101 Preguntas y Respuestas Sobre La Biblia - Brown Raymond
101 Preguntas y Respuestas Sobre La Biblia - Brown Raymond
101 Preguntas y Respuestas Sobre La Biblia - Brown Raymond
LA BIBLIA
RAYMOND E. BROWN
INTRODUCCIN
A finales de la dcada de 1950 complet mis estudios de doc-torado para dedicarme a
la enseanza de la Biblia, y un ao des-pus, tras recibir una beca para trabajar en
Jerusaln en torno a los manuscritos del Mar Muerto, que todava no haban sido
pu-blicados, regres a Baltimore para iniciar mis clases de sagrada Escritura en el
seminario de Santa Mara. En el curso de verano de 1960 impart mi primera leccin
sobre la Biblia, y en aos sucesivos, sin contar mis clases habituales, me habr dirigido
miles de veces a los ms variados grupos interesados en or algo sobre la sagrada
Escritura: entre ellos conferencias episcopales, el clero catlico, o de confesiones
distintas a la ma, monjas de distintas congregaciones, y mucha, muchsima gente que
asista a cursillos de verano, congresos y conferencias. Me ha impresio-nado constatar
cmo, a lo largo de los aos, se han ido repitiendo una y otra vez las mismas preguntas
sobre los mismos temas. Por supuesto que esa repeticin me ha resultado interesante
no slo por proporcionarme una idea clara de lo que interesaba a la gente sino
tambin para poder dar con unas respuestas satisfactorias. Me dicen, a menudo, y muy
amablemente, que para ellos el tiempo que dedico a responder a sus preguntas les
resulta tan importante como el dedicado a las lecciones o conferencias para
profundizar an ms sus conocimientos bblicos. Por ello he deci-dido agrupar las
preguntas que ms se fueron repitiendo e impri-mirlas junto a las respuestas dadas.
Han odo una respuesta pero no es la que buscan. Procuro mante-ner esta variedad en
los matices. Me he planteado tambin qu extensin debo dar a las respuestas en este
libro. Sera ms apropiado responder ms extensamente a menos preguntas o bien
contestar ms brevemente, lo que dara lugar a nuevas preguntas y a retomar algunos
puntos no tratados exhaustivamente en la primera respuesta?
El hecho de que las preguntas de este libro procedan de oyen-tes autnticos hace que
surjan no slo temas que a los especialistas pueden parecer irrelevantes sino tambin
otros que preferiran pasar por alto. Me sorprende cuando personas juiciosas me
sugie-ren que un tema tan delicado como el de la concepcin virginal debera evitarse
ya que desconcierta a la gente (aun cuando sea un tema del que las revistas y los
semanarios femeninos hayan difundido ampliamente sus puntos de vista
sensacionalistas y liberales). Pero es un privilegio del que no se puede disfrutar desde
una tarima de conferenciante, dado que quienes hacen las preguntas muestran sus
preferencias por las preguntas incmodas y los temas candentes. La misma
deslabazada manera de formular las preguntas no facilita al conferenciante una
salida por la tangente. El conferenciante es consciente de que no hay pregun-tas
imposibles. Siempre hay quien hace ese tipo de preguntas.
Otros que hayan dedicado toda su vida al estudio de la Biblia podran muy bien
contestar a estas preguntas de distinta manera. Mis respuestas son simplemente las
mas, pero realizadas con el deseo de que resulten ms comprensibles que llamativas.
He des-cubierto que una contestacin demasiado pretenciosa u ocurrente, que hace
rer, a menudo molesta e impide que se capte aquello que se intenta transmitir.
Prefiero ms bien insistir en explicar con claridad lo que pienso antes que en
ridiculizar la respuesta con una gracia, por muy ridcula que me pueda parecer. He de
advertir a mis lectores que sern escasas las respuestas brillantes; me dar por
satisfecho si son suficientemente claras. Opto por la palabra respuesta en lugar de
contestacin para indicar mis intervenciones. Lo que pretendo es responder, no
contestar en el sentido de repeler la dificultad; pero sern los lectores quienes
dictaminarn si la respuesta ha satisfecho sus preguntas.
Nota del editor: Las preguntas 2 y 3 han sido totalmente reelaboradas para la edicin
espaola y aprobadas por R. E. Brown.
TABLA ANALTICA DE MATERIAS
Preguntas 1-4: Traducciones de la Biblia. Cul ha de leerse?; traducciones populares;
las Biblias protestantes y las catlicas.
Preguntas 5-10: Los libros autnticos y los apcrifos de la Bi-blia: diferencias entre
protestantes y catlicos; los evangelios apcrifos.
Preguntas 18-22: Por qu leer la Biblia?: la palabra de Dios o una biblioteca humana;
la Biblia inspirada.
Preguntas 28-30: La crtica bblica: libros bblicos difciles; el Apocalipsis como libro
ms difcil.
Preguntas 38-44: Los evangelios: hasta qu punto son fiables o histricos? son vidas
de Cristo?; en caso negativo, quines los escribieron y qu son? qu diferencia
espiritual comporta?
Preguntas 45-51: Las palabras y los hechos de Jess: podemos estar seguros de sus
palabras exactas y de sus milagros? qu valor tienen sus milagros, en especial la
expulsin de los demo-nios? existe el demonio?
Preguntas 69-76: El conocimiento de Jess: saba Jess que era Dios? lo saba todo?
saba que morira? conoca el futuro?
Preguntas 86-88: Los primeros cristianos y los judos: cmo se relacionaron y cmo
se separaron? persiguieron los judos a los cristianos?
Preguntas 97-100: Pedro y los papas: fue Pedro cabeza de la Iglesia, u obispo de
Roma, o el primer papa?
Pregunta 101: Hasta qu punto ha cambiado la Iglesia desde los tiempos del nuevo
testamento?
101 PREGUNTAS Y RESPUESTAS
1. Cul es la mejor Biblia que se puede leer?
La traduccin ms apropiada de la Biblia est en funcin de la finalidad con que uno la
lee. Su lectura en pblico, ya sea los domingos o en otras celebraciones comunitarias,
requiere una cierta solemnidad, y por consiguiente, las traducciones muy colo-quiales
no son las ms apropiadas en estos casos. Por otro lado, para su lectura en privado,
para la reflexin y meditacin espi-ritual, a veces resulta ms apropiada una
traduccin atractiva y cercana. Otra lectura personal puede hacerse con la idea de un
estudio minucioso, y en este caso, una traduccin ms literal, que mantenga las
dificultades y ambigedades del original, sera la ms aconsejable.
Quizs la mejor respuesta global que pueda dar sea subrayar que en los textos
originales bblicos en hebreo, arameo y griego se encuentran pasajes de difcil
comprensin o ambiguos. A ve-ces sus autores no escribieron con claridad. Los
traductores tie-nen a veces que adivinar qu queran decir. Y han de elegir, por tanto,
entre traducir literalmente, manteniendo la ambigedad original, o traducir
libremente resolviendo la ambigedad del original. Una traduccin literal ha de ir
acompaada de notas a pie de pgina o de comentarios que sugieran posibles
soluciones a la oscuridad que sigue estando presente en la traduccin. Una traduccin
libre representa ya una opcin realizada por los tra-ductores sobre cul es segn ellos
el significado de un pasaje oscuro. En cierto sentido, el comentario ya va incluido en la
tra-duccin realizada. Por eso una traduccin libre resulta ms fcil en su lectura pero
ms difcil si lo que pretende es llevar a cabo un estudio minucioso.
Hay, finalmente, otras traducciones que no han tenido tanta difusin. Citamos, slo a
modo de ejemplo: P. Franquesa y J. M. Sol, Sagrada Biblia (Regina, Barcelona 1970);
S. de Ausejo, La Biblia (Herder, Barcelona 1976); E. Martn Nieto, La Santa Biblia
(Paulinas, Madrid 1970). Da la impresin de que estas ltimas traducciones se
mantienen todava ms por el deseo de prestigio de las respectivas editoriales (que
desean tener una tra-duccin propia de la Escritura) que por la novedad que aportan
en el panorama bblico espaol.
3. Qu opina de las traducciones populares? Hay algunas
que no sean de su agrado?
En castellano existe una de las ms bellas traducciones moder-nas de la Biblia,
realizada por un exegeta, fillogo y poeta de gran calidad: Luis Alonso Schkel. El
dirigi (acompaado por J. Mateos) La Nueva Biblia Espaola (Cristiandad, Madrid
1975); el texto es desigual (se nota la mano de los colaboradores) y a veces pierde en
precisin lo que gana en claridad; pero la fuerza y cercana de algunos de los libros del
antiguo testamento (cf. Sal, Job, Prov) resulta impresionante. Esa traduccin,
retoma-da en gran parte por La Biblia para la iniciacin cristiana (Episcopado
Espaol, Madrid 1977), constituye uno de los grandes monumentos literarios de la
lengua castellana de este siglo. El mismo Alonso Schokel ha retomado y unificado la
traduccin en La Biblia del peregrino (Ega y Mensajero, Bilbao 1993), su-perando las
lagunas anteriores y ofreciendo despus, junto al tex-to, un comentario literario en
tres volmenes (Ega, Mensajero, EVD, Bilbao-Estella 1996-1997). Esta traduccin no
puede susti-tuir nunca en precisin exegtica a la de Cantera-Iglesias (BAC), ni en
aplicacin pastoral a la Biblia de la Casa de la Biblia. Es un texto para recrear y gozar la
Biblia ms que para estudio o prctica cristiana, pues las opciones literarias y las
aplicaciones del autor no seran compartidas por todos. Pero esta traduccin seguir
siendo utilizada por los amantes de la buena literatura.
Pero todo esto ha cambiado. Desde 1950, las traducciones catlicas, incluso las que se
emplean en la lectura pblica y en las predicaciones se vienen llevando a cabo a partir
de las len-guas originales. Ese es el caso, por ejemplo, de la Biblia de la Casa de la
Biblia, la Biblia de Jerusaln..., prcticamente de todas las mencionadas anteriormente.
Normalmente contienen no-tas a pie de pgina de carcter informativo y no partidista.
Si bien puede prolongarse la polmica entre ambas partes, la Biblia ha dejado ya de
ser un arma arrojadiza entre las Iglesias protes-tantes en general y la catlica. Ahora
nos ayudamos mutuamente a comprender la Biblia y colaboramos en proyectos
ecumnicos comunes. En Espaa se est llevando a cabo actualmente la edi-cin del
antiguo testamento de la Biblia interconfesional con marcado acento ecumnico.
Pero resumiendo y hablando de la postura protestante y catli-ca, los siete libros que
figuran en el antiguo testamento catlico y no en el protestante son aquellos que los
catlicos denominan dutero-cannicos y, como es sabido, son muy pocos. Los
protes-tantes, a menudo, les llaman apcrifos. Son el libro de Tobas, el de Judit, el 1."
y 2 de los Macabeos, la Sabidura (de Salo-mn), el Sircida (Eclesistico) y Baruc
(que incluye la Carta de Jeremas); y podran aadirse, en buena parte, algunos
frag-mentos de Ester y Daniel. La problemtica es bastante compleja, pero, en general,
se puede decir que se trata de libros que han llegado hasta nosotros en griego, no en
hebreo o arameo. (Algu-nos de ellos fueron escritos originalmente en hebreo o
arameo se han encontrado recientemente extensos fragmentos del Sir-cida en
hebreo pero no han llegado hasta nosotros en esas len-guas). Los cristianos los
conocieron a travs de la traduccin de los Setenta, que es una traduccin griega
llevada a cabo por ju-dos anteriores a Cristo, y que fue la Biblia aceptada
general-mente por la Iglesia primitiva.
Pero tras dar esa mala noticia, permtanme dar la buena. Al igual que con muchas de
las enconadas controversias del siglo XVI a menudo vamos encontrando la manera de
evitar la con-frontacin directa para salvar el obstculo. Muchas de las Biblias
editadas por protestantes contienen ya esos siete libros (adems de los captulos de
Ester y Daniel) con el ttulo de apcrifos. Generalmente no aparecen mezclados con el
resto de libros que todos consideran cannicos como se hace en las Biblias
cat-licas sino que se publican como una seccin entre los dos tes-tamentos (que es
lo mejor) o bien al final, tras el nuevo testa-mento.
Permtanme ofrecerles toda una serie de juicios mos acerca de los evangelios
apcrifos recientemente descubiertos. (Se trata de juicios slidos y sospecho que
algunos los considerarn rgi-dos, pero creo que se pueden defender). Ninguno de los
evange-lios apcrifos recientemente descubiertos nos cuenta ni un solo hecho
biogrfico, histrico sobre la vida de Jess que no conoz-camos ya previamente. De
vez en cuando, un evangelio descu-bierto en fecha reciente (especialmente el
evangelio de Toms) puede ofrecernos una formulacin de un dicho de Jess anterior
a la que se nos ha conservado en los evangelios cannicos. Rar-simas veces, un
evangelio descubierto recientemente puede dar-nos una frase autntica de Jess que
no estuviera ya presente en los evangelios cannicos. La idea de que los evangelios
recientemente descubiertos nos cuentan cmo eran o qu pensaban los primeros
cristianos (30-70 d. C.), y que, por el contrario, los evangelios cannicos representan
una versin altamente censura-da y patriarcal del cristianismo, en la que queda
suprimida la libertad de los primeros movimientos cristianos, es una distorsin. Lo
que s nos cuentan los evangelios apcrifos es cmo pensaban de Jess los cristianos
del siglo II (e incluso posterio-res), cmo rellenaban imaginativamente aquellos
detalles de su vida sobre los cuales los evangelios cannicos haban dejado lagunas, y
cmo lo convertan en el portavoz de su propia teolo-ga. Algunos de estos evangelios
lo hacen de una manera que los Padres de la Iglesia consideraron ortodoxa; otros lo
hacen de una manera que ellos consideraron hertica. As pues, y para contes-tar a su
pregunta sobre si los evangelios apcrifos recientemente descubiertos tienen valor, yo
dira que s tienen valor porque nos ayudan a comprender los polifacticos grupos
cristianos de los siglos II, III y IV. Carecen prcticamente de valor por lo que se
refiere a la transmisin de datos histricos sobre Jess o sobre el cristianismo con
anterioridad a las muertes de Pedro y Pablo en la dcada de los 60.
Ciertamente una nia como Mara no hubiera sido presentada al sumo sacerdote para
vivir en el recinto del templo hasta alcanzar la pubertad, aunque as lo indique el
protoevangelio. Con todo, se trata resaltar de una manera imaginativa y coloquial una
ver-dad ya implcita en el evangelio cannico de Lucas. El ngel Ga-briel habla con
Mara (Le 1, 28.30) y le dice que ha sido favo-recida por Dios (con un tiempo verbal
pasado). Mara habla de s misma como la sierva del Seor (1, 38.48). Dado que la
con-cepcin del Hijo de Dios en la anunciacin fue la gracia o favor principal que Dios
hizo a Mara, tal gracia o favor se diriga a alguien que ya haba sido sujeto del favor de
Dios. Por qu? Porque ella misma ya se haba sometido a Dios como su sierva o
servidora. La anunciacin no fue la primera vez en su vida que Mara dijera, al menos
en su corazn, He aqu la sierva del Seor: hgase en m segn tu palabra (Le 1, 38).
El protoevan-gelio lo dramatiza al mostrarnos a Mara ofrecida y consagrada a Dios
desde su ms tierna infancia. Esta dramatizacin se iba a entender a nivel popular
bastante ms eficazmente que una dis-cusin teolgica sobre las implicaciones que
podran derivarse del empleo de una forma verbal en pasado del verbo griego que
significaba favorecer.
11.Volvamos a la Biblia que todos aceptamos. Para quienes
em-piezan a leer en serio la Biblia cmo les recomienda que
la lean? han de empezar por el Gnesis y seguir leyendo
hasta el Apocalipsis? o deberan empezar por unos libros
determina-dos ?
Su pregunta plantea un problema real y no creo que haya una sola respuesta. La
contestacin depende en parte del temperamen-to, de la formacin y de la capacidad
de los lectores. Muchas personas entusiastas se ponen a leer la Biblia y acaban
empan-tanados con las genealogas o con las leyes sobre los sacrificios de los cinco
primeros libros sin pasar jams de ah.
Puedo imaginarme un tipo de lector medio al que ira bien pasar del Gnesis a la
primera parte del xodo, luego a algunos fragmentos de los Jueces, de Samuel y de los
Reyes, hacindose una idea de la historia de la monarqua. Luego tal vez podra
retomar la historia del final de los Reyes con unos fragmentos de Esdras y Nehemas
hasta el libro primero de los Macabeos, para ver lo que ocurri con la cada de la
monarqua y el regreso de los judos del exilio. A continuacin algunos fragmentos de
los profetas y de la sabidura podran proporcionar una muestra del pensamiento
religioso de Israel tal como lo expresaron sus ms destacados representantes. Los
Salmos, esas magnficas ora-ciones, surgidas de distintas experiencias vitales, son
inteligibles y conmovedores, y no hace falta conocer la historia de Israel para leerlos.
En el nuevo testamento, los lectores pueden empezar con los evangelios de Marcos y
Juan para seguir con el libro de los He-chos y un pequeo muestreo de las cartas
paulinas (por ejemplo, la primera a los corintios y la dirigida a los filipenses), as como
tambin la primera de Pedro para captar el espritu de la Iglesia primitiva. Con una
visin como la indicada a travs de los pasa-jes de la Biblia que ofrecen menos
dificultades, uno puede llegar a sentirse ms preparado para emprender la lectura de
todo el conjunto. Pero vuelvo a insistir en que no estoy muy seguro de que este plan
resulte atractivo para todo tipo de lectores. Tal vez el mejor consejo que se puede dar
no sea otro que el de probarlo y ver qu es lo que mejor se adapta a la idiosincrasia de
cada uno.
Con respecto a los comentarios se pueden distinguir, por lo menos, cuatro tipos. Hay
comentarios bastante sencillos en folle-tos. Algunos reproducen el texto en una pgina
o en la parte su-perior de la misma y un breve comentario en la pgina siguiente o en
la parte inferior. A veces un folleto de 75-100 pginas abar-ca un libro entero de la
Biblia. Pueden resultar muy tiles, y sin duda, muy adecuados para la mayora de
lectores de la Biblia. Para quienes estn interesados en un estudio ms serio, se
en-cuentran volmenes en rstica que contienen comentarios ms extensos sobre un
determinado libro de la Biblia. Estos comenta-rios, a menudo, tienen una extensin
entre las 200 300 pginas. Para el estudiante que se lo toma todava ms en serio,
hay, por supuesto, el comentario exhaustivo, versculo a versculo, que puede alcanzar
una extensin de 1500 pginas para cada libro de la Biblia. Yo mismo he llegado a
escribir un comentario de 800 pginas acerca de las cartas, relativamente breves, de
Juan; y no estoy seguro de si se trata de un testimonio de una supuesta erudicin o de
prolijidad. Y finalmente ha de hacerse mencin del comentario extenso en un solo
volumen de la Biblia entera.
No obstante, cuando los lectores de los que estaba hablando lectores con un
estudios secundarios o universitarios toman la Biblia, a menudo empiezan a hacer
preguntas motivadas por la educacin recibida. Han estudiado en cierta medida
ciencias naturales y, por tanto, se preguntan, cuando leen el Gnesis, si el mundo fue
realmente creado en seis das o bien se dio un largo proceso evolutivo. Se par
realmente el sol tal como se describe en Josu 10, 13? Es una pregunta debida al hecho
de que tales lectores aprendieron que el sol no gira alrededor de la tierra, si-no la
tierra alrededor del sol, y que el sol se est moviendo den-tro de todo el sistema solar.
Para contestar preguntas debidas a la propia educacin general es necesaria una
educacin similar para saber cmo leer la Biblia. No hace falta la ayuda de los biblistas
para encontrar alimento espiritual; pero puede ser nece-saria para hallar respuestas a
las preguntas originadas por la pro-pia educacin, incluso a nivel popular.
14. Entiendo la necesidad de una cierta informacin
proporcio-nada por los biblistas pero no veo por qu se nos
tiene que decir que dependemos de la interpretacin humana
de la palabra de Dios. Por qu se han de dar tales
intermediarios humanos?
Cada palabra de la Biblia ha sido escrita por un ser humano, y por tanto los intentos
humanos por comprender la Biblia consti-tuyen unas ayudas perfectamente
apropiadas. Valernos de inter-mediarios humanos es, en mi opinin, algo intrnseco a
la con-cepcin judeo-cristiana de las acciones de Dios.
Parte del problema implicado en este tipo de pregunta puede ser el reconocimiento de
que los biblistas cambian de opinin, y de ah que se produzca una incertidumbre
sobre las opiniones que se encuentran en las notas y comentarios. Eso forma parte de
la condicin humana. Lo que s debe evitarse, con todo, es la idea de que los puntos de
vista de antes eran seguros y que los puntos de vista modernos pueden cambiar. Las
interpretacio-nes ms antiguas de la Biblia eran las opiniones de los especialis-tas de
aquella poca; los puntos de vista modernos son las opi-niones de los especialistas de
este siglo; ninguna goza de un es-tado privilegiado o inmutable. El lector se ha de
sentir respon-sable slo de dar con los mejores estudios de los que se disponga en la
actualidad. Si se dan mejores ideas en el siglo XXI o en el XXII quedar bajo la
responsabilidad de los lectores de ese futuro perodo. Y si usted objeta: Estuvieron
mal informados mis predecesores cristianos cuando lean la Biblia segn el punto de
vista de su tiempo?, la respuesta es que presumiblemente ellos actuaron de la mejor
manera que supieron con la informa-cin de la que entonces disponan y por tanto
cumplieron plena-mente con su obligacin. Si nosotros actuamos de igual manera con
la informacin de que disponemos, podemos presentarnos ante el trono de Dios sin
que nos sintamos culpables.
Primero, se debe tener mucho cuidado con lo que constituye la doctrina de la Iglesia. A
menudo, la gente considera que todo lo que se le ha enseado en las clases de religin,
en la escuela elemental, es la doctrina de la Iglesia; sin embargo, a veces, aquello era
una amalgama de doctrina, de opinin y de pas creencias. En realidad, el campo de la
doctrina de la Iglesia es ms bien estrecho. Estoy seguro de que saldrn ejemplos ms
adelante en mis respuestas a otras preguntas que se me hagan.
Segundo, aun cuando de verdad haya una doctrina en conflic-to, a menudo slo con la
ayuda de los especialistas la Iglesia ha aislado lo que es doctrina de lo que ha sido
simplemente una forma de expresarla. Por ejemplo, es doctrina de la Iglesia que Dios
cre el mundo. Durante muchos siglos, los que proclamaban eso pudieron muy bien
haberla entendido como formando parte de la doctrina de que Dios cre el mundo tal
como se describe en los primeros captulos del Gnesis. Bajo el impacto de los
recientes estudios sobre el Gnesis, la Iglesia catlica ahora tiene claro que en la
doctrina de la creacin por obra de Dios no va incluida la manera cmo lo cre. Por
tanto, se tiene libertad para sostener que los primeros captulos del Gnesis no son un
relato histrico de la creacin y aceptar la evolucin.
Tercero, precisamente porque reconozco que a veces lo que les pareca muy claro a
los especialistas de un siglo resultaba falso para los del siglo siguiente, no tengo una
confianza absoluta en mis conocimientos, como si fueran infalibles. Debido a lo
li-mitado de las preguntas contestadas por la ciencia y al cuidadoso
autoconfinamiento de las formulaciones doctrinales de la Iglesia catlica, yo, de
verdad, no puedo ver que se vaya a dar un con-flicto entre lo que yo descubra como el
sentido literal de las Es-crituras y lo que ensea la Iglesia catlica como doctrina
basada en las Escrituras. Pero si hubiera alguien que sealara un autnti-co conflicto,
mi actitud sera parecida a la que he odo atribuida a H. L. Mencken cuando reciba
airadas cartas de protesta de lectores que no estaban de acuerdo con l. Tena una
tarjeta im-presa que deca: Querido seor o seora, es muy probable que usted tenga
razn. El tono de Mencken era sarcstico, el mo es sincero: puedo muy bien estar
equivocado. No obstante, cuan-do lo que los contestatarios proponen no es en
realidad una doc-trina sino su interpretacin de la doctrina, entonces yo (o cual-quier
otro especialista) tiene el derecho a exigir que se aporten razonamientos serios para
mostrar quin tiene razn y quin no. En otras palabras, rara vez hay ocasin de
conflicto entre la cien-cia bblica que respeta las limitaciones de su propia
investigacin y la autntica doctrina de la Iglesia. Independientemente de cmo se
enfoque el conflicto, lo ms frecuente es que se produzca entre dos interpretaciones,
una de las cuales se presenta como doctrina de la Iglesia. Afortunadamente, en mi
vida, y en general en la reciente experiencia de la Iglesia catlica en el campo bblico,
no ha habido tensin alguna entre la investigacin y la doctrina oficial de la Iglesia. No
ocurre lo mismo en otros campos de la investigacin teolgica.
Ese razonamiento teolgico puede parecer algo distante para mucha gente, y quisiera
ofrecer otra motivacin prctica y perso-nal que considero la ms importante para la
lectura de la Biblia. Como cristiano, busco que Dios me gue en todas las
circunstan-cias de mi vida. Como sacerdote, quiero que Dios gue a la Igle-sia. La Biblia
ofrece una gama tan amplia en la experiencia del pueblo de Dios que busca la voluntad
divina en todas las circuns-tancias de la vida, que inevitablemente puedo descubrir en
ella una situacin anloga a mi propia situacin o a la de la Iglesia. Muchos libros
espirituales describen el encuentro de un alma par-ticular con Dios. En la recopilacin
bblica uno tiene casi dos mil aos de contacto con Dios en muchas situaciones
diferentes, personales y colectivas. Una de las mayores emociones al leer la Biblia, y
uno de sus rasgos ms atractivos para quienes la descubren consiste en el
reconocimiento de que la situacin bblica es similar a la nuestra. Lo que Dios exiga
en tiempos pasados como respuesta todava sigue exigindolo hoy.
En mi opinin, la manera de predicar o ensear sobre relato de los reyes magos a una
comunidad de fieles es presentando, en el contexto veterotestamentario, a unos sabios
que llegan de oriente anunciando la revelacin de Dios sobre Israel. (No voy a entrar
en ese fondo, pero viene a ser el ncleo del episodio de Balaam en el libro de los
Nmeros). De esta manera, los oyentes pueden llegar a comprender el mensaje de
Mateo de que estos gentiles, a partir de una fuente de conocimientos a la que tenan
acceso, como era la interpretacin de los astros, llegan para ado-rar a Dios, aun
cuando sigan necesitando la ayuda de las Escritu-ras hebreas para averiguar
precisamente dnde haba nacido el Rey de los judos. Cuando se muestra a los
oyentes hasta qu punto el relato que nos hace Mateo de la infancia de Jess nos est
repitiendo simblicamente relatos del antiguo testamento, se les puede decir,
consecuentemente, que este relato de los ma-gos no es historia tomada al pie de la
letra. Pero sin poner dema-siado el acento en la falta de historicidad para no perder de
vista el valor teolgico del relato. Contestando, pues, a su pregunta, creo que no hay
nada escandaloso en predicar o ensear cada uno de los libros de la Biblia segn su
propio gnero literario, la his-toria como historia, la parbola como parbola, siempre
que el predicador o el maestro respete tanto por la finalidad propia del libro como lo
que nos quiere transmitir.
Permtame sealar una consecuencia de todo esto. Algunas veces, por temor al
escndalo, hay quien dira que es mejor tratar una narracin no histrica como
histrica para as no suscitar problemas. Es un error peligroso. Para servir a la verdad
de Dios se ha de buscar lo mejor de la percepcin humana; ponemos en peligro la
aceptacin de la verdad divina si enseamos algo que, segn nuestras mejores
investigaciones, sabemos que es falso. Tarde o temprano, quienes oyen a un
predicador que est hablan-do de Jons como de un episodio histrico, o de los
primeros captulos del Gnesis como si fueran cientficos, se darn cuenta de la
falsedad de tal presentacin y, en consecuencia, rechazarn la verdad divina inspirada
contenida en esos captulos. Al expo-ner cualquier pasaje de las Escrituras no hay por
qu plantear problemas que los oyentes no pueden comprender; ahora bien, un
discreto silencio sobre temas extremadamente complicados no es lo mismo que
ensear o predicar algo que se tiene por fal-so. Cuando predico sobre los relatos de la
infancia (otra cosa muy distinta es dar un curso en la universidad) no entro en toda la
problemtica de la historicidad. Pero tampoco sugiero, explci-ta o implcitamente,
que todos los episodios all relatados sean histricos y tengan que tomarse como tales.
Probablemente he-mos de ser cautos y no infravalorar la formacin de los oyentes. Sin
duda, cuando uno est hablando a nios de primaria sobre la estrella que apareci en
oriente y se dirigi hacia Jerusaln hasta posarse sobre Beln, la preocupacin de
estos nios no se plantear si todo esto ocurri o slo es un cuento. El reto para el
maestro o predicador tal vez sea mantenerse en una lnea me-dia entre la afirmacin
de que todo aconteci al pie de la letra y la sugerencia de que slo es un cuento. Se
trata de un relato que nos transmite la verdad inspirada de Dios.
Sin embargo, la postura con respecto a Adn y Eva era ms compleja. En 1950 la
encclica Humani Generis del papa Po XII se refera a la teora del poligenismo, segn
la cual haba ms de una pareja de progenitores de las que procedan todos los se-res
humanos que actualmente pueblan la faz de la tierra; y deca: de ninguna manera se
ve cmo se puede reconciliar una tal teo-ra con lo que se ha enseado sobre el
pecado original. Hubo quienes interpretaron que as se condenaba el poligenismo,
pero no es eso lo que dijo. Muchos telogos s pensaban que la exis-tencia de ms de
una pareja de progenitores poda reconciliarse con la doctrina del pecado original e
incluso con la descripcin de Pablo del pecado que entra en el mundo por un solo
hombre en Rom 5. (No voy a entrar en todo el razonamiento teolgico que hay detrs
de ello). No obstante, la situacin cientfica, curiosamente, ha cambiado. Mientras que
en la dcada de 1950 la mayora de cientficos habra estado en favor del poligenismo,
los descubrimientos genticos ahora parecen respaldar la teora de que todos los
seres humanos descienden de una sola pareja.
Quizs se pueda decir lo siguiente. El tema de si hubo una sola pareja o ms de una es,
en parte, un tema cientfico, y por tanto, cuando se habla en trminos religiosos
deberamos tener cuidado en no alinearnos con demasiada firmeza con una u otra
postura cientfica, ya que ninguna est demostrada. El autntico mensaje religioso
implcito en el relato de Adn y Eva es que, hubiera una sola pareja o ms de una,
todas fueron creadas por Dios en el sentido de que Dios les infundi un alma viviente.
Adems, fueron creados buenos, no malos; tambin nosotros so-mos creados buenos y
no malos. No obstante, en los seres huma-nos hay una tendencia bsica pecaminosa
que va ms all de los pecados personales que podamos cometer; y esta tendencia
bsica hacia el mal forma parte de la corrupcin que los seres humanos han
introducido en el mundo, no procede de Dios. As se podra conservar lo fundamental
del concepto de pecado original (aun cuando se trate de una terminologa que no es
tcnicamente bbli-ca sino reflejo ms bien de las reflexiones de san Agustn y de otros
Padres de la Iglesia primitiva). Tambin podramos recono-cer lo bien que el
ingenioso relato bblico de Adn y Eva nos transmiti la idea del pecado y de sus
orgenes y no pensar que vamos a encontrar una nueva y mejor narracin moderna
para contar esa misma idea. Puede darse una posicin ms equilibrada entre lo que
usted oy al cura de su parroquia que insista en la historicidad literal del relato de
Adn y Eva y la afirmacin destructiva e inexacta de que Adn y Eva no existieron.
Entre las muchas formas de crtica bblica, hasta ahora slo he citado dos. Pero la
crtica que un biblista tiene ms frecuente-mente en su mente cuando habla de crtica
bblica es la crtica histrica. (Y de hecho, cuando me oyen hablar de crtica, sin ms,
me estoy refiriendo generalmente a sta). Implica la bsque-da de datos con respecto
al autor (antecedentes, situacin perso-nal, objetivos), con respecto a las
circunstancias en las que escri-bi (a qu problemas tena que hacer frente?), y con
respecto a los lectores u oyentes a quienes diriga su obra (dnde esta-ban? qu
problemas tenan? qu habran entendido?). Implica, asimismo, un juicio sobre la
naturaleza de lo escrito que coloca al libro en una determinada seccin de la biblioteca
descrita en una pregunta anterior (pregunta 20). En otras palabras, la crtica histrica
implica hacerse sobre un libro de la Biblia el mismo tipo de preguntas que uno se
hara con respecto a cualquier otro libro si se estuviera intentando descubrir el
mensaje transmitido a travs del mismo. Qu quera decir el autor realmente a
quie-nes escriba? Detrs de todo ello se esconde la firme conviccin de que el Dios
inspirador de las Escrituras no elimina ni la pro-pia visin ni el contexto en el que se
desenvuelve el autor huma-no. Aunque Dios lo sabe todo, no ocurre as con el autor
huma-no; y de ah que las palabras empleadas por el autor bblico no puedan hacerse
servir como respuesta a todas las preguntas.
Me pregunt sobre el mensaje. Permtame que diga, ante todo, y con precisin, lo que
no es. No hace falta que supongamos que el autor tena un conocimiento del futuro
lejano o que Dios se lo haba dado. Por lo tanto son intiles todas las especulaciones
sobre la duracin del mundo o sobre cunto tiempo pasar hasta la vuelta de Cristo o
la llegada del fin del mundo, especulaciones basadas en el Libro de la Revelacin o en
el Libro de Daniel que contiene otra serie de visiones apocalpticas. No obstante, estas
especulaciones han angustiado a la gente durante dos milenios, ya que con el paso del
tiempo distintos individuos han irrumpido blandiendo el libro del Apocalipsis para
anunciar que ya com-prenden el mensaje numrico y que ya saben que el final est
cercano. Hasta ahora tales interpretaciones han sido errneas: el mundo sigue aqu
todava.
Hemos contado con muy pocos medios para contrarrestar es-tos contactos masivos, y
en realidad, tampoco los tuvieron las grandes Iglesias protestantes, que vieron cmo
un gran nmero de sus fieles se pasaban a los grupos fundamentalistas. Muy a
menudo, la presencia de la Iglesia catlica en esta zona surea es minoritaria: el clero
y los educadores no tienen una buena formacin bblica; no se ha realizado ningn
esfuerzo masivo para presentar la Biblia adecuadamente en los medios de
comuni-cacin. (Podemos asistir a misas transmitidas por televisin pero se echa de
menos una presentacin bblica inteligente y moderna, con una finalidad pastoral. No
estoy hablando de comentarios piadosos sobre pasajes bblicos). Probablemente
podran aadirse muchos otros factores de carcter social e incluso poltico, pero por
lo menos he intentado explicarle por qu el atractivo que ejercen quienes se toman la
Biblia al pie de la letra se ha con-vertido repentinamente en un factor importante en la
vida de los catlicos.
5. Los sacerdotes catlicos son pocos y no abundan entre ellos quienes sepan hacer
una buena presentacin de la Biblia. Al mismo tiempo, existe un verdadero inters
entre los laicos y se habra de recurrir a ellos para que prestaran este servicio. Pero se
les debe informar, y este cometido requiere personas instruidas para que
proporcionen algunas de las ideas iniciales bsicas. Si como Iglesia reconocemos que
se trata de un problema de primer orden, entonces debemos movilizar nuestras
fuerzas a fin de pro-porcionar un liderazgo bblico inteligente entre los catlicos. As
se evitar que se conviertan en fundamentalistas. Como Iglesia, en mi opinin, esto
est todava por hacer. Tenemos conciencia de que hemos de enfrentarnos al reto del
liberalismo excesivo o del laicismo. No vemos suficientemente el peligro a la derecha.
6. Este no es un peligro que afecte slo a los catlicos. No existe ningn motivo que
impida que las grandes Iglesias protes-tantes y los catlicos se unan en un esfuerzo
comn para presen-tar la Biblia inteligentemente. Algunas Iglesias protestantes ya
han desarrollado excelentes medios para la lectura de la Biblia. El miedo a perder la
doctrina catlica si cooperamos con los pro-testantes es muy exagerado. Si fueran los
dirigentes de distintas Iglesias quienes patrocinaran la colaboracin en los medios de
comunicacin se vera simplemente que se trata bsicamente de transmitir una visin
fundamental e inteligente de la Biblia que respeta unas doctrinas cristianas en las que
todos estamos de acuerdo.
Muchas de las obras del nuevo testamento son epstolas o car-ias. Tampoco aqu
cuadran los criterios de historicidad. Por su-puesto que quien escribe una carta no se
inventa la situacin a la que hace referencia, pero valora mucho ms la calidad del
mensaje que su historicidad. Por lo que hace referencia a que estas cartas sean
contemporneas de los acontecimientos que des-criben, uno ha de enfrentarse al
hecho de que si bien algunas de las cartas atribuidas a san Pablo fueron
indudablemente escritas por l, otras probablemente las escribieron sus discpulos en
su nombre, incluso despus de su muerte. Con respecto a otras car-tas del nuevo
testamento, atribuidas a Pedro, a Santiago y a Ju-das, se repite un problema similar.
Tal vez no se den en el nue-vo testamento los mismos arduos problemas de
historicidad que se encuentran en las narraciones del antiguo testamento, pero
tambin el nuevo testamento tiene sus problemas.
Sin embargo, tiene usted razn con respecto a otras cartas en las que se identifica
concretamente a su autor. Trece de las obras del nuevo testamento son cartas que
llevan el nombre de Pablo en su texto. De esas trece, los biblistas, en su inmensa
mayora, atribuyen siete a Pablo como su autor: 1 Tesalonicenses, Glatas, 1 y 2
Corintios, Filipenses, Filemn y Romanos. Aproximada-mente un 90% de los crticos
especializados creen que no fue el mismo Pablo el autor de las cartas pastorales (1 y 2
Timoteo, Ti-to); aproximadamente un 80% estara de acuerdo en que no escri-bi
Efesios; un 60% aproximadamente en que no escribi Colosenses; y algo ms de la
mitad en que no escribi 2 Tesalonicen-ses. Le doy estos porcentajes estimativos para
subrayar que sta no es una ciencia absoluta; sin embargo, se trata de las opiniones de
no pocos. Del mismo modo, en relacin con las cartas catli-cas, un 95%
aproximadamente estara de acuerdo en que Pedro no redact la 2 Pedro; un 75%
aproximadamente en que no fue Judas el redactor de la carta que lleva su nombre o en
que San-tiago no redact la suya. Y existen tantas posibilidades en pro como en contra
de que Pedro tuviera alguna participacin en la redaccin de la 1 Pedro.
No nos garantiza la inspiracin que cuando una carta lleva el nombre de Pablo o
Pedro es l quien la escribi? En absoluto. Al igual que no porque se diga que Moiss
escribi el Pentateuco est garanizado que fue Moiss quien efectivamente lo escribi.
Existe la costumbre de atribuir una obra de importancia a una gran autoridad. Se
recuerda a Moiss como el que recibi la ley y, por tanto, a Moiss se le atribuye la
autora de todo lo rela-cionado con la ley. A Salomn se le tena por un hombre sabio y
por eso se le atribuye todo lo relacionado con la sabidura. A David se le recordaba
como el cantor de salmos, y por tanto, se puede hablar del salterio de David, aun
cuando no todos los sal-mos del salterio sean de David. Del mismo modo, tras la
muerte de Pablo, sus discpulos, que seguan sus tradiciones, queran instruir a la
gente sobre cul habra sido el pensamiento de Pa-blo al enfrentarse con nuevas
situaciones y se sentan libres para escribir en nombre de Pablo. Tal como ya he dicho
anteriormen-te, escribir es una actividad humana y la inspiracin divina res-peta las
normas propias de dicha actividad.
Al contrario de lo que usted insinuaba, creo que supone una gran diferencia que sea
Pablo u otro el autor de una carta. Nues-tra imagen de cmo se desarroll la Iglesia
primitiva puede verse enormemente influenciada por la identificacin del autor. Si
Pa-blo escribi las cartas pastorales durante su vida significa que era ya una
preocupacin importante la estructura de la Iglesia y quines haban de ser
presbteros-obispos y cmo haba de con-trolarse la enseanza a principios de los
aos 60. Si la gran ma-yora de los crticos estn en lo cierto y no fue Pablo quien
es-cribi esta carta, el problema surga precisamente porque la ge-neracin
apostlica, de la cual Pablo era un representante, ya haba desaparecido, y por tanto,
exista el problema de quin debera tener la responsabilidad de pastorear y ensear a
las Iglesias cristianas.
Si Pablo escribi las cartas a los colosenses y a los efesios durante su vida, entonces su
teologa haba girado notablemente en el sentido de que la eclesiologa ya empezaba a
destacar, lle-gando casi a sustituir a la cristologa como temtica principal. Estas dos
cartas tratan de la Iglesia como cuerpo de Cristo por el que se entreg. Mientras en sus
cartas autnticas Pablo recalca a los cristianos que todos son miembros del cuerpo de
Cristo, la visin colectiva de la Iglesia, casi como el objetivo y la meta de la obra de
Cristo, no queda tan resaltada como en las cartas a los colosenses y a los efesios.
Entonces nos estamos pregun-tando dnde empez exactamente la eclesiologa a
ocupar un pri-mer plano en la primera etapa cristiana. Puedo dar muchos ms
ejemplos de la importancia que tiene toda la problemtica deriva-da de quin sea el
autor de los escritos.
Usted plante su pregunta diciendo: aun cuando las cartas no escritas por Pablo estn
inspiradas, tienen la misma autoridad que las cartas autnticas? Yo me remontara
con mi respuesta afirmativa no simplemente hasta la inspiracin sino hasta la mis-ma
naturaleza del canon. Al aceptar estas cartas en el canon, la comunidad cristiana se ha
comprometido a vivir de acuerdo con ellas y bajo su autoridad. Confo haber dejado
claro que no ten-go una visin fundamentalista de la revelacin o de la autoridad de
las Escrituras, pero veo otro tipo de fundamentalismo por parte de quienes
simplemente descartan las obras cannicas o la importancia que tienen apoyndose
en dudosos argumentos sobre sus autores. El compromiso de la Iglesia con las
Escrituras, co-mo norma fundacional de su vida, tiene ms entidad que saber
simplemente quin fue el autor de una determinada obra en la Iglesia primitiva. Si se
insiste demasiado en la autoridad apos-tlica (que prcticamente quiere decir que su
autora se remonte a un tiempo anterior a mediados de los 60), la mayor parte del
nuevo testamento perdera su autoridad. El autor de las cartas pastorales tena que
hacer frente a una situacin con la que no haba tenido que enfrentarse Pablo durante
su vida. La respuesta que da a esa situacin en nombre de Pablo merece mucho ms
crdito que las recomposiciones fantasiosas sobre lo que Pablo pensaba cuando viva,
recomposiciones no basadas en datos con-sistentes y que por lo general no son sino
un reflejo de lo que habra gustado a quien las presenta que hubiera sido el
pensa-miento de Pablo.
Con todo, yo recalcara que mientras los evangelios, en gene-ral, no son biografas, el
evangelio segn Lucas, al estar relacio-nado con el libro de los Hechos, que narra la
historia en sentido amplio de los primeros cristianos, al relatarnos la concepcin de
Jess, su nacimiento y juventud, estara ms cerca de una biogra-fa que los dems
evangelios. Asimismo, si bien ningn evange-lio nos da un relato completo o
desapasionado de la vida de Je-ss, todos ellos nos proporcionan algunos datos
histricos sobre las circunstancias que rodearon su vida, sus palabras y sus actos. Por
tanto, la afirmacin de que los evangelios no son biografas, en modo alguno significa
que sus retratos sean simples aprecia-ciones teolgicas: son interpretaciones de una
vida real, de unas palabras reales y de unos hechos reales.
Con el tiempo, otros que no haban visto ni odo a Jess tam-bin se dedicaron a
anunciarlo apoyndose en el testimonio de quienes fueron testigos directos, de
manera que la predicacin era una combinacin de la narracin de unos testigos
oculares y de otros testigos no oculares. No es algo que nos estemos in-ventando: en 1
Cor 15, Pablo tras referirse a una frmula que recoge de la tradicin sobre la muerte,
sepultura, resurreccin de Jess y las apariciones (15, 3-5), menciona a Cefas (Pedro)
y a los Doce (que habran sido los testigos oculares) y tambin se menciona a s mismo
(y l no haba sido testigo ocular del mi-nisterio de Jess). Y luego dice a los
destinatarios de su carta: En cualquier caso, tanto ellos como yo, esto es lo que
anuncia-mos y esto es lo que habis credo.
Otro factor, adems del enriquecimiento de la tradicin sobre Jess por la fe de los
testigos y por la aparicin de los testigos no oculares en la predicacin, fue la
necesaria adaptacin de la predicacin para un nuevo auditorio. Si Jess fue un judo
galileo del primer tercio del siglo I, el evangelio se predic en las ciuda-des a judos y
gentiles urbanos; se predic, en definitiva, en grie-go, una lengua que Jess
normalmente no hablaba en Galilea (su-poniendo que lo hablara). Todo ello entraaba
una gran labor de traduccin en el sentido ms amplio de la palabra, y esta
traduc-cin destinada a hacer que el mensaje fuese, a la vez, inteligible y vivo para las
nuevas audiencias, forma parte del desarrollo de la tradicin de los evangelios.
La tercera etapa implicaba la redaccin propiamente dicha de los evangelios tal como
los conocemos. Esta etapa se desarro-llara en el ltimo tercio del siglo I, Marcos
alrededor del ao 70, Mateo y Lucas entre los aos 80 y 90, y Juan en los 90, todo ello
aproximadamente, con un margen de unos diez aos de ms o de menos. Algunos de
los fragmentos de la tradicin de Jess probablemente ya estaban escritos antes de
que los evangelistas redactaran sus respectivos evangelios, pero no han llegado hasta
nosotros ninguno de esos escritos anteriores a los evangelios. Una clave para entender
la tercera etapa tal vez sea que ninguno de los evangelistas fue testigo ocular del
ministerio de Jess. To-dos ellos seran lo que podramos denominar como cristianos
de la segunda generacin: haban odo a otros hablar de Jess y se pusieron a ordenar
por escrito, en el evangelio, la tradicin reci-bida. Esta clave nos ahorrar muchos de
los problemas que ator-mentaron a toda la generacin de comentaristas que nos
precedie-ron y que pensaban que algunos de los evangelistas haban visto lo que
describan. Segn esa interpretacin, Juan que describe en el captulo 2 la expulsin de
los mercaderes del templo al principio del ministerio de Jess y Mateo que la describe
en el captulo 21 al final de su ministerio, slo tendran razn en el caso de que la
expulsin del templo hubiera ocurrido esas dos veces y cada evangelista opt por
conservar slo una de ellas. En cambio, teniendo en cuenta la clave que acabo de
proponer, ninguno de los dos escritores fue testigo ocular de los hechos, cada uno de
ellos recibi en la tradicin de Jess una versin del relato de la expulsin de los
mercaderes del templo; tal vez ni el uno ni el otro supiera en qu momento del
ministerio de Jess se produjo esa escena ya que no estaban all; ahora bien, cada uno
lo incluy al escribir su evangelio en el lugar ms adecuado para su propsito. Podra
seguir ofreciendo ms ejemplos en los que la teora del evangelista testigo ocular ha
de recurrir a la repeticin de los hechos o a otras explicaciones poco razonables, y en
cambio la teora del evangelista que no fue testigo ocular ofrece una solucin muy
simple, puesto que explica por qu los evangelios, que frecuentemente contienen el
mismo material, lo organizan normalmente de distinta manera. La conclusin de todo
esto puede quedar resumida en que los evangelios siguen un or-den lgico pero no
necesariamente cronolgico. Cada evangelista ha ordenado su material segn su
propia concepcin de Jess y segn su voluntad de caracterizar a Jess de tal modo
que fuera una respuesta a las necesidades espirituales de la comunidad a la que diriga
su evangelio. As cada evangelista aparece como autor de la totalidad de su evangelio,
en el que da forma a la tradicin, la desarrolla y la selecciona, y como telogo en
pleni-tud orienta esa tradicin hacia un objetivo concreto.
Por tanto, como respuesta global a la pregunta sobre lo que son los evangelios dira
que vienen a ser como un proceso que se va dando en la tradicin de Jess que abarca
sus palabras, sus hechos, su pasin, muerte y resurreccin. Este proceso lo organi-z,
mont y model un evangelista en el ltimo tercio del siglo I para atender las
necesidades espirituales de los lectores cristia-nos a los que se diriga. A eso se debe
que el documento de la Pontificia Comisin Bblica, que he resumido en tres etapas,
con-sidere a los evangelios como histricos pero no como una memo-ria exacta o una
narracin literal.
41.Este enfoque moderno de los evangelios como resultado
del desarrollo de una tradicin qu efectos prcticos ha
tenido en nuestra utilizacin espiritual de los evangelios?
Permtame que le conteste con un ejemplo prctico. Basta con fijarse en el leccionario
dominical (esa coleccin de lecturas del antiguo y nuevo testamento de las que nos
servimos en la Iglesia para las celebraciones litrgicas), un leccionario que, en lneas
generales, son muchas las Iglesias cristianas que lo aceptan. En la Iglesia catlica,
antes de que se introdujera el leccionario ac-tual, se oan todos los domingos del ao
los mismos 52 pasajes. Dichos pasajes estaban tomados de los cuatro evangelios
aleato-riamente, de manera que un domingo los feligreses podan or un pasaje de
Mateo y al siguiente uno de Lucas, pero raras ve-ces uno de Marcos. En mi experiencia
como sacerdote no era ra-ro que se predicara sobre un pasaje, como por ejemplo, la
par-bola del sembrador, sin que se dijera de dnde se haba tomado. Ello se deba a
que ni el sacerdote ni los feligreses suponan que eso pudiera variar el sentido del
pasaje: Jess haba relatado la parbola y los evangelistas no eran sino sus simples
cronistas.
Sin embargo, en el nuevo leccionario, que abarca tres aos, las lecturas del primer ao
estn tomadas de Mateo, del segundo de Marcos y del tercero de Lucas. Las lecturas
del evangelio de Juan se reservan para unos perodos determinados como la
cua-resma y la pascua. Esta organizacin reconoce la importancia que tiene localizar
una percopa determinada (o sea, el pasaje del evangelio del da) en el evangelio del
que fue tomada, porque el contexto de todo el evangelio da un sentido a aquella
percopa. Por ejemplo, la escena de la multiplicacin de los panes se narra en los
cuatro evangelios, pero puede tener un significado diferen-te en cada uno de ellos
segn la lgica del evangelista. Quizs no todos los predicadores tengan conciencia de
ello; con todo, la distribucin del leccionario puede servir de estmulo para que vaya
adquiriendo esa conciencia.
Sin embargo, a mediados de los aos 50, tal como indiqu anteriormente (pregunta
24), el secretario de la misma Pontificia Comisin Bblica coment que los catlicos
gozaban ya de plena libertad con respecto a dichos decretos salvo en lo que afectara a
la fe y a la moral (y en realidad se no era el caso en ninguna de estas cuestiones). Lo
que quiere decir que mientras que para aquellos catlicos la enseanza de la
identidad de los evange-listas estaba vinculada a una respuesta oficial de la Iglesia,
ahora ya no es as. Los catlicos gozan de la misma libertad que cual-quier otro para
expresar sus puntos de vista sobre la identidad de los evangelistas. A propsito, este
embarazoso cambio pblico de parecer con respecto a una postura fuertemente
implantada pone de relieve lo peligroso que resulta invocar la autoridad de la Iglesia
para dar por solucionadas cuestiones que son bsica-mente cientficas, cuestiones no
sobre la doctrina sino sobre los autores, la datacin y el tipo de su composicin. La fe y
la moral constituyen el rea restringida en la que acta el Espritu santo como gua de
la Iglesia.
La opinin de que los evangelistas no fueron testigos oculares directos del ministerio
pblico de Jess se vera apoyada aproxi-madamente por un 95% de los biblistas
contemporneos. El de-creto de la Pontificia Comisin Bblica de 1964 (cf. pregunta
40) no se refiri directamente a la identidad de los evangelistas si bien los describi
muy claramente como distintos de los que pre-dicaron en la segunda etapa y as
crearon implcitamente una dis-tincin entre evangelistas y predicadores, algunos de
los cuales haban sido compaeros de Jess. Sin embargo, debo advertirle que la
Iglesia ha continuado y con toda probabilidad continuar utilizando la antigua
denominacin de apstoles y varones apostlicos para designar a los autores de los
evangelios, pero no para ensear que fueron testigos oculares sino para recalcar la
conexin entre sus obras y el testimonio apostlico.
Permtame aadir que los ttulos que leemos en el nuevo tes-tamento, por ejemplo,
Evangelio segn san Mateo (y ntese que en los textos ms antiguos se lee segn
no de), son el resultado de los estudios de finales del siglo II que intentaban
identificar a los autores de las obras que carecan de identifica-cin. Ninguno de los
evangelistas se identific en su obra. Lo ms cercano que encontramos al respecto en
los evangelios se encuentra en el cuarto evangelio en donde se lee que un testigo
ocular, el discpulo a quien Jess amaba, fue la fuente de lo que aparece en ese
evangelio (Jn 21, 24), y sin embargo, en ese mismo evangelio jams se identifica al
discpulo a quien amaba Jess. Si en el siglo I se hubiera planteado la pregunta: De
quin es este evangelio?, la respuesta sera parecida a lo encon-tramos en lo que
aparece escrito al iniciarse el evangelio que ac-tualmente conocemos como evangelio
segn Marcos. Ese evan-gelista escribi: Principio del evangelio de Jesucristo.
Resulta interesante que fue precisamente bajo el ttulo de la verdad histrica de los
evangelios como la Pontificia Comisin Bblica present su enfoque de 1964. Al final
de su exposicin de las tres etapas del desarrollo (pregunta 40), la Comisin haca un
comentario sobre la relacin entre historia y tradicin en des-arrollo, indicando que la
veracidad del relato no se ve afectada por el hecho de que los evangelistas relaten las
palabras y los hechos del Seor con un orden distinto y no expresen sus pala-bras
literalmente, aun cuando conserven el sentido de las mismas. La razn por la que la
verdad no se ve afectada es porque la doc-trina y la vida de Jess no se contaron
simplemente para que fue-ran recordadas sino para que fueran predicadas a fin de
ofrecer a la Iglesia una base para la puesta en prctica de la fe y de la moral.
Permtanme que resuma todo lo que he dicho hasta aqu: Esta proclamacin del
material del evangelio que fluye del minis-terio de Jess no tiene una intencin
biogrfica ni pretende una conservacin literal; tiene como meta su adaptacin a las
necesi-dades de quienes estn oyndolo, y es as y dentro de ese encua-dre, como
puede llamarse histrico.
Sin embargo, permtame que haga dos observaciones positivas para que no se sienta
defraudado por las limitaciones que acabo de sealar, limitaciones que no han de
imputarse a los biblistas ya que no fuimos nosotros quienes escribimos los evangelios.
Las diferencias y variaciones en las palabras de Jess que nos han llegado aparecen
objetivamente ante nuestros ojos en los cuatro evangelios; todo lo que los biblistas
tratan de hacer no es ms que explicar unas discrepancias que estn ah desde hace
ms de mil novecientos aos. La primera observacin positiva es que las variaciones
que encontramos en determinadas palabras de Jess muestran el valor polivalente de
su enseanza. Se ha desarrollado de distintas maneras precisamente porque contena
inherentemen-te la posibilidad de aplicarse a distintas situaciones con distintos
matices. Yo comparo las variaciones de los cuatro evangelios con lo que ocurre con un
gran diamante o una piedra preciosa ex-puesta en la sala de un museo. El diamante
est colocado sobre un soporte en el centro de una vitrina de cristal iluminada por los
cuatro costados; cuando se entra en la sala se puede ver una de sus caras y admirar su
belleza pero slo al dar una vuelta a su alrededor puede apreciarse toda la belleza en
su conjunto. Las variaciones que los evangelistas han conservado o que incluso han
realizado ellos mismos son percepciones distintas de una misma enseanza de Jess.
La segunda observacin positiva nos recuerda que, cuando Jess hablaba, muchos no
lo comprendan y no crean. Si se tu-viera una grabacin exacta de sus palabras se
tendra un mensaje que a menudo no era comprendido. Lo que tenemos en la
tradi-cin desarrollada, presentada en los cuatro evangelios, es un mensaje que surge
de la fe y que se adapta para provocar la ad-hesin en una audiencia que lo pueda
comprender. As se puede explicar por qu, en la providencia de Dios, el Espritu santo
no inspir una descripcin literal, palabra por palabra, de todas y cada una de las
palabras y de los hechos de Jess, sino la elabo-racin de una tradicin en desarrollo.
La simple repeticin no producira necesariamente la fe. La tarea evanglica que
implica la conservacin, adaptacin, explicacin y reordenacin forma parte de lo que
hace que los evangelios sean una Buena Nueva.
Me parece que los milagros deben tratarse de la misma mane-ra que las palabras de
Jess. Si vamos ms all de los evangelios (y los evangelistas ciertamente creyeron
que Jess hizo cosas mi-lagrosas) hasta la tradicin ms primitiva, nos encontraremos
con que la aparicin de Jess como alguien que cura tiene la misma antigedad que su
aparicin como alguien que se expresaba me-diante parbolas. Por consiguiente, y en
cuanto hace referencia a la antigedad de la tradicin cristiana, no veo razn para
des-cartar lo milagroso en el ministerio de Jess. En efecto, uno de los primeros
recuerdos que de l se tienen puede haber sido que haca cosas maravillosas, un
recuerdo que poda haberse exten-dido no slo entre los creyentes sino tambin entre
los no cre-yentes. El historiador judo Flavio Josefo tiene un famoso pasaje sobre Jess
que, al menos en parte, parece ser autntico. En los aos 90 escribi: Hacedor de
cosas maravillosas, maestro del pueblo que recibe la verdad a gusto (Antigedades,
18.3.3; 63). En mi opinin, estos dos aspectos: hacedor y maestro, forman parte de la
tradicin autntica.
Permtame un ejemplo que ponga de manifiesto los problemas a los que nos
enfrentamos. En Marcos 11, 14 leemos que Jess maldijo una higuera; en 11, 20-21
leemos que, al da siguiente, los discpulos vieron que la higuera se haba secado. En
Mateo 21, 19 se nos dice que cuando Jess maldijo la higuera sta se sec
inmediatamente. Cul de estos dos relatos transmite con mayor probabilidad la
tradicin ms antigua? la menos desarro-llada? La mayora de biblistas elegiran
inmediatamente el relato de Marcos, porque otras situaciones parecidas nos muestran
que Mateo acostumbra a presentar los milagros de manera ms inten-sa y dramtica.
Lucas, en cambio, no recoge esa maldicin de la higuera, pero, sin embargo, en 13, 6-9
nos ofrece una parbola sobre la higuera, a la que acude un hombre intilmente en
busca de fruto y la quiere arrancar. El viador le dice que espere un ao, que l la
cavar y abonar, y slo entonces, si no da fruto, que la arranque. Se trata de un
mismo hecho en la vida de Je-ss? Si as es, cul es probablemente su versin ms
original; el milagro de la maldicin de la higuera que se seca, o la par-bola sobre un
intento de arrancar un rbol que no da su fruto? Quienes desconfen de los milagros
optaran de inmediato por la parbola de Lucas como la ms original. Quienes
reconocen la tendencia de Lucas por suavizar todo aquello que refleje un enfado de
Jess podran pensar que, en lugar de transmitirnos el enfado de Jess, se ha optado
por presentarnos una reflexin alegrica. Esto es lo que quiero decir con lo de
estudiar la narra-cin de cada milagro y valorar la tradicin o tradiciones que la
transmiten y la tendencia de esas tradiciones, antes de formar un juicio sobre la
historicidad de ese milagro en concreto. Lina opi-nin fundada sobre la autenticidad
de una tradicin con respecto a un milagro de Jess no implica la aceptacin de la
historicidad literal de todos y cada uno de los milagros del evangelio.
Creo que aqu podemos ser bastante positivos, a condicin de que analicemos
correctamente lo que est en juego desde dos puntos de vista distintos. Si nos
encontramos con un nio que se cae repentinamente y empieza a dar patadas y a
echar espuma-rajos por su boca, a pesar de nuestra falta de conocimientos m-dicos,
podramos sospechar de inmediato que se trata de un ata-que de epilepsia y llevar al
nio a un mdico que, si diagnostica como epilepsia esa enfermedad, le aplicar un
tratamiento mdi-co. Lo que no se nos ocurrira es expulsar al demonio de ese ni-o;
sin embargo, eso es precisamente lo que hace Jess en Mar-cos 9, 14-27. Yo, por mi
parte, no creo que Jess poseyera un conocimiento cientfico moderno, ni tampoco
que un mdico mo-derno, si de alguna manera pudiera trasladarse a aquellos tiempos
antiguos, tuviera que juzgar que se trataba de un caso de pose-sin diablica y no de
una epilepsia. Se trata de dos puntos de vista distintos, en uno de los cuales est
implicada la ciencia, y en el otro se contempla la cuestin desde un punto de vista
teol-gico. La respuesta no es que la medicina moderna est equivoca-da, o que
debamos creer que todos los casos de posesin diabli-ca (incluida la posesin de
casas y cerdos) en los evangelios ten-gan que aceptarse como autnticas narraciones
histricas.
Usted es libre para aceptar la plausibilidad histrica de una situacin como la sugerida
en el relato parablico de Jess sobre un demonio que sale de una persona y vaga por
el desierto bus-cando descanso (Le 11, 24), lo cual no queda lejos de la idea de las
casas rurales encantadas. Pero si opta por creer que en los tiempos de Jess los
demonios, en efecto, habitaban en dichos lugares, no por eso tiene derecho a imponer
esa creencia a otros en nombre de la infalibilidad del evangelio. Lo mismo ocurre con
los demonios que salen de un hombre posedo y se introducen en una manada de
cerdos (Me 5, 12). Se ha de tener en cuenta una concepcin del mundo distinta en el
siglo I compartida por Jess y los evangelistas. Con todo, quien no crea que dichos
re-latos son histricos, no por eso queda libre para abandonar la importancia del
contenido religioso de esas narraciones. Eso no sera seal de refinamiento sino de
superficialidad.
51. Usted cree en el demonio?
Nunca acabo de entender qu importancia puede tener mi fe personal ante un
auditorio numeroso, aunque no por eso me voy a negar a contestar a su pregunta. Y mi
respuesta es s.
Pero me imagino que lo que usted quiere saber es si existe alguna prueba de la
existencia de! demonio y, ms en concreto, si hay alguna prueba bblica. Cualquiera
que haya sido la creen-cia popular en la poca anterior al exilio babilnico de 587-539
a. C., el material bblico escrito antes de esa poca no aporta mu-chos indicios sobre la
creencia en el demonio en el sentido nor-mal de la palabra. Al tentador, representado
bajo la figura de una serpiente en el Gnesis, no se le llama demonio (aunque s se
haga ms tarde en el Apocalipsis 12, 9); y el Satn del libro de Job es ms un prefecto
de disciplina celestial que un prncipe del mal. Tras la poca del exilio y, con toda
seguridad, bajo la in-fluencia persa, el judasmo manifiesta su creencia tanto en una
fuerza principal del mal (demonio, Satn, Belial, etc.) como en hordas de demonios,
algunos de los cuales toman posesin de las personas. Es obvio que los escritores del
nuevo testamento compartan la visin del judasmo de su tiempo con respecto a las
criaturas demonacas; y la teologa cristiana, hasta nuestros das, ha considerado esa
creencia como seria y normativa.
Me llama la atencin que la gente pueda afirmar con toda cer-teza que el demonio no
existe, ya que ignoro cmo lo saben; y resulta muy difcil la demostracin de una
negacin universal. En cuanto a quienes creen en la existencia de un principio
supre-mo e inteligente del bien, es decir, Dios, no veo en absoluto por qu se veran
impulsados a negar la existencia de un principio supremo (por debajo de Dios) e
inteligente del mal. Acaso la reciente historia del mundo nos hace dudar de la
existencia de una fuerza maligna en plena accin? Realmente, a los ms pesi-mistas, la
historia reciente del mundo, les hara creer ms fcil-mente en el demonio que en
Dios.
En cuanto a la doctrina de la Iglesia, entiendo (si bien tengo que insistir siempre en
que mi especialidad no es la teologa sis-temtica) que la existencia del demonio
normalmente se conside-ra una parte de la doctrina catlica infalible. Se trata de una
doc-trina muy escueta: no insiste en la descripcin del demonio ni en especificar su
pluralidad, ni cualquier otro de los aspectos que muchos se imaginan en su visin del
demonio. Yo dira que re-sulta casi imposible entender la proclamacin de Jess, de
pala-bra y obra, de la venida del reino de Dios, sin entender simult-neamente la
oposicin que surge de un reino del mal establecido ya en este mundo. Adems, en
nuestra experiencia moderna de la continua proclamacin del reino de Dios, no veo
muchas cosas que me hagan pensar que la resistencia deliberada por parte del mal sea
algo perteneciente exclusivamente a la manera de pensar del siglo I. Pero eso es algo
bastante distinto a atribuir casi to-das las enfermedades al demonio.
52.Se le han hecho muchas preguntas sobre la historicidad de
muchos aspectos de la historia del evangelio: los dichos de
Je-ss, sus milagros, los demonios. Pero qu hay del
acontecimien-to cumbre de la historia del evangelio? He odo
que eminentes telogos, tambin catlicos, dicen que su fe no
se vera pertur-bada si se descubriese el cuerpo de Jess en
Palestina. Usted, como biblista, cree que es necesario creer
en la resurreccin fsica ?
Su audaz pregunta plantea un gran tema que, en mi opinin, ni debe soslayarse ni ser
tratado a la ligera. Muchas veces he mantenido, tanto verbalmente como por escrito,
que la afirma-cin: Mi fe no se vera perturbada si se encontrara el cuerpo de Jess
en Palestina, hoy en da est fuera de lugar. No se nos pide que creamos en la
resurreccin de Cristo por la autoridad de cualquiera de los telogos modernos. Lo
que s se nos pide es que creamos en la resurreccin por la autoridad de los testigos
apostlicos. Por tanto la pregunta debe ser: Se habra visto per-turbada la fe de Pedro
o de Pablo si hubieran encontrado el cuer-po de Jess en Palestina? En mi opinin, el
testimonio bblico apunta al hecho de que Pedro y Pablo predicaron un Jess
resuci-tado cuyo cuerpo no habra sufrido la corrupcin del sepulcro. No existe la ms
mnima prueba en el nuevo testamento de que algn cristiano pensara que el cuerpo
de Jess segua en el sepul-cro sufriendo la corrupcin. Creo, por tanto, que el
testimonio bblico afirma con toda claridad la resurreccin corporal de Jess.
Tras dejar claro este punto, permtame aadir algunos factores que pueden aclarar
por qu se plantean objeciones o por qu los telogos hablan como a veces lo hacen
sobre el cuerpo de Jess resucitado. Cuando se comparan los datos del nuevo
testamento, los relatos del sepulcro vaco, que atestiguan los cuatro evange-lios, a
menudo se consideran tardos. Ello se debe al hecho de que, cuando Pablo predica a
Jess resucitado, jams habla del sepulcro vaco, ni siquiera menciona el sepulcro de
Jess. Perso-nalmente no encuentro muy sospechoso ese silencio, ya que Pa-blo
prcticamente tampoco hace mencin de los detalles histri-cos del ministerio de
Jess. Tambin hoy en da se podra predi-car ampliamente sobre la resurreccin sin
entrar en la temtica del sepulcro vaco. Otro factor que sugiere a los especialistas que
estos relatos son tardos viene dado por los disparidad en los de-talles que dan las
narraciones: uno o dos ngeles, de pie o senta-dos, la piedra ya est corrida o la mueve
un ngel que desciende, lo que dice el ngel. En mi opinin estas variantes en los
evange-lios no seran sino un simple reflejo del desarrollo oral de la tradicin. Pero
por debajo de todas esas variantes existe la tradi-cin, slidamente atestiguada por
los cuatro evangelios, de que el sepulcro estaba vaco la maana de pascua. Para m la
cuestin radica en la autenticidad de esa tradicin, no en lo tardo de las distintas
narraciones que la contienen. El mismo hecho de que Mara Magdalena sea recordada
en los evangelios (y ella es la testigo fundamental en el hallazgo del sepulcro vaco)
apoya la tesis de que se trataba de un recuerdo cristiano histrico. Ade-ms, como se
indica a menudo, si cualquier judo no creyente hubiera mostrado el cuerpo de Jess
yacente en el sepulcro, ha-bra resultado imposible la proclamacin cristiana de la
resu-rreccin. No veo, por tanto, ningn motivo para pensar que no sea histrico lo
del sepulcro vaco.
Lgicamente, comprendo que ese sepulcro podra haber estado vaco por diferentes
motivos. Y as lo pensaron los evangelistas; en Jn 20, la primera ocurrencia de Mara
Magdalena de por qu estaba vaco el sepulcro es que alguien se haba llevado el
cuer-po. Mt 28, 13-15 recoge la opinin de los judos que aseguraban que el cuerpo de
Jess haba sido robado por sus discpulos du-rante la noche. El sepulcro vaco no
prueba la resurreccin, sino que ms bien la resurreccin pas a ser la explicacin
normaliza-da del sepulcro vaco. Esto ltimo me sugiere que la proclama-cin
cristiana de la resurreccin implicaba la imposibilidad de encontrar el cuerpo de
Jess, y por tanto, implicaba el aspecto corpreo de la resurreccin de Jess.
Permtame que me anticipe ante una objecin. Hay un autor del nuevo testamento que
atribuye propiedades fsicas al cuerpo resucitado, a saber. Le 24, 41-42, en donde
Jess come. (Esto va ms all de las afirmaciones de identidad de que el cuerpo
resucitado de Jess posea las seales de la cruz, afirmaciones que se encuentran no
slo en Lucas sino tambin en Juan). Jess resucitado poda comer? Es interesante
que poco antes de estos versculos. Le 24, 39 hable de la carne y de los huesos de Jess
resucitado, mientras Pablo indica que el cuerpo resucitado no es carne y sangre, sino
espiritual. Qu punto de vista es el correcto si tenemos razn al contemplar una
diferencia importante entre los dos puntos de vista? Pablo vio a Jess resucitado; de
Lucas no nos consta. Ha dramatizado Lucas la condicin fsica del cuerpo de Jess
para acentuar la corporalidad de Jess resucita-do? Al igual que muchos otros
biblistas estoy a favor de la pos-tura paulina y creo que la expresiva narracin de
Lucas realmen-te no significa ms que una acentuacin de la verdadera corpora-lidad.
Por lo que puedo ver, las propiedades del cuerpo resucita-do siguen siendo una
pregunta abierta; y creo que as es incluso en la enseanza de la Iglesia catlica.
Sostengo que la Iglesia ha enseado infaliblemente la resurreccin corporal, pero no
veo ninguna prueba de que haya enseado infaliblemente detalles es-pecficos acerca
de las propiedades del cuerpo resucitado de Je-ss y de su condicin fsica. Por lo
tanto, sugiero que evitemos el trmino fsico y empleemos el trmino corporal. En
cualquier caso, este ltimo describe mejor lo que estamos tratando.
Han de tenerse en cuenta dos hechos que guardan relacin con este asunto. Los
catlicos a veces creen que si se cuestiona la historicidad de las narraciones sobre el
nacimiento, se va contra la enseanza de la Iglesia. Eso no es verdad. No existe
ninguna declaracin oficial de la Iglesia que diga que las narraciones del nacimiento
son literalmente histricas. En efecto, la declaracin de la Pontificia Comisin Bblica
sobre La verdad histrica de los evangelios (cf. la anterior pregunta 40), que se
ocupa clara-mente de lo que los discpulos oyeron a Jess y vieron durante su
ministerio pblico, no se ocup, sin embargo, de los relatos de su nacimiento. Ms
tarde se intent que la Comisin hiciera una declaracin sobre la historicidad de las
narraciones del na-cimiento, pero se desisti hacia finales de los aos 60,
presu-miblemente porque una declaracin de ese tipo habra sido de-masiado
complicada y quizs habra tenido que matizarse exce-sivamente.
El segundo factor est en relacin con el origen de la tradi-cin sobre lo que Jess hizo
y dijo. Quienes haban estado con l podan narrar sus palabras y hechos, a saber, sus
discpulos y, en particular, los Doce. Pero ninguno de esos discpulos pre-senci el
nacimiento de Jess, de manera que no se puede afirmar que tengamos testigos
apostlicos de los acontecimientos relacio-nados con el nacimiento.
Lo que s debemos reconocer es que cada relato narra a su manera unos factores que
son funcionalmente equivalentes. Por ejemplo, Mateo relata un anuncio a Jos,
mientras Lucas nos re-lata la anunciacin a Mara y tanto en un caso como en el otro
de lo que se trata es de identificar al nio que va a nacer como el Mesas y como el
Dios con nosotros o el Hijo de Dios. Mateo nos dice que los magos llegan tras el
nacimiento de Jess para adorar al nio; mientras Lucas nos dice que los pastores
llegan tras el nacimiento para adorar al nio; ambas escenas tienen la funcin de
mostrar que la revelacin de Dios en Jess tendr una respuesta de fe y alabanza, por
parte de los gentiles en Mateo, y por parte de los judos en Lucas.
Permtame darle unos ejemplos. Tanto Mateo como Lucas des-criben acontecimientos
que ciertamente deberan haber dejado algunas huellas de dominio pblico. Mateo
describe un extraordi-nario fenmeno astronmico: una estrella que apareci en
oriente gui, al parecer, a los magos hasta Jerusaln, luego reapareci y se pos
encima del lugar donde naci Jess en Beln (2, 2.9). En mi obra El nacimiento del
Mesas examin todos indicios pro-porcionados por las crnicas astronmicas de la
poca del naci-miento de Jess: cometas, conjuncin de planetas y estrellas
supernovas. Quedaba claro que no existan crnicas astronmicas de lo que se
describe en Mateo (a pesar de los titulares periods-ticos que aparecen de vez en
cuando en sentido contrario).
En el caso del empadronamiento, que segn Lucas, orden Csar Augusto para todo el
mundo, siendo Quirino gobernador de Siria (2, 1-2), un empadronamiento que
presumiblemente se llev a cabo siendo Herodes el Grande rey de Judea (1, 5), nos
encontramos con un problema similar. En El nacimiento del Me-sas examin todas las
crnicas histricas sobre el gobierno de Quirino en Siria y los empadronamientos que
se hicieron bajo Augusto. Jams se orden un solo censo que abarcara a todo el mundo
bajo Augusto, y el censo (de Judea, que no inclua a Nazaret!), que se llev a cabo bajo
Quirino, ocurri unos diez aos despus de la muerte de Herodes el Grande, y por
tanto, presumi-blemente, despus del nacimiento de Jess. Por tanto, es muy di-fcil
sostener que alguno de los evangelistas describe con preci-sin los acontecimientos
pblicos. Probablemente post factum (tras la resurreccin) el nacimiento de Jess
qued asociado a recuerdos dispersos de unos acontecimientos que ocurrieron unos
diez aos antes o despus de su nacimiento.
No es sta una lista exhaustiva de los problemas que plantean dudas sobre la
historicidad de los evangelios de la infancia, por ejemplo, la genealoga de Jess en
Mateo no concuerda con la genealoga de Jess en Lucas y ninguna de las dos se ve
libre de dificultades notables. Por tanto, no es que uno sea injustifica-damente
escptico si piensa que no es tan fcil clasificar una na-rracin como histrica y otra
como simblica. Especialmente con respecto a la tesis de que Lucas aporta los
recuerdos que tiene Mara de los acontecimientos, no slo se tiene el problema
gene-ral de la historicidad (el tema del empadronamiento que acaba-mos de ver) sino
tambin la descripcin, al parecer, inexacta de las costumbres y del comportamiento
de Mara cuando lleva al nio a Jerusaln. En 2, 22ss, las leyes judas acerca de la
presen-tacin del primognito y de la purificacin de la madre se descri-ben
confusamente y parece que se hace la suposicin equivocada de que haba otros que
necesitaban la purificacin adems de Mara (su de ellos purificacin). Esto no
parece reflejar con exactitud un recuerdo familiar.
Siempre recalco que, aparte de discrepar sobre ciertos puntos, los dos evangelistas
tambin coinciden en lo que podra denomi-narse los puntos ms importantes. Ambos
contienen el anuncio de la futura grandeza del nio, antes de su nacimiento. Esto
sig-nifica que ambos coinciden en lo que hace referencia a una pro-videncial
preparacin divina, y sobre todo, a una revelacin. Am-bos coinciden en que el nio
fue concebido sin la intervencin de varn, en la sorprendente reivindicacin de una
concepcin virginal. Ambos coinciden en que el nio era de la casa de Da-vid a travs
de la descendencia davdica de Jos, y ambos coinci-den en que el nacimiento tuvo
lugar en la ciudad de Beln. Am-bos coinciden en que finalmente la familia se
establece en Nazaret. Estas coincidencias son muy importantes y no creo que pueda
discutirse la historicidad de dichos detalles.
Sin embargo, tambin dira que un inters demasiado miope por la historicidad puede
no dejar ver a la gente el gran valor que estos relatos tienen en s mismos. El evangelio
de la infan-cia de Mateo es un catecismo cuidadosamente elaborado del mensaje
bsico de las Escrituras de Israel, es decir, de lo que llamaramos el antiguo
testamento. En la genealoga tenemos los relatos de los patriarcas y de los reyes
citados simplemente por la mencin de sus nombres, as se nos indica que Jess es
here-dero de las promesas de Abraham, Isaac, Jacob, David, Salomn, etc. En alguna
ocasin he recalcado el sentido que pueden tener incluso los nombres desconocidos
que aparecen en la ltima sec-cin de la genealoga de Mateo, como parte del mensaje
relacio-nado con un Mesas que predicar a quienes no iban a ser consi-derados
importantes segn las normas del mundo. He sealado los pasajes profticos en el
evangelio de la infancia de Mateo como un intento de incluir en el mensaje del
nacimiento de Jess el testimonio de Isaas, Jeremas, Oseas, etc. La historia de Jos
segn Mateo, con sus sueos y su viaje a Egipto, evoca la histo-ria de Jos en el antiguo
testamento, incluso la aparicin de Herodes, el rey malvado, degollador de nios,
evoca el recuerdo del faran de Egipto que intent aniquilar a Moiss. Brevemente, lo
que hace Mateo es volver a contar la historia de Israel porque es una introduccin
esencial al evangelio propiamente dicho, que empieza con el bautismo de Jess por
Juan Bautista.
Es interesante ver el eco de esta historia en los dos relatos evanglicos de la infancia.
En Mateo, es el ngel del Seor quien se aparece en sueos a Jos en varias ocasiones
y le transmite el mensaje de Dios. Mateo emplea el lenguaje del antiguo testa-mento
para la revelacin divina, aun cuando podramos sospechar que Mateo, por entonces,
piensa en un ngel autntico ms que en echar mano simplemente de un ngel del
Seor para describir la presencia de Dios. Por otro lado, Lucas nos habla de un ngel
llamado Gabriel como mensajero divino y no hay duda de que Lucas est pensando en
un ngel concreto. Puesto que Gabriel es el ngel revelador en el libro de Daniel que
explica la gran-diosa visin del final de los tiempos, su presencia en el relato de la
infancia segn Lucas es una seal de que lo que Daniel ha-ba profetizado se est
convirtiendo ahora en realidad: el final de los tiempos ya est llegando con la
concepcin y el nacimien-to de Jess.
Sin embargo, para evitarle una mayor confusin por exceso de informacin me va a
permitir que me concentre en la funcin que tiene el relato de Lucas. En el primer
captulo de Lucas un ngel le dice a Mara y al lector que Jess es el Hijo de Dios. En el
tercer captulo de Lucas la voz de Dios en el bautismo le dice al lector que Jess es el
Hijo de Dios. En el segundo captu-lo, precisamente en este relato de Jess a la edad de
los doce aos, la primera vez que habla en el evangelio, Jess mismo identifica a Dios
como a su Padre; No sabais que estara en la casa de mi Padre?. Por tanto, tiene
una funcin cristolgica: el Jess del ministerio, que habla y acta como Hijo de Dios,
ya hablaba y actuaba como Hijo de Dios desde el primer momento en que apareca en
escena.
Del mismo modo, en los evangelios apcrifos que abordan la juventud de Jess, se
produce como una retoyeccin de las manifestaciones de poder y de los dichos de
Jess sobre su pro-pia persona durante su ministerio pblico. Por consiguiente, la
intencin subyacente es mostrar una continuidad a lo largo de la vida de Jess. Ya en
el seno de su familia tena el mismo co-nocimiento y poder que manifest en su
ministerio. Incluso se encontraba con la misma oposicin. Tal vez haya odo usted un
relato del Evangelio de la infancia por Toms segn el cual, cuando Jess era un nio
ya haca pjaros con el barro que luego se iban volando. Lo que a menudo no se
recuerda de ese mismo relato es que cierto judo al verlo fue a quejarse a Jos porque
Jess estaba trabajando con barro en sbado: el mismo tipo de acusacin contra Jess
que durante su ministerio pblico. As, la funcin de los pocos relatos sobre su
infancia que tenemos es ms bien teolgica y no tanto histrica.
En Mateo, se repite la escena de Marcos, pero la imagen ge-neral que ofrece Mateo de
Mara queda suavizada por la indica-cin en el captulo 1 de que Mara concibi a
Jess sin la inter-vencin de un varn sino por obra del Espritu santo. Por tanto, sin
ninguna duda Mateo presenta al lector una visin positiva de Mara, aun cuando esa
imagen jams se elabora con todo detalle en las pginas dedicadas a su ministerio.
En Lucas hay una enorme ampliacin del papel de Mara. Si bien es slo una figura que
aparece en segundo plano en el relato de la infancia segn Mateo, en el de Lucas
aparece como la pro-tagonista. Y Lucas resuelve la tensin entre la familia constituida
por sus discpulos y la familia natural de Jess por su nacimiento. Lo hace en su
descripcin de la anunciacin, en la que Mara oye la palabra de Dios por medio de un
ngel y responde: H-gase en m segn tu palabra (Le 1, 38). Por tanto, si un
disc-pulo es aquel que oye la palabra de Dios y la pone en prctica, Mara se convierte
en la primera discpula cristiana porque es la primera en or la palabra de Dios y en
consentir con todo su corazn que se cumpla. En efecto, Lucas va ms all al hacer que
empiece a proclamar la buena nueva en el Magnficat (1, 46-55). Lucas deja claro que
Mara ha sido especialmente favoreci-da por Dios y es bendita entre las mujeres. En 2,
19.51 se nos dice que con respecto al plan misterioso de Dios para con su Hi-jo, ella
guarda todas estas cosas en su corazn, una descripcin que nos prepara para el papel
ulterior de Mara en la vida pbli-ca de Jess. Si bien Lucas nos transmite tambin
aquella escena bsica de Marcos en la que la madre y los hermanos de Jess van en su
bsqueda, elimina en ella toda oposicin entre su familia natural y la familia de sus
discpulos (9, 19-21). Esta supresin de toda oposicin concuerda con la visin de
Lucas que ya consi-dera a su familia natural como discpulos suyos. Y tambin ex-plica
por qu al inicio del libro de los Hechos incluye a Mara y a los hermanos de Jess,
junto a los Doce y a las mujeres, en el grupo reunido en Jerusaln para aguardar la
efusin del Esp-ritu en Pentecosts. Desde el principio hasta el final, Mara es una
discpula obediente segn la descripcin de Lucas.
Por tanto, aun cuando el material del evangelio es limitado, el ltimo evangelio deja
muy claro que hacia finales del siglo I se atribua un notable papel entre los discpulos
cristianos a la madre de Jess en distintas partes de la Iglesia primitiva. En un libro
ecumnico elaborado conjuntamente por especialistas en la Biblia catlicos y
protestantes, Mara en el nuevo testamento (Sgueme, Salamanca M994), hablbamos
de la trayectoria de Mara. El papel de Mara aumenta en las secciones
cronolgica-mente posteriores del nuevo testamento y en la Iglesia posterior hasta
que se proclama a Mara la ms perfecta de entre todos los cristianos. Quizs algunos
de nuestros hermanos y hermanas pro-testantes queden perplejos ante el desarrollo
posterior de la mariologa, pero al menos este enfoque de la trayectoria, muestra
que esos desarrollos posteriores guardan relacin con el nuevo testamento.
62.Entre los posteriores desarrollos de la mariologa, que
usted acaba de mencionar, estn la Inmaculada Concepcin y
la Asun-cin. Puede usted relacionarlos con el nuevo
testamento?
Yo s creo que esas doctrinas pueden relacionarse con el nue-vo testamento pero no
de una manera simplista. A mi entender, no hace falta que alguien en el siglo I hubiera
expresado la idea de que Mara fue concebida sin pecado. Ni tampoco podemos saber
si la gente del siglo I habra podido darse cuenta de que Mara fue llevada
corporalmente al cielo presumiblemente des-pus de su muerte. Sin embargo,
mediante el enfoque de tra-yectoria, expuesto en la pregunta anterior, se puede
mostrar una conexin entre esas aclaraciones del estado privilegiado de Mara y el
papel de discpula que se le atribuye con tanta claridad en el nuevo testamento.
Permtame que le muestre esto con respecto a cada uno de estos dogmas. La
Inmaculada Concepcin atribuye a Mara una primaca al recibir el privilegio que
todos los discpulos de Jess reciben. Segn la fe cristiana, se nos libra del pecado
original mediante el bautismo. (Cf. la pregunta 24 sobre el sentido bbli-co del pecado
original). Los catlicos creemos que Mara fue concebida sin pecado original: una
preparacin de Dios para la pureza de Jess que se encarnara en el seno de Mara. Si
Lucas presenta a Mara como la primera discpula, la Inmaculada Con-cepcin nos
anticipa que la gracia de la redencin de Cristo le fue dada a Mara en primer lugar, ya
en el mismo momento de su concepcin. Es la primera en recibir los frutos de la
reden-cin. El don de verse libre del pecado original es un don que se da a todos los
discpulos, pero la primera en recibirlo fue la pri-mera discpula cristiana.
Lo que he dicho no agota los privilegios de Mara, ni siquiera todo lo que lleva
implcito la Inmaculada Concepcin y la Asun-cin; pero sita claramente ambos
dogmas en la trayectoria del discipulado. Considero que tambin resultan de
utilidad desde un punto de vista ecumnico ya que muestran que, incluso
conce-dindose a Mara la gracia divina, esa gracia divina queda en el mbito de todos
los discpulos y de la redencin obtenida por Jess. Dicho con palabras ms sencillas,
atena el temor protes-tante de que los catlicos, en sus deferencias para con Mara,
de algn modo, la estn endiosando. Lo que hacemos es reconocer la gracia otorgada
por Dios a los discpulos de su Hijo, entre los cuales destaca Mara como el primer
ejemplo. Este enfoque tam-bin indica que estamos pensando en Mara, de acuerdo
con la terminologa bblica, como la favorecida de manera especial en-tre todas las
mujeres, por ser la primera en decir; Hgase en m segn tu palabra.
A veces, cuando algunas personas de entre el pblico piden mi opinin con respecto a
la concepcin virginal, lo hacen con una cierta agresividad e incluso aaden algo
parecido a que co-mo algunos dicen que usted no cree en la concepcin virginal. Por
tanto, al contestar cualquier pregunta sobre este dato bblico, me gusta recalcar que,
desde la primera vez que di una importan-te conferencia sobre el tema, a principios de
los aos 70, y en lo mucho que he escrito al respecto, incluso libros, mi postura ha
permanecido inmutable y ha sido enunciada con claridad. Yo acepto la concepcin
virginal, debido principalmente a la ense-anza de la Iglesia al respecto. Son muchos
los biblistas protes-tantes y algunos catlicos, que niegan la concepcin virginal,
aduciendo razonamientos bblicos; no estoy de acuerdo con ellos, ya que sostengo que
el testimonio bblico no contradice la histo-ricidad de la concepcin virginal. Admito,
no obstante, que no se puede demostrar la concepcin virginal aduciendo el
testimo-nio bblico, y por eso que prefiero apelar a la doctrina de la Igle-sia para
resolver las ambigedades derivadas de los relatos bbli-cos. Dicho esto, permtame
ahora explicar la situacin que ha provocado tal divisin entre los biblistas.
Slo Mateo y Lucas mencionan la concepcin del nio Jess; y sin duda, para ellos la
concepcin por obra del Espritu santo en el seno de la Virgen Mara tiene una
importancia teolgica en la que estn implicados el poder creativo de Dios y lo
irrepeti-ble del momento en el que fue enviado el Mesas. Pero adems hay tambin
una cuestin histrica: fue el nio concebido sin intervencin del varn? Algunos de
los que niegan la historicidad de la concepcin virginal, que contestan con un no a
esa lti-ma pregunta, lo hacen as porque creen que lo divino y lo mila-groso son una
tontera. Otros de los que niegan la historicidad de la concepcin virginal creen en
Dios y en lo milagroso, pero piensan que, en este caso, la narracin es puramente
simblica: nacido de una virgen no significa, segn ellos, nacido sin la intervencin
de un varn, sino nacido con la ayuda de un Padre divino. Concretamente, yo
recalcara, al dialogar con este ltimo grupo de biblistas, que tanto Mateo como Lucas
comprenden e indican la concepcin virginal como algo objetivo (y tambin teolgico)
y no simplemente simblico. Por tanto, como parte de la respuesta a su pregunta, yo
afirmara rotundamente que los dos evangelistas que escribieron sobre la concepcin
virginal se referan a ella literalmente, aun cuando vean al mismo tiempo la gran
importancia teolgica que tena. La cuestin es si acerta-ron en su juicio histrico.
Por tanto, para los catlicos, el factor teolgico para juzgar la historicidad de la
concepcin virginal sera la enseanza de la Iglesia, ms que la inerrancia de la
Escrituras. La Iglesia jams ha afirmado ni en el credo, ni en un concilio ni en alguna
declaracin papal, que la historicidad literal de la concepcin virginal sea una
revelacin divina y que deba aceptarse como artculo de fe. No obstante, mediante su
enseanza ordinaria, que es otra manera de indicar lo que es de fe, creo que la Iglesia
ha insistido implcitamente en la historicidad de la concepcin virginal. Pues-to que,
como catlico, considero la enseanza normativa de mi Iglesia, basada en la Biblia,
como una ayuda especial en aquellos casos en que la Biblia aparece poco clara o
decisiva, yo s acepto la concepcin virginal.
Hay otro tipo de prueba que todos deberan considerar, inclu-so aquellos que no
aceptan ni la teora de la inerrancia de la Es-critura ni la enseanza de la Iglesia. Me
estoy refiriendo al tes-timonio que est presente en el propio texto bblico. La mayor
parte de biblistas coinciden en que no hay referencia alguna en el nuevo testamento a
la concepcin virginal de Jess, excepto en Mt 1 y Le 1. Sin embargo, con
independencia entre s, estos dos evangelistas estn de acuerdo con ella, si bien la
sitan en contextos muy distintos, lo que indica que se trata de una idea anterior a
ambos; y, por tanto, no podemos descartarla, sin ms, como si se tratara de algo ms
tardo. En El nacimiento del Me-sas ya estudi los argumentos contrarios a la
historicidad de la concepcin virginal analizando lo que pudo haber llevado a que los
primeros cristianos crearan tal idea, tomndola, por ejemplo, de los relatos paganos
de las uniones de los dioses con las muje-res, o a partir de Is 7, 14, con su profeca de
que una joven da-ra a luz un nio y le pondra por nombre Emmanuel (profeca que al
ser traducida al griego destac la virginidad de la joven). No voy a entrar ahora en esa
argumentacin, pero he llegado a la conclusin de que ninguno de estos argumentos
explica suficientemente la gnesis de la idea de la concepcin virginal. Por tanto, ia
explicacin histrica aparece como la ms plausible, lo cual no quiere decir que quede
probada.
Para algunos, esto sigue siendo insuficiente. Les molesta que siga profesando mi fe en
la concepcin virginal, aun cuando el testimonio bblico no acabe de ser definitivo, y
me deje guiar por la enseanza de la Iglesia. (Al parecer, tal postura no es del agrado
ni de quienes niegan la concepcin virginal ni de quienes la defienden). Pero no me
preocupa. Si la Biblia dijera claramen-te una cosa y la Iglesia dijera claramante otra,
aceptar ambas a la vez sera esquizofrenia. Pero, dado que, tanto el antiguo como el
nuevo testamento, son fruto de unas comunidades creyentes, no veo contradiccin
alguna en aceptar que la vida ordinaria de esas comunidades pueda servir de
elemento interpretativo e ilu-mine la parte oscura del texto bblico. Prefiero eso a
imponer un testimonio bblico, insistiendo en su claridad y evidencia absolu-tas,
cuando simplemente es oscuro.
No obstante, a principios del siglo II, segn podemos ver en uno de los relatos de un
evangelio apcrifo, el protoevangelio de Santiago (cf. pregunta 10), ya haba una
tradicin que sostena que no se trataba de hijos de Mara. En el elaborado relato de
ese evangelio, Jos es un hombre anciano y viudo, que cuando se cas con Mara ya
tena hijos. Por consiguiente, cuando Jess nace de Mara, los hijos de Jos se
convierten en sus hermanos y hermanas. Esta es una solucin ingeniosa porque
explica no slo el llamarlos hermanos y hermanas, sino tambin su aso-ciacin con
Mara: presumiblemente, Jos ya haba muerto cuan-do Jess inici su ministerio
pblico y Mara haba criado a to-dos esos hijos como si de hijos propios se tratara.
Tambin expli-ca cmo Mara pudo permanecer virgen incluso estando casada con
Jos. Debemos ser honrados para reconocer que el protoevan-gelio de Santiago (fjese
a qu autor se le atribuye: un herma-no de Jess que deba conocer la historia de su
familia) apenas puede aducirse como una fuente histrica fiable. Con todo, refle-ja una
tradicin que empez muy pronto.
Tal vez se estn diciendo: Por qu lleg a cobrar tanta im-portancia el hecho de si
Mara tuvo ms hijos?. Algunos incluso se pueden estar preguntando con mayor
radicalidad: A quin le importa?. Sin embargo, ste fue ya un punto controvertido
en la antigedad, ya que en contra del protoevangelio de Santia-go hubo un
distinguido telogo. Tertuliano, que identific a los hermanos como hijos nacidos de
Mara, pero san Jernimo es-cribi con violenta indignacin contra quienes defendan
ese pun-to de vista.
En cuanto a la importancia actual del tema, la cuestin de si Mara haba tenido otros
hijos engendrados por Jos slo se plan-te tras la Reforma protestante. Entre los
protestantes fue toman-do cuerpo la idea de que el nuevo testamento tena que leerse
segn sus propios trminos (donde se habla de hermanos y her-manas) sin la
influencia de una posterior tradicin, con inde-pendencia de si la tradicin estaba
representada por el protoevan-gelio que hablaba de los hijos de Jos habidos en un
matrimonio anterior, o por un padre de la Iglesia como san Jernimo, que hablaba de
los primos de Jess. Sin embargo, tras este enfoque del nuevo testamento tomado al
pie de la letra se esconda otra problemtica, a saber, la del valor del matrimonio y el
celibato. Muchos protestantes que mantenan que Mara tuvo ms hijos criticaban
implcitamente que los sacerdotes catlicos no se casa-ran y crearan una familia.
Muchos de los catlicos que estaban a favor de la virginidad de Mara defendan
implcitamente el valor del celibato como virtud evanglica y, por tanto, ensalza-ban el
celibato de los sacerdotes y la virginidad. Como comenta-rio a este ltimo punto,
permtame que insista en que nosotros los cristianos que permanecemos leales a la
tradicin de la-siempre-virgen-Mara debemos hacerlo sin denigrar ni el matrimonio
ni la familia. Debemos tener claro en nuestra mente que si tras el nacimiento de Jess
Mara hubiera concebido de una manera normal y hubiera tenido hijos, habra sido
una accin santa ben-decida por Dios, como lo fue su decisin de permanecer virgen,
decisin que va implcita cuando decimos que fue la siempre- virgen.
En cuanto a la disputa que prosigue hoy en da, podramos encontrar alguna ayuda en
la respuesta dada en un libro ecumni-co redactado por biblistas pertenecientes a
diversas Iglesias, Ma-ra en el nuevo testamento, Sgueme, Salamanca 1994, 72-78.
Los autores de esa obra coinciden en que la pregunta de si Mara tuvo otros hijos de
Jos ni se plantea directamente en el nuevo testamento ni se contesta de manera
inequvoca. Ms bien, por motivos comprensibles que dependen de la distinta
valoracin de intuiciones posteriores de la Iglesia, los cristianos han dado distintas
respuestas.
Sin embargo, y muy acertadamente, se podra sealar que en otro evangelio se alaba a
Toms por dirigirse a Jess como Se-or mo y Dios mo (Jn 20, 28). La clave de esa
expresin est en que se encuentra en el cuarto evangelio escrito a finales del siglo I.
Yo dira que en aquel entonces, y dado el empeo que tenan los cristianos por
comprender a Jess, stos haban amplia-do, en cierto sentido, el significado de la
palabra Dios. Para ellos ya no significaba simplemente el Padre del cielo; quera
de-cir tambin el Hijo en la tierra. Haban llegado a darse cuenta de que Jess estaba
tan ntimamente relacionado con Dios, tan lleno de la presencia de Dios, que el
trmino Dios poda aplicar-se tanto a l como al Padre del cielo. Permtame recalcar
que esto no supone un cambio en Jess; supone un cambio y un pro-greso en la
percepcin cristiana de quin era l. Dicho progreso prosigui de manera que en el
concilio de Nicea, a principios del siglo IV, los cristianos describan al Hijo de Dios
como Dios verdadero de Dios verdadero. El impacto de Jess y la reflexin que
origin cambi todo el lenguaje teolgico de quienes crean en l, incluyendo el
trmino Dios.
Una vez aclarada (as espero) la dificultad del lenguaje, si me permite reformular su
pregunta de una manera que confo sea fiel a su intencin, voy a tratar de contestarla.
Aceptando que el tr-mino Dios se fue desarrolando hasta representar para los
cris-tianos una verdadera intuicin de la identidad de Jess, creo que su pregunta se
podra formular as: Saba Jess que tena una identidad que sus seguidores
llegaran a comprender ms tarde en el sentido de que era Dios? Si era Dios (y los
cristianos, en su mayora, estn en eso de acuerdo), saba l quin era?. Creo que la
respuesta ms sencilla es s. Evidentemente, no hay mane-ra de demostrar una
respuesta afirmativa, porque no tenemos ma-terial que describa toda su vida. Sin
embargo, con el material que se nos da en el evangelio, se muestra siempre a Jess
consciente de una relacin particular con Dios, que le permite hablar con tremenda
autoridad. Jams aparece una escena en la imagen que nos ofrece el evangelio en la
que descubra algo de s mismo que ya no supiera antes. Soy consciente de que lo que
estoy diciendo va en contra de algunas opiniones populares segn las cuales Jess
habra descubierto su identidad en el bautismo o en algn otro momento, pero no hay
pruebas de tales opiniones. La escena del bautismo est reseada para decirnos a
quienes la leemos quin es Jess, no para decirle a l quin era.
Por analoga, se podra aplicar algo similar a Jess de quien sabemos que ha sido
verdaderamente divino y verdaderamente humano? por qu no han de creer los
cristianos que l supo quin era desde el primer momento en que empez a actuar su
mente humana? Eso no significaba que pudiera expresar con pa-labras humanas lo
que significaba ser Dios, y de ah que en la pregunta anterior fuera tan cauto con
respecto a la terminologa. Podemos saber que somos humanos sin que sepamos
encontrar el lenguaje adecuado para expresarlo; Jess poda saber que era Dios sin
que pudiera encontrar el lenguaje humano que expresara quin era l. Y mi opinin es,
dicho sea de paso, que eso explica por qu la cristologa est muy implcita en los tres
primeros evangelios, es decir, no es una cristologa en la que los trminos nos digan
quin es Jess, sino una cristologa en la que descubri-mos quin es oyendo lo que dijo
y el tono en que lo deca, y ob-servando lo que hizo y el poder y la autoridad con que lo
haca.
72.No entiendo: usted dice que cree que Jess era Dios; Dios
lo sabe todo; cmo se puede dudar de lo que Jess saba o
ha-blar de un incremento en sus conocimientos?
A esto tendr que contestarle con un lenguaje casi filosfico. Segn la filosofa
escolstica y de manera especial segn santo Toms de Aquino, el conocimiento de
Dios no es como el nues-tro. Nuestra forma normal de conocimiento es mediante
concep-tos y juicios; o dicho de otra manera, pensamos. En la filosofa escolstica, el
conocimiento de Dios es inmediato: no tiene ideas; l conoce las cosas ntimamente;
no necesita pensar en trminos de reunir conceptos y formar juicios, es una forma
distinta de conocimiento. Por tanto, el conocimiento divino que Jess habra posedo
como la segunda persona de la Trinidad (si me puedo servir de un lenguaje que tard
varios siglos en desarrollarse en el cristianismo) en realidad no funcionara en una
mente humana. En un famoso pasaje de la Sumnia theologiae (3, q. 9, a. 1, ad 1)
, Toms de Aquino observaba; Si no hubiera habido en el al-ma de Cristo algn otro
conocimiento aparte de su conocimiento divino, no habra sabido nada. El
conocimiento divino no puede ser un acto del alma humana de Cristo; pertenece a otra
naturale-za. Por tanto, no resulta fcil afirmar; Dios lo sabe todo; por consiguiente,
Jess lo saba todo.
Aqu se tendra que aceptar una falta de acuerdo entre los telogos cristianos. Tal
como seal en mi libro Jess, Dios y hombre (Sal Terrae, Santander 1973), donde
afront directamen-te la cuestin de qu era lo que saba Jess, hubo Padres de la
Iglesia en los primeros siglos que no tuvieron ninguna dificul-tad en aceptar cierta
ignorancia en Jess que formaba parte de su condicin humana. (Y aqu se emplea la
palabra ignorancia en el sentido de falta de conocimiento; deberamos evitar
siem-pre el trmino peyorativo de ignorante al referirnos a Jess). Esto concuerda
con lo que se afirma en la Carta a los hebreos (4, 15) de que, al igual que nosotros fue
probado en todo, menos en el pecado; ese pasaje no indica que no fuera como
nosotros en lo que respecta a la falta de conocimientos.
Sin embargo, hubo otra tendencia en el pensamiento cristiano que insista en atribuir
a Jess todas las perfecciones y daba por supuesto que una falta de conocimiento es
una imperfeccin. Se puede argumentar al respecto que generalmente no se admira a
la gente que lo sabe todo, ya que es propio de la condicin hu-mana, no una
imperfeccin, tener unos conocimientos limitados. En cualquier caso, en la escolstica
medieval, especialmente en los escritos de santo Toms de Aquino, se defiende la tesis
de que Jess tuvo unas formas especiales de conocimiento. Santo Toms (cf. pregunta
72) defiende que resulta intransferible el co-nocimiento divino a la mente humana, ya
que sta trabaja me-diante conceptos. Por tanto, se supone que a Jess le fue dado un
conocimiento til para la mente humana. (Pero ni an as da-ba por supuesto Toms
de Aquino que Jess en cuanto hombre lo conociera todo). Toms de Aquino hablaba
de un conocimien-to infuso y de un conocimiento accesible al espritu de Jess
me-diante la posesin de la visin beatfica a lo largo de toda su vida. Muchos telogos
modernos han puesto en duda este tipo de ayuda sobrenatural. En especial Karl
Rahner, Joseph Ratzinger y Jean Galot (quienes representaran un amplio espectro de
distintos enfoques teolgicos) han indicado que, en su opinin, no es necesario
afirmar que Jess gozaba de la visin beatfica tal como se ha venido entendiendo
tradicionalmente. De distintas maneras vienen a afirmar una experiencia inmediata de
Dios (cf. pregunta 72), pero sin insistir en la transmisin de ese conoci-miento
mediante la visin beatfica, tal como afirmaba Toms de Aquino.
Esas distintas especulaciones teolgicas van ms all de los datos del nuevo
testamento. Los telogos que admiten ignorancia o no afirman unas concesiones
especiales de conocimiento divi-no, estaran en consonancia con la opinin
mayoritaria de los exegetas bblicos de que Jess comparti muchos de los
presu-puestos religiosos de su tiempo, presupuestos que reflejaban las limitaciones
del conocimiento de su tiempo. Por ejemplo, Jess parece aceptar al pie de la letra que
Jons permaneci tres das y tres noches en el vientre de una ballena (Mt 12, 40),
mientras nosotros entenderamos el libro de Jons como una parbola. En Me 12, 36-
37 Jess afirma que David pronunci la primera lnea del salmo 110; Dijo el Seor a
mi Seor, dando por supuesto que David estaba pensando en el futuro Mesas. Pocos
biblistas modernos interpretaran de esa manera el significado original del salmo. En
Jess, Dios y hombre cito otros ejemplos en los que Jess parece compartir los
limitados puntos de vista de su poca con respecto a algunos temas que son religiosos
en un sentido amplio. En consecuencia, se puede defenderse, tanto bblica co-mo
teolgicamente, un conocimiento limitado en Jess.
Vale la pena subrayar que tan peligroso es negar la plena hu-manidad de Jess como
su plena divinidad, y puede argumentarse que es autnticamente humano sentirse
uno limitado y condicio-nado por el tiempo en nuestros conocimientos. De ah que
poda-mos tener en Jess la extraa combinacin de una absoluta certe-za de lo que
Dios quiere de nosotros para que venga a nosotros el reino de Dios as como una
manera humana limitada de expre-sar el mensaje.
Su institucin por Cristo significa que esas acciones que lla-mamos sacramentos son la
especificacin y aplicacin de un po-der que durante su ministerio y tras su
resurreccin dio Jesucristo a su Iglesia a travs de sus apstoles, un poder que
abarcaba todo cuanto era necesario para hacer que el orden de Dios o su Reino
triunfara sobre el mal, mediante la santificacin de la vida de todos, desde el
nacimiento hasta la muerte. Lo que decimos es que los sacramentos no son un invento
de la Iglesia, sino que forman parte del plan de Cristo. Yo no encuentro contradiccin
entre un enfoque moderno bblico y la institucin por parte de Cristo entendida de
esta manera.
Resulta interesante notar que mientras en dos de los cuatro relatos de las palabras
eucarsticas de la ltima cena se dice: Haced esto en conmemoracin ma (Le 22, 19;
1 Cor 11, 24. 25), esas palabras no aparecen ni en Marcos ni en Mateo. Un biblista tan
respetado y prudente como el dominico P. Benoit se pregunt si no se tratara de una
instruccin litrgica que apare-ci en las celebraciones que conocan Lucas y Pablo
para subra-yar la fidelidad de esa eucarista a la intencin de Jess. En tal
interpretacin: Haced esto en conmemoracin ma formara parte del desarrollo del
mensaje evanglico correspondiente a la segunda etapa ya comentada en la pregunta
40.
Incluso sin recurrir a tal teora, yo vera una similitud entre la institucin de los
sacramentos y la fundacin de la Iglesia. Tanto en un caso como en el otro, se puede
decir perfectamente que son obra de Cristo, pero no no es necesario suponer que
Je-ss tuvo un preciso y detallado conocimiento de todo lo que de ah se derivara. El
Espritu santo guiaba los acontecimientos e indicaba aquello que se mantena fiel al
pensamiento de Jess.
81.No tenemos, sin embargo, una normativa ms directa de
Jess sobre el bautismo, una normativa que nos indica que ya
saba todo lo que iba a pasar?
Supongo que se refiere a las ltimas palabras de Mateo (28, 19) donde el Seor
resucitado dice: Id y haced discpulos de todas las naciones, bautizadlos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espritu santo. Pero ese mismo texto debe ser matizado. Si
esa expresin se hubiese elaborado inmediatamente despus de la resurreccin
precisamente con esas mismas palabras, el li-bro de los Hechos resultara casi
ininteligible, ya que entonces no habra existido ninguna razn para que los
seguidores de Jess hubiesen tenido la ms mnima duda de que l quera que se
hi-cieran discpulos entre los gentiles. Sin embargo, el debate sobre la aceptacin de
los gentiles continu a lo largo de los veinte primeros aos de cristianismo.
Igualmente, si como sugiere el texto de Mateo, una forma tan completa para el
bautismo como la de en el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu santo se
hubiera conocido inmediatamente despus de la resurreccin, la expresin ordinaria
que encontramos en todo el nuevo testa-mento de bautizar en nombre de Jess se
hace ms difcil de en-tender. Ms bien, lo que encontramos en Mateo como las
ltimas palabras en labios del Seor resucitado es una comprensin de la misin que
el Seor dio a sus discpulos que slo qued clara tras muchos aos de esfuerzos por
la conversin de los gentiles y despus que una reflexin mostrara hasta dnde
llegaba la co-munin entre el Padre y el Hijo y el Espritu santo, de modo que el
bautismo en el nombre de Jess era obra tambin del Padre y del Espritu.
Quisiera hacer aqu una observacin, aun cuando no vaya a extenderme al respecto.
Esta frase se atribuye a Jess resucitado y las frases que se le atribuyen en los
distintos evangelios difie-ren mucho ms de las que se atribuyen a Jess durante su
minis-terio. Al contestar a la pregunta 53, seal que mientras Jess resucitado
ciertamente se aparece corporalmente, con todo, se ha producido una notable
transformacin por lo que desconoce-mos, en realidad, de qu manera hablaba Jess
resucitado, es decir, si se comunicaba mediante sonidos audibles e inteligibles. Las
diferencias en las frases que se le atribuyen pueden significar que revel su voluntad,
pero que esta revelacin la concretaron mediante palabras aquellos que recibieron la
revelacin. Sin em-bargo, todo esto no es sino una simple especulacin y no voy a
insistir en ello.
Ya que estoy tratando del tema de las conexiones de la euca-rista ms all de la ltima
cena, probablemente haya relacin en algunos textos del nuevo testamento entre la
fraccin eucars-tica del pan y la aparicin de Jess resucitado en las comidas en las
que l parta el pan. Ciertamente ese parece ser el caso de Le 24, 35, donde los dos
discpulos que iban caminando hacia Emas reconocieron a Jess al partir el pan. Una
relacin as puede haber sido el canal a travs del cual pas a primer plano la
insistencia en la presencia real de Jess. Despus de todo, en la teologa cristiana es
Jess resucitado quien est presente en la eucarista, as como estaba presente Jess
resucitado cuando los discpulos partan el pan. No estoy diciendo que aquellas
co-midas posteriores a la resurreccin fueran eucarsticas; lo que digo es que al
reflexionar sobre la presencia de Jess en tales comidas, los cristianos podran haber
llegado a comprender un aspecto muy importante de la teologa eucarstica. As pues,
tres comidas (la ltima cena, la multiplicacin de los panes y las co-midas tras la
resurreccin) habran dejado todas ellas su huella en el pensamiento cristiano sobre
la eucarista. Resulta difcil sealar cul de ellas fue la primera.
De todas formas, confo en que se vea que mis respuestas con respecto al bautismo y a
la eucarista guardan relacin con el enfoque general que hice de unos orgenes de la
Iglesia no minu-ciosamente establecidos desde el principio. Inmediatamente des-pus
de la resurreccin los cristianos carecan de una visin com-pleta de todos los
aspectos del bautismo o de la eucarista, por muy pronto que empezaran a realizar
esas acciones. Slo transcu-rrido cierto tiempo, y por obra del Espritu santo, llegaran
a darse cuenta de las mltiples riquezas de lo que ellos considera-ban como dones de
Cristo.
En el libro de los Hechos (3, 1; 5, 12) se nos dice que Pedro y Juan, y algunos ms de
entre los Doce, es decir, las figuras destacadas de los primeros tiempos, acudan al
templo a las horas de oracin. Se nos dice que su fe en Jess no originaba ningn
conflicto con el culto del templo. Me 12, 29 presenta a Jess enseando un elemento
esencial para acoger el reino de Dios con la oracin; Escucha, oh Israel, el Seor
nuestro Dios, es el ni-co Seor, el Shenia, la oracin juda ms fundamental. Un
him-no como el Benedictus (Le 1, 68-79) tiene la estructura y estilo de los himnos
judos correspondientes al perodo del nuevo testa-mento, excepto en cuanto a su
sentido de que ya se ha realizado la intervencin divina, que los cristianos crean que
ya se haba producido en Jess. Podran aducirse muchos ms ejemplos del judasmo
de los primeros cristianos.
Ciertamente se dan tambin otros factores, pero los que acabo de describir, pudieron
haber precipitado, en ciertas reas, la sepa-racin de los cristianos del judasmo e
incluso el que se les ex-pulsara de las sinagogas (Jn 9, 22.34; 16, 2), mientras que en
otras zonas, con una situacin social ms pacfica, se puede ha-ber visto a los judos
cristianos asistiendo todava a la sinagoga sin contratiempos de importancia. A partir
de los aos 50, y qui-zs hasta avanzado ya el siglo II (entre los aos 125-150), se fue
prolongando el proceso de separacin, hasta que finalmente, en la propia
comprensin de cada grupo, se acab viendo que los cristianos y los judos
representaban distintas religiones.
Pudiera ser que lo que una de las partes consideraba persecucin, la otra lo viera
como simple correccin pedaggica. Pablo en Gl 1, 13-14 afirma que l mismo
persigui a los cristianos, y eso podra haber ocurrido, a principios de los aos 30, en
Jerusaln o Damasco. Los evangelios predicen que los que crean en Jess sern
arrastrados ante las autoridades de la sinagoga y apaleados (Mt 10, 17; 23, 34; Le 12,
11) y eso se habra considerado una persecucin. Juan no slo describe la expulsin de
los cristianos de la sinagoga, sino tambin que dar muerte a los cristianos por parte de
los judos se iba a interpretar como un servicio a Dios (16, 2-3). Significa eso una
eliminacin fsica por parte de las autoridades judas? (En 2 Cor 11, 24 dice Pablo que
recibi 39 azotes por parte de los judos, que era un castigo decretado por la
sinagoga). O significa que las autoridades judas denunciaban a los cristianos ante las
autoridades romanas para que stas luego les castigara? La contestacin depende
probablemente de si las autoridades de la sinagoga expulsaban a los cristianos e
identifi-caba a los expulsados como no judos. Roma podra interesarse por este grupo
de gente expulsada para enterarse si eran ateos y peligrosos; as, los expulsados, al
verse privados de la protec-cin de su identidad juda, podran ser ejecutados por los
roma-nos. Segn mi opinin, es probable que directa o indirectamente las autoridades
de las sinagogas persiguieran rigurosamente a los cristianos en unas zonas
determinadas, pero no en otras.
Pasando de los Doce a los apstoles, nos encontramos con que existen distintos
significados de la palabra apstoles en el nuevo testamento y ciertamente forman
un grupo que su-pera el nmero de doce. Vase en 1 Cor 15, 5 y 7 donde todos los
apstoles constituyen un grupo que no se reduce a los Do-ce. Para Pablo, al menos
en la mayora de sus acepciones, las caractersticas de un apstol son las de quien ha
visto al Seor resucitado y ha sido enviado por l para proclamarlo y dar testi-monio
de l en diversos lugares, tanto por medio de la palabra como del sufrimiento. Segn
este criterio, Pablo piensa claramen-te en Pedro uno de los Doce como apstol
(Gl 2, 7). No tenemos una plena seguridad de si consideraba al resto de los Doce
como apstoles segn este mismo modelo, si bien los libros ms tardos del nuevo
testamento hablaban ya de los Doce como apstoles. Todava una tradicin posterior
atribua a los Doce tareas de apostolado con una amplia repercusin en distintas
partes del mundo, si bien puede tratarse muy bien de simples leyendas.
Por otra parte, los apstoles tenan la misin de salir a procla-mar el evangelio y de
crear comunidades de creyentes. Alguien tena que hacerse cargo del cuidado pastoral
de las comunidades nacidas al amparo de la misin apostlica. Como ya indiqu, en el
ltimo tercio del siglo I, y tal vez un poco antes, nos encon-tramos con el trmino de
obispos para aquellos que desempe-aban un papel de liderazgo en algunas
comunidades. En la pri-mera etapa haba un buen nmero de obispos o supervisores
para una determinada comunidad; posteriormente se impuso la costum-bre de contar
con un solo obispo para cada comunidad. Por tanto, puede decirse con exactitud que
los obispos se hicieron cargo de la accin pastoral en aquellas comunidades surgidas
de la pre-dicacin apostlica, y as fueron los sucesores de los apstoles.
La sucesin apostlica indica que los obispos se hicieron car-go finalmente de las
tareas pastorales de los apstoles, lo cual no tiene nada que ver con el modo en se
nombraron o eligieron los primeros obispos. Poco sabemos al respecto, ni siquiera si
haba alguna formalidad para su designacin. Por analoga con una costumbre juda y
segn la descripcin que se nos hace de la designacin de Timoteo por parte de Pablo
en las Cartas pas-torales (2 Tim 1, 6), algunos han pensado en una imposicin de
manos. Con todo, Timoteo no fue designado como obispo en el sentido de
administrador de una comunidad local. Su cometido era el de conseguir prebteros-
obispos (en plural) para las comu-nidades, y se trataba, por tanto, de una tarea
semiapostlica. La imposicin de manos puede considerarse, por tanto, como su
de-signacin para ocupar el puesto de delegado apostlico. En 1 Tim 5, 22 se habla de
Timoteo imponiendo las manos a otros, pero sin que quede claro que se trate de unos
administradores de la Iglesia. En Hech 14, 23 encontramos otra informacin que
asegu-ra que Pablo y Bernab (posiblemente en los aos 40) elegan a los ancianos en
cada una de las comunidades de Asia menor. No sabemos si esa descripcin de los
Hechos pertenece histri-camente al tiempo en que Pablo viva; pero, ciertamente, no
se habra incluido en los Hechos si no hubiera existido en los aos 80 una tradicin de
tal designacin apostlica de los obispos. Esa tradicin se menciona tambin en las
Cartas pastorales, donde, como acabo de indicar, se dice que Pablo haba nombrado
dele-gados apostlicos como Timoteo y Tito, quienes, a su vez, nom-braron obispos.
La misma tradicin queda reafirmada al final de los aos 90 por la primera Carta de
Clemente 42, 4, donde se dice que los apstoles elegidos por Cristo iban de ciudad en
ciudad, nombrando, de entre sus primeros conversos, a obispos y diconos. Por
supuesto, eso no significa que todos los presb-teros-obispos de la Iglesia primitiva
fuesen nombrados por los apstoles, aunque existe la posibilidad de que algunos s lo
hu-bieran sido.
Por otra parte, hacia el ao 100, la Didaj 15, 1 nos dice que los cristianos se
asignaban obispos y diconos. Adems, podemos imaginarnos que habra otros
procedimientos mediante los cua-les se hacan los nombramientos de obispos. Por
ejemplo, y dado que los presbteros-obispos eran hombres casados, podran haber
dispuesto que les sucedieran sus propios hijos. Se trata de un tema sobre el que no
tenemos bastante informacin. En ltimo trmino, y por supuesto, la Iglesia ira
desarrollando un mtodo regularizado para la eleccin y ordenacin de obispos,
mtodo que, a partir del siglo III, ya se segua en todas partes.
Puesto que en dos relatos de la ltima cena (Lucas y Pablo) Jess dice a los presentes,
que eran los Doce; Haced esto en memoria ma, se ha pensado que era un recuerdo
de que los Do-ce presidan la eucarista. Pero no era posible que estuvieran pre-sentes
en todas las eucaristas del siglo I y no sabemos que se asignara a una persona
regularmente para realizar esa tarea y, aunque as hubiera sido, no sabemos a quin.
(Debo hacer hinca-pi en este punto porque algunos escritores modernos estn muy
seguros de que era el cabeza de familia quien celebraba la euca-rista. Esto no es ms
que una suposicin, ya que no hay ni un solo texto del nuevo testamento que lo diga).
En la Didaj 10, 7 nos encontramos con que, a pesar de las prevenciones hacia los
profetas itinerantes, el autor insiste en que no se les puede impedir eucaristizar. Si
eso significa celebrar la eucarista y no simplemente dar gracias, entonces, en
ciertos lugares, los profetas pueden haber tenido una responsabilidad eucarstica en la
liturgia (cf. tambin Hech 13, 1-2). Finalmente, por supuesto, la Iglesia regul y
regulariz la celebracin de la eucarista; y realmente resultaba inevitable su
desarrollo si se haba de pro-veer regularmente a las comunidades con el pan de vida.
No po-dan depender de una provisin dejada al azar.
Pero vamos a dar por cierto que no hubiera ninguna normativa rgida e invariable en
las Iglesias con respecto al celebrante de la eucarista. Con todo, seguro que en la
Iglesia haba algn tipo de reconocimiento; quienes asistan a la comida eucarstica
debe-ran haber aceptado de alguna manera que una persona pronun-ciara las
palabras del Seor. (Pero aun en este caso, si bien sabe-mos que se decan las palabras
del Seor, ya que se citan no slo en los evangelios sino en 1 Cor 11, 23-26, en realidad
no se sabe exactamente cmo se celebraba la eucarista en la poca del nue-vo
testamento). Eso significa, en mi opinin, que el reconoci-miento de la Iglesia es
esencial para la responsabilidad del cele-brante de la eucarista y de ah el porqu la
Iglesia ha insistido en la ordenacin, que es el modo establecido para otorgar un
re-conocimiento pblico a quien puede y debe celebrar la eucarista.
Posteriormente, en la etapa siguiente del nuevo testamento nos encontramos con que
todo el pueblo cristiano es adquirido por Dios y es designado como sacerdocio
real (1 Pe 2, 9). Eso dio lugar a lo que errneamente se conoce como el sacerdo-cio
de los laicos; se trata ms bien del sacerdocio de todo el pueblo de Dios que no debe
minimizarse por posteriores distin-ciones entre clrigos y laicos: un sacerdocio donde
el sacrificio ofrecido es la bondad de vida que glorifica a Dios (1 Pe 2, 12 y 2, 5).
Tambin encontramos que se hace referencia al propio Jess como sacerdote en la
Carta a los hebreos. Pero incluso esa carta refleja una comprensin del trmino
sacerdote derivada de su uso mucho ms frecuente para designar el sacerdocio
levtico judo, ya que tiene que explicar que Jess no es un sacerdo-te levtico, sino
sacerdote segn el orden de Melquisedec, el sa-cerdote-rey de Jerusaln, que no era
levita, y cuyo sacerdocio no dependa de su genealoga. Por lo que yo s, no fue hasta
el ao 200 aproximadamente cuando el trmino sacerdote se empez a aplicar al
obispo, y slo algo ms tarde al presbtero.
En Le 22, 31-34, cuando celebra Jess la ltima cena y enca-ra su prxima muerte,
anuncia que Pedro le negar antes de que cante el gallo, pero antes Jess hace esta
oracin especial por Pedro: Simn, Simn! Mira que Satans os ha reclamado para
cribaros (plural) como trigo, pero yo he pedido por ti (singular) para que no pierdas la
fe. Y t, cuando te arrepientas, afianza a tus hermanos. As se enseaba a los
cristianos del ltimo ter-cio de] siglo I, que Jess vea en Pedro un instrumento
especial para el fortalecimiento en la fe del resto de sus seguidores, y que en la crisis
provocada por la crucifixin y resurreccin de Jess, las oraciones especiales por
Pedro haran que fuera capaz de su-perarla y de llevar a cabo su papel como
instrumento decisivo para el inicio y la consolidacin de la Iglesia.
En Juan 21, 17-19, se presenta a Jess resucitado hablando con Simn Pedro,
poniendo a prueba su amor, para asignarle lue-go la responsabilidad de pastorear sus
ovejas. Este es un pasaje extraordinariamente importante en un evangelio que ya
haba proclamado la absoluta primaca de Jess como el buen Pastor. A Pedro, se le
concede por su amor a Jess actuar como pastor del rebao que sigue perteneciendo a
Jess. Estos tres pasajes, escritos para distintas comunidades, confirman el constante
sim-bolismo de Pedro como encarnacin de la fe, de su proclamacin, de su tarea
pastoral, y de su apoyo ininterrumpido en la Iglesia.
Afirm con todo detalle que durante su vida todos unnimemente le aceptaban como
el primero entre los Doce y que, acabada su vida, su imagen adquiri un grandisimo
valor simblico en la fundacin de la Iglesia y en su dedicacin pastoral total a la
mis-ma. Con todo, en otros sectores de la actividad de la Iglesia, la influencia de Pedro
ha sido limitada. Por ejemplo, en el nuevo testamento no se indica que Pedro fuese
administrador de una Iglesia local, ya fuera la de Jerusaln, Antioquia o Roma, y fue a
ese administrador al que ms tarde se le dio el nombre de obis-po. Y otras figuras,
adems de Pedro, desempearon papeles im-portantes en la Iglesia. Por ejemplo, si
estudiamos la situacin de la Iglesia en Jerusaln hacia el ao 49 el perodo del
llama-do concilio de Jerusaln deberamos aceptar que hubo perso-nas de distintas
categoras, comprometidas en aquel debate sobre si se tena que exigir a los paganos
convertidos hacerse primero judos, es decir, si tenan que circuncidarse. Pedro era el
mximo responsable como el primero entre los Doce. Santiago tena tam-bin una
responsabilidad especial como pariente de Jess y en-cargado de la comunidad de
Jerusaln. Pablo tena tambin una gran responsabilidad en cuanto era el gran
evangelizador de los gentiles, cuyo ministerio apostlico haba provocado la temtica
de la conversin de los gentiles. Cada una de estas figuras tena todo el derecho a
expresar sus ideas y podan no estar de acuerdo a la hora de enfocar el problema.
Afortunadamente todos coinci-dieron en lo que podramos llamar el fondo de la
cuestin: que se poda admitir a los gentiles sin una previa circuncisin.
Ahora bien, usted me pregunt si Pablo se enfrent a Pedro. S, lo hizo, que nosotros
sepamos, en dos ocasiones. En el conci-lio de Jerusaln, al que me acabo de referir,
Pablo fue a Jerusa-ln convencido de que haba proclamado el autntico evangelio de
la gracia de Jesucristo para la conversin de todos; y queda claro por sus palabras que,
dijeran lo que dijeran Pedro o Santia-go o cualquier otro ser humano (o incluso un
ngel), Pablo no iba a cambiar su evangelio. Sin embargo, tuvo que dialogar con Pedro
y con Santiago y con las autoridades de Jerusaln. Se re-firi a ellos, en tono
desdeoso, como los as llamados pilares de la Iglesia (Gl 2, 9), pero incluso esa
referencia un tanto desdeosa viene a realzar la importancia de Pedro. Evidentemente
hubo quien le tuvo como pilar de la Iglesia; y aunque Pablo no compartiera aquella
admiracin, sin embargo, tuvo que ir a Jerusaln a dialogar con Pedro, dada la
importancia de las autoridades de Jerusaln. Ellos tenan la potestad de romper la
koinonia o comunin con Pablo, y para Pablo eso habra significado la desautorizacin
de su trabajo y habra creado una divisin en-tre los seguidores de Cristo.
Afortunadamente, como ya apunt, esa koinonia se salv en Jerusaln (Gl 2, 9).
La otra ocasin en que Pablo tuvo un enfrentamiento con Pe-dro fue posteriormente
en Antioquia, donde se debati otro tema (Gl 2, 11-14). Los gentiles conversos y
admitidos sin previa circuncisin habran de observar las leyes judas sobre los
ali-mentos? Por lo menos esa parece una manera de traducir la dis-puta originada a
raz de que Pedro comiera con unos incircunci-sos para luego cambiar de actitud
debido a la presin que ejercie-ron sobre l unos hombres enviados por Santiago.
Cuando Pedro cedi ante quienes prohiban sentarse a la mesa con cristianos gentiles,
Pablo estim que Pedro haba traicionado el evangelio. Obviamente fue un momento
de ira y origin un serio enfrenta-miento entre dos dirigentes cristianos, o incluso
entre tres. Mi anlisis general es que Pablo insisti en que a los gentiles no les
obligaban las leyes judas sobre los alimentos; los enviados de Santiago insistan en
que s les obligaban; y Pedro adopt una postura intermedia all donde la cuestin era
opinable, si bien prefera alinearse con los enviados de Santiago antes que dividir a la
comunidad.
En mi opinin, todo esto demuestra que Pablo no haba tenido que aceptar todos los
puntos de vista de Pedro ni Pedro tuvo que aceptar todos los puntos de vista de Pablo.
Y pienso que es ur-gente en el cristianismo de hoy da que reconozcamos que pue-den
darse temas de legtimo debate entre los telogos cristianos e incluso entre los
dirigentes cristianos. Sin embargo, lo que es extraordinariamente importante con
respecto a la situacin entre Pedro y Pablo es que cuando se lleg a lo esencial de la fe
en Cristo, en 1 Cor 15 un pasaje donde Pablo hablaba sobre la muerte, la
resurreccin y las apariciones de Jess l mencion en primer lugar la aparicin a
Cefas (Pedro) y despus una apari-cin a Santiago, y luego una aparicin a l mismo.
Con respecto a todo ello Pablo dijo: Eso es lo que predicamos y eso fue lo que
creisteis. El reconoca que en lo esencial de la proclama-cin de Cristo, l mismo y
Pedro y Santiago predicaban el mismo mensaje bsico y los cristianos tenan que
creerlo. Si se ha de reconocer una legtima discrepancia en el cristianismo de nuestro
tiempo, tambin debe ser necesaria la unanimidad en las cuestio-nes esenciales. Por
consiguiente, los desavenencias entre Pedro y Pablo no disminuyen, en mi opinin, la
importancia de Pedro en los puntos especficos que he sealado.
Por ejemplo, reuniendo informacin posterior, podemos reco-nocer que una carta con
amonestaciones enviada por la Iglesia de Roma a la Iglesia de Corinto, a finales del
siglo I, fue escrita por Clemente, presbtero de la Iglesia romana. Es poco probable que
se llamara a Clemente el obispo de Roma; estara ms cerca, con terminologa
moderna, del consejero delegado de la Iglesia. Sin embargo, al ser recordado como el
ms destacado entre los presbteros de su tiempo, su nombre aparece en la lista como
obispo de Roma.
De manera similar, yo dira que en los aos 60, cuando Pedro lleg a Roma, el primero
de los Doce, era la figura ms destaca-da de la Iglesia romana. En el lenguaje de finales
del siglo II, esa hubiera podido ser la causa de que apareciera como obispo de la
Iglesia romana, aun cuando los contemporneos de Pedro en los aos 60 podran no
haber empleado tal trmino para refe-rirse a l. Lo que s digo es que aquellas listas de
obispos nos han conservado las figuras ms destacadas y representativas en la
historia de una determinada Iglesia, incluso antes de que se empleara la
denominacin de un solo obispo. En cualquier caso, no estoy quitando importancia a
Pedro o a su estancia en Roma cuando sealo que resulta anacrnico pensar en l
como un obis-po local. Realmente, y puesto que la tarea del obispo era la de
administrar una pequea comunidad y vivir en ella, yo dira que la importancia de
Pedro va mucho ms all de lo manifestado; como el primero de los Doce l
represent a la totalidad del re-novado Israel y tuvo la potestad de juzgar a todo el
pueblo cris-tiano de Dios.
Ahora, cuando usted pregunta, en el siglo XX, si a Pedro se le consideraba como papa,
me est haciendo una pregunta que esconde tras s en el trmino papa una tradicin
an ms rica. Especialmente, y como moderno teln de fondo ah radica la
de-claracin del concilio Vaticano I por la que el papa tiene juris-diccin sobre todos
los cristianos. Obviamente, los cristianos del siglo I no iban a pensar segn unos
conceptos de jurisdiccin o segn muchos otros aspectos que se han ido asociando al
papado a travs de los siglos. Ni los cristianos que vivan en tiempos de Pedro han
asociado totalmente al apstol con Roma, ya que pro-bablemente Pedro lleg a Roma
slo en los ltimos aos de su vida. Ni su veneracin por la Iglesia de Roma se deba a
que all haban recibido el martirio Pedro y Pablo ni a la posterior his-toria de la
preservacin de la fe por parte de la Iglesia romana frente a la hereja.
Quizs la mejor manera de formular una pregunta propia de los aos 60 y a la que
pudiera contestarse no sea: Los cristia-nos de aquellos tiempos consideraban a
Pedro como papa?, sino esta otra: Consideraban los cristianos de aquellos tiempos
a Pedro como el depositario de unos poderes que iban a contribuir esencialmente al
desarrollo del papel del papado en la Iglesia futura?. Pienso que la contestacin ha de
ser afirmativa, tal co-mo trat de explicar en respuesta a una pregunta anterior en la
que comentaba las tareas que Pedro llev a cabo durante su vida, as como a los
simbolismos que se le atribuyen incluso despus de su muerte. A mi entender fueron
ellos los que contribuyeron de forma decisiva a que se viera al obispo de Roma, al
obispo de la ciudad en la que Pedro muri y donde Pablo dio testimonio de la verdad
de Cristo, como al sucesor de Pedro al frente de la Iglesia universal.
En gran medida as es. En verdad, las casas particulares donde se reunan los primeros
cristianos, tenan que haber sido bastante distintas de nuestras Iglesias actuales, lo
mismo que el estilo de las reuniones y lo que podramos llamar actos litrgicos
tuvieron que ser distintos, aun cuando se cantaran himnos y se rezaran oraciones.
Como ya dije, ellos celebraban el bautismo y la euca-rista. Con todo, nuestra teologa
del bautismo y de la eucarista supondra un conjunto de ideas que bien podran haber
sido muy distantes en los inicios del nuevo testamento, en el sentido de que ninguna
comunidad determinada haba tenido todas aquellas ideas. Los primeros cristianos
habran tenido distintas formas de direccin eclesial, que se iran desarrollando
rpidamente hacia finales del siglo I. Resulta interesante que algunas de las Iglesias
hablaran ya de los obispos, aunque aquellos obispos fuesen com-pletamente
distintos, en muchos aspectos, de los obispos de gran-des dicesis que hoy
conocemos. Y supongo que hay otras mu-chas caractersticas que implican otras
diferencias que podran mencionarse. Despus de todo, la Iglesia est formada por
seres humanos que viven en su tiempo y si bien deriva su identidad de Cristo, la
Iglesia cambia con el paso de los siglos, de acuerdo con las necesidades y modos de
vida de las personas que la inte-gran. En Hebreos 13, 8 se lee que Jesucristo es el
mismo ayer, hoy y siempre. En ningn libro del nuevo testamento se asegura que la
Iglesia sea la misma ayer, hoy y siempre.
Curiosamente, sin embargo, y tras decir lo anterior, insisto en que lo que me llama la
atencin no es tanto el cambio sino la continuidad existente entre la primera Iglesia y
la Iglesia ac-tual. Creemos que es el mismo Espritu que Cristo resucitado dio a sus
discpulos el que vivifica la Iglesia de hoy. El sacramento bsico del bautismo nos da la
vida de Dios y nos hace hijos su-yos del mismo modo que ocurra con los primeros
cristianos. El mismo cuerpo y sangre eucarsticos alimentan esa vida de la mis-ma
manera que ocurra con los primeros cristianos. Pueden haber cambiado el tipo de
administracin y la terminologa empleada para designar a quienes ejercen una tarea
pastoral pero contina teniendo vigencia en la Iglesia de hoy, para hacer presente en
el mundo el reino de Dios y la ley que Cristo transmiti a la Iglesia, mediante sus
apstoles, aquella misma autoridad.
Tal vez pueda concretar todo lo dicho de una manera que para m tiene mucho
sentido. El documento cristiano ms antiguo que se conserva es la primera carta de
Pablo a los tesalonicenses. Fue escrita hacia el ao 50. Se trata de un extraordinario y
fascinante ejercicio para que nos hagamos la siguiente reflexin: Vamos a suponer que
nosotros, cristianos del siglo XX, regresamos al pa-sado y nos encontramos en
Tesalnica entre los convertidos por Pablo al serles leda, por primera vez, aquella
carta. A medida que la vamos oyendo, reconoceramos que nos encontrbamos entre
unos cristianos que tenan la misma fe que nosotros tene-mos? Nos daramos cuenta
de que no estbamos en una sinago-ga juda o tomando parte en una ceremonia
pagana, sino autnti-camente en una Iglesia cristiana? No tardaramos ni dos minutos
en darnos cuenta ya que en los cinco primeros versculos del do-cumento ms antiguo
escrito por un cristiano que ha llegado has-ta nosotros se hace mencin de Dios Padre,
del Seor Jesucristo y del Espritu santo. Se hace mencin asimismo de la actividad de
la fe, del esfuerzo del amor y del tesn de la esperanza. En su pregunta se haca
referencia a las diferencias que pudieran darse entre la Iglesia de los inicios del nuevo
testamento y nues-tra Iglesia de hoy en da. Una igualdad esencial es que
proclama-mos al mismo Padre, al mismo Jesucristo y al mismo Espritu santo; y que
seguimos valorando, por encima de todo, la fe, la esperanza y el amor.
APENDICE
Ms all de lo que se dice en las respuestas, hay un tipo de ayuda que no acaba de
encajar bien en ese estereotipo a base de preguntas y respuestas, y del que, de hecho,
jams me he servido para dar una contestacin, sino slo como formando parte de una
conferencia sobre el fundamentalismo. Los catlicos se sienten, a menudo, como
cortados cuando se cuestionan y ponen en duda algunos puntos de su fe por parte de
los fundamentalistas bbli-cos, a veces de forma polmica, y, por lo general, en
conversa-ciones normales. Muchos catlicos han aprendido el contenido de su fe la
misa, los sacramentos, el papa, la Virgen Mara, los santos mediante las
formulaciones del catecismo, pero no hay nada en ese tipo de formacin que les
prepare para saber hacer frente a las objeciones que se les hacen dicindoles que
todas esas creencias no se ajustan a la Biblia. Su primera reac-cin ante tal acusacin
fundamentalista tal vez sea la de respon-der de acuerdo con los trminos recibidos en
la enseanza de la Iglesia, respuesta que confirma al fundamentalista en su opinin de
que las creencias catlicas son completamente ajenas a la Bi-blia. Sera una buena
ayuda para los catlicos que estuvieran pre-parados para hablar sobre estas
cuestiones empleando un lenguaje bblico que pudieran entender los
fundamentalistas. En la pregun-ta 33 ya puse en guardia contra un intercambio de
textos demos-trativos o de ataque a los fundamentalistas o un intento de lograr su
conversin con demasiadas prisas o una excesiva simpleza, pero aqu se trata de un
tema distinto. Los catlicos se sentiran ms seguros de s mismos si conocieran cmo
aquella doctrina por la que le preguntan guarda una estrecha relacin con la Bi-blia y
as, con slo que esa misma doctrina se comentara de ma-nera inteligible dentro de
una atmsfera bblica, los fundamen-talistas bblicos podran llegar a darse cuenta de
que su interpre-tacin de la doctrina catlica es demasiado simplista.
4. El sacrificio de Cristo en la cruz, de una vez por todas, frente a las misas catlicas
como sacrificios ofrecidos por los sacerdotes. Siguiendo el mandato de Jess en el
nuevo testamen-to: Haced esto en conmemoracin ma, la Iglesia catlica, en su
liturgia, parte regularmente el pan, que es el cuerpo de Cristo, y ofrece la copa de vino,
que es la comunin en su sangre. Acep-ta plenamente la enseanza de la Carta a los
hebreos segn la cual el sacrificio de Jesucristo en la cruz es de una vez por todas, ya
no hacen falta ms sacrificios. La liturgia de la ltima cena, la misa, es sacrificio en el
sentido de que vuelve a hacer presente para los cristianos de distintas pocas y
lugares, la posibilidad de participar del cuerpo y de la sangre de Cristo, en
conmemora-cin suya, proclamando la muerte del Seor hasta que venga. La misa de
ningn modo es un sacrificio separado del sacrificio de la cruz, tampoco es un nuevo
sacrificio que reemplace el sacrifi-cio de la cruz, o le aada algo, como si aquel
sacrificio fuera insuficiente. Jess, segn la enseanza de la Iglesia catlica, es el nico
sumo sacerdote de la nueva alianza. Si los catlicos nos referimos a nuestros clrigos
como sacerdotes, tal terminologa reconoce que cuando un cristiano, designado por su
ordenacin, preside la eucarista que recuerda la muerte del Seor hasta que vuelva,
esa persona representa a Jess, el sumo sacerdote, y no simplemente a la comunidad.
Nuestra doctrina de la misa, en cuanto representacin del nico sacrificio sacerdotal
de Jess, concuerda plenamente con la Biblia.
5. Cristo como Salvador frente a la Iglesia y sus sacramen-tos. Cristo salva a los
cristianos en y a travs de la Iglesia. La Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, a la que se
entreg a s mis-mo, tiene una gran dignidad e importancia, pero no salva. Noso-tros
creemos que Cristo acta a travs de los sacramentos de la Iglesia, y que es Cristo
quien otorga la gracia que alcanza a nuestras vidas. La enseanza catlica de que los
sacramentos operan ex opere operato nunca debera entenderse como si el
sa-cramento fuera eficiente por s mismo, independientemente de Cristo. El
significado de esa expresin es que la eficacia de los sacramentos no depende de la
persona del sacerdote o de quien administra los sacramentos, sino ms bien que, para
quienes estn dispuestos a recibir su gracia. Cristo acta a travs de los sacra-mentos.
6. Cristo como cabeza de la Iglesia frente al papa. Los cat-licos creen que Jesucristo es
la cabeza del cuerpo que es la Igle-sia. Ningn hombre puede ocupar su sitio,
prescindiendo de su direccin. El papa no tiene ninguna autoridad con independencia
de Cristo o en competencia con l. De la misma manera que en el nuevo testamento se
habla de los supervisores u obispos que dirigen unas Iglesias particulares, el papa es
un supervisor me-diante el cual Cristo dirige a toda la Iglesia y la mantiene en la
verdad del evangelio.
8. La segunda venida de Cristo frente a las buenas obras de los hombres que
establecen el reino. Los catlicos creemos en la segunda venida de Cristo. Para
nosotros eso significa que Dios todava tiene que establecer su reino en plenitud para
juz-gar al mundo. Todo esto se llevar a cabo a travs de Cristo y queda fuera del
alcance del esfuerzo humano. Y en lo referente al momento en el que Dios, por la
venida de Cristo, establecer su reino, creemos en la enseanza de Jess que leemos
en Hech 1,7; No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha
reservado a su autoridad. Todas las conjeturas en cuanto al tiempo de la segunda
venida deben quedar supeditadas a esa enseanza bblica.
NDICE DE MATERIAS'
Bautismo: 81, 82, 83, 85 celebracin por el obispo: 93 institucin; 81 significado de;
83 Biblia (cf. Biblioteca; Palabra de Dios); catlicas y protestantes: 4 comentarios; 12,
13 cmo leer: 11, 13. crtica: 28, 31, 34, 35, 39 interpretacin cientfica: 12-16
interpretacin personal; 15 lingua franca de la religin: 31 por qu leerla: 18
traducciones; 1-4 Biblioteca: 19-21, 28, 34 Cartas del nuevo testamento: 34, 35 Cartas
pastorales; autores; 35-37 estructura de la Iglesia; 90, 91, 96 Catlicos/catolicismo
(cf. Trento, Va-ticano II, Ponticia Comisin Bbl.); critica bblica; 3, 9 enseanzas de la
Iglesia: sobre la concepcin virginal: 64 sobre los ev, de la infancia; 54 sobre la
resurreccin: 52 fundamentalismo: 31-33, Apn. interpretacin de la Biblia: 15, 16
traducciones de la Biblia; 4 tratamiento de los biblistas: 16, 17 visin de Mara; 61, 62,
66 Clemente, 1 Carta de: 91 Colosenses, Carta a los; 35, 36 Concepcin virginal de
Jesiis: 63, 64 Concilios (cf. Trento, Vaticano II) Creacin: 16
Crtica bblica: 28, 31, 34, 35, 39 Crtica cannica; 28 Crtica histrica: 28, 31
Diablos (demonios): 49, 50, 51 historia de la visin bblica: 51 Didaj: 90, 91, 93 Doce
(apstoles): 54, 89-91, 98
Efesios, Carta a los; 35, 36 Eucarista; 80, 84, 85, 92 celebracin de; 93, 94
institucin: 80, 92, 93 obispos-presbteros: 93 sacrificio: 95 significado: 84
Evangelio de Pedro; 7 Evangelio de Toms: 7 Evangelios de la infancia: 23, 38,
54-60, 63 elementos comunes: 58 elementos diferentes: 55, 56 historicidad: 54-
58, 63, 64 magos: 23, 56 Evangelios: autores: 40, 42 como biografa: 38, 43, 44
formacin de: 40 historicidad: 38-40, 44-46, 48-50 de la resurreccin: 52, 53
Forma/gnero de los libros de la Bi-blia: 21, 23, 28, 34 Fundamentalismo: 30-33, 37,
Apn.
Hermanos de Jess: 61, 65-68 Historia, tipos de: 21-23, 26, 27 Historicidad (cf.
Evangelios) Humani Generis: 24
previsin del futuro: 76, 77, 80 resurreccin: 52, 53, 76 tradicin: 39, 40, 42-44, 49,
54 visin beatfica: 76 Jons, libro de: 21, 22 Josefo, Flavio: 47 Juan, cartas de; 35
Judos y primeros cristianos: 86-88 separacin: 87
Macabeos, libros de los: 5, 6 Magos: 23, 56-58 Mara: 58, 61-68 anunciacin de: 10,
58, 59, 61 Asuncin: 62
Milagros (cf. Jess [milagros]) Moiss; 26, 58, 59 como autor; 35, 42 Multiplicacin
de los panes: 85
Obispos: 36, 37, 90-92, 96, 99, 101 considerados como sacerdotes: 96 de Roma; 99
Pablo:
cartas de: 34-36 relacin con Pedro: 97, 98 Palabra de Dios: 18, 19, 31 Papa,
Pedro como: 100 Pecado original: 24, 62 Pedro:
cartas de: 35, 83 evangelio de: 7 obispo de Roma?: 99 papa?: 100 papel en la
Iglesia: 97 relacin con Pablo: 97, 98 Poligenismo: 24
Pontificia Comisin Bblica: 17, 24, 39, 40, 42, 44, 46, 54 Presbteros (-obispos): 36,
37, 90-92 considerados como sacerdotes: 96 Presentacin de Mara: 10
Protestantes/protestantismo: crtica bblica: 31, 39 fundamentalismo: 31, 33, Apn.
reformadores: 4, 5
traducciones de la Biblia: 2-4 contenido de: 5, 6 visin de Mara: 61, 62, 65, 66 visin
del sacerdocio: 95 Protoevangelio de Santiago: 7, 10, 67, 68