Proyecto Nacional Criollo Historia

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CHIMBORAZO

FACULTAD DE CIENCIS POLITICAS Y ADMINISTRATIVAS


CARRERA ECONOMIA

HISTORIA ECONOMICA DEL ECUADOR

DOCENTE: Eco. Gabriela Gonzales


SEMESTRE: Tercero “A”
GRUPO: 04
INTEGRANTES: Tatiana Rueda
Cristina Llibri
Belén Loor
David Ruiz
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CHIMBORAZO

CARRERA DE ECONOMIA

INFORME DEINVESTIGACION N°

GRUPO N° 04

INTEGRANTES: Tatiana Rueda, Cristina Llibri, Belén Loor Y David Ruiz

CURSO: TERCERO “A”

FECHA DE ENTREGA: Lunes 30 De Noviembre del 2015.

TITULO:

 Proyecto Nacional Criollo: consolidación, auge y caída del Estado


Oligárquico terrateniente (1830 -1895).
 Periodo Feudal Republicano.
 Latifundio en Expansión.

OBJETIVO GENERAL: Analizar y entender la historia republicana del Ecuador en su


transformación continua a través del tiempo en los aspectos político, económico y social.

OBJERIVO ESPECÍFICO:

 Conocer nuestra patria e historia.


 Comprender la trayectoria del país.
 Considerar los efectos del Proyecto Nacional Criollo

JUSTIFICACION: El motivo de nuestra investigación es que Como ecuatorianos se convierte


en un derecho saber la historia de nuestra república para que de esta forma entendamos el
presente del entorno social en el que vivimos y también para corregir los errores
como sociedad ecuatoriana, y así encaminarnos en la proyección de un futuro mejor.

DESARROLLO:

EL PROYECTO NACIONAL CRIOLLO

La sociedad y el poder Aunque para el Ecuador la Independencia significó una seria ruptura y un
rápido cambio político, muchos rasgos de la sociedad colonial pervivieron más allá de la
fundación de la República. El fuerte sentido corporativo y estamentario continuó sobre las
fórmulas republicanas; se mantuvo la discriminación racial y la exclusión de la mujer de la vida
política. Los rasgos aristocratizantes continuaron articulando las relaciones sociales, la cultura y
la ideología. Tradiciones paternalistas siguieron rigiendo las relaciones sociales. Solo el paso del
tiempo y el agudizamiento de la lucha social provocaron cambios significativos posteriores.
Desde el primer momento de la vida del Ecuador, se patentizó una tensión y enfrentamiento entre
las oligarquías regionales dominantes, especialmente de la Costa y de la Sierra. Desde luego,
ambas tenían intereses comunes pero también existían muchos motivos de tensión, como el
control de la mano de obra, siempre escasa en el litoral; y la mantención de medidas aduaneras
proteccionistas que defendían la producción textil serrana, pero limitaban el comercio. El
conflicto irresoluto convirtió al ejército (controlado por los veteranos de la Independencia) en
árbitro de la lucha por el poder. Alrededor de sus jefes se generaron las alianzas caudillistas de la
época. En la organización del nuevo Estado, la mayoría de la población quedó al margen de la
participación política. Los congresos y órganos del gobierno eran fruto de una participación
electoral limitada al reducidísimo grupo de notables propietarios. Detrás de las fórmulas
republicanas sobrevivía una sociedad jerarquizada, estamentariamente estructurada, en la que la
autoridad se justificaba por “derecho divino”. Los notables latifundistas se veían como
continuidad hispánica y sostuvieron un proyecto nacional criollo. Frente a un Estado central
débil, las instituciones del poder local y regional eran sólidas. La descentralización era la norma
prevaleciente. En las haciendas y los complejos productivos que funcionaban a su rededor se
daban muchas decisiones y hasta se mantenían prisiones privadas. Las instituciones regionales,
principalmente los municipios, controlaban la educación inicial, servicios, obras públicas,
beneficencia y administración de justicia en primera instancia. Corporaciones autónomos que
manejaban los notables, cobraban impuestos. Al Estado central le quedaba el manejo del
Ejecutivo, las escasas relaciones internacionales, el Congreso, las altas cortes, la fuerza pública,
un reducido plantel burocrático y la recaudación de algunas rentas. Los ingresos fiscales,
provenientes en buena parte de la “contribución” o tributo indígena, estancos y diezmos, se
gastaban en el mantenimiento del ejército, el clero y la alta burocracia. La Iglesia, heredera de su
poder colonial, tanto económico como ideológico, siguió inserta en el Estado republicano, que
reclamaba sobre ella el derecho de Patronato, o sea de controlar los nombramientos de la
jerarquía, a cambio de mantener a la religión católica como oficial y excluyente, financiando a
sus ministros y garantizando sus prerrogativas y propiedades. Esta situación se volvió cada vez
más conflictiva y desató varios enfrentamientos ideológicos y políticos. Al ser reconocida como
oficial la religión católica, la Iglesia mantuvo bajo su control: el registro de nacimientos,
matrimonios y muertes; el púlpito, que era un medio generalizado de comunicación; y la mayor
parte del sistema educativo, por cierto muy precario y dedicado solamente a una porción bajísima
de la población. La mantención de la esclavitud de los negros y del tributo indígena hasta la
década de los cincuenta fue síntoma de la continuidad colonial en la relación con los pueblos
indios y afroecuatorianos. Las comunidades vieron más que antes invadidas sus tierras comunales
y reforzados los mecanismos de sujeción al latifundio. Fundación del Estado (1830-1859) Juan
José Flores, general nacido en Venezuela, que había desempeñado la función de jefe del Distrito
del Sur, fue designado presidente del nuevo Estado por la Asamblea Constituyente de Riobamba.
Una vez en el poder, Flores se dedicó a consolidar una alianza de gobierno entre el tradicional
gamonalismo latifundista de la Sierra, al que se había vinculado por matrimonio, los
terretenientes de Guayaquil y los altos mandos del ejército, integrados en su gran mayoría por
extranjeros. El floreanismo, como se llamó popularmente a su clientela caudillista, recogió la
tradición conservadora del bolivarianismo. Directa e indirectamente controló Flores el gobierno
desde 1830 a 1845. En 1832 incorporó oficialmente las islas Galápagos al Ecuador. Su mandato
se caracterizó por la revuelta permanente, el desbarajuste administrativo, dos guerras con Nueva
Granada (como entonces se llamaba la actual Colombia) y el abuso de los soldados, dueños del
país. Ni el esfuerzo organizador y sistematizador de Vicente Rocafuerte, que llegó a la
Presidencia de la República (1835-1839) mediante un pacto con su enemigo Flores, pudo superar
estas realidades. Cuando el caudillo se hizo elegir presidente por una segunda y hasta tercera vez,
y puso en vigencia la Carta de Esclavitud (1843), una constitución que establecía la dictadura
perpetua, la reacción nacional acaudillada por la oligarquía guayaquileña lo echó del poder
(1845). Flores pasó los años siguientes organizando invasiones al Ecuador con mercenarios
extranjeros al servicio de España y el Perú. En los primeros años de la etapa “marcista” (llamada
así porque la revuelta antifloreana fue en marzo de 1845), gobernaron los civiles guayaquileños:
Vicente Ramón Roca (1845-1849) y Diego Noboa (1849-1850). Una de sus principales tareas fue
enfrentar el peligro de las invasiones de Flores. A inicios de los cincuenta, un nuevo conflicto de
poder no resuelto dio espacio para un nuevo arbitraje militar. El “hombre fuerte” del ejército,
general José María Urvina, fue proclamado dictador. Luego fue elegido presidente constitucional
por una nueva Asamblea Nacional (1852-1856). Urvina consolidó la alianza entre la oligarquía
latifundista y comercial costeña con las Fuerzas Armadas, y llevó adelante un programa de corte
liberal que promovió la apertura económica y el comercio e incluyó la abolición de la esclavitud,
la supresión del tributo indígena y medidas a favor de los campesinos serranos. Todo esto generó
una feroz reacción del latifundismo tradicional que declaró la guerra al urvinismo. Una desastrosa
negociación de la deuda externa y el intento de arrendar Galápagos a extranjeros fueron motivos
para que la oposición contra el general Francisco Robles, heredero de Urvina, adquiriera fuerza.
Diversas revueltas seccionales provocaron en 1859 una crisis de disolución. En Quito, Guayaquil,
Cuenca y Loja se formaron gobiernos autónomos. El Perú ocupó varios territorios y bloqueó el
Puerto Principal. Los países vecinos negociaban la partición del país. Llegó un momento en que
todo el sistema pudo venirse abajo con el peso de las contradicciones entre las oligarquías
regionales. Luego del fracaso de varias alternativas, en las que se planteó convertir al país en un
“Protectorado” de Francia, la aristocracia quiteña, con Gabriel García Moreno a la cabeza,
ayudado por Flores, logró triunfar en la Sierra, tomar luego Guayaquil y reconstituir el Estado
ecuatoriano.

Consolidación del Estado Oligárquico Terrateniente (1860-1875)

Durante tres lustros, de 1860 hasta 1875, la figura de García Moreno dominó la escena nacional.
Al margen del debate desatado alrededor de su compleja personalidad, es preciso afirmar que las
condiciones objetivas del país determinaron el carácter básico de esta etapa, en la que se
consolida el Estado Oligárquico Terrateniente en el Ecuador. El incremento de las exportaciones
de cacao y la vinculación más estrecha del país al mercado mundial exigían un esfuerzo de
modernización y centralización que no podía llevarse adelante si las oligarquías regionales no
llegaban a un acuerdo que, sin abolir sus contradicciones, estableciera ciertas reglas para el
control del poder. García Moreno fue la expresión de esta alianza entre fracciones de la clase
dominante, orientada a una racionalización de la estructura y una articulación de las
desparramadas regiones en cierto marco de unidad. El programa garciano refleja el carácter de
esa alianza de consolidación estatal. Mediante la renegociación de sistemas de la recaudación
fiscal, se logró centralizar y administrar con mayor eficiencia buena parte de las rentas públicas.
Con el impulso dado al desarrollo de los bancos, se controlaron las emisiones monetarias,
poniéndose, al mismo tiempo, las bases del endeudamiento crónico con el sistema financiero. Las
obras públicas se construyeron por primera vez en forma planificada y su crecimiento fue
notable. Se crearon nuevas escuelas, colegios, institutos especializados y centros de educación
superior como la Escuela Politécnica Nacional. Se fundó el Observatorio Astronómico. El
ejército fue reorganizado y modernizado. En suma: el Ecuador comenzó a ser un país organizado,
mejor comunicado y con un creciente nivel de escolarización. Pero estos cambios no podían
efectuarse sin la protesta de grupos de la propia oligarquía y fundamentalmente de sectores
populares afectados por la racionalización del sistema. Por eso, el programa garciano se llevó
adelante dentro de las condiciones de represión más duras que se hayan conocido en nuestra
historia. El fusilamiento, los azotes, la cárcel y la repatriación fueron cosa de todos los días. Aún
más, como el caudillo se dio cuenta de que el apoyo de la Iglesia católica podría ser un
instrumento de consolidación de su programa, negoció con el Vaticano un Concordato que
estableció el monopolio del clero sobre la educación, la cultura y los medios de comunicación.
Muchos religiosos fueron traídos de Europa para llevar adelante un ambicioso programa
educativo y para “reformar”, en forma represiva, los conventos nacionales donde se había
refugiado la protesta. García Moreno gobernó al Ecuador entre 1860 y 1865. Constitucionalmente
le sucedió Jerónimo Carrión, que, a pesar de ser hombre de su confianza, no pudo mantener el
régimen autoritario y fue forzado a renunciar. Su sucesor, Javier Espinosa, tampoco pudo
gobernar de acuerdo con los dictámenes garcianos y fue derrocado por el propio García Moreno
en 1869. En ese año se inició la segunda administración del “hombre fuerte”, que se extendió
hasta 1875. El nuevo período comenzó con la aprobación de una Constitución de tipo confesional
excluyente (establecía que para ser ciudadano se requería ser católico) que daba al gobernante
poderes dictatoriales. Sus opositores la llamaron Carta Negra. El régimen se asentó en el apoyo
del clero, que tuvo su expresión más visible en la consagración oficial de la República al Corazón
de Jesús. El programa garciano descansó sobre una contradicción. Por una parte impulsó la
modernización y consolidación estatal, estimuló la producción y el comercio, desarrolló la
ciencia y la educación; por otra, impuso una ideología reaccionaria excluyente y represiva, con la
dictadura clericalterrateniente. Así fue como todo el proyecto saltó en pedazos cuando García
Moreno fue asesinado el 6 de agosto de 1875. Y si bien durante un tiempo la tradicional
oligarquía serrana tuvo el control del poder, las reformas favorecieron, a la larga, a la oligarquía
costeña, en cuyo seno se iba definiendo una nueva clase, la burguesía comercial y bancaria.

Auge y caída del Estado Oligárquico Terrateniente (1875-1895)

Desde los años setenta, y especialmente desde el inicio de los ochenta, el Ecuador experimentó
un acelerado crecimiento económico, debido fundamentalmente al gran incremento de la
producción y exportación del cacao. La fruta se había venido produciendo tradicionalmente en
plantaciones de la Costa, sobre todo del Guayas y Los Ríos. Las plantaciones funcionaban a base
del trabajo asalariado de grupos de jornaleros, y de redentores, jefes de familia que cultivaban la
fruta en tierras del latifundista y le entregaban sus cosechas de cacao en pago de una deuda. Esta
relación de corte precapitalista no solo permitía una producción cacaotera abundante y barata,
sino que ampliaba constantemente la extensión de las plantaciones. El cultivo y la
comercialización del cacao incrementó el poder económico de los terratenientes y de manera
especial de los comerciantes y banqueros de Guayaquil. Se establecieron varios bancos y casas de
comercio. La ciudad creció rápidamente. También se profundizó la inserción de la economía del
país en el sistema económico mundial. Los representantes del intercambio y el capital
internacional empezaron a interesarse en el Ecuador. La etapa comprendida entre 1875 y 1895 se
desenvolvió en medio de repetidos intentos de superar la contradicción entre poder político y
poder económico, heredada del régimen garciano. La oligarquía latifundista y su aliada la Iglesia,
lucharon por conservar el poder. Las élites guayaquileñas, en cambio, en la medida en que
consolidaban el control de la economía nacional, reclamaban mayor injerencia en la dirección del
país. Intentos por superar, o al menos equilibrar, este conflicto se sucedieron en esos años.
Primero un gobierno aperturista, luego la dictadura, y por fin una suerte de camino medio, que
terminó por fracasar. En 1875 fue electo presidente Antonio Borrero, candidato de moderados y
radicales frente al garcianismo sucesorio. Borrero fracasó en la búsqueda de una salida para
sustituir la Carta Negra. Ante esto, la oposición encabezada por la oligarquía costeña promovió la
dictadura del general Ignacio de Veintemilla. Instalado en el poder, luego de vencer militarmente
la resistencia serrana, Veintemilla inició su gobierno con medidas liberales que enfrentaron a la
Iglesia. Tiempo después, ya elegido presidente constitucional, cambió su actitud y realizó un
gobierno oportunista y estéril, que desperdició una coyuntura de particular auge económico.
Cuando Veintemilla concluyó su período y se lanzó a una nueva dictadura, una especie de
cruzada nacional –la Restauración– lo echó del poder. En el conflicto se destacó su sobrina
Marietta de Veintemilla, una notable mujer. Entoces se definieron las fuerzas políticas. El
garcianismo se reorganizó como amplia coalición cuando en 1883 se fundó la Unión
Republicana. Empero, desde el inicio se dio en ella una división entre los ultramontanos, que
luego adoptaron el nombre de Partido Católico Republicano, y los progresistas, de orientación
liberal católica. Las fuerzas liberales se bifurcaron también. De un lado emergió la figura de Eloy
Alfaro con su opción radical montonera; de otro se estructuró una corriente moderada que en
1890 constituyó el Partido Liberal Nacional. Así comenzaron las incipientes instituciones
políticas en el país, aunque la definición de los modernos partidos tomaría varias décadas. Al
mismo tiempo, a finales del siglo XIX, la penetración de bienes importados afectó al artesanado,
que reactivó su presencia pública y constituyó organizaciones que cumplirían un importante
papel en la movilización popular. Con el triunfo de José María Plácido Caamaño en la
Constituyente de 1884, tomó fuerza una alternativa tercerista, el progresismo, que favorecía la
rápida adaptación del país a las nuevas condiciones del sistema internacional, evitando al mismo
tiempo la separación de la Iglesia y el Estado. El gobierno de Caamaño enfrentó la insurrección
de las montoneras, realizó varias obras públicas e impulsó la represión. En el de su sucesor
Antonio Flores (1888-1892) se aceleraron los cambios modernizadores y también los conflictos
que definieron la etapa: reforma del régimen bancario, sustitución del diezmo, renegociación de
la deuda externa, contratos ferrocarrileros. En esos años se inauguró el servicio de telégrafo. En
el gobierno del último progresista, Luis Cordero (1892-1895), la fórmula liberal-católica llegó a
su límite. La presión de conservadores y liberales quitó espacio a una alternativa que no pudo
afrontar las definiciones radicales. Cuando por un negociado de Caamaño, entonces gobernador
del Guayas y hombre fuerte del régimen, la oposición acusó al gobierno de haber “vendido la
bandera”, Cordero cayó. Semanas después, el 5 de junio de 1895, se proclamó en Guayaquil la
Jefatura Suprema de Eloy Alfaro. Con ello se inició la Revolución Liberal.

LATIFUNDIO EN EXPASION

LOS BANCOS DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA REPUBLIC LA SITUACION


CAMBIO HASTA QUE LA PEODUCCION DE BIENES EXPORTABLES Y LA
IMPORTACION DE PRODUCTOS EXTRANJEROS GANARON PESO, ESPECIALMENTE
EN LA COSTA, EN LA DECADA DE LOS 50 HABIAN IMPORTACIONES ELEVADASDE
CACAO, CAUCHO, TABACO. EN LA SIERRA EL PROBLEMA MAS GRAVE ERA LA
FALTA DE TRANSPORTE BAJO EL NUEVO REGIMEN LOS TERRATENIENTES
SERRANOS INCREMENTARON SU CONTROL SOBRE LOS TRABAJADORES, YA QUE
EN LA COSTA LOS LATIFUNDIOS CRECIERON, UNA GRAN PARTE QUEDO EN
MANOS DE LOS INDIGENAS. EN 1868 SE FUNDO EL BANCO DE QUITO, EN 1871SE
FUNDO EL BANCO DE CREDITO HIPOTECARIO DE GUAYAQUIL PROVOCANDO
GUERRAS BANCARIAS. EL BANCO DE QUITO FUE MUY DEBIL Y NO CONSOLIDO
RIVAL PARA EL PODEROSO BANCO DEL ECUADOR.

CONCLUSIONES:
-El Ecuador ha dependido mucho de las Asambleas para reestablecer el orden democrático
-La intervención de la Iglesia en el gobierno ha sido continua incluso intensa con García
Moreno, pero casi nula con Alfaro.
-La inestabilidad política ha sido resultado del canibalismo por el poder.
-Fueron necesarias las intervenciones de ideólogos radicales, para desentonar los intereses de las
oligarquías, que sin embargo retomaron el poder político.
-El latifundismo se desarrolló al punto de protagonizar el poder político y establecer sus interese
para dominar el aparato estatal.
-El régimen militar de los 70 trató de encaminar la realidad del Ecuador por una estabilidad
política y económica mediante Juntas y Consejos, sin embargo no pudo sostenerse.
-La inestabilidad ha sido el talón de Aquiles del Ecuador, para que otros países puedan establecer
sus intereses territoriales.
-Durante toda la época se han consagrado tres grandes auges agrícolas, (cacaotero, bananero,
petrolero), que se reflejaron en el incremento del recurso financiero y el establecimiento de
modelo primario Agroexportador del cual con el régimen de la Fuerzas Armadas en los 70 se
pretendió convertir en un modelo industrialización.
-La condición actual del país, es el espectro de las circunstancias vividas a través de la historia.
RECOMENDACIONES:

http://www.monografias.com/trabajos12/mhistec/mhistec2.shtml#ixzz3sesGXUa8

http://repositorio.uasb.edu.ec/bitstream/10644/836/1/AYALAE-CON0001-RESUMEN.pdf

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