Savransky Fernando

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Voces: SOCIEDAD COMERCIAL ~ SOCIEDAD ANONIMA ~ ACCION SOCIETARIA ~ VENTA DE

ACCIONES ~ TRANSFERENCIA DE ACCIONES ~ SOCIEDAD DE FAMILIA ~ CESION DE DERECHOS


Título: La limitación de la libre transmisión de acciones en la sociedad anónima de familia
Autores: Savransky, Fernando M.
Publicado en: LA LEY2007-F, 772
SUMARIO: I. Introducción. - II. Consideraciones generales sobre las cláusulas limitativas de la
transmisión de acciones. Derecho comparado. Criterio de la ley de sociedades - III. Clasificación de las
restricciones según su fuente. - IV. Sentido y alcances de las cláusulas restrictivas de la transmisión de
acciones. Su compaginación en la sociedad anónima "de familia". - V. La jerarquía de intereses
jurídicamente tutelables. - VI. Criterios de interpretación de cláusulas estatutarias ambiguas, oscuras o
simplemente incompletas. Formulación de posibles soluciones. - VII. La cesión de los derechos de
suscripción: un medio muy simple de eludir los efectos de las cláusulas limitativas. - VIII. El proyecto de
reforma. - IX. A modo de recapitulación final.

I. Introducción
Las cláusulas estatutarias limitativas de la libre transmisión de acciones aparecen por lo general dentro de
aquel subtipo legal que, fruto de la experiencia y de las necesidades de organización de ciertos emprendimientos
— de pequeña o mediana escala— donde la persona del socio constituye un rasgo de preeminente importancia,
se ha dado en llamar "sociedad anónima de familia" (1).
En efecto, esta peculiar fenomenología que asume la sociedad por acciones tiene como eje a la "empresa" en
su aspecto organizativo-funcional y, consiguientemente, responde a las cambiantes y maleables exigencias de su
organización de acuerdo con el principio dimensional de la misma (2). Así apreciadas las cosas, es de observar,
entonces, un dato positivo de la realidad que — como veremos a lo largo del presente análisis— ejerce decisiva
influencia en el tema que nos ocupa: los especiales caracteres que definen a las denominadas sociedades
anónimas "de familia" que, aunque de capitales esencialmente fungibles, guardan notables semejanzas — al
menos en la faz interna— con las de corte "personalista".
Con este telón de fondo, el enfoque de las cláusulas contractuales materia de este estudio deberá — cuando
menos— discurrir por los cauces de una adecuada valoración del verdadero interés jurídicamente tutelado a
través de las limitaciones que ellas establecen a la transmisibilidad de las acciones; y para esto será fundamental,
a no dudarlo, centrar el foco en las características particulares del subtipo de sociedad en que las mismas se
hallan insertas, esto es, "la sociedad anónima de familia", en tanto receptáculo de la pequeña y mediana empresa
por acciones.
Desde tal perfil, procuraremos en las líneas que siguen echar luz sobre algunos aspectos que consideramos
de sumo interés desarrollar aquí, sobre todo teniendo en miras las dificultades que muchas veces suelen
presentarse en la praxis profesional a propósito de estatutos que — generalmente por imprevisión de las partes
— exhiben una deficiente cuando no incompleta formulación en lo que respecta al contenido de las cláusulas en
cuestión.
II. Consideraciones generales sobre las cláusulas limitativas de la transmisión de acciones. Derecho
comparado. Criterio de la Ley de Sociedades
Constituye principio universalmente entendido que "la acción", como título valor destinado esencialmente a
circular, es libremente transferible por su poseedor, sin cortapisa alguna. Esta cualidad intrínseca de la acción,
no sólo hace a la esencia de la sociedad anónima en tanto estructura jurídica de la empresa moderna, sino que
constituye un estímulo vital para quien decide invertir sus dineros en ella, confiado en la seguridad que ha de
conferirle el título-accionario en virtud de su rápida y ágil negociabilidad. La libre transferibilidad de la acción
es, en definitiva, la contrapartida de la imposibilidad del accionista de acceder anticipadamente al retiro del
valor de la inversión efectuada en el haber social.
La mayoría de las legislaciones extranjeras de las que ha abrevado nuestro derecho societario receptan el
principio de la libre circulación de la acción, pero consagrando la licitud de aquellas cláusulas que introducen
limitaciones a las transferencias de acciones, tanto en el caso de actos inter vivos cuanto en las transmisiones
mortis causa.
Así, en la Ley de Sociedades Anónimas de España (3), se declaran válidas frente a la sociedad — siempre
que estén impuestas en el estatuto social— las limitaciones a la libre transmisibilidad de la acción.
En igual sentido, el art. 2355 del Código Civil italiano estipula que el acto constitutivo puede someter a
condiciones especiales las enajenaciones de las acciones nominativas.
En los Estados Unidos de Norteamérica, donde el derecho de sociedades es materia privativa de cada estado,
tanto el derecho judicial como las diferentes regulaciones estaduales contemplan la posibilidad de crear
restricciones a la transmisión de las acciones emitidas por las denominadas closed corporations (4) Nuestra Ley
de Sociedades Comerciales, en la Sección V, art. 214, consagra el principio de la libre circulación de la acción,
sean éstas nominativas o escriturales, aunque también dispone "que el estatuto puede ‘ limitar’ la transferencia

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de la mismas, sin que pueda importar la prohibición de su transferencia". En su último párrafo, incorporado por
la reforma introducida por la ley 22.903 (Adla, XLIII-D, 3673), establece que la limitación deberá constar en el
título o en las inscripciones en cuenta, sus comprobantes y estados respectivos.
Sin dejar de lado la significativa gravitación que tal principio general tiene para la dinámica de la sociedad
anónima, es a todas luces lícito que las sociedades del tipo en cuestión, articulen, por vía de regulación
estatutaria, ciertos procedimientos específicos que, sin llegar a prohibir la transferencia de las acciones ni
modificar o derogar la ley de circulación del documento (5), apunten en todo caso a limitar o condicionar la
circulación de las mismas, sometiendo la propuesta de venta al cumplimiento de determinados recaudos y
requisitos previos, sin cuya observancia la venta carecerá de efectos frente a la sociedad, sin perjuicio de su
validez entre las partes (6).
La doctrina admite sin reparos la posibilidad de crear en los estatutos restricciones a la libre transmisibilidad
de las acciones y coincide — en forma casi unánime— en reputar inadmisibles las prohibiciones o derogaciones
absolutas del derecho a transmitirlas y en condenar las restricciones a la libre transmisibilidad que encubren
verdaderas prohibiciones o que por contener restricciones inadmisibles para el derecho del socio producen
situaciones que impiden su transmisión. Hay, para ello, una directiva básica a tener en cuenta: el derecho a
transmitir la acción es un derecho inderogable que forma parte de las bases esenciales de la sociedad anónima, el
cual se concreta en la facultad de disponer libremente de ellas cuando no esté limitado expresamente por los
estatutos sociales (7).
III. Clasificación de las restricciones según su fuente
En términos generales, las limitaciones a la libre transferencia de las acciones pueden tener una triple fuente:
a) legal (8); b) convencional (9) c) estatutaria (10).
En adelante, nos concentraremos solamente en las designadas en el punto c) que son las que interesan a la
materia de este comentario.
A su vez, las cláusulas limitativas de origen estatutario pueden dividirse en dos categorías: a) Cláusulas de
consentimiento; b) Cláusulas de opción o tanteo.
Las primeras, son aquellas que someten la propuesta de venta a la previa aprobación de los órganos sociales,
generalmente el Directorio, de tal forma que si el eventual comprador fuera del agrado del órgano encargado de
prestar la aquiescencia, se otorgaría una suerte de "placet" al vendedor a fin de que éste seguidamente pueda
formalizar, sin más trámite, la venta pretendida (11).
Las segundas, son aquellas que sujetan la propuesta de venta a la observancia de un mecanismo consistente
en la previa comunicación a la sociedad a los efectos de que ella, a su vez, anoticie la intención de venta a los
restantes coasociados de forma tal que éstos — o aun la sociedad misma (12)— queden a partir de entonces
habilitados para ejercer seguidamente una opción de compra preferente sobre esas mismas acciones, debiendo el
estatuto reglamentar equitativamente el procedimiento (13) relativo a la determinación final del precio — que
siempre deberá ser justo y razonable (14)— , así como fijar el plazo dentro del cual la referida opción podrá ser
operativa entre los accionistas beneficiarios, ya que una vez vencido el plazo el accionista quedará en libertad
para concretar la enajenación propuesta con quien tuviera por comprador.
Vistas las diferentes modalidades que pueden adoptar los pactos estatutarios de limitación a la libre
cesibilidad de la acción, en adelante nos abocaremos a la interpretación y análisis de los mismos, sin dejar de
discurrir previamente sobre el fundamento, sentido y alcances que en general es dado asignar a este tipo de
cláusulas, según la doctrina y jurisprudencia dominantes.
IV. Sentido y alcances de las cláusulas restrictivas de la transmisión de acciones. Su compaginación en las
sociedades anónimas "de familia"
De acuerdo con el criterio dimensional de la empresa receptado y desarrollado en el articulado de la Ley de
Sociedades, campea a lo largo del texto legal el reconocimiento de las sociedades anónimas cerradas, por
posición a las abiertas que son las que hacen oferta pública o cotizan sus títulos. La sociedad anónima de
familia, apunta Zunino (15), es una modalidad de la anónima cerrada, caracterizada además por el pequeño
número de accionistas que la integra y un capital acorde con la pequeña o mediana empresa, revelando
internamente una relación intuitu personae erigida sobre relaciones de intereses comunes, confianza recíproca,
amistada, lazos profesionales, etc.
En sintonía con la particular fisonomía de la anónima familiar, la doctrina de los autores (16) ve en este tipo
de restricciones estatutarias un legítimo y eficaz medio de preservar el buen funcionamiento de la sociedad, el
equilibrio de sus órganos, o la base homogénea de su grupo humano, frente a la posible infiltración de terceros
extraños y con intereses acaso contrapuestos a los del conjunto de los socios que, por lo común, conforman el
"grupo fundador"; en fin, procuran que las acciones de la sociedad no vayan a parar a manos de personas
advenedizas (por caso: personas con fines meramente especulativos, o aquellas que provengan de empresas
pertenecientes a la competencia o que puedan representar un peligro grave para los objetivos de la empresa, para

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sus líneas de acción de gobierno, sus planes de política comercial, o bien para la subsistencia misma del ente
colectivo, etc.) cuyos intereses no se identifiquen con el interés de la sociedad (17).
En tales casos, resulta obvia la necesidad de recurrir a la restricción de la transmisibilidad de las acciones a
efectos de que los accionistas no puedan transferirlas a personas extrañas a sus intereses (18).
V. La jerarquía de intereses jurídicamente tutelables
Dentro del complejo entramado de relaciones generadas por la actuación "colectiva" de un conjunto de
personas en el desenvolvimiento de una actividad empresaria bajo la forma societaria, es frecuente que se
entremezclen y combinen intereses de diversos accionistas, no siempre coincidentes entre sí. Bien pueden
existir, en efecto, intereses individuales en la actuación societaria, e inclusive intereses que no se identifiquen
plenamente con los de la mayoría. Pero lo cierto es que en este campo del derecho — donde la disciplina legal
regula en definitiva relaciones humanas y, más aún, las de una colectividad de sujetos, utilizando a la
personalidad societaria como mero instrumento o técnica de regulación unitaria del grupo (19)— sobresale una
noción superadora que se ha dado en llamar "interés social" y que, como tal, se erige en pauta prevalente
respecto de los intereses particulares que pudieren abrigar los socios, y a la cual éstos últimos deben, en
definitiva, subordinarse en su actuar dentro de la colectividad (20).
Sin entrar a considerar las muy señeras y fecundas teorías que a lo largo de la última centuria se han
esbozado en torno al concepto de interés social, juzgamos adecuado al objeto de este breve análisis adoptar la
clásica noción acuñada por la doctrina contractualista italiana, corporizada — principalmente— en la teoría que
hace más de cuarenta años desarrollara Jaeger (21) como uno de sus más conspicuos exponentes. En nuestro
medio, fue precisamente Halperin (22) quien, haciéndose eco de dicha corriente de pensamiento, se ocuparía de
reelaborarla algunos años más tarde, en términos singularmente preclaros. Ya en su obra "Sociedades
Anónimas", el citado maestro, partiendo de la aceptación a priori de una noción "unitaria" del interés societario,
decía al respecto: "Nos hallamos, pues frente a un concepto fundamental del funcionamiento de la sociedad
(actuación de los socios y órganos sociales) que halla su fuente en la "causa", y en la lealtad de actuación de los
socios e integrantes de los órganos (arts. 248, 59, 251, 70 L.S.) que bien puede concretarse o completarse (según
la trascendencia que se le asigne) con la buena fe en la ejecución del contrato (art. 1198 cod civ.)". Así
entendido, el interés social es la tendencia a la realización del fin último de la sociedad, que es la causa del
contrato, y que como tal es común a todos los socios. Es el interés que tienen los socios — despojados de todo
interés extrasocial— , en que mediante la actividad social se logre el máximo lucro posible, por lo que configura
el "mínimo común denominador" que une a los socios desde su constitución hasta su disolución (23).
Pues bien, a la luz de lo que llevamos dicho hasta aquí, parece forzoso plantearnos ya dos preguntas básicas:
¿qué intereses se pretenden tutelar con las restricciones previstas por la norma de la lsc:214? ¿existen rangos de
intereses implícitamente computados en la télesis legal?
En nuestra opinión, la cláusula contractual permitida por la lsc:214 ha de perseguir, como primer objetivo
(que aquí llamaremos "de primer grado") (24) la defensa del interés de la sociedad (25) y no el interés específico
de un grupo aislado de accionistas, por gravitante que este último pudiera ser (26). Y este interés social se
concreta en la necesidad de preservar el cariz eminentemente "intuitu personae" que, dentro de la anónima
familiar, se ve reflejado en los particulares lazos de colaboración y cooperación que los asociados —
generalmente, en función de la afinidad de sus intereses— anudan en el ámbito de la organización interna del
ente colectivo. Todo ello, de cara a asegurar — en vida de la sociedad— la estabilidad y el mantenimiento del
elenco fundador, así sea también de la hegemonía en la conducción, en el entendimiento de que cualquier
cambio o alteración en las personas de sus asociados conspirará contra la realización del objeto social, tal cual
los socios lo programaron en el acto fundacional.
Como segundo objetivo (que aquí llamaremos "de segundo grado") y en la medida de su expresa previsión
estatuaria ya que — bajo esta particular modalidad— no constituyen sino un elemento accidental del pacto (27),
estas restricciones estatutarias pueden servir también para mantener la incolumidad de las participaciones
sociales o, en otros casos, la igualdad o el equilibrio dentro de cada clase (28), conforme lo veremos
seguidamente (capítulo VI).
Es claro entonces que las cláusulas de opción apuntan primordialmente — en virtud de su operatividad
propia— a afianzar la preservación de la composición familiar de la sociedad junto al particular interés que le
es consustancial, ante la posible entrada de terceros adquirentes, ajenos, por definición, a la cerrazón personal
propia de este tipo de sociedades. Y, por añadidura, — según lo prevea expresamente el estatuto— aquéllas
tienden a resguardar el peso relativo de las participaciones sociales del conjunto de los socios no vendedores
(29).

Por su parte, las cláusulas de consentimiento aseguran que el sujeto interesado en adquirir los títulos en caso
de enajenación reunirá las especiales condiciones requeridas en los estatutos, de acuerdo con la índole de
actividad desarrollada por la sociedad y las características personales de sus asociados, en clara salvaguarda del
interés del sujeto colectivo. Pero, como se verá en el capítulo VI, esta clase de pactos no admite, por definición,
la protección de otro interés que no sea el de la propia sociedad. Siguiendo este orden de conceptos, ante la

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puesta en marcha de los diferentes procedimientos estatutarios que es posible fijar con la amplitud tolerada por
la lsc:214, cabe entonces distinguir un juego combinado de intereses que, según cada caso, habrán de incidir de
una u otra manera conforme se desplieguen a través de las cláusulas contractuales de opción, por un lado, o
mediante las cláusulas de consentimiento, por el otro. Veamos, al respecto, el distingo siguiente:
a.- Cláusulas de opción: i) la defensa del interés de la sociedad y el consecuente aseguramiento de la
cohesión y permanencia de su substrato colectivo (concebidos como objetivo de "primer grado") disparará la
opción exclusivamente en la hipótesis de que la oferta de venta esté dirigida a terceros y no en el caso en que la
misma se negocie — y a la postre— concrete entre los mismos accionistas de la sociedad; ii) la posibilidad de
adquisición de acciones a prorrata — con o sin derecho de acrecer— en aras del mantenimiento de la integridad
de las proporciones accionarias de los socios no vendedores (en tanto objetivo de "segundo grado") activará la
opción — las veces— tanto en el caso de que la propuesta de venta se dirija a uno o más accionistas, cuanto en
el supuesto de venta a un posible tercero.
b.- Cláusulas de consentimiento: i) la defensa del interés de la sociedad activará el respectivo procedimiento
estatuario exclusivamente en la hipótesis de que la oferta de venta esté dirigida a terceros, único supuesto
efectivamente capaz de justificar la operatividad de esta modalidad de cláusula estatutaria; ii) la protección del
interés de los socios es objetivo caracterizadamente incompatible con la funcionalidad propia de esta clase de
cláusula contractual (conforme se analizará in extenso en el capítulo VI, apartado "a").
VI. Criterios de interpretación de cláusulas estatutarias ambiguas, oscuras o simplemente incompletas.
Formulación de posibles soluciones
Como reflejo y expresión de la genérica facultad de libre configuración del contrato — en uso de la
autonomía de la voluntad, art. 1197 del Cód. Civ.— , trasciende, en el plano estrictamente societario, lo que al
decir de Richard constituye la actividad normativa de las partes, que se expresa en la posibilidad de formulación
de cláusulas contractuales que exceden las necesidades de organización del nuevo ente societario, pero que no lo
desnaturalizan ni lo tipifican (30).
Coherentemente con ello, es cláusula frecuente la que limita las transferencias de acciones o cualquier otro
acto de disposición sobre las mismas que pudieren realizar los accionistas exclusivamente con terceros ajenos al
ente. En este caso, es a todas luces evidente la legitimidad del pacto, pues condice con la finalidad última que
persigue el establecimiento de este tipo de restricciones. Obviamente que aquí la posibilidad de transferencia de
acciones entre los mismos accionistas operará en forma libre e irrestricta, pues en ausencia de previsión
estatutaria en contrario corresponderá reconocer en cabeza de los socios la máxima libertad de obrar y contratar
con los títulos accionarios de los que son titulares.
Asimismo, es usual hallar en los estatutos cláusulas que limiten in genere — ya sea a través del
consentimiento de los órganos sociales, sea por vía de mecanismos de opción— las transferencias de acciones
por actos intervivos e incluso mortis causa (31) que pudieran realizar los accionistas, sin dar mayores precisiones
acerca de si la propuesta de venta va dirigida a terceros o inclusive a uno o más accionistas. En este caso, atento
el criterio restrictivo que debe privar en la interpretación de las cláusulas limitativas de la libre transmisibilidad
de la acción, es indudable que corresponde considerar incluidos en la limitación solamente a los actos de
disposición concertados con terceros. Por tanto, a falta de prescripción expresa en contrario, reiteramos para este
supuesto el criterio interpretativo postulado precedentemente en cuanto a la plena libertad de obrar del
accionista para disponer sin limitación alguna de sus títulos, siempre que se trate de actos dispositivos realizados
entre quienes ya revisten la calidad de accionistas.
Ahora bien, un supuesto que acaso merezca ciertas aclaraciones podría presentarse si el estatuto sancionara
una cláusula en el sentido de limitar — las veces— las transferencias de acciones que, por cualquier acto de
disposición, pudieran generar vinculaciones no sólo entre accionistas y terceros, sino además entre quienes ya
son accionistas. Ciertamente que en este caso se estaría consagrando, en forma concurrente, una doble
limitación en orden al potencial sujeto destinatario de la transferencia.
A primera vista, la citada cláusula parecería no presentar mayores escollos de cara a su aplicación práctica,
pues el estatuto no haría más que condicionar, limitar o de algún modo restringir la enajenación de acciones,
mas no prohibir su transferencia. Empero, cuando se repara en el destinatario del acto de enajenación, de
inmediato podría surgir alguna duda acerca de la razonabilidad de su implementación en determinadas
situaciones.
Ante esta problemática, parece aconsejable formular seguidamente una sutil distinción entre aquellas
cláusulas que, autorizando la doble limitación (a todo evento operativa para los casos de enajenaciones entre
partes y, lo mismo, para las enajenaciones hacia terceros), restringen las transferencias de acciones mediante el
recurso al consentimiento de los órganos sociales, de aquellas otras que lo hacen por la vía de mecanismos de
opción de compra preferente.
Por razones de buen orden expositivo, seguidamente, se tratará por separado el desarrollo de las
consecuencias prácticas que siguen de cada supuesto, procurando echar luz sobre la procedencia o no del

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dispositivo en las diversas situaciones fácticas planteadas.
VI. a. La doble limitación incorporada a una cláusula de "consentimiento"
En el caso de que el traspaso accionario se pretenda concertar con un tercero ajeno al elenco de socios, la
cláusula en cuestión cumplirá su función natural, en la medida en que llene los mínimos recaudos de licitud y
validez impuestos por el ordenamiento jurídico en general (art. 953, 1198 del cód. civ.) y el societario en
particular (lsc:13,251 etc.) y su utilización no contraríe los fines que la ley tuvo en miras al reconocer el derecho
(art. 1071 cód. civ.) (32).
Distinta suerte correría esta cláusula si se la pretendiera hacer aplicable a las transferencias que pudieran
efectuarse entre los propios accionistas — ya sea puertas adentro de una misma clase, ya entre titulares de
diferentes categorías de acciones integrativas del capital social— . En efecto, bajo esta particular situación,
condicionar la disponibilidad de los títulos accionarios al consentimiento de los órganos sociales no se
compaginaría con el real fundamento que informa el establecimiento de este tipo de restricciones que, como
hemos visto, van dirigidas a la salvaguarda del interés de la sociedad y no al de un determinado grupo de
accionistas.
En tal sentido, las enajenaciones inter partes no entrañan peligro alguno para el interés de la sociedad, toda
vez que las mismas tienen por virtualidad producir la normal rotación del capital accionario en el seno interno
de la sociedad. Y, desde otro miraje — no menos significativo— , someter las enajenaciones de acciones a la
aprobación del órgano de gobierno podría contaminar al propio sistema ya que la minoría quedaría a merced de
la mayoría que, de seguro, se convertiría en árbitro final del precio de venta, encaramada en su absoluto poder
de no aprobar la cesión.
Puede concluirse, entonces, que las disposiciones estatutarias que limiten las transferencias entre los propios
accionistas, por vía de cláusulas de consentimiento, no tendrían razón de ser en el contexto de las sociedades de
familia: Si la libre transmisibilidad de la acción se ha erigido en un principio de tradición secular en materia
societaria, (aunque sujeta a limitaciones que no desnaturalicen la esencia del título) parece claro que tal regla ha
de propulsar toda su fuerza expansiva en el plano de las relaciones internas que desenvuelven en este tipo de
sociedades.
Precisamente, allí donde el elemento intuitu rei viene sustituido por el intuitu personae, surge palmaria la
inconsecuencia de restringir por vía de cláusulas de consentimiento la libre negociabilidad de la acción entre
accionistas, pues en definitiva las transferencias individuales que concierten ellos entre sí no producirán cambio
alguno en las condiciones personales de los miembros del grupo, ni trastrocarán la composición familiar de la
empresa (a salvo, ciertamente, el eventual caso de transferencias concertadas entre accionistas titulares de clases
diferentes, riesgo éste que de todos modos es posible neutralizar pero sola y únicamente recurriendo al
procedimiento establecido por medio de cláusulas de opción, que abordaremos en el apartado VI.b. (ii), no
siendo, en cambio, ni válido ni admisible conjurarlo mediante el mecanismo propio de las cláusulas de
consentimiento, conforme lo que se lleva dicho hasta aquí).
En suma, tales cláusulas importarían someter la venta de acciones a condiciones que se revelan
incompatibles con la dinámica y funcionamiento propios de esta particular clase de sociedades, a la vez que
prestarían firme pábulo al abuso del grupo controlante, convirtiendo a los socios minoritarios en prisioneros de
sus propios títulos (33): el mecanismo adoptado, a la postre, embozaría en realidad la prohibición absoluta de las
transferencias, lo que resulta a las claras inadmisible a la luz de las consideraciones hasta aquí expuestas.
De modo que la enajenación de las acciones a un accionista no obstante la formulación de una cláusula con
tales alcances, debería considerársela válida frente a la sociedad y los socios, sin que ninguno de ellos pueda
prevalerse de la existencia de una cláusula de consentimiento para invalidar la operación en cuestión. Dicho de
otro modo: la cláusula sería de ningún valor respecto de las transferencias que pudieren concretarse entre
quienes ya constituyen el elenco de accionistas.
VI. b. La doble limitación incorporada a una cláusula de "opción"
En este apartado, con el fin de aportar mayor claridad en el señalamiento de las consecuencias propias del
funcionamiento de esta cláusula en los diversos supuestos en que ella puede actuar, consideramos conveniente
abordar — a su vez— el punto desde dos vértices posibles de análisis. Ello así, por cuanto la cláusula
contractual en examen puede encontrarse inserta, según cada caso, en estatutos que no prevean la división del
capital en clases de acciones y, a la inversa, en otros que sí contemplen la creación de diferentes clases de
acciones integrativas del capital social — aunque reconociendo iguales derechos dentro de cada grupo (lsc:207)
— (34).
Veamos, seguidamente, las dos hipótesis implicadas en el tema:
VI.b. (i) Estatutos que consignan el capital social dividido en acciones que integran una sola y única clase:
Bajo este supuesto, parece claro que la cláusula limitativa juega simultáneamente en dos planos bien

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diferenciados: el primero, en la dimensión de la protección del interés social para evitar el ingreso de terceros
ajenos al ente — función por cierto compartida con las cláusulas de consentimiento condicionantes de las
transferencias a "terceros"— ; el segundo, en el ámbito de las relaciones participacionales de los coasociados,
evitando que la eventual venta concertada entre algunos de ellos — y aún con un tercero— vaya en detrimento
de la proporción relativa que cada uno tiene en el capital del ente, propósito que se logra a través de la
regulación del derecho de compra preferente y acrecer.
Por consiguiente, si la doble restricción alcanzara efectivamente a las transferencias efectuadas entre los
propios accionistas, sometiendo la propuesta de venta al mecanismo de opción o compra preferente establecido
a favor de los restantes socios, estimamos la cláusula respectiva sería lícita, porque, además de ser corolario de
la libertad contractual, iría dirigida, en última instancia, a salvaguardar las integridad de las participaciones
sociales de los accionistas no transfirentes — conforme ya dijimos— .
De allí que la transmisión de acciones entre aquellos accionistas que no hayan respetado el derecho de
opción de los demás, sería ineficaz frente a la sociedad que entonces estará en condiciones de no convalidar ni
inscribir la transferencia en sus libros (lsc:213).
VI.b. (ii) Estatutos que consignan el capital social dividido por clases de acciones:
En esta hipótesis la cláusula limitativa activará la opción — de compra preferente, en su caso con derecho de
acrecimiento— permitiendo, a través de la doble restricción que ella reglamenta, resguardar simultáneamente
los valores siguientes: i) el interés social, impidiendo el ingreso de terceros ajenos al ente — función por cierto
compartida con las cláusulas de consentimiento condicionantes de las transferencias a "terceros"— ; ii) la
consistencia e integridad de las participaciones sociales de cada una de las clases, así como el mantenimiento de
la igualdad de derechos dentro de cada clase, así se trate de una venta a un posible tercero, o bien de eventuales
transferencias entre accionistas pertenecientes a diferentes clases; iii) la plena libertad de disponer de las
acciones entre los accionistas de una misma clase, en la medida que la cláusula restrictiva no podría de ningún
modo condicionar la libre circulación del capital en el seno interno de la clase.
En tal sentido, queda librado a los estatutos establecer el orden en que se ejercitará el derecho de compra
preferente, pudiendo pactarse que primero tendrán ese derecho determinados sujetos (titulares de una
determinada clase), y en caso de no ejercicio de la opción por parte de éstos, el mismo se dilatará hacia otros
posibles legitimados (v.gr: demás clases, sociedad o directores), siendo factible adoptar distintas modalidades
tales como circular, piramidal, escalonada, etc. (35).
Del mismo modo que en el supuesto anterior, el procedimiento aquí se aprecia impregnado de toda licitud en
la medida en que — al tiempo de custodiar el interés de la sociedad— aparece dotado de las mayores garantías
para la preservación de la igualdad de los derechos que asisten a los titulares de cada clase.
De allí que — en este supuesto— la transmisión de acciones con transgresión a la cláusula de opción, será
ineficaz, también, frente a la sociedad, la cual igualmente estará en condiciones de no convalidar ni inscribir la
transferencia en sus libros (lsc:213).
VII. La cesión de los derechos de suscripción: un medio muy simple para eludir los efectos de las cláusulas
limitativas
Una de las tantas formas posibles para acceder a la condición de socio, además de la adquisición originaria
perfeccionada en el acto fundacional — por suscripción de acciones en el acto constitutivo— , la adquisición a
título derivativo — ya sea por sucesión por actos entre vivos o mortis causa— , la adquisición forzosa — por
resolución judicial en los casos de los arts. 43 de la ley 19.551 y art. 28 de la ley 19.550— y la adquisición por
suscripción de nuevas acciones (36), puede darse a través de la negociación y cesión de los derechos de
suscripción. Bajo esta especial situación no deja de configurarse un negocio jurídico perfecto que tiene por
objeto ceder y transmitir de un sujeto a otro — ya sea a título gratuito u oneroso— los derechos que al primero
— en tanto accionista— le compete frente a la sociedad, en los casos de aumento de capital por suscripción de
nuevas acciones (lsc:187 y 188).
Más allá de la cuestión de si se trata de una simple cesión de derechos en el sentido del art. 1434 del cód civ.
o de la transmisión de la compleja posición contractual del tradens, lo cierto es que tal negocio tiene por
virtualidad colocar al adquirente en la misma posición jurídica que el transmitente tenía antes en el contrato de
suscripción celebrado con la sociedad en las condiciones de la lsc:188. Sea que se canalice a través de una u otra
figura, tal acto dispositivo siempre se consolida con relación terceros a partir de la notificación o aceptación de
la cesión por parte del deudor o co-contratante cedido (art. 1460 y 1467 del cód. civ.) (37), que en el caso resulta
ser la propia sociedad. Con ello, el cesionario podrá acceder en plenitud a la condición de socio, en virtud del
nuevo emplazamiento — dentro del contrato de suscripción— originado por tal acto jurídico de transmisión de
derechos; y de tal suerte, en la medida en que cumpla con las obligaciones impuestas en el contrato de
suscripción (básicamente: la integración del aporte), el adquirente pasará a gozar del complejo de deberes,
atribuciones y derechos que entraña la condición de socio, salvo que el negocio a la postre se frustre ante el
acaecimiento de la situación prevista por la lsc:191.

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Ahora bien, ante el supuesto en análisis ¿cómo juega la cláusula restrictiva de las transferencias accionarias?
¿Es extensible a los casos de transferencia de los derechos de suscripción?. ¿qué ocurriría en los casos de
transferencia de los derechos de suscripción a un tercero y aún a otro/s accionista/s? Pensamos que la cláusula
limitativa desempeña en estos casos un rol por completo ineficaz para cubrir y regular el supuesto en examen, y
nos basamos en las razones que siguen: i) La limitación permitida por la lsc:214 afecta solamente a la
transmisión de acciones ya suscriptas, sin que haga referencia alguna a ninguna clase ni genero de derechos
relacionados con la suscripción de una nueva emisión de ellas — sea que se trate de acciones liberadas o no
liberadas— ; ii) Ergo: no puede extenderse por vía de analogía una restricción concebida para condicionar la
transferencia de participaciones accionarias a un supuesto que, conceptualmente, presenta notables diferencias
en cuanto al quid — rectius: el objeto— sujeto a la limitación del acto traslativo.
Va de suyo, pues, que el solo traspaso de los derechos de suscripción a un tercero — y aún a uno o más
accionistas— es vía potencialmente apta para burlar y tornar del todo ilusoria la eficacia obligacional de la
cláusula limitativa de la transmisión de acciones, en especial el derecho de opción que ésta acuerda en favor de
los diversos sujetos a los cuales alcanza (38). Las consecuencias serían, bajo tales circunstancias, en extremo
deletéreas para todos los sujetos involucrados (sociedad y accionistas), pues por ése medio — indirecto—
acabaría fatalmente desbaratada la mismísima finalidad tuitiva del pacto estatuario concebido al amparo de la
lsc:214, con grave menoscabo de todos los intereses en juego.
Aún conscientes de que en las sociedades cerradas las posibilidades de negociación del derecho de
suscripción son de muy difícil o acaso ilusoria puesta en práctica fuera de los confines de la propia sociedad, y
ello debido a la inexistencia de mercado para concretarla (39), estimamos militan de todas maneras dos razones
de peso que avalan la posición que aquí sustentamos: i) En cuanto respecta al interés societario, de permitirse la
libre cesibilidad de los derechos de suscripción, esto podría efectivamente facilitar u alentar maniobras dolosas
de cierto grupo de accionistas — impulsadas probablemente por quienes detenten el control— que recurrirían al
arbitrio de aumentar el capital social solamente para soslayar por vía indirecta la limitación del art. 214,
posibilitando de tal forma el traspaso de los correspondientes derechos de suscripción a personas ajenas a la
sociedad y alineadas con los intereses del grupo controlante; ii) En lo que concierne al interés de los socios, de
permitirse la transmisibilidad irrestricta de los derechos de suscripción — recíprocamente— de un socio a otro
u otros, en definitiva se terminaría quebrando la coherencia de todo el sistema porque, igualmente, quedaría
abierta la posibilidad sortear fácilmente la limitación del art. 214 produciendo, para peor, ingentes e irreparables
daños a los derechos individuales de los accionistas; tales: la desintegración de la proporcionalidad de las
participaciones accionarias preexistentes (supuesto analizado en el capítulo VI, aparatado b. "i") y, en su caso, el
rompimiento del equilibrio o igualdad de las participaciones habidas dentro de cada clase (supuesto analizado en
el capítulo VI, aparatado b. "ii").
Entendemos, por consiguiente, que en el diseño de las cláusulas del tipo en análisis deberá extremarse el
celo y la previsión de modo de hacer expresamente extensiva la limitación a todos los actos de disposición que
pudieran realizarse en materia de derechos de suscripción (40), los que quedarían sujetos al mismo mecanismo
previsto para los casos de traspaso de acciones, permitiendo al accionista o accionistas ejercer la opción de
compra preferente, en proporción a sus tenencias, en su caso con derecho de acrecer.
En suma, la solución que propiciamos es perfectamente realizable en el marco del ancho espacio de
autorregulación dimanante de la autonomía de la voluntad y — algo más importante aún— permite poner
enteramente a resguardo los delicados intereses comprometidos en la especie, cubriendo, a fin de cuentas, los
múltiples resquicios que la cláusula contractual — fundada en la lsc:214— es pasible de dejar ante una
diversidad de posibles situaciones en las cuales el dispositivo puede ser fácilmente burlado en toda su eficacia
vinculante.
VIII. El proyecto de reforma de la Ley de Sociedades
En el texto del Proyecto de Reforma elaborado por la Comisión creada por el Ministerio de Justicia
(resolución MJ y DH 102/2) contempla el art. 35 que a su vez modifica el art. 214 de la ley 19.550. Al efecto, se
consagra la posibilidad de establecer en los estatutos la veda de la venta de las acciones, por un plazo máximo
que se limita a tres años, cumplido el cual se autoriza a introducir restricciones a las transferencias de acciones.
Sin perjuicio de que no se alcanza a comprender el sentido de introducir (bien que en forma limitada en el
tiempo) una prohibición legal de enajenar (contraria, de por sí, a la filosofía de la ley), compartimos las reservas
expresadas por la doctrina (41) en punto al párrafo segundo del mismo texto, atento a lo antifuncional que
resultaría la intromisión de la sociedad en la operación ofreciendo adquirir las acciones o acercando un tercero
que ofrezca su valor, "en cuyo caso no operarán las restricciones estatutarias estipuladas (sic)".
En cambio, estimamos como un loable avance en la materia la redacción introducida en el último párrafo del
art. 35, disponiendo la aprobación tácita de la operación si la misma no es inscripta por los órganos de la
sociedad dentro de los dos meses de cursada la pertinente notificación; ello considerando que la inacción del
Directorio o la Asamblea es y ha sido, en estos casos, fuente de innumerables conflictos que, las más de las
veces, no hacen sino provocar serios perjuicios a los sujetos interesados en perfeccionar la operación frente a la
sociedad, a la vez que entorpecen el normal funcionamiento de está última — por lo común, en torno la falta de

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legitimación del adquirente— .
IX. A modo de recapitulación final A estas alturas, de lo que se lleva dicho pueden extraerse las
conclusiones siguientes:
a. Las cláusulas limitativas de la libre transferencia de la acción, aparecen, por lo general, en el ámbito de las
llamadas sociedades de familia, donde es menester proteger la cerrazón natural del elenco fundador a través de
restricciones al ingreso de terceros cuyos intereses no se identifiquen con los de la colectividad.
b. Los pactos limitativos tienden, por ende, a proteger el interés de la sociedad y no el de un determinado
grupo de accionistas.
c. Adicionalmente, estas cláusulas pueden perseguir la protección de los intereses de los accionistas, pero
esto solo ocurrirá en caso de expresa previsión estatutaria y bajo determinadas y específicas circunstancias
(ergo: según el caso, a los fines del mantenimiento de las proporciones preexistentes o bien para asegurar la
igualdad de peso dentro de cada clase).
d. Una cláusula redactada en términos genéricos, sin dar mayores precisiones acerca de si la venta va
dirigida a terceros, a los mismos accionistas, o bien a ambos, debe entenderse en el sentido que solamente
condiciona la venta a terceros, atento el criterio restrictivo que es dado seguir en orden a la interpretación de este
tipo de disposiciones contractuales.
e. La operatividad de dichas cláusulas se reduce, en principio, a las transferencias con terceros, salvo que el
estatuto prevea la posibilidad de introducir también restricciones que alcancen a las transferencias inter partes —
accionistas— , caso en el cual el estatuto estaría consagrando una doble limitación.
f. En uso de la autonomía de la voluntad, pueden reglamentarse cláusulas que restrinjan las transferencias
entre los propios accionistas, pero sólo serán validas aquellas que adopten la forma de mecanismos de opción a
favor de los sujetos legitimados, como medio de permitir — según cada caso— la preservación de las
participaciones sociales de los socios no transfirentes, o bien la igualdad de derechos dentro de cada clase.
g. La implementación de cláusulas de consentimiento a fin de condicionar la venta de acciones entre los
mismos socios, resulta inconciliablemente reñida con el fundamento y sentido del instituto, por lo que deberían
reputarse inválidas.
h. Las cláusulas limitativas de la libre transmisión de acciones "pueden", producto de la autonomía de la
voluntad, hacerse extensivas y operativas a los casos de cesión de los derechos de suscripción, reconociendo
también en favor de los restantes socios el derecho de compra preferente y acrecer.
i. Y es conveniente que esto último así se haga, para evitar que por medio de "actos indirectos" se eludan los
efectos de las limitaciones estatutarias que permite estipular la norma de la lsc:214.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)
(1) El integral estudio de la figura ya ha sido plasmado en la obra de VERON: "La Sociedad Anónima de
Familia" (VERON, ALBERTO V., "Sociedades anónimas de familia", ed. Abaco, Buenos Aires, 1979)
(2) Según enseña VERON, este criterio es el que da su razón de ser a la figura en análisis, permitiendo, en
consecuencia, delinear los factores distintivos de aquélla. En tal sentido, los elementos de distinción que llevan a
establecer como dos categorías conceptuales diferenciadas a la "sociedad anónima de familia" y a "la sociedad
anónima", serían, en general, los siguientes: la envergadura de la empresa, el contrato plurilateral de
organización, la naturaleza jurídica y la regulación normativa, el affectio societattis, el intuitu personae, la
propiedad del capital, y su gestión negocial, la función económica de la sociedad, etc.. (VERON, ALBERTO V.,
op. cit., p. 241/3).
(3) Inclusive, por Real Decreto Legislativo 1564/89, que modificara la Ley de Sociedades Anónimas de
España, el nuevo texto del art. 64 consagra expresamente la posibilidad de restringir la circulación de acciones
de una sociedad al caso de transferencias mortis causa.
(4) BALLANTINE, explica que ciertas restricciones a la transferencia de las acciones pueden ser impuestas
por disposiciones gubernamentales, por previsiones legales, o mediante ciertos pactos anudados entre los
accionistas o entre estos últimos y la sociedad. En ausencia de una restricción válida dispuesta por autoridad
competente, añade, las acciones son libremente transmisibles y la sociedad no puede oponerse a aceptar una
adquisición de acciones realizada de buena fe. Por último, comentando algunos precedentes judiciales
resonados, concluye en que existe suficiente amplitud de criterio como para permitir a los firmantes del acto
constitutivo y los accionistas la incorporación al estatuto de restricciones a la transmisión de las acciones, las
que generalmente no serán declaradas contrarias al orden o interés público, a menos que resulten
ostensiblemente irrazonables según las circunstancias. (BALLANTINE, Henry Winthrop, "Ballantine on
Corporations", Chicago, 1946, p. 775/6)
(5) VERON, Víctor A, Ley de sociedades comerciales, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1986, p. 538.

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(6) Enrolados en esta posición se hallan: VERÓN, Víctor A., ob. cit., p. 549/5; GAGLIARDO, Mariano, "El
Directorio en la sociedad anónima", Abeledo Perrot, Buenos Ares, 1986, Capítulo VIII, p. 211,212; NISSEN,
Ricardo A., "Ley de sociedades comerciales", Abaco de Rodolfo de Palma, Buenos Aires, 1985, To.3, p. 259;
GARRIGUES, Joaquín y URIA Rodrigo, "Comentario a la ley de sociedades anónimas", Madrid, 1976, To. 1,
p. 536/7; En contra: Halperin, quien sostiene que la transferencia en tales condiciones afecta la eficacia del acto
y el contrato se rescinde, porque el resultado que así se obtendría es diverso del querido, que era la
incorporación de la acción con tos sus derechos al patrimonio del comprador, lo que no se obtiene.
(HALPERIN, Isaac, "Sociedades Anónimas", De Palma, Buenos Aires, 1974, p. 291).
(7) BROSETA POND, Manuel, "Restricciones estatutarias a la libre transmisibilidad de las acciones,
Biblioteca Tecnos, Madrid 1963, p. 14/15.
(8) MOLINA SANDOVAL agrupa dentro de las limitaciones de fuente legal a las previstas expresamente
por la ley 19.550. Tales el art. 50 (prestaciones accesorias) y los arts. 220 y 221 (prohibición de la sociedad de
adquirir sus propias acciones).
(9) Se incardinan en los llamados "Sindicatos de Accionistas", los cuales nacen de un contrato, celebrado
entre todos o algunos de los accionistas, pudiendo perseguir y combinar las más diversas finalidades y ofrecer
variadas modalidades; entre ellas: la de establecer la posibilidad de bloqueo de las acciones de los accionistas
sindicatarios (sindicatos de bloqueo) o eventualmente condicionar su transmisibilidad bajo determinados
recaudos, por ejemplo confiriendo o no a los accionistas signatarios del pacto el ejercicio de la opción de
compra preferente, en su caso con derecho de acrecer, o eventualmente prohibiendo la transferencia de los
títulos por cierto plazo. Por definición, esta especie de contratos son concertados al margen del ordenamiento
estatutario, puesto que están llamados a regir con eficacia obligacional exclusivamente limitada a quienes
concurren a su formación o se adhieren luego a los mismos, razón por la que han recibido en la doctrina la
calificación de "pactos parasocietarios". (Ver ANAYA, Jaime, "La sindicación de acciones", comunicación
efectuada en la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, en la sesión privada del 13
de junio de 1996).
(10) De más está decir que la prescripción estatutaria que incluya esta clase de pactos se enmarca en el
"ordenamiento societario", lo que determina que sean plenamente vinculantes para la sociedad y los socios; y
por extensión, sella su oponibilidad erga omnes por el principio de publicidad registral — oponibilidad a
terceros— a partir de la pertinente registración (arts. 12 y 60 de la ley 19.550).
(11) Amén de las variadas matizaciones que admite la formulación de la cláusula contractual en análisis
(ergo: estatutos que expresan los motivos condiciones para el rechazo u aprobación de las transferencias, u otros
que nada previenen al respecto), la discrecionalidad de los órganos nunca podrá caer en el terreno de la
arbitrariedad, lo que llevaría a la impugnación de la decisión denegatoria por la vía prevista por el art. 251 de la
ley 19.550.
(12) La eventual adquisición por la sociedad deberá hacerse — so pena de nulidad— en las condiciones del
art. 220 de la ley 19.550, esto es, con ganancias realizadas y líquidas y para evitar un peligro o daño grave.
(13) ZAMENFELD, Víctor, "Restricciones a la transmisión de acciones", Diario La Ley del 14/5/2007.
Ver, a propósito, exhaustivo estudio del autor acerca de todas las variables y aspectos implicados en el
procedimiento que el estatuto puede articular en materia de determinación de precio, fijación de plazo, y
condiciones para el ejercicio de la opción.
(14) RAY, José Domingo, "Limitaciones a la transferencia de acciones", Abeledo Perrot, Buenos Aires,
1960, p. 47, 48 y ss; GAGLIARDO, Mariano, op. cit, p. 205/6; NISSEN, Ricardo A, ob. cit. p. 259;
GARRIGUES, Joaquín y URIA, Rodrigo, op. cit. p. 231; HALPERIN, Isaac, ob. cit. p. 289.
(15) ZUNINO, Jorge O., "Régimen de sociedades comerciales", 18° Edición, Astrea, 2004, p. 185.
(16) BRUNETTI, Antonio, "Tratado del derecho de las sociedades", Buenos Aires, 1960, t. 2, p. 98;
GARRIGUES, Joaquín y URIA, Rodrigo, ob. cit. p. 524.
(17) En este sentido: RANGUGNI, Diego Emilio, "Limitaciones a la libre transferencia de acciones", nota a
fallo recaído in re ""Neder Jorge A. c. Clínica de Alvear S.A. y otro", Cámara 1ª. de Apelaciones en lo Civil y
Comercial de San Nicolás, 08/10/1996 (publicado en LA LEY, 1998-D, 446), precedente en el cual se decidió
que era justificada la negativa del Directorio a aceptar la transmisión a favor de quien no responde prima facie a
los mismos intereses que los socios en virtud de tener actividades vinculadas con la competencia.
(18) ZALDIVAR, MANOVIL, RAGAZZI y ROVIRA, "Cuadernos de derecho societario", Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 1980, Volumen 3, p. 280.
(19) SUAREZ ANZORENA, Carlos, en Zaldívar, Manóvil, Ragazzi y Rovira, op. cit., t. 1, Capítulo 3°, p.
129.
(20) verbigracia: lsc:1, 2, 59, 70, 194, 248, 272, 251, entre otros.

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(21) JAEGER, Pier G. "L'interesse sociale", Dott. A. Giufre Editore, Milano, 1972.
(22) HALPERIN, Isaac, op cit., p. 181/2.
(23) ROIMISER, Mónica G. C., "El interés social en la sociedad anónima", editorial Depalma, Buenos
Aires, mayo 1979, ps. 30 a 33. (24) Según la línea interpretativa que patrocinamos, la creación de estas
cláusulas lleva ínsito, como fundamento obvio e inmediato, la protección del interés de la sociedad en todos los
casos en que la misma viene incorporada a los estatutos desde la oportunidad del acto constitutivo; razón por la
cual estimamos tal cometido constituye la "causa-fin" del respectivo pacto estatutario, entendida como el motivo
determinante del mismo (cód civ: 944).
(25) Ver doctrina sentada "in re" "Pérez, Manuel F. C. Transporte del Tejar", CNCom., Sala C, 30 de
noviembre de 1989; íd. Halperin Isaac, ob. cit., p. 288/9.
(26) BROSETA POND visualiza como hacedera la hipótesis de que ciertos accionistas o un grupo reducido
de ellos, pudiera eventualmente no sentir el mismo interés que el de la mayoría en cuya exclusiva conveniencia
se hubieran establecido las restricciones estatutarias en cuestión; caso en el cual sostiene no debe ponerse
directamente en entredicho la legitimidad del pacto, sino que en todo caso ha de estarse al uso o aplicación que
se haga del mismo, y esto dentro de ciertos límites mínimos de licitud. (BROSETA POND, Manuel, op. cit., p.
66). No obstante ello, de acuerdo con las premisas principales que orientan el razonamiento desplegado en el
presente comentario, pensamos que la noción de interés social, entendida con los alcances explicitados en el
capítulo V, excluye la posible interferencia de cualquier interés individual, lateral o marginal que pudieren tener
los accionistas a este respecto. Ello así porque, precisamente, es esa misma noción la que — llevada a la
dimensión de la realidad de las cosas— hace converger al conjunto de socios en torno a un valor predominante,
sinérgico y unificador, cual es la necesidad de propender a la estabilidad, permanencia y cohesión del elenco
fundador, recurriendo para ello ab initio a la previsión estatutaria de este tipo de restricciones. Dejamos a salvo,
claro está, el supuesto en que el pacto en cuestión sea introducido por vía de reforma estatutaria, donde sí se
estarían alterando las bases esenciales tenidas en cuenta por los socios en el acto constitutivo y — por añadidura
— podrían surgir intereses individuales afectados que, en su caso, hallarían adecuado y justo remedio en el
ejercicio del derecho previsto por la lsc:245 (Conf. ZAMENFELD, Víctor, op. cit).
(27) Hablamos de "elemento accidental" en el entendimiento de que esta función o efecto puede o no
integrar el pacto estatutario en análisis, por no ser de la esencia del mismo.
(28) GAGLIARDO, MARIANO, "Vigencia de las cláusulas de consentimiento y el art. 214 de la ley
19.550, LA LEY, 1994-B, 246.
(29) De allí que en este tipo de cláusulas también sea frecuente prever la posibilidad de que los restantes
consocios, en caso de concurrencia plural efectiva en el ejercicio de la opción preferente, compren las acciones
enajenadas a prorrata de sus tenencias, por el precio que al efecto se hubiere fijado, con o sin derecho de acrecer,
en una clara analogía con el procedimiento de suscripción preferente reglamentado en el art. 194 de la Ley de
Sociedades.
(30) RICHARD, Efraín H., "Las acciones de las sociedades anónimas", en Revista de derecho privado y
comunitario, 2003-2, Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2003, p. 314.
(31) A mérito de la doctrina judicial sentada en los autos "El Chañar S.A." s/inscripción" (CNac Apel Com,
Sala B, 27/10/93, LA LEY, 1994-D, 275) ha quedado fuera de toda discusión la posibilidad de hacer operativas
las restricciones estatutarias — autorizadas por la lsc:214— al caso de la transmisibilidad de las acciones mortis
causa, pronunciándose el tribunal por la absoluta validez intrínseca de los pactos creados con esos alcances. En
el caso, se trataba de la interpretación de una cláusula de opción que establecía el derecho de preferencia para la
adquisición de las acciones nominativas de las que el socio fallecido era titular, juzgándose — a tenor de los
arts.1195 y 3417 del cód. civ.— que no existía obstáculo alguno para aceptarla recurriendo a una correcta
apreciación de la lsc:214. (Sobre el tema ver NISSEN, Ricardo A., "Las limitaciones a la transferencia de
acciones nominativas y la muerte del accionista. El caso "El Chañar S.A.", en "Panorama actual de derecho
societario", Ed. Ad-hoc, Buenos Aires, 2000, Capítulo XII, p. 135/44).
(32) MOLINA SANDOVAL, CARLOS, "Restricciones a libre transmisibilidad de las participaciones
accionarias", Revista ED, 5/8/2002, p. 1.
(33) GAGLIARDO, MARIANO, "Vigencia de las cláusulas de consentimiento y el art. 214 de la ley
19.550, LA LEY, 1994-B, 246.
(34) Es justamente aquí donde VERON, entre otros, encuentra ocasión para hallar dos clases de accionistas:
"los privilegiados", a quienes no alcanza la limitación; y "los ordinarios", sujetos a limitación, ello a condición
de que no se alteren los derechos dentro de cada clase. (VERÓN, Víctor A, op. cit., p. 541). Sin perjuicio de
ello, nos permitimos expresar nuestro desacuerdo con la tesis que admite la creación de clases diferenciadas
según exista o no en cada grupo restricción a la transmisión de acciones, pues consagrar tal permisividad — al
menos en el ámbito de las sociedades anónimas de familia— importaría en rigor contrariar los fines que se

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buscan proteger con este tipo de cláusulas (ver capítulo V).
(35) MOLINA SANDOVAL, Carlos, op. cit.
(36) MASCHERONI, Fernando H.-MUGUILLO, Roberto A, "Régimen jurídico del socio", Ed Astrea,
1996, p. 7 a 9. (37) ALTERINI, Atilio Aníbal, "Curso de obligaciones", Abeledo Perrot, cuarta edición
actualizada, Buenos Aires, 1992, Tomo II, p. 266 a 273.
(38) Bien puede apreciarse que tal situación anómala se desencadena a raíz de un "negocio indirecto" que
— en principio— parecería ser intrínsecamente cuestionable en vista de la esfera de intereses que sus
consecuencias propias terminan lesionando. Es que el medio escogido, si bien lícito, se erige en un expediente
hábil para lograr una finalidad espuria o ilícita, que en el caso no es otra que trasponer y sortear — por un
sendero indirecto— la operatividad de la limitación contenida en el pacto estatutario. Aún así, y más allá de
aquilatar las posibilidades de impugnar judicialmente el acto, es definidamente remarcable la necesidad de
ahorrarse, por vía de previsión estatutaria, los serios conflictos a que podría dar lugar una cláusula que no
previniese esta particular hipótesis pues, de otra forma, quedaría la puerta abierta al fraude de los derechos de
los accionistas.
(39) Ver meduloso voto del Dr. JAIME ANAYA en el leading case "Augur S.A. S/quiebra c/ Sumampa
S.A." del 28-12-84 (LA LEY, 1985-E, 7)
(40) Con el mayor alcance permitido por el principio de la autonomía de la voluntad y dentro la amplitud de
la fórmula que al efecto se incluya en la cláusula estatutaria, es conveniente que ésta también alcance en su
operatividad a todos los casos en que la cesión de los derechos suscripción provenga de un aumento de capital
cualquiera sea la modalidad en que se decida y ejecute este último (v.gr: aumento efectivo — lsc:188— ;
capitalización de deudas — lsc:197— , capitalización de reservas, primas, dividendos, aportes irrevocables o
cualquier otro rubro del patrimonio neto por los que deban entregarse acciones integradas — lsc:189— )
(41) ZAMENFELD, Víctor, op. cit.

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