Manual para Maestros de Escuela Dominical
Manual para Maestros de Escuela Dominical
Manual para Maestros de Escuela Dominical
de Escuela Dominical
Guía para una escuela dominical efectiva
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Estimados maestros de Escuela Dominical. El Señor los ha llamado para
ayudar a los niños, jóvenes y adultos a convertirse al Evangelio. ¡Qué
maravillosa bendición! Ustedes tienen la oportunidad de establecer lazos
para toda la vida con los preciados niños, jóvenes y adultos que el Señor ha
confiado a su cuidado. Al comprender las necesidades y deseos de ellos,
podrán ayudarles a experimentar por sí mismos las bendiciones de aprender
y vivir el Evangelio a diario. La parte más importante del servicio que ustedes
presten será su preparación espiritual diaria, que incluye la oración, el
estudio de las Escrituras y la obediencia a los mandamientos. Los animamos a
que se comprometan a vivir el Evangelio con mayor dedicación que nunca. Al
hacerlo, comprenderán la manera de ayudar a los miembros de la iglesia a
aprender el Evangelio por medio del estudio y de la fe individual; a que
descubran la veracidad del Evangelio por ellos mismos; y a fortalecer a sus
familias y a los demás al compartir sus experiencias, conocimiento y
testimonio. A medida que crezca su amor por cada uno de ellos, sentirán un
gran deseo de ayudarles a establecer modelos de la oración personal, del
estudio de las Escrituras y de la obediencia que los conducirán a la
conversión. Oren a diario por los niños, jóvenes y adultos. Aprendan a
coordinar sus esfuerzos, con los padres, líderes departamentales y los otros
maestros para fomentar, guiar y apoyar a los niños, jóvenes y adultos en
cada oportunidad que se les presente y serán ampliamente recompensados.
Este manual lo he preparado como una guía y un registro personal de las
impresiones que usted reciba al cumplir con la responsabilidad sagrada de
enseñar a los miembros de esta iglesia. Le alentamos a estudiar y seguir los
principios que contiene. Ustedes como hijos santos de Dios pueden y
necesitan enseñar el Evangelio a la manera del Salvador. A medida que sigan
Su ejemplo, el Espíritu Santo le ayudará a saber qué hacer. Su testimonio
crecerá, su conversión se profundizará y fortalecerá para afrontar los retos
de la vida. Le pido en oración a Nuestro Padre Celestial que los bendiga en el
servicio que prestan a esta amada Iglesia de Dios.
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La Iglesia de Dios enseña que su objetivo como maestros de la educación
cristiana es ayudar a los miembros de la iglesia a convertirse al evangelio de
Jesucristo instruyéndolos para que pasen de ser creyentes a discípulos. El
camino hacia la conversión es personal. El camino al discipulado no ocurre en
una sola reunión, clase o actividad. En última instancia, cada persona
demuestra su conversión y discipulado al vivir diligentemente el Evangelio
cada día, orar, estudiar las Escrituras, guardar los mandamientos, cumplir con
sus deberes del sacerdocio y de otra índole, asistir al templo, prestar servicio
a sus familiares y a otras personas, y al compartir el Evangelio. Al hacer todo
eso, los deseos, las actitudes y acciones de ellos comienzan a estar en
armonía con la voluntad de nuestro Padre Celestial. Llegan a ser felices y a
tener confianza, y se deleitan “en hacer la voluntad de aquel que los llamo de
tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9) Se esfuerzan por obedecer los
susurros del Espíritu Santo, resistir la tentación, y “hacer muchas cosas
buenas de su propia voluntad” (Efesios 2:10).). Todos nosotros como
discípulos conversos hemos aprendido a andar en la senda del Evangelio
mediante la capacitación y paciencia de maestros que nos han instruido en
los caminos del Señor. Ahora en su función de maestro, ha de mostrarse
amigable, y siempre con la disposición de animar y apoyar a los alumnos
que Dios ponga bajo su cuidado para que practiquen la devoción espiritual
personal, y la manera de enseñar y aprender con ellos en ambientes tanto
formales como informales, les ayudará a permanecer en el sendero y a
progresar hacia la conversión personal durante toda la vida.
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ENSEÑAR A LA MANERA DEL SALVADOR
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Él los invitó a testificar:
Y cuando lo hacían, el Espíritu les tocaba sus corazones. “¿Quién decís que
soy yo?”, preguntó Él. Al responder Pedro, su testimonio se fortaleció: “¡Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!”(Mateo 16:16). Él confió en ellos, los
preparó y les dio las responsabilidades importantes de enseñar, bendecir y
servir a los demás. “Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda
criatura” (Mateo 28:18-20), les encomendó. Su objetivo era el de ayudarlos a
convertirse por medio del servicio a los demás. Él los invitó a actuar con fe y a
vivir las verdades que enseñaba. En todas Sus enseñanzas se concentró en
ayudar a Sus seguidores a vivir el Evangelio con todo su corazón. Para lograr
esto, consiguió maneras de que aprendieran por medio de experiencias
poderosas. Cuando se apareció a los pescadores, los invitó a venir a Él uno a
uno, para que pudieran verlo, sentirlo y conocerlo por ellos mismos. (Mateo
1:35-42) Cuando percibió que no entendían plenamente Su mensaje, los
invitó a ir a casa y prepararse para volver y aprender más. En cada situación,
Él fue su ejemplo y mentor. Les enseñó a orar al orar con ellos. Les enseñó a
amar y a prestar servicio mediante la manera en que Él los amó y les sirvió.
Les enseñó el modo de enseñar Su evangelio mediante la forma en que Él lo
enseñó. Es evidente que la manera de enseñar del Salvador difiere de la del
mundo. Éste es, entonces, su llamamiento sagrado: enseñar como enseñó el
Salvador. Al hacerlo, sus alumnos abrirán su corazón para que las semillas del
Evangelio se puedan plantar, henchir y crecer; esto los llevará a la conversión
y finalmente al discipulado, que es la meta final de su enseñanza. Al ayudar a
sus alumnos a comprender su conversión, los prepara al mismo tiempo para
seguir al Salvador durante toda la vida como sus discípulos, asistir
dignamente al templo, poner en práctica su sacerdocio, servir en una
misión, hacer pactos sagrados, criar familias rectas y edificar el reino de Dios
en todo el mundo. ¡Cuán grande será su gozo!
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Principios de la enseñanza a sus alumnos
Fortalecer a la familia
El hogar es el lugar ideal para que los alumnos aprendan y vivan el Evangelio
bajo la guía amorosa de padres rectos. Un hogar centrado en Cristo brinda a
los alumnos la mejor preparación para recibir las ordenanzas sagradas del
Evangelio...) Por esta razón, se debe trabajar en coordinación con los demás
departamentos de servicio de la iglesia.
Prepararlos espiritualmente
Para que avancen hacia el camino del discipulado como el Señor mandó: “si
alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y su
propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Y añadió “que el que
no lleve su cruz y siga en pos de Él, no puede ser su discípulo”. Estimado
maestro parte de su preparación espiritual es estudiar por sí mismo la
doctrina que va a enseñar. El Espíritu le indicará lo que vaya a ser más
relevante y útil para sus alumnos. Luego, al esforzarse por vivir lo que
enseña, podrá testificar de la veracidad del Evangelio por propia experiencia.
Deliberar en consejo
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Hay muchas oportunidades para que los padres, maestros, y líderes se
reúnan en consejo. Éstos son algunos ejemplos:
Enseñar el Evangelio
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Determinar qué enseñar
Material de aprendizaje
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Cómo mejorar su eficacia
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Comience la clase con sus alumnos
Escuela Dominical
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Uniformidad y adaptación
• Siempre que sea posible, los maestros coordinan y refuerzan las labores
entre sí.
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Principios Doctrinales
10- La iglesia: Ex. 19:5,6; Sal. 22:22; Mt. 16:13-19; 28:19,20; Hch.
1:8; 2:42-47; 7:38; 20:28; Ro. 8:14-17; 1 Co. 3:16,17; 12:12-31; 2
Co. 6:6-18; Ef. 2:19-22; 3:9-21; Fil. 3:10; He. 2:12; 1 P. 2:9; 1 Jn.
1:6,7; Ap. 21:2,9; 22:17..
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11- Dones espirituales: 1 Co. 12:1,7,10,28,31; 14:1.
12- Las señales siguen a los creyente: Mr. 16:17-20; Ro. 15:18,19;
He. 2:4.
13- El fruto del Espíritu: Ro. 6:22; Gá. 5:22,23; Ef. 5:9; Fil. 1:11.
16- Lavatorio de los pies de los santos: Jn. 13:4-17; 1 Ti. 5:9,10.
21- Vida eterna para los justos: Mt. 25:46; Lc. 18:30; Jn. 10:28; Ro.
6:22; 1 Jn. 5:11-13.
22- Castigo eterno para los inicuos, sin liberación ni aniquilación: Mt.
25:41-46; Mr. 3:29; 2 Ts. 1:8,9; Ap. 20:10-15; 21:8.
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Principios Prácticos
Ejemplo Espiritual
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B. LEALTAD A DIOS Y DEDICACIÓN A LA IGLESIA.
La vida del discipulado cristiano implica el cumplimiento de nuestros deberes hacía el
cuerpo de Cristo. Debemos reunirnos constantemente con otros miembros de la iglesia
con el propósito de magnificar y alabar a Dios y escuchar su Palabra (Mt. 18:20; Jn.
4:23; Hch. 2:42,46,47; 12:24; He. 10:25).
El domingo es el día cristiano de adoración. Como día del Señor, el domingo
conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos (Mt. 28:1) y debe
utilizarse primordialmente para la adoración, la confraternidad, el servicio cristiano,
la enseñanza, la evangelización y la proclamación de la Palabra (Hch. 20:7; Ro.
14:5,6; 1 Co. 16:2, Col. 2:16,17).
Todo nuestro trabajo y nuestra diversión deben honrar el nombre de Dios (1 Co.
10:31). Como buenos mayordomos debemos utilizar bien nuestros dones
espirituales (Ro. 12:3-8, 1 Co. 12:1-11, 27-31; Ef. 4:11-16; 1 P. 4:9-11), así como
nuestros talentos naturales (Mt. 25:14-30) para la gloria de Dios.
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Como buenos mayordomos debemos reconocer que el uso sabio del dinero es parte
esencial de la economía de la vida del cristiano. Dios nos ha encomendado
bendiciones temporales para que cuidemos de ellas (Mt. 7:11; Stg. 1:17).
Pureza Moral
Participemos de toda actividad que glorifique a Dios en nuestro cuerpo y
evitaremos la satisfacción de los deseos de la carne. Leeremos, miraremos y
escucharemos todo lo que sea de beneficio para nuestra vida espiritual.
La Escritura contiene varios pasajes con ejemplos de una conducta carnal que no
glorifica a Dios (Ro. 1:24; 1 Co. 6:9,10; Gá. 5:19,21; Ap. 21:8). Las prácticas
pecaminosas más prominentes que aparecen en estos pasajes incluyen:
homosexualidad, adulterio, actividades mundanas (como odio, envidia y celos),
comunicación corrupta (como chismes y palabras sucias), robo, asesinatos,
borracheras y brujería. La brujería tiene que ver con prácticas de ocultismo, las
cuales están prohibidas por Dios y conducen a la adoración de Satanás.
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Integridad Personal
Viviremos una vida que inspire responsabilidad y confianza, que produzca el fruto
del Espíritu y manifieste el carácter de Cristo en toda nuestra conducta.
A. RESPONSABILIDAD Y CONFIANZA.
El cristiano debe ser una persona confiable y de palabra (Mt. 5:37; 1 P. 2:11,12).
Jurar es contrario a la confiabilidad del cristiano, por lo tanto debe evitarse (Mt.
5:34-37; Stg. 5:12). Cristo enseñó, por precepto y ejemplo, que debemos amar a
nuestro enemigos y dar preferencia a nuestro prójimo (Mt. 5:43-48; Ro. 12:10; Fil.
2:3; 1 Jn. 3:16). Debemos comportarnos de tal manera que nuestra conducta lleve a
otros a Cristo (Mt. 5:16; 1 Co. 11:1).
C. EL CARÁCTER DE CRISTO.
El distintivo de la vida en Cristo es el amor por otros (Jn. 13:34,35; 15:9-13; 1 Jn.
4:7-11). En su relación con el Padre, Jesús mostró sumisión (Lc. 22:42; Jn. 4:34;
5:30). En su relación con otros, demostró aceptación (Jn. 8:11), compasión (Mt.
9:36; Mr. 6:34) y perdón (Mt. 9:2; Lc. 5:20). No podemos llevar el fruto del
Espíritu ni manifestar el carácter de Cristo si no estamos espiritualmente unido a Él
(Jn. 15:4,5) y sin tener la semilla de la Palabra sembrada en nuestro corazón (Jn.
15:3; 1 P. 1:22,23).
Responsabilidad Familiar
Daremos prioridad al cumplimiento de las responsabilidades familiares,
preservaremos la santidad del matrimonio y mantendremos el orden bíblico en el
hogar.
A. PRIORIDAD DE LA FAMILIA.
La familia es la unidad básica de las relaciones humanas y como tal es
indispensable, tanto para la sociedad como para la iglesia (Gn. 2:18-24). El origen
divino de la familia y su carácter institucional exigen que se le ministre con
prioridad, tanto desde el punto de vista personal como colectivo.
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La práctica de las disciplinas y las virtudes cristianas debe empezar en el hogar (Dt.
6:6,7). Por lo tanto, la familia cristiana debe establecer un plan para los
devocionales familiares y proveer una atmósfera cristiana en el hogar (1 Ti. 3:3,4;
5:8).
B. SANTIDAD DEL MATRIMONIO.
El matrimonio es ordenado por Dios y es un acto de unión espiritual en el que un
hombre y una mujer se unen para vivir como una sola carne (Gn. 2:24; Mr. 10:7).
Por su carácter divino, el matrimonio es un compromiso para toda la vida y el
adulterio es la única concesión bíblica para el divorcio (Mt. 5:32; 19:9).
La relación sexual ya sea antes del matrimonio o con otra persona que no sea el
cónyuge se prohíbe estrictamente en la Biblia (Ex. 20:14; 1 Co. 6:15-18).
Para alcanzar santidad en el matrimonio, los cónyuges deben esforzarse por
mantener una relación placentera, armoniosa y santa.
En el orden bíblico, el esposo es cabeza del hogar (Ef. 5:22-31; Col. 3:18,19), los
padres deben criar y disciplinar a sus hijos (Ef. 6:4; Col. 3:21) y estos deben
obedecer y honrar a sus padres (Ex. 20:12; Ef. 6:1-3 ; Col. 3:20).
Para que haya armonía en el hogar debe observarse el orden bíblico de
responsabilidades.
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