Pretorianos - La Guardia Imperial de La Antigua Roma - Adolfo R. Menéndez
Pretorianos - La Guardia Imperial de La Antigua Roma - Adolfo R. Menéndez
Pretorianos - La Guardia Imperial de La Antigua Roma - Adolfo R. Menéndez
DE LA ANTIGUA ROMA
A D O L F O RAÚL M E N ÉN Di
La Guardia Pretoriana, con sus luces y sus som bras, constituye sin duda
uno de los elem entos esenciales para entender el devenir histórico del
Im perio Romano. Sostén de la monarquía, actor político en ocasiones y
fuerza de elite en el campo de batalla, los pretorianos marcaron la historia
del Principado. Esta m onografía, am pliam ente docum entada, pretende
poner al día los conocim ientos acum ulados sobre esta unidad del ejército
romano. Se analizan en ella tanto los aspectos organizativos y tácticos como
los de índole política y económ ica relativos a la Guardia; asim ism o, se pone
de m anifiesto su íntima vinculación con la capital del Im perio y con las
diferentes dinastías que se fueron sucediendo en el ejercicio del poder.
LA GUARDIA IMPERIAL
DE LA ANTIGUA ROMA
V u itlH
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
©Adolfo Raúl Menéndez Argüín
Impreso en Madrid
Queda prohibida, bajo las sanciones establecidas en la ley, la reproducción parcial o total de esta
obra por cualquier medio o procedimiento, comprendiendo la reprografía y el tratamiento
informático, sin la autorización expresa del editor.
INDICE
PRÓLOGO, 7
INTRODUCCIÓN, 15
Metodología, 17
CAPÍTULO I. ORGANIZACIÓN
Y EVOLUCIÓN DE LA GUARDIA PRETORIANA, 21
Sistema de mando, 25
Beneficiarii, 28
Evocati, 29
La caballería pretoriana, 30
Speculatores de la guardia, 32
Otras unidades alojadas en los Castra Praetoria, 33
Urbaniciani, 33
Statores, 34
EI resto de la guarnición de Roma, 35
Vigiles, 35
Germani Corporis Custodes, 35
Equites Singulares Augusti, 36
Legio II Parthica, 37
Reclutamiento, 38
Condiciones de Servicio, 41
BIBLIOGRAFÍA, 237
PROLOGO
7
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ AROÜÍN
absurdas desde la perspectiva de una m ente que había ido dejando a un lado lo
sim bólico para prestar m ás atención a lo analítico, a lo basado en lo cuantitativo.
Entre los hom bres el honor es un reflejo de esa concentración de ser que los demás
ven en su persona, y en función de ello actúan. Cuando la guerra es de personas
vocacionales, como aquellos iraqueses a los que aludíamos al principio, las reglas
del juego se im ponen. La guerra de caballeros puede llegar a ser algo sacramental,
que com o tal perm ite la representación y hace posible — paradójicam ente— la
sustitución (com o verem os que pasa con los combates de gladiadores). En
principio, el guerrero, ser elocuente que es capaz de arrastrar a otros en sus
correrías y generoso hasta el extremo de hacer partícipes del botín a la masa de
quienes no lo han adquirido pero de los que espera su aprobación a través de la
fama, es un ser para la muerte. U na muerte gloriosa que espera que lo trascienda
y que le perm ita pasar al recuerdo colectivo emulando de algún modo a la mujer
que pare y que logra, en este caso sí, que una parte de su cuerpo que ella ha
conform ado siga vivo tras la muerte de la madre.
Pero el guerrero arrastra tras de sí, en su búsqueda de hazañas, a gentes
de su pueblo que no han participado directam ente en ellas, aunque sí se han
podido beneficiar — como hemos señalado— del botín obtenido por sus guerreros
o del tem or reverencial que estos hacen flotar sobre los ánimos de sus vecinos
disuadiéndolos de correrías de grupo. No obstante estas correrías, antes o después,
term inan por producirse, incluso sin provocación previa de los guerreros, cuando
la codicia o las necesidades m ateriales de la vida empujan a un pueblo contra otro.
Al guerrero, como nos cuenta Ulises en el canto XIV de la Odisea, se le exige
entonces que abandone su individualism o y que combata, aunque eso sí desde una
posición destacada, con el grupo. Y en este caso, como diría el ya citado Huizinga,
la voluntad de vencer es siempre m ás fuerte que la lim itación impuesta por el
sentim iento del honor. La conjunción del individuo y la com unidad, de la chispa
y el combustible que decía V.G. Childe, dan paso poco a poco al Estado en medio
de la deflagración de la guerra. Al fin y al cabo, com o es sabido, la palabra política
es un adjetivo derivado de polis, que 110 es más que el centro de guerra (potem os).
Al principio la política no es sino la continuación de la guerra p or otros medios;
luego, con el surgimiento del Estado moderno, Clausew itz lo entenderá ya al
revés. Y el m ercado que fue en principio algo derivado de la guerra (los m ercados
im personales sólo son verdaderamente activos cuando hay botín) y en función de
la guerra, como vio Claire Préaux, fue desarrollando poco a poco un cierto
capitalism o mercantil que tiraba de la producción: Se invertía para ganar la guerra
y con ella el botín, que sin embargo iba destinado en gran medida a financiar obras
de prestigio y preparar nuevas guerras. Algo que perduró mucho tiempo: ¿)A qué
se debió, si no, el gran desarrollo urbanístico que experimentó el Im perio romano
con A ugusto sino al botín obtenido tras vencer a Egipto?) ¿De dónde viene la
grandeza monum ental de la época de nuestro hispano Trajano sino de su
apropiación del oro rum ano? — la conquista de Irak no le salió muy bien— . El
botín ponía en m archa los gastos de prestigio de los vencedores, dando paso al
negocio del ocio (regalar a la com unidad, con comida o diversiones, siguió siendo
la m anera de obtener el m ayor prestigio, lo que lleva al Imperio a una política de
gasto consuntivo creciente incluso en las épocas en que los ingresos no se
9
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
encuentran en consonancia con los gastos: los Indi o juegos del siglo III no
tuvieron m ucho que envidiar en fastuosidad a los anteriores). Y todo ello, al
m enos en principio, m ientras se m antuvo la unidad moral del Im perio, antes de
que naciones extranjeras se instalaran en el mism o como aliados, en vez de como
trabajadores por cuenta ajena, que era como habían comenzado entrando,
favoreció un cierto desarrollo de las relaciones com erciales im personales, lo que
tuvo repercusión en el avance de un individualism o de nuevo cuño que se
m anifestó, entre otros aspectos, en un cierto aprecio por el trabajo personal, con
abandono relativo del carácter aristocrático de la antigua nobleza de sangre. El
cristianism o, como otras doctrinas contem poráneas, tuvo bastante que ver con ello
(M ucho más adelante, durante el triunfo del liberalism o, Hegel dirá que la esencia
del hom bre es el trabajo, a lo que M arx supo sacarle bastante provecho). Y con
ello la m oral de ocio irá siendo lentamente desplazada por la del progreso creador,
convertida hoy en auténtica luz de nuestra civilización.
D esde el principio del Estado, el m antenim iento de la guerra y en general
el monopolio de la violencia organizada legítima, base del poder del jefe estable,
requirió grandes esfuerzos. Como ya señaló Lucy M air al realizar su estudio sobre
el Gobierno prim itivo en el A frica nilótica m oderna, el rey, a través de sus
asistentes, extraerá a los m iem bros de la com unidad el excedente productivo que
se ha podido lograr gracias a la buena organización del reino, con su consiguiente
tendencia a la especialización, y procederá a su redistribución de acuerdo con un
cerem onial social que tiene mucho de religioso. Las relaciones económicas entre
el individuo y la com unidad quedarán estrictam ente reguladas (y los censos serán
una prueba del cuidado puesto en el tema), y las transacciones económicas que
establezca la com unidad con otras distintas serán en todo caso presididas por la
figura real en últim o extremo. El apoyo de una fuerza armada suficiente y
disciplinada será en todo caso algo sine quo non para cl desarrollo de cualquier
Estado, por em brionario que sea. M otor del progreso, la guerra pondrá en marcha
la iniciativa de los unos y el trabajo, más o m enos forzado, de los más con vistas
a m antener una situación de poder, tanto personal del jefe como colectivo de la
comunidad, que puede ver así recom pensado su esfuerzo por m antener un ejército
bien nutrido y eficiente.
Porque si la m otivación y la preparación física disciplinada son
fundam entales en cualquier acción bélica organizada, no carecen en absoluto de
im portancia otros aspectos sin los cuales difícilm ente podríamos com prender el
desarrollo de grandes cam pañas y menos aún el m antenim iento de fuertes
estructuras m ilitares que hicieron posible la perduración de un dominio y con ello
la incidencia que unas culturas pudieron tener en el desarrollo de otras con las que
entraron en contacto durante siglos de convivencia más o menos forzada. Uno de
esos aspectos que contem pla la lógica de la guerra es la intendencia (luego
doblada en intervención financiera e intendencia propiam ente dicha). Difícilmente
puede perdurar la vida de un ejército si no satisface todas las necesidades de su
vida y su ordenación económica: Subsistencia alim entaria de personas y bestias,
vestuario y equipo; m ateriales necesarios para el acuartelam iento y los
cam pam entos; transportes de bienes y personas; ordenación de pagos, haberes y
caudales; gestiones econ ó m ico -ad m in istrativ as en h ospitales y clínicas
10
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
11
ABREVIATURAS
14
INTRODUCCIÓN1
1 La presente obra es fruto de más de dos años de investigación como Becario Postdoctoral del
Ministerio de Educación y Ciencia en la Universidad París Sorbonne-Paris IV, donde tuve el honor y
la suerte de contar con la inestimable guía del profesor Dr. Yann Le Bohec —uno de los
investigadores de más reconocido prestigio en el ámbito del inundo militar romano Quiero dar las
gracias también a los doctores Genaro Chic y Antonio Caballos, Catedráticos del Dpto. de Historia
Antigua de la Universidad de Sevilla. Asimismo, deseo expresar mi mas sincera gratitud a la Escuela
Española de Historia y Arqueología en Roma (CSIC) por su magnifica acogida y las facilidades que
me dieron en todas y cada una de mis visitas de investigación a Roma, en las que se gestaron no pocos
pasajes de este volumen.
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ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
METODOLOGÍA
Cuatro son los tipos de fuentes sobre las que debe basarse cualquier investigación
en el ámbito de la Antigüedad grecorromana: las fuentes literarias (entre las que
incluim os papiros y fuentes subliterarias com o las tablillas de madera inscritas), la
epigrafía, la num ism ática y las inform aciones proporcionadas por las
intervenciones arqueológicas.
En relación con la metodología de las fuentes literarias lo primero que hay
que saber es criticarlas desde el punto de vista científico. Siguiendo al profesor Le
Bohec [200 P ], cuando un investigador se enfrenta a un texto de la Antigüedad
rom ana es necesario hacerse cinco preguntas clave: ¿Cuándo vivió el autor?, ¿en
qué lengua escribió?, ¿adonde se dirigen sus simpatías políticas?, ¿de qué medio
social procede? y ¿a qué escuela filosófica se adscribe el autor si es que tiene
alguna? Por otra parte, hay que distinguir entre fuentes prim arias y fuentes
secundarias; las primarias son aquellas en las que el propio autor es coetáneo de los
acontecimientos que narra. Si el autor es posterior y, por tanto, ha utilizado a otros
historiadores, entonces estamos ante una fuente secundaria. Hay que tener en
cuenta además que los autores de la Antigüedad solían emplear sólo una fuente a
la vez y que las obras que redactaban solían tener un carácter muy retórico o
moralizante.
Estas fuentes literarias engloban a toda una serie de autores coetáneos del
período en el que se desarrolló la historia de la Guardia Pretoriana (c. 27 a.C.-312
d.C.). Dentro de este tipo de fuentes habría que diferenciar claramente entre
aquellas de carácter más técnico y las historias generales de tipo narrativo. Entre
las primeras habría que citar el Epitoma rei militaris de Flavio Vegecio, autor del
s. IV d.C. pero que emplea fuentes datadas desde el último período de la República;
los escritos de Pseudo-Hygino, De munitionibus castrorum, los Strategemata de
Frontino, la Tactica y Ektaxis k a t'alannon de Arriano, los extractos referidos a
táctica militar de Julio Africano o los Strategemata de Polieno. No todos ellos
incluyen referencias a la Guardia, pero sí informaciones muy útiles referentes al
conjunto del ejército romano, algunas de ellas extrapolables a los pretorianos como
integrantes del mismo.
Aparte de estas obras de índole técnica tenemos las historias narrativas.
Aquéllas que hemos empleado para sustentar el presente estudio serían el Bellum
Civile de Apiano, los Annales, H istoriae, Germania y Agricola de Tácito, D e
Duodecim Caesoribus de Suetonio, el Bellum Iudaicum y las Antiquitates Iudaicae
de Josefo, las biografías de Galba y Otón redactadas por Plutarco, la obra de
Herodiano (H istoria del Im perio romano después de M. Aurelio), la Historia
Romana de Casio Dión y las biografías imperiales de la H istoria Augusta. Ya
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ADOLFO RAÚL MENÉNDUZ ARGÜÍN
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CAPITULO I
ORGANIZACION Y EVOLUCION
DE LA GUARDIA PRETORIANA
- Los estudios monográficos sobre la Guardia no son muy abundantes a pesar de la capital importancia
de este cuerpo; a los clásicos de DURRY [1938 y 1954] y PASSERINI [1939], sólo pueden añadirse dos
pequeños manuales algo más recientes: RANKOV 1994 y JALLET-HUANT 2004.
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ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
Escorpión. Escudo
pretoriano Puteoli.
los años 37 y 47 d.C. Este período está desgraciadamente perdido en los Annales de
Comelio Tácito, que no habría pasado por alto seguramente una reforma de tal calibre
en las tropas de la capital. Probablemente el incremento de las cohortes hay que
atribuírselo a Claudio, cuyo ascenso al poder fue obra de la propia Guardia pretoriana;
este hecho se encargan de enfatizarlo tanto las fuentes numismáticas3 como las literarias
(Josefo, B J 2.205; Josefo, Ant. Jitd. 19.214-215; Josefo, Ant. Jud. 19.217-220; Josefo,
Ant. Jad. 19.223-227; Josefo, Ant. Jud. 19.247; Casio Dión 60.1.2-3; Suet., Cl. 10).
Una amplia reforma tuvo lugar bajo el breve reinado de Vitelio (69 d.C.),
que elevó el número de cohortes pretorianas a dieciséis, convirtiéndolas además en
milliariae — es decir, cohortes de unos mil soldados nominales— ; a ellas habría que
unir también cuatro cohortes urbanas (encargadas del mantenimiento del orden en la
capital) igualmente dobladas en cuanto a número de efectivos. Tal como afirma L.
Keppie, es difícil aceptar completamente esta afirmación, pues las fuerzas con las que
Vitelio entró en Roma desde Germania ascendía a poco más de 30.000 legionarios;
si de ellos unos 20.000 hubieran sido trasladados en bloque a las cohortes pretorianas
y urbanas, las legiones habrían dejado de existir como fuerza de combate. Cabe la
posibilidad de que Vitelio se hubiera limitado a doblar el contingente de pretorianos
añadiendo cuatro nuevas cohortes. Por otra parte, si como afirma Tácito, todos los
pretorianos de Otón fueron licenciados es probable que las cohortes vitelianas se
encontraran muy por debajo de su fuerza teórica de mil hombres [KEPPIE 20002].
*Véase el apéndice de fuentes: Cohen, Descript. Hist. Monn. Emp. Rom., I2, p. 254, 40 y 77; Mattingly-
Sydenham, The Roman Imperial Coinage, 1, p. 125 n. 22-25; I, p. 126 n. 38-40.
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
4 Mlet-Huant atribuye, sin embargo, la creación de la décima cohorte a Trajano [2004: 17], El arco
temporal en el que se llevó a cabo esta reforma se sitúa entre 88 y 101, cuando un nuevo diploma
pretoriano nos informa de la presencia de una décima cohorte.
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5 El Ilírico comprendía esencialmente las provincias romanas del área del alto Danubio (las dos
Panonias) y Dalmacia.
ACasio Dión 55.24.6; en este pasaje parece que se pretende trasponer a época augústea la situación de
la Guardia en el primer tercio del s. III d.C. (periodo en el que escribe este autor), pues durante el
gobierno de Augusto no existían ni diez cohortes pretorianas ni cuatro urbanas, sino nueve y tres
respectivamente [DURRY 1938: 86]. Passerini explica el error de Casio Dión aduciendo que este autor
habría incluido en el total al cuerpo de los speculatores, que a comienzos del s. III estaban integrados
en las centurias pero que durante el s. I formaban una unidad especial dentro del pretorio [PASSERINI
1939: 48].
7 El número de soldados por cohorte urbana fue, en principio, de quinientos hombres, pasando luego a
ser de mil; Septimio Severo fijó sus efectivos definitivamente en 1.500 soldados. Ver infra.
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
SISTEMA DE MANDO
’ Se denomina latérculo a una inscripción conmemorativa erigida por los pretorianos que culminan de
forma honorable su servicio en la Guardia; todos ellos aparecen listados por centurias y cohortes.
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Los centuriones eran fácilm ente identificables por su vara de sarm iento
(vitis) em pleada para im partir castigos a aquellos soldados que se hacían
m erecedores de sus reconvenciones. Otro elem ento distintivo era una cim era
transversal en su casco, a diferencia del resto de las tropas, que en caso de
portarla la llevaba de forma longitudinal.
Para el s. Ill tenem os atestiguado en la Guardia el rango de ducenarius,
es decir, un centurión al mando de un contingente de doscientos soldados (CIL
11.837=ILS 2778); es probable que el origen de este rango en la G uardia pueda
retrotraerse al s. II d.C.
Por debajo de los centuriones tenem os a los suboficiales, denominados
principales, con un organigram a m uy sim ilar al de la legión. Estos principales se
dividían en sesquipilcarii o duplicarii, según recibieran una vez y m edia o dos
veces el salario norm al; además estaban exentos de servicios y fatigas de
cam pam ento, com o suboficiales especialistas que eran. Estos principales podían
desem peñar tareas de orden táctico o com etidos de tipo adm inistrativo, si bien
todos ellos se encontraban orgánicam ente asignados a una centuria. El rango más
im portante dentro de este grupo de suboficiales era el de optio, segundo del
centurión. Este rango tenía ciertas particularidades en relación con su homólogo
legionario. El optio solía ser el segundo del centurión con aspiraciones a ocupar
este cargo en su carrera de ascensos (optio a d spem ordinis). Sin embargo, en la
G uardia los optiones solían ascender a centuriones legionarios, y sólo después de
una serie de años de servicio volvían a la guarnición de Roma como centuriones
de los vigiles, de las cohortes urbanas y, finalm ente, de las cohortes pretorianas.
Dentro del grupo de optiones existían dos suboficiales con tareas específicas; por
una parte, el optio carceris (AE 1894, 33; AE 1983, 48; CIL 10.1763; A E 1914,
253) u optio a d carcerem (AE 1990, 896), encargado de la prisión m ilitar
habilitada en los castra p ra eto ria ; por otra, el optio equitum, suboficial al mando
de las unidades m enores (turm ae) de la caballería pretoriana.
Por encim a del optio se encontraba el signifer. Éste tenía un rango
equivalente al del aquilifer de las legiones. En las cohortes pretorianas no existía
esta últim a función al no disponer de un águila como tal equiparable a las de las
legiones. Eso no significa, sin embargo que no pudieran disponer de estandartes
con este emblem a. O tros principales im portantes dentro del pretorio eran los
cornicularii, encargados de la dirección del officium de los prefectos, o los
tesserarii, encargados de la contraseña; este últim o rango puede haber tenido
m ayor relevancia en las cohortes pretorianas que en las legiones, debido al
carácter de protección y guardia im perial de las mismas.
Por últim o, los immunes pertenecían a la tropa pero disfrutaban de una
serie de exenciones de servicio que los diferenciaban del simple soldado raso
(m unifex). Hasta com ienzos del s. II la diferenciación entre principales e
immunes no parece estar dem asiado clara. Por otra parte, la im agen tan
estereotipada y estructurada que nos da von D om aszew ski [1967: 28-50] sólo
sería aplicable a partir de com ienzos del s. III. Volviendo a los immunes
pretorianos, éstos eran soldados especialistas rebajados de las fatigas propias del
cam pam ento en el que se alojaban. Los soldados con la condición de immunis
eran num erosos, com o puede observarse en el listado conservado del jurista y
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BENEFICIARII
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
EVOCATI
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LA CABALLERÍA PRETORIANA
'· El 60% de los evocati conocidos (280) prestaban servicio en Italia; de ellos, los ascendidos a centurión
no representaban sino el 12’5% del total.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
pasando de tres turmas por cohorte a diez", con el incremento que eso supone en las
necesidades de alojamiento y abastecimientos necesarios para animales y soldados.
Es cierto que en estos momentos las cohortes pretorianas eran miliarias (a partir de
S. Severo), pero si se hubiera querido mantener la proporción de caballería respecto
a la etapa anterior el número de turmae se habría elevado a seis (el doble) y no a diez,
por lo que la potenciación y el reconocimiento de la creciente importancia de las
tropas montadas (sobre todo por cuestiones de movilidad) en esta época queda aquí
claramente de manifiesto12.
Entre cuatrocientos y mil pretorianos servían, por tanto, como jinetes.
Estaban inscritos en las centurias como el resto de los soldados y carecían de un
comandante, así como de los mandos propios de las unidades de caballería. Podían,
sin embargo, combatir como auténtica caballería, no limitándose a actuar como
ordenanzas, mensajeros o guardias de los oficiales pretorianos. Se ha atestiguado un
vexillarius equitum (portaestandarte), por lo que parece que su enseña era un
vexillum. Los servicios de los jinetes pretorianos en Roma eran muy variados; solían
ser empleados para comunicaciones urgentes, pues los soldados a caballo podían
abrirse paso con más facilidad que los infantes por las calles de la capital y veían más
lejos al estar subidos a una montura. Los jinetes pretorianos también tuvieron su parte
en los espectáculos públicos ofrecidos por los emperadores. Claudio los empleó junto
a los tribunos y el propio prefecto en una cacería de bestias africanas en el circo
(Suet., Cl. 21).
1Rankov defiende una reforma intermedia que habría elevado a cinco el número de turmae por cohorte
desde fines del s. I y durante el s. II [1994:8].
12 Este incremento a diez turmae podría incluso tomarse como evidencia de la existencia de cohortes de
1.500 hombres a partir det s. III, manteniendo así en la Guardia la proporción entre infantería y caballería
de las etapas anteriores. No obstante, estamos ante una hipótesis imposible de contrastar, por lo que a
nuestro juicio lo más prudente es seguir considerando a las cohortes de época severiana como miliarias.
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SPECULATORES DE LA GUARDIA
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
16.21=ILS 1993) los mencionan como unidad propia dentro del pretorio. Su traición
contra N erva en 97 les hizo perder ese papel de guardia de corps del emperador. En
la obra de Hygino sobre el campamento de un ejército en campaña, escrita quizás
bajo Trajano, los speculatores no se m encionan. Trajano parece haberlos
reemplazado con los hastiliarii, una escolta formada a partir de la nueva guardia de
Equites Singulares Augusti.
URBANICIANI
Este cuerpo militar fue creado por Augusto en 13 a.C. y su misión esencial
era el mantenimiento del orden público en la ciudad de Roma (Suet., Aug. 49). Parece
que en los años iniciales del Principado el hecho de que los pretorianos se hubieran
dedicado también a labores de orden público podría haber sido visto como símbolo
de tiranía [FREIS 1967; DURRY 1938: 16]; por ello, para mantener las formas y la
apariencia de una Respublica Restituta — una República “restaurada”— Augusto
optó por la creación de un nuevo cuerpo más vinculado al Senado que a la persona
del príncipe. De hecho, si Augusto hubiese querido mantener el orden público
mediante el empleo de la Guardia Pretoriana sólo tenía que haber incrementado el
número de cohortes de la misma, expediente no demasiado complicado pero que
podía haber tenido un alto coste político y de imagen [MENENDEZ 2000: 67].
El número de cohortes inicialmente creadas fue de tres, probablemente con
el fin de compensar las tres cohortes pretorianas con residencia permanente en la
capital antes de la construcción de los castra praetoria en 23 d.C. Proseguían la
numeración de las cohortes pretorianas, siendo por tanto denominadas X, XI y XII.
De hecho, según Keppie, la distinción entre pretorianos y urbanos bajo Augusto
podía no haber sido tan rígida como las fuentes posteriores indican. Se ha llegado a
plantear incluso que inicialmente las fuerzas pretorianas de Augusto habrían
ascendido a doce cohortes, de las que tres se habrían desgajado para formar una
fuerza de policía para la capital, pasando luego a denominarse cohortes urbanas
[RANKOV 1994: 5; KENNEDY 20002: 108], Sin embargo, es difícil explicar el
sueldo inferior o el menor montante en los donativos, por lo que esta separación
habría sido vista por los antiguos pretorianos como una degradación, algo a lo que
seguramente no habrían estado dispuestos de muy buen grado. Una posible
explicación la proporciona L. Keppie al afirmar que en un primer momento ambos
cuerpos tenían sueldos similares, pero que entre 6 y 14 d.C. sólo el de los pretorianos
se duplicó, dando lugar así a las diferencias reflejadas claramente en el testamento de
Augusto.
Estas nuevas unidades fueron probablemente organizadas como cohortes
quingenariae, con un tribuno como oficial al mando de cada una de ellas. Las
cohortes urbanas se articulaban internamente en centurias, cada una de ellas al mando
de un centurión. El conjunto del cuerpo dependía del Prefecto de Roma (Praefectus
Vrbi), cargo desempeñado por un senador de alto rango y cuya creación obedece
también a las reformas de Augusto. En la práctica, sin embargo, este cueipo militar
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ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
estaba también a las órdenes de los prefectos del pretorio; de hecho tenía su
alojamiento permanente junto a los pretorianos, con los que habrían desarrollado una
importante política de colaboración. Además, las áreas de reclutamiento para ambos
cuerpos eran, a decir de Tácito, similares, y en los diplomas de licénciamiento
conservados se menciona que tanto veteranos pretorianos como urbanos habían
servido in praetorio', es decir, a las órdenes de la Casa M ilitar del emperador. En el
s. Π esta dependencia del prefecto del pretorio pasó a ser orgánica. Además de las tres
cohortes de la capital se crearon olías que prestaron servicio en Ostia, Puteoli, Lyon
y Cartago, todos ellos puntos esenciales para los intereses de la capital.
El número de soldados por cohorte osciló entre los quinientos y los mil
durante los dos primeros siglos de nuestra era. Septimio Severo elevó su número a
mil quinientos. Durante la primera etapa de su existencia se acantonaron en el
campamento pretoriano, hasta la construcción de unos castra urbana que habría que
fechar a fines del s. II. Las diferencias con la Guardia eran palpables: veinte años de
servicio en lugar de dieciséis y 350 denarios de sueldo anual; pero, si bien quedaban
un escalón por debajo de ésta en cuanto a salario y condiciones de servicio, aun así
constituían un cuerpo más privilegiado que las legiones.
STATORES
VIGILES
Esta unidad a caballo compuesta por germanos de la zona del Bajo Rin
(principalmente bátavos y libios) fue creada por Augusto y actuaba como guardia
inmediata del emperador. Su origen, no obstante, se remonta a César, que dispuso de
una guardia germana desde 52 a.C. hasta su muerte en 44 a.C.; esta guardia se acabó
uniendo a su heredero Octaviano durante las guerras civiles que se sucedieron
[SPEIDEL 1965], Su número oscilaba entre quinientos y mil hombres13 y fue
11 Josefo, para el reinado de Caligula (37-41) denomina a su jefe chiliarchos, término griego empleado
para denominar a un oficial al mando de mil soldados (Am. Jud. 19.1.15), lo que induciría a considerar
a los Germani como una unidad miliaria. Quizás Caligula incrementó el número de soldados de esta
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ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
unidad más allá de su fuerza original, lo que podría explicar la afirmación de Aurelio Víctor (De Caes.
3.15) de que Caligula enroló extranjeros y bárbaros en el ejército como soldados para reforzar su tiranía.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
LEGIO II PARTHICA
El grueso de los reclutas de esta legión parece que estaba compuesto por tracios e
ilirios, si bien es probable que por tradición también contara con cierto número de
elementos itálicos [RODRÍGUEZ 2001: 101-2], Estas nuevas legiones elevaban el
número total de las mismas a treinta y tres (IL S 2288) con sus correspondientes
auxiliares, volumen de tropas nunca alcanzado durante los dos anteriores siglos de
existencia del Imperio [M ENÉNDEZ 2002], Cabe destacar que al mando de estas
tres legiones Severo situó a miembros del orden ecuestre con el rango de praefectus
legionis y no a legados senatoriales.
Las legiones I y III Parthicae quedaron como guarnición de la provincia de
Mesopotamia tras la segunda expedición de Severo en la zona; sin embargo, la II
Parthica acompañó al emperador de vuelta a Italia en 202, quedando acantonada en
los Castra Albana (a unos 15 km. de Roma) y generando vínculos muy estrechos con
la nueva Guardia Pretoriana surgida tras las reformas de Severo. Hay que tener
además en cuenta que ésta constituye una decisión sin precedentes, pues desde época
de Augusto en Italia no se había acantonado de forma permanente ninguna legión
(Casio Dión 55.24.4, 80.4.6; Herodiano 3.13.4). Además de servir como sustento de
la nueva dinastía, habría que considerar a esta legión acantonada en Italia, junto a la
Guardia, como el núcleo de un “ejército de reserva central” del cual el emperador
podía disponer a voluntad en caso de tener que acudir a cualquier punto amenazado
sin tener que desguarnecer peligrosamente de tropas otras fronteras [MENÉNDEZ
2003], En este sentido la II Parthica, al completo o mediante destacamentos
(vexillationes), participó en todas las grandes campañas del s. III.
RECLUTAMIENTO
14 Cabe la posibilidad de que la nueva política de reclutamiento en tiempo de paz se introdujera tras las
desmovilizaciones que siguieron a la batalla de Accio y el final de la guerra contra Antonio; otra fecha
posible es 25/24 a.C., fundación de Augusta Praetoria (Aosta), donde quedaron asentados una parte
importante de los pretorianos que habían servido a Augusto durante las guerras civiles.
38
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
15El primero de enero era sólo la fecha de entrada en el cargo de los nuevos cónsules, aunque en fecha
tardía acabó imponiéndose como inicio del nuevo año.
16Un epitafio de fines del s. 11 especifica que el soldado fallecido al que conmemora había mandado
una centuria en una cohorte pretoriana y no “en una legión bárbara” (barbaricae legionis) (CIL
5.923=ILS 2671).
39
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
formal con él. Así pues, la elección para el servicio en la Guardia Pretoriana era un
beneficium muy apetecible para los legionarios de las fronteras, siendo además una
razón de peso adicional para mantenerse leal al emperador. Este sistema de
reclutamiento no era nuevo, sino que ya se aplicaba en los Ec/uites Singulares Augusti
desde la creación de esta unidad a comienzos del reinado de Trajano (ver supra)
[SPEIDEL 1994: 58], El sistema de elevar a la Guardia Imperial a Caballo a los
mejores jinetes de las alae de frontera se había mostrado tan válido que acabó
aplicándose en el reclutamiento de los componentes del buque insignia del ejército
romano, la Guardia Pretoriana. La promoción a la Guardia Pretoriana era entendida
además como la mejor condecoración posible, pues a partir de Severo los dona
militaría17 comienzan a caer en desuso, aplicándose la elevación a la Guardia como
premio a los mejores legionarios. Con todo, éstos debían haber servido al menos
cuatro o cinco años en su legión de procedencia.
Otro de los beneficios añadidos de nombrar pretorianos a partir de las
legiones de las fronteras lo constituía el hecho de que éstos actuaban en cierta medida
como representantes de sus unidades de origen, erigiéndose en la voz del ejército
fronterizo en la capital del Imperio. De este modo, la Guardia, al permitir al
emperador conocer las inquietudes de las tropas legionarias de las fronteras, actuaba
como nexo entre el príncipe y sus soldados.
Durante el s. III, por tanto, los legionarios podían proceder de cualquier
legión del ejército. Sin embargo, en la práctica, las áreas con mayor aportación de
pretorianos fueron las provincias fronterizas que bordeaban el Danubio.
Se ha calculado que hasta fines del s. II la media de incorporaciones a la
Guardia sería de unos trescientos, sin fecha fija. Por el contrario, los licénciamientos
hasta las reformas de Severo sólo se producían cada dos años, concretamente en las
fechas pares de nuestro cómputo moderno; así se refleja con claridad en los
denominados laterculi praetorianiorum, listados de pretorianos licenciados que
erigían un altar para conmemorar el hecho. De este modo los pretorianos enrolados
en un año impar cumplían diecisiete años de servicio. Con todo, cuando los
pretorianos se incorporaban a alguna campaña las licencias se suspendían. Marco
Aurelio (161-180), inmerso en las guerras marcománicas en el área del Danubio, no
concedió licénciamientos a los pretorianos entre 166 y 170; este hecho se refleja
claramente en la inscripción CIL 6.32522 ( 172 d.C.), en la que se procede a licenciar
a cuatro promociones. Queda meridianamente clara de esta forma la profunda
implicación de la Guardia en las campañas germánicas de este emperador, así como
las bajas sufridas, reflejadas en el exiguo número de pretorianos supervivientes de
cada centuria, muchos de ellos además condecorados.
M ás difícil de establecer es el servicio de los pretorianos durante el s. III,
debido a las características propias del período; en teoría, no obstante, se mantendrían
las condiciones precedentes de dieciséis/diecisiete años, si bien las circunstancias de
la época así como los años de servicio previos en las legiones hacen imposible
establecer un período definido.
'' Las condecoraciones propias del ejército romano durante los dos primeros siglos del Imperio eran
torques (collares), armillae (brazaletes), phalerae (medallones pectorales), coronae (coronas de
distintos tipos) y hastae (lanzas), todas ellas realizadas en metales preciosos.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Diploma de pretoriano
(Museo de Weissenburg)
CONDICIONES DE SERVICIO
41
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
los legionarios de las fronteras. Entre otras ventajas disfrutaban, como hemos visto,
de la licencia tras sólo dieciséis años de servicio — período establecido por Augusto
a partir de 5 d.C. (Casio Dión 55.23.1)— , su paga era triple de la de los legionarios18,
recibían donativos con más frecuencia que las legiones, servían en la capital,
guardaban y protegían al propio em perador y disfrutaban de prem ios de
licénciamiento mucho mayores. A todo ello habría que unir las ventajas en el ámbito
de la justicia, como el privilegio de ser procesados en el interior de su campamento,
gozar de juicios más rápidos cuando ellos actuaban como demandantes, así como la
posibilidad de hacer testamento en vida de sus padres (Juvenal, Satira XVI)
[CLARK 1988]. N o obstante, la selección de aspirantes era bastante exigente. Por
m uy mala prensa que puedan tener en las fuentes, sus delicadas funciones de
protección no podían ser ejercidas por individuos inadecuados.
Los pretorianos en servicio siempre tuvieron vedada la posibilidad de
contraer matrimonio legal. Esta normativa, vigente en todo el ejército romano
durante los dos primeros siglos del Imperio, se vio modificada por las actuaciones
de Severo [SM ITH 1972], que permitió el matrimonio legal a los legionarios. Sin
embargo, en la Guardia Pretoriana, como adelantamos al hablar de los diplomas,
siguió vigente la prohibición de contraer lazos matrimoniales, como muestra del
carácter absolutamente de élite de este cuerpo. Los emperadores no podían
permitirse ningún tipo de lealtad alternativa que pudiera incidir en el desarrollo de
las delicadas funciones de protección desempeñadas por estos soldados.
El porcentaje de pretorianos que culminaba su servicio y pasaba a la vida
civil se ha estimado en un 54% aproximadamente. N o se disponen de datos
estadísticos por lo que estas cifras hay que tomarlas con mucha precaución. En estas
estimaciones no se incluyen los pretorianos que continuaban su servicio en el
ejército iniciando una más o menos exitosa carrera de ascensos. De este modo, los
pretorianos licenciados tras dieciséis/diecisiete años se reincorporaban a la vida civil
a una edad que rondaría los 35 años, en unas condiciones físicas envidiables
derivadas de los ejercicios cotidianos y las maniobras periódicas. Todo ello supone
que habrían sido elementos socialmente muy activos allí donde hubiesen decidido
vivir su retiro.
A lo anterior habría que unir además el prestigio y los beneficios propios de
su condición de ex miembro de la Guardia Imperial. Tras su honesta missio o
licénciamiento honorable el pretoriano recibía los ahorros depositados bajo los
estandartes de su unidad (seposita) y acumulados durante toda su carrera a partir de
los sueldos (stipendia) y donativos im periales extraordinarios. Además de ello
recibía el conocido como praem ium m ilitiae, compensación que percibían todos los
soldados ciudadanos tras concluir su relación con el ejército y que en el caso de los
pretorianos era bastante superior al del resto de unidades ciudadanas que lo
integraban (legionarios, cohortes urbanas).
En un prim er mom ento el prem io de licénciam iento solía abonarse en
tierras mediante la fundación o no de colonias; sin embargo, desde 14 a.C. los
" Algo que, no obstante, hay que poner también en relación con su lugar de acantonamiento, pues el
coste de la vida en Roma no era comparable con el de las áreas de frontera donde se alojaban las
legiones.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
repartos agrarios tanto en Italia como en el resto de las provincias fueron más
discontinuos, y en 13 a.C. Augusto estableció una com pensación en efectivo
como único beneficio tras el licénciam iento. En 6 d.C. se establecieron los
m ontantes en 12.000 HS (=3.000 dn.) para los legionarios y 20.000 HS (=5.000
dn.) para los pretorianos (Casio Dión 55.23.1). El encargado de abonar estos
prem ios de licénciam iento era el erario m ilitar (aerarium m ilitare), establecido
ese m ism o año y nutrido m ediante un im puesto sobre las herencias (vigésima
hereditatum ) (Casio Dión 55.25.1-3). Con todo, parece que la práctica de los
repartos de tierra no se abandonó totalm ente, y así tenem os noticias a lo largo del
s. I d.C. de asentam ientos de veteranos pretorianos en m unicipios o colonias
fundadas o refundadas por em peradores de este período en Italia [KEPPIE 20003;
PASSERINI 1939: 129], Es el caso de Iulium Carnieum (A lpes orientales)
durante el reinado de Claudio, Velitrae y A nzio bajo N erón, y Reate bajo
Vespasiano. H ay que m encionar en este punto que las tierras que recibían los
pretorianos como prem io de licénciam iento estaban libres de im puestos, tal como
refleja un diplom a de época flavia (CIL 16.25=AE 1891, 153) perteneciente a un
pretoriano de C lunia que sirvió en la IT C ohorte. En él se m enciona que las tierras
y posesiones de los pretorianos otorgadas p or el em perador estaban exentas de la
obligación de tributar19.
La epigrafía nos m uestra que los soldados de la G uardia durante los dos
prim eros siglos del Im perio eran a m enudo m iembros de fam ilias relativam ente
acom odadas en sus com unidades de origen. La explicación la tenem os en las
im portantes expectativas de hacer carrera que se abrían en el pretorio para los
más capaces, infinitam ente superiores a las que ofrecían los cargos municipales
en Italia o en las provincias. Este hecho explica tam bién en parte el prestigio del
que gozaban los veteranos del pretorio en su patria o en la ciudad a la que se
retiraban.
19“Hoc quoque iis [los pretorianos] tribuo ut quos agros a me accederint quasve res possederunt. . sint
immimes
-------------------------------------------------------------------------- 43 --------------------------------------------------------------------------
CAPÍTULO II
púrpura im perial durante el s. III, período culm inante de este rango (Herodiano
5.1.2).
La influencia de los prefectos creció hasta tal punto que llegaron a recibir el
título de vir eminentissimus para denotar su posición, si bien seguían perteneciendo
durante el desempeño de su cargo al orden ecuestre.
Parece que la gran evolución en las competencias de los prefectos se produjo
durante la dinastía Flavia (69-96). A partir de este período los prefectos del pretorio
figuran en el Estado M ayor general de los emperadores y comienzan a mandar tropas
más allá de Italia. Esta evolución queda confirmada a través de varias referencias de
Aurelio V íctor y Juan Lidio, que insisten en que hasta el gobierno de Vespasiano (69-
79), la prefectura del pretorio tenía pocas prerrogativas, siendo a partir de Tito (79-
81) (Aurelio Víctor) y de Cornelio Fusco, prefecto de Domiciano (81-96) (según
Lidio), cuando se refuerza y modifica en profundidad la autoridad de los prefectos.
Aun así, el hecho de que Vespasiano nombrara como prefecto a su hijo Tito al llegar
al poder era un índice claro de la influencia de la que gozaban los prefectos del
pretorio a mediados del s. I. Por otra parte, era más sencilla la delegación de parcelas
de poder en un miembro de la familia, como era Tito, que en cualquier otra persona
por m uy cercana que estuviera a la nueva dinastía. De este modo, Tito ejerció la
prefectura del pretorio durante ocho años antes de llegar al poder en 79, sucediendo
a su padre, y legó a sus sucesores una prefectura del pretorio ampliamente reforzada
con respecto al período precedente.
PODERES MILITARES
46
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
pretorio habría gozado de cierta autoridad sobre el alto mando de los vigiles. En una
inscripción hallada en Roma y fechada en 140 d.C. (ILS 2012=CIL 6.1009), los
prefectos Gavio M áximo y Petronio Mamertino aparecen mencionados a la cabeza
de todas las tropas estacionadas en la capital. A partir de ella se puede establecer
claramente la superioridad jerárquica de los prefectos sobre los comandantes de las
demás unidades de la capital. Sin embargo, M. Absil considera, siguiendo a Passerini
[1939: 226-233], que esta evidencia no sería definitiva y que los prefectos del
pretorio podían haberse colocado a la cabeza de la inscripción simplemente porque
eran jerárquicamente los más importantes [ABSIL 1997: 60], El argumento, con
todo, no nos parece convincente, pues en dicho epígrafe no aparecen mencionados
los comandantes en jefe de los otros cuerpos de tropas, sino sólo tribunos y
centuriones.
El papel de los prefectos en la política m ilitar del Imperio se fue
incrementando progresivamente. El punto de inflexión parece que puede situarse en
el turbulento año 69, momento en el que los prefectos recibieron por primera vez
mandos de tropas legionarias. Este nuevo aspecto del poder de los prefectos, a partir
de la dirección de operaciones militares por delegación de Otón y Vitelio, realzó las
funciones iniciales consistentes en la protección del emperador y su familia. En 86
d.C. Domiciano concedió a Cornelio Fusco la dirección de la segunda expedición
contra los dacios. La decisión de Domiciano parece que estuvo dictada por el
prestigio del prefecto (que fue uno de los grandes artífices de la subida al poder de
Vespasiano) y por su conocimiento del terreno (había sido procurador en Tliria), no
por una tradición legal [ABSIL 1997: 61]. El reinado de Marco Aurelio (161-180)
supuso el inicio de las incursiones bárbaras contra el Imperio. Esto llevó a la
necesidad de recurrir a todas las tropas y de comandantes capaces para dirigir las
operaciones. De este modo, el Prefecto T. Furio Victorino a partir de 162 acompañó
a Lucio Vero a Oriente para ayudarle en la dirección de la guerra contra los partos.
El prefecto murió en 167-168 en Oriente víctima de la peste. Los prefectos que le
sucedieron, Basseo Rufo y Macrinio Víndice, tomaron parte también en expediciones
militares; de hecho, Víndice murió en 172 en el curso de la guerra contra los
marcomanos. De esta forma podemos observar cómo Marco Aurelio confió la
dirección de ciertas expediciones a sus prefectos del pretorio, que vieron sus poderes
transformarse. En ese mismo reinado Tarruntcno Paterno recibió el mando de un
cuerpo de ejército para atacar a los escitas, mientras Marco Aurelio dirigía otras
unidades.
De esta forma la influencia militar de los prefectos había ido desbordando
las fronteras de la península italiana extendiéndose a nivel de todo el Imperio (Casio
Dión 72.9.3). La carrera de Perennis, prefecto de Cómmodo (180-192), confirma esta
influencia al disponer a su antojo de los nombramientos de mandos legionarios. Era
como prefecto del pretorio y representante del emperador como Perennis ejercía su
poder sobre los ejércitos romanos actuando como su comandante en jefe, y así
aparece denominado por Casio Dión. Como hemos visto más arriba, en principio ésta
habría sido una delegación extraordinaria para situación de guerra, pero la medida
parece que tuvo continuidad a lo largo del s. III. El emperador, no obstante, continuó
siendo el comandante en jefe de todos los ejércitos romanos y los dirigía en combate
siempre que deseaba tom ar parte personalmente en la campaña. Por el contrario,
47
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
48
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
PODERES JUDICIALES
-19
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
PODERES POLÍTICOS
51
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
Recordemos que el gobierno de la provincia de África era uno de los puntos culminantes de la cañera
senatorial; el hecho de que Sejano, un simple caballero, controlara los resortes de poder que le facultaban
para disponer de un nombramiento de tal trascendencia nos da una clara señal de la autoridad que llegó
a ejercer este prefecto a todos los niveles del Estado.
52
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DK LA ANTIGUA ROMA
53
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
tropas del Imperio (si es que alguna vez la perdieron desde mediados del s. I d.C.).
Finalmente, el período que se inicia con la crisis de 193 pone de manifiesto el cada
vez más influyente papel institucional de los prefectos, que siguen sumando
atribuciones — como la gestión de la logística m ilitar del Imperio, ver infra)— sin por
ello perder ninguna de las precedentes, tanto a nivel judicial como político o militar
(papel este último fomentado por la propia inestabilidad del período).
De esta manera puede concluirse que desde el reinado de Augusto los
prefectos del pretorio fueron los funcionarios mejor situados para convertirse en una
especie de viceemperadores; hizo falta mucho tiempo para que esta eventualidad se
cumpliera, pero se constata que desde el comienzo los signos mostraban el sentido
que iba a tomar este nuevo cargo. Hay que mencionar además que los prefectos del
pretorio raramente se encontraban en los castra praetoria, no dirigiéndose allí sino
por necesidad. Parece que el día a día era gestionado por los tribunos y sus oficiales
y suboficiales subalternos. El único prefecto que con seguridad sí se alojó junto a sus
pretorianos fue Sejano, inductor de la idea de su concentración en una sola base; cabe
la posibilidad de que la propia actuación de Sejano hubiera disuadido a sus sucesores
de seguir sus pasos en este sentido, evitando así cualquier posible sospecha de
deslealtad. De hecho, si ios prefectos sólo hubieran sido los jefes de la Guardia
Pretoriana no se concibe por qué, como los legados de las legiones, no residían en el
interior del propio campamento. Su presencia casi constante junto al emperador en
palacio constituiría una prueba suplementaria de su importante papel politico.
Antes de concluir este apartado no podemos dejar de reseñar el prestigio
social que llegaron a alcanzar los prefectos del pretorio. Si bien era el cargo que
marcaba la culminación de la carrera ecuestre, su influencia sociopolítica superaba a
la de la mayor parte de las grandes familias senatoriales [STEIN 1925], La prefectura
del pretorio llegó a equipararse desde el comienzo a la Prefectura de Egipto; quizás
en un primer momento el gobierno de Egipto fuera tenido como superior, pero esta
jerarquía se invirtió a mediados del s. I d.C. a favor de la prefectura del pretorio. A
mediados del s. 11 d.C., los prefectos recibieron el rango de vir emiñentissimus, en un
proceso que los acercaba cada vez más al orden senatorial. Se les solia conceder
durante su servicio al frente de la prefectura las insignias tanto pretorias como
consulares, con el empleo del título de clarissimus vir, reservado a los senadores. Con
todo, ni los ornamentos consulares ni la titulatura mencionada suponía el ingreso de
los prefectos en el Senado, pues esa pertenencia al orden senatorial era puramente
ficticia. El acceso al Senado les estaba vedado a los prefectos del pretorio hasta su
retiro (salvo excepciones como Sejano, bajo Tiberio, o Plauciano, bajo Severo).
Uno de los aspectos en el que los prefectos del pretorio fueron ganando cada
vez más influencia fue el de la logística militar. La culminación de este proceso la
tenemos a fines del s. II d.C., cuando los prefectos se convirtieron en los responsables
principales del abastecimiento a los ejércitos del Imperio. Se desconoce sin embargo
cómo evolucionó el papel de los prefectos hasta llegar a tomar el control de los
abastecimientos militares, si bien a partir de algunas referencias en las fuentes la
relación de éstos con la gestión de los suministros militares queda bastante clara.
-------------------------------------54 -------------------------------------
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA RQMA
21 “Había, en efecto, dos prefectos de! pretorio que ejercían colegiadamente el poder y a cuyo cuidado
y autoridad estaban encomendadas no sólo las tropas destacadas en la corte, sino también las que
tenían a st/ cargo la protección de la ciudad y las estacionadas en todas las fuñieras. Pues la prefectura
delpretorio, tenida tras la persona imperial por segundo poder, llevaba a cabo ¡os repartos de alimento
y enmendaba, mediante las oportunas sanciones, las faltas cometidas contra la institución militar
(Zósimo 2.32.2).
22 Recordemos que la prefectura de la Annona era la encargada de la gestión de los abastecimientos a la
capital del Imperio; fue creada por Augusto y al frente se encontraba el Prefecto de la Annona.
55
CAPITULO III
CASTRA PRAETORIA.
EL CAMPAMENTO DE LOS PRETORIANOS
57
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
24 Recordemos que !a autorización para contraer matrimonio legal había sido otorgada a los soldados
legionarios por Septimio Severo, fundador de la II Parthica.
58
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
59
ADOLFO UAÚL MF.NÉNDEZ ARGOtN
de glandes ladrillos. Parece que estas defensas se realizaron cuando la obra de época
tiberiana se encontraba aún en perfecto estado. M ás adelante se añadieron en el lado
norte dos amplias torres bajas, siendo también revestidas en opus mixhmr, en esa
misma fase se añadió a cada puerta una nueva torre con ventanas triples, siendo
ampliadas además las defensas de las antiguas torres. Estas nuevas intervenciones
habrían sido necesarias, según Richmond [1927: 17], como consecuencia de un
asalto sobre el campamento, que habría que fechar hacia el final del reinado de
Maximino (235-238).
El recinto era accesible a través de cuatro puertas, la Parta Praetoria, la
Decumana, la Principalis Dextra y la Principalis Sinistra. Hoy día sólo son visibles
las puertas este y norte, flanqueadas por pilastras y dos pequeñas torres fingidas
(Tácito, Hist. 3.84; Herodiano 7.11.12). Ambas puertas mencionadas fueron
clausuradas por Aureliano (270-275), cuando los castra se asociaron a la muralla
defensiva de la ciudad [HOMO 1904: 214-306]. En 1960 salieron a la luz restos de
las puertas de época tiberiana (las iniciales), en los que se apreciaba su construcción
en ladrillo y una anchura de vano de 4 ’45 metros [LEXICON 1993: 252]; también se
hallaron in situ dos pequeños paracarros en travertino y restos de la calzada
adoquinada que salía de la puerta [BCA 1985 (90, 2): 334-5]. Es incierta la situación
de la Porta Praetoria, la entrada principal del campamento. La opinión tradicional
(Ligorio, Canina, Lanciani), la situaba en el lado largo occidental ya desde la
construcción de los castra, Hülsen y G. Lugli, por su parte, la situaban en el lado
corto septentrional [LUGLI 1934: 184; 1938: 372], mirando hacia la Via Nomentana·,
Richmond volvió a incidir de nuevo en el primer tercio del s. XX sobre su ubicación
60
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
en el muro oeste [RICHMOND 1927: 13]. Sin embargo, parece que, a partir de las
informaciones proporcionadas por Polibio, Hygino, Vegecio y los gramáticos” ,
habría que situar el frente del campamento pretoriano en uno de los lados cortos del
mismo. Si Lugli se decidía por identificar el acceso principal en el lado norte, U.
Antonielli ubicaba la Porta Praetoria en el lado sur, aduciendo además de las
referencias a las fuentes mencionadas más arriba toda una serie de campamentos de
época imperial excavados a lo largo y ancho del Imperio [ANTONIELLI 1913;
DURRY 1938: 52], En lo que sí coinciden buena parte de los especialistas que han
tratado la cuestión es en reubicar la Porta Praetoria en el lado oeste, con el fin de
tener un acceso más directo al campamento desde la ciudad, tras la clausura de las
puertas norte y este y la integración de la puerta sur en el complejo de la nueva
Muralla de Aureliano.
A la parte interior de la m uralla se asociaban toda una serie de
construcciones realizadas en opus reticulatum2'’, cerradas mediante bóveda de cañón,
en dos plantas y sobre las cuales discurría el camino de ronda de la muralla,
articulado por toda una serie de parapetos. En algunas,de estas habitaciones, sin duda
contubernia o camaretas de alojamiento de un pelotón de soldados (compuestos por
ocho individuos), se han conservado restos de pintura, así como evidencias de
pavimento de mosaico en algunas de ellas. Estas estancias decoradas con mosaicos y
con restos de pigmentación parietal y estucos conformaban unos alojamientos que
debían ser la envidia del resto de los legionarios del Imperio [BCA 1876: 176-9],
61
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARUÜTN
PEIUODS
1.2 * 3 .
C. 233
© _ » ---------------- U _1----------------- L
lAÜ. 192 J
62
PR HTOR1ANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DF. LA ANTIGUA ROMA
IAK
Muro Norte de ¡osCastra praetoria
63
ADOLFO RAÚL M ENtNDKZ ARGÜÍN
de 0 ’67 m de grosor), teniendo en común la pared del fondo y los accesos en las
partes opuestas. Algunas de las habitaciones conservaban la bóveda y, a intervalos
regulares, había escaleras de dos rampas con descansillo de 2 Ί 0 por Γ 1 0 metros, lo
que demostraría claramente la existencia de un segundo piso. Los escalones, de 1’05
m de ancho, presentan una alzada de 20 cm. y una profundidad de 29 [BCA 1876:
179; DURRY 1938: 47], Estas estancias suelen estar pavimentadas mediante opus
spicatum11, si bien algunas de ellas presentan, como hemos mencionado más arriba,
mosaicos y pinturas parietales [BCA 1986 (91, 2): 366-9]; este último detalle podría
indicar un posible uso por parte de la oficialidad. La construcción de alojamientos en
dos pisos no está atestiguada en ningún otro campamento militar de época romana.
De hecho, la superficie, similar a la de una base legionaria de unos cinco a seis mil
hombres, alojaba en principio a nueve cohortas equitatae pretorianas y a tres cohortes
urbanas; es decir, un mínimo de 7.500 soldadospero con posibilidades de expansion,
como ocurrió bajo Calígula-Claudio con la creación de una décima, décimoprimera
y décimosegunda cohortes pretorianas, en 69 bajo Vitelio o a fines del s. II d.C.
(Septimio Severo). Richmond incluso considera a los castra praetoria como uno de
los arcana impertí, pues permitía mediante esa disposición de los alojamientos doblar
el espacio disponible disminuyendo a la mitad el área de la fortaleza, ocultando así
en parte la verdad, que Roma se encontraba perfectamente controlada por una base
militai· m ayor que ninguna otra de su época [RICHMOND 1927]. La estructura de
estos barracones se mantuvo sin cambios desde su construcción hasta la destrucción
del campamento en 312 por orden de Constantino.
En 1943 volvieron a hallarse restos de alojamientos de pretorianos,
concretamente una sección de muro medianero que constituía el fondo de estancias
similares a las halladas en 1873 [BCA 1985 (90, 2): 334-5], Nuevamente en 1983 y
1984, una pequeña intervención descubrió restos de dos largos edificios paralelos
destinados a alojamientos; cada uno de ellos presentaba estancias de 3 ’5 por 5 metros
separadas por un muro medianero de 0 ’80 m. de espesor; la distancia entre ambos
edificios, sobre la que discurriría una de las calles interiores del campamento, era de
8’5 m .A partir de restos de ánforas hallados, así como de una moneda de 17 2-173 d.C.,
los arqueólogos han datado estas estancias en el s. III [BCA 1986 (91, 2): 366-369].
En el extremo NE del campamento se conocía asimismo un tramo de
calzada perimctral interna de unos 35 m., situada frente a las estancias adosadas a la
muralla exterior. A finales del s. XIX también se descubrió un complejo termal con
piscinas numeradas mediante pavimento de mosaico del V a XIII, pero sin
correlatividad; cabe destacar la ausencia del VI, que podría hallarse, sin embargo, en
la zona destruida. Pista numeración parece hacer referencia a las cohortes, tanto las
pretorianas como las urbanas, que compartirían dentro del campamento toda una
serie de infraestructuras comunes [BCA 1872: 12-14], La XIII Cohorte Urbana,
destinada en Lyon, habría contado con una reliquatio o retén en el campamento
principal, de ahí la presencia de su numeración junto a la del resto de las cohortes.
Por su parte, la ausencia del número VI podría deberse a que esta cohorte pretoríana
27 Pavimento en ladrillos colocados en vertical siguiendo un diseño que se asemeja al de una espina de
pez; las piezas se situaban oblicuas y encajaban unas con otras en ángulo recto alternando su inclinación
a derecha e izquierda.
64
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
estuvo destacada en Tivoli ( Villa Hadriana) durante un tiempo; sin embargo, nos
inclinamos más por la destrucción de la piscina con este número, pues al igual que la
cohorte urbana de Lyon la VI del pretorio habría dejado también una reliquatio en los
castra praetoria, su campamento base.
En 1889 tenemos atestiguado un interesante hallazgo, sobre todo ante la
parquedad de testimonios procedentes del interior de los castra. Se trata de un
mosaico en teselas blancas y negras bastante amplio en el que aparecen dos
domadores junto a una pantera. En la parte derecha de la imagen se lee la siguiente
inscripción: “E X V iC E N F L V E ” . Parece que puede tratarse del reflejo de la
celebración de los veinte años de reinado (vicennalia) de Antonino Pío (138-161),
p o rlo q u e el mosaico dataría de 157/158 [N.Sc. 1889: 224; BCA 1938: 250]. Este tipo
de efemérides tenía una importancia bastante acusada, siendo celebradas por todo lo
alto especialmente por los pretorianos, pues ellos se sentirían en algo responsables de
la permanencia del emperador en el trono durante un período tan amplio de tiempo
gracias en parte a las labores de protección desarrolladas con éxito.
En las excavaciones de 1960-1966 salieron a la luz en el cuadrante SE del
campamento ocho grandes edificios (de 76’65 m. de largo y 12 m. de ancho)
formados por una doble serie de estancias contiguas de los que sólo se conservaban
los cimientos (los pocos tramos en alzado están realizados en sillarejo — opus
vittatum— y eri sillarejo y ladrillo — opus vittatum mixtum—). Se han conservado
también algunos pavimentos en mosaico de teselas blancas y negras con predominio
de los diseños geométricos. Los ocho edificios están orientados con el eje mayor E-
O; restos de otras construcciones con características similares a las precedentes —
pero con el eje principal N-S y de las que no ha sido posible precisar sus
dimensiones— fueron descubiertos al E y al O de los anteriores. Siempre en el
mismo cuadrante salió a la luz parte de un gran edificio semisubterráneo en obra
65
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
Castra Praetoria
Claudio (moneda).
28 Este pavimento se realizaba mediante pequeños fragmentos de piedra colocados sobre una base de
cemento, procurando que quedara lo más liso posible.
n:; Véase apéndice de fuentes.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
MANTENIMIENTO
67
ADOLFO RAÚL MENÉNDRZ ARGÜÍN
COMUNICACIONES
68
PRETORTANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
CAMPUS
El campus de los castra era un recinto al aire libre empleado por los
pretorianos para ejercicios y paradas. Volveremos sobre el mismo en el Capítulo V.
Por el momento, baste decir que éste se situaría, según Lanciani, entre el muro oeste
del campamento y la Muralla Serviana [FUR tab. 10]; el plano elaborado por este
autor indica también la presencia de cimientos de un gran edificio sagrado. En esa
misma zona se hallaron también restos de varias construcciones, concretamente un
peristilo con basas de columnas; un pórtico con columnas de toba y una gran platea
cubierta de opus signinum, quizás perteneciente a una piscina; restos de un edificio
termal con pavimentos en mosaico blanco y negro; una letrina de planta rectangular;
restos de acueducto, y un grandísimo depósito de ánforas empleadas para rellenar el
foso de la Muralla Serviana a mediados del s I d.C. [LEXICON: 253; N.SC. 1878: 34;
DRESSEL 1879: 194; N.SC. 1887: 108]. Las fuentes escritas también mencionan en
tres ocasiones el campus de los pretorianos (Tácito, Ann. 12.36; Casio Dión 74.1;
SHA, Did. luí, 5.9).
69
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ADOLFO RAÚLMENKNOF.ZAROÜÍN
El campus estaba limitado al sur por una calle que enlazaba la Porta
Viminalis de la Muralla Serviana con la Porta Inter Aggeres; al norte el límite lo
marcaba la via Nomentana o bien una calle que unía la Muralla Serviana con el
ángulo NO del campamento. Al este limitaba con el propio muro del campamento y
al oeste con la Muralla Serviana. Los últimos 150 metros estaban reservados a los
soldados y allí se han hallado los restos de las construcciones mencionadas más
arriba así como toda una serie de monumentos votivos y dedicatorias a los dioses y
emperadores. Entre ellos cabe destacar los altares dedicados a los dii campestres,
divinidades tutelares de este terreno de ejercicios [LE BOHEC 2001: 96].
En el Esquilino, uno de los siete montes sobre los que se asentaba la capital
del Imperio, tenemos atestiguado un destacamento de soldados, principalmente
pretorianos, acantonados en una statio o campamento menor. De éste proceden toda
una serie de inscripciones erigidas en el templete de la statio o en el campus de la
misma; algunos de estos epígrafes fueron ya analizados por Hülsen a finales del s.
XIX [HÜLSEN 1893-1894], siendo sistematizados por Lugli a mediados del XX
[1957: 69-70],
En el Pincio cabe la posibilidad de que existiese otro destacamento
pretoriano. A partir de dos inscripciones (CIL 6.31285 y CIL 6.31335), Lanciani
propone la hipótesis de la presencia de una statio de soldados de la Guardia en esta
zona de propiedad imperial [LANCIANI 1988: 148].
72
CAPITULO IV
MISIONES DE PROTECCION Y
MANTENIMIENTO DEL ORDEN
3UAI creerse erróneamente que estaría relacionada con los dioses lares, protectores del hogar.
73
ADOLFO RAÚL MENÉNDKZ ARGÜÍN
La Guardia más interior dentro dei Palatino parece que la montaban los
Germani Corporis Custodes (hasta 69 d.C.) y, a partir de 98, los Equites Singulares
Augusti. Los pretorianos, por su parte, controlaban los accesos al Palatino y las
habitaciones exteriores. El único periodo en el que de ellos dependía la totalidad de
la seguridad del Palacio es el comprendido entre las dos fechas mencionadas, cuando
la ausencia de una Guardia Germánica a caballo sólo dejaba a los emperadores el
recurso a los pretorianos. Esto podía suponer en ocasiones un peligro claro, pues el
príncipe estaba completamente a merced de los pretorianos sin posibilidad de
oponerles ninguna otra fuerza armada, como le ocurrió a N erva en 97. La custodia
del emperador en sus desplazamientos de corto recorrido correspondía a los
speculatores pretorianos, precisamente hasta el mencionado golpe de mano contra
Nerva. Desde su ascenso al poder y la restauración de una Guardia Imperial a Caballo
Trajano extrajo a sus guardias de corps de esta nueva unidad, siendo conocidos como
hastiliarii y desplazando de sus funciones a los speculatores del pretorio.
Los pretorianos tenían la misión de escoltar al em perador en sus
desplazamientos dentro de la capital. Aseguraban junto a la Guardia de Germani o de
Equites Singulares Augusti la custodia del príncipe cuando éste se dirigía al Foro o al
Senado (permaneciendo, eso sí, de guardia en el exterior del edificio11), a visitar a
algún amigo o pariente, a cenar fuera del palacio, etc. Dependiendo de las
aprensiones del emperador o del momento la escolta podía ser más o menos discreta;
por ejemplo, Claudio, por desconfianza tras el asesinato de Caligula, contaba en los
banquetes con una escolta armada, práctica que se mantuvo en vigor durante el resto
del Imperio (Casio Dión 60.3.3; Suet., Cl. 35). Tenemos noticias asimismo de que un
nutrido grupo de pretorianos — incluidos algunos tribunos de la Guardia (Suet., Ner.
26)— seguía a N erón a distancia durante sus correrías nocturnas por Roma durante
los primeros años de su gobierno (Tac., Ann. 13.25).
Los pretorianos también protegían al emperador en los desplazamientos
fuera de Roma [HALFMANN 1986], y en cumplimiento de esta misión siguieron a
Tiberio en su retiro a Capri; a Nerón en su periplo por Grecia; a Domiciano en su villa
de Albano; a Hadriano en sus estancias en Tívoli, así como en los viajes que
desarrolló a lo largo y ancho de todo el Imperio, etc. Conocemos a partir de las
fuentes algunos detalles de cómo se desarrollaban estas escoltas: parece que por
delante viajaba un destacamento que despejaba el camino para evitar incidencias a la
litera o al carruaje del emperador. Tiberio incluso castigó severamente a un centurión
encargado del reconocimiento del camino porque en uno de sus desplazamientos por
Italia su litera se había enredado en unos matorrales (Suet., Tib. 60).
Huelga decir que un servicio de guardia estaba asegurado en todas las villas
imperiales. En Villa Hadriana en Tívoli, residencia donde el emperador Hadriano
pasaba largas temporadas, se ha hallado al SO de las grandes termas un edificio de
tres plantas con dos filas de habitaciones cada una que, muy probablemente, fuera
empleado por los pretorianos encargados de proteger al emperador durante sus
estancias en este complejo.
" Caligula, no obstante, obtuvo la aquiescencia del Senado para que los pretorianos le protegieran
incluso en el interior de la curia (Casio Dión 59.26.3). Otros emperadores, como Tiberio o Claudio,
gozaron del privilegio de ser acompañados al Senado por los prefectos y tribunos de la guardia,
absteniéndose de incluir tropas para evitar una mayor humillación a la cámara.
74
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
75
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
disciplina de los soldados (Tac., Ann. 13.24); la medida duró poco y el propio Nerón
volvió a reinstaurar la guardia en los teatros poco después. U na cohorte de la guardia
con todos sus mandos asistía a los recitales públicos de canto y cítara del emperador
(Tac., Ann. 14.15), controlando incluso el interés del público durante los mismos
(Casio Dión 61.20.2). La obsesión de este príncipe llegó a tal extremo que incluso
ordenaba a los pretorianos controlar los gritos desacompasados o los silencios
apáticos del público en sus actuaciones (Tac., Ann. 16.6.5), Con todo, la reacción del
público durante un espectáculo no podía desdeñarse como índice de popularidad del
organizador de los juegos, en este caso el emperador, existiendo incluso dos o tres
formas diferentes de aplaudir {plausum ars) [DUBOURDIEU 1986]. Por todo ello
Nerón prefería asegurarse una reacción correcta del público mediante un poco de
presión antes que asum ir el riesgo de una respuesta negativa o apática del graderío.
Los pretorianos (infantería y caballería) fueron también los encargados de la
seguridad durante la celebración de la impresionante naumaquia ofrecida por Claudio
en el Lago Fucino con motivo de su intento de desecación (Tac., Ann. 12.56).
Otro papel importante de la Guardia Pretoriana en la capital era el de la
inform ación. Todo m ilitar estaba obligado a proporcionar informaciones
concernientes a la paz pública de las que hubiera tenido conocimiento; de este modo
los pretorianos, junto a los soldados de las cohortes urbanas, podían desempeñar su
papel de inform antes al estar estacionados en puntos estratégicos para el
mantenimiento del orden, como los lugares de espectáculos, los mercados o incluso
las puertas de la ciudad [MÉNARD 2004: 32], Esta labor de informantes la ejercían
incluso en el propio palacio, como ocurrió con uno de los hijos de Agripina la Mayor,
Nerón (hijo m ayor del difunto Germánico, no confundir con el futuro emperador), a
cuya caída en 26 d.C. contribuyeron las delaciones ante Sejano de unos pretorianos
que se habían hecho eco de sus palabras mientras montaban guardia en una de las
puertas (Tac., Ann. 4.60). Cabe recordar también que cierto número de pretorianos
estaría destacado en stationes en distintos puntos de la capital; sólo se sabe con
seguridad de la existencia de una de ellas en el Esquilino. El propio campamento
pretoriano estaba también custodiado por una cohorte pretoriana al completo, con
tribunos y mandos inferiores al frente, que rotaba cada día.
La Guardia también podía ser empleada para mantener el orden y reprimir
el bandidaje en Italia, como podemos comprobar a través de las fuentes. Ya en el
reinado de Tiberio fueron empleados para reprimir una sedición de esclavos
promovida por un antiguo pretoriano (Tac., Ann. 4.27). Bajo Nerón una cohorte
pretoriana restauró el orden en Puteoli (Tac., Ann., 13.48), importante centro de
recepción de abastecimientos para la capital. Durante esc mismo reinado, los
pretorianos participaron también en el m antenim iento del orden entre las
comunidades vecinas de Nucera y Pompeya, que habían protagonizado un sonoro y
sangriento enfrentamiento durante unos juegos; incluso llegó a establecerse un
destacamento pretoriano en Pompeya durante algunos años. Para el reinado de
Septimio Severo es m uy conocido el caso del bandido Bulla, que tuvo en jaque a la
administración imperial durante bastante tiempo hasta la intervención de los
pretorianos (Casio Dión 77(76). 10.1 y 6).
En los procesos contra la seguridad del Estado y del emperador (lesa
majestad), los pretorianos, con sus altos oficiales al frente, solían hacerse cargo de la
77
ADOLFO RAÚL MENÉNDF.Z ARGÜÍN
78
CAPITULO V
EQUIPAMIENTO
VESTIMENTA
!! Los soldados de la Guardia, así como los de la Legión I [ Parthica, aparecen representados durante el
primer lercio del s. Ill d.C. con el denominado temo de campamento, compuesto por túnica de mangas
largas, capote que caía sobre el hombro izquierdo, cinto militar, espada, arma de asta (pilum o lancea)
y escudo.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
H ay evidencias también del empleo del color rojo, que Fuentes sugiere que podía
haber quedado reservado para centuriones y decuriones, en un intento de
diferenciarse del resto de la tropa. No obstante, contam os con referencias más o
menos claras que abogan en favor de que el color rojo hubiera estado reservado
exclusivamente para el combate y que ésta fuera la típica “túnica m ilitar” (SHA,
Div. Claud. 14.2-10; SHA, Aur. 13.3). La uniformidad entendida como tal era ajena
a los usos del ejército rom ano, por lo que este color rojo oscuro (russea) o rojo
podría haber ayudado a los legionarios a distinguirse en la batalla y sentirse
miembros de un mismo cuerpo. Por su parte, Marcial afirma que el color rojo
gustaba tanto a niños como a soldados (Epig. 14, 129); esta apreciación sería
especialm ente aplicable a los pretorianos, los soldados que más cercanos se
hallarían al crítico ojo de este autor. Quintiliano, en un pasaje de “Pro M ilite conlra
Tribunum” (D eclamationes III), también parece hacer mención al hecho de que los
soldados vestían túnicas de color rojo a finales de la República. Además se han
hallado restos de túnicas en Vindolanda de los que una decena (sobre 50) presentan
pigm entos rojos. En apoyo de esta hipótesis de que el color rojo era el que llevaban
los legionarios en combate puede argüirsc el hecho de que el general, para anunciar
a la tropa su decisión de trabar batalla, suspendía delante de su tienda un gallardete
o una túnica de color rojo (Plutarco, Marcelo 26, 1; Bruto 40, 5; Pompeyo 68, 6;
César, B.G. 2.21), lo que indicaría la orden de vestirse con la túnica de combate
[GTLBERT 2004: 40-1]. Además, hay que tener en cuenta que en épocas
precedentes, cuando una urgencia obligaba a enrolar soldados rápidamente, las
autoridades colocaban en el Capitolio dos estandartes, uno rojo para la infantería y
otro azul oscuro (caeruleus) para la caballería. Toda esta propuesta parece
81
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍ N
“ A pesar de ser un tópico muy usado, una de las ventajas obvias e indiscutibles de este color era que
ayudaba a enmascarar las heridas y manchas de sangre, lo que podía tener lina incidencia beneficiosa
para la moral de las tropas. De hecho, Isidoro de Sevilla (Orig. 19.22.10) afirma que el empleo de
prendas de vestir rojas para combatir lue una invención de los espartanos con el fin de ocultar la sangre
cuando eran heridos en combate; este autor también afirma que en época republicana (“bajo los
cónsules”) los soldados romanos llevaban para combatir una túnica roja, momento en el que eran
denominados “russati", lis muy probable que esta tradición se mantuviera durante todo el Alto Imperio.
Puede traerse a colación para el lema del color una interesante apreciación del oficial de caballería ligera
de la Grande Armée francesa F. De Brack; éste afirmaba que las tropas que más se desmoralizaban con
las heridas eran las austríacas, debido, entre otras causas, “a ta uniformes blancs qu ’ils portent et sur
lesquels marque la moindre tache de sang" [DAMAMME 2002: 404, nota 14J.
” No obstante, la lecha de este mosaico nilótico no es segura; las datacioncs oscilan enlre fines del s. II
a.C. y cl s. Ill d.C, Lo que queda claro es que si estamos ante una representación de guardias pretorianos,
la fecha debe ser posterior al establecimiento de las cohortes de la Guardia en el campamento del
Viminal, pues es a partir de su reunión en los castra praetoria cuando se loma como emblema el
escorpión, signo zodiacal de Tiberio.
82
PRETORIANOS: 1,A GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
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83
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍS
legionarios rasos disponían de más de una túnica [SUMNER 2002: 33-4]; si esto era
cierto en el caso de un legionario (probablemente de la X Fretensis) en plena
campaña en un recóndito paraje del Oriente romano, cuanto más lo sería en relación
a los pretorianos, mejor dotados económicamente y acantonados en la capital del
Imperio,
La túnica podía ir ceñida con una pieza de tela que se colocaba alrededor de
la cintura y que en el ambiente militar de Vindolanda (norte de Britania) recibía la
denominación de ventralem. Además de las tablillas de este campamento existen
representaciones escultóricas que nos muestran claramente este tipo de prenda, sobre
la que se abrochaba el cinturón del soldado. Bajo la túnica parece que se llevaba un
tipo de ropa interior conocida como subligaculum o subligar, cuyas representaciones
más claras las tenemos en numerosas imágenes de gladiadores. Su empleo por parte
del ejército lo tenemos atestiguado en una tablilla de Vindolanda en la que se hace
referencia a este tipo de prenda (Tab. Vindol. 11.346.1.2-5).
Según la época del año sobre la túnica podía llevarse una prenda de abrigo.
Durante el s. I d.C. y buena parte del s. II esta prenda fue Ia paenula, capa de forma
oval caracterizada por poseer una capucha para proteger de las inclemencias la
cabeza del soldado. Su forma era una especie de semicírculo de tejido; Junkelmann
da unas medidas para la mism a de 2 ’96 m. en la parte recta y 1’32 m. de radio para
la parte curva [JUNKELMANN 1986: 157-8). Esta prenda aparece explícitamente
mencionada en las tablillas de Vindolanda (Tab. Vindol. TI. 196, lín. 3 y 5). Pretorianos
equipados con paenula los encontramos en algunos relieves, como los del Arco de
Domiciano en Puteoli, los de la Cancillería o una lápida sepulcral hallada en
Belgioioso (Italia). Plinio nos describe la paenula con cierto detalle; este autor
recomienda llevar además como complemento a la misma una bufanda (focale), pues
este tipo de abrigo presentaba una abertura para el cuello muy amplia (N.H. 24.18).
La práctica mencionada parece que era seguida habitualmente por los soldados de la
Guardia, como muestran los relieves de pretorianos equipados con paenula
enumerados más arriba. Este tipo de abrigo deja de aparecer en las representaciones
de soldados en Roma desde fines del s. II d.C., si bien se mantuvo en uso por parte
de la población civil de la capital. Cabe la posibilidad de que la paenula quedase tan
identificada con la Guardia Pretoriana que su eclipse temporal se debiera a la
disolución de la unidad por parte de Septimio Severo y su sustitución por soldados
extraídos de su ejército provincial, donde esta prenda habría dejado de usarse
bastante tiempo atrás. Con buen tiempo los soldados de la Guardia llevaban una capa
ligera y rectangular (sagulum).
Desde fines del s. I d.C. el sagum o capote militar fue sustituyendo a la
paenula', el sagum consistía en una pieza de tejido rectangular sujeta mediante una
fíbula sobre el hombro derecho. El papiro B G U 7, 1564 menciona el encargo de
cuatro capas militares con unas medidas de 2 ’66 por 1’77 m., un peso de 1’6 kg. y
un valor de 24 dracmas (6 denarios); es probable, no obstante, que este tipo de prenda
presentara variantes más ligeras (y viceversa) según la estación o la benignidad del
clima. El emperador Caracalla gustaba vestir la capa con capucha típica de los
germanos, caracallus [BÔHME-SCHÔNBERGER 1999], de ahí el sobrenombre,
llegando durante su reinado a modificarla e im ponerla como vestimenta regular para
los soldados (Casio Dión 79.3.3). Esta reforma habría comenzado seguramente con
84
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Relieve de
pretoriano (Puteoli)
los más cercanos a su servicio; es decir, los pretorianos y los Equites Singulares
Augusti. Desgraciadamente no ha llegado hasta nosotros referencia alguna que
permita conocer con exactitud el diseño de este tipo de capa. Su origen hay que
situarlo en la Galia y, según Wild, la difusión de esta prenda de abrigo fuera de la
zona mencionada era nula antes de comienzos del s. III d.C. Es posible que Caracalla
adaptara el caracallus a partir de las prendas de abrigo propias de los legionarios en
servicio a lo largo de la frontera del Rin [WILD 1964],
Por supuesto, las unidades de la Guardia podían permitirse prendas
vedadas por su precio a los legionarios o 1os soldados auxiliares de las fronteras.
85
AD OLl'O RAÚL M ENÉNDEZ A R G Ü ÍN
86
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Augusta (Septimio Severo 6.11), propone el termino Ae subarmilis para designar esta
prenda de cuero; dicho pasaje menciona cómo el emperador Septimio Severo (193-
211) hizo desfilar a los pretorianos vestidos sólo con ella para humillarlos [SUMNER
2003: 38-39]. El término subarmilis también se ha atestiguado en una tablilla
procedente de Vindolanda. Cabe también la posibilidad que este último elemento se
llevara encima de la coraza y que ésta sólo se dejara al descubierto en caso de
combate. Es bastante probable que una o ambas prendas mencionadas estuvieran
acolchadas de forma similar al aketon m edieval
Para proteger la zona del cuello los pretorianos empleaban la bufanda
(fócale), evitando así rozamientos y molestias de la coraza en esta zona. Esta
bufanda, como hemos visto más arriba, también protegía a los soldados del frío en
combinación con la paenula.
En cuanto al calzado, durante todo el s. I y parte del s. II los soldados
emplearon la tradicional caliga-'. Era ésta una especie de sandalia (aunque por su
robustez más que como sandalia habría que considerarla como bota militar), cuyo
piso estaba compuesto por tres capas de cuero con una suela tachonada de clavos; la
función de estos últimos era incrementar el agarre y prolongar la vida útil de la
caliga. Ese claveteado de la caliga aparece perfectamente reflejado en la sátira XVI
de Juvenal, que describe las tribulaciones de un civil al que un pretoriano pisa con su
calzado tachonado en medio de la calle. El típico sonido que producirían estas suelas
en zonas empedradas o pavimentadas (muy abundantes en la capital) constituía un
claro signo de la presencia o la proximidad de los soldados, por lo que se acabaría
erigiendo en un elemento característico de su imagen de cara al resto de la población.
Por la parte superior la caliga se prolongaba en una serie de tiras de cuero que se
anudaban a lo largo del tobillo, quedando perfectamente sujeta al pie del soldado. Las
caligae eran también empicadas por los jinetes, tanto pretorianos como Equites
Singulares Augusti, aunque en este caso solían ir acompañadas por unas espuelas
simples [GÓPFR1CH 1986; SPE1DEL 1994: 103]. Este calzado se abandona en los
ejércitos de la frontera desde comienzos del s. II [VAN DRIEL-MURKAY 1985] en
favor de un tipo de bota más cerrado, muy similar al c a l c e u s ya utilizado por los
auxiliares durante el siglo I d.C. [CHARLESWORTH y THORNTON 1973], Este
tipo de calzado cerrado, de cuero, también contaba con una suela muy reforzada y
tachonada de clavos, cuya misión, al igual que en ía caliga, era proporcionar un buen
' Una clara representación de este tipo de calzado vestido por la Guardia Pretoriana podemos observarla
cu tino de los relieves de la Cancillería de época flavia.
•th Puede que la adopción de 1111 calzado mas cerrado y senei Ilo se debiera a la incorporación masiva del
mundo civil a la esfera de la producción militar. La caliga era compleja de producir y quizás demasiado
engorrosa para la industria civil, de allí que los soldados pasaran a vestir un calzado muy similar en
forma al del resto de la población (si bien más reforzado). Tampoco habría que desdeñar la influencia
del clima en esta modificación; a pesar de que la caliga solía vestirse junto a una especie de calcetines
(udones) (véanse, por ejemplo, los relieves de pretorianos de la Cancillería de época Flavia), era un
calzado muy abierto, lo que podía suponer una clara desventaja para los soldados romanos acantonados
en los climas fríos de las fronteras del norte. Cabe la posibilidad, no obstante, de que la caliga sólo se
empleara durante el servicio (formando parte del “uniforme”), y que el soldado utilizara durante el resto
del día un tipo de calzado más abrigado; también es posible que la caliga se calzara sólo durante las
campañas, que solían coincidir con el buen liempo. No obstante, esto no son más que hipótesis de las
que desgraciadamente no existe confirmación documental alguna.
87
ABOLI O RAÚL M ENÉND EZ ARGÜÍN
agarre y evitar el excesivo desgaste de la pieza. El calceus, por su parte, era un tipo
de bota propia de los oficiales superiores, incluido el emperador cuando participaba
activamente en alguna campaña [SUMNER 2002: 39]. Es posible que el abandono
de la caliga presentara en Roma cierto retraso, tanto como consecuencia del arcaísmo
buscado en el equipamiento de la Guardia Pretoriana, como porque los soldados no
tenían que hacer frente a climas tan rigurosos como los legionarios de las fronteras
del Rin o el Danubio.
Otro elemento característico del equipo del pretoriano era el cinturón,
cingillum militare. Este cinturón había comenzado su existencia con la función de
distribuir el peso de la cota de malla sobre las caderas de su portador. Durante el siglo
Ï d.C. se solían llevar dos cinturones cruzados, uno encargado de sujetar la espada y
el otro la daga. Desde la segunda mitad del s. I y todo el s. TI es característico un solo
cinturón, que solía estar muy decorado con apliques metálicos de forma rectangular.
A lo largo del s. Ill el tipo de hebilla de cinturón más extendido fue el de forma de
aro, bien representado tanto en el registro arqueológico como en el iconográfico.
A comienzos del s. 1 d.C. apareció un tipo de elemento para la ingle en forma
de mandil compuesto de tiras de cuero tachonadas con pequeños discos de metal
(apron); el origen del mismo parece estar en la práctica celta de corlar el final de un
cinturón en cuatro tiras, utilizando sólo una de ellas para la sujeción del mismo; las
cuatro tiras estaban acabadas con pequeñas terminaciones decorativas [VON
PF.TRIKOV1TS 1967: 24], En principio este adminículo se interpretó como un
elemento más de protección; sin embargo, M.C. Bishop [1992] ha puesto de
manifiesto la incapacidad del apron para actuar como elemento defensivo; parece
que esta pieza del equipo del soldado pudo estar más bien relacionada con la
diferenciación de unidades o incluso tratarse de un elemento de prestigio [contra
PEREA 1996], pues el típico tintineo del mismo cuando el soldado se movía en
atuendo civil dejaría claramente patente su presencia y exclusividad. A mediados del
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Pretorianos Cancillería
K9
ADOLFO HAUL MENÉNDEZ ARGÜÍN
ARMAMENTO
ESCUDO
57Como la recepción del rey Tiridales por Nerón, en 66 d.C.; durante esta visita a Roma para recibir la
corona de manos del emperador se celebró un gran desfile con los soldados de la Guardia como
centinelas equipados con brillantes armaduras (¿quizás lorica thorax?ver infra) y con armas y
estandartes “que resplandecían como rayos” (Casio Dión 63.4.2-3).
is Sólo hay que fijarse en los uniformes de gala de algunas unidades de élite de los ejércitos modernos
para damos cuenta de cómo algunas piezas de equipo provienen directamente de épocas muy anteriores.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DK LA ANTIGUA ROMA
Sestercio de Caligula.
Arenga a las Cohortes
Pretorianas
91
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
92
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
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ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
CASCO
Los relieves históricos nos muestran a los pretorianos equipados con un tipo
de yelmo ático muy elaborado y provisto de cresta longitudinal. Esta pieza de equipo
sería sin duda un elemento del uniforme de parada, pues en combate (tal como
muestra la Columna Trajana) los pretorianos no se distinguirían en cuanto a su
equipamiento del resto de los legionarios; la única diferencia palpable en los relieves
de la Columna Trajana respecto a las tropas legionarias sería el empleo de un tipo de
penacho corto en la parte superior del casco. Este modelo de casco ático es el que
aparece representado también en el famoso relieve de pretorianos del Louvre, así
como en un fragmento de relieve en el que se observa una cabeza de soldado
(probablemente pretoriano) equipado con casco ático y carrilleras decoradas con el
escorpión; el hecho de que en este caso aparezca en una escena de combate sólo
indicaría la convención artística de representar al pretoriano tal y como solía
mostrarse ante la población de la capital y no con el auténtico “atuendo” para la
batalla. Esta últim a pieza mencionada también se conserva en el Museo del Louvre;
M. Durry [1938: 222] desecha sin embargo que se trate de un soldado de la Guardia
al ir equipado con una cota de escamas; con todo, hay que recordar que ese tipo de
coraza era muy corriente entre los pretorianos y llegó a convertirse en exclusiva
desde fines del s. 11 d.C. No puede olvidarse, por otra parte, que el registro
arqueológico no ha proporcionado ejemplar alguno de este tipo de yelmo ático, por
lo que podríamos estar simplemente ante una convención artística.
Reconstrucción de un
yelmo ático de oficial
pretoriano.
94
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Los cascos que habrían portado los pretorianos en combate habrían sido
(quizás con pequeñas modificaciones, que habría que entender como elementos
distintivos de su exclusividad) similares a los modelos en uso entre los legionarios.
Concretamente, desde el reinado de Augusto, tres serían los tipos de casco que se iban
a emplear en el ejército romano y que, conociendo períodos de convivencia en los
arsenales, se irían sucediendo: el tipo Buggenum, el Haguenau y el modelo
Weisenau. El primero de ellos se caracterizaba por un cuerpo de perfil ojival y una
protuberancia hueca en la parte superior; presentaba un pequeño cubrenuca en ángulo
más pronunciado que los cascos de períodos anteriores (tipo Montefortino)
[FEUGERE 1994: 49, 79-80], Los hallazgos de este tipo de casco muestran que se
encontraba en uso hacia el cambio de era, antes del desastre de Teutoburgo (9 d.C.)
y el abandono del campamento legionario de Haltem (Germania). El tipo Buggenum
parece que fue creado poco antes de la muerte de César, perpetuando el perfil del
casco republicano tradicional (Montefortino); de hecho, recuerda fuertemente a sus
predecesores, con los cuales ha sido confundido a veces. La cronología de empleo del
tipo Buggenum se limita a los años 50 a.C.-10 d.C., por lo que es probable que
equipara a los soldados del pretorio imperial en sus primeros años de existencia.
Pero el ejército romano no tardó en poner en servicio un nuevo modelo de
casco mejor adaptado a sus necesidades de conquista en territorio bárbaro y a
técnicas de combate diferentes, el tipo Haguenau. Estaba fabricado en una sola pieza
y presentaba un amplio cubrenuca perpendicular así como un fuerte refuerzo frontal
fijado en los temporales; las carrilleras de estos cascos en forma de grandes placas
redondeadas en la base y proyectadas hacia delante contribuían a una buena
protección de la cara del soldado [FEUGERE 1994: 81-2], El casco de tipo Haguenau
más antiguo conocido fue hallado en Haltern y fechado hacia 9 d.C. La m ayor parte
de los hallazgos se datan en época claudio-ncroniana (41-68 d.C.) y los ejemplares
más recientes no sobrepasan la década de 70 d.C. Sus características evolucionan,
como el cubrenuca, que en los últimos modelos es tres veces más grande que en los
iniciales [FEUGERE 1994: 85],
Los cascos de tradición céltica que equiparon al ejército romano del Alto
Imperio coexistieron con los anteriores de tradición itálica durante cerca de un siglo.
El tipo Weisenau aparece a comienzos del principado y es el heredero directo del tipo
Agen/Port [CONNOLLY 1989]. Estos cascos también son conocidos como “gálicos
imperiales” a partir de la obra de Russell-Robinson, en la que se distinguen no menos
de once subtipos, fechándose el último de ellos, el “K”, en torno al primer cuarto del
s. 11 d.C. [ROBINSON 1975: 45, 51-61]. Estaba fabricado exclusivamente en hierro
(con algunas excepciones, sin duda tardías, en bronce), presentaba una construcción
de casquete y cubrenuca en una sola pieza, así como un hueco para las orejas
generalmente reforzado por una banda ribeteada. En la parte frontal aparece decorado
con “cejas” y un masivo refuerzo, como en el tipo Haguenau, fijado a los temporales.
Algunos ejemplares de esta serie particularmente cuidados llevan elementos
decorativos en latón, cobre rojo, plata o esmalte. En ocasiones se ha atestiguado un
sistema de fijación de cimera mediante estribo central amovible.
Algunas tumbas de Eslovenia permiten situar la aparición de estos cascos
“gálicos” en los primeros años del principado de Augusto. Tanto el tipo Haguenau
como el Weisenau debieron aparecer en el mismo período como consecuencia de una
95
ADOLFO RAÚL MENLNBEZ ARGÜÍN
reforma militar [FEUGÈRE 1994: 91]. Pero mientras que el tipo Haguenau entró en
desuso a fines del s. I d.C., el modelo Weisenau se mantuvo durante los ss. II y III,
viendo probablemente m uy extendido su empleo. La Columna Trajana permite datar
a comienzos del s. II d.C. una innovación capital en la forma del casco de Weisenau;
se trata de dos refuerzos externos que se cruzan en la parte superior del casco. Estos
refuerzos no aparecen representados en la columna en los cascos que llevan los
pretorianos, caracterizados por su penacho corto. Desconocemos si en el caso de las
tropas pretorianas pudo haberse mantenido la cim era junto a esos refuerzos cruzados
de la parte superior (técnicamente no debía ser nada fácil); es posible que los
soldados del pretorio pudieran haber renunciado conscientemente a este avance
defensivo para mantener su privilegiada imagen con el penacho al viento, o bien cabe
la posibilidad que se trate simplemente de una convención del escultor para la
representación de los soldados de la capital, que en combate lucharían con cascos
reforzados similares a los de los legionarios.
La evolución tardía de este tipo de casco y la historia de su abandono son
mal conocidas. Los últimos representantes de la serie están provistos de bandas
cruzadas sobre el casquete y hacen gala de una amplia decoración de apliques en
bronce o en latón. El último representante del tipo Weisenau es el casco de bronce de
Nicdcrmormter, perteneciente a un legionario de la XXX Ulpia, que parece tomar
prestados numerosos elementos a los cascos de caballería. El tipo Niederbieber (ss.
I1-1II) prolonga en el tiempo la evolución del tipo Weisenau, con un casquete que
rodea ampliamente el cráneo, descendiendo por delante hasta las cejas y por detrás
hasta la raíz del pelo. Los refuerzos, cuando existen, adquieren una eficacia
incrementada por su posición en diagonal. Algunos de ellos se fabricaron en bronce,
pero la mayor paite asocian un casquete en hierro a elementos añadidos en bronce.
La mayoría de estos cascos poseen lazos tipológicos y estilísticos evidentes con los
de la caballería.
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPHRIAL DE LA ANTIGUA ROMA
CORAZA
97
ADOLFO RAÚL MENÉNDKZ ARGÜÍN
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PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DK LA ANTIGUA ROMA
I
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
41 Hasta qué punto era cierta esta estandarización y, sobre todo, en qué zonas de las Cranteras
imperiales era aquélla la imagen propia del legionario es un tema sujeto en la actualidad a discusión
[Menéndcz 2006].
42 La primera representación escultórica de la segmentata parece observarse en el arco de Susa, Italia,
también de época augústea; en este monumento uno de lo soldados representados deja entrever a la
altura de los hombros lo que podrían ser placas de segmentata.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
el brazo del portador en sus dos tercios; la explicación para esta importante diferencia
puede atribuirse al hecho de que encerrarlo por completo producía cierta restricción
de movimientos en el codo (esta lalta de movimiento del brazo era inaceptable para
el ejército, aunque pudiera haber sido pasable en la arena); M.C. Bishop ha propuesto
por su parte que la manica no cubriese la parte trasera del brazo, sino la delantera, al
ser la más expuesta según se desprende de la técnica de combate del legionario
romano; la articulación de las piezas de la manica, que se solapaban hacia arriba (a
la inversa que la coraza), permitiría una relativamente amplia libertad de movimiento
a un brazo derecho así protegido [SÏMKTNS 19902; BISHOP y COULSTON 1993:
87; COULSTON 1998; BISHOP 1999; BISHOP 2002: 68-71].
El empleo de la segmentata por parte de las tropas pretorianas lo tenemos
atestiguado en los relieves de la Columna Trajana y en los de la base de la Columna
Antonina. Soldados pretorianos aparecen en la escena LUI de la Columna de Trajano,
en la que se representa la construcción de un campamento bajo la supervisión del
emperador; éste se encuentra rodeado por un grupo de pretorianos equipados con
102
PRETORIANOS: LA GUARDIA IM PERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
a la cota de malla, pero no otorgaba a su portador una movilidad tan amplia como la
primera. Por otra parte, sus cualidades defensivas eran bastante inferiores a las de la
malla. A pesar de ello este tipo de protección fue empleado tanto por legionarios
como por auxiliares durante el s. Tí d.C., extendiéndose su empleo también a la
Guardia Pretoriana. La diferencia habría que buscarla en el material empleado, pues
mientras entre las tropas legionarias estaría más extendido el hierro, entre los
auxiliares sería el bronce el material básico para la elaboración de este tipo de
protecciones. El empleo de la squamata tanto por auxiliares como por legionarios
puede rastrearse en algunas zonas del Imperio como la Dacia (Rumania) desde los
primeros años del s. II d.C. [DAWSON 1989].
La ventaja que podía ofrecer la cota de escamas respecto a otros tipos de
coraza era fundam entalm ente su bajo coste y facilidad de fabricación y
mantenimiento, que no requería artesanos especializados y que podía ser reparada
por los propios soldados. Sus cualidades se consideraron lo bastante buenas como
para acabar siendo la protección propia de los pretorianos, tal como nos lo confirma
Casio Dión (79.37.4) para el año 218 d.C., durante el gobierno de Macrino. Los
pretorianos aparecen representados ya en la Columna Aureliana '14 con cotas de
escamas para distinguirlos con claridad del resto de las tropas romanas. Con todo,
desconocemos si durante el s. III siguieron en uso modelos anteriores como la cota
de mallas o la segmentata. A fines del s. III y comienzos del s. IV, la cota de escamas
continuaba siendo la coraza típica de los pretorianos y equipados con ella aparecen
44 Este monumento fue erigido durante los primeros años del reinado de Cómmodo, c. 185 d.C.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
P ILU M
15 De nuevo una característica arcaizante para una época en la que, como hemos visto, el arma
predominante era la lancea.
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
GLADIUS/SPATHA
El gladius puede definirse como espada corta; era un arma para ser
empleada principalmente de estoque, si bien su evolución tiende a la búsqueda de
unos fuertes filos rectos y una punta corta, elementos que caracterizaban al modelo
“Pompeya” (segunda mitad del s. 1 d.C.); éste se mantuvo en uso en las legiones hasta
su progresiva sustitución por la spatha a fines del s. Π. Durante el s. I d.C. el modelo
Pompeya va a coexistir, no obstante, con el que puede calificarse como su predecesor,
el tipo “M ainz’:, caracterizado por poseer una hoja de punta larga y filos no paralelos.
La longitud de la hoja de los gladii oscila entre 40 y 55 cm., llegando el arma a medir
en total unos 80 cm. La tropa portaba el gladius en el costado derecho, a diferencia
de los centuriones, que llevaban su arma de filo a la izquierda como signo distintivo.
Este hecho puede observarse en el relieve de los pretorianos del Louvre, donde el
único gladius claramente representado aparece portado por el segundo soldado de la
derecha en ese costado. Asimismo, en una serie de sestercios emitidos por Nerón en
63-64 d.C. para conmemorar “adlocutiones” a la guardia, dos de los tres soldados
representados llevan el gladius en el lado derecho.
U n elemento importante en este arma era la vaina, con estructura de madera
y refuerzos metálicos, que podía llegar a estar ampliamente decorada. Esta
decoración en el caso de los pretorianos no podía sino ser de una riqueza bastante
superior a la de las vainas de los gladii provinciales, tanto por el mayor sueldo como
por el acceso a los mejores artesanos del Imperio, afincados en la capital. El modo de
106
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL I)F. LA ANTIGUA ROMA
También el término gladius, en neutro “gladium”, se ha atestiguado como término genérico para
designar la espada durante el s. I d.C., tal y como podemos observar en un documento procedente de
Carlisle (norte de Britania) y relativo a un ala de caballería (Ala Sebosianá)', en dicho documento el arma
de filo de los jinetes aparece denominada como gladium en lugar de emplear el término más cspccífico
de spatha [TOMLIN 1999J.
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
PUGIO (DAGA)
La daga era un arma empleada por los soldados del ejército romano desde
época republicana. Se llevaba en principio en un cinturón propio en el costado contrario
al de la espada. Su uso se fue haciendo más raro entre las tropas legionarias desde
finales del s. I d.C., pero esto parece que no afectó a la Guardia Pretoriana, pues en 193
estos soldados se muestran ante Septimio Severo llevando dagas damasquinadas en
plata y oro de tipo ceremonial (Herodiano 2.13.10). Puede que estemos de nuevo ante
un elemento arcaizante del equipamiento de los pretorianos. Con todo, el empleo de
dagas vuelve a resurgir entre los legionarios durante el s. Ill d.C.
LANCEA
La lancea era una jabalina ligera con un peso y una punta (en forma de hoja)
inferiores a los del pilum, lo que reforzaba su alcance pero limitaba su capacidad de
penetración. Solía contar con un propulsor de tiras de cuero, amentum, para
incrementar su alcance eficaz (Isidoro, Orig. 18.7). Las razones para sustituir un
arma de asta por la otra habría que buscarlas esencialmente en el escaso recorrido del
pilum así como en su alto coste de fabricación. No obstante, como hemos visto, el
pilum continúa en uso entre las tropas pretorianas durante el s. III, incluso reforzado
a veces con dos o tres bolas como lastre; debido a ello es probable la existencia dentro
del pretorio de cuerpos de especialistas; es decir, tropas entrenadas para combatir con
el pilum y contingentes adiestrados para hacer uso de la lancea según los
requerimientos tácticos de la situación. Entre las tropas legionarias estos especialistas
en el manejo de la lancea están claramente atestiguados, para época severiana, con la
denominación de lanciarii [MENÉNDEZ 2004: 217].
ARTILLERÍA
Carrobalista
de la Columna Trajana.
estructura similar formada por un armazón de madera, metal o mixto del que
sobresalían dos brazos rectos a los laterales y una corredera donde se colocaba el
proyectil; estaban además asentadas sobre una base que permitía la regulación del
ángulo de tiro de la pieza. Su tamaño variaba en relación al calibre de los proyectiles
que arrojasen. El scorpio, por su parte, se diferenciaba únicamente en que sus brazos
eran curvos para incrementar así la tensión y tomar más potencia. Tradicionalmente
las balistas eran máquinas diseñadas y empleadas para arrojar proyectiles de piedra,
de mayor o menor calibre según las especificaciones de su construcción; la catapulta,
por su parte, arrojaba dardos y flechas y solía gozar de bastante precisión (Josefo, B.J.
3.167). Sin embargo, durante el siglo II d.C. se va a producir una inversión total en
la nomenclatura de estos ingenios, pasando a denominarse ahora con el término
catapulta a las máquinas encargadas de arrojar piedras y balistas a las que lanzaban
dardos [MARSDEN 1969: 1-4].
A comienzos del s. II (reinado de Trajano) apareció la corrobalista, máquina
especialmente apta para la guerra de movimientos, cuya representación en la
Columna Trajana montada en carros es síntoma de la eficacia de su empleo en
combate abierto [WILKTNS 1995]. Este tipo de catapulta se caracterizaba por el
empleo del hierro en la elaboración de su armazón, a diferencia de los tipos en
madera existentes hasta finales del s. I d.C. [BAATZ 1981]. Por último, a lo largo del
s. III conoce un gran desarrollo el onagro {onager), pieza de artillería que según
Marsden se encontraría ya en servicio a comienzos de esa centuria [1969: 191]. El
onagro era una catapulta de un solo brazo cuya descripción más clara nos ha llegado
a través de Amiano Marcelino (23.4). Esta pieza se caracterizaba por su falta de
precisión y una cadencia de tiro bastante reducida; sin embargo, ambas deficiencias
eran compensadas por la gran potencia y capacidad de penetración de sus disparos47.
47 Peterson afirma que el onagro era inferior a las piezas de artillería de dos brazos; la popularidad que
alcanzó a lo largo del s. III habría que buscarla, sin embargo, en su mayor facilidad de construcción y
mantenimiento y en que requería dotaciones menos experimentadas para operarlo [PLTLRSON 1996:
59 y 63J.
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
48 Hstos elementos puede que fuesen de uso común; es decir, existiría un número determinado de piezas
de equipo de este tipo que irían rotando según los servicios.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DR LA ANTIGUA ROMA
fI \\ I
%
\
::
I
En cuanto al equipamiento defensivo, los soldados de la caballería
pretoriana portaban casco, armadura y escudo. El casco de la caballería se
caracterizaba por su forma redondeada, batido en una sola pieza, con protector
frontal, amplias carrilleras y cubrenuca. Durante el s. T y primera mitad del s. II era
muy habitual que los cascos de la caballería estuvieran decorados con una pieza
superior en bronce dorado trabajada para dar la sensación de cabello. Por lo que
respecta a las protecciones corporales, las armaduras propias de caballería eran de
malla o de escamas, que daban al jinete la mejor solución entre protección y
movilidad sobre el caballo. Finalmente, el escudo era plano y construido en madera,
pudiendo adoptar distintas formas: oval, hexagonal, etc. Parece que la caballería de
la Guardia Pretoriana tenía especial predilección por los escudos planos ovales,
decorados en ocasiones con motivos de escorpiones. Las armas ofensivas eran
esencialmente lanzas y espadas (spatha). La lanza de caballería era más ligera que el
pilum; se caracterizaba por tener un asta de madera y una punta de metal en forma de
hoja más o menos alargada, pudiendo ser empleada para blandirse o para arrojarse
sobre el enemigo. La spatha ha sido analizada más arriba con cierto detalle, por lo
que no nos detendremos en ella.
La caballería romana se caracterizaba por protagonizar en ocasiones
especiales entrenamientos en uniforme de parada y con armas simuladas; estos
ejercicios eran conocidos con la denominación Hyppica Gymnasia. Los tenemos
atestiguados en las unidades de caballería del ejército de la frontera, siendo descritos
con detalle por Arriano para el s. 11. De este modo, es muy probable que también
fueran practicados por la Guardia. Por otra parte, algunos de estos ejercicios pudieron
ser practicados ante el público, pues en no pocas ocasiones las lúentes nos informan
de la participación de la caballería de la Guardia, tanto pretorianos como Equites
Singulares Augusti, en ceremonias y celebraciones en la capital (ver supra).
Por último, habría que mencionar un elemento esencial que explica el gran
éxito de las unidades de caballería romana, la silla de montar. La estructura era de
madera, acolchada y forrada de cuero; se colocaba sobre una manta y se caracterizaba
por presentar cuatro pomos, dos delante y dos detrás, que mantenían al jinete en
posición. Los pomos delanteros permitían al jinete voltear su espada a un lado o a
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
otro mientras que sus piernas quedaban sujetas por éstos; también podía soportar más
o menos bien una carga con espada o lanza gracias a que las caderas estaban
perfectamente fijadas en su posición por los pomos traseros. Finalmente, los ameses
de los caballos eran de cuero, con pendientes realizados en bronce en forma de tres
hojas o de cuarto creciente.
A modo de conclusión, ofrecemos este cuadro resumen en el que se observa
la gran variedad de elementos requeridos por esta unidad de élite del ejército romano:
RUTINAS DE ENTRENAMIENTO
pretorianos sin tener en cuenta que este cuerpo era realmente eso, una guardia
personal completamente entregada a su comandante en jefe. Esa lealtad podía llegar
incluso a la auto inmolación después de la muerte del emperador, como ocurrió tras
el suicidio de Otón (Epit. de Caes. VII.2).
Poner en duda las capacidades combativas de las unidades de guardias ha
sido una constante a lo largo de la Historia, si bien las apreciaciones de los críticos
se han visto a menudo desmentidas por el excelente comportamiento de este tipo de
unidades en el campo de batalla49. La Guardia Pretoriana no fue una excepción a este
tipo de cautelas, ya incluso desde la propia Antigüedad (Plutarco, Otón 5, 9 y 12;
Herodiano 2.6.14; 2.10.2 y 6 ; Casio Dión 74.16.2-3; SHA, Did. luí. 6.1; Casio Dión
75.2.4-5), sin embargo, cuando sus servicios fueron requeridos en campaña, en
general, a su actuación no pudo ponérsele ningún pero.
Buena culpa de la operatividad de la Guardia Pretoriana la tenían sus rutinas
de entrenamiento. En efecto, una de las características esenciales de las que hacía
gala el ejército romano era el hincapié que se ponía en un adiestramiento continuado
de los soldados, sin importar los años de servicio (Vegecio, Epit. I, 9 a I, 19). Con
esta medida se pretendía mantener siempre a las tropas en un estado de preparación
militar lo más adecuado posible y evitar además la ociosidad, que podía ser un factor
ampliamente desestabilizador en un ejército tan profesionalizado como el romano
[LE BOHEC 2004: 141-161]. Si estas premisas se cumplían a rajatabla en cualquier
legión acantonada en las fronteras, cuanto más no lo harían en la Guardia, que
además era el cuerpo más visible de todo el ejército al hallarse acantonado en la
propia capital. De hecho, los pretorianos, desde la construcción de su campamento en
23 d.C. por orden de Sejano, contaron con un campo de maniobras (campus) junto a
sus castra (Tac., Ann. 12.36; Casio Dión 74.1; SHA, Did. luí. 5.9.), en el que se
desarrollarían tanto las labores de entrenamiento como las grandes paradas,
ceremonias y desfiles50.
El campus se situaba mirando hacia la ciudad; es decir, junto al lado oeste
de los castra [LANCIANI, FUR, tab. 10], entre el campamento y la Muralla
Serviana. En este espacio se han hallado restos de un gran edificio sagrado, de una
gran letrina de planta rectangular, de un edificio termal pavimentado con mosaicos,
de una edícula dedicada por los pretorianos, depósitos de ánforas (empleadas para
rellenar el foso del agger serviano) y conducciones de agua [LEXICON 1993: 254;
'wLos prejuicios llegan prácticamente hasta nuestros días; así, por ejemplo, la alta oficialidad del ejercito
alemán durante la segunda mitad de los años 30 calificaba a la Leibslandarte SS A dolf Hitler, guardia
personal del dictador, como “pretorianos” o “soldados del asfalto”, solamente útiles para las peleas
callejeras y los desfiles [MABIRH 1978: 45]; cuán equivocadas se demostraron estas apreciaciones
quedó de manifiesto con el comportamiento en combate de esta unidad durante lodo el segundo gran
conflicto mundial del s. XX; sus cualidades bélicas fueron tan notables que de simple regimiento
motorizado creció hasta conformar toda una división blindada. Un hecho similar se constata en relación
a la Guardia Imperial de Napoleón, odiada por las unidades de línea debido a sus amplios privilegios y
a la economía que caracterizó su empleo por parte del emperador, pero a la vez respetada por sus
cualidades militares, que superaban en conjunto a las del resto de las unidades de la Grande Armée
[DAMAMME 2002: 46-50],
“ HI interior de los castra, a partir de las excavaciones realizadas, parece que no contaba con un lugar
de reunión capaz de acoger ceremonias militares que exigieran la concentración del grueso de las
unidades allí establecidas (pretorianos y urbaniciani).
A D O L fO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
LUGLT 1938: 375; LUGLI 1970: 493-4; MARCHETT1 1957]. Como podemos
comprobar, todo un complejo destinado a ofrecer los servicios necesarios a los
pretorianos (y urbaniciani) tras los entrenamientos cotidianos.
Numerosos son los testimonios que nos informan de especialistas en la
Guardia dedicados al adiestramiento de los pretorianos y de su alto grado de
preparación militar. Los entrenadores en la disciplina de la esgrima solían recibir la
denominación de armatura (CIL 6.2699). Incluso conocemos a un disc(ens)
armat(uramm), que podría interpretarse como un “instructor de instructores” (CIL
6.37215), así como a un evocatus con el rango de exercitator armaturarum (CIL
6.3736=31122). Por encim a habría que situar al doctor cohortis, con
responsabilidades de adiestramiento a nivel de toda la cohorte. Superiores en grado a
estos últimos serían los campidoctores 51 de los que tenemos tres testimonios al
menos, uno perteneciente a la 1 Cohorte Pretoriana (CIL 6.533), otro a la VIT (CIL
6.2658 ) y otro a la IX. El segundo de ellos, datado en el s. III d.C., llegó a servir 25
años en la Guardia tras diez como legionario (CIL 6.2697). Este hecho, que en
principio puede parecer un poco extraño habida cuenta que uno de los grandes
beneficios de los pretorianos era su tiempo de servicio limitado a dieciséis/diccisiete
años, se explicaría porque a estos especialistas se los habría intentado mantener en
activo el mayor tiempo posible; de esta forma, su amplio período de servicio en el
pretorio se debería a sus talentos especiales como campidoctor, además, gran parte
de ese servicio lo habría realizado como evocatus, con todas las ventajas que este
grado conllevaba.
Otro epígrafe nos menciona a un doctor de la VIII Cohorte Pretoriana; en
este caso puede que estemos ante un doctor armorum, de nuevo involucrado en el
adiestramiento de los soldados de la unidad (CIL 5.6886). Una inscripción
procedente de Aquileya y fechada durante el reinado de Domiciano (81-96)
menciona a un missus ex evocato, procedente de la Guardia Pretoriana, con el rango
de armidoctor de la Legión XV Apollinaris; estaríamos de este modo ante un
51 Esta gradación queda confirmada por el epígrafe CIL 6.533 (-ILS 2088) (Roma, s. III), en el que se
realiza una dedicatoria a Némesis Campestre por parte de un doctor cohortis, ascendido a campidoctor
de Ia I Cohorte Pretoriana p(ia) v(index).
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
exprctoriano que, gracias a sus especiales condiciones como instructor, habría sido
enviado a esta legión para adiestrarla en los últimos avances armamentísticos ya
aplicados en la Guardia (AE 1952,153); uno de esos avances podría estar relacionado
con los pila lastrados, es decir, jabalinas pesadas con una bola de plomo a la altura
de la unión entre el asta de madera y la punta de hierro. Como hemos mencionado
más arriba, este tipo de pilum aparece a finales de la época flavia equipando a las
tropas pretorianas de la capital en los relieves de la Cancillería. La Legión XV
Apollinaris, trasladada a Carnuntum (Panonia) desde Palestina, participó en la guerra
de 8 6 - 8 8 contra los dacios y en la de 90-92 contra los sármatas [RODRÍGUEZ 2001 :
367]. En 89 Domiciano se trasladó al campamento de la XV Apollinaris, que utilizó
como cuartel general hasta 92. El emperador viajó con un importante contingente de
la Guardia Pretoriana y sería en este marco en el que habría que situar la actuación
del armidoctor en relación con los legionarios de la XV.
Un último rango relacionado con el adiestramiento de las tropas de la
Guardia lo tenemos en los exercitatores equitum praetorianorum a los que, además
de las labores estrictamente relacionadas con el entrenamiento, puede que haya que
asignarles cierta iníluencia en el mando conjunto de las tropas a caballo de la guardia
(como ocurría en el caso de los centuriones exercitatores de los Equites Singulares
Augusti). Durante el s. I d.C. las cohortes pretorianas eran unidades quingenariae
equitatae·, es decir, cohortes integradas por 480 hombres con un complemento de
caballería de cien equites praetoriani. Esto daría un total nominal de 900 equites
durante el reinado de Augusto (nueve cohortes), 1.200 equites tras la reforma de
Calígula/Claudio (doce cohortes) y 1.000 tras culminar el proceso de reconstitución
durante el gobierno de Vespasiano (diez cohortes). Durante el s. II d.C. puede que las
cohortes siguieran siendo quingenarias, sin embargo autores como D.L. Kennedy
proponen para la Guardia pretoriana de época Antonina cohortes de tipo miliario
[KENNEDY 1978], con lo que el contingente de caballería pretoriana se habría
incrementado al doble; estaríamos hablando de unos 2 .0 0 0 equites, lo que a su vez
supondría un contingente doble al de los Equites Singulares Augusti establecidos por
Trajano (copiando la estructura de un ala milliarid’1). Este incremento es seguro para
la época de Septimio Severo (a partir de 193 d.C.), pero para el período precedente,
a pesar de las consideraciones de D. L. Kennedy, no puede considerarse sino como
hipotético. A partir de las evidencias epigráficas conservadas puede observarse cómo
en no pocos casos el paso por el cometido de exercitator equitum praetorianorum es
el escalón previo a una importante carrera militar53.
Finalmente, es prácticamente seguro que buena parte de los evocati de la
Guardia habrían desempeñado cometidos como instructores [MOMMSEN 1884;
LUGLI, Evocatio·, VON DOM ASZEW SKI 1967: 75-78; DURRY 1938: 117-126;
52 El ala miliaria de caballería era la unidad más importante de todas las tropas auxiliares y su escaso
número a nivel de todo el ejercito sería índice tanto de su efectividad como de su coste de
mantenimiento.
33 Son los casos de Cneo Marcio Rustió Rufino, CIL 10.1127 (-1884) (Abellinum), que alcanza incluso
el mando de las flotas pretorianas de Rávena y Miseno; Marco Vettio Valente, CIL 11.395 (“ ILS 2648)
(Rimini, 66 d.C.); Cneo Marcio Rustió Rufino, CIL 10.1127 (-1884) (Abellinum); otros exercitatores
de la caballería de la Guardia Pretoriana están atestiguados en ILS 2089 (=CIL 6.2464) (Roma,
comienzos s. III) y CIL 3.10378 (=3395) (Capona, Panonia Inferior, s. III).
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
54 RIC P, p. 159, n° 103-8 y p. 162, n° 167-177 (fechadas entre 63 y 67 d.C.): Sestercios en los que el
emperador Nerón aparece a caballo entrenando con su Guardia Germana (n° 103-104 y 167-73), con la
representación de un vexillum, o con sus pretorianos a pie (n° 105-8 y 174-7); la leyenda para todas ellas
es “decursio”. Parece sintomático cuando menos que Nerón comience a conmemorar a su Guardia y las
virtudes militares propias del emperador en la última etapa de su reinado, cuando crece la oposición del
Senado y desciende su popularidad.
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
55Recordemos que en estos momentos los speculatores constituían una unidad aparte dentro del pretorio;
más adelante se integrarán en el seno de las propias cohortes.
56 Quizás su status privilegiado les hiciera ver cualquier ejercicio ajeno al propio entrenamiento con las
armas como algo en cierta medida degradante y propio de otras ramas del ejército.
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
Con todo, Spurinna consiguió calmar los ánimos y llevó a las cohortes de nuevo tras
los muros de Piacenza (Tac., Hist. 2.19). Un primer asalto de Cécina sobre esta plaza
fuerte fue rechazado con éxito por los pretorianos (Tac., Hist. 2.21). Tras este
episodio se produjo un cruce de insultos entre los legionarios de Germania y los
pretorianos acantonados tras las murallas; los legionarios tildaban a las tropas de la
capital de “soldados cobardes, perezosos y corrompidos p o r el circo y los teatros”,
tópico tras tópico que no se ajustaba a la imagen ofrecida ante el ataque de los
vitelianos, vergonzosamente repelido. Después de un segundo fracaso Cécina se
dirigió con su ejército contra Cremona (Tac., Hist. 2.22). En este episodio del asedio
de Piacenza observamos un empleo poco común de las tropas pretorianas, el de
guarnición de una plaza fuerte. Cabe resaltar también cómo las técnicas empicadas y
el vigor en la defensa sorprendieron al ejército viteliano, mostrando una vez más las
capacidades combativas de este cuerpo de tropas.
La Guardia de distinguió de nuevo en una serie de acciones bajo el mando
de Suetonio Paulino. U n error de este general hizo caer a las fuerzas otonianas en una
emboscada dispuesta por las tropas de Cécina en un paraje conocido como Los
Cástores (a doce millas de Cremona); durante el enfrentamiento destacó la actuación
de tres cohortes pretorianas situadas en formación de fondo en la calzada (Tac., Hist.
2.24). En esta acción también participaron mil jinetes entre pretorianos y auxiliares57.
Los otonianos consiguieron sustraerse a la emboscada dispuesta por Cécina c incluso
estuvieron a punto de infligirle una severa derrota, de la que escapó debido a la
indecisión de Suetonio Paulino a la hora de lanzar un ataque de infantería decisivo
(Tac., Hist. 2.25; Plut., Otón 7).
Otón reestructuró los mandos de su ejército y colocó al frente del mismo a
su hermano Salvio Ticiano y al Prefecto del Pretorio Licinio Próculo. Los ejércitos
vitelianos de Cécina (ya en el norte de Italia) y Valente (que descendía desde
Germania) acabaron uniéndose, por lo que era previsible un gran enfrentamiento. Los
mandos otonianos decidieron dar batalla cerca de Cremona, pero consideraron
oportuno que el emperador no participase en el enfrentamiento. Suetonio Paulino se
oponía a entablar batalla sin antes haber unido fuerzas con los contingentes
procedentes de Mesia y Panonia, pero no fue escuchado (Tac., Hist. 2.37; Plut., Otón
8 ). Otón, siguiendo el consejo de sus generales, se retiró hasta Bresccllo con un fuerte
contingente de cohortes pretorianas (Tac., Hist. 2.33; Plut., Otón 8 y 10). El resto se
quedó en el ejército de Ticiano y Próculo para participar en la inminente batalla. Las
tres cohortes pretorianas que protegían Piacenza al mando de Spurinna también se
unieron al cuerpo de ejército principal (Tac., Ilist. 2.36). En este punto Plutarco nos
informa del descontento de los pretorianos al experimentar la auténtica vida de
campaña, afirmando que estaban ansiosos por combatir, poner fin a la guerra y volver
a Roma (Plut., Otón 9). El gran enfrentamiento tuvo lugar finalmente en Bedriaco,
cerca de Cremona, saldándose con una clara derrota otoniana (Tac., Hist. 2.41-44); el
emperador no quiso continuar la lucha y puso fin a la guerra con su suicidio. Ni
Tácito ni Plutarco destacan la participación de las cohortes pretorianas en esta batalla,
57leniendo en cuenta que la Guardia en estos momentos estaría compuesta por cohortes quingenariae
equitatae, los jinetes pretorianos participantes en la acción habrían sido probablemente los integrantes
de las tres cohortes mencionadas; es decir, aproximadamente 300 (linos cien por cohorte), siendo el resto
caballería auxiliar.
PRF.TORIANOS: LA GUARDIA IM PERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
afirmando el segundo de ellos que huyeron a través de las filas de su ejército sin
siquiera haber llegado a combatir (Plut., Otón 12). Qué duda cabe que la fiabilidad
de esta última noticia puede ponerse en entredicho simplemente recordando el resto
de las acciones que las tropas pretorianas acometieron durante esta campaña; además,
recordemos que Plutarco era ante todo un moralista que detestaba profundamente el
comportamiento de estos soldados en relación con el asesinato de Galba. Según
Tácito (Hist. 2.44), los pretorianos se quejaron tras la batalla de haber sido
traicionados; Tácito nada nos dice sobre su actuación durante el combate, pero si ésta
hubiera sido realmente tan deshonrosa como afirma Plutarco no habría pasado
desapercibida.
La nueva Guardia reformada por Vitelio con unos efectivos elevados, al
menos sobre el papel, a unos 16.000 soldados — dieciséis cohortes miliarias— (Tac.,
Hist. 2.93-94)5S participó muy activamente en la guerra que enfrentó al nuevo
emperador con el ejército que avanzaba desde Oriente en nombre de Vespasiano59.
Por su parte, la Guardia de Otón, licenciada por el nuevo emperador, no tardó en
retomar las armas en el seno del bando de Vespasiano. Sus representantes les habían
prometido que volverían al servicio en las antiguas condiciones (Tac., Hist. 2.82). El
momento culminante de esta nueva guerra civil se produjo de nuevo en Bedriaco,
donde se desarrolló el choque decisivo; en esta batalla los antiguos pretorianos de
Otón formaban parte de la reserva del general ílaviano Antonio Primo; este último
salió vencedor del enfrentamiento y continuó su m archa sobre Roma. Un
destacamento de expretorianos de Otón al mando de Valerio Paulino (procurador de
la Galia Narbonense y antiguo tribuno de la Guardia, que los llamó de nuevo al
servicio activo) defendió Fréjus (Fonim lulii) para el bando flaviano disuadiendo a
F. Valente de atacar la plaza (Tac., Hist. 3.43).
Por su parte, los nuevos pretorianos de Vitelio continuaban en la capital
junto al emperador. Éste se decidió finalmente a atacar a las tropas de Antonio Primo,
que se habían detenido en Fano ante los rumores de que el grueso de la Guardia se
dirigía contra él (Tac., Hist. 3.50). Vitelio ordenó a los prefectos del pretorio Julio
Prisco y Alfeno Varo que con catorce cohortes pretorianas y todos los escuadrones de
caballería ocupasen el Apenino; este ejército estaba además reforzado por la nueva
legión formada con los infantes de marina. Las demás cohortes (junto a los
urbaniciani) quedaron al mando de Lucio Vitelio como protección de Roma (Tac.,
Hist. 3.55). A continuación el emperador decidió enviar a su hermano con seis
cohortes y quinientos jinetes a Campania, destacando otra parte de sus tropas en
Narni al mando de los prefectos del pretorio (Tac., Hist. 3.58). Todo este dispositivo
comenzó a venirse abajo en el momento en el que los pretorianos e infantes de marina
58Según Tácito fueron los propios soldados los que eligieron sus destinos, adscribiéndose a las tropas de
la capital o permaneciendo en las legiones según sus intereses; de esta forma se desprestigió a la
guarnición de Roma al incorporarse veinte mil hombres cogidos “por las buenas” de entre todo el
ejército viteliano (Tac., Hist. 2.94).
s‘*Vitelio licenció a los pretorianos de Otón, pero éstos volvieron al combate en el momento en el que se
tuvo noticia del levantamiento de Vespasiano en Oriente a favor de este nuevo pretendiente (Tac., Hist.
2.67; Suet., Vit. 10). En este sentido, seguiremos considerando a los ex-otonianos también como
pretorianos, pues la Guardia de Vitelio, en principio, no era sino un contingente legionario y auxiliar
rápidamente reconvertido. Sólo tras la victoria de Vespasiano y su nueva reforma puede volver a
hablarse de Guardia Pretoriana unificada como tal.
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
cuatro urbanas (X, XI, XII y XIIII), omitiendo las cohortes pretorianas I a V. Esto
indicaría que Domiciano habría enviado a buena parte de su Guardia a una provincia
y que no estarían disponibles para recibir la licencia junto a los veteranos de las
cohortes mencionadas. Los editores del diploma no se pronuncian sobre la misión
que podía haber estado desempeñando más de la mitad de la Guardia; sin embargo,
a partir de la fecha S. Dusanic sostiene que las cohortes mencionadas como ausentes
habrían participado en la expedición de Domiciano contra los catos y que habría
existido otra constitutio especial (aún no descubierta) de la que emanarían los
diplomas en los se pondrían de manifiesto las recompensas especiales otorgadas a
esas Cohortes I-V, que habían acompañado al emperador en Germania [DUSANIC
1993]. Las cohortes mencionadas en el diploma habrían quedado, por tanto, junto a
las cuatro urbanas como reliquatio en los castra para mantener el orden en la capital
y evitar cualquier posible reacción contra el régimen. Otra posibilidad es que el
emperador no hubiera dejado tantos pretorianos en los castra, sino que se hubiera
hecho acompañar por la casi totalidad de las cohortes; a su vuelta, a mediados de 83,
podía haber traído consigo dos o tres cohortes pretorianas (dependiendo del número
total con las que hubiera viajado), dejando otras cinco en el teatro de operaciones
para la continuación de la guerra; esas cohortes son las que no habrían estado
presentes para licenciar a sus veteranos en la fecha del diploma. Lo que pone de
manifiesto, por tanto, este documento es la participación activa de los pretorianos en
las campañas de Domiciano 62 y la posibilidad de que, debido a dicha participación,
recibieran recompensas y honores especiales en comparación con el resto de las
cohortes de la unidad que habían permanecido en los castra de la capital.
Contra los dacios se lanzaron dos campañas militares, la primera tuvo lugar
en 8 6 y terminó en desastre; en esta operación fue derrotado y muerto el Prefecto del
Pretorio Cornelio Fusco (Suet., Dom. 6.1) y, probablemente, destruida la Legión V
Alaudae (Eutropio 7.23.4; Orosio 7.10.4). Cabe también la posibilidad de que esta
legión fuera destruida poco antes, durante el primer ataque dacio a fines de 85 o
comienzos de 8 6 en el que fue vencido el gobernador de Mesia, Opio Sabino [SYME
1928; MÓCSY 1974: 81-3]. Es muy probable que en la expedición de 8 6 hubieran
participado tropas pretorianas, que podían haber constituido la reserva central bajo
las órdenes directas del prefecto. La segunda campaña, emprendida por el emperador
como una forma de vengar la muerte de Fusco y lavar esa gran derrota, tuvo lugar
dos años después. Con ella se consiguió reafirmar el prestigio romano en la zona tras
la gran victoria de Tapae y una paz aceptable con los dacios vencidos (a pesar de las
críticas vertidas sobre ella por la tradición contraria a la figura de este emperador).
No disponemos de datos que nos permitan asegurar la participación de pretorianos en
esta nueva campaña.
Cuados y m arcom anos reclam aron a continuación la atención de
Domiciano; una primera expedición contra ellos se lanzó en 89 d.C. La guerra se
reanudó en 92 tras la irrupción de ambos pueblos en Panonia y la posible aniquilación
de la Legión XXI Rapax [SYME 1928: 53; MÓCSY 1974: 84-5]“ . La reacción
62 LisLo, por otra parte, era perfectamente lógico cuando el emperador se involucraba personalmente en
el teatro de operaciones.
61 Las últimas investigaciones, sin embargo, se inclinan por la opción que hacc desaparecer esta legión
en Germania tras la revuelta fallida de Antonio Saturnino en 89 [B1ÍRARD 2000],
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
romana fue dirigida por el propio emperador, acompañado sin duda alguna por un
fuerte contingente de pretorianos; esta campaña consiguió expulsar a los invasores y
penetrar en territorio enemigo más allá del Danubio (Casio Dión 67.5-7; 68.9.3;
Jordanes, Getica 13.76; Suet., Dom., 6 ; Tac., Agí: 41; Orosio 7.10.3-4; Eutropio
7.24.4) [STROBEL 1989].
Dos nuevas campañas contra los dacios con participación de la Guardia
Pretoriana tuvieron lugar durante el reinado de Trajano (98-117). La primera de ellas
se desarrolló en 1 0 2 y el emperador se hizo acompañar por un importante cuerpo de
pretorianos al mando del Prefecto Claudio Liviano (Casio Dión 68.9.2-3). La
segunda campaña (106-107) es la que acabó definitivamente con el reino de
Decébalo y supuso la anexión de Dacia como provincia romana (Casio Dión 68.8.1
a 68.14.5) [C1CHORIUS 1896-1900]. Los pretorianos tomaron parte activa también
en esta segunda campaña; así lo sugieren tanto la presencia del propio emperador
como su representación en la Columna Trajana. La última gran expedición del
reinado fue la invasión del Imperio Parto (114-117), que dio como resultado la
efímera anexión de Mesopotamia (Casio Dión 68.17-19; Malalas 9.270-274)
[LEPPER 1978]. De nuevo la participación personal del emperador supuso la
intervención de fuertes contingentes de pretorianos que combatirían junto a los
recientemente creados Equites Singulares Augusti', este cuerpo constituía la escolta
más cercana al emperador; por su parte, los Germani Corporis Custodes habían sido
disueltos durante la crisis de 68-69 y no fueron reconstituidos por Vespasiano. La
gran revuelta judía de 115-117 que se extendió por Mesopotamia, Egipto y Cirenaica
dio al traste con las ganancias territoriales obtenidas durante la guerra contra los
partos (Casio Dión 68.32; Eusebio, H E 4.2; Orosio 7.12); un contingente de
pretorianos incluso participó en la represión de la rebelión de los judíos de Alejandría
[ALSTON 1995: 75-7].
Parece que una parte de la Guardia pudo haber tomado parte en la guerra
judía que se desarrolló entre 132 y 135 durante el gobierno de Hadriano. Al menos
así interpreta Durry un testimonio epigráfico hallado en la provincia de Dalmacia.
La Guardia Pretoriana no vuelve a participar en una campaña contra
enemigos exteriores hasta 162, cuando acompañando al coemperador Lucio Vero
(161-169) tomó parte en la guerra contra los partos que habían invadido la provincia
de Siria. La contienda duró cuatro largos años, pero finalmente las armas romanas
prevalecieron, se creó una nueva provincia (Mesopotamia) y Vero pudo emprender el
viaje de regreso a Roma (Frontón, Principia Historiae', SHA, Vero 7). El teatro de
operaciones danubiano iba a traer a Marco Aurelio más quebraderos de cabeza; las
campañas en esta zona contra cuados, sármatas y marcomanos se prolongaron de
manera intermitente desde 166-167 hasta la muerte del emperador en 180 en el
campamento legionario de Vindobona (Casio Dión, 72.3; SHA, M Ant. 12.13-14.6,
22.1 y 27.10). En estas operaciones la Guardia Pretoriana estuvo de nuevo presente.
Desconocemos, no obstante, el número de cohortes y los contingentes que prestaron
servicio en la frontera danubiana junto al emperador, pero es probable que se tratara
del grueso de la unidad ante la gravedad de las penetraciones bárbaras iniciales, que
habían llegado incluso a Aquileya. En estas campañas se produjeron dos importantes
desastres, el primero tras la derrota y muerte del Prefecto del Pretorio Furio Victorino
(SHA., M. Antonino 14.5; Vero planteó incluso poner fin a la guerra tras este revés);
PRETORIANOS: LA GUARDTA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
el segundo cuando los marcomanos acabaron con el Prefecto del Pretorio Marco
Vindice (Casio Dión 72(71).3.5), lo que da una idea del potencial peligro de estos
pueblos germánicos. En ambas batallas habrían tenido presencia, sin duda alguna,
tropas pretorianas destacadas desde la capital. Tras la muerte de M. Aurelio su hijo
Cómmodo (180-192) puso fin a la guerra y regresó a Roma llevando con él a las
tropas del pretorio allí destacadas.
La apuesta de Septimio Severo (193-211) por el poder no llegó a provocar
una guerra civil a pesar de que los pretorianos se prepararon para ella bajo las
directrices de Didio Juliano (Herodiano 2.11.9; Casio Dión 74.16.2-3; SHA, Did. Iul.
6 .1 ). El conflicto se evitó en el último momento con la muerte del emperador a manos
de aquellos que lo habían elevado, lo que no les evitó el castigo que les tenía
reservado Severo.
De este modo una nueva reorganización de la Guardia tuvo lugar en 193 d.C.
por orden de Septimio Severo. Todos los pretorianos fueron licenciados (Herodiano
2.13; Casio Dión 75.1.1 ; SHA, Sev. 6.11; SHA, Sev. 17.5; Aurelio Víctor, D e Caes.
20.1; Zósimo 1.8.2) por haber asesinado a Pértinax (Casio Dión 74.9.1-4, 74.10.1;
Herodiano 2.5.5-8; SHA., Pert. 11; Aurelio Víctor, De Caes. 18.2; Zósimo 1.7.2;
Eutropio 8.16) y subastado el imperio (Herodiano 2.6.4 y 2.6.8-11; Casio Dión 74.11 ;
Aurelio Víctor, De Caes. 19.1). En adelante el servicio en la Guardia sería una
recompensa a alcanzar por los mejores soldados de los ejércitos de frontera (Casio
Dión 75.2.4-5), aunque en la práctica el grueso de sus efectivos iba a estar compuesto
por antiguos legionarios del Tlírico (Herodiano 2.14.5). A partir de estos momentos
es cuando puede afirmarse con seguridad la existencia de cohortes pretorianas
miliarias, algo que sólo se había producido durante el s. 1 bajo Vitelio. Con todo, ya
mencionamos también la posibilidad de que la Guardia Pretoriana pasara de cohortes
quingenariae a milliariae durante la primera mitad del s. II d.C. [KENNEDY 1978;
A E 1980, 24],
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
Con buena parte de esta nueva Guardia Septimio Severo entró en guerra
contra los partos en 195-196 (Casio Dión 76.1.1 a 76.3.3). Tras la ruptura del acuerdo
con Clodio Albino, reconocido César en la Galia, Severo dirigió sus ejércitos contra
él (196-197) (Casio Dión 76.4.1; 76.6.1-7.2), derrotándolo en una gran batalla
campal cerca de Lyon en la que participaron importantes efectivos de la reformada
Guardia. Nuevamente, tras la guerra civil, vuelve a centrar su atención contra los
partos, organizando una nueva campaña (197-199) (Casio Dión 76.9.1 a 76.10.1) que
concluyó con la incorporación de una nueva provincia, Mesopotamia. Finalmente, las
últimas expediciones del reinado con participación personal del emperador y, por
tanto, de sus pretorianos tuvieron lugar en Britania entre 208 y 211 (Casio Dión
77.11.1 ; 77.12.1 a 77.13.4; 77.15.1 -2).
Caracalla (211 -217) lanzó en 213 una campaña en los Agri Decumates contra
los alamanes, que estaban ya empezando a hacerse notar en la zona (Casio Dión
78.13.4-6; Aurelio Víctor, De Caes. 21.2; SHA, Caracalla 5.6; CJL 6.2086; CJL
13.6459; CIL 13.6104; CIL 10.539; CIL 8.4202; RTESE 199). Mainz fue
probablemente una de sus bases y se sabe que atravesó la frontera en la parte más
occidental del limes de Recia, como muestra el descubrimiento en Dalkingen de una
puerta honorífica. La campaña se cerró con una victoria que aseguró este área de la
frontera durante dos décadas, si bien una parte de ese éxito se pagó en dinero (Casio
Dión 78.14.2). Esta acción, no obstante, pudo haber empeorado las cosas en última
instancia, pues sentó el precedente de que los Césares empleasen oro para salir de
situaciones difíciles, incrementando la inflación interna y las demandas de los bárbaros.
En 214 el emperador protagonizó una nueva campaña militar, en este caso
contra los godos,en el área del Danubio. La última gran expedición de su reinado se
inició en 215 y fue dirigida contra los partos (Casio Dión 78.19.1, 78.21.1, 79.1.1-5,
79.3.1-5; Herodiano 4.10-11); lúe en el transcurso de aquella cuando Caracalla murió
asesinado cerca de Carras en 217 (SHA, Ant. Car. 6.6-7 y 7.1-2; Epit. de Caes. XXI. 6 ;
Herodiano 4.13.5). La Guardia acompañó al emperador en todas y cada una de estas
campañas, si bien sólo tenemos escasos testimonios de su participación (SHA, Ant.
Car. 5.8). La presencia de la Guardia en la campaña oriental queda asegurada por la
de los propios prefectos del pretorio Macrino y Advento, así como por la participación
de varios tribunos pretorianos en la conspiración que acabaría con la vida del
emperador. Además, el encargado de eliminarlo fue un strator evocatus del pretorio
resentido con el emperador por no haber recibido aún su ascenso a centurión (Casio
Dión 79(78).5.1-4). Por otra parle los pretorianos presentes en Oriente son los que
obligan a Macrino (217-218) a aceptar la divinización de Caracalla (SHA, Ant. Car.
11.5). La Guardia Pretoriana participó además en la masacre que tuvo lugar en
Alejandría en 215, hecho por el que recibió un cuantioso donativo (25.000 HS por
soldado) (Casio Dión 78(77).24.1).
Las reformas de Macrino provocaron el apoyo a un nuevo pretendiente de la
dinastía severiana, Hcllogábalo, dando lugar a una guerra civil en Siria a la que no
sobrevivió el emperador. Los pretorianos combatieron por Macrino, participando en la
gran batalla que tuvo lugar cerca de Antioquía; estuvieron, según las fuentes, muy
cerca del éxito, pero la propia cobardía de Macrino acabó con toda esperanza (Casio
Dión 79(78).37.3-4; Herodiano 5.4.8). Tanto los pretorianos como los Equites
Singulares Augusti continuaron la lucha hasta recibir por parte de Heliogábalo la
PRETÜRIANOS: LA GUARDI A IMPERIAL DF. LA ANTIGUA ROMA
noticia de la huida del emperador, así como una invitación a convertirse en su Guardia
Pretoriana, que, sintiéndose libres de su juramento, aceptaron (Herodiano 5.4.10).
La Guardia volvió de nuevo al combate durante las campañas del reinado de
Severo Alejandro (222-235). Este emperador dirigió una primera expedición contra
los persas sasánidas (mucho más agresivos que sus predecesores partos) en 232 (Casio
Dión 80.3.1-3, 80.4.1; Herodiano 4.2.6-7), pero su resultado no fue ni mucho menos
concluyente (Herodiano 6.6.4). En Europa los alamanes volvieron a atacar las
fronteras de Germania Superior a gran escala en 233. La situación exigía la presencia
del emperador y Severo Alejandro no tuvo más remedio que poner fin a su campaña
en Oriente y concentrar un importante ejército en el Rin para el contraataque
(Herodiano 6.7.6). Esta era la primera vez que la frontera sufría una penetración tan
importante y el emperador lanzó su expedición en 234-235 (SHA, Severo Alejandro
59.1). La ofensiva no tuvo éxito y la sublevación de las legiones de Germania
(Herodiano 6.8.4-8) le costó la vida tanto a él como a su madre, Julia Mammea,
asesinados en Mainz en 235 con el beneplácito de los pretorianos (Herodiano 6.9.7;
Aurelio Víctor, De Caes. 24.2-4; Epit. de Caes. XX1V.3-4; Zósimo 1.13.2). La gran
contraofensiva se desarrolló ese mismo año pero protagonizada por su sucesor,
Maximino el Tracio (235-238), que rechazó con éxito a los germanos más allá de la
línea del limes exterior (Herodiano 7.2.1-8; SHA, Severo Alejandro 61.8).
A partir de la muerte de Severo Alejandro puede decirse que comienza un
período en el que la Guardia Pretoriana iba a conocer cotas de actividad inusitadas.
Con el emperador al frente participó en todas y cada una de las campañas militares,
tanto internas como externas, que se desarrollaron durante los cincuenta años que duró
la denominada “Anarquía Militar”. El advenimiento de Diocleciano, si bien supuso un
descenso significativo de los conflictos internos, no fue para la Guardia tampoco un
período tranquilo, pues la multiplicación de emperadores trajo consigo su división y
participación en las distintas campañas militares que éstos acometieron a lo largo de
todas las fronteras.
En el Rin la contraofensiva de Maximino penetró profundamente en territorio
enemigo, reconstruyéndose incluso algunos fuertes arrasados por los alamanes en sus
incursiones anteriores (Aurelio Víctor, De Caes. 26.1; SHA, Duo Maxim. 11.7, 12.1;
Herodiano 12.6-9). Durante sus campañas en el norte contra los germanos Maximino
tuvo noticias de la rebelión de los gordianos en África. En Roma se produjo el
asesinato de Vitaliano (Herodiano 7.6.4; 7.6.5-9; 7.8.6; SHA, Duo Maxim. 14.4; SHA,
Tres Gord. 10.5), prefecto del pretorio que había quedado al mando de los asuntos de
la ciudad en ausencia del emperador y que sólo disponía de un pequeño número de
remansores de la Guardia. Los sublevados consiguieron en estas circunstancias
hacerse con el control de los castra praetoria sin muchas dificultades (SHA, Tres
Gord. 6 .8 ). Se aclamó como emperadores a Máximo y Balbino, no sin antes haberlos
obligado a reconocer como César al joven Gordiano (SHA, Max. et Balb. 8.3). Las
tropas de la Guardia presentes en la capital aceptaron la decisión. Se encargó a
Máximo, al frente de un gran ejército del que no formaban parte los pretorianos
acantonados en Roma6'1, la campaña contra Maximino, que descendía sobre Italia con
su ejército desde la frontera germana.
61 Hay que lener en cuenta que la reliquatio que Maximino había dejado en los castra estaba formada
por pretorianos próximos al licénciamiento (Herodiano 7.11.2 ).
127
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
En Roma tuvo lugar una sublevación del pueblo contra los pretorianos,
llegando incluso a ponerse sitio a los castra (Herodiano 7.11.6; SHA., Dúo Maxim.
20.6; SHA, Max. et Balb. 9.1; SHA, Tres Gord. 22.6-9). El campamento sufrió un
primer asalto pero los pretorianos rechazaron el ataque desde las murallas, saliendo
incluso en un furioso contraataque contra los asaltantes (Herodiano 7.11.8-9). Los
contingentes de asedio decidieron entonces cortar el suministro de agua al
campamento (Herodiano 7.12.3; SHA, Max. et Balb. 10.4-8), lo que provocó una
nueva salida de los pretorianos; éstos, hostigados desde los tejados, acabaron
provocando un incendio (H erodiano 7.12.4-5). Finalm ente se entablaron
negociaciones entre ambos bandos y se puso fin a los disturbios. Mientras tanto,
Maximino inició su expedición contra Italia marchando con los pretorianos en la
retaguardia de su ejército. El fracaso ante Aquileya provocó un motín — iniciado por
la Legión 11 Parthica y secundado por los pretorianos— que acabó con la vida del
emperador, poniendo así fin a la guerra civil (Herodiano 8.5.9; SHA, Dúo Maxim.
23.7). Los pretorianos regresaron a Roma al mando de Máximo Pupieno (Herodiano
8.7.7). Fueron estos mismos soldados del pretorio, unidos a los camaradas que habían
quedado acantonados en la capital, los que provocaron una nueva sublevación; ésta
culminó con la eliminación de los emperadores elegidos por el Senado y la
proclamación del joven Gordiano III (Herodiano 8 .8 ; SHA, Max. et Balb. 14; Aurelio
Víctor, De Caes. 26.5-6).
Contubernium p reto rian o m ostrando los elem entos característicos, como la tienda de
piel p ara ocho hom bres o las estacas del vallado del cam pam ento. Al fondo, a la
izq u ierda, puede verse un signum, el estan d arte de la centuria.
Vexillifer pretoriano con su estandarte, de tela P reto rian o s de g u ard ia. E l de la izquierda lleva
bordado con el num eral de la unidad un a lorica hamata o cota de m alla y un casco tipo
a la que pertenecía el destacam ento. Itálico Im p erial, modelo D. El de la derecha lleva
Los portaestandartes de la G u ard ia se adornaban una lorica segmentata y un casco tipo Gálico
con pieles de león, cuya cabeza se colocaba sobre el Im p erial, m odelo G, con penacho
casco p ara im presionar. Su escudo es una parm a de crin de caballo.
pequeña, m ás m anejable que el pesado scutum.
D escansando tra s una m arch a. Los p reto rian o s llevan únicam ente su equipo de com bate, sin otra
im pedim enta que estorbe la m archa.
P retorian o m o stran d o su túnica de lana de color D estacam ento en m archa. Kn p rim e r plano,
blanco, el color típico de la G u ard ia P rctoriana. a la derecha, un optio, reconocible p o r su v ara
Su equipo es de cam p añ a, p o r lo que lleva el larga y las plum as en su casco, indicativo
pilum, la fo rm idable ja b a lin a rom ana. de su rango de suboficial.
Vexillatio (destacam ento creado ad hoc) p reto rian a. El p o rta e sta n d a rte se ad o rn a con una piel de
Icón, m uy utilizada en la G u ard ia. O bsérvese su parnui o escudo redondo, pequeño p ara poder
m a n e ja r el estan d arte con m ayor com odidad.
Típico scutum republicano ovalado y curvado "R ecreación de un escudo p reto rian o realizad
hacia dentro. En este caso la spina no es real, sino a p a r tir de un relieve de arm as del s. II
p in tad a y no tiene el reb o rd e de bronce, sino la procedente de Villa A lbani (R om a)".
propia piel del forro in terio r cosida alrededor.
El umbo es hexagonal, de hierro.
Casco de caballería
Lactancio, D e Morí. Persec. 4.3; Aurelio Víctor, D e Caes. 29.4-5) junto a buena parte
de su ejército, incluidos pretorianos. Galieno, por su parte, fue asesinado en 268
cuando dejando a un lado su campaña en el Danubio se dirigía a reprimir la rebelión
de Aureolo en Milán (Zósimo 1.40.1-3; Aurelio Víctor, D e Caes. 33.21); los altos
mandos que lo eliminaron aprovecharon un descuido de la escolta del emperador
para acabar con su vida. Una nueva campaña tuvo lugar en esta zona bajo el mando
de Claudio TI (268-270); los escitas, junto a hérulos, peucos y godos, habían iniciado
una serie de incursiones por mar desde el Ponto; Claudio se enfrentó a ellos cerca de
Doberos y Pelagonia, seguramente al frente de la Guardia Pretoriana; tras sufrir un
sangriento revés los romanos acabaron venciendo a los bárbaros en Naissiis (Mesia)
y dispersando el ataque (Zósimo 1.43.1-2).
En Oriente tres fueron las grandes campañas a las que tuvo que hacer frente
el Imperio, todas ellas saldadas con sendos fracasos. La primera fue protagonizada
por Gordiano TU entre 242 y 244. Al frente de la misma se encontraba el Prefecto del
Pretorio Timesiteo (SHA, Tres Gord. 27.2 y 27.7) y junto a él habría sido destacada
a Oriente la mayor parte de la Guardia pretoriana; a su muerte el cargo fue ocupado
por M. Junio Filipo (SHA, Tres Gord. 28.1, 28.5-6; Zósimo 1.18.2; SHA, Tres Gord.
29.1). Mientras tanto, el rey persa Sapor obtuvo en 244 una gran victoria en batalla
campal en Mesiché, derrotando a un ejército romano al mando del propio emperador,
Gordiano III, que puede que muriera como consecuencia de las heridas recibidas
durante el combate65. Su sucesor, el Prefecto del Pretorio Filipo (244-249), se vio
obligado a firmar un tratado por el que se comprometía a pagar un tributo con el fin
de poder salvar los restos de las tropas romanas involucradas en la expedición (Res
Gestae Divi Saporis, 1.1-2). La segunda guerra, entre 253 y 256, se volvió a saldar
con una nueva victoria de Sapor en Barbalissos y con la toma de Antioquía. Esto
provocó una nueva intervención del emperador en la zona, en este caso Valeriano
(253-260); sin embargo, la campaña por él dirigida terminó en un absoluto desastre
con la derrota entre Edesa y Carras de un ejército romano compuesto por unos 70.000
hombres y la captura del propio emperador y todo su Estado Mayor (prefecto del
pretorio incluido); Antioquía volvió a caer de nuevo en manos persas"’. La situación
llegó a tal extremo que al igual que Postumo había hecho en la Galia Palmira se
sublevó y se escindió del Imperio, controlando buena parte de los territorios romanos
en Oriente. La recuperación de estas provincias para Roma corrió a cargo de
45 La versión más extendida sostiene sin embargo que la muerte de Gordiano, que se habría quedado en
la retaguardia, tuvo lugar como consecuencia de una revuelta militar fomentada por el propio Filipo
(Aurelio Víctor, De Caes. 27.8; Zósimo 1.18.3, 1.19.1; SIIA, Tres Gord. 30.9; Epit. de Caes. XXVII.2).
66Res Gestae Divi Saporis, 1. 10-36; la versión romana difiere, afirmando que fue el exceso de confianza
de Valeriano a la hora de reunirse con Sapor para acordar las condiciones de un nuevo tratado el que
provocó su apresamiento (Zósimo 1.36.2). El prefecto del pretorio Ballista (o Callisto) llegó incluso a
apoyar en Oriente a un usurpador, Macriano, tras la desastrosa campaña de Valeriano, conservando el
mando de los pretorianos y tomando grandes responsabilidades en las gestión de los abastecimientos
(SHA, Tyr. Trig. 12.1 y 12.11; Zonaras 12.23, que lo denomina Callisto). Junto al emperador se calcula
que pudieron haber caído prisioneros unos 20.000 soldados, incluidos un buen número de pretorianos;
estos soldados dieron deportados por Sapor a la región de Gundeshapur, donde fueron empleados en la
construcción de una gran presa, llamada Band-i-Kaisar (“la presa de los soldados del emperador
encadenado”). Es indudable que la pericia en trabajos de ingeniería propia de los soldados romanos,
entre ellos seguramente especialistas de la Guardia, tuvo mucho que ver en esta decisión del Gran Rey.
lista victoria de Edesa fue además inmortalizada por Sapor en los relieves de Naq-i Rustam.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Diploma Pretoriano,
Filipo el Árabe
(244-249)
al combate desde Roma a todas las tropas de las que disponía: Guardia Pretoriana,
Legión II Parthica, Equites Singulares Augusti y, quizás, una parte de las cohortes
urbanas. Por otra parte ordenó a Valeriano, como ya mencionamos más arriba, que
avanzara con las unidades acantonadas en la Galia y las provincias de Germania. Los
soldados de Galo, sin embargo, viendo su considerable inferioridad numérica
respecto a las tropas de Emiliano lo asesinaron y se unieron a este último (Zósimo
1.28.3)67. Valeriano fue a su vez proclamado en Recia y acabó imponiéndose en la
guerra civil contra Emiliano.
La situación comenzó a mejorar a partir del gobierno de Claudio TI (268-
270), gracias en parte a las reformas acometidas por el denostado emperador Galieno
[MENÉNDEZ 2000: 56-60; M ENÉNDEZ 2004: 60-1]. Claudio II, al frente de sus
pretorianos, derrotó a los alamanes junto al lago Garda, y a los godos en la gran
batalla de Naissus (270). Su sucesor, Aureliano, venció de nuevo a los alamanes en
270, expulsándolos del norte de Italia; asimismo libró dos batallas campales contra
los vándalos en esta misma zona, saliendo victorioso de la primera y derrotado de la
segunda cerca de Piacenza. Aureliano, además, fue el encargado de proceder a la
reunificación del mundo romano tras vencer por las armas a Zenobia de Palmira
(272) y aceptar la sumisión de Tétrico, último de los gobernantes del Tmperio Galo
(273). En Roma una gran rebelión estalló durante su reinado cuando los monetarii
(empleados de las eecas imperiales) protagonizaron una sangrienta sublevación que
dio lugar a una auténtica guerra civil; algunas fuentes proporcionan cifras de bajas
entre los soldados que habrían rondado los siete mil muertos (Aurelio Víctor, De
Caes. 35.6; Epit. de Caes. XXXV.4; Eutropio 9.14.1; SHA, Aur. 38.2). La Guardia
Pretoriana, en campaña, sólo habría tenido presencia en Roma durante este episodio
en forma de reliquatio de los castra, por lo que sin duda se habría visto apoyada por
los urbaniciani y los vigiles, amén de otras milicias que habrían llegado como
refuerzo para someter la revuelta.
Tras la muerte de Aureliano cerca de Perinto, en la que estuvieron
implicados componentes de la Guardia Pretoriana (Zósimo 1.62.2-3), Tácito (275-
276) fue proclamado en Roma (SHA, Tac. 8.3-5 y 9.1), dirigiéndose a los castra para
recibir su ratificación por parte de los soldados. Designó a Floriano prefecto del
pretorio y ambos iniciaron una campaña en Cilicia contra los escitas, a la que se puso
fin tras el regreso del emperador a Europa. Durante el trayecto Tácito fue asesinado
y su prefecto, Floriano, aclamado en Roma; por el contrario, en Oriente las legiones
eligieron a Probo (Zósimo 1.63.2-1.64.1). Los pretorianos, por tanto, combatirían en
el bando de su antiguo prefecto, que lomó como base de operaciones la ciudad de
Tarso. Con todo, el enfrentamiento no llegó a tener lugar ante la muerte de Floriano
(Zósimo 1.64.2-4); una de las razones que se adujeron para el asesinato del
67 En estos momentos en las provincias de Panonia se encontraban cuatro legiones (X Gemina, XIV
Gemina, 1Adiutrix, II Adiutrix) con sus correspondientes unidades auxiliares, a las que quizás habría que
unir la II Italica del Nórico y las legiones de Dacia (XIII Gemina, V Macedonica) y Mesia (VII Claudia,
IV Flavia, I Italica, XI Claudia). Emiliano, victorioso poco antes en esta región, habría dejado una
guarnición pequeña pero suficiente, por lo que podemos considerar que su ejército contaría (teniendo en
cuenta que las unidades habrían sufrido bajas en su campaña contra los bárbaros) con unos efectivos de
no menos de 35.000 soldados. Si consideramos que todas las tropas de la capital estaban al completo de
efectivos (lo cual es cuanto menos dudoso), éstas totalizarían unos 17.000 hombres, por lo que la
inferioridad ante el ataque de Emiliano era más que evidente.
PRETORIANOS: I A GUARDIA IMPERIAL DH LA ANTIGUA ROMA
E m p e rad o r o
general al Á rea de
m ando la C am paña Año Enemigo
Estandarte pretoriano
del Arco de los Argentarii.
Roma 204 d.C.
de Tácito (Ann. 3.3), afirma que todos estos elementos serían desmontables; sin
embargo, un episodio de la campaña de Caligula en el Rin nos informa que se
permitió a los portaestandartes pretorianos transportar las enseñas sobre bestias en
contra de las ordenanzas debido a la imposibilidad de mantener el ritmo de la marcha
por el peso de los mismos (Suet., Cal. 43). Si los elementos de las enseñas hubieran
sido desmontables podían haberlos aligerado en lugar de recurrir a cargarlos como
fardos sobre bestias del tren de la impedimenta.
Entre los emblemas distintivos de estos estandartes se ha pretendido
identificar a partir de las representaciones conservadas a Júpiter, Marte, la Victoria,
un escorpión, un scutum, una mano derecha abierta y una especie de doble círculo
PRETORIANOS: LA GUARDTA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROM A
que podría tratarse de un símbolo solar. El scutum que aparece en algunos estandartes
se trata del scutum oval de época republicana; este tipo de escudo se abandona en las
legiones desde fines del s. I a.C. pero se mantiene en la Guardia como símbolo
arcaizante de prestigio, muy decorados y completamente diferentes a los de los
legionarios (scutum rectangular); al igual que los estandartes, el scutum oval era un
símbolo distintivo de la Guardia frente al resto de tropas ciudadanas, quizás, eso sí,
reservados para ceremonias y paradas.
La razón de que tuvieran todos esos elementos mencionados podría
explicarse al considerar a cada cohorte de la Guardia como una unidad completa en
13 7
ADOLFO RAÚL M ENÉND EZ ARGÜÍN
sí misma, integrando por tanto todas las enseñas posibles. Las condecoraciones serían
además reflejo de la gloria militar del emperador al que guardaban, no sólo producto
de actos heroicos de los propios pretorianos o reflejo de su carácter de unidad de élite.
El vexillum, por su parte, consistía en un asta con un travesafio en su parte
superior del que se suspendía una tela cuadrada. Tradicionalmente éstos eran
estandartes empleados por la caballería, por lo que parece que habría que asignarlos
a los equites praetoriani, quizás uno por escuadrón (turma). Los destacamentos
(vexillationes) también solían llevar un estandarte de este tipo. Finalmente, el
emperador era siempre acompañado en campaña por un vexillum especial que
marcaba su posición para hacerlo fácilmente reconocible ante sus tropas.
El número de signa pretorianos ascendería a treinta — diez cohortes— , con
un mínimo de otros diez vexilla para los destacamentos montados de cada cohorte;
todo ello conllevaría una importante cantidad de plata y un considerable gasto, pues
se elegiría seguramente a los mejores artesanos de la capital para confeccionar,
reparar o restaurar los símbolos de la Guardia. Los portaestandartes pretorianos,
signiferi, eran fácilmente reconocibles, pues al igual que sus homólogos legionarios
solían llevar una piel de león sobre el casco con las patas anudadas sobre el pecho.
Los músicos pretorianos tenían importantes funciones en combate. Además,
los toques de ciertos instrumentos regulaban la vida diaria del campamento. En el
pretorio tenemos atestiguados bucinatores, cornicines y tubicines, al igual que en las
legiones cada uno con sus cometidos y particularidades respectivas. Las funciones de
cada uno de los músicos aparecen claramente descritas en la obra de Vegecio (Epit.
2.22). Según este autor el trompeta (tubiceri) llama a los soldados al combate y se
encarga también del toque de retirada. Por el contrario, cuando tocan los cornetas
(cornicines) sus indicaciones están exclusivamente destinadas a los portaestandartes,
no a los soldados. El bucinator estaría más relacionado con la vida de campamento,
siendo el encargado del denominado por Vegecio “toque clásico”, señal propia del
alto mando que suena en presencia del emperador o en caso de castigo de algún
soldado a la pena capital, castigo que no se podía llevar a cabo sin el beneplácito del
príncipe.
desde los castra para matar a Pértinax (SHA., Pert. 11.1). En un pasaje coetáneo
Herodiano nos informa que tras la elevación al trono de Didio Juliano (193) éste fue
trasladado desde los castra al Palatino con los pretorianos completamente equipados
en orden de combate y en el centro de una potente formación cerrada; quizás este
autor se esté refiriendo aquí a la tradicional formación de “tortuga” {testudo) en la
que el ejército romano era un consumado maestro (Herodiano 2.6.13). Es obvio que
los soldados de la Guardia serían capaces de acometer las tácticas usuales de la legión
romana, tanto por tradición como por lógica operativa, pues llegado el momento de
salir a campaña era junto a las legiones donde los pretorianos combatían. De hecho,
al ser un cuerpo de élite ellos mismos constituían un elemento esencial a la hora de
aportar mejoras y avances tácticos y técnicos al conjunto de las legiones acantonadas
en las fronteras mediante entrenadores cualificados. El proceso también podía
enriquecerse para la Guardia de forma inversa, pues mandos que promocionaban a
las cohortes del pretorio desde las legiones traerían consigo cualquier posible
innovación desarrollada en su unidad de origen para hacer frente a amenazas
específicas del sector de frontera en el que ésta se encontraba acantonada. Era, no
obstante, la Guardia la encargada de difundir ese posible avance al conjunto del
ejército una vez asimilado por las tropas y especialistas de este selecto cuerpo. Con
todo, los pretorianos habrían tenido que adaptarse a las condiciones del teatro de
operaciones en el que su presencia se hubiera hecho necesaria, asimilando tácticas de
combate puntuales contra ciertos enemigos y aprendiendo a maniobrar junto al resto
de las tropas que compusieran el ejército en campaña.
Conocemos pocas descripciones de despliegues tácticos de la Guardia. La
primera información fiable en este sentido se refiere a las dos cohortes que
participaron junto a Germánico en la campaña de 16 d.C. En la batalla de Tdistaviso
Germánico dispuso sus tropas para enfrentarse a los germanos de Arminio en tres
líneas, una primera compuesta por los auxiliares galos y germanos, una segunda en
la que se desplegaron cuatro legiones y las dos cohortes pretorianas junto a
Germánico (presumiblemente en el centro), y una tercera línea con destacamentos de
otras cuatro legiones y tropas auxiliares. Entre la primera y segunda líneas
Germánico dispuso un contingente de arqueros y honderos para apoyar a las tropas
que iban a recibir el primer choque; toda la caballería, repartida entre las tres líneas,
se situaba en el flanco izquierdo del despliegue romano70. Los romanos avanzaron y
los germanos iniciaron una carga desde el centro; el ímpetu fue considerable, pero no
llegó a penetrar la primera línea. Las tropas romanas derrotaron a las alas germanas
y el centro enemigo comenzó a ceder; la consecuencia inmediata fue el inicio de la
desagregación del centro germano y una derrota generalizada (Tac., Ann. 2.16-18).
En esta batalla podemos observar claramente el papel de los pretorianos en combate;
su misión era proteger al general en jefe (bien el emperador o algún miembro de la
casa imperial), actuando al mismo tiempo como tropa de élite dispuesta a reforzar el
despliegue en cualquier momento o a acometer una maniobra decisiva que diera al
70 J. Warry calcula los contingentes que participaron en esta batalla en unos 75.000 romanos (1.000
pretorianos, c. 28.000 legionarios, c. 30.000 auxiliares, c. 5.000 aliados gemíanos, un contingente de
caballería pesada de 6.000 hombres y 1.000/2.000 arqueros a caballo); y unos 50.000 germanos, lo que
nos indica que estamos ante uno de los enfrentamientos bélicos más importantes de todo el Alto Imperio
romano [WARRY 1980: 192].
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
ejército romano la victoria. Vemos además que forma en la misma línea que las
legiones, por lo que su sistema de combate debía ser equiparable. La caballería
pretoriana es probable que hubiera participado en la persecución del enemigo
vencido.
En la segunda gran batalla que libró Germánico en este teatro de operaciones
contra Arminio volvieron a participar las dos cohortes pretorianas. En este caso, sin
embargo, los germanos decidieron erigir un terraplén y una empalizada para
dificultar la evolución de las legiones. Germánico, tras observar las dificultades de
sus soldados en un primer asalto contra el terraplén, ordenó una preparación artillera.
Esto “suavizó” a los defensores y permitió la superación del obstáculo, lanzándose a
continuación el propio general al ataque junto a las dos cohortes pretorianas en
dirección a los bosques (Tac., Ann. 2.20). La persecución y matanza de enemigos
continuó hasta el anochecer, cuando las tropas volvieron a un campamento
previamente preparado por una legión que Germánico, con buen criterio, había
sacado del combate para esta misión. En este caso el papel de la Guardia parccc aún
más decisivo que en la batalla precedente, pues fue la encargada, junto al general, de
dar el golpe de gracia a los germanos tras la toma del obstáculo que éstos habían
dispuesto en la llanura. La propia participación de Germánico en el combate nos
indica que la batalla no estaba ni mucho menos clara, impresión a la que contribuye
la noticia de Tácito de que “la caballería luchó con resaltado incierto”.
En la acción llevada a cabo por Paulino y Celso cerca de Cremona durante
la guerra civil entre Vitelio y Otón (69 d.C.) participaron tres cohortes pretorianas con
sus correspondientes fuerzas de caballería. Las cohortes y una vexillatio de la Legión
XIII se dispusieron a lo largo de la calzada en formación de fondo; es decir, en
columna. El protagonismo en esta acción, sin embargo, lo tuvo el contingente de mil
jinetes pretorianos y auxiliares que, sospechando la emboscada que habían dispuesto
los vitelianos, atrajeron al enemigo hasta su propio dispositivo, invirtiendo
completamente la situación y pasando de víctimas a emboscadorcs (Tac., Hist. 2.24-
25). La indecisión de Paulino permitió a los vitelianos escapar hacia unos intrincados
viñedos en los que consiguieron rechazar incluso un ataque de la caballería
pretoriana. En esta acción se pone nuevamente de manifiesto la importancia de las
tropas a caballo de la Guardia, que vemos empleadas en misiones propias de estos
contingentes: avanzadilla y reconocimiento, provocación del enemigo, ataques por
retaguardia, persecución...
La acción táctica más importante de la Guardia Pretoriana durante la guerra
entre otonianos y vitelianos fue sin duda la primera batalla de Bedriaco. En ella
participaron varias cohortes, pero las fuentes no nos informan sobre su despliegue en
la formación de combate otoniana. Plutarco los critica por su supuesta cobardía, pero
este hecho no lo confirman ni Tácito ni la actuación general de la Guardia a lo largo
de toda la guerra.
Durante la segunda batalla de Bedriaco, en el conflicto civil que enfrentó al
bando viteliano y a los ejércitos que avanzaban sobre Italia en nombre de Vespasiano,
los antiguos pretorianos de Otón formaban la reserva, junto a un contingente de
caballería, del ejército flaviano de Antonio Primo; se situaron en la parte central
izquierda del despliegue, detrás de los legionarios de la III Gallica (Tac., Hist. 3.21).
En cl transcurso de la batalla la formación Ilaviana entró en crisis y Antonio Primo
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
71 A vosotros, aldeanos (pagani), si no vencéis, qué otro emperador, qué otros cuarteles os acogerán?
/lili están vuestras enseñas y vuestras amias, y la muerte para los vencidos; pues la ignominia ya la
habéis agotado” (Tac., Hist. 3.24).
72 Herodiano afirma que se trataba de soldados escogidos y de gran corpulencia, lo que les permitía
mantener a raya al enemigo y detener sus acometidas. De ahí el sabio consejo recibido por el joven
usurpador y rápidamente aceptado.
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
Casco de jinete
de la Guardia
(pretoriano o singular)
143
CAPÍTULO VI
encerrado durante dos días mientras se aseguraban los resortes de poder y se obligaba
al Senado a aceptar la decisión de la Guardia. El agradecimiento de Claudio a los
pretorianos quedó reflejado en el donativo de 3.750 dn. (cinco años completos de
sueldo) que ofreció a cada uno y que desde entonces quedó convertido en norma tras
cada nuevo ascenso al trono imperial. Por primera vez la Guardia había nombrado a
un emperador y por vez primera también un emperador había pagado a la Guardia su
elevación al trono. En virtud de estos acontecimientos Claudio (41-54) prohibió a los
pretorianos convertirse en clientes de ningún senador (Suet., Claudio 25), pues era
consciente de que su caso podía repetirse si se daban las circunstancias favorables
para un cambio de régimen. Castigó también a Querea y a los implicados en la
conjura que acabó con la muerte de su sobrino Caligula, salvaguardando así la
dignidad de la familia y lanzando al mismo tiempo un mensaje a futuros magnicidas
sobre la inviolabilidad de la figura del emperador.
Durante la caída en desgracia de Mesalina, esposa del emperador y madre
del heredero Británico, Claudio volvió a recurrir a la Guardia Pretoriana para
consolidar su posición. Mesalina, en un acto que podría calificarse de rebelión, había
contraído matrimonio con Cayo Silio; no parece que fuera un simple acto de
infidelidad, pues el nuevo esposo de la emperatriz podía haber albergado esperanzas
de suplantar a Claudio, muy desprestigiado por estos hechos, al Irente del Estado. El
emperador incluso dudó de su situación y llegó a refugiarse durante dos días en el
campamento pretoriano; este período se empleó para ajusticiar a Mesalina y depurar
responsabilidades de los posibles conjurados.
Hasta el año 47, seis después de su ascenso al poder, Claudio siguió
conmemorando a los pretorianos en sus acuñaciones73, incluso tras el inicio de la
conquista de Britania (43 d.C.), que le habría de proporcionar la gloria militar que
hasta entonces le había estado vedada por sus limitaciones físicas. Esto demuestra por
una parte el agradecimiento del emperador a sus tropas, y por otra la posible
debilidad de Claudio hasta quedar definitivamente consolidado; a partir de ese
momento los pretorianos desaparecen definitivamente de las emisiones. Por otra
parte, esas acuñaciones pretenderían recordar al Senado que el emperador, nombrado
con las reticencias de este cuerpo, seguía contando con el apoyo de los pretorianos.
Si Claudio fue nombrado directamente por los pretorianos, Nerón (54-68)
fue aceptado por aquéllos previa sugerencia de Agripina y el Prefecto del Pretorio
Afranio Burro (Josefo, Ant. Jud. 20.152). Británico quedó relegado a un segundo
plano y más tarde fue eliminado cuando Agripina amenazó a su hijo con presentarlo
a los pretorianos (Tac., Ann. 13.14). La madre del emperador gozaba de las simpatías
de la Guardia como bisnieta de Augusto y no estaba dispuesta a aceptar el
alejamiento del poder que le estaba imponiendo su hijo. Sus maquinaciones
finalizaron con su asesinato, cometido por elementos de la flota de Miseno ante la
impopularidad e incluso una posible rebelión que Nerón habría provocado en la
Guardia si los ejecutores hubieran pertenecido a este cuerpo. El emperador les
ofreció un donativo para aplacarlos, pero los pretorianos se mostraron recelosos y le
consideraron capaz de todo, atribuyéndole incluso la muerte del exprefecto Burro.
De hecho, en la gran conjura de 65 participaron no pocos elementos del pretorio
Sestercio de Nerón.
Arenga a las Cohortes
Pretorianas
(Tac., Ann. 14.51), que fue ferozmente depurado por Nerón. La denuncia de la
conspiración procedió de los soldados de la flota, que ya habían ayudado al
emperador a deshacerse de su madre. El grueso de la Guardia no estaba implicado,
participando en la represión que hizo caer incluso a uno de sus prefectos, Fenio Rufo.
La inestabilidad de la posición de Nerón durante los últimos años de su
reinado queda de manifiesto en su política de acuñaciones. Es muy sintomático que
Nerón comience a conmemorar en las monedas a su Guardia y las virtudes militares
propias del emperador en la última etapa de su reinado, justo cuando crecía la
oposición del Senado, la de la propia Guardia y descendía su popularidad. Nerón
acabó siendo abandonado por los pretorianos cuando planeaba su huida a Oriente
desde Ostia, viéndose obligado al suicidio.
La muerte de Nerón provocó uno de los períodos más activos políticamente
por el que pasó la Guardia Pretoriana a lo largo de toda su historia, siendo su
concurso fundamental en el ascenso y caída de varios emperadores en el transcurso
de pocos meses.
Durante el ascenso de Galba, proclamado en Hispania poco antes de la
muerte de Nerón, el Prefecto Ninftdio Sabino intentó hacerse con el poder
prometiéndoles a sus preteríanos un donativo de 7.500 dn. Los pretorianos, sin
embargo, desconfiaban de este arribista y, en un primer momento, se mantuvieron
fieles a Galba. El gran error de este último fue no saber gestionar la crisis en la que
se vio inmersa la institución imperial tras la muerte de Nerón. Uno de los pilares de
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
la estabilidad del régimen era, sin duda, la Guardia, pero Galba, de una parsimonia
proverbial a la hora del gasto público, se enajenó su voluntad no cumpliendo las
expectativas de un donativo tras su ascenso al frente del Imperio74. Además, el
nombramiento de Galba había supuesto la intervención de las legiones, que habían
restado momentáneamente protagonismo a la Guardia.
A la hora de la sucesión Galba se decidió por Pisón Licianiano, al que
pensaba proclamar en los castra praetoria, pero sin otorgar tampoco donativo
alguno. M. Salvio Otón decidió entonces poner enjuego sus posibilidades al Imperio
y tras corromper a un grupo de speculatores, fue aclamado emperador. Pisón intentó
atraerse a los pretorianos de guardia en el Palatino ofreciéndoles un jugoso donativo.
Sin embargo, la insurrección se extendió y los legionarios acantonados en los
alrededores de Roma se amotinaron. Galba intentó acercarse a los castra pretorianos
pero en su trayecto fue asesinado en el Foro. Los pretorianos procedieron también a
eliminar a Pisón, y Otón fue definitivamente proclamado en los castra. De este modo
la Guardia acabó imponiendo un emperador de su elección en lugar de aquél de las
legiones de Hispania.
Durante los pocos meses del reinado de Otón los pretorianos constituyeron
un elemento esencial de la política imperial. Durry incluso considera el gobierno de
Otón como el “reinado pretoriano” por excelencia [1938: 372]. Tácito se queja
amargamente del excesivo poder concedido a la Guardia, a la que se concede incluso
la liquidación de las deudas contraídas con los centuriones por vacationes m unerum'5;
el propio emperador se encargó de abonar las cantidades adeudadas con cargo al fisco
imperial (Tac., Hist. 1.46). La devoción de la Guardia por su emperador se puso de
manifiesto en el episodio de la XVII Cohorte Urbana de Ostia cuando vio en peligro
la vida de Otón. La citada unidad debía ser reequipada para la guerra que se
avecinaba, misión que se encomendó a un tribuno pretoriano; este decidió cumplir el
encargo con las menos complicaciones posibles, para lo cual decidió abrir el arsenal
del campamento al comienzo de la noche y cargar los carros de la cohorte. La hora
llevó a sospechar; los pretorianos interrogaron a uno de los urbanos que, por miedo
acusó de conspiradores al tribuno y a varios centuriones, diciendo que se estaba
armando a los esclavos de los senadores para acabar con Otón. El motín estalla, se
apoderan de las armas, matan al tribuno y se dirigen a Roma y al Palatino. Asaltan
las casas de los senadores y le rinden lealtad al emperador. Este cclo les vale un
donativo de 1.250 dn. (Tac., Hist. 1.80-83; Suet., Oth. 8; Plut., Oth. 3-4).
La reforma de Vitelio introdujo un gran número de nuevos pretorianos en la
Guardia procedentes de sus legiones. Tras la victoria de Vespasiano comenzó un lento
proceso de depuración, al ser arriesgado en exceso el licénciamiento en masa del
pretorio de Vitelio. Vespasiano aprobó las medidas tomadas por sus subordinados en
relación con este problema, y en junio de 70 los pretorianos participaron en la
ceremonia de colocación de la primera piedra del nuevo Capitolio que habría de
sustituir al destruido durante la guerra (Tac., Hist. 4.53). Vespasiano comenzó a
otorgar a la Guardia diplomas de licénciamiento en los que se les concedía el derecho
7'1 Recordemos la proverbial frase pronunciada en relación al donativo que esperaban los pretorianos:
“Tengo la costumbre de enrolar a mis soldados, no de comprarlos” (Plutarco, Galba 18).
75 Una de las instituciones más extendidas en el ejército romano era el soborno a los centuriones para
conseguir rebajas de servicios (vacatio munerum).
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
de matrimonio (conubium) con el fin de recordarles que esta institución legal les
estaba vedada durante su período de servicio. Además, elevó y rebajó a la vez a la
Guardia al otorgarles una marca de honor, pero también de desconfianza, única en
toda la historia del cuerpo, el nombramiento de su hijo y corregente Tito como
Prefecto del Pretorio en solitario. Éste asumió el cargo tras la derrota de la revuelta
judía (71 d.C.) y lo ejerció hasta la muerte de su padre y su propio ascenso al poder
(Suet., Tito 6).
Durante el reinado de Domiciano la Guardia Pretoriana apoyó al emperador
durante la revuelta de Antonio Saturnino en Germania, tomando parte en la represión
de los conjurados. Domiciano era un príncipe muy querido para la Guardia y a su
muerte protagonizaron una sublevación contra Merva. La Guardia, al mando del
Prefecto Casperio Eliano, exigió al nuevo emperador la ejecución de los asesinos de
Domiciano, entre ellos el otro Prefecto del Pretorio, T. Petronio (Casio Dión 68.3.3;
Epií. de Caes. XII.8). Nerva no tuvo más remedio que plegarse ante las exigencias y
Petronio y sus cómplices fueron eliminados (Plin., Paneg. 6.1; Casio Dión 68.5.4).
Como consecuencia de esta revuelta pretoriana Nerva se decidió a adoptar a Trajano
como heredero y sucesor al Imperio.
De hecho, una de las primeras actuaciones del nuevo emperador a su
ascenso al poder en 98 d.C. consistió en castigar de forma ejemplar a Casperio y sus
seguidores, ejecutándolos a todos. Además, para contar con un cuerpo que oponer a
los pretorianos en caso de rebelión, Trajano recuperó a la Guardia a Caballo imperial
con la nueva denominación de Equites Singulares Augusti. Así, la llegada de los
Equites Singulares Augusti supuso un duro golpe para los pretorianos, pues si éstos
planteaban un nuevo acto de presión sobre el emperador (como le había sucedido a
Nerva), éste disponía ahora de una nueva fuerza militar a la que recurrir. Por otra
parte, los pretorianos tenían ahora que compartir no sólo el poder emanado de servir
al emperador, sino también la gloria, incluso la tarea de escoltar al emperador, hasta
entonces desarrollada por los speculatores pretorianos, pasó a ser desempeñada por
los hastiliarii de los Equites Singulares Augusti, decisión a la que habría contribuido
sin duda alguna el motín de los speculatores contra Nerva.
El s. II, al menos hasta Cómmodo (180-192), constituye en su conjunto un
período de calma para la Guardia políticamente hablando. Durante todo este lapso,
los pretorianos se limitan a cumplir con sus deberes de guardia y protección y
participan en toda una serie de campañas exteriores contra los enemigos del Imperio.
Sin embargo, esta situación sufre un vuelco monumental tras el asesinato de
Cómmodo el último día del año 192 y la elevación al trono de Péitinax por parte de
los conjurados. Los pretorianos, sin embargo, nunca terminaron de aceptar este
nombramiento y lo acabaron eliminando el 28 de marzo de 193. El grueso de la
Guardia parccc que no participó en su asesinato, siendo sólo 200 o 300 soldados los
que asaltaron el palacio (Casio Dión 74.9.2). Tras perpetrar el crimen los pretorianos
se refugiaron en los castra y el trono imperial salió a subasta desde las almenas del
campamento. La puja acabó ganándola Didio Juliano, imponiéndose a Sulpiciano
(suegro de Pértinax y prefecto de Roma) al ofrecer la imposible suma de 7.500 dn.
por cabeza. Esta actuación les iba a costar extremadamente cara.
En efecto, tras el pronunciamiento de Septimio Severo y su marcha sobre
Roma, la Guardia ni siquiera libró batalla entregando a los asesinos de Pértinax.
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
Severo los reunió en una ceremonia y, ante la sorpresa de todos, los licenció,
procediendo a una profunda reforma de la institución, como hemos visto en capítulos
anteriores. Severo incluso arrebató a la Guardia sus estandartes, lo que equivalía a
una degradación de toda la unidad; desterró además a todos sus integrantes
prohibiéndoles acercarse a menos de cien millas de la capital. Este castigo era
aplicado también a los desertores y a aquellos expulsados deshonrosamente del
ejército (missio ignominiosa), por lo que parece que Severo consideró a los
pretorianos culpables de uno de los crímenes más graves que podía cometer un
soldado romano, el de no haber defendido al emperador legítimo (Pértinax) cuya vida
tenían encomendada.
En 212 Caracalla procedió a la eliminación de su hermano y coemperador
Geta, solicitando a continuación refugio en el templo de los estandartes de los castra
praetoria (Herodiano 4.4.4; Zósimo 1.9.2). Las reticencias de los pretorianos fueron
rápidamente acalladas con el ofrecimiento de un jugoso donativo de 2.500 dn. y
doble ración de trigo (Casio Dión 78(77).3.1-2; Herodiano 4.4.7). Caracalla, sin
embargo, acabó siendo víctima de un complot urdido por algunos elementos de su
Guardia Pretoriana durante la campaña oriental de 217 (Casio Dión 78(77).5.2;
Herodiano 4.3.1). Le sucedió el Prefecto del Pretorio Macrino, que se preocupó de
evitar cualquier posible movimiento dentro de la unidad al otorgar importantes
beneficios a sus integrantes (SHA, Macr. 5.3.7). Tras la sublevación de Heliogábalo
(218-222) los pretorianos se mantuvieron fíeles a Macrino, pero tras contemplar la
huida del emperador en plena batalla decidieron abandonarlo, recibiendo además la
garantía de continuar en sus puestos tras el cambio de régimen.
Los pretorianos no tenían en gran estima a Heliogábalo y demostraban a las
claras su preferencia por su primo Severo Alejandro, nombrado César. Se produjo
una primera rebelión pretoriana en la que obligaron al emperador a entregar a casi
todos sus favoritos. Entonces Heliogábalo pretendió arrebatar a Alejandro su
condición de César, a lo que se opusieron los pretorianos, que incluso rehusaron
montar guardia en el Palatino. Heliogábalo accedió a las demandas de la Guardia
renunciando al alejamiento de su primo y visitando junto a él los castra praetoria;
allí los soldados se decidieron a acabar de una vez por todas con su vida y elevaron
al Imperio a Severo Alejandro (222-235) (Casio Dión 80(79).20.1; Herodiano 5.8.6-
8; SHA, Elag. 16.5). En este caso los pretorianos habían contado a la hora de
nombrar a un nuevo emperador con la aquiescencia del propio Senado, harto de las
excentricidades de Heliogábalo.
Los pretorianos, conscientes de su propio poder y de que Severo Alejandro
les debía el trono, actuaban con bastante despotism o. Hubo incluso
enfrentamientos entre los soldados y la plebe de Roma que duraron tres días; al
verse superados, los pretorianos comenzaron a provocar incendios en la ciudad,
con lo que la plebe y el propio emperador debieron plegarse a sus exigencias. Entre
ellas estaba la muerte del Prefecto del Pretorio Ulpiano, eliminado delante del
propio em perador (Casio Dión 80.2.2-4). Los pretorianos tam bién tomaron partido
en las disputas palaciegas decantándose por la emperatriz Orbiana frente a su
suegra (Julia Mammea) (Herodiano 6.1.9). La muerte del emperador y su madre
parece que no puede im putarse a los pretorianos, si bien se encontraban en
Germania junto al emperador.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
EMPERADORES NOMBRADOS
DIRECTAMENTE POR LOS PRETORIANOS
ASPECTOS LOGISTICOS
INGRESOS
Augusto Domiciano
Los sueldos percibidos por los distintos grados de la tropa y los oficiales se
habrían regulado de forma similar a las legiones. Los principales de menor rango
habrían recibido 1 ’5 veces el sueldo del pretoriano raso, los principales superiores el
triple, los centuriones cinco veces más y los tribunos pretorianos habrían percibido
30.000 dn. anuales.
La entrega de los salarios era motivo de una importante ceremonia en todas
las unidades del ejército romano; ésta se desarrollaba en el campamento tras una
parada en la que se fortalecían tanto el espíritu de cuerpo como la lealtad al
emperador. La Guardia Pretoriana no era menos, si bien la única referencia sobre una
ceremonia de este tipo nos la proporciona Tertuliano en su De corona; el
acontecimiento mencionado en este discurso no habría tenido lugar ni en Lambaesis
ni en Cartago, como claramente ha puesto de manifiesto el profesor Y. Le Bohec, sino
en los castra praetoria entre 208 y 211 [LE BOHEC 1992a y 1992b]. Para la ocasión
los pretorianos iban equipados con espada, capa, túnica y sandalias, portando una
corona de laurel en la cabeza como símbolo de su participación en el sacrificio en
honor del emperador. Ciertamente, esta ceremonia hace referencia a un pago
especial, una liberalitas o donativum, pero la que se habría desarrollado con motivo
de la entrega de salarios regulares no habría sido muy distinta.
Como mencionamos al comienzo del capítulo, los donativa constituían una
proporción sustancial de los ingresos de los pretorianos, contribuyendo de forma aún
más clara que el sueldo a marcar las diferencias con las tropas legionarias. Mediante
estos “regalos” los emperadores buscaban reforzar la lealtad de su Guardia
celebrando acontecimientos importantes de su reinado como el ascenso al poder, una
campaña victoriosa, los diez años de reinado (decennalia)... Los ingresos percibidos
a través de donativos eran tan importantes que incluso se ha intentado explicar la
existencia del cargo de fisc i curator (exclusivo de las cohortes pretorianas) a partir de
éstos. Según Domaszewski, al recibir los pretorianos más a menudo donativa
procedentes de la caja privada (fiscus) del emperador habría sido necesaria la
creación de este cargo para su gestión.
Hadriano 138 Adopción de Antonino 750 dn.? SHA, Elio 3.3, 6.1-3.
Antonino Pío Ascenso al poder Desconocido SHA, Pío 4.9
(congiario de Antonino a
los soldados)
Antonino Pío 138 Ascenso al poder, segundo Probablemente SHA, Pío 4.9
donativo a los soldados 3.750 dn. SHA, Pío 8.1
Antonino Pío 138 Boda de Faustina y Marco Desconocido SHA, Pío 10.2
Aurelio
Marco Aurelio 161 Ascenso al poder 20.000 US Casio Dión 73.8.4; SHA,
y Lucio Vero (=5.000 dn.) Marco 7.9
155
ADOLFO RAÚL M ENLNDEZ ARGÜÍN
156
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
ABASTECIMIENTOS
TRIGO
7SNi una sola línea, por ejemplo, dedican a esta problemática ni Durry ni Passerini en sus respectivas
monografías.
79 Organismo encargado de la gestión de los aprovisionamientos de grano destinados a la capital del
Imperio.
ADOLFO RAÚL MF.NÉNDEZ ARGÜÍN
montante superior puede que revendieran los excedentes o que los almacenaran para
casos de necesidad.
Nerón inauguró las distribuciones gratuitas de trigo a los pretorianos una vez
al mes tras la conjura de Pisón (65 d.C.); de esta forma los pretorianos accedieron
definitivamente al trigo sin tener que pagar contrapartida alguna en forma de
deducción de parte de su sueldo (Suet., Ner. 10; Tac.,A nn. 1.17). Según Durry [1939:
269], a partir de finales del s. II, cuando Severo paga a los legionarios una parte de su
salario en especie dentro del sistema de la annona militar, los pretorianos, que desde
mucho tiempo atrás recibían el trigo gratis no hacían sino perder con este sistema de
crisis; sin embargo, hay que tener en cuenta que la nueva Guardia establecida por
Severo provenía de sus legiones de Panonia y que estos soldados no estaban
acostumbrados a recibir el trigo gratuito como sus predecesores en el puesto. De esta
forma no podía haber agravio comparativo alguno y los nuevos pretorianos
simplemente se amoldarían al sistema impuesto por el nuevo emperador. Con todo,
puede que este sistema no se aplicara a rajatabla o que existieran otro tipo de
compensaciones.
Además de la gratuidad del trigo los pretorianos eran un cuerpo muy
privilegiado en relación con el resto de las tropas del ejército romano, pues tampoco
sufrían deducciones por las armas, de ahí la ausencia de custodes armorum80; parece
que las funciones de estos suboficiales eran también de carácter administrativo,
encargándose del cobro de las cantidades adeudadas por las armas y su
mantenimiento. La Guardia Pretoriana estaba exenta de todos estos gastos. Además,
la caballería pretoriana tampoco pagaba por sus monturas ni por el pienso que éstas
consumían. Por todo ello, la diferencia en ingresos reales con respecto al resto de las
unidades del ejército romano se incrementaba aún más.
Los pretorianos, ya antes incluso de que Nerón les concediera el grano de
forma gratuita, disfrutaban de una posición más ventajosa que los legionarios, pues
habrían pagado el grano que consumían al precio establecido por la annona, como
ciudadanos romanos y habitantes de la capital que eran81. Este precio subvencionado
parece que puede fijarse para el reinado de Nerón en tres sestercios el modio. En iin
primer momento es posible que los pretorianos, por el hecho de ser militares y recibir
un stipendium del Estado, estuvieran excluidos de las listas de beneficiarios de las
frumentationes gratuitas. Cabe también la posibilidad que Nerón, al conceder el
abastecimiento gratuito como tal a los pretorianos, los equiparara a aquellos
privilegiados presentes en las listas frumentarias que tenían derecho a recibir del
Estado cinco modios mensuales (35-40 kg.). De hecho, Suetonio (Ner. 10) afirma que
Nerón instituyó para las cohortes pretorianas distribuciones de trigo mensuales y
gratuitas, las mismas características que tenían lasfrumentationes en general.
El privilegio de recibir trigo gratuito en Roma no debe minusvalorarse, pues
la plebe frumentaria, fijada en unas 200.000 personas por Augusto, se consideraba
*" Si estos suboficiales sólo hubieran sido los guardianes y supervisores de las armas de las unidades sería
difícil de explicar su ausencia del gran arsenal de la Guardia Pretoriana en Roma, estando presente sin
embargo entre los Equites Singulares Augusti.
81 Además, con anterioridad a la concesión del trigo gratuito por parte de Nerón, los pretorianos domo
Roma —es decir, originarios de la Urbs— podían haber gozado de su inclusión en la plebe frumentaria
a título individual.
- PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
82 Los vigiles accedían al trigo gratuito como miembros de la plebe frumentaria a los tres años de
servicio y conservaban este privilegio durante toda su vida (véase nota siguiente).
85 F.sta evolución parecen probarla las inscripciones conmemorativas erigidas por los vigiles a su tercer
año de servicio, cuando eran incluidos en los registros de frumentum publicum (trigo público); un claro
ejemplo lo tenemos en CIL 6.220 (=ILS 2163); esta placa de bronce, fechada en 203, fue recuperada en
el Aventino, en la zona donde se situaba Ia statio o cuartel de la IV Cohorte de vigiles. La dedicatoria de
esta inscripción sería realizada por vigiles que cumplen tres años de servicio reglamentarios y dan las
gracias a la familia imperial por la plena ciudadanía romana y su inclusión en las listas de reparto de trigo
público (“// qui frumento publico incissi sunl kalendas Martis”). Esta dedicatoria a la familia imperial
(incluido el Prefecto del Pretorio Plauciano) confirmaría que los soldados de la guarnición de Roma
recibían raciones de trigo público bien tras enrolarse (pretorianos y urbani desde el comienzo de su
servicio a partir del reinado de Nerón), o bien en el caso de los vigiles tras recibir dicho privilegio al tercer
año de servicio. Fsta concesión de inclusión en las listas de frumentum publicum sería quizás una
reminiscencia de los orígenes del cuerpo, cuando al tercer año lo que recibían sus integrantes libertos era
la plena ciudadanía; esto los convertía en candidatos de pleno derecho a cubrir bajas de las listas de trigo
público si eran agraciados en el sorteo (única manera, como hemos visto más arriba, de ingresar en este
selecto club que constituía la plebe frumentaria de la capital). Con el tiempo los reclutamientos se irían
extendiendo a otros estratos sociales y la ciudadanía plena dejaría de tener sentido, pasando entonces a
recibir el privilegio de ser inscritos directamente en los registros de repartos gratuitos (probablemente, no
antes del reinado de Nerón). Por otra parte, esa inclusión en los registros de la plebe frumentaria, por
contraposición a pretorianos y urbanos (que recibían el trigo gratuito como parte de su sueldo), podría
servir para mostrar que en un primer momento el carácter de los vigiles era más civil que militar.
ADOLFO RAÚL MLNKNDEZ ARGÜÍN
ACEITE
Por lo que respecta al aceite de oliva, éste llegaría a partir del sistema
annonario que abastecía al conjunto de la población de la capital. En principio los
pretorianos debían pagar por el aceite que consumían, pero a partir de Septimio Severo
se instauran distribuciones de aceite gratuito para la plebe frumentaria, por lo que los
pretorianos, incluidos desde Nerón entre los privilegiados de la ciudad, también se
beneficiarían de esta nueva medida imperial. Todos estos beneficios constituirían una
agradable sorpresa para los componentes de la nueva Guardia, procedente de las
legiones de la frontera y no habituados en absoluto a tantas atenciones como las que
recibían los pretorianos en la capital.
La zona de procedencia del aceite era principalmente la Bética — provincia
romana que abarcaba grosso modo las provincias andaluzas excepto Granada y
Almería— , cuyo producto era considerado de mejor calidad que el norteafricano. Este
incremento de las importaciones béticas hacia Roma fomentadas por el poder imperial
se observa claramente en los tituli picti (rótulos pintados) de las ánforas, donde el
rótulo Beta (propietario del contenido) pasa a reflejar los nombres de la familia
imperial o directamente la mención del Fisco [CHIC 1988; REMESAL 1986].
A partir de 193 d.C., no obstante, a la Guardia Pretoriana se incorporaron
tropas procedentes de Iliria y la frontera del Danubio, individuos no muy
acostumbrados a las grasas vegetales como el aceite de oliva. Tenemos pues un proceso
inverso al que se desarrolla en las fronteras europeas durante el s. II: en Britania, el Rin
y el Danubio el reclutamiento de base local hace descender las importaciones de aceite
de oliva para consumo, mientras que desde fines del s. II en Roma la incorporación de
tropas ilirias a las unidades de la capital, caracterizada por el consumo de aceite de
oliva tanto bético como africano desde hacía varios siglos, habría sido un choque para
ellos. Parece, no obstante, que los nuevos pretorianos se incorporaron a la dieta
mediterránea una vez aceptada la mayor calidad del accite de oliva.
Además de para consumo el aceite de oliva se empleaba para engrasar toda
una serie de elementos del equipo del soldado como las caligae; esto lo demuestra
84 La porticus Minucia frumentaria era en Roma el lugar donde se desarrollaban los repartos de trigo y
se mantenían los registros y archivos relacionados con las frumentationes.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DF. LA ANTIGUA ROMA
VINO
AGUA
85El termino castra indicaría normalmente campamentos e instalaciones militares, pero el número total
dado por Frontino para el conjunto de la capital asciende a dieciocho. Los acuartelamientos en Roma a
comienzos del s. II eran: Castra Praetoria, Castra Peregrina, Castra Equitum Singularium, Castra
Misenatium, Castra Ravennatium y siete Stationes de vigiles, un total de doce establecimientos
militares; este hecho, junto al amplio volumen de agua asignado a los mismos, sugiere que el termino
se habría aplicado a otras instalaciones paramilitares o incluso a algunas no militares [EVANS 1994:
10],
8<i CIL 15.7240 (=ILS 8698a); C1L 15.7362; CIL 15.7241; CIL 15.7242 (=ILS 8698b); CIL 15.7237
(-ILS 8697); CIL 15.7330; CIL 15.7331; CIL 15.7238; CIL 15.7366; CIL 15.7243; CIL 15.7244; CIL
15.7239; CIL 15.7338 [LANCIANl, “Frontino”!.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IM PERIAL ΌΚ LA ANTIGUA ROM A
VESTIMENTA Y EQUIPO
UNIDADES MONTADAS
de caballos necesario sería de dos mil, pues buen número de los mismos se perderían
durante los entrenamientos, las marchas o las campañas. A estos caballos habría que
sumar las monturas de los mandos. Por su parte, los Equites Singulares Augusti
durante el s. II necesitarían un número similar de monturas; es decir, dos mil para una
plantilla de mil jinetes; para el siglo III, al doblarse su número, también se duplicarían
sus necesidades en caballos, incrementándose éstas hasta los cuatro mil. Según estos
datos, las necesidades de caballos de guerra para las tropas de la capital serían de
cuatro mil para el s. II y de seis mil para el s. III. De estas cifras aproximadamente un
tercio debía ser renovado cada año, con lo que el sistema de remontas de las
mencionadas regiones de Italia tendría que hacer frente anualmente a la reposición de
unos mil cuatrocientos caballos (setecientos para la Guardia Pretoriana y otros
setecientos para los Equites Singulares). Durante el s. ITT esta ciña anual se elevaría a
unos dos mil cien caballos (mil cuatrocientos para los equites singulares Augusti y
setecientos para los pretorianos).
Los decuriones de los Equites Singulares (treinta y dos para el s. TI, sesenta y
cuatro para el s. III) poseían tres caballos (como aparece en un relieve funerario del s.
TU), lo que hacía un total de casi cien monturas más para el s. II y doscientas para la
centuria siguiente; los decuriones pretorianos no serían menos. Ese número de
monturas sería similar para los centuriones exercitatores de los Equites Singulares.
Por lo que respecta al precio de las monturas, no disponemos de datos para
las unidades acantonadas en Roma, aunque sí tenemos referencias relacionadas con
otras unidades del ejército romano. De 139 a 251 los soldados de las cohortes
equitatae auxiliares pagaban 125 denarios por caballo; los jinetes de ala gozaban de
mejores caballos, que pagaban eso sí a precios superiores. El valor de mercado de un
caballo permaneció bastante estable a lo largo del tiempo, elevándose el montante al
de la paga anual de un soldado; este precio no se incrementó con la subida de los
salarios o la inflación, pasando con el tiempo a ser sólo 1/7 del sueldo de un soldado
auxiliar de la frontera [SPEIDEL 1994: 109]. Los caballos empleados por la caballería
pretoriana estarían con toda seguridad entre los mejores de todo el Imperio, por lo que
el ahorro de los jinetes de esta unidad en monturas sería bastante importante.
CAPÍTULO VIII
87 Cf. CIL 16.156 (=CIL 9.261); RMD I, 78 (=AE 1961, 240 =AK 1998, 467); la no división de este
cuerpo de tropas tan ligado al emperador habría que considerarla como un símbolo de la unidad del
Imperio a pesar del reparto de poder entre los diferentes Augustos y Césares. Ambos diplomas
desmienten la noticia de Aurelio Víctor {De Caes. 39.47) según la cual Diocleciano redujo el número de
cohortes pretorianas y los efectivos de la tropa.
88Lactancio, De Mort. Persec., 12.5; en este pasaje se nos relata el asalto de un templo cristiano situado
junto al palacio de Dioclcciano en Nicomedia; se ordenó venir a los pretorianos en formación de
combate, armados de hachas y otras herramientas y éstos arrasaron la iglesia en sólo unas horas.
ADOLFO RAÚL MKNF.NDEZ ARGÜÍN
w A esta división entre los cuatro coemperadores puede que haga referencia Aurelio Víctor cuando nos
informa de la reducción de cohortes pretorianas por parle de Diocleciano (Aurelio Víctor, De Caes.
39.47); asimismo, la escasa presencia de pretorianos en los castra de Roma a lo largo de todo este
período habría dejado la imagen en la población de una importante reducción de efectivos que, como
sabemos a partir de los diplomata militares mencionados, no fue tal.
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
MAJENCIO Y EL PERÍODO
FINAL DE LA GUARDIA PRETORIANA
M ajencio tras haber unido a sus propios contingentes acantonados en Roma los
de Severo y G alerio. El fracaso de este últim o ante la Urbs lo obliga a retirarse
rápidam ente hacia el norte. El intento de M axim iano de hacerse de nuevo con el
poder en detrim ento de su hijo es abortado por los pretorianos, que expulsan al
antiguo A ugusto de Roma (Lactancio, D e Mort. Persec. 28).
La proclam ación de M ajencio como em perador por los pretorianos, y
así m ism o, su am plia concentración en la capital espiritual del Im perio, algo que
no se veía desde hacía varias décadas, provocaría no pocos roces con la
población civil. En uno de ellos el detonante es el lincham iento de un pretoriano
por parte del pueblo, que se había atrevido a insultar a la diosa Fortuna tras un
incendio en la ciudad. La noticia de esta m uerte provocó una violenta reacción
de sus cam aradas, que tuvieron que ser aplacados p o r M ajencio (Zósimo
2.13.1); puede que un par de pasajes de Eusebio de C esarea (Vit. Const. 1.35;
H.E. 8.14.3), que hablan del m altrato al pueblo por parte de los pretorianos
hagan referencia a este hecho.
Los pretorianos vuelven de nuevo a entrar en com bate en la provincia
de A frica, donde Dom icio A lejandro se había proclam ado emperador. La
im portancia frum entaria de esta provincia para la capital se había increm entado
ante la hostilidad de G alerio, que controlaba la producción de Egipto. M ajencio
envía a hacer la guerra contra el usurpador al Prefecto del Pretorio Rufio
Volusiano con un pequeño núm ero de cohortes (A urelio Víctor, D e Caes. 40.18;
Zósim o 2.14.2), pues tam poco podía descuidar la defensa de Ttalia, am enazada
desde O ccidente por Constantino y desde O riente por Galerio. Las tropas
enviadas se m ostraron más que suficientes para ganar la guerra, lo que vuelve a
evidenciar el alto grado de preparación que seguían m anteniendo los pretorianos
en este período.
Los pretendientes al gobierno absoluto del Im perio se m ultiplican,
llegando a conferenciar en Carnuntum en 308 para intentar poner un poco de
orden en el desbarajuste en el que se ha convertido el sistem a tetrárquico. Esta
conferen cia lo único que consigue es d ejar in satisfech o s a todos sus
participantes, que intentarán conseguir por las armas aquello que creen se les
negó legítim am ente en la mesa de negociaciones. M ajencio es el único ausente,
quizás convencido de la inutilidad del esfuerzo y del peligro que podía haber
corrido. D esconocem os el volum en de p reto ria n o s que p o d ían haber
acom pañado a los diferentes em peradores reunidos en Carnuntum . Es posible
que hubieran decidido prescindir de esta guardia como tal, que había apoyado
decisivam ente las pretensiones de M ajencio, y que hubiesen creado nuevos
cuerpos de protección. D esgraciadam ente, las fuentes no nos proporcionan dato
alguno a este respecto.
El enfrentam iento definitivo entre M ajencio y Constantino tuvo lugar
en 312. Constantino atraviesa los Alpes desde la Galia y procede a la invasión
de la península con Rom a como objetivo final. En Verona un ejército de
M ajencio lo aguarda al m ando del Prefecto del Pretorio Ruricio Pom peyano
[.PLRE, I, 1971, pg. 713 (Pom peianus, 8)]. Queda constancia de cóm o incluso
en los últim os meses de existencia de la Guardia Pretoriana los prefectos siguen
desem peñando im portantes m andos en campaña. De hecho, Ruricio Pom peyano
ADOLFO RAÚL M ENÉNDKZ ARGÜÍN
parece que fue elegido por M ajencio gracias a sus amplios conocim ientos
militares (“E xperientissim us belli et tyrannicorum ducum colum en”, Pan. Lat.
10.25.4) con el objetivo de frenar los avances de C onstantino y preparar una
adecuada defensa m ilitar de Italia. Pom peyano fue, sin em bargo, vencido y
muerto en batalla junto a Verona. Tras esta victoria se une al grueso del ejército
que había descendido hasta A quileya, iniciando así la últim a etapa de su marcha
sobre Roma.
La batalla definitiva se desarrolla en la zona de Puente M ilvio y Saxa
Rubra, donde M ajencio se decide a dar batalla en lugar de atrincherarse en
Roma, a la que había aprovisionado am pliam ente para soportar un largo asedio.
M ajencio elige un campo de batalla con el T iber a su espalda (Pan. Lat. 9.16.2;
Pan. Lat. 10.28) para evitar así una posible defección de sus tropas. La batalla,
sin embargo, se vuelve rápidam ente favorable a C onstantino, que consigue
superar en la m aniobra al ejército de M ajencio y tom arlo a contrapié; solo
p resentaron dificu ltad es los p reto ria n o s (Pan. L at. 9.17), a los que
prácticam ente no se dio cuartel (Zósim o 2.16; A urelio V íctor, D e Caes. 40.23-
4; Lactancio, D e Mort. P ersee. 44; Pan. Lat. 12.17.1). El ejército pretende
retirarse por un puente hacia la capital, pero la desbandada de las tropas provoca
su hundim iento y M ajencio m uere ahogado (Eusebio, Vit. Const. 1.38.2; Pan.
Lat. 10.30). Parece que la G uardia se sacrificó en Saxa Rubra con la esperanza
de perm itir la huida del grueso del ejército, pero finalm ente este último gran
hecho de arm as de la unidad como tal no sirvió de nada. Constantino entra así
triunfante en Roma (Pan. Lat. 10.31). Una de sus prim eras m edidas fue la
disolución de la G uardia Pretoriana y el arrasam iento de sus cuarteles (A urelio
Víctor, D e Caes. 40.25; Zósim o 2.17), decisión con la que se puso fin a la
evolución de un cuerpo con una historia de m ás de tres siglos. La últim a noticia
que tenem os de los soldados supervivientes es la decisión de Constantino de
enviarlos a la frontera del Rin, alejándolos definitivam ente de la capital (Pan.
Lat. 9.21).
La elim inación de este cuerpo supuso adem ás una ruptura clara con la
tradición anterior, pues C onstantino hubiera podido efectuar una reform a sim ilar
a la de Severo y m antener esta unidad; la desaparición definitiva de la Guardia
Pretoriana, además de ser un im portante m ensaje para sus enem igos políticos,
marcaría, desde ese m om ento, una nueva forma de entender el gobierno y la
política m ilitar del Im perio. La capitalidad política del Im perio escapaba de
Roma de form a definitiva, algo que se confirm aría en 324 con la fundación de
Constantinopla sobre la antigua Bizancio. El Im perio basculaba de forma clara
hacia Oriente. A utores com o Ferrill afirm an sim plem ente que los pretorianos
quedaron obsoletos en la nueva estrategia de defensa en profundidad establecida
por Constantino y alim entada a partir de im portantes cuerpos de reserva
centrales [FERRILL 1986: 49], pero esta razón no parece convincente. La
Guardia Pretoriana había optado por un em perador pagano y aferrado a las
tradiciones como M ajencio; a los ojos de C onstantino, com o unidad de defensa
de la capital espiritual del Im perio había com etido alta traición y por tanto debía
ser castigada. Hasta qué punto C onstantino tenía planteada en 312 una gran
estrategia basada en la defensa en profundidad es discutible; adem ás, la G uardia
habría quedado prácticam ente aniquilada tras la batalla de Puente M ilvio, por lo
que su disolución sería aún más sencilla. Estam os, por tanto, m ás ante una
reform a de carácter político (en la que habría que incluir tam bién la supresión
de los poderes m ilitares de los prefectos del pretorio) que de carácter militar.
Esta m edida de Constantino puso fin a la historia de una institución más
que tricentenaria, cuya relevancia en los aspectos m ilitares, socioeconóm icos y
políticos del Im perio Romano hemos tratado de resaltar en esta obra.
A PÉN D IC E I
FUENTES
C am p a m e n to (castra praetoria):
C am po de m a n io b ra s (campus):
Vivarium:
Procopio, Goth. 1.22.
ADOLFO RAÚL MHNF.NDEZ ARGÜÍN
Evolución histórica:
176
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
RIC I2, p. 122, n° 23-4 (==BMC 22), Claudio, 43-4, Praetor. Recept” .
R IC \2, p. 122, n° 25 (=BMC 23), Claudio, 44-5, “imper. R ecept.”
R IC l2, p. 123, n° 29 (= £M C 28), Claudio, 44-5, “Praetor. R e c e p té
R IC I2, p. 123, n° 36-7 (=£A/C 37-8), Claudio, 46-7, “imper. R ecept.”
Suet., Wer. 7; 8; 9; 10; 13; 19; 21; 25; 26; 34; 38; 47; 48; 49.
R IC I2, p. 159, n° 95-7 (=BMC 126): Sestercios em itidos por N erón hacia 63 d.C.
con la inscripción en el reverso de “adlocut(io) coh(ortium )”, donde se representa
al emperador, junto al prefecto del pretorio, dirigiéndose a los pretorianos; el
uniform e de los soldados, pa en u la y túnica en lugar de corazas, así como las
barbas de dos de ellos, puede llevar a pensar que se trate de Germani Corporis
C ustodes (pero entonces m al se explicaría la referen cia a las cohortes
pretorianas).
R IC I2, p. 159, n° 103-8: Sestercios en los que el em perador aparece a caballo
entrenando con su guardia a caballo (G erm ani) en 103 y 104, con la
representación de un vexillum , o con sus pretorianos a pie (105-8); la leyenda
para todas ellas es “decursio”.
R IC I2, p. 161, n° 130-6: Sestercios de c. 64, con la leyenda “adlocut. Coh
R IC I2, p. 162, n° 167-177: Sestercios con la leyenda “D ecursio”, con la guardia
a caballo (167-73) y con los pretorianos (174-7).
R IC I2, p. 173, n° 371: A s de Lugdunum con la leyenda “Adlocut. C o h ”, c. 64-7.
RIC I2, p. 174, n° 386-8: Sestercios de Lugdunum con la leyenda “Adlocut. C o h ”, c.
64-7.
R IC I2, p. 175, n° 395-7: Sestercios de Lugdunum con la leyenda “Decursio”, c. 64-7.
RIC l2, p. 177, n° 429: Sestercio de Lugdunum con la leyenda “Adlocut. C o h ”, c. 64-7.
RIC I2, p. 177, n° 436-7: Sestercios de Lugdunum con la leyenda “Decursio ”, c. 64-7.
RIC I2, p. 180, n° 489-492: Sestercios de Lugdunum con la leyenda “Adlocut. Coh ”, c.
64-7.
RIC l2, p. 180, n° 507-9: Sestercios de Lugdunum con la leyenda “Decursio”, c. 64-7.
RIC I2, p. 183, n° 564-5: Sestercios de Lugdunum con la leyenda “Adlocut. C o h ”, c.
64-7.
RIC I2, p. 184, n° 577-82: Sestercios de Lugdunum con la leyenda “Decursio”, c. 64-7.
68-69 y Flavios:
R IC I2, p. 213, n° 118 y 120: D enarios del sur de la Galia (?) con la leyenda en el
anverso: “'fides exercituum ” y dos manos entrelazadas; en el reverso: “concordia
praetorianorum ”-, 69 d.C.
R IC T2, p. 213, n° 121: D enario del sur de la G alia (?) con la leyenda en el reverso
“fid e s praetorianorum ” y dos manos entrelazadas. 69 d.C.
Plut., Galba 2 A-, 8; 9; 13; 14; 18; 20; 21; 23; 24; 25; 26; 27.
Tac., Hist. 1.5; 1.14; 1.17; 1.18; 1.20; 1.23; 1.24; 1.25; 1.27; 1.28; 1.29; 1.30;
1.31; 1.34; 1.35; 1.36; 1.37-38; 1.40; 1.41; 1.43; 1.46; 1.74; 1.75; 1.80; 1.81;
1.82; 1.83; 1.87; 1.89; 2.8; 2.11; 2.15; 2.18; 2.19; 2.21; 2.22; 2.23; 2.24; 2.25;
2.33; 2.36; 2.41; 2.44; 2.46; 2.49; 2.66; 2.67; 2.82; 2.92; 2.93; 2.94; 2.95; 3.21;
3.23; 3.24; 3.36; 3.40; 3.41; 3.43; 3.50; 3.55; 3.58; 3.63; 3.64; 3.69; 3.71; 3.78;
3.84; 4.2; 4.46; 4.53; 4.68;
178
PRETORIANOS: LA GUARDÍA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROM A
A nton inos:
R IC II, p. 457, n° 909: Dupondio o as; 134-138. Leyenda “ Coh. Praetor.” En este
caso junto al em perador aparece el prefecto del pretorio y hay tres soldados,
todos con escudos y estandartes.
R IC II, p. 457, n° 910: Dupondio o as; 134-138. Leyenda “ Coh. Praetor. S .C ”
Tipo sim ilar al anterior, con la presencia del prefecto del pretorio y cuatro
soldados con escudos y estandartes.
R IC II, p. 457, n° 910 : Sestercio; 134-138. Leyenda: “Coh. Praetor. S.C .”
H adriano, de pie sobre una plataform a, ju n to al prefecto del pretorio arengando
a tres soldados y un oficial: el prim ero de los soldados lleva un escudo y un
vexillum , el segundo un estandarte y el tercero un caballo por la brida [referencia
a los equites praetoriani]).
SHA, Pío 4.9; 8.1; 8.7; 10.2; 10.6; 12.5-6.
SHA., M. Antonino 3.4; 7.3; 7.9; 11.10; 14.5; 22.2; 27.3.
Fragm. Vat. 195.
SHA, Vero 3.5.
SHA, Avidio Casio 5.4; 14.8.
SHA., Commodo 2.3; 4.1; 4.5; 5.1; 6.1-8; 6.12-13; 7.1-4; 9.2; 10.3; 14.8; 15.7;
17.1; 18.9; 18.12;
Herodiano 1.5.1; 1.7.6; 1.8.1-2; 1.8.6; 1.8.7; 1.9.1; 1.9.4; 1.9.7-8; 1.9.10; 1.10.4;
1.10.6; 1.11.5; 1.12.3; 1.12.4; 1.12.6; 1.12.9; 1.13.4; 1.16.5; 1.17; 2.1.1; 2.1.5-
10; 2.2.1; 2.2.4; 2.2.6-8; 2.29; 2.4.4; 2.5.1-3; 2.5.5-8; 2.5.9; 2.6.4; 2.6.6-7; 2.6.8-
11; 2.6.11-12; 2.6.13; 2.6.14; 2.7.1; 2.7.6; 2.8.5; 2.10.4; 2.9.8; 2.10.2; 2.10.6;
2.11.7; 2.11.9; 2.12.6; 2.12.7.
R IC 111, p. 388, n° 199: Denario em itido probablem ente en 189 con la leyenda
“F idei Cohortium A ug.”; en el reverso se representa a Fides, de pie, con espigas
de trigo en una m ano y un estandarte en la otra. Puede que esta emisión refleje la
fidelidad al em perador m ostrada por la G uardia Pretoriana justo después de la
caída de Cleandro.
R IC III, p. 389, n° 207: D enario em itido en 190, leyenda: “F idei C o h ”,
iconografía sim ilar a la anterior.
R IC III, p. 390, n° 220: Denario de 190-191, leyenda: “F idei Coh ”, iconografía
sim ilar a las dos anteriores.
R IC 111, p. 392, n° 229a: Denario em itido en diciem bre de 191, leyenda: “Fidei
Coh(ortium) P (ont i f ex) M (aximus) T rib u n icia ) P(otestas) X V II C(n)os(ul) VI”,
iconografía sim ilar a las anteriores.
R IC III, p. 423, n° 496: Sestercio em itido en 186-187, leyenda: “F idei
Coh(ortium) P(ontifex) M(aximus) Tr(ibunicia) P(otestas) X II C(n)o.s(ul) V
S(enato) C(onsulto)”, iconografía sim ilar a las anteriores. El significado puede
que sea sim ilar a las anteriores, haciendo referencia a la fidelidad de los
pretorianos tras la caída de Perennis en 185.
R IC 111, p. 432, n° 580: Sestercio emitido en 190-191, leyenda: “Fidei. C o h ”,
iconografía sim ilar a las anteriores.
RIC III, p. 433, n° 590: As de 190-191, leyenda “F idei C o h ”, iconografía sim ilar
a las anteriores.
SHA., Pert. 2.9; 4.5-6; 5.1; 5.7; 6.3-5; 6.6; 6.10; 7.5; 7.10; 10.8; 11.1; 11.3-4;
14.7; 15.7.
180
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPHRJAL DE LA ANTIGUA ROMA
Severos:
SHA, Severo 4.3; 5.9; 6.5; 6.11; 7.1; 12.2; 17.5; 23.4.
H erodiano 2.13; 3.8.4; 3.10.5-6; 3.11; 3.12; 3.13.1; 3.13.4; 4.4.4; 4.4.7; 4.5.1
4.12.1-2; 4.12.7; 4.13.1-2; 4.13.5; 4.14.2; 5.1.2; 5.4.2; 5.4.3-4; 5.4.8; 5.4.10
5.5.9.10; 5.6.8; 5.7.6; 5.8.1; 5.8.5; 5.8.6-8; 5.8.10; 6.1.9-10; 6.3.2; 6.4.1; 6.6.4
6.8.7; 6.9.3; 6.9.4.
A urelio Víctor, D e Caes. 20.1; 20.32-34; 22.1 ; 23.3; 24.6.
C asio D ión 75(74).1.1; 75(74).1.2; 75(74).2.4-5; 76(75).6.6; 76(75).10.2
76(75). 11.3; 76(75).14.1; 76(75).14.2; 76(75).14.3; 76(75).15.1; 76(75).15.4
77(76). 1.1 ; 77(76).1.2; 77(76)2.4; 77(76).3.2-3; 77(76).4.1-4; 77(76).10.1
77(76).10.6; 78(77)3.1; 78(77)4.1a; 78(77).4.2-5; 78(77)9.3; 78(77).17.4
78(77).24.1; 79(78).4.1-5; 79(78).5.1-4; 79(78).12.7; 79(78).15.1; 79(78).23.2
79(78).28.2-3; 79(78).29.2; 79(78).31.4; 79(78).32.3; 79(78).35.1; 79(78).36.1
2; 79(78).37.3-4; 80(79). 1.2; 80(79). 1.1; 80(79).2.3; 80(79).4.1; 80(79).9.1
80(79). 17.1; 80(79). 18.4; 80(79). 19.2; 80(79).20.1; 80(79).21.1; 80.1.1; 80.2.2
80.2.3; 80.4.2.
Zósim o 1.8.2; 1.9.1-2; 1.10.1; 1.11.2; 1.11.3; 1.13.2.
Exc. Salm. 127.
SHA, Ceta 4.4; 6.4.
SHA, A lbino 8.1; 10.5; 14.3.
Tertuliano, D e corona, I, 1-2.
SHA, Ant. Car. 2.4; 2.6; 2.9; 3.1; 5.8; 6.6-7; 7.1-2; 8; 9.3; 11.5;
Epil. de Caes. XXI.6; XX111.5-6; XX1V.3-4.
Eutropio 8.21.
Orosio 7.18.3; 7.18.5.
SHA, Ant. Diad. 2.1.
SHA, Macrino. 2.1; 4.7-8; 5.3; 5.7; 10.1-2.
SHA, Elag. 12.1; 13; 14; 15; 16.5; 33.7.
SHA, Sev. Alejandro 4.3; 15.5; 19.1; 21.3-5; 21.6; 23.1; 26.1; 26.5; 31.2-3; 33.3.
A narquía Militar:
Tetrarquía y M ajencio:
Lactancio, D e Mort. P ersee., 12.2; 12.5; 26.3; 26.8; 27; 28; 44.
A ctas del m ártir M aximiliano.
E utropio 9.22; 10.2.3.
Orosio 7.25.6; 7.28.5-8.
Aurelio Víctor, D e Caes. 39.42; 39.47; 40.4-5; 40.18; 40.23-24; 40.25.
Zósim o 2.11.3; 2.12.1; 2.13.1; 2.14.2; 2.16; 2.17; 2.33.
Eusebio, Vit. Const. 1.35; 1.38.2.
Eusebio, H.E. 8.14.3.
Pan. Lat. 9.16.2; 9.17; 9.21; 10.28; 10.30; 10.31; 12.17.1.
D igesto 27.1.9 (el tribuno pretoriano licenciado queda excusado de la tutela de
los hijos de sus colegas).
A PÉN D IC E II
EPIGRAFÍA
I C ohorte:
AE 1893, 23 (Roma).
AE 1923, 80 (Roma, 50-120).
AE 1927, 108 (Saena).
AE 1933, 248 (Sarm izegethusa, s. III).
AE 1939, 171 (Roma, ca. 250).
AE 1940, 64 (Ostia).
AE 1946, 183 (Aquileya).
AE 1958, 104 ( C I L 7.810=RIB 1896) (Birdosw ald, 235-8).
AE 1972, 16 (Roma, med. s. III).
AE 1980, 461 (=AE 1998, 466) (Roselle, Italia, s. I).
AE 1989, 78 (=Denkm 744) (Roma).
AE 1995, 1516 (Apamea de Frigia, s. III).
AE 1997, 599 (U rbana, Italia; Augusto).
ILS 2690 (=C1L 10.4862=10.4636) (Venafrum, com. s. 1).
ILS 2037 (=CIL 6.2437) (Roma, 200-250).
ILS 2024 (=CIL 6.2421) (Roma, 100-150 ).
ILS 2025 (=CIL 6.2426) (Roma, 100-150).
ILS 2026 (=CIL 6.2424) (Roma, 200-250).
ILS 2042 (=CIL 6.2425) (Roma, s. III).
ILS 2053 ( C I L 9.3573=9.5780) (Furfo, s. T-Il).
ILS 2056 ( C I L 6.2446) (Roma, s. III).
ILS 2070 ( C I L 6.2442) (Roma, s. II).
ILS 2075 ( C I L 6.2447) (Roma, s. II).
ILS 2077 (C T L 6.2440) (Roma, 50-150).
ILS 2088 ( C I L 6.533) (Roma, s. IIT).
ILS 2097 ( C I L 6.209) (Roma, 150 d.C.).
CIL 3.249 (=3.6753) (Ancyra, Galacia).
183
A D O L IO RAÚL MF.NÉNDEZ ARGÜÍN
184
- PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DF. LA ANTIGUA ROMA
II C ohorte:
TTT C ohorte:
A E 1903, 51 (G rottaferrata).
AE 1904, 88 (=BCA 1902, pg. 296, n° 22) (Roma, s. ITT).
AE 1909, 65 (=BCA 1909, pg. 128) (Roma).
AE 1930, 16 ( Vindonissa, c. 90 d.C.).
A E 1935, 112 (A guntum , 150 d.C.).
AE 1951, 173 (Roma).
AE 1955, 74 (Roma).
AE 1964, 117 (Roma, hasta 50).
AE 1964, 119a (Roma).
AE 1969/70, 172 (A tena, Italia).
AE 1975, 159 (C astra Albana, 222-235).
AE 1976, 20 (=Aquileia N ostra 45-46 (1974-5), n° 3) (Roma; 80-150).
AE 1976, 24 (Roma).
AE 1979, 89 (Roma).
AE 1980, 131 (Rom a, c. 250).
AE 1981, 80 (Roma).
AE 1982, 789 (N iederleis, Panonia; 222-235).
AE 1984, 59 (Roma).
AE 1984, 60 (Roma).
AE 1988, 154 (Roma, fines s. TT).
A E 2000, 1023 (Albaniana, Germ. Inf., 195-211).
ILS 2021 (=CIL 10.4872) (Venafrum, 1-50).
TLS 2027 (=CIL 6.2498) (Roma, 100-150).
TLS 2028 ( C I L 6.2489) (Roma, 29 d.C.).
ILS 2083 (=CIL 10.3733) (A tella, s. II).
ILS 2090 ( C I L 6.2256-6.32456) (Rom a, s. 111).
ILS 2101 ( C I L 6.9) (Roma, Augusto?).
CTL 3.645 (Filipos, s. T-TT).
CIL 3.3265 (Cucci, Panonia Inferior).
CIL 3.7414 (-IG R R I, 700=IGRR I, 779) (Bessapara, Tracia; s. III).
CIL 3.7534 (Tomis, M esia Inferior).
CIL 5.952 (A quileya, s. I-Il).
CTL 5.5269 (Cornum).
CIL 5, Suppl. Pais n° 610.
CIL 5, Suppl. Pais n° 611 (M arostica, s. I-II).
CIL 6.9 (Roma).
CTL 6.2482 (Roma, s. TTT).
CIL 6.2483 (Roma, 100-180).
CIL 6.2484 (Roma, 100-180).
CIL 6.2485 (Roma, 200-250).
CTL 6.2487 (Roma, s. III).
CIL 6.2488 (Roma, 200-250).
CIL 6.2490 (Roma, 100-150).
CIL 6.2491 (Roma, s. Will).
188
PRF.TORIANOS: LA GUARDIA IMPKRIAL DE LA ANTIGUA ROMA
IV C ohorte:
A E 1893, 22 (Roma).
AE 1926, 88 (=1935, 12) (Ujo, A sturias, 81-96).
AE 1933, 87 (Filipos, fin s. I d.C.).
AE 1934, 128 (==IL.Jug. 1252) (Stobi, fin s. I).
A E 1938, 176 (A ntioquia).
AE 1945, 62 (M esina).
AE 1947, 61 (Verona, c. 265).
AE 1964, 121 (Roma, s. III).
AE 1966, 33 (=NS 1961, p. 14=AE 1969/70, 196=AE 1977, 264) (Faventia, ca.
50).
AE 1978, 286 (=AE 1996, 513) (L’A quila, Italia; 14-37).
AE 1982, 220 (H erdonia, Italia, ss. I-TT).
AE 1983, 52 (Roma, 41-68).
A E 1984, 69 (Roma).
AE 1988, 469 (C ollicelle, Italia, s. II).
AE 1989, 80 (Rom a, c. 85-120).
AE 1989, 83 (Rom a, hasta 50).
AE 1990, 61 (=Denkm 745) (Rom a, fragm entaria).
AE 1993, 309 (Roma, s. III).
AE 2000, 736 (M onterrubio de la Serena, Badajoz; c. 50).
ILS 2040 (=CIL 6.2548) (Roma, s. III).
ILS 2050 (=CIL 6.2534) (Roma, 200-250).
ILS 2064 (=C1L 6.2545) (Roma, 100-180).
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
V C ohorte:
VI C ohorte:
195
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÍJÍN
196
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
VIT C ohorte:
VITI C ohorte:
IX C ohorte:
X C ohorte:
203
ADOLFO RAÚL M ENÉNDEZ ARGÜÍN
A E 1925, 19 (Roma).
AE 1933, 128 (Salzburg).
AE 1975, 764 (D zigurovo, Tracia, 41-70).
AE 1995, 227 (Rom a, 50-100).
ILS 2032 (=CIL 6.2767) (Roma, 41-68).
ILS 2033 (=CIL 3.4838) (Virunum, N órico, fin s. I).
CIL 5.905 (A quileya, s. I d.C.).
CIL 5.2513 (A teste, 41-68).
CIL 5.7003 H L S 2701) (Taurini, 65).
CIL 5.7162 (Piam onte, 41-68).
CIL 5.7258 (=1LS 2031) (Segusio - Alpes Cotienos, 41-68).
CIL 6.2762 (Roma, 37-70).
CIL 6.2763 (Roma, 37-70).
CIL 6.2764 (Roma, 37-70).
CTL 6.2765 (Roma, 37-70).
CIL 6.2766 - (Roma, 37-70).
CIL 6.2768 (Roma, 37-70).
CIL 6.37225 (=BCA 1906, pg. 99) (Roma, 37-70).
CIL 6.37226 (=32710) (Roma, 37-70).
CIL 6.37227 (Roma, 37-70).
CIL 11.4786 - (Spoletium , 37-70).
AE 1893, 8 (Knin).
AE 1908, 139 (D iinikli, Serdica, Tracia, s. III).
AE 1908, 10 (=ILS 9188) (Lam bacsis, 160/162).
AE 1916, 63 (Este, Italia).
AE 1927, 93 (A ntioquía de Pisidia, fin s. I d.C.).
AE 1927, 120 (Sepino, s. TI).
AH 1930, 84 (Stobi, M acedonia, 119).
AE 1931, 72 (Stobi, 119).
AE 1935, 16 (Lyon).
AE 1935, 155 (Roma).
AE 1939, 156 (=CIL 3.3365) (Csávár, Panonia).
AE 1940, 57 (Cenchrees, Grecia).
AE 1944, 143 (H aiduk, Tracia).
AE 1947, 35 (cerca de Brigetio, Panonia, s. II).
AE 1948, 226 (A ezani, Frigia).
AE 1949, 108 (K sar Tonal Zam m el, Túnez, s. III).
AE 1952, 119 (Italica).
AE 1953, 58 (Roma).
AE 1954, 162 (Luco Feronia, Italia, s. I d.C.).
AE 1955, 24 (Roma).
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL ¡)L LA ANTIGUA ROMA
208
P RETO RIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE I, A ANTIGUA ROMA
212
PRETORIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA ROMA
Statores A ugusti:
Evocati A ugusti:
8 . - Rufrio
Polión (41-c. 44)
CIL 11.395.
Casio Dión 60.23.2.
Josefo, Ant. 19.4.5, 267.
Seneca, A pocolocintosis 5.
225
ADOI KO RAÚL M liNÉNDEZ ARGÜÍN
47,- Tito Longeo Rufo (185-187? - Cómmodo; Howe: mayo a noviembre de 185).
BGU 807.
CIL 3.14137=7L S 8998.
227
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
IGRR Î 102.
Papiro A m herst II, 107.
Papiro Oxirrinco 2, p. 157, col. VI, 14; p. 158, col. VI, 34; p. 159, col. V II, 6 ; p.
237 col V, 5.
Papiro Ryl. 2.85.10; 274; 2.275.
SB 4, 7362.
SHA, Cómmodo 6.8.
52.- Quinto Emilio Leto (c. 192-193 - Cómm odo, Pértinax, Didio Juliano).
A E 1949, 38.
Casio Dión 72.19.4=Zonaras 12.5; 12.22.1.
Casio Dión 73.1.1; 73.6.1-2; 73.8; 73.9.1; 73.16.5; 74.1.1.
Herodiano 1.16.5; 1.17.1-2 y 8 ; 2.1.1-3; 2.4.1; 2.5.2.
SHA, Cómmodo 15; 17.1.
SHA, P értinax 2.9; 4.4-5; 5,1-3; 10.8-9; 11.7.
SHA, Severo 4.3.
Zonaras 12.7.
6 6 .-
Ulpio Juliano (217-218 - M acrino).
Casio Dión 78.15.1.
Casio Dión 78.4.3.
Casio Dión 78.31-34.
Herodiano 5.4.1-4.
SHA, M acrino 10.
PRETÜRIANOS: LA GUARDIA IMPERIAL DE LA ANTIGUA RÜMA
6 8 ,-
Julio B asiliano (218 - M acrino).
Casio D ión 78.35.1.
Casio Dión 78.35.3.
72,- Flaviano; (Gem ino?) Chresto (nom brados en 222, subordiandos a Ulpiano -
elim inados en ? - Severo Alejandro).
Casio Dión 80.2.2
Zósim o 1.11.2 y ss.
Zonaras 12.1 5.
231
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
75.- M. Aedinio Juliano (nom brado probablem ente en 223 o poco después -
Severo Aleandro).
M.T.W. A m heim , “Third Century praetorian prefects o f senatorial origin: fact or
fiction?'’, Athenaeum 49 (1971); 74-88, esp. 82-4.
CIL, 13.3162.
CJL 9.338.
P. Flor. ITT, 382.
P. Oxy. I, 35.
Zonaras 12.18.
SHA, Tres Gord. 23.6. y ss.
SHA, Tres Gord. 28.6.
SHA, Tres Gord. 29.1.
CIL 6.1611.
CIL 6.31831.
Zósim o 1.38.
Zonaras 12.24.
233
ADOLFO RAÚL MENÉNDEZ ARGÜÍN
8 8 .-
L. Petronio Tauro Volusiano (c. 260-antes de 267 - Galieno).
CIL 11.1836 (=1LS 1332).
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