Tomasello Origenes Comunicacion Humana Cap. 1
Tomasello Origenes Comunicacion Humana Cap. 1
Tomasello Origenes Comunicacion Humana Cap. 1
Capítulo 1
Enfoque sobre la infraestructura
Lo que llamamos significado debe conectarse
con el lenguaje primitivo de los gestos.
Wittgenstein, The big typescript
Los seres humanos, claro, encuentran los gestos como el señalar y hacer mímica
totalmente naturales y transparentes: sólo mire hacia donde estoy señalando y verá
lo que quiero decir. De hecho, hasta los infantes pre-lingüísticos utilizan y
comprenden el gesto de señalar, y en muchas situaciones sociales en las que el
lenguaje vocal no es posible o práctico – por ejemplo, a través de un cuarto atestado
o en una fábrica bulliciosa – los humanos naturalmente se comunican al señalar y
hacer mímica. Los turistas logran sobrevivir e interactuar efectivamente en muchas
situaciones en culturas extranjeras, en las que nadie comparte su idioma
convencional, precisamente al depender de estas formas naturalmente significativas
de comunicación gestual.
Cualquier respuesta imaginable a esta pregunta tendrá que depender mucho de las
habilidades cognitivas de lo que a veces se llama leer la mente, o leer las
intenciones. Así, para interpretar un gesto de señalar uno debe ser capaz de
determinar: ¿cuál es su intención al dirigir mi atención de esta forma? Pero para
hacer esta determinación con confianza, en el ejemplo prototípico, se necesita algún
tipo de atención conjunta o de experiencia compartida entre nosotros (las formas de
vida de Wittgenstein [1953]; los formatos conjuntos de atención de Bruner [1983]; el
terreno conceptual común de Clark [1996]). Por ejemplo, si yo soy su amigo aunque
no tan cercano, no hay modo de que yo pueda reconocer la bicicleta de su ex-novio,
entonces usted no asumirá que yo se la estoy indicando. Esto es cierto aún si, por
algún milagro, yo de hecho sé que esa es su bicicleta, pero usted no sabe que yo sé
eso. En general, para una comunicación fluida no es suficiente que usted y yo
sepamos por separado y en privado que ésa es su bicicleta (e incluso que el otro
sabe esto); más bien, este hecho debe ser un terreno en común conocido
mutuamente. Y en el caso en que sea un terreno en común entre nosotros que esta
es su bicicleta, pero no que ustedes dos acaban de terminar (aún si ambos sabemos
esto en privado), entonces usted probablemente pensará que estoy indicando la
bicicleta de su novio como una manera de propiciar nuestra entrada a la biblioteca,
no de impedirla. La habilidad para crear un terreno conceptual en común – la
atención conjunta, la experiencia compartida, el conocimiento cultural en común – es
una dimensión absolutamente crítica para toda la comunicación humana, incluyendo
la comunicación lingüística con todos sus él es, ella es, y eso es.
El otro aspecto notable de este ejemplo prosaico del señalamiento humano, desde
una perspectiva evolutiva, es su motivación prosocial. Le estoy informando de la
presencia probable de su ex-novio, o de la ubicación de su bicicleta robada,
simplemente porque pienso que usted querría saber estas cosas. Comunicar
información amablemente de este modo es extremadamente raro en el reino animal,
aún en nuestros parientes primates más cercanos (en el capítulo 2º lidiaremos con
ejemplos como los gritos de advertencia y las llamadas de alimentación). Entonces,
cuando un pequeño chimpancé lloriquea buscando a su madre, es casi seguro que
todos los demás chimpancés en el área inmediata saben esto. Pero si alguna
hembra cerca sabe dónde está la madre, ella no se lo dirá al pequeño que la busca,
aunque ella es perfectamente capaz de extender su brazo en una especie de gesto
de señalamiento. Ella no le dirá al pequeño porque sus motivaciones comunicativas
simplemente no incluyen informar amable-mente a los demás sobre cosas. En
contraste, los motivos comunicativos humanos son tan fundamentalmente
cooperativos que no sólo informamos a los demás de cosas amablemente, sino que
una de las principales formas en que pedimos cosas a los demás es simplemente
hacer que nuestro deseo sea conocido en la expectativa de que ellos ofrecerán
ayuda voluntariamente. Así, yo podría pedir un vaso de agua al decir simplemente
que quiero uno (informándole de mi deseo), sabiendo que, en la mayoría de los
casos, su tendencia será a ser amable (y nuestro conocimiento mutuo de esto)
vuelve este acto de informar en lo que es efectivamente una solicitud completa.
¿Y qué pasa con el lenguaje? La hipótesis actual es que sólo fue dentro del contexto
de las actividades colaborativas en las que los participantes compartían las
intenciones y la atención, coordinadas por formas naturales de comunicación
gestual, que las convenciones lingüísticas arbitrarias podrían haber llegado a existir
evolutivamente. Los lenguajes convencionales (primero gestuales y luego vocales)
surgieron entonces al aprovecharse de estos gestos ya comprendidos,
substituyendo a la naturalidad del señalar y hacer mímica una historia social de
aprendizaje compartida (y que mutuamente se sabe que es compartida). Esto
proceso fue posible, claro está, por las habilidades únicas de los humanos de
aprendizaje e imitación cultural, que les permiten aprender de los demás y de sus
estados intencionales de manera poderosa y única (Tomasello 1999). Como parte
de esta misma trayectoria evolutiva, los seres humanos también comenzaron a crear
y transmitir convenciones gramáticas, culturalmente variadas, organizadas en
construcciones lingüísticas complejas que codificaban complejos tipos de mensajes
para usarlas en las situaciones comunicativas recurrentes.