando sigan necesitando la ayuda de las Escritu-ras hebreas para averiguar
precisamente dnde haba nacido el Rey de los judos. Cuando se muestra a los
oyentes hasta qu punto el relato que nos hace Mateo de la infancia de Jess nos est
repitiendo simblicamente relatos del antiguo testamento, se les puede decir,
consecuentemente, que este relato de los ma-gos no es historia tomada al pie de la
letra. Pero sin poner dema-siado el acento en la falta de historicidad para no perder de
vista el valor teolgico del relato. Contestando, pues, a su pregunta, creo que no hay
nada escandaloso en predicar o ensear cada uno de los libros de la Biblia segn su
propio gnero literario, la his-toria como historia, la parbola como parbola, siempre
que el predicador o el maestro respete tanto por la finalidad propia del libro como lo
que nos quiere transmitir.

Permtame sealar una consecuencia de todo esto. Algunas veces, por temor al
escndalo, hay quien dira que es mejor tratar una narracin no histrica como
histrica para as no suscitar problemas. Es un error peligroso. Para servir a la verdad
de Dios se ha de buscar lo mejor de la percepcin humana; ponemos en peligro la
aceptacin de la verdad divina si enseamos algo que, segn nuestras mejores
investigaciones, sabemos que es falso. Tarde o temprano, quienes oyen a un
predicador que est hablan-do de Jons como de un episodio histrico, o de los
primeros captulos del Gnesis como si fueran cientficos, se darn cuenta de la
falsedad de tal presentacin y, en consecuencia, rechazarn la verdad divina inspirada
contenida en esos captulos. Al expo-ner cualquier pasaje de las Escrituras no hay por
qu plantear problemas que los oyentes no pueden comprender; ahora bien, un
discreto silencio sobre temas extremadamente complicados no es lo mismo que
ensear o predicar algo que se tiene por fal-so. Cuando predico sobre los relatos de la
infancia (otra cosa muy distinta es dar un curso en la universidad) no entro en toda la
problemtica de la historicidad. Pero tampoco sugiero, explci-ta o implcitamente,
que todos los episodios all relatados sean histricos y tengan que tomarse como tales.
Probablemente he-mos de ser cautos y no infravalorar la formacin de los oyentes. Sin
duda, cuando uno est hablando a nios de primaria sobre la estrella que apareci en
oriente y se dirigi hacia Jerusaln hasta posarse sobre Beln, la preocupacin de
estos nios no se plantear si todo esto ocurri o slo es un cuento. El reto para el
maestro o predicador tal vez sea mantenerse en una lnea me-dia entre la afirmacin
de que todo aconteci al pie de la letra y la sugerencia de que slo es un cuento. Se
trata de un relato que nos transmite la verdad inspirada de Dios.

24.Pero hasta dnde podemos llegar en lo de no tomar al pe


de la letra los relatos bblicos? Para m no representa ningn
problema que el mundo no fuera creado en seis das y que la
vida se vaya desarrollando mediante la evolucin, pero qu
hay de Adn y Eva? Al cura de mi parroquia le he odo afirmar
que tenemos que creer que son personas reales.
Si bien me gustara, a veces, que los sacerdotes gozaran de igualdad de oportunidades
para que pudieran aclarar lo que real-mente dijeron, puede muy bien darse el caso de
que el cura de su parroquia haya dicho eso. A m tambin me ensearon una
interpretacin muy literal con respecto a la existencia de Adn y Eva cuando estaba en
el seminario. En parte se deba a una res-puesta de la Pontificia Comisin Bblica, a
principios de siglo, en la que se especificaba que ciertas partes del relato del Gnesis
deban entenderse al pie de la letra, incluida la aparicin del de-monio en forma de
serpiente. Se nos dijo que tenamos que acep-tar como un hecho que la primera mujer
fue formada del primer hombre y que exista la unidad de la raza humana, en el
sentido de que todos los seres humanos descendan de aquella primera pareja. Si el
sacerdote de su parroquia se form antes de 1955, probablemente sa fue la
enseanza que recibi. Pero en 1955, el secretario de la Pontificia Comisin Bblica
anunci que los catlicos tenan ahora plena libertad con respecto a las prime-ras
respuestas de la comisin salvo en lo tocante a la fe y a la moralidad. Por tanto, se
daba mayor libertad en lo referente a la literalidad del relato del Gnesis.

Sin embargo, la postura con respecto a Adn y Eva era ms compleja. En 1950 la
encclica Humani Generis del papa Po XII se refera a la teora del poligenismo, segn
la cual haba ms de una pareja de progenitores de las que procedan todos los se-res
humanos que actualmente pueblan la faz de la tierra; y deca: de ninguna manera se
ve cmo se puede reconciliar una tal teo-ra con lo que se ha enseado sobre el
pecado original. Hubo quienes interpretaron que as se condenaba el poligenismo,
pero no es eso lo que dijo. Muchos telogos s pensaban que la exis-tencia de ms de
una pareja de progenitores poda reconciliarse con la doctrina del pecado original e
incluso con la descripcin de Pablo del pecado que entra en el mundo por un solo
hombre en Rom 5. (No voy a entrar en todo el razonamiento teolgico que hay detrs
de ello). No obstante, la situacin cientfica, curiosamente, ha cambiado. Mientras que
en la dcada de 1950 la mayora de cientficos habra estado en favor del poligenismo,
los descubrimientos genticos ahora parecen respaldar la teora de que todos los
seres humanos descienden de una sola pareja.

Quizs se pueda decir lo siguiente. El tema de si hubo una sola pareja o ms de una es,
en parte, un tema cientfico, y por tanto, cuando se habla en trminos religiosos
deberamos tener cuidado en no alinearnos con demasiada firmeza con una u otra
postura cientfica, ya que ninguna est demostrada. El autntico mensaje religioso
implcito en el relato de Adn y Eva es que, hubiera una sola pareja o ms de una,
todas fueron creadas por Dios en el sentido de que Dios les infundi un alma viviente.
Adems, fueron creados buenos, no malos; tambin nosotros so-mos creados buenos y
no malos. No obstante, en los seres huma-nos hay una tendencia bsica pecaminosa
que va ms all de los pecados personales que podamos cometer; y esta tendencia
bsica hacia el mal forma parte de la corrupcin que los seres humanos han
introducido en el mundo, no procede de Dios. As se podra conservar lo fundamental
del concepto de pecado original (aun cuando se trate de una terminologa que no es
tcnicamente bbli-ca sino reflejo ms bien de las reflexiones de san Agustn y de otros
Padres de la Iglesia primitiva). Tambin podramos recono-cer lo bien que el
ingenioso relato bblico de Adn y Eva nos transmiti la idea del pecado y de sus
orgenes y no pensar que vamos a encontrar una nueva y mejor narracin moderna
para contar esa misma idea. Puede darse una posicin ms equilibrada entre lo que
usted oy al cura de su parroquia que insista en la historicidad literal del relato de
Adn y Eva y la afirmacin destructiva e inexacta de que Adn y Eva no existieron.

25.Tanto si se toma el relato de Adn y Eva al pie de la letra


como si se toma como una parbola, no hace
verdaderamente dao en el sentido de que resulta peyorativo
para las mujeres?
No voy a entrar a tontas y a locas en un terreno en que hay que andar con pies de
plomo; de modo que al contestar a su pre-gunta no quiero entrar en la cuestin
feminista que sobrepasa mi competencia como biblista y como hombre. Creo que
entendido adecuadamente el relato del Gnesis no es peyorativo con respec-to a las
mujeres, si bien reconozco que ciertos pasajes en otras partes de la Biblia s son
peyorativos, ya que reflejan algunos de los prejuicios propios de los tiempos en que
fueron escritos. La creacin de la mujer de una de las costillas del varn, descrita en
Gn 2, 21, no est concebida primariamente para mostrar a la mujer como una figura
secundaria procedente del varn o in-ferior al mismo. En efecto, la reaccin inmediata
de Adn al ver a la mujer en Gn 2, 23 es exclamar que esto es hueso de mis huesos y
carne de mi carne, en otras palabras, alguien exacta-mente igual que yo, ni un animal
ni una creacin inferior. Todo el relato en su conjunto no es ms que una
argumentacin en contra de la tesis de que la mujer es simplemente una posesin del
varn que ha de ocupar un escalafn inferior. La afirmacin de Gn 1, 27 de que al dar
origen a la raza humana Dios los cre varn y hembra segn su imagen divina es la
afirmacin de la igualdad de los dos sexos ante Dios, como un reflejo complemen-tario
del mismo Dios. Se ha de conocer mnimamente la situacin inferior de las mujeres, no
slo en los pases circundantes sino en la vida ordinaria en Israel, para darse cuenta
de que en reali-dad el autor del Gnesis est corrigiendo tanto la desigualdad de la
mujer como una teologa de su inferioridad. As pues, el relato del Gnesis ofrece a los
predicadores o maestros que sean perspi-caces la oportunidad de ensear unos
valores muy fundamentales con respecto a la dignidad de los dos sexos.

26.S vamos ms all del relato de Adn y Eva, hasta dnde


llegan los relatos simblicos o parablicos? Existieron
Abraham, Moiss, David, Jeremas? Me parece que apartarnos
del sentido literal de la historia bblica viene a ser como abrir
la caja de Pandora.
Sin duda un enfoque del todo literal resulta ms simple; pero en la vida nos podemos
encontrar con una especie de caja de Pandora y no siempre puede contestarse a todo
con respuestas simples. Basta con recordar una experiencia comn: despus de leer
un manual de bricolaje, cuando llega la hora de arreglar el lavabo o una conexin
elctrica, uno puede llegar a sentirse total-mente frustrado y acabar teniendo que
llamar a un profesional. Cuando explica al fontanero o al electricista lo que ha estado
ha-ciendo y se queja de que tendra que haber funcionado de acuer-do con lo que
deca el manual, la respuesta a menudo es; S, pero este caso es un poco ms
complicado debido a esto y a lo de ms all en lo que usted no cay. De alguna
manera se nos puede convencer de que la fontanera y la electricidad y mil aspectos
ms de la vida pueden ser complicados, y sin embargo, nos parece mal que las
relaciones entre Dios y la raza humana sean complicadas.

Si yo le preguntara si cree realmente que Washington cort el cerezo, o tir la moneda


al otro lado del ro Potomac, o dur-mi en todas las casas en las que se supone que se
detuvo, podra contestarme: Bueno, creo que en todo eso hay algo de leyenda.
Entonces qu me contestara si le dijera; Bueno si empieza a poner en duda todo eso
sobre Washington, cmo sabe que Lin-coln llev a la victoria a la Unin contra la
Confederacin, o que Teddy Roosevelt fue el responsable de la construccin del canal
de Panam?. Pronto se vera obligado a reconocer que hay dife-rentes tipos de
pruebas para unas afirmaciones y para otras y que a veces lo que se cuenta sobre
algunas personas est rodeado de una cierta atmsfera legendaria y en otros casos
slo se cuentan los hechos sin ms. Lo mismo se tiene que aceptar con respecto a los
relatos asociados a los grandes personajes bblicos. El rey Arturo, el rey Guillermo el
Conquistador (responsable de la inva-sin normanda de Inglaterra) y la reina Isabel II
todos ellos son monarcas que van asociados a la historia de Gran Bretaa; pero la
calidad de lo que sabemos sobre cada uno de ellos abarca toda una gama, desde lo
alegrico con ribetes histricos en el caso de Arturo, hasta una historia aceptada como
verdica aunque cargada de leyendas en el caso de Guillermo el Conquistador, hasta
finalmente la posibilidad de narrar una crnica diaria de las actividades de Isabel II.
As tambin los relatos concernientes a Abraham poseen un encuadre histrico
general; pero se le pre-senta como padre de dos pueblos, Israel e Ismael (los rabes),
por lo que el relato contiene su parte de alegora. El relato de Moiss forma parte de
una epopeya nacional en la que se mez-clan las hazaas de un individuo con la historia
de un pueblo. Algunas partes de la historia de David probablemente tienen su origen
en un bigrafo de la corte que vivira en aquel perodo histrico y que describi los
hechos cindose a la realidad. Los tres relatos contienen historia pero con distintas
dosis de historia y de detalles. Puede que se trate de la caja de Pandora pero algo
parecido se da en la historia de Estados Unidos o de Gran Breta-a o en cualquier otra.
Tendremos que aguantar nuestro enfado ante el hecho de que Dios no haya eliminado
de la historia de Israel todas aquellas vicisitudes por las que han tenido que pasar las
dems naciones en su historia.

27. Qu hay de los descubrimientos arqueolgicos? vienen a


confirmar la historicidad de amplias zonas de la Biblia?
La arqueologa presenta un cuadro confuso. No hay duda de que los descubrimientos
arqueolgicos han arrojado mucha luz sobre las costumbres, la situacin social y el
ambiente fsico de la Biblia. Asistimos al descubrimiento de las casas y ciudades en las
que vivieron los israelitas de la poca bblica. Incluso en la era del nuevo testamento,
los descubrimientos arqueolgicos han arrojado luz sobre prcticas como la
crucifixin y los ritos funerarios, as como tambin sobre las calles de Jerusaln por las
que ciertamente anduvo Jess.

No obstante, cuando ya se trata de confirmar la historicidad exacta de algn


acontecimiento bblico, los hallazgos de la ar-queologa no han gozado de la misma
fuerza. Por ejemplo, en las primeras excavaciones de Jeric, el descubrimiento de unas
murallas destruidas violentamente fue para muchos la confirma-cin del relato de
Josu sobre la destruccin de las murallas. Sin embargo, tcnicas ms modernas han
fechado las enormes mura-llas destruidas en un perodo anterior a Josu y al parecer
Jeric ni siquiera estaba habitada en tiempos de Josu. En algunos de los
emplazamientos mencionados en el relato bblico de la inva-sin de Palestina por los
israelitas, tras las excavaciones, han aparecido seales de destruccin precisamente
en un perodo en el que la mayora de los investigadores habran fechado el xodo; en
otros lugares ha pasado como en e) caso de Jeric, pues no han aparecido huellas de
ocupacin en ese perodo. La idea de que la arqueologa demuestra que la Biblia tiene
razn es inexac-ta y engaosa. La crtica bblica indica que algunos de los relatos que
los arquelogos esperaban poder confirmar, probablemente, y para empezar, no eran
simplemente historia y de ah que no constituya ninguna sorpresa el que la
arqueologa no haya podido confirmar lo que en ellos se cuenta.

28. He observado que usted y otros a menudo emplean la


expre-sin crtica bblica. Qu quieren decir con eso?
De algn modo es una expresin poco afortunada. La palabra crtica normalmente
implica un juicio negativo, y ciertamente no queremos significar con ella un juicio
negativo ante la Biblia. Pero en sentido tcnico, crtica implica una lectura y un
anli-sis ms atentos de una obra. Por ejemplo, en un peridico hay quienes hacen la
crtica de cine y quienes la hacen de los libros. Muy a menudo, su juicio con respecto a
una pelcula o a un libro en particular puede ser muy positivo, pero se trata de un
juicio fundamentado que tiene en cuenta distintos aspectos de aquello que se critica
o se hace la crtica.

En el caso de la Biblia, existen distintas formas de crtica b-blica. En una se valora la


Biblia como literatura y se tienen en cuenta las distintas tcnicas empleadas por los
autores bblicos para conseguir su propsito. Son buenos escritores? En el caso de
que estn relatando una historia, han sabido emplear una tc-nica adecuada para
hacer la historia interesante? Si lo que nos estn transmitiendo es algo escrito en
parbola, han acertado en la seleccin de sus personajes? Otra forma de crtica
bblica es la crtica cannica. Cada uno de los libros que componen la biblioteca de la
Biblia son parte del canon, o sea, de la seleccin venerada por la Iglesia y que abarca
tanto el antiguo como el nuevo testamento. Qu relacin se da entre lo que escribi
un autor del siglo VI a. C. y otros libros escritos anterior o poste-riormente? y qu
relacin guarda con las obras del nuevo testa-mento que proclaman la fe en
Jesucristo? Dentro de una misma parte del canon, cmo quedan condicionados los
juicios de Pa-blo por el hecho de aparecer junto a otras obras que juzgan de manera
distinta un mismo tema? Por ejemplo, se sabe muy bien que Pablo valora la
importancia de la fe por encima de las obras (de las obras, se entiende, de la ley juda.
Rom 3, 28). Emplean-do un lenguaje enormemente parecido, Santiago alaba el valor
de las buenas obras y condena una fe que sea simplemente inte-lectual (Sant 2, 24.26).
Cmo se condicionan entre s estos jui-cios a medida que un cristiano lee la Biblia?

Entre las muchas formas de crtica bblica, hasta ahora slo he citado dos. Pero la
crtica que un biblista tiene ms frecuente-mente en su mente cuando habla de crtica
bblica es la crtica histrica. (Y de hecho, cuando me oyen hablar de crtica, sin ms,
me estoy refiriendo generalmente a sta). Implica la bsque-da de datos con respecto
al autor (antecedentes, situacin perso-nal, objetivos), con respecto a las
circunstancias en las que escri-bi (a qu problemas tena que hacer frente?), y con
respecto a los lectores u oyentes a quienes diriga su obra (dnde esta-ban? qu
problemas tenan? qu habran entendido?). Implica, asimismo, un juicio sobre la
naturaleza de lo escrito que coloca al libro en una determinada seccin de la biblioteca
descrita en una pregunta anterior (pregunta 20). En otras palabras, la crtica histrica
implica hacerse sobre un libro de la Biblia el mismo tipo de preguntas que uno se
hara con respecto a cualquier otro libro si se estuviera intentando descubrir el
mensaje transmitido a travs del mismo. Qu quera decir el autor realmente a
quie-nes escriba? Detrs de todo ello se esconde la firme conviccin de que el Dios
inspirador de las Escrituras no elimina ni la pro-pia visin ni el contexto en el que se
desenvuelve el autor huma-no. Aunque Dios lo sabe todo, no ocurre as con el autor
huma-no; y de ah que las palabras empleadas por el autor bblico no puedan hacerse
servir como respuesta a todas las preguntas.

29.A pesar del empleo de los citados mtodos crticos por


parte de los biblistas, sigo creyendo que hay libros y
fragmentos de la Biblia que resultan muy difciles. En su
opinin cul es el libro ms difcil de la Biblia?
Como usted recordar estoy especializado en el estudio del nuevo testamento, de ah
que conteste a su pregunta cambindola por la siguiente; cul es el libro ms difcil
del nuevo testa-mento? Y en tal caso, me inclinara por distinguir nuevamente segn
haga la pregunta un estudioso de la Biblia o un simple lector. Y me va a permitir que
me site en el punto de vista de un lector, ya que es usted quien me plantea la
pregunta. Me pare-ce que, para un lector, el libro ms difcil del nuevo testamento es
el Apocalipsis o Revelacin de Juan. En mi opinin, para un estudioso de la Biblia no
resulta excesivamente difcil, ya que se ve obligado a leer otros libros del mismo
gnero, como son los apocalipsis judos repletos de vivas imgenes simblicas del bien
y del mal. Por tanto, el estudioso de la Biblia sabe que no ha de tomar al pie de la letra
las imgenes del Apocalipsis sino que las ha de leer como las lean los judos
familiarizados con esta clase de libros.

Aun cuando hoy en da se emplea el trmino apocalptico para designar


acontecimientos inquietantes y extravagantes, el gnero literario del apocalipsis,
segn el estilo bblico, apenas se emplea en la literatura contempornea. Y de ah que
el lector de hoy tienda a interpretar al pie de la letra los diversos esque-mas
numricos y las predicciones de un final cercano. Esto crea una gran confusin. Por
tanto, desde ese punto de vista, creo que el ms difcil es el Apocalipsis.

30.Ya que ha insistido en la dificultad del Apocalipsis o


Revela-cin de Juan, nos podra explicar brevemente su
mensaje?
Estoy encantado con que en su pregunta se mencionen los dos nombres con los que se
designa este libro. Quizs habran de ser tres los nombres ya que son muchos quienes
preguntan sobre el Libro de las Revelaciones, un plural incorrecto, que puede dar una
pista falsa ya que supone una serie de revelaciones dirigidas al autor. La palabra
apocalipsis es casi una transliteracin del griego apokalypsis y significa desvelar.
Revelacin es casi una transcripcin de su equivalente en latn revelatio que
tambin significa desvelar. Por tanto implica un conocimiento de lo que hasta ahora
estaba tapado u oculto.

Me pregunt sobre el mensaje. Permtame que diga, ante todo, y con precisin, lo que
no es. No hace falta que supongamos que el autor tena un conocimiento del futuro
lejano o que Dios se lo haba dado. Por lo tanto son intiles todas las especulaciones
sobre la duracin del mundo o sobre cunto tiempo pasar hasta la vuelta de Cristo o
la llegada del fin del mundo, especulaciones basadas en el Libro de la Revelacin o en
el Libro de Daniel que contiene otra serie de visiones apocalpticas. No obstante, estas
especulaciones han angustiado a la gente durante dos milenios, ya que con el paso del
tiempo distintos individuos han irrumpido blandiendo el libro del Apocalipsis para
anunciar que ya com-prenden el mensaje numrico y que ya saben que el final est
cercano. Hasta ahora tales interpretaciones han sido errneas: el mundo sigue aqu
todava.

El mensaje bsico del Apocalipsis es de esperanza en tiempos de persecucin.


Sirvindose de un lenguaje simblico, como el de grandes bestias, dragones,
inundaciones, fuego, etc., el autor describe su tiempo como de dura afliccin y de
sufrimientos cau-sados por el mal. En medio de todo esto, desea afianzar en sus
lectores que es Dios quien tiene el control de todas las cosas y de ah sus imgenes de
un libro celestial en el que est escrito todo, o de un perodo de tiempo en el que las
diversas activida-des tienen un lmite determinado, o de ngeles que pueden derrotar
a las fuerzas del mal, o incluso de algunas bestias buenas que dominarn sobre las
malas. Se est diciendo al grupo perseguido y sufriente que no se desespere ya que
Dios pondr fin a todo ello y se proclamar vencedor. El salvar a todos los que se
ha-yan mantenido fieles y destruir las fuerzas del mal. Cundo ocurrir todo esto?
Pronto. Y se puede decir pronto tanto si se escribe 500 aos antes de Cristo
(Ezequiel), o 250 aos antes de Cristo (Daniel) o a finales del siglo I de la era cristiana
(el Apocalipsis y escritos judos como el IV de Esdras). Pronto se ha de entender
desde el punto de vista de Dios y ha de contar con nuestra firme conviccin de que
Dios no va a permitir que se pisotee y se destruya a su pueblo indefinidamente.

Hay tambin un mensaje profundo al que me voy a referir brevemente. Existe la


conviccin de que lo que ocurre en la tie-rra guerras, persecuciones y catstrofes
no es sino una parte plida e insignificante de la realidad total. Mucho ms importante
es lo que ocurre en el cielo, mediante la alabanza divina a cargo de miradas de
ngeles y santos y la victoria divina sobre las fuerzas sobrenaturales del mal (como,
por ejemplo, la de Miguel sobre Satans). Un escritor apocalptico a menudo ve lo
celestial al mismo tiempo que lo terrenal, y aporta a los lectores el sentido de una
realidad ms amplia, que va ms all de este mundo. La magnfica liturgia del cielo
viene a formar parte de la realidad si tenemos los ojos de la fe para percibirla. Y as
hay una obliga-cin en la tierra de participar en lo celestial sin quedar absorbi-dos
totalmente por lo que podemos ver y tocar a travs de nues-tros sentidos. Lo mstico,
lo ultramundano, lo celestial, todo for-ma parte de la contribucin apocalptica al
panorama ms amplio de la fe y comprensin cristianas. Por esta razn me parece una
farsa que en una obra como el Apocalipsis los fundamentalistas busquen
principalmente las claves de la historia local actual. A menudo se les escapa lo
esencial: la dimensin mstica.

31.Al contestar a la pregunta sobre el Apocalipsis habl de los


fundamentalistas. Eso me interesa porque me reno con otras
personas interesadas en la Biblia y, aun cuando me encuentro
cada vez ms gente de la que se dice que es fundamentalista,
no tengo muy claro el significado de esta palabra.
Tiene usted mucha razn al reconocer que el contacto con el fundamentalismo es un
problema creciente y yo dira que es un problema nuevo especialmente para los
catlicos. Si se me permi-te un poco de historia, por lo que yo s, el origen de la
palabra fundamentalismo se remonta a principios de este siglo, poco despus del
ao 1910. En aquel tiempo, bajo el impacto de la crtica bblica y ya le dije en una
pregunta anterior que por crtica bblica se entiende a menudo la crtica histrica se
pro-dujo una considerable prdida de fe en el aspecto sobrenatural de las Escrituras.
Despus de todo, cuando uno empieza a hacer-se las mismas preguntas sobre los
libros bblicos que sobre los dems libros, puede quedar oscurecida la Biblia como
palabra de Dios, especialmente si no se tiene una fe firme en su origen divino. En esta
situacin, dos ricos californianos del sur patroci-naron una serie de folletos
destinados a defender lo fundamental de la religin cristiana, a saber, las doctrinas
que guardan rela-cin con la concepcin virginal, los milagros de Jesucristo, la
resurreccin, la divinidad de Cristo, el infierno y una visin antidarwiniana de la
creacin.

Esto ltimo lo digo como advertencia. Si bien los catlicos compartiramos la


preocupacin de los primeros fundamentalistas con respecto a lo esencial de la fe
cristiana, podramos distinguir entre aferramos a la doctrina de la creacin y una
visin de la creacin que rechazara la evolucin. Esto ltimo no nos parecera algo
fundamental en la fe cristiana. Ms an, como esta reaccin se produjo entre los
protestantes, no echaron mano, para apoyar estas doctrinas, de los credos y las
tradiciones de la Iglesia. To-do el esfuerzo consista en demostrar las doctrinas a
partir de la Biblia, y la nica manera era manteniendo el significado literal de la Biblia.
El argumento era que cualquier desvo de la histori-cidad literal de cualquier parte de
la Biblia abrira el camino a una prdida de la fe en lo fundamental.

Como he intentado responder brevemente a esta pregunta, no voy a entrar en las


diferencias existentes entre los fundamentalis-tas y los evanglicos. Desde un punto
de vista prctico, lo que su pregunta presupone y tambin mi respuesta es una lectura
li-teral de la Biblia como apoyo de la doctrina cristiana. Aplaudo, en parte, el empeo
doctrinal de los fundamentalistas, pero estoy en total desacuerdo con el mtodo que
emplean. En mi opinin, una lectura literal de la Biblia no se puede defender
intelectual-mente y no es necesaria para preservar la doctrina cristiana b-sica.
32.Pero por qu los fundamentalistas constituyen
actualmente un problema tan notorio? Hasta ahora nunca
tuvimos que hacer-les frente.
Creo que, en su mayor parte, el fundamentalismo moderno, entendido como una
interpretacin literal y a la defensiva de la Biblia, es un fenmeno norteamericano. S
que se ha extendido a otros pases; pero el rea principal donde se nutre se encuentra
en los Estados Unidos, y ms concretamente en su mitad meri-dional. En este pas, con
anterioridad a los aos 60, los catlicos vivan en las grandes ciudades del norte,
donde a menudo, consti-tuan una mayora. No entraban en las Iglesias protestantes ni
oan sus sermones. Por lo tanto, no se vieron afectados ni geo-grfica ni
existencialmente por el fundamentalismo protestante. Tras la dcada de los 60, los
catlicos se trasladaron masivamen-te al sur, formando parte de las grandes
migraciones a los estados del sur y del suroeste y a la costa occidental, y se
encontraron all con los fundamentalistas.

Es ms, esto coincidi en el tiempo con la gran expansin de los medios de


comunicacin y as, aun sin entrar en las Iglesias protestantes, cuando ponan la radio
o la televisin, escuchaban los comentarios a la Biblia de los fundamentalistas. Hace
unos aos vi unas cifras que indicaban que, en el sur, ms de mil emi-soras de radio y
entre 65 y 70 cadenas de televisin, estaban en manos de los fundamentalistas
bblicos. Fue asimismo el momen-to en el que los catlicos irrumpieron plenamente
en la vida p-blica norteamericana. Con anterioridad a 1960, en una situacin de
aislamiento que los converta casi en un gueto religioso, los catlicos pudieron
desarrollar una espiritualidad basada en las vidas de los santos. La imitacin de Cristo,
y los escritos devotos de san Francisco de Sales y de santa Teresa de Lisieux (por
quie-nes siento el mayor respeto). Pero la Biblia es la nica lingua franca de la religin
en Norteamrica, la nica manera en que se ha expresado tradicionalmente la fe, la
doctrina y la espiritua-lidad. A causa de nuestro legado de la Inglaterra isabelina y
pu-ritana, ramos, al fin y al cabo, una repblica protestante en la que los catlicos
ramos o inmigrantes o extranjeros residentes.

Se ha de tener en cuenta, tambin, que una esmerada presenta-cin de la Biblia no ha


constituido realmente un elemento impor-tante en la formacin de la vida religiosa de
los catlicos. S que a partir de la renovacin litrgica y de la revisin del leccionario
empleado los domingos en las iglesias se est dando mayor im-portancia a la
predicacin a partir de la Biblia. Sin embargo, si-go creyendo que la predicacin y la
enseanza catequtica, en su mayor parte, siguen sin ser profundamente bblicas. La
Biblia, cuando puede orse, resulta interesante, fascinante y cautivadora. Por tanto,
cuando a principios de la dcada de los 60, los catli-cos oan, en los medios de
comunicacin fundamentalistas, co-mentarios sobre la Biblia, aun cuando se explicara
de una manera literal, captaban su atencin. Y empezaron a preguntarse: Y c-mo es
que nunca jams o nada de esto? Y sa es una pregunta sincera a la que debemos
enfrentarnos. El hecho de que en el sur sus vecinos asistieran algunas veces a clases
sobre la Biblia o la leyeran en sus hogares, les resultaba algo atractivo y era un buen
medio para integrarse en su barrio. Y por supuesto, all donde la mayora de la
poblacin est constituida por personas que entienden la Biblia al pie de la letra, estas
lecturas bblicas eran fundamentalistas.

Hemos contado con muy pocos medios para contrarrestar es-tos contactos masivos, y
en realidad, tampoco los tuvieron las grandes Iglesias protestantes, que vieron cmo
un gran nmero de sus fieles se pasaban a los grupos fundamentalistas. Muy a
menudo, la presencia de la Iglesia catlica en esta zona surea es minoritaria: el clero
y los educadores no tienen una buena formacin bblica; no se ha realizado ningn
esfuerzo masivo para presentar la Biblia adecuadamente en los medios de
comuni-cacin. (Podemos asistir a misas transmitidas por televisin pero se echa de
menos una presentacin bblica inteligente y moderna, con una finalidad pastoral. No
estoy hablando de comentarios piadosos sobre pasajes bblicos). Probablemente
podran aadirse muchos otros factores de carcter social e incluso poltico, pero por
lo menos he intentado explicarle por qu el atractivo que ejercen quienes se toman la
Biblia al pie de la letra se ha con-vertido repentinamente en un factor importante en la
vida de los catlicos.

33.Cmo se opondra al fundamentalismo bblico?


Se podran decir muchas cosas sobre el particular. Pero me limitar a presentar unas
cuantas sugerencias.

1. No perdis el tiempo discutiendo con los fundamentalistas sobre algunos textos


bblicos en particular. El problema es mucho ms amplio, implica una visin global de
la religin, del cristia-nismo y de la naturaleza de la Biblia.

2. No ataquis a los fundamentalistas como si fueran tontos c ignorantes. A menudo, la


interpretacin literal de la Biblia es una actitud de autodefensa incluso para gente
extraordinariamente inteligente que se ha visto atrapada. Quieren preservar su fe en
Dios y sta les parece la nica manera. Interpretarn vuestros ataques como un
ataque a su fe. Algunos fundamentalistas estn muy bien informados en arqueologa y
en lenguas bblicas. Ha-brn elaborado argumentaciones apologticas contra
cualquier interpretacin que no sea literal. Por ejemplo, si uno es contrario a la
evolucin, puede discutir que Dios ya cre al mundo con la existencia de fsiles en l, y
que, por tanto, la prueba de los fsiles en la evolucin puede descartarse!

3. Si os encontris con un fundamentalista convencido, cui-dado con querer alejarle


demasiado pronto del fundamentalismo. El resultado podra ser la prdida absoluta
de la fe en lugar de la aceptacin de un punto de vista ms equilibrado. El objetivo ms
importante no es destrozar a los fundamentalistas, sino ofre-cer a quienes an no han
sido absorbidos por el fundamentalismo una fe ms rica y una presentacin ms
inteligente de la Biblia.
4. Esta ltima observacin me lleva a la medida clave que debemos adoptar. La Biblia
debe presentarse de manera inteligen-te y no al pie de la letra en los medios de
comunicacin, en las Iglesias, en las clases sobre la Biblia, etc. Si la gente quiere
co-nocer la Biblia y los nicos que le ofrecen tal oportunidad son los fundamentalistas,
acudir a ellos. Por muy rica que sea la liturgia, y muy slido el catecismo y una
maravilla las devocio-nes personales, si se prescinde de la Biblia, se corre un peligro.
Se corre un peligro especialmente en el contexto norteamericano donde, como ya
expliqu, la Biblia es la lingua franca de la reli-gin. Aqu slo se podr hablar
religiosamente si se emplea un lenguaje bblico. Esto resulta peligroso a nivel personal
dado que la Biblia ejerce un atractivo tan grande que nada debe ni podra
reemplazarla.

5. Los sacerdotes catlicos son pocos y no abundan entre ellos quienes sepan hacer
una buena presentacin de la Biblia. Al mismo tiempo, existe un verdadero inters
entre los laicos y se habra de recurrir a ellos para que prestaran este servicio. Pero se
les debe informar, y este cometido requiere personas instruidas para que
proporcionen algunas de las ideas iniciales bsicas. Si como Iglesia reconocemos que
se trata de un problema de primer orden, entonces debemos movilizar nuestras
fuerzas a fin de pro-porcionar un liderazgo bblico inteligente entre los catlicos. As
se evitar que se conviertan en fundamentalistas. Como Iglesia, en mi opinin, esto
est todava por hacer. Tenemos conciencia de que hemos de enfrentarnos al reto del
liberalismo excesivo o del laicismo. No vemos suficientemente el peligro a la derecha.

6. Este no es un peligro que afecte slo a los catlicos. No existe ningn motivo que
impida que las grandes Iglesias protes-tantes y los catlicos se unan en un esfuerzo
comn para presen-tar la Biblia inteligentemente. Algunas Iglesias protestantes ya
han desarrollado excelentes medios para la lectura de la Biblia. El miedo a perder la
doctrina catlica si cooperamos con los pro-testantes es muy exagerado. Si fueran los
dirigentes de distintas Iglesias quienes patrocinaran la colaboracin en los medios de
comunicacin se vera simplemente que se trata bsicamente de transmitir una visin
fundamental e inteligente de la Biblia que respeta unas doctrinas cristianas en las que
todos estamos de acuerdo.

7. En el fundamentalismo se encuentran algunos elementos que lo hacen atractivo. A


menudo, los fundamentalistas tienen un gran sentido de comunidad y cuidan
cariosamente de sus miembros o de quienes asisten a sus grupos. Deberamos
darnos cuenta de que en nuestras grandes parroquias catlicas, que a menudo renen
a varios miles de personas los domingos, no tene-mos ese mismo sentido de
comunidad. Tendramos que formar grupos ms pequeos. Esto no era tan necesario
en las ciudades del norte donde el estilo de vida era mucho ms impersonal a todos
los niveles. Pero en el ambiente mucho ms campechano y abiertamente cordial de las
ciudades del sur y del suroeste nos va a faltar poder de conviccin si los
fundamentalistas nos supe-ran en este ambiente de fraternidad. El sentido de
comunidad es un valor y tal vez tengamos que aprenderlo de ellos.
8. Los fundamentalistas proclaman a menudo un gran amor por Jess. Hubo un tiempo
en que los catlicos tambin hacamos esto muy bien en nuestras devociones
populares. Tal vez haya-mos perdido algo de ese estilo con la laudable adquisicin de
un lenguaje litrgico que es menos emotivo. No obstante, el amor por Jess ejerce un
gran atractivo sobre los cristianos. Cuando la gente lo descubre y se siente atrapada
por l emocionalmente, ya no se puede resistir. No existe ningn motivo que impida a
las grandes Iglesias proclamar con la misma fuerza ese amor por Jess. No fue a un
fundamentalista sino a Pedro a quien Jess plante por tres veces la pregunta: Me
amas? (Jn 21). Si para conferir los ministerios y especialmente el de la predicacin,
con-virtiramos esto en una exigencia, tal como hizo Jess antes de confiar a Pedro
sus ovejas, tal vez estaramos al mismo nivel que los fundamentalistas y haramos que
la gente se diese cuenta de que para ofrecer una imagen completa del cristiano hace
falta, adems de las obras y de la fe, el amor por Jess.

(Vase tambin, ms adelante, el Apndice en el que se reto-ma la cuestin de la fe


catlica y el fundamentalismo).

34.Hasta ahora usted ha ido contestando preguntas sobre la


Biblia en general, con muchas referencias al antiguo
testamento. No es el nuevo testamento diferente? No fue
escrito cientos de aos despus de los acontecimientos que
describe, sino casi con-temporneamente. Seguro que
podemos confiar en su historici-dad.
Su pregunta me recuerda a un profesor que tuve en el semina-rio. Insista siempre en
que se poda aplicar la crtica de las for-mas al antiguo testamento pero no al nuevo.
Me parece que l entenda por crtica de las formas una disminucin de la
histori-cidad, pero su autntico significado no es otro que el de indicar el carcter o
gnero literario de un determinado libro, es decir, la imagen de la biblioteca a la que
hice referencia anteriormente (cf. pregunta 20). Al igual que el antiguo tambin el
nuevo testa-mento es una biblioteca, la de la Iglesia primitiva. Cuando usted dice que
seguro que podemos confiar en su historicidad da a en-tender que la totalidad de sus
veintisiete libros son historia, y no es as. Apenas se puede hablar de historia con
respecto a las visiones simblicas del Apocalipsis, como ya indiqu (cf. pregun-tas 29-
30).

Muchas de las obras del nuevo testamento son epstolas o car-ias. Tampoco aqu
cuadran los criterios de historicidad. Por su-puesto que quien escribe una carta no se
inventa la situacin a la que hace referencia, pero valora mucho ms la calidad del
mensaje que su historicidad. Por lo que hace referencia a que estas cartas sean
contemporneas de los acontecimientos que des-criben, uno ha de enfrentarse al
hecho de que si bien algunas de las cartas atribuidas a san Pablo fueron
indudablemente escritas por l, otras probablemente las escribieron sus discpulos en
su nombre, incluso despus de su muerte. Con respecto a otras car-tas del nuevo
testamento, atribuidas a Pedro, a Santiago y a Ju-das, se repite un problema similar.
Tal vez no se den en el nue-vo testamento los mismos arduos problemas de
historicidad que se encuentran en las narraciones del antiguo testamento, pero
tambin el nuevo testamento tiene sus problemas.

35.Cmo puede alguien que crea en la inspiracin plantear el


tema de la autenticidad de las cartas de Pablo? El nuevo
tes-tamento dice que Pablo las escribi.
Tal vez podra empezar distinguiendo entre lo que dice y no dice el nuevo testamento.
He odo a algunos lectores que, en la iglesia, empiezan la epstola diciendo: Lectura
de la carta del apstol san Pablo a los hebreos. En el nuevo testamento no hay una
clara indicacin de que la Carta a los hebreos fuera escrita por san Pablo; y adems, en
el texto no hay ninguna referencia a los hebreos. La identificacin de los
destinatarios de esta carta como los hebreos aparece en el siglo II (y no en el
mis-mo texto) y la identificacin de Pablo como su autor incluso apa-rece ms tarde, y
durante algn tiempo slo en una parte de la Iglesia. La Iglesia de Roma fue muy
reacia en aceptarla como carta de Pablo. Igualmente se habla de tres cartas de Juan.
Pero no hay la ms mnima referencia a Juan en el texto de dichas cartas; de nuevo se
trata aqu de una suposicin que aparece en el siglo II y no en el nuevo testamento.

Sin embargo, tiene usted razn con respecto a otras cartas en las que se identifica
concretamente a su autor. Trece de las obras del nuevo testamento son cartas que
llevan el nombre de Pablo en su texto. De esas trece, los biblistas, en su inmensa
mayora, atribuyen siete a Pablo como su autor: 1 Tesalonicenses, Glatas, 1 y 2
Corintios, Filipenses, Filemn y Romanos. Aproximada-mente un 90% de los crticos
especializados creen que no fue el mismo Pablo el autor de las cartas pastorales (1 y 2
Timoteo, Ti-to); aproximadamente un 80% estara de acuerdo en que no escri-bi
Efesios; un 60% aproximadamente en que no escribi Colosenses; y algo ms de la
mitad en que no escribi 2 Tesalonicen-ses. Le doy estos porcentajes estimativos para
subrayar que sta no es una ciencia absoluta; sin embargo, se trata de las opiniones de
no pocos. Del mismo modo, en relacin con las cartas catli-cas, un 95%
aproximadamente estara de acuerdo en que Pedro no redact la 2 Pedro; un 75%
aproximadamente en que no fue Judas el redactor de la carta que lleva su nombre o en
que San-tiago no redact la suya. Y existen tantas posibilidades en pro como en contra
de que Pedro tuviera alguna participacin en la redaccin de la 1 Pedro.

No nos garantiza la inspiracin que cuando una carta lleva el nombre de Pablo o
Pedro es l quien la escribi? En absoluto. Al igual que no porque se diga que Moiss
escribi el Pentateuco est garanizado que fue Moiss quien efectivamente lo escribi.
Existe la costumbre de atribuir una obra de importancia a una gran autoridad. Se
recuerda a Moiss como el que recibi la ley y, por tanto, a Moiss se le atribuye la
autora de todo lo rela-cionado con la ley. A Salomn se le tena por un hombre sabio y
por eso se le atribuye todo lo relacionado con la sabidura. A David se le recordaba
como el cantor de salmos, y por tanto, se puede hablar del salterio de David, aun
cuando no todos los sal-mos del salterio sean de David. Del mismo modo, tras la
muerte de Pablo, sus discpulos, que seguan sus tradiciones, queran instruir a la
gente sobre cul habra sido el pensamiento de Pa-blo al enfrentarse con nuevas
situaciones y se sentan libres para escribir en nombre de Pablo. Tal como ya he dicho
anteriormen-te, escribir es una actividad humana y la inspiracin divina res-peta las
normas propias de dicha actividad.

Para darle un ejemplo de cmo la intelectualidad catlica ha evolucionado al respecto,


permtame volver a la Biblia de Jerusaln de la que hice mencin al contestar una
pregunta anterior (pregunta 2). En la primera edicin inglesa de La Biblia de Jerusaln
uno se encontraba con esto: Algunos crticos han llegado a la conclusin de que las
cartas (pastorales) no fueron escritas por Pablo, sino por un falsificador que introdujo
algunos detalles para que las cartas parecieran ms autnticas y tan paulinas como
fuese posible. En el comentario que hice sobre esa Biblia pro-test enrgicamente
por lo que tena de prejuicio tal observacin que no tena en cuenta el hbito de
escribir en nombre de otro (es decir, la pseudonimia). Me encant leer en la Nueva
Biblia de Jerusaln; Tal vez, la mejor explicacin sea que las cartas pastorales son
cartas escritas por un seguidor de Pablo, conscien-te de haber heredado su espritu y
que trataba de aconsejar e ins-truir en el gobierno de las Iglesias locales. Esta
adopcin de un nombre reverenciado en tales circunstancias era una costumbre
literaria propia de aquellos tiempos. En mi opinin, eso viene a ser un reflejo de
cmo ha progresado la crtica intelectual cat-lica entre los aos que van de 1950 a
1980.

36.Su respuesta da a entender que no tiene mucha


importancia que fuera el mismo Pablo o un discpulo suyo
quien escribiera una determinada carta. Permtame entonces
que le d la vuelta a la pregunta: por qu los exegetas
pierden el tiempo para de-cidir si fue Pablo o no el autor de
una carta?
Mi respuesta no quera dar a entender que no tuviera impor-tancia que fuera Pablo u
otro quien escribiera una carta. Slo trataba de contestar a la cuestin de si una
comprensin adecuada de la inspiracin nos permitira afirmar que Pablo no escribi
una carta que empezara con las palabras: De Pablo, por la voluntad de Dios apstol
de Jesucristo..., y mi respuesta fue que s.

Al contrario de lo que usted insinuaba, creo que supone una gran diferencia que sea
Pablo u otro el autor de una carta. Nues-tra imagen de cmo se desarroll la Iglesia
primitiva puede verse enormemente influenciada por la identificacin del autor. Si
Pa-blo escribi las cartas pastorales durante su vida significa que era ya una
preocupacin importante la estructura de la Iglesia y quines haban de ser
presbteros-obispos y cmo haba de con-trolarse la enseanza a principios de los
aos 60. Si la gran ma-yora de los crticos estn en lo cierto y no fue Pablo quien
es-cribi esta carta, el problema surga precisamente porque la ge-neracin
apostlica, de la cual Pablo era un representante, ya haba desaparecido, y por tanto,
exista el problema de quin debera tener la responsabilidad de pastorear y ensear a
las Iglesias cristianas.

Si Pablo escribi las cartas a los colosenses y a los efesios durante su vida, entonces su
teologa haba girado notablemente en el sentido de que la eclesiologa ya empezaba a
destacar, lle-gando casi a sustituir a la cristologa como temtica principal. Estas dos
cartas tratan de la Iglesia como cuerpo de Cristo por el que se entreg. Mientras en sus
cartas autnticas Pablo recalca a los cristianos que todos son miembros del cuerpo de
Cristo, la visin colectiva de la Iglesia, casi como el objetivo y la meta de la obra de
Cristo, no queda tan resaltada como en las cartas a los colosenses y a los efesios.
Entonces nos estamos pregun-tando dnde empez exactamente la eclesiologa a
ocupar un pri-mer plano en la primera etapa cristiana. Puedo dar muchos ms
ejemplos de la importancia que tiene toda la problemtica deriva-da de quin sea el
autor de los escritos.

37.Si Pablo no escribi esas cartas, aun cuando estn


inspira-das, tienen metas autoridad?
Yo contestara a esa pregunta con un rotundo no, aun sabien-do que son muchos los
exegetas, incluso catlicos, que implci-tamente estn en esa onda. Ya indiqu que las
cuestiones sobre la estructura de la Iglesia, especialmente la necesidad de
presb-teros-obispos, constituyen la temtica de las epstolas pastorales. Quienes
quisieran reconstruir hoy una Iglesia sin autoridad ecle-sistica, o con una menor
autoridad, o deseando introducir cam-bios arrolladores en la naturaleza de esa
autoridad, argiran que dichas cartas no fueron escritas por Pablo y que, por tanto,
no tienen tanta importancia.

Usted plante su pregunta diciendo: aun cuando las cartas no escritas por Pablo estn
inspiradas, tienen la misma autoridad que las cartas autnticas? Yo me remontara
con mi respuesta afirmativa no simplemente hasta la inspiracin sino hasta la mis-ma
naturaleza del canon. Al aceptar estas cartas en el canon, la comunidad cristiana se ha
comprometido a vivir de acuerdo con ellas y bajo su autoridad. Confo haber dejado
claro que no ten-go una visin fundamentalista de la revelacin o de la autoridad de
las Escrituras, pero veo otro tipo de fundamentalismo por parte de quienes
simplemente descartan las obras cannicas o la importancia que tienen apoyndose
en dudosos argumentos sobre sus autores. El compromiso de la Iglesia con las
Escrituras, co-mo norma fundacional de su vida, tiene ms entidad que saber
simplemente quin fue el autor de una determinada obra en la Iglesia primitiva. Si se
insiste demasiado en la autoridad apos-tlica (que prcticamente quiere decir que su
autora se remonte a un tiempo anterior a mediados de los 60), la mayor parte del
nuevo testamento perdera su autoridad. El autor de las cartas pastorales tena que
hacer frente a una situacin con la que no haba tenido que enfrentarse Pablo durante
su vida. La respuesta que da a esa situacin en nombre de Pablo merece mucho ms
crdito que las recomposiciones fantasiosas sobre lo que Pablo pensaba cuando viva,
recomposiciones no basadas en datos con-sistentes y que por lo general no son sino
un reflejo de lo que habra gustado a quien las presenta que hubiera sido el
pensa-miento de Pablo.

38. Cuando se le pregunt sobre la historicidad del nuevo


testa-mento, usted se ci a las cartas de Pablo. Qu nos dice
de los evangelios? es fidedigna la presentacin que nos
hacen de Je-ss?
Muy a menudo, como respuesta global se nos dice que los evangelios no son
biografas, y en general eso es verdad. Nor-malmente, la intencin principal de un
bigrafo es escribir la vida completa de una persona determinada, recogiendo todo lo
que se pueda saber sobre ella. Dos de los evangelios (Marcos y Juan) no nos dicen
nada sobre los orgenes de Jess, de su naci-miento, o de su vida anterior al encuentro
cot Juan Bautista. Marcos jams menciona el nombre del padre legal de Jess (Jos) y
Juan jams menciona el nombre de su madre (Mara; s habla de la madre de Jess,
pero nunca nos da su nombre, si tuvise-mos slo a Juan, no sabramos que se llamaba
Mara). Esas lagu-nas ejemplifican la ausencia en los evangelios de una gran canti-dad
de datos biogrficos que habran sido incluidos si los evange-listas hubiesen escrito
una biografa de Jess.

Con todo, yo recalcara que mientras los evangelios, en gene-ral, no son biografas, el
evangelio segn Lucas, al estar relacio-nado con el libro de los Hechos, que narra la
historia en sentido amplio de los primeros cristianos, al relatarnos la concepcin de
Jess, su nacimiento y juventud, estara ms cerca de una biogra-fa que los dems
evangelios. Asimismo, si bien ningn evange-lio nos da un relato completo o
desapasionado de la vida de Je-ss, todos ellos nos proporcionan algunos datos
histricos sobre las circunstancias que rodearon su vida, sus palabras y sus actos. Por
tanto, la afirmacin de que los evangelios no son biografas, en modo alguno significa
que sus retratos sean simples aprecia-ciones teolgicas: son interpretaciones de una
vida real, de unas palabras reales y de unos hechos reales.

39. Crec leyendo vidas de Cristo en la escuela y en los retiros.


Usted acaba de decir que l vivi una vida real. En cambio, me
parece que se ven muy pocas vidas de Cristo en nuestros das.
Cundo se produjo este cambio de enfoque?
Su pregunta asume correctamente la conexin existente entre tratar los evangelios
como biografas y escribir vidas de Cristo. Si no se considera a los evangelios ni como
biografa ni como historia, resulta mucho ms difcil reunir todo lo que sabemos de
Jess en una vida, ya que los estudiosos saben que esas ausencias de informacin
dificultan el objetivo. Con respecto a cundo empez ese enfoque menos biogrfico y,
por consiguien-te, se produjeron menos vidas de Cristo, la respuesta depende de a
quin nos refiramos. El cambio de enfoque con respecto a los evangelios es el
resultado de la crtica bblica, y destacados estudiosos protestantes ya empleaban esa
crtica con respecto a los evangelios el siglo pasado. (Para ver lo que entiendo por
cr-tica, les remito a la pregunta 28). Los catlicos llegaron con re-traso a la aceptacin
de un enfoque crtico moderno del nuevo testamento y de los evangelios. Con todo, y
como ocurre a me-nudo, cuando tras prolongadas dudas nosotros los catlicos
acep-tamos nuevos enfoques, procedemos con una declaracin oficial de la Iglesia
sobre nuestra postura. Los protestantes empleaban estos mtodos mucho antes de
que fueran aceptados por los cat-licos, pero las Iglesias protestantes no se han
comprometido ofi-cialmente con ellos de la misma manera que s lo ha hecho la Iglesia
catlica.

Concretamente, en el perodo inmediatamente anterior al Vati-cano II y durante el


concilio, en crculos catlicos oficiales se produjo un vivo e incluso enconado debate
sobre los evangelios y su historicidad. Culmin en 1964 cuando la Pontificia Comi-sin
Bblica (por aquel entonces un rgano oficial de la Iglesia que enseaba con autoridad
vinculante cuando el papa daba su aprobacin) emiti un documento sobre La
verdad histrica de los evangelios. Los especialistas que redactaron el documento
queran proponer una posicin equilibrada inspirndose en sus colegas protestantes y
catlicos. Ofrecan una imagen del proce-so de formacin de los evangelios que
llevaba a la conclusin de que los evangelios ni son una crnica literal del ministerio
de Jess ni recogen unos relatos concretos simplemente porque se recordaban. Estoy
muy de acuerdo con esa manera de expre-sarse y creo que tambin lo estarn muchos
otros especialistas en el nuevo testamento.

40.Podra concretar ms? Si los evangelios no son ni relatos


literales del ministerio de Jess ni biografas, qu son?
cmo debemos entenderlos ?
No le negar que podran darse distintas respuestas a su pre-gunta por parte de los
biblistas. Pero mi respuesta seguir la pau-ta facilitada por el documento de la
Pontificia Comisin Bblica a la se hizo alusin en la respuesta anterior. As se puede
ver, por lo menos, cmo enfoc el tema toda una comisin de exper-tos y que mi
respuesta concuerda con la postura oficial de la Iglesia catlica. Tal vez va a ser una
respuesta algo extensa pero creo que se va a poder seguir si digo, para empezar, que
se dan tres etapas en el desarrollo de una tradicin sobre Jess hasta llegar a la
redaccin de los evangelios.

En la primera etapa el proceso empez con la vida pblica de Jess: el perodo de su


actividad en Galilea y sus alrededores, donde predic y cur. La Pontificia Comisin
Bblica insiste en que Jess realiz hechos sorprendentes y proclam su mensaje
mediante la palabra, de modo que sus seguidores (especialmente los que se
desplazaban con l, algunos de los cuales seran cono-cidos ms tarde como los
apstoles) oyeron y vieron lo que dijo e hizo. Es muy importante subrayar que fueron
las palabras y los hechos de alguien que vivi como un judo de Galilea en el pri-mer
tercio del siglo I; su manera de hablar, los problemas con los que se enfrent, su
vocabulario y su manera de pensar fueron los de un judo galileo de ese tiempo
concreto. Muchos de los fallos que se dan en la comprensin de Jess y en la aplicacin
errnea de su pensamiento se debe a que se le asla del tiempo y del espacio en que
vivi para imaginarse que estaba tratando de unos temas con los que nunca tuvo que
enfrentarse.

La segunda etapa en el desarrollo de la tradicin de Jess, que desembocara en la


aparicin de los evangelios, consisti en una fase de predicacin que se llev a cabo
tras la muerte y resurreccin de Jess. Cronolgicamente la primera etapa
corres-pondera, en mi opinin, al primer tercio del siglo I, y la segunda etapa al
segundo tercio (hasta el ao 65 aproximadamente). Quie-nes haban visto y odo a
Jess y le haban seguido fueron confir-mados por la resurreccin y acabaron
creyendo en l designndo-lo con diversos ttulos (Cristo y Mesas, el Seor, el
Salvador, el Hijo de Dios, etc.). Cuando lo anunciaron, contaron la historia de lo que
haban visto y odo bajo la influencia de la fe que aho-ra tenan y que iluminaba para
ellos la importancia de esos acon-tecimientos pasados. As que no se intentaba
informar, con una objetividad simple e incolora, de lo que Jess haba dicho y he-cho.
Su informacin ms bien quedaba iluminada por una fe que los predicadores queran
compartir.

Con el tiempo, otros que no haban visto ni odo a Jess tam-bin se dedicaron a
anunciarlo apoyndose en el testimonio de quienes fueron testigos directos, de
manera que la predicacin era una combinacin de la narracin de unos testigos
oculares y de otros testigos no oculares. No es algo que nos estemos in-ventando: en 1
Cor 15, Pablo tras referirse a una frmula que recoge de la tradicin sobre la muerte,
sepultura, resurreccin de Jess y las apariciones (15, 3-5), menciona a Cefas (Pedro)
y a los Doce (que habran sido los testigos oculares) y tambin se menciona a s mismo
(y l no haba sido testigo ocular del mi-nisterio de Jess). Y luego dice a los
destinatarios de su carta: En cualquier caso, tanto ellos como yo, esto es lo que
anuncia-mos y esto es lo que habis credo.

Otro factor, adems del enriquecimiento de la tradicin sobre Jess por la fe de los
testigos y por la aparicin de los testigos no oculares en la predicacin, fue la
necesaria adaptacin de la predicacin para un nuevo auditorio. Si Jess fue un judo
galileo del primer tercio del siglo I, el evangelio se predic en las ciuda-des a judos y
gentiles urbanos; se predic, en definitiva, en grie-go, una lengua que Jess
normalmente no hablaba en Galilea (su-poniendo que lo hablara). Todo ello entraaba
una gran labor de traduccin en el sentido ms amplio de la palabra, y esta
traduc-cin destinada a hacer que el mensaje fuese, a la vez, inteligible y vivo para las
nuevas audiencias, forma parte del desarrollo de la tradicin de los evangelios.
La tercera etapa implicaba la redaccin propiamente dicha de los evangelios tal como
los conocemos. Esta etapa se desarro-llara en el ltimo tercio del siglo I, Marcos
alrededor del ao 70, Mateo y Lucas entre los aos 80 y 90, y Juan en los 90, todo ello
aproximadamente, con un margen de unos diez aos de ms o de menos. Algunos de
los fragmentos de la tradicin de Jess probablemente ya estaban escritos antes de
que los evangelistas redactaran sus respectivos evangelios, pero no han llegado hasta
nosotros ninguno de esos escritos anteriores a los evangelios. Una clave para entender
la tercera etapa tal vez sea que ninguno de los evangelistas fue testigo ocular del
ministerio de Jess. To-dos ellos seran lo que podramos denominar como cristianos
de la segunda generacin: haban odo a otros hablar de Jess y se pusieron a ordenar
por escrito, en el evangelio, la tradicin reci-bida. Esta clave nos ahorrar muchos de
los problemas que ator-mentaron a toda la generacin de comentaristas que nos
precedie-ron y que pensaban que algunos de los evangelistas haban visto lo que
describan. Segn esa interpretacin, Juan que describe en el captulo 2 la expulsin de
los mercaderes del templo al principio del ministerio de Jess y Mateo que la describe
en el captulo 21 al final de su ministerio, slo tendran razn en el caso de que la
expulsin del templo hubiera ocurrido esas dos veces y cada evangelista opt por
conservar slo una de ellas. En cambio, teniendo en cuenta la clave que acabo de
proponer, ninguno de los dos escritores fue testigo ocular de los hechos, cada uno de
ellos recibi en la tradicin de Jess una versin del relato de la expulsin de los
mercaderes del templo; tal vez ni el uno ni el otro supiera en qu momento del
ministerio de Jess se produjo esa escena ya que no estaban all; ahora bien, cada uno
lo incluy al escribir su evangelio en el lugar ms adecuado para su propsito. Podra
seguir ofreciendo ms ejemplos en los que la teora del evangelista testigo ocular ha
de recurrir a la repeticin de los hechos o a otras explicaciones poco razonables, y en
cambio la teora del evangelista que no fue testigo ocular ofrece una solucin muy
simple, puesto que explica por qu los evangelios, que frecuentemente contienen el
mismo material, lo organizan normalmente de distinta manera. La conclusin de todo
esto puede quedar resumida en que los evangelios siguen un or-den lgico pero no
necesariamente cronolgico. Cada evangelista ha ordenado su material segn su
propia concepcin de Jess y segn su voluntad de caracterizar a Jess de tal modo
que fuera una respuesta a las necesidades espirituales de la comunidad a la que diriga
su evangelio. As cada evangelista aparece como autor de la totalidad de su evangelio,
en el que da forma a la tradicin, la desarrolla y la selecciona, y como telogo en
pleni-tud orienta esa tradicin hacia un objetivo concreto.

Por tanto, como respuesta global a la pregunta sobre lo que son los evangelios dira
que vienen a ser como un proceso que se va dando en la tradicin de Jess que abarca
sus palabras, sus hechos, su pasin, muerte y resurreccin. Este proceso lo organi-z,
mont y model un evangelista en el ltimo tercio del siglo I para atender las
necesidades espirituales de los lectores cristia-nos a los que se diriga. A eso se debe
que el documento de la Pontificia Comisin Bblica, que he resumido en tres etapas,
con-sidere a los evangelios como histricos pero no como una memo-ria exacta o una
narracin literal.
41.Este enfoque moderno de los evangelios como resultado
del desarrollo de una tradicin qu efectos prcticos ha
tenido en nuestra utilizacin espiritual de los evangelios?
Permtame que le conteste con un ejemplo prctico. Basta con fijarse en el leccionario
dominical (esa coleccin de lecturas del antiguo y nuevo testamento de las que nos
servimos en la Iglesia para las celebraciones litrgicas), un leccionario que, en lneas
generales, son muchas las Iglesias cristianas que lo aceptan. En la Iglesia catlica,
antes de que se introdujera el leccionario ac-tual, se oan todos los domingos del ao
los mismos 52 pasajes. Dichos pasajes estaban tomados de los cuatro evangelios
aleato-riamente, de manera que un domingo los feligreses podan or un pasaje de
Mateo y al siguiente uno de Lucas, pero raras ve-ces uno de Marcos. En mi experiencia
como sacerdote no era ra-ro que se predicara sobre un pasaje, como por ejemplo, la
par-bola del sembrador, sin que se dijera de dnde se haba tomado. Ello se deba a
que ni el sacerdote ni los feligreses suponan que eso pudiera variar el sentido del
pasaje: Jess haba relatado la parbola y los evangelistas no eran sino sus simples
cronistas.

Sin embargo, en el nuevo leccionario, que abarca tres aos, las lecturas del primer ao
estn tomadas de Mateo, del segundo de Marcos y del tercero de Lucas. Las lecturas
del evangelio de Juan se reservan para unos perodos determinados como la
cua-resma y la pascua. Esta organizacin reconoce la importancia que tiene localizar
una percopa determinada (o sea, el pasaje del evangelio del da) en el evangelio del
que fue tomada, porque el contexto de todo el evangelio da un sentido a aquella
percopa. Por ejemplo, la escena de la multiplicacin de los panes se narra en los
cuatro evangelios, pero puede tener un significado diferen-te en cada uno de ellos
segn la lgica del evangelista. Quizs no todos los predicadores tengan conciencia de
ello; con todo, la distribucin del leccionario puede servir de estmulo para que vaya
adquiriendo esa conciencia.

42.Ha dicho usted que los evangelistas no fueron testigos


ocula-res. Se nos ha enseado que Mateo y Juan escribieron
los evan-gelios y fueron testigos oculares del ministerio de
Jess.
Esa es una reaccin generalizada entre los catlicos, y es muy comprensible porque se
nos ense exactamente as, hasta 1960 aproximadamente. A principios de este siglo,
la Pontificia Comi-sin Bblica emiti respuestas oficiales a toda una serie de
pre-guntas que el desarrollo del estudio crtico de la Biblia (especial-mente entre los
protestantes) haba suscitado. Insista en que el evangelio que aparece en primer
lugar en el nuevo testamento era sustancialmente obra (quizs traducida) de Mateo,
uno de los doce. (Responda tambin a preguntas sobre el antiguo testamen-to: Moiss
escribi el Pentateuco, Isaas est constituido por un solo libro, Daniel fue escrito en el
siglo VI a. C.).

Sin embargo, a mediados de los aos 50, tal como indiqu anteriormente (pregunta
24), el secretario de la misma Pontificia Comisin Bblica coment que los catlicos
gozaban ya de plena libertad con respecto a dichos decretos salvo en lo que afectara a
la fe y a la moral (y en realidad se no era el caso en ninguna de estas cuestiones). Lo
que quiere decir que mientras que para aquellos catlicos la enseanza de la
identidad de los evange-listas estaba vinculada a una respuesta oficial de la Iglesia,
ahora ya no es as. Los catlicos gozan de la misma libertad que cual-quier otro para
expresar sus puntos de vista sobre la identidad de los evangelistas. A propsito, este
embarazoso cambio pblico de parecer con respecto a una postura fuertemente
implantada pone de relieve lo peligroso que resulta invocar la autoridad de la Iglesia
para dar por solucionadas cuestiones que son bsica-mente cientficas, cuestiones no
sobre la doctrina sino sobre los autores, la datacin y el tipo de su composicin. La fe y
la moral constituyen el rea restringida en la que acta el Espritu santo como gua de
la Iglesia.

La opinin de que los evangelistas no fueron testigos oculares directos del ministerio
pblico de Jess se vera apoyada aproxi-madamente por un 95% de los biblistas
contemporneos. El de-creto de la Pontificia Comisin Bblica de 1964 (cf. pregunta
40) no se refiri directamente a la identidad de los evangelistas si bien los describi
muy claramente como distintos de los que pre-dicaron en la segunda etapa y as
crearon implcitamente una dis-tincin entre evangelistas y predicadores, algunos de
los cuales haban sido compaeros de Jess. Sin embargo, debo advertirle que la
Iglesia ha continuado y con toda probabilidad continuar utilizando la antigua
denominacin de apstoles y varones apostlicos para designar a los autores de los
evangelios, pero no para ensear que fueron testigos oculares sino para recalcar la
conexin entre sus obras y el testimonio apostlico.

Permtame aadir que los ttulos que leemos en el nuevo tes-tamento, por ejemplo,
Evangelio segn san Mateo (y ntese que en los textos ms antiguos se lee segn
no de), son el resultado de los estudios de finales del siglo II que intentaban
identificar a los autores de las obras que carecan de identifica-cin. Ninguno de los
evangelistas se identific en su obra. Lo ms cercano que encontramos al respecto en
los evangelios se encuentra en el cuarto evangelio en donde se lee que un testigo
ocular, el discpulo a quien Jess amaba, fue la fuente de lo que aparece en ese
evangelio (Jn 21, 24), y sin embargo, en ese mismo evangelio jams se identifica al
discpulo a quien amaba Jess. Si en el siglo I se hubiera planteado la pregunta: De
quin es este evangelio?, la respuesta sera parecida a lo encon-tramos en lo que
aparece escrito al iniciarse el evangelio que ac-tualmente conocemos como evangelio
segn Marcos. Ese evan-gelista escribi: Principio del evangelio de Jesucristo.

43.Segn su interpretacin la tradicin procedente de Jess


fue modificada y desarrollada en etapas anteriores a los
evangelios. No nos vemos involucrados en ese mismo tipo de
desarrollo siempre que aplicamos los evangelios a nuestros
das?
Yo respondera a esa pregunta con cierta cautela. Las tres etapas del desarrollo que
culminaron en los evangelios escritos de las que ya he hablado (pregunta 40) llevaron
a la redaccin de unos libros que Dios, en su providencia, destinaba a la orien-tacin
de los cristianos de todos los tiempos y que tenemos como libros inspirados. Una vez
redactados esos libros de las Escritu-ras, representaban una etapa definitiva de la
tradicin de Jess, es decir, definitiva en e! sentido de que todas las generaciones
posteriores se serviran de ellos como la clave de lo que Jess dijo e hizo, y por lo
tanto, en el sentido de que estos libros constituyen la norma de la fe cristiana. No hay
duda de que cada generacin de cristianos debe proseguir ese proceso de traducir,
adaptar y mantener vivo el mensaje de Jess para los nuevos tiempos. Pero lo
hacemos meditando sobre los evangelios escritos o sobre el nuevo testamento (o
sobre la Biblia); no redactamos unas nuevas Escrituras. Claro que escribimos nuevos
libros (al igual que la Iglesia hace nuevas declaraciones) incorporando las
interpretaciones actuales de Jess a la luz de nuevas preguntas; pero ninguno de ellos
adquirir el mismo nivel que los evange-lios del siglo I. No se tendrn como inspirados
por Dios del mis-mo modo que las Escrituras. Hoy en da, se est elaborando un
proceso similar de pensamiento, reflexin y desarrollo, pero es-te proceso posterior a
los evangelios viene determinado por los evangelios propiamente tales como nica
norma y gua.

No obstante, su pregunta incluye tambin algunas de las im-plicaciones de nuestra


interpretacin actual de los evangelios. Es interesante reflexionar sobre las dos
interpretaciones de los evangelios que he contrastado, y qu tipo de cristianos
podran crear. En una interpretacin biogrfica segn la cual los evange-lios
transmiten palabra por palabra todo lo que Jess hizo y dijo, de manera que no se ha
producido ningn cambio desde su tiem-po hasta el de los evangelistas, la funcin
clara (y nica) en la predicacin y proclamacin es la de preservar: tomar lo que Jess
dijo e hizo y repetirlo, sin aadir ni quitar nada, sin modificacio-nes peridicas. En la
interpretacin que he subrayado, en la que se da un desarrollo, una modificacin, una
seleccin, etc., enton-ces cada etapa presta su propia contribucin. Los cristianos que
comprendan esto vern que deben contribuir en su poca a la proclamacin, a la
comprensin y al desarrollo del mensaje so-bre Jess (pero ahora dependiendo de los
evangelios escritos, como ya he dicho). Por tanto, estas dos interpretaciones crean
distintos modelos de cristianismo: el uno es de simple e inmuta-ble conservacin; el
otro, de constante progreso y adaptacin al mismo tiempo que conserva. Quienes
estn bajo la influencia del primer modelo se vern enormemente amenazados por el
cambio, puesto que podra interferir desastrosamente en la conservacin y alterar la
manera de entender la tradicin. Quienes estn bajo la influencia del segundo modelo
es muy probable que vean en el cambio nuevas oportunidades para la interpretacin y
compren-sin del mensaje de Jess y de sus implicaciones.
Me parece obvio que esta ltima interpretacin es la ms fiel a las tremendas
innovaciones que el mismo Jess llevaba a cabo. Me gusta contar la siguiente ancdota
que ocurri en una visita que realic a una dicesis en la que se dedicaba todo un ao
a la evangelizacin, la enseanza y otros aspectos relacionados con la transmisin del
mensaje cristiano. Para plasmarlo grficamente haban diseado una pancarta que
reflejaba su intencin. Recuer-do que se vean dos manos que bajaban de las nubes y
dos manos de un hombre que se elevaban desde la tierra hacia lo alto, y en la
inscripcin se lea; Transmite lo que has recibido. Me pre-guntaron que qu opinaba
de la pancarta y respond que era pre-ciosa, pero que me hubiera gustado que a su
lado hubieran puesto otra con esta inscripcin: Pero antes de que lo transmitas aporta
tu propia contribucin. Debera recalcarse la necesidad de que cada generacin aporte
su contribucin para una mejor compren-sin de Jess. Una de las parbolas de Jess
hablaba de un hom-bre que se senta muy feliz de transmitir lo que haba recibido;
meti en un pauelo todo el dinero que su amo le haba dado y lo escondi bajo tierra
para que nada se perdiera. El juicio que mereci ese hombre es bien conocido; se le
consider un siervo intil por no haber aadido nada a lo recibido. Las adiciones y el
desarrollo de la tradicin de Jess en las etapas de formacin de los evangelios me
parece que vienen a ser una parbola del deber esencial del cristiano de proclamar a
Jess.

44.Pero esta interpretacin de los evangelios que supone el


des-arrollo de una tradicin no significa que bsicamente ya
no han de considerarse como histricos?
No. Yo insistira en que son histricos en el sentido de que surgen y contienen
bsicamente la tradicin de lo que Jess hizo y dijo durante su vida. Sin embargo, no
se trata de narraciones literales de lo que hizo y dijo, aunque sean histricos. No son
informaciones como las que, hoy en da, nos proporciona una grabacin, o los
periodistas que toman notas y las transcriben para su publicacin al da siguiente.

Resulta interesante que fue precisamente bajo el ttulo de la verdad histrica de los
evangelios como la Pontificia Comisin Bblica present su enfoque de 1964. Al final
de su exposicin de las tres etapas del desarrollo (pregunta 40), la Comisin haca un
comentario sobre la relacin entre historia y tradicin en des-arrollo, indicando que la
veracidad del relato no se ve afectada por el hecho de que los evangelistas relaten las
palabras y los hechos del Seor con un orden distinto y no expresen sus pala-bras
literalmente, aun cuando conserven el sentido de las mismas. La razn por la que la
verdad no se ve afectada es porque la doc-trina y la vida de Jess no se contaron
simplemente para que fue-ran recordadas sino para que fueran predicadas a fin de
ofrecer a la Iglesia una base para la puesta en prctica de la fe y de la moral.
Permtanme que resuma todo lo que he dicho hasta aqu: Esta proclamacin del
material del evangelio que fluye del minis-terio de Jess no tiene una intencin
biogrfica ni pretende una conservacin literal; tiene como meta su adaptacin a las
necesi-dades de quienes estn oyndolo, y es as y dentro de ese encua-dre, como
puede llamarse histrico.

45.Todo eso parece estupendo, pero es demasiado genrico.


En concreto, podemos estar seguros de las palabras que dijo
Jess exactamente a lo largo de su vida?
Podemos estar seguros de las palabras que escribieron Marcos, Mateo, Lucas y Juan.
Eso es lo que el Espritu santo inspir y lo que Dios nos ha dado. Cuando intentamos
retroceder ms all de esos evangelios escritos para reconstruir unas etapas
anterio-res, estamos ejercitando la curiosidad, perfectamente comprensi-ble, de los
tiempos modernos; pero debemos reconocer que Dios en su providencia no nos dio
esas etapas anteriores. Por tanto, tales reconstrucciones adolecern siempre de las
limitaciones de los instrumentos propios de nuestra investigacin.

En algunos casos, al fijarnos en un dicho y en sus variantes en dos, tres o cuatro


evangelios, podemos llegar con bastante plausibilidad a la forma en que Jess lo
pronunci y podemos averiguar en qu tradicin se produjeron las variantes y por
qu motivo. Otras veces no podemos alcanzar tal plausibilidad y sim-plemente
tenemos que aceptar dos variantes distintas del mismo dicho de Jess. Por supuesto:
no es imposible que Jess dijera una misma cosa de dos maneras distintas, pero no
debemos recu-rrir a esta solucin como la explicacin normal. La explicacin normal
sera que a treinta o cincuenta aos de la muerte de Jess, sus dichos habran
experimentado algunas variaciones. Si uno repasa su propia experiencia se dar
cuenta de que no resultan extraas esas variaciones de un mismo relato oral.

Sin embargo, permtame que haga dos observaciones positivas para que no se sienta
defraudado por las limitaciones que acabo de sealar, limitaciones que no han de
imputarse a los biblistas ya que no fuimos nosotros quienes escribimos los evangelios.
Las diferencias y variaciones en las palabras de Jess que nos han llegado aparecen
objetivamente ante nuestros ojos en los cuatro evangelios; todo lo que los biblistas
tratan de hacer no es ms que explicar unas discrepancias que estn ah desde hace
ms de mil novecientos aos. La primera observacin positiva es que las variaciones
que encontramos en determinadas palabras de Jess muestran el valor polivalente de
su enseanza. Se ha desarrollado de distintas maneras precisamente porque contena
inherentemen-te la posibilidad de aplicarse a distintas situaciones con distintos
matices. Yo comparo las variaciones de los cuatro evangelios con lo que ocurre con un
gran diamante o una piedra preciosa ex-puesta en la sala de un museo. El diamante
est colocado sobre un soporte en el centro de una vitrina de cristal iluminada por los
cuatro costados; cuando se entra en la sala se puede ver una de sus caras y admirar su
belleza pero slo al dar una vuelta a su alrededor puede apreciarse toda la belleza en
su conjunto. Las variaciones que los evangelistas han conservado o que incluso han
realizado ellos mismos son percepciones distintas de una misma enseanza de Jess.
La segunda observacin positiva nos recuerda que, cuando Jess hablaba, muchos no
lo comprendan y no crean. Si se tu-viera una grabacin exacta de sus palabras se
tendra un mensaje que a menudo no era comprendido. Lo que tenemos en la
tradi-cin desarrollada, presentada en los cuatro evangelios, es un mensaje que surge
de la fe y que se adapta para provocar la ad-hesin en una audiencia que lo pueda
comprender. As se puede explicar por qu, en la providencia de Dios, el Espritu santo
no inspir una descripcin literal, palabra por palabra, de todas y cada una de las
palabras y de los hechos de Jess, sino la elabo-racin de una tradicin en desarrollo.
La simple repeticin no producira necesariamente la fe. La tarea evanglica que
implica la conservacin, adaptacin, explicacin y reordenacin forma parte de lo que
hace que los evangelios sean una Buena Nueva.

46.Permtame que insista. Puede darnos una idea de qu


tanto por ciento de las palabras de Jess recogidas en los
evangelios han sido modificadas y cuntas no?
Si tengo que ser franco, no puedo. Y si intentara una respues-ta tendra que advertirle
que otros biblistas podran dar respuestas muy distintas. En gran parte depende de
ios criterios empleados para determinar su autenticidad; y constato que algunos
biblistas, en su deseo por aparecer de una precisin absoluta, son minima-listas en su
enfoque de la autenticidad. Yo me inclino por ser ms conservador al respecto; y mi
postura es que los desarrollos especficos que van ms all de las palabras autnticas
de Jess tendran que demostrarse, al menos su plausibilidad, y no supo-nerse sin
ms. Los biblistas ms radicales empezaran por el otro extremo y defenderan que se
debe partir de la accin creativa de la Iglesia a no ser que se pueda demostrar que
deriva de Je-ss. Sin embargo, sera lgico que quienes proclamaron a Jess no
estuvieran realmente interesados por lo que l dijo, sino slo por sus propias
percepciones creativas de un significado que pu-dieran relacionar con l? Toda la
fuerza de la declaracin de la Pontificia Comisin Bblica sobre La verdad histrica de
los evangelios (cf. pregunta 40) no es otra que la de acentuar la continuidad
sustancial que se da desde Jess hasta los evangelios, y sa es tambin mi postura.

47.Hasta ahora, preguntas y respuestas han tratado de lo que


Jess dijo. Creo que hay un problema mayor con respecto a lo
que hizo Jess. Hasta qu punto son autnticos los milagros
de Jess?
En algunas respuestas, especialmente las de los movimientos ms radicales en el
estudio bblico moderno, aparece otro factor al hablar de los milagros: en nuestro
mundo moderno hay quienes dudan de la existencia de los milagros. (No voy a entrar
ahora en la definicin del milagro, ni en si es un desafo de todas las leyes de la
naturaleza, etc. No quiero esconderme tras las sutile-zas del lenguaje. Todos sabemos
de qu se trata: de la curacin de enfermos, de la resurreccin de muertos, de la calma
de tem-pestades, etc.). El famoso pensador alemn Rudolf Bultmann ca-talog los
milagros del evangelio como no histricos basndose en el principio filosfico general
de que la gente moderna no cree en los milagros. Yo rechazo, al igual que muchos
otros, que una respuesta filosfica sea la solucin de un problema histrico. Una
comprensin filosfica moderna de la realidad no debe asu-mirse como lo
absolutamente correcto y normativo de lo que po-dra haber sido. Ni tampoco es
realmente cierto que la gente mo-derna no crea en milagros. Aun cuando se diga que
los que creen en los milagros no son modernos, sospecho que si se hiciera una
encuesta seran ms nmerosos quienes creen en los milagros que los que no.

Me parece que los milagros deben tratarse de la misma mane-ra que las palabras de
Jess. Si vamos ms all de los evangelios (y los evangelistas ciertamente creyeron
que Jess hizo cosas mi-lagrosas) hasta la tradicin ms primitiva, nos encontraremos
con que la aparicin de Jess como alguien que cura tiene la misma antigedad que su
aparicin como alguien que se expresaba me-diante parbolas. Por consiguiente, y en
cuanto hace referencia a la antigedad de la tradicin cristiana, no veo razn para
des-cartar lo milagroso en el ministerio de Jess. En efecto, uno de los primeros
recuerdos que de l se tienen puede haber sido que haca cosas maravillosas, un
recuerdo que poda haberse exten-dido no slo entre los creyentes sino tambin entre
los no cre-yentes. El historiador judo Flavio Josefo tiene un famoso pasaje sobre Jess
que, al menos en parte, parece ser autntico. En los aos 90 escribi: Hacedor de
cosas maravillosas, maestro del pueblo que recibe la verdad a gusto (Antigedades,
18.3.3; 63). En mi opinin, estos dos aspectos: hacedor y maestro, forman parte de la
tradicin autntica.

48.No podra concretar un poco ms? Nos dice que, en su


opi-nin, la tradicin general de los milagros de Jess es una
evo-cacin histrica genuina Jess hizo cosas maravillosas
me-diante curaciones, etc. pero, puede saberse, en el caso
de un milagro en concreto, si lo hizo Jess?
Una vez ms, cuando alguien trata de ir ms all de los rela-tos del evangelio, hasta
una etapa pre-evanglica, debe sopesar los datos. Se est hablando de un milagro que
se conserva en todas las tradiciones del evangelio, como, por ejemplo, el de la
multiplicacin de los panes? o se est hablando de un milagro que se conserva slo
en un evangelio? Si la respuesta es slo en un evangelio, eso no significa que lo ha
inventado el evangelista o su tradicin, pero s que es ms probable que esa narracin
del milagro surgiera de una posterior comprensin de Jess. Cuando diversas
tradiciones contienen el mismo relato, evidentemente la noticia de ese milagro
pertenece a una fecha anterior.

Permtame un ejemplo que ponga de manifiesto los problemas a los que nos
enfrentamos. En Marcos 11, 14 leemos que Jess maldijo una higuera; en 11, 20-21
leemos que, al da siguiente, los discpulos vieron que la higuera se haba secado. En
Mateo 21, 19 se nos dice que cuando Jess maldijo la higuera sta se sec
inmediatamente. Cul de estos dos relatos transmite con mayor probabilidad la
tradicin ms antigua? la menos desarro-llada? La mayora de biblistas elegiran
inmediatamente el relato de Marcos, porque otras situaciones parecidas nos muestran
que Mateo acostumbra a presentar los milagros de manera ms inten-sa y dramtica.
Lucas, en cambio, no recoge esa maldicin de la higuera, pero, sin embargo, en 13, 6-9
nos ofrece una parbola sobre la higuera, a la que acude un hombre intilmente en
busca de fruto y la quiere arrancar. El viador le dice que espere un ao, que l la
cavar y abonar, y slo entonces, si no da fruto, que la arranque. Se trata de un
mismo hecho en la vida de Je-ss? Si as es, cul es probablemente su versin ms
original; el milagro de la maldicin de la higuera que se seca, o la par-bola sobre un
intento de arrancar un rbol que no da su fruto? Quienes desconfen de los milagros
optaran de inmediato por la parbola de Lucas como la ms original. Quienes
reconocen la tendencia de Lucas por suavizar todo aquello que refleje un enfado de
Jess podran pensar que, en lugar de transmitirnos el enfado de Jess, se ha optado
por presentarnos una reflexin alegrica. Esto es lo que quiero decir con lo de
estudiar la narra-cin de cada milagro y valorar la tradicin o tradiciones que la
transmiten y la tendencia de esas tradiciones, antes de formar un juicio sobre la
historicidad de ese milagro en concreto. Lina opi-nin fundada sobre la autenticidad
de una tradicin con respecto a un milagro de Jess no implica la aceptacin de la
historicidad literal de todos y cada uno de los milagros del evangelio.

Sin embargo, quiero poner a todos muy seriamente en guardia contra la


modernizacin liberal de los milagros, hasta llegar a explicar, por ejemplo, el milagro
de la multiplicacin de los pa-nes debido a un Jess que sabe tocar los corazones de
los presen-tes para que abran sus bolsas y saquen de las mismas los alimen-tos que
contenan. Eso es un disparate sin ms: no es eso lo que narran los evangelios; yo veo
ah ms bien un intento de soslayar la importancia de lo que en ellos se narra. Otro
ejemplo parecido sera el de explicar que anduvo sobre las aguas debido a la poca
profundidad existente. Una explicacin as es la que tiene poca profundidad y no el
agua.

49.Me da la impresin de que las palabras y los milagros de


Jess no estn al mismo nivel. Sus palabras tienen un valor
constante, pero qu valor tiene para nosotros saber que las
curaciones de Jess son histricas? Normalmente, hoy en da,
no podemos curar as.
No quiero meterme en el tema de las curaciones milagrosas de hoy en da. Por
descontado que se aportan muchos milagros para la canonizacin de los santos y
acepto la seriedad en la in-vestigacin de tales fenmenos. El autntico problema es
an mayor, es decir, que aun cuando hoy en da ocurran milagros, no forman parte de
nuestra manera normal de curar. Pero la cues-tin principal con relacin a los
milagros es: cmo nos puede ayudar el ministerio de Jess, repleto de curaciones
milagrosas, en nuestra relacin con Dios y en nuestra comprensin de las
ne-cesidades humanas.

Creo que aqu podemos ser bastante positivos, a condicin de que analicemos
correctamente lo que est en juego desde dos puntos de vista distintos. Si nos
encontramos con un nio que se cae repentinamente y empieza a dar patadas y a
echar espuma-rajos por su boca, a pesar de nuestra falta de conocimientos m-dicos,
podramos sospechar de inmediato que se trata de un ata-que de epilepsia y llevar al
nio a un mdico que, si diagnostica como epilepsia esa enfermedad, le aplicar un
tratamiento mdi-co. Lo que no se nos ocurrira es expulsar al demonio de ese ni-o;
sin embargo, eso es precisamente lo que hace Jess en Mar-cos 9, 14-27. Yo, por mi
parte, no creo que Jess poseyera un conocimiento cientfico moderno, ni tampoco
que un mdico mo-derno, si de alguna manera pudiera trasladarse a aquellos tiempos
antiguos, tuviera que juzgar que se trataba de un caso de pose-sin diablica y no de
una epilepsia. Se trata de dos puntos de vista distintos, en uno de los cuales est
implicada la ciencia, y en el otro se contempla la cuestin desde un punto de vista
teol-gico. La respuesta no es que la medicina moderna est equivoca-da, o que
debamos creer que todos los casos de posesin diabli-ca (incluida la posesin de
casas y cerdos) en los evangelios ten-gan que aceptarse como autnticas narraciones
histricas.

Desde el punto de vista de su tiempo, Jess, al expulsar a los demonios en su proceso


de curacin, est indicando que la enfer-medad no se limita simplemente a unas
dolencias corporales sino que es tambin la manifestacin del poder del mal en el
mundo.

No veo por qu ha de representar esto un problema, incluso para los cristianos ms


modernos. Si creemos que, cuando Dios realice su plan, no slo habr una salvacin
de las almas sino tambin una bendicin que se extender al universo entero, de
manera que cesar todo lo destructivo y no habr ms sufrimiento, ni l-grimas ni
catstrofes ni muerte, entonces comprenderemos que todos esos sufrimientos,
lgrimas, catstrofes y la muerte repre-sentan tanto el alejamiento de Dios como el
mal. No estoy di-ciendo que quienes sufran todo eso sean malos o hayan obrado mal,
sino que la mera existencia de todo ello indica que el plan de Dios no se ha cumplido.
Al ocuparse no slo de las enferme-dades sino tambin de los desastres naturales,
como las tormentas, en cuanto opuestas al reino (o dominio) de Dios, Jess est
dra-matizando una interpretacin bblica bsica de Dios y del mundo.

La medicina moderna ha llegado a saber muy bien que el diagnstico de la


enfermedad, en trminos cientficos, no elimina realmente la problemtica del bien,
del mal y de la responsabili-dad. Si un mdico descubre que una madre joven y con
varios hijos tiene un cncer incurable que la conducir a una muerte cercana, el
corazn angustiado de esa madre y los sentimientos de toda la familia no se dirigirn
contra el cncer mismo. Si se formula un reproche ser ste: Por qu Dios nos ha
hecho es-to?. Por consiguiente, los mdicos se van dando cuenta, cada vez ms, de
que el tratamiento global de un paciente habra de incluir un asesoramiento y un
apoyo religioso que va ms all del anlisis mdico. Si un devastador huracn acaba
con la casa y la familia de alguien, el afectado no se enfadar con las presio-nes altas o
bajas sino que se interrogar sobre el sentido de la providencia divina. Tambin en
nuestros das la gente contina relacionando la enfermedad, las catstrofes y la
muerte con el bien y el mal y no simplemente con las causas cientficas. Un Jess que
proclam, tanto de palabra como con hechos, que la llegada de! reino de Dios
significara el final de males tales co-mo la enfermedad, las catstrofes y la muerte,
sigue teniendo su importancia en nuestros das y sigue transmitiendo su mensaje en
un mundo moderno en el que podemos conocer mejor los fac-tores cientficos
causantes de tales catstrofes, pero en el que, tal vez, nos sentimos menos capacitados
para el tratamiento de sus aspectos psicolgicos y espirituales.

Lo que acabo de decir es otra manera de enfocar la cuestin que ya he recalcado en


una respuesta anterior (pregunta 40) al hablar sobre la primera etapa en la formacin
de los evangelios. Jess enfoca la cuestin del mal como un judo del primer tercio del
siglo I; no obstante, l da una respuesta divina. Nuestra res-puesta no debe consistir
en tratar de aceptar el punto de vista ju-do del primer tercio del siglo I (que apenas
podramos recuperar psicolgicamente y resultara anacrnica), sino en ver lo que
Je-ss nos estaba diciendo con sus milagros y traducirlo al lenguaje de la gente del
siglo XX y del siglo XXL.

50. Entonces est usted diciendo que no hubo posesiones


demo-nacas o que no las hay actualmente?
Claro que no. Cmo puedo conocer las limitaciones del mis-terio del mal? Reconozco,
como creo que lo hara la mayora de biblistas, que es muy difcil determinar la
historicidad de los relatos concretos de posesin diablica en el nuevo testamento.
Por ejemplo, es significativo que el evangelio de Juan no narre ninguna posesin
demonaca. Sin embargo, tambin insisto en que se esconde un mensaje ms profundo
tras esos relatos y que no debe quedar oscurecido porque se diga que algunos de esos
relatos sobre demonios reflejan otra concepcin del mundo.

Usted es libre para aceptar la plausibilidad histrica de una situacin como la sugerida
en el relato parablico de Jess sobre un demonio que sale de una persona y vaga por
el desierto bus-cando descanso (Le 11, 24), lo cual no queda lejos de la idea de las
casas rurales encantadas. Pero si opta por creer que en los tiempos de Jess los
demonios, en efecto, habitaban en dichos lugares, no por eso tiene derecho a imponer
esa creencia a otros en nombre de la infalibilidad del evangelio. Lo mismo ocurre con
los demonios que salen de un hombre posedo y se introducen en una manada de
cerdos (Me 5, 12). Se ha de tener en cuenta una concepcin del mundo distinta en el
siglo I compartida por Jess y los evangelistas. Con todo, quien no crea que dichos
re-latos son histricos, no por eso queda libre para abandonar la importancia del
contenido religioso de esas narraciones. Eso no sera seal de refinamiento sino de
superficialidad.
51. Usted cree en el demonio?
Nunca acabo de entender qu importancia puede tener mi fe personal ante un
auditorio numeroso, aunque no por eso me voy a negar a contestar a su pregunta. Y mi
respuesta es s.

Pero me imagino que lo que usted quiere saber es si existe alguna prueba de la
existencia de! demonio y, ms en concreto, si hay alguna prueba bblica. Cualquiera
que haya sido la creen-cia popular en la poca anterior al exilio babilnico de 587-539
a. C., el material bblico escrito antes de esa poca no aporta mu-chos indicios sobre la
creencia en el demonio en el sentido nor-mal de la palabra. Al tentador, representado
bajo la figura de una serpiente en el Gnesis, no se le llama demonio (aunque s se
haga ms tarde en el Apocalipsis 12, 9); y el Satn del libro de Job es ms un prefecto
de disciplina celestial que un prncipe del mal. Tras la poca del exilio y, con toda
seguridad, bajo la in-fluencia persa, el judasmo manifiesta su creencia tanto en una
fuerza principal del mal (demonio, Satn, Belial, etc.) como en hordas de demonios,
algunos de los cuales toman posesin de las personas. Es obvio que los escritores del
nuevo testamento compartan la visin del judasmo de su tiempo con respecto a las
criaturas demonacas; y la teologa cristiana, hasta nuestros das, ha considerado esa
creencia como seria y normativa.

Me llama la atencin que la gente pueda afirmar con toda cer-teza que el demonio no
existe, ya que ignoro cmo lo saben; y resulta muy difcil la demostracin de una
negacin universal. En cuanto a quienes creen en la existencia de un principio
supre-mo e inteligente del bien, es decir, Dios, no veo en absoluto por qu se veran
impulsados a negar la existencia de un principio supremo (por debajo de Dios) e
inteligente del mal. Acaso la reciente historia del mundo nos hace dudar de la
existencia de una fuerza maligna en plena accin? Realmente, a los ms pesi-mistas, la
historia reciente del mundo, les hara creer ms fcil-mente en el demonio que en
Dios.

En cuanto a la doctrina de la Iglesia, entiendo (si bien tengo que insistir siempre en
que mi especialidad no es la teologa sis-temtica) que la existencia del demonio
normalmente se conside-ra una parte de la doctrina catlica infalible. Se trata de una
doc-trina muy escueta: no insiste en la descripcin del demonio ni en especificar su
pluralidad, ni cualquier otro de los aspectos que muchos se imaginan en su visin del
demonio. Yo dira que re-sulta casi imposible entender la proclamacin de Jess, de
pala-bra y obra, de la venida del reino de Dios, sin entender simult-neamente la
oposicin que surge de un reino del mal establecido ya en este mundo. Adems, en
nuestra experiencia moderna de la continua proclamacin del reino de Dios, no veo
muchas cosas que me hagan pensar que la resistencia deliberada por parte del mal sea
algo perteneciente exclusivamente a la manera de pensar del siglo I. Pero eso es algo
bastante distinto a atribuir casi to-das las enfermedades al demonio.
52.Se le han hecho muchas preguntas sobre la historicidad de
muchos aspectos de la historia del evangelio: los dichos de
Je-ss, sus milagros, los demonios. Pero qu hay del
acontecimien-to cumbre de la historia del evangelio? He odo
que eminentes telogos, tambin catlicos, dicen que su fe no
se vera pertur-bada si se descubriese el cuerpo de Jess en
Palestina. Usted, como biblista, cree que es necesario creer
en la resurreccin fsica ?
Su audaz pregunta plantea un gran tema que, en mi opinin, ni debe soslayarse ni ser
tratado a la ligera. Muchas veces he mantenido, tanto verbalmente como por escrito,
que la afirma-cin: Mi fe no se vera perturbada si se encontrara el cuerpo de Jess
en Palestina, hoy en da est fuera de lugar. No se nos pide que creamos en la
resurreccin de Cristo por la autoridad de cualquiera de los telogos modernos. Lo
que s se nos pide es que creamos en la resurreccin por la autoridad de los testigos
apostlicos. Por tanto la pregunta debe ser: Se habra visto per-turbada la fe de Pedro
o de Pablo si hubieran encontrado el cuer-po de Jess en Palestina? En mi opinin, el
testimonio bblico apunta al hecho de que Pedro y Pablo predicaron un Jess
resuci-tado cuyo cuerpo no habra sufrido la corrupcin del sepulcro. No existe la ms
mnima prueba en el nuevo testamento de que algn cristiano pensara que el cuerpo
de Jess segua en el sepul-cro sufriendo la corrupcin. Creo, por tanto, que el
testimonio bblico afirma con toda claridad la resurreccin corporal de Jess.

Se habr dado cuenta de que a su pregunta sobre la resurrec-cin fsica yo he


contestado hablando de la resurreccin corporal. La pregunta sobre la resurreccin
fsica guarda relacin con la naturaleza del cuerpo resucitado y sobre esto puede
haber diver-gencias. La cuestin bsica es la resurreccin corporal. El cuerpo
introducido en el sepulcro el viernes fue elevado a la gloria para que ya no
permaneciera en el sepulcro ni sufriera la corrupcin en la tierra? Y a esa pregunta
contesto afirmativamente, de acuer-do con el testimonio bblico.

Tras dejar claro este punto, permtame aadir algunos factores que pueden aclarar
por qu se plantean objeciones o por qu los telogos hablan como a veces lo hacen
sobre el cuerpo de Jess resucitado. Cuando se comparan los datos del nuevo
testamento, los relatos del sepulcro vaco, que atestiguan los cuatro evange-lios, a
menudo se consideran tardos. Ello se debe al hecho de que, cuando Pablo predica a
Jess resucitado, jams habla del sepulcro vaco, ni siquiera menciona el sepulcro de
Jess. Perso-nalmente no encuentro muy sospechoso ese silencio, ya que Pa-blo
prcticamente tampoco hace mencin de los detalles histri-cos del ministerio de
Jess. Tambin hoy en da se podra predi-car ampliamente sobre la resurreccin sin
entrar en la temtica del sepulcro vaco. Otro factor que sugiere a los especialistas que
estos relatos son tardos viene dado por los disparidad en los de-talles que dan las
narraciones: uno o dos ngeles, de pie o senta-dos, la piedra ya est corrida o la mueve
un ngel que desciende, lo que dice el ngel. En mi opinin estas variantes en los
evange-lios no seran sino un simple reflejo del desarrollo oral de la tradicin. Pero
por debajo de todas esas variantes existe la tradi-cin, slidamente atestiguada por
los cuatro evangelios, de que el sepulcro estaba vaco la maana de pascua. Para m la
cuestin radica en la autenticidad de esa tradicin, no en lo tardo de las distintas
narraciones que la contienen. El mismo hecho de que Mara Magdalena sea recordada
en los evangelios (y ella es la testigo fundamental en el hallazgo del sepulcro vaco)
apoya la tesis de que se trataba de un recuerdo cristiano histrico. Ade-ms, como se
indica a menudo, si cualquier judo no creyente hubiera mostrado el cuerpo de Jess
yacente en el sepulcro, ha-bra resultado imposible la proclamacin cristiana de la
resu-rreccin. No veo, por tanto, ningn motivo para pensar que no sea histrico lo
del sepulcro vaco.

Lgicamente, comprendo que ese sepulcro podra haber estado vaco por diferentes
motivos. Y as lo pensaron los evangelistas; en Jn 20, la primera ocurrencia de Mara
Magdalena de por qu estaba vaco el sepulcro es que alguien se haba llevado el
cuer-po. Mt 28, 13-15 recoge la opinin de los judos que aseguraban que el cuerpo de
Jess haba sido robado por sus discpulos du-rante la noche. El sepulcro vaco no
prueba la resurreccin, sino que ms bien la resurreccin pas a ser la explicacin
normaliza-da del sepulcro vaco. Esto ltimo me sugiere que la proclama-cin
cristiana de la resurreccin implicaba la imposibilidad de encontrar el cuerpo de
Jess, y por tanto, implicaba el aspecto corpreo de la resurreccin de Jess.

Otro factor a tener en cuenta por los catlicos es la enseanza de la Iglesia. En mi


opinin, la resurreccin corporal de Jess pertenece a la enseanza del magisterio
ordinario de la Iglesia, es decir, es doctrina impartida infaliblemente. (No digo que
esto haya sido definido por el magisterio extraordinario de la Iglesia en definiciones
del credo, de los concilios o de los papas, sino que forma parte de la enseanza y
aceptacin general y universal de la Iglesia a travs de los siglos). Algunos telogos
sistemti-cos muy competentes lo han puesto en duda diciendo que la pre-cisin
corporal probablemente no forma parte de la enseanza infalible. Tienen todo el
derecho a sostener su propia opinin; pero s quiero sealar que en estos ltimos
aos, cuando se ha cuestionado la resurreccin corporal, la reaccin de la autoridad
eclesistica ha sido rpida y tajante, de manera que al menos los responsables en la
Iglesia de supervisar la doctrina no consideran la resurreccin no corporal como una
alternativa que pueda ense-arse en crculos catlicos. Dado que mi opinin es que la
resu-rreccin corporal debe ensearse como infalible, no dudo en adu-cir esto como
una razn de por qu creo en ella, no en contra del testimonio bblico, sino de
conformidad con l. (Nunca consi-dero a la autoridad de la Iglesia como un factor
puramente ex-trnseco; la Iglesia ensea con autoridad tales cuestiones porque ha
vivido con la Biblia y la ha proclamado a travs de los siglos, y ha sido guiada por el
Espritu santo en la interpretacin de la Biblia).

No obstante, estos dos factores que he mencionado, a saber, la teora de algunos


biblistas de que los relatos del sepulcro va-co son un desarrollo tardo en el nuevo
testamento y el desacuer-do de algunos telogos sobre la precisin de la enseanza de
la Iglesia, deben tenerse en cuenta para comprender por qu se ha originado el debate
sobre la resurreccin corporal. Sin embargo, se podra defender que la mayora de los
biblistas reconocera que la resurreccin corporal es un dato del nuevo testamento y
que la mayora de los telogos defenderan que la resurreccin corporal es enseada
infaliblemente por el magisterio ordinario de la Iglesia. Tal vez para los no catlicos el
ltimo factor no tenga importancia; pero muchos de ellos insistiran en que la
resurreccin corporal cae bajo la inerrancia de las Escrituras.

53.Habla usted con claridad en lo referente a la resurreccin


corporal, pero volvamos a la cuestin de la resurreccin
fsi-ca. Por qu evita esa palabra?
Evito esa palabra por varias razones bblicas. En 1 Cor 15, 42-50, Pablo habla de la
resurreccin del cuerpo. Recuerde que l haba visto a Jess resucitado; por lo tanto,
sospecho que su descripcin de la resurreccin de los cristianos est influenciada por
su experiencia con respecto a la resurreccin de Jess. Man-tiene que el cuerpo
resucitado ser espiritual no psychikos, lo que muchos traducen como fsico. Se
puede discutir si es o no la mejor traduccin, pero no hay duda de que Pablo sostiene
que lo que se siembra en el sepulcro surge con muy diferentes propie-dades. Se
produce una grandiosa transformacin del cuerpo de manera que segn l la carne y
la sangre no pueden heredar el reino de Dios (1 Cor 15, 50). Pablo piensa en la
resurreccin corporal, pero la transformacin indicada por sus palabras parece sacar
el cuerpo resucitado del dominio de lo fsico para introdu-cirlo en el dominio de lo
espiritual. Del mismo modo, mientras que los pasajes del evangelio describen
claramente la aparicin de Jess resucitado como una aparicin corporal, se le
atribuyen propiedades que no son las propiedades del cuerpo fsico tal co-mo lo
conocemos, por ejemplo, la capacidad de atravesar una puerta cerrada, de desplazarse
de un lugar a otro con increble rapidez y de aparecer repentinamente.

Permtame que me anticipe ante una objecin. Hay un autor del nuevo testamento que
atribuye propiedades fsicas al cuerpo resucitado, a saber. Le 24, 41-42, en donde
Jess come. (Esto va ms all de las afirmaciones de identidad de que el cuerpo
resucitado de Jess posea las seales de la cruz, afirmaciones que se encuentran no
slo en Lucas sino tambin en Juan). Jess resucitado poda comer? Es interesante
que poco antes de estos versculos. Le 24, 39 hable de la carne y de los huesos de Jess
resucitado, mientras Pablo indica que el cuerpo resucitado no es carne y sangre, sino
espiritual. Qu punto de vista es el correcto si tenemos razn al contemplar una
diferencia importante entre los dos puntos de vista? Pablo vio a Jess resucitado; de
Lucas no nos consta. Ha dramatizado Lucas la condicin fsica del cuerpo de Jess
para acentuar la corporalidad de Jess resucita-do? Al igual que muchos otros
biblistas estoy a favor de la pos-tura paulina y creo que la expresiva narracin de
Lucas realmen-te no significa ms que una acentuacin de la verdadera corpora-lidad.
Por lo que puedo ver, las propiedades del cuerpo resucita-do siguen siendo una
pregunta abierta; y creo que as es incluso en la enseanza de la Iglesia catlica.
Sostengo que la Iglesia ha enseado infaliblemente la resurreccin corporal, pero no
veo ninguna prueba de que haya enseado infaliblemente detalles es-pecficos acerca
de las propiedades del cuerpo resucitado de Je-ss y de su condicin fsica. Por lo
tanto, sugiero que evitemos el trmino fsico y empleemos el trmino corporal. En
cualquier caso, este ltimo describe mejor lo que estamos tratando.

Todo esto se puede expresar insistiendo en dos factores de la resurreccin;


continuidad y transformacin. La continuidad es tal que el cuerpo de Jess que fue
enterrado en el sepulcro ha resucitado verdaderamente. La transformacin es tal que
el cuer-po resucitado es casi indescriptiblemente distinto del cuerpo fsi-co que
anduvo por esta tierra. Por tanto, cuando se habla de la resurreccin corporal, los
que se oponen a esta concepcin no pueden mofarse de ella como si implicara
automticamente una burda comprensin fsica, hasta el punto incluso de que pudiera
televisarse la resurreccin a una audiencia de masas. Pablo, al hablar de una
resurreccin corporal, era mucho ms sutil, y tam-bin deberamos serlo nosotros.

54.En su respuesta a las preguntas sobre la historicidad de la


vida de Jess observ que no habl de su nacimiento. Se dice
que usted y algunos ms afirman que no son histricos los
rela-tos acerca del nacimiento de Jess.
Jams he dicho tal cosa. Rara vez niego algo sobre la histori-cidad de manera absoluta
ya que luego resulta muy difcil su de-mostracin. Yo presentara esta temtica
diciendo que hay moti-vos para pensar que los relatos sobre el nacimiento, que se
en-cuentran en los dos primeros captulos de Mateo y en los dos pri-meros captulos
de Lucas, no son histricos en algunos detalles, incluso en muchos.

Han de tenerse en cuenta dos hechos que guardan relacin con este asunto. Los
catlicos a veces creen que si se cuestiona la historicidad de las narraciones sobre el
nacimiento, se va contra la enseanza de la Iglesia. Eso no es verdad. No existe
ninguna declaracin oficial de la Iglesia que diga que las narraciones del nacimiento
son literalmente histricas. En efecto, la declaracin de la Pontificia Comisin Bblica
sobre La verdad histrica de los evangelios (cf. la anterior pregunta 40), que se
ocupa clara-mente de lo que los discpulos oyeron a Jess y vieron durante su
ministerio pblico, no se ocup, sin embargo, de los relatos de su nacimiento. Ms
tarde se intent que la Comisin hiciera una declaracin sobre la historicidad de las
narraciones del na-cimiento, pero se desisti hacia finales de los aos 60,
presu-miblemente porque una declaracin de ese tipo habra sido de-masiado
complicada y quizs habra tenido que matizarse exce-sivamente.

El segundo factor est en relacin con el origen de la tradi-cin sobre lo que Jess hizo
y dijo. Quienes haban estado con l podan narrar sus palabras y hechos, a saber, sus
discpulos y, en particular, los Doce. Pero ninguno de esos discpulos pre-senci el
nacimiento de Jess, de manera que no se puede afirmar que tengamos testigos
apostlicos de los acontecimientos relacio-nados con el nacimiento.

55.Pero no tenemos el testimonio de Mara y de Jos sobre lo


que ocurri en el nacimiento?
Tal vez, pero eso jams se afirma en el nuevo testamento. Por lo que sabemos, Jos ya
haba muerto cuando Juan bautiz a Je-ss, ya que Jos nunca aparece en el relato del
ministerio de Je-ss. Mara viva todava durante el ministerio pblico de Jess, pero
nunca se la menciona entre quienes acompaaban a Jess en sus desplazamientos
mientras predicaba y curaba. No sabemos cul fue su relacin con los predicadores
apostlicos que conser-varon la tradicin. Algunos se imaginan a Mara relatndoles
los acontecimientos del nacimiento, pero en el nuevo testamento no hay nada que lo
sugiera, y menos en la poca posterior. Los dos relatos de Mateo y de Lucas sobre el
nacimiento de Jess son tan absolutamente distintos que resulta difcil imaginarse que
procedan de una misma persona, es decir, que recojan los recuer-dos de Mara. Los
biblistas ms romnticos han sugerido alguna vez que Jos fue la fuente del relato de
Mateo y Mara del de Lucas; pero la respuesta que se viene repitiendo, con un cierto
sentido del humor, es que, entonces, evidentemente Mara y Jos nunca se hablaran
porque tienen unos recuerdos absolutamente distintos de unos mismos
acontecimientos.

56. A su juicio cules son las diferencias cruciales que se dan


entre los dos relatos evanglicos de la infancia de Jess?
Segn el relato de Mateo, Jos y Mara viven en Beln y all tienen casa (2, 11).
Permanecen en Beln hasta que el nio est a punto de cumplir dos aos (2, 16) y el
nico motivo por el que no pueden volver, tras su huida a Egipto, es el miedo que
tienen al hijo de Herodes. Debido a ello, se van a una ciudad llamada Nazaret, con la
clara insinuacin de que nunca haban estado all (2, 22-23). Segn Lucas, Mara y Jos
viven en Nazaret y slo van a Beln para empadronarse (1, 26; 2, 4). Tras el
nacimiento del nio, despus de parar en Jerusaln, regresan a Nazaret para quedarse
all (2, 39). En Lucas no hay ninguna referencia a que la familia se quedara en Beln
tras el nacimiento, durante dos aos aproximadamente, ni de la llegada de los magos a
Jerusaln y despus a Beln, con todo el clamor que debera haber causado, ni de la
matanza de nios en Beln, ni de la huida a Egipto. En efecto, en su narracin del
pacfico retorno de Beln a Nazaret, pasando por Jerusaln, a Lucas no le quedaba
espacio para acon-tecimientos tan terribles ni para desviarse hacia Egipto. En el relato
segn Mateo no se hace ninguna mencin del empadrona-miento y toda la
ambientacin del relato, en su conjunto, es distinta a la de Lucas.

Lo que s debemos reconocer es que cada relato narra a su manera unos factores que
son funcionalmente equivalentes. Por ejemplo, Mateo relata un anuncio a Jos,
mientras Lucas nos re-lata la anunciacin a Mara y tanto en un caso como en el otro
de lo que se trata es de identificar al nio que va a nacer como el Mesas y como el
Dios con nosotros o el Hijo de Dios. Mateo nos dice que los magos llegan tras el
nacimiento de Jess para adorar al nio; mientras Lucas nos dice que los pastores
llegan tras el nacimiento para adorar al nio; ambas escenas tienen la funcin de
mostrar que la revelacin de Dios en Jess tendr una respuesta de fe y alabanza, por
parte de los gentiles en Mateo, y por parte de los judos en Lucas.

57. Si los dos relatos del nacimiento son distintos por qu no


podemos suponer que un relato es histrico y el otro
simblico? por qu se plantean dudas sobre la historicidad
de ambos?
Algunos biblistas responden a las diferencias entre las narra-ciones del nacimiento
eligiendo la solucin sugerida por usted.

Especialmente entre los catlicos, la eleccin de la descripcin histrica se inclina por


el relato de Lucas. Mara es, en Lucas, el tema principal y se sospecha que fue ella la
fuente de ese re-lato. No creo que la solucin resulte tan simple porque los crite-rios
de historicidad plantean problemas tanto sobre los aconteci-mientos descritos por
Lucas como sobre los descritos por Mateo.

Permtame darle unos ejemplos. Tanto Mateo como Lucas des-criben acontecimientos
que ciertamente deberan haber dejado algunas huellas de dominio pblico. Mateo
describe un extraordi-nario fenmeno astronmico: una estrella que apareci en
oriente gui, al parecer, a los magos hasta Jerusaln, luego reapareci y se pos
encima del lugar donde naci Jess en Beln (2, 2.9). En mi obra El nacimiento del
Mesas examin todos indicios pro-porcionados por las crnicas astronmicas de la
poca del naci-miento de Jess: cometas, conjuncin de planetas y estrellas
supernovas. Quedaba claro que no existan crnicas astronmicas de lo que se
describe en Mateo (a pesar de los titulares periods-ticos que aparecen de vez en
cuando en sentido contrario).

En el caso del empadronamiento, que segn Lucas, orden Csar Augusto para todo el
mundo, siendo Quirino gobernador de Siria (2, 1-2), un empadronamiento que
presumiblemente se llev a cabo siendo Herodes el Grande rey de Judea (1, 5), nos
encontramos con un problema similar. En El nacimiento del Me-sas examin todas las
crnicas histricas sobre el gobierno de Quirino en Siria y los empadronamientos que
se hicieron bajo Augusto. Jams se orden un solo censo que abarcara a todo el mundo
bajo Augusto, y el censo (de Judea, que no inclua a Nazaret!), que se llev a cabo bajo
Quirino, ocurri unos diez aos despus de la muerte de Herodes el Grande, y por
tanto, presumi-blemente, despus del nacimiento de Jess. Por tanto, es muy di-fcil
sostener que alguno de los evangelistas describe con preci-sin los acontecimientos
pblicos. Probablemente post factum (tras la resurreccin) el nacimiento de Jess
qued asociado a recuerdos dispersos de unos acontecimientos que ocurrieron unos
diez aos antes o despus de su nacimiento.

Permtame que me sirva de otro criterio de historicidad. Se esperara que lo relatado


en los evangelios de la infancia con-cordara con lo narrado en el resto del texto
evanglico. Segn Mt 2, cuando los magos acudieron a Herodes el Grande, l y los jefes
de los sacerdotes y los escribas se enteraron del nacimiento del rey de los judos, y
Jerusaln entera qued conmocionada por la noticia. Sin embargo, cuando Jess inicia
su ministerio pbli-co, da la impresin de que nadie sabe nada de l ni tiene puestas
sus esperanzas en l (Mt 13, 54-56). Concretamente, el hijo de Herodes, Herodes
Antipas, no sabe nada de Jess (Le 9, 7-9). Segn Lucas, Isabel, la madre de Juan
Bautista, era pariente de Mara, y, por tanto, los dos nios eran parientes. Sin
embargo, durante su ministerio pblico nunca se alude a que Juan Bautista sea
pariente de Jess, y en Jn 1, 33 el Bautista dice concretamen-te que no lo conoca.

No es sta una lista exhaustiva de los problemas que plantean dudas sobre la
historicidad de los evangelios de la infancia, por ejemplo, la genealoga de Jess en
Mateo no concuerda con la genealoga de Jess en Lucas y ninguna de las dos se ve
libre de dificultades notables. Por tanto, no es que uno sea injustifica-damente
escptico si piensa que no es tan fcil clasificar una na-rracin como histrica y otra
como simblica. Especialmente con respecto a la tesis de que Lucas aporta los
recuerdos que tiene Mara de los acontecimientos, no slo se tiene el problema
gene-ral de la historicidad (el tema del empadronamiento que acaba-mos de ver) sino
tambin la descripcin, al parecer, inexacta de las costumbres y del comportamiento
de Mara cuando lleva al nio a Jerusaln. En 2, 22ss, las leyes judas acerca de la
presen-tacin del primognito y de la purificacin de la madre se descri-ben
confusamente y parece que se hace la suposicin equivocada de que haba otros que
necesitaban la purificacin adems de Mara (su de ellos purificacin). Esto no
parece reflejar con exactitud un recuerdo familiar.

58.Entonces, si los evangelios de la infancia no son histricos,


qu valor tienen? son algo ms que unos cuentos
folklricos?
Perdneme en que insista con toda franqueza en que preste atencin a lo que dije. No
he dicho que los evangelios de la in-fancia no sean histricos. Di las razones por las
que algunos biblistas piensan que algunos de los acontecimientos descritos en esos
relatos tal vez no sean histricos. Creo que hay detalles his-tricos en las narraciones
del nacimiento, aunque ni el relato de Mateo ni el de Lucas sean histricos en su
totalidad.

Siempre recalco que, aparte de discrepar sobre ciertos puntos, los dos evangelistas
tambin coinciden en lo que podra denomi-narse los puntos ms importantes. Ambos
contienen el anuncio de la futura grandeza del nio, antes de su nacimiento. Esto
sig-nifica que ambos coinciden en lo que hace referencia a una pro-videncial
preparacin divina, y sobre todo, a una revelacin. Am-bos coinciden en que el nio
fue concebido sin la intervencin de varn, en la sorprendente reivindicacin de una
concepcin virginal. Ambos coinciden en que el nio era de la casa de Da-vid a travs
de la descendencia davdica de Jos, y ambos coinci-den en que el nacimiento tuvo
lugar en la ciudad de Beln. Am-bos coinciden en que finalmente la familia se
establece en Nazaret. Estas coincidencias son muy importantes y no creo que pueda
discutirse la historicidad de dichos detalles.

Sin embargo, tambin dira que un inters demasiado miope por la historicidad puede
no dejar ver a la gente el gran valor que estos relatos tienen en s mismos. El evangelio
de la infan-cia de Mateo es un catecismo cuidadosamente elaborado del mensaje
bsico de las Escrituras de Israel, es decir, de lo que llamaramos el antiguo
testamento. En la genealoga tenemos los relatos de los patriarcas y de los reyes
citados simplemente por la mencin de sus nombres, as se nos indica que Jess es
here-dero de las promesas de Abraham, Isaac, Jacob, David, Salomn, etc. En alguna
ocasin he recalcado el sentido que pueden tener incluso los nombres desconocidos
que aparecen en la ltima sec-cin de la genealoga de Mateo, como parte del mensaje
relacio-nado con un Mesas que predicar a quienes no iban a ser consi-derados
importantes segn las normas del mundo. He sealado los pasajes profticos en el
evangelio de la infancia de Mateo como un intento de incluir en el mensaje del
nacimiento de Jess el testimonio de Isaas, Jeremas, Oseas, etc. La historia de Jos
segn Mateo, con sus sueos y su viaje a Egipto, evoca la histo-ria de Jos en el antiguo
testamento, incluso la aparicin de Herodes, el rey malvado, degollador de nios,
evoca el recuerdo del faran de Egipto que intent aniquilar a Moiss. Brevemente, lo
que hace Mateo es volver a contar la historia de Israel porque es una introduccin
esencial al evangelio propiamente dicho, que empieza con el bautismo de Jess por
Juan Bautista.

Encuentro un mensaje parecido en el evangelio de la infancia de Lucas, llevado a cabo


con un equilibrio, incluso ms exquisi-to y artstico de los detalles. Se da un
paralelismo entre el anun-cio del nacimiento del Bautista y la anunciacin del
nacimiento de Jess, que culmina en el encuentro de las dos madres. Viene a
continuacin otro paralelismo entre el nacimiento y la circunci-sin del Bautista,
saludados con un cntico, y el nacimiento, cir-cuncisin y presentacin de Jess,
saludados con otro cntico. La temtica del antiguo testamento es ms sutil en Lucas
que en Mateo; por ejemplo, slo si se conoce la Biblia se reconocer que la situacin de
Zacaras e Isabel es la misma exactamente que la de Abraham y Sara (de edad
avanzada y estriles para po-der tener un hijo). En Le 1, 18, Zacaras dice las mismas
pala-bras que Abraham en Gn 15, 8. La presentacin de Jess en el templo ante el
anciano Simen se asemeja muchsimo a la pre-sentacin de Samuel en el templo ante
el anciano Eli, al igual que el cntico de Mara (el Magnficat) se parece muchsimo al
cntico de Ana, la madre de Samuel (1 Sam 2, 1-10). Por tanto, mediante una especie
de supercomposicin, ambos evangelistas nos estn contando escenas y personajes
del antiguo testamento que son una anticipacin de Jess.
Quisiera aadir tambin que cada relato de la infancia es un anticipo del evangelio y
de su proclamacin. En cada uno de ellos, el mensaje fundamental anunciado por el
ngel es que Je-ss es el Hijo de Dios, de ah la identidad cristolgica del Me-sas. En
cada uno de ellos, se recibe el mensaje obedientemente por parte de Jos en Mateo y
por parte de Mara en Lucas. En cada uno de ellos, otros vienen a adorar (los magos en
Mateo, los pastores en Lucas) como seal de que el evangelio ser acep-tado. Tambin
se da, en cada uno de ellos, un rechazo (por parte de Herodes, de los jefes de los
sacerdotes y de los escribas, en Mateo, e insinuado en la advertencia de Le 2, 34: Este
nio es-t destinado a ser cada y resurgimiento de muchos en Israel), Los evangelios
de la infancia se entienden apropiadamente slo cuando se recalca su contenido, es
decir, sus antecedentes en el antiguo testamento y la bsica identidad cristolgica de
Jess, incluido el hecho de que su venida obliga a tomar partido en favor o en contra.
Por tanto, un enfoque moderno evita tanto la parte de cuento de hadas a que se aluda
en la pregunta como la supersensiblera de unas imgenes infantiles.

59.En su respuesta aludi a los ngeles que anunciaron a Jos


y a Mara el nacimiento de Jess. Se ha de tomar en serio el
mundo de los ngeles? existen los ngeles?
Hubo ya quienes se interesaron anteriormente por lo demona-co y por el demonio
(cf. preguntas 50-51), de manera que pienso que es justo que los ngeles merezcan
tambin nuestra atencin. Al igual que con los demonios, tambin en el caso de los
ngeles se debe distinguir en el pensamiento israelita entre antes del exi-lio
babilnico (587-539 a. C.) y la poca post-exlica. Aunque en el pensamiento primitivo
israelita se concibe a Dios con su corte celestial, rodeado por esos seres llamados
hijos de Dios, que seran semejantes a los ngeles, en lo que ms se insiste es en el
ngel del Seor. No se trata realmente de un ser en s sino de una representacin
terrenal y, generalmente, visible de la propia presencia de Dios. As en el grandioso
encuentro de Moiss con Dios en el monte Sina (Horeb) en Ex 3, omos pri-mero al
ngel del Seor que se aparece a Moiss en la zarza ar-diente, pero luego,
inmediatamente, el Seor est all y habla. Tras el exilio se desarrolla el pensamiento
anglico judo segn el cual los ngeles pasan a ser efectivamente unos seres distintos
e incluso se les da nombres. En el antiguo testamento se encuen-tran los nombres de
Miguel, Rafael y Gabriel.

Es interesante ver el eco de esta historia en los dos relatos evanglicos de la infancia.
En Mateo, es el ngel del Seor quien se aparece en sueos a Jos en varias ocasiones
y le transmite el mensaje de Dios. Mateo emplea el lenguaje del antiguo testa-mento
para la revelacin divina, aun cuando podramos sospechar que Mateo, por entonces,
piensa en un ngel autntico ms que en echar mano simplemente de un ngel del
Seor para describir la presencia de Dios. Por otro lado, Lucas nos habla de un ngel
llamado Gabriel como mensajero divino y no hay duda de que Lucas est pensando en
un ngel concreto. Puesto que Gabriel es el ngel revelador en el libro de Daniel que
explica la gran-diosa visin del final de los tiempos, su presencia en el relato de la
infancia segn Lucas es una seal de que lo que Daniel ha-ba profetizado se est
convirtiendo ahora en realidad: el final de los tiempos ya est llegando con la
concepcin y el nacimien-to de Jess.

Me preguntaba usted si existen los ngeles y mi respuesta se-ra parecida a la que le di


a la pregunta de si existen verdadera-mente los demonios. Dicho con pocas palabras,
no hay manera de demostrar que no existan; Jess y los autores del nuevo tes-tamento
pensaban claramente que s y sa ha sido la visin de la Iglesia desde entonces; se
piensa corrientemente que la Iglesia, en su doctrina infalible, ha enseado la
existencia de los ngeles y su funcin como custodios; y en la escala de seres que
abarca desde Dios todopoderoso hasta su creacin ms insignificante, los ngeles
merecidamente ocupan un lugar entre Dios y los seres humanos. De ah que yo
encuentre buenas razones para creer en los ngeles y ninguna, prcticamente, para
negar su existencia.

60.En todas sus referencias a los primeros captulos de Mateo


y de Lucas nos ha hablado de los relatos de la infancia o del
nacimiento. Sin embargo, en Lucas hay un relato sobre Jess a
la edad de doce aos. Qu se sabe de la juventud de Jess?
Francamente, muy poco. No voy a meterme en un difcil an-lisis de ese relato de
Lucas, pero si se examina cuidadosamente es prcticamente independiente de todo lo
que le precede. La reaccin de Mara ante lo que dice Jess as como su sorpresa
resultan difciles de entender tras todo lo que le ha sido revelado a ella con
anterioridad, pero resultara fcil de entender si el rela-to de Jess a los doce aos
hubiera estado en otro contexto inde-pendiente.

Sin embargo, para evitarle una mayor confusin por exceso de informacin me va a
permitir que me concentre en la funcin que tiene el relato de Lucas. En el primer
captulo de Lucas un ngel le dice a Mara y al lector que Jess es el Hijo de Dios. En el
tercer captulo de Lucas la voz de Dios en el bautismo le dice al lector que Jess es el
Hijo de Dios. En el segundo captu-lo, precisamente en este relato de Jess a la edad de
los doce aos, la primera vez que habla en el evangelio, Jess mismo identifica a Dios
como a su Padre; No sabais que estara en la casa de mi Padre?. Por tanto, tiene
una funcin cristolgica: el Jess del ministerio, que habla y acta como Hijo de Dios,
ya hablaba y actuaba como Hijo de Dios desde el primer momento en que apareca en
escena.

Del mismo modo, en los evangelios apcrifos que abordan la juventud de Jess, se
produce como una retoyeccin de las manifestaciones de poder y de los dichos de
Jess sobre su pro-pia persona durante su ministerio pblico. Por consiguiente, la
intencin subyacente es mostrar una continuidad a lo largo de la vida de Jess. Ya en
el seno de su familia tena el mismo co-nocimiento y poder que manifest en su
ministerio. Incluso se encontraba con la misma oposicin. Tal vez haya odo usted un
relato del Evangelio de la infancia por Toms segn el cual, cuando Jess era un nio
ya haca pjaros con el barro que luego se iban volando. Lo que a menudo no se
recuerda de ese mismo relato es que cierto judo al verlo fue a quejarse a Jos porque
Jess estaba trabajando con barro en sbado: el mismo tipo de acusacin contra Jess
que durante su ministerio pblico. As, la funcin de los pocos relatos sobre su
infancia que tenemos es ms bien teolgica y no tanto histrica.

61.En los relatos sobre el nacimiento e infancia de Jess,


des-taca la figura de Mara. Cul es la importancia de Mara
des-de el punto de vista bblico?
A esta pregunta se tendra que contestar haciendo una distin-cin entre los
evangelios. Se menciona a Mara en los cuatro evangelios y al inicio del libro de los
Hechos. En el que los biblistas consideran el primer evangelio, o sea, en Marcos, Mara
slo aparece una vez durante el ministerio pblico de Jess. En 3, 31-35, y por tanto, al
principio del relato de Marcos. Ella y los hermanos de Jess lo buscan, al parecer, para
llevrselo de vuelta a casa ya que estn sorprendidos por la intensidad de su nuevo
estilo de vida y por su predicacin (cf. 3, 21). Su apari-cin hace que Jess pregunte a
sus discpulos quines constitu-yen su familia, es decir, su familia con respecto a la
proclama-cin del reino de Dios. Jess es muy contundente al decir en este contexto
que cualquiera que realice la voluntad de Dios es su hermano, su hermana y su madre;
en otras palabras, no automti-camente la familia natural por nacimiento, sino una
familia que se constituye al hacerse discpulos suyos. Ese es uno de los te-mas ms
fundamentales con respecto a la madre (y hermanos) de Jess en el nuevo testamento.

En Mateo, se repite la escena de Marcos, pero la imagen ge-neral que ofrece Mateo de
Mara queda suavizada por la indica-cin en el captulo 1 de que Mara concibi a
Jess sin la inter-vencin de un varn sino por obra del Espritu santo. Por tanto, sin
ninguna duda Mateo presenta al lector una visin positiva de Mara, aun cuando esa
imagen jams se elabora con todo detalle en las pginas dedicadas a su ministerio.

En Lucas hay una enorme ampliacin del papel de Mara. Si bien es slo una figura que
aparece en segundo plano en el relato de la infancia segn Mateo, en el de Lucas
aparece como la pro-tagonista. Y Lucas resuelve la tensin entre la familia constituida
por sus discpulos y la familia natural de Jess por su nacimiento. Lo hace en su
descripcin de la anunciacin, en la que Mara oye la palabra de Dios por medio de un
ngel y responde: H-gase en m segn tu palabra (Le 1, 38). Por tanto, si un
disc-pulo es aquel que oye la palabra de Dios y la pone en prctica, Mara se convierte
en la primera discpula cristiana porque es la primera en or la palabra de Dios y en
consentir con todo su corazn que se cumpla. En efecto, Lucas va ms all al hacer que
empiece a proclamar la buena nueva en el Magnficat (1, 46-55). Lucas deja claro que
Mara ha sido especialmente favoreci-da por Dios y es bendita entre las mujeres. En 2,
19.51 se nos dice que con respecto al plan misterioso de Dios para con su Hi-jo, ella
guarda todas estas cosas en su corazn, una descripcin que nos prepara para el papel
ulterior de Mara en la vida pbli-ca de Jess. Si bien Lucas nos transmite tambin
aquella escena bsica de Marcos en la que la madre y los hermanos de Jess van en su
bsqueda, elimina en ella toda oposicin entre su familia natural y la familia de sus
discpulos (9, 19-21). Esta supresin de toda oposicin concuerda con la visin de
Lucas que ya consi-dera a su familia natural como discpulos suyos. Y tambin ex-plica
por qu al inicio del libro de los Hechos incluye a Mara y a los hermanos de Jess,
junto a los Doce y a las mujeres, en el grupo reunido en Jerusaln para aguardar la
efusin del Esp-ritu en Pentecosts. Desde el principio hasta el final, Mara es una
discpula obediente segn la descripcin de Lucas.

El tratamiento que hace Juan, si bien contiene material dife-rente al de Lucas, s


conserva, en parte, una misma tonalidad. En Juan, la madre de Jess aparece en dos
escenas. Al inicio de su ministerio en Can, su peticin a Jess, implcita al informar
que a los anfitriones ya no les quedaba vino, se enfrenta primero a un rechazo o
negativa que recuerda al lector que la accin de Jess ha de guiarse no por una
necesidad familiar sino por la ho-ra decretada por Dios <An no ha llegado mi hora:
2, 4). Sin embargo, cuando la madre de Jess se pone a disposicin de Je-ss (Haced
cuanto l os diga), es entonces cuando Jess realiza la seal de convertir el agua en
vino, una seal que funciona dentro del cometido que el Padre le ha confiado, el de
traer al mundo una nueva bendicin divina. La segunda escena en la que aparece la
madre de Jess es al pie de la cruz. Slo Juan mencio-na la presencia de amigos de
Jess al pie de la cruz, y se con-centra en las dos figuras cuyos nombres jams cita, a
saber, el discpulo a quien amaba Jess y la madre de Jess. Estas dos fi-guras tienen
una importancia simblica en el cuarto evangelio. El discpulo a quien amaba Jess es
el discpulo ideal que ha per-manecido siempre leal a Jess, incluso junto a la cruz; y
se hace entrega de este discpulo a la madre de Jess como hijo suyo. Por tanto, vuelve
a aparecer el tema de la familia. La verdadera familia de Jess que queda tras l junto
a la cruz y a quien entre-ga el Espritu al expirar, la constituyen su madre (la familia
na-tural) y el discpulo amado (la familia de sus discpulos) y los dos son ahora uno ya
que el discpulo pasa a ser hermano de Je-ss y la madre de Jess pasa a ser la propia
madre del discpulo.

Por tanto, aun cuando el material del evangelio es limitado, el ltimo evangelio deja
muy claro que hacia finales del siglo I se atribua un notable papel entre los discpulos
cristianos a la madre de Jess en distintas partes de la Iglesia primitiva. En un libro
ecumnico elaborado conjuntamente por especialistas en la Biblia catlicos y
protestantes, Mara en el nuevo testamento (Sgueme, Salamanca M994), hablbamos
de la trayectoria de Mara. El papel de Mara aumenta en las secciones
cronolgica-mente posteriores del nuevo testamento y en la Iglesia posterior hasta
que se proclama a Mara la ms perfecta de entre todos los cristianos. Quizs algunos
de nuestros hermanos y hermanas pro-testantes queden perplejos ante el desarrollo
posterior de la mariologa, pero al menos este enfoque de la trayectoria, muestra
que esos desarrollos posteriores guardan relacin con el nuevo testamento.
62.Entre los posteriores desarrollos de la mariologa, que
usted acaba de mencionar, estn la Inmaculada Concepcin y
la Asun-cin. Puede usted relacionarlos con el nuevo
testamento?
Yo s creo que esas doctrinas pueden relacionarse con el nue-vo testamento pero no
de una manera simplista. A mi entender, no hace falta que alguien en el siglo I hubiera
expresado la idea de que Mara fue concebida sin pecado. Ni tampoco podemos saber
si la gente del siglo I habra podido darse cuenta de que Mara fue llevada
corporalmente al cielo presumiblemente des-pus de su muerte. Sin embargo,
mediante el enfoque de tra-yectoria, expuesto en la pregunta anterior, se puede
mostrar una conexin entre esas aclaraciones del estado privilegiado de Mara y el
papel de discpula que se le atribuye con tanta claridad en el nuevo testamento.

Permtame que le muestre esto con respecto a cada uno de estos dogmas. La
Inmaculada Concepcin atribuye a Mara una primaca al recibir el privilegio que
todos los discpulos de Jess reciben. Segn la fe cristiana, se nos libra del pecado
original mediante el bautismo. (Cf. la pregunta 24 sobre el sentido bbli-co del pecado
original). Los catlicos creemos que Mara fue concebida sin pecado original: una
preparacin de Dios para la pureza de Jess que se encarnara en el seno de Mara. Si
Lucas presenta a Mara como la primera discpula, la Inmaculada Con-cepcin nos
anticipa que la gracia de la redencin de Cristo le fue dada a Mara en primer lugar, ya
en el mismo momento de su concepcin. Es la primera en recibir los frutos de la
reden-cin. El don de verse libre del pecado original es un don que se da a todos los
discpulos, pero la primera en recibirlo fue la pri-mera discpula cristiana.

Por lo que respecta a la Asuncin, si se entiende en el sentido de que Mara es llevada


corporalmente al cielo tras su muerte, entonces Mara, una vez ms, es la primera en
recibir un privile-gio que, en ltima instancia, ser concedido a todos los cristia-nos.
Todos los creyentes en Cristo resucitarn de entre los muer-tos para ser llevados
corporalmente al cielo; esta liberacin de la muerte es fruto de la redencin ofrecida a
los discpulos de Jess. Hasta el momento presente slo le ha sido concedida a Mara,
la primera discpula de Cristo, pero llegar el momento en que se otorgar a todos los
dems discpulos.

Lo que he dicho no agota los privilegios de Mara, ni siquiera todo lo que lleva
implcito la Inmaculada Concepcin y la Asun-cin; pero sita claramente ambos
dogmas en la trayectoria del discipulado. Considero que tambin resultan de
utilidad desde un punto de vista ecumnico ya que muestran que, incluso
conce-dindose a Mara la gracia divina, esa gracia divina queda en el mbito de todos
los discpulos y de la redencin obtenida por Jess. Dicho con palabras ms sencillas,
atena el temor protes-tante de que los catlicos, en sus deferencias para con Mara,
de algn modo, la estn endiosando. Lo que hacemos es reconocer la gracia otorgada
por Dios a los discpulos de su Hijo, entre los cuales destaca Mara como el primer
ejemplo. Este enfoque tam-bin indica que estamos pensando en Mara, de acuerdo
con la terminologa bblica, como la favorecida de manera especial en-tre todas las
mujeres, por ser la primera en decir; Hgase en m segn tu palabra.

63.Los privilegios de Mara a los que acaba de referirse no se


hallan de manera explcita en las Escrituras. Qu se puede
de-cir del privilegio del nacimiento virginal que mencionan
explci-tamente Mateo y Lucas?
Al igual que ocurri con la pregunta referente a la resurrec-cin (cf. la pregunta 52),
considero que se trata de una pregunta importante a la que se debe responder atenta
y detalladamente. Permtame empezar diciendo que siempre prefiero hablar de la
concepcin virginal ms que del nacimiento virginal. Lo que des-criben las Escrituras
es la concepcin de Jess por Mara sin la intervencin de un varn. Algo ms tarde
(en el siglo II) se com-pleta el pensamiento cristiano diciendo que Mara dio a luz a
Je-ss de una manera milagrosa, conservando la integridad de su virginidad. A fin de
evitar toda confusin al respecto prefiero utilizar la expresin concepcin virginal.

A veces, cuando algunas personas de entre el pblico piden mi opinin con respecto a
la concepcin virginal, lo hacen con una cierta agresividad e incluso aaden algo
parecido a que co-mo algunos dicen que usted no cree en la concepcin virginal. Por
tanto, al contestar cualquier pregunta sobre este dato bblico, me gusta recalcar que,
desde la primera vez que di una importan-te conferencia sobre el tema, a principios de
los aos 70, y en lo mucho que he escrito al respecto, incluso libros, mi postura ha
permanecido inmutable y ha sido enunciada con claridad. Yo acepto la concepcin
virginal, debido principalmente a la ense-anza de la Iglesia al respecto. Son muchos
los biblistas protes-tantes y algunos catlicos, que niegan la concepcin virginal,
aduciendo razonamientos bblicos; no estoy de acuerdo con ellos, ya que sostengo que
el testimonio bblico no contradice la histo-ricidad de la concepcin virginal. Admito,
no obstante, que no se puede demostrar la concepcin virginal aduciendo el
testimo-nio bblico, y por eso que prefiero apelar a la doctrina de la Igle-sia para
resolver las ambigedades derivadas de los relatos bbli-cos. Dicho esto, permtame
ahora explicar la situacin que ha provocado tal divisin entre los biblistas.

Slo Mateo y Lucas mencionan la concepcin del nio Jess; y sin duda, para ellos la
concepcin por obra del Espritu santo en el seno de la Virgen Mara tiene una
importancia teolgica en la que estn implicados el poder creativo de Dios y lo
irrepeti-ble del momento en el que fue enviado el Mesas. Pero adems hay tambin
una cuestin histrica: fue el nio concebido sin intervencin del varn? Algunos de
los que niegan la historicidad de la concepcin virginal, que contestan con un no a
esa lti-ma pregunta, lo hacen as porque creen que lo divino y lo mila-groso son una
tontera. Otros de los que niegan la historicidad de la concepcin virginal creen en
Dios y en lo milagroso, pero piensan que, en este caso, la narracin es puramente
simblica: nacido de una virgen no significa, segn ellos, nacido sin la intervencin
de un varn, sino nacido con la ayuda de un Padre divino. Concretamente, yo
recalcara, al dialogar con este ltimo grupo de biblistas, que tanto Mateo como Lucas
comprenden e indican la concepcin virginal como algo objetivo (y tambin teolgico)
y no simplemente simblico. Por tanto, como parte de la respuesta a su pregunta, yo
afirmara rotundamente que los dos evangelistas que escribieron sobre la concepcin
virginal se referan a ella literalmente, aun cuando vean al mismo tiempo la gran
importancia teolgica que tena. La cuestin es si acerta-ron en su juicio histrico.

64.Qu clase de prueba se puede aportar sobre algo tan


mila-groso como la concepcin virginal?
Un tipo de prueba es de carcter teolgico. Muchos cristianos interpretan la
inspiracin bblica como algo que significa que, con independencia de lo que pensara
el escritor, todo era inspira-do por Dios e infalible. En consecuencia, cuando digo que
Mateo y Lucas pensaban en una concepcin virginal al pie de la letra, ellos
responderan que entonces no habra la menor duda de que tuvo lugar dicha
concepcin, ya que Dios guiaba a los evangelis-tas en cada uno de los mensajes
elegidos. En mi opinin, los ca-tlicos no comparten un sentido tan simplista de la
inerrancia bblica. La Biblia ensea fielmente y sin error aquella verdad que Dios ha
propuesto para nuestra salvacin, dice el concilio Vati-cano II {Dei Verbum, 3, 11).
Creo que lo que se quiere decir es que para juzgar la inerrancia no podemos
simplemente preguntar qu quera decir el escritor; tambin nos hemos de preguntar
has-ta qu punto lo que transmita el autor era para nuestra salvacin.

Por tanto, para los catlicos, el factor teolgico para juzgar la historicidad de la
concepcin virginal sera la enseanza de la Iglesia, ms que la inerrancia de la
Escrituras. La Iglesia jams ha afirmado ni en el credo, ni en un concilio ni en alguna
declaracin papal, que la historicidad literal de la concepcin virginal sea una
revelacin divina y que deba aceptarse como artculo de fe. No obstante, mediante su
enseanza ordinaria, que es otra manera de indicar lo que es de fe, creo que la Iglesia
ha insistido implcitamente en la historicidad de la concepcin virginal. Pues-to que,
como catlico, considero la enseanza normativa de mi Iglesia, basada en la Biblia,
como una ayuda especial en aquellos casos en que la Biblia aparece poco clara o
decisiva, yo s acepto la concepcin virginal.

No obstante, tambin quiero dejar constancia de que algunos telogos catlicos no


estn de acuerdo con mi interpretacin de la concepcin virginal como doctrina de la
Iglesia enseada infa-liblemente por el magisterio ordinario; creen que soy demasiado
conservador al respecto. Sin embargo, al igual que con el tema de la resurreccin
corporal (cf. la pregunta 52), durante estos l-timos veinte aos, los rganos de
enseanza oficial de la Iglesia catlica han reaccionado muy severamente contra los
telogos que han negado pblicamente la historicidad de la concepcin virginal, con lo
que queda de manifiesto que, ajuicio de la Igle-sia, la concepcin virginal no es
simplemente una descripcin simblica.

Hay otro tipo de prueba que todos deberan considerar, inclu-so aquellos que no
aceptan ni la teora de la inerrancia de la Es-critura ni la enseanza de la Iglesia. Me
estoy refiriendo al tes-timonio que est presente en el propio texto bblico. La mayor
parte de biblistas coinciden en que no hay referencia alguna en el nuevo testamento a
la concepcin virginal de Jess, excepto en Mt 1 y Le 1. Sin embargo, con
independencia entre s, estos dos evangelistas estn de acuerdo con ella, si bien la
sitan en contextos muy distintos, lo que indica que se trata de una idea anterior a
ambos; y, por tanto, no podemos descartarla, sin ms, como si se tratara de algo ms
tardo. En El nacimiento del Me-sas ya estudi los argumentos contrarios a la
historicidad de la concepcin virginal analizando lo que pudo haber llevado a que los
primeros cristianos crearan tal idea, tomndola, por ejemplo, de los relatos paganos
de las uniones de los dioses con las muje-res, o a partir de Is 7, 14, con su profeca de
que una joven da-ra a luz un nio y le pondra por nombre Emmanuel (profeca que al
ser traducida al griego destac la virginidad de la joven). No voy a entrar ahora en esa
argumentacin, pero he llegado a la conclusin de que ninguno de estos argumentos
explica suficientemente la gnesis de la idea de la concepcin virginal. Por tanto, ia
explicacin histrica aparece como la ms plausible, lo cual no quiere decir que quede
probada.

Para algunos, esto sigue siendo insuficiente. Les molesta que siga profesando mi fe en
la concepcin virginal, aun cuando el testimonio bblico no acabe de ser definitivo, y
me deje guiar por la enseanza de la Iglesia. (Al parecer, tal postura no es del agrado
ni de quienes niegan la concepcin virginal ni de quienes la defienden). Pero no me
preocupa. Si la Biblia dijera claramen-te una cosa y la Iglesia dijera claramante otra,
aceptar ambas a la vez sera esquizofrenia. Pero, dado que, tanto el antiguo como el
nuevo testamento, son fruto de unas comunidades creyentes, no veo contradiccin
alguna en aceptar que la vida ordinaria de esas comunidades pueda servir de
elemento interpretativo e ilu-mine la parte oscura del texto bblico. Prefiero eso a
imponer un testimonio bblico, insistiendo en su claridad y evidencia absolu-tas,
cuando simplemente es oscuro.

65.Observ que cuando describa el papel de Mara en los


evangelios haca referencia a la madre y a los hermanos de
Jess. No es esa una expresin protestante?
Para hablar sobre la palabra hermanos conviene empezar presentando a los que
son designados con esa palabra, y sin du-da, el ms famoso es uno que se llamaba
Santiago. Hay varios Santiagos en el nuevo testamento. En las listas de los Doce
ele-gidos por Jess tenemos a Santiago, el hermano de Juan, que es hijo del Zebedeo, y
a Santiago el de Alfeo (probablemente hijo de Alfeo). Sin embargo, el Santiago en
cuestin no pertenece al grupo de los Doce, pero es a l a quien Pablo llama el
hermano del Seor (Gi 1, 19). Me 6, 3 y Mt 13, 55 lo nombran entre cuatro
hermanos de Jess; Santiago, Jos (Joseph), Simn y Judas. Como responsable de los
cristianos de Jerusaln, este Santiago fue uno de los hombres ms importantes de la
Iglesia primitiva. A l se atribuye la Carta de Santiago del nuevo testamento.
Supongo que debido una simplificacin exagerada, los cristianos posteriores
identificaron a dos de los hermanos de Jess, Santiago y Judas, con dos de los Doce
que tenan el mismo nombre. Es un error. En Hech 1, 13-14 se puede apreciar con
claridad que los Doce son una cosa y los hermanos de Je-ss otra.

En el nuevo testamento varias veces aparecen el hermano (o a los hermanos) del


Seor (Jess) empleando la palabra nor-mal griega que significa hermano, y Marcos y
Mateo, en la cita a que antes hice referencia, hablan igualmente de las hermanas de
Jess. En una traduccin inglesa catlica se trat de solucio-nar el problema de los
hermanos empleando la palabra brethren en lugar de brothers, pero ambas significan
lo mismo (herma-nos), siendo la primera una forma arcaica de la segunda, sin que
fuera posible, por otra parte, el uso paralelo de una palabra ar-caica (hipotticamente
sistren) alternativa a la palabra sisters (hermanas). Hemos de atenernos a la
traduccin literal del original griego sin tratar de expurgarlo o modificarlo para as
evitar otras preguntas. Y as, contestando a su pregunta, la ex-presin los hermanos
de Jess no es una expresin protestante sino bblica.

66.Puede hablamos de la enseanza de la Iglesia catlica


segn la cual Mara permaneci virgen?
Muchas veces se dice que se trata de una enseanza catli-ca, pero es mucho ms
que esto. La Iglesia ortodoxa y la orien-tal, as como muchos
anglicanos/episcopalianos (pertenecientes a la Iglesia Alta) creen tambin que Mara
permaneci virgen. Aunque los protestantes, por lo general, creen que los hermanos y
hermanas de Jess, mencionados en el nuevo testamento, son hijos de Mara, y que,
por tanto, no permaneci virgen, se no fue un problema relevante en los tiempos de
la Reforma. Creo recordar que Lutero, Calvino y Zuinglio, todos ellos, empleaban la
expresin la siempre virgen (una antigua descripcin de Ma-ra) sin ninguna
objecin. Evidentemente la moderna discusin surgi algo ms tarde, a partir de una
lectura literal del nuevo testamento.

Tambin se impone otra distincin. Evidentemente, si aquellos a quienes el nuevo


testamento llama hermanos y hermanas de Jess eran sus hermanos y hermanas
consanguneos, entonces Mara no permaneci virgen. Pero aunque no fueran sus
herma-nos y hermanas consanguneos, eso todava no permite afirmar que Mara
permaneciese virgen. La virginidad permanente de Ma-ra es algo que va ms all de
cualquier testimonio documental que tengamos y representa una alabanza de Mara
que surge de nuestra fe. Los catlicos la consideramos doctrina de la Iglesia, sin que
ello comporte necesariamente que Mara dijera a alguien que permaneci siempre
virgen. Aceptamos esta doctrina de la siempre virgen no basndonos en el texto
bblico, sino en la re-flexin cristiana sobre la santidad de Mara y sobre la manera
como se expres dicha santidad en su vida.

67.No lo entiendo. Dice usted que, segn la doctrina catlica,


Mara permaneci virgen, pero dice tambin que el nuevo
testa-mento habla de los hermanos y hermanas de Jess.
Por qu los llama as el nuevo testamento?
Me est haciendo una pregunta compleja y tendr que perdo-narme si le doy una
respuesta ms bien compleja. Si bien el nue-vo testamento emplea la expresin de los
hermanos y herma-nas de Jess, en realidad nunca dice que sean hijos de Mara. Es
verdad que los hermanos aparecen frecuentemente con Mara (por ejemplo, Me 3, 32;
6, 3; Jn 2, 12; Hech 1, 14). Esta concu-rrencia, ms el empleo de la palabra griega
normal que designa al hermano consanguneo, podra muy bien llevarnos a la
conclu-sin de que stos eran hijos de Mara si no hubiera alguna prue-ba de lo
contrario. En el caso de que yo le dijera; Hoy he visto a su madre y a sus hermanos,
los que me oyeran pensaran ob-viamente en otros hijos de su misma madre.

No obstante, a principios del siglo II, segn podemos ver en uno de los relatos de un
evangelio apcrifo, el protoevangelio de Santiago (cf. pregunta 10), ya haba una
tradicin que sostena que no se trataba de hijos de Mara. En el elaborado relato de
ese evangelio, Jos es un hombre anciano y viudo, que cuando se cas con Mara ya
tena hijos. Por consiguiente, cuando Jess nace de Mara, los hijos de Jos se
convierten en sus hermanos y hermanas. Esta es una solucin ingeniosa porque
explica no slo el llamarlos hermanos y hermanas, sino tambin su aso-ciacin con
Mara: presumiblemente, Jos ya haba muerto cuan-do Jess inici su ministerio
pblico y Mara haba criado a to-dos esos hijos como si de hijos propios se tratara.
Tambin expli-ca cmo Mara pudo permanecer virgen incluso estando casada con
Jos. Debemos ser honrados para reconocer que el protoevan-gelio de Santiago (fjese
a qu autor se le atribuye: un herma-no de Jess que deba conocer la historia de su
familia) apenas puede aducirse como una fuente histrica fiable. Con todo, refle-ja una
tradicin que empez muy pronto.

En el nuevo testamento se encuentra una pequea prueba de que los hermanos no


eran hermanos consanguneos. En la esce-na de la crucifixin, en Me 15, 40 y Mt 27,
56 se llama a una de las mujeres que estaban mirando de lejos, mara de Santiago y
Jos (Joseph), presumiblemente la madre de Santiago y Jos. Estos son los nombres
de dos de los hermanos de Jess y quizs en esta escena se dice que son los hijos de
otra mujer llamada Mara. (Ni Marcos ni Mateo se referan a Mara, la madre de Jess,
como la de Santiago y Jos), Esta informacin confirmara la tradicin posbblica del
protoevangelio de Santiago, de que los hermanos y hermanas no eran hijos de la
Virgen Mara.
Por qu la terminologa hermanos y hermanas? Ya he dicho que normalmente las
palabras griegas se refieren a hermanos y hermanas uterinos o consanguneos. Sin
embargo, si hay motivos para sospechar que no eran hermanos y hermanas
consanguneos (y slo en tal caso) recurriremos a la terminologa semtica que podra
haber influido al traducir al griego. Por un lado, si bien en el griego hay palabras para
designar a los primos, herma-nastros, medio hermanos, etc., los trminos
griegos empleados en los evangelios pueden haber sufrido la influencia de tempranas
referencias cristianas a la familia de Jess, expresadas en arameo o en hebreo. A
diferencia del griego, estas lenguas semticas de los tiempos de Jess carecan de un
vocabulario preciso para una amplia gama de relaciones familiares. Reflejaban, ms
bien, un origen tribal, en el que los miembros de una misma tribu, clan o familia eran
considerados hermanos y hermanas, sin que impor-tara su parentesco exacto. Un
ejemplo clsico es el empleo de hermanos en Gn 13, 8 para describir la relacin
entre Lot y Abraham, cuando Lot era ms exactamente sobrino de Abraham.
Acogindonos a esto, se puede argir que los hombres y mujeres a los que se llama
hermanos y hermanas de Jess reciben esta designacin de acuerdo con una
imprecisa terminologa tribal semtica y, en realidad, eran parientes ms lejanos, o
sea, que no eran hijos de Mara. Insisto en que no debera seguirse este
proce-dimiento, a no ser que se tuviesen otras pruebas de que no se trata de
hermanos y hermanas consanguneos.

68.Siempre se nos dijo que los hermanos de Jess eran


primos.
A los catlicos se les ense eso, pero no siempre. En la Iglesia occidental, san
Jernimo fue portavoz de una solucin que difera de la ofrecida por el protoevangelio
de Santiago. San Jernimo estaba interesado no slo por la virginidad de Mara sino
tambin por la virginidad de Jos como smbolo que estimu-lara una vida monstica y
clibe. Por consiguiente no era de su agrado la explicacin que ofreca el
protoevangelio de que Jos tena hijos de un matrimonio anterior. Una explicacin
alterna-tiva deca que eran hijos de un hermano de Jos o de una herma-na de Mara.
No voy a crear una mayor confusin aportando los complicados argumentos que
avalan esas tesis. En cualquier caso, la interpretacin que converta a los hermanos y
hermanas de Jess en primos suyos se convirti en el punto de vista casi uni-versal
de la Iglesia occidental, y ese es el motivo por el que les resulta familiar a los catlicos.
Sin embargo, habra que recalcar que la doctrina de la Iglesia sobre la virginidad
permanente de Mara jams indic cmo se deba entender lo de los hermanos.

Tal vez se estn diciendo: Por qu lleg a cobrar tanta im-portancia el hecho de si
Mara tuvo ms hijos?. Algunos incluso se pueden estar preguntando con mayor
radicalidad: A quin le importa?. Sin embargo, ste fue ya un punto controvertido
en la antigedad, ya que en contra del protoevangelio de Santia-go hubo un
distinguido telogo. Tertuliano, que identific a los hermanos como hijos nacidos de
Mara, pero san Jernimo es-cribi con violenta indignacin contra quienes defendan
ese pun-to de vista.
En cuanto a la importancia actual del tema, la cuestin de si Mara haba tenido otros
hijos engendrados por Jos slo se plan-te tras la Reforma protestante. Entre los
protestantes fue toman-do cuerpo la idea de que el nuevo testamento tena que leerse
segn sus propios trminos (donde se habla de hermanos y her-manas) sin la
influencia de una posterior tradicin, con inde-pendencia de si la tradicin estaba
representada por el protoevan-gelio que hablaba de los hijos de Jos habidos en un
matrimonio anterior, o por un padre de la Iglesia como san Jernimo, que hablaba de
los primos de Jess. Sin embargo, tras este enfoque del nuevo testamento tomado al
pie de la letra se esconda otra problemtica, a saber, la del valor del matrimonio y el
celibato. Muchos protestantes que mantenan que Mara tuvo ms hijos criticaban
implcitamente que los sacerdotes catlicos no se casa-ran y crearan una familia.
Muchos de los catlicos que estaban a favor de la virginidad de Mara defendan
implcitamente el valor del celibato como virtud evanglica y, por tanto, ensalza-ban el
celibato de los sacerdotes y la virginidad. Como comenta-rio a este ltimo punto,
permtame que insista en que nosotros los cristianos que permanecemos leales a la
tradicin de la-siempre-virgen-Mara debemos hacerlo sin denigrar ni el matrimonio
ni la familia. Debemos tener claro en nuestra mente que si tras el nacimiento de Jess
Mara hubiera concebido de una manera normal y hubiera tenido hijos, habra sido
una accin santa ben-decida por Dios, como lo fue su decisin de permanecer virgen,
decisin que va implcita cuando decimos que fue la siempre- virgen.

En cuanto a la disputa que prosigue hoy en da, podramos encontrar alguna ayuda en
la respuesta dada en un libro ecumni-co redactado por biblistas pertenecientes a
diversas Iglesias, Ma-ra en el nuevo testamento, Sgueme, Salamanca 1994, 72-78.
Los autores de esa obra coinciden en que la pregunta de si Mara tuvo otros hijos de
Jos ni se plantea directamente en el nuevo testamento ni se contesta de manera
inequvoca. Ms bien, por motivos comprensibles que dependen de la distinta
valoracin de intuiciones posteriores de la Iglesia, los cristianos han dado distintas
respuestas.

Los catlicos contestamos a esta pregunta, a la luz de la doc-trina de nuestra Iglesia,


que Mara permaneci virgen, lo cual, sostenemos, clarifica la imagen dudosa que
presentan las Escritu-ras. Deberamos abstenernos de considerar como no cristianos a
quienes interpretan el nuevo testamento de manera diferente; ellos deberan
abstenerse de llamarnos no bblicos cuando habla-mos de la-siempre-virgen-Mara. La
diferencia en cuanto a esta creencia no emana de la Biblia; la diferencia deriva, en
gran par-te, de la autoridad de la tradicin y de la enseanza de la Iglesia.

69.Permtame que vuelva a pasar de Mara a Jess.


Inevitable-mente, mucho de lo que usted ha comentado se
refiere a relatos del evangelio sobre Jess, su significado, su
exactitud, etc. Pero, qu es lo que podemos saber con certeza
sobre Jess mismo?
Doy por supuesto que usted no est hablando acerca de una certeza matemtica o de
una certeza de las ciencias fsicas sino de la razonable certeza o de la elevada
verosimilitud propias de los asuntos humanos, por ejemplo, el tipo de certeza que yo
ten-dra acerca de la vida y de las acciones de alguien a quien conoz-co. Algunos
biblistas le daran a usted una respuesta escptica dicindole que es muy poco lo que
podemos saber sobre Jess. Aunque yo soy optimista sobre nuestro conocimiento de
Jess, no voy a tratar de darle una lista exhaustiva, ni tampoco un in-forme detallado
de su vida, como, por ejemplo, que naci en Be-ln, se cri en Nazaret, fue bautizado
por Juan, para iniciar fi-nalmente un ministerio de predicacin mediante parbolas y
cu-raciones, etc. Me imagino que usted querra ms detalles de los que se pueden dar
en este tipo de respuestas, de manera que le recomiendo el libro de Gerd Theissen, La
sombra del Galileo. Las investigaciones histrica sobre Jess traducidas a un relato
(Sgueme, Salamanca '^1995). Se trata de un excelente biblista que desarrolla en
forma narrativa una imagen de Jess y de su tiempo comprensible al hombre de hoy y
acorde con el estado actual de la investigacin. En cualquier caso, si usted tiene
algu-nos puntos concretos, me encantara contestrselos como mejor supiera.

70.Pues s, tengo un punto concreto. Quiero saber qu ense


Jess sobre s mismo. Saba que era Dios?
He aqu una de las raras ocasiones en que quisiera que se vol-viera a formular la
pregunta, porque tal como usted la plantea se presta a que una respuesta inteligible
sea casi imposible. Me disgustan enormemente los juegos de palabras y tengo ese
mismo sentimiento de desconfianza que tienen muchos cuando alguien dice: Qu
quiere decir con esa palabra?. Sin embargo, debo plantear el tema aqu de qu quiere
decir, quien formula la pre-gunta, con la palabra Dios. La pregunta se refiere a Jess,
un judo galileo del primer tercio del siglo I, para quien Dios ten-dra un
determinado significado debido a su formacin y al len-guaje teolgico de su tiempo.
Para simplificar (o quizs ms que simplificar) permtame decir que yo creo que para
un judo de aquel tiempo la idea de Dios debera ser la de aquel que habita en los
cielos, entre otros muchos atributos. Por tanto, si se hubie-ra planteado esta pregunta
a Jess en la tierra: Crees que eres Dios? hubiera significado para l si crea que era
aquel que ha-bita en el cielo. Y se comprende que sa habra sido una pregun-ta mal
planteada, ya que Jess habitaba visiblemente en la tierra. De hecho, jams se le hizo
tal pregunta; lo ms que se le pregun-t fue acerca de su relacin con Dios. Se puede
captar el sabor de ese lenguaje y de ese problema en la escena de Me 10, 17-18: un
hombre se dirige a Jess como maestro bueno y Jess con-testa: Por qu me
llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios. Se puede ver un distanciamiento entre Jess
y el trmino Dios.

Sin embargo, y muy acertadamente, se podra sealar que en otro evangelio se alaba a
Toms por dirigirse a Jess como Se-or mo y Dios mo (Jn 20, 28). La clave de esa
expresin est en que se encuentra en el cuarto evangelio escrito a finales del siglo I.
Yo dira que en aquel entonces, y dado el empeo que tenan los cristianos por
comprender a Jess, stos haban amplia-do, en cierto sentido, el significado de la
palabra Dios. Para ellos ya no significaba simplemente el Padre del cielo; quera
de-cir tambin el Hijo en la tierra. Haban llegado a darse cuenta de que Jess estaba
tan ntimamente relacionado con Dios, tan lleno de la presencia de Dios, que el
trmino Dios poda aplicar-se tanto a l como al Padre del cielo. Permtame recalcar
que esto no supone un cambio en Jess; supone un cambio y un pro-greso en la
percepcin cristiana de quin era l. Dicho progreso prosigui de manera que en el
concilio de Nicea, a principios del siglo IV, los cristianos describan al Hijo de Dios
como Dios verdadero de Dios verdadero. El impacto de Jess y la reflexin que
origin cambi todo el lenguaje teolgico de quienes crean en l, incluyendo el
trmino Dios.

Una vez aclarada (as espero) la dificultad del lenguaje, si me permite reformular su
pregunta de una manera que confo sea fiel a su intencin, voy a tratar de contestarla.
Aceptando que el tr-mino Dios se fue desarrolando hasta representar para los
cris-tianos una verdadera intuicin de la identidad de Jess, creo que su pregunta se
podra formular as: Saba Jess que tena una identidad que sus seguidores
llegaran a comprender ms tarde en el sentido de que era Dios? Si era Dios (y los
cristianos, en su mayora, estn en eso de acuerdo), saba l quin era?. Creo que la
respuesta ms sencilla es s. Evidentemente, no hay mane-ra de demostrar una
respuesta afirmativa, porque no tenemos ma-terial que describa toda su vida. Sin
embargo, con el material que se nos da en el evangelio, se muestra siempre a Jess
consciente de una relacin particular con Dios, que le permite hablar con tremenda
autoridad. Jams aparece una escena en la imagen que nos ofrece el evangelio en la
que descubra algo de s mismo que ya no supiera antes. Soy consciente de que lo que
estoy diciendo va en contra de algunas opiniones populares segn las cuales Jess
habra descubierto su identidad en el bautismo o en algn otro momento, pero no hay
pruebas de tales opiniones. La escena del bautismo est reseada para decirnos a
quienes la leemos quin es Jess, no para decirle a l quin era.

71.Pero sus conocimientos no se incrementaron ? habra


sido humano de haber sabido quin era durante toda su vida?
Permtame empezar por la segunda parte de su pregunta. Us-ted, como yo, que somos
seres humanos, en qu momento de nuestra existencia averiguamos que somos
humanos y lo que eso significa? En cierto sentido, no sabemos que somos humanos
desde el primer momento en que podemos pensar? En ese mo-mento tal vez no
sepamos todas las implicaciones que comporta ser humanos, y ciertamente no
tenemos vocabulario para expresar lo que significa ser humanos. De hecho, es difcil
encontrar una definicin de lo que significa ser humanos. Sin embargo, sabe-mos que
somos humanos.

Por analoga, se podra aplicar algo similar a Jess de quien sabemos que ha sido
verdaderamente divino y verdaderamente humano? por qu no han de creer los
cristianos que l supo quin era desde el primer momento en que empez a actuar su
mente humana? Eso no significaba que pudiera expresar con pa-labras humanas lo
que significaba ser Dios, y de ah que en la pregunta anterior fuera tan cauto con
respecto a la terminologa. Podemos saber que somos humanos sin que sepamos
encontrar el lenguaje adecuado para expresarlo; Jess poda saber que era Dios sin
que pudiera encontrar el lenguaje humano que expresara quin era l. Y mi opinin es,
dicho sea de paso, que eso explica por qu la cristologa est muy implcita en los tres
primeros evangelios, es decir, no es una cristologa en la que los trminos nos digan
quin es Jess, sino una cristologa en la que descubri-mos quin es oyendo lo que dijo
y el tono en que lo deca, y ob-servando lo que hizo y el poder y la autoridad con que lo
haca.

Sin embargo, permtame volver a la primera parte de su pre-gunta con respecto a su


ser humano que va incrementando gra-dualmente sus conocimientos. Si parece que
Jess saba quin era a lo largo de todo lo que se cuenta de su vida, por qu el
conocimiento su identidad divina iba a impedir que se desarro-llara la comprensin
de cmo esa identidad se interrelacionaba con una vida humana en la que el
crecimiento, la experiencia, los acontecimientos de su ministerio, y sobre todo, su
muerte aportaban una mayor comprensin de su condicin humana? Se puede
sospechar la existencia de un desarrollo a partir de una lucha como la que se da en la
escena de Getseman, en Marcos, donde un Jess que haba desafiado a sus discpulos
con anterio-ridad (10, 38) para que bebieran de la copa que l iba a beber, ahora, ante
la muerte, pide a su Padre que, si es posible, pase de l este cliz. Se podra aducir que
eso supone una lucha inte-rior mientras el Hijo de Dios lucha con la experiencia
humana del sufrimiento y de la muerte. Pero slo podemos adivinarlo y lo hacemos a
partir de la analoga con nuestra propia experiencia humana. Nadie conoce las
profundidades misteriosas de la encar-nacin y sus efectos en Jess interiormente.
Los evangelios se escribieron para decirnos lo que nosotros tenamos que saber de
Jess, no lo que saba l de s mismo.

72.No entiendo: usted dice que cree que Jess era Dios; Dios
lo sabe todo; cmo se puede dudar de lo que Jess saba o
ha-blar de un incremento en sus conocimientos?
A esto tendr que contestarle con un lenguaje casi filosfico. Segn la filosofa
escolstica y de manera especial segn santo Toms de Aquino, el conocimiento de
Dios no es como el nues-tro. Nuestra forma normal de conocimiento es mediante
concep-tos y juicios; o dicho de otra manera, pensamos. En la filosofa escolstica, el
conocimiento de Dios es inmediato: no tiene ideas; l conoce las cosas ntimamente;
no necesita pensar en trminos de reunir conceptos y formar juicios, es una forma
distinta de conocimiento. Por tanto, el conocimiento divino que Jess habra posedo
como la segunda persona de la Trinidad (si me puedo servir de un lenguaje que tard
varios siglos en desarrollarse en el cristianismo) en realidad no funcionara en una
mente humana. En un famoso pasaje de la Sumnia theologiae (3, q. 9, a. 1, ad 1)
, Toms de Aquino observaba; Si no hubiera habido en el al-ma de Cristo algn otro
conocimiento aparte de su conocimiento divino, no habra sabido nada. El
conocimiento divino no puede ser un acto del alma humana de Cristo; pertenece a otra
naturale-za. Por tanto, no resulta fcil afirmar; Dios lo sabe todo; por consiguiente,
Jess lo saba todo.

Esa misma filosofa escolstica reconoce que, de vez en cuan-do, se da en el ser


humano un conocimiento inmediato, algo a la manera como Dios sabe, y un claro
ejemplo de conocimiento inmediato no mediante conceptos o abstracciones es el
cono-cimiento que tenemos de nosotros mismos. Sabemos quienes so-mos por ser lo
que somos y no simplemente por pensar lo que somos. Precisamente por ese
principio, al contestar la pregunta; Saba Jess quin era?, no tuve ninguna
dificultad en decir que s. Karl Rahner lo expres con los trminos de la unin
hiposttica, es decir, la unin entre la persona divina y la natura-leza humana. Sin
vincularme a la teologa de ningn autor en particular, y sin meterme en las
expresiones ms abstractas de la teologa sistemtica, creo que es justo decir; Por ser
quien era, Jess saba quin era.

73. Quiere eso decir que Jess no tena ms conocimientos de


los que nosotros tenemos?
No. Tal como ya dej dicho, el conocimiento inmediato de su identidad, su
conocimiento de quin era, significaba que tena el conocimiento ms profundo y ms
ntimo de la voluntad de Dios. Fue totalmente obediente a la voluntad de Dios y, por
tan-to, estaba siempre en armona con la voluntad de Dios; el nuevo testamento lo
describe como el sin pecado. Por tanto, poda ha-blar con autoridad divina sobre lo
que Dios quera de nosotros; esto lo vemos ilustrado en sus frases con amn, donde
esa pa-labra, en vez de emplearse como una respuesta que reconoce la veracidad de
un enunciado, se introduce en el enunciado de Jess que exige nuestro
reconocimiento. La descripcin que hace el nuevo testamento de cmo la gente
quedaba impresionada al ver cmo Jess hablaba con autoridad y no como los dems
maes-tros, es asimismo el reconocimiento de un conocimiento nico de la voluntad de
Dios. El conocimiento que flua del autoconocimiento que Jess tena de su identidad
con Dios durante su vi-da humana es lo que hizo que los cristianos creyeran que la
l-tima revelacin de Dios vino a travs de l. En mltiples oca-siones y de muchas
maneras habl Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta
etapa final, nos ha habla-do por un Hijo (Heb 1, 1-2).

74. Y cul era su conocimiento de los hechos? saba Jess


cosas que sobrepasaban el simple conocimiento humano?
Creo recordar que los telogos escolsticos espaoles de la universidad de Salamanca
defendan que Jess estaba en posesin de una gama extraordinaria de conocimientos:
en todo sera per-fecto, como soldado, como cientfico, como artista, como poeta, etc.
En el nuevo testamento no aparece nada de esto. La gente queda asombrada por su
manera de ensear con autoridad, no por su habilidad al hacer las cosas. El hablara el
arameo y probable-mente el hebreo; tal vez conoca algunas palabras y expresiones
griegas debido a las rutas comerciales que pasaban por Cafarnan; tal vez, los judos
de Palestina recogieron tambin algunas expresiones latinas, especialmente las que
guardaban relacin con el poder romano y las maniobras militares. Pero no veo
ningn motivo para que supiera alguna otra lengua ms all de las que aprendiera en
su entorno familiar, y que las hablara con el acen-to de sus padres. Fueran las que
fueren sus habilidades manuales me imagino tambin que las aprendera de sus
padres. Si bien no debemos apurar al mximo la frase, Lucas, que nos presenta a Jess
concebido por obra de Dios, no tiene ningn inconvenien-te en aplicarle la descripcin
bblica de que creca en sabidura (Le 2, 40.52).

75.Si nos concentramos, por ejemplo, en el conocimiento que


Jess tena de todo lo relacionado con su misin, saba que
iba a morir?
En cierto modo, a m esta pregunta me parece siempre curio-sa. Por lo que voy viendo,
alrededor de los cinco aos, todo indi-viduo de la raza humana toma conciencia de
que morir, por tan-to saber que se ha de morir no constituye una forma especial de
conocimiento. Pero supongo que lo que su pregunta plantea real-mente es si Jess
saba con exactitud la manera y la hora de su muerte. Saba que lo iban a crucificar?

En los evangelios sinpticos aparecen tres famosas prediccio-nes de Jess sobre la


muerte del Hijo del hombre (Me 8, 31; 9, 31; 10, 33-34). Pero se han de tener en
cuenta dos factores al va-lorar aquellas afirmaciones. En primer lugar, se consignaron
en los evangelios pasados entre treinta y cincuenta aos de los acon-tecimientos
ocurridos en el Glgota o Calvario, y por tanto, es muy difcil saber, en el proceso de
elaboracin del evangelio, hasta qu punto aquellas afirmaciones han recibido una
matizacin por parte cristiana al describir lo que sucedi realmente. En segundo
lugar, al encontrar Jess una hostilidad creciente por parte de las autoridades
religiosas, habra presentido ciertamente la posibilidad de una muerte violenta. Tena
el ejemplo de los profetas, que haban sido perseguidos e incluso condenados a
muerte por las autoridades religiosas y polticas. Al vivir en Pa-lestina y conocer las
costumbres y leyes de la prefectura romana que gobernaba la regin pudo haber
sospechado o adivinado que una muerte violenta significara la crucifixin, el castigo
romano habitual. Por consiguiente, un cierto conocimiento de cmo iba a morir no
habra de considerarse necesariamente sobrenatural.

76.Quisiera preguntarle, con todo, sobre un conocimiento que


habra requerido claramente una ayuda sobrenatural.
Conoca Jess el futuro en todos sus detalles? tuvo
conocimiento de que resucitara de entre los muertos?
Tratar de contestar a la pregunta con todo detalle; pero per-mtame volver a sealar
la diferencia existente entre la convic-cin de que Dios le hara salir victorioso (lo que
no slo se ates-tigua en el nuevo testamento, sino que est en total armona con la fe y
confianza de los salmistas del antiguo testamento en los momentos de profunda
afliccin) y un conocimiento detallado de cmo iba a suceder. A usted le interesa esto
ltimo. Existen, una vez ms, algunas manifestaciones que hizo Jess durante su
mi-nisterio, en las que predice la resurreccin del Hijo del hombre.

Aqu se tendra que aceptar una falta de acuerdo entre los telogos cristianos. Tal
como seal en mi libro Jess, Dios y hombre (Sal Terrae, Santander 1973), donde
afront directamen-te la cuestin de qu era lo que saba Jess, hubo Padres de la
Iglesia en los primeros siglos que no tuvieron ninguna dificul-tad en aceptar cierta
ignorancia en Jess que formaba parte de su condicin humana. (Y aqu se emplea la
palabra ignorancia en el sentido de falta de conocimiento; deberamos evitar
siem-pre el trmino peyorativo de ignorante al referirnos a Jess). Esto concuerda
con lo que se afirma en la Carta a los hebreos (4, 15) de que, al igual que nosotros fue
probado en todo, menos en el pecado; ese pasaje no indica que no fuera como
nosotros en lo que respecta a la falta de conocimientos.

Sin embargo, hubo otra tendencia en el pensamiento cristiano que insista en atribuir
a Jess todas las perfecciones y daba por supuesto que una falta de conocimiento es
una imperfeccin. Se puede argumentar al respecto que generalmente no se admira a
la gente que lo sabe todo, ya que es propio de la condicin hu-mana, no una
imperfeccin, tener unos conocimientos limitados. En cualquier caso, en la escolstica
medieval, especialmente en los escritos de santo Toms de Aquino, se defiende la tesis
de que Jess tuvo unas formas especiales de conocimiento. Santo Toms (cf. pregunta
72) defiende que resulta intransferible el co-nocimiento divino a la mente humana, ya
que sta trabaja me-diante conceptos. Por tanto, se supone que a Jess le fue dado un
conocimiento til para la mente humana. (Pero ni an as da-ba por supuesto Toms
de Aquino que Jess en cuanto hombre lo conociera todo). Toms de Aquino hablaba
de un conocimien-to infuso y de un conocimiento accesible al espritu de Jess
me-diante la posesin de la visin beatfica a lo largo de toda su vida. Muchos telogos
modernos han puesto en duda este tipo de ayuda sobrenatural. En especial Karl
Rahner, Joseph Ratzinger y Jean Galot (quienes representaran un amplio espectro de
distintos enfoques teolgicos) han indicado que, en su opinin, no es necesario
afirmar que Jess gozaba de la visin beatfica tal como se ha venido entendiendo
tradicionalmente. De distintas maneras vienen a afirmar una experiencia inmediata de
Dios (cf. pregunta 72), pero sin insistir en la transmisin de ese conoci-miento
mediante la visin beatfica, tal como afirmaba Toms de Aquino.

Esas distintas especulaciones teolgicas van ms all de los datos del nuevo
testamento. Los telogos que admiten ignorancia o no afirman unas concesiones
especiales de conocimiento divi-no, estaran en consonancia con la opinin
mayoritaria de los exegetas bblicos de que Jess comparti muchos de los
presu-puestos religiosos de su tiempo, presupuestos que reflejaban las limitaciones
del conocimiento de su tiempo. Por ejemplo, Jess parece aceptar al pie de la letra que
Jons permaneci tres das y tres noches en el vientre de una ballena (Mt 12, 40),
mientras nosotros entenderamos el libro de Jons como una parbola. En Me 12, 36-
37 Jess afirma que David pronunci la primera lnea del salmo 110; Dijo el Seor a
mi Seor, dando por supuesto que David estaba pensando en el futuro Mesas. Pocos
biblistas modernos interpretaran de esa manera el significado original del salmo. En
Jess, Dios y hombre cito otros ejemplos en los que Jess parece compartir los
limitados puntos de vista de su poca con respecto a algunos temas que son religiosos
en un sentido amplio. En consecuencia, se puede defenderse, tanto bblica co-mo
teolgicamente, un conocimiento limitado en Jess.

Vale la pena subrayar que tan peligroso es negar la plena hu-manidad de Jess como
su plena divinidad, y puede argumentarse que es autnticamente humano sentirse
uno limitado y condicio-nado por el tiempo en nuestros conocimientos. De ah que
poda-mos tener en Jess la extraa combinacin de una absoluta certe-za de lo que
Dios quiere de nosotros para que venga a nosotros el reino de Dios as como una
manera humana limitada de expre-sar el mensaje.

77.Pero si admitimos un conocimiento humano limitado por


parte de Jess qu nos dice de sus perspectivas para el
futuro? Algunas de ellas afectan directamente a la misma
existencia de la Iglesia.
Es una pregunta muy aguda. Esta es una de las razones por las que siempre sostuve
que una equilibrada estimacin, tanto del carcter revelador del ministerio de Jess
como de su conoci-miento humano limitado, tiene una gran importancia para el
cris-tianismo. Si se sita la revelacin sin limitaciones en el conoci-miento humano,
uno se imagina a un Jess que conoca anticipa-damente todo cuanto iba a suceder:
cmo se iba a desarrollar la Iglesia, dnde se evangelizara... y hasta los ms pequeos
deta-lles de la liturgia y de la organizacin de la vida eclesial. En pocas palabras, se
dibuja a un Jess que nos da un organigrama perfecto de la Iglesia, y que,
curiosamente, a menudo se parece mucho a cmo se entenda en tiempos pasados la
fundacin de la Iglesia.

Ante tales teoras, un especialista en el nuevo testamento ha de plantear el debate: A


partir de las palabras de Jess que nos transmiten los evangelios, dnde se
encuentra, o por lo menos, se insina tal modelo? En los cuatro evangelios, la palabra
Igle-sia aparece nicamente dos veces en labios de Jess. Y puesto que dicha
palabra se refiere claramente a la comunidad local en Mt 18, 17 se puede decir que tan
slo una vez en todos los evan-gelios lleg Jess a hablar de la Iglesia en su sentido
ms am-plio, a saber, en Mt 16, 18: Sobre esta roca edificar mi Igle-sia, una
afirmacin a la que muchos atribuyen un origen pos-terior a la resurreccin. Por
consiguiente, no existe una absoluta claridad evanglica sobre un plan detallado de o
para la Iglesia, y el peso de las pruebas ha de recaer sobre quienes dan por sen-tado
que Jess haba pensado en todo ello.

78. Entonces, ustedes los biblistas estn diciendo que Jess


no fund la Iglesia?
Debo contestarle rotundamente que no estoy diciendo eso. En mi libro Biblcal
Exegesis and Church Doctrine (New York, Paulist, 1985, 60), en el que se afirma
claramente que se puede defender con la Biblia que Cristo fund la Iglesia, hace
referen-cia a un debate entre Karl Rahner y Hans Kng, en el que Rahner defenda la
postura de que Cristo fund la Iglesia, mientras que Kng la consideraba imprecisa.
Kng tal vez conozca el ma-terial bblico de manera ms crtica que Rahner, pero, en
mi opi-nin, Rahner acertaba en su intuicin. La fundacin de la Iglesia por Cristo es
una parte fundamental de la propia concepcin cris-tiana. Pero al fundar la Iglesia no
haca falta que Jess tuviera un conocimiento minucioso de lo que habra de ser la
Iglesia o que hubiera trazado un proyecto para la misma. Formando parte esencial de
su ministerio, Jess convoc a todos sus seguidores y los implic en su tarea; y Jess
resucitado derram el Espritu santo sobre ellos para que de esta manera pudieran
continuar su obra. Ellos constituyen la continuidad entre Jess y la Iglesia que surgi
de su predicacin. La Iglesia no es una mera institucin humana ni fue su origen el
simple resultado de una idea intuitiva por parte de los seguidores de Jess. Ellos
comprendieron que al convocar a sus fieles para que formaran una comunidad no
hacan sino proseguir directamente lo que haba hecho Jess cuando los llam y los
envi a continuar su obra. Por esa razn insisto en la defensa de la idea de que Cristo
fund la Iglesia.

79. Qu nos dice de los sacramentos? implica nuestra


com-prensin de los mismos que fueron instituidos
directamente por Cristo ?
Creo que la pregunta emplea con precisin el trmino adecua-do: Cristo. La
pregunta anterior haca referencia a la fundacin de la Iglesia por Jess y no puse
ninguna objecin porque creo que existe una continuidad entre lo que Jess hizo
durante su vi-da y la Iglesia resultante. No obstante, las formulaciones clsicas para
relacionar la realizacin concreta de la Iglesia con Jess de Nazaret las remontara a
Cristo. Los maestros de la Iglesia, res-ponsables de tales formulaciones no estaban
pensando simple-mente en el Jess del ministerio, o sea, en lo que exactamente dijo y
saba Jess antes de su crucifixin. Ellos estaban pensan-do en la visin global que el
nuevo testamento ofreca de Jess como Cristo, el Mesas, desde una perspectiva
postpascual. Con-testando a la pregunta 40, ya reseada, seal hasta qu punto, en la
fase de predicacin anterior a la redaccin de los evange-lios, la fe en la resurreccin
iluminaba todo lo que no se haba entendido anteriormente. Por consiguiente, al
comentar la institu-cin de los sacramentos, la norma no es simplemente lo que dijo
Jess en Palestina en los aos 20, sino las huellas que de esos sacramentos
encontramos en todo el nuevo testamento.

Su institucin por Cristo significa que esas acciones que lla-mamos sacramentos son la
especificacin y aplicacin de un po-der que durante su ministerio y tras su
resurreccin dio Jesucristo a su Iglesia a travs de sus apstoles, un poder que
abarcaba todo cuanto era necesario para hacer que el orden de Dios o su Reino
triunfara sobre el mal, mediante la santificacin de la vida de todos, desde el
nacimiento hasta la muerte. Lo que decimos es que los sacramentos no son un invento
de la Iglesia, sino que forman parte del plan de Cristo. Yo no encuentro contradiccin
entre un enfoque moderno bblico y la institucin por parte de Cristo entendida de
esta manera.

80.Ms concretamente, instituy Jess, en la ltima cena, el


sacramento de la eucarista?
La enseanza cristiana habitual ha sido que la eucarista fue instituida por Cristo
(vuelvo a recurrir a la palabra clsica, Cris-to) en la ltima cena y eso fue lo que
declar el concilio de Trento para los catlicos. Con todo, una vez ms, eso no implica
que se tenga que creer que Jess en la ltima cena previese todo lo que se iba a
derivar de sus palabras sobre el pan y el vino de los que dijo que eran su cuerpo y su
sangre. No se tiene que pen-sar que previera toda una evolucin litrgica, cmo iban a
cele-brar la eucarista todos los cristianos, o que l hubiera hablado acerca de la
transubstanciacin.

Resulta interesante notar que mientras en dos de los cuatro relatos de las palabras
eucarsticas de la ltima cena se dice: Haced esto en conmemoracin ma (Le 22, 19;
1 Cor 11, 24. 25), esas palabras no aparecen ni en Marcos ni en Mateo. Un biblista tan
respetado y prudente como el dominico P. Benoit se pregunt si no se tratara de una
instruccin litrgica que apare-ci en las celebraciones que conocan Lucas y Pablo
para subra-yar la fidelidad de esa eucarista a la intencin de Jess. En tal
interpretacin: Haced esto en conmemoracin ma formara parte del desarrollo del
mensaje evanglico correspondiente a la segunda etapa ya comentada en la pregunta
40.

Incluso sin recurrir a tal teora, yo vera una similitud entre la institucin de los
sacramentos y la fundacin de la Iglesia. Tanto en un caso como en el otro, se puede
decir perfectamente que son obra de Cristo, pero no no es necesario suponer que
Je-ss tuvo un preciso y detallado conocimiento de todo lo que de ah se derivara. El
Espritu santo guiaba los acontecimientos e indicaba aquello que se mantena fiel al
pensamiento de Jess.
81.No tenemos, sin embargo, una normativa ms directa de
Jess sobre el bautismo, una normativa que nos indica que ya
saba todo lo que iba a pasar?
Supongo que se refiere a las ltimas palabras de Mateo (28, 19) donde el Seor
resucitado dice: Id y haced discpulos de todas las naciones, bautizadlos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espritu santo. Pero ese mismo texto debe ser matizado. Si
esa expresin se hubiese elaborado inmediatamente despus de la resurreccin
precisamente con esas mismas palabras, el li-bro de los Hechos resultara casi
ininteligible, ya que entonces no habra existido ninguna razn para que los
seguidores de Jess hubiesen tenido la ms mnima duda de que l quera que se
hi-cieran discpulos entre los gentiles. Sin embargo, el debate sobre la aceptacin de
los gentiles continu a lo largo de los veinte primeros aos de cristianismo.
Igualmente, si como sugiere el texto de Mateo, una forma tan completa para el
bautismo como la de en el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu santo se
hubiera conocido inmediatamente despus de la resurreccin, la expresin ordinaria
que encontramos en todo el nuevo testa-mento de bautizar en nombre de Jess se
hace ms difcil de en-tender. Ms bien, lo que encontramos en Mateo como las
ltimas palabras en labios del Seor resucitado es una comprensin de la misin que
el Seor dio a sus discpulos que slo qued clara tras muchos aos de esfuerzos por
la conversin de los gentiles y despus que una reflexin mostrara hasta dnde
llegaba la co-munin entre el Padre y el Hijo y el Espritu santo, de modo que el
bautismo en el nombre de Jess era obra tambin del Padre y del Espritu.

Quisiera hacer aqu una observacin, aun cuando no vaya a extenderme al respecto.
Esta frase se atribuye a Jess resucitado y las frases que se le atribuyen en los
distintos evangelios difie-ren mucho ms de las que se atribuyen a Jess durante su
minis-terio. Al contestar a la pregunta 53, seal que mientras Jess resucitado
ciertamente se aparece corporalmente, con todo, se ha producido una notable
transformacin por lo que desconoce-mos, en realidad, de qu manera hablaba Jess
resucitado, es decir, si se comunicaba mediante sonidos audibles e inteligibles. Las
diferencias en las frases que se le atribuyen pueden significar que revel su voluntad,
pero que esta revelacin la concretaron mediante palabras aquellos que recibieron la
revelacin. Sin em-bargo, todo esto no es sino una simple especulacin y no voy a
insistir en ello.

82.Entonces sin una normativa directa por parte de Jess,


c-mo llegaron los cristianos a bautizar? qu les movi en
esta direccin ?
Francamente, no lo sabemos con exactitud. En los tres prime-ros evangelios nunca se
dice que Jess bautizase a alguien; en Jn 3, 22, ya se dice que l bautiz, para negarlo
luego en Jn 4, 2 No obstante, l fue bautizado por Juan el Bautista, y ese ejem-plo
podra haber llevado a sus seguidores, algunos de los cuales fueron discpulos de Juan
el Bautista, a reconocer que tal como Jess acogi la predicacin de Juan hacindose
bautizar por l, as los creyentes en Jess mostraban su acogida de Jess median-te el
bautismo y, por supuesto, hay una frase relacionada con Juan el Bautista que deca,
que mientras l bautizaba con agua, habra de venir alguien que bautizara con el
Espritu santo (y con fuego). Por tanto, un bautismo asociado con el don del Es-pritu
santo pudo muy bien haber sido una de las expectativas de los seguidores de Jess.
Con todo, aunque desconozcamos to-dos los factores que les llevaron a entender el
bautismo como signo de fidelidad al pensamiento de Jess, hay costumbres y di-chos
que lo convierten en una prctica comprensible. Por ejem-plo, entre los judos exista
un ritual para lavar a los conversos. La profesin de fe en Jess pudo haber sido
entendida como una especie de conversin que requera ese tipo de iniciacin. Pero, y
vuelvo a repetirlo, se trata de una simple especulacin y no voy a insistir en ello.

Lo que resulta interesante es la rapidez con que el bautismo se llega a convertir en


una prctica universal entre quienes profe-saban su fe en Jess. En el nuevo
testamento slo hay un caso de creyentes que en el perodo siguiente a la resurreccin
no ha-ban sido bautizados, a saber, en Hech 18, 24-19, 7, donde en Efeso, Apolo y
algunos otros discpulos han recibido nicamente el bautismo de Juan. Poda tratarse
de algunas personas que ha-ban llegado a creer en Jess durante su ministerio pero
que no se haban encontrado con comunidades cristianas en tiempos pos-teriores a la
resurreccin? (Por lo que hace referencia a Apolo, ste poda haberse convertido a
Jess mediante alguna de aque-llas personas). De cualquier manera, en todas nuestras
fuentes de informacin, el bautismo aparece como una prctica esperada y aceptada.

83.Qu significaba el bautismo para los primeros cristianos?


Nuestra teologa cristiana del bautismo, por lo general, es, en realidad, el conjunto de
los distintos aspectos del bautismo men-cionados en el nuevo testamento. Por eso le
dira que era eviden-te que el bautismo significaba, por lo menos en lneas generales,
cosas distintas para cristianos distintos. En una obra del nuevo testamento
relativamente tarda como el evangelio de Juan, la referencia a ser engendrado por
Dios, o nacido de arriba, guarda relacin con el agua y el Espritu. Eso implica que el
bautismo se consideraba como el momento del nacimiento del cristiano, un
nacimiento que no era de una madre natural sino del mismo Dios, un ser concebido en
el que el creyente recibe la misma vida de Dios. Pablo insiste en que uno se bautiza en
la muerte del Seor. Y as el bautismo se convierte en nuestra participa-cin en la
muerte salvadora de Cristo, y el salir del agua del bautismo se puede comparar, en
cierto modo, a Jess saliendo de la muerte. En lenguaje asociado con el bautismo, en la
prime-ra Carta de Pedro se habla de los gentiles que ahora pasan a ser un pueblo
elegido, de modo que, de alguna manera, el bautismo representa la entrada a formar
parte del pueblo de Dios.

Si se pregunta sobre los primeros cristianos, en Hech 2 se describe cmo la peticin


del bautismo haca cristianos a quienes oyeron el sermn de Pedro en pentecostes. En
estos relatos de los Hechos de los apstoles hemos de tener en cuenta que fueron
escritos unos sesenta aos despus de los acontecimientos y que llevan asociada la
interpretacin de una teologa posterior. Con todo, resulta interesante que la peticin
formulada por aquellos que escuchan con buena disposicin la predicacin apostlica
en Hech 2 implica una metanoia (un cambio de mentalidad, de cora-zn y de vida que
guarda relacin con la proclamacin de Jess del Reino) y una insistencia sobre el
bautismo (2, 38). En otras palabras, los predicadores exigen lo mismo que Jess (la
meta-noia), y luego imponen una segunda exigencia que no consta que Jess haya
hecho jams a sus seguidores durante su ministerio pblico (el bautismo). Esa
exigencia adicional del bautismo tiene una consecuencia interesante: el seguimiento
de Jess comporta ahora un paso visible. Durante la vida de Jess, la gente poda
escucharle, sentir su influencia, pero se iban sin ningn signo exterior de que haban
llegado a creer en su proclamacin del reino. La exigencia, por parte de los
predicadores, de un signo visible, que comporta un cierto contenido histrico, porque,
de otro modo, el bautismo no se habra propagado tan ampliamente, es, en cierto
sentido, el primer paso para la organizacin de los creyentes en una comunidad
visible. El seguimiento de Jess, mientras l viva, era informal; el instinto de los
primeros cris-tianos les llev a exigir un compromiso formal que identificara al
creyente y lo asociara con otros creyentes. Dicho de otra ma-nera, quizs uno de los
primeros rasgos del bautismo fue ese pa-so que constitua una comunidad. Con esto
slo hemos subrayado algunos aspectos del bautismo en el nuevo testamento.

84.Qu nos dice de la eucarista? cmo llegaron los


cristia-nos a celebrar comidas eucarsticas y qu significado
tenan pa-ra ellos esas comidas?
Una vez ms nos encontramos con distintos aspectos de la eucarista resaltados en
distintos escritos del nuevo testamento. Al contestar la pregunta 80, ya hice mencin
de la enseanza cristiana tradicional sobre la institucin de la eucarista en la ltima
cena, a saber, que el sentido de la eucarista est intrnse-camente relacionado con el
significado que dio Jess, en aquella cena, al pan y al vino como su cuerpo y su sangre.
Y ciertamente esa debe haber sido una primera concepcin cristiana, ya que en 1 Cor
11, 23-26 Pablo menciona la eucarista (la nica vez que hace mencin de ella)
precisamente en relacin con la noche en que Jess se entreg o fue traicionado y se
refiere a la accin que los evangelios relacionan con la ltima cena. Segn Pablo, cada
vez que se celebraba la eucarista, los cristianos recordaban la muerte del Seor hasta
su vuelta. Obsrvese que no slo es un recuerdo o una representacin de la muerte del
Seor (algo pasado en lo que se nos permite participar, de la misma manera que para
Pablo hay un bautismo en la muerte del Seor) sino la anticipacin de algo futuro. El
aspecto futuro de la venida del Seor se debi destacar muy pronto en la eucarista.
Cuando Je-ss regresara, los cristianos participaran en el banquete celes-tial.
Realmente ellos pueden haber concebido a Cristo como re-gresando definitivamente
en la eucarista. En la comunidad de los manuscritos del Mar Muerto haba un lugar
vaco para el Me-sas en el simblico banquete, por si Dios le haca surgir duran-te la
comida. Obsrvese cmo este aspecto futuro de la eucaris-ta se ha vuelto a introducir
en la misa tras la consagracin, co-mo parte de la proclamacin del misterio de fe, ya
que en dos de las tres respuestas se menciona la futura venida del Seor.

85.Qu nos dice del evangelio de Juan? En l no se hace


nin-guna mencin de la eucarista en la ltima cena.
As es exactamente. Y en cierto modo no deja de ser sorpren-dente, ya que el relato
que hace Juan de la ltima cena es el ms extenso. Si Pablo considera como una
tradicin conocida que Jess realiz la accin eucarstica en la noche anterior a su
muer-te, la omisin por parte de Juan puede representar una deliberada opcin para
hablar de la eucarista en otra parte de la vida de Jess, sin negar por ello su relacin
con la ltima cena, pero viendo sus potencialidades en una accin anterior.

Cuando se piensa en la eucarista relacionndola nicamente con la ltima cena se


convierte en algo que hace Jess tan slo en vsperas de su muerte, al final de su vida.
De este modo viene a contrastar con su ministerio habitual de predicacin, de signos
milagrosos para ayudar y curar a la gente. Pero Juan se mueve en una direccin
contraria al relacionar las palabras eucarsticas no con una accin especial y aislada al
final de la vida de Jess, sino con la multiplicacin de los panes, un signo realizado
duran-te el ministerio de Jess. Jess dio de comer pan a la muchedum-bre; los
aliment. Si la muchedumbre lo hubiera entendido, aque-lla comida, aunque material,
no tena un significado primordial-mente material. El pan era signo de un alimento
espiritual que alimentaba la vida divina recibida en el bautismo. En el captulo 6 de
Juan, tras resaltar el valor nutritivo de su revelacin como pan celestial, Jess destaca
el valor nutritivo de su carne y de su sangre; es el lenguaje eucarstico de Juan. Es a
Juan, pues, a quien debemos primariamente el entender la*eucarista como alimento,
el alimento para la vida eterna.

Ya que estoy tratando del tema de las conexiones de la euca-rista ms all de la ltima
cena, probablemente haya relacin en algunos textos del nuevo testamento entre la
fraccin eucars-tica del pan y la aparicin de Jess resucitado en las comidas en las
que l parta el pan. Ciertamente ese parece ser el caso de Le 24, 35, donde los dos
discpulos que iban caminando hacia Emas reconocieron a Jess al partir el pan. Una
relacin as puede haber sido el canal a travs del cual pas a primer plano la
insistencia en la presencia real de Jess. Despus de todo, en la teologa cristiana es
Jess resucitado quien est presente en la eucarista, as como estaba presente Jess
resucitado cuando los discpulos partan el pan. No estoy diciendo que aquellas
co-midas posteriores a la resurreccin fueran eucarsticas; lo que digo es que al
reflexionar sobre la presencia de Jess en tales comidas, los cristianos podran haber
llegado a comprender un aspecto muy importante de la teologa eucarstica. As pues,
tres comidas (la ltima cena, la multiplicacin de los panes y las co-midas tras la
resurreccin) habran dejado todas ellas su huella en el pensamiento cristiano sobre
la eucarista. Resulta difcil sealar cul de ellas fue la primera.
De todas formas, confo en que se vea que mis respuestas con respecto al bautismo y a
la eucarista guardan relacin con el enfoque general que hice de unos orgenes de la
Iglesia no minu-ciosamente establecidos desde el principio. Inmediatamente des-pus
de la resurreccin los cristianos carecan de una visin com-pleta de todos los
aspectos del bautismo o de la eucarista, por muy pronto que empezaran a realizar
esas acciones. Slo transcu-rrido cierto tiempo, y por obra del Espritu santo, llegaran
a darse cuenta de las mltiples riquezas de lo que ellos considera-ban como dones de
Cristo.

86.Qu relacin tuvieron los primeros cristianos y los


judos?
Bueno, por supuesto que todos los primeros cristianos eran judos. Jess y los
primeros que creyeron en l tambin eran judos. Y esto ayuda a explicar la falta de un
anteproyecto para la Iglesia. No haca falta crear nuevas estructuras porque el
ju-daismo tena ya las suyas; tena su sacerdocio, sus sacrificios, su liturgia, sus
festividades, su administracin. Jess no tena que pensar en nada de esto, mientras
hubiera una apertura a la refor-ma espiritual exigida por la proclamacin del Reino.

En el libro de los Hechos (3, 1; 5, 12) se nos dice que Pedro y Juan, y algunos ms de
entre los Doce, es decir, las figuras destacadas de los primeros tiempos, acudan al
templo a las horas de oracin. Se nos dice que su fe en Jess no originaba ningn
conflicto con el culto del templo. Me 12, 29 presenta a Jess enseando un elemento
esencial para acoger el reino de Dios con la oracin; Escucha, oh Israel, el Seor
nuestro Dios, es el ni-co Seor, el Shenia, la oracin juda ms fundamental. Un
him-no como el Benedictus (Le 1, 68-79) tiene la estructura y estilo de los himnos
judos correspondientes al perodo del nuevo testa-mento, excepto en cuanto a su
sentido de que ya se ha realizado la intervencin divina, que los cristianos crean que
ya se haba producido en Jess. Podran aducirse muchos ms ejemplos del judasmo
de los primeros cristianos.

87.Qu motiv que los cristianos se separaran de los judos?


A esa pregunta no se puede contestar fcilmente; y ello se debe a que slo omos a una
de las partes. No existe ninguna obra juda de aquella poca que describa las
relaciones de los judos que no creyeron en Jess con aquellos otros que s creye-ron.
Incluso las noticias judas posteriores, que se remontan muy probablemente a los
siglos II y III, se refieren a esta cuestin slo de forma confusa e indirecta. Si
trabajamos con referencias cristianas, combinndolas con el sentido comn, la
contestacin ms apropiada es la de que la separacin de los cristianos del judasmo
se produjo en distintas reas y en tiempos distintos, con distintos matices y por
distintos motivos.

Un factor que indudablemente influy en algunas zonas fue la mezcla de un gran


nmero de cristianos gentiles con cristia-nos judos. Las sinagogas, formadas en su
mayora por judos que no crean en Jess, se habran sentido muy incmodas si se
hu-bieran presentado en ellas gentiles reclamando formar parte de Israel por creer en
Jess. En otros lugares, la totalidad de las sinagogas judas podran haber llegado a
creer en Jess; o aquellos que se hacan cristianos podran haber formado su propia
si-nagoga. Durante algn tiempo, las sinagogas que no eran cristia-nas quizs no se
sintieron capaces de tomar medidas contra tales sinagogas cristianas. Eso podra
significar que algunas sinagogas cristianas habran seguido pensando, durante algn
tiempo, que no haban sido rechazadas formalmente por el judasmo.

Asimismo, la intensidad proselitista en la proclamacin del evangelio pudo tambin


ser otro factor. En el caso de que los judos que empezaban a creer en Jess hubieran
continuado evan-gelizando decididamente a los judos que no crean en l, se hu-biera
creado una divisin en la sinagoga que habra acabado f-cilmente en expulsin. Otro
factor podra haber sido la forma en que los cristianos creyentes expresaban su
valoracin de Jess, es decir, su lenguaje cristolgico. En mi opinin, segn el cuarto
evangelio, donde los cristianos confesaban a Jess como Dios (Jn 20, 28), los
dirigentes de la sinagoga, al parecer, reacciona-ron pronta y enrgicamente contra los
creyentes cristianos. Los cristianos joanneos eran agresivos en su argumentacin y se
les haca responsables de convertir a un simple hombre en alguien igual a Dios (5, 18;
10, 33). Aunque el judasmo no era una re-ligin ligada fuertemente a un credo, a
duras penas poda aceptar que frecuentaran la sinagoga quienes veneraban a dos
dioses; y la proclamacin cristiana del Verbo como Dios se entenda como una especie
de ditesmo.

Ciertamente se dan tambin otros factores, pero los que acabo de describir, pudieron
haber precipitado, en ciertas reas, la sepa-racin de los cristianos del judasmo e
incluso el que se les ex-pulsara de las sinagogas (Jn 9, 22.34; 16, 2), mientras que en
otras zonas, con una situacin social ms pacfica, se puede ha-ber visto a los judos
cristianos asistiendo todava a la sinagoga sin contratiempos de importancia. A partir
de los aos 50, y qui-zs hasta avanzado ya el siglo II (entre los aos 125-150), se fue
prolongando el proceso de separacin, hasta que finalmente, en la propia
comprensin de cada grupo, se acab viendo que los cristianos y los judos
representaban distintas religiones.

88.Hubo alguna persecucin de los cristianos por parte de


los judos?
Tengo que volver a recordarles al respecto que sobre este te-ma, en la prctica, slo
disponemos de testimonios cristianos.

Pudiera ser que lo que una de las partes consideraba persecucin, la otra lo viera
como simple correccin pedaggica. Pablo en Gl 1, 13-14 afirma que l mismo
persigui a los cristianos, y eso podra haber ocurrido, a principios de los aos 30, en
Jerusaln o Damasco. Los evangelios predicen que los que crean en Jess sern
arrastrados ante las autoridades de la sinagoga y apaleados (Mt 10, 17; 23, 34; Le 12,
11) y eso se habra considerado una persecucin. Juan no slo describe la expulsin de
los cristianos de la sinagoga, sino tambin que dar muerte a los cristianos por parte de
los judos se iba a interpretar como un servicio a Dios (16, 2-3). Significa eso una
eliminacin fsica por parte de las autoridades judas? (En 2 Cor 11, 24 dice Pablo que
recibi 39 azotes por parte de los judos, que era un castigo decretado por la
sinagoga). O significa que las autoridades judas denunciaban a los cristianos ante las
autoridades romanas para que stas luego les castigara? La contestacin depende
probablemente de si las autoridades de la sinagoga expulsaban a los cristianos e
identifi-caba a los expulsados como no judos. Roma podra interesarse por este grupo
de gente expulsada para enterarse si eran ateos y peligrosos; as, los expulsados, al
verse privados de la protec-cin de su identidad juda, podran ser ejecutados por los
roma-nos. Segn mi opinin, es probable que directa o indirectamente las autoridades
de las sinagogas persiguieran rigurosamente a los cristianos en unas zonas
determinadas, pero no en otras.

89.Hasta qu punto los doce apstoles desempearon un


papel primordial en la Iglesia primitiva?
Para contestar a esta pregunta tengo que hacer una distincin entre los Doce y los
apstoles. La frmula que usted ha emplea-do de los doce apstoles aparece en
ciertos libros tardos del nuevo testamento, pero en ellos se concentra en dos palabras
la designacin de personas que ejercan dos cometidos distintos.

La frmula ms primitiva fue la de los Doce. Se trataba de un grupo de hombres


escogidos por Jess durante su vida para simbolizar la renovacin de Israel. La nica
manifestacin que hizo Jess sobre el simbolismo de los Doce es que se sentaran en
(doce) tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt 19, 28; Le 22, 30). En los
inicios de Israel, segn el relato bblico, hubo doce patriarcas de quienes descendan
las doce tribus. En este momento crucial de la renovacin de Israel, tenemos a estos
doce hombres, escogidos por Jess para simbolizar a las doce tribus de! Israel
renovado. Son figuras escatolgicas como mues-tra su papel como jueces en doce
tronos celestiales. Pablo sabe de su existencia ya desde el tiempo de las apariciones de
la re-surreccin, ya que los menciona en 1 Cor 15, 5. Como grupo ac-tivo son
mencionados en las primeras descripciones de la Iglesia de Jerusaln (Hech 6, 2). En
efecto, parece que en un principio estuvieron relacionados con Jerusaln, lo que no
sorprende. Co-mo tienen que tomar parte en el juicio, Hech 1, 11-12 (adems de Zac
14, 4-5) parece indicar que se esperaba que Jess volviera para juzgar en el Monte de
los Olivos a Jerusaln. En el libro de los Hechos, los nicos miembros de los Doce cuya
actividad va ms all de Jerusaln son Pedro y Juan, lo que, en parte, con-firma Pablo,
que habla de Pedro (Cephas) en Antioquia (Gl 2, 11) y dice que era muy conocido por
la comunidad de Corinto, tal vez por haber visitado la ciudad (1 Cor 1, 12; 9, 5).

Pasando de los Doce a los apstoles, nos encontramos con que existen distintos
significados de la palabra apstoles en el nuevo testamento y ciertamente forman
un grupo que su-pera el nmero de doce. Vase en 1 Cor 15, 5 y 7 donde todos los
apstoles constituyen un grupo que no se reduce a los Do-ce. Para Pablo, al menos
en la mayora de sus acepciones, las caractersticas de un apstol son las de quien ha
visto al Seor resucitado y ha sido enviado por l para proclamarlo y dar testi-monio
de l en diversos lugares, tanto por medio de la palabra como del sufrimiento. Segn
este criterio, Pablo piensa claramen-te en Pedro uno de los Doce como apstol
(Gl 2, 7). No tenemos una plena seguridad de si consideraba al resto de los Doce
como apstoles segn este mismo modelo, si bien los libros ms tardos del nuevo
testamento hablaban ya de los Doce como apstoles. Todava una tradicin posterior
atribua a los Doce tareas de apostolado con una amplia repercusin en distintas
partes del mundo, si bien puede tratarse muy bien de simples leyendas.

90.Yo siempre tuve la impresin de que los doce apstoles


go-bernaron toda la Iglesia. Si no fue as cmo se organiz la
Igle-sia primitiva? quin la diriga?
Tal como ya, en parte, indiqu en una respuesta a una pre-gunta anterior, yo veo el
cometido de los Doce cargado de contenido simblico para un renovado Israel, y
pienso en la Iglesia primitiva como la personificacin del Israel renovado. La Iglesia
primitiva no se consider a s misma como una entidad separada de Israel. Por tanto,
los Doce prestaron un importante servicio en favor de la unidad de las primitivas
comunidades cristianas. No obstante, no se les consideraba como los administradores
de las comunidades. Efectivamente, lo de negarse en Hech 6, 2 a servir las comidas
pone de manifiesto su negativa a verse invo-lucrados en la administracin local de un
grupo cristiano. Ni co-mo grupo, ni como individuos, se presenta a los Doce como
di-rectores de alguna Iglesia local.

Slo tenemos una informacin parcial en lo referente al desa-rrollo de la organizacin


los grupos cristianos locales. Ningn escrito del nuevo testamento trata de describirlo
y dependemos, por tanto, de referencias ocasionales o fortuitas. En Hech 6, 5 se confa
a siete varones la administracin de la comunidad cris-tiana helenista, es decir, un
grupo, probablemente, de judeo-cristianos, que tenan una actitud hacia el templo ms
crtica que otro grupo de judeo-cristianos, a los que se daba el nombre de hebreos.
Aunque ese captulo no especifica quines eran los ad-ministradores de la comunidad
cristiana hebrea, en pasajes pos-teriores encontramos referencias (Hech 12, 17; 15,
4.13; 21, 18) a Santiago, el hermano del Seor, y a los ancianos que ocupaban un lugar
destacado en la Iglesia de Jerusaln. En 1 Tes 5, 12, Pablo habla de que algunos
estaban sobre otros en el Seor, en la primitiva comunidad de Tesalnica,
aproximadamente en el ao 50 d.C. En una carta algo posterior, 1 Cor 12, 28, Pablo
menciona una serie de carismas o dones de Dios que habran in-fluido en la direccin
de la comunidad de Corinto: apstoles, profetas, maestros, quienes realizan milagros,
curaciones, asis-tencias, funciones directivas, quienes tienen el don de lenguas. No
sabemos con exactitud cul sera el cometido de quienes ejercan funciones
directivas en una comunidad en la que haba tambin profetas y maestros;
obviamente el apstol Pablo tiene autoridad sobre todos. En la introduccin a
Filipenses (1, 1), Pa-blo seala la existencia de obispos (supervisores) y diconos en
aquella comunidad, pero no sabemos en concreto nada de lo que hacan cada uno de
ellos.

En las cartas pastorales (1 Tim, Tit) se refleja el intento precisamente en tiempos


posteriores a Pablo de que cada ciudad tenga asignados presbteros-obispos junto a
los diconos.

Estos presbteros-obispos (todos o la mayora?) enseaban, ad-ministraban los


bienes de la comunidad, examinaban la doctrina y la conducta moral de todos sus
miembros, etc. La Didaj 15, 1 (uno de los primeros escritos cristianos, que se
remonta al ao 100 aproximadamente) considera el nombramiento de obispos y
diconos como el equivalente a las anteriores tareas carismti-cas de los profetas y
maestros. En tiempos de Ignacio de Antioquia (alrededor del ao 110 d. C.), en algunas
zonas de la Igle-sia del Asia menor y de Grecia empezaba a ser una norma que se
contara con un obispo que supervisara toda la Iglesia local y tuviera bajo su mando a
los presbteros y diconos. A finales del siglo II se era el modelo de Iglesia.

91.Qu puede decirse sobre la doctrina de que los obispos


son los sucesores de los apstoles?
As es verdaderamente. Esa es la doctrina catlica. No veo ningn motivo para pensar
que los datos del nuevo testamento amenacen esa doctrina si se entiende
adecuadamente y se habla con exactitud de apstoles y obispos. Ya hice hincapi
(cf. la pregunta 89) en que hay que distinguir entre los Doce y los apstoles, aun
cuando en algunos casos se confundan. La doctri-na de la Iglesia no indica que los
obispos sean los sucesores de los Doce en cuanto tales. En efecto, dado que slo se
dispona de doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel, para ejer-cer esa
funcin no se poda superar ese nmero. En la Iglesia pri-mitiva nunca se sugiri la
sustitucin de ninguno de los Doce tras su muerte. (La sustitucin de Judas se debi al
abandono de su responsabilidad entre los Doce y a que haban de ser Doce quienes
iniciaran la renovacin de Israel, dado que fueron doce los patriarcas del antiguo
Israel).

Por otra parte, los apstoles tenan la misin de salir a procla-mar el evangelio y de
crear comunidades de creyentes. Alguien tena que hacerse cargo del cuidado pastoral
de las comunidades nacidas al amparo de la misin apostlica. Como ya indiqu, en el
ltimo tercio del siglo I, y tal vez un poco antes, nos encon-tramos con el trmino de
obispos para aquellos que desempe-aban un papel de liderazgo en algunas
comunidades. En la pri-mera etapa haba un buen nmero de obispos o supervisores
para una determinada comunidad; posteriormente se impuso la costum-bre de contar
con un solo obispo para cada comunidad. Por tanto, puede decirse con exactitud que
los obispos se hicieron cargo de la accin pastoral en aquellas comunidades surgidas
de la pre-dicacin apostlica, y as fueron los sucesores de los apstoles.
La sucesin apostlica indica que los obispos se hicieron car-go finalmente de las
tareas pastorales de los apstoles, lo cual no tiene nada que ver con el modo en se
nombraron o eligieron los primeros obispos. Poco sabemos al respecto, ni siquiera si
haba alguna formalidad para su designacin. Por analoga con una costumbre juda y
segn la descripcin que se nos hace de la designacin de Timoteo por parte de Pablo
en las Cartas pas-torales (2 Tim 1, 6), algunos han pensado en una imposicin de
manos. Con todo, Timoteo no fue designado como obispo en el sentido de
administrador de una comunidad local. Su cometido era el de conseguir prebteros-
obispos (en plural) para las comu-nidades, y se trataba, por tanto, de una tarea
semiapostlica. La imposicin de manos puede considerarse, por tanto, como su
de-signacin para ocupar el puesto de delegado apostlico. En 1 Tim 5, 22 se habla de
Timoteo imponiendo las manos a otros, pero sin que quede claro que se trate de unos
administradores de la Iglesia. En Hech 14, 23 encontramos otra informacin que
asegu-ra que Pablo y Bernab (posiblemente en los aos 40) elegan a los ancianos en
cada una de las comunidades de Asia menor. No sabemos si esa descripcin de los
Hechos pertenece histri-camente al tiempo en que Pablo viva; pero, ciertamente, no
se habra incluido en los Hechos si no hubiera existido en los aos 80 una tradicin de
tal designacin apostlica de los obispos. Esa tradicin se menciona tambin en las
Cartas pastorales, donde, como acabo de indicar, se dice que Pablo haba nombrado
dele-gados apostlicos como Timoteo y Tito, quienes, a su vez, nom-braron obispos.
La misma tradicin queda reafirmada al final de los aos 90 por la primera Carta de
Clemente 42, 4, donde se dice que los apstoles elegidos por Cristo iban de ciudad en
ciudad, nombrando, de entre sus primeros conversos, a obispos y diconos. Por
supuesto, eso no significa que todos los presb-teros-obispos de la Iglesia primitiva
fuesen nombrados por los apstoles, aunque existe la posibilidad de que algunos s lo
hu-bieran sido.

Por otra parte, hacia el ao 100, la Didaj 15, 1 nos dice que los cristianos se
asignaban obispos y diconos. Adems, podemos imaginarnos que habra otros
procedimientos mediante los cua-les se hacan los nombramientos de obispos. Por
ejemplo, y dado que los presbteros-obispos eran hombres casados, podran haber
dispuesto que les sucedieran sus propios hijos. Se trata de un tema sobre el que no
tenemos bastante informacin. En ltimo trmino, y por supuesto, la Iglesia ira
desarrollando un mtodo regularizado para la eleccin y ordenacin de obispos,
mtodo que, a partir del siglo III, ya se segua en todas partes.

92.Cmo afect la puesta en prctica de ese mtodo para la


eleccin de obispos la creencia de que la ordenacin era un
sa-cramento instituido por Cristo?
Al contestar una pregunta anterior (pregunta 79) ya seal que instituido por Cristo
no significaba necesariamente que, duran-te su vida, Jess hubiese planeado
cuidadosamente el sistema sa-cramental o hubiera previsto con exactitud los distintos
sacra-mentos dotados de un poder santificante que l otorg a la Iglesia por y a travs
de los apstoles. Lo que l hizo en la ltima cena fue el fundamento no slo del
sacramento de la eucarista sino tambin del sacramento del orden. La doctrina de la
Iglesia ca-tlica, y la de otras Iglesias que tienen la ordenacin en alta estima,
consiste en remontar hasta Cristo el poder pastoral de santificacin que se ejerce en el
episcopado, presbiterado y diaconado, pero no todos los aspectos de la disciplina que
se iba desarrollando. Por ejemplo, no hay nada en las palabras de Jess en la ltima
cena que especifique quin ha de ordenar a los otros o de qu manera. Incluso la
conocida imagen del mismo Cristo ordenando a los Doce en la ltima cena, con todas
sus simplificaciones, no insiste en que l se pusiera de pie y fuera alrededor de la mesa
imponiendo sus manos a cada uno de ellos. Todos aquellos a quienes la Iglesia
reconoci finalmente como obispos, presbteros y diconos participaron en los
trabajos pas-torales que el mismo Jess llevaba a cabo con quienes le seguan y que los
apstoles continuaron con los primeros creyentes. El ministerio ordenado no fue
simplemente establecido por la pro-pia autoridad de la Iglesia; ms bien, la existencia
del ministerio ordenado es parte esencial en la continuacin del ministerio de
Jesucristo y ayuda a hacer de la Iglesia lo que realmente es. To-dos estos factores son
los que afirma la doctrina que describe la ordenacin como un sacramento instituido
por Cristo, no las mo-dalidades de eleccin, por quin y cmo. Todo ello quedar
de-terminado por la prctica religiosa.

93. He observado que cuando hablaba de la funcin de los


pres-bteros-obispos, no mencion la eucarista. A qu se
debe?
Lo que estaba intentando era, sobre todo, describir el papel de los presbteros-obispos
en el nuevo testamento, y a este res-pecto nunca se dice que los presbteros-obispos
celebraran la eu-carista. Lo ms cercano a lo que podra llamarse una accin li-trgica
atribuida a los presbteros sera lo que se indica en Sant 5, 14-15: que deba llamarse a
los presbteros de la Iglesia para ungir a los enfermos y rogar por ellos. A principios
del siglo H, tal como podemos ver en las cartas de Ignacio de Antioquia, en la
estructura tripartita que l defiende de un solo obispo y varios presbteros y diconos,
la celebracin de la eucarista queda asig-nada solamente al obispo, as como la
celebracin del bautismo. Cuando l est ausente puede delegar en otros. Sin
embargo, con anterioridad y en tiempos del nuevo testamento poseemos muy poca
informacin sobre quines celebraban la eucarista.

Puesto que en dos relatos de la ltima cena (Lucas y Pablo) Jess dice a los presentes,
que eran los Doce; Haced esto en memoria ma, se ha pensado que era un recuerdo
de que los Do-ce presidan la eucarista. Pero no era posible que estuvieran pre-sentes
en todas las eucaristas del siglo I y no sabemos que se asignara a una persona
regularmente para realizar esa tarea y, aunque as hubiera sido, no sabemos a quin.
(Debo hacer hinca-pi en este punto porque algunos escritores modernos estn muy
seguros de que era el cabeza de familia quien celebraba la euca-rista. Esto no es ms
que una suposicin, ya que no hay ni un solo texto del nuevo testamento que lo diga).
En la Didaj 10, 7 nos encontramos con que, a pesar de las prevenciones hacia los
profetas itinerantes, el autor insiste en que no se les puede impedir eucaristizar. Si
eso significa celebrar la eucarista y no simplemente dar gracias, entonces, en
ciertos lugares, los profetas pueden haber tenido una responsabilidad eucarstica en la
liturgia (cf. tambin Hech 13, 1-2). Finalmente, por supuesto, la Iglesia regul y
regulariz la celebracin de la eucarista; y realmente resultaba inevitable su
desarrollo si se haba de pro-veer regularmente a las comunidades con el pan de vida.
No po-dan depender de una provisin dejada al azar.

94. Si la persona que celebraba la eucarista no era designada


de una manera regular en los inicios del nuevo testamento
no podra deducirse de ello que tambin hoy podramos
sentirnos con una cierta libertad y flexibilidad a la hora de
designar al celebrante de la eucarista?
Permtame recordarle que ya recalqu nuestra ignorancia con respecto a los inicios
del nuevo testamento. Los documentos de que disponemos no aportan informacin
suficiente como para afirmar que se llegara a designar al celebrante de la eucarista
mediante una normativa rgida e invariable; pero no afirm que no existiese tal
normativa. Se trata simplemente de que carece-mos de la necesaria documentacin
que lo atestige.

Pero vamos a dar por cierto que no hubiera ninguna normativa rgida e invariable en
las Iglesias con respecto al celebrante de la eucarista. Con todo, seguro que en la
Iglesia haba algn tipo de reconocimiento; quienes asistan a la comida eucarstica
debe-ran haber aceptado de alguna manera que una persona pronun-ciara las
palabras del Seor. (Pero aun en este caso, si bien sabe-mos que se decan las palabras
del Seor, ya que se citan no slo en los evangelios sino en 1 Cor 11, 23-26, en realidad
no se sabe exactamente cmo se celebraba la eucarista en la poca del nue-vo
testamento). Eso significa, en mi opinin, que el reconoci-miento de la Iglesia es
esencial para la responsabilidad del cele-brante de la eucarista y de ah el porqu la
Iglesia ha insistido en la ordenacin, que es el modo establecido para otorgar un
re-conocimiento pblico a quien puede y debe celebrar la eucarista.

Como ya he sealado, la Iglesia regulariz cmo celebrar la ordenacin y esa


regularizacin es vinculante porque representa el reconocimiento de la Iglesia. Si su
pregunta se refiere a si la Iglesia pudo admitir otro procedimiento para designar al
respon-sable de la celebracin eucarstica yo dira (y se trata simplemen-te de mi
opinin personal) que s pudo hacerlo. Pero en la Igle-sia se habra de incluir
ciertamente a las autoridades oficiales de la Iglesia, que para los catlicos seran el
papa y los obispos. Me parece que la Iglesia as entendida podra establecer otra
ma-nera de reconocer a los ministros de la eucarista adems de la accin formal de la
imposicin de manos por un obispo, si bien no creo que la Iglesia vaya a hacerlo. Lo
que yo juzgara into-lerable es que alguno o alguna se autonombrara como celebrante
de la eucarista o que algn pequeo grupo nombrara sus propios celebrantes
desconectados de la gran Iglesia. Precisamente para prevenir tales aberraciones se
regulariz y desarroll esta prcti-ca. El reconocimiento de que la situacin de la
Iglesia estaba de-sarrollndose ya desde los inicios del nuevo testamento no signi-fica
que todas las concreciones desarrolladas sean revocables u opcionales o que se pueda
prescindir de ellas. El Espritu santo continu su accin en la Iglesia despus del siglo I
y sus ltimas concreciones pueden verse como la accin del Espritu guiando a la
Iglesia en su cometido. Si la Iglesia deseara cambiar una prctica necesitara para ello
la gua de! Espritu santo; y esa decisin habra de expresarse de manera pblica y
universal.

95.A todo esto usted ni ha mencionado la palabra sacerdocio.


A qu se debe?
De nuevo he tratado de concentrarme ampliamente en la ima-gen que nos ofrece el
nuevo testamento y el perodo inmediato. En todos los documentos de esa poca el
trmino sacerdote nunca se aplica a un ministro cristiano. Cuando alguien me
pre-gunta qu pensaba Jess de los sacerdotes, mi respuesta constante es que los
textos de Jess que hacen referencia a su actitud ante los sacerdotes hablan de
quienes oficiaban en el templo judo ofreciendo sacrificios. No existe ninguna
indicacin de que Jess empleara el trmino sacerdote para referirse a sus fieles o al
ministerio de la comunidad futura. Eso no significa, vuelvo a insistir, que el ministerio
de la futura comunidad no fuese insti-tuido por Cristo. El ministerio surge de las
acciones de Jess; y puesto que el sacerdocio ministerial cristiano est ntimamente
asociado a la eucarista, deriva de lo que l hizo en la ltima ce-na. Sin embargo, la
terminologa del sacerdocio en boca de Je-ss habra reflejado su propia experiencia
como judo, pues ya haba sacerdotes judos.

Posteriormente, en la etapa siguiente del nuevo testamento nos encontramos con que
todo el pueblo cristiano es adquirido por Dios y es designado como sacerdocio
real (1 Pe 2, 9). Eso dio lugar a lo que errneamente se conoce como el sacerdo-cio
de los laicos; se trata ms bien del sacerdocio de todo el pueblo de Dios que no debe
minimizarse por posteriores distin-ciones entre clrigos y laicos: un sacerdocio donde
el sacrificio ofrecido es la bondad de vida que glorifica a Dios (1 Pe 2, 12 y 2, 5).
Tambin encontramos que se hace referencia al propio Jess como sacerdote en la
Carta a los hebreos. Pero incluso esa carta refleja una comprensin del trmino
sacerdote derivada de su uso mucho ms frecuente para designar el sacerdocio
levtico judo, ya que tiene que explicar que Jess no es un sacerdo-te levtico, sino
sacerdote segn el orden de Melquisedec, el sa-cerdote-rey de Jerusaln, que no era
levita, y cuyo sacerdocio no dependa de su genealoga. Por lo que yo s, no fue hasta
el ao 200 aproximadamente cuando el trmino sacerdote se empez a aplicar al
obispo, y slo algo ms tarde al presbtero.

Esta observacin explica por qu algunas Iglesias protestantes, que insisten en


emplear slo el lenguaje del nuevo testamento, se niegan a llamar sacerdotes a sus
propios ministros ya que con-sideran que esa terminologa no es la propia del nuevo
testa-mento. Cuando en fechas posteriores del nuevo testamento co-menz a aplicarse
la palabra sacerdocio a obispos y presbteros ello comportaba una cierta
rememoracin del sacerdocio levtico del antiguo testamento al que competa el
ofrecer sacrificios. La introduccin de este trmino estaba lgicamente vinculada al
de-sarrollo del lenguaje sobre la eucarista como sacrificio. (Tnga-se en cuenta, una
vez ms, que hablo del desarrollo del lenguaje. Hubo, segn mi opinin, un aspecto
sacrificial en la primera in-terpretacin de la eucarista, pero no tengo ningn dato de
que se designara a la eucarista como sacrificio con anterioridad a los inicios del siglo
II). Cuando se empez a pensar en la euca-rista como sacrificio, a la persona
designada para presidirla (el obispo y ms tarde el presbtero) pronto se le llamara
sacerdote, ya que a los sacerdotes se les relacionaba con el sacrificio.

96.Entonces la palabra sacerdote es una simple aadidura


a las de obispo y presbtero?
No, yo no dira eso. Una evolucin de este tipo de terminolo-ga refleja un progreso en
la comprensin de una realidad y ayu-da a descubrir aspectos de la misma. Las
descripciones de los obispos-presbteros en las Cartas pastorales, asocindolos a la
labor pastoral y a la administracin, abarcan una parte importan-te del ministerio
cristiano. Pero el fundamento de ese ministerio en el mismo Jesucristo no aparece
claro en las Cartas pastorales. Cuando el ministro empieza a ser llamado sacerdote,
entonces la relacin entre el presbiterado y el sacerdocio de Jesucristo, ejercido con el
sacrificio de su muerte, segn la Carta a los he-breos, aparece con mayor claridad. El
presbtero es ms que un pastor y un administrador; el presbtero participa en la gran
accin intercesora de Jesucristo, as como la eucarista vuelve a hacer presente la
muerte del Seor hasta que vuelva.

Ya he dicho que las diferencias que en la prctica separan a catlicos y protestantes a


este respecto se reflejan en la diferen-te terminologa con respecto al ministerio y al
sacerdocio. En su ministerio, los obispos-presbteros de las Cartas pastorales, han de
ser modelos ideales para los cristianos de la comunidad, no slo por sus virtudes sino
por su vida cotidiana. Son elegidos porque saben gobernar un hogar, son buenos
esposos y buenos padres. La implicacin de tales obispos-presbteros en la vida
normal y corriente se da por supuesto. Por el contrario, el sacer-dote levtico del
antiguo testamento, cuando ofrece el sacrificio, se ha de apartar totalmente de lo
secular. Se ha de lavar de una manera especial, ha de revestirse con unas
determinadas prendas y tiene que permanecer alejado de la comunidad porque entra
en contacto con Dios, el todo santo. Pareca inevitable que cuando el trmino
sacerdocio se empezaba a emplear para designar al obispo y al presbtero cristiano, en
parte esta exigencia de la se-paracin de lo secular y de una santidad nica y apartada
de los modos ordinarios de vida, tenan que considerarse como una par-te del ideal
cristiano del obispo-presbtero. Esto ha creado una tensin en las expectativas de los
catlicos sobre sus sacerdotes. Como ministros que han de estar en contacto con las
vidas de aquellos de los que son pastores, hay una demanda para que el clero
comparta su forma de vida ordinaria y sus problemas; pero como sacerdotes que han
de ser representantes de la comunidad, de un modo especial, ante la santidad de Dios,
hay tambin la demanda de que se mantengan un tanto separados y dedicados
nicamente a Dios.

La postura de Hans Kng, en mi opinin, consistira en con-siderar como una


aberracin la introduccin de las ideas levticas sacerdotales del antiguo testamento
en el ministerio cristia-no; l prescindira de las mismas. Yo adopto la postura
contra-ria: que, en la providencia de Dios, sta era una manera de pre-servar un valor
nico de Israel y que la tensin, si bien resulta difcil, es saludable. Todo mi enfoque de
la Iglesia como preser-vadora de tensiones queda modelado por la encarnacin, que
mantiene la tensin entre lo divino y humano en un solo Jess. Reconozco que en
nuestro tiempo hay muchos que prefieren ha-cer desaparecer la tensin entre dos
supuestos librndose de uno. En mi opinin eso viene a ser un empobrecimiento del
cristianis-mo. A travs de mis respuestas puede detectarse que tengo la sensacin de
que el cristianismo, a partir de la encarnacin, ha de preservar aquellas actitudes que
estn en tensin; la encarna-cin, que implica lo plenamente divino y lo plenamente
humano en Jess, es una primera tensin. Las Escrituras, con palabras es-critas
totalmente por seres humanos y que, sin embargo, slo pro-vienen de Dios, implican
otra tensin. La Iglesia y los sacramen-tos, instituidos por Cristo y que, no obstante,
superan cualquier esbozo o plan detallado por el mismo Jess, implican tensin. Lo
mismo ocurre con un ministerio identificable con la comuni-dad de donde procede el
ministro y que, con todo, se ve aparta-do para servir en la presencia de Dios y
representar a Cristo sa-cerdote.

97.No ha concretado demasiado al hablar del papel de Pedro


en el gobierno de la Iglesia. Los primeros cristianos lo
recono-can como cabeza de la Iglesia?
Antes de contestarle permtame que le recomiende ser un poco ms cauto al emplear
la expresin cabeza de la Iglesia. En el nuevo testamento ese trmino se aplica a
Cristo, sobre todo en las Cartas a los colosenses y a los efesios. La Iglesia es el cuer-po
y Cristo es la cabeza. Incluso con el respeto que profesamos al papa como sucesor de
Pedro, segn la doctrina catlica, siem-pre deberamos dejar muy claro que el
liderazgo del papa no su-planta nuestra coincidencia con la generalidad de la fe
cristiana de que Cristo es la nica cabeza de la Iglesia. Cristo ejerce en parte su
gobierno mediante el liderazgo del papa, de modo que el papa jams puede aparecer
como un rival de Cristo.

Pero volviendo a lo fundamental de su pregunta me va a per-mitir que la conteste a


dos niveles: el primero, a nivel de lo que hace Pedro durante su vida y el segundo, a
nivel del simbolismo de lo que se dice sobre Pedro. Al nivel de lo que hace durante su
vida, en los cuatro evangelios Pedro aparece como el discpu-lo ms importante de
Jess, por cuanto es el que se menciona con mayor frecuencia y el que ms veces
habla. Efectivamente, muy a menudo, en todos los evangelios, es el portavoz del grupo
de los Doce y de los que siguen inmediatamente a Jess. En nuestro actual enfoque de
los evangelios sabemos que hay un contenido bsico que procede del tiempo de Jess,
y un desarro-llo de ese contenido en el transcurso de la predicacin cristiana (cf. la
pregunta 40). Por consiguiente, tanto si la descripcin de la actividad de Pedro en el
ministerio de Jess es absolutamente histrica, en el sentido de que l hiciera todas
esas cosas, de ma-nera tan destacada, durante la vida de Jess, como si se trata de una
simplificacin producida por la predicacin cristiana, lo que se nos est diciendo es
simplemente la importancia que tena Pe-dro durante su vida, dado que el desarrollo
de la tradicin evan-glica a travs de la predicacin habra tenido lugar durante los
aos comprendidos entre la crucifixin de Jess, a principios de los aos 30, y la
muerte de Pedro, a mediados de los 60.

La preeminencia de Pedro y su manera de actuar tras la resu-rreccin queda reflejada


en el libro de los Hechos; y si acepta-mos el enfoque moderno de los Hechos como una
obra de los aos 80, nos enteramos, por lo menos, de que en los aos 80, se recordaba
a Pedro en Jerusaln como el ms activo de los Do-ce, e igualmente fuera de Jerusaln,
en los primeros aos del movimiento cristiano. Indirectamente, esto aparece
confirmado en las cartas paulinas. Pablo predic a las Iglesias en Galacia, y cuando
escribe a los glatas, l da sin ms por supuesto que ellos saben quin es Cefas
(Pedro), mencionando su presencia, en tiempos pasados, en Jerusaln y Antioquia.
Igualmente, cuan-do escribe la primera Carta a los corintios y comenta los privi-legios
de un apstol l menciona a Cefas y a su mujer (1 Cor 9, 5). Se puede suponer
inteligentemente que en cualquiera de las comunidades cristianas de los aos 60, el
nombre de Pedro era conocido y reconocido como una figura importante. (La mayor o
menor importancia concedida a Pedro estara en funcin de que hubiera o no visitado
aquella zona). Tenemos motivos suficientes para afirmar que se le conoca como el
ms importante de los Doce y como el que haba tomado parte en las decisiones
cristia-nas ms importantes con respecto a la extensin de la misin pa-ra la
proclamacin del evangelio.

Pasando al nivel del simbolismo, probablemente ya durante su vida y ciertamente en


documentos que circularon despus de su muerte, Pedro se convirti en smbolo de
gua pastoral en dis-tintas regiones. Permtanme subrayar que los evangelios de
Ma-teo, Lucas y Juan fueron escritos todos ellos probablemente tras la muerte de
Pedro y que, por consiguiente, los textos que en ellos hacen referencia a Pedro tienen
importancia en cuanto reve-lan lo que se pensaba de l en el ltimo tercio del siglo I.
En Mt 16, 16-18 tenemos el famoso pasaje en el que Jess le dice; Di-choso t,
Simn, hijo de Jons! Porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi
Padre del cielo. Ahora te digo yo: T eres Piedra y sobre esta roca voy a edificar mi
Iglesia, y el poder de la muerte no la derrotar. Con estas palabras se enaltece a
Pedro como receptor de una revelacin divina que le faculta para proclamar a Jess
como el Hijo del Dios vivo. Debi-do a esa revelacin y proclamacin se le describe
como la piedra sobre la cual se edificar la Iglesia. Ciertamente eso implica que a
Pedro se le recuerda como un gran predicador, como alguien que proclamaba la
adecuada concepcin de la identidad de Jess, que constituye el evangelio, como
alguien a travs de cuya predi-cacin y fe se fundamenta la Iglesia tal como Mateo la
conoci.

En Le 22, 31-34, cuando celebra Jess la ltima cena y enca-ra su prxima muerte,
anuncia que Pedro le negar antes de que cante el gallo, pero antes Jess hace esta
oracin especial por Pedro: Simn, Simn! Mira que Satans os ha reclamado para
cribaros (plural) como trigo, pero yo he pedido por ti (singular) para que no pierdas la
fe. Y t, cuando te arrepientas, afianza a tus hermanos. As se enseaba a los
cristianos del ltimo ter-cio de] siglo I, que Jess vea en Pedro un instrumento
especial para el fortalecimiento en la fe del resto de sus seguidores, y que en la crisis
provocada por la crucifixin y resurreccin de Jess, las oraciones especiales por
Pedro haran que fuera capaz de su-perarla y de llevar a cabo su papel como
instrumento decisivo para el inicio y la consolidacin de la Iglesia.

En Juan 21, 17-19, se presenta a Jess resucitado hablando con Simn Pedro,
poniendo a prueba su amor, para asignarle lue-go la responsabilidad de pastorear sus
ovejas. Este es un pasaje extraordinariamente importante en un evangelio que ya
haba proclamado la absoluta primaca de Jess como el buen Pastor. A Pedro, se le
concede por su amor a Jess actuar como pastor del rebao que sigue perteneciendo a
Jess. Estos tres pasajes, escritos para distintas comunidades, confirman el constante
sim-bolismo de Pedro como encarnacin de la fe, de su proclamacin, de su tarea
pastoral, y de su apoyo ininterrumpido en la Iglesia.

98.Pero Pablo no se enfrenta a Pedro? reconoca Pablo la


supremaca de Pedro?
No debe olvidarse que cuando yo estaba hablando de Pedro nunca afirm que l fuera
el nico responsable de la Iglesia.

Afirm con todo detalle que durante su vida todos unnimemente le aceptaban como
el primero entre los Doce y que, acabada su vida, su imagen adquiri un grandisimo
valor simblico en la fundacin de la Iglesia y en su dedicacin pastoral total a la
mis-ma. Con todo, en otros sectores de la actividad de la Iglesia, la influencia de Pedro
ha sido limitada. Por ejemplo, en el nuevo testamento no se indica que Pedro fuese
administrador de una Iglesia local, ya fuera la de Jerusaln, Antioquia o Roma, y fue a
ese administrador al que ms tarde se le dio el nombre de obis-po. Y otras figuras,
adems de Pedro, desempearon papeles im-portantes en la Iglesia. Por ejemplo, si
estudiamos la situacin de la Iglesia en Jerusaln hacia el ao 49 el perodo del
llama-do concilio de Jerusaln deberamos aceptar que hubo perso-nas de distintas
categoras, comprometidas en aquel debate sobre si se tena que exigir a los paganos
convertidos hacerse primero judos, es decir, si tenan que circuncidarse. Pedro era el
mximo responsable como el primero entre los Doce. Santiago tena tam-bin una
responsabilidad especial como pariente de Jess y en-cargado de la comunidad de
Jerusaln. Pablo tena tambin una gran responsabilidad en cuanto era el gran
evangelizador de los gentiles, cuyo ministerio apostlico haba provocado la temtica
de la conversin de los gentiles. Cada una de estas figuras tena todo el derecho a
expresar sus ideas y podan no estar de acuerdo a la hora de enfocar el problema.
Afortunadamente todos coinci-dieron en lo que podramos llamar el fondo de la
cuestin: que se poda admitir a los gentiles sin una previa circuncisin.

Ahora bien, usted me pregunt si Pablo se enfrent a Pedro. S, lo hizo, que nosotros
sepamos, en dos ocasiones. En el conci-lio de Jerusaln, al que me acabo de referir,
Pablo fue a Jerusa-ln convencido de que haba proclamado el autntico evangelio de
la gracia de Jesucristo para la conversin de todos; y queda claro por sus palabras que,
dijeran lo que dijeran Pedro o Santia-go o cualquier otro ser humano (o incluso un
ngel), Pablo no iba a cambiar su evangelio. Sin embargo, tuvo que dialogar con Pedro
y con Santiago y con las autoridades de Jerusaln. Se re-firi a ellos, en tono
desdeoso, como los as llamados pilares de la Iglesia (Gl 2, 9), pero incluso esa
referencia un tanto desdeosa viene a realzar la importancia de Pedro. Evidentemente
hubo quien le tuvo como pilar de la Iglesia; y aunque Pablo no compartiera aquella
admiracin, sin embargo, tuvo que ir a Jerusaln a dialogar con Pedro, dada la
importancia de las autoridades de Jerusaln. Ellos tenan la potestad de romper la
koinonia o comunin con Pablo, y para Pablo eso habra significado la desautorizacin
de su trabajo y habra creado una divisin en-tre los seguidores de Cristo.
Afortunadamente, como ya apunt, esa koinonia se salv en Jerusaln (Gl 2, 9).

La otra ocasin en que Pablo tuvo un enfrentamiento con Pe-dro fue posteriormente
en Antioquia, donde se debati otro tema (Gl 2, 11-14). Los gentiles conversos y
admitidos sin previa circuncisin habran de observar las leyes judas sobre los
ali-mentos? Por lo menos esa parece una manera de traducir la dis-puta originada a
raz de que Pedro comiera con unos incircunci-sos para luego cambiar de actitud
debido a la presin que ejercie-ron sobre l unos hombres enviados por Santiago.
Cuando Pedro cedi ante quienes prohiban sentarse a la mesa con cristianos gentiles,
Pablo estim que Pedro haba traicionado el evangelio. Obviamente fue un momento
de ira y origin un serio enfrenta-miento entre dos dirigentes cristianos, o incluso
entre tres. Mi anlisis general es que Pablo insisti en que a los gentiles no les
obligaban las leyes judas sobre los alimentos; los enviados de Santiago insistan en
que s les obligaban; y Pedro adopt una postura intermedia all donde la cuestin era
opinable, si bien prefera alinearse con los enviados de Santiago antes que dividir a la
comunidad.

En mi opinin, todo esto demuestra que Pablo no haba tenido que aceptar todos los
puntos de vista de Pedro ni Pedro tuvo que aceptar todos los puntos de vista de Pablo.
Y pienso que es ur-gente en el cristianismo de hoy da que reconozcamos que pue-den
darse temas de legtimo debate entre los telogos cristianos e incluso entre los
dirigentes cristianos. Sin embargo, lo que es extraordinariamente importante con
respecto a la situacin entre Pedro y Pablo es que cuando se lleg a lo esencial de la fe
en Cristo, en 1 Cor 15 un pasaje donde Pablo hablaba sobre la muerte, la
resurreccin y las apariciones de Jess l mencion en primer lugar la aparicin a
Cefas (Pedro) y despus una apari-cin a Santiago, y luego una aparicin a l mismo.
Con respecto a todo ello Pablo dijo: Eso es lo que predicamos y eso fue lo que
creisteis. El reconoca que en lo esencial de la proclama-cin de Cristo, l mismo y
Pedro y Santiago predicaban el mismo mensaje bsico y los cristianos tenan que
creerlo. Si se ha de reconocer una legtima discrepancia en el cristianismo de nuestro
tiempo, tambin debe ser necesaria la unanimidad en las cuestio-nes esenciales. Por
consiguiente, los desavenencias entre Pedro y Pablo no disminuyen, en mi opinin, la
importancia de Pedro en los puntos especficos que he sealado.

99.Usted dijo que a Pedro no se le designa en el nuevo


testa-mento como obispo. Yo tena entendido que Pedro fue el
primer obispo de Roma.
A finales del siglo II se confeccionaron las primeras listas de los obispos de las
principales ciudades. Por ejemplo, en la lista de los obispos de Roma, dada por Ireneo,
Pedro aparece el pri-mero. Con todo uno puede preguntarse qu significa eso. En
al-guna parte, all por el siglo II (probablemente a mediados de ese siglo) la Iglesia
romana desarroll la estructura de un solo obis-po y varios presbteros, aun cuando
otras Iglesias hubieran desa-rrollado o estuvieran desarrollando esa misma estructura
durante el siglo II. A partir de ese momento, al presbtero reconocido co-mo el
dirigente de la Iglesia romana, especialmente en los asun-tos relacionados con otras
Iglesias, se le llam obispo. Antes de que se aceptara un solo obispo, diversos asuntos
en Roma fueron tratados por un grupo de presbteros; pero inevitablemente en ese
grupo destacara alguna persona como el dirigente natural y co-mo tal sera
reconocido implcitamente con una finalidad deter-minada.

Por ejemplo, reuniendo informacin posterior, podemos reco-nocer que una carta con
amonestaciones enviada por la Iglesia de Roma a la Iglesia de Corinto, a finales del
siglo I, fue escrita por Clemente, presbtero de la Iglesia romana. Es poco probable que
se llamara a Clemente el obispo de Roma; estara ms cerca, con terminologa
moderna, del consejero delegado de la Iglesia. Sin embargo, al ser recordado como el
ms destacado entre los presbteros de su tiempo, su nombre aparece en la lista como
obispo de Roma.

De manera similar, yo dira que en los aos 60, cuando Pedro lleg a Roma, el primero
de los Doce, era la figura ms destaca-da de la Iglesia romana. En el lenguaje de finales
del siglo II, esa hubiera podido ser la causa de que apareciera como obispo de la
Iglesia romana, aun cuando los contemporneos de Pedro en los aos 60 podran no
haber empleado tal trmino para refe-rirse a l. Lo que s digo es que aquellas listas de
obispos nos han conservado las figuras ms destacadas y representativas en la
historia de una determinada Iglesia, incluso antes de que se empleara la
denominacin de un solo obispo. En cualquier caso, no estoy quitando importancia a
Pedro o a su estancia en Roma cuando sealo que resulta anacrnico pensar en l
como un obis-po local. Realmente, y puesto que la tarea del obispo era la de
administrar una pequea comunidad y vivir en ella, yo dira que la importancia de
Pedro va mucho ms all de lo manifestado; como el primero de los Doce l
represent a la totalidad del re-novado Israel y tuvo la potestad de juzgar a todo el
pueblo cris-tiano de Dios.

100. La pregunta ms importante es sta: los cristianos del


nuevo testamento consideraban a Pedro como el papa?
Otra vez tengo que recordar que la terminologa exige un tiempo para su desarrollo,
que la terminologa de la Iglesia pos-terior no estaba ya creada en el siglo I y que
cuando empez a emplearse una terminologa posterior tena unas implicaciones ms
especficas de las que puedan haber entendido los cristianos del siglo I. Por ejemplo,
cuando el trmino papa empez a em-plearse en los siglos posteriores para
referirse al obispo de Ro-ma, ese trmino expresaba unos logros importantes en la
historia del obispo de Roma. Roma era la capital del imperio y, por tanto, la Iglesia de
Roma se revisti con el manto de la Iglesia de la ciudad ms importante del mundo.
Fue en Roma donde fueron martirizados los apstoles Pedro y Pablo; y as, en
realidad, la sede de Roma se convirti en la sede apostlica, heredando los restos y el
legado de los dos apstoles ms importantes de la his-toria cristiana. En el siglo II,
especialmente, los presbteros ro-manos haban desempeado un importante papel al
oponerse a las ideas herticas e insistir en la pureza de la fe cristiana, de modo que la
sede romana se haba convertido en un smbolo de la tradicin conservada con toda
su pureza. Todos estos factores hicieron atractiva la descripcin del obispo de Roma
como papa, puesto que ayudaban a entender a la santa sede como la respon-sable de
las Iglesias dispersas por el imperio, as como de la conservacin de la fe ortodoxa.

Ahora, cuando usted pregunta, en el siglo XX, si a Pedro se le consideraba como papa,
me est haciendo una pregunta que esconde tras s en el trmino papa una tradicin
an ms rica. Especialmente, y como moderno teln de fondo ah radica la
de-claracin del concilio Vaticano I por la que el papa tiene juris-diccin sobre todos
los cristianos. Obviamente, los cristianos del siglo I no iban a pensar segn unos
conceptos de jurisdiccin o segn muchos otros aspectos que se han ido asociando al
papado a travs de los siglos. Ni los cristianos que vivan en tiempos de Pedro han
asociado totalmente al apstol con Roma, ya que pro-bablemente Pedro lleg a Roma
slo en los ltimos aos de su vida. Ni su veneracin por la Iglesia de Roma se deba a
que all haban recibido el martirio Pedro y Pablo ni a la posterior his-toria de la
preservacin de la fe por parte de la Iglesia romana frente a la hereja.

Quizs la mejor manera de formular una pregunta propia de los aos 60 y a la que
pudiera contestarse no sea: Los cristia-nos de aquellos tiempos consideraban a
Pedro como papa?, sino esta otra: Consideraban los cristianos de aquellos tiempos
a Pedro como el depositario de unos poderes que iban a contribuir esencialmente al
desarrollo del papel del papado en la Iglesia futura?. Pienso que la contestacin ha de
ser afirmativa, tal co-mo trat de explicar en respuesta a una pregunta anterior en la
que comentaba las tareas que Pedro llev a cabo durante su vida, as como a los
simbolismos que se le atribuyen incluso despus de su muerte. A mi entender fueron
ellos los que contribuyeron de forma decisiva a que se viera al obispo de Roma, al
obispo de la ciudad en la que Pedro muri y donde Pablo dio testimonio de la verdad
de Cristo, como al sucesor de Pedro al frente de la Iglesia universal.

En el libro ecumnico redactado por especialistas de distintas Iglesias cristianas,


Pedro en el nuevo testamento (R. E. Brown et al.; Sal Terrae, Santander 1976),
empleamos el lenguaje de la trayectoria petrina. Creo que se trata de un trmino
apropiado, ya que transmite la idea de un largo camino de progreso que dio sus
primeros pasos en vida de Pedro y continu en la Iglesia que vendra a continuacin. A
partir de Pedro veo el papado en una lnea de desarrollo. Resulta interesante que el
evangelio recuerde algunos de los fallos de Pedro as como los pasajes en que se pone
de relieve su autoridad. No se ha omitido el reproche de Jess por su incomprensin
(Me 8, 31-33) as como por las nega-ciones de Jess. Eso puede resultarnos muy til a
nosotros los catlicos que creemos firmemente en el papa como vicario de Cristo al
frente de la Iglesia de Cristo. Al igual que Pedro tuvo, a veces, sus fallos, del mismo
modo ha habido quienes ejercieron su responsabilidad como papas con significativos
fallos e incluso escndalos. Nada de ello elimina el simbolismo esencial asignado al
oficio petrino, el simbolismo del fortalecimiento en la fe, el de la roca fundacional que
capacita a la Iglesia para ha-cer frente a las fuerzas del mal, y el del pastor que tras
testimo-niar su amor a Cristo recibe el encargo de pastorear a su rebao.

101. A tenor de lo que nos ha venido contando, la Iglesia de


los inicios del nuevo testamento tuvo que ser bastante
distinta de la Iglesia de hoy, verdad?

En gran medida as es. En verdad, las casas particulares donde se reunan los primeros
cristianos, tenan que haber sido bastante distintas de nuestras Iglesias actuales, lo
mismo que el estilo de las reuniones y lo que podramos llamar actos litrgicos
tuvieron que ser distintos, aun cuando se cantaran himnos y se rezaran oraciones.
Como ya dije, ellos celebraban el bautismo y la euca-rista. Con todo, nuestra teologa
del bautismo y de la eucarista supondra un conjunto de ideas que bien podran haber
sido muy distantes en los inicios del nuevo testamento, en el sentido de que ninguna
comunidad determinada haba tenido todas aquellas ideas. Los primeros cristianos
habran tenido distintas formas de direccin eclesial, que se iran desarrollando
rpidamente hacia finales del siglo I. Resulta interesante que algunas de las Iglesias
hablaran ya de los obispos, aunque aquellos obispos fuesen com-pletamente
distintos, en muchos aspectos, de los obispos de gran-des dicesis que hoy
conocemos. Y supongo que hay otras mu-chas caractersticas que implican otras
diferencias que podran mencionarse. Despus de todo, la Iglesia est formada por
seres humanos que viven en su tiempo y si bien deriva su identidad de Cristo, la
Iglesia cambia con el paso de los siglos, de acuerdo con las necesidades y modos de
vida de las personas que la inte-gran. En Hebreos 13, 8 se lee que Jesucristo es el
mismo ayer, hoy y siempre. En ningn libro del nuevo testamento se asegura que la
Iglesia sea la misma ayer, hoy y siempre.

Curiosamente, sin embargo, y tras decir lo anterior, insisto en que lo que me llama la
atencin no es tanto el cambio sino la continuidad existente entre la primera Iglesia y
la Iglesia ac-tual. Creemos que es el mismo Espritu que Cristo resucitado dio a sus
discpulos el que vivifica la Iglesia de hoy. El sacramento bsico del bautismo nos da la
vida de Dios y nos hace hijos su-yos del mismo modo que ocurra con los primeros
cristianos. El mismo cuerpo y sangre eucarsticos alimentan esa vida de la mis-ma
manera que ocurra con los primeros cristianos. Pueden haber cambiado el tipo de
administracin y la terminologa empleada para designar a quienes ejercen una tarea
pastoral pero contina teniendo vigencia en la Iglesia de hoy, para hacer presente en
el mundo el reino de Dios y la ley que Cristo transmiti a la Iglesia, mediante sus
apstoles, aquella misma autoridad.

Tal vez pueda concretar todo lo dicho de una manera que para m tiene mucho
sentido. El documento cristiano ms antiguo que se conserva es la primera carta de
Pablo a los tesalonicenses. Fue escrita hacia el ao 50. Se trata de un extraordinario y
fascinante ejercicio para que nos hagamos la siguiente reflexin: Vamos a suponer que
nosotros, cristianos del siglo XX, regresamos al pa-sado y nos encontramos en
Tesalnica entre los convertidos por Pablo al serles leda, por primera vez, aquella
carta. A medida que la vamos oyendo, reconoceramos que nos encontrbamos entre
unos cristianos que tenan la misma fe que nosotros tene-mos? Nos daramos cuenta
de que no estbamos en una sinago-ga juda o tomando parte en una ceremonia
pagana, sino autnti-camente en una Iglesia cristiana? No tardaramos ni dos minutos
en darnos cuenta ya que en los cinco primeros versculos del do-cumento ms antiguo
escrito por un cristiano que ha llegado has-ta nosotros se hace mencin de Dios Padre,
del Seor Jesucristo y del Espritu santo. Se hace mencin asimismo de la actividad de
la fe, del esfuerzo del amor y del tesn de la esperanza. En su pregunta se haca
referencia a las diferencias que pudieran darse entre la Iglesia de los inicios del nuevo
testamento y nues-tra Iglesia de hoy en da. Una igualdad esencial es que
proclama-mos al mismo Padre, al mismo Jesucristo y al mismo Espritu santo; y que
seguimos valorando, por encima de todo, la fe, la esperanza y el amor.
APENDICE

Declaracin de fe catlica para que los fundamentalistas bblicos no la interpreten


inadecuadamente

En las preguntas 31-33 contest a las preguntas sobre el fundamentalismo bblico, y


aquellas respuestas abarcaban la temtica de los orgenes del fundamentalismo, el
porqu ahora los catli-cos se estn encontrando con el mismo, y se apuntaban
algunas sugerencias para hacerle frente. ltimamente, en mis conferen-cias, las
preguntas sobre el fundamentalismo han ido apareciendo con ms frecuencia,
indicando as que se trata de un tema que interesa cada vez ms. Personalmente me
impresiona la cantidad de catlicos y de protestantes en general que acuden a m
finali-zada una serie de preguntas relacionadas con el fundamentalismo para
contarme que algn miembro de su entorno familiar ha deja-do de ir a la iglesia y se
ha apuntado a un grupo fundamentalista.

Ms all de lo que se dice en las respuestas, hay un tipo de ayuda que no acaba de
encajar bien en ese estereotipo a base de preguntas y respuestas, y del que, de hecho,
jams me he servido para dar una contestacin, sino slo como formando parte de una
conferencia sobre el fundamentalismo. Los catlicos se sienten, a menudo, como
cortados cuando se cuestionan y ponen en duda algunos puntos de su fe por parte de
los fundamentalistas bbli-cos, a veces de forma polmica, y, por lo general, en
conversa-ciones normales. Muchos catlicos han aprendido el contenido de su fe la
misa, los sacramentos, el papa, la Virgen Mara, los santos mediante las
formulaciones del catecismo, pero no hay nada en ese tipo de formacin que les
prepare para saber hacer frente a las objeciones que se les hacen dicindoles que
todas esas creencias no se ajustan a la Biblia. Su primera reac-cin ante tal acusacin
fundamentalista tal vez sea la de respon-der de acuerdo con los trminos recibidos en
la enseanza de la Iglesia, respuesta que confirma al fundamentalista en su opinin de
que las creencias catlicas son completamente ajenas a la Bi-blia. Sera una buena
ayuda para los catlicos que estuvieran pre-parados para hablar sobre estas
cuestiones empleando un lenguaje bblico que pudieran entender los
fundamentalistas. En la pregun-ta 33 ya puse en guardia contra un intercambio de
textos demos-trativos o de ataque a los fundamentalistas o un intento de lograr su
conversin con demasiadas prisas o una excesiva simpleza, pero aqu se trata de un
tema distinto. Los catlicos se sentiran ms seguros de s mismos si conocieran cmo
aquella doctrina por la que le preguntan guarda una estrecha relacin con la Bi-blia y
as, con slo que esa misma doctrina se comentara de ma-nera inteligible dentro de
una atmsfera bblica, los fundamen-talistas bblicos podran llegar a darse cuenta de
que su interpre-tacin de la doctrina catlica es demasiado simplista.

De ah que haya redactado a continuacin en diez puntos los temas que ms


frecuentemente son objeto de discusin por parte de los fundamentalistas, y d una
explicacin de cmo se puede presentar la interpretacin catlica de los mismos de
acuerdo con la fe de la Biblia. Inicio cada uno de los puntos destacando en cursiva el
tema de su fe bblica, la que los fundamentalistas es-tn dispuestos a defender y,
precedido de la expresin a, incluyo el tema de la fe catlica que molesta a los
fundamentalistas tal como ellos lo interpretan. Quiero dejar claro que los comentarios
que hago en cada uno de los puntos slo son mi per-sonal intento por aclarar la fe
catlica con respecto a estos pun-tos bblicos, y a pesar de haber comentado con otras
personas mis comentarios para estar seguro de no haber malinterpretado la doctrina
catlica, estoy seguro que todava podran mejorarse. Y tambin confo en que mis
pobres esfuerzos puedan animar a otros a seguir este mismo camino. Tal como dije ya
anterior-mente, de ninguna manera estoy expresando la totalidad de la fe catlica
sobre cada uno de los puntos comentados; slo estoy tratando algunos de los aspectos
de aquellos temas que ms lla-man la atencin de los fundamentalistas bblicos.

1. La suficiencia de la Biblia frente al Magisterio de la Igle-sia. La Iglesia catlica se


considera una Iglesia bblica, en el sentido de que reconoce y proclama que la Biblia es
la palabra de Dios. En las enseanzas de Moiss y de los profetas y en las enseanzas
de Jess proclamadas por los apstoles, de las que las Escrituras dan testimonio, la
Iglesia catlica confiesa que Dios se ha revelado a la humanidad de manera nica.
Reconoce la suficiencia de esa revelacin, atestiguada por la Biblia, en el sentido de
que ni hombres ni mujeres tienen necesidad de ningn nuevo revelante ni de ninguna
nueva revelacin para descubrir la voluntad de Dios y la gracia de la salvacin. Si se ha
prestado gran atencin a la enseanza de la Iglesia actual en el catolicis-mo, esa
enseanza no ha sido presentada en trminos de una nue-va revelacin, sino como el
resultado de la constante tarea de la Iglesia en proclamar la revelacin bblica a la luz
de los nue-vos problemas de las nuevas generaciones. Al llevar a cabo esa tarea, la
Iglesia se considera a s misma como el instrumento del Espritu defensor prometido
por Cristo que tomara lo que le ha-ba dado y guiara a los cristianos por el camino de
la verdad en los tiempos venideros (Jn 16, 13).

2. Jesucristo el nico mediador y la fe en l frente a las bue-nas obras y las oraciones a


los santos. La Iglesia catlica procla-ma a sus fieles que la justificacin y la redencin
llegaron a tra-vs de la gracia otorgada por Dios a causa de la muerte y resu-rreccin
de Jess. Los hombres no pueden ganarse su redencin o salvacin que tampoco se
pueden ganar mediante las buenas obras. Las buenas obras se realizan por la gracia de
Dios en res-puesta a la obra redentora de Dios en Cristo. Por consiguiente. Cristo es el
nico mediador entre Dios y los hombres. Si el cato-licismo acepta la intercesin de
los santos, ello forma parte del mandato bblico, segn el cual nosotros debemos rogar
unos por otros, y ese nosotros no slo incluye a los creyentes de la tie-rra, sino
tambin a quienes, antes que nosotros, como santos, han comparecido ante la
presencia de Dios en el cielo. Tal intercesin es til y saludable, pero de ninguna
manera necesaria en el senti-do en que es necesaria la mediacin de Jess. Cualquier
interce-sin por parte de los santos debe ser aceptada por Dios y unirse a la suprema
intercesin del nico sumo sacerdote Jesucristo. No existe ningn otro nombre por el
que podamos salvarnos, tal co-mo se afirma en los Hech 4, 12.
3. Jesucristo, Salvador personal, frente a la salvacin por la pertenencia a una Iglesia.
Mientras la Iglesia catlica procla-ma la suficiencia absoluta de la muerte y de la
resurreccin re-dentoras de Jesucristo, reconoce que los cristianos deben respon-der
con fe y comprometidos con Cristo, de modo que la gracia redentora de Dios pueda
transformarlos en hijos suyos. Por consi-guiente, el encuentro con Cristo y la creencia
personal en l constituye una parte importantsima del pensamiento catlico.
Jesucristo redimi al pueblo he ah por qu pertenecemos a una Iglesia y uno
entra a formar parte de ese pueblo por su adhesin a Cristo. El bautismo de los nios,
que los introduce en la familia cristiana de Dios, de ninguna manera viene a
reem-plazar su posterior opcin personal cristiana, que es, en s, una exigencia
cristiana. Bautismo y compromiso personal deben ir acompandose el uno al otro en
el conjunto de la vida cristiana.

4. El sacrificio de Cristo en la cruz, de una vez por todas, frente a las misas catlicas
como sacrificios ofrecidos por los sacerdotes. Siguiendo el mandato de Jess en el
nuevo testamen-to: Haced esto en conmemoracin ma, la Iglesia catlica, en su
liturgia, parte regularmente el pan, que es el cuerpo de Cristo, y ofrece la copa de vino,
que es la comunin en su sangre. Acep-ta plenamente la enseanza de la Carta a los
hebreos segn la cual el sacrificio de Jesucristo en la cruz es de una vez por todas, ya
no hacen falta ms sacrificios. La liturgia de la ltima cena, la misa, es sacrificio en el
sentido de que vuelve a hacer presente para los cristianos de distintas pocas y
lugares, la posibilidad de participar del cuerpo y de la sangre de Cristo, en
conmemora-cin suya, proclamando la muerte del Seor hasta que venga. La misa de
ningn modo es un sacrificio separado del sacrificio de la cruz, tampoco es un nuevo
sacrificio que reemplace el sacrifi-cio de la cruz, o le aada algo, como si aquel
sacrificio fuera insuficiente. Jess, segn la enseanza de la Iglesia catlica, es el nico
sumo sacerdote de la nueva alianza. Si los catlicos nos referimos a nuestros clrigos
como sacerdotes, tal terminologa reconoce que cuando un cristiano, designado por su
ordenacin, preside la eucarista que recuerda la muerte del Seor hasta que vuelva,
esa persona representa a Jess, el sumo sacerdote, y no simplemente a la comunidad.
Nuestra doctrina de la misa, en cuanto representacin del nico sacrificio sacerdotal
de Jess, concuerda plenamente con la Biblia.

5. Cristo como Salvador frente a la Iglesia y sus sacramen-tos. Cristo salva a los
cristianos en y a travs de la Iglesia. La Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, a la que se
entreg a s mis-mo, tiene una gran dignidad e importancia, pero no salva. Noso-tros
creemos que Cristo acta a travs de los sacramentos de la Iglesia, y que es Cristo
quien otorga la gracia que alcanza a nuestras vidas. La enseanza catlica de que los
sacramentos operan ex opere operato nunca debera entenderse como si el
sa-cramento fuera eficiente por s mismo, independientemente de Cristo. El
significado de esa expresin es que la eficacia de los sacramentos no depende de la
persona del sacerdote o de quien administra los sacramentos, sino ms bien que, para
quienes estn dispuestos a recibir su gracia. Cristo acta a travs de los sacra-mentos.
6. Cristo como cabeza de la Iglesia frente al papa. Los cat-licos creen que Jesucristo es
la cabeza del cuerpo que es la Igle-sia. Ningn hombre puede ocupar su sitio,
prescindiendo de su direccin. El papa no tiene ninguna autoridad con independencia
de Cristo o en competencia con l. De la misma manera que en el nuevo testamento se
habla de los supervisores u obispos que dirigen unas Iglesias particulares, el papa es
un supervisor me-diante el cual Cristo dirige a toda la Iglesia y la mantiene en la
verdad del evangelio.

7. Todos los hombres necesitan la redencin frente a la exal-tacin de Mara. Segn la


fe catlica, Mara, al igual que todos los descendientes de Adn, hubo de ser redimida
por Cristo. Dos son las motivaciones bblicas por las que la honramos de manera
especial, a) Ella es la madre de Jess que es el Seor y Dios; b) Segn Lucas 1, 26-38,
ella es la primera en escuchar la buena nueva de la identidad de Jess y en decir:
Hgase en m segn tu palabra, convirtindose as en la primera discpula que
rea-liza el plan de Jess de escuchar la palabra de Dios y ponerla en prctica. Creemos
que Dios le otorg privilegios especiales, si bien stos estn relacionados con las
gracias dadas a sus dis-cpulos por Cristo, sin que, de ninguna manera, se la divinice.
Todos los creyentes en Cristo se ven libres por su gracia del pe-cado de Adn; todos
los creyentes en Cristo resucitarn corporal-mente de entre los muertos. Los catlicos
creen que Mara, la primera en profesar su fe en Cristo en la revelacin del ngel, fue
mediante la gracia de Cristo, la primera en verse totalmente libre del pecado de Adn
(concebida sin pecado) y la primera en ser elevada corporalmente (asunta al cielo). Al
tiempo que reconocemos que estas doctrinas de la Inmaculada Concepcin y de la
Asuncin no se encuentran en el nuevo testamento, consi-deramos que estn en
consonancia con la descripcin que Lucas hace de Mara como la primera creyente, e
igualmente con la de Juan, cuando la madre de Jess es honrada de manera especial
mientras su hijo pende de la cruz.

8. La segunda venida de Cristo frente a las buenas obras de los hombres que
establecen el reino. Los catlicos creemos en la segunda venida de Cristo. Para
nosotros eso significa que Dios todava tiene que establecer su reino en plenitud para
juz-gar al mundo. Todo esto se llevar a cabo a travs de Cristo y queda fuera del
alcance del esfuerzo humano. Y en lo referente al momento en el que Dios, por la
venida de Cristo, establecer su reino, creemos en la enseanza de Jess que leemos
en Hech 1,7; No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha
reservado a su autoridad. Todas las conjeturas en cuanto al tiempo de la segunda
venida deben quedar supeditadas a esa enseanza bblica.

9. La interpretacin personal de la Biblia frente al control de la Iglesia. Nosotros los


catlicos no exageramos el principio de que la Iglesia es la intrprete de las Escrituras.
La Iglesia ca-tlica apenas ha definido si es que lo ha hecho alguna vez el
significado que tena el texto para la persona que lo escribi. La Iglesia anima a los
intrpretes de las Escrituras a que descu-bran, con todos los medios profesionales de
que dispongan, cul era el significado de cada una de sus partes cuando fueron
escri-tas, y anima tambin a todos sus miembros a la lectura de la Bi-blia como
alimento espiritual. La interpretacin de la Iglesia pa-ra los catlicos trata
primordialmente no de lo que significaba un texto bblico cuando fue escrito sino de
su significado para la vida de la comunidad cristiana en pocas sucesivas. En
cues-tiones esenciales mantiene que el Espritu que inspir las Escri-turas no va a
permitir que toda la comunidad de creyentes se vea inducida a error en todo lo
concerniente a la fe y a las costum-bres. Algunos individuos pueden llegar, tras su
lectura de la Bi-blia, a conclusiones radicales; algunos incluso han llegado a ne-gar la
divinidad de Cristo, la resurreccin, la creacin y los diez mandamientos. La Iglesia
catlica se dejar guiar en tales mate-rias bblicas por la prolongada tradicin de la
enseanza cristia-na derivada de su reflexin sobre la Biblia.

10. Inerrancia literal de la Biblia frente a la inerrancia limi-tada por el intento


salvfico. La Iglesia catlica ensea que la Biblia transmite sin error aquella verdad
mediante la cual Dios intentaba nuestra salvacin. El afirmar la inerrancia bblica en
ese sentido, hace que supere tambin los modernos intentos por hacer que la Biblia
resuelva unos problemas en los que los auto-res bblicos jams pensaron. Hace que
supere los intentos por utilizar aquellos textos bblicos en los que eran otras las
situa-ciones descritas para aplicarlos sin matizaciones a los tiempos actuales. Algunos
de los conflictos entre los hbitos catlicos y la interpretacin literal de la Biblia,
tienen precisamente su origen en este punto. La Iglesia catlica cree que ninguna de
sus tomas de postura entra en conflicto con la interpretacin literal de las Escrituras,
si por literal se entiende lo que el autor in-tentaba en su tiempo como transmisin
de la verdad que Dios quera para nuestra salvacin. Se opone a una interpretacin
b-blica en apoyo de unas manifestaciones cientficas o histricas que van ms all de
la competencia de los autores bblicos en su tiempo.

NDICE DE MATERIAS'

Los nmeros se refieren a las preguntas, no a las pginas.


Abraham: 26 Adn y Eva: 24, 25 Angel/ngeles: 58, 59 Antiguo testamento: apcrifos:
7 composicin; 20 libros deuterocannicos: 5, 7 Apocalipsis: 11, 29, 30, 34 Apcrifos:
cristianos: 7-9 deuterocannicos del AT: 5, 7 evangelios: 7, 9, 60 judos: 7 Apstoles:
40, 54, 55, 89, 90, 91 sucesin de los: 91 Arqueologa: 27 Asuncin de Mara: 62
Autores: 35, 36, 40, 42 de los evangelios: 40, 42

Bautismo: 81, 82, 83, 85 celebracin por el obispo: 93 institucin; 81 significado de;
83 Biblia (cf. Biblioteca; Palabra de Dios); catlicas y protestantes: 4 comentarios; 12,
13 cmo leer: 11, 13. crtica: 28, 31, 34, 35, 39 interpretacin cientfica: 12-16
interpretacin personal; 15 lingua franca de la religin: 31 por qu leerla: 18
traducciones; 1-4 Biblioteca: 19-21, 28, 34 Cartas del nuevo testamento: 34, 35 Cartas
pastorales; autores; 35-37 estructura de la Iglesia; 90, 91, 96 Catlicos/catolicismo
(cf. Trento, Va-ticano II, Ponticia Comisin Bbl.); critica bblica; 3, 9 enseanzas de la
Iglesia: sobre la concepcin virginal: 64 sobre los ev, de la infancia; 54 sobre la
resurreccin: 52 fundamentalismo: 31-33, Apn. interpretacin de la Biblia: 15, 16
traducciones de la Biblia; 4 tratamiento de los biblistas: 16, 17 visin de Mara; 61, 62,
66 Clemente, 1 Carta de: 91 Colosenses, Carta a los; 35, 36 Concepcin virginal de
Jesiis: 63, 64 Concilios (cf. Trento, Vaticano II) Creacin: 16

Crtica bblica: 28, 31, 34, 35, 39 Crtica cannica; 28 Crtica histrica: 28, 31

Daniel, libro de: 30, 42, 59 David: 26

Diablos (demonios): 49, 50, 51 historia de la visin bblica: 51 Didaj: 90, 91, 93 Doce
(apstoles): 54, 89-91, 98

Efesios, Carta a los; 35, 36 Eucarista; 80, 84, 85, 92 celebracin de; 93, 94
institucin: 80, 92, 93 obispos-presbteros: 93 sacrificio: 95 significado: 84
Evangelio de Pedro; 7 Evangelio de Toms: 7 Evangelios de la infancia: 23, 38,
54-60, 63 elementos comunes: 58 elementos diferentes: 55, 56 historicidad: 54-
58, 63, 64 magos: 23, 56 Evangelios: autores: 40, 42 como biografa: 38, 43, 44
formacin de: 40 historicidad: 38-40, 44-46, 48-50 de la resurreccin: 52, 53

Forma/gnero de los libros de la Bi-blia: 21, 23, 28, 34 Fundamentalismo: 30-33, 37,
Apn.

Gnesis, libro del: 11, 22-25 mujeres: 25

Hebreos, Carta a los: 35, 95, 101 Helenistas: 90

Hermanos de Jess: 61, 65-68 Historia, tipos de: 21-23, 26, 27 Historicidad (cf.
Evangelios) Humani Generis: 24

Iglesia primitiva (cf. Sacramentos): cuerpo de Cristo: 36 estructura: 36 fundada por


Cristo: 78, 80 Iglesia de hoy: 101 organizacin: 90 orgenes: 77, 78, 85 Iglesias
cristianas orientales: 5 Iglesias ortodoxas: 5, 66 Inerrancia de la Biblia: 19, 21-23, 64
Inmaculada Concepcin de Mara: 62 Inspiracin: 22, 23, 31, 35, 37, 43

Jeric: 27 Jess: 45-49, 69-77

a los doce aos de edad: 60 conocimiento de otras cosas: 73-75 conocimiento de s


mismo: 70-72 milagros: 47-49 palabras: 45-47

previsin del futuro: 76, 77, 80 resurreccin: 52, 53, 76 tradicin: 39, 40, 42-44, 49,
54 visin beatfica: 76 Jons, libro de: 21, 22 Josefo, Flavio: 47 Juan, cartas de; 35
Judos y primeros cristianos: 86-88 separacin: 87

Leccionario: 32, 41 Lectura literal (cf. Fundamentalismo) Libros deuterocannicos: 5,


6, 7 Lutero, Martn: 5, 66

Macabeos, libros de los: 5, 6 Magos: 23, 56-58 Mara: 58, 61-68 anunciacin de: 10,
58, 59, 61 Asuncin: 62

concepcin virginal: 63, 64 en los evangelios: 63 en Marcos: 38, 63 Inmaculada


Concepcin: 62 presentacin en el templo: 10 siempre virgen: 65-68 su familia:
10

testigo en los ev. de la infancia: 55 Mesas; 56, 58, 76 Melanoia: 82

Milagros (cf. Jess [milagros]) Moiss; 26, 58, 59 como autor; 35, 42 Multiplicacin
de los panes: 85

Nuevo testamento: apcrifos; 7, 8 cartas: 34 contenido; 5 historicidad de; 34,


38

Obispos: 36, 37, 90-92, 96, 99, 101 considerados como sacerdotes: 96 de Roma; 99

sucesores de los apstoles: 91 Ordenacin; 91, 92

Pablo:

cartas de: 34-36 relacin con Pedro: 97, 98 Palabra de Dios: 18, 19, 31 Papa,
Pedro como: 100 Pecado original: 24, 62 Pedro:

cartas de: 35, 83 evangelio de: 7 obispo de Roma?: 99 papa?: 100 papel en la
Iglesia: 97 relacin con Pablo: 97, 98 Poligenismo: 24

Pontificia Comisin Bblica: 17, 24, 39, 40, 42, 44, 46, 54 Presbteros (-obispos): 36,
37, 90-92 considerados como sacerdotes: 96 Presentacin de Mara: 10
Protestantes/protestantismo: crtica bblica: 31, 39 fundamentalismo: 31, 33, Apn.
reformadores: 4, 5
traducciones de la Biblia: 2-4 contenido de: 5, 6 visin de Mara: 61, 62, 65, 66 visin
del sacerdocio: 95 Protoevangelio de Santiago: 7, 10, 67, 68

Resurreccin (cf. Jess)

Roma, obispo de: 99

Sacerdote (sacerdocio): 95, 96 Sacramentos:

instituidos por Cristo: 79, 80, 92 Sircida, libro del: 5, 6

Toms, ev. de la infancia de: 60 Toms, evangelio de: 7, 9 Traducciones de la Biblia:


1-4 Trayectoria petrina: 100 Trento, concilio de: 4, 6, 8

Vaticano II: 17, 39, 63 Vidas de Cristo: 39

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