Emprismo y Criticismo

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EMPIRISMO INGLÉS Y CRITICISMO KANTIANO

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RACIONALISMO Y EMPIRISMO. UNA COMPARACIÓN

CARACTERÍSTICAS DEL RACIONALISMO


El Racionalismo es la tendencia filosófica que considera la realidad gobernada por un principio
inteligible al que la razón puede acceder y que, en definitiva, identifica la razón con el pensar.

En sentido general encontramos diversos tipos de racionalismo (platónicos, cartesianos, o hegelianos),


aunque se suele identificar con el movimiento europeo que inicia Descartes.

Como características generales podemos nombrar las siguientes:

1. La Razón como única fuente de conocimiento cierto.

2. La evidencia racional como fundamento del saber científico

3. Lo matemático como modelo del saber filosófico

CARACTERÍSTICAS DEL EMPIRISMO


El Empirismo es la tendencia filosófica que considera la experiencia como criterio o norma de verdad
en el conocimiento.

El empirismo se caracteriza por los siguientes aspectos fundamentales:

1. Reconoce que toda verdad debe ser puesta a prueba y, a partir de la experiencia, puede
eventualmente ser modificada, corregida o abandonada.

2. No se opone de ninguna manera a la razón, pero niega la pretensión de establecer verdades


necesarias, es decir, verdades que valgan de una manera tan absoluta que se haga innecesaria,
absurda o contradictoria su verificación o su control.

3. Negación de cualquier conocimiento o principio innato

4. Negación de lo suprasensible, es decir, de cualquier realidad que no se deje comprobar de algún


modo objetivo, constatable.

5. Reconocimiento del carácter humano –es decir, limitado, parcial e imperfecto– de las
herramientas que el hombre posee para atestiguar, para conocer y para controlar la verdad
(empirismo crítico). Llevado a sus consecuencias más extremas el empirismo pude conducir al
escepticismo –como fue el caso de Hume. De hecho, el primer teórico del Escepticismo griego:
Sexto Empirico [180-220 d.C.] fue un empirista. Una diferencia básica entre el empirismo
antiguo y el de Hume reside en el carácter moral del primero, en oposición al carácter
básicamente gnoseológico del segundo.
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COMPARACIÓN RACIONALISMO/EMPIRISMO
Durante los siglos XVII y XVIII se desarrollan en la Europa continental y en Inglaterra dos importantes
corrientes de pensamiento Racionalismo y Empirismo.

El eje fundamental de sus respectivas filosofías lo constituye el problema del conocimiento, donde el
ser humano como sujeto de conocimiento pasa a ser la pieza clave.

Racionalismo y Empirismo son dos maneras de teorizar sobre el conocer. Los siglos XVII y XVIII son
testigos de las obras de los autores de ambas tendencias: Descartes, Leibniz, Locke, Hume. En la
segunda mitad del siglo XVIII, Kant formulará una síntesis atrevida de las dos corrientes.

Como se ha dicho, lo más característico de ambas filosofías es la preocupación por la Teoría del
Conocimiento y, fundamentalmente, cómo puede evitarse el error. A raíz de esto se plantea si el
conocimiento de la verdad es posible para el pensamiento humano: ¿a qué puede volverse el hombre
para conocer el valor de su pensamiento? Racionalismo y Empirismo responden que a la RAZÓN misma.

Ambos movimientos filosóficos comparten la primacía del sujeto en el conocimiento. Racionalistas y


Empiristas establecen como única cosa existente con plena evidencia la razón y el yo pensante. También
para las dos corrientes de pensamiento sólo se conoce mediante "ideas": Conocer es conocer "ideas".

Ahora bien, si para los Racionalistas las ideas están en el ámbito de la conciencia y éste es su origen. La
fuente de los contenidos de conocimiento era el mismo sujeto cognoscente, puesto que el pensamiento
mantenía una independencia completa frente a la experiencia sensible. La prueba estaba en las ideas
innatas.

Para los Empiristas, las ideas se adquieren a través de los sentidos. La fuente de conocimiento lo
constituye la acción del mundo sobre el sujeto. Para Locke, el origen de las ideas está en la experiencia.
Y aquí encuentran aquellas también su límite. La conciencia es una “tabla rasa”, un papel en blanco:
Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu.

Por lo que concierne a la Cuestión Metodológica: El diferente papel otorgado a la Razón y a la


Experiencia hace que la legitimación del conocimiento en ambos sistemas sea distinto. Así, los
Racionalistas apuestan por la demostración racional, por el método deductivo; y los Empiristas por el
llamado método experimental, el método inductivo.

También se ocupan del tema de Dios, aunque no constituye ya el centro de la preocupación filosófica
como en la Edad Media. Dios será estudiado en relación con la propia teoría del conocimiento y de la
nueva ontología. Los temas ético-políticos(en Locke o Espinoza, por ejemplo) ocupan también la
atención de estos sistemas.
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EL EMPIRISMO INGLÉS: J.LOCKE y D.HUME

I. ORIGEN Y CONSTITUCION DEL CONOCIMIENTO

A) J. LOCKE (1632-1704)

John Locke, hombre de espíritu curioso y talante amable, va a ejercer una gran influencia en el pensamiento
europeo posterior, tanto en el terreno de la especulación gnoseológica como en el campo de la reflexión
política.

Entre sus obras cabe citar: Carta sobre la tolerancia (1689); dos Tratados sobre el gobierno civil (1690);
Ensayo sobre el Entendimiento Humano (1690), su obra capital donde expone un planteamiento crítico del
conocimiento centrándose en tres puntos: el origen, la certeza y los límites del conocimiento

Para Locke, como lo será para Hume, la experiencia será el punto de partida y el límite de todo
conocimiento posible. Así, pues, negará todo contenido innato a la razón. Ésta es una “tabla rasa”, un papel
en blanco: Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu. Nada hay en la mente hasta que en ella no
escribe la experiencia sensorial. Aquí tiene su origen, pues, el conocimiento. De aquí arrancan las ideas que
la mente conoce. En este primer momento, la mente es meramente receptiva, pasiva, se limita a recoger lo
que la experiencia sensorial le proporciona, y con ello, en un segundo momento, elabora las ideas.

Para Locke, “la mente no conoce las cosas inmediatamente, sino mediante las ideas que de ellas tiene”
(Valor representativo de las ideas).

B) D. HUME (1711-1776)

David Hume, que quiso ser el “Newton de la ciencia moral”, llevará a sus últimas consecuencias el
empirismo iniciado con Locke.

Entre sus obras pueden citarse las siguientes: Tratado de la naturaleza humana (1739), Investigación sobre
el conocimiento humano (1748); Investigación sobre los principios de la moral(1752).

Hume escribe «...aunque nuestro pensamiento aparenta poseer una libertad ilimitada, encontraremos en
un examen más detenido que, en realidad, está reducido a límites muy estrechos», esto es, a la
experiencia. Para Hume, la razón va a ser incapaz, por sí sola, de engendrar una idea original.

Para Hume, los contenidos la conciencia son PERCEPCIONES, que se dividen en IMPRESIONES (imágenes de
objetos externos o "sentimientos" de pasiones) e IDEAS (reflexión sobre una pasión o un objeto no
presente). Las Ideas son copias de Impresiones: las Ideas son menos vivas o fuertes que las Impresiones; las
Ideas derivan de Impresiones. Nuestros conocimientos, por tanto, están limitados por las impresiones, que
llegan a constituirse en los verdaderos átomos del conocimiento. Establece, pues, la primacía y originalidad
de las Impresiones frente a las Ideas.

Sobre este “criterio de copia”, Hume monta un “criterio discriminativo” que le permite distinguir entre
aquellas Ideas significativas, de aquellas otras que no lo son: una idea carecerá de sentido (será un término
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vacío) cuando sea imposible asignarle una impresión. Tal correspondencia funciona como “criterio de
verdad”: Idea verdadera es la que corresponde a una Impresión. Este “criterio discriminativo” le va a
permitir atacar conceptos capitales de la Metafísica tradicional, como:

a) “Yo”: Para Hume no hay Impresión alguna que corresponda a la Idea de Yo, de su identidad
y perfecta simplicidad. Éste queda reducido a «haz o colección de percepciones diferentes
en perpetuo flujo y movimiento».

b) “Sustancia material”: reducida a una mera colección de cualidades particulares a las que
asignamos un nombre.

c) Tampoco podemos probar racionalmente la existencia de Dios: la idea de Dios surgiría «al
reflexionar sobre las operaciones de nuestra mente y al aumentar indefinidamente
aquellas cualidades de bondad y sabiduría».

La virulencia del ataque humeano a la metafísica tradicional queda recogida en la siguiente cita: «Si
procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos! Si
cogemos cualquier volumen de Teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene
algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento
experimental acerca de cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas, pues no puede
contener más que sofistería e ilusión».

La filosofía de Hume tras mostrar las imperfecciones y límites del entendimiento humano no puede más
que desembocar, como él mismo afirma, en el Escepticismo: No conocemos una realidad distinta de las
percepciones, quedando ésta reducida a meros fenómenos (Fenomenismo). Ahora bien, el suyo será un
Escepticismo moderado, que establece los límites del conocimiento humano, cuestiona las posibilidades del
nuestras facultades cognitivas; pero con todo, nada puede este escepticismo con los quehaceres y la
ocupación de la vida común. Hume afirma: «La filosofía nos convertiría en totalmente pirrónicos, si la
naturaleza no fuera demasiado fuerte para evitarlo». Como hombres, en nuestra vida ordinaria, nos
dejamos dirigir por las creencias y la costumbre, y ello nos salva.

II. CONTRA EL INNATISMO: LOCKE, HUME

A) J. LOCKE (1632-1704)

A juicio de Locke, los partidarios del innatismo utilizan el llamado Argumento del consenso universal para
justificar que existen nociones innatas como las normas morales, y los principios de identidad y
contradicción de la lógica. La réplica de Locke es la siguiente:

a) En cuanto las normas morales se sabe, dice Locke, que varían según los lugares y los tiempos. Se
adquieren por las costumbres y la educación. Suponiendo que hubiera algunas normas que fueran
universalmente aceptadas, esto no las convertiría en innatas a no ser que se demuestre que es
imposible llegar a conocerlas de ninguna otra manera.

b) Respecto a los principios de la lógica, por evidentes que parezcan a las mentes adiestradas, dice
Locke, ni los niños ni los salvajes conocen principios tan inmediatos como los de identidad y
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contradicción.

En definitiva, las ideas no son innatas. Cuando Locke niega el innatismo de las ideas se está refiriendo tanto
a las verdades especulativas como a los principios prácticos («Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in
sensu»).

B) D. HUME (1711-1776)

ara Hume, los contenidos la conciencia son Percepciones, que se dividen en Impresiones: imágenes de
objetos externos o "sentimientos" de pasiones; e Ideas: reflexión sobre una pasión o un objeto no presente.

Hume basándose en la primacía y originalidad de las Impresiones frente a las Ideas, en el principio de copia
las Ideas del que hablamos, Hume rechaza la actitud innatista de la gnoseología racionalista. ¿Tenemos
alguna impresión de esas ideas? Su respuesta negativa le lleva a rechazarlas (como vimos en el apartado
anterior), pero admite que el término innato puede tener otros sentidos que lo hagan admisible. Así

a) Si significa algo “natural” opuesto a lo artificial, milagroso o inusual: Todas las


percepciones son innatas.

b) Si significa algo “original y no derivado”: Las impresiones son innatas, pero las ideas no.

III. CONTRA LA CAUSALIDAD: HUME

Para Hume todos los razonamientos sobre cuestiones de hecho -las que se ocupan del conocimiento de la
naturaleza-, se fundamentan en la relación causa y efecto, que supone una conexión necesaria entre los
hechos o fenómenos implicados, como una especie de delgado hilo invisible que une causa y efecto, de
manera que dada la primera necesariamente se sigue la segunda. En esto se basa la predicción de
fenómenos, característica tan importante para la ciencia. De ahí el interés de Hume por realizar un análisis
concienzudo de la inferencia causal. Lo que está en juego es el valor mismo de las proposiciones y leyes
científicas, y también el de nuestra experiencia cotidiana.

La cuestión es si podemos justificar racionalmente la inferencia causal.

Hume comienza su examen preguntándose, ateniéndose a su principio de copia, ¿dónde está es la


impresión de la que deriva la idea de causa o efecto? ¿Dónde buscar?

¿En los objetos mismos?: pero si examinamos dos objetos cualesquiera de los que llamamos causa y efecto
no encontramos en ellos ninguna cualidad que pueda ser considerada causa o efecto.

Si no se halla en los objetos, debería encontrarse en la relación entre objetos: «Por tanto, la idea de
causación debe derivarse de alguna relación de objetos». ¿Y qué observamos en esa relación causal?

 la prioridad en el tiempo de la causa sobre el efecto.

 la contigüidad espacio-temporal de causa y efecto.

 la conjunción constante entre la causa y el efecto.


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Prioridad, contigüidad y conjunción constante son los elementos de la relación causal. Nada hay de esa
conexión necesaria.

La conclusión es que no hay impresión de tal conexión necesaria entre causa y efecto. ¿Qué nos lleva, pues,
a inferir la existencia de un hecho u objeto a partir de otro?

Escribe Hume, «Supóngase que veo una bola moviéndose en línea recta hacia otra; inmediatamente
concluyo que chocarán y que la segunda se pondrá en movimiento. Esta es la inferencia de la causa al
efecto; y de esta naturaleza son todos nuestros razonamientos en la conducta de la vida». ¿Por qué nos
anticipamos a lo que sucederá y afirmamos que chocarán y se desplazará la segunda bola? La razón, por sí
sola, no puede inferir el movimiento de la segunda bola de la simple visión de la primera, sólo si hemos
tenido experiencias del caso anterior podemos anticiparnos al movimiento de la segunda bola.: «Por
consiguiente, es sólo por experiencia por lo que inferimos la existencia de un objeto a partir de otro»

¿Y qué observamos en la experiencia? Lo que observamos es que un acontecimiento sigue a otro (p.e., la
llama y la sensación de calor. Y recordamos que esos objetos han aparecido siempre en un orden regular y
recurrente, siendo el primero la causa del segundo), pero no un vínculo entre ellos. Parecen conjuntados,
pero no conectados. «Parece entonces –dice Hume- que esta idea de conexión necesaria entre sucesos
surge del acaecimiento de varios casos similares de constante conjunción de dichos sucesos».

Ahora bien, continúa, la sola experiencia no basta para realizar tales inferencias, porque la experiencia sólo
proporciona datos de hechos pasados y actuales, pero no de hechos futuros. Para explicar esa anticipación
que hacemos del futuro hay que recurrir a un nuevo elemento: la costumbre.

Tras la repetición de casos similares, la mente es conducida por hábito o costumbre a tener la expectativa,
al aparecer un suceso, de su acompañante usual (p.e., de la llama, la sensación de calor).

Para nosotros hay acontecimientos futuros que son absolutamente evidentes porque la costumbre nos
empuja a ellos (que mañana nos volveremos a levantar para venir al instituto, que a las 11:15 tocará el
timbre para salir al recreo, que el bocadillo que me coma me alimentará…), pero ello ¿es realmente así?,
¿estamos totalmente seguro de que el bocadillo que tendré dentro de poco en mi mano y comeré me
alimentará?, ¿podemos justificar racionalmente que mañana saldrá el sol o habrá recreo? Hume afirma que
esta anticipación del futuro, esta creencia en conexiones causales supone:

a) La aceptación de que el futuro es semejante al pasado. Y tal supuesto no se funda en argumentos,


sino que se deriva del hábito que nos inclina a esperar que el futuro se comporte de la misma
manera que el pasado.

b) La aceptación de la uniformidad de la naturaleza –que ésta siempre se comportará de la misma


manera: el sol siempre saldrá por el este o el agua siempre aplacará la sed-, uniformidad que
tampoco es objeto de intuición ni de demostración, sino creencia, basada en el hábito o costumbre.

La crítica a la causalidad humeana socaba el fundamento mismo de la ciencia empírica, el procedimiento


inductivo. Por muchas veces que observemos un fenómeno nunca tendremos garantías objetivas,
racionalmente fundadas, de que se repetirá exactamente así en observaciones posteriores. Nunca, por
tanto, podremos aseverar la verdad absoluta de una ley científica, ésta queda relegada al estatus de “lo
probable”.
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La consecuencia inmediata de todo ello es que «no es la razón, sino la costumbre la que es guía de la vida
humana»

La costumbre es, pues, esencial para la conservación de la especie y la supervivencia del individuo, pues
gracias a ella llegamos a suponer que el futuro es conforme al pasado y podemos actuar. Y así el hombre
puede resolver de forma casi instintiva todos los problemas de la vida práctica. La costumbre asume el
verdadero papel de principio de acción. Gracias a ella y a la creencia –que se apoya en la costumbre, y es el
sentimiento de que algo es cierto- ha podido subsistir la humanidad.
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I. KANT (1724-1804)

INTRODUCCIÓN
Inmanuel Kant nace en Königsberg, actual Kaliningrado, en 1724, en el seno de una familia humilde. No se
casó. Vivía solo, dedicado al estudio. Todos los días salía a pasear a la misma hora de la tarde, por lo que
sus vecinos podían poner en hora sus relojes. Se dice que sólo se retrasó el día que se puso a leer a
Rousseau. Muere en la ciudad que lo vio nacer en 1804.
Durante la vida de Kant tienen lugar dos grandes revoluciones por las que sintió especial simpatía:
Independencia Americana (1775-1781) y la Revolución Francesa (1789).
Entre sus obras más representativas están: La Crítica de la Razón Pura (1781), ¿Qué es la Ilustración?
(1784), La Crítica de la Razón Práctica (1788), y La Crítica del Juicio (1790).
Kant se planteó cuatro grandes interrogantes sobre los que pivota su filosofía:
 ¿Qué puedo conocer? Intenta establecer los límites del conocimiento. Aquí elabora su teoría del
conocimiento. Y la obra donde responde es la “Crítica de la Razón Pura”.
 ¿Qué debo hacer? Intenta encontrar los principios de acción para que la razón pueda obrar con
plena libertad. Corresponde a la ética kantiana que elabora, entre otros lugares, en la “Crítica de la
Razón Práctica”.
 ¿Qué me cabe esperar? Intenta encontrar el destino del hombre en la Religión y su realización a
través del tiempo en la Historia. Es la elaboración de la concepción kantiana de la política y la
religión. Obras: “La religión dentro de los límites de la razón” y “Sobre la paz perpetua”
 ¿Qué es el hombre? En esta pregunta estarían condensadas las tres cuestiones anteriores. La
filosofía kantiana se resuelve, pues en una antropología.

LA CUESTIÓN GNOSEOLÓGICA
Las diferentes posiciones de Racionalistas y Empiristas respecto a la posibilidad de conocimiento científico y
al papel de la experiencia como fuente de conocimiento habían planteado un agudo problema filosófico con
el que se enfrentará Kant, y a las que propuso una solución original.
Estas diferentes opiniones sobre el tema del conocimiento proyecta sus consecuencias sobre todos los
ámbitos: sobre el estatuto de la Metafísica, sobre la validez de las ciencias empíricas y sobre la acción moral.
Como lo que está en juego es la posibilidad del conocimiento humano es necesario hacer un examen crítico
de la razón pura que nos permita decidir acerca de las condiciones, límites y extensión de la razón.
Kant se va a mostrar:
 Escéptico con la empresa racionalista que pretendía un conocimiento acerca de la realidad última
(<<metafísica dogmática>>);

 Crítico con el Empirismo que había quitado validez universal y necesaria a los juicios científicos, que
había caído en el escepticismo y “arrojado a las llamas” a la Metafísica.

La cuestión a resolver por Kant era hacer compatible un conocimiento científico de validez universal (como
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afirmaban los racionalistas) con la idea de que todo conocimiento del mundo comienza con la experiencia
(según la pretensión empiristas).
La solución kantiana se resuelve en su convencimiento de que «si bien todo nuestro conocimiento comienza
con la experiencia, no por eso origínase todo él en la experiencia». Es decir, ni la experiencia por sí sola, ni el
entendimiento por sí solo bastan para que podamos tener conocimiento: el conocimiento es el resultado
de lo dado por la una y lo puesto por el otro.
Lo que Kant nos dice es el entendimiento trabaja con los datos que le proporciona la experiencia sensorial,
pero no se muestra pasiva (como la razón empirista) sino que es activa desde el primer instante.
En el momento mismo del conocimiento, la experiencia aporta los datos sensoriales. Y el sujeto, ¿qué
aporta? Las Formas A Priori, dirá. Veámoslo.
Dice Kant, dos son las fuentes del conocimiento humano: la Sensibilidad y el Entendimiento: «Por medio de
la primera nos son dados objetos; por medio de la segunda son los objetos pensados». Tanto para que los
objetos puedan ser dados o pensados, se requiere la presencia de Formas A Priori, en cada una de estas
facultades.
La Sensibilidad. A través de la sensibilidad nos llegan impresiones del mundo exterior. Ahora bien, para que
esas impresiones podamos captarlas han de presentarse en un aquí y un ahora. O lo que es lo mismo, no
podemos recibir nada que no se dé en el espacio y en el tiempo. Pero ni espacio, ni tiempo son propiedades
de las cosas, sino la condición misma para que ellas puedan llegar a nuestra sensibilidad. Espacio y Tiempo
son las Formas A Priori de nuestra Sensibilidad.
Al resultado de aplicar estas formas a priori de la sensibilidad a los datos sensibles se le llama Fenómeno.

Como Espacio y Tiempo son leyes de la conciencia, universales y necesarias, esto es, que sin ellas no es
posible representación alguna, un conocimiento de lo que sean las cosas en sí –con independencia de la
conciencia- no es posible. Sea lo que fuere la “cosa en sí” (Noúmeno), no puede ser objeto de experiencia,
aunque sí imaginada, pensada.

El Entendimiento. Conocer el fenómeno es obra del entendimiento. Este también tiene sus Formas A Priori,
llamadas Categorías. Las Categorías son los conceptos puros del Entendimiento que se refieren, a priori, a
los objetos de la sensibilidad. No describen la realidad, pero hacen posible dar cuenta de ella: el dato
sensible necesita de las categorías para poder convertirse en objeto de conocimiento científico. Las
categorías son constitutivas, esto es, constituyen el objeto del conocimiento.
Lo que nos dice Kant es que nosotros conocemos el mundo de una determinada manera, que conocemos el
mundo en la medida que se adapta a la estructura de nuestra mente. Y, ¿cómo conoce el ser humano el
mundo? Pues conocemos el mundo como sustante, como objetos portadores de cualidades, y ello porque
aplicamos la categoría de sustancia. O conocemos el mundo como un acontecer de sucesos relacionados.
Ello es así porque aplicamos la categoría de causa-efecto. ¿Por qué ha de ser así? Porque así está
estructurado nuestro entendimiento. El conocimiento humano se canaliza según la estructura de categorías
de nuestra mente. Por ello es posible obtener validez universal y necesaria en las leyes científicas. Esas leyes
reflejan la organización de la mente humana. No obtenemos leyes científicas de la mera observación.

El conocimiento requiere, pues, al mismo tiempo, intuición sensible y categorías. Pero no hay un objeto de
la sensación y otro del entendimiento, sino que sólo hay un objeto.
Todo objeto de conocido será resultado de: Lo dado por la realidad –materia-, más lo puesto por el sujeto –
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Formas a priori-.
Y así cree Kant haber realizado en el campo de la epistemología una revolución similar a la de Copérnico en
el campo de la Astronomía (<<Revolución copernicana>>, que la llama): en vez de hacer que el sujeto se
adecue al objeto (posición tradicional), coloca al sujeto en el centro de la realidad como ordenador y
constructor del mundo de la experiencia.
Así resuelve el dilema que racionalistas y empiristas tenían planteado. Por un lado afirma que el
conocimiento comienza con la experiencia, pero el conocimiento cierto sí es posible obtenerlo, y tiene
validez universal. Ello es así porque la mente humana imprime en el orden fenoménico de la naturaleza su
propio orden, su estructura. El conocimiento científico lo que hace es reflejar la experiencia humana.

Queda dicho que el ser humano, para Kant, sólo puede conocer lo que se da a su sensibilidad y se ajusta a
las categorías del entendimiento. Lo pueda estar más allá del Fenómeno no puede ser objeto de
conocimiento, ahora bien estamos tentados, dice Kant, a pensar en ello. Y al hacerlo pretendemos emplear
las categorías a lo no dado en el espacio ni en el tiempo, intentando, así, responder a las Ideas de la
metafísica tradicional: Alma (como sujeto incondicionado de nuestros actos), Mundo (idea de la unidad
absoluta de las condiciones de lo que aparece en la experiencia), y Dios (idea de la unidad absoluta de las
condiciones de todo lo que puede ser pensado). Tal pretensión, aunque está en la naturaleza misma de
nuestra razón, es ilegítima. Las categorías sólo pueden aplicarse a lo dado en el espacio y en el tiempo. Lo
que le lleva a rechazar a la Metafísica como ciencia.

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