Diáconos

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Diáconos

EnciCato

La palabra diácono (diakonos) únicamente significa ministro o


servidor y es utilizada en este sentido tanto en la Septuaginta
(aunque sólo en el libro de Ester, 2,2; 4, 3) como en el Nuevo
Testamento (Mat. 20, 28; Rom 15, 25; Ef 3,7; etc.) Pero en
los tiempos apostólicos la palabra empezó a adquirir un
significado más definido y técnico. En sus escritos de
alrededor del año 63 d.C, san Pablo se dirige "a todos los
santos que viven en Filipos, junto con los obispos y los
diáconos" (Fil 1,1). Unos pocos años más tarde (1 Tim 3,8 ss)
él insiste a Timoteo que "los diáconos deben ser castos, no
mal hablados, no dados a beber mucho vino ni a negocios
sucios, que guarden el misterio de la fe con una conciencia
pura." Dice además que a ellos "primero se les someterá a
prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos." Y
añade que deben ser casados una sola vez y que gobiernen
bien a sus hijos y a su propia casa. Porque los que ejercen
bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande
entereza en la fe de Cristo Jesús." Hay que destacar este
pasaje porque no sólo describe las calidades deseables en los
candidatos al diaconado sino que también sugiere que
administración externa y manejo de dinero pueden llegar a
ser parte de sus funciones.

Origen y Primera Historia Del Diaconado

De acuerdo a la tradición constante de la Iglesia Católica, la


narración de Hechos 6, 1-6, que sirve de presentación al
martirio de san Esteban, describe la institución inicial del
oficio de diácono. Los apóstoles, para satisfacer las quejas de
los judíos helenistas de que "sus viudas eran desatendidas en
la asistencia cotidiana" (diakonia), convocaron la asamblea de
los discípulos y dijeron: "No está bien que nosotros
abandonemos la palabra de Dios por servir a las mesas. Por
tanto hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres,
de buena fama, llenos de Espíritu y de saber, y los
pondremos al frente de esa tarea; mientras que nosotros nos
dedicamos a la oración y al ministerio de la palabra (te
diakonia tou logou) . La propuesta le pareció bien a toda la
asamblea y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de
Espíritu Santo (junto con otros seis allí nombrados). Los
presentaron "a los apóstoles y, habiendo hecho oración, les
impusieron las manos."

Ahora, en vista de que los siete no son llamados


expresamente diáconos y que algunos de ellos (p. ej. San
Esteban y luego Felipe (Hechos 21,8)) predicaron y fueron
tenidos al mismo nivel de los apóstoles, los comentaristas
protestantes se han opuesto a la asimilación de esta
escogencia de los siete con la institución del diaconado. Pero
aparte del hecho de que la tradición entre los Padres es
unánime y temprana -p. ej. san Ireneo (Adv. Haer., 3,12, 10
y 4, 15, 1) habla de san Esteban como el primer diácono-es
notable la semejanza entre las funciones de los siete que
servían las mesas y las de los primer diáconos. Comparar por
ejemplo, las perícopas de Hechos y 1 Tim 3,8 ss citadas
arriba, con la siguiente afirmación de Hermas (Sim. 9,26):

"Esos que tienen manchas son los diáconos que ejercieron


mal su oficio y se quedaron con el dinero de las viudas y de
los huérfanos y se aprovecharon de los estipendios recibidos
por su ministerio".

O, de nuevo, San Ignacio (Escrito a los Tralianos):

"Aquellos que son diáconos de los misterios de Jesucristo


deben agradar en todas las formas a todos los hombres.
Porque ellos no son diáconos de comidas y bebidas
(solamente) sino servidores de la iglesia de Dios".
San Clemente de Roma ( aprox. 95 dC) describe la institución
de los diáconos junto a la de los obispos como hecha por los
apóstoles mismos (Ep. Clem. 10,3). Además debemos notar
que la antigua tradición limitaba a siete el número de
diáconos en Roma (Eusebio, Hist. de la Iglesia, xliii) y que un
canon del concilio de Cesarea (325) prescribió la misma
restricción para todas las ciudades, sin importar el tamaño,
ateniéndose directamente a los Hechos de los Apóstoles como
un precedente. No sparece, por lo tanto, completamente
justificada la identificación de las funciones de los siete con
las de los diáconos de quienes oímos hablar tanto a los
Padres Apostólicos en los primeros concilios. Establecidos
principalmente para relevar a los obispos y a los presbíteros
de sus deberes más seculares y desagradables,
especialmente al distribuir las almas de los creyentes, no
tenemos más que recordar el gran lugar ocupado por el
ágape, o las conmemoraciones, en la primitiva adoración de
la iglesia, para entender la facilidad con que el deber de servir
a las mesas se convirtió en el privilegio de servir al altar. Se
convirtieron en intermediarios naturales entre el celebrante y
la gente. En el templo, ellos hacían anuncios públicos,
organizaban la congregación, conservaban el orden y cosas
por el estilo. Fuera de eso, eran los delegados del obispo en
asuntos seculares y especialmente para el servicio de los
pobres. El quedarse de pie durante las asambleas públicas de
la iglesia parece que indicaba su subordinación y sus deberes
de servicio en general, mientas que los obispos y los
presbíteros permanecían sentados. Debe notarse que junto
con esas funciones, probablemente cargaban con una gran
parte de la instrucción de los catecúmenos y la preparación
de los servicios del altar. Hasta en los Hechos de los
Apóstoles (8,38), el sacramento del Bautismo es administrado
por el diácono Felipe.

Recientemente se ha tratado, aunque algunos lo creen algo


fantasioso, de encontrar el origen del diaconado en la
organización de las primitivas comunidades helenístico-
cristianas que en las primeras épocas de la iglesia tenían todo
en común y eran apoyadas por los creyentes. Para ellos es
claro que algún dirigente (oeconomus) debe haber sido
nombrado para administrar sus asuntos temporales (Ver
Diakonen der Bischofe und Presbyter, 1905). La presentación
completa del asunto es algo intrincada y confusa para
encontrar lugar aquí. Contentémonos con notar que menos
dificultad tiene la teoría del mismo escritor para diferenciar
las funciones judiciales y administrativas del archidiácono, de
los deberes impuestos a un miembro escogido del colegio
diaconal, que era llamado el diácono del obispo (diaconus
episcopi) porque estaba comprometido con la administración
temporal de fondos y limosnas de las que el obispo era el
principal responsable. Con el tiempo, esto condujo a una
cierta posición judicial y legal y a la vigilancia del clero
subordinado. Para todo esto ver ARCHIDIÁCONO.

Deberes de los Diáconos

1. No hay discusión en el sentido de que algunos, si no todos


los miembros del colegio diaconal eran en todas partes
administradores de los dineros de la iglesia y de las limosnas
recogidas para las viudas y los huérfanos. Encontramos a san
Cipriano hablando de Nicostrato como quien defraudó a
viudas y huérfanos y también robó a la iglesia (Cyp., Ep.
X1ix, a Cornelio). Eso pudo ocurrir con facilidad porque la
mayoría de las ofrendas pasaban por sus manos. Las
donaciones que la gente traía y no entregaba directamente al
obispo se le presentaban a través de ellos (Apost. Const. II,
xxvii) y ellos también tenían que distribuír entre las diversas
órdenes del clero y en proporciones fijas las oblaciones
(eulogias) que quedaban después de la liturgia. No hay duda
de que funciones del diácono como estas son las que san
Jerónimo llama mensarum et viduarum minister (Hieron.Ep.
Ad Evang.). Ellos buscaban afuera a los pobres y a los
enfermos, informaban al obispo de sus necesidades y seguían
sus instrucciones en todas las cosas. Invitaban a las ancianas
y probablemente a otras también, a los ágapes. En cuanto al
obispo, ellos debían relevarlo de las funciones más exigentes
y menos importantes y así llegaron a ejercitar en cierta
medida una jurisdicción en los casos más sencillos que les
eran remitidos para su decisión. En forma parecida, ellos
buscaban a los culpables y sus agentes. En resumen, como
las Constituciones Apostólicas lo declaran (II, x1liv) ellos
debían ser "oídos y ojos y boca y corazón", o, como se dice
en todas partes, "su alma y sus sentidos." (psyche kai
aisthesis) (Apost., Const., III, xix).

2. De Nuevo, tal como las Constituciones Apostólicas lo


explican en algún detalle, los diáconos eran los guardianes del
orden en el templo. Ellos observaban que los creyentes
ocuparan sus lugares y que nadie conversara en voz baja o
durmiera. Debían dar la bienvenida a los pobres y a los
ancianos y se preocupaban de que tuvieran un buen puesto
en el templo. Se paraban en la puerta del baño reservado
para los hombres para asegurarse de que durante la liturgia
nadie entrara o saliera y, como dice san Juan Crisóstomo en
términos generales: "si alguien se comporta mal, al diácono
debe llamársele la atención" (Hom. Xxiv, in Act. Apost.). fuera
de esto, ellos estaban ocupados principalmente en el
ministerio directo del altar, alistando los vasos sagrados,
trayendo el agua para las abluciones, etc. Aunque en tiempos
posteriores, muchos de estos deberes fueron asignados a
clérigos de un grado inferior. Más especialmente, ellos eran
visibles por su administración y dirección de la congregación
durante el servicio. Hasta hoy, como se recordará, anuncios
tales como Ite, missa est, Flectamus genua, Procedamus in
pace, son hechos siempre por el diácono; aunque esta función
fue más acentuada en los primeros tiempos. El siguiente
texto, tomado del recientemente descubierto "Testamento de
Nuestro Señor", un documento de finales del siglo cuarto, se
puede citar como un ejemplo interesante de una proclamación
tal como era hecha por el diácono justo antes de la anáfora:
Pongámonos de pie; que cada uno sepa su puesto. Dejemos
salir a los catecúmenos. Que no se queden los sucios ni los
descuidados. Levanten los ojos de sus corazones. Los ángeles
nos miran. Vean, dejemos que se vayan los sin fe. Que no
haya adúlteros ni hombres furiosos aquí. Si alguno es esclavo
del pecado, dejémoslo ir. Veamos, supliquemos como hijos de
la luz. Supliquemos a nuestro Señor y Dios y Salvador,
Jesucristo.

3. El deber especial del diácono de leer el Evangelio parece


haber sido reconocido desde un principio, pero no parece
haber sido tan distintivo como ha llegado a serlo en la Iglesia
Occidental. Sozomen dice que en la iglesia de Alejandría el
Evangelio sólo podía ser leído por el archidiácono, pero que
en los otros lugares, los diáconos ordinarios desempeñaban
ese oficio, después devuelto sólo a los sacerdotes. Puede ser
esta relación con el Evangelio lo que condujo a las
Constituciones Apostólicas (VIII, iv) a establecer que los
diáconos debían sostener el libro de los Evangelios abierto
sobre la cabeza del obispo electo durante la ceremonia de su
consagración. Con la lectura del Evangelio debe
probablemente también relacionarse la ocasional aunque rara,
aparición del diácono en el oficio de predicador. El segundo
concilio de Vaison (529) declaró que un sacerdote podría
predicar en su propia parroquia, pero cuando estuviera
enfermo, un diácono debería leer una homilía de uno de los
Padres de la Iglesia e insistiendo en que los diáconos, si
podían leer el Evangelio, necesariamente podrían leer un
trabajo de un autor humano. Siempre fue rara la predicación
de un diácono, a pesar del precedente del diácono Felipe y el
obispo arriano de Antioquia, Leoncio, fue censurado por
permitir predicar a su diácono Aetius. (Philostorgias, III, xvii).
Por otra parte, dicen todas las autoridades de la época que el
gran predicador de la Iglesia Siria Oriental, Efrén Siro, era
apenas un diácono, aunque una frase de sus propios escritos
(Opp. Syr., III, 467, d) deja en duda el hecho. Pero la frase
atribuída a Hilario Diácono, nunc neque diaconi in popolo
praedicant (ni los diáconos predican ahora a la gente),
representa indudablemente la regla ordinaria en el siglo
cuarto y después.

4. En cuanto a la gran acción de la liturgia, parece claro que


el diácono tuvo siempre, en Oriente y Occidente, una relación
muy especial con los vasos sagrados, la hostia y el cáliz,
antes y después de la consagración. El concilio de Laodicea
(can. Xxi) prohibió a las órdenes inferiores del clero el entrar
al diaconium o tocar los vasos sagrados y un canon del primer
concilio de Toledo estipula que los diáconos que han sido
sometidos a penitencias públicas deben permanecer en el
futuro con los subdiáconos y entonces ser separados del
manejo de estos vasos. Por otra parte, aunque los
subdiáconos asumieron después sus funciones, originalmente
eran sólo los diáconos quienes:

* Presentaban las ofrendas de los creyentes en el altar y


especialmente el pan y el vino para el sacrificio,
* Proclamaban los nombres de quienes habían contribuido
(Jerónimo, Com. In Ezech., xviii)
* Llevaban a la reserva en la sacristía lo que había sobrado y
estaba consagrado y,
* Entregaban el cáliz y, a veces, la sagrada hostia, a quienes
comulgaban.

Apareció la pregunta de si los diáconos podrían dar la


comunión a los sacerdotes pero la práctica fue prohibida por
impropia en el primer concilio de Nicea (Hefele-LeClerq. I
610-614). En estas funciones, que se pueden remontar al
tiempo de Justino mártir (Apol., lxv, lxvii; cf. Tertuliano, De
Spectac., xxv., y Cipiano, De Lapsis, xxv), se insistía con
frecuencia , a pesar de algunas restricciones, en que el oficio
del diácono está enteramente subordinado al del celebrante,
sea obispo o sacerdote (Apost. Const., VIII, xxviii, xlvi; y
Hefele-LeClerq, I, 291 y 612). Aunque algunos diáconos
parecen haber usurpado localmente el poder de ofrecer el
Santo Sacrificio (offerre) este abuso fue severamente
sancionado en el concilio de Arles (314) y no hay nada que
apoye la idea de que el diácono en forma apropiada pudiera
consagrar el cáliz, como hasta Onslow (in Dict. Christ., Ant.,
I, 530) lo permite ampliamente, aunque una frase muy
retórica de san Ambrosio (De Ofic.., Min., 1, xli) haya
sugerido lo contrario. El cuidado del cáliz ha permanecido
como una atribución especial del diácono, hasta los tiempos
modernos. Todavía hoy en la misa, las rúbricas establecen
que cuando el cáliz es ofrecido, el diácono debe soportar el
pie del cáliz o el brazo del sacerdote y repetir con él las
palabras: Offerimus tibi, Domine, calicem salutris, etc. Como
lo muestra un estudio cuidadoso del primer "Ordo romanus"
el archidiácono dela misa papal parece presidir con el cáliz, y
es él y sus compañeros diáconos quienes, después de que la
gente ha comulgado bajo la forma de pan, les presenta a
ellos el calicem ministerialem con la Preciosa Sangre.

5. Los diáconos también estuvieron íntimamente asociados a


la administración del sacramento del Bautismo. Realmente, a
ellos sólo se les permitía bautizar en caso de grave necesidad
(Apost. Const., VII, xlvi niega expresamente cualquier
deducción obtenida del bautizo del eunuco por Felipe), pero
pregunta por los candidatos, su instrucción y preparación, la
custodia del crisma, que los diáconos fueron a buscar cuando
fueron consagrados, y ocasionalmente la administración real
del sacramento como los delegados del obispo, parecen haber
formado parte de sus funciones reconocidas. Entonces san
Jerónimo escribe: "sine chrismate et episcopi jussione neque
prebyteri neque diaconi jus habiant baptizandi." ( Sin crisma
y la orden del obispo, ni presbíteros ni diáconos tienen el
derecho de bautizar. -"Dial. C. Luciferum", iv) Su posición en
el sistema penitencial fue análoga. Como una regla, su acción
era sólo intermediaria y preparativa y es interesante notar lo
prominente de la parte desempeñada por el archidiácono
como intercesor en la forma para la reconciliación de
penitentes el Jueves Santo todavía impresa en el Pontifical
Romano. Pero algunas frases de los primeros documentos
sugieren que en caso de necesidad los diáconos algunas
veces absolvían. Entonces san Cipriano escribe (Ep., xviiii, 1)
que si "no se puede conseguir un sacerdote y la muerte
parece inminente, los enfermos también pueden hacer la
confesión de sus pecados a un diácono que extendiendo las
manos sobre ellos en penitencia, puedan llegar al Señor en
paz" (ut mano eis in poenitentiam imposita veniant ad
dominum cum pace). Se ha debatido mucho si este y casos
semejantes podrían haber constituido una absolución
sacramental, pero algunso teólogos católicos no han dudado
en dar una respuesta afirmativa. (Vwer p. ej. Rauschen,
Eucharistie und Buss-Sakrament, 1908, p. 132). Sin duda en
la Edad Media la confesión en caso de necesidad se hizo con
frecuencia aun diácono; pero también se hizo igualmente a un
laico y, ante la imposibilidad del Sagrado Viático, hasta hierba
era comida devotamente como una forma de comunión
espiritual.

Para resumir, las varias funciones asignadas a los diáconos


fueron establecidas concisamente por san Isidoro de Sevilla,
en el siglo séptimo, en su carta a Leudefredo: "A los diáconos
les corresponde ayudar a los sacerdotes y servir (ministrare)
en todo lo que se hace en los Sacramentos de Cristo, en el
bautismo, testigo, con el santo crisma, con la patena y el
cáliz, traer la oblación al altar y arreglarlo, preparar la mesa
del Señor y revestirla, cargar la cruz, proclamar (proedicare)
el evangelio y la epístola, porque así como los lectores
proclaman el Antiguo Testamento, los diáconos deben
proclamar el Nuevo. A él también le corresponde el oficio de
oraciones (officium precum) y la pronunciación de los
nombres. Él es quien nos invita a abrir nuestros oídos al
Señor, él es quien exhorta con su pregón y también quien
anuncia la paz". (Migne., P.L.., LXXXII, 895) En los primeros
tiempos, tal como lo muestran muchos epitafios cristianos
existentes, el tener una buena voz era una cualidad esperada
en los candidatos al diaconado. Dulcea nectario promebat
mella canore se escribió del diácono Redempto en el tiempo
del papa Dámaso, y el mismo epitafio aclaraba que el diácono
había tenido mucho que ver con el canto, no solo de la
epístola y el evangelio, sino también de los salmos como
solista. En el siglo quinto se escribió del archidiácono
Deusdedit:

Hic levitarum primus, in ordine vivens


Davidici cantor carminis iste fuit.

Pero el papa Gregorio el Grande en el concilio de 595 abolió


los privilegios de los diáconos relacionados con el canto de los
salmos (Dúchense, Christian Worship, vi) y cantores
corrientes los reemplazaron en sus funciones. Sin embargo,
aún así, algunos de los cantos más hermosos de la liturgia de
la Iglesia, se le han confiado a los diáconos, especialmente el
proeconium paschale, mejor conocido como el Exultet, la
oración consagratoria con que se bendice el cirio pascual el
Sábado Santo. Esta ha sido elogiada con frecuencia como el
más perfecto ejemplo de canto gregoriano, y es cantado todo
por el diácono.

Vestiduras y Número de los Diáconos

Los primeros desarrollos de las vestiduras eclesiásticas son


muy oscuros y los complica la dificultad de identificar con
seguridad los objetos indicados apenas por un nombre. Sin
embargo, con seguridad tanto en Oriente como en occidente,
una estola, u orarium (orarion) que sustancialmente parece
haber sido idéntica a los que hoy entendemos por el término,
ha sido desde los primeros tiempos el atuendo distintivo del
diácono. Tanto en Oriente como en Occidente ha sido usada
por el diácono sobre el hombro izquierdo, y no alrededor del
cuello, como la de un sacerdote. Los diáconos, de acuerdo al
cuarto concilio de Toledo (633), deben usar una estola
(Orarium -orarium quia orat, id est proedicat) sobre el
hombro izquierdo, y el derecho se deja libre para significar la
diligencia con que ellos deben dedicarse a sus funciones
sagradas. Es interesante notar como una curiosidad la
supervivencia de una antigua tradición de que el diácono en
una de las misas de Cuaresma en la Edad Media se quitaba su
casulla, y la arrollaba sobre su hombro izquierdo para dejar
libre su mano derecha. Hoy todavía se quita su casulla
durante la parte central de la misa y la reemplaza con una
estola ancha. En el Oriente, el concilio de Laodicea, en el siglo
cuarto, prohibió a los subdiáconos el uso de la estola
(orarion) y un pasaje de san Juan Crisóstomo (Hom. In Fil.
Prod.) se refiere al movimiento de las livianas vestiduras
sobre el hombro izquierdo de aquellos que ayudan en el altar,
describiendo evidentemente las estolas de los diáconos. El
diácono todavía usa su estola sobre el hombro izquierdo
aunque, excepto en el rito ambrosiano en Milán, debajo de su
dalmática. La dalmática misma, ahora considerada como un
distintivo del diácono, estaba limitada originalmente a los
diáconos de Roma, y el uso de tales vestiduras fuera de Roma
era permitido como un privilegio especial por los primeros
papas. Tal concesión fue hecha aparentemente por ejemplo,
por el papa Esteban II (752-757) al Abad Fulrad de san Denis
permitiendo que seis diáconos usaran la stola dalmaticae
decoris (sic) cuando desempeñaran sus funciones sagradas
(Braun, die liturgische Gewandung, p. 251). De acuerdo al
"Liber Pontificalis" del papa san Silvestre (314-335) constituit
ut diaconi dalmaticis in ecclesia uterentur (ordenaba que los
diáconos deberían usar dalmática en la iglesia), pero esta
afirmación es muy poco confiable. Por otra parte, es
prácticamente seguro que las dalmáticas eran usadas en
Roma tanto por el papa como por sus diáconos en la última
mitad del siglo cuarto (Braun, op. cit., p249). En cuanto a la
manera de vestirla, después del siglo décimo sólo en Milán y
el sur de Italia los diáconos llevaban la estola sobre la
dalmática, pero con anterioridad, eso había sido costumbre
en muchas parte en Occidente.
En cuanto al número de los diáconos, había mucha variación.
En las ciudades más importantes había siete normalmente,
siguiendo el ejemplo de la Iglesia de Jerusalén en Hech, 6, 1-
6. En Roma había siete en tiempos del papa Cornelio y esta
siguió siendo la regla hasta el siglo once, cuando el número
de diáconos se aumentó de siete a catorce. Esto estaba de
acuerdo con el canon xv del concilio de Neo-Cesarea
incorporado en el "Corpus Juris". El "Testamento de Nuestro
Señor" habla de doce sacerdotes, siete diáconos, cuatro
subdiáconos y tres viudas con precedencia. Sin embargo, esta
regla no se mantuvo constante. En Alejandría, por ejemplo,
en épocas tan tempranas como el siglo cuarto,
aparentemente debieron ser más de siete diáconos, porque se
nos dice que nueve estuvieron contra Arrio. Otras
regulaciones parecen sugerir tres como un número corriente.
En la edad Media casi cada lugar tenía sus propias
costumbres sobre el número de diáconos y subdiáconos que
podían asistir a una misa pontifical. El número de siete
diáconos y siete subdiáconos no era raro en muchas diócesis
en días de gran solemnidad. Pero la gran diferencia entre el
diaconado en las primeras épocas y el tiempo presente
descansa probablemente en eso, que en los tiempos
primitivos el diaconado fue considerado generalmente, de
pronto en consideración al conocimiento de música que
exigía, como un estado que era permanente y final. Un
hombre permanecía como simple diácono toda su vida, Hoy
en día, excepto en los casos más raros, (los cardenales
diáconos algunas veces continúan permanentemente como
meros diáconos), el diaconado es simplemente una etapa en
ekl camino al sacerdocio. (Nota: el diaconado permanente fue
restaurado en el Rito Latino después del Segundo Concilio
Vaticano).

Carácter Sacramental del Diaconado

Aunque algunos teólogos como Cayetano y Durero se han


arriesgado a dudar si el Sacramento del Orden es recibido por
los diáconos, puede decirse que hoy generalmente se acepta
que los decretos del concilio de Trento han decidido el asunto
contra ellos. El concilio no sólo establece que el Orden es real
y verdaderamente un sacramento, sino que prohibe bajo
anatema (Sess. VVIII, can.ii) que cualquiera niegue "que hay
en la Iglesia otras órdenes mayores y menores por medio de
las cuales se avanza hacia el sacerdocio", e insiste en que el
obispo ordenante no solo no dice en vano "recibe el Espíritu
Santo", sino que el rito de la ordenación imprime un carácter.
Ahora, no sólo encontramos en los Hechos de los Apóstoles,
como se dijo antes, oración e imposición de las manos en la
iniciación de los siete, sino el mismo carácter sacramental que
sugiere que la comunicación del Espíritu Santo es evidente en
el rito de ordenación tal como se practicaba en la primitiva
iglesia y todavía hoy. En las Constituciones Apostólicas
leemos:

Un diácono nombrarás, O Obispo, imponiendo tus manos


sobre él, con todo el presbiterio y los diáconos de pie a tu
lado; y orando sobre él dirás: Dios Todopoderoso...permite
que nuestras súplicas lleguen a tus oídos y deja que tu faz
brille sobre tu servidor que está destinado para el oficio de
diácono (eis diakonian) y llénalo con el Espíritu y con poder,
como llenaste a Esteban, el mártir y seguidor de los
sufrimientos de Cristo.

El ritual de la ordenación de los diáconos hoy en día es como


sigue: primero el obispo pregunta al archidiácono si los que
van a ser promovidos al diaconado son dignos para el oficio y
luego invita al clero y al pueblo a mencionar cualquier
objeción que puedan tener. Después de una corta pausa el
obispo explica a los ordinandi los deberes y privilegios de un
diácono mientras ellos permanecen arrodillados unos
momentos. Al terminar sus palabras, ellos se postran y el
obispo junto con le clero, recitan las letanías de los santos
mientras el obispo imparte tres veces su bendición. Después
de algunas otras plegarias en las que el obispo continúa
invocando la gracia de Dios para los candidatos, canta un
corto prefacio en el que expresa la alegría de la iglesia al ver
la multiplicación de sus ministros. Viene enseguida la parte
más esencial de la ceremonia. El obispo extiende su mano
derecha y la coloca sobre la cabeza de cada uno de los
ordinandi, diciendo, "Recibe la fortaleza del Espíritu Santo y
para resistir al demonio y sus tentaciones, en el nombre del
Señor". Luego extendiendo su mano sobre todos los
candidatos juntos dice: Te pedimos Señor, que envíes sobre
ellos el Espíritu Santo con el cual sean fortalecidos para el
desempeño lleno de fe de tu ministerio por medio de la
concesión de tus siete gracias." Después de esto el obispo
entrega a los diáconos la insignia del orden que han recibido,
a saber, la estola y la dalmática, acompañándolas con la
fórmula que expresa su especial significado. Finalmente, hace
que todos los candidatos toquen el libro de los Evangelios,
diciéndoles: "recibe el poder de leer el Evangelio en la Iglesia
de Dios, a los vivos y a los muertos, en el nombre del Señor."
Aunque las mismas palabras que acompañan la imposición de
las manos del obispo Accipe Spiritum Sanctum ad robur, etc.,
parece que sólo se usan desde el siglo doce, todo el espíritu
del ritual es antiguo y algunos de sus elementos,
especialmente la entrega de la estola y la oración que sigue a
la entrega de los Evangelios son mucho más antiguas. Vale la
pena notar que en el "Decretum proArmenis" del papa
Eugenio IV la entrega de los evangelios es mencionada como
la "materia" del diaconado, Diaconatus vero per libri
evangeliorum dationem (traditur).

En la Iglesia Rusa el candidato, después de haber sido llevado


tres veces alrededor del altar y besado cada esquina, se
arrodilla ante el obispo. El obispo coloca el extremo de su
sobre su cuello y hace tres veces sobre su cabeza el signo de
la cruz. Impone su mano sobre la cabeza del candidato y dice
dos oraciones algo largas que hablan de la entrega del Santo
Espíritu y de la fortaleza otorgada a los ministros del altar y
recuerda las palabras de Cristo de que "el que quiera ser el
primero entre ustedes, sea su servidor" (diakonos): se
entrega entonces al diácono la insignia de su oficio que,
además de la estola, incluye el litúrgico, y cuando cada uno
de estos es entregado, el obispo dice cada vez con mayor
intensidad, axios "valioso" (ver Maltzew, Die Sacramente der
orthodox-katholische Kirche, 318-333).

En los últimos tiempos, el diaconado fue tan completamente


considerado como una etapa de preparación para el
sacerdocio, que ya no se ha puesto interés a sus deberes
exactos y privilegios. Las funciones de un diácono fueron
reducidas a ayudar al obispo en la misa y a exponer el
Santísimo Sacramento para la Bendición. Pero podría, como
delegado del párroco, distribuir la comunión en caso de
necesidad. Sobre el celibato, ver el artículo Celibato del Clero.

Los Diáconos fuera de la Iglesia Católica

Un diácono recibe la ordenación de las manos de un obispo


solo en la Iglesia de Inglaterra y en grupos Episcopalianos de
Escocia y Norte América. Como consecuencia de tal
ordenación, se considera que ha recibido poder para
desempeñar cualquier oficio sagrado, excepto el de consagrar
los elementos y pronunciar la absolución, y habitualmente
predica y ayuda en el servicio de la comunión. Sin embargo,
entre los Luteranos en Alemania, la palabra diácono se aplica
a los ministros que ayudan, aunque tengan la plena
ordenación, al cura encargado de una parroquia en particular.
También es usada en algunos lugares para ayudantes laicos
que toman parte en la instrucción, el manejo de las finanzas,
la visita a los hogares y a los necesitados. Este último es
también el uso de una palabra que es común en muchos
grupos no conformistas de Inglaterra y América.

Seidl in Kirchenlex., s-v Diacon; Idem, Der diakonat in der


kath. Kirche (Ratisbon, 1884); Onslow, in Dict of Christ.
Antiq., s.v. Deacon; Zoeckler, Diaconen und Evangelisten in
Biblische und Kirchenhistorische Studien (Munich, 1893); II,
bruder, Verfassung der Kirche (Freiburg, 1904), 348 sqq.;
Lamothe-tenet Le Diaconat (Paris, 1900); Leder, Der
Diaconen, Bischofe, und Presbyter (Stuttgart, 1905); Achelis
in Realencyk. F.prot Theol., s.v. Diakonen; Thomassin, Vetus
et Nova eccl. Dicipl., Part I, Bk II Hefele-Le-Clercq, Les
conciles, I, 610-614; Munz in Kraus, Real-Encyc., s.v. Diakon;
Gasparri, Tractatus Canonicus de Sacra Ordinatione; Wernz,
Jus Decretalium, II.

HERBERT THURSTON
Transcrito por Tom Crossett
En recuerdo de los diáconos difuntos de la Diócesis de
Siracusa.
Traducido por Ernesto Botero B.

¿Fueron los primeros diáconos “Los Siete”?


DIC 2
Publicado por diaconofrancisco

Las referencias neotestamentarias al ministerio del diaconado son muy escasas. Es tradición constante de la
Iglesia la institución inicial de los diáconos en Hechos 6,1-6, narración que sirve de prólogo a la muerte m

artirial de San Esteban. En ésta


se nos dice que existiendo quejas de los judíos helenistas, porque sus viudas eras desatendidas en la asistencia
ordinaria , se llamó a reunión a los apóstoles; viendo que no debían abandonar la predicación de la Palabra para
servir las mesas y encontraron como solución el presentar a siete varones de buena fama, llenos de espíritu y
de saber, para que se consagrasen a dicha tarea y así poderse dedicar los apóstoles a la oración y a la palabra,
eligiendo a los siete y siendo presentados y habiendo hecho oración les impusieron las manos. Entre ellos se
encontraba un tal Esteban, “un hombre lleno de gracia y de poder”, que por su valentía al proclamar la Buena
Nueva de Cristo se convirtió en el primer mártir cristiano (cf. Hch 6,7).
Por ello se sostiene que el origen del d
iaconado se registra en el
Nuevo Testamento – en este sexto capítulo de los Hechos de los Apóstoles, hay que profundizar como ante ese
conflicto surgido en la iglesia de Jerusalén por las quejas de los cristianos de origen griego quejándose de que
algunos de sus pobres no estaban recibiendo una parte justa de los bienes que la comunidad cristiana divide
entre las personas necesitadas de ayuda. Cuando el argumento llamó la atención de los apóstoles, los líderes
de la comunidad, se negaron a participar directamente, explicando: “No es justo que nosotros dejemos la
palabra de Dios para servir a las mesas.” En su lugar, dijeron la gente a seleccionar para este trabajo caritativo
siete hombres honrados “reconocieron ser profundamente espiritual y prudente” y este es el precedente del
ministerio diaconal.
Aun así, algunos autores, especialmente teólogos protestantes, no identifican a los diáconos con los siete Cabe
citar a Collins que asegura que “Debemos concluir que los Siete no eran diáconos” (John N

Collin, Los diáconos y la Iglesia; Herder, 2004 pag


70, 71), entre otras cosas porque no fueron llamados expresamente por este nombre, y porque algunos de ellos
como Felipe, en Hechos 21,8 predica como un apóstol, no se dedicaron a labores de servicio sino al apostolado
evangelizador, convirtiendo al eunuco etíope. Pero la tradición de los Santos Padres es clara al identificar a San
Esteban como el primer diácono. Polémicas aparte, ya San Pablo dirige su saludo a los episcopi y a los diaconi
de Filipos (Epistola del apostol san Pablo a los Filipenses 1,1). San Pablo le escribe a Timoteo las cualidades
que deben poseer los diáconos: “deben tener una conducta digna y honrada, ser fieles en el matrimonio, educar
bien a sus hijos, dirigir bien su casa y guardar el misterio de la fe con una conciencia pura, asimismo pide que
sean probados antes “(1ª Epistola del apostol san Pablo a Timoteo 3, 8-13). No se podría finalizar las menciones
a los diáconos en el Nuevo Testamento sin citar a la denominada como “diaconisa Febe” (Epistola del apostol
san Pablo a los Romanos 16.1–2).
Si bien estos siete primeros cristianos no eran diáconos en el sentido desarrollado, el relato de los Hechos
concuerda con la comprensión del diaconado como surgió y evolucionó en la iglesia. ‘Diacono’ viene de una
palabra griega – diakonos – lo que significa un sirviente o ayudante. Ocurre con frecuencia en el Nuevo
Testamento y se aplica a veces a Cristo mismo. Pero los Apóstoles, a quienes no les no era “correcto descuidar
la palabra de Dios para servir a las mesas “, los diáconos pronto llegaron a ser asumidos como ayudantes en
más que un sentido material -” no siervos de comida y bebida, como ministros de la Iglesia de Dios”. Como San
Ignacio de Antioquía puso alrededor de 100 dC, la tarea del diácono era nada menos que para continuar “el
ministerio de Jesucristo”. Cierto es que los siete, más que asumir un papel servicial se sumergen profundamente
en la predicación hasta la muerte heroica del protomartir, asumiendo un papel que parecía más propio de los
apóstoles, encontrándonos incluso a Felipe en Cesarea con sus cuatro hijas con el don de la profecía (Hechos
21:9).

A pesar de estas divergencias teológicas hay que subrayar que para la Iglesia no hay duda de este precedente
de los siete ya que en la celebración del ministerio del Orden, en la oración consecratoria previa a la imposición
de manos del obispo sobre el candidato a diácono, éste reza:

“Así también, en los comienzos de la Iglesia,


los apóstoles de tu Hijo,
movidos por el Espíritu Santo,
eligieron, como auxiliares suyos
en el ministerio cotidiano,
a siete varones, acreditados ante el pueblo
a quienes, orando e imponiéndoles las manos,
les confiaron el cuidado de los pobres,
a fin de poder ellos entregarse con mayor
empeño a la oración y a la predicación de la
palabra”

El Liderazgo de la Iglesia
Diáconos – Siervos Calificados para la Iglesia (Parte 1)
Por
John MacArthur
Todos Los Derechos Reservados
Este Artículo Apareció originalmente aquí en Bible Bulletin Board
(Una copia de este mensaje en cassette puede ser obtenida llamando a 1-800-55-
GRACE)
1 Timoteo 3:8-13 Cinta GC 54-25
Introducción
Cuando pienso acerca de la palabra “diácono” recuerdo a un cierto hombre austero
que me agarró por la oreja y me llevó afuera de mi clase de escuela dominical. Odio
admitirlo, ¡pero esto sucedió por varias ocasiones! En mis días de juventud los
diáconos representaron la autoridad en la iglesia. En la mayoría de las iglesias donde
crecí ellos eran los líderes espirituales de la iglesia. En muchas iglesias de hoy son el
cuerpo gobernante, aun el pastor puede ser empleado y puede trabajar para los
diáconos.
Muchas personas en las iglesias parecen tener el título de diácono porque con viene
con honor y respeto en la comunidad. Otras iglesias no tienen a diáconos. En otras
iglesias aún, en particular en iglesias litúrgicas, los diáconos son identificados como un
suborden de los sacerdotes. Sirven en una orden clerical manteniendo las facilidades
o administrando el negocio de la iglesia.
Lección
I. UN ESTUDIO DE LOS DIÁCONOS
Sin embargo, si debemos comprender el significado bíblico de diácono, necesitamos
eliminar cualquier definición preconcebida. Pablo se refiere al oficio de diácono cuatro
veces en 1 Timoteo (vv. 8, 10, 12, 13). En ese pasaje estudiaremos la responsabilidad
de los diáconos en la iglesia. Comprenda que de ninguna forma la Escritura presenta a
los diáconos como inferior a los ancianos, supervisores, o pastores. De hecho, usted
encontrará que las aptitudes para ser un diácono no son diferentes a aquellas para ser
anciano. Las aptitudes para ambos examinan el carácter, la vida del hogar, el
liderazgo, y el compromiso de la vida personal de un hombre para servir en la iglesia
de Señor.
En 1 Timoteo 3:8-13 Pablo dice: “De la misma manera, también los diáconos deben
ser dignos, de una sola palabra, no dados al mucho vino, ni amantes de ganancias
deshonestas, sino guardando el misterio de la fe con limpia conciencia. Que también
éstos sean sometidos a prueba primero, y si son irreprensibles, que entonces sirvan
como diáconos. De igual manera, las mujeres deben ser dignas, no calumniadoras,
sino sobrias, fieles en todo. Que los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que
gobiernen bien sus hijos y sus propias casas. Pues los que han servido bien como
diáconos obtienen para sí una posición honrosa y gran confianza en la fe que es en
Cristo Jesús.” Como usted puede ver, no hay menos de un premio en la madurez
espiritual y en la pureza moral para un diácono cuándo se compara a un anciano.
A. Una Visión General de los Diáconos
Las palabras griegas “diakonos” (“siervo”), “diakonia” (“servicio”) y “diakoneo” (“servir”)
son usados al menos cien veces en el Nuevo Testamento. El sentido original de esas
palabras referidas al pasaje. En 1 Timoteo 3 “diakonos” es transcrito más que
traducido. En sólo dos pasajes del Nuevo Testamento los traductores de la versión
King James eligieron transcribir esos términos en vez de traducirlos (cuatro veces en 1
Timoteo 3:8-13 del Fleo y una vez en Filipenses 1:1).
1. Su significado original
“Diakonia” originalmente se refería a servir mesas. “Diáconos” era probablemente la
palabra para mesero. Eventualmente “diakonia” fue ampliado para querer decir
cualquier clase de servicio.
2. Su significado específico
El significado de “diáconos” es primordialmente poco específico para sus usos en 1
Timoteo 3 y Filipenses 1:1. Sólo en esos dos casos los editores la transcribieron, como
para apartarlo en un sentido específico para referirse a un grupo de personas selectas
asignados para servir a la Iglesia.
3. Su significado general
Cualquier otro uso de “diakonos, diakonia, y diakono” es general, no necesariamente
en lo referente a cualquier oficio específico en la iglesia. Los escritores del Nuevo
Testamento las usaron como utilizamos nosotros las palabras siervo, servir, y servicio.
Vamos a una estación de servicio para gasolina. Cuando jugamos tenis servimos la
pelota. Servimos a nuestro patrón. Servimos a nuestra nación.
En la mayoría de los casos “diakonia” es traducido “ministerio” o “servicio”. En algunos
casos es traducido “administración” debido al contexto. En Hechos 11:29 es traducido
“socorro” porque el servicio al que se refería era dar recursos a las personas que
sufrían de una carestía.
B. Un Ejemplo de Diakonos
El original y significado más limitado de “diakonia” tienen que ver con servir la comida.
1. John 2:5, 9 - Cuando Jesús estaba en las bodas en Cana, “u madre dijo a los que
servían…[Gr., “diáconos” – los meseros], Haced todo lo que os dijere” (v. 5). Luego el
versículo 9 dice: “Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de
dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al
esposo” En este pasaje “diáconos” fue usado para un grupo de meseros en una boda
2. Lucas 4:39 La suegra de Pedro se puso muy enferma. Después de que Jesús la
sanó, el texto dice: “y levantándose ella al instante, les servía [Gr. Diakoneo].” El
contexto implica que ella ministró sirviendo una comida.
Otros tres textos en los evangelios utilizan “diáconos” en referencia a servir una
comida (Lucas 10:40; 17:8; Juan 12:2).
C. El Significado de Diakonos
1. Nivel uno – servicio general
“Diáconos” fue ampliado de su significado limitado para aplicarse a toda clase de
servicio en general.
a) Romanos 13:4- Aquí “diáconos” se usa para describir a un funcionario público o a
un criado. Tales oficiales castigan a los malhechores y recompensan a aquellos que
hacen bien.
b) Juan 12:26-Jesús dijo: “Si alguno me sirve, sígame” Seguir a Jesús constituye
“diakonia” – servicio o ministerio.
Como los evangelistas y escritores de las epístolas adaptaron el término en un sentido
amplio para toda clase de servicio espiritual. Basados en lo que Jesús dijo,
identificaron el seguir a Cristo con servirle. El servicio espiritual es el énfasis principal
de la vida cristiana. Cualquier cosa que hacemos en obediencia a la Palabra de Dios
es servicio. En ese sentido todos estamos en el ministerio. De ningún sentido los
diáconos prestan servicio y todo el mundo observa. No hay un nivel de liderazgo
hecho de ancianos y pastores, un nivel de servicio hecho de diáconos, y un nivel de
espectador hecho levantado de todos los demás creyentes. No hay una audiencia en
la iglesia todos estamos en el ministerio. Todos hemos sido llamados a someternos
nosotros mismos al Señor Jesucristo. Él dijo: “donde yo estuviere, allí también estará
mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.” (Juan 12:26). Todos nosotros
somos Sus siervos.
c) 1 Corintios 12:4-5 – Dentro de este rango amplio de servicio, “hay diversidad de
dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios [Gr. “diakonia”],
pero el Señor es el mismo.”
Todos los cristianos están en alguna forma de servicio espiritual. Todo son diáconos
en ese sentido general porque todos nosotros debemos prestar servicio de diversas
maneras.
d) 2 Corintios 9:1- “en cuanto a la ministración para los santos…” Aquí Pablo empieza
un debate acerca de nuestro papel común de servir a los santos. Todos estamos
comprometidos en el servicio. Servimos a Dios cada vez que obedecemos a Su
Palabra y a Su Espíritu. Cada vez que hago lo que es correcto, ofrezco un servicio a
El. Y servimos el uno al otro cuando conocemos las necesidades de cada quien.
e) Efesios 4:11-12 – “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos
para la obra del ministerio [Gr. “diakonia”]”. Mi trabajo como anciano y pastor es
madurar a los santos para que puedan servir a otros.
Todos nosotros somos llamados siervos de Cristo. Estamos bajo órdenes. Cristo es
nuestro Señor y nuestro amo. Él nos ha invitado a entrar a un servicio espiritual. Le
servimos obedeciendo la Palabra de Dios, siguiendo la dirección del Espíritu de Dios,
sometiéndonos a la autoridad de la iglesia, y supliendo las necesidades de aquellos a
nuestro alrededor. Es una cosa decir, “me enorgullezco de poder servirle a mi país,” o
“me enorgullezco de haber servido a esta gran causa”. Pero eso no se acerca a poder
decir “que he sido invitado a entrar al servicio del Rey de reyes y Señor de señores –
Jesucristo mismo”. Ese es nuestro llamado elevado y sagrado – la vocación a la cual
hemos sido llamados (Efes. 4:1).
2. Nivel dos – servicio espiritual
En Romanos 12:4-7 Pablo dice: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos
muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros,
siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de
profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio [Gr., diakonia], en servir
[Gr. “diakoneo]”.
Aquí Pablo identifica dones especiales de servicio. Es paralelamente a su uso de los
dones de ayuda en 1 Corintios 12:28. Dios excepcionalmente ha designado a algunas
personas para servirle. Mientras que todos están en el servicio de Cristo, algunos han
sido especialmente dotados por el Espíritu de Dios para servirle.
En 1 Corintios 16:15 Pablo dice: “Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es
las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio [Gr. “diakonia”] de los
santos.”. La familia entera fue caracterizada por el servicio a otros. Todos nosotros
debemos servir a otros, pero algunos de nosotros somos especialmente dotados en
esa área.
3. Nivel tres – servicio oficial
En mi opinión el único argumento bíblico específico del oficio de diácono está en 1
Timoteo 3. Constituye un tercer nivel de servicio espiritual además del servicio general
de cada creyente y el servicio espiritual de creyentes específicos. Los diáconos
prestan servicio en una aptitud oficial como siervos de la iglesia. Nosotros podemos
llamarles fácilmente siervos.
a) La similitud con los ancianos
Aunque son siervos, no se supone que diáconos hagan todo el trabajo – deben ser
modelos de virtud espiritual para todos los demás. En ese sentido están junto a los
ancianos. Los ancianos y los diáconos no están en planos espirituales diferentes. Los
ancianos han recibido autoridad porque ejercen el poder de la Palabra de Dios en su
enseñanza. Pero los diáconos deben ser iguales a los ancianos en todos los demás
aspectos.
De hecho, no hay diferencia en sus cualidades espirituales.
b) La diferencia con los ancianos
Mientras que los diáconos deben ser tan piadosos como los ancianos, difieren de ellos
en términos de su habilidad para enseñar. La autoridad de los pastores y ancianos se
basa en su proclamación y exposición de la Palabra de Dios. Sin embargo, justo al
lado de los ancianos vienen aquellos que aplican lo que ha sido enseñado y cuyas
vidas no son menos piadosas que las de ellos. Los diáconos deben levantar a la
congregación a un nivel más alto de virtud espiritual, no se distinguen entre si como
personas anormalmente piadosas que la congregación nunca podría esperar imitar.
En Filipenses 1:1 Pablo dirige su carta a “los ancianos y diáconos [Gr., diáconos]” en
Filipos. Esa podría ser una referencia a los diáconos oficiales, o podría ser
simplemente una referencia a los líderes y los seguidores en un sentido general. Sin
embargo las referencias en 1 Timoteo 3 son definitivamente específicas acerca del
oficio de diácono.
D. Las Supuestas Referencias a Diakonos
Algunos han sostenido la opinión de que hay otras referencias específicas para los
diáconos a otra parte en la Escritura. Examinaremos esas supuestas referencias.
1. Referente a ciertos hombres
a) Pablo
Algunos creen que Pablo fue un diácono. Ese es un asunto principal para aquellos que
apoyan la autoridad del diácono en la iglesia. Pero Pablo fue un apóstol, no un
diácono. Él mismo dijo, “soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio” (Rom. 11:13).
La palabra griega traducida “ministerio” es diakonia. Pablo decía que él se gloriaba en
de servir a Cristo. Él fue un diácono en un sentido general y no específico. Todos
nosotros, sea cual sea nuestro ministerio, es para rendir servicio a Dios. Pero el oficio
de Pablo fue el de un apóstol. Pablo habló de su servicio muchas veces, pero él
estaba siempre seguro en decir que él era un apóstol (e.g., 2 Cor. 10-12).
b) Timoteo
En 1 Timoteo 4:6 Pablo dice a Timoteo: “Si esto enseñas a los hermanos, serás buen
ministro [Gr. Diáconos] de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena
doctrina que has seguido.” Basados en este versículo algunos han dicho que Timoteo
fue un diácono, y un buen diácono en lo que a eso se refiere. Pero se sabe que
Timoteo no fue un diácono en el sentido tradicional. En 2 Timoteo 4:5 Pablo le dice:
“haz obra de evangelista, cumple tu ministerio [Gr., diakonia]”. La “Diakonia” de
Timoteo fue su oficio como un evangelista proclamador y un papel de predicador bien
definido del oficio de diácono.
c) Tíquico
En Efesios 6:21 Pablo llama a Tíquico “fiel ministro” [Gr., “diáconos”]. Tres veces en
efesios Pablo utilizó diakonos, pero nunca en una forma técnica. Él siempre
acostumbraba esto con referencia a un servicio general. Por eso no podemos asumir
que Tíquico era un diácono.
d) Epafras
En Colosenses 1:7 Pablo llama a Epafras: “fiel ministro” [Gr., “diáconos”]. Pablo
también se refirió a sí mismo como “diáconos” en Colosenses 1:23, 25. Puesto que
estamos seguros de que Pablo no se llamaba diácono, es improbable que tampoco él
llamara a Epafras así.
2. Referente A Hechos 6
Muchas personas creen que los primeros diáconos en la iglesia son los siete hombres
referidos en Hechos 6. Sea lo que hayan sido esos hombres, nunca son llamados
diáconos.
a) El relato
Hechos 6:1 dice: “en aquellos días [el tiempo de la Pascua]… como creciera el número
de discípulos”. Hay tantos como veinte mil creyentes en Jerusalén, un buen porcentaje
de ellos peregrinos que vinieron a la ciudad para las fiestas. Cuando creyeron en
Cristo, muchos se quedaron y pasaron a formar parte de la iglesia.
Hubo dos clases de judíos en el mundo: judíos palestinos (aquellos que vivieron en
Palestina) y los judíos helenísticos (aquellos que habían sido nacidos y surgidos fuera
de Palestina en el mundo griego). Los judíos helenísticos viajarían por Jerusalén para
la Pascua.
(1) El Problema
Con semejante gran número de judíos helenísticos uniéndose a judíos palestinos
como cristianos dentro de un crecimiento rápido de la iglesia, surgió un problema.
Hechos 6:1, “hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas
de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria.” Pudieron haber existido varios
centenares de viudas en la iglesia que necesitaban auxilio, muchas de ellas eran
judías helenistas.
Cuidando a los Pobres y Necesitados
Las viudas cristianas vinieron a ser del cuidado de la iglesia – una función de la iglesia
heredada de una práctica judía común. El pueblo judío tenían – y a un tienen – un
compromiso fuerte de cuidar de los pobres y necesitados. Ese compromiso se basó en
la instrucción de Dios en el Antiguo Testamento. Con el paso de los años desarrollaron
una manera sofisticada de suplir necesidades. William Barclay nos dice que cada
mañana de viernes en la sinagoga dos coleccionistas iban al mercado y a las casas a
reunir dinero y bienes para dar a los pobres y necesitados. Esos recursos eran
entonces distribuidos para aquellos necesitados en la comunidad.
Aquellos que tenían una necesidad temporal recibían justo la adecuada cantidad para
sobrellevar su dificultad; aquellos que requería un apoyo normal recibían suficiente
para catorce comidas dos comidas al día durante siete días. Llamaron a esa
distribución el “Kuppah” o Canasta. Además de una colección diaria de comida hecha
de casa en casa para aquellos que estaban en una situación de emergencia y
necesitaban comida para ese día. Esa distribución era llamada el Tamhui, o Bandeja
(The Acts of the Apostles, ed. Philadelphia: Westminster, 1976 revisado, p. 51).
El pueblo judío no hizo énfasis en una persona dando a otro necesitado; hicieron
énfasis en que los recursos deberían ser dados a la sinagoga a fin de que los hombres
sabios en posiciones de liderazgo los pudiesen distribuir correctamente.
La iglesia adquirió la práctica de la sinagoga. Pero una discusión sucedió en la iglesia
cuando los Judíos helenísticos se quejaron de que sus viudas no recibían su parte
justa de la comida que era distribuida.
(2) La solución
¿Cómo resolverían el problema de los líderes de la iglesia?
(a) El dilema de los doce
Hechos 6:2 dice: “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y
dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas.”
Esa es una línea indicada de demarcación: Algunas personas en la iglesia necesitan
enseñar la Palabra de Dios y otros necesitan encargarse del negocio de la iglesia. Esa
línea de demarcación se mantiene intacta en las epístolas pastorales. La prioridad
para los apóstoles no era dejar la Palabra de Dios para distribuir comida. Estaban
tratando discipular a miles de nuevos convertidos. Eso era una tarea tremenda que no
podrían pasar tiempo determinando cómo traer equidad en lo tocante a la distribución
de comida.
(b) La decisión de lo doce
Hechos 6:3 dice, “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este
trabajo.”
Note que fueron señalados para una tarea específica. No hay referencia a un oficio en
ese versículo. Luego el versículo 4 dice: “Y nosotros persistiremos en la oración y en el
ministerio [Gr., diakonia] de la palabra”.
Los únicos usos de “diakonia” son en referencia a los apóstoles (v. 4) y para la
“diakonia” diaria de servir a las viudas (v. 1). No hay ningún lugar donde los siete
hombres sean llamados diáconos. Los apóstoles realizaron su servicio (proclamar la
Palabra) y las personas realizaron la de ellos (distribuir comida a las viudas). Pero
esos dos versículos no se refieren a los diáconos específicamente.
Basado en Hechos 6:2, la iglesia pos-apostólica de Roma permitió solo siete diáconos
para distribuir artículos a los pobres. Pero no creo que el Espíritu Santo intentó de
Hechos 6:2 establecer un orden.
(C) La delegación de lo doce
Hechos 6:5-6 dice: “agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban,
varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a
Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los
apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.”
b) La respuesta
Hay tres razones de porque no creo que esos siete hombres fueron diáconos reales.
(1) El uso general de diakonia
Lucas (el autor de Hechos) utilizó a “diakonia” en un sentido general para querer decir
servicio. La única vez que es usado con referencia a ciertos individuos está en el
versículo 4, donde está vinculada con los apóstoles.
El Nuevo Testamento nunca se refiere a los siete hombres como diáconos. De hecho,
el libro de Hechos nunca se refiere a los diáconos, algo que esperaríamos si esos
siete hombres fueron los primeros de un nuevo orden. Uno esperaría que ellos fueran
evidentes en Hechos 11 cuando una carestía sucedió en Judea. Hechos 11:29-30
indica que la iglesia en Antioquía como un todo, no un orden especial de diáconos,
enviados ara ayudar a los ancianos en Judea.
(2) La naturaleza específica de la tarea
Esos siete hombres fueron escogidos para una tarea específica. Eran honestos como
para poderles confiar dinero, y eran llenos del Espíritu y de sabiduría así es que
podrían discernir las necesidades de las personas. No fueron escogidos crisis por una
sola ocasión, no instalados en un oficio de tiempo completo. Si habían sido escogidos
como diáconos, pudiéramos esperar que hubieran aparecido más tarde en el libro de
hechos.
Interesantemente todos los siete tenían nombres griegos. Si fueran un grupo en
desarrollo de diáconos en la iglesia en Jerusalén, parece extraño que todos ellos
hubiesen sido judíos griegos. Pero si estuviesen señalados para una tarea específica
de ayuda a viudas helenistas, tiene sentido que las personas escogerían a griegos
para hacer eso.
Sin embargo, Hechos 6 nos provee de una mirada preliminar de la función de
diáconos. Aquí los apóstoles fueron asignados a la Palabra y a la oración mientras que
los siete cuidarían de una cierta tarea. Ese tipo de organización es básico para la
iglesia. Según 1 Timoteo 3 los ancianos deben enfocar la atención en enseñar la
Palabra y supervisar a la iglesia mientras los diáconos se enfocan implementando y
aplicando la Palabra.
(3) El papel del anciano implícito de los hombres
Hechos 6 nos da un precedente histórico de la función de los diáconos, pero los siete
hombres no fueron diáconos reales. De muchas formas fueron más como ancianos.
Hechos 6:7 dice: “Y crecía la palabra del Señor”. ¿Por qué aumentó? Porque los
apóstoles tuvieron libertad de invertir tiempo para la Palabra y la oración. Los
versículos 7-8 continúa: “y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en
Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe. Y Esteban [uno de los
siete], lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el
pueblo.”¿Pudo ser que los demás hicieron lo mismo? Esos siete hombres bien
pudieron haber sido evangelistas especialmente dotados que salieron afuera en la
ciudad realizando señales, y maravillas, y actos poderosos al ir predicando.
Se sabe que Felipe, otro de los siete, fue un predicador poderoso, y milagroso
(Hechos 8:5-8). Si los otros cinco fueren como Esteban y Felipe, fueron más bien
como apóstoles que como diáconos.
II. EL TRASFONDO DE 1 TIMOTEO 3
Pablo escribió 1 Timoteo cerca del 64 A.D. La iglesia había estado en existencia por
aproximadamente treinta años. (Cristo fue crucificado poco después del 30 A.D.)
Timoteo estaba sirviendo como pastor de la iglesia en la iglesia de Efeso – una iglesia
que había crecido y se había desarrollado inicialmente bajo Pablo por tres años
(Hechos 20:31), y luego bajo líderes adiestrados por Pablo.
Se había vuelto aparente para Pablo que la iglesia en Efeso necesitaba no sólo
maestros de la Palabra que servirían como supervisores y ancianos, sino que también
los administradores y trabajadores para implementar lo que los ancianos les
enseñaron. Un número creciente de personas se había levantado en lugares de
servicio oficial. Entonces Pablo dio a Timoteo instrucciones sobre el tipo de hombres
que él debería escoger para hacer ese trabajo.
Hay un nivel de servicio en el que todos estamos comprometidos, un nivel de servicio
para aquellos específicamente dotados para servir, y un nivel de servicio de personas
capacitadas que representan e implementan la autoridad de los ancianos y pastores
de la iglesia. No sabemos exactamente cuándo se establecieron los papeles de los
ancianos y los diáconos en la iglesia, pero sabemos que para cuando Pablo escribió 1
Timoteo esos oficios fueron reconocidos y ocupados por modelos de virtud espiritual.
Los ancianos y los diáconos comparados y contrastados,
Primera Timoteo 3:8-13 no menciona nada acerca de los deberes específicos de los
diáconos. Pero trata las características personales, al igual que la sección sobre los
ancianos en los versículos 1-7.
1. Los ancianos
Si tuviese que definir mi tarea como pastor y anciano, la resumiría simplemente
diciendo esto: Gane, enseñe, entrene y envíe. No tenemos que trabajar duramente
para determinar qué se suponme que haremos. Debemos enseñar la Palabra de Dios.
¿Por qué? Para ganar a personas para Cristo. ¿Por qué? Para que puedan crecer en
la fe. ¿Por qué? Para que puedan ser entrenados para ganar personas para Cristo.
Luego los enviamos a hacer esa misma cosa.
2. Los diáconos
Los diáconos ayudan a los ancianos a implementar su tarea. La distinción entre los
dos es que la Escritura dice que los ancianos deben enseñar. Eso no quiere decir que
los diáconos no puedan enseñar o no deban enseñar. Ciertamente deberían ser
fuertes de doctrina sana. También deberían estar llenos de fe, llenos del Espíritu,
llenos de sabiduría, y tener buena reputación al igual que los hombres en Hechos 6.
Deben ser personas de integridad. Manifestar que los diáconos no son maestros
principales en la iglesia no quiere decir que sean ignorantes teológicamente. Primera
Timoteo 3:9 dice que ellos mantienen “el misterio de la fe con limpia conciencia.” Eso
quiere decir que no sólo saben la verdad sino que también viven la verdad.
Conclusión
Todo el mundo en la iglesia debe prestar servicio de algún modo. Algunos sirven con
dones únicos y una cierta cantidad prestan servicio en una aptitud oficial. Y pueden ser
hombre o mujer (1 Tim. 3:11). Son modelos de servicio para Cristo y Su iglesia. Las
aptitudes para tanto ancianos como diáconos son las mismas, pero los diáconos
funcionan bajo el liderazgo de los ancianos. No obstante los diáconos, ya sea varón o
mujer, deben ser considerados como líderes en la iglesia. Deben llevar la delantera en
el ejemplo. Cada iglesia necesita el liderazgo pastoral y el de servicio. No podríamos
lograr una cosa si no fuera por los hombres y mujeres que llevan la administración, la
implementación, y la aplicación de la Palabra de Dios.
Enfocándonos en los hechos
1. ¿En que las formas las cualidades de los ancianos y los diáconos son paralelas
(vea p.1)?
2. Defina a “diakonia” y las palabras relacionadas “diáconos” y “diakoneo”. En la
mayoría de los casos, ¿cómo utilizaron los escritores del Nuevo Testamento estas
palabras (vea p. 2)?
3. ¿Cuál era el significado original más limitado de “diakonia” (vea a pp. 2)?
4. ¿En qué sentido están todos los cristianos en el ministerio (vea p. 3)?
5. Lo que hace 12:7 de romanos indique acerca del servicio dado por algunas
personas (p de la sede. ¿4)?
6. ¿En qué función difieren los ancianos de los diáconos (vea p. 5)?
7. ¿Por qué no pudo haber sido Pablo un diácono (vea pp. 5-6)?
8. ¿Por qué Timoteo no pudo haber sido un diácono (vea p. 6)?
9. ¿Qué es lo que muchos asuenen que sucedió en Hechos 6 (vea p. 6)?
10. Según Hechos 6:1, ¿que problema surgió en la iglesia en Jerusalén (vea p. 7)?
11. ¿Qué práctica adaptó la iglesia de la sinagoga? Explique (vea p. 7).
12. ¿Cómo resolvieron el problema los líderes de la iglesia de Jerusalén (vea a pp. 7-
8)?
13. ¿Por qué los siete hombres mencionados en Hechos 6:5 probablemente no fueron
diáconos? Explique cada razón (vea pp. 8-10).
14. Por qué Pablo escribió a Timoteo acerca de las cualidades para los ancianos y
diáconos (vea p. 10)?
15. Compare y contraste a los ancianos de los diáconos (vea pp. 10-11).
Reflexionando los Principios
1. Lea Juan 12:26. ¿Qué clase de personas honran a Dios? ¿Significa esto que El
honra a los ancianos y a los diáconos solamente, o a todos los creyentes? ¿Qué
quiere decir seguir a Cristo? Basado en sus respuestas, ¿demuestra su vida que es un
seguidor de Cristo? Un creyente verdadero simplemente no puede venir a la iglesia,
escuchar el sermón, disfrutar la comunión con las personas, y luego irse. Él o ella
debe estar activamente involucrado en servir a Cristo.
¿Qué puede hacer usted hoy para comenzar a cumplir con su papel como un seguidor
de Cristo? Para ayudarle a entrar en su tarea, aprenda de memoria Juan 12:26: “Si
alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si
alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”
2. Según Hechos 6:3 las personas que se buscaron eran hombres “de buen
testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. Hechos 6:5 menciona que
Esteban era también lleno de “fe”. Esas características identifican a siete hombres de
integridad. ¿Puede ser usted caracterizado como una persona de integridad? En una
escala del 1-10, ¿cómo se calificaría en cada uno de esas cuatro características? ¿En
cual es usted más débil? Hágale a su meta en esta semana para mejorar su andar
cristiano en esa área. Por ejemplo, si usted es más débil en su fe, busque “fe” en una
concordancia y haga un estudio de palabra sobre ese tema. O usted podría hacer una
lista de todas las veces que Dios ha sido fiel en bendecir su vida, y eso a su vez
aumentará su fe en él.

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