Barrera de Suelo Seco
Barrera de Suelo Seco
Barrera de Suelo Seco
Introducción
El suelo constituye un recurso de primer orden que ha de ser protegido puesto que supone
el sostén de la actividad humana y de la vida en el planeta. La preocupación explícita por
su degradación y conservación por parte de organismos internacionales se remonta a unos
30 años atrás.
La Carta Europea de los Suelos, aprobada por el Consejo de Europa en 1972, y la
Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano (1ª Conferencia del
PNUMA, Estocolmo 1972) empiezan a poner de manifiesto la preocupación por la
degradación y contaminación del suelo como consecuencia del desarrollo humano.
La Carta Mundial de los Suelos de la FAO (1981) y la Política Mundial del Suelo del
PNUMA (1982) persiguen el fomento de la cooperación internacional para el uso racional
del recurso suelo y reflejan la preocupación por su degradación. En ellas se establecen
los principios de actuación para la explotación de los suelos de forma sostenible y las
directrices para la formulación de políticas nacionales.
Por otro lado, la Cumbre de Río de Janeiro de 1992 ha marcado un hito histórico en cuanto
al compromiso internacional en el ámbito de la protección del medio ambiente. En el
marco de la misma se desarrolló el Convenio sobre la Diversidad Biológica, estableciendo
un compromiso de conservación de la diversidad biológica y de la utilización sostenible
de sus componentes (entre los que se encuentra el suelo) y de los recursos genéticos.
La conciencia de la comunidad internacional respecto a la necesidad de proteger el suelo
es cada vez más evidente, como lo ponen de manifiesto las recientes iniciativas y
compromisos políticos y legales para la protección de los recursos y del medio ambiente
(Nairobi 1997, Malmö 2000, Johannesburgo 2002).
Algunas soluciones de recuperación (por ejemplo, las basadas en disminuir los niveles de
exposición mediante contención de las contaminantes in situ) exigen llevar a cabo un
control y seguimiento del emplazamiento una vez concluida la implantación de las
mismas. En tal caso, el Proyecto de Recuperación incluirá un Plan de Control y
Seguimiento Ambiental del emplazamiento. La implantación de las medidas de
recuperación proyectadas siempre debe ir acompañada de la sistemática comprobación
de la efectividad de las mismas. Cuando no se precise el posterior control y seguimiento
del emplazamiento, tal comprobación dará lugar a la finalización del proceso.
2. Contaminación del suelo
2.1. El suelo
2.2. Datos requeridos para la remediación del de suelos contaminados
Cada sitio a tratar presenta un reto único. No obstante, cada sitio puede analizarse en
términos de un juego limitado de características fundamentales y de una solución que
sea efectiva en cuanto a los costos de dichas características. Las opciones de
remediación para sitios contaminados, dependen de cuatro consideraciones
generales:
Además de considerar las propiedades del suelo y las de los contaminantes, y para
facilitar la selección preliminar de las tecnologías que podrían emplearse para tratar
un sitio en particular, es indispensable obtener una descripción detallada de los
siguientes aspectos:
Al hablar de contaminación por metales hay que tener en cuenta que más importante
que el contenido total de un elemento en el suelo es la forma o especie química bajo
la que se encuentra, es decir, su especiación. Así, la forma resultante de dicha
especiación va a influir decisivamente en su distribución en el suelo, condicionando
su solubilidad, su movilidad en el suelo y las aguas superficiales y subterráneas, su
biodisponibilidad y toxicidad y, por tanto, su comportamiento como contaminante
potencial.
2.4.3. Salinización
Es el resultado de la acumulación en el suelo de sales más solubles que el yeso. La
salinización se refleja en un incremento en la conductividad eléctrica de la solución
del suelo que tiene efectos adversos sobre las propiedades físicas y químicas del suelo
y dificulta el crecimiento y la productividad vegetal. Los suelos afectados por este
proceso se denominan suelos salinos y en ellos el Ca y el Mg son los cationes
predominantes en el complejo de cambio. En el caso específico de que sea el Na el
catión predominante en el complejo de cambio se habla de suelos sódicos, en los que
esta acumulación de Na produce una alcalinización que da lugar a la dispersión de
las arcillas y la materia orgánica y a la destrucción de la estructura del suelo. Los
principales tipos de sales que se encuentran en suelos salinos son cloruros, sulfatos,
carbonatos y bicarbonatos, y nitratos. Para que se produzca esta acumulación de sales
en el suelo es necesario que haya un fuerte aporte de sales y que su eliminación del
suelo esté impedida por algún mecanismo, como malas condiciones de drenaje y
lavado. En regiones áridas y semiáridas, donde la evapotranspiración es superior a la
precipitación, el proceso de salinización se origina de forma natural a partir de la
herencia o alteración de la roca original (fundamentalmente rocas sedimentarias) o
de las aguas de escorrentía cargadas de sales que se acumulan por evaporación en las
zonas más deprimidas. En otras ocasiones, las acumulaciones salinas ocurren por
ascensión capilar de las sales en el suelo a partir de mantos freáticos suficientemente
superficiales, especialmente en zonas costeras y, en cualquier caso, el viento siempre
puede contribuir a la contaminación salina por arrastre de partículas en suspensión.
El hombre también contribuye en gran medida a la contaminación de los suelos por
sales a través de prácticas agrícolas inadecuadas, como el riego con aguas salinas y
el empleo de cantidades muy elevadas de fertilizantes solubles, de la
sobreexplotación de acuíferos, que ocasiona un descenso de los mantos freáticos
regionales y la intrusión de agua salina, y de actividades industriales y mineras que
contaminan directamente los suelos o indirectamente a partir de deposiciones
atmosféricas o de las aguas superficiales.
2.4.4. Fitosanitarios
El hombre, con objeto de proteger los cultivos frente al efecto pernicioso de múltiples
organismos vivos (insectos, hongos, nemátodos, malas hierbas, etc.) y aumentar la
producción viene utilizando desde hace décadas productos fitosanitarios como
plaguicidas, herbicidas, fungicidas y fertilizantes. Una vez aplicados, son absorbidos
por las plantas o sufren procesos de adsorción, volatilización, lavado y degradación
biótica y abiótica en el suelo que conducen a la formación de nuevos productos, en
ocasiones más móviles, persistentes y más peligrosos que los compuestos de partida,
que son susceptibles de contaminar los suelos, las aguas y pasar a la cadena trófica.
Los fertilizantes son sustancias químicas de origen agrícola (fertilizantes inorgánicos)
o ganadero (purines, estiércoles, composts, etc.) que aportan nutrientes,
fundamentalmente N y P, para mejorar el desarrollo y crecimiento de las plantas en
el suelo. Sin embargo, cuando son aplicados de forma abusiva con objeto de aumentar
el rendimiento de las cosechas pierden su efecto beneficioso y se convierten en
fuentes de contaminación. El exceso de estos nutrientes no puede ser absorbido por
la vegetación y su lixiviado del suelo en forma sobre todo de nitratos, muy solubles,
o a través de las aguas de escorrentía en el caso de los fosfatos da lugar a problemas
de eutrofización de las aguas superficiales y subterráneas, provocando el crecimiento
desmesurado de biomasa, en especial algas, y un aumento de la demanda biológica
de oxígeno para descomponer y degradar la materia orgánica procedente de esa
biomasa que puede terminar creando condiciones de anaerobiosis que lleven a la
destrucción de ese ecosistema. Lógicamente, el aporte de nutrientes realizado por los
fertilizantes es deseable en tanto en cuanto conduzca a una mejora de las cosechas y
un aumento de la producción, pero para minimizar sus efectos perniciosos en los
suelos es necesario tener un extenso conocimiento de las condiciones iniciales del
suelo previas al aporte y de las propiedades edáficas que permitirán en mayor o menor
medida amortiguar esos efectos, fundamentalmente la capacidad de cambio, la
conductividad hidráulica, la capacidad de fijación, etc.
Técnicas de contención, que aíslan el contaminante en el suelo sin actuar sobre él,
generalmente mediante la aplicación de barreras físicas en el suelo.
5. Conclusiones
6. Bibliografía