Cincuenta Sombras de Las Máscaras de Grey 2 - Anita

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Cincuenta sombras de

las máscaras de Grey -


2
Anita Dobs
––––––––

Traducido por Yaiza Jurado


García
Estaba atrapada en una mazmorra sin paredes
–ni ninguna parafernalia sexual que pudiera hacer mi
entierro más soportable–. Intenté taparme los oídos
para no oír la voz de la cantante canadiense. No tenía
ni idea de dónde estaba, ni de si volvería a ver a Grey.
Rebuscando por el suelo en la más profunda oscuridad
me topé con mi tiara de brillantes; cogerla me produjo
cierta sensación de alivio. No sabía cuánto tiempo
había pasado, pero al cabo de lo que me parecieron
varias horas, me rendí en mi intento de resistir a la
filosofía de vida de Alanis Morissette y empecé a
escuchar realmente las letras de sus canciones, hasta
acabar bailoteando y cantando. Incluso me puse la
tiara y me di cuenta de que a Alanis la situación le
hubiera parecido de lo más irónico: tenía una tiara de
incalculable valor sobre mi cabeza y sin embargo no
había nadie, ni siquiera yo misma, que pudiera verme
con ella puesta.
¡Qué irónico! exclamé en voz alta.
La bombilla que había sobre mi cabeza se había
fundido, aunque lamentablemente de todas formas esa
bombilla no desprendía ninguna luz ambiental que
hubiera podido hacer mi situación más llevadera.
Me dije a mí misma que si alguna vez lograba
salir de aquella, sin duda descargaría la discografía de
Alanis Morissette, porque si una sola de sus canciones
había sido capaz de despertar en mí lo que los budistas
probablemente llamarían “Iluminación”, no podía ni
imaginar el efecto que sus otras canciones podrían
tener en mí.
Pensé en el apuesto Grey y en aquellos
tentáculos suyos que me habían dado un placer mucho
mayor de lo que ningún hombre normal sería capaz de
dar, y me dije que si iba a morir, al menos no moriría
siendo virgen. Al menos había experimentado algo que
muy poca gente tiene la oportunidad de vivir.
De repente, la voz del señor Ironía volvió a
sonar a través del altavoz, interrumpiendo bruscamente
la música.
¡Basta! ¡No deberías de estar disfrutando de
esto!
Oí el ruido metálico de lo que parecían pestillos
descorriéndose y entonces uno de los muros laterales
desapareció ante mi vista. En su lugar apareció un
manto de luz, tan brillante y cegadora que me obligó a
entrecerrar los ojos. Antes de que pudiera darme
cuenta, unas manos fuertes y ásperas empezaron a
atar una cuerda alrededor de mi cuerpo, amarrándome
para que no pudiera moverme.
Cuando mis ojos se acostumbraron al
resplandor, pude distinguir el grotesco rostro del señor
Ironía, que me había cogido en brazos y me llevaba a
través de lo que parecía un lujoso ático, con increíbles
vistas a un parque al que apenas pude echar un vistazo
antes de que atravesáramos una puerta –tuvo cuidado
de no golpear mi puerta con el marco, como muchos
hombres suelen hacer cuando intentan ser románticos
y te llevan en brazos al dormitorio–. Me sentó en un
solitario sillón de madera de cuyos brazos y patas
pendían correas, y procedió a desatarme sólo para
volver a atarme de nuevo.
¿Por qué me desata si va a volver a atarme?
pregunté, aunque realmente no me importaba
demasiado, pues me parecía bastante sexy.
No haga preguntas, señorita James. Soy más
listísimo que usted, no espero que pueda entenderlo.
Un destello se reflejó en sus ojos al ver mi piel
blanca como la porcelana inmovilizada con las correas
de cuero negras que acababa de tensar.
No es correcto decir “más listísimo” le dije.
¡Por supuesto que lo es! ¿Cree que soy tonto?
Todo el mundo lo dice así . Respondió el señor Ironía.
Pero no es correcto, mi madre siempre me
corregía cuando lo decía. Solía decir que la gente lo
había copiado de otros que también lo decían mal, pero
que no era correcto usar esa expresión.
Ironía retrocedió inseguro.
Quizás no sea correcto en España, pero
seguro que lo es en Latinoamérica.
Me encogí de hombros.
El español se inventó en España, así que tal
vez los españoles sepan más del tema que usted.
No me importa lo que digan los españoles, ¡yo
soy más listísimo que ellos! A nadie le importa lo que
digan ni lo que dejen de decir. En cualquier caso,
señorita James, no me interesan los idiomas.
¿No le interesan los idiomas? pregunté con los
ojos como platos ¿Cómo pueden no interesarle los
idiomas cuando está usando uno ahora mismo? ¿Acaso
no es consciente de la importancia que tienen los
idiomas en la historia de un país? Por ejemplo, ¿sabía
que de no ser por lo que ocurrió en 1776 ahora mismo
los estadounidenses estarían hablando alemán?
¿Alemán? ¿Por qué?
Bueno, ese año hubo una votación en el
Congreso para decidir qué idioma debería utilizarse en
Estados Unidos, y el alemán perdió contra el inglés por
un solo voto. Así que si no fuera por eso, en Estados
Unidos hoy día la gente iría diciendo saying ich bin ein
Berliner todo el día.
¿Soy un bollo de mermelada?
¿Qué?
Acaba de decir “Soy un bollo de mermelada”
en alemán.
No, lo que he dicho no significa eso.
Sí.
No. Quizás ha entendido mal mi
pronunciación, y si prestara más atención a la
lingüística en lugar de ir secuestrando gente, tal vez
sabría cómo se pronuncia y lo que realmente significa.
¿Y entonces qué significa?
”En el amor y en la guerra todo vale”.
¿En serio?
Sí.
Me gusta cómo suena, ¿cómo se decía?
preguntó el señor Ironía ¿Ike been pantyliner?
No, repita después de mí: Ich bin ein Berline
Le enseñé.
¿Ich... bin... ein... Berliner?
Eso es, ya lo está entendiendo. ¿Ve como sí
le gustan los idiomas? Le animé.
Ironía me miró con atención y, no estoy segura,
pero creo que sintió cierta admiración hacia mí, aunque
podría ser que simplemente estuviera admirando mi
tiara.
En cualquier caso, señorita James, ya hemos
hablado suficiente sobre esto. ¡Debo continuar mi
misión!
Su rostro, que apenas acababa de relajarse, se
puso serio de nuevo.
¿Qué misión?
Señorita James dijo poniéndose las manos
en las caderas , ¡voy a follármela! Y cuando Grey se
entere de que me la he follado duro, se le romperá el
corazón y su mundo se desmoronará. ¡Entonces le
destruiré y la ciudad de Gothom será mía! ¡Sólo mía!
Se echó a reír como un loco.
Me encogí de hombros.
Simplemente negaré que haya pasado.
¿Qué? La risa del señor Ironía se
interrumpió de repente.
He dicho que negaré que haya pasado. Será
su palabra contra la mía. Y si digo que nunca ha
pasado, entonces nunca habrá pasado.
Pero aun así habré mantenido relaciones
carnales con usted.
Nop.
¿Qué quiere decir con «nop»?
Sólo conseguirá ponerse en ridículo y ser el
hazmerreír de sus amigos y del señor Grey cuando yo
lo niegue todo ante ellos.
¡Les contaré todos los detalles sórdidos! Les
contaré cómo la puse de rodillas y les describiré con
todo lujo de detalles todas las cosas indescriptibles que
la obligué a hacerme.
Suspiré, sacudiendo la cabeza mientras le
miraba.
Bueno, si son cosas indescriptibles no podrá
describírselas. Así que fin de la historia, ¿no?
El señor Ironía empezó a caminar de un lado a
otro, absorto en sus pensamientos.
Debo admitir que es irónico: se trata de actos
tan indescriptibles que no podré describir, nunca podré
hablar de ellos dijo finalmente, de nuevo con esa
mirada en su rostro, mientras me observaba atada e
inmóvil, a su merced.
Necesitaba escapar, pero sabía que para ello
tendría que encontrar algo que pudiera confundir a
Ironía y engañarle para que me liberara.
¿Por qué no intenta seducirme? sugerí.
¿Seducirla? preguntó, ladeando la cabeza.
Sí, seducirme. Si consiguiera hacer que me
enamorara de usted, eso sí que le rompería el corazón
al señor Grey, ¿no le parece? Imagínese su mirada
triste si usted le hiciera eso. Ya sabe, quizás ni siquiera
le importe que usted me folle. Me refiero a que ni
siquiera sería culpa mía, ¿verdad?
Ironía se acarició el mentón, pensativo.
¿Y cómo la seduciría? preguntó finalmente,
interesado en la idea.
Ya sabe, del modo habitual: una cita, una
cena, flores, ese tipo de cosas.
¿Y usted se enamoraría de mí?
Quizás.
¿Y si no es así? ¡Habría hecho todo ese
esfuerzo para nada!
¡Bienvenido al maravilloso mundo de los
hombres! exclamé compadeciéndome de él . Sólo
tendrá que intentar llegar a mi corazón con más ahínco,
¿no cree? ¿No esperará que me enamore
perdidamente de usted sólo tras una cita bondage,
¿verdad?
Supongo que no.
En ese momento, un cachorro de Beagle entró
en la habitación dando brincos y meneando el rabo, y
corrió derecho hacia Ironía, al que miraba ansioso. Él
lo cogió, y empezó a hablarle mientras el perrito movía
la cola en el aire.
¡Buen chico! Quieres dar un paseo, ¿verdad?
¡Claro que sí! ¿Y qué te parecería una rica galletita
para perros? Quieres una rica galletita, ¿a que sí?
¡Claro que la quieres!
Ironía lo acarició mientras lo sostenía en sus
brazos, a lo que el animal respondió lamiéndole la cara.
¿Ese perro es suyo? pregunté.
No exactamente. Estaba perdido y
abandonado, así que me lo estoy quedando unos días
hasta que pueda llevarlo a mi Fundación para perros
huérfanos.
¿¡Tiene una fundación para perros!?
Sí, me parece horrible la forma en que alguna
gente trata a los perros. ¡Un animal tan leal! Los
humanos deberían sentirse agradecidos de tener un
animal así con el que compartir sus vidas, en lugar de
dejarlos tirados en cuanto dejan de ser pequeños
cachorros entrañables.
Comprendí que había muchas cosas sobre el
señor Ironía que desconocía. Estaba claro que
encontraba más consuelo en la compañía de los
animales, que en la de la personas. Justo en ese
momento, el cachorrito le mordió en la cara, y por un
momento tuve la impresión de que su rostro se había
movido...
¡Pero qué coño...! exclamé.
Ironía dejó el perro en el suelo, que se fue
correteando a otra habitación y volvió poco después
con un palo. Entonces, se levantó sobre sus patas
traseras, como suplicándole que jugara con él.
Había algo raro en el rostro de Ironía, estaba
como torcido.
¿Qué le pasa a su cara? Quiero decir que
está más rara de lo habitual.
Ironía suspiró, poniendo los ojos en blanco.
Oh, bueno, ¡qué más da! De todas formas ya
no sirve para nada, debería quitármela.
Entonces, Ironía se quitó la cara y el pelo, ante
mis ojos incrédulos, revelando uno de los hombres más
guapos que había visto jamás.
¡Ay, Dios! Usted es tan...
¿Guapo?
¡Sí!
Ya, me lo dicen mucho. En realidad estoy un
poco harto.
Lo miré fijamente y fue como si en sus ojos y
en su expresión habitara un mar infinito de
profundidad y emoción, inmaduro y amorfo, nebuloso
y, sin embargo, llego de potencial. Mis piernas se
juntaron inquietas en la silla.
¿Pero por qué llevar una máscara? ¿Por qué
esconder ese rostro tan increíble que tiene?
¿Cree que alguien me tomaría en serio como
villano con esta cara?
¿No lo cree usted?
Ironía negó con la cabeza.
No, no lo harían. Ya lo he intentado y no me
toman en serio para nada. Las mujeres se enamoran
de mí e intentan que sea un hombre mejor, y los
hombres me admiran y quieren ser como yo, por lo que
son muy agradables y cooperativos cuando están
conmigo. Eso me deja totalmente fuera de juego, y
termino siendo demasiado afable y generoso con ellos.
Pero cuando me pongo esta máscara la gente se
muestra tal y como es realmente, y eso hace que sea
mucho más fácil para mí abrazar al lado oscuro.
Pero usted es tan... tan... guapo.
¡Llevo toda la vida oyendo eso, desde que era
un niño! exclamó Ironía levantando las manos en el
aire Cuando era pequeño: ¡Qué niño tan guapo tiene,
doña Ironía! Más tarde, en el instituto, todas las
animadoras suspiraban por mí: «Eres tan guapo, te
quiero». Una y otra vez. Pero a nadie le importa cómo
soy realmente. No aprecian mi naturaleza ambigua ni
el mal potencialmente puro que se está gestando en mi
interior.
Comprendí que era un hombre roto,
atormentado porque nadie le entendía. Ninguna mujer
podía apreciar cómo era realmente, y ver más allá de
ese increíble físico digno de una portada de la revista
masculina Esquire, en la que aparecería llevando sólo
un Rolex, con la mirada perdida en la distancia, herido,
pero en contacto con su espiritualidad, y al mismo
tiempo decepcionado por un mundo que nunca podría
estar a la altura de su naturaleza idealista.
Yo te entiendo aventuré, mientras me
mordisqueaba el labio inferior y notaba cómo me
ruborizaba ligeramente, sintiéndome atada a la vez por
correas de cuero y por un imperioso deseo de saber
más sobre él.
¿De veras? Se calmó, aún vacilante e
inseguro . No lo dices sólo porque te parezco tan
apuesto como un dios griego, ¿no?
No. Yo puedo ver quién eres realmente , dije
sin saber si sólo estaba intentando escapar o si
realmente lo pensaba.
Los hombres siempre se me quedan mirando
a las tetas y sólo les gusto por ellas, igual que te pasa a
ti con tu cara... Quizás deberíamos juntar tu cara y mis
tetas, tal vez formen una combinación ganadora.
Nuestros ojos se encontraron durante un
instante, y fue como si nuestra respiración se volviera
más profunda. Ironía comenzó a andar hacia mí, pero,
en ese momento, a través de la ventana, rompiendo los
cristales, apareció el súper héroe con tentáculos que
me había salvado anteriormente. ¡Maldita suerte la
mía!
Ironía reaccionó rápidamente poniéndose de
nuevo la máscara, cogiendo al cachorro y saliendo a
toda prisa del lujoso apartamento, no sin antes lanzar el
palo que el perro había dejado a la cabeza del súper
héroe, que lo esquivó golpeándolo torpemente con uno
de sus tentáculos.
¡No, no! grité.
No pasa nada, Elle. Ya estoy aquí, estás a
salvo aseguró el recién llegado, corriendo hacia mí.
¡No, vete! ¡Lo estás estropeando todo!
Puso su mano en mi frente, como intentando
comprobar si tenía fiebre.
Debe ser el síndrome de Estocolmo
concluyó . Escúchame, Elle, cuando una mujer
atractiva como tú es retenida como rehén, puede
simpatizar con sus violentos y perversos captores. Te
llevaré de vuelta con Grey, él sabrá qué hacer.
Me desató, me cogió entre sus tentáculos y
saltó por la ventana conmigo. Usó sus tentáculos para
agarrarse a las fachadas de los edificios que íbamos
pasando, balanceándonos entre ellos. A nuestros pies,
la vida en Gothom seguía su curso, ajena a la batalla
entre el bien y el mal que se estaba librando en su
corazón.
Mientras navegábamos por el aire,
con el viento despeinando mis cabellos,
contemplé su rostro enmascarado. Sus
largos y fuertes tentáculos estaban
enrollados alrededor de mi cuerpo, que
se apretaba contra su traje de Lycra
negro y gris. Supe que él creía que
estaba actuando bien, pues me miró para
asegurarse de que yo estaba bien. Mis
senos rebotaban con cada movimiento
brusco. Me sentía segura. Era una
sensación diferente a la que había
experimentado en compañía del señor.
Ironía. Con él, sentía que podía pasar
cualquier cosa, casi como su carácter
imprevisible me diera una dosis de
adrenalina que hacía palpitar mi
corazón. Mi mano acarició los músculos
pectorales de aquel hombre con
tentáculos, sin estar muy segura de
dónde quería o debía estar, pero
admirando su mandíbula fuerte y firme, y
preguntándome qué aspecto tendría bajo
la máscara.
¿Adónde me llevas?
A la cueva del tentáculo. Desde
allí te llevaré de vuelta con Grey.
¡Todo era tan misterioso! Iba a
enseñarme un lugar al que
probablemente nunca había llevado a
nadie. Una de dos, o realmente confiaba
en mí, o estaba desarrollando
sentimientos por mí demasiado fuertes
como para poder controlarlos, como la
mayoría de los hombres de mi vida
habían hecho.
Cerré los ojos, adormecida por el
balanceo.
...

Desperté en una cueva, con la cabeza apoyada en una


roca. El Hombre Tentáculo estaba jugueteando con un
coche que no se parecía en nada a todos los que había
visto antes. Parecía como si le estuviera poniendo
pegatinas de “acelera” en el lateral.
¿Qué estás haciendo? Pregunté
apoyándome en los codos para
incorporarme, al tiempo que se me
escapaba un bostezo.
Se giró para verme despertar de mi
letargo.
Elle, estás despierta. ¿Quieres
tomar algo?
Me tomaría un café con leche.
Me temo que no tengo cafetera en
la cueva del tentáculo.
¡Vaya! ¿Y qué tienes?
Miró a la llave inglesa que sostenía en la mano,
y luego a unos artilugios extraños que había en una
vitrina y que parecían ser algún tipo de arma.
Esto... dijo rascándose la
cabeza ¿Qué te parecen unos granos
tentaculares multi-explosivos?
No eres muy hogareño, ¿verdad?
¿Cómo podría comer granos tentaculares
multi-explosivos? le dije mientras me
levantaba y caminaba alrededor del
aerodinámico coche de batalla.
Bueno, no mucho. Es que nunca
antes había traído a una mujer aquí.
Sin cafetera ni comida, no me
extraña admití, recorriendo con un
dedo la parte superior de la carrocería.
¿Qué opinas del Tentacumóvil?
preguntó, cambiando de tema.
Tenía un elegante diseño gris y
negro, similar al de un jaguar, faros
amarillos y unos guardabarros tuneados
que recordaban a los fuertes músculos
de un felino predador. Pero lo que más
me impresionó fue el enorme alerón de
la parte trasera, y me dije que debía
atraer la atención de todo el mundo.
Me gusta confesé.
Fantaseé con la idea de conducir
ese coche: simplemente ver cómo la
gente se me quedaba mirando ya valdría
la pena.
Súbete dijo al tiempo que
pulsaba un botón en un mando a
distancia, lo que hizo que se abriera la
puerta del coche presurizado, dejando
escapar un soplo de vapor con un
silbido.
No quería irme de allí. Había tenido muy poco
tiempo para hablar con él y parecía tener un gran
potencial como pretendiente, así que no hice lo que me
pedía.
¿De verdad tenemos que irnos?
¿No quieres tu recompensa por haberme
rescatado de nuevo? Apoyé la espalda
en el coche, intentado estirar de manera
seductora una de mis piernas hasta el
capó, lo cual resultaba muy difícil con la
falda que llevaba.
¡Ten cuidado! gritó de
repente Lo enceré hace tan sólo un par
de días.
¡Oh, lo siento! Me excusé
bajando la pierna.
No pasa nada, mira dentro.
Me incliné y miré en el interior del
coche. Había pantallas y lucecitas
brillantes por todas partes, así como
botones e interruptores cuya utilidad
sólo podía imaginar.
Deberíamos irnos Decidió el
Hombre Tentáculo . Estoy seguro de
que Grey está preocupado por ti.
¿Te lo ha dicho él?
Sí, fue él quien me dijo que
habías desaparecido. En cuanto lo supe
fui a buscarte.
Así que Grey sí que se preocupaba
por mí. De ser cierto, eso me ponía en
una situación complicada, pues yo ya no
estaba segura de mis sentimientos.
Parecía como si me hubiera enamorado
brevemente del señor Ironía, el
archienemigo del Hombre Tentáculo, en
lo que podría ser un caso de “amor a
primera vista enmascarada”. Y entonces
mis sentimientos por el Hombre
Tentáculo habían resurgido ante su
actitud protectora. Pero, ¿era él quién
me protegía o era mi novio
multimillonario? Sabía que tenía que
volver a ver a Acorazado para poder al
menos comparar mis sentimientos por
los tres, eso siempre funcionaba cuando
iba de compras y me costaba decidir qué
falda comprar.
Entré en el coche y salimos de la
cueva a toda velocidad. Acabábamos a
penar de girar en la primera esquina
cuando podría jurar que vi una mansión
como la de Grey, pero pasamos tan
rápido que sólo tuve una visión borrosa.
No podía estar segura, pues el Hombre
Tentáculo estaba pisando el acelerador
a fondo, y el indicador de velocidad se
había disparado a 100 en 2,3 segundos.
El motor rugía bajo el capó, empujando
mi cuerpo hacia atrás en el asiento de
cuero blanco y provocando que mojara
instantáneamente las braguitas rosas.
Te ha gustado, ¿eh? preguntó
mi salvador enmascarado, sonriendo.
Asentí, sin aliento, mientras él se
desplazaba como un rayo entre el
tráfico. Cuando alcanzamos una
velocidad de crucero, empecé a mirar a
mi alrededor en el coche.
¿Qué buscas, Elle?
El espejo del copiloto para
comprobar mi maquillaje antes de
reunirme con Grey.
No hay ningún espejo.
Me incorporé en el asiento y le
miré indignada.
¿No tienes espejo para el
copiloto?
Tengo un GPS conectado a una
base de datos, un escáner holográfico
por infrarrojos, y aquí están los
tentaculo-torpedos . El Hombre
Tentáculo señaló un botón rojo cubierto
por un protector de metacrilato, y lo
golpeó suavemente con un dedo,
orgulloso . Todo de vital importancia
en mi lucha por la justicia y de gran
utilidad para salvar la vida de quien lo
necesite.
Pero espera un momento, ¿¡me
estás diciendo en serio que no tienes un
espejo en el lado del copiloto en el que
retocarme el maquillaje!?
Bueno, no, la verdad es que no
era uno de mis requisitos cuando lo
diseñé. Simplemente nunca pensé que lo
necesitaría.
¿No quieres tener novia?
pregunté, acercando mi cabeza hacia
él-. Supongo que es un coche japonés
le interrogué, levantando las manos en
el aire.
Sí, ¿cómo lo has sabido? Se
giró hacia mí, mientras seguía
conduciendo.
Me lo he imaginado, por todos
estos inútiles chismes electrónicos
Sacudí la cabeza y resoplé . Igual
que con el porno japonés.
¿Ves porno japonés?
Me di cuenta de que había hablado
demasiado, e intenté pensar rápido.
Alguna vez lo he visto por
accidente.
¿Cómo se puede ver porno
japonés por accidente?
No tiene importancia dije,
intentando dejar el tema de lado, sin
éxito.
Venga, cuéntame. Me fascina la
idea.
Si tanto te interesa, un día estaba
viendo el Discovery channel y debí
pulsar el botón equivocado en el mando
a distancia, así que apareció frente a mis
ojos. Intenté volver a cambiar de canal,
pero no pude por culpa de una lesión que
tengo en la muñeca causada por movimientos
repetitivos.
Sabía que estaba yendo demasiado lejos.
¿Te gustó? me preguntó
mostrando un gran interés, como todos
los hombres hacen cuando una mujer
confiesa que ha visto porno alguna
vez . Me refiero a si te puso cachonda.
No. Supongo que si a una mujer
le gusta sentir como si lo estuviera
haciendo con un Transformer, un robot
disfrazado, tiene todo el derecho. Pero a
mí se me ocurren cosas mejores que
hacer en mi tiempo libre que
simplemente quedarme tumbada con los
ojos cerrados imaginando que 'Optimal
Prime-Time' me está violando con sus
ruidosos chismes.
El Hombre Tentáculo parecía
pensativo.
Tendré que poner un espejo
exclamó finalmente.
También puedes poner uno de
esos chismes que cuelgan en el
retrovisor dije , para darle un aire
más alegre al coche.
Mi salvador prometió que lo haría,
y más pronto que tarde llegamos a la
mansión de Grey, situada en una calle
que se parecía enormemente a aquella
por la que habíamos pasado al salir de
la cueva del tentáculo. Aparcó el
revolucionado coche frente al edificio,
haciendo un pequeño trompo, sospecho
que para impresionarme.
Espera aquí, voy a buscar a Grey.
Salió del coche y en vez de llamar
al timbre, fue directo a la parte trasera
de la casa.
¿Adónde vas? La puerta
delantera está aquí avisé gritándole
por la ventanilla del coche.
Tengo que hacerlo así, usando la
puerta trasera de los súper héroes.
Me pareció un poco raro, sabía de
la existencia de la puerta trasera del
servicio en algunas casas, pero nunca
antes había oído hablar de la puerta
trasera de los súper héroes. Fue
entonces cuando me di cuenta de que el
Hombre Tentáculo y Acorazado Grey
debían de conocerse muy bien, y por un
momento me sentí nerviosa. Esperaba
que el Hombre Tentáculo no le contara
nada sobre mi intento de limpiar la
suciedad que había en el capó del
tentacumóvil con la pierna, en la cueva.
Poco después apareció Grey en la puerta
principal, vestido con una camisa blanca bien
planchada que marcaba su cuerpo anguloso. Sus ojos,
innegablemente singulares, brillaron de pasión al
verme, mientras corría hacia mí y se precipitaba sobre
la puerta del coche, que estaba abierta, para
abrazarme.
¡Oh, Elle! Estaba tan preocupado
por ti. ¡Gracias a Dios que estás bien!
Estar de nuevo entre sus brazos me
hizo darme cuenta de quién era la
persona por la que realmente tenía
sentimientos, pero aún así miré hacia la
casa que se encontraba tras él.
¿Dónde está el Hombre
Tentáculo? Ha dado la vuelta a la casa
para usar la entrada de súper héroes,
seguramente le habrás abierto.
Sí, le he dejado pasar. Está en la
cocina, comiendo unos huevos con
jamón. Vayamos adentro, te sentirás a
salvo.
¿Y qué pasa con su coche?
No te preocupes por eso Me
tranquilizó Grey, poniendo su brazo
alrededor de mi hombro para guiarme al
interior.
Morris, que estaba de pie en el
vestíbulo esperando pacientemente,
cogió las llaves que le tendió Grey
cuando pasamos junto a él, de camino a
otra habitación, y salió de la mansión.
Nos sentamos; Grey aún estaba
visiblemente afectado.
Elle, no sé lo que habría hecho si
te hubiera ocurrido algo. Te dije que
tenía enemigos, pero no tenía ni idea de
que llegarían hasta ti tan pronto. Ya ves,
Elle James, tú eres mi única debilidad,
mi pie de Aquiles.
Querrás decir tu talón de
Aquiles.
Sí, eso es. A veces confundo mis
idiomas admitió.
En ese momento se oyeron fuera el
motor del tentacumóvil, y los chinarros
de debajo de las ruedas que salieron
disparados cuando aceleró.
¡Se va! ¡El Hombre Tentáculo se
va y ni siquiera he tenido la ocasión de
darle las gracias!
No pasa nada, Elle, ya le daré las
gracias de tu parte la próxima vez que lo
vea. Es un verdadero héroe, no le gustan
los agradecimientos.
Suspiré, pensando que realmente
era un verdadero héroe. Ni siquiera me
había pedido una recompensa esta vez,
para mi decepción.
¿Qué te ha contado? indagué-.
Sobre lo que pasó, quiero decir.
Ya sabes, lo normal: que te salvó
de ese cobarde y monstruoso señor
Ironía, y que te llevó a la cueva del
tentáculo antes de traerte sana y salva
aquí. Pero sí que le he advertido.
¿Advertido sobre qué?
Bueno, la última vez me dijiste
que te había tocado las tetas. Eso es
demasiada recompensa, no importa lo
íntimo amigo mío que sea. No habrá
intentado nada esta vez, ¿no?
No, no lo ha hecho, pero sentí
claramente que deseaba hacerlo. Sólo
estoy diciendo... estoy intentando ser
honesta y eso, sé que es tu amigo, y no
quiero interponerme entre vosotros dos
ni empezar ningún tipo de rivalidad.
Está bien, sé que eres sincera
conmigo. Confío en ti, Elle.
Gracias por el voto de confianza.
Grey me besó, larga y
profundamente. Me derretí en sus brazos
y en el sofá de piel de oso sobre el que
estábamos sentados. De repente, parecía
estar realmente preocupado por mí.
¿Seguro que estás bien?
Sí, estoy bien afirmé,
sosteniendo aún intacta mi tiara para que
la viera.
¿Ironía te ha... herido? O, ya
sabes, ¿tocado de cualquier manera?
Grey estaba sentado en el filo de su asiento.
Afortunadamente no, pero sí que
dijo que quería follarme.
¿Eso dijo? ¡Maldito bastardo! Si
le pongo las manos encima le voy a... le
haré... bueno, digamos que no le va a
gustar lo que le voy a hacer.
Le reconforté poniendo mi mano
sobre su hombro.
¿Por qué te odia tanto? ¿Qué
tiene en contra de ti, Grey?
Es una larga historia, te la
contaré en otra ocasión. Simplemente no
entiendo porqué tenía tanto interés en
follarte.
¿Y por qué no iba a tenerlo?
¿Qué hombre no tendría ganas de
follarme si me tuviera atada a una silla e
indefensa, con mis labios carnosos
suplicando piedad mientras se dispone a
violarme, arrancándome la ropa,
dejándome desnuda y sexualmente
expuesta? Soy una mujer atractiva,
después de todo.
¿Lo eres?
¿Qué quieres decir?
Bueno, no sé si eres atractiva o
no respondió Grey, frunciendo el
ceño.
¿Cómo puedes no saberlo?
Soy un alien, nunca he sido capaz
de evaluar la belleza en los humanos.
¿Entonces por qué estás
conmigo? ¿No es porque te parecí tan
increíblemente atractiva que no podías
mantener tus tentáculos alejados de mí?
En realidad, todas las hembras
humanas me resultan bastante parecidas.
En cambio, si tuvieras tentáculos, sí que
sabría sin lugar a dudas si eres o no
hermosa. Simplemente me interesé en ti
porque tú ibas muy lanzada.
¿Lanzada? Yo no iba lanzada,
fuiste tú el que se lanzó con todas esas
insinuaciones sexuales aquella primera
vez en tu oficina.
Yo no me insinué en la oficina,
¡fuiste tú!
¿Me estás llamando guarra?
Claro que no me insinué, nunca haría
algo así. ¿Por qué iba a hacerlo?
Grey se encogió de hombros.
Parece ser que cuando se trata de
encuentros sexuales, las terrícolas hacen
muchas cosas sin querer o sin darse
cuenta, cosas que luego
convenientemente niegan, o que
simplemente olvidan. Por lo que he
visto, diría que aquí las mujeres siempre
necesitan una excusa para tener sexo,
porque si no la tienen les preocupa que
la gente considere que son unas guarras,
y que, por esa razón, les gusten menos a
los hombres. Siempre dicen cosas como
«estaba borracha, no sabía lo que hacía», aun cuando
fueron ellas las que llevaron la botella de Absenta a la
cena. O «estaba pasando por una mala racha tras una
ruptura y sólo necesitaba un hombro en el que llorar,
necesitaba un abrazo y simplemente pasó, ¡tú me
sedujiste!». Como si ellas no supieran que iba a pasar.
Podrían haber elegido a su mejor amigo gay, o a una
amiga para consolarlas, pero no, eligieron al
multimillonario experto en BDSM. O «sólo vine a tu
casa porque me dijiste que ibas a enseñarme a tocar la
guitarra». Yo lo acepto, quién soy yo para negarle a
una mujer sus necesidades sexuales. En mi planeta, las
mujeres son bastante diferentes, simplemente se te
acercan y te preguntan «¿Te apetece echar un
polvo?», y normalmente decimos que sí, pues lo
contrario sería de muy mala educación.
¿Me estás diciendo que durante
todo este tiempo nunca te has sentido
físicamente atraído por mí? ¿Ni siquiera
un poco? ¿No hay nada en mí que te
excite?
Yo no he dicho eso. Por ejemplo,
me gusta el hecho de que seas bastante
redondita.
¡Redondita! ¿A qué coño te
refieres?
Me refiero a que tu cabeza es
bastante redonda.
¡Todo el mundo tiene la cabeza
redonda!
No tanto como la tuya. La tuya es
especial. A veces, cuando veo la luna
llena me acuerdo de ti. Y no se me he
olvidado que una vez me dijiste que la
luna era romántica, así que creo que lo
estoy haciendo bastante bien. Se me está
dando bastante bien esto del
romanticismo.
Para tu información te diré que
muchos tíos me encuentran atractiva.
¿Ah, sí?
¡Claro!
Grey se rascó la barbilla.
Hum, creía que yo era el único al
que le ponían las cabezas redondas.
¡Qué interesante!
Estaba roja de rabia.
¡A veces me pregunto por qué no
salgo con un tío normal! ¡Seguramente
nunca me habría secuestrado algún
conocido de “John el bibliotecario”!
¿Y entonces por qué no sales con
un tío normal? ¿Por qué elegiste a un
atractivo multimillonario, especialista
en BDSM, barra extraterrestre barra
director general de una importante
empresa, como yo?
No lo sé resoplé , pero quizás
la respuesta esté en alguna parte de la
última frase que acabas de decir.
Grey se desanimó por un momento,
como si estuviera perdido en un
profundo pensamiento, y entonces cogió
mis manos entre las suyas.
Elle, creo que lo más sensato
sería que rompiéramos. No es seguro
para ti que estés relacionada conmigo.
Me quedé conmocionada, la idea
de romper con Grey era insoportable.
Había pasado demasiado para estar con
él, y entonces comprendí lo mucho que
significaba para mí. Me dí cuenta de que
ningún villano ni héroe con tentáculos
podía compararse con él, así que
respondí con seguridad.
¡No puedes cortar conmigo!
¿Por qué no? Es por tu propia
seguridad.
Estás siendo egoísta.
¿Egoísta? ¿Cómo puede ser
egoísta el hecho de romper contigo para
proteger tu vida?
Porque hace que todo sea más
fácil para ti, así no tendrás que
preocuparte por mí. Por lo tanto, no es
un acto altruista sino egoísta, y además
ya has matado a un ángel del cielo.
¿Qué?
Cada vez que le quitas a una
chica su virginidad muere un ángel en el
cielo.
¿En serio? ¡No tiene ninguna
lógica!
No espero que lo entiendas,
Grey, tú eres un alien, y esto son cosas
de la cultura terrícola. Simplemente
tómatelo como un regalo e intenta no
sentirte demasiado culpable.
Bueno, eso lo cambia todo.
Eso pensé.
¿Qué?
Digo que lo entiendo. Eso es
porque eres un ser humano normal y
corriente, y tienes un código moral que
está volviendo al sitio donde debería
estar.
Pero yo no soy humano.
Sabes a lo que me refiero Grey,
es una forma de hablar, deja de ser tan
cínico y de eludir tus responsabilidades.
Te di mi virginidad, ¿no creerías que no
habría ningún precio que pagar por ella?
No lo hubo con las demás.
Bueno, entonces claramente eran
bastante guarras, ¿verdad? Yo no soy
así, yo espero una recompensa por mi
sacrificio.
Comprendí que Grey necesitaba un
pequeño incentivo para que la oferta
fuera aún más interesante, así que
deslicé una mano suavemente por su
muslo, llegando cerca del bulto de sus
pantalones.
¿Por qué no... ya sabes?
Grey parecía inseguro e intentó
protestar, así que le bajé la cremallera y
saqué de sus boxers blancos marca
Crisp esa polla firme y orgullosamente
erecta que tenía.
¡Oh, Acorazado, parece que
alguien está muy contento de verme!
Grey seguía intentado hablar.
Elle, de verdad... que... no
podemos...
Pero sus labios dejaron de moverse
y una expresión vidriosa de placer
absoluto inundó su rostro cuando
empecé a cosquillearle los huevos.
¿Qué estabas diciendo?
pregunté.
Intentó decir algo, pero las
palabras no le salían de la boca. Tenía
la mandíbula relajada y su cerebro ya no
era capaz de controlar su boca, pues su
presión sanguínea se alejaba de la
corteza cerebral y se dirigía a sus partes
bajas.
¡Oh, Grey, cómo te echado de
menos! le dije, inclinándome hacia
abajo y posando mis labios en la punta
de su dulce polla . Me encanta cómo
sabe. ¿Cómo te atreves ni siquiera a
insinuar que no puedo seguir viendo a
mi chico travieso?
Levanté los ojos para mirarle a la
cara mientras movía la lengua alrededor
de su cada vez más sensible glande
multimillonario, y le guiñé un ojo con
lujuria. Pude ver cómo cualquier
pensamiento de ruptura se evaporaba
completamente de su mente. Su voluntad
férrea había quedado destruida en un
instante al ver cómo me ocupaba de su
miembro.
¿Qué te parecería si te dejo
hacerme todo eso que Ironía soñaba con
hacerme? Sin duda se estaba preparando
para follarme duro propuse antes de
engullir profundamente su deliciosa
polla dura, que luego saqué de mi boca
para juguetear con mi lengua alrededor
de su rafe con rapidez, provocándole
una risita nerviosa . Oh Grey, estoy
segura de que Ironía había planeado
someterme, me había atado
completamente, ni siquiera estoy segura
de si yo no quería que lo hiciera...
Estaba tan confundida. Quizás hubiera
sido más hombre que tú.
De repente Grey me desgarró la
camiseta, como si estuviera poseído, y
mis tetas salieron despedidas. Sus
tentáculos arrancaron su propia camisa
abierta desde atrás. Se puso de pie. Yo,
aún de rodillas, me sentí pequeña e
impotente bajo su total dominación,
mientras esos tentáculos suyos que
empezaban a pellizcar los pezones. Se
dejó llevar soltando un primitivo rugido
de poder y me levantó, lanzándome en el
sofá. Mi pelo revuelto cubría
parcialmente mi rostro mientras él
introducía un dedo entre mis dientes y
mis labios. Retrocedí en mi asiento,
intentado escapar de esa viril furia
sexual que inconscientemente había
despertado, pero uno de sus tentáculos
se enrolló con fuerza en mi tobillo,
arrastrándome de nuevo hacia él.
¡Cómo te atreves! grité
intentando quitármelo, pero antes de que
pudiera hacerlo, con los músculos de
Grey en tensión frente a mí, como si me
estuvieran advirtiendo de que estaba a
punto de abalanzarse, otros dos
tentáculos me ataron las muñecas y me
sujetaron de nuevo contra el sofá.
¡Suéltame bruto! chillé
¡Ironía nunca me hubiera tratado así! No
tienes ningún derecho a follarme duro y
meterme tus tentáculos hasta el fondo, ni
a recorrer mi piel sensible con su
húmedo lubricante. No podrás
excitarme, ¡no lo consentiré!
Fue todo el estímulo que Grey
necesitaba, y afortunadamente no tardó
en arrancarme mis preciadas braguitas y
tirarlas al suelo como un Kleenex usado,
para luego dirigir su lengua a mis labios
hinchados, mientras sus manos
agarraban con fuerza mis nalgas.
Me retorcí en la silla, incapaz de
moverme o defenderme de él.
¡No me vas a excitar! ¡Me niego!
grité, pero lo cierto es que ya lo
estaba, y probablemente nunca en mi
vida había estado tan mojada como en
ese momento.
Miré su hermoso rostro angular
mientras él movía suavemente su lengua,
alternando entre mis labios interiores y
exteriores, levantando de vez en cuando
el pliegue de la piel que cubría mi
clítoris y dejándolo al descubierto. Su
lengua lo untaba generosamente con su
cálida humedad. Se recostó un poco y
sopló aire fresco a lo largo de mi coño,
observando el incontrolable efecto que
provocaba en mí.
Jadeé intentado resistirme, pero el
placer que sentía era insoportable, ¡no
podía defenderme de ocho tentáculos,
dos manos y una lengua! Estaba
derribando mi resistencia, exactamente
como había hecho yo con él. Ese era mi
castigo por haber sido una chica mala,
¡me lo merecía!
De repente, Grey me giró sobre mí
misma, de manera que ya no podía
verlo. Aún así, para asegurarse de que
no intentaría echar un vistazo a lo que
estaba haciéndome, enrolló uno de sus
tentáculos ante mis ojos, como una
venda, mientras otro se enroscaba
alrededor de mi cuello. Así, atada y con
los ojos vendados, completamente
indefensa, empezó a azotarme con su
mano firme, golpeando desafiante mis
suaves nalgas, una y otra vez. Mis
caderas se arquearon hacia delante y
hacia atrás, era como si sus azotes sólo
me hicieran desearle aún más.
No toleraré su insubordinación,
señorita James. Me dio otro fuerte
azote . No acepto que el personal del
servicio me hable en ese tono y no
aceptaré que lo haga usted. ¿Queda
claro?
Muy claro. Conseguí decir, a
pesar de que en ese momento había un
tentáculo enrollándose en una de mis
piernas, subiendo y deslizándose hacia
quién sabe dónde , pero...
No pude acabar la frase antes de
que otro tentáculo me amordazara, así
que todo lo que salió de mi boca fue un
grito ahogado.
¿Perdón? ¿Estaba diciendo algo,
señorita James? ¿No? Supongo que no.
Grey estaba jugando conmigo.
Intenté resistirme, pero fue inútil,
acabé sucumbiendo a él totalmente,
como si mi idiosincrasia se rindiera ante
él. Estaba atada y amordazada, no me
quedaba ninguna posibilidad de escapar.
Nunca antes alguien había conseguido
hacerme callar, y en cierto modo
resultaba liberador. Ya ni siquiera tenía
que intentar hablar, de todas formas no
hubiera podido en ese momento.
Supongo que el señor Ironía te
habría hecho algo así dijo Grey, con
una mezcla de amenaza y disimulada
excitación en la voz.
Sentí cómo Grey rozaba mi
retaguardia con la punta de su polla
dura, y me di cuenta de que me iba a
enseñar exactamente cómo abrir el
cerrojo de mi puerta trasera, él tenía la
llave y estaba apunto de usarla. Intenté
mover los brazos hacia dentro, aunque
fuera únicamente para agarrarme las
tetas, pero no tuve necesidad de hacerlo,
pues los rugosos tentáculos de Grey
empezaron a sobármelas. Sentí algo frío
y húmedo goteando en mi culo,
abriéndose camino, y entonces lo noté.
La primera incursión dominante en mi
zona oculta; mi cuerpo se preparó para
el ataque, y otro grito callado se escapó
de mi boca amordazada. Tardé un poco
en darme cuenta de lo que estaba
ocurriendo, pero cuando por fin lo hice,
comprendí que Grey no se iba a andar
con medias tintas con el castigo
corporal, me iba a encarrilar de nuevo
de una manera o de otra. Entonces supe
que no debería haber despertado su
competitividad, porque era demasiado
fuerte, y mientras sus dedos agarraban
mis carnosas nalgas, empezó a
introducir su polla bien adentro. Mi
cuerpo se relajó, no estaba segura de si
era mi lado sumiso oculto desconocido
hasta ahora, pero resultó ser una
agradable sorpresa.
Señorita James dijo Grey con
una voz potente que desvelaba su deseo
por mi estrecho agujero, que envolvía su
miembro , no tenía ni idea de que
follarle el culo a una universitaria diera
tanto gusto, y ha sido aún mejor por lo
mal que te has portado . Me azotó de
nuevo, sólo para enfatizar sus palabras.
Sentí una sacudida en mi interior
cuando se deslizó de nuevo dentro y
fuera, y ambos dejamos escapar un
gemido. Cuando me relajé un poco, Grey
empezó a darle a mi culo la paliza que
tanto se merecía, provocando que un
éxtasis salvaje se creara dentro de mí, y
haciéndome morder el tentáculo que
cubría mi boca. Si sintió algún dolor, no
lo demostró, excepto follándome aún
más fuerte. Entonces, me agarró del pelo
y tiró de mi cabeza hacia atrás,
relajando brevemente el tentáculo de mi
boca.
Señorita James.
¿Sí, señor Grey? jadeé,
sintiendo cómo algunas gotas de sudor
se formaban en mis sonrojados cachetes
de porcelana y en mi frente.
¿Le gustaría que uno de mis
tentáculos explorara esta caverna tan
húmeda de aquí?
Oh, señor Grey, ¡me encantaría!
Entonces suplíqueme que lo haga.
No, ¡no renunciaré a mi dignidad!
dije. Con su polla en mi culo, mis
caderas se retorcían hacia atrás,
acercándose aún más a él, y mi cuerpo
se abría cada vez más, expuesto a su
merced dominante.
Suplíqueme, señorita James. No
me haga tener que repetírselo.
Intenté resistirme, de verdad que lo
intenté, pero el viril multimillonario que
tenía detrás de mí me estaba dando
placer de todas las maneras posibles.
Sus tentáculos, que me acariciaban la
espalda y los costados, me hacían
estremecerme de placer. Me prometí a
mí misma que aguantaría un poco más,
pero Grey me levantó más las caderas y
metió su polla millonaria tan profundo
como pudo en mi culo. Empecé a chillar
de placer. Era como si dentro de mi
cabeza, mi conciencia tomara un respiro.
Pero entonces, volvió a taparme la boca.
Noté cómo se me ponían los ojos en
blanco, mientras mis manos intentaban
alcanzar algo que nunca podían
encontrar.
Le daré otra oportunidad.
Suplíqueme que se lo haga.
Tuve que suplicarle, no me
quedaba otra opción, necesitaba que me
lo metiera.
No fue hasta que se lo hube pedido
que un dispuesto tentáculo se deslizó en
mi vagina (Grey seguía manteniendo el
ritmo en mi culo), lo que hizo que me
sacudiera violentamente. Incluso el
simple tacto húmedo de la punta del
tentáculo era sensacional, y mientras
seguía avanzando cada vez más
profundo dentro de mí, se volvía más
ancho, más grande. Sentí como si mi
mente estallara en cientos de trozos de
diamantes, mini espejos en los que se
reflejaba mi alma polifacética y
reconfortantemente cara. Sabía que ni
siquiera a Rihanna se lo habían hecho
nunca así de bien, porque en ese
momento yo estaba brillando más que
ninguno de los diamantes del cielo de su
canción.
Con una última y potente
embestida, Grey completó su
reencarnación orgásmica y soltó un
rugido al sacar su polla de mí. Me cogió
con sus tentáculos y, sin ningún esfuerzo,
me dio la vuelta para ponerme de nuevo
de frente. Su leche caliente comenzó a
brotar sobre mí, que contemplaba cómo
se reflejaban en su rostro su agresividad
y su deseo de poseerme, cual llama
ardiente de lujuria. Me senté lo antes
que pude, lo bastante rápido para recibir
su corrida, que me cayó en la cara y en
la boca, y me salpicó en las tetas, como
gotas de lluvia desperdigadas en un
repentino chaparrón de verano.
En ese momento en el que ambos
nos sentíamos más saciados de lo que
nadie en la historia del mundo había
estado antes, Grey abrió una ventana, y
yo cerré los ojos, dejando que la brisa
fresca recorriera mi cuerpo sudoroso.
Por alguna razón inexplicable,
empecé a pensar en el señor Ironía y en
su bello rostro, y a imaginar que me
acariciaba las tetas mientras estaba
tumbada, usando la corrida de Grey que
las había vuelto increíblemente
sensibles.
¡Oh! ¡Ah! Me relamí los labios,
mi cuerpo aún estaba excitado.
Sacudí un poco la cabeza,
desordenándome el pelo. Me mordí el
labio y me retorcí imaginando cómo el
señor Ironía se quitaba lentamente la
ropa, revelando un cuerpo sexy cubierto
de cicatrices, mientras yo le tentaba con
mis encantos.
Perdona. Oí que decía Grey,
pero lo ignoré, inmersa en mi imaginario
jardín secreto.
¿Hola? Insistió.
Me dio la risa tonta al ver al señor
Ironía pavonearse frente a mí,
recorriendo mis curvas con la mirada.
Sabes que puedo leer tu mente,
¿verdad? Grey levantó la voz . ¿O
acaso lo has olvidado?
Abrí los ojos de repente y le vi allí
de pie, con las manos en las caderas,
indignado.
¡Mierda! Lo siento, lo había
olvidado dije, sin saber dónde poner
mis tetas.
Grey sacudió la cabeza, frunciendo
el ceño.
¡No es culpa mía! protesté .
El Hombre Tentáculo me dijo que este
tipo de cosas podía pasar, por lo visto
es bastante habitual cuando alguien ha
estado secuestrado, se llama Sinfonía de
Estocolmo, o algo así. Me dijo que
cuando te han tenido secuestrada durante
un cierto período de tiempo, es normal
sentir incontrolables deseos sexuales
hacia tu captor.
¿Eso dijo? preguntó Grey,
entrecerrando los ojos, y por alguna
razón, sonó incrédulo.
Sí, de verdad. No estoy
mintiendo. Yo no soy así. Empecé a
llorar sin lágrimas, cubriéndome los
ojos con la mano, como hacían los
concursantes del programa de televisión
Gothom tiene talento para despertar la
empatía del público cuando contaban
sus desdichadas historias.
Grey se sentó junto a mí y me
abrazó.
No hay lágrimas en tu rostro.
Observó “amablemente”.
¡Pues claro que no!
Lloriqueé . No quiero que se me
corra el rímel y dejar de ser
absolutamente impresionante. ¡Qué
insensible eres algunas veces,
Acorazado!
Lo siento. Me reconfortó,
envolviéndome con sus tentáculos, lo
que aproveché para usar sus pectorales
como un segundo escondite para mis
ojos secos.
¿No puedes leer mi mente?
pregunté.
No siempre, sólo durante el sexo,
y justo después de acabar.
Ah. Menos mal pensé.
¡Ahora sí puedo oír tus
pensamientos!
¡Mierda! pensé.
¡Aún puedo oírte! dijo . No
es fácil poder leer la mente de la gente,
sabes. Ah, ya se ha pasado. Mejor.
Suspiró aliviado, y me acurruqué junto
a él, contenta de que se hubiera
restablecido mi privacidad.
...

Pasé un día maravilloso con Grey en su


mansión, entre otras razones porque
todas las chicas nos merecemos que nos
traten como a una reina, y yo no soy la
excepción. Mi secuestro me parecía muy
lejano en el tiempo y, evidentemente,
teniendo en cuenta que el amigo de Grey
era un súper héroe, ni siquiera nos
planteamos llamar a la policía con sus
gastados uniformes desprovistos de
personalidad.
Nadie se merece luchar contra el
crimen sin calzoncillos de lycra me
dije a mí misma mientras, tumbada en
una chaise longue, mojaba fresas en un
bol de nata y me las metía en la boca,
con el placer de saber que habían
cumplido su destino de ser comidas.
Todo era perfecto, hasta que Grey
estropeó el momento al mirar fijamente
las curvas precisas de mi cuerpo, y dijo:
¿Te apetece echar otro?
Lo fulminé con la mirada, porque
por mucho que fuera un multimillonario
con tentáculos, podría al menos hacer el
esfuerzo de tener un poco de
consideración con mis sentimientos,
sobre todo teniendo en cuenta que ni
siquiera había terminado mi bol de
fresas.
¿No puedes ser un poco más
romántico? le pregunté, limpiándome
los labios que me había manchado de
nata al comer las fresas de forma tan
entusiasta.
Grey se encogió de hombros.
–Realmente no entiendo el
concepto del romanticismo, ni las
normas que conlleva. En mi planeta no
existe. ¿Qué tengo que hacer para ser
romántico? –me preguntó.
–Ya sabes, cómprame flores, chocolate, ese
tipo de cosas –respondí, inclinando la cabeza
hacia atrás, exasperada.
Grey se incorporó hacia delante en su silla, con
gran interés–. Así que los preceptos básicos del
romanticismo son comprar flores y chocolate a una
hembra. ¿Con qué frecuencia? ¿Cada día?
–No, no, cada día no. Entonces sería algo
ordinario y aburrido. –Suspiré, mientras miraba mi bol
de fresas casi vacío y pensaba que si Grey quería ser
romántico podría empezar por ir a buscarme otro.
Grey me miró perplejo. –¿Quieres decir que
debería regalarte flores y chocolate de manera
aleatoria?
Me metí la última fresa fresca en la boca, y me
relamí con deleite.
–No es necesario que seas tan cínico. Además,
no es sólo cuestión de flores y chocolate.
–¿De qué más, si no?
–No sé, ¡léete un libro! –le dije, más
preocupada por digerir mis fresas con nata.
–No me gusta mucho leer –confesó Grey.
Me incorporé bruscamente.
–¿Cómo que no te gusta leer? ¡A todo el mundo
le gusta leer!
–No sé, los libros me parecen demasiado
repetitivos.
–¿Repetitivos? ¿En qué sentido?
–Sólo hay veintiséis letras en
vuestro abecedario y se repiten sin
cesar. En mi mundo hay unos diez mil
caracteres holográficos y fractales, y los
significados son mucho más profundos e
intercambiables, dependiendo de la
perspectiva subjetiva del lector. Uno
puede leer un libro mil veces sin
aburrirse. Simplemente no le veo ningún
interés a los libros de la Tierra.
–¿Creía que Morris había dicho
que te gustaba el Objetivo: la Luna, de
Tintín?
–Sí, ¡me encantó! Pero eso es
porque tiene muchos dibujos coloridos,
y además el capitán Haddock sería
divertido en cualquier planeta.
Suspiré al darme cuenta de que no
me quedaba más remedio que explicarle
yo misma en qué consistía el
romanticismo.
–Bueno, ya sabes, podría ser un
paseo bajo la luz de la luna, la manera
en la que me miras o si de repente me
acariciaras la cara porque te sintieras
impulsado por mi belleza.
–Si me impulsara tu belleza te
follaría, no me conformaría con tocarte
la cara.
–Puedes hacerlo, pero primero
tendrás que hacer algo romántico, antes
de conseguir follarme.
–Pero ya lo he conseguido, y estoy
bastante seguro de que si dejara suelto
uno de mis tentáculos ahora mismo, lo
conseguiría de nuevo.
–¡Sólo porque ya hayamos follado
no quiere decir que no debas ser
romántico!
–¿Entonces los preceptos básicos
del romanticismo son que tengo que
hacer cosas que tu subjetivamente
consideras románticas, para que
acabemos teniendo sexo? Básicamente,
el rollo del tío buena gente.
–¡No! No necesariamente es para
acabar teniendo sexo. Simplemente es
porque resulta agradable.
Grey se volvió a sentar resoplando.
–Para ti, querrás decir. Es
agradable para ti, porque sinceramente,
yo podría ser bastante feliz sin todo eso.
–Mira, yo lo único que digo es que
deberías intentar ser un poco más
romántico de vez en cuando.
–Pero sigo sin entender lo que es
romántico y lo que no. ¿Y si te llevo a
nadar?
–No suena muy romántico.
–¿Por qué no?
–¡Porque no! A menos que me
lleves en tu jet privado a nadar a las
Bahamas o algo así.
–¿Así que un jet privado e ir a las
Bahamas sí es romántico?
–¡Eso no es lo que he dicho! He
dicho que ser romántico supone que seas
considerado y hagas cosas por mí. Como
venir a recogerme después de clase,
comprarme un vestido nuevo o decirme
cosas bonitas.
–¿O sea que básicamente se trata
únicamente de ti?
–Supongo...
–¿Y yo que consigo a cambio?
Tendré sexo, ¿no?
–Puede que no.
–Lo siento pero no me parece que
sea un buen trato. En el mundo de los
negocios ni me plantearía aceptar un
trato así. Se supone que tengo que hacer
todo eso por ti y no sólo no es seguro
que vaya a obtener sexo, si no que
encima sólo podré tener sexo contigo.
¡El resto de mi vida!
–¡Por supuesto! Tu recompensa es
ser el afortunado que se queda conmigo,
de manera que sólo tengamos sexo entre
nosotros. Y mientras me trates realmente
bien y seas romántico conmigo, seré
tuya para siempre, hasta el último día de
mi vida.
–Pero yo soy un macho, así que
para mí un incentivo sería poder
acostarme con muchas mujeres. Lo
siento, Elle, pero sigo sin ver cómo todo
esto puede ser justo. Por mi experiencia
sé que en cuanto tienes sexo con una
hembra más de tres veces, de todas
maneras acabará desarrollando
sentimientos hacia ti y no se irá a
ninguna otra parte. Lo que también
significa que esas hembras estarán
dispuestas a acostarse conmigo, sin
romanticismo, y eso desbarata
completamente tu teoría de la relación
romanticismo-barra-sexo. Es totalmente
ilógico.
–No tiene porqué ser lógico. ¿No
quieres hacerme feliz?
–No si eso hace que yo sea infeliz.
–Pero si realmente me amaras,
hacerme feliz te haría feliz a ti también.
–No necesariamente. –Grey se puso
serio y se inclinó de nuevo hacia
delante, sosteniendo sus manos en el
aire para empezar a enfatizar sus ideas–.
Puntuemos cada acto romántico en una
escala de uno a diez, teniendo en cuenta
que regalarte una caja de bombones
equivaldría a un cinco. También vamos
a valorar las emociones que yo siento al
hacerte feliz: el uno representaría mi
completa desdicha y el diez, mi
felicidad. Ahora digamos que decido
comprarte una caja de bombones, pero
no cualquier caja, no, tu marca favorita.
Pero por algún motivo, yo al principio
no quería hacerlo, así que empiezo con
una nota de uno. Supongamos que tengo
que recorrerme media ciudad bajo la
lluvia y con un tráfico infernal. El
tráfico me da un factor de infelicidad
de... digamos tres puntos. Luego resulta
que al salir del coche piso un charco y
me mancho de barro el traje, lo que me
da otros cuatro puntos de insatisfacción.
Encima, el vendedor es desagradable, lo
que añade un punto de malestar.
Sumándolo todo, ¡estoy a menos ocho
puntos de satisfacción! Entonces, te doy
los chocolates y veo tu cara de
felicidad, lo que añadiría cinco puntos
positivos a mi estado emocional (así
como al tuyo), pero aún así, como verás,
¡estoy en déficit! Mi puntuación sería de
menos tres, lo que prueba que hacerte
feliz no necesariamente me haría feliz a
mí. De hecho, en algunos casos, sería
más bien todo lo contrario, ¿no crees?
–¡Ah, que te jodan! –maldije, y salí
de la habitación hecha una furia para dar
una vuelta por la mansión, dejando a
Grey rascándose la cabeza.
Por la noche, Grey se había
disculpado lo suficiente para hacer que
le perdonara su transgresión verbal, y
estábamos tumbados en la cama, él me
abrazaba con sus curtidos tentáculos,
cuando dijo:
–Elle, quiero que sepas que estoy
totalmente comprometido con esta
relación. Nunca he conocido a una chica
como tú antes. Tú me “comprendes”. No
cedes a mis caprichos, me desafías,
justo cómo me hace falta. Sinceramente,
ya me cansé de todas esas sumisas que
harían cualquier cosa que yo les pidiera.
Pero tú, bueno, tú me abres la mente, y
quiero que sepas que siempre estaré
contigo.
Al principio me entusiasmaron sus
cumplidos, pero luego, cuando dijo
“siempre”, me empecé a preocupar un
poco, porque yo todavía no había
decidido con quién quería estar, y para
ser totalmente sincera conmigo misma,
el señor Ironía tenía ese “no sé qué” que
Grey no tenía. Cierto, era un malvado
secuestrador, pero podía ver bondad en
su corazón, estaba segura de que la
había. Me di la vuelta, alejándome de
Grey, intentando entender mis confusas
emociones. Las personalidades de Grey,
del Hombre Tentáculo y de Ironía eran
tan diferentes que elegir entre ellos era
realmente difícil. Era como elegir entre
diferentes sabores de helado cuando
quieres probarlos todos. Así que decidí
hacer una lista de las ventajas e
inconvenientes de cada uno, para
descubrir de una vez por todas quién
sería el ganador.
...

–Elle, es para ti –dijo Grey tras


responder el teléfono que sonó el día
siguiente a la hora de comer.
Tenía cosas mejores que hacer que
responder el teléfono, pero aún así cogí
el aparato que Grey me tendía.
–¿Quién es? –pregunté, mientras
esperaba en la mesa el almuerzo que ya
podía oler, con el cuchillo y el tenedor
en la mano.
Grey se encogió de hombros.
–Hola –dijo una voz de hombre al
otro lado de la línea.
–Hola –respondí, todavía sin saber
con quién estaba hablando.
–Soy yo –dijo la voz–, el señor
Ironía.
De repente me puse nerviosa sin
razón, pero intenté que no se notara en el
tono de mi voz.
–Ah, eres tú. ¿Has secuestrado a
alguien recientemente? –pregunté,
decidiendo que lo más adecuado sería
hablar de cosas banales, pues no quería
resultar demasiado familiar tan pronto,
ya que sólo estábamos al principio de
nuestra relación secuestrador-
secuestrada.
–¡Qué va! –dijo–. Sólo he estado
aquí pasando el rato.
–Bien –respondí.
–¿Te gustaría salir a cenar esta
noche? –preguntó Ironía.
Me mordí un dedo, preguntándome
qué clase de comida tendría en mente,
pero dije:
–Lo siento, no puedo. Esta noche
tengo que lavarme el pelo.
–¿Cuánto tardas en lavarte el pelo?
Pensé en cuánto tiempo tardaría
realmente y comprendí que no serían
más de veinte minutos. Ni siquiera en
aquellas partes del mundo que tenían
horario de verano podría llevarme toda
la noche.
–Unas seis horas.
–¡Seis horas! –protestó Ironía–.
¿Qué vas a hacer, lavar cada mechón
por separado? ¿No puedes empezar a
lavártelo ahora? Así tendremos tiempo
de salir más tarde.
–No lo entiendes –suspiré–. Los
fotones de la luz solar pueden afectar a
los folículos de mi cabello de manera
negativa. Lo siento, tendrá que ser en
otra ocasión. Ya te llamaré.
El señor Ironía se quedó callado, y
luego dijo:
–¿Sabes? Según un artículo que leí
en Cosmopolitan, cuando una mujer te
dice que te llamará, seguramente no lo
haga.
–Eso no es cierto –discrepé.
–¿Me prometes que no lo has dicho
simplemente para deshacerte de mí?
–De verdad, te llamaré. Te lo
prometo. Es sólo que hoy estoy ocupada.
Ironía no dijo nada durante unos
segundos y luego respondió:
–Vale, te creo. No tengo mucha
experiencia en esto de tener citas con
mujeres, para que lo sepas.
Secuestrarlas es mucho más fácil, esto
es un gran paso para mí.
–Me alegro de que seas sincero
conmigo –le dije, valorando el hecho de
que intentara hacer las cosas a mi
manera.
–Sí, no es fácil, pero leí en otro
artículo de una revista femenina que la
comunicación con las mujeres como tú
es muy importante, y es lo que realmente
necesitan para ser felices.
Miré a Grey que estaba al otro lado
de la habitación, estudiándome
detenidamente con los ojos. Era
evidente que se preguntaba qué estaba
pasando.
–Ya veo –le dije a Ironía,
perdiendo interés por alguna razón. Me
intrigaba saber lo que Grey estaba
pensando–. En fin, tengo que dejarte.
–Claro, adiós.
Colgué el teléfono. No podía
esperar para hablar con Grey, que
estaba sentado con las piernas cruzadas.
Pasó de contemplar una a una sus uñas
minuciosamente a mirar por la ventana.
–¿Te pasa algo? –le pregunté
mientras me arreglaba el vestido,
esperando que me preguntara con quién
había estado hablando por teléfono.
Grey se encogió de hombros:
–No.
Había dicho que no, pero seguro
que no era verdad. Acababa de oírme
rechazar una cita, debía estar
preguntándose quién estaba al otro lado
del teléfono.
–Supongo que te debo una
explicación. –Me aventuré, entrelazando
las manos frente a mí como si hubiera
sido una niña traviesa.
–Para nada –dijo Grey, mientras
cogía el periódico del día y lo
enderezaba antes de empezar a leerlo.
Me quedé allí de pie, sin saber muy
bien cómo hacer frente a su falta de
comunicación, que por alguna razón me
parecía sexy y fascinante. Moví los pies
con nerviosismo, antes de decidirme a
hablar de nuevo.
–Era el señor Ironía, quería
invitarme a salir. –Solté como una
bomba, segura de que reaccionaría.
–Ah, vale –respondió Grey, sin ni
siquiera levantar los ojos del periódico.
–¿No quieres saber por qué me ha
llamado para invitarme a una cita?
Grey me miró por encima del
periódico.
–No especialmente.
No conseguía saber si Grey estaba
siendo deliberadamente taciturno porque
estaba enfadado y celoso o si
simplemente yo no le importaba. En
cualquier caso, la cabeza me iba a mil
por hora, por no mencionar que su
reacción me había hecho humedecer las
bragas.
–Bueno, te lo voy a contar de todas
formas. Para escapar, intenté convencer
a Ironía de que debería dejarme ir y
hacer que me enamorara de él. Le dije
que eso te dolería mucho más que si
simplemente me penetraba una y otra
vez.
–Ah, entiendo. –Grey asintió, y
volvió la vista a su periódico–. Vale.
Fruncí el ceño sorprendida, no
esperaba que reaccionara así, no tenía
ningún sentido. Me sentí un poco
molesta, así que, aunque no era lo que
me apetecía realmente, decidí pasar del
almuerzo con Grey e ir a clase. Así
aprendería a no ser tan frío conmigo.
–Grey, creo que debería irme
yendo a clase, así que no voy a poder
comer contigo. Ya me he perdido unas
cuantas clases y además llevo semanas
sin escribir ningún relato erótico. Me
preocupa que si no riego la hierba de mi
talento se termine secando y muera. Así
que quizás necesite pasar algún tiempo a
solas.
Grey asintió:
–Lo entiendo totalmente, Elle. Haz
lo que creas que debes hacer. De todas
formas yo tengo unas cuantas reuniones
esta tarde.
¡Estaba siendo tan comprensivo
que me estaba volviendo loca!
–¿Cuándo volveremos a vernos? –
pregunté.
Grey me miró por encima del
periódico, de nuevo.
–Te llamaré.
–¿Lo harás?
–Claro –respondió.
Asentí, dispuesta a irme. Sentí un
enorme deseo de quedarme, pero me
obligué a salir de la habitación. Después
de todo, irme había sido idea mía,
aunque en ese momento no conseguía
recordar porqué lo había decidido. No
obstante, sabía que quedaría como una
tonta si volvía sobre mis pasos en busca
de Grey.
Morris ya había llamado al chófer
para que me llevara de vuelta a la
universidad.
Durante el trayecto, sentada en la
parte trasera del coche, Ironía estaba
muy lejos de mis pensamientos. Era
extraño, sólo unos minutos antes de su
llamada me había estado imaginando su
ardiente cuerpo doblegándome a sus
deseos. Pero tras la llamada, era como
si todo eso hubiera desaparecido. Y
Grey me había confundido, por lo que en
todo el trayecto en el coche no conseguí
sacármelo de la cabeza. Sabía que era
muy improbable que el señor Ironía
volviera a secuestrarme, pues estaba
intentando congraciarse conmigo para
conseguir que saliera con él. En ese
momento tomé la decisión de sacar a
Grey de mi mente, al menos por un rato.
...

Fallé miserablemente en mi intento de


alejar a Grey de mis pensamientos. De
hecho, fue más bien todo lo contrario. Le
conté a Sarah todo lo que había pasado
en los últimos días, pues era el único
tema del que podía hablar.
–Y esa es toda la historia, Sarah.
Ya ves, me siento muy confundida.
–¿No le pediste al Hombre
Tentáculo su número de teléfono?
Negué con la cabeza:
–No se me ocurrió.
–¿Por qué no? –preguntó Sarah
mientras se sentaba en mi cama, dejando
entrever sus firmes muslos a través de la
minifalda.
Me pasé las manos entre el pelo,
–Bueno, normalmente no piensas
que los súper héroes tienen teléfono,
¿no?
–Cierto, no se me había ocurrido. –
Sarah asintió.
–Claro, me refiero a que nadie
llama a Superman por teléfono,
¿verdad? Simplemente aparece.
–Tienes razón. Pero es un coñazo,
sobre todo si quieres ir a tomarte un
helado con él. No te envidio, Elle. Tener
que elegir entre un súper héroe, un
multimillonario y un villano, debe ser
muy difícil.
Agité la mano.
–Bueno, el villano ya está fuera de
juego.
–¿De verdad? ¿Por qué?
–No sé, es sólo que, bueno, he
perdido el interés por él. Es un tío
agradable y todo eso, tiene una buena
personalidad y le gustan los animales,
pero le falta algo, ¿entiendes?
–Sí, las razones por las que el
corazón de una mujer elige a un hombre
y no a otro son un misterio. Pero al
menos te quedan dos, ya es algo.
Deberías hacer una lista con las ventajas
e inconvenientes de cada uno para
ayudarte a decidir a quién quieres
realmente.
–¡Ya la he hecho! –respondí,
sacando mi cuaderno con las dos
columnas que había preparado la noche
anterior–. ¿Quieres verla?
–¡Claro!
–Mira, aquí está. Puntos positivos
de Acorazado: es multimillonario.
Puntos positivos del Hombre Tentáculo:
tiene una cueva.
Sarah asintió con la cabeza y
juraría que estaba fantaseando sobre lo
que podría haber ocurrido en la cueva
del tentáculo, pero evite decirle que el
Hombre Tentáculo no tenía cafetera
porque sabía que para ella eso habría
supuesto la descalificación inmediata.
–Inconvenientes de Acorazado –
empecé–: no es muy romántico.
Inconvenientes del Hombre Tentáculo:
no tiene espejo retrovisor en el asiento
del copiloto del coche.
–¿¡No tiene espejo en el asiento del
copiloto!? –exclamó Sarah– ¿Cómo
demonios espera que te retoques el
maquillaje? ¿Qué se supone que ha
estado haciendo todo este tiempo cuando
ni siquiera sabe que todas las mujeres
necesitan un espejo en el asiento del
copiloto? ¿Se ha pasado todo el día
viendo porno japonés o qué?
Miré para otro lado, intentando
evitar el tema del porno japonés, no
quería tener problemas de nuevo con ese
tema.
Sarah dijo muy segura:
–Sin duda el Hombre Tentáculo ha
perdido esta ronda.
Asentí, era obvio.
–Vale, más pros.
–Me gustan los pros –dijo Sarah,
entusiasmada.
–Sí, a mí también –admití–.
Acorazado: cuerpo desnudo de infierno
y tentáculos. Hombre Tentáculo: cuerpo
de escándalo en un traje de lycra
ajustado, y también tentáculos.
Sarah se rascó la cabeza.
–Esta es difícil. Creo que es un
empate.
–Acorazado siempre lleva su
Rolex, aun cuando está desnudo.
–¡Entonces gana Acorazado! –
exclamó Sarah moviendo un dedo en el
aire.
–Estoy de acuerdo.
–Contras: –La miré para darle un
poco de suspense antes de volver a
mirar mi papel– Acorazado está todo el
día sentado en una sala de reuniones; el
Hombre Tentáculo lucha contra el
crimen, es un súper héroe acojonante
que se balancea de un edificio a otro
gracias a sus tentáculos.
Sarah se frotó la frente con la
mano:
–Ser un súper héroe que lucha
contra el crimen no suena como un
inconveniente, Elle.
–¡Exacto! Así que el Hombre
Tentáculo gana esta ronda.
–Espera un poco. –Sarah me
frenó–. De momento, están igualados.
Comprendí que Sarah tenía razón,
así que continué con mi lista de cuarenta
puntos. Pero al final, nos dimos cuenta
de que no habíamos llegado a ninguna
conclusión.
–Quizá deberías salir con los dos –
sugirió Sarah.
–No, nunca funcionaría –respondí–.
Y de todas formas no quiero vivir en la
cueva del tentáculo.. si tuviera una
mansión como la de Grey tal vez sería
diferente, o si Grey tuviese ese aura de
machote valiente que tiene el Hombre
Tentáculo... –Me quejé, aún sin poder
decidirme.
Pasé los días siguientes intentando
escribir algún relato erótico anal, para
mantener a Grey fuera de mi mente, pero
fue inútil. Cada vez que intentaba pensar
en alguna palabra sexy para describir la
retaguardia, me entraba el síndrome anal
de la página en blanco, y acababa
simplemente recordando cómo Grey
había introducido toda su masculinidad
en mi culo. Dejé el bolígrafo y la libreta
a un lado y, sabiéndome a solas en la
intimidad de mi dormitorio, me bajé el
pantalón y las bragas. Me arrodillé y
miré el reflejo de mi perfecto trasero en
el espejo del armario. Mientras me
mordía el labio, moví mi cuerpo hacia
delante y hacia atrás, recordando la
forma en la que Grey me había follado
por detrás.
–¡Ah, sí! –susurré a un imaginario
Grey que estaba en mi habitación.
–¡Fóllame el culo! –dije
provocándole, mientras deslizaba una
mano por mis piernas e introducía un
dedo entre mis húmedos labios
vaginales.
–Ah, me encanta sentir tu polla
dura en mi agujerito.
De repente, oí una voz masculina
salir de ninguna parte:
–Lo siento, esto... pasaba por aquí.
Era el profesor Tanworth, uno
profesor genial: joven, guapo y muy
inteligente. Me quedé helada, con las
nalgas al aire y un dedo jugueteando en
mi jugosa almeja. Mis ojos se
detuvieron en los suyos, mientras él
seguía de pie en la puerta y yo a cuatro
patas. Tenía que tomar una decisión:
esconderme bajo las sábanas
avergonzada, o actuar con naturalidad.
–Lo siento mucho, Elle. Sólo he
venido porque me preocupaba que
llevaras tanto tiempo sin venir a clase, y
tu puerta estaba ligeramente
entreabierta. No pretendía...
Decidí actuar con naturalidad.
–Oh, no pasa nada profesor
Tanworth –le dije, acariciándome el
clítoris con la punta de mi dedo húmedo
mientras le miraba–, sólo estaba
realizando una pequeña investigación
para uno de mis relatos.
–Ya veo. Lo entiendo. No pretendía
molestar.
–No se preocupe –dije con tono
tranquilizador, haciendo una leve mueca
mientras pasaba la punta del dedo por
mi ojete–, lo hago constantemente.
El profesor Tanworth miró mi culo,
y mi dedo que seguía recorriendo mis
labios y careciendo mis carnosas nalgas,
y en ese momento, deseé que me follara,
que me follara duro como el autoritario
educador que era, pero sabía que él no
era ese tipo de hombre.
–¡Es tan tentador! –exclamó,
refiriéndose obviamente al tarro de
yogur que había dejado abierto en mi
escritorio y que había estado a punto de
desayunar.
–Supongo que lo es –dije,
moviendo el culo frente al espejo un
poco más, esperando tentarle.
–Me encantaría meterla ahí –
añadió, al ver la cuchara de metal junto
al yogur.
–Si la mete, espero que después me
dé un poco de esa crema blanca en la
boca –le respondí, pensando que no
podría pasar por alto semejante
insinuación sexual.
Tanworth se metió las manos en los
bolsillos de los pantalones, y encontró
lo que pensé que sería su propia
cuchara, pues pude ver que estaba
agarrando algo duro y largo cerca de su
entrepierna. Parecía que lo único en lo
que era capaz de pensar ese hombre era
en comida.
Acabé por desistir, así que me subí
los pantalones y las bragas, resoplando.
–Bueno mire, simplemente cójalo,
¿vale? –Le di el yogur de mi escritorio.
–¿Qué?
–Cójalo, en serio. Tengo otro en el
frigo.
Tanworth cogió el yogur con una
mano mientras con la otra seguía
jugueteando con el utensilio que había
en su bolsillo.
–Y si no le importa, profesor, tengo
mucho trabajo que hacer, me aseguraré
de asistir a su clase más a menudo. –Le
prometí, mientras le acompañaba a la
puerta, aún con el yogur en la mano,
sintiéndome profundamente
decepcionada.
–¡Ese es otro punto positivo para
Acorazado! –pensé al tumbarme boca
arriba sobre la cama. Cogí la lista y
escribí: “No es sutil en lo que respecta
al sexo y no se anda con rodeos”.
Me prometí a mí misma no volver a
intentar ningún acercamiento sexual con
un académico, pues obviamente no
estaban en la misma longitud de onda
que yo.
...

A la mañana siguiente conseguí


finalmente hablar con Grey, ¡tras
llamarle yo! Estaba un poco molesta por
eso, pues él había dicho que me llamaría
primero. Incluso salí antes de clase
porque cada vez me preocupaba más la
idea de que estuviera organizando
fiestas BDSM sin mí. Me quedé un poco
más tranquila cuando me propuso que
nos viéramos esa tarde en el centro.
Estaba de pie en el cruce,
esperando a que llegara Grey, un poco
ofendida porque no había enviado a su
chófer a recogerme, y había empezado a
llover. Resonaban truenos entre las
nubes amenazantes. Miré el reloj frente
a los grandes almacenes, empezaba a
impacientarme. Entonces lo vi, cruzando
la calle a zancadas con determinación.
Sus ojos ardientes me miraban
fijamente. Había tanta determinación e
intensidad en su mirada que me quedé
paralizada por la atención que me estaba
prestando.
Llegó frente a mí con la boca
ligeramente abierta, los labios húmedos
y los ojos entrecerrados.
–He cruzado océanos de tiempo
para encontrarte –exclamó, con el pelo
mojado repeinado hacia atrás y una
llama en los ojos.
–¿Así se llama esta calle? –le
pregunté– ¿Océanos de Tiempo? Un
nombre bastante raro para una calle –
dije encogiéndome de hombros.
Se quedo boquiabierto y me miró
con curiosidad.
–Bueno, ¿qué hacemos? –preguntó.
Grey abrió su paraguas negro y nos
cobijó a los dos bajo él.
–Había pensado llevarte de tiendas
y comprarte todo lo que quieras.
–¡Qué romántico! –aplaudí– ¡Tú sí
que sabes cómo tratar a una mujer!
Grey parecía perplejo.
–¿Ves? Eso es lo que no entiendo.
Una de las chicas del trabajo sugirió que
si quería ser romántico contigo debería
llevarte de tiendas y comprarte un
montón de chorradas.
–¿¡Chorradas!? –exclamé, subiendo
a la acera.
–Cosas, un montón de cosas. –Se
corrigió–. Pero no lo entiendo. Te di una
tarjeta de crédito sin límite, así que
puedes comprarte tú sola todo lo que
quieras, no necesitas que lo haga yo. No
entiendo porqué el hecho de que te
compre cosas, que de todos modos
habría pagado yo si hubieras usado la
tarjeta que te dí, es romántico.
–Ay, Grey, de verdad no lo
entiendes, ¿no? ¡Pobrecillo!
Le cogí del brazo y dejé que me
escoltara a los grandes almacenes más
caros de la ciudad, era lo mínimo que
podía hacer por él.
–¿Ves, Acorazado? No soy una
chica materialista. No se trata de las
cosas que me vas a comprar, sino de la
forma en la que las demás mujeres me
miran cuando ven a un hombre rico
pagando todas esas chorradas... quiero
decir cosas, para regalármelas a mí.
Todas comprenderán que soy una
triunfadora por haber conseguido un
hombre como tú, mientras sus novios
siguen pensando que comprarles un
muñequito para colgar del móvil es la
máxima expresión de lujo y amor, lo que
significa que evidentemente no son tan
guapas como yo. No espero que lo
entiendas.
–¿Me estás diciendo que el
romanticismo se basa en despertar la
envidia de las demás mujeres?
Lo arrastré dentro de una de las
zapaterías más exclusivas del centro
comercial.
–Los detalles no son importantes.
No te preocupes por eso, sólo tienes que
saber que cualquier cosa que te cuente
yo es lo más importante que necesitas
saber sobre las mujeres. ¡Ay, Dios!
¡Mira qué zapatos!
En frente de mí había un par de
zapatos de tacón alto de una edición
limitada de Faboosie de esa temporada,
con purpurina y unos peces de plástico
naranja flotando en el interior de los
tacones de metacrilato.
La dependienta se me quedó
mirando al oírme chillar con las manos
en las mejillas mientras bailaba
alrededor de los zapatos. Obviamente
estaba celosa del hombre tan guapo con
el que estaba, así que, para castigarla
por su naturaleza superficial y
envidiosa, decidí que no iba a
contentarme con meter el dedo en la
llaga, también iba a retorcerlo en su
interior.
–Mira, ¡sólo cuestan 10000
dólares! ¿Nos podemos llevar un par? –
pregunté a Grey, girando la cara hacia la
vendedora, a la que se le había
descolgado la mandíbula, y le dediqué
una sonrisa burlona.
–¿No quieres probártelos antes? –
preguntó Grey.
–Bueno, supongo que sí.
Le dije a la chica mi número y la
seguí con la mirada mientras se alejaba
para buscar los zapatos.
Cuando volvió con ellos, me los
probé y me quedaban perfectos, así que
empecé a pavonearme por la tienda -con
mi ajustada minifalda color mandarina-.
Al andar, los pececitos de los tacones
subían y bajaban bajo mis pies,
haciéndome sentir la chica con más
estilo del mundo.
Me detuve y me di la vuelta, como
las modelos cuando llegan al final de la
pasarela. Adelanté la pierna derecha,
enseñando el tacón, e hice un gesto con
las manos como diciendo “¿entonces
qué?”.
–¿Qué te parecen?
Grey entrecerró los ojos y me lanzó
la mirada más fría que había visto
nunca:
–Francamente querida, me importa
un bledo.
Mi cara debió de ser un poema,
porque la dependienta se echó a reír, e
intentó disimularlo cubriéndose la boca
con la mano.
–¿Qué coño has dicho? –le
pregunté, con las manos en las caderas.
Grey parecía confuso de repente.
–Yo... bueno... mira, sólo estoy
intentando decir lo que se supone que
tengo que decir cuando se supone que lo
tengo que decir. Ya sabes –bajó la voz–
para ser romántico.
No tenía ni idea de qué demonios
estaba hablando, pero estaba tan
avergonzada que solté los zapatos y salí
de allí escopeteada, arrastrándole
conmigo.
El resto de la tarde de compras no
fue en absoluto como lo había
imaginado, pues Grey me hablaba de
manera extraña y le dedicaba toda la
atención a su secretaría, que no paraba
de llamarle con la excusa de que las
acciones del Grey Candy Group habían
perdido una cuarta parte de su valor en
el mercado ese día. Pero yo sabía que
sólo estaba intentando arruinar mi
momento, ese momento por el que tanto
había luchado.
...
La cena resultó bastante tranquila,
aunque debo reconocer que, como
siempre, la comida era excelente. Grey
había estado taciturno durante la mayor
parte de la comida, compuesta de cinco
modestos platos. Pero entonces me di
cuenta de que me estaba mirando. Sus
ojos radiaban sensibilidad y cierto
afecto, un traje negro ajustado envolvía
su cuerpo y las solapas de su blazer
dejaban ver el cuello blanco de su
camisa almidonada.
–Tú me compites –dijo de repente.
–¿Qué?
–Espera –dijo, bajando la mirada
hacia sus muslos–. Lo siento, quería
decir que tú me completas.
–¿En serio? ¿Eso crees? ¿En qué
sentido?
–No sé, eso es lo que pone en la
chuleta.
–¿¡Chuleta!? ¿De qué estás
hablando?
Grey suspiró resignado.
–Es inútil –dijo poniendo encima
de la mesa los papeles que tenía sobre
sus rodillas–, no consigo entender cómo
hacer esto.
–¿De qué demonios estás
hablando? –pregunté al tiempo que cogía
uno de los folios, cubiertos de citas,
muchas de las cuales reconocí–. ¿Qué es
todo esto?
Grey apoyó la barbilla en su mano.
–Son frases famosas de películas
de amor. Se me ocurrió que decirte
cosas románticas te haría feliz. Pero
parece ser que lo he hecho todo mal.
No puedo negar que me sentí
conmovida, y por fin conseguí entender
por qué había tenido esa sensación de
déjà vu con las cosas que me había
dicho ese día.
–Acorazado, ¿me prometes una
cosa?
–Claro, lo que quieras. Haría
cualquier cosa por hacerte feliz.
–Entonces simplemente sé tú
mismo.
–Pero dijiste que querías que fuera
romántico.
–Sí, ya sé lo que dije, pero quizás
deberías tomártelo un poco menos en
serio.
–¿Cuánto es “un poco menos”?
–No sé, eso tendrás que
descubrirlo tú mismo, no puedo
explicártelo todo. ¿Trato hecho?
Grey asintió en señal de
aceptación, pero supe que aún se sentía
inseguro respecto a la situación.
Me desabroché la falda que me
apretaba un poco tras la copiosa
comida, y me dirigí al sofá para
relajarme un poco, pero al acercarme a
él casi me dio un ataque. Colgando del
respaldo del sofá, había un pelo largo y
rubio, que definitivamente no era mío.
–Grey, ¿de quién es este pelo? –
pregunté, sujetándolo frente a él.
Cogió el pelo con desdén:
–Podría ser de cualquiera. Quizás
de una de las limpiadoras, o incluso de
una de mis socias con las que me he
reunido aquí.
Fruncí los labios y le miré
detenidamente, buscando cualquier tipo
de reacción en sus ojos.
–Elle, creo que deberíamos
aprender a confiar más el uno en el otro.
¿No es esa la base de cualquier
relación?
–¿Quieres decir que te gustaría que
pasáramos más tiempo juntos?
–No, en realidad yo...
–Mira, déjalo, lo entiendo. Toda tu
vida has sido independiente, has tenido
que hacerlo todo tú solo y no podías
contar con nadie, pero en tu interior hay
un doloroso vacío que me necesita, un
vacío que necesitas llenar, que me
necesita cerca de ti pero no es capaz de
pedirlo porque es te haría sentir
demasiado vulnerable. Y lo que estás
intentando pedirme ahora -sin mucho
éxito, por cierto- es que me mude aquí
contigo.
–Bueno no...
Levanté las manos.
–Está bien, no tienes por qué
explicarte, Acorazado. Sinceramente,
me duele verte darle vueltas a lo que
sería una pregunta bastante simple que la
mayoría de los hombres normales
hubiera hecho meses antes. Lo entiendo.
No necesitas decir nada más.
–La cosa es que...
–No digas más, simplemente manda
a alguien a recoger mis cosas, me puedo
mudar el lunes por la mañana. Siento
que no pueda ser antes, pero Sarah y yo
hemos quedado el sábado para ir a un
nuevo club gay a alegrarnos la vista con
la oferta de chicos. Los gays sí que
saben cómo sacarse partido. Y quizás
cuando me haya mudado, pueda ayudarte
a arreglar un poco este sitio y darle un
toque femenino.
Parecía como si se le hubiera
congelado la boca a Grey.
–¿Ves? No ha sido tan difícil. Para
eso están las parejas, para
complementar los puntos débiles del
otro. –Le tranquilicé.
En ese momento sonó el teléfono.
Grey descolgó y me lo pasó.
–Es para ti –dijo–. Otra vez.
Me acerqué el teléfono de oro a la
oreja:
–¿Diga?
Era el señor Ironía.
–Ah, hola. Estoy ocupada, ¿qué
quieres?
–Dijiste que me llamarías.
–¿Ah, sí? No me acuerdo. Buen, lo
siento, he estado bastante ocupada. De
todas formas te tengo que dejar.
–¿Y qué pasa con nuestra cita?
–¿Qué cita? Lo siento pero no tengo
tiempo para eso, entre las clases y mi
novio, que por cierto es muy posesivo –
dije, mirando de reojo a Grey, que me
devolvió la mirada.
Ironía empezó a gritarme,
enfadado:
–¡Me mentiste! Me mentiste para
que te dejara tranquila. Dijiste que me
ibas a dar la oportunidad de hacer que te
enamoraras de mí para que pudiera
hacerle daño a Grey.
–Ya, sé que te dije eso, pero una
mujer tiene derecho a cambiar de
opinión. ¿Por qué no perdonas a Grey
por lo que quiera que sea que crees que
te hizo? Y por cierto, ¿qué pasó entre
vosotros?
–¡Nunca le perdonaré! ¡Nunca! Y
ahora me estoy enamorando de ti porque
tú empezaste el proceso.
–¿Qué proceso?
–El proceso en el que yo voy detrás
de ti y tú me ignoras, haciéndome sentir
abandonado, competitivo y celoso. Y
por todo ello me he enamorado de ti. ¡Te
odio!
–Pero si me acabas de decir que
estás enamorado de mí. ¡Eres un
mentiroso, tienes dos caras!
–¡Tú me has hecho ser así!
¡Menudo golpe bajo! Sabes
perfectamente que tener esta cara es una
gran desventaja, sabes lo doloroso que
me resulta ser tan guapo. Creí que me
comprendías, que me entendías. Pero no,
no te importo en absoluto.
–Miar, no pretendía darte falsas
esperanzas después del secuestro, estaba
confusa. Necesitaba tiempo para pensar.
Y de todas formas Grey me ha
prácticamente suplicado que me mude
aquí con él, lo cual he aceptado por
pena, porque está muy solo, sabes.
–¡Me importa una mierda si está
solo! ¡Lo voy a matar!
–Bueno, bueno. Tampoco hay que
ponerse melodramático. Podemos ser
amigos.
–¿De verdad me acabas de soltar el
viejo “podemos ser amigos”? ¿Cómo
has podido hacerme esto?
–Mira, estás siendo muy emotivo y
no sé muy bien cómo hacerle frente a tu
estado. Quizás deberías calmarte un
poco y dejar de comportarte como una
niña.
–¿Emotivo? ¿Dejar de
comportarme como una niña? Creía que
los hombres debían expresar sus
sentimientos y abrirse con las mujeres,
ya sabes, para hacerlas felices.
–Supongo que es un poco irónico.
Pero aún así estás siendo muy tierno.
–¿Tierno? ¿Te atreves a llamarme
tierno? ¡Para un hombre, que le digan
que es tierno es peor que la muerte!
–Lo siento, pero de verdad que te
tengo que dejar.
Ironía seguía maldiciendo cuando
colgué el teléfono.
–¿Todo bien? –me preguntó Grey.
–Sí, bien, el señor Ironía ha
amenazado con matarte, eso es todo.
–Ah, sí, lo hace de vez en cuando.
–¿De verdad? ¿Cuándo vas a
contarme por qué está tan enfadado
contigo?
Grey hizo un gesto con la mano,
sugiriendo que no quería hablar de eso,
y cambió de tema, así que no insistí
sobre ese asunto. De todos modos,
estaba más preocupada por la
combinación de colores que quería usar
para decorar la mansión cuando me
mudara el lunes, para empezar nuestra
nueva vida juntos.
...

No tenía muchas posesiones que


llevarme a casa de Grey, sobre todo
porque ya había ido marcando mi
territorio gradualmente dejando cada
vez más cosas allí, hasta el punto de que
mi maquillaje y todo tipo de objetos
estaban desparramados por toda la
mansión, para su disgusto.
–¿Qué cojones es esto? –preguntó
Grey cogiendo uno de mis botes de
plástico blanco, mientras estábamos en
su dormitorio.
–Es para mantener el equilibrio del
PH de mi vagina.
Grey lo soltó de golpe dejando que
cayera al suelo, conmocionado.
–¡Qué raras sois las terrícolas! –
exclamó– ¿No se supone que es un
proceso natural?
–No necesariamente. A decir
verdad, no creo que la vagina humana
fuera diseñada para los tentáculos de un
extraterrestre.
Sabía que Grey se callaría ante mi
comentario, pues no podía discutir sobre
ese punto. Además, yo tenía una
respuesta para todas sus preguntas sobre
cada uno de los artículos que había
llevado a su casa. Incluso encontró el
escondite de pelo que tenía bajo mi
almohada, con algunos cabellos míos
que había guardado expresamente por si
acaso se le ocurría traer a alguna fresca
a casa cuando yo no estuviera. Una
auténtica bomba de relojería que Grey
no podría explicar, si se atrevía a
jugármela.
Observé, mientras se quitaba la
camisa, sus tentáculos que ondeaban en
su musculosa espalda, y sus fuertes
hombros claramente definidos bajo la
tenue luz de la habitación. Arrojó la
camisa de cualquier manera a la cama, y
sentí como un cosquilleo recorría de
nuevo mi coño. No cabía ninguna duda,
cada vez que veía su masculinidad
completa, como un pavo real
desplegando su plumaje y preparándose
para el apareamiento, me invadía un
enorme deseo de lanzarme a sus pies y
someterme a cada una de sus órdenes.
Grey se giró hacia mí como si fuera
a decirme algo. Vi cómo se le marcaban
los músculos tensos por debajo de la
clavícula, como una gran masa de carne
y músculo que tallaba su torso. Entre las
piernas le colgaba su larga polla, casi
preparada para la acción. Sobresalían
por los lados sus cuádriceps y sus
abombados gemelos. Era el espécimen
perfecto de hombre: un hombre con
tentáculos. Los músculos intercostales
de su caja torácica estaban tan fuertes y
bien formados como sus abdominales.
Debió darse cuenta de la forma en
la que le estaba mirando porque empezó
a acercarse a mí, que de repente estaba
como pegada a la silla, embelesada por
sus ochos tentáculos, cuatro a cada lado
del cuerpo, cuyas puntas avanzaban
hacia mí ondeando en el aire. De
repente, se abalanzaron sobre mí y me
ataron las muñecas y los tobillos, para
después sujetarme en el aire ante él.
Sentí que me faltaba el oxígeno al ver en
sus ojos esa mirada dominante y ese
brillo casi diabólico, que mostraban su
deseo de controlarme completamente y
de someterme a sus órdenes. Grey me
sostenía justo bajo el techo con sus
tentáculos, que me movían de un lado a
otro sin ningún esfuerzo. Algunos de sus
otros tentáculos empezaron a quitarme la
ropa mientras él observaba cómo mis
prendas caían una a una al suelo. No
tardé en quedar completamente desnuda.
Grey me bajó ligeramente y levantó las
palmas de las manos para acariciarme
las tetas, que colgaban oscilantes. Gemí
de placer mientras varios tentáculos
rodeaban mi torso hasta cubrirlo por
completo, con la sola excepción de mis
pezones, que se habían enderezado y
sobresalían entre los tentáculos,
quedando así expuestos a Grey y a las
atenciones que él les dedicaba en ese
momento con su húmeda y cálida lengua.
Sentí que debía protestar, pero no
podía, o no quería hacerlo.
De repente, Grey me lanzó contra
el muro, aún sosteniéndome con sus
tentáculos, que amortiguaron el impacto.
Mi cuerpo se retorcía entre sus garras.
Sus tentáculos separaron mis piernas
con violencia, provocando que se me
pusiera la carne de gallina y que mis
pezones rosados se pusieran aún más
erectos y duros dentro de su boca. Con
dos dedos recorrió suavemente la línea
entre mis muslos y mis nalgas,
haciéndome desear que fuera más allá,
pero dejándome con las ganas de lo que
él sabía que yo tanto ansiaba. Me
levantó en el aire una vez más y se
arrodilló, examinando mi coño, en
cuyos pliegues deslizó sus dedos. Intenté
cerrar las piernas pero era imposible, no
podía moverme. Y cuanto más me
resistía, más apretaba Grey los
tentáculos que me agarraban. Dos
tentáculos empezaron a tocar mis
aureolas al mismo tiempo que sus dedos
empezaron a explorar delicadamente mi
interior. Me resistí todo lo que pude,
pero él era demasiado fuerte. Sabía que
de ninguna manera me dejaría escapar
de sus garras dominantes. Yo era su
presa y él mi depredador. Sus tentáculos
se deslizaban por cada centímetro de mi
cuerpo desnudo. El multimillonario me
miró a los ojos, sacó la lengua y retiró
la funda carnosa que la cubría, como ya
había hecho antes. Desenrolló su larga
lengua encubierta, y supe exactamente
qué iba a hacer con ella.
Empezó a hacer rápidos
movimientos circulares con ella y la
introdujo en mi carnosa vagina,
recorriendo cada milímetro de su
interior, provocando así violentas
convulsiones en mi cuerpo. Cuando la
punta de su lengua alcanzó el cuello de
mi útero, dejé escapar un grito, incapaz
de resistirme al inmenso placer que se
extendía por mi cuerpo como una onda
en el agua, una onda de placer tras otra,
gracias a la tortura divina a la que me
sometían sus tentáculos.
Justo cuando pensaba que había
llegado a lo más alto y que no podía ser
mejor, Grey alcanzó mi punto G con su
hábil lengua. El emplazamiento de su
lengua era tan exacto, que cuando llegó a
él mi mente explotó en miles de
supernovas dispersas por el universo,
antes de que mi conciencia regresara de
nuevo a mi cuerpo.
Grey me colocó suavemente en la
cama y se tumbó a mi lado.
No estaba segura de cuánto habría
sido capaz de soportar cuando Grey
había decidido llevarme más allá de mis
propios límites, y eso me preocupaba,
porque no estaba acostumbrada a
sentirme tan fuera de control en mi vida
anterior. En cambio ahora –era inútil
negarlo–, vivía para ello.
Me acurruqué más cerca de él.
–Deberíamos usar nombres
cariñosos entre nosotros –sugerí,
acariciando su fornido torso.
–¿Como los que se usan para
llamar a un perro? ¿Por ejemplo Bobby?
–preguntó.
–¡No! Me refiero a utilizar motes
cariñosos para llamarnos el uno al otro,
como hacen las parejas normales.
–No creo que seamos una pareja
normal: tú escribes relatos guarros y yo
soy un extraterrestre con tentáculos.
–Por eso mismo, usar motes
cariñosos nos ayudaría a tener una
relación más normal, ¿no te parece?
–Supongo –Grey estuvo de
acuerdo–. Bueno, empieza tú entonces.
¿Qué nombre me pondrías? Espera, ¿es
una de esos juegos en los que tienes que
elegir la última fruta que comiste y el
apellido de un amante gay y juntarlos?
–¿Tienes un amante gay?
Grey parecía nervioso.
–Yo no he dicho eso.
–Ya, pero si hubieras tenido,
hipotéticamente hablando, un amante
gay, ¿qué nombre cariñoso saldría?
Grey se encogió de hombros.
–Bueno, hipotéticamente hablando,
por ser imaginativo, saldría el nombre
de Plátano Warhol.
–Pues menos mal que no vamos a
usar ese método para elegir nuestros
apodos –concluí–. Déjame pensar. Tú
estás bastante cachas, y a veces cuando
me abrazas me estrujas muy fuerte, como
un oso, así que a partir de ahora te
llamaré Cachoso. Ahora te toca a ti,
puedes pensártelo un poco si quieres.
–No hace falta, ya tengo uno
pensado.
–¿De verdad?
–Sí, un apodo cariñoso que
combina romanticismo y tu rasgo
característico más bonito.
Me sentí entusiasmada, por fin
Grey estaba intentando darme lo que
siempre había querido y necesitado.
–Sigue. –Le animé, no quería
arruinar el momento.
–Cabeza de luna –dijo orgulloso,
con una sonrisa que indicaba que estaba
convencido de que me iba a gustar.
–¡Cabeza de luna! ¿Eso es tu idea
de un mote romántico? ¿Cómo te
atreves?
Grey se rascó la cabeza.
–¿Por qué no? La luna es
romántica, incluso tú estás de acuerdo
con eso, y tu cabeza me resulta muy
atractiva.
–¡Da igual que la luna sea
romántica! El hecho de que digas que mi
cabeza se parece a la luna es un insulto.
–Pero tú admites que la luna es
romántica, y tu cabeza, por sí misma, no
es un insulto. Así que si juntamos “luna”
y “cabeza”, es como si estuviera
proyectando tu cabeza en una luz
romántica... En una luz de luna, si
prefieres. –Grey sonrió.
–¡Los idiomas no funcionan así! –
dije, echando humo–. Cuando se juntan
dos palabras se puede crear otra con un
significado totalmente diferente.
Por su mirada perdida comprendí
que no me estaba entendiendo, así que
decidí explicarme mejor:
–Por ejemplo, “luna llena”, no
quiere decir que la luna está llena de
algo, sino que desde la Tierra se ve
completamente redonda.
–¿Preferirías que te dijera que
tienes una “cabeza de luna llena”?
–¡No! Vale, “luna llena” no es un
buen ejemplo.
–Pero puedo ver toda tu cabeza
desde la Tierra, así que técnicamente
está “llena”.
Quería gritar.
–Simplemente no puedes juntar dos
palabras y crear nuevos significados.
–No pretendía crear nuevos
significados, sino usar los significados
ya aceptados para crear un nombre
cariñoso con un doble efecto positivo.
–¡Pero el significado no es positivo
si juntas las dos palabras!
–¡Eso lo dirás tú! Es tu
interpretación subjetiva del cumplido
que te he hecho.
–Bueno, teniendo en cuenta que es
un “cumplido” que me has hecho a mí,
tengo derecho a tener una opinión sobre
él, ¿no?
–Depende.
–¿De qué? –pregunté, sin saber
porqué me molestaba.
–De quién tiene derecho a decidir
lo que significan las palabras, si el
hablante o el oyente.
–Definitivamente el oyente, puesto
que te estás refiriendo a mí.
–No estoy de acuerdo, porque eso
menosprecia mi derecho a expresar mi
opinión. ¿Dónde termina ese derecho?
Si me preguntas lo que quiero para
desayunar y te digo bacon, no puedes
hacerme unas tostadas simplemente
porque has decidido lo que quieres que
“bacon” signifique. Espero que te des
cuenta del terreno resbaladizo en el que
te estás moviendo. Si siguiéramos esa
línea que estás planteando, podría
estallar la Tercera Guerra Mundial por
culpa de un malentendido.
–¿Por el bacon?
Grey se encogió de hombros.
–Quizás.
Decidí rendirme con la historia de
la luna y abordar otro tema que me
preocupaba, uno que sabía que
debíamos afrontar.
–Bueno, dejemos los apodos
cariñosos, hay otra cosa de la que me
gustaría hablar contigo.
–Vale –dijo con aire inquieto.
–Necesitamos una palabra de
seguridad.
–¿Por qué?
–Porque me pone un poco nerviosa
la idea de que, al ser un extraterrestre,
puedas ir demasiado lejos cuando
tenemos sexo. Hasta ahora has sido un
poco salvaje, me refiero a que lo de
levantarme en el aire y violarme
mientras estaba atada y luego
estrellarme contra la pared está muy
bien pero, ¿qué pasa si no me apetece
algo de lo que haces?
Grey asintió:
–Entiendo lo que dices. ¿Qué te
parece Rey de Fuego?
–¿Rey de Fuego? ¿Por qué?
–Es la traducción del nombre de la
marca de la caja fuerte que tengo en mi
estudio, y son realmente buenos. Una vez
olvidé la combinación y no pude abrirla
durante días, lo intenté todo, incluso lo
golpeé con un mazo...
–Cuando digo palabra de seguridad
–le interrumpí–, ¡me refiero a una
palabra de seguridad de verdad! Es
decir, una palabra que tú o yo podamos
decir cuando sentamos que las cosas
están yendo demasiado lejos.
–Hagas lo que hagas, es imposible
ir demasiado lejos conmigo, mi cuerpo
es insensible al dolor.
–¡No es para ti! ¡Es para mí!
Porque tú eres el Dom.
–¿Que yo soy el Dom? ¿Como Dom
Corleoni en El Padrino? Me gusta cómo
suena.
–Es Don Corleone, ¡no Dom!
“Dom” es el diminutivo de dominación y
normalmente se usa para referirse a la
persona que desempeña el papel
dominante durante el sexo, del mismo
modo que en inglés se utiliza Sub para
referirse al sumiso o la sumisa. ¡Pero
bueno! ¿No sabes nada sobre BDSM?
¿Por qué tengo que enseñarte yo esto a
ti? ¡Se supone que eres el mayor experto
en BDSM del mundo!
–¡Qué va! En realidad sólo
improviso. Nunca me he interesado
realmente por la comunidad BDSM.
Me restregué la mano con la frente,
a veces hablar con él era demasiado
complicado.
–Vale, lo que tú digas. Volviendo
al tema, ¿qué te parece si usamos
“rosas” como palabra de seguridad?
–¿Pero dónde está el problema con
Rey de Fuego?
Dejé caer los brazos.
–Es... es una palabra estúpida.
–¡Estúpida! Así que mis ideas son
estúpidas, ¿no? Supongo que “rosas” es
mucho mejor, claro, estamos teniendo
sexo y yo me estoy comportando como
todo un Dom Corleoni y tú vas y sueltas
“rosas”. ¿Y se supone que tengo que
recordar que esa es la palabra de
seguridad? ¿De verdad crees que eso es
mejor que una palabra que realmente
recuerda a una caja fuerte de seguridad?
Pues perdona pero no estoy de acuerdo.
–Bueno, vale, lo haremos a tu
manera. Usaremos “Rey de Fuego”. Es
sólo que no es muy... romántico.
–¿También quieres romanticismo
en plena sesión de BDSM? Claro, y ¿por
qué no unas delicias culinarias? ¿O una
partida de tenis?
Entonces comprendí por qué Grey
estaba tan malhumorado: estaba en esos
días del mes. Había leído un artículo
sobre eso en Cosmopolitan y, aunque era
biológicamente imposible, me había
dado cuenta de que cada mes se repetía
el mismo patrón que parecía confirmar
mi teoría. Sabía lo insoportable que
podía llegar a ser yo cuando estaba en
mi Luna, así que comprendí que seguir
discutiendo con él no me llevaría a
ningún sitio. Era mucho mejor darle la
razón.
Bueno, “Rey de Fuego” no está
mal, de hecho suena bastante bien. Creo
que al final me acabará encantando. Tú
tenías razón, yo estaba equivocada. No
sé en qué estaba pensando, y por cierto,
¿te he dicho lo guapo que estás hoy?
Grey se enfurruñó un poco, pero
pude ver que lo que le había dicho
estaba teniendo un efecto positivo en él,
pues ese tipo de palabras siempre
funcionaban conmigo, sin excepción,
cuando estaba irritable en esos días del
mes. Tras fingir durante algún tiempo
que seguía enfadado cuando en realidad
ya no lo estaba, se animó un poco.
–Vale, te perdono. Es sólo que has
herido mis sentimientos.
–Lo sé, lo siento.
–Es que cuando dices ese tipo de
cosas, siento que no me estás dando
ningún crédito, igual que hacía mi
madre.
–Entiendo. Con respecto a...
–Y entonces me pregunto qué
estamos haciendo en esta relación y...
–Lo entiendo perfectamente. Y con
respecto a...
–...y entonces me dan como... ganas
de llorar. No sé por qué, es sólo que...
–¡Realmente estás en esos días!
¡Por Dios!
–¿Qué pasa?
–Nada, es sólo que me acabo de
acordar de una cosa, me tengo que ir...
–¡Pero estamos teniendo una
conversación tan profunda! Siento que
estamos conectando de verdad, ¿y ahora
te quieres ir? Es tarde. Además, ahora
vives aquí.
–Sí, es una pena, lo reconozco. He
dejado algo realmente importante en mi
antiguo dormitorio y tengo que ir a
buscarlo. Pero te prometo que
seguiremos con esta conversación en
otro momento.
–¿Cuándo?
–Eh... dentro de unos tres días.
–¿Por qué tres días? ¿Vas a tardar
tres días en encontrar algo en tu
dormitorio?
–Es que está muy desordenado, no
te puedes hacer una idea.
Con un poco de suerte, tres días
más tarde Grey ya habría pasado esos
días del mes de los hombres, y esperaba
que pudiéramos volver a tener esa
conversación con un comportamiento
mucho más razonable de su parte, como
me solía pasar a mí, aunque nunca lo
reconocería.
...

Volví a la mansión unos días más tarde,


y me dí cuenta inmediatamente de que
había cometido un gran error al irme
durante tanto tiempo, a juzgar por el
aspecto profundo y filosófico que tenía
Grey cuando lo descubrí contemplando
los extensos dominios de la propiedad a
través de la ventana.
–He descubierto que Jesús me
perdonará por haber matado a todos
esos ángeles. Me lo ha dicho un cura de
la parroquia con el que he estado
hablando –dijo Grey, aún inmerso en sus
profundos pensamientos.
–¿Qué ángeles?
–Los que me dijiste que había
matado cuando tomé la virginidad de
todas esas chicas.
–Exactamente, ¿a cuántos ángeles
has matado, Grey?
Grey parecía nervioso.
–No muchos. Pero de todas formas,
Jesús me perdonará. Eso es lo único que
importa.
–Bueno, quizás te perdone, pero no
es seguro.
Grey se giró hacia mí, sorprendido.
–¿Entonces cómo puedo conseguir
la redención?
–Sólo tienes que hacer lo que te
diga, eso será un buen principio. Y
luego veremos cuánto tiempo tardas en
conseguir la redención ante mis ojos.
Sólo por curiosidad, ¿qué dijo
exactamente el párroco cuando hablaste
con él?
–Ahora que lo pienso fue un poco
extraño. Yo estaba en el confesionario y
él me dijo que necesitaba confesar mis
pecados para obtener el perdón. Todo
parecía ir bien, incluso diría que estaba
resultándome fácil. Pero cuando le dije
que había matado ángeles del cielo, me
preguntó por qué creía eso. Así que le
hablé de las vírgenes con las que me
había acostado.
–¿Y qué pasó?
–Bueno, no estoy seguro, pero sonó
como si estuviera intentando controlar la
risa. Aunque quizás fuera producto de
mi imaginación, tal vez sólo estaba
comiendo, después de todo, no es un
tema para tomárselo a risa.
Intenté mantenerme seria, pero tuve
que mirar hacia el suelo para poder
controlarme.
–¿Y qué dijo el cura después de
eso? –Me obligué a preguntarle,
clavándome las uñas en mis muslos.
–Dijo que estaba completamente
seguro de que Jesús me perdonaría por
todos los ángeles que había matado,
pero que si las vírgenes hubieran sido
monjas, habría sido otra historia.
Casi me delato a mí misma cuando
dijo eso, hasta el cura se había burlado
de él.
–¿Te dijo que Jesús te perdonaría
totalmente?
–Sí, pero dijo que tendría que decir
veinte “Hey Marías” por cada ángel que
he matado.
–¿Hey Marías?
–Sí, casi estoy seguro de que eso
fue lo que dijo, aunque era un poco
difícil entenderlo porque estaba
comiendo, como te acabo de decir. Así
que eso hice. En cuanto salí de la
iglesia, caminé calle abajo diciendo
“Hey María” una y otra vez. Lo hice
treinta veces, sólo para estar seguro. La
cosa es que una mujer que pasaba por
allí, me paró y me preguntó cómo sabía
que se llamaba María. Tuve que
explicarle que no lo sabía, pero que
había matado ángeles del cielo porque
me había acostado con vírgenes, y que
iba diciendo “Hey Marías” como
penitencia. Fue un poco incómodo.
–Ya me imagino. Menos mal que
oíste bien al cura y no creíste que te
mandaba decir veinte veces “Hey nena”,
porque en ciertas partes de la ciudad eso
te hubiera acarreado muchos problemas.
Grey asintió y me miró confundido.
Luego, me preguntó algo más, algo a lo
que obviamente le había estado dando
vueltas varios días:
–Hay algo que quería preguntarte
Elle, ¿por qué es Jesús tan famoso?
Le miré detenidamente, no estaba
seguro de si se estaba riendo de mí,
porque me había dado cuenta de que a
veces lo hacía, pero llegué a la
conclusión de que no, pues tenía esa
arruga en la frente que siempre le
aparecía cuando se ponía serio.
–Eh... bueno, quizás tengo algo que
ver con el hecho de que es el hijo de
Dios –sugerí.
–Sí, eso ya lo sé. ¿Pero por qué
todo el mundo le conoce? ¿Por qué es
tan popular?
Creía que lo de ser hijo de Dios
sería explicación suficiente pero, a
juzgar por la perplejidad que se
reflejaba en su mirada, no lo era, así que
comprendí que tendría que darle lo que
él consideraría una un motivo más
valido que el de ser el hijo de una
divinidad mayor.
–Esto... supongo que también
influye el hecho de que ganó muchas
medallas de oro en los Juegos
Olímpicos de la Antigua Grecia.
–¿¡En serio!?
–En serio.
–No tenía ni idea. Ahora lo
entiendo. Entonces también era un gran
atleta, ¿no?
–¿Además de ser el hijo de Dios,
quieres decir?
–Sí.
–Pues claro. Ganó el oro en salto
de altura -como ves era bueno
ascendiendo-, y también en los cien
metros lisos, y en eso de lanzar un palo
puntiagudo muy lejos. Además de otros.
–¿Te refieres a la jabalina?
–Sí, eso, lanzamiento de jabalina.
Grey parecía pensativo.
–Creo que ahora siento un nuevo
respeto por Jesús –dijo finalmente, antes
de que yo cambiara sutilmente de tema.
A partir de ese día, mi vida cambió
irrevocablemente. Acorazado Grey y yo
nos instalamos en lo que podría
considerarse una vida de felicidad
marital. Pero aunque él realmente
intentaba pasar más tiempo en casa
conmigo que en la oficina, algo estaba
cambiando. Cierto, tenía todo lo que
cualquier chica podría desear, un
multimillonario con tentáculos que me
daba placer de todas las maneras
posibles, pero estaba empezando a
sentir que me faltaba “algo”.
Seguía asistiendo a mis clases, y
las otras chicas se quedaban
impresionadas de ver que me llevaba él
chófer de Grey a los seminarios, pero
por algún extraño motivo, poder hacer
cualquier cosa que quisiera, me
resultaba menos divertido que conseguir
las cosas por primera vez. En una
ocasión le dejé caer a Grey que siempre
había querido un Porsche rosa, desde
que era una cría, y antes de que me diera
tiempo a decir 'Vorsprung durch
Technik', ya tenía uno aparcado en la
entrada de la mansión.
Cada vez me sentía menos atraída
por Grey, a pesar de que él cada vez
hacía más por mí, y de que estaba siendo
realmente considerado conmigo. A
veces me descubría a mí misma
recordando al Hombre Tentáculo,
preguntándome qué estaría haciendo el
audaz justiciero en cada momento del
día. Le había pedido a Grey varias
veces que lo invitara a cenar, pero creo
que Acorazado sospechaba que sentía
cierta atracción por el Hombre
Tentáculo, contra la que intentaba luchar
sin éxito, y siempre encontraba excusas
para no invitarlo.
Me encontré a Grey de rodillas un
lunes por la mañana cuando fui a buscar
un libro que había dejado en su estudio.
Me quedé boquiabierta al verlo en el
suelo, no entendía qué estaba haciendo.
–¿Qué demonios estás haciendo
ahí?
Grey se dio la vuelta sobresaltado.
–Estoy rezando –respondió con
naturalidad, como si ya lo hubiese visto
haciéndolo miles de veces.
–¿Rezando? ¿Por qué? ¿Y desde
cuándo rezas?
–Desde que fui a la iglesia a ver al
cura. Y después de todo lo que me
contaste que Jesús había hecho, decidí
convertirme al Cristianismo.
Me llevé la mano a la frente con
preocupación pues si de algo estaba
segura es de que el Cristianismo no iba
a ayudar a mi vida sexual. Además, todo
ese asunto era culpa mía.
Me senté junto a su escritorio de
caoba y apoyé la mejilla en mi puño,
con el codo en la mesa, decidida a
animarle.
–¿Entonces por qué estás rezando?
¿Por la paz mundial? ¿Por la igualdad de
las mujeres?
–No te lo puedo decir.
–¿Cómo que no me lo puedes
decir?
–Si te lo digo no se cumplirá.
–¡Ni que estuvieras pidiendo un
deseo al soplar las velas de tu tarta de
cumpleaños! Ni es un secreto, ni tú
tienes cinco años.
–Grey parecía reacio, pero se
resignó a contármelo:
–Una Playstation 4.
Casi me caigo de la silla.
–¿Una Playstation 4? ¿Le estás
rezando a Jesús por una Playstation 4?
–Sí.
–¿Por qué? Eres rico, podrías
comprarte mil videoconsolas hoy mismo
si quisieras.
–Le estoy poniendo a prueba.
Quiero saber si esto de rezar funciona
realmente.
Sacudí las manos en el aire.
–Jesucristo no es la lámpara de
Aladino, ¿sabes? No te va a conceder
tres deseos, no funciona así.
–¿Entonces cómo funciona?
Me volví a sentar en la silla.
–Mira, Jesús tiene cosas mejores
que hacer con su tiempo que
preocuparse de tu Nintendo 360.
–Yo estaba pidiendo una
Playstation.
–¡Lo que sea! El tema es que... –No
sabía cómo explicárselo a Grey para
que la conversación acabara lo antes
posible–. Jesús no se encarga de
aparatos electrónicos ni
electrodomésticos.
–¿Ah no?
–No.
–¿Por qué no?
Sabía que me preguntaría “por
qué”. Daba igual lo que le dijera, él
siempre me acababa soltando un “por
qué”, por mucho que yo intentara
evitarlo.
–Cuando Jesús era niño tuvo un
horrible accidente con un enchufe y
desde entonces nadie ha recibido ningún
aparato eléctrico de su parte.
Grey abrió los ojos como un
perrito abandonado.
–¿Nadie? ¿Ningún tipo de aparato
electrónico, ni siquiera un ipod shuffle?
–Ni siquiera un ipod shuffle.
Grey parecía desalentado. Se miró
las palmas de las manos como si hubiera
perdido un dólar y encontrado sólo un
penique y luego volvió a mirarme a mí.
–Pero si según tú Jesús no se
encarga de los aparatos electrónicos,
¿cómo le dice a Santa Claus qué
productos electrónicos debe traerles a
los niños en Navidad? Porque los niños
sí que reciben juguetes electrónicos, lo
sé, los he visto. ¡No intentes
convencerme de lo contrario!
Sentí ganas de llorar. Exasperada,
levanté los brazos, casi suplicándole.
–¡Jesús no tiene nada que ver con
Santa Claus! ¡Nada de nada! Métetelo en
esa cabeza dura que tienes.
Me había dado cuenta de que las
últimas semanas en las que habíamos
vivido juntos le había estado hablando
bastante mal a Grey. No entendía muy
bien por qué, pero lo cierto es que
estaba empezando a cogerle el gusto.
–Eso no es cierto –argumentó Grey,
levantándose del suelo–. Los dos
aparecen en Navidad así que
obviamente hay una conexión entre
ellos. Vale, uno es más gordo y viejo
que el otro, pero los dos tienen una larga
barba. Personalmente, me pregunto si el
gran “Misterio navideño” al que se
refiere la Iglesia no es que Santa Claus
es realmente la versión anciana de
Jesús. Un Cristo disfrazado, si prefieres
llamarlo así.
Sacudí la cabeza y me cubrí los
ojos con las manos.
–¡Jesucristo no es Santa Claus!
–Pero Santa Claus les regala a los
niños lo que le piden, igual que Jesús si
rezas por algo. Tienes que reconocer
que es una enorme coincidencia.
–Vale, entonces ¿por qué no
pruebas a rezarle a Santa Claus esta
Navidad? ¡A ver lo que te trae!
Sabía que había ciertas cosas en
esta vida sobre las que es mejor no
discutir, porque si lo haces, te sientes
estúpida por hacerlo. Aún más estúpida
que la persona que sacó el tema
preguntándote algo realmente estúpido.
–Mira, Acorazado, hay alguien más
que se ocupa de todo el tema electrónico
y se lo cuenta a Santa Claus.
–¿En serio?
–Sí.
–¿Y quién es?
–Santa Tesla, patrona de la
electrónica.
–¡Fascinante! ¿Así que hay otros
santos para otras cosas? ¿Del mismo
modo que hay jefes de diferentes
departamentos?
–Eh...
–A ver si lo he entendido bien –
empezó a decir Grey caminando de una
punta a otra de la habitación. Su rostro
reflejaba que miles de pensamientos
zumbaban en su mente en ese momento–,
un santo es como un jefe de
departamento, y cada departamento
representa una esfera de la vida de la
que son responsables.
Grey se giró hacia mí, esperando
mi confirmación.
–Eh... Sí, supongo que es algo así.
Siguió caminando por la
habitación, jugueteando con los dedos
de las manos, excitado por esta nueva
revelación.
–¿Entonces Jesús es el presidente
de la compañía? –preguntó, parándose
en seco de nuevo.
–Bueno, también está Dios –dije.
–¡Ah, ya entiendo! Dios es el
presidente y Jesús, el vicepresidente,
¿verdad?
No se me ocurría nada que añadir a
semejante extraña cadena de
pensamientos.
–Y Jesús es el que se encarga de
las relaciones públicas y ese tipo de
cosas, porque Dios está muy ocupado,
pero para según qué peticiones, Jesús
también está demasiado ocupado o no le
apetece encargarse de ellas, como por
ejemplo las relacionadas con cosas
electrónicas, y entonces esas peticiones
se redirigen a los jefes de departamento
como Santa Tesla, ¿no?
Quería decirle que no, de verdad,
quería explicarle que no existía nada
que tuviera nada que ver con lo que
estaba diciendo, pero simplemente no
valía la pena molestarme. Además, tenía
una clase a la que ir, así que presenté
mis excusas y me fui, no sin que antes
Grey me dijera que a mi vuelta esperaba
una explicación detallada de qué santos
se encargaban de cada cosa.
En la facultad no conseguía
concentrarme en las clases, pues seguía
recordando el fornido torso del Hombre
Tentáculo y cómo se había balanceado
de edificio en edificio llevándome en
brazos a través de la ciudad de Gothom
tras haberme rescatado del inútil señor
Ironía. No podía seguir negando mi
creciente interés sexual por él, a pesar
de que llevaba mil años sin verle, y
quizás ése era mi problema. Grey había
hecho todo lo que le había pedido, y más
aún. Pero en cierto modo, había
cambiado para adaptarse a mis
expectaciones, y por eso tenía la
sensación de que mi atracción por él
estaba disminuyendo, aunque estaba
claro que no podía ser así. Decidí que el
problema era que no estábamos teniendo
suficiente sexo salvaje últimamente.
Eso, entre otras cosas, era lo que me
había atraído de él en un primer
momento, y aunque realmente no
tuviéramos menos sexo, sí que era cierto
que Grey era menos dominante que
antes, especialmente cuando yo me
enfadaba y él intentaba calmarme.
Salté dentro de mi Porsche Boxster
y salí del campus a toda velocidad,
asustando a unas chicas que se
precipitaron a unos matorrales por temor
a que yo quisiera atropellarlas, lo cual
no era en absoluto mi intención pues ni
siquiera las había visto caminando.
...

Cuando volvía a la mansión de Grey, me


patinó la rueda del coche hasta quedarse
parado justo al lado de la puerta
principal y del rododendro del que un
jardinero mexicano se había estado
tontamente ocupando. Y digo tontamente
porque no había visto venir a una mujer
en un Porsche rosa, y se tragó un puñado
de grava que salió disparada de los
neumáticos.
–Lo siento, Miguel.
–No pasa nada, señorita Elle –
respondió encogiéndose de hombros y
sacándose grava de la boca y del
sombrero mientras yo entraba a la casa y
lanzaba educadamente mis llaves a
Morris.
Encontré a Grey navegando en
Internet.
–¿Qué haces? –pregunté, sin ningún
interés en la respuesta y más preocupada
por contarle que había decidido que él
tenía que cambiar para asegurar nuestra
felicidad.
–Estoy buscando en la web de
anuncios Craiglist –dijo sin girarse.
Me crucé de brazos.
–¿Buscando qué?
–Un compañero adecuado para
nosotros. Quiero hacerte feliz, Elle, y
parece ser que no soy capaz de cubrir
tus necesidades, lo he notado, así que
quizá otro hombre sea la solución.
No estaba segura de si sentirme
complacida o no.
–¡Otro hombre! ¡En la web
Craiglist! Debes estar bromeando.
–No, es en serio. ¡Mira! –Grey
señaló la pantalla y la foto de perfil de
un chico que no estaba nada mal–. Este
parece un buen candidato. Treinta y
cinco, alto, atlético y trisexual.
–¿Qué cojones es un trisexual? –
pregunté.
–Significa que le gustan los
hombres, las mujeres y los
extraterrestres.
–¿Eso es ser trisexual? ¿Y en qué
momento decide una persona ser
trisexual? ¿Un buen día estás viendo
Men in Black y de repente te dices “ah,
no me importaría liarme con un alien,
con una guarnición de Will Smith y unos
azotes de Mira Sorvino”?
Grey me dedicó una mirada de
decepción.
–Para empezar, Mira Sorvino no
salía en Men in Black, y además, ser
trisexual no se decide, es simplemente
algo que siempre has sabido sobre ti
mismo.
Grey se giró de nuevo hacia el
ordenador y yo me fui, preguntándome si
un trío realmente serviría para curar esa
distancia que se estaba creando entre
nosotros, y pensando que aunque no
sirviera, aún así valdría la pena probar.
Durante los próximas días, me
mantuve deliberadamente distante de
Grey. Aún no tenía claro si mis
sentimientos por él se estaban apagando,
pera esa distancia me ayudó a escribir
mis relatos eróticos, pues pude volcar
mis frustraciones sexuales en ellos. Pero
el problema era que cuanto más me
alejaba yo, más agradable era él
conmigo, hasta que no pude soportarlo
más y le hice frente.
–Acorazado, ¿tienes un momento?
Grey se dio la vuelta, con esos
anchos hombros suyos, y me miró muy
serio.
–¿Qué pasa, Elle? –preguntó, y al
ver la expresión de mi cara, se dio
cuenta de que había un problema. –No
vas a... –Dudó si decirme lo que estaba
pensando –...porque mis sentimientos
por ti han crecido y...
Comprendí que le preocupaba que
fuera a cortar con él, y no me había dado
cuenta de que sus sentimientos por mí
eran tan fuertes. Me sentí orgullosa, pero
no podía negar que algo me estaba
haciendo infeliz y sabía que no le haría
ningún favor si no le contaba
exactamente qué era.
–Acorazado, tú eres un experto en
BDSM y mentiría si dijera que el rollo
dominante no era algo que me atrajo de
ti en un primer momento.
–Vale, te escucho.
–El tema es que últimamente no has
sido muy dominante.
–Pero te doy un poco de acción
hard-core tentacular cada vez que me lo
pides –protestó Grey.
–Ya lo sé pero, ¿por qué tengo que
pedírtelo? ¿Por qué no lo haces sin más?
¿Por qué no te lanzas sobre mí más a
menudo?
–Me parece de mala educación.
Quiero decir que quizás no te apetezca,
o estés concentrada en tus deberes o tus
relatos, y sinceramente, me viene bien
aprovechar el tiempo libre para
ocuparme de mis negocios.
Puse los ojos en blanco.
–Entiendo todo eso, pero ya sabes,
no es sexy tener que pedirlo siempre.
Me refiero a que no se le pregunta a una
mujer “¿Te gustaría que hiciéramos el
amor, flor?” Simplemente, lo haces,
tomas lo que es tuyo, como un hombre.
–Sí, pero he estado leyendo Cosmo
y dicen que tengo que respectar el hecho
de que algunas veces no te apetezca
hacerlo y que tengo que ser más sensible
con tus altibajos emocionales.
–¡Que le den por culo a mis
altibajos emocionales y a la puta
Cosmo! ¿Por qué a los hombres les
interesa tanto esa revista últimamente?
Lo que tendrías que estar haciendo es
saciar tus deseos viriles con mi
cuerpazo, sin ningún tipo de
consideración por mis sentimientos.
–Pero entonces te enfadarías. He
leído que es un comportamiento muy
desconsiderado por parte de un hombre
en estos tiempos de igualdad de las
mujeres.
–Sí, tenéis que tratarnos como
iguales, ¡pero no en detrimento de una
vida sexual de dominación!
–¿Pero cómo puedo tratarte como
una igual y luego dominarte? ¿Cómo es
posible?
–Me refiero a dominarme en el
plano sexual, y a veces ser un poco
controlador en nuestra vida diaria,
porque eso es bastante varonil.
–Pero si te controlo y te domino,
¿cómo voy a seguir los preceptos
lógicos del feminismo?
–¿Y quién te ha pedido que lo
hagas?
–¿La sociedad?
–Mira, no importa lo que diga la
sociedad, lo que importa es lo que digo
yo. No estás saliendo con la sociedad,
estás saliendo conmigo. Y cuando
necesito un poco de dominación y de
control excitante, se supone que me lo
tienes que dar.
–Entonces tú me avisas, ¿verdad? –
preguntó Grey.
–¡No! ¡No puedo decirte cuándo lo
necesito! Eso echaría por tierra el
principio de la dominación y el control,
porque si te digo cuándo me apetece,
entonces soy yo la que tiene el control,
¿no?
–Entonces, si de repente te agarro
del cogote y te obligo a ponerte de
rodillas y a realizar actos sexuales
conmigo, ¿no te enfadarás?
–Bueno, puede que sí y puede que
no, dependerá de mi estado de ánimo.
Grey cruzó las piernas con aire
pensativo y se inclinó hacia atrás en el
cómodo sillón de cuero, con sus zapatos
de piel color guinda relucientes.
Después de un rato en silencio, tuve que
preguntarle:
–¿Qué estás pensando?
Y él respondió:
–Me estoy preguntando¿“Qué haría
Dios en mi situación”?
–¿Cómo?
–¿Jesús te poseería y te obligaría a
tener sexo con él?
–¡No! No lo haría. Es demasiado
bueno.
–Entonces tampoco debería hacerlo
yo –concluyó.
–¡Jesús no es mi novio! ¡Lo eres tú!
–¿Pero tú saldrías con Jesús?
Era una buena pregunta, y tuve que
pensármelo un poco, pero me costaba
elegir qué Jesús me gustaría más:
Charlton Heston, Mel Gibson en la
Pasión de Cristo, o el negro en el
controvertido y altamente erótico
videoclip de Madonna, “Like a Prayer”.
–Hum, cuando era un joven
carpintero no hubiera salido con él.
Aunque sí que me hubiera gustado
tenerlo como amigo.
–¿Y cuándo era más mayor?
–Supongo que entonces sí.
–¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia?
–Bueno, se convirtió en Cristo, el
hijo de Dios. Si la mirada lasciva del
hijo de Dios se posa en ti, no le dices
que no, ¿verdad?
Grey levantó las cejas.
–¿Entonces saldrías con él sólo
porque es el hijo de Dios? ¿No tiene
nada que ver con todas esas medallas de
oro que ganó?
Grey sonrió como si creyera que
era realmente inteligente.
–No se trata sólo de eso, Grey. Era
un mesías, la gente le seguía, y todo eso
es muy erótico. Y con el rollo de los
milagros, ¿qué mujer podría resistirse?
Necesitas un nuevo bolso Fendi y
“voilà”, aquí lo tienes. ¡Son todo
ventajas! Aunque por supuesto le
obligaría a afeitarse y a tener un aspecto
un poco más presentable en general.
–¿Por qué tiene que tener el hijo de
Dios una pinta más presentable? ¿No es
suficiente con que sea el hijo del ser
más divino y puro conocido por el
hombre?
–Porque ¿qué hubiera pensado la
gente de mí al verme andando por las
calles de Galilea con un hombre cuya
barba podría usarse como un nido de
águilas?
Grey miró hacia abajo y murmuró:
–Ya entiendo la razón por la que
Jesús se mantenía alejado de las
mujeres.
–¿Qué?
–Nada, nada... sólo estoy
pontificando.
–Bueno, por favor, no pontifiques
delante de mí, ¡resulta bastante grosero!
Grey se encogió de hombros.
–Entonces, Acorazado, volviendo a
la conversación, lo que necesito de ti es
que seas un poco más dominante. No
sólo eso, sino también que, bueno ya
sabes, que intentes hablarme mal de vez
en cuando, y que seas un poco cruel y
despiadado, sin por ello dejar de ser
cariñoso en otros sentidos... pero sin
que resulte evidente.
–¿Cómo? ¿Que sea cruel y
despiadado, sin por ello dejar de ser
cariñoso en otros sentidos, pero sin que
resulte evidente? ¿Cómo se supone que
voy a hacer todo eso? ¡Ni siquiera tiene
sentido!
Suspiré. Realmente Grey no
entendía para nada a las mujeres.
–Sabes que escribo relatos
eróticos.
–Ya.
–Bueno, el tema es que a todas las
mujeres les gustan los chicos malos.
–¿Ah, sí?
–Pues sí.
–Pero en Cosmo dicen que...
–¡Ya vale con Cosmo! ¡Puta Cosmo
con sus pamplinas y sus falsos
idealismos feministas!
Grey dio un respingo, asustado y
sorprendido por mi repentina falta de
paciencia con él.
–Si escribieras novelas románticas
sabrías que necesitas que el personaje
masculino sea un chico malo que ha
tenido un pasado difícil, ya sabes, un tío
al que le pasó algo que le hirió y marcó
profundamente, y por esa razón se ha
convertido en un hombre complicado y
frágil. Pero al ser un chico malo tan
complicado y rebelde (y potencialmente
violento), es muy varonil y puede
mandar a tomar por culo a la sociedad,
además sabe defenderse, sin olvidar que
puede proteger a las mujeres y cualquier
retoño que pueda tener con ellas. Y los
destellos de amabilidad que podemos
ver en él, que bien podrían ser
tendencias sociopáticas, nos muestran
que bajo esa coraza hay un buen
corazón.
–¿Pero por qué querrías tener hijos
con un hombre que está evidentemente
desequilibrado? No sería el mejor
modelo a seguir para tus hijos, ¿no?
–Para cuando tengamos niños ya no
estará desequilibrado, y si tiene algún
otro talento que podamos desarrollar,
pues mejor.
–¿Pero qué te hace pensar que ya
no estará desequilibrado cuando tengáis
niños?
–Porque para entonces le habremos
cambiado. Eso forma parte del gancho
de la historia, darle a la mujer un
hombre destrozado y observar cómo lo
arregla. Eso es lo que hacemos.
Grey se rascó el mentón.
–¿Y las mujeres siempre son
capaces de arreglar a los hombres y
convertirlos en buenos maridos y
padres?
–Eh...
–Dime, ¿cuántas féminas has
conocido en tu vida que hayan
conseguido hacerlo?
Pensé en ello un momento, pero no
me vino ningún ejemplo a la mente.
Aunque seguro que había alguna, en
algún sitio.
–¿No te parece más probable... –
empezó a decir Grey, que evidentemente
había notado una debilidad potencial en
mi argumento– que una mujer pueda
terminar con un tipo que la trata como
una mierda y que él no cambie nunca?
–Vale don Listillo, exactamente
¿qué crees que debería atraernos
primero de un hombre? Según tu opinión
basada en tu educación terrícola.
–Su sinceridad, amabilidad,
confianza y ambición.
Le miré detenidamente.
–Eso lo has sacado de Cosmo,
¿verdad?
Grey asintió.
–Bueno, si me preguntas, eso es lo
que cualquier mujer diría, no puedo
negarlo... pero no es necesariamente lo
que necesitamos, lo que funciona para
nosotras, como cualquier hombre que
tenga dos dedos de frente
comprendería... Al menos no hasta que
hayamos cumplido nuestro cuota de
hombres destrozados.
–No tiene ningún sentido, Elle.
–¿El qué?
–La idea de que un hombre sea un
cabrón solo porque tiene algún tipo de
herida que necesita ser curada.
Francamente, algunos hombres son
simplemente estúpidos egoístas.
–¡Enhorabuena! ¡Has descubierto la
pólvora, Acorazado! Pero todos los
hombres tienen algo en su interior que
vale la pena rescatar, y por esa razón las
mujeres son divinas, porque os amamos
aun cuando sois una mierda de hombres,
igual que hizo Jesús –dije, impresionada
con mi capacidad de recuperar el
control del hijo de Dios–. Por eso, no
necesitas preguntarte a ti mismo qué
haría Jesús en tu lugar, simplemente
necesitas preguntarme a mí qué quiero
que hagas.
–A ver si lo estoy entendiendo
bien, ¿las mujeres son algo así como los
albaceas personales de Jesús para
cumplir su voluntad en la Tierra? ¿Para
curar a los hombres cuando ya no son
capaces de curarse a sí mismos, y ni
siquiera saben que necesitan hacerlo?
¿Y para ofrecerles orientación
espiritual?
–Exactamente, yo misma no hubiera
podido explicarlo mejor –dije,
consciente de que de verdad no podría
hacerlo, pues estaba improvisando, pero
me gustaba la dirección que estaba
tomando la conversación–. Y es por eso
que las mujeres están por encima de
todas las demás especies del planeta –
añadí–, incluso por encima de los
delfines... y de los hombres, claro.
Parecía que Grey se lo estaba
tragando todo, pero entonces dijo:
–¿Y si las mujeres quieren que sus
hombres les compren cantidades
ingentes de muebles nuevos y de objetos
de decoración para sus casas? ¿Es la
voluntad de Jesús, o sólo son cosas de
mujeres?
–¡Espera, espera! ¡Para el carro! –
dije levantando la voz para evitar que
fuera demasiado lejos–. ¿Quién eres tú
para saber las razones profundas y
verdaderas que tiene una mujer para
necesitar un papel pintado bonito y una
cocina completa!
–Pero...
–¡No hay peros que valgan! ¿Cómo
coño es posible que no sepas que esas
cortinas nuevas, con el correspondiente
papel pintado a juego, podrían estimular
la delicada e inocente imaginación del
hijo de esa pareja, hasta el punto de
hacerle ser uno de los mayores artistas
del siglo veintiuno, que podría liderar
un movimiento artístico que cambiaría
incluso el modo en que percibimos la
propia vida? ¿Te gustaría ser
responsable de privar al mundo de eso?
Grey parecía avergonzado.
–No –respondió negando con la
cabeza, y levantando los dedos de los
pies dentro de sus zapatos de manera
perceptible, incapaz de soportar mi
mirada.
–Eso pensaba. Esa es la actitud
correcta –le dije.
Grey me miró como si hubiese
tomado una decisión:
–Vale, lo haré. Te trataré de la
forma en que necesitas que te traten.
–Estupendo –opiné, pensando que
Grey me comprendía finalmente–. Me
alegro de que estemos en la misma
página.
–Yo también –dijo antes de ir
personalmente a prepararme una taza de
café.
...

–¡Qué zorra eres! –Grey dijo de repente,


cuando estábamos en la mesa cenando
esa noche, mientras yo me llevaba el
tenedor de plata a la boca con un trozo
de filete poco hecho.
–¿Qué me has llamado?
–Zorra.
Dejé caer el tenedor en el plato y le
abofeteé todo lo fuerte que pude por
haberme tratado así, a mí, una dama.
Grey se frotó la cara, con aire
arrepentido.
–¿Por qué me has pegado? Dijiste
que querías que te tratara y que te
hablara mal, ¡sólo estaba intentando
hacerte feliz!
–¿Llamándome zorra? ¿Crees que
comparándome con un animal, e
insinuando que puedo soy una guarra me
vas a hacer feliz?
–Pero tú me lo pediste, no sé, me
pareció que debía llamarte así.
–Pues no. Hubiera estado bien si
me lo hubieras dicho cuando tenía tus
tentáculos en mi interior, mientras me
taladrabas, en el calor de la pasión,
cuando realmente hubiera estado
actuando como una puta. Entonces sí
hubiera sido aceptable que me llamaras
puta.
–¿Entonces no puedo llamarte
zorra, pero sí puedo llamarte puta, que
es peor?
–En un momento de pasión, sí.
–¿Pero eso no estropearía el
momento, la hermosa fusión de nuestras
almas mientras encontramos la manera
de darnos placer el uno al otro?
–Mira, yo estoy a favor de la
hermosa fusión de nuestras almas, en
ocasiones, pero lo que una mujer
necesita realmente es que la dominen y
que le digan guarradas. ¿Si no, cómo
podría llegar al orgasmo?
Grey se golpeó la frente.
–¡Lo estoy intentando! Me dijiste
que te hablara mal en ocasiones, y que
fuera dominante, pero como puedes ver,
acabo de hacerlo y no te lo has tomado
bien.
–Llamarme zorra no es muy sutil,
¿no crees?
–¿Por qué tiene que ser sutil? Se
supone que te tengo tratar y que hablar
mal, pero sin que resulte evidente. ¡Se
supone que tengo que ser cruel, pero con
ciertos destellos de amabilidad
escondidos bajo mi tumultuosa
superficie! ¡Y además tengo que tener
una actitud de chulo y ser sensible al
mismo tiempo! ¿Qué puto problema
tenéis las mujeres? ¿Cómo pueden los
hombres de la Tierra aceptar toda esta
mierda?
Grey se levantó con un rayo de
rabia atravesando sus firmes facciones
mientras levantaba un candelabro de
plata y lo lanzaba contra la pared con
tanta fuerza que salió volando parte del
yeso que la recubría, y en ese momento
me pareció increíblemente sexy.
Acercándose a mí, puso su dedo a pocos
centímetros de mi cara.
–¡Estoy hasta la polla de esta
mierda! Vas a hacer lo que yo diga y vas
a aceptar quién soy. Y me importa una
mierda todo este rollo. ¿Queda claro,
señorita?
Me quedé boquiabierta. Con una
mano, empecé a deslizar el tirante del
vestido por uno de mis hombros,
mientras mis piernas se retorcían y una
humedad se formaba entre ellas.
–Sssss... sí. –Conseguí decir.
–Ve a la mazmorra –ordenó.
–Pero...
–¡AHORA! –gritó.
Me levanté, incapaz de resistirme,
o ni siquiera de intentar resistirme, a sus
órdenes, y fui directamente a la
mazmorra, casi corriendo, con una
expectación burbujeando en mi interior,
mientras Grey me seguía a lo largo de
los oscuros pasillos, mientras se quitaba
la corbata negra con una mano y la
tiraba al suelo. Abrí la puerta y me giré
a mirarle, pero Grey me empujó
bruscamente adentro de la habitación, en
medio de la cual había una silla
solitaria.
–¡Quítate la ropa y siéntate! –me
ordenó.
–Yo...
–¡Ya basta! –bramó, acercando su
rostro al mío– Haz lo que te digo.
Me mordí el labio y obedecí sus
órdenes, desnudándome en frente de él,
observando cada uno de sus
movimientos para asegurarme de que no
se estaba enfadando conmigo. Caminó
alrededor de mi cuerpo desnudo
mientras se quitaba la camisa blanca.
Sus tentáculos empezaron a subir y bajar
por mi cuerpo, haciendo que me
estremeciera con un sentimiento de
deseo mezclado con un miedo primitivo.
Un instante después me obligó a
sentarme en la silla y empezó a atar con
fuerza mis muñecas y mis piernas. Los
tendones de sus músculos se tensaban
cada vez que apretaba los nudos,
haciéndome gemir con cada atadura,
hasta que terminó atando mi tobillo
derecho.
Allí estábamos: yo, desnuda y
atada a una silla de madera; y él, con su
musculoso torso desnudo y sus ajustados
pantalones de cuero, marcando esa
protuberancia que había aprendido a
conocer y amar.
Entonces Grey encendió una vela y
la balanceó despacio frente a mi vista y
luego frente a mis impertinentes pechos.
–¿Sabes lo que te voy a hacer,
Elle?
–No –dije, aunque sí lo sabía, y
estaba deseándolo, pues le había
sugerido día antes que me lo hiciera,
esperando añadir un poco de riesgo a
nuestra vida sexual. Había leído que
cuando la cera caliente goteaba en los
pezones de una mujer a la distancia
correcta, proporcionaba un intenso
placer a través de su cuerpo. Y si había
una cosa de la que estaba segura era de
que quería probarlo.
Grey empezó a inclinar la vela
ligeramente, mostrándome la piscina de
cera líquida que se iba formando bajo la
llama y que comenzaba a gotear lo largo
del tallo rígido de la vela. Me agarré a
la silla, esperando impaciente el placer
que se acercaba. Y entonces, a poca
distancia de mi pezón, dejó caer una
gota de cera ardiendo, blanca y cremosa,
directamente en mi rosada aureola.
Cuando cayó... ¡fue una jodida agonía!
–¡Joder! ¡Para! ¡Para!
Grey no me escuchó, pensaba que
todo era parte del juego BDSM, así que
movió la vela hacia mi otro pezón y
empezó a inclinarla.
–¡No! ¡No! –chillé. Entonces me di
cuenta de que no había dicho la palabra
de seguridad e intenté recordar cuál
era–. ¡Rey de Fuego! ¡Rey de Fuego! –
grité tan rápido como pude.
–Sí, soy el Rey de Fuego –dijo,
intentando sonreír de manera sexy y
agitando la llama en frente de mis ojos–.
Dom Corleoni, el Rey de Fuego.
En ese momento dejó gotear de
nuevo la cera sobre mí, abrasándome el
pezón.
–¡Estúpido! ¡Rey de Fuego!
No había pretendido llamarle Rey
de Fuego, sólo buscaba usar la palabra
de seguridad, y al mismo tiempo quería
insultarle llamándole estúpido.
–Si soy el Rey de Fuego –añadió–,
entonces seré un rey idiota, idiota por ti.
Y para dejarme claro porqué, me
dijo una última palabra:
–¡Romanticismo! –Y me guiñó un
ojo.
Entonces, Grey sacó, de una
canasta que ya estaba en la mazmorra
cuando yo llegué, un vol-au-vent de
gambas y lo mordisqueó de manera
seductora, para luego ponérmelo en la
boca, dándome a probar. No tenía ganas
de picotear tras haber tenido los pezones
prácticamente abrasados... hasta que lo
probé, ¡estaba buenísimo! Me había
quejado antes, pero me calmé cuando la
fría salsa, mezclada con el sabor
suculento de las gambas frescas,
llegaron a mis papilas gustativas.
Aún estaba masticándolo cuando
estiré el cuello hacia atrás para ver qué
más había en la cesta.
–¿Algo más?
Grey sacó una tostada tailandesa de
gambas, una de mis favoritas, y la
sostuvo colgando frente a mis labios.
–¡Venga, dame! –supliqué.
–Yo soy el amo, yo decidiré
cuando te lo comes.
–¡Que me des la puta tostada ahora!
–grité.
Grey hizo lo que le ordené,
metiéndola en mi boca, y mirándome
preocupado.
–Ah, ¡qué buena está! –dije–
Venga, desátame para que vea qué más
tienes ahí.
Grey me desató y los dos nos
sentamos, desnudos, alrededor de la
cesta de mimbre. Él sacó un mantel
blanco y rojo y puso la comida sobre él:
bocadillos, fresas con nata, una ensalada
césar con enormes picatostes, colines y
trozos de pizza al horno de piedra.
Ambos lo devoramos todo y, tengo que
admitir, que Grey había dado en el clavo
del romanticismo al preparar el que
sería mi primer picnic en una mazmorra
BDSM.
Todavía frotándome los pezones,
tuve que preguntarle:
–¿Cómo es posible que no
recordaras la palabra de seguridad?
–¡Claro que la recuerdo! Era
“rosas”, pero no la has dicho.
–¡No! ¡No era ésa! No parabas de
quejarte así que acabé aceptando que
fuera “Rey de Fuego”.
–¿De verdad? Lo siento, se me
olvidó.
–Que sepas que me has hecho daño
de verdad en los pezones. Si quieres te
puedo hacer lo mismo a ti, para que
entiendas lo que me has hecho pasar.
–No, no, déjalo, estoy aquí
tranquilo disfrutando de mi tostada de
gambas. –Rechazó Grey “gentilmente”.
El problema era que por mucho que
me gustara Grey, era evidente que
nuestra relación estaba en un callejón
sin salida del que no podríamos escapar
a menos que me permitiera a mí misma
explotar totalmente mis sentimientos.
Pero sabía que no podía ser todo lo
directa con él que me gustaría, pues la
verdad le haría daño, así que decidí
decepcionarle poco a poco, para no
cerrarme ninguna puerta en el futuro.
–Mira, Grey, no sé cómo decirte
esto, pero espero que no te lo tomes mal.
¿Me prometes que no te vas a enfadar?
Grey soltó su tostada de gambas.
–Te prometo que no me voy a
enfadar.
–Vale, bueno, para empezar, quiero
que sepas que me importas mucho, y
espero que siempre podamos ser
amigos. Pero necesito pasar algún
tiempo alejada de esta relación para
saber lo que siento realmente.
Grey respiró profundamente, y supe
que se sentía decepcionado.
–De verdad que he intentado
cambiar por ti, Elle, pero parece que
cuanto más cambio yo, peor va nuestra
relación. Haré que alguien te ayude a
mudar tus cosas de vuelta a tu antiguo
dormitorio mañana por la mañana.
–¿Mudarme ? ¿Yo? No puedo.
Renuncié a mi habitación cuando me
mudé aquí. Ahora vive otra persona allí.
Así que había pensado que tú podrías
mudarte a otro sitio una temporada
mientras yo me aclaro.
Grey dejó caer el colín que tenía en
la mano.
–¿Yo? ¿¡Pretendes que me vaya yo
de mi propia casa!?
–No hay necesidad de ponerse así.
–Intenté calmarlo–. Lo que te estoy
pidiendo es totalmente normal. ¿O qué
quieres, que me vea rebuscando comida
por la noche en medio de las peligrosas
calles de la ciudad?
–¿No te puedes quedar en casa de
tus padres? ¿O de algún amigo?
–Como ya sabes, mis padres viven
fuera, no es nada práctico. Y no puedo
pedírselo a mis amigos, después de
haberte prestado tanta atención a ti en
detrimento de ellos. Sería de mala
educación. Además, hay otra cosa.
–¿Qué?
–Me gustaría que le pidieras a tu
amigo el Hombre Tentáculo que venga
aquí a estar conmigo, por cuestiones de
seguridad.
–... tú... yo... ¡no puedes estar
hablando en serio!
–Totalmente en serio. No es culpa
mía que tengas esa extraña rivalidad con
el señor Ironía, ¿verdad? Pero he
pagado el precio por ello de ser
secuestrada y ahora nunca podré saber si
estaré a salvo ni cuándo. Así que me
parece que es lo mínimo que puedes
hacer por mí, ¿no crees?
Grey se sentó boquiabierto, y
entonces me di cuenta de que había sido
todo lo compasiva posible, teniendo en
cuenta las circunstancias.
–Así que, básicamente, ¿quieres
que me vaya de mi propia casa y que el
Hombre Tentáculo sea tu
guardaespaldas personal, aunque tenga
otras cosas mejores que hacer?
–Sí.
–Ni siquiera estoy seguro de si él
querrá aceptar, Elle.
Pero yo sabía que sí aceptaría,
había visto ese brillo en sus ojos, había
visto la forma en que se quedaba
mirando mi cuerpo fijamente, y sabía
que si tenía la oportunidad de acercarse
a mí, seguramente acabaría abrazando
mi cuerpo con sus tentáculos. Y si
efectivamente traicionaba a su amigo
Acorazado Grey aprovechándose
sexualmente de mi estado vulnerable, lo
cual por supuesto yo no quería que
hiciera, eso sólo sería una prueba de mi
atractivo y de su deseo sexual. Entonces
sabría finalmente con cuál de los dos se
suponía que debía estar, cuál era el
mejor para mí.
–¿Cuánto tiempo te quedarás en la
Mansión Grey?
–No lo sé. Supongo que lo que
tarde en curarme o en superarlo.
–¿Entonces lo nuestro ha acabado
completamente?
–No, eso no es lo que quería decir.
–Pero has dicho hasta que “lo
superes”.
–Sólo es una forma de hablar,
realmente no puedo decirte hasta
cuándo.
Finalmente, Grey accedió, y le pedí
que se fuera de la habitación principal,
si bien le permití dormir en una de las
habitaciones de invitados, al menos
hasta que se mudara a la mañana
siguiente, para ahorrarnos a los dos la
incomodidad de tener que vernos cada
día. Me pareció la única opción lógica
en ese momento.
...

–Bueno... –Empezó a decir Grey, de pie,


con aspecto desolado y las maletas en la
mano, mientras yo sostenía la puerta
principal abierta–. Supongo que es hora
de irme. El Hombre Tentáculo dijo que
llegaría en unos veinte minutos, quizás te
dé tiempo a arreglarte un poco y estar
más presentable, ¿no?
–No necesito estar presentable para
el Hombre Tentáculo, ¿qué te crees? –
Me burlé–. De todas formas, deberías
irte, Acorazado, no quiero retenerte.
–De acuerdo. –Asintió Grey, quien
parecía perdido–. ¿Te veré pronto?
–No estoy segura, pero te llamaré.
Grey se dio la vuelta y caminó
hacia su coche. Yo cerré la puerta y
corrí escaleras arriba a maquillarme y a
rizarme el pelo con las malditas
tenacillas; con un poco de suerte estaría
estupenda para cuando llegara el
Hombre Tentáculo.
Mi pedicura resaltaba en los
tacones altos de metacrilato, en los que
flotaban pececillos de plástico, y con el
vestido color mandarina que no dejaba
casi nada a la imaginación, era
imposible que no le impresionara.
–Señorita James –me llamó Morris
por las escaleras–, el Hombre Tentáculo
está aquí.
Bajé las escaleras, contorneándome
sutilmente con los tacones, y caminé
hasta el vestíbulo para dar la bienvenida
a mi súper héroe. Me quedé en el marco
de la puerta, inclinándome de manera
seductora.
–Vaya, vaya, señor Tentáculo,
¡dichosos los ojos que te ven!
Allí estaba él, con su traje de Lycra
negro y gris, con la máscara y todo,
ligeramente inclinado hacia atrás en el
sofá, como si fuera un hombre que tenía
el control absoluto del mundo. Giró la
cabeza hacia mí muy despacio,
mirándome fijamente, y dijo:
–¡Hola! –Y se giró de nuevo,
fijando la vista en la distancia, a través
de la ventana. Yo era probablemente
sólo otra más de sus muchas
admiradoras.
En ese momento, supe sin ninguna
sobre de duda que él era mi don
Perfecto. Me puse tan cachonda que
quise quitarme la ropa frente a él, en ese
mismo momento. Iba a hacer de él el
segundo hombre con el que había tenido
sexo, y estaba impaciente por ver cómo
sería.
El Hombre Tentáculo me siguió
con la mirada cuando caminé frente a él,
y me soltó:
–¡Pareces una naranja!
Me reí a carcajadas. No pude
evitarlo, él era tan divertido, y tan
masculino. Sabía cómo ser seguro de sí
mismo sin pasarse, pero no podía dejar
que se fuera de rositas después de
haberme dicho algo así, así que le
respondí:
–Deberías tener más cuidado con
lo que me dices, o tendré que pedirte
que te vayas.
El súper héroe se levantó, con
intención de irse, y dijo:
–No hay ningún problema, tengo
cosas más importantes que hacer.
–No, no... –supliqué, cogiéndole
del brazo–. Era una broma, quédate.
Se encogió de hombros y se volvió
a sentar, poniendo su brazo de nuevo en
el respaldo del sofá, mientras yo me
arrodillaba en el suelo y descansaba las
palmas de las manos en sus fibrosos
muslos.
–¡Cuéntame todo acerca de esos
villanos que has tenido que vencer
usando cantidades ingentes de violencia
y testosterona!
–No es nada, de verdad.
–Venga sí, cuéntame –le dije
mientras me escurría bajo él, rebosando
entusiasmo.
–Si insistes. –Accedió,
acariciándome el pelo con la mano.
Cuando paró, me miró como si hubiera
olvidado que yo estaba allí, así de
profundas eran sus emociones–. Pero
antes de nada, ¿estás segura de que al
señor Grey no le importa que esté a
solas contigo?
–No, le parece bien. Incluso sabe
que he pedido una botella de Absenta
para la cena de esta noche.
–¿Por qué Absenta? ¿Eso es lo que
sueles beber?
–No, pero supongo que me apetecía
algo nuevo para animarme, ¿sabes?
–Hum –El Hombre Tentáculo
asintió lentamente–. Estoy seguro de que
es eso. Y seguro que lo conseguirás más
tarde.
–¿Lo conseguiré?
–Me refiero a que conseguirás algo
nuevo para animarte.
Había un cierto tono de ira
reprimida en su voz. Temía que si me
acercaba demasiado a sus emociones,
podría dar rienda suelta a un torrente de
pasión sexual desenfrenada. O al menos,
eso era lo que yo esperaba. Era evidente
que él había estado muerto de celos por
mi relación con Acorazado Grey, pero
ahora iba a desatar a la bestia amarrada
que vivía en su interior, y no cabía
ninguna duda de que eso nos iba a
liberar y a curar a ambos...

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No te pierdas la tercera y última parte de la serie
Cincuenta Sombras de los Tentáculos de Grey.

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