Tema: La Revelacion
Tema: La Revelacion
Tema: La Revelacion
Revelar es la acción de poner manifiesto algo que estaba oculto. Revelación sobrenatural es
la manifestación que nos ha hecho Dios de verdades sobre su naturaleza divina y los planes de
salvación para con el hombre. No se trata de la manifestación de Dios a través de las cosas creadas
que capta la luz natural de la razón, sino por medio de enviados (profetas) y especialmente en la
persona divina de Jesucristo, Dios y Hombre; y esto solamente se puede captar con la luz
sobrenatural de la fe. Etimológicamente revelar / revelación viene del término latino revelare: quitar
el velo, que tiene como significado: Descubrir / Decir o hacer cosas que son normalmente secretas /
Comunicar Dios a los hombres cosas cuyo conocimiento no pueden adquirir por sí mismos.
Ya tenemos dos elementos (polos) fundamentales para que pueda existir revelación: Dios
que se comunica amorosa y gratuitamente y el hombre que acepta con espíritu de fe dicha
comunicación a la que está llamado como criatura que es.
La revelación entra en el ámbito de la paradoja ya que en ella el misterio se hace luz,
quedándose a la vez escondido. No podemos entender la revelación cristiana con categorías
hegelianas, para el que la revelación es entendida como plena luz solar de mediodía. Recordemos
las palabras de Jn 1,18 “A Dios nadie lo ha visto nunca”. Algo se abre o se pone de manifiesto, sin
dejar de permanecer radicalmente escondido.
La revelación es accesible al hombre a través de la Palabra y en la historia y esta se lleva a
cabo mediante una economía en diferentes momentos de la historia, que el hombre va entendiendo
según sus posibilidades. La revelación llega a su plenitud con Jesucristo que es la Palabra misma
y el centro de toda la historia.
2. La Revelación comunicada.
a). La Revelación en la Iglesia.- Los actos y palabras de Jesús no fueron conocidos
directamente sino por un pequeño número de personas. Todavía más pequeño fue el número de
los que creyeron en él y se hicieron sus discípulos. Pero esta Revelación estaba destinada al
mundo entero. Por esto le confió Jesús a sus apóstoles la misión de comunicarla a los hombres
(Mt 10,26ss; 28,19; 16,15). Por eso, inmediatamente después de su resurrección hace de ellos
sus testigos (Hch 1,8) y no sólo por verlo y oírlo, sino en cuanto que Jesús autentica su
testimonio: “El que os escucha, me escucha...” (Lc 10,16). Entonces se difunde la Palabra desde
Jerusalén hasta los extremos de la tierra.
b). La Revelación y la acción del Espíritu Santo.- Esto es demostrado por los Hechos de los
Apóstoles. Desde el día de Pentecostés se da el Espíritu Santo y él es el que garantiza la validez
del testimonio apostólico. Ahí descubren al mismo tiempo los apóstoles el significado total de
las Escrituras y el de la existencia de Jesús, y sobre este doble objeto versa ya su testimonio.
(Hch 1,8 – 2,1-21; 2,22-419).
c). Hacia la Revelación perfecta.- Toda esta Revelación (la de Jesús, apóstoles y la Iglesia),
aún es imperfecta. Pero anuncia ya la revelación final que sobrevendrá al final de la Historia.
Entonces el Hijo del Hombre se revelará en su gloria (Mc 13, 26).
3. Hacia la Revelación perfecta.- Tiene como fundamento “la aparición del amor de Dios
nuestro Salvador” en la vida terrena de Jesús (Tit 3,4) se prosigue aún cuando Jesús ha entrado
ya en la gloria. “Tendrá fin como la aparición en gloria, de nuestro gran Dios y salvador, Cristo
Jesús” (Lc 17,30). En efecto, cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, también nosotros
seremos manifestados con él en la gloria (Col 3,4).
2. La Revelación comunicada. – La revelación no fue recibida por todos los hombres y ello,
porque su aceptación requería una gracia interior: “Nadie viene a mí si no lo atrae el Padre que
me envió (Jn 6,44). Pero a estos confió una misión “dar testimonio de él” (Jn 16,27), misión
difícil, que exigirá una inteligencia profunda de lo que dijo e hizo Jesús. Por ello les enviaré al
Espíritu Santo, para que los guíe hacia la vida entera (Jn 16, 12s). Gracias al Paráclito, el
testimonio de los hombres dará a conocer a todos los hombres la revelación de Jesucristo a fin
de que crean y posean la vida (1Jn 1,2; Jn 4,14; 1,3s).
3. Hacia una revelación perfecta.- A través del ministerio del verbo hecho carne no se
contempla todavía la gloria divina, sino en la fe. “Días vendrán en que seremos semejantes a
Dios porque lo veremos tal cual es” (Jn 3,2). Tal es el objeto de la esperanza cristiana.
Comentario
- El texto habla de diferentes formas y maneras de revelación. Si hablamos de “otra vía”
suponemos que existen dos vías. Y aunque esto no se determina en el documento de forma explícita,
si lo podemos decir como conclusión.
- Ambas frases (Rev. sobrenatural y natural) han de ser leídas de forma simultánea. Entonces
el resultado no es ninguna definición contradictoria sino un modo de hablar diferenciado.
- De esta manera la Revelación natural ha de ser entendida como la creación y en ella el
vértice más alto es el hombre. En virtud del ser creado y la semejanza con el creador es posible
percibir con la luz de la razón la comunicación con Dios, que existe y está fuera y por encima del
mundo, y expresarlo por medio de las palabras.
- Fries define la revelación sobrenatural como aquella forma de manifestación de Dios que
objetivamente no viene dada con la creación ni con el hombre. En palabras del concilio, Dios se da
a conocer a sí mismo y a los designios de su voluntad. Este darse a conocer se produce a través de la
palabra y en la historia, como ya dijimos.
En la Palabra, siguiendo el texto de Heb 1, 1: Antiguamente a los padres y en estos últimos
días, ahora a nosotros, por su Hijo, que es la Palabra de Dios en persona. En la historia, en
determinadas épocas, instantes, antiguamente y ahora...
El concilio no distingue estadios en la diferenciación de ambas revelaciones, más bien son
caminos que están en conexión porque uno sólo es el Dios que se revela y uno es el hombre al cual
se dirige la misma.
Crítica
Apuntamos con Fries que las afirmaciones del Vat I hay que entenderlas desde la coyuntura
que lo precede y valorarse desde esa perspectiva. Teniendo esto claro, podemos decir que su
enfoque, condicionado por la historia, no puede considerarse como la realidad total.
Comentario
Podemos dividir el documento en las siguientes partes:
LA SAGRADA ESCRITURA
A. EL TEXTO.- Es un conjunto de libros separados que contienen el mensaje de salvación. Es la
Palabra de Dios al hombre. Durante unos 18 siglos, desde Abraham hasta Jesús, el pueblo de Israel
descubrió, cada vez con mayor lucidez, que el Dios único se había ligado a él, fueron ellos, los
religiosos de Israel, los que recibieron, escogieron y acreditaron estos libros, integrándolos al Libro
Sagrado.
Así se formó el AT de la Biblia. Después vino Jesús. Con él se llegó a cabo la experiencia
más trascendental de toda la historia. Los esfuerzos de Jesús para salvar al pueblo judío de una
destrucción inminente, su rechazo, su muerte y luego su Resurrección: ésta fue la última Palabra de
Dios.
La trayectoria de Jesús originó la predicación de la Iglesia y los libros que en ella se
escribieron. Aquellos libros que fueron aprobados por los responsables de la Iglesia pasaron a
integrar el NT.
El contenido de la Biblia.- La Biblia es el conjunto de libros o escritos que los cristianos tenemos
como sagrados. Contiene 73 escritos que están agrupados en dos testamentos (Berit- Alianza), el
AT (46) y el NT (27).
El orden en que se encuentran los escritos de la Biblia no es el orden en que fueron
compuestos. Génesis no fue el primero en ser escrito, ni el Apocalipsis de Juan el último. Se
encuentran ordenados según temas y géneros literarios.
La división en capítulos la introdujo el cardenal inglés Esteban Langton a principios del s
XIII. Los versículos se introdujeron recién a mediados del s XVI por Santos Pagnino en el AT y por
Roberto Stéphano en el Nuevo.
Tomando en cuenta los diversos géneros literarios que encontramos en la Biblia, y el hecho
de que cubre más de un milenio de historia, viene a ser la historia singular, siempre actual (pues, se
plantean las mismas preguntas y se presentan las mismas actitudes humanas) del diálogo entre Dios
y el hombre, de las llamadas de Dios y las sucesivas respuestas del hombre.
Los compositores de los diversos escritos de la Biblia escribieron para un grupo de personas
concretas, para su pueblo o su comunidad de entonces, respondiendo a sus problemas y a sus
necesidades de orientación.
Lo que hallamos en la Biblia tuvo su origen en experiencias o en acontecimientos humanos
reales: “algo que sucedió”. Luego esta experiencia es interpretada, desde la fe, por el individuo o
grupo que lo ha vivido o presenciado: le asignan un valor, una significación. La interpretación de un
mismo acontecimiento puede variar de una persona a otra. Para la transmisión de este
acontecimiento formulan un lenguaje que pueda ser comprendido por el destinatario: lenguaje
humano, propio de una cultura. La transmisión puede ser oral o escrita. Sólo lo que es considerado
importante es transmitido y retransmitido. Lo que está preservado en la Biblia se transmitió porque
es algo importante y significativo, porque contenía un mensaje (expresado en uno u otro género
literario). El último en la cadena de transmisión oral puso por escrito aquellas tradiciones orales
importantes.
El escritor escogió las tradiciones que le parecieron más importantes y las uso en cierto
orden, incluso las retocó para que fueran más uniformes y expresaran mejor el mensaje que él
quería comunicar. Además no pocas veces las obras escritas fueron revisadas y se les añadieron
aclaraciones o incluso otras tradiciones.
Los géneros carta y Apocalipsis no pasaron por una tradición oral, sino que fueron
comunicados directamente en forma escrita. Pero, tuvieron su origen en algún acontecimiento o
experiencia sobre el cual sus autores trataron.
La presentación escrita, que se lee en la Biblia, constituye lo que llamamos el texto. El
acontecimiento, o la experiencia vivida, constituye el pre-texto.
Luego vendría la cuestión de la inspiración de los libros, para preservar la unidad y la
identidad del pueblo; se forma el canon y reconsideran a otros libros como apócrifos, no inspirados.
Luego vendrían las traducciones (interpretaciones).
B). INSPIRACIÓN
La inspiración es el carisma o influjo de Dios sobre la inteligencia del profeta, de modo que
lo escrito debe ser considerado ante todo de Dios. La Iglesia ha determinado repetidas veces en qué
sentido tiene por sagrados los libros de la Biblia. Así en el Concilio de Florencia del año 1442
profesa que:
“Uno solo y mismo Dios es autor del AT y NT, es decir de la Ley, de los Profetas y del Evangelio,
porque por inspiración del mismo Espíritu Santo han hablado los santos de uno y otro testamento”
(D 706).
Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se
consignaron por inspiración del Espíritu Santo. La santa Madre Iglesia, según la fe apostólica, tiene
por santos y canónicos los libros enteros del Antiguo y Nuevo Testamento con todas sus partes,
porque, escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales se le
han entregado a la misma Iglesia. Pero en la redacción de los libros sagrados, Dios eligió a
hombres, que utilizó usando de sus propias facultades y medios, de forma que obrando El en ellos y
por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y sólo lo que El quería.
Pues, como todo lo que los autores inspirados o hagiógrafos afirman, debe tenerse como
afirmado por el Espíritu Santo, hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente,
con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras que nuestra
salvación. Así, pues, "toda la Escritura es divinamente inspirada y útil para enseñar, para argüir,
para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y equipado para
toda obra buena" (2 Tim., 3,16-17). (DV 11)
C. CANONICIDAD
La decisión de fijar un canon de Escrituras (colección de escritos reconocidos y admitidos
como normativos, se debió a razones históricas, de conflictos y de crisis de identidad, tanto en el
judaísmo como en el cristianismo. La razón principal pos la que se decidió delimitar el canon, es
que aparecieron escritos de diversa índole que ofrecían, ya sea lo que era producto de la
imaginación piadosa, o una visión equivocada de la fe judía, o cristiana. Se impuso la necesidad de
separar claramente los escritos que, sin duda alguna, eran testimonios fidedignos de la Revelación
histórica, de aquellos que tergiversaban la auténtica fe judía o cristiana.
La explicitación u oficialización de un canon (colección) de escritos, tuvo precisamente
como finalidad la fijación de límites externos e internos a los escritos tácitamente considerados
como normativos. El límite externo lo constituía el hecho de que la lista o colección de escritos
reconocidos y refrendados como canónicos (normativos) estaría herméticamente cerrada: no se
aceptarían otros escritos. El límite interno lo constituía la sacralización del texto mismo: no se
permitiría el más mínimo cambio en ninguno de los textos canónicos. Cualquier comentario, incluso
adición, tendría que hacerse en otros libros; ni se permitía alterar o eliminar parte alguna: el texto
era intocable, “Sagrada Escritura”.
Criterios para considerar a los libros canónicos
a). El criterio fundamental ha sido el de la identidad entre la fe vivida por la comunidad y la fe que
se expresaba en el escrito en cuestión.
b). Para que un escrito sea admitido como canónico se planteaba básicamente la misma pregunta:
¿representa y refleja este escrito la fe que vivimos y sostenemos? Este es el criterio de la ortodoxia.
c). Además el escrito en cuestión debería ser coherente con otros escritos que desde hacía algún
tiempo ya habían sido reconocidos tácitamente como sagrados. Este es el criterio de la coherencia.
d). Los escritos considerados candidatos para constituir parte del canon, debían haber servido ya
como norma de fe y de conducta desde hacía algún tiempo y en todas o en la mayoría de las
comunidades. Es el criterio de la tradición, por el cual se excluyen los escritos demasiado recientes
(a menudo con pretensión de ser antiguos), y otros que sólo emplearon algunos grupos.
e). Por último el criterio de la inspiración divina jugó un papel importante en el judaísmo desde el
inicio, no así en el cristianismo, donde recién entró a tallar en el s. II. No conocemos ninguna
mención de la inspiración como criterio de selección en el cristianismo, excepto para distinguir a los
escritos ortodoxos de los heréticos.
La enumeración más antigua que conocemos de escritos judíos con peso canónico proviene
del historiador judío Flavio Josefo hasta el año 95 d.C. y es confirmada por 4 Esdras 14,44s (fines
del s I d.C). Esta enumeración corresponde a las que se halla en la Biblia hebrea y rige en el
judaísmo hasta hoy; se conoce como “Canon Palestinense”, pues incluye sólo las obras escritas en
hebreo y se asocia con el rabinismo de Palestina. El canon judío (que incluía tres bloques: La Ley.
Los Profetas y los Escritos), que constituyen la Biblia Hebrea, quedó delimitado básicamente en el
s. II de nuestra era.
La septuaginta o versión de los LXX, es la traducción griega de los escritos hebreos (canon
palestinense). Incluye además los llamados deuterocanónicos (segundo canon): Tobías, Judit,
Sabiduría, Sirácida (o eclesiástico), Baruc y 1-2 Macabeos, además de los añadidos de Ester y
Daniel. La septuaginta constituye el llamado Canon Alejandrino. Era leída y venerada entre los
judíos de lengua griega, en la diáspora. Pero la septuaginta nunca fue reconocida como canónica
por el judaísmo oficial (rabínico), y eventualmente cayó en desuso. La delimitación de la
septuaginta, que consistió en la exclusión de ciertos escritos apócrifos, fue obra del cristianismo, no
del judaísmo.
Los judíos no aceptaron la septuaginta debido a que esta versión se identificó más con el
cristianismo. Además porque resultaban peligrosos o sospechosos los escritos apocalípticos, que
llevarían a la destrucción de Jerusalén, por tanto no eran inspirados por Dios. Daniel fue aceptado
por su antigüedad, carácter profético y aceptación universal.
Para entender la afirmación del Concilio Vaticano, hace falta conocer por lo menos
algo de la historia del problema: antes del Concilio, se hablaba de “inerrancia” de la Biblia
Tengamos en cuenta que el Magisterio, nunca ha definido solemnemente el hecho de la
“inerrancia bíblica”
La formulación de Inerrancia Bíblica tiene doble defecto:
a. presentado bajo el aspecto negativo (ausencia de error)
b. preocupación por defender la Biblia contra los racionalistas que pretender descubrir en ella
errores.
Es mejor hablar de “verdad” en la Sagrada Escritura, pues los libros sagrados están hechos
para enseñar la salvación de las almas y no astronomía, nos dice cómo se va al cielo y no cómo va
al cielo” (33).
¿Presenta algún aspecto de esta verdad la cita de 2Tim. 3,16-17 que el concilio añade?
La cita del 2 Tim. 3,16-17: “Toda Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar,
rebatir, corregir y guiar en el bien. Así el hombre de Dios se hace un experto y queda preparado
para todo trabajo bueno”. Este texto habla del valor salvífico, pues no basta hablar solamente de
verdad de la Escritura.
La doctrina de la verdad
Es una doctrina que pertenece directamente al misterio de la inspiración y por ello no es sólo
una recomendación edificante. (40)
1.- “Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el Espíritu Santo, se
sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error, la verdad que Dios hizo
consignar en dichos libros, para la salvación nuestra. Por tanto toda la Sagrada Escritura, inspirada
por Dios, útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia, para que el hombre de Dios
esté en forma, equipado para toda obra buena (2 Tim 3,16-17). (D.V.11).
b) El Histocismo y el Concordismo por un lado y por otro los métodos histórico - críticos,
son conscientes de la presencia real de contradicciones y hasta errores en el texto bíblico.
Durante los primeros siglos, nadie puso en duda que la Biblia era la Palabra de Dios. Porque
“si la Biblia es un libro inspirado, si nos trae la Palabra de Dios en lenguaje humano no se puede
expresar otra cosa que no sea la verdad misma de Dios”. (P. Grelot) Los padres ante los
ataques de los paganos, se contentaban con afirmar, lo que para ellos era, casi, un dogma, una
exigencia de fe (Justino, Hipólito, Orígenes, Cirilo de Alejandría, San Jerónimo, San Agustín)
San Jerónimo reconoce la existencia de inexactitudes, pero no admite que haya errores.
San Agustín “En la S.E. ningún autor ha cometido error alguno al escribirla”. Si halla algo
contrario a la verdad, se plantea tres cosas:
1º o se trata de un manuscrito defectuoso,
2º o el traductor no entiende lo que aquél dice,
3º o es él, el que no entiende.
Esto será durante mucho tiempo la regla inmutable de la exégesis.
Santo Tomás, admite que ante varias interpretaciones posibles hay que rechazar las que
parezcan falsas a la razón.
Podemos sacar como conclusión que en los padres hubo una constancia, perpetuidad y
universalidad de una doctrina que es regla de fe y que es un dogma sólidamente establecido.
EL CONCORDISMO En los siglos XVI - XVII, plantea objeciones, pues hay progresos en las
ciencias humanas y en el de la naturaleza. Con Galileo se abre una discusión sobre la inerrancia
(concordismo). Se recurre a las ciencias profanas para el estudio de la Sagrada Escritura, pues ve
que hay pasajes que no coinciden - con las cuestiones naturales, puesto que a estas también las ven
cómo don de Dios.
Sin embargo defensores, cómo Dubarle, dicen que Galileo afirma repetidas veces la verdad
absoluta de la Escritura, pero admite un posible error en sus intérpretes, cosa en la que coincide con
Sto. Tomás. Galileo fue condenado, pero el problema quedó planteado e irresuelto.
Debemos tener presente que los Escritores Bíblicos son pensadores religiosos, la Biblia, no
es un manual científico y que debiera estar siempre al día. Tal supuesto ya fue superado.
Serán las Encíclicas las que hagan salir de éste callejón sin salida:
“Spíritus Paraclitus” (15 - 09 - 1920) Benedicto XV.- Viene a completar la primera respuesta.
Pone fin a las desviaciones de los que opinaban que las verdades históricas de la Biblia, no son
verdades absolutas de los hechos, sino relativas.
“Divino Afflante Spíritu “ (30 - 09 - 1943) Pío XII.- Completa la obra de sus predecesores. Las
investigaciones históricas, la exégesis había avanzado seriamente, de modo que tiene seguridad
en las líneas que van a tomar. Pide no juzgar a los antiguos con nuestras concepciones modernas,
pide estudiar los Géneros Literarios, como una necesidad para que se pueda llegar a la verdadera
y exacta interpretación, pero sin detrimento de la exégesis católica.
El Concilio, superando una aptitud puramente apologética, hace una afirmación fundamental
sobre la Palabra de Dios: Por ser Palabra inspirada, es Palabra portadora de la verdad que salva y
que tiene su máxima expresión en Cristo, Palabra del Padre (D.V. 13 y 17). Cada vez se iba
hablando más de la VERDAD en la Sagrada Escritura.
El Vaticano, recoge el fruto de las anteriores investigaciones. Nos va hablar de la verdad que
Dios quiso consignar para nuestra salvación. No se trata pues, de una verdad de fe, de verdades
religiosas, sino de una VERDAD en relación con nuestra salvación. (16)
Junto a esto, hay que tener en cuenta los géneros literarios, el desarrollo de la historia de la
salvación y la unidad de toda la Escritura, puesto que la Escritura se ha de leer con el mismo
espíritu con que fue escrita; por lo tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay
que tener en cuenta: 1º contenido y la unidad de toda la Escritura, 2º la tradición viva de la Iglesia,
3º la analogía de la fe. (17), D.V. 12,3.
Con éstas líneas, el exegeta debe comprender mejor e interpretar mejor, la verdad de Dios,
consignada en la Sagrada Escritura, para nuestra salvación.
D.V.Nº 17, nos habla de tres cosas que se reducen a una: 1º la palabra de Dios, es decir la
palabra bíblica inspirada cuya parte principal es el N.T., 2º la palabra que se hace carne es decir
Cristo, como elemento revelador, 3º la Palabra de Dios cómo fuerza de Dios par la salvación”
(Rom. 1,16). Cristo es la máxima expresión de ésta verdad que salva. Se hace carne (Jn. 1,14) y
habita entre nosotros.
Es el único que posee palabras de vida eterna (Jn. 6,68). El Espíritu da testimonio duradero
por todas las edades (20).
OBSERVACIONES
En el mundo donde nació la Biblia el concepto de verdad era diferente: verdad es todo lo
que es fiel, estable merecedor de confianza; Dios es verdad, y Jesús podía decir soy la verdad (Jn
14,6). No se trata de que alguien diga la verdad, sino de que él sea verdadero, digno de confianza.
La Biblia nos ha llegado mediante copias de originales que se han perdido. Además de haber
cometido errores involuntarios, los copistas ocasionalmente introdujeron cambios intencionalmente.
Basta comparar los libros de Crónicas y sus paralelos de Samuel y Reyes (que les sirvieron de
base), o entre Mateo y Marcos (que fue una de sus fuentes, y se observará una serie de discrepancias
que desde nuestro punto de vista calificaríamos como errores.
Ningún texto de la Biblia afirma que ésta no contiene errores. Cuando algún texto bíblico se
refiere a la verdad, no es a los detalles históricos o científicos que se refiere, sino al mensaje global,
con miras a la salvación.
Cuando se afirma que la Biblia está libre de toda clase de errores, implícitamente se afirma
que esa inerrancia es válida para todos los tiempos. Pero esta afirmación cae por su propio peso: La
concepción del mundo que se encuentra en los escritos bíblicos, según la cual, por ejemplo, la tierra
es plana y no esférica, los astros están siempre arriba, suspendidos en el firmamento, y el sol gira en
torno a la tierra firme, sería en tal caso verdadera, y debería sostenerse hoy como lo fue en esos
tiempos y nuestras concepciones, basadas en la astronomía y otras ciencias afines, serían erróneas.
El error se comprenderá si el texto es considerado dentro de sus contextos (histórico,
cultural, social, etc.) y si se toma en cuenta su rigen y formación histórica, así como la evolución en
la comprensión de la naturaleza del mundo, de Dios y de su voluntad para el hombre.
La verdad de la Biblia se sitúa en el ámbito religioso, concretamente el salvífico, y los datos
históricos y científicos no caen bajo la inerrancia bíblica.
E). LA INTERPRETACIÓN
“Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo tanto el
interprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con
atención lo que los autores querían decir y Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para
descubrir la intención del autor hay que tener en cuenta, entre otras cosas “Los géneros
literarios”... La Sagrada Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue
escrita” (D.V. 12)
a)- Interpretar no solo es comprender, sino actualizar, hacer que sea palabra de Dios hoy para
nosotros:
Aún cuando es necesario volver al mundo en el cuál nació y se respiró el texto bíblico, es
necesario hacer que el texto recorra su pertenencia y vivacidad de modo que hable al mundo de hoy.
Serán “Palabra de Dios”, hoy para nosotros, en la medida que lo traduzcamos a nuestras
circunstancias y cultura, en la medida que manteniéndonos dentro de su proyección, recojamos la
perspectiva y orientación de aquella palabra de Dios que le hablaba a sus destinatarios originales, es
decir, en la medida que mantengamos como voz de un Señor vivo y presente, aquí y ahora. Por ello
hay que escucharla primero, entrar en su mundo para luego traducirla a nuestro mundo. (Arens E.)
b)- Esto significa que leer la Sagrada Escritura no sólo es tarea de especialistas, ni ejercicio
puramente personal
El exegeta da por concluida su labor cuando ha entrado en el mundo del texto y da a conocer
sus particularidades.
Hay necesidad de la exégesis, pues tiene una función dentro de la Iglesia como es:
Indagar y proponer.
Si es problema técnico, la expresión se reservará a los científicos o vulgarizará para personas no
cultas.
La exposición debe influir en la búsqueda, de modo que la tarea de la exégesis quede informada
por el espíritu de Servicio a la Palabra de Dios (Schokel).
d)- Por eso conviene tener claridad sobre los principios y criterios, que nos orientan en la tarea
de interpretar, tanto de origen teológico como de orden racional
El principio general.-
“La Sagrada Escritura hay que leerla e interpretarla con el mismo Espíritu con que se
escribió”. Vemos pues que se vincula el método de la interpretación con la doctrina de la
inspiración. Notemos que la Constitución habla del “Espíritu”, pero con mayúsculas. El exegeta ha
de estar imbuido del mismo Espíritu Santo que guió la mente y pluma de los escritores sagrados.
La fe del intérprete constituye el primer don de ese Espíritu. Además, no debe olvidarse que
el mismo Espíritu continua actuando en la Iglesia distribuyendo los carismas para mantener la
vitalidad de sus diversos ministros con vistas siempre al bien común.
* Principios Teológicos
1.- El camino de Dios es la ENCARNACIÓN y, también la PALABRA DE DIOS se encarna
en palabras humanas.
Se debe tomar en serio la Encarnación de Dios y de la Palabra.
Para entender lo que Dios quiere comunicarnos es necesario entender lo que el autor quiso
decir y lo que Dios quiso dar a entender con dichas palabras (Schokel):
La tarea del exegeta es averiguar lo que el autor quiso decir y lo que Dios quiso manifestar.
Para entender a fondo la obra es necesario una actitud crítica, la cual se distancia, reflexiona,
analiza, no se contenta con la primera impresión, con el sentido obvio de las palabras.
El concilio defiende la actitud y el método crítico: el sentido obvio no se puede identificar con el
sentido literal.
La intención en su forma histórica lo vemos cuando el autor, entre muchas posibilidades de
lenguaje, el autor determina o delimita con su intención.
El autor posee asimilado el vocabulario y los esquemas gramaticales. En el acto de expresar, una
fuerza configuradora trae a la conciencia elementos de lenguaje como criterio selectivo
(Schokel).
Dios quiere comunicarse a sí mismo y mostrar su misterio de salvación. Esto lo hace por medio
del hombre, en el lenguaje humano, con toda su completa realidad.
Otro aspecto que debe orientar nuestra interpretación es la intención global del hagiógrafo:
manifestar e interpretar la salvación en algunos de sus aspectos. Esta intención debe orientar toda
nuestra interpretación si queremos entender la totalidad y las partes en función del todo. Hay que
hacer referencia a Cristo como principio hermenéutico unificador.
* La Hermenéutica racional.-
En la investigación bíblica se aplica el método histórico crítico que tiene varios elementos.
De entre todos los instrumentos de la filosofía, la Constitución escoge y destaca de modo especial,
el estudio de los “GÉNEROS LITERARIOS” por razones históricas: ha sido en el campo católico,
el caballito de batalla. (Schokel).
1.- Los géneros literarios .- son formas orientadoras que la poesía usa de hecho y tiene que
usar. Hay que distinguir entre formas naturales de la poesía y los géneros.
En la S.E. interesa toda clase de géneros que encontramos y no operamos una eliminación “a
priori“. Hay géneros orales y escritos. En la investigación bíblica muchas veces no se puede
remontar a un estado oral y muchas veces no nos interesa. El género literario nace en un individuo
fecundo. En cuanto tipo se ofrece y se impone como modelo: la tradición y las situaciones sociales
le confieren una cierta autoridad.
El análisis de los géneros permite remontarse en el tiempo, más allá de los documentos.
Facilita de ésta manera la comparación de la Biblia con otras culturas antiguas.
4. LA TRADICIÓN
La autoridad de Cristo en el NT se distingue de la tradición de los mayores (lavarse las
manos era tradición de los antepasados Mt 15,2), y de toda tradición humana (doctrinas huecas del
mundo Col 2,8), por el hecho de fundarse en la autoridad de Cristo. Cristo habló y obró dando a sus
discípulos una interpretación normativa de las antiguas Escrituras: (Lo que se dijo a sus
antepasados… Mt 5,20ss.
La tradición eclesiástica es únicamente conservadora. Su norma quedó fijada en el NT
“Guarda el depósoto…” (1Tim 6,20; 2Tim 1,12) y este depósito es Cristo en la Tradición apostólica.
- Es fuente de doctrina revelada que contiene la doctrina revelada por Jesucristo y los
Apóstoles a la Iglesia, contiene la palabra de Dios no comprendida en la Escritura, es norma
suprema de fe, nos ha llegado sin cambios, contiene la misma fuerza de verdad que la Escritura
Sagrada.
DV. 8 “Así, pues, la predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los
libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. De ahí
que los Apóstoles, comunicando lo que de ellos mismos han recibido, amonestan a los fieles que
conserven las tradiciones que han aprendido o de palabra o por escrito, y que sigan combatiendo por
la fe que se les ha dado una vez para siempre. Ahora bien, lo que enseñaron los Apóstoles encierra
todo lo necesario para que el Pueblo de Dios viva santamente y aumente su fe, y de esta forma la
Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto perpetúa y transmite a todas las generaciones todo lo
que ella es, todo lo que cree. Esta Tradición, que deriva de los Apóstoles, progresa en la Iglesia con
la asistencia del Espíritu Santo: puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las
palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes, que las meditan en su
corazón y, ya por la percepción íntima que experimentan de las cosas espirituales, ya por el anuncio
de aquellos que con la sucesión del episcopado recibieron el carisma cierto de la verdad. Es decir,
la Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta
que en ella se cumplan las palabras de Dios.
Las enseñanzas de los Santos Padres testifican la presencia viva de esta tradición, cuyos
tesoros se comunican a la práctica y a la vida de la Iglesia creyente y orante. Por esta Tradición
conoce la Iglesia el Canon íntegro de los libros sagrados, y la misma Sagrada Escritura se va
conociendo en ella más a fondo y se hace incesantemente operativa, y de esta forma, Dios, que
habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por
quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los
creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf.
Col., 3,16).
-La Tradición tiene la misma fuerza de verdad que la misma Sagrada Escritura.
”Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tim. 1, 13-14).
”Tú, pues, hijo mío, mantente fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en
presencia de muchos testigos confíalo a los hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a
otros” (2 Tim. 2, 1).
Aclaración. Se deduce claramente que las cosas oídas por tradición oral constituyen objeto de fe
igualmente que las Escrituras.
ELEMENTOS:
- Antiguo Testamento. Basta leer a los textos rabinos para darse cuenta que ellos ya en la
interpretación de la Escritura utilizan elementos de la tradición oral. Basta leer de cerca la
traducción de los Setenta que es citada por Jesús y los Apóstoles. Es una "interpretación" del texto
original hebreo. Por eso varios reformadores rechazaron de plano a los LXX y tienen un problema
serio en explicar porque el NT los cita.
- Nuevo Testamento. Es el instrumento más importante de la Tradición porque da una
interpretación cristológica del AT, es decir, sólo en Cristo se entiende el AT y sus tradiciones. Pero
al comienzo fue pura tradición oral. Pero hay algo más. La Tradición oral significa al mismo tiempo
el NT es presencia actuante del Señor aquí y ahora ("El Señor es Espíritu" 2, Cor3, 17).
El Señor que es la Palabra sigue actuando en la historia de la Iglesia y de cada creyente pero
siempre en relación con el hecho fundacional de la Encarnación, Vida, Pasión y Muerte,
Resurrección y Ascensión a los cielos desde donde vendrá a juzgar a vivos y muertos. El testimonio
de la revelación salvadora fue confirmado por la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés.
- Sucesión apostólica. No es la conservación de las verdades secretas no escritas (gnosis). La forma
primaria de la Palabra es una presencia personal. ¿Cómo? En la figura del Testigo que no es
autónomo sino depende totalmente de lo que atestigua. No puede añadir y quitar nada. Así la
Tradición es fundamentalmente testimonio fiel a través de los tiempos de una misma Palabra
verdadera desde siempre y ahora actuante en ese momento histórico. Por eso hay una permanente
tensión entre guardar la Palabra y hacerla actual en fidelidad. En esta línea se inscribe el magisterio
del Papa, de los obispos y del sensus fidelium de la Iglesia en general. La jerarquía tiene la misión
especial de ser testigo auténtico y autorizado a través de todos los tiempos. Esto no excluye que
haya habido testigos moralmente defectuosos.
- La Liturgia es la transmisión más vital y más eficaz de la Tradición. Los catecúmenos al ser
introducidos a la fe recibieron la Escritura interpretada con autoridad y el testimonio de fe en medio
de la comunidad cristiana. Así hicieron su profesión de fe e iniciaron su vida de cristiano (vea
"legem credendi lex statuat supplicandi – la manera de creer establece la manera de orar" Próspero
de Aquitania; vea: "lex orandi lex credendi – lo que se ora se cree"). Pienso que al abandonar la
liturgia Lutero perdió en mucho la brújula de la fe. Es el caso típico cuando se ha malogrado un
instrumento irremplazable. Cuando tira en lugar de repararlo lo tiran ya no hay manera de servirse
de el.
- La presencia operante del Espíritu Santo es parte esencial de Tradición. Desde los primeros
Concilios Ecuménicos los Padres miembros afirman la convicción que no son ellos que hablan sino
el Espíritu Santo. Esta realidad asegura que es la misma doctrina de siempre, querida por Dios,
aunque dicha en una manera adaptada a su tiempo.
La Tradición es, por tanto, algo sumamente rico en elementos que nunca podrá ser
alcanzada por una mera interpretación de Escritura sola. Es la misma vida de la Iglesia en respuesta
a la revelación por una parte y los retos históricos de cada momento por otra. Para decirlo de otra
manera: la Tradición no es nada más ni nada menos la expresión viva e inequívoca de la fe de la
Iglesia fielmente guardada, vívida e interpretada a través de todos los tiempos que ofrece al hombre
la plenitud de la salvación.
5. FUNCIÓN DEL MAGISTERIO EN LA TRANSMISIÓN DE LA REVELACIÓN
La definición infalible de que habla el Concilio vaticano I es la forma más clara y explícita
de proponer a los fieles las verdades de la fe. Tienen lugar cuando el Papa define ex cátedra algún
dogma de fe o lo declara expresamente el concilio ecuménico presidido por el Papa (D 3074) (LG
25). Esta infalibilidad que el Divino Redentor quiso que tuviera su Iglesia cuando define la doctrina
de fe y de costumbres, se extiende a todo cuanto abarca el depósito de la divina Revelación
entregado para la fiel custodia y exposición. Esta infalibilidad compete al Romano Pontífice,
Cabeza del Colegio Episcopal, en razón de su oficio, cuando proclama como definitiva la doctrina
de fe o de costumbres en su calidad de supremo pastor y maestro de todos los fieles a quienes ha de
confirmarlos en la fe (cf. Lc., 22,32).
Por lo cual, con razón se dice que sus definiciones por sí y no por el consentimiento de la
Iglesia son irreformables, puesto que han sido proclamadas bajo la asistencia del Espíritu Santo
prometida a él en San Pedro, y así no necesitan de ninguna aprobación de otros ni admiten tampoco
la apelación a ningún otro tribunal. Porque en esos casos el Romano Pontífice no da una sentencia
como persona privada, sino que en calidad de maestro supremo de la Iglesia universal, en quien
singularmente reside el carisma de la infalibilidad de la Iglesia misma, expone o defiende la
doctrina de la fe católica.
El magisterio ordinario y universal es la otra forma con que la Iglesia propone a los fieles
las verdades que se han de creer con la fe sobrenatural. Consiste en la enseñanza unánime de una
determinada doctrina por el Papa y los obispos del mundo entero. Es imposible que esta enseñanza
común de toda la Iglesia docente pueda contener algún error en virtud de la asistencia especial del
Espíritu Santo, que no puede permitir que la Iglesia entera se equivoque en las verdades relativas a
la fe o a las costumbres.
La infalibilidad prometida a la Iglesia reside también en el cuerpo de los Obispos cuando
ejercen el supremo magisterio juntamente con el sucesor de Pedro. Los Obispos, cuando enseñan
en comunión por el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como los testigos de la
verdad divina y católica; los fieles, por su parte tienen obligación de aceptar y adherirse con
religiosa sumisión del espíritu al parecer de su Obispo en materias de fe y de costumbres cuando él
la expone en nombre de Cristo.
Esta religiosa sumisión de la voluntad y del entendimiento de modo particular se debe al
magisterio auténtico del Romano Pontífice, aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se
reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se adhiera al parecer expresado
por él según el deseo que haya manifestado él mismo, como puede descubrirse ya sea por la índole
del documento, ya sea por la insistencia con que repite una misma doctrina, ya sea también por las
fórmulas empleadas.
7. EL DOGMA
Concepto: Entendemos por dogma una verdad directamente (formalmente) revelada por Dios y
propuesta como tal por la Iglesia para ser creída por los fieles.
El dogma comprende:
La inmediata revelación por parte de Dios, bien sea expresamente o implícitamente, y debe
hallarse contenida, por tanto, en las fuentes de la Revelación: Sagrada Escritura o tradición.
- Que haya sido propuesto por el magisterio eclesiástico. Tal proposición no sólo incluye la
notificación de una doctrina de fe, sino al mismo tiempo la obligación de creer esa verdad
propuesta. Esto puede hacerlo la Iglesia bien de forma extraordinaria por una solemne definición
del Papa o de un concilio universal, o por el magisterio ordinario y universal de toda la Iglesia.
El Concilio Vaticano proclamó que era herético aplicar la idea de evolución, entendida de
esta forma a los dogmas (D 1818). Pío XII condenó en la encíclica Humani Géneris (1950 D 3011),
el relativismo dogmático, que exige que los dogmas se expresen en conceptos tomados de la
filosofía predominante en cada época y que sigan también el curso de la evolución filosófica:
“Semejante teoría convierte al dogma en una caña agitada por los vientos” (HG D 3012).
La razón de la inmutabilidad del dogma reside en el origen divino de la verdad que él
expresa. La verdad divina es inmutable lo mismo que Dios: la verdad de Yahvé dura eternamente;
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc 13,31).
- Respecto a la forma del dogma, es decir del conocimiento y proposición por la Iglesia de
las verdades reveladas, y de la pública fe de las mismas, sí que ha habido progreso (evolución
accidental del dogma), debido a que habían verdades que sólo se conocían implícitamente; para más
clara inteligencia por parte de todos y para evitar los equívocos y falsas interpretaciones, las
verdades antiguas, creídas desde siempre, se proponen por medio de nuevos y bien precisos
conceptos (ej. Unión hipostática, transubstanciación).
Nr. 88. El Magisterio de la Iglesia ejerce plenamente la autoridad que tiene de Cristo cuando define
dogmas, es decir, cuando propone, de una forma que obliga al pueblo cristiano a una adhesión
irrevocable de fe, verdades contenidas en la Revelación divina o verdades que tienen con éstas un
vínculo necesario.
Nr. 89 Existe un vínculo orgánico entre nuestra vida espiritual y los dogmas. Los dogmas son luces
en el camino de nuestra fe, lo iluminan y lo hacen seguro. De modo inverso, si nuestra vida es recta,
nuestra inteligencia y nuestro corazón estarán abiertos para acoger la luz de los dogmas de la fe (cf.
Jn 8, 31-32).
Nr. 90 Los vínculos mutuos y la coherencia de los dogmas pueden ser hallados en el conjunto de la
Revelación del Misterio de Cristo (cf Cc. Vaticano I: DS 3016: nexus mysteriorum; LG 25). Existe
un orden o jerarquía de las verdades de la doctrina católica, puesto que es diversa su conexión con
el fundamento de la fe cristiana (UR 11).
Nr. 142 Por su revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigo, movido por su gran
amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía (DV
2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe.
Nr. 143 Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo
su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf DV 5). La Sagrada Escritura llama
obediencia de la fe a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf Rm 1, 5; 16, 26).
Nr. 144 Obedecer (ob-audire ) en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su
verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. De esta obediencia, Abraham es el modelo que
nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma.
Abraham, el padre de todos los creyentes.
Nr. 145 La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados, insiste particularmente
en la fe de Abraham: Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en
herencia, y salió sin saber a dónde iba (Hb 11, 8; cf Gn 12, 1-4). Por la fe, vivió como extranjero y
peregrino en la Tierra prometida (cf Gn 23, 4). Por la fe, a Sara se otorgó el concebir al hijo de la
promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio (cf Hb 11, 17).
Nr. 146 Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: La fe es garantía
de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven (Hb 11, 1). Creyó Abraham en Dios y
le fue reputado como justicia (Rm 4, 3; cf Gn 15, 6). Gracias a esta fe poderosa (Rm 4, 20),
Abraham vino a ser el padre de todos los creyentes (Rm 4, 11.18; cf Gn 15, 5).
“…No alcanza la salvación, aunque esté incorporado a la Iglesia, quien no perseverando
en la caridad permanece en el seno de la Iglesia "en cuerpo", pero no "en corazón". (LG 14); El
que crea y sea bautizado se salvará, el que no crea se condenará (Mc 16,15-16).
La fe es algo sobrenatural: un don de Dios que hay que ganarse; es oscura, aunque hay
abundantes motivos de credibilidad y, además, la fe es libre, puesto que las verdades no son
evidentes en sí mismas, tal como aparecen a nuestro espíritu, no arrastran necesariamente al
entendimiento; sin embargo los motivos de credibilidad (vaticinios de los profetas, santidad de la
doctrina, milagros estupendos realizados en confirmación de esta doctrina, etc.), que constan con
toda certeza, hacen a las verdades de fe dignas de crédito. De esta manera se salvan a la vez la
oscuridad de la fe, su firmeza inquebrantable, su libertad y su mérito sobrenatural ante Dios.