La Generación Espontánea
La Generación Espontánea
La Generación Espontánea
Teoría de la panspermia.
A principios del siglo xx, el científico llamado Svante Arrhenius propuso que la vida había llegado a la Tierra en
forma de bacterias, procedente del espacio exterior, de un planeta en el que ya existían. Aunque a esta teoría se le
pueden poner dos objeciones:
· No explica cómo se originó la vida en el planeta de donde provienen las “bacterias”.
· Sería imposibles que cualquier forma de vida puede atravesar la atmósfera de la Tierra sin quemarse debido a que se
ha comprobado que cuando penetran el planeta se alcanzan elevadas temperaturas
Teoría de la generación espontánea o abiogénesis.
“Esta hipótesis plantea la idea de que la materia no viviente puede originar vida por sí misma”.
Aristóteles pensaba que algunas porciones de materia contienen un "principio activo" y que gracias a él y a
ciertas condiciones adecuadas podían producir un ser vivo. Este principio activo se compara con el concepto de energía,
la cual se considera como una capacidad para la acción. Según Aristóteles, el huevo poseía ese principio activo, el cual
dirigir una serie de eventos que podía originar la vida, por lo que el huevo de la gallina tenía un principio activo que lo
convertía en pollo, el huevo de pez lo convertía en pez, y así sucesivamente. También se creyó que la basura o
elementos en descomposición podían producir organismos vivos, cuando actualmente se sabe que los gusanos que se
desarrollan en la basura son larvas de insectos.
Esta hipótesis fue aceptada durante muchos años y se hicieron investigaciones alrededor de esta teoría con el fin
de comprobarla. Uno de los científicos que realizó experimentos para comprobar esta hipótesis fue Jean Baptiste Van
Helmont, quien vivió en el siglo XVII. quien realizó un experimento con el cual se podían, supuestamente, obtener
ratones y consistía en colocar una camisa sucia y granos de trigo por veintiún días, lo que daba como resultado algunos
roedores. El error de este experimento fue que Van Helmont sólo consideró su resultado y no tomo en cuenta los agentes
externos que pudieron afectar el procedimiento de dicha investigación. Si este científico hubiese realizado un
experimento controlado en donde hubiese colocado la camisa y el trigo en una caja completamente sellada, el resultado
podría haber sido diferente y se hubiese comprobado que lo ratones no se originaron espontáneamente sino que
provenían del exterior
Platón o Aristóteles creyeron en la generación espontánea, y aceptaron la aparición de formas inferiores de vida a partir
de “materia no viva”. Se basaban en la observación natural de la carne en descomposición, de la que al cabo de unos
días, surgían gusanos e insectos.
Francesco Redí (1626-1698) fue un médico italiano que se opuso a la teoría de la generación espontánea y demostró
que en realidad esos gusanos que aparecían, eran las larvas de moscas que habían depositado sus huevos
previamente. Para demostrar su teoría, en 1668 diseñó unos sencillos experimentos, que consistieron en colocar
pequeños trozos de carne dentro de recipientes cubiertos con gasa y otros trozos en recipientes descubiertos, para que
sirvieran como “testigo”. Unos días después, la carne que quedó al descubierto tenía gusanos, mientras que la carne
protegida no los tenía. Además, sobre la gasa que cubría los frascos se encontraron los huevecillos de las moscas, que
no pudieron atravesarla.
En la misma época, Anton Van Leeuwenhoek (1632-1723), un comerciante holandés con una gran afición por pulir
lentes, estaba construyendo los mejores microscopios de su época, y realizó las primeras observaciones reconocidas de
microorganismos, a los que él denominaba “animáculos”.
En 1745, el clérigo inglés John T. Needham (1713-1781), un investigador vitalista intentó, a pesar de los resultados
obtenidos por Redi, demostrar la veracidad de la generación espontánea. Para ello realizó unos experimentos que
consistieron en hervir caldos nutritivos durante dos minutos, para destruir los microorganismos que en ellos hubiera (ese
tiempo de ebullición no es suficiente para matar a todos los microorganismos). A los pocos días volvían a aparecer
pequeños microorganismos que, por tanto, debían haberse creado “espontáneamente”.
Lázaro Spallanzani (1726-1799), un naturalista italiano, no aceptó las conclusiones de Needham. En 1765 preparó
”caldos” en distintas vasijas de cristal con boca alargada (similar a un matraz aforado) y los sometió a ebullición
prolongada. Unas vasijas las dejó abiertas, mientras que otras las tapó herméticamente. Cuando calentaba un caldo en
un frasco abierto, se observaba que al cabo de un tiempo aparecían microorganismos, mientras que cuando lo hacía en
frascos cerrados, éstos no aparecían.
Los resultados de Spallanzani no convencieron a Needham y sus partidarios, quienes alegaron que el calor excesivo
destruía la vida y que los resultados de Spallanzani, únicamente demostraban que la vida se encontraba en el aire y que
sin él no podía surgir (en los experimentos de Needham, los matraces estaban abiertos). Spallanzani repitió el
experimento, hirviendo durante dos horas sus caldos, pero cometió el error de dejarlos semi-tapados como Needham
acostumbraba a hacer, por lo que al observarlos después de unos días encontró que todos los caldos se habían
contaminado con microorganismos que procedían del aire. Al considerarse que las pruebas no eran concluyentes, el
problema quedo sin decidirse otros 100 años, en los que la controversia continuó, hasta que en 1859, la “Academia
francesa de Ciencias” ofreció un premio a quien pudiera demostrar, con suficientes pruebas, si existía o no la generación
espontánea.
El premio lo ganó Louis Pasteur (1822-1895) quien a pesar de su juventud, en aquella época ya era un reconocido
químico-biólogo. Mediante una serie de serie de sencillos pero ingeniosos experimentos, obtuvo unos resultados
irrefutables, que derrumbaron una idea (la “generación espontánea") que había durado casi 2.500 años. A partir de
entonces se considera indiscutible que todo ser vivo procede de otro (Omne vivum ex vivo), un principio científico que
sentó las bases de la teoría germinal de las enfermedades y que significó un cambio conceptual sobre los seres vivos
y el inicio de laBacteriología moderna.
Es importante anotar que, en 1952, el estadounidense S. L. Mille demostró experimentalmente que esta de la teoría de
Oparin pudo corresponder con lo ocurrido. Para ello, construyó un aparato donde introdujo una mezcla de metano,
amónico, vapor de agua e hidrógeno y, después de someterla a descargas eléctricas durante una semana, obtuvo, según
lo demostraron los análisis químicos, entre ellos algunos aminoácidos.
Pero la teoría de Oparin no se detiene en la formación de compuestos orgánicos, sino que propone que posteriormente
se formaron amontonamientos o agregados moleculares de constitución química diversa (llamados coacervados),
visualizados como una especie de puente entre los compuestos orgánicos y las células.
Para Oparin, entre los coacervados más estables se produciría una selección natural que permitiría seguir evolucionando
hacia niveles superiores de organización.
La teoría más conocida sobre el origen del universo se centra en un cataclismo cósmico sin igual en la historia: el big
bang. Esta teoría surgió de la observación del alejamiento a gran velocidad de otras galaxias respecto a la nuestra en
todas direcciones, como si hubieran sido repelidas por una antigua fuerza explosiva.
Antes del big bang, según los científicos, la inmensidad del universo observable, incluida toda su materia y radiación,
estaba comprimida en una masa densa y caliente a tan solo unos pocos milímetros de distancia. Este estado casi
incomprensible se especula que existió tan sólo una fracción del primer segundo de tiempo.
Los defensores del big bang sugieren que hace unos 10.000 o 20.000 millones de años, una onda expansiva masiva
permitió que toda la energía y materia conocidas del universo (incluso el espacio y el tiempo) surgieran a partir de algún
tipo de energía desconocido.
La teoría mantiene que, en un instante (una trillonésima parte de un segundo) tras el big bang, el universo se expandió
con una velocidad incomprensible desde su origen del tamaño de un guijarro a un alcance astronómico. La expansión
aparentemente ha continuado, pero mucho más despacio, durante los siguientes miles de millones de años.
Los científicos no pueden saber con exactitud el modo en que el universo evolucionó tras el big bang. Muchos creen que,
a medida que transcurría el tiempo y la materia se enfriaba, comenzaron a formarse tipos de átomos más diversos, y que
estos finalmente se condensaron en las estrellas y galaxias de nuestro universo presente.