Contribución Académica en Bolivia A La Ciencia de La Criminología
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CRIMINOLOGÍA
En apenas unas líneas gráficas es imposible abordar desde la actualidad los retos
y desafíos de la criminología y del derecho penal de América Latina, pero al menos
los renglones que siguen servirán para exponer alguno de ellos, con la expectativa
de que todos los que llevan años ocupándose de tan complejo tema, desde
diferentes posiciones, incluso ideológicas, puedan criticar, enriquecer y mejorar las
propuestas que invocamos.
Nos han invitado a reflexionar sobre estos temas, de una parte, la grave situación
de la criminalidad en nuestros países, a pesar de los ingentes esfuerzos realizados
para mitigarla, y, por otra, la tendencia al incremento de estos fenómenos,
adelantando firmemente nuestra postura de que es posible revertir esa situación.
De esta forma, la criminalidad con pobreza resulta agobiante para cualquier nación,
pero también preguntémonos: ¿qué ha recibido Latinoamérica de la política criminal
invocada por los Estados a través de los sistemas de control social formal?
Este aspecto, por ser tan cardinal para verificar la eficiencia del sistema penal, aún
no es objeto de atención preferente por las disciplinas que pertenecen a las áreas
de influencia de la cultura jurídico-penal latinoamericana. El Estado social no debe
únicamente otorgar garantías jurídico-sociales en el plano formal y práctico;
corresponde también que asegure el control ciudadano y jurisdiccional de la
satisfacción de las mismas.
La pena, y por tanto el derecho penal, es necesaria e inevitable, y por ello constituye
su propia justificación. Tal necesidad, aunque bien discutida, se ha seguido
midiendo, en política criminal, con criterios de prevención especial y ha de
imponerse para resocializar a los delincuentes necesitados y susceptibles de
reeducación, para intimidar a aquellos en los que no concurra dicha necesidad y
para neutralizar a los incorregibles, a lo que habría que añadir la intimidación por la
amenaza del uso de la pena, dirigida a la sociedad en general, y por tanto también
al ciudadano no delincuente, es decir, la prevención general.
La aplicación racional, legal y justa del derecho penal puede debilitar el poder de las
organizaciones criminales mediante la neutralización de los miembros principales y
el desmantelamiento de sus estructuras operativas y de sus redes. Todo dependerá
de las estrategias que se creen por los agentes de control social formal e informal
para lograr una cultura jurídico-penal en la población, y que el mensaje que se
transmita sobre el delito cumpla con la función motivadora y no sólo protectora que
tiene el derecho penal.
Los sistemas del control, tanto el formal como el informal, actuando conjuntamente,
pueden conseguir una contención de la violencia y de la criminalidad, por lo que ni
siquiera se puede afirmar que tal finalidad, a todas luces más modesta que la
eliminación del delito, sea exclusiva del derecho penal.
El derecho penal actúa en el conjunto de los mecanismos de control social. La
mejora de la eficacia de tales mecanismos incidirá dando lugar a tendencias a la
baja en las cifras de criminalidad real.
Otro de los motivos por los que se habla también de fracaso del derecho penal es
la constatación de la generalizada falta de eficacia resocializadora de las prisiones.
En el origen de esta tesis se encuentra la ingenua creencia, desechada
actualmente, de la posibilidad de corrección masiva de los delincuentes por medio
de penas de finalidad correctora. Sin embargo, la constatación de que la realidad
no es así, únicamente ha de llevar a la conclusión de que las aspiraciones de
corrección generalizada, por medio de penas privativas de libertad, eran infundadas.