Un Caso de Binswanger

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Un caso de Binswanger

Un caso de Binswanger
Es un caso propuesto Ludwing Binswanger. Ludwing Binswanger era un psiquiatra Suizo de los años 30,
especialista en la fuga de ideas en la manía, constata numerosos trastornos del lenguaje y creaciones neológicas,
y destaca las características de lo vivido temporal, el tiempo eternizado del sujeto. También es sensible a los
signos de deliro presentes en la alternancia de fases maniacas y melancólicas del sujeto.

La Señora Olga Blum

La paciente tiene veintiséis años, cuando es hospitalizada en la clínica de Binswanger, es de nacionalidad


austríaca, es divorciada y con un niño de dos al momento de su hospitalización. A los ocho años, hablaba cuatro
lenguas. A los dieciséis, cuando su padre sufre de una crisis epiléptica, ella dice “que la vida no tiene sentido de
ser vivida”, comenzando a padecer de un creciente miedo de vivir.
Es Diagnosticada de “estado mixto” y se presenta sin ideas delirantes ni alucinaciones, “donde lo más horrible
puede convivir con lo más bello” (Binswanger, 1960, pp. 96).

Durante un período “rosa” inicia un noviazgo, pero dudaba de ya de no estar en grado de “vivir todos los días
con el mismo hombre” (Binswanger, 1960, pp. 88). Se casa sin entusiasmo a los veintidós años y padece una

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crisis de depresión grave durante la luna de miel y una semana después todo es nuevamente maravilloso.
Comienza con una aguda alternancia entre momentos en que “todo le sonríe” y momentos de tristeza..
Tres semanas más tarde, la paciente queda ensombrecida por la tristeza mientras está embarazada, lo cual la
lleva a al divorcio y a ser internada.

Binswanger califica de “estados mixto caracterizado”, la alternancia permanente de fases depresivas y maníacas
ocurría muchas veces en el mismo día o en el curso de pocos días o semanas. Al mediodía, está deprimida y
logorreica, y por la tarde esta maniaca y querulante, con una queja reivindicadora. Esta queja se presenta con
un grito estremecedor contra el abandono y las economías injustificadas, el personal mal educado, las puertas
que chirrían y sobre todo “la enorme imbecilidad de su entorno en el más alto grado”

En la fase maniaca, está caracterizada por una hiperlucidez resultante de un milagro: “las escamas cayeron de
sus ojos y rompieron sus anteojos grises”. También se muestra “excitada, agresiva, casi furiosa” dice
Binswanger. Muy feliz, con expresiones vivaces, veía todo rosa “como si el mundo le perteneciera”. Aumenta su
reactividad en las percepciones, presenta fuga de ideas en el hablar y el escribir. Todo parece fluir. Se siente
extremadamente bien, “quiere que saludemos a todos los árboles, las lores, los pájaros, luego de que ella ha
roto sus anteojos grises” (Binswanger, 1960, pp. 96) La paciente exclama haber resuelto todos los enigmas,
conocer la razón de todo.

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Esta trasparencia del mundo repercute en un éxtasis en el cuerpo: permanece tensa como un arco. No se trata
de un fenómeno histérico, es una sensación de despersonalización, una metamorfosis corporal que le impide
otros hábitos.

Pero sobre todo tiene una filiación delirante con Goethe, ideal desdoblado de ella misma, mientras leía “El
Fausto”, la paciente explica que está muy feliz de “que Goethe haya vivido antes que ella, de otra manera le
hubiese tocado a ella el deber de escribir todo aquello” (Binswanger, 1960, pp. 92). Considera que el escritor la
dispensa de escribir “El fausto”, pues ya lo escribió él. Se dice aliviada; de alguna manera él sería su esclavo.

Cuando declara ser feliz por la precedente existencia de Goethe no duda en que ella lo hubiera podido hacer.
Suelta esta frase sin explicitar como podría haberlo hecho, es una idea improvisada “sin sentido”, no está
fundada en una construcción temporal sino momentánea.

Binswanger explica la despreocupación maniaca mediante la disolución del ego. En consecuencia, el Mitsein
sufre la misma disolución: “es esa disolución la que libera el maniaco en dirección a su despreocupación, su falta
de consideración, su hiperactividad, su excitación, todo como una visión rosa. Acá se puede ver como la paciente
esta liberada a la pura metonimia.

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El viraje a la fase depresiva tomara forma una noche, (dice que ha sido la más terrible y la más bella que ha
vivido) donde ha experimentado el “milagro”. Luego de haber dormido tres horas gracias a un somnífero, se
despierta angustiada deseando solamente morir.

En palabras de la paciente, “durante en la fase maniaca veo siempre la familia de mi madre con un esplendor
particular, entonces me siento particularmente sana y activa, considero el nerviosismo inteligencia”[vi] Siempre
le ha negado al padre “el derecho a vivir”. “Cuando un hombre es así egoísta y amarga así la vida de los demás
-me dice un día hablando del padre- cuando no sabe dar nada, y está solo dispuesto a recibir, sería mejor que
desapareciese”. “El no puede tener nada bello ni ser nada para los demás”. “Aquello que yo experimentaba
respecto de mi padre, pensándolo como una persona inferior, lo tengo que experimentar ahora por mí misma.
“Cuando uno es como mi padre, no tendría que tener hijos”

La Señora Olga Blum ve su vida estructurada por la alternancia de periodos eufóricos y melancólicos. La
cristalización de los pensamientos sobre su padre hace pivotar sus estados de humor en función del rechazo del
cual es objeto.
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Cuando llega a estar en total oposición a su padre, el mundo le parece milagroso, o milagrosamente trasparente:
es el domingo de la vida. La euforia que la domina coincide con un saber sobre el mundo sin opacidad. Todo el
sinsentido se anula.

IDENTIFICACIÓN
En este caso, Binswanger dice lo esencial en lo que concierne al lugar de los padres en la paciente El cambio de
humor esta en relación con una doble identificación. En la Manía la paciente está identificada con la madre
idealizada y se alegra de hacer superado a su padre, objeto de una verdadera aversión.. En la fase depresiva
está identificada con el padre indigno que no merece vivir. El padre egoísta es el significante de esta aversión.
En esta situación, se extenúa en insultos contra ella misma, pues no se siente más digna de existir que él.

Lo indigno del padre suscita su protesta. Su queja contra él está presente en la fase maniaca. Ella quiere ser “lo
contrario a su padre”, es decir, “no ser egoísta”. Se siente en sintonía con el género humano, supera las fronteras
de la humanidad, se comunica con los animales y las plantas.

En Olga, la exclusión del padre abre el campo del Otro. Caen todas las barreras: ella toma como modelo las
proezas de la familia materna, todos acelerados, viviendo a cien kilómetros por hora.

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En la depresión, por el contrario, la paciente se injuria a si misma, se aborrece en su identificación con el padre.
Es lo que Freud llamo como “desagrado moral”. Ella es la hija del padre que no tiene derecho a existir. Sostiene
que su padre debio haberse suicidado: “si no puede dar nada y solo se dispone a recibir, entonces debería tirarse
un balazaso en la cabeza”. Esa es la falta moral del padre. De lo que resulta que: “si alguien es como mi padre,
entonces no debe tener hijos”. Se trata aquí de un suicidio del objeto.

El estado mixto se caracteriza aquí por la coexistencia del abatimiento y la excitación. En la fase melancólica,
ella queda en el espectáculo del mundo: “una noche vivió algo aterrador y bello a la vez” dice Binswanger, luego
se despertó atormentada “con el único deseo de morir, de tener por fin la paz, de no vivir ningún desacuerdo.
El agotamiento físico provocado por la excitación es evidente, es como una película permanente. Pese a estar
fuertemente deprimida, presenta la misma logorrea, sin hacer pausa.

El filo mortal de la identificación con el padre esta como a cielo abierto, el lazo funesto es trasparente tanto
para ella como para el resto del mundo. La hija hereda los pecados del padre: “Tal como ante sentía a mi padre
como un ser inferior, es así como deben percibirme los otros en mi propia depresión”.

Lo indigno del padre este presente en los dos estados: ella es como el e la melancolía y lo contrario en la manía.

Como decía Karl Abraham, psicoanalista Aleman, dicipulo de Freud, “Binswanger observa que las dos fases
están bajo la dominación de complejos idénticos y no opuestos”. En la mania la paciente se orienta hacia el
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padre en el sentido de una toma de posicion opuesta, pero también lo hace en la melancolía, donde el
desprecio del padre constituye su queja.

Binswanger afirma que el suicidio melancólico, el enfermo no se destruye a si mismo sino que destruye al
miembro detectado de la pareja parental que fue introyectado. Citando así este psiquiatra un esbozo del
desarrollo de la libido que realizo Freud. Donde Abraham, a continuación de Freud, señalara que los
autorreproches del melancólico se dirigen esencialmente hacia el objeto de amor perdido.

Binswanger llama a esto “el hundimiento del padre en la nada”. El padre es ese objeto indigno, la cosa que
ella no quiere ser. El significante egoísta puede ser leído como lo forcluido. El padre queda desposeído de su
derecho a dar vida, y Olga es el producto de esta privación. Sin duda no puede hacer su duelo por el objeto.
El padre egoísta es un padre del cual ella no seria la fala. La culpa del padre seria la única certeza.

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