Thomas Winter y Salazar Arqueología Interpretaiva de La Muerte
Thomas Winter y Salazar Arqueología Interpretaiva de La Muerte
Thomas Winter y Salazar Arqueología Interpretaiva de La Muerte
RESUMEN
Introducción
Ahora bien, una parte integral de este mundo sobrenatural son ciertamente los
espíritus de los antepasados, y ésto no sólo en el mundo andino, sino también en
toda sociedad tradicional. En la gran mayoría de las religiones, los antepasados
están relacionados estrechamente a los fenómenos de fertilidad y creación. Allí
donde algo "nace" o se regenera los ancestros de la comunidad son invocados y
propiciados: el nacimiento, las prácticas agrícolas y ganaderas, el matrimonio, la
sucesión política, la construcción de una casa, etc. Así, el culto a los
antepasados, tan característico de las religiones tradicionales, siempre se
encontrará vinculado con las actividades de creación y regeneración, siendo una
institución fundamental para el desarrollo armonioso de la comunidad en tanto
refuerza los lazos entre los vivos y los muertos, a la vez que estimula la cohesión
social.
El mecanismo que han elegido las sociedades para lograrlo, y aquí radica su
singular importancia, es el comportamiento ritual, el que es por definición
religioso.
Escribe van den Berg en relación al mundo andino: "De suma importancia para el
bienestar de los hogares y de las comunidades aymaras, es el cultivo de una
relación armoniosa con los integrantes de la socidad extra-humana. Tal relación
está determinada tanto por la conducta social y moral de la gente como por la
atención que se presta a esos seres por medio de oraciones, ritos y fiestas".(7)
Para este mismo autor, la función principal de los ritos es por un lado "agradar" a
estas fuerzas, y por el otro pagarles los favores que de ellas se reciben
(reciprocidad).
Esto nos lleva, una vez más, a enfatizar que las prácticas religiosas son más que
simples puestas en escena como tan a menudo se piensa. Es la eficacia
verificada cada día de los ritos la que les otorga su principal importancia para la
vida de las sociedades tradicionales.
Pero este lenguaje particular del rito, es decir, esta secuencia de actividades,
tiene la característica esencial de encontrarse rígidamente prescrita. Esta es la
característica principal del comportamiento ritual, y la que lo distingue de otros
comportamientos religiosos(8). Tal es así, que la efectividad del ritual sólo puede
ser garantizada en la medida en que el hombre cumpla adecuadamente con los
estereotipos. Es más, el no cumplimiento efectivo de las actividades rituales
puede desencadenar funestas consecuencias en quienes participan en él.
Por otra parte, lo que el hombre hace a través de sus actividades rituales -de ahí
su potencia y relevancia- es revivir el comportamiento de los Seres Míticos en el
tiempo primordial, comportamiento a través del cual estos seres sobrenaturales y
sagrados le han legado a la sociedad todo un sistema de valores deseables y de
conductas ejemplares. Las múltiples contradicciones que experimenta el hombre
a lo largo de su vida, entre las cuales la de la muerte sea quizás la más
importante, se disuelven en el rito al hacer alusión al tiempo mítico, en el cual
estas contradicciones tienen una explicación, una causa y un sentido.
Es por ello que el análisis del ritual cobra nuevamente una importancia notable.
Puesto que el rito constituye el mecanismo que instaura el equilibrio en la
sociedad, remitiendo a los hombres al tiempo primordial, aquel en el cual se
conformó el mundo, asignándole un significado y un orden por naturaleza
sagrado y real. Es decir, mediante el ritual el mundo es resignificado, reafirmando
los valores culturales y la posición del hombre en el Cosmos.
Las consecuencias de estas afirmaciones para la arqueología son una vez más
evidentes, pues implican que es factible esperar la ocurrencia de estas pautas y
configuraciones significativas de la realidad a lo largo de una secuencia temporal
prolongada, y que incluso sobrevivan aspectos de una tradición muy primitiva en
sociedades etnográficas que se deriven de aquellas. Más aún, el resultado
material de las actividades rituales, resultado al que accedemos
arqueológicamente, exhibe necesariamente un cierto orden, una cierta
estructura, la que se reitera en el tiempo y que puede incluso sobrevivir en
nuestros días. En este contexto, la relevancia de la etnohistoria y la etnografía en
la interpretación arqueológica adquiere una nueva dimensión. Sin duda que la
arqueología andina es privilegiada en este sentido.
Trabajamos entonces con el supuesto de que el análisis del ritual nos refiere de
cierta forma al modo como una sociedad concibe el mundo y el lugar del hombre
en él, y que arqueológicamente los principios o patrones que constituyen una
estructura son reconstruibles a partir de la identificación de regularidades que
exhiben ciertos textos, como por ejemplo los cementerios, el arte primitivo o la
mitología.
Es decir, el rito funerario nos comunica algo más que una mera secuencia de
actividades o un interés político, socioeconómico o adaptativo. En él se
encuentra inscrita la manera en que una sociedad concibe la muerte. Más aún,
considerando que el ritual hace alusión a modelos ejemplares, podemos afirmar
que el cementerio constituye la representación ideal de una sociedad. Es una
cartografía de cómo la sociedad se piensa a sí misma, y un análisis adecuado de
ella nos puede acercar a la mejor comprensión de fenómenos sociales más
amplios. Esta perspectiva fue compartida parcialmente por los exponentes de la
arqueología postprocesal en sus primeros trabajos.(11)
En términos de la definición que hemos propuesto tanto del mito como del rito en
el seno del pensamiento mítico, pensamos que resultará sumamente provechoso
explorar los cementerios arqueológicos utilizando como referente las
recurrencias que nos ofrece la mitología en contextos históricos específicos.
Pero sin lugar a dudas que la muerte es en sí misma una experiencia significativa
dada la gran intensidad emocional que evoca en quienes la viven como
observadores. Más aún, el rito funerario enfrenta a la sociedad con un cuerpo sin
vida, un cadáver, el cual hace patente en la conciencia de quienes lo perciben la
certeza de la transitoriedad de la vida en el mundo; en una palabra nos hace
presentir el término de nuestra propia vida pasajera, y por lo tanto provoca la
angustia del dejar de ser. Al mismo tiempo, es indudable que este fenómeno
enigmático y tan profundamente doloroso estimula la reflexión acerca de la vida
después de la muerte, del más allá, y por lo tanto también del mundo
sobrenatural.
Esto nos lleva a una nueva variable que incide en el alto grado de significación
de los comportamientos sociales ante la muerte biológica. En este caso, ésta se
entiende en el contexto de la complejidad de los mecanismos explicativos que
poseen los sistemas culturales para responder a las preguntas más importantes
de la existencia. Estas auténticas teorías de la muerte son naturalmente
particulares a cada sistema cultural, y de ahí que la diversidad de ceremonias
funerarias sea tan amplia, según lo han documentado los etnólogos desde el
siglo pasado.
Ahora bien, estas categorías expresadas en las prácticas mortuorias, las que no
son simples reflejos de una organización social, sino más bien de una
configuración significativa de la realidad, son simbolizadas a través de ciertos
elementos u ofrendas que las segregan en algunos casos y que las
homogeneizan en otros. El distinto prestigio o significancia simbólica de estas
categorías queda efectivamente representado en los cementerios mediante la
manipulación de símbolos que apelan a distintas esferas de la realidad, cada una
con su particular connotación en términos cosmológicos.
Así por ejemplo, el que unos individuos reciban como ofrenda en el mundo
andino las patas traseras de camélidos, o bien sus cráneos, o incluso huesos
humanos, nos señala una diferencia en términos de la significación atribuida al
difunto, y de la posición que ocupa dentro del Universo que reproduce un
cementerio.
Esto nos lleva a postular que los cementerios no pueden ser tratados como
equivalentes a otros sitios arqueológicos. El cementerio no es tan sólo un locus
en el espacio que nos ilumina respecto de estrategias adaptativas, cronologías
culturales, relaciones interculturales, tecnología, paleodemografía o
paleopatologías, por ejemplo. Un sitio de esta naturaleza nos remite en forma
principal a la dimensión ideacional y simbólica de la cultura, y no constituye un
buen indicador de otros aspectos socioculturales, ya que se trata ante todo de un
espacio manipulado a través de la inscripción en él de un modelo de la realidad:
el cementerio se encuentra significado simbólicamente.
El Norte Grande prehistórico de nuestro país es, al igual que otros muchos
lugares, escenario privilegiado de la gran variabilidad que exhiben las prácticas
mortuorias de las distintas sociedades.
En efecto, la posición teórica adoptada fue la que permitió derivar y explicitar los
supuestos que guiaron el análisis de los materiales del sitio de Topater.
Conclusiones
Es por ello que hemos decidido situarnos en el mundo del pensamiento mítico,
como un marco de referencia válido a partir del cual se obtienen los supuestos
necesarios para otorgarle una dinámica cultural a los mudos datos del pasado.
Hemos visto que dentro de una lógica mítica, las ceremonias rituales abarcan
gran parte de las conductas de una población, dada su relevancia por ser tanto
vehículo de comunicación e intercesión con las fuerzas sobrenaturales, como
también un lenguaje a través del cual se busca eliminar las contradicciones y
restablecer el orden del Cosmos.
El rito funerario debe ser tratado como un lenguaje, como una prescripción
codificada cuyo sentido nos remite a la manera en que una sociedad concibe su
propia definición ante la muerte. A través del rito los hombres reproducen y
recrean aquellas condiciones consideradas ideales por la comunidad por haber
sido establecidas en el comienzo del mundo por seres mitológicos ejemplares.
Bibliografía
BERG, HANS VAN DEN, La tierra no da así no más, Los ritos agrícolas en la
religión de los aymara-cristianos. Hisbol, La Paz, 1993.
BINFORD, LEWIS, Mortuary practices: their study and their potential, En, J.
Brown (ed.), Approaches to the social dimensions of mortuary practices. Memoirs
of the Society for American Archaeology No. 25, EE.UU, 1971, 1-25.