El Nexo Causal
El Nexo Causal
SOCIAL”
INFORME:
EL NEXO CAUSAL
ALUMNOS:
DOCENTE:
ASIGNATURA:
Derecho de Responsabilidad Civil
MORALES
2018
EL NEXO O RELACIÓN CAUSAL
1. CONCEPTO:
En el ámbito jurídico el nexo de la relación causal está considerada como el elemento
esencial de la responsabilidad civil; de ahí, la importancia de que la acción antijurídica no
es punible si no media entre el hecho imputable y el daño, el nexo de causalidad para que el
autor de ese comportamiento deba indemnizar el perjuicio. “El hecho debe ser el
antecedente, la causa del daño y, por tanto, el detrimento o menoscabo aparece como el
efecto o la consecuencia de ese obrar”.1 Se precisa que el nexo causal es propio de la
esencia de la responsabilidad, ya sea contractual o extracontractual.2
Juan Espinoza Espinoza, por ejemplo sosteniendo su argumentación de la doctrina
argentina hace referencia al nexo causal como consecuencia de la modificación del mundo
exterior que es motivado por la acción de la persona y de las cosas que constituyen los
elementos actuantes, expresada en hechos que van a constituir una cadena continua que
denominamos hechos que son antecedentes de aquél y hechos que son su consecuencia.3
Fernando Reglero, considera que la relación causal entre la actividad que desarrolla el
sujeto y como consecuencia de su actividad genera un daño que constituye la prueba de lo
dañado y que constituye un presupuesto inexcusable de la responsabilidad civil.
“La existencia de un nexo causal entre la actividad (y de forma más tardía,
la conducta omisiva), del sujeto a quien se imputa el daño y el hecho dañoso
ha constituido históricamente un presupuesto inexcusable de la
responsabilidad civil. De forma paralela a lo que ha ocurrido con el criterio
de imputación, la generalización de los sistemas objetivos de
responsabilidad también ha dado lugar a una profunda revisión de los
postulados clásicos de la relación causal.”4
REGLERO5 nos dice que la culpa que antes era el fundamento de la responsabilidad civil,
ahora ha pasado a tener, en buena medida un carácter meramente residual.
Scognamiglio, citado precedentemente, da una interpretación más depurada centrándose
fundamentalmente en el juicio idóneo. Es decir no se puede sustraer la descripción de los
hechos en una relación de tipo naturalista entre causas y consecuencia. Si no que esas
relaciones nos debe conducir y resolver, en los términos de un juicio idóneo que nos
permita expresar la carga de los valores en la afirmación de la responsabilidad. }
De otro lado HONORE citado por GUIDO ALPA, precisa que no todo evento o hecho es
relevante si la calificación de la relación causal se produce a la luz de la teoría de la culpa,
y no a la luz del riesgo; en ese sentido en el primer caso hay que ver sí el comportamiento
se encuentra causalmente enlazado con el daño por haber sido negligente; y, en el segundo,
es suficiente que exista la condición para crear el riesgo, y así ser responsables del daño6.
1
MOSSET ITURRASPE. Ob. Cit. Pág. 106-107
2
GHERSI A., Carlos, Los nuevos daños, Soluciones Modernas de Reparación, editorial Hammurabi, SRL.
Buenos Aires, Argentina, 2000. Pág. 270
3
BUSTAMANTE ALSINA en: Juan ESPINOZA ESPINOZA. Op. Cit. Pág.174.
4
REGLERO CAMPOS, Fernando, Tratado de Responsabilidad Civil, Tomo I, Ob. Cit. Págs. 303-304.
5
REGLERO CAMPOS, Fernando, Tratado de Responsabilidad Civil. 2da. ed. Navarra España. 2003.
Pág.304
6
ALPA, GUIDO. Ob. Cit. Pág. 423.
Asimismo el tratadista YAGÜEZ, precisa que la relación de causalidad es otra de las
condiciones de existencia de responsabilidad civil; cuya expresión significa que el acto del
obligado a indemnizar debe ser la causa, o una de las causas, de la producción del resultado
dañoso; es decir que entre el comportamiento del agente y el daño acaecido ha de existir
relación de causa a efecto. También nos dice que puede manifestarse, ocurriendo muchas
veces de forma directa y clara7.
Consecuentemente de todas las concepciones doctrinarias antes indicadas, tenemos que
entre la conducta del agente y del daño debe de existir una relación de causalidad, sin cuyo
requisito no se produce la responsabilidad, toda vez que, la víctima del daño tendrá que
demostrar tal relación, mientras que el agente deberá defenderse probando cómo no existe;
significa que el acto doloso o culposo del obligado a indemnizar, debe ser la causa, o una
de las causas, de la producción del resultado dañoso a la víctima.
Pero, ¿cuándo la conducta tiene entidad causal suficiente como para responsabilizar al
sujeto de los daños sobrevenidos?
En efecto, las concausas y circunstancias que conducen a determinadas situaciones son
plurales y de muy diversa entidad. Así, un peatón es arrollado por un automóvil, que le
produce heridas menos graves. El accidente ocurrió en un día de lluvia, a causa del
empujón de un transeúnte que le hizo resbalar y caer en la calzada, donde se demoró al
levantarse por buscar y recoger las gafas que se le habían caído. Estaba en el lugar del
accidente a esa hora porque el tren que lo transportó a la ciudad había llegado con retraso.
Y, llegado al hospital, fallece allí al no ser atendido enseguida como requería su dolencia
cardiaca y a la vez por falta de un medicamento cuya provisión no se repuso a tiempo. El
accidentado se encaminaba a firmar un documento a falta del cual su consocio sufre una
grave pérdida. ¿Quién es el causante de estos eventos dañosos?8
La concatenación de los hechos puede ser tan compleja que puede dar lugar, a veces, o de
perder la secuencia de su interrelación, o de considerar que ésta es irrelevante a la
responsabilidad; y para ello, YÁGÜEZ, nos ameniza con otro caso: el propietario de una
escopeta lo deja en su automóvil que por descuido no cierra; un niño se introduce en el
vehículo y, al manipular el arma, ésta se le dispara causando lesiones a otro niño que le
acompaña; entonces nos preguntamos que si el dueño de la escopeta responderá por los
daños de la víctima, porque a fin de cuentas el inicio del evento está en su comportamiento
negligente de no haber cerrado el automóvil; total son tantos los casos tan complejos y
dificultosos que se presentan y que corresponde al examen de la jurisprudencia (que en
definitiva es la lógica de cada asunto), de la que se desprende que la causalidad física,
natural o material es cuestión bien distinta de la causalidad jurídica9.
Bajo éste contexto estos problemas, deben afrontarse con distintos criterios para cada caso
de acuerdo al curso efectivo o real de los acontecimientos; es precisamente la aplicación de
las teorías formuladas por la doctrina y la jurisprudencia, la que sirve para resolver las
7
DE ÁNGEL YAGÜEZ. Ob. Cit. Pág. 751. Por ejemplo la manipulación negligente de materias inflamables
originan un incendio y daños en la propiedad vecina. El esquema se complica en ocasiones porque un
hecho –distinto del que propiamente es causa del daño- se interfiere en la historia de éste. Por ejemplo,
el incendio del caso anterior es extinguido por los bomberos que con su acción, producen destrozos que
se añaden a los originados por el fuego. La relación de la causalidad significa que entre la descuidada
utilización de los materiales y los daños resultantes hay una conexión tal que obliga a imponer toda la
reparación, incluso la de los destrozos causados por los bomberos al negligente incendiario.
8
LACRUZ BERDEJO, Derecho de Obligaciones, Ob. Cit. Volumen II. Pág. 485.
9
DE ANGEL YÁGÜEZ, Ob. Cit. Pág. 752.
controversias de la responsabilidad civil, encontrándose el nexo causal, como elemento
determinado en el hecho doloso o culposo.
Es importante precisar que tanto el artículo 1969 y el 1970 del Código Civil Peruano
vigente, el agente que causa el daño por éste acto engloba el factor objetivo y el subjetivo
de la responsabilidad. Por otra parte, en la ejecución de responsabilidad civil
extracontractual se acoge la teoría de la “causa adecuada” como se puede apreciar en el
artículo 1985 del Código Civil Peruano, que dice:
“La indemnización comprende las consecuencias que deriven de la acción u
omisión generadora del daño, incluyendo el lucro cesante, el daño a la
persona y el daño moral, debiendo existir una relación de causalidad
adecuada entre el hecho y el daño producido. El monto de la indemnización
devenga intereses legales desde la fecha en que se produjo el daño”.
Y en el caso de la inejecución de la responsabilidad contractual se asume la teoría de la
causa próxima conforme a lo que dice el artículo 1321 del Código Civil en su segundo
párrafo:
“(…) El resarcimiento por la inejecución de la obligación o por su
cumplimiento parcial, tardío o defectuoso, comprende tanto el daño
emergente como el lucro cesante, en cuanto sean consecuencia inmediata y
directa de tal inejecución (...)”
En el derecho comparado, caso del Código Civil italiano en su art. 115 del CODE y en el
art. 100 del anteproyecto franco-italiano se sostiene que esta fórmula se refiere a la
determinación del daño y no a la inmediatez de la causa como así lo señala Scognamiglio10.
En efecto, este autor considera que la causalidad va por dos caminos: a) cuando la
causalidad busca imputar un hecho a un sujeto, y b) cuando la causalidad permite estimar el
daño patrimonial.
2. TEORÍAS CAUSALES:
La causalidad en materia de responsabilidad civil ha cambiado con el tiempo, a
continuación desarrollaré las principales teorías sobre causalidad:
2.1. Conditio sine qua non o teoría de la equivalencia
Fue expuesta por VON BURI entre los años 1860-188511. En síntesis, la teoría de la
equivalencia de las condiciones sostiene que todas las condiciones positivas y
negativas concurrirían necesariamente a producir el resultado de manera tal que,
suprimida una sola de ellas, el resultado no se daba12.
10
COMPAGNUCCI, Op. Cit. Pág.
11
Stuart Mill, ya había expuesto que la causa, pues, filosóficamente hablando es la suma de las
condiciones positivas y negativas tomadas juntas, el total de las condiciones de toda naturaleza, que
siendo realizadas, hacen que siga el consiguiente de toda necesidad. Según Stuart Mill, el enunciado de
la causa es incompleto si de un modo u otro no introducimos en él todas las condiciones; para dicho
autor la suma total de las fuerzas que han intervenido de algún modo en la producción del fenómeno
debe ser considerada como causa de este fenómeno.
12
BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Op. Cit. Pág. 268.
Es una corriente filosófica que tiene como precursor del mismo a Stuart Mill. “La
causa es entendida como el conjunto de condiciones necesarias para que se produzca
un hecho”13.
Para esta doctrina es causa toda condición negativa o positiva, a falta de la cual el
evento no se habría realizado.
Sin embargo en el análisis de los hechos se debe precisar dos aspectos:
a. En la reconstrucción del hecho se opera con referencia a un criterio de imputación
específico (dolo, culpa, etc.).
b. No se puede generalizar su aplicabilidad, debido a las limitaciones que se da
frente a otras causas autónomas.
Se critica a esta teoría debido a que la falta de una condición haría venir a menos el
efecto, que podría generar la causa. Es decir no se puede inferir lógicamente que tal
condición sea la causa del resultado.
Por lo tanto, se debe admitir que esta condición es necesaria para la producción del
efecto.
El Dr. Espinoza Espinoza, no es partidario de esta teoría, en base al fundamento b).
La Teoría de la Equivalencia de las Condiciones establece que todo resultado o efecto
es consecuencia de una multitud de condiciones, siendo todas igualmente necesarias y
por tanto equivalentes.
Causa de un resultado, es la suma de todas las condiciones o fuerzas que contribuyen a
su producción y atribuir a continuación el carácter de causa a cada una de las
condiciones.
Crítica:
• La búsqueda de una causa última nos llevaría en un regreso hasta el
infinito, a indagar la causa de la causa, que a su vez sería causada por
otra.
• Conclusiones aberrantes. Ej: Conforme a esta teoría es responsable del
adulterio además de los adúlteros el carpintero que construyó la cama, o
de un homicidio la persona que fabricó la pistola o las balas, o inclusive
los padres que dieron nacimiento al homicida.
• No permite constatar la existencia de una relación de causalidad donde la
ciencia no ha podido descubrir una ley causal.
• Posteriormente, la doctrina elaboro teorías buscando limitaciones a la
teoría de la Equivalencia de las Condiciones.
2.2. Teoría de la causa próxima
La Teoría de la Causa Próxima: se considera tal a aquella que temporalmente se haya
más próxima al resultado, por haberse "asociado última" a las restantes; condena a
resarcir las consecuencias que se manifiestan inmediatamente en el momento del
hecho dañoso. La idea básica fue formulada por Francis Bacon, en un pasaje que
siempre se recuerda: "Sería para el derecho una tarea infinita juzgar las causas de las
causas y las acciones de unas sobre las otras"; ello conduce a mantener la
13
STUART MILL (1886). A studium of Logia Ratiocinative and Inductive, III Londres, c. V.3.
responsabilidad si el hecho considerado es la causa próxima y a descartar los que son
remotos14.
Las objeciones saltan a la vista: no siempre es la causa del evento la última
circunstancia actuante, y qué decir, por lo demás, cuando las condiciones se presentan
de manera simultánea o compleja. El texto del artículo 1223 del Código Civil Italiano
parece acogerla, al limitar el resarcimiento del daño a las consecuencias inmediatas y
directas del incumplimiento.
En Francia se parte, para estudiar el nexo causal, del artículo 1551 del Code Civil,
según el cual los daños y perjuicios indemnizables sólo comprenderán aquellos que
sean la directa e inmediata consecuencia del incumplimiento de la obligación. Los
tribunales franceses, sin embargo, han interpretado este artículo en el sentido de
considerar indemnizables aquellos daños que se derivan "necesariamente de la
actividad concreta"15.
Espinoza Espinoza, al referirse a ésta teoría solo considera aquella causa entre las
diversas que establece la condición necesaria para dar un resultado, y las otras son
simplemente condiciones. Y admitir ésta teoría en supuestos de responsabilidad civil
extracontractual, generaría situaciones injustas.
Tenemos el caso del trabajador dependiente, que como se advierte en nuestro
ordenamiento civil, en materia de responsabilidad por inejecución de las obligaciones,
admite la causa próxima en el segundo párrafo del artículo 1321 del cuerpo normativo,
en la que se establece que el resarcimiento por la inejecución de la obligación y por su
cumplimiento parcial, tardío o defectuoso, comprende tanto el daño emergente como
el lucro cesante, en cuanto sean consecuencia inmediata y directa del tal inejecución;
pero también alcanza el daño moral cuando sea consecuencia inmediata y directa de
tal inejecución, como se establece en el artículo 1322 de la norma antes precisada.
El doctor Juan Espinoza Espinoza, considera dos aspectos de la causalidad:
• La causalidad de hecho que vincula el supuesto ilícito al daño ocasionado, como
elemento constitutivo de la responsabilidad civil.
• La causalidad jurídica que corresponde a la determinación del quantum
resarcitorio donde se establece los montos por los daños ocasionados.
De manera que, la causa sería el antecedente a favor temporalmente inmediato de un
resultado. Los demás hechos que influyen más lejanamente en la producción de ese
resultado, son sus “condiciones” no su causa16.
De tal suerte, que, sólo la causa más próxima es relevante y excluye de por sí a las más
remotas17, por el sólo hecho de haberse asociado la última a la cadena de
condiciones18.
14
BACON, maximes of Law, En: BUSTAMANTE ALSINA. 1997. Ob. Cit. Teoría General de la
Responsabilidad Civil. 9na. Ed. Abeledo-Perrot, B, Aires.
15
VISINTINI, Giovanna. Tratado de la Responsabilidad Civil, Astrea T. 2, Buenos Aires Argentina 1999.
Págs. 253 y ss.
16
LLAMBÍAS, Jorge Joaquín. Ob. Cit. Pág. 369.
17
BORDA, Guillermo A. Ob. Cit. Pág. 235.
18
Según esta teoría, debe resarcirse las consecuencias que se manifiestan de forma inmediata al
momento de producirse el daño.
Para ésta Teoría de la Causa Próxima, de todos los antecedentes causales, será causa
jurídicamente relevante el hecho que haya tenido una eficacia decisiva o
preponderante en la producción del daño19. El daño directo viene a ser el que se
produce como consecuencia necesaria del acto del agente.
La simpleza de su análisis le ha merecido pocos adeptos; se basa en la idea según la
cual el factor que provoca directamente un daño, lleva en sí toda la virtualidad nociva
suficiente, lo que permite prescindir de otras averiguaciones; lo cual no
necesariamente es así, si consideramos que tal nocividad puede residir en otro factor
que le precede, o se presenten dichos factores en forma confusa o simultánea20.
Se afirma que no siempre la última condición es la verdadera causante del daño21, pues
la última circunstancia actuante puede presentarse de manera simultánea o en forma
compleja.
PROSSER, puntualmente formula las siguientes observaciones a la determinación de
la "causa próxima"22:
a) El problema de la causalidad natural o de hecho; es decir, ¿qué participación ha
tenido la conducta del demandado en la producción del resultado?
b) El problema de la distribución de los daños entre las diversas causas.
c) El problema de la responsabilidad por las consecuencias imprevisibles; esto es,
¿hasta qué límite ha de ser responsable el demandado por los resultados que
razonablemente no podía preveer?
d) El problema de la interferencia de causas: ¿ha de quedar exonerado de
responsabilidad el demandado por el efecto de alguna nueva causa de origen
externo que pueda intervenir con eficacia en algún momento posterior a su
conducta?
e) El problema del desplazamiento de responsabilidad: ¿existe alguna otra persona a
la que el demandado podía libremente confiar la protección del demandante?
El citado autor dice que sólo el primero de los referidos problemas tiene algo que ver
con la relación de hecho entre causa y efecto.
Por otra parte, admitir esta teoría en supuestos de responsabilidad extra-contractual,
generaría situaciones injustas, y como ejemplo está el caso del daño causado por el
dependiente23.
19
Sería impracticable jurídicamente hablando remontarse a todas las causas en sus infinitas relaciones.
20
ORGAZ plantea el siguiente ejemplo: cuando dolosa o culposamente se cambia el remedio que debe
darse a un enfermo por una sustancia tóxica, y la enfermera ignorando la sustitución lo da y el enfermo
muere. No es causante del homicidio la enfermera que puso la condición más próxima, sino el que
realizó el cambio con anterioridad. Citado por WOOLCOTT OYAGUE, Olenka. La Responsabilidad Civil de
los Profesionales. 1ª edición. Ara editores. Perú, 2002. Pág. 127.
21
Por ejemplo: Una persona hiere a la otra de una puñalada; un tercero se ofrece a llevar a la víctima
hasta el hospital sin reparar que su automóvil carece de nafta para llegar a su destino, como
consecuencia de lo cual aquélla muere de hemorragia: Aunque sea indudable que llegando a tiempo
hubiera podido pararse la hemorragia y salvar la vida a la víctima, es obvio que la muerte de ésta no
puede imputarse al conductor del automóvil (por más que hubiera culpa en ofrecerse debiendo saber
que no podría llegar a destino), sino al autor de las lesiones.
22
Citado por PUIG BRUTAU, José. Ob. Cit. Pág. 96.
23
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Derecho de la Responsabilidad Civil. 1ª edición. Gaceta Jurídica. Perú,
2002. Pág. 119. Previene el autor que la teoría de la causa próxima fue utilizada dentro de la experiencia
del common law, por los operadores jurídicos como producto de una policy tendiente a proteger los
intereses de los dueños de fábricas o de las empresas ferroviarias, haciendo que sean responsables
A pesar de haber sido rechazada esta teoría, anota WOOLCOTT se mantiene la
expresión “proximate cause”, la cual es definida por los tribunales como aquélla que
produce el daño, que sin ella no habría ocurrido en un encadenamiento continuo y
natural. Pero sólo se imputa a la responsabilidad del autor de los daños que debió
preveer razonablemente, con lo cual el sistema se ubica dentro del sistema de la causa
adecuada24.
2.3. Teoría de la causa adecuada
Para la Teoría de la Causalidad Adecuada, causa es aquélla que generalmente es
adecuada para producir un resultado.
Para Espinoza Espinoza “Es aquélla que considera como causa de un evento, aquella
conducta que en un análisis ex ante, resulta la causa adecuada para determinar el
efecto, de manera qué la relevancia jurídica de la condición está en función del
incremento, producida por ésta, de la objetiva posibilidad de un evento del tipo de
aquél efectivamente verificado”.25
De acuerdo a lo indicado, habrá causalidad adecuada cuando entre un acto o actividad
y un daño, concluimos que su recurrencia de ese acto o actividad incrementará las
posibilidades de que el daño también ocurra.
Actualmente en la doctrina, predomina el criterio que se funda en la llamada
causalidad adecuada26. Según ALTERINI, es la piedra de toque de la imputación de
consecuencias27; y que, regularmente concurre en la producción de un efecto, agrega
que, a los fines de imputación de responsabilidad sólo es relevante lo que aparece
como normalmente regular en el curso habitual de los acontecimientos28.
Para Brutau, desde tal perspectiva, causa es la condición que ordinariamente produce
el resultado, según la experiencia general29.
Guillermo Borda añade que, al parecer todo se reduce a determinar si la acción u
omisión a la que se atribuye el daño era normalmente capaz de producirlo; vale decir,
el problema debe plantearse en abstracto, teniendo en consideración lo que
ordinariamente sucede30.
Por ser la teoría actualmente dominante, sobre todo en materia de responsabilidad
civil, además de ser la teoría sobre la causalidad a la que hace referencia expresa
nuestro Código Civil (Art. 1985)31.
únicamente sus dependientes en tanto causantes directos o próximos del daño ocurrido, teniendo como
consecuencia que la víctima terminaba por asumir los costos de sus daños.
24
WOOLCOTT OYAGUE, Olenka. Ob. Cit. en nota anterior. Pág. 127.
25
Espinoza Espinoza, Ob. Cit. Pág.185.
26
Sobre la pertinencia del término “adecuada”, GRISPINI ha formulado cierto reparo: “en cuanto una
causa no puede ser no adecuada”. Citado por ORGAZ, Alfredo. El Daño Resarcible. Editorial Bibliográfica
Argentina. Buenos Aires, 1960. Pág. 71.
27
ALTERINI, Atilio Aníbal. Ob. Cit. Pág. 234.
28
También hay consecuencias no imputables jurídicamente a pesar de que tienen por causa material la
conducta de las personas.
29
PUIG BRUTAU, José. Ob cit. Págs. 96 a 104.
30
BORDA, Guillermo A. Ob. cit. Pág. 236.
31
También se opina, aunque con ciertas dudas, que el artículo 1321 del C.C., hace referencia a la teoría
de la causa próxima.
VON KRIES la expuso en 1888; con la particularidad de que no se trataba de un
jurista sino de un filósofo; el cual parte de una observación empírica, señala que, se
trata de saber qué causas normalmente producen tal resultado32.
A diferencia de las otras que circulaban sobre la materia, entendía como causa de un
evento, aquella conducta que, según un juicio ex ante, resulte adecuada para
determinar el efecto sobre la base del id quod prelumque accidit33. Como señala
SALVI:
“La relevancia jurídica de la condición está en función del incremento,
producido por ésta, de la objetiva posibilidad de un evento del tipo de aquel
efectivamente verificado”34.
La teoría de la causalidad adecuada postula que no todas las condiciones necesarias de
un resultado son equivalentes: lo son, es cierto, en concreto, es decir, considerando el
caso particular tal como ha sucedido, pero no en general o en abstracto, que es como
debe plantearse el problema35.
Cuando concurren diversos acontecimientos, todos ellos susceptibles de haber podido
producir el resultado dañoso, se atribuye relevancia a aquél que sería la causa que
normalmente debe haber producido el daño. Una persona responde del daño sólo si su
conducta ha tenido el carácter de causa normalmente generadora del mismo. Los
demás acontecimientos que hayan podido suceder sólo son periféricos e irrelevantes
para determinar quién debe responder por el daño causado36.
Con ello se distingue causa de mera condición, “Causa” vendría a ser solamente la
condición que según el curso natural y ordinario de las cosas era idónea para producir
el resultado, debía normal o regularmente producirlo. Un ejemplo de la dificultad
inherente a la labor de diferenciar la causa de la condición, se grafica en la siguiente
jurisprudencia del DISTRITO DE UCAYALI, recaída en el expediente número 92-97-
Pucallpa, de fecha 11/08/1997, en un caso de indemnización por daños y perjuicios
por accidente de tránsito, sentencia que señala entre sus considerandos:
“Primero: Que, el accidente de tránsito es un suceso que por su naturaleza misma, es
ajena a la intención y al dolo, se genera por culpa y/o imprudencia del conductor;
Segundo: Que, para determinar la responsabilidad del demandado o de las partes, es
de imperativa importancia la evaluación de las condiciones físicas del medio ambiente
y lugar de los hechos; así como también el estado de conservación y funcionamiento
de los vehículos en conflicto, aspectos que van a permitir al A quo, determinar los
factores contributivos y determinantes del accidentes de tránsito; (...)”37.
32
TRIMARCHI señala que la teoría de la causalidad adecuada nació dentro del ámbito de la
responsabilidad penal; y es por ello que su adaptación a la responsabilidad extracontractual ofrece
problemas derivados de su aplicación a otras circunstancias (PIETRO TRIMARCHI: Causalità giuridica e
danno, en Giovanna VISINTINI, ed.: Resarcimento del danno contracttuale ed extracontracttuale. DOTT.
A. Giuffrè, editore. Milano, 1984. P.1.) Citado por DE TRAZEGNIES, Fernando. “La Responsabilidad
Extracontractual”. Tomo I. Pág. 313.
33
VON KREIS. Uber der Begriff der Wahrscheinlichkeit und Moglicheit und ihre Bedeutung im strafrecht,
en Zeitschrift ges. strw., 1989. Citado por ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Ob. cit. Pág. 122.
34
Citado por ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Ob. cit. Pág. 122.
35
ORGAZ, Alfredo. Ob. cit. Pág. 71.
36
ROCA Encarna. Ob. cit. Pág. 139.
37
En: Diálogo con la Jurisprudencia. Año 8 - Número 48 – septiembre 2002. Perú. Pág. 117.
BELTRÁN PACHECO, cuando comenta la resolución antes indicada, señala que,
“la presente resolución es de especial importancia en la medida que nos permite
observar cómo se efectúa el análisis de la relación de causalidad y el factor atributivo
habitualmente en nuestros órganos jurisdiccionales”38.
En efecto, aunque es de hacerse notar que en los considerandos del fallo se hace
referencia al análisis de las diversas condiciones que rodea un accidente, en este caso,
de tránsito; que, como se comprenderá, revisten suma complejidad, en la medida que
es necesario discriminar cuál o cuáles de dichas condiciones concurrentes son,
jurídicamente hablando, las que deben adquirir relevancia; de manera que se
determine la causa del daño. Precisamente, en tal virtud, el recurrir a las teorías sobre
la causalidad, resulta tan necesario para los operadores como para los demás actores
del proceso; los cuales deben estar informados sobre sus alcances y aplicación.
Para identificar, de acuerdo a la teoría de la causalidad adecuada, la causa de un daño,
es indispensable realizar un “juicio de probabilidad” dando respuesta a la pregunta: la
acción u omisión del presunto responsable, ¿era por sí misma capaz de ocasionar
normalmente este daño? Como señala ORGAZ, el juez, en la teoría de la causaldad
adecuada:
“(...) debe mentalmente retroceder hasta el momento de la acción u omisión
a fin de establecer si ésta era o no idónea para producir el daño (...)”39.
La ventaja de esta teoría consiste en que brinda una pauta general a la que debe ajustar
el juez teniendo en cuenta las circunstancias peculiares de cada caso. Para BORDA, en
ello reside uno de sus principales méritos, pues en definitiva son en realidad los
tribunales los que han de resolver las cuestiones derivadas del nexo causal guiándose
más que en teorías abstractas, por el criterio que en cada caso concreto pueda conducir
a la solución justa40.
Ahora bien, el peligro que siempre encierra toda concepción es caer, a veces
inadvertidamente, en el dogmatismo; tanto más si se trata del principio de causalidad
adecuada, que es de aplicación eminentemente práctica, para el día a día del quehacer
jurisdiccional; pues, como bien podría interpretarse, la concepción objetiva de la
previsibilidad -que es su elemento básico- sería una concepción extrema, tal como
señala WOOLCOTT, quien aprecia que no se tiene en cuenta las circunstancias que
rodean el agente -presunto responsable sino que la previsión de las consecuencias se
miden a partir del modelo comparativo correspondiente al “tipo de hombre promedio”:
“(...) no se apunta a la previsión que el sujeto en concreto puede tener, lo
que es lo apropiado”41.
38
Ibid. Pág. 118.
39
ORGAZ, Alfredo. Ob. cit. Pág. 73. Aquí hace referencia también a otros autores han añadido a esa idea
central, que la adecuación e idoneidad no debe buscarse solamente en la acción del presunto
responsable y el daño, sino también entre los diversos anillos intermediarios que unen aquélla con éste:
todo el proceso causal debe ser adecuado. Es decir, no basta que la acción era en general idónea para
producir el daño, sino que es además necesario que las circunstancias intermedias hayan sucedido
también normalmente, sin la intervención de factores anómalos y extraordinarios. Tenemos por ejm. los
casos de fuerza mayor o caso fortuito, o al propio hecho de la víctima; figuras que dan lugar a la
“ruptura del nexo causal”. Otra cosa son los atenuantes de responsabilidad como la concausa, o criterios
de justificación como el “estado de necesidad”.
40
BORDA, Guillermo A. Ob. Cit. Pág. 236.
41
WOOLCOTT OYAGUE, Olenka. Ob. cit. Pág. 109.
Existe también el riesgo en que se incurra en subjetividad, pero esta vez por parte del
órgano decisor, tal como queda reflejado en ciertas críticas, según las cuales la teoría
de la causalidad adecuada es prácticamente muy vaga y, en definitiva, deja librado a
criterio del juez cuándo una acción era adecuada o inadecuada con respecto a un
resultado: “a menudo será difícil sustraerse a la idea de que esta manera de
demarcación de la causalidad jurídica se opera mediante el sentido del juez,
quien hace de procesos mentales incontrolables y sólo después se justifica con
argumentos lógicos”42.
Como quiera que para el desarrollo del tema me he remitido a efectuar un análisis de
los proceso judiciales que son casos prácticos seguidos ante los órganos
jurisdiccionales, comprendo que, en esta materia, deben aplicarse los principios
doctrinarios con flexibilidad y creatividad, de acuerdo a las peculiaridades de cada
caso concreto. Es decir, pongámonos en el supuesto de que la parte demandante en un
proceso de indemnización aporta las pruebas que acreditan fehacientemente cómo
ocurrieron los hechos en concreto, de manera que crea convicción en el juez de la
autoría, culpabilidad y la responsabilidad del agente del hecho dañoso.
Pregunto ¿sería legítimo exigirle al justiciable que demuestre que el hecho causante
del daño es, al mismo tiempo, causa adecuada para producirlo? considero que no, no
sólo porque se atentaría contra el principio de certeza en el proceso, sino porque se
afectaría el principio de aportación de parte y la libertad en el ejercicio del derecho de
defensa de las partes.
Esto se explica en el hecho real de que la causa de un daño puede acreditarse
fehacientemente en algunos casos43, lo que relevaría al magistrado de la necesidad de
aplicar el principio de causalidad adecuada.
¿Cuándo opera realmente éste principio?, se entiende que opera cuando ni las partes ni
el juez están en la posibilidad de reconstruir los hechos en concreto, dentro del
proceso; sólo en dicho caso -que es muy frecuente dada la complejidad de los eventos-
, se puede recurrir al principio de causalidad adecuada, el cual es el criterio que va a
permitir imputar el hecho causante del daño a su autor de acuerdo a lo que éste debió
prever conforme a lo que resultara cognoscible para un observador ideal y
experimentado.
De esta manera, el criterio de causalidad adecuada viene en ayuda y auxilio de la labor
del juez, e incluso de la actividad de las partes, aplicando una solución en derecho
para casos complejos de relación de causalidad en la responsabilidad civil. Lo que
definitivamente debemos evitar, es caer en una aplicación dogmática que atente contra
la finalidad del proceso y contra el derecho de las partes44.
42
Véase ORGAZ, Alfredo. Ob. cit., Pág. 83.
43
ALTERINI agrega que en ciertas circunstancias, no es menester la demostración del nexo causal entre
el hecho y el daño. Por ejemplo cuando se pacta una cláusula penal; o en algunos contratos, como en el
de transporte, en que basta a la víctima la prueba de haber sufrido el daño durante su transcurso, o en
el caso de las obligaciones de dar suma de dinero, o en los daños derivados de abordaje: una vez
demostrada la culpabilidad se imputa al capitán “todo el daño causado al buque a su carga”. ALTERINI,
Atilio Aníbal. Ob. cit. Págs. 155, 156 (en nota 246).
44
Según PALUDI: Si se sigue el temperamento que sustenta la mayor parte de la doctrina, esto es, el de
entender por “relación de causalidad” la que propugna, por ejemplo, la teoría de la relación de la
causalidad adecuada, se obliga al damnificado a acreditar, además de la culpabilidad, lo “adecuado” del
nexo causal; lo cual, si bien para nosotros es lo mismo, introduce confusiones innecesarias que pueden
dificultar la concreción del derecho de la víctima. PALUDI, Osvaldo C. Ob. cit. Págs. 96-97.
La Previsibilidad
En principio, siguiendo a MOSSET ITURRASPE, la base para distinguir entre
causalidad física y causalidad jurídica, es la previsibilidad.
Se basa en la existencia de condiciones necesarias, conditio sine qua non, y con la
directiva de la previsibilidad del resultado de las consecuencias posibles, selecciona
las imputables.
El criterio de previsibilidad, interpretado en forma objetiva, se equipara al de
probabilidad del resultado, siempre tomando en consideración un pronóstico objetivo
retrospectivo45.
A su vez, las consecuencias inmediatas son imputables porque acostumbran suceder
según el curso natural y ordinario de las cosas, es decir, la condición a la cual
denominamos “causa” de tales consecuencias era idónea para determinarlas.
Son efectos normales que debían ocurrir con un alto grado de probabilidad; de ahí que
se les conozca como previsibles.
Esto no quiere decir que las consecuencias mediatas no sean imputables al autor del
hecho si las hubiere previsto o haya podido preverlas. Y ello es así aun cuando tales
consecuencias mediatas se produzcan de un modo indirecto requiriendo la conexión
con un acontecimiento distinto. Respecto a esto último, no puede hablarse de
interrupción del nexo causal por cuanto el hecho originario tenía la virtualidad de
producir el resultado y las cosas según su curso natural y ordinario.46
Si el evento ha sido realmente determinado por el hecho posterior, completamente
independiente del primero, hay interrupción; interesa la eficacia actual y no la mera
eficacia virtual.
El examen retrospectivo descubre a un observador medio, con mayor o menor
sagacidad según las circunstancias, la probabilidad del evento, su previsibilidad.
Finalmente, las consecuencias puramente casuales también se imputan al autor del
hecho, a quien pone la causa, cuando debieron resultar, según las miras que se tuvo al
ejecutar el hecho.
Otra vez, es aquí el criterio de previsibilidad el que prevalece, aunque jugando con
alcance diferente al antes expuesto.
No es ya la previsibilidad objetiva, por cuanto, por definición, las consecuencias
casuales no pueden preverse, sino una previsibilidad subjetiva que toma en
consideración la condición especial o la facultad intelectual de una persona
determinada, el agente, quien tiene el deber de prevenir las consecuencia de una
actividad, especialmente si esta ante factores que por su naturaleza podrían dar origen
a un evento dañoso.
45
MOSSET ITURRASPE. Ob. Cit. “La Responsabilidad Extracontractual”. Pág. 364.
46
Para que pueda hablarse de interrupción, en sentido propio, la nueva causa no debe tener ningún
ligamen con la ya existente. De otro modo los factores causales se insertan en una sola serie causal;
habrá, podría decirse, una sola cadena causal compuesta por varios anillos. Entre éstos el ligamen puede
ser más o menos intenso, pero existe de cualquier forma. Vid De Cupis, Adriano, Teoría y práctica del
derecho civil, Barcelona, 1960. Pág. 320.
Esta interpretación apunta a que la ley atiende también a lo que efectivamente previó
el agente, en los casos en que esta previsión fue superior a la corriente y exigible... la
imputación se hace más bien a título de pena (...) es ésta una situación excepcional en
que hay responsabilidad sin causalidad adecuada47.
47
Orgaz, Alfredo, El daño resarcible, Buenos Aires, 1960 Pág. 83.
48
DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN. Luis. Derecho de Daños. Primera edición. Civitas. Madrid, 1999 Pág.
338.
49
A diferencia de las leyes naturales que establecen una relación de necesaria secuencia entre dos tipos
de eventos.
50
El problema era que VON KRIES estimaba que para juzgar si la acción era o no adecuada el juez debía
considerar solamente lo que era conocido o podía ser conocido por el agente al obrar. El autor,
formulaba el juicio de probabilidad desde el punto de vista del agente, superponiendo la cuestión de la
causalidad con la de la culpabilidad; es decir: lo que debía resultar normalmente de su acción para el
agente era no otra cosa que lo “previsible” para él, índice de la culpabilidad.
51
ORGAZ, Alfredo. Ob. cit. Pág. 74. Anota el autor que algunos escritores han agregado posteriormente
que debe el juez tomar en cuenta asimismo lo que el agente conocía realmente, aunque este
conocimiento fuese superior al hombre medio (vid. nota 22).
52
DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis. Ob. cit. Pág. 338.
sobre hechos conocidos ex ante y, por otra parte, para separar lo más claramente
posible la adecuación de los criterios de culpa y de la previsibilidad objetiva, que se
tuviesen en cuenta no sólo aquellos datos o elementos del hecho conocidos por el
sujeto responsable53, sino también todas las circunstancias que resultaran cognoscibles
para un ideal observador experimentado54.
La doctrina de la causa adecuada recibe una mayor perfección si utilizamos la nota
científica del pronóstico; es decir, interesa mucho determinar si el cálculo de
probabilidades se lleva a cabo desde el punto de vista de la madurez o facultad de
percepción del agente (pronóstico subjetivo) o si el módulo a utilizar es la diligencia
del hombre normal (pronostico objetivo). La última posición es la acertada55
En los casos de negligencia ha de ser decisivo para su imputación el carácter
previsible y evitable del resultado dañoso. Lo que importa es si el agente pudo y debió
prever el resultado, sin embargo no ha tomado las previsiones a su alcance,
encontramos un acto culposo que origina una responsabilidad civil.
La responsabilidad ha de llegar hasta donde el curso de los hechos pudo ser dirigido y
dominado por la voluntad del agente, lo que solamente ocurre si el resultado es
previsible. "Sólo puede imputado el curso causal de los hechos en cuanto sea
previsible”.
A su vez, en el caso de responsabilidad resultante de omisiones, han de considerarse
consecuencias de éstas, los hechos que previsiblemente no hubiesen ocurrido si la
acción omitida hubiese sido realizada a tiempo.
Relación de Causalidad Adecuada e Imputación Objetiva
En primer lugar, para diversos autores, la relación de causalidad “no debe ser
confundida con la imputabilidad del hecho o de la omisión por culpa del autor”56.
Según COLOMBO, se trata de dos aspectos completamente diferentes y autónomos
que los distingue por las siguientes características:
• La "liaison" entre la causa y el efecto, esto es, entre el acto y el perjuicio, pone en
contacto dos elementos externos, uno consistente en la actividad o inactividad del
sujeto y otro atentatorio del derecho ajeno, al cual vulnera produciendo un daño
moral o material. La imputabilidad, en vez, refiérase única y exclusivamente a un
elemento subjetivo, interno, atinente sólo a dicho sujeto.
• Comprobándose la relación de causalidad entre los dos extremos, hecho y daño,
puede el agente no ser responsable por tratarse de un caso en que la imputabilidad
se halle ausente debido a la inexistencia de culpa57.
Este autor está haciendo referencia a los supuestos de ruptura del nexo causal,
advirtiéndose que el empleo de la expresión “inexistencia de culpa” no sea el más
53
El tema de los criterios en base a los cuales se debe formar la descripción del supuesto de hecho, para
después formular el juicio de probabilidad del resultado, aún subsiste en doctrina como problema, pues
el juicio varía ostensiblemente en cuanto a la probabilidad del evento, según se sumen o se resten
características o elementos caracterizables al supuesto de hecho.
54
DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis. Ob. cit. Pág. 339
55
SANTOS BRIZ, Jaime. Ob. cit. Pág. 215.
56
COLOMBO, Leonardo A. Ob. cit. Pág. 159.
57
Por ejm., esto ocurriría, si quien maneja un arado castiga a los caballos para azuzarlos y los animales,
espantados por el fragor de un rayo, se desbocan y, al embestir un alambrado, lo rompen al par que
destrozan también el instrumento a que estaban uncidos.
apropiado, por cuanto el elemento en análisis es la relación de causalidad y no la
culpa; esto sin desmedro de remitirnos a lo dicho con relación a la forma cómo se
complementan o diferencian ambos términos.
Por su parte, BORDA58, elabora una diferencia entre causalidad e imputabilidad desde
otra perspectiva. Sostiene que la primera es una cuestión de orden físico, material, más
que jurídico: se trata de saber si un daño es consecuencia de un hecho anterior. A su
vez, en su parecer, la imputabilidad es un concepto esencialmente jurídico: se trata de
saber si la ley imputa a una persona la obligación de pagar ciertos daños. Así se
explicaría que pueda haber causalidad sin imputabilidad.
Sin embargo, lo que busca la teoría de la causalidad adecuada no es establecer una
genuina teoría causal sino una teoría de la imputación59. Es decir, se intenta dar
respuesta a la pregunta sobre si determinados hechos causantes deben ser considerados
jurídicamente como relevantes y si permiten la imputación objetiva del hecho a una
determinada persona.
Para ello, la imputación jurídica del daño supone una doble limitación: "hacia atrás" se
buscan sus antecedentes, donde como sabemos el Derecho necesita poner un límite
razonable a las causas que han podido engendrar responsabilidad. Y en otro sentido,
"hacia adelante", al producirse el hecho doloso o negligente, sus consecuencias pueden
propagarse y llegar hasta lo imprevisible, por lo que, sin duda, ha de encontrarse
igualmente un límite en este sentido60.
Por lo que, no basta la sola existencia de la relación causal, vista desde la perspectiva
de la teoría de la equivalencia de las condiciones, sino que además se precisa la
imputación objetiva del resultado, para lo que se requiere que la causa sea adecuada
para producirlo, como consecuencia lógica y natural61.
De ahí que, el más importante criterio de imputación sea el de la adecuación, vale
decir no debe imputarse objetivamente un hecho dañoso a la conducta causante del
mismo cuando la producción de dicho evento habría sido descartada, como
extraordinariamente improbable, por un observador experimentado62.
En suma, de lo que se trata es de precisar los fundamentos de la imputación y tipificar
todos aquellos supuestos que nos puedan permitir formularla de acuerdo a criterios
estrictamente normativos.
Así, la determinación de la adecuación ha de hacerse con arreglo a un criterio de
imputación objetiva de las consecuencias producidas, no de imputación subjetiva a
título de culpa, ya que en derecho civil es necesario una limitación de la
responsabilidad por daños desde el punto de vista objetivo de las consecuencias, que
prescinda de lo totalmente inadecuado y extraordinario. Se atribuye a KARL
LARENZ63 haber fundado y reconocido la causalidad adecuada como problema de
imputación.
58
Cfr. BORDA, Guillermo A. Tratado de Derecho Civil. Obligaciones II. Sétima edición, Editorial
Perrot, Buenos Aires, 1994. Pág. 242.
59
DÍEZ-PICAZO Y PONCE DE LEÓN, Luis. Ob. cit. Pág.340.
60
PUIG BRUTAU, José. Ob. cit. Pág. 98.
61
ROCA, Encarna. Ob. cit. Pág. 140.
62
Ibidem.
63
La teoría de la "adecuación", dice LARENZ, tiene solamente en cuenta aquellas circunstancias que,
según la experiencia, son las consecuencias adecuadas del hecho generador de responsabilidad.
La previsibilidad del resultado es el presupuesto lógico y psicológico de la
imputabilidad del mismo, cuyo aspecto objetivo, radica en la diligencia que puede
esperarse de toda persona en atención a los efectos de sus actos y omisiones, y el
subjetivo, en la posibilidad dada a un sujeto determinado de preveer las circunstancias
en la situación del caso concreto, debiendo determinarse en principio la diligencia
exigible según la actividad de que se trate y de la que pueda y deba esperarse de
persona normalmente razonable y sensata perteneciente a la esfera técnica del caso;
por ejemplo: en una operación médica, lo esperado es la diligencia que en ella suele
poner el facultativo; al conducir un vehículo automotor, lo óptimo es el orden y
presencia del ánimo de un conductor responsable.
Sin embargo, no es necesario que la persona que ha actuado en forma negligente haya
podido imaginar de manera precisa todas las consecuencias de su conducta. Hay daños
que se deben a una conducta negligente aunque el autor no se los haya imaginado
realmente, si a pesar de ello era previsible que pudieran ocasionarse. Es peculiar de la
conducta negligente omitir precauciones necesarias, con la confianza de que, en
definitiva, no se producirán resultados perjudiciales64.
2.4. Causalidad probabilística
Espinoza Espinoza, explica que “El fundamento de la causalidad probabilística reside
en desplazar la carga probatoria del nexo causal al demandado como agente dañante,
frente a casos excepcionales en los cuales la víctima se encuentra en imposibilidad de
probar el nexo causal”65.
La determinación del quantum resarcitorio se puede dar de manera solidaria, si es que
no existe el criterio para delimitar la responsabilidad de cada uno, individualmente
considerada.
Se puede dar el caso, que la víctima no pueda probar la relación de causalidad entre la
acción del demandado y el daño resultante, ni siquiera recurriendo al principio de
“causa adecuada”; ¿debemos condicionarlo, en tal sentido a la probabilidad? Al
respecto, ROMEO CASABONA ha señalado que la comprobación de causalidad entre
el resultado dañoso y la conducta negligente es especialmente compleja cuando se
trata de sectores de actividad estrechamente vinculados con el desarrollo científico o
tecnológico:
64
Por ejemplo el caso de una Compañía que deposita en el cauce y márgenes de un río elementos
nocivos y tóxicos; pero las lluvias provocan el desbordamiento del cauce del río, arrastrando los residuos
y con el correspondiente daño al medio ambiente; esta empresa estaría en la obligación de indemnizar,
pese a que no era de esperarse la crecida de las aguas. Otro ejemplo significativo lo proporciona el caso
Palsgraf, examinado con detenimiento por Ricardo DE ÁNGEL. Es el caso que por una serie de
circunstancias imprevisibles, el daño lo sufrió una persona alejada del lugar donde ocurrió el accidente.
Por una mayoría de cuatro a tres, el Tribunal de Apelaciones de Nueva York (1928) resolvió que no existía
responsabilidad porque no hubo negligencia en relación con la parte actora. La negligencia, dijo el
Ponente Cardozo, implica una relación entre las partes y ha de fundarse en la previsibilidad del daño a la
persona que efectivamente lo ha padecido. La conducta de la parte demandada no incurrió en culpa
hacía ella por la simple razón de que fue negligente en relación con otra persona (Palsgraf v. Long Island
R.R. Co., Tribunal de Apelaciones de Nueva York, 1928, 248 N.Y. 339, 162 N.E. 99. Véase PUIG BRUTAU,
José. Ob cit. Pág. 98.
65
Espinoza Espinoza, Ob. Cit. Pág.189.
“(...) pues en ocasiones se desconoce cómo se desenvuelven con exactitud
los procesos causales de las aplicaciones científicas y tecnológicas (…)”66.
En el mismo sentido podemos argüir en el terreno de la responsabilidad profesional,
siguiendo a DE ÁNGEL YÁGÜEZ precisa que exista hoy la tendencia que ante la
imposibilidad de determinar la relación causal con precisión se tenga que recurrir a las
probabilidades:
“(...) una tendencia considerable a afirmar que cuando sea imposible
esperar certeza o exactitud en materia de relación de causalidad, el juez
puede contentarse con la probabilidad de su existencia (…)”67.
La convicción de que la víctima deba probar con toda certeza, de que, si el autor del
daño hubiese actuado de una determinada manera (distinta de aquella en que lo hizo)
no se habría ocasionado el resultado dañoso, ello implica un entendimiento riguroso e
inflexible de la relación de causalidad; concepción que ya no responde a las nuevas
tendencias jurisprudenciales ya arraigadas en muchos países, según las cuales cabe
resolver en contra del demandado, probando la relación de causalidad si los elementos
de juicio permiten:
“Establecer un grado suficiente de probabilidad”.
Se trata de una probabilidad cercana a la certeza en algunos casos, o una “alta
probabilidad” en otros, incluso, en casos especiales podrá bastar una probabilidad de
más del 50 por 10068. Similarmente, ESPINOZA da cuenta de la tendencia
jurisprudencial que entiende a la causa como un concepto funcional que desplaza la
carga probatoria del nexo causal al demandado como agente donante, frente a casos
excepcionales en los cuales:
“(...) la víctima se encuentra imposibilitada de probar el nexo causal
(…)”69.
En tal caso, sería concebible hablar de presunción de causalidad, es decir, en aquellas
hipótesis en que desconociéndose la causa exacta del daño, exista una razonable
probabilidad de que provenga de la conducta o actividad del demandado. Se trataría
siempre, de una presunción iuris tantum, en cuanto aquél puede acreditar que existió
otra causa determinante que le era totalmente ajena, o que no le era objetivamente
imputable70.
Se debe resaltar, también, la corriente jurisprudencial italiana, por la cual, el criterio
de certeza de los efectos de la conducta puede ser sustituido por el de la probabilidad,
aunque limitada, de tales efectos y de la idoneidad de la conducta para producirlos71.
2.5. Teoría de la condición preponderante
66
ROMEO CASABONA, C. M.: Perspectivas, en “Responsabilidad penal y responsabilidad civil...”, Pág.
389. Citado por Ricardo DE ANGEL YÁGÜEZ. Algunas previsiones sobre el futuro de la responsabilidad
civil (con especial atención a la reparación del daño). 1ª edición. Editorial Civitas. Madrid, 1995. Pág. 76.
67
DE ANGEL YÁGÜEZ, Ricardo. Ob. cit., en nota 25. Pág. 77.
68
DE ANGEL YÁGÜEZ. Ob. cit. Pág. 77. El autor hace referencia al principio more probable than not, de la
jurisprudencia norteamericana.
69
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Ob. cit. Pág. 126.
70
REGLERO CAMPOS, Fernando. Ob. Cit. “El nexo causal…”. Págs. 338-339.
71
DE ANGEL YÁGÜEZ, Ricardo. Ob. cit. Pág. 78.
Esta teoría sostiene que la causa sería la condición última que dentro de las
equivalentes positivas y negativas tenga una mayor posibilidad de arribar al
resultado72.
Fue expuesta por BINDING Y OERTMAN. De acuerdo a dichos autores alemanes, la
causa resulta ser aquella condición que rompe el equilibrio entre los factores
favorables y contrarios a la producción del daño, influyendo decisivamente en el
resultado. Es ciertamente una condición sine qua non, pero no cualquiera, sino la que
entre todas las que concurren, la que ha influido en la dirección del resultado
operado73.
BOFFI BOGGERO, analiza críticamente esta teoría señalando que examina más el
problema de la autoría que el de la causación, puesto que al otorgar al hombre la
posibilidad de causar la mutación del resultado mediante su obrar en dirección hacía
un fin, y así querer el todo del tipo delictivo, se nos aparece más la idea de “autor” que
la de relación causal74.
2.6. Teoría de la causa eficiente
Parte de la base de que no todas las condiciones tienen la misma eficiencia en la
producción del resultado. De esta forma, se trata de salvar ciertas dificultades,
sosteniéndose que debe considerarse causa a aquella de mayor eficiencia en la
producción del daño; pues ellas no son equivalentes, ya que algunas resultan más
eficaces que otras.
Desde un punto de vista cuantitativo, es eficiente la condición que ha contribuido en
mayor medida a la producción del resultado, vale decir la más eficaz o activa.
Según LLAMBÍAS, no basta comprobar que un hecho ha sido antecedente de otro
para que sea su causa eficiente: para ello es necesario que tenga, por sí, la virtualidad
de producir semejante resultado''; y por ello, debe sujetarse a la rectificación que le
impone el legislador, orientado por el prisma de la justicia75.
Desde un punto de vista cualitativo, causa sería aquel antecedente en que desde el
principio está virtualmente contenido el efecto, por su mayor eficacia interna en el
proceso causal.
Se critica a esta teoría la imposibilidad de establecer mayor eficiencia de una
condición sobre otra76. Similarmente, BORDA, considera que no se gana mucho con
esta teoría, porque no hace sino trasladar la dificultad: ¿En base a qué criterio se
distinguirá entre las distintas causas y se decidirá que una es más eficiente que la otra?
Y otros aprecian la eficiencia de la causa con un criterio cualitativo y elevan a la
categoría de causa a la condición de mayor eficacia interna en el proceso causal.77
Esta teoría ha sido recogida por parte de la Jurisprudencia Española. Puntualiza la
necesidad de una cumplida acreditación del nexo causal, dice “el cómo y el por qué se
72
COMPAGNUCCI, Rubén H. Ob. cit. Pág. 40.
73
LLAMBÍAS, Jorge Joaquín. Ob. cit. Pág. 370.
74
BOFFI BOGGERO. Tratado, t. II, p. 325-236. Citado por COMPAGNUCCI, Rubén H. Ob. Cit. Pág. 41.
75
LLAMBÍAS, Jorge Joaquín, Tratado de Derecho Civil. Obligaciones, Buenos Aires, Abeledo- Perrot, T.I.
Pág. 342.
76
BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Ob. cit. Pág. 269.
77
LLAMBÍAS, Jorge Joaquín. Ob. cit. Pág. 370.
produjo el accidente”, constituyen elementos indispensables en el examen de la causa
eficiente del evento dañoso78.
78
Ibid. REGLERO CAMPOS, Fernando. “El nexo causal…”. Pág. 337.
79
De Cupis, Adriano, L'interruzione del nesso causale, apéndice a la obra de Battaglini del mismo título,
Milano, 1954. Citado por MOSSET ITURRASPE, Jorge. Ob. cit. Pág. 379.
80
MOSSET ITURRASPE, Jorge. Ob. Cit. págs. 379-380.
81
Por ejemplo muerte del herido por una enfermedad anterior al hecho del agente.
82
Por ejemplo, se puede presentar el caso en que después de un primer efecto generador del daño se
produce otro hecho que era susceptible de producir el mismo daño: ¿las consecuencias del primer
hecho se encuentran interrumpidas (suprimidas) o disminuidas? Tal el caso en que una persona rompe
unos cristales que posteriormente se hubiesen roto de todas formas por una explosión acaecida, por
ejemplo, al día siguiente. Unos opinarán que no es responsable el autor del primer hecho atendiendo al
resultado final y decide, en consecuencia. Una posición más ecléctica distingue entre los daños ya
realizados cuando el segundo hecho interviene y los daños que no son inmediatos: sobre los primeros
responde el agente del hecho originario; sobre los segundos media una concurrencia de causas que
aparejará una distribución de la carga del daño. Similares casos se dan con los tratamientos médicos
sucesivos, en los que se plantea en qué medida una mala práctica plural, a partir de delegaciones del
enfermo, ha incidido en el resultado final. El grado de causación de cada una de las intervenciones o
actos médicos.
83
LACRUZ BERDEJO, José Luis. Elementos de Derecho Civil II. Contratos y Cuasicontratos. Tercera
edición. José María Boch editor. Barcelona, 1995, pág. 490.
daño es el resultado de una causa ajena84. Es decir, cuando la causa del resultado es un
acontecimiento extraño al hecho del demandado85.
Se entiende concretamente por causa extraña y no imputable, a la fuerza mayor (o caso
fortuito), la culpa de la víctima y el hecho de un tercero. De estas causas, atribuye
CARBONNIER que la fuerza mayor es la más extensa, pues las otras dos sólo disponen
de virtud exonerante si son imprevisibles e irresistibles de por sí, lo que, en suma, viene a
configurarlas como simples variantes de la fuerza mayor86.
De lo previsto en nuestro Código Civil se interpretaría que el artículo 1972 sólo elimina la
responsabilidad por riesgo (artículo 1970) y no la responsabilidad por culpa, prevista en
el artículo 1969; lo cual es incorrecto, a decir de FERNANDO DE TRAZEGNIES. De su
lectura correcta, resulta obvio que toda fractura causal elimina la responsabilidad
subjetiva, considero que como señala el autor antes citado, que, si ha mediado caso
fortuito o hecho determinante de tercero o hecho determinante de la víctima, estamos ante
una situación de ausencia de culpa por parte del causante aparente87. En ese caso no se
puede imputar la responsabilidad al agente causante del evento dañoso, porque ha
existido un factor determinante ajeno a su voluntad, encontrándonos así ante la falta de
responsabilidad subjetiva.
De lo cual se concluye que el artículo 1972 se aplica a los casos previstos en los artículos
1969 y 1970; de ahí que el sentido correcto de la primera frase de la norma NO es el de
“Sólo en los casos del artículo 1970, el autor no está obligado a la reparación cuando…”
sino, más bien, lo correcto sería “Incluso en los casos del artículo 1970 el autor no está
obligado a la reparación cuando…”88.
a. Caso fortuito o fuerza mayor
Se conceptúa que por el caso fortuito, el vínculo de causalidad no solo falta cuando
resulta posible relacionar el daño con un individuo determinado que sea distinto del
demandado (la víctima o un tercero), sino también cuando el perjuicio no se debe al
hecho de nadie; existe entonces una causa ajena al demandado que es también ajena
a quien quiere que sea89.
Tal vez, debido a ello, algunos ordenamientos, como el español, lo conciben como
sucesos de los que nadie responderá90.
84
Se puede considerar el caso de un transeúnte lesionado por un vehículo en una acera, lo que a simple
vista, implicaría culpa del conductor, salvo que éste probare que su vehículo fue proyectado por otro
(hecho de un tercero o causa extraña).
85
MAZEAUD et TUNC, op. cit., T. 2-II, pág. 10, nro. 1429. Citado por BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Teoría
General de la Responsabilidad Civil. Novena. Edición. AbeledoPerrot. Buenos Aires, 1997. Pág. 305.
86
CARBONNIER, Jean. Ob. cit. Pág. 74: Sostiene que parece más difícilmente admisible la
imprevisibilidad (y, en consecuencia, el efecto exoneratorio) de un acontecimiento en la responsabilidad
extracontractual, mínimum de obligaciones humanas, que en la responsabilidad contractual, donde el
sujeto asume voluntariamente otros deberes.
87
DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. “La Responsabilidad Extracontractual”. Tomo I. Pág. 326.
88
DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. Indica el citado autor que el Código da por sobrentendido que el
caso fortuito, el hecho determinante de tercero y el hecho determinante de la víctima establecen una
situación de ausencia de culpa y, por tanto, liberan al demandado de la responsabilidad del artículo
1969. Tanto el artículo 1971 como el 1972 tiene un alcance general y comprenden ambos la
responsabilidad subjetiva y la responsabilidad objetiva. Ob. Cit. Pág. 327.
89
MAZEAUD et TUNC. Op. cit., T.2-II, pág. 148, Nº 1540. Citado por BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Ob. cit.
Pág. 315.
90
REGLERO CAMPOS, Fernando. “El nexo causal…”; Pág. 341.
Aquí se plantea saber si estos vocablos responden a una noción unitaria, o si por el
contrario debe establecerse diferencias entre ambos91.
Según diversos autores, no habría diferencia ni teórica ni práctica entre el hecho
fortuito y la fuerza mayor, pues ambas serían consecuencias de un hecho
imprevisible. Así, observamos que para el derecho positivo, la diferenciación carece
de mayor trascendencia92.
Nuestro Código Civil, tampoco logra la diferencia, en efecto, del artículo 1972, se
entiende que fuerza mayor y caso fortuito son nociones con las mismas
características, pues deberán ser eventos extraordinarios, imprevisibles e
irresistibles93; y en virtud del cual, opera la irresponsabilidad por caso fortuito o
fuerza mayor94 en los supuestos de responsabilidad por riesgo95:
“En los casos del artículo 1970, el autor no está obligado a la reparación
cuando el daño fue consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor, de hecho
determinante de tercero o de la imprudencia de quien padece el daño”.
Sin embargo, parte de la doctrina se divide entre los que consideran una distinción
puramente teórica; y el segundo, de los que le atribuyen influencia sobre la
responsabilidad del deudor.
Entre los que se adhieren a una distinción meramente teórica, se considera que el
caso fortuito guarda mayor relación con los hechos naturales (terremoto, inundación,
incendio, etc.), mientras que la fuerza mayor se originaría en hechos de los hombres
(lícitos o ilícitos), como puede ser la coacción, los conflictos bélicos, etcétera. Caso
fortuito es el que no ha podido preverse, o que, previsto, no ha podido evitarse96.
Y entre los que le atribuyen influencia sobre la responsabilidad del deudor, figura
Capitant, según el cual para muchos autores, la fuerza mayor libera de
responsabilidad en todos los casos, porque es exterior a la esfera de actividad del
autor del daño; mientras que el caso fortuito constituye un riesgo que, por ser
inherente a la actividad del autor, queda a su cargo, a menos que la ley disponga lo
contrario97.
Los seguidores que apoyan la diferencia en la extensión de la responsabilidad del
deudor, se otorga a la fuerza mayor un efecto liberatorio más amplio que al caso
fortuito. La primera implica la “irresistibilidad” del acontecimiento, y el segundo, su
91
Véase PEIRANO FACIO, Jorge. Ob. cit. Pág. 455.
92
Por ejemplo, en el caso de incumplimiento de una obligación tanto la fuerza mayor como el caso
fortuito, pueden ser utilizados como justificativo.
93
Cfr. TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Ob. cit. Pág. 63.
94
Aunque otros autores sostienen que opera tanto en la responsabilidad civil extracontractual por
riesgo, como en la responsabilidad por culpa; en tanto, factores de atribución.
95
Al respecto, se consideran, dentro del nuevo esquema de la responsabilidad objetiva por riesgo en
nuestro Código Civil, como “nuevos escollos” que siguen impidiendo la tutela resarcitoria de la víctima,
el caso fortuito o fuerza mayor, y en general toda causa extraña a la voluntad de la persona o nova
causa interveniens, que pueda operar como eximente de reparación. VEGA MERE, Yuri. Ob. cit. Pág. 292,
en nota 4.
96
ENCICLOPEDIA JURÍDICA OMEBA. Véase Caso Fortuito, por JORGE O. BENCHETRIT MEDINA. Se recoge
así la vieja definición de Cayo: "Vis major est ea quae consilio humano ñeque provideri ñeque vitari
potest".
97
OSSORIO, Manuel. Diccionario de Ciencias jurídicas, Políticas y Sociales. Editorial Heliasta. Argentina,
1984. Pág. 114.
“imprevisiblidad”. El caso fortuito significaría sólo una imposibilidad "relativa" de
ejecución y, en cambio, la fuerza mayor sería imposibilidad "absoluta".
En tal sentido, BUSTAMANTE ALSINA, concuerda en cuanto al concepto, pues
considera que comúnmente se llama “caso fortuito” a lo que acontece
inesperadamente, o sea a lo “imprevisible”; la “fuerza mayor” alude a lo irresistible,
es decir a lo “inevitable”98. Pero, desde el punto de vista de los efectos jurídicos, no
les asigna ninguna distinción, lo que aparentemente encierra una contradicción.
Tal como se observaría en los casos de responsabilidad por riesgo, donde parte de la
doctrina ha propuesto una distinción original entre el caso fortuito y la fuerza mayor,
en cuanto a sus efectos; considerando que el caso fortuito no exonera de
responsabilidad objetiva, mientras que la fuerza mayor sí lo hace. Así, se distingue
entre el caso fortuito y la fuerza mayor en razón a la tipicidad o atipicidad del riesgo.
Se dice que el caso fortuito es el peligro típico de la actividad; mientras que la fuerza
mayor es el peligro atípico99.
Sin embargo para LACRUZ BERDEJO ello no es tal, pues sostiene que cuando en la
concatenación de causas entre el hecho inicial y el daño se interfieren otros hechos
no atribuibles al agente primero y sin intervención de los cuales el resultado dañoso
no hubiere tenido lugar, el agente primero puede quedar exento de responder si no
pudo prever la concurrencia de la causa extraña en el momento de actuar él o si la
irresistibilidad era un riesgo que no debía asumir100.
Según dicho autor, la irresistibilidad o la imprevisibilidad suponen la presencia de
una dificultad que no puede ser superada con la diligencia que debe aplicarse en el
caso concreto. Más si la dificultad es tal que superarla cuesta un esfuerzo mayor al
debido, a falta de la obligación de observar una diligencia de ese grado, no habrá
infracción101. Para el caso del Código Civil Peruano, éste conceptúa bajo los mismos
términos tanto al caso fortuito como a la fuerza mayor, conforme reza su artículo
1315:
“Caso fortuito o fuerza mayor es la causa no imputable, consistente en un
evento extraordinario, imprevisible e irresistible, que impide la ejecución de
la obligación o determina su cumplimiento parcial, tardío o defectuoso.”
Asimismo, como vimos en el artículo 1970, les asigna un mismo efecto, ya que el
autor no está obligado a la reparación cuando el daño fue consecuencia de caso
fortuito o fuerza mayor, similarmente, BUSTAMANTE ALSINA, sostiene que
98
BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Ob. cit. Pág. 315.
99
Cfr. DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. “La Responsabilidad Extracontractual”. Tomo I., págs. 329-
330. El autor toma aquí las ideas del artículo publicado en la Revista de la Facultad de Derecho de
Madrid correspondiente a Enero-Junio de 1941, Pág. 47, del profesor Tehodor SÜS. Por ejemplo, un
descarrilamiento es un peligro típico de un ferrocarril, pero no lo es un rayo o un terremoto o
inundación. Tratándose de la responsabilidad subjetiva, tanto el caso fortuito como la fuerza mayor
exoneran de responsabilidad. Pero si se trata de responsabilidad objetiva, sólo la fuerza mayor tiene
valor exoneratorio. Esto significa que la empresa del ferrocarril no podría liberarse e de la
responsabilidad derivada de un descarrilamiento, aún si prueba que no hubo negligencia de su parte y
que el accidente se produjo por circunstancias impredecibles que se encontraban fuera de su control. En
cambio, la empresa de Ferrocarril no responde si el daño al tren y a sus pasajeros obedeció a un rayo o a
un terremoto (fuerza mayor).
100
LACRUZ BERDEJO, José Luis. Ob. cit. pág. 490.
101
Ibid. Pág. 491.
desde el punto de vista de los efectos jurídicos, ninguna distinción hay que hacer,
pues ambos conceptos se hallan asimilados legalmente102.
Esto sin embargo, no aleja las dudas en torno a la noción de caso fortuito en el
ámbito de la responsabilidad objetiva. Para autores como LEÓN BARANDIARÁN:
“Si se quiere proteger eficazmente a la víctima frente al daño que le ha sobrevenido
por razón de responsabilidad por riesgo (mediante cosa o actividad peligrosa), la
presunción de culpa debe ser iures et de iure; el lesionante no puede demostrar su
excusabilidad por caso fortuito103.
El debate precedente guarda relación con la carga de la prueba en materia de
causalidad, y como oportunamente se ha señalado, la regla general es que la
demostración de los hechos constitutivos incumbe a quien afirma la existencia del
derecho que se pretende hacer valer tanto en los casos de responsabilidad aquiliana
como contractual104. El problema se presenta debido a la insistencia en atribuir
vigencia a la teoría de la responsabilidad por riesgo, en favor de la víctima, lo cual
puede llevar a grandes injusticias y a problemas insolubles en el plano teórico105.
Finalmente, reflexionando en torno a la significación del caso fortuito y del caso de
fuerza mayor, con respecto a la cuestión de ausencia de culpa o de relación de
causalidad, es evidente, como ha puntualizado GIANFELICI, existiría un arduo
debate en torno a cuál es el presupuesto de la responsabilidad civil que resulta
excluido. Por un lado, se afirma que excluye la culpa y, por el otro, el que sostiene
que elimina la relación de causalidad106.
102
BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Ob. cit. Pág. 315. Cita el autor el artículo 514 del Código Civil Argentino,
según el cual: “Caso fortuito es el que no ha podido preverse, o que previsto, no ha podido evitarse”.
Aunque advierte que dicho cuerpo normativo no considera directamente el caso fortuito en materia de
responsabilidad extracontractual. Lo cual no impide que el presunto responsable alegue y demuestre la
existencia de un hecho con las características del caso fortuito, para eximirse de la responsabilidad, toda
vez que ésta solo podría derivar del vicio o el riesgo de la cosa: luego, si podemos demostrar que el daño
tiene su causa normal en un acontecimiento distinto y ajeno al vicio y al riesgo, falla por su base la
pretendida responsabilidad.
103
LEÓN BARANDIARÁN, José. Comentarios al Código Civil Peruano. Derecho de Obligaciones. Tomo I.
Acto Jurídico. Segunda edición. Ediar. Buenos Aires, 1954, pág. 409. Citado por DE TRAZEGNIES
GRANDA, Fernando. “La Responsabilidad Extracontractual”. Tomo I. Pág. 331.
104
GOLDEMBERG, Isidoro H. Op. cit., pág. 222. Señala el autor que dicha regla está sujeta en esta
materia a las limitaciones y condicionamientos determinados por la naturaleza de cada clase especial de
responsabilidad.
105
Por ejemplo, el debate en torno a sí la prueba del caso fortuito exonera de culpa al presunto autor.
Por una parte, MESSINEO dice que “probar el caso fortuito (o la fuerza mayor) no significa probar que
aquel daño no se debe a la negligencia del llamado a responder (como imputable a él), sino que significa
probar que se debe a un hecho positivo que se concrete en un evento, o en un hecho extraño al sujeto y
no-evitable, como un terremoto o la propagación del incendio de una cosa próxima…”; aclara que el
caso fortuito “cuando concurren tiene (…) el efecto de interrumpir el nexo de causalidad entre el acto
del llamado a responder y el daño; y no ya a eliminar una presunción de culpa”. A su vez, TRIMARCHI
declara que la prueba del caso fortuito no equivale a la prueba de la falta de culpa: “probar el caso
fortuito significa probar un evento determinado…, y tal evento, imprevisible e irresistible, debe tener
una característica de ‘exterioridad’”. En cambio, CASTAÑEDA ve dicha distinción de la siguiente manera:
“el caso fortuito no es una mera ausencia de culpa sino tal ausencia sumada a la inevitabilidad del
evento”. Véase DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. “La Responsabilidad Extracontractual”. Tomo I,
págs. 333-334. A nuestro entender, de la concepción última, del doctor Jorge Eugenio CASTAÑEDA, se
infiere que ambas nociones (caso fortuito y ausencia de culpa) no se contraponen sino todo lo contrario.
106
GIANFELICI, Mario César. Caso fortuito y caso de fuerza mayor en el sistema de responsabilidad civil.
Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires 1995. Pág. 122.
El problema surge al concebir al caso fortuito y al caso de fuerza mayor como una
noción única y una misma función. La solución consistiría en visualizar en ellas
funciones distintas: así consideramos que mientras que el caso fortuito, sentido
estricto, excluye la culpa, el caso de fuerza mayor, descarta la relación de causalidad.
La explicación estaría en que el caso fortuito, sentido estricto, implica ”causa ajena”
por excluir una de las relaciones de causalidad “interna”, la relación de culpabilidad;
en cambio, el caso de fuerza mayor importa “causa ajena” por excluir la relación de
causalidad “externa”.
Desde tal perspectiva, el caso fortuito es definido como una consecuencia ordinaria,
lo cual implica que esa consecuencia es previsible en abstracto y que, por tanto, deja
incólume la relación de causalidad “externa”.
Se trata de la consecuencia que “no ha podido preverse al ejecutarse el hecho”, lo
cual es imprevisible en concreto, queda descartada la relación de culpabilidad por ser
la que pondera la previsibilidad.
En cambio, el caso de fuerza mayor se define como la consecuencia extraordinaria;
es decir, es imprevisible en abstracto, por lo que excluye la relación de causalidad
externa, por ser precisamente la que meritúa la faceta de la previsibilidad107.
Esta distinción conceptual, permite su operatividad; así, el ámbito de actuación en
los supuestos de responsabilidad subjetiva son eximentes tanto el caso fortuito,
sentido estricto, como el caso de fuerza mayor, mientras que en los supuestos de
responsabilidad objetiva sólo es eximente el caso de fuerza mayor; de otra parte,
respecto a su apreciación, el caso fortuito, sentido estricto, debe ser apreciado con
criterio subjetivo, mientras que el caso de fuerza mayor debe serlo con criterio
objetivo108.
b. Hecho de un tercero
Se trata del accionar de un tercero extraño que da lugar a la consecuencia dañosa109.
En principio, el hecho de un tercero, al destruir el nexo causal entre el daño y la
acción del presunto ofensor, elimina por entero la responsabilidad de éste, ya que en
tal hipótesis no pueden configurarse los cuatro elementos que se exigen para el
surgimiento de la responsabilidad extracontractual110.
Empero, se debe precisar que, “lo decisivo como eximente no es que medie culpa o
sea un factor subjetivo de imputabilidad, sino la intervención del tercero como autor
del perjuicio”111.
107
Cfr. GIANFELICI, Mario César. Ob. Cit. Pág. 122-123.
108
Ibid. Págs. 205-206.
109
COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H. “Responsabilidad civil y relación de causalidad”. Op. cit., pág. 75.
110
PEIRANO FACIO, Jorge. Op. cit. Págs. 474, 475. Refiere el autor que, el hecho de tercero como
eximente, posee una larga historia en el campo del derecho; así, Ulpiano en los Comentarios del Edicto,
nos recuerda que se exime de responsabilidad al dueño de un animal cuando éste causa un daño a
consecuencia del hostigamiento de otro animal o de una persona (Digesto, Libro IX, Título I, Ley 1, § 6 y
8), y la antigua legislación española mantiene los mismos principios (Partida VII, Título XV, Ley 21).
Idéntico criterio fue tradicionalmente aceptado por los comentaristas, e incluso POTHIER, en las vísperas
de la sanción del Código de Napoleón, lo recoge aplicándolo al capítulo del cumplimiento de las
obligaciones.
111
MOSSET ITURRASPE, Jorge. “Responsabilidad por daños”. Tomo III. Pág. 55, Nº 12.
Encontramos según el concepto precedido la intervención del tercero, que constituye
a toda persona distinta de la víctima, agraviado, o del responsable directo el
demandado.
Finalmente, se presenta un debate en cuanto a si constituye una circunstancia de
fuerza mayor, por una parte, se sostiene que el hecho del tercero debe revestir alguno
de los caracteres del caso fortuito, es decir, ser irresistible e inevitable112; de forma
tal que, las circunstancias anteriores o concomitantes que no pudieron ser conocidas
y las sobrevinientes imprevisibles que desvían la serie causal no pueden ser
imputables al agente, estaríamos ante una responsabilidad del tercero como autor del
perjuicio.
Tal posición genera reparos en el sentido de saber si en orden al hecho del tercero
debían de concurrir también los caracteres de imprevisibilidad e irresistibilidad,
propios del caso fortuito, lo cual resulta equívoco, pues es evidente que si el hecho
del tercero puede ser previsto o evitado por el ofensor, debe ser considerado
imputable según el cual no evitar un resultado se tiene la infracción a la obligación
de impedir un acto dañoso, lo cual equivale a producirlo, en cuyo caso, es evidente
que si el hecho del tercero no resulta imprevisible e irresistible devendría en culpable
y no podría ser esgrimido como verdadera causal de exoneración113.
Lo que hay que averiguar es si estos elementos integran, necesariamente, la noción
misma del hecho del tercero, o si, por el contrario, se encuentran fuera de su esencia,
y sólo aparecen como contra-elementos que tienen por finalidad remover sus
consecuencias una vez que el hecho de tercero se ha acreditado. Esto último abona a
favor de la independencia conceptual del hecho del tercero frente a la situación del
caso fortuito o fuerza mayor.114
Al respecto, en nuestro Código Civil, de la lectura del art. 1972, haciendo salvedad
de la sumilla (Irresponsabilidad por caso fortuito o fuerza mayor), permitiría
interpretar que se formula una clara distinción entre ambas figuras: “En los casos del
artículo 1970, el autor no está obligado a la reparación cuando el daño fue
consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor, de hecho determinante de tercero o de
la imprudencia de quien padece el daño”.
c. Hecho de la víctima
La culpa exclusiva de la víctima se da cuando su conducta es la única causa de su
propio daño. Se trata de un caso de ruptura del nexo causal; quedando librado el
demandado de toda responsabilidad.115
112
COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H. Op. Cit. Pág. 77. Refiere el autor que contrariamente a su
opinión, otros argumentan la innecesariedad de que se brinden los elementos del caso fortuito o la
fuerza mayor, ya que si el hecho del tercero es una causa del daño destruye la presunción de
responsabilidad.
113
PEIRANO FACIO, Jorge. Op. cit., pág. 476. Agrega que el verdadero centro de la cuestión se da en
torno a saber a cargo de quién está la obligación de acreditar tales circunstancias; y saber si el que
invoca el hecho del tercero para exonerarse cumple con demostrar su causalidad en el daño y su
imputabilidad; y saber, además, si la víctima debe destruir la invocación del ofensor demostrando que
este hecho es imprevisible e irresistible. No se discute que el hecho previsible y resistible del tercero
debe ser puesto a la carga del ofensor.
114
PEIRANO FACIO, Jorge. Op. cit. Págs. 476, 477.
115
ROCA, Encarna. Op. cit. Pág. 144.
En estos casos interviene el propio agraviado en la producción del hecho dañoso.
Esta hipótesis exime de responsabilidad al supuesto ofensor; de allí que sea muy
frecuente que estos esgriman el hecho de la víctima para alejar de sí la
responsabilidad.
Aquí corresponde estudiar o determinar los caracteres por los cuales este hecho
puede ser invocado como supuesto de ruptura del nexo causal:116
Primero, es necesaria la relación causal entre el hecho de la víctima y el daño; si la
víctima no contribuye en alguna manera a la producción del evento perjudicial, es
evidente que su hecho no puede tener repercusión en el ámbito de la responsabilidad
civil.
Segundo, el hecho de la víctima debe ser extraño y no imputable al ofensor, caso
contrario, la acción de la víctima no es sino la consecuencia del acto del ofensor, por
lo que éste último debe responder de aquélla.
Tercero, se discute si el hecho de la víctima debe ser imprevisible e irresistible
respecto del ofensor; elementos que usualmente configuran el caso fortuito o la
fuerza mayor. La doctrina no acepta que deban concurrir para configurar el hecho de
la víctima, por lo que no es menester que sea irresistible e imprevisible.
En cuarto y último lugar, se analiza si el hecho de la víctima debe ser, a su vez, un
hecho en sí mismo ilícito, de acuerdo al ordenamiento. La posición dominante indica
que el ofensor, puede reclamar la exoneración parcial o total en razón de que el
hecho de la víctima debe ser ilícito y culpable.
Desde tal perspectiva, se establece en doctrina que debe ser el demandado quien
asuma la carga de la prueba; es decir, quien demuestre que la conducta de la víctima
fue determinante en la producción del evento dañoso.
Sin embargo, como veremos oportunamente, la culpa es sumamente difícil de
probar. Esto ha llevado a nuestros legisladores adopten una salida que ha merecido
diversas críticas. Concretamente la segunda parte del artículo 1969117 del Código
Civil establece una presunción general de culpa muy favorable a los perjudicados,
pero que resulta demasiado severa para los autores simplemente materiales de
daños118.
En efecto, al precisarse que “El descargo por falta de dolo o culpa corresponde a su
autor”, ello representa una inversión de la carga de la prueba, criterio cuestionable,
por cuanto que “el dolo no se supone”;119 y, en general, la regla en casi todas las
codificaciones es que el daño, así derive de una acción culposa o dolosa, implica que
se deba probar fehacientemente tanto el dolo como la culpa del autor del evento
dañoso.
3.2. Eximentes afines de responsabilidad civil
116
Véase PEIRANO FACIO, Jorge. Op. cit. Págs. 430 a 434.
117
“(...) El descargo por falta de dolo o culpa corresponde a su autor. (…)”
118
Cfr. CHABAS, François. Comentario de las Disposiciones del Código Civil Peruano Relativas a la
Responsabilidad Civil. Comparación con el Derecho Francés. En: Código Civil Peruano. Diez años. Balance
y Perspectivas. Tomo II. Primera edición. WG Editor E.I.R.L. Perú, 1995. Pág. 320.
119
VISINTINI, Giovanna. Op. cit. Pág. 310.
A similitud de la llamada ruptura del nexo causal, (o también denominada “causa no
imputable”), existen otros eximentes de responsabilidad civil, denominados causas de
justificación o supuestos de “irresponsabilidad civil”.
Si bien, la regla es que no hay un derecho a dañar a las personas o los bienes de otro,
sin embargo existen ciertos perjuicios no son dañinos ilícitos o injustos, en la medida
en que el agente causante realiza un comportamiento que está autorizado por el
ordenamiento y cuyos efectos no lo vuelven antijurídicos.120
Entre estos tenemos en nuestro Código Civil los previstos en el artículo 1971 del
acotado cuerpo normativo:
a. En el ejercicio regular de un derecho; b. En legítima defensa de la propia
persona o de otra o en salvaguarda de un bien propio o ajeno, y; c. En la pérdida,
destrucción o deterioro de un bien por causa de la remoción de un peligro inminente,
producidos en estado de necesidad, que no exceda lo indispensable para conjurar el
peligro y siempre que haya notoria diferencia entre el bien sacrificado y el bien
salvado. La prueba de la pérdida, destrucción o deterioro del bien es de cargo del
liberado del peligro.
a. El ejercicio regular de un derecho como causa de exoneración
El antecedente histórico de la figura del “ejercicio regular de un derecho”, se
encuentra en la antigua fórmula romana “qui suo iure utitur nemimen laedit”. Se
trata de un eximente que encuentra su sentido en el citado aforismo: “quien usa
de su derecho a nadie daña”; el mismo que es de aplicación tanto en el derecho
civil como en el derecho penal.
En tal sentido “el que viola un derecho ajeno en el ejercicio de su propio derecho
no actúa antijurídicamente y, por consiguiente, ninguna responsabilidad le
incumbe por los quebrantos que pueda causar”.121
Dicho instituto está relacionado, precisamente, al ejercicio funcional de los
derechos subjetivos, por lo que su ámbito de aplicación resulta ser sumamente
amplio, al comprender su reconocimiento, es decir, en el ámbito propio de los
derechos personales.122
En tal virtud, existen daños que el agente puede justificar probando que fueron
causados en el ejercicio de un derecho propio; lo que equivale a decir que su
conducta estaba legitimada al configurar un derecho subjetivo123.
En materia de responsabilidad civil extracontractual, el ejercicio regular de un
derecho, aun cuando genere daños a otro sujeto no es fuente de responsabilidad,
sino, constituye un caso de eximente de responsabilidad124.
120
MOSSET ITURRASPE, Jorge, Responsabilidad Civil. Pág. 75.
121
DIEZ PICAZO, Derecho de Daños, Civitas, Madrid, 2000, 303. Citado por Espinoza Espinoza Juan,
Derecho de la Responsabilidad Civil Cuarta edición. Pág. 113.
122
Se entiende por derecho subjetivo a aquel conjunto de facultades que corresponden al individuo, y
que éste puede ejercitar para hacer efectivas las potestades jurídicas que las normas legales le
reconocen. Ver OSSORIO, Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales. Editorial
Heliasta SRL. Buenos Aires, Argentina, 1984, pág. 240.
123
MOSSET ITURRASPE, Jorge, “Responsabilidad Civil”, pág. 76.
124
Ver Dialogo con la Jurisprudencia Nº 77-Febrero 2005, Año 10, Lima Perú, pág.247.
El abuso del derecho, se encuentra previsto en nuestra Constitución Política, en el
artículo 103º in fine: “(…) La Constitución no ampara el abuso del derecho”;
asimismo es regulada por el artículo II del Título Preliminar del Código Civil, al
establecer que: “… La ley no ampara el ejercicio ni la omisión abusivos de un
derecho (…)”
a.1. El ejercicio abusivo de un derecho como supuesto de responsabilidad
civil extracontractual
Se afirma que en Roma no se admitía la reparación del daño causado en el
ejercicio de un derecho; pero al mismo tiempo, no era legítimo ejercer
abusivamente un derecho, por lo menos con el sólo fin de dañar a otro.
Posteriormente, en el antiguo derecho francés, la jurisprudencia hizo
aplicación de tal principio en muchísimos casos, construyéndose en el siglo
XX, especialmente a través de Josserand y Saleilles, quienes (al analizar y
sistematizar dicha jurisprudencia) construyeron la teoría del abuso del
derecho, la cual constituye un valioso instrumento de control judicial sobre
el ejercicio de los derechos subjetivos125.
En tal sentido, conllevaría a preguntarse sobre el tratamiento de este tema:
¿Cuándo debe considerarse que un derecho ha sido ejercido abusivamente,
para constituirse en un acto ilícito, y como consecuencia de ello, reparar el
daño o perjuicio ocasionado?
Ante la interrogante precedente, resulta sumamente ilustrativa y
esclarecedora la idea expuesta por PLANIOL cuando señala que “El derecho
cesa,…, donde el abuso comienza, no puede haber aquí uso abusivo de un
derecho cualquiera, por la razón irrefutable de que un sólo y mismo acto no
puede ser a la vez, conforme y contrario al derecho”.126
De modo tal, que se puede afirmar que frente a la existencia de un derecho
subjetivo que se encuentra formalmente limitado por la propia norma legal
que la reconoce, el ejercicio abusivo de sus prerrogativas, dentro de los
límites fijados por la ley, causando daño a otro, obligaría al agente causante
a reparar el perjuicio ocasionado.
Por lo demás, es necesario precisar que el abuso de un derecho, considerada
como una teoría doctrinaria, se centra en diversos criterios, definidos por lo
general como actos intencionales de causar daño o como uso de los derechos
fuera de todo interés o para satisfacción de un interés ilegítimo; sin embargo,
se debe destacar que una concepción más relevante corresponde a un criterio
sobre el desvío del derecho en su función social, ejercida por el sujeto titular
del mismo, pues, “atendiendo a la intención de dañar, a la impericia o
negligencia con que ejerce el derecho o a la carencia de interés legítimo, se
podrá juzgar que una prerrogativa puesta en acción dentro de los límites
formales establecidos en la ley constituye un ejercicio abusivo del
derecho”.127
125
Cfr.: BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Teoría General de la Responsabilidad Civil. 9ª edición ampliada y
actualizada, Abeledo-Perrot; Buenos Aires, 1997. Págs. 465, 466.
126
PLANIOL, Traité Élementaire de Droit Civil, T. II, nro. 871. Citado por: BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. En
su obra: Teoría General de la Responsabilidad Civil. Pág.466.
127
BUSTAMANTE ALSINA, Jorge. Ob. Cit. Pág. 468.
Este criterio objetivo denominado funcional o finalista, se aparta de las
concepciones subjetivas relativas al tema, y encontramos en la apreciación
vertida por PORCHEROT, cuando describe la definición más aceptable al
criterio finalista, señalando que “se abusa del derecho cuando,
permaneciendo en sus límites, se persigue un fin diferente al tomado en
consideración por el legislador”.128
Esta concepción, aunada a calificar el acto abusivo de un derecho como
contrario a sus propios fines o de excesos en los límites de la buena fe, moral
e incluso de las buenas costumbres, llevan a considerar, este último criterio,
como un factor objetivo de atribución que convierte en ilícito el acto y en
consecuencia el ejercicio del mismo acarrea responsabilidad civil.
a.2. En los casos de denuncia calumniosa
Los daños y perjuicios resultantes de la calumnia se vinculan a una denuncia
ante alguna persona, atribuyéndole al denunciado la comisión de un hecho
punible, a sabiendas de la falsedad de la imputación o de la ausencia de
motivo razonable.
En este caso podría existir un abuso del derecho al denunciarse inexistentes
delitos ante la autoridad. Sin embargo, existiría lo que en doctrina se conoce
como el derecho de dañar, pues una denuncia penal representaría siempre un
daño, entendiéndose que tal daño, es autorizado por ley en salvaguarda de
otros derechos; es decir, como una forma de defensa propia, con lo cual,
estaríamos frente al ejercicio regular de un derecho.
En cambio, el ejercicio irregular del derecho a denunciar, se presenta cuando
el denunciante excede los límites que la ley impone, o se cumplen las
condiciones que hacen que la denuncia se convierta en calumniosa.
Según el artículo 1982 del Código Civil, corresponde exigir indemnización
de daños y perjuicios contra quien, a sabiendas de la falsedad de la
imputación o de la ausencia de motivo razonable, denuncia ante autoridad
competente a alguna persona, atribuyéndole la comisión de un hecho
punible; es decir, nuestro ordenamiento jurídico contempla la denuncia de
hecho punible que no ha sido cometido por el denunciado, con el objeto de
perjudicarlo.
En este caso lo que busca el derecho es tutelar el honor de las personas;
entendido en su acepción subjetiva, esto es, el honor como autovaloración
que la persona tiene de sí misma.129
Dicho artículo encierra -1982- grandes dificultades para quien valiéndose de
él, pretenda hacer efectivo su derecho a una indemnización. El más
importante de ellos estriba en la dificultad de probar la existencia de dolo por
parte del que realiza la denuncia; pues en tal caso, la etapa probatoria se
diluye en medio de afirmaciones caracterizadas por su subjetividad;
ausentes, por lo general, de sustento que acredite que el denunciante tuviera
conocimiento o consciencia de que la imputación era falsa o de que carecía
de todo motivo razonable.
128
Ibidem.
129
TORRES VÁSQUEZ, Aníbal, “Código Civil”. Pág. 851.
Otra razón de duda, radica en la interpretación que pueda obtenerse de la
expresión “motivo razonable”. La jurisprudencia podría establecer que lo
razonable es aquello que no fue un acto arbitrario del denunciante. Sin
embargo, también sería necesario esclarecer en qué consistiría un acto
arbitrario, que, generalmente no se evidencia de una forma precisa; tal vez
pueda sostenerse que la arbitrariedad se produce cuando no existan pruebas
que permitan apreciar la razonabilidad de la denuncia.
Al respecto se cuenta con antecedentes jurisprudenciales en la Corte
Suprema, indicando que no se trata solamente de una falta de pruebas que
acrediten la veracidad del funcionamiento de los hechos denunciados130; sino
considerando que no existe responsabilidad cuando el denunciante se ha
limitado a relatar el hecho y, quizá, a expresar una sospecha respecto a
alguien y es la autoridad policial o judicial la que ha incriminado a
determinadas personas.131
En tal caso, la denuncia será indemnizable en la vía civil sólo si la
imputación arbitraria fue realizada de manera directa; debiendo el
denunciante resarcirlo, al existir relación de causalidad entre la denuncia y
los daños que le sean ocasionados a la víctima.
Por otra parte, la denuncia penal efectuada sobre la base de un error de
derecho132, no ha llegado a ser considerada como no razonable, si el hecho es
real y el denunciante obró de buena fe.
Creo que, pese a la dificultad de las víctimas de una denuncia falsa, para
hacer efectivo su derecho indemnizatorio, sigue siendo palpable, pues el
artículo 1982 del Código Civil, se aleja de la regla establecida en el artículo
1969 del acotado; el mismo que no limita la responsabilidad a los casos de
dolo, sino que, de acuerdo al principio general, es resarcible todo daño
realizado sea a título de dolo o culpa.
b. La legítima defensa como causa de exoneración
En materia civil, la legítima defensa recién fue contemplada en las codificaciones
civiles del siglo XIX; institución cuyo efecto justificativo aparece universalmente
reconocido, al tiempo que constituye una regla general aplicable a todas las ramas
del derecho.133
Para MOSSET ITURRASPE, el daño es causado por el agredido o atacado,
convertido en agente como reacción frente a un ataque injusto; se trata de una
acción para “apartar de si o de otro un ataque actual contrario al derecho”134. Para
130
Véase Revista de Jurisprudencia Peruana. Nº 344. Septiembre. 1972; págs. 157, 158; y, Revista de
Jurisprudencia Peruana. Nº 195. 1960. Págs. 414-416.
131
DE TRAZEGNIES GRANDA, Fernando. “La Responsabilidad Extracontractual”. Tomo I. Pág. 555.
132
Se creía que una determinada conducta irregular era delito, cuando no lo era.
133
BUSTO LAGO, José Manuel, La antijuridicidad del daño resarcible en la responsabilidad civil
extracontractual, editorial Tecnos S.A. Madrid 1998, págs. 348-349. Este autor sitúa su origen de ésta
institución del Derecho Privado en el más antiguo Ius Civiles; ya que en el Derecho Romano al exención
de responsabilidad por el resultado lesivo sólo tiene lugar si el causante del daño hubiese actuado
repeliendo una agresión física iniciado por el lesionado, de acuerdo con los principios de vim vi repellere
licet id que ius natura comparatur.
134
Cfr. MOSSET ITURRASPE, Jorge “Responsabilidad Civil”. Pág.82. El autor hace referencia al art. 227 del
Código Civil Alemán.
un sector de la doctrina, la legitima defensa, tiene una doble fundamentación,
individual y supra individual; el primero referido al derecho subjetivo de la
persona de defender los bienes jurídicos atacados, y el segundo al referido a la
necesidad de hacer prevalecer el derecho frente al injusto agresor.135
Se inspira en el principio según el cual toda persona puede defenderse del peligro
de agresión cuando no haya manera de contar con la tempestiva y adecuada
intervención de los órganos competentes del ordenamiento estatal destinado a la
defensa de sus ciudadanos; siendo sus características las siguientes:136
1) el peligro debe ser actual;
2) el peligro debe amenazar un interés directa y plenamente tutelado por el
Derecho;
3) La amenaza debe ser injusta;
4) el recurso a la defensa debe ser necesario e inevitable;
5) La reacción debe ser proporcional a la agresión.137
Un cuestionamiento que puede formularse en contra del citado artículo, como
señala Zavaleta Carruitero, es que no ha incluido sus propios requisitos138. En
efecto, el inc. 2 del art. 1971, del Código Civil Peruano, establece textualmente
que no hay responsabilidad cuando: “En legítima defensa de la propia persona o
de otra o en salvaguarda de un bien propio y ajeno”. Para De Trazegnies, esta
defensa surge a razón de agresiones tanto a la persona como a los bienes;
pudiendo tratarse de lo propio o de lo ajeno. La defensa propia consagra la
reacción instintiva de conservación, y la defensa ajena ampara una actitud
humanitaria.139
Ahora bien, de acuerdo a Torres Vásquez, la exoneración de responsabilidad en
los daños ocasionados en legítima defensa de la propia persona o de sus bienes
(defensa propia o de otra persona o de sus bienes defensa ajena), se fundamenta
en la existencia de una agresión ilegitima y en la proporcionalidad entre la
agresión y la defensa.140
Precisamente, la proporcionalidad viene a ser el requisito principal para su
apreciación; la misma no debe entenderse en un sentido estricto, sino evaluar la
situación en la cual se encuentran los implicados en el supuesto hecho, a fin de
135
Ver Busto Lago, José Manuel, Op. Cit. Págs. 344-345
136
Cfr. ESPINOZA ESPINOZA, Juan, “Derecho de la Responsabilidad Civil”, 2006, pág. 114.
137
Sin embargo de acuerdo a la ley 27936, que modifica el art. 20 numeral 3 literal b) del Código Penal,
establece lo siguiente: Art. 20.- Causas eximentes Esta exento de responsabilidad penal: (…) 3. (…) b)
“Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla. Se excluye para la valoración de
este requisito el criterio de proporcionalidad de medio, considerándose en su lugar, entre otras
circunstancias, la intensidad y peligrosidad de la agresión, la forma de proceder del agresor y los medios
de que se disponga para la defensa”. Documento disponible en:
http://www.congreso.gob.pe/ntley/Imagenes/Leyes/27936.pdf. Por su parte Zavaleta Carruitero,
Wilvelder, precisa que son tres los requisitos de la legitima defensa: a) agresión ilegitima; b) necesidad
racional del medio empleado, c) Falta de provocación suficiente, véase Zavaleta Carruitero Wilvelder,
Código Civil, Tomo III, Editorial Rodhas, Lima 2002. Pág. 1849.
138
ZAVALETA CARRUITERO, precisa que son tres los requisitos de la legitima defensa: a) agresión
ilegitima; b) necesidad racional del medio empleado, c) Falta de provocación suficiente, véase Zavaleta
Carruitero Wilvelder, Código Civil, Tomo III, Editorial Rodhas, Lima 2002. Pág. 1849.
139
DE TRAZEGNIES, Fernando, “Responsabilidad Extracontractual” Tomo I. Pág. 213.
140
TORRES VÁSQUEZ, Aníbal, “Código Civil”. Pág. 841.
calibrar el peligro que amenazaba al defensor y determinar si este se mantuvo
dentro de los limites, que, de una manera racional exigía su defensa eficaz.141
c. El estado de necesidad como causa de exoneración
El estado de necesidad es una situación de peligro grave e inminente, que
constriñe a una persona a realizar un hecho; al que se denomina “hecho necesario,
que puede traducirse en la celebración de un acto jurídico o en la causación de
un daño.142
El estado de necesidad en la causación de un daño, guarda afinidad con las
figuras jurídicas “fuerza mayor y caso fortuito”, si bien limitada a que ambas
figuras constituyen causas de exoneración de responsabilidad, se diferencian en
cambio en que las primeras operan excluyendo las relaciones de culpabilidad o
causalidad externa, mientras que el estado de necesidad constituye una causa de
justificación o bien una causa de involuntariedad.
La diferencia esencial estribaría en que la consecuencia fortuita es imprevisible e
inevitable; por el contrario la “consecuencia necesaria” es previsible, y por ende,
evitable, aunque ello lo sea a costa del sacrificio del bien jurídico de mayor
valor.143
Pero en cuanto a sus efectos el daño causado en estado de necesidad debe ser
reparado en alguna manera, según criterio imperante en la doctrina; es decir
subsiste la obligación de repararla equitativamente.144
141
BUSTO LAGO, José Manuel Ob. Cit. Pág. 366.
142
GIANFELICI, Mario Cesar, Caso fortuito y caso de fuerza mayor “en el sistema de responsabilidad
civil”. Pág. 191.
143
Ibid; págs. 192-193. El autor repara que el estado de necesidad solo afecta la libertadsentido estricto
del agente-, dejando intacta, por el contrario, su aptitud de previsión (discernimiento e intención).
144
TORRES VÁSQUEZ, Aníbal, “Código Civil”. Pág. 841.