Parasitismo y Mutualismo

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PARASITISMO

El parasitismo es una relación entre dos organismos que conviven (simbiosis), en la


que uno obtiene nutrientes a expensas del otro. Los parásitos, desde un punto de
vista estricto, captan nutrientes de los tejidos del organismo en el cual habitan,
denominado hospedador.
Habitualmente, los parásitos no matan a los hospedadores como suelen hacer los
depredadores, aunque es posible que el hospedador muera a causa de una
infección secundaria o sufra un desarrollo atrofiado, escualidez o esterilidad.
La categoría general de parásitos consiste en un amplio rango de organismos,
incluyendo virus, bacterias, protistas, hongos, plantas y un conjunto de
invertebrados, entre ellos los artrópodos.
Una fuerte carga de parásitos se denomina infección y, como resultado de ella, se
produce una enfermedad.
Los parásitos se diferencian por tamaño. Desde el punto de vista ecológico, se
clasifican en microparásitos y macroparásitos.
Los microparásitos incluyen virus, bacterias y protozoos. Se caracterizan por un
tamaño pequeño y un breve intervalo intergeneracional. Se desarrollan y se
multiplican en el hospedador con rapidez y constituyen la clase de parásitos que
habitualmente se relaciona con el término enfermedad. La duración de la infección
es por lo general corta en relación con la esperanza de vida del hospedador.
La transmisión de un hospedador a otro suele ser directa, aunque es posible que
otras especies sirvan como portadores o vectores.
Los macroparásitos son relativamente grandes. Algunos ejemplos incluyen
planarias, acantocéfalos, nemátodos, tremátodos, piojos, pulgas, garrapatas,
hongos, royas, tizones, cuscutas, orobanques y muérdagos. Presentan un lapso
intergeneracional comparativamente más largo y no suelen permanecer un ciclo vital
completo en un único organismo hospedador. Se expanden mediante la transmisión
directa de un hospedador a otro o a través de la transmisión indirecta, en la que
participan organismos intermediarios y portadores.
Si bien los macroparásitos y microparásitos, también denominados patógenos, son
de vital importancia en las relaciones interespecíficas y, a diferencia de las
interacciones de competencia y depredación entre especies, sólo hacia finales de la
década de 1960 los ecólogos comenzaron a fijarse en el rol del parasitismo en la
dinámica poblacional y la estructura de las poblaciones. Los parásitos ejercen
efectos bruscos cuando se introducen en poblaciones de hospedadores que no
han desarrollado defensas contra ellos. En estos casos, las enfermedades
arrasan y diezman a la población.
Los hospedadores forman el hábitat de los parásitos, y el variado grupo de parásitos
que se desarrolla explota cualquier hábitat concebible sobre o dentro de ellos. Los
parásitos que habitan en la piel bajo la cubierta protectora de plumas y pelo
son ectoparásitos.
Los otros, conocidos como endoparásitos, viven en el interior del hospedador.
Algunos forman madrigueras debajo de la piel. Habitan en el torrente sanguíneo,
el corazón, el cerebro, el tracto digestivo, el hígado, el bazo, la cubierta mucosa del
estómago, la médula espinal, los conductos nasales, los pulmones, las gónadas, la
vejiga, el páncreas, los ojos, las vesículas de los peces, los tejidos musculares u otros
sitios.
Los parásitos de insectos viven en las piernas, en la superficie corporal superior e
inferior e incluso en el aparato bucal.
Asimismo, los parásitos de plantas también dividen el hábitat. Algunos habitan en
las raíces y tallos; otros penetran en las raíces y la corteza para vivir en la madera.
Algunos habitan en el cuello de la raíz, comúnmente llamado corona, de donde las
plantas emergen del suelo. Otros viven en las hojas, sean brotes u hojas maduras o
en las flores, el polen o los frutos.
Uno de los principales problemas para los parásitos, en particular los de animales, es
encontrar las vías de acceso y salida del hospedador. Los parásitos entran y salen de
los animales hospedadores mediante diversas vías, incluyendo la boca, los
orificios nasales, la piel, el recto y el sistema urogenital; asimismo, viajan al
punto de infección por medio del sistema pulmonar, circulatorio o digestivo.
DE MANERA DIRECTA
La transmisión directa es la transferencia de un parásito de un hospedador a otro sin
la participación de un organismo intermediario. La transmisión puede producirse
mediante el contacto directo con un portador o el parásito puede dispersarse de un
hospedador a otro por el aire, el agua o algún otro sustrato. Los microparásitos se
transmiten con mayor frecuencia de forma directa, como es el caso de los virus de la
gripe (por aire) y la viruela (por contacto directo) y el conjunto de parásitos
bacterianos y virales vinculados con las enfermedades de transmisión sexual.
CON VECTOR INTERMEDIARIO

Algunos parásitos se transmiten entre hospedadores por medio de un organismo


intermediario o vector. Por ejemplo, un artrópodo vector, la garrapata patinegra
Ixodes scapularis, es la responsable de transmitir la enfermedad de Lyme, la
enfermedad de transmisión por artrópodo más importante de los Estados Unidos.
Denominado de este modo debido a que surgió por primera vez en Lyme,
Connecticut, en 1975, la enfermedad es causada por la bacteria espiroqueta Borrelia
burgdorferi, que habita en el torrente sanguíneo de los vertebrados, desde aves y
ratones a ciervos y humanos. La espiroqueta depende de la garrapata para
transmitirse de un hospedador a otro.

COEVOLUCIÓN

Evidentemente los hospedadores están evolucionando constantemente para intentar


evitar ser el blanco de los parásitos. Algunas respuestas son mecanismos que
reducen la invasión parasitaria. Otras apuntan a combatir la infección parasitaria
una vez producida. A su vez los parásitos evolucionan para poder seguir infectando a
sus anfitriones. Esto se denomina coevolución, puesto que ambas especies
evolucionan de forma pareja.

Con el tiempo, las dos especies se volverían interdependientes entre sí: a partir de
este punto, la relación se conoce como mutualismo.

MUTUALISMO

El mutualismo es un tipo de interacción que llevan a cabo seres de distintas especies,


obteniendo beneficios todos los involucrados. Las especies que mantienen un
vínculo de esta clase cooperan entre sí. Un ejemplo de mutualismo biológico ocurre
entre las abejas y las flores a las que polinizan.
Entre los seres vivos, las relaciones de mutualismo también son comparables con un
trueque, ya que cada especie ofrece ciertos recursos o servicios a cambio de otros.
Veamos los diferentes tipos de mutualismo biológico que se conocen hasta el
momento:

Recurso-recurso: se trata de un tipo de relación en la cual se intercambia un


recurso por otro, y es la forma de mutualismo más común. Se da, por ejemplo,
entre los hongos y las raíces de las plantas, cuando éstas les proporcionan
carbohidratos a cambio de minerales (principalmente fosfatos y nitratos) y agua. Las
plantas leguminosas (hierbas anuales o perennes, árboles y arbustos caracterizados
principalmente por su fruto en forma de legumbre y sus hojas estipuladas y
compuestas) y los rizobios fijadores de nitrógeno (bacterias que se establecen en los
nódulos radiculares de las primeras) intercambian carbohidratos por nitrógeno;
* servicio-recurso: es otro tipo de mutualismo muy común en la naturaleza. Un
ejemplo muy conocido por todos es la polinización, un intercambio en el cual las
abejas ofrecen a las plantas el servicio de dispersar las gametas (el polen) y
reciben el néctar o el polen que necesitan. Del mismo modo, las hormigas y los
pulgones tienen también una relación servicio-recurso, ya que las primeras les
brindan a los últimos protección de los ataques de sus depredadores y a cambio
esperan mielada o rocío de miel (un subproducto de la savia, extraída de las plantas
por los pulgones);
* servicio-servicio: se sabe que es el tipo de mutualismo menos común, aunque
la ciencia no ha conseguido entender la razón de su escasez. Ocurre, por
ejemplo, entre el pez payaso y la anémona de mar, ya que el primero protege a
la segunda de los peces pertenecientes a la familia Chaetodontidae (cuya
fuente de alimentación son las anémonas) y éstas les ofrecen a cambio
protección contra sus depredadores. Pero la relación no termina allí, sino que los
desechos de los peces payasos sirven de alimento para las algas simbióticas que viven
en los tentáculos de las anémonas, aumentando la complejidad de este caso.
DINAMICA POBLACIONAL
Las relaciones mutualistas pueden afectar a la dinámica poblacional de maneras que
aún se están comenzando a apreciar y a comprender.
Si se elimina a la especie A, la población de la especie B dejará de existir.

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