Leyendas 2018 Sra Vivi
Leyendas 2018 Sra Vivi
Leyendas 2018 Sra Vivi
“LA INMACULADA”
Un joven de la zona rural de Zaruma había llegado a la cima del poblado, muy
tarde por la noche, en busca de medicinas para un pariente enfermo de gravedad.
Debido al cansancio, decidió pedir posada en una casa de la calle Colón, que
aún existe.
Tras descansar, el joven que se preparaba para salir en busca de los remedios,
fue detenido por la dueña de casa.
- “No se vaya en esta noche tan tenebrosa, espere un poco”, le dijo.
Pero su preocupación por la vida de su familiar fue mayor y el joven salió.
Camino a la casa de un boticario, observó que dentro de la iglesia sobre la calle
San Francisco, los faroles estaban encendidos y las puertas abiertas, por lo que
entró para pedir a Dios por su familiar enfermo.
Ya en la iglesia se topó con un cura encapuchado, quien se ofreció celebrarle
una misa. Juntos recitaron varias oraciones, hasta que el joven se acercó al
sacerdote y observó que este tenía parte de su piel carcomida, los ojos
desorbitados y la quijada desencajada, estaba muerto.
El joven quedó helado del miedo sin poder moverse, entonces el cura le dijo -
“No huyas, yo era sacerdote y fui castigado por Dios, porque tenía aventuras
amorosas y cobraba demasiado por las misas, por eso estoy condenado a
celebrar misas en las madrugadas”. Al joven poco le importó la explicación y
huyó.
Al llegar a la casa donde había pedido asilo, completamente pálido, fue atendido
por la dueña del hogar y algunos vecinos.
- “Yo le advertí que no salga en esta noche tenebrosa”, le increpó la señora.
- “Pero tengo que volver por las medicinas”, respondió él, aún tembloroso.
La dama suspiró al notar su terquedad y le obsequió una botella de agua bendita.
El joven se subió a su caballo y fue directo hacia el boticario sin voltear a ver a
la iglesia y aferrándose al agua bendita.
Al obtener las medicinas, cabalgó a toda velocidad hasta su hogar para dárselas
a su pariente, quien logró salvarse. (F)
LA DAMA MISTERIOSA
Cuenta esta leyenda que, atraídas por el oro, a Zaruma llegaban personas de
toda índole desde tiempos coloniales. Entre ellas, una bella mujer señalada por
la comunidad como pecadora y perseguidora de hombres. Jamás pisó la
iglesia, y cuando murió de manera inesperada unas damas caritativas la
depositaron directamente en un hoyo del cementerio, porque el cura no quiso
ni oír que una mala mujer entre al templo, pues éste podía reventar por la
presencia de un cuerpo que era un fardo apretujado de pecados.
Pasado el tiempo, esta mujer pasó a convertirse en “alma en pena”. Se la veía
por las noches alrededor de la quebrada denominada Juan Gómez y por el
camino que conduce hacia la mina el Sesmo. Conservaba un cuerpo esbelto, un
rostro hermoso, un cabello sedoso y ondulado, labios voluptuosos y un mirar
coqueto. Los hombres que caminaban por dicho lugar, especialmente los
mineros españoles y criollos, eran atraídos por aquella figura y la seguían para
cortejarla, sin jamás lograr alcanzarla. Por algún motivo sobrenatural, siempre
mantenía una distancia frente al sátiro perseguidor.
En un punto cualquiera, la dama se detenía con manifiestas intenciones de
corresponder a su pretendiente mostrando su hermoso rostro, mientras el
emocionado galán quedaba extasiado frente a una radiante ninfa de hermosura
indescriptible. De repente, sus ojos se perdían en la nada, dejando dos
oquedades huesudas, sus encarnados labios caían para dejar sus dientes a la vista
dibujando una sonrisa de tétricos presagios… el rostro iba desintegrándose poco
a poco, prontamente, y el cabello sedoso y ondulado desaparecía quedando su
cabeza en calavera y todo su tentador cuerpo en esqueleto.
El pobre galán, con este cuadro de horror salía en arremetida fuga, era presa de
convulsiones o pérdida de conocimiento cayendo pesadamente al suelo húmedo
y frio de la noche.
LA DAMA TAPADA
Se cree que esta leyenda proviene del año 1700. La historia
relata la aparición del fantasma de una mujer en horas de la
medianoche recorriendo las calles de la ciudad, luciendo un
vestido negro elegante de la era colonial con el rostro tapado
por un velo.
Su figura y el aroma de perfumes era muy atractivo para los
hombres que la veían, que en su mayoría eran borrachos o
típicos “don Juanes”, seductores y mujeriegos.
Los hombres intentaban caminar hacia la dama, pero ella
comenzaba a caminar sin dejarles acercarse lo suficiente.
De esta manera la perseguían por callejones oscuros hasta el
cementerio, en donde ella se detenía y se daba vuelta para ver
a su víctima.
Es entonces cuando el velo revelaba un horrendo rostro de
cadáver con los ojos encendidos en llamas y mucho hedor a
putrefacción.
Se cree que muy pocos sobreviven a este encuentro. La
historia no define por qué mueren las víctimas de la dama
tapada: si es por el susto, la pestilencia o algún otro factor
como la hipnosis.
En versiones más contemporáneas, las víctimas caen por un
abismo o son atropelladas por vehículos.
LA VIUDA DEL TAMARINDO
Se dice que este evento ocurrió cerca del actual río Guayas,
en donde se dice que cayeron los cuerpos. Este es uno de los
orígenes que se le otorga al nombre de la ciudad.
LEYENDA DEL GUAGUA PICHINCHA
Leyendas
Cuando el Guagua llora, la madre contesta
Según la leyenda indígena, dos reconocidos guerreros de los
Andes, el volcán Cotopaxi, ubicado en la provincia del mismo
nombre y el Volcán Chimborazo de la provincia homónima,
pelearon durante años con erupciones constantes para poseer
a la bella Tungurahua.
Tras vencer el Chimborazo se casó con Tungurahua y de la
unión nació el Guagua Pichincha.
Cuando llora el Guagua, la Mama le contesta.
Según el nativo ese sería la explicación de que tras cientos de
años de tranquilidad, los dos entraran en erupción al mismo
tiempo.
EL PADRE ALMEIDA
Como vivían en plena selva y ante la ausencia de una autoridad que legalizara la relación de
la pareja, ésta decidió unir sus cuerpos y sus destinos a la sombra de los frondosos y florecidos
árboles de guaba. Pero como el amor no produce para vivir, el cauchero tuvo que viajar una
vez más al Aguarico para recoger la balata recolectada por sus trabajadores y llevarla a los
mercados de Iquitos.
La bella chica con el recuerdo de su amado en la hermosa sonrisa de sus labios, recorría la
extensa playa solitaria cuando la bañaba el suave sol de la mañana, era ésta una costumbre
que le había impuesto el amor. Mas el tiempo pasaba inmisericorde y al final de su paso el
cauchero jamás volvió.
La bellísima mujer presa de una indescriptible pena, desapareció un aciago día como si se la
hubiera tragado la tierra. Sus familiares y amigos la buscaron afanosamente por doquier, pero
todo fue en vano; las lágrimas y el tiempo, fueron borrando el dolor de su ausencia.
Los ańos pasaron dándole espacio a la historia y una mañana brumosa y fría, unos indígenas
que pescaban por el sector, vieron a una hermosísima mujer parada en la piedra grande de la
margen izquierda del río; se acercaron a ella y cuando le preguntaron donde vivía solo señaló
el agua, y lanzándose al torrente sin salpicar una gota ni producir una onda en la superficie
se sumergió.
Los ancianos al escuchar lo ocurrido, aseguraron que la dama era el espíritu de aquella mujer
que desapareció sin dejar rastros.
En esa enorme piedra rojiza de estructura volcánica asentada en el recodo del río Misahuallí,
se escucha con frecuencia en las mañanas, una dulce voz de mujer que canta a su amor
perdido. Algunas veces ella se aparece a los que pescan en el río, pero quien acude al lugar
con intención expresa de encontrarse con ella, nunca logran su objetivo.
EL PUNGARA URCO: LA CASA DEL DIABLO
Mucho antes de que los jesuitas llegaran a Loreto y Archidona, un puńado de indígenas
quichuas vivía ya en las faldas del cerro Pungara Urco (cerro de brea), hoy comunidad de
San Pedro al Oriente del actual centro poblado de Muyuna. En esos días cuatro nińos
desaparecieron en el río, por más que los buscaron no encontraron ninguna huella, así pasaron
varios meses, hasta que dos mujeres que salieron en busca de agua no retornaron jamás.
Muy preocupados por estas desapariciones, se reunieron los moradores del lugar para
consultar a sus guias espitiruales, los brujos. El más anciano, pero también el más famoso de
ellos, vivía en las faldas del chiuta. Junto con él hicieron los ayunos rituales tres brujos más,
durante cuatro días bebieron esencia de ayahuasca y guando y al final estuvieron de acuerdo
en afirmar, que aquel peligroso lugar donde ocurrieron las desapariciones, estaba asentado
sobre un antiguo cementerio y que los supais (diablos) eran dueńos de ese territorio porque
algunas almas les pertenecían. Los bancos (poderosos brujos) dijeron que para alejar a los
espíritus era necesario emplear algunas hierbas ceremoniales y mucho ayuno, pero que
además tenían que cancelar el precio estipulado y este consistía en cuatro guanganas (sajinos)
y cuatro canoas llenas de pescado ahumado. Efectuado el pago los brujos se dedicaron a la
tarea de exorcizar aquel siniestro lugar; por las tardes, uno de ellos, el que estaba de turno,
acompańaba a las mujeres y a los nińos hasta el río y les mostraba las piedras negras, donde
vivían los diablos.
Una noche especialmente oscura y lluviosa, los cuatro brujos se dirigieron al playón del río;
llevaban consigo ollas, hierbas y algunos maitos, de los que ellos nunca dejaron ver su
contenido. Nadie pudo asistir a la ceremonia de exorcismo, pero se escucharon con toda
claridad insultos, gritos, maldiciones y silbidos. Luego vino la lluvia fuerte, copiosa y
persistente. Se incrementó el caudal de las aguas del río y los animales que viven en sus
riveras enmudecieron. Al día siguiente los brujos agotados pero satisfechos, informaron que
habían expulsado a los diablos y que estos se habían refugiado en el cerro de Pungara Urco;
recomendaron no bańarse en el río cuando sus aguas crecieran, no lavar la ropa en el río
pasadas las 6 de la tarde y no pescar carachamas durante la noche. Después de haber dicho
esto, les brindaron chicha de chonta y pescado ahumado y cada quien se fue para su
comunidad.
Pasó el tiempo y cuando la normalidad parecía haber sentado sus reales en la comuna, una
hermosa tarde de sol y bulliciosos pericos, una hermosa y lustrosa guatusa llegó a una chacra,
el dueńo de la misma un joven cazador, las siguió sigilosamente hasta el cerro del Pungara
Urco y no volvió más. Sus amigos y familiares angustiados lo fueron a buscar, encontraron
varios senderos misteriosos y escucharon silbidos escalofriantes, que los invitaban a perderse
en la selva; la gente temerosa tuvo que regresar y del cazador no se supo nada más.
En las noches de luna llena, casi al filo de la medianoche, quienes por desgracia se aventuran
a pasar cerca del cerro de Pungara Urco, o se atreven a caminar a través de él, escuchan
espantados gritos desgarradores, seguidos de una risa diabólica, que se alarga insistentemente
como un eco. Y son pocos los que han podido escapar a este reclamo. A veces por los potreros
o chacras de la comunidad de San Pedro, asoman venados, guatusas, sajinos y pavas del
monte. Ya nadie los persigue, ni se deja engańar. Estos animales son los diablos, que buscan
tentar a los hombres para atraerlos al centro del Pungara Urco y no dejarlos regresar jamás.
EL PODEROSO RAYO
A unos cuantos kilómetros de Hillu yacu (río Hollín) vivía la familia siquihua; el jefe era un
diestro cazador y un hábil pescador, esto hacía que la despensa de la casa estuviera siempre
llena, pero como hasta la abundancia molesta a cierta gente, en una ocasión su mujer empezó
a quejarse de un fuerte dolor en los brazos, por la dura labor de ahumar la carne de monte y
los pescados. Por esta razón siquihua tuvo que dejar la cacería y la pesca, que no sólo eran
su mejor entretenimiento, sino también la forma de mantener a su familia. Pasado algún
tiempo y cuando la comida empezó a escasear, salió a cazar al monte y no consiguió atrapar
ningún animal, fue a pescar y el río le negó los peces. Era como si hubiera perdido el toque
de gran cazador y hábil pescador y así pasaron los días y su mala suerte se acentuaba. Su
familia dejó de hablarle y su esposa le dijo que era un inútil y que lo detestaba.
Siquihua como todo indígena cuando se encuentra en problemas, acudió en busca de ayuda
donde el brujo de la comarca, quien le recomendó un estricto ayuno y le prohibió la sal, el
ají y el vinillo. Siquihua así lo hizo, cumplió al pie de la letra las recomendaciones del sabio
anciano y una noche de luna salió a pescar al rio Hillu Yacu, en donde estuvo por horas
lanzando su atarraya, sin lograr pescar nada, probó con el anzuelo y el resultado fue el mismo,
trató con el huami (embudo de carrizo) y tampoco tuvo suerte. En eso la lluvia, los truenos y
los relámpagos pusieron dramatismo a su desesperado accionar y Siquihua tuvo que
refugiarse tras una gran roca para esperar que pasara el fuerte temporal; estaba meditando en
su mala suerte actual, cuando a lo lejos divisó la figura de un gigante que resplandecía al
mismo ritmo que la tormenta eléctrica y lanzaba una gigantesca red primero hacia un lado y
luego hacia el otro lado del río; en cada movimiento que hacía, los fenómenos atmosféricos
tomaban mucho más fuerza y consistencia.
Cuando aquel impresionante gigante estuvo casi sobre la roca que le servía de refugio a
Siquihua, lanzó la red en varios sitios del río, recogiendo una abundante cantidad de hojas,
las mismas que depositadas en la playa, se convertían en grandes y apetitosos peces: había
de todo, jandias, bocachicos, bagres, etc. Siquihua trató de apoderarse de uno de los peces,
pero el gigante al darse cuenta de su presencia, con un vozarrón de trueno que lo llenó de
miedo le dijo: “no te atrevas a coger lo que no te pertenece; pide y yo te daré lo que desees;
pues soy el dueńo, amo y seńor de los ríos”. Por favor amigo le suplicó Siquihua, mi mujer
y mis hijos se mueren de hambre, sólo te pido que me des mucha suerte para pescar como tú
lo haces.
El gigante suavizando un poco su voz de trueno le contestó: “mi nombre es Rayu Apaya
(Poderoso Rayo) y desde el día de hoy cada vez que vengas al río invócame y vendré en tu
ayuda. Con mi protección cogerás muchos peces y tu familia no pasará hambre; ahora
acompáńame río arriba”. Siquihua siguió al centellante gigante y llegaron a una cocha
profunda, donde rayu lanzó su red; una enorme y pesada boa fue atrapada y depositada en la
playa. Rayu le aplastó la cabeza con sus dedos, tan fuertes como una enorme prensa y le pidió
a Siquihua que recogiera piedras negras y las colocara alrededor de la boa. Cuando el círculo
de las piedras se hubo cerrado, el gigante las apuntó con su dedo y musitó unas extrańas
palabras, de su dedo salió una fuerte descarga eléctrica y las piedras golpeando entre sí
produjeron chispas que se convirtieron en llamas, prendiendo a los leńos puestos alrededor,
de esta manera pronto la boa estuvo asada.
La comida estuvo deliciosa, todo lo que sobró Siquihua lo envolvió en ńachi pangas (hojas
para maitos) y despidiéndose de su gigantesco amigo llevó todo ese alimento para su familia.
Mas cuando cansado pero feliz llegó a su casa, su mujer lo llenó de insultos y no quiso
recibirlo; de nada sirvieron regalos ni explicaciones; lleno de ira Siquihua se acordó de su
gigante amigo y lo invocó: Rayu, Rayu, Rayu. De pronto un gigantesco rayo cayó en su casa
y acabó con la vida de la mala mujer
LA BOA Y EL TIGRE
Por el camino que lleva a Misahuallí, a 6 Km. de Puerto Napo, en la comunidad de
Latas vivía una familia indígena dedicada a lavar oro en las orillas del río Napo. Un
día la madre lavaba ropa de la familia, mientras la hija más pequeńa jugaba
tranquilamente en la playa: tan concentrada estaba la seńora en su duro trabajo, que
no se percató que la nińa se acercaba peligrosamente al agua, justo en el lugar donde
el río era más profundo. Una súbita corazonada la obligó a levantar su cabeza, pero
ya era demasiado tarde; la nińa era arrastrada por la fuerte correntada y sólo su
cabecita aparecía por momentos en las crestas de las agitadas aguas.
La mujer transida de dolor y desesperación, hincando sus rodillas en la arena implora
a gritos ... yaya Dios! .... yaya Dios! Te lo suplico salva a mi guagua, y Oh! sorpresa,
la tierna nińa retorna en la boca de una inmensa boa de casi 14 metros de largo, que
la deposita sana y salva en la mismísima playa; la mujer abrazando a la nińa llora y
sonríe agradecida. Desde aquel día la enorme boa se convirtió en un miembro más de
la familia, a tal punto que cuando el matrimonio salía al trabajo cotidiano, el
gigantesco reptil se encargaba del cuidado de los nińos.
Pero un tormentoso día, cuando los padres fueron a la selva en busca de guatusas para
la cena, la boa no llegó a vigilar a los nińos como solía hacerlo todos los días. Este
descuido fue aprovechado por un inmenso y hambriento tigre, que se hizo presente
con intenciones malignas.
Los muchachos desesperados gritaron a todo pulmón “!yacuman amarul! (boa del
agua), el gigantesco reptil al oír las voces de los nińos salió del río y deslizándose
velozmente entró a la casa; se colocó junto a la puerta, para recibir al tigre que trataba
de entrar sigilosamente en el hogar de sus amigos; la lucha que se desató fue a muerte;
la boa se enroscó en el cuerpo de felino, pese a las dentelladas del sanguinario animal;
los anillos constrictores del reptil se cerraron con fuerza, mientras el tigre la mordía
justo en la parte de la cabeza, al final se escuchó un crujido de huesos rotos y ambos
animales quedaron muertos en la entrada de la casa.
Cuando regresaron los padres de los chicos, recogieron con dolor los restos de su boa
amiga y ceremoniosamente la velaron durante dos días, para luego enterrarla con
todos los honores y ritos que se acostumbraban utilizar para con los seres queridos.